ciudadania excelente art

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ciudadania excelente art.

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  • * Una primera versin de este artculo se present como ponencia dentro del programaCOMPOSTELA 2000; aprovecho esta ocasin para dar las gracias a los organizadores por suinvitacin y a Maurizio Viroli por sus comentarios.

    ISEGORA/24 (2001) pp. 51-76 51

    Tres espacios de la ciudadana *

    NGEL RIVEROUniversidad Autnoma de Madrid

    ngel RiveroTres espacios de la ciudadana

    RESUMEN. En este artculo quiero mos-trar que la ciudadana, desde sus orgenes,est sujeta a la tensin entre las expec-tativas normativas asociadas al ciudadanoy la ciudad y su realidad cotidiana, lo quela convierte, parcialmente, en un mito oen un ideal. En los Estados modernos elcontenido de la ciudadana se vuelve anms difuso y contradictorio. Por un lado,la ciudadana se vuelve un ideal melan-clico o nostlgico; por otro, la relacindel Estado y los individuos adopta la formade un contrato bajo la lgica del intersprivado. Por ltimo, con la globalizacin,los lmites territoriales que definen la ciu-dadana se vuelven an ms difusos y elconcepto se vuelve, si cabe, ms abstracto.El artculo se pregunta si, bajo estas cir-cunstancias, resulta todava til hablar deciudadana.

    ABSTRACT. In this article I would liketo show that citizenship, from its inception,is under the strain of the normative expec-tations associated to both the concept ofcitizen and city (commonwealth) and itseveryday reality and thus, in a sense, citi-zenship can be seen mainly as an ideal ora myth. In modern states the content ofcitizenship is even more incoherent andis almost an oxymoron. On the one hand,citizenship is basically a melancholic ornostalgic ideal; On the other hand, the linkbetween the state and individuals adoptthe form of a contract under the logic ofprivate interest. Finally, under globaliza-tion, the territorial boundaries that definecitizenship become even more fuzzy andthe concept of citizenship turns to be, evenmore abstract. The article poses the follo-wing question: is citizenship, under presentconditions, a still useful concept?

    Un ciudadano es, en su acepcin ms simple, el miembro de una comunidadpoltica, sujeto de derechos y obligaciones. La ciudadana, por su parte, definela relacin precisa entre el ciudadano y su comunidad poltica, la ciudad. Estaltima, a su vez, no es cualquier agrupacin humana. La ciudad es una agru-pacin artificial de ciudadanos para vivir juntos en mutuo beneficio. Esto es,es una agrupacin cooperativa para beneficio individual y colectivo. Hay, portanto, tres primeros espacios de la ciudadana: el del ciudadano y sus rasgosdefinitorios; el de la ciudadana o de la relacin entre el ciudadano y la ciudad;y el de la ciudad o repblica y sus caractersticas. Estos tres espacios renenproblemas muy diversos que interesan a la teora poltica, a la filosofa polticay a la tica. De hecho, Will Kymlicka y Wayne Norman han sealado que

  • 1 Sobre esta discusin vase el artculo algo antiguo pero todava interesante de Kymlickay Norman Return of the Citizen: A Survey of Recent Work on Citizenship Theory, en Beiner,Theorizing Citizenship, Albany, SUNY, 1995.

    2 Alonso de Castrillo, Tractado de Republica, Instituto de Estudios Polticos, 1958 [1521],pp. 24-27.

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    la importante discusin contempornea sobre la ciudadana queda explicadaporque tiene la virtud de tematizar dos cuestiones que importan sobremaneraen el pensamiento contemporneo: la de los derechos individuales y la delas identidades colectivas, la cuestin de la sociedad justa y la de la pertenenciaa los grupos particulares 1. Sin embargo, estas preocupaciones no son nuevas.De hecho son muy antiguas, casi perennes en el pensamiento poltico. As,Fray Alonso de Castrillo dej escrito en su Tractado de Republica, de 1521,cierta cosa es ser la compaa de la cibdad la ms excelente de toda la compaahumana, porque en la cibdad se halla la conversacin ms dulce y ms noble(...) Y as como no todo pueblo merece gozar del nombre de cibdad, as notodo poblador de la cibdad merece gozar del nombre de cibdadano (...), porquesi al poblador le falta la mansedumbre de las costumbres para la conversacinde sus iguales, si le falta prudencia para participar en la gobernacin de lacibdad, no convenientemente se puede llamar cibdadano (...). Por ningunaotra cosa es averiguado quin sea el cibdadano, sino por la participacin delpoder para juzgar y determinar pblicamente. Y as las condiciones que con-vienen al cibdadano [son] vivir en justo y en igual derecho con sus cibdadanos,ni hacerle muy vil ni hacerle soberbio, y entonces desear en su Repblicaaquellas pocas cosas que pacficas son y honestas, donde a este tal le sentimosy llamar le solemos buen cibdadano. Y as ninguna cosa tanto conserva lacompaa de la cibdad como la mansa y honesta conversacin. Y de ningunacosa as se engendra la buena conversacin como de la humildad y de la igualdaddel cibdadano 2. Aqu, en la prosa apretada de este largo prrafo, encontramosuna definicin temprana de cada uno de los tres espacios que acabo de apuntar.En primer lugar, no cualquier poblador de una ciudad es ciudadano. El ciu-dadano precisa de unas cualidades especficas que son: mansedumbre de cos-tumbres, esto es, un carcter pacfico y abierto a la discusin y a la deliberacinpblica. Es decir, virtudes agonsticas y no polmicas; y prudencia y juicio polticopara participar en el gobierno de la repblica. En segundo lugar, la ciudadana,la relacin del ciudadano con la ciudad, est caracterizada por los siguientesrasgos: la participacin en igualdad de los ciudadanos en el gobierno, la igualdadde derechos de todos los ciudadanos, y una cierta condicin igual humildey no vil ni soberbia. En tercer lugar, la ciudad no es cualquier tipo de puebloo poblacin: la ciudad es la compaa humana ms excelente. La ciudad esuna repblica, una agrupacin poltica gobernada mediante la deliberacinde los ciudadanos, y caracterizada por la igual participacin poltica y disfrutede derechos definidos por la ciudadana.

    Parece que describir el significado de la ciudadana era algo sencillo ycarente de problemas cuando escriba Castrillo. Sin embargo, ahora las cosas

  • 3 Michael Ignatieff, The Myth of Citizenship, en Beiner, op. cit., Western political ima-gination remains haunted by the ideal of citizenship enunciated in Aristotles Politics, p. 53.

    4 T. H. Marshall, Citizenship and social class, Londres, Pluto, p. 18.5 Aunque la dimensin normativa es inescapable. Un ciudadano es, en su acepcin ms simple,

    el miembro de una comunidad poltica, sujeto de obligaciones y derechos, pero, como han sealadoBerlin y Walzer, al enunciar la palabra ciudadano invocamos inmediatamente una ideologa queinspirada en Atenas y Roma busca hacer de la ciudadana la identidad bsica de los individuos.En esta lnea es fundamental el artculo de J. G. A. Pocock, The Ideal of Citizenship SinceClassical Times, en Beiner, op. cit.

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    no parecen tan sencillas. Quizs tampoco lo eran entonces, aunque as lo trans-mita la prosa ingenua de Castrillo. O quizs la razn de esta dificultad con-tempornea es que el concepto de ciudadana ha cambiado mucho, se ha vueltopolismico, ha viajado demasiado, ha abandonado las ciudades antiguas o rena-centistas y se ha extendido por los Estados e incluso ms lejos. En cualquiercaso, definir el significado de lo que sea la ciudadana en estos principiosdel siglo XXI se ha convertido en una tarea compleja.

    He dicho antes que la discusin de la ciudadana gira hoy, sobre todo,en torno a los derechos individuales e incluso de los grupos, y acerca de lacuestin de la pertenencia a los grupos y las identidades colectivas. Los ciu-dadanos de Castrillo eran un grupo de status dentro de las ciudades que par-ticipaban de su gobierno como iguales. Pero en Castrillo hay ms ideologaque descripcin o, si se prefiere, ms idealizacin que realismo. Probablemente,el texto de Castrillo puede entenderse como un panfleto lleno de autoridadesclsicas utilizadas a modo de escudo frente a una posible persecucin y destinadoinfluir en el ambiente poltico creado por el conflicto entre las Comunidadesde Castilla y el emperador Carlos, aunque esto ltimo ahora no es lo quems nos interesa. Sus ciudadanos estn demasiado empapados del mito clsicode la ciudadana, su imagen es demasiado aristotlica. Esto es, los ciudadanosdel Tractado de Republica de Castrillo son completamente abstractos, librescos.De hecho, no hay un solo ejemplo concreto de ciudad o de ciudadano entodo su libro. Michael Ignatieff ha llamado a esta literatura, antigua y moderna,dirigida a ensalzar al ciudadano como identidad esencial de los individuosel mito de la ciudadana. Se trata, desde luego, de un mito muy antiguoy la nueva moda republicana parece dispuesta a que se vuelva perenne 3. Noobstante, esta dimensin normativa de la ciudadana parece resultar, por tanto,ineludible. Pero, cmo debe ser un buen ciudadano en nuestro tiempo?

    T. H. Marshall, el padre de la discusin contempornea sobre la ciudadanadefini sta como un status conferido a aquellos que son miembros plenosde una comunidad. Todos los que poseen dicho status son iguales con respectoa los derechos y deberes con los que el status est dotado 4, situando el debateen trminos jurdicos y no normativos 5. De esta forma la ciudadana sealabaun catlogo muy preciso de derechos y privilegios, junto a obligaciones y deberesque ostentaban grupos particulares de individuos (los ciudadanos). Sin embargo,la lgica del desarrollo de las democracias liberales ha hecho que la ciudadana

  • 6 Por ejemplo, en el pasado los aborgenes norteamericanos eran nacionales no ciudadanoso, en el presente, se puede ser sbdito britnico sin que esto implique ser ciudadano delReino Unido (este ltimo ejemplo es de Pocock).

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    se haya extendido a la casi totalidad de la poblacin adulta. Antes los ciudadanoseran los burgueses, los propietarios. Ahora, la ciudadana se ha igualado alo que antes se denominaba nacionalidad: ahora los ciudadanos y los nacionalesson la misma cosa 6. De esta forma, determinados privilegios, sobre todo eldisfrute de plenos derechos polticos, se ha universalizado en gran medidaen las democracias liberales. Junto a este igual disfrute de la ciudadana, suuniversalizacin en las democracias liberales, resultado de las revoluciones pol-ticas liberales y de la lgica de la igualdad que siempre ha animado la ciudadana,se ha producido un proceso paralelo de ampliacin de los derechos y los pri-vilegios propios de la ciudadana. As la primera generacin de derechos libe-rales de ciudadana, civiles y polticos, se ha visto seguida por otros derechosde carcter radicalmente distinto: los derechos sociales y econmicos (productode la integracin de la cuestin social en la ciudadana liberal). Esta ampliacinde los derechos propios de la ciudadana ha alterado profundamente las basesde la ciudadana liberal: ha desencadenado una lgica por la que el conceptode ciudadana queda abierto de forma permanente a ulteriores conquistassociales; ha desdibujado el hecho bsico de que los derechos liberales sonpura metafsica sin su contraparte de deberes y obligaciones y que, sin deberesy obligaciones, no se pueden proteger los derechos de ciudadana clsicos delas primeras generacin (los derechos civiles y polticos). El crecimiento desor-denado de los derechos lo que Marshall vea como el desenvolvimiento dela utopa progresista de la ciudadana amenaza con convertir la ciudadanaen un concepto meramente retrico para conseguir cada vez ms del estado,menoscabando las responsabilidades de los ciudadanos. Pero la ciudadanarealmente existente es, sin necesidad de caer en el mito de la ciudadana, unacuerdo de derechos y deberes entre individuos sancionado por el Estado.Si esto se pierde de vista, la metafsica de los derechos convierte a stos enpapel mojado. Esto es, el exceso de derechos podra acabar con los ciudadanosmismos, en tanto sujetos polticos responsables y activos, al convertirlos enseres pasivos dependientes del Estado. De hecho, all donde se ha realizadoel experimento de fundir el hombre con el ciudadano, creando el llamadonuevo hombre, lo que se ha producido es un ser dependiente totalmente delestado. Derechos sin obligaciones significa, por tanto, la muerte de la ciu-dadana. Pero, al tiempo, la ciudadana entendida como derechos es, tambin,ineludible. Nuevamente hemos de interrogarnos por los lmites, hasta dndepueden llegar estos derechos? Hay lmites al crecimiento de la ciudadana?

    Por tanto, el contenido de este status que es la ciudadana se ha vueltocomplejo y su propia lgica de reconocimiento parece amenazar su existencia.Pero, adems, se ciernen otras amenazas sobre la ciudadana asociadas a esefenmeno difuso que se llama globalizacin: la inmigracin y su encaje en

  • 7 Obviamente, el nacionalista s afirma una nica lealtad poltica hacia una nica comunidad.De igual manera el republicano realmente existente afirma la lealtad prioritaria a un estadoconcreto.

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    la ciudadana; el reconocimiento de la diferencia cultural y la manera en queste afecta al valor de la igualdad asociado a la ciudadana; el resurgir delas identidades asociadas a las nacionalidades subestatales y el posible conflictocon la ciudadana como identidad; las nuevas formas de ciudadana transna-cionales, como la ciudadana europea; y, por ltimo, el fenmeno del cos-mopolitismo, el ciudadano cuya lealtad primera es la civitas maxima, y la maneraen que sta puede entrar en conflicto con la ciudadana como status jurdico.

    En este artculo quiero mostrar que aquello que entendemos por ciudadanaahora es un conglomerado compuestos por distintos espacios, niveles, expec-tativas o dimensiones, muchas veces contradictorios, que han ido llenando designificados diversos y hasta opuestos dicho concepto. Esto hace que la discusinde la ciudadana est sujeta a tensiones conceptuales irresolubles. En primerlugar, acerca de aquello que sea, como deca Castrillo, un buen ciudadano.Por ejemplo, Ignatieff imagina al ciudadano mala persona, al ciudadano cuyalealtad hacia la comunidad poltica le hace denunciar a sus vecinos. sta serala versin jacobina del ciudadano republicano (tristemente existente en distintosestados contemporneos, por ejemplo, en la Repblica Democrtica Alemanahaba un espa por cada doscientas personas). O, por poner otro ejemplo,el ciudadano cuya lealtad cvica, se define en trminos tnicos: el nacionalista.Este ciudadano tratar de forma diferenciada a los miembros de su comunidady a aquellos que percibe como extraos socavando el principio de igualdadpoltica y de reconocimiento en que se funda la ciudadana. Otro modelo deciudadano, reivindicado por Pocock, es el individualista posesivo, aquel queespera de la ciudadana la seguridad jurdica para realizar su vida privada.Aqu vida privada significa, como apunt Hannah Arendt, vida falta de esadimensin pblica o colectiva que es tan esencial para los dos tipos anterioresde buen ciudadano. Para Pocock, como para Constant y tantos otros, estarprivado de dicha carga es un regalo. Para Arendt, sin embargo, es una prdida.Por tanto, no sabemos qu sea eso del buen ciudadano porque, entre otrascosas, no sabemos cmo definir la comunidad poltica a la que pertenecemos 7.O, quizs, porque nuestras lealtades e identidades plurales nos hacen miembrosde numerosas comunidades que, a veces pueden llegar a estar enfrentadas.Por tanto, aquello que sea nuestra ciudad, la dimensin territorial de la ciu-dadana se ha vuelto algo tan complejo que hace prcticamente imposible saberqu cosa pueda ser un buen ciudadano, buen ciudadano de qu ciudad? Enlo que sigue analizar los problemas y tensiones asociados a la ciudadanautilizando analticamente esta pluralizacin de las repblicas o ciudades a lasque pertenece el ciudadano. La idea que subyace al artculo es que a pesarde la heterogeneidad de la ciudadana hace falta conservar un mnimo deciudadana (entendida como derechos individuales y obligaciones hacia la comu-

  • 8 Maurizio Viroli, El significado de la libertad, Revista de libros, nm. 52, 2001. Pero sobretodo Quentin Skinner: Free states, like free persons, are thus defined by their capacity for selfgovernment. A free state is a community in which the actions of the body politic are determinedby the will of the members as a whole, Liberty before Liberalism, Cambridge, CUP, 1998, p. 26.

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    nidad poltica junto a un mnimo de participacin poltica convencional) paraque los ciudadanos, al exigir responsabilidades a los poderes pblicos, man-tengan las condiciones de la libertad. Los tres espacios de la ciudadana delos que me ocupar sern, por tanto, los siguientes:

    a) Los ciudadanos de las ciudades. stos conforman lo que denominociudadana antigua o republicana porque remiten al espacio original de la ciu-dadana, un espacio pequeo y caracterizado por las relaciones cara a caray directas. Un espacio en el que la capacidad de dilogo y el juicio polticoeran los rasgos esenciales del ciudadano. Los rasgos esenciales de la ciudadanaeran el privilegio y la participacin poltica. La ciudadana todava entraaprivilegios frente a quienes no la poseen (aunque ahora coincide con la granmayora de habitantes de una comunidad poltica, en las democracias liberales).La ciudad era una repblica en el sentido definido por Viroli y Skinner 8.La participacin poltica de los ciudadanos era lo que haca libres a las ciudades;la participacin poltica de los ciudadanos ahora, obviamente menos intensa,es la garanta de la libertad de sus habitantes. Por tanto, la ciudadana con-tempornea todava entraa estas dos dimensiones de privilegio y participacinpoltica.

    b) Los ciudadanos de los Estados. stos refieren al tipo de ciudadanosque aparecen con la introduccin del liberalismo y de la democracia en losmodernos Estados nacin. Esto es, con la conversin de los sbditos en ciu-dadanos. El ciudadano se define aqu, sobre todo, como un individuo quetiene garantizada su seguridad privada por medio de derechos. La ciudadanaconsiste de este modo en proteccin de derechos individuales y, ms tarde,en la plena extensin de los derechos civiles y polticas a todos los nacionales.El concepto esencial de este tipo de ciudadana es el de derechos frente alpropio estado. Lo que me importa sealar en este texto es que estos derechosno son desligables de las obligaciones por ellos implicados. Si se hace esto,la ciudadana liberal declina y es sustituida por lo que se podra denominarciudadana social: derechos sin obligaciones. Esto significara la desaparicincompleta del componente poltico de la ciudadana. La ciudadana liberal, laciudadana que nosotros conocemos, y que quiero examinar en este artculo,entiende la sociedad como una empresa benfica, para el beneficio mutuo,y esto implica cooperacin en el mantenimiento de las instituciones que sal-vaguardan los derechos. Por tanto, la ciudadana contempornea entraa deforma sobresaliente derechos, pero no puede olvidarse que esos derechos tienencostes (en ocasiones elevados), esto es, obligaciones y deberes (por ejemplo,el mantenimiento de las instituciones destinadas a proteger los derechos). Por

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    ltimo, la ciudad, la comunidad poltica asociada a esta forma de ciudadana,es ms abstracta, ms contingente y ms impersonal: es el mundo de los Estados.

    c) Los ciudadanos del mundo. La ciudadana cosmopolita era un viejoideal estoico que serva para relativizar y denunciar las leyes injustas de lapropia ciudad. El cosmopolitismo tambin, por ejemplo en el Kant de Lapaz perpetua o en los escritos sobre la guerra de Rousseau, persegua arbitrarun orden internacional en el que la guerra quedar proscrita y en el que loshombres fueran respetados fuera de sus fronteras nacionales. La globalizacinha aadido algunos significados nuevos a la ciudadana cosmopolita. Los pro-blemas transnacionales (desde el medio ambiente a los derechos humanos)hacen que todos los habitantes del globo estn afectados (en distinta medida)por problemas que desbordan las fronteras nacionales. Esto hace que, porprimera vez, la ciudadana cosmopolita deje de ser un ideal moral y comiencea tener algo de sustancia poltica. As, los problemas transnacionales demandanalgn tipo de organizacin, ms all de los Estados, que sea responsable entrminos polticos y a la que pueda dirigirse esa incipiente sociedad civil inter-nacional que forman multitud de asociaciones como Greenpeace o AmnistaInternacional. Todo esto permanece an en el terreno de la nebulosa tericapero es claro que los Estados ya no pueden responder de gran cantidad deproblemas que les desbordan. Por otra parte, y esto me interesa ms aqu,la globalizacin ha puesto de relieve la debilidad de los fundamentos de laciudadana social y ha propiciado una recuperacin de la ciudadana liberal(al menos as contemplo la tercera va puesta en marcha por Tony Blair). Portanto, la ciudadana contempornea es todava la ciudadana de los Estados,pero esta ciudadana de los Estados no puede ser ajena al hecho de que declinael orden internacional de Westfalia y que sin una reorganizacin del ordenglobal, la ciudadana de los Estados puede volverse un concepto vaco.

    En suma, la ciudadana entraa varios significados diversos y en tensin.El ciudadano unas veces ha de ser virtuoso afirmando su dimensin pblicay otras haciendo de su privacidad su espacio esencial. La ciudadana se defineunas ocasiones en trminos de deberes pblicos y privilegios, y otras vecescomo derechos e igualdad. Por ltimo, la lealtad poltica del ciudadano puedetener una dimensin local, particularista, poltica o tnica, estatal o abstractae incluso universal. Todos estos ingredientes dispersos forman parte de aquelloque sea la ciudadana y no me cabe duda que, en una combinacin adecuadaa cada caso, son necesarios para que la ciudadana siga cumpliendo una funcinesencial. sta ha sido y es, en cada uno de los espacios que estoy tratando,la de servir como mecanismo de proteccin de las libertades de los individuos.Lo importante, por tanto, ser saber en qu medida y cmo pueden combinarsecada uno de estos espacios de la ciudadana.

  • 9 Mogens Herman Hansen, The Athenian Democracy in the Age of Demosthenes, UOP, Norman,1999, p. 95.

    10 Sobre los rasgos de la ciudadana ateniense tambin es particularmente interesante el librode R. K. Sinclair, Democracia y participacin en Atenas, Madrid, Alianza, 1999. Por ejemplo,aqu se nos refiere que en su aspecto externo un ciudadano no se distingua de un esclavo o

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    Los ciudadanos de las ciudades

    Ya se ha dicho que el concepto de ciudadana tiene un origen antiguo. Enla Grecia clsica, centralmente en la Atenas del siglo V a.C., los ciudadanoseran los protagonistas de la vida social y poltica. Por supuesto, no eran ciu-dadanos todos los habitantes de las ciudades, sino aquellos que disfrutabande un cierto status. La ciudadana, entonces, entraaba una situacin de pri-vilegio; la conformaban aquellos que tenan una posicin superior que les hacamerecedores de participar en el gobierno de las ciudades. Pero el privilegiorefiere, sobre todo, a aquello que tenan frente a los excluidos. La ciudadanade una minora significaba la exclusin de la mayora. Esto, por ejemplo, resultarevelador respecto a cmo son percibidos los inmigrantes hoy en las democraciasoccidentales. Hansen, citando a Aristteles (libros tercero y sexto de La poltica)nos dice que las democracias radicales, en general, amplan al principio elnmero de ciudadanos incluyendo a esclavos o metecos hasta que se aseguranla mayora en la asamblea y a partir de ese momento se vuelven extrema-damente mezquinos respecto a conceder la ciudadana a los extranjeros, eincluso endurecen los criterios de forma que nadie ms que los absolutamentenecesarios comparta los beneficios y concluye Hansen: en consecuencia, lasdemocracias estn menos dispuestas que las oligarquas o las tiranas a ofrecerla ciudadana a los extranjeros 9. Pero, cules eran estos beneficios de laciudadana? El primero es el rasgo esencial de la ciudadana antigua, par-ticipacin poltica: gobernar y ser gobernado, como seal Aristteles. Losderechos polticos constituan el ncleo de la ciudadana. stos incluan el par-ticipar en la asamblea, el derecho a ser magistrado, legislador o jurado. Perono haba una dimensin nicamente poltica de la ciudadana, el privilegiode la ciudadana tambin tena una dimensin social. Los ciudadanos tenanderecho a poseer tierras y casas; tenan derecho a participar de las riquezasmineras de Atenas (cuyo disfrute, por ejemplo, de los beneficios de las minasde plata de Laureion, era un privilegio colectivo de los ciudadanos); tambinreciban dinero por el ejercicio de sus derechos polticos y por participar enlos desfiles militares; tenan derecho a una cierta seguridad social cuando yano podan valerse por s mismos; los das festivos, sin actividad poltica remu-nerada, por ltimo, tenan derecho a un subsidio para ir al teatro, primeropara tragedias y comedias y ms tarde para todo tipo de festivales 10. La ciu-dadana es, por tanto, posicin y privilegio.

    Los ciudadanos son los que estn dentro del gobierno, son los que concurrenen la toma de decisiones; los que estn fuera, excluidos, son los no ciudadanos.

  • de un meteco, ni en su vestido, ni en sus costumbres ni en su trabajo. Es ms, el esclavo nisiquiera se apartara a un lado para ceder el paso en una calle a un ciudadano, p. 60.

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    Y estos dos sentidos, participacin y privilegio, siguen formando parte de nuestraconcepcin contempornea de la ciudadana. Son ciudadanos hoy quienes tienenderechos a determinadas cosas por el hecho de pertenecer a una comunidadexclusiva, esto es, no abierta a todos. Cuando se define las condiciones deacceso a la ciudadana, necesariamente, se estn haciendo explcitas las con-diciones de exclusin de otros. La ciudadana antigua era muy participativa(el llamado ciudadano total) y muy exclusiva (menores, mujeres, metecos y esclavosquedaban fuera, esto es, la inmensa mayora de la poblacin). Hoy, en lasdemocracias liberales, la participacin poltica es mucho menos intensa (lalibertad de los modernos es, sobre todo, el goce de la privacidad) pero muchoms inclusiva (ahora la inmensa mayora de los adultos son ciudadanos), peroestos dos ingredientes caractersticos de la ciudadana antigua participaciny privilegio se mantienen. Por lo tanto, la ciudadana antigua, de algunamanera, sigue formando parte de nuestro concepto contemporneo de ciu-dadana.

    La idea del gobierno de los ciudadanos desapareci con el ocaso del mundoclsico para volver a aparecer al final de la Edad Media y, sobre todo, enel Renacimiento, caractersticamente en las ciudades-repblicas italianas. Enlas ciudades de Castilla la Vieja hay un ltimo destello de estas repblicasde ciudadanos en la guerra de las comunidades (1519-1521) y nuestro Castrilloparticipa de lleno en la elaboracin ideolgica de sus fundamentos. As, larevuelta de los comuneros sera vista como la afirmacin del vivere libero contrael propsito centralizador del emperador Carlos V. Los comuneros afirmaronlos derechos y libertades de las ciudades enfatizando la idea de independencia.Esto significaba, sobre todo, el mantenimiento de un orden polirquico enel que la soberana de las ciudades se protega frente al cada vez ms poderosopoder de los estados. sta es, tambin, la muy sugestiva interpretacin querealiza Jos Antonio Maravall en su libro Las comunidades de Castilla. Paraalgunos, se trat de una revolucin democrtica, para otros, de la ltima resis-tencia feudal contra la modernidad poltica. Entre los adversarios de la libertadde las ciudades estaba Thomas Hobbes, del que hablaremos ms adelante,o Voltaire, que celebr la abolicin de los fueros catalanes por Felipe V comoun avance hacia la libertad. Para ambos la libertad de las ciudades significabala esclavitud de los individuos. Esto lo veremos en el captulo dedicado alos ciudadanos de los Estados. Para otros, el naufragio de la libertad en sentidorepublicano, la libertad de participar plenamente, seala la prdida de la libertadms valiosa. De hecho, Quentin Skinner en su libro Liberty before Liberalismbusca hoy da rescatar esta dimensin olvidada de la libertad. Para Skinnerla libertad de sus autores neo-romanos o republicanos combinaba de formano antagnica la libertad positiva y la libertad negativa, esto es, el autogobiernoy la libertad privada. De esta forma, la libertad individual como esfera libre

  • 11 Quentin Skinner, Liberty before Liberalism, Cambridge, CUP, 1998, p. 77.12 Ibid, pp. 3 y 23 respectivamente.13 Maurizio Viroli, Por amor a la patria, Madrid, Acento Editorial, 1997.

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    de intervencin externa slo puede florecer en una repblica libre. Para Skinner,el haber separado y hasta opuesto estas dos dimensiones es uno de los rasgosms notables, y rechazables, del pensamiento poltico moderno y tiene un cul-pable: La incapacidad de Hobbes (o quizs su rechazo) para percibir conexinalguna entre la libertad privada y la pblica ha sido muy influyente 11. Enla tradicin republicana, a diferencia del liberalismo, la libertad no est asociadaa un estado de naturaleza donde los hombres la disfrutan, aislados, en suforma ms perfecta: el verdadero sujeto o portador de la soberana [dicenlos republicanos] no es ni la persona natural del monarca ni ningn cuerponatural de personas, sino que lo es la persona artificial del Estado. Por tanto,los republicanos, no empiezan por la libertad de los individuos, sino msbien por lo que Milton denomin la libertad comn o gobierno libre,lo que Harrington denomin la libertad de la repblica y lo que, con pos-terioridad, Sidney llam las libertades de las naciones 12. Idntica defensade la ciudadana, argumentada en un estilo distinto y tambin muy sugerente,puede verse en el libro de Maurizio Viroli Por amor a la patria 13. All patriaes una comunidad poltica particular, caracterizada por la no dependencia yel autogobierno comn de los ciudadanos. No es una comunidad adscriptiva,como una nacin, sino una comunidad creada por los ciudadanos que la com-ponen. Y no es una comunidad abstracta, aunque s es artificial, sino unacomunidad particular hacia la que los ciudadanos establecen lazos de identidady simpata.

    Por tanto, la ciudadana de la que estamos hablando tiene poco que vercon el liberalismo, que es el ingrediente fundamental de la ciudadana con-tempornea, de los Estados, pero, de alguna manera, an permanece comoparte de lo que nosotros asociamos a la dimensin pblica de la ciudadana.Es decir, esta ciudadana tiene una dimensin normativa referida a la relacinentre el ciudadano y el gobierno, muy importante, que hay que sealar y quetambin forma parte de nuestro concepto contemporneo de la misma comopone de relieve la reivindicacin contempornea del republicanismo.

    A este concepto de ciudadano le corresponden unas virtudes pblicas fun-damentales para la vida y la libertad de la ciudad. Los ciudadanos han deser virtuosos o por lo menos se presupone que han de serlo; y las virtudes,las obligaciones de los ciudadanos convertidas mediante su ejercicio cotidianoen hbito, constituyen los cimientos firmes en los que se asienta la libertadde la ciudad. Lo primero que resulta chocante de esta concepcin del ciudadanovirtuoso, desde nuestra perspectiva contempornea, es su masculinidad, pordecirlo de la manera ms suave posible: la ciudadana ha sido hasta hace muypoco algo exclusivo de hombres (la primera democracia que instituy el sufragiouniversal fue Nueva Zelanda a finales del siglo XIX). Ya he mencionado que

  • 14 Luis G. de Valdeavellano describe la aparicin de los ciudadanos en la Espaa medievalde la siguiente manera: Con el avance de la Reconquista en los siglos XI y XII, el desarrollode las ciudades, la formacin de la nueva clase social de los burgueses o ciudadanos y la constitucinde las localidades en Concejos o Municipios, los fueros o estatutos locales reconocieron y regu-laron las exenciones y los privilegios que se atribuan a los vecinos que posean caballos y armaspara combatir y que constituyeron en las extremaduras o zonas fronterizas milicias locales oconcejiles de caballeros, muy activas y eficaces en las campaas militares contra la Espaa islmica.En el siglo XII, estos caballeros de las villas y ciudades eran llamados caballeros pardos, probablementepor el color del traje que vestan; en el siglo XIII se generaliz llamarles caballeros ciudadanosy, en el XV, el Arcipreste de Talavera los llama caballeros burgueses, Curso de historia de lasinstituciones espaolas, Madrid, Alianza, 1998, pp. 326-327.

    15 As, por ejemplo, Agnes Heller, en tica ciudadana y virtudes pblicas, afirma: Si estamosde acuerdo en que la cosa comn, la re publica, ha de estar constituida por instituciones, leyesy acuerdos sociales que estn formados por los valores universales de la libertad y de la vida,por el valor condicional de la igualdad y por el valor procesal de la racionalidad comunicativa,entonces tenemos que practicar las virtudes cvicas relacionadas con tales valores. Tenemos quedesarrollar en nosotros mismos las virtudes cvicas de la tolerancia radical, la valenta cvica,la solidaridad, la justicia y las virtudes intelectuales de la frnesis y la racionalidad discursiva.La prctica de tales virtudes hace que la ciudad sea lo que debe ser: la suma total de todossus ciudadanos (...) Las virtudes cvicas contribuyen al bienestar de todos, en Heller y Fehr,Polticas de la postmodernidad, Barcelona, Pennsula, 1989, p. 231.

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    la ciudadana es esencialmente exclusiva pero la determinacin genrica dela exclusividad es fundamental, mucho ms que la determinacin tnica, enla ciudadana antigua, de las ciudades. Esto queda especialmente a la vistaal atender la idea del ciudadano virtuoso. Las virtudes son aquello que espropio de los hombres y lo propio de los hombres es defender su ciudad,no quedarse en casa (entonces el mbito propio de las mujeres). Ciudadanosvirtuosos son aquellos que hacen cosas propias de hombres, sobre todo guerreary defender armados sus ciudades. Qu es lo que ocurre cuando los hombreshacen lo que deben como ciudadanos (la guerra para la defensa o gloria dela ciudad)? Ocurre que han de pagarse sus servicios a la ciudad. Entoncesse establece una lgica, una relacin, entre el ciudadano y su ciudad. El ciu-dadano otorga sus fuerzas e incluso su vida, si es necesario, a favor de laciudad; la ciudad le otorga a cambio libertades y privilegios 14. sa es la relacinque define en la ciudadana antigua la relacin entre ciudad y ciudadano.De hecho, la exclusiva democracia ateniense slo abri de forma significativael acceso a la ciudadana para los extranjeros en aquellos momentos puntualesen los que necesit aumentar sus tropas. Todava hoy, al menos como ideal,este ciudadano virtuoso, el ciudadano republicano, an existe 15. Esta imagendel patriotismo es muy prominente, paradigmticamente en Francia, pero tam-bin en EEUU. De hecho, entre los enemigos del nuevo republicanismo sedenomina a Francia el republicanismo realmente existente con nimo, jus-tificado o no, de relativizar o incluso negar tajantemente las presuntas ventajasdel ideal republicano. Y lo que se reprocha a Francia es la virilidad del idealrepublicano, su homogeneidad intransigente a la hora de configurar la identidadpoltica de los ciudadanos, y su escaso aprecio por la dimensin pblica delas identidades privadas.

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    En suma, en la ciudadana antigua, republicana, los hombres son formadoscomo ciudadanos en las virtudes pblicas y esto significa, sobre todo, anteponerlo pblico a lo privado (lo que presupone una idea de bien comn de difcilpercepcin en una sociedad pluralista). Lo que define la virtud del ciudadanoes comportarse como hombre, defender su repblica y tambin contribuir asu sostenimiento. Esto ltimo incluye el pagar impuestos, un ingrediente muyimportante de la ciudadana republicana que no se debe olvidar. Aqu el pagode tributos contribuye al engrandecimiento y sostenimiento de la ciudad. Nomenos importante es participar en la defensa militar. O, ms an, en la gloriay engrandecimiento militar de la repblica. sta es la razn de que los ejrcitosde conscripcin, tan queridos a Maquiavelo, sean fundamentales en el repu-blicanismo, porque ejemplifican, mejor que ninguna otra cosa, el amor a lapatria. Esto es, la virtud de anteponer la defensa de lo pblico por encimade la propia vida. Por el contrario, tal como veremos en el siguiente epgrafe,en la lgica liberal de la ciudadana el pago de tributos ocupa un lugar ambiguoy est, si acaso, directamente vinculado al sostenimiento de las institucionesque garantizan la proteccin de derechos individuales. La defensa de la ciudad,el tipo de ejrcito, es una cuestin meramente tcnica, de eficacia y no deidentidad.

    Los ciudadanos de los Estados

    El tipo ideal de ciudadano de las ciudades, lo hemos visto, se origin en laAtenas clsica, pero an es visible en los modelos republicanos contemporneos.Sin embargo, el modelo republicano de ciudadana, a pesar de que de algunamanera convive todava con el liberal, est muy lejos de ste. De hecho, sonprcticamente opuestos en sus principios y en su concepcin. En los EstadosUnidos de la independencia, hubo una pugna terica entre defensores de laciudadana liberal, federalistas, y defensores de un concepto republicano deciudadana, antifederalistas. De los primeros son ejemplo Madison, Jay y Hamil-ton, y de los ltimos Jefferson y Payne. Los primeros defendan una comunidadpoltica organizada sobre la proteccin de los derechos de los ciudadanosmediante la fragmentacin del poder poltico. Los segundos defendan unarepblica de ciudadanos activos, virtuosos (en Jefferson, la dimensin antiguade la ciudadana est an ms marcada, el buen ciudadano haba de ser pro-pietario de tierras). La disputa constitucional se sald a favor de los primerosy los ciudadanos quedaron definidos, bsicamente, por su dimensin privada:el ciudadano como propietario (de su vida, de sus bienes y de sus libertades).

    Si la dimensin pblica es el ncleo de la ciudadana antigua, el ncleode la ciudadana moderna o liberal es la dimensin privada. Si la ciudadanaantigua se orienta a la accin colectiva, expresiva, de los ciudadanos en laciudad, la ciudadana moderna se orienta a subrayar un mbito individual desoberana que los ciudadanos afirman frente a su propia comunidad y Estado.

  • 16 De hecho, Hobbes arremete de forma explcita contra la ciudadana antigua como formade libertad: Los atenienses y los romanos eran libres, es decir, eran Estados libres; no es quecada hombre en particular tuviese la libertad de oponerse a quien lo representaba, sino quesu representante tena la libertad de resistir o de invadir a otros pueblos. En las torretas dela ciudad de Luca est inscrita, todava hoy, en grandes caracteres, la palabra LIBERTAS; y,sin embargo, nadie podr de ello inferir que un individuo particular tenga all ms libertad, oque est ms exento de cumplir su servicio para con el Estado, que en Constantinopla. Tantosi el Estado es monrquico, como si es popular, la libertad ser siempre la misma, Leviatn,Madrid, Alianza, 1989 [1651], Segunda Parte, Captulo 21, p. 177.

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    Pero veamos ahora cmo se produce este trnsito. De alguna manera, en occi-dente, estos ciudadanos definidos por su dimensin pblica quedaron seducidospor el cristianismo y su divisin de lealtades: a Dios lo que es de Dios, yal Csar lo que es del Csar. Pero estas dos lealtades no estaban en equilibrio.Con San Agustn (354-430), el hombre cristiano traslad su lealtad principalde la ciudad mundana a la celestial, a la ciudad de Dios. Las virtudes dejaronde servir directamente al sostenimiento de la ciudad terrenal, perdieron sudimensin colectiva, y adquirieron el sentido de preparacin individual parala salvacin como acceso a una comunidad ms alta. Curiosamente, la virtudprincipal devino no la participacin activa en la res publica sino la obediencia.

    A su tiempo, nacieron otros poderes polticos, como el emperador y elpapado, y finalmente los Estados, ms fuertes y ms eficaces que ciudadese imperios. De la desaparicin del mundo de las ciudades y de la crisis delos poderes transnacionales del Papa y del emperador nacera el mundo delos Estados-nacin. Y en este mundo, de forma gradual, naci la concepcinliberal de la ciudadana. Esta concepcin est ligada no a la vida pblica delos individuos, sino al aseguramiento de sus bienes privados. Thomas Hobbesen el Leviatn contrasta de forma bien expresiva los dos conceptos de libertady de ciudadana que estn en liza. As, seala que los habitantes de Lucahaban tenido el capricho de rotular en las torres de la ciudad los edificiosrepublicanos en general gustan de convertirse en smbolos de la comunidadpoltica con la palabra libertad. Y sealaba que estos infelices se creanlibres cuando quien era libre era su ciudad, mientras ellos carecan de todalibertad frente a ella. En lo que respecta a la libertad individual lo mismodaba Lucca que Constantinopla, smbolo entonces del despotismo oriental 16.

    La ciudadana liberal, que empieza a avizorarse de forma incipiente enHobbes, es una ciudadana radicalmente distinta a la hasta ahora examinada,es la ciudadana de la afirmacin de los derechos individuales frente a la propiacomunidad-ciudad. Es un tipo de ciudadana en la que la dimensin pblicase ve sustituida o seriamente restringida por una dimensin privada muy impor-tante: uno tiene derechos, uno tiene una soberana distinta, que no puedeser revocada por la propia ciudad; uno tiene leyes que le protegen frentea sus compatriotas. El tipo de hombre que se postula ya no es un ser virtuosoque antepone el bien pblico en sus decisiones y en sus actos, sino que eseminentemente privado, individualista. La dimensin pblica queda eclipsada

  • 17 Carlos Thiebaut, Vindicacin del ciudadano, Barcelona, Paids, 1998, p. 25.18 Ibid., p. 26.

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    por la afirmacin de la privacidad del individuo poseedor. Y no slo esto,la dimensin activa de la ciudadana sucumbe, en este trnsito, y del ciudadanose pasa al sbdito, de la vida activa, al retiro privado. Carlos Thiebaut, undefensor contemporneo de la ciudadana de las ciudades dice que ser ciudadanono es resultado de lo que tenemos (cmo tenemos asignado un sistema delibertades, cmo estamos insertos en las estructuras de la riqueza y de poder,cmo coordinamos nuestras acciones) cuanto de lo que hacemos: del ejercicioque es nuestra participacin en aquello que hacemos, la ciudad 17. Y contraponeeste ciudadano participante, que hace ciudad, al ciudadano de Hobbes queaparece en De Cive: para Hobbes, contra lo que venamos diciendo, el ciu-dadano pertenece como sbdito a una forma de poder. Su pertenencia estdada en el conjunto de sus obligaciones que, en forma de deberes, nacende sus deseos y disposiciones naturales. El ciudadano pertenece a un ordenpoltico porque somete su voluntad natural a la voluntad poltica suprema 18.

    Sin embargo, en la construccin de la ciudadana liberal el momento hob-besiano es nicamente un episodio. La ciudadana liberal no se reduce a laconversin de los ciudadanos en sbditos. La ciudadana liberal se caracteriza,sobre todo, por la conversin del sbdito en ciudadano. Pero esto no quieredecir que los sbditos se convertirn en los ciudadanos participantes del elegantelibro de Thiebaut, todo lo contrario, los ciudadanos permutarn sus obligacionespor derechos manteniendo un fin idntico: la proteccin de sus bienes y desu vida privada.

    La manera en que se construye el concepto liberal de ciudadana es tambin,como en el concepto anterior, resultado de una relacin entre los individuosy el Estado. Pero el resultado es sustancialmente distinto. Tambin, comoocurra en el concepto anterior de ciudadana, sus rasgos elementales nos resul-tan familiares. As, cuando protestamos porque no nos gusta que la policanos atropelle o que se inmiscuyan las instituciones del Estado en nuestra casa,o que se adueen de nuestra correspondencia, o fisguen nuestra intimidad,y apelamos a unos derechos humanos, intrnsecos a nuestra persona, y quehacemos valer en nuestra defensa, estamos apelando expresamente a la ciu-dadana liberal: un mbito exclusivo de soberana privada.

    Hay muchas teoras acerca de cmo se construye esta ciudadana, que tieneque ver con el declive, en parte, de las repblicas y digo las viejas repblicasy el triunfo de una forma poltica bien distinta, mucho ms eficiente en lacentralizacin del poder poltico y, sobre todo, en trminos militares: el Estadonacin. El Estado nacin, al igual que las viejas repblicas, tiene necesidadesque han de ser satisfechas por los ciudadanos: su sostenimiento impositivoy su defensa militar, pero tambin el cumplimiento de la ley o la obedienciapoltica. Pero ahora ya no hay una identidad entre los ciudadanos y el Estado.Los ciudadanos preceden al Estado en sus derechos y prerrogativas, y construyen

  • 19 Esta dimensin individual de la libertad puede verse en estas palabras de Locke: Lalibertad natural del hombre consiste en estar libre de cualquier poder superior sobre la tierra,y en no hallarse sometido a la voluntad o a la autoridad legislativa de hombre alguno, sinoadoptar como norma, exclusivamente, la ley de la naturaleza. La libertad del hombre en sociedades la de no estar bajo ms poder legislativo que el que haya sido establecido por consentimientoen el seno del Estado, Segundo Tratado sobre el Gobierno Civil, Madrid, Alianza, 1990 [1690],captulo cuarto, nm. 22, p. 52.

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    un Estado para proteger aquello que ya posean individualmente. Este mito,bien distinto del de la ciudadana, es el del contrato social. Los mitos suelentener algo de realidad y aqu el ingrediente de realidad es que el Estado yano es la encarnacin de una voluntad colectiva sino un instrumento subordinadoa la soberana de los individuos. En su forma ms bsica el Estado liberalest orientado a la proteccin de los derechos pre-polticos de los ciudadanos(vida, libertades y propiedad). Son ciudadanos porque se han asociado (lasociedad civil frente al estado de naturaleza) formando grupos, y se han asociado(son una sociedad no una comunidad) de forma benfica, esto es, para beneficiomutuo de todos los integrantes: la ciudadana significa proteccin de los dere-chos reconocidos por la sociedad.

    Sin embargo, de forma harto paradjica, esta proteccin de los individuosa travs del Estado exige, de forma casi estructural, una ampliacin del conceptode ciudadana. En el argumento liberal se parte, para justificar los derechos,del individuo privado con derechos pre-polticos, y sta es la aportacin deThomas Hobbes. Pero la proteccin de estos derechos pre-polticos precisa,paradjicamente, de un ciudadano participante polticamente. Esto segundose desarrolla en el Segundo Tratado sobre el Gobierno Civil de Locke. El ciu-dadano otorga un consentimiento limitado al poder poltico para que ejerzaesta proteccin de derechos pero se reserva la posibilidad de controlar al poderpoltico de forma permanente. Lo interesante es que ahora, a diferencia delo que ocurra en el modelo republicano, la participacin se orienta a la pro-teccin de los derechos individuales y no al ejercicio colectivo del auto-gobierno 19.

    Por tanto, la relacin entre los individuos y sus autoridades polticas vacristalizando en una serie de derechos que otorgan seguridad jurdica sobrelos bienes particulares, es decir, la ciudadana equivale a derechos civiles. Estosderechos civiles, en aquellos lugares en los que el liberalismo triunf origi-nariamente estamos hablando de un sitio excepcional, que es el Reino Uni-do, dan paso enseguida a los derechos polticos. La existencia misma dederechos individuales significa una limitacin de la soberana del Estado yla proteccin de esta soberana de los individuos frente al estado exiga meca-nismos de responsabilidad poltica de forma que el estado estuviera de factosometido al control de los ciudadanos. Los derechos polticos no son, en prin-cipio, una reinstauracin del ideal del ciudadano total, sino el correlato naturalde la proteccin de los derechos civiles. La Declaracin de Independencia delos Estados Unidos es un buen ejemplo de cmo la proteccin de los derechos

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    civiles precisa de derechos polticos desde el punto de vista de los gobernados.Cuando los ciudadanos de las trece colonias americanas se niegan a pagarimpuestos si no tienen representacin poltica estn sealando que hay unincumplimiento por parte del Estado en la proteccin de los derechos indi-viduales que dieron lugar a la constitucin de la comunidad poltica y que,al no haber cauces por los que exigir la restauracin de los derechos afectados,se hace precisa la constitucin de una nueva sociedad poltica, esto es, laindependencia.

    La relacin entre los derechos civiles y los polticos es meridiana en elliberalismo. Sin embargo, el liberalismo sufri una mutacin radical tras laSegunda Guerra Mundial. Entonces apareci una tercera generacin de dere-chos: los derechos sociales. Estos derechos, a diferencia de los anteriores, noson formales sino sustantivos. Son una especie de cuerpo extrao introducidoen la lgica liberal de la ciudadana y por ello muchos no los han aceptado.La idea de los derechos sociales fue introducida en el Reino Unido por aquellosliberales, como J. S. Mill, que pensaban que sin la satisfaccin de las necesidadesbsicas de los individuos, las libertades y derechos liberales quedaban con-vertidos en humo. Esta idea de la necesidad de una justicia social sobre laque fundar el despliegue de la libertad individual se convirti en poltica oficialdel Reino Unido tras la Segunda Guerra Mundial. El informe Beveridge diopaso a la construccin, desde el liberalismo, de un Estado asistencial. Lasconsecuencias para la ciudadana liberal fueron ambiguas: por una parte, aumen-t de forma exponencial el bienestar y el desarrollo socio cultural de los indi-viduos (aunque las consecuencias a largo plazo han sido menos positivas parala economa britnica, para algunos estas consecuencias perversas se extendierona la sociedad en su conjunto). Por otra parte, sta ya s inmediatamente negativa,la ciudadana liberal qued definida nicamente en trminos de derechos (ili-mitados) de individuos y grupos frente al Estado. Desapareci la contrapartede las obligaciones de los individuos hacia el Estado. As se construy un Estadohiper-responsable y desmesurado, una especie de padre protector de los ciu-dadanos, en todos los mbitos de la vida social, que produjo que los ciudadanosdevinieron radicalmente irresponsables o pasivos (se olvidaron de los costesde la libertad: de la participacin poltica y del sostenimiento, en todos sussentidos, de las instituciones que velan por el mantenimiento de su libertad).Se puso en marcha una lgica perversa por la que los individuos van deman-dando cada vez ms al Estado y, al mismo tiempo, los partidos polticos pro-meten cada vez ms al ciudadano para conseguir apoyo electoral. Esta com-binacin explosiva es la que ha sido retratada en numerosas obras sobre lacrisis fiscal del Estado, los problemas de deslegitimacin en el capitalismotardo, la sobrecarga del gobierno o los problemas de gobernabilidad.

    Bien lejos de esta percepcin negativa, T. H. Marshall, en su famoso artculo,Ciudadana y clase social, sealaba cmo la ciudadana liberal puede con-templarse como una secuencia que progresa a medida que la construccin

  • 20 Para Holmes y Sunstein, la simple percepcin de que los derechos tienen costes apuntainevitablemente a la valoracin del estado y de las diversas cosas buenas que hace el Estado,muchas de ellas tan dadas por sentado que el observador poco atento ni se dar cuenta (...)Las decisiones polticas no han de tomarse sobre la base de una presunta hostilidad entre lalibertad y hacienda, porque si de verdad estuvieran enfrentadas, todas nuestras libertades bsicasestaran condenadas a la abolicin, The Cost of Rights. Why Liberty Depends on Taxes, NuevaYork, Norton, 1999, p. 31.

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    de la libertad de los ciudadanos va integrando una mayor igualdad de losmismos. As habran aparecido en el siglo XVIII los derechos civiles; en el siglo XIXlos derechos polticos; en el siglo XX los derechos sociales, culminacin delprogreso social y poltico. Las cosas, sin embargo, no estn tan claras, aunquetampoco puede olvidarse que Marshall escribi su artculo en 1959, cuandoel Estado de bienestar britnico llegaba a su apogeo y cuando las patologassociales de una ciudadana liberal entendida nicamente como derechos frenteal Estado an apenas se haban manifestado.

    De hecho, para algunos autores, como Richard Pipes o Pocock (en el artculoya citado), la ciudadana liberal se caracteriza por la capacidad de los ciudadanospara controlar el poder poltico. Pero aqu controlar no significa que los ciu-dadanos gobiernen de forma colectiva, sino que mantengan bajo control alpoder poltico. Pocock hace una reivindicacin polmica del individualismoposesivo como esencia de la ciudadana liberal frente al mito de la ciudadana(el ciudadano como sujeto pblico y activo reivindicado por los defensores,como Macpherson, de la democracia participativa). Pipes, por su parte, sealacomo el igualitarismo social del liberalismo moderno tiene consecuencias desas-trosas para la libertad, es ms, constituye la principal amenaza para la libertad.Los liberales clsicos, por el contrario, eran muy conscientes de que la libertadest firmemente ligada a la propiedad y que, si esta ltima se debilita pormedio del igualitarismo democrtico, la libertad desaparece.

    Esto no quiere decir que en la lgica liberal el ciudadano tenga nicamentederechos frente al Estado. En este caso el derecho pre-poltico a la propiedad,sin que esto entrae, a su vez, obligaciones hacia el Estado. Stephen Holmesy Cass R. Sunstein han mostrado cmo las obligaciones hacia el Estado, encontra de lo que creen los llamados libertarios, constituyen uno de los ingre-dientes esenciales de la ciudadana liberal. El argumento no puede ser msdifano: La defensa de los derechos de los ciudadanos es la primera obligacindel Estado; la satisfaccin de esta obligacin precisa de instituciones y personalespecializado y cuantioso; por tanto, la proteccin de los derechos tiene costeselevados que, necesariamente, tendrn que ser sufragados por los ciudadanos;si no se asumen los costes no tendremos Estado, pero tampoco tendremosderechos 20.

    Volviendo al tema de la propiedad, para Pipes el ciudadano ha de serdefinido como individuo poseedor y esto le hace ser doblemente pesimista:respecto a la capacidad de las democracias para defender el derecho de pro-piedad (la clave de la ciudadana moderna), tal como demuestra la historia

  • 21 Richard Pipes, Property and Freedom, Nueva York, Knopf, 1999, p. 284.22 Leszek Kolakowski, Libertad, fortuna, mentira y traicin, Barcelona, Paids, 2001, pp. 24

    y 25 respectivamente.23 Giovanni Sartori, La sociedad multitnica, Madrid, Taurus, 2001, p. 99.

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    de la posguerra en Occidente y, tambin, respecto a la hegemona amenazantedel igualitarismo social como pensamiento. Como seala de forma harto expre-siva: La tendencia parece indicar que en la modernidad los ciudadanos delas democracias estn dispuestos irresponsablemente a renunciar a sus libertadesa cambio de igualdad social (junto a seguridad econmica), aparentementeajenos a las consecuencias (...) El concepto mismo de Estado de bienestar,tal como ha evolucionado en la segunda mitad del siglo XX es incompatiblecon la libertad individual porque permite que diversos grupos con necesidadescomunes se combinen y exijan el derecho a su satisfaccin a expensas de lasociedad, en un proceso que hace crecer sin parar el poder del Estado queacta a su favor 21.

    Por tanto, la igualdad social, que Aristteles sealaba como un requisitopara la existencia de la democracia, puede ser una amenaza para el conceptoliberal de ciudadana. Hay, sin embargo, otro tipo de igualdad que s es esencialpara la ciudadana liberal y, a su vez, este tipo de igualdad se ve hoy daamenazada. Por ejemplo, esto puede verse en la obra reciente del filsofopolaco Leszek Kolakowski. ste combina la crtica mordaz de la igualdad socialcon la defensa de una igualdad liberal amenazada. De la primera dice lo siguien-te en referencia al socialismo real: se trataba de una igualdad en la que noimportaba que los pobres fueran ms pobres, lo bsico era que nadie debaser ms rico que los dems. Y cuenta la siguiente ancdota: Dios le dijoa un campesino ruso: Te dar todo lo que quieras, pero aquello que pidasy recibas lo tendr tu vecino en doble medida. Qu te gustara?. Y el cam-pesino contest: Por favor, Dios, arrncame un ojo. se [dice Kolakowski]es el verdadero igualitarismo. De la segunda igualdad, la liberal, dice, entono no menos apasionado: la igualdad en dignidad humana (...) y la igualdadde derechos y deberes que conlleva es un requisito esencial si no queremosretroceder a la barbarie 22.

    Y, sin embargo, este ltimo concepto de igualdad est hoy seriamentecuestionado. La igualdad de derechos y deberes que implica la ciudadanaliberal se rechaza como una forma de opresin que favorece a los gruposdominantes o hegemnicos en la sociedad y se propone, como alternativa libe-radora, una concepcin diferenciada o multicultural de la ciudadana. La per-cepcin de asedio a la concepcin liberal de la ciudadana desde este nguloes claramente visible en la ltima obra de Giovanni Sartori. All se denunciaque si hasta ahora se aceptaba que el principio de ciudadana produce ciu-dadanos iguales iguales en sus derechos y deberes de ciudadanos y que,viceversa, sin ciudadanos iguales no puede haber ciudadana 23, hoy, por elcontrario, se afirma que el bien a proteger es la diferencia de los ciudadanos

  • 24 Ibid., p. 103.25 Ibid., p. 105.

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    qua ciudadanos. Para Sartori esto significa una inversin o regresin en eldesarrollo de la ciudadana. La ciudadana significa el paso del privilegio alderecho. Y los derechos del ciudadano son tales porque son los mismos paratodos 24. Si los derechos son distintos, entonces volveremos al privilegio. Paraalgunos, como Kymlicka, Taylor y otros, este paso hacia la ciudadana dife-renciada es un avance ms en la lgica del despliegue de la ciudadana sealadapor Marshall. Tras los derechos sociales, los derechos culturales. Pero estemovimiento es muy peligroso desde la perspectiva de la lgica liberal de laciudadana. Por una parte, acumula todos los riesgos que, para la ciudadanaliberal, entraa el igualitarismo social, pero aade, a stos, la quiebra de laigualdad que s es esencial para la ciudadana liberal: la de los derechos ylas obligaciones. La respuesta de Sartori, que no voy a valorar, no puede serms contundente: Como afirma concisamente Dahrendorf: los derechos deciudadana son la esencia de la sociedad abierta. Lo que me induce a aadirque si se reformulan en derechos de ciudadanas (plurales y separadas),la sociedad abierta se rompe y subdivide en sociedades cerradas. Abolida laservidumbre de la gleba que ligaba al campesino con la tierra, hoy tenemosel peligro de inventar una servidumbre de la etnia 25.

    En suma, la ciudadana de los Estados es muy distinta de la de las ciudades.Aqu la he asociado a la ciudadana liberal, una ciudadana en la que el ciu-dadano es el hombre privado, el individuo poseedor. Este hombre privado buscaproteger lo suyo en el terreno de la poltica a travs de un mnimo de par-ticipacin poltica: la participacin poltica convencional o el ejercicio de losderechos polticos. La ciudadana de los Estados o liberal est caracterizadapor tener la forma de un contrato: derechos y obligaciones. Ninguno de losextremos del contrato puede desatenderse porque la libertad de los individuospeligra. Si la ciudadana deviene igualdad social, el estado se fortalece y lalibertad de los individuos flaquea. Si la ciudadana, como en Hobbes, quedareducida a obligaciones, el ciudadano se convierte en sbdito. Si se pierdede vista que hay un lmite al reconocimiento de los derechos y ste se traspasaalterando la igualdad de derechos y obligaciones para todos, la ciudadanaliberal nuevamente peligra. Adems, como hemos visto, la proteccin de losderechos (civiles y polticos) asociados a la ciudadana liberal precisa del cum-plimiento, por parte de los ciudadanos, de sus obligaciones (especialmentede las impositivas) y si stas no se satisfacen, desaparece el Estado, pero,tambin, los derechos liberales (aqu es importante recordar que no hay dere-chos sin instituciones que los respalden, algo que con frecuencia olvida elinternacionalismo occidental).

    Por ltimo, el espacio de este tipo de ciudadana es el Estado. El Estadoes una sociedad artificial destinada a la proteccin de los derechos de losindividuos mediante la cooperacin de los mismos. Sin embargo, el Estado,

  • 26 Hannah Arendt, Hombres en tiempos de oscuridad, Barcelona, Gedisa, 1990, p. 67.

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    debido a la globalizacin, cada vez tiene ms difcil atender a los compromisoscontrados con sus ciudadanos. El Estado, de alguna manera, ya no es capazde ejercer la soberana externa y, por lo tanto, tampoco puede velar perma-nentemente por la proteccin interna de los derechos de los ciudadanos. Estacrisis del Estado, del orden de Westfalia, nos lleva al tercer espacio de laciudadana: la civitas maxima o cosmpolis.

    Los ciudadanos del mundo

    Hannah Arendt, al interrogarse acerca de si Karl Jaspers era un ciudadanodel mundo dej dicho que nadie puede ser ciudadano del mundo como loes de su pas (...) Un ciudadano es por definicin un ciudadano entre ciudadanosde un pas entre pases. Sus derechos y obligaciones estn definidos y limitados,no slo por sus co-ciudadanos, sino tambin por los lmites del territorio. Lafilosofa puede imaginar la tierra como el hogar de la humanidad y de unaley no escrita, eterna y vlida para todos. La poltica se ocupa de los hombres,de los nacionales de muchos pases que son herederos de muchos pasados;sus leyes son barreras positivamente establecidas que acotan, protegen y limitanel espacio en el que la libertad no es un concepto sino una realidad viva,poltica 26. Por tanto, la expresin ciudadanos del mundo es distinta de lade ciudadanos de las ciudades y ciudadanos de los Estados, tiene a lo sumo,un sentido de identificacin moral, afectiva, con la humanidad, pero carecede toda dimensin poltica.

    Ser ciudadano del mundo carece de las dimensiones propias de la ciudadanade las ciudades: no hay participacin poltica en la ciudadana del mundo,tampoco hay posicin ni privilegio (porque de hecho la humanidad es unacategora mximamente inclusiva). De hecho, si el eclipse de la ciudadanarepublicana del autogobierno viene dado por el desarrollo de un tipo de aso-ciacin poltica, el Estado nacin, impersonal y en el que la actividad polticadel ciudadano participante se hace imposible, qu no ocurrir con la par-ticipacin poltica cuando la ciudad es toda la Tierra? Al mismo tiempo, ciu-dadana es privilegio y, por tanto, exclusin. Qu sentido tiene una ciudadanade la que nadie est excluido?

    Si atendemos al segundo espacio de la ciudadana y lo contrastamos conla expresin ciudadanos del mundo, las conclusiones que obtendremos no sonmuy distintas de las anteriores. En el modelo de la ciudadana liberal stase entiende como el reconocimiento de derechos que permiten el desarrollosin interferencias de la soberana de los individuos. El Estado se concibe, enrelacin con esta ciudadana, como garante de los derechos propios de untipo de asociacin poltica particular entre individuos. Puede hablarse de unaciudadana cosmopolita a falta de instituciones que velen por la proteccin

  • 27 Ibid., p. 83.28 Javier Muguerza, El puesto del hombre en la cosmpolis, Madrid, UNED, 1998, p. 15.29 Ibid., p. 10. Un proyecto sensato, realista, de comunidad poltica en el sentido kantiano

    y de Muguerza puede verse en John Rawls, El derecho de gentes, Barcelona, Paids, 2001. Rawlspresenta su proyecto como una utopa realista que busca ensearnos que es posible una democraciaconstitucional razonablemente justa como miembro de una sociedad de los pueblos razonablementejusta, p. 150.

    30 Hannah Arendt, op. cit., p. 81.

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    de un catlogo determinado de derechos, fruto de un contrato entre los indi-viduos y el Estado, y asociados a unas obligaciones determinadas que hande satisfacer los individuos respecto a dicho Estado? De nuevo, lo dudo.

    Sin embargo, la misma Hannah Arendt seala un dato crucial: es verdad,por primera vez en la historia, que todos los pueblos de la tierra viven enun presente comn 27. Esto significa que, a pesar de todo, la ciudadana cos-mopolita no es una expresin completamente abstracta, carente de sustanciapoltica: de alguna manera somos parte de una misma comunidad, de unacomunidad real y no slo imaginada, que abarca a toda la humanidad. JavierMuguerza ha utilizado la metfora de la Aeronave Espacial Tierra para describiresta paradoja: no hay duda de que estamos todos a bordo pero lo que noest claro es si sera capaz de navegar sin zozobrar ni estrellarse (...) ni sitan siquiera sera capaz de despegar y levantar el vuelo 28. La comunidadcosmopolita a la que apunta la frase de Arendt y la reflexin de Muguerzaes, por tanto, algo mucho ms modesto que una comunidad poltica. La ideade una comunidad cosmopolita apunta a la bsqueda de acuerdos transna-cionales que permitan abordar aquellos problemas que tiene la humanidad(una humanidad por primera vez real y no adivinada) y que rebasan el alcancede aquello que pueden hacer los Estados. Muguerza lo explica con toda claridad:se tratara de construir una comunidad cosmopolita a la que, sin embargo,no me atrevera a llamar hoy por hoy cosmopoltica, pues de momento noest claro que el csmos sea una plis ni quepa hablar, en consecuencia, deuna ciudadana cosmopolita, salvo con ese dispendio de retrica que llevaa algunos entusiastas a proclamarse ciudadanos del mundo, cuando lo ciertoes que al presente dicho mundo, sea para bien o para mal, ms merecerael nombre de capolis 29.

    El concepto de ciudadana cosmopolita apunta en primer lugar, por tanto,al establecimiento de un orden internacional ms justo. Un orden internacionalque se inspire en el funcionamiento de las democracias liberales, pero, y estoes importante, sin implicar la construccin de un terrorfico Leviatn global:la idea misma de una nica fuerza soberana gobernando toda la tierra, conel monopolio de todas las formas de violencia, incontrolada y no limitadapor otros poderes soberanos es una pesadilla imperdonable y significara elfin de toda vida poltica 30. Nadie parece, pues, dispuesto a defender la ciu-dadana cosmopolita asociada a una improbable e indeseable Cosmpolis. De

  • 31 Danilo Zolo, Cosmpolis. Perspectiva y riesgos de un gobierno mundial, Barcelona, Paids,2000, p. 243.

    32 Martha C. Nussbaum, Los lmites del patriotismo, Barcelona, Paids, 1999, p. 17.

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    hecho, Danilo Zolo, enemigo acrrimo de este presunto proyecto, reconoceal final de su libro Cosmpolis. Perspectiva y riesgos de un gobierno mundial 31

    que quizs me he enzarzado en una quijotesca batalla contra molinos deviento cosmopolitas. Por tanto, los ciudadanos del mundo, si es que existen,lo son, en sentido poltico, en tanto ciudadanos de Estados realmente existentes.

    En segundo lugar, el concepto, ciudadanos del mundo, ms all de la acep-cin anterior, refleja la preocupacin moral por otros humanos que no per-tenecen a nuestra comunidad poltica. Este concepto de ciudadano del mundoes el que ha querido recuperar Martha C. Nussbaum recientemente: Losestoicos, seguidores de Digenes, desarrollaron su imagen del kosmou polits(ciudadano del mundo), aduciendo que cada uno de nosotros habita en doscomunidades: la comunidad local en la que nacemos, y la comunidad de deli-beracin y aspiraciones humanas que es verdaderamente grande y verdade-ramente comn, en la que no miramos esta esquina ni aqulla, sino que medimoslas fronteras de nuestra nacin por el sol (Sneca, De otio). sta es la comu-nidad de la que, bsicamente, emanan nuestras obligaciones morales 32. CuandoArendt o Muguerza hablan de ciudadanos se refieren a la primera comunidad,la local, cuando hablan de un presente comn o de la Aeronave EspacialTierra, hacen referencia a que el resto de los humanos se han convertidoen sujetos de nuestra preocupacin moral.

    Hasta el momento he sealado dos verdaderos espacios de la ciudadana:la ciudadana de las ciudades y la ciudadana de los estados. La primera esla ciudadana republicana, la segunda es la ciudadana liberal. El presentede la ciudadana es ms complejo. Si de la primera ciudadana nos quedanreflejos de sus rasgos de participacin poltica y de exclusivismo, de la segundanos resta la nocin de libertad negativa asociada a unos derechos con tendenciaa dispararse. La ciudadana cosmopolita la hemos desestimado en tanto que,sustantivamente, se tratara un proyecto de reorganizacin de las relacionesinternacionales o un ideal moral. Sin embargo, he presentado la globalizacincomo un dato que afecta profundamente las bases de la ciudadana liberaly que, por tanto, exige una respuesta cosmopolita (y no cosmopoltica) a dichodesafo. Como modelo de una respuesta cosmopolita a la crisis de la ciudadanaliberal presentar, a continuacin, el modelo de ciudadana que puede asociarseal proyecto de Tony Blair conocido como Tercera Va.

    Para Blair, la ciudadana liberal, defendida por el radicalismo ingls hastafinales del siglo pasado, se contamin con algo llamado socialismo. Socialismo,en Blair, es sinnimo de intervencin masiva del Estado en la sociedad, deineficiencia, de paternalismo y, finalmente de declive y decadencia social yeconmica. Por tanto, el dato bsico sobre el que se construye la tercera vade Blair es el de la muerte del socialismo. Esto es, la ciudadana social de

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    Marshall ya no es ejemplo de una utopa promisoria de extensin social dela ciudadana liberal sino ms bien seal de disutpico control de la sociedadpor el Estado (con la consiguiente restriccin de libertad personal y, encima,de ineficacia en la creacin de prosperidad). Por tanto, la tercera va no sloes una reestructuracin de la socialdemocracia, es sobre todo un intento dedar respuestas nuevas ante problemas nuevos: los problemas del mundo glo-balizado, del mundo que vive ya las consecuencias de la modernidad (comodira A. Giddens).

    En este contexto, lo que le preocupa a Tony Blair es de qu manera puederescatarse el ideal de la justicia social, el ingrediente perenne de la tradicinsocialdemcrata, que l distingue muy radicalmente de la socialista esta ltimaes la tradicin de las nacionalizaciones y la creacin de economas dirigidas,aqulla es el intento desde el liberalismo de resolver los problemas de justiciasocial en las circunstancias del mundo globalizado. Estos problemas ya nose podan resolver a travs de la intervencin en la economa, sino que tendraque hacerse de otra manera. Y qu es lo que significa esto? Un cambioradical de la concepcin de ciudadana que haba sido hegemnica en el ReinoUnido desde la Segunda Guerra Mundial: el abandono del concepto de laciudadana social, del individuo que poda esperar la asistencia del Estadoen todas las dimensiones de su vida.

    En el Reino Unido, esta ciudadana social, la de los derechos sociales,se conoce como el consenso de posguerra, un consenso que ejemplificaba laconvergencia de todos los partidos polticos en un acuerdo bsico acerca delas obligaciones sociales del Estado. En ese consenso participaban los con-servadores, los liberales y, por supuesto, con entusiasmo, el Partido Laborista.La globalizacin en el Reino Unido ha producido, entre otras muchas cosas,el hundimiento de este modelo de ciudadana y ha desencadenado la necesidadde su sustitucin por uno nuevo. Por supuesto, esto no slo es consecuenciade la globalizacin, sino tambin de factores endgenos que tienen que vercon el tipo peculiar de relaciones laborales propio de la industria britnicade posguerra.

    Tony Blair y sus asesores son acusados de una manera muy dura de neo-liberales, de ex-socialistas que han hecho de la necesidad virtud y que hanabandonado sus principios por una ideologa a la moda de los nuevos poderestransnacionales. Sin embargo, yo creo que merecen que se les tome en cuentaporque han tenido la valenta de afrontar el problema. Si nosotros atendemosa lo que hacen otros polticos de partidos socialistas o socialdemcratas euro-peos, que mantienen en su discurso la ideologa del Estado asistencial, des-cubriremos que las diferencias con la tercera va son sobre todo de tipo retricoy que en sus polticas pblicas y en poltica econmica hacen sencillamentelo que pueden. Esto es, se amoldan a la hegemona de la globalizacin econmicapero, a diferencia de la tercera va, lo hacen de forma vergonzante, sin tomarla iniciativa a la hora de organizar polticas pblicas que salvaguarden la justicia

  • 33 Bernard Crick, En defensa de la poltica, Barcelona, Tusquets, 2001, p. 320.

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    social, en un horizonte en el que el mercado se ha vuelto el rbitro en elterreno de la economa. Tony Blair ejemplifica, por tanto, un cambio de para-digma en cuanto a la concepcin de la ciudadana. Hay una vuelta desde laciudadana social (socialista) a una concepcin bsicamente liberal de la misma:derechos civiles y polticos. Y esto se hace a travs de una enftica recuperacindel concepto de responsabilidad individual.

    En suma, el ciudadano cosmopolita no es un ciudadano en sentido poltico.En todo caso, el ciudadano de los Estados es, en sentido subsidiario, un ciu-dadano cosmopolita. Aqu el cosmopolitismo significara el traslado, de algunamanera, de las instituciones polticas a la arena internacional. En un segundosentido, ciudadano cosmopolita es una manera de describir el tipo de obli-gaciones morales que tenemos para aquellos que viven en nuestro propio pre-sente. Por ltimo, en tercer lugar, la globalizacin exige una respuesta cos-mopolita de la ciudadana liberal o de los Estados. En este sentido, la tercerava puede verse como una respuesta a las patologas de la ciudadana liberaly a los desafos de la globalizacin. No hay propiamente una ciudadana cos-mopolita porque no hay un contrato entre los individuos y un geogobiernomundial. Ni siquiera las instituciones transnacionales merecen ese crdito. Comodice Bernard Crick: sigue siendo difcil encontrar en las relaciones interna-cionales equivalentes reales a los procesos y las instituciones de la polticalibre en los pases libres. Los que existen parecen poco adecuados y merecenescasa defensa y pocas alabanzas 33.

    No hay ciudadanos cosmopolitas salvo en sentido moral y no hay ciudadanacosmopolita salvo en sentido figurado. La metafsica de los derechos que asignalos mismos de forma genrica a la humanidad es aqu, si cabe, ms dolorosaque en ningn otro espacio. Hay que repetir que no hay derechos sin ins-tituciones que los salvaguarden y, hoy por hoy, esas instituciones correspondena los Estados. Por ltimo, la civitas maxima, la Aeronave Espacial Tierra, esms un vehculo errtico al que hemos sido arrojados de forma catica queese lugar, el ms excelente de toda la compaa humana, al que Castrillodenominaba ciudad.

    Conclusin

    En suma, y a modo de conclusin, derechos y ciudadana son ingredientesbsicos de la concepcin liberal de la poltica. La ciudadana antigua o repu-blicana significaba a un tiempo privilegio y participacin poltica. La ciudadanaliberal retiene en parte ambos ingredientes pero otorgndoles un sesgo radi-calmente distinto. La ciudadana es un contrato entre los individuos y el Estadoen el que quedan reflejados las obligaciones y derechos de uno y otro. Laciudadana antigua o republicana enfatiza, como en Rousseau, la dimensin

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    pblica de la ciudadana: el ciudadano como miembro de un sujeto colectivo,la nacin, que se expresa a travs de la voluntad general. La ciudadana liberal,por el contrario, significa en primer lugar, derechos frente a la propia comu-nidad: un mbito de soberana privada. Pero esto no quiere decir que carezcade dimensin pblica. La sociedad es entendida como una empresa benfica,esto es, como un instrumento de beneficio mutuo a travs de la cooperacin.Por tanto, la dimensin de las obligaciones no puede desligarse del recono-cimiento de derechos.

    Sin embargo, histricamente, la ciudadana liberal ha tendido a enfatizar(debido probablemente a la estructura del sistema poltico de las democraciasliberales contemporneas) la dimensin de los derechos, al tiempo que lasobligaciones quedan oscurecidas o silenciadas. La ciudadana otorga privilegios(derechos) pero stos no son inherentes a la naturaleza humana, sino el resul-tado de procesos concretos y precisos de negociacin de derechos y obligaciones.Este olvido, que los derechos son el resultado de una negociacin poltica(contingente, histrica y concreta), ha permitido un crecimiento exponencialde los derechos en la ciudadana liberal a costa de las obligaciones. La tercerava de Blair, a pesar de lo coyuntural de su nacimiento (la crisis del viejolaborismo britnico) significa una recuperacin de la ciudadana liberal doble-mente interesante: por un lado, entraa la recuperacin de la dimensin res-ponsabilidad de los individuos en tanto ciudadanos (que haba desaparecidocon la extensin del desarrollo del Estado de bienestar y de la ciudadanasocial y econmica). Y, por otro, supone una respuesta a los retos que planteala globalizacin a la ciudadana liberal. El Estado, bajo esta concepcin, vuelvea su papel de protector de los derechos individuales, un rbitro entre los indi-viduos y la sociedad, pero deja de ser el encargado de la provisin de todosaquellos bienes que demanda la sociedad. Supone, adems, una recuperacininteresante porque aborda el problema de la justicia social en la era de laglobalizacin. Y responde a este desafo, bsicamente, a travs de la reformade la educacin: de la capacitacin de los individuos para que puedan desarro-llarse en un mundo crecientemente incierto y cambiante.

    La ciudadana, por ltimo, no puede entenderse sin hacer referencia acada uno de los espacios que he mencionado. Si se quiere que el conceptode ciudadana siendo til para describir y orientar la accin poltica de losindividuos, habr de referirse en cada caso concreto a estas tres dimensiones.En primer lugar, la ciudadana, ms all del mito, implica participacin poltica;adems, la ciudadana equivale a igualdad de derechos y obligaciones, y entercer lugar, la ciudadana no es ajena a los problemas globales. Estos tres espa-cios de la ciudadana hacen que los ciudadanos reales estn sometidos a ten-siones, a lealtades en ocasiones opuestas y a contradicciones. Pero me pareceque si no se consignan estos tres espacios de la ciudadana, el concepto mismose vaca de significado y su uso se vuelve mera retrica que sobrevuela larealidad sin aprehenderla, describirla o interpretarla.

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