ciclo de la puerta de la muerte 4. el mago de la serpiente 2

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    EL MAGO DE LA

    SERPIENTESERIE EL CICLO DE LA PUERTA DE LA MUERTEMARGARET WEIS TRACY HICKMAN

    folioTIMUN MAS

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    Diseo de cubierta; Singular

    Ttulo original: Serpent Mage (Volume 4 The Death Gate Cycle)Traduccin: Hernn Sabat y Silvia Muoz 1990 by Margaret Weis and Tracy HickmanPublished by arrangement with Bantam Books, a divisin of BantamDoubleday Dell Publishing Group, Inc., New York. Grupo Editorial Ceac, S.A. 1992Para la presente versin y edicin en lengua castellana.Timun Mas es marca registrada por Grupo Editorial Ceac, S.A.ISBN: 8441302758 (Obra completa)8441306486 (volumen 57) Depsito legal: B. 141531997

    Impreso en:Litografa Roses, S.A. (1791997)Gav (Barcelona)

    Encuadernado en:Primer. Industria Grfica, S. A.Sant Vicenc dels Horts (Barcelona)Printed in Spain

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    Margaret Weis Tracy Hickman 3El mago de la serpiente Volumen II

    CAPTULO 17

    GARGAN CHELESTRA

    Estamos en casa! En casa!Estoy dividida entre la alegra y la tristeza, pues una tragedia terrible ha tenido lugar

    mientras estbamos ausentes... Pero ya lo contar todo con detalle cuando sea oportuno.Ahora escribo estas lneas sentada en mi habitacin. A mi alrededor tengo todas mis

    pertenencias ms queridas, exactamente igual que las dej. Esto me ha dejado muda deasombro, pues los enanos somos gente muy prctica respecto a la muerte, al contrarioque otras dos razas que podra citar. Cuando un enano muere, su familia y sus amigos

    guardan una noche de luto por su prdida y celebran un da de fiesta por la felicidad deldifunto que pasa a formar parte del Uno. A continuacin, las pertenencias del enanodesaparecido se reparten entre los familiares y amigos. Por ltimo, se vaca la habitacinque ocupaba y se instala en ella otro enano.29

    Yo haba dado por hecho que, en mi caso, se habra procedido segn la costumbre yya me haba convencido a m misma de que, a aquellas alturas, mi prima Fricka yaestara instalada en mi habitacin. De hecho, no tengo reparos en reconocer queesperaba con impaciencia el momento de agarrar a mi detestable pariente por susrizadas patillas, sacarla a empujones y mandarla rodando escalera abajo.

    Sin embargo, parece que mi madre no poda meterse en la cabeza que hubiesemuerto de verdad y se negaba tercamente a aceptarlo, aunque ta Gertrude (segn meha contado mi padre) lleg incluso a sugerir que mi madre haba perdido el juicio. Segn

    mi padre, al llegar a aquel punto, mi madre decidi hacer una demostracin de suhabilidad en el lanzamiento de hacha y propuso, en trminos muy enrgicos y bastantealarmantes, marcarle una raya en el pelo a Gertrude, o algo parecido.

    Mientras mi madre descolgaba el hacha de guerra de su soporte en la pared, mi padrecoment a mi ta, como si tal cosa, que, si bien el brazo de lanzar de mi madre an erafuerte, su puntera ya no era igual que la de su juventud. Ta Gertrude record de prontoque tena unos asuntos pendientes, sac a rastras a Fricka de mi habitacin (empleandoprobablemente un montacargas) y las dos se marcharon airadamente.

    Pero me temo que estoy perdindome por un tnel secundario, como dice el refrnenano. La ltima vez que anot algo en el diario, nos dirigamos en nuestra nave haciauna muerte segura; ahora, me encuentro en casa sana y salva, y realmente no tengoidea de cmo o por qu.

    No libramos ninguna batalla heroica en la caverna de las serpientes dragn. Slo huboun montn de charla en un idioma que ninguno de los tres entenda. Nuestro sumergiblenaufrag y tuvimos que ganar la superficie a nado. Las serpientes dragn nosencontraron y, en lugar de matarnos, nos ofrecieron regalos y refugio en una cueva.Luego, Haplo pas despierto toda la noche hablando con ellas. Cuando al fin regres, dijoque estaba cansado, que no tena ganas de hablar y que nos lo explicara todo en otromomento. Slo nos asegur que estbamos a salvo y nos dijo que podamos dormirtranquilos y que por la maana saldramos de nuevo hacia nuestras casas.

    29 Para los enanos de las lunas marinas, el espacio vital es un problema. Como prefieren habitar bajo elnivel del suelo, construyen sus casas en tneles bajo la masa de tierra de la luna marina. Por desgracia, dadoque el centro de la luna es, en realidad, un ser vivo, no pueden profundizar ms all de cierto punto. Losenanos ignoran que la luna est viva; en sus prospecciones, topan con una capa protectora que no puedenpenetrar.

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    Los tres nos quedamos desconcertados y comentamos el asunto en voz baja (Alakenos hizo hablar en cuchicheos para no perturbar el sueo de Haplo). Sin embargo, noconseguimos desenredar la madeja y por fin, vencidos por el sueo, los tres nosquedamos dormidos tambin.

    A la maana siguiente, apareci en la cueva ms comida, junto con nuevos regalos. Y,cuando me asom fuera de la caverna, vi con asombro nuestro sumergible, intacto como

    si acabara de botarse, anclado frente a la costa. No haba rastro de las serpientesdragn.

    Los dragones han reparado vuestra nave indic Haplo entre bocados de comida. Lautilizaremos para navegar de vuelta a casa.

    Haplo coma algo que Alake haba cocinado para l, y la vi sentarse a su lado ycontemplarlo con ojos arrobados.

    Lo han hecho por ti murmur en voz queda la humana. Nos has salvado, comoprometiste que haras. Y, ahora, nos devuelves a casa. Sers un hroe para nuestropueblo. Todo lo que quieras ser tuyo. Cualquier cosa que pidas te ser concedida.

    Por supuesto, Alake esperaba que Haplo pedira casarse con la hija del jefe (es decir,con ella).

    Haplo se encogi de hombros y afirm que no haba hecho tanto. Advert que las

    marcas azules empezaban a reaparecer en su piel y tambin me fij en su extremocuidado por no tocar, por no mirar siquiera, un gran jarro de agua que yo haba tradopara lavarme la cara y quitarme el sueo de los ojos.

    Me pregunto dnde estar la pldora amarga de todo este pastel30 le murmur aDevon.

    Lo nico que s, Grundle me respondi con otro susurro, acompaado de un suspiroextasiado, es que dentro de pocos das estar otra vez con Sadia.

    El elfo no haba escuchado una sola palabra de lo que acababa de decirle! Y mehabra jugado algo a que tampoco haba prestado atencin a Haplo. Lo cual viene ademostrar cmo el amor al menos entre los humanos y entre los elfos puede afectar alcerebro. En eso, los enanos somos distintos, gracias al Uno! Yo quiero a Hartmut hastael ltimo mechn de pelo de su barba, pero me dara vergenza que los sentimientos

    redujeran mis capacidades mentales hasta hacerme parecer boba.Pero no debera decir estas cosas. Ahora que...Alto. Me estoy adelantando demasiado en mi relato.Est bien, pero recuerda que nadie da nada a cambio de nada dije yo, pero

    murmur mi protesta por lo bajo. Tena miedo de que, si Alake me oa, tratara dearrancarme los ojos.

    Por cierto, me parece que Haplo s me oy. Tiene un odo muy fino, ese Haplo. Yo mealegr de ello. Que supiera ese forastero que uno de nosotros no tena pensado tragartodo aquello sin haberlo masticado primero. El tipo me mir y lanz una de esas mediassonrisas suyas con ese aire sombro que me produce escalofros.

    Cuando termin de comer, nos dijo que ramos libres de marcharnos. Podamos llevarcon nosotros toda la comida y los regalos que quisiramos. Cuando nos lo propuso, vique incluso Alake se mostraba ofendida.

    Ni el oro ni las piedras preciosas pueden devolvernos a la gente que mataron esosmonstruos, ni compensar lo que hemos sufrido declar, al tiempo que diriga unamirada de desdn a los montones de riquezas sin cuento.

    Antes arrojara todo este dinero manchado de sangre al Mar de la Bondad, si nofuera porque envenenara a los peces la secund Devon con voz airada.

    Haced lo que queris dijo Haplo con un nuevo encogimiento de hombros, pero talvez lo necesitis, cuando pongis rumbo a vuestra nueva tierra.

    Las serpientes dragn nos permitirn construir ms cazadores de sol? inquir,escptica.

    Mejor todava. Se han ofrecido a utilizar su magia para reparar las naves destruidas.Y me han proporcionado informacin sobre esa nueva tierra. Informacin importante.

    30 Una referencia a la costumbre de los elfos de esconder las medicinas de sabor desagradable entre ptalosde rosa endulzados.

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    Lo acosamos a preguntas, pero Haplo se neg a responderlas, con el argumento deque no sera correcto contrnoslo a nosotros antes de tratar un tema de tal importanciacon nuestros padres. Los tres tuvimos que reconocer que tena razn.

    Alake volvi la vista hacia el oro y declar que sera una lstima desperdiciarlo. Devonapunt que haba visto varios rollos de telas de seda con los colores preferidos de Sadia.Yo ya me haba guardado en los bolsillos algunas piedras preciosas (como ya he escrito

    antes, los enanos somos un pueblo prctico) pero no tuve reparos en coger algunas mspara que los dems no pensaran que desdeaba la sugerencia.

    Cargados con los regalos y las provisiones, los cuatro subimos a bordo del sumergible.Antes de zarpar, hice una revisin a fondo de la nave. Las serpientes posean una magiapoderosa, era cierto, pero no me fiaba de que tuvieran muchos conocimientos sobreconstruccin naval. No obstante, las serpientes parecan haber colocado cada piezaexactamente como estaba antes del ataque, y llegu a la conclusin de que laembarcacin estaba en condiciones de sumergirse.

    Cada cual ocup de nuevo la cabina que haba utilizado a la ida. Todo estaba como lohabamos dejado. Incluso encontr esto, mi diario, en el mismo lugar donde lo habaguardado. El agua no lo haba afectado. Ni una sola gota de tinta se haba corrido. Eraalgo asombroso, que me llen de intranquilidad. Durante el viaje, ms de una vez me

    pregunt si todo aquello haba sucedido de verdad o si slo haba sido un sueo extraoy terrible.La nave emprendi viaje bajo el impulso de la misma energa mgica que antes, y

    puso rumbo de vuelta a casa.Estoy segura de que el viaje de regreso tuvo la misma duracin que el de ida, pero a

    los tres nos pareci mucho ms largo. Entre risas y comentarios excitados, hablamos delo primero que haramos cuando llegsemos a nuestras respectivas patrias, de queprobablemente seramos considerados hroes y de la impresin que producira Haplo ennuestras tierras.

    Dedicamos mucho tiempo a hablar de Haplo. Por lo menos, eso hicimos Alake y yo.Muy entrada ya la primera noche de nuestro viaje, Alake se present en mi camarote.Estbamos en esa hora de calma antes de acostarse, cuando la aoranza del hogar se

    hace tan intensa que una llega a pensar que morir de nostalgia. A m tambin meembargaba esa misma sensacin y debo reconocer que quiz me haba resbalado por lasmejillas un par de lgrimas cuando o que Alake llamaba a mi puerta.

    Soy yo, Grundle. Podemos hablar, o ya ests dormida?Si lo estaba, me has despertado respond con aspereza para ocultar que haba

    estado llorando. Si se daba cuenta, seguro que intentara administrarme unas hierbas oalgo parecido.

    Abr la puerta. Alake entr y se sent en la cama. La observ unos instantes miamiga humana pareca tmida, orgullosa, agitada y feliz y supe enseguida de qu iba atratar la conversacin.

    Alake se qued all sentada, dndole vueltas a los anillos que llevaba en los dedos.(Observ que haba olvidado quitarse sus alhajas funerarias. Los enanos no somosespecialmente supersticiosos, pero, si hay algo que consideramos de mal augurio, esprecisamente eso. Quise decrselo pero, cuando me dispona a hacerlo, ella empez ahablar y ya no tuve otra ocasin de hacerlo.)

    Grundle me dijo, convencida de que iba a dejarme atnita, me he enamorado.Decid divertirme un poco. Me encanta bromear con Alake porque mi amiga se lo toma

    todo muy en serio.Creme que os deseo lo mejor a los dos respond lentamente, mientras me

    acariciaba las patillas, pero cmo crees que se lo tomar Sadia?Sadia? Alake me mir, desconcertada. Bueno, supongo que se alegrar por m.

    Por qu no iba a hacerlo?Las dos sabemos que no es nada egosta y que te quiere mucho, Alake, pero tambin

    quiere mucho a Devon y no creo que...Devon? Alake reaccion con tal sorpresa que casi fue incapaz de articular palabra.

    Has..., has credo que me he enamorado de Devon?De quin, si no? pregunt con toda la inocencia que fui capaz de fingir.

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    Devon es muy agradable prosigui Alake y ha sido muy amable y servicial.Siempre lo tendr en la mayor consideracin, pero no podra enamorarme de l. Al fin yal cabo, es casi un nio, todava.

    Un nio que tiene cien veces tu edad, podra haberle contestado, pero mantuve laboca cerrada. Los humanos suelen ser quisquillosos en el tema de las edades.

    No continu Alake en voz baja, con los ojos brillantes como un par de velas en la

    penumbra. Me he enamorado de un hombre hecho y derecho... Trag saliva conesfuerzo y luego aadi apresuradamente: Se trata de Haplo!

    Por supuesto, mi amiga esperaba que yo me pusiera a dar vueltas por la habitacin,anonadada por la inslita revelacin, y se mostr bastante decepcionada al ver que noreaccionaba as.

    Hum... me limit a murmurar.No te sorprende?Sorprenderme? Pero si cada vez que te acercas a l slo falta que te escribas te

    quiero en la frente con pintura blanca! respond.Oh, vaya! Tanto se me nota? Crees..., crees que l lo sabe? Sera horrible que se

    hubiera dado cuenta.Alake me dirigi una mirada de soslayo, aparentando miedo, pero comprend que en el

    fondo estaba deseando que le respondiera: S, claro que se ha dado cuenta. Podrahaberlo hecho sin faltar a la verdad, puesto que Haplo tendra que haber estado ciego,sordo y atontado, adems de ser estpido, para no advertirlo. Podra haberle contestadoeso y hacer feliz a Alake con mis palabras pero, por supuesto, no lo hice. Habra sido untremendo error por mi parte y era consciente de ello, pero tambin me daba cuenta deque Alake sufrira un cruel desengao y todo aquel asunto me llenaba de frustracin.

    Pero si podra ser tu padre! apunt.De ninguna manera! Adems, y qu si lo fuera? protest Alake con esa lgica tan

    absurda que una aprende a esperar de los humanos. No he conocido nunca a nadie tannoble, valiente, fuerte y atractivo como l. Te das cuenta, Grundle? Ya viste cmo seplantaba ante esas criaturas horribles: l solo, desnudo, sin armas. Desprovisto inclusode su magia... S, estoy al corriente del efecto que produce el agua del mar sobre su

    magia, de modo que no hace falta que me digas nada al respecto aadi en actituddesafiante. Los humanos no podemos usar la magia rnica, pero nuestras leyendascuentan que en otro tiempo, hace mucho, haba gente que la conoca y empleaba. Esevidente que Haplo desea ocultar sus poderes y por eso no he dicho nada. Ya viste,Grundle, que estaba dispuesto a morir por nosotras.

    (No tena objeto que intentara responderle. Ni siquiera me habra escuchado.)Cmo podra no quererlo? prosigui. Y, luego, ver cmo esas temibles serpientes

    dragn se inclinaban ante l! Fue maravilloso! Y, ahora, esos monstruos nos devuelven acasa cargadas de regalos y con la promesa de una nueva tierra que nos espera. Y todogracias a Haplo!

    Quiz sea como dices contest, ms frustrada e irritada que nunca porque me veaobligada a admitir que todo cuanto deca mi amiga era verdad, pero qu saca l detodo esto? Te lo has preguntado alguna vez? A qu viene esa insistencia en sabercuntos soldados forman el ejrcito de mi padre, en preguntarle a Devon si cree que loselfos combatiran en caso de necesidad y si an conservan los conocimientos necesariospara fabricar armas mgicas, o en averiguar si vuestro Concilio de Magos podraconvencer a los delfines y las ballenas para pasarse a nuestro bando si estallara unaguerra?

    Ahora me doy cuenta de que he olvidado mencionar en este diario que Haplo noshaba estado haciendo esas preguntas aquel mismo da, antes de zarpar.

    Oh, qu mezquina y desagradecida eres, Grundle! exclam Alake al tiempo quederramaba unas lgrimas.

    No haba sido mi intencin hacerla llorar y me sent fatal al verla. Me acerqu un pocoms, le cog la mano y le di unas palmaditas de nimo.

    Lo siento dije, apurada.

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    Le pregunt por qu quera saber todo eso continu Alake entre sollozos, y me dijoque siempre debemos estar preparados para lo peor y que, si bien nuestro nuevo hogarpuede parecer un lugar perfecto, podra ocultar algn peligro...

    Alake hizo aqu una pausa para secarse la nariz. Yo aprovech para decir que loentenda, lo cual era cierto. El comentario de Haplo era muy razonable. Todo lo que decaera siempre muy razonable. Y eso haca an ms intolerable el sentimiento irritante y

    desagradable de desconfianza y de recelo que me inspiraba el extrao forastero.Con todo, los enanos siempre somos sinceros y, finalmente, no pude evitar decirle:Si te he dicho todo eso, slo es porque..., bueno..., porque Haplo no te corresponde,

    Alake. l no te quiere.Oh, eso ya lo s, Grundle! Cmo podra esperar que me amara? Debe de tener

    miles de mujeres suspirando por l...Me pareci conveniente reforzar aquel tipo de reflexiones y apunt:S. Y tal vez incluso tenga una esposa en alguna parte...Eso, no replic Alake al instante, demasiado deprisa. Con la vista fija en las manos,

    aadi: Se lo pregunt, y me dijo que an no haba encontrado a la mujer adecuada.Me encantara ser esa mujer adecuada para l, Grundle, pero s que ahora no soymerecedora de ello. Tal vez algn da llegue a serlo, si sigo esforzndome.

    Alz la cabeza y volvi hacia m unos ojos en los que brillaban las lgrimas. Nunca lahaba visto tan encantadora, tan madura y adulta, y advert que resplandeca con unaespecie de luz interior.

    All, en aquel instante, me dije que, si el amor produca aquel efecto en ella, no podaser tan terrible, sucediera lo que sucediese. Adems, cuando llegsemos a nuestrodestino, Haplo se marchara, volvera al lugar del que haba venido. Al fin y al cabo, qupoda querer de nosotros? Decid guardar para m aquellas reflexiones.

    Alake y yo nos abrazamos y esta vez nos echamos a llorar las dos y yo no dije unapalabra ms contra Haplo. Devon nos oy y acudi a ver qu suceda y Alake sedesmoron y se lo cont. El elfo dijo entonces que el amor, para l, era lo msmaravilloso y lo ms bello del mundo. Luego, hablamos de Sadia y, al fin, entre los dosme hicieron confesar que yo tampoco era ajena al amor. No pude contenerme y les habl

    de Hartmut y los tres compartimos lgrimas y risas, impacientes por alcanzar nuestrodestino.Lo cual hizo an ms terrible lo que sucedi cuando llegamos.He estado aplazando el momento de ponerme a escribir sobre lo sucedido. Ante todo,

    no estaba segura de poder hacerlo. Recordarlo me pone terriblemente triste, pero ya hecontado aqu todas mis andanzas y mal puedo continuar mi relato si omito la parte msimportante.

    Ser salvada de los dragones y regresar a mi casa sana y salva sera el final feliz conque suelen terminar la mayora de relatos de taberna que he odo en mi vida, pero estavez el final de la historia no fue feliz. Y tengo la sensacin de que ni siquiera fue el final.

    En el momento en que nuestro sumergible abandon la guarida de las serpientesdragn, nos vimos acosados no poda ser de otro modo por un grupo de cargantesdelfines que deseaban saberlo todo: qu haba sucedido, cmo habamos logradoescapar... Apenas terminamos de contrselo, se alejaron a toda prisa, ansiosos por serlos primeros en difundir la noticia. No he visto nunca unos peces ms amantes delchismorreo.

    Por lo menos, nuestros padres recibiran la buena noticia y tendran tiempo derecuperarse de la sorpresa inicial de saber que seguamos con vida e ilesos. Empezamosa discutir entre nosotros en cul de los tres reinos nos detendramos primero, pero elasunto no tard en resolverse. Los delfines regresaron con el mensaje de que nuestrospadres se reuniran en Elmas, la luna marina de los elfos, para recibirnos.

    Nos pareci una solucin excelente. Para ser sincera, nos inquietaba un poco la posiblereaccin de nuestros padres. Sabamos que se alegraran mucho de tenernos de vueltapero, despus de los besos y las lgrimas, imaginbamos que nos aguardara una severareprimenda, si no algo peor. Despus de todo, habamos desobedecido sus rdenes y

    habamos partido sin reparar en el sufrimiento y la pena que bamos a causar.

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    Incluso llegamos a comentrselo a Haplo, insinundole que nos prestara otro granservicio ms si se quedaba y nos ayudaba a suavizar las cosas con nuestros padres.

    l se limit a sonrer y responder que nos haba protegido de las serpientes dragnpero que, en lo que tocaba a afrontar la clera paterna, era asunto exclusivamentenuestro.

    Sin embargo, no pensbamos en severos sermones y castigos cuando, finalmente, el

    sumergible toc tierra y se abri la escotilla y vimos all a nuestros padres,esperndonos. Mi padre me tom entre sus brazos y me estruj contra su pecho y, porprimera vez en mi vida, vi unas lgrimas en sus ojos. En aquel instante, habra aceptadola reprimenda ms enrgica y habra amado cada palabra que hubiera salido de suslabios.

    Luego, les presentamos a Haplo. (Los delfines, por supuesto, ya les haban contadocmo nos haba salvado.) Nuestros padres se mostraron agradecidos, pero era evidenteque todos ellos estaban un poco amilanados ante la presencia de aquel hombre, ante lostatuajes azules de su piel y ante su porte sereno y lleno de confianza en s mismo. Sloconsiguieron balbucear unas cuantas frases entrecortadas de gratitud, que Haplo aceptcon una sonrisa y un encogimiento de hombros, al tiempo que explicaba que nosotros lohabamos rescatado del mar y que se alegraba de haber podido devolvernos el favor. No

    aadi nada ms, y nuestros padres se alegraron de poder concentrarse de nuevo ennosotros.Durante un rato, todo fueron abrazos y palabras afectuosas. Los padres de Devon

    tambin se encontraban all para recibir a su hijo. Estaban tan contentos de haberlorecuperado como los de Alake y los mos pero, cuando estuve de nuevo en condicionesde advertir lo que suceda a mi alrededor, observ que los dos elfos seguan pareciendotristes, cuando deberan haberse mostrado exultantes de alegra. El rey de los elfostambin haba acudido a dar la bienvenida a Devon, pero Sadia no estaba presente.

    Entonces me fij por primera vez en que su padre iba vestido de blanco, el color delluto entre los elfos. Vi que todos los elfos que nos rodeaban y haban acudido en grannmero a recibirnos vestan tambin de blanco, algo que slo suceda cuando moraalgn miembro de la familia real.

    Un escalofro me encogi el corazn. Mir a mi padre con una expresin que deba dereflejar pnico y alarma, pues l se limit a mover la cabeza y llevarse un dedo a loslabios para que no hiciera preguntas.

    Alake ya haba preguntado por Sadia. Su mirada busc la ma y vi sus ojosdesorbitados de miedo. Las dos nos volvimos hacia Devon. El elfo, ciego de alegra, conla vista nublada por la emocin, no se haba fijado en nada. Por fin, se desasi del abrazode sus padres (fue mi imaginacin, o stos trataron de retenerlo entre ellos?) y sedirigi al rey elfo.

    Dnde est Sadia, seor? Est enfadada conmigo por haber ocupado su lugar? Larecompensar con creces, lo prometo! Decidle que salga...

    En ese instante, el Uno dispers las nubes de sus ojos y vio las ropas blancas, elrostro del rey ajado y envejecido por una profunda pena y los blancos ptalos de floresesparcidos sobre el Mar de la Bondad.

    Sadia! exclam, e hizo ademn de echar a correr hacia el castillo de coral que sealzaba con un trmulo resplandor a nuestra espalda.

    Eliason lo asi antes de que diera un paso.Devon se debati enrgicamente hasta que, por ltimo, se derrumb entre los brazos

    del rey elfo.No! exclam entre sollozos. No! Yo no me propona... Quera salvarla de...Lo s, hijo, lo s murmur Eliason mientras le acariciaba el cabello y trataba de

    tranquilizarlo como habra hecho con su propio hijo. No fue culpa tuya. Tus intencioneseran las mejores, las ms nobles. Sadia... no pudo evitar un temblor en la voz alpronunciar el nombre, pero se control, Sadia est con el Uno. Ya descansa en paz ydebemos consolarnos con ello. Y, ahora, creo que es momento de que cada familia semarche por su lado.

    Eliason tom a su cargo a Haplo con la elegante dignidad y la cortesa que siempremostraban los elfos, fuera cual fuese pena o la preocupacin que los atenazara por

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    dentro. Desdichado monarca, pens. Cmo deba de haber aorado estar a solas con suhija!

    Una vez en el interior del castillo, en una parte nueva que haba crecido durantenuestra ausencia, mi madre me explic lo sucedido.

    Apenas hubo abierto los ojos, Sadia supo lo que haba hecho Devon. Supo que stehaba sacrificado la vida por ella y que tendra una muerte terrible. Desde ese momento

    continu mi madre, enjugndose unas lgrimas con el dobladillo de la manga, la pobremuchacha perdi todo inters por la vida. Se neg a comer y a levantarse de la cama.Slo beba agua cuando su padre se sentaba junto a ella y le acercaba un vaso a loslabios. No hablaba con nadie y pasaba horas y horas acostada con la mirada perdida enla lejana. Las pocas veces que llegaba a dormirse, su sueo era interrumpido porterribles pesadillas. Dicen que sus gritos podan orse en todo el castillo.

    Y luego, un buen da, pareci recuperarse. Se levant de la cama, se visti con laropa que llevaba la ltima vez que estuvisteis juntas las tres y se dedic a deambular porel castillo canturreando. Sus canciones eran tristes y extraas y a nadie le agradescucharlas, pero todo el mundo las interpret como una seal de que volva aencontrarse bien. Pero, ay!, significaban todo lo contrario.

    Esa noche, pidi al ama que fuera a buscarle algo de comer. La mujer, emocionada

    con el hecho de que Sadia tuviera hambre de nuevo, sali a toda prisa a cumplir elencargo, sin sospechar nada. Cuando regres, Sadia no estaba. Alarmada, el amadespert al rey y se organiz la bsqueda.

    Mi madre movi la cabeza, incapaz de continuar debido a las lgrimas. Por fin, trasrecurrir otra vez al dobladillo de la manga, logr aadir:

    Encontraron su cuerpo en la terraza donde celebramos la reunin ese da infausto enque nos escuchasteis a escondidas. Se haba arrojado por una ventana y yaca casi en elmismo lugar exacto donde muri ese da el mensajero elfo.

    Tengo que dejar de escribir por ahora, pues no puedo continuar sin echarme a llorar.Ahora, el Uno vela tu sueo, Sadia. Esas pesadillas terribles han terminado para

    siempre.

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    CAPTULO 18

    SURUNAN CHELESTRA

    La biblioteca de los sartn se convirti para Alfred en una obsesin que lo perseguacomo el fantasma de un cuento de viejas. Alargaba su fra mano para tocarlo ydespertarlo en plena noche, lo atraa con un gesto de su ndice, tratando de llamarlo a loque sera su perdicin.

    Tonteras! se deca entonces y, dndose la vuelta, intentaba expulsar al fantasmaenterrndolo en un sopor agitado.

    Aquello daba resultado durante la noche, pero la sombra no desapareca con la luz dela maana. Alfred se sentaba a desayunar y finga comer, pero en realidad no haca sinorecordar a Ramu mientras examinaba aquel compartimento. Qu contena, para que sushermanos sartn lo guardaran tan celosamente?

    Curiosidad. No es ms que curiosidad se regaaba a s mismo. Samah tiene razn.He vivido demasiado tiempo entre los mensch. Soy como esa muchacha de los cuentosde fantasmas que el ama de Bane sola contarle al chiquillo. Esa muchacha a la que ledijeron: Puedes entrar en todas las estancias del castillo excepto en la sala cerrada conllave que hay en lo alto de la escalera. Y qu hizo ella? Contentarse con las otrasciento veinticuatro salas del castillo? No; la muchacha no coma ni dorma, y no encontrdescanso hasta que logr irrumpir en la estancia prohibida. Eso es lo que estoy haciendoyo: obsesionarme con la habitacin del final de la escalera. Pero me mantendr adistancia de ella. No pensar ms en ella. Me contentar con las dems habitaciones, conlas salas repletas de tantas riquezas. Y ser feliz. S, ser feliz.

    Pero no lo era. Cada da que pasaba se senta ms desdichado.Trat de ocultar su inquietud a sus anfitriones y lo consigui; al menos, eso fue lo que

    Alfred quiso imaginar. Samah lo observaba con la concentracin de un geg que,pendiente de una vlvula de vapor de la Tumpachumpa defectuosa, se preguntaracundo reventara. Intimidado por la presencia apabullante y atemorizadora de Samah,retrado por la certeza de haber cometido un desliz, Alfred se mostraba sumiso yasustado en presencia del Gran Consejero y apenas era capaz de alzar la vista hasta elrostro severo e implacable de Samah.

    En cambio, cuando Samah no estaba en la casa y pasaba ausente mucho tiempo,ocupado en asuntos del Consejo, Alfred se tranquilizaba. Orla sola quedarse con l parahacerle compaa, y el fantasma que lo acechaba resultaba mucho, menos perturbadorcuando Alfred estaba con Orla que en las escasas y breves ocasiones en que se quedaba

    solo. En ningn momento se le ocurri extraarse de que casi nunca lo dejaran a solas,ni le pareci raro que Orla no participara en los asuntos del Consejo. Alfred slo sabaque la mujer era muy amable al dedicarle tanto tiempo, y pensar en ello lo haca sentirsean ms desdichado en las ocasiones en que reapareca el fantasma.

    Un da, Alfred y Orla se encontraban sentados en la terraza de los aposentos de sta.Orla estaba ocupada entonando en voz baja unas runas de proteccin sobre la tela deuna de las tnicas de Samah. Mientras canturreaba la salmodia, trazaba los signosmgicos sobre la ropa con sus giles dedos, volcando su amor y su preocupacin por suesposo en cada uno de los signos que, a una orden suya, aparecan en la tela.

    Alfred la observaba apenado. En toda su vida, ninguna mujer haba entonado runas deproteccin para l. Tampoco ahora lo hara ninguna. O, al menos, no lo hara la que ldeseaba. De pronto, sinti unos celos furiosos y desquiciados de Samah. A Alfred le

    disgustaba el trato fro e indiferente que dispensaba el Consejero a su esposa Y saba queOrla estaba dolida por ello, pues haba sido testigo de su callado sufrimiento. No; Samahno era merecedor de ella.

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    Acaso lo soy yo?, se pregunt, entristecido.Orla alz la vista hacia l, le sonri y se dispuso a continuar la conversacin que

    mantenan sobre el magnfico estado de sus rosales.Alfred, pillado por sorpresa, no logr ocultar la imagen de las zarzas enredadas,

    espinosas y desagradables que se enroscaban dentro de su ser. Era dolorosamente obvioque no estaba pensando en las rosas.

    La sonrisa de Orla se desvaneci. Con un suspiro, dej la tnica a un lado y murmur:Por favor, no me hagas esto a m... ni a ti mismo.Lo siento susurr Alfred, con una expresin que reflejaba lo desdichado que se

    senta. Su mano acarici al perro que, viendo la infelicidad de su amigo, le ofreciconsuelo posando la testa sobre su rodilla. Debo de ser una personaextraordinariamente perversa. S muy bien que ningn sartn debera tenerpensamientos tan indecorosos. Como dice tu esposo, vivir tanto tiempo entre los menschme ha corrompido.

    Quiz no han sido los mensch apunt Orla con calma, mientras diriga una mirada alperro.

    Insinas que fue Haplo...? Alfred acarici de nuevo las orejas del animal. Enrealidad, los patryn son muy afectuosos. Profesan un amor casi ardiente, lo sabas?

    Su triste mirada estaba fija en el perro, por lo que no advirti la expresin de asombrode Orla.Ellos no lo entienden como tal y dan otros nombres a ese amor: lo llaman lealtad, o

    instinto protector para asegurar la supervivencia de su raza, pero es amor. Una clase deamor muy tenebroso, pero amor al fin y al cabo, y hasta el peor de ellos lo sienteprofundamente. Ese Seor del Nexo, un hombre cruel, poderoso y lleno de ambicin,arriesga a diario su vida volviendo al Laberinto para ayudar a su pueblo doliente.

    Alfred, sumido en sus emociones, olvid dnde estaba. Fij la vista en los ojos delperro y stos, lmpidos y pardos, lo absorbieron y lo atraparon hasta que nada ms lepareci real.

    Mis propios padres sacrificaron su vida para salvarme cuando nos perseguan lossnogs. Podran haber escapado, sabes?, pero yo era muy pequeo y no poda ir tan

    deprisa como ellos. As pues, me ocultaron y luego atrajeron a los snogs hacia ellos,alejndolos de m. Presenci la muerte de mis padres, torturados por esos snogs.Despus, unos desconocidos me tomaron a su cargo y me criaron como si fuera hijosuyo.

    Los ojos del perro expresaban ternura y tristeza. Alfred escuch su propia voz, quecontinuaba diciendo:

    Y he conocido el amor. Ella era una corredora, como yo y como mis padres. Erahermosa, fuerte y esbelta. Las runas azules se entrelazaban en torno a su cuerpo, llenode juventud y de vida, que vibraba bajo mis dedos cuando la estrechaba en mis brazospor la noche. Juntos combatimos, amamos y remos. S, incluso en el Laberinto hay risas,a veces. Casi siempre es una risa amarga, producto de una chanza siniestra y sombra,pero perder la risa es perder la voluntad de vivir.

    Finalmente, ella me dej. Un poblado de residentes, donde nos haban ofrecidorefugio para pasar la noche, fue objeto de un ataque y ella quiso ayudarlos. Fue unadecisin ilgica, estpida, pues los residentes eran superados en nmero. De quedarnosall, lo ms probable era que terminaran matndonos, y as se lo dije. Ella saba que mispalabras eran razonables, pero estaba frustrada y colrica. Haba terminado por amar aaquella gente, y aquel sentimiento le daba miedo porque la haca sentirse dbil eimpotente y dolida por dentro. Le daba miedo el amor que senta por m. Por eso medej. Llevaba en su seno un hijo mo. S que as era, aunque ella se negaba a admitirlo.Y no volv a verla nunca. Ni siquiera s si ha muerto, si mi hijo vive...

    Basta!La exclamacin sobresalt a Alfred y lo hizo salir de su ensueo. La mujer se haba

    levantado de su asiento y ahora retrocedi unos pasos, apartndose de l con una muecade horror.

    No me hagas esto nunca ms! Orla, mortalmente plida, pugn por recobrar elaliento. No lo soporto! Una y otra vez, veo esas imgenes tuyas, veo al desdichado

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    chiquillo que presencia la violacin, el asesinato y el descuartizamiento de sus padres.Tiene tanto miedo que es incapaz de llorar. Veo a esa mujer de la que hablas, y percibosu dolor y su desamparo. Conozco el dolor de dar a luz y pienso en ella, sola en ese lugarterrible. Ella tampoco puede llorar, por temor a que los sollozos causen su muerte y ladel nio. Por la noche no puedo dormir, pensando en ellos y sabiendo que nosotros...,que yo..., que yo soy responsable de su desdicha!

    Orla se cubri el rostro con las manos para cortar el flujo de imgenes y rompi ensollozos. Alfred estaba estupefacto, sin la menor idea de cmo haban podido entrar ensu cabeza aquellas imgenes, que en realidad eran recuerdos de Haplo.

    Sintate..., buen chico murmur, al tiempo que apartaba de su rodilla el hocico delperro. (Era una sonrisa, aquella expresin del animal?)

    Alfred se apresur a acercarse a Orla y por su cabeza pas la vaga idea de ofrecerlesu pauelo, pero sus brazos parecan tener otra idea y contempl con asombro cmorodeaban la espalda de la mujer y la atraan hacia l. Orla apoy la cabeza en su pecho.

    Un hormigueo de profunda emocin recorri a Alfred. Sigui abrazndola y la am concada fibra de su ser. Acarici su cabello reluciente con manos torpes y, como era propiode l, meti la pata al abrir la boca.

    Orla, qu secreto guarda la biblioteca de los sartn para que Samah no quiera que

    nadie lo conozca?La mujer dio un respingo y empuj a Alfred hacia atrs con tal violencia que el hombretropez con el perro y fue a caer entre los rosales. Con las mejillas encendidas, Orla lelanz una mirada llena de rabia. De rabia y... fue producto de su imaginacin, o Alfredvio en sus ojos el mismo miedo que haba observado en los de Samah?

    Sin decir palabra, la mujer dio media vuelta y se march, abandonando la terraza conaire digno, dolida y ofendida.

    Alfred luch por desenredarse de las dolorosas espinas que se le clavaban en la piel. Elperro se ofreci a ayudarlo, y Alfred le dirigi una mirada furibunda.

    Todo esto es culpa tuya! mascull, malhumorado. El animal lade la cabeza conaire inocente, como si rechazara la acusacin.

    S que lo es. Meterme tales ideas en la cabeza! Por qu no te largas a buscar a ese

    condenado amo tuyo y me dejas en paz! Me basto solo para meterme en suficientesproblemas sin que, encima, me ayudes!El perro lade la cabeza en otra direccin, como si asintiera y le diera la razn. Con

    todo, dio la impresin de pensar que la conversacin haba llegado a su lgico final, puesse estir a conciencia, llevando primero todo el peso del cuerpo sobre las patasdelanteras y luego sobre las traseras, para terminar con una sacudida desde la cola hastala cabeza. Despus, se acerc al trote hasta la verja del jardn y mir a Alfred conimpaciencia.

    El sartn se sinti aterido de fro y abrasado de calor, las dos cosas al mismo tiempo.Era una sensacin sumamente incmoda.

    Me ests diciendo que ahora estamos solos, verdad? No hay nadie con nosotros.Nadie nos vigila. El perro mene la cola.

    Podemos... Alfred trag saliva. Podemos ir a la biblioteca.El perro agit una vez ms el rabo con expresin paciente y resignada. Era evidente

    que consideraba a Alfred lento y torpe, pero estaba magnnimamente dispuesto a pasarpor alto aquellos defectos, poco importantes.

    Pero no puedo entrar. Y, aunque pudiera, no tendra modo de salir. Samah mecogera y...

    Al perro le entr un repentino escozor y, dejndose caer al suelo, se dedic a rascarseenrgicamente al tiempo que lanzaba a Alfred una severa mirada que pareca decir:Vamos, vamos. Soy yo, recuerdas?.

    Ah! Est bien...Alfred dirigi una mirada furtiva en torno a la terraza, casi esperando que Samah

    apareciese entre los rosales y le pusiera encima sus manos violentas. Al ver que no sepresentaba nadie, empez a cantar y bailar las runas.

    Alfred se encontr ante el edificio de la biblioteca. El perro se acerc de inmediato a lapuerta y la olisque con inters. Alfred lo sigui con paso lento y contempl la puerta con

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    tristeza. Las runas de proteccin haban sido reforzadas, tal como haba prometidoSamah.

    Debido a la actual situacin de crisis y al hecho de que no podemos dedicar elpersonal necesario para atender a los visitantes, la biblioteca permanecer cerrada hastanuevo aviso, deca un rtulo. Alfred lo ley en voz alta y asinti.

    Resulta lgico. Adems, quin puede estar interesado en hacer investigaciones, en

    estos momentos? Samah y los suyos dedican todo su tiempo a intentar reconstruir yponer en funcionamiento la ciudad, a tomar una decisin respecto a qu hacer con lospatryn y a preguntarse dnde est el resto de nuestro pueblo y cmo establecer contactocon l. Tienen que tratar el tema de los nigromantes de Abarrach, y el de esas serpientesdragn...

    El perro expres su desacuerdo.Tienes razn se oy discutiendo consigo mismo; su propio fuero interno pareca tan

    rebelde a los deseos de su mente como sus extremidades. Si yo tuviera que buscarsolucin a todos estos problemas, a qu recurrira? A la sabidura de nuestro pueblo,como es lgico. Una sabidura que se encuentra recogida en este edificio.

    Y bien, qu estamos esperando?, lo apremi el perro, aburrido de olfatear la puerta.No puedo entrar dijo Alfred, pero las palabras salieron de su boca en un susurro. Lo

    que acababa de decir era una mentira poco creble y nada efectiva.Saba muy bien cmo entrar sin ser descubierto. La idea se le haba ocurrido deimproviso la noche anterior.

    No haba sido deseo suyo que tal idea le viniera a la cabeza y, al presentrsele, lhaba insistido rotundamente en quitrsela de la mente. Sin embargo, el pensamiento sehaba resistido a hacerlo. Su terco cerebro haba seguido urdiendo planes y sopesandoriesgos hasta llegar (con una frialdad que lo dej estupefacto) a la conclusin de questos eran mnimos y que mereca la pena correrlos.

    La idea le haba venido a la cabeza a causa de aquel estpido cuento infantil quenarraba el ama de Bane. Alfred se descubri deseando con irritacin que la mujer hubieratenido un mal final, por haberse dedicado a contar historias tan terribles a un nio tanimpresionable (por mucho que el propio Bane fuera una pesadilla personificada).

    Pensando en aquel cuento, Alfred se haba descubierto evocando Ariano y el tiempoque haba pasado en la corte del rey Stephen. Un recuerdo llev a otro, y ste a untercero, hasta que su mente lo transport sin que l fuera consciente de ello ni deadonde lo conduca al da en que cierto ladrn haba irrumpido en la bveda del tesoro.

    En Ariano, donde escasea el agua, el lquido elemento fundamental para la vida es unbien muy preciado y posee un valor considerable. El palacio real tena unas reservas deagua que se guardaban para su empleo en momentos de emergencia (como cuando loselfos conseguan interrumpir el suministro y desbaratar las rutas comerciales). La bvedadonde se guardaban los toneles estaba ubicada tras los muros de palacio, en un edificiode paredes gruesas y puertas cerradas a conciencia, custodiado da y noche.

    Custodiado... salvo el techo.En cierta ocasin, entrada la noche, un ladrn consigui alcanzar el techo del depsito

    de agua desde el tejado de un edificio prximo, mediante un ingenioso sistema decuerdas y poleas. Cuando el ladrn se encontraba abriendo un agujero en las vigas demadera de hargast, una de stas cedi con un estrepitoso crujido y el desdichado cacofue a caer literalmente en brazos de los guardianes que vigilaban abajo.

    Nunca se supo cmo se propona el ladrn llevarse el agua suficiente para quemereciera la pena empearse en una empresa tan arriesgada. Se dio por seguro quecontaba con cmplices pero, de ser cierto, todos ellos escaparon y el detenido no revelnunca sus nombres, ni siquiera bajo tortura. El frustrado ladrn pag con la muerte, sinhaber conseguido nada, salvo que los guardianes tambin patrullaran el tejado desdeentonces.

    Sin embargo, su aventura inspir a Alfred un plan para introducirse furtivamente en labiblioteca.

    Por supuesto, caba la posibilidad de que Samah hubiera envuelto el edificio entero

    con una coraza mgica pero Alfred, conocedor de los sartn, lo consider improbable.Sus congneres haban considerado proteccin suficiente aquellas runas que avisaban

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    educadamente que no se entrara en el recinto, y habran bastado, en efecto, de no serpor la torpeza de Alfred, cuyo tropezn lo haba llevado a caer en el interior del edificio.El Gran Consejero haba reforzado) la magia, pero seguro que no le entraba en la cabezala idea de que alguien (y mucho menos Alfred) pudiera tener la temeridad de entrardeliberadamente en un lugar que l haba ordenado no pisar.

    S, era una idea inconcebible, pens Alfred con abatimiento. Producto de una mente

    corrompida. De una mente enferma!Yo... tengo que marcharme de aqu... murmur dbilmente, mientras se enjugaba

    el sudor de la frente con el puo de encaje de su casaca. S, estaba decidido amarcharse. No le importaba lo que hubiera en la biblioteca. De haber algo (yprobablemente no es as), Samah tendr sin duda excelentes razones para no querer quecualquier fisgn ocioso se ponga a hurgar en los documentos, aunque no se me ocurrecules puedan ser esas razones. Pero eso no es asunto mo.

    Alfred continu su monlogo un rato ms, durante el cual tom la decisin definitivade marcharse e incluso lleg a dar media vuelta y empez a desandar sus pasos, perocasi de inmediato se encontr aproximndose otra vez a la puerta del edificio. De nuevo,dio media vuelta, emprendi el regreso, y se encontr avanzando hacia la biblioteca.

    El perro trot tras l, arriba y abajo, hasta que se hart. Se dej caer en el suelo a

    medio camino entre el sartn y la puerta y contempl los titubeos de Alfred conconsiderable inters.Por ltimo, ste tom una decisin definitiva.No voy a entrar declar con rotundidad y, con unos pasos de danza, empez a

    entonar las runas.Los signos mgicos lo envolvieron y obraron su efecto, levantndolo en el aire. El

    perro se incorpor de un brinco, excitado, y empez a lanzar sonoros ladridos paraconsternacin de Alfred. La biblioteca se encontraba lejos del centro de la ciudad sartn yde las viviendas de sus habitantes, pero al inquieto Alfred le pareci que los ladridos delanimal deban de ser audibles desde Ariano.

    Calla! S buen chico! No, deja de ladrar. Yo...Concentrado en acallar al perro, Alfred se olvid de observar adonde lo llevaba su

    vuelo. Al menos, sa era la nica explicacin que encontr cuando advirti que seencontraba flotando sobre el tejado de la biblioteca.Oh, vaya! exclam con un hilo de voz, y se dej caer como una piedra.Permaneci agachado sobre el tejado un buen rato, temeroso de que alguien hubiera

    odo al perro y de que una multitud de sus hermanos sartn estuviera acudiendo haciaall, furiosa y acusadora.

    Todo continu en calma. No apareci nadie.El perro le lami la mano y emiti un gaido, instndolo a volver a elevarse por los

    aires, hazaa que el animal haba encontrado sumamente entretenida.A Alfred, que haba olvidado la excepcional facultad del perro para aparecer donde

    menos se esperaba, casi le salt el corazn del pecho al notar el inesperado lametn deuna lengua hmeda.

    Apoyado dbilmente en el parapeto, acarici al animal con mano temblorosa y mir asu alrededor. No se haba equivocado. Los nicos signos mgicos visibles eran unasnormalsimas runas de fuerza, de apoyo y de proteccin contra los elementos, idnticas alas que podan encontrarse en cualquier otro edificio sartn. S, sus suposiciones habanresultado acertadas, y se odi a s mismo por ello.

    El techo estaba formado de enormes vigas de madera procedentes de un tipo de rbolque Alfred no reconoci, y que despedan un aroma a bosque ligero y agradable.Probablemente, aquella madera proceda del mundo antiguo y los sartn la habanllevado consigo a travs de la Puerta de la Muerte.31 Esas enormes vigas estabancolocadas a intervalos regulares a lo largo del techo, y debajo de ellas se entrecruzabanuna serie de tablones ms pequeos que rellenaban los espacios entre las vigas. Unoscomplejos signos mgicos trazados en stas y en los tablones protegan la madera de losefectos de la lluvia, de los roedores, del viento y del sol. La protegan de cualquier cosa...

    31 Posiblemente deba de ser cedro.

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    Excepto de m murmur Alfred, contemplando las runas con desconsuelo.Permaneci sentado un rato ms, reacio a moverse, hasta que la parte ms

    aventurera de su ser le record que la reunin del Consejo no se prolongara mucho ms.Samah volvera entonces a su casa esperando encontrar all a Alfred, y su ausenciadespertara las suspicacias del Gran Consejero.

    Suspicacias? inquiri Alfred con un hilo de voz. Desde cundo un sartn ha

    empleado esta palabra hablando de otro? Qu nos est sucediendo? Y por qu?Lentamente, se inclin hacia adelante y empez a trazar un signo mgico sobre una

    viga. Acompa el gesto de un canturreo triste y abatido. Las runas se abrieron paso atravs de la madera de aquellos rboles desconocidos en el mundo de Chelestra ytransportaron a Alfred al interior de la biblioteca.

    Orla deambul por la casa, inquieta y agitada. Deseaba que Samah estuviera en casa,pero al mismo tiempo senta una malvola alegra por el hecho de que se hubieraausentado. Saba que deba salir de nuevo a la terraza ajardinada, volver con Alfred,pedirle disculpas por comportarse como una estpida y quitar hierro al incidente. Nodebera haber permitido que la afectara de aquel modo. No debera haber permitido queAlfredla afectara de aquella manera!

    Por qu has venido? pregunt con tristeza a su ausente interlocutor. Toda la

    confusin y la infelicidad haban quedado atrs y, por fin, poda tener de nuevo laesperanza de encontrar la paz. Por qu has vuelto? Cundo te marchars?Orla dio otra vuelta por la habitacin. Las casas sartn eran grandes y espaciosas. Las

    estancias presentaban fras lneas rectas que se curvaban aqu y all en arcos perfectos,sostenidos por columnas enhiestas. El mobiliario era sencillo y elegante, concebido slopara cubrir las necesidades de comodidad y no como elementos de ostentacin o deadorno. Se poda caminar con facilidad entre los escasos muebles.

    Es decir, cualquier persona normal poda caminar entre ellos sin problemas, se corrigila mujer mientras colocaba en su sitio una mesa que Alfred haba movido al tropezar conella.

    Comprob que la mesa quedaba perfectamente colocada, a sabiendas de que Samahreaccionara con extrema irritacin si no la encontraba en su lugar exacto. Sin embargo,

    la mano de Orla permaneci posada en ella unos instantes ms, y en sus labios apareciuna sonrisa mientras su mente reviva el choque de Alfred contra su borde. La mesaestaba junto a un sof, bastante retirada del paso. Alfred se encontraba lejos de ella y nohaba tenido la menor intencin de acercarse. Orla record haber presenciado conasombro cmo aquellos pies, demasiado grandes, se desviaban en direccin a la mesa,tropezando uno con otro en su prisa por llegar hasta ella, golpearla y desplazarla de suposicin. Y record la expresin de Alfred contemplando el estropicio con perplejidad,estupefacto como una doncella ante un grupo de chiquillos rebeldes. Y record su miradade disculpa, desvalida y suplicante.

    S que es culpa ma decan los ojos de Alfred, pero qu puedo hacer? Los pies,simplemente, no me obedecen!

    Por qu la haba conmovido tanto aquella mirada melanclica? Por qu anhelabatomar entre las suyas aquellas manos torpes e intentar aliviar la carga que pesaba sobreaquellos hombros hundidos?

    Estoy casada con otro hombre se record en voz alta. Soy la esposa de Samah.Orla supona que Samah y ella se haban amado. Le haba dado hijos... S, deban de

    haberse amado... en otro tiempo.Pero entonces record la imagen que Alfred haba evocado para ella, la imagen de dos

    personas que se amaban con ardor, apasionadamente, porque lo nico que tenan eraaquella noche, porque lo nico que tenan era el uno al otro. No, comprendi Orla,abatida. Ella no haba amado nunca de verdad.

    No senta en su interior ningn dolor, ningn pesar, nada. Slo un amplio vacodefinido por fras lneas rectas y sostenido por columnas enhiestas. El mobiliario que allhaba estaba fijo, bien ordenado; de vez en cuando, alguna pieza cambiaba de posicin,pero nunca se produca un autntico cambio de decoracin. As haba sido hasta que

    aquellos pies desproporcionados, aquellos ojos escrutadores y melanclicos y aquellas

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    manos torpes haban entrado a tropezones en aquel vaco y haban puesto patas arribatodo lo que contena.

    Samah reflexion la mujer dira que es un instinto maternal y que, como hacetiempo que me pas la edad de tener hijos, siento la necesidad de volcarlo en otra cosa.Resulta extrao, pero no logro recordar cuando cuidaba a mi propio hijo. Supongo que lohice. S, supongo que deb de hacerlo, lo nico que recuerdo es andar vagando por esta

    casa vaca, quitando el polvo.No obstante, el sentimiento que le inspiraba Alfred no era maternal. Orla record sus

    manos torpes, sus caricias tmidas, y se sonroj, acalorada. No, aquello no tena nada dematernal.

    Qu tiene de especial ese recin llegado? se pregunt en voz alta.Desde luego, nada que resultara visible exteriormente: una cabeza medio calva, unos

    hombros hundidos, unos pies que parecan dispuestos a conducir a su dueo al desastre,unos dulces ojos azules, unas andrajosas ropas mensch que se negaba a abandonar. Orlapens en Samah: fuerte, sereno, enrgico... Pero Samah nunca la haba hecho sentircompasin, nunca la haba hecho llorar por el dolor de otro, nunca la haba hecho amar aalguien por el puro placer de amar.

    Alfred lleva dentro un poder explic Orla al mobiliario ordenado e indiferente, una

    energa que resulta an ms poderosa porque l no es consciente de que la tiene. Dehecho, si se lo acusara de ello aadi con una sonrisa, seguro que pondra esaexpresin suya de desconcierto y asombro y empezara a tartamudear, a balbucear y...Me estoy enamorando de l. Es imposible, pero me estoy enamorando de l.

    Y a l le sucede lo mismo contigo, se dijo.No! protest, pero su protesta fue dbil y la sonrisa no se borr de su rostro.Los sartn no se enamoraban de la esposa de otro. Los sartn se mantenan fieles a

    sus votos matrimoniales. Aquel amor era imposible y slo poda causar dolor. Orla eraconsciente de ello. Saba que tendra que poner fin a sus sonrisas y sus lgrimas,reprimir sus emociones y volver a limitarse a sus lneas rectas y a su vaco de siempre,pero en aquel momento, por unos instantes, poda evocar el calor de la mano de Alfredacariciando dulcemente su piel, poda llorar en sus brazos por el hijo de otra mujer, poda

    emocionarse.De pronto, se le hizo interminable el tiempo que llevaba separada de su lado.Creer que estoy enfadada con l murmur compungida, mientras recordaba cmo

    haba abandonado airadamente la terraza. Seguro que lo he herido. Ir a excusarme...y luego le dir que tiene que abandonar esta casa. No es conveniente que nos sigamosviendo, salvo por asuntos del Consejo. Podr soportarlo. S, decididamente, podrsoportarlo.

    Pero el corazn le lata demasiado deprisa y se vio obligada a repetir un mantrasedante hasta relajarse lo suficiente como para ofrecer un aire firme y resuelto. Se alisel cabello y borr de su rostro todo asomo de lgrimas; ensay una sonrisa fra y serenay se contempl en un espejo para observar si la sonrisa pareca tan tensa y postiza comola senta.

    Luego, tuvo que detenerse a pensar la manera de plantear el asunto.Alfred, s que me amas y... No. Aquello sonaba vanidoso.Alfred, te amo y...No! Aqul no era un buen principio. Tras otro instante de reflexin, decidi que lo

    mejor sera ir al grano con rapidez y sin miramientos, como uno de aquellos terriblescirujanos mensch cuando amputaban una extremidad enferma.

    Alfred, t y el perro debis abandonar la casa esta misma noche.S, eso sera mucho mejor. Con un suspiro, y con pocas esperanzas de que diera

    resultado, regres a la terraza.Alfred no estaba all.Ha ido a la biblioteca susurr.Orla estuvo tan segura de ello como si su vista pudiera cubrir la distancia que la

    separaba del edificio, atravesar las paredes y distinguir su figura en el interior. Alfred

    haba encontrado una va de acceso que no alertara a nadie de su presencia, Orla tuvo lacerteza de que all encontrara lo que buscaba.

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    Pero no lo entender. l no estaba all cuando sucedi. Debo intentar mostrrselo conmis imgenes.

    La mujer musit las runas, traz los signos mgicos en el aire y parti en sus alas.El perro emiti un gruido de advertencia y se incorpor de un salto. Alfred alz la

    vista de lo que estaba leyendo. Una figura vestida de blanco se acercaba a l desde elfondo de la biblioteca. No lograba distinguir quin era: Samah? Ramu?

    No le importaba gran cosa. No estaba nervioso, no tena miedo ni se senta culpablede nada. Estaba anonadado, estupefacto y asqueado, y..., y estaba pasmado de sudescubrimiento. Y contento de poder enfrentarse a alguien.

    Se puso en pie. Todo el cuerpo le temblaba, no de miedo sino de clera. La figuraentr en la zona baada por la luz que haba creado con su magia para leer lo que tenaante l.

    Los dos se miraron. La respiracin contenida por unos instantes dio paso a sendossuspiros, y sus ojos expresaron en silencio palabras que procedan de sus corazones yque nunca podran decir sus labios.

    Lo sabes murmur Orla.S respondi Alfred, y baj la mirada, turbado.Haba esperado que fuera Samah quien se presentara. Con Samah poda ponerse

    furioso. Senta la necesidad de ponerse furioso, de liberar la clera que herva en suinterior como el mar de lava fundida de Abarrach. Pero cmo poda descargar su irasobre Orla, cuando lo que realmente deseaba era estrecharla en sus brazos?

    Lo siento dijo ella. Esto pone las cosas muy difciles.Difciles! La furia y la indignacin cayeron sobre Alfred como un mazazo que lo dej

    aturdido, con la mente confusa. Difciles! Es todo lo que se te ocurre decir? Sealcon gesto airado el rollo32 extendido sobre la mesa ante l. Lo que hicisteis... Cuandosupisteis... Aqu est registrado todo lo que se debati en el Consejo. Aqu se explica queciertos sartn empezaban a creer en la existencia de un poder superior. Cmopudisteis...? Falso, todo mentiras! El horror, la destruccin, las muertes... Todoinnecesario! Y vosotros sabais...

    No, no lo sabamos! replic Orla.

    Se acerc a la mesa, se detuvo frente a l y su mano toc la mesa y el documento quelos separaba. El perro se sent sobre las patas traseras y los contempl con sus ojosinteligentes.

    No lo sabamos! No tenamos ninguna constancia! Y los patryn eran cada da msfuertes, ms poderosos. Y qu tenamos, frente a su poder? Sensaciones vagas, nadaque pudiera concretarse de algn modo.

    Sensaciones vagas! repiti Alfred. Yo he conocido esas sensaciones y fueron...,fue... la experiencia ms maravillosa de mi vida. La Cmara de los Condenados, lallamaban. Pero, para m, fue la Cmara de los Bienaventurados. All comprend la raznde mi existencia. Se me dio a conocer que podra cambiar las cosas para mejorarlas. Mefue revelado que, si tena fe, todo saldra bien. No quera abandonar aquel lugarmaravilloso...

    Pero lo hiciste! Te marchaste! le record Orla. No podas quedarte, verdad? Yqu sucedi en Abarrach cuando abandonaste la Cmara?

    Alfred, perturbado, rehuy su mirada y la baj hacia el documento, aunque sus ojosno lo vean; sus dedos rozaron el borde del rollo.

    Dudaste continu ella. No diste crdito a lo que habas visto. Pusiste en duda tuspropios sentimientos. Regresaste a un mundo lbrego y atemorizador y, si realmentetuviste una visin de un bien superior, de un poder ms vasto y ms prodigioso que eltuyo, dnde estaba? Incluso te preguntaste si se tratara de una trampa...

    Alfred record a Jonathan, el joven noble que haba conocido en Abarrach, asesinado ydescuartizado con sus manos por la que un da haba sido su amante esposa. Jonathanhaba credo, haba tenido fe, y haba encontrado una muerte espantosa debido a ello.Ahora deba de formar parte de los lzaros, aquellos atormentados muertos vivientes.

    32 Por qu, si tanto tema Samah que el documento fuera descubierto, no se decidi a quemarlo? Creo escribe Alfred en un apndice a esta seccin que Samah posea un respeto innato hacia la verdad. Intentnegar el acceso a l, intent ocultarlo a todos, pero no fue capaz de decidirse a destruirlo.

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    Se dej caer pesadamente en la silla. El perro, apenado por la infelicidad del sartn,se le acerc en silencio y frot el hocico contra su pierna. Alfred hundi la cabeza entrelas manos.

    Otras manos, suaves y fras, se deslizaron por sus hombros. Orla se arrodill a sulado.

    S cmo te sientes. De verdad. Entonces, todos nos sentimos igual: Samah, el resto

    del Consejo... Fue como si... cules fueron las palabras que emple Samah? ramoscomo humanos ebrios de vino. Cuando se embriagan, los humanos lo ven todomaravilloso y se creen capaces de cualquier cosa, de resolver cualquier problema. Pero,cuando los efectos del licor se desvanecen, esos humanos se sienten enfermos, doloridosy mucho peor que antes de beber.

    Alfred levant la cabeza y le dirigi una mirada sombra.Y si la culpa es nuestra? Y si me hubiera quedado en Abarrach? Qu fue lo que

    sucedi all? Un milagro? Nunca lo sabr. Me fui. Hu porque tuve miedo.Orla le devolvi la mirada, muy seria, y sus dedos se cerraron con fuerza en torno al

    brazo de Alfred.Nosotros tambin lo tuvimos. La oscuridad de los patryn era muy tangible, y esa

    vaga luz que algunos de nosotros habamos experimentado no era sino el leve parpadeo

    de la llama de una vela, que el simple aliento poda apagar. Cmo podamos depositarnuestra fe en eso, en algo que no entendamos?Y qu es la fe, sino creer en algo que no se comprende? inquiri Alfred en voz

    baja, hablando consigo mismo ms que dirigindose a la mujer. Y cmo podemosnosotros, pobres mortales, entender esa mente inmensa, terrible y maravillosa?

    No lo s susurr ella entrecortadamente. No lo s. Alfred le asi la mano.Eso fue lo que discutisteis, t y los dems miembros del Consejo. T y..., y... le

    cost esfuerzo pronunciar la palabra, y tu esposo.Samah no dio crdito a una sola palabra. Dijo que era un truco, una trampa de

    nuestros enemigos.Alfred oy de nuevo a Haplo, y las palabras del patryn casi eran un eco de las que

    acababa de pronunciar Orla: Un truco, sartn! Me has tendido una trampa...!.

    ... opusimos a la Separacin segua explicando Orla. Queramos esperar antes detomar una decisin tan drstica. Pero Samah y los otros tenan miedo...Y con razn, segn parece terci una ominosa voz. Al volver a casa y descubrir

    que los dos habais desaparecido, supe enseguida dnde podra encontraros.Con un escalofro, Alfred se encogi al or aquellas palabras. Orla, muy plida, se puso

    en pie lentamente, pero permaneci al lado de Alfred y apoy la mano en su hombro conaire protector. El perro, que haba descuidado sus obligaciones, dio la impresin dequerer compensar su fallo ponindose a ladrar con todas sus fuerzas al recin llegado.

    Haz que ese animal se calle, o acabar con l dijo Samah.No podrs matarlo replic Alfred mientras mova la cabeza en gesto de negativa.

    Por mucho que lo intentes, no podrs matar al perro ni lo que representa.A pesar de ello, apoy la mano en la testuz del animal y el perro se dej convencer

    para guardar silencio.Al menos, ahora sabemos quin y qu eres declar el Gran Consejero, estudiando a

    Alfred con aire severo. Un espa patryn, enviado para descubrir nuestros secretos. Volvi la vista hacia su esposa y aadi: Y a corromper a los incautos.

    Con gesto digno y resuelto, Alfred se puso en pie.Te equivocas. Soy un sartn, para mi pesar. Y, por lo que se refiere a revelar

    secretos seal el documento con un gesto, parece que los asuntos que acabo dedescubrir estaban destinados a ser ocultados a nuestro propio pueblo, ms que alpresunto enemigo.

    Samah estaba plido de rabia y era incapaz de hablar.No susurr Orla, y dirigi una intensa mirada a Alfred al tiempo que le clavaba los

    dedos en el brazo. Te equivocas. No era el momento adecuado para...Las razones para hacer lo que hicimos no son de su incumbencia, esposa! la

    interrumpi Samah. ste hizo una pausa y aguard a haber dominado su clera para

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    aadir: Alfred Montbank, quedars encerrado aqu, prisionero, hasta que se rena elConsejo y decida qu medidas tomar.

    Preso? Es necesario? protest Orla.As lo considero. Por cierto, te buscaba para contarte las noticias que acabamos de

    recibir de los delfines. El patryn aliado de este hombre ha sido descubierto. Est aqu, enChelestra, y, como temamos, ha pactado una alianza con las serpientes dragn. Ha

    tenido una reunin con ellas y con representantes de las familias reales de los mensch.Alfred dijo Orla, es posible eso?No lo s respondi Alfred, abrumado. Me temo que Haplo es capaz de una cosa

    as, pero debes comprender que l...Escchalo bien, esposa! Incluso ahora intenta defender a ese patryn.Cmo puedes...? exclam Orla, apartndose de Alfred al tiempo que lo miraba con

    una mezcla de dolor y de pena. Acaso querras ver destruido a tu propio pueblo?No, querida. Lo que Alfred querra es ver a su pueblo victorioso apunt Samah con

    frialdad. Olvidas que es ms patryn que sartn.Alfred no respondi. Permaneci de pie, abriendo y cerrando las manos en torno al

    respaldo de la silla.Por qu te quedas ah plantado, sin decir nada? grit Orla. Dile a mi esposo que

    se equivoca! Dime a mque me equivoco!Alfred levant sus dulces ojos azules y respondi:Qu puedo decir que te convenza? Orla se dispuso a contestar, pero luego mene la

    cabeza en un gesto de frustracin y, volvindole la espalda, abandon la sala! Samahlanz una torva mirada a Alfred y anunci:

    Esta vez voy a apostar un vigilante. Ya te mandar llamar.El Consejero abandon tambin la sala a grandes zancadas, acompaado del gruido

    desafiante del perro.Ramu ocup el lugar de su padre. Se acerc a la mesa, lanz una mirada ominosa a

    Alfred y pos sus firmes manos sobre el documento. Con toda meticulosidad, lo enroll,lo introdujo en el canuto y lo devolvi a su lugar correspondiente. Despus, ocup unasiento al fondo de la estancia, lo ms alejado posible de Alfred sin llegar a perderlo de

    vista.Sin embargo, aquella vigilancia resultaba totalmente innecesaria. Alfred no habraintentado escapar aunque hubieran dejado las puertas abiertas de par en par. Abatido,con los hombros hundidos de afliccin, se dej caer en la silla. All estaba, prisionero desu propio pueblo, de sus congneres a los que haba esperado encontrar desde hacatanto tiempo. Era culpable. Haba cometido una falta terrible y no lograba imaginar, nipor asomo, qu lo haba impulsado a ello.

    Sus actos haban encolerizado a Samah. Peor an, haban herido a Orla. Y todo paraqu? Para meter las narices en unos asuntos que no eran de su incumbencia. Unosasuntos que estaban ms all de su comprensin.

    Samah es mucho ms sabio que yo se dijo. l sabe qu es ms conveniente. Ytiene razn en que no soy un sartn. Soy parte patryn, parte mensch. Incluso aadi,dirigiendo una triste sonrisa al fiel animal que yaca a sus pies un poco perro. Pero,sobre todo, soy un estpido. Samah no intentara ocultar estos datos. Como ha dichoOrla, slo esperaba un momento ms oportuno. Nada ms.

    Me disculpar ante el Consejo continu con un suspiro y cumplir con gusto lo queme exijan. Luego, me marchar. No puedo quedarme aqu por ms tiempo. Por qu...?Se mir las manos y las sacudi con frustracin. Por qu estropeo todo lo que toco?Por qu traigo la desgracia a quienes ms quiero? Abandonar este mundo y noregresar jams. Volver a mi cripta de Ariano y me sumir en el sueo. Dormir mucho,muchsimo tiempo. Si tengo suerte, quiz no vuelva a despertar jams.

    Y t aadi, al tiempo que diriga una mirada iracunda al perro, eres libre de ir adonde quieras. Haplo no te perdi, verdad? Te dio esquinazo deliberadamente. Noquiere que vuelvas! Muy bien, pues. Buen viaje. Te dejar aqu a ti tambin. Os dejar alos dos!

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    El animal se encogi al captar su tono de voz colrico y su mirada torva. Con lasorejas gachas y el rabo entre piernas, se dej caer a los pies de Alfred y se qued alltendido, contemplndolo con ojos tristes y apesadumbrados.

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    CAPTULO 19

    PHONDRA CHELESTRA

    Para gran sorpresa de Haplo, las familias reales mensch, junto con sus hijos,decidieron partir. Al parecer, cada familia se propona volver a su tierra para descansar yrelajarse all y, una vez que hubieran recuperado fuerzas, discutir la idea de llevar a cabola Caza del Sol.

    Qu es esto? Adonde vais? pregunt Haplo a los enanos, que se disponan aabordar su sumergible. Los humanos ya se dirigan al suyo.

    Volvemos a Phondra respondi Dumaka.A Phondra! Haplo lo mir, boquiabierto. Mensch!, pens con hasto. Escucha,

    Dumaka, s que habis sufrido una gran conmocin y lamento sinceramente vuestraprdida sus ojos se volvieron hacia Alake, quien segua sollozando entre los brazos desu madre, pero da la impresin de que no entendis la importancia de las cosas queestn sucediendo y que os afectan a vosotros y a vuestros pueblos. Tenis que ponerosen accin desde ahora mismo! Por ejemplo aadi con la esperanza de captar suinters, sabais que la luna marina que os proponis ocupar ya est habitada?

    Dumaka y Delu fruncieron el entrecejo y le prestaron atencin. Los enanos detuvieronsu marcha y se volvieron hacia l. Incluso Eliason levant la cabeza y un vago parpadeode inquietud apareci en los hundidos ojos del rey elfo.

    Los delfines no nos han dicho nada de esto respondi Dumaka con aire severo.Cmo es que t lo sabes? Quin te lo ha dicho?

    Las serpientes dragn. Escuchad, s que no os fiis de ellas y no os lo reprocho, perotengo razones para creer que esta vez dicen la verdad.

    Quin vive all? Esas criaturas horribles? inquiri Yngvar, ceudo.Supongo que te refieres a las serpientes dragn, verdad? No, ellas tienen su propia

    luna marina y no necesitan ni desean otra. El pueblo que vive en esa luna a la que tenisintencin de viajar no son enanos, elfos ni humanos. No creo que hayis odo hablar deellos. Se llaman a s mismos sanan.

    Haplo lanz una rpida mirada en torno a s y, al no advertir el menor indicio dereconocimiento, exhal un suspiro de alivio en su fuero interno. Aquello haca ms fcileslas cosas. Si aquellos pueblos hubiesen guardado algn remoto recuerdo de los sanan,probablemente habra resultado difcil convencerlos para que se enfrentaran a quienesdeban de considerar dioses. El patryn, aprovechando el inters que haba despertado surevelacin: se apresur a continuar:

    Las serpientes dragn han prometido reconstruir vuestras naves con su magia.

    Lamentan mucho lo que os hicieron. Fue a causa de un malentendido que os explicarcon detalle cuando tengamos ms tiempo. De momento, os contar lo preciso para quepodis empezar a hacer planes. Esa luna marina es exactamente como os han contadolos delfines. En realidad, no es una autntica luna marina. Es una estructura permanentey tiene un tamao enorme, ms que suficiente para que todos vuestros pueblos puedanconvivir en ella. Y all podris vivir durante muchas generaciones sin tener quepreocuparos por construir ms cazadores de sol.

    Dumaka intervino entonces, con aire dubitativo.Ests seguro de que te refieres a... cmo se llama?Surunan lo ayud su esposa.S, Surunan.En efecto, se es el lugar respondi Haplo, evitando pronunciar el nombre sartn.

    Y es el nico sitio de este mundo lo bastante prximo al sol marino. Me temo que paravuestros pueblos no hay alternativa: o ese lugar... o ninguno.S murmur Eliason, sa es la conclusin a la que llegamos.

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    Lo cual nos lleva a nuestro problema. Lo que no os han contado los delfines esque..., que ese lugar... es ahora el hogar de esos sartn. En favor de los delfines, os dirque no creo que lo supieran. Los sartn no llevan mucho tiempo viviendo

    Bueno, en realidad s, pero aqul no era momento para extenderse en explicaciones.Los mensch cruzaron unas miradas. Parecan desconcertados e incapaces de asimilar

    todas aquellas novedades.

    Pero quines son esos sartn? Hablas de ellos como si fueran criaturas horriblesdispuestas a rechazarnos apunt Delu. Cmo sabes que no se alegrarn de acogernosen su reino?

    Y cuntos son esos sartn? inquiri su esposo.No muchos. Un millar, aproximadamente. Habitan una sola ciudad y el resto de esa

    tierra est despoblada. A Yngvar se le ilumin la expresin.Entonces de qu tenemos que preocuparnos? exclam. Hay sitio para todos!Estoy de acuerdo con el enano. Haremos de Surunan un lugar prspero y productivo.Haplo movi la cabeza en gesto de negativa.Lo que decs tiene sentido, desde luego, y los sartn deberan acceder de buen grado

    a que os instalis en su reino, pero me temo que no sea as. Conozco algunas cosas deesa gente. Segn las serpientes dragn, hace muchsimo tiempo, cuando el sol marino

    era reciente, vuestros antepasados vivan en ese mismo reino con los sartn. Entonces,un da, stos ordenaron a vuestros antepasados que se marcharan. Los pusieron en unasnaves y los obligaron a adentrarse en el Mar de la Bondad, despreocupndose porcompleto de la suerte que pudieran correr, de si sobrevivan o perecan. Por tanto, no esprobable que los sartn se alegren de veros volver.

    Pero, si se es el nico lugar al que podemos ir, cmo podran rechazarnos? protest Eliason, perplejo.

    No digo que vayan a hacerlo respondi Haplo, encogindose de hombros. Sloapunto que cabe esa posibilidad. Y vosotros tenis que estudiar qu hacer si se niegan aacogeros. Por eso es preciso que os reunis para elaborar planes, para tomardecisiones...

    Mir a los mensch con expectacin.

    Los monarcas mensch intercambiaron una mirada.Yo no ir a la guerra dijo el rey elfo.Vamos, Eliason! resopl Yngvar. Nadie desea luchar pero, si esos sanan no se

    muestran razonables...No combatir repiti el elfo con exasperante flema. Yngvar empez a discutir.

    Dumaka intent razonar con Eliason.El sol no nos dejar hasta dentro de muchos ciclos insisti Eliason dbilmente. Hizo

    un gesto con la mano y aadi: Ahora mismo soy incapaz de pensar en esas cosas...Eres incapaz de pensar en el bienestar de tu propio pueblo?Grundle, an con rastros de lgrimas en los ojos, cruz el embarcadero hasta llegar

    ante el rey elfo. La cabeza de la enana quedaba a la altura de la cintura de Eliason.Grundle, no deberas hablar as a tus mayores... la reprendi su madre, pero no lo

    dijo en voz muy alta y su hija no la oy.Sadia era amiga ma. Desde hoy hasta el final de mi vida, cada da que pase la

    recordar y la echar de menos. Pero ella estuvo dispuesta a entregar su vida por salvara su pueblo y sera una afrenta a su memoria que t, su padre, no fueras capaz de hacerlo mismo.

    Eliason se qued mirando a la enana como si estuviera en un sueo y Grundle fueraalguna extraa aparicin surgida de la nada.

    Yngvar, el rey enano, suspir y se tir de la barba.Mi hija tiene razn en lo que dice, Eliason, aunque arroje sus palabras con toda la

    gracia y encanto de una lanzadora de hachas. Compartimos tu dolor, pero tambincompartimos tu responsabilidad. Lo principal es la supervivencia de nuestras gentes. Estehombre, que ha salvado a nuestros hijos, tiene razn. Es preciso que nos reunamos paraplanificar qu vamos a hacer. Y debemos hacerlo pronto.

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    Margaret Weis Tracy Hickman 23El mago de la serpiente Volumen II

    Estoy de acuerdo con Yngvar declar Dumaka. Propongo que nos encontremos enPhondra dentro de catorce ciclos. Bastar ese plazo para que deis por concluido elperodo de duelo, Eliason?

    Catorce ciclos!Haplo se dispona a protestar, pero capt la penetrante mirada del enano instndolo a

    guardar silencio y cerr la boca.

    Ms tarde, se enterara de que el perodo de duelo de los elfosdurante el cual nadie emparentado con el difunto por lazos de sangre o por

    matrimonio poda llevar a cabo ningn tipo de actividad pblica se prolongaba por logeneral durante varios meses y, a veces, ms incluso.

    Muy bien! asinti Eliason tras un profundo suspiro. Catorce ciclos. Me reunir convosotros en Phondra.

    Los elmanos partieron. Los phondranos y los gargan se dirigieron a sus sumergibles yse dispusieron a regresar a sus respectivas esferas marinas. Dumaka, a instancias deAlake, se acerc a Haplo.

    Debes perdonarme, forastero. Disclpanos a todos si parecemos desagradecidoscontigo despus de lo que has hecho. Las lgrimas de gran alegra y de terrible pesar noshan impedido mostrarte nuestra gratitud. Si deseas ser nuestro husped, me hars un

    gran honor alojndote en mi casa.Ser yo quien se honre en compartir tu morada, gran jefe respondi Haplo consolemnidad. De repente, lo asalt la extraa sensacin de encontrarse otra vez en elLaberinto, hablando con el jefe de una de las tribus de residentes.

    Dumaka pronunci las frases de rigor expresando su satisfaccin y se encamin haciael sumergible.

    Crees que Eliason acudir? pregunt Haplo mientras suban a bordo de la nave. Alhacerlo, el patryn tuvo sumo cuidado en evitar el contacto con el agua.

    S, vendr respondi Dumaka. Para ser un elfo, es muy fiel a su palabra.Cunto tiempo hace que los elfos no van a la guerra?A la guerra? Dumaka puso una mueca de divertida sorpresa y dej a la vista sus

    dientes, blanqusimos en contraste con su piel oscura. Los elfos? Se encogi de

    hombros y aadi: No han ido jams.Haplo haba imaginado que pasara aquellos das de espera en Phondra consumido deimpaciencia y echando pestes ante la obligada inaccin. Por eso, al cabo de un par dedas, lo sorprendi comprobar, casi a su pesar, que se encontraba muy a gusto en aquellugar.

    Comparado con los otros mundos por los que haba viajado, Phondra resultaba muyparecido a su propio mundo y, aunque nunca se le haba pasado por la cabeza que algnda pudiera sentir nostalgia del Laberinto, la vida entre la tribu de Dumaka le evocrecuerdos de los escasos momentos de tranquilidad y descanso que haba gozado en sudura existencia: los que haba pasado en los campamentos de los residentes.33

    La tribu de Dumaka era la ms numerosa de Phondra, y la ms poderosa, razn por lacual aqul era caudillo de toda la raza humana. Al parecer, haban sido necesariasnumerosas guerras para consolidar tal situacin, pero Dumaka era ahora el soberanoindiscutido de su pueblo y, en general, la mayora de las restantes tribus acataba yaprobaba su liderazgo.

    Sin embargo, Dumaka no ejerca el poder a solas. El Concilio de Magos ejerca unapoderosa influencia sobre la comunidad, cuyas gentes veneraban la magia y a todosaquellos que saban usarla.

    En otros tiempos explic Alake al patryn, el Concilio de Magos y los caudillos de lastribus solan estar enfrentados, pues cada cual se crea con ms derecho a gobernar queel otro. Mi propio abuelo paterno muri por esa causa, asesinado por un hechicero que se

    33 Los patryn del Laberinto pueden dividirse a grandes rasgos en dos grupos: los corredores y los residentes.Los corredores son aquellos que, como Haplo, buscan escapar del Laberinto. Viajan solos y sus vidas soninquietas, aventureras... y breves. Los residentes se agrupan formando tribus para protegerse y para ocuparsede la continuidad de la raza. Son nmadas, pero no se desplazan tan lejos ni tan deprisa como los corredores.El objetivo primordial de los residentes no es la fuga, sino la supervivencia.

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    crea con derecho a ser jefe. La guerra que sigui fue cruel y sangrienta, y en ella muriun nmero incontable de nuestra gente. Mi padre jur que, si el Uno lo converta en jefe,establecera la paz entre las tribus y el Concilio de Magos. El Uno le concedi la victoria y,entonces, tom por esposa a mi madre, hija de la Sacerdotisa del Concilio.

    Mis padres se repartieron el poder. Mi padre gobierna sobre todas las disputas que serefieren a tierras o posesiones, promulga leyes y preside juicios. Mi madre y el Concilio

    se ocupan de todo cuanto afecta a la magia. De este modo, Phondra disfruta de pazdesde hace aos.

    Haplo contempl el asentamiento de la tribu: las chozas de postes y techos de paja,las mujeres que charlaban entre risas con sus pequeos apoyados en sus caderas, los

    jvenes que afilaban sus armas y ultimaban los preparativos para salir en persecucin decierta fiera salvaje. Un grupo de hombres demasiado viejos para participar en la cacerapermaneca sentado bajo la luz clida an, pero menguante, del sol marino,rememorando batidas de antao. El aire era una caricia perfumada con aromas a carneahumada, vibrante con los chillidos agudos de los nios, que jugaban tambin acazadores.

    Parece una lstima que todo esto deba terminar murmur Alake con un brillotrmulo en los ojos.

    S, era una lstima. Haplo se sorprendi a s mismo asintiendo a aquellas palabras.Intent quitarse la idea de la cabeza pero era innegable que en aquel lugar, entre aquellagente, se senta relajado y en paz por primera vez en muchsimo tiempo.

    Lleg a la conclusin de que slo se trataba de una reaccin al miedo. Una reaccin alpnico inicial del encuentro con las serpientes dragn y al terror, an mayor, de creerque haba perdido su magia.

    Probablemente, se dijo, estaba ms dbil de lo que haba credo. Aprovechara aquelintervalo para recobrar todas sus fuerzas, pues muy pronto las necesitara paraenfrentarse a su antiguo enemigo, para marchar a la guerra contra los sartn.

    De todos modos, concluy, no poda hacer nada para apresurar las cosas. No eraconveniente ofender a aquellos mensch. Los necesitaba; necesitaba su presencia en grannmero, ms que su destreza con las armas.

    Haplo le haba dado muchas vueltas en la cabeza a la batalla que se avecinaba. Loselfos resultaran peor que intiles. Tena que encontrar algo que los mantuviese ocupadosy los quitara de en medio. Los humanos eran guerreros preparados, duchos con lasarmas y fciles de enardecer. Respecto a los enanos, de sus charlas con Grundle habadeducido que eran gente recia y dura. Les costaba enfurecerse, pero eso no sera ningnproblema. Haplo consideraba muy probable que los sartn le proporcionaran sin saberlola provocacin que necesitaba para despertar su ira.

    Su nica preocupacin era que aquellos sartn resultaran ser parecidos a Alfred. Haploreflexion unos instantes sobre ello y movi la cabeza. No; por lo que saba de Samah,por los documentos conservados en el Nexo, el Gran Consejero era tan distinto de Alfredcomo el mundo del aire, luminoso y exuberante, lo era del mundo de la tierra, oscuro ysofocante.

    Lo siento, pero tengo que dejarte solo durante un rato...Alake le estaba diciendo algo respecto a que tena que ir a ver a su madre. La

    muchacha lo miraba con ansiedad, temerosa de contrariarlo. Haplo le dirigi una sonrisa.Puedo arreglrmelas por m mismo. Y no tienes que preocuparte de entretenerme,

    pese a que me encanta tu compaa. Ir a dar una vuelta para conocer un poco mejor atu pueblo.

    Te caemos bien, verdad? inquiri Alake, devolvindole la sonrisa.S contest Haplo, y slo cuando la palabra hubo salido de sus labios se dio cuenta

    de que lo haba dicho en serio. S, Alake, me gusta tu gente. Me recuerda..., merecuerda un sitio donde estuve hace tiempo...

    Dej la frase a medias y permaneci en silencio. Algunos de aquellos recuerdos noeran especialmente gratos, pero experiment un extrao alivio al darles la bienvenidadespus de una larga ausencia.

    Ella deba de ser muy hermosa apunt Alake, un tanto abatida.

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    Margaret Weis Tracy Hickman 25El mago de la serpiente Volumen II

    Haplo se volvi a mirarla rpidamente. Mujeres! Mensch, patryn... todas eran iguales.Qu era lo que les daba aquella extraa capacidad para introducirse en la cabeza de unhombre y hurgar en los rincones oscuros que ste crea ocultos a todos?

    S, lo era respondi, y se dio cuenta de que haba hecho aquella confesin sinquerer. Era aquel lugar. Se pareca demasiado a su hogar. Ser mejor que te apresures.Tu madre estar preguntndose dnde te has metido.

    Si te he hecho dao, lo siento dijo ella con suavidad. Alarg su mano, roz la deHaplo y entrelaz sus dedos en los de l.

    Su piel era fina y suave; sus manos, fuertes. Los dedos de Haplo se cerraron en tornoa los de ella y atrajeron la mano ms cerca de s. El patryn no reflexionaba sobre lo queestaba haciendo. Slo saba que la muchacha era hermosa y que su presencia daba calora una parte helada de su ser.

    Un poco de dolor es bueno para todos respondi a Alake. Nos recuerda queestamos vivos.

    La muchacha no entendi a qu se refera, pero se sinti reconfortada por su actitud yse alej. Haplo la sigui con la mirada hasta que el dolor voraz y solitario que lo roa pordentro lo hizo sentirse demasiado vivo. Se puso en pie, estir los brazos hacia el clidosol y sali de la casa para unirse a los jvenes guerreros en la cacera.

    La batida fue prolongada, excitante y ardua. La fiera que perseguan, de la que Haplono averigu nunca el nombre, era astuta, vivaz y salvaje. El patryn renuncideliberadamente a emplear la magia y descubri que le encontraba gusto a aquelexigente ejercicio fsico, que disfrutaba enfrentando inteligencia y msculos a suoponente.

    El acoso y la persecucin se prolongaron durante horas; la caza en s, a base delanzas y redes, result tensa y peligrosa. Varios hombres resultaron heridos y uno estuvocerca de ser atravesado por el cuerno que, como una espada, coronaba la cabeza de lafiera. Haplo se lanz hacia el joven y, arrastrndolo, lo alej de la zona de peligro. Elcuerno lleg a rozar la piel del patryn pero, protegido como estaba por las runas, no lecaus ningn dao.

    Haplo no haba corrido peligro en ningn momento, pero los humanos lo ignoraban y

    lo aclamaron como el hroe del da. Al final de la cacera, cuando los jvenes regresaroncantando al campamento, el patryn disfrut de su camaradera y de la sensacin depertenecer, una vez ms, a una comunidad.

    Aquella sensacin no durara mucho. As haba sucedido siempre en el Laberinto.Haplo era un corredor. Pronto empezara a sentirse inquieto e incmodo, a tropezar conmuros que slo l poda ver. Pero, de momento, se permiti disfrutar de ella.

    Estoy ganndome su confianza se dijo como excusa. Presa de un agradablecansancio, regres a la cabaa que ocupaba con la intencin de acostarse y descansar unrato hasta el banquete nocturno. Ahora, estos humanos me seguirn a cualquier parte.Incluso a luchar contra un enemigo muy superior.

    Se ech en el camastro y el dolor caliente de la fatiga relaj sus msculos y su mente.Lo asalt entonces el recuerdo inoportuno de las instrucciones de su seor.

    Tienes que ser un observador. No emprendas ninguna accin que pueda delatar tucondicin de patryn. No alertes de nuestra presencia al enemigo.

    Pero el Seor del Nexo no poda haber previsto que su servidor diera con Samah, elGran Consejero. Con Samah, el sartn que haba encarcelado a los patryn en elLaberinto. Samah, el responsable de las torturas, los sufrimientos y las muertes quehaba padecido el pueblo de Haplo a lo largo de incontables generaciones.

    Cuando vuelva, lo har con Samah y as mi seor volver a confiar en m y aconsiderarme hijo suyo...

    Debi de quedarse dormido pues, de pronto, se incorpor de un salto, alarmado alpercibir que haba alguien ms en la cabaa. Su reaccin, rpida e instintiva, sobresalta Alake, quien se apart de l un par de pasos involuntariamente.

    Yo... lo siento murmur Haplo cuando, al suave brillo de la luz de las hoguerasencendidas en el exterior, advirti de qui