chile, el golpe y los gringos gabriel garcia marquez

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Aunque escrito hace tiempo, elpresente texto no pierde validez yaque explica con sencillez y claridad,sobre todo a las jóvenesgeneraciones, la caída del gobiernoAllende, sus motivaciones yseñalando a los ejecutores directose indirectos del golpe de estado.

Gabriel García Márquez

Chile, el golpe ylos gringos

ePUB v1.0roanbaga 9.3.2013

Título original: Chile, el golpe y losgringosGabriel García Márquez, 1974.

Editor original: roanbaga(v1.0)ePub base v2.1

Gabriel García Márquez, autor de«Cien Años de Soledad», consideradocomo el escritor contemporáneo másimportante de América Latina, está, sinembargo, al punto de romper con laliteratura.

A la base de esta «ruptura» hay unareflexión política. Gabriel GarcíaMárquez ha entrado a formar parte deltribunal Russell para crímenes deguerra y está actualmente en Parístrabajando, con Jean Paul Sartre ySimone de Beauvoir, en la elaboraciónde un informe sobre el fascismo chilenoy brasilero. En Marzo viajará a Italiapara reunirse con el director de cine

italiano Francesco Rosi, con el cualescribirá un guión político. «Ahora quegozo de un prestigio moral», declaraGarcía Márquez, «tengo que utilizarlo.Yo no soy un hombre político pero, enAmérica Latina, todo el mundo tieneque ser político». Esto quiere decir quela ruptura con la literatura no será,para el escritor colombiano, unaruptura total con su trabajo deescritor. A partir de ahora, sus obrasserán más que todo reportajes.

«Le Nouvel Observateur»

A fines de 1969, tres generales delPentágono cenaron con cuatro militareschilenos en una casa de los suburbios deWashington. El anfitrión era el entoncescoronel Gerardo López Angulo,agregado aéreo de la misión militar deChile en los Estados Unidos, y losinvitados chilenos eran sus colegas delas otras armas. La cena era en honor delDirector de la escuela de Aviación deChile, general Carlos Toro Mazote,quien había llegado el día anterior parauna visita de estudio. Los siete militarescomieron ensalada de frutas y asado deternera con guisantes, bebieron los vinosde corazón tibio de la remota patria del

sur donde había pájaros luminosos enlas playas mientras Washingtonnaufragaba en la nieve, y hablaron eninglés de lo único que parecía interesara los chilenos en aquellos tiempos: laselecciones presidenciales del próximoseptiembre. A los postres, uno de losgenerales del Pentágono preguntó quéharía el ejército de Chile si el candidatode la izquierda Salvador Allende ganabalas elecciones. El general Toro Mazotecontestó:

Nos tomaremos el palaciode la Moneda en media hora,aunque tengamos que

incendiarlo.

Uno de los invitados era el generalErnesto Baeza, actual director de laSeguridad Nacional de Chile, que fuequien dirigió el asalto al palaciopresidencial en el golpe reciente, yquien dio la orden de incendiarlo. Dosde sus subalternos de aquellos días sehicieron célebres en la misma jornada:el general Augusto Pinochet, presidentede la Junta Militar, y el general JavierPalacios, que participo en la refriegafinal contra Salvador Allende. Tambiénse encontraba en la mesa el general debrigada aérea Sergio Figueroa

Gutiérrez, actual ministro de obraspúblicas, y amigo íntimo de otromiembro de la Junta Militar el generaldel aire Gustavo Leigh, que dio la ordende bombardear con cohetes el palaciopresidencial. El último invitado era elactual almirante Arturo Troncoso, ahoragobernador naval de Valparaíso, quehizo la purga sangrienta de la oficialidadprogresista de la marina de guerra, einició el alzamiento militar en lamadrugada del once de septiembre.

Aquella cena histórica fue el primercontacto de Pentágono con oficiales delas cuatro armas chilenas. En otrasreuniones sucesivas, tanto en

Washington como en Santiago, se llegóal acuerdo final de que los militareschilenos más adictos al alma y a losintereses de los Estados Unidos setomarían el poder en caso de que laUnidad Popular ganara las elecciones.Lo planearon en frío, como una simpleoperación de guerra, y sin tomar encuenta las condiciones reales de Chile.

El plan estaba elaborado desdeantes, y no sólo como consecuencia delas presiones de la InternationalTelegraph & Telephone (I.T.T.), sinopor razones mucho más profundas depolítica mundial. Su nombre eraContingency Plan. El organismo que la

puso en marcha fue la DefenseIntelligence Agency del Pentágono, perola encargada de su ejecución fue laNavaI Intelligence Agency, quecentralizó y procesó los datos de lasotras agencias, inclusive la CIA, bajo ladirección política superior del ConsejoNacional de Seguridad. Era normal queel proyecto se encomendara a la marina,y no al ejército, porque el golpe deChile debía coincidir con la OperaciónUnitas, que son las maniobras conjuntasde unidades norteamericanas y chilenasen el Pacífico. Estas maniobras sellevaban a cabo en septiembre, el mismomes de las elecciones y resultaba natural

que hubiera en la tierra y en el cielochilenos toda clase de aparatos deguerra y de hombres adiestrados en lasartes y las ciencias de la muerte.

Por esa época, Henry Kissinger dijoen privado a un grupo de chilenos: Nome interesa ni sé nada del Sur delMundo, desde los Pirineos hacia abajo.E l Contingency Plan estaba entoncesterminado hasta su último detalle, y esimposible pensar que Kissinger noestuviera al corriente de eso, y que no loestuviera el propio presidente Nixon.

Chile es un país angosto, con 4.270kilómetros de largo y 190 de ancho, ycon 10 millones de habitantes efusivos,

dos de los cuales viven en Santiago, lacapital. La grandeza del país no se fundaen la cantidad de sus virtudes sino en eltamaño de sus excepciones. Lo únicoque produce con absoluta seriedad esmineral de cobre, pero es el mejor delmundo, y su volumen de producción esapenas inferior al de Estados Unidos yla Unión Soviética. También producevinos tan buenos como los europeos,pero se exportan poco porque casi todosse los beben los chilenos. Su ingreso percápita, 600 dólares, es de los máselevados de América Latina, pero casila mitad del producto nacional bruto selo reparten solamente 300.000 personas.

En 1932, Chile fue la primera repúblicasocialista del continente, y se intentó lanacionalización del cobre y el carbóncon el apoyo entusiasta de lostrabajadores, pero la experiencia sóloduró 13 días. Tiene un promedio de untemblor de tierra cada dos días y unterremoto devastador cada tres años.Los geólogos menos apocalípticosconsideran que Chile no es un país detierra firme sino una cornisa de losAndes en un océano de brumas, y quetodo el territorio nacional, con suspraderas de salitre y sus mujeres tiernas,está condenado a desaparecer en uncataclismo.

Los chilenos, en cierto modo, separecen mucho al país. Son la gente mássimpática del continente, les gusta estarvivos y saben estarlo lo mejor posible, yhasta un poco más, pero tienen unapeligrosa tendencia al escepticismo y ala especulación intelectual. Ningúnchileno cree que mañana es martes, medijo alguna vez otro chileno, y tampocoél lo creía. Sin embargo, aún con esaincredulidad de fondo, o tal vez graciasa ella, los chilenos han conseguido ungrado de civilización natural, unamadurez política y un nivel de culturaque son sus mejores excepciones. Detres premios Nobel de literatura que ha

obtenido América Latina, dos fueronchilenos. Uno de ellos, Pablo Neruda,era el poeta más grande de este siglo.

Todo esto debía saberlo Kissingercuando contestó que no sabía nada delsur del mundo, porque el gobierno delos Estados Unidos conocía entonceshasta los pensamientos más recónditosde los chilenos. Los había averiguado en1965, sin permiso de Chile, en unainconcebible operación de espionajesocial y político: el Plan Camelot. Fueuna investigación subrepticia mediantecuestionarios muy precisos, sometidos atodos los niveles sociales, a todas lasprofesiones y oficios, hasta en los

últimos rincones del país, paraestablecer de un modo científico elgrado de desarrollo político y lastendencias sociales de los chilenos. Enel cuestionario que se destinó a loscuarteles, figuraba la pregunta que cincoaños después volvieron a oír losmilitares chilenos en la cena deWashington: ¿Cuál será la actitud encaso de que el comunismo llegue alpoder? La pregunta era capciosa.Después de la operación Camelot, losEstados Unidos sabían a ciencia ciertaque Salvador Allende sería elegidopresidente de la república.

Chile no fue escogida por casualidad

para este escrutinio. La antigüedad y lafuerza de su movimiento popular, latenacidad y la inteligencia de susdirigentes, y las propias condicioneseconómicas y sociales del paíspermitían vislumbrar su destino. Elanálisis de la operación Camelot loconfirmó: Chile iba a ser la segundarepública socialista del continente,después de Cuba. De modo que elpropósito de los Estados Unidos no erasimplemente impedir el gobierno deSalvador Allende para preservar lasinversiones norteamericanas. Elpropósito grande era repetir laexperiencia más atroz y fructífera que ha

hecho jamás el imperialismo en AméricaLatina: Brasil.

El 4 de septiembre de 1970, comoestaba previsto, el médico socialista ymasón Salvador Allende fue elegidopresidente de la república. Sin embargo,e l Contingency Plan no se puso enpráctica. La explicación más corrientees también la más divertida: alguien seequivocó en el Pentágono, y solicitó 200visas para un supuesto orfeón naval queen realidad estaba compuesto porespecialistas en derrocar gobiernos, yentre ellos varios almirantes que nisiquiera sabían cantar. El gobiernochileno descubrió la maniobra y negó

las visas. Este percance; se supone,determinó el aplazamiento de laaventura. Pero la verdad es que elproyecto había sido evaluado a fondo:otras agencias norteamericanas, enespecial la CIA. y el propio embajadorde los Estados Unidos en Chile, EdwardKorry, consideraron que el ContingencyPlan era sólo una operación militar queno tomaba en cuenta las condicionesactuales de Chile.

En efecto, el triunfo de la UnidadPopular no ocasionó el pánico socialque esperaba el Pentágono. Al contrario,la independencia del nuevo gobierno enpolítica internacional, y su decisión en

materia económica, crearon deinmediato un ambiente de fiesta social.En el curso del primer año se habíannacionalizado 47 empresas industriales,y más de la mitad del sistema decréditos. La reforma agraria expropió eincorporó a la propiedad social2.400.000 hectáreas de tierras activas.El proceso inflacionario se moderó: seconsiguió el pleno empleo y los salariostuvieron un aumento efectivo de un 40por ciento.

El gobierno anterior, presidido porel, demócrata cristiano Eduardo Frei,había iniciado un proceso dechilenización del cobre. Lo único que

hizo fue comprar el 51 por ciento de lasminas, y sólo por la mina de El Tenientepagó una suma superior al precio totalde la empresa. La Unidad Popularrecuperó para la nación con un solo actolegal todos los yacimientos de cobreexplotados por las filiales de compañíasnorteamericanas, la Anaconda y laKennecott. Sin indemnización: elgobierno calculaba que las doscompañías habían hecho en 15 años unaganancia excesiva de 80.000 millonesde dólares.

La pequeña burguesía y los estratossociales intermedios, dos grandesfuerzas que hubieran podido respaldar

un golpe militar en aquél momento,empezaban a disfrutar de ventajasimprevistas, y no a expensas delproletariado, como había ocurridosiempre, sino a expensas de laoligarquía financiera y el capitalextranjero. Las fuerzas armadas, comogrupo social, tienen la misma edad, elmismo origen y las mismas ambicionesde la clase media, y no tenían motivo, nisiquiera una coartada, para respaldar aun grupo exiguo de oficiales golpistas.Consciente de esa realidad, laDemocracia Cristiana no solo nopatrocinó entonces la conspiración decuartel, sino que se le opuso

resueltamente porque la sabía impopulardentro de su propia clientela.

Su objetivo era otro: perjudicar porcualquier medio la buena salud delgobierno para ganarse las dos terceraspartes del Congreso en las elecciones demarzo de 1973. Con esa proporciónpodía decidir la destituciónconstitucional del presidente de larepública.

La Democracia Cristina era unagrande formación inter-clasista, con unabase popular auténtica en el proletariadode la industria moderna, en la pequeña ymedia propiedad campesina, y en laburguesía y la clase media de las

ciudades. La Unidad Popular expresabaal proletariado obrero menosfavorecido, al proletariado agrícola, a labaja clase media de las ciudades.

La Democracia Cristiana, aliada conel Partido Nacional de extrema derecha,controlaba el Congreso. La UnidadPopular controlaba el poder ejecutivo.La polarización de esas dos fuerzas ibaa ser, de hecho, la polarización del país.Curiosamente, el católico Eduardo Frei,que no cree en el marxismo, fue quienaprovechó mejor la lucha de clases,quien la estimuló y exacerbó; con elpropósito de sacar de quicio gobierno yprecipitar al país por la pendiente de la

desmoralización y el desastreeconómico.

El bloqueo económico de losEstados Unidos por las expropiacionessin indemnización y el sabotaje internode la burguesía hicieron el resto. EnChile se produce todo, desdeautomóviles hasta pasta dentífrica, perola industria tiene una identidad falsa: enlas 160 empresas más importantes, el 60por ciento era capital extranjero, y el 80por ciento de sus elementos básicosimportados. Además, el país necesitaba300 millones de dólares anuales paraimportar artículos de consumo, y otros450 millones para pagar los servicios de

la deuda externa. Los créditos de lospaíses socialistas no remediaban lacarencia fundamental de repuestos, puestoda industria chilena, la agricultura y eltransporte, estaban sustentados enequipo norteamericano. La UniónSoviética tuvo que comprar trigo deAustralia para mandarlo a Chile, porqueella misma no tenía, y a través delBanco de la Europa del Norte, de París,le hizo varios empréstitos sustanciososen dólares efectivos. Cuba, en un gestoque fue más ejemplar que decisivo,mandó un barco cargado de azúcarregalada. Pero las urgencias de Chileeran descomunales. Las alegres señoras

de la burguesía, con el pretexto delracionamiento y de las pretensionesexcesivas de los pobres, salieron a laplaza pública haciendo sonar suscacerolas vacías. No era casual, sino alcontrario, muy significativo, que aquelespectáculo callejero de zorrosplateados y sombreros de floresocurriera la misma tarde que FidelCastro terminaba una visita de treintadías que había sido un terremoto deagitación social.

LA ÚLTIMA CUECAFELIZ DE SALVADOR

ALLENDE

El Presidente Salvador Allendecomprendió entonces, y lo dijo, que elpueblo tenía el gobierno pero no tenía elpoder. La frase más alarmante, porqueAllende llevaba dentro una almendralegalista que era el germen de su propiadestrucción: un hombre que peleó hastala muerte en defensa de la legalidad,hubiera sido capaz de salir por la puertamayor de la Moneda, con la frente enalto, si lo hubiera destituido el congresodentro del marco de la constitución.

La periodista y política Italiana,

Rossana Rossanda, que visitó a Allendepor aquella época, lo encontróenvejecido, tenso y lleno depremoniciones lúgubres, en el diván decretona amarilla donde había de reposarel cadáver acribillado y con la caradestrozada por un culatazo de fusil.Hasta los sectores más comprensivos dela Democracia Cristiana estabanentonces contra él. ¿Inclusive Tomic? ,le preguntó Rossana. Todos, contestóAllende.

En vísperas de las elecciones demarzo de 1973, en las cuales se jugabasu destino, se hubiera conformado conque la Unidad Popular obtuviera el 36

por ciento. Sin embargo, a pesar de lainflación desbocada, del racionamientoferoz, del concierto de olla de lascacerolinas alborotadas, obtuvo el 44por ciento. Era una victoria tanespectacular y decisiva, que cuandoAllende se quedó en el despacho sinmás testigos que su amigo y confidente,el periodista Augusto Olivares, hizocerrar la puerta y bailó solo una cueca.

Para la Democracia Cristiana,aquella era la prueba de que el procesodemocrático promovido por la UnidadPopular no podía ser contrariado conrecursos legales, pero careció de visiónpara medir las consecuencias de su

aventura: es un caso imperdonable deirresponsabilidad histórica. Para losEstados Unidos era una advertenciamucho más importante que los interesesde las empresas expropiadas; era unprecedente inadmisible en el progresopacífico de los pueblos del mundo, peroen especial para los de Francia e Italia,cuyas condiciones actuales hacenposible la tentativa de experienciassemejantes a las de Chile. Todas lasfuerzas de la reacción interna y externase concentraron en un bloque compacto.

En cambio los Partidos de la UnidadPopular, cuyas grietas internas eranmucho más profundas de lo que se

admite, no lograron ponerse de acuerdocon el análisis de la votación de marzo.El gobierno se encontró sin recursos,reclamado desde un extremo por lospartidarios de aprovechar la evidenteradicalización de las masas para dar unsalto decisivo en el cambio social, y losmás moderados que temían al espectrode la guerra civil y confiaban en llegar aun acuerdo regresivo con la DemocraciaCristiana. Ahora se ve con muchaclaridad que esos contactos, por partede la oposición, no eran más que unrecurso de distracción para ganartiempo.

LA CIA Y EL PAROPATRONAL

La huelga de camioneros fue eldetonante final. Por su geografíafragorosa, la economía chilena está amerced de su transporte rodado.Paralizarlo es paralizar el país. Para laoposición era muy fácil hacerlo, porqueel gremio del transporte era de los másafectados por la escasez de repuestos, yse encontraba además amenazado por ladisposición del gobierno de nacionalizarel transporte con equipos soviéticos. Elparo se sostuvo hasta el final, sin un

solo instante de desaliento, porqueestaba financiado desde el exterior condinero efectivo. La CIA inundó dedólares el país para apoyar el ParoPatronal, y esa divisa bajó en bolsanegra, escribió Pablo Neruda a unamigo en Europa. Una Semana antes delgolpe se había acabado el aceite, laleche y el pan.

En los últimos días de la UnidadPopular, con la economía desquiciada yel país al borde de la guerra civil, lasmaniobras del gobierno y de laoposición se centraron en la esperanzade modificar, cada quien a su favor, elequilibrio de fuerzas dentro del ejército.

La jugada final fue perfecta: cuarenta yocho horas antes del golpe, la oposiciónhabía logrado descalificar a los mandossuperiores que respaldaban a SalvadorAllende, y habían ascendido en su lugar,uno por uno, en una serie de enroques ygambitos magistrales, a todos losoficiales que habían asistido a la cenade Washington.

Sin embargo, en aquel momento elajedrez político había escapado a lavoluntad de sus protagonistas.Arrastrados por una dialécticairreversible, ellos mismos terminaronconvertidos en fichas de un ajedrezmayor, mucho más complejo y

políticamente mucho más importante queuna confabulación consciente entre elimperialismo y la reacción contra elgobierno del pueblo. Era una terribleconfrontación de clases que la habíanprovocado, una encarnizada rebatiña deintereses contrapuestos cuyaculminación final tenía que ser uncataclismo social sin precedentes en lahistoria de América.

EL EJERCITO MÁSSANGUINARIO DELMUNDO

Un golpe militar, dentro de lascondiciones chilenas, no podía serincruento. Allende lo sabía. No se juegacon fuego, le había dicho a la periodistaitaliana Rossana Rossanda. Si alguiencree que en Chile un golpe militar serácomo en otros países de América, conun simple cambio de guardia en laMoneda, se equivoca de plano. Aquí, siel ejército se sale de la legalidad, habráun baño de sangre. Será indonesia. Esacertidumbre tenía un fundamentohistórico.

Las fuerzas armadas de Chile, elcontrario de lo que se nos ha hechocreer, han intervenido en la política

cada vez que se han visto amenazadossus intereses de clase y lo han hecho conuna tremenda ferocidad represiva. Lasdos constituciones que ha tenido al paísen un siglo fueron impuestas por lasarmas y el reciente golpe militar era lasexta tentativa de los últimos cincuentaaños.

El ímpetu sanguinario del ejércitochileno le viene de nacimiento, en laterrible escuela de la guerra cuerpo acuerpo contra los araucanos, que duró300 años. Uno de los precursores sevanagloriaba, en 1620, de haber matadocon su propia mano, en una sola acción,a más de 2.000 personas. Joaquín

Edwards Bello cuenta en sus crónicasque durante una epidemia de tifoexantemático, el ejército sacaba a losenfermos de sus camas y los mataba conun baño de veneno para acabar con lapeste. Durante una guerra civil de sietemeses, en 1891, hubo 10.000 muertos enuna sola batalla. Los peruanos aseguranque durante la ocupación de Lima, en laguerra del Pacifico, los militareschilenos saquearon la biblioteca de donRicardo Palma, pero que no usaban loslibros para leerlos sino para limpiarseel trasero.

Con mayor brutalidad han sidoreprimidos los movimientos populares.

Después del terremoto de Valparaíso, en1906, las fuerzas navales liquidaron laorganización de trabajadores portuarioscon una masacre de 8.000 obreros. EnIquique, a principios del siglo, unamanifestación de huelguistas se refugióen el teatro municipal, huyendo de latropa, y fue ametrallada: hubo 2.000muertos. El 2 de abril de 1957 elejército reprimió una asonada civil en elcentro comercial de Santiago causandoun número de víctimas que nunca sepudo establecer, porque el gobiernoescamoteo los cuerpos en entierrosclandestinos. Durante una huelga en lamina de El Salvador, bajo el gobierno

de Eduardo Frei, una patrulla militardispersó a bala una manifestación ymató a seis personas, entre ellas variosniños y una mujer encinta. Elcomandante de la plaza era un oscurogeneral de 52 años, padre de cinconiños, profesor de geografía y autor devarios libros sobre asuntos militares:Augusto Pinochet.

El mito del legalismo y lamansedumbre de aquel ejércitocarnicero había sido inventado eninterés propio de la burguesía chilena.La Unidad Popular lo mantuvo con laesperanza de cambiar a su favor lacomposición de clase de los cuadros

superiores. Pero Salvador Allende sesentía más seguro entre los carabineros,un cuerpo armado de origen popular ycampesino que estaba bajo el mandodirecto del presidente de la república.En efecto, sólo los oficiales másantiguos de los Carabineros secundaronel golpe. Los oficiales jóvenes seatrincheraron en la escuela de Sub-oficiales de Santiago y resistierondurante cuatro días, hasta que fueronaniquilados desde el aire con bombas deguerra.

Esa fue la batalla más conocida dela contienda secreta que se libró en elinterior de los cuarteles la víspera del

golpe. Los golpistas asesinaron a losoficiales que se negaron a secundarlos ya los que no cumplieron las órdenes derepresión. Hubo sublevaciones deregimientos enteros, tanto en Santiagocomo en la provincia que fueronreprimidas sin clemencia y suspromotores fueron fusilados paraescarmiento de la tropa. El comandantede los coraceros de Viña del Mar,coronel Cantuarias, fue ametrallado porsus subalternos. El gobierno actual hahecho creer que muchos de esossoldados leales fueron víctimas de laresistencia popular. Pasará tiempo antesde que se conozcan las proporciones

reales de esa carnicería interna, porquelos cadáveres eran sacados de loscuarteles en camiones de basura ysepultados en secreto. En definitiva,sólo medio centenar de oficiales deconfianza, al frente de tropas depuradasde antemano, se hicieron cargo de larepresión.

Numerosos agentes extranjerostomaron parte en el drama. Elbombardeo del palacio de la Moneda,cuya precisión técnica asombró a losexpertos, fue hecho por un grupo deacróbatas aéreos norteamericanos quehabían entrado, con la pantalla de laoperación Unitas, para ofrecer un

espectáculo de circo volador el próximo18 de septiembre, día de laindependencia nacional. Numerosospolicías secretos de los gobiernosvecinos, infiltrados por la frontera deBolivia, permanecieron escondidoshasta el día del golpe y desataron unapersecución encarnizada contra unos7.000 refugiados políticos de otrospaíses de América Latina.

Brasil, patria de los gorilasmayores, se había encargado de eseservicio. Había promovido, dos añosantes, el golpe reaccionario en Boliviaque quitó a Chile un respaldo sustancialy facilito la infiltración de toda clase de

recursos para la subversión. Algunos delos empréstitos que han hecho losEstados Unidos al Brasil han sidotransferidos en secreto a Bolivia parafinanciar la subversión en Chile. En1972, el general William Westmorelandhizo un viaje secreto a La Paz, cuyafinalidad no se ha revelado. No parececasual, sin embargo, que poco despuésde aquella visita sigilosa, se iniciaronmovimientos de tropa y material deguerra en la frontera con Chile y esto dioa los militares chilenos una oportunidadmás de afianzar su posición interna y dehacer desplazamientos de personal ypromociones jerárquicas favorables al

golpe inminente.Por fin, el 11 de septiembre,

mientras se adelantaba la operaciónUnitas, se llevó a cabo el plan originalde la cena de Washington, con tres añosde retraso, pero tal como se habíaconcebido: no como un golpe de cuartelconvencional, sino como unadevastadora operación de guerra.

Tenía que ser así, porque no setrataba simplemente de tumbar a ungobierno, sino de implantar la tenebrosasimiente del Brasil, con sus terriblesmáquinas de terror, de tortura y demuerte, hasta que no quedara en Chileningún rastro de las condiciones

políticas y sociales que hicieron posiblela Unidad Popular. Cuatro mesesdespués del golpe, el balance era atroz:casi 20.000 personas asesinadas. 30.000prisioneros políticos sometidos atorturas salvajes, 25.000 estudiantesexpulsados y más de 200.000 obreroslicenciados. La etapa mas dura, sinembargo, aún no había terminado.

LA VERDADERAMUERTE DE UNPRESIDENTE

A la hora de la batalla final, con elpaís a merced de las fuerzasdesencadenadas de la subversión,Salvador Allende continuó aferrado a lalegalidad. La contradicción másdramática de su vida fue ser al mismotiempo, enemigo congénito de laviolencia y revolucionario apasionado yél creía haberla resuelto con la hipótesisde que las condiciones de Chilepermitían una evolución pacífica haciael socialismo dentro de la legalidadburguesa. La experiencia le enseñódemasiado tarde que no se puedecambiar un sistema desde el gobiernosino desde el poder.

Esa comprobación tardía debió serla fuerza que lo impulsó a resistir hastala muerte en los escombros en llamas deuna casa que ni siquiera era la suya, unamansión sombría que un arquitectoitaliano construyó para fábrica de dineroy terminó convertida en el refugio de unpresidente sin poder. Resistió duranteseis horas, con una metralleta que lehabía regalado Fidel Castro y que fue laprimera arma de fuego que SalvadorAllende disparó jamás. El periodistaAugusto Olivares, que resistió a su ladohasta el final, fue herido varias veces ymurió desangrándose en la AsistenciaPública.

Hacia las cuatro de la tarde, elgeneral de división Javier Palacioslogró llegar al segundo piso, con suayudante, el capitán Gallardo y un grupode oficiales. Allí, entre las falsaspoltronas Luis XV y los floreros dedragones chinos y los cuadros deRugendas del salón rojo, SalvadorAllende los estaba esperando. Llevabaen la cabeza un casco de minero y estabaen mangas de camisa, sin corbata, y conla ropa sucia de sangre. Tenía lametralleta en la mano.

Allende conocía bien al generalPalacios. Pocos días antes, le habíadicho a Augusto Olivares que aquel era

un hombre peligroso que manteníacontactos estrechos con la Embajada delos Estados Unidos. Tan pronto como lovio aparecer en la escalera, Allende legritó: Traidor, y lo hirió en una mano.

Allende murió en un intercambio dedisparos con esta patrulla. Luego, todoslos oficiales, en un rito de casta,dispararon sobre el cuerpo. Por último,un suboficial le destrozó la cara con laculata del fusil. La foto existe: la hizo elfotógrafo Juan Enrique Lira, delperiódico El Mercurio, el único a quiense permitió retratar el cadáver. Estabatan desfigurado, que a la señoraHortensia Allende, su esposa, le

mostraron el cuerpo en el ataúd, pero nopermitieron que le descubriera la cara.

Había cumplido 64 años en el julioanterior y era un Leo perfecto: tenaz,decidido e imprevisible. Lo que piensaAllende sólo lo sabe Allende, me habíadicho uno de sus ministros. Amaba lavida, amaba las flores y los perros y erade una galantería un poco a la antigua,con esquelas perfumadas y encuentrosfurtivos. Su virtud mayor fue laconsecuencia, pero el destino le deparóla rara y trágica grandeza de morirdefendiendo a bala el mamarrachoanacrónico del derecho burgués,defendiendo una Corte Suprema de

Justicia que lo había repudiado y habíade legitimar a sus asesinos, defendiendoun Congreso miserable que lo habíadeclarado ilegítimo pero que había desucumbir complacido ante la voluntadde los usurpadores, defendiendo lalibertad de los partidos de oposiciónque habían vendido su alma al fascismo,defendiendo toda la parafernaliaapolillada de un sistema de mierda queél se había propuesto aniquilar sindisparar un tiro. El drama ocurrió enChile, para mal de los chilenos, pero hade pasar a la historia como algo que nossucedió sin remedio a todos los hombresde este tiempo y que se quedó en

nuestras vidas para siempre.

Gabriel García Márquez

Allende en uno de sus últimos discursos.

Las tropas arrastran cadáveres en lascalles de Santiago.

Todos los métodos son válidos para«Salvar la democracia» de las manos del

pueblo.

La guardia muere, pero no se rinde,mierda.

Los prisioneros en el estadio Nacional.

Defensa de la Moneda.

Huida ante el terror.

Cadáveres en las calles de las ciudades.

Quema de Libros en todas las calles.

De la carta del Coronel Felipe GeigerStahr, agregado militar naval y aéreo de

la Embajada de Chile en Colombia,

publicada en El Espectador, el 9 de marzode 1974, como respuesta al artículo de

García Márquez publicado en Alternativa.

GABRIEL GARCÍA MÁRQUEZ, nacióen Aracataca, en el departamentocolombiano de Magdalena, en 1928.Tras estudiar Derecho, trabajó comoperiodista en su país, México, Francia yEspaña. Su labor literaria se inició conlos cuentos que serían reunidos en Ojosde perro azul. Su primera novela, La

hojarasca, se publicó en 1955. Laaparición de Cien años de soledad en1967 le valió la fama internacional.Otros títulos significativos de sunarrativa son El coronel no tiene quienle escriba, La mala hora, Los funeralesde la Mamá Grande, El otoño delpatriarca, Crónica de una muerteanunciada, El amor en los tiempos delcólera, El general en su laberinto y Delamor y otros demonios. En 1982 fuegalardonado con el Premio Nobel.