charlie small 2 la ciudad de los gorilas

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Page 1: Charlie Small 2 La ciudad de los gorilas
Page 2: Charlie Small 2 La ciudad de los gorilas

NOTA DEL EDITORArrastrado por la corriente, el diario de Charlie Small

apareció en la orilla del río Wyre, en Skippool(Lancashire, Inglaterra). Nadie sabe de dónde procedeni lo antiguo que es.Además, la dirección que figura

en él ya no existe, así que si disponéis de algunainformación sobre el paradero del niño, por favor,

poneos en contacto con el editor.

NOMBRE: ..........................................................

DIRECCIÓN: ..........................................................

EDAD: ...................................................................

TELÉFONO MÓVIL: ................................................

ESCUELA: .............................................................

COSAS QUE ME GUSTAN: .................................................................................................................................................................................................................................................................................COSAS QUE NO SOPORTO: .................................................................................................................

Charlie SmallCiudad de los gorilas, en algún

lugar de la junglaOcho 400 (o quizá incluso más)

0777432

St. Beckham’s

a Danny Rook (un

matón), el hígado, las cebollas y St. Beckham’s

Explorar, trepar a los

árboles, coleccionar piedras y cráneos de animales,

entretenerme con los juegos del ordenador, practicar

ciclismo de montaña, ir en patinete y ver la televisión.

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¡MIS INAUDITAS, ASOMBROSAS, INCREÍBLES

PERO AUTÉNTICAS AVENTURAS! Charlie Small

(de unos 400 años)

LA CIUDAD DE LOSGORILAS

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Título original: The Amazing Adventures of Charlie Small: Gorilla City© 2007 Publicado por David Fickling Books, una división de Random HouseChildren’s Books© 2007 Charlie Small, del texto e ilustraciones

Primera edición: marzo de 2009

© 2008 Carol Isern, de la traducción© 2009 Libros del Atril, S.L., de esta ediciónAv. Marquès de l’Argentera, 17. Pral. 08003 Barcelonawww.piruetaeditorial.com

Impreso por Brosmac, S. L.Carretera Villaviciosa - Móstoles, km 1Villaviciosa de Odón (Madrid)

ISBN: 978-84-96939-73-8Depósito legal: M-1860-2009

Todos los derechos reservados. Esta publicación no puede ser reproducida, ni en todo ni en parte, ni registrada en o transmitida por, un sistema de recuperación de información, en ninguna forma ni por ningún medio, sea mecánico, fotoquímico, electrónico, magnético, electroóptico, por fotocopia, o cualquier otro, sin el permiso previo por escrito de la editorial.

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Page 6: Charlie Small 2 La ciudad de los gorilas

Si encontráis este libro, POR FAVOR, cuidadlo,porque ésta es la única y verdadera narración demis impactantes aventuras.Me llamo Charlie Small y tengo, por lo menos,cuatrocientos años, pero en tantísimo tiempo nohe crecido. Alguna cosa debió de sucederme cuandocontaba ocho años, alguna cosa que no logroentender. Resulta que un día me fui de excursión...y todavía estoy intentando hallar el camino deregreso a mi casa. Y aunque ahora hablo el gorilacon fluidez, escupo a varios metros de distancia yme cuelgo de las copas de los árboles del bosque,sigo pareciendo un niño de ocho años normal ycorriente. He viajado al fin del mundo y hasta el centro dela Tierra, luchado contra cocodrilos gigantes, mehe enfrentado a enormes simios y he visto criaturasque no podríais ni imaginaros que existen. Quizáos parezca que todo esto es fantasía o mentira,pero os equivocáis. Porque TODO LO QUECUENTA ESTE LIBRO ES VERDAD. Creéroslo y compartiréis el viaje más asombrosoque jamás haya hecho nadie.

Charlie Small.

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¡Bum!

¡Broooom!¡ C

R AC !

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¡Anoche hubouna tormentaTREMENDA!

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¡Han pasado tantas cosas desde la hora de comer!Ahora es medianoche y he acampado en medio deuna enorme llanura arrasada por el viento, amuchos kilómetros de mi casa. Yo buscabaaventuras y... ¡vaya si las he encontrado! ¡Muchas más de las que habría sido capaz deimaginar!

Todo ha empezado esta tarde. Anoche hubo unatormenta impresionante y esta mañana, allevantarme, aún llovía, así que me he quedado encasa jugando con los juegos del ordenador. Cuandopor fin había conseguido vencer al matón de turnoen el nivel seis, mi madre ha entrado en lahabitación y me ha dicho:

—¡No puede ser que todavía estés con eseabsurdo juego, Charlie! Hace horas que ha dejadode llover. ¿Por qué no te vas al parque? Seguro quetus amigos estarán ahí.

—No quiero ir al parque —he contestado yo conuna mueca mientras golpeaba la consola con unrápido ra... ta... ta... ta... ta.

—Necesitas tomar el aire —ha insistido ella.—Pero si logro terminar el nivel seis, batiría mi

récord —me he defendido.Justo en ese momento (aunque no tengo ni idea

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Comienzan mis aventuras

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del porqué) se ha producido un crujido en elordenador y un pequeño destello ha atravesado lapantalla en zigzag; se ha colgado el juego y apagadola pantalla.

—¡Ay, no! —he exclamado—. ¿Qué ha sido eso?

He intentado reiniciar el ordenador, pero no hahabido forma de volver a arrancar el juego.

—¡Muy bien, fantástico! —he gritado—. ¡Estároto! ¿Qué voy a hacer ahora?

—Bueno, ya que el ordenador no funciona y noquieres irte al parque, ¿qué te parece si haces algoútil y ordenas la habitación? —ha sugerido mimadre.

Al contemplar los montones de cosas que habíaen el suelo, he tragado saliva. De repente salir a lacalle ya no me parecía tan mala idea.

—¿Puedo ir a explorar, mamá? Te prometo queordenaré la habitación cuando vuelva.

Mi madre ha hecho una mueca.—Puedo probar la balsa que papá me ayudó a

construir.Mamá ha puesto los brazos en jarras. —Y, además, has dicho que necesito tomar el

aire —le he recordado.—Está bien, de acuerdo —ha aceptado ella, y ha

bajado la escalera dando un suspiro—. Pero nollegues tarde a la hora de la merienda.

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¡Genial! He rebuscado debajo de la cama hastaencontrar mi mochila; siempre me la llevo cuandosalgo de exploración y procuro tener en ella lascosas que me pueden hacer falta. La he sacado ycomprobado queestuviera todo:

1. Mi navaja (¡mamáme mataría si losupiera!)

2. Un ovillo decuerda

3. Una botella de agua(llena)

4. Una bolsa grande de caramelosde menta (de los de rayas)

5. Un telescopio6. El pijama (por si tengo que acampar por la

noche)7. Una bufanda8. Un billete de tren caducado9. Este viejo bloc de notas (para describir mis

aventuras)10. El teléfono móvil y el cargador11. Un paquete de cromos de animales salvajes;

cuentan cosas terroríficas que le son de utilidad aun explorador.

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Caramelos de menta (¡desabor muyfuerte!)

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12. Una barrita de pegamento (para pegar en midiario cualquier hallazgo interesante)

Así que me he colgado la mochila de loshombros, y, montándome en la barandilla, me hedeslizado por ella hasta el vestíbulo.

Acababa de coger el abrigo y corría hacia lapuerta cuando he notado un olor a pastelitos reciénhorneados que procedía de la cocina. No he podidoresistir la tentación y me he colado para robar unode los que había en la bandeja.

—Hasta luego, mamá —he gritado mientraspasaba volando por su lado hacia la puerta de atrás.

Pero si en ese momento hubiera sabido lo que séahora, me habría llevado la bandeja de pastelitosentera. Porque algo me dice que no volveré a

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GRATUITO

BILLETE A CUALQUIER PARTEIDA U OTRA COSA

FECHA: EN ALGÚN MOMENTO 16 2973

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probar la deliciosa comida de mi madre en muchotiempo.

¡Eh, un momento! ¡Me estoy adelantando! Estotiene que ser el auténtico diario de un explorador, osea que debo contar las cosas siguiendo el ordencorrecto. Y eso significa que todavía no puedoexplicar lo de . (¡Quiero que eso ossorprenda tanto como a mí!). Voy a deciros cómohe llegado hasta aquí y por qué no creo que vuelvaa probar los pastelitos de mamá hasta dentro debastante tiempo...

He recorrido el camino hasta el final del jardín,atravesado la maleza que hay junto a la cabaña y mehe plantado en la orilla del riachuelo. Entonces hedesatado las amarras de la balsa, la he empujadocon el remo para pasar por entre los juncos quecrecen en la orilla y he remado siguiendo lacorriente. No había nadie por allí cerca, pero no meimportaba; estaba decidido a comprobar si eracapaz de llegar hasta el río.

Al cabo de muy poco rato me di cuenta de queseguir mi camino no sería fácil. El riachuelo estabatan crecido a causa de la lluvia caída durante latormenta que se había desbordado; los juncos y las

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¡En aprietos!

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raíces de los árboles de los límites del jardín denuestro vecino se hallaban cubiertos de agua turbia,y el terreno baldío de la orilla opuesta estabainundado.

Enseguida mi pequeña balsa se tambaleó y giróentre los remolinos, y en dos ocasiones tuve queapoyarme en el remo para no caer por la borda. Meconcentré tanto en mi tarea que no advertí que elcielo se tapaba otra vez con nubes de tormenta.

Fue en ese momento cuando de verdad empezótodo.

Se oyó un repentino estruendo y los cielosexplotaron: la lluvia cayó a raudales y me empapóen cuestión de segundos; el agua del riachuelo bullóformando espuma, y, antes de que consiguieraremar hasta la orilla, una crecida del agua mearrastró.

Intentar remar era inútil, por lo que saqué elremo del agua. Pero en ese instante, ¡pam!, un rayopotentísimo atravesó las nubes y cayó sobre elextremo del remo que yo mantenía en alto; ladescarga eléctrica me sacudió todo el cuerpo. ¡Uau!Las piernas se me levantaron y me hormiguearon, almismo tiempo que esa lanza de luz brillante merecorría el cuerpo y me arrojaba con violenciacontra el suelo de la balsa, hasta que, silbando yretumbando por el riachuelo, desapareció de lavista.

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La balsa dio vueltas sobre sí misma, enloquecida,y yo me quedé tumbado muy quieto unos instantes.Luego, con el corazón desbocado, me senté muydespacio y me palpé de inmediato para ver si mehabía hecho daño. ¡Era inaudito, pero estaba ileso!

Pero cuando iba a ponerme de pie, oí un ruidosordo como el zumbido de una sierra. He girado lacabeza y... ¡ZUUUUM!, una libélula inmensa, muchomás grande que las que yo conocía, descendió enpicado, pasando por delante de mi nariz, ydesapareció entre los juncos. ¡Me sorprendí tantoque estuve a punto de caerme al agua!

¡La libélula eragrande como uncocodrilo!

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Río principalCreo que vi a la enorme libélulapor aquí

Riachuelo secundario.¿Llegué hasta aquí? El rayo

cayó poraquíTierras baldías

Riachuelo de casa

Jardín

Plaza Merlín

Mi casa

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La libélula pasó volando como un destello decolor verde esmeralda, y la verdad es que no pudeverla bien, pero estoy seguro de que debía de serenorme, quizá tanto como un cuervo. Si me hubieraacordado de coger mi red, la habría intentado cazar,pero ésa era una de las cosas propias de unexplorador que me faltaban.

Me sentí un poco decepcionado y creí que habíaperdido la oportunidad de hacer un importantedescubrimiento científico. ¡No tenía ni idea de quéme esperaba a la vuelta de la esquina!

La corriente me arrastró por una curva delriachuelo, y, aunque yo confiaba en llegar pronto alrío, advertí que las ramas de los árboles de ambasorillas se unían formando un arco sobre el agua, ydaban lugar a un túnel largo y oscuro. Remé confuria intentando reducir la velocidad, pero lacorriente era demasiado potente y la boca del túnelse me tragó.

La balsa avanzó deprisa, el follaje se hizo másdenso y el túnel, más y más oscuro.

Tras los árboles reinaba un silencio absoluto y losúnicos sonidos que percibía eran las gotas de aguaque caían al riachuelo, el apagado murmullo que yo

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Dentro del túnel

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producía al introducir los remos en el agua mientrastrataba de mantener la balsa estable, y...

De repente unas ramitas crujieron bajo la maleza,y oí un extraño grito que provenía de los árboles.Alarmado, levanté la vista, y, ¡CHAC!, ¡una enormetelaraña me dio de lleno en la cara! Me envolvió lacabeza, me tapó los ojos y se me metió en la boca;era fuerte como el hilo de algodón y tuve queromperla con las dos manos para librarme de ella.

Entonces noté que algo me caía encima delhombro y me bajaba por la espalda. ¡Uf! No meatrevía a mirar, de modo que me puse a saltar comoun salvaje hasta que oí que, fuera lo que fuese

El riachuelo penetró en un túnel de árboles.

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aquella criatura, caía al agua con un ¡plop! detrásde mí.

Me senté jadeando mientras el corazón me latíacon tanta fuerza que sus retumbos se oían en mediodel silencio. ¡Esto de vivir aventuras empezaba a serun poco más que terrorífico!

Por un instante pensé que quizá ya habíainvestigado bastante ese día, y posiblemente era unbuen momento para volver a casa. Pero ¿qué clasede explorador era yo si me retiraba? Si todos losaventureros famosos se hubieran ido corriendo acasa la primera vez que se asustaron, ¡nunca sehabría descubierto nada!

«No, no debo marcharme —pensé—. Un buenexplorador tiene que continuar, aunque haya seresextraños acechando en las copas de los árboles.»

De cualquier manera, la corriente era demasiadofuerte y yo no podía detener la balsa. Y, aunquehubiera conseguido disminuir la velocidad, nohabía ningún lugar en la orilla donde apearse,porque ambos lados del riachuelo estaban llenos deraíces espinosas. ¡Tenía que continuar!

Sin embargo, la entrada del túnel ya habíadesaparecido de la vista y casi me encontraba enuna oscuridad total. Me agaché en la balsa por sihabía más telarañas colgando, y noté que elriachuelo serpenteaba y giraba mientras la corrienteme arrastraba hacia delante. Al cabo de poco

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tiempo ya no tenía ni idea de cuál era el caminopara volver a casa.

—No te asustes —me dije a mí mismo en vozbaja, aunque estaba aterrorizado—. No... ¡Uau!

De repente una fuerza enorme empujó la balsa, yoí el chasquido de una cola contra el agua. Remérápida e impetuosamente mientras el corazón melatía como loco, y, a lo lejos, vi un puntito de luz.¡Parecía el final del túnel!

Pero en el preciso instante en que supuse quepodría llegar sano y salvo al otro extremo, ¡BAM!, labalsa se levantó del agua y yo caí al río.

Me hundí en un mar de burbujas y braceé con unpánico ciego. Entre los remolinos de agua, distinguíun inexpresivo ojo negro y una fila de dientes queparecían puntas de sílex.

¿Qué era aquella criatura?Entonces, al salir a la superficie, percibí que algo

emergía en la orilla más alejada: ¡era unCOCODRILO!

Pero ¿qué hacía un animal semejante en nuestroriachuelo? ¡Qué absurdo!

No obstante, no era el momento de hacersepreguntas, puesto que el monstruo se me acercaba

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¡Peligro en las profundidades!

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veloz, con la boca completamente abierta. Pero enel instante en que estaba a punto de cerrarla paratragarme, la balsa se interpuso entre los dos.

La bestia dio un enorme mordisco a la balsa y lasacudió con furia hasta que las cuerdas serompieron y los troncos se partieron. Acontinuación rodó sobre sí misma y se preparó paraatacar de nuevo, pero cuando su cola merozó, me agarré a ella con todas misfuerzas. El animal se debatiócomo un loco, de tal formaque me quedé sinrespiración.Entonces,

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¡ZUUUUUM!, nos embarcamos en una montaña rusa,surcamos las aguas y levantamos enormes olas deespuma.

El reptil se retorcía y giraba, tratando demorderme, mientras yo me agarraba a él condesesperación. En un momento determinado creíque todo había acabado, porque la bestia giró lacabeza por completo y cerró de golpe las potentesmandíbulas; sentí un violento tirón en la espalda

que estuvo a punto de hacerme caer y tuve laimpresión de que las filas de dientes me

atravesarían. ¡Pero me di cuenta de que labestia había mordido mi mochila!

El cocodrilo, enfurecido, mesoltó pero continuó dando

vueltas en espiral,saltando fuera del

agua yzambulléndoseen sus turbiasprofundidades.No sé cómoconseguí

sostenerme ytrepar por su

irregular espalda,aferrándome a su cuerpo escamoso, como siestuviera montando a un potro desbocado.

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Me sujeté con firmeza mientras noselevábamos por el aire; al avanzar, veía pasarlos lados del túnel como si fueran manchasverdosas y amarillentas. Me sentía cansadoy noté que las manos me resbalaban, perosi me soltaba, al instante me convertiría enun aperitivo para el cocodrilo. ¡Debíahacer algo!

Palpé con una mano la mochila yrebusqué hasta encontrar el ovillo decuerda que había empaquetado comoparte de mi equipo de explorador;atenacé las piernas al cuerpo delcocodrilo e hice un nudo corredizo enuno de los extremos de la cuerda; luego,muy despacio, avancé por la larga yresbaladiza espalda del animal hasta queme senté a horcajadas sobre el cuello.

¡Perfecto! Sabía que sólo tendría unaoportunidad, porque si cometía un error,me caería directamente en las mortalesfauces del monstruo. Mientras salíamos atoda velocidad del túnel hacia ladeslumbrante luz del sol, me incliné sobresu lomo y le pasé el lazo de la cuerda por elhocico y tiré con toda la fuerza de que fuicapaz. El nudo corredizo se tensó y le apretóla cuerda alrededor de las mandíbulas. Ahora

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no podría morderme y lo único que quedaba porhacer era esperar a que se cansara.

Todavía me estaba felicitando a mí mismocuando, de repente, observé que habíamos salidodisparados y volábamos por el aire, como la bala de

una pistola. ¡El río nos había conducido auna elevada y rugiente cascada!

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