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CERVANTES Y EL QUIJOTE: PROTOTIPOS PSICOLÓGICOS DE LA PRIMERA GENERACIÓN DEL 98; ESPAÑA 1598 lose Manuel Bailón Blancas 1 : LA SOCIOPSICOLOGÍA QUE FORMÓ A CERVANTES. Cervantes a la observación, con la distancia del tiempo pasado, es principalmen- te un pensamiento y caracterología, a los que les corresponde un actuar y sentir del siglo XVI. aunque tenga y deba adaptarse al modo de vivir del siglo XVII otros quince años, tres meses, veintidos días y unas horas. A su andar vital se implica una cosmovisión de su siglo de nacimiento y una adaptación al siglo de acabamiento. En 1547 cuando nace Cervantes, Felipe II de manera accidental gobierna España en ausencia del Emperador Carlos. Simples coincidencias. Con estas premisas de comienzo, nos inclinamos a creer que claves de sus pri- meras épocas y de su edad madura, estén inmersas en la hermeneutica de su obra \i- terada, -como lo tienen que estar en el mismo Cervantes-; una más de cuyas producciones, Don Quijote, no podrá evadirse a estas influencias personales de su creador. Por otro lado el subconsciente cervantino forma parte del inconsciente co- lectivo del antiguo régimen y del pensamiento español peninsular de la época. Inte- rinfluenciándose hombre y ecosistema psicológico, psicología y sociología. A modo de ensayo, tendríamos que primero subrayar, diversos puntales de fija- ción maestra en el subconsciente de Cervantes, que los podremos presumir como de 43

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CERVANTES Y EL QUIJOTE: PROTOTIPOS PSICOLÓGICOS DE LA

PRIMERA GENERACIÓN DEL 98; ESPAÑA 1598

lose Manuel Bailón Blancas

1 : LA SOCIOPSICOLOGÍA QUE FORMÓ A CERVANTES.

Cervantes a la observación, con la distancia del tiempo pasado, es principalmen­te un pensamiento y caracterología, a los que les corresponde un actuar y sentir del siglo XVI. aunque tenga y deba adaptarse al modo de vivir del siglo XVII otros quince años, tres meses, veintidos días y unas horas. A su andar vital se implica una cosmovisión de su siglo de nacimiento y una adaptación al siglo de acabamiento. En 1547 cuando nace Cervantes, Felipe II de manera accidental gobierna España en ausencia del Emperador Carlos. Simples coincidencias.

Con estas premisas de comienzo, nos inclinamos a creer que claves de sus pri­meras épocas y de su edad madura, estén inmersas en la hermeneutica de su obra \i­terada, -como lo tienen que estar en el mismo Cervantes-; una más de cuyas producciones, Don Quijote, no podrá evadirse a estas influencias personales de su creador. Por otro lado el subconsciente cervantino forma parte del inconsciente co­lectivo del antiguo régimen y del pensamiento español peninsular de la época. Inte­rinfluenciándose hombre y ecosistema psicológico, psicología y sociología.

A modo de ensayo, tendríamos que primero subrayar, diversos puntales de fija­ción maestra en el subconsciente de Cervantes, que los podremos presumir como de

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"concienciación cervantina estructurada". El primero es sin duda la marcada tradi­ción orientalista arábico-judaico-cristiana, que se reconfigura tras su paso por la mi­licia y posterior cautiverio argelino. Y que acentuándose en Cervantes darán lugar a la conciencia de la "España puente", entre esas diferentes culturas, religiones, y mo­dos de pensar diversos y antagónicos. Nación puente, encuentro de culturas que no dejaron de pervivir en la península, y que han matizado el modo de obrar del todo peninsular y de sus gentes. En otro aparte, late en Cervantes la eminente necesidad nacional de recibir, transmitir e intercambiar culturas y conceptos. Y un afán de quehacer primordial en el mundo conocido, con sensación de necesariedad que con­lleva implícito el carisma de universalidad.

A vanzando en nuestras reconsideraciones, otro punto fijo lo veremos con la de­fensa de ciertos valores vividos por Occidente hasta la Reforma, y que aún con ella, deben de perdurar aunque estas concepciones sean conlrarreformadas -valga la ex­presión-, por haberse mostrado de principio necesarias para la unidad occidental, a la par que efectivos en su base. Y si es que tiene la Reforma una razón existencial la Contrarreforma mantiene a su vez una verdad inalienable. Habrá así que cambiar el sitio, pero no el lugar de los mismos parámetros.

Al filo de lo anteriormente dicho, se vislumbran en el hombre peninsular un par­ticular y propio sentido de la religión; mantenido a lo largo del tiempo, unido a la tradición guerrera. Lo que no quita que sin embargo, se conjugue, por el propio ca­rácter crítico hispano, unas tendencias que luego se denominarán erasmistas con Erasmo. No es casualidad la expresión "más papistas que el Papa". No cabe duda, el por qué han de prender en España posteriormente, con gran facilidad, las teorías y pensamientos del hombre de Rotterdam. Cervantes vive en un mundo en donde perviven extremos tan opuestos como la mística y la ascética aliado de la caballería y la picaresca. Época de contrastes.

Cervantes escucha en el sí mismo, la crítica y contrastes de una sociedad donde la crítica, cabe dentro de los límites que impone la misma crítica popular y social en un proceso de autorregulación, aunque no obstante identificada con la persona Real, si ésta a su vez se sabe identificar con el pueblo. No nos extrañaría, que La Educa­ción del Príncipe Cristiano de Erasmo, dedicada a Carlos V, no hubiera influido en la formación educativa del joven Felipe 11. Como tampoco nos parecería extraño, que estudios posteriores sobre este rey, descubran entre sus luchas interiores una vena erasmista, manteniendo a la iglesia y al mismo Papa en su sitio, sin permitirle interferencias.

En otro aparte Franz Von Liszt en su tratado "Historia del derecho penal en Es­paña" afirma, citando a Llorente, que "El Tribunal de la Inquisición fue temido, pero a la vez respetado y amado siempre en España ... ". Lo que nos hace ver unas

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tendencias religiosas que se deben mantener, pero que a la vez habrá que cambiar, sin caer en heregías, punto éste que se considera como rupturas de un continuo en la evolución nacional. Tanto será así, que España asiste de forma activa a la Contra­rreforma, que también será una refonna activa. Aquellos y éstos pensamientos van unidos a un pueblo al que pertenece Cervantes. Por lo mismo Cervantes, presencia y asiente a una disyuntiva que le es propia. Es la España real.

Si avanzamos en nuestras disquisiciones, no podemos dejar de conceptualizar otro arquetipo tanto hispano como cervantino, que fuerza al hombre español a salir de la conservadora actitud castellana. Ya tras la incorporación de pleno derecho de Granada y Navarra a la Corona, se le impone a España un cambiar de rumbo histó­rico. Refiriéndonos a este tema, nos estamos concienciando de la necesidad de Cas­tilla y luego de España, a la "movilidad histórica". Aquello que comenzó con el matrimonio de dos reinos peninsulares, Castílla y Aragón, traerá consecuencias a corto y largo plazo.

Separadas ambas coronas, Castilla hubiera seguido siendo proyecto estable con miras africanistas. Las tres Castíllas, -la Antigua, la Nueva y la Novísima- no hu­bieran dejado de ser ellas mismas, atravesando el estrecho en mantenimiento de lí­neas fronterizas con plazas fuertes, sin extravasar los conceptos de líneas defensivas -tierras de frontera- ante invasiones futuras, del posible siempre enemigo secular africano; aunque no frente a su cultura. Pero ahí está Aragón con decidida actuación mediterránea. Así y con todo el movimiento hispano hubiese podido permanecer en inestable quietud. Pero la evolución posterior complica la historia, a través de la persona del Emperador Carlos; por lo que a Castilla se le hace imprescindible, y con las mismas tónicas a Aragón y a la península entera, de hacerse obligadamente proyecto y destino en Europa. Sus proyecciones europeístas se le imponen, si a esto añadimos el encuentro con las Indias Occidentales, España se ve obligada y forzada a realizar política atlantista. Todo así entendido, nos hace presagiar que su concepto de quietud se rompa definitivamente; dándonos de cara, primero con la movilidad histórica, y como consecuencias de la misma con la dispersión y extroversión na­cional obligada. En este contexto histórico, en que encerramos un modo de vivir y de vivenciar de esta sociedad. se encuentran las vivencias cervantinas.

Sin salimos de estas premisas como límites, que ya representan gran parte de la síntesis nacional, para el peninsular y en Cervantes como uno más, esta el idearium -aunque respetándose sus antiguos y tradicionales fueros- de España como naciona­lidad. Cervantes habla de España y de Patria. Más tarde en 1583 con la unión de Portugal a Felipe n, el iberismo de unificacion se plenifica.

Todas las ligazones interpeninsulares crean a su vez entre los diversos modos re­gionales y reinos trasvases de ideas y pareceres, aunque aunados en un destino y

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proyecto común. Y en ese destino común colaborará Cervantes a través de su pro­yectación en las actuaciones nacionales ofensivas, defensivas y colonizadoras. Es­paña peninsular y las Españas ultramarinas o continentales pasan en bloque a convertirse en naciones fronteras o tierras fronterizas, frente al turco y a sus aliados. ¿Cómo no va a ser posible que prendieran en España los Romanceros y los libros de caballerías tiempo atrás, y aún luego se mantengan los gestos heroicos vertidos en ellos? Podernos conjeturar que aquello caía en terreno abonado. Estos hombres y esas mujeres del XVI, conocen de padres a hijos el arte de la guelTa, la precariedad de las suertes de la misma y las empresas de annas. Lo han mamado en la cuna, y lo conocen en la escudilla de la vida y lo rememoran en el cuenco de la vejez.

Una vez que ha desaparecido del suelo ibérico la lucha de supervivencia y de re­conquista, se empeñan los reinos españoles, con Castilla a la cabeza, en otras luchas exteriores y de mantenimiento de aquellas provincias españolas lejanas y ultramari­nas. y el hidalgo o cualquiera que desee medrar, les será necesario caminar al paso social que les marca su historia o empobrecer en el termño. Y si no, sólo sobrevivir o acercarse a la Iglesia. Al pairo no pueden quedar aquellos individuos del XVI, se navega a barlovento o a sotavento de la historia. Ser nación frontera tiene su precio. Por esto se hacen realidad dos adagios muy cervantinos, que antes que Miguel y Rodrigo de Cervantes los protagonicen, ya están en pleno desarrollo en el hondón del español: "España mi natura, Italia mi ventura y Flandes mi sepultura. (Rodrigo de Cervantes lo encamó plenamente) o quizá sea otro: "Iglesia, mar o Casa Real". Verdades por consignas estas, que conllevan su peso en la filosofía cervantina. Cer­vantes no es el único; muchos escogen la extroversión y la constante de movilidad viajera y militar de este ecosistema social.

Si resumirnos los conceptos, anterionnente desarrollados, diríamos que en Cer­vantes se dan unidos los prototipos sociológicos de la España del XVI, llevados y mantenidos en las Españas extrapeninsulares: puente de culturas junto a la universa­lidad; la tradición, la religión y la crítica. Y por último el sentimiento de unidad y proyecto común, con la consiguiente movilidad y extraversión histórica. A estos ar­quetipos, parangonando a Karl Jaspers, los podríamos denominar en su conjunto "arquetipos ejes", para el tiempo eje del español del siglo XVI.

Si Cervantes vive en unos parámetros e inmerso en estos prototipos sociales, es posible que comprendamos su actitud en el 98 generacional. La intimidad cervanti­na vivencia el Renacimiento, la Reforma y la Contrarreforma a la par que el pensa­miento de Trento. También, su intimidad lleva la impronta estilística de un antes por tradición y un después por vivenciado. Un todo en uno. Y estas serán partes de las claves de su intimidad: Son los valores y modos de pensar de su entorno. Por esto mismo, lo presentido heredado, más lo sentido adquirido forman a Cervantes y con él, el cervantismo. Con todo su pensamiento abierto no se deforma con ninguna

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cerrazón, sino que se adapta, con interrogantes, al modo de sentir y pensar de aque­lla sociedad. No cabe en él la ruptura. Será en veces crítico a través de su obra Iite­rada, pero nunca iconoclasta.

Un maestro, López de Hoyos, encuentra en el joven Cervantes algo más que solo una inteligencia. Ese algo, que empatiza, de Miguel de Cervantes será su raro inge­nio de inventiva para el futuro. De cierto no sabrá López de Hoyos, qué es ese algo que a Cervantes le hace sobresalir y que suponemos sin embargo que impacta. Son valores en ciernes. Por eso allí en el estudio de la Villa, Cervantes pudo posible­mente acercarse a la obra de Erasmo, de mano de este profesor. Es posible también que de palabra y conceptos, más eschuchados que por la lectura de la obra en sí.

11. LA SOCIOPSICOLOGÍA QUE VIVE CERVANTES.

Los años pasan y Cervantes con ellos. En 1571, el soldado Miguel de Cervantes vive la plenitud de los valores ambientales y personales del subconsciente colectivo español. Posteriormente los sigue manteniendo. Y poco antes de 1588, con esos va­lores conceptuales por bandera -diez años antes de su 98- entra como comisario de bastimentas, para otra señalada empresa militar de la armada. En este puesto lucha­rá por sus ideales, aunque sea de forma oscura y aparentemente pasiva, para la in­tendencia de un ejército en movimiento.

Hasta ahora se ha venido afirmando que su puesto de comisario fue un mero tra­bajo administrativo, para ganarse la vida aquel soldado de la mano estropeada. Y también que todo esto tiene poco que ver con la milicia en armas. Craso error, si co­nocemos las interioridades de un ejército en marcha, el cual sin una buena intenden­cia, para su avituallamiento y aprovisionamiento tanto de víveres de boca como de fuego, -sin contar otras importantes necesidades-, está condenado al fracaso. Con la distancia del tiempo, la actuación de Cervantes no creemos que sea sólo un modo desdibujado de sobrevivir, sino una actuación más como soldado -nunca dejó de serlo- cuya contribución al triunfo de sus camaradas no tendrá la brillantez del pa­pagayo retratado en el Licenciado Vidriera, ni la muerte como uno más de sus desti­nos, pero sí la participación a veces desagradable y antipática de las sacas del intendente por los pueblos, para mantener esas armas, hombres y armadas con plena capacidad operativa.

Sus versificaciones a la Invencible aparentan, junto a su callado trabajo de comi­sario de abastos, aportaciones gestuales y exteriorización del sentir y vivenciar de combatiente. Que se abren paso a la pluma en tanto cumplimenta un trabajo molesto y tardíamente pagado. Cervantes nunca tocará para provecho propio dinero del era­rio público. Sería para él tanto como traicionar a sus compañeros y camaradas. Cer-

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vantes se ilusionará por lo que cree de razón. Y luego sentirá el vencimiento de sus antiguos compañeros y de su patria. Él está junto a ellos en ambas "Canciones a la Armada", hablándoles y recordándolos. Sólo fijando su pensamiento en lo que pre­sume justo y cree verdadero. Recuerdos cuando no malos presagios, pero sí nostal­gias, le asaltarán al enterarse de la muerte del Marqués de Santa Cruz antes de zarpar la flota. Con todo ésta es la misma Escuadra. Y no sabrá hasta más tarde la mala preparación y desgobierno de Medina Sídonia, ni puede suponer que los ele­mentos atmosféricos a una empresa guerrera en cuya base está la defensa de su reli­gión le sean contrarios.

Mucho más tarde Medina Sidonia, "el rey de los atunes", tendrá su canto cervan­tino. Mezcla de ironía y desprecio hacia la persona ducal y sus soldadotes compañe­ros de opereta, compañías de apariencia. No, aquellos de ] 596 no son sus compañeros ni sus camaradas, ni sus amigos, solo fantoches emplumados que hie­ren al viejo soldado Cervantes. Las canciones a la Armada Invencible, están dirigi­das a otros soldados. A esos, sus verdaderos compañeros de los tercios viejos, embarcados en la aventura marítima hacia Inglaterra. Cervantes entrega lo que tie­ne, su trabajo y su pluma. Luego ya más tarde, la realidad se impone, pero como viejo soldado, más que la derrota, lo que verá es un revés militar con retirada. La derrota es sólo eso, un retirarse para realizar un segundo asalto definitivo. Con todo él, soldado de tercios no puede en él ahora enfrentarse, desde el ayer de su juventud, con su presencia. Hay sensación de impotencia personal

Desde aquel 1588 hasta la muerte de Felipe II en 1598, se han formado otras flo­tas, aunque no se creerá oportuno aquello. Las circunstancias y necesidades varían. A la parsimonia de Felipe n, se le unen otros problemas que reclaman la atención de un monarca, que no sentía antipatía ni menosprecio por Inglaterra. Él mismo fue por matrimonio con María Tudor, rey consorte de aquella corona en 1554. Los tiempos y la historia siguen su curso, cambian las políticas. Cervantes no, sólo se adapta. La realidad como en Don Quijote es derrotada, el ideal no es abatido.

Pero volvamos atrás. Las dos versificaciones cervaminas a la Invencible son sin lugar a dudas dos ramas de un mismo tronco. Por partes, una primera induce al lec­tor a pensar en el cántico del soldado antes de entrar en la lucha. Y la segunda, la preparación para el segundo encuentro de ese mismo soldado rechazado en el pri­mer asalto. Si la primera es una arenga, el segundo poema está preñado por el deseo cervantino de personificación en el futuro teatro operativo de la guerra.

En la primera composición, Cervantes citará a España por tres veces por su nombre: otra vez la denominará como madre y otra ocasión la adjetiva de viuda. Con claridad nos transmite su concepción de España, asimilándola a una mujer, que unos caballeros enquijotados deben defender por la ley de la razón. En su segunda

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canción, denominará por su nombre dos veces a España, en otra ocasión nuevamen­te elegirá el término de madre y por último recurre a dos símbolos arquetípicos zoo­mórficos (toro -león), para referirse a la fuerza armada de su nación. No es éste el lugar de hacer interpretaciones psicodinámicas ni aún simbólicas. Conceptualmente para Cervantes, España es un universo que sigue manteniéndose fuerte.

Como hemos venido comentando, Cervantes es un hombre de acción del siglo XVI, con un constante movimiento proyectivo. Es casi, y ese casi se nos hace reali­dad, espíritu y proyecto del sentir nacional del siglo en que nace. En ocasiones se le vislumbra tan apegado al sentimiento vivencial de su tierra que él mismo y sus per­sonajes representan esa tierra que pisa.

El Quijote, es un cómo fue, cómo quiso ser y cómo es el ahora del propio Cer­vantes. Pero además en Cervantes late lo universal del pensamiento humano, capaz de trascender. De él, de ese pensamiento recoge y hace conscientes como arqueti­pos, los protoarquetipos que pertenecían al subconsciente colectivo de la humani­dad. No solo así es su propia tierra, sino que se mimetiza, como lo hacen sus personajes con el pensamiento universal. Cuando Cervantes se para a reflexionar, cuando se cierra sobre sí mismo aparece el Quijote, antes no.

Muere Felipe JI en 1598, el ánimo nacional se ralentiza, esto lo introyecta Cer­vantes. No se ha podido cumplir el todo y quizás haya que retornar a las partes. Los proyectos se olvidan y hay que volver a la defensiva y al mantenimiento histórico. Se debe retomar el camino. Otro rey y otra generación pasan por las puertas de la historia con otro pulso. Y aún permaneciendo la España con la amplitud de las Es­pañas en plural, España empieza a concretizarse a la España en singular. A España le perteneció el pasado, vive un dubitativo presente yen próximos futuros aparecerá el fantasma de la autodispersión. Veinticinco años después de acabada la segunda parte del Quijote, concretamente en 1640, la España se rompe. Ya la autodispersión se presume por falta de destinos conjugados interpeninsulares. Volvemos a 1598, la generación a la que pertenece Cervantes se avejenta o desaparece. Y con ella el quehacer común. La historia enseña por repetición; puntos fijos causan problemas repetidos que demandan soluciones definitivas, aunque las más veces imposibles. Jano deberá ser el dios que rija la historia. Y por esto no nos debe extrañar que el futurizar histórico sea sólo mirar hacia atrás. Cervantes mira hacia atrás y encuentra frente a sí un futuro que sólo puede ser capaz de superar a través de una parodia de­presiva y loca. Es más. la alegría despreocupada en la nación de Felipe III es la ale­gría compensadora a la desilusión nacional. Trescientos años más tarde otro 98 reflejará semejanzas de este primer 98.

Nos hemos aproximado a Cervantes y con él a su criatura Don Quijote, también y en conjunción nos acercamos de forma conjunta a la endogenuidad de un pueblo.

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Cervantes en 1597 pisa los cincuenta años y su hidalgo, ya pensamiento naciente, frisa curiosamente también esos años. Un año después de estas coincidencias acaba la España del Rey Felipe, y con su muerte no sólo termina una etapa histórica, sino que aquellos que participaron en el proyecto de destino español y felipista, se oscu­recen y se devilitalizan con la muerte de un segundo rey promotor de movimiento continuo de proyección peninsular. La acción de un pueblo disperso y agotado se lentifica, y España parece encerrarse en sus casillas. como Cervantes mismo parece hacerlo. Todo se mantiene, pero la curva de Gauss de la historia se muestra inexora­ble.

Cervantes va dándose cuenta, porque su milicia se va mostrando desarrapada y deteriorada, no es lo que él quiso y soñó tiempo atrás. Ahora esa milicia, como de­cíamos, no es aquella aunque sea la misma, tiene más andrajos que antes. Hay un disgusto íntimo en él y en su entorno. Parece como si su sensibilidad psicosomática reflejase la sociedad barroca. Su Quijote será una lágrima y una sonrisa. Las denun­cias cervantinas expresión de quejas verídicas de una nación en solfa de humor. Porque ese pueblo, como tal, es un organismo vivo, formado por múltiples células; tantas como individuos. Con capacidad, este ente mu lticelular, de enfermar y pre­sentar patologías eminentemente sociales. Y esta sociedad se muestra con tintes de­presivo-melancólicos, más vivenciables por indiVIduos como Cervantes, de capacidad captativa sensitivo-psicológica, con independencia de pensamiento, capa­ces de tomar distancia y objetivar conjuntos. Y ese pueblo ¿cómo ha vivido antes y después del 98? Ya antes de 1598, se trasluce un deterioro de la nación que se acen­tuará con la enfermedad de Felipe n. Rey este poco conocido de tendencias obsesi­vas, difícilmente por lo mismo coincidentes con las injusticias, por esa misma rigidez dI' conciencia. Esta misma tendencia de modo subliminar se comunica a la nación que rige. Con su desaparición se abre paso una aparente liberación del ego yoico popular, al expansionarse fuerzas psíquicas, hasta entonces -mal que bién­centradas en defenderse del ello instintivador, pero a su vez constreñido en las limi­taciones impuestas por el alter ego de Felipe n y su época. Pese a todo no hay catar­sis por ruptura con el pasado. Éste pesará en el ánimo ele la nación.

La necesariedad de hegemonía católica y la creencia como necesidad imprescin­dible de España para Europa, propugnadas por Felipe [l, aún con frutos a largo pla­zo, van quedándose desfasadas. España bajo esa conceptualidad social, política y religiosa, se ha impuesto a sí misma precios excesivos y ha embargado su desarro­llo económico nacional. Todo sigue cambiando y la España del XVI, entraba por la puerta del 98 en el siglo XVII. Las Españas vuelven la vista a España y España a Castilla.

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III: LA SOCIOPSICOLOGÍA QUE DEJA CERVANTES.

¿Qué hace Cervantes?: Inventa el Quijote. Y es precisamente en el Quijote, don­de se deja ver la nostalgia. Encerrado Cervantes en su ingenio aparece la imaginati­va nacional. Así se evade Cervantes, con la creación de un viejo soldado idealista. Caballero militante cuyo ideal cristiano hace guiños al futuro entre la moria eras­mista y la locura caballeresca, a un imposible idealizado.

Ya no existe la "edad de oro" y habrá que limitarse. Pero lo que no se le puede limitar ni a España ni a Cervantes, es la vena literaria. De aquí que se asemeje un 98 a otro 98, en puras coincidencias. Cervantes a la postre, con el correr del tiempo, siente la sociedad, la ve y palpa. No nos importa la realidad y su sola motivación in­traconsciente personal, sino la conjunción de ella con la motivación del inconscien­te colectivo nacional que influye en Cervantes. De aquí que Don Quijote se "sanchifica" cuando Sancho se "quijotiza" en el avance de la novela. Son dos fuer­zas estos personajes, en apariencia contrarias, y de aquí su atracción. Pero solamen­te antogónicas en apariencia, ya que ambas, Don Quijote y Sancho, se complementan dejando en medio al yo cervantino. Cervantes descubre su yo, y la representación del ello y el superyo, en sus personajes de ficción son el ser comple­to cervantino. El Quijote es así la catarsis de Cervantes.

¿Qué puede seguir haciendo Cervantes?: Imaginar a Don Quijote deprimido y delirante, para que con el delirio de su personaje, se evite la muerte de modo mo­mentáneo tanto quijotesca como cervantina, ante la incomprensión de un mundo, que ya no es de ninguno de los dos. Rercordemos que en ambas partes, tanto en la terminación de aquella primera, como en esta segunda tiene presencia obligada la muerte. En la primera parte se nos recuerda que hay otras aventuras que están por escribir, pero ya el ilustre Quijano había muerto. ¿Y que es la vida caballeresca, que conlleva Don Quijote, sino un gesto suicida?

Los libros de caballerías dejan primero ellos de tener objetivos para los lectores. Posteriormente los lectores dejan de tener a su vez motivación caballeresca. Y aun­que ésta se mantenga en algunos como en el propio Cervantes, ya no será la misma, porque ya no puede ser la misma. La caballería del ayer, para sobrevivir a la poste­ridad, se convierte en seria caricatura en Don Quijote, por el mimo gestual de Cer­vantes, que la hace verdadera, pero loca absurda, trasnochada y a la postre, paradigma de parodia. El ideal caballeresco se vuelve paradójico y anticuado y al hilo de él, también Cervantes. Muchas dudas parecen afectar al autor al comienzo de su obra, en la primera pm1e del Quijote. Dudas que desaparecen en esa segunda de ]615.

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Cervantes sublima las verdades, arquetipos universales, para dos generaciones. El Quijote de 1605 ha sido concebido para el siglo XVI y el del 1615, es puro siglo XVII, puesto ya su autor más que a caballo, con el pie en el estribo de la muerte. Por lo mismo es la muerte, la que se interpone entre Cervantes y Don Quijote, abra­zando a ambos con diferencia cronológica de meses. La genialidad está precisamen­te en describir dos arquetipos, que permanecían en el inconsciente colectivo de la humanidad.

A pesar de que Cervantes utilice con sus dos personajes principales un juego bi­fronte de alabanza y vapuleo, no quita que estos hagan suyo al mismo Cervantes. El que crea a Don Quijote, va fundiéndose con él y termina escuchando a su creación. y aquel sentido jocoso y alegre que deseó transmitir al libro, resulta que conlleva una fina melancolía en su fondo al desmenuzar la obra. Estudiosos, lectores y co­mentaristas captaron esta sensación y sentido en el Quijote. Cosa que desde la psi­copatología, se le da el nombre de "irradiación afectiva". Esta sensación es la transmitida al observador, en este nuestro caso, por el cuadro depresión-tristeza-de­sencanto cervantino.

Ya estudiamos en otra ocasión (Congreso de Mallorca, 1997) las causas perso­nales, reactivas, endógenas y caracteriales patentes en el biograma psíquico de Cer­vantes. A aquellas unimos hoy, la etiología ambiental de la nación, transmitida al viejo escritor. Es mejor reír que sufrir. Y bajo este disfraz, sale a escena Don Quijo­te y Miguel de Cervantes.

De la versificación cervantina en 1596, a la entrada del Duque de Medina Sido­nia en Cádiz, son estos fragmentos: " ... y , al cabo sin ningún recelo / triunfante en­tró el gran duque de Medina ... ". Como también son fragmentos de Cervantes los dichos en 1598 ante el túmulo de Felipe 11: " ... esto oyó un valentón y dijo: Es cier­to / lo que dice voacé, seor soldado / y quien dijere lo contrario miente ... "

Entre ambas versificaciones corre un año largo, en el cual Cervantes cumple sus cincuenta años, y debe ingresar en la cárcel de Sevilla. Edad y cárcel se unen para algo más. ¿Qué puede pensar Cervantes?: Mirar hacia el pasado y recordar, obser­var el futuro y parodiar. ¿Ya quién parodiar? A sí mismo. El Quijote es la parodia de otro quijote con minúsculas, llamado en vida Miguel de Cervantes, y además se dice Saavedra. Y que bajo el seudónimo de Cide Hamete Benengeli, escribe un li­bro. Por esto debe morir Don Quijote y permanecer Sancho, este último como fruto de una sociedad demasiado materialista, sensual y real. Ahora casi vuelta de espal­das y despreocupada, como lo hace su Rey Felipe HI, para precisamente evitar preocuparse del futuro. Pese a todo sus escritores no tienen mordaza, pero tienen que VIVIr.

Claro está: aquí no ocurre nada. La vida sigue como siempre y la sociedad se

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cielTa sobre sí misma. Y sólo por esto cualquier valentón, sin mirar al futuro, podrá decimos, de ese futuro nacional, como comenta Cervantes: " ... y luego en continente I caló el chapeo, requirió la espada, I miró de soslayo, fuese, y no hubo nada ... ": Dos frases conceptos o dos conceptos frases de la parodia a la española, saltan al papel de un 98 a otro 98; "me da la gana" y "no importa", por aquello de "Santiago y cielTa España".

BIBLIOGRAFÍA PREFERENTE

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