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Cervantes ludens: José González Estrada y sus laberínticos sueños poéticos VíCTOR INFANTES Universidad Complutense. Madrid 1. A MODO DE PRESENTACIÓN S E ABORDARÁ EN ESTA COMUNICACIÓN la figura del poeta José González Estrada (1801-1883), afamado autor en su época de laberintos, pentacrósticos y demás poesía geométri- ca y matemática, que dedicó su existencia literaria a ofrecer a sus aguerridos lectores y estupefactos enemigos un sinfín de poemas gráficos de inusitada y variopinta complicación y de no menos nociva y réproba calidad. Iluminado con el des- cubrimiento de su «Literatura de nueva invencióm>, como él mismo gustaba denominarla, sembró de encendidas mues- tras de su figurativo ingenio la poesía española de su momen- to, atacado por una desmesurada facilidad para componer poemas de extremada dificultad con los que retaba a los demás vates, escritores y gacetilleros, y con especial obsesión en competir contra los excelentísimos académicos de la Len- gua Española. El «inofensivo maníaco», como le denomina- ra un eximio crítico, basó todo su sustento retórico en la figura del inmortal Príncipe de los Ingenios (pro )poniéndo- le como modelo de sus rebuscadas composiciones y dedi- cándole cuantos juicios y opiniones le convenían para sus alucinados empeños. Como «desviación lúdica» del entendi- miento cervantino, pocos autores han logrado superar con

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Cervantes ludens: José González Estrada

y sus laberínticos sueños poéticos

VíCTOR INFANTES

Universidad Complutense. Madrid

1. A MODO DE PRESENTACIÓN

SE ABORDARÁ EN ESTA COMUNICACIÓN la figura del poeta José González Estrada (1801-1883), afamado autor en su

época de laberintos, pentacrósticos y demás poesía geométri­ca y matemática, que dedicó su existencia literaria a ofrecer a sus aguerridos lectores y estupefactos enemigos un sinfín de poemas gráficos de inusitada y variopinta complicación y de no menos nociva y réproba calidad. Iluminado con el des­cubrimiento de su «Literatura de nueva invencióm>, como él mismo gustaba denominarla, sembró de encendidas mues­tras de su figurativo ingenio la poesía española de su momen­to, atacado por una desmesurada facilidad para componer poemas de extremada dificultad con los que retaba a los demás vates, escritores y gacetilleros, y con especial obsesión en competir contra los excelentísimos académicos de la Len­gua Española. El «inofensivo maníaco», como le denomina­ra un eximio crítico, basó todo su sustento retórico en la figura del inmortal Príncipe de los Ingenios (pro )poniéndo­le como modelo de sus rebuscadas composiciones y dedi­cándole cuantos juicios y opiniones le convenían para sus alucinados empeños. Como «desviación lúdica» del entendi­miento cervantino, pocos autores han logrado superar con

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VíCTOR INFA~TES

mayor cualidad (y cantidad) el sentido exacto del adjetivo de nuestro Convivio l.

2. UNA VIDA SIN BIOGRAFÍA

Hora es entonces de decir con quién nos las tenermos que ver. Del sujeto que motiva nuestras disquisiciones no queda una biografía medianamente pergeñada como Dios manda a los críticos que se precien 2. Ni huellas en los manuales ni citas en casi ningún diccionario, tan sólo algún aguerrido recopilador dedicado a los catastros literarios, especie hoy en franco retroceso, ha dejado alguna línea que recuerda para la posteridad siquiera su nombre y su ciuda­danía; y ello extraña, pues el amigo que ahora nos ocupa tuvo en los momentos de su más acendrada producción poética una merecida fama en los cenáculos y tertulias de la Corte, no exenta, eso también, de un reconocido temor por su simple presencia en los corrillos. Es otro caso más, entre tantos casos por resolver todavía de la historia de la crimi­nalidad literaria, en que la ficha bibliográfica de sus nume­rosas detenciones editoriales no certifica la aureola de gue­rrillero cultural que se perpetuó en la memoria oral de las gentes; en fin, rindámosle siquiera un efímero recuerdo por las muchas afecciones que le causó la enfermedad de la poesía 3,

Los escasos datos que resumimos nos llegan entre las páginas de un vademecum de periodistas y lo poco que él mismo dejó caer en alguno de sus escritos 4, bien escaso por

1 Se trata, tan sólo, del resumen obligado de este Convivio, que queda aquí a modo de abstraet y de declaración (no hostil) de intenciones.

2 Adelanto que el único trabajo de conjunto, y por tanto a partir de ahora, de cita obligada es el de VíCTOR INFANTES, «José González Estrada o las peripecias (biblio-gráfico)literaias de un poeta laberíntico», en Es/udios sobre Literatura F.spañola de los siglos xIXy XX. Homenaje a Juan Maria Diez Taboada, Madrid: CSIC, '998, pp. 260-272; antes, sólo se interesó por su figura, aunque centrado en la aventura literaria de El Pistón, JAVIER RlJIz, «Laberintos y pentacrósticos de El Pistóm), Poesía, " 1978, pp. 11 5 -1 22.

3 No queremos recordar el libro de ROLDÁN CORTÉS, Influencia de la Litera/ura Moderna en las Enfermedades Men/ales, Madrid: Editorial Gráfica Española, '915; especialmente, el primer epígrafe: «Literatura y psicopatía», que luego falta en el Ebro, aunque en cualquier caso, por causaS retroactivas.

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cierto para sus delirios de grandeza. Nació en los madriles en 1801 y se ganaba el sustento como tirador de oro, áurea pro­fesión donde las haya, en especial para alguien que quería conquistar sueños dorados con las letras, y debió participar en su juventud, como recluta de leva o de remplazo, en algu­na contienda militar por los años de 1820 a 1823, es decir, cuando la sublevación de Cabezas de San Juan y las campa­ñas contra el Duque de Angulema, alIado, eso siempre, del general Rafael de Riego a quien años después recordará y honrará con textos encomiásticos y sinceros. Quizá de su participación en aquellos sucesos guardará de por vida una decidida vocación política liberal, que no esconderá ni en los peores momentos de los vaivenes sociales del siglo que le tocó vivir. En el parnaso de las letras no aparece su nombre hasta los primeros años cincuenta, cuando nuestro vate, recordamos, andaba ya cumplido el medio siglo; quizá esta tardía vocación por el numen de la poesía tuviera unos efec­tos de senilidad creativa que explique sus desmanes literarios o, simplemente, hizo bueno el refrán de «a la vejez viruelas» y el sarpullido metafórico le allegó sin cauterizar a las mismí­simas meninges algo ya deterioradas. Sea como fuere, desde los inicios del medio siglo comenzó una andadura literaria que le duró hasta finales del decenio siguiente, pues a partir de los años setenta no conocemos publicaciones ni recuerdos del meteoro literario de González Estrada. Abandonó sus ediciones, de las que luego hablaremos, se retiró de sus acti-

4 El repertorio es el de MANUEL OSSORIO y BERNARD, Ens'?}o de un Catálogo de periodistas españoles del siglo XIX, Madrid, Impr. Julián Palacios, 19°3-19°4, p. 180; pues poco más añaden LUIS BALLESTEROS ROBLES, Dic­cionario biográfico matritense, Madrid, Impr. Municipal, '912, p. 274; JULIO CEJADOR y FRAUCA, Historia de la lenguay literatura castellana comprendidos los autores hispano-americanos (Primer periodo de la época realista: rSJo-r86J j, Madrid, Tip. dela Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos, '918, VIII, p. 370 Y p. 372; JOSF. M.· DE COSSío, Cincuenta años de poesía española (I8Jo­IJOO j, Madrid, Espasa-Calpe, 1960, n, p. '362; pero no dentro del cuerpo de su importante trabajo, sino en la «Nómina incompleta de escritores que publicaron versos durante el período que estudia este libro», n, pp. 1343-1389, que cierra los volúmenes o el Índice Biográfico de España, Portugal e lbe­roamérica, Munich, K. G. Saur, 1995, 2." ed., n, p. 1377. recoge su nombre como «escritor y periodista», todos siguen a Ossorio y Bernard y Balleste­ros. De los datos aportados por él mismo nos ocuparemos más tarde y seña­laremos las procedencias.

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vidades públicas como agitador y gacetillero y se recluyó en el olvido inmediato que el desagradecido público concede a los efímeros fenómenos como el suyo. Nada sabemos de sus últimos años, a buen seguro recordando los tiempos de la gloria, pues en 1878, viejo y cansado con la edad de «setenta y siete años», escribe un memorial, al mismo modo que el más temerario de los soldados literarios del Siglo de Oro, a su «Real Magestad el Rey Don Alfonso Doce» solicitándole socorro y ayuda porque «el esponente sufre muchas priva­ciones, por falta de recursos» 5.

Lejos quedaban el éxito de sus livianos periódicos com­bativos, los días de El Prisma (1860-1863), El Pistón (1864) y el Bigotazos (1868) 6; las impresiones de sus hojas volanderas reunidas con los desechos en un infolio titulado Poesías (1859-1863) y los volúmenes de El siglo poético (1861 y 1863), saldados a precio de papel en un kiosko de la Puerta del Sol. Debía añorar, especialmente, la enorme memoria de su figu­ra popular, como inquilino de una multitud que miraba sus desafueros poéticos con una insidiosa simpatía y una bené­vola curiosidad por imitarle, cuando una legión de adulado­res y compadres solicitaba al Gobierno que se le concediera una «cátedra» por sus méritos literarios; pues, como recuer­da el único crítico que ha dedicado una columna a nuestro personaje, su «influjo fue tan portentoso, que en tertulias y cafés, en Academias y teatros, las personas de buen humor trataban de emular las glorias de Estrada y se contaban por arrobas las composiciones que le remitían» 7. Murió en 1883, desde luego sin cátedra y sin ninguna pensión real. Dios le tenga en su biblioteca.

5 Se conserva en la Biblioteca Menéndez Pelayo de Santander con la sgnt.: M-984, son 6 hs. manuscritas más S hs. impresas, vid. el reciente Catá­logo-inventario de los manuscritos y papeles de la Biblioteca Menéndez Pelayo (segun­doparte), Santander, Sociedad Mcnéndcz Pelayo, 1994, n.o 235, p. 45; a él volveremos para algunas citas.

6 Vid., para esta labor, ElJG"NlO HARTZENBUSCH HIRIART, Apuntes para un Catálogo de periódicos madrileños desde el año de I66I hasta el I8';O, Madrid, Biblioteca Nacional, '973 r~ Madrid, Ollero & Ramos, 1993), p. 223, aun­que sólo sea de forma superficial; añádase, más detenidamente, V. Infantes, «José González Estrada», cit.

7 En M. OSSORlO, Ensayo, cit., p. 180.

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3. OPERA (DES)FIGURATA

Si su vida no dio para mucha biografía, a cambio, su obra sí llenó buena parte de las contiendas literarias de su época y su obcecación retórica, y que conste que utilizo el sustantivo con el respeto del más curtido baturro, produjo una conmo­ción en las románticas y realistas aguas de la poesía de sus contemporáneos. Su producción conservada no es especial­mente extensa, aunque, eso sí, a prueba de rastreo y de fiche­ro, pues ciertas publicaciones, por la singularidad tipográfi­ca de las mismas, son más dificiles de encontrar que la edición de 1604 del Quijote. Veamos lo que ha quedado de su baraún­da bibliográfica.

González Estrada era buen aficionado a la traicionera «hoja suelta», es decir, al simple folio o bifolio impreso por ambas caras, carente, por demás, de datos de edición y, casi siempre de año; que en ocasiones el poema o los poemas lle­ven una fecha no asegura que ésta sea la de impresión, aun­que parece lógico pensar que no deberían andar muy lejos. Estas hojas que publicaba sin cesar, por lo menos a partir de 1853, Y que con casi toda seguridad regalaba o acababan des­tinadas a ignominiosos cometidos, fueron las que más reco­nocimiento le otorgaron, por la rapidez de su edición y por su inmediato conocimiento; pero, también, son las que hoy no hay manera de catalogar, si uno tiene la suerte de encon­trar alguna. No obstante, el autor nos ahorró (en parte) esta tarea, pues hacia 1863 reunió las que consideraba más repre­sentativas, con toda probabilidad restos de ediciones amon­tonadas en el papelón de alguna imprenta y, por qué no, ree­diciones de las más celebradas, y las reunió a las bravas en un volumen misceláneo de variopinta y caótica constitución con el aséptico rótulo de Poesías 8. En ellas, y debido a su tamaño en folio (29 x 21 cm), podía desarrollar tipográfica-

8 De la complej idad editorial y catalográfica de estas publicaciones, y de las restantes, ya dimos huena cuenta en «J osé González Estrada», cit., y allí remitimos para quien guste de aclaraciones bibliográficas, por otro lado, todas las citas de textos o poemas incluidos en cualquiera de sus numerosas «hojas sueltas», las realizamm, por su simple nombre con la fecha, con la impunidad de remitir al trabajo citado, donde están localizados los ejempla­res correspondientes.

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mente a su gusto las complicadas composiciones de su musa; es en estos perecederos impresos donde se encuentra, iba a decir, pero no lo digo, la mejor poesía de González Estrada, o al menos la que a nosotros más nos interesa.

Publicó también dos volúmenes de poesía digamos tra­dicional bajo el cronológico enunciado de El siglo poético (1861) 9, compuestos de una variopinta antología de textos satíricos, elogiosos, festivos y costumbristas, dentro de (alguno de) los panoramas de la poesía de su tiempo y que para nuestros propósitos no interesan 10, con escasa presen­cia por tamaño y disposición tipográfica de la otra poesía de sus afanes. Salvo los poemas que plagaban sus gacetas, espe­cialmente en El Pistón, poco más dejó tras de sí la pluma del autor, perdido para la posteridad en el recuerdo oral, que le olvidó con premura una vez que dejó de editar sus peregrinas publicaciones. Escasa almoneda literaria, subastada sin ape­nas pujas a lo largo de su vida poética y saldada de baratillo en las manos de quienes no la conservaron.

Digamos ya lo que Gon7-ález Estrada se traía entre sus musas. A partir de una fecha imprecisa, pero en cualquier caso al poco de empezar a escribir poesía, es decir, en los años de mil ochocientos cincuenta y tantos, de repente, sin una causa confesada o aparente, le dio por la poesía figura­da ". No ha dejado escrita ninguna pista de esta revelación, justificaciones, por supuesto, muchas; pero está claro que en un momento determinado traspasa el código normativo de la poesía tradicional, aunque, ¡ojo!, sólo en lo relativo a su disposición gráfica (y consecuentemente tipográfica), pues suele mantener una emulsión estrófica bastante nor­mativa (sonetos, décimas, romances, etc.), y se lanza desa-

9 Remitimos, y repetimos, lo dicho en la nota anrerior, vid., por tanto, supra.

10 Vid., por ejemplo, MARTA PALENQUE, Auras,gritosy consljos. Poe­sía española (ISJO-1900J. Anta/ogia, Radajoz, Universidad de Extremadura, '99', de la que también añado la cita de su estudio complementario, E/poeta

y el burgués (Poesiay público ISJO-I900 J, Sevilla, Alfar, 1990.

11 No vamos a entrar en ningún problema terminológico, bien ajeno por cierto a nuestros intereses (de ahora), baste consultar, como (último) ejemplo, Victor Infantes, coord., Ínsula [Ver la poesía: la imagen gráfica del verso], 6°3-6°4, 1997, con suficiente «Bibliografía básica hasta el siglo XIX»

de Víctor Infantes y Ana Martínez, idem, p. J 3.

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foradamente en las complicaciones matemáticas y geomé­tricas de caligramas, laberintos, acrósticos, pentacrósticos y demás falange de las representaciones figuradas de la poe­sía visual. Fue, sin duda, un flechazo poético. Debió leer algún tratado, él menciona incluso con páginas precisas tan sólo a Juan Díaz Rengifo, aunque desde luego con esto ya tenía suficiente 12; ver algún poema, reconoce tan sólo los recogidos por el Arte poética; conocer alguna publicación ocasional; no lo sabemos, no andaban asequibles para alguien de estas cronologías las muestras antiguas de esta «poesía dificultosa» 13, pero algo le debió trastornar los ade­rezos de sus númenes, porque desde ese instante se dedicó en cuerpo y alma a los ejercicios literarios que a él le brin­daban enormes posibilidades, desconocidas, a cambio, para los demás mortales.

Ungido de un merecido caudillaje, sometido a una cons­tante y tortuosa educación acróstica y dedicado en alma, pluma y ábaco a su mesiánica tarea, alumbraba continuamen­te muestras (y monstruos) de complicadísima elaboración y no menos réproba calidad literaria. Sin la menor duda, hay que reconocer una meritoria labor de iniciático profeta de esta corriente figurativa, que no se (re)descubrirá de forma más o menos consecuente hasta la llegada de Apollinaire y las primeras vanguardias europeas. Este mérito de avezado explorador del amazonas poético de la «parola dipinta», no se le puede negar con justicia al madrileño, y más aún el enfer­vorizado clamor que sus apóstoles manifestaron revente-

12 Por la cita que hace de las páginas de Arte poética española de Díaz Rengifo, en La lira moder,na (1865), p. 2, se refiere a la edición de Barcelona: en la Imprenta de María Angela Martí, s. a., pero 1759; el influjo de esta obra es patente en muchos de los ensueños de González Estrada, calcando, en oca­siones, los ejemplos, caso de la famosa «Vandera dedicada a don Azpeytia, y Seoane, el día que recibió el grado de Doctor en Bolonia», encartada entre pp. 384-,85 en la edición de Barcelona, que González Estrada imita compo­niendo laforma con una extensa nómina de poetas en Origenyfllente de la poe­sía (1859), con el subtítulo de «Vuelve la bandera ... », p. 2. 1, Vid. de lo que se disponía en parecidas fechas en LEÓN M.· CAR­BONERO Y SOL Y NERÁS «<Teófilo Pallanzio, entre los Arcades de Roma»), Esfuerzos del ingenio literario, Madrid, Sucs. de Rivadeneyra, 1890; quien, por cierto, no incluye a nuestro autor en ninguno de los apartados (tampoco figura en las otras dos antologías típicas de este género, la de Agustín Aguilar y Tejera y la de Eduardo de Ory y Sevilla).

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mente hacia su mesías; incluso, la algarada popular de asom­bro y de conmiseración que levantó entre sus estupefactos lectores. El mismo crítico que antes citaba rememora esta fie­bre laberíntica del Madrid decimonónico que buscaba escri­bir en los periódicos de González Estrada: «Él animaba a unos, desengañaba a otros, repetía una y cien veces que no tenía espacio para complacer a todos y que la tipografía no se prestaba a reproducir composiciones en forma de jarrones pompeyanos o de bailarinas andaluzas» (¡habría que haber visto estas pérdidas tan elocuentes de nuestra poesía patria!), y termina con esta incomprobable premonición: «¡Quién sabe si muchas celebridades de hoy [y está escribiendo para el lector de comienzos del siglo xx] no tendrán que acusarse de haber fomentado en 1864 la pacífica e inocente monomanía del cordonero! 14.

Su fama, la proliferación de sus composiciones y el con­vencimiento a ultranza de que ésta era la verdadera forma de la poesía, transmutada en ciencia exacta y verificable, le lle­varon a retar a los señores académicos, en especial a Hartzen­busch con quien mantuvo una virulenta polémica en las páginas de El Pistón, a la sazón en aquel momento Director de la Biblioteca Nacional, pero también a Ferrer del Río y algunos otros, y en general a casi todos los poetas de la Corte, dado que «la poesía sencilla sólo en cualquier objeto es una vulgaridad». Tuvo, también, sus encendidos admiradores, arrastrados a la epidemia gráfica de componer poesía con el ábaco para la métrica y el tiralíneas para la estrofa, y la tole­rancia benévola, más conmiseración y ganas de no entrar en batallas (perdidas) que otra cosa, de ciertos literatos de renombre y condición: el Duque de Rivas, Campoamor, la Coronado, Mesoneros, etc., que se apresuraban a declarar que no hacía falta que ellos compusieran este tipo de poesía, pues dejaban al propio González Estrada el honor de mante­ner bien alta la encendida llama laberíntica.

Aportó el poeta en contadas ocasiones algún sustento retórico sobre la validez de sus logros, casi siempre vagueda­des de rala erudición, abusando en especial de la callada res­puesta de Alfonso X y, más tarde como ya veremos, del

14 En M. OSSORIO, Ensayo, cit., p. 180.

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ausente don Miguel de Cervantes, sugiriendo con una cons­tancia a prueba del menor desánimo que esta forma de com­poner era la única posible, en especial por su dificultad, y por prevenir los plagios, pues como aviso declara en una oca­sión, que esto se puede evitar: «formando cruces y entrela­zando en renglones trasversales su nombre y apellidos» 15.

Claro está, que para González Estrada la poesía, desde esta cerril obsesión, no era más que la resolución de un problema matemático, lingüístico y geométrico que se podía despachar a base de mucha constancia y escasa inspiración. En el memo­rial antes mencionado, titulado Literatura de nueva invención, y creemos que testamento de últimas voluntades de nuestro poeta, llega incluso a firmar «que esta poesía da algo que dis­currir y es muy veneficiosa para la jubentud estudiosa, pues abre alas a la inteligencia, y los más felices en el estudio; con­siguen el inbento de cualquier fabricación, o imaginaria útil, que dé prosperidad al país: ¿si esto se consigue, nuestra corte Española; figurará de las primeras de Europa? ha imitación de París y otras muchas cortes» 16.

Sus deseos quedaron en sus sueños manuscritos, pero algunos años antes, en medio de la refriega acróstico-laberín­tica en que le metieron sus anhelos poéticos, tuvo otra apari­ción más tardía que la del monarca castellano, pues el propio don Miguel de Cervantes Saavedra se le debió aparecer en alguna pesadilla caligramática hacia la primavera del ventu­roso año de 1861.

4. LA ENSOÑACIÓN CERVANTINA

Pido disculpas por retardar el momento de la justifica­ción de mi presencia en este «Convivio», pues más de uno se estará preguntando qué hace un cuerdo como yo en un mani­comio como éste, pero toda (callada) espera es signo de sabi­duría y quien ha tenido la paciencia de llegar hasta aquí, va a tener su merecida recompensa; aunque ya sabemos, al final nadie es dichoso y nada cs dicho a gusto de todos.

15 En El mundo poético (1861), p. 5. 16 En el memorial mencionado, fol. IV-H.

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El23 de abril de 1861 la Real Academia Española celebró el aniversario de las honras fúnebres de Miguel de Cervantes en la iglesia de las Trinitarias de Madrid, pero quizá a dife­rencia de los años siguientes en que puntualmente editaba la «Oración fúnebre» correspondiente a cargo de un académi­co, este glorioso 250 aniversario no la realizó 17; González Estrada, zaherido por el olvidado despecho académico, no se hizo esperar e imprimió a sus expensas cuatro mil ejemplares de un homenaje acróstico/poético como particular memoria por «el alma del ilustre Cervantes» 18. Quizá ese día, o mejor esa noche, se le apareció don Miguel para agradecerle su pre­sente y tuvieron una conversación de la que no ha quedado testimonio escrito (ni tampoco oral o visual), o el propio Cervantes, por salir del paso, animó vehemente los sueños figurados de su poesía, o González Estrada, conmovido, asumió la ensoñación como verdadera; el caso fue, que si hasta entonces su modelo literario había sido el antiguo e ilustrado monarca, desde ese instante, cambió de tercio, asu­mió que toda la obra cervantina era el modelo y el dogma revelado donde mirar e imitar sus delirios y pasó a llamarse, sin vacilación, «El imitador de Cervantes».

A partir de ese (supuesto) instante encontró el ansiado refugio y asidero donde justificar sus devaneos matemático­geométricos y parece que no cejó ya de adoctrinarse en ellos con ciega fe de creyente iluminado, de proclamarlo a sus parroquianos y lo peor de todo, de coger la pluma y escribir­los. El ansiado evangelio de su cruzada tenía por fin el espe­rado caudillo y en su nombre podía salir a conquistar a los infieles poetastros de la Corte. Las declaraciones encomiásti­cas no se dejaron esperar.

«El acróstico fue invención del rey Alfonso el Sabio a la Religión. Cervantes le mejoró, y en los siglos pasados, los

17 Yo al menos no la he encontardo todavía, si es que se pronunció alguna ese fatídico 23 de abril de 1861 que diera con sus palabras en las pren­sas; en cualquier caso, falta en el muy completo Discurso acerca de las obras publicadas por la Real Academia Española (Madrid: Tip. de la «Revista de Archivos», 1928) por Emilio CotareJo y Mori, Secretario entonces de la ins­titución y que a buen seguro no se le hubiera pasado tan significativo impre­so, vid., las de los años siguientes, en pp. 71-73.

18 Así lo declara en el memorial [p. 1], adjuntando dos ejemplares impresos al manuscrito.

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sucesores de Cervantes le perfecionaron en lo posible ... )), comentaba en el «PrólogO)) de El siglo poético 19; dos años des­pués no sólo lo había mejorado, sino que su obra toda era el espejo y el modelo de esta literatura 20: «Esta poesía de com­plicación laberíntica no está al alcance de todas las inteligen­cias, por la circustancia de que en este siglo los- seres de la Real Academia Española y los encargados de las cátedras de poética; no están dotados de luz poética, ingeniosa de talen­to de invención: al menos imitando al inmortal Cervantes [en cursiva en el original], manantial ingenioso sin igual, gloria de España, que con su fiel inspiración; nos ilustró y nos dejó una guía científica, para que sus sucesores engrandecieran la literatura. [Sigue] Debido a las luces de Cervantes [de nuevo en cursiva], en los tres siglos últimos pasados, hemos tenido esos ilustres escritores, emínentes científicos, Lope de Vega [también en cursiva] y sus precoces, esclarecidos contempo­ráneos y sucesores, que con su feliz inspiración desterraron e hicieron despreciables todos aquellos libros de caballería difusos y fatalísimos. Gloria a los altos buelos de Cervantes y sus sucesores dignísimos del veneplácito universal; pues nos han ilustrado con sus felices textos y particularmente con las poesías de complicación laberíntica, que son los acrósticos y pentacrósticos)).

Juicios y opiniones como las presentes vertía González Estrada en muchos de sus encendidos escritos para funda­mentar su causa. Ni que decir tiene que Cervantes no cultivó esta poesía y que las extravagancias de los poemas figurados pasaron como fuegos de cohetes por sus entornos literarios, sin recalar entre los versos que compusiera. También vinie­ron los poemas laudatorios, donde González Estrada esforzó la musa para honrar al maestro y acudió a toda su artillería acróstica y tipográfica dando alas al artificio más desaforado. Alguna muestra acompaña estas páginas 21 y, en ellas, los

19 En pp. 28-29. 20 En La lira moderna (1863), p. 2. 21 Si los (beneméritos) editores de estas Actas tuvieran a bien conce­

derme su inclusión, las podrán ver todos los interesados; sea o no así, las citas bibliográficas de mis intenciones quedan en la nota. La cruz yel soneto se incluyen en Honrasjiínebres (1861), p. ,; el otro poema es de A[delardo]. López Ayala, de quien no es frecuente leer estas vistosidades figurativas, y apareció en El Pistón, como (doble) homenaje a González Estrada y al pro-

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HONRAS FUNEBRFS) hoy 23 de Abril de 1861, en el convento de Religiosas Trinitarias de esta córte, por aniversario del Príncipe de los ingenios, D. Miguel de Cervantes Saavedra, en donde yace sepultado.

Dedica este justo tribut.o su imitador !J~s)~ ~m~ ~~t!)~Q

Cruz de Caravaca, dedicada al inmortal esclarecido prlncipe tlt! los poelas

D. MIGUEL DE CERVANIm SAA VEDRA.

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CERVANTFS LUDENS 323

ESTRACTO DE LA VIDA DE MIGUEL DE CERVANTES SAAVEDRA.

EN REDONDILLAS EN DECASILABO.

ACRÓSTICO. r.ervantes en su edad juvenil t":stuvo en distintas batallas; !::lechazando fuerte y varonil. <aluntaria contra los canallas. >dalid siempre contra los moros ~olable fuerte y buen guerrero; >-:3remendo tiroteo de mil modos, t?:ln un combate cayó prisionero. UJalió de cautivo á los mares iS:uy triste en galera remando; ctil si aunque con mil pesares, !::labioso contra el moro armado. ....... deó él al verse en la mar, ::::bservó en las aguas de Lepanlo, "oronto vió el modo de escapar, Orgulloso brincó, mas quedó manco. l:l:1ien se batió como español ::x::evolcando á los tigres moros; t>:ln la lucha puro como el Sol, cnaltó bravo, sudando á chorros. -ngenioso volvió á la córte ~otable principió á escribir; '"t:lronto vió á un rival Quijote, ::x::abioso que le llegó argüir. Ogro mónstruo, le llamó Cervantes, >-:3 U , que es lo que sabes monote; t?:ln razon no digas disparates, C':loplero de pistos de guisote. C':lontestó audaz el literato _dea tengo mas que tú Cervantes; oriundo soy sin aparato; 'Zoble con lira de eoneert:mtes.

l':ll gran Cervantes le manifestó, u.abes lo que eres tú farfulla, ....,u copias y mucho le contestó !::lamplon y no metas tanta bulla. >1 fin 105 d03 se incomodaron ciciéndose muchas tonterías; >tufados los dos se marcharon, >-3ronaron cantando las folías, >fluente Cervantes con ardid ragró al fin ser alcabalero; <ino tal vez á cometer desliz, t":l pobre sufrió en un encierro. Nel050 un tal Quijada loco Ule sulfuró diciendo disparates, l':ll hidalgo Quijada por poco, ::oedució á prision a Cervantes, >Uí en Argamasilla cautivo -nventó escribir el Quijote; Q,acioso, salirico. festivo. dranO contra Quijada el zote. >1 fin Cervantes con su talento t"'ogró vengarse del tal Quijada; '"t:loniéndole como indiscreto, odioso hidalgo de la nada. ::Oesuenen las luces de Cervantes rooe al gran escritor lanreado; ol'acion á sus sátiras picantes. <irluoso vivió desgraciado. -lustre de Alealá cual homhro Ulahio con vigilia angustiada; >-:3odos dicen que murió pobre. Orando por ti esta Estrada.

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324 VíCTOR ¡¡.;FANTES

lectores notarán, a buen seguro, que si la complicación poé­tica es digna del más avezado crucigramista y que resulta algo así como la plasmación impresa de un delirio papiroflé­xico, la musa no acompaña como debiera al decidido empeño del poeta, obsesionado con casar a la cureña tanta consonan­te desvalida en demanda del obligado sustantivo.

Escribió bastantes, con aplicada afectación y hondo con­vencimiento. Llegó, incluso a un «Estracto de la vida de Miguel de Cervantes Saavedra, en redondillas en decasíla­bo», por supuesto con un «acrósticO» inicial que rezaba esta leyenda, en donde separamos las palabras para su cabal entendimiento: «CERVANTES MURIÓ POBRE SIN PROTECCIÓN ESTRADA TAL VEZ SERÁ IGUAL POR LO VISTO» 22; los versos mal aguantan una (única y bien dolorosa) lectura, que se va olvidando a medida que se progresa en las fatídicas y diez­madas redondillas, pero sus dotes proféticas no se las puede negar nadie. (No queda constancia fehaciente de que fuera conocido por Astrana Marín, que tal vez le hubiera aportado algún que otro devaneo documental.)

Al final de sus días, cuando apela al Rey en el memorial citado solicitando un «premio de invención, que no ha podi­do conseguir ningún catedrático; de retórica y poética, hasta que el consejo de institución pública; dilucide el mérito de esta nueva ciencia», parece haber remitido esta efervescencia cervantina, que no la febril composición de laberintos 2l.

Olvidados los días de gloria, la «nueva ciencia» no parece que sirviera de mucho y la comparación que en su momento hiciera de la poesía laberíntica con los «ferro-carriles, los telé­grafos, la locomotora ... » 2 4 , no logró la utilidad práctica que su autor anhelaba. Descanse en paz, en el parnaso de los sue­ños laberínticos.

pio Cervantes, en 1- RlJlz, «Laberintos», cit., p. 122 Y el "Estracto» se encuentra en Oville;os (s. f), p. 2.

22 En Oville;os (s. f), p. 2.

23 En la Literatura de nueva invención, cit., fol. IV; a continuación del desgarrado exordio incluye una buena porción de poemas figurados manus­critos, fols. zr-6r, y resulta curioso observar la composición de tipo de poesía antes de pasar a la imprenta.

24 En HonrasIúnebres (1861), p. 2.

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CERVANTES LUDENS

5. A MODO DE CONCLUSIÓN

El caso de ese «inofensivo maníaco» es otro de los muchos ejemplos que nos enseñan la debilidad de la humana naturaleza y el menester de contar siempre con alguien que encamine nuestras dudas. González Estrada quiso encontrar en Cervantes ese «modelo» que tanto perseguía y que tan obligadamente necesitaba, y quien quiere encontrar, al final encuentra, o cree al menos que lo logra. Deseaba un Cervan­tes lúdico y a la vez científico en donde recabar la realidad de sus fantasías yen la autoridad incontestable del prestigio lite­rario del alcalaíno proyectó sus propias elucubraciones poé­ticas, sin importarle que éstas hubieran espantado, no ya a don Miguel, sino hasta el propio hidalgo manchego en sus delirios más visionarios; al menos es de los que se tomó la cosa cervantina por el lado creativo más alegre y, desde luego, muchas muestras produjo de su punzante ironía. Si también para esto ha servido el uso de su tan gastado apelli­do, bienvenido sea, pues con ello hizo bueno el conocido refrán de que, Cervantes, lo mismo vale para un roto que para un acróstico.

6. Y AHORA (RE)SUMEN

Como se sospecha que tales desafueros no gustaron en modo alguno al entendimiento de don Miguel de Cervantes Saavedra, tan aludido y tan utilizado sin permiso de su per­sona, el propio autor del Quijote, parece ser dejó, aunque hay dudas razonadas de la caligrafía empleada, un a modo de res­puesta futura al poeta madrileño, intuyendo por adelantado, y se cree que en esta guisa intervino una bizarra mujerona conocida por la Camacha, la usurpación inmerecida que de sus nobles artes iba a utilizar en el mañana; a la vez que recor­daba que puesto ya el pie en el estribo todos al final se verían en el silencio del Más Allá. Ni por asomo debemos pensar que tan rastreros versos salieran de la pluma del Príncipe de los Genios, pero ya se sabe que la tradición oral vale tanto para perder la buena fama como para ganar la honra inmere­cida y, además, sólo la casualidad ha hecho que la pieza, apó­crifa sin duda y de deleznable entraña poética, llegara a nues-

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VíCTOR INFANTES

tros días en una hoja suelta, parece que descosida y desgreña­da de hilos en donde tan sólo se alcanza a leer, dificultosa­mente, algo como «Porras», no se sabe si por ser tal grasien­to apellido el anterior poseedor del cartapacio primitivo o tal vez antecedido por un «váyase Vuesa Merced a las [ilegible]» idem. En cualquier caso, se trata de un acróstico inicial, al modo celestinesco y gonzálezestradiano, con el claro apelli­do de «CERBANTES» por primera letra y el añadido tardío de otro verso, de clara péndola de otra mano y con otras uñas, que tal vez quería completar con diez lo que a nombre de Cervantes sólo daba nueve; mantenemos las vacilantes y en algún caso dudosas (cali)grafias, acentuamos para evitar engorrosas confusiones, resaltamos la letra inicial, en rojo y en mayúscula tumbada en el original, para mejor observar el artificio y no puntuamos de ninguna manera para que cada cual se las apañe como mejor pueda. Dice:

Cada loco tiene vn tema En cosas de la poessía Rozinante como lema Bas a romance por día A cada uerso anatema No sigas tonto del vote ¿Te imaginas que estoy ciego? ¡Estrada por mi c;ipote! Soi Miguel, nos uemos luego (Y me sobra el estranvote)

Lo lJ I!I~ en E~pA.ña se enCIerra admirJlldo á LAS r,acioors;

que á la. MUSAS or"CiOOC3 dedlra ESTllADA en la lierra,

esun PURO POETA que sierra, un SER INMORTAl. profundo

del PENTACaÓSTICO rumbo con LABERINTICO."n por Ley LUMBRERA.le diréD la mas I'LOBID A ct.1 mundo.

Al que DO A D ORa. la. musas con un .&MADle Col!'j'or

castígar la IbY con gran rigor 8U IBEVJ:IIENCIA difuso

debiera, ADORANDO la gran musa ciencia IOCOMOtiv8 fugsz quese .& D O B A en la córle

lo mismo aqui y Al que en Ponlevedra !III,GUEL CERVANTES SAA'VZDBA

1J1IIICO AUTOR DEL QUIJOTE .

. \. Lope! Aya •••