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Albores de la Fe 0 m en America MONS. FRANCISCO JOSÉ ARNAIZ Z., S.J. Dr. CARLOS DOS AL

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Page 1: Celam - Albores de La Fe en America

Albores de la Fe

0 m en America

MONS. FRANCISCO JOSÉ ARNAIZ Z., S.J.

Dr. CARLOS DOS AL

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MONS. FRANCISCO JOSÉ ARNAIZ Z., S.J. Dr. CARLOS DOBAL

Albores de la Fe

en América

Bogotá — Colombia Noviembre de 1989

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© Consejo Episcopal Latinoamericano — CELAM Apartados 51086-5278 ISBN-958-625-020-2 Edición completa ISBN-958-625-161-6 Volumen 33 Primera Edición — 1500 ejemplares Bogotá, 1989 Impreso en Colombia — Printed in Colombia

NOTA PRELIMINAR

En el anterior período de actividades del CELAM se dio comienzo a la Colección Quinto Centenario que pretende motivar y preparar la celebración de los 500 años del inicio de la evangelización en América. Con esta Colección el CELAM se hacía eco del mensaje del Santo Padre Juan Pablo II el 12 de octubre de 1984 cuando al inaugurar solemnemente el Novenario de años previo a la celebración del Quinto Centenario pe­día que siguiéramos tras las huellas de los evangeliza-dores y descubriéramos el carácter providencial de la llegada de la cruz salvadora a este Continente de la Esperanza.

La Colección alcanzó en el período anterior a prepa­rar sus primeros 15 libros, algunos de los cuales que­daron en prensa y ya han sido debidamente publica­dos. Ahora el Secretariado General continúa la labor emprendida y espera intensificar y enriquecer la te­mática que está abierta a los más importantes asuntos relacionados con el fenómeno pastoral de la evangeli­zación, y de la nueva evangelización de América Lati­na, de acuerdo con la Recomendación 4 de la XX Asamblea Ordinaria del CELAM reunida en San José

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de Costa Rica del 11 al 15 de marzo de 1985, y que dice así:

"Que el CELAM apoye y propicie estudios sobre el aporte de la Iglesia en el proceso de evangelizacion y promoción integral de los pueblos de América; con el visto bueno de la respectiva Conferencia y privile­giando aquellos estudios que se refieren a la Conquis­ta y a la Colonia; así como a la época post-conciliar".

La Colección Quinto Centenario necesita del apoyo de las Conferencias Episcopales y de los hermanos Obispos para poder crecer en calidad y cantidad. El Secretariado General del CELAM espera que de todas las Iglesias particulares de América Latina, los pasto­res, envíen trabajos propios o de sus historiadores, teólogos, pastoralistas, catequistas, etc. que ayuden a profundizar con una visión eclesial, los orígenes de nuestro acercamiento a la fe y los caminos de la nueva evangelizacion; trabajos que deben tener el sello de fidelidad al Evangelio y espíritu de valoración de nuestra experiencia religiosa que está en la base de la cultura latinoamericana (D.P. 412).

Presentamos en este Libro bajo el título "Albores de la fe en América", dos trabajos enviados desde la República Dominicana, ambos referentes a ese Primer Encuentro entre nuestras culturas indígenas y la fe cristiana.

La primera parte del libro lleva por título: "Primer encuentro de la fe católica con las religiones preco­lombinas, en la Isla "La Española"; la segunda se 11a-

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ma "Isabela, Jerusalem americana y la primera Misa en América".

El primer trabajo es de Monseñor Francisco José Ar-náiz Zarandona S.J., Obispo Auxiliar de Santo Do­mingo y Secretario General de la Conferencia Episco­pal Dominicana, en donde presenta la religión de los tainos con sus mitos y ritos y con la reacción que el español tuvo ante este mundo desconocido religioso. El segundo trabajo es del Doctor Carlos Dobal, distin­guido intelectual y antiguo Embajador de República Dominicana ante la Santa Sede.

Agradecemos tanto a Monseñor Arnaiz, como al Doc­tor Dobal este nuevo aporte de la República Domini­cana a la Colección V Centenario, aporte tanto más cualificado cuanto viene de la Diócesis Primada de América en donde, Dios mediante, el 12 de octubre de 1992, estaremos celebrando estos 500 años de fe y comenzando la IV Conferencia General del Episcopa­do Latinoamericano.

Que Nuestra Señora de América que desde el origen mismo de la evangelizacion ha reinado en nuestras tie­rras, bendiga estos esfuerzos con que el CELAM quie­re ayudar a una mejor comprensión del misterio de fe que es la presencia de la Cruz Salvadora de Cristo entre nosotros.

Mons. Osear Andrés Rodríguez Maradiaga, S.D.B. Obispo Auxiliar de Tegucigalpa, Honduras

Secretario General del CELAM

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Primer encuentro

de la fe católica con las religiones

precolombinas en la isla^La Españolad

Monseñor Francisco José Arnaiz Z.arandona, S.J. Obispo Auxiliar de Santo Domingo

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Albores de ¡a fe en América

1. Tainos

"En aquel primer viaje al Paraíso, Colón y sus tri­pulantes no encontraron animal ni hombres dañinos. No vieron fieras. Las serpientes que les salieron al paso se dejaron fácilmente cazar. No ladraban los pe­rros. El Diario lo repite con sobrada extrañeza. Y los hombres, que siempre son los peores, eran allí dulces, tímidos, hermosos y tan honestos, que el Almirante certificaba a los Reyes Católicos que en ninguna parte de Castilla hay tanta seguridad: todo se puede dejar sin temor a que falte una aguja", escribe pasmado Don Gregorio Marafión en un prólogo bruñido a una edición moderna del Diario del Almirante1.

Pero ¿quiénes eran estos aborígenes que tal admi­ración despertaron en Colón y su gente? Un problema de densa complejidad etnológica lo simplificaron ellos llamándolos Tainos. El término quedó acuñado y has­ta el día de hoy tainos son los indígenas agroalfareros de las Antillas Mayores, que encontró Colón, y taina su cultura.

1. Diario de Colón. Ed. Cultura Hispánica. Madrid, 1972, pág. XIX.

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"Tai" en lengua arahuaca, raíz étnica primordial de aquellos pobladores, significa "noble". El sufijo "no" señala el plural. Taino según esto significa "Nosotros los nobles". Pedro Mártir de Anglería narra cómo a Colón y los suyos "les salió al encuentro un hombre de arrugada frente a altiva mirada, acompaña­do de otros cientos, los cuales gritaban que eran "tai­nos" o sea nobles no caníbales"2.

A los que eran de su misma lengua y estirpe los designaban con ese mismo nombre, encomiástico, mientras que a los habitantes de los Bahamas les de­cían despectivamente "lucayos"; "lukku" ser humano y "cay" o "cairi" cayo, "gente de los cayos". A los que vivían en estado seminómada en los refugios rocosos de Guacatarima, oeste de Cuba y otras apar­tadas regiones de las Antillas, los llamaban "Ciboney" de "Ciba" piedra e "igney" ser humano: "hombres del tiempo de la piedra, bárbaros...".

Los nombres de Macorises y Ciguayos incluyen también significado despectivo. Macorises es igual a hombres de lenguaje extraño y Ciguayos hombres de cabellos largos. Caribes, sin embargo, significa hom­bres más fuertes que los demás.

Es claro que tales nombres apuntan a una caracte­rización no étnica sino idiosincrásica.

La falta de escritura y la desaparición rápida de la raza y cultura tainas, después de la conquista, nos

2. PEDRO MÁRTIR DE ANGLERÍA: Décadas del Nuevo Mundo. Déc. Ira, lib. II cap. 5 (Ed. Buenos Aires, 1944 pág. 23).

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impide hoy conocer a fondo el complejo subsuelo étnico de la población antillana a la hora del Descu­brimiento. El lenguaje, sin embargo, y los hallazgos arqueológicos nos revelan una emigración arahuaca, poco antes de Cristo, desde el Bajo Orinoco que inva­de poco a poco todo el archipiélago antillano. Su decorado cerámico, por otro lado, presenta claros nexos estilísticos con las culturas formativas del Occi­dente de Sur América y del Alto Amazonas y nos re­monta, en el tiempo, por lo menos al año tres mil antes de Cristo.

La invasión arahuaca en las Antillas no encontró unas islas despobladas y vírgenes. Nuestra arqueolo­gía, muy restringida todavía en sus trabajos y resulta­dos, remonta entre nosotros los vestigios humanos por lo menos hasta el año 4.500 antes de Cristo. Es justo pensar en una interacción sucesiva de poblacio­nes muy diversas y de ancestros muy distintos.

Admitido todo esto, el hecho histórico, sin em­bargo, es que la población predominante de las Anti­llas Mayores, al momento de la llegada de Colón, era un grupo agroalfarero, homogéneo, tainos según ellos, con poquísimas diferencias entre sí, que poseía relativamente un notable grado de desarrollo artísti­co, religioso, productivo y político3.

A nosotros nos interesa, en esta exposición, la di­mensión religiosa de esa cultura. Investigar tal religio­sidad implica aceptar tres preguntas obligadas ¿Cómo 3. Cfr. Autores varios: Las culturas de América en la época del Des­

cubrimiento. Madrid, 1983.

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era el mundo religioso de ellos? ¿Cómo fue percibido por los descubridores? y ¿cómo reaccionó ante él la fe española?

La respuesta se complica gravemente ante el he­cho de que el conocimiento actual de la realidad de ese mundo está fuertemente influenciado por aquella percepción histórica y ésta, a su vez, lo está por la concepción y vivencia de la fe católica en los testigos y narradores de las creencias y ceremonias religiosas tainas.

¿Fué percibido todo lo que existía o lo fue sólo parcial e inconexamente? Lo que se percibió ¿fué captado fiel y claramente, o abunda la subjetividad y la confusión?

Al no existir por otro lado escritura en la cultura taina y haber sido allanada su lengua y extinguida rápidamente su raza, la contrastación y puntualiza-ción se torna difícil y frecuentemente imposible, para el investigador serio.

Admitidas, no obstante, todas estas limitaciones que exigen afinar las afirmaciones, es justo confesar, que es bastante y valioso lo que la literatura de testi­monio en los albores del Descubrimiento nos ofrece en orden a formarnos una idea bastante aproximada4.

4. Escribieron Cristóbal Colón y su hijo Hernando o Fernando, Diego Alvarez Chanca, Fray Bartolomé de las Casas, Gonzalo Fernández de Oviedo, Fray Ramón Pane, Alessandro Geraldini, Pedro Mártir de Anglería, Antonio Herrera y Tordesillas y otros.

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2. Empeño evangelizador

El empeño evangelizador del Nuevo Mundo descu-bierto estaba claro, acuciante y reclamador en la men­te y corazón de los Reyes Católicos5.

Era imperativo de su fe sentida y vivida pero tam­bién exigencia política. El humanista y jurista real, Juan Ginés de Sepúlveda, fundamentaba el derecho de conquista en el deber de conciencia de propagar la Fe. La Evangelización, según él legitimaba la conquista.

En la Intrucción Real para Don Cristóbal Colón, firmada en Barcelona el 29 de mayo de 1493, se le decía que los Monarcas, deseando el aumento y acre­centamiento de la fe católica, le mandaban y encarga­ban, por todas las vías y maneras posibles, procurarse y trabajar por atraer a los moradores de aquellas Islas a la fe católica y que para dar impulso a la evangeliza­ción enviaban con él al docto Fray Bernardo Boyl, ermitaño de Montserrat, que habría de efectuar la instrucción religiosa de los nativos.

Recomiendan al final los Reyes Católicos que todos han de tratar amorosamente a los indígenas y promover el contacto y familiaridad mutua entre españoles y nativos y que con los que estorbasen esa

5. Véase ANDRÉS MARCOS TEODORO: Los imperialismos de Juan Ginés de Sepúlveda en su Demócrates alter. Marid. 1974. Para toda la polémica alrededor de este mundo véase ZAVALA I.J.: Las ins­tituciones jurídicas en la conquista de América. Madrid. 1935.

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amigable concordia el Almirante se habría de mostrar severo en el castigo6.

Entre los que se embarcaban en Cádiz, rumbo a la Española, el histórico 25 de septiembre de 1493, segundo viaje de Colón estaba, con el Delegado Apos­tólico Fray Bernardo Boyl, el Jerónimo Fray Ramón Pane.

A este Fray Ramón Pane, pobre ermitaño de la Orden de San Jerónimo, como él mismo insistente­mente se llama, que a poco de llegar se había adentra­do ya, misionado, hasta la zona de Macorix, pidió Colón que se fuese a vivir al Cacicazgo de Guarionex, ya que su lengua se hablaba en todo el país y que le hiciese una relación de las creencias e idolatrías de los indios y cómo veneraban a sus Dioses1.

Casi dos años, dice en la Relación, vivió con el Cacique8.

6. Colección de Documentos inéditos de América y Oceam'a. 30, 145-157; 38, 181-191. La Reina Isabel en su testamento reafirma su principal intención en las Indias: traer a la fe católica a todos sus habitantes. Se lo recomienda a sus sucesores y pide "no con­sientan ni den lugar a que los indios, vecinos y moradores de las dichas islas y tierra firme, ganados o por ganar reciban agravio alguno en sus personas o bienes, mas manden que sean bien justa­mente tratados". Véase DIEGO CARRO, VENANCIO: La Teolo­gía y los teólogos juristas-españoles ante la conquista de América. Madrid. 1944. 2 volúmenes.

7. PANE, FRAY RAMÓN: Relaci-on acerca de las antigüedades de los indios. México, 1974, cap. XXV.

8. Ibid.

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Para 1497 o 1498 debió tener ya terminada su re­lación. En 1500 la llevó Colón a España.

En España la vio y sacó gran provecho de ella Pedro Mártir de Anglería. La conoció también e in­corporó muchas cosas de ella a sus escritos Fray Bar­tolomé de las Casas9.

Por su parte, Fernando Colón la incluyó íntegra­mente en la biografía sobre su padre, el Almirante10.

El manuscrito de Pane permanece hoy todavía perdido. La obra de Fernando Colón quedó inédita pero vio la luz pública en Venecia, traducida al italia­no por Alfonso de Ulloa, sin que aún haya sido en­contrado el original español.

Las Ediciones de la Relación de Pane se basan fundamentalmente en la re-traducción española del texto de Ulloa que hizo continuas corrupciones de las palabras tainas aducidas por Pane.

9. Todo da a entender que Pedro Mártir de Anglería conoció la Rela­ción de Pane entre 1500 y 1504. La compendió en una larga carta al Cardenal Ludovico de Aragón. Dicha carta pasó después a for­mar parte de la Década primera libro IX. cap. 4 al 7. Fray Bartolo­mé de las Casas, por su lado, hizo extractos y los incorporó aña­diendo algunas cosas de su cosecha, a los caps. CXX, CLXVI y CLXVII de su Apologética Historia de los Indios.

10. El título en italiano es Historie del S.D, Fernando Colombo nelle queali s'ha particulare e vera relatione della vita e de' fatti dell' Ammiraglio D. Christoforo Colombo suo padre, nuovamente di lingua spagnola tradotte nell'italiana dal S. Alfonso Ulloa. In Vene-tia, Apresso Francesco de Franceschi Sánese, MDLXXI.

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Pane resalta que en su empeño puso diligencia y fidelidad; que conoce la lengua; que es consciente de la responsabilidad asumida (informar seriamente a Colón); y que en ningún momento su intención ha es­tado viciada de interés bastardo alguno11. Con honra­dez ennobiccedora confiesa las limitaciones de su obra: imprecisión, desorden, incoherencias, obscuri­dades, insuficiencia informativa y constricción geográ­fica12.

Fray Bartolomé de las Casas, que conoció y trató al catalán Pane, no duda en calificarlo de persona sim­ple, de poca facultad, que no hablaba bien la lengua castellana, que sabía sólo algo de la lengua de los indios, y que dice cosas confusas y de poca substan­cia13.

La investigación arqueológica y antropológica, aureolada de nombres proceres ¿ha logrado llenar va­cíos, descifrar enigmas y disipar obscuridades? En pri­mer lugar, la dimensión religiosa de la cultura taina no ha sido la más captadora de esfuerzos. Estos, en segundo lugar, hasta el momento presente, han resul­tado arduos, lentos y exiguos14. 11. PANE, op. cit. Introducción y cap. XXVI. 12. Dice así en el cap. V: "Puesto que ellos no tienen escritura ni le­

tras no pueden dar buena cuenta de cómo han sabido esto de sus antepasados y por eso no concuerdan en lo que dicen ni aun se puede escribir ordenadamente lo que ellos refieren", añade en el cap. VI: "Como no tienen letras ni escritura no saben contar bien tales fábulas ni yo puedo escribirlas bien. Por lo cual creo que pon­go primero lo que debiera último y lo último, primero. Pero todo lo que escribo así lo narran ellos como lo escribo y así lo pongo como lo he entendido de los del País".

13. Apologética historia de las Indias. Madrid, 1909, cap. CXX. 14. Cito por orden alfabético los nombres de los principales investiga­

dores: Alcina, José; Alegría, Ricardo; Arrom, José J.; Booy, Theo-

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Hipótesis, por otro lado, históricas, antropológi­cas, sociológicas y filosóficas, con mayor o menor garantía científica, aceptables o sospechosas, han espesado frecuentemente y complicado los problemas reales existentes. Al margen, sin embargo, de teorías e hipótesis y admitidos puntos oscuros y confusos, varias cosas son indiscutibles hoy.

3. Teísmo

La cultura taina es teísta. Acepta la trascendencia. La concibe fuertemente vinculada con lo inmanente. Se relaciona de diversas maneras con ella e institucio­naliza esas relaciones: ritos, mitos, imágenes, casta sacerdotal y templos.

Tal cultura, por otro lado, en su dimensión reli­giosa, transparenta un proceso evolutivo en marcha con fijaciones primitivas y depuraciones palpables. Muestra rasgos sincretistas y acusa marcadamente el estadio agrícola en que se encontraban los tainos a la llegada de los descubridores.

Veamos algo más a fondo este Teísmo.

Creían, ante todo, los tainos en un Ser Supremo, Inmortal e Invisible, sin principio cuya morada era el cielo. A este lo llamaban Yocahu Vagua Maorocoti.

dore; Boyrie, Moya E.; Chanlatte, Luis; Charlevoix, P.F.X.; Few-kes, Jesse Walter; García Arévalo, Manuel; Kireger, Herbert W.; Kroeber, A.L.; Loven, Sven; Mañón, Arredondo, Manuel; Morban, Fernando; Ortiz, Fernando; Priego, Joaquín; Rouse Irving; Sellon, Michel; Vega Boyrie, Bernardo; Veloz Maggiolo, Marcio y Willey Gordon, R.

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Albores de la fe en América

El testimonio de Pane y de Las Casas es terminan­te. Ambos sabían qué significaban esas palabras en sí, pero qué era lo que se quería significar con ellas apli­cadas a Dios o por qué se empleaban, al denominar a ese Ser Supremo, no nos lo transmitieron y sigue hoy en la penumbra. Pane sin duda lo averiguó y no lo consignó por juzgarlo lógico y claro. Las Casas confie­sa explícitamente: "No sé lo que por este nombre quisieron significar porque, cuando lo pudiera saber, no lo advertí"1 s .

Pane, en otro pasaje de su Relación, llama a este Ser Supremo Yocahuguma16.

¿Está en esos nombres encerrada la concepción taina de ese Dios? Estudiando filológicamente esas palabras, hay quienes proponen la traducción de Espíritu de la Yuca y del Mar, Ser sin antecesor mas­culino (Yoca o Yuca-Hu = Espíritu de la Yuca "Yu-cador"; Vagua = Mar; y Ma-orocoti = sin abuelo)17. Otros proponen la traducción de Yuca blanca, grande y poderosa como el mar y la montaña (Yuca = yuca; Hu = blanca; Bagua = mar; Ma = grande; o = monta­ña; roco = que da a conocer; Ti = alto)18.

Lo expuesto querría decir que se trata de un Dios al que conciben estrechamente vinculado a la agricul-

15. DE LAS CASAS FRAY BARTOLOMÉ, op. cit. cap. CXX. 16. PANE, op. cit. cap. XXV. 17. ARROM, José J.: Mitología y Artes prehistóricas de las Antillas.

México, 1975, págs. 19-22. 18. COLL y TOSTÉ, CAYETANO: Vocabulario español-borinqueño,

San Juan, 1907, págs. 115 y 116.

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tura y a la pesca, parte fundamental y síntesis de la vida taina. En este caso su concepto de Ser Supremo incluiría el de Creador y Providente.

Otros derivan, sin embargo, la creencia taina en un Dios Supremo a partir de una Deidad específica de la Yuca. Esta Deidad agrícola19, por la importancia de esa planta en todo el horizonte cultural taino, iría ascendiendo poco a poco a Divinidad Principal y aca­baría dominando a todas las demás deidades. Aducen como confirmación de su tesis la creencia taina de que tal Dios tenía Madre. Esa Madre para ellos sería la Diosa Tierra. Con ello se repetiría en la cultura taina, período neolítico, el clásico mito de la Diosa Madre o Diosa Tierra de numerosos pueblos a fines del neolítico.

La Diosa Tierra en este repetido mito tine un hijo, identificado con el principal fruto agrícola, que mue­re siempre en invierno y renace en primavera y termi­na por transformarse en el Dios Supremo, difundien­do poco a poco su origen agrícola20.

4. Cernies

¿Guarda el Dios Yucahu alguna relación con la multiforme variedad de Cemíes? Cerní llamaban los tainos tanto a la imagen o estatuilla como al Dios o

19. CASSA, ROBERTO; Los tainos de la Española. Santo Domingo, 1975 págs. 158 y 159.

20. Ibid.

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ídolo de piedra de tres puntas, conocido también como Trigonolito. Este cerní era utilizado para invocar una buena cosecha de yuca e inclusive se enterraba en los conucos. Algunos investigadores vinculan su forma a los apéndices cónicos del caracol del lambí y otros a la silueta de algunas islas volcánicas de las Antillas Menores. Este ejemplar presenta un rostro de gran expresión, con la boca abierta, simbolizando la avidez por ingerir sustancias nutritivas para alimentar la yuca. A los trigonolitos se les considera como la representación del dios taino Yucahu Bagua Maórocoti, el señor de los tres nombres.

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espíritu representado por la imagen. Los había de algodón, barro, raíces tuberosas, madera, piedra, már­mol y oro. Su profusión era llamativa. Los había intertribales, tribales, regionales, locales, familiares, personales, naturalistas, benéficos, maléficos, sin mitos conocidos y vinculados a mitos concretos.

Aventurar hipótesis sobre bases, más, o menos ra­zonables, no es difícil y ha resultado una tentación irresistible.

La explicación más socorrida ha sido la del poli­teísmo y animismo aceptados y vigentes entre los tai­nos y la de la correlación de sus ideas religiosas con la fase real de su proceso evolutivo cultural. La con­vergencia de diversas culturas sobre un mismo torren­te humano habría también producido necesariamente sincretismos inevitables.

Es injusto, sin embargo, descartar alegremente la hipótesis monoteísta con ciertos elementos sincréti­cos en la que los diversos cemíes intentarían expresar dimensiones parciales de un Ser Supremo, o también la de seres espirituales intermedios subordinados a ese Ser infinito.

Tampoco sería, sin más, objetable una hipótesis más genérica, de entraña psicológica, en virtud de la cual, los cemíes pasarían a ser una interesante, rica y expresiva configuración plástica de la realidad trascen­dente en sus múltiples vinculaciones con lo inmanente. 24

Albores de la fe en América

Los Teólogos, por su parte nos hablan hoy de una revelación primigenia universal que allana inmensas-dificultades en el estudio délas religiones primitivas21.

Volviendo a los cemíes, un atento recorrido por los escritos de testimonio, en los primeros años del Descubrimiento, esclarece diversos puntos. La fun­ción de los cemíes era ser oráculos (acerca de cose­chas, guerras, obtención de riquezas, futuro, etc.) y ser protectores. Entre los diversos cemíes existía jerarquización. Su poder estaba en relación con el tipo de material de que estaban hechos y con su ter­minación artística.

Robar un cerní a un Cacique o a una Tribu era quitarles ese poder y convertirlo en poder propio. Un mismo cerní podía tener diversas figuras y una misma figura representar diversos Cemíes. No eran simple representación. Tenían para ellos vida. Es muy pro­bable que existieron centros de producción y de difu­sión de Cemíes.

Tenían poder, daban poder y reflejaban poder. Eran, por eso, instrumentalizados por Caciques y Behíques (sacerdotes) para respaldar y reforzar su estado de poder u obtener provechos materiales.

5. Mitos

Muchos cemíes estaban ligados a Mitos. ¿Lo esta­ban todos? 21. Véase DANIELOU, J.: El misterio de la historia. Bilbao, 1957;

SCHLETTE: Religionen ais Thema der Theologie. Friburgo, 1963.

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Es absurdo querer entender literalmente el mito y muy peligroso dar importancia excesiva a los elemen­tos decorativos del mito. El mito es una ficción ale­górica a través de la cual se pretende dar una solución tranquilizadora a un inquietante misterio humano. Tales misterios se refieren a Dios, al hombre o a la na­turaleza.

Fray Ramón Pane aduce varios mitos tainos vin­culados a cemíes que no agotan, por supuesto, la antología mítica taina. Son excelentes como muestra.

Sobre el mito y cemíes del Buen Tiempo y de la lluvia escribe Pane:

Dicen que el sol y la luna salieron de una cueva que está en el país de un Cacique llamado Mautia-tihuel, la cual cueva se llama Iguanaboina y ellos la tienen en mucha estimación y la tienen pintada a su modo, sin figura alguna, con muchos follajes y otras cosas semejantes. Y en dicha cueva había dos cemíes, hechos de piedra, pequeños del tama­ño de medio brazo, con las manos atadas y pare­cía que sudaban. Los cuales cemíes estimaban mucho y cuando no llovía dicen que entraban allí a visitarlos y enseguida llovía, Y de estos cemíes al uno le llamaban Boinayel y al otro Marohu"22.

Hay quien ve en esta narración la mezcla confusa de dos mitos: el del sol y la luna emergiendo del país

22. PANE, op. cit. cap. XI.

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del Señor de la Región del amanecer (Mautiatihuel, personaje mítico); y el de los cemíes Boinayel (Señor del buen tiempo) y "Marohu" ("Señor de la lluvia"). El secreto está en mantener en equilibrada tensión ambas fuerzas antagónicas, para que alternándose contribuyan a que las cosechas prosperen y no se ma­logren. Por eso estos cemíes son gemelos y están ata­dos. Controlar por otro lado el buen tiempo y las llu­vias no está en las manos del hombre. Es obra de Dios23.

Quizá la vinculación hecha por Pane de estos ce-míes con el Sol y la Luna se deba a la vinculación taina de estos dos fenómenos atmosféricos con el Sol y la Luna.

El mito y cemíes de la Señora del viento y de sus dos auxiliares es el mito del ciclón, azote y horror del Caribe.

Dice así Pane: "Este Cerní Guabancex estaba en un país de un gran Cacique de los principales llamado Aumatex. El cual cerní es mujer y dicen que hay otros dos en su compañía: el uno es pregonero y el otro recogedor y gobernador de las aguas. Y dicen que cuando Guabancex se encoleriza hace mover el viento y el agua y echa por tierras las casas y arranca los árboles. Este cerní dicen que es mujer y está hecho de piedra de aquel país y los otros dos cemíes, que están en su compañía, se llaman el uno Guataubá y es

23. ARROM, op. cit. págs. 55-69.

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pregonero o heraldo que por mandato de Guabancex ordena que todos los otros cemíes de aquella provin­cia ayuden a hacer mucho viento y lluvia; y el otro se llama Coatrisquie, el cual dicen que recoge las aguas en los valles entre las montañas y después las deja co­rrer para que destruyan el País"24.

Guabancex, pues, es cerní muy importante, posee dos cemíes subordinados y su poder se extiende a todas las partes. La furia desatada de los elementos es­capa al dominio humano. Es Dios que la desencadena y quien la puede amainar.

Del mito y cerní de Opiyelguobiran escribe así Pane: "De otro cerní que se llamaba Opiyelguobiran y lo tenía un hombre principal, que se llamaba Saba-niobabo que tenía muchos vasallos bajo su mando. El cual cerní Opiyelguobiran dicen que tiene cuatro pies como de perro y es de madera y que muchas veces por la noche salía de casa y se iba a la selva. Allí iban a buscarlo y vuelto a casa atábanlo con cuerdas pero él se volvía a las selvas"25.

Arrom cree que Sabananiobabo es un Señor míti­co y aventurando la traducción del Señor de la sabana de los jobos sugiere cierto parentesco de este mito con el mito de la suerte de los muertos26.

24. PANE, op. cit. cap. XXIII. 25. PANE, op. cit. cap. XXII. 26. ARROM, op. cit. págs. 99-109.

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Albores de la fe en América

La forma concentrada y abreviada, que usa Pane para transmitirnos el mito y cerní de Vaybrama, difi­culta un poco entender este interesantísimo mito sobre el cultivo y el tratamiento de la Yuca.

Escribe Pane: "Del cerní Buya y Aibadel que di­cen que, cuando hubo guerra, lo quemaron y, después lavándolo con el jugo de la yuca, le crecieron los bra­zos y le nacieron de nuevo los ojos y le creció el cuer­po. La yuca era pequeña y con el agua y el jugo la la­vaban para que fuera grande y afirmaban que causaba enfermedades a los que habían hecho el dicho cerní, por no haberle llevado yuca que comer. Este cerní es llamado Baybrama. Y cuando alguno se enfermaba, llamaban al behique y le preguntaban de qué procede­ría su enfermedad y él respondía que Baibrama se lo había enviado porque no le habían mandado de co­mer por conducto de los que tenían cuidado de su casa"27.

Las Casas que refiere el mismo mito cree que Bu-yayba es un pueblo28. Otros prefieren ver en esas dos palabras dos adjetivos calificativos del cerní feo y malo29. El mito de este modo alude sugestivamente a la tala y quema de zonas boscosas en orden al cultivo intensivo en bancales o montones de tierra suelta y aireada; a su siembra de cortes de tayo con llema; al efecto venenoso del zumo de la yuca amarga; y al tra-

27. PANE. op. cit. cap. XX. 28. DE LAS CASAS FRAY BARTOLOMÉ, op. cit. cap. CLXI. 29. ARROM, op. cit. pags. 110-124.

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tamiento de rallar la yuca y exprimir su masa para quitarle su malignidad, y de cocer las tortas y secarlas al aire libre sobre burenes.

Del mito y cerní de Corocote30, puesto en lo alto de la casa del Cacique de Guamorote, que huyó a otro cacique cuando la casa fue quemada y que de noche bajaba y yacía con las mujeres y a quien le salieron dos coronas sobre la cabeza, con lo cual los que así nacían eran llamados hijos de Corocote, se podrían proponer diversas explicaciones, todas tentativas y sin garantía de objetividad.

Aparte de estos mitos teogónicos, Pane aduce otros que pudiéramos llamar cosmogónicos y antro-pogónicos relativos al origen del mar y de los peces, a la presencia del hombre en las islas y al modo como hubo de nuevo mujeres en ellas31.

La impresión es que el animismo, que proclama la existencia de espíritus que animan todas las cosas, es­taba vigente en la cultura taina. Cabe, sin embargo, preguntarse si ese espíritu multiforme que se detecta aquí y allá en la cultura taina, no será un barrunto sobre la omnipresencia de Dios, Espíritu puro, de la que nos hablan, con dejos también míticos, las prime­ras páginas de la Biblia32.

30. PANE, op. cit. cap. XXI. 31. PANE, op. cit. cap. I-XIII. 32. Véase Génesis cap. 1.

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Junto a los mitos, un mundo provocativo, todavía por estudiar a fondo, es el de la simbología antropo­morfa, zoomorfa y geométrica en la plástica de los tainos.

6. Ritos

Existió en la Cultura taina, junto al culto privado, el culto público cuyos principales ritos fueron el de la cohoba y el del areíto. Este podía ser religioso o pro­fano. Si era religioso solía estar precedido por el rito de la cohoba.

Las Casas nos describe así el rito de la cohoba: "Yo los vi algunas veces celebrar su cohoba y era cosa de ver cómo la tomaban y lo que parlaban. El primero que la comenzaba era el Señor y, en tanto que él la hacía, todos callaban. Tomaban su cahoba (que es sor­ber por las narices aquellos polvos, como está dicho) y tomábase asentados en unos banquetes bajos pero muy bien labrados que llaman douhos (la primera sílaba luenga). Estaba un rato la cabeza a un lado vuelta, y los brazos encima de las rodillas, y después alzaba la cara hacia el cielo hablando ciertas palabras que debían ser su oración a Dios verdadero o al que tenían por Dios. Respondían todos entonces cuasi como cuando nosotros respondemos amén, y esto hacían con grande apellido de voces y sonidos, cap­tándole la benevolencia y rogándole que dijese lo que había visto. El les daba cuenta de su visión diciendo que el cerní le había hablado y certificado de buenos

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tiempos o adversos o que habían de haber hijos o que se les habían de morir, o que habían de tener alguna contención o guerra con sus vecinos"33.

Pedro Mártir de Anglería describe minuciosamen­te el areíto: "Así cargadas de caracoles, golpeando el suelo con los pies, bailando cantando y danzando, saludaban con reverencia al cacique, el cual, sentado en el umbral de la puerta, recibía a los que iban lle­gando tocando con un plectro el atabal. Habiendo de haer las ofrendas sagradas a su zeme, quiero decir al simulacro semejante a los manes infernales según pin­tan, a fin de que purgados sean más agradables a la Deidad, metiéndose en la garganta hasta la epiglotis o digamos hasta la campanilla, la paleta que cada uno lleva siempre en la mano en tales días, vomitaban y evacuaban el estómago (pompam) hasta no dejar nada. Después de esto, se iban al palacio del Cacique y se sentaban todos delante del zeme regio en círculos, a modo de teatro, como las revueltas de un laberinto. Con los pies doblados debajo de sí, como los zapa­teros, se estaban sentados y mirando al zeme ca­bizbajos. Casi temblando de reverencia y temor le pedían que no le fueran desagradables los sacrificios que le iban a hacer. De seguida con su acostumbrado murmullo le exponían los votos al Dios. Asisten al zeme los bobitos, que son sacerdotes y médicos defe­rentemente arreglados que los demás. Entretanto que esto se hacía en el palacio del cacique, en otra parte las mujeres timbaleras se ocupaban en la ofrenda de las tortas. Hecha la señal por los bobitos, ceñidas con

33. DE LAS CASAS FRAY BARTOLOMÉ, op. cit. cap. XLVI.

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guirnaldas de varias flores, danzando y cantando sus himnos,, que llaman areítos, ofrecen tortas en canas­tos primorosamente labrados. Entretanto comenza­ban a rodear a los que estaban sentados. Estos levan­tándose como de un salto repentino, colmaban de maravillosas alabanzas al zeme y referían cantando las hazañas de los antepasados del cacique. Después da­ban gracias al zeme por los beneficios que les había hecho y le pedían humildemente que hiciera que les salieran bien las cosas futuras. Por fin, cuando arrodi­llados ambos sexos ofrecían al Dios las tortas, las san­tificaban, recibiéndolas, los bobitos y las partían en tantos pedazos cuantos eran los hombres que allí se encontraban. Cada uno llevaba intacta a su casa una partecilla y la guardaba todo el año como cosa sagra­da"34.

En los areítos religiosos no se tomaban bebidas. Pedro Henríquez Ureña enjuicia así el areito: "El areíto compendiaba todo el arte coreográfico, musical y poético de los antillanos. Podían tomar parte en él los Gobernantes como Anacaona, que dirigió aquel célebre areito de trescientas vírgenes en homenaje al Adelantado Bartolomé Colón. Podía tener significa­do religioso y crear lazos de amistad como el que Mayobanex declaraba con Guarionex, porque le había enseñado "el areíto de la Magua"35.

34. DE ANGLERIA PEDRO MÁRTIR: Décadas del Nuevo Mundo. Dec. Vil, lib. X.

35. HENRÍQUEZ PEDRO URENA: Para la historia de los indigenis­mos. Buenos Aires, 1938, pág. 111.

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Un tercer rito, además del de la cohoba y del areí-to, era el del prolongado ayuno practicado por Caci­ques y Behiques. El ayuno era entonces considerado sacrificio y medio de comunicación con Dios. El diá­logo que se entablaba entre el behique y el Cerní era similar al del rito de la cohoba.

7. Sacerdotes y templos

El sacerdote taino o Behique fue pieza clave en la cultura taina. Era liturgo, arúspice, pedagogo, curan­dero, médico, mago y fabricante de cemíes. Muy por encima socialmente del pueblo, que los veneraba y acataba, estaban, sin embargo, sometidos a los Caci­ques y Naborías.

El lado más peligroso de su oficio era el de médi­co. La venganza familiar, que podía llegar a la matan­za del behique, cuando los pacientes morían por su incompetencia o descuido, pertenecía a los Caciques y familiares, después del veredicto de los cemíes. Si se constataba la culpabilidad del behique (los cemíes tenían la palabra), los familiares lo golpeaban inmise-ricordemente hasta dejarlo casi muerto o muerto

En sus artes mágicas recurrían a veces a diversos fraudes, pero sería injusto deducir de ahí que eran sis­temáticamente unos farsantes.

Luis Joseph Peguero, que escribió su Historia de la conquista de la isla Española, a base principalmente 34

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de Fernández de Oviedo y de Herrera, describe así el atuendo de los Behiques: "La bestidura... era una manta de algodón teñida de negro que, torsidos los dos cantos sobre el hombro, anudavanla sobre el pe­cho y de este nudo pendía una efigie del demonio en figura de su cerní o ídolo para ser mejor reberencia-dos. La falda de esta negra manta tocava el suelo. Cubrían con ella la cabeza y ocultavan la máquina del cabello, que este aliñaban con la miel de maguey en pequeñas porsiones, torsido como cuerdas y lo más del cuerpo desnudo. Sólo cubrían sus partes con la pamponilla que era un pequeño lienzo de algodón. Alimentávanse estos con las primisias que puntual­mente les contribuyhan de cuanto produsian las siembras y con esto mantenían sus hijos y concubinas y con el primer plato de la mesa de los reyes y casi-ques, que de justicia se les dava"36.

Sobre los templos escribe Colón: "Tienen una casa... en la cual no hay otra cosa sino imágenes de madera labradas en relieve que ellos llaman cemíes, ni en esa casa se trabaja para otro efecto o servicio sino para esos cemíes, con cierta ceremonia y oración que van a hacer allí como nosotros a la Iglesia. En esta tie­nen una mesa bien labrada, de forma redonda, como un tajador, en la cual hay unos polvos, que ponen en la cabeza de dichos cemíes, haciendo cierta ceremo­nia. Después con una caña de dos ramos que se meten

36. PEGUERO LUIS JOSEPH: Historia de la Conquista de la Isla déla Española de Santo Domingo. Santo Domingo, 1975. Tomo I, pág. 112.

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en la nariz aspiran ese polvo. Las palabras que dicen no las entiende ninguno de los nuestros"37.

El templo del Marién, en el primer viaje de Colón, nos lo describe así el cronista: "Es el templo de made­ra, de dos estados y medio de alto del cimiento al techo, en figura cuadrada dando a cada cuadro veinte varas castellanas, con cuatro puertas grandes a los cua­tro vientos principales, subiendo su techo en cuadro piramidal a rematar en un punto en donde está colo­cado un ídolo que dicen Dios de los truenos. Está solado con ladrillo chico negro y con algún dibujo. Los tapices son de finos lienzos de algodón, coloridos de varios colores que dan con maderas y hierbas que les franquea el país y en ellos colgados muchos ídolos de oro y madera, abominables simulacros del demo­nio que tienen por dioses, uno para cada necesidad que les ocurre. En medio de este templo está coloca­do un altar cuadrado de altura de un estado, cubierto con lienzos semejantes a los dichos de los tapices y sobre él un pabellón en que dicen se muestra el ídolo mayor que no se puso manifiesto a esta función. De los lados del altar suben dos columnas de madera cu­riosamente labradas, hasta más altas un estado que el pabellón de las cuales se mira colgada una curiosa hamaca para que el ídolo duerma de noche. En el alto más superior de la hamaca se veía un lienzo azul que le dicen CALU, que es el cielo, remendándolo con nubes hechas de algodón y las estrellas chapillas de

37. Palabras del Almirante (ca 1496) aducidas por ARROM op. cit. pag. 88.

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Trigonolito Antropozoomorfo. Representa una serpiente de prominente cabeza, cuyo cuerpo, decorado con finas incisiones que simulan su escamosa piel, se enrosca alrededor de un promn prominente seno femenino. En su proyección superior figura dos piernas en forma flexada que dan la sensación de locomoción.

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oro muy relucientes, puestas con rara prolijidad. Por las cuatro puertas de ese templo, la que mira al palacio real no entró más que el Rey, la Real familia, los Caciques con la ofrenda y nosotros. Por la otra entraron los nobles. Por la tercera los plebeyos. Y por la cuarta que s'olo entraban los entierros"38.

8. Reacción de la fe católica española ante todo este mundo religioso taino

Creer simplísticamente, desde la fe católica acep­tada y defendida como la única verdadera, que toda religión natural no es otra cosa que un sistema de engaño o de perversión de lo divno, o un mero siste­ma de socialización, es un grave error.

Es mucho más objetivo juzgarla positivamente como un fenómeno connatural al hombre, de hondas raíces psicológicas y como una institucionalizacion social de lo Transcendente barruntado y de una fe inicial y rudimentaria.

La religión en el hombre primitivo llena vacíos en el conocimiento exiguo del hombre. Le brinda visio­nes coherentes del cosmos, de la sociedad y de sí mis­mo. Le ayuda a consolidar vínculos sociales y políti­cos. Y le canaliza emociones y sentimientos muy pro­fundos. Por otro lado le explicita su fe inicial en lo Trascendente, se la confirma y se la hace vivir en di­mensión personal y social. Todo ello, lógicamente, en

38. PEGUERO LUIS JOSEPH, op. cit. pags. 41 y 42.

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medio de errores y mixtificaciones que dependen mu­cho del grado de perfección de la situación en que se encuentre ese grupo humano en su proceso cultural histórico.

Una auténtica evangelización debe percibir clara­mente los valores y antivalores de una cultura y refor­zar aquellos y purificar éstos, logrando pacientemente una cristianización de la cultura existente. No es el cristianismo una cultura preexistente, estructurada y estructurante, que hay que imponer sino una especie de alma de toda cultura vigente o emergente.

En el primer encuentro de la fe católica española con la cultura taina no fue ese el sistema empleado por los primerísimos evangelizadores.

El conocimiento que adquirieron de la religión y cultura fue muy superficial. El análisis que de ella hicieron, casi nulo. La apreciación que sacaron, fuer­temente negativa. Y el método que emplearon, total­mente ajeno a la inculturación.

Contribuyó a ello el alejamiento de los habitantes por la avaricia y despotismo de los conquistadores, y la desaparición rápida de la población indígena por el sistema de trabajo y castigos impuestos y por la fal­ta de defensas propias a nuevos virus importados.

Se allanó pues la religión taina y en su lugar se implantó un Catolicismo diáfanamente español en todas sus dimensiones y expresiones.

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Fray Bartolomé de las Casas escribe: "Sólo este Fray Ramón (Pane), que vino a esta isla al principio con el Almirante, parece que tuvo algún celo y deseo bueno, y puso por obra, de dar conocimiento de Dios a estos indios, puesto que como hombre simple no lo supo hacer sino todo era decir a los indios el Ave Ma­ría y Pater Noster con algunas palabras de que había en el cielo Dios y era Criador de las cosas, según él podía, con harto defecto y confusamente darles a en­tender. También hubo en esta isla dos frailes de San Francisco, legos, aunque buenos, que yo también co­mo a Fray Ramón, conocí, que tenían buen celo pero faltóles también saber las lenguas bien. Estos eran extranjeros o picardos o borgoñones, el uno se llama­ba Fray Juan el Bermejo o Borgoñón y el otro Fray Juan de Tisim"39.

Veamos más detenidamente la apreciación negati­va.

Hablando de los mitos y behiques dice el mismo Fray Bartolomé de las Casas: "Tenían mil patrañas y como fábulas, según parece, fingían entre los anti­guos griegos y latinos los poetas, puesto que los poe­tas pretendían, en muchas de sus ficciones, alguna moralidad y alegorías para inducir los hombres a bue­nas costumbres. Estos no sabemos lo que por aquellas fantasías entender o que se entiese querían... Eran invenciones del demonio o grandes desvarios"40.

39. DE LAS CASAS FRAY BARTOLOMÉ, op. cit. cap. CXX. 40. DE LAS CASAS, FRAY BARTOLOMÉ, op. cit. cap. CLXVI.

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Al iniciar el tema de los cemíes dice Fray Ramón Pane: "Digamos ahora de la creencia que tienen en lo que toca a sus ídolos y cemíes y de los grandes enga­ños que de estos reciben"41.

Pedro Mártir de Anglería, reflejando la reacción común, matiza continuamente todo en forma nega­tiva: "Nota lo que puerilmente dicen acerca del ori­gen del hombre... Dicen ingenuamente... En estas supersticiones los imbuyen sus augures... que come­ten mil engaños con la pobre gente ignorante... No he hallado en esta generación cosa entre ellos más anti­guamente pintada ni esculpida o de relieve entallada ni tan principalmente acatada o reverenciada como la figura abominable e descomulgada del Demonio en muchas e diversas maneras pintada o esculpida de bulto con muchas cabezas e colas e deformes y espan­tables e caninas e feroces dentaduras con grandes co-millos e desmesuradas orejas, con encendidos ojos de dragón e feroz serpiente e de muy diferenciadas suer­tes y tales que la menos espantable pone mucho te­mor y admiración"42.

Luis Joseph Peguero, aduciendo a Herrera y a otros escribe: "Llegamos al inmundo templo en cuya puerta estaban sobre aviso los diabólicos sacerdo­tes"43.

41. PANE, op. cit. Introducción. 42. DE ANGLERÍA PEDRO MÁRTIR, op. cit. déc. I, cap. IX. 43. PEGUERO LUIS JOSEPH, op. cit. pág. 41 .

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"Los ritos de esta miserable gentilidad eran horri­bles a la razón y a la naturaleza, bestialidades absur­das y locuras... La Bestidura de los inmundos sacer­dotes era una manta de algodón teñida de negro"44.

Geraldini escribe en su Itinerario nada más llegar a la isla: "Reciben públicas respuestas de sus dioses que aparecen en horribles figuras. Sus númenes infernales desean ser temidos y no amados"45.

La ocasión, sin embargo, desperdiciada por la fe católica española fue única. Los principales elementos de la religiosidad taina ofrecían a dicha fe la base fundamental para su percepción, su asimilación, su aceptación y su transmisión posterior.

Los Trigonolitos, cualquiera que sea su significa­ción, y las tres piedras rituales eran un punto de arranque interesante para exponerles a los tainos el misterio de la Santísima Trinidad dentro de la fe cris­tiana.

El Dios Yocahu Vagua Maorocoti se prestaba fecundamente a una plástica presentación de Dios Pa­dre, Creador, Conservador y Providente de la creación sujeta al dominio y a la administración inteligente, justa y fiel del hombre.

44. PEGUERO LUIS JOSEPH, op. cit. pág. 112. 45. GERANDINI ALESSANDRO: Itinerario por las regiones subequi-

noccionales. Santo Domingo, 1977, pág. 160.

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El solemne rito de la cohoba con sus elementos de Purificación y éxtasis (ponerle a uno fuera de sí mis­mo) brindaba una plataforma válida para desentrañar ante ellos el misterio central del Cristianismo, la salva­ción de Cristo, que incluye no sólo el perdón de los pecados, purificación, sino la participación en la vida divina por la inhabitación del Espíritu Santo que es en el fondo poner la naturaleza humana fuera de sí mis­ma, integrarla, como diría Teilhard de Chardin, al medio divino.

El hablar de los cemíes daba base sólida para ex­planarles la múltiple interpelación de Dios al hombre, la revelación, espina dorsal de la fe cristiana.

Aquella Madre de Dios, Atabey, Yermao, Guacar, Apito y Zuimaco, de resonantes ancestros míticos, presente en tantas culturas del hombre, les allanaba el camino para exponer la realidad histórica de la mater­nidad física de María respecto a Jesús de Nazaret y la significación trascendente de tal maternidad por la peculiaridad del hijo nacido de sus entrañas, Dios hecho hombre, y por el modo concreto como esto fue realizado.

El ofrecimiento de las tortas de casabe, la consa­gración de ellas por los Behiques, la partición de esas tortas en tantos trozos como personas presentes y lo guardasen como algo sagrado, facilitaba increíblemen­te la exposición del misterio eucarístico. Los primiti­vos cristianos llamaron a la Eucaristía partir el pan.

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Los tainos hablaban y tenían la costumbre religiosa de partir el casabe que era su pan.

Los areítos, celebración comunitaria y pública, festiva y jubilosa de la común creencia era la mejor iniciación a la Liturgia Cristiana, reunión de los cre­yentes para celebrar en fiesta la muerte y resurrec­ción de Cristo, punto clave del designio salvífico de Dios respecto al hombre y quintaesencia de la fe cris­tiana.

La asimilación de lo autóctono y la encarnación de lo nuevo en la raíz cultural encontraba habría, es verdad, presentado retos y problemas arduos pero no insoluoles. Sin embargo, el fruto, del choque y solu­ciones habría sido, sin duda, purificación y perfeccio­namiento, no allanamiento, de lo existente y enrique­cimiento de la fe cristiana que es en su esencia más íntima levadura de las culturas existentes o emergen­tes.

Nada, sin embargo, de esto se hizo por falta de se­lección y preparación adecuada en los Adelantados de la gran gesta evangelizadora de América. Pero detrás de ellos, en sucesión ya ininterrumpida, vendrían a Islas y Tierra firme franciscanos, dominicos, merceda-rios y jesuítas que llevarían la cruz hasta donde no llegó la espada, que embotarían la espada no pocas veces cuando ella fue empuñada por el atropello o el despotismo; que aprenderían lenguas y dialectos; que escribirían gramáticas autóctonas y pasmosos tratados

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Albores de la fe en América

de filología comparada; que estudiarían con acusiosi-dad envidiable la flora y fauna, la hidrografía y la oro­grafía de regiones dilatadas; que investigarían cuida­dosamente las culturas reinantes y se encarnarían en ellas para vivificarlas con el evangelio y que harían no pocas veces aunados a la espada, a su sombra o en su favor, pero frecuentemente en lucha peligrosa con­tra ella la proeza titánica y épica de evangelizar un Continente.

Expresión suprema de esta gesta fueron las Re­ducciones guaraníes que acaba de ensalzar la película La Misión, Roland Joffé, el laureado autor de The killing fields no se arredró ante la dificultad de meter bellamente en dos horas de celuloide 150 años de heroísmo y genio y ha hecho un canto pindárico a lo que fue una de las creaciones más enaltecedoras histó­ricamente del espíritu humano. Voltaire escribió: Fueron un triunfo de la humanidad. Montesquieau dijo en en "El espíritu de las leyes". Es una gloria para la Compañía de Jesús haber mostrado por prime­ra vez al mundo cómo es posible la unión de la reli­gión y humanidad". Raynal, el filólogo de la Enciclo­pedia, no pudo contener su admiración y dio este tes­timonio en su Historia filosófica y política del comer­cio: "Cuando en 1786 salieron las misiones america­nas de manos de los jesuítas, habían llegado a un gra­do de civilización, quizás el mayor a que pueden ser conducidas las naciones nuevas. Allí se observaban las leyes y reinaba una exacta policía. Las costumbres eran puras. Una dichosa fraternidad unía los corazo-

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nes. Todas las artes necesarias para la vida se habían allí perfeccionado y eran conocidas algunas de las de adorno. La abundancia era general y nada faltaba en los Depósitos públicos. El número de ganado vacuno subía a 769.535 sin contar otros animales domésti­cos". Fulop-Miller expresó así su pasmo; "las mujeres indias imitaban de manera fiel los ricos encajes de Bramante y un grupo de obreros indios construyó un órgano excelente con arreglo al modelo europeo. Los indios esculpían figuras, copiaban libros de misa de suerte que nadie podría decir cuál era el ejemplar im­preso y cual el escrito. Las trompetas construidas por los indios igualaban a los productos de la industria musical de Nuremberg y sus relojes no cedían a los fabricados en los talleres de Ausburgo"46.

Sin embargo, como dice la película La Misión, en su primera secuencia. "Estos, misioneros recibieron por premio el martirio". Baldón para la humanidad perversa y no mal premio, cara a la eternidad, para ellos.

46. Autores y citas aducidas por LIEVANO AGUIRRE, Inda­lecio, en Los grandes conflictos sociales y económicos de nuestra historia. Bogotá, 1984, Edición 10, Tomo I, cap. XII.

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La Isabela: Jerusalén Americana -

La primera misa en América.

Ex-i Doctor CARLOS DOBAL

•embajador ante la Santa Sede

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Este trabajo fue publicado en la Colección "Estudios" de la Universidad Católica Madre

y Maestra de Santiago de los Caballeros en 1987 con ocasión de la celebración de sus bodas

de plata universitarias.

PÓRTICO

La primera Misa en América. El tema es, en sí, muy sugestivo, pero lo es mucho más al acercarnos a la celebración del Quinto Centenario del inicio de la Evangelización de nuestto Continente.

Todavía se gestaba la gran aventura y la informa­ción oficial no era muy exigida, ni estaba muy regla­mentada. Consecuentemente la Documentación (por lo menos hasta ahora disponible) deja muchas lagunas y hace difícil la labor del historiador. Esto hace más meritorio el empeño del Dr. Carlos Dobal.

El Dr. Carlos Dobal es un historiador acucioso y un atildado escritor que ennoblece cuanto toca. El presente trabajo, por añadidura, lo ha bruñido con fervor y mimo. Ha logrado así una monografía deli­ciosa y hechizante.

Nos tienta a decir algo el tema. Reforzaremos así y complementaremos levemente cuanto sabia y bella­mente nos dice el Dr. Dobal.

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Dr. Carlos Dobal

Gilberto Sánchez Lustrino, en su exquisito libro Caminos cristianos de América se hace eco de cierta sorpresa que ha sacudido siempre a cuantos se han interesado por la primera misa en la Isabela: "Es inex­plicable que, respecto de un suceso de la trascendencia de la primera misa que se celebró en el Nuevo Mundo, Historiadores como Fray Bartolomé de las Casas, Don Fernando Colón, Oviedo y Herrera no digan una sqla palabra, sobre todo dando razón de la misión de Fray Bernardo Boyl, como la dan prolijamente".

El silencio de Fray Bartolomé de las Casas es más descorazonador ya que su padre y tío fueron testigos de tan singular evento.

Punza también que nada diga de esa misa Diego Alvárez de Chanca en su carta y memorial a los Reyes Católicos.

Perdidas todavía las cartas de Colón, de Fray Ber­nardo Boyl y del Tesorero desde La Isabela, el único documento coetáneo que poseemos es de un relieve e importancia excepcional. Tal documento es el testi­monio de Pedro Mártir de Anglería. El ilustre rena­centista italiano, trasplantado a Castilla, es un perso­naje curioso. Nacido en Arona (Italia) en 1447, reside ya en Roma en 1477. En 1487 lo encontramos pres­tando servicios militares en los ejércitos de Castilla. En 1490 pasa al estado clerical y en 1492 lo vemos ya de educador en la Corte. Ausente en Roma, cuando Colón retorna de su aventura oceánica, el Cardenal 50

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Dr. Carlos Dobal

Sforza, su protector, le comisiona, por mandato de Alejandro VI, que entreviste al Almirante para que después informe a Roma detalladamente de todo eso del Descubrimiento. Cuando llega a Sevilla, el Almi­rante ya había salido con su segunda expedición para la Española. Aguarda allí y se entrevista entonces con Antonio Torres a su vuelta de la Isabela. La fuente, pues, de Pedro Mártir de Anglería no puede ser más fidedigna.

De Pedro Mártir de Anglería escribe Fray Bartolo­mé de las Casas: A ninguno se debe dar más fe que a Pedro Mártir, que escribió en latín sus Décadas estan­do aquellos tiempos en Castilla, porque lo que en ellas dijo tocante a los principios fue con diligencia del mismo Almirante, descubridor primero, a quien habló muchas veces, y de los que fueron en su compañía inquirido y de los demás que aquellos viajes a los principios hicieron.

El testimonio de Pedro Mártir por su sobriedad y comedimiento no ofrece sospecha alguna y merece el mayor respeto. Dice así en las Décadas del Nuevo Mundo, cap. VI: El mismo (Almirante) escogió un sitio despejado, próximo a cierto puerto, para edificar una ciudad y allí, en pocos días, como la premura del tiempo lo permitió, construyeron casas y una capilla, y el día que celebramos la Solemnidad de los Tres Reyes, se cantó la Santa Misa según nuestro rito (puede decirse que en otro mundo tan extraño, tan ajeno de todo culto y religión) con asistencia de trece sacerdotes.

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Albores de la fe en América

Tenía su hondo significado (de aquí las prisas) celebrar esa misa en la festividad de la Epifanía o de los Reyes magos como decía el pueblo. Era un arre­bolado signo. Epifanía quiere decir manifestación a los gentiles. La venida de esos tres hombres de Orien­te a adorar al Niño-Dios en Belén quiso expresar des­de el inicio del Cristianismo la salvación universal en Cristo. El destinatario real del misterio de la encarna­ción de Dios, no era ya restrictivamente el pueblo de Israel, sino la humanidad entera. Con ese hecho, pues, se quería expresar el llamamiento de la gentilidad a participar en el misterio de la salvación. Ninguna fies­ta más adecuada para iniciar la gran epopeya de la evangelización del Nuevo Mundo descubierto recien­temente por los hombres del Almirante.

Ya en clave de signos, eran tiempos de mucho simbolismo, tampoco fue azar el número de misione­ros primeros de América. El número seleccionado tenía mucho que ver con la institución de la Eucaris­tía en la última cena del Señor con los apóstoles. El Celebrante representaría a Jesucristo y los otros doce asistentes a los doce Apóstoles.

Para los historiadores ha sido hasta ahora un tor­mento individualizar los trece de aquella jornada con fragancias de primavera. Las listas intentadas siempre han resultado incompletas. Todos los indicios son que una buena parte de los misioneros que se embarcaron en Cádiz con el Legado Pontificio, Fray Bernardo Boyl lo hicieron en plan exploratorio con la determi-

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Dr. Carlos Dobal

nación de retornar para informar detalladamente y esbozar después un plan concreto de evangelización. Dicho plan lo trazaría más tarde el Cardenal Cisneros. Es fácil también que entre ellos no faltase algún espí­ritu aventurero.

La realidad de la Isabela y los primeros contactos con los pobladores indígenas fueron muy duros y nada de extraño tiene que entre los que murieron en la Isabela en los primeros meses, o entre aquellos que decepcionados por el desastre volvieron en doce naves con Antonio Torres, estuviese más de uno de los tre­ce. Esto explicaría la falta de huellas de ellos y que sea tan difícil rastrear sus nombres y sus vidas.

Fray Bartolomé de las Casas pinta un dramático cuadro de la Isabela a los tres meses del desembarco. Dice así: "Sábado, 29 días de marzo, llegó el Almi­rante a la Isabela, donde halló toda la gente muy fati­gada, porque de muertes o enfermos pocos escapaban, y los que del todo estaban sanos, al menos estaban de la poca comida flacos, y cada hora temían venir al estado de los otros. Y aunque no vinieran, sólo el dolor y la compasión que habían en ver la mayor par­te de todos en tan extremada necesidad y angustia era cosa triste, llorosa e incurable. Tantos más caían en­fermos y morían cuanto los mantenimientos eran me­nos y las raciones dellos más delgadas. Estas se adel­gazaban más de día en día, porque, cuando los desem­barcaron, se hallaron muchos dañados y podridos. La culpa de esto cargaba al Almirante o mucha parte de

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ella a la negligencia o descuido de los capitanes de los navios. También los que restaron, con la mucha hu­medad y calor de la tierra, menos que en Castilla si corrupción se detenían, y porque ya se acababa el biz-coho y no tenían harina sino trigo, acordó hacer presa en el río grande la Isabela para una aceña y algunos molinos, y dentro de una buena legua no se hallaba lugar conveniente para ellos; y porque de la gente de trabajo y los oficiales mecánicos los más estaban en­fermos y flacos y hambrientos y podían poco por fal­tarles las fuerzas, era necesario que también ayudasen los Hidalgos y gente del Palacio o de capa prieta, que también hambre y miseria padecía, y a los unos y a los otros se les hacía a par de muerte ir a trabajar con sus manos, en especial no comiendo. Fuéle, pues, ne­cesario al Almirante añadir al mando violencia, y a poder de graves penas constreñir a los unos y a los otros para que las semejantes obras públicas se hicie­sen" (Historia de las Indias cap. XCII).

Sopesando documentos (algunos recientemente exhumados) lanzo la hipótesis, bastante sólida, de los trece de la primera misa, dispuesto siempre a la corrección, Serían ellos: Fray Bernardo Boyl, Delega­do Apostólico, Fray Juan Infante, mercedario, Fray Juan Solórzano, mercedario, Fray Ramos, trinitario, Fray Juan Pérez, franciscano, Guardián de la Rábida en 1491, Fray Rodrigo, franciscano, Fray Alonso, franciscano, Fray Juan, el "Bermejo", franciscano, Fray Juan Tisín, franciscano, Fray Jorge, Comenda­dor de la Orden de Santiago, Pedro de Arenas, El

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Dr. Carlos Dobal

Abad de Lucena, Fray Ramón Pane, ermitaño Jeróni­mo de Monserrat.

Tres de ellos no eran sacerdotes sino legos: Fray Juan Duela, Fray Juan Tisin y Fray Ramón Pane.

De los dos primeros escribe Fray Bartolomé de las Casas: "Alcancé a cognoscer dos religiosos de la Orden de San Francisco que con él (Boyl) vinieron, frailes legos pero personas notables, naturales de la Picardía o borgoñones e que se movieron a venir acá por sólo celo de la conversión destas ánimas y aunque frailes legos eran muy bien sabidos y letrados, por lo cual se cognoscía que por humildad no quisieron ser sacerdotes; uno de los cuales se llamó Fray Juan de la Duela o Fray Juan el Bermejo porque lo era y el otro Fray Juan de Tisin" (Historia de las Indias, T.I., cap. LXXXI). Fray Bartolomé de las Casas también cono­ció al Catalán Pane y de él nos dijo que era alma sen­cilla y de poca facultad pero muy celoso.

Sabemos de la presencia del Franciscano Alonso porque dicho Franciscano entrega, al momento de su partida de la Isabela para España, a Antonio Torres un significativo Memorial para Don Juan Fonseca Arcediano de Sevilla, sobre cosas que hay que enviar a Fray Bernardo Buil (sic) y a los frailes que están en la Isabela. Las cosas que pide son: un vaso de plata para consagrar; una tienda para decir misa porque algunas van por tierra donde no hay casa donde se pueda decirla; azúcar y pasas y almendras para los religiosos

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que estuvieren enfermos; alpargatas para calzarse; vi­drios, platos y escudillas en que coman; algunas con­servas, paño para vestirse y alguna ropa con que duer­man los religiosos.

¿Será este Fray Alonso el mismo Alonso de Spi-nar, en viaje de exploración, que retornando a Espa­ña, vuelve después a establecer canónicamente la Orden? La pista de él está en la Colección de Docu­mentos inéditos de América, X, pág. 9.

De aquella primera misa quedó una reliquia sagra­da por mucho tiempo. Esa reliquia fueron los orna­mentos sagrados que vistió el celebrante. Eran un regalo de la Reina Católica que ella misma escogió de los que había en su capilla real. Da fe de ello, con emoción no disimulada, Fray Bartolomé de las Casas: "Los Reyes mandaron proveer de ornamentos para las Iglesias, de carmesí, muy ricos. Mayormente la Reina Isabel que dio entonces uno de su capilla, que yo vi y duró muchos años, muy viejo que no se mudaba o renovaba por tenerlo casi como reliquia, por ser el primero y haberlo dado la Reina, hasta que de viejo no se pudo sostener más" (Historia de las Indias, T.I. cap. LXXXI).

Feo. José Arnaiz S.J.

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PRESENTACIÓN

Se ha dicho que el nivel de excelencia de una ins­titución académica se conoce por la calidad de las investigaciones de sus profesores convertidas en libros.

En este año 1987 en que la Universidad Católica Madre y Maestra celebra sus Bodas de Plata con la educación dominicana, nos sentimos profundamente satisfechos del aporte que, a través de sus profesores, ha hecho la Institución al país, en investigaciones que abarcan los campos científico, tecnológico, histórico, económico y social, entre otros. En adición a las revis­tas, la colección de publicaciones de la Universidad Católica Madre y Maestra consta de más de 115 títu­los. De esos títulos, 5 son el fruto de las investigacio­nes del doctor Carlos Dobal, uno de los valores que enorguellece a nuestra Universidad, como católico y como hurgador en nuestro pasado, El doctor Carlos Dobal, quien recientemente ingresó como Miembro del Número de la Academia Dominicana de la Histo­ria, es autor además, de 21 obras y tiene más de una en proceso de preparación.

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El profesor Dobal se ha dedicado a escudriñar nuestras raíces históricas y religiosas con la vehemen­te pasión que se traduce en amor al país, cuyos valo­res y principios procura enaltecer; por eso, con fre­cuencia nos sorprende con la noticia de nuevos hallaz­gos que lo impulsan a continuar su constante bús­queda y de repente también, nos encontramos con la grata sorpresa de un nuevo libro.

Hace catorce años nos deleitó con su obra "San­tos y Santeros Dominicanos" y poco después con "Antigüedades, Arte y Tradición en Santiago de los Caballeros". Luego apareció "La Verdad sobre Ja-cagua", a ella siguieron "La Catedral de Santiago Apóstol" y "Santiago en los Albores del Siglo XVI", Premio Nacional de Historia 1985, que hablan elo­cuentemente de su amor por lo nuestro y de su capa­cidad investigativa. Su obra "Habla Lilis", nos mues­tra la idiosincrasia de un caudillo típico, también profundamente ligado a Santiago.

Ahora el doctor Dobal se adentra en La Isabela y concentra su mirada y atención, no ya en el hecho histórico del Descubrimiento, sino en otro aconteci­miento de singular significado, sobre todo, para los católicos y los cristianos en general: la celebración de la primera Misa en América.

El arquitecto José Antonio Caro Alvarez escribió que el profesor Dobal "es ante todo un poeta cuyo mirar ennoblece las cosas". A través del filtro de ese 60

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mirar es que ahora, en la cercanía del Medio Milenio, nos recrea con aquel hecho histórico de forma tal que los documentos, fotograbados y planos que aporta, nos sitúan en la vivencia de aquel trascendental acon­tecimiento que fue la primera Misa cantada en el Nue­vo Mundo, en esta nueva obra La Isabela: Jerusalem Americana.

Inquietudes como ¿por qué la celebración, dónde y cuándo se celebró la primera Misa solemne en Amé­rica?, encuentran documentadas y amenas respuestas en esta obra amasada, no sólo con el cuidado escrupu­loso del experimentado investigador sino también con el amor y la unción católica del autor que no puede disimular su formación y sus sentimientos profunda­mente cristianos.

La Universidad Católica Madre y Maestra, en su comunidad, y particularmente su Rector, se sienten muy complacidos con la publicación de esta obra, y profundamente honrados de que ella sea el fruto de la dedicación y del amor a la búsqueda de la verdad de uno de sus Profesores Titulares, que en el contexto del Quinto Centenario del Descubrimiento y del ini­cio de la Evangelización ha dedicado y está dedican­do, mucho tiempo y esfuerzo por esclarecer y trans­mitirnos los más relevantes hechos que se originaron en La Isabela, sede de la primera ciudad, del primer Ayuntamiento, de la primera Iglesia del Nuevo Mun­do y en este caso particular, de la celebración de la primera Misa, que es lo mismo que decir, la presencia

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de Cristo en América, sobre un altar improvisado, frente a la apacible bahía de La Isabela.

La familia universitaria se felicita a sí misma por contar con el doctor Carlos Dobal entre su cuerpo profesoral, y tiene la seguridad de que, en los años que nos separan de la celebración del Medio Milenio de Descubrimiento y del inicio de la Evangelización, el doctor Dobal continuará enriqueciéndonos a través de nuevos hallazgos, frutos del investigador infatiga­ble que no está tranquilo hasta que convierte en li­bros, esto es, en patrimonio cultural de todos los que nos interesamos por conocer a fondo los orígenes y la verdad del acontecer histórico de la tierra que fue cuna de la Evangelización americana y llamada con justicia, Atenas del Nuevo Mundo.

Mons. Agripino Núñez Collado Rector

Santiago de los Caballeros, R.D. 30 de junio de 1987

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ACLARACIÓN

. I ! I .

La presente reconstrucción romántica de un tras­cendente episodio místico, la Primera Misa en Améri­ca, se basa en esencia en noticias históricas y arqueo­lógicas provenientes de los más responsables historia­dores dominicanos y extranjeros, a las que vestimos con la flor poética de la tradición vernácula y foránea tan valiosa por su antigüedad y coherencia.

No hemos pretendido realizar un trabajo estricta­mente científico y académico sino mover las inquietu­des y la imaginación de profesionales con más luces y posibilidades que las nuestras, en orden a promover en el futuro el estudio y el amor por estas cosas de la fe, en ocasión de la celebración del V Centenario del Descubrimiento y la Evangelización de América.

C.D.

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LA ISABELA: JERUSALEM AMERICANA

La mayoría de los estudiosos de la ínclita proeza del Descubrimiento de América enfatizan, predomi­nantemente, en los fines económicos y políticos1 que movieron al Almirante a empeñarse en la extraordina­ria empresa por tantas generaciones alabada y usufruc­tuada2 ; y dejan un poco al margen los hondos princi­pios espirituales que también motivaron poderosa­mente la voluntad del glorioso genovés en la prepara­ción y la realización de la magna epopeya americana3.

Es posible que la crítica histórica materialista magnifique en el genial marino, la presencia de los acusados rasgos positivistas del hombre del Renaci­miento, y olvide que, aunque espíritu de su época, el Almirante tuvo una fe medieval4 apoyada en vigoro-

1. Ver MOYA Pons, Frank. "Historia Colonial de Santo Domingo", UCMM, 1964, p. 53.

2. Ver IRWING, Washington. "Vida y Viajes de Cristóbal Colón", Ed. Santo Domingo, S.A., 1964, p. 16.

3. MORISON, Samuel Eliot. "Admiral of the Ocean. Little Brown and Co.", Boston, 1942, p. 6.

4. MADARIAGA, Salvador. "Vida del muy Magnífico señor don Cristóbal Colón", Ed. Sudamericana, Buenos Aires, 1944.

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sos elementos, cosa que lo inclinó a considerarse un predestinado y un elegido de Dios5.

La imagen del mundo, para el futuro Descubridor, estaba cimentada en el Escolaticismo y la Teología, firmemente amalgamados. Así el mundo conocido tenía una simbología religiosa: los tres continentes: Europa, Asia y África se identificaban con las tres personas de la Santísima Trinidad: Padre, Hijo y Espí­ritu Santo; con los tres hijos de Noé: Sem, Cam y Jafet. Y en los tres Reyes Magos que, en representa­ción de las tres partes del mundo, obsequiaron al Niño Jesús6.

Por otra parte, el Almirante piensa que el paraíso terrenal está al fin del Oriente, en las tierras que él ha descubierto7. Su visión de una geografía sagrada está testimoniada en la toponimia de los lugares que va co­nociendo8. En esta geografía sagrada, la Isla Española, que hoy ocupan la República Dominicana y la Repú­blica de Haití era parte importante, donde el Descu­bridor creyó ver el nuevo cielo y la nueva tierra, el lugar del cumplimiento de la profecía de Isaías*.

Un estudio somero de las distintas biografías del gran Almirante, que han tenido mayor difusión, nos

5. PÉREZ Memén, Fernando, "Utopía colombiana-Ensayo", Isla Abierta, Suplemento del Periódico Hoy, R.D., Año VI, No. 269, 11 de octubre de 1986, p. 18.

6. PÉREZ Memén, Fernando, Ibidem. 7. PÉREZ Memén, Fernando. Ibidem. 8. PÉREZ Memén, Fernando. Ibidem.

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lo da como hombre religioso y muy devoto. Dice una de ellas que "toda su vida se distinguió por su devo­ción religiosa, tan distante del fanatismo como de la hipocresía"9. Y el mismo autor de la señalada biogra­fía nos señalaba que, acostumbraba el Almirante a asistir a los oficios divinos. Y que así conoció en Lis­boa, en la Capilla del Convento de Todos los Santos, a la viuda doña Felipa Monis de Palestrello, que ha­bría de ser su esposa y que tanto influiría, por sus relaciones, en el futuro del famoso marino10. Otro autor, en su trabajo, nos asegura que "en cualquier análisis del carácter del Almirante quedarán patentes su sinceridad y dedicado cristianismo"11. Un tercero, califica a su biógrafo de "hombre de alma intensa, imaginativa y altamente religiosa"12. Un cuarto bió­grafo, añade: "tenía una arraigada fe religiosa y el raciocinio apriorístico y la íntima comunión con el ser invisible, característicos de los primeros siglos del Cristianismo"13.

Uno de los más ilustres historiógrafos dominica­nos dice en su obra que "don Cristóbal tiene visión profética de su empresa, la cual asocia en todo mo­mento a Dios, como evidencian sus mismos escritos. Así, por ejemplo, en la relación que hacía a los Reyes Católicos del Tercer Viaje, les dice: "Se cumplirá

9. IRWING, Washington. Ibidem. p. 30. 10. Ibidem. 11. BRADFOR, Ernle - Cristopher Colombus, Ed. Michael Joseph,

1973, p. 12. 12. MADARIAGA, Salvador. Ibidem, p. 105. 13. MORISON, Samuel EHot. "Cristóbal Colón, Marino". Ed. Diana,

México 1966, p. 15.

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todo lo que dijo, (Dios); el cual tan claro habló de es­tas tierras por la boca de Isaías en tantos lugares de la escritura14, afirmando que de España le sería divulga­do su santo nombre"*. Y en carta a los mismos sobe­ranos españoles, que trae a colación Navarrete en el segundo volumen de su Colección de Viajes, se puede leer lo que a continuación se transcribe: "ya dije que para la ejecución de la empresa de las Indias no me aprovechó razón, ni matemáticas ni mapamundis: llanamente se cumplió lo que dijo Isaías"**. De misti­cismo hace gala en numerosos escritos particulares como en la conocida epístola que envía a la madre de leche del príncipe don Juan, doña Juana de Torre, hermana del piloto colombino Antonio de Torre, por el año 1500: "Del nueve cielo y tierra que decía Nuestro Señor por San Juan en el Apocalipsis,*** después de dicho por boca de Isaías, me hizo dello mensajero y arrostró en cual parte. En todos hubo incredulidad y a la Reina, mi señora, dio dello al espí­ritu de inteligencia y esfuerzo grande y lo hizo de todo heredera como a cara y muy amada hija"15.

Influido por el pensamiento religioso de la época, el Almirante de la Mar Océana, piensa que su llegada por estas partes se debe a la Divina Providencia y se autopercibe como un ser providencial que ha llegado hasta el fin de la tierra para cumplir con unos propó­sitos divinos16.

14. Mejía, Gustavo Adolgo. "Historia de Santo Domingo", Vol. II, Ciudad Trajino, 1949, p. 150.

15. Ibidem, p. 151. 16. Pérez Memén, Fernando. Ibidem, p. 18.

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Uno de los más importantes biógrafos del Descu­bridor señala que "su sentido de divina misión tam­bién aparece en la curiosa firma grecolatina que des­de entonces adoptó y de lacual no existe ninguna ex­plicación de la época. En el legado de sus propieda­des la firma es como una X (mediante la cual proba­blemente quiere significar un ch mayúscula del alfa­beto griego) con una S sobre ella y una M con una A del alfabeto romano sobre ella y sobre aquella S y, luego una Y del alfabeto griego (con lo cual talvez quería significar una epsilón mayúscula). Con una S sobre ella, guardando relación de las rayas y puntos. La forma como él la escribía es la siguiente:

•S A S

x_M y .X }>of£REN,S

Muchas conjeturas se han hecho para resolver el enigma. Mi opinión personal es que las letras del prin­cipio quieren decir: SERVUS SUM ALTISSIM1 SAL-VATORIS XPIOT su MAR1AE Xpsu (Siervo soy del más grande Salvador, Cristo, el hijo de María). El últi­mo renglón es una forma grecolatina de su nombre cristiano, destacando su papel como el portador del

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Cristianismo a tierras que nunca conocieron a Cris­to"1 7 .

Sobre la interpretación de la firma del Almirante, el ilustre investigador colombino, senador Pablo Emi­lio Taviani, dice, en su libro Cristóbal Colón, Génesis del Gran Descubrimiento, Instituto Geográfico de Agostini, Ed. Teide, Barcelona, 1974, lo siguiente: "La obsesión de Colón de atribuirse o adquirir títulos nobiliarios para sí mismo y para sus descendientes, llega al extremo de una incomprensible pedantería en la elaboración de su propia firma o sigla.

Constituye realmente un acertijo insoluble:

.S. .S. A .S.

Y D X

Xpo F E R E N S

Aparece por primera vez en el memorial a los Re­yes Católicos, en abril de 1493. Desde entonces figura en casi todos los documentos autógragos del Almiran­te que han llegado a nuestras manos.

Da a su propio nombre, en lugar de la forma lati­na de Cristophorus, la de Cristoferens, que encierra, como destaca con razón Caddeo, un significado espi­ritual, como portador de la religión de Cristo a las

17. Morison, Samuel liliot. Ibidem, p. 98.

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gentes paganas que él había ganado para la Iglesia. Juan de la Cosa, en su célebre mapa de 15000, presen­tó al Almirante bajo el símbolo de San Cristóbal, quien llevaba a Cristo a través de las aguas.

Tratando de resolver las misteriosas siglas, conti­núa Caddeo, los intérpretes han partido casi siempre del presupuesto de que, siendo Colón muy religioso, solía comenzar sus escritos con el lema propiciatorio Jesús cum María sit nobis in via, queriendo dar a sus siglas un significado estrictamente religioso. En conse­cuencia, las interpretaciones más recurrentes y más conocidas concuerdan con esta características. Así tenemos: Salva me Xhristus, Maria Yosephus; Yesus, Maria, Yosephus, Sanctus, Sactus, Sactus; Sit Sibi Semper Antecedente X.M.; Supplex Servus Altissimi Salvatoris X.M.Y., etc. No faltó quien en lugar de San José colocara a la Reina Isabel: Servidor (de) Sus Altezas Sagras Jesu Maria Isabel; ni quien encontrara referencias a proyectos de cruzadas contra los musul­manes y liberación del Santo Sepulcro, anheladas por Colón: Sarraceno Subjuget Avertat Submoveat X.M.Y. e Salva Sanctum Altissimum Sepulcrum S.M.Y.

De que Colón fuera religioso y místico, no cabe duda; pero que él para firmar actas y documentos de carácter profano, hubiese escogido unas siglas de sig­nificado exclusivamente místico, es, según Cadeo más que discutible.

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En 1493, cuando comienza a firmar con su extra­ño anagrama, el Almirante está en la cumbre de su poder y gloria; es el personaje más importante de España después de los soberanos; está en pleno fervor de acción y tiene toda intención de ampliar sus descu­brimientos, sus conquistas y sus magníficos privile­gios, los cuales le dan derecho a crear una verdadera y propia dinastía virreinal; tiene poderes casi sobera­nos sobre aquella parte del mundo que se preanuncia tan vasta y abundante. Por lo tanto, es más probable que haya querido conferir a sus siglas su nobleza adquirida. En efecto, en el acta de institución del ma­yorazgo del 22 de febrero de 1498, Colón establecía: que el escudo de armas debía ser adoptado como bla­són común por todos los descendientes de su familia; que la facultad de sellar los propios documentos con el sello de armas estaba reservada al heredero del mayorazgo y de los títulos del fundador de la Casa; que este heredero debía firmar con las siglas creadas por el Descubridor, pero sólo después de haber entra­do en posesión efectiva del mismo mayorazgo y ha­ciéndola seguir de la firma El Almirante. De lo cual se deduce que las siglas y la firma debían expresar los atributos de la dignidad, los cargos y la herencia reci­bidos; y, por consiguiente, puede pensarse que el escudo, las siglas y la firma estuvieran entre sí en es­trecha conexión y constituyeran, para quien tenía el derecho de usarlos conjuntamente, las señas represen­tativas y, por así decirlo, tangibles de los derechos y atribuciones transmitidas por el fundador de la Casa a sus legítimos sucesores.

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1

3

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3 "« O S.

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De todo esto puede deducirse que la solución del extraño acertijo sea la propuesta por Streicher: no es el anagrama de Colón un simple ornamento o un mís­tico jeroglífico sino, en forma abreviada, es la solem­ne firma del Descubridor. Las letras que componen la sigla deberían, por lo tanto, ser desglosadas en dos grupos: el primero, central,

A

X M Y

significaría: Cristóbal Almirante Mayor (de las) Indias ya las tres

.S.

.s. .s.

Según Caddeo, quien acepta también la solución de Streicher como la más probable, no hay que dese­char que a esta combinación de letras de significado tan solemne, Colón haya pensado dar, al mismo tiem­po, una expresión mística. En este caso, las tres letras XMY, coronadas por las tres S, podrían significar: Jesús, María y José, Sanctus, Sanctus, Sanctus".

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... "Todos rezaban entonces el Padrenuestro, el Credo y el Avemaria, y concluían contando la Salve Regina. Como el mismo Colón decía, "los marineros la cantan o recitan a su estilo", chillando en varios tonos al mismo tiempo y asesinando las excelsas palabras latinas. Pero, ¿acaso era así menos grato para la Virgen, bajo cuya protección todos los marineros se sentían seguros?"...

Albores de la fe en América

Según otro autor, "Colón estuvo en la Corte du­rante las festividades religiosas de Pentecostés, la San­tísima Trinidad y el Corpus Christi, pero probable­mente, la ceremonia que más le interesó fue el bautis­mo de los seis indios. El Rey, la Reina y el Infante don Juan amablemente consintieron en ser sus padri­nos; al primero en rango, pariente del rey Guacanaga-rí (hijo para algunos), lo bautizaron con el nombre de Fernando de Aragón, otro, con el de don Juan de Cas­tilla; en tanto que al inteligente intérprete se le llamó don Diego. Don Juan permaneció adscrito a la Casa Real y murió dos años después. Los otros cinco regre­saron con el Almirante al Nuevo Mundo"18.

Para algún biógrafo del Descubridor, su idea de ser un predestinado y de portar un mensaje trascen­dente indica su ascendencia hebrea19. Para otros, "no era de ascendencia judía como se ha pretendido, sino católica"20.

Evidentemente, el Almirante fue esencialmente un marino; y "en aquellos tiempos los marineros eran los más devotos de los seglares, y en cada nave un mu­chacho se encargaba de entonar, al amanecer, una con-cioneta, que comenzaba así:

Bendita sea del día la luz Y bendita sea la Santa Cruz;

18. Ibidem. 19. MADAR1AGA, Salvador. Ibidem. p. 196. 20. VERLINDEN, Charles - Pérez limbid, Florentino, "Cristóbal

Colón y el Descubrimiento de América", lid. Riap, Madrid, 1967, p. 15.

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Después de lo cual recitaba el Padrenuestro y el Avemaria y suplicaba la bendición del Cielo para la gente del barco. Cada media hora el grumete anuncia­ba en voz alta que invertía el reloj de arena. Por ejem­plo, para lo que nosotros llamaríamos las cinco cam­panadas, él cantaba:

Las cinco han pasado y las seis empiezan. Más horas correrán si Dios lo quiere Cantando las horas el viaje se abrevia.

Después del crepúsculo y antes de la noche, todos se reunían para las oraciones vespertinas. El grumete que tenía a su cargo encender la lámpara de la bitáco­ra, comenzaba el acto cantando:

Dios nos dé buena noche y grata travesía, Que nuestro barco tenga venturoso viaje Señor capitán, piloto y buena compañía.

Todos rezaban entonces el Padrenuestro, el Credo y el Avemaria, y concluían cantando la Salve Regina. Como el mismo Colón decía, "los marineros la cantan o recitan a su estilo", chillando en varios tonos al mis­mo tiempo y asesinando las excelsas palabras latinas. Pero, ¿acaso era así menos grato para la Virgen, bajo cuya protección todos los marineros se sentían segu­ros?

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Luego, el grumete que invertía el reloj de arena por octava vez, cantaba la Salve Regina21.

Es interesante recordar aquí que, la predestina­ción de que tratamos anteriormente coincide con la legendaria historia del santo del nombre del Almiran­te. La leyenda piadosa de San Cristóbal era familiar a todos los niños en la Edad Media. Este famoso santo era un gigante pagano interesado en conocer a Cristo. Un piadoso ermitaño le dijo: para que Nuestro Señor se te manifieste pronto, ayuna y reza, el gigante le contestó que no podía ayunar y que no sabía rezar. El ermitaño le dijo que entonces pasara a hombros a cuantos necesitaran llegar al otro lado de un río que corría cerca de allí. Cristóbal aceptó este trabajo para acercarse a Cristo. Y una noche tempestuosa cuando él dormía, lo despertó un niñito pidiéndole que lo pasara a la otra orilla. Desafiando el peligro el gigante colocó al niño sobre sus hombros y comenzó a luchar con la corriente impetuosa. Pero, a medida que avan­zaba el niño parecía aumentar de peso. Cristóbal asombrado y exhausto le dijo: "niño tú pesas más que el mundo"; y el niño le contestó "es que yo soy el Creador del mundo". Yo soy Cristo, a quien tu quie­res servir. Y para probártelo, planta tu bastón cerca de tu choza y mañana florecerá y dará frutos"...

Cristóbal hizo lo que le dijo el niño y al otro día encontró su bastón convertido en una palma llena de dátiles jugosos.

21. MORISON, Samuel Efcot Ibidem, pp. 56-58.

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Esta legendaria historia del gigante transportando a Cristo habría de ser profética para el futuro Almi­rante que fue el Portador de Cristo hacia un Nuevo Mundo22.

No es sorprendente, por tanto, que el Descubri­dor, cuando al retorno de su Primer Viaje fue sorpren­dido por una tormenta, que amenazaba con destruir las dos carabelas que le quedaban, convocó a la tripu­lación de La Niña, donde iba él, y con esa democracia espiritual que hallan los hombres espontáneamente en presencia de la muerte, les propuso tirar a suertes para que uno de ellos fuese en romería a Nuestra Señora de Guadalupe con un cirio de cinco libras. Trajeron garbanzos, uno para cada uno; en uno de ellos graba­ron una cruz con un cuchillo y los metieron en un bonete bien revueltos. El Almirante metió la mano primero y sacó el garbanzo cruzado. Echaron suertes otra vez para mandar un romero a Santa María de Lo-reto, que Nuestra Señora ha hecho y hace muchos y grandes milagros, y cayó la suerte a un marinero del Puerto de Santa,María que se llamaba Pedro de Villa y el Almirante le prometió de le dar dinero para las costas. Como no cejaba en su empeño la tempestad, se creyó necesaria una tercera intervención de pasar la noche en oración a Santa Clara de Moguer y haría de­cir una misa; esta vez la suerte recayó también el Almirante a la cabeza, hizo voto de que en llegado a la primera tierra, irían todos en camisa, en procesión,

22. BRADFORD, Ernle. Ibidem, p. 11.

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a hacer oración en una iglesia que fuese de la invoca­ción de nuestra Señora.

No cabe duda de que Colón se sentiría reconforta­do al verse objeto de tanta deferencia por parte de la emanación especial del Señor23.

Es lógico después de todo lo expuesto que sem­brara el Almirante las tierras recién descubiertas de altas cruces24. Y que dijera a sus seguidores: "faced poner cruces altas y mojones y asimismo cruces en los árboles y cruces en los logares que son convenientes e do no se puedan asi caer, porque allende ques razón que asi se faga pues loado sea Dios, la tierra es de cris­tianos"25.

Un joven investigador dominicano, apunta certe­ramente que, "cruzada, marinería y mercantilismo fueron los ingredientes perpetuos del proyecto colom­bino, completa imbricación entre lo espiritual y lo material"26. Y el mismo autor añade que: "si la 'geno-vesidad' del Almirante ha originado grandes discusio­nes, aunque la Raccolta della Reale Comissione publi­cada en Genova en 1892 haya despejado toda duda su catolicismo, en cambio, ha sido reconocido con una total unanimidad". Y trae a Bartolomé de Las Casas,

23. MADARIAGA. Salvador. Ibidem, pp. 326-7. 24. MEJIA, Gustavo Adolfo. Ibidem, Tomo II, p. 288. 25. MEJIA, Gustavo Adolfo. Ibidem, Tomo II, p. 111. 26. GUERRERO, José G. "El diario de Colón y el encuentro de dos

mundos" - Cristóbal Colón y el siglo XV, Isla Abierta, Suplemen­to del periódico Hoy, Santo Domingo R.D., 7 de diciembre de 1985.

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cuyo padre acompañó a Colón en su Segundo Viaje, que dice: "sin duda que era católico y de mucha devoción". Sobre todo, devotísimo de Nuestra Seño­ra, y del seráfico padre San Francisco"27. Ser genovés, concluye el autor citado, "en el siglo XV, era ser cató­lico al mismo tiempo"28.

Esta indicada imbricación entre lo espiritual y lo temporal, explica la razón por la cual al realizar los planes de la primigenia villa americana que llamó La Isabela, el Descubridor, situara, entre los edificios de­fensivos y administrativos, la primera Iglesia del Nue­vo Mundo.

También, tratando del traslado de la cristiandad de Europa a América, se mueve la opinión de algún investigador para dar a La Isabela la estatura mística de nueva Jerusalem29.

Ahora bien, todo nos lleva a preguntarnos con gran interés: ¿Dónde se alzó el primer templo cristia­no de América? y ¿dónde y cuándo se celebró la pri­mera solemne ceremonia litúrgica cristiana, la misa, en América?

Estas interesantísimas preguntas exigen una res­puesta veraz y documentada, Por esto, resulta impres­cindible sentar las bases históricas pertinentes, deta-

27. Ibidem. 28. Ibidem. 29. PMREZ, Memén, Fernando. Ibidem.

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liando el acucioso proceso de investigación que, a tra­vés de los años, ha sido realizado alrededor de ambas cuestiones.

Comenzaremos por tratar de aclarar la ubicación de la primera Iglesia del Nuevo Mundo.

En 1892, una Comisión nombrada por la Junta para la celebración del IV Centenario del Descubri­miento de América, rindió un informe firmado el 6 de junio, en Puerto Plata, por todos sus miembros, los señores Manuel Castellanos; Pedro Villalón; Federico Llinás, I. C.; José B. Mora y Juan Garrido; afirmando haber descubierto, en el sitio donde se alzara La Isa­bela, el lugar que ocupaba la Iglesia. Se basaban en que tuvieron la fortuna de encontrar dos grandes pie­dras labradas en cuadro cerca de la puerta de entrada al edificio por el frente Oeste, apenas removida una de ellas del sitio en que fuera colocada y a equidistan­cia una de la otra, así como de los muros laterales de cuatro metros y una fracción, encontrándose seguida­mente el lecho o alveolo porporcionado de otras dos piedras del mismo tamaño y forma que las anteriores, conformando entre todas, por su disposición, un rec­tángulo perfecto, indicio probable de haber sido las bases de cuatro columnas o pilastras sobre las cuales sin duda descansaba el coro30.

30. RODRÍGUEZ, Demorizi, Emilio. "Relaciones geográficas de Santo Domingo", Sociedad Dominicana de Geografía, Vol. XII, Ed. Taller 1977, p. 292.

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Ahora bien, como se sabía que en La Isabela se levantaron distintos edificios31 cuyas cimentaciones se conservaban, sin haberse determinado a cuáles per­tenecía cada una de éstas, los miembros de la Comi­sión de 1892, parecen haber confundido los restos de un almacén con los del templo. Esto lo afirma el li­cenciado Julio Ortega Frier, al dirigirse a los miem­bros del Patronato Interamericano Pro-Restauración de La Isabela32, en reunión celebrada, en el Salón de Profesores de la Universidad de Santo Domingo, el viernes 25 de mayo de 1945. El licenciado Frier se expresó así: "Ustedes pueden comprobar algunas di­ferencias entre la realidad y las afirmaciones del Acta de 1892. La primera de estas diferencias está en el edificio que en el Acta de 1892 aparece señalado co­mo el de la Iglesia, no lo es en verdad y que -tampoco, es el de los almacenes generales de la corona, el que se señala como tal; siendo éste último el de la Iglesia" .

Quiere esto decir, que los comisionados del 1892 confundieron la cimentación y restos de los almace­nes de la corona, con los restos del templo; y que real­mente los que ellos creían que eran los de los almace­nes, eran, en realidad, los de la Iglesia34.

En agosto de 1968, el profesor Carlos Dobal de la Universidad Católica Madre y Maestra, de Santiago de

31. Sociedad Dominicana de Geografía. Boletín, Vol. Vil, No. 7, enero-diciembre 1978, p. 43.

32. Ibidem, p. 44. 33. Ibidem. 34. Ibidem.

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El Almirante Descubridor. Grabado sobre un retrato de Caoriolo, 1596.

los Caballeros, R.D. levanta croquis de los cimientos del edificio hipotéticamente identificado como la Iglesia de La Isabela. Para el profesor Dobal: "La nave de la ermita, según los vestigios que encontramos, de­bió haber tenido unos 16 metros de largo por unos 6 metros de ancho. Estuvo orientada exactamente de Este a Oeste, como todas las iglesias antiguas"35.

El trabajo nuestro mencionado, transcrito total­mente, dice así: "El día 22 de agosto de 1971 regresa­mos de nuestra última visita al lugar actualmente lla­mado El Castillo, donde fue erigida por Colón la pri­mera ciudad del Nuevo Mundo, La Isabela. El estado del lugar nos llenó de tristeza. Todo ha sido arrasado.

35. PUIG Ortiz, José Augusto. "Por la valorización histórica de las rui­nas de La Isabela". Kd. Kl Caribe, 1963, p. 77.

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La vegetación ha sido quemada. Las pocas piedras, q'ue todavía estaban alineadas y que nos permitieron levantar hace tres años un croquis de la que fue segu­ramente la primera iglesia erigida en tierra de América han sido totalmente dispersadas. Esta es la razón por la que hemos decidido ofrecer a la Sociedad Geográ­fica Dominicana, de la que somos Miembros Corres­pondientes, y a la Oficina de Patrimonio Cultural de la República, una copia del croquis que levantamos en 1968, basándonos en los vestigios que entonces se apreciaban superficialmente, de lo que debió ser la planta de la Iglesia mencionada por el padre Las Ca­sas, que se basó en el Diario del Almirante. (Las Ca­sas: Historia, Libro Primero, Cap. 88).

La Isabela, segunda villa fundada en la isla Española. (Del Isolario de Bordoni, 1534).

También, y para que estos datos puedan servir para la eventual reubicación exacta de la planta del re­ferido edificio, único ubicable todavía hasta hace tres

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Isabel I de Castilla, llamada Isabel La Católica, en cuyo honor dio el Descubridor el nombre de "La Isabela" a la primera ciudad del Nuevo Mundo. (Retrato de autor español anónimo que se conserva en el Casti­llo de Windsorj.

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años, vamos a hacer una descripción prolija de lo que había en aquel lugar; y una narración detallada de cómo levantamos el referido croquis.

Erdwin Walter Palm dice: "El edificio hipotética­mente identificado como la iglesia de La Isabela (1494), cuyos fundamentos permiten reconocer un rectángulo, es decir, una nave sin ábside, debió al me­nos en sus cimientos, estar construido de piedra de sillería, extraída de las vecinas canteras de orillas del río Bahabonico. Las excavaciones preliminares de primavera de 1945 pudieron localizar los bloques de piedra de los fundamentos de los ángulos Norte y Sur del lado Este, así como algunas tejas que hacen postu­lar un techo de dos aguas". (Los Monumentos Arqui­tectónicos de La Española, Tomo II, pág, 19, (toma­do de la Excavación de La Isabela, página 303).

Basándose en estos datos y en las noticias que nos dieron los vecinos del lugar, pudimos ubicar exacta­mente la nave de la ermita, no solamente, localizando los bloques de piedra de los fundamentos de los ángu­los Norte y Sur del lado Este, como hizo Palm, sino, también, los vestigios que nos ofrecían claramente la proporción de los lados restantes de la nave rectangu­lar sin ábside, de que habla el distinguido investigador.

La nave de la ermita, según los vestigios que obser­vamos, debió haber tenido unos 16 metros de largo por 6 metros de ancho. Estuvo orientada exactamente de Esta a Oeste, como todas las iglesias antiguas. (La

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Catedral Primada de Santo Domingo está orientada también de Este a Oeste, así como la antigua capilla Del Rosario). "De las Iglesias de Asia vino la costum­bre de orientar las iglesias. Fue costumbre antiquísi­ma la de orar con los brazos en alto y cara al sol na­ciente. Al situar las iglesias de modo que el altar mira­ra hacia la aurora, se armonizaba la orientación del edificio material con la dirección que tomaba la co­munidad orante mientras miraba el altar". (El Arte Actual, Biblioteca Autores Cristianos, Madrid 1965, p . l l l ) .

La orientación de la nave de la primera iglesia en el Nuevo Mundo fue tan exacta, que puede intuirse como hecha por un marino, tal vez el mismo Descu­bridor. Lo comprobamos de este modo: pusimos la brújula sobre un cordel tendido, marcando el lado Este-Oeste, señalado por los vestigios, y comproba­mos que no se apartaba ni un milímetro de esta di­rección.

Esta condición, la orientación de la planta de la edificación estudiada, es un fuerte argumento para confirmar que trabajamos sobre los vestigios de la iglesia y de otro edificio cualquiera.

La apariencia del lugar en que supuestamente es­tuvo la iglesia, el 1 de agosto de 1968, era la siguiente:

1. El terreno estaba semicubierto por bejucos espe­sos. Nos aseguraron los vecinos que nunca se ara-

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ba ni cultivaba allí por considerarse siempre aquel lugar como sagrado.

2. En algunos sitios aparecían agrupadas grandes pie­dras, y en otros, podían observarse muchas pie­dras pequeñas sueltas.

Ante un panorama tan poco prometedor queda­mos, al principio, desolados, pero luego, y al observar que muchas de las piedras sueltas presentaban sus ca­ras pulidas en perfecta alineación, nos dispusimos a levantar un croquis, tomando como base estos indi­cios.

Como los ángulos Norte y Sur del lado Este, des­crito por Palm presentaban una cimentación compac­ta muy conservada, decidimos tomarlos como punto de referencia indubitable. Desde allí, tendimos un cordel blanco de Este a Oeste, orientándolo a seguir la alineación de los lados pulidos de las piedras sueltas. El resultado fue el siguiente: el lado Norte que corre de Este a Oeste, arrancando del ángulo Norte arro­jaba:

1. 2.5 metros sin vestigios.

2. 3.10 metros de cimentación compacta.

3. 0.9 metros sin vestigios.

4. 3.18 de piedras sueltas alineadas.

5. 0.55 metros sin vestigios indubitables.

6. 3 metros sin vestigios.

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'ía, •acb. Croquis de los vestigios de la Primera iglesia del Nuevo Mundo en La Isabela, levantado por el doctor Carlos Dobal, Profesor Titular de Histo­ria de la UCMM, el 1 de agosto de 1968. (Escala 2 cms. 1 m.j.

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7. 0.18 metros con dos piedras bien alineadas.

8. 3.45 metros sin vestigios.

El lado Sur que corre de Este a Oeste arrancando del ángulo Sur arrojaba:

1. 3.6 metros de cimentación compacta.

2. 2.5 metros sin vestigios.-

3. 10 metros de piedras sueltas alineadas. (Este lado finalizaba en una piedra que formaba la esquina, perfectamente detallada).

El lado Oeste, que corre de Norte a Sur fue re­planteado por nosotros, tomando como referencia la cara perfectamente tallada de la piedra mencionada anteriormente y que forma la esquina que remataba el lado Sur, que corre de Este a Oeste.

Costa de La Isabela (vista oeste).

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Así pudimos medir un lado de 5.7 metros. Este lado dista del acantilado, sobre el Altántico, exacta­mente 15 metros.

El lado Este, que tomamos como esencial punto de referencia, mide 5.76 metros. De los cuales 4.38 metros son cimentación compacta (incluyendo una esquina algo saliente que es el ángulo Norte). Allí también puede observarse un árbol identificado por los vecinos como, guayacancillo. (Ver nota 64).

En resumen las dimensiones de la nave de la pri­mera iglesia construida en el Nuevo Mundo, según los vestigios que estudiamos en 1968 debió tener 5.76 metros en los lados menores y 16.10 metros en los mayores. Consideramos posible el error de algunos pocos centímetros.

Es muy interesante también consignar que los ves­tigios consistentes en piedras sueltas, así como los de cimentación compacta, parecen indicar que las pare­des de la construcción fueron bastante espesas36.

Pedro Mártir de Anglería, en las Epístolas y Déca­das, recoge una tradición secular sobre la capilla de La La Isabela y la primera misa en América. Dice el Cro­nista que el mismo Almirante escogió un sitio despeja­do, próximo a cierto puerto, para edificar una ciudad

36. DOBAL, Carlos. "Antigüedades, arte y tradición en Santiago de los Caballeros", Ed. UCMM, Colección Estudios, 1977, pp. 135 a 139.

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y allí, en pocos días, como la premura del tiempo lo permitió, construyeron casas y una capilla; y el día que se celebraba la solemnidad de los Tres Reyes37, se cantó la Santa Misa38.

A pesar de la trascendencia de la primera misa en el Nuevo Mundo, historiadores como fray Bartolomé de Las Casas, don Fernando Colón, Oviedo y Herrera no hablan de este hecho39. Sin embargo, un ilustre investigador dominicano afirma que: "aunque nada hay probado documentalmente, ni siquiera por relato de absoluta veracidad, todas las deducciones históri­cas, las conjeturas más racionales abonan la tradición constante de que fuera de ella, la Primera Misa la llevada a cabo en La Isabela, si no con la asentada pompa y solemnidad que le asignan los historiadores modernos, por lo menos con la piadosa unción del ritual cristiano, cabe el casi místico altar improvisa­do en modestísima ermita"40.

De Anglería tomó noticia de la Misa en La Isabela del capitán Gonzalo Fernández de Oviedo y Valdez,

37. ANGLERIA, Pedro Mártir (De) "Décadas del Nuevo Mundo", Edi­ción 1944, Cap. VI, pp. 24-25.

38. Para nosotros el Almirante eligió el Día de la Epifanía para la Pri­mera Misa por simbolismo religioso: al pensar que llegaba a la India, el Descubridor creyó que unía a los tres continentes repre­sentados obviamente por los tres Reyes Magos que obsequiaron al Niño Jesús (Ver Pérez Memén, Fernando, Ibidem, p. 18).

39. SÁNCHEZ Lustrino, Gilberto. La Primera Misa en América, cap. III, Caminos Cristianos de América.

40. Informe de la Comisión nombrada por la Sección de Historia y Geografía del Ateneo Dominicano, 28 de mayo de 1936, publica­do en La Opinión de Santo Domingo.

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antiguo Cronista de Indias y Alcaide de la Fortaleza de La Española, para ilustrar su obra41.

Por otra parte, los notables historiadores domini­canos, que integraron la ya mencionada comisión de Ateneo42, afirman que es en "nuestros narradores que encontramos constantemente repetida esta Primesa Misa ofrecida en Villa de La Isabela el 6 de enero de 1494, día de la Epifanía de los Tres Reyes Magos"43.

Veamos: Antonio Delmonte y Tejada en su Histo­ria de Santo Domingo, dice "muy luego de fundada La Isabela a la que se dio el nombre de Santísima Tri­nidad y el de la Reina Católica... se celebró misa so­lemne en la capilla"44.

El historiador nacional dominicano, José Gabriel García, en su Historia de Santo Domingo, confirma el anterior aserto, cuando dice: "ambos expedicionarios partieron de La Isabela, a fines de 1494, posiblemente después que se dijo la primera cantada el día de la Epifanía, con grande pompa y solemnidad"45.

El canónigo licenciado Carlos Nouel, también consigna lo mismo que los anteriores, que la misa fue

41 . MEJIA, Gustavo Adolfo. Ibidem, p. 76. 42. Ibidem, p. 87. 43. Ibidem. 44. DELMONTE y Tejada, Antonio. "Historia de Santo Domingo",

Vol. I, p. 135. 45. GARCÍA, José Gabriel. "Historia de Santo Domingo", Ed. Santo

Domingo, 1979, Vol. I, p. 28.

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celebrada el 6 de enero con toda la pompa y solemni­dad que permitían las circunstancias y condiciones del lugar"46.

Y Washington Irwing, famosísimo biógrafo del Almirante, dice que: "el día de la Epifanía, (6 de ene­ro de 1494) estando la Iglesia casi acabada47 celebra­ron misa con gran pompa y solemnidad"48...

Ubicado el lugar en que fue celebrada, por vez pri­mera en tierra de América, el sacrificio de la Misa, nos haremos otras preguntas: ¿Quién fue el celebrante? ¿Quiénes la presenciaron?...

La curiosidad del mundo cristiano a través de los siglos, gravita sobre el nombre y la personalidad del celebrante de la Primera Misa en América y el de sus asistentes en el primigenio altar.

Se sabe, por una parte, que el Papa Alejandro VI, a petición de los Reyes Católicos, expidió una Bula el 25 de junio de 1493, por la que nombraba Vicario Apostólico para los nuevos territorios españoles de Ultramar, a fray Bernardo Boyl49.

46. NOUEL, Carlos. "Historia eclesiástica de la Arquidiócesis de Santo Domingo Primada de América", Tomo I, Ed. Santo Domingo, 1979, p. 12.

47. IRWING, Washington. Ibidem.p. 241. 48. Ibidem. 49. MEJIA, Gustavo Adolfo. Ibidem, Tomo III, p. 84.

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Es por tanto, lógico, que fuera este prelado el celebrante de la Primera Misa, noticia que recogen los historiadores dominicanos, seguramente tomando da­tos de las Décadas del Nuevo Mundo, de Anglería. El mismo Anglería nos proporciona también noticias sobre los religiosos que acompañaron al vicario Boyl. La lista de sus nombres está perdida pero es posible reconstruirla, reuniendo datos dispersos50.

Hay certeza de que vinieron en el Segundo Viaje del Almirante: fray Jorge, fray Juan de la Duela y fray Juan Tisín.

Los frailes Tisín y de la Duela, que eran naturales, uno de Borgoña y otro de Picardía; eran hermanos legos de la Seráfica Orden Franciscana51. No eran presbíteros, pero sí buenos letrados. (Confirma el dato el Padre Fita. Boletín de la Real Academia de la Historia, Madrid. Vol. XIX, 891). Fray Jorge era "orador sagrado de relieve en España y con toda pro­babilidad Comendador de la Orden de Santiago"52. Es posible que fuera presbítero.

Engrosaban el número de religiosos que embarca­ron en el Segundo Viaje, fray Juan Infante y fray Juan de Solórzano. Estos dos eran mercedarios y apa­recen erróneamente, en algunos documentos, como

50. PEREA, Augusto y Salvador. Descubrimiento de Puerto Rico. His­toria de Puerto Rico, Cap. II.

51. MEJIA, Gustavo Adolfo. Ibidem, p. 58. 52. Ibidem.

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compañeros del Almirante en su Primer Viaje53. (Ver Boletín del Centro de Estudio Americanista de Sevi­lla. Año IX, Nos, 58 y 50). También pudieron asistir al celebrante en el trascendental rito de la Primera Misa en América: los franciscanos fray Juan Pérez y fray Antonio de Marchena54. También fray Rodrigo Pérez 'que vino con el dicho Almirante quando truxo los diecisiete navios"... (Segundo Viaje)55. (Nota:

53. Historia General de la Real y Sacra Orden de la Merced. Cod. Vati­cano Ottobiano 2681. Boletín del Centro de Estudios Americanos de Sevilla, Año IX. No. 58.

54. Dice Gustavo Adolfo Mejía (Historia de Santo Domingo, Tomo III, p. 83 que "no obstante estar ya dilucidado que son personajes distintos fray Juan Pérez y fray Antonio de Marchena, Herrera en 1601, y antes que él, López de Gomara, confundían en un solo su­jeto a los dos, con el nombre de fray Juan Pérez de Marchena... Alejandro Geraldini, en su Itinerarium ad regiones aequinoctiable plata constituías, los llama también como a uno solo"). NOTA: Los Reyes Católicos escribieron al Almirante la convenien­cia de llevar en el Segundo Viaje al Padre Marchena por ser cosmó­grafo. En sus instrucciones para el Segundo Viaje dicen: "E plati­cando acá estas coss, nos parece que sería bien que llevades con vos un buen atrólogo; y nos pareció que sería bueno para esto fray Antonio de Marcheria, porque es buen astrólogo y siempre nos preció que se conformaba con vuestro parecer". Carta de instruc­ciones para el Segundo Viaje del 5 de septiembre de 1493. (Tavia-ni, Paolo Emilio. Cristóbal Colón, Instituto Geográfico de Agosti-ni, Ed. Teide, Barcelona, 1977, Tomo II, p. 220). El Padre Francisco Gonzaga, en su crónica sobre la Provincia de Santa Cruz dice que: (Pasados algunos días de la Conquista de esta isla - L a Española- varios religiosos nuestros que de allá fueron en la segunda navegación, de los que uno fue Fray Juan Pérez aquel que con tanta instancia persuadió a Colón para que no se apartara de la empresa del Descubrimiento). (Mejía G.A. Ibidem).

55. MEJIA, Gustavo Adolfo. Ibidem, p. 87, menciona otra confusión: fray Rodrigo Pérez... que se confunde con fray Juan Pérez. Ver

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Ver Fray Vicente Rubio -persiste duda de que piloto Pérez Roldan viniera en el Primer Viaje del Almiran­t e - Suplemento de El Caribe, abril 4 de 1987).

Dice el padre Fidel Fita y Colomé, que es casi seguro, que formara parte de los sacerdotes del Segun­do Viaje, el padre Pedro de Arenas, natural de Villa-tobas, quien fue considerado compañero del Almiran­te en el Primer Viaje por algunos autores, basados en documentos equivocados56.

De fray Ramón Pane dice Las Casas que "vino a esta Isla al principio con el Almirante". A él le fue encargada una memoria sobre los indiosS7.

Fray Ramón, Ermitaño de San Jerónimo no era presbítero58.

Una discusión sobre si Cuba era tierra firme o no, nos trae al Abad de Lucerna, otro presbítero que es­tuvo en La Isabela, según dice Miguel de Cúneo, sao-nés que vino en el Segundo Viaje con el Almirante59.

Utrera, fray Cirpiano, Dilucidaciones Históricas de Santo Domin­go, Tomo I, Santo Domingo, 1978, p. 239, y Gil, Juan y Várela Consuelo. Ibidem, p. 286.

56. MEJIA, Gustavo Adolfo. Ibidem, pp. 44-45. 57. LAS CASAS, fray Bartolomé. Historia de Indias, Tomo II], p. 534. 58. UTRERA, fray Cipriano. Ibidem, p. 20. 59. CUNEO, Miguel (De). Relación XVI. Traído por Gil Juan y Várela

Consuelo en Cartas Particulares a Colón y Relaciones Coetáneas Edición Alianza Universidad, Madrid, 1984, p. 237.

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Colocando juntos y ordenados a los religiosos; es­pigando datos de aquí y de allá, unos datos más con­fiables que otros, llegamos al número de once religio­sos, tan cercano al que se dice de asistentes a la Pri­mera Misa, doce.

Además de fray Bernardo Boyl, antiguo benedicti­no de Monserrat, para entonces Franciscano Mínimo Vicario Apostólico, quien debió ser el celebrante; te­nemos que pensar que estuvieron presentes: fray Juan Pérez y fray Antonio de Marchena, franciscanos; fray Juan Infante y fray Juan de Solórzano, mercedarios; así como el padre Pedro Arenas, y el Abad de Lucer­na, que eran presbíteros. También fray Jorge, Comen­dador de la Orden de Santiago, religioso, militar, que pudo haber sido presbítero.

Como asistentes, no concelebrantes, pues no eran presbíteros, pudieron estar presentes: fray Ramón Pane, Ermitaño Jerónimo; fray Juan de Duela, a quien llamaban, el bermejo, por el color de su piel, y fray Juan Tisín, hermanos legos franciscanos.

Tomando en consideración los datos que hemos encontrado y armonizando todos éstos Con un poco de imaginación, podemos recrear el trascendental acontecimiento de la Primera Misa en el Nuevo Mun­do, hecho que apuntaló la fantástica impresión del Descubridor de haber arribado a una Jerusalén Ame­ricana.

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El día 6 de enero de 149460, celebración canónica de la festividad de la Epifanía, fue escogido por el Descubridor para la solemne celebración litúrgica. A nuestro parecer, la selección de este día tuvo que ver con el ideal de Colón de reunir al pie del altar, levan­tado en la que consideraba puerta del Oriente a los re­presentantes de las distintas regiones del mundo, que, como los Reyes Magos, se reunirían a adorar al Hijo de Dios...61.

60. Los historiadores que acogen la fecha del 6 de enero de 1494, co­mo día de la celebración de la Primera Misa en América son: Gó­mez, Manuel Ubaldo. Resumen de la Historia de Santo Domingo, Tomo I, p. 13, Pichardo, Bernardo. Resumen de Historia Patria, tercera edición, Ameicalee, Buenos Aires, 1947, p. 15, Logroño, Alvaro Arturo. Compendio Didáctico de Historia Patria, Tomo I, De Moya, Casimiro Nemesio. Bosquejo del Descubrimiento y Con­quista de Santo Domingo. Tomo I, pp. 134 y 135; García, José Gabriel. Compendio de la Historia de Santo Domingo, 1878, p. 86. Además Sánchez Lustrino Gilberto, La primera Misa en América. Cap. III, en Caminos Cristianos de América; y Llorens, Federico. La primera Misa en América Discurso de recepción en el Instituto de Investigaciones Históricas. (Ambos traídos por Mejía, Gustavo Adolfo, Historia de Santo Domingo, Tomo III, p. 51).

61. LEFEVBRE, O.S.B. Dom Gaspar. De la Abadía de San Andrés (Bruselas, Bélgica) Misal Diario, edición Desclée de Brouwer y Cía. Brujas, Bélgica, 1947. (Traducción del reverendo padre Germán Prado, monje benedicto de Silos, España) p. 153.

NOTA 1: "La palabra Epifanía significa manifestación: porque en este ministerio, como en el de La Navidad, Dios se hace visible. Mas no se muestra tan sólo a los judíos, sino que "en este día Dios revela su hijo a los gentiles", Ya Isaías columbra en una grandiosa visión a la Iglesia figurada por Jerusalén, a donde afluyen los Reyes y las naciones y la multitud de los hombres que habitan en las ribe­ras de los mares... (Ibidem).

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Nuestra Señora de Monserrat.

La premura con que fueron levantados los para­mentos de la primera capilla62, cuyos planos y orien­taciones fueron obra del propio Descubridor63 no debió permitir la terminación total del edificio; pero la ausencia de los elementos faltantes bien pudieron ser disimulados con las alfombras, tapices y adornos que los Reyes enviaron a estos efectos.

Es posible que siendo tan reducido, como parece haber sido el sagrado recinto, fueran tendidas las velas

NOTA 2: El 15 de octubre de 1495, Miguel de Cúneo escribía a erónimo Annari, al final de otras muchas cosas que el Almirante les dijo: Señores míos.: los quiero conducir a un lugar de donde partió uno de los tres Magos que vinieron a adorar a Cristo, lugar llama Saba. Habiendo arribado a aquel lugar y preguntado su nom­bre se nos respondió que se llamaba Sobo. Entonces, dijo el Almi­rante que era el mismo lugar "pero que no pronunciaban el nom­bre con exactitud". (Relación XVI, Gil, Juan y Várela Consuelo, Ibidem, p. 260).

62. ANGLERIA, Pedro Mártir. Ibidem, Cap. VI, pp. 24 y 25. 63. MEJIA, Gustavo Adolfo. Ibidem III, p. 90.

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de las naves a modo de tienda para proteger del sol a los participantes en esta ceremonia, los que debie­ron acercarse al millar.

La hermosa campana de bronce con el monogra­ma del rey Fernando64, que aún se conserva, debió ser izada a una alta rama de alguno de los antiquísi­mos árboles que rodeaban el nuevo templo, cosa de que su dulce tañido, que enllantaba a los indios hacién­doles pensar que la campana hablaba65 fuera escucha­da a mucha distancia de allí.

Como media hora antes de la salida del sol, debie­ron comenzar a alternarse los repiques y clamores del bronces consagrado, llamando a Misa, por primera vez. en tierra americana. Durante este tiempo, las campanas de los navios anclados en el Puerto, debie-

64. DIDIEZ Burgos, Ramón. El milagro del Fuerte de Santo Tomás. Sociedad Dominicana de Geografía, pp. 66-67.

NOTA del autor: En el lugar donde se encuentran actualmente vestigios de la Primera Iglesia del Nuevo Mundo, hay un guayacán. De aquí que hayamos imaginado que el Almirante Descubridor pudo colgar la campa del ramaje robusto de un guayacán, curio-mente los indios usaron el guayacán para tallar sus cemíes, que ellos creían parlantes. El profesor doctor Richard Lowden, en nota personal, nos comu-ca que: "Guayacán, Guajacum Officinale L (familia Zygophylla-ceae). Árbol de hasta 10 ms. Crece en zonas pedregosas y secas, más bien hacia la costa; en las Antillas, las Bahamas, y en toda la América Tropical. Este árbol, para llegar a su completo desarrollo, necesita por lo menos 200 años.

65. LAS CASAS, fray Bartolomé (De). Ibidem, Tomo II, cap. CU, p. 87.

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ron unir sus voces a la de la campana de La Isabela. Los augustos y alegres tañidos se alzaron al cielo que comenzaba a teñirse de rosa y de oro, despertando a las gaviotas y a las golondrinas de la costa, que pren­día sus cruces raudas en el horizonte.

Panorama de La Isabela

Cuando el sol asomó por el Oriente su ojo de fue­go, fray Bernardo Boyl, revestido con los ornamentos de seda blanca bordada de oro66, que le fueron entre­gados para esta ocasión por la reina Isabel67, se acer­có a la puerta de la capilla y con el hisopo que porta­ba en la mano derecha, procedió al asperges, rociando con agua bendita a los presentes, al tiempo que decía:

66. LEFEBVRE, O.S.B. Dom Gaspar. Ibidem, p. 153. 67. GIL, Juan y VÁRELA Consuelo. Ibidem, p. 199; y Peguero, Luis

Joseph. Historia de la Conquista de la Isla Española de Santo Do­mingo, trasumptada el año 1702, Tomo I, Casas Reales, p. 159.

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"Asperges me. Domine, hyssopo et mundabor: lavabis me et super niven dealbabor.. ,"68.

Después añadiría: "Exaudinos Domine Sánete, Pater Omnipotens aeterne Deus et mittere digneris Sanctum Angelum tuum de caeilis, qui custodiat, fo-veat protegat, visited at que defendat omnest habitan­tes in hoc habitáculo. Per Christum Dominum Nos-trum"69.

Los clérigos presentes responderían a coro: Amén...

Dicho esto, el Vicario Apostólico penetraría al templo precedido por los doce religiosos presentes, todos revestivos; los presbíteros con estolas doradas sobre los hábitos de sus distintas órdenes: gris pizarra, los franciscanos fray Juan Pérez, fray Antonio de Marchena****, fray Rodrigo Pérez, fray Juan de la Duela y fray Juan Tisín. Túnica blanca con el Blasón de la Orden que lleva la cruz y las barras de Aragón, los mercedarios: fray Juan Infante y fray Juan de So-lórzano. Con túnica blanca y escapulario color marrón oscuro, como ermitaño de San Jerónimo, fray Ramón Pane. Con sotana negra, sobrepelliz y estola dorada, el Abad de Lucerna, el padre Pedro de Arenas y fray Jorge, que llevaría además, al cuello, la cruz de San­tiago en forma de lagarto escarlata.

68. LEFEBVRE, O.S.B. Dom Gaspar. Ibidem, p. 980. 69. Ibidem.

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El pequeño templo debió estar atestado. Ocuparía un sitial de honor el Almirante y Capitán de la Arma­da, Cristóbal Colón, vestido totalmente de rojo70, acompañado de don Fernando de Aragón, de la Casa Cacical de Guacanagarix, ahijado del rey Fernando; indio que vestía a la usanza europea71. Junto al Almi­rante debieron estar: Antonio de Torre, Segundo Capitán de la Armada; Alvaro de Acosta Alguacil Da-yor; Bernal Díaz de Piza, su Contador; Sebastián Alano, su Tesorero; Francisco de Peñalosa, criado de la reina Mabel y Capitán de la gente de guerra; Alonso de Vallejo, Segundo del Anterior; Diego Márquez, Veedor. Y Juan de la Cosa, Piloto Mayor de la Casa de Contratación, que volvía a América72. También: los Comendadores (santiaguistas?) Gallegos, Olano y Arroyo; Rodrigo Abarca, Misel Jival, Juan de Luzón, Pedro Hernández Coronel, que sería más tarde Algua­cil Mayor de La Española; Mosen Pedro Margarit; Alonso Sánchez de Carvajal, Regidor de Baeza; Luis de Arriaga y Alonso Pérez Martel, todos de capa prie­ta, portadores de la cruz de Santiago73.

70. COLON, Hernando. Cap. XLIV, pp. 135 a 141; y de Puelles y Puelles, Antonio María, Símbolos Nacionales de España, Librería Cervantes (El rojo en el traje español). Cádiz, 1941, pp. 38, 39 y 4 1 . MEJIA, Gustavo Adolfo. Ibidem II, p. 228.

71. PEGUERO, Luis Joseph. Ibidem, Tomo I, p. 64. 72. MEJIA, Gustavo Adolfo. Ibidem III, p. 17. 73. PEGUERO, Luis Joseph. Ibidem, p. 60; y Madariaga, Salvador. Ibi­

dem, p. 390.

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De armadura y casco empenachado debieron ir los capitanes Ginés de Gorvalán y Alonso de Ojeda74, el Caballero de la Virgen que llevaría al cuello la imagen de Nuestra Señora que le regalara su protector Fonse-ca75; Juan Ponce de León; Diego Velázquez y Pedro de Las Casas, padre de fray Bartolomé, Diego Colón, hermano del Almirante; Alonso Malaver, Alonso Or-tiz, Francisco de Villalobos, Gil García, que sería más tarde Alcalde Mayor; Perifán de Ribera, Melchor Mal-

... La hermosa campana de bronce con el monograma del rey Fernando (64) -que aún se conserva- debió ser izada a una alta rama de alguno de los antiquísimos árboles que rodean el nuevo templo, cosa que su dulce tañido -que encantaba a los indios haciéndoles pensar que "la campana hablaba" (65)-fuera escuchado a mucha distancia de allí...

74. MEJIA, Gustavo Adolfo. Ibidem, pp. 90-92. 75. DIDIEZ, Burgos Ramón. Ibiden, p. 9.

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donado y Fernando Cedo, Mayordomo76. También debieron estar presentes el saonés Miguel Cúneo y l0 s

médicos Diego Alvarez Chanca y Guillermo Coma77

posiblemente.

Imaginamos que, formados y montados en sus corceles, fuera del templo, y llevando sus corazas, yel­mos y lanzas, debieron estar los veinte escuderos de la Santa Hermandad, con sus calzas encarnadas y sayos de lana blanca con cruces rojas en pechos y espal­das78, Conocemos el nombre de la mayoría de ellos: Francisco de Olmedo, de la Capitanía de don Alvaro de Luna; Diego de Sepúlveda, de la Capitanía de don Francisco de Bobadilla; Antonio Quíntela, de las lan­zas que estaban en Salobreña. Antonio de Peñalosa, de la Capitanía del señor Garcilaso (de la Vega); Die­go de Ley va, de las lanzas que estaban en Guadix; Arias Gonzalo, de la Capitanía del señor Don Luys (Fernández de Portocarrero); Francisco de Estrada, de la misma; Rodrigo Vásquez, de la Capitanía del señor Don Rodrigo (de León); Lope de Cáceres, de las lanzas que estaban en Almuñecar; Gonzalo Pacheco, de la Capitanía de Don Antonio del Águila; Diego Osorio, de la Capitanía del dicho señor Don Rodrigo (de León); Antonio Román, de la Capitanía del señor Don Diego (López de Ayala); Rodrigo de Arévalo, de

76. MEJIA, Gustavo Adolgo. Ibidem, p. 18. 77. MEJIA, Gustavo Adolfo. Ibidem, p. 18. 78. CLONARD II, pp. 164-168. Traído por Vigón, Jorge. El Ejército

de los Reyes Católicos. Serie Castrense, Editora Nacional, Madrid, 1968, p. 170.

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la Capitanía del señor Don Bernaldo (de Rojas); Alon­so Serrano, Cristóbal de León, Pedro Coronado y Diego Caño79.

Dentro de la capilla, todavía en sombras, los dos cirios encendidos que rodeaban el crucifijo, arrancan chispas del chato cáliz gótico80 tendido sobre los albos corporales. Detrás, en el improvisado retablo, está la estatuilla sedente de Nuestra Señora de Monse-rrat, traída por fray Boyl de su santuario de Monse-rrat81. Sirven de colgadura los pendones de Castilla y de la Escuadra. El primero, de tafetán de grana, cuar­telado de leones y castillos en campo de plata y gu­les82 ; y el segundo, con cruz verde flanqueada por los monogramas coronados de Fernando e Isabel83.

Al llegar al Introito, el Vicario Papal, alzó su voz potente: "Ecce advenit Dominator Dominus: et reg-num in mann ejus at potestas et imperium"... Luego añade: "Deus qui hodierna die Unigenitum tumm gentibus stella duce revelasti.. ."84.

79. RAMOS Pérez, Demetrio. El Conflicto de las Lanzas Jinetas. El primer alzamiento en tierra americana durante el segundo viaje colombino. Ed. Fundación García Arévalo, In., 1982, pp. 55 y 56.

80. PEGUERO, Luis Joseph. Ibidem I, p. 59. 81. NOUEL, Carlos. Ibidem, p. 12. 82. PUELLES y Puelles, Antonio María, p. 74.

Símbolos Nacionales de España. Librería Cervantes, 1941. Y Dis-cola-Jean-Cristóbal Colón. Editorial Juventud, 1961, o. 157. Y, Cronan-R., América: Historia de su descubrimiento, desde los tiempos primitivos hasta los más modernos, 1892-1896. (Traído por Mejía G.A. Ibidem, Tomo II, p. 128).

83. MEJIA, Gustavo Adolfo. Ibidem III, p. 46.

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Luego, la palabra del profeta Isaías llena el pres­biterio de estrellas plateadas: "Surge, illuminare, Jeru-salen; quia venit lumen tumm, et Gloria Dominit su per te orta est..."85. El celebrante inicia entonces el Gradual: "Omnes de Saba veniet, aurum et thus defe­rentes, et laudem Domino annuntiantes...". Y los clérigos asistentes responden en coro: "Surge, et ilumi­nare, Jerusalen quia Gloria Domini super te est..."86. El celebrante eleva con voz potente el Aleluya, y el coro de clérigos responde: "Vidimos stellam ejus in Oriente et venimus cum muneribus adorare Domi-num... ¡Alleluia!...87.

Al momento del Lavatorio de Manos, blancas ma­nos castellanas y cobrizas manos indígenas, ofrecieron al Vicario Papal, la jarra, el lebrillo y la toalla...: "Lavabo inter innocentes manus meas: et circundabo altare tuum, Domine...,r .

Ya el sol está elevado sobre el horizonte, cuando el Vicario Papal, alzaría la mínima Hostia Consagrada y el resplandeciente cáliz gótico de plata labrada. En­tonces, la campanilla repicaría al pie del altar. La

84. LEFEBVRE, O.S.B. Dom Gaspar. Ibidem, p. 154. 85. Ibidem, p. 155. 86. Ibidem. 87. Ibidem, p. 997. Nota del Autor: Es posible que la liturgia y las ora­

ciones de la Misa en 1494, fueran algo diferentes de las expuestas. Hay que tomar en cuenta que en algo fueron alteradas, tras el Con­cilio Tridentino.

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campana del rey Fernando, le respondería desde el árbol copudo del atrio; y esto desataría el coro de vo­ces diversas de los esquilones de las diecisite naves ancladas en la rada.. ,89.

Primera Misa en América. (Cuadro de José Arbora y Morell).

El Almirante y el cacique indígena don Fernando de Aragón90, en sus vistosas galas, destocados y emo­cionados, debieron hincarse, con las cruces de sus espadas y los pendones rendidos. Y todos los gentiles-hombres, gente de capa prieta91, desprendidos de la Corte castellana, los imitarían...

89. CRONAN, R. - América: Historia de su descubrimiento desde los tiempos primitivos hasta los más modernos. Vol. I, p. 20.

90. PEGUERO, Luis Joseph. Ibidem, pp. 58 y. 64. 91. MADARIAGA, Salvador. Ibidem, p. 390.

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Afuera, los escuderos de la Hermandad rendirían sus lanzones; y los indígenas, a lo largo de la costa verdinegra, abigarradamente ataviados, luciendo plu­mas de papagallo y zapatos de seda quedarían pasma­dos y asustados ante tan impresionante ceremonia que unía la sencillez y la grandeza, en un, para ellos desconocido, mensaje de color y de sonido que les llenaba el alma de ternura inédita...

Aquellas tierras nuevas de la Jerusalén Americana que recibían el nombre de la Reina Católica, fueron bendecidas por primera vez, durante esta primera y solemne Misa. El Vicario Apostólico "se volvió con la hostia consagrada y bendiciendo acia las quatro partes del mundo, dixo: en nombre de Jesús Cristo crucificado y del Pontífice Santo, cabeza de la Iglesia, tomo posesión de estas islas, mares y tierra fir­me..."92 .

92. MEJIA, Gustavo Adolgo. Ibidem, p. 49.

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ÍNDICES

ÍNDICE DE LAMINAS

Pag.

1. Alegoría de la Carabela "Santa María" . . . . 13 2. ídolo de piedra 23 3. Trigonolito antropozoomorfo 37 4. La primera Misa en América 51 5. Sigla de Colón 69 6. Sigla de Colón 70 7. San Cristóbal 73 8. Mapamundi de Juan de la Cosa

(Parte occidental) 74 9. Parte central de la sigla de Colón 75

10. Las 3 "S" de Colón 75 11. Salve Regina 76 12. Grabado de Philopono 83 13. Retrato de Colón por Caoriolo 86 14. La Isabela 87 15. Isabel I de Castilla, la "Católica" 88 16. Croquis de la ruina de La Isabela 91 17. Croquis de los vestigios de la primera iglesia .. 93 18. Costa de La Isabela 94

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19. Nuestra Señora de Monserrat 104 20. Panorama de La Isabela 106 21. Campana con el monograma del Rey Fer­

nando 109 22. Primera Misa en América 113

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ÍNDICE GENERAL

Pag.

Nota Preliminar 5 Primer encuentro de la fe católica con las religio­

nes precolombinas en la isla "La Española" Monseñor Francisco José Arnaiz Zarandona, S.J. 1. Tainos 11 2. Empeño evangelizador 16 3. Teísmo 20 4. Cemíes 22 5. Mitos 25 6. Ritos 31 7. Sacerdotes y templos 34 8. Reacción de la fe católica española ante

todo este mundo religioso taino 38

La Isabela: Jerusalén Americana — La primera Misa en América. Doctor Carlos Dobal Pórtico 49 Presentación 59 Aclaración 63

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Page 60: Celam - Albores de La Fe en America

La Isabela: Jerusaiem americana 65

índices índice de láminas 115 índice general 117

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