carta de una sobreviviente de violencia sexual sobre el feminicidio en centro américa

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1 Carta de una sobreviviente de violencia sexual sobre el feminicidio en Centro América En meses pasados tuve la oportunidad de conocer Guatemala y El Salvador, países que me dejaron con una sonrisa por su belleza y cultura; pero con lágrimas a causa de su silencio sobre la violencia contra las mujeres, no solamente la violencia sexual sino la muerte: el feminicidio, me refiero al hecho de matar a un ser humano por el único hecho de que es mujer. Mis compañeras feministas centro americanas informan que El Salvador tiene los índices más altos del mundo en feminicidio.

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Mi carta, como sobreviviente de la violencia sexual en Bolivia, dirigida a todos y todas quienes puedan tener un poco de sensibilidad a causa de los feminicidios en el mundo, pero especialmente en Centro América.

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Carta de una sobreviviente de violencia sexual sobre el feminicidio en Centro América

En meses pasados tuve la oportunidad de conocer Guatemala y El Salvador, países que me dejaron con una sonrisa por su belleza y cultura; pero con lágrimas a causa de su silencio sobre la violencia contra las mujeres, no solamente la violencia sexual sino la muerte: el feminicidio, me refiero al hecho de matar a un ser humano por el único hecho de que es mujer.

Mis compañeras feministas centro americanas informan que El Salvador tiene los índices más altos del mundo en feminicidio.

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Silvia Juarez, ORMUSA (Salvador, Abril de 2011)

Es difícil escribir sobre el feminicidio en una región donde solamente he sido visitante por unos días, pero sin necesidad de vivir allí, las noticias de cualquier canal de televisión revelan la violencia desmedida, la muerte planificada, el crimen organizado para matar a las mujeres (acciones de maras y del narcotráfico).

Diariamente se reportan casos como este: Una mujer fue encontrada muerta, en algún lugar está un seno, en otro lugar una pierna, inscripciones en el pecho, matanzas sádicas.

¿A alguien le importa? ¿A alguien más que a la exposición sensacionalista de los medios de comunicación?

Sobrevivir a la violencia, pero sobrevivir

Escribo hoy como una mujer que ha sobrevivido a la violencia sexual en Bolivia, asumiendo así que la violencia contra las mujeres, incluido el feminicidio, no es algo exclusivo de Centro América. Todos los países que he visitado tienen este problema, aún aquellos que se llaman desarrollados.

Me siento con la responsabilidad de hablar, por aquellas mujeres que no han logrado sobrevivir ni siquiera para llorar por el daño que se ha cometido en su contra, sino también por aquellas que fueron calladas a través de la muerte, sus cuerpos descuartizados no fueron suficiente testimonio de la crueldad y la maldad.

A mi llegada a Bolivia, esta noticia se había publicado en un periódico local:

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Violencia Intrafamiliar cobra la vida de 34 mujeres en 3 meses

Víctima: una mujer expone el maltrato que sufrió por su ex pareja en Cochabamba, en marzo. La Prensa, 30/04/2011

La violencia contra las mujeres no es un asunto de la familia (intra familiar), es un delito contra la humanidad y debe ser tratado públicamente.

Puedo darle gracias a Dios por tener el VIH, lo cual me sensibilizó con la causa de los derechos humanos, pero después de 13 años de haber sobrevivido a la violencia sexual, no puedo agradecer por esta experiencia. Lo único que agradezco es tal vez la cobardía de mis dos agresores, quienes luego de haber cometido la violación, huyeron asustados. Si pensaban matarme no lo sé, pero es posible que hubieran intentado hacerlo porque el asesinato es la forma más efectiva de callar a una víctima de violencia sexual.

Sobreviví y como sobreviviente hablaré junto con las muertas.

¿Qué dicen las muertas?

Aunque los juzgados burocratizan la muerte, los jueces mantienen la impunidad; los cuerpos hablan. Mujeres brutalmente asesinadas y descuartizadas son enviadas como símbolos de un cultura machista que se rehúsa a renunciar al poder, como un advertencia, como una señal para que dejen de hablar, una amenaza.

Los cuerpos descuartizados de mujeres también evidencian la maldita complicidad de la cultura y de los medios masivos de comunicación que perpetuán la imagen de un hombre perpetrador, violento e invencible y la de una mujer víctima, por siempre víctima, como si ése fuera el destino fatal de todas las mujeres.

La venganza

Fue por sentir esta rabia que decidí ver la película “I will speat on your grave” (Escupiré en tu tumba, en español se conoce con el título de Dulce venganza) que se presenta en cines en estos

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tiempos. Usted puede criticar la producción de este film, el uso de imágenes, pero por favor créame, cuando la violencia se vive en el cuerpo propio, es así de trágica, sangrienta y horrible, como se muestra en la película y peor aún.

“Dulce Venganza” trata el tema de la violencia sexual desde el punto de la víctima, pero de aquella que sobrevive y hace algo en respuesta a la violencia, es hipotética, sí, porque las víctimas en pocos casos sobreviven como para llevar a cabo una venganza.

La historia gira en torno a una escritora estadounidense que es agredida en la cabaña que alquila en un pueblo. Habiendo huido al principio, encuentra al alguacil tan solo para ser llevada por él, de regreso a la cabaña donde sus otros agresores esperaban. El aguacil estaba en contacto con ellos y todo lo habían organizado bajo su liderazgo. Todos estos hombres, los civiles junto con el alguacil y liderados por éste, repetidamente violan y humillan a esta mujer, para darle una lección de cómo debería portarse “una hembra”. Si no la matan es porque ella escapa con las últimas fuerzas que le quedan y luego regresa para vengarse, mata uno por uno a sus agresores, inclusive al único que de los 5, estaba realmente arrepentido.

Es interesante escuchar los comentarios de hombres que ven esta película, es notorio escucharles hablar acerca de las justificaciones de la violencia “pero mira cómo se viste”, “¿por qué anda sola?”, “mira su escote”; ¡palabras que los agresores de la mujer dicen en la película! ¿es que no se reconocen en esos comentarios?

Mucho peor es escuchar a los hombres molestarse por la violencia que la película expone cuando esta mujer víctima de violencia sexual, comienza su venganza. Para muchos, es muy fuerte la forma en que ella asesina a sus agresores, demasiado fatal su venganza, muy atroz, es como si dirían, “demasiada crueldad por una violación”. Fue ahí donde pregunté:

Si a ti te hubiese pasado lo que a ella, ¿qué harías?

“Los mato” fue la respuesta de un hombre.

Es posible que cualquier persona que haya sido agredida sienta el deseo de vengarse, el problema con la venganza es que al cometerla, una se transforma precisamente en aquello que detestaba: el asesino.

Puede sonar como un cliché, pero si usted encarga a Dios la venganza, las cosas pueden salir mucho mejor, de todas formas, el perdón es necesario por su propio bienestar, no se puede vivir odiando todo el tiempo, usted moriría antes de darse cuenta.

El perdón y la justicia

Personalmente, agradezco a Dios el no haber conocido ni reconocido a mis agresores porque yo también tenía el deseo de vengarme así, cruelmente, con saña, hasta exterminar por completo a mis violadores.

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Dios me ayudó a perdonarles y lo hice por mi propio bienestar en primer lugar, pero ese proceso tomó mucho tiempo (más de 10 años). Antes de perdonar tuve que despertar muchas noches con pesadillas, viéndome en peligro de ser agredida nuevamente, viéndome asesinar despiadadamente a algún hombre, teniendo por supuesto, mis relaciones con los hombres muy dañadas.

Cinco años viví las consecuencias psicológicas de la violencia sexual, consumiendo alcohol y convirtiéndome en anoréxica y bulímica. Cualquier psicólogo le puede explicar por qué una víctima de violencia sexual o de otras formas de violencia, en ausencia del agresor, comienza a cometer la misma violencia contra sí misma o contra otras personas alrededor, para mí eso fue la anorexia y la bulimia, una forma de castigo a mi misma por la violencia que no pude detener.

Solamente el amor de Dios puede restaurar por completo el daño de la violencia sexual.

El perdón es algo bueno para una misma.

La justicia es un deber del estado.

Una víctima puede perdonar a sus agresores, por su propio bienestar, pero aún se debe hacer justicia.

La justicia o el perdón no justifican la violencia.

Cuando una persona perdona la violencia, eso no significa seguir en las condiciones de peligro. De todas formas la justicia debe ser cumplida, el agresor debe recibir el castigo por sus acciones.

La impunidad y la complicidad

Pero ¿cómo podría hacerse justicia si quienes tienen el deber de llevarla adelante, son parte de los agresores?

¿Dónde podría acudir una mujer en Centro América para ser protegida? ¿A la policía? ¿A la mara? ¿Quién saldría a defenderla si se atreve a gritar cuando la están matando? ¿Quién por lo menos se lamenta por las muertes de las mujeres? ¿A alguien le importa si una mujer más muere descuartizada?

Por eso escribo esta carta, porque si sabiendo que esto sucede en nuestros países, nos callamos, entonces somos cómplices de la violencia.

Yo sé que es peligroso hablar o inclusive tratar de defender a una persona que está siendo agredida por un miembro del crimen organizado (por la mara o por el narcotráfico), pero hay muchas formas de hacer justicia, tener misericordia y construir una cultura de paz.

La educación de niños y niñas es algo que todos y todas podemos y debemos cambiar. Nuestro lenguaje sobre las mujeres es una gran contribución, a la violencia o a la dignidad y seguridad de las mujeres. Nuestros conceptos de qué hace una mujer y un hombre son cruciales para crear

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nuevas relaciones entre las personas. Pero en algunos casos, un cambio implicará renunciar a los espacios de poder que por siglos hemos tenido.

Un hombre que respeta a las mujeres como otro ser humano creada a la imagen de Dios y por lo tanto con dignidad, probablemente enfrentará la burla de otros hombres. Una mujer que se rehúsa a vivir el típico rol de la mujer víctima, será vista como una mujer peligrosa, sospechosa, no dócil; al igual que los hombres, las mismas mujeres le dirán cosas horribles, todo con el objetivo de mantener el estatus quo.

Si usted mira pornografía, tenga por seguro que está instalando en su mente lo necesario para convertirse en un agresor. Renuncie a la pornografía, denuncie a quienes la producen y la venden. Si usted es una persona adulta y sexualmente sana, no necesita la pornografía para estimularse en una relación sexual. La pornografía es adictiva, si usted tiene esta adicción, busque ayuda profesional, éste es otro de los temas tratados en Dulce venganza.

Quienes tienen un cargo público, jueces, policías, personal de hospitales, etc., no solamente deben tener el llamado moral para detener y denunciar la violencia, sino que es su obligación.

Si usted es funcionario público, no encubra la violencia, denúnciela y luche abiertamente contra ella, sea radical aún con los comportamientos que son síntomas de la violencia (insultos, acoso sexual, etc.)

La iglesia y la violencia

Siendo miembro de una iglesia evangélica, una cosa muy triste para mí fue pasar por las calles de San Salvador y ver la gran cantidad de iglesias que existen, tanto católicas como protestantes y preguntarme, ¿si hay tantas iglesias por qué hay tanta violencia contra las mujeres? ¿Cuál es el impacto que tienen en la sociedad? ¿Qué mensajes predican sobre las relaciones entre hombres y mujeres? ¿Es que no se ha estudiado lo que la biblia dice sobre el asesinato? ¿Cómo es posible que tengan mensajes de Jesús y no se hayan percatado del comportamiento que él tenía con las mujeres?

Solamente en caso de que alguien no conozca a Dios, quiero dejar claro que Dios NO es hombre. Dios es mucho más grande que nuestras categorías humanas de hombre o mujer.

El hecho histórico de que su Hijo Jesús haya venido en forma de hombre, es algo que les reto a analizar, lean los evangelios y vean cómo Jesús trataba a las mujeres, en una cultura donde los judíos en la sinagoga rezaban “gracias Dios porque no soy gentil [no judío], ni perro, ni mujer”. En ese contexto, Jesús analizado no en su divinidad sino en su masculinidad, dio dignidad a las mujeres.

Compruébelo por usted mismo/a si no me cree. Lea el pasaje de la mujer que es encontrada en adulterio (Juan 8:1-11). Los hombres la traen (quizás semidesnuda) para matarla a pedradas. Según la ley, las mujeres y hombres que eran encontrados en adulterio deberían morir

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apedreados, pero no se debería utilizar cualquier piedra, sino piedras de cierto tamaño para que así muriesen en agonía lenta.

Los hombres fariseos (doctos en la ley) no trajeron al hombre solamente a la mujer, realmente no les interesaba la justicia, solamente utilizaban a esa mujer (no puedo evitar pensar cuánto se parecen a muchos hombres de hoy en día).

Jesús devuelve a los hombres la acusación y le dice a la mujer: “Ni yo te condeno”, salvando su vida de la muerte y devolviéndole dignidad delante de la multitud de hombres que le acusaban.

Un llamado a defender nuestras vidas

Ahora, cuando la vida misma está en riesgo, yo creo que tenemos el derecho legítimo y divinamente respaldado de proteger nuestras vidas.

Especialmente si la justicia no protege a las víctimas, entonces las mujeres tienen el derecho de protegerse a sí mismas. Esto puede significar organizarse en milicias de mujeres para defenderse.

Por favor note que no estoy hablando de organizarse para vengarse, sino de organizarse para protegerse.

Por ejemplo tener una milicia de defensa de mujeres en riesgo, como aquellas que trabajan en maquilas, las que salen de las escuelas, las que viven en lugares alejados, oscuros o donde se sabe que la violencia es inminente. Esto se puede hacer de forma colectiva.

Igualmente es importante que existan espacios públicos de diálogo entre mujeres y hombres. Por ejemplo, ¿por qué no se trata el tema de la violencia en las juntas de vecinos, juntas de padres de familia de los colegios, clubes y asociaciones deportivas?

La violencia se comete en secreto, si usted la expone ha ganado un poco de espacio. A no ser que sean psicópatas, pocos agresores reconocerían públicamente la violencia que cometen, sí se atreven a dejar marcas de la violencia como una advertencia, pero no asumirán los hechos personal y públicamente.

A nivel de las familias, la educación de los hijos y las hijas y el trato entre padres y madres, esposos y esposas, parejas de todo tipo, tiene que cambiar, esto es un tema de vida o muerte.

Empodere a las mujeres y las niñas y enseñe a los hombres a utilizar el poder que tienen de una forma no violenta, eso es ser verdaderamente HOMBRE.

¿Cuántas mujeres más tienen que ser violadas, asesinadas y descuartizadas para que usted reaccione?

Por favor no me responda que la violencia siempre ha sucedido y que no se puede hacer nada al respecto. Mucho menos me diga que al final, hombres y mujeres mueren de todas formas. Jamás responda que las mujeres ocasionan la violencia que se comete contra nosotras. Todas esas son

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excusas cobardes ante un hecho cruel, que podría tener como próxima víctima a usted o su familia. Nada justifica la violencia.

Gracia Violeta Ross

[email protected]

Gracia Violeta Ross es boliviana. Tiene 34 años. Estudió Antropología y estudios de maestría en género, salud sexual y reproductiva. Es sobreviviente de violencia sexual y una activista viviendo con VIH en Bolivia, actualmente es Representante Nacional de la Red Nacional de Personas viviendo con VIH y sida en Bolivia (REDBOL). Ha tenido roles en juntas internacionales representando a América Latina y El Caribe.

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Ciudad Mujer, San Salvador. Este proyecto fue creado en una zona conocida por la acción de las maras. El objetivo es proveer a las mujeres de servicios legales, de salud y otros de forma integrada.