carta a las iglesias, en el salvador

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www.uca.edu.sv/publica/cartas C e n tr o M o nseñor Rom ero, AÑ O XXXIII, Nos. 657-658 del 1 de Ene. al 28 de F eb. d e 2 0 1 5 Beatificación de MONSEÑOR RO ME RO 2015: 50 AÑOS DE LA UCA

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Sobre coyuntura SOCIAL

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Page 1: CARTA A LAS IGLESIAS, EN EL SALVADOR

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www.uca.edu.sv/publica/cartas

Centro Monseñor Romero, AÑO XXXIII, Nos. 657-658 del 1 de Ene. al 28 de Feb. de 2015

Beatificación de MONSEÑOR ROMERO

2015: 50 AÑOS DE LA UCA

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Pregón navideño en El CarmenJon Sobrino S.J.

Fiestas de la humanidad de Dios y de la ComensalidadLeonardo Boff

“In odium fidei”Gianni Valente

Santa Sede reconoce martirio de Óscar Arnulfo RomeroJesús Bastante

RomeríasBenjamín Cuéllar

Se frustran los sueños democráticosEditorial UCA

El sistema político en cuestionamientoJeannette Aguilar

Elecciones, candidatos, propuestas y votacionesDavid Molina

Terrorismo José María Tojeira S.J.

Ante el fundamentalismo religiosoCarlos Ayala

Historias de terror e hipocrecíaJosé Carlos

Carta a un islamista de Al QaedaJosé Ignacio González Fauz

XVI encuentro de las Escuelas de Teología PastoralSuyapa Pérez Escapini

Ciertos espejismos de la campaña electoralMauricio Iraheta

Centro Monseñor Romero, campus UCA Bulevar Los Próceres, Apto. postal 01-168,

Antiguo Cuscatlán, La Libertad, El Salvador.

Carta a las Iglesias es una publicación de análisis de las realidades del ámbito religioso, político, económico y social

desde un enfoque cristiano.

Director de publicación:Jon Sobrino S.J. / Director CMRCorrección de estilo: Mayra HerreraImprenta: Talleres Gráficos, UCA.

Papa Francisco (Zenit.org)

15 enfermedades y tentaciones

El papa Francisco, el lunes 22 de diciembre, en el contexto de la celebración de navidad, se reunió con los dirigentes y miembros

importantes de la Curia Romana. Les invitó “a ser un cuerpo que intenta día tras día ser más vivo, más sano y armonioso, más unido entre sí y con Cristo’’. Y con franqueza paternal les señaló las enfermedades y tentaciones que es necesario combatir. Mencionó 15 que presentamos de forma algo sistematizada.

1. La enfermedad de sentirse inmortal, inmune o incluso indispensable. “Una Curia que no es autocrítica, no se actualiza, y no intenta mejorarse es un cuerpo enfermo... Es la enfermedad del rico insensato que pensaba vivir eternamente y también de aquellos que se convierten en amos y se sienten superiores a todos y no al servicio de todos’’.

2. La enfermedad del “martalismo”, la actividad excesiva. “Son los que están inmersos en el trabajo -Marta- y no tiene tiempo para sentarse a los pies de Jesús -María-. El tiempo del reposo para los que han completado su misión es necesario. Hay que pasar un ‘tiempo de calidad’ con la familia y respetar las vacaciones para recargarse espiritual y físicamente”.

3. La enfermedad del endurecimiento mental y espiritual. “Son los que, a lo largo del camino, pierden la serenidad interior, la vivacidad y la audacia y se esconden bajo los papeles convirtiéndose en ‘máquinas de trabajo’ y no en ‘hombres de Dios’... Es peligroso perder la sensibilidad humana necesaria para hacernos llorar con los que lloran y regocijarnos con los que gozan. Es la enfermedad de los que pierden los sentimientos de Jesús”.

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Editorial

4. La enfermedad de planificar como un contador. “Es la enfermedad de la planificación excesiva y el funcionalismo. Es cuando el apóstol planifica todo minuciosamente y cree que así las cosas efectivamente progresan, convirtiéndose en un contador o contable... Se cae en esta enfermedad porque siempre es más fácil y cómodo quedarse en la propia posición estática e inmutable. De hecho, la Iglesia se muestra fiel al Espíritu Santo en la medida en que no pretende regularlo ni domesticarlo. Él es el frescor, la fantasía, la innovación”.

5. La enfermedad de la no cooperación. “Es la enfermedad de la mala coordinación. Sucede cuando los miembros pierden la comunión entre sí y el cuerpo pierde la funcionalidad armoniosa y la templanza, convirtiéndose en una orquesta que hace ruido, sus miembros no cooperan y no viven el espíritu de comunión y equipo”.

6. La enfermedad del alzheimer espiritual. “Es olvidar la ‘historia de la salvación’, la historia personal con el Señor, el ‘primer amor’. Es una disminución progresiva de las facultades espirituales. Lo vemos en los que han perdido el recuerdo de su encuentro con el Señor, en los que construyen muros alrededor de sí mismos y se convierten cada vez más en esclavos de las costumbres y de los ídolos que han esculpido con sus propias manos”.

7. La enfermedad de la rivalidad y la vanagloria. “Ocurre cuando la apariencia, los colores de las ropas y las insignias de honor se convierten en el principal objetivo de la vida. Es la enfermedad que nos lleva a ser hombres y mujeres falsos y a vivir una falsa mística y un falso quietismo”.

8. La enfermedad de la esquizofrenia existencial. “Es la enfermedad de los que viven una doble vida, fruto de la hipocresía típica de los mediocres y del progresivo vacío espiritual que ni grados ni títulos académicos pueden llenar. Se crean así su propio mundo paralelo, donde dejan a un lado todo lo que enseñan con severidad a los demás y empiezan a vivir una vida oculta y, a menudo, disoluta’’.

9. La enfermedad de las habladurías, de la murmuración, del cotilleo. “Es una enfermedad grave que comienza con facilidad, tal vez sólo para charlar, pero que se apodera de la persona convirtiéndola en sembradora de cizaña (como Satanás), y en muchos casos en asesino a sangre fría de la fama de sus colegas y hermanos. Es la enfermedad de las personas cobardes que por no tener valor de hablar a la cara, hablan a la espalda”.

10. La enfermedad de divinizar a los jefes. “Es la enfermedad de los que cortejan a los superiores, con la esperanza de conseguir su benevolencia. Son víctimas del arribismo y del oportunismo, honran a las personas y no a Dios. Son personas que viven el servicio pensando sólo en lo que tienen que conseguir y no en lo que tienen que dar. Personas mezquinas, infelices e inspiradas sólo por su egoísmo fatal”.

11. La enfermedad de la indiferencia hacia los demás. “Es cuando todo el mundo piensa sólo en sí mismo y pierde la sinceridad y la calidez de las relaciones humanas. Cuando los más expertos no ponen sus conocimientos al servicio de los colegas con menos experiencia. Cuando, por celos, sienten alegría al ver que otros caen en lugar de levantarlos y animarlos”.

12. La enfermedad de la cara de funeral. “Es decir, la de las personas rudas y sombrías, que consideren que para ser serios hace falta pintarse la cara de melancolía, de severidad y tratar a los demás --especialmente a aquellos considerados inferiores-- con rigidez, dureza y arrogancia. En realidad, la severidad teatral y el pesimismo estéril son a menudo los síntomas del miedo y la inseguridad en sí mismo”.

13. La enfermedad de la acumulación. “Es cuando el apóstol busca llenar un vacío existencial en su corazón acumulando bienes materiales, no por necesidad, sino simplemente para sentirse seguro. La acumulación solamente pesa y ralentiza el camino inexorablemente”.

14. La enfermedad de los círculos cerrados. “Es cuando la pertenencia al grupo se vuelve más fuerte que la pertenencia al Cuerpo y, en algunas situaciones, a Cristo mismo. También esta enfermedad comienza siempre con buenas intenciones, pero con el paso del tiempo esclaviza a los miembros convirtiéndose en “un cáncer” que amenaza la armonía del cuerpo y puede causar tanto daño –los escándalos- especialmente a nuestros hermanos más pequeños”.

15. La enfermedad de la ganancia mundana, del lucimiento. Es cuando el apóstol transforma su servicio en poder, y su poder en mercancía para conseguir beneficios mundanos o más poderes. Es la enfermedad de la gente que busca insaciablemente multiplicar su poder y para ello son capaces de calumniar, difamar y desacreditar a los demás, incluso en periódicos y revistas. Naturalmente para lucirse y demostrarse más capaces que los otros”.

Cuando el Papa Francisco terminó de leer su texto se hizo un gran silencio entre los cardenales y curiales.

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Pregón navideño en El Carmen,un poco de historia para nuestra historia de hoy

Jon Sobrino S.J.

Esta noche recordamos algo que ocurre miles de veces todos los días. Una mujer da a luz y nace un ser humano, Jesús de Nazaret. De la fecha, lugar y circunstancias de ese nacimiento no sabemos prácticamente nada, pero lo que sabemos es decisivo para quienes creemos que con Jesús de Nazaret Dios vino a este mundo.

Pablo, hacia el año 57 sobre el nacimiento de Jesús escribió estas tajantes palabras: “nacido de mujer” –y solo esas. Marcos, el primero en escribir un evangelio alrededor de los años 65 a 70 nada dice del nacimiento de Jesús, aunque conoce bien que vivió en Nazaret y que salió de su casa para ir al Jordán a conocer a Juan, el Bautista. De su madre dice que salió a buscarlo, sorprendida y preocupada como lo hacen las madres en situaciones semejantes, pues, conociendo bien a su hijo, quizás temía que iba a meterse en problemas, y pensaba quizás que iba a irse de casa para siempre. El otro gran pensador, Juan, en el cuarto evangelio hacia el año 90, tampoco dice nada del cuándo, el dónde y el cómo del nacimiento de Jesús. Sólo proclama que Jesús fue hombre de carne y hueso, que vino de Dios por pura iniciativa de Dios, y que es su gran regalo a los que caminamos en este mundo. Mateo y Lucas, hacia el año 80, sí escribieron relatos del nacimiento, bellos y bien pensados. Pero no están escritos para que conozcamos detalles concretos de lo que ocurrió -que tampoco ellos conocían-, sino para introducirnos en cosas más importantes de cómo fue Jesús de Nazaret durante su vida, en su cruz y su resurrección. Y cómo fue y cómo es su Dios y nuestro Dios.

Lo que acabo de decir quizás sorprenda o asuste. Pero todavía puede sorprender más que los primeros

Acabamos de escuchar unas lecturas de la Bilblia a través de las cuales Dios nos dirige su palabra. No hay nada mejor -ni nacimiento, ni villancicos, ni Santa Claus, ni árboles de navidad- para celebrar Navidad. Nos unimos con sencillez a esa palabra, pero antes permítanme una introducción

personal. Y perdonen si parece una pequeña clase.

cristianos y cristianas, en las comunidades alrededor de Jerusalén en Judea, de Antioquía en Siria, de Alejandría en Egipto, de Atenas en Grecia, de Roma y Tarragona en el imperio, no celebraban Navidad. Para ellos lo importante era recordar haberse encontrado con Jesús y revivirlo.

Ocurrió pues que nació un varón –y en el misterioso designio de Dios pudiera haber sido una mujer- un ser humano, de cuerpo y alma, con inteligencia, voluntad, imaginación y libertad, con afectos y sentimientos, con miedos y esperanzas. Un ser humano así pudo sentir y consolar, amar y entregarse, decir la verdad y salir en defensa de pobres, niños y mujeres despreciadas, y enfrentarse a poderosos, mentirosos y corruptos, pudo vivir en medio de la persecución y mantenerse fiel. En la cruz pudo otorgar perdón, y dirigirse al misterio último. Pudo quejarse a Dios y confiar en Dios. Y ese su Dios le devolvió a la vida.

Aunque hoy nos parezca raro, en el Nuevo Testamento el nacimiento de Jesús fue pensado y escrito desde el final de su vida, desde la historia de la cruz y la experiencia de la resurrección.

Entonces, aunque todavía normalmente no se habla así, no es historia que unos ángeles cantaran “en el cielo gloria a Dios y en la tierra paz”, ni que un ángel se dirigiese en sueños a un José que “no hallaba cómo hacer”. Tampoco es historia que los pastores de las cercanías, pobres y despreciados, y pensadores sensatos y acomodados llegaran a visitar a un tierno llamado Jesús, y a sus padres María y José. Como tampoco es historia que malvados hosteleros cerrasen sus puertas

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Ecos de Navidad 2014

a dos jóvenes esposos pobres. ¿Entonces? Los bellos relatos de Lucas y Mateo son importantes porque, a la manera de “cuentos de Dios”, podemos entender los tres años de la verdadera historia de Jesús y la de nuestros días. Y cuándo hoy nos parecemos a él.

Solo quiero fijarme en dos cosas. Una es la pobreza. Ya he dicho que no es historia cómo Lucas describe al tierno, por cierto de forma sumamente breve y sin dejar volar a la imaginación: “un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre”. Pero sí es historia que Jesús de Nazaret a veces no tenía dónde reclinar la cabeza. Y que los ricos, con excepciones, no le abrían las puertas ni le ofrecían una habitación con camas de marfil y sábanas de lino.

La segunda es el asesinato de niños. No es historia la horripilante figura de Herodes, quien decide dar muerte a todos los niños menores de dos años en Belén y sus alrededores, ni que José tuvo que huir a Egipto para salvar la vida del niño. Pero sí es historia que Jesús huyó cuando otro Herodes mandó asesinar a su amigo Juan. Y es historia macabra hasta nuestros días, en lo que ahora quiero insistir, que en el Mozote más de un centenar de niños fueron quemados vivos y baleados dentro de una casa cerca de la iglesia, que centenares de niños fueron robados de brazos de sus madres por militares para ser vendidos -lo que no dejó vivir en paz al Padre Jon Cortina. Es historia que en Etiopía mueren de

hambre niños famélicos, que hace unos días 142 niños fueron asesinados en Pakistán. Y que en todo el mundo muchos miles de niños mueren de hambre y desnutrición, “asesinados”, pues ambas cosas pueden ser eliminadas hoy.

En lo personal pienso, que la leyenda de los “niños inocentes” es lo menos legendario y lo más real de las tradiciones navideñas, pero incomprensiblemente es lo más ignorado. Y no es de extrañar. No deben enturbiar la felicidad de estos días, aunque el evangelio de San Mateo cita con toda claridad estas dolorosas palabras del profeta Jeremías: “una voz se escucha en Ramá, muchos llantos y sollozos. Es Raquel que llora a sus hijos y no quiere que la consuelen porque ya no viven”.

Desde la historia real de Jesús de Nazaret, desde la historia real, de mucha gente pobre, comprometida, esperanzada, de muchos varones como José, de muchas mujeres como María, y desde la sonrisa real, con dificultades, de muchos niños y niñas, podemos nosotros seguir deseando con sinceridad lo mejor.

En la tierra paz a los hombres de buena voluntad.Y en lo alto gloria a Dios.

Y que nunca falte una luz que guíe nuestro caminar, y una mano que nos sostenga en lo alto.

La leyenda de los “niños inocentes” es lo menos legendario

y lo más real de las tradiciones

navideñas, pero incomprensiblemente es lo más ignorado”.

Iglesia El Carmen, Santa Tecla.

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Ecos de Navidad 2014

Fiestas de la humanidad de Dios y de la comensalidad

Leonardo Boff

La Navidad está llena de significados. Uno de ellos ha sido secuestrado por la cultura del consumo que, en vez del Niño Jesús, prefiere la figura del viejito bonachón, Papá Noel, porque es más llamativo para los negocios. El Niño Jesús, por el contrario, habla del niño interior que llevamos siempre dentro de nosotros, que siente necesidad de ser cuidado y que, una vez que ha crecido, tiene el impulso de cuidar. Es ese pedazo de paraíso que no se ha perdido totalmente, hecho de inocencia, de espontaneidad, de encanto, de juego y de convivencia con los otros sin ninguna discriminación.

Para los cristianos es la celebración de la “proximidad y de la humanidad” de nuestro Dios, como se dice en la epístola a Tito (3,4). Dios se dejó apasionar tanto por el ser humano que quiso ser uno de ellos. Como dice bellamente Fernando Pessoa en su poema sobre la Navidad: «Él es el eterno Niño, el Dios que faltaba; el divino que sonríe y que juega; el niño tan humano que es divino».

Ahora tenemos un Dios niño y no un Dios juez severo de nuestros actos y de la historia humana. Qué alegría interior sentimos cuando pensamos que seremos juzgados por un Dios niño. Más que condenarnos, quiere convivir y entretenerse con nosotros eternamente.

Su nacimiento provocó una conmoción cósmica. Un texto de la liturgia cristiana dice de forma simbólica: «Entonces las hojas que parloteaban, callaron como muertas; el viento que susurraba, quedó parado en el aire; el gallo que cantaba se calló en medio de su canto; las aguas del riachuelo que corrían, se estancaron; las ovejas que pastaban, quedaron inmóviles; entonces, el pastor que erguía su cayado quedó como petrificado; entonces, en ese preciso momento, todo se paró, todo se silenció, todo se suspendió: nacía Jesús, el Salvador de las gentes y del universo».

La Navidad es una fiesta de luz, de fraternidad universal, fiesta de la familia reunida alrededor de una mesa. Más que comer, se comulga con la vida de unos y otros, con la generosidad de los frutos de nuestra Madre Tierra y del arte culinario del trabajo humano.

Por un momento olvidamos los quehaceres cotidianos, el peso de nuestra existencia trabajosa, las tensiones entre familiares y amigos y nos hermanamos en alegre comensalidad. Comensalidad significa comer

juntos alrededor de la misma mesa como se hacía antes: toda la familia se sentaba a la mesa, conversaban, comían y bebían, padres, hijos e hijas.

La comensalidad es tan central que está ligada a la aparición del ser humano en cuanto humano. Hace siete millones de años comenzó la separación lenta y progresiva entre los simios superiores y los humanos, a partir de un antepasado común. La singularidad del ser humano, a diferencia de los animales, es la de reunir los alimentos, distribuirlos entre todos comenzando por los más pequeños y los mayores, y después los demás.

La comensalidad supone la cooperación y la solidaridad de unos con otros. Fue ella la que propició el salto de la animalidad a la humanidad. Lo que fue verdad ayer, sigue siendo verdad hoy. Por eso nos duele tanto saber que millones y millones de personas no tienen nada para repartir y pasan hambre.

El 11 de septiembre de 2001 sucedió la conocida atrocidad de los aviones que se lanzaron sobre las Torres Gemelas. En ese acto murieron cerca de tres mil personas.

Exactamente en ese mismo día morían 16.400 niños y niñas con menos de cinco años de vida; morían de hambre y de desnutrición. Al día siguiente y durante todo el año doce millones de niños fueron víctimas del hambre. Y nadie quedó horrorizado ni se horroriza delante de esta catástrofe humana.

En esta Navidad de alegría y de fraternidad no podemos olvidar a esos que Jesús llamó “mis hermanos y hermanas menores” (Mt 25, 40) que no pueden recibir regalos ni comer alguna cosa.

Pero no obstante este abatimiento, celebremos y cantemos, cantemos y alegrémonos porque nunca más estaremos solos. El Niño se llama Jesús, el Emanuel que quiere decir: “Dios con nosotros”. Viene bien a la ocasión este pequeño verso que nos hace pensar sobre nuestra comprensión de Dios, revelada en Navidad:

Todo niño quiere ser hombre.Todo hombre quiere ser rey.

Todo rey quiere ser ‘dios’.Solo Dios quiso ser niño.

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San Romero

Con voto unánime el martirio “in odium fidei” del arzobispo asesinado mientras celebraba misa

Gianni Valente / Roma

El pronunciamiento de los teólogos de la Congregación cancela décadas de operaciones que pretendían propagar una interpretación meramente política del asesinato de Romero. El reconocimiento de su martirio “in odium fidei” confirma que en El Salvador de los escuadrones de la muerte y de la guerra civil la Iglesia sufría persecuciones feroces por parte de personas que, por lo menos sociológicamente, eran cristianas. El odio desencadenado y que provocó su muerte fue cultivado y compartido incluso por sectores de la oligarquía acostumbrados a ir a Misa o a dar limosna y donaciones a las instituciones eclesiásticas. Incluidas las asociaciones de «mujeres católicas» que publicaban en los periódicos acusaciones y mentiras fabricadas en su contra.

El “nihil obstat” de los teólogos disipa también la

cortina de humo de insinuaciones creada para acreditar la fábula del Romero filo-guerrillero, agitador político, infuido y sometido por el marxismo. El proceso para la causa de beatificación (cuyo postulador es el arzobispo Vincenzo Paglia) está confirmando con autoridad y definitivamente lo que han repetido desde siempre los amigos del obispo mártir: Romero, como escribió el profesor Roberto Morozzo della Rocca, era «un sacerdote y obispo romano, obediente a la Iglesia y al Evangelio mediante la Tradición», llamado a desempeñar su ministerio de pastor «en aquel extremo Occidente y convulsivo que era la América Latina de esos años». En donde las fuerzas militares y los escuadrones de la muerte reprimían ferozmente a un pueblo entero según los designios de la oligarquía. En donde los sacerdotes y los catequistas eran asesinados y en donde era peligroso poseer un Evangelio. En donde bastaba pedir justicia para

ser catalogado como comunista subversivo. En donde la Iglesia era perseguida porque se negaba al papel de brazo espiritual del poder oligárquico.

Sin embargo, después del año 2000, la causa de

Romero se había quedado paralizada, porque todas las homilías y los escritos del obispo salvadoreño debían ser sometidos a un atento análisis en la Congregación para la Doctrina de la Fe, que habría verificado su ortodoxia. En esos años, asumió un papel preponderante en la gestión del caso Romero el cardenal colombiano Alfonso López Trujillo, que era un influyente asesor en el ex-Santo Oficio y que falleció en 2008.

Y así, llegaron a la Congregación para las Causas de

los Santos disposiciones que pretendían desacreditarlo. Según algunos, llevar a Romero a los altares habría equivalido a beatificar la Teología de la Liberación o, incluso, los movimientos populares de inspiración marxista y las guerrillas revolucionarias de los años setenta. Por ello, según estos, las motivaciones del martirio “in odium fidei” no podían ser aplicadas a su caso. Pero habían servido para llevar a los altares en 2010 a Jerzy Popieluszko, el sacerdote de 37 años asesinado por un comando de los servicios de seguridad en la Polonia comunista de 1984.

Ahora parece haber llegado el momento también para

Óscar Arnulfo Romero. Solo hay que esperar. Y no habrá que esperar mucho, si se tiene en cuenta que para la beatificación de los mártires no se requiere la verificación canónica de un milagro realizado por su intercesión.

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San Romero

La comisión de teólogos de la Santa Sede reconoce el martirio de Óscar Arnulfo Romero

Jesús Bastante

Francisco quiere hacer coincidir su viaje a Centroamérica para presidir la ceremonia

Paso definitivo para la canonización del obispo mártir de El Salvador. La comisión de teólogos de la Congregación para las Causas de los Santos acaba de aprobar, por unanimidad, la declaración de “martirio” de Óscar Arnulfo Romero, el arzobispo de San Salvador asesinado por un grupo de paramilitares, el 24 de marzo de 1980 mientras oficiaba misa.

Según adelanta el diario Avvenire (propiedad de la Conferencia Episcopal italiana), el próximo paso es que sea la propia Congregación la que confirme este juicio y, finalmente, la aprobación del Papa. En este caso, al incoarse la causa del martirio, no es preciso un milagro para la declaración de beato.

Distintas fuentes apuntan que podría ser el propio Francisco quien beatificase a Romero el próximo mes de septiembre, si finalmente viaja a El Salvador durante la gira que le llevará a Estados Unidos y algunos países de centro y sudamérica. Otras fuentes afirman que el Papa

podría anunciar dicha declaración el martes 24 de marzo, coincidiendo con el 35 aniversario de su asesinato.

Curiosamente -tal vez no tanto-, el propio Francisco citó expresamente a monseñor Romero en su audiencia general del miércoles. Y es que el impulso de Bergoglio ha resultado definitivo para acabar con la paralización de un proceso que estuvo frenado en Roma desde 1998.

Su postulador en la fase inicial fue Vicenzo Paglia, actual responsable del Pontificio Consejo para la Familia. Tras más de veinte años durmiendo el sueño de los justos en un cajón, la causa se reactivó en 2012, y una vez designado como Papa Francisco, se desbloqueó definitivamente.

En más de una ocasión, Bergoglio ha citado el ejemplo de Romero, y según fuentes del episcopado salvadoreño, llegó a decir a los obispos del país que la beatificación del arzobispo mártir era prácticamente un hecho. Apenas quedan semanas para que esta noticia se confirme, y “San Romero de América” deje de ser una frase esperanzada para convertirse en una oración oficial en la Iglesia católica.

El Secretario General de las Naciones Unidas, Ban Ki-moon visitó el 16 de enero, 2015, la tumba del Obispo Oscar Arnulfo Romero, en la cripta de la catedral de San Salvador, para rendir homenaje al que calificó de ser "un ícono de la verdad, la justicia social y los derechos humanos".De su propia mano, estampó un pensamiento en español en el libro de visitas que es firmado por personalidades que se detienen a orar frente a los restos del obispo asesinado en 1980:

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San Romero

Érase una vez un niño que nació en un país donde todo estaba bien cerquita. La Unión compartía territorio con La Libertad y La Paz, pero nadie se unía para disfrutar ser libres de verdad y vivir pacíficamente. El santoral estaba distribuido en cuatro de sus rincones: Santa Ana en un extremo y San Miguel en el otro; San Salvador y San Vicente en el medio. Y Morazán pasó por sus veredas ahuachapanecas, sonsonatecas, chalatecas, usulutecas y cuzcatlecas hasta llegar a hospedarse en algunas Cabañas de por ahí. Y este pequeño infante vio la luz en ese pequeño terruño, allá por un su rincón cuyo nombre solo reflejaba sus pretensiones castrenses y de urbe: Ciudad Barrios.

Vino al mundo y se fue del mismo, en medio de dos convulsiones sociales con ínfulas de revoluciones: la bolchevique de 1917 y la guanaca de 1980. Ambas terminaron en lo mismo: entre el capitalismo y el socialismo, quedó asentado el cinismo. Casi nadie se acuerda quiénes le dieron la vida a este niño, pero quién no sabe quiénes se la arrebataron aunque aún lo nieguen o lo traten de evadir.

Un día, a sus trece primaveras, lo picó un gusanito: el de subir a los altares. Seguramente lo hizo en esos años para limpiar el del Seminario Menor de San Miguel, donde ingresó en 1931 a sus catorce años, o para ayudarle al oficiante principal de la celebración eucarística. Luego, en 1942, él mismo se convirtió en el celebrante al ordenarse cura en la Roma sometida al fascista Benito Mussolini, en medio de los balazos y las bombas, la muerte y el terror que produjeran las feroces batallas de la segunda guerra mundial. Y aunque también conoció la dictadura tropical

Romerías

Benjamín Cuéllar

en su país natal, no le tocó vivir y sufrir otro conflicto armado: el que se desató en El Salvador de enero a enero, entre 1981 y 1992. Una bala magnicida se lo impidió, cuando el 24 de marzo de 1980 le estalló en el pecho estando frente al altar.

Ese día al caer la tarde, profetizó lo que en un instante sucedería. “Que este cuerpo inmolado –dijo– y esta sangre sacrificada por los hombres, nos alimente también a dar nuestro cuerpo y nuestra sangre al sufrimiento y al dolor como Cristo, no para sí sino para dar cosechas de justicia y de paz a nuestro pueblo”. Dieciocho palabras después, el estruendo del disparo que acabó con su vida material rompió la fracción del segundo de silencio instalado en la capilla del “hospitalito”, tras haber consagrado el pan y el vino. Así comenzó el trayecto para subir, definitivamente, a los altares.

Con el reciente anuncio hecho por el papa Francisco, se comprueba cada vez más el cumplimiento de otra de sus profecías. En una entrevista realizada dos semanas antes de su martirio, aseguró lo siguiente: “Si me matan, resucitaré en el pueblo salvadoreño”. Y así fue, pero se quedó corto. Resucitó en El Salvador pero también en el mundo, para convertirse en el santo patrono de los derechos humanos aun sin que la curia vaticana lo oficializara, ni que Naciones Unidas –hace más de cuatro años– nombrara el 24 de marzo como el Día internacional del derecho a la verdad en relación con violaciones graves de los derechos humanos y de la dignidad de las víctimas.

Sin embargo, falta algo por cumplirse y no es poco. Falta que en esta tierra se comiencen a levantar las cosechas de justicia y paz. Esas fueron de las últimas

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palabras pronunciadas por el salvadoreño más universal y para ello dio su cuerpo, su sangre y su ejemplo. Falta eso porque a la fecha no ha habido justicia para las víctimas, ni siquiera en su caso, y la paz real sigue siendo inalcanzada.

¿O es justicia empotrar un grande y hermoso cuadro en una pared del aeropuerto que, junto con un bulevar, fueron bautizados con el nombre del santo? ¿O acaso lo es emitir un sello postal con su imagen? ¿O pedir perdones oficiales a diestra y siniestra sin que los responsables del magnicidio cuenten la verdad y se arrepientan, para poder ser perdonados?? ¿U ofrecer y no cumplir –desde el Gobierno anterior– la construcción de una plaza en memoria del pastor y mártir, la producción de un documental sobre su persona y obra, o la inclusión del informe de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos sobre su caso en los planes de educación primaria, secundaria y universitaria? Y sobre la paz, ¿existe plena en el país cuando en lo más profundo del mismo continúan las muertes violentas, las desapariciones forzadas, las personas torturadas y las familias masacradas?

Eso no es nuevo. En su primer pronunciamiento oficial como prelado de Santiago de María y sin que ningún grande lo hubiese “convertido”, quien sería luego la “voz de los sin voz” ya hablaba hace cuatro décadas por la gente más excluida y denunciaba la injusta desigualdad social, económica y política que prevalecía en el entonces “país de la sonrisa”. “No estaría completa mi palabra de pastor –escribió en mayo de 1975– si no se refiriera a esta alarmante situación concreta en que tiene que vivir y moverse la Iglesia en esta región de la Patria, tan privilegiada en dones naturales, pero que gime […]”. “¿Cómo pueden –cuestionaba entonces el ahora mártir– florecer las vocaciones y los carismas que El Salvador está suscitando, en un ambiente que materializa y enerva los corazones por demasiadas comodidades y demasiadas incomodidades”. Desde entonces, pues, el hombre ya incomodaba.

Cosechas de justicia y paz que no llegaron ni con la derecha ni la izquierda en la posguerra, se necesitan en este país donde ahora es raro que alguien –implícita y explícitamente– no diga “todos y todas somos Romero”. Hasta de fuera, por ser “políticamente correcto”, vienen los impresentables vecinos a regocijarse por la cercana subida a los altares de este buen pastor. Así las cosas, en semejante “baile de disfraces”, las puertas de la “casona” recién se abrieron de par en par para recibir a un violador de derechos humanos como el actual presidente de Guatemala –el general Otto Pérez Molina– y a un cuestionado mandatario hondureño como lo es Juan Orlando Hernández. Hasta ese dúo, que junto con su colega salvadoreño andan mercadeando en el norte

su “Alianza para la prosperidad”, se “regocijó” por la revelación del Papa Francisco.

Bien canta Aute que en estos tiempos por venir, “lo suyo es que Frankenstein desfile por las pasarelas, que Judas venda en exclusiva su traición, que sea el Don un auditor de corruptelas…” Así las cosas, ambidiestros politiqueros manosean la cosa pública como suya en la región; pero, eso sí, hoy juntan sus manos para rezarle al santo en medio de sus tranzas públicas y privadas.

A quienes manejaron y manejan las instituciones encargadas de hacer valer las últimas palabras del profeta, en lugar de andársele arrodillando por ser su dizque “guía espiritual” y dándose golpes en el pecho ante su estatua, más les valdría comenzar en serio a hacer lo debido porque en El Salvador esa justicia y esa paz no sigan siendo como las flores de papel que se les echa agua y crecen. En una palabra: ficticias. Para que esas aspiraciones no cumplidas sean una realidad, hay que empezar a investigar y esclarecer en serio toda la verdad sobre el caso Romero ahora que nadie puede negar su martirio; hay que sacar del cuchitril de la impunidad donde mantienen resguardados, vivos o muertos, a todos sus responsables. Y así abrirle las puertas al “buen vivir” para el resto de víctimas, al menos en lo que toca a sus reclamos de verdad, justicia y reparación integral.

A los “sepulcros blanqueados” les vienen bien las siguientes palabras de quien dicen venerar, para que demuestren que es cierta su devoción. “Sería bueno –afirmó el 11 de noviembre de 1979– tener en cuenta que lo que hay que descubrir, ante todo, son los responsables principales de esas capturas [...] Los que mandaron, los que permitieron, incluso los que se solazaban como en un circo romano en capturas, desaparecimientos, torturas, asesinatos. Tienen que oír la voz de la justicia”. Si no obedecen ese santo mandato, mejor que se dejen de “romerías” y suban a su altar al “becerro de oro”.

San Romero

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Se frustran los sueños democráticos

Editorial UCA

El único interés que los medios de comunicación ponen en las encuestas, y que señalan con grandes titulares en sus primeras planas, es el posible resultado electoral, pretendiendo adelantar quién ganará en las próximas elecciones. Pero los sondeos de opinión pública dan otros datos que, a nuestro juicio, son mucho más interesantes y que deberían ser observados con atención tanto por las instituciones del Estado y los partidos políticos como por la población. En el caso del último sondeo de opinión pública del Iudop, los resultados permiten conocer lo que la ciudadanía piensa acerca de la democracia y las instituciones políticas en el actual contexto, lo cual es mucho más relevante que el posible resultado electoral.

A 23 años de los Acuerdos de Paz, que permitieron el fin del conflicto armado y el inicio de la transición hacia un régimen político democrático, nos encontramos con una sensible frustración de la población. Frustración de las esperanzas democráticas que despertó poner fin a la guerra por medio de un proceso de negociación y diálogo. Son varios los elementos que explican esta situación. Por un lado, la mayoría piensa que la situación del país va empeorando, a nivel general y particularmente en la economía y, de manera más profunda, en la seguridad pública. La gente señala un agudizamiento de la delincuencia y la criminalidad. Según la encuesta del Iudop, esa es la preocupación principal de 8 de cada 10 salvadoreños, proporción que ha venido creciendo durante los últimos años.

Si la delincuencia es lo que más preocupa a tantos salvadoreños es porque la sufren a diario. Pero parece que esa preocupación no es compartida de la misma manera por el Gobierno, las instituciones de seguridad y los partidos políticos. Ante una situación tan grave, la población espera una respuesta clara y eficaz, proporcional a la magnitud del problema. Y es precisamente la falta de

esa respuesta lo que explica que más de la mitad de los encuestados crea que ningún partido político es capaz de reducir la delincuencia. Pero la pérdida de credibilidad en los actores políticos no se debe exclusivamente a esta incapacidad: la población señala que estos se alejan cada vez más de sus demandas y expectativas.

La mitad de los consultados por el Iudop afirma que las autoridades municipales trabajan más en beneficio del propio partido que por el bienestar de la gente de la localidad. A lo que se suma la ya tradicional y crónica insatisfacción con el trabajo de los diputados en la Asamblea Legislativa (7 de cada 10 afirman que por obra de la actual legislatura el país sigue igual o peor) y la pérdida de la credibilidad por la fiebre de formular promesas que luego no se cumplen. Este escenario debería hacer reflexionar a las autoridades y a todas las instituciones políticas, pues están minando la cultura democrática y causando una pérdida de credibilidad en la democracia como el mejor sistema político. Un dato elocuente: el 56% de los encuestados dice estar de acuerdo o muy de acuerdo con que las elecciones son una pérdida de tiempo, porque las cosas nunca cambian en el país. De seguir esta tendencia, no habremos de lamentarnos si en el futuro irrumpe un movimiento autoritario o populista que barra los pocos avances en la institucionalidad democrática.

Sin embargo, los salvadoreños se resisten a perder la esperanza; manifiestan interés en participar en el próximo evento electoral y así, además de cumplir con su deber ciudadano, votar por los candidatos realmente dispuestos a trabajar para que la situación cambie y el país mejore. Ojalá que esto haga recapacitar a los que están más preocupados en obtener y conservar poder para su propio beneficio que en ponerse al servicio de la gente y del bien común.

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Las novedades presentes en estos comicios no parecen estar aumentando la confianza en las elecciones, ni en los actores institucionales vinculados a la misma, así como tampoco se traducen en un mayor interés por concurrir a las urnas. Es contradictorio que justo cuando el país avanza hacia la modernización del sistema electoral mediante la adopción de reformas como el sistema de listas abiertas, tanto para la elección legislativa y del Parlacen que favorece una relación más directa entre electores y elegidos, o la implementación de los concejos municipales plurales, se esté reduciendo la confianza hacia los procesos electorales. En todo caso, lo que está claro es que, aunque estas reformas buscan mejorar la representación ciudadana en el proceso electoral, no parecen por hoy, mejorar la percepción y confianza ciudadana en el mismo.

Esta mayor inquietud ciudadana hacia el proceso electoral y hacia los actores institucionales está asociada

a factores como la incertidumbre respecto a la poca información recibida sobre la nueva forma de votar, al elevado desconocimiento ciudadano de quienes son los aspirantes a ocupar cargos de elección popular y a la poca legitimidad y al desprestigio del que gozan los representantes políticos. Al crecimiento de la desconfianza hacia los próximos comicios, han contribuido también, las sombra del fraude que avivó el partido Arena en la pasada elección presidencial, así como la campaña que más recientemente ha impulsado este partido para desacreditar las próximas elecciones.

El desconocimiento de la gente sobre cómo votar y sobre quiénes son sus representantes políticos

En relación al voto cruzado predomina un elevado desconocimiento entre la gran mayoría de los ciudadanos consultados. Más del 80% de los consultados en la encuesta dijo haber recibido poco o ninguna información sobre cómo se votará el 1 de marzo. Aunque la mayoría sabe que el país adoptó una reforma en la que podrán marcar por candidatos de diferentes partidos, solo una quinta parte de la población señala que ha recibido mucha o alguna información. Esto podría afectar la participación electoral, especialmente entre los sectores más desfavorecidos como las mujeres, los residentes de las zonas rurales, las personas de mayor edad y los que tienen bajos niveles educativos, quienes expresan estar más desinformados respecto a las nuevas formas de votación. Esto evidencia que el sistema electoral actual

El sistema político en cuestionamientoJeannette Aguilar

La más reciente encuesta preelectoral del Iudop cursada para conocer las opiniones ciudadanas hacia el próximo proceso electoral,

muestra un deterioro en la confianza ciudadana hacia el proceso, su transparencia y también hacia la entidad responsable de administrar el proceso. Cerca del 60% de los ciudadanos expresan poca o ninguna confianza hacia las elecciones y hacia el TSE. Esto representa un retroceso en relación a la mayor credibilidad que se había logrado generar en la institucionalidad electoral en los últimos años.

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no ha evolucionado al mismo ritmo de las más recientes reformas, ni responde a las demandas modernizadoras que éste exige. El retraso en la campaña de divulgación

Pero además de que la mayoría de la población dijo no saber cómo votar, solo la mitad de los consultados asegura conocer a algún candidato a diputado de su departamento, mientras que el 85.5% de la gente dijo desconocer el trabajo de los diputados al Parlacen. En otras palabras, muchos electores asistirán a las urnas sin tener idea alguna de quiénes serán sus representantes, ni información sobre el trabajo que realizan, una evidencia más de la desvinculación entre representantes y representados. Ello da idea de la calidad de democracia que hemos construido en el país y de los grandes desafíos que el país enfrenta para avanzar hacia una democracia de ciudadanía.

La poca legimitidad y desconexión entre representantes y representados.

La erosión de la credibilidad de los actores políticos y gubernamentales no es nueva en el país. Sin embargo, en los últimos años, este descrédito ha ido aumentando. La encuesta evidencia que legisladores, partidos políticos, Gobierno Central, e incluso, los alcaldes, quienes por lo general han sido los funcionarios públicos mejor valorados, por su mayor cercanía hacia la población, son evaluados críticamente. El 70.4% de la población piensa que con la labor de la Asamblea Legislativa que está por concluir, el país no ha cambiado o está peor. Esto refleja que la mayoría de la población percibe que el trabajo de los legisladores no se traduce en un beneficio para el país.

A la vez, la encuesta muestra que más del 60% de la gente se siente distante tanto de Arena como del FMLN, mientras que cerca del 40% de la población señala que ningún partido ha hecho un mejor trabajo en la legislatura saliente. A esto probablemente obedezca que el 60.4%

de los consultados piense que ningún partido u otros partidos distintos a los mayoritarios, deberían controlar la próxima legislatura. Los cuestionamientos hacia los gobiernos locales tampoco son menores. Cerca de la mitad de los consultados aseguró que su Gobierno local no ha trabajado en beneficio del pueblo, mientras que el 44% piensa que sus alcaldes han cumplido pocas o ninguna de sus promesas de campaña.

Todo ello se traduce en un mayor desencanto hacia los partidos en general, y en una reducción de las simpatías partidarias hacia los dos principales partidos. Aunque los partidos más grandes siguen teniendo el monopolio de las preferencias partidarias, la simpatía e intención de voto expresadas hacia Arena y el FMLN se han reducido respecto a mediciones anteriores, además de que han crecido los que aseguran no tener partido de preferencia. Si bien el FMLN mantiene una ventaja en intención de voto para alcaldes y diputados en relación a Arena, esto obedece hoy día a las mayores adhesiones que han conseguido entre los sectores obreros, rurales y marginales del país, en buena medida mediante las políticas sociales que han estado focalizadas principalmente en estos grupos. La encuesta sugiere que su voto duro parece haberse reducido, además de que entre sus simpatizantes son más los que dijeron que no van a votar, anularán y cruzarán el voto, en relación a los que declaran simpatía por otros partidos. Asimismo, los nuevos apoyos electorales que parece estar captando el partido oficial entre sectores populares, y a los que se atribuye en parte su ventaja actual, parecen ser electores más volátiles, que pueden modificar su adherencia partidaria en función de la coyuntura electoral o del partido que les beneficie. Esto significa que aunque por hoy el partido oficial parece tener la ventaja de cara a la próxima contienda electoral, su liderazgo electoral a nivel nacional durante los próximos años no está asegurado, especialmente en un contexto de elevado crecimiento del descontento ciudadano.

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Miro la propaganda electoral en televisión, redes sociales, periódicos y la escucho en la radio. Y me pregunto: ¿en qué galaxia habito? Quedo preguntándome si el desfile enfermizo de candidatos difiere mucho de la presentación de los gladiadores preparados para disputar el derecho a la vida en el Coliseo de Roma. Es como la gallina, cuando le cortamos la cabeza y a continuación la soltamos. Durante un tiempo esta correrá sin cabeza. Algunos de nuestros políticos en el país, se parecen a eso, a gallinas con la cabeza cortada. Porque hay tantas burradas, tantas promesas inconsistentes, tantas ofensas a la lengua patria, que llego a preferir un paseo por el zoológico, donde se puede apreciar, de jaula en jaula, la variedad de animales sin la incomodidad de escuchar tanta tontería.

Y es que el proceso electoral en El Salvador, tal cual está establecido, ¿no será acaso un juego? ¿Por qué está motivada la mayoría de los candidatos, por el ideal de servir al bien común o por la ambición de ocupar una función de poder y, de este modo, asegurar un futuro mejor para sí y para los suyos? Hoy día algunos candidatos, no tienen programas (excepto en el papel), sino expectativas de ganar; ni objetivos, sino compromisos con aliados; ni principios ideológicos, sino el pragmatismo que ignora la ética más elemental. La política se ha vuelto el arte de simular y disimular. Donde los mercadólogos tienen más poder sobre los candidatos que el partido. Ya no se trata de divulgar un proyecto político, sino un producto capaz de seducir al mercado electoral. El peligro, advierte Umberto Eco, está en que el político se vuelva un producto semiótico, teatralizado.

Muchos políticos salvadoreños rezan por el Breviario del cardenal Mazarino, escrito en el siglo XVII, donde se multiplican los consejos de este tenor: “Arréglate para que tu rostro no exprese nunca ningún sentimiento particular, sino solamente una especie de permanente serenidad”. O: “Lo importante es aprender a manejar la ambigüedad, a pronunciar discursos que puedan ser interpretados tanto en un sentido como en otro, a fin de que nadie pueda decidir”. Si la mujer del César debe ser honesta y también parecerlo, el político que se deja maquillar para efectos electorales está en peligro de preocuparse más por parecer diferente que por serlo. Gobierna con los ojos puestos en las encuestas de opinión, abdica

de sus compromisos de campaña para someterse al síndrome del electoralismo. Llegar al poder se convierte en su obsesión, y no en cómo saberlo administrar para conseguir mejores condiciones de vida para la mayoría de la población. Esa desideologización tiende a reducir la política al arte de acomodar intereses. Se pierde la perspectiva estratégica y el horizonte histórico; ya no se busca que otro El Salvador es posible, ahora todo se reduce a cultivar una buena imagen ante la opinión pública.

Los mercadólogos son hoy los verdaderos artífices de las candidaturas. Los electores, el blanco mercadológico. La diferencia con los productos del supermercado está en que éstos son adquiridos para uso del consumidor; y en el caso de la política, el elector es “consumido” para uso del candidato. Meses después, el elector ni recuerda los nombres a quienes dio su voto, aunque se queje de los políticos y de la política.

Esto y mucho más nos ofrece el tiempo de campaña electoral para hacer reflexiones críticas sobre el tipo de democracia que predomina entre nosotros los salvadoreños. Es prueba de democracia el hecho de que más de cuatro millones de ciudadanos tengan que ir a las urnas para escoger a sus candidatos. Pero eso todavía no dice nada sobre la calidad de nuestra democracia. Ella es de una pobreza espantosa o, en un lenguaje más suave, una «democracia de baja intensidad» en la expresión del sociólogo portugués Boaventura de Souza Santos. ¿Por qué es pobre? Me valgo de las palabras de Pedro Demo, de Brasilia, una cabeza brillante que, por su vasta obra, merecería ser más oída. En su Introdução à sociologia (2002) dice enfáticamente: «Nuestra democracia es escenificación nacional de hipocresía refinada, repleta de leyes ‘bonitas’, pero hechas siempre, en última instancia, por la élite dominante para que la sirva de principio a fin. Los políticos son gente que se caracteriza por ganar mucho, trabajar poco, hacer negocios, emplear a parientes y apaniguados, enriquecerse a costa de las arcas públicas y entrar en el mercado por arriba… Si ligásemos democracia con justicia social, nuestra democracia sería su propia negación» (p.330.333).

Esta descripción no es una caricatura, salvo pocas excepciones. Es lo que se constata día a día y puede

Ciertos espejismos de la campaña electoral Mauricio Iraheta Olivo

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ser visto por la Televisión y leído en los periódicos nacionales: escándalos de la depredación de los bienes públicos con cifras que ascienden a millones y millones. La impunidad avanza porque el crimen es cosa de pobres; el asalto criminal a los recursos públicos es habilidad y ‘privilegio’ de quien llegó allí, a la fuente del poder. Se entiende por qué, en un contexto capitalista como el nuestro, la democracia atiende primero a los que están en la opulencia o tienen capacidad de presión y sólo después piensa en la población, atendida con políticas pobres. Los corruptos acaban por corromper también a muchos del pueblo. Bien observó Capistrano de Abreu en una carta de l924: «Ningún método de gobierno puede servir, tratándose de gente tan visceralmente corrupta como la nuestra».

En nuestra democracia, el pueblo salvadoreño no se siente representado por los elegidos. Por eso no está habituado a acompañarlo ni a reclamarle nada. Además de la pobreza material está condenado a la pobreza política, mantenida por las élites. Pobreza política es que el pobre no sepa las razones de su pobreza, y creer que los problemas de los pobres pueden ser resueltos sin los pobres, sólo por el asistencialismo estatal o por el clientelismo populista. Con esto se aborta el potencial movilizador del pueblo organizado que puede exigir cambios, temidos por la clase política, y reclamar políticas públicas que atiendan a sus demandas y derechos.

La política en nuestro país siempre fue un factor de educación ciudadana. Vaciada de contenido ideológico y firmeza de ideas, se transforma en el mero negocio de acceder al poder. Se elige a quien tiene más visibilidad pública, aunque este desprovisto de ética, de principios y de proyectos. Es la victoria del mercado sobre los valores humanitarios.

Bien que nos resaltó la sabiduría griega de que la política no es una ciencia exacta. Es una ciencia exaltada. Muchos de los que ingresan en ella buscan tan solamente el poder. Por eso, “las cosas nobles y justas que son objeto de la política presentan tantas diferencias y desviaciones que parecen existir solo por convención y no por naturaleza”, subraya Aristóteles. Pero bueno quiero seguir pensando que cada elección es una nueva siembra. Aunque no se recoja de inmediato, el tiempo la hace fructificar. Un día llega el momento de la cosecha, aunque no necesariamente en la próxima zafra.

Elecciones, candidatos, propuestas y votaciones

David Gabriel Molina, estudiante de derecho

Las cuatro palabras con las que titulo este pequeño escrito son las que escuchamos y vemos por todos lados en estos días cercanos a unas nuevas elecciones en El Salvador. Sin embargo, debo decir que son frases que a la gran mayoría del pueblo salvadoreño nos tienen bastante hastiados, con mucho descontento y desesperanza. Un claro ejemplo de esto es la reciente encuesta realizada por el Instituto de Opinión publica de la UCA (IUDOP), que muestra que el 56.7% de la población cree que las elecciones son una pérdida de tiempo, debo de decir que una muy buena parte de la población tiene razón, ya que gobernantes van y vienen. La realidad de muchos salvadoreños no cambia como lo desearíamos.

Todo se debe a que la clase política ha perdido la credibilidad y confianza de los electores, esto es muy manifiesto por la enorme corrupción, mentira y sesgos políticos que de muchos candidatos conocemos. Además es palpable y visible el enorme interés y sed de poder que algunos integrantes tienen en beneficio de él y del partido político que representa.

Para las grandes mayorías, ya no es novedoso escuchar las propuestas que hacen los diferentes candidatos a alcalde y diputado, donde desfilan promesas “alcanzables” hasta aquellas que parecen descabelladas o sacadas de contextos y realidades totalmente distintas a las que se viven en El Salvador. Como otras propuestas que son inconstitucionales para nuestro marco jurídico, como es el caso de la pena de muerte.

En el artículo 1 de la constitución de El Salvador, lo prohíbe totalmente al decir “La persona humana es el origen y el fin de la actividad del estado”, artículo que puede reducirse a la nada para algunas personas a las cuales, en apariencia no les interesa apoyar preceptos de índole constitucional, con el único y burdo fin de obtener simpatía electoral, utilizando algunos problemas sociales que aquejan a la población salvadoreña para sacar partida provechosa de ella. Realmente resulta decepcionante.

Otro de los aspectos cuestionables de los legisladores, son los bonos que a finales del año pasado les fueron entregados. Según publicaciones basadas los documentos de la oficina de acceso a la información de la Asamblea Legislativa, fueron setenta y siete en total

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los diputados que recibieron ese salario adicional, que asciende aproximadamente a más de ciento ochenta y cinco mil dólares. Es alarmante porque las circunstancias, más que todo económicas en nuestro país, no están para que ellos puedan darse este tipo de lujos. Nuestra realidad está inmersa en muchos problemas sociales y económicos como para que ellos vengan y en tonos tranquilos se adjudiquen dicha cantidad de dinero ¡Qué es eso…!

Es por ello que a partir de estas acciones irresponsables de todos los partidos políticos, se da el descontento de muchos de nosotros, porque lo correcto de esas cantidades de dinero debería de ser para reforzar proyectos tan necesitados y demandados por la población como lo es la salud, seguridad entre otros. Esa es la clase de políticos que tenemos. Seguramente todo esto sucede porque aún no han tomado una verdadera y plena conciencia de lo que la mayoría de salvadoreños vivimos a diario. En efecto, se puede vislumbrar el interés de muchos de llegar a estos cargos de elección popular para tener un medio donde poder lucrarse, obteniendo poder y hacer de ellos su antojo. Es el caso de algunos políticos que con el objetivo de ganar terreno en sus intereses y objetivos particulares, involucran a buena parte de sus familiares, cosa que se vuelve vergonzosa, conociendo así la calidad de políticos que tenemos en nuestro país.

A raíz de estas actuaciones y otras más, surge mucha desesperanza en la población y es por ello que hoy en día es muy común escuchar o incluso decir frases referidas a ese estado del sentir y visualizar la realidad. Entre los dichos más comunes podemos encontrar: “Solo Dios con uno”; “La situación está bien difícil”, “Hay que encomendarse a Dios”, “solo con la ayuda de Dios puede cambiar esto”… Es por ello que muchos jóvenes deseamos que haya una verdadera renovación de la clase política, no hipócrita y falsa, sino una verdadera donde hayan más espacios y más oportunidades para otras personas con ideas más claras, nuevas, con esos espíritus de servicio y con ese actuar justo, equitativo de amor a los demás.

En esa dirección considero que las cosas pueden mejorar. De lo contrario si no hay voluntad de buscar el beneficio de las mayorías seguiremos así, hasta que el pueblo lo permita. Mientras tanto ¿qué vamos a hacer los que vivimos en El Salvador? Es importante mencionar que cada uno de nosotros jugamos un papel protagónico dentro de la transformación de la realidad y eso se logrará dando nuestro propio ejemplo de buenos ciudadanos, de buenos cristianos, y en general, de dar una respuesta responsable con nuestros pensamientos y acciones a esta realidad, tuya, mía y nuestra.

Terrorismo

En el capítulo 6, 5-8 del Génesis hay unas palabras legendarias que rara vez se citan: “Al ver el Señor que en la tierra crecía la maldad

del hombre y que toda su actitud era siempre perversa, se arrepintió de haber creado al hombre en la tierra, y le pesó de corazón. Y dijo el Señor: ‘Borraré de la superficie de la tierra al hombre que he creado… porque me arrepiento de haberlo hecho’. Pero Noé alcanzó el favor del Señor”. Después, el Antiguo Testamento va narrando cómo Dios se arrepintió de haberse arrepentido de crear al hombre y hace nuevas alianzas de salvación. Y culmina en el Nuevo Testamento con el envío de Jesús, su Hijo.

En Navidad tenemos en cuenta el envío del Hijo, pero hay que mantener el horror que suele sentir el Señor al mirar al mundo que ha creado. Y su decisión a “hacer redención”, como decía san Ignacio de Loyola. Veamos algunas reflexiones de estos días.

El terrorismoJosé María Tojeira S.J.

Matar a gente por lo que piensa o dice, más allá de que me guste o me disguste, es simplemente inhumano. En El Salvador tenemos experiencias terribles al respecto, cuando se mataba por pensar diferente, o simplemente por pensar que se pensaba diferente. Esto último se dio con frecuencia en las masacres, pensando que las mujeres, los ancianos, los adultos o los niños podían llegar un día a pensar como las fuerzas insurgentes. Tuvimos

Terrorismo y no fanatismo

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Terrorismo

terrorismo de Estado durante nuestra guerra civil, del mismo estilo y calibre de quienes ahora han matado a los periodistas de la revista francesa Charlie Hebdo. Y todavía quedan instituciones estatales y públicas que no se han declarado contra ese tipo de terrorismo, asumiendo sus propias responsabilidades, al menos en el campo de la petición de perdón.

El crimen cometido contra la revista francesa es terrorismo puro. No tiene nada que ver con el verdadero Islam. El Corán llama sistemáticamente a Alá “el más clemente y misericordioso”. El Profeta Mahoma decía que Dios ama más que una madre. Y de la misma manera entre nosotros, el terrorismo no tenía nada que ver con la democracia, con la defensa de valores o, mucho menos, con el espíritu cristiano, aunque muchos de los terroristas se autodenominaban cristianos con toda tranquilidad. Terrorismo es terrorismo, y tenemos que acostumbrarnos a verlo así fuera de nuestras fronteras y dentro de las mismas. Sabiendo además que al ser el terrorismo violencia en grado sumo, engendra violencia de un modo sistemático. El hecho de que en nuestras cárceles en la actualidad tengamos casi tres veces más asesinos que ladrones, muestra un problema cultural grave, en el que sin duda ha tenido incidencia el hecho de valorar tan poco la vida humana a lo largo de la guerra. Y decimos un problema cultural porque nunca quisimos asumir con seriedad nuestro propio pasado, o incluso documentos como el redactado por la Comisión de la Verdad, que nos ofrecía la posibilidad de construir desde él una verdadera reconciliación que no fuera la del perdón y olvido. Gente como Monseñor Rivera, María Julia Hernández, Marianella García Villa y otras personas que defendieron con una enorme valentía la vida de las

víctimas de la represión, permanecen hoy olvidadas, mientras se siguen coreando nombres de personas que participaron activamente en masacres o magnicidios. E incluso alguno de éstos les quiere dedicar una calle, sustituyendo a un santo popularmente venerado por un asesino. ¿Cómo no pensar en María Julia Hernández o en Marianela García Villa antes que en un incitador del odio y la muerte? Pero parece que para ciertos sectores el olvido debería envolver también a las personas que con mayor dignidad defendieron a las víctimas en aquellos difíciles momentos.

Víctima del terrorismo fue también monseñor Romero. Y afortunadamente es de los grandes símbolos que nos quedan para impulsar una cultura de paz en el país. Porque el terrorismo no se combate sólo con las armas, sino sobre todo con valores democráticos así como con los verdaderos valores religiosos. Sabiendo además que la paz no se construye sólo con palabras ni promesas, como las que abundan irresponsablemente en tiempo de elecciones. Si el amor consiste más en obras que en palabras, no hay duda que los grandes pasos para crear en El Salvador un modelo de convivencia distinto pasan por una mayor inversión en la gente. Una democracia que da sustancialmente más derechos educativos o de salud a un sector de la población, mientras margina a otros, no construye cultura de paz. Como no se construye cultura de paz con esa absurda ley de salario mínimo que, a parte de su “minimez” económica exagerada, cada vez que hay un ligero aumento, aumenta también la diferencia entre el salario del campo y el de la ciudad. “Divide y vencerás” era uno de los lemas de los combatientes antiguos, muchos de ellos amigos del terror para ganar sus batallas. Y ese mismo lema parecen mantenerlo quienes desde posiciones de comodidad dividen a nuestros trabajadores, en obreros con alguna ventaja y obreros en total desventaja.

El fanatismo religioso o ideológico tiende también con frecuencia a reaccionar violentamente frente a quien considera enemigo y puede también caer en el terrorismo. Condenar el terrorismo sin paliativos, venga de donde venga, y simultáneamente revisar las posibles causas son dos tareas indispensable para frenarlo. Y esto vale tanto para el primer mundo como para este mundo pequeño nuestro, que aunque ha superado el terrorismo de la guerra, sigue sufriendo las secuelas de una cultura y una estructura social violenta que no hemos enfrentado adecuadamente hasta el presente. Justicia social, relaciones internacionales sin rasgos imperiales, diálogo interreligioso, solidaridad absoluta con las víctimas del terrorismo son los únicos caminos para vencer una plaga que de muy diversas maneras nos sigue amenazando.

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Terrorismo

Ante el fundamentalismo religiosoCarlos Ayala Ramírez

En la audiencia que el papa Francisco ofreció recientemente al cuerpo diplomático acreditado en la Santa Sede, denunció nuevamente el tipo de cultura que rechaza al otro, que destruye los vínculos más íntimos y auténticos, que acaba por deshacer y disgregar a toda la sociedad y generar violencia y muerte. En ese sentido, recordó la trágica masacre ocurrida en París hace unos días. Los otros, dijo, “ya no se ven como seres de la misma dignidad, como hermanos y hermanas en la humanidad, sino como objetos. Y el ser humano libre se convierte en esclavo, ya sea de las modas, del poder, del dinero, incluso a veces de formas tergiversadas de religión”. Alertó, además, sobre el peligro que representa el fundamentalismo religioso que, incluso antes de descartar a seres humanos perpetrando horrendas masacres, rechaza a Dios, relegándolo a mero pretexto ideológico. Estas palabras de Francisco nos hacen recordar algunas ideas del obispo anglicano Desmond Tutu sobre la opresión, la injusticia y el fundamentalismo religioso. Por su actualidad las recordamos.

Las circunstancias de nacimiento y geografía determinan en gran medida la religión a la que pertenecemos. Hay muchas posibilidades de que los nacidos en Pakistán sean musulmanes; los nacidos en la India, hindúes; sintoístas, los nacidos en Japón; cristianos, los nacidos en Italia. Ante tal evidencia no deberíamos caer con facilidad en la tentación de exclusividad y en la pretensión dogmática de considerar a la propia religión con el monopolio de la verdad.

No hay que insultar a los seguidores de otras religiones. Hemos de reconocerlos por lo que son en toda su integridad, con sus creencias mantenidas conscientemente; hemos de acogerlos y respetarlos como lo que son y caminar reverentemente sobre lo que

es su suelo sagrado, quitándonos los zapatos, metafórica y literalmente. Hemos de mantener tenazmente nuestras creencias particulares y peculiares, y no pretender que todas las religiones son iguales, pues evidentemente no lo son.

Hay que reconocer con humildad y alegría la presencia de lo infinito en lo finito. Sabemos que la realidad divina, que de una forma o de otra todos adoramos, trasciende todas nuestras categorías particulares de pensamiento. Y es así porque lo divino -como quiera que sea llamado, comprendido o concebido- es infinito y nosotros somos finitos; en consecuencia, nunca podemos comprenderlo por completo. Es interesante el hecho de que la mayoría de las religiones tengan un punto de referencia trascendente, un misterio que llega a ser conocido porque tiene a bien revelarse a la humanidad como una realidad compasiva.

Dios es mayor que el cristianismo. Reivindicar a Dios exclusivamente para los cristianos es empequeñecerlo en exceso. Dios es mayor que cualquier religión. No cuida solo de los cristianos, sino de todos los seres humanos. Ha estado presente desde antes de la creación. Si el amor de Dios se limitara a los cristianos, ¿cuál sería el destino de los seres humanos que existieron antes de Cristo? ¿Están condenados a la perdición eterna sin ser culpables? Si es así, nos encontraríamos en una situación insostenible, pues Dios podría ser culpable por imponer una justicia tan extraña.

Dios se alegra del potencial de bondad y creatividad de todo ser humano. Dios no se siente receloso ante la posibilidad de que un no cristiano pueda descubrir una verdad religiosa profunda o hacer un descubrimiento científico decisivo. Dios se alegra cuando sus criaturas -sin distinción de raza, cultura, género o religión-consiguen avances estimulantes en la ciencia, el arte, la música, la ética, la filosofía y la ley, y captan con habilidad creciente la verdad, la belleza y la bondad que brotan de Él. También nosotros deberíamos unirnos al júbilo divino, alegrándonos porque han existido personas como Sócrates, Aristóteles, Herodoto, Hipócrates y Confucio.

No debemos cometer el error de juzgar a otras religiones por sus características o por sus seguidores menos atrayentes. Nuestro deseo debería ser tratar con lo mejor y más sublime de las demás religiones, con aquello por lo que ellas mismas se definen, en vez de concentrarnos en las caricaturas a que las reducimos. Reconocer que otras religiones tienen que ser respetadas

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y que, evidentemente, proclaman profundas verdades religiosas no es lo mismo que decir que todas las religiones son iguales. Es evidente que no son iguales. Pero debemos admitir que los demás tienen el mismo derecho a elogiar su fe.

Si se es creyente, no se puede estar en favor de la injusticia. Donde hay opresión y muerte injusta, donde las personas son tratadas como si fueran menos de lo que son -seres creados a imagen de Dios-, las personas religiosas no tienen más opción que oponerse con vehemencia y con todas las fuerzas contra esa realidad. Si se es creyente, hay que oponerse a la injusticia, da igual que uno sea musulmán, cristiano, hindú o budista. El cristianismo y el judaísmo dicen que los seres humanos son creados a imagen de Dios. El islam dice que son los abad, los esclavos de Dios, y que debemos someter nuestra voluntad a la voluntad de Alá. Así, cada una de estas religiones, por su naturaleza intrínseca, obliga a sus seguidores a luchar por la justicia, la paz y la bondad. Se hace un flaco favor a nuestras religiones, las despreciamos, si no defendemos la verdad, si no luchamos por la justicia, si no somos la voz de los sin voz, si no somos los defensores de aquellos que no se pueden defender por sí mismos.

Estos argumentos de Desmond Tutu nos recuerdan la radicalidad de las palabras de monseñor Romero. Enfáticamente señaló que “la religión no consiste en mucho rezar, la religión consiste en esa garantía de tener a Dios cerca de mí, porque le hago bien a mis hermanos (…) La garantía de mi plegaria es muy fácil de conocer: ¿cómo me comporto con el pobre?, porque allí está Dios (…) Lo que a él haces, a Dios lo haces; y la manera cómo lo mires a él, así estás mirando a Dios. Dios ha querido identificarse de tal manera que los méritos de cada uno y de cada civilización se medirán por el trato que tengamos para el necesitado y para el pobre”.

De ambos obispos, Tutu y Romero, aprendemos que los peligros del fundamentalismo religioso se superan por la vía del compromiso con toda persona que sufre. En palabras del Apóstol Santiago, la verdadera religión consiste en visitar a viudas y huérfanos, expresión bíblica que quiere decir ocuparse del necesitado. En palabras de la teología latinoamericana, hacer una opción por los pobres. Este es el antídoto contra todo tipo de fundamentalismo. Y es la mejor manera de reivindicar el carácter positivo de las religiones.

La religión no consiste en mucho rezar, la religión consiste en esa garantía de tener a Dios cerca de mí”.

José Carlos (JCR, 13 de enero)

Historias de horror e hipocresía

Los países del norte rugen cuando se da muerte injusta y cruelmente a las víctimas, como acaba de ocurrir en París con los periodistas de Charlie Hebdo. En el sur, durante años y siglos, ha habido y hay muchas más victimas, asesinadas con mayor crueldad. Y rara vez se oye un clamor cercano al de París. Una muestra de nuestros días:

Dos mil muertos en Nigeria son menos importantes que 17 muertos en Francia

Durante la misma semana en que los medios de comunicación occidentales se horrorizaban ante la muerte de 17 personas inocentes en París a manos de los terroristas islamistas que atacaron la redacción del semanario “Charlie Hebdo”, en otro rincón del mundo, el Noreste de Nigeria, ocurría algo mucho más terrible que apenas ha merecido atención mediática y política. Otro grupo de exaltados islamistas, los de Boko Haram, lanzaban una de sus ofensivas más violentas contra la ciudad de Baga y otras 16 localidades cercanas. Según datos de Amnistía Internacional, durante algo menos de una semana murieron unas 2.000 personas, muchas de ellas degolladas en sus casas, la mayoría de ellos musulmanes. Pocos días antes, en el Norte de Camerún, los de Boko Haram pararon un autobús de pasajeros y mataron a sangre fría a 25 viajeros.

Los días 9, 10 y 11 de enero, varios ataques islamistas llevados a cabo por kamikazes dejaron decenas de muertos en los mercados de Potiskum y Maidurugi. En este último

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Terrorismo

lugar, la explosión la causó una chiquilla de diez años a quienes sus propios padres habían colocado un cinturón con explosivos para después enviarla a inmolarse para matar al mayor número posible de infieles y conseguir así el paraíso reservado a los mártires de la guerra santa. La ciudad de Baga ha quedado destruida por las llamas y en el espacio que ocupaba no ha quedado una persona viva. Por si fuera poco, los islamistas se permitieron el lujo de conquistar el cuartel militar de Baga, sede oficial de una fuerza multi-nacional que tenía que haberse puesto en marcha hace varios meses pero que no ha terminado de arrancar debido a la desidia de los propios gobiernos afectados, que no se ponen de acuerdo para hacer frente a la amenaza común, entre otras cosas porque los Estados de la zona (Nigeria, Camerún , Chad y Níger) no gozan de muy buenas relaciones entre ellos. La desmoralización ha llegado a tal grado, que el gobierno de Níger, que desde su territorio ve ondear la bandera de Boko Haram, al otro lado de la frontera, en Baga, ya ha dicho que no piensa aportar tropas para intentar reconquistar el cuartel de Baga.

Para completar los datos de la tragedia, hay que recordar que el año pasado la violencia de Boko Haram causó 10.000 muertos, según datos del Council of Foreign Relations, de Washington. La agencia de Naciones Unidas para los refugiados, ACNUR, ha señalado recientemente que hay alrededor de un millón de personas entre Nigeria y Camerún que han huido de sus hogares para escapar de los ataques de los fanáticos. Y otra voz que se ha alzado contra la falta de acción contra Boko Haram ha sido la del arzobispo de la ciudad de Jos, en la región central de Nigeria. Monseñor Ignatius Kaigama ha acusado a los países occidentales de desentenderse de la amenaza de Boko Haram y ha dicho que tendrían que mostrar más determinación. No le falta razón.

En forma de tesis podemos puntualizar dos cosas.

1. Países como Estados Unidos, Inglaterra y Francia el año pasado, cuando Boko Haram secuestró a las 200

chicas estudiantes de Chibok, ofrecieron ayuda militar a Nigeria. Pero no produce frutos positivos apoyar a un ejército dominado por la corrupción y que con frecuencia ha cometido abusos intolerables, incluidas matanzas de civiles contra las poblaciones del Noreste a las que se supone tenían que defender. La verdad de fondo es la de siempre. Nigeria produce oro y petróleo a raudales, y es la primera economía africana, por lo que no le faltaría medios materiales para combatir el terrorismo. Aunque es verdad que derrotar a unos fanáticos no es solo cuestión de tener más soldados y mejores armas, sino de desarrollar una región -la del Noreste- condenada hoy a la pobreza. En lugares como esos es muy fácil que unos fanáticos recluten a jóvenes sin futuro.

2. Además, pienso que cuando afrontamos crisis muy serias y hablamos de “la comunidad internacional”, ésta empieza por los propios países afectados. Y el problema es que éstos (Nigeria, Níger, Camerún y Chad) no se ponen de acuerdo entre ellos. En el caso de Chad, incluso parece que sus autoridades hacen bastante la vista gorda cuando terroristas de Boko Haram están presentes en su territorio y en él se aprovisionan de armas.

Volvamos a París. En la manifestación en contra del terrorismo estuvieron presentes seis presidentes africanos: el de Malí, Ibrahim Boubacar Keïta, el nigerino, Mahamadou Issoufou, el senegalés, Macky Sall, el beninés Thomas Boni Yayi, el togolés Faure Gnassingbé, y el presidente de Gabón, Ali Bongo. Todos ellos acudieron a la manifestación para defender la libertad de expresión. Por cierto, en Togo y en Gabón no andan muy sobrados. A finales de 2014, en Gabón, dos periodistas muy populares fueron detenidos y las autoridades han dado serios avisos a los medios de comunicación independientes después de que algunos de éstos informaran sobre la brutalidad de la policía en una manifestación el pasado 20 de diciembre.

En conclusión, París ha sido noticia, con razón. África no lo es.

“Somos Charlie”. Con la escalada de horror desatada

tras el ataque y asesinato de 12 periodistas del

semanario satírico Charlie Hebdo, se desencadenaron

otros ataques que son parte de una situación convulsa

que se vive no sólo en Francia, sino también en

otros sitios de Europa.

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Terrorismo

José Ignacio González Faus

Carta a un islamista de Al Qaeda

Querido hermano criminal:

Siento necesidad de llamarte de esas dos maneras. Porque, si creo en un Dios que es Padre de todos, no dejas de ser mi hermano, aunque te considere criminal. Desde esa fraternidad comenzaré por una confesión. Mi iglesia, hace cosa de ochos siglos, montó “cruzadas” absurdas y mató musulmanes “para rescatar el sepulcro de Cristo”, aunque nuestra fe profesa que más importante que esa tumba, es el Cristo vivo en todos los hombres.

Pertenezco a una Europa cuyo progreso es debido en parte a la esclavitud de africanos en el XVIII y al reparto de África por las potencias europeas en el XIX. Occidente, que se considera avanzadilla de la democracia, sostiene dictaduras cuando éstas tienen petróleo. Nunca leí Charlie-Hebdo y no sé si insultaba, pero reconozco que nosotros confundimos a veces el derecho a la libertad de expresión con el falso derecho a insultar y faltar al respecto. Alardeando de civilizados ponemos esa libertad de expresión (que nada nos exige) por delante de derechos elementales de otros, (derecho a una alimentación y vivienda dignas fruto del propio trabajo) y toleramos que derechos tan primarios sean pisoteados, mientras exigimos libertad para faltar al respeto.

Por todo eso debo pedirte perdón. No me considero inocente. Pero duele más tener hermanos asesinos que hermanos asesinados: pues el mal destroza más al que lo comete que al que lo padece. Por eso te digo que vuestra inhumanidad y vuestra criminalidad son injustificables: las víctimas son sagradas por ser víctimas, no porque

sean inocentes. Los crímenes del pasado enero en Francia y otros actos terroristas son abominables: sobre todo por atacar a personas concretas que no tienen más pecado que el de pertenecer a un país donde hay culpables. Si tan valientes sois ¿por qué en vez de asesinar a ciudadanos inocentes, no intentáis eliminar a los responsables más altos?

Además ofendéis al Dios al que pretendéis defender: el grito de Allah Akbar proferido tras matar a un ser humano sólo puede significar dos cosas: o “Dios es criminal”, o “yo soy un ególatra que me encumbro amparándome en Dios”. Dos blasfemias. Con el agravante de que el Islam no tiene una voz oficial última (algo como un papa o un Consejo Mundial de iglesias) que pueda excluiros y proclamar oficialmente que no sois el verdadero Islam. Así parece que en el Islam cabe tanto vuestra barbarie como la bondad del policía musulmán que murió defendiendo a vuestras víctimas.

Me pregunto si sois realmente criminales o simplemente incultos. Pero puedo decirte algo muy elemental: toda fe religiosa es necesariamente dinámica: crece y cambia conforme crecemos nosotros. En el caso de mi fe cristiana, reconocemos que muchos textos del Primer Testamento están hoy superados: transmiten algo válido (vg. que Dios es justo y ama la justicia) pero lo transmiten de forma hoy inservible, propia de tiempos más oscuros en que la guerra era una profesión más. Si efectivamente los hombres somos historia y progreso ¿por qué no habría de ser posible una lectura semejante del Corán? Dicho desde mi horizonte personal: nosotros hemos hablado mucho de “razón y fe”; y sostenemos que no pueden contradecirse porque ambas proceden del mismo Creador, aunque una supera a la otra. Rechazamos por eso los fundamentalismos que afirman una fe sin razón o contra la razón.

Es verdad que nosotros proclamamos muchas veces una razón falsificada, que no podrá entenderse con la fe porque es una razón al servicio del dinero; y así falsificamos esa laicidad de la que alardeamos: pues la laicidad es aconfesional y nosotros adoramos al dinero todopoderoso. En una auténtica laicidad no cabe más sacralidad que el respeto a todo ser humano. Y vosotros, cuando venís aquí, experimentáis (a veces en carne propia) la falta de respeto con que nosotros tratamos a los pobres, mientras doblamos nuestra rodillas ante los millonarios.

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Te pondré un último ejemplo de esa razón corrompida, volviendo a la libertad de expresión tan ciegamente defendida. Imagínate que al día siguiente de las impresionantes manifestaciones del pasado 13 de enero, algún diario de Argelia o Egipto o Túnez publica un dibujo de aquellas marchas y (como en ellas se cantó la marsellesa) incrusta una viñeta que dice “marchons, marchons, avec cuillons, enfats de la merdi” (o algo de este jaez). ¿Sonreiría Francia ante esa parodia hortera, como homenaje a la libertad de expresión?

Y sin embargo, hubo en aquellos días cosas humanamente admirables: como la portada perdonadora del nuevo Charlie-Hebdo del 14 de enero (aunque vosotros consideráis prohibidos los dibujos de Mahoma, debéis aceptar que eso sólo obliga a los musulmanes). Cosas tan admirables que me hicieron recordar la frase de Camus: “en el hombre hay más cosas dignas de admiración que de desprecio”.

En resumen: puedo concederte que no protestáis contra los “valores de Europa” (como algunos dijeron) sino contra la corrupción que hemos hecho de esos valores. Pero deberás reconocerme que el asesinato desautoriza toda protesta, por sagrada que parezca. Quizá nos encontraríamos más si, por ejemplo, vosotros leyerais a Camus y a Simone Weil (que propuso una “Declaración de los deberes del hombre”), y nosotros leyéramos a Ibn Arabí o a Rumí (con sus profesiones de una religión del amor).

“Todo está perdonado. Nosotros somos Charlie”

“El 11 de septiembre francés”

“Viva la libertad”

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Suyapa Pérez Escapini

XVI encuentro de las Escuelas de Teología Pastoral en los XXV años de homenaje a nuestros

mártires de la UCA y El Salvador

Aniversario

El sábado 8 de noviembre del año recién pasado se realizó en el Auditorio Ignacio Ellacuría de la UCA, el XVI Encuentro de las Escuelas de Teología Pastoral, un programa universitario de formación teológica popular, que fortalece el compromiso cristiano liberador, de laicos y laicos en la Iglesia salvadoreña.

Asistieron unas 300 personas participantes del programa quienes reflexionaron sobre el tema: “La formación teológica como un legado de nuestros mártires de la UCA”. Inauguró el evento el P. Andreu Oliva sj, rector de la UCA, quien les animó a continuar la formación como un acto de fidelidad a la memoria de nuestros mártires. Este año el P. Jon Sobrino sj y yo, ambos catedráticos del Departamento de Teología, fuimos los encargados de las ponencias.

El P. Sobrino abordó la trayectoria del surgimiento de cada carrera y programa teológico con los que cuenta la UCA, destacando que “su legado e impulso es, a través de todas esas formas de enseñar, investigar, producir, publicar, ayudar a bajar de la cruz a los pueblos crucificados, revertir la historia, hacer cambios radicales en la Iglesia: mujere, indígenas, pobres, recuperar a Jesús de Nazaret, y mantener la esperanza de los pobres”.

Mi participación se enfocó en cuatro legados: el primero, la inspiración cristiana de la Universidad interdisciplinaria y liberadora que contribuye a la dignificación de nuestro pueblo en todos los campos de la vida. Segundo, una formación que cultiva la síntesis entre la fe y la justicia para dar razón del Evangelio, tercero, el impulso al paradigma reinocéntrico del Concilio Vaticano II, y cuarto, el haber realizado un servicio al país desde una formación cristiana liberadora que busca el cambio social desde raíces y alcances estructurales.

Luego reunidos por grupos representativos de cada Escuela la gente que participó del encuentro abordó en grupos, cómo hoy puede la Teología y la práctica pastoral seguir iluminando nuestra realidad en los siguientes ámbitos: Ecología, Doctrina social de la iglesia, Derechos humanos, Conciencia ciudadana, Las mujeres en la iglesia y en la sociedad, Pastoral de acompañamiento, Memoria martirial y Comunidades Eclesiales de Base.

Por la tarde se realizó un plenario con las conclusiones. Contamos también con la intervención del Grupo musical “Cutumay Güinama” el cual animó la conciencia popular liberadora de nuestra cultura y memoria nacional.

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Suscripción de Carta a las Iglesias

El Salvador:Personal $ 4.00 Centroamérica y Panamá $ 20.00 Europa y otras regiones $35.00Correo $ 8.00 Norte y Suramérica $ 25.00 Precio por ejemplar $ 0.35

Si desea más información, puede ingresar a nuestra página web: www.ucaeditores.com.sv o escríbanos a la dirección electrónica: [email protected] Tel. 22106600, Exts 240,241,242, Telfax: 503- 22106650

Cuaderno CMR 32

Al cumplir el veinticinco aniversario de los ocho mártires de la UCA, con este cuaderno, el Centro Monseñor Romero quiere hablar de uno de ellos: el Padre Amando López.

Amando López fue parte de un grupo de gente noble, abierta a arriesgar sus cosas y su vida, sin aspavientos, con la mayor naturalidad. Para Amando escogieron la bienaventuranza de la “paciencia”, pues no perdía el control, no vociferaba, no pensaba que algo malo había ocurrido porque caían sobre él las diferentes cargas que el lector podrá ver en este cuaderno. Este hombre paciente no recibió mucha tierra en herencia, pero tuvo infinidad de amigos y amigas. Amando fue hombre justo, servicial sin condiciones y amigo entrañable.

Era conocido como hombre prudente, y por eso la Compañía de Jesús le encomendó puestos de gran responsabilidad. Pero Amando se introdujo muy a fondo, “en la lucha por la fe y por la justicia”.

En sus años en Nicaragua no perdió la cabeza en favor de un sandinismo idealizado, pero arriesgó mucho por defender a sandinistas perseguidos y amenazados de muerte.

En su primera estancia en El Salvador, como rector del Seminario defendió frente a los obispos a los seminaristas que recobraron aliento en su vocación sacerdotal cuando Amando introdujo el espíritu de Medellín y los encaminó tras sus huellas. No agradó a la Conferencia Episcopal, y Amando y los jesuitas tuvieron que dejar el seminario. Amando se había mantenido firme en una lucha que, en definitiva, era por la justicia, y que en este caso era por la manifestación de Dios en Medellín.

Y en su última estancia en El Salvador fue profesor de teología y acompañante de jóvenes estudiantes. Los fines de semana ayudaba a gente muy pobre en un lugar cerca de Ilopango. Alguna vez le acompañé. El templo eran árboles, no había ningún ladrillo. La gente lo llenaba todo.

Este es el Amando que recuerdo. El padre Juan Hernández Pico, autor de este cuaderno, lo explica largamente y en mayor detalle.

Presentación por Jon Sobrino S.J.