carta a la iglesia de pérgamo vi

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Carta a la Iglesia de Pérgamo VI Padre Alfonso Gálvez 15 mayo, 2015 1 Comentario Facebook Twitter Google + 7. Otro premio al Vencedor: Una piedrecita con un nombre escrito, sólo conocido por quien lo recibe. Especular acerca del amor de los bienaventurados que ya han llegado a la Patria del Cielo, no solamente es hablar de lo que no sabemos, sino de lo que ni siquiera podemos imaginar, según la conocida afirmación de San Pablo: Ni ojo vio, ni oído oyó, ni pasó por el corazón del hombre..[1] Pero el amor de quienes han llegado al término es sustancialmente el mismo de los que todavía se encuentran en camino. Aunque este último sea un amor al que podríamos calificar como in fieri, puesto que aún no ha llegado a la consumación de su perfección. Sin embargo, aun siendo imperfecto todavía (en la acepción de no–perfecto o no consumado), participa en cierto grado de las cualidades del perfecto amor, dado que también es amor, como acabamos de decir. Por eso, el premio prometido a los vencedores, consistente en una piedrecita blanca, con un nombre escrito que sólo conoce quien la recibe, es el mismo otorgado también a los viatores que todavía andan por la Iglesia Peregrina, siquiera sea esta vez en forma de primicias. Las cuales, aun siendo tales, también exceden en mucho a lo que el ojo u oído vieron u oyeron y a lo que pudo imaginar el corazón humano. La participación en su propio Amor que Dios ha tenido a bien conceder a sus criaturas ya en este mundo, aun en forma de arras, es el adelanto de una plenitud

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Carta a la Iglesia de Prgamo VIPadre Alfonso Glvez15 mayo, 2015 1 Comentario Facebook Twitter Google +7. Otro premio al Vencedor: Una piedrecita con un nombre escrito, slo conocido por quien lo recibe.Especular acerca del amor de los bienaventurados que ya han llegado a la Patria del Cielo, no solamente es hablar de lo que no sabemos, sino de lo que ni siquiera podemos imaginar, segn la conocida afirmacin de San Pablo:Ni ojo vio, ni odo oy, ni pas por el corazn del hombre..[1]Pero el amor de quienes han llegado al trmino es sustancialmente el mismo de los que todava se encuentran en camino. Aunque este ltimo sea un amor al que podramos calificar comoin fieri, puesto que an no ha llegado a la consumacin de su perfeccin. Sin embargo, aun siendo imperfecto todava (en la acepcin de noperfecto o no consumado), participa en cierto grado de las cualidades del perfecto amor, dado que tambin es amor, como acabamos de decir.Por eso, el premio prometido a los vencedores, consistente enuna piedrecita blanca, con un nombre escrito que slo conoce quien la recibe, es el mismo otorgado tambin a losviatoresque todava andan por la Iglesia Peregrina, siquiera sea esta vez en forma de primicias. Las cuales, aun siendo tales, tambin exceden en mucho a lo que el ojo u odo vieron u oyeron y a lo que pudo imaginar el corazn humano. La participacin en su propio Amor que Dios ha tenido a bien conceder a sus criaturas ya en este mundo, aun en forma de arras, es el adelanto de una plenitud bienaventurada que ya es sentida como absolutamente inefable, aunque tal realidad sea alcanzada por muy pocos en ese grado de intensidad.Por lo tanto, y puesto que ha quedado como cosa establecida que estamos ahora ante el amor imperfecto o todava no consumado, con un premio prometido otorgado a los vencedores pero que es ya realidad, siquiera sea en forma de arras o primicias, queda abierto el campo de investigacin acerca de los datos que nos ofrece la Revelacin. La cual, como tantas veces hemos dicho, no puede darlos sino en forma de metforas y mediante el uso de todos los recursos del lenguaje humano. Acerca de lo cual no ser poco lo que pueda llegar a conocer la razn humana, aunque s mucho ms cuando camina iluminada por la Fe (que es, en definitiva, la nica forma de adentrarse en la fuente escrita de la Revelacin que es la Sagrada Escritura).Pero, qu puede significar la metfora de la piedrecita blanca que lleva un nombre escrito y que slo es conocido por quien la recibe?La mera formulacin de la pregunta es capaz de llenar de inquietantes y de prometedoras sugerencias a una criatura que, ya de por s, se siente inclinada hacia un universo insospechado, misterioso y enteramente desconocido para ella. Aunque es se precisamente el elemento que colma de emocin su corazn, siempre hambriento de un amor que conoce como la nica cosa que la puede hacer feliz. An sin saber todava en lo que consiste, posee sin embargo un presentimiento de que se trata deaquelloque siempre anduvo buscando con ansiedad.El amor, tal como lo viven los que todava andan peregrinos en este mundo, posee elementos comunes al amor puramente humano y al divinohumano. Aunque tambin aqu sera necesaria la aplicacin de alguna especie de analoga, dada la excelencia del segundo sobre el primero. Y siempre teniendo en cuenta, sin embargo, que incluso dando por admitido tal grado de superioridad, difcilmente ser posible al amor divinohumano prescindir de las formas y expresiones del puramente humano. As se explica la existencia del Libro deEl Cantar de los Cantares, aun admitiendo que entre uno y otro amor existendiferencias, pero en modo algunoincompatibilidades(sera innecesario advertir que hablamos del verdadero amor humano). Ms todava, puesto que al amor divinohumano le sera imposible expresarse sin recurrir a las formulaciones del puramente humano, tal como no tiene inconveniente en hacerEl Cantary a las que siempre acaban recurriendo tambin, de alguna forma, los mismos msticos. y escrito en la piedrecita un nombre nuevo, que nadie conoce sino el que lo recibe. Si se tiene en cuenta que en la Biblia el nombre se identifica con la persona que lo ostenta (Hech 4:12; Flp 2:10), lo que aqu se promete es un ser nuevo. Se trata delhombre nuevodel que hablaba el Apstol:revestidos del hombre nuevo, creado conforme a Dios en justicia y la santidad de la verdad.[2]De donde se deduce, segn las palabras de San Pablo, que estamos ante una nuevacreacinsegn la cual, y aun conservando siempre el ser humano su propia identidad, queda convertido en un hombre nuevo dotado de cualidades que lo hacenconforme a Dios en justicia y la santidad de la verdad. La descripcin, a primera vista sencilla, contiene sin embargo un contenido lo suficientemente profundo como para invitar a un anlisis que ya se promete como extraordinariamente difcil: Un nuevo ser creadoconforme a Dios, para lo que se especifica que habr de serloen justicia y la santidad de la verdad. Donde una vez ms nos encontramos ante los misteriosos datos aportados por la Revelacin: sencillos de entender, fciles de intuir en su significado, pero en los que se adivina un contenido en cuyas aguas, siempre profundas, solamente la gracia y la luz del Espritu permiten navegar. En realidad solamente navegar y explorar, a fin de descubrir quiz nuevos horizontes y otros cielos, pero con la absoluta seguridad de no se va a llegar jams a la otra orilla. Por eso la Revelacin significa para el hombre, al mismo tiempo que un precioso tesoro en cuanto alo que ya ofrece, un autnticodesafoen cuanto a lo que an promete. Pero teniendo en cuenta lo que lleva consigo todo autntico desafo, que no es otra cosa sino un verdadero riesgo para quien se atreve a asumirlo: el navegante puede ciertamente adentrarse en el proceloso ocano de su contenido, con tal de que mantenga constantemente a la vista la luz del faro que difunde el Magisterio y si es que no quiere zozobrar y perecer en la empresa.El nuevo ser, por lo tanto, ser un hombre nuevocreado conforme a Dios, en justicia y la santidad de la verdad. Y todas las especulaciones llevadas a cabo por la Doctrina no han sido sino reflexiones en torno a eseprincipio generalenunciado por el Apstol. Pero que han dado de lado a un detalle importante que arroja por tierra todo lo que se pueda decir fundamentado en los principios de siempre. Puesto que aqu no se trata meramente de un nombre nuevo, sino de un nombre nuevoque nadie conoce sino el que lo recibe.Es posible que el dato revelado seale aqu hacia una de laspeculiaridadesque integran el conjunto del insondable Misterio del amor. El nombre slo ser conocido por aqul que lo recibe. Donde una vez ms aparecen la exclusividad, la intimidad y elyotpropios del amor. Pues el amor colectivo no es ms que una proyeccin o resultado del verdadero y autntico, cuya base se constituye bajo la relacinyot. El hecho de que la Iglesia en sus tres estadios: triunfante, purgante y militante se organice como Cuerpo de Cristo, con miembros trabados entre s, no obsta a la individualidad de cada uno de ellos:para que todos los miembros se preocupen por igual unos de otros(1 Cor 12: 25), adems de queDios dispuso a cada uno de los miembros como quiso. Si todos fueran un solo miembro, dnde estara el cuerpo?(vv. 1819). Lo que tampoco quiere decir que Dios ame a todos los miembros por igual y de un modo general o colectivo, como dejan en evidencia las mismas palabras del Apstol.El Espritu Santo es infinitamenteverstil, por decirlo de algn modo, o absolutamente impredecible, si se quiere:El Espritu sopla donde quiere, y oyes su voz, pero no sabes de dnde viene ni adnde va.[3]Y de ah que el dilogo amoroso divinohumano sea enteramente imposible de anticipar, adivinar, anunciar, pronosticar, presagiar, vaticinar o incluso de ser comunicado a los otros. Cada relacin amorosa divinohumana, en la que tiene lugar el dilogo amorosotyo, es absolutamente ntima, bipersonal, exclusiva, distinta y enteramente cerrada hacia afuera:con un nombre escrito que slo conoce quien lo recibe. El amor creado no es sino una participacin del Amor Sustancial o Infinito, y de ah que se manifieste a travs deinfinitasposibilidades, formas o maneras, tan imposibles de predecir como la misma intensidad con la que se van a manifestar. En este sentido, el dilogo amoroso divinohumano est destinado a no agotarse jams y ni siquiera en el tiempo sin tiempo de la eternidad. Que por eso deca San Pablo que la caridadno cesa jams.[4]De ah que incluso el dilogo amoroso divinohumano, tal como aparece enEl Cantar de los Cantares, no es sino una lejana y pobre traduccin al lenguaje humano de una autntica realidad que supera a la mera comprensin de la criatura:El Esposo:Qu hermosa eres, amada ma,qu hermosa eres!Son palomas tus ojos a travs de tu velo.Son tus cabellos rebaito de cabras,que ondulantes van por los montes de Galad.Son tus dientes cual rebao de ovejas de esquila,que suben del lavadero,todas con sus cras mellizas.[5]La esposa a su vez responder a los requiebros del Amado. Pero tanto los unos como los otros no son sino una manifestacin delcombate de amora mantener entre ambos. Por razn de la mayor excelencia de la Persona amada (en este caso el Esposo), los mayores y mejores requiebros amorosos corresponderan a la esposa; aunque si se atiende a la mayor intensidad de amor y superioridad en cuanto al conocimiento de la otra persona amada, los ms elevados y superiores piropos y lisonjas corresponderan al Esposo. Sin necesidad de aadir que esta biparticin es meramente relativa y sin efectos prcticos, una vez que se tenga en cuenta la situacin deigualdad de condicionesque el amor tiende a establecer entre ambos, a pesar de las diferencias. Ahora la esposa responde al Esposo:Yo soy para mi amadoy a m tienden todos sus anhelos.Ven, amado mo, vmonos al campo;haremos noche en las aldeas.Madrugaremos para ir a las vias,veremos si brota ya la vid,si se entreabren las flores,si florecen los granados,y all te dar mis amores.[6]Pero que no es, al fin y al cabo, sino lenguaje humano, incapaz de reflejar la realidad de lo que es el lenguaje amoroso divinohumano. El cual, por estar situado en un plano distinto al natural, ya no es meramente humano sinodivinohumano.[7]Lo que de ninguna manera quiere decir que ese lenguaje sea cosa despreciable. Es lo que hay disponible, y as es como puede compararse a lo que sera unviticoo alimentos para el camino. De esa forma considerado, su valor es absolutamente inapreciable. No dice, porque no podra hacerlo, lo que el hombre deseara saber o sentir. Pero pone en el alma humana el gozoso presentimiento de algo que existems all, en algn lugar desconocido pero cuya realidad y grandeza excede a todo lo que cualquiera es capaz de poseer, de pensar o de imaginar. Como el que mira al cielo en una noche estrellada, que adivina en el abismo de la oscuridad del firmamento, en el perdido ms all de los luceros a los que alcanza la vista, un inmenso universo de proporciones desconocidas: con millones de galaxias, de estrellas, de planetas y de objetos enteramente desconocidos, cuyos lmites se extienden hasta perderse en una especie de infinito del que no se sabe ni dnde empieza, ni dnde contina, ni dnde acaba si por acaso acaba.Losfragmentosde verdad, de belleza, de justicia, y aun los detalles y rasgos, ms o menos difuminados y borrosos, que delinea el dato revelado acerca del amor, son sin embargo suficientes para un alma como la humana que vive de lo finito pero que anhela con ansiedad lo infinito. Al cual nunca hubiera podido aproximarse, ni en el que jams hubiera puesto sus sueos, aoranzas y esperanzas, si las palabras reveladas no la hubieran enseado a presentir lo increado a travs de lo creado.En este sentido, el lenguaje revelado llega hasta donde puede llegar, que es el lugar suficiente por ahora para el alma que camina todava peregrina. Teniendo en cuenta, sin embargo, por lo que se refiere al lenguaje amoroso divino tal como tiene lugar en la relacin divinohumana, que suele ser inexpresable incluso para el alma que escucha la voz de su Amado. Y la razn no es difcil de comprender. De un lado est la que hemos llamadoversatilidaddel Espritu Santo, que sopla donde quiere y no se sabe de dnde viene ni adnde va. De otro, se encuentra el factor de la participacin: el amor creado es una participacin del Amor increado, que tambin podra decirse como lo finito participando del Infinito. Pero lo infinito, por definicin, no posee lmites de ninguna clase: ni de intensidad, ni de tiempo, ni de oportunidad, ni de ninguna otra circunstancia; por lo que los modos, maneras, tiempos y ocasiones de manifestarse Dios al alma son absolutamente imprevisibles. El alma entiende, o al menos presiente, el contenido del lenguaje divino, aunque carece de conceptos humanos para explicarlo a s misma y mucho menos de vocablos para manifestarlo al exterior. Por otra parte, el mpetu y la fuerza del Espritu a travs de su inefable lenguaje de amor, seran capaces de acabar con las fuerzas del ser humano, de no ir acompaados de la ayuda necesaria divina para soportarlos:Si de nuevo me vieres,all en el valle, donde canta el mirlo,no digas que me quieres,no muera yo al orlosi acaso t volvieras a decirlo.La esposa delCantarhablaba de que se senta desfallecer:Confortadme con pasas,recreadme con manzanas,que desfallezco de amor.[8]Y en el mismo sentido escriba sus rimas San Juan de la Cruz, aunque siendo an ms expresivo:Pastores los que furedesall por las majadas al otero,si por ventura viredesAquel que yo ms quiero,decidle que adolezco, peno y muero.[9](Continuar)Padre Alfonso Glvez[1]1 Cor 2:9.[2]Ef 4:24; cf Ef 2:15. El Antiguo Testamento no pas ms all de prometer unespritu nuevopara el hombre:Y os dar un corazn nuevo y pondr un espritu nuevo en medio de vosotros(Ez 36:26).[3]Jn 3:8.[4]1 Cor 13:8.[5]Ca 4: 1-2.[6]Ca 7: 11-13.[7]Lo mismo sucede con los datos contenidos en el Nuevo Testamento. Los cuales, como hemos dicho ms arriba son sencillos de entender, fciles de intuir, pero imposibles de llegar hasta lo ms profundo de su significado. Pero, quin puede pretender, por ejemplo, haber llegado al fondo de lo que significan expresiones como las deEl Padre y Yo somos uno(Jn 10:30), oQuien me ve a m, ve al Padre(Jn 14:9)?[8]Ca 2:5.[9]San Juan de la Cruz,Canciones entre el Alma y el Esposo.