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UNIVERSIDAD DE MEXICO EL PARQUE DE LA 23 VENTA Por Raúl FLORES GUERRERO "Lo que muere y lo (me vive al agua vive y 'IIiuere" CARLOS PELLlCEII A TABASCO hay que llegar con los pantalones del alma remangados. Allí todo es agua. Agua de las primeras aguas tan remota al recordarla tiemblan los helechos. En los mapas, el Estado de Tabasco aparece marcado \on una gran mancha azul. Vista desde el aire la región no es otra cosa que un inmenso charco salpi- cado de isletas de verdura, muchas de las cuales no son sino mantos superficiales de lirios acuáticos. Por tierra -más bien por agua- la carretera se lanza como una saeta polvorienta e interminable sólo rota por la corriente de los grandes rio:,;; el Tonalá, el Grijalva. A uno y otro lacto los pantanos se pierden, en el infinito. cubiertos de manglares y de árboles ro- bustos y chaparros. El ruido del motor de los vehículos que ocasionalmente pasan por ese camino se difunde en la atmósfera tropical y pron- to se pierde devorado por el silencio, un silencio impenetrable de desierto en me- dio del cual se cortan en seco hasta los graznidos de las g-arzas. Durante las no- ches los pozos petroleros levantan a cada momento crepúsculos y amaneceres ar1i- ficiales en los horizontes y entonces 111S árboles y las matas recortan sus siluetas nítidamente contra los cielos rojizos. En esta región habitaron, durante los diez siglos anteriores a nuestra era, los pueblos olmecas, creadores de la más antigua civilización americana. Bajando por el río Tonalá, cerca del mar, estaba la ciudad de La Venta. Y 'Cligo estaba porque de ella sólo queda 'ahora un montículo informe que corres- ponde a la pirámide principal y que aun no han podido arrasar los petroleros, co- mo 10 hicieron con dos grandes plazas ce- remoniales para hacer una pista de ate- rrizaje y con dos plataformas arcaicas, despedazadas' con el objeto de disponer de un mayor espacio, ni siquiera indis- pensable, para la brecha que une la t'a- rretera principal con el vecino campamen- to en' el cual arden ya \'arios flameros de gas. . Los olmecas erigieron en La Venta la primera' gran ciudad religiosa del mundo indígena precolombino. Allí se originó el concepto de planificación urbana -jue- ero armónico entre espacios abiertos al h . 'o aire libre y macizos arqUltectomcos- que más tarde fue llevado a su máximo es- plendor por los teotihuacanos y por los zapotecas. Allí se pensó por primera vez en la pirámide como el basamento ideal para bs templos de los dioses. Allí tam- bién se inició la costumbre, comt'1!1 a to- das las culturas prehispánicas de México, de superponer periódicamente los edi- ficios según ciclos calendáricos invaria- bles que, por estar la agricultura, tenían implicaCIOnes religlO- sas. ·Pero todos estos testimonios de la grandeza creadora. de los olmecas en terrenQ de la arqUItectura y de la pla111- C. Pellicer. "El poeta vivió días enteros en La Venta Estela olmeca. "Podía estar en 1m medallón renacentisla."

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UNIVERSIDAD DE MEXICO

EL PARQUE DE LA23

VENTAPor Raúl FLORES GUERRERO

"Lo que muere y lo (me vivej~mto al agua vive y 'IIiuere"

CARLOS PELLlCEII

A TABASCO hay que llegar con lospantalones del alma remangados.Allí todo es agua.

Agua de las primeras aguas tan remotaq~te al recordarla tiemblan los helechos.

En los mapas, el Estado de Tabascoaparece marcado \on una gran manchaazul. Vista desde el aire la región no esotra cosa que un inmenso charco salpi­cado de isletas de verdura, muchas de lascuales no son sino mantos superficialesde lirios acuáticos. Por tierra -más bienpor agua- la carretera se lanza comouna saeta polvorienta e interminable sólorota por la corriente de los grandes rio:,;;el Tonalá, el Grijalva. A uno y otro lactolos pantanos se pierden, en el infinito.cubiertos de manglares y de árboles ro­bustos y chaparros.

El ruido del motor de los vehículos queocasionalmente pasan por ese camino sedifunde en la atmósfera tropical y pron­to se pierde devorado por el silencio, unsilencio impenetrable de desierto en me­dio del cual se cortan en seco hasta losgraznidos de las g-arzas. Durante las no­ches los pozos petroleros levantan a cadamomento crepúsculos y amaneceres ar1i­ficiales en los horizontes y entonces 111S

árboles y las matas recortan sus siluetasnítidamente contra los cielos rojizos.

En esta región habitaron, durante losdiez siglos anteriores a nuestra era, lospueblos olmecas, creadores de la másantigua civilización americana.

Bajando por el río Tonalá, cerca delmar, estaba la ciudad de La Venta. Y'Cligo estaba porque de ella sólo queda'ahora un montículo informe que corres­ponde a la pirámide principal y que aunno han podido arrasar los petroleros, co­mo 10 hicieron con dos grandes plazas ce­remoniales para hacer una pista de ate­rrizaje y con dos plataformas arcaicas,despedazadas' con el objeto de disponerde un mayor espacio, ni siquiera indis­pensable, para la brecha que une la t'a­rretera principal con el vecino campamen­to en' el cual arden ya \'arios flamerosde gas. .

Los olmecas erigieron en La Venta laprimera' gran ciudad religiosa del mundoindígena precolombino. Allí se originóel concepto de planificación urbana -jue­ero armónico entre espacios abiertos alh . 'oaire libre y macizos arqUltectomcos- quemás tarde fue llevado a su máximo es­plendor por los teotihuacanos y por loszapotecas. Allí se pensó por primera vezen la pirámide como el basamento idealpara bs templos de los dioses. Allí tam­bién se inició la costumbre, comt'1!1 a to­das las culturas prehispánicas de México,de superponer periódicamente los edi­ficios según ciclos calendáricos invaria­bles que, por estar rel~cio~lados CO~l. laagricultura, tenían implicaCIOnes religlO-sas.

·Pero todos estos testimonios de lagrandeza creadora. de los olmecas en ~1terrenQ de la arqUItectura y de la pla111-

C. Pellicer. "El poeta vivió días enteros en La Venta

Estela olmeca. "Podía estar en 1m medallón renacentisla."

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ficación, apenas descubiertos y ell pro­ceso de estudio, fueron barridos ]lar laspalas mecánicas, arrancados de raíz porlus dientes de acero, re\"lleltos y transfor­mados en campo de explotacíón industrialCII aras de nuestra reful~-ente civilizacióndel siglo xx sin que e l)ensara. siquierapor UII momento, en la posibilidad de COn­ciliar el interés económico con el deconservar el patrimonio arqueológico deMéxico_

Pero si la ciudad de La Venta pudodesaparecer sin levantar ning-ún cco deprotesta -sólo en México y ~en el Perúpueelen aún elarse casos como estos- 1:1sobl-as maestras ele escultura monumentalque en ese mismo lugar se habían descu­bierto.a partir de 1940 corrían un riesgosemejante. Semihunelielas en el lodo naeladificil era que sirvieran de blanco paralas prácticas de tiro de la gtn rnición mi­litar del nuevo caserio petrolero.

La salvación del legado escultórico delos olmecas fue obra de un poeta. CarlosPell icer elemosÉró que sn voz ele rio nosólo estaba hecha para elevar cantos lí­ricos a la naturaleza de su tierra, sinotambién para COl1\-(~ncer é. gobei-nadoresy funcionarios de la importilncia t¡-ascen,dental de una empres~ semeiante. Variosaños de intensa dedicación fueron nece­sarios para conducir los tl'einta monu­lilentos conocidos de la antigua ciudadhasta un amplio terreno cedido por elgobierno del Estado en las a fueras de Vi­llrthermosa, la capital del agua.

El poeta vivió dias enteros en La Ven­ta, con la camisa húmeda por el sndor yaguijoneado por los tábanos, dirif'6endo1as maniobras de translado, tan delicadaspor la facilidad de ruptura de las l)iezascomo arduas por el peso individual --enalgunos casos de cerca de treinta tonela­das- de cada una de ellas.

i Cuántos viajes en avión fueron nece­~'rtrios de Villahermosa a La Venta, de LaVenta a Villahermosa! El piloto. capitánSalvador Compeán, admirado por el fer­loor de PeJlicer hacia su obra pronto seCünvi rtió en su colaborador más entu­siasta.

Los buldozers rebanaban el terrenopara que las plataformas de los enormescarros de transporte llegaran al ni,-el dela base de cada mOllOlito. Los malacatesmecánicos tiraban de los cables ele aceroque muchas veces se rompían por la ten­sión, como si fueran hilos, sin lograr mú­

'"el' a las esculturas gigantescas ni U11 solomilimetro. Los gritos de los tt-abajadorcsse transformaban, a medida que el solascendía y sus rayos secaban las ~-ar~!"an­

tas, en insulto . dirigidos a las piedrasinertes, a lo motores sin potencia. al l1:l­

ITa de ese terreno cenagoso que parecíaoponerse a que se le desporjara del tes01'Oartístico que durante tantos siglos habíaescondido. Una de las mayores lncógnit:¡sde los escultores olmecas adquirió -::'n (;,;OS

momentos caracteres impresionantes: ¿có­mo fue que aquellos hombres lIevarOIlesas colosales masas de piedra hasta LaVenta, a través de los pantanos, cuandolas canteras más cercanas se encuentrana cerca ele cien kilómclros de distancia?

A mediados de 1958 todos los monoli­los de la vieja capilal olmeca estaban enVillahermosa

.. _ ~¡ en la ciudad desalojada,el l:einado de las orr.¡ltÍdeas se inició . ..

El extenso terreno que ocupa el Par­que de La Venta, en los aledaños de Vi­Ilahermosa, muere en las orillas de la La­guna de las Ilusiones que, de trecho entrecho, oculta su tranquila superficie ba.íocapas flotantes de nenúfares y de liriosmorados. Pellicer ha creado allí también,aunque en forma distinta, poesia. Poesíaque huele, como toda la suya, a seha hú­meda y que tiene un resabio a siglos dehis~oria. Los caminos de terracería sepierden enmedio' de una maleza, apenasretocada, para desembocar en claros lu­minosos en donde destacan, como por mi­lagro, las imponentes figuras de piedrade La Venta.

"observa el firlllolllento"

Junto a la laguna, en pozas especial­mente construidas por Sebastián, el maes­tro de obras del Parque, una nutria dejaasomar las negras canicas de sus ojos devez en cuando entre el agua, y los lagar­tos salen a las rocas para tomar el sol.Tam bién los annadillos y los monos vi­ven all i, en sus fosas respectivas, en agra­dable cautiverio.

En este prodigioso museo al aire libre,ún ico en el mundo, los monolitos olmecasllenan con su mágica presencia todos losespacios abiertos entre la verdura. Al

UN1VF:kslDAD DE MExtco

final de una calzada una cabeza gigantes,c.a. lll;lS alta que Ull hombre, mira alagua. Parece la cabeza de un gigante debasalto enterrado hasta el cuello al quenada le importa. 'Al fondo del jardín sel'nc.uentra otra. v otra más en el centro.Cada una de eíl~s COll distintas expresio­nes. La humanidad" de sus rasgos es talque se diria respiran por su pétrea narizachatada y sus labios carnosos y sensua­les parecen temblar en la piedra musitan­do un mensaje o un conjuro. Tienen queser retratos. Por fuerza. i Son tan di fe­rentes entre sí )' a su vez tan distintas delas que se han hallado en Río Chiquitoy en San Lorenzo, en las selvas de Ve­racruz! Evidentemente estas solemnes ygrandiosas esculturas fueron hechas porlos olmecas para perpetuar la presenciade los sacerdotes de su reli¡óón entreel pueblo. Ellos eran hombres de carne yhueso divinizados por su función de in­termediarios ante la divinidad. Fue asíque los olmecas recurrieron a la repre­sentación realista para caracterizados, Enotros sitios de este soberbio museo apare­cen los cuerpos humanizados de estos Sil­ce relates. sentados a la manera oriental,dirig-iendo su rostro oculto por máscarasde tigre hacia el cielo.

j De qué distinta manera se presenta enesta cultura el símbolo del dios principal,el dios jaguar! En este caso no se trata­ba de l'etener la imagen de un _ia~"llar cnparticular, sino la dd concepto de un cntemeta físico que obraba su poder sobre todala ciudad: no había realismo válido. Losolmecas tuvieron que recurrir a la abs­tracción, al simbolo sugerente más Que illa escueta representación de una realidad·física.

En el Parque de La Venta CarlosPellicer colocó sobre el piso los granelesmosaicos formados por lajas verdes deserpentina que conforman la máscara deldios más importante de esta civilización.En la ciudad sagrada de la que fuerontraídas, estas máscaras enormes habíansido enterradas intencionalmente; des­pués de su colocación original naelie pufloverlas. puesto que fueron cubiertas deinmediato por túmulos de barro corona­dos de imponentes cercas de columnas ba­·álticas que las defendían de las fuerzasde dioses contrarios. Ahora todo mundopuede admirar esos pisos de piedra puli­da que dejan adivinar, a pesar de su geo­métrica concepción ajena a todo natura­lismo, unos ojos, una nariz, unas fauces.que en su con)unto constituyen el ~il11boloilbstrado del poderoso dios-jaguar de LaVenta.

También están aquí los majestuosos al­tares monolíticos, en los cuales los oll11e­C:lS reunieron los dos conceptos formales

La. ciudad de La Venta, antes de su recienle destrucción_ Croquis de Iker Larrauri.

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"nhs/rnrrilÍu y /"ra/i.wlO, I.'f'li.r/i,)u .\' ¡I1/1l/onidad"

'''Pil'::o única por sus ecos oceánicos"

... agua de Tabasro vengoagua de Tabasco voy;de agua hermosa es mi abolengoy es por eso que aquí estoydichoso con lo que tengo . ..

hispánico, o bien un mono que sostienesu cabeza con las manos para mirar lasestrellas. Aunque originalmente esta es­cultura fue hecha para ser empotrada enalgún monumento, ahora, junto a la la­guna, crea a su alrededor una atmósferaplagada de poesía.

La tumba de columnas basálticas queocupaba un lugar principal en el eje dela antigua ciudad de La Venta hoy se vea pleno sol. Su mOllumentalidad produceen los espectadores una emoción estéticatanto más notable si se considera queestá construida sólo de piedras lisas. Peroi qué piedras! Y qué sentido arquitectó­nico tan sabio el de su ordenamiento enel espacio.

El Parque de La Venta podría bienser nada más que un sueño de poeta y,sin embargo, es toda una realidad arqueo­lógica actualizada. El arte del pasadoadquirió vida nueva en virtud de unavoluntad que triunfó sobre la barbariede la civilización contemporánea y graciasa una sensibilidad que se impuso a lasbarreras del olvido.

Con el legado histórico de uno de lospueblos más dotados para la esculturaque han existido sobre la tierra, CarlosPellicer erigió en Villahermosa uno delos museos al aire libre más originales ysorprendentes del mundo. No es hipér­bole afirmarlo. Canto sonoro y profundocreado con voces de piedra que vienende muy allá y que, junto a la Laguna delas Ilusiones, lanzará por siempre a lossiglos el grito de los orígenes americanosdel poeta con su verbo en romance quenos dice:

la arqueología navega. No hay que olvi­dar que el culto quetzalcoátlico surgió enTeotihuacán y que en esta última ciudaddel altiplano la huella de las gentes dela costa ha quedado grabada en algunostemplos bajo la forma de conchas y ca­racoles marinos.. En algunos rincones del Parque de LaVenta yacen otros monolitos que hacenalusión a mitos menos elaborados, peroasimismo menos conocidos: un tiburón depiedra con las aletas rotas por los siglos,única pieza de inspiración océanica enla escultura monumental del México pre-

que animan toda su creación artística: elabstracto-religioso, cuando hacen referen­cia al dios jaguar; el realista cuando setrata de representar a sus sacerdotes.

En este caso de los altares las faucesabiertas, los colmillos, los ojos, fueronesculpidos en un suave pero monumentalrelieve, estilizado a tal grado que sóloconociendo el afán de simbolismo religio­so de los olmecas -que los condujo a'esculpir hachas pulidas corno máximo sig­'no abstracto de su deidad principal- esposible reconocer sus alusiones a' rasgosespecíficos del jaguar. En varios de estosmonumentos, entre las mismas faucestransformadas en especie de gran nicho,surgen los sacerdotes tallados en la pie­dra con una fuerza plástica notable: 11110de ellos lleva entre sus brazos el cuerpode un niño destinado al sacrificio; otro,con las piernas cruzadas sobre el pisoaprieta con sus puños las sogas que apri­sionan a impotentes esclavos, representa­dos, en sutil relieve, a cada lado de lagran mole de piedra labrada.

Entre camino y camino ele este jardínexcepcional Carlos Pellicer situó las es­telas olmecas en contra del follaje, en unaforma que no pueden pasar desapercibi­das jamás. De pronto aparece a la vueltade una vereda un solemne sacerdote, encuerpo entero, saliendo de las entrañasdel monstruo omnipotente a quien servía;o bien un caminante, de perfiles apenasrealzados sobre la masa lítica, que avan­za osado frente a los glifos mudos. Enuna de estas estelas, enorme, pesadísima,un gran señor, ricamente tocado y vesti­do, ocupa el centro de la escena rodeadoele pequeñas figuras de diosés menoresque parecen volar en un gris e inconl110­v:ible cielo, y en otro m011l1mento seme­j~nte los rayos del sol dibujan sobre lalisa superficie el perfil de un personajeextraño en ese mundo de símbolo~ igno­rados y de rostros olvidados: un hombrebarbado y de nariz prominente que bienpodía estar, sin causar ninguna sorpresa,en cualquier medallón renacentista. ¿Unap¡cemonición de QuetzalcoatI? Nada esimposible en el mar de teorías en el que

- Cabeza ohneca cn el inuseo del Parque de La Venta(Ver en éstc mismo número "El 'Parque de La Vcnta", por.·Raúl Flores Gucrrcro.)