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La propuesta Capítulo IV

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La propuesta

Capítulo IV

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Etapa de Autonomía Andina (hasta 1530)

Esta etapa, que se extiende hasta antes de la invasión española,es la más larga de nuestro proceso histórico. Si bien la invasiónsignificó un quiebre brutal, se trata en efecto de un solo proceso:las agrupaciones humanas autóctonas no fueron barridas, no sonsimplemente el recuerdo de un orden cancelado, sino una conti-nuidad actuante en nuestro devenir social y cultural, sin la cualresultaría inexplicable nuestra conflictividad presente. La caren-cia de escritura en el mundo andino prehispánico dificulta el co-nocimiento de esta franja de nuestro pasado. Por ello, apoyándo-nos en las conclusiones de la historia, la arqueología y la antro-pología, tendremos que movernos en buena medida en el terrenode las hipótesis.

Lo que podemos afirmar con absoluta seguridad es que el tra-yecto de toda colectividad humana, aun en los estadios que se suelecalificar de “primitivos”, está acompañado por la presencia de undiscurso oral que podemos abordar desde una perspectiva litera-ria. Discursos que tienen asignada una función mítico-religiosa,de ordenación y explicación del mundo. No nos detendremos enestos aspectos que han sido abordados con todo detalle por la an-tropología moderna. Por si hiciera falta, la prueba contundente deestas aseveraciones está en la rica tradición oral de las diversasetnias de la Amazonía.

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Poco podemos conjeturar sobre los momentos más antiguos deesta etapa. En cambio, podemos formular algunas hipótesis sobreel denominado Horizonte Tardío o Inca. Sabemos muy bien que elestado Inca era multiétnico, y que en él el grupo dominantecuzqueño impuso una lengua y un culto oficiales, pero sin anularni las lenguas, ni los cultos, ni por ende los demás aspectos de lasculturas, de las etnias dominadas. Al igual que se impuso un cul-to oficial, centrado en torno a Inti, divinidad tutelar de los Incas,pero sin anular el culto a las diversas huacas regionales, idénticofenómeno sucedió con la literatura. Podemos postular la existen-cia de una literatura inca oficial “ilustrada”, al lado de una multi-plicidad de literaturas étnicas señoriales también “de élite”, y deuna diversidad de literaturas populares étnicas.

El caso de los mitos de Huarochirí puede ejemplificar muy bienesto. En Dioses y hombres de Huarochirí, las alusiones al Inti sonmuy tangenciales, la divinidad central para los hombres de esaregión es indudablemente Pariacaca, en torno a cuya figura se tejeun conjunto de relatos míticos; el Sol es en cambio una presencialejana, la de un culto oficial que se acata pero que no tiene mayorcabida en el imaginario colectivo de la etnia Huarochirí. En el mis-mo texto se alude también a las huacas de otras etnias, en concre-to Huallallo Carhuincho, divinidad huanca, derrotado según estaversión por Pariacaca, en evidente alusión a los conflictos inter-étnicos entre pueblos vecinos. Como estas divinidades hay muchí-simas más, algunas de ellas alcanzando incluso difusión panan-dina. Así por ejemplo Huiracocha, que figura en los ciclos míticosde diversas etnias y que sería una divinidad organizadora de ori-gen muy antiguo, según las opiniones más verosímiles proceden-te de la tradición Tiahuanaco-Wari (Horizonte Intermedio). Deigual modo Pachacámac, divinidad de origen costeño central queen las postrimerías del imperio incaico comenzaba incluso a ame-nazar la preeminencia de Inti.

En torno a estas divinidades se organizaron un conjunto deciclos míticos. Uno de ellos, el Inca, adquirió jerarquía oficialpanandina como fruto de la hegemonía cuzqueña. La literatura

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oficial Inca incluía los mitos de origen étnicos (mito de los herma-nos Ayar) y una serie de cantares sobre los soberanos incas, comopor ejemplo los consagrados a Pachacútec, que conforman el textosubyacente a la crónica de Betanzos (BENDEZÚ 1986). Decimos quees ésta una literatura “ilustrada” porque es indudable que fueobra de productores culturales especializados, como Amautas oHaravicus, con sus propias normas discursivas muy distantes dela lengua hablada vulgar. Esta literatura estaba destinada princi-palmente a ceremonias oficiales y cortesanas. Otras manifestacio-nes de ella incluían himnos religiosos (muchos de estos recogidoso más bien adaptados en Ritos y fábulas de los Incas de Cristóbal deMolina, el cuzqueño) y cantos guerreros.

Por su parte, cada etnia poseía también su propia literaturaoficial, elaborada ya sea en quechua o en otras lenguas regionalescomo el aymara, el puquina, el yunga o el culli, e igualmente pro-ducidas por especialistas y destinadas a legitimar el poder de lacasta señorial dominante, cuya autoridad fue generalmente man-tenida por los incas. Así tenemos mitos de origen regionales, comoel caso del de Naylamp, vinculado al señorío del Gran Chimú, yciclos míticos étnicos como los de Pariacaca y Huatyacuri en Hua-rochirí. Aparte de estas literaturas ilustradas señoriales podemosafirmar la existencia de literaturas populares, fruto de la creativi-dad comunal y vinculadas con la actividad agrícola o con los sen-cillos rituales del culto local (wamanis, jircas, etc.). Manifestacio-nes de esta índole fueron recogidas especialmente por GuamánPoma.

Hasta donde podemos afirmar, todas estas variadas expresio-nes literarias eran de carácter oral, no estando aún plenamente cla-ro el papel que jugaban soportes como los quipus, que sin dudadesempeñaron una función de tipo mnemotécnico. Algunas po-cas muestras de esta riquísima producción literaria fueron recogi-das de manera más o menos distorsionada por los diversos cro-nistas. Con frecuencia no podemos afirmar a ciencia cierta si untexto es propiamente precolombino o si se trata de una varianteelaborada en los primeros años de la invasión, o incluso en épocas

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posteriores. El texto conservado que mejor refleja una cosmo-visiónprehispánica es el ya mencionado Dioses y hombres de Huarochirí,recopilado a principios del XVII como parte del proceso de extirpa-ción de idolatrías. Muchas manifestaciones populares proceden-tes de esta época mantienen una continuidad en la etapa poste-rior, con mayores o menores modificaciones, fruto de los comple-jos procesos de transculturación sufridos por el mundo andino.

Etapa de Dependencia Externa(desde 1530 hasta el presente)

Periodo de imposición del dominio colonial (1530-1580)

La invasión española significó sin duda el quiebre más drásticoen nuestro proceso histórico. Ella ubicó al mundo andino en unasituación de subordinación con respecto a poderes occidentales,en este caso concreto el español. Sin embargo, la imposición deesta dominación de tipo colonial (económica, política, cultural), nofue un simple proceso militar sino una operación de naturalezamucho más compleja. En efecto, supone ante todo la desestruc-turación de las esferas del poder, de la producción y de la culturavigentes en el Tawantinsuyo. Bien sabemos que no se produjo unadestrucción total de este ordenamiento, pero que sí fue profunda-mente trastocado. La fase bélica culmina con la erradicación delúltimo foco de resistencia militar Inca, Vilcabamba. Sin embargo,la resistencia andina proseguirá durante siglos, fundamentalmenteen dos planos: la preservación de su matriz cultural, conflic-tivamente remodulada por el desigual intercambio con la culturaagresora; y la defensa de su organización social de base, el ayllu(transformado en comunidad), contra la expansión terrateniente.Pero es posible afirmar que el orden colonial queda plenamenteimpuesto cuando se debilita a las primigenias clases dirigentesandinas capaces de abanderar un proyecto autónomo.

En pocos años se produjo la derrota militar del poder Inca, de-rrota a la que colaboraron activamente numerosas etnias andinas

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descontentas, fase que termina con el sofocamiento de la subleva-ción de Manco Inca. Sin embargo, la resistencia militar prosiguedurante un largo periodo en torno al reducto de Vilcabamba, mien-tras que simultáneamente se desarrolla un prolongado y anárqui-co momento de guerras civiles entre los conquistadores. Cuandocae Vilcabamba, aún subsistían y conservaban un rol social de con-siderable importancia las primigenias castas señoriales étnicas.Estos grupos, generalmente anteriores a la dominación Inca, no sesentían solidarios con la organización estatal de éstos y con fre-cuencia la combatieron incluso militarmente, llegando a aliarse conlos invasores españoles. Su preeminencia social y económica fuemantenida, aunque en situación de subordinación al poder cen-tral español.

Estos señores étnicos intentaron vertebrar un proyecto socialque, reconociendo la hegemonía española y asimilando (por lomenos formalmente) algunos elementos de su cultura, en especialsu religión, preservara los mecanismos tradicionales andinos deregulación social y económica, y por supuesto la condición privi-legiada de la casta señorial. Quien expresa (aunque algo tardía-mente) con más claridad este proyecto es Guamán Poma, que rei-vindica constantemente su jerarquía social, y postula el respeto alorden andino por ser más eficaz e incluso económicamentemás provechoso para la Corona al garantizar la supervivencia dela mano de obra creadora de la riqueza y permitir optimizar laproducción.

Pero esta casta señorial va a entrar rápidamente en conflictocon los encomenderos, interesados en usufructuar la tierra y el tra-bajo indígena, no en provecho de la Corona, sino en beneficio pro-pio. Para lograr este objetivo, aprovechando su control del poderlocal, irán socavando la preeminencia de los legítimos señoresétnicos, limitando sus prerrogativas e incluso cada vez crecien-temente sustituyéndolos por curacas usurpadores, incondiciona-les de los encomenderos e impuestos por éstos. Así fue desapare-ciendo paulatinamente la casta señorial primigenia, que contabacon una legitimidad sólidamente establecida entre la población

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indígena, cancelándose de este modo su proyecto de autonomíaandina dentro del marco de la soberanía española.

Es una vez más Guamán Poma quien da mejor testimonio deeste proceso. En el acápite conocido como “Camina el autor” desu Nueva Corónica y buen gobierno (GUAMÁN POMA 1980), que fue elúltimo redactado y agregado a posteriori al texto, muestra una ac-titud que contrasta con la del resto de la obra. Si en las demás par-tes denunciaba acremente los atropellos de los conquistadores, semostraba optimista sobre la viabilidad de su proyecto de reforma;en cambio en “Camina el autor” predomina un tono de negro pe-simismo: el propio autor ha sido víctima de un desplazamientosocial, siendo despojado de su condición de curaca legítimo porun advenedizo impuesto por los españoles. En su largo peregri-naje, ya viejo, a Lima, constata por doquier situaciones similares ypresencia con desesperanza las brutalidades de la extirpación deidolatrías. Este texto, que Rolena Adorno (GUAMÁN POMA 1980) fe-cha hacia 1615, es una buena muestra de la desarticulación de laprimigenia aristocracia señorial andina, que ya había culminadoa fines del siglo X V I. Privadas de un grupo dirigente, las masasandinas pierden por algún tiempo toda posibilidad de actuaciónsocial autónoma. Concluye así el largo proceso por medio del cualse impone una dominación colonial al mundo andino.

Paralelamente se procesa un paulatino ordenamiento de la so-ciedad colonial, obra fundamentalmente de Toledo. Se destruye lainstitucionalidad andina y se instalan las instituciones colonia-les. Se establecen las reducciones de indios, en base a la desestruc-turación de los ayllus, que son sustituidos por las comunidades.Es implantado un sistema de haciendas, surgiendo un feudalis-mo andino, con la presencia de encomenderos y corregidores. Lasociedad colonial resulta así una sociedad rearcaizada. Se asistea una gran mortandad de la población andina. La caída demo-gráfica es muy brutal hasta tiempos de Toledo, luego disminuyeen algo su violencia. Simultáneamente se producen grandes des-plazamientos poblacionales, que conducen a una desestructura-ción de las etnias tradicionales andinas, a raíz de lo cual surgirá

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una conciencia de unidad india inexistente en la época prehis-pánica. Con el descubrimiento de las grandes minas de azogue yde plata, comienza el gran auge de la producción minera, central-mente en torno a Potosí, que tenía como base la mano de obra pro-porcionada por la mita. Tienen lugar intensos procesos de trans-culturación, con grandes movimientos de resistencia andina, comoel Taki Onqoy. Hay una imposición formal del cristianismo a lapoblación nativa que lo acepta sin renunciar a sus creenciasancestrales. Lima surge como nuevo centro cultural y se introdu-cen instituciones europeas como la Iglesia, la Universidad, y, yacomenzando el periodo siguiente, la imprenta.

Pasemos a examinar la producción literaria (o discursiva, enun sentido más abarcador) del periodo. En cuanto al discurso delos vencidos, la literatura inca ilustrada pierde prontamente sucondición preponderante a consecuencia del rápido colapso delpoder central cuzqueño. Se conservan algún tiempo sus manifes-taciones, recogidas parcialmente en ciertas crónicas. Las “litera-turas prehispánicas” en el caso peruano, se conservan pues bási-camente mediante versiones coloniales tempranas recogidas pordiversos cronistas: se trata de versiones parciales y distorsionadaspor la interferencia de la escritura y el choque cultural. La litera-tura andina popular (en quechua principalmente, pero también enotras lenguas) mantiene en cambio su vigencia, asimilando pocoa poco elementos de procedencia occidental. Un fenómeno de par-ticular interés es el surgimiento de lo que cabe llamar las primeras“textualidades indígenas”, discursos escritos elaborados o promo-vidos por sectores de las noblezas andinas para sustentar sus re-clamos. El caso más interesante en esta etapa temprana es el co-nocido texto de Titu Cusi Yupanqui.

En cuanto al discurso de los vencedores, surgen manifestacio-nes aisladas de una literatura o producción discursiva en espa-ñol. Las primeras en evidenciarse son sus vertientes populares,como es el caso de coplas y romances de la conquista y las gue-rras civiles, que inauguran el sistema de la literatura popularen español. La expresión más característica de este periodo, en el

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ámbito de la escritura, la constituyen las crónicas. Las crónicasno son obras que podamos encasillar en el campo de lo estricta-mente literario; pueden ser además abordadas como textos histó-ricos, como documentos sociológicos y antropológicos; lo que re-sulta indudable es que se trata de discursos fundacionales, inapre-ciables testimonios del violento encuentro de dos pueblos y dosculturas. Las crónicas, a pesar de su elaboración escrita, no inau-guran un sistema literario ilustrado; en buena medida muchas deellas no tuvieron difusión hasta épocas muy recientes, otras no tras-cendieron más allá de algunos círculos administrativos, en gene-ral la mayoría de ellas se orientaron a un selecto público peninsu-lar, no a un lector local; además los sujetos productores no siem-pre pueden tipificarse como ilustrados: suelen ser, sobre todo alcomienzo, simples soldados. Hay en las crónicas una multiplici-dad de variantes y tendencias. Las de los primeros tiempos sonsobre todo relatos de los hechos de los conquistadores y de los pos-teriores conflictos entre éstos, combinados con impresiones fre-cuentemente confusas sobre las nuevas tierras, e informes impre-cisos y poco detallados sobre los pueblos andinos y su organiza-ción. A menudo sus versiones de los acontecimientos se orientana favorecer intereses personales o de grupo. En la estructuraciónde su discurso predominan todavía muchas veces categorías detipo medieval. Como representativos de esta clase de cronistas,mencionemos a Jerez, Mena y, más tarde, a Pedro Pizarro, Zárate,el Palentino.

Cronistas posteriores, sin dejar de referir las hazañas de losconquistadores, muestran una mayor voluntad de acercarse almundo andino y explicar su organización e instituciones. Es elcaso de Betanzos, que en buena medida se limita a traducir uncantar Inca, o de Pedro Cieza de León. Algunos cronistas intentandemostrar tesis que apuntan a justificar la dominación española,presentando una imagen del imperio incaico como tiránico y re-ciente (los llamados Toledanos, entre ellos Polo de Ondegardo ySarmiento de Gamboa).

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Periodo de estabilización colonial (1580-1780)

Durante cerca de dos siglos, el orden colonial vivirá una larga fasede estabilización, que implica tanto la ausencia de conflictos so-ciales generalizados, como la persistencia de un conjunto de ins-tituciones puestas en marcha fundamentalmente por el virreyToledo y que mantendrán su vigencia hasta las reformas borbó-nicas de la segunda mitad del XVIII. Esta sociedad virreinal estádividida en dos segmentos o “Repúblicas” claramente diferencia-dos tanto en lo social como en lo legal: la “República de españo-les” y la “República de indios”.

Desarticulada la posibilidad de un proyecto andino autóno-mo, el orden colonial conoce pues un momento de auge y equili-brio. No es que la “República de indios” se repliegue a la totalpasividad, puesto que se producen reiterados movimientos loca-les de rebelión, sino que estas luchas aisladas, carentes inicialmen-te de un grupo social que pueda orientarlas, se ahogan en la dis-persión y la falta de objetivos que trasciendan la protesta. La re-sistencia andina se manifiesta principalmente a nivel cultural. Aella responderá el poder colonial con las campañas de extirpaciónde idolatrías. Ante estos violentos procesos de aculturación, el mun-do andino afirmará su capacidad de supervivencia incorporandoelementos occidentales mediante operaciones de sincretismo (fu-sión de elementos de ambas matrices) o de disyunción (debajo deuna apariencia occidental subyace un contenido andino); sabránasimilar los aportes de occidente pero al hacerlo dejarán en ellossu huella.

Ya se ha apuntado que las élites indígenas andinas se vieronfuertemente debilitadas a fines del siglo XVI. Sin embargo, a lo lar-go del siglo XVII, en un fenómeno que ha sido poco estudiado, lasélites andinas experimentaron una notable recuperación en su si-tuación económica y su gravitación sociopolítica. A finales de esesiglo es ya patente la recomposición de una nueva capa dirigenteandina. Los curacas, que en buena cuenta jugaban un papel deintermediarios entre el mundo indio y el español, consolidan su

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posición social a través de su actividad de comerciantes, la queles permite acceder a una condición económica desahogada y porende afirmar su autonomía con respecto al poder colonial. Éstaserá la base social del denominado “movimiento” o “renacimien-to” inca, que trajo consigo una reivindicación, en gran medidaidealizada, del pasado incaico, imagen inspirada en la lectura deGarcilaso (cuya obra no por casualidad será prohibida luego dela derrota de Túpac Amaru).

En estas condiciones, el nuevo sector dirigente andino comien-za a diseñar sus propios proyectos. Asistimos inicialmente, a lolargo del XVIII, a una etapa de reformismo andino, con los constan-tes reclamos de curacas, que llegan incluso hasta la corte españo-la, en pos de lograr mejoras en las condiciones de vida de la po-blación indígena y reformas en la estructura social que le permi-tan una mayor autonomía. Simultáneamente comienza a desa-rrollarse todo un ciclo de rebeliones locales, que alcanzarán unprimer punto culminante con la sublevación de Juan SantosAtahualpa en una región periférica como la ceja de selva central.

Demográficamente, la población andina continúa en retroce-so, pero de manera moderada, ya no se trata de la brutal caída delperiodo precedente. Frenada su tendencia decreciente, inicia unasostenida recuperación hacia mediados del XVIII. El sistema de ha-ciendas se va configurando desde el comienzo del periodo, en baseal aprovechamiento de la mano de obra andina liberada por ladesestructuración del ordenamiento productivo ancestral. Los de-nominados “forasteros”, indios que huyen de la mita, buscan laprotección de las haciendas y se acogen a ellas en condición deyanaconas. La mayor parte de la población permanece sin embar-go en las comunidades. Inicialmente la producción minera (fun-damentalmente de plata) mantiene su auge, pero hacia mediadosdel XVII sufre una grave crisis que determina una significativa bajade la producción. A pesar de ello, la producción minera seguirásiendo muy importante y se mantendrá como eje económico delorden colonial. El Virreinato del Perú vive en esos años una pros-peridad económica relativa, a pesar de la disminución de la pro-

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ducción, gracias a que un muy alto porcentaje de los ingresos per-manecía en el país. De ahí el boato y el lujo que caracterizarán ala corte virreinal.

La bonanza económica favoreció el desarrollo del arte, en es-pecial la arquitectura y la pintura. Al igual que en toda América,el barroco se enseñoreó de la vida artística. Es bien sabido que elbarroco logró enraizarse profundamente en tierras americanas, yque mantuvo en ellas larga vigencia, al punto que algunos hanquerido ver en el barroco una presencia continua en la cultura deNuestra América. En la arquitectura peruana, el barroco ingresamoderadamente a comienzos del XVII, para florecer en su plenitudchurrigueresca desde mediados del siglo hasta casi el final del pe-riodo. Pero no se trata de un simple calco del barroco español: eje-cutada por alarifes y artesanos andinos, esta arquitectura es bue-na muestra del sincretismo cultural, en especial en sus decoradosinternos y externos. Algo parecido sucede en la pintura, donde des-cuella la escuela cuzqueña, que conoce un momento de esplendorhacia fines del siglo XVII , con pintores indígenas como DiegoQuispe Tito o Basilio Santa Cruz Pumacallao, y luego nuevamen-te en el siglo XVIII con Basilio Pacheco. Todo este arte, que pode-mos denominar transcultural, alcanza su apogeo en el sur andino,con su eje en el Cuzco.

Incluso desde un punto de vista legal, la sociedad peruana co-lonial estaba dividida, como se ha apuntado, en dos sectores osubsociedades, a las que en la terminología de la época se deno-minaba “República de españoles” y “República de indios”. La “Re-pública de españoles” agrupaba a los españoles peninsulares y asus descendientes nacidos en suelo americano, los llamados crio-llos, pero dadas las mezclas raciales que surgieron desde tempra-no, incluía diversos niveles de mestizaje. Dejando de lado los es-casos funcionarios peninsulares, el estamento dirigente de esta “re-pública” era la élite criolla, que mantenía una constante pugnacon los sectores peninsulares. El discurso criollo se caracteriza porsu adhesión a los paradigmas culturales metropolitanos, por unsostenido esfuerzo de asimilación de esos modelos, pero también

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por un persistente afán de remodularlos y resemantizarlos en fun-ción de sus peculiares intereses y sensibilidades: el discurso crio-llo revela así su carácter bifronte o jánico.

La “República de indios” agrupaba a la población de origenindígena, aunque en ella se dieron igualmente procesos comple-jos de mestizaje. Esta “república” contaba también con su élite di-rigente, conformada por la nobleza indígena. El discurso andinoes la expresión de esta élite bilingüe y bicultural. Sus prácticasdiscursivas, de carácter eminentemente transcultural, incluyen tex-tos escritos tanto en quechua como en español.

Las prácticas discursivas de esas élites se sitúan en el ámbitode la “ciudad letrada” y configuraron sistemas literarios (en unaacepción laxa de lo literario). Para constituir una literatura no bas-ta la existencia de algunos textos: un sistema literario supone ungrupo de productores especializados, un conjunto de receptores yuna gama de códigos compartidos. En el ámbito criollo, ya a fina-les del siglo XVI puede notarse la conformación de un sistema lite-rario de élites. Pero al lado de este sistema literario, que tenía sucentro en Lima, la capital virreinal, y que ocupaba una posiciónde indudable predominio, en el Perú colonial el discurso andinodio lugar a la aparición de otro sistema literario, verdad que inci-piente e inestable, cuyo centro gravitacional estaba en el Cuzco, laantigua capital del Tawantinsuyo, ciudad en la que la nobleza in-dígena continuó teniendo una importancia muy significativa. Pa-semos a examinar más de cerca estos dos ámbitos discursivos dela ciudad letrada.

Veamos primero el ámbito del discurso criollo, el sistema deuna literatura ilustrada o de élites en español. Hacia inicios delperiodo se configura plenamente este sistema de la literatura ilus-trada en español en la corte virreinal de Lima. La secuencia litera-ria dominante lleva entonces la huella del renacentismo italiani-zante, aunque se van haciendo progresivamente presentes rasgosbarrocos subordinados. Se trata de una literatura de tipo cortesa-no, destinada a una élite social, vinculada con la pompa ceremo-nial del virreinato, y en la que desempeñaron un papel relevante

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las primeras academias literarias. En ella podemos distinguir unalírica, en la que destacan las poetisas anónimas (las autoras de laEpístola de Amarilis a Belardo y del Discurso en loor de la poesía), yuna épica centrada, ya en el tema de la conquista (destaca Armasantárticas de Miramontes y Zuázola), ya en el tema religioso (allíse inscribe una de las obras más importantes de esta fase inicialdel periodo, La Cristiada de Hojeda).

Al avanzar el siglo XVII, el barroco aparece como secuencia emer-gente. A lo largo de las primeras décadas irá desplazando poco apoco la influencia del renacentismo italianizante, hasta constituirseen dominante. Las primeras obras barrocas son poemas de natu-raleza religiosa o áulica. La pompa cortesana limeña alcanza suplenitud bajo el manto del barroco, cuyo carácter eminentementeceremonial incorpora una producción literaria que contribuyó arealzar el prestigio del poder imperial español. Los escritores sevalen de su brillo intelectual para alcanzar prebendas o ascensosen la burocracia colonial. Pero, por otro lado, el barroco fue tam-bién instrumento de expresión de una conciencia criolla que iráperfilándose a lo largo del periodo.

En la segunda mitad del XVII, el barroco alcanza su apogeo (nosólo en la literatura, como hemos visto). La vida literaria gira en-tonces en torno a dos centros: Lima y Cuzco. Lima, capital virreinal,constituye un polo más vinculado a la influencia de la metrópoli;la producción barroca que en ella se elabora es básicamenteimitativa y raramente trasciende el ritualismo cortesano. Hay sinembargo una importante excepción, Caviedes. La obra de Caviedes,si bien vinculada al magisterio de Quevedo, posee acentos perso-nales y constituye una de las primeras muestras de un particula-rismo criollo limeño. El barroco cuzqueño, en cambio (al igual queen la pintura o la arquitectura), muestra la huella del aporte indí-gena. No es casual que su mayor representante sea un andino (se-guramente mestizo), Juan de Espinosa Medrano, mejor conocidocomo el Lunarejo. Si Guamán Poma se esforzaba por demostrar,con frecuente torpeza, un manejo de la herencia occidental, elLunarejo en cambio evidencia dominarla a cabalidad; el hombre

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andino ha sido capaz de apropiarse tan a fondo de ese bagaje cul-tural que inútilmente se buscaría en la España de entonces alguienque comprendiera y defendiera mejor la obra de Góngora; fue ade-más el Lunarejo el mejor orador sagrado de su tiempo.

En las primeras décadas del siglo XVIII comienza a manifestar-se como secuencia emergente el neoclasicismo afrancesado, con susesgo racionalista que anuncia la Ilustración. El barroco mantienesu posición dominante pero va contaminándose de elementosneoclásicos. El autor más representativo de esta fase final del pe-riodo es Peralta, espíritu enciclopédico desgarrado entre la esco-lástica y la experimentación científica. Su obra específicamente li-teraria es fundamentalmente barroca, aunque en su teatro se ma-nifiesta una inicial influencia francesa.

Veamos ahora el discurso andino. El corpus discursivo andinocomprende en primer lugar un conjunto de crónicas de inicios delsiglo XVII (las llamadas crónicas mestizas o andinas), en las que sepropone un balance de la imposición del dominio colonial espa-ñol y de la ubicación de los grupos señoriales nativos en ese nue-vo orden (la Nueva corónica… de Guamán Poma, los Comentariosreales, de Garcilaso, la obra de Santa Cruz Pachacuti). GuamánPoma, además de lanzar una dura requisitoria contra el orden co-lonial español, formula una primera utopía andina (BURGA 1988),centrada en un inviable retorno al pasado, a las primigenias insti-tuciones andinas, dentro del marco del imperio español. Garcilaso—sin criticar abiertamente al sistema colonial, pero deslizando unsutil cuestionamiento de este orden a través de diversas estrate-gias discursivas— formula una segunda utopía que busca la con-vergencia de los herederos de los conquistadores y de los supervi-vientes de la nobleza Inca, asignando un rol importante a los mes-tizos de origen noble (como él mismo). Esta utopía constituirá elsustento ideológico del posterior renacimiento Inca.

El discurso andino incluye también la producción más canóni-camente literaria, el teatro quechua colonial. Junto con la pinturade la escuela cuzqueña, el teatro quechua colonial constituyela expresión artística más destacada del renacimiento Inca, cuyo

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centro mayor fue la ciudad del Cuzco. Estas expresiones revelanla apropiación andina de los códigos del barroco, configurandoun barroco transcultural o barroco andino. Así pues, los códigosdel barroco, en el caso peruano, no sólo posibilitan la constituciónde un sujeto criollo, sino también de un sujeto andino. El teatroquechua forma parte de esa rica y poco estudiada corriente derevitalización cultural andina, configurando la expresión litera-ria más destacada de ese esfuerzo de recomposición de un nuevogrupo dirigente andino que es el renacimiento Inca. Aunque noestán cabalmente resueltos los problemas de datación del teatroquechua colonial, sin embargo se ubican casi con seguridad a fi-nales del siglo XVII obras como El pobre más rico , comedia religiosa,y Rapto de Proserpina y sueño de Endimión y El hijo pródigo (ambasdebidas al Lunarejo), inscritas en la tradición española del autosacramental. Estas obras son buenas muestras del sincretismo cul-tural al que ya hemos hecho alusión. Es posible adscribir al sigloXVIII obras como el Usca Paucar (también comedia religiosa) y sobretodo el Ollantay, joya máxima del teatro quechua colonial. Este tea-tro, no restringido ya a los temas religiosos, y que se estructura enbuena medida en torno a normas escriturales procedentes del ba-rroco español, revela un orgulloso aprecio del pasado y de la cul-tura andinos, expresión del pujante renacimiento Inca.

Por último, el corpus discursivo andino abarca los textos (sobretodo memoriales) del siglo XVIII en los que se expresa de manera másnítida el proceso de recomposición de las élites indígenas al que seha denominado movimiento o renacimiento Inca, destacando en es-pecial el texto conocido como Representación verdadera (1748), sínte-sis de las denuncias y demandas andinas, expresión cabal de laque se ha denominado fase reformista del renacimiento Inca, pre-via a la fase insurreccional liderada en 1780 por Túpac Amaru.

La literatura andina popular, sometida a complejos procesosde transculturación, se configura por entonces plenamente comouna literatura de resistencia, destinada a mantener por siglos suvigencia, incorporando elementos de procedencia occidental, peropreservando su matriz cultural primigenia.

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Periodo de crisis del régimen colonial (1780-1825)

Desde la primera mitad del siglo XVIII comienzan a notarse inci-pientes síntomas del resquebrajamiento del orden colonial. Se mul-tiplican rebeliones y sublevaciones locales. Pero sobre todo un sec-tor del grupo dirigente andino opta por pasar de una acción refor-mista a una acción abiertamente insurreccional: el movimiento Incaingresa en su fase revolucionaria. Por otro lado, la agudizaciónde las contradicciones entre las élites criollas limeñas (beneficia-rias del régimen colonial) y provincianas, llevaron a algunos sec-tores de estas últimas a una alianza con los movimientos indíge-nas, que finalmente desembocarán en la corriente insurreccionalencabezada por Túpac Amaru. Esta gran sublevación que estre-mece el sur andino, cuya dirección está centralmente en manos na-tivas, teniendo como aliados menores a sectores mestizos y crio-llos, es finalmente aplastada y su derrota posibilitará la disgrega-ción del nuevo grupo dirigente indígena.

Simultáneamente a esta contraofensiva del mundo andino, elorden colonial se ve afectado por otras dificultades. La metrópoliespañola, sumida ya en una profunda decadencia, y amenazadaen sus propios dominios por la creciente ingerencia inglesa, bus-ca resarcirse optimizando el rendimiento de sus posesiones ame-ricanas. El denominado reformismo borbónico apunta a destinarel porcentaje mayor de los ingresos coloniales al refuerzo de la pro-pia economía peninsular, en perjuicio de las élites criollas. Paraello se ponen en marcha una serie de medidas administrativas queintentan dinamizar el aparato colonial. Así, se le va restando im-portancia al Virreinato del Perú, mediante la creación sucesiva delos de Nueva Granada y del Río de la Plata; igualmente, el regla-mento de comercio libre golpea el monopolio limeño. Ante esto,los grupos criollos reaccionarán en defensa de sus intereses ela-borando inicialmente un proyecto de naturaleza reformista, sus-tentado en la afirmación de los particularismos americanos, y ten-diente a restringir las atribuciones del poder central español; estaorientación la representa a cabalidad la Sociedad Amantes del País.

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Ante el vacío de poder generado en España por la invasiónnapoleónica, en el Perú, al igual que en el resto de posesiones es-pañolas, el proyecto criollo, surgido como reformista, devendrá fi-nalmente en emancipatorio, a pesar de las infinitas vacilacionesde la alta aristocracia criolla limeña. Los remanentes del grupo di-rigente andino, aún significativos, intentarán ponerse a la cabezade este proceso, compartiendo la dirección del movimiento con sec-tores criollos y mestizos. Derrotada la rebelión de Pumacahua, ladirigencia andina quedará definitivamente dispersada y la direc-ción del movimiento emancipatorio exclusivamente en manos crio-llas, que sin embargo serán incapaces de llevar adelante el proce-so sin apoyo de contingentes procedentes de otras partes de Suda-mérica. Empero, la presencia de las masas andinas será activa enlas luchas de la Independencia, pero ya sin participar en la direc-ción. Como apreciamos, el conjunto del periodo está atravesadopor la confrontación de tres proyectos contrapuestos para enfren-tar la crisis del orden colonial: el reformismo borbónico, el proyec-to criollo y el proyecto andino. Sobre la derrota andina, la direc-ción criolla sentará las bases de la nueva república.

Examinemos el proceso literario en este turbulento periodo. Encuanto al discurso andino, hay que destacar los múltiples discur-sos escritos y orales ligados con el ciclo revolucionario de TúpacAmaru. Adquieren especial relieve textos como la Genealogía (1777)elaborada por el propio José Gabriel Condorcanqui para legitimarsus pretensiones de heredero de la estirpe imperial inca, y como eltexto mucho más tardío debido a su hermano Juan Bautista TúpacAmaru, Cuarenta años de cautiverio (1824). Se podría incluir aquí,con las reservas debidas a las incertidumbres de la cronología, unaobra tardía del teatro quechua colonial: probablemente correspon-den a este periodo algunas de las versiones más antiguas que seconservan del drama luego vastamente difundido en el mundoandino, la Tragedia del fin de Atahualpa.

A fines del siglo XVIII, el espíritu de la Ilustración es dominan-te en todos los ámbitos de la cultura del Virreinato. En el campode la literatura ilustrada en castellano, un barroco declinante de

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prolongada duración va siendo desplazado por el neoclasicismoafrancesado, que se constituye en dominante en la segunda mitaddel XVIII. Hay que distinguir sin embargo una vertiente discursivaligada a los afanes del reformismo borbónico, cuya obra más re-presentativa, ya muy ligada al espíritu de la Ilustración, más alláde su marco de apariencia picaresca, es El Lazarillo de ciegos cami-nantes, de Alonso Carrió de la Vandera. Esta obra, con su afán deoptimizar la infraestructura colonial en función de los interesesmetropolitanos, y sus virulentas críticas a indios y criollos, reflejacabalmente los propósitos del reformismo borbónico. Otra obradestacable en esta vertiente es Lima por dentro y fuera de Terralla yLanda, sátira acremente peninsularista y anticriolla.

El reformismo criollo, ya bajo marcos ilustrados, tiene su máscabal expresión en el Mercurio Peruano, donde hombres comoUnanue o Baquíjano y Carrillo desarrollan una reflexión sobre locaracterístico del Perú y descubren una identidad en las peculia-ridades de su geografía. A resaltar estos particularismos localescontribuyó también la obra descriptiva de numerosos viajeros ilus-trados europeos. La versión más radical de ese inicial nacionalis-mo criollo se encuentra en la Carta a los españoles americanos deljesuita exilado Juan Pablo Vizcardo y Guzmán. El independen-tismo criollo tiene su ideólogo más significativo en SánchezCarrión y alcanza su mayor plasmación literaria en la obra poéti-ca de Olmedo. Un caso marginal en la literatura ilustrada de tiem-pos de la Emancipación lo constituye Melgar, criollo sureño queparticipa en el movimiento de Pumacahua. Si la mayor partede su breve producción lírica se inscribe en los cánones delneoclasicismo más prístino, sus Yaravíes, que incorporan en suorganización textual el aporte indígena, son muestra cabal de esaheterogeneidad literaria destinada a dar frutos mayores en la lite-ratura peruana.

En estos tiempos de crisis, la literatura popular en castellanomuestra particular riqueza. Sus manifestaciones aparecen estrecha-mente vinculadas con las tormentas sociales de la época. Así, yadesde la primera mitad del XVIII, tenemos un ciclo de poemas po-

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pulares relacionados con las luchas de Antequera en el Paraguay,que critican con frecuente dureza al virrey Marqués de Cas-telfuerte. Otro ciclo gira en torno a las sublevaciones indígenas,especialmente las de mediados de siglo, pero también la de TúpacAmaru, con expresiones a favor y en contra de los movimien-tos andinos. Numerosos panfletos y poesías anónimas se diri-gen también contra el virrey Amat y su querida la Perricholi. Porúltimo, un ciclo de poesía popular refleja las tensiones de laépoca de la Emancipación, recogiendo el parecer de los bandoscontendientes.

Periodo de la República oligárquica (1825-1920)

La independencia del Perú se asienta sobre la derrota de las ma-sas andinas y la desarticulación de su dirección. Por eso asisti-mos a la paradoja de que los herederos de los encomenderos colo-niales se hacen cargo del gobierno de la nueva república. Seinstaura así un estado oligárquico, expresión del poder de los te-rratenientes y la burguesía comercial. Es lógico por ello que luegode la independencia se presencie un amplio y violento proceso deexpansión de las haciendas, en base al despojo de las comunida-des indígenas. La presencia andina se hará sin embargo sentir alo largo del periodo en numerosos levantamientos, lamentablemen-te aislados y sin perspectiva clara, entre los que destacan los deJuan Bustamante en Puno y de Atusparia en Áncash.

Los primeros años de la república son años de anarquía mili-tar. La contradicción existente entre la estructura socioeconómicade tipo cuasi feudal y la organización política burguesa, junto ala debilidad de las clases dominantes, hacen que éstas sean inca-paces de hacerse cargo directamente del poder, generando elcaudillismo militarista. Hacia mediados de siglo, el aprovecha-miento de los recursos guaneros posibilitará una estabilización delaparato estatal y dará lugar a una era de prosperidad falaz. Serecurre a grandes empréstitos externos para financiar el funciona-miento del estado, lo que generó una subordinación a Inglaterra.

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La agricultura costeña conoce entonces una recuperación, parti-cularmente en la producción de algodón y azúcar, orientada a laexportación. Esta etapa de prosperidad es liquidada por la catás-trofe de la guerra con Chile. El conflicto develó palmariamente laincapacidad de las clases dominantes; son las masas andinas, en-cabezadas por Cáceres, quienes protagonizarán los mejores epi-sodios de la resistencia nacional.

A consecuencia de la guerra, el país queda postrado, y su apa-rato productivo totalmente desarticulado. La reconstrucción se ope-ra a costa de hipotecar el patrimonio nacional en el contrato Grace.Con la llegada al poder de Piérola se inicia una nueva etapa deestabilidad, la llamada República Aristocrática, marcada por la he-gemonía del Civilismo. La agricultura costeña se moderniza, mien-tras que la sierra vive un proceso de refeudalización, con una nue-va expansión de la propiedad terrateniente. A pesar de un inicialresurgimiento de la minería, impulsado por capitales extranjeros,predomina la exportación agropecuaria. Nuevos fermentos ideo-lógicos comienzan a penetrar en la enrarecida atmósfera intelec-tual peruana, en especial el positivismo y, más limitadamente, elanarquismo. Los últimos años del periodo ven un inicial desarro-llo industrial, con la consiguiente aparición de una clase obreraque protagoniza sus primeras luchas y construye sus primeras or-ganizaciones. Empiezan a surgir manifestaciones iniciales de rei-vindicación indígena, acompañadas de sublevaciones importan-tes como la de Rumi Maki. Todos estos movimientos populares co-mienzan a poner en cuestión el orden oligárquico.

En la literatura ilustrada o de élites, podemos percibir en unafase inicial que la secuencia dominante es una peculiar modula-ción del neoclasicismo, el denominado costumbrismo. Esta moda-lidad literaria, interesada en presentar la peculiaridad limeña através de los usos y los tipos característicos, incorpora parcialmenteen su discurso la oralidad popular costeña, aunque sigue rigién-dose por modelos escriturales españoles. Podemos distinguir dosorientaciones en su interior, una aristocratizante representadapor Pardo y Aliaga, y otra popular-mesocrática representada por

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Segura. Los géneros más cultivados son la comedia, la poesía sa-tírica y el artículo de costumbres.

Hacia mediados de siglo aparece como secuencia emergenteel romanticismo, que poco a poco va desplazando al costumbrismo,hasta constituirse en secuencia dominante hacia la década del se-senta. El costumbrismo se mantendrá como secuencia residual, in-crustando muchos de sus rasgos en secuencias literarias de dis-tinta índole. El romanticismo peruano se caracterizará por suinautenticidad y domesticación, conservando mucho del retoricis-mo neoclásico. El género más frecuentado es la lírica, escribiéndo-se también unas pocas novelas, producción en gran parte de esca-sa calidad. Caso aparte lo constituye Palma, que además de apor-tar un género, la tradición, maneja con acierto el habla popularlimeña. Aunque surgido tardíamente, el romanticismo conoceráuna prolongada vigencia hasta tornarse residual, pero contami-nando con su influencia la obra de autores realistas e inclusomodernistas.

Luego de la guerra con Chile surge como secuencia emergenteel realismo, para lograr desplazar al romanticismo y constituirseen dominante por muy pocos años. Este realismo superficial, sus-tentado en un positivismo morigerado, arrastra significativosrezagos románticos y aun costumbristas, como es visible en la obrade Clorinda Matto y Mercedes Cabello. Su género predilecto es lanovela, generalmente orientada a la ilustración de alguna tesis dereforma moral.

Casi simultáneamente aparece como emergente el modernis-mo, representado por la obra poética de González Prada. El mo-dernismo conocerá mayor fortuna que el realismo, al que despla-zará rápidamente, consolidándose como dominante de forma másduradera en los primeros años del XX. Los modernistas cultivaránprincipalmente la poesía, aunque incursionarán también en la na-rrativa (Clemente Palma, Ventura García Calderón). La figura másrepresentativa del esplendor modernista es Chocano, que si bienincorpora en su escritura muchas de las conquistas del modernis-mo hispanoamericano, muestra en su grandilocuencia enfática lahuella de la herencia romántica y de la retórica hispanista.

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En la última década del periodo se hace visible el agotamientodel modernismo. Surgidas del propio seno del movimiento, lasobras de Eguren y Valdelomar anuncian la emergencia de la van-guardia y el regionalismo. Estos autores representan la transicióna la modernidad en la literatura peruana. Asimismo, en los últi-mos años del periodo se intentan los primeros esfuerzos porexplicar y sistematizar nuestro proceso literario (Riva-Agüero,Gálvez).

En el campo de la literatura popular andina de resistencia, acuyo desarrollo secular ya hemos aludido, se produce una impor-tante novedad, el inicio de las primeras recopilaciones de esta abun-dante producción oral, que permitirán un mejor conocimiento detodo un sistema literario. Azucenas quechuas, de Adolfo Vienrich, laprimera de estas recopilaciones, es expresión de la renacientepujanza de las reivindicaciones andinas. En cuanto a la literaturapopular en castellano, al final del periodo podemos apreciarmanifestaciones como la poesía obrera vinculada al movimientoanarquista. No hay que dejar de mencionar algunos intentos deliteratura escrita en quechua, básicamente esfuerzos de produccióndramática a cargo de autores cuzqueños a fines del XIX y primerasdécadas del XX.

Periodo de crisis del estado oligárquico (1920-1975)

Nuevos actores sociales insurgen en la escena nacional: los movi-mientos populares. La larga resistencia andina adquiere entoncesuna nueva dimensión al integrarse en un torrente de fuerzas másvasto, sin perder sus reivindicaciones propias. El contingenteandino constituye el sustento del nuevo movimiento campesinoque lucha por la tierra, pero es también el manantial del que senutre la joven clase obrera peruana. Ya no se trata de un conflictoentre la “República de indios” y la “República de españoles”, sinodel enfrentamiento entre dos proyectos sociales. El proyecto na-cional y popular aglutina las fuerzas del campesinado, de la cla-se obrera, de la pequeña burguesía e incluso de sectores de la bur-

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guesía, contra pequeñas minorías sociales vinculadas en muchoscasos a intereses imperialistas. Orientadas en función de ese pro-yecto social, las reivindicaciones andinas cobran un nuevo senti-do. Indudablemente, quien mejor contribuyó a diseñar el proyectopopular fue José Carlos Mariátegui. Mariátegui supo trazarle unnorte: acabar con un orden social injusto y opresivo, para cons-truir uno nuevo, el socialismo peruano, lo que planteaba la exi-gencia de peruanizar al Perú, haciendo que dejara de ser el cotode caza de la casta de los herederos de la colonia para constituir-se en el lugar de encuentro de las mayorías nacionales.

Luego de la estabilidad de la República Aristocrática, el ordenoligárquico se sume en una prolongada crisis. La emergencia delas clases medias y de una nueva burguesía es el sustento socialdel leguiísmo, que intenta una remodelación y modernización delestado. Las actividades extractivas, en especial la minería, se cons-tituyen en el eje de la economía nacional, al mismo tiempo que laindustria conoce un moderado crecimiento. La incrementada pre-sencia de capitales norteamericanos hace que el Perú pase de laesfera de la dominación inglesa a la esfera de la dominación esta-dounidense. Las luchas populares conocen un amplio desarrollo,surgiendo nuevos actores políticos que intentan asumir su direc-ción: el Apra y el Socialismo, que significan una profunda reno-vación ideológica en la enrarecida atmósfera nacional. El fracasodel proyecto leguiísta abre una grave situación de crisis. MuertoMariátegui, el Partido Comunista sufrirá una decisiva derrota, asu-miendo el Apra, por un largo periodo, la representación políticadel movimiento popular. La crisis es finalmente controlada con laviolenta intervención de sucesivas dictaduras militares, que logranmantener precariamente la estabilidad del sistema.

Sin embargo la crisis se hace evidente en la creciente descom-posición del gamonalismo serrano, incapaz ya de preservar la es-tabilidad social en los Andes. Se inicia el ciclo de las grandes mi-graciones campesinas hacia las ciudades, principalmente Lima,proceso que se acelera vertiginosamente en la década del 50. Si biense produce un nuevo crecimiento industrial, fruto de la bonanza

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originada por la guerra de Corea, que junto al sorprendente augede la producción pesquera, permitieron al régimen de Odría im-pulsar una modernización de la infraestructura social, lo evidentees que el apiñamiento de masas pauperizadas en las ciudades cos-teñas va transformando el rostro del Perú. Las grandes luchas cam-pesinas de fines del 50 y comienzos del 60 hacen notoria la fragili-dad del estado oligárquico. Ni las tímidas reformas agrarias, ni losinsustanciales afanes modernizadores del primer belaundismo al-canzan a paliar tales carencias. La capitulación del Apra ante lasfuerzas oligárquicas y el resurgimiento de fuerzas de izquierda quecomienzan a disputarle la base popular, impiden una salida en losmarcos de la superficial institucionalidad liberal.

El gobierno militar de Velasco cierra esta larga crisis, proce-diendo a cancelar los restos del caduco orden oligárquico. Si bienlas reformas impulsadas adolecieron de múltiples deficiencias, ytodo el proceso se desarrolló sin una presencia popular autóno-ma, lo cierto es que clausuró una era liquidando la gran propie-dad terrateniente y abriendo paso a una organización social másmoderna. La antigua oligarquía quedará desplazada del poder, enbeneficio de una nueva gran burguesía. La andinización de lasciudades ha generado los más vastos y acelerados procesos detransculturación, diseñando una nueva identidad popular cuyosdesarrollos futuros es todavía difícil percibir con claridad. Las ma-nifestaciones de la cultura andina no sólo han ganado un lugaren la ciudad, antaño de espaldas a ella, sino que fructifican a tra-vés de la acción de millones de descendientes de aquellos hom-bres que bajaron de los Andes en busca de un espacio de supervi-vencia en una ciudad de la que hoy se van haciendo crecientementedueños.

Al comenzar el periodo podemos percibir en el sistema de laliteratura ilustrada (o de élites) la presencia de dos secuencias emer-gentes, el regionalismo y el vanguardismo, que van desplazandoal modernismo y confinándolo, todavía por algunos años, a unacondición residual. Mariátegui, desde la dirección de Amauta cum-ple un rol central en la difusión tanto de la vanguardia, como del

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regionalismo en su vertiente indigenista. El vanguardismo, queconsigue rápidamente sus más esplendorosas realizaciones conTrilce de César Vallejo, parecerá imponerse unos breves años comosecuencia dominante. Hacia fines del 20 presenciamos una vastafloración en que destacan poetas como Oquendo, Abril y algo mástarde Moro y Westphalen; en la narrativa es en cambio escasa laproducción vanguardista, no pudiéndose dejar de mencionar unaobra precursora como La casa de cartón de Martín Adán. A grandesrasgos es posible distinguir dos vertientes en la vanguardia pe-ruana: una vanguardia de orientación regionalista, encabezada porla figura impar de Vallejo, y a la que podemos adscribir a autorescomo Gamaliel Churata y el grupo Orkopata; y una vanguardiamás inclinada a lo cosmopolita, en la que destacan Adán, Moro,Westphalen. En los primeros años de la década del 30, la vanguar-dia pierde fuerza, muchos de sus autores representativos optanpor el exilio o el silencio, siendo desplazada de su precaria condi-ción dominante por el regionalismo, manteniendo sin embargo unapresencia subterránea que le permitirá más tarde ejercer una vas-ta influencia en posteriores promociones.

El regionalismo, que emerge casi simultáneamente con la van-guardia, se consolida como secuencia dominante en el transcursode la década del 30. Su vertiente más caracterizada es el indige-nismo, iniciado con la obra de López Albújar, y que alcanza suculminación con Ciro Alegría y el primer Arguedas. Esta impor-tante vertiente es tal vez la más característica expresión de hetero-geneidad literaria: es un esfuerzo por dar cuenta de un referenteandino desde la perspectiva de una instancia de producción, unaestructura textual y una instancia de recepción de filiación occi-dental, no sin incorporar en sus mejores muestras rasgos de pro-cedencia andina, entre ellos la inclusión del habla popular en eldiscurso de sus personajes. Una vertiente menos rica es el regio-nalismo costeño o criollista, iniciado por Valdelomar, y que ten-drá su más destacado continuador en José Diez Canseco; en estavertiente se incorporan también elementos del habla popular cos-teña en el discurso de los personajes. Igualmente hay que incluir

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aquí una narrativa de la selva representada por autores como Ar-turo Hernández o Izquierdo Ríos. El regionalismo, que se mani-fiesta básicamente en la narrativa, mantendrá su posición domi-nante hasta bien entrados los años 50, continuando luego, y talvez hasta hace pocos años, en condición de secuencia residual.

Alrededor del 45 el panorama comienza a complicarse y re-sulta más difícil deslindar con precisión las diferentes orientacio-nes. Lo que sigue tendrá por ello mucho de resumen descriptivo.Por el año señalado empiezan a percibirse nuevos fenómenos enla poesía ilustrada. Se retoman muchos de los aportes de la van-guardia, aunque despojándolos en gran medida de su beligeran-cia experimental, constituyendo lo que podríamos denominar unaposvanguardia, representada por los poetas que se suele agruparen la “generación del 50” (Eielson, Romualdo, Delgado, Belli). Enla década del 60, con la apertura a influencias principalmenteanglosajonas, se produce un rebrote del afán innovador, pero orien-tado ahora ante todo al trabajo del lenguaje coloquial y de lanarratividad, en lo que podríamos denominar una neovanguardia(Cisneros, Hinostroza), propuesta cuya exacerbación representa elgrupo Hora Zero.

En el campo del relato surge lo que se suele denominar gené-ricamente como una Nueva Narrativa. Ésta implica una renova-ción nutrida de los aportes procedentes de los códigos literariosvanguardistas; la experimentación con nuevas técnicas narrativasse hace visible primero en algunos narradores del 50, en especialZavaleta, y alcanza sus mayores atrevimientos en la narrativavargasllosiana de los 60. Dentro de las nuevas tendencias narrati-vas cobra especial relevancia la narrativa urbana y su expresiónquizá más vigorosa, el neorrealismo (Congrains, el primer libro deRibeyro, parte de la obra inicial de Vargas Llosa), pero en ella ca-ben otras múltiples orientaciones (Bryce, Loayza y gran parte dela obra de Ribeyro y Vargas Llosa). Al lado de esta narrativa urba-na dominante cabe situar expresiones menos abundantes pero nomenos fecundas, como el neoindigenismo. Se trata de una narrati-va poderosamente transcultural, cuya textura está fuertemente

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impactada por categorías procedentes de su referente andino y quesuele incorporar el habla andina incluso en el discurso del narra-dor, además de recurrir a técnicas narrativas más modernas. Des-taquemos aquí a las figuras de Vargas Vicuña, Scorza y sobre todoal segundo Arguedas, cuya obra es la expresión más fidedigna delcambiante rostro de la sociedad peruana, en especial en su novelapóstuma El zorro de arriba y el zorro de abajo, visión luminosa de laandinización de las ciudades costeñas.

En los otros sistemas literarios se producen importantes nove-dades. Cada vez más numerosas recopilaciones permiten conocermejor estas literaturas antes marginadas. En el caso de la literatu-ra quechua estas recopilaciones serán inicialmente obra de hom-bres como Arguedas o el padre Lira. Desde fines de los años 60estas tareas serán crecientemente asumidas por lingüistas y an-tropólogos. Se recogerán así mitos y abundantes muestras de poe-sía popular y narrativa oral de las diversas regiones del país. Porla misma época se reivindican textos procedentes de la Colonia,que permiten un mejor conocimiento de las categorías propias delpensamiento andino: la crónica de Guamán Poma o Dioses y hom-bres de Huarochirí. Se producen a lo largo del periodo brotes de unaliteratura quechua (y también aymara) ilustrada, con la publi-cación de obras poéticas, generalmente en ediciones bilingües. Enel campo de las literaturas en lenguas amazónicas a partir de ladécada del 60 abundan también las recopilaciones de literaturaoral, a cargo igualmente de antropólogos y lingüistas. No faltantampoco recopilaciones de la producción popular en castellano,tanto costeña (las décimas), como serrana (la narrativa oral deCajamarca).

Señalemos por último que a lo largo del periodo se consoli-da el estudio riguroso de la literatura peruana, conjugando los es-fuerzos de la historia, la crítica y la teoría literarias. En este proce-so destacan figuras como las de José Carlos Mariátegui, Luis Al-berto Sánchez, Estuardo Núñez, Alberto Escobar o Antonio Cor-nejo Polar, para sólo mencionar a los más gravitantes.

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El panorama social y literario de las dos o tres últimas décadasresulta aún demasiado confuso para el ojo de un observador deprincipios del tercer milenio. Por ello, sería prematuro considerar-lo en una visión de síntesis como la presente. Queda la tarea paraestudiosos posteriores.