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CAPITULO II Historia de la Anorexia: el siglo XIX 1. Introducción La anorexia adquirió entidad nosológica a partir del siglo XIX; se adopta su denominación actual y se aísla el cuadro. También se inician experimentos tendientes a descubrir los efectos fisiológicos del ayuno prolongado y los secretos relacionados con la abstención de la ingesta. También es a partir de esta época que surgen dos hechos importantes relacionados con el tratamiento: el aislamiento y la alimentación forzada. Esta última alcanzará límites inimaginables en este siglo en aquellos enfermos que se negaban a comer. A lo largo de la historia existen registros sobre el uso terapéutico de la alimentación forzada. Tal vez uno de los primeros casos registrados es el de Agripina “La Mayor” (14 a.C. – 33 d.C.), a quien ya mencionamos en el capítulo anterior. La alimentación coercitiva a la que supuestamente fue sometida ha quedado plasmada en una obra de Giovanni Boccaccio del siglo XIV, impresa alrededor de 1450 y titulada “Des cleres et nobles femmes”. En ella podemos observar a Agripina amarrada a una mesa mientras el emperador Tiberio está parado a su lado con una espada; otro hombre trata de forzar a Agripina a comer y uno más está levantando un jarrón del piso. Agripina se casó con Julio César Germánico (nieto de Octavia, hermana del emperador César Augusto). Como el emperador Augusto deseaba que la sucesión del trono recaiga en el carismático Germánico, adoptó a Tiberio como su hijastro, pidiéndole a éste que haga lo mismo con Germánico, para así asegurar que la sucesión del trono recaiga sobre este último. Pero Germánico 43

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Page 1: CAPITULO II Historia de la Anorexia: el siglo XIXCAPITULO II Historia de la Anorexia: el siglo XIX 1. Introducción La anorexia adquirió entidad nosológica a partir del siglo XIX;

CAPITULO II

Historia de la Anorexia: el siglo XIX

1. Introducción

La anorexia adquirió entidad nosológica a partir del siglo XIX; se adopta su

denominación actual y se aísla el cuadro. También se inician experimentos

tendientes a descubrir los efectos fisiológicos del ayuno prolongado y los

secretos relacionados con la abstención de la ingesta.

También es a partir de esta época que surgen dos hechos importantes

relacionados con el tratamiento: el aislamiento y la alimentación forzada. Esta

última alcanzará límites inimaginables en este siglo en aquellos enfermos que

se negaban a comer.

A lo largo de la historia existen registros sobre el uso terapéutico de la

alimentación forzada. Tal vez uno de los primeros casos registrados es el de

Agripina “La Mayor” (14 a.C. – 33 d.C.), a quien ya mencionamos en el capítulo

anterior. La alimentación coercitiva a la que supuestamente fue sometida ha

quedado plasmada en una obra de Giovanni Boccaccio del siglo XIV, impresa

alrededor de 1450 y titulada “Des cleres et nobles femmes”. En ella podemos

observar a Agripina amarrada a una mesa mientras el emperador Tiberio está

parado a su lado con una espada; otro hombre trata de forzar a Agripina a

comer y uno más está levantando un jarrón del piso.

Agripina se casó con Julio César Germánico (nieto de Octavia, hermana del

emperador César Augusto). Como el emperador Augusto deseaba que la

sucesión del trono recaiga en el carismático Germánico, adoptó a Tiberio como

su hijastro, pidiéndole a éste que haga lo mismo con Germánico, para así

asegurar que la sucesión del trono recaiga sobre este último. Pero Germánico

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Page 2: CAPITULO II Historia de la Anorexia: el siglo XIXCAPITULO II Historia de la Anorexia: el siglo XIX 1. Introducción La anorexia adquirió entidad nosológica a partir del siglo XIX;

murió. Agripina corrió la voz de que el culpable de la muerte de su esposo fue

Tiberio y la relación entre ambos se quebró totalmente cuando Tiberio le ofreció

una manzana, supuestamente envenenada. Finalmente, Agripina fue exiliada a

la isla de Pandataria, junto a sus dos hijos. Al poco tiempo su hijo Nerón se

suicidó y su otro hijo, Druso, estando encarcelado en Roma, murió de hambre

algunos años después1.

El famoso historiador de la antigüedad, Suetonio (70 – 160 d. C.), nos cuenta

qué acciones tomó Tiberio contra Agripina:

Al fin, acusándola de querer refugiarse al pie de la estatua de

Augusto o en medio de los ejércitos, la relegó a la isla de

Pandataria, y como lo injuriara, la mandó azotar por medio de un

centurión, que le saltó un ojo. Habiendo decidido ella dejarse

morir de hambre; mandó que le abriesen por fuerza la boca para

introducirle los alimentos; mas persistió en su designio y

concluyó por sucumbir (Suetonio, LIII; 1974:161).

Si murió realmente fruto de su voluntaria inanición o por causa de las acciones

de Tiberio, no hay acuerdo entre los historiadores, pero una historia muy similar

cuenta la mayoría de sus biógrafos.

Muchos siglos pasaron desde la historia de Agripina, cuando algunos médicos

comenzaron a observar el “fenómeno” de la negativa a comer. Fleury Imbert

(1793-1851), médico y frenólogo francés, integra todo lo referido a la psique en

el papel de función cerebral, cognitiva y afectiva, y en 1840 publica, Traite

Theorique et Pratique des Maladies des Femmes, (Tratado teórico y práctico de

las enfermedades de las mujeres) situando a la anorexia gástrica y anorexia

nerviosa en el apartado de las neurosis de estómago. La anorexia gástrica

responde a una alteración del estómago mientras que la

1 SALISBURY, J.E., Encyclopedia of Women in the Ancient World, Santa Bárbara, California, ABC-CLIO, 2001.

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Page 3: CAPITULO II Historia de la Anorexia: el siglo XIXCAPITULO II Historia de la Anorexia: el siglo XIX 1. Introducción La anorexia adquirió entidad nosológica a partir del siglo XIX;

anorexia nerviosa se deriva de un trastorno cerebral. La novedad estriba en la

conexión entre disfunción cerebral y anorexia. Además, describe la anorexia

nerviosa en función de la pérdida del apetito, rechazo a comer y emaciación.2.

2 VANDEREYCKEN, W., VAN DETH, R, From fasting saints to anorexia girls: The history of self-starvation, New Cork University Press, N.Y., 1994, citado por KEEL, P. y KLUMP, K, Are

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Page 4: CAPITULO II Historia de la Anorexia: el siglo XIXCAPITULO II Historia de la Anorexia: el siglo XIX 1. Introducción La anorexia adquirió entidad nosológica a partir del siglo XIX;

En 1850 Eugène Louis Antoine Billod presenta en la Academia de Medicina de

Francia un aparato construido por M. Charrière y que fue utilizado para la

alimentación forzada de los alienados y que luego se hiciera conocido con el

nombre de bouche d’argent (buche de plata)3. El aparato estaba compuesto por

una placa metálica cóncava que permitía cerrar herméticamente la boca, una

abertura redonda que cerraba una válvula que se abría de afuera hacia adentro

y se cerraba sola; también tenía una gotera de acero fijada al labio inferior de la

placa y que se introducía en la boca del paciente entre las arcadas alveolares.

Todo el aparato era atado con sogas o sostenido con las manos, se vertía el

alimento con una cucharita, se cerraba la válvula, se cerraban las fosas

nasales del paciente y así los alimentos no podían ser expulsados por la boca.

De esta forma, el paciente era obligado a ingerirlos. Este aparato fue uno de los

instrumentos más ingeniosos utilizados para la alimentación forzada y entre los

alienistas que lo usaron se encuentra Morel4.

De esta misma época es también el trabajo de Louis-Victor Marcé (1828-1864),

médico psiquiatra del Hospital Bicetre de París, instructor de Charcot, que

describe las psicosis puerperales en 1858 y que se interesa más tarde por la

anorexia. Hace un aporte original en lo que respecta al tratamiento de la

misma; parte del delirio hipocondríaco, aislando dentro de éste una forma

caracterizada por vómitos y rechazo del alimento. La casuística de Marcé la

formaban pacientes en estado avanzado del proceso, más cerca de la catexia

que de la anorexia. A partir de este autor, se establece que los pacientes

anoréxicos no son dispépticos, sino que padecen algún tipo de alteración

mental.

El 31 de octubre de 1859, Marcé presentó ante la Sociedad Médico-Psicológica

de Francia, un caso de delirio hipocondríaco consecutivo a una dispepsia que

eating disorders culture-bound syndromes? Implications for Conceptualizing their etiology, Psychological Bulletin, 2003, Vol. 129, Nº 5, p. 752.3 Anales de Medicina de Francia, Academia de Medicina, 1850, tomo 2, p. 326.4 FONSSAGRIVES, J. B., Higiene Alimentaire: Des Malades, des convalescents et des valétudinaires, J. B. Baillière et Flis, 3º ed., Paris, 1881, p. 315-316

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Page 5: CAPITULO II Historia de la Anorexia: el siglo XIXCAPITULO II Historia de la Anorexia: el siglo XIX 1. Introducción La anorexia adquirió entidad nosológica a partir del siglo XIX;

fue publicado en los Anales de dicha Sociedad en 1860 como Nota sobre una

forma de delirio hipocondríaco consecutivo a las dispepsias. Los sujetos que

padecían este trastorno eran habitualmente, para el autor, jóvenes de sexo

femenino en el periodo de la pubertad, psíquicamente débiles, predispuestas a

la insania por sus antecedentes hereditarios y que se volvían más

impresionables por la alteración nerviosa profunda que acompañaba al

establecimiento de la menstruación, cayendo en un estado de delirio parcial,

con un debilitamiento de su energía intelectual y de sus sentimientos afectivos.

En dicho artículo destacaba que toda la energía intelectual de las pacientes se

concentraba en las funciones gástricas, eran incapaces del más mínimo

esfuerzo o de sostener una conversación fuera de sus ideas delirantes; se

resistían con tenacidad a los intentos de alimentarlas y los médicos, ante esa

resistencia, capitulaban5. También decía que los médicos no habían entendido

el verdadero significado de la obstinación de las pacientes en el rechazo del

alimento. Para el tratamiento aconsejaba, primero el aislamiento de la paciente,

lejos de su familia y de su entorno, y luego intentar desentrañar el significado

del rechazo del alimento. También consideró el uso de la alimentación forzada

si era necesario y recomendó el seguimiento de la paciente luego de la

recuperación, ya que las recaídas eran muy frecuentes. En 1862 propone que,

en casos extremos, se recurra al uso de un catéter esofágico para el

tratamiento de la sitofobia.

El artículo de Marcé ha sido analizado por J. A. Silverman quien sostiene que

ha sido este autor el primero en publicar una descripción clínica sobre el

trastorno anoréxico6. A su vez, K. Halmi sostiene que los comentarios hechos

por Marcé sobre la obstinación son las primeras descripciones de la

inflexibilidad, rigidez y testarudez, características de la personalidad en

individuos que padecen de anorexia nerviosa7.

5 Marcé, L-V. Note sur une forme de délire hypochondriaque consécutive aux dyspepsies et caractérisée principalement par le refus d´aliments. Ann. Clin. Psychiatry, 1860; Vol. 6. p.15-28.6 SILVERMAN, J. Louis-Victor Marce, 1828-1864 ; anorexia nervosa’s forgotten man. Psychological Medicine, 1989, Vol. 19, p. 833-835.7 HALMI, K. Eating Disorders: Defining the phenotype and reinventing the treatment, American Journal of Psychiatry, Nº 156, Vol. 11, p. 1673-1675.

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Durante este siglo, otro autor que destacó en el tema fue Bénédict Augustin

Morel8. Junto con Marcé podemos considerarlo pionero de la terapia del

aislamiento. Uno de los casos que cita este autor en 1860 es el de una mujer

que al preguntársele la razón de su rechazo a alimentarse responde que lo que

le sucedía es que creía que en el plato estaba la carne de sus hijos y en la

copa de vino la sangre de los mismos. A este cuadro se lo denominó sitofobia,

y remitió cuando Morel se dio cuenta que la mujer quería estar con sus hijos y

los hizo traer. Así, Morel destacaba la importancia de conocer la causa del

temor y del rechazo de los alimentos. En el tratamiento utilizó el aislamiento y

la alimentación forzada durante seis semanas.

Los desórdenes alimentarios comenzaron a tener mayor frecuencia. W.S.

Chipley, un psiquiatra norteamericano, fue quien acuñó el término sitofobia ya

mencionado, para denominar el miedo a los alimentos y describir el rechazo a

los mismos en pacientes que creían que los alimentos se encontraban

envenenados o que alegaban que fuerzas sobrenaturales los obligaban a no

comer9. Este mismo autor, en 1860, describió casos de extrema emaciación

entre mujeres quienes rechazaban alimentarse en función de su sitofobia, aún

sufriendo de terribles dolores en función del hambre que padecían. Atribuyó

esos ayunos extremos a un deseo de atención y notoriedad10.

Otro forma de desorden alimentario fue la “clorosis” o enfermedad verde,

denominación que surgió del tinte verdoso que adquiría la piel de los pacientes

que la padecían. Otros autores11 sostienen que el término “verde” podría

también referirse a la juventud de los pacientes quienes en su mayoría eran

mujeres. Los síntomas de la clorosis, además de la falta de apetito, incluían

dolores de cabeza, respiración entrecortada y fatiga. Luego que se

desarrollaran los análisis de sangre, se encontró que algunas jóvenes con

8 FONSSAGRIVES, J. B., Higiene Alimentaire: Des Malades, des convalescents et des valétudinaires, J. B. Baillière et Flis, 3º ed., Paris, 1881, pág. 3109 BEMPORAD, Jules R, Cultural and Historical aspectos of eating disorders, Theoretical Medicine 18, 1997, p. 1010 KEEL, P. y KLUMP, K, Are eating disorders culture-bound syndromes? Implications for Conceptualizing their etiology, Psychological Bulletin, 2003, Vol. 129, Nº 5, p. 752.11 LOUDON, I, The disease called chlorosis, Psychological Medicine, 1984, vol. 14, p. 27-36

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clorosis eran anémicas, por eso, luego de 1870, esta enfermedad también se

denominó cloroanemia.

La otra forma común de desorden fue la histeria. Veith12 señala la pérdida de

apetito como un aspecto frecuente en la presentación de la misma. Sin

embargo, los pacientes generalmente explicaban su disminución de apetito

como consecuencia de una presión en la boca del estómago y su cuadro

raramente terminaba en una extrema emaciación o en la muerte del paciente.

Además, la histeria se presentaba con otros síntomas característicos: parálisis,

anestesia o hiperestesia, confusión mental, ataques y, ocasionalmente,

alucinaciones.

Uno de los casos más resonantes de esta época fue el

de Sarah Jacob (1857-1869), citado por William

Alexander Hammond en su libro “Fasting Girls”

publicado en 1879. La historia de Sarah fue reproducida

en varios libros, incluso hasta el presente. También

podemos encontrar su biografía en la Welsh Biography

de 195913.

Sarah Jacob era hija de granjeros de Lletherneuadd-

ucha (oeste de Wales, Inglaterra). Tres meses antes de cumplir los diez años

comenzó a tener dolores de estómago, espasmos y convulsiones de tipo

epileptiformes. Fue atendida y sus síntomas continuaron durante ocho meses;

en octubre de 1857 la niña se alimentaba sólo con un pequeño trozo de

manzana hasta que dejó de ingerir incluso eso. El caso comenzó a llamar la

atención de los vecinos, quienes comenzaron a visitarla y a llevarle todo tipo de

regalos y donaciones. Según quienes la vieron, siempre se encontraba en su

lecho vestida como una novia y con adornos de cintas. Las visitas comenzaron

a aumentar; incluso un sacerdote local, escéptico en un principio, se convenció

12 VEITH, I, Hysteria: The History of a Disease, New Jersey, Aronson, 1965, citado por Bemporad, Jules, ib. id., p. 10.13 Wilkinson (1870), Fowler (1871), Jones (1904), Cule (1967), Stacey (2002), Busby (2003), etc.

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Page 8: CAPITULO II Historia de la Anorexia: el siglo XIXCAPITULO II Historia de la Anorexia: el siglo XIX 1. Introducción La anorexia adquirió entidad nosológica a partir del siglo XIX;

que el caso era auténtico. Se comenzaba a rumorear que Sarah tenía poderes

milagrosos.

En marzo de 1869 se realizó la primera visita oficial a la casa de la niña con el

objeto de comprobar si se trataba de un fraude. Siete hombres se encargarían

de vigilar a Sarah durante el mes de abril, que luego se redujeron a cuatro. De

ellos, Thomas Davies fue el más escéptico y permaneció doce días controlando

contínuamente a Sarah; le solicitó al médico Robert Fowler que examinara a la

niña. Los detalles de dicha visita fueron publicados en The Times el 7 de

septiembre de 1869. Fowler estaba convencido que se trataba de un caso de

histeria de simulación y que la niña engañaba a sus padres. Pero al tratar de

convencer a sus padres que podía curarla se encontró con la férrea resistencia

de Evan Jacob, padre de Sarah, quien sostenía que sólo Dios podía curar a su

hija.

John Griffith, un periodista que había visitado a Sarah en dos oportunidades,

intervino en medio del revuelo que el caso estaba generando. Sostuvo que no

se trataba de opiniones de la gente común, sino que el tema debía ser tratado

por hombres de ciencia. Se pidió la intervención de un médico del Guy’s

Hospital de Londres para realizar una nueva guardia sobre Sarah, se reunieron

varios especialistas y se fijaron las reglas para el control de la niña, sin dejar

posibilidad a ser engañados.

El 9 de diciembre de 1869 iniciaron el control con el consentimiento de sus

padres. Sarah fue sometida a una supervisión estricta de las enfermeras del

Guy’s Hospital, a quienes se les ordenó no negar alimento a la joven si lo

solicitaba, pero sí tomar nota de cada cosa que hiciera. El 15 de diciembre

Sarah amaneció con los ojos hundidos, era incapaz de leer y su voz se

encontraba debilitada. Intervino el sacerdote para solicitar a los padres que

pusieran fin a dicha situación y que retiraran a las enfermeras del lugar, a lo

cual se negaron. Los médicos intentaron convencer a los padres de detener la

situación, pero sin ponerse de acuerdo entre ellos sobre cual era la decisión a

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Page 9: CAPITULO II Historia de la Anorexia: el siglo XIXCAPITULO II Historia de la Anorexia: el siglo XIX 1. Introducción La anorexia adquirió entidad nosológica a partir del siglo XIX;

tomar. Algunos les dijeron a los padres que la niña estaba muriendo, otros

sostuvieron que no había peligro, pero los padres igualmente se negaron a

asistir a la niña insistiendo en que ellos habían visto ayunar a su hija por

períodos similares y que sus actuales síntomas no tenían nada que ver con

eso.

El 17 de diciembre Sarah comenzó a delirar y despedía un olor particular que

Hammond denomina “el olor del ayuno”; a la madrugada hicieron acostar a su

hermana a su lado para brindarle calor. Una enfermera les pidió a los padres

que le permitieran darle agua o brandy a la niña, pero se negaron; el padre de

Sarah sostuvo que no podía hacerse nada por ella. Al cambiar el turno de la

madrugada, la niña parecía en estupor, los padres se retiraron de la habitación

y finalmente, Sarah Jacob murió luego de las tres de la madrugada14.

2. Ernst-Charles Lasègue (1816 - 1883)

En 1873 el médico psiquiatra francés Charles Lasègue

publicó su trabajo “Anorexia histérica” que

posteriormente fue editado junto a otros trabajos por la

editorial Asselín & Cie en 1884.

Un año más tarde Sir William Gull publicó un trabajo de

características similares, pero bajo el título “Anorexia

nerviosa”, término que prosperó y se mantuvo hasta nuestros días.

Si bien existen diferencias entre estos dos trabajos y los planteamientos

actuales, también pueden destacarse algunas observaciones importantes,

como el hecho de que las pacientes presentaban, durante algún tiempo, buena

salud, gran actividad sin cansancio pese a lo reducido de la ingesta y,

especialmente, la insistencia en el origen mental del cuadro, lo que llevó a

Lasègue a pensar en un tratamiento psicológico.

14 BRUMBERG, J.J., Fasting girls: the history of anorexia nervosa, Penguin Books, New York, 1988, pag. 65, citando a Hammond, 1876.

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Para el análisis de De l’anorexie hystérique, de Lasègue, seguimos la

traducción al español realizada por José Martínez Martínez, de la Universidad

de Murcia, España15.

Lasègue y la psiquiatría de su época

Lasègue no comienza su historia académica como médico sino como

licenciado en letras. Fue a raíz de su amistad con Morel y Bernard que

incursionó en la medicina. Fue nombrado interno de los hospitales de Paris en

1839 y luego Bernard lo invita a realizar un curso en la Salpêtrière, en el

servicio de J. P. Falret, otro reconocido psiquiatra de esa época.

Posteriormente a su paso por dicho servicio, Lasègue comenzó sus estudios de

medicina.

Los artículos que publicó entre 1844 (año de presentación de su tesis) y 1848

dan cuenta sobre su interés por la problemática y terapéutica de cuadros

mentales. En 1848 es enviado a Rusia para estudiar la evolución de la

epidemia de cólera. En dicho país se interesa por el funcionamiento de los

establecimientos de alienados.

Cuando regresa de Rusia comienza su carrera psiquiátrica. Es designado

Inspector General Adjunto de los Manicomios y posteriormente, médico de la

Prisión Preventiva Especial de la Prefectura de Policía. Este puesto implicaba

que Lasègue debía determinar quien podía trabajar y quien debía ser

encerrado, dado que se había destacado como un verdadero experto en

medicina legal; dentro de sus funciones estaba establecer el comienzo de los

desórdenes mentales y, en consecuencia, el fin de la responsabilidad civil de

los individuos. De esta época se destacan trabajos sobre distintos tipos de

delirios.

15 LASÈGUE, Ch. Anorexia histérica. Psiquiatría.com (revista electrónica), septiembre 1999. Acceso el 10.12.2006, 3 (3); (22 pantallas). Disponible en: http://www.psiquiatria.com/psiquiatria/vol3num3/art_7.htm

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Page 11: CAPITULO II Historia de la Anorexia: el siglo XIXCAPITULO II Historia de la Anorexia: el siglo XIX 1. Introducción La anorexia adquirió entidad nosológica a partir del siglo XIX;

En 1853 obtiene el título de catedrático y en 1854 su nominación como médico

de los Hospitales. Luego de varios años de enseñanza y de su profundo

contacto con los problemas psiquiátricos, cambia la orientación de su carrera

hacia lo somático. En 1867 es nombrado profesor de Patología General y en

1869 de Clínica Médica en la Pitié, cargo que ocupó hasta su fallecimiento en

1883.

La descripción que realiza de la anorexia histérica, en 1873, se ubica,

entonces, al final de su carrera16.

La anorexia histérica de Lasègue

Lasègue sostenía que no se conseguiría completar el conocimiento de las

afecciones histéricas hasta tanto no se hubiera aislado cada uno de los grupos

sintomáticos y se los hubiera estudiado profundamente. Luego de realizado

este trabajo, se deberían reagrupar los fragmentos y recomponerse la totalidad

de la enfermedad.

Aseguró también que el complejo sintomático que se observaba en pacientes

anoréxicas no podía ser considerado como un accidente excepcional. En

algunos casos la histeria se manifestaba a través de trastornos digestivos, tales

como vómitos repetidos y/o irrefrenables, dolores gástricos, hematemesis,

estreñimientos, diarreas, etc., que eran diferentes entre sí por su evolución o

por cualquier otra característica. Lasègue fijó su interés en “los extraños

desarreglos del apetito”; considerando que sería posible intentar una

clasificación de este tipo de anomalías, pero sin ocuparse de esta tarea por no

haber observado una gran cantidad de casos.

16 RAIMBAULT, G., ELIACHEFF, C, Las indomables: figuras de la anorexia, Nueva Visión, Buenos Aires, 1991, p. 15 y 16

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Page 12: CAPITULO II Historia de la Anorexia: el siglo XIXCAPITULO II Historia de la Anorexia: el siglo XIX 1. Introducción La anorexia adquirió entidad nosológica a partir del siglo XIX;

El objetivo que tuvo al escribir este artículo fue hacer conocer una de las

formas de la histeria de locación gástrica: la anorexia. Sostuvo, también, que

podría reemplazarse el uso del término anorexia por el de inanición histérica,

ya que representaría mejor la parte más llamativa de estos casos, pero prefirió

aquel término porque se relaciona con una fenomenología menos superficial,

más afinada y más médica. Sostenía que, aunque el término de anorexia se

haya adoptado generalmente para representar un estado patológico, no tiene

su equivalente fisiológico y no hay expresiones que sirvan para designar los

grados o variedades de la inapetencia; para Lasègue, la pobreza del

vocabulario respondía a la insuficiencia del conocimiento.

En ciertos casos, el apetito había quedado anulado y lo único que sentía el

enfermo era que carecía de algo que lo incitara a comer, un sentimiento

penoso; sin embargo, esta situación no era equivalente a presentar una

repugnancia invencible. En otros casos, el enfermo sí presentaba una repulsión

más o menos fuerte hacia determinados alimentos; en otros, toda sustancia

alimenticia, sin importar cual, provocaba asco. Entonces, por generalizada que

fuera la inapetencia, presentaba siempre una escala gradual y los alimentos no

eran siempre rechazados indistintamente ni con la misma insistencia.

Por otra parte, algunas histéricas presentaban “falsos apetitos”, tan intensos

como el hambre que afectaba a algunos diabéticos. Las enfermas partían de la

idea de que su malestar se debía a la inanición y que conseguirían superarlo

comiendo. En sentido inverso, a esta suposición se contraponía la disminución

del apetito y la convicción de que la comida les resultaría perjudicial. Si

actuaban dócilmente, intentaban comer y continuaban alimentándose con la

intención de restablecerse, aún a costa de sufrir; en cambio, las pacientes

histéricas no eran dóciles, se preocupaban por evitar un dolor hipotético y

temido de antemano, mantenían el tratamiento y se abstenían de comer.

Lasègue describió el cuadro en los siguientes términos:

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“Una joven entre 15 y 20 años se siente presa de una emoción que declara o disimula.

Lo más a menudo se trata de un proyecto real o imaginario de matrimonio, de una

contrariedad derivada de cualquier afecto o incluso de cualquier aspiración más o

menos consciente. En otras ocasiones, se tiene que limitar uno a hacer conjeturas

sobre la causa desencadenante, bien sea porque la joven tenga interés en encerrarse

en el mutismo tan habitual en las histéricas, o porque no es consciente del motivo

originario. Después veremos que, entre estas causas múltiples, muchas de ellas

pueden pasar desapercibidas.

Siente un malestar inmediato después de haber ingerido un alimento: vagas

sensaciones de empacho, angustia, gastralgia, bien sea post prandium o manifestada

ya desde el inicio de la comida. Ni ella ni las personas en su entorno le dan la más

mínima importancia, pues no resulta de ello ningún malestar duradero.

Al día siguiente, se repite la misma sensación y continúa, tenaz e insidiosa, durante

varios días. La enferma se convence a si misma que el mejor remedio contra estas

molestias indefinidas y extremadamente desagradables consiste en disminuir los

alimentos. Hasta aquí, no ha sucedido nada de extraordinario. No existe ninguna

persona afectada de gastralgia que no haya sucumbido a la tentación hasta que llega a

adquirir la certeza de que la privación relativa de alimentos no sólo no le va a ser

provechosa, sino que agrava sus dolencias. En la histérica, las cosas suceden de otra

manera. Reduce su comida poco a poco, ya sea pretextando un dolor de cabeza, una

inapetencia momentánea o manifestando el temor de que se repitan las impresiones

dolorosas que siguen a la comida. Al cabo de algunas semanas, ya no se trata de

repugnancias que se suponen pasajeras, sino de un rechazo a la alimentación que se

prolongará indefinidamente. Se ha declarado la enfermedad, que va a seguir su

marcha de una manera tan fatal que es fácil pronosticar el porvenir.

¡Ay del médico que, desconociendo el peligro, trata esta obstinación, que espera curar

con medicamentos, con consejos amistosos, o con el recurso, todavía menos indicado,

a la intimidación, como si fuera una fantasía sin consecuencias, como algo que va a

durar poco! Con las histéricas, nunca se puede corregir un primer error médico. Al

acecho de los juicios que se emiten sobre ellas y sobre todo de la actitud de la familia,

no perdonan y, una vez que consideran que se han roto las hostilidades, se atribuyen

el derecho a continuarlas con una tenacidad implacable. En este período inicial, la

única conducta racional es observar, callarse y no olvidar que, cuando la privación

voluntaria de alimentos se prolonga varias semanas, se ha convertido en un estado

patológico de larga duración”.

Este autor sostuvo que el tipo de gastralgia con el que podía iniciarse el cuadro

descrito debía incluirse dentro de la lista de las neurosis histéricas localizadas.

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Se preguntaba si la sensación dolorosa se debía a una lesión estomacal o si

era sólo la manifestación refleja de una perturbación del sistema nervioso

central. Al respecto, entendió que la angustia precordial, el sentimiento de

opresión y de contracción epigástricas que también se producían por efecto de

emociones fugases, se podían encontrar en numerosas enfermedades

cerebroespinales. También la vinculó con la ansiedad relacionada con alguna

causa moral que la provocaba. Este tipo de sensaciones podía ir acompañada

por aprensión y semi vértigo, que se agravaban con la ingesta de comida. Por

eso el primer pensamiento del enfermo era que padecía algún tipo de

enfermedad estomacal.

De allí que debía tratar de individualizarse los caracteres de la gastralgia para

poder diferenciarla de las irritaciones dolorosas del estómago, dado que esta

última no iba acompañada de la “inquietud” que caracterizaba a la primera,

tenía una aparición repentina, no había estado precedida por trastornos

gradualmente crecientes y porque no iba seguida de manifestaciones

dispépticas. Además, en estas últimas, el funcionamiento intestinal se mantenía

indemne ya que la naturaleza de los alimentos no ejercía una verdadera

influencia y las características del dolor no se parecían en nada a los

generados por una lesión estomacal, por superficial que ésta fuera.

Por ende, para Lasègue resultaba primordial realizar un primer diagnóstico

diferencial en la forma que se describió en los párrafos precedentes.

A este primer período, el de la instalación de la patología, seguía otro en el cual

la histérica no dudaba en afirmar que la única posibilidad de alivio consistía en

no comer. Otros remedios que podían utilizarse en las gastralgias no producían

ningún tipo de alivio en este tipo de cuadros. Lasègue asignaba valor a otra

razón: a estas alturas la enferma había perdido la sensación de apetito, y

hubiera necesitado, para acceder a alimentarse, haber vencido el temor al dolor

en el caso de ingesta. Pero la enferma, lejos de debilitarse o de entristecerse

desarrollaba una especie de vivacidad que no era la habitual en ella.

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Así, la repugnancia a alimentarse seguía su marcha lentamente, pero

progresaba. Cada vez más la enferma iba reduciendo la ingesta; en general

dejaba una sola comida al día, iba suprimiendo alimentos, podía llegar a

reemplazar algunos, pero finalmente termina rechazando todos.

Según Lasègue, esta situación podía prolongarse durante semanas y meses

sin que el estado general de la salud pareciera influenciado; no se producía

aumento de la sed, la lengua permanecía limpia y el estreñimiento desaparecía

con ayuda de laxantes. Incluso el sueño se mantenía más o menos regular. A

pesar de que la ingesta se reducía, en algunos casos, al diez por ciento de la

dieta habitual antes del cuadro, no se registraba aún pérdida de peso. La

explicación que encontraba Lasègue era que, al haber ido reduciendo la

ingesta en forma paulatina, el metabolismo de la enferma se había adaptado.

Tampoco se comprobaba disminución en la fuerza muscular; la enferma

continuaba activa físicamente y no acusaba cansancio. No observaba signos

visibles de clorosis o de anemia, aunque admite que la mayoría de estas

enfermas eran cloroanémicas antes de presentar el cuadro, en mayor o en

menor medida.

También realizaba Lasègue una pertinente observación respecto al entorno

familiar de la enferma: si bien su situación no variaba en lo que respecta a la

anorexia y al rechazo de alimentos, la actitud de su entorno comenzaba a

modificarse a medida que el cuadro avanzaba. Paralelamente, su estado

mental se manifestaba con mayor claridad.

Transcribimos a continuación las siguientes observaciones del autor respecto a

la actitud del médico:

“En caso de que el médico hubiera prometido una mejoría rápida o no hubiera

sospechado de antemano la mala voluntad de la enferma, haría ya mucho tiempo que

había perdido su autoridad moral. Sin embargo, la enferma acepta excepcionalmente la

administración de cualquier medicamento. Cuanto más se resiste a la toma de

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alimentos, tanto más dócilmente se presta a ingerir los remedios menos atractivos. He

visto a algunas que incluso se deleitaban masticando trozos de ruibarbo y que no hubo

manera de hacerles que se decidieran a saborear una buena costilla. Los estimulantes

gástricos más activos, los purgantes, benignos o drásticos, las aguas minerales

digestivas quedan sin efectos útiles o perjudiciales. Esto mismo sucede con los

estimulantes de amplio espectro, con las gomas fétidas, con la valeriana, con la

hidroterapia, con las duchas a temperatura variada, e incluso con los reconfortantes,

los ferruginosos, las especialidades cutáneas, etc. El único servicio que proporcionan

los laxantes es el de suprimir el estreñimiento, sin embargo, con los otros preparados

tan siquiera se consigue una atenuación de la anorexia”.

De este párrafo podemos colegir cuáles eran en esta época los tratamientos

más frecuentes para lo que se denominaba anorexia. Lo revolucionario en

Lasègue es que introduce el componente mental como un factor clave, al

invocar, desde el principio, la necesidad de llevar adelante un diagnóstico

diferencial que permita descartar una dolencia fisiológica del cuadro histérico.

Veamos:

“Cuando, después de varios meses, la familia, el médico y los amigos se dan cuenta de

la ineficacia inalterable de todos los esfuerzos, comienza la inquietud y con ella el

tratamiento psicológico. Es en este momento cuando se va a perfilar la perturbación

mental, que es casi característica por sí misma y que justifica la denominación que, a

falta de otra mejor, he propuesto de anorexia histérica.

La familia no dispone más que de dos métodos que agota siempre: rogar o amenazar,

y que sirven, tanto el uno como el otro, de piedra de toque para probar la bondad o

maldad de la situación. Se multiplican los primores que sirven a la mesa con la

esperanza de despertar el apetito, cuando más aumenta la solicitud, más disminuyen

las ganas. La enferma prueba despectivamente los manjares nuevos y, después de

haber dejado constancia así de su buena voluntad, se considera algo así como libre de

la obligación de hacer nada más. Se le suplica, se le pide, como un favor, como una

prueba soberana de afecto, que se resigne a añadir un solo bocado suplementario a la

comida que se empeña en haber terminado. El exceso de insistencia provoca un

aumento de la resistencia. Es una ley bien conocida y experimentada por todos, que el

mejor medio de doblegar la obstinación de las histéricas es dejar caer la suposición,

expresada explícita o implícitamente, que si ellas quisieran podrían dominar sus

impulsos enfermizos. Una sola concesión les haría pasar del estado de enfermas al de

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niñas caprichosas; no obstante, nunca aceptarán esta concesión, mitad por instinto

mitad por una idea preconcebida”.

Poco a poco la anorexia de la paciente se iría convirtiendo, en aquellas familias

involucradas, en el objetivo primordial de sus preocupaciones y sus

conversaciones, que iría formando una “atmósfera alrededor de la enferma que

la envuelve y de la que no se escapa durante ningún momento del día”.

Según Lasègue, “la afección no depende exclusivamente de un vicio patológico

del carácter. Es un hecho que las histéricas, bajo el influjo de sensaciones que

recuerdan en más de un aspecto las impresiones de los hipocondríacos y las

ideas delirantes de los alienados, son incapaces de liberarse de este yugo

mediante el solo esfuerzo de su voluntad”. Sin entrar en el análisis de la histeria

en sí, dado que no es nuestro propósito ahora, resulta importante destacar que

la postura de Lasègue introduce un cambio radical en la forma en que la

medicina de esta época miraba a las histéricas, dejando sentado que no se

trataba ni de simulación ni de capricho, sino de una patología.

Con el avance de la enfermedad, la anoréxica de Lasègue iba concentrando su

atención en sí misma, sumiéndose en un ensimismamiento “funesto” e

ingresando en una nueva fase, acompañada del cansancio del entorno a causa

de las súplicas infructuosas:

“¿Qué se puede decir aparte de que la enferma no puede vivir con una cantidad de

alimentos que no sería suficiente ni para un niño de corta edad? La enferma responde

que su comida le es suficiente y que, por otra parte, ni ha cambiado ni adelgazado,

nadie le puede reprochar que haya escondido el bulto a la hora de realizar una tarea o

de enfrentarse a un esfuerzo; no hay nadie que sepa mejor que ella lo que necesita.

Por otra parte, le sería imposible tolerar una alimentación más abundante.

Si se le dice que la falta de comida provocará a la larga una enfermedad del estómago,

responde que nunca se ha encontrado mejor, que no siente dolor alguno y que su

bienestar pone en entredicho tales rumores.

En este período se han atenuado o disipado ya los dolores del principio y, en caso de

que vuelvan a aparecer, lo harán espaciados por largos intervalos o con intensidades

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fácilmente tolerables. Un argumento más a favor del régimen al que la enferma

atribuye su mejoría.

Por otra parte, el ayuno no es absoluto y no tiene nada de común con el rechazo a los

alimentos de los melancólicos. La anorexia no se ha agravado y, sobre todo, no se ha

convertido en una inapetencia análoga a la que afecta a los tísicos y a muchos

cancerosos. Siempre que se la deje tomar lo que más le plazca, la enferma participa de

buen grado en las comidas de la familia.”

Lasègue analizó el estado mental de la histérica y lo definió como una

“complacencia casi patológica”: no aspira a la curación y, además, se

encuentra conforme con la situación, a pesar de todas las contrariedades que

le ocasiona, en un estado que comparó con la obstinación del alienado. La

fórmula con la que Lasègue sintetiza el pensamiento de la enferma es: “no

sufro, luego me encuentro bien” con la que reemplazó la anterior de “no puedo

comer porque sufro”. También considera que la histeria gástrica no se

diferencia de otros cuadros histéricos, frente a los cuales el médico se

encontraba con un tipo de indiferencia similar, donde la enferma no pedía que

se le suprimiera el síntoma: “se queja formando coro al unísono con los que se

compadecen de ella, pero, cuando se trata de luchar activamente contra el mal,

aporta al tratamiento más despreocupación que celo”.

Esta segunda etapa de la enfermedad presentaba las siguientes

características: ausencia de apetito, temor de una sensación indefinida,

rechazo absoluto y creciente a intentar alimentarse. La obstinación podía durar

meses e incluso años, pero finalmente, la tolerancia del metabolismo se

agotaba y la enfermedad ingresaba en su tercer estadio.

Lasègue ubica el comienzo de esta fase con la interrupción definitiva del

período menstrual de las enfermas (que ya se presentaba en forma irregular e

insuficiente hasta ese momento) y con la aparición de la sed. Estos dos

síntomas eran a su vez signo de complicaciones inminentes, que podían

descubrirse a través del chequeo médico: retracción de las paredes

abdominales, disminución de la elasticidad, dolor por presión en la región

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epigástrica, estreñimiento persistente pese a la ingesta de laxantes, piel seca,

rugosa y sin flexibilidad, pulso acelerado.

A partir de esta tercera etapa el adelgazamiento realizaba rápidos progresos y

era seguido por el debilitamiento general. La enferma comenzaba a adoptar la

posición decúbito y si se levantaba sufría vértigos o crisis de síncope. Su cara

se volvía pálida, sus labios habían perdido la coloración. Podía presentar

también síntomas cardíacos, de origen anémico. La aparición de estos

síntomas ya no le pasaba desapercibido a nadie, la familia comenzaba a

inquietarse aún más y la situación era desesperante. Lasègue describe la

situación familiar con los siguientes términos:

“Que nadie se sorprenda si ve que, en contra de mis costumbres, establezco siempre

un paralelismo entre el estado mórbido de la histérica y las preocupaciones de su

entorno. Estos dos términos son complementarios y se tendría una noción errónea de

la enfermedad si limitáramos nuestra atención a la enferma. Desde el momento en que

interviene un elemento social, cuya existencia está aquí fuera de duda, el medio en el

que vive la enferma ejerce una influencia que sería tan lamentable omitirlo como

desconocerlo. Se ha pasado de la aflicción verdadera y sincera a los reproches: la

histérica ha ingresado ahora en la categoría de enferma, más por la fuerza de los

sentimientos que por la situación que se crea al surgir el nuevo agravamiento de la

afección, y ya no se encuentra entre los que se mueven libremente en la vida ordinaria.

Me ha parecido que este cambio inconsciente en las posiciones respectivas de la

enferma y de sus familiares desempeñaba un gran papel. La joven comienza a

inquietarse por el entorno entristecido que la rodea y su indiferencia satisfecha se

desconcierta por primera vez: si, previendo el porvenir, ha asumido la responsabilidad

de seguir asistiéndola, le ha llegado al médico el momento de recuperar su autoridad;

ya no se acepta el tratamiento con una condescendencia pasiva, se le recibe con una

ansiedad que la enferma todavía quiere disimular. Es curioso seguir y fácil de

constatar, si no se deja traslucir nada de lo que se está comprobando, la lucha que se

inicia entre el pasado y el presente”.

En esta etapa Lasègue describía dos tipos de situaciones distintas: la paciente

que se vuelve obediente y aquella que adopta una actitud de semidocilidad,

siendo esta tendencia la más común en la mayoría de los casos y que

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complicaba bastante la situación. Le resultaba sencillo restablecer el

funcionamiento regular del estómago que había sido sometido a tanto tiempo

de inactividad y en dicha tarea se atravesaba por períodos de éxito y de

fracaso, llegando, incluso a resultados insatisfactorios. Algunas pacientes,

incluso, no habían logrado recuperar la capacidad de nutrirse normal, pero

continuaban viviendo sin que su salud hubiera quedado afectada

profundamente. También sostenía Lasègue que, en algunos casos, algún

acontecimiento inesperado podía interrumpir el decurso de la enfermedad,

como ser una boda, un embarazo, una aflicción o perturbación moral profunda,

etc.; pero si bien en algunos casos estas situaciones podía implicar que la

enferma mejorara de su anorexia histérica, otras en cambio se resistían. En

suma, como tesis general proponía que el cambio hacia la mejoría resultaría

lento, por “sucesivas sacudidas” y aconseja al médico no asegurar que pueda

llegar al grado de mejoría óptima.

En este artículo Lasègue sostenía que no había observado casos que hubieran

terminado directamente con el fallecimiento de la paciente; si bien reconoció

que la histeria, en si misma, no era mortal, advertía que podía convertirse en la

causa ocasional o indirecta de enfermedades con desenlace fatal, como por

ejemplo, la tuberculosis pulmonar. Tampoco observó, en los ocho casos que

sirvieron de base a su artículo, que las enfermas, luego de recuperadas, hayan

recidivado, aunque sí mantuvieran una actitud extraña hacia la alimentación y,

por lo general, muy bajo peso.

En cuanto a la duración de la enfermedad, incluyendo todas las fases

descriptas, nunca la consideraba menor de dieciocho meses a dos años17.

Lasègue jamás prescribió el aislamiento como método terapéutico18.

3. Sir William Gull (1816 – 1890)17 LASÈGUE, Ch. Anorexia histérica. Psiquiatría.com (revista electrónica), septiembre 1999. Acceso el 10.12.2006, 3 (3); (22 pantallas). Disponible en: http://www.psiquiatria.com/ psiquiatria/vol3num3/art_7.htm. Traducción del artículo publicado en Archivos Generales de Medicina, Paris, abril de 1873.18 RAIMBAULT, G., ELIACHEFF, C, Las indomables: figuras de la anorexia, Nueva Visión, Buenos Aires, 1991, p. 20.

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William Gull, médico del Guy’s Hospital of London, se

destacó en varias áreas de la medicina. Aquí vamos a

explorar su contribución al estudio de la anorexia, en

particular, el artículo publicado en 1874, Anorexia nervosa

(apepsia hysterica, anorexia hysterica)19.

Si bien su artículo apareció un año después que el de

Ch. Lasègue, algunos autores citan una conferencia de

Gull de 1868, donde presentó un trabajo en el congreso

anual de la British Medical Association, en el cual afirmó lo siguiente:

“En el estado actual de los diagnósticos representan ante todo una inferencia basada

en los conocimientos acerca de la predisposición de diversos órganos a cierto tipo de

lesiones: en ausencia de afecciones tuberculosas y con apepsia de tipo histérico

debemos evitar el error de hipotetizar la presencia de una alteración mesentérica en las

jóvenes gravemente deprivadas a causa de tal enfermedad”20.

Esta conferencia sería el antecedente del artículo publicado en 1874, en las

Transactions of the Clinical Society of London, al cual nos referimos, en donde

acuñaría el término de “anorexia nerviosa”, cuyo uso prevalecería hasta

nuestros días. Un año antes de esta publicación, el 24 de octubre de 1873, Gull

anuncia dos reportes en una conferencia en la Sociedad Clínica de Londres. El

primero se tituló: “On a Cretinoid State supervening in Adult Life in Women”,

gracias al cual la myxoedema se conoce también como “enfermedad de Gull”.

En el segundo, “Anorexia hysterica (Apepsia hysterica)” podemos leer lo

siguiente:

“En el artículo citado se prefiere el término anorexia al de apepsia, porque se adapta

mejor a los hechos. El alimento ingerido hasta los estadios extremos es asimilado

correctamente. El doctor Lasègue, del hospital parisino La Pitié en el pasado abril ha

19 GULL, W.W., Anorexia nervosa (apepsia hysterica, anorexia hysterica), Transactions of the Clinical Society of London, 1874, 7: 22-28.20 SANFELIU, I., CAPARROS, N, La anorexia, una locura de del cuerpo, Biblioteca Nueva, Madrid, 1997, p. 33.

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publicado observaciones sobre tal estado… definiéndolas como anorexia histérica. El

doctor Lasègue parece ignorar la referencia a estos trastornos hecha por parte del

autor del artículo citado; ya que resulta ser que las afirmaciones de Lasègue son más

que convincentes, se puede afirmar que se establecieron con toda independencia”21.

Muchos autores han debatido sobre a quien corresponde atribuir la paternidad

del uso del término anorexia, si a Lasègue o a Gull, sin que haya un acuerdo

definitivo. Por ejemplo, Walter Vandereycken afirma que el así llamado por Gull

descubrimiento de la “apepsia histerica” en 1868, no es más que su propia

reinterpretación de esta oscura y supuesta referencia al trastorno, la cual hizo

para poder sostener su prioridad en el descubrimiento de esta nueva

enfermedad. Gull, en 1859, habría acuñado el término factitious urticaria y

pretendía también apadrinarse el de la anorexia, refiriendo este trabajo de

186822.

3.1. Gull, la corte y las teorías conspirativas

La vida de Sir William Withey Gull reviste interés no sólo desde el punto de

vista médico, sino también, policial. Muchos lo han señalado como el auténtico

“Jack, the ripper”, el destripador, el asesino serial que aterrorizó a Londres

durante 1888 con sus siniestros crímenes.

Las habladurías que circulaban en Torpe-Le-Soken (el barrio de su niñez)

sostenían que Gull no había fallecido cuando oficialmente se anunció. Su

funeral fue calificado como “fingido”, y habría sido enterrado de noche, varios

años después de la fecha oficial. Se creía que la monarquía lo había

persuadido de asesinar a aquellos que estuvieran involucrados en incidentes

desagradables que comprometieran al trono. En 1988 se estrenó una película

(producida por David Wickes) basada en el libro Final Solution de Stephen

Knight, pero las evidencias de que efectivamente Gull haya sido Jack el

21 SANFELIU, I., CAPARROS, N, ib.id., p. 34.22 VADEREYCKEN, W., Tribute to Lasègue, (letters to the editor), The American Journal of Psychiatry, 158, 2001, p. 2092.

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destripador son escasas. A pesar de los rumores, en la capilla del Guy’s

Hospital se lo recuerda con una placa que dice:

“(su) perspicacia instintiva, firme paciencia, método exacto, recursos dispuestos, y

sobre todo sincera compasión. Cada uno y todos se llevaron su influencia para

apoyarse en su trabajo y en su vida, e hizo de ellos lo que finalmente fueron”23.

De origen humilde, se transformó en uno de los médicos clásicos del siglo

diecinueve, haciéndose famoso por su especial forma de atender y la paciencia

que profesaba a sus pacientes. Se decidió por la carrera de medicina e ingresó

en el Guy’s Hospital de Londres en 1837. Se graduó con distinciones en 1841 y

en 1846 recibió una medalla de oro. Enseñó filosofía natural, anatomía

comparada y fisiología en el hospital de 1846 a 1856. Produjo durante su vida

varios artículos de importancia para la neurología, siendo sus especialidades la

myxoedema, la anorexia nerviosa y la paraplegia24.

3.2. La anorexia nerviosa

Gull consideró que el origen de la anorexia nerviosa era central y no periférico,

resultando explícita la alusión al cerebro antes que a cualquier otra parte del

organismo, como por ejemplo el estómago o el intestino. Esta es la razón por la

cual Gull denominó “nerviosa” a la anorexia, término que él utilizó por primera

vez y que se mantuvo hasta nuestros días, pero no con el mismo sentido. Si

bien también identificó la importancia de los factores psicológicos, no

profundizó en esta dirección. También destacó la inquietud motora y el ejercicio

compulsivo asociado con la presencia del cuadro25.

Además, notó que estas niñas y adolescentes que dejaban de comer

voluntariamente no sólo aparecían emaciadas e inquietas sino también,

23 PEARCE, J.M.S, Sir William Withey Gull (1816-1890), European Neurology, Vol. 55, Nº 1, 2006, p. 56.24 PEARCE, J.M.S., ib.id, p. 5325 BERGH, C., SÖDERSTEN, P., Anorexia nervosa: rediscovery of a disorder, The Lancet, N. 351, 1998, p. 1427.

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hipodérmicas. Teniendo en cuenta la demacrada condición física de las

pacientes, se sorprendió al observar que la actividad motriz era difícil de

controlar y que, además parecía ser aceptada por las pacientes.

Describió el padecimiento en los siguientes términos: “(…) una forma particular

de enfermedad (…) caracterizada por una emaciación extrema, y generalmente

vinculada a un tumor latente, y a una enfermedad mesentérica (…). Los sujetos

de esta afección son mayormente del sexo femenino, y principalmente de

edades entre los 16 y 23 años. Ocasionalmente he visto el cuadro en hombres

de las mismas edades (…). El paciente no se queja de dolor, pero se encuentra

sin descanso y activo. En verdad se trata de una expresión sorprendente del

estado nervioso, ya que parece prácticamente imposible que un cuerpo tan

consumido pudiera someterse a ejercicios que parecen resultarle agradables.

Se observará que todas las condiciones en este caso fueron negativas, y debe

ser explicado por la anorexia, la cual condujo a la inanición, y a una depresión

de todas las funciones vitales; (…) amenorrea, pulso débil, respiración lenta”26.

Gull consideraba que el ayuno extremo autoimpuesto podía ser fatal. Sostenía

que podía curar la afección de sus pacientes; algunas de ellas se recuperaron y

el tratamiento llevó de uno a cuatro años. Puso su énfasis en detener el

proceso de inanición y señaló la importancia de reducir la actividad física y

proporcionar calor externo durante el tratamiento; también indicó que el

alimento debía ser administrado en intervalos, variando en relación inversa al

agotamiento y a la emaciación27.

Lo que se reconoce actualmente de las observaciones y descripciones de Gull

es que formuló con precisión cuales son los dos factores de riesgo para que

aparezca el cuadro de anorexia: la reducción de la ingesta de alimentos y el

incremento de actividad física. Las recientes investigaciones neurobiológica

sostienen que pueden formular una hipótesis realista de cómo estos dos

26 PEARCE, JMS, Richard Morton: Origins of Anorexia nervosa, European Neurology, Vol. 52, Nº 4, 2004, p. 192.27 MADDEN, S., Anorexia nervosa, Still relevant in the twenty-first century? A review of William Gull’s Anorexia Nervosa. Clinical Child Psychology and Psychiatry, V. 9, N. 1, 2004, p. 150.

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factores actúan en el cerebro, el substrato definido por Gull para la anorexia

nerviosa, desencadenando procesos de premio y atención, lo que justificaría la

observación de Gull de que la actividad física de la paciente anoréxica puede

"ser aceptada por las pacientes"28.

4. Jean-Martin Charcot (1825 – 1893)

Durante la segunda mitad del

siglo XIX, la patología y la

medicina interna alcanzaron su

madurez científica. La base

explicativa de la enfermedad

seguía siendo la lesión orgánica

y las observaciones

macroscópicas comenzaron a

completarse con las

observaciones realizadas en los laboratorios. Dentro de este período se

destaca la obra de Charcot, quien es considerado hoy el padre de la psiquiatría

moderna29.

Jean-Martin Charcot nació en París en 1825. Se doctoró en medicina en 1853 y

nueve años después pasó a dirigir el departamento de neurología del hospital

de la Salpêtrière, el primero en su género y en el seno del cual aunó su criterio

anatomoclínico con los nuevos supuestos de la medicina de laboratorio.

En paralelo a su labor asistencial, desarrolló una sólida carrera docente en la

Facultad de Medicina, de París, en donde en 1872 sucedió a Alfred Vulpian en

la cátedra de Anatomía patológica. Diez años después fue nombrado titular de

la primera cátedra de Enfermedades del Sistema Nervioso. Sus lecciones, las

28 BERGH, C., SÖDERSTEN, P., ib. id., p. 1429.29 RAIMBAULT, G., ELIACHEFF, C, Las indomables: figuras de la anorexia, Nueva Visión, Buenos Aires, 1991, p. 20.

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famosas "leçons du mardi", atrajeron a numerosas personalidades de todos los

campos del saber.

Desde el comienzo de su carrera, sus trabajos se dirigieron al estudio de las

enfermedades crónicas y de la vejez, que luego dieran origen a sus Leçons

cliniques sur les maladies des vieillards et les maladies chroniques (1867).

Incluían una clasificación de las enfermedades geriátricas y notables

descripciones del reumatismo, la neumonía crónica, la endocarditis y la

tuberculosis. Diez años después publicó las Leçons sur les maladies du foie,

des voies biliaires et des reins, en donde destaca su descripción de la cirrosis

biliar primaria, enfermedad que lleva su nombre (1872-1893), tal vez su obra

más reconocida. El criterio anatomoclínico rigió toda su investigación.

La postura que adoptó Charcot en el tratamiento de la anorexia nerviosa ha

sido analizada por diversos autores y profundamente descrita por Silverman30

con relación al caso de una joven en Angoulême, que tenía entre trece y

catorce años, y que rechazaba todo tipo de alimento. De las lecciones que

Charcot dictaba en la Salpêtrière los días martes y viernes31, que estuvieron

dedicadas al diagnóstico diferencial y a la “grande hystérie”, algunas fueron

dedicadas al aislamiento en el tratamiento de la histeria, dentro de la cual

ubicaba los casos de anorexia.

Charcot falleció en 1893, a raíz de un edema agudo de pulmón32, en el

transcurso de los estudios que llevó a cabo sobre la histeria.

30 SILVERMAN, J.A., Charcot’s comments on the therapeutic role of isolation in the treatment of anorexia nervosa, International Journal of Eating Disorders, Vol. 21, Nº 3, p. 295-298.31 Según Bourneville (en la introducción a las Obras Completas de Charcot, 1892; Tomo I, p. V), redactor en jefe de la revista Les Progrès Medicale, después de haber aparecido en diferentes revistas médicas, las lecciones de Charcot inicialmente fueron reunidas en un volumen (1872-1873), la segunda edición se publicó en 1875, la tercera en 1880, la cuarta en 1884, la quinta en 1886. entre otras traducciones, la New Sydenham Society publicó, en inglés, la obra de Charcot por medio de George Sigerson (Londres, 1877), mientras que en Madrid se imprimió una traducción española en 1882. Luego aparecieron otras ediciones. En la Biblioteca Nacional de la República Argentina pueden consultarse sus Obras Completas, en francés.32 TETRY, A., Jean-Martin Charcot. En: Ch. C. Gillispie, Dictionary of Scientific Biography. New York, Charles Scribner's sons, vol. 3, 1971, p. 205.

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4.1. Charcot y el aislamiento

Para Charcot, el aislamiento consistía en apartar a la enferma del lugar donde

se había originado su trastorno y en suprimir la visita de sus amigos. Los

padres también se encontraban excluidos; conforme se observaran mejoras, la

paciente tendría como recompensa el poder verlos. En el caso de la joven de

Angoulème observó que ni las plegarias ni las súplicas, ni la violencia lograban

vencer la resistencia que oponía para alimentarse. Así fue como recomendó a

sus padres que la llevaran a París y la dejaran en un establecimiento

hidroterapéutico. Los padres cumplieron con esa parte de la recomendación,

pero se negaron a dejar a su hija sola y no comunicaron a Charcot su llegada.

Charcot les dijo que declinaba toda responsabilidad respecto a la enfermedad

de la joven, dado que su prescripción no había sido cumplida, pero igualmente,

fue a verla. Logró convencer a su madre de que era necesario que se retirara y

dejaran a la joven completamente sola lo más rápido posible. Según sostiene el

propio Charcot en su obra, los resultados fueron rápidos y consistentes; luego

de dos meses la joven se recuperó quedando casi completamente curada33.

La influencia curativa del aislamiento fue para Charcot una conditio sine qua

non del tratamiento moral que aplicaba. En una de sus lecciones, en 1887,

recurre al término “anorexia nerviosa” para designar una forma especialmente

grave de anorexia histérica (anorexia nerveuse primitive)34.

Pierre Janet, psiquiatra francés y discípulo de Charcot, sostuvo que su maestro

fue el primero en introducir el concepto de “ideé fixe de l’obésite” (la idea fija

por la obesidad) como el motivo central de la anorexia nerviosa35. Habermas

considera que, una vez que una autoridad como Charcot estableció esta

relación entre la preocupación por la obesidad y la anorexia, fue más fácil para

33 CHARCOT, J.M., Oeuvres complètes de J. M. Charcot; Leçons sur les maladies du système nerveux, t.3, Bureaux du progrès medical, París, 1890, p. 245.34 SANFELIU, I., CAPARROS, N, La anorexia, una locura de del cuerpo, Biblioteca Nueva, Madrid, 1997, p. 37.35 Citado por HABERMAS, T., In defense of weight phobia as the central organizing motive in anorexia nervosa: historical and cultural arguments for a cultura-sensitive psychological conception, International Journal of Eating Disorders, Vol. 19, N. 4, p. 317-334.

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los otros especialistas identificar y reportar estos casos. Garfinkel establece en

1890 la fecha en que Charcot describió un caso en el que trató a una joven

anoréxica con un estado muy demacrado. Un día, mientras la desvestía,

encontró que ella tenía un lazo muy apretado alrededor de la cintura. La

paciente le confesó que ese lazo era la medida que su cintura nunca debía

exceder ya que prefería morir de hambre antes que volverse tan obesa como

su madre36.

5. Sissi y el temor a la obesidad

Tal vez el caso más famoso de esta época es el de la emperatriz Elisabeth

(Amalie Eugenie) de Austria (1837 – 1898), más conocida como Sissi. Su

obsesión era no superar los 50 kg de peso (media 1,72 mts). El culto a su

cuerpo fue una de sus principales actividades, lo que resultaba llamativo para

algunos autores que sostienen que no coincidiría

con las costumbres “en una época en la que la

única actividad desarrollada por las regordetas

mujeres de la aristocracia consiste en abrir y

cerrar la sombrilla. Ellas, sin embargo, no se

sienten del todo mal, dado que la moda es para

las mujeres flacas, ni siquiera delgadas”37.

Sissi se imponía dietas extremas y una actividad

física desmedida que no la cansaba. Se hizo instalar una sala con aparatos de

gimnasio, algo impensado para su época, donde pasaba horas ejercitándose,

para luego darse un baño frío y salir a caminar o a cabalgar durante largos

períodos, que podían llegar a las seis horas. Su culto por la belleza llegaba a

límites excéntricos: tres horas diarias destinadas al cuidado de su cabello, cada

tres semanas lo lavaba con esencias especiales y hacia el final de su vida se

36 Garfinkel, P.E., Kaplan, A.S., Garner, D.M., Darby, P.L, The differentiation of vomiting/weight loss as a conversion disorder from anorexia nervosa, American Journal of Psychiatry, Vol. 140, 1983, p. 1019.37 RAIMBAULT, G., ELIACHEFF, C, Las indomables: figuras de la anorexia, Nueva Visión, Buenos Aires, 1991, p. 57.

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bañaba en aceite de oliva por las noches y despertaba con una mascarilla

hecha con fresas38.

Vandereycken y Van Deth sostienen que Sissi representó el culto imperial por la

delgadez; un aspecto constante en la personalidad de la emperatriz fue su

“modo de vida anoréxico”. Además de proponerse no superar los cincuenta

kilos, poseía una cintura de cincuenta centímetros; además de la excesiva

actividad física que desarrollaba, dormía poco y se pasaba horas leyendo y

escribiendo por las noches. Sus damas de compañía no se animaban a

seguirla en sus caminatas, que no se suspendían siquiera si llovía. Su

“conducta anoréxica” comienza luego del fallecimiento de su hija mayor, Sofía,

y la muerte fue un tema que la acompañó durante varios momentos de su vida.

Ella misma culminó siendo asesinada a manos del anarquista italiano Luigi

Luchen.

Sus dos primeras hijas nacieron poco después de su casamiento, y con muy

poca diferencia entre sí (una en 1855 y otra en 1856). Las separaron

rápidamente de su madre, ya que las niñas eran educadas bajo el control de

Sofía, suegra de Sissi. Nunca dejó de revelarse contra esta situación, hasta

que finalmente logra que sus hijas la acompañen junto a su esposo durante el

primer viaje imperial oficial de Sissi a Hungría. Es durante ese viaje que su hija

Sofía muere, con tan solo dos años y medio de edad. Sissi quedó dominada

por el duelo y la culpa. Durante el duelo de la niña concibió a su tercer hijo,

Rodolfo, quien también tendría una muerte prematura39.

A los veinticinco años ya presentaba signos evidentes de su desnutrición.

Comenzó a coleccionar fotografías de mujeres hermosas de distintos lugares

del mundo. Mientras tanto, su esposo le rogaba que se alimentara mejor, que

abandonara los agotadores ejercicios físicos a los que se sometía, o la lucha

política que había emprendido a favor de su Hungría natal. Sissi se resistía.

38 VANDEREYCKEN, W., VAN DETH, R, The anorectic empress: Elisabeth of Austria. History Today, 1996, Vol. 46, Nº 4, p. 12-19.39 RAIMBAULT, G., ELIACHEFF, C, Las indomables: figuras de la anorexia, Nueva Visión, Buenos Aires, 1991, p. 67.

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Hacia finales de 1866 la emperatriz había logrado revertir la situación política

en Hungría; el emperador de Austria acepta ser coronado rey de Hungría y que

Sissi, a su vez, sea la reina de Hungría. De ahí en más se conocerá esta

alianza como el imperio austrohúngaro. Durante este período concibe a su

última hija, María Valeria, quien nació en Hungría y a quien se consagraría en

absoluto, pero sin renunciar a su “conducta anoréxica”, que mantuvo hasta ser

asesinada40.

6. Otros casos. Otros autores.

W. L. Parry-Jones encontró evidencias de cuarenta casos de anorexia nerviosa

en el período comprendido desde 1812 a 1917, entre distintos hospitales de

Inglaterra, sugiriendo que el 0,1% de los pacientes psiquiátricos internados

pudieron haber sufrido anorexia. Dos de estos casos fueron descriptos

detalladamente. Uno se trataba de una mujer joven que fue admitida en el Asilo

Warneford en 1831 y que se encontraba emaciada debido al rechazo crónico a

alimentarse. Dentro de la descripción se señaló que su delirio provenía más de

su debilidad que de su demencia, y finalmente falleció después de doce días de

inanición41. El segundo caso se trataba de una mujer de veintiséis años,

admitida en 1862, quien también se encontraba emaciada debido al rechazo de

alimento. En las descripciones que se realizaron de esta paciente, se dijo que

era “sensible a todo lo que se le decía”, y finalmente lograron su recuperación

siguiendo un tratamiento durante siete meses42.

Algunos de los casos de ayuno y extrema emaciación que terminaron en la

muerte de las pacientes fueron los de Lina Finch, en 1886, Kate Smulsey, en

1885 y Leonora Eaton, en 1881. En estos tres casos, la muerte se produjo por

inanición antes de que cumplieran los veintidós años, como consecuencia del

rechazo a alimentarse43.

40 RAIMBAULT, G., ELIACHEFF, C, ib.id, p. 70-82.41 PARRY-JONES, W.L, Archival exploration of anorexia nervosa, Journal of Psychiatric Research, 1985, Vol. 19, p. 97.42 PARRY-JONES, W.L., ib.id, p. 99.43 KEEL, P. y KLUMP, K, Are eating disorders culture-bound syndromes? Implications for Conceptualizing their etiology, Psychological Bulletin, 2003, Vol. 129, Nº 5, p. 752.

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Como hemos señalado, algunos autores consideran que la preocupación por el

peso no se encontraba difundida en el siglo XIX, mientras que otros, como T.

Habermas, presentan evidencias que implicarían que aquello no sería

totalmente correcto. Así, sostiene Habermas, el sobrepeso se transformó en

una preocupación popular en el siglo XIX, primero para los hombres.

La “Carta de la corpulencia”, conocida como “Carta de

Banting” fue un pequeño libro publicado por William

Banting en Londres en 1869, a través de la cual relataba

cómo había logrado recuperarse de su obesidad a

través de una dieta reducida en carbohidratos44. A través

de su autodenominado “panfleto”, Banting contaba su

experiencia, los problemas que le ocasionaron la

obesidad a través del tiempo e incluso incluye el

progreso cronológico de su merma de peso durante el

primer año: cuando comenzó su dieta, el 26 de agosto de 1862, su peso era de

202 libras (aproximadamente unos 91,62 kilogramos) y al 12 de septiembre de

1863, 156 libras (aproximadamente, 70,76 kilogramos), o sea,

aproximadamente veinte kilogramos en un año.

Según Habermas, la “Banting’s letter” provocó un sorpresivo lanzamiento de

ofertas de “curas de la obesidad” ofrecidas tanto por médicos como por clínicas

privadas45. Ya en la segunda mitad del siglo XIX, la medicina comenzó a

calificar como patológico incluso moderados grados de sobrepeso. Cada vez

más se comenzaba a comparar el peso en relación a tablas estadísticas, como

por ejemplo, el índice Quételet, de 1835, que es el mismo que se sigue

utilizando hoy en día y conocemos como “índice de masa corporal”46,

44 BANTING, W., Letter on corpulence, Addressed to the Public, published by Harrison, 59, Pall Mall, Londres, 4º edición, 1864. Puede consultarse el texto complete en http://www. lowcarb.ca/corpulence/, fecha de último acceso: 09-05-07

45 HABERMAS, T., In defense of weight phobia as the central organizing motive in anorexia nervosa: historical and cultural arguments for a cultura-sensitive psychological conception, International Journal of Eating Disorders, Vol. 19, N. 4, p. 169.46 QI = weight in kilograms / (height in meters)2 , Indice de masa corporal = peso en kilogramos dividido altura al cuadrado

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desarrollado por Adolph Quételet (1796 – 1874) considerado el padre de las

estadísticas47.

Otro de los métodos que Habermas señala que utilizaban las jóvenes para

controlar su peso corporal era la ingesta de vinagre. Asimismo, hace referencia

al uso del corset. Varios artículos, señala, describen la transición entre el uso

del corset y el ayuno: Féré en 1892, Gasne en 1900, Tarrius en 1910 y Noguès

en 1916, describen que sus pacientes anoréxicas no sólo ayunaban sino que

ajustaban excesivamente sus corsets48.

7. La discusión sobre la continuidad histórica de la anorexia

Respecto a los criterios diagnósticos que actualmente utiliza el DSM en su

última versión para clasificar un caso como anorexia nerviosa, podemos

señalar que el siglo XIX aparece históricamente como el momento en que la

preocupación por el peso y por la obesidad se hizo presente y se vinculó con

los ayunos extremos.

Dentro de los debates que se sostiene en la comunidad científica internacional

especializada en el tema, el más frondoso es el que se refiere a las razones por

las cuales ni Lasègue ni Gull hicieron mención alguna al miedo a engordar al

escribir sobre esta patología, pese a lo cual muchos autores los consideran los

primeros en describir el cuadro.

Encontramos dos posiciones que tratan de fundamentar las mismas, y las

elegimos por sintetizar cada una de ellas las dos posturas predominantes: una,

la de Keel y Klump49, quienes sostienen que si ni Gull ni Lasègue mencionaron

el temor a engordar fue porque no se encontraba presente en las pacientes que

47 Para más información se puede consultar un interesante artículo publicado por Rodolfo C. Puche, de la Universidad de Rosario, en http://www.scielo.org.ar/scielo.php?script= sci_arttext&pid=S0025-76802005000400016&lng=es&nrm=iso&tlng=es, último acceso, 09.05.0748 HABERMAS, T, Ib.id., p. 169.49 KEEL, P., KLUMP, K., Are Eating Disorders Cultura-Bound Síndromes? Implications for Conceptualizing Their Etiology, Psychological Bulletin, 2003, Vol. 129, Nº 5, p. 747-769.

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tuvieron a su cargo, ya que los trabajos de Erasmus Darwin y de Charcot se

encontraba disponible para ellos, donde ya se hacía mención a este tipo de

fobia.

La segunda postura es la del Dr. T. Habermas50, quien les responde con los

siguientes argumentos:

1. El artículo de Winslow que citan Keel y Klump fue publicado en 1880, o

sea, luego de las publicaciones de Gull y Lasègue; además, Charcot

nunca mencionó la “idea fija de la obesidad” como la razón que llevara a

la pérdida de peso, sino que fue Janet quien atribuyó ese comentario a

Charcot, pero en 1907. Por otra parte, ni Gull ni Lasègue trabajaron en

Paris ni cerca de Charcot.

2. Existe probabilidades que tanto Gull como Lasègue estuvieran al tanto

de las dietas que realizaban las jóvenes, a raíz del caso de la Reina

Elizabeth de Austria (Sissi) y porque la obesidad se estaba convirtiendo

en un tema popular, aunque también fuera muy probable que las jóvenes

que restringían su alimentación para mantener su peso bajo ocultaran

las verdaderas razones que tenían para llevar adelante esa conducta.

3. En el siglo XIX se trabajaba dentro de una tradición que valoraba las

descripciones clínicas y resulta probable que los autores que no se

refirieron a la “fobia al peso” no se encontraran trabajando con pacientes

neuróticas, o realizaran sólo práctica privada, a cuya consulta no

llegaban mujeres extremadamente emaciadas, o estaban convencidos

que este tipo de pacientes presentaba una enfermedad de origen

orgánico (como luego sería el caso de la enfermedad de Simmonds).

Pero, fundamentalmente, el miedo a engordar no era fácil de detectar y

los médicos no lo registraban, ya que no realizaban detalladas

anamnesis, ni descripciones psicológicas relacionadas con la

alimentación o tenían preconceptos relacionados con el tema.

50 HABERMAS, T., In defense of weight phobia as the central organizing motive in anorexia nervosa: historical and cultural arguments for a cultura-sensitive psychological conception, International Journal of Eating Disorders, Vol. 19, N. 4, p. 317-334.

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4. No hay otro argumento para no comer que tenga mejor organización y

justificación que el miedo a engordar que sirve para encadenar el resto

de los criterios, siempre según este autor.

Otra de las razones que puede suceder al evaluar los datos históricos es que

algunas cuestiones no hayan sido registradas históricamente porque los

observadores de ese momento no contaban con un marco teórico que les

permitiera tener en cuenta determinados hechos. Y no menos importante es

que, la mayoría de las veces, los investigadores no tienen acceso directo a los

registros originales, lo que los lleva a referirse a fuentes secundarias, que

pudieron haber omitido cierta información51.

En suma, podemos concluir que el siglo XIX se caracterizó por enfocar los

desordenes alimentarios que se presentaban desde distintas ópticas, pero ya

dentro de un discurso eminentemente médico. Además el término “anorexia” se

instaló en la literatura médica en relación con una patología en la cual las

pacientes presentaban una porfiada negativa a comer, perdían peso y, en

determinado punto, presentaban amenorrea. Con respecto a los distintos

tratamientos, surgió la utilización de la alimentación forzada y del aislamiento.

Además, en las últimas décadas de este siglo surgió el miedo a engordar como

una de las características de las personas que presentaban el cuadro, siendo,

hasta donde nos permite saber el presente estado de las investigaciones y la

ausencia de otros elementos de convicción, la primera vez que surgió, en la

historia de la humanidad, esta causa.

También debemos señalar que es en este siglo a partir del cual se sitúa el

origen mental de la enfermedad, y que los principales autores señalados fueron

psiquiatras. Veremos, entonces, que a partir del siglo XX la enfermedad será

abordada desde la psiquiatría, en función del origen mental de la misma, desde

la medicina, que no cesó en buscar un origen fisiológico hasta nuestros días,

51 HABERMAS, T., In defense of weight phobia as the central organizing motive in anorexia nervosa: historical and cultural arguments for a cultura-sensitive psychological conception, International Journal of Eating Disorders, Vol. 19, N. 4, p. 170.

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desde el psicoanálisis, surgido precisamente a finales del siglo XIX, desde la

psicología y desde las neurociencias.

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