campbell joseph - tu eres eso

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    Joseph Campbell

    T ERES ESOLas metforas religiosas

    y su interpretacin

    Introduccin y edicin de Eugene Kennedy

    Emec Editores

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    Para

    Jean Erdman Campbell

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    INDICE

    INTRODUCCION 5

    CAPTULO I

    LA METFORA Y EL MISTERIO RELIGIOSO

    El sentido del mito 12

    Qu hacen los mitos .. 13

    La metfora, lengua materna del mito 15

    Metfora y misterio 16

    CAPTULO IILA EXPERIENCIA DEL MISTERIO RELIGIOSO

    El simbolismo y la experiencia religiosa 18

    Experimentar el misterio 19

    CAPTULO III

    NUESTRAS IDEAS DE DIOS

    Elementos de nuestra experiencia del misterio de Dios 26

    Smbolos: fuera del tiempo y el espacio 29

    CAPTULO IV

    LA IMAGINERA RELIGIOSA

    Y LAS REGLAS DE LA TEOLOGA TRADICIONAL

    La imaginacin y su relacin con la investigacin teolgica ..... 35

    CAPTULO VSMBOLOS DE LA TRADICIN JUDEOCRISTIANA

    Qu clase de dioses tenemos? 40

    El Gnesis 44

    Abraham, padre del pueblo judo . 47

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    CAPTULO VI

    COMPRENDER LOS SMBOLOS

    DE LA ESPIRITUALIDAD JUDEOCRISTIANA

    El parto virginal . 53

    La caverna ....... 54

    El nio . 55

    La huida a Egipto ... 56

    El nio como maestro . 56

    El Mesas . 57

    Los milagros . 59

    La ltima Cena . 60Judas ... 60

    La Crucifixin .. 61

    La Cruz ... 62

    El fin del mundo ... 66

    CAPTULO VII

    Sesin de preguntas .. 67

    APNDICE

    UNA CONVERSACIN

    Nota introductoria . 77

    Amanecer de la Tierra: El alba de una nueva conciencia espiritual .... 77

    Bibliografa .. 86

    Sobre el autor ... 88NOTAS ... 89

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    INTRODUCCIN

    Tat tvam asi es una frase que aparece con frecuencia en estas reflexiones espirituales deJoseph Campbell, compiladas en forma pstuma. Estas palabras tambin ponen una rbrica decelebracin a su vida y obra. Traducido del snscrito como T eres eso, este epigrama capta elespritu generoso de Campbell as como la direccin de su trabajo. El gran estudioso de la mitologano slo comprendi las profundas consecuencias espirituales de la frase sino que, del modo msaltruista y natural, vivi tambin segn ella.

    A Joseph Campbell le gustaba hacer la pregunta de Schopenhauer, que puede leerse en su ensayoSobre los fundamentos de la moral:Cmo es posible que un sufrimiento que no sufro yo, ni meconcierne, me afecte inmediatamente como si fuera mo, y con tal fuerza que me lleva a la accin?Esto es algo realmente misterioso, algo para lo cual la razn no puede dar explicacin, y para lo queno puede hallarse fundamento en la experiencia prctica. No es algo desconocido ni siquiera para el

    egosta de corazn ms duro. Aparecen ejemplos todos los das ante nuestros ojos de respuestas deeste tipo, instantneas, sin reflexin, de una persona ayudando a otra, yendo en su auxilio, anponiendo su propia vida en claro peligro por alguien a quien ve porprimera vez, sin tener en mentenada ms que la necesidad del otro y el peligro que corre su vida 1

    La respuesta de Schopenhauer, que a Campbell le gustaba hacer suya, era que la reaccin yrespuesta inmediata representaba la emergencia de una revelacin metafsica que nada expresamejor que la frase T eres eso2. Esto presupone, como escribi el filsofo alemn, suidentificacin con algo distinto de uno mismo, una penetracin de la barrera entre personas, demodo que el otro ya no sea percibido como uno extrao indiferentesino como una persona en lacual sufro, a pesar del hecho de que su piel no envuelve mis nervios3

    Esta visin fundamental, sigue diciendo Schopenhauer, revela que mi propio ser interior genuinoexiste realmente en toda criatura viviente (y) es la base de esa compasin (Mitleid) sobre la cualdescansa toda virtud autntica, es decir altruista, y cuya expresin se encuentra en toda buenaaccin4

    Joseph Campbell no slo fue movido por la compasin en sus relaciones personales, como puedesentir fcilmente cualquiera que lo haya odo hablar o haya ledo sus libros, sino que tambinentendi que esta revelacin espiritual era bsica para comprender el lenguaje metafrico a travsdel cual se expresan tanto la mitologa como la religin, cuyas imgenes y energa fluyen desde unafuente comn en la imaginacin humana. Las metforas de cualquier mitologa, escribi, pueden

    definirse como signos afectivos derivados de intuiciones de este juego del Yo a travs de todas lasformas de un estilo local de vida, manifestados mediante representaciones ritualizadas, relatos

    pedaggicos, plegarias, meditaciones, festivales anuales, etctera, de tal modo que todos losmiembros de la comunidad respectiva puedan tener acceso a su conocimiento, tanto en la mentecomo en el sentimiento, y puedan vivir en consecuencia5.

    Para Campbell, la mitologa era, en un sentido, el poderoso rgano catedralicio a travs del cuallas resonancias tonales de cien tubos distintos se funden en la misma msica extraordinaria. Locomn a estos temas mltiples era su origen humano, como si cada uno fuera el contenedor delmismo eterno grito del espritu, declinado en extraordinarias y mareantes variaciones, en el campodel tiempo. Los hombres y las mujeres nos encontramos en las expresiones creativas de nuestrosanhelos humanos, aspiraciones y tragedias de nuestra tradicin particular. De hecho, tan familiar esy casi naturales nos parecen stos que casi excluyen la posibilidad de que los mismos sentimientos e

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    ideales puedan ser expresados de modo muy diferente en alguna otra tradicin. Si escuchamos ymiramos con cuidado, empero, nos descubrimos a nosotros mismos en la literatura, los ritos ysmbolos de otros, an cuando al principio nos parezcan deformados y extraos. T eres eso, diraCampbell, citando la subterrnea intuicin espiritual de su vida y obra. Tat tvam asi.

    Lo que oy Campbell, en estos coros variados y a veces casi indescifrables, fue un compartido

    sentido de maravilla y respeto ante el misterio del ser. La compasin que Campbell reconoci comola ms ennoblecedora de todas las reacciones humanas no era, como comprendi bien, evocada portodas las tradiciones con el mismo inters o conviccin. No obstante, la tradicin judeocristiana, dela que provena el mismo, era una vigorosa fuente de enseanza sobre la compasin de un modo queno estaba desarrollado o acentuado tan sensiblemente en las tradiciones de algunas otras culturas.Cuando la tradicin judeocristiana fue trada a tierras donde no haba sido conocida, trajo consigosus muy criticados defectos y excesos. Pero tambin trajo algo nuevo y revolucionario, undesarrollo sentido de la compasin por el sufrimiento de los otros.

    Es por eso que, al reunir, y en algunos casos injertar en una sola rama, las muchas reflexiones deJoseph Campbell sobre la herencia espiritual judeocristiana, el tema de la compasin emerge con

    tanta elocuencia. Muchos de los que estuvieron cerca de Joseph Campbell comparten unaconviccin sobre este notable e independiente estudioso de la religin comparada. Tanto se absorbacuando conversaba sobre este tema que no tena clara conciencia de s mismo o de cunto saba. Aveces, preguntas de un pblico o de amigos sacaban a luz notables observaciones o explicaciones.Aquello se pareca a los tesoros mitolgicos en el campo, de los que a veces hablaba, que slo

    podan ser desterrados por accidente. Cuando tropiezas y caes, deca, recordando un tema sobrenuestra comn humanidad, entonces descubres el oro.

    Esto se aplica a la travesa que exigi hacer este libro, pues muchas de las reflexiones de JosephCampbell sobre los smbolos y mitos judeocristianos estaban incrustadas en conferencias en las queslo eran ejemplos de temas ms amplios. Tambin las preguntas extrajeron de l, por as decirlo,tesoros de erudicin que de otro modo podan no haber salido a la superficie. Estas respuestas, que aveces se extendan en clases de miniatura, a menudo iluminaban vastos paisajes de historia bblica.Pero eran pronunciadas de un modo que pona a los interrogadores en un plano igual al suyo, comosi estuvieran contemplando juntos el mismo problema desde un fondo compartido de conocimientosobre la Biblia, la religin y la mitologa. Muchas de estas respuestas han sido transcriptas en estevolumen, de modo que, quiz por primera vez en un solo lugar, mucho de lo que saba JosephCampbell sobre los orgenes, smbolos y sentidos de la espiritualidad judeocristiana se presentareunido.

    Este no es, por supuesto, un mtodo nuevo de producir un libro coherente. Es el mtodo de la

    mitologa misma, as como lo es de varios de los dichos y escritos compilados de cualquiertradicin religiosa. Algunos de estos captulos son compilaciones de conferencias especficas, comose menciona en la nota de explicacin. Ms tpicamente, representan la integracin de diversasversiones de la misma conferencia, para asegurar la mejor evocacin del estilo y reflexiones delhablante. Joseph Campbell el conferencista es, como ya se ha observado, diferente de JosephCampbell el estilista de la prosa. Esto nos permite conocer al hablante que se diriga a sus oyentescomo un maestro lo hace con sus alumnos y, como el historiador Herodoto, sabe cmo usar lasdigresiones como parte de su plan.

    Joseph Campbell, como un arquelogo devolviendo a la vida una antigua aldea conocida slo porsus osamentas y artefactos, revela la vitalidad en lo que parece, an a muchos judos y cristianos,

    reliquias de creencia muertas y quebradizas. Evoca, por ejemplo, la cualidad vital del pueblo judo yla riqueza simblica del Antiguo Testamento que, por la alquimia inversa de los que lo venasfixiarse que, por la alquimia inversa de los que lo ven asfixiarse bajo la literalidad de Cecil B. De

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    Mille, se ha devaluado espiritualmente con el paso de los siglos. Nada desmentir mejor la falsaacusacin, hecha despus de su muerte, del antisemitismo de Campbell, que la sincera sensibilidady el respeto con los que ilumina la majestad de las creencias y la historia judas.

    Del mismo modo, Joseph Campbell rene a los cristianos con el aura de sentidos que sobrevuelalos incidentes religiosos y las historias del Nuevo Testamento. Tal como lo hace al tratar la historia

    juda, es en esta aura (es decir, en las connotaciones que florecen de las metforas por la naturalezade stas) donde encuentra el significado ms profundo de las historias de la vida y la obra de Jess.Describir los Testamentos como mitos no es, como lo seala el mismo Campbell, devaluarlos. Laimpresin contempornea del mito como falsedad ha llevado a la gente a pensarlos como fantasasque quieren pasar por verdades, cosa que Campbell ilustra en estas pginas respondiendo a unentrevistador malvolo y mal informado. Pero la mitologa es un transporte de la verdad msconfiable que las cifras de un censo o un almanaque que, sujetas al tiempo como no lo est el mito,quedan desactualizados no bien se las imprime. El propsito de Joseph Campbell al explorar losmitos bblicos no es descartarlos como inverosmiles sino volver a abrirlos para revelar su ncleovivo y nutritivo.

    Muchos elementos de la Biblia parecen muertos e increbles porque han sido considerados hechoshistricos en lugar de representaciones metafricas de realidades espirituales. Han sido aplicados demodo concreto a grandes figuras, como Moiss y Juan el Bautista, como si fueran informes realistasde sus acciones. Que esta pesada acentuacin de lo histrico antes que de lo espiritual hayacontinuado hasta el alba del siglo XXI ilustra el desfase que los dirigentes de las religionesinstitucionales han permitido que se abriera entre sus ideas estticas y el rpido desarrollo de unaslida erudicin nueva. La incapacidad de seguir el pedido del papa Juan XXIII de leer los signosde los tiempos los deja retrasados inclusive respecto de su propio tiempo.

    Hay escasos progresos visibles en la enseanza formal de la religin, que no incorpora, y noreconoce siquiera, los progresos en la investigacin que nos permiten leer con renovadacomprensin los grandes documentos y tradiciones de las religiones occidentales dominantes. Lasnecesidades espirituales de la gente son descuidadas por dirigentes religiosos que insisten enreafirmar el carcter histrico-factual de las metforas religiosas, distorsionando y rebajando susignificado.

    Esto obliga a la religin organizada a atravesar un interminable purgatorio de juicios perdidos,como el famoso proceso Scopes de 1925 en Dayton, Tennesee, en el cual el testimonio que dioWilliam Jennings Bryan de la interpretacin literal histrica de la Biblia fue destruido por ClarenceDarrow. Este enfrentamiento, a su vez mitologizado en una pieza teatral y en una pelcula, ha

    perpetuado la idea trgicamente errnea de que la ciencia y la religin son caminos opuestos y

    mutuamente excluyentes a la verdad de nuestras vidas y el universo. El drama del proceso, con susdetalles reacomodados con fines teatrales, contiene una verdad que exista antes y sobrevivedespus del proceso mismo: las consecuencias trgicas que se siguen cuando, con la mejor de lasintenciones y la peor de las razones, los hombres combaten la verdad para defender sus anticuadascreencias. De ese modo, los dirigentes religiosos institucionales encarnan una caricatura de religinque a los divulgadores populares les es fcil demoler, aunque no sepan nada de teologa, como es elcaso del astrnomo Carl Sagan.

    La incapacidad de valorar la naturaleza metafrica de la bibliografa y discurso religiosos hallevado a muchas embarazosas cruzadas o expediciones para defender el relato bblico de la

    Creacin. Las acerbas guerras de teoras creacionistas versus evolucionistas en los libros detexto son slo un ejemplo de por qu el caso Scopes fue mitologizado. Los hombres montancostosas expediciones al Monte Ararat para localizar los restos del Arca de No, pero, por supuesto,

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    nunca la encuentran. Creen, no obstante, que slo se han equivocado en la localizacin, y que elArca debe de haber existido literalmente y que sus maderos deben de hallarse en alguna parte,todava ocultos a nuestros ojos. En realidad, el Arca puede ser hallada fcilmente, sin viajar, sicomprendemos que es un navo mitolgico en una historia extraordinaria cuya intencin no es ladocumentacin histrica sino la iluminacin espiritual. Apreciar el Gnesis como mito no esdestruir ese libro sino volver a descubrir su vitalidad e importancia espiritual.

    Esta tartamudeante incapacidad de ponerse a la altura de las estructuras mitolgicas de laimaginacin religiosa ha aislado a los creyentes fundamentalistas en sus feroces, y a vecesviolentas, defensas de creencias literales y concretas, en todas partes del mundo. El caso Scopestermin con el desafortunado desprestigio de un hombre por lo dems grande, William JenningsBryan, y la disminucin de la religin a un cmulo de creencias y supersticiones que ya no tenan

    pertinencia en el siglo XX. Esos resultados ya eran bastante malos. Pero son poca cosa comparadoscon los resultados de las guerras que siguen librndose para vindicar interpretaciones concretas deenseanzas religiosas.

    En la seleccin que compone este libro, Joseph Campbell proporciona una base nueva aunque no

    novedosa para nuestra comprensin de la tradicin judeocristiana. Le importa resolver los enormesproblemas que surgen de las malas interpretaciones actuales que hace la religin institucional de lasmetforas espirituales como hechos histricos. La palabra metfora viene del griego: meta,superar, o ir de un lugar a otro, yphorein, mover o transportar. Las metforas nos transportan de unlugar a otro, nos permiten cruzar lmites que de otro modo se cerraran ante nosotros. Las verdadesespirituales que trascienden el tiempo y el espacio slo pueden llegarnos en vehculos metafricoscuyo sentido se encuentra en su connotacin (esto es, en la nube de testimonios de las muchasfacetas de la verdad que las metforas evocan espontneamente) y no en sus denotaciones, las fijascasillas fcticas y unidimensionales de la referencia histrica.

    As, el Parto Virginal, como ver el lector, no se refiere a la condicin biolgica de Mara, lamadre de Jess, sino al renacimiento del espritu que todos pueden experimentar. La TierraPrometida no se refiere a una ubicacin geogrfica sino al territorio del corazn humano en el quecualquiera puede entrar. Pero se han lanzado flechas de condenacin y se han librado interminablesguerras por una confusin bsica sobre estas metforas, que deberan permitirnos atravesar loslmites del tiempo y el espacio, en lugar de dejarnos frustrados e inmovilizados en el polvorientoescenario de su concreto perodo histrico. Las denotaciones son singulares, limitadas en el tiempoy no espirituales; las connotaciones de la metfora religiosa son ricas, intemporales y se refiere no aalguien en el mundo externo de otra era sino a nosotros mismos y a nuestra experiencia espiritualahora mismo.

    Joseph Campbell tambin esboza el tema religioso mtico que explica el carcter vacilante de losdirigentes de las religiones institucionales. Cristo, como el lector recordar o redescubrir en estelibro, eligi a Pedro dicindole: T no entiendes de cosas espirituales, en consecuencia har de ti lacabeza de mi Iglesia. Y as tambin el Buda eligi al engorroso Ananda para una funcin similar.Quiz, como observa Campbell repetidamente, la bsqueda espiritual no puede ser emprendida msque por nosotros mismos; es decir, no podemos esperar que los obispos o los rabinos la hagan pornosotros. As, en la historia de los caballeros arturianos, cada uno parti en busca del Grial, que esun objetivo espiritual ms que material, entrando en el bosque en su parte ms oscura, esto es, enel sitio donde nadie ha trazado antes un sendero. La inercia de la religin organizada es un desafoconstante al crecimiento espiritual; inevitablemente debemos trazar nuestro propio sendero antesque seguir el de otro.

    La herencia religiosa propia de Joseph Campbell fue la catlica romana. Abandon formalmentela Iglesia cuando, siendo estudiante de mitologa, sinti que la Iglesia estaba enseando una fe

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    literal y concreta que un adulto no poda sostener. A los veinticinco aos de edad, Campbell, comootros hombres de su tiempo, haba salido de las estructuras del catolicismo. Ms tarde suaviz loque en un momento parecan amargos sentimientos hacia el catolicismo, reconociendo la necesidad

    pedaggica de ensear a los nios mediante metforas que no podran comprender. Pero nuncavolvi a asistir a la misa, aunque comprenda profundamente su potente simbolismo y lo describien muchas de sus conferencias.

    Ningn genuino creyente de ninguna tradicin ver disminuida su fe leyendo a Joseph Campbell.Antes bien, sentir que no necesita renunciar a sus tradiciones para ver con ms profundidad en susenseanzas y sus rituales ms sagrados.

    Al final de su vida, segn Pythia Peay en un artculo sobre Campbell y el catolicismo, Campbellreciba tratamiento lser en el Hospital San Francisco en Honolulu. Su cuarto, como todos losdems cuartos en ese hospital, tena un pequeo crucifijo de bronce colgando de la pared. En lugardel habitual Cristo sufriente con la cabeza inclinada y el cuerpo ensangrentado, la figura en la cruzen el cuarto de Campbell estaba vestida, con la cabeza erguida, los ojos abiertos y los brazosestirados en lo que pareca un abrazo casi gozoso de lo divino. Era el Cristo Triunfante del que

    Campbell haba escrito con frecuencia como smbolo del celo de la eternidad por la encarnacin enel tiempo, que implica la ruptura del uno en los muchos y la aceptacin de los sufrimientos de unmodo confiado y alegre.

    Segn Peay, Campbell experiment en profundidad el smbolo cristiano durante las que fueronsus ltimas semanas de vida. Cita a su esposa Jean Erdman diciendo: Lo emocionaba ver eso,

    porque para l ste era el sentido mstico de Cristo que reflejaba el estado de unin con el Padre.En el cuarto de hospital, segn su esposa, experiment emocionalmente lo que antes habacomprendido de forma intelectual. Ver esta imagen en unhospital catlico lo ayud a liberarse delconflicto que haba tenido con la religin de su infancia6

    Joseph Campbell se encarn plenamente en el tiempo, fue un hombre vivaz y encantador,desbordante de entusiasmo por el gran misterio del ser en el que estaba comprometido por entero.Pero tena que enfrentar la muerte antes de que su mensaje fuera entregado al enorme pblico, quese enter de l a travs de las entrevistas televisivas de Bill Moyers. Experiment una resurreccinde la que, en alguna medida, todos fuimos testigos. Cruelmente, tuvo entonces que sobrellevar unacrucifixin a manos de los crticos, alguno de los cuales llen el papel de Judas traicionando laayuda y los modelos que l les haba dado para fortalecer sus propios estudios de mitologa. Otros

    parecieron envidiar su sbita fama y los irrit que l hubiera logrado, en su camino de la eternidad,algo que a ellos les haba sido negado en su rutinario laborar del tiempo.

    Otros an prefirieron malentender, mal interpretar, o tomar palabras de otros en lugar de las queCampbell haba escrito. Podemos tomar, para nuestro ejemplo, al telogo catlico que afirma queCampbell describi la misa catlica como algo semejante al show de Julia Child. Lo que Campbellsugiri en realidad, como descubrirn los lectores en estas pginas, fue que la misa haba sidodespojada de la riqueza del misterio por reformadores que la tradujeron a las lenguas locales yvolvieron al sacerdote hacia la congregacin. En su elocuente comparacin, eran los reformadores,en su incomprensin simblica, los que haban hecho de la misa ms un programa de televisin queuna comida sacramental.

    Joseph Campbell no necesita defensores contra estos crticos. Lo habran sorprendido ydisgustado, tanto como lo habra hecho su gran fama. Su obra, por su carcter intrnseco,

    sobrevivir a los crticos tambin. De hecho, en los muchos libros y charlas de Campbellencontramos el vocabulario que necesitaremos para hablar espiritualmente en el siglo cuya sombraya cae sobre nuestros das. Este libro es un esfuerzo por dar el primer borrador de un silabario que

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    le permita a la gente penetrar y respirar el espritu que ha movido el gran navo de las institucionesjudeo-cristianas, que ahora parece en calma.

    Mientras escribo esto, el Centro Carter para Estudios de la Paz, en Atlanta, est monitoreando untotal de ciento doce conflictos blicos, muchos de ellos basados en reclamos tnicos, a lo largo yancho del mundo. Estas guerras amenazan con destruir el concepto de un mundo unificado y

    devolver a millones de hombres a un cruel aislamiento. El mensaje central de Joseph Campbell esque estas divisiones tnicas son la amarga cosecha de las distorsiones de las enseanzas religiosassembradas mucho tiempo atrs. Cuando se reclaman derechos espirituales sobre la base demetforas religiosas tomadas como hechos histricos y datos geogrficos, en lugar de cmosmbolos del corazn y el espritu, surge una cruel divisin del mundo, y se hace inevitable latragedia.

    Hasta la compasin del mundo se ha devaluado en nuestros das, en un concepto protoplsmico nobasado en el sacrificio y embebido de un sentimentalismo indiferenciado. Ha sido absorbido, comouna pequea democracia es incorporada a un vecino totalitario, por los entusiastas de la New Ageque la han revestido de vaguedades astrales. Pero la compasin pide mucho ms de nuestro carcter,

    pues exige que todos hagamos el viaje de un hroe hasta los confines lejanos de las vidas de pueblosque parecen diferentes de nosotros. Esta es fundamentalmente una experiencia espiritual, y nodebemos salir de nuestra casa, ni siquiera levantarnos de la silla en que nos sentamos, para partir.

    El ejercicio de la compasin, claramente identificado con el ms alto ideal religioso y espiritual enla obra de Joseph Campbell, exige un triunfo sobre los viejos obstculos que surgen con espadasflameantes ante cada generacin: el deseo y el miedo a la muerte. Los trabajos de Campbell puedencompararse con los de un restaurador de arte que quiere que volvamos a ver la obra maestra denuestra herencia espiritual occidental tal como era antes de que la historia la oscureciera y lacambiara.

    La amplia tela ha sido pintada muchas veces durante los siglos, a veces por sus enemigos,demasiadas veces por sus amigos, hasta que lo vibrante de las imgenes y colores originales se

    perdi. El trabajo de Campbell, como el de quienes descubrieron los colores vivos bajo la grisopacidad que haba oscurecido la Capilla Sixtina de Miguel ngel, nos permite ver una vez ms,como vio el ciego en el Evangelio, el brillo de la creacin.

    En un sentido genuino, podramos decir que Joseph Campbell predica el Fin del Mundo, esa granmetfora de la espiritualidad que ha sido tan explosivamente empleada por quienes han tomado su

    piel denotativa y descartado su carne connotativa. Pues, como explica Campbell, el fin del Mundono es un acontecimiento cataclsmico cuyo terror al juicio final acercamos cada vez ms. El Fin del

    Mundo sucede todos los das para aquellos cuya visin espiritual les permite ver el mundo tal comoes, transparente a la trascendencia, un sacramento de misterio, o, como escribi el poeta WilliamBlake, infinito. El Fin del Mundo es, en consecuencia, la metfora de nuestro comienzo espiritualantes que de nuestro duro final.

    La tradicin espiritual judeocristiana, restaurada por Joseph Campbell, es muy diferente delsectarismo religioso subdividido y egosta que pone a los hombres unos contra otros en una guerrasin perdn y sin fin. La enseanza ms importante de la tradicin es la de la compasin, que pideque muramos para nosotros mismos, de modo de elevarnos a esa visin que revela que compartimosla misma naturaleza humana con todas las otras personas. Tat tvam asi.

    El mensaje de Joseph Campbell para el siglo XXI no es apocalptico. Es esperanzado, porque nosarraiga una vez ms en las bases de la tradicin judeocristiana, y en la tarea de vencer el deseo y el

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    miedo que nos exilian del jardn en el que, lejos de mirarnos unos a otros con vergenza, aceptamosla humanidad que nos conforma.

    Tat tvam asi. T eres eso.

    Eugene Kennedy, doctor en filosofa.

    15 de febrero, 1993

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    CAPTULO I

    LA METFORA Y EL MISTERIO RELIGIOSO

    EL SENTIDO DEL MITO

    Comenzar exponiendo la historia de mi impulso por colocar a la metfora en el centro de nuestraexploracin de la espiritualidad occidental.

    Cuando apareci el primer volumen de miAtlas histrico de la mitologa del mundo: El caminode los poderes animales

    7, los editores me mandaron hacer una gira publicitaria. Es la peor clase de

    viaje posible, porque uno debe encontrarse sin ganas con esos locutores y periodistas, que a su vezno tienen ganas de leer el libro sobre el que se supone que deben hablar con uno, para darlevisibilidad pblica.

    La primera pregunta que se me haca era siempre Qu es un mito?. Es un buen comienzo parauna conversacin inteligente. En una ciudad, empero, fue a una estacin de radio para hacer un

    programa de media hora en vivo donde el entrevistador era un hombre joven y apuesto que meadvirti de inmediato:

    -Soy duro, se lo digo directamente. He estudiado leyes.

    Se encendi la luz roja y el joven comenz, en tono de controversia:

    -La palabra mito significa mentira. El mito es una mentira.De modo que respond con mi definicin del mito:

    -No, el mito no es una mentira. Una mitologa completa es una organizacin de imgenessimblicas y relatos, metfora de las posibilidades de la experiencia humana y la consumacin deuna cultura dada en un momento dado.

    -Es una mentira contraatac.

    -Es una metfora.

    -Es una mentira.

    Esto sigui durante unos veinte minutos. Unos cuatro o cinco minutos antes del final delprograma, comprend que este entrevistador en realidad no saba lo que era una metfora. Decidtratarlo como l me estaba tratando a m.

    No le dije-, le repito que es una metfora. Dme un ejemplo de metfora.

    -Dme usted un ejemplo respondi.

    -No me resist- esta vez soy yo el que hace la pregunta. No en vano llevaba treinta aos dandoclases- Y quiero que usted me d un ejemplo de metfora.

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    El entrevistador qued por completo desconcertado, y lleg a decir.

    -Podramos llamar a algn profesor. Al fin, cuando quedaba algo as como un minuto y medio deprograma, se puso a la altura de las circunstancias y dijo: -Lo intentar. Mi amigo John corre muyrpido. La gente dice que corre como un jaguar. Eso es una metfora.

    Mientras corran los ltimos segundos de la entrevista, respond:

    -Eso no es una metfora. La metfora sera: John es un jaguar.

    -Eso es una mentira respondi.

    -No dije-. Eso es una metfora.

    Y el programa termin. Qu sugiere este incidente sobre nuestra comprensin compartida de lametfora?

    Me hizo pensar que la mitad de los habitantes del mundo piensan que las metforas de nuestrastradiciones religiosas, por ejemplo, son hechos. Y la otra mitad afirma que no son hechos. Comoresultado, tenemos gente que se considera creyente porque acepta las metforas como hechos, ytenemos otros que dicen ser ateos porque piensan que las metforas religiosas son mentiras.

    QU HACEN LOS MITOS

    A mi juicio, las mitologas tradicionales cumplen cuatro funciones. La primera es reconciliar laconciencia con las precondiciones de su propia existencia; esto es, alinear la conciencia de la vigiliacon el mysterium tremendum de este universo tal como es.

    Las mitologas primitivas, incluyendo la mayora de las mitologas arcaicas, se interesan enayudar a los hombres a asentir a esto. Pero lo hacen del modo ms monstruoso, poniendo en escenarituales de horrenda violencia frente a los ojos de los espectadores, con toda la comunidad

    participando en ellos. Si uno puede admitir eso, uno no est aprobando la vida, porque eso no es lavida. Despus vino, en la historia humana, un momento en que la conciencia se neg a aceptar estainterpretacin y surgi un sistema de mitologas interesadas en ayudar al hombre a alejarse, acolocarse a una distancia de esta concepcin de la experiencia bsica.

    Apareci la religin zorostrica, que presenta la idea de que el mundo era originalmente bueno (es

    decir: inofensivo) y que un principio de mal lo precipit en una cada. De esa cada provino estalamentable, desdichada y no querida situacin conocida como la condicin humana. Siguiendo ladoctrina de Zoroastro, al participar en una obra de bien las personas se asocian con las fuerzas de larestauracin, eliminando la infeccin del mal y retomando la senda hacia el bien.

    Esencialmente, esta es la mitologa que encontramos en la tradicin bblica: la idea de unacreacin buena y una cada subsiguiente. En lugar de culpar por la cada a un principio maloantecedente al hombre, la tradicin bblica culp al hombre mismo. El trabajo de redencin restaurala situacin buena y, cuando complete este trabajo, traer el fin del mundo tal como lo conocemos,es decir el mundo del conflicto y la guerra, ese universo de la vida que devora a la vida.

    Ya sea que pensemos a la mitologa en trminos de la afirmacin del mundo que es, la negacindel mundo que es, o la restauracin del mundo a lo que debera ser, la primera funcin de la

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    mitologa es despertar en la mente un sentimiento de reverencia ante esta situacin, mediante uno delos tres modos de participacin: saliendo, entrando, o efectuando una correccin.

    A sta yo la considerara la funcin esencialmente religiosa de la mitologa, esto es, la funcinmstica, que representa el descubrimiento y reconocimiento de la dimensin del misterio del ser.

    La segunda funcin de una mitologa tradicional es interpretativa: presentar una imagenconsistente del orden del cosmos. Hacia el 3200 a.C. naci el concepto de un orden csmico, juntocon la idea de que la sociedad y el hombre y la mujer deberan participar en ese orden csmico

    porque es, en los hechos, el orden bsico de nuestra vida.

    Antes que esto, en las sociedades primitivas, el objeto de la reverencia no era un orden csmicosino la aparicin extraordinaria del animal que actuaba distinto de los otros de su especie, o de unacierta especie de animal que pareca ser especialmente inteligente, o algn otro aspecto notable del

    paisaje. Esas cosas extraordinarias predominan en las mitologas primitivas de todo el mundo. En elperodo de las altas civilizaciones, en cambio, llegamos a la experiencia de un gran tremendummisterioso que se manifiesta de modo tan impersonal que ni siquiera se le puede rezar, slo se lo

    puede reverenciar. Los dioses mismos son slo agentes de ese gran misterio, cuyo secreto seencuentra en las matemticas. Esto puede observarse todava en nuestras ciencias, en las que lasmatemticas del tiempo y el espacio son consideradas el velo a travs del cual el gran misterio, eltremendum, se muestra.

    La ciencia, en todas las mitologas tradicionales, reflej las creencias de su tiempo. No essorprendente que la Biblia refleje la cosmologa del tercer milenio antes de Cristo. Los que nocomprenden la metfora, el lenguaje de la revelacin religiosa, se encuentran frente a imgenes quedeben aceptar o cuestionar como hechos.

    Una de las ms sorprendentes experiencias de este siglo tuvo lugar en 1968 en un gran viajealrededor de la Luna. En Navidad, los primeros versculos del Gnesis fueron ledos porastronautas, por tres hombres volando alrededor de la Luna. Lo incongruente era que estaban avarios miles de millas ms all del ms alto cielo concebido en la poca en que fue escrito el Librodel Gnesis, cuando la ciencia de la poca sostena el concepto de una Tierra plana. All estaban, enun momento observando lo seca que era la Luna, y al siguiente leyendo cmo las aguas del cielo ylas aguas de la Tierra haban sido separadas.

    Uno de los momentos ms maravillosos de esa experiencia contempornea fue descripto en unamajestuosa imaginera que simplemente no encajaba. El momento mereca un texto religioso msapropiado. Y sin embargo, nos lleg con toda la reverencia de algo sabio, algo en lo que resonaban

    nuestros orgenes, an cuando en realidad no era as. Las viejas metforas eran tomadas comoregistro factual de la creacin. La cosmologa moderna ha dejado toda esa imagen pueril deluniverso muy, muy atrs, pero, como ilustracin del error popular, las metforas de la Biblia, queno pretendan pasar por hechos, fueron pronunciadas por hombres que crean que lo eran, a millonesque tambin crean que estas metforas eran hechos.

    La tercera funcin de una mitologa tradicional es validar y sustentar un orden moral especfico, elorden de la sociedad en donde naci esa mitologa. Todas las mitologas nos llegan en el marco deuna cierta cultura especfica y deben hablarnos a travs del lenguaje y smbolos de esa cultura. Enlas mitologas tradicionales, la idea en realidad es que el orden moral est orgnicamenterelacionado con el orden csmico, o forma parte de ste.

    Mediante esta tercera funcin, la mitologa refuerza el orden moral configurando la persona segnlas demandas de un grupo social especfico, condicionado geogrfica e histricamente.

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    Como ejemplo, los ritos primitivos de iniciacin, que trataban a la gente con mucha dureza, tenan

    la intencin de resolver el problema de hacer cruzar a las personas en crecimiento el primer granumbral de su desarrollo. Estos ritos, normalmente, incluan escarificaciones y algunas cirugasmenores. Esos ritos eran realizados de modo que las personas comprendieran que ya no tenan elmismo cuerpo que haban tenido de nios. Despus, podan mirarse y ver que eran diferentes, que

    ya no eran nios. Estos cortes y marcas exigidos por la sociedad los incorporaban, en cuerpo ymente, a un cuerpo cultural ms grande y durable, cuya mitologa explicatoria se volva la suya.Debe observarse que aqu la fuerza se encuentra ms en la sociedad que en la naturaleza.

    As sucedi con la autoridad social en la India, por ejemplo, que mantuvo el sistema de castas ascomo los rituales y la mitologa del uste.Es aqu precisamente, podemos notar, donde aparece unagran dificultad. Existe un peligro genuino cuando las instituciones sociales imponen a la genteestructuras mitolgicas que ya no coinciden con su experiencia humana. Por ejemplo, cuando seinsiste en ciertas interpretaciones religiosas o polticas de la vida humana, puede tener lugar unadisociacin mtica mediante la cual hay personas que resultan rechazadas o expulsadas de las ideasexplicativas sobre el orden de sus vidas.

    La cuarta funcin de la mitologa tradicional es transportar al individuo a travs de los distintosestadios y crisis de la vida; es decir, ayudar a las personas a entender integralmente el despliegue dela vida. Esta integridad significativa que los individuos experimentarn hechos significativos, desdeel nacimiento hasta la madurez y la muerte, como hechos de acuerdo con, primero, ellos mismos, y,segundo, con su cultura, as como, en tercer lugar, con el universo, y, por ltimo, con ese mysteriumtremendumms all de ellos y de todas las cosas.

    LA METFORA, LENGUA MATERNA DEL MITO

    La vida de una mitologa surge y depende del vigor metafrico de sus smbolos. Estos transmitenms que un mero concepto intelectual, pues sus caractersticas profundas hacen que nos den unsentimiento de participacin real en una comprensin de la trascendencia. El smbolo, energizado

    por la metfora, transporta no una mera idea del infinito sino una realizacin del infinito. Debemosrecordar, empero, que las metforas de un perodo histricamente condicionado, y los smbolos queacciona, pueden no hablar a las personas que viven mucho despus de ese momento histrico ycuya conciencia se ha formado a travs de experiencias por completo diferentes.

    Mientras que los tiempos y las condiciones cambian drsticamente, el objeto delcondicionamiento histrico a travs de los siglos, es decir la compleja unidad psicosomtica que

    llamamos la persona humana, permanece constante. Lo que Adolph Bastian describi como ideaselementales y Jung llam arquetipos del inconsciente colectivo son los poderes motivantes yreferencias connotativas biolgicamente arraigados de las mitologas que, modelados en lasmetforas de perodos histricos y culturales cambiantes, permanecen constantes.

    Las metforas cumplen su funcin de hablarles a estos niveles profundos del ser humano cuandosurgen, novedosas, del contexto contemporneo de la experiencia. En nuestra poca, se estvolviendo cada vez ms necesaria, social y espiritualmente, una nueva mitologa, a medida que lasmetforas del pasado, tales como la del Parto Virginal y la Tierra Prometida, malentendidas comohechos, pierden su vitalidad y se concretizan. Pero esa nueva mitologa ya est implcita entrenosotros, innata a la mente y esperando como la princesa dormida el beso del amado, para ser

    despertada por una nueva simbolizacin metafrica. Esta derivar necesariamente de la vidacontempornea, del pensamiento y la experiencia, y, al ser la lengua que puede tocar las capas msinternas de la conciencia, nos proporcionar una mitologa revigorizada.

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    Los artistas comparten la vocacin, de acuerdo con sus disciplinas y oficios, de proveer las nuevasimgenes de la mitologa. Esto es, proporcionan las metforas contemporneas que nos permitencaptar la naturaleza trascendente, infinita y abundante del ser tal como es. Sus metforas son loselementos esenciales de los smbolos que hacen manifiesto el fulgor del mundo tal como es, antesque discutir si debera ser de un modo u otro. Lo revelan como es.

    Una mitologa puede ser entendida como una organizacin de figuras metafricas connotativas deestados mentales que, en ltima instancia, no pertenecen a esta o aquella ubicacin geogrfica operodo histrico, an cuando las figuras mismas parecen sugerir en su superficie tal localizacinconcreta. Los lenguajes metafricos de la mitologa y la metafsica no son denotativos de mundosreales de dioses, sino que ms bien connotan niveles y entidades dentro de la persona tocada porellos. Las metforas slo parecen describir el mundo exterior del tiempo y el espacio. Su universoreal es el campo espiritual de la vida interior. El Reino de Dios est dentro de nosotros.

    El problema, como lo hemos notado muchas veces, es que estas metforas, que se refieren a loque podra decirse de ningn otro modo, son prosaicamente malentendidas al referirlas a hechostangibles y sucesos histricos. La denotacin (esto es, la referencia en tiempo y espacio: un

    determinado Parto Virginal, el Fin del Mundo) es tomado como el mensaje, mientras que laconnotacin, la rica aura de la metfora en la que reside su importancia espiritual, es completamenteignorada. El resultado es que nos quedamos con esa inflexin tnica particular de la metfora, suvestimenta histrica, ms que con su ncleo espiritual viviente.

    Inevitablemente, entonces, la comprensin popular apunta a los rituales y leyendas del sistemalocal, y el sentido de los smbolos se reduce a los objetivos concretos de un sistema poltico desocializacin en particular. Cuando la lengua de la metfora es malentendida y su estructura desuperficie se resquebraja, evoca meramente el actual orden de cosas limitado en el tiempo y elespacio, y su signo espiritual, si acaso es transmitido todava, se vuelve ms dbil an.

    Me ha intrigado mucho que el acento en la exgesis profesional de toda la mitologa judeo-cristiana-islmica se haya puesto en la denotacin antes que en el sentido connotativo de laimaginera metafrica que es su lengua activa. El Parto Virginal, como lo he mencionado, ha sido

    presentado como un hecho histrico, incorporado a un artculo concreto de fe sobre el que lostelogos han discutido durante siglos, a menudo con graves consecuencias. Prcticamente todamitologa en el mundo ha usado esta idea elemental y co-natural de un nacimiento virginal parareferirse a una realidad espiritual ms que histrica. Lo mismo, como he sugerido, vale para lametfora de la Tierra Prometida, que en su denotacin no se refiere ms que a un trozo de geografaterrestre a tomar por la fuerza. Su connotacin (es decir, su significado real), empero, es el de unsitio espiritual en el corazn en el que slo se puede entrar mediante la contemplacin.

    No puede haber genuino avance en la comprensin de cmo funcionan los mitos hasta quecomprendamos y permitamos que los smbolos metafricos lleguen sin modificaciones, a losniveles ms internos de nuestra conciencia. La confusin sobre la naturaleza y funcin de lametfora es uno de los mayores obstculos (puesto en nuestro camino, a menudo, por las religionesorganizadas que se concentran con miopa en momentos y lugares concretos) a nuestra capacidad deexperimentar el misterio.

    METFORA Y MISTERIO

    En un sentido realista, la mitologa puede ser definida como la religin de otros pueblos. Y lareligin, en cierto sentido, puede ser entendida como el malentendido popular de la mitologa.

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    La mitologa es un sistema de imgenes que les da al pensamiento y a los afectos un sentimientode participacin en un campo de sentido. Las diferentes mitologas definen los posibles sentidos dela experiencia de una persona en trminos del conocimiento del perodo histrico, as como delimpacto psicolgico de este conocimiento difundido a travs de las estructuras sociales delcomplejo sistema psicosomtico conocido como ser humano.

    En una mitologa tradicional o, si quieren, en un sistema religioso tradicional, la imaginera y losrituales a travs de los cuales esa imaginera se integra en la vida de una persona, son presentadosde modo autoritario por los padres o los evangelizadores, y se espera que el individuo experimentelos sentidos y los sentimientos buscados.

    Si, como ha sucedido en el mundo contemporneo, que ha dejado de ser un mundo pastoral paravolverse un mundo de mquinas, todo el contexto de las imgenes de nuestra herencia religiosa seha transformado, estas imgenes no pueden comunicar, y no comunican, los sentimientos y lossentidos como lo hicieron con la gente del mundo en que se las cre.

    Un sistema de smbolos mitolgicos slo funciona si opera en el campo de una comunidad de

    personas que tienen experiencias esencialmente anlogas o, para decirlo de otro modo, si compartenel mismo campo de experiencia vital.

    Cmo podemos, en el perodo contemporneo, evocar la imaginera que comunica el sentido msprofundo y ms ricamente desarrollado de la experiencia vital? Estas imgenes deben sealar msall de s mismas hacia esa verdad ltima que debe ser dicha: que la vida no tiene ningn sentidoabsolutamente fijado. Estas imgenes deben sealar ms all de todos los significados dados, msall de todas las definiciones y relaciones, hacia ese misterio realmente inefable que es la existencia,de nuestro ser y el del mundo. Si le damos a ese misterio un sentido exacto, disminuimos laexperiencia de su autntica profundidad. Pero cuando un poeta lleva la mente a un contexto desentidos y despus va ms all de stos, uno reconoce ese maravilloso rapto que produce el ir msall de todas las categoras de la definicin. Aqu sentimos la funcin de la metfora que nos

    permite hacer un viaje que no podramos hacer de otro modo, ms all de todas las categoras de ladefinicin.

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    CAPTULO II

    LA EXPERIENCIA DEL MISTERIO RELIGIOSO

    EL SIMBOLISMO Y LA EXPERIENCIA RELIGIOSA

    Con respecto a la tradicin mstica, el mundo puede dividirse en dos grandes grupos: uno al oestede Irn, que incluye el Medio Oriente y Europa; y el otro, al este de Irn, que incluye a la India y elLejano Oriente.

    Concentrmonos en el Occidente. Nuestras religiones vienen todas del Levante, del MedioOriente, ms que de Europa. El zoroastrismo, el judasmo, el cristianismo y el Islam son llamadaslas grandes religiones del mundo. En todas ellas, Dios hizo el mundo, y Dios y el mundo no son lomismo. En nuestra tradicin hay una distincin ontolgica y esencial entre creador y criatura.

    Esto lleva a una psicologa y estructura religiosa totalmente diferentes de las religiones en las queesta distincin no se hace. El objetivo de las religiones occidentales no es provocar unaidentificacin con lo trascendente. Su objetivo es producir una relacin entre los seres humanos yDios, que no son lo mismo. La actitud tpica del Levante, del Medio Oriente, de donde vienennuestras religiones, es la sumisin del juicio humano a ese poder concebido como Dios.

    En la tradicin occidental, lo divino no est dentro de uno. Cuando nos volvemos hacia adentro,encontramos un alma humana y esa alma humana puede estar o no en una relacin adecuada con sucreador. La tradicin bblica nos dice que la naturaleza es corrupta y que hubo una cada, se la

    mencione como Pecado Original o no. Todo el concepto de pecado est implicado aqu, porquetenemos una responsabilidad con Dios de obedecer alguna clase de ley que concebimos comodictada por l.

    Cmo nos relacionamos con Dios en esta tradicin? La relacin se consuma a travs de unainstitucin. A sta podemos llamarla la primera disociacin mtica, en tanto disocia la persona del

    principio divino. El individuo slo puede asociarse con lo divino mediante la institucin social. As,en la tradicin juda, Dios y Su pueblo tienen un pacto respecto de su relacin especial.

    En la tradicin cristiana, Cristo es el centro porque l es el verdadero Dios y el verdaderoHombre. Eso es considerado como un misterio en razn de la unidad de estas dos naturalezas. No

    hay misterio alguno en el Oriente, donde cada hombre es pensado precisamente como un trozo deDios.

    Nuestra cultura religiosa occidental tiene un compromiso con estos grupos sociales y sus distintosreclamos bblicos y eclesisticos, que la moderna investigacin histrica y cientfica cuestiona. Noobstante, por medio de este acuerdo hemos sido vaciados de nuestro sentido de nuestra propiadivinidad. Nos hemos comprometido con una organizacin social o institucin jerrquica, que tienesus propias exigencias. Y ahora esas exigencias mismas estn en cuestin. Esto alienta lo quellamamos alienacin, es decir, un sentido individual de extraamiento de la institucin religiosa atravs de la cual nos relacionamos con Dios.

    El Dios de la institucin no est apoyado en nuestra propia experiencia de la realidad espiritual.Esto abre un hueco que cuestiona la validez del ser humano. El primer objetivo del mstico esvalidar la experiencia humana individual de la persona.

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    EXPERIMENTAR EL MISTERIO

    Como hemos mencionado antes, el objetivo primordial de una mitologa dinmica, que podemoscaracterizar como su funcin propiamente religiosa, es despertar y mantener en la persona unaexperiencia de reverencia, humildad y respeto en reconocimiento de ese misterio definitivo quetrasciende todo nombre y forma, del cual, como leemos en las Upanishads, vuelven las

    palabras. En las ltimas dcadas, la teologa se ha concentrado a menudo en un ejercicio literariode explicacin de textos arcaicos compuestos de nombres, incidentes, dichos y acciones ambiguos,histricamente condicionados, todos los cuales son atribuidos a lo inefable. La fe, podramosdecir, en la antigua escritura, o la fe en la ciencia ms reciente, pertenecen por igual en nuestrapoca slo a quienes todava no tienen una idea de lo misterioso que es en realidad el misterio deellos mismos.

    En muchos de nosotros se ha hecho patente la situacin descripta por el fsico Erwin Schrdinger:Esta vida nuestra que estamos viviendo no es un mero fragmento de la existencia entera, sino quees, en cierto sentido, el todo; slo que el todo no est constituido de tal manera que pueda serabarcado de una sola mirada. Esto es lo que los sacerdotes brahmnicosexpresan en esa frmula

    mstica que en realidad es tan simple y tan clara: Tat tvam asi, eso eres t8Esta es la idea bsica de todo discurso metafsico, que es inmediatamente conocido (o conocible

    por un individuo en soledad) slo cuando los nombres y las formas, lo que llamo las mscaras deDios, han cado. Pero, como han observado muchos, incluyendo a Guillermo de Occam, ImmanuelKant y Henry Adams, la categora, o nombre, de la unidad misma pertenece a la mente y puede noser atribuida a ninguna supuesta sustancia, persona o Campo de Ser.

    Quin, entonces, puede hablarnos, del ser o no ser de Dios, salvo por inferencia, para sealar msall de sus palabras y de s mismo y de todo lo que sabe o puede decir, hacia la trascendencia, laexperiencia del misterio?

    Suele hacerse la pregunta de si la experiencia del misterio y de la trascendencia es ms accesiblepara quienes han pasado por alguna clase de preparacin religiosa y espiritual, para quienes, comohe dicho, todo ha sido nombrado. Puede ser menos accesible para ellos precisamente porque ya lohan recibido todo nombrado. Un modo de privarnos de una experiencia es esperarla. Otro es tenerun nombre para ella antes de tener la experiencia. Carl Jung deca que una de las funciones de lareligin es protegernos contra la experiencia religiosa. Esto es porque en la religin formal todo estconcretado y formulado. Pero, por su naturaleza misma, esa experiencia es de las que slo unomismo puede tener. No bien se la clasifica junto con una experiencia ajena, pierde su carcter. Unaserie preconcebida de conceptos encierra la experiencia, aislndola de tal modo que no nos llega

    directamente. Las religiones adornadas y detalladas nos protegen contra una explosiva experienciamstica que sera excesiva para nosotros.

    Hay dos tipos de meditacin: la discursiva, y la explosiva. En la meditacin discursiva, como lapropuesta por Ignacio de Loyola, consideramos una escena religiosa (los Siete Dolores de laSantsima Virgen, o la historia de la Crucifixin) disponindolas como se dispondra unaescenografa en la imaginacin. Este es un preludio protector a un tipo de meditacin. El otro tipode meditacin es explosivo pues nos arroja ms all de todo nombre, forma y concepto. Y desde allno se puede volver. Pero si hemos pasado antes por varios aos de meditacin discursiva, sta nossirve como un estado intermediario por el que podemos regresar. En sitios en los que la meditacinha sido practicada largo tiempo, por ejemplo en las rdenes contemplativas, esto es bien

    comprendido.

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    Busquemos el camino al misterio mediante una meditacin sobre el nacimiento, la vida y lamuerte de Jess. En este respecto se plantea con pertinencia la pregunta del siglo I, sobre si elcristianismo era una religin histrica o la religin histrica de la cual todas las otras sonrefiguraciones. Los muchos smbolos, tales como los animales de las religiones mistricas egipciasrespirando su espritu sobre el nio Jess (el toro del dios Osiris y el asno de su hermano Set, all enel pesebre) sugieren su temprana comprensin de que era realmente as. Del mismo modo, en la

    misma escena del Nacimiento, los Magos llevan el gorro de Mythros cuando presentan suhomenaje.

    Es evidente que, en Orfeo y en Cristo, tenemos exactamente el mismo arquetipo, con el motivodel abandono del mundo fsico, todava simbolizado con una cruz en la astronoma, rumbo a loespiritual. Abandonan la Tierra, smbolo de la Madre, para ir al reino del Padre.

    En la traduccin del rito neoltico de la fertilidad a un rito de fertilidad espiritual, vemos la muertey la resurreccin del cereal refigurada en el smbolo de la muerte del viejo Adn y el nacimiento delnuevo. Como he observado antes, aunque no s cmo probarlo, la gran visin de San Pablo en elcamino a Damasco fue que la calamidad de la muerte de este joven rabino, Jess, era una

    contrapartida de la muerte y resurreccin del Salvador que se da en los misterios clsicos. Pablotambin capt que el mito cristiano de la Cada con el rbol del Edn y la Redencin en el Calvariocon el rbol de la Redencin son los dos aspectos de los dos rboles del Jardn del Edn. El

    primero, el rbol de la Cada, representa el pasaje de lo eterno al reino del tiempo. El segundo es elrbol del retorno desde el reino del tiempo a lo espiritual. De modo que ese rbol es el rbol delumbral, el laurel, que puede verse en sus dos aspectos, yendo de lo sagrado a lo profano y deregreso de lo profano a lo sagrado.

    Cuando el Hombre comi el fruto del rbol, se descubri a s mismo en el campo de la dualidaden lugar del campo de la unidad. Como resultado, se encuentra fuera, en el exilio. Los dosquerubines colocados en la puerta son representativos del mundo de los pares de opuestos en losque, despus de ser expulsado del mundo de la unidad, est localizado ahora. Somos mantenidos enel exilio por causa de nuestro compromiso con ese mundo.

    Cristo va ms lejos (Yo y el Padre somos uno) devuelva al campo de la unidad de la que hemossido expulsados.Estos son misterios. Aqu hay un eco y una traduccin en otra serie de imgenes delo que nosotros mismos estamos experimentando. Lo que emerge ahora con el cereal, como

    partculas de esa vida que informa todas las cosas, es la revelacin de la unidad espiritual en todossus aspectos. Aqu tambin est la revelacin de que una vida puede ser personificada como unadeidad, como en la tradicin cristiana, y todo viene de la Deidad. Pero la personificacin no es loimportante. Lo que tenemos es una revelacin transteolgica, transpersonificada.

    Cuando uno est preparado para ver la luz eterna, por as decirlo, a travs del enrejado del tiempo,uno puede experimentar el misterio. Eso es especialmente cierto en el caso del arte que transportasmbolos mitolgicos que nos siguen hablando.

    Todo esto puede observarse en la superficie de un antiguo vaso de dos lados. De un lado vemos aTriptlemo como un anciano con Hermes a su lado portando espigas de trigo. Hermes sostiene elcaduceo. Volviendo al vaso, vemos a Dionisos conducido por un stiro con el cliz de vino.Triptolemo es asociado con el pan, el cereal, y Dionisos con el vino. Estos son los elementos delsacramento catlico romano de la misa.

    En una cermica roja del siglo V a.C. podemos ver a la diosa con los dos poderes, el poderserpiente y el poder solar. El poder serpiente es la mordedura de la muerte del yo que abre el ojo yel odo a lo eterno.

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    Hay dos rdenes de perspectiva religiosa. Uno es tico, y enfrenta al bien contra el mal. En elOccidente cristiano fundamentado en la Biblia, el acento est puesto sobre la tica, en el combatedel bien contra el mal. Nuestra misma religin nos conduce al campo de la dualidad. La perspectivamstica, empero, ve al bien y al mal como aspectos de un mismo proceso. Esto puede encontrarse enel signo chino del yin-yang, el dai-chi.

    Tenemos, entonces, estas dos perspectivas religiosas totalmente diferentes. La idea de un bien yun mal absolutos en el mundo despus de la cada es bblica, y como resultado de ella no nosdetenemos en la naturaleza corrupta. En lugar de eso, corregimos a la naturaleza y nos ponemos enel bando del bien contra el mal. Los cultos orientales, en cambio, nos ponen en contacto con lanaturaleza, donde lo que los occidentales llaman bien y mal se entremezclan. Pero qu derechotenemos, pregunta la tradicin oriental, a llamar malas a estas cosas, cuando son parte del procesode la naturaleza?

    Me impresion mucho, en mi primera visita al Japn, encontrarme con un mundo que no sabanada de la Cada en el Jardn del Edn, y en consecuencia no consideraba corrupta a la naturaleza.En las escrituras shinto uno lee que el proceso de la naturaleza no puede ser malo. En nuestra

    tradicin, todo impulso natural es pecaminoso, salvo que haya sido purificado de alguna manera.

    En algunas representaciones artsticas, uno ve a la Deidad, y a su derecha estn las tres Gracias.Las musas estn vestidas porque el arte viste al misterio. La revelacin final es el misterio desnudomismo. La primera de las tres Gracias es Eufrosine, o el rapto, que enva la energa de Apolo almundo. La segunda es Aglaia, el esplendor, que trae de vuelta la energa. Despus, abrazando a lasdos, encontramos a Tala, la abundancia. Reconocemos en sta las funciones de la Trinidad en latradicin cristiana basada en la Biblia, tradicin en la que estos mismos poderes reciben una formamasculina.

    Por ltimo, no importa si las nombramos como masculinas o femeninas. La trascendencia estms all de esos nombres. Este smbolo se refiere a lo que simplemente podramos llamarmeditacin total. El Padre es Tala, la abundancia que une a los otros dos. El Hijo es Eufrosine, elrapto de amor que se derrama en el mundo. El Espritu Santo, el viento Paracleo, es Aglaia, que nostransporta de regreso. La energa misma brota de Apolo, que en la tradicin cristiana es la sustanciadivina de la que los tres elementos de la Trinidad son personificaciones.

    Recuerden mi afirmacin anterior de que la experiencia del misterio viene no de esperarlo sino deabandonar todos los programas, porque nuestros programas estn basados en el miedo y el deseo.Los dejamos caer, y viene el esplendor.

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    CAPTULO III

    NUESTRAS IDEAS DE DIOS

    La Crtica de la razn pura de Kant nos proporciona una base para comprender la naturalezainefable de lo divino. Como observa Kant, todas nuestras experiencias nos vienen del interior delcampo del tiempo y el espacio. Estamos separados unos de otros porque hay espacio en el cual estarseparados. El tiempo y el espacio son los profundos factores condicionantes de nuestras vidashumanas. No podemos experimentar nada salvo en el campo del tiempo y el espacio. Kant llam aesto formas estticas de la sensibilidad. Es lo que en la India se llama maya. Maya es el campodel tiempo y el espacio que transforma lo que trasciende a la manifestacin en un mundo roto9.

    Cuando pensamos en lo que hemos experimentado en la aprehensin de las formas en el tiempo yel espacio, empleamos la gramtica del pensamiento, cuyas categoras ltimas son ser y no ser.Hay un Dios? Si la palabra Dios significa algo, debe significar la nada. Dios no es un hecho. Unhecho es un objeto en el campo del tiempo y el espacio, una imagen en el campo soado. Dios no esun sueo, Dios no es un hecho Dios es una palabra que nos refiere a algo ms all de todo loque pueda ser concebido y nombrado. Pero la gente piensa que su Dios tiene sentimientos como lostenemos nosotros, que quiere a algunos ms que a otros, y que impone ciertas reglas para sus vidas.Moiss recibi gran cantidad de informacin de lo que podramos llamar este no-hecho. Tal comoes entendido particularmente en la tradicin judeocristiana, Dios es un trmino final.

    En casi todos los otros sistemas, los dioses son agentes, manifestaciones, o funcionariosimaginados de una energa que trasciende toda conceptualizacin. No son la fuente de la energasino ms bien agentes de ella. Digmoslo as: El dios es la fuente, o es un modo humano de

    concebir la fuerza y la energa en que se apoya el mundo? En nuestra tradicin, Dios es masculino.Esta diferenciacin entre masculino y femenino se hace, empero, dentro del campo del tiempo y elespacio, el campo de la dualidad. Si Dios est ms all de la dualidad, no podemos decir que Diossea l. No se puede decir que Dios sea Ella.

    Es por eso que los maestros zen al hablar siempre disuelven la palabra diciendo el opuestoinmediatamente despus. Lo que no es una cosa. Lo que no es eso. Esta es la referencia ltima denuestras metforas. Despus hay referencias metafricas, connotaciones, a este lado de ese campoltimo, abriendo el misterio de la operacin de esta energa trascendente en el campo del tiempo yel espacio.

    Deberamos volvernos transparentes a la trascendencia10

    . En nuestras ideas sobre nuestras vidas,sobre lo que le da sentido a la vida, nos vinculamos con las formas fenomnicas con las queestamos familiarizados.

    Si tomamos estas formas como cosas en s mismas y nos vinculamos con esas aparienciasexternas, no somos transparentes a la trascendencia, y tampoco lo son las formas. El objetivo en la

    psiquiatra, dicen, es poner la estructura mental que gobierna nuestras vidas de acuerdo con estaenerga que proviene de fuentes que no comprendemos plenamente y no podemos localizar. De ahque nos volvamos transparentes a la trascendencia. Nos volvemos como vidrios, y brilla a travs denosotros un esplendor que de otro modo sera bloqueado. Un dios debera, de igual modo, sertransparente a la trascendencia.

    Cuando Yahv dice Yo soy Dios, clausura esa posibilidad. Cuando, en cambio, nuestro Dios estransparente a la trascendencia, nosotros tambin lo somos. Lo que pertenece a la trascendencia es

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    lo mismo en el dios que en nosotros. Si el dios abre la trascendencia, somos uno con lo quellamamos Dios. As, la imagen del dios nos introduce en nuestra propia trascendencia. Esto puedeser un tanto difcil de captar. Pero cuando el dios se cierra y dice Yo soy Dios, nos cierra anosotros tambin, porque esto quiere decir que somos slo un hecho, y por lo tanto la relacin, enestos trminos, se da entre nosotros y el hecho que no es un hecho.

    Es por eso que, para apreciar la lengua de la religin, que es metafrica, debemos distinguirconstantemente la denotacin, o hecho concreto, de la connotacin, o mensaje trascendente.

    Pensemos en la imaginera religiosa conocida. Uno de los grandes temas tanto en el judasmocomo en el cristianismo es el Fin del Mundo. Cul es el significado del Fin del Mundo? Ladenotacin es que habr una terrible catstrofe csmica y el mundo fsico se terminar. Esto, comosabemos, es la denotacin. Cul es la connotacin del Fin del Mundo? En el Evangelio de Marcos,Captulo 13, Jess habla del Fin del Mundo. Lo describe como un tiempo muy terrible con fuego yazufre devorando la Tierra. Dice: Ser mejor no vivir en ese tiempo. Tambin dice: Estageneracin no habr pasado, cuando ocurran estas cosas. Pero estas cosas no pasaron. Y la Iglesia,que interpreta todo al modo concreto, tomando la denotacin en lugar de la connotacin del

    mensaje, dijo que, en efecto, esto no pas, pero pasar, porque lo que Jess quera decir con lapalabra generacin era la generacin de la Humanidad.

    En el Evangelio gnstico de Toms, parte del gran descubrimiento de textos antiguos efectuado amediados del siglo XX, Jess dice: El Reino no vendr segn lo esperan. El Reino del Padre estdifundido sobre la Tierra, y los hombres no lo ven. Al no verlo, vivimos en el mundo como si nofuera el Reino. Ver el reino: eso es el Fin del Mundo. La connotacin es trascendente a ladenotacin. No debemos interpretar la frase Fin del Mundo concretamente. Jess usa la mismaclase de vocabulario que usan los gurs orientales. En su estilo pedaggico ms desarrollado,hablan como si ellos mismos fueran aquello de lo que estn hablando; es decir, se han identificadomentalmente con un modo de conciencia que despus habla a travs de ellos.

    Por eso cuando Jess dice Soy el todo, quiere decir: Me he identificado con el todo. Es lo quequiere decir cuando expresa, en el Evangelio de Toms: Hunde la vara, me encontrars all. Estono se refiere a la persona que est hablando con uno, ni a ese cuerpo fsico; se refiere a lo que enrealidad l, y su interlocutor, son. T eres eso11.

    En ninguna de las tradiciones bblicas ortodoxas, uno puede identificarse con Dios. Jess seidentific con Dios en este sentido. Pero Dios es una metfora, como tambin es una metfora paralo que somos todos. Y dice, en este Evangelio de Toms: El que beba de mi boca se volver comosoy yo, y yo ser l. No el yo que est ah, hablando con sus discpulos, fsicamente presente

    frente a ellos. Es el yo de la dimensin de la cual est hablando. Hunde la vara, me encontrarsah; levanta la piedra, ah estoy yo. Y, por supuesto, El Reino de los Cielos est dentro de ti. Estarriba? Si as fuera, los pjaros llegaran antes que t. Est abajo? El pez llegara antes que t. ElReino de los Cielos est dentro de ti. Quin y qu hay en el Cielo? Dios est en el Cielo. Dndeest Dios? Dentro de ti.

    Esta idea es el sentido del budismo zen. Uno debe averiguarlo por s mismo. Uno es eso: T ereseso. Tat tvam asi.Ese mensaje proveniente de la India nos electrifica, pero, lamentablemente, lasIglesias no lo predican.

    De vez en cuando he recibido una de esas colecciones traducidas de los msticos de la tradicin

    judeocristiana, en las que la connotacin es tomada todo el tiempo por denotacin. Cuando estastraducciones meditan sobre Jess, se trata de adoracin, no de misticismo. Estn meditando sobrelos referentes concretos de la muerte y la resurreccin de Jess.

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    Ya no se puede seguir meditando de ese modo. Jess muere, renace y asciende fsicamente alCielo. Su madre, Mara, unos pocos meses, o semanas, o aos despus hace lo mismo en lo que sellama el Sueo de la Virgen, que significa que nunca muri como nosotros sino que fue llevada alCielo: la Asuncin de la Virgen. Pero subrayar la situacin fsica simplemente devala el smbolo

    porque es interpretado como un trmino concreto.

    Es por eso que uso la frase: Las extensiones internas del espacio exterior como ttulo de uno demis libros. Lo que es descripto como si estuviera en el espacio exterior en realidad connota algo quedebera suceder en el espacio interior. El Cielo al que estos cuerpos de Jess y Mara supuestamenteascendieron fsicamente es en realidad el sitio al que descendemos cuando vamos hacia nosotrosmismos, y es el sitio, para seguir usando trminos concretizantes, del cual venimos. Y dentro delcual estamos. Y donde realmente estamos.

    La fundamental, simple y gran revelacin mstica es la que nos permite identificarnos con laconciencia, antes que con el vehculo de la conciencia. Nuestro cuerpo es un vehculo de laconciencia.

    Pensemos en las luces elctricas de un cuarto. Podemos decir: Las luces estn encendidas, enplural, refirindonos a las bombillas. O podemos decir La luz est encendida, en singular. Son dosmodos de decir exactamente lo mismo. En un caso estamos acentuando el vehculo de la luz. En elotro, estamos acentuando la cosa de la que en ltima instancia estamos hablando, es decir la luz.

    Los japoneses usan dos trminos muy simples para referirse a estas condiciones. Uno se refiere aEl campo mundano del individuo, y el otro a El mundo de lo general. Hay tambin un muylindo dicho: Individual, general no hay obstruccin. Que no hay obstruccin significa que son lomismo.

    Si una bombilla de luz se quema y el portero del edificio viene y ve que no funciona, no dice:Qu pena! Esa es la bombilla de todas las bombillas!. Por el contrario, la saca, la tira y poneotra. Qu es importante? La luz, o la bombilla? Qu es importante y de qu son vehculo esas

    bombillas? Son vehculos de la luz o, para nuestro propsito, de la conciencia.

    Con qu nos identificamos, en ltima instancia? Con la bombilla o con la conciencia? Laconciencia no estara ah si la bombilla no estuviera, pero es la conciencia la que importa. Cuandonos hemos identificado con la conciencia, el cuerpo cae. Nada nos puede suceder. Estamos

    preparados para mostrar gratitud por el cuerpo y amarlo por habernos permitido esta revelacin,pero es slo el vehculo.

    Lo que descubrimos es que lo que no naci no muri sino que se manifest a travs de estecuerpo, y es la misma cosa que est en los cuerpos de otros. Ahora se puede decir: Individual,individual no hay obstruccin. Cmo debe entenderse esta idea? Es el despertar del corazn, eldespertar de laMitleid, la compasin. Por medio de esta revelacin las relaciones se transforman, dela pasin a la compasin. Estas relaciones dejan de ser de mera posesin, o de combate con otras

    personas, y se vuelven de identificacin con ellas. En la identificacin podemos participar en elcombate, por supuesto, pero de un modo completamente diferente de aquel de la ruda animalidad.

    Lo central en nuestras consideraciones se encuentra en ese nivel que se eleva por encima de lamera autopreservacin. Esto produce el despertar de la compasin, la apertura de la cualidadhumana en nuestra relacin tanto con amigos como con extraos.

    En el trabajo de Jane Goodall con chimpancs, describe un incidente en el que su pequeacompaa de chimpancs fuera afectada por una epidemia de poliomielitis. Murieron adultos y

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    pequeos; fue un desastre para la pequea comunidad. Uno de los machos grandes qued feamentedeformado por la enfermedad.

    Jane Goodall, por supuesto, haba venido experimentando el sentimiento que comparte muchagente que trabaja con animales: que stos en realidad son ms morales y buenos y generosos que losseres humanos. Encontramos la misma idea en el trabajo de Lilly con los delfines.

    Pero cuando este gran individuo qued deformado. Goodall descubri que en lugar de provocarcompasin en sus compaeros, provocaba repulsin, y no queran tener nada que ver con l y loabandonaron. Leyendo esto, se me ocurri que la compasin es la posibilidad humana nocompartida por todas las dems criaturas limitadas por su naturaleza animal.

    No obstante, no es raro que nosotros sintamos una inicial repulsin, de tipo animal, ante losgravemente deformados. No queremos acercarnos. Entonces debemos despertar nuestra compasin,

    para responder a ellos humanamente.

    Pensemos en la Crucifixin, y en el gran problema del cristianismo para explicar por qu fue

    crucificado Jesucristo. La teora de la expiacin sugiere que Dios el padre se sinti tan ofendido porla desobediencia de Adn y Eva que hubo que buscar u modo de reparar su transgresin. La ofensahaba sido tan grande, no obstante, que los meros hombres no podan repararla, y el Hijo de Dios sehizo hombre con el fin de alcanzar una expiacin adecuada.

    El papa Len el Grande explic de este modo la idea de la redencin: el hombre despus de laCada qued en las garras del Diablo. El Diablo se haba apoderado del Hombre, y el Hombre seredimi (como uno redime algo empeado en lo de un prestamista, digamos) cuando Jess seentreg como prenda. El Diablo no pudo retener a Jess, y as Satn fue engaado tal como l habaengaado al hombre.

    Pensmoslo en relacin con el pueblo al que Pablo le predic su mensaje. El apstol fue a Atenas,y se rieron de l. Fue a Jerusaln y le arrojaron piedras, y tuvo que pedir proteccin al ejrcitoromano. Cuando fue a Corinto, una famosa ciudad comercial, sus oyentes, versados en el negocio

    bancario, captaron el mensaje. El misterio de la expiacin, la culpa y el pecado no es disminuido,pero s hecho inteligible, cuando se expresa en metforas financieras.

    Abelardo, sin embargo, habl de un modo diferente. Fue el monje que tuvo aqul trgico romancecon Helosa, su joven alumna. Abelardo desarroll la idea de que Cristo, al sufrir en la Cruz,representa esa cualidad de la vida que evoca nuestra compasin.

    El misterio es tambin el tema de las leyendas artricas del Rey del Grial que ha sidohorriblemente herido. La Tierra Balda es ese territorio de gente herida, es decir, gente que vivevidas inautnticas, vidas rotas, que nunca ha encontrado la energa bsica para vivir, y vive, enconsecuencia, en ese paisaje estril. Esa es la Tierra Balda, un elemento importante en la leyendadel Grial.

    Cmo hemos de despertar a la Tierra Balda? El Rey del Grial ha sido herido, y con su herida enuna tierra en la que todo lo dems est herido tambin, no hay crecimiento humano. La herida delRey del Grial simboliza la condicin de la sociedad. T. S. Eliot, en su poema La Tierra Baldadescribe su visin de la misma situacin en nuestra sociedad12.

    En el siglo XIII, en razn de los matrimonios socialmente arreglados, y slo porque tena laobligacin de hacerlo, la gente viva con cnyuges a los que no amaba. No eran relaciones

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    autnticas. Aqu podemos preguntar: qu es un matrimonio autntico? Es un misterio en el que doscuerpos se vuelven una carne; no es un negocio en el que dos cuentas de Banco se funden en una.

    Sin embargo, haba gente que ocupaba posiciones oficiales en esa Tierra Balda, gente que no sehaba ganado su papel y no representaba el corazn. Queda completamente aparte. Hablamos deesquizofrenia, una enfermedad en la que la gente se divide en dos; hasta podemos hablar de crisis o

    derrumbe. Estas almas divididas se zambullen en el mar nocturno de las realidades de aqu abajo,sobre las cuales nunca han sabido nada, y estn aterrorizadas por los demonios. Puede tomarse esteprecepto como una frmula teolgica bsica: una deidad es la personificacin de un poderespiritual, y las deidades que no son reconocidas se vuelven demonacas y son realmente peligrosas.Uno ha estado fuera de la comunicacin con ellas: sus mensajes no han sido odos o, si fueronodos, no han sido atendidos. Y cuando emergen, al final, hay que pagar un precio literalmenteinfernal.

    Los mitos derivan de las visiones de personas que buscan en su mundo ms interno. A partir delos mitos se fundaron las culturas. Pensemos, por ejemplo, en el gran mito en el que se fund toda lacivilizacin medieval. El gran mito (y no estoy diciendo que no se basara en hechos, sino que, con

    hechos o sin ellos, su atractivo psicolgico es mtico) es el de la Cada y la Redencin, la cadadel hombre y la redencin del hombre. Toda la cultura medieval fue una construccin planeada

    para transportar el mensaje y la gracia de esa redencin al mundo. Pero cuando la historicidad delos hechos a los que estaba apegado el mito fue puesta en cuestin, y los rituales a travs de loscuales el mito era actualizado fueron rechazados, la civilizacin, esa civilizacin especficamentemedieval, colaps y surgi una nueva civilizacin, inspirada por nuevos sueos, visiones, creenciasy expectativas de consumacin.

    Los mitos, como los sueos, son productos de la imaginacin. Y hay dos rdenes de sueos, elsimple sueo personal, en el que el soador se ve protagonizando aventuras que slo reflejan sus

    propios problemas personales y los conflictos en su vida entre deseos y miedos, arrastrando deseosy prohibiciones morales, y materiales similares que son tpicamente manejados con un psicoanlisisfreudiano. Hay tambin otro nivel de sueo que puede pensarse como el de la visin, donde uno hatrascendido la esfera de un horizonte meramente personal y llega al enfrentamiento con los mismosgrandes problemas universales simbolizados en todos los grandes mitos.

    Por ejemplo, cuando sucede el desastre, cuando nos encontramos con una gran calamidad, qu eslo que nos sostiene y nos permite seguir adelante? Tenemos algo que nos sostenga y nos permitaseguir? O eso que creamos nuestro sostn nos abandona? Esa es la prueba del mito, el mito deconstruccin de nuestra vida.

    ELEMENTOS DE NUESTRA EXPERIENCIADEL MISTERIO DE DIOS

    Una mitologa que funciona bien en una civilizacin tradicional, como hemos observado, sirveesencialmente a cuatro funciones fundamentales, a la primera de las cuales he llamado la funcinmstica de despertar y mantener en el individuo un sentimiento de reverencia y gratitud ante lo quees, y seguir siendo siempre, el misterio del ser, el misterio del universo y de uno mismo dentro del. Cuando consideramos lo que se ve cuando nuestros ojos se abren realmente al mundo, lo que seve no es una maravilla fcil de admitir. Por cientos y millones y millones y cientos, cientos de

    millones de aos antes de que los ojos se abrieran para contemplar lo que estaba pasando realmenteall afuera, hubo vida floreciendo sobre esta tierra. Y cuando los ojos se abrieron, qu vieron?

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    Contemplaron cosas vivas consumindose unas a otras, vida viviendo de la vida. La primerafuncin, entonces, de toda mitologa temprana fue ensearnos a admitir y a participar en esa escena.

    Un principio metodolgico bsico a tener en cuenta cuando se est interpretando la mitologa entrminos psicolgicos nos dice que lo que en el mito se llama otro mundo debe entenderse

    psicolgicamente como mundo interior (el reino de los cielos est dentro de ti), y que lo que se

    llama futuro es ahora. En una boda anglicana o una vez al ministro instruir a la pareja ante l avivir su vida de tal modo que merecieran la vida siguiente, la vida eterna. Bueno, s, pens, escierto, pero no estaba expresado correctamente. Debera haber dicho: Vivan su vida, sumatrimonio, de tal modo que en l puedan experimentar la vida eterna. La eternidad no est en elfuturo ni en el pasado, sino ahora. De hecho, no pertenece en absoluto a la naturaleza del tiempo,sino que es una dimensin, por as decirlo, del ahora y del para siempre, una dimensin de laconciencia de ser que se encuentra y se experimenta adentro; cuando se la encuentra, uno puedemontar esta dimensin y atravesar sobre ella el tiempo y la extensin de sus das. Lo que lleva alconocimiento de esta dimensin transpersonal y transhistrica del ser personal y la experiencia devida son los arquetipos mitolgicos, esos smbolos eternos conocidos por todas las mitologas, quehan sido siempre el sostn y los modelos de la vida humana.

    Una de las cosas ms interesantes de la Biblia es que cada uno de los grandes temas mitolgicosdel Viejo Testamento ha sido localizado por nuestros modernos erudito en el anterior complejosumero-babilnico: la serpiente-dios, el rbol en el jardn de la vida eterna, la creacin de lahumanidad con arcilla, el diluvio, y muchos otros. Pienso, no obstante, en lo que ha sucedido comoresultado: mitos que originalmente apuntaban a la diosa como fuente ltima, ahora apuntan a undios.

    Este cambio es altamente significativo, y es una de las cosas ms desconcertantes de nuestratradicin. Los smbolos hablan directamente a la psiquis. Uno sabe espontneamente lo que estndiciendo, an si la persona que los presenta e interpreta habla en una lengua diferente. Dice Estahistoria nos habla del Padre, mientras el corazn del oyente est diciendo No, habla de la Madre.Es as como todos nuestros smbolos religiosos nos hablan con un doble discurso. Dado que, comoafirma Santo Toms en su Summa contra gentiles (Libro I, captulo 5), Slo entonces conocemosde verdad a Dios, cuando creemos que l est muy por encima de todo lo que el hombre puede

    pensar de Dios, seguramente no es correcto pensar como masculino o femenino a lo que superatodo pensamiento humano. En nuestra tradicin, el problema se hace ms complejo por la imagende un Dios masculino sin esposa, lo que nos impide pensar en la divinidad como algo que trasciendey subsume los opuestos sexuales. Esta imagen de lo divino es muy importante, psicolgica ysocialmente. Como ahora sabemos bien, esta representacin marcadamente desequilibrada delmisterio de Dios fue construida primordialmente para apoyar el reclamo de superioridad de los

    conquistadores patriarcales sobre sus vctimas matriarcales.

    El punto siguiente es que eso, que no es eso en absoluto porque trasciende a todas lascategoras, es la esencia del propio ser. Es inmanente: est aqu, ahora, en el de reloj de pulseraque estamos usando, en el papel en el que estoy escribiendo. Tomen cualquier objeto, tracen uncrculo a su alrededor, y podrn verlo en la dimensin de su misterio. No necesitan pensar quesaben qu es, porque en realidad no lo saben, pero el misterio del ser de nuestro reloj de pulsera seridntico al misterio del ser del universo, y de nosotros tambin. Cualquier objeto, cualquier palo,

    piedra, planta, animal o ser humano, puede colocarse de este modo en el centro de un crculo demisterio, ser contemplado en su dimensin de maravilla, y servir de este modo como un soporte

    perfectamente adecuado para la meditacin.

    Alrededor del siglo VIII a.C., en la Chiandogya Upanishad, se pronuncia la frmula clave de esameditacin: tat tvam asi, T eres eso, o T mismo eres as. El sentido final de una religin

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    como el hinduismo o el budismo es producir en el individuo una experiencia, de un modo u otro, desu propia identidad con ese misterio que es el misterio de todo ser: T eres eso. Aunque no eset que apreciamos y distinguimos de todos los otros.

    Un modo de llegar al conocimiento de un plano personal ms profundo es distinguir entre elobjeto y el sujeto de conocimiento, identificndose en consecuencia con el sujeto, el testigo, y no

    con lo que contempla. Por ejemplo, Contemplo y conozco mi cuerpo: no soy mi cuerpo;Conozco mis pensamientos: no soy mis pensamientos; Conozco mis sentimientos: no soy missentimientos; Soy el que conoce, soy el testigo. Entonces aparece el Buda y dice: Pero tampocohay testigo. De este modo podemos retroceder hasta salir de los muros del espacio. Y as llegamosa comprender la aspiracin, Neti! Neti! No esto! No esto! Cualquier cosa que podamosnombrar no es eso, absolutamente. Iti! Iti!Est aqu! Est aqu! Este oxmoron, o afirmacinautocontradictoria, es la clave de lo que llamamos el misterio del Oriente.

    Pero tambin es el misterio de muchos de nuestros msticos occidentales; y muchos de ellos hansido llevados a la hoguera por decirlo. Al oeste de Irn, en cualquiera de las tres grandes tradicionesque nos han llegado desde la zona del Medio Oriente, vale decir el judasmo, el cristianismo y el

    Islam, esos conceptos son impensables y herticos. Dios cre el mundo, Creador y criatura nopueden ser lo mismo, dado que, como nos dice Aristteles, A no es no-A. Nuestra teologa, enconsecuencia, comienza con el punto de vista de la conciencia despierta y la lgica aristotlica;mientras que en otro nivel de conciencia (y ste, el nivel al que todas las religiones deben referirseen ltima instancia) el misterio ltimo trasciende las leyes de la lgica dualista, la causalidad y elespacio-tiempo.

    Cualquiera que diga, como se dice (Juan, 10:30) que dijo Jess: Yo y el Padre somos Uno,segn nuestra tradicin ha blasfemado. Jesucristo fue crucificado por esa blasfemia; y novecientosaos despus, el gran mstico suf, Hallaj, fue crucificado por lo mismo. Se dice que Hallaj comparel deseo del mstico con el de la polilla por la llama. La polilla ve una lmpara ardiendo en la nochey, presa de un deseo irresistible de unirse a esa llama, revolotea contra la lmpara hasta el alba, ydespus vuelve adonde estn sus congneres a contarles en trminos poticos el cuento de suexperiencia. No se te ve mejor por lo que pas, le responden, pues sus alas estn bastantemaltrechas: esa es la condicin del asceta. Pero vuelve la noche siguiente y encontrando un camino

    por el vidrio de la lmpara, se une con su amada y se vuelve ella misma llama.

    Nosotros, en nuestra tradicin, no reconocemos la posibilidad de tal experiencia de la identidadcon el campo del propio ser. Lo que acentuamos, ms bien, es el logro y mantenimiento de unarelacin con una personalidad concebida como nuestro creador. En otras palabras, la nuestra es unareligin de relacin; a, la criatura, se relaciona conX, el Creador ((aRX). En el Oriente, en cambio,

    la frmula apropiada sera ms bien como la simple ecuacin a = X.

    Cmo, en la lnea occidental de pensamiento, puede alcanzarse una relacin con Dios? Segn elpensamiento judo, se lo logra naciendo de una madre juda. Dios, en cierto perodo, difcil defechar con precisin, estableci un Pacto con la raza juda, exigiendo la circuncisin y algunas otrasatenciones rituales, a cambio de lo cual disfrutaran por siempre de Su atencin exclusiva.

    En la tradicin cristiana, no menos exclusivamente, el personaje histrico, Jess, es considerado lanica encarnacin en la Tierra del Dios, el nico autntico-Dios-y-autntico-Hombre. Este avatar,se nos ensea a contemplarlo como un milagro. En el Oriente, en cambio, todos comprenden estaverdad en s mismos, y encarnaciones como Krishna, Rama o el Buda deben verse simplemente

    como un modelo a travs del cual realizar el misterio de la encarnacin en uno mismo.

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    Cmo logramos, no obstante, la relacin necesaria con Jess? Mediante el bautismo, y a travsde l la pertenencia a su Iglesia; es decir, dentro y por medio de un contexto social santificado quedestaca ciertos reclamos exclusivos. Estos reclamos dependen, para su validacin, de la historicidadde ciertos milagros especficos. La tradicin juda depende de la idea de una revelacin especial aun pueblo elegido singular, en cierto lugar, y todas estas circunstancias en el tiempo histrico. Ladocumentacin, empero, es cuestionable. Del mismo modo, la tradicin cristiana se basa en la idea

    de una nica encarnacin, la autentificacin de la cual est en la prueba de ciertos milagros,seguidos por la fundacin de una Iglesia y la continuidad de esta Iglesia mediante el tiempo; cadapaso del dogma tambin es histrico.

    Es por eso que nuestros smbolos han sido interpretados, con tanta persistencia, como referidos noprimordialmente a nuestras personas interiores, sino a hechos histricos. Este nfasis puede serbueno para la institucin de la Iglesia o la prosperidad de la sinagoga, pero puede no contribuir enabsoluto a la salud espiritual del individuo no convencido.

    SMBOLOS: FUERA DEL TIEMPO Y EL ESPACIO

    Sabemos bien que la historia no es la fuente real o la referencia primordial de estos smbolos. Sonarquetipos psicolgicos conocidos en todas las mitologas. Es por esto que, en nuestros das, losgurs y roshis de la India y el Japn estn teniendo tan profunda influencia y ejerciendo talatractivo sobre los occidentales, en particular los jvenes. Les estn diciendo a nuestros rebaos quela referencia de estos smbolos universales est dentro de ellos. Las instituciones religiosasoccidentales deberan entender que tienen razn y recordar que ellas poseen los mismos smbolos enlos altares de sus iglesias. Nosotros los occidentales tambin tenemos las mismas leccionesespirituales en las palabras de muchos de nuestros propios grandes msticos.

    A esa idea querra agregar otra: que cuando se nos da un dogma que dice con precisin qu clasede sentido experimentaremos en un smbolo, explicando qu efecto debe producirnos, entoncesestamos en problemas. Este smbolo puede no tener el mismo sentido para nosotros que el que tuvo

    para un concilio de obispos levantinos en el siglo IV. Si no reaccionamos tal como se espera que lohagamos, se duda de nuestra fe. La funcin real de una Iglesia es simplemente preservar y presentarsmbolos y poner en escena rituales,