cambiarle el nombre

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CARTA AL COMITE DE REDACCION CARTA AL COMITE DE REDACCION MEDICINA (Buenos Aires) 2009; 69: 291-292 ISSN 0025-7680 ¿Se debería seguir llamando enfermedad de Wegener? Friedrich Wegener nació el 4 de abril de 1907 en Varel, noroeste de Alemania. Hijo de un cirujano, comenzó sus estudios en Munich en 1927, terminando en la Universi- dad de Kiel en 1932 1 , donde en 1933 se convirtió en asis- tente del Departamento de Patología. En junio de 1934 realizó una autopsia en un joven camionero de 38 años que falleció luego de una enfermedad febril e insuficien- cia renal; notó la deformidad nasal y la inflamación del oído medio, la laringe, la faringe y la tráquea. El examen histológico de dichos tejidos mostró una granulomatosis necrotizante y en ambos riñones, aumentados de tama- ño, se evidenció una glomerulonefritis necrotizante 1, 2 . En otoño de 1935, bajo la guía de Martín Staemmler, comenzó su trabajo como patólogo en Breslau, que fue interrumpido en septiembre del 1939 por el comienzo de la guerra. Friedrich Wegener cuenta que durante el vera- no de 1936 observó 4. 000 autopsias de las cuales él mis- mo realizó 1. 200 3 . La importancia de estos meses radica tanto en la descripción de sus dos últimos casos de granulomatosis necrotizante, como en la consideración del marco histórico, ya que Martín Staemmler fue seve- ramente cuestionado en la posguerra por los trabajos sobre higiene racial. En 1939, Friedrich Wegener publi- có la que luego se consideró la descripción clásica de la enfermedad, cuyo título fue "Granulomatosis rinógena singular", que había sido publicada previamente en 1936 con el título de "enfermedad séptica generalizada de los vasos" 1, 3 . Una vez que estalla la guerra, Friedrich Wegener sir- ve al ejército como patólogo en Lodz donde se realiza- ban entre 50-100 autopsias por mes; la mayoría de los cadáveres provenían de judíos del ghetto de dicha ciu- dad (donde murieron 43. 000 personas), que quedaba sólo a tres cuadras de su centro de trabajo 4 . Es difícil creer que ante semejante evidencia, Friedrich Wegener des- conociera lo que allí sucedía. Su trabajo terminó en 1944 cuando se enfermó gravemente de difteria, recuperán- dose casi un año más tarde. Luego se desempeñó como cirujano en los campos de batalla, hasta caer como pri- sionero de guerra americano 1 . Retomó su carrera académica en 1964 en la Universi- dad de Lübeck, retirándose en medio del reconocimiento en 1970. Vivió para ver el descubrimiento de los ANCA (anticuerpos contra citoplasma del neutrófilo), así como el advenimiento de la ciclofosfamida, que cambió el pro- nóstico de esta enfermedad. Fue nombrado master Clinician of the American College of Chest Physicians (ACCP) en 1989 2 . En 1990, a la edad de 83 años, falle- ció como consecuencia de un accidente cerebrovascular. Un punto aparte merece la relación de Friedrich Wegener con el régimen nazi, tema de difícil debate y que involucró a numerosos médicos que trabajaron en la Alemania nazi 1, 6 . El caso de Friedrich Wegener recibió particular inte- rés, ya que no sólo era miembro del Partido Nacional Socialista, al que se afilió antes del inicio del gobierno de Hitler, sino que también recibió rango militar. Esto último hizo que fuera cuestionado en la posguerra, incluso de- clarado criminal de guerra por el gobierno polaco. Su archivo nunca fue encontrado y en 1947 se realizó la des-nazificación, donde numerosos testigos ratificaron su comportamiento honorable, sin poderse comprobar su participación activa en crímenes de guerra nazis 1 . Si bien no existen registros de su participación en experimentos médicos, es cuestionable su silencioso trabajo realizan- do las autopsias de los cadáveres provenientes del ghetto de Lodz donde el horror del exterminio y de los crímenes en masa quedaba en evidencia. Lo que resulta induda- ble es la comunión de Friedrich Wegener con los ideales de un régimen de odio, su participación ideológica y lo poco probable de su ignorancia sobre los crímenes de guerra. Aquí no se cuestionan sus descubrimientos cien- tíficos. Tal vez sea oportuno recordar la diferencia entre capacidad académica y el verdadero valor del accionar médico. La medicina, tal como la entendemos nosotros, es mucho más que claridad científica, es enfrentarse en forma cotidiana con personas que buscan ayuda y con- fían, esto la convierte en una de las profesiones donde se evidencia claramente la valoración ética de cada acto humano. En este sentido, no sólo son cuestionables las acciones sino también las omisiones, como el silencio de Friedrich Wegener en los años posteriores y su falta de rechazo público a los crímenes nazis. Estos hechos han llevado a algunos autores a querer cambiar el nombre a esta entidad y llamarla vasculitis aso- ciada a ANCA, en vez de enfermedad de Wegener 1, 6 . En el 2007 el ACCP consideró que estos datos eran suficientes para cuestionar su integridad personal y le retiró el Master Clinican Award 6 ; si tenemos presente que sólo los actos humanos son pasibles de valoración ética, y que no se puede separar la actividad académica de la vida moral, es cuestionable el uso de su nombre como epónimo de la enfermedad. Consideramos que el cam- bio de denominación no sólo le retira a Friedrich Wegener un honor inmerecido, sino que pone de manifiesto el re-

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CARTA AL COMITE DE REDACCION 291

CARTA AL COMITE DE REDACCION MEDICINA (Buenos Aires) 2009; 69: 291-292

ISSN 0025-7680

¿Se debería seguir llamandoenfermedad de Wegener?

Friedrich Wegener nació el 4 de abril de 1907 en Varel,noroeste de Alemania. Hijo de un cirujano, comenzó susestudios en Munich en 1927, terminando en la Universi-dad de Kiel en 19321, donde en 1933 se convirtió en asis-tente del Departamento de Patología. En junio de 1934realizó una autopsia en un joven camionero de 38 añosque falleció luego de una enfermedad febril e insuficien-cia renal; notó la deformidad nasal y la inflamación deloído medio, la laringe, la faringe y la tráquea. El examenhistológico de dichos tejidos mostró una granulomatosisnecrotizante y en ambos riñones, aumentados de tama-ño, se evidenció una glomerulonefritis necrotizante1, 2.

En otoño de 1935, bajo la guía de Martín Staemmler,comenzó su trabajo como patólogo en Breslau, que fueinterrumpido en septiembre del 1939 por el comienzo dela guerra. Friedrich Wegener cuenta que durante el vera-no de 1936 observó 4.000 autopsias de las cuales él mis-mo realizó 1.2003. La importancia de estos meses radicatanto en la descripción de sus dos últimos casos degranulomatosis necrotizante, como en la consideracióndel marco histórico, ya que Martín Staemmler fue seve-ramente cuestionado en la posguerra por los trabajossobre higiene racial. En 1939, Friedrich Wegener publi-có la que luego se consideró la descripción clásica de laenfermedad, cuyo título fue "Granulomatosis rinógenasingular", que había sido publicada previamente en 1936con el título de "enfermedad séptica generalizada de losvasos"1, 3.

Una vez que estalla la guerra, Friedrich Wegener sir-ve al ejército como patólogo en Lodz donde se realiza-ban entre 50-100 autopsias por mes; la mayoría de loscadáveres provenían de judíos del ghetto de dicha ciu-dad (donde murieron 43.000 personas), que quedaba sóloa tres cuadras de su centro de trabajo4. Es difícil creerque ante semejante evidencia, Friedrich Wegener des-conociera lo que allí sucedía. Su trabajo terminó en 1944cuando se enfermó gravemente de difteria, recuperán-dose casi un año más tarde. Luego se desempeñó comocirujano en los campos de batalla, hasta caer como pri-sionero de guerra americano1.

Retomó su carrera académica en 1964 en la Universi-dad de Lübeck, retirándose en medio del reconocimientoen 1970. Vivió para ver el descubrimiento de los ANCA(anticuerpos contra citoplasma del neutrófilo), así comoel advenimiento de la ciclofosfamida, que cambió el pro-nóstico de esta enfermedad. Fue nombrado master

Clinician of the American College of Chest Physicians(ACCP) en 19892. En 1990, a la edad de 83 años, falle-ció como consecuencia de un accidente cerebrovascular.

Un punto aparte merece la relación de FriedrichWegener con el régimen nazi, tema de difícil debate yque involucró a numerosos médicos que trabajaron en laAlemania nazi1, 6.

El caso de Friedrich Wegener recibió particular inte-rés, ya que no sólo era miembro del Partido NacionalSocialista, al que se afilió antes del inicio del gobierno deHitler, sino que también recibió rango militar. Esto últimohizo que fuera cuestionado en la posguerra, incluso de-clarado criminal de guerra por el gobierno polaco. Suarchivo nunca fue encontrado y en 1947 se realizó lades-nazificación, donde numerosos testigos ratificaron sucomportamiento honorable, sin poderse comprobar suparticipación activa en crímenes de guerra nazis1. Si bienno existen registros de su participación en experimentosmédicos, es cuestionable su silencioso trabajo realizan-do las autopsias de los cadáveres provenientes del ghettode Lodz donde el horror del exterminio y de los crímenesen masa quedaba en evidencia. Lo que resulta induda-ble es la comunión de Friedrich Wegener con los idealesde un régimen de odio, su participación ideológica y lopoco probable de su ignorancia sobre los crímenes deguerra. Aquí no se cuestionan sus descubrimientos cien-tíficos. Tal vez sea oportuno recordar la diferencia entrecapacidad académica y el verdadero valor del accionarmédico. La medicina, tal como la entendemos nosotros,es mucho más que claridad científica, es enfrentarse enforma cotidiana con personas que buscan ayuda y con-fían, esto la convierte en una de las profesiones dondese evidencia claramente la valoración ética de cada actohumano. En este sentido, no sólo son cuestionables lasacciones sino también las omisiones, como el silencio deFriedrich Wegener en los años posteriores y su falta derechazo público a los crímenes nazis.

Estos hechos han llevado a algunos autores a querercambiar el nombre a esta entidad y llamarla vasculitis aso-ciada a ANCA, en vez de enfermedad de Wegener1, 6.

En el 2007 el ACCP consideró que estos datos eransuficientes para cuestionar su integridad personal y leretiró el Master Clinican Award6; si tenemos presente quesólo los actos humanos son pasibles de valoración ética,y que no se puede separar la actividad académica de lavida moral, es cuestionable el uso de su nombre comoepónimo de la enfermedad. Consideramos que el cam-bio de denominación no sólo le retira a Friedrich Wegenerun honor inmerecido, sino que pone de manifiesto el re-

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MEDICINA - Volumen 69 - Nº 2, 2009292

pudio de toda la comunidad médica a este tipo de con-ductas, y a todas aquellas que atenten contra la dignidaddel hombre.

El estar presente en los libros de texto y ser recorda-do diariamente en todo el mundo al hablar de una enfer-medad, es un honor que la medicina debería resguardarpara los grandes hombres de ciencia.

Pablo Young, Bárbara C. Finn, Julio E. BruetmanServicio de Clínica Médica,

Hospital Británico de Buenos Aires

e-mail: [email protected]

1. Woywodt A, Haubitz M, Haller H, Matteson EL. Wegener'sgranulomatosis. Lancet 2006; 367: 1362-6.

2. Rosen MJ. Dr. Friedrich Wegener, the ACCP, andHistory. Chest 2007; 132: 739-41.

3. Wegener F. Wegener's granulomatosis. Thoughts andobservations of a pathologist. Eur Arch Otorhinololaryngl1990; 247: 133-42.

4. Savel RH, Goldstein EB, Savel H. Time does not healall wounds: medical luminaries, National Socialism, andthe American College of Chest Physicians. Chest 2007;132: 2064-5.

5. Lefrak SS, Mateson EL. Friedrich Wegener: the past andthe present. Chest 2007; 132: 2065.

6. Rosen MJ, Irwin R. Dr. Friedrich Wegener and the ACCP,Revisited. Chest 2007; 132: 1723-4.

- - - -[…] The great enemy of clear language is insincerity. When there is a

gap between one's real and one's declared aims, one turns as it wereinstinctively to long words and exhausted idioms, like a cuttlefish squirtingout ink. […]

[…] El gran enemigo del lenguaje claro es la falta de sinceridad. Cuan-do hay una brecha entre el objetivo real y el declarado, uno cambiacomo si fuera instintivamente a las palabras largas y a las expresionesexhaustas, como el calamar chorreando tinta. […]

George Orwell (Eric Arthur Blair) (1903-1950)

Politics and the English Language (1946). In: Inside the Whale andOther Essays. Harmondsworth: Penguin, 1980, p 154