La ruta de La feLicidadElige bien

el twitter de diosCómo cuelga Sus mensajes

ahora me desayunoDios pone la otra mejilla

C A M B I A T U M U N D O C A M B I A N D O T U V I DA

1. Juan17:3

Año 13, número 11

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A N U E S T ROS A M IG OS

Cuando un colega mío le preguntó a su nieto de 4 años de edad qué significaba para él alabar a Dios, el chiquillo, con su candidez característica, declaró: «Es cuando le decimos a Dios: “¡Bien hecho!”» Una frase para el bronce, que causa gracia pero al mismo tiempo se presta a la reflexión: ¿Por qué la Biblia nos exhorta una y otra vez a magnificar a Dios y decirle:

«¡Bien hecho!»? Desde luego se lo merece. El Altísimo hizo un trabajo magistral cuando nos creó y se ingenió el universo infinitamente complejo en que vivimos. Y ¡cómo no alabar Su excelente gestión para que todo siga funcionando y no se desbarate!

Una cosa tenemos clara: que Dios se merece nuestra alabanza y gratitud por hacer estupendamente bien Su trabajo. Sin embargo, la duda que me surge es: ¿qué saca Él con eso? Todos hemos visto el buen efecto que tienen los elogios en las personas, pequeñas y grandes. No hay duda de que una palabra de encomio nos levanta la autoestima; pero ¿acaso a Dios le hace falta eso? Siendo omnipo-tente y omnisciente, ¿qué necesidad tiene de que le recuerden Su grandeza? ¿Qué lo motiva, pues, a desear nuestras alabanzas?

Sospecho que los mayores beneficiarios de la alabanza somos nosotros. Nos hace bien oírnos alabar a Dios. Reflexionar y meditar sobre Su bondad es un ejercicio importante, y más aún expresarle verbalmente ese reconocimiento. Se me ocurren por lo menos tres razones para no dejar de hacerlo.

La primera es que la alabanza nos ayuda a ver las cosas objetivamente. Nos recuerda nuestras limitaciones y debilidades humanas, así como el poder de Dios y Su benevolencia para con nosotros.

Eso nos lleva a la segunda: la alabanza nos encauza por la senda del opti-mismo y nos hace ver las cosas positiva y favorablemente. Eso es importante, toda vez que la felicidad se nos hace esquiva hasta que comprendemos que con la ayuda divina ningún obstáculo es insuperable.

La tercera es la mejor, la más sublime, y es que la alabanza nos pone en amorosa comunión con el Creador, cuyo conocimiento es la vida eterna1. Ese es el sentido de esta vida, la razón por la que Él lo hizo todo, Su finalidad última y el deseo que tiene diariamente con respecto a nosotros. Ese es el aspecto en el que gana Él y ganamos nosotros. Cuando le decimos a Dios: «¡Bien hecho!» con sinceridad, pensando en lo que le estamos diciendo, ¡nos labramos un trocito de cielo en la tierra!

GabrielEn nombre de Conéctate

2

Me dolía la espalda de haber estado sentada tanto tiempo en el pequeño asiento metálico del autobús, y además tenía la cara enrojecida por el sol abrasador que se abatía sobre mí a través de la ventana abierta. El vehículo se zaran-deaba por el camino polvoriento que atravesaba un sector medio desértico de la ciudad, en el que las casas grises y ruinosas y los campos cubiertos de maleza parecían ser un reflejo de mi vida. Las últimas semanas habían sido especialmente estresantes. En colaboración con unos amigos, había estado luchando por lograr avances en un nuevo programa de volunta-riado comunitario; pero habíamos tenido más fracasos que éxitos, y eso,

sumado a mis conflictos personales, me había envuelto en una pesada nube de desánimo.

Cuando el autobús pasó junto a una hilera de casas, me llamó la atención algo colgado de las cuerdas de tender de una vivienda venida a menos. Era una toalla de un amarillo muy vivo que ondeaba en la brisa. Tenía estampada una gran cara sonriente. Lo que me hizo estirar el cuello para volver a mirarla al doblar la esquina fueron las letras que había debajo de la cara: S-O-N-R-I-E.

Aquello me reanimó, y no pude evitar sonreír. ¿Sabía la persona que había colgado la toalla cuánto alentaría a una cansada transeúnte? ¿O acaso Dios había montado aquella escena solo para mí, dejándome esa pequeña nota de amor para reconfor-tarme con Su presencia? Me di cuenta de que me sentía tan abrumada por las circunstancias inmediatas y mis

problemas que me había olvidado de prestar atención a los detalles de amor que ponía Dios a mi alrededor: las flo-res silvestres que adornaban el borde del camino, una delicada mariposa que pasaba revoloteando, la grata brisa que se colaba por la ventana abierta del autobús juntamente con el sol abrasador, la dulce sonrisa de un niño en el asiento de al lado. Tenía tantos motivos para sonreír.

Desde ese día procuro disfrutar más de la vida y saborear sus pla-ceres, grandes y pequeños. Percibo más la amorosa presencia de Dios y noto cómo Él me ayuda, me guía y hace llover sobre mí Sus bendiciones, como esas pequeñas notas de amor que me recuerdan lo mucho que se interesa por mí.

Elsa Sichrovsk y es estudiante de secundar ia. Vive con su fa milia en Taiwán. ■

1. BlaisePascal(1623–1662)fueun

matemático,físico,inventor,escritor

yfilósofofrancés.

Lafelicidadnoestánifueradenosotrosniennosotros;

estáenDios,yfueraydentrodenosotros.

Blaise Pascal 1El  Twitterde  Dios

Elsa Sichrovsky

3

Independientemente de cuál sea nuestro proyecto particular de vida, todos tenemos una aspiración en común: la felicidad.

Es obvio que la felicidad tiene sentidos y matices distintos para cada persona, aunque diríase que para algunos no significa otra cosa que pasarlo bien. De niños todos tenemos esa idea. Creemos que la felicidad es hacer lo que nos plazca, divertirnos en grande y tener que trabajar poco. No obstante, con el tiempo y luego de incontables fechorías y dolores de barriga, la mayoría aprendemos que la felicidad no proviene de echar mano de todo lo que queremos, ni es producto del ocio o de comer pasteles de chocolate.

Desafortunadamente, algunas personas no superan esa etapa. Se pasan la vida buscando la felicidad donde menos se encuentra, y descu-bren demasiado tarde que se les fue

el tiempo persiguiendo sombras. Por otra parte, hay quienes sin embar-carse en una búsqueda prioritaria de la felicidad y sin hacer de ella una especie de santo grial, la encuentran igual.

Ella Wheeler Wilcox compuso un poema sobre dicha búsqueda. Dice así:

La ruta de la felicidad,¿sabe alguien por dónde es?Por ella avanzabaen una bella jornaday sin querer me desvié.Fui en pos de un tesoro,de cosas que adoro,y así fue como de repenteme aparté de esa ruta,y no hallo quién me oriente.

¿Dónde se encuentra entonces la verdadera felicidad? Se halla viviendo en armonía con Dios. Muchos se consideran desdichados por las circunstancias en que se encuentran. Sin embargo, no es ese el quid de la cuestión. Algo anda mal en su corazón. Cuando el corazón está bien, todo lo demás está bien.

En cambio cuando algo anda mal en el corazón, todo anda mal. Esas personas están en conflicto consigo mismas, porque no viven en armonía con Dios.

Jesús dijo a Sus discípulos: «Si sabéis estas cosas —los principios de conducta que les había enseñado—, bienaventurados seréis si las hicie-reis»1. En otras versiones, la palabra griega makarios se traduce como felices en vez de bienaventurados. Eso aclara el sentido, y es una gran verdad. La dicha es consecuencia de llevar una vida sana. Cuando nos esmeramos para hacer las cosas como Dios manda, sobran nuestros esfuerzos por hallar la felicidad; más bien la felicidad nos encuentra a nosotros. Cuando estamos bien con Dios y nuestra voluntad está en armonía con la Suya, hallamos sosiego, paz y alegría, piedras angulares de la felicidad2.

LA RUTA DE

1. Juan13:17

2. V.Mateo11:28–30;Isaías26:3;

Juan15:11

LA FELICIDAD Adaptación de un extracto de un programa radial de Virginia Brandt Berg

Virginia Brandt Berg (1886–1968) fue una renombrada evangeliza-dora estadounidense. Durante 15 años presentó el programa de radio Momentos de meditación. ■

4

Hay quienes dicen que la felicidad está en la acti-tud que uno tenga ante la vida. Me convencí de ello luego de prestar asistencia a mucha gente que quedó desamparada tras el feroz terremoto y maremoto que devastó numerosas poblaciones de Chile en febrero del 2010. Conocí a mucha gente valiente, de un acerado optimismo, que supo sacar el mejor partido de la horrible situación en que se encontró.

En el primer viaje que realicé con varios compañeros a la zona del desastre, conocimos a una señora, peluquera de profesión, que lo perdió todo cuando una de las olas del tsunami arrasó con su negocio. Al día siguiente de la catástrofe se puso a escarbar entre el barro donde antes tenía su local, y encontró unas tijeras, una capa y su máquina de cortar pelo. Además descubrió que también se había salvado su espejo grande.

Lavó sus implementos y poco después retomó su profesión con optimismo y gran espíritu de superación.

Cuando nos encontramos nuevamente con ella días más tarde mientras repartíamos cajas de alimentos, se acercó a abrazarnos con una sonrisa y un entusiasmo inverosímiles. Nos mostró la media-gua (casita temporal levantada por voluntarios) donde habitaba. Ya le había incorporado una ventana para poder contemplar el bello bosque que rodea el campamento de refugiados. Obviamente supo tornar su desven-tura en ventura y descubrir motivos para celebrar a pesar de la catástrofe.

Como ella hay muchos otros, por ejemplo el pescador que, luego de abrazarnos largamente en medio de un paisaje de desolación a la orilla del mar, me dijo:

—Caballero, ¿ve ese árbol que está allá en medio de la nada? Pues ahí quedaba mi jardín. Mi casa

estaba al lado. Lo perdí todo. Pero doy gracias a Dios que todavía tengo a mi familia, que me dio buenos hijos y los hemos podido criar bien. Para qué me voy a quejar.

Su fe, optimismo y gratitud tuvieron su compensación, pues dos meses después lo volví a ver y se me acercó apresuradamente para contarme que, después que oramos para que consiguiera trabajo, un empresario lo había contratado, y ahora ganaba el doble que antes.

Mucha gente en esas mismas cir-cunstancias se amargaría y culparía a Dios de sus males. No es ese el caso de estos nobles amigos y de miles y miles de sobrevivientes más que se han concentrado en lo positivo y en salir adelante a pesar de los pesares.

Gabr iel García V. es dir ector de la r evista Conéctate . Vive en Chile y está afiliado a La Fa milia Inter nacional. ■

LA FELICIDAD ESTÁ EN LA ACTITUD

Gabriel García V.

5

A veces me sorprendo de lo torpe que puedo llegar a ser. Leo la Biblia con asiduidad desde hace 40 años y, sin embargo, no fue hasta ayer que capté algo tan elemental que me quedé pensando dónde había tenido la cabeza los últimos cuatro decenios.

Últimamente me molesta el injusto trato mediático que se le suele dispensar a Dios. En muchos de los libros que he leído y los programas de televisión y películas que he visto, pareciera que cada vez que se menciona a Dios, lo presen-tan como un ser duro e inflexible, incluso ruin. Ya me estaba cansando de eso, simplemente porque no coincide con el Dios que conozco yo. Al mismo tiempo admito que a veces

AhorA me desAyuno

yo mismo he dudado de Su bondad. No es que haya puesto en entredicho que Él sea bueno, sino que me he sentido ajeno a Su bondad, como marginado de ella. Sin embargo, aun lidiando con mis propios interrogan-tes acerca de la justicia de Dios, sabía que esas formas de retratarlo eran tremendamente injustas.

Mientras pensaba en eso y en que Dios debe de estar harto de las murmuraciones y recriminaciones de la gente, recordé las siguientes palabras: «El amor es paciente, es bondadoso»1. Las reconocí enseguida como parte de la famosa plática del apóstol Pablo sobre el amor. Entonces me acordé de que el apóstol Juan captó la esencia misma de Dios con tres sencillas palabras: «Dios es amor»2. De repente se me encendió la luz y comprendí que el pasaje de 1 Corintios también describía a Dios.

¡Qué Dios tan singular! Nos aguanta porque Él es tolerante

por naturaleza. Atenúa Su justicia y rectitud con infinita paciencia, bondad, mansedumbre y disposición a pensar siempre lo mejor de nosotros. Es un Dios que soporta todas las acusaciones injustas que le hacemos. No es vanidoso, arrogante, grosero, indecoroso, egoísta, susceptible, enojadizo, resentido ni vengativo, sino un Dios que nos lo da todo con gracia y prodigalidad3.

Lo que me chocó más fue que, mientras me fijaba en la paja en el ojo de esos escritores y guionistas que considero que han tratado muy indignamente a Dios, justificaba la viga en mi propio ojo al quejarme a Dios por tenerme olvidado. Como dije al principio, a veces soy muy torpe.

Phillip Ly nch es novelista y comentar ista de temas espir ituales y escatológicos. Vive en Canadá. ■

1. 1Corintios13:4(NVI)

2. 1Juan4:8

3. V.Romanos8:32

4. Salmo150:6

Phillip Lynch

6

El carácter de Dios

El amor es paciente, es servicial, es bondadoso. El amor no es envidioso ni se deja llevar por los celos; no es jactancioso ni presumido ni se da importancia.

No se comporta con rudeza o grosería, no es egoísta ni busca su propio interés. El amor de Dios en nosotros no insiste en hacer valer sus derechos o su opinión, pues no busca lo suyo. No es susceptible, no se enoja fácilmente, no guarda rencor, no lleva cuentas del mal ni presta atención a las ofensas.

El amor no se deleita en la maldad ni en la injusti-cia, sino que se regocija cuando prevalecen el bien y la verdad.

Sobrelleva todo lo que se presenta. Está siem-pre presto a pensar lo mejor de cada persona. Sus esperanzas no desfallecen cualesquiera que sean las circunstancias. Todo lo soporta sin desmayar.

El amor jamás se extingue ni pierde vigencia o efica-cia. En cuanto al don de profecía —de interpretación de la voluntad y los designios divinos—, se cumplirá y cesará; el de lenguas —de hablar en idiomas descono-cidos—, será silenciado, y el de conocimiento perderá valor y desaparecerá ante la supremacía de la verdad. El apóstol Pablo, paráfrasis de 1 Corintios 13:4–8 ■

ALABANZAS EN UNA JAULARosane Pereira

Cuando mi sobrino se mudó a otra ciu-dad, accedí a regañadientes a cuidar de su pájaro cantor hasta que estuviera bien instalado. Yo nunca había tenido un pájaro en mi casa, y mucho menos un saltador de alas verdes, más comúnmente llamado trinca-ferro (rompehierro) aquí en Brasil debido a su agudo canto.

Mis hijos y yo teníamos por costumbre comenzar cada día con una breve lectura devocional. Por lo general partíamos entonando alguna que otra canción. Desde el primer día que el pájaro estuvo con nosotros, nos acompañaba con su vibrante ¡chiu!, ¡chiu!, ¡chiu! La escena se repitió durante semanas. Cantaba un poco por las tardes, pero reservaba sus mejores melodías para nuestras reuniones matinales, mezclando perfectamente su canto con nuestras voces.

Incluso desde su jaula nuestro amigo emplumado sabía cómo armar alboroto con canciones de alabanza a su Creador. «Todo lo que respira alabe al Señor»4.

Rosane Per eir a es profesor a de inglés y escr itor a. Vive en R ío de Janeiro, Br asil, y está afiliada a La Fa milia Inter nacional. ■

¿Porquétefijasenlaastillaquetienetuhermanoenelojoynoledasimportanciaalavigaquetieneseneltuyo?¿Cómopuedesdecirleatuhermano:«Hermano,déjamesacartelaastilladelojo»,cuandotúmismonotedascuentadelavigaeneltuyo?Sacaprimerolavigadetupropioojo,yentoncesverásconclaridadparasacarlaastilladelojodetuhermano.Jesús, en Lucas 6:41,42 (NVI)

7

Kika tenía seis años, precio-sos ojos azules y una sonrisa capaz de derretir un corazón de piedra. Le encantaban los gatitos de peluche, el helado y hacer pompas de jabón. Estaba aprendiendo el alfabeto y a contar hacia atrás partiendo de diez. Pero Kika nunca había dado un pasito en su vida.

Era paralítica de la cintura para abajo por una malformación congé-nita conocida como espina bífida. Tenía una minisilla de ruedas en la que corría por toda la casa. Bajo las escaleras la esperaba otra más grande para cuando creciera.

Kika nunca se quejaba de su infortunio. La vida sencillamente era así para ella —lo había sido desde que tenía memoria— y, sin embargo, ella disfrutaba de cada instante. Hay quienes decían que en las noches, cuando todos dormían, Kika sacaba su aureola, se ponía unas tenues alitas de ángel y se iba flotando por la casa para revisar que todos estuvieran bien: su familia y los doce volunta-rios cristianos —entre ellos yo— que convivían con ella. Kika irradiaba optimismo. Era nuestra angelita.

Una mañana bajó bostezando por la escalera en brazos de su papá, que seguidamente la colocó en el sofá. Su papi iba a dirigir en aquella ocasión la lectura devocional conjunta que hacíamos todos los días, y claro, no podía llegar tarde. Los demás

SUPONGAMOSJoe Johnston

8

ya estábamos reunidos y lo esperá-bamos para comenzar. Él lucía una sonrisa de oreja a oreja.

—Hoy lo primero haremos un pequeño ejercicio que se llama «Supongamos». Iremos en ronda, empezando por Benja.

Ya sabíamos de qué se trataba. Una persona presentaba una situación hipotética que fuera penosa o desagradable, y la siguiente tenía entonces que imaginarse en esas circunstancias negativas y sacar a relucir algún aspecto positivo o un posible desenlace favorable de ese trance, y dar gracias a Dios por ello.

Se produjo una breve pausa. En los labios de algunos se dibujaron sonrisitas maliciosas mientras elabo-rábamos mentalmente los dramáticos cuadros que íbamos a pintar.

Benja carraspeó y dijo:—Muy bien, Sofía, supongamos

que tus gafas se te rayaran tanto que ya no pudieras ponértelas.

Sofía respondió sonriente:—Me alegraría, porque entonces

conseguiría sí o sí los lentes de contacto que hasta ahora no me he decidido a comprar.

Esa entretenida dinámica puso a todos en una vena positiva. Era genial para empezar el día con buen pie. Además, era una buena preparación para hacer frente a las desgracias que tarde o temprano a todos nos llegan.

—Supongamos que te picara una araña venenosa como una viuda negra —conjeturó la siguiente persona.

Vivíamos en un rancho en México, y la posibilidad no era nada remota. Ya habíamos matado varias viudas negras, algunas con cuerpos del tamaño de una uña de pulgar.

—Daría gracias a Dios por el hecho de que dos de nuestros vecinos más cercanos son médicos.

Bien pensado, porque el veneno de una viuda negra es de acción rápida.

—Supongamos que te hicieras un esguince en la muñeca.

Los presentes prorrumpieron en risas. Patricio, que era el siguiente, lanzó al que había hablado una mirada asesina. Aquella no era una situación hipotética. Efectivamente tenía un esguince en la muñeca del que todavía se estaba recuperando.

—Si alguna vez me torciera la muñeca —Dios no lo quiera—, agra-decería que por muuuucho tiempo se me eximiría de lavar platos.

Excelente respuesta.—Muy bien. Se me ocurre una.

Supongamos que te fascinaran las fresas, pero resulta que no están en temporada. Buscas por toda la ciudad, pero no encuentras tiendas que tengan fresas. Por suerte, en la última frutería a la que vas queda una única cajita de fresas, las más pulposas y aromáticas que has visto jamás. Las compras, sales del establecimiento, pero en cuanto pones un pie en la calle pasa un taxi zumbando y te las tumba de la mano. La cajita cae al suelo, y la rueda trasera del taxi las hace puré. ¿Por qué le darías gracias a Dios en un caso así?

—¡Mermelada de fresa! —exclamó el siguiente, secundado por una salva de aplausos.

Había sabido salir del aprieto.—Supongamos que volvieras a

casa todo sudoroso y polvoriento luego de una larga y agotadora jornada trabajando fuera. Te vas a dar una ducha, pero resulta que no hay agua.

Otra situación nada hipotética para nosotros en aquel rancho.

—¡Le daría gracias a Dios por el aguacero que caería en ese momento! Me pondría entonces el traje de baño y saldría a lavarme bajo la lluvia.

—Eso no vale. Supongamos que no cayera un aguacero.

—Claro que caería uno. ¡La gratitud desencadena milagros!

Por fin le llegó el turno al último, el papá de Kika. Con una sonrisa contenida, manifestó:

—Muy bien, supongamos que… —se detuvo un segundo para llamar la atención— …que tu hija naciera con espina bífida y su mayor deseo fuera conseguir un novedoso aparato que estimula el sistema nervioso de los pacientes con espina bífida y que con el tiempo incluso posibilita que caminen solitos.

»Y supongamos que esta mañana hubiera llegado una carta de un amigo que dice: "Espero que hayas recibido el cheque de 2.000 dólares que te envié como primer aporte para que Kika tenga su estimulador"».

El aparato costaba 10.000 dólares, pero 2.000 era una jugosa primera cuota. El milagro ya estaba en marcha.

Joe Johnston es escr itor. Vive en México. ■

SUPONGAMOSJoe Johnston

9

El Día de Acción de Gracias es una festi-vidad tradicional de Norteamérica. En EE.UU. se celebra en noviembre; en Canadá, en octubre. Sería magnífico que el mundo entero fijara una fecha para dar gracias a Dios por Su bondad y reflexionar sobre los innumerables favores que nos concede. ¡Es tanto lo que Dios ha obsequiado a la huma-nidad! Para empezar, nos entregó el don de la vida y un mundo de maravillas en el que tener hermosas experiencias, un mundo en el que hay una infinita variedad de cosas bellas. Reza la Biblia que Dios lo hizo todo hermoso en su tiempo, y que cada cosa tiene su propósito1.

Nos ha regalado el amor de nuestra familia y amigos y todas las dichas que experimentamos. Además de dispensarnos el don de la vida tal como la conocemos, ha prometido que nuestra alma

sobrevivirá a esta existencia terrenal. Nos ofrece un futuro eterno por medio de Su Hijo, Jesucristo.

La Biblia dice: «Dad gracias en todo, porque esta es la voluntad de Dios»2. Y se nos invita a entrar a Su presencia con alabanza y acción de gracias3. Cuando te detienes a pensar en todo lo que Dios te ha otorgado, ¿no te dan ganas de expresarle tu gratitud?

Quizá no sabes de qué modo hacerlo. A lo mejor no se te ocurre cómo verbalizar tu sentimiento de gratitud o consideras poco elocuentes tus palabras. Ánimo; no

ALABANZA PARA HOYSeñor, te elevo mi corazón, mente y espíritu en oración, alabanza y acción de gracias. Eres el dador y la imagen de todo lo bueno.

Eres mi Creador, mi Padre, fuente de vida y de fuerzas. Haces salir el sol, haces brillar la luz y eres quien trae la noche. Me sostie-nes en Tus brazos. Me consuelas en mi abatimiento. Me abrigas con Tu amor. Me escudas, me amparas y provees para mis necesidades.

Toda paz, contentamiento y bendición provienen de Ti. Te alabo, te honro y te doy gracias. Amén. ■

María Fontaine

1. V.Eclesiastés3:11

2. 1Tesalonicenses5:18,énfasisañadido

3. V.Salmo100:4

desfallezcas. Dios no espera que nuestras expresiones de gratitud sean de bellísima factura ni que nos salgan perfectas. Él goza oyendo palabras de agradecimiento que brotan del corazón, sean muchas o pocas, elevadas o llanas, fluidas o entrecortadas. Él percibe las alaban-zas que hay en nuestro corazón y las traduce en poemas con exquisitas melodías.

M ar ía Fontaine y su esposo, Peter A mster da m, dir igen el movimiento cr istiano La Fa milia Inter nacional. ■

10

El año pasado, en la vís-pera del Día de Acción de Gracias, me vino de la nada este pensamiento: «Quisiera que mi vida fuera una acción de gracias». Me parece genial celebrar esa festividad. ¿Qué mejor que un día centrado en un suceso histórico afortunado, en la gratitud, la familia y la buena comida? Por otra parte, también me encanta la Navidad, mayormente por las mismas razones, aunque no pediría que mi vida toda fuera una navidad.

La mañana del Día de Acción de Gracias salí a correr. El camino estaba bordeado de árboles de hojas doradas y rojas, como es típico del otoño. Mientras trotaba repasé lo que había ocurrido durante el año. Ya se acercaba a su fin, y aunque no había sido todo viento en popa, lo había disfrutado a fondo, hasta los momentos difíciles. La mayoría de

las cosas que me habían preocupado ya se habían resuelto o bien estaban en vías de arreglarse. La solución a un dilema personal bastante importante con el que había bregado durante algún tiempo me había venido en cuestión de segundos ape-nas unos días antes. Me sorprendí de que me hubiera costado tanto dar con ella. La solución era tan sencilla y hermosa. Estaba feliz y agradecida, y ya se lo estaba contando a mi familia y amigos.

Entonces comencé a rumiar el pensamiento del día anterior y tuve una revelación: la frase «sea mi vida una acción de gracias» encarna perfectamente el tipo de persona que quiero ser, el modo de vida que quiero llevar. Es por lo que deseo que se me conozca. Es parecido a decir: «Doy gracias a Dios»; sin embargo, me gustaría llevarlo más lejos. Quiero vivir en ese estado

de gratitud y expresarlo todo el tiempo. El que mi vida misma sea una acción de gracias trasciende el mero hecho de ser o estar agrade-cida, que puede ser una actitud un tanto pasiva.

Por eso ahora me enorgullezco de afirmar que no hago acción de gracias solo ocasionalmente, o en mi subconsciente, o una vez al año cuando me reúno con mi familia y los amigos para gozar de una opí-para cena. Deseo que la gratitud y la acción de gracias formen siempre parte de mí e impregnen todo lo que haga y diga.

Quiero que mi vida toda sea una acción de gracias y estar siempre sonriendo por algo.

Jessie R ichar ds for ma parte de la r edacción de Conéctate . Vive en los EE .UU., en Washington D. C. ■

SEA MI VIDA UNA ACCIÓN DE GRACIAS

Jessie Richards

11

Venid a Mí todos los que estáis trabajados y cargados, y Yo os haré descansar. Llevad Mi yugo sobre vosotros, y aprended de Mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas; porque Mi yugo es fácil, y ligera Mi carga. Jesús, en Mateo 11:28–30

Dios no puede darnos felicidad y paz separados de Él, porque no hay tal cosa. C. S. Lewis (1898–1963), nove-lista, poeta, académico, apologista, crítico literario y ensayista británico

La felicidad y la alegría dependen de estar en armonía consigo mismo, con los demás, con el mundo y con Dios. José Luis Martín Descalzo (1930–1991), sacerdote, periodista y escritor español

El hombre es plenamente humano cuando su talante fundamental es la alegría y el superficial la pena. La melancolía debiera ser un entreacto

inocente, un tierno y fugitivo estado de ánimo; las alabanzas, en cambio, debieran ser el constante latido de nuestra alma. El pesimismo es en el mejor de los casos medio día de fiesta emocional; la alegría, en cambio, la labor clamorosa que a todo insufla vida. G. K. Chesterton (1874–1936), escritor, apologista y filósofo británico

Los seres humanos podemos ser feli-ces por un instante, pero un instante es una ventana hacia la eternidad. Octavio Paz (1914–1998), escritor, ensayista y diplomático mexicano

A mi entender, no hay burla más sardónica que decirle a alguien que cultive la felicidad. La felicidad no es una papa que se planta en mantillo y se abona con estiércol. Es

una gloria que nos ilumina desde las alturas, un rocío divino que el alma percibe y que sobre ella vierten las flores del amaranto y los frutos dorados del paraíso. Charlotte Brontë (1816–1855), novelista y poeta británica

Creedlo, para hacernos amar no debemos preguntar nunca a quien nos ama: «¿Eres feliz?», sino decirle siempre: «¡Qué feliz soy!» Jacinto Benavente (1866–1954), dramaturgo español

Yo encuentro la alegría de vivir en los duros y despiadados conflictos de la vida, y mi placer, en saber algo, en aprender algo. August Strindberg (1849–1912), dramaturgo, novelista, poeta, ensayista y pintor sueco ■

Reflexiones

vivir tranquilo y felizCompilación de David Bolick

13

Cada mañana me despierto y tomo un tren expreso que corre como una bala por la vía de alta velocidad. Mientras me deslizo a toda marcha sobre los rieles de la vida, miro por la ventana y pienso: «¿Dónde se ha ido el tiempo? ¿Cómo es posible que mis hijos crecieran tan rápido?» Ahora me está pasando con mis nietos. Miro mi reflejo en la ventanilla y me pregunto cuándo me salieron todas esas canas. Parece que fue ayer…

En el mundo actual, tan cambiante y en continua expansión, es difícil apartar la atención de lo que nos afecta desde fuera, las presiones que encontramos en la vía rápida. No obstante, para renovamos es preciso que satisfagamos nues-tras necesidades internas. Se puede comenzar con algo muy sencillo, como expresan las siguientes recomendaciones:

A las relaciones familiares y de amistad hay que darles la importancia que se merecen. Es preciso cultivarlas. Que la gente sepa que la aprecias y te alegras de que forme parte de tu vida. Procura rodearte de personas felices y optimistas: te levantarán el ánimo. Además, cuando estás contento y tienes una actitud positiva, aportas algo a la gente con la que te relacionas.

La actividad física libera endorfinas, hormonas que aumentan nuestra sensación de bienestar, con lo que se torna más fácil sortear los obstáculos que se nos presentan. El ejercicio también mejora nuestro estado general de salud. Al hacer ejercicio, practica la respiración abdominal profunda. Eso aumenta la cantidad de oxígeno que llega a cada célula del cuerpo y elimina las toxinas del sistema circulatorio.

5 FORMAS DE DISTENDERSE

Concéntrate en un objeto —una flor, un árbol, una nube— y déjate encantar por él. O fija la atención en un pensamiento positivo o en un pasaje de las Escrituras. Que los senti-mientos de gratitud llenen tu mente y te embarguen el alma. Imagínate que tus problemas, confusión y temores emprenden vuelo mientras tú respiras pausada y profundamente.

La oración es una extensión de la meditación. Ofrece los mismos beneficios directos para el cuerpo, la mente y el espíritu, pero tiene mucha más trascendencia. Es nuestro vínculo con el Creador y libera Su poder en favor nuestro.

01CulTIvA TuS RElACIONES

02SAl A

CAMINAR

03MEDITA

Ir is R ichar d es consejer a espir itual. Vive en K enia, donde ha r ealizado dur ante 17 años labor es voluntar ias entr e la población. Está afiliada a La Fa milia Inter nacional. ■

04ORA

El estrés está relacionado más que nada con el trabajo. A ratos, apártate completamente de tus obligaciones y haz algo que tenga un efecto positivo. En vez de encender el dispositivo electrónico más cercano como tu primera vía de escape, dibuja, pinta o escribe algo, o lee un buen libro, es decir, haz algo que te estimule de una forma distinta y active tu creatividad.

05TóMATE uN DESCANSO

Iris Richard

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Imagínate a un niño pequeño con un regalo de cumpleaños o de Navidad. El niño rompe emocionadamente el envoltorio para descubrir lo que hay dentro. Tiene los ojos abiertos de par en par y da un chillido de alegría al ver el juguete nuevo. Seguidamente se pone a empujar su camioncito por la habitación. O imagínate a una niña que abraza la muñeca de cabellos dorados que le acaban de regalar.

Esa misma capacidad de asom-bro y agradecimiento se pone de manifiesto al leer los Salmos:

Gracias te damos, oh Dios, gracias te damos, pues cercano está Tu nombre; los hombres cuentan Tus maravillas1.

Tú eres grande y hacedor de maravillas2.

Andaré alrededor de Tu altar, oh Señor, para exclamar con voz de

acción de gracias, y para contar todas Tus maravillas3.

Para este ejercicio, figúrate que eres ese niño que no sale de su asom-bro al recibir tantos regalos de Dios: salud, familia, amigos, vivienda, sustento, un mundo hermoso… La lista es interminable. Emociónate a medida que desenvuelves en tu ima-ginación cada uno de esos tesoros y bendiciones. Da gracias a Dios.

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La bondad de Dios ha sido grande contigo. Ni una noche ni un día dejes sin consagrar; recuerda siempre los hechos del Señor. William Shakespeare (1564–1616), poeta y dramaturgo inglés

Si alguien me diese un envase con arena y me dijese que en ella hay partículas de hierro, aunque las buscara con los ojos y con mis dedos torpes sería incapaz de descubrirlas. En cambio, si tomase un imán y lo moviese sobre la arena, atraería a él

hasta las partículas más diminutas.Al igual que mis dedos en la

arena, el corazón ingrato es incapaz de encontrar misericordia; no obstante, así como el imán halla el hierro, en todo momento del día el corazón agradecido hallará bendi-ciones celestiales, solo que el hierro presente en las arenas de Dios es puro oro. Henry Ward Beecher (1813–1887), clérigo, reformador social, abolicionista y orador estadounidense

Si piensas, hablas y actúas con entusiasmo, seguramente llegarás a ser una persona entusiasta. La vida cobrará nuevo atractivo, te resultará más interesante y tendrá un sentido más profundo. Podemos opacar nuestra propia vida, tornarla monótona e infeliz con nuestros pensamientos, palabras y acciones. Mediante el mismo procedimiento podemos también elevar nuestra inspiración y suscitar nuestro entusiasmo y profunda alegría. Norman Vincent Peale (1898–1993), escritor y clérigo estadounidense ■

Asombro yagradecimiento

Ejercicio espiritualAbi May

1. Salmo75:1

2. Salmo86:10

3. Salmo26:6,7

Iris Richard

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De Jesús, con cariño

Felicidad constante como el sol La felicidad del espíritu es muy superior a la que nos aportan los sentidos. La llevas siempre contigo. Ni la noche más solitaria ni las nubes más grises pueden privarte de ella.

La felicidad material y sensorial es efímera. Depende de tu estado de ánimo, de las circunstancias, de lo visible y lo tangible. En cambio, la del espíritu viene del conocimiento de que soy Tu Salvador, de que te amo y velo por ti. Esas verdades son inalterables.

La felicidad que Yo brindo es constante como el sol. ¿Te angustias acaso cuando el sol se oculta en el horizonte, pensando que ha desaparecido para siempre? No. Aunque cae la noche y no puedes verlo, nunca dudas de su existencia ni de que volverá a salir a la mañana siguiente. Así es la felicidad del espíritu: siempre presente, como el sol.

Cuando cae la noche sobre tu espíritu y pierdes de vista la felicidad, es el momento de confiar hasta la mañana siguiente, cuando volverás a ver y sentir la luz y la calidez de Mi amor. Nunca dudes de que llegará la alborada.