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El registro como centro de la variedad situacional. Esbozo de la propuesta del grupo Val.Es.Co. sobre las variedades diafásicas 0. Introducción La investigación del grupo Val.Es.Co. se ha centrado en la variedad coloquial y en su manifestación discursiva más auténtica, la conversación cotidiana, soportada en una propuesta de definición del registro coloquial dentro del conjunto de la variedad lingüística. Es cierto que este ha sido el centro de interés, frente a otras propuestas de caracterización de las variedades diafásicas en su conjunto, como las de Gregory y Carroll (1978) o Koch y Oesterreicher (1990). Esta exclusividad del objeto de investigación y, por tanto, de la propuesta concreta sobre variación de Val.Es.Co., el estudio del registro coloquial, a la que aluden con acierto algunos autores (López Serena, 2007, pág. 184), no limita, en nuestra modesta opinión, el potencial de la misma para poder explicar el resto de variedades contextuales o situacionales. Nuestra intención en este trabajo es explicar con algo más de detalle dicha teoría, así como el potencial de la misma, de otro modo, extender la propuesta al conjunto de la variación lingüística y discursiva. Quizá, llega un poco tarde, y ello gracias a los comentarios de algunos colegas que nos han hecho ver que lo que estaba presente en nuestra concepción y que dábamos por supuesto, faltaba hacerlo más explícito y llevarlo al papel. Briz, Antonio (2010): El registro como centro de la variedad situacional. Esbozo de la propuesta del grupo Val.Es.Co. sobre las variedades diafásicas, en Fonte, I.; Rodríguez Alfano, L. (compiladoras): Perspectivas dialógicas en estudios del lenguaje, Universidad Autónoma de Nuevo León, México, pp.21-56.

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El registro como centro de la variedad situacional. Esbozo de la propuesta del

grupo Val.Es.Co. sobre las variedades diafásicas

0. Introducción

La investigación del grupo Val.Es.Co. se ha centrado en la variedad coloquial y en su

manifestación discursiva más auténtica, la conversación cotidiana, soportada en una

propuesta de definición del registro coloquial dentro del conjunto de la variedad

lingüística. Es cierto que este ha sido el centro de interés, frente a otras propuestas de

caracterización de las variedades diafásicas en su conjunto, como las de Gregory y

Carroll (1978) o Koch y Oesterreicher (1990). Esta exclusividad del objeto de

investigación y, por tanto, de la propuesta concreta sobre variación de Val.Es.Co., el

estudio del registro coloquial, a la que aluden con acierto algunos autores (López

Serena, 2007, pág. 184), no limita, en nuestra modesta opinión, el potencial de la misma

para poder explicar el resto de variedades contextuales o situacionales.

Nuestra intención en este trabajo es explicar con algo más de detalle dicha teoría, así

como el potencial de la misma, de otro modo, extender la propuesta al conjunto de la

variación lingüística y discursiva. Quizá, llega un poco tarde, y ello gracias a los

comentarios de algunos colegas que nos han hecho ver que lo que estaba presente en

nuestra concepción y que dábamos por supuesto, faltaba hacerlo más explícito y llevarlo

al papel.

Briz, Antonio (2010): “El registro como centro de la variedad situacional. Esbozo de la

propuesta del grupo Val.Es.Co. sobre las variedades diafásicas”, en Fonte, I.; Rodríguez

Alfano, L. (compiladoras): Perspectivas dialógicas en estudios del lenguaje, Universidad

Autónoma de Nuevo León, México, pp.21-56.

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1. Un apunte básico sobre las variedades lingüísticas

Registros, dialectos, sociolectos y géneros discursivos son las modalidades

lingüísticas que resultan, respectivamente, de la variación diafásica, diatópica,

diastrática y tipológica del habla, las cuales, además, vienen marcadas por los canales

de transmisión, es decir, los medios a través de los cuales dicha variedad se realiza, el

canal fónico y el canal gráfico.

Más concretamente, los diferentes registros están determinados por la situación de

comunicación: se habla de registros más o menos coloquiales (o informales) y de

registros más o menos formales. Los dialectos y sociolectos derivan de los rasgos del

usuario (sea por su origen y procedencia o por sus características sociolculturales, edad,

sexo y nivel cultural). Y los géneros se distinguen según las características propias del

discurso.

MODALIDADES LINGÜÍSTICAS

SITUACIÓN

Variedad diafásica

> registros

registro coloquial, registro formal…

USUARIO

Variedad diatópica y diastrática

- Rasgos de edad, de

sexo y de nivel

sociocultural

- Rasgos de origen

> sociolectos

> dialectos

joven, nivel medio, mujer…

andaluz, aragonés…

DISCURSO

Variedad textual

> géneros

conversación, conferencia, carta…

CANAL

Variedad medial

>modos de realización

oral, escrito…

Cuadro 1. Las modalidades lingüísticas

La conversación es un género discursivo oral (“¿quieres que conversemos?”). Lo

coloquial es un modo de realización lingüística (“¿quieres que lo hagamos

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coloquialmente?”). En esta última pregunta anterior coloquialmente queda fuera del

ámbito de la conmutación de la proforma hacer, luego, gramaticalmente se diría que es

un constituyente funcional autónomo; sírvanos esta reflexión metagramatical y poco

pragmática para decir que coloquial y conversacional son apellidos de nombres

diferentes, respectivamente, de registro (registro coloquial) y de género de discurso

(género conversacional).

Lo anterior debería habérselo ahorrado al lector, por repetido y porque se supone

consabido1. Claro que solo es una suposición; hay quien sigue confundiendo una cosa

con la otra. No se entiende que, aunque la conversación sea el género en que más

propotípicamente se manifiesta lo coloquial, no le es exclusivo. Hay conversaciones

formales. Y las hay que pueden combinar o alternar ambos registros.

Es loable el intento reciente de Araceli López Serena (2007: 171-177) para “evitar la

confusión conceptual que conlleva la confusión terminológica” al proponer “reservar

informal´ para referirse al registro, ´conversacional‟ para el tipo de discurso, ´hablado´

para el canal (…) y „coloquial‟ (…) para la zona de intersección entre la conversación y

el registro informal…” (pág. 176). Ello significaría renunciar a los límites establecidos

en nuestra investigaciones de lo coloquial, así como seguir favoreciendo la confusión de

estos dos hechos de discurso y dos objetivos teóricamente distintos, el de los géneros

discursivos y el de los registros: la alternancia de turno, la toma y el robo de éste, el

habla simultánea, el tipo de intervenciones preocupan a los analistas de la conversación,

¿interesarán estos objetivos concretos a los investigadores del estudio del léxico

coloquial, del argot, de los enunciados truncados, de los anacolutos, etc.? Seguramente,

no. Es cierto, no obstante, que la investigación del grupo Val.Es.Co., como la de otros

1 Ya señalábamos en Briz (1998: 36 y ss) que la confusión entre coloquial y conversación aparecía en las

primeras descripciones de Criado de Val (1980: 217) y de E. Lorenzo (1977: 172 y ss) y en otras más

modernas (Vigara, 1992: 35 y 38). Y hay voces que, como la nuestra, se siguen levantando contra la

citada confusión (A. López Sereno, 2007: 171 y ss).

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investigadores, ha unido ambos objetivos: “el español coloquial en la conversación” o

“la conversación coloquial”: juntos, pero no revueltos. Y es cierto también que, como

notaremos más adelante, lo coloquial, lo conversacional y lo oral constituyen escalas

interrelacionadas y, a menudo, en correlación, dentro de la variación en la lengua. Pero

estrechamente relacionadas no quiere decir confundidas.

Ya los diccionarios comienzan a usar dichas marcas, la conversacional y la coloquial,

de modo diferenciado. Todo un logro.

2. La variedad diafásica: coloquial vs formal. La propuesta Val.Es.Co.

Ha llovido bastante desde que Val.Es.Co. publicara en 1995 el corpus de

conversaciones coloquiales (Briz, coord. 1995), un corpus que representaba un novedad

en el mundo hispánico no solo por la técnica de recogida de datos y el material obtenido

–se trataba de conversaciones auténticas obtenidas muchas de ellas mediante grabación

secreta, lo que aseguraba un máximo grado de espontaneidad-, sino porque estaba

soportado por una propuesta teórica, según se ha señalado, para el reconocimiento

exacto del objeto de estudio: el español coloquial. Dicha propuesta era realmente

oportuna y necesaria, más aún en unos momentos en que la confusión terminológica

sobre lo coloquial escondía, como decíamos, una gran maraña conceptual. Así pues, en

la introducción a dichos materiales (págs. 23-36), así como en trabajos posteriores,

especialmente Briz (1998), Briz y grupo Val.Es.Co. (2000) y Briz y grupo Val.es.Co.

(2002: 17-19 y 25-27), quedaba delimitado el llamado registro coloquial en el conjunto

de la variedad situacional y definida la que llamábamos conversación coloquial.

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2.1. La conversación como género discursivo. Los „rasgos primarios‟ o de género

La conversación cara a cara, género de discurso con el que se asocia habitualmente el

registro informal –informal es término sinónimo de coloquial- , era precisamente eso, el

género en el que más auténticamente podía llegar a manifestarse lo coloquial. Y oral,

inmediato, dialogal, retroalimentado, cooperativo, dinámico eran los rasgos definidores

de dicho discurso, rasgos primarios como allí les denominábamos (Briz, coord. 1995:

27-30).

En efecto, la conversación es un discurso oral, en tanto se produce a través de un

canal fónico. Es inmediato en cuanto a su ejecución en una coordenada espacio-

temporal aquí, ahora y ante ti. Su dinamismo viene dado por la sucesión de

intercambios2; así pues, se obra conjuntamente con otro(s), gracias a lo cual se

(retro)alimenta y progresa, es decir, existe alternancia de turnos. Ahora bien, tales

rasgos no son exclusivos del género conversacional, puesto que también son discursos

orales, dialogales, retroalimentados, cooperativos y dinámicos otros géneros como el

debate, la entrevista, la tertulia, etc. Lo verdaderamente definidor del género

conversacional, frente a éstos otros, es que la alternancia de turno no está

predeterminada y es libre, por tanto, en cuanto a la progresión textual; frente a la

entrevista, por ejemplo, cuya alternancia de turno está predeterminada gracias a la

presencia de un entrevistador y la progresión responde al esquema general de pregunta-

respuesta, o frente al debate en el que es un moderador el que reparte la vez entre los

2 En Briz (2007: 18) se explica que la mayor presencia de intervenciones reactivo-iniciativas en un

discurso está en relación directa con el grado de dinamismo en éste. Se indica, además, que esta presencia

frecuente de este tipo de intervenciones es una característica distintiva, por ejemplo, de la conversación

frente a otros géneros discursivos dialogales como puede ser la entrevista, en el cual predominan las

intervenciones iniciativas y reactivas.

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varios asistentes, al menos dos, y presenta un carácter argumentativo y, a menudo,

polémico.

Ciertamente, los rasgos anteriores no son suficientes para explicar la variación de

géneros, pero, como señalábamos en la propuesta de entonces, sí apuntan a ésta (ver

especialmente, págs. 27-30).

2.2. El registro coloquial. Los rasgos de lo coloquial

Del mismo modo, en la propuesta Val.Es.Co. se describía la situación comunicativa

que favorecía el empleo de un registro coloquial a partir de una serie de rasgos, tales

como

* la relación de igualdad social o funcional entre los interlocutores: acercamiento

social o de los papeles comunicativos en un momento dado;

* la relación vivencial de proximidad entre éstos: saberes, experiencias y contextos

compartidos;

* el marco interaccional familiar: relación de cotidianidad de los participantes con el

marco espacial en el que se sitúa la interacción

* la cotidianidad temática de la interacción: temas de la vida cotidiana, no

especializados.

Y, asimismo, se establecían como rasgos propios de este registro coloquial su menor

grado de planificación (o mayor planificación sobre la marcha), su mayor fin

interpersonal y su mayor tono informal.3

3 El rasgo informal se obtiene como resultado de los anteriores. Puede entenderse, por tanto, como un

rasgo gestáltico de tipo perceptivo que, en definitiva, hace referencia al registro de uso.

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Convencionalmente hablábamos de dos registros, el coloquial y el formal, entendidos

de manera gradual según la mayor o menor presencia de rasgos de coloquialidad, ya

sean los propios de la situación que favorece el uso de uno u otro registro, ya sean los de

resultas de éstos, a saber: una mayor o menor planificación sobre la marcha, un fin de la

comunicación más o menos interpersonal y un tono de mayor o menor informalidad

informal4.

Ciertamente, la propuesta Val.Es.Co. se ha centrado en la delimitación del registro

coloquial frente a otras propuestas como la de Koch y Oesterreicher (1990), referidas

como se señalaba en la nota 4, al conjunto de variedades situacionales. No obstante,

intentaremos mostrar a continuación la aplicación de aquélla en relación al conjunto de

las citadas variedades. De hecho, solo por contraposición de los rasgos mencionados y,

teniendo en cuenta el carácter gradual de éstos y, así pues, lo prototípico o el carácter

periférico dentro de la escala de lo coloquial no era difícil extender los resultados

4 Los antecedentes de la propuesta Val.Es.Co. se encuentran en los criterios para definir los registros de

Halliday, McIntosh y Strevens (1964), Halliday (1974), Gregory Carroll (1978), Ochs (1979) y Biber

(1988), entre otros. Especialmente, nuestra propuesta coincide en buena medida con la de Koch y

Oesterreicher (1990: 8-10). Estos autores proponen el estudio de lo oral y de lo escrito a partir de una

distinción entre el medio o canal de realización, fónico o gráfico, y la concepción hablada o escrita

vinculada al menor o mayor grado de formalidad o de elaboración, entendida, así pues, como escala

gradual entre la inmediatez y la distancia comunicativa (Ver también Oesterreicher, 1994: 155-6 y 1996:

318). Dicho carácter gradual de los modos o realizaciones de lo oral y de lo escrito se mantiene también

en Briz (1998: 19-20 , 22-24, 30-32), Bustos, (1995: 14 y 18) y (1996: 37-40), Narbona (1996: 159 y ss),

etc. y, como se señalaba ya en Briz (1998: 25-33 y nota 9), la inmediatez se correspondería con lo que

Val.Es.Co ha denominado realización coloquial.

Un estudio detallado de lo común y diferente entre ambas propuestas, puede leerse en López Serena

(2007: 179 y ss), aunque lo diferencial está, sobre todo, en el objeto de estudio más concreto en el caso

del grupo Val.Es.Co., ya que su intención primera era el reconocimiento y posterior análisis de lo

coloquial, mientras el de los autores alemanes era la variación (diafásica) en general. Concretamente, en

relación con los rasgos que favorecen el uso del registro coloquial, la diferencia consiste básicamente en

que la propuesta de éstos recoge dos rasgos ausentes en la de Val.Es.Co.: la mayor o menor “implicación

emocional” de los interlocutores y el mayor o menor “carácter privado” de la comunicación (que es

mayor en el caso de la variedad marcada por la inmediatez o, como la denominamos nosotros, coloquial).

La otra diferencia que el lector puede notar se refiere al modo de entender y de ubicar algunos de los

rasgos manejados, más exactamente, Val. Es.Co distingue teórica y metodológicamente entre rasgos

vinculados a los géneros discursivos (por ejemplo, dialogal/monologal; proximidad física, grado de

cooperación, etc.), a los que llamamos primarios, los rasgos situacionales (propios de la situación que

favorece el empleo de una determinada modalidad o registro) y los rasgos propios de dicha modalidad, a

pesar de reconocer la relación escalar gradual y la imbricación entre todos estos y, así pues, entre el

registro, el género, la realización oral o escrito y los rasgos de usuario, según mostraremos a lo largo de

este estudio.

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obtenidos en la delimitación de la coloquialidad a la escala de lo formal o de la

formalidad.

3. Escalas de coloquialidad y de formalidad. Prototipo y periferia

Coloquial y formal son grados dentro de una misma escala de la variación

situacional5.

¿Qué significa +/- coloquialidad o +/- formalidad, o, de otro modo, la presencia

mayor o menor de estos rasgos coloquiales o formales en la propuesta Val.Es.Co.?

La mayor o menor presencia de estos rasgos denominados situacionales determina

grados de coloquialidad o de formalidad. La relación es, así pues, proporcional: a mayor

presencia de estos rasgos, mayor grado de coloquialidad o de formalidad, el prototipo de

lo coloquial y de lo formal; a menor presencia, menor coloquialidad (Briz, coord., 1995,

págs. 30-35) o formalidad, la periferia de lo coloquial y la de lo formal.

En todas las variedades de especies, incluidas las discursivas, existen ejemplos más

representativos que otros, lo que no significa que los menos representativos de esas

especies no formen parte de las mismas. El prototipo de la especie de la aves es el

pájaro, por ser la más común, la más próxima, la más conocida, la más cotidiana… Un

avestruz, por ejemplo, dentro de la especie o variedad de aves, no deja de ser ave por no

ser el ejemplo más representativo; carecer de algunos de los rasgos de esta especie (“no

5 La representación de estos grados puede resolverse, como en el caso de la propuesta de Val.Es.Co.,

distinguiendo categorías diferentes para esa gradación o continuum escalar:

+ _______coloquial_______-__/__-_______formal_______+

Aunque, como se trata de una escala única, podría manejarse solo una categoría, por ejemplo, +/- formal

y marcar numéricamente la gradación:

-_________ formal______/_______ formal________+

-5 -4 -3 -2 -1 / +1 +2 +3 +4 +5

No obstante, por su mayor sencillez, preferimos la primera.

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vuela”) lo alejan del prototipo, pero no lo excluyen de la especie. Pues esto mismo

puede aplicarse a las variedades lingüísticas y, en concreto, a las diafásicas.

El prototipo de lo coloquial (+coloquial) se caracteriza por los siguientes rasgos:

+relación social o funcional entre los interlocutores

+relación vivencial de proximidad entre estos (sus saberes y contextos

compartidos)

+marco interaccional familiar

+cotidianidad temática de la interacción

+planificación sobre la marcha

+fin interpersonal6

+tono informal

Son los que acertadamente llama López Serena (2007: 185) al modo Val.Es.Co.

“constelación comunicativa coloquial” (o, al modo de Koch y Oesterreicher,

“constelación comunicativa inmediata”).

La menor frecuencia de estos rasgos determina grados de coloquialidad, por tanto,

que se reduzca el carácter prototípico o, de otro modo, se pase a la periferia de lo

coloquial. Valgan como ejemplos de esta periferia: se puede hablar coloquialmente

durante una transacción comercial; se puede hablar coloquialmente entre un catedrático

y un estudiante; se puede hablar coloquialmente en un congreso o durante una reunión

de negocios; se puede hablar coloquialmente sobre temas informáticos; se escribe como

si se hablara (en cuanto a la construcción y progresión del discurso), es decir, escrito,

pero menos planificado.

6 Quizá, este mayor fin interpersonal o, si se prefiere, comunicativo socializador (de mayor “comunión

fática”) podría dar razón de la mayor “implicación emotiva” y del mayor “carácter subjetivo” de la

comunicación de más inmediatez comunicativa (según Koch y Oesterreicher, 1990; ver nuestra nota 4) o

de mayor coloquialidad (en términos Val.Es.Co.). Dichos autores no aluden a este rasgo, que es

fundamental en la propuesta Val.Es.Co. En Briz (1996) se hablaba también de grado de confianza y, es

evidente, que la confianza entre los interlocutores favorece que afloren con naturalidad las emociones y

eso que se ha llamado (mayor) expresividad. Pero, aun aceptando que así sea, son rasgos difíciles de

aprehender y conviene dejarlos aparte o, como es el caso, en nota.

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Por otro lado, el prototipo de lo formal (+formal) está marcado por lo rasgos:

–relación social o funcional entre los interlocutores

–relación vivencial de proximidad entre estos

–marco interaccional familiar

–cotidianidad temática de la interacción

–planificación sobre la marcha

–fin interpersonal

–tono informal

La reducción de formalidad a partir de la menor presencia de estos rasgos transforma

el centro o prototipo en la periferia de lo formal.

Los rasgos caracterizadores de los registros se concretan lingüísticamente más aún;

por ejemplo, en el caso del registro coloquial, la planificación sobre la marcha supone

un menor control de lo producido, que se manifiesta en frecuentes reducciones y

pérdidas de elementos, vacilaciones, reinicios y vueltas atrás; la relación de proximidad

entre los interlocutores favorece que lo coloquial esté fuertemente sometido al contexto

y sea especialmente muy rentable el recurso de la deixis (extrema); el tratamiento

familiar (por ejemplo, el tuteo, los apelativos cariñosos…) se vincularía a la relación

social de igualdad; el fin interpersonal explicaría que el léxico en general sea a veces

menos preciso, etc.

Todos estas constantes y frecuencias lingüísticas caracterizan de modo más particular

el registro coloquial (Briz, 1998) y, en su caso, el formal, de modo que colaboran en la

determinación de esas escalas y grados de coloquialidad y de formalidad.

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Y todo lo anterior afecta a cualquier género, de modo que una conversación que se

desarrolle en esos parámetros situacionales de producción y recepción discursivas será

+coloquial o +formal o responderá al prototipo de lo coloquial o de lo formal. Así, una

conversación entre jóvenes amigos, en casa de uno de ellos hablando de sus salidas

nocturnas responde al prototipo de lo coloquial; una conversación entre colegas durante

un congreso sobre pragmática responde al prototipo de lo formal. Más aún, ciertos

géneros discursivos se vinculan a las modalidades lingüísticas o registros; no cabe duda

de que, en principio, una conferencia aparece en la escala de lo formal, y que el

prototipo de lo coloquial es la conversación, por tanto, un género oral, dialogal, etc.

El cuadro 2 resume la variedad diafásica en relación con los registros, las escalas

dentro de éstos a partir de los denominados rasgos coloquializadores y de los rasgos de

formalidad, así como de otros rasgos propios más concretos de ambas modalidades,

derivados de los anteriores. Y continúa con la escala de géneros discursivos vinculados

prototípica o periféricamente con las modalidades situacionales anteriores7. En efecto,

nunca mejor dicho, una escala, la de los géneros, que es una continuación o una

extensión de la escala de los registros (+/-) coloquial y (+/-) formal.

+

COLOQUIAL

PROTOTÍPICO

-

COLOQUIAL

PERIFÉRICO

-

FORMAL

PERIFÉRICO

+

FORMAL

PROTOTÍPICO

RASGOS

COLOQUIALIZADORES

RASGOS DE FORMALIDAD

+rel. de igualdad - - - rel. de igualdad

+rel. vivencial - - -rel. vivencial

+marco interac. cotidiano - - - marco interac. cotidiano

+cotidianidad temática - - - cotidianidad temática

DE RESULTAS: RASGOS PROPIOS DEL

REGISTRO COLOQUIAL

DE RESULTAS: RASGOS PROPIOS DEL

REGISTRO FORMAL

+planificación sobre la marcha - - - planificación sobre la marcha

+fin interpersonal - - -fin interpersonal

+tono informal - - -tono informal

Control menor de lo producido (pérdida de

sonidos, vacilaciones, reinicios y vueltas atrás…),

Control mayor de lo producido (pronunciación

cuidada…), léxico preciso (a veces, técnico),

7 Véase el esquema que aparece en Narbona (1996: 160) sobre la variación de géneros a partir de dos ejes,

el de lo oral y lo escrito y el de la situación de monólogo o de diálogo), siguiendo a Charaudeau (1995).

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deixis extrema, léxico poco preciso (proformas…),

tratamiento cercano o familiar (tuteo, apelativos

cariñosos, menos atenuación…), orden pragmático

de las palabras, etc.

tratamiento de distancia (con “usted”, formas de

cortesía, más atenuación…), orden sintáctico de

palabras, etc.

Cuadro-resumen 2. Situación: escala de registros

+ - - +

GÉNERO

prototípico periférico

GÉNERO

periférico prototípico

conversación Texto legal

RASGOS PROPIOS DEL GÉNERO RASGOS PROPIOS DEL GÉNERO

+ oral. - - - oral

+inmediato. - - -inmediato

+dialogal. - - -dialogal

+retroalimentado. - - -retroalimentado

+cooperativo. - - -cooperativo

+dinámico. - - -dinámico

+altern. de turno no predet. - - -altern. de turno no predet.

Conversación entre amigos en un bar hablando de

un tema cotidiano

La Constitución mexicana

Cuadro-resumen 2. Discursos: escala de géneros

4. Los rasgos coloquializadores (y de formalidad)

A partir de esos rasgos situacionales y de su mayor o menor presencia se explica el

carácter escalar de lo coloquial o de lo formal de cualquier discurso (o en cualquier

discurso, dado que en un mismo discurso pueden alternar ambos registros) y, asimismo,

que un género no deje de ser considerado coloquial o formal por el hecho de que

algunos de estos rasgos estén menos presentes o, incluso, ausentes (Briz, coord, 1995,

30-36 y Briz y grupo Val.Es.Co. 2002, 18-19).

4.1. Coloquiales y coloquializadores

Centrándonos en la situación de lo coloquial (de lo +coloquial prototípico) o de

mayor inmediatez comunicativa (en términos de Koch y Oesterreicher) es preciso

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insistir en el carácter coloquializador de los rasgos. Este carácter coloquializador

significa,

- por un lado, que se favorece que en un acontecimiento comunicativo cualesquiera

se emplee un registro +coloquial y,

- por otro lado, que se nivele o neutralice el efecto que podría producir la ausencia de

uno o varios de estos rasgos.

Así pues, son coloquializadores, en tanto determinantes de un registro +coloquial o

niveladores de otros que, de partida, no favorecerían el empleo de este registro

coloquial.

Lo dicho de los rasgos coloquializadores para la escala de lo coloquial es aplicable a

la escala de lo formal. Del mismo modo, los parámetros situacionales de lo formal

propician que se utilice en un discurso el registro +formal y que, en otras situaciones

donde no cabría esperar ese grado de formalidad, se produzca un proceso de nivelación

hacia lo formal, de “formalización”. Así, el discurso académico es +formal y, aunque

algunos rasgos concretos, como el del tuteo entre profesor y estudiante, lo puedan situar

en un escala de –formalidad, no por ello dejará necesariamente de ser formal. La

distancia interpersonal entre profesor y alumno (que, ciertamente, puede acortarse en

algunos casos gracias a la conducta lingüística o interaccional de los participantes,

especialmente del profesor) o el fin transaccional, por ejemplo, son rasgos que pueden

nivelar la menor presencia de esos otros rasgos –formales. La formalización se puede

producir en el transcurso de una interacción, incluso coloquial; por ejemplo, la

introducción de un tema grave, la muerte de un amigo, en una conversación cotidiana

cambiaría inmediatamente el tono de la interacción. Ese tuteo al que se aludía puede

cambiar a un tratamiento más formal solo por el hecho de que haya surgido en la clase

algún problema y se desee marcar la distancia. Ese proceso de formalización es el que

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impide que, por ejemplo, un estudiante portugués tutee a su antiguo profesor, incluso

cuando algunos rasgos situacionales lo favorecerían (se está hablando de temas no

académicos con otras personas que sí tutean al profesor durante un encuentro de

profesores y antiguos alumnos) por efecto de la nivelación o neutralización que produce

el rasgo en este caso jerárquicamente superior de +distancia interpersonal.

La jerarquía de todos estos rasgos, que puede variar de contextos a contexto,

determina el proceso de coloquialización como el de formalización.

4.2. La incidencia de lo coloquial (y de lo formal) sobre los rasgos sociolectales y

dialectales

La coloquialización y, más exactamente, uno de los procesos que favorece, el de la

nivelación coloquial (Briz y grupo Val.Es.Co., 2002, págs. 25-27), afecta, asimismo, a

las variables y a la variación sociolingüística y dialectal. De un lado, por la acción

conjunta (total o parcial) de los rasgos coloquializadores las diferencias sociales pueden

minimizarse o, incluso, nivelarse hasta el punto de que, desde un punto de vista

cualitativo, algunos rasgos lingüísticos esperables en usuarios de nivel sociocultural

bajo aparecen frecuentemente también en usuarios de nivel alto (acortamientos y

reducciones en las construcciones, pérdida de sonidos, anacolutos, etc.). Incluso,

cuantitativamente su aparición puede superar el rasgo esperable, dada su condición

social. De otro lado, gracias al proceso de coloquialización que propician los rasgos

situacionales citados, las relaciones de distancia o de menos solidaridad entre los

interlocutores pueden llegar a reducirse o, a veces, a nivelarse; en efecto, un catedrático

y un peón de albañil, ingresados en la misma habitación de un hospital, acaban siendo

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funcionalmente enfermos, es decir, se acorta la distancia social y dicha aproximación se

manifiesta en el modo de habla.

Junto a este acortamiento de las diferencias socioculturales en situaciones de extrema

coloquialidad, afloran con fuerza y naturalidad las marcas dialectales y las sociolectales

de edad (y sexo). Así, a +coloquialidad, más afloramiento de las diferencias de

procedencia, sexo y edad de usuarios y más nivelación de las diferencias sociculturales;

a –coloquialidad (o, si se prefiere, a +formalidad), menos afloramiento de las

diferencias dialectales, de sexo y edad y mantenimiento o menos nivelación de las

diferencias socioculturales. Sin duda, éste es un modo más dinámico de entender los

perfiles dialectales y sociolectales de los registros.

El cuadro 3 que sigue resume la incidencia de la escala de lo coloquial y de lo formal

sobre la variedad diatópica y diastrática

+

COLOQUIAL

-

COLOQUIAL

-

FORMAL

+

FORMAL

+diferencias dialectales +diferencias dialectales -diferencias dialectales -diferencias dialectales

+diferencias

sociolectales

de sexo y edad

+diferencias

sociolectales de sexo y

edad

-diferencias

sociolectales

de sexo y edad

-diferencias

sociolectales de sexo y

edad

-diferencias

sociolectales de nivel

sociocultural

-diferencias

sociolectales de nivel

sociocultural

+diferencias

sociolectales de nivel

sociocultural

+diferencias

sociolectales de nivel

sociocultural

Cuadro 3. Afloramiento o neutralización de las marcas dialectales y sociolectales

Sin duda, las marcas dialectales y sociolectales se asocian solidariamente a estas

variedades diafásicas individualizando el habla de los usuarios: el español de un andaluz

en relación con el español de un valenciano; el de un hablante de nivel sociocultural alto

respecto al de otro de nivel bajo. Ciertamente, de una estratificación horizontal del uso

obtenemos los registros en general; de una vertical, los dialectos y sociolectos; y, en fin,

de su intersección en un punto del continuum de variedades, una modalidad de habla

más concreta: por ejemplo, el español coloquial de un andaluz de nivel de lengua alto.

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No obstante, aun siendo cierto, ésta es una visión estática de la variación, diferente de la

venimos explicando. Como se indicaba antes, la situación de mayor coloquialidad en

todos los sentidos expuestos (y de esta en relación con las escalas de géneros) relaja el

modo de producción y de interpretación (la relajación del interlocutor alude, por

ejemplo, a su mayor benevolencia al juzgar nuestro modo de expresión, que será

parecido, por cierto, al que él mismo utilice cuando sea su turno) y ello hace que

asomen con claridad las características sociales de edad y sexo, las dialectales, así como

otras de carácter idiolectal y dejen de ser significativas otras diferencias como las de

nivel sociocultural, las cuales parecen nivelarse o, por momentos, neutralizarse; no

extraña, además, que este afloramiento (por distensión) ocurra, sobre todo, en la

conversación cotidiana.

Por el contrario, la situación de mayor formalidad tensiona el discurso y esconde o

no deja aflorar esas diferencias señaladas, a excepción de las de nivel sociocultural (que

pueden en estos casos acentuarse), es decir, de nuevo unas se nivelan o neutralizan y

otras aumentan su relevancia. La variación se entiende así en su dinamismo8.

4.3. Su incidencia en los géneros

Ya venimos notando la incidencia de lo coloquial y de lo formal sobre los géneros

discursivos. La menor presencia de los rasgos prototípicos de lo +coloquial o de lo

8 Lo anterior nos hace pensar en el llamado registro (lengua, lenguaje, modalidad, etc.) estándar, eso de lo

que todos hablamos y decimos que enseñamos, pero que no podemos definir con rasgos concretos. Quizá,

este modo dinámico de entender la variación nos permita, si no definir, al menos, sí reconocer

teóricamente la modalidad estándar, un registro que se dice neutro, más exactamente, en la periferia de lo

formal, en el que aparecen las diferencias dialectales y sociolectales pero en un grado menor o mínimo

(incluso, niveladas). No obstante lo anterior, reconocemos con Ll. Payrató (2003), el mal encaje que tiene

la denominada variedad estándar en la división entre dialectos y registros, “ja que queda a mig camí entre

aquests dos tipus de varietats” (184). Si bien, como también reconoce en otro lugar se decanta hacia las

modalidad formales (p. 204).

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+formal hará que los discursos en cuestión se alejen del prototipo, constituyendo la

periferia en ambos registros. Una entrevista, por ejemplo, puede ser coloquial, pero no

prototípicamente coloquial porque, en principio, no comparte todos los rasgos

coloquiales.

Así pues, en lo relativo a los géneros discursivos tampoco éstos constituyen

compartimentos estancos. Hay géneros intermedios, incluso un género puede devenir en

otro; en la actualidad, los debates televisivos se convierten por momentos en verdaderas

conversaciones. En otras palabras, la variación en géneros discursivos es también

gradual. Y, sin duda, estos grados están en relación estrecha con el grado de

coloquialidad o de formalidad de los discursos; así, el menor grado de elaboración

propio de lo coloquial puede marcar una diferencia entre una entrevista y una charla o,

incluso, favorecer que lo que empezó siendo entrevista se convierta en charla9.

4.4. A modo de resumen

Recupero para concluir algunas ideas hasta aquí expuestas y reunidas asimismo en

los varios trabajos citados. Los registros son modos de habla determinados por la

situación comunicativa y por los rasgos del usuario y, a su vez, favorecidos por el

género de discurso.

a) Las características sociolectales y dialectales, ampliamente descritas en los

estudios sociolingüísticos, limitan el tipo de variación lingüística que puede actualizar

9 Cfr. con la propuesta sobre los géneros de Camacho Adarve (2007), en la que es el género el que parece

estar en la base de la variación y lo coloquial se entiende como “una serie de combinaciones lingüísticas

apreciables en la superficie del texto” (pág. 263). O, en al misma página, “el registro (…) es un rasgo

complejo del género, de naturaleza textual, pero fácilmente perceptible en el producto final en que se nos

presenta el discurso”. Es cierto que esta es una de las dos caras del registro, la propia, si se quiere, la que

lingüísticamente es visible; la otra cara es la que le proporciona determinada situación de comunicación y

la que determina que sean esos rasgos lingüísticos y no otros.

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un individuo. No todos los hablantes dominan los varios registros de una lengua, más

bien, algunos solo saben emplear la modalidad coloquial, es decir, no poseen la

capacidad lingüística para realizar cierto tipo de actualizaciones, a pesar de que en

ocasiones las intenten (por ejemplo, algunos pacientes ante un médico). En este sentido,

los rasgos de usuario perfilan el registro de uso de un individuo: delimitan lo esperable

en su habla y restringen sus capacidades lingüísticas. Esta visión estática ha de

combinarse con otra más dinámica que hace depender jerárquicamente dicha variación

(su relevancia o nivelación) de la situación de más o menos coloquialidad o formalidad.

b) El género de discurso, asociado a los anteriores, favorece el empleo de una u otra

modalidad lingüística: por ejemplo, una carta familiar favorece el empleo de un registro

coloquial y una conferencia favorece el uso de un registro más formal. Más aún, el

grado de coloquialiad o de formalidad puede llegar a determinar el género en su grado

más concreto (por ejemplo, un debate que más parece una conversación)

En otras palabras, de estos tres factores (perfil de usuario, género de discurso y

situación), la situación es jerárquicamente predominante, ya que en ella se actualizan

los parámetros de variación que vienen predeterminados por el perfil de usuario o por el

género. Tomados conjuntamente, de todos ellos resulta, como ya hemos señalado, la

escala de registros que tiene como puntos extremos el registro formal y el coloquial.

5. La escala gradual dentro de los géneros

Con anterioridad, señalábamos que el género conversación, el discurso más auténtico

y en el que más auténticamente también se manifiesta el registro coloquial, se

caracterizaba a partir de los rasgos +oral, +dialogal, +inmediato, +dinámico,

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+alternancia de turno no predeterminada, que reproducimos a continuación en el cuadro

4. Son los que hemos denominado rasgos primarios.

5.1. La incidencia de los rasgos primarios en la escala discursiva

Cada uno de esos rasgos primarios, que son graduales, forma parte de una escala,

asimismo, gradual, que delimita en cierto modo los diferentes discursos.

- Una conversación, frente a un debate y una entrevista, presenta una alternancia de

turno más libre o menos predeterminada.

- Los tres son dialogales, aunque algunos, como en el caso de la entrevista, parecen

más imitar el carácter +dialogal.

- En cuanto al dinamismo, los tres son dinámicos, pero la escala va del mayor

dinamismo de la conversación hasta el menor, representado en la entrevista; una posible

vara de medir este dinamismo es la presencia mayor o menor de intervenciones

reactivo-iniciativas, aquellas que responden a lo anterior, a la vez que provocan o

intentan provocar habla posterior (ver nuestra nota 2).

- La alternancia de turnos en el debate está predeterminada, pero no en el grado que

lo está en la entrevista.

- La inmediatez, al menos la espacial es mayor en una conversación que en una

entrevista o en un debate.

- Y, ciertamente, los tres se desarrollan a través de un canal fónico, pero el grado +/-

oral disminuye conforme los rasgos anteriores (y el resto de primarios) se hacen menos

presentes también gradualmente. Así pues, a menor presencia de éstos, menor oralidad

o menor impronta oral, aunque el canal siga siendo fónico; una entrevista no tiene el

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mismo grado de oralidad que una conversación, la conferencia sería un discurso alejado

del prototipo de lo oral, aunque hay conferencias que son propiamente +orales, las hay

que oralizan lo escrito y se encontrarían en la periferia de lo oral, y otras que, sin más,

reproducen lo escrito. Sin dejar de ser orales, están cerca ya de la periferia de lo escrito.

Así pues, la vara de medir el grado de oralidad puede ser ahora la mayor o menor

presencia del resto de rasgos primarios. Volveremos sobre estas cuestiones en §5 y §6.

En el cuadro siguiente se intenta visualizar esa gradación. La escala gradual de

rasgos primarios y de géneros se marca, como hasta ahora, con los signos + y -. Y en

este caso, además, para mostrar la gradación de géneros se opta por diferenciar de modo

convencional tres posibles grados, que se corresponden en el cuadro con las tres

posiciones, izquierda (grado mayor), centro (disminución del mismo) y derecha (grado

menor) que ocupan los signos + o – en cada casilla:

Género

discursivo

+/

DIALOGAL

+/-

INMEDIATEZ

ESPACIO-

TEMPORAL

+/-

DINAMISMO

+/-

ALTERNANCIA

DE TURNO NO

PREDETER

MINADA

+/-

ORAL

-

ORAL. EN

LA

PERIFERIA

DE LO

ORAL

-

ESCRITO.

EN LA

PERIFERIA

DE LO

ESCRITO

CONVERSACIÓN + + + + +

DEBATE + + + - +

ENTREVISTA + + + - + +

CONFERENCIA - + - - + -

Cuadro 4 . La gradación en los géneros discursivos

5.2. Más sobre la conversación y la entrevista

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Centrémonos en las diferencias, a partir de otros rasgos más concretos, entre dos

géneros discursivos: la conversación y la entrevista10

.

Tipológicamente son claramente distintos. Valga la comparación siguiente para

poner de relieve las consabidas diferencias11

.

Una conversación no es una entrevista. Que una entrevista puede convertirse por

momentos en una conversación no significa que lo sea, y es evidente que existen

entrevistas que, si no fuera por sus características estructurales, pensaríamos que están

cerca del diálogo conversacional: por ejemplo aquellas de carácter polémico y en las

que el entrevistador pierde su papel (los papeles) y parece cambiar su rol de

entrevistador por el de un mero conversador. Además del mayor dinamismo y de la no

predeterminación de la alternancia de turnos en la conversación, pueden añadirse otros

rasgos distintivos de ambos géneros, algunos de los cuales no hacen sino detallar o

concretar aquéllos:

En la entrevista los roles de los participantes en la interacción están marcados

previamente (entrevistador, entrevistado), el sistema de toma de turnos está

predeterminado y corre a cargo del entrevistador, que es, así pues, quien regula la

progresión del discurso, lo cual está institucionalizado con anterioridad al comienzo de

la interacción. Asimismo, presenta una retroalimentación y dinamismo relativos, puesto

que este género de discurso está restringido a intercambios (pares adyacentes) de

pregunta (intervención iniciativa) y respuesta (intervención reactiva), lo que contrasta

con la frecuencia mayor de intervenciones reactivo-iniciativas de la conversación.

Además de los protagonistas existe un participante espectador, la audiencia que escucha

10

Un análisis exhaustivo sobre el género debate puede encontrarse en L. Cortés y A. Bañón (1997: 9-

41) y del género entrevista en L. Cortés y A. Bañón (1997: 42-70) y E. Méndez (2003). 11

Hemos de confesar al lector que nuestro interés por marcar las diferencias entre ambos géneros

apunta a la confusión entre dos modos de recogida de datos y, en consecuencia, de dos tipos de corpus

para el estudio de lo oral que conviene mantener diferenciados (véase, como ejemplo, Albelda, 2004).

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o lee después dicha entrevista, y ante la que el personaje se juega la imagen; esto es, la

entrevista pertenece a la esfera de lo público, frente a la conversación, que es un

discurso perteneciente al diálogo privado. Las entrevistas se abren y se cierran

institucionalmente, es decir, las aperturas y los cierres están predeterminados por el

entrevistador, hay un tiempo de discurso establecido y no tan flexible como el de la

conversación. En esta no hay ningún participante, en principio, que sea quien tenga el

papel de abrir y cerrar la interacción. Hay, no obstante, algunas entrevistas que estarían

más cerca del diálogo conversacional, aquéllas de carácter polémico de máxima

confrontación de fuerzas entre entrevistado y entrevistador, en las que el entrevistador

opina y replica12

.

No acaba aquí la variación en los géneros, pues éstos se corresponden y se relacionan

a veces con tipos de textos (narrativo, descriptivo, argumentativo, etc.). Por otro lado,

cada uno de los rasgos primarios por separado o en haces puede favorecer subtipos de

géneros: por ejemplo, el rasgo en presencia puede caracterizar la conversación cara a

cara frente a la conversación telefónica (Briz y grupo Val.Es.Co., 2002, pág. 18, nota

11).

5.3. “Dialogal” y “monologal”, un rasgo primario del género

12

Al hilo de lo apuntado en la nota 10, todos estos rasgos pueden ser objetivos de diferentes

investigaciones, pero obviamente, si se desea estudiar la alternancia de turno, el mejor corpus de

referencia será el de conversaciones; para analizar, en cambio, intercambios mínimos o pares adyacentes

de pregunta-respuesta, no hay duda, el corpus más rentable es el de entrevistas. Estudiar la cortesía

mitigadora o atenuadora en un corpus de entrevistas puede ser menos rentable que estudiar sus

manifestaciones en la conversación, dado que las imágenes entre entrevistador y entrevistado, en

principio, no sufrirán amenazas (excepto en el caso de las entrevistas “polémicas”). La entrevista es un

corpus más controlable, por eso para los estudios de variación sociolingüística son ideales y no lo son

tanto las conversaciones. Claro que el contraste de datos en diferentes corpus puede ser también de

interés en algunos casos. Perdóneseme el exceso metodológico, pero puede ayudar a no mezclar churras

con merinas.

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Lo dialogal o monologal afecta directamente a los géneros discursivos, en tanto que

estos pueden construirse y, sobre todo, progresar gracias a la acción conjunta de varios

participantes o de uno solo. Ciertamente es un rasgo extensional y, por tanto, capaz de

diferenciar clases amplias de discursos (la conversación, la entrevista, el debate, la

tertulia, etc., frente a la conferencia, la charla, la comunicación en un congreso, etc.).

El diálogo es un conjunto de intercambios13

y, por tanto caracterizado por la

alternancia de turno; la ausencia de esta alternancia altera su carácter dialogal y, así

pues el género discursivo. El monólogo es, por el contrario, como una larga

intervención o emisión de una persona, que se dirige a un público que es solo

espectador14

(o a sí mismo, en el caso del monólogo “interior”).

Por relación a lo monologal, parece evidente que lo dialogal (como la conversación

más en particular) está más cerca prototípicamente de lo coloquial. Por supuesto, ello no

significa que no existan monólogos coloquiales (recuérdense los monólogos cómicos) o

diálogos formales, sino que en la escala gradual entre lo dialogal y lo monologal, el

grado mayor de dialogicidad coincide con la conversación y con lo coloquial (la

conversación es el discurso dialogal prototípico, donde, como ya se ha señalado en

varias ocasiones, el registro coloquial encuentra su espacio natural). Quizá, por este

motivo algunos autores no llegan a percibir diferencias entre la modalidad lingüística

coloquial, por ejemplo, y el lugar discursivo, el género, en que se manifiesta, el diálogo

conversacional, la conversación. También dentro de lo monologal, hay géneros que

pueden distinguirse según el grado de formalidad (o coloquialidad). Una charla presenta

13

El intercambio es la unión de una intervención iniciativa o en parte iniciativa con otra reactiva, es decir,

la combinación de la emisión de un interlocutor que intenta provocar o simplemente provoca habla

posterior y la emisión provocada en otro. En tanto emisiones aceptadas por uno y otro constituyen turnos

de habla y, por tanto, el intercambio supone alternancia de turno (para la definición de unidades del

discurso, véase Briz y otros, 2003) 14

Es cierto, no obstante, que hay públicos más participativos que otros, más activos en la expresión de

intersubjetividad, de colaboración o comunión fática con el que está hablando, de tal modo que, a veces,

quien interviene siente la respuesta (no verbal) que muestra el interés o la atención que pone a lo que se

está diciendo.

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un grado de formalidad menor (o una coloquialidad mayor, según el caso) que una

conferencia, y no tanto por el grado de preparación o de elaboración, sino por el tono o

carácter más académico de este último género.

6. Manifestación de los registros en lo oral y en lo escrito

Los registros, como modalidades de uso en situación pueden manifestarse en lo oral

y en lo escrito, a pesar de que en lo escrito existe siempre un grado mayor de

formalidad (al menos, existe un mayor control de lo producido, existe tiempo para

pensar lo que se va a escribir, etc.). Así pues, en esa escala de la variedad diafásica

establecida podemos distinguir, al menos, cuatro realizaciones discursivas: coloquial-

oral, coloquial-escrito, formal-oral y formal escrito.

coloquial oral coloquial escrito formal oral formal escrito

<--------+-----------------------+----------------------+------------------------+-------->

Por un lado, los extremos (imaginarios) de dicha escala vienen definidos por los

rasgos ya señalados de lo coloquial y de lo formal: +/- relación social o funcional entre

los interlocutores, +/- relación vivencial de proximidad entre éstos, +/- marco

interaccional familiar, +/- cotidianidad temática de la interacción, +/- planificación

sobre la marcha, +/- fin interpersonal, +/- tono informal. Piénsese, por ejemplo, en una

conversación coloquial entre amigos en un bar hablando de un tema cotidiano; o, por el

otro extremo, en un texto legal actual.

Y dado el grado mayor o menor de ausencia o presencia de tales rasgos, al menos,

pueden diferenciarse esos otro dos modos intermedios de lo coloquial escrito y de lo

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formal oral15

; piénsese, respectivamente, a modo de ejemplo en la carta familiar y en el

juicio oral. Frente a lo coloquial oral, la realización discursiva de lo coloquial escrito

presenta diferencias de grado en la menor presencia de algunos de estos rasgos de

coloquialidad, como, por ejemplo, el de -planificación sobre la marcha. Y tales

diferencias de grado son mayores, obviamente, en relación con las otras dos

realizaciones de lo formal oral y de lo formal escrito.

En suma, en la escala de lo coloquial, la manifestación de lo coloquial escrito supone

un menor grado de coloquialidad por relación a lo oral coloquial, aunque mayor

coloquialidad o inmediatez comunicativa por relación a lo oral formal. Y en la escala de

la formalidad, existe menor formalidad en relación con lo escrito formal y mayor

formalidad en relación con lo escrito coloquial.

ESCALA DE LO COLOQUIAL ESCALA DE LO FORMAL

PROTOTIPO PERIFERIA PERIFERIA PROTOTIPO

+

coloquial ORAL

-

coloquial ESCRITO

-

formal ORAL

+

formal ESCRITO

ORAL

Como si se hablara

Dicho como si no fuera

escrito (leído como si se

hablara)

ESCRITO

Como si se escribiera

Dicho como si fuera

escrito

RASGOS

COLOQUIALIZADORES

RASGOS DE FORMALIDAD

+rel. de igualdad - - - rel. de igualdad

+rel. vivencial - - -rel. vivencial

+marco interac. cotidiano - - - marco interac. cotidiano

15

T. De Mauro (1970) establecía cuatro grados en la variedad de uso. parlato parlato, parlato scritto,

scritto parlato y scritto scritto. W.L. Chafe (1982) distinguía entre spoken vs. written e informal vs.

formal. Véase también A. Narbona (1997: §2). Puede compararse al respecto el modelo de Koch y

Oesterreicher (1990: 12) de interrelación del medio (fónico y gráfico) relacionado con el canal y la

concepción (lo hablado y lo escrito) vinculado al grado de inmediatez comunicativa.

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+cotidianidad temática - - - cotidianidad temática

DE RESULTAS: RASGOS PROPIOS DEL REGISTRO

COLOQUIAL

DE RESULTAS: RASGOS PROPIOS DEL REGISTRO

FORMAL

+planificación sobre la marcha - -

+fin interpersonal - -

+tono informal - -

Cuadro5. Escala de registros en relación con el medio en que se producen

6.1. Registros, medios y géneros

Las modalidades de uso y los grados de influencia de éstas en lo escrito o en lo oral

están, como señalábamos antes, en relación también con los géneros o subgéneros de

discurso y las características o rasgos definidores de éstos (dialogal, alternancia de

turnos, cooperación, dinamismo, inmediatez, etc.). Así, por ejemplo, el prototipo

discursivo de lo oral (coloquial) es la conversación (cotidiana). Muy cercana al

prototipo se encuentra la conversación telefónica y se van alejando de éste, de acuerdo a

la ausencia de tales parámetros comunicativos y a la mayor presencia de otros, la

tertulia, el debate, la entrevista, la mesa redonda, el juicio oral, la conferencia, etc., tipos

todos éstos ya en el ámbito de lo oral formal.

Del mismo modo, los textos legales pueden constituir un ejemplo prototípico de lo

escrito formal; lejos de éstos se encuentran los artículos de opinión y en la periferia, las

ya mencionadas cartas familiares, propias muchas de éstas ya de lo escrito coloquial.

Aunque los parámetros, por separado, permiten diferenciar escalas de registros y

géneros, de hecho, todos actúan de forma simultánea. Ello explica, por ejemplo, que

algunos tipos de discurso, alejados en teoría del prototipo, se acerquen en ocasiones a

éste. Así, el marco discursivo familiar, la cotidianidad, el saber compartido pueden

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llegar a aproximar, como indicábamos, un debate (+planificado, con reparto previo de

papeles, control de turnos por parte del moderador…, por tanto, con rasgos de lo formal

escrito) a una conversación (coloquial); e incluso una conferencia o un telediario (con

una impronta de lo escrito formal: „se lee lo que está escrito o sobreimpresionado‟; con

cambio o transferencia de canal y, así pues, con el rasgo [+fónico - gráfico]) puede

convertirse, de acuerdo, por ejemplo, al propósito, destinatario, etc., en una charla

informal16

. Y del mismo modo, una carta familiar de una persona poco cultivada,

incluida, según hemos apuntado más arriba, como ejemplo de lo coloquial escrito,

estará más cerca de lo coloquial oral que otra escrita por alguien de estrato culto y

dirigida al director de un periódico.

6.2 Como si se hablara vs Como si se escribiera

Un texto escrito puede estar más cerca de lo oral que de lo propiamente escrito; y

otro escrito, más próximo a lo oral.

Según se observa en el esquema anterior, en ocasiones lo coloquial escrito se

aproxima a lo coloquial oral hasta el punto de que parece se “hable en la distancia”. Se

trata de la intersección de lo oral y de lo escrito, del lugar donde lo oral se puede reflejar

16

Ll. Payrató (2003: 189-191) estudia el modo tan variado de presentación en la prensa escrita de los

informes meteorológicos, y la presencia en estos informes de diferentes modalidades y registros. Y señala

que esto mismo podría a decirse de los que aparecen en medios de comunicación orales como la radio y la

televisión, más aún si los comparáramos con los de tiempos atrás. Razón tiene, pues eso mismo venimos

observando nosotros desde hace tiempo: la coloquialización ha llegado a los noticiarios, a los telediarios y

a los partes sobre el tiempo que estos proporcionan. Puede que lo coloquial en discursos más propiamente

formales se explique por el estilo personal de algunos locutores (ya no expertos meteorólogos, como

sucedía anteriormente –lo que hay que tener en cuenta como causa del proceso citado-) o puede que sea el

producto de una estrategia del grupo de comunicación. Sea como fuere, la verdad es que, aun leyendo lo

escrito o sobreimpresionado, la oralización es tal que se alternan los registros +/formales y +/-coloquiales,

por ejemplo, se combinan tecnicismos con coloquialismos; parece más interactivo de lo que realmente es,

al fin transaccional se une con fuerza por momentos el fin interpersonal, toda una comunión fática al

servicio de la ganancia de público, de audiencia. Se gana con cercanía, y lo coloquial significa relación de

proximidad. Abogo, como mi estimado colega Lluís Payrató hace para el catalán (p. 192), por llevar a

cabo una pragmaestilística del español.

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en lo escrito y lo escrito en lo oral, es decir, de lo que venimos llamando la periferia de

una y otra manifestación. Ciertamente, algunas cartas familiares o algunos correos

electrónicos entre amigos jóvenes reflejan en extremo y de modo natural rasgos del

medio oral (aparecen preguntas: ¿cómo estás?; apelativos: ¿de acuerdo? ¿no?;

despedidas: hasta luego) y del registro coloquial (saludos: ¡hola! unidades léxicas:

ponerse ciegos, profe, guay; marcadores discursivos: así que, bueno, pues; elementos

repetidos para recuperar el hilo discursivo (véase en el texto siguiente: nos fuimos)

paréntesis explicativos, (pagaba él porque era su cumpleaños): “nos fuimos mis amigas

y yo de cena con un amigo, pagaba él porque era su cumpleaños, nos fuimos a cenar a

un sitio muy guay, pero yo no podía beber porque estaba ya un poco hecha mierda del

día anterior, así que todas mis amigas se pusieron ciegas…”. Lo mismo podría decirse

de algunos tipos de comunicación electrónica como el caso de ciertos chats, los cuales

son considerados una especie de conversaciones escritas (Sanmartín, 2008). Y esta

extrema reproducción oral coloquial en lo escrito puede deberse a la escasa destreza

lingüística o al escaso conocimiento de otras modalidades más formales; así, quien solo

conoce el registro coloquial lo reproducirá de forma natural en su producciones escritas,

pese a que en determinadas situaciones (de mayor formalidad) pueda esforzarse en

adecuar su modo de habla (“hay quienes quieren, pero no pueden”). Ahora bien, a

menudo no es tanto la falta de instrucción como el predominio de lo coloquial, de la

situación de inmediatez, de los rasgos coloquializadores (“hay quienes pueden ajustarse

a un grado mayor de formalidad y de escrituridad, pero no quieren”). Por tanto, aunque

teóricamente parece cierta la afirmación de que “No se escribe como se habla” (y menos

“coloquialmente”, dirían algunos puristas), hay ejemplos en que se aproximan el modo

de escritura y la oralidad, en concreto, coloquial. Así es, la carta familiar o ciertos chats

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son ejemplos de “escribir como si hablara”, con la diferencia de que la interlocución en

este último caso es en el línea y en el del primero no lo es.

Del mismo modo, a veces se habla (se dice, se lee) como si se escribiera, imitando o

reproduciendo lo escrito. Si antes se hablaba de oralidad, a éste, que es el proceso

inverso, podríamos llamarlo “escrituridad”. Vienen a nuestra memoria las metáforas

habla como un libro, se explica como un libro abierto para referirse a quien se expresa

o explica ejemplarmente, como lo hace el autor de un libro. El ejemplo del buen decir es

lo escrito y los hay que se toman al pie de la letra –nunca mejor dicho- estos modismos

y reproducen lo escrito en lo oral. Baste recordar algunas partes de las intervenciones de

abogados, fiscales y jueces en los juicios orales, la lectura de sentencias judiciales.

Fuera de ese contexto –y a veces también en éste- constituirían ejemplos de extrema

formalidad, tan inadecuada como la excesiva coloquialidad de las cartas familiares

citadas, éstas por defecto de formalidad y aquéllas por exceso. A nuestra mente vienen

también algunas conferencias que más que hablarse parecen estar escribiéndose o, más

exactamente, dictándose (“escriturizadas”- perdón por el término). Lo oral y lo escrito,

en tanto modos de realización, forman parte también de una escala gradual que va de lo

oral prototípico a lo escrito prototípico, pasando por estadios intermedios de oralidad y

de “escrituridad”, hasta llegar a la periferia de lo oral y de lo escrito, estadios en el que

la imbricación de lo oral en lo escrito y de lo escrito en lo oral será mayor.

Estas dos descripciones a que alude este apartado, como si se hablara, como si

escribiera, son, precisamente, manifestaciones discursivas en la periferia de lo coloquial

oral y en la periferia de lo formal oral, respectivamente. O se habla o se escribe, esto es,

o producimos por el canal fónico o por el gráfico, pero los grados de coloquialidad o de

formalidad inciden sobre las manifestaciones concretas de lo oral y de lo escrito hasta el

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punto de hacer, quizá no de los canales fónico y gráfico17

, pero sí de los modos de

verbalización una escala gradual donde lo escrito y lo oral aparecen imbricados18

.

7. Conclusión

En suma, la variación diafásica se encuentra en el centro de la variación, tanto desde

una consideración estática como dinámica. Lo coloquial y lo formal son los grados

fundamentales dentro de la escala gradual de la variación diafásica, los cuales vienen

determinados por rasgos situacionales [+/- relación social o funcional entre los

interlocutores], [+/-relación vivencial de proximidad entre estos], [+/-marco

interaccional familiar], [+/-cotidianidad temática de la interacción], que a su vez

favorecen las características propias de las modalidades lingüísticas o registros

resultantes: [+/-planificación sobre la marcha], [+/-fin interpersonal], [+/-tono informal].

Insistimos, así pues, en que el grado de formalidad y de coloquialidad se obtiene a

partir de los rasgos coloquializadores, los decisivos en la consideración de estas

escalas graduales, y de los que de éstos resultan.

- De hecho, tales rasgos llegan, como sucede en el caso de lo +coloquial, a nivelar

los rasgos de nivel sociocultural de los interlocutores y a resaltar, en cambio los

rasgos de edad, sexo, así como también los dialectales, o, como sucede, por el

contrario, en el caso de lo +formal, a nivelar estos últimos y a resaltar aquéllos.

17

En tanto canales, lo fónico y lo gráfico, no constituyen una escala gradual, lo que no niega que puedan

aparecer combinados en la producción de un mismo discurso. Hoy más que nunca en los discursos

alternan y aparecen combinados ambos medios; pensemos en una clase o en una conferencia donde se

utiliza la pizarra o el ordenador para ir escribiendo o mostrando lo escrito a la vez que se explica lo que

allí se va viendo. 18

Una conclusión coincidente con la propuesta de Koch y Oesterreicher (1990) y de otros autores ya

mencionados (Bustos, 1996, Narbona, 1996)

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- Además, la presencia mayor de todos esos rasgos coloquializadores o de

formalización y de lo propios de la modalidad lingüística favorece el acercamiento

de los géneros discursivos. No excluye esta visión más dinámica de la variación esa

otra posición más estática según la cual el género favorece, en principio, el uso de un

registro u otro; en efecto, la conversación, el coloquial; la conferencia, el formal.

Pero el principio puede alterarse en el proceso de producción y recepción.

Lo medial, oral y escrito, no determina en la medida de los rasgos situacionales

anteriores el uso de un registro u otro, aunque el recorrido escalar entre lo coloquial y lo

formal se aproxima al que va de lo oral a lo escrito. Lo coloquial se manifiesta (o se

debería manifestar, teóricamente) en menor grado en lo escrito, dado que la

planificación de lo escrito es mayor, del mismo modo que lo formal presenta un mayor

grado en lo escrito que en lo oral. Pero la realidad lingüística y comunicativa nos

muestra que se puede hablar y escribir coloquial y formalmente, y que a menudo lo oral

(coloquial) se imbrica en lo escrito y lo escrito (formal) en lo oral. El principio, no

obstante, no se niega: a +formalidad, +carácter escrito; a +coloquialidad, +carácter oral.

La propuesta extendida del grupo Val.Es.Co., de la que este trabajo solo es un

esbozo, explica, así pues, el conjunto de las variedades situacionales, de registros y

géneros discursivos, a partir de escalas graduales, y es capaz de dar cuenta e identificar

dentro de ese continuum gradual cualquier interacción o evento comunicativo oral,

escrito o, -permítaseme- oral-escrito, siempre partiendo de la distinción escalar entre LO

COLOQUIAL (prototípico y periférico) y LO FORMAL (prototípico y periférico).

Cada vez que pienso y leo sobre el conjunto de la variación de registros, sociolectos,

dialectos, géneros, medios orales y escritos, etc., me imagino un artilugio que rueda

sobre un eje (lo coloquial/lo formal) y que en dicho movimiento arrastra a todo el

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engranaje, constituido por cada una de esas piezas citadas (los rasgos implicados en la

determinación de las diferentes escalas de registros, sociolectos, dialectos, géneros,

medios, etc.). Si la rueda de los rasgos de la coloquialidad y de la formalidad comienza

a moverse, todo entra en movimiento y “colisiona”. La imagen del dial la tengo, pero no

tanto el dibujo exacto que demuestre la certeza de esta propuesta de la variación; quizá,

nos falta la imaginación de Ramón Llull en la creación de un ingenio mecánico que, con

todos los datos dispuestos sobre figuras geométricas, se mueva y ruede mediante una

manivela (ahora sería una tecla o un botón) y se pare cada vez que como usuarios de la

lengua o como analistas queramos seleccionar la opción exacta y más adecuada o

determinar lógicamente en qué punto de la escala de coloquialidad, de discurso, de

oralidad, etc., nos encontramos. Ars Magna et ultima capaz de explicar el conjunto de

“verdades” sobre la variedad como una sola “verdad”. A falta de esta máquina ideal,

valga la argumentación hasta aquí.

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