braudel historia evenementielle

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^ ^ KÍ&AuDtI:LAs AS AMBICION hS OI I.A HISTORIA y >• Q> r ^>^>cü¡jC?vva_ ”Z c c ' 2 _ L a historia evenemenciaU Sangrientos acontecimientos nos asaltan, nos rodean por todas partes y, al parecer, tejen sobre la marcha, caiga quien caiga, la historia que se está haciendo. Nunca han estado tan próximos a nosotros ni nunca han sido tan amenazadores: los años felices carecen de historia, es decir, no tienen sucesos acuciantes; pero nosotros no vivimos años felices. Hemos recuperado, para mucho tiempo, el sentimiento trágico de la historia. Sin embargo, la peor de las políticas, como bien saben, sería la que consiste o bien en ignorar estos acontecimientos o bien en aceptarlos tal y como se nos presentan, ceder a su insistente empuje, y sobre todo creer en su amenaza y en su importancia puntual. La buena política, la actitud viril, consiste en reaccionar contra ellos, soportarlos pacientemente en pri- mer lugar y, sobre todo, juzgarlos por su valor, a veces irrisorio, pues los grandes acontecimientos se desvanecen con rapidez, y no siempre dejan tras de sí las importantes consecuencias anunciadas. Pensemos en el des- tino de tantas victorias clamorosas o de tantos grandes discursos políti- cos... ¿Qué quedaba de ellos dos o tres meses después? ¿Y qué retendrá la historia dentro de cincuenta años, en bloque, de este tiempo nuestro lle- no de agitación, monstruosamente preocupado de sí mismo? Un acontecimiento es un hecho histórico; ésa es una definición pobre, me objetarán. ¿Quiere decir eso que es un hecho como cualquier otro? «No, es un hecho notable», al menos eso es lo que nos dice Anatole Fran- ce. Yo, por mi parte, más bien diría que es un hecho notado, señalado a nuestra atención, registrado, convertido de un modo u otro en visible para nuestra mirada, por una luz tal vez fortuita, en medio de la masa de esos hechos innumerables que, a cada instante, conforman la historia ideal y completa del mundo. No creamos entonces en la pureza del hecho, mate- rial de la historia ayer, y que se sigue considerando con una especie de idolatría. «Esa gente no se da cuenta —escribe Lucien Febvre— de que su famoso hecho es ya el resultado de toda una elaboración, una abstracción donde lo subjetivo ya ha actuado.» Y eso es lo que yo quisiera establecer, a mi manera, en el plano de la actualidad. Este origen del hecho, o mejor digamos del acontecimiento en lo actual (el acontecimiento de hoy es el hecho histórico de mañana), no implica a la fuerza que haya de ser siem- pre un hecho considerable. ¿Podríamos saberlo en el momento en que se produce? Lo que decidirá su importancia no es el ruido que haga en su momento o el ruido que se haga en torno a él, sino las consecuencias que se deriven o no de él. Ahora bien, esas consecuencias son hijas del tiem- 3. Sobre la historia evenemencial, véase supra, p. 18, la presentación de este texto.

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BRAUDEL-Historia evenementielle

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  • ^ ^ K & A u D t I : L A sAS AMB I C I ON hS OI I.A HISTORIAy

    > Q> r

    ^> ^> c jC ?vva_ Z c c '2 _L a historia evenemenciaU

    Sangrientos acontecimientos nos asaltan, nos rodean por todas partes y, al parecer, tejen sobre la marcha, caiga quien caiga, la historia que se est haciendo. Nunca han estado tan prximos a nosotros ni nunca han sido tan amenazadores: los aos felices carecen de historia, es decir, no tienen sucesos acuciantes; pero nosotros no vivimos aos felices. Hemos recuperado, para mucho tiempo, el sentimiento trgico de la historia.

    Sin embargo, la peor de las polticas, como bien saben, sera la que consiste o bien en ignorar estos acontecimientos o bien en aceptarlos tal y como se nos presentan, ceder a su insistente empuje, y sobre todo creer en su amenaza y en su importancia puntual. La buena poltica, la actitud viril, consiste en reaccionar contra ellos, soportarlos pacientemente en primer lugar y, sobre todo, juzgarlos por su valor, a veces irrisorio, pues los grandes acontecimientos se desvanecen con rapidez, y no siempre dejan tras de s las importantes consecuencias anunciadas. Pensemos en el destino de tantas victorias clamorosas o de tantos grandes discursos polticos... Qu quedaba de ellos dos o tres meses despus? Y qu retendr la historia dentro de cincuenta aos, en bloque, de este tiempo nuestro lleno de agitacin, monstruosamente preocupado de s mismo?

    Un acontecimiento es un hecho histrico; sa es una definicin pobre, me objetarn. Quiere decir eso que es un hecho como cualquier otro? No, es un hecho notable, al menos eso es lo que nos dice Anatole Fran- ce. Yo, por mi parte, ms bien dira que es un hecho notado, sealado a nuestra atencin, registrado, convertido de un modo u otro en visible para nuestra mirada, por una luz tal vez fortuita, en medio de la masa de esos hechos innumerables que, a cada instante, conforman la historia ideal y completa del mundo. No creamos entonces en la pureza del hecho, material de la historia ayer, y que se sigue considerando con una especie de idolatra. Esa gente no se da cuenta escribe Lucien Febvre de que su famoso hecho es ya el resultado de toda una elaboracin, una abstraccin donde lo subjetivo ya ha actuado. Y eso es lo que yo quisiera establecer, a mi manera, en el plano de la actualidad. Este origen del hecho, o mejor digamos del acontecimiento en lo actual (el acontecimiento de hoy es el hecho histrico de maana), no implica a la fuerza que haya de ser siempre un hecho considerable. Podramos saberlo en el momento en que se produce? Lo que decidir su importancia no es el ruido que haga en su momento o el ruido que se haga en torno a l, sino las consecuencias que se deriven o no de l. Ahora bien, esas consecuencias son hijas del tiem-

    3. Sobre la historia evenemencial, vase supra, p. 18, la presentacin de este texto.

  • TRF.S DEFINICIONES

    po. Los hechos actuales a los que se seala como importantes lo son, por tanto, con carcter provisional, y q uedan sujetos a revisin. Lo sabamos... Pero ah tenemos una buena razn para no sobreestimarlos y no creer a ciegas que todos tienen obligatoriamente importancia.

    Observemos tambin que los sucesos nos abordan al galope. Ftiles o no, son dramas extraordinariamente breves, dramas-relmpago, como podemos observar en varios acontecimientos-tipo que tomamos como ejemplo, al azar, entre nuestras informaciones actuales y nuestros recuerdos de ayer. Un puado de sucesos que maana parecern totalmente desprovistos de inters, confirmando as nuestro punto de vista. Insistamos, sin embargo. El detalle merece que nos detengamos a observarlos desde ms cerca. Acontecimientos? Winston Churchill acaba de pronunciar un discurso en la Cmara de los Comunes; Roosevelt, una vez ms, habr hablado desde el rincn junto a la chimenea en la Casa Blanca; Goebbels acaba de escribir un largo artculo, objetivo, plagado de detalles y declaraciones, en el Reich, el gran semanario alemn. Un diario reciente anuncia la llegada a Argel del general americano Doolitle,que en 1942 dirigi el primer ataque areo contra Tokio. A Argel llega tambin, nos cuentan, el arzobispo de Nueva York, monseor Spellman, del que se nos ha hablado repetidamente a propsito de misteriosos viajes a Londres, Roma, Ankara... Incidentes dignos de sealar, si se quiere, rumores procedentes una vez ms de Ankara y que una vez ms plantean, aunque sin llegar a esclarecerlos de verdad, el urgente y languideciente problema turco. Acontecimiento tambin es ese reportaje de un corresponsal de guerra alemn, ese P. K. Bericht animado que publica el Frankfurter Zeitung de ayer sobre un combate en Ucrania incidente annimo, es cierto, perdido en la inmensidad del frente del Este y tanto ms significativo quiz. Sucesos tambin, y grandes sucesos, sucesos-tipo los llamaramos de buena gana, situados en el corazn de la vida del mundo, son esas entrevistas sensacionales de ayer, sta en el estuario del Potomac, aqulla en la estacin histrica del Brenner, aquellas otras en Florencia, en Casablanca, en El Cairo, en Adana, a la espera de las entrevistas y conferencias del futuro.

    Todo el haz de noticias relmpago, casi sin motivo, esos instantes cargados de emocin y que durante un segundo se fijan de lleno sobre los dueos del mundo. Volvern a mostrrnoslos a intervalos regulares, podemos estar seguros, y es un juego repetido ofrecernos sus conversaciones como si fuesen enigmas y sealar imperturbablemente que estas entrevistas son los dramas a travs de los cuales se elabora el destino del mundo y el nuestro. Tenemos corazn para dudar de que sea verdad? Adems, sin esos maestros, sin esos relmpagos de flash, seguira habiendo acontecimientos? Habra siquiera diarios? S muy bien que la semana que

    25

  • acaba de pasar no ha sido muy rica en peripecias militares, que la guerra en el Este se detiene a causa del barro y de las aguas del deshielo. Pero no resulta curioso ver el lugar que ocupan los acontecimientos alejados de las lneas de fuego? Cuando la guerra se calma, los diarios tienen que seguir hablando. Es algo que vemos siempre, es la prensa la que nos da esas noticias hechas picadillo, recortadas en instantes breves. El da es la unidad de medida obligada de la informacin, esa fabricante de acontecimientos. Las operaciones militares en s mismas obedecen muy a menudo, pese a su continuidad, a esa necesidad del artculo diario. Estn troceadas en episodios, recortadas en batallas locales, descritas en frases de comunicados diarios, pues el lector reclama su pitanza de cada da.

    Es necesario que alarguemos la lista de ejemplos que pueden encontrarse en las diferentes categoras de nuestros acontecimientos? O que nos preguntemos si el acontecimiento, instante de historia, correspondera a la brevedad orgnica de nuestros recuerdos, al trabajo en punteado de nuestra memoria? En todo caso, me parece probado, o fcil de probar, en lo que se refiere a su duracin. Cronometrad los acontecimientos que queris, siempre os sorprender su brevedad! lodos ellos dan exactamente la impresin de ser trilers, esos cortes de las pelculas nuevas que se proyectan en las salas de cine para anunciar el programa de la semana que viene. Por apasionantes que sean, esos trilers nunca nos cuentan la pelcula entera, toda una historia; la anuncian y la sugieren, pero a nosotros nos toca soar con ella.

    Muy a menudo, un acontecimiento en el tiempo es algo bastante insignificante, incluso los grandes acontecimientos equivalen a cien o doscientos metros de pelcula. Algunos decorados ms adivinados que vistos; la estacin de Brenner, dos trenes oficiales, algunos personajes y los propios grandes personajes entrevistos en el instante del apretn de manos, pues lo esencial, como ocurre en las buenas novelas, se nos ha escamoteado.

    Pero es que lo esencial es siempre tan importante? Otra historia, otra gran pregunta con la que nos encontraremos. Esos grandes hombres tienen en sus manos el destino del mundo y su propio destino? S y no. Muy a menudo no, ya que como mucho su papel consiste en desplazar al destino durante un instante de su camino normal, un breve instante a escala histrica, no a escala de nuestras impaciencias, desde luego.

    Recuerdo que en Amrica vi una pelcula de la que todo el mundo deca que era sensacional, sobre la guerra de 1914-1918, y que no era ms que una serie de fragmentos de noticias, sobre pelculas gastadas, de una poca en que los operadores no saban filmar los movimientos sin deformarlos de manera poco graciosa. El pblico sin embargo se abalanzaba sobre las taquillas para verla. En resumidas cuentas, era una extraa pelcula sobre

    2C' I AS AMBICION! S 1)1 ! A HISTORIA

  • T R P S D F F I N i r i O N T S

    el largo drama de la primera guerra mundial. No se vea un solo soldado de verdad y las escasas explosiones se haban preparado luego, en estudio. Tampoco se vea un solo combate. Pero los oficiales desempeaban su papel al natural, con aplicacin y compuncin, solos esta vez, sin los ruidos y las ilusiones de ayer: el rey Jorge V apareca cinco o seis veces, si no me equivoco; a Poincar se le vea en lando; Guillermo II pasaba tres o cuatro veces por el frente de las compaas de honor; se vean generales poniendo condecoraciones, desfilando. Y el resto era parecido. Despus de todo, la actualidad vista de lejos, no es muy a menudo una caricatura ms triste que risible de la historia?

    Por lo tanto, es por abuso por lo que muy a menudo, pero que muy a menudo, los supuestos grandes hombres encarnan el destino y parecen gobernarlo. La cercana de su grandeza y su poder social nos imponen mientras estn vivos. Pero en qu medida son realmente grandes? Evidentemente no vayamos a creer que con esas pocas palabras el problema del individuo en la historia est solucionado. Es verdad que no, y volveremos a encontrarlos en su tiempo con sus dificultades... Pero, por el momento, depositen provisionalmente en m su confianza. Los acontecimientos son hombres, estos o aquellos hombres, uno que habla, otro que llega, otro que escribe, etc. Hombres a los que separamos de los dems mientras que, sin esos otros hombres, suelen ser poca cosa. El carcter humano o, hablando ms concretamente, el carcter individual del acontecimiento no aumenta su importancia. Y eso es todo lo que quiero que retengamos de momento.

    Ello no impide que estos acontecimientos, que esos trilers pintorescos, atractivos y en algn caso agobiantes, compongan as las primeras imgenes coherentes de la historia de nuestro tiempo (de todos los tiempos, por lo dems). Imgenes instantneas, imperfectas hay que decirlo?, dibujadas a toda prisa, unas hinchadas, mal engarzadas otras, y todas ellas adems iluminadas segn la fantasa de las propagandas o de los reportajes. Cuando el mundo es libre (si bien entonces su historia es menos dramtica), series opuestas de imgenes se encuentran y se juntan como pueden. Lstima si al espectador le cuesta entenderlas. El espectador tiene sus imgenes: pues que vuelva las pginas del lbum o de la revista!

    Es cierto que esta primera historia est plagada de errores; es cierto que es falaz; es cierto que se presenta como la superficie, fosforescente, discontinua de la vida del mundo y solamente como su superficie; es cierto que mezcla los grandes acontecimientos con los nimios sucesos sin distinguirlos, como convendra, pero esta es una primera historia de todos modos, resistente ya, que posee la fuerza y la potencia del primer ocupante. Es mentira sin duda, pero una mentira cargada de verdades y de

  • n a I U K I A

    sortilegios. El hombre y ese es el encanto de esta historia se encuentra a gusto al principio y se reconoce en ella, pues esta historia est escrita da a da, tiene la medida de sus pasiones y de sus ilusiones y, por ello, est cargada de humanidad y de poesa, y existe una ilusin ms tenaz entre quienes viven una historia que la de creerse los autores responsables de ella y no solamente sus vctimas?

    Una de las fuerzas de este triunfo de lo evenemencial est precisamente en dejarnos creer que el destino depende de nuestras voluntades; que, modesta o ilustre, nosotros forjamos nuestra propia historia. Deja que as lo creamos, ya sea exaltando a los seores del momento, hroes hegelianos, superhombres nietzschianos, demiurgos, grandiosas hazaas del hombre, pero todos ellos hechos a nuestra imagen, fabricados con nuestro propio barro. Bonito motivo de orgullo y de confianza! De ah sin ninguna duda, repito, procede el evidente encanto de esta primera historia en titulares, siempre rica en incidentes, peripecias y emociones. La vida habitualmente tan gris adquiere los matices crueles y tiernos de una novela vivida. Cmo no iba el pblico a dejarse seducir por tanto relato emocionante, tantas existencias humanas que podemos revivir a placer? Y esto ocurre tanto en lo que se refiere al tiempo presente como al pasado. Creen que un acontecimiento de la vida de Napolen, por ejemplo, contado con suma precisin, no tendr tambin mucho ms inters humano para un auditorio comn que las consideraciones ms refinadas sobre la historia profunda del Primer Imperio? Fjense en la moda de las vidas noveladas y, para comparar, pensemos en la tirada y en la audiencia de los verdaderos libros de historia.

    Poder, por lo tanto, magia de los acontecimientos. Sin embargo, por cautivadores que sean, no representan la historia entera del tiempo que pasa sino su superficie nada ms. La historia no es el relato de acontecimientos sin ms. No es solamente la medida del hombre, del individuo, sino de los hombres, de todos los hombres y de las realidades de su vida colectiva. Volver sobre ello a lo largo de este libro.

    No todos los historiadores lo saben.Pensemos que en cualquier trabajo de historia tenemos a nuestra dis

    posicin una documentacin evenemencial, anecdtica y llena de vida. A travs de dicha documentacin, de su inventario y crtica, empieza el primer trabajo. Es verdad que nuestra investigacin se dirige a acontecimientos despojados del halo de la actualidad, dispuestos segn unas perspectivas bastante a menudo alteradas, pero en cualquier caso sobre acontecimientos. La segunda tarea consistira en buscar, junto a los acontecimientos, hechos menores que no conciernen a las acciones extraordinarias o a personajes ilustres, sino a los actos de la vida diaria. Para ello, el precio del hierro o la tasa de la renta, el nivel de los salarios o el pre

  • TRES DEFINICIONES 29

    ci del pan nos instruyen mejor que el relato de una batalla o la entrevista de dos soberanos, sealaba Anatole France en un captulo de La Vie littraire. A travs de estos hechos nimios se nos ofrece la posibilidad de conocer las realidades de la historia colectiva, de la historia profunda. Pero no todos los historiadores, insisto, se dedican a realizar estas investigaciones suplementarias y decisivas. La historia evenemencial, que no pretendo considerar desdeable (creo solamente que es una categora de la historia y no toda la historia), ejerce su encanto exclusivo sobre ellos como sobre los contemporneos. Ms all de su decorado, como los propios contemporneos, no se preguntan si tienen lugar o han tenido lugar otras historias, dramas semiocultos pero dramas reales. No se preguntan si, ms all de la superficie, no estn las profundidades de la historia.

    Una aventura de todos los das: un historiador registra tal historia evenemencial, ya acabada, al alcance de la mano, y nos la entrega sin ms, como una mercanca legal. La encuentra en los diarios de ayer, de anteayer, en los cronistas y memorialistas, que son los periodistas avant-la-let- tre. Es el caso del grueso libro de Pierre de la Gorce dedicado al Segundo Imperio, que muchos de ustedes habrn ledo. Otro libro anlogo y que circula por aqu, el Francisco I de Charles Terrasse, lleva por subttulo El rey y el reino. Concedo que es un libro que tiene su inters y su mrito, pero en realidad es un libro de acontecimientos colocados uno despus de otro, alineados en un relato agradable, muy vivido, est claro. En realidad, trasladado al pasado, es una serie de reportajes: hay uno dedicado a la infancia del rey, otro a su juventud, otro a Marignan y as todo. El primer prrafo sobre la rivalidad de Francisco I y de Carlos V se titula, en titulares dira yo, La chispa y el reguero de fuego, ni ms ni menos. En cuanto a la Francia sobre la que se apoya este reino, Francia esa realidad colectiva, esa persona, en cuanto a la Francia que lo rodea, en cuanto a la civilizacin del Renacimiento y de la Reforma que la cruza como una vida infusa, tumultuosa, decisiva, en cuanto a la economa mundial de la poca ya tirnica, no le pidamos al autor que nos hable de ello de verdad, a pesar de algunos esfuerzos en este sentido. l va a lo que brilla, a lo que sorprende y divierte. Podis estar seguros de que har un alto en la entrevista del Campo de la bandera de oro. Una entrevista tan bonita bien merece y tendr todo un captulo!

    Y sin embargo, la historia no es solamente un relato, ni siquiera un relato de grandes acontecimientos; es una explicacin y los grandes acontecimientos mismos hay que explicarlos, por pequea ciencia coyuntural que sea la historia. En realidad, fuera de su propia historia, sealan realidades, lneas de fuerza a menudo decisivas, y son esas lneas, son esas realidades las que tal vez cuenten ms. Me ocurri una noche, en el Estado

  • LAS AMBICIONKS DK LA HISTORIA

    de Baha, en que me vi atrapado bruscamente en medio de una prodigiosa invasin de lucirnagas fosforescentes. Estallaban por todas partes sin parar, a diferentes alturas, innumerables, en haces al salir de los bosqueci- llos y de las cunetas de la carretera, como cohetes, aunque demasiado breves sin embargo para iluminar el paisaje con nitidez. Los sucesos son como esos puntos de luz. Ms all de su resplandor ms o menos intenso, ms all de su propia historia, hay que reconstruir todo el paisaje de alrededor: el camino, la maleza, el altobosque, la polvorienta laterita rojiza del norte brasileo, los declives del terreno, los escasos vehculos que pasaban y los borricos, mucho ms numerosos, con sus pesadas cargas de carbn de piedra, y por ltimo las casas de los alrededores y los cultivos. De ah la necesidad, ya lo ven, de rebasar la franja luminosa de los acontecimientos, que es slo una primera frontera y a menudo una pequea historia por s sola.

    Ustedes mismos pueden comprender fcilmente esta necesidad que estoy analizando con mejor o peor acierto, y la comprenden mejor que otras personas, pues acaso no pasan el tiempo criticando las noticias, leyendo entre lneas, buscando por detrs de lo que se nos ofrece lo que se nos oculta? El acontecimiento no nos basta. Estn buscando a su manera una verdad, otra historia, una historia real y profunda. Y lo hacen por un simple deseo de informacin personal, por la necesidad de saber dnde est uno. Gran preocupacin, bien lo s... Imaginemos, sin embargo, nuestro entusiasmo si con este trabajo se tratara no de modelar nuestras reflexiones del momento, sino de escribir un libro, de comprometer por entero nuestro pensamiento en este juego y, ms an, si se tratase de tener que dar continuidad a una obra viva, de elaborar una poltica real e interesante para nuestros contemporneos, una poltica que hubiese que desprender del polvo de las noticias y de los incidentes diarios, como lo son todas las polticas. Polticas? Quiero decir esas elecciones repetidas, no siempre afortunadas o lcidas, entre lo accesorio y lo principal, entre la historia evenemencial, demasiado a menudo sin futuro, y la historia profunda a la que pertenece el futuro. Pero cmo distinguir una de otra? En ello reside casi todo el problema de este libro.

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    La parte del azar

    Explicar. No creo que, hacia 1920, en los tiempos de mi juventud, esta palabra dominase los estudios histricos en la Sorbona: por entonces se desconfiaba demasiado de la gran historia. La filosofa dominante era la del manual de Ch.-V. Langlois y de C. Seignobos, aquella Introduccin al mtodo de las ciencias histricas, tan llena de prudencia cientfica y mucho

  • TRES DEFINICIONES 31

    ms libro de crtica de los documentos que una obra de verdadera metodologa. Ah! Es verdad que en ese libro se aprenda admirablemente a leer y a criticar un texto, pero sin sospechar nunca que los documentos escritos pudiesen no ser el nico material de la historia. No sigue sucediendo lo mismo, an hoy, con muchos historiadores? Pero entonces apenas haba pasado el tiempo en que el autor de una nueva y notable tesis sobre los comerciantes en la Italia meridional del siglo xm mereciese or, ex cathedra, que an habra ido mejor si se hubiese limitado a publicar exclusivamente los documentos. Para qu comentarlos? Acaso lo ideal no es entregar bellos, hermosos materiales y no alterarlos con glosas intiles, captar la historia en estado puro, preferentemente en su estado emergente? Entonces nada de imperialismos. Nada de investigaciones vehementes de la historia profunda, desde luego que no. Por entonces se coleccionaban hechos, acontecimientos... Tal da, en tal lugar, tal personaje..., etc. De vez en cuando se intentaba explicar esos hechos, pero la curiosidad en tales tentativas no iba ms all de la historia biogrfica, poltica e institucional. Ms a menudo se limitaba al marco de las biografas de los grandes personajes, marco ideal de investigacin...

    S, pero cmo ver el mundo en tales condiciones? El mundo? Pero acaso exista? Para Charles Seignobos, el mundo era incoherencia, sucesin de azares, de fantasas, de absurdos movimientos brownianos, como diramos con trminos actuales, absurdos, inaprensibles, por abundantes en exceso y terriblemente complejos... Prudenciare nos repeta,prudencia, es todo tan complicado... y el azar se lleva la parte del len! Pero lean al respecto las conclusiones de la preciosa Historia poltica de la Europa contempornea, de Seignobos.

    Esta visin, a decir verdad, caracteriz a toda una poca, la poca de Anatole France entonces en todo su esplendor. Pero ms que el seor de la villa Sai'd, fue el helenista Maurice Holleaux su representante consumado, el ms brillante y ms significativo en el plano de la historiografa francesa, el ms consciente a todas luces. Quien lo conoca quedaba de inmediato subyugado...

    Toda la desconfianza de Maurice Holleaux se animaba cuando haba que explicar los acontecimientos. Los historiadores, deca, pasan su tiempo inventando causas. Cuanto ms importantes son los acontecimientos, ms importantes, numerosas y sutiles son las causas que descubren. Es una simple cuestin de imaginacin... por desgracia! Qu no les adjudican a los seores del mundo esos historiadores aficionados a dar explicaciones? Proyectos, polticas coherentes, clculos a largo plazo y qu cantidad de negros pensamientos! Y qu prisa tambin por unir los acontecimientos entre s, por soldarlos, por encontrar buenos motivos para lo que ha ocurrido y que no forzosamente deba ocurrir. Un aconte-