boletín alfonso caso, núm. 9

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1ra Época. Septiembre - Diciembre 2009. No. 9 9 Índice • Editorial • Artículo - La nacionalidad no requiere de un cultura única sino que todas convivan en un marco nacional. Por Federico Campbell. • Efemérides - L. Méndez, J. C. Olivé, M. Covarrubias, C. Sáenz, D. Rubín de la Borbolla, F. Solís. • Noticias - “4a Feria del Libro Antropológico”. - “XXI Feria del Libro de Antropología e Historia” - “XV Coloquio Internacional de Antropología Física Juan Comas” EDITORIAL A treinta años del fallecimiento del Dr. Juan Comas Camps su figura crece y adquieren mayor trascenden- cia sus aportaciones a la antropología, pero sobre todo el papel protagónico que desempeña en la fundación del Instituto de Investigaciones Antropológicas y del Posgrado en Antropología de la Facultad de Filosofía y Letras. Su llegada al país con el conjunto de traste- rrados españoles en 1939 coincide con los comienzos de la moderna antropología mexicana, aquella que tiene como referente un complejo institucional, más allá de los ámbitos de la comunidad primigenia del Museo Nacional de Arqueología, Historia y Etnogra- fía, configurado por el Instituto Nacional de Antropo- logía e Historia (INAH), por la Sociedad Mexicana de Antropología, por el Instituto Panamericano de Geo- grafía e Historia, por el Instituto Indigenista Intera- mericano, por el Departamento de Asuntos Indígenas y por una naciente Escuela Nacional de Antropología. Juan Comas ingresa como profesor al Departa- mento de Antropología y como investigador al Departamento de An- tropología Física del Museo Nacional, donde la figura del Dr. Nicolás León ocupaba un lugar prominente, a pesar de haber fallecido en 1929. Pronto, en un entorno marcado por un intenso nacionalismo revolucio- nario establecido bajo la presidencia de Lázaro Cárdenas, participa en el campo del indigenismo gubernamental, en el que se concilian ciencia y política, y de donde emerge la antropología mexicana contemporá- nea. Su ingreso como Colaborador Técnico en el Instituto Indigenis- ta Interamericano, en 1942, y su papel como redactor jefe de América Indígena y del Boletín Indigenista, le acercan a don Manuel Gamio, director de dicho instituto y uno de los más importantes antropólogos mexicanos del siglo XX, con quien establece una profunda amistad y a quien tiene un gran respeto, como lo mostrará en la intensa polémica sobre el indigenismo que se desata a raíz de la publicación del libro De eso que llaman antropología mexicana. En respuesta a la crítica mor- daz y caricaturesca de Arturo Warman a la política indigenista, y a las concepciones de Gamio, Comas responde con un texto enérgico y con una antología de artículos de Gamio que aparecen en la colección de la UNAM “Biblioteca del Estudiante Universitario” (el número 100). En 1949 Comas asume el puesto de Secretario General del Institu- to Indigenista Interamericano, lo que le da la posibilidad de entrar en contacto con antropólogos e indigenistas del continente americano y de adquirir una gran experiencia; este puesto lo ocupa hasta 1955, cuando ingresa a la UNAM, al Instituto de Investigaciones Históricas. Todavía en el lapso de marzo de 1958 a febrero de 1959 Comas es presidente del Consejo Directivo del citado instituto. Sus opiniones sobre la polémica en torno a la educación indígena y sobre el entrenamiento antropológico de los técnicos y especialistas que trabajan en los centros coordinadores muestran tanto sus virtudes pedagógicas como su conocimiento de pri- mera mano de las condiciones de los pueblos indios. En la defensa de los pueblos indios configura una poderosa crítica al racismo que domina en los países americanos que desarrollan diversas políticas indigenistas; de hecho su formación como antropólogo físico le dota de una sólida información científica que le permite sustentar sus críticas a las diferentes posiciones racistas, particularmente las proce- dentes de los países europeos. Sin embargo, su mayor contribución, desde la perspectiva univer- sitaria, es fundar un centro de investigaciones y un posgrado dedicados a la antropología. Es el jefe indiscutible de la Sección de Antropología, que se funda en 1963 dentro del Instituto de Investigaciones Históricas, y es el mayor impulsor de la creación del Instituto de Investigaciones Antropológicas, cuya constitución es aprobada por el Consejo Univer- sitario en 1973. El núcleo inicial constituido por don Pedro Bosch-Gim- pera, Santiago Genovés, Paul Kirchhoff, Mauricio Swadesh y el propio Comas establece una perspectiva integral que se continúa hasta nuestros días en las cuatro especialidades por las que se organizan los investiga- dores en el Instituto. La obra de todos ellos, y los que le siguen, define el perfil de las actividades académicas que distinguen a la UNAM en el vasto campo de las investigaciones antropológicas en México, pero por enci- ma de todos, destaca la figura de Juan Comas, pues aunado a su con- dición de fundador y organizador encontramos sus contribuciones a la antropología física y sus cualidades de gran maestro. Autor de un estu- dio preliminar e impulsor de la publicación de El origen de las especies, en ocasión del centenario de su publicación, lo recordaremos ahora, en ocasión del Coloquio Antropología y Evolucionismo, que se celebra en nuestro Instituto, como parte de los eventos organizados en la UNAM para conmemorar los 200 años del nacimiento de Charles Darwin y los 150 años de la publicación original de El origen de las especies. Andrés Medina Hernández En la Ciudad Universitaria, en los lluviosos días de septiembre de 2009. Dr. Juan Comas Camps

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Boletín de noticias y efemérides, elaborado por el personal del archivo Fondo Alfonso Caso de la Biblioteca Juan Comas. Número dedicado a Juan Comas Camps.

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Page 1: Boletín Alfonso Caso, núm. 9

1ra Época. Septiembre - Diciembre 2009. No. 99

Índice• Editorial• Artículo- La nacionalidad no requiere de un cultura

única sino que todas convivan en un marco nacional. Por Federico Campbell.

• Efemérides- L. Méndez, J. C. Olivé, M. Covarrubias, C.

Sáenz, D. Rubín de la Borbolla, F. Solís.

• Noticias- “4a Feria del Libro Antropológico”.- “XXI Feria del Libro de Antropología e

Historia”- “XV Coloquio Internacional de

Antropología Física Juan Comas”

EDITORIALA treinta años del fallecimiento del Dr. Juan Comas Camps su figura crece y adquieren mayor trascenden-cia sus aportaciones a la antropología, pero sobre todo el papel protagónico que desempeña en la fundación del Instituto de Investigaciones Antropológicas y del Posgrado en Antropología de la Facultad de Filosofía y Letras. Su llegada al país con el conjunto de traste-rrados españoles en 1939 coincide con los comienzos de la moderna antropología mexicana, aquella que tiene como referente un complejo institucional, más allá de los ámbitos de la comunidad primigenia del Museo Nacional de Arqueología, Historia y Etnogra-fía, configurado por el Instituto Nacional de Antropo-logía e Historia (inah), por la Sociedad Mexicana de Antropología, por el Instituto Panamericano de Geo-grafía e Historia, por el Instituto Indigenista Intera-mericano, por el Departamento de Asuntos Indígenas y por una naciente Escuela Nacional de Antropología.

Juan Comas ingresa como profesor al Departa-mento de Antropología y como investigador al Departamento de An-tropología Física del Museo Nacional, donde la figura del Dr. Nicolás León ocupaba un lugar prominente, a pesar de haber fallecido en 1929. Pronto, en un entorno marcado por un intenso nacionalismo revolucio-nario establecido bajo la presidencia de Lázaro Cárdenas, participa en el campo del indigenismo gubernamental, en el que se concilian ciencia y política, y de donde emerge la antropología mexicana contemporá-nea. Su ingreso como Colaborador Técnico en el Instituto Indigenis-ta Interamericano, en 1942, y su papel como redactor jefe de América Indígena y del Boletín Indigenista, le acercan a don Manuel Gamio, director de dicho instituto y uno de los más importantes antropólogos mexicanos del siglo XX, con quien establece una profunda amistad y a quien tiene un gran respeto, como lo mostrará en la intensa polémica sobre el indigenismo que se desata a raíz de la publicación del libro De eso que llaman antropología mexicana. En respuesta a la crítica mor-daz y caricaturesca de Arturo Warman a la política indigenista, y a las concepciones de Gamio, Comas responde con un texto enérgico y con una antología de artículos de Gamio que aparecen en la colección de la unam “Biblioteca del Estudiante Universitario” (el número 100).

En 1949 Comas asume el puesto de Secretario General del Institu-to Indigenista Interamericano, lo que le da la posibilidad de entrar en contacto con antropólogos e indigenistas del continente americano y de adquirir una gran experiencia; este puesto lo ocupa hasta 1955, cuando ingresa a la unam, al Instituto de Investigaciones Históricas. Todavía en el lapso de marzo de 1958 a febrero de 1959 Comas es presidente del Consejo Directivo del citado instituto. Sus opiniones sobre la polémica en torno a la educación indígena y sobre el entrenamiento antropológico de los técnicos y especialistas que trabajan en los centros coordinadores muestran tanto sus virtudes pedagógicas como su conocimiento de pri-mera mano de las condiciones de los pueblos indios.

En la defensa de los pueblos indios configura una poderosa crítica al racismo que domina en los países americanos que desarrollan diversas políticas indigenistas; de hecho su formación como antropólogo físico

le dota de una sólida información científica que le permite sustentar sus críticas a las diferentes posiciones racistas, particularmente las proce-dentes de los países europeos.

Sin embargo, su mayor contribución, desde la perspectiva univer-sitaria, es fundar un centro de investigaciones y un posgrado dedicados a la antropología. Es el jefe indiscutible de la Sección de Antropología, que se funda en 1963 dentro del Instituto de Investigaciones Históricas, y es el mayor impulsor de la creación del Instituto de Investigaciones Antropológicas, cuya constitución es aprobada por el Consejo Univer-sitario en 1973. El núcleo inicial constituido por don Pedro Bosch-Gim-pera, Santiago Genovés, Paul Kirchhoff, Mauricio Swadesh y el propio Comas establece una perspectiva integral que se continúa hasta nuestros días en las cuatro especialidades por las que se organizan los investiga-dores en el Instituto. La obra de todos ellos, y los que le siguen, define el perfil de las actividades académicas que distinguen a la unam en el vasto campo de las investigaciones antropológicas en México, pero por enci-ma de todos, destaca la figura de Juan Comas, pues aunado a su con-dición de fundador y organizador encontramos sus contribuciones a la antropología física y sus cualidades de gran maestro. Autor de un estu-dio preliminar e impulsor de la publicación de El origen de las especies, en ocasión del centenario de su publicación, lo recordaremos ahora, en ocasión del Coloquio Antropología y Evolucionismo, que se celebra en nuestro Instituto, como parte de los eventos organizados en la unam para conmemorar los 200 años del nacimiento de Charles Darwin y los 150 años de la publicación original de El origen de las especies.

Andrés Medina HernándezEn la Ciudad Universitaria, en los lluviosos

días de septiembre de 2009.

Dr. Juan Comas Camps

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ARTÍCULO

El presente año es muy especial ya que durante 2009 se conmemo-ran tres fechas importantes para la Antropología, por un lado, el bi-centenario del natalicio de Charles Darwin (12 de febrero 1809), así como el 150 aniversario de la pu-blicación de su libro El Origen de las Especies (1859). Por otro lado, en enero del presente año se cum-plió el 30 aniversario luctuoso del Dr. Juan Comas, pio-nero de la antropología física en México.

Es pertinente recordar que para el centenario de la publicación de El Origen de las Especies (1959), nues-tra Casa de Estudios publicó una edición compuesta de dos tomos cuyo Estudio Preliminar estuvo a cargo del Dr. Comas. Para la presente conmemoración, la unam ha publicado una segunda edición de tan trascendente obra, pero en un tomo.

Estos importantes acontecimientos serán celebrados en el XV Coloquio Internacional de Antropología Física “Juan Comas”, el cual se realizará en la ciudad de Mé-rida en octubre del presente año. El mencionado evento es organizado por el Instituto Nacional de Antropología e Historia (inah), La Asociación Mexicana de Antropo-logía Biológica (amab) y el Instituto de Investigaciones Antropológicas (iia).

Por todo lo anterior, hemos querido unirnos a la ce-lebración recordando al Dr. Juan Comas en su faceta indigenista en nuestro último Boletín del presente año. Ya en el número 4, publicado en enero de 2008, presen-tamos una semblanza de este científico así como de su importante acervo documental y fotográfico resguarda-do en esta área de los Fondos Documentales “Alfonso Caso”.

La entrevista que ahora reproducimos fue realizada por Federico Campbell al Dr. Juan Comas para el nú-mero especial de la Revista México Indígena titulado “ini. 30 años después, revisión crítica”, publicado en diciembre de 1978. Consideramos importante incluirla ya que fue una de las últimas entrevistas concedidas por el Dr. Comas (quien falleció en enero de 1979), y en la cual expone su posición respecto a la política indigenista seguida en nuestro país desde la fundación del Instituto Nacional Indigenista en 1948. El material fotográfico que lo ilustra es parte del importante acervo personal legado por el Dr. Comas a la unam y resguardado por nuestro Instituto.

La nacionaLidad no requiere de una cuLtura única sino

que todas convivan en un marco nacionaL

Por Federico Campbell

Juan comas explica que se puede tener un lenguaje común sin necesidad de suprimir los otros

Hay personas que desgraciadamente no podemos llamar hoy mexicanos

“−¿Cuál es la problemática fundamental del indigenis-mo actualmente en México?−En términos generales, desde que Alfonso Caso creó el Instituto Nacional Indigenista en 1948 se ha seguido una sola corriente a través de los sexenios hasta dar lu-gar a la situación actual. Pero ahora hay dos tendencias por lo menos: las de quienes iniciaron el ini en 1948 con una orientación y la de quienes han ido separándo-se de esa interpretación político científica del problema y están opinando que las cosas se están haciendo muy mal. Unos lo dicen claramente, otros lo medio dicen, pensando que hay otra solución al problema. Hay en el indigenismo en México, concretamente en el ini, en la política de José López Portillo hoy, en la política del sexenio pasado igual, manifestaciones de estas dos ten-dencias. Una que yo llamaría la oficial (la que tiene en la mano el poder económico y político para actuar) y la que, con un poco más de teoría crítica, ve el problema desde otro punto de vista.−¿Cuáles serían algunos detalles de esos diferentes cri-terios?−En 1948 Caso hace un pro-yecto de ley, en la cual inter-venimos muchos con modestas opiniones, se lleva a la Cámara, se aprueba y se crea una entidad dependiente directamente de la Presidencia, lo cual le dio una libertad total al director. Alfon-so Caso era un eminente aboga-do primero, un gran arqueólogo después, e incidentalmente cayó en el problema del indígena vi-vo. Pero sin que Caso fuera de verdad el hombre que más sabía de indigenismo vivo en aquel momento, como buen político supo rodearse de gentes capaces,

Alfonso Caso

Charles Darwin, 1860. (Cortesía del British Council. Londres.)

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como un Gonzalo Aguirre Beltrán, Julio de la Fuente, Alfonso Villa Rojas, antropólogos de una indiscutible valía y ese equipo le dio el ideario de lo que es el indio, de por qué es el indio, qué le falta al indio, qué pode-mos hacer por el indio. Y se empezó, con lo cual yo estoy de acuerdo, con los centros coordinadores, con una ideología general de que había que integrar a la población indígena al resto de la sociedad mexicana para hacerlos mexicanos.

−¿Son mexicanos hoy?−Hay muchos que no lo son porque no tienen ni idea, todavía hoy en 1978, de na-ción ni de idioma siquiera. Todavía hay analfabetas de español, todavía hay gente que habla el otomí o el ta-rasco o el idioma que sea de los ciento y pico idiomas que tenemos en México. Somos mexicanos porque estamos dentro de unas fronteras. Pe-ro nada más. Hay gente que

ahora desgraciadamente no podemos llamar mexica-nos. El ideal era integrar, aculturar, establecer contacto entre dos culturas, en el sentido de que ambas culturas se pasaran recíprocamente ciertos rasgos culturales, lo cual es la aculturación. Pero ¿qué? ese es el punto a discusión. ¿Qué es lo que queremos conservar o cree-mos que es bueno conservar de las viejas culturas y qué es lo que ellas deben retener o apropiarse de nuestra cultura occidental? Es un error fatal el creer que todo lo occidental es perfecto y que tenemos que sustituir todo lo indígena por lo occidental. No tiene sentido, ni antropológico, ni científico, ni moral, ni nada. Hay cosas que sí y hay cosas que no. Caso, con las ideas aportadas por ese equipo de antropólogos, creó lo que llamamos los centros coordinadores. −¿Qué es un centro coordinador?−Los que he visto, y donde he vivido. El de Chiapas, en San Cristóbal de las Casas, fue el primer centro que creó Aguirre Beltrán como subdirector del ini, y ha ser-vido de modelo a los 85 que hay ahora. Era el foco más cercano posible a las comunidades indígenas para intentar con la colaboración de ellos, de la gente joven, esa aculturación o integración, ese mostrarles, ense-ñarles, sin imponerles nada. El imponer no conduce a nada, ni imponer alfabetización, ni sanidad, ni técnicas agrícolas, ni nada. Los centros coordinadores trataban

de convencer con la experiencia, con la práctica, con el contacto, una alfabetización bilingüe, partiendo de la base de que el castellano es el idioma nacional y de que no puede haber integración sin idioma.

Labor positiva−¿Todavía existe esa barrera del lenguaje?−Sí. Con los otomíes o los lacandones sucede todavía que uno no logra comunicarse. Hay gente que sólo sa-be otomí. Se trataba de dar una enseñanza bilingüe, a base de prácticas sanitarias e higiénicas, a base de ejemplos de cultivos a fin de que se cambiaran un poco los que ellos tenían y se les demostrara que las nuevas técnicas, el abono, el riego, y otras prácticas, les mejo-raban el producto. Sólo entonces podíamos intentar esa integración. Los centros coordinadores en teoría eran eso. A través de todo el ini, de la revista México Indí-gena, y a través de todas las publicaciones del ini desde 1948 para acá se ha hecho una labor que yo conside-ro positiva. Los centros coordinadores, con todas las vicisitudes que han tenido, con todos sus errores, han hecho una labor positiva. La prueba de que mi opinión no es la única es que los gobiernos a través de varios sexenios han mantenido la idea central de los centros coordinadores. Habrán cambiado en su organización

interna o en sus dirigentes, pe-ro la idea general es la misma. Ahora se han creado más cen-tros y se siguen creando y está al frente un señor que hace dos años no estaba, lo cual implica que algo tiene la idea de acepta-ble para todos.−¿Es bueno todo lo que han he-cho los centros coordinadores?−No. Francamente no.−¿Por qué?

Un director de centro indigenista no tiene porque ser antropólogo

−Ha habido una falla, justificada pero al fin y al cabo falla, y es que los primeros centros que se crearon fue-ron puestos bajo la dirección de antropólogos. Aguirre Beltrán es antropólogo, y lo mismo lo eran Alfonso Vi-lla Rojas, Julio de la Fuente, y todos los demás. Pero yo creo que un director de un centro no tiene por qué ser antropólogo. Hay demasiados elementos y factores que no se dejan dirigir. Hay médicos, ingenieros agróno-mos, ingenieros de caminos, que trabajaban muy bien

Muchachas tarascas.(F. Enrique Hernández)

Niño otomí

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y que están convencidos de una idea, pero que no creen que el jefe deba ser un antropólogo. Yo tampoco creo que deba ser un antropólogo, ni creo que sea más eficaz siendo director que no siéndolo. Sería mucho más efi-caz como asesor, codirector o en cualquier puesto que no implique la idea de mando, porque eso le resta pres-tigio científico, le crea molestias de tipo administrativo y no se armoniza bien con sus colaboradores. No digo que en algún caso no se hayan armonizado bien, pero sí conozco casos en que no hay armonía. Esto ha sido una falla y muchos centros fracasaron porque no había entendimiento y sí a veces sabotaje interno. Otra falla es que no se ha tenido suficiente gente preparada en el campo de la antropología social que haya querido ir al campo. Es más cómodo a veces, aunque se gane me-nos, quedarse en la ciudad. Esto ha ocurrido en muchí-simos casos. Y el no tener antropólogos le ha restado eficacia a los centros. Partimos de la base de que sí hay problema indígena, y lo hay porque existe un elemento distinto al factor pobreza. Si se tratara solamente de un problema de la clase pobre, de la clase que se encuen-tra en el más bajo nivel social, pues no se trataría de un problema indígena, sino de un problema humano. Esto ocurre en todos lados, en la India, en la Unión Soviética, en Estados Unidos y aquí en México, entre gente que no es indígena. Si hablamos de un problema indígena es porque hay un factor que está en los indí-genas y no en los demás. Ese factor es el antropológico o cultural. No se puede abordar un problema sanitario en una zona indígena con las mismas fórmulas que se aborda la enfermedad en otros grupos no indígenas.

Injusto, no hacer nada por el indígena, en espera de la revolución

−¿Por qué?−Porque hay creencias, chamanismo, brujos, ecología, y una serie de factores culturales que hacen específico al problema indígena, distinto al problema sociopolí-tico y económico de la pobreza, porque ésta ocurre en todas partes. Sí hay problema indígena. Se ha abordado bien teóricamente desde 1948, aunque con fallas natu-ralmente humanas.−¿Esto implicaría una reconsideración total de la polí-tica indigenista?−Para mí implicaría primero un convencimiento de la gente que va a trabajar en el campo. El nombrar a va-rios técnicos de las distintas ramas de actividad que tiene un centro, sin un previo contacto entre ellos, no tiene sentido. Se requiere que estas personas trabajen

en común. Eso mejoraría enormemente la situación que existe, o disminuiría por otro lado las fricciones que hay. Naturalmente esto sería dentro de la orientación de la política vigente, porque está el otro campo teóri-co de quienes se oponen a ella. Es el caso de un grupo de antropólogos inteligentes, que creen tener razón y quizá la tengan, aunque yo estoy en desacuerdo. Esa tendencia proclama que estamos equivocados, que no hay problema indígena que se pueda abordar dentro de una sociedad de régimen capitalista y que sólo podría abordarse con un cambio total en el régimen nacional, es decir, de toda la estructura sociopolítica y econó-mica. En otras palabras, limitan la posibilidad de una mejora en los grupos indígenas a la exigencia previa de un cambio total de la estructura política del país. No voy a discutirlo, ni es mi deber, ni mi momento, ni me interesa saber si conviene y si es posible un cambio de estructuras. Es un problema ajeno al que estamos tra-tando. Lo importante es saber si es posible o no hacer algo por los indígenas en la situación actual. Yo creo que sí. Es probable que sea menos de lo que creen quie-nes piensan en un cambio de estructura total. Es posi-ble, no lo pongo en duda, pero me parece una situación pasiva, injusta, frente a los indígenas el decir no, no vamos a hacer nada por los indígenas mientras no ven-ga la revolución. No me voy a preguntar si es posible un cambio total de las estructuras. Es mi problema po-lítico, pero no es mi problema antropológico. Yo creo firmemente que algo, no todo, se puede hacer a favor de esa integración a la nacionalidad y a la cul-tura mexicanas, que sí se puede hacer algo por estos grupos indígenas sin necesidad de espe-rar a que llegue la re-volución. ¿Cuándo va a llegar? No sé. Tengo 79 años, he visto muchas cosas en mi vida, he visto dos guerras mun-diales y una guerra civil en España, he visto mu-chos cambios culturales, pero todavía no he visto que me satisfaga ningún

Zaragoza, España.Septiembre, 1964.

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cambio revolucionario total. Los que he visto no me han convencido. Como antropólogo opto por la línea que me parece más eficaz. Si de este cien por ciento de aspiración de integración se puede conseguir aunque sea un 40 por ciento, yo prefiero atenerme a ese 40 por ciento, sin esperar a una entelequia que quizá llegue o mientras llega. Además, ya se ha logrado, tal vez no en un 40 por ciento, pero más o menos. La labor de 1948 hasta la fecha ha sido positiva. Si es un poco menos que positiva, ya es algo, frente al que espera el total de una vez. Si se pudiera conseguir el total de una vez, yo afirmaría el total de una vez, pero no lo veo, y la experiencia me dice que en la historia las cosas no se hacen así. No se han hecho así nunca. Yo sí creo, pues, que el balance de 1948 para acá es favorable dentro de las condiciones de una sociedad de régimen capitalista mixto, si se quiere, y creo que bajo este régimen se está haciendo una labor útil.

El indigenismo mexicano en América

−¿Cómo se ha visto en Latinoamérica el indigenismo mexicano?−Somos, aunque tengamos que sonreír al decirlo, un poco espejo de lo que ocurre en los demás países latinoa-mericanos, donde hay pro-blema indígena muy serio. He estado en Perú, Ecuador, Bolivia, en toda la zona an-dina y conozco muy bien los problemas revolucionarios que han ocurrido en Bolivia más que en ningún otro país, y sé hasta dónde han dado resultado y hasta dónde no. Y somos dentro de esa orga-nización de centros coordinadores un ejemplo. Insisto: no creo que lo hayamos hecho todo bien, pero sí se han hecho cosas que han servido de estímulo y de ayuda. De muchos países vienen a ver lo que estamos hacien-do y se llevan una idea de un ensayo con lo bueno y lo malo que todo ensayo tiene. Así veo el panorama pasado y presente del indigenismo. No hay que olvi-dar que México inició el movimiento indigenista lati-noamericano. Desde 1923 ha habido en Latinoamérica reuniones de tipo internacional, congresos panameri-canos de educación, y desde entonces se insistía ya en

la necesidad de crear instituciones especializadas para el estudio del problema indígena. Se veía ya, hace 55 años, la necesidad de abordar este problema no como un problema político de un país donde hay pobres y donde hay explotación y falta de empleos, sino como un problema complicado por otro factor, el factor cul-tural. Se acordó por primera vez que se celebrara el Primer Congreso Indigenista Latinoamericano y que fuera en Bolivia, pero como no se pudo hacer allí se llevó a cabo entonces en México. Fue el presidente Lázaro Cárdenas quien en 1940 patrocinó, defendió y creó el Primer Congreso Indigenista Interamericano. Hemos intentado ser ejemplo. Es decir: ha habido polí-ticos que han sabido ver el problema. Y ojalá que la po-lítica de Lázaro Cárdenas hubiera tenido más fuertes y rápidos resultados. Luego vinieron otros sexenios don-de aminoró un poco el interés, donde los presidentes no actuaron con la misma eficacia que Cárdenas. Entre el régimen de Lázaro Cárdenas y la creación del Institu-to Nacional Indigenista transcurrieron ocho años, pues en el primer Congreso Indigenista de 1940 se acordó que se crearan institutos nacionales indigenistas. En 1948 se creó el ini. En Latinoamérica se crearon otros institutos antes que el nuestro, aunque algunos sólo de nombre, pero el nuestro fue el más eficaz. Alfonso Ca-so era Secretario de Bienes Nacionales y dejó de serlo para ser director del ini. Alfonso Caso tenía un entusias-mo, un equipo, y un interés muy personal, pues no en balde un hombre abandona una Secretaría para dirigir

un instituto. El ini funcio-nó porque tenía esta clase de gente, como Gonzalo Aguirre Beltrán, quien ha sido la cabeza de turco que ha recibido toda la crítica directa contra esa primera política de aculturación. El ha sido el representante ejecutivo de esa tendencia de integración y acultura-ción. Sus obras y sus actos han recibido los ataques

científicos, antropológicos y personales que se han he-cho y que se han dirigido contra Aguirre Beltrán por ser él la persona visible del movimiento en favor de los grupos indígenas en las circunstancias políticas actua-les. Fue subdirector del ini, con Alfonso Caso, director durante el sexenio pasado y subsecretario de Cultura Popular en la Secretaría de Educación Pública, y ha es-

Pareja Quechua. Cuzco, Perú.

(Grace Line, n.y.c.)

Gonzalo AguirreBeltrán

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crito últimamente varios artículos defendiendo la tesis de la aculturación. Quienes la han criticado, por lo me-nos algunos de ellos, han trabajado y siguen trabajando en los centros coordinadores.

Culturas y lenguas en la nación−¿Pero ellos descartan la existencia misma de los cen-tros?−No se atreven a tanto. No es fácil a veces entender su postura, que es teórica. Algunos otros creen que se de-be eliminar, por la fuerza incluso, todo rasgo de cultura indígena, no occidental, que es la que supuestamente tenemos, porque es mala y porque hay que uniformar al país en una sola cultura. Sería la monocultura frente a la multicultura. Y yo estoy totalmente opuesto a ese criterio. Para que haya una nacionalidad no hace falta que haya una homogénea y única cultura, sino que las haya realmente dentro de un marco nacional. Si tene-mos un común denominador que es el lenguaje, ello no implica suprimir los otros lenguajes. Este es otro punto de batalla: creer que al defender nosotros las culturas indígenas defendemos el mantenimiento a ultranza de la cultura indígena y del idioma en disfavor del espa-ñol. No. No puede haber nacionalidad sin un idioma común. Pero eso no implica suprimir el resto de los idiomas que se hablen en un país y en México tenemos cerca de cien. Si hablamos de libertad y de derechos humanos, lo menos que podemos hacer es respetar a quienes desean conservar el idioma de sus padres, aun-que tengan que aprender el idioma nacional. Eso sucede en todos los países del mundo, en España, en Rusia, en Yugoslavia y en La India, donde hay cerca de 700 idio-mas. Tenemos que mantener un idioma nacional para entendernos. En otras palabras: quienes quieran con-servar un idioma, que lo conserven. Quienes quieran perderlo, que lo pierdan. Por ejemplo, no es seguro que el seri se conserve mucho tiempo, si ahora existen poco menos que doscientos individuos seris. No hay pues necesidad de eliminar estos idiomas para preservar la nacionalidad mexicana. No hay razón para la mono-cultura. Y no se trata de asimilar a nadie, sino de integrar.

Escupir sobre la vacuna−¿Usted recuerda aquella tesis de Luis Villoro que de-cía que aparte de respetar los valores propios de cada comunidad había también que dotarlas de servicios, conocimientos, tecnología, y modernizarlas?−Hay un ejemplo que explica esta situación. En un pueblo de la alta Mixteca tuvimos una experiencia muy interesante. Unos antropólogos, un médico y yo, vimos que un buen día apareció una pareja de soldados federales con su fusil al hombro, dos mulas y dos mu-chachas enfermeras montadas en ellas. Venía con un oficio de la Secretaría de Salubridad para vacunar a los habitantes de esa comunidad indígena porque se temía que sobreviniera una epidemia de viruela. Al día si-guiente por la mañana, los indígenas hicieron fila tran-quilamente delante de las enfermeras, mientras una de éstas raspaba y la otra ponía la vacuna. A medida que se retiraban cada uno de los indígenas, mujeres, hombres, niños, se escupían en la vacuna, se frotaban el brazo con una hoja y se quitaban la vacuna. Se vacunaron a doscientas personas pero no sirvió de nada. ¿Por qué? ¿Quién había explicado a esta gente para qué servía la vacuna? Nadie. Y es que ellos tienen sus creencias: el sacarles sangre era robarles el alma. Nadie les ha-bía dicho nada. Habían visto dos fusiles, unas mulas y una señora que les pinchaba. Dos días antes nos había ocurrido a nosotros lo mismo. El médico de nuestro grupo quiso estudiar con fines antropológicos el grupo sanguíneo de los indígenas. Empezamos así a tomar de un pinchazo una gotita de sangre de la oreja de varios indígenas y la guardábamos para su análisis posterior. Además, pagábamos un peso por gota de sangre. En la noche vino a nosotros el intérprete y nos hizo saber que el pueblo estaba alborotado por lo de la sangre; dijo que los habitantes del pueblo vendrían al día siguiente para que les devolviéramos su sangre que les habíamos robado. Teníamos miedo, éramos allí unos desconoci-dos y no conocíamos el idioma. A la mañana siguiente aparecieron, con el Presidente Municipal a la cabeza, con el intérprete, y nos exigieron que les devolviéramos la sangre. Rompimos delante de ellos el porta y el cu-bre de cristal donde estaba la gota de sangre y tuvimos que tirarlos. ¿Por qué? Por el desconocimiento total de que existe un problema cultural. No hubiéramos tenido problemas si los hubiéramos convencido antes de que aquello era para curarlos. Sólo por convencimiento es posible cambiar un rasgo cultural. Fue lógico que nos sucediera eso. Si a cualquiera de nosotros nos imponen algo, diremos que no. Nunca se va a lograr un cambio

Familia Seri. El Desemboque,

Sonora.

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por imposición. En este pueblo vimos dos casos: el es-cupitajo en la vacuna y el hacernos romper los cristales con las gotas de sangre.

El problema de la tierra−¿Y ese es el único problema cultural que se encuentra en las comunidades?−Por supuesto que no, el problema indígena también es un problema de explotación económica en gran parte. Por ejemplo, en cada congreso indigenista interame-ricano que ha habido, y ya ha habido nueve, se publi-ca un acta final con las aspiraciones de lo que debe hacerse en el futuro. Y aparte de las aspiraciones más corrientes (sanidad, educación, vías de comunicación), está el problema de la tierra, que es un problema de todo México y América Latina. Sin embargo, siempre ha resultado inútil incluir el problema de la tierra en las actas finales porque abordado como problema indíge-na no se va a resolver nunca. Hay demasiados intereses creados nacionalmente, de grandes propietarios, de eji-dos y de pequeña propiedad, aunque se trata en buena parte de tierra robada a las comunidades indígenas en la época de la Colonia. Entonces el problema no se to-ca y se olvida. Es decir, no es un problema indígena, sino nacional. Muchas de las peticiones justas que se han hecho en los congresos son utópicos, sentimenta-loides. Sabemos que son verdad, pero que no las va-mos a realizar. Siempre que se levanta el acta final de un congreso interamericano, se sabe que hay muchos artículos aprobados que se van a quedar en el papel para discutirse en los próximos congresos.

No hagamos política indigenista los no indígenas

−¿Se ha tomado en cuenta a los indígenas en la toma de decisiones de las políticas indigenistas?−No, aunque en cada congreso hay una representación más o menos folclórica de ciertos líderes o lideresas de grupos indígenas que vienen con sus vestidos y su fol-clor, que leen a veces unas peticiones que les ha escrito alguien, pero yo tengo mis dudas de que respondan de verdad a una representación genuinamente indígena. Hubo un congreso indigenista el año pasado, en el que había quizá dos o tres representaciones, sobre todo de los yaquis y de los tarahumaras, que sí eran genuinas porque estos grupos sí tienen sus líderes y una forma de asociación que funciona desde hace muchísimo tiempo. No obstante, se crearon en ese Congreso, por quienes gustan de crear entelequias institucionales, re-presentaciones de otros grupos indígenas, pero cuando uno preguntaba quién era el representante de tal o cual grupo le decían que era un mestizo que vivía en tal sitio, pero que en esa ocasión se había puesto el traje indígena y había venido a liderear para su propio bene-ficio o de unos pocos. Es decir: sucede como en los sin-dicatos (aunque yo he sido sindicalista mucho tiempo y sigo siéndolo en teoría), en el sentido de que cuando la masa es analfabeta, cuando no ha leído nada, ni nadie le ha enseñado nada y no sabe más que tiene hambre y que no le dan de comer, o no le dan empleo para comer, se deja guiar por el primero que llega y a veces el primero que llega es un sinvergüenza. Y resulta que los líderes viven a cuenta de las cuotas de unos pobres famélicos, a quienes engañan. Yo no creo en este tipo de sindicalismo, como no creo en los líderes represen-tativos de ciertos grupos indígenas que son líderes de momento y que no van a defender los intereses indíge-nas. Pero yo creo que en justicia deben participar. Yo me imagino que muy bien un ini podría pedir o recabar representaciones indígenas genuinas, supieran hablar o no el español, que supieran exponer qué les falta, por qué les falta, y qué quieren. Y todo esto habría que sistematizarlo, organizarlo, prepararlo para llevarlo a un congreso indígena. Sigo pensando que mientras no haya una educación como cosa fundamental es difícil que eso se lleve adelante. Seguramente con la alfabe-tización se avanzaría mucho, pues hasta ahora el uso de intérpretes ha sido fatal. El intérprete puede inter-pretar bien o mal, de buena fe, pero cómo saber si está expresando exactamente lo que el indígena quiere. Lo fundamental, yo creo, es que no hagamos la política indigenista los que no somos indígenas.

Congreso Indigenista presidido por Fernando Ortiz. Juan Comas a la derecha. La Paz, 1954.

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DIRECTORIOcarLos serrano sánchez

DirectorLuis barba Pingarrón

Secretario AcadémicoaLicia cervantes cruz

Coordinadora de la BibliotecaaLicia a. reyes sánchez y José Luis de La rosa r.

Recopilación de información y elaboración de artículosDiseño • César Augusto Fernández Amaro

Corrección de estilo • Adriana IncháusteguiApoyo gráfico • Silvia Abdalá Romero

Apoyo editorial • Martha González Serrano

NOTICIAS

En el marco de la XXI Feria del Libro de Antropología e His-toria, el Museo Nacional de las Culturas presentará la exposición “Pedro Bosch Gimpera en la Memoria Histórica de Cataluña y México”, a realizarse del 17 al 27 de septiembre de 2009.

La Asociación Mexicana de Archivos y Bibliotecas Privados, A.C. invita a su Segundo Coloquio de Archivos y Bibliotecas Pri-vados, el cual se realizará los días 8 y 9 de octubre de 2009.

El XV Coloquio Internacional de Antropología Física “Juan Comas” se realizará en la ciudad de Mérida, Yucatán, del 18 al 23 de octubre de 2009.

EFEMÉRIDESLa antropóloga Leticia Irene Méndez y Mercado nació en la ciudad de México el 20 de octubre de 1948.El 21 de noviembre de 2008 murió en la ciudad de México el arqueólogo Julio César Olivé Negrete.Miguel “el chamaco” Covarrubias nació en la ciudad de México el 22 de noviembre de 1904.El arqueólogo César Augusto Sáenz Vargas falleció en la ciudad de México el 6 de diciembre de 1998. El antropólogo Daniel F. Rubín de la Borbolla murió en la ciudad de México el 12 de diciembre de 1990.Felipe Solís Olguín, arqueólogo, nació el 18 de diciembre de 1944 en la ciudad de México.

−¿Cómo se tendería hacia eso?−Con educación. No veo otra salida. La es-cuela no sólo es para informar, sino para educar. Si la escuela es sólo para informar sale sobrando la escuela. El énfasis debe ponerse en la educación. Yo he visto unas casitas hace muchos años puestas en el Valle del Mez-quital por un grupo que dirigía el profesor Za-mayoa que era Direc-tor General de Asuntos Indígenas. Las casitas

eran llamadas modelos, donde pensábamos meter a diez parejas jóvenes de otomíes, recién casadas, toda-vía sin hijos, para que empezaran a habitarlas. Tenían una recámara, un comedor, una cocina de fogón alto, un grifo con agua, y una huertita o jardín. Se inaugu-raron las casas, instalamos a las diez parejas allí, y nos fuimos felices. Al año siguiente volvimos. No lloramos porque daba vergüenza llorar. Pero lo que vimos fue lo siguiente: a) Ni un cristal y todas las ventanas cerradas con madera, tapiadas. b) Gallinas y puerquitos dentro de la casa. c) El fogón, que era de carbón, se encontraba sobre unos ladrillos en el suelo de la cocina, tal y como

se acostumbraba en las antiguas viviendas. ¿Por qué? ¿Quién había enseñado a alguien que el aire es bueno? Para el otomí, según sus creencias, el aire es malsano y la corriente de aire es peor. El aire puro simplemente es inaceptable. Taparon las ventanas de inmediato. ¿Y quién les había dicho que no hay que cortar el cordón umbilical y enterrarlo en las cenizas del fuego, que es para ellos un acto de creencia religiosa que da el bien al futuro niño? ¿Dónde iban a enterrar el cordón umbili-cal si el fogón estaba en lo alto y era de carbón? ¿Quién les había enseñado que las gallinas debían estar afuera y no adentro? ¿Para qué querían un cuarto donde dor-mir si podían dormir junto al fogón? Los elementos de cambios culturales estaban allí: la ca sita, el agua, el aire, el fogón, etc. Pero nadie había intentado hacerles comprender que aquello era mejor que las ventanas ce-rradas y el fogón en el suelo. Indudablemente, sí existe un problema indígena, puesto que hay culturas dentro del país totalmente distintas entre sí.”

Pareja tarahumara(F. Agustín Maya)

Vivienda triqui. (F. Juan Comas)