bocaccio cuento

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En nuestra ciudad, hace ya mucho tiempo, hubo un ciudadano qu Filippo Balducci, hombre de condición asaz modesta, pero rico y bien despachado y hábil en las cosas cuanto su estado lo requería; por mujer a quien tiernamente amaba, y ella a l, y juntos l en nin"una otra cosa poniendo tanto afán como en a"radarse en al otro# $hora, sucedió que, como sucede a todos, la buena se dejó suyo a Filippo sino un %nico hijo concebido de l, que d años era# &l, por la muerte de su mujer tan desconsolado se q quedó nadie al perder la cosa amada; y !indose quedar solo s más amaba, se decidió por completo a no pertenecer más al mun al ser!icio de 'ios, y hacer lo mismo de su pequeño hijo# (or sus cosas por el amor de 'ios, sin demora se fue a lo alto de en una pequeña celda se metió con su hijo, con el cual, de li en oraciones !i!iendo, sumamente se "uardaba de hablar, allí nin"una cosa temporal ni de dejarle !er nin"una de e apartasen de tal ser!icio, sino que siempre de la "loria de l y de los santos hablaba, no enseñándole otra cosa sino santas !ida muchos años le tu!o, no dejándolo nunca salir de la celd nin"una cosa más que a sí mismo# $costumbraba el buen hombre !ez a Florencia, y de allí, se"%n sus necesidades ayudado por a su celda se !ol!ía# $hora, sucedió que siendo ya el muchach dieciocho años, y Filippo !iejo, un día le pre"untó que dónde dijo; al cual dijo el muchacho+ (adre mío, !os sois ya !iejo y mal podis soportar los traba lle!áis una !ez a Florencia, para que, hacindome conocer a l !uestros, yo, que soy jo!en y ten"o más fuerzas que !os, pued Florencia a !uestros asuntos cuando lo deseis, y !os quedaro hombre, pensando que ya su hijo era "rande, y estaba tan habi 'ios que difícilmente las cosas del mundo debían ya poder atr /Bien dice ste0# (or lo que, teniendo que ir, lo lle!ó consi"o# $llí el jo!en, las casas, las i"lesias y todas las demás cosas de que toda l como quien no se acordaba de haberlas !isto, comenzó a mara!illarse "randemente, y sobre muchas pre"untaba al padre qu eran, y c El padre se lo decía y l, quedándose contento al oírlo, le p pre"untando de esta manera el hijo y respondiendo el tropezaron con un "rupo de bellas muchachas jó!enes y adornad fiesta de bodas !enían; a las cuales, en cuanto !io el jo!en, que qu eran#

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En nuestra ciudad, hace ya mucho tiempo, hubo un ciudadano que fue llamado Filippo Balducci, hombre de condicin asaz modesta, pero rico y bien despachado y hbil en las cosas cuanto su estado lo requera; y tena a una seora por mujer a quien tiernamente amaba, y ella a l, y juntos llevaban una feliz vida, en ninguna otra cosa poniendo tanto afn como en agradarse enteramente el uno al otro. Ahora, sucedi que, como sucede a todos, la buena seora falleci y nada dej suyo a Filippo sino un nico hijo concebido de l, que de edad de unos dos aos era. l, por la muerte de su mujer tan desconsolado se qued como nunca qued nadie al perder la cosa amada; y vindose quedar solo sin la compaa que ms amaba, se decidi por completo a no pertenecer ms al mundo sino dedicarse al servicio de Dios, y hacer lo mismo de su pequeo hijo. Por lo que, dando todas sus cosas por el amor de Dios, sin demora se fue a lo alto del Monte Sinerio y all en una pequea celda se meti con su hijo, con el cual, de limosnas y en ayunos y en oraciones viviendo, sumamente se guardaba de hablar, all donde estaba, de ninguna cosa temporal ni de dejarle ver ninguna de ellas, para que no lo apartasen de tal servicio, sino que siempre de la gloria de la vida eterna y de Dios y de los santos hablaba, no ensendole otra cosa sino santas oraciones: y en esta vida muchos aos le tuvo, no dejndolo nunca salir de la celda ni mostrndole ninguna cosa ms que a s mismo. Acostumbraba el buen hombre a venir alguna vez a Florencia, y de all, segn sus necesidades ayudado por los amigos de Dios, a su celda se volva. Ahora, sucedi que siendo ya el muchacho de edad de dieciocho aos, y Filippo viejo, un da le pregunt que dnde iba. Filippo se lo dijo; al cual dijo el muchacho:-Padre mo, vos sois ya viejo y mal podis soportar los trabajos; por qu no me llevis una vez a Florencia, para que, hacindome conocer a los amigos de Dios y vuestros, yo, que soy joven y tengo ms fuerzas que vos, pueda luego ir a Florencia a vuestros asuntos cuando lo deseis, y vos quedaros aqu? El buen hombre, pensando que ya su hijo era grande, y estaba tan habituado al servicio de Dios que difcilmente las cosas del mundo deban ya poder atraerlo, se dijo: Bien dice ste.Por lo que, teniendo que ir, lo llev consigo. All el joven, viendo los edificios, las casas, las iglesias y todas las dems cosas de que toda la ciudad se ve llena, como quien no se acordaba de haberlas visto, comenz a maravillarse grandemente, y sobre muchas preguntaba al padre qu eran, y cmo se llamaban. El padre se lo deca y l, quedndose contento al orlo, le preguntaba otra cosa. Y preguntando de esta manera el hijo y respondiendo el padre, por ventura se tropezaron con un grupo de bellas muchachas jvenes y adornadas que de una fiesta de bodas venan; a las cuales, en cuanto vio el joven, le pregunt al padre que qu eran.El padre le dijo:-Hijo mo, baja la vista, no las mires, que son cosa mala. Dijo entonces el hijo:-Pero cmo se llaman?El padre, por no despertar en el concupiscente apetito del joven ningn proclive deseo menos que conveniente, no quiso nombrarlas por su propio nombre, es decir, mujeres, sino que dijo: -Se llaman gansas.Maravillosa cosa de or! Aquel que nunca en su vida haba visto ninguna, no preocupndose de los palacios, ni del buey, ni del caballo, ni del asno, ni de los dineros ni de otra cosa que visto hubiera, sbitamente dijo:-Padre mo, os ruego que hagis que tenga yo una de esas gansas. -Ay, hijo mo! -dijo el padre-, calla: son cosa mala.El joven, preguntndole, le dijo:-Pues as son las cosas malas?-S -dijo el padre.Y l dijo entonces:-No s lo que decs, ni por qu stas sean cosas malas: en cuanto a m, no me ha parecido hasta ahora ver nunca nada tan bello ni tan agradable como ellas. Son ms hermosas que los corderos pintados que me habis enseado muchas veces. Ah!, si os importo algo, haced que nos llevemos una all arriba de estas gansas y yo la llevar a pastar.Dijo el padre:-No lo quiero; no sabes t dnde pastan!Y sinti incontinenti que la naturaleza era ms fuerte que su ingenio, y se arrepinti de haberlo llevado a Florencia. Pero haber hasta aqu contado de la presente novela me basta, y dirigirme a quienes la he contado.