blair. la política punitiva del cuerpo

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  • 8/6/2019 Blair. La poltica punitiva del cuerpo

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    Estudios Polticos ISSN 0121-5167 N 36, Medelln, enero-junio de 2010: pp. 39-66

    * Este artculo surge de la investigacin titulada Los rdenes del cuerpo en las guerras contemporneas

    o un anlisis de la relacin vida/muerte/poder, desarrollada entre 2007 y 2009 por miembros del

    grupo de investigacin Cultura, Violencia y Territorio del Instituto de Estudios Regionales (Iner) de la

    Universidad de Antioquia en Medelln, Colombia.

    ** Sociloga. Doctora en Sociologa, Universit Catlica de Lovaina, UCL, Blgica, 1996. Coordinadora

    del grupo de investigacin Cultura, Violencia y Territorio del Iner. Investigadora principal del proyecto.

    E-Mail: [email protected]

    El equipo estuvo conformado adems por Ayder Berro, Leidy Arroyave y Paula Sann a quienes quiero

    expresar mis agradecimientos por sus valiosos aportes en todo el proceso de investigacin.

    La poltica punitiva del cuerpo:

    economa del castigo o mecnica del sufrimientoen Colombia*

    Elsa Blair**

    Resumen

    El artculo propone explorar la relacin cuerpo/violencia desde la perspectivade la biopoltica, y mostrar la importancia que ella reviste en trminos del poder,esto es, su dimensin poltica o el carcter poltico de la corporalidad. En el marcode las explicaciones que, tradicionalmente, nos han sido dadas sobre las guerras enel mbito macropoltico del poder, es difcil establecer una relacin entre el cuerpoy la guerra; en efecto, ellas aducen razones como las relaciones que se establecenentre los actores armados y el Estado, por ejemplo, o las de control y dominio delos territorios o las de las disputas por el control de recursos y poblaciones, entreotras, pero en ellas los cuerpos pareceran inexistentes o, en todo caso, supeditadosa lgicas y presencias blicas de otra naturaleza. Pero tambin y es lo que sepretende mostrar existen otros mbitos micropolticos o unas tecnologas corporalesespecficas que, adicionalmente, resultan muy fecundas para explicar el cmo delpoder. La violencia sobre los cuerpos, en el mbito de la guerra es, pues, un dispositivo

    de poder que se ejerce a travs de una serie de tecnologas corporales utilizadas conla finalidad de dominar, a travs del terror, a individuos y poblaciones. Desde estaperspectiva, esa violencia sobre los cuerpos en el caso de la guerra en Colombiasimilar a lo que ocurre en otras guerras contemporneas, sera la expresin de unaeconoma del castigo o ms concretamente de lo que Foucault llam una poltica

    punitiva del cuerpo, mxima expresin de esa micropoltica corporal y una formaextrema de ejercicio del poder.

    Palabras clave

    Cuerpo; Guerra; Poder; Poltica Punitiva; Violencia Extrema.

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    Estudios Polticos ISSN 0121-5167 N 36, Medelln, enero-junio de 2010: pp. 39-66

    Elsa Blair

    Fecha de recepcin: 20 de noviembre de 2009 Fecha de aprobacin: 1 de marzo de 2010

    Cmo citar este artculo

    Blair, Elsa. (2010, enero-junio). La poltica punitiva del cuerpo: economa del

    castigo o mecnica del sufrimiento en Colombia. Estudios Polticos, 36, Instituto deEstudios Polticos, Universidad de Antioquia, (pp. 39-66).

    Punitive Policies of Body: Economics of Punishmentor Mechanics of Suffering in Colombia

    Abstract

    The article intends to explore the relationship body/violence from the

    perspective of biopolitics, and show the importance that it assumes in terms of power,that is, its political dimension or the political nature of corporeality. As the frame of theexplanations that traditionally we have been given about the wars in the macro-levelof power is difficult to establish a relationship between the body and the war; in fact,they claim reasons such as the relations stablished between armed groups and State,for example, whether the command and control of any territory or the disputes overthe control of resources and populations, among others. But in those wars the bodieswould seem inexistent or, in any case, subject to a logics and belic presences of otherkinds. But also and this is what is intended to show there are other micropolitical

    areas or some specific body technologies that, additionally, result most benefit toexplain the how of Power. Violence on the bodies within the ambit of war is,therefore, a power device that is exercised through a series of corporal technologiesused in order to dominate, through terror, individuals and populations. From thisperspective, the violence on the bodies in the case of the war in Colombia similar towhat occurs in other contemporary war would be the expression of an Economy ofPunishment or more specifically what Foucault called a Punitive Policy of Body, thehighest expression of this corporal micropolitics and an extreme form of governance.

    KeywordsBody; War; Power; Punitive Policy; Extreme Violence.

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    Qu es lo que puede un cuerpo?[]En qu consiste el poder o la potencia de un cuerpoQu ha conducido a la invencin de innumerablestcnicas y saberes destinados a su sometimiento?

    Ral Garca

    A modo de introduccin

    Dos aos atrs, sorprendidos por los niveles y la proliferacin de laviolencia extrema (Nahoum-Grappe, 2002) sobre los cuerpos, en las formas

    del ejercicio del poder en el mbito de las guerras contemporneas que, enel decir de uno de sus analistas, haba sustituido la batalla por la matanza(Mnkler, 2005, p. 49), nos dimos a la tarea de abrir una nueva veta deexploracin de esta conflictividad, que nos permitiera indagar el asunto desdeperspectivas capaces de dar cuenta de lo que vena ocurriendo con los cuerpos:desplazamientos, desapariciones, torturas, mutilaciones corporales, violenciassexuales y masacres; esto es, formas de expresin de la violencia sobre loscuerpos que parecen acompaar todas estas formas de la conflictividad actual.

    Las explicaciones ms extendidas sobre la guerra empiezan a revelarseinsuficientes para entenderla, porque ninguna de ellas hace de esa violenciasobre los cuerpos un objeto de reflexin. En efecto, la mayora de ellas sloconstatan su presencia. La exploracin clsica que se ha hecho por parte de laciencia y la sociologa poltica, deja por fuera muchas de sus manifestacionesms evidentes, fcticas o ms visibles y, en consecuencia, no deja aprehenderel asunto1. La problemtica del cuerpo, por su parte, ha sido abordada por lahistoria y la antropologa de manera ms consistente; por ejemplo, los trabajosya clsicos de David Le Breton (1995, 1999) y en Colombia la extensa obra

    que, en este terreno, ha desarrollado Zandra Pedraza de la Universidad delos Andes (1999, 2003, 2004); no obstante, esta ltima reflexin se agota,en la mayora de los casos, en una mirada exclusivamente simblica de loscuerpos, importante y til a la indagacin; pero insuficiente para lo que ahora

    1 Son muchos los trabajos sobre el tema de la violencia en el pas que constatan esta relacin, bsicamente,

    a travs de la descripcin e ilustracin de las formas de violencia. Uno de los ejemplos ms recientes

    se puede encontrar en los dos ltimos trabajos de la Comisin de Memoria Histrica de la Comisin

    Nacional de Reparacin y Reconciliacin (CNRR) sobre las masacres. En ambos casos tanto en la de

    Trujillo, Valle, como en la masacre de El Salado, Sucre, ella es puesta en evidencia.

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    se pretende mirar, su dimensin poltica2. Si la realidad de la guerra muestra,cotidianamente, esta relacin entre cuerpo y violencia, es preciso construir undiscurso capaz de dar cuenta de ella. Pero cmo unir en el anlisis el cuerpoy la violencia producida en las guerras? Sin duda, son dos problemticas

    que han marchado separadamente en el pensamiento social3, y unirlas en elanlisis resultaba una apuesta un tanto abrupta o riesgosa o, en todo caso, esocreamos cuando iniciamos la bsqueda de caminos posibles.

    Esta ltima nos fue llevando, por obvias razones, a Foucault y a susmaneras diferentes de pensar el poder. Es por esta va donde se pude suponerque, efectivamente, es posible y fecundo explorar esta relacin entre el cuerpoy la violencia producida en las guerras. El lugar epistemolgico donde se sitaFoucault para pensar el poder es, sensiblemente, distinto al de la teora poltica

    clsica. Mientras el pensamiento griego parece ser la fuente de donde bebela teora poltica clsica, la fuente de la que bebe Foucault es el pensamientojudeo-cristiano expresado, fundamentalmente, en el poder pastoral. Elloexplica no slo las divergencias entre ambas corrientes de pensamiento, sinotambin sus aproximaciones distintas al tema del poder y la soberana. ParaFoucault, en efecto, no se tratara de una soberana ejercida sobre los territorios,sino sobre las poblaciones4. Esta ltima perspectiva obliga a hacer muchosreplanteamientos (quiz de-construcciones y des-aprendizajes) sobre lo que,comnmente, hemos conocido sobre la teora del poder y la soberana, a la

    hora de pensar la guerra, pero nos permite tambin, y esto es ms importante,la inclusin del cuerpo como un espacio especfico donde se vive y se trasmiteel poder. En efecto, como claramente lo seala Foucault, las relaciones de

    poder penetran en los cuerpos (Foucault, 1977, p. 6. Cursivas agregadas).Para Foucault el poder no est centrado, sino que es difuso, no es propiedadexclusiva de nadie, sino annimo, no se ejerce sino que se trasmite y se vive(Mendieta, 2007, p. 141)5. Esta concepcin del poder nos permite, pues, asumir

    2 Es solamente en sus ltimos trabajos, donde Pedraza hace su anlisis desde la perspectiva biopoltica,

    que privilegia esta dimensin poltica del cuerpo, por encima de su dimensin simblica. La mayora deanlisis antropolgicos se agotan en esta ltima dimensin.3 Como lo sealara alguna vez Nahoum- Grappe (2002), la crueldad no es una categora de la ciencia

    poltica.4 Foucault muestra que el poder como potencia para transformar la vida de una colectividad, hace dos siglos

    que ha experimentado una metamorfosis. Ha dejado de ser el derecho de matar en la forma de ejecucin

    pblica para convertirse en la capacidad de hacer vivir.Esto desplaza el problema de la soberana porque

    el gobierno de un territorio se ha convertido en la gestin de una poblacin. Es decir, la poblacin pasa

    a ser el centro de las preocupaciones gubernamentales; frente a ella el territorio es secundario (Ugarte,

    2005, pp. 76-82. Cursivas agregadas).5 En ocasiones, se nos ha cuestionado el uso de otros referentes distintos a la obra directa de Foucault.

    Creemos, en efecto, que el uso de las fuentes originales es importante; de hecho, muchas de las lecturas

    de Foucault las hicimos directamente del francs, sin usar la traduccin espaola. No obstante, sabemos

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    la problemtica del cuerpo en su dimensin poltica; en este caso, el poderexpresado a travs de la violencia ejercida a veces con mucha brutalidadsobre los cuerpos. Por esta va, es posible, pues, hacer el anlisis de la relacincuerpo/violencia que, por motivos tericos y analticos, pensamos que es la

    expresin de la relacin entre la vida, la muerte y el poder.

    Ahora bien, este camino no fue fcil de ninguna manera; no slopor la ruptura que esta perspectiva establece con algunos de los supuestosms clsicos, provenientes de la teora poltica para explicar el poder, sinotambin por la complejidad de una obra como la de Foucault, expresada,sin duda, en las mltiples lecturas no todas coincidentes que su obra hasuscitado y que remiten a diversas direcciones. Con todo, y en una formamuy foucaultiana por cierto, de una suerte de circularidadque siempre vuelve

    sobre lo mismo pero a otro nivel de profundidad, logramos hacer una lecturainterpretativa donde vamos a sostener, fundamentalmente, que el ejerciciode la violencia sobre los cuerpos en el marco de las guerras contemporneas(en particular en el caso colombiano), es la expresin de una economa del

    poder6 (Foucault, 1999, pp. 98-103) que necesita unos cuerpos ajustadosa ciertas concepciones del orden social y poltico o, en nuestras palabras,unos determinados rdenes del cuerpo. Sobre esta base, se desarrollan eimplementan diversos dispositivos o tecnologas corporales para controlar ydominar los cuerpos en distintos mbitos de la vida social, pero, en el mbito

    de la guerra, los cuerpos no ajustados a dichos rdenes son castigados:mutilados, violados, desaparecidos, asesinados, torturados como expresin delo que Foucault llam unapoltica punitiva del cuerpo (Foucault, 1999, pp.98-99). Ahora bien, para desarrollar esta hiptesis y documentarla fue precisohacer una reflexin muy amplia y muy exigente de la concepcin del poderen Foucault y de procesos histricos de largo aliento, buscando esclarecer

    que su obra es lo sucientemente amplia y densa. Esto signica dos cosas: que an no la conocemos

    totalmente y que pensamos que, otros autores, en sus respectivas lecturas no todas coincidentes sobre

    la obra de Foucault nos proporcionan aproximaciones que nos son tiles a la reexin y no creemos

    que deban demeritarse. Esta demanda es una suerte de endiosamiento de Foucault que, por supuesto,

    l no hubiera querido.6 El concepto de economa del poder es introducido por Foucault en su obra Vigilar y castigar; con

    l alude al proceso que hizo visible el exceso que se estaba produciendo en la forma de castigar o de

    generar sufrimiento y la necesidad en razn de su rentabilidad y ecacia para el sistema de vigilar

    ms que castigar. Dice: [] es el momento en el que se percibi que para la economa del poder, era

    ms ecaz y ms rentable vigilar que castigar. Este momento corresponde a la formacin, a vez rpida

    y lenta, de un nuevo tipo de ejercicio del poder que tuvo lugar a nales del siglo XVIII y comienzos del

    XIX (Foucault, 1994, pp. 298-299).

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    la relacin entre cuerpo y violencia para llegar a la poca contempornea ypensar la violencia actual7.

    Esta perspectiva de anlisis no slo nos confirma su pertinencia y su

    fecundidad explicativa de las violencias extremas en el marco de las guerrascontemporneas (sus rdenes del cuerpo), sino tambin el carcter polticodel cuerpo y, en consecuencia, el carcter reticular y micropoltico del poder,que modifica, sustancialmente, el problema de la soberana (y con ella), elproblema del poder, al hacer visibles los lugares no territoriales y, sobretodo, no estatales, donde ste se asienta y reproduce las lgicas del entramadopoltico. Este anlisis trata pues, del paso de lo macro a lo micro, de lasmacropoliticas a las micropolticas (Garca, 2000, p. 12), en este caso sobre(y a travs de) los cuerpos para entender el problema del poder.

    1. Las violencias extremas contra la poblacin [civil]en las guerras contemporneas

    Muchas de las explicaciones recientes sobre las guerras contemporneasse asientan en el debate entre nuevas y viejas guerras. No es la perspectivaque se desarrollar aqu por dos razones. En primer lugar, porque es unadiscusin que ya hemos planteado en otra parte (Blair, 2006, pp. 135-153);en segundo lugar (y quiz ms importante), porque despus de mucho trabajo

    en esta direccin, hemos llegado a la conclusin de que ese es un debateplanteado en el marco de concepciones del poder y de la poltica que ledeben todo a la teora poltica clsica. Es bajo esta concepcin demasiadoestatal e institucional del poder, que estos estudios emprenden el anlisisde las guerras; de hecho, una de las caractersticas ms importantes dediferenciacin que se les atribuye es que en ellas el Estado no cumple ningn

    papel (Waldmann, 1999 y Mnkler, 2005). Ms all de estos debates hay, noobstante, dos caractersticas que les son propias y en las cuales concilian lamayora de los investigadores: la centralidad de la poblacin civily elcarcter

    de violencias extremas que ellas comportan (Waldmann, 1999; kaldor, 2001;Mnkler, 2005; Bauman, 2003; Pcaut, 2003; Nahoum-Grappe, 2002).

    7 Sabemos que el autor desarrolla su obra en una perspectiva histrica, sin la cual es poco probable

    entenderla; de ah que el informe de investigacin completo haya hecho un recorrido histrico muy

    amplio en este sentido. Con todo, si algo resulta fecundo en la perspectiva de Foucault es que ella no

    se cierra sobre s misma y, justamente, por eso es muy potente analticamente hablando. Es obvio que

    Foucault no conoci las guerras ms contemporneas, pero desde nuestra interpretacin, su perspectiva

    del poder permite esa especie de lectura del presente desde el pasado.

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    1.1 La centralidad de la poblacin [civil]

    Pese a las divergencias entre los autores en relacin con los tipos deguerra, todos ellos coinciden en un aspecto: el lugar tan prominente que

    viene jugando en ellas la poblacin civil. La de hoy no es una guerra entreiguales, como lo eran las guerras interestatales de la edad moderna, es decir,no se trata de un enfrentamiento que se decide entre ejrcitos en un campode batalla, sino de un uso de la violencia que se prolonga, indefinidamente,contra la poblacin civil, hasta el punto de que poco a poco se puede llegar auna desmilitarizacin y privatizacin de la guerra. Los objetivos militares hansido sustituidos por objetivos civiles; ms que ejrcitos, en el sentido clsico, la

    poblacin civil no combatiente est en el centro mismo de la guerra (Mnkler,2004, pp.179-180. Cursivas agregadas). Pareceramos estar asistiendo a un

    escenario de despliegue exacerbado del poder con el fin de fomentar el terrory el miedo sobre la poblacin civil. Kaldor (2001) seala cmo en las nuevasguerras, las vctimas civiles se multiplican como parte de una estrategiadeliberada e intencional, puesta en marcha por las partes en conflicto; Pcaut(2003), por su parte, dice que los combates propiamente dichos, los queoponen a unidades militares o paramilitares, slo constituyen una pequeaparte de las estrategias de guerra, ya que el despliegue del terror contra losciviles juega un papel mucho ms considerable. Es tambin el llamado quehaca Kalyvas (2001), al sealar que la violencia contra la poblacin civil en

    las guerras contemporneas no haba recibido la atencin debida.En medio de estos cambios fundamentales, o justo como efecto de

    ellos, las maneras como las guerras se desarrollan hoy, muestran desdela ex-Yugoslavia, pasando por diferentes pases africanos, hasta Afganistny Colombia esta centralidad de la poblacin civil que parece haberseconvertido en el nuevo objetivo militar; ella se ha convertido en lo que EricLair llam el centro de gravedad de la confrontacin (Lair, 2003, p. 100.Cursivas agregadas). Casi podramos decir, y no precisamente como metfora,que el centro de la guerra hoy no son los campos de batalla sino los campos

    de refugiados. Qu hace y qu puede explicar el papel tan relevante de lapoblacin civil como el objetivo militar por excelencia de estas guerras?Cmo explicar el hecho de que los objetivos militares se estn desplazandohacia objetivos civiles? (Mnkler, 2004). Cul es la razn de que las guerrasactuales se parezcan ms a las de comienzos de la edad moderna que a lasguerras entre estados de los ltimos tres siglos? Precisamente, por las formasde utilizacin de la violencia contra la poblacin civilque son tpicas de las

    primeras? Qu decir del hecho de que se hayasustituido la batalla por lamatanza? (Mnkler, 2005, p. 49). Los desplazamientos operados hacia la

    poblacin como nuevo objetivo militar y las maneras como el ejercicio de

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    la violencia sobre ella es puesto en escena, parece ser la expresin de unaestrecha relacin no suficientemente explorada en el anlisis de las guerras:la que se establece entre la vida, la muerte y el poder.

    1.2 Su carcter de violencias extremas

    Las formas del ejercicio de la violencia practicada sobre las poblaciones,muestran signos de una enorme crueldad que, la mayora de las veces, seejerce sobre los cuerpos. Es esta crueldad la que ha permitido apelar altrmino de ViolenceExtrme para caracterizar las violencias propias de lasguerras contemporneas. El concepto ha sido acuado por la etnloga francesaVronique Nahoum-Grappe8, en el marco de la guerra en ex-Yugoslavia, ydesigna aquello que no puede ser comprendido en trminos de violencia

    poltica de guerra, a saber, todas las prcticas de crueldad exagerada ejercidassobre civiles y no sobre el ejrcito enemigo, que parecen sobrepasar el simplepropsito de querer apropiarse de un territorio y de un poder (Nahoum-Grappe, 2002, p. 601). Desde 1996, esta autora introduce una diferenciacinimportante entre violencia y crueldad, tratando de entender lo que sucedi enex-Yugoslavia entre 1991 y 1995. Algunas de sus consideraciones se dirigena establecer la diferencia entre la violencia poltica, propia de la guerra y elcrimen, que sera lo caracterstico de estas formas extremas de crueldad. Laviolencia, dice, puede serjusta, incluso desde el punto de vista de la vctima;

    la crueldad, en cambio, no lo es jams, puesto que se percibe como excesivay gratuita (Nahoum-Grappe, 1996, pp. 293-294).

    Mientras la violencia escoge su objeto en funcin de una racionalidadmnima y, en general, se dirige al adulto armado y dispuesto a batirse,la crueldad escoge no slo al enemigo adulto, sino a toda su familia, susanimales, sus casas; ella quiere no slo su muerte sino su envilecimiento, sudolor, la destruccin a sus propios ojos. Al igual que otros autores, Nahoum-Grappe cuestiona la psicologizacin de los actos de crueldad como fruto de

    patologas individuales que lo nico que hacen es cerrar el debate, a partir deestereotipos y banalizaciones, sobre la maldad en el hombre. La autora dejaver tanto en Bosnia como en Ruanda, que las interpretaciones se han tejidoa travs de una supuesta naturaleza tnica que hara de estos pases ajenosa toda presencia del Estado/nacin y de la modernidad, es decir, una junglano europea desprovista de toda dimensin histrica donde las etnias se hacen

    8 Por razones de espacio no podemos incluir aqu todas las referencias empricas que ilustran estas formas

    extremas de violencia. Slo haremos referencia a las propuestas por Nahoum-Grappe, en la guerra de la

    antigua Yugoslavia, en tanto es ella quien introduce el concepto.

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    frente, lanza en mano, dispuestas a desgarrarse9. Ese supuesto es falso en amboscasos, pero alimenta los intentos exteriores de naturalizar el conflicto graciasa los llamados odios tnicos ancestrales y legitiman desde el discurso no-poltico lo que se sucede (Nahoum-Grappe, 1996, p. 315). Finalmente, y en una

    anotacin importante a esta reflexin, introduce el papel de la desfiguracindel otro como sucio, envilecido e inhumano; desfiguracin que opera sobreel cuerpo (slo la crueldad puede efectuar ese trabajo sobre el cuerpo del otro);desfiguracin del otro que se estigmatiza en una total naturalizacin de suinferioridad, legitimada por el poder. Ellos ne sont rien y, en consecuencia,matarlos, violarlos, no es gran cosa. La inferioridad poltica de la vctima, esuna condicin de la crueldad (Nahoum-Grappe, 1996, p. 323).

    Unos aos despus, en 2002, la misma autora intenta una definicin

    ms apropiada del trmino y lo define como una categora de crmenes noexclusivamente graves sino tambin diferentes en cuanto a su sentido sobreotras prcticas de violencia. En ellas la crueldad parece hacer parte del

    programa que se conocer desde entonces como purificacin (o limpieza 10)tnica (Nahoum-Grappe, 2002, p. 601. Cursivas agregadas). Si bien, laviolencia est siempre ligada a la destruccin y es productora de sufrimiento, lacrueldad agrega una intencin de hacer sufrir todava ms, y ese ms agregaun coeficiente de envilecimiento al dolor. De manera general, la violenciapoltica pierde en precisin a medida que gana en extensin y crueldad,

    sobre todo en los casos en que los cuerpos martirizados lo son en razn dela contaminacin que sufren por sus lazos de parentesco o proximidad conlos verdaderos enemigos polticos (Nahoum-Grappe, 2002, pp. 605-606). Enestos casos, la crueldad en el campo poltico est ligada a la construccincultural del cuerpo del enemigo que es, entonces, ms o menos colectivo.El corazn de esos relatos de crueldad que, segn la autora, hace imposiblela banalizacin, es el cuerpo humano; ese espacio sagrado que es tocado

    por el crimen de crueldad, que no es, solamente destructible y mortal, sinotambin el objeto privilegiado del crimen de profanacin (Nahoum-Grappe,2002, p. 605. Cursivas agregadas). Al enfatizar el lugar central del cuerpo en laviolencia, Nahoum-Grappe seala la violacin como el crimen de limpiezapor excelencia. La profanacin es la violacin de lo sagrado y lo sagrado esel cuerpo, el que le da identidad a la vctima y que va a caracterizar el usopoltico de la crueldad (Nahoum-Grappe, 2002, p. 608).

    9 Como lo seala tambin Mnkler, la guerra en Bosnia demostr que el desmembramiento de los cuerpos

    en las guerras contemporneas no es un fenmeno restringido o exclusivo de las regiones miserables del

    llamado tercer mundo (Mnkler, 2005, p. 104).10 Palabra tomada literalmente del trmino yugoslavo ciscenje que signica limpieza (Nahoum-Grappe,

    2003, p. 601).

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    2. Micropolticas corporales o el carcter polticode la corporalidad

    Lo que se propuso con la presente investigacin, constatando estas

    caractersticas de las violencias propias de las guerras contemporneas, fueexplorar la relacin cuerpo/violencia desde la perspectiva de la biopoltica,y mostrar la importancia que ella reviste en trminos del poder, esto es, sudimensin poltica o el carcter poltico de la corporalidad (Garca, 2000,p. 149) y su fecundidad para explicarlas. En el marco de las explicacionesque, tradicionalmente, nos han sido dadas sobre las guerras en el mbitomacropoltico del poder, es difcil establecer una relacin entre el cuerpo y laguerra; en efecto, ellas aducen razones como las relaciones que se establecenentre los actores armados y el Estado, por ejemplo, o las de control y dominio

    de los territorios o de las disputas por el control de recursos y poblaciones,entre otras, pero en ellas los cuerpos pareceran inexistentes o, en todo caso,supeditados a lgicas y presencias blicas de otra naturaleza. Pero tambinsobre los cuerpos y es lo que se pretende mostrar existen otros mbitosmicropolticos o unas tecnologas corporales especficas que, adicionalmente,resultan muy fecundas para explicar el cmo del poder.

    La perspectiva biopoltica hace una apuesta en trminos de individuosy poblaciones como objetivo del poder (y de la soberana), ms que de losterritorios (como en la teora poltica clsica); ella permite mostrar cmo estaestrategia de poder se expresa en las formas del ejercicio de la violenciaextrema sobre los cuerpos en una serie de dispositivos y tecnologas corporalesutilizadas con la finalidad de dominar a individuos y poblaciones11; tecnologascorporales que constituyen, claramente, micropolticas del cuerpo (Garca,2000, p. 12). Desde esta perspectiva, la violencia extrema sobre los cuerpossera la mxima expresin de esa micropoltica en las guerras contemporneas.Por estas razones, ms que las explicaciones macro de la guerra se explora,entonces, las micropolticas del cuerpo lo que no es ms que un anlisis

    11 Uno de los comentarios crticos del informe de investigacin tiene que ver con este problema. En

    efecto, para algunos autores se trata del paso de una concepcin estratgica o genealgica del poder

    (que Foucault habra heredado de Nietszche) a una concepcin gubernamental o disciplinaria que

    emplea mecanismos menos mortferos, ms sutiles, pero no menos severos de ejercicio del poder. En

    efecto, en esta ltima concepcin se tratara del funcionamiento abstracto (dispositivo) por el cual es

    administrada y tramitada la vida. Ese funcionamiento ciertamente excede la violencia maniesta;

    mejor an, la violencia expresa el funcionamiento profundo de mecanismos de poder que tienen, por

    lo dems, tcnicas an ms sutiles: encerrar en grupos, mover poblaciones, regir comportamientos de

    masas, etc. Es posible que sea por esta va donde reformulemos algunas de nuestras reexiones en el

    futuro inmediato, pero ella no invalidara sino que, ms bien, complementara la propuesta interpretativa

    que hemos elaborado hasta el momento.

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    microfisico del poder en el contexto de las violencias propias de la guerra enColombia, que tiene caractersticas similares a otras guerras contemporneas.

    Pormicropolticas corporales se pueden entenderlas estrategias de poderque se ponen en funcionamiento ms all o ms ac de las polticas estatales;son pequeos espacios reticulados que se tejen en los intersticios de las grandesestrategias polticas espacio macropoltico, en conjuncin o disyuncin conellas (Garca, 2000, p. 12. Cursivas agregadas). Estas micropolticas corporalestendran en su accionar violento dos formas: una parcial (torturar, infligir dolorfsico y psquico; fragilizar la potencialidad defensiva del otro, provocandotodo tipo de sufrimiento), y una total (provocar la muerte) (Berezin, 1998, p.30. Cursivas agregadas). Con el despliegue de estas micropolticas corporalesparece construirse, literalmente, una cierta economa del poderque regula lasrelaciones de dominacin en la sociedad12. Ella se despliega, para unos gruposo en mbitos sociales, en mecanismos o dispositivos de ajuste, a travs deldisciplinamiento y el control de los cuerpos para su sometimiento; es lo queFoucault concibe como la forma disciplinaria del poder, una forma de vigilanciaque ejerce la fuerza normalizando y creando las condiciones para imponer ladocilidad de los sujetos. Esta forma o concepcin del poder se puede visualizaren mbitos como el de las relaciones de gnero, entre saberes expertos yotros saberes no expertos, entre adultos y nios; pero en otros mbitos comoel de la violencia y la guerra, el despliegue de esa economa del poderse da,literalmente, a travs de toda una economa del castigo (Foucault, 2002, p. 15)

    puesta en escena en las diversas formas del ejercicio de la violencia buscandoel sometimiento o la muerte de ciertos sectores de la poblacin, de esos otrosimperfectos (Rojas, 2001, p. 22), dado que la muerte se convierte, igualmente,en un medio de control de la poblacin. Podramos decir, retomando a Garca,que stas son las guerras menores (Garca, 2000, p. 12)13, las cuales, siinvertimos el problema del poder como lo hace Foucault, son las guerrasreales, las que padecen los seres de carne y hueso, sin agotar las explicacionesen las causas macrosociales que las explicaran.

    2.1 Economa del castigo y mecnica del sufrimientoen Colombia

    Es posible analizar la violencia sobre los cuerpos como un dispositivo depoderparticular que tiene asiento en mbitos micropolticos. En este apartadonos detenemos, de manera particular, en la economa del castigo (Foucault,

    12 Ver nota al pie nmero 6, sobre el concepto de economa del poder.13 Con todo, y si nuestra hiptesis es correcta, no se tratara de guerras menores sino de un despliegue

    de la potencia del cuerpo que se hace visible con un desplazamiento sensible del tema del poder, donde

    la relacin cuerpo/violencia, producida en un contexto de relaciones de poder, ganara mucha fuerza.

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    1999, p. 102) la hiptesis ms importante presentada aqu como sustentode la estrategia del ejercicio de la violencia sobre los cuerpos y como formaextrema de ejercicio del poder en el mbito de la guerra. Probablementeexistanen la concepcin gubernamental o disciplinaria del poderque para

    algunos autores es ms tarda en la obra de Foucaultotras formas ms sutilesy menos mortferas para su ejercicio; es posible, incluso, que ni siquiera senecesite de violencia para percibir el poder, pero en el caso que nos interesa,el de la guerra, el ejercicio de violencia extrema fsica sobre los cuerpos,resulta particularmente importante.

    Una mirada, inclusive panormica, de las violencias recientes en elpas, no deja dudas sobre la centralidad que juega en ellas el cuerpo; lo queha producido la violencia por toda la geografa nacional (cuerpos mutilados,

    fragmentados, cuerpos violados o desaparecidos), evidencia la utilizacinsistemtica del cuerpo como arma de guerra o, ms concretamente, el carcterdel cuerpo como blanco del poder(Garca, 2000, p. 11. Cursivas agregadas).La legislacin colombiana, su Derecho y la falta de control jurdico y polticosobre los gobiernos en esta materia14, han contribuido enormemente al climade violencia en el pas, y han permitido a los diferentes poderes apelar a formasextremas de su ejercicio. Por qu sobre los cuerpos? Porque elcuerpo gozade una enorme potencia y una posibilidad inusitada de resistencia que es,finalmente, la que lo hace objetivo del poder. Vamos a intentar explicar esa

    lgica perversa que mueve al poder, al despliegue de toda una mecnica delsufrimiento y el sentido que subyace a cada una de estas formas de violencia,a esas diversas tecnologas corporales para reconstruir en trminos deFoucault esa economa del castigo o, de manera ms general, esapoltica

    punitiva del cuerpo (Foucault, 1999, p. 98-99).

    2.1.1 Las tecnologas corporales del castigo y del terror

    Las tecnologas corporales que han sido utilizadas por distintos poderes

    en el marco del conflicto poltico armado, hacen visible que la relacin cuerpo/violencia no es igual entre unas y otras modalidades. Sin duda, las formas deejercicio del poder sobre los cuerpos se diferencian en cada una de ellas. Poreso, y a riesgo de caer en simplificaciones o, peor an, de valoraciones entre

    14 Es preciso sealar que en la investigacin y de manera ms amplia, hacemos una reexin sobre la

    relacin existente en Colombia entre derecho, poltica y violencia, y mostramos el uso desmedido,

    simblico y estratgico del derecho (Prez, 2005) que se ha hecho, as como el abuso de la

    excepcionalidad a la norma (Garca V., 2008) y desarrollamos otra reexin sobre las soberanas en

    vilo y los rdenes de hecho (Uribe, 1998) que caracterizan a Colombia. Se muestra, tambin, cmo

    estas caractersticas han marcado el ejercicio del poder y las dinmicas de la guerra en Colombia.

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    una u otra modalidad de violencia, establecimos una lectura interpretativade las violencias sobre el cuerpo que va en una secuencia de las menos a lasms directas.

    2.1.1.1 El desplazamiento

    El fenmeno del desplazamiento forzado ha crecido, de una manerasostenida desde 1985, en funcin de la expansin y el control territorial delas actividades de los grupos armados ilegales en el pas. Su crecimiento haestado asociado a otras formas de ataques a la poblacin civil tales como lasmasacres, los asesinatos de lderes y las desapariciones forzadas (Forero, 2000,p. 9). Este fenmeno supone una violencia sobre los cuerpos desde el momentoen que las personas son, literalmente, desalojadas de sus lugares de origen o

    de vivienda. Si bien es cierto que ste puede producirse sin violencia directasobre ellos, tambin es cierto que la primera vctima es el cuerpo que debedesplazarse forzadamente. Con todo, es la forma de violencia sobre loscuerpos que, en trminos de la fuerza o afeccin ejercida sobre ellos, se agotaen su movilidad, pero ya sabemos las implicaciones subjetivas, sociales ypolticas del cuerpo para minimizar el desplazamiento forzado en trminosde lo que ste le hace al cuerpo en su dimensin fsica y simblica, ademsde sus implicaciones polticas. En el caso de las comunidades desplazadas,el cuerpo como territorio se convierte en la afirmacin de la vida individual,

    punto de partida para ser y existir; es lo que permanece del pasado reciente yes, quiz, la nica certeza de la sobrevivencia. En l se hacen visibles las marcasy seales de la tragedia: los recuerdos, los afectos, los sueos, las creencias,los temores adquieren una nueva significacin; el individuo desplazado sehace visible a travs del nico espacio que an le es propio y en el que puederecobrar de algn modo, su unidad, su centro: el cuerpo por el cual puedevolver a ser. De este modo se trasciende el sentido orgnico de aqul paraelevarlo a una instancia significativa superior: el cuerpo es el monlogo deuna tragedia (Piedrahta, 2007, p. 41).

    2.1.1.2 Las desapariciones

    La desaparicin forzada en Colombia comienza a aplicarse a finales de ladcada de los aos setenta, y se incrementa en la dcada de los aos ochentadel siglo XX como modalidad represiva y sistemtica para eliminar opositorespolticos, y como mecanismo de represin cuando se institucionaliza laviolacin de derechos humanos en nuestro pas. Dado que el propsitode las desapariciones es justamente el de no dejar rastro, el nmero de

    desaparecidos en Colombia, como fruto de esta violencia ms reciente, es un

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    dato muy difcil de obtener; quiz slo las familias, en su mbito ms privado,puedan decir de cuntos desaparecidos estamos hablando. Sin duda, tambinel silencio como efecto del terror ha impedido dimensionar la realidad de latragedia de la desaparicin forzada en Colombia (Gmez, 2008). Con todo,

    sabemos que ha sido una prctica sistemtica utilizada por todos los actoresdel conflicto y por las fuerzas regulares del Estado. A finales de la dcada delos aos ochenta y principios de los noventa, la desaparicin forzada pas aser no slo selectiva, sino que se convirti en una prctica masiva de terrorejecutada por grupos paramilitares que actuaban en complicidad con elEstado (Gmez, 2008. Cursivas agregadas) que se extendi a todos los sectoressociales, lderes populares urbanos y rurales y a la poblacin de zonas degrandes riquezas naturales, fuertes procesos sociales y agudo conflicto armado.

    Hoy, en relacin con las dos dcadas anteriores, la situacin deestos desaparecidos no ha cambiado mucho: a pesar del establecimientode las herramientas jurdicas para buscar a los desaparecidos y sancionara los responsables, no existe la voluntad poltica para aplicarlas, superar laimpunidad y garantizar la no repeticin. El encuentro de innumerables fosascomunes en el territorio nacional como efecto de las confesiones de algunosde los jefes de los grupos desmovilizados, ha puesto en evidencia la existenciade esta modalidad de terror15. No slo la tierra, sino tambin los ros se hanconvertido en cementerios16. A la par con estas prcticas, se suman otras

    ejecutadas por militares en el marco del conflicto armado17

    . Entre avances yobstculos, la desaparicin forzada sigue siendo uno de los delitos ms gravesque se cometen en el pas. Esta modalidad de violencia y la mutilacin delos cuerpos, ha sido, pues, la tecnologa corporal utilizada como forma dedesaparecer a personas y grupos sociales, considerados peligrosos o, desdela perspectiva del poder, imperfectos (Rojas, 2001).

    15 La desaparicin de personas que han sido tiradas a los ros, hace de este un hecho incalculable. En

    la reciente confesin del paramilitar apodado HH, admite que sus bloques provocaron la desaparicinde buena cantidad de cuerpos tirndolos a los ros. Dice: mis dos bloques asesinaron a 3000 personas o

    ms. Muchos se tiraron al Cauca. Cantidades (El Espectador, 5 de agosto de 2008, p. 5).16 Por aos, estos grupos armados utilizaron sus aguas como una estrategia militar para desparecer a sus

    vctimas. Ramn Isaza, el comandante del Magdalena Medio antioqueo, confes a comienzos de ao

    que todos sus muertos fueron a parar al Magdalena. Y Salvatore Mancuso dijo que el cadver del lder

    indgena Kimy Perna, secuestrado en el 2001 en Tierralta fue desenterrado de una fosa y arrojado al

    Sin. Por siete ros corri la sangre derramada (El Tiempo, 23 de abril de 2007).17 Quiz el acto de desaparecimiento de los jvenes en Soacha que aparecieron como muertos en combate

    despus de un ao de su desaparicin en el departamento de Santander, no sea sino el ltimo episodio

    de una prctica que estara respondiendo, segn el delegado de la ONU, a ejecuciones extrajudiciales

    practicadas por miembros de las Fuerzas Armadas colombianas (Caracol, octubre 6 de 2008). El fenmeno

    ha vuelto a repetirse en el curso del ao 2009.

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    2.1.1.3 Las minas antipersona

    Las minas antipersona, conocidas popularmente como quiebrapatas,se han vuelto otra forma recurrente de mutilacin de los cuerpos. Incluso, los

    miembros de grupos armados han sido vctimas del accionar de una mina enlos campos de batalla; pero esos son los costos de la guerra para quienla hace, no para los civiles inermes, desarmados, y que no participan en ella.Colombia ha suscrito tratados internacionales para evitar su uso, pero comogran parte de la legislacin en este pas queda en letra muerta y, por ello, noha evitado que siga siendo una de las formas ms recurrentes de mutilacinde los cuerpos. Esta tecnologa corporal la consideramos como la expresinparoxstica del poder, toda vez que constituye la destruccin extrema delsujeto, noslo de sus cuerpos. Es la violencia fsica en su forma extrema, pero

    es tambin, una violencia simblica contra su humanidad, su subjetividad ysu corporalidad; ella ayuda a ilustrar ese carcter poltico de la corporalidad(Garca, 2000, p. 149. Cursivas agregadas).

    2.1.1.4 Las torturas

    Una de las formas ms reconocidas, y quiz histricamente msremota de violencia ejercida sobre los cuerpos, ha sido la tortura. Exploradapor regmenes polticos de distinto corte y desde tiempos inmemoriales,

    no es posible reconstruir en este trabajo su historia en el pas18

    , pero spodra sealarse lo que ella deja explorar en trminos de esa economa delcastigo como tecnologa corporal de sometimiento y control. Ella permite laextraccin de informacin y hace posible la constitucin de un saber sobrelas fuerzas del enemigo. A la vez,produce un saber sobre el cuerpo en elque acta: determina sus zonas dbiles, sensibles, placenteras, dolorosas. Esen la produccin y elaboracin de ese saber corporal, de ese despliegue dela relacin entre el cuerpo, el saber y el poder, donde emerge ese personajesiniestro: el torturador como el ejecutor de esapoltica corporal (Garca, 2000,

    p.138. Cursivas agregadas). La lgica que sostiene esta prctica muestra esaeconoma del castigo en la medida que la muerte fsica no es el propsitode la accin; ms bien es una tecnologa corporal que potencia la mecnicadel sufrimiento: el hacer sufrir y, con el sufrimiento, el despliegue delterror que ella puede producir en el sujeto torturado. Es quiz por esto que latortura refleja de manera ms clara esos procesos de ajuste, esa economa

    18 En Colombia si bien ha existido en todo este ltimo perodo de la violencia, sin duda fue durante 1978-

    1982, bajo el gobierno de Turbay, que esta prctica se institucionaliz. Fue, pues, el momento donde el

    torturador, ese personaje perverso pasa a ser un engranaje indispensable del proceso de reorganizacin

    del poder poltico (Garca, 2000, p. 141).

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    poltica del castigo en laque se pretende dominar y someter por la fuerzapero no matar, inclusive si la destruccin psquica de las personas sometidasa ella est siempre presente. Sus efectos no se agotan en el torturado mismo,sino que repercuten socialmente por una especie de resonancia que es

    otra condicin del terror. Muchas de las torturas son planificadas a travsde terceras personas (intimidando a familias, amigos, conocidos); ella es,pues, orientada hacia el exterior, a sembrar el miedo entre las personas quese hallan en el entorno del intimidado. Ellos son los destinatarios del dolor dela vctima, sobre todo, en el interrogatorio (Houseman, 1999, p. 92).

    La tortura tiene caractersticas similares en los lugares donde se practica,y si bien, muchas de ellas vienen con amenazas e insultos, la mayora de lasviolencias que la acompaan son corporales: privacin de comida, de vestido,

    exposicin al fro o al calor excesivo, exigencia de posiciones corporalesinconfortables (e insoportables) (Houseman, 1999, p. 89). La tortura es la formams directa, ms inmediata de la dominacin del hombre sobre el hombre, lacual es la esencia misma de lo poltico (Vidal Naquel, citado en Le Breton,1999, p. 121). Es, pues, una tcnica de destruccin de la persona, por ladislocacin minuciosa del sentimiento de identidad a travs de la mezcla deviolencias fsicas y psquicas; es el extremo de la prctica de la crueldad (LeBreton, 1999, p. 121). Indiferente a la culpabilidad de la vctima, ella apuntacon frecuencia a su pertenencia social, cultural o poltica, o como elemento

    simblico de la licencia del poder sobre sus oponentes. La tortura confrontaa algo peor que la muerte, instalando en el cuerpo la brecha permanente delhorror; ella provoca la implosin del sentimiento de identidad, la fractura de lapersonalidad, aspectos que llevan al torturador o al verdugo al xito de susmaniobras: denuncias, renuncia, traicin, locura o escogencia deliberada de lamuerte y, si el torturado sobrevive, sus sufrimientos se prolongan largo tiempoporque lo ms importante es el sufrimiento mental agudo que ella comportay que le har muy difcil volver a su vida corriente en tanto permanece, enl o en ella, el sentimiento de haber sido destruido y no poder reencontraseconsigo mismo (Le Breton, 1999, pp. 122-123).

    2.1.1.5 Las violaciones o la violencia sexual en el contextode la guerra

    Como lo han venido reportando diversas organizaciones de vctimasparticularmente organizaciones de mujeres, la prctica de las violacionesen medio del conflicto ha crecido sensiblemente en los ltimos aos, noslo en Colombia sino tambin en mltiples situaciones de conflicto en

    otras latitudes (Nahoum-Grappe, 1996). Violar, degradar y humillar a las

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    mujeres con la violacin fsica de sus cuerpos y la violacin simblica desu intimidad, su corporalidad y su subjetividad, se ha vuelto una prcticarecurrente por parte de los actores armados. sta es, de todas las tecnologascorporales implementadas en el marco del conflicto, un crimen silenciado.

    Adicionalmente, y por producirse muchas veces como un acto previo alasesinato, el dato que generalmente se reporta es la muerte y no se sabe quelas vctimas fueron violadas previamente, contribuyendo as al subregistro deestos crmenes.

    Los testimonios y la reflexin terica sobre el tema permiten identificarno slo la existencia de estas aberraciones sexuales contra los cuerpos delas mujeres, sino de algunas de las lgicas que le subyacen: vejacin ysubordinacin. Varias son las razones que se aducen para hacer de las

    mujeres un botn de guerra y de sus cuerpos un territorio en disputa para sertomado, asediado, sitiado, destruido (Snchez, 2008; Wills, 2008). Sin duda,esta violencia contra las mujeres en el mbito de la guerra tiene su origen o susantecedentes en un modelo cultural y poltico patriarcal que las ha marginadoy objetivado de mltiples maneras. Dentro de estas representaciones socialesy polticas del otro [en este caso de la otra], las mujeres han hecho partede esos seres dependientes o desviados quienes eran, por la naturalezaque se les imputaba, excluidas de los lugares de decisin y representacinpoltica, y as convertidas en objeto de las decisiones de los racionales (Wills,

    2008). Son estas representaciones sociales las que se trasfieren al terreno dela guerra y preceden las formas fsicas de la violencia sobre los cuerpos. Estastecnologas corporales de terror son expresin de ajustes en la economadel poder a travs de diversas modalidades de castigo: de las trasgresoras,a quienes encarnan [o en trminos ms precisos, que se in-corpo-ran,] alenemigo, pasando por las que desafan las redes del poder desde su papel enlas comunidades; esto es, desde posibilidades de resistencia, hasta las quedesafan el equilibrio del poder. De ah que se vuelvan un botn de guerra.

    Lo que aqu nos interesa resaltar del trabajo de Wills, es la constatacinde esas formas de violencia en el conflicto reciente en Colombia, pero tambin,y fundamentalmente, las lgicas del ejercicio del poder y de la economadel castigo que las sostienen. Es, en esta forma particular de violencia contralas mujeres, donde el carcterpunitivo del poder, esa poltica punitiva delcuerpo (Foucault, 1999, pp. 98-99) es ms evidente. Ellas son, literalmente,castigadas, al ser mujeres que, como hemos visto, desafan y resisten adiversos poderes en el marco del conflicto poltico.

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    2.1.1.6 Las mutilaciones corporales

    Otra forma, quiz la ms extrema de violencia sobre los cuerpos, esla que se presenta con la prctica de su mutilacin. Operada algunas veces

    en el contexto de las masacres, o como una finalidad en s misma, ella se haexplicado generalmente como una manera de esconder no slo los cuerpos,sino tambin el hecho19. Otras formas de mutilacin tienen que ver con lasproducidas sobre los cuerpos que son degollados o vaciados sus vientres paraque no floten cuando sean lanzados al ro (Uribe, 1998, p. 8) y que parecerantener como propsito, el de deshumanizar y animalizar a la vctima comocondicin previa a su ejecucin: es preciso degradarla para despus matarla20.Probablemente, el afn de invisibilizar o de des-identificara las vctimasexplique, parcialmente, la ejecucin de las mutilaciones sobre los cuerpos: su

    desaparecimiento o su imposibilidad de reconocimiento son una garanta deimpunidad. Esto podra explicar, en parte, la mutilacin de los cuerpos, peroquiz esta no sea la nica explicacin; como lo ha mostrado el psicoanlisis,lo ms prximo a la significacin de esta prctica mutiladora de los cuerposes el horror (Berezin, 1998). Es por esto que la fragmentacin del cuerpo essu condicin y la razn ltima de la produccin de terror como estrategia desometimiento. Las masacres y las mutilaciones que las acompaan son todoun cambio de la morfologa humana que objetiva el cuerpo con el fin dearrasar al sujeto (Uribe, 1998, p. 216). Descomponer el cuerpo, despedazarlo,

    desfigurarlo y desparecerlo son, desde esta perspectiva, operaciones tendientesa quitarle a la vctima el rostro de humanidad del que es portadora (Snchezet al., 2008, p. 19).

    2.1.1.7 Las masacres

    La masacre puede ser definida como una violencia colectiva contragentes sin defensa que no pueden ni huir ni oponer resistencia; o como unaaccin excesiva donde la violencia disfruta de una libertad absoluta (Sofsky,1998, p. 158). Surez, la define como el homicidio intencional de cuatro o

    ms personas en estado de indefensin y en iguales circunstancias de modo,tiempo y lugar(Surez, 2008, p. 61). Para Uribe, la masacre es el asesinatocolectivo de personas desarmadas e indefensas a manos de grupos armados(Uribe, 2004, p. 13). Esta ha sido una de las formas ms extendidas de violencia

    19 El poder opera sobre el espacio del cuerpo; las huellas del abuso desde el poder hacia el cuerpo tienden

    a borrase. Sin cuerpo, no hay delito; de ah la consigna por desmembrar (Monsalve, 2008).20 De alguna manera, estas vctimas son equiparables a las nudas vidas (vidas biolgicas no cualicadas)

    propuestas por Agamben (2002) o a las vidas desperdiciadas de Bauman (2005), que estaran en la base

    de esa taxonoma social que han producido las sociedades contemporneas.

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    sobre los cuerpos en el caso colombiano en estos ltimos aos21. Como loseala Snchez, Colombia ha vivido no slo una guerra de combates, sinotambin una guerra de masacres (Snchez et al., 2008,p. 13);esta es unade las formas en las que se expresa la degradacin de la guerra y el desprecio

    de los guerreros por la poblacin civil (Snchez et al., 2008, pp. 13-14); enella la relacin cuerpo/violencia, aunque no es la nica, es la ms evidente yuna de las modalidades ms exploradas en el anlisis de la violencia (Uribe,1990, 1998, 1999, 2004; Vsquez, 1999; Blair, 2004, 2005; Surez, 2008;Snchez et al., 2008). Adems de Uribe, autores como Vsquez (1999) oSurez (2008) han abordado el fenmeno de la masacre reivindicando en luna dimensin poltica (actores, espacios, tiempos y lgicas blicas dela confrontacin), no obstante, su anlisis tiene asiento en una concepcinclsica del poder y en las macropolticas de la guerra. Esta perspectiva

    rie con la perspectiva foucaultiana que estamos tratando de explorar aqu;fundamentalmente, porque es esta ltima la que permite explorar la relacinentre lo biolgico y lo poltico en la cual el lugar de los cuerpos y las formasdel ejercicio de la violencia sobre ellos, se revelan importantsimas. Lo queesta concepcin del poder en Foucault permite ver son sus micropolticas yesas lgicas, estrategias, tecnologas y dispositivos de poder, que subyacena cada una de esas formas de violencia, y los juegos de la economa del podery la economa del castigo que le son propias22.

    Quiz con esta perspectiva biopoltica, asumida en su sentido mssimple como el ingreso de la vida en los clculos del poder, podamosresponder la pregunta que se haca hace algn tiempo la etnloga francesaNahoum-Grappe, cuando afirmaba que debamos preguntarnos no sobre el

    por qu de la guerra, sino acerca del por qu y el cmo de las atrocidades(Nahoum-Grappe, 1996), mostrando con ello que la vida es ms esencial parael ejerciciodelpoderde lo que lo ha querido aceptar la teora poltica clsica.Es lo que sostienen otros autores al asumir como biopolticos los asesinatosen masa de las violencias contemporneas (Grelet y Potte-Bonneville, 1999).Como lo ha dejado ver el informe de Trujillo, la masacre se alimenta de unaretrica de la purificacin y la asepsia social que le sirve de legitimacin frentea algunos sectores del entorno social (Snchez et al., 2008, p. 17). Ella tiene

    21 La Comisin de Memoria Histrica de la CNRR, en su primer informe reporta, como un dato transitorio,

    pero documentado la existencia de 2.505 masacres, con 14.660 vctimas, entre 1982 y 2008 (Snchez

    et al., 2008, p. 13).22 Si nos quedamos buscando en la violencia y la guerra, solamente, sus orgenes, sus causas

    macrosociales o mejor macropolticas; es decir, explicaciones del orden de la guerra con maysculas:

    poderes estatales, actores armados, intereses contrapuestos, modelos de sociedad, rdenes polticos

    enfrentados, perdemos de vista otros mbitos micropolticos de ejercicio del poder como los que operan

    sobre los cuerpos.

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    una triple funcin: es preventiva (garantiza el control de poblaciones, rutas yterritorios); es punitiva (castiga ejemplarmente a quien desafe la hegemonao el equilibrio; y es simblica (muestra que se pueden romper todas lasbarreras ticas y normativas, incluidas las religiosas (Snchez, et al., 2008,

    p. 18). Nos interesa, sin embargo, destacaresta funcin punitiva porque ellase corresponde, claramente, con esa economa de castigo de la que estamoshablando e ilustra acerca del sentido de la accin de castigar ejemplarmentea quien desafe la hegemona o el equilibrio del poder.

    2.2 Cuerpo, poder y resistencia

    En este ltimo apartado, se pretende visibilizar cmo es esta potenciay la capacidad de resistencia que le est ligada, la que hace al cuerpo el

    objetivo del poder. El cuerpo est directamente inmerso en un campo poltico;las relaciones de poder operan sobre l con precisin inmediata: lo cercan,lo marcan, lo doman, lo someten a suplicio, lo fuerzan a unos trabajos, loobligan a unas ceremonias, exigen de l unos signos (Foucault, citado enGarca, 2000, p. 180).

    Ser el filsofo holands, Baruch Spinoza (1632-1677) quien, casi unsiglo antes de la entrada en vigor de la medidas biopolticas y del surgimientodel concepto de poblacin, se pregunt por la puesta en prctica del ejercicio

    del poder sobre los cuerpos. En el pensamiento de Spinoza, un individuo, uncuerpo, se define por las afecciones que mantiene con los dems cuerpos, esdecir, un individuo se define por su poder de ser afectado. Segn l, poco onada, se habla del poder que reside en el cuerpo. Dice: Nadie ha determinadohasta elpresente lo que puede un cuerpo (Spinoza, tica III, P2, Escolio citadopor Deleuze, 2001, p. 29). Spinoza llegar a la idea de que un cuerpo, no esotra cosa que afeccin, nadie es otra cosa sino aquello que lo afecta. Pero loque aqu se pretende enfatizar es la tesis original de Spinoza (retomada porDeleuze), segn la cual, un cuerpo tiene lmites mximos y mnimos, de

    lo cual se concluye que un cuerpo puede incrementar o disminuir su potenciaconforme a las diferentes afecciones que recibe en los diferentes instantes deltiempo. En resumen, para Spinoza se produce lo bueno (o nos afecta) cuandoun cuerpo se corresponde con otro aumentando por dems su potencia; lo maloacontecer, en cambio, cuando un cuerpo descompone a otro, disminuyendoo anulando esa potencia. Se puede sostener entonces, siguiendo a Spinoza,que esta capacidad de resistencia ligada al cuerpo es aquello que lo hace elobjetivo del poder; la violencia sobre l (esto es, el aumento de su gradode afeccin) apunta a disminuir o a anular esa potencia.

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    Es en esta potencia del cuerpo donde se argumenta que radica suenorme fuerza poltica que amenaza el equilibrio del poder. Por eso laagresin o la violencia directa sobre los cuerpos, las estticas que acompaanel acto violento y el terror como estrategia final de estas prcticas, no tienen

    nada de aleatorias, ni son fruto de razones patolgicas de quienes la ejercen,sino que se convierten en la consecuencia necesaria de ese atentado alequilibrio del poder que genera esa potencia del cuerpo y de los procesosde resistencia que l puede generar. Esta necesidad implcita en el poder decoartar la vida y el cuerpo de los individuos, no hace otra cosa que recordarnosque el control hacia los individuos nunca se consuma completamente,porlo que el derecho o potencia para obrar de los individuos en contra de lasmedidas biopolticas o elementos coercitivos de los que dispone el poder,seguir intacto como posibilidad de resistencia.

    Los gritos del cuerpo o su capacidad de resistencia

    Si bien el cuerpo ha sido esa superficie de inscripcin de la violencia(Garca, 2000, p. 11), es en el cuerpo mismo donde reside su capacidad deresistiral poder, y en efecto lo hace; resurge mostrando toda su capacidadde resistencia. Segn Garca los aos de la dictadura se caracterizaron porun uso intensivo de la corporalidad en la poltica, donde las frecuentesmovilizaciones (obreras, estudiantiles, partidarias) consiguieron imponer

    una presencia constante del cuerpo en el espacio urbano (Garca, 2000,p. 169). Las formas de resistencia pasaron por las imgenes, la escritura, losdocumentales a modo de gnero testimonial, la msica que a travs delrock, particularmente, implement estrategias reconstructivas de los sentidosimpuestos por la dictadura (Garca, 2000, p. 190) y, finalmente, estaba lamemoria que dejaba or su voz en el recuerdo, desde esas marcas inscritasen el cuerpo (Garca, 2000, pp. 165 y ss.).

    Como rehn, como blanco o instrumento de choque en los atentados, en

    la crcel, en las luchas callejeras, en los secuestros, el cuerpo fue adquiriendouna sobredimensin simblicaque lo constituy en el eje de la actividadpoltica. Es por esto que, quiz en Colombia, se est llegando a un uso similarcon las manifestaciones masivas donde el cuerpo tiene un lugar destacado; nosera la primera vez que la movilizacin como arma poltica imprescindible,

    pusiera el cuerpo en primera fila (Garca, 2000, p. 169).

    Los eventos que desde aos atrs vienen congregando a distintasorganizaciones sociales y de vctimas, dedicadas a poner en lo pblicoesas historias de dolor en marchas, manifestaciones, actos, rituales, a travs

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    de diferentes expresiones corporales son, tal vez, formas de resistencia alpoder. Podramos pensar que la labor que vienen desarrollando personas einstituciones en el campo de la antropologa y el anlisis forense, alrededor delos mltiples hallazgos de fosas comunes, sea esa especie de reaparecimiento

    del cuerpo como superficie de inscripcin de la violencia23. Si bien, sera precisoexplorar ms esta apreciacin, podra decirse que lo que ha estado sucediendoen el contexto sociopoltico del pas con el lugar concedido (finalmente) alas vctimas, y que ha generado tantos procesos en lo local y en lo nacional,sea esta especie de reaparecimiento del cuerpo quehablara, justamente, dela memoria viva a travs de la memoria corporal (Garca, 2000, p. 183). Escomo si, literalmente, el cuerpo se desenterrara para hablar y mostrara sucapacidad de resistencia; como si lo que no hemos sabido o querido escuchary decir desde la palabra, nos lo estuvieran diciendo los cuerpos: los restos, las

    fosas, las huellas de la violencia inscritas sobre los cuerpos.

    Con todo y lo que quedara por explorar en el caso colombiano queha reconstruido la historia de la guerra y del conflicto, pero no la historia delas resistencias24 es, justamente, saber que donde el cuerpo funcion comosuperficie de inscripcin de esa violencia, tambin puede retornar comomemoria viva, como fuego encendido (Garca, 2000, p. 11). El cuerpo objetode la violencia es un cuerpo que est llamado a desaparecer pero que siempredeja rastros de su presencia detrs de las superficies que intentan borrarlo

    (Garca, 2000, p. 192).Dejemos entonces hablar al cuerpo; l puede habersido esa superficie de inscripcin de la violencia ms reciente, pero puedeconstituirse si se le permite en esa potencia poltica que exprese toda sucapacidad de resistencia.

    Palabras finales

    A modo de conclusin se puede decir que el poder no se sostiene slo,ni principalmente, desde la institucionalidad (o la estatalidad) como nos lo

    ha enseado la teora poltica clsica, sino que existen otros mbitos y otrasespacialidades del poder que, de manera ms micro, sostienen el entramadode las relaciones de dominacin en la sociedad. Uno de estos mbitos endonde circula el poder es el cuerpo, espacio especfico donde se vive y setrasmite el poder. Sobre l se desarrollan e implementan diversos dispositivos o

    23 Vale la pena resaltar el primer encuentro sobre NN realizado en Medelln en marzo de 2008, que

    congreg a acadmicos nacionales e internacionales, antroplogos forenses y funcionarios pblicos

    (EQUITAS y Universidad de Antioquia).24 Esperemos que la Comisin de Memoria Histrica de la CNRR no detenga su labor en documentar los

    hechos de violencia, sino tambin en reconstruir esta historia de las resistencias.

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    tecnologas corporales para controlarlo y dominarlo, dado que el poder necesitaunos cuerpos ajustados a ciertas concepciones del orden social y poltico endistintos mbitos de la vida social. Con el despliegue de estas micropolticascorporales parece construirse, literalmente, una cierta economa del poder

    que regula las relaciones de dominacin. Ahora bien, en el marco especficode las guerras contemporneas, la violencia ejercida sobre ellos, es una formaextrema de ejercicio del poder; en ellas los cuerpos no ajustados a dichosrdenes son castigados: mutilados, violados, desaparecidos, asesinados,torturados como expresin de lo que Foucault llam una economa del castigoo, de manera ms general, unapoltica punitiva del cuerpo (Foucault, 1999,pp. 98-99). En el caso colombiano como lo muestra el anlisis de esas formasextremas de violencia en el oriente antioqueo, han estado presentes todasesas tecnologas corporales utilizadas para castigar los cuerpos, y muestran

    la lgica perversa que mueve al poder, al despliegue de toda esa mecnicadel sufrimiento. Pero por qu sobre los cuerpos? Porque como lo deja ver labiopoltica, la vida (y la muerte) es ms esencial para el ejerciciodelpoderde lo que lo ha querido aceptar la teora poltica clsica; y los cuerpos, comoportadores de la vida y la muerte, si bien han sido superficie de inscripcinde la violencia (Garca, 2000, p. 11) tambin son el lugar donde residesu capacidad de resistiral poder. En efecto, elcuerpo goza de una enormepotencia y una posibilidad inusitada de resistencia que es, finalmente, la quelo hace objetivo del poder; de ah su dimensin poltica o el carcter poltico

    de la corporalidad(Garca, 2000, p. 149). Es en esta potencia del cuerpodonde creemos radica su enorme fuerza poltica, la misma que amenaza elequilibrio del poder. Por eso la agresin o la violencia directa sobre los cuerpos,las estticas que acompaan el acto violento y el terror como estrategiafinal de estas prcticas, son la consecuencia necesaria de ese atentado alequilibrio del poder que genera esa potencia del cuerpo y los procesosde resistencia que l puede generar.

    Quiz valga la pena, para terminar y en homenaje a todos y todas lasvctimas de esta forma extrema del ejercicio del poder, mostrarla capacidadde resistencia de los cuerpos frente a la violencia, expresada en las palabraspronunciadas por el hermano del padre Tiberio Fernndez (asesinado enTrujillo, Valle), durante las honras fnebres celebradas en el mes de abril de1990 (Snchez et al., 2008, p. 74):

    Intentaron los violentos, desaparecer un cuerpo,hacerle correr la suerte nefasta de otros cuerpos.

    Quisieron que su piel hecha para la caricia ypara ser acariciado, no volviera a sentir.

    !No pudieron! Hoy sigue acariciando a travs

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    del viento impetuoso, y de la suave brisa, miles de metrosde piel de aquellos que am y por quienes se entreg.

    Quisieron quitar sus brazos hechos para el abrazo acogedor,en la alegra de los logros, en la solidaridad frente al dolor;hechos para la ofrenda eucarstica. Pero se equivocaron!

    Hoy sigue abrazando en todos aquellos brazos que celebran un logro,en las comunidades, en aquellos brazos que se abrazan en

    la tristeza del desplazamiento, en esos brazos que se abrazanpara seguir resistiendo []

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