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Otro teórico poscolonial importante es Homi K. Bhabba, proveniente de la India y radicado en Estados Unidos. Tiene mucha influencia de Derrida. Enseña, actualmente, literatura en la Universidad de Harvard. Este autor trabaja el tema de la identidad, concepto que, como todo poscolonialista, va a deconstruir. Deconstruye la identidad como algo fijo, estático y en su lugar propone la hibridez cultural. Veremos cómo plantea este concepto a partir de la idea de nación. En un texto llamado “Diseminación” propone desde el inicio la deconstrucción de la que hablábamos a partir de la palabra misma: disemi-nación. Para este autor toda la historia de las naciones modernas occidentales[1] se asienta sobre los movimientos migratorios. La emergencia de la última fase de la nación moderna está marcada, según Bhabba, por las migraciones. Esta última fase corresponde a la segunda mitad del siglo XIX en adelante. Esta fase es la que más profundos movimientos migratorios tiene y por otro lado donde mayor ha sido la expansión colonial en Oriente. Encontramos así dos características básicas en la historia de la nación moderna: los grandes movimientos migratorios y la expansión colonialista en Oriente. Estos dos acontecimientos han marcado la última fase de la nación moderna. Estos movimientos tan intensos de poblaciones que pasaban de un continente a otro, han producido, masivamente, un gran desarraigo que ha hecho que la gente se aferre mucho más a la idea de nación sobre todo porque la nación se había perdido. El sentido de la pérdida de lugar hacía que la gente se acercara más profundamente a lo nacional. Por ejemplo, muchas veces los inmigrantes son más conservadores de determinadas tradiciones en el país en el que residen que en su país de origen. Según Bhabba, el vacío originado por el desarraigo es llenado por la idea de nación que funciona como una metáfora de una pérdida. Se construye una

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Otro teórico poscolonial importante es Homi K. Bhabba, proveniente de la India y radicado en Estados Unidos. Tiene mucha influencia de Derrida. Enseña, actualmente, literatura en la Universidad de Harvard.

Este autor trabaja el tema de la identidad, concepto que, como todo poscolonialista, va a deconstruir. Deconstruye la identidad como algo fijo, estático y en su lugar propone la hibridez cultural.

Veremos cómo plantea este concepto a partir de la idea de nación. En un texto llamado “Diseminación” propone desde el inicio la deconstrucción de la que hablábamos a partir de la palabra misma: disemi-nación. Para este autor toda la historia de las naciones modernas occidentales[1] se asienta sobre los movimientos migratorios. La emergencia de la última fase de la nación moderna está marcada, según Bhabba, por las migraciones. Esta última fase corresponde a la segunda mitad del siglo XIX en adelante. Esta fase es la que más profundos movimientos migratorios tiene y por otro lado donde mayor ha sido la expansión colonial en Oriente. Encontramos así dos características básicas en la historia de la nación moderna: los grandes movimientos migratorios y la expansión colonialista en Oriente. Estos dos acontecimientos han marcado la última fase de la nación moderna.

Estos movimientos tan intensos de poblaciones que pasaban de un continente a otro, han producido, masivamente, un gran desarraigo que ha hecho que la gente se aferre mucho más a la idea de nación sobre todo porque la nación se había perdido. El sentido de la pérdida de lugar hacía que la gente se acercara más profundamente a lo nacional. Por ejemplo, muchas veces los inmigrantes son más conservadores de determinadas tradiciones en el país en el que residen que en su país de origen. Según Bhabba, el vacío originado por el desarraigo es llenado por la idea de nación que funciona como una metáfora de una pérdida. Se construye una idea de nación. La nación, para Bhabba, es una forma de vivir la localidad de la cultura. Toda cultura está localizada en un lugar. Esta localidad es una forma de vida mucho más compleja que al idea de comunidad, más simbólica que la idea de sociedad, más connotativa que la idea de país, menos patriótica que la patria, más mitológica que la ideología, menos homogénea que la hegemonía, más colectiva que el sujeto y totalmente híbrida porque tiene la función de articular diferencias. Bhabba propone que la nación es una construcción cultural, una forma de afiliación[2] textual[3] y social. Esto no significa que tengamos que negarle a las naciones especificidades y significaciones particulares.

Hay, por otra parte, estrategias muy complejas de identificación cultural y de interpelación discursiva, que funcionan en nombre del pueblo o de la nación, (a veces Bhabba los plantea como sinónimos) y que constituyen sujetos inmanentes de todo un espectro de relatos sociales. Estas estrategias son, además, entidades políticas y poderosas fuentes simbólicas y afectivas de identidad cultural en las que no es tan importante el historicismo sino la temporalidad.

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Esta temporalidad le permite definir la nación como narración. La nación es una narración porque necesita de un relato para constituirse como tal, necesita de una escritura que diga que la nación nació en tal momento y construya un mito alrededor de esa idea de nación. Nación, como narración, significa que los historiadores hacen una construcción retrospectiva del pasado.

[1] Aquí sigue muy de cerca al historiador Eric Hobsbawm de los Estudios Culturales Ingleses.

[2] Toma el concepto de afiliación de Said.

[3] Textual en tanto cultural entendiendo a la cultura como un macro-texto.

Teoría de la Comunicación II

Unidad nº III

Teórica 09/10/06

Continuamos desarrollando el concepto de nación elaborado por Homi K. Bhabba. Este autor desdobla el concepto de nación en nación como narración, es decir como relato homogéneo o unisonante; y nación como diseminación.

En la nación, este autor, marca una ambigüedad básica. Al relato homogéneo de narración se le agregan instancias subalternas, que él llama suplemento tomando esta noción de Derrida. En la nación como diseminación hay elementos heterogéneos dentro de sí misma. Dentro de la misma nación, es decir dentro de las fronteras, hay elementos heterogéneos que se asemejan a la noción del sujeto barrado de Lacan. Lacan dice que el sujeto humano está dividido en el sujeto del enunciado (lo que dice) y sujeto de la enunciación (situación en la que se dice). De esta idea de sujeto barrado, Bhabba toma la idea de la nación barrada, es decir, la nación está dividida en narración y en diseminación. En toda nación hay elementos homogéneos y elementos heterogéneos. Hay instancias de hegemonía e instancias de subalternización. Ambas instancias constituyen la nación, por eso hay una ambigüedad básica. La nación tiene fronteras aún dentro de ella misma. Esta es la nación barrada o tachada de Bhabba. La diseminación está constituida por los discursos de las minorías, de los pueblos rivales, diferencias culturales o autoridades antagónicas que también se dan dentro de una misma nación. Es el caso de un niño de una tribu guaraní que necesitaba un

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transplante y las creencias de la tribu se lo impedía, las autoridades religiosas no lo permitían. El cuerpo de médicos del hospital, que era otra autoridad pide a un juzgado que autorice el transplante. Aquí se produce un conflicto de autoridades, por un lado las autoridades de la tribu a la cual los padres del niño debían respetar y por otro la orden del juzgado que también debían respetar por ser ciudadanos argentinos. Finalmente se hizo el transplante. De este modo vemos fronteras dentro de un mismo país.

La ambigüedad básica entre narración y diseminación genera la categoría que Bhabba denomina “in between”, es decir, en medio o entre medio. Estar en medio de culturas que tienes exigencias antagónicas. Por ejemplo los chicanos que viven en EE.UU. que producen productos artísticos donde mezclan lenguas, o los newyorikas que son los provenientes de Puerto Rico que viven en EE.UU. y forman una cultura híbrida. Vemos como el sujeto del discurso cultural está escindido entre prácticas culturales diferentes.

La frontera que señala los límites entre una nación y otra, pero también puede convertirse en una frontera interna. Desde esos lugares de fronteras internas es desde donde hablan las minorías, los exiliados, los marginales, los emergentes. Según Bhabba, lo que encontramos acá es un sujeto alienado en su identificación porque responde a pautas culturales diferentes. Responde tanto a la narración como a la diseminación. Esto nos demuestra que las identidades no son instancias fijas sino que son móviles y que, en realidad, deberíamos hablar de identificación. La identidad no es nunca una esencia, nunca es esencial por eso es preferible hablar de identificación. La frontera puede desplazarse de afuera hacia a dentro y siempre hay un otro u otros dentro de las propias fronteras nacionales. Eso le pone límites al estado homogeneizador y permite que los subalternos articulen un discurso.

La nación deja de estar contenida en al horizontalidad espacial de la comunidad y no se puede hablar más de un tiempo homogéneo de narrativas sociales.

El suplemento es algo que se agrega alo que ya está constituido. Es decir a la nación como narración. Es una especie de plus pero que no hay que sumar porque nunca la diseminación tiene la misma fuerza que la narración ya que lo subalterno siempre tiene que pelear su lugar. No hay paridad entre lo hegemónico y lo subalterno. Es un plus que se agrega y que compensa el “minus” (menos) del que adolece toda narración. Toda narración homogénea tiene un “menos” o déficit porque hay algo que está olvidando, algo que no está mostrando para poder constituirse como una nación homogénea. El suplemento es un plus que se adjunta cuestionando la homogeneidad cultural. Este suplemento tiene otra temporalidad que no es la de la cronología o la de los almanaques tal como estamos acostumbrados a concebir la historia. En la diseminación hay otra temporalidad. Bhabba ejemplifica esto con un film que muestra una rebelión que se produce en Birmingham en 1985. Este brote de rebeldía se

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produce en el seno de las comunidades negras que habían venido en la década de 1950 desde las colonias. Con la revuelta consiguen algunas reivindicaciones. La película cuenta este acontecimiento pero también aparecen, como fantasma o espectros, otros líderes negros como M. L. King, que no tienen nada que ver con 1985 en Birmingham, pero que han padecido igual que estos la discriminación. Así, en la pantalla conviven estos fantasmas con los negros que están peleando en 1985. Hay una mezcla de tiempos para decir que el reclamo es el mismo, el de la lucha contra la discriminación. Este es un ejemplo de cómo en la diseminación hay otra temporalidad que no es la del calendario ni la del reloj. Es un tiempo no cronológico sino repetitivo. Está marcando que la injusticia se repite.

También Bhabba hace alusión al olvido que toda nación comete. Y se remonta a E. Renan, uno de los primeros teóricos que caracterizan a la nación, que afirma que toda nación para constituirse como tal debe olvidar los hechos vergonzosos. Toda nación, dice Renan, comienza con un gran olvido. Para que la narración, según Bhabba, sea gloriosa, heroica y homogénea debe olvidad los hechos vergonzosos de esa constitución como nación. Pero al mismo tiempo aparece la diseminación que rescata esos olvidos oponiéndole la memoria. Las instancias subalternas o suplementarias interpelan esos olvidos y por lo tanto sus relatos no van a ser homogéneos sino que son disyuntivos. Escriben también la nación desde los relatos disyuntivos que van a hablar desde las diferencias culturales. Entendiendo la diferencia cultural como una forma de intervención en la esfera pública para articular un discurso con el otro. Es una forma de intervención donde no importa sólo “lo dicho” sino el “dónde es dicho”. Es lo que se denomina el “topos”, el lugar de la enunciación, desde donde se enuncia.

Desde el espacio de la diseminación se pueden rearticular los conocimientos, rearticular lo cultural, desde una perspectiva diferente que resiste la totalización y que altera el campo del saber y del poder produciendo otros espacios de significación subalterna con nuevas formas de sentido y nuevas estrategias de identificación.

Teoría de la Comunicación II

Unidad nº III

Teórica 23/10/06

Cuando vimos la dimensión de nación como diseminación, hablamos de las instancias subalternas, de las instancias suplementarias, que deben agregarse a las hegemónicas, a las narrativas oficiales, que constituyen a la nación como narración. No son instancias que “se sumen a”, como habíamos dicho que era la característica de los suplementos, sino que simplemente se agregan. Estas instancias subalternas o suplementarias son

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enemigas de la homogeneización del saber, son heterodoxas, tratan de ser disyuntivas, para nada homogeneizadoras. Por lo tanto, siempre mantienen lo que Baba llama “el entremedio”, el in between, es decir, mantienen tensiones que no se resuelven. Es un estado que está en el medio o a cada lado de dos dimensiones. Es como una dialéctica que no se resuelve. El pensamiento dialéctico habla de una tesis, una antítesis y una síntesis entre dos dimensiones contrapuestas. Aquí no hay síntesis, se mantiene la tensión, la síntesis nunca se logra, siempre está a caballo de cosas diferentes. Es lo que los mexicanos, tomándolo del nahuatl, llaman un estado nepantla, que quiere decir “estar en el medio”. Los aztecas usaban mucho este término cuando, en la colonización española, los frailes les recriminaban por qué no abandonaban sus prácticas y creencias, los indígenas respondían que estaban nepantla, es decir, “en el medio”.

Articular el relato de la diferencia cultural y al individuo como relato de la diferencia se evita caer en la postura narcisista de la historia nacional que se regodea en sí misma y no admite un discurso diferente; la historia que se mira en un espejo donde todo está perfecto, la historia enamorada de sí misma, la historia narcisista. Cuando se contrapone a la idea de nación como narración, la disyunción, el discurso disonante, evitamos la caída en el juego sin salida que es el narcisismo. Porque, tal como dice el mito, Narciso se enamora de su propio reflejo y termina ahogándose, termina cayendo en el pozo, porque no puede salir. Es, de algún modo un autismo cultural, en el que se cae cuando uno se mira a sí encantado de la propia estructura. Es el caso del que dice, por ejemplo, que no hay mejor país que la Argentina, apelando a cualquier cosa para tratar de mantener el chauvinismo y el nacionalismo que, en su faz más sangrienta y destructiva llega a casos tales como Kosovo, Sarajevo. Es decir, a la destrucción. Evitamos caer en ese autismo cultural incorporando la diferencia cultural, la disonancia. El espacio postcolonial pretende constituirse en un espacio suplementario al centro metropolitano. Es un espacio de subalternidad que no agranda la presencia del centro sino que redibuja sus fronteras en el límite de la diferencia cultural. La diferencia cultural nunca suma, sino que es un agregado. Siempre es menos que una nación porque sabemos que quien se impone es lo hegemónico, lo que no es hegemónico es menos que una nación, pero actúa como su doble, actúa como el otro lado del espejo. Piensen en las prácticas religiosas en el norte argentino: por un lado tenemos la narración de lo católico, las procesiones, el obispo, etc; por otro, todos los acontecimientos religiosos que tienen que ver con la Pachamama. No es más importante la Pachamama que lo católico, que es lo dominante, lo hegemónico, pero actúa como un doble, como un espejo de lo otro, que se agrega a la narración.