bertha smith y las devociones populares para rosario

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La lápida de Bertha Smith: un ejemplo de devoción popular Meo Laos, Verónica G. ( UNQ - ISFD Nº 168) Padula, Agustina (UNTREF) “She’s fighting for her small life”. Suzanne Vega ABSTRACT ¿De qué manera podrían vincularse un extraño epitafio grabado sobre una vieja lápida, los ex votos populares, la red de prostitución polaca Zwi Migdal y “el manzanar más grande del mundo? Rastreando en bibliografía y en la tradición oral es posible arriesgar algunas conjeturas que podrían acercar la biografía de la prostituya húngara Berta Smith con la Zwi Migdal y la estancia La California, ubicada en el partido de Castelli. Es cierto que hasta el momento no es posible hallar pruebas fehacientes que avalen nuestras hipótesis, pero también es cierto que el proceso de construcción del conocimiento científico está abonado por hipótesis sujetas a comprobación. Desde el terreno de las conjeturas, entonces, nos proponemos indagar en los posibles vínculos existentes entre estos actores sociales teniendo como premisa insoslayable la necesidad de someter nuestra hipótesis a prueba empírica pero confiando en que habrá servido de andamiaje para abordar nuevas líneas de análisis en el futuro. Se pretende indagar en el conjunto de fuerzas heterogéneas, y contradictorias que intervienen en un objeto o un espacio determinado -la lápida de Bertha Smith- y el proceso de transformación en sitio de memoria o memorial. Citando a Pablo Sztulwark, entendemos a la memoria como una “indeterminación viva” donde no existen dispositivos institucionales que puedan naturalizarla ni soportes establecidos que puedan congelarla. Por el contrario, la memoria espontánea, viva, 1

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Page 1: Bertha Smith y Las Devociones Populares Para Rosario

La lápida de Bertha Smith: un ejemplo de devoción popular

Meo Laos, Verónica G. ( UNQ - ISFD Nº 168)Padula, Agustina (UNTREF)

“She’s fighting for her small life”.Suzanne Vega

ABSTRACT

¿De qué manera podrían vincularse un extraño epitafio grabado sobre una vieja lápida, los ex votos populares, la red de prostitución polaca Zwi Migdal y “el manzanar más grande del mundo? Rastreando en bibliografía y en la tradición oral es posible arriesgar algunas conjeturas que podrían acercar la biografía de la prostituya húngara Berta Smith con la Zwi Migdal y la estancia La California, ubicada en el partido de Castelli. Es cierto que hasta el momento no es posible hallar pruebas fehacientes que avalen nuestras hipótesis, pero también es cierto que el proceso de construcción del conocimiento científico está abonado por hipótesis sujetas a comprobación. Desde el terreno de las conjeturas, entonces, nos proponemos indagar en los posibles vínculos existentes entre estos actores sociales teniendo como premisa insoslayable la necesidad de someter nuestra hipótesis a prueba empírica pero confiando en que habrá servido de andamiaje para abordar nuevas líneas de análisis en el futuro.

Se pretende indagar en el conjunto de fuerzas heterogéneas, y contradictorias que intervienen en un objeto o un espacio determinado -la lápida de Bertha Smith- y el proceso de transformación en sitio de memoria o memorial.

Citando a Pablo Sztulwark, entendemos a la memoria como una “indeterminación viva” donde no existen dispositivos institucionales que puedan naturalizarla ni soportes establecidos que puedan congelarla. Por el contrario, la memoria espontánea, viva, indeterminada, adquiere y construye sus propias formas, como en un campo de batalla simbólico en el cual las fuerzas contrahegemónicas pugnan por dejar su huella en el memorial y los guardianes de la memoria se empecinan en restituir el orden.

Acerca de esas luchas simbólicas trataremos de dar cuenta brevemente a lo largo de este trabajo.

PALABRAS CLAVES: memorial, memoria, sitio, devoción popular, trata de personas, prostitución, ex- votos.

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El 25 de diciembre de 1839 fue sancionado el decreto por el que quedó dividido en partido de Dolores en tres distritos: Tordillo, Pila y Dolores, lo que hoy día es el partido de Castelli. Hasta el 19 de julio de 1865, este último estaba incluido entre los partidos de Tordillo y Pila, pero a partir de esa fecha se crea el partido de Castelli. Sobre la estación ferroviaria del mismo nombre, el 28 de mayo de 1896, se impuso el nombre a la localidad en memoria de Juan José Castelli, patriota, jurisconsulto y político protagonista de la Revolución de Mayo.

Hacia 1886, a 10 kilómetros de la estación del Ferrocarril del Sud, en el cuartel quinto, se ubicaba la estancia “La María”. Su propietario, Justo Molina, la hizo construir a su gusto y sin reparar en gastos. Sus sueños de grandeza incluían tres chalés y, en medio de los dos primeros, hacia la entrada, una fuente azulejada en celeste de 2 x 3 m con una estatua de Napoléon Bonaparte que se utilizaba para la cría de peces de colores. Un canal artificial rodeaba al casco de la estancia, por el cual los dueños solían navegar montados en palas de buey, ésas que se usan para alisar los caminos de tierra. El parque tenía, aproximadamente, 70 hectáreas cuyo diseño paisajístico incluía una profusa cantidad de calas alternadas con rosas y violetas francesas cada 40 centímetros y muchas otras variedades florales que le imprimían al paisaje una paleta multicolor que bordeaban la fuente y la entrada de las casas.

En el ingreso al parque había una edificación en forma de castillo, rodeada por un monte de eucaliptos y en el centro estaba ubicada una gruta de ladrillos revestida en tierra y adornos. A un costado se extendía una plantación de 25 nogales y, al este había plantas de corcho, álamo plateado y cipreses; hacia el norte, 30 hectáreas de pinos, cedros azules y otras especies. A 200 metros del casco principal había una glorieta que ocupaba una hectárea y un molino que superaba la altura del monte de eucaliptos.

Íntegramente hecho en madera, el molino abastecía la fuente y la gruta alrededor del cual un zoológico particular ocupaba cinco hectáreas alambradas. A unos 100 metros, una tranquera de hierro forjado conducía a un pequeño chalé donde se criaban los perros de la estancia. El tanque de agua que abastecía el casco de la estancia estaba ubicado sobre una torre de tres pisos, en cuyo frente había un reloj de 60 centímetros de diámetro, fabricado por expreso pedido de la dueña de la estancia, María Rosa Guerrero.

En la misma torre había cinco habitaciones para el personal, en la parte baja el motor diesel que llenaba el tanque y la herrería donde se hacían la mayor parte de las herramientas para la propia estancia e incluso para los vecinos.

Este paraíso artificial construido para saciar el sueño de Justo Molina fue vendido en 1907 a un tal A. Carozzi1, oriundo de la ciudad de Buenos Aires, que a su vez se la obsequió a sus dos hijas, una de ellas casada con Alberto Leguizamón y la otra, con, José Martínez Requejo, descendiente del héroe de la II Invasión Inglesa,

1 Daniel Irusta, La California Argentina. El manzanar más grande del mundo, pág. 9.

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Francisco Justo Maderna. En 1915, los dueños firmaron un contrato con los hermanos Ferré para hacer una plantación de duraznos, pero a los cuatro años, por una desavenencia personal, Martínez Requejo se retira de la sociedad.

En 1925, la primitiva estancia “La María” fue vendida a Samuel Humberto Levi, francés, casado con Doña Celina Kohn, húngara. Con Levi habría de construirse el imperio que daría origen a la construcción retórica: “El manzanar más grande del mundo” o La California Argentina, establecimiento frutihortícola y célebre fábrica de sidra que llegó a exportar su producción y en cada cosecha llegaban a trabajar 900 hombres. Signada por los sueños de grandeza, la estancia continuó su carrera de lujo y excentricidades: Levi llevó a Castelli una cuadrilla de albañiles desde Buenos Aires para demoler los dos chalés existentes y construir en su lugar otro más moderno y más amplio. El diseño y la construcción estuvieron a cargo del arquitecto Jesare. La idea era construirlo sobre una mesa giratoria como las usadas para rotar las locomotoras, que virara cada 24 horas, siguiendo la ubicación del sol. Pero el invento funcionó sólo una vez, debido al gran peso de la edificación a la que se le habían agregado un mirador y una torre de agua.

A Levi se lo recuerda con su sombrero bajo el brazo, de gesto amable y sociable. Por el lago artificial solían dar largos paseos en botes los huéspedes extranjeros que solían visitar la estancia. Militares, políticos, abogados, médicos renombrados, empresarios petroleros, de aviación o dueños de frigoríficos provenientes de Paraguay, Brasil, Chile, Uruguay, Perú y Estados Unidos se quedaban cuatro o cinco días disfrutando del lujo y la naturaleza artificial en compañía de las mujeres que los acompañaban pero que no eran huéspedes, sino prostitutas que estaban allí para saciar el goce de los visitantes.

Todos los que conocen la historia coinciden en tomar como válidas las versiones que circulan en Castelli y que dan cuenta de que las mujeres que pasaban temporadas en La California eran prostitutas que habían sido llevadas a la estancia para pasar temporadas de descanso. Según las mismas fuentes, el amplio comedor del chalé, totalmente revestido en madera repujada, era utilizado como prostíbulo en el que trabajaban las mujeres de origen europeo que se hacían pasar por maestras.

Dos años después de la muerte de Levi, en 1942, su viuda se fue a Buenos Aires y después viajó a Europa con uno de sus hermanos que decidió quedarse en Hungría por una temporada. Para esa misma época las europeas que se quedaban en La California ya no volvieron. Algunas viajaron y se radicaron en Uruguay, cuatro se quedaron en Buenos Aires y seis viajaron con destino desconocido.

Tras su estancia en Europa, y después de haber pasado unos meses en Buenos Aires, Celina Levi vuelve a la estancia con una amiga, que para algunos era la hermana de Levi pero, para otros, habría sido la encargada de enviar las prostitutas desde Buenos Aires.

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La prostitución no era un fenómeno extraño en Dolores, en particular por la cercanía del tren y las características urbanas de la localidad. La definición de Foullet acerca de la prostitución, citada por Francis Korn, explica que las casas prostibularias se concentraban en las zonas de mayor poder adquisitivo, por eso es que solían estar ubicadas en zonas urbanas: “No basta desear un amor honesto y puro; es necesario disponer de tiempo y de dinero para gozar este placer reservado a los burgueses. Fundar un hogar con el propósito de formar una familia es un problema de difícil solución para el obrero. La prostitución resuelve esta dificultad”. Y Dolores, para fines del siglo XIX, tenía todas las expectativas puestas en ser una ciudad faro del Sudeste de la provincia de Buenos Aires.

Claro que la situación de las mujeres europeas que se prostituían en La California dista de la de los burdeles que hacia 1874 ya eran visibles en la ciudad. ¿Pudo haber existido en Castelli una ramificación de la Zwi Migdal, la red internacional de trata de blancas que operó entre la década de1860 hasta finales de? Se sabe que la Varsovia –nombre con el que se conoció a “la sociedad de ayuda mutua” aparecida en 1906 que estuvo compuesta inicialmente por polacos, rusos y rumanos- controlaban burdeles en Mataderos, Ensenada y Mar del Plata.

La otra rama de la “Varsovia”, la Asquenasum surge a raíz de la escisión entre rusos y rumanos. Los polacos mantienen la “Varsovia”, pero debido a los reclamos del embajador polaco ante el gobierno argentino cambia su nombre por el de Zwi Migdal (en idisch “Gran Fuerza”). La Asquenasum o Asquenasse, descendiente en parte de la Varsovia se caracterizaba por estar formada por un grupo de jóvenes “caftens” –cafiolos, proxenetas o rufianes- que poseían una sola mujer y rivalizaban con la otra red de prostitución extranjera, los franceses de la “Alliance Fraternelle” cuya sede estaba en París y que poseía sedes en ciudades importantes, salvo Brasil. El nombre de “Migdal” le fue dado a la Varsovia tras la muerte de su socio fundador, Luis Migdal, pues “fue gracias a su visión comercial, podría decirse, el primero que planeó la internacional de tratantes de blancas”.2

La central de operaciones de la red mafiosa polaca estaba ubicada en Córdoba 3280, en Buenos Aires, un edificio de dos plantas con jardín, sinagoga, salón de fiestas, bar comedor y sala de velatorios, entre otras dependencias. Allí se hacían subastas de carne humana, según los relatos de Gustavo Germán González, periodista de Crítica: mujeres, traídas a veces con falsas promesas de matrimonio, eran exhibidas desnudas y vendidas al mejor postor. Pero este tipo de prostitución importada de Rusia no fue un fenómeno único para la Argentina ni empezó aquí, en los Archivos Nacionales de la India (Home Department, Public Branch, Sept. 1881, A proceedings 225-6) se lee: “Prostitutas en Bombay: casi todas nativas de las principalidades del Danubio y de persuasión judía”3.

Esta poderosa asociación de tratantes de blancas que funcionó bajo la pantalla de una sociedad de socorros mutuos alcanzó su pico máximo de poder hacia los años veinte cuando 430 rufianes controlaban 2.000 burdeles en los que trabajaban 2 Jozami, (1933: 33-51) citado por Francis Korn, Los huéspedes del 20, op. Cit., pág 132.3 Ibídem.

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4.000 mujeres europeas, sólo en la Argentina. Hacia 1930 la actividad de la red de prostitución empieza a declinar, en particular, a partir del juicio que se lleva contra los principales referentes que concluyó en setiembre de 1930 con 108 declarados culpables. Los rufianes apelaron la sentencia a prisión en enero de 1931, y la justicia los liberó a todos excepto a tres. Posteriormente, muchos de ellos fueron deportados a Uruguay, pero con el tiempo fueron regresando como si nada hubiera pasado. El año 1939 marca el final del accionar mafioso de la Zwi Migdal.

Hasta el momento no es posible, debido a la falta de documentación fehaciente, probar el vínculo entre la red de trata de blancas de origen polaco y las prostitutas europeas que pasaban por la estancia de Castelli bajo la anuencia del matrimonio Levi. No obstante, si de juegos intelectuales se trata, nos disponemos a trazar una delgada línea hipotética que unirá el epitafio de otra húngara –como Celina Levi- que está sepultada desde fines del siglo XIX en el mismo cementerio donde se hallan los restos de hermano del primer dueño de La California Argentina y que pasó de ser una joven, bella pero desgraciada mujer a convertirse en objeto de devoción, con sólo pegarse un tiro.

Poco y nada se sabe de la biografía de esta joven húngara que, a los 23 años, decidió darle un corte final a su vida descerrajándose un tiro en la sien con un arma de calibre pequeño. Según las crónicas periodísticas recopiladas por Ángel Fortini, aficionado divulgador del pasado dolorense que atesora con celo este pequeño relato que da origen al mito y que empieza con el suicidio de Berta Smith, el 13 de setiembre de 1881, en la vivienda que compartía con un antiguo cliente –pareja de la suicida- Emilio Morales Gauna.

La crónica policial escrita por Rolando Dorcas Berro y recogida por Fortini transcribe textualmente el testimonio de Gauna frente a la justicia, por eso no sorprende hallar idiolectos característicos del lenguaje tribunalicio como el que sigue:

“Emilio Morales, 30 años de edad, soltero, argentino, comerciante, domiciliado en Buenos Aires Nº 8 era detenido por el comisario Cano quien se trasladaba a México 7, encontrando el cadáver con una herida de bala en la sien derecha. En sus manos retenía un revólver calibre de 7 mm. Bertha Smith [en el epitafio el nombre aparece sin “h”] que con él vivía en concubinato acababa de suicidarse en su propia casa y en circunstancias que dicho señor se hallaba presente”.

La exigua vida real de Berta Smith -de la cual ni siquiera se sabe su verdadero nombre- no tendría nada de extraordinario excepto por el hecho de que amó más allá de lo que la sociedad burguesa de fines del siglo XIX podía tolerar y que su posterior inmolación la conduciría sin escalas al altar pagano de las canonizaciones populares. Pero, a diferencia de la trascendencia de otras devociones como la Difunta Correa cuyas ofrendas desbordan el ya de por sí profuso santuario kitsch, el culto a Berta Smith es modesto y transgresor, pues los jóvenes que se acercan a dejarle una ofrenda floral o a intervenir con bolígrafo su

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sepultura, suelen esperar a que no haya nadie para manifestar su devoción privada.

Es cierto que siguiendo los cánones de la veneración tributada a los santos populares, el ritual de dejar flores o de escribir en la lápida de Berta Smith es más individual que social, que es un culto de promesas, de visitas anónimas sin día fijo a la sepultura ubicada en la calle 15 entre 4 y 7, justo al lado de otro de nuestros arcaicos olvidados, la bóveda familiar con una escalera hacia abajo –muy deteriorada por el rigor del tiempo y los estragos del vandalismo- de José Quinteros el militar testigo de tres siglos que acompañó al malogrado Castelli en la fracasada Revolución de los Libres del Sur. En el epitafio aún pueden leerse las huellas de la memoria:

José QuinterosQ. E. P. D.

30 de octubre de 1902

Cruz G. de QuinterosQ. E. P. D.

21 de agosto 1896

Tal como suele suceder con las devociones populares, la vida de Berta Smith no transcurrió hace demasiados años, vivió en el mismo marco geográfico que quienes la veneran y fue, como ellos, una persona común, una mujer joven de moral dudosa pero que amó demasiado y que fue capaz de morir de desamor, como en la tipología canónica de las historias románticas fallidas que alimentan los culebrones televisivos. Lo cierto es que la personalidad inestable de la joven húngara no pudo tolerar el abandono y la pulsión de muerte se antepuso a la racionalidad o la cordura. Pero fue esa misma muerte violenta la que le otorgó a Berta Smith la categoría de venerable para los adolescentes que le escriben en pos de remediar el desamparo de sus propios desamores. Es que, en rigor, el culto a Berta Smith se apoya en la identificación con aquella muchacha que supo lo que es sufrir una vida desgraciada pero que después de una muerte trágica, su vida licenciosa quedó atrás y su alma pudo ser purificada. Así inmaculada, Berta está en posición de conceder milagros y, de hecho, los consigue porque recibe a cambio flores frescas o de plástico a modo de ex voto.

Gabriela Urrutibehety da cuenta de la subrepticidad del culto a Berta Smith en la persistencia de los graffitis anónimos que rivalizan con la también pertinaz actitud de los empleados del cementerio que se afanan en borrarlos. Así como las flores son dejadas y nadie ve quién o quiénes lo hacen, los mensajes también se escriben a escondidas; sin embargo, quienes sin quererlo son los responsables de preservar los cánones de la memoria oficial, también se empeñan en borrar esas huellas lo antes posible. Y es allí donde se produce el sentido: en la intervención subversiva sobre el edificio, que entra en tensión con los intentos de fijación de la historia hegemónica. Y en este caso, la tensión está dada por el deseo de la escritura de perpetuar, de fijar o contribuir a una memoria monológica –en

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términos de Bajtín- frente a las intervenciones, incluso a través de la escritura, construidas bajo el signo de lo efímero. “Pero lo efímero que permanece a partir de la repetición, nunca igual a la anterior. Nunca las mismas flores, nunca los mismos nombres de enamorados, pero el mecanismo de la repetición contribuyendo a la consolidación del sentido”.4

Retomaré lo que postula Raúl Antelo para agregar otra posible lectura de la construcción de sentido, en este caso desde la perspectiva de las huellas de la historicidad. Esta persistencia de las huellas de la otra memoria, de la que se filtra por los dispositivos asignados para tal fin –entiéndase sepulcros, lápidas, espacio heterotópico del cementerio- pueden ser leídos como síntomas de una época caleidoscópica en la cual lo designado no es la historia o lo que pasó en sí, sino el umbral del presente, la historicidad. ¿Cambia en algo saber de manera inobjetable el modo en que murió Berta Smith, si fue prostituta o maestra de inglés –como sostienen otros relatos- o ni siquiera, si ése fue o no su verdadero nombre? Y aquí cito textual a Antelo:

“Nuestra cultura trata entonces de eliminar de los objetos las influencias imponderables, según un doble rasero: puede transformar una influencia imponderable en algo ponderable, por su análisis y descomposición en influencias ponderables, o, en su defecto, lo imponderable puede ser despreciado, al menos provisoriamente, por inoportuno o improcedente . Es lo que le ocurre al anacronismo en el estudio de la historia de la cultura. De allí que la cuestión del tiempo y, en particular, la del futuro, nos imponga una paradoja.”5

Entonces, lo que importa son las huellas de significado que se van construyendo en ese proceso de escritura-borrado que se perpetúa ad infinitum como en el mito de Sísifo. Pero, quizá lo más inquietante de la devoción popular que genera la sepultura de Berta Smith haya sido su epitafio cuya estrofa es de “rima extraña”, según postula Urrutibehety, porque coincide el primer verso con el último sin que rimen los versos 2º y 3º. “Nótese que, si se alterara el orden del último verso y se escribiera “nunca el alma”, se conseguiría un cuarteto con una asonancia más habitual en la escritura funeraria”:

Si al posar la mirada en esta tumbaRecuerdas al ser cuyas cenizas guarda

Seguid, no te detengas...Conocistes la materia, el alma nunca

Conclusión

La memoria se produce socialmente, es decir, que el proceso de construcción de la memoria se origina a partir de una yuxtaposición de relatos que a la vez que se 4 Gabriela Urrutibehety, “Historia, mito y construcción de sentido a partir de una tumba del cementerio de Dolores”. 5 Raúl Antelo, “Diagrama sintético de un futurista de ambos mundos”.

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reproducen, se resignifican y, en ese proceso, nos interpelan permanentemente como sociedad.

Una vez más, creemos que no importa la veracidad fáctica de los relatos sino la manera en que el entramado discursivo se acopla y desacopla en una red de significaciones sin solución de continuidad en función de cohesionar la identidad colectiva.

Para decirlo en términos de Pablo Sztulwark, es tiempo de pensar la memoria como algo que está actuando todo el tiempo, como eso que está produciendo y está produciéndonos. Hay situaciones que exceden lo monumental pero que producen memoria. Los dos casos analizados son ejemplos de representaciones espontáneas productoras de memoria. O si, como sostiene Antelo: “un sitio testifica una intrusión del ser como tal en el mismo aparecer”, los relatos resignifican el primitivo sentido del monumentum porque la memoria –como el sentido- no se construyen de una vez y para siempre. Los casos de la Madre Angelita y Berta Smith dan cuenta de esas prácticas espontáneas que se filtran entre los pliegues de los dispositivos oficiales. “Entrenar nuestro cuerpo en el ejercicio de esta sensibilidad”-citando a Sztulwark- es nuestra tarea.

Bibliografía

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