bergerac cyrano de - viaje a la luna

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Savinien de CYRANO DE BERGERAC (1619-1655), inmortalizado por la tragicomedia de Edmond Rostand, fue un personaje real, un escritor barroco francés que en su juventud ingresó en el ejército, donde dejó fama de fanfarrón, espadachín y pendenciero. Una grave herida le animó a abandonar el servicio de las armas. Se dedicó después a la literatura. Su fantasía desbordada y su viva inteligencia se plasmaron en obras como este VIAJE A LA LUNA, considerado por algunos como un precedente de los relatos de ciencia ficción, aunque ante todo constituye una audaz exposición de teorías personales sobre muy diversas materias, aderezada con abundantes toques de humor y crítica social. A MONSEÑOR TANNEGUI, REGNAULT DES BOIS-CLAIRS PRÓLOGO HISTORIA CÓMICA O VIAJE A LA LUNA

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Bergerac Cyrano de - Viaje a La Luna

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Savinien de CYRANO DE BERGERAC (1619-1655), inmortalizado por la tragicomedia de Edmond Rostand, fue un personaje real, un escritor barroco francs que en su juventud ingres en el ejrcito, donde dej fama de fanfarrn, espadachn y pendenciero. Una grave herida le anim a abandonar el servicio de las armas. Se dedic despus a la literatura. Su fantasa desbordada y su viva inteligencia se plasmaron en obras como este VIAJE A LA LUNA, considerado por algunos como un precedente de los relatos de ciencia ficcin, aunque ante todo constituye una audaz exposicin de teoras personales sobre muy diversas materias, aderezada con abundantes toques de humor y crtica social.

A MONSEOR TANNEGUI, REGNAULT DES BOIS-CLAIRS

PRLOGO

HISTORIA CMICA O VIAJE A LA LUNA

A MONSEOR TANNEGUI, REGNAULT DES BOIS-CLAIRS

CABALLERO, SECRETARIO DE LOS REALES CONSEJOS Y GRAN PREBOSTE DE BORGOA Y BRESSE

Seor:

Cumplo ahora la ltima voluntad de un muerto que vos obligasteis en su vida con un sealado desprendimiento. Como era conocido por una infinidad de gente de espritu por el fuego potente que arda en el suyo, fue absolutamente imposible el que muchas gentes ignorasen la desgracia que una peligrosa herida, seguida de fiebre violenta, le produjo algunos meses antes de su muerte. Muchos han ignorado qu buen demonio velaba por l; pero ha credo l que el hombre no deba ser tan pblico como fue provechoso el lance. Vos fuisteis su amigo, vos le socorristeis con frecuencia y aun le habais testimoniado muchas veces cun bien sabris vos cunta necesidad tena l de vuestro socorro; pero qu se ha de hacer, si otros hombres no hicieron como vos? Y qu menos que os mostraseis as ante nuestro amigo, vos que tambin parecais magnnimo con cien ms que no eran de su temple? Era, pues, necesario imprimirlo, y que vuestra generosidad, distinguindole por encima de todos aquellos a quienes tiene obligados, hiciese ver, no solamente, como dice Aristteles, que no haba degenerado, sino que se haba superado a s misma en obsequio de tan gran personaje; as que, cuando durante su enfermedad vos tuvisteis la bondad de darle tantas pruebas de vuestra proteccin y amistad, deteniendo con vuestros cuidados y con las generosas asistencias que le prestasteis el curso de su mal, ya en trminos tan violentos, le prestasteis una tan poderosa proteccin, que le dio a l esperanzas de lograr la que poco antes de su muerte me encarg pediros para esta obra; por esta gran confianza y por estos ltimos sentimientos juzgaris, seor, los que por vos senta, pues en este trance de la muerte es cuando la lengua habla como el corazn:

Nam verae voces tum demum pectore ab imo iliciumtur.

Yo me he hecho intrprete del suyo, y tan de buen grado como sola participar igualmente en sus desgracias y en el bien que se le haca. Por esta razn y por mi natural sentimiento yo soy en verdad, seor, vuestro muy humilde y devoto servidor.

LE BRET.

PRLOGO

Lector, te doy la obra de un muerto que me ha encargado este cuidado, para demostrarte que no es un muerto cualquiera,

Puesto que no est envuelto en los tristes harapos

que desolada sombra al sepulcro arrebata;

que no se divierte haciendo vanos ruegos, tirando los muebles de una habitacin o arrastrando cadenas por los graneros; que no apaga las velas de los stanos, que no golpea a nadie, que no hace el coco ni causa pesadillas, ni, en fin, ninguna de esas extravagancias que, segn dicen, hacen los muertos para espanto de necios; y que, al contrario de todo eso, est de mejor humor que nunca. Creo que esta manera de comportarse, tan extraordinaria y agradable en un muerto, no dejar espacio al disgusto de los ms crticos y solicitar su favor para esta obra, porque ms bien habra doble cobarda en insultar a manes tan llenos de virtud y cortesa y tan cuidados de la diversin y halago de los vivos. Pero sea de esto lo que sea, y aunque el crtico le reverencie o le muerda, creo que se ocupar de su buen humor, que ha sido lo nico de este mundo que se ha llevado al otro. Porque as, estando impasible ante todo lo dems, aunque le golpee mucho la comn maledicencia, no ha de tenerlo en nada. No es que quiera (hablando ya sin burla) imponer a todos la obligacin de juzgar como mis ojos lo hacen: s yo muy bien que nadie lee a gusto cuando se lee sin trabas de juicio. Por esto me parece bien que cada cual juzgue como le dieran a entender la flaqueza o la sabidura de su ingenio; pero a los ms generosos de stos les pido que se dejen influir por mi pensamiento generoso. Piensen ellos que no ha tenido ms fin que el de divertirles, y que por esto ha descuidado algunas partes, para las cuales, por eso mismo, debe tenerse una atencin muy despierta, pues as se le disculpar ms fcilmente su circunspeccin, lo que l por su parte deseara y yo por la ma y la de los impresores.

Quid ergo

at scriptor si peccat, idem librarius usque

quamvis est monitus, venia caret.

Yo te confieso, a pesar de todo, que si yo hubiese tenido tiempo y no hubiese previsto muy grandes dificultades, hubiera examinado la cosa de muy buen grado, de modo que te pareciera ms completa; pero he temido poner confusin o diferencias si pretenda cambiar el orden o suplir la deficiencia de algunas lagunas, mezclando mi estilo con el suyo, porque mi melancola no me permite imitar su buen humor ni seguir los hermosos arrebatos de su imaginacin, siendo como es mi alma tan estril a causa de su frialdad. Es sta una desgracia que ha ocurrido a casi todas las obras pstumas, cuando los que han querido ponerlas al da han tropezado con lagunas semejantes, con el temor (si hubiesen querido suplirlas) de no acoplar bien sus pensamientos con el del autor. As ha ocurrido con las obras de Petronio; pues a pesar de eso no dejamos de admirar sus hermosos fragmentos, como admiramos todos los restos de la Roma antigua.

Es posible, sin embargo, que sin tomar en consideracin todos estos reparos, el crtico, que nunca deja de herir soslayando el reproche que podra hacrsele si atacase a un muerto, cambiar solamente los objetos de sus recriminaciones y pretender censurarme los elogios de este libro, con el pretexto de que yo he tomado a mi cargo el cuidado de su impresin; pero de esa apreciacin suya yo apelo desde ahora ante los sabios, que siempre me excusarn la responsabilidad de los hechos ajenos, y me relevarn de la obligacin de dar explicaciones de un puro capricho de la imaginacin de mi amigo, puesto que l mismo no se hubiese cuidado de darlas ms cumplidas de lo que ordinariamente las exigen las fbulas y las novelas.

Tan slo dir, como argumento en su favor, que su quimera no est tan absolutamente desprovista de razn, ya que entre muchos hombres antepasados y modernos ha habido algunos que pensaron que la Luna era una tierra habitable y otros que realmente estaba habitada. Otros, menos osados en su juicio, que as pareca estar. Entre los primeros y los segundos, Herclito ha sostenido que era una tierra envuelta en brumas; Jenofonte, que era habitable; Anaxgoras, que tena colinas, valles, selvas, casas, ros y mares, y Luciano, que haba visto hombres con los cuales haba conversado y que haban hecho la guerra a los habitantes del Sol; y cuenta esto con menos verosimilitud y con menos gracia que monseor Bergerac. En stas seguramente los modernos aventajan a los antiguos, puesto que los gansos que condujeron a la Luna al espaol, cuyo libro apareci hace algunos aos 1, las botellas llenas de roco, los cohetes voladores y el chirrin de acero de monseor Bergerac son mquinas inventadas con ms graciosa imaginacin que el buque de que se serva Luciano para subir. Finalmente, entre los ltimos, el padre Mersenne, en el que todo el mundo que le conoci adivin igualmente la ciencia profunda y la gran piedad que tuvo, ha dudado si la Luna sera o no una Tierra a causa de las aguas que en ella vea, y pens que las que rodean a la Tierra en que vivimos podran hacer conjeturar las mismas cosas a los que estn de nosotros a una distancia de sesenta radios terrestres, como nosotros lo estamos de la Luna. Lo que puede tomarse como una especie de afirmacin, porque la duda en un hombre tan sabio se funda siempre sobre una buena razn, o, por lo menos, sobre numerosas apariencias que equivalgan a esa buena razn. Gilbert se decide ms concretamente en esta misma cuestin, pues pretende que la Luna sea una Tierra ms pequea que la nuestra, y se esfuerza en demostrarlo por las conveniencias que existen entre aqulla y sta. Enrique Leroy y Francisco Patricio son de esta opinin, y explican muy prolijamente sobre qu apariencias se fundan, sosteniendo, en fin, que nuestra Tierra y la Luna, a su vez, se sirven de lunas recprocamente.

Ya s que los peripatticos son de opinin contraria y que han sostenido que la Luna no poda ser una Tierra porque en ella no habitaban animales; que stos no hubiesen podido existir de otro modo que por generacin y corrupcin, y que la Luna es incorruptible, que siempre se ha mantenido en una situacin estable y constante y que no se ha observado en ella ningn cambio desde la gnesis del mundo hasta el presente. Pero Hevelius2 les replica que nuestra Tierra por ms corruptible que a nosotros nos parezca, no ha durado menos que la Luna, en la que pueden haberse realizado corrupciones en que nosotros no hemos reparado nunca, porque han acaecido en las ms pequeas de sus partes tan slo, y han alterado su superficie; como las que se producen en la superficie de nuestra Tierra, y que seran para nosotros imperceptibles si estuvisemos de ella tan alejados como lo estamos de la Luna. Aade otros varios razonamientos que confirma por un telescopio de su invencin con el cual l dice (y la experiencia es sencilla y familiar) que ha descubierto en la Luna que las partes ms brillantes y ms espesas, grandes y pequeas, guardan una justa proporcin con nuestros mares, nuestros ros, nuestros lagos, nuestras llanuras y montaas y nuestros bosques.

En fin, nuestro divino Gassendi, tan sabio, tan modesto y tan competente en todas estas cosas, queriendo divertirse, como creo que lo hicieron los otros, ha escrito sobre esta cuestin lo mismo que Hevelius, y aade que l cree que hay en la Luna montaas cuatro veces ms altas que el Olimpo, segn la medida de Anaxgoras; es decir, ms de cuarenta estadios, que equivalen aproximadamente a cinco millas de Italia.

Todo esto, lector, podr demostrarte cun acreedor de alabanzas es Cyrano de Bergerac, pues, aun habiendo tantos grandes hombres que opinan como l, ha tratado graciosamente una quimera que aqullos haban considerado demasiado seriamente; tambin tiene Cyrano el mrito de creer que hay que rer y dudar de todo lo que ciertas gentes aseguran con frecuencia tan grave como ridculamente. De suerte que yo le he odo decir muchas veces que l tena tantos farsantes como con Sidias topaba (Sidias, nombre de un pedante que Tefilo, en sus fragmentos cmicos, hace reir a puetazos con un joven a quien el pedante asegura que odor in pomo non erat forma, sed accidents), porque crea que se poda dar ese nombre a los que disputan con la misma testarudez cosas tan intiles.

El habernos educado juntos con un religioso del pueblo que tena pequeos alumnos pensionistas nos haba juntado en amistad desde nuestra adolescencia, y yo recuerdo la aversin que ya entonces tena por aquel padre, que le pareca la sombra de un Sidias; porque dentro de la manera de pensar que Cyrano tena le consideraba incapaz de ensearle nada. De modo que haca tan poco caso de sus lecciones y sus correcciones, que su padre, que era un buen viejo gentilhombre bastante indiferente ante la educacin de sus hijos y demasiado crdulo de sus quejas, le sac de aquella clase bastante bruscamente, y sin pensar si su hijo estara mejor en otro sitio le envi a Pars, donde le dej hasta los diecinueve aos bajo su buena fe. Esta edad, en que tan fcilmente se corrompe nuestra natural manera de ser, y la gran libertad que tena de hacer lo que le diese la gana, le arrastraron por una peligrosa pendiente en la cual me atrevera a decir que yo le detuve; porque habiendo terminado mis estudios, y queriendo mi padre que yo sirviese en la Guardia, le obligu a que entrase conmigo en la compaa de monseor de Carbon de Castel-Jaloux. Los duelos, que en aquel tiempo parecan el camino ms recto y rpido para darse a conocer, en pocos das le hicieron a l tan famoso, que los gascones, que por s solos casi formaban la totalidad de la compaa, le consideraron como el mismo demonio de la bravura y le contaban tantos combates como das tena de servicio. Todo esto, sin embargo, no le apartaba de sus estudios, y un da yo le vi en un cuerpo de guardia trabajar en una elega con la misma atencin que hubiese podido tener en el gabinete de estudios ms alejado del ruido. Algn tiempo despus asisti al cerco de Mouzon, donde recibi un sablazo en el cuerpo, y ms tarde, una estocada en la garganta, en el sitio de Arras en 1640. Pero las incomodidades que sufri en estos dos sitios, las que le causaron sus dos grandes heridas, los frecuentes combates que le daban reputacin de valiente y de diestro, y que varias veces le hicieron ser segundo (pues jams recibi una queja de su jefe), la poca esperanza que tena de ser considerado si no era por su jefe, ante cuya autoridad su genio rebelde le incapacitaba para someterse, y por fin el gran amor que tena por el estudio, le hicieron renunciar a la guerra que exige todo un hombre y que le hace tan enemigo de las letras como stas son amantes de la paz. Yo te poda contar algunos de sus combates, que no eran duelos, como aquel en el cual de cien hombres armados para insultar en pleno da a un amigo suyo en el foso de la puerta de Nesle, dos con la muerte y siete ms con grandes heridas pagaron la pena de su mal propsito. Pero aunque esto podra parecer fabuloso, a pesar de que sucedi a la vista de varias personas famosas que lo proclamaron bastante alto para impedir que nadie lo dude, creo no tener que decir ms, puesto que tan complacido estoy de la hora en que abandon a Marte para abandonarse a Minerva; quiero decir que durante ese tiempo renunci tan absolutamente a todo empleo, que el estudio fue el nico al que se consagr hasta su muerte.

Por lo dems, l no limitaba su odio a la disciplina, a la que exigen los grandes en cuya compaa nos habamos alistado; antes bien, lo extenda ms ampliamente, alcanzando hasta las cosas que le parecan contradecir los pensamientos y las opiniones, para las cuales l quera gozar de tanta libertad como para los ms indiferentes actos tena; y trataba de ridculas a ciertas gentes que, valindose de la autoridad de un pasaje bien de Aristteles o de cualquiera otro, pretenden con la misma audacia que los discpulos de Pitgoras con su magister dixit juzgar los ms graves problemas aunque las experiencias sensibles y familiares les desmientan todos los das. Y no es que le faltase la veneracin que debe tenerse por tantos y tan nobles filsofos antiguos y modernos; pero la grande diversidad de sus escuelas y la sorprendente contradiccin de sus opiniones le convencieron de que no deba poner fe en ninguno de sus partidos.

Nullius addictus jurare im verba Magistri3.

Demcrito y Pirrn le parecan, apartando a Scrates, los ms razonables filsofos de la Antigedad; y esto porque el primero haba puesto la verdad en tan oscuro lugar, que era imposible verla, y Pirrn haba sido tan generoso, que ningn sabio de su siglo le haba rendido vasallaje a sus creencias, y tan modesto, que nunca haba querido decidir nada concretamente. Aada respecto de esos sabios que muchos de nuestros modernos no le parecan sino ecos de los otros sabios, y que muchas gentes que pasan por muy doctas pareceran muy ignorantes si les hubiesen precedido otros sabios. De suerte que, cuando yo le preguntaba por qu si as pensaba lea las obras ajenas, me deca que era para conocer los robos de los otros, y que si l hubiese sido juez de esa clase de crmenes los hubiese castigado con penas ms rigurosas que las que se aplican a los grandes bandoleros de los caminos, porque siendo la gloria algo mucho ms precioso que un traje, que un caballo y que el mismo oro, los que la consiguen por libros que componen con cosas que roban de otros eran como esos bandoleros de caminos que viven a expensas de los que desvalijan, y que si cada uno hubiese procurado decir lo que no haban dicho los dems las bibliotecas hubiesen sido menos numerosas, menos incmodas, ms tiles, y la vida del hombre, aunque es muy corta, hubiese bastado para leer y saber todas las cosas buenas, y no que para encontrar una pasable es necesario leer cien mil que o no valen nada o se han ledo ya en otro sitio una multitud de veces, y adems nos hacen gastar el tiempo intil y desagradablemente.

Sin embargo, nunca censuraba totalmente una obra cuando en ella encontraba algo nuevo, porque pensaba que esto era tan til para la repblica de las letras como es til para las tierras viejas el descubrimiento de otras nuevas; y la plyade de los crticos le pareca insoportable, atribuyendo su apasionamiento para la acusacin de todo a la envidia y al despecho que sentan vindose incapaces de ninguna empresa (que siempre es laudable, aunque su virtud no responda enteramente a su empeo). Non ego paucis, deca l:

Non ego paucis

offender maculis quas aut incuria fudit

aut humana parum cavit natura4.

En efecto, si en un cuadro toleramos tantas sombras, por qu no sufrir en un libro que haya algunos pasajes menos intensos que otros, puesto que, por la regla de los contrarios, el negro sirve muchas veces para hacer que el blanco brille ms?

Sin embargo, como no tena ms que sentimientos extraordinarios, ninguna de sus obras est incluida entre las vulgares. Su Agrippine empieza, se desarrolla y termina como todava nadie intentara hacerlo. La diccin es totalmente potica, el asunto est bien escogido, los papeles son hermosos, los sentimientos romanos con todo el bro digno de tan gran nombre, el desenlace claro y tan bien practicada la regla de veinticuatro horas, que esta pieza puede pasar por un modelo de poema dramtico.

Pero lo que en l era ms admirable es que de la seriedad pasaba a las burlas con igual xito. Su comedia titulada El pedante burlado es una prueba muy decisiva y muy agradable; del mismo modo, muchas otras obras suyas, testimonio muy fiel de la universalidad de su alto espritu. Yo haba determinado unir a VIAJE A LA LUNA la Historia de la centella y La Repblica del Sol, en la que con el mismo estilo con que prob que la Luna era habitable demostraba el sentimiento de las piedras, el instinto de las plantas y el razonamiento de los brutos, y aun estaba por encima de todo esto; pero un ladrn que registr su cofre durante su enfermedad me ha privado de esta satisfaccin y a ti de acrecer tu solaz.

En fin, lector, Cyrano pas siempre por un hombre de alto y raro espritu. Y a este don la Naturaleza le aadi tan gran tesoro de buen sentido, que l someti sus instintos tanto como quiso. De manera que no bebi vino ms que alguna rara vez, porque, segn l deca, el exceso en la bebida embrutece, y haba que tener con su consumo tantas precauciones como con el del arsnico (que era con lo que l comparaba el vino), porque todo ha de temerse de tan gran veneno, sea cualquiera la forma que se le prepare; aunque no hubiera que temer sino lo que el vulgo llama quid pro quo, que siempre lo hace peligroso. No era menos moderado en el comer, pues siempre que poda rechazaba las salsas, creyendo que la vida mejor era la ms sencilla y la menos alterada, lo cual probaba con el ejemplo de los hombres modernos, que viven tan corta vida, al revs que los de los siglos primeros, que segn parece la disfrutaron tan larga por la mesura y simplicidad de su comida.

Quippe aliter tunc orbe novo coeloque recenti

vivebant homines5.

Estas dos buenas cualidades las acompaaba de un apartamiento tan grande del bello sexo, que puede decirse que nunca sali del respeto que el nuestro le debe. Y con todo esto tena tal repugnancia a todo lo que le pareca interesado, que nunca pudo saber ni averiguar qu era una privada posesin, porque todas sus cosas eran menos suyas que de los conocidos suyos que las necesitasen. Con todo esto el cielo, que no es ingrato, quiso que de un gran nmero de amigos que tuvo en vida muchos le quisieran hasta su muerte y algunos tambin ms all de este mundo.

Sospecho, lector, que tu curiosidad, en bien de su gloria y satisfaccin de mi deseo, quiere que yo consigne el nombre de esos amigos a la posteridad; y de muy buen grado acepto, porque todos los que he de citar son de extraordinario mrito, pues l supo escogerlos muy bien. Muchas razones, y principalmente la cronolgica, exigen que empiece por monseor de Prada, en el cual se igualaban el mucho saber y la bondad del corazn, y a quien su admirable Historia de Francia hizo que tan justamente se le llamase el Corneille-Tcito de los franceses. Supo estimar de tal modo las admirables cualidades del seor de Bergerac, que despus de m fue el ms antiguo de sus amigos y uno de los que se ha testimoniado con ms largueza en multitud de circunstancias. El ilustre Cavois, que muri en la batalla de Lens; el valiente Brisailles, portaestandartes de la Guardia de Su Alteza Real, fueron, adems de justos estimadores de sus heroicos actos, testigos gloriosos y fieles camaradas de algunos. Me atrevo a decir que mi hermano y el seor de Zedd, que se estimaban como valientes, y que le asistieron y fueron a su vez asistidos en algunos lances ocurridos en esa poca a gente de su oficio, comparaban su valenta a la de los ms heroicos. Y si este testimonio puede parecer parcial por lo que respecta a mi hermano, todava podra citar a un bravo de los de mayor gallarda: me refiero al seor de Duret de Monchenin, que le ha conocido y estimado muchsimo y no dejara de confirmar lo que yo sostengo. Y poda aadir el nombre del seor de Bourgogne, maestre de campo del regimiento de Infantera de Su Alteza el prncipe de Conti, puesto que l presenci el combate sobrehumano de que os habl y lo refiri juzgndolo con el adjetivo de intrpido, con el que ya siempre le llam. Lo cual no permite que quede la menor sombra de duda, por lo menos en aquellos que conocieron a monseor de Bourgogne, que era demasiado sutil para no distinguir lo que es acreedor de estimacin y lo que no lo es, y cuyo saber era universalmente tan grande, que no le permita equivocarse en cosas de esa naturaleza. El seor de Chavagne, que con tan agradable impetuosidad se adelantaba siempre a los ruegos de aquellos a quienes quiere obligar; ese ilustre consejero seor Longueville-Goutier, que tiene todas las cualidades de un hombre acabado; el seor de Saint-Gilles, en quien todo es efecto del mismo deseo de ser buen amigo, y que no es testigo pequeo de su valor y de su alma; el seor de Lignires6, cuyas producciones son efecto de un fuego perfectamente hermoso; el seor Chteaufort, en quien la memoria y el juicio son tan de admirar como la aplicacin tan dichosa que hace de toda su sabidura; el seor de Billettes, que no desconoca nada, a los veinte aos, de lo que otros tienen por mucha gloria conocer a los cincuenta; monseor de la Morlire, cuyas costumbres son tan pulcras y tan encantadora su amistad; el seor conde de Brienne, cuyo hermoso espritu tan bien responde a su alto origen, tuvieron por l toda la estima necesaria para que exista una buena amistad, de la cual se desvivieron todos ellos por darle muestras muy sealadas. Nada dir particularmente del seor abate de Villeloin porque no he tenido el honor de tratarle; pero puedo asegurar que el seor de Bergerac se haca lenguas de l y que haba recibido muchas pruebas de su gran bondad.

Debiera aadir que para complacer a sus amigos, que le aconsejaban buscar un padrino para que le apoyase en la corte, o en otra parte, venci el gran amor que tena a su libertad, y que hasta el da en que recibi en la cabeza el golpe de que os he hablado estuvo bajo los auspicios del seor duque de Arpajon, al cual dedic todas sus obras; pero como durante su enfermedad le o quejarse de abandono, no me he credo capacitado para juzgar si fue por la desdicha que tienen siempre todos los humildes y que tambin es comn a los grandes, que no recuerdan los servicios que se les presta sino cuando los reciben, o si, por el contrario, no era ms que un secreto del cielo, que, queriendo separarlo tan pronto de este mundo, quiso tambin inspirarle el escaso disgusto de abandonar lo que nos parece ms hermoso y que frecuentemente no lo es tanto como imaginamos nosotros. Sera injusto con el seor Rohaut si no aadiese su nombre a una lista tan gloriosa, puesto que este ilustre matemtico, que ha hecho tan bellos estudios de fsica, y que no es menos estimable por su bondad y su modestia que por su saber, que le coloca por encima de todos, tuvo tan ntima amistad con Bergerac y se interesaba tanto por todo lo suyo, que fue el primero en descubrir la verdadera causa de su enfermedad y en buscar cuidadosamente, con todos sus dems amigos, el medio de librarle de ella. Pero el seor de Bois-Clairs, que pone todo su herosmo hasta en los mnimos actos, crey encontrar en el seor de Bergerac una magnfica ocasin para satisfacer su generosidad, para dejar a otros la gloria, que se decidi a protegerle, y le protegi en efecto, en una ocasin tanto ms til a su amigo cuanto que el aburrimiento por su largo cautiverio le amenazaba con una pronta muerte, cuyo camino ya estaba comenzado por una fiebre violenta, triste preludio de su fin. Pero este amigo sin par interrumpi ese camino, detenindole en l durante un intervalo de catorce meses, durante los cuales le acogi en su casa; y hubiese tenido junto a la gloria que merecen tan grandes cuidados como le prodig la de conservarle la vida, si sus das no hubiesen estado contados y limitados a los treinta y cinco aos de su edad, que tuvo fin en el campo en casa del seor Cyrano un primo suyo del cual haba recibido grandes testimonios de amistad y cuyas conversaciones, tan sabias en la historia de los tiempos actuales y los viejos, le complacan sin lmite. Por un deseo muy natural de cambiar de aire, que precede a la muerte y que es un sntoma casi cierto en la mayor parte de los enfermos, se hizo llevar a casa de este primo suyo, y all, a los cinco das, entreg su alma. Creo que es reconocer al seor mariscal de Gassion parte del honor que a su memoria se debe decir que amaba a las gentes de espritu y de corazn, que de las dos cosas era l rico, y que por el relato que los seores de Cavoy y de Guigy le hicieron del seor de Bergerac quiso tenerle a su lado. Pero la libertad, de la que todava era idlatra (pues fue mucho ms tarde cuando se acogi a la proteccin del seor de Arpajon), nunca le consinti tener a este hombre sino como a un gran maestro; de suerte que prefiri no ser por l conocido y estar libre, que ser querido, pero obligado; y este mismo carcter, tan poco preocupado por la fortuna y por las gentes de su tiempo le hizo desdear varias amistades que la reverenda madre Margarita, que muy particularmente le estimaba, quera procurarle; pareca presentir que lo que en esta vida constituye nuestra felicidad no nos asegura nada la dicha de la otra. ste fue el nico pensamiento que le ocup hacia el trmino de sus das con la preocupacin que enalteci todava ms madama de Neuvillete, esta mujer tan piadosa, tan caritativa, tan para los dems, siendo a la vez toda de Dios, y de la cual tena l la honra de ser pariente por parte de la familia de los Berangers. De este modo el libertinaje, que a la mayor parte de los jvenes seduce, le pareca a l un monstruo, para el que tuvo, como puedo aseguraros, desde entonces, toda la aversin que deben tener por l los que quieran vivir cristianamente. Yo, algn tiempo antes de su muerte, present ese gran cambio, porque un da, como le reprochara la melancola que entonces demostraba en sitios donde antes acostumbraba a decir cosas regocijantes y divertidas, me contest que era porque haba empezado a conocer el mundo y se iba desengaando; que estaba ya en un estado de nimo que le haca prever que dentro de poco el da ltimo de su vida sealara el final de sus desgracias, y que realmente su ms grande disgusto era no haberla empleado con ms provecho:

Jam juvenem vides;

me deca,

instet cum serior aetas

moerentem stultos praeteriisse dies.

Y, en verdad aada, creo que Tibulo profetizaba mi estado cuando hablaba as, pues nadie sinti tanto como yo haber pasado tan intilmente das tan gustosos.

T, lector, debes perdonarme esta digresin, y si me extend tanto sobre el mrito de un amigo, su muerte me disculpa de la que hubiese tenido por ser un vano adulador, aunque estas cosas no creo que dejen de gustar jams. Y ahora, para proseguir la cita de las autoridades en las que se ha fundado, te dir que el demonio, del cual se hizo acompaar tan provechosamente en la Luna, no es nada inaudito, puesto que Tales y Herclito han dicho que el mundo estaba lleno de esos seres. Adems, lo abona as lo que se ha publicado de Scrates, de Din, de Bruto y de tantos ms: la pluralidad de mundos, de la que tambin nos habla, est confirmada por la opinin de Demcrito, que la ha sostenido; as como lo que dice del infinito y de los minsculos cuerpos o tomos, de los que han hablado, despus que este filsofo, Epicuro y Lucrecio.

El movimiento que atribuye a la Tierra no es tampoco nuevo, puesto que Pitgoras, Filolao y Aristarco sostuvieron antes que giraba en torno del Sol, que situaban en el centro del mundo. Lisipo y varios ms han dicho aproximadamente lo mismo; pero Coprnico, en el siglo pasado, ha sido quien ms altamente lo ha proclamado, puesto que ha cambiado el sistema de Tolomeo, antes seguido por todos los astrnomos, que ahora, en su mayor parte, aprueban el de Coprnico, ms simple y ms fcil, ya que sita el Sol en el centro del mundo y la Tierra entre los planetas, en el sitio en que Tolomeo daba el Sol; es decir, que hace girar en torno del Sol a la esfera de Mercurio, despus a la de Venus, despus la de la Tierra, al borde de la cual sita un epiciclo, sobre el cual hace girar a la Luna en torno de la Tierra y acabar esa revolucin en veintisiete das, a ms de la que le hace dar en torno al Sol, durante un ao.

Por su otra parte, lector, he de confesarte que ese cambio me es indiferente, porque yo no s nada de esas ciencias, que son demasiado abstractas para m; y te aseguro que todo lo que yo s no es ms que algo de lo que recuerdo de alguna lectura de obras sobre este tema. Por esto declaro que con lo que he dicho de Coprnico no he querido ofender a Tolomeo. Me basta que Coeli enarrant gloriam Dei, y que su admirable estructura me prueba que no son obra del hombre. Por ms que Tolomeo diga lo contrario, son lo mismo que siempre fueron; y sea el que fuere el cambio que Coprnico aportase han permanecido en el mismo sitio y con la misma funcin que les dio el Ser Supremo, que puede cambiarlo todo sin l cambiar.

Al principio de este discurso he dicho lo que me haba decidido a desarrollarle; a continuacin podr saberse cmo y por qu he citado a todos esos sabios. Yo te ruego, lector, que te acuerdes, para justificar la poca o ninguna diferencia que yo tengo para las invenciones ajenas, en lo que puedan alterar la verdad de mi creencia.

HISTORIA CMICA O VIAJE A LA LUNA

Estaba la Luna en el lleno y el cielo despejado, y ya haban sonado las nueve de la noche cuando, regresando de Clamart1 , cerca de Pars (cuyo actual mayorazgo, el seor Cuigy, nos haba obsequiado a mis amigos y a m), los mltiples pensamientos que esa bola de azafrn nos sugiri fue divirtindonos durante nuestro caminar; porque con los ojos anegados en ese gran astro, ya lo consideraba alguien como una buhardilla del cielo; ya otros aseguraban que era la plancha con que Diana saca brillo a la pechera de Apolo, y otros crean que bien podra ser el Sol, que habindose despojado de sus rayos por la tarde miraba por un agujero lo que pasaba en el mundo cuando l no estaba alumbrndolo. Y a m les dije yo, que me complace unir mis entusiasmos con los vuestros, me parece, sin que me seduzcan vuestras agudas hiptesis, con las que pretendis distraer al tiempo para que pase ms de prisa, me parece, os digo, que la Luna es un mundo como este vuestro, y que a su vez la Tierra sirve de Luna a esa que veis vosotros.

Algunos de mis compaeros soltaron una gran carcajada cuando yo hube dicho tales razones. Puede ser les repliqu yo que en la Luna haya tambin algunos que en este momento se estn burlando de cualquiera que afirme que este globo nuestro es un mundo. Pero por ms que les quise convencer de que esa opinin ma era la de muchos grandes hombres, no consegu que dejasen de rer, como lo estaban haciendo de muy buena gana.

No obstante, este pensamiento, cuya audacia agitaba mi espritu, afirmada por la contradiccin de los otros, se fue afincando tanto en mi nimo, que ya durante el resto del camino me qued embarazado con mil definiciones de la Luna que no poda alumbrar; de suerte que, a fuerza de apoyar esta creencia burlesca con argumentos casi serios, ya faltaba poco para que yo me desdijese, cuando el milagro o la casualidad, la Providencia, la fortuna, o quiz lo que comnmente se llama visin, ficcin o quimera, o locura si se quiere, me suministr la ocasin que me inclin a esta idea. Cuando llegu a mi casa, sub a mi estudio y encontr sobre la mesa un libro abierto que yo no haba dejado all. Era el de Cardan 2, y aunque no tuviese el propsito de leer, dej caer los ojos, como si fuese por fuerza, sobre una historia de este filsofo que dice que estudiando una tarde a la luz de una candela vio entrar, filtrndose por las puertas cerradas, a dos grandes ancianos, los cuales, despus de muchas preguntas que l les hizo, contestaron que eran habitantes de la Luna, y desaparecieron en diciendo esto. Me qued tan sorprendido al ver un libro que haba llegado hasta mi mesa l solo, sin que nadie lo dejara all, y al ver que adems se haba abierto en aquella ocasin y precisamente por aquella pgina, que tom todos estos incidentes encadenados como una inspiracin que me obligaba a dar a conocer a los hombres que la Luna es un mundo. Cmo me deca yo a m mismo, despus de estar hablando todo el da de una cosa, un libro que acaso es el nico en el mundo donde estas materias se tratan tan detalladamente vuela de mi biblioteca a mi mesa, para abrirse precisamente por las pginas de tan inaudita aventura, y arrastra a mis ojos, como una fuerza secreta, hasta l, y luego suministra a mi fantasa las reflexiones y a mi voluntad los propsitos que yo he formado! Sin duda continu dicindome a m mismo los dos viejos que se aparecieron al gran Cardan no eran otros que los que han cogido mi libro y lo han dejado en mi mesa abierto por esas pginas para ahorrarse conmigo la arenga que a Cardan le hicieron. Pero pensaba yo no sabr resolver esta duda si no subo hasta all? Y por qu no? me replico luego. Prometeo en otro tiempo fue al cielo y rob el fuego. Acaso yo soy menos osado que l? Y tengo motivos para no confiar en un xito tan favorable como el suyo?

A estas humoradas que acaso llamis exceso de delirio febril, sucedi la esperanza de realizar un viaje tan encantador. Y alentado por esa esperanza me encerr en una casa de campo bastante solitaria, donde despus de halagar mis sueos con algunos medios proporcionados a mi intento, he aqu cmo consegu subir al cielo.

En torno a mi cuerpo me haba atado bastantes frascos llenos de roco, sobre los cuales el Sol proyectaba tan ardientemente sus rayos, que su calor, que los atraa como hace con las ms grandes nubes, me levant a tan grande altura, que por fin llegu a encontrarme por encima de la primera regin. Pero como esa atraccin me elevaba demasiado rpidamente, y como en vez de aproximarme a la Luna, como era mi deseo, todava me pareca estar ms lejos de ella que al principio, fui rompiendo algunos de mis frascos hasta que observ que mi peso sobrepujaba la atraccin del calor e iba descendiendo sobre la Tierra. No fue falsa mi opinin, puesto que en aqulla me encontr poco tiempo despus. Teniendo en cuenta la hora en que haba salido, ya deba de estar mediada la noche. Sin embargo, vi que el Sol estaba en lo ms alto del horizonte, y que era medioda. A vosotros dejo el pensar cul no sera mi asombro: y fue tan fcil este asombro, tuve la insolencia de imaginar que, como premio a mi atrevimiento, Dios, por una vez ms, haba detenido el curso del Sol a fin de alumbrar una empresa tan generosa. Todava acreci mi atrevimiento el no conocer el pas donde me encontraba, puesto que, segn yo crea, habiendo ascendido derechamente debiera haber descendido al sitio mismo de mi partida. Y tal como estaba equipado encamin mis pasos hacia una especie de choza en la que apercib humo; y ya estaba de ella a un trecho de pistola cuando me vi rodeado por una cantidad numerosa de hombres completamente desnudos. Mucho parecieron espantarse de mi presencia, pues, a lo que yo creo, era yo el primer hombre que ellos viesen vestido de botellas. Y para alterar todava ms todos los pensamientos que ellos pudiesen tener acerca de este hbito mo, todava estaba el ver que al andar apenas si tocaba yo en el suelo; tampoco imaginaban ellos que a la menor inclinacin que yo diese a mi cuerpo el ardor de los rayos del Sol me levantara con mi roco y que, aunque ya mis frascos no eran muchos, probablemente ante su vista me hubiesen levantado por el aire. Quise yo abordarles; pero como si su temor les hubiese cambiado en pjaros, vi cmo en un instante se perdan por la prxima selva. An pude coger a uno cuyas piernas sin duda le haban traicionado el corazn. A ste le pregunt (con bastante esfuerzo porque estaba yo lleno de ahogo) cunto haba desde all hasta Pars, cmo y desde cundo iba la gente en Francia desnuda de aquel modo y por qu huan ellos de m con tanto espanto. Este hombre, con el cual yo hablaba, era un anciano aceitunado que muy temeroso se hinc en seguida de hinojos ante m y juntando las manos hacia lo alto por detrs de su cabeza qued con la boca abierta y cerr los ojos. Largo tiempo estuvo murmurando entre dientes sin que yo pudiese entender nada de lo que deca; as que di en pensar que su lenguaje era tan slo el ceceo gutural de un mudo.

Al poco tiempo de esto vi llegar una compaa de soldados a cajas batientes y observ que dos de ellos se separaban de sus filas y se dirigan hacia m; y as que estuvieron lo bastante cerca para or mis razones, con las mejores que yo pude les pregunt dnde estaba. A las cuales ellos me respondieron: Estis en Francia; pero quin ha sido el diablo que en ese estado os ha puesto y cmo es que nosotros no os conocemos? Es que han llegado ya las naves? Vais a dar aviso de ello al seor gobernador? Y por qu razn habis repartido vuestro aguardiente en tantas y tantas botellas?.

A todo esto yo les repliqu que no era el diablo quien en tal estado me haba puesto; que si no me conocan no era cosa de extraar, pues no podan ellos conocer a todos los hombres; que no saba yo que el Sena condujese naves a Pars; que no tena ningn aviso que dar al seor mariscal del Hospital3, y que no llevaba nada de aguardiente en mis botellas. Bah!, bah! me dijeron ellos, cogindome por un brazo. Os hacis el valiente? Pues si nosotros no os conocemos, ya os reconocer el seor gobernador. Me llevaron hacia sus filas y en ellas me di cuenta de que realmente estaba en Francia, pero en la Nueva4; de manera que al poco tiempo de todo esto fui presentado al virrey, que me pregunt cul era mi pas, cmo me llamaba y quin era; y as que yo le hube dado respuesta contndole la agradable aventura de mi viaje, sea que lo crey, sea que fingi creerlo, tuvo la bondad de dar el encargo de que me aparejasen una habitacin en su vivienda. Fue una gran dicha para m encontrar un hombre con tan altas opiniones y que no se extraase cuando yo le dije que era necesario que la Tierra hubiese girado durante mi ascensin, puesto que, habiendo comenzado a elevarme a dos leguas de Pars, haba cado, siguiendo una lnea casi perpendicular, en las tierras de Canad.

Por la noche, cuando ya iba yo a acostarme, entr l en mi habitacin y me dijo: Nunca hubiese entrado yo a interrumpir vuestro descanso si no hubiera pensado que una persona que ha podido encontrar el secreto de andar tan largo camino en media jornada no posea tambin el de no cansarse. Pero no sabis aadi la divertida disputa que por vuestra causa acabo de mantener con nuestros padres. Creen ellos firmemente que con seguridad sois vos un mago. Y la mayor gracia que vos podrais obtener de ellos es que solamente os tuviesen por impostor. Porque, en verdad, ese movimiento que vos atribus a la Tierra es una paradoja bastante delicada; en cuanto a m, con franqueza os digo que lo que me impide que totalmente comulgue con vuestra opinin es el que, aunque ayer salieseis de vuestro pas, podis haber llegado hoy a esta tierra sin que nuestro mundo haya girado; porque si el Sol os levant merced a vuestras botellas, no os debi conducir hasta aqu, ya que, segn Tolomeo y los filsofos modernos, anda ese astro a la par que, segn vos decs, anda la Tierra. Y, por otra parte, qu grande probabilidad habis visto vos para figuraros que el Sol permanezca inmvil, siendo as que todos le vemos andar? Y qu apariencia os afirma el que la Tierra gira tan rpidamente, sintindola nosotros bajo nuestros pies tan firme como la sentimos? Seor le repliqu yo, stas son las razones que aproximadamente nos obligan a prejuzgarlo de tal manera. En primer lugar, es de sentido comn el creer que el Sol se ha afirmado en el centro del universo, puesto que todos los cuerpos que en la Naturaleza viven necesitan de ese fuego radical, que habita en el corazn de este reino para poder satisfacer prontamente la necesidad de cada una de sus partes, y por la causa de las generaciones es de razn que est situada en el medio de todos los cuerpos para obrar sobre ellos con igualdad y ms facilidad; del mismo modo la Naturaleza ha colocado sabiamente las partes genitales del hombre, las pepitas en el centro de las manzanas y todos los huesos en el corazn de la fruta a que pertenecen. Y, del mismo modo, la cebolla conserva al abrigo de cien telas que la envuelven el preciado germen del cual diez millones ms han de ir sacando su vida; porque este fruto por s solo es ya un pequeo universo cuya semilla, ms abrigada que las otras partes, es el Sol que a su alrededor esparce toda su tibieza conservadora de su globo; y ese germen, en esta metfora, es el sol diminuto de ese mnimo mundo que lo calienta nutriendo la vida vegetal de su pequea masa. Y admitido esto, digo yo que la Tierra, teniendo necesidad de la luz, del calor y de la influencia de este gran fuego, va girando en torno de l para recibir por igual en todas sus partes esa virtud que la conserva. Porque sera tan ridculo creer que este grande cuerpo luminoso giraba en torno de cualquier otro punto, como pensar, cuando vemos una alondra asada, que para as condimentarla ha sido necesario hacer girar la lumbre en torno de ella. Por otra parte, si fuese el Sol quien tuviera que hacer ese giro, parecera que la droga necesitaba del enfermo, que el fuerte haba de plegarse al dbil, el magnate servir al humilde y que en lugar de que un barco fuese siguiendo las costas de una provincia fuera la provincia la que girara en torno del barco. Porque si os cuesta trabajo comprender cmo una masa tan pesada puede moverse, decidme, si os place, si los astros y los cielos que vos imaginis tan slidos, son acaso menos pesados? Y an nos es ms fcil a nosotros, que estamos convencidos de la redondez de la Tierra, deducir de su figura la facilidad de su movimiento. Pero por qu suponer al cielo redondo tambin, puesto que no podrais asegurarlo y puesto que entre todos los cuerpos tan slo los que poseen figura esfrica pueden moverse? No es que os reproche vuestras coordenadas, ni vuestros epiciclos, que no podrais vos explicarme claramente y a los cuales yo excluyo de mi sistema. Hablemos, pues, solamente de las causas naturales de este movimiento. Por ventura estis vos obligado a recurrir a las fuerzas que mueven y gobiernan vuestros mundos? Pero yo sin interrumpir el reposo del Ser Soberano, que sin duda ha creado la Naturaleza hacindola perfecta y de cuya sabidura es de esperar que la haya dejado bien acabada, de tal suerte que habindola creado para una cosa, para otra cualquiera no la haya hecho defectuosa; pero yo, deca, afirmo que los rayos del Sol con su influencia y actuando sobre su superficie hacen girar a la Tierra al moverla, como nosotros hacemos girar una esfera golpendola con la mano, o tambin como los humos que evaporndose constantemente de su seno, por el lado que el Sol la mira, repercutidos por el fro de la regin media, redundan encima, y necesariamente, como no la puede empujar ms que sesgadamente, la hace as piruetear. La explicacin de los otros dos movimientos todava es menos embrollada. Imaginaos un poco si os place... En diciendo estas palabras el virrey me interrumpi: Prefiero disculparos de esa molestia: precisamente yo he ledo sobre esta materia algunos libros de Gassendi. Mas ahora veris lo que me contest un da uno de nuestros Padres, que defenda vuestra opinin: "En efecto deca l, yo me imagino que la Tierra gira, no por las razones que alega Coprnico, sino porque estando el fuego del infierno encerrado en el centro de la Tierra, los condenados, al querer huir del ardor de su llama, empujan contra su bveda para librarse de l, y de este modo hacen girar la Tierra como un perro hace girar a una cuba cuando corre encerrado dentro de ella."

Juntos alabamos algn tiempo este pensamiento como una simple ingeniosidad de este buen padre, y finalmente el virrey me dijo que l se extraaba muchsimo de que siendo el sistema de Tolomeo tan poco probable fuese por todos tan bien acogido. Seor le contesto yo, la mayor parte de los hombres que para juzgar suelen guiarse tan slo de sus sentidos se han dejado persuadir por los ojos, y as como el que va en un buque navegando a lo largo de la costa cree que no es el buque el que anda, sino sta, as los hombres al girar con la Tierra en torno del cielo, han credo que era ste el que giraba en torno de ellos. Aadid a esto el orgullo insoportable de los hombres que estn persuadidos de que la Naturaleza ha sido hecha tan slo para ellos, como si fuese posible que el Sol, un gran cuerpo cuatrocientas treinta y cuatro veces ms grande que la Tierra, no se hubiese encendido para otra cosa sino para madurar sus nsperos y sazonar sus coles. Segn yo creo, nada dispuesto a tolerar sus insolencias, los planetas son mundos situados en torno del Sol, y las estrellas fijas, a su vez, son otros soles que tienen planetas en torno de ellos, es decir, mundos que nosotros no vemos porque su luz reflejada no podra llegar hasta nosotros. Porque cmo si no, de buena fe, podramos imaginar que esos globos tan espaciosos fuesen tan slo campos desiertos y que en cambio el nuestro, slo porque nosotros vivimos en l, haya sido creado para una docena de gentecillas soberbias? Pues qu! Porque el Sol acompasa nuestros das y nuestros aos, slo por eso ya vamos a pensar que ha sido creado para que su luz impida que vayamos dndonos de cabezadas contra las paredes? No, no; si este Dios visible alumbra al hombre no es sino por accidente, como la antorcha del rey, tambin por accidente, alumbra al esbirro que pasa por la calle. Pero me replic l, si, como vos afirmis, las estrellas fijas son otros tantos soles, podra de ello deducirse que el mundo era infinito, puesto que es verosmil que los pueblos de ese mundo que estn alrededor de una estrella fija que vos suponis un sol, descubran adems otras estrellas fijas que nosotros no podramos descubrir desde aqu, y as se seguira hasta el infinito. No lo dudis respond yo; as como Dios ha podido hacer inmortal el alma, ha podido hacer infinito el mundo, suponiendo que sea verdad que la eternidad es tan slo una permanencia sin interrupcin y el infinito una extensin sin lmites. Por otra parte, Dios, a su vez, sera finito si se supusiese que el mundo no era infinito, puesto que no podra ser o no habra nada, y puesto que l no podra acrecer el tamao del mundo sin aadir algo tambin a su propia extensin, empezando por estar all en donde antes no estaba. Es, pues, preciso creer que as como nosotros desde aqu vemos a Saturno y a Jpiter, as tambin, si estuvisemos en alguno de estos dos mundos, descubriramos muchos otros ms que ahora no vemos, pues el universo hasta el infinito est de este modo constituido.

Pobre de m me replic l; por ms que decs, no puedo comprender del todo ese infinito de que hablis. Ah! le dije yo, decidme si acaso comprendis mejor la nada que hay ms all de l. Tampoco. Porque cuando pensis en esa nada os la imaginaris, por lo menos, como viento o como aire, y eso ya es alguna cosa; pero el infinito, si no podis comprenderlo en su universalidad, al menos lo concebs por partes, puesto que no es difcil imaginar ms all de la porcin de tierra o de aire que nosotros vemos, fuego, otro aire y otra tierra. Por lo dems, el infinito no es otra cosa que un tejido sin lmites de todo esto. Ahora bien: si me preguntis de qu modo han sido hechos todos estos mundos, siendo as que la Santa Escritura habla tan slo de uno, que cre Dios, yo os contestar que no puedo discutir sobre este punto, porque si me obligis a daros razones de lo que slo mi imaginacin las tiene, con esa demanda me dejis sin palabras si no son las que necesito para confesaros que mi razonamiento en esta clase de problemas siempre dar preferencia a mi fe. l me dijo que realmente su pregunta era censurable y que volviese yo a desenvolver mi idea. De suerte aad yo entonces, que todos estos otros mundos que no se ven o que tan slo se distinguen confusamente no son ms que la espuma de los soles que se purgan. Porque, cmo podran existir esos grandes fuegos si no estuviesen ligados a alguna materia que los nutriese? Por tanto, as como el fuego expulsa de su seno la ceniza que ahoga su llama, del mismo modo que el oro en su crisol se desprende, para purificarse, de la marcasita que debilita su quilate, y como nuestro corazn se desprende por medio del vmito de los humores indigestos que lo emponzoan, as estos soles se limpian todos los das purgndose de los restos de las materias que estorban su fuego. Pero cuando ya hayan consumido esta materia que les mantiene, no dudis que se extendern dilatndose por todas partes para buscar otro pasto, y que se unan a todos los mundos que hayan creado otras veces y principalmente a los que encuentren ms cercanos; entonces estos grandes fuegos, rebullendo todos los cuerpos, los irn rechazando confusamente de todas partes como antes, y habindose purificado poco a poco empezarn a servir de soles a otros pequeos mundos que engendrarn, empujndolos ms all de sus esferas. Esto es, sin duda, lo que ha hecho que los pitagricos predijeran la atraccin universal. No es esto una fantasa ridcula. La Nueva Francia, en cuyas tierras ahora estamos, es un elemento convincente. Este vasto continente de Amrica es una mitad de la Tierra que, a pesar de nuestros predecesores que mil veces haban atravesado el Ocano, an no haba sido descubierta, y antes, hasta puede afirmarse que no exista, como muchas islas, pennsulas y montaas que se han erguido sobre nuestro planeta cuando las herrumbres del Sol por l eliminadas han sido lanzadas bastante lejos y condensadas en masas bastante pesadas para ser atradas hacia el centro de nuestro mundo, acaso en pequeas partculas, o tal vez, de pronto, en grandes masas. No es esto muy absurdo, y quiz san Agustn lo hubiese realizado en su tiempo, ya que este grande personaje, cuyo genio con tan luminoso fuego estaba encendido, asegura que en su tiempo la Tierra era achatada como un horno y que nadaba sobre las aguas como una media naranja. Pero si alguna vez tengo yo el honor de veros en Francia os har notar, por medio de un excelente anteojo, que ciertas oscuridades que desde aqu parecen sombras son mundos que se estn formando.

Mis ojos, que al acabar estas palabras ya se me iban cerrando, obligaron a salir al virrey. El da siguiente y otros sucesivos los pasamos en semejantes razones. Pero como algn tiempo despus las vicisitudes de los asuntos de la provincia suspendieron nuestra filosofa, otra vez volv con el mayor empeo a mi deseo de subir a la Luna.

Tan pronto como sta amaneca yo me iba por los bosques soando en la realizacin y el xito de mi empresa, y por fin en vsperas de san Juan, mientras todos estaban en el fuerte reunidos en consejo para determinar si se prestaran socorros a los salvajes del pas en sus luchas contra los iroqueses, yo me fui solo por las espaldas de nuestra casa hasta la cima de una montaa no muy grande, donde veris lo que me sucedi. Haba construido yo una mquina y crea que sera capaz para elevarme todo lo que yo quisiera, porque, no faltndole nada de lo que yo pensaba que era necesario, me sent dentro de ella y me precipit en el aire desde la cima de una roca; pero por no haber calculado bien las medidas me ca rudamente en el valle. Y aunque haba quedado muy maltrecho, me volv a mi cuarto y sin encogrseme el nimo, con algo de medula de buey me unt el cuerpo desde la cabeza hasta los pies, pues todo l lo tena quebrantado. Y as que me tom una botella de esencia cordial para fortificarme el corazn, volv en busca de mi mquina; pero ya no la hall, pues ciertos soldados que haban sido enviados al bosque a cortar lea para encender las hogueras de san Juan, como toparan con ella casualmente, la haban llevado al fuerte, en donde tras algunas explicaciones de lo que pudiera ser, y habiendo descubierto el mecanismo del resorte, algunos dijeron que haba que atarles muchos cohetes voladores, porque habindoles levantado muy alto, con su rapidez y agitando el resorte de sus grandes alas, nadie dejara de tomar esta mquina por un dragn de fuego. Yo estuve buscndola mucho tiempo y la encontr por fin en medio de la plaza de Quebec, cuando ya iban a prenderle fuego. Y tan grande fue mi dolor al ver en considerable peligro la obra de mis manos que fui corriendo a coger el brazo del soldado que encenda el fuego. Le arranqu la mecha y frenticamente me met en mi mquina para romper el artificio de que la haban rodeado. Pero ya llegu tarde, porque apenas hube metido los pies fui elevado hacia las nubes. El horror que me invadi no me constern tanto ni alter mis facultades hasta el punto de que no pueda acordarme de todo lo que en aquel momento me sucedi. Porque en el mismo instante en que la llama devor parte de los cohetes que estaban dispuestos en grupos de seis por medio de una atadura que reuna cada media docena, otros seis se encendieron y luego otros seis, de tal modo que el salitre, al encenderse, al mismo tiempo que acreca el peligro, lo alejaba. Sin embargo, cuando ya estuvieron consumidos todos los cohetes, el artificio falt, y cuando ya soaba yo dejarme la cabeza pegada a cualquier montaa, sent sin moverme casi que mi elevacin continuaba y que libertndose de m la mquina, volva a caer sobre la Tierra. Esta aventura tan extraordinaria me ensanch el corazn con una alegra tan poco comn, que, transportado por verme fuera de un peligro seguro, tuve el atrevimiento de filosofar sobre esto, y buscando con la razn y con los ojos cul pudiera ser la causa, advert que mi carne estaba hinchada y todava grasienta con la grasa de la medula que yo me haba untado en las contusiones de mi porrazo; entonces me di cuenta de que como iba descendiendo y como la Luna durante este cuadrante haba tenido costumbre de sorber la medula de los animales, se beba la que yo me haba untado, con tanta fuerza como era menor la distancia que de m la separaba, y que no debilitaba en su vigor la interposicin de nube alguna.

Cuando ya hube atravesado, segn el clculo que yo me hice despus, mucho ms de las tres cuartas partes del camino que separa la Luna de la Tierra, me vi de pronto dar con los pies en alto, y esto sin que me cayese de ninguna manera, y no me hubiese dado cuenta de ello, seguramente, si no hubiera notado gravitar sobre mi cabeza la carga pesada de mi cuerpo. Yo me daba muy buena cuenta de que no caa hacia la Tierra, porque aunque me encontrase entre dos lunas y aunque notase perfectamente que a medida que me acercaba a una de ellas me alejaba de la otra, estaba convencido de que la ms grande era nuestro planeta, porque como al cabo de uno o dos das de viaje las refracciones alejadas del Sol venan a confundir la diversidad de los cuerpos y de los climas, se me apareca ya solamente como una gran placa de oro. Esto me hizo pensar que iba dirigindome hacia la Luna, y me confirm en esta opinin cuando record que haba empezado a caer a las tres cuartas partes de mi camino, porque, me deca yo para mis adentros, como esta masa es menor que la nuestra, es lgico tambin que su esfera de actividad sea de menos extensin y que, por consiguiente, haya sentido ms tarde la fuerza de su centro.

En fin, despus de haber gastado mucho tiempo en caer (a lo que yo imagino, porque la violencia del precipicio no me permiti observarlo bien), de lo ms remoto de que me acuerdo es que me encontr con un rbol enredado entre tres o cuatro ramas bastante gruesas que yo haba roto al caer y con la cara mojada por los surcos de una manzana que se me haba reventado encima.

Por fortuna, este paraje era como bien pronto sabris...

As podris imaginar que sin la circunstancia de este azar ya hubiese perecido mil veces. Frecuentemente he reflexionado sobre la vulgar creencia de que al caer de un sitio muy alto antes de llegar a la Tierra se ha perecido ahogado; y del hecho de mi aventura he deducido que miente esta vulgar creencia, o bien que el jugo enrgico de aquella fruta, que lo fue destilando en mi boca, llamara otra vez a mi alma a lo interno de mi cadver todava tibio y dispuesto para las funciones de la vida. En efecto: tan pronto como estuve en tierra se me fue el dolor del cuerpo antes que de mi memoria saliese; y el hambre que durante mi viaje haba dado mucho que hacer a mi deseo, slo me dej en lugar suyo un recuerdo vago de haberlo perdido.

Tan pronto como me levant y vi el ms grande de los cuatro ros que forman un lago al reunirse, el espritu o el alma invisible de los simples que se exhalan sobre esta comarca vino a dar contento a mi olfato, y me apercib de que los guijarros no eran duros ni toscos, sino que parecan tener la solicitud de ablandarse cuando por encima de ellos se caminaba. Vi despus una estrella de cinco puntas de las cuales nacan unos rboles que por su altura enorme parecan levantar hasta el cielo la meseta de una alta montaa. Y pasando mis ojos por ellos desde la raz hasta el vrtice de su copa y precipitndolos luego desde lo ms alto hasta la raz, dudaba si la Tierra era la que lo soportaba, o si eran ellos los que llevaban la Tierra colgada de sus races; su frente soberbiamente erguida pareca tambin plegarse como obligada por fuerza sobre la pesadez de los globos celestes, cuya carga pareca que gimiendo soportaban; sus brazos tendidos hacia el cielo acreditaban, abrazndolo, pedir a los astros la benignidad ntimamente pura de sus influencias y recibirlos cuando todava no perdieron su inocencia en el lecho de los elementos. Por doquiera las flores aqu, sin los cuidados de otro jardinero que la libre Naturaleza, con tal dulce aliento respiran, que aun siendo salvajes despiertan y halagan el sentido; aqu el arrebol de una rosa sobre el escaramujo y el azul clarsimo de una violeta sobre el csped no dejan libertad a la que tienen los sentidos para escoger, y de tal modo rivalizan en belleza, que no se sabe cul de ellas es la ms hermosa; aqu la primavera ordena todas las estaciones; aqu no crece planta venenosa sin que luego perezca en castigo a la traicin que hizo al prado; aqu los riachuelos suavemente murmurando cuentan a los guijarros el viaje de su cristal; aqu mil pequeas gargantas de pluma hacen sonoro el bosque con el ruido de sus melodiosos cantos; y la trinadora asamblea de estos msicos divinos y tan numerosa, que en este bosque cada hoja parece convertirse en el pico y la figura de un ruiseor; y hasta el mismo eco, tanto contento recibe con sus canciones, que al or cmo las repite pudiera pensarse que quera aprendrselas de memoria. Al lado de estos bosques se ven dos praderas cuyo gay verdor continuo ofrece a los ojos una esmeralda infinita. La confusa mezcla de colores con que la primavera adorna a cien flores diminutas, funde todos los matices entre s con tan agradable confusin, que no se sabe si estas flores, cuando un dulce cfiro las mueve, corren para huirse unas a las otras o lo hacen esquivando las caricias del viento que las agita. Muchas veces se creera que esta pradera es un ocano, porque, como el mar, no ofrece a la vista lmite; de manera que mis ojos, asombrados de haberla recorrido hasta tan lejos sin descubrir su lmite, condujeron hacia l mi entendimiento; y con ste, pensando si aquel lmite sera la extremidad del mundo, quera persuadirse de que tan encantadores sitios acaso haban obligado al cielo a unirse con la Tierra. En medio de un tapiz tan vasto y tan risueo corre a borbotones la plata de una rstica fuente, que corona sus bordes con un csped esmaltado de francesillas y de otras cien humildes flores que parecen apretarse para ver cul de ellas se mirar primero en el cristal de la fuente; sta todava est en su cuna, pues no ha hecho ms que nacer, y su rostro joven todava no lo cruza ni un solo pliegue. Las grandes ondas que esparce y que vuelven mil veces a su seno muestran con cunto disgusto sale esta agua de la tierra en que nace; y como si estuviese vergonzosa de sentirse acariciada tan cerca de su madre, rechaz murmurando a mi mano que la quera tocar. Los animales que hasta su borde venan para satisfacer la sed, ms razonables que los de nuestro mundo, mostraban quedarse suspensos al contemplar la luz de pleno da en el horizonte, mientras vea el Sol en los antpodas, y no osaban inclinarse hacia su borde temerosos de anegarse dentro del cielo falso de la fuente.

He de confesaros que al ver tan bellas cosas me sent estremecido por esos gratos dolores que, segn se dice, siente el embrin al infundrsele el alma. Mi piel vieja se me cay y me brot otra nueva, con otro pelo ms espeso y ms suelto. Sent que mi juventud se encenda con una nueva llama y la cara se me tornaba bermeja y un tibio calor se mezclaba dulcemente a mi nativa frialdad, de modo que volva hacia mi juventud quitndome lo menos catorce aos.

Habra andado una media legua a travs de un bosque de jazmines y de mirtos, cuando vi tendido en la sombra algo que se mova, y reparando en ello observ que era un adolescente cuya majestuosa belleza casi me impuls a la adoracin. Para impedrmela se levant l: No es a m me dijo, sino a Dios a quien t debes tus humildades!. Reparad le dije yo que soy un hombre asombrado por tantos milagros y que no sabe ya a quin tributar sus adoraciones, porque vengo de un mundo que seguramente vos creis que es una luna, y cuando creo hallarme en otro que tambin es llamado Luna por mi pas, me encuentro de pronto como en el paraso y a los pies de un Dios que no quiere ser adorado. Quitando lo del nombre de Dios me replic l, de quien yo no soy sino una criatura, verdad es la que decs; esta tierra es la Luna, la misma Luna que vosotros veis desde vuestro planeta; y este sitio por el que ahora andis... Ahora bien: en aquel tiempo la imaginacin del hombre era tan fuerte porque an por nada haba sido corrompida: ni por los libertinajes, ni por la crudeza de los condimentos, ni por la alteracin de las enfermedades, que estando excitado por el violento deseo de abordar este asilo, y como el cuerpo se tornase ligero por el fuego de este entusiasmo, fue hasta aqu elevado del mismo modo que algunos filsofos que estaban con su imaginacin muy atrada por algn pensamiento han sido transportados a etreas regiones por entusiasmos que vosotros llamis xtasis... 5. Que la poca firmeza de su sexo haca ms dbil y menos tibia, no hubiese tenido, sin duda, el ingenio bastante vigoroso para vencer con la moderacin de su voluntad el peso de la materia, sino porque tena muy poca... La simpata, cuya mitad estaba todava ligada a su todo, la llev hacia l a medida que ascenda, del mismo modo que el mbar sigue a la paja y como el imn vuelve al punto de atraccin del cual se le separ, y atrajo esta parte de l mismo como el mar atrae a los ros que salen de l. Y cuando llegaron a vuestra Tierra se instalaron entre la Mesopotamia y la Arabia; algunos pueblos le han conocido con el nombre de... y otros con el de Prometeo, que los poetas supieron que haba robado el fuego del cielo porque a sus descendientes los engendr provistos de un alma tan perfecta como la que l posea.

De este modo, para habitar nuestro mundo, ese hombre dej desierto este planeta; pero no quiso el Todopoderoso que una estancia tan dichosa quedase sin habitar: pocos siglos despus permiti... Aburrido de la compaa de los hombres, cuya inocencia se corrompa, sinti deseos de abandonarlos... Este personaje no juzg segura retirada contra la ambicin de sus parientes, que ya se disponan al reparto de vuestro mundo, sino la tierra dichosa de que ya tanto le haba hablado su abuelo y de la cual nadie todava conoca el camino... Pero le vali su imaginacin; porque habiendo observado... llen dos grandes vasijas, que luego cerr hermticamente, y se las at por debajo de las alas. En seguida el humo que tenda a elevarse y que no poda expansionarse a travs del metal empuj las vasijas hacia lo alto, de modo que con ellas elevaron a tan grande hombre. El cual, cuando ya hubo ascendido hasta la Luna y mirado con sus ojos este hermoso jardn, sinti un desbordamiento de alegra casi sobrenatural que le demostr que ste era el lugar en que su abuelo haba vivido antao. Se desat prestamente las vasijas que se haba ceido, como si fuesen alas, alrededor de sus espaldas, y lo hizo tan dichosamente, que cuando an no estaba a una altura de cuatro toesas por encima de la Luna, se vio libre de sus elevadores. La altura, sin embargo, era bastante grande para daarle en su cada, y as hubiese sucedido si sus ropas de gran vuelo no viniesen a hincharse con el viento, sostenindole suavemente hasta que descans los pies sobre el suelo. En cuanto a las dos vasijas, ascendieron hasta un cierto espacio, en el que desde entonces permanecen. Estas vasijas son lo que vosotros llamis hoy Las Balanzas.

Preciso ser que os cuente de qu manera llegu yo hasta aqu. Creo que no habris olvidado mi nombre, porque anteriormente os lo he dicho. Vos debis saber, pues, que viva yo en las gratas orillas de uno de los ms famosos ros de nuestro planeta y que mi vida se deslizaba entre los libros tan dichosamente, que aunque ya haya pasado no puedo ponerle ningn reproche. Sin embargo, cuanto ms se encendan las luces de mi espritu, ms creca el deseo de conocer las que no tena. Nunca los sabios me recordaron al ilustre Mada sin que la memoria de su filosofa perfecta me hiciese suspirar; y cuando ya desesperaba de poderla adquirir un da, despus de estar soando largo rato, tom un imn que aproximadamente meda dos pies cuadrados y lo met en un horno; despus, cuando ya estuvo bien purgado, precipitado y disuelto, recog su masa calcinada y la reduje al grosor que tiene aproximadamente una mediana bala.

Luego de estas preparaciones hice construir una mquina de hierro muy ligera, en la cual me instal..., y cuando ya estuve bien firme y bien apoyado en su asiento, tir mi bola de imn con violencia y hacia lo alto. Entonces la mquina de hierro que intencionadamente haba hecho yo ms maciza en el centro que en las extremidades, se fue elevando con un perfecto equilibrio porque por este sitio ascenda siempre ms de prisa. As, a medida que yo llegaba hasta el punto donde el imn me haba trado, volva a lanzar mi bola por encima de m. Pero cmo le interrump yo entonces podais vos lanzar vuestra bola tan derechamente sin que se torciese a uno u otro lado? Nada ha de maravillaros esto me dijo l, porque el imn, que una vez lanzado estaba en el aire, atraa hacia s el hierro derechamente, y, por tanto, no poda yo desviarme en mi ascensin. Os dir, adems, que aunque retena la bola en mi mano, no dejaba por ello de ascender, porque mi chirrin iba siempre en seguimiento del imn, que yo sostena sobre m; pero el mpetu del hierro haca doblar todo mi cuerpo y quitarme el deseo de volver a intentar esta experiencia. Era, en verdad, algo espantoso de ver, porque el acero de mi caja volante, que yo haba pulimentado con mucha pulcritud, reflejaba en todas las direcciones la luz del Sol con tanta fuerza y tan gran brillantez, que yo mismo me crea por todas partes rodeado de fuego. Finalmente, despus de haber lanzado muchas veces mi bola, y volar hacia ella tras este lanzamiento, llegu, como a vos os ha pasado, a un trmino desde el cual ca en este mundo. Y porque en este instante yo retena la bola entre mis manos apretndola mucho, la mquina, cuyo asiento me apresaba en virtud de su atraccin, no me dej libertad. El nico temor que me quedaba era el de romperme el cuello; pero para evitarlo, yo tiraba mi bola de cuando en cuanto para que la violencia de la mquina, disminuida por su atraccin, fuese amortigundose y haciendo que mi cada resultase menos dura, como en efecto pude lograrlo; porque cuando me vi a doscientas o trescientas toesas de la tierra, fui lanzando mi bola a un lado y otro de mi chirrin, ora aqu, ora all, hasta que me hall a prudente distancia; entonces la tir por encima de m, y como mi mquina la siguiese, yo la abandon, dejndome caer por uno de sus lados con la mayor suavidad que pude y vine a dar sobre la arena, con lo cual el porrazo no fue tan violento como lo hubiese sido si cayera desde aquella altura.

No quiero deciros el asombro que invadi a mi alma al ver estas maravillas que aqu existen, porque, aproximadamente, fue parecido al que acabo de ver que a vos os ha tenido suspenso...

Apenas haba yo gustado de ello cuando una nube espesa cay sobre mi alma y ya no distingu a nadie a mi alrededor, y mis ojos no vieron en todo el hemisferio ni una huella siquiera del camino que haba andado. Y a pesar de esto, no dejaba yo de acordarme de todo lo que haba sucedido. Cuando ms tarde he reflexionado sobre este milagro, he sospechado que la corteza del fruto que yo mord no me haba quitado totalmente el sentido, porque mis dientes al atravesarla se sintieron humedecidos con el jugo que ella recubra y cuya energa haba disminuido el maleficio de la corteza. Me qued muy sorprendido de verme tan solo en un pas que yo no conoca. En vano sobre l esparca los ojos pasendolos por toda la Naturaleza; no les ofreca consuelo la contemplacin de ninguna criatura. Finalmente me determin a seguir andando, hasta que la Fortuna me deparase la compaa de algunos animales o la de la muerte. Vino aqulla en mi ayuda, pues al cabo de un cuarto de legua encontr dos enormes animales de los cuales uno se detuvo ante m y el otro se fue ligeramente a su albergue, o, por lo menos, as lo pens yo, porque al poco tiempo le vi volver acompaado de setecientos u ochocientos ms de su misma especie que en seguida me rodearon. Cuando pude observarlos de cerca, advert que en cuerpo y rostro eran a nosotros semejantes. Me hizo esto pensar en las sirenas, los faunos y los stiros de que antao me hablaba en sus cuentos mi nodriza. Aullaban frecuentemente con tanta furia, seguramente por la admiracin que de verme sentan, que casi llegu a pensar si yo sera un monstruo. En esto, una de esas bestias-hombres, tomndome por el cuello como lo hacen los lobos que roban ovejas, me dej sobre sus espaldas y me condujo a su ciudad, en la cual todava qued ms suspenso que antes, al ver que eran hombres y que, sin embargo, todos ellos andaban en cuatro pies.

Cuando este pueblo me vio tan pequeo (pues ellos, la mayor parte, tenan doce codos de estatura) y con el cuerpo sostenido tan slo por dos pies, no pudieron creerse que fuese un hombre, porque pensaban que habiendo dado la Naturaleza a los hombres dos piernas y dos brazos, como a los animales, deban aqullos usarlos como stos. Y, en efecto, pensando yo despus en esta creencia, comprend que tal disposicin del cuerpo no era muy extravagante, pues, segn yo recordaba, los nios, cuando todava no tienen otra instruccin que la que les da la Naturaleza, andan en cuatro patas y slo lo hacen en dos por la indicacin de sus nodrizas, que los levantan sobre pequeos carricoches y les atan andaderas para que no caigan sobre el suelo, como el nico asiento en que la corporeidad de nuestra masa tiende a posarse.

Y decan ellos, segn despus me hice yo traducir, que infaliblemente yo era la hembra del animalito de la reina. As, pasando por tal, o por cualquier otra cosa, fui conducido a la casa de la villa, en donde advert por el rumor y los gestos del pueblo y de los magistrados que celebraban consejo acerca de lo que yo podra ser. Cuando hubieron terminado su conferencia, cierto batelero que custodiaba las bestias raras suplic a los regidores que me confiaran a su guarda, en tanto que la reina me requera para que fuese a vivir con mi macho. No opusieron ninguna dificultad, y este bufn me llev a su casa, en donde me ense a hacer el gracioso, a saltar dando corvetas y a fingir muecas.

Y por las tardes haca pagar ante su puerta un cierto precio a las gentes que queran verme. Esto hasta que el cielo, herido por mis dolores y disgustado de ver profanar el templo de su sueo, quiso un da, estando yo atado al extremo de una cuerda, con la cual el charlatn me haca saltar para divertir a las gentes, que oyese la voz de un hombre que en lengua griega me preguntaba quin era. Mucho me extra al or hablar en este pas como en el mundo mo. Estuvo algn tiempo preguntndome, yo le contest contndole totalmente mi empresa y el xito de mi viaje. l me consol dicindome esto que todava recuerdo: Pues bien, hijo mo, por fin hallis el castigo de las debilidades de nuestro planeta. Aqu, como all, hay espritus vulgares que no pueden sufrir que se piensen cosas no acostumbradas; pero sabed que se os da un trato recproco porque si algn habitante de esta tierra hubiese descendido hacia la vuestra y hubiera tenido el atrevimiento de llamarse hombre, vuestros sabios le hubiesen ahogado como a un monstruo. Seguidamente me prometi que informara a la corte de mi desastre, y aadi que tan pronto como haban llegado a l las noticias que acerca de m corran haba venido para verme y me haba reconocido como un hombre del mundo del que, segn yo deca, era habitante. Porque en otro tiempo haba l viajado y haba permanecido en Grecia, donde era conocido por el nombre del demonio de Scrates. Me dijo tambin que al morir este filsofo l haba cuidado e instruido a Epaminondas, en Tebas; que despus, habiendo ido a tierra de romanos, la justicia le haba ligado al partido del joven Catn; que al morir ste haba pasado al de Bruto, y que, como estos personajes no haban dejado en este mundo sino el fantasma de sus virtudes, l determin retirarse con sus compaeros a los templos y a las soledades. Finalmente aadi, el pueblo de vuestra Tierra se volvi tan estpido y tan grosero, que mis compaeros y yo perdimos todo el placer que antes habamos sentido instruyndolo. Seguramente habris odo hablar de nosotros, pues la gente nos llamaba orculos, ninfas, genios, fes, dioses de fuego, vampiros, duendes, nyades, ncubos, sombras, manes, espectros y fantasmas; y nosotros abandonamos vuestro mundo bajo el reinado de Augusto, un poco despus de que yo me apareciese a Druso, hijo de Livia, que haca la guerra a Alemania, y le prohibiese adentrarse en esa guerra. No hace mucho tiempo que he ido all por segunda vez. Hace cien aos tuve el encargo de hacer un viaje. Anduve mucho por Europa y habl con personas que acaso habris conocido. Un da, entre otros, me aparec a Cardan6 cuando estaba estudiando. Le ilustr acerca de muchas cosas, y en recompensa creo que me prometi que hara constar de quin haba sacado los milagros que iba a ocuparse en escribir. Vi a Cornelio Agripa7, al abate Tritheim 8, al doctor Fausto9, a La Brosse10, a Csar11 y a una cierta coleccin de gentes jvenes que el vulgo ha conocido con el nombre de Caballeros de la Roja Cruz12, a los cuales yo ense muchas sutilezas y secretos naturales que sin duda les habrn hecho pasar por grandes magos.

Conoc tambin a Campanella; fui yo quien le aconsej, cuando estuvo bajo la Inquisicin de Roma, para que acomodara el gesto de su cara y las posturas de su cuerpo a los que ordinariamente tenan aquellos cuyo interior necesitaba l conocer; y eso se lo aconsejaba para que de este modo llegase l a tener los pensamientos que esta misma situacin haba provocado en sus adversarios; porque mejor adiestrara l su arma cuando conociera la de sus contrarios. Tambin comenz a mi ruego un libro que nosotros titulamos de Sensu rerum. En Francia frecuent la amistad de La Mothe, Le Vayer y de Gassendi; este ltimo es tan filsofo escribiendo como el primero lo es viviendo. He conocido a muchos ms que vuestro siglo considera divinos, pero no he encontrado en ellos ms que mucho orgullo y mucha palabrera. ltimamente, yendo desde vuestro pas hacia Inglaterra para estudiar las costumbres de sus habitantes, encontr a un hombre que era la vergenza de su pueblo, porque ciertamente era una vergenza para los grandes de vuestro Estado el no adorarle reconocindole la virtud de cuyo trono es l monarca. Para abreviar su panegrico os dir tan slo que en l todo es espritu y todo corazn y que tiene todas esas cualidades que, con slo poseer una, era suficiente en otro tiempo para ser proclamado un hroe: era Tristn el Eremita. Sinceramente os confieso que cuando vi tan alta virtud me lastim que no fuese reconocida; por esto quise hacerle aceptar tres frascos: uno, lleno de aceite de talco; otro, de plvora de proyectil, y el ltimo, de oro potable; pero l lo rechaz con un desdn tan generoso como el que Digenes demostr al recibir las cortesas de Alejandro. En fin, nada puedo aadir al elogio de este grande hombre sino es el deciros que es el nico poeta, el nico filsofo y el nico hombre libre que tenis en la tierra. stas son las personas de fama que yo he tratado; las dems, por lo menos las que yo he conocido, estn tan por debajo del hombre, que creo que algunas bestias estn por encima de ellos.

Por lo dems, yo no pertenezco ni a la Tierra ni a la Luna: he nacido en el Sol; pero como nuestro mundo algunas veces est demasiado poblado porque la vida de sus habitantes es muy larga y casi nunca hay en l guerras ni enfermedades, de vez en cuando nuestros magistrados envan algunas colonias nuestras hacia los mundos de alrededor13. A m se me encarg que fuera al vuestro como jefe de las gentes que conmigo venan. Despus he pasado a este mundo por las razones que os he declarado, y el motivo de que permanezca en l todava es que sus habitantes son muy amantes de la verdad; que no hay pedantes; que los filsofos no se dejan convencer ms que por la razn, y que ni la opinin de un sabio ni de la mayora prevalecen sobre la opinin de un labrador cuando ste razona con tanto tino como ellos. As, que en este pas slo tienen por insensatos a los sofistas y a los oradores.

Yo le pregunt cunto tiempo vivan esos seres: l me contest que tres o cuatro mil aos, y prosigui su pltica de esta manera:

Aunque los habitantes del Sol no son ms numerosos que los de este mundo, frecuentemente semeja estar rebosante porque el pueblo posee un temperamento muy ardiente, es revoltoso y ambicioso y dirige mucho. Esto no debe pareceros cosa de maravillar; porque, aunque nuestro planeta es muy grande y el vuestro muy pequeo, y aunque nosotros solemos morir a los cuatro mil aos y vosotros al medio siglo, sabed que as como no hay tantas piedras como tierra, ni tantas plantas como piedras, ni tantos animales como planetas, ni tantos hombres como animales, de la misma manera debe haber menos demonios que hombres, porque as lo ordenan las dificultades que existen para la generacin de un compuesto perfecto.

Yo le pregunt si ellos eran cuerpos iguales a nosotros; l me respondi que s, que eran cuerpos, pero no como nosotros, ni como ninguna de las cosas que nosotros considerbamos cuerpos. Porque vulgarmente nosotros no llamamos de ese modo sino aquello que podemos tocar; me dijo tambin que, por lo dems, todo cuanto exista en la Naturaleza era cosa material, y que aunque ellos mismos lo fuesen, cuando queran hacerse ver de nosotros estaban obligados a tomar la apariencia de los cuerpos que nuestros sentidos son capaces de conocer; que esto era lo que a muchas gentes haba hecho pensar que las historias que de ellos se contaban eran tan slo efectos de sueos de extraviados, porque ellos no se aparecan sino de noche; y aadi que, como se vean obligados a hacerse ellos mismos el cuerpo del cual con toda prisa haban de servirse, no tenan con frecuencia tiempo para formarlo convenientemente y lo escogan atenindose solamente a un sentido que bien poda ser el odo, como las voces de los orculos; bien la vista, como los fuegos fatuos y los espectros, o el tacto, como los ncubos; y que no siendo esta masa ms que aire, el cual adaptaba al espesarse sta u otra forma, la luz, por efecto de su color, los destrua como se ve que destruye una niebla dilatndola.

Tan extraas cosas me contaba, que a m me despertaron la curiosidad y el deseo de preguntarle por su nacimiento para saber si en el pas del Sol el individuo sala a la luz del da por vas de generacin y mora por algn desorden de su temperamento o ruptura de sus rganos. Hay muy poca relacin me dijo l entre vuestros sentidos y la explicacin de estos misterios. Vosotros pensis que lo que no podis comprender pertenece al dominio de lo espiritual, o no pertenece a ninguno; pero ste es un falso pensar y prueba que en el universo hay por lo menos un milln de cosas que para ser de vosotros conocidas necesitaran presentar ante vosotros un milln de rganos distintos. Yo, por ejemplo, s y conozco por mis sentidos la simpata que existe entre el imn y el polvo, y s a qu es debido el reflujo del mar y s tambin en qu se convierte el animal despus de su muerte; vosotros los hombres, en cambio, no sabrais dar a estas altas razones otra que la de vuestra fe, porque os falta la comprensin de estos milagros, del mismo modo que un ciego no podra imaginar qu es la belleza de un paisaje, el color de un cuadro o los matices del arco iris; bien pudiera ser que los imaginase como algo palpable, como comida, como sonido o como olor. Del mismo modo si quisiera yo explicaros todo lo que yo percibo con los sentidos que a vos os faltan, os lo representarais con los vuestros como algo que puede ser odo, visto, tocado, olido o saboreado, y no sera, sin embargo, nada de eso.

En eso estaba de su discurso cuando mi batelero se apercibi de que las gentes empezaban a aburrirse de mi jerigonza, que no entendan y que les pareca un runrn inarticulado. Se puso a tirar de mi cuerda a ms y mejor, hasta que hartos de rer los espectadores, asegurando que tena tanto espritu como las bestias de su pas, fueron cada uno a sus casas. Con las visitas que este oficioso demonio me haca, endulzaba yo las durezas del mal trato de mi amo. Porque juzgad qu mal me hubiese entendido con las gentes que venan a verme, no conociendo yo su lengua ni ellos la ma y considerndome adems por un animal de los ms ilustres entre la raza de los brutos. Y el desconocer las lenguas obedeca a que, como vosotros sabris, en este pas slo se usaban dos idiomas: uno, que lo hablaba la grandeza, y el otro, que era patrimonio del pueblo. El primero, el de la grandeza, es tan slo un conjunto de matices de tonos no articulados, poco ms o menos parecidos a nuestra msica, cantada sin letras; y a fe ma que es esto una invencin muy armnica, muy til y muy agradable, porque cuando les viene el cansancio del habla o cuando desprecian malgastar su garganta en este uso, cogen un lad u otro instrumento y de l se sirven como de la voz para comunicarse su pesar; as, que muchas veces estarn hasta quince o veinte tratando en compaa de un asunto teolgico, o de las dificultades de un proceso, y lo harn con el ms armonioso concierto que puedan halagar odos.

La segunda habla, que por el pueblo es usada, consiste en un estremecimiento de todos los miembros; pero no dicen acaso lo que uno se imagina porque tal vez ciertas partes del cuerpo vengan de suyo a expresar la totalidad de un discurso. Por ejemplo: el agitar una mano, o una oreja, o un labio, o un brazo, o un ojo, o una mejilla, constituirn por s solos una oracin o un perodo con todas sus partes. Otros movimientos sirven para expresar una palabra, como el mostrar una arruga de la frente u otros diversos estremecimientos de los msculos, o el girar las manos, o el patalear, o el contorsionar los brazos. As es que, cuando hablan, teniendo como tienen la costumbre de andar desnudos, sus miembros, acostumbrados a esta gesticulacin para expresar sus ideas, de tal modo se remueven, que ya no parecen hombres que hablan, sino cuerpos llenos de temblor.

Casi todos los das vena mi demonio a visitarme y las maravillas de su charla me hacan pasar sin enojos las violencias de mi cautiverio. En fin, una maana vi entrar en mi albergue a un hombre que no conoca y que habindome lamido durante mucho tiempo, suavemente me cogi de un mordisco por la remolacha y estirndome de una de las piernas, con lo que se ayudaba a sostenerme temeroso de que me hiriese, me carg sobre sus espaldas, en las que me encontr tan muellemente y tan a mi gusto, que, a pesar de la afliccin que me produca el verme tratado como una bestia, no tuve ningn deseo de salvarme. Adems, estos hombres que andan a cuatro patas lo hacen con una velocidad muchsimo mayor de la nuestra, puesto que hasta los que son pesados pueden alcanzar un ciervo en su carrera.

Mucho, a pesar de todo, me apenaba el estar sin noticias de mi corts demonio; mas he aqu que en la noche de mi primera jornada, cuando llegu al sitio de descanso y estaba pasendome por el patio de la hospedera esperando que estuviese presta la comida, un hombre muy joven y bastante hermoso vino hacia m y rindose en las barbas me tir al cuello sus dos pies de delante. Cuando ya le hube observado algn tiempo me dijo l en francs: Cmo, ya no conoces a tu amigo?. Dejo a vuestra consideracin pensar cul sera el estado de mi nimo, porque qued tan suspenso, que desde entonces pens que todo el globo de la Luna, todo lo que me haba sucedido y todo lo que yo vea no era sino arte de encantamiento; y este hombre-bestia, que era el mismo que me haba servido de montura, sigui hablndome con estas razones: Me habais prometido que nunca perderais la memoria de los buenos servicios que os tengo hechos, y, sin embargo, parece que nunca me hayis conocido!. Pero viendo que no volva yo de mi asombro, aadi: Bueno; soy el demonio de Scrates. Estas palabras aumentaron mi asombro, y para sacarme de l, el demonio me dijo: Yo soy el demonio de Scrates que os ha divertido durante vuestra prisin y que, para seguir dispensndoos su favor, se ha revestido del cuerpo con el cual os llev ayer. Pero cmo puede ser esto as le interrump yo, si ayer tenais una estatura tan considerable y hoy sois tan pequeo? Si ayer tenais una voz dbil y cortada, y hoy la tenis clara y vigorosa? Si ayer, en fin, erais un viejo muy encanecido, y hoy sois un hombre joven? Cmo! As como en mi pas la gente desde que nace camina hacia la muerte, los animales de este mundo van de la muerte hacia el nacer, y rejuvenecen cuando ms viejos son? Tan pronto como habl con el prncipe me dijo l, despus de recibir la orden de conduciros a la corte, fui a buscaros all donde estabais, y luego de haberos trado hasta aqu he sentido el cuerpo cuya forma haba tomado yo, tan lleno de cansancio, que todos los rganos me negaban sus funciones ordinarias. Entonces me fui camino del hospital, donde encontr el cuerpo de un hombre joven que acababa de morir en virtud de un accidente bastante raro, y a pesar de ello bastante conocido en este pas...; yo me acerqu a l fingiendo creer que todava tena movimiento y diciendo a los que estaban presentes que no haba muerto y que lo que ellos consideraban como su muerte era tan slo un letargo. Y dicho esto, y procurando no ser advertido, acerqu mi boca a la suya y por ella me introduje como un soplo. Entonces mi viejo cadver cay y, como si yo en realidad hubiese sido aquel joven me levant dejando all a los que presenciaron esto gritando: "Milagro! Milagro!" En esto vinieron a llamarnos a comer, y yo segu a mi gua hasta una sala magnficamente amueblada, pero en la que no vi nada dispuesto para la comida. Tan gran carencia de vianda cuando ya estaba yo pereciendo de hambre me hizo preguntar a mi gua dnde haban puesto el cubierto. No tuve tiempo a escuchar lo que me contest, porque tres o cuatro mozos, hijos del husped, se acercaron a m en aquel instante y con mucha ciudadana me despojaron hasta de la camisa. Me dej tan suspenso esta ceremonia, que no tuve ni siquiera alientos para preguntar a mis ayudas de cmara por la causa de este despojo. Ni s siquiera cmo mi gua, al preguntarme con qu vianda quera empezar, pudo hacerme pronunciar estas dos palabras: Un potaje. Apenas las haba proferido cuando me lleg el olor del ms suculento guisado que halag narices de rico. Quise levantarme de mi sitio para averiguar el origen de tan halageo aroma; pero mi gua me lo impidi: Adnde queris ir? me pregunt. Ya iremos luego de paseo, pero ahora es razn que comamos. Acabad vuestro potaje y luego haremos que nos sirvan otra cosa. Pero en dnde diablos est tal potaje? le contest yo montando en clera casi. Os habis apostado con alguien burlaros de m todo el da? Es que yo crea me contest l que en la ciudad en que antes estabais ya habrais visto a vuestro b