benveniste, e. - la noción de ritmo en su expresión lingüística

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Émile Benveniste La noción de «ritmo» en su expresión lingüística 1 Podría ser la tarea de una psicología de los movimientos y los gestos estudiar paralelamente los términos que los denotan y los psiquismos que los comandan, el sentido inherente a los términos y las representaciones a menudo muy diferentes que estos despiertan. La noción de «ritmo» es de aquellas que interesan a una gran porción de actividades humanas. Tal vez incluso serviría para caracterizar distintivamente los comportamientos humanos, individuales y colectivos, en la medida que tomamos consciencia de las duraciones y las sucesiones que los regulan, y también cuando, más allá del orden humano, proyectamos un ritmo en las cosas y en los acontecimientos. Esta vasta unificación del hombre y de la naturaleza bajo una consideración de «tiempos», de intervalos y de vueltas semejantes, ha tenido por condición el empleo de la palabra misma, la generalización, en el vocabulario del pensamiento occidental moderno, del término ritmo que, a través del latín, nos viene del griego. En el griego mismo, donde ῥπζκόο designa en efecto el ritmo, ¿de dónde se deriva la noción y qué significa ella propiamente? La respuesta es dada idénticamente por todos los diccionarios: ῥπζκόο es el abstracto de ῥεῖλ, «fluir», habiéndose extraído el sentido de esta palabra, dice Boisacq, de los movimientos regulares de las olas. Es esto lo que se enseñaba hace más de un siglo, en los principios de la gramática comparada, y es lo que se repite aún. Y ¿qué, en efecto, es más simple y más satisfactorio? El hombre ha tomado de la naturaleza los principios de las cosas, el movimiento de las olas ha hecho nacer en su espíritu la idea de ritmo, y este descubrimiento primordial está inscrito en el término mismo. No hay dificultad morfológica en relacionar ῥπζκόο y ῥέω, por una derivación que habremos de considerar en detalle. Pero el lazo semántico que se establece entre «ritmo» y «fluir» por intermedio de «movimiento regular de las olas» se revela como imposible a un primer examen. Basta con observar que ῥέω y todos sus derivados nominales (ῥεῦκα, ῥνή, 1 Journal de Psychologie, 1951. [Incluido en el volumen Problèmes de Linguistique Générale, I , Paris: Gallimard, 1966, pp. 327-335. La traducción castellana de este libro (Problemas de Lingüística General I, Madrid: Siglo XXI, 1971) no incluye este texto, junto a varios otros más que permanecen inéditos en castellano. La traducción aquí presente es de Felipe Kong Aránguiz]

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Page 1: Benveniste, E. - La noción de ritmo en su expresión lingüística

Émile Benveniste

La noción de «ritmo» en su

expresión lingüística1

Podría ser la tarea de una psicología de los movimientos y los gestos estudiar paralelamente

los términos que los denotan y los psiquismos que los comandan, el sentido inherente a los

términos y las representaciones a menudo muy diferentes que estos despiertan. La noción

de «ritmo» es de aquellas que interesan a una gran porción de actividades humanas. Tal vez

incluso serviría para caracterizar distintivamente los comportamientos humanos,

individuales y colectivos, en la medida que tomamos consciencia de las duraciones y las

sucesiones que los regulan, y también cuando, más allá del orden humano, proyectamos un

ritmo en las cosas y en los acontecimientos. Esta vasta unificación del hombre y de la

naturaleza bajo una consideración de «tiempos», de intervalos y de vueltas semejantes, ha

tenido por condición el empleo de la palabra misma, la generalización, en el vocabulario

del pensamiento occidental moderno, del término ritmo que, a través del latín, nos viene del

griego.

En el griego mismo, donde ῥπζκόο designa en efecto el ritmo, ¿de dónde se deriva la

noción y qué significa ella propiamente? La respuesta es dada idénticamente por todos los

diccionarios: ῥπζκόο es el abstracto de ῥεῖλ, «fluir», habiéndose extraído el sentido de esta

palabra, dice Boisacq, de los movimientos regulares de las olas. Es esto lo que se enseñaba

hace más de un siglo, en los principios de la gramática comparada, y es lo que se repite aún.

Y ¿qué, en efecto, es más simple y más satisfactorio? El hombre ha tomado de la naturaleza

los principios de las cosas, el movimiento de las olas ha hecho nacer en su espíritu la idea

de ritmo, y este descubrimiento primordial está inscrito en el término mismo.

No hay dificultad morfológica en relacionar ῥπζκόο y ῥέω, por una derivación que

habremos de considerar en detalle. Pero el lazo semántico que se establece entre «ritmo» y

«fluir» por intermedio de «movimiento regular de las olas» se revela como imposible a un

primer examen. Basta con observar que ῥέω y todos sus derivados nominales (ῥεῦκα, ῥνή,

1 Journal de Psychologie, 1951. [Incluido en el volumen Problèmes de Linguistique Générale, I, Paris:

Gallimard, 1966, pp. 327-335. La traducción castellana de este libro (Problemas de Lingüística General I, Madrid: Siglo XXI, 1971) no incluye este texto, junto a varios otros más que permanecen inéditos en castellano. La traducción aquí presente es de Felipe Kong Aránguiz]

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ῥόνο, ῥπάο, ῥπηόο, etc.) indican exclusivamente la noción de «fluir», pero el mar no

«fluye». Jamás ῥεῖλ se dice del mar, y por otro lado jamás ῥπζκόο se usa para el

movimiento de las olas. Son términos muy distintos los que designan este movimiento:

ἄκπνηηο, ῥαρία, πιεκπξίο, ζαιεύεηλ. Inversamente, lo que fluye (ῥεῖ), es el río, la rivera;

ahora bien, una corriente de agua no tiene «ritmo». Si ῥπζκόο significa «flujo, derrame», no

se ve cómo habría tomado el valor propio de la palabra «ritmo». Hay contradicción entre el

sentido de ῥεῖλ y el de ῥπζκόο, y no salimos de la dificultad al imaginar —esto que es pura

invención— que ῥπζκόο ha podido describir el movimiento de las olas. Más aún: ῥπζκόο,

en sus usos más antiguos, no se dice del agua que fluye, y no significa tampoco «ritmo».

Toda esta interpretación reposa sobre datos inexactos.

Es preciso, para restaurar una historia que ha sido menos sencilla, y que es también más

instructiva, comenzar por fundar la significación auténtica de la palabra ῥπζκόο, y describir

el empleo en sus comienzos, que se remontan hace mucho tiempo. Está ausente de los

poemas homéricos. Se lo encuentra sobre todo en los autores jonios y en la poesía lírica y

trágica, después en la prosa ática, sobre todo en los filósofos2.

Es en el vocabulario de la antigua filosofía jónica que captamos el valor específico de

ῥπζκόο, y muy particularmente en los creadores del atomismo, Leucipo y Demócrito. Estos

filósofos han hecho de ῥπζκόο (ῥπζκόο) 3

, un término técnico, una de las palabras claves de

su doctrina, y Aristóteles, gracias a que nos ha provisto de algunas citas de Demócrito, nos

ha transmitido la significación exacta. Según él, las relaciones fundamentales entre los

cuerpos se establecen por sus diferencias mutuas, y estas diferencias se reducen a tres,

ῥπζκόο, δηαζηγή, ηξνπή, que Aristóteles interpreta así: δηαθέξεηλ γάξ θαζη ηὸ ὄλ ῥπζκῷ θαὶ

δηαζηγῇ θαὶ ηξνπῇ ˙ ηνύηωλ δ‘ὁ κὲλ ῥπζκὸο ζρῆκά ἐζηηλ, ἡ δὲ δηαζηγὴ ηάμηο, ἡ δὲ ηξνπὴ

ζέζηο. «Las cosas difieren por el ῥπζκόο, por la δηαζηγή, por la ηξνπή; el ῥπζκόο es el

ζρῆκα ("forma"); la δηαζηγή ("contacto") es la ηάμηο ("orden"), y la ηξνπή ("giro") es la

ζέζηο, "posición"» (Metaf., 985 b4). Se destaca de este importante texto que ῥπζκόο

significa ζρῆκα «forma», lo que Aristóteles confirma, seguidamente a este pasaje, con un

ejemplo que extrae de Leucipo. Ilustra estas tres nociones y las aplica respectivamente a la

«forma», al «orden» y a la «posición» de las letras del alfabeto4: A difiere de N por el

ζρῆκα (o ῥπζκόο), AN difiere de NA por la ηάμηο, e I difiere de H por la ζέζηο.

Retenemos de esta cita que ῥπζκόο tiene por equivalente ζρῆκα. Entre A y N, la diferencia

es en efecto de «forma» o de «configuración»: dos palos son idénticos, Λ, sólo el tercero

2 El Diccionario de Liddell-Scott-Jones, s.v. ρυθμός, proporciona la mayoría de las referencias que han sido

utilizadas. Pero las diferentes acepciones de ρυθμός son ordenadas casi al azar, procediendo del sentido de «ritmo», y sin que se discierna el principio de la clasificación. 3 Entre ρυθμός y ῥυσμός, la diferencia es sólo dialectal; es ῥυσμός lo que predomina en jónico. Hay

bastantes otros ejemplos de la coexistencia de -θμος y -σμος: cf. dor. τεθμός, hom. Θεσμός; βαθμός y βασμός, etc. 4 Estas observaciones valen para la forma de las letras de los alfabetos arcaicos, que no podemos reproducir

aquí. Una I es en efecto una H vertical.

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difiere, siendo interior en A y exterior en N. Y es justo en el sentido de «forma» que

Demócrito se sirve siempre de ῥπζκόο 5

. Escribió un tratado πεξὶ ηῶλ δηαθεξόληωλ

ῥπζκῶλ, que significa «sobre la variedad de forma (de los átomos)». Su doctrina enseñaba

que el agua y el aire ῥπζκῷ δηαθέξεηλ, son diferentes por la forma que toman sus átomos

constitutivos. Otra cita de Demócrito muestra que aplicaba también ῥπζκόο a la «forma» de

las instituciones: νὐδεκία κεραλὴ ηῷ λῦλ θαζεζηῶηη ῥπζκῷ κὴ νὐθ ἀδηθεῖλ ηνὺο ἄξρνληαο,

«no hay medio de impedir que, en la forma (de constitución) actual, los gobernantes

cometan injusticia». Es en el mismo sentido que proceden los verbos ῥπζκῶ, κεηαξξπζκῶ,

κεηαξξπζκίδω, «formar» o «transformar» en lo físico o en lo moral: ἀλνήκνλεο ῥπζκνῦληαη

ηνῖο ηῆο ηύρεεο θέξδεζηλ, νἱ δὲ ηῶλ ηνηῶλδε δαήκνλεο ηνῖο ηῆο ζνθίεο, «los tontos se

forman por las ganancias del azar, pero los que saben [lo que valen] estas ganancias, [se

forman] por las de la sabiduría»; ἡ δηδαρὴ κεηαξπζκνῖ ηὸλ ἄλζξωπνλ, «La enseñanza

transforma al hombre»; ἀλάγθε... ηὰ ζρήκαηα κεηαξξπζκίδεζζαη, «es preciso que los

ζρήκαηα cambien de forma (para pasar lo anguloso a lo redondo)». Demócrito emplea

también el adjetivo επηξξύζκηνο, cuyo sentido puede ahora ser rectificado: ni «corriente,

que se derrama» (Bailly) ni «adventicio» (Lidell-Scott), sino «dotado de una forma»: ἐηεῇ

νπδὲλ ἴζκελ πεξὶ νὐδελόο, ἀιι’ έπηξξπζκίε ἑθάζηνηζηλ ἡ δόμηο, «no sabemos nada

auténticamente sobre nada, sino que cada uno da una forma a su creencia» (= a falta de

ciencia sobre algo, cada uno se fabrica una opinión sobre todo).

No hay entonces ninguna variación, ninguna ambigüedad en la significación que Demócrito

le asigna a ῥπζκόο, y que es siempre «forma», entendiendo por ello la forma distintiva, el

ordenamiento característico de las partes en un todo. Este punto establecido no cuesta nada

confirmarlo por la totalidad de los ejemplos antiguos. Consideremos la palabra

primeramente en la prosa jónica. Se la encuentra una vez en Heródoto (V, 58), al mismo

tiempo que el verbo κεηαξξπζκίδω, en un pasaje particularmente interesante porque trata de

la «forma» de las letras del alfabeto: (Los griegos han tomado de los fenicios las letras de

su escritura) κεηὰ δὲ ρξόλνπ πξνβαίλνληνο ἄκα ηῇ θωλῇ κεηέβαινλ θαὶ ηὸλ ῥπζκὸλ ηῶλ

γξακκάηωλ, «a medida que el tiempo pasó, al mismo tiempo que cambiaban de lengua, los

cadmios cambiaban también la forma (ῥπζκόο) de los caracteres»; νἴ παξαιαβόληεο

(Ἴωλεο) δηδαρῆ παξὰ ηῶλ θνηλίθωλ ηὰ γξάκκαηα, κεηαξξπζκίζαληέο ζθεωλ ὀιίγα

ἐρξέωλην, «los jonios tomaron, por medio de la enseñanza, las letras de los fenicios y las

usaron después de haberlas transformado (κεηαξξπζκίζαληεο) un poco». No es un azar si

Heródoto emplea ῥπζκόο para la «forma» de las letras casi en la misma época en que

Leucipo, como hemos visto, definía esta palabra sirviéndose justamente del mismo

ejemplo. Es la prueba de una tradición más antigua aún, que aplicaba ῥπζκόο a la

configuración de los signos de escritura. La palabra sigue en uso en los autores del Corpus

Hipocrático, y en el mismo sentido. Uno de ellos prescribe, para el tratamiento de los

patizambos, usar un pequeño zapato de plomo «de la forma de las antiguas sandalias de

5 Las citas de Demócrito que siguen pueden encontrarse fácilmente en Diels-Kranz, Vorsokratiker, II.

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Quíos» (νἷνλ αἱ ρῖαη θξεπῖδεο ῥπζκὸλ εἶρνλ)6. De ῥπζκόο provienen los compuestos

ὁκόξξπζκνο, ὁκνηόξξπζκνο, «de la misma forma», ὁκνξξπζκίε, «semejanza» (Hpc., 915 h,

916 b), εὐξξπζκόο, «de bella forma, elegante», etc.

Si nos dirigimos a los poetas líricos, es más temprano aún, en el siglo VII, que vemos

aparecer ῥπζκόο. Se lo usa, como ζρῆκα o ηξόπνο, para definir la «forma» individual y

distintiva del carácter humano. «No te jactes de tus victorias en público, aconseja

Arquíloco, y no te hundas en ti para llorar tus fracasos; alégrate de los sucesos alegres y no

te irrites demasiado por los malos; γίγλωζθε δ’ νἷνο ῥπζκὸο ἀλζξώπνπο ἔρεη, aprende a

conocer las disposiciones que tienen los hombres» (II, 400, Bergk). En Anacreonte, los

ῥπζκνί son también las «formas» particulares del humor o del carácter: ἐγὼ δὲ κηζέω

πάληαο ὅζνη ζθνιηνὺο ἔρνπζη ῥπζκνὺο θαὶ ραιεπνὺο (fr. 74, 2), y Teognis cuenta el ῥπζκόο

entre los rasgos distintivos del hombre: κήπνη’ ἐπαηλήζῃο πξὶλ ἂλ εἰδῇο ἄλδξα ζαθελῶο

ὀξγὴλ θαὶ ῥπζκὸλ θαὶ ηξόπνλ ὅληηλ’ ἔρεη, «no elogies jamás a un hombre antes de conocer

claramente sus sentimientos, sus disposiciones (ῥπζκόο), su carácter» (964). Encontramos

aquí en Teócrito: Ἀπηνλόαο ῥπζκὸο ωὑηνο, «la actitud de Autonoé fue la misma» (XXVI,

23).

En los trágicos, ῥπζκόο y los verbos derivados guardan constantemente el mismo sentido

que en todos los textos citados: ἐλ ηξηγώλνηο ῥπζκνῖο, «en forma triangular», en un

fragmento de Esquilo (fr. 78 N2); λειεῶο ὧδ’ ἐξξύζκηζκαη, «una suerte despiadada ha

hecho mi forma (= condición) presente» (Prom., 243); πόξνλ κεηεξξύζκηδε, «(Jerjes, en su

demencia,) pretendía transformar un estrecho» (Pers., 747); κνλνξξύζκνη δόκνη, «una

residencia dispuesta para una sola persona» (Supl., 961)7. Muy instructivo es el empleo de

ῥπζκίδω en Sófocles (Antig., 318): ante la defensa de quien él ordena callar porque su voz

le hace sufrir y que le pregunta: «¿Es a tus orejas o a tu alma que mi voz hace sufrir?»,

Creonte responde: ηί δὲ ῥπζκίδεηο ηὴλ ἐκήλ ιύπελ ὅπνπ; «¿por qué te figuras la localización

de mi dolor?» Es exactamente el sentido de ῥπζκίδω, «dar una forma», y el escoliasta

vuelve con razón ῥπζκίδεηλ por ζρεεκαηίδεηλ, δηαηνπνῦλ, «figurar, localizar». Eurípides

habla del ῥπζκόο de un vestido, de su «forma» distintiva (ῥπζκόο πέπιωλ, Herácl. 130); de

la «modalidad» de un asesinato (ηξόπνο θαὶ ῥπζκὸο θόλνπ, El., 772); de la «marca

distintiva» del duelo (ῥπζκὸο θαθῶλ, Supl., 94); usa εὐξύζκωο, «de una manera

conveniente», para el arreglo de un lecho (Cicl., 563) y ἄξξπζκνο para una pasión

«desproporcionada» (Hip., 529).

Este sentido de ῥπζκόο persiste en la prosa ática del siglo V. Jenofonte (Mem., II, 10, 10)

hace de ῥπζκόο, de la «proporción», la cualidad de una bella coraza, que califica de

εὔξπζκνο, «de bella forma». En Platón, se recoge, entre otros, el ῥπζκόο, la «disposición

proporcionada», entre la opulencia y la miseria (Leyes, 728 e), y en expresiones como

6 De art., IV, 226, Littré.

7 Otro ejemplo de ῥυθμός en Esquilo, Coéf., 797, en contexto muy alterado, es inutilizable.

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ῥπζκίδεηλ ηὰ παηδηθά, «formar un joven favorito» (Fedro, 253 b), κεηαξξπζκίδεζζαη,

«reproducir la forma», al hablar de las imágenes que devuelven los espejos (Timeo, 46 a);

este mismo verbo κεηαξξπζκίδεηλ significa en lo moral «reformar (el carácter)» en

Jenofonte (Econ., XI, 2, 3). Y Aristóteles mismo forja ἀξξύζκηζηνο, «no reducido a una

forma, desorganizado» (Metaf., 1014b 27).

Hay que limitar aquí esta lista casi exhaustiva de ejemplos. Las citas bastan ampliamente

para establecer: 1. que ῥπζκόο no significa jamás «ritmo» desde su origen hasta el período

ático; 2. que no se aplica jamás al movimiento regular de las olas; 3. que el sentido

constante es «forma distintiva, figura proporcionada; disposición», en condiciones de

empleo por otra parte muy variadas. Ya sean las derivadas o las compuestas, nominales o

verbales de ῥπζκόο, no se refieren nunca más que a la noción de «forma». Tal ha sido la

significación exclusiva de ῥπζκόο en todos los géneros de escritos hasta la época donde

hemos detenido nuestras citas.

Este sentido establecido se puede y se debe precisar. Para «forma», hay en griego otras

expresiones: ζρῆκα, κνξθή, εἶδνο, etc., de las que ῥπζκόο debe de alguna manera

distinguirse, mejor que lo que nuestra traducción puede indicar. La estructura misma de la

palabra ῥπζκόο debe ser interrogada. Podemos en el presente regresar útilmente a la

etimología. El primer sentido, tal como ha sido desarrollado, nos parece alejarse

definitivamente de ῥεῖλ, «fluir», desde donde se lo explica. Y sin embargo no

abandonaremos a la ligera una comparación que es morfológicamente satisfactoria; la

relación de ῥπζκόο con ῥέω no se presta por sí misma a ninguna objeción. No es esta

derivación misma la que hemos criticado, sino el sentido inexacto de ῥπζκόο que ha sido de

allí deducido. Al presente podemos, sobre la base del sentido rectificado, retomar el

análisis. La formación en -(ζ)κνο8 merece atención por el sentido especial que le confiere a

las palabras «abstractas». Indica, no el cumplimiento de la noción, sino la modalidad

particular de su cumplimiento, tal como se presenta a los ojos. Por ejemplo, ὄξρεζηο es el

hecho de danzar, ὀξρεζκόο la danza particular vista en su desarrollo; ρξῆζηο es el hecho de

consultar un oráculo, ρξεζκόο la respuesta particular obtenida del dios; ζέζηο es el hecho de

poner, ζεζκόο la disposición particular; ζηάζηο es el hecho de estar, ζηαζκόο la manera de

estar, de allí: equilibrio de una balanza, o: estación ocasional, etc. Esta función del sufijo ya

subraya la originalidad de ῥπζκόο. Pero es sobre todo el sentido del radical lo que hay que

considerar. Cuando los autores griegos cambian ῥπζκόο por ζρῆκα, cuando nosotros

mismos lo traducimos por «forma», no es en ambos casos más que una aproximación. Entre

ζρῆκα y ῥπζκόο, hay una diferencia: ζρῆκα por relación a ἔρω, «yo (me) tengo» (cf. la

relación latina habitus: habeo), se define como una «forma» fija, realizada, puesta de algún

modo como un objeto. Al contrario ῥπζκόο, a partir de los contextos donde aparece,

designa la forma en el instante en que se asume por aquello que es moviente, móvil, fluido,

la forma de lo que no tiene consistencia orgánica: conviene al patrón de un elemento fluido,

8 Para un análisis de las formaciones en -θμος, cf. Holt, Glotta, XXVII, p. 182 ss; pero no habla de ρυθμός.

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a una letra arbitrariamente modelada, a un peplo que se ajusta a su gusto, a la disposición

particular del carácter o del humor. Es la forma improvisada, momentánea, modificable.

Ahora bien, ῥεῖλ es el predicado esencial de la naturaleza y de las cosas en la filosofía

jónica desde Heráclito, y Demócrito pensaba que, al ser todo producido por los átomos,

sólo su ordenamiento diferente produce la diferencia de las formas y los objetos. Se puede

entonces comprender que ῥπζκόο, significando literalmente «manera particular de fluir»,

haya sido el término más propio para describir «disposiciones» o «configuraciones» sin

fijeza ni necesidad natural y resultando de un arreglo siempre sujeto a cambio. La elección

de un derivado de ῥεῖλ para expresar esta modalidad específica de la «forma» de las cosas

es característica de la filosofía que la inspira; es una representación del universo donde las

configuraciones particulares de lo moviente se definen como «flujos». Hay un lazo

profundo entre el sentido propio del término ῥπζκόο y la doctrina en la que devela una de

las nociones más originales.

¿Cómo entonces, en esta semántica coherente y constante de la «forma», se inserta la

noción de «ritmo»? ¿Dónde está su vínculo con el concepto propio de ῥπζκόο? El problema

es captar las condiciones que han hecho de ῥπζκόο la palabra apta para expresar lo que

entendemos por «ritmo». Estas condiciones están ya parcialmente implicadas por la

definición puesta anteriormente. El sentido moderno de «ritmo», que existe también en el

mismo griego, resulta a priori de una especialización secundaria, la de forma que sólo fue

tratada hasta la mitad del siglo V. Este desarrollo ha tenido en realidad una creación, a la

cual podemos asignar sino una fecha, al menos una circunstancia. Es Platón quien precisó

la noción de «ritmo», al delimitar en una acepción nueva el valor tradicional de ῥπζκόο.

Hemos de citar los principales textos donde se fija la noción. En el Filebo (17 d), Sócrates

insiste en la importancia de los intervalos (δηαζηήκαηα), de los cuales es necesario conocer

los caracteres, las distinciones y las combinaciones si se quiere estudiar seriamente la

música. «Nuestros antecesores, dice, nos han enseñado a denominar a estas combinaciones

«armonías» (ἁξκνλίαο); ἔλ ηε ηαῖο θηλήζεζηλ αὖ ηνῦ ζώκαηνο ἔηεξα ηνηαῦηα ἐλόληα πάζε

γηγλόκελα, ἂ δὴ δη’ ἀξηζκῶλ κεηξεζέληα δεῖλ αὖ θαζὶ ῥπζκνὺο θαὶ κέηξα ἐπνλνκάδεηλ.

«Nos han enseñado ellos también que se produce de otras cualidades análogas, inherentes

esta vez a los movimientos del cuerpo, las cuales se someten a los números y que hay que

llamar ritmos y medidas (ῥπζκνὺο θαὶ κέηξα).» En El Banquete (187 b): Ἡ γὰξ ἁξκνλία

ζπκθνλία ἐζηηλ, ζπκθωλία δὲ ὁκνινγία ηηο... ώζπεξ γε θαὶ ὁ ῥπζκὸο ἐθ ηνῦ ηαρένο θαὶ

βξαδένο, ἐθ δηελελεγκέλωλ πξόηεξνλ, ὕζηεξνλ δὲ ὁκνινγεζάληωλ, γέγνλε. «La armonía es

una consonancia, la consonancia un acuerdo... Es de la misma manera que el ritmo resulta

de lo rápido y lo lento, en un principio opuestos, después acordados». Finalmente, en las

Leyes (665a), enseña que los jóvenes son bulliciosos y turbulentos, pero que un cierto orden

(ηάμηο), privilegio exclusivamente humano, aparece en sus movimientos: ηῆ δή ηῆο

θηλήζεωο ηάμεη ῥπζκὸο ὄλνκα εἴε, ηῆ δ’ αὖ ηῆο θωλῆο, ηνῦ η’ ὀμένο ἄκα θαὶ βαξένο

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ζπγθεξαλλπκέλωλ, ἁξκνλία ὄλνκα πξνζαγνξεύνηην ρνξεία δὲ ηὸ μπλακθόηεξνλ θιεζείε.

«Este orden en el movimiento ha recibido precisamente el nombre de ritmo, mientras que

se llama armonía al orden de la voz donde lo agudo y lo grave se funden, y la unión de los

dos se llama arte coral».

Se ve cómo esta definición procede del sentido tradicional, como también lo modifica.

Platón emplea aún ῥπζκόο en el sentido de «forma distintiva, disposición, proporción».

Innova al aplicarlo a la forma del movimiento que el cuerpo humano realiza en la danza, y a

la disposición de las figuras en las cuales este movimiento se resuelve. La circunstancia

decisiva está allí, en la noción de un ῥπζκόο corporal asociado a un κἐηξνλ y sometido a la

ley de los números: esta «forma» es en adelante determinada por una «medida» y sujeta a

un orden. He ahí el sentido nuevo de ῥπζκόο: la «disposición» (sentido propio de la

palabra) está constituida en Platón por una secuencia ordenada de movimientos lentos y

rápidos, lo mismo que la «armonía» resulta de la alternancia de lo agudo y lo grave. Y es el

orden en el movimiento, el proceso entero del arreglo armónico de las actitudes corporales

combinado con un metro, lo que se llama desde ahora ῥπζκόο. Se podrá entonces hablar del

«ritmo» de una danza, de una caminata, de un canto, de una dicción, de un trabajo, de todo

lo que supone una actividad continua descompuesta por el metro en tiempos alternados. La

noción de ritmo está fijada. A partir de ῥπζκόο, configuración espacial definida por el

arreglo y la proporción distintivos de los elementos, se llega al «ritmo», configuración de

los movimientos ordenados en la duración: πᾶο ῥπζκὸο ὠξηζκέλε κεηξεῖηαη θηλήζεη, «todo

ritmo se mide por un movimiento definido» (Aristóteles, Probl., 882 b 2).

La historia aquí esbozada ayudará a apreciar la complejidad de las condiciones lingüísticas

de donde se desarrolla la noción de «ritmo». Se está bien lejos de las representaciones

simplistas que una etimología superficial sugería, y no es contemplando el juego de las olas

sobre la orilla que la Helena primitiva ha descubierto el «ritmo»; somos nosotros, al

contrario, quienes metaforizamos al día de hoy cuando hablamos del ritmo de las olas. Ha

hecho falta una larga reflexión sobre la estructura de las cosas, y después una teoría de la

medida aplicada a las figuras de la danza y a las inflexiones del canto para reconocer y

denominar el principio del movimiento cadenciado. Nada ha sido menos «natural» que esta

elaboración lenta, por el esfuerzo de los pensadores, de una noción que nos parece tan

necesariamente inherente a las formas articuladas de movimiento que nos cuesta trabajo

creer que no se ha tomado consciencia de ella desde su origen.