bellenden mills - dulce persecucion

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    Mills Bellenden

    Dulce persecucin

    Mills Bellenden

    Argumento

    El capitn Herrera es el ms temido cazador de piratas en elCaribe. Su ltima misin es encontrar al capitn Lorraine paraofrecerle un armisticio. Lo que no se espera es quien se oculta enrealidad bajo este nombre. Pero para cuando lo averige serdemasiado tarde. Porque en principio era una misin para lacorona de Espaa, se ha convertido en un desafo personal.

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    Prlogo

    Isla Beata, 1670

    Isla Beata es el punto ms meridional de Santo Domingo, y cuya nicafinalidad es sin duda el mejor enclave estratgico para los navos piratas ycorsarios. Aquella noche las olas rompan con excesiva virulencia sobre losacantilados, como si quisieran derribarlos y dejando una capa de espuma a su

    paso. Retroceda y volva a cargar como si de un ariete se tratase intentandopenetrar en las entraas de la roca. Y all en lo alto, uno poda divisar un grupo decinco casas, una pequea ermita, y una taberna. Era en sta donde se concentrabaprcticamente toda la actividad de sus escasos habitantes. Los que bien pordiversin, por azar o por alguna obligacin, como los dos hombres que en esosmomentos permanecan sentados en una mesa hablando en voz baja, quedabanimpactados por la suciedad y el deterioro del edificio. Quienes se arrastraban hastaall lo hacan en busca de un vaso de ron, o de una partida de naipes.

    La taberna tena un aspecto lbrego. La suciedad era visible en sus suelos de

    madera deslustrada por el paso del tiempo; sus paredes blancas decoradas con elmoho de la humedad y el salitre del mar; la madera de mesas y sillas empezaba adescarnarse como seal inequvoca de su putrefaccin o de la dejadez por parte desu dueo. Los cristales de las ventanas a penas si dejaban pasar la luz debido a lacapa de suciedad que tenan. Todo en aquella taberna estaba en un estadolamentable; todo salvo la joven cantinera de cabellos rizados color azabache, y quecaan sueltos hasta la mitad de su espalda. Sus ojos verdes como esmeraldas

    brillaban con intensidad pese al lugar; sus labios color del coral eran carnosos yapetecibles cual fruta madura. Su tez haba sido dorada por el sol del Caribe. Su

    cuerpo esbelto se paseaba de un lado a otro con gran agilidad por entre las mesas,a las que haba varios hombres sentados. Ninguno de ellos hizo ademn de tocarla,o si quiera rozarla. Slo le lanzaban furtivas miradas de cuando en cuando con lasque parecan saciar sus instintos ms bajos. Y los ms atrevidos, incluso le sonreanesperando con ello atraer su atencin. La muchacha era joven, esbelta, atractiva,sensual... Su camisa de hilo blanco dejaba al descubierto sus redondos hombrossobre los que descansaban algunos mechones de sus cabellos acaricindolos al

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    vaivn de su caminar. La prenda se cea a su cintura marcando el contorno de susatributos femeninos, nada desdeables. Su vestimenta la completaba una faldalarga de color rojo que le caa recta desde sus caderas y llegaba hasta los tobillos.

    Con cada giro que daba, la tela de sta describa un arco a su alrededor que enocasiones permita vislumbrar parte de sus torneadas pantorrillas. Iba descalzasobre el sucio suelo de la taberna, lo cual no dejaba de ser llamativo. En ocasionessonrea mirando a los dos hombres, quienes seguan conversando en voz baja. Eincluso se atreva a guiarle el ojo a uno de ellos. Al de cabellos negros y ojososcuros como la noche.

    Si sigues mirndola de esa manera te irs a la cama en buena compaa le susurr con un acento extrao en sus palabras su compaero de mesa, mientrassorba de una botella de vino.

    Calla francs. T no ves ms all de las faldas de una linda nativa lecoment algo molesto, algo alegre el otro.

    Dirs lo que quieras, pero te apuesto a que antes de acabar la noche esamuchachita comenz diciendo mientras la sealaba con su dedo ndice caerrendida a tus pies por un puado de doblones.

    No digas tonteras. No pienso pagar nada a nadie por una noche de juerga.

    El francs lo mir con aspavientos mientras sonrea abiertamente. La

    muchacha segua despachando a los clientes que se arracimaban en las mesas.Qu puede buscar una muchachita tan linda como ella en un tugurio

    como ste? Yo te lo dir. A un capitn espaol de la Armada de su Majestad el reyde Espaa para que la saque de aqu y le ofrezca un porvenir lleno de riquezas.

    Escucha Pierre, no hemos venido aqu para nada de eso. As que no teequivoques le espet con voz seria.

    Pero en algo tenemos que matar nuestro tiempo mientras aparece elcapitn Lorraine le coment encogindose de hombros. Que por cierto dudo

    mucho que ese ingls se presente.Dime, t lo haras sabiendo que puedes caer en una trampa? O yo? le

    pregunt clavando su mirada en el francs.

    Entonces si tan seguro ests de que ese perro ingls no se presentar.Escucha Juan, por qu no regresamos con el resto de los hombres a SantoDomingo, en vez de estar en esta pocilga? le pregunt lanzando una mirada de

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    desagrado a la taberna.

    El capitn Juan Herrera se qued pensativo con la mirada fija en el vaso que

    an contena parte del vino que le haban servido. Chasque la lengua y acontinuacin suspir mientras dejaba el vaso en su sitio.

    Tal vez tengas razn le dijo al francs levantndose de su banco. Pero enese momento el sonido de una guitarra rompi la quietud que haba en la taberna. Aguarda le dijo Juan Herrera al ver que la muchacha de la taberna comenzabaa bailar al son de la msica.

    Comenz a moverse de manera felina encandilando al capitn espaol, quienal momento se sinti atrapado por la mirada de aquella exquisita mujer. Suscabellos se movan como las colas de los ltigos, que se usaban en la marina para

    castigar a los insurrectos; pero l apostaba a que stos eran ms suaves y sedosos, yque el dao que podan provocarle sera de lo ms dulce. Los ojos de la muchachacentelleaban de emocin; brillaban como dos esmeraldas al tiempo que mantenalos labios entreabiertos con un toque de sensualidad extrema, que al capitn JuanHerrera le produjo una sensacin ya olvidada por l. La boca se le haba secadoviendo bailar aquel escultural cuerpo de piel morena por el sol de aquellasregiones. Y cuando se alz la falda dejando entrever parte de sus muslos se vioobligado a echar mano de un buen trago de vino para calmar el ardor, que lacantinera haba producido en lo ms hondo de su ser, y que ahora mismo se

    esparca regando todo su cuerpo. Mientras tanto Pierre, el francs, lo contemplabade reojo siendo testigo de los cambios que aquella linda nativa estaba produciendoen su capitn. A decir verdad entenda la situacin por la que estaba pasando ste.

    La muchacha no era ajena a las sensaciones que despertaba en aquellos dosextranjeros. Se acerc hasta el capitn con movimientos seductores y tras situarsedetrs de l pas sus manos por sus hombros para despus dejarlas caer sobre elchaleco de piel y sentir su pecho fuerte. Juan Herrera sinti la calidez de los brazosde la muchacha al rozarle la mejilla; su suavidad como el satn; el tintineo de laspulseras y un aroma a sal y ron que lo inund. La muchacha roz sus pechos

    contra su espalda y pronto sinti que se endurecan sus partes ms sensibles. JuanHerrera tena la sangre caliente, mientras el deseo bulla en su interior. Aquellalinda nativa estaba jugando con fuego, y podra quemarse. Record las palabras delfrancs acerca de que intentara seducirlo para que se la llevara a Espaa. Alcontemplarla fijamente, sta levant una pierna y la apoy sobre una banquetadejando al descubierto su pantorrilla y parte de su muslo, mientras le sonrea demanera diablica y seductora mirndolo por encima de su hombro desnudo. De

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    repente la msica ces y todos los all reunidos comenzaron a aplaudir la actuacinde la muchacha, quien ahora jadeaba por el esfuerzo. Sonri a todos y en especialal capitn Herrera, quien estaba como encandilado con aquella joven. En un

    arrebato de excitacin le hizo seas para que se sentara junto a ellos y compartieraun trago de vino. La muchacha sonri complacida y se gir hacia el tabernero.

    Ron dijo con voz enrgica.

    El hombre asinti al momento y procedi a llevarles una botella del licorcaribeo ante la atnita mirada de Juan Herrera y el francs.

    La muchacha se sent en frente de ellos aguardando la bebida y cuando staestuvo sobre la mesa procedi a servir en los tres vasos que haba para la ocasin,siempre bajo la atenta mirada del capitn Herrera. La contemplaba fijamente como

    si lo tuviera suspendido en alguna especie de embrujo. Ahora poda fijarse mejoren ella. Su mirada enviaba destellos que lo deslumbraban. Su nariz era pequea yalgo respingona. Sus mejillas estaban sonrosadas por el baile dndole un tonoinocente. Sus labios permanecan entreabiertos mientras con su lengua loshumedeca. Saba perfectamente como seducirlo y saba tambin que l no seresistira a sus encantos. Sonrea de manera pcara mientras jugueteaba con el vasoen su mano.

    Qu os ha parecido? le pregunt con una voz melosa, sensual, ycautivadora mientras se inclinaba un poco sobre la mesa y se apoyaba rebelandouna parte generosa de sus pechos por su escote.

    Juan Herrera no pudo evitar bajar la mirada hacia aquella porcin de pieldorada que asomaba tentndolo a pasar un dedo e incluso porqu no, sus labiospara esparcir un reguero de clidos y hmedos besos. Lo mismo poda decirse delfrancs, quien saba reconocer la belleza femenina y siempre sucumba a losencantos de sta. La muchacha sonrea de manera seductora sabiendo que posealas armas para dejarlos fuera de combate.

    Ha... habis bailado muy bien logr decir el capitn Herrera despus de

    un rato. Senta que se le trababa la lengua y que tena dificultades para hablar conaquella descarada mujer delante de l mostrando sus encantos sin el menor recato. Decidme, qu hacis en este tugurio de mala muerte?

    Lo mismo que vos le respondi de manera enigmtica mientras sorbaun trago de ron sin apartar sus cautivadores ojos del rostro del capitn Herrera.ste no comprenda que era lo que estaba sucediendo ni porqu. Qu haca all

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    aquella muchacha tan seductora? A qu estaba jugando con l?

    Lo dudo apunt el francs.

    De verdad? le pregunt la muchacha con un gesto infantil e ingenuomientras su dedo se enroscaba en uno de sus rizos.

    No creo que sepis que nos ha trado aqu apunt Juan Herrera algomolesto por el comportamiento de la muchacha, quien por otra parte, le estabahaciendo perder los papeles. Si tuviera lo que haba que tener la llevara a una delas habitaciones del piso superior y le enseara lo que era a jugar con l.

    No estis esperando a alguien? le pregunt mientras su mirada pasabade uno al otro.

    Aquella pregunta dej quietos a los dos hombres, quienes se miraronprimero entre ellos, y despus volvieron a clavar sus respectivas miradas enaquella linda, pero perversa muchacha. Ahora se haca la distrada mientras vertams ron en su vaso. No esperaba la mano de Herrera cerrarse sobre su mueca.Sinti el calor de su piel traspasarle la suya y como si de un reguero de plvora setratase ascender por todo su brazo. Levant la mirada hacia l para tropezarse consus ojos negros, que parecan querer intimidarla. El rictus de su boca era serio y susmandbulas resaltaban apretadas y perfiladas a ambos lados de su rostro. Sumirada ya no era tan clida como antes. Ahora era interrogadora.

    Soltadme dijo la muchacha mientras su mirada era fuego lquido y elgesto de su rostro se volva fro y duro como el mrmol.

    O si no? le pregunt el capitn Herrera retndola con la mirada. Peropara su asombro ella se mantuvo firme en su posicin. Esperaba que se rindiera yse mostrara sumisa ante su mirada y sus palabras.

    Tendris problemas le dijo mientras marcaba cada una de las palabras.

    Las miradas de ambos eran como dos aceros que se estuvieran batiendo.Incluso uno poda percibir las chispas que saltaban. Pierre no saba como actuar ya

    que no era muy dado a intervenir en las disputas de su capitn. Por otra parteestaba completamente fascinado por la actitud que mostraba la muchacha.

    Me gustara saber que clase de problemas podis causarme vos lecoment Juan Herrera con cierta sonrisa irnica mientras segua disfrutando deaquel juego. Reconoca el valor y la determinacin de la joven nativa, cuyos ojos lomantenan suspendido en una especie de hechizo. No es que no quisiera soltarla, es

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    que no poda. Senta una necesidad imperiosa de retenerla all, y ver en quacababa todo aquello. Ahora ella sonrea abiertamente como burlndose de l.Qu os hace tanta gracia?

    El capitn Herrera sinti al momento el can fro de una pistola sobre sunuca, y como pocos segundos despus su dueo la amartillaba. Trat de verle elrostro a su agresor pero a lo ms que lleg fue a vislumbrar la sombra de unhombre fornido. Pierre tampoco pudo reaccionar ya que una segunda pistola leapuntaba directamente sobre la espalda instndolo a permanecerse quieto.

    Veo que tenis vuestros guardaespaldas comenz diciendo Juan Herrerasin apartar la vista del rostro risueo de la muchacha, quien se incorporaba de la

    banqueta para apoyar un pie sobre sta e inclinar su cuerpo sobre su rodilla. Su

    mirada permaneca clavada en Juan Herrera y una sonrisa de triunfo, llena demalicia se dibujaba en sus seductores labios. l la miraba como nunca antes habahecho con una mujer; ni siquiera a su amiga Rosana. Qu haba percibido enaquella extraa muchacha que no le permita apartar sus ojos de ella?

    Se inclin un poco hacia delante dejando entrever la curva de sus pechos.Pero Juan Herrera no descendi hasta el escote sino que se fij en su rostro. Ella seapart la melena dejando ver dos aretes de oro macizo colgando de sus pequeas yfina orejas.

    Podis decirle que baje el arma? No voy a haceros dao le pidi con undeje de rabia por sentirse desarmado de aquella manera y por una mujer.

    Os presento al seor Hawkins le dijo sonriendo mientras levantaba lamirada hacia el fornido hombre que sonrea sin dejar de encaonarlos. El seorHawkins es el segundo de abordo enEl Lucero del alba.

    Aquel comentario alert a Juan Herrera y a Pierre. Ese barco eraprecisamente el navo del capitn Lorraine. Qu relacin tena aquella muchachacon un pirata ingls? Juan Herrera comenz a mirarla con cierto recelo. Por unmomento una idea descabellada se le pas por la mente, pero la desech de

    inmediato. Aunque todo pareca indicar que ella podra ser su hija!Aquel de all es Robert Jefferson el contramaestre seal hacia un tipo

    fornido con un pauelo a la cabeza. Salud inclinando sta mientras se pona enpie dejando ver una pistola bajo el fajn y una daga en su mano.

    Juan Herrera y Pierre comenzaban a darse cuenta de lo que estabasucediendo; demasiado tarde.

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    Sean OGrady, artillero mayor seal un tipo alto de miembros nervudoscon un fino bigote y un tatuaje en el antebrazo.

    Y vos sois... coment Herrera enarcando las cejas mientras resoplaba.La muchacha sonri en un principio de manera tmida y burlona, pero

    finalmente se arranc en una serie de carcajadas que hicieron temblar a amboshombres. Ech hacia atrs la cabeza permitiendo que sus cabellos ondearan librespor su espalda, y permitiendo que Juan Herrera deslizara su mirada por su cuellode piel suave y bronceada. Luego pos sus manos sobre sus caderas y se irguimajestuosa. Pareca una diosa pagana a la que cualquier mortal venerara por su

    belleza. Cualquier hombre con cabeza caera rendido a sus pies; seducido por susencantos. Ahora sus cabellos se arremolinaban en torno a su rostro y sus hombros

    otorgndole un aspecto felino. Entrecerr sus gemas brillantes para clavarlas en elrostro de Juan Herrera y le respondi con un deje burln:

    El terror de los espaoles. El fiero pirata al que las madres espaolasrecurren para silenciar a sus hijos comenz diciendo mientras observaba como elrostro de Pierre mudaba el color y la expresin; no as el del capitn Herrera, quienhaca unos instantes haba intuido quien se ocultaba tras aquel rostro angelical.Aunque yo prefiero que se me llame por mi verdadero nombre.

    El capitn Lorraine murmur Juan Herrera con una mezcla de sorpresa eincredulidad.

    Pierre se haba quedado paralizado al escuchar a Juan Herrera pronunciaraquel fatdico nombre. Mir a la muchacha sin comprender todava que aquellopudiera ser cierto. Cmo demonios iba a ser aquella el fiero corsario ingls queasolaba las plazas espaolas en el Caribe, y hunda los galeones de su majestad?

    Lorraine Beckford. No os parece ms apropiado? le pregunt con untoque lleno de sensualidad mientras se inclinaba sobre l dejando que el aroma aron lo envolviera por completo.

    Podis llamaros como prefiris. Para mi sois un vulgar pirata que merece la

    horca mascull entre dientes el capitn Herrera poco antes de sentir la boca de lapistola presionar ms fuerte sobre su nuca.

    No os lo discuto, pero sabed que no comparto vuestra opinin al respectode m.

    Entonces, cmo prefers que os llame? No sois precisamente una santa.

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    Ni pretendo serlo. Pero si hay algo que debis saber. Yo no eleg esta vidaque ahora me echis en cara.

    No me digis le coment burlndose de ella. Y qu os empuj a ello?Riquezas? Diversin? Acaso os aburre tomar el t con las seoras de Londres?O es acaso que no habis encontrado un marido durante la temporada?

    Busco venganza por lo que los espaoles hicieron a mi padre le espetfuriosa como una galerna.

    Si era un pirata se lo mereca le rebati al instante.

    No niego que lo fuera, salvo por el hecho que cuando fue apresadonuestros dos pases se haban firmado la paz mascull Lorraine apretando los

    puos y golpeando con ellos la mesa. Su mirada felina no se apart ni un instantedel rostro del capitn Herrera, y ste percibi su respiracin agitada bajo la blusade hilo. Le gustara recorrer sus pechos, sus piernas, todo su cuerpo. Tumbarla deespaldas sobre una mullida cama y amarla sin condiciones. Una extraa sensacinde deseo se apoder de l. Era como si el hecho de verla enfurecida lo incitara anms a desearla.

    No sera que an a pesar de la tregua l sigui con sus actividades?

    No. Acudi a una reunin de paz en Panam, y entonces... Lorraine bajla mirada porque sta se empaaba cada vez que recordaba a su padre. Era algo

    que no poda evitar. Se arm de valor y mirando con desprecio a los dos hombrescontinu. lo apresaron para ahorcarlo.

    Eso no lo exime de sus responsabilidades como pirata. De las vidas quequit protest el capitn Herrera haciendo un ademn de abalanzarse sobre ella.

    Al menos podran haberlo sometido a un juicio justo, ya que acept lapropuesta de rendirse le rebati con toda la furia que acumulaba en su interior.

    La tensin aumentaba entre los dos interlocutores. Lorraine se mostrabaenfurecida en esos momentos. Se haba despojado de su disfraz de seductora para

    convertirse en el capitn Lorraine y miraba ahora a Juan Herrera como si tuviera suvida en sus manos, y con una sola seal pudiera ordenar su muerte.

    Y ahora sois vos, su hija quien en su nombre saquea las plazas espaolas, ya los barcos de su majestad por venganza resumi Juan Herrera comprendiendolo que suceda. Est bien, y qu queris de m?

    Creo que sois vos quien debera decirme el motivo de reuniros conmigo

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    apunt Lorraine alzando el mentn hacia el capitn Herrera. Desafiante y poderosaen todo momento.

    No creo que sea una buena idea hablar cuando siento el aliento de lamuerte tan cerca le hizo ver mientras el fro can de la pistola an presionabasu nuca.

    Lorraine hizo una seal a Hawkins para que bajara su arma, y permitierahablar al capitn Herrera. ste se sinti algo ms cmodo una vez que se vio librede la presin del can del arma.

    Soy toda odos le confes mientras verta un poco ms de ron en un vasoy lo tenda al capitn. Tomad, refrescaros un poco. Apuesto a que se os secado lagarganta del susto profiri burlona mientras se fijaba con detenimiento en el

    atractivo del capitn espaol.

    Prefiero estar sereno le dijo apartando el vaso.

    Cmo vos prefiris dijo Lorraine encogindose de hombros. Habladpues.

    Como bien sabis Espaa e Inglaterra han firmado la paz. Eso implica elfin de los ataques a los mercantes procedentes de las Indias Occidentales condestino a la metrpoli. Al mismo tiempo supone el fin de los ataques a las plazasespaoles en el Caribe.

    Y qu conseguirn mis hombres con ello?

    El perdn del rey de Espaa.

    El perdn de un rey que no es el mo le espet con una mueca dedesagrado. De qu me valdra? le pregunt a modo de burla.

    Dejarme deciros que si os atrevis a seguir con vuestras correras por elCaribe me ver obligado a tomar represalias le dej claro con frunciendo el ceo.

    Y decidme, capitn Herrera. Serais vos en persona quien viniera detrs

    de m? le pregunt con un tono mezcla de seduccin y de burla que provoc lasrisas de sus hombres.

    El capitn se sinti burlado, y humillado por aquella maldita diablesa decabellos negros como la plvora. Aquella maldita bruja del mar estaba jugando conl como si fuera una marioneta. Ningn pirata o corsario ingls jams se habaatrevido a mostrarse tan arrogante con l; pero aquella hermosa criatura...

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    S respondi con firmeza. Me vera en la obligacin de daros caza.

    Creis que podrais atraparme?

    Seguro le confes retndola una vez ms con la mirada.Cmo ahora? le pregunt sonriendo mientras pasaba su mirada por sus

    hombres, quienes sonrean y se burlaban del capitn Herrera.

    ste inspir varias veces tratando de calmarse. No le era fcil soportar todaaquella humillacin; pero se la tena merecida por haber subestimado al capitnLorraine sin conocerlo. Pierre permaneca a su lado sin atreverse a pronunciar unasola palabra, mientras miraba a la muchacha.

    La reunin deca que tan slo un hombre de confianza os acompaara le

    record paseando su mirada por parte de la tripulacin de su navo.Y as ha sido.

    Pues yo veo demasiados hombres vuestros en esta reunin le confessonriendo burlonamente.

    Slo he venido con el seor Hawkins.

    Y el resto?

    Son libres de venir a tomar un vaso de ron le respondi encogindose dehombros y esbozando una sonrisa llena de malicia.

    Un coro de risas acompa las palabras de Lorraine mientras se mostrabaencantada con la situacin. Deba admitir que tener a un hombre tan apuesto y tanviril como el capitn Herrera, rendido de aquella manera era un lujo al alcance depocas mujeres. Aunque ella hubiera hecho trampa para lograrlo. Era la primera vezque miraba a un hombre con el inters con el que lo estaba haciendo en esosmomentos.

    Demasiado apuesto. Seguro que tiene una va de agua por algn lado.pens entrecerrando los ojos.

    Siempre tenis una respuesta adecuada por lo que veo.

    En la mayora de las ocasiones. Acaso pensasteis que el capitn Lorraineacudira solo y desarmado como un corderito al matadero? le preguntsorprendida por el simple hecho de que l lo hubiera considerado. Os tena enms alta estima capitn Herrera. Vos sois el intrpido capitn espaol que haapresado y entregado a varios de mis compaeros de correras. El clebre cazador

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    de piratas haba pensado que el capitn Lorraine era tan ingenuo como el resto ledijo burlndose de l. Pero apuesto a que adems de sentiros herido en vuestroorgullo de capitn espaol burlado por un pirata ingls, os duele ms que haya

    sido una mujer la que os haya derrotado le dijo mientras apoyaba las manossobre su mesa y acercaba su rostro a escasos centmetros del suyo.

    Herrera no se lo pens dos veces. Quera darle una leccin a aquellaarrogante mujer. De manera que cuando tuvo su rostro a escasos centmetros delsuyo, y el aroma a ron lo embriag por completo, la agarr por el pelo atrayendosus labios tan jugosos hacia los suyos. El gesto cogi por sorpresa a todos losreunidos, incluida la propia Lorraine, quien no se lo esperaba. Sinti los labios delcapitn Herrera tomando posesin de los suyos, sintiendo su lengua adentrarse ensu boca y unirse a la suya en un gesto incomprensible por parte de ella. El beso seasemej a una andanada de artillera que alcanz la lnea de flotacin de Lorrainehacindola tambalearse de manera inexplicable. La sangre le herva en sus venassintiendo la fuerza de aquel beso, de aquellos labios, de aquella mano sobre suscabellos. Un leve cosquille ascendi por sus piernas hasta sus pechos mientrasahora el capitn Herrera devoraba aquellos labios con delicadeza.

    Cuando Lorraine consigui separarse de su captor su mano vol rauda yveloz hacia la mejilla del capitn Herrera. El sonido se asemej a la descarga de unltigo. La mirada de Lorraine llameaba mientras se pasaba las manos por sus labios

    para limpiar cualquier resto de aquel beso, pero, por qu se pas la lengua porstos? De repente, en un gesto rpido extrajo de la vaina la espada de uno de sushombres y colocaba la punta de sta en el pecho del capitn Herrera. ste baj lamirada hacia el sable que ahora presionaba insistente sobre su chaleco. Sinti quela respiracin se le agitaba por los nervios, y la tensin de la escena; pero tambinpor la sensacin que los labios de ella le haban dejado. Suaves, clidos, y jugososcon sabor a ron. Ahora la miraba esperando su decisin. Estaba furiosa por aquelgesto. Pero ya le haba causado bastantes problemas. Le haba hecho perder susnervios. Se haba burlado de l, y tena que ensearle una leccin.

    Sabed que ningn hombre ha vivido despus de ponerme las manosencima, y vos ya habis sobrepasado el lmite del tiempo con creces le espetmientras sus cabellos se revolvan sobre sus hombros.

    Si pensis que debo morir... Adelante le dijo levantando las manos enalto.

    No vais a pedir clemencia por vuestra vida? le pregunt sorprendida al

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    tiempo que entrecerraba sus ojos.

    Un capitn espaol no se rebaja ante una pirata, y ms si ste es una mujer

    le espet furioso.Lorraine movi rpida la mueca producindole un pequeo corte en la

    mano derecha. El capitn apret los dientes con furia mientras el dolor erapalpable. La sangre corra por su palma y algunas gotas empaparon el suelo demadera de la taberna. Al momento extrajo un pauelo con el que se vend la manoen un intento de detener la hemorragia. Pierre intent acercarse a socorrerlo, perofue la espada de Lorraine la que lo detuvo.

    Quedaos quieto si no queris que me enfade con vos. Y de paso, podraisdecirme que hace un francs con los espaoles?

    La amistad respondi sonriendo mientras lanzaba una mirada a JuanHerrera.

    Algo muy difcil de encontrar en estos tiempos le dijo con gesto serioLorraine mientras su mirada se clavaba en Juan. Os ofrezco un puesto en minavo.

    Os lo agradezco pero...

    Pero prefers la compaa de los espaoles. Sea pues, pero tened en cuentaque no volver a haceros esta oferta le inform con la voz fra como el acero desu espada.

    Juan Herrera comenzaba a sudar y el color de su rostro haba cambiado.Ahora miraba a Lorraine con una mezcla de rabia, odio, pero tambin con unextrao sentimiento de admiracin? No poda negar que aquella maldita mujer lohaba vencido hasta humillarlo y hacer con l lo que haba querido. Haba sido unamarioneta en sus manos.

    Ya que vais a perseguirme evitar que cuando nos volvamos a ver podisempuar la espada con destreza le seal burlona.

    La prxima vez que nos encontremos no os reiris como lo estis haciendoahora. Os lo juro le prometi maldiciendo entre dientes.

    Pensaba que erais ms inteligente capitn Herrera. Lorraine caminhasta situarse frente a l. De nuevo provocndole, slo que esta vez l no intentaranada estando armada. Procurad manteneros alejado de las piezas de artillera delLucero del albao ser lo ltimo que veis en vuestra corta vida le dijo mientras su

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    dedo recorra el contorno de su rostro.

    Lorraine apart de inmediato el dedo sintiendo una especie de calambre al

    recorrer su piel, y al sentir su mirada profunda sobre ella. Sin saber explicar elmotivo su corazn le dio un vuelco y se apart de inmediato de l. Pero antes dedespedirse se volvi una vez ms hacia l.

    Nunca os fiis de un pirata capitn, y menos si es el capitn Lorraine ledijo antes de hacer una seal a sus hombres para marcharse.

    Hawkins lo sigui apuntando con las pistolas hasta que todos se hubieronmarchado y la puerta se hubo cerrado tras ellos. Juan Herrera se sent mientrassenta que la mano le dola y la sangre no dejaba de brotar. Pierre no abri la bocadurante unos segundos en los que se limit a mirar a su capitn. ste apretaba los

    dientes y maldeca por lo bajo a aquella bruja de mujer.

    Juro que no parar hasta verla bailar del extremo de una soga.

    No creo que lo hagas apunt Pierre mirando a su amigo y capitn.

    Dudas de m? le pregunt enfurecido mientras frunca el ceo.

    Irs tras ella, s. Pero no para que cuelgue de una soga precisamente,amigo.

    Qu otra cosa puedo sentir por ella sino... odio?

    Odio precisamente no es lo que sientes por ella le dijo palmeando elhombro de Herrera mientras se incorporaba. Desde que la viste bailar teencendi, y luego... dime la verdad por qu la has besado? le pregunt antes desorber un trago de ron de la botella. No se besa como t lo has hecho a alguienque a quien se odia.

    Juan Herrera levant la mirada hacia el rostro del francs, quien enarcaba lascejas en seal de sorpresa. Alz la botella en alto para brindar y se llev el cuello dela misma a la boca y bebi un trago largo. Despus se la tendi a su capitn y stesigui el mismo ejemplo del francs. Bebi hasta que las entraas le ardieron de

    una manera insoportable. Quera olvidar lo sucedido, pero por mucho que lointentara ella le haba dejado una marca que hara que no la olvidara; y no eraprecisamente el corte en su mano.

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    El fanal encendido indicaba la posicin y el lugar en el que elLucero del albase encontraba anclado. Varios hombres se encontraban en la cubierta jugando a losnaipes sobre un barril y bebiendo ron, cuando escucharon el batir de los remossobre las tranquilas aguas. Al momento dejaron la partida y procedieron aencaramarse sobre la borda armados con sus pistolas y alfanjes temiendo que setratase de un intento de abordaje por parte de los espaoles. Pero cuando la luz de

    la luna cay de plano sobre el rostro de Lorraine los hombres se relajaron yprocedieron a prepararse para arriar la chalupa. Uno de ellos cogi un fanal y loapoy sobre la borda para facilitar el camino a los remeros. Cuando el bote lleghasta el costado de la nave Lorraine fue la primera en abrirse paso y encaramarsehacia la borda de manera tan gil como cualquier marinero experto, a pesar de nohaber pasado mucho tiempo en alta mar. Una vez sobre la cubierta lanz unamirada de rabia a sus hombres.

    Con tanta luz los espaoles podran haber divisado la nave, pedazo deintiles.

    Pero... necesitbamos al menos una seal... balbuce uno de sushombres.

    Dad gracias que los espaoles sean torpes y confiados mascullgirndose en direccin a su camarote; pero se volvi para transmitir las rdenes.Seor Jefferson, squenos de aqu.

    Qu rumbo ponemos?

    Tortuga le dijo sin esperar a escuchar ms comentarios.

    Lorraine baj por la escalerilla, que conduca a su camarote para encerrarse asolas en ste. Estaba de mal humor a causa del capitn espaol. Su encuentro lehaba dejado un buen sabor de boca, en el sentido literal de la palabra; y eraprecisamente esto lo que la tena ofuscada consigo misma. Camin por la alfombramullida en tonos pardos que cubra el suelo hasta llegar al mueble donde guardabala bebida. Estaba enfurecida. No, ms bien poseda. Cogi una botella de buen vinofrancs y tras arrancarle literalmente el tapn con los dientes verti un poco de ste

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    en una copa de fino cristal. El camarote posea todo tipo de lujos. Sedas, alfombras,cuadros, una vajilla de porcelana, una cristalera fina de Limoges, cubiertos deplata, todo procedente de los mercantes, que para su desgracia se haban cruzado

    con elLucero del alba.Buen vino y mejor coac francs. Los navos franceses eran losque prefera asaltar, amn de los espaoles cargados con los tesoros del NuevoMundo. Camin hasta la ventana y la abri para dejar entrar el aire de la noche. Seapoy sobre el marco y cerr los ojos mientras una leve brisa comenzaba alevantarse y a ondear sus cabellos, que pronto dejaron al descubierto la completatotalidad de su rostro. Sin embargo, lo que no consigui despejar fue la expresinceuda y de mal humor que se dibujaba sobre ste. Inspir en un par de ocasionesen un claro intento por sosegarse y aplacar su desbocado corazn. En su menteapareci una vez ms el rostro sonriente del capitn Herrera despus de besarla.

    Apret los labios con fuerza como si estuviera reviviendo la escena, pero almomento se relaj al comprobar que slo se trataba de su propia imaginacin.

    Maldito seas murmur mientras apretaba sus mandbulas y elsentimiento de rabia, que no la haba abandonado en ningn momento desde quezarpara de Isla Beata, se hizo ms latente. En ese momento llamaron a la puerta desu camarote. Sin volverse hacia sta dio orden de entrar. Adelante.

    El tono le pareci fro y distante al segundo de abordo, Thomas Hawkins,quien procedi a entrar no sin mostrar cierto recelo en su rostro. No le haba

    gustado nada el tono de Lorraine, aunque ya estaba ms que acostumbrado a susrepentinos cambios de humor. sta se volvi de manera brusca hasta quedar frentea l y durante unos instantes ninguno de los dos pronunci una sola palabra.Lorraine permaneci en la ventana con la vista fija en la copa que sujetaba entre susmanos.

    No me ha gustado el tono que has empleado con los hombres anunciHawkins avanzando hacia el centro del camarote.

    Lorraine levant lentamente la mirada para clavarla en su segundo. Sus ojoseran dos gemas brillantes, fras como el hielo.

    Acaso he pedido tu opinin? le pregunt con el mismo tono que habaempleado para hacerle pasar.

    No, pero djame decirte que no ha sido buena idea...

    Ah no? Y segn t, cmo debo hablar a la tripulacin? Les hago unareverencia? Sugiri con cierta sorna en su voz. Esos hombres son la escoria de

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    los principales puertos del Caribe. Condenados a muerte, ladrones, jugadores deventaja, rufianes de baja estofa, asesinos... le espet sealando hacia la cubierta.

    Lo s, pero lo que quiero decir es que no pagues tu enfado con ellos.A qu te ests refiriendo? . Lorraine mir desconcertada a su segundo.

    Lo sabes muy bien. Desde que hemos abandonado Isla Beata tu carcter hacambiado precis Hawkins mientras meta sus pulgares en su cinturn.

    No me digas le dijo con un tono burln mientras sorba un trago de vino.

    Sabes muy bien a qu me estoy refiriendo. O mejor dicho a quin lerecalc mientras ahora cruzaba sus brazos sobre el ancho pecho y alzaba sus cejas.Hawkins era un viejo lobo de mar. Haba permanecido a su lado desde que su

    padre fue ahorcado.Pues debers explicarte porque lo que es yo, no te entiendo.

    Muy bien pequea. Si lo quieres as ser franco contigo. Me pregunto, aligual que los que hemos estado e Isla Beata, por qu diablos no has acabado con elespaol? le pregunt mirndola fijamente mientras el tono de su voz suba devolumen.

    Lorraine se qued callada mirando a Hawkins. Tard algunos segundos enreaccionar, lo cual no hizo sino confirmar ciertas sospechas que tena el segundo

    delLucero del alba.No era el momento ni el lugar respondi sin dar ms explicaciones al

    tiempo que se centraba en volver a llenar la copa. Hawkins percibi el temblor desu mano, ya que el cuello de la botella tintineaba de ms sobre el borde del cristal.

    Te tiemblan las manos muchacha apreci ste mirndolas fijamente.

    Lorraine levant la mirada encendida por la furia hacia Hawkins. Dej labotella sobre la mesa con un ruido sordo y se encar con su segundo.

    No tengo porqu darte explicaciones de mis actos. Yo soy el capitn de este

    navo.Te he visto matar a hombres por menos.

    Si no lo he matado ha sido porque no quiero tener a la Armada espaoladetrs de nosotros le respondi con lo primero que vino a su mente.

    Hawkins lanz una mirada de incredulidad hacia ella al escucharle deciraquello.

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    Eso nunca ha parecido importarte antes. Ahora s? mientras arqueabasus cejas.

    Ahora fue Lorraine quien entrecerr sus ojos para dirigirlos hacia Hawkins.El viejo lobo de mar no se iba a dar por vencido tan fcilmente, y ella lo saba.Podra engaar a otros pero no a l. l era quien mejor la conoca y saba lo quepasaba por su cabeza en todo momento, incluido ahora.

    No me pareci oportuno le dijo sentndose en su silla de madera con elrespaldo tapizado en verde. Su mirada vag por los objetos que haba sobre lamesa. No se atreva a levantar sus ojos hacia Hawkins temiendo que ste pudieravislumbrar algo de lo que le pasaba. Su corazn comenz a acelerarse de manerainusual. Sinti que la sangre le herva con solo pensar en el capitn espaol, pero

    debera procurar controlarse antes de que le diera un ataque. Hawkins se sent enla silla que tena delante de la mesa. Alarg su mano hacia la botella de vino y echun trago ante la impertrrita mirada de Lorraine. Se pas la bocamanga de su levitapor la boca para limpiarse los restos de vino.

    Muchacha me preocupo por ti.

    Lo s y te lo agradezco, pero no creo que ahora haya motivo para hacerlo.

    Eso crees? Djame decirte que atisbo cierto acaloramiento en tu rostro,ciertos temblores en tus manos, y apuesto a que no has dejado de pensar en ese

    capitn espaol le apunt mientras chasqueaba la lengua.Lorraine levant la mirada hacia Hawkins delatando sus sentimientos. El

    viejo lobo de mar sonri complacido por aquel gesto. Al momento ella se diocuenta de su estpida accin y desvi la mirada hacia la ventana de su camarote. Atravs de ella se vea la luna en lo alto de un cielo despejado. El barco haca ratoque haba comenzado a deslizarse de manera suave por las aguas del Caribe, aligual que las manos expertas de un hombre sobre la piel de una mujer. Lorraineapoy su mentn sobre su puo cerrado permaneciendo en completo silencio,mientras Hawkins esperaba que le hablara.

    Deba haberlo matado. Tienes razn murmur sin apartar la mirada dela ventana.

    Debiste hacerlo Lorraine. De ese modo evitaras problemas.

    Me falt valor mascull entre dientes. Crees que me estoyablandando? le pregunt mirndolo ahora a la cara con sus ojosrelampagueando como las bocas de los caones al ser disparadas.

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    Hawkins neg con la cabeza.

    No se trata de eso le dijo con todo convencimiento.

    Entonces? Dime, explcame porque razn no pude matar al espaol lepregunt mientras apoyaba su mano sobre la mesa y se inclinaba hacia delantedeseosa de conocer la razn.

    Tal vez porque eres una mujer.

    Qu demonios tiene que ver eso? le pregunt con el rostro ceudo sincomprender las palabras de su segundo.

    Por muy dura y estricta que quieras mostrarte tienes sentimientos Lorraine.

    Pero, no puedo perdonarle la vida a un espaol se maldijo mientras

    apretaba sus puos con fuerza. Olvidas lo que le hicieron a mi padre?

    Nunca lo he olvidado. Ni tampoco olvidar la promesa que le hice decuidar de ti, pequea.

    Jur acabar con todos los espaoles que encontrara en mi camino. Pero estanoche...

    Esta noche has tenido un pequeo error. Nada ms le dijo Hawkinsrestando importancia a lo sucedido. Es mejor que lo olvides.

    Por qu diablos me tembl la mano? Por qu no lo atraves con mi espadapor su osada? pensaba mientras sacuda la cabeza sin comprender el motivo desu reaccin.

    Ha jurado darte caza. Tenlo presente. Y a fe que lo har despus de dejarletu firma.

    No me importa le dijo sin pensarlo.

    Pero, es un capitn. Posiblemente pueda ponerse al mando de una flotaimportante.

    Lo esperar encantada le rebati con orgullo en su voz.A veces eres demasiado orgullosa, pequea. Ya has odo que Espaa e

    Inglaterra estn en negociaciones de paz...

    A m nadie me lo ha comunicado por escrito. Cuando me transmitan esaorden entonces abandonar mi carrera como pirata, pero hasta entonces...

    Orgullosa y obstinada. Igual que tu padre. Si sigues pensando en vengar

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    su muerte, podras acabar como l le record empleando un tono de advertencia. Acaso te lo has planteado?

    Por ello vamos a Tortuga.Para qu? le pregunt sorprendido Hawkins mientras detena la botella

    de vino a medio camino de su boca. Qu tiene que ver con tu padre?

    Para unirnos a Morgan le respondi orgullosa.

    Unirnos a Morgan? Te has vuelto loca?

    Es la mejor manera de tomar Panam y yo saciar mi venganza.

    Es la manera ms estpida de morir. No puedes asaltar Panam. Ni HenryMorgan con su escuadra. Panam es inexpugnable. Es la mejor plaza espaola en el

    Caribe.

    Jur que vengara a mi padre. Y as lo har le record con la miradaencendida por la rabia del momento. Que no cejara en mi empeo de arrasarPanam y acabar con su gobernador.

    Estoy de acuerdo, pero al menos piensa en otra manera de hacerlo que nopresentndote a las puertas de la ciudad al frente de cien hombres. Por nomencionar al capitn Herrera que no cejara en su empeo por atraparte. Tenloclaro.

    Quieres dejar de hablar de l? le pidi con un gesto de enfado en surostro.

    Por qu? Te molesta? No ser que es verdad lo que yo pienso.

    Y qu es lo que piensas si puede saberse? Vamos desembucha le instLorraine hecha una furia.

    Muy bien te lo dir. No mataste al capitn espaol porque te gust que tebesara le lanz a la cara mientras observaba como el semblante de ella mudaba elcolor. Porque ningn hombre jams ha tenido las suficientes agallas de ese

    espaol para hacer lo que ha hecho.Cmo te atreves a decir semejante disparate? Nunca, escchame, nunca

    podr sentir algo por un espaol. No lo olvides. Ese da dejar de llamarmecapitana le espet mientras se levantaba se su asiento y apoyaba las manos sobrela mesa y miraba a su segundo como si fuera a matarlo de un momento a otro.

    Hawkins la contempl alzarse por encima de l. Apret las mandbulas y

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    sacudi la cabeza al tiempo que se levantaba para marcharse. Pero antes de abrir lapuerta se volvi hacia ella para darle un ltimo consejo.

    Ten cuidado Lorraine. En esta vida hay situaciones en las que no se nospermite volver atrs. Te avisar cuando lleguemos a Tortuga.

    Hawkins abri la puerta para abandonar el camarote. La cerr tras de sdejando a Lorraine sola con sus pensamientos. Se qued mirando fijamente lapuerta durante unos segundos; luego, se dej caer de nuevo sobre su asiento. Tratde encontrar sentido a las palabras de su segundo, pero por ms que lo intentabano lo consegua.

    A qu se refiere? A Panam y a Morgan? O al capitn espaol?

    En medio de ese mar de confusiones se levant para caminar hacia la puertadel camarote. La abri como si fuera una galerna y subi a cubierta. Se dirigihacia el timn y tom los mandos delLucero del alba. Tal vez la brisa nocturna laayudara a despejarse y a aclarar sus sentimientos. Cuando Hawkins la vio al frentede su navo comprendi que algo no marchaba bien. Lorraine slo tomaba el timncuando en su interior haba marejada. Y esta vez amenazaba con desencadenar unatormenta; pero no precisamente en alta mar, sino en su corazn. Hawkins estabaconvencido que el beso que el capitn espaol le haba dado haba despertado sussentimientos de mujer. Sentimientos que ella haba ignorado hasta esa noche, peroque iban a estar muy presentes desde ahora.

    Al mismo tiempo que Lorraine charlaba con Hawkins a bordo delLucero delalba,Juan Herrera era recibido en casa del gobernador de Santo Domingo pese aque ya anocheca. Pero se mostraba impaciente por conocer los resultados de laentrevista con el capitn Lorraine, y si ste haba accedido a la propuesta de paz yde perdn real. Por ello en cuanto le fue anunciada la llegada de Juan Herrera a suresidencia orden que lo condujeran a su despacho sin mayor dilacin.

    Herrera penetr en el recinto privado del gobernador don Pedro Carvajal yCobos, quien al verlo cruzar el umbral de la puerta se incorpor de su silln detrsde su mesa, y corri a estrecharle la mano. Al percatarse del vendaje sobre stafrunci el ceo mientras su mirada recorra el camino hacia el rostro del capitn.ste movi la mano y apret los dientes ante las punzadas de dolor.

    Tuve un pequeo percance le inform con un tono neutro.

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    El capitn Lorraine? le pregunt levantando sus cejas mientras noapartaba su mirada del rostro del capitn.

    Juan Herrera asinti mientras inspiraba profundamente. El rostro delgobernador se contrajo en una mueca de disgusto. Apret los dientes en claramuestra de rabia. La herida en la mano del capitn Herrera era una sealinequvoca de que las cosas no haban salido como l deseaba. Y que ese piratadebera colgar de una soga despus de todo.

    Tuvisteis que batiros con ese pirata?

    Ni siquiera tuve esa opcin.

    Entonces, vuestra mano... comenz diciendo mientras sealaba sta.

    S, fue el capitn Lorraine quien aplic con gran maestra su acero leexplic mientras su mirada se posaba en la palma de su mano y sonrea irnico.

    Maldito sea ese capitn ingls! Mascull entre dientes el gobernadormientras regresaba a su asiento detrs de la mesa, y ofreca al capitn Herrera lasilla enfrente de l. Contadme lo sucedido.

    Nos estaban esperando comenz diciendo mientras se recostaba sobre eltapizado respaldo de la silla.

    Quines? le pregunt el gobernador desconcertado por aquella

    informacin.La tripulacin del capitn Lorraine respondi enfurecido. Pens que

    sera buena idea ir solos y mostrarnos dispuestos a todo; pero esa maldita pirata...

    Un momento, habis dicho maldita? le pregunt el gobernadorponiendo nfasis en la ltima palabra. Juan Herrera mir al gobernador como siacabara de decir algo inoportuno. Acababa de rebelarle la verdadera identidad delcapitn Lorraine; por qu ahora se mostraba tan comedido? Acaso se trata deuna mujer? le pregunt incorporndose con los ojos abiertos al mximo.

    Juan Herrera mir al gobernador y sonri mientras asenta con su cabeza.Y de lo ms hermosa que he visto jams, pens mientras rememoraba el

    beso que haban compartido en la taberna.

    El gobernador no acababa de creerse lo que haba escuchado de labios delcapitn Herrera. El capitn Lorraine era una mujer! Pero, cmo demonios iba aser cierto ese disparate? Mir fijamente a Juan Herrera esperando una explicacin

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    al significado de sus ltimas palabras.

    El capitn Lorraine es una mujer. Es la hija del verdadero capitn.

    Pero, cmo es posible? le pregunt fuera de s por aquella confesin.Al parecer ella ha heredado el navo y la tripulacin.

    Decs que su hija mujer manda ahora el navo del capitn Lorraine? lepregunt sin salir de su asombro y en cierto modo escandalizado por semejantedisparate.

    Y a fe ma que con mano dura le respondi alzando su mano derecha.

    Cmo se atrevi a haceros eso? le pregunt sin salir de su asombroinicial. Se supona que era una reunin secreta, y para zanjar los asuntos que le

    ataen con una declaracin de paz. Y en vez de ello...

    Y con ganas se qued de matarme all mismo.

    Mataros!

    Como os lo cuento. An me estoy preguntado qu fue lo que detuvo sumano y le impidi atravesarme con su espada coment confundido mientras sumirada quedaba suspendida en el vaco, y su mente volva a llenarse con lasimgenes del beso a Lorraine.

    Supongo que ha rechazado la oferta de rendicin coment sin graninters el gobernador.

    No slo eso sino que no est dispuesta a dejar de saquear las naves de sumajestad el rey, o atacar las plazas espaolas en el Caribe.

    Pero, cmo se atreve a semejante barbarie? exclam el gobernadordescargando su mano sobre la mesa con furia hasta hacer tambalearse el frasquitode cristal que contena la tinta para escribir, y la pluma.

    Segn parece no cejar en su empeo hasta haber vengado a su padre porsu muerte a manos de los espaoles.

    Por qu? quiso saber el gobernador mientras frunca el ceodesconcertado.

    Lo colgaron en Panam segn me cont.

    El gobernador de Santo Domingo se qued pensativo unos instantesmientras asimilaba aquella informacin, que de repente hasta poda ser ventajosa

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    para sus intereses.

    Entonces no me cabe la menor duda que su objetivo primordial es Panam.

    Y no estara de ms avisar a la ciudad para que est alerta.Si me dais permiso gobernador, puedo zarpar maana mismo con la marea

    para dar caza a esa pirata se apremi a decir Juan Herrera deseando volver aencontrarse con el capitn Lorraine y retomarlo donde lo haban dejado. Nadame complacera ms.

    Os agradezco vuestro ofrecimiento, capitn Herrera. Primero deberiscuidaros esa mano. Adems, me gustara contar con vos para recibir a mi hija. Yasabis que os tiene en sumo aprecio...

    Juan asinti esbozando una sonrisa. S, haban coincidido en Madrid, durantealgunas recepciones. Una mucha joven, caprichosa, y malcriada. Haba Rumoresacerca de que se senta atrada por l. Pero l haba preferido dejar correr el tema.No le interesaba lo ms mnimo.

    Rosana, mi nica hija. Recib una carta suya hace ya unos dasinformndome de su llegada inminente a Santo Domingo. Lo que me preocupa esque pueda caer en manos de ese capitn Lorraine murmur con gesto depreocupacin.

    Puedo tener preparada la nave para zarpar a su encuentro.

    No, no quiero alarmar sin motivos a mi hija. Prefiero que os quedis aqu.Podis marcharos a descansar si gustis. Lo tenis bien merecido, capitn. Y graciaspor vuestros servicios con la Corona.

    Juan Herrera abandon el despacho del gobernador, y camin sin rumbo fijopor las calles de la isla tratando de ordenar sus pensamientos. El capitn Lorraineinvada su mente sin saber porqu. Una mujer de arrebatadora belleza a la que nohaba sabido resistirse. Estaba como hechizado por aquella bruja de relucientes ojosverdes como esmeraldas. Provocativa y sensual, haba conseguido embaucarlo con

    sus bailes y sus caricias, hasta hacerlo caer en su trama. La sangre le herva conslo recordar sus movimientos. Sus piernas firmes. El escote de su camisa por laque haba mostrado parte de sus encantos. El suave tacto de sus labios y de sulengua. Y como haba correspondido a su beso, pese a que en un principio se habaresistido.

    Una mujer ms que interesante murmur mientras se frotaba el mentnque ya comenzaba a cubrirse con una sombra gris.

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    El bullicio de la gente en la taberna lo sac de sus pensamientos. Y mscuando escuch la voz de varios de sus hombres. Se asom por una ventana y losvio all reunidos en torno a unas botellas de vino, y en muy agradable compaa.

    Sonri y se precipit al interior buscando despejarse. Pero de pronto se detuvo. Sumente le jug una mala pasada pues sta se llen con los recuerdos de lo sucedidoen una taberna algo ms sucia que la que pisaba. Y sin saber porqu busc con sumirada el rostro de la hermosa cantinera deseando encontrarse con aquel par deojos verdes y aquel amasijo de cabellos negros. Aquel rostro diablico de Lorraine;pero sus deseos no se cumplieron en esta ocasin. Pareca ensimismado en suspensamientos, en su desilusin hasta el punto que no escuch a uno de sushombres llamarle hasta la tercera intentona, y cuando lo hizo sonri caminandohacia ellos con cierta desilusin en su pecho.

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    Sentaos capitn le dijo Orduo, el timonel delSan Francisco. Orduo eraun hombre entrado en aos con el pelo plateado a la altura de las sienes. Llevabanavegando desde pequeo, cuando se enrol como grumete en un navo de laArmada espaola. Desde haca tres aos serva a las rdenes de Juan Herrera. Eranatural de la villa de Aranjuez por donde no haba vuelto a pisar. Haced un sitioal capitn, muchachos.

    Los hombres se apartaron para dejar una banqueta libre a Juan Herrera,quien no pareca estar muy predispuesto para la algaraba que tenan montada sushombres.

    No tenis buen aspecto seal otro de los que all estaban sentados. Untipo ancho de espaldas con cara de pocos amigos.

    El da ha sido largo y tenso, Arroquia. Era el contramaestre de la nave.Un hombre fiero y aguerrido.

    Qu os ha pasado en la mano? Pierre dice que el capitn Lorraine os la ha

    abierto de un tajo seal un tercero de los all sentados, y que en esos momentostena a una belleza nativa sentada sobre sus rodillas.

    Juan Herrera movi la mano sintiendo las punzadas de dolor que le producala herida. A fe que se acordara de ella durante mucho tiempo.

    S, fue el capitn Lorraine quien me lo hizo respondi sin levantar lamirada hacia Ricardo Atienza, conocido como elmalagueo.

    Pierre dice que os tendieron una trampa seal el cuarto y ltimo de losall reunidos. Un hombre enjuto de piel cetrina y mirada de halcn. Ismael, el

    artillero mayor delSan Francisco.

    As es. Nos la jugaron bien esos malditos ingleses mascull entre dientesJuan mientras apretaba su puo sin darse cuenta de la herida. El dolor era agudo,pero ms lo era el haber sido burlado por una mujer.

    Y qu va a pasar ahora,mon capitain? le pregunt Pierre alzando unvaso de vino en alto para beber.

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    Juan Herrera pareca distrado. Su mente estaba en otro lugar, en otrapersona y en su rostro risueo. Lorraine llenaba por completo sus pensamientos enese instante. Pierre insisti y fue entonces cuando el capitn se dio por aludido.

    De momento el gobernador no quiere que zarpemos en busca del capitnLorraine.

    Pero cmo?! Van a dejarlo escaparse as como as? protest elmalagueodejando a la muchacha que tena sentada en su regazo. La despidi conuna palmada en su trasero y se concentr en la conversacin de su capitn.

    Al parecer no corre prisa atrapar a ese pirata les inform resoplandoporque no tuviera que salir corriendo en pos suyo.

    Pero si no ha aceptado las condiciones de paz... sugiri Orduo mientrasverta una cantidad de vino nada desdeable en su vaso, que luego se llevaba a laboca para vaciarlo de un solo trago. Os aseguro que pronto volveremos a orhablar de sus correras por el Caribe.

    Espero que no. Aunque no creo que se est quieto les dijo Juan Herreraencogindose de hombros y sintiendo cierta desazn en su interior. No harapartcipes a sus hombres del resto de la conversacin con el gobernador; ni de queLorraine era en verdad una mujer. En vez de ello vaci su vaso de vino y se levantpara marcharse y dejarlos.

    Los hombres de confianza del capitn se miraron entre ellos y luegovolvieron sus miradas hacia ste, quien volva a parecer ausente. No se les pasabapor alto que algo extrao le suceda al capitn. Pero no insistieron a un gesto delfrancs.

    Ya os marchis, capitn? Quedaos y disfrutar de la compaa de lasmuchachas le dijo sealando a dos hermosas nativas vidas de cario.

    Juan Herrera sonri mientras volva su mirada hacia ellas. Busc con sus ojosa una en particular; pero no la encontr. Busc una sonrisa, pero no la hall

    dibujada en los labios de stas.No, muchachos. Os las dejo a vosotros. No veremos maana.

    El capitn se volvi sobre sus pasos y camin hacia la puerta. Antes de llegara sta Pierre cogi un par de botellas de vino y se le uni. Saba que algo lerondaba por la cabeza, pero no quera hacer partcipes a sus hombres. Por ello loacompa hasta la calle y juntos caminaron por las concurridas calles de Santo

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    Domingo, donde la fiesta no pareca acabar nunca.

    No puedes sacrtela de la cabeza, verdad? le pregunt mientras le

    tenda una de las botellas y entornaba la mirada.La pregunta no lo sorprendi del todo viniendo de Pierre. Juan Herrera cogi

    la botella y se la llev a los labios para echar un buen trago de vino que le ayudaraa olvidarla. Tal vez crea que con una buena borrachera lo lograra. Caminaronhasta llegar a la plaza de Santo Domingo, donde la gente se concentraba a esashoras de la noche. Una ligera brisa se haba levantado pero an as, haca calor. Y a

    Juan Herrera le iba a costar conciliar el sueo y no precisamente por latemperatura.

    La hija del gobernador viene de camino a Santo Domingo le inform sin

    haber respondido a su pregunta.

    Pierre emiti un silbido mientras se pasaba la mano por el mentn sin afeitary contemplaba al capitn preocupado por su situacin.

    Por ese motivo ests tan ausente? Creo recordar que est esperando a quete decidas a cortejarla, y proponerle matrimonio.

    El capitn Herrera resopl mientras se detena junto a la fuente circular de laplaza. El chorro del agua sala por varios caos y emita un sonido relajante.Herrera se apoy sobre el borde de la fuente con sus manos, mientras su rostro se

    reflejaba en las cristalinas aguas. Pero a medida que el agua procedente del cao severta en stas, su rostro se distorsionaba pero al momento volva a ser ntida. JuanHerrera introdujo la mano en el agua y la removi para que se llevara el reflejo desu rostro. Despus hundi la otra y llenando ambas se refresc la cara y loscabellos. Quera despejarse. Aclarar su mente. Sinti el agua fra empapar sucamisa y como algunas gotas resbalaban por sus mejillas. Quera que el agua sellevara de su mente a Lorraine, pero aquella tctica no pareca tener el resultadoque esperaba. Enfurecido, sin saber si con ella o consigo mismo, golpe lascristalinas aguas de la fuente ante la atenta mirada de Pierre, quien chaqueaba la

    lengua en seal de preocupacin.Creo que es Lorraine, la mujer la que te interesa apunt con su dedo

    mientras sostena en su mano una de las botellas de vino, y el pulgar de la otrasobre su cinturn de cuero del que penda su sable.

    Lorraine murmur bajando la mirada al suelo. Estaba confundido.Aturdido por la imagen de ella bailando para l. Besndolo. Provocndolo.

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    Seducindole. Y luego mirndolo con desdn, humillndolo hasta acabar rindosede l en su propia cara. Y despus de haberla besado como represalia, Lorraine lohaba mirado con rabia, con odio podra decirse y le haba faltado poco para

    matarlo.

    Dime la verdad Juan, por qu la besaste?

    Juan Herrera levant la mirada hasta dejarla fija en el francs.

    Se lo haba buscado le respondi sealndolo con su mano.

    Cmo?! exclam sin salir de su asombro Pierre mientras dejaba subotella sobre el borde de la fuente.

    Acaso no viste como me provocaba con sus miradas? Y qu me dices de

    su forma de bailar, de acariciarme, o de sentarse delante de m con su escote...? lepregunt balbuceando por el solo hecho de recordar las curva de sus senos de piel

    bronceada. Aquella muchacha se lo estaba buscando, y a fe que l le haba pagadosu atrevimiento de la nica manera que poda, y saba!. Se estaba burlando denosotros. Saba quienes ramos y lo que hacamos all, en aquella sucia y lbregataberna perdida. Nos estaba humillando, mientras se regocijaba en su interior porsu xito.

    No te lo discuto pero...

    Crees que obr mal? le pregunt mirando al francs con el ceofruncido mientras echaba mano de la botella de vino con rabia y beba hasta casidejarla vaca.

    No voy a juzgarte. Ya eres mayorcito para jugar con mujeres. Slo djamedecirte que nunca te he visto tan turbado por una mujer como ahora mismo lo estspor Lorraine.

    Aquel comentario impact a Juan Herrera. Crea que su amigo no podradistinguir lo que senta l ahora mismo. Le haba gustado besarla. Saborear elnctar prohibido que destilaban sus labios. Haba jugado con fuego y se haba

    quemado. Y ahora la quemadura le dola en lo ms hondo de su pecho.Qu sabrs t de mujeres, francs le dijo agitando su mano en el aire.

    Bueno, djame decirte que en materia de mujeres... comenz diciendoPierre mientras adoptaba una pose de darse importancia.

    Ah, s. Se me haba olvidado le interrumpi Juan Herrera haciendoaspavientos con sus brazos mientras se inclinaba hacia atrs con riesgo de caerse en

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    las aguas de la fuente. El gran Casanova francs. El mejor amante de Pars. Elfamoso Pierre de Montmorency.

    Rete, rete pero mi espada podr contarte la cantidad de amaneceres quehemos visto y compartido en un prado solitario le asegur dando unos pequeostoques a la empuadura de su espada.

    Creo recordar que tuviste que salir con el rabo entre las piernas la ltimavez le record enarcando las cejas con gesto burln, mientras le lanzaba la botellade vino.

    Pierre gru mientras la atrapaba en el aire. La levant en alto a modo debrindis, y finalmente sorbi el contenido que an le restaba. Luego la dej sobre elpie de la fuente mientras sus pensamientos se tornaban confusos. Pars. Una joven

    dama. Un historia tan lejana en el tiempo ya... Su vida en Pars ya no le perteneca.No. No desde que despojaron de todo a su familia. Alej estos pensamientos yvolvi a centrarse en las bromas de su amigo Herrera.

    Admito mi predileccin por las mujeres casadas e insatisfechas le dijoentre risas.

    Y dime, francs, ests seguro que despus de estar contigo quedabansatisfechas de verdad? le pregunt apoyando su mentn sobre su manoadoptando una pose como si le pareciera muy interesante el tema.

    Mon Dieu!Si no fuera porque me salvaste la vida te aseguro que teensartara aqu y ahora.

    Slo quera cerciorarme de sus dotes de amante le dijo burlndose de luna vez ms al tiempo que le tenda la otra botella, que Pierre haba cogido de lataberna.

    Pierre lo mir entre risas y cuando extendi su brazo lo empuj posando laplanta de su bota sobre el abdomen de su capitn, envindolo al fondo de la fuenteentre risas. Juan se rehzo y apartando el agua de su rostro y de sus cabellos seal

    al francs, quien permaneca a cierta distancia del borde de la fuente.Esta me la pagas, francs.

    Anda vamos. Sal de ah le dijo mientras le tenda la mano. Juan Herrerase aferr a sta y sali del agua.

    La ropa le chorreaba dejando un reguero de agua a su paso que pronto seconvirti en un pequeo charco. Mir al francs pero no pudo hacer otra cosa que

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    rerse a carcajadas por aquella escena. Por un momento haba conseguido sacarsede la cabeza a Lorraine. Slo por un breve espacio de tiempo

    Qu hars si vuelves a cruzarte con ella? le pregunt mirndolofijamente.

    Juan Herrera sacudi la cabeza afirmativamente mientras su mirada setornaba llena de preocupacin. Sinti una punzada de dolor en la mano. Como sila herida le estuviera advirtiendo de algo. Qu demonios quera decirle sta? Enun gesto sin sentido se desprendi de la venda dejando el corte al aire. Estabaabierto y manaba un hilillo de sangre. Juan lo mir sin comprender, como siaquello fuera una seal de algo que estaba por suceder. Tambin el francs sepercat de la herida.

    Hasta que no est frente a ella no puedo darte una respuesta. Podradecirte mil cosas ahora, que tal vez no se cumplieran. Por ello prefiero callar, Pierre.

    Juan lav la venda y volvi a colocarla sobre la mano en un intento pordetener el flujo sanguneo. Le dio varias vueltas a la tela alrededor de la manohasta que finalmente at fuerte.

    Deberas ver a un cirujano le aconsej Pierre. Podra infectarse yperderas la mano.

    No te preocupes. Maana estar como nueva le dijo restndole

    importancia.Y qu vas a hacer con la hija del gobernador?

    Juan Herrera resopl fatigado. El da haba sido largo, pero la nocheprometa serlo ms an. No tena ganas de irse a dormir ya que saba que encuanto cerrara los ojos ella aparecera en sus sueos para perturbarlo. Para rerse del una vez ms sin que l pudiera evitarlo. Pero, hasta cundo?

    No voy a hacer nada.

    Ella espera...

    Pues que siga esperando le dijo con un toque irnico y al molesto en suvoz. Yo no le he prometido nada. Ni siquiera la he cortejado.

    Las mujeres esperan y esperan a que demos el paso de cortejarlas.

    El silencio se hizo entre ambos hombres mientras seguan caminandolentamente hacia playa. Pronto escucharon el sonido de las olas del mar rompiendo

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    en la orilla. La luna brillaba majestuosa en el cielo dotando a las aguas de un reflejoplateado. Juan se detuvo para contemplar las sombras de los acantiladosrecortados en la luminosidad de la luz de la luna. Los mstiles de los navos

    anclados a escasas millas de la costa, o en el mismo puerto. Se mecan al suavevaivn que le marcaba la marea. La luz de los fanales se asemejaba a laslucirnagas, mientras alguna gaviota an surcaba el cielo para posarse en tierra.

    Te envidio en ese sentido francs.

    A m? Por qu? Yo no cortejo a las mujeres. Slo las seduzco por el meroplacer de hacerlo, y djame decirte que hace un momento te has burlado de misconquistas.

    Slo era eso. Una burla barata. Pero en el fondo me gustara ser como t, y

    disponer de esa libertad para seducir a una mujer. Amarla una sola noche ydesaparecer al alba sin preocuparme jams por lo que pueda sentir o esperar dem.

    No creas que todo es tan bonito como lo pintas Juan. Hay ocasiones en lasque uno siente que le falta algo. Que su vida est incompleta y vaca. Y trata dellenar ese vaco con una mujer distinta cada noche. Pero por ms que intentasretener el contenido ste pareciera que se filtrara a la maana siguiente y el vacovuelve.

    Entonces bscate una mujer. El mundo est lleno de ellas le espetanimndolo a buscar una compaera.

    Cmo Lorraine? le pregunt muy sutilmente aguardando la reaccin deJuan.

    Como Lorraine repiti mirando a Pierre fijamente sabiendo lo que decay senta.

    Presiento que la huella que te ha dejado es ms profunda que ese corte leindic sealando su mano.

    Juan Herrera no respondi esta vez sino que desvi la mirada hacia lastranquilas aguas del mar Caribe y reflexion sobre lo que acababa de decirle suamigo francs.

    Una huella ms profunda. De alguna manera no puedo sacrmela de lacabeza, Pierre. Pero, por qu? Qu tiene ella que no haya encontrado en ningunamujer antes? le pregunt alarmado por sus sentimientos.

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    Las mujeres son un misterio,mon capitain.Pero estoy seguro que tdesvelars el que ahora te preocupa.

    Juan Herrera mir a Pierre con los ojos entrecerrados mientras se acercaba al.

    Sabes que a veces no te entiendo le dijo posando su mano sobre elhombro de Pierre.

    Ya lo hars Juan. Lo hars. No te preocupes.

    A la maana siguiente el da amaneci despejado. El cielo haba adquirido

    un color azul intenso. El sol pareca querer mortificar a los tripulantes delLucerodel albadesde primera hora con su sofocante calor. Muchos eran los que se habanlevantado para atender a la maniobra. La ltima guardia se haba retirado apenasuna hora antes de que el disco solar comenzara a hacer acto de presencia en elhorizonte. Thomas Hawkins caminaba en esos momentos por cubierta con gestopensativo. La cabeza inclinada hacia delante y las manos en la espalda. Le dabavueltas en su cabeza al comportamiento de Lorraine la pasada noche en que sehaba pasado una buena parte de sta aferrada al timn de la nave. Oteando elhorizonte hasta que el cansancio, los nervios del da y su rabia acabaron por minar

    la poca resistencia que contena su pequeo, pero fuerte cuerpo. Intent acercarseen un par de ocasiones hasta ella, pero bast su mirada para darle a entender quequera estar sola. Que nadie la importunara con ningn sermn y menos Hawkins.Ya haba tenido bastante por aquel da. Despus de dirigir elLucero del albadurantegran parte de la noche pidi el relevo y se sumergi en las entraas del navo.

    Lorraine se haba acostado agotada. Sin embargo, no haba conseguido pegarojo en la prctica totalidad de las horas que haba intentado descansar. Un levepero molesto dolor de cabeza no la haba abandonado. En un par de ocasiones sehaba incorporado en la cama; con sus cabellos adheridos a su broncnea piel, su

    camisola empapada en un sudor fro se cea a sus formas realzando la curva desus senos. Y lo mismo poda decirse de sus pantalones de hilo fino que le llegabanpor debajo de la rodilla. Se haba levantado de la cama y haba caminado por lahabitacin dando vueltas como una fiera enjaulada. En ocasiones se haba asomadopor la ventana de su camarote para refrescarse y tratar que el suave viento serenarasus nervios y su azorado corazn. Pero a lo ms que haba llegado era a un estado

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    de somnolencia que desapareca en cuanto se recostaba sobre la cama. Y cuantoms trataba de calmarse ms enfurecida se pona. Ms agitada y ms molestaconsigo misma. Y en su mente una sola imagen: el capitn espaol en Isla Beata.

    Su imagen la persegua en sueos impidindola descansar. En una ocasincrey que l estaba all acostado junto a ella acaricindola, besndola, hacindolasentir una infinidad de sensaciones jams antes experimentadas. Senta la calidezde sus labios. Su aliento sobre su rostro y su voz ronca susurrndole palabrastiernas. Y entonces, cuando su respiracin se agitaba, y su cuerpo se arqueabapreso de una excitacin extrema, se incorporaba de la cama como si fuera unresorte. Sus cabellos se abalanzaban sobre su rostro ocultndolo. Su miradarefulga de ira y se descubra aferrada a la sbana con todas sus fuerzas. De manerainconsciente buscaba con la mirada el rastro de Juan Herrera por su camarote. Laestela de ese diablo espaol que haba prendido una mecha en su interior que noera capaz de apagar por ms que lo pretenda. Es que un beso suyo podaprovocarle tal agitacin hasta el punto de no permitirle si quiera dormir?

    Al llegar el amanecer Lorraine cay rendida finalmente sobre la desordenadacama. Envuelta en aquel amasijo de sbanas y colcha. Las primeras luces delamanecer iluminaron su camarote otorgndole una claridad a la que Lorraine nopudo resistirse. La luz del sol le daba de plano en su rostro ceudo, y apoyadosobre la almohada a la que finalmente se haba abrazado para quedarse dormida.

    Ceida a su cuerpo como el de un amante. Sus cabellos se esparcan por suespalda. Su camisa de hilo fino se haba subido unos centmetros mostrando sucintura de piel suave y bronceada. Sus pantalones se cean a sus caderas y a susmuslos como un guante resaltando al mismo tiempo la redondez y firmeza de susglteos. Enterr su rostro en la almohada viendo que no era capaz de permaneceren aquella forma sin que la luz le golpeara de lleno. Pero justo cuando parecahaber encontrado la postura adecuada escuch un golpe seco en la puerta de sucamarote que la hizo volver su mirada hacia sta. Con el rostro an somnoliento ylos ojos entrecerrados dio orden de entrar a la persona que requiera verla.

    El rostro de Thomas Hawkins apareci en mitad de una nebulosa. Sus ojosno se haban acostumbrado todava a la claridad del da. Le dola la cabeza y elcuerpo desde las puntas de sus cabellos hasta los dedos de los pies. Al ver que setrataba de su segundo volvi a enterrar su rostro en la almohada sin preocuparleque la viera all tumbada de aquella manera. Hawkins la haba visto desde que erauna cra y navegaba junto a su padre.

    Qu quieres? le pregunt con una voz ronca y cavernosa que no

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    reconoci como suya.

    El viga de la cofa del palo mayor ha avistado una vela le inform con

    gesto de preocupacin.Lentamente Lorraine comenz a volver el rostro hacia Hawkins. La niebla

    que pareca empaar su visin de ste se fue aclarando a medida que tomabaconciencia de aquella noticia. Con el ceo fruncido se incorpor en la cama hastaquedar sentada con una pierna flexionada sobre la que ahora apoyaba su codo y sugesto se volva pensativo. Tras unos segundos en los que pareci estar dandovueltas en su cabeza a la situacin, comenz a reaccionar.

    Est muy lejos?

    A escasa distancia de nosotros. Si soltamos todo el trapo la alcanzaremosen breve.

    Habis divisado su pabelln?

    Enarbola el pabelln del rey de Espaa.

    Aquella respuesta puso en alerta todos y cada uno de sus sentidos. La miradaque le lanz a Hawkins la delat una vez ms. Sinti como su pecho se agitaba y sucorazn se aceleraba desbocado ante la remota posibilidad de que pudiera ser elcapitn Herrera en pos de ella.

    Es grande el navo?Dos cubiertas y tres palos.

    Caones?

    No he podido divisar su costado, aunque no me parece que sea un navode guerra.

    Lorraine permaneci en silencio otra vez mientras asimilaba la informacinde su segundo. Esta ltima apreciacin la desalent. El capitn Herrera no sera tanestpido de perseguirla si ir pertrechado de artillera, o sabra cual sera su

    resultado.Y los hombres?

    Esperan vuestras rdenes.

    Que estn alerta. No queremos levantar sospechas por si se tratara de unnavo de guerra. Hasta que estemos seguros de qu clase es, no quiero ningnmovimiento extrao sobre cubierta. Queda claro? le pregunt clavando su

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    mirada felina en Hawkins.

    Cmo gustis.

    Bien entonces vuelve a tu puesto. Me reunir contigo en el alczar de proa.Hawkins asinti y despareci tras la puerta volviendo a dejar sola a Lorraine

    quien tras meditar unos segundos la situacin se dej caer de costado sobre lacama. Pero cuando la imagen del capitn Herrera volvi a llenar su mente seincorpor de un salto y se precipit sobre su cmoda donde haba agua paralavarse. Verti un poco de sta en un recipiente y hundi sus manos en el aguapara despus refrescarse el rostro. Se sec con una toalla y la arroj sobre lacmoda. A continuacin se arregl los cabellos recogindolos con una cinta en laparte trasera de su cabeza. Siempre que entraba en combate se los recoga; no le

    gustaba que stos le dificultaran la visin de su oponente. Su rostro de trazos finosy delicados qued descubierto por completo. Sus dos aretes de oro brillaban en susorejas. Y una sonrisa maliciosa se perfil en sus carnosos labios. Se apart de suespejo-tocador y busc su cinturn para deslizarlo sobre su cabeza a modo de

    bandolera. Se asegur de que su sable estaba en su sitio y se calz con unaszapatillas de esparto que vio. Abri la puerta y subi a cubierta con gran celeridad.Como si en realidad estuviera ansiosa por conocer la identidad de aquel navoespaol y de su capitn. En la cubierta los hombres parecan estar disfrutando deun da de asueto. Salud a Jefferson, el contramaestre, quien se acerc a ella para

    transmitirle algo.Los hombres estn en sus puestos.

    Que no hagan ningn movimiento hasta que yo de la orden. OGrady dijo llamando la atencin del artillero mayor.

    Qu deseis?

    Ten las piezas listas, pero no disparis hasta escuchar mi orden. Tal vez nohaya motivo para entrar en combate.

    Bien Lorraine respondi saludando con la cabeza antes de volverse sobresus hombres.

    Lorraine subi por la escalera de mano hasta el castillo de proa donde laesperaba Hawkins catalejo en mano.

    Divisas algo que nos pueda indicar si es un navo de guerra?

    No estoy seguro de que lo sea. No obstante saben que estamos aqu.

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    Por qu ests tan seguro? le pregunt Lorraine con los pulgares en elborde de su pantaln.

    Ha largado todo el velamen. Miradlo vos misma le indic cedindole elcatalejo.

    Lorraine lo enfoc hacia la nave espaola que pareca tener prisa por querersalir de aquellas aguas. Todas sus velas ondeaban al viento en un intento por ganarvelocidad y aproximarse a la costa cuanto antes.

    Saben que si ganan la costa estarn a salvo. Por otra parte, su lnea deflotacin no est muy por debajo de lo normal.

    No tiene carga? le pregunt Hawkins sorprendido.

    No. Pero no obstante nos pondremos a su costado le dijo devolvindoleel catalejo. Despus se gir hacia la cubierta donde sus hombres aguardaban susrdenes. Seor Jefferson, que larguen todo el velamen.

    El contramaestre asinti complacido y comenz a transmitir la orden. Almomento todas las velas fueron desplegadas ante la algaraba de los cien hombresque conformaban la tripulacin delLucero del alba.

    Te sientes intrigada por averiguar qu clase de nave es coment Hawkinsa sus espaldas.

    No estoy dispuesta a dejar escapar una presa.Te has parado a pensar que pudiera tratarse del capitn espaol ese al que

    le abriste la mano? le pregunt con delicadeza mientras la miraba de reojocomprobando su reaccin.

    Pero Lorraine logr controlarse en esta ocasin pese a que un escalofrorecorri toda su espalda, y de manera inconsciente se aferr a la empuadura de suespada. La imagen de Juan Herrera volvi a ocupar su mente por unos instantes.Aquel gesto no pas desapercibido para el segundo a bordo delLucero del alba.

    Seor OGrady, que las piezas estn preparadas grit por encima delruido que haba en cubierta. Volvi el rostro hacia s segundo y apretando losdientes con furia le dej clara su posicin. Le dije que si osaba acercarse alcostado de mi navo lo hara saltar por los aires. Y ahora di a los hombres que sepreparen para un abordaje.

    A tus rdenes Lorraine asinti mientras se volva hacia la cubierta paratransmitir las rdenes. Jefferson, que los hombres estn armados ante un posible

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    abordaje.

    Bien. Vamos muchachos preparad todo el hierro para la fiesta.

    El contramaestre habl con varios hombres que al momento se deslizaronhacia la cubierta inferior. Pasados unos minutos volvieron a emerger a la cubiertaacarreando mosquetes, espadas, alfanjes y dems utensilios necesarios para elcombate.

    Veo que has decidido presentar batalla seal Hawkins cruzando susbrazos sobre su ancho pecho.

    Slo estoy tomando precauciones. Podra tratarse de un navo de guerra yaque t no me lo has confirmado le seal con una mirada fra y una tono algo

    distante. Luego volvi a tomar el catalejo y a fijar su mirada en el navo espaolque ahora se encontraba a escasa distancia delLucero del alba.

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    En la cubierta de la nave espaola su capitn Rodrigo Ocaa se mostrabaimpaciente sin apartar la vista del horizonte. Ansiaba con todas sus fuerzas que ellitoral de la costa apareciera ante ellos cuanto antes, o de lo contrario intua quetendran complicaciones. Pese a que Espaa e Inglaterra estaban en tratos paraalcanzar una paz duradera y beneficiosa para ambos, sta no haba llegado aaquellas aguas en la que los piratas ingleses campaban a sus anchas sin recibir

    castigo alguno por ello. El segundo de abordo, Francisco Mndez, trataba detranquilizarlo por todos los medios, aunque en su fuero interno saba que lasituacin se complicaba por momentos.

    An no hay noticias delSanta Isabel?le pregunt el capitn Ocaa.

    Nada, mi capitn respondi con voz temblorosa ste.

    Esperemos que aparezca pronto. No comprendo a qu viene su retraso. Sesupona que zarp de La Habana hace tres das y que llegara a tiempo paraencontrarnos con l en aguas cercanas al Golfo de Yucatn. Y llevamos algn

    tiempo en stas y no veo sus velas explic nervioso el capitn.Tal vez se est retrasando por algn motivo que desconocemos.

    No tenis que disimular conmigo, capitn Mndez. Los dos sabemos queestas aguas no son las ms tranquilas para navegar le dijo mascullando cadapalabra mientras su mirada expresaba su inquietud.

    Mndez trag saliva y se pas la manga de su uniforme por la frenteempapada en sudor. El calor sofocante del Caribe era un contratiempo al quetenan que enfrentarse los marineros.

    Quiera Dios que avistemos la costa antes de que ese navo nos de alcance.Llevamos un cargamento muy valioso y apenas una docena de caones paradefenderlo.

    Diga a los hombres que estn preparados por si hubiera que entablarcombate.

    Mndez se separ del capitn para dar las rdenes al contramaestre. El

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    viento favoreca la navegacin. ElSanta Maranavegaba a toda vela, pero no lehaca ganar velocidad debido.

    Lorraine segua con la mirada fija en el navo espaol que surcaba lasaquellas aguas delante delLucero del alba. En ese momento se volvi paracomprobar las maniobras en cubierta. La disciplina en los barcos corsarios y piratasera ejemplar. Ni siquiera la mejor tripulacin de la armada poda igualrsele. Losperros del mar apodo con el que eran familiarmente conocidos los marinerosingleses en aquellos das, eran los ms disciplinados a la hora de prepararse paraun ataque. Un grupo de hombres eran los encargados de distribuir los mosquetes y

    las pistolas entre la tripulacin con el fin de irlos cargando. Despus los sables yalfanjes para un posible abordaje. Las piezas de artillera cargadas y listas para serdisparadas. Todos a bordo de un barco corsario saban cul era su cometido encada situacin.

    Disparad una andanada de aviso orden Lorraine ante la atnita miradade Hawkins.

    Tenis prisa? le pregunt un irnico Hawkins sin apartarse de ella.

    Si dejamos que ganen la costa no tendremos opcin alguna sobre ellos le

    respondi sealando con su mano el navo espaol.Las portaolas que ocultaban los caones se levantaron dejando ver las bocas

    de hierro prestas a ser disparadas. ElLucero del albacontaba con treinta piezasdistribuidas en ambos costados de la nave as como entre las dos cubiertas. Pero enesta ocasin slo se disparara una salva de advertencia para que se rindieran.

    Listo vocifer OGrady.

    No me hagas esperar demasiado le dijo con un tono burln. SeorJefferson izad nuestro pabelln!

    De pronto el trueno invadi el aire y un resplandor dej paso a una larga yespesa columna de humo que pareca alzarse desde el propio mar hacia lo alto.Aquella detonacin caus sorpresa a bordo de la nave espaola que tambin sehaba dispuesto para actuar, pues su capitn se tema lo peor.

    Se trata de una salva de advertencia. Fijaos en su pabelln.

    Piratas ingleses! exclam Mndez quedndose boquiabierto.

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    Exacto. Y nosotros no somos suficientes para defendernos. No podemoshuir pues nos cortaran el paso con gran facilidad. Las naves de esos malditos sonms ligeras que las nuestras, lo que las convierte en ms veloces.

    Entonces, qu sugiere que hagamos, capitn?

    Defendernos lo mejor que podamos aunque ya le advierto de ante manoque la batalla est perdida. Ellos cuentan con el doble de hombres y de caones.

    Por qu no rendirnos? Al menos no perderamos vidas.

    Nunca, capitn Mndez. Mtase esto en la cabeza. Un soldado de sumajestad el rey de Espaa nunca se rinde. Antes la muerte que el deshonor y lavergenza. Y ahora dgale al contramaestre que los hombres se preparen para

    repeler un ataque. Es una orden. Baje a proteger a las dos damas que se encuentranen el camarote.

    El capitn Rodrigo mir con cierto recelo al capitn Mndez. No comprendasu comportamiento al eludir la batalla en alta mar. Su superior sera informado alrespecto cuando fuera oportuno y siempre y cuando salieran vivos.

    Otra andanada se escuch procedente delLucero del alba. Pero en esta ocasinno se trat de un aviso sino que la puntera de los artilleros rasg las velas de lanave espaola. Quedaba claro que no queran hundirla, an. Esperaban que losespaoles se rindieran sin tener que entablar combate y as evitar el

    derramamiento de sangre. Pero la respuesta que obtuvieron dej claro quepreferan luchar a rendirse. El atronador sonido de los disparos procedente delnavo espaol as se lo hizo saber a Lorraine, quien sonrea complacida por eseincidente.

    Parece ser que no quieren rendirse. Est bien peor para ellos. SeorOGrady, que los artilleros disparen una andanada hacia los palos.

    Ya habis odo muchachos. Enseemos a esos espaoles de lo que es capazde hacer un ingls.

    Los artilleros jalearon a Lorraine y se dispusieron a hacer sonar por tercera yltima vez los caones. En aquella ocasin no sera una salva de advertencia sinoun ataque en toda regla. Los primeros disparos alcanzaron el palo mayorrasgndolo por la mitad cayendo sobre la cubierta. Otro impact en el castillo deproa hacindolo saltar por los aires junto con los hombres que all se encontraban.Y un tercero impact de lleno sobre una de las bateras inutilizndola porcompleto. La cubierta del navo espaol pareca un amasijo de cables, velas y

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    madera bajo las cuales haban perecido varios hombres. Mientras, el capitnRodrigo daba rdenes para que todo lo que no serva se arrojara al mar. Losartilleros ingleses celebraron su puntera agitando sus sables al aire y

    disponindose al abordaje. El galen espaol se haba quedado varado. Uno de losdisparos haba alcanzado el timn hacindolo astillas. Lorraine se encaram sobrela borda sable en mano dispuesta a dirigir el abordaje. En esos momentos la sangre

    bulla en sus venas, y senta unos deseos incontrolables de abordar el galenespaol. De repente la imagen de Juan Herrera se cruz en su mente sin motivoalguno. Pens que tal vez fuera l quien capitaneaba esa nave. Una sonrisa malignaaflor en sus labios recordando que tenan una cuenta pendiente. Quera volver averlo. No le importaba plantarse delante de l una segunda vez. Pero, estabasegura de que no haba una razn oculta bajo sus deseos de volver a verlo? Se

    trataba slo de una venganza y de una humillacin? O haba algo ms que ella nose atreva a reconocer abiertamente? Lleg el momento del intercambio de disparosde los mosquetes y las bajas comenzaron a producirse en ambos bandos por igual.Los marineros espaoles se haba apostado tras algunos restos del palo mayor ydisparaban sus mosquetes contra los piratas ingleses en un intento por frenar elabordaje, cosa ya imposible pues los primeros arpeos haba comenzado a surcar elaire y a incrustarse en la borda y los obenques delSanta MaraLos piratascomenzaron el asalto al galen espaol mientras Lorraine los espoleaba. Una granhumareda producida por la plvora de mosquetes y pistolas envolva a los

    hombres. La horda de fieros piratas cay como un vendaval sobre la cubiertaacuchillando y descerrajando tiros aqu y all. Los perros del mar eran el doble quelos espaoles y su fiereza se haca mayor cada vez que pensaban en el botn queobtendran. Lorraine haba liquidado a un par de marineros cuando qued frente afrente al capitn Rodrigo.

    Una mujer! exclam sin dar crdito a sus ojos mientras bajaba el acero.

    Sorprendido? le pregunt burlndose de l.

    No pelear con vos.

    Entonces rendiros.

    Jams mascull entre dientes esgrimiendo su acero ante ella. Chusmainglesa.

    Hubo unos pequeos toques de tanteo en los que Lorraine se di