bautismo del seÑor • aÑo / b • mc 1, 7-11 · juan y a su alrededor un grupo de se-guidores....

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BAUTISMO DEL SEÑOR • AÑO / B • Mc 1, 7-11 ● Primera lectura ● Is 55 , 1-11 “Acudid por agua; escuchadme y viviréis”. ● Salmo ● Is 12 ● “Sacaréis agua con gozo de las fuen- tes de la salvación”. ● Segunda lectura ● 1 Jn 5, 1-9 ● “El Espíritu, el agua y la sangre”. ● Evangelio ● Mc 1, 7-11 ● “Tú eres mi Hijo amado, mi preferido”. Mc 1, 7-11 7 Y decía: «Detrás de mí viene el que es más fuerte que yo, y yo no soy digno de agacharme para desatarle la correa de sus sandalias. 8 Yo os bautizo con agua, pero él os bautizará en el Espíritu Santo». 9 Por aquellos días Jesús vino desde Nazaret de Galilea y fue bautizado por Juan en el Jordán. 10 En el mo- mento en que salía del agua, vio los cielos abiertos y al Espíritu Santo como una paloma bajando sobre él, 11 y se oyó una voz del cielo: «Tú eres mi hijo amado, mi predilecto». El Espíritu Santo se hace presente en la vida de Jesús de una forma externa cuando recibe el bau- tismo de Juan, cuando está a punto de comenzar su vida pública. Ese mismo Espíritu Santo se hizo presente en nuestro bautismo. Que ahora nos ilumine y nos una a la persona de Jesús. Oigo también yo y hago mías las palabras que se oyeron en el momento de bautismo de Jesús: Jesús es el Hijo amado y el predilecto de Dios. ¿Qué supone ello para mi vida y para la vida de las personas, para el mundo? Yo también fui hecho hijo de Dios el día de mi bautismo. Le doy gracias por mi bautismo y por las personas que así lo decidieron. ¿Vivo como un buen hijo de Dios? Seguro que he de pedirle perdón. ¿Qué hago para que otros lleguen a ser hi- jos de Dios? Llamadas. Hablo con el Señor de lo que he vivido con la escucha de su Palabra.

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Page 1: BAUTISMO DEL SEÑOR • AÑO / B • Mc 1, 7-11 · Juan y a su alrededor un grupo de se-guidores. Juan lleva una vida austera e invita a que se preparen para acoger al que viene detrás

BAUTISMO DEL SEÑOR • AÑO / B • Mc 1, 7-11

● Primera lectura ● Is 55, 1-11 ● “Acudid por agua; escuchadme y viviréis”.

● Salmo ● Is 12 ● “Sacaréis agua con gozo de las fuen-tes de la salvación”.

● Segunda lectura ● 1 Jn 5, 1-9 ● “El Espíritu, el agua y la sangre”.

● Evangelio ● Mc 1, 7-11 ● “Tú eres mi Hijo amado, mi preferido”.

Mc 1, 7-11 7 Y decía: «Detrás de mí viene el

que es más fuerte que yo, y yo no

soy digno de agacharme para

desatarle la correa de sus sandalias. 8 Yo os bautizo con agua, pero él os

bautizará en el Espíritu Santo». 9

Por aquellos días Jesús vino desde

Nazaret de Galilea y fue bautizado

por Juan en el Jordán. 10 En el mo-

mento en que salía del agua, vio los

cielos abiertos y al Espíritu Santo

como una paloma bajando sobre él, 11 y se oyó una voz del cielo: «Tú

eres mi hijo amado, mi predilecto».

El Espíritu Santo se hace presente en la vida de Jesús de una forma externa cuando recibe el bau-tismo de Juan, cuando está a punto de comenzar su vida pública. Ese mismo Espíritu Santo se hizo presente en nuestro bautismo. Que ahora nos ilumine y nos una a la persona de Jesús. ● Oigo también yo y hago mías las palabras que se oyeron en el momento de bautismo de Jesús: Jesús es el Hijo amado y el predilecto de Dios. ¿Qué supone ello para mi vida y para la vida de las personas, para el mundo?

● Yo también fui hecho hijo de Dios el día de mi bautismo. Le doy gracias por mi bautismo y por las personas que así lo decidieron.

¿Vivo como un buen hijo de Dios? Seguro que he de pedirle perdón. ¿Qué hago para que otros lleguen a ser hi-jos de Dios?

● Llamadas.

● Hablo con el Señor de lo que he vivido con la escucha de su Palabra.

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Notas para fijarnos en el Evangelio

● El bautismo de Jesús es un momento importante en la vida del Maestro ya que ha sido recogido por los cuatro evangelistas.

● Jesús pasó unos treinta años en el anonimato en su pueblo de Nazaret, la vida oculta, conviviendo con toda nor-malidad con sus paisanos, trabajando la madera o en la construcción.

● Asiduamente asistía a la sinagoga co-mo uno más de aquella comunidad de miembros del pueblo de Dios.

● Hasta Nazaret había llegado el eco de las palabras y de la presencia de Juan Bautista en el Jordán invitando a la conversión y a recibir el bautismo de penitencia.

● Era tiempo de espera a algo nuevo que podía venir de parte de Dios.

● Y Jesús, como algún otro paisano, se dirige al Jordán, al encuentro del Bau-tista. Jesús deja Nazaret y su familia en busca de la voluntad de Dios

● Una nueva etapa comienza en la vida de Jesús.

● Allí, junto al Jordán, se encuentra a Juan y a su alrededor un grupo de se-guidores.

● Juan lleva una vida austera e invita a que se preparen para acoger al que viene detrás de él, que en más que él y quien no es digno de desatarle las co-rreas de sus sandalias.

● Juan es el que prepara el camino, el que anuncia la llegada, el que invita a la gente a cambiar de vida a convertir-se a la voluntad de Dios.

● Jesús, según Juan, es quien bautizará con el Espíritu Santo. Su bautizo es só-lo de penitencia. Jesús es presentado por el mismo Juan como superior a él.

● Jesús, como los que se encontraban junto al río Jordán, se acerca a Juan para recibir su bautismo y participar de ese movimiento de espera y conversión que había suscitado el Bautista. Juan se resiste a administrarle el bautismo, ya que es el quien debería ser bautiza-do por Jesús.

● Acto de solidaridad y de humildad por parte de Jesús. Como dice Pablo “Dios

le hizo pecado por nosotros, para que en Él fuéramos justicia de Dios” (2 Cor 5, 21).

● Nos dice el texto, con una terminolo-gía que nos describe la presencia de Dios, que en aquel momento se rasga-ron los cielos y bajó de lo alto como una paloma, símbolo del Espíritu Santo, y se posó sobre Jesús para que realice la mi-sión que Dios le había encomendado: el Reino de Dios.

● El Espíritu Santo lo acompañará a lo largo de toda su vida pública.

● El Espíritu Santo que más tarde fue quien puso en movimiento y afianzó la fe de los apóstoles después de la resu-rrección ya no lo dejará.

● Ese mismo Espíritu Santo lo recibimos nosotros en el momento del Bautismo y en la Confirmación. En su nombre fui-mos un día bautizados. Como en el caso de Jesús nuestro bautismo constituye un momento importante de nuestra vida.

● Acto seguido a la apertura de los cie-los se oye una voz, la voz de Dios Padre que nos muestra la identidad de Jesús: “Tú eres mi Hijo amado, mi preferido”.

● Jesús, y no Juan, es el Hijo de Dios. Dios es el Padre de Jesús, como lo ex-presará Jesús en muchos momentos a lo largo del Evangelio. De ordinario cuando se dirige a Dios siempre habla de Él co-mo Padre.

● Jesús es el Hijo amado de Dios. A quien Dios ama por encima de todo. Je-sús es el Hijo predilecto.

● Ahí tenemos la definición de Jesús, su

carta de identidad: Jesús es el Hijo

amado de Dios, el predilecto.

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Tú eres mi hijo ama-do, mi predilecto

Señor Jesús,

en el momento del paso de tu vida oculta a tu vida pública,

en el momento del tránsito, a una nueva etapa de tu vida,

Dios Padre te señala con su dedo amoroso y te define diciéndonos la verdad

más profunda y hermosa de tu vida.

Antes de presentarte ante el mundo, en vísperas del comienzo de tu vida pública,

Dios Padre nos dice quien eres.

Aquel hombre de Nazaret de unos treinta años, hijo de María, que había trabajado de artesano y estaba a punto de empezar un momento fundamental de su vida era:

el Hijo amado de Dios.

¿Cómo resonaron estas palabras en tu corazón, Señor Jesús?

¿Qué sentiste al oírlas? Seguro que fueron un bálsamo de paz,

un empujón tremendo que te decía algo así como: adelante, Yo estoy contigo,

no te fallaré. Tú te sentirías acompañado

por la mano amorosa del Padre.

La comunidad cristiana, Señor Jesús, así quiere también recordarte. Además de ser el Hijo de María

eres el Hijo de Dios.

No sólo eres el que hacía prodigios y el que hablaba como nadie:

Eres sobre todo, y por eso podías hacer lo imposible para nosotros

y decir lo que decías…, eres el Hijo amado de Dios.

Eres, Señor Jesús, el Hijo de Dios amado

y el predilecto de Dios Padre. Ahí está lo mejor que podemos decir de Ti.

Esa es también nuestra fe. Así te reconocemos también nosotros.

No sólo eres una persona importante dentro de la gran historia de la humanidad, no sólo eres el mejor de todos los mortales,

no sólo eres el gran bienhechor de la humanidad,

no sólo eres un modelo de persona. Eres el Hijo de Dios.

Hoy hago un acto de fe y hago mías aquellas palabras

que se oyeron en el Jordán

y te digo de corazón: Señor Jesús Tú eres el Hijo de Dios,

esto es lo mejor que podemos decir de Ti. Por tanto lo que dices y haces no es sólo cosa de una persona

Extraordinaria sino que es además cosa del Hijo de Dios, de Dios.

Gracias por la fe que se nos ha dado en tu persona, gracias porque te reconocemos

como Hijo amado de Dios.

Y Tú, el Hijo de Dios Padre, vienes al mundo enviado por Dios

para ¡oh maravilla inaudita! hacernos a nosotros hijos e hijas de Dios.

Tú te rebajas haciéndote uno de nosotros para levantarnos e introducirnos

en la familia de Dios Padre. Recordando tu bautismo recuerdo el mío

que fue un nuevo nacimiento. Nací a la vida de Dios

Gracias, muchas gracias, Señor Jesús, porque esas son nuestras señas

de identidad que hemos recibido de Ti.

Y como en Jesús el Espíritu Santo se hizo presente,

también lo está en nuestras vidas y nos acompaña.

Gracias de nuevo, Señor Jesús y ayúdanos a que no te defraudemos

a que seamos buenos hijos e hijas de Dios para que sepamos facilitar a otras muchas personas a que sean hijas de Dios y a que

vivan como tales. Así sea.

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VER

E n televisión han emitido varias veces un con-curso, “Tu cara me suena”, en el cual los

concursantes tenían que imitar a un cantante famoso. Para ello recurrían a vestuario, maqui-llaje, modulación de la voz… y el resultado a veces ha sido espectacular, el concursante re-sultaba difícilmente reconocible. Pero una vez terminado el concurso, el concursante se quita-ba el maquillaje y el vestuario y seguía siendo el mismo de antes.

JUZGAR

H oy estamos celebrando la fiesta del Bautis-mo del Señor, que cierra el tiempo de Navi-

dad. Hoy hemos visto una nueva manifestación del Misterio que hemos estado celebrando des-de Nochebuena: el Hijo de Dios hecho hombre, nacido para nuestra salvación. El día de Epifanía esta manifestación se realizó siendo Niño, y hoy lo hemos contemplado ya adulto. Y puesto que se hizo hombre y se manifestó “para nuestra salvación”, esta contemplación del Misterio de la Navidad no puede quedarse en algo “externo”, como si estuviéramos contemplando una obra de arte.

Por eso hemos pedido en la segunda oración colecta de las dos que hoy propone la liturgia: concédenos poder transformarnos interior-mente a imagen de aquel que hemos cono-cido semejante a nosotros en su humani-dad.

¿Cómo comenzar esa transformación interior según el modelo que hoy se nos ha manifestado en Jesús? El primer paso lo hemos escuchado en la 1ª lectura: que el malvado abandone su camino, y el criminal sus planes; que regrese al Señor… Cada uno tendremos que revisar con sinceridad en nuestra oración si nuestros cami-nos, si nuestros planes… siguen el camino de Jesús, o nos hemos desviado y tenemos que regresar al Señor, cuidando y potenciando la oración, la celebración de los sacramentos, el Equipo de Vida, la formación, el PPVC, el com-promiso cristiano…

Quizá en esa revisión orante nos parezca que la transformación interior está fuera de nuestro alcance, porque como también decía el Señor en la 1ª lectura: mis caminos son más altos que los vuestros, mis planes, que vuestros planes, y no nos vemos capaces de seguirlos. Por eso en la 2ª lectura san Juan nos ha recordado: sus mandamientos no son pesados, pues todo el que ha nacido de Dios vence al mundo.

Y nosotros hemos nacido de Dios por el Bautis-mo que hemos recibido, y que la fiesta de hoy nos ayuda a recordarlo. También sobre noso-

tros ha descendido el Espíritu Santo, y también el Padre nos dice: tú eres mi Hijo amado. Por eso podemos transformarnos interiormente a imagen de Cristo.

Una transformación interior que no realizamos “para ganar un concurso”, para “conseguir un premio”, para que nos aplaudan, sino para ser buenos testigos de Cristo, imagen suya, pre-sencia suya, con la actitud de Juan el Bautista: Detrás de mí viene el que puede más que yo, y yo no merezco ni agacharme para desatarle las sandalias. Una actitud que no será algo exte-rior, como un disfraz o un maquillaje, sino que formará parte de nuestro mismo ser, en virtud del Sacramento del Bautismo y la Confirmación recibidos.

ACTUAR

D espués de todo lo celebrado y orado duran-te la Navidad, ¿tengo deseos de transfor-

marme interiormente a imagen de Cristo? ¿Qué caminos debo abandonar, y qué planes debo cambiar? ¿Lo veo “pesado”, o posible? ¿Me siento hijo de Dios, y vivo como tal? ¿Tengo la actitud de san Juan Bautista a la hora de dar testimonio de Cristo? Como laicos, ¿soy cons-ciente que el Bautismo y la Confirmación me capacitan para ser testigo cualificado de Cristo?

La fiesta del Bautismo del Señor nos recuerda que también hemos recibido el Espíritu Santo, y que habita en nosotros y actúa en nosotros. Aprovechémoslo para que nos guíen en esa transformación interior, y ojalá ésta fuera tan completa que, a diferencia del programa de tele-visión, nos dijeran: “Tu cara no me suena”, que resultáramos prácticamente irreconocibles por-que nuestra transformación no es un simple dis-fraz ni maquillaje, sino que brota de nuestro in-terior. Ojalá cumplamos lo que pediremos en la última oración de la Eucaristía: que podamos llamarnos, y ser en verdad, hijos de Dios.

Acción Católica General Alfonso XI, 4 5º 28014 Madrid

www.accioncatolicageneral.es [email protected]

Ver ● Juzgar ● Actuar “Tu cara me suena”“Tu cara me suena”