bajar de la cruz a los crucificados

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DIPLOMADO DIMENSIÓN BÍBLICA DE LA NUEVA VISIÓN DE LA ERE NUEVO TESTAMENTO: UNA APROXIMACIÓN CRISTOLÓGICA PROFESOR: OSCAR ALBEIRO ARANGO ALZATE [email protected] 3208320 Ext. 5655 FEBRERO-MARZO 2009 1 BAJAR DE LA CRUZ A LOS CRUCIFICADOS: POR LOS CAMINOS DEL PRINCIPIO-MISRICORDIA PROPUESTA DE TRABAJO PARA EL MÓDULO DE NUEVO TESTAMENTO PROCESO EPISTEMOLÓGICO El módulo NUEVO TESTAMENTO quiere traducirse en un espacio de reflexión teológica que permita hacer una aproximación a la persona de Jesús de Nazareth, quién es confesado como el Cristo de Dios. Quiere ser un módulo enmarcado desde dos perspectivas: Una presencia, la realidad de sufrimiento, cruel, inhumano, masivo y duradero que enfrentan la mayoría de personas en este país. Una presencia que los condena a vivir como crucificados. Esta realidad se hace para nuestro estudio: primariedad Y en segundo lugar, una reacción de misericordia, es decir la construcción de caminos, de posibilidades que permitan bajar de la cruz a los crucificados. Esta exigencia se hace para nosotros y nosotras una: ultimidad. Quiero que nos detengamos momento para entender que es ésto primariedad y ultimidad para esta aproximación teológica al Nuevo Testamento. PRIMARIEDAD: PRESENCIA DE PERSONAS Y COMUNIDADES CRUCIFICADAS Como afirmé anteriormente quiero evidenciar la presencia delo sufrimiento. Pero no cualquier sufrimiento. Este es uno que tiene las siguientes características: ser cruel, inhumano, masivo, duradero. Un sufrimiento que se asume teológicamente con la categoría de CRUZ. Una Cruz que se impone por otros como una situación necesaria y querida. Sufrimiento como posibilidad de salvación, liberación. Cruz en la cual son condenados y condenadas a vivir como crucificados millones de colombianos. Cruz que irrumpe sin ninguna vergüenza como el signo que visibiliza los niveles de inhumanidad de los sistemas sacrificiales imperantes. Cruz como la negatividad que en la actualidad los teólogos que vivimos y acompañamos procesos en medio de estas personas y comunidades asumimos para confrontar nuestra experiencia de fe en el Señor Resucitado y que nos interpela para el quehacer teológico.

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 BAJAR DE LA CRUZ A LOS CRUCIFICADOS:

POR LOS CAMINOS DEL PRINCIPIO-MISRICORDIA

PROPUESTA DE TRABAJO PARA EL MÓDULO DE NUEVO TESTAMENTO

PROCESO EPISTEMOLÓGICO El módulo NUEVO TESTAMENTO quiere traducirse en un espacio de reflexión teológica que permita hacer una aproximación a la persona de Jesús de Nazareth, quién es confesado como el Cristo de Dios. Quiere ser un módulo enmarcado desde dos perspectivas: Una presencia, la realidad de sufrimiento, cruel, inhumano, masivo y duradero que enfrentan la mayoría de personas en este país. Una presencia que los condena a vivir como crucificados. Esta realidad se hace para nuestro estudio: primariedad Y en segundo lugar, una reacción de misericordia, es decir la construcción de caminos, de posibilidades que permitan bajar de la cruz a los crucificados. Esta exigencia se hace para nosotros y nosotras una: ultimidad. Quiero que nos detengamos momento para entender que es ésto primariedad y ultimidad para esta aproximación teológica al Nuevo Testamento.

PRIMARIEDAD: PRESENCIA DE PERSONAS Y COMUNIDADES CRUCIFICADAS

Como afirmé anteriormente quiero evidenciar la presencia delo sufrimiento. Pero no cualquier sufrimiento. Este es uno que tiene las siguientes características: ser cruel, inhumano, masivo, duradero. Un sufrimiento que se asume teológicamente con la categoría de CRUZ. Una Cruz que se impone por otros como una situación necesaria y querida. Sufrimiento como posibilidad de salvación, liberación. Cruz en la cual son condenados y condenadas a vivir como crucificados millones de colombianos. Cruz que irrumpe sin ninguna vergüenza como el signo que visibiliza los niveles de inhumanidad de los sistemas sacrificiales imperantes. Cruz como la negatividad que en la actualidad los teólogos que vivimos y acompañamos procesos en medio de estas personas y comunidades asumimos para confrontar nuestra experiencia de fe en el Señor Resucitado y que nos interpela para el quehacer teológico.

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ULTIMIDAD: BAJAR DE LA CRUZ A LAS PERSONAS Y COMUNIDADES CRUCIFICADAS Este es un sufrimiento que enfrentan las mayorías en América latina y que espera una respuesta. Que espera una palabra, Que necesita una abrazo. Un sufrimiento que desde la aproximación teológica exige la historización de la misericordia, es decir: bajar de la cruz a las personas y comunidades crucificadas. Este bajar de la cruz tiene una doble vía, la primera: Despertar del ensueño “dogmático” y la segunda, Despertar del ensueño de inhumanidad, Despertar del ensueño “dogmático” es decir de una serie de imaginarios que se instauran como normales, verdaderos y permanentes; imaginarios de cruz, impuestos por sistemas sacrificiales que para nuestro caso los agruparemos bajo la categoría: “el otro social”. Despertar del ensueño de inhumanidad, es decir, arriesgarnos a transitar por otros caminos, unos que proyectan Jesús de Nazaret, el Cristo. Unos que nos indican lo absurdo, mendaz y mortífero de los caminos que nos llevan a transitar por y hacia la Cruz. ¿Despertar de cuál sueño de inhumanidad? La historia colombiana se ha caracterizado por presentar muchas formas de violencia en la cual convergen factores sociales, económicos, culturales, políticos e históricos, los cuales han dejado un cúmulo de experiencias dolorosas en la memoria de los colombianos. Es el caso de lo que se ha denominado la “época de la violencia” caracterizada por la consolidación de una serie de grupos alzados en armas denominados chusmeros. Muchos de estos grupos nacen para defenderse de los gobiernos de turno y sus políticas de “limpieza ideológica” denominadas la “mano negra” de acuerdo al tinte político que gobernaba. Hacia los años 60s con el fortalecimiento de las ideas revolucionarias de corte marxista, leninista, comunista se consolidan algunos grupos existentes como guerrillas revolucionarias, es el caso de las FARC y ELN, que buscan disputar el poder al bipartidismo del Frente Nacional y de las clases sociales tradicionalmente dominantes en la sociedad colombiana. Además de estos grupos, existieron otros que se desarrollaron entorno a la lucha por la recuperación de la tierra del Quintín Lame en el departamento de Cauca en la comunidad Páez; el EPL en el Departamento de Magdalena y algunos sectores de la Costa Atlántica que tiene su origen en la confrontación sindicalista de la zona bananera de este departamento. A fines de la década de los sesenta y principios de la década de lo 70s surgen otros movimientos insurgentes como el Movimiento 19 de Abril (M-19), el PRT y el Movimiento Quintín Lame, entre otros. Para impedir el avance de la guerrilla se

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originaron los paramilitares como forma de autodefensa, quienes impulsados por terratenientes y ganaderos lograron convertirse ante todo en una expresión militar. Cabe decir que no puede afirmarse que exista una política de estado de apoyo al paramilitarismo. No obstante, en algunas ocasiones se ha evidenciado los nexos con miembros de la fuerza pública mediante su colaboración activa u omisiva. Esta situación ha colocado en la mira en especial a al población de sectores rurales e indígenas, que son hostigados y sufren persecución por parte de los actores armados. Considerando, obviamente, que es la población campesina e indígena se encuentra en una situación de mayor indefensión ante el poder económico y militar de los diversos actores armados. ¿Bajar de cuál Cruz? Quiero ubicarme en un lugar de esta geografía colombiana. Un lugar que por más de ocho años me ha entregado para mi quehacer teológico: que teologizar, me capacita para teologizar, y finalmente me enseña a teologizar: Tierralta Córdoba. Y en especial los campesinos de Puerto Salgar, quienes viven en los estratos económicos más bajos y muchos de ellos se encuentran en condiciones de miseria total. Los derechos al desarrollo, a la supervivencia, a la participación y a la vida digna son maltratados en los diversos espacios en que interactúan. Marginados de estos derechos fundamentales y de cara a afrontar el conflicto armado colombiano, muchos de ellos se ven avocados a participar cotidianamente en una guerra de subsistencia, de delincuencia y criminalidad. Así, la degradación del conflicto armado ha hecho que estos campesinos se vean inmersos desde temprana edad en el aterrador mundo de la guerra, siendo testigos, víctimas o protagonista de ataques indiscriminados a la población civil, asesinatos, masacres o genocidios, el hambre, el desplazamiento, etc. Muchos quedan huérfanos, otros desaparecen, son sometidos a tratos crueles e inhumanos y un buen número de ellos terminan vinculados a uno de los diferentes grupos armados. La presión ejercida por los actores armados (grupos guerrilleros, autodefensas, ejército) hacia los campesinos es constante. La falta de oportunidades laborales, el poco acceso a la educación superior, la ausencia de políticas públicas claras encaminadas a la población rural, son algunos aspectos que inciden en su participación en el conflicto armado. Frente a la presencia del conflicto y la ruptura del tejido social se hace necesaria una recomposición de los valores culturales y religiosos de la población (Despertar del senueño dogmático de inhumanidad) con miras a posibilitar la organización comunitaria y la participación de esta en la formulación, ejecución y evaluación de proyectos de desarrollo sostenible desde la no-violencia (Bajar de la cruz). En esta situación de violencia generalizada se hace necesario construir estrategias para la reconstrucción de esos tejidos sociales en diálogo con otras disciplinas desde una

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perspectiva teológica. Para abordar desde esta perspectiva una lectura del nuevo testamento se hace necesario articular un marco teórico desde el cual abordar la interpretación. En nuestro caso asumiremos tres ejes que se explicitarán a lo largo diplomado y que a continuación sólo enuncio: los sistemas sacrificiales, el principio-misericordia, y la inteligencia histórica Sistemas Sacrificiales Para este apartado se asume la propuesta conceptual y hermenéutica que plantea el antropólogo francés René Girard. Este autor hace una lectura de la violencia y de la aparición de las víctimas desde una lectura crítica de lo sagrado. Para Girard la violencia no es algo genético, sino algo aprendido, un dinamismo mimético que está presente en las relaciones de alteridad. Este dinamismo mimético, para Girard, es el dispositivo desde el cual se articulan las instituciones sociales como instituciones religiosas. Girard nos entrega una categoría fundamental para poder entender el concepto cruz a través de los sistemas sacrificiales, es decir sistemas que necesitan de víctimas inocentes para su establecimiento. Los textos que asumimos de este autor son: El chivo expiatorio, Veo a Satán caer como el relámpago, la ruta antigua de los hombres perversos y El misterio de nuestro mundo. Principio-Misericordia Retomaremos los avances que el Equipo Synetairos viene sistematizando. Este equipo ha logrado articular una plataforma conceptual entorno al principio-misericordia desde la cual partir y fundamentar este apartado. De igual forma la lectura en profundidad de tres textos del teólogo latinoamericano Jon Sobrino: El principio-misericordia, Jesucristo Liberador y La fe en Jesucristo. La pertinencia de estos textos radica en que hacen una lectura cristológica desde las víctimas haciendo énfasis en su inocencia. Inteligencia histórica Tenemos como primer referente la propuesta que hace el Teólogo inglés James Alison. Él asume la propuesta de René Girard como clave de lectura para su desarrollo teológico entorno a la víctima, su inteligencia y su memoria histórica. De James Alison retomamos los textos, Creer en Jesús, cristología de lo no-violencia y El Retorno de Abel, textos que permiten entender la dinámica de la redención no como algo expiatorio, sino como un acontecimiento histórico escatológico de justicia entorno a la inocencia de la víctima, que no es otra cosa que la experiencia de la resurrección. De igual forma retomaremos la obra de J.B. Metz quien aparta para nuestra reflexión una plataforma conceptual muy sólida para rescatar el papel que tiene la memoria y los relatos de la memoria en la

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construcción de la identidad de los pueblos. En especial la memoria de sufrimiento, memoria passionis, como punto central de una relectura de la historia desde los excluidos los “nadie”, las víctimas de este mundo. Retomamos de Metz los siguientes textos. Dios y tiempo: Nueva teología política y Por una cultura de la memoria.

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Momento 1: DESDE UNA ESQUINA, UNA MIRADA  VIVIR EN UN MUNDO SUFRIENTE: RELATOS DE VIDA­MUERTE       

…Entonces  los pusieron en orden y  les echaron gasolina. Y el  ejército  se encargó de prenderles  fuego a  cada uno de  ellos.  Muchos  pedían  auxilio.  Parecía  que  estaban medio  muertos  cuando  estaban  allí  colocados,  pero cuando  empezaron  a  arder  los  cuerpos,  empezaron  a pedir  auxilio.  Cuando  se  acabó  el  fuego,  cuando  nadie sabía  qué  hacer,  a  veces  daba  miedo  de  ver  los torturados  quemados  y  a  veces  daba  un  ánimo,  valor para seguir adelante. 

  Quiero  iniciar  este  texto  con  un  fragmento,  la  narración  que  una mujer,  campesina,  indígena  y latinoamericana hace de  su  vida. Me hubiera  gustado partir  de  tantas  historias  desde  las  cuales estamos haciendo en memoria en Tierralta, pero a petición de sus protagonistas por ahora debo apelar a otras. Historias que recogen esperanza y dolor. Pero igualmente silencio forzado. Por ello apelo a una historia  tal vez muy conocida por todos y  todas. Estos son algunos  fragmentos de  la vida de Rigoberta Menchú. Fragmentos que me han permitieron seguir  leyendo y entendiendo la vida de las comunidades en Tierralta.   Rigoberta  se  instaura  en  este  texto  como  un  signo  que  encarna  la  memoria  de  las  víctimas‐inocentes de este mundo. Su relato de vida y muerte hace visible la realidad de nuestros hermanos en  América  Latina  y  especial  del  Alto  Sinú.  A  la  historia  de  Rigoberta  le  he  asignado  un  título CREER  EN  EL  DIOS  DE  LA  VIDA  DESDE  UN MUNDO  SUFRIENTE1,  por  que  en  ella  se  cuenta  la experiencia de sufrimiento,  cruel,  inhumano que una mujer,  su  familia,  su comunidad,  su pueblo indígena  padecen  injustamente.  Su  historia  nos  cuenta  cómo  vive,  sobrevive  y  enfrenta  una situación de inhumanidad: el sufrimiento. En la narración, ella no se limita a presentar el dolor y sufrimiento  que    padece.  La  historia    cuenta  como  el  hecho  de  ser  víctima‐inocente  le  permitió asumir una nueva óptica desde la cual comprender su situación histórica.   Contar  y  compartir  su  relato  le  permitió  construir  una  esquina.  Su  esquina,  un  espacio  para  el encuentro  como  mujer,  indígena,  campesina  y  latinoamericana.  La  esquina  desde  la  cual  ve, interpreta y comprende la realidad con sus propios ojos. Esos ojos llenos de tristeza y esperanza. Situarse en su esquina  le permite entender el sufrimiento desde otras  lógicas. Ese situarse en su esquina  le permite construir nuevos caminos y  respuestas a  la violencia que padece, emprender alternativas desde otras lógicas, porque no desde la no‐violencia.   

1 Es una re-lectura del texto de BURGOS, E. Me llamo Rigoberta Menchú, y así me nació la conciencia, Seix Barral. Madrid. 1992. p. 118-259

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Para  el  quehacer  teológico  latinoamericano  y  en  una  perspectiva  muy  clara  como  la  que  intento articular desde el principio‐misericordia es decisivo detenernos en la recuperación de la memoria de las personas y de las comunidades. Se ha evidenciado que cuando se pierde la memoria personal y comunitaria, aparece en su lugar otro relato. El relato oficial en lugar del recuerdo, que introduce a las comunidades en una especie de ensoñación que los lleva al. Un olvido que permite la construcción de nuevas  imágenes,  ideas y propuestas compensatorias que van configurando el  tradicionalismo y el continuismo.   La memoria de  las víctimas  se opone pues al olvido del  sufrimiento pasado. La memoria de ese sufrimiento posibilita que la historia no se utilice de forma arbitraria haciendo caer a las personas y comunidades en la ensoñación de lo normal, natural, común y corriente y en lo que siempre ha sido  así.    Esta  ensoñación  hace  entender  que  las  cosas  son  así  y  que  siempre  serán  así.  Que  es imposible el  cambio. Que  la situación de sufrimiento es algo natural y normal por  lo cual deben pasar las comunidades. Y que tal vez este sufrimiento es necesario, justo y querido por Dios. Por eso,  apelo  aquí  a  la  razón  anamnética  no  como  simple  categoría  de  comprensión,  sino  como categoría constitutiva de lo humano y especialmente de lo humano que sufre, volver al recuerdo de sí mismo de las personas y las comunidades concretas2.   Dejemos por ahora  la argumentación y vayamos al relato para que estas  ideas que esbozo y que dan el inicio a este texto, Una teología confrontada y descentrada por la misericordia, se entiendan mejor cuando se deja hablar a Rigoberta. 

 He ahí al hombre...  La primera parte de su historia, fragmento de vida, lo he querido llamar: He ahí al hombre... En este primer momento Rigoberta  aún no  es  consciente que hace parte de un  sistema que  genera víctimas. Sólo puede ver cómo ella, su familia, su comunidad, su pueblo indígena sufren un tipo de violencia. Esta primera parte del relato está evidenciando esa realidad que enmudece, que paraliza a los seres humanos en los que el sufrimiento hace parte de su cotidianidad. Así inicia este relato de muerte‐vida: 

 ...  Desde  el  primer  momento  le  amarraron  las  manos  atrás,  y empezaron  a  empujar  a  puros  culatazos.  Caía  mi  hermano,  no podía defender  la  cara.  Inmediatamente,  lo que primero  empezó a sangrar  fue  la  cara  de mi  hermanito.  Lo  llevaron  por  los montes donde  había  piedras,  troncos  de  árboles.  Caminó  como  dos kilómetros  a  puros  culatazos,  a  puros  golpes.  Cuando  ellos  lo dejaron,  ya  no  se  veía  como  una  persona.  Toda  la  cara  la  tenía desfigurada  por  los  golpes,  de  las  piedras,  de  los  troncos,  de  los árboles, mi hermano estaba todo deshecho. Mi hermano estuvo con muchos  cadáveres  ya muertos  en  el  hoyo  donde  no  aguantaba  el olor de todos los muertos.   ...Tenía mi  hermano  tres  días  de  desaparecido  cuando  yo  llegué  a casa. Más  que  todo  consolando  a mi madre,  porque  sabíamos  que 

2 Metz, J.B. Por una cultura de la memoria. Antropos. Madrid.1999. p 73- 95

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los  enemigos  eran  bastante  criminales  y no  podíamos hacer nada, pues, si  íbamos a reclamar,  inmediatamente nos secuestraban. Ella fue los primeros días pero la amenazaron y le dijeron que si llegaba por  segunda  vez,  le  tocaba  lo  que  a  su  hijo  le  estaba  tocando.  Y ellos dijeron de una vez a mi madre que su hijo estaba en torturas, así es que no se preocupara.   Llegamos  allí.  Ya  había  mucha  gente  desde  temprano.  Niños, hombres, mujeres, estaban allí. Minutos después, el ejército estaba rodeando  a  la  gente  que  lo  estaba  presenciando. Había  aparatos, tanquetas,  jeeps,  había  todas  las  armas.  Entonces  mi  madre  se acerca  al  camión  para  ver  si  reconocía  a  su  hijo. Cada  uno  de  los torturados  tenía  diferentes  golpes  en  la  cara.  O  sea,  llevaban diferentes  caras  cada uno de  ellos. Y mi mamá  va  reconociendo al hermanito, a  su hijo, que allí  iba entre  todos. Los pusieron  en  fila. Unos,  casi  estaban medio muertos  o  casi  estaban  en  agonía  y  los otros se veía que sí, los sentían muy, muy bien.   El  caso de mi hermanito,  estaba muy  torturado  y  casi no  se podía parar. Todos  los torturados  llevaban en común que no tenían uñas, les habían cortado partes de las plantas de los pies. Iban descalzos. Yo, no sé, cada vez que cuento esto, no puedo aguantar las lágrimas porque  para mí  es  una  realidad  que  no  puedo  olvidar  y  tampoco para mí  es  fácil  contarlo. Mi madre  estaba  llorando. Miraba  a  su hijo. Mi hermanito  casi no nos  reconoció. O quizá... Mi madre dice que  sí,  que  todavía  le dio una  sonrisa,  pero  yo,  ya no  vi  eso,  pues. Eran  monstruos.  Estaban  gordos,  gordos,  gordos  todos.  Inflados estaban,  todos  heridos.  Y  yo  vi,  que  me  acerqué  más  de  ellos,  la ropa estaba tiesa. Tiesa del agua que le salía de los cuerpos. Estaba rasurado  de  la  cabeza  y  también  cortado  de  la  cabeza.  No  tenía uñas.  No  llevaba  las  plantas  de  los  pies.  Para  mí  no  era  posible concentrarme,  de  ver  que  pasaba  eso.  Uno  pensaba  que  son humanos y qué dolor habrían  sentido esos  cuerpos de  llegar hasta un punto  irreconocible. Todo el pueblo  lloraba, hasta  los niños. Yo me quedaba viendo a los niños.   Entonces  los pusieron en orden y  les echaron gasolina. Y el ejército se encargó de prenderles  fuego a cada uno de ellos. Muchos pedían auxilio.  Parecía  que  estaban  medio  muertos  cuando  estaban  allí colocados, pero cuando empezaron a arder  los cuerpos, empezaron a pedir auxilio. Cuando  se acabó  el  fuego,  cuando nadie  sabía qué hacer, a veces daba miedo de ver los torturados quemados y a veces daba un ánimo, valor para seguir adelante. Mi madre casi se moría de  tanto  dolor.  Abrazó  a  su  hijo,  platicó  todavía  con  el  muerto, torturado.  Lo  besaba  y  todo,  quemado.  Yo  le  decía  a  mi  mamá: vámonos a  casa. No  podíamos  ver... No podíamos  seguir    viendo  a los muertos. No era tanto la cobardía de no verlos, sino que era una 

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cólera. Era algo que no  se podía  soportar. Entonces,  toda  la gente prometió  darle  cristiana  sepultura  a  todos  esos  torturados  y muertos...  

Esta  primera  parte  del  relato,  He  ahí  al  hombre…  evidencia  una  realidad:  la irrupción  de  las  víctimas‐inocentes  en  la  historia  y  esas  mismas  víctimas‐inocentes como lugar de revelación de Dios. Es así como el sufrimiento se hace lugar teológico y lugar  de  contemplación.  Algo  debe  quedar  muy  claro  desde  el  inicio,  no  se  está hablando  de  cualquier  sufrimiento,  se  trata  de  un  sufrimiento muy  específico,  el  de las víctimas‐inocentes de este mundo, es en ellas que Dios se esconde, es en ellas que Dios se revela3. Este es el primer gran aporte que nos entrega el relato de Rigoberta, evidenciar  el  tipo  de  sufrimiento  del  cual  se  está  haciendo  referencia.  Este sufrimiento  se  puede  entender  desde  una  perspectiva  cuantitativa  como  masivo  y permanente.  O  desde  una  perspectiva  cualitativa  como  cruel  y  clamoroso4.  Un sufrimiento que esta evidenciando el mysterium iniquitatis: un Dios que no sólo está a favor  de  las  víctimas,  sino  a merced  de  los  verdugos5.  Un  sufrimiento  en  el  que  está presente  el mismo Dios,  impotente  como  las  víctimas  como  expresión  de  su máxima solidaridad con ellas.  Víctima­inocente  En  un  segundo  momento,  la  historia  presenta  a  Rigoberta  tomando  conciencia  de  su experiencia de víctima, descubre que el dolor que tiene que soportar es injusto. Descubre su inocencia,  la  de  su  familia,  la  de  su  comunidad.  Entiende  que  las  personas  y  los  sistemas políticos,  económicos,  sociales  y  culturales  están  articulados  de una manera particular,  que ellos han interpretado la forma de ejercer el poder mediante el ejercicio de la violencia sobre el  débil.  Es  lo  que  he  denominado  en  la  narración:  Víctima­inocente.  Y  va  más  allá,  su condición  de  víctima‐inocente  le  permite  tomar  distancia  de  los  modelos  construidos socialmente para posibilitar otras perspectivas. Entiende que la violencia no se puede acabar con  más  violencia.  Por  ello  asume  una  nueva  dinámica  entregar  su  vida  para  generar  la comunidad.   

...Empecé a viajar por diferentes lados. Consultando todas las cosas. Y, una de las cosas, no es tanto para desestimar, porque también los curas  hicieron  mucho  por  nosotros.  No  es  para  desvalorizar  lo bueno que  también nos enseñaron, pero hay muchas cosas que nos enseñaron,  a  acomodarnos,  a  adormecernos  como  pueblo.  Por ejemplo,  la  religión  nos  decía  que  era  pecado  matar.  Pero,  sin embargo, a nosotros nos están matando. Y nos decían que Dios está allá arriba y que Dios  tenía un reino para  sus pobres. Eso a mí me había  confundido  porque  yo  fui  catequista  desde  niña.  Entonces tenía ya muchas  ideas en la cabeza...Yo soy cristiana y participo en la  lucha como cristiana. Para mí, como cristiana, hay una cosa. Es 

3 Sobrino, Jon. Jesucristo liberador. Trotta. Madrid. 1997. p. 297-320 4 Sobrino, Jon. Principio-misericordia. Sal TerraeSantander. 1992. p. 17 5 Sobrino, Jon. Principio-misericordia. p. 23

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la  vida de Cristo. Tuvo  todo un proceso, donde Cristo  fue humilde. Nació  en  un  pequeño  rancho,  como  narra  la  historia.  Fue perseguido  y,  sin  embargo,  tuvo  que  optar  por  tener  un  pequeño grupo para que su semilla no se desaparezca. Fueron sus discípulos, fueron sus apóstoles.  El deber de un cristiano es pensar cómo hacer que exista el reino de Dios  en  la  tierra  con  nuestros  hermanos.  Sólo  existirá  el  reino cuando todos tengamos qué comer. Cuando nuestros hijos, nuestros hermanos, nuestros padres no se  tengan que morir de hambre y de desnutrición...  Claro,  muchos  curas  se  llaman  cristianos  pero defienden  sus  pequeños  intereses.  Para  no  golpear  esos  pequeños intereses,  se aíslan del pueblo. Mucho mejor para nosotros, porque sabemos que no necesitamos un rey que esté en un palacio sino que necesitamos  un  hermano  que  esté  viviendo  con  nosotros.  Creemos que hay un Dios, pero ese Dios es padre de todos y al mismo tiempo no  está  de  acuerdo  cuando  uno  de  sus  hijos  está muriéndose  o  es infeliz  y  que  no  tenga  ni  una  alegría.  Consideramos  que  cuando empezamos  a  emplear  la  Biblia,  cuando  empezamos  a  estudiar  la Biblia  de  acuerdo  a  nuestra  realidad  fue  porque  en  ella encontramos un documento que nos guía.  ...Nosotros  empezamos  a  estudiar  la  Biblia  como  un  documento principal.  La  Biblia  tiene  muchas  relaciones  como  las  relaciones que  tenemos  nosotros  con  nuestros  antepasados  y  con  los antepasados  que  también  vivieron  una  vida  que  es  parecida  a  la nuestra. Lo  importante  es que nosotros  empezamos a  integrar  esa realidad como nuestra realidad. Así es como empezamos a estudiar la Biblia. No es algo a memorizar, no es algo de hablar o de  rezar nada más. Incluso, quitando un poco la imagen que teníamos, como católicos o como cristianos, de que Dios está allá arriba y Dios tiene un  reino grande para nosotros  los pobres; no estábamos pensando en  nuestra  realidad  como  en  una  realidad  que  estamos  sirviendo. Así es cuando empezamos a estudiar textos principales. Tenemos el caso  del  “Éxodo”,  que  es  algo  que  hemos  estudiado;  lo  hemos analizado. Se trata mucho de la vida de Moisés que trató de sacar a su pueblo de  la opresión,  trató de hacer  todo  intento para que ese pueblo  fuera  liberado.  Nosotros  comparábamos  al  Moisés  de aquellos  tiempos  con  los  “Moiseses” de ahora, que  somos nosotros. Se trata de la vida de un hombre, de la vida de Moisés. Descubrimos que Dios no está de acuerdo con el sufrimiento que vivimos; que no es  el  destino  que  Dios  nos  ha  dado,  sino  que  son  los  mismos hombres  de  la  tierra  quienes  nos  han  dado  ese  destino  de sufrimiento,  de  pobreza,  de  miseria,  de  discriminación.  Incluso hasta  de  la Biblia  hemos  sacado  ideas  para  perfeccionar  nuestras armas populares; que fue la única solución que nos quedó.   

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Esto es lo que la víctima­inocente enseña: contar nuevas historias, en estructuras nuevas6. Esta novedad en el contar historias. La presencia de las víctimas­inocentes con las señas visibles de su   muerte en su carne nos recuerdan que  la nueva historia, aquella contada desde el Dios de Jesús  no  se  encuentra  en  otro  nivel,  sino  que  incluye  aquello  que  necesita  de  rescate  y transformación:  la  historia  de  violencia  y  victimización  en  la  cual  se  encuentra  inmersa  la humanidad.  Lo  anterior  no  sólo  está  indicando  el  triunfo  personal  que  Jesús  hace  sobre  la muerte, sino que además está presentando otro elemento valioso para nuestra reflexión: revela lo  innecesario  del mecanismo  por  el  cual  la muerte  retiene  las  personas  como  servidoras  y esclavas de ella7.   Tentaciones y  discernimiento  Lentamente el relato evoluciona, la situación de sufrimiento que Rigoberta Menchú padece la confunde. Por un lado, piensa que es necesario dejar todo de largo y, por el otro, continuar con su causa. El fragmento nos presenta las tentaciones consecuentes cuando una persona o una comunidad enfrentan el sufrimiento masivo, cruel,  inhumano e injusto, pero, de igual forma, presenta  los elementos que se asumen para estar en un constante discernimiento. No basta tomar conciencia de la situación de victimización es necesario conocer qué la produce y qué caminos se deben recorrer. Este momento lo he llamado: Tentaciones y  discernimiento.  

Situación 1: Tentaciones 

En México me encontré con unas personas que nos habían ayudado desde Europa; antes,  cuando  estaban mis  padres.  Nos  encontraron  las mismas  personas.  Nos ofrecieron ayuda para que nosotros viniéramos a vivir a Europa. Ellos decían que no era posible que un ser humano pudiera aguantar tanto. Y los señores de buen corazón, nos decían que, vámonos allá. Allá les vamos a dar una casa, les vamos a dar  todo  lo  que  quieran.  Incluso  habrá  oportunidad  para  que  tus  hermanitas estudien. Yo no podía decidir por mis hermanitas,  ya que  consideraba que  eran mujeres capaces de opinar y de pensar por su vida solas.   Entonces, hablaron con mis hermanitas e inmediatamente ellas rechazaron la proposición que nos hacían. Que  si  querían  ayudarnos,  que  nos mandaran  la  ayuda,  pero  no  para  nosotros, para todos  los huérfanos que se han quedado. Entonces  los señores no entendían por  qué  a  pesar  de  todo  lo  que  nos  ha  pasado,  queremos  vivir  todavía  en Guatemala. A pesar de todos los riesgos que tenemos.  Situación 2: Discernimiento  ...Entonces,  cuando  empecé  con mi  convicción,  tuve  que  definir  dos cosas:  la  lucha  o  el  novio.  Hacía  grandes  conclusiones  porque  yo quería  al  compañero  y  yo  veía  los  sacrificios  de  él  por mí.  Era  un 

6 Alison, James. El retorno de Abel. Herder. Madrid. 1999. p. 7 Girard, René. Veo a Satán caer como el Relámpago. Anagrama. Madrid. 2002. p.

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noviazgo ya más abierto que el que hacen mis gentes a través de mi cultura.  Entonces,  llegó  un  momento  en  que  yo  estaba  entre  dos cosas,  o  él  u  optar  por  la  lucha  de mi  pueblo.  Y  llegué  a  eso,  pues, que  tuve que dejar al novio con dolor, y  sentimientos, pero yo decía que  tenía mucho que hacer por mi pueblo y no necesitaba una casa bonita mientras que mi pueblo vivía en condiciones de horror como en  las que yo nací y crecí. Así es cuando yo me separé por un  lado y él  por  otro.  En  estos momentos  no me  sentiría  feliz  de  buscar  un compañero  y  entregarme  a  él, mientras  que muchos  del  pueblo  no tratan  de  buscar  su  alegría  personal,  sino  que  no  tienen  ni  un momento de reposo.  Esto me da mucho que pensar. Y,  como decía,  yo  soy humana  y  soy una mujer y no puedo decir que yo  rechazo al matrimonio, pero mi tarea  principal,  pienso  que  es  primero  mi  pueblo  y  después  mi alegría  personal.  Podría  decir  que  muchos  compañeros  se  han entregado  en  la  lucha,  sin  límite,  sin  buscar  su  alegría  personal. Porque he conocido muchos amigos en  la  lucha que me respetan  tal como  soy,  como  soy mujer.  Compañeros  que  tienen  ratos  amargos, tienen  penas,  tienen  preocupaciones  y,  sin  embargo,  están  en  la lucha y siguen adelante. Y podría decir que quizá renuncio a eso por mi dura experiencia que tengo, de haber visto muchos amigos caídos en la lucha. Eso a mí me da no sólo miedo sino pánico porque yo, una mujer viuda no quisiera ser, y una madre  torturada, no quisiera ser tampoco. 

 Con las víctimas  La  historia  termina  planteando  las  opciones,  los  compromisos  que  surgen  cuando  alguien asume una respuesta a favor de los que sufren desde el sufrimiento mismo. Este momento lo he querido llamar: Con las víctimas.  

...Yo  no  soy  dueña  de  mi  vida,  he  decidido  ofrecerla  a  una  causa.  Me pueden matar en cualquier momento pero que sea en una tarea donde yo sé que mi sangre no será algo vano sino que será un ejemplo más para los compañeros. El mundo en que vivo es tan criminal, tan sanguinario, que de un momento al otro me quitan la vida. Por eso, como única alternativa, lo que me queda es la no­violencia, así lo he aprendido en la Biblia. Eso traté de hacerle comprender a una compañera marxista que me decía que cómo quería hacer  la revolución siendo cristiana. Yo  le dije que toda  la verdad no estaba en  la Biblia, pero que  tampoco en el marxismo estaba  toda  la verdad. Yo sé que mi fe cristiana nadie me la va a quitar. Ni el régimen, ni el miedo, ni  las armas. Y  eso  es  lo que  tengo que  enseñar  también a mi gente.  Que  juntos  podemos  hacer  la  Iglesia  popular,  lo  que verdaderamente es una  iglesia, no como  jerarquía, no como edificio, sino que es un cambio para nosotras las personas. 

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 Como se puede  leer, en este  texto quiero recoger algunas  ideas  y preocupaciones que como teólogo giran en mi mente. Muchas de ellas se han configurado conmigo otras me confrontan desde  fuera: el  clamor de  las Víctimas­Inocentes Crucificadas,  esta  frase  expresa  cuales son esas ideas y preocupaciones.   En primer lugar esa realidad de sufrimiento que padece de forma masiva, cruel,  inhumana y con pretensiones de duradero mis hermanos y hermanas de Tierralta con los que desde hace ocho años comparto mi quehacer teológico. En segundo lugar esa presencia de Cruz en la cual se está condenado a vivir a millones de seres humanos en este país, y especialmente en el sur del departamento de Córdoba. Y en tercer lugar la imperiosa necesidad de construir caminos de  vida,  esperanza,  justicia,  misericordia.  Estas  ideas  y  preocupaciones  me  han  llevado  a retomar lo compartido en el seminario de temas y problemas actuales que debe enfrentar hoy la teología.  

  

 Bibliografía complementaria 

 SCHILLEBEECKX,  Edward.  Cristo  y  los  cristianos. Cristiandad. Madrid. 1982. pag. 553‐705. VARONE,  Francois.  El  dios  sádico.  Sal  Terrae. Santander. 1988. pag. 82‐92 SOBRINO, Jon. La fe en Jesucristo. Trotta. Madrid. 1999. pag. 363‐388 SOBRINO,  Jon.  Jesucristo  Liberador.  Trotta.  Madrid. 1997. pag. 235‐252 

 

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MIRAR DESDE UNA ESQUINA  

  UNA MIRADA DESDE UNA ESQUINA   CONTENIDO  

TEORÍA MIMÉTICA­SISTEMAS SACRIFICIALES EL PRINCIPIO­MISERICORDIA INTELIGENCIA HISTÓRICA DE LAS VÍCTIMAS 

  CONTEXTUALIZACIÓN   En el aparte anterior retome un fragmento de vida a través del cual quise presentar la experiencia  de  una  mujer,  indígena,  campesina,  latinoamericana  en  el  mundo sufriente. No  lo hago con  la pretensión de universalizar un experiencia  tan personal, sino  con  la  firme  intencionalidad  de  dejarme  enseñar  por  el  caminar  histórico  que ella realiza con su comunidad. Sé que el relato puede ser leído de múltiples maneras y tal  vez manipulado,  falseando  y  adecuando  su  verdad  histórica  a mi  verdad  teórica, esta no es mi intención,  lo que si quiero dejar claro es que mi búsqueda teológica me llevó a ser confrontado por esta historia. La historia de Rigoberta me entregó luz, me enseñó a ver, para asumir y reorientar mi camino.  Como  se  presentó,  el  relato  entrega  tres  elementos  valiosos  y    necesarios  para abordar  este  camino  teológico,  es  lo  que  abordaremos  como  unas  consideraciones previas.  Los  elementos  que  emergen  del  relato  y  que  yo  los  hago  explícitos,  actúan como los soportes sobre los cuales quiero afianzar el desarrollo de mi exposición, son tres  soportes  o  “patas”  sobre  los  cuales  quiero  apoyarme  para  caminar  en  esa búsqueda: lo que nos revela la resurrección: la inocencia de las víctimas. Este trípode está  constituido  por:  La  teoría  mimética‐sistemas  sacrificiales,  la  inteligencia histórica de las víctimas y el principio‐misericordia.  CONTENIDO  

MIRAR DESDE UNA ESQUINA  El  mirar  no  debe  entenderse  como  algo  estático,  con  lo  cual  me  quiera  complacer. Cuando me  sitúo  en  una  esquina  para mirar  el mundo  sufriente,  no  lo  hago  con  una intención meramente voyerista, para disfrutar lo que allí veo, satisfacerme con lo que 

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allí  se ve. Este no es el  sentido del mirar. Cuando asumo este  concepto  lo hago en  la perspectiva  de  la  contemplación  como  nos  enseña  San  Ignacio  en  sus  ejercicios espirituales: Traer hacia mi  aquello que quiero  contemplar,  es  decir  el  involucrarme con  lo  que  contemplo,  luego  realizar  una  composición de  lugar,  poder  reconstruir  lo visto  para  dejarme  afectar  y  finalmente,  demandar  lo  que  se  quiere,  el  movimiento que genera lo contemplado, la re‐acción que genera la contemplación8[1].  De  esta  forma,  mirar‐comtemplar  desde  una  esquina  revela  el  lugar  desde  el  cual quiero mirar. No todos los lugares son adecuados para ello, o dicho de otra manera no todos  los  lugares  permiten  ver  con  claridad  o  en  totalidad  lo  que  está  aconteciendo. Parto de una constación mi mirar es parcial, pero no cerrado. Mi mirar se hace desde una esquina que me permite construir un horizonte, una perspectiva. Esquina en este sentido  ha  de  ser  entendida  como  perspectiva‐horizonte,  como  el  desde  dónde  me sitúo para mirar‐contemplar.  Situarme  en  una  esquina  y  compartir  este  situarme  no  me  hace  excluyente,  más  sí sincero conmigo mismo y con quienes miran el mundo sufriente desde otras esquinas. No  pretendo  ir  más  allá  de  donde  puedo  mirar.  Y  no  quiero  agotar  otras  miradas desde mi mirar. Pero  lo que sí puedo es el dejarme confrontar con otras miradas. En ese  compartir  de  miradas,  de  otras  esquinas  amplío  mi  horizonte,  descubro  otras posibilidades para situarme en el mundo sufriente.  Finalmente, mirar desde una esquina quiere actuar como clave de interpretación y de construcción  no  excluyente,  sé  que  cuando  me  sitúo  en  mi  esquina  realizo  una selección de los elementos, de las personas, de las circunstancias que quiero ver. Pero igualmente sé que si me quedara observando el mundo desde mi esquina me quedaría con  una  imagen  obtusa  y  reducida  del  mundo.  Mirar  desde  una  esquina  es  un movimiento,  un  proceso  de  contemplación,  interpretación,  confrontación  y construcción de horizontes.  La  esquina  desde  la  cual  quiero  leer  el  mundo  sufriente  son  esas  tres  “patas”  que configuran  mi  trípode:  teoría  mimética,  inteligencia  histórica  de  las  víctimas  y principio‐misericordia.  

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8[1] E.E [102] ‐ [105] 

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1. “TEORÍA” MIMÉTICA­SISTEMAS SACRIFICIALES  

ESQUEMA DE INTERACCIÓN  CONTEXTUALIZACIÓN CONTENIDO  

DESEO Y MÍMESIS MÍMESIS, RIVALIDAD Y VIOLENCIA EL ESCÁNDALO SATÁN EL “OTRO SOCIAL” EL “OTRO OTRO” 

 RECAPITULACIÓN LECTURAS COMPLEMETARIAS   TRABAJO PERSONAL   

CONTEXTUALIZACIÓN  Luego  de  esta  pequeña  pero  necesaria  introducción  quiero  esbozar  como  funcionan las  estructuras  sacrificiales  generadoras  de  víctimas.  No  con  la  pretensión  de pontificar y concluir que las cosas son así y punto9[2].   CONTENIDO  

Objetivo:  Realizar  una  pequeña  introducción  en  la  “teoría  mimética”  para entender como funcionan los sistemas sacrificiales.   Palabras  clave: estas son una serie de palabras o conceptos que se repetirán en el desarrollo de este tema, es necesario que el, la estudiante tenga claridad sobre ella en la medida que va asumiendo el tema. Por favor buscar su significado en el diccionario  de la lengua española o en un diccionario teológico.  Mímesis  Rivalidad 

9[2] Para una mejor comprensión y profundización es necesario abordar  la obra de René Girard, en especial el  texto Veo a Satán Caer como el relámpago. 

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 Violencia  Escándalo  Satán  Víctima  Chivo expiatorio   

Metodología:  para  la  adecuada  aprehensión  de  esta  temática  se  requiere  de  una  lectura comprensiva  del  contenido.  Luego,  es  necesario  realizar  las  lecturas  complementarias  y actividades asignadas. Al finalizar el tema, cada estudiante estará en capacidad de participar en  las  diferentes  herramientas  de  interacción  con  las  que  cuenta  la  plataforma:  correo electrónico para enviar preguntas, solicitar aclaraciones al tutor, enviar pequeñas reflexiones (una  cuartilla  tamaño  carta)  y  enviar  correos  a  su  compañeros  de  curso;    el  foro  para participar en cualquier momento de la discusión de cada tema con sus compañeros  y el tutor; el Chat para participar en las discusiones on‐line que se programen. 

 DESEO Y MÍMESIS  En primer  lugar abordaré el binomio deseo‐mímesis como punto  inicial desde el cual se articulan  los  sistemas  sacrificiales. Al hablar de deseo‐mímesis nos  referimos a  la imitación de  lo que  es  el  otro.  El  otro  es  la  fuente mi deseo,  sin  él no podría desear. Los  seres  humanos  debemos  tomar  conciencia  que  estamos  en  completa  alteridad  y que nuestro deseos  funciona según  los deseos de  los otros. En ese  juego de completa alteridad imitamos lo que es el otro. Y es en ese juego de completa alteridad en el que aparece la capacidad imitativa: imitar lo que es el otro.   Para Girard todo deseo es mimético, aunque éste no siempre es conflictivo, pero suele serlo10[3]. La  imitación no actúa de manera pasiva, no sólo  imito de esta  forma  lo que 

 

10[3]  Recordemos  que  todo  este  sistema  sacrificial  Girard  lo  bautiza  como  el  ciclo mimético porque  recoge  una  serie  de deseos de varios individuos que son incapaces de resistir frente a las presiones que se ejercen sobre ellos; es decir, que llega a tal punto  la  conjugación entre deseo y mímesis que  todo  individuo es arrastrado por  la masa, y esto es  lo que conocemos como apasionamiento mimético el cual transforma ese deseo de todos contra todos ya que desintegra a las comunidades en un “todos contra uno” y después las reagrupa para ir todos contra una víctima única o lo que anteriormente se ha llamado chivo expiatorio. Este deseo del otro como alguien distinto, como persona verdadera, me puede hablar desde su alteridad, ofreciéndome así su riqueza en el plano corporal y afectivo, esto  forma parte de  la raíz del ser humano. Se ama porque es valiosa en sí, es buena para mí y me ama. Más allá de  la mímesis conflictiva donde cada uno quiere lo que quiere el otro y ambos chocan, está la mímesis de relación interhumana en donde se quiere al otro en sí como sujeto. Cfr. Ibidem. 28 

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el otro es. Cada cual tiene la capacidad de imitar o no imitar. En este imitar de forma tranquila aparece la resistencia a lo que es otro, la capacidad de conflicto o rivalidad, que de igual forma nos viene del otro.   El  otro  que  provoca  mi  deseo  que  es  admirado  de  igual  forma  me  hace  reaccionar haciéndose    mi  rival.  La  atracción  que  me  produce  el  otro  da    paso  a  la  envidia, rivalidad y violencia11[4].   El deseo en esta perspectiva no aparece en una relación diádica, yo‐tú, yo‐él‐ella, sino en una relación triádica: yo, tú y el deseo común que produce atracción o rivalidad. Y dado  que  el  otro  se  hace  mi  espejo  mimético,  es  natural  y  lógico  que  irrumpa  la rivalidad como mediación de las relaciones yo‐tú. Es lo que Rene Girard12[5] denomina rivalidad mimética.  El  otro  que  provoca mi  deseo  se  transforma  en mi  rival,  se  pasa de una situación de fascinación recíproca, a desencadenar un círculo interminable de rivalidades, una escalada de contagio mimético.   La  rivalidad  es  el  origen  de  la  violencia.  Se  entiende  por  que  la  violencia  no  se resuelve exclusivamente con el aumento del deseo. Al aumentar el deseo se aumenta la  rivalidad.  Por  eso  el  aumento  de  objetos  de  deseo  no  suluciona  el  problema de  la rivalidad  como  pretende  argumentar  un  sistema  social‐cultural‐económico‐político articulado desde el mercado y el  consumo. El desear cada vez más y más genera una escalada mayor de envidia, rivalidad y violencia13[6].   

11[4] “Los impulsos miméticos se propagan todos a una velocidad que hacen de toda una masa, una homogeneidad, y propician los cambios de rivalidad más extraños como las alianzas más inesperadas. En dichas situaciones surge el escándalo el cual ejerce el mismo efecto de mimésis ya que por fuerza de atracción de la masa ejercen un cambio de mentalidad que en vez de escandalizarse por el adversario inicial acogen el escándalo de los otros. La rivalidad mimética desempeña un papel esencial en los evangelios. Las palabras que designan la rivalidad mimética y sus consecuencias son el sustantivo skándalon y el verbo ekandalizein”. GIRARD, René. Veo a Satán caer como el relámpago. 34 12[5]  René  Girard  nació  en  Avignon  el  25  de Diciembre  de  1923,  pero  vive  en  EEUU  desde  1974,  donde  es  profesor  de  la Universidad  de  Stanford  (California)  desde  1981.  Aunque  su  formación  es  fundamentalmente  literaria,  su  actividad intelectual  abarca  todos  los  campos  de  las  ciencias  humanas:  crítica  literaria,  antropología,  teología,  filosofía,  historia.  Su primera  gran  obra  "Mentira  romántica  y  verdad  novelesca"  (1961)  o  una  de  las  últimas  traducida  por  la  Ed.  Anagrama "Shakespeare.  Los  fuegos  de  la  envidia"  (1990),  pueden  ser  etiquetadas  como  crítica  literaria,  el  resto  de  sus  obras  (La violencia y  lo sagrado  ‐1972‐, Las cosas ocultas desde  la fundación del mundo ‐1978‐ [traducido como El misterio de nuestro mundo], El chivo expiatorio  ‐1982‐, La ruta antigua de  los hombres perversos  ‐1985‐), nos revelan que esa crítica literaria está  al  servicio  de  una  teoría  antropológica.  Y  a  su  vez  esta  teoría  antropológica  está  sugerida  por  una  exégesis  muy particular  de  los  textos bíblicos.  Es  decir,  Girard  apoyándose  en  los  clásicos  de  la  literatura  y,  sobre  todo,  en  los  textos evangélicos nos ofrece una teoría del hombre y de las relaciones humanas. Esta teoría le permite explicar desde el origen de las  sociedades  y  la  función  de  la  religión  hasta  las  condiciones  que  hacen  posible  la  desacralización  característica  de  la modernidad. 

13[6] “Los impulsos miméticos se propagan todos a una velocidad que hacen de toda una masa, una homogeneidad, y propician los cambios de rivalidad más extraños como las alianzas más inesperadas. En dichas situaciones surge el escándalo el cual ejerce el mismo efecto de mimésis ya que por fuerza de atracción de la masa ejercen un cambio de mentalidad que en vez de escandalizarse por el adversario inicial acogen el escándalo de los otros. La rivalidad mimética desempeña un papel esencial en los evangelios. Las palabras que designan la rivalidad mimética y sus consecuencias son el sustantivo skándalon y el verbo ekandalizein”. GIRARD, René. Veo a Satán caer como el relámpago. 34 

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El otro es mi deseo. El objeto de mi deseo tiene como modelo lo que los otros y otras desean.  Los  seres  humanos  nacen  para  querer  pero  sin  saber  qué  ni  cómo.  Esto significa  que  el  deseo  no  está  determinado  en  la  voluntad,  es  como  una  tabula  rasa donde se puede escribir todo, por tanto abierta a todas las posibilidades.  Para modelar el deseo se necesita de los otros, esta es la lógica del deseo mimético, de allí  la  importancia  para  nuestra  reflexión  de  tomar  conciencia  que  la  mímesis,  la imitación, actúa como el dispositivo de las rivalidades. Es la mímesis que por estar en relación  con  las  entrañas  de  las  relaciones  humanas  quien  genera  el  conflicto  y  la violencia.   La  rivalidad,  el  conflicto  y  la  violencia  se  ha  concebido  sobre  todo  como  un  actos individuales aislados del juego de relaciones en las que se generan los movimientos y deseos miméticos14[7].  Esto  nos  lleva  a  ver  el  acto  de  la  violencia  contra  los  otros  y otras, no como algo aislado, sino relacionado con el dinamismo de lo social, generador de deseos miméticos violentos.    MÍMESIS, RIVALIDAD Y VIOLENCIA  Para René Girard en la base de lo humano no está la violencia sino la indeterminación del deseo y la exigencia de mímesis: sólo aprendemos a querer mirando lo que quiere el otro,  la otra. En este principio de querer  lo que es el otro se anuda  la violencia: el otro y yo queremos una misma cosa y esto nos enfrenta.   La  rivalidad  inevitable.  Sobre este  fondo  se entiende que  la vida  se  convierte en una lucha de todos contra todos. Esta lógica multiplicada hasta el infinito, que para Girard será un  juego de espejos, acabaría destruyendo  los seres humanos. La violencia es el mecanismo que los seres humanos hemos perfeccionado para aniquilarnos.   Esta  situación  manifiesta  la  astucia  del  ser  humano  para  no  acabarse.  Desde  los inicios  de  la  humanidad  a  consolidado  un  mecanismo,  que  ya  está  presente  en  los mitos  del  origen de  las  culturas  y  de  los  pueblos,  estos mitos  revelan  la  urgencia  de que aparezca un mecanismo que garantice la tranquilidad y el equilibrio,  irrumpe así de  manera  mesiánica  un  mecanismo  que  traerá  la  paz  y  la  salvación  a  la  especie humana: el sacrificio del chivo expiatorio.   El encanto de la violencia. Los que se enfrentan en forma indiferenciada se dividen en bandos.  Al  acentuarse  la  rivalidad  en  uno  van  quedando  la  mayoría  y  en  el  otro alguno  o  algunos.  Este  grupo  minoritario  son  rotulados  como  los  causantes  del conflicto,  de  la  aparición  de  toda  violencia  en  el  grupo.  Son  señalados  y  separados 

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como  los  extraños,  los  monstruos,  los  diferentes,  los  nadies.  Este  paso  es fundamental. La deshumanización, el dar un rostro no‐humano a los que quedan como diferentes  va  a  permitir  que  su  expulsión  del  grupo  no  produzca  ningún  dolor, ninguna culpa. La estrategia de desfigurar lo humano con falsas imágenes facilita que la violencia se  pueda canalizar hacia ellos.   Una vez canalizada la violencia hacia este grupo o persona se les expulsa, echa fuera o mata.  Y  luego  como  por  arte  de  una  intervención  divina  este  mecanismo  les  trae  la paz. Y como en una hermosa liturgia,  luego de un gran silencio, finalmente aparece la tan anhelada paz, al eliminar el causante de la se genera la  paz.  Lo  que  el  juego  mimético  ha  logrado  separar,  rivalizar,  la  violencia  contra  el  chivo expiatorio  termina  uniendo.  Lo  que  parecía  imposible  se  ha  dado,  la  unión  se  logra por  la  violencia.  El  todos  contra  todos,  da  paso  al  todos  contra  el  uno  mimético  y entrega  sus  resultados:  la  estabilidad  del  grupo.  La  unión  dada  no  por  el  amor,  sino por el odio compartido. El odio hace que  la violencia se desplace hacia un  tercero, el chivo expiatorio que mediante un ritual expiatorio nace el equilibrio, la paz, la calma.  El  chivo  expiatorio,  la  víctima,  el monstruo,  el  extraño,  el  diferente,  el  nadie,  que  en un  primer  momento  es  combatido,  odiado,  rechazado  y  convertido  en  algo  no‐humano,  en  un  segundo  momento  es  sacralizado,  querido  y  adorado  porque  ha facilitado una vez más que el grupo se una y que la rivalidad termine.   Esta  es  la  estructura  constante  de  los  sistemas  sacrificiales  y  sus  instituciones,  la violencia  que  encanta  y  une.  La  violencia  que  permite  unir  y  generar  proyectos comunes.  EL ESCÁNDALO  Los  deseos  miméticos  son  temibles  porque  tienden  a  reforzarse  recíprocamente,  se rigen por  el  principio  de  la  escalada  y  de  la  puja15[8].  El  deseo  emulativo  o mimético como se vio anteriormente, no siempre es conflictivo, pero suele serlo. Cuando éste es conflictivo aparece la rivalidad mimética como lo revela el escándanlo presente en los textos bíblicos. En  la Biblia  el  escándalo  es  entendido  como ese  juego de  rivalidades que  terminan  en  el  asesinato.  El  escándalo  aparece,  pues,  como  un  círculo  de  deseo mimético en rivalidad en el cual una rivalidad conduce a otra y así infinitamente, es lo que Girard denomina el ciclo mimético.  Como  se  ha  dicho  anteriormente  la  superación  del  caos  se  ha  dado  mediante  el 

14[7] Cfr. GIRARD, René. El misterio de nuestro mundo. Sígueme. Salamanca. 1982. 22 15[8] Cfr. GIRARD, Rene. Veo a satán caer como el relámpago. 25 

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mecanismo del chivo expiatorio que las instituciones lo han sacralizado para evitar la irrupción de nuevas  rivalidades  y de  una  violencia  general,  de  allí  la  importancia  de los ritos, los mitos y las prohibiciones.  Girard  considera  a  los  ritos  que  se  van  desarrollando  como  los    mecanismos  que actúan  como  terapéuticos  para  evitar  el  desencadenamiento  de  la  violencia  en  las comunidades humanas.   De  igual  forma el mito surge para definir y   expresar  la culpabilidad de  la víctima, es decir, la legitimación de las víctimas necesarias, para que todos se sientan seguros del hecho y de esta forma se establezca la cultura.   Finalmente  se  construye  una  serie  de  indicadores  sobre  los  cuales  el  grupo  puede considerar  la  culpabilidad  de  la  víctima.  Estos  indicadores  permiten  concluir  que  si ella  hizo  algo,  y  ese  algo  está  ya  estipulado  como  una  falta  grave  en  relación  con  la estabilidad del grupo es culpable y por  lo  tanto debe ser expulsada. Este es el origen de las prohibiciones o tabúes16[9].   Lo  que  Girard  pretende mostrar  es  la  relación  entre  la  religión,  violencia,  sistemas, estructuras  e  instituciones  La  violencia  se  ha  tratado  de  superar  mediante  el mecanismo de las víctimas humanas o sustitutivas para traer la paz. Para que esta paz que crea  la víctima sea duradera, se ha  instituido mediante el  sacrificio religioso o el rito17[10].  Por  ejemplo  en  Atenas  se  tenían  ciertos  sujetos  desgraciados  para sacrificarlos  en  tiempos  de  peligro18[11].  Destruyendo  la  víctima  los  hombres  se sienten purificados del mal, es un remedio inmediato y violento a la violencia.  La  Biblia  como  develadora  de  los  sistemas  sacrificiales.  Para  Girard  la  filosofía occidental nace en y oculta la muerte violenta como fundadora de la cultura. La Biblia, en  cambio,  avanza  hacia  la  luz.  De  manera  incipiente  en  el  Antiguo  Testamento  y plenamente  en  el  Nuevo  Testamento,  el  mecanismo  de  la  violencia  se  descubre,  y queda abierta la posibilidad de construir la sociedad humana, sin someterse al círculo de la violencia. La imagen de Dios pierde los rasgos provenientes de las proyecciones humanas que lo desfiguran para dar paso al Dios verdadero.  El Antiguo Testamento  según el  análisis  de Girard, nos  enseña a descubrir  la  verdad oculta del  sistema sacrificial.  Por ejemplo el  texto de  Job, el de  Jonás o  la historia de Abraham e Isaac, entre otros, develan  la violencia que ejercen  los opresores, no para sancionarlos  sino  para  construir  comunidad  desde  los  oprimidos.  De  allí  que  el 

16[9] Cfr. PIKAZA, Xabier. El señor de los ejércitos. 216 17[10] Cfr. MALDONADO, Luis. La violencia de lo sagrado. Sígueme. Salamanca. 1974. 105‐106 18[11] Cfr. Ibidem. 111 

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Antiguo  Testamento  nos  hace  tomar  conciencia  del  crimen  en  que  se  funda  nuestra vida y de que la muerte de las víctimas es un asesinato y, por tanto, un mal.  El  Nuevo  Testamento  de  una manera más  plena  devela  los  mecanismos  victimarios. Jesús  es  la  revelación  de  la  verdad  oculta  del  sistema  sacrificial.  Mientras  que  en  el Antiguo Testamento nos permite  reconocer que vivimos sobre bases de violencia,  en el  Nuevo  Testamento,  especialmente  en  la  figura  de  Jesús,  encontramos  un  camino revelador no‐violento, que nos permite comprender que la violencia no se supera por la  imposición  del  más  fuerte,  sino  desde  la  víctima  que  actúa  como  reveladora  y permite que aparezca el principio‐misericordia.   No  es  que  Jesús  sea misericordioso  y  pacífico  a  pesar  de  la  violencia  y  la  rivalidad, sino  al  contrario,  la  misericordia  de  Jesús  se  muestra  de  modo  especial  en  la  lucha contra  esa  violencia  y  rivalidad,  es  lo  que  el  Nuevo  Testamento  va  entender  como Satán. Para Jesús, Satán es la tentación concreta, la vida sin principio‐misericordia, la opresión,  la  violencia.  El  principio‐misericordia  es  el  dinamismo  que  rompe  y  hace que se oponga a esos sistemas miméticos violentos.  SATÁN  La utilización de  la  expresión  Satán o diablo  en  los  evangelios  confirma  la presencia del  ciclo  mimético.  En  primer  lugar  aparece  el  deseo  mimético,  luego  aparece  la rivalidad,  todos  contra  todos,  luego  continúan  la  multiplicidad  de  escándalos, aparición  de  la  violencia  y  finalmente  aparece  como  solución  de  este  ciclo  el mecanismo  victimario,  todos  contra  el  uno  mimético  que  devolverá  la  paz  y  la tranquilidad.   Satán  no  como  persona  sino  como  esa  fuerza  o  ese  dinamismo  mimético  que acabamos de presentar, surge como la fuerza que nos empuja a desear en rivalidad, se convierte  en  el  origen  del  escándalo.  Desde  esta  perspectiva  Satán  aparece  como  el elemento  central  que ocasiona el paso de  la  rivalidad mimética  todos  contra  todos a todos contra el uno mimético, la víctima, para lograr la calma de las masas, apaciguar la cólera e instaurar la tranquilidad esperada y perpetuar la comunidad.   Los  Evangelios  desenmascaran  esta  dinámica  satánica‐diabólica,  hacen  comprender que las comunidades están sujetas a desórdenes que se repiten periódicamente y que pueden resolverse desde otras dinámicas y no sólo desde  la violencia,  la rivalidad, el escándalo y el sacrificio.  En los textos de la Biblia se distinguen dos realidades: los demonios por un lado y por el otro Satanás‐diablo.  

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 Para  el mundo antiguo  los demonios parecen  ser un elemento que  configura  toda  su cosmovisión.  Los  demonios  hacen  parte  de  su  cotidianidad,  son  una  realidad  casi palpable  que  designa  todas  aquellas  fuerzas  desconocidas,  que  pueden  ser  buenas  o malas en su contexto, que habitan ciertos lugares como el agua, el mar, el vino, el aire, el  fuego,  el desierto,  las  cuevas y que  conoce  sus nombres,  sus voces,  sus números y las formas concretas como actúan estas fuerzas19[12].   Pero, de  igual  forma en  la  antigüedad  se  conoce  la  forma de derrotar  esos demonios mediante gritos, conjuros, invocaciones y el conocer determinadas conductas con qué prevenirse de ellos: ayuno, silencio, abstinencia sexual, cubrirse con un velo, algunos votos o promesas20[13].   Para  nuestro  estudio  nos  interesa  la  otra  categoría  que  aparece  en  la  Biblia: Satán/Diablo21[14].  El  nombre  Satán  originariamente  designa  un  nombre  común  que significa  enemigo,  acusador  o  fiscal  que,  al  irse  produciendo  un  desarrollo  cultural fue  personificándose  en  el  enemigo,  hasatan,  entrando  el  término  en  una  evolución ético‐escatológica:  la  enemistad  última  ha  pasado  a  convertirse  en  nombre propio22[15].  Los  LXX  lo  traducen  como  diabolos,  es  decir,  el  calumniador,  dado  el sentido  común  semita  de  acusador  ante  un  juzgado.  Lo  que  describe  esta personificación de esa enemistad última en una variedad de nombres es la concepción de Satán como poder opresor, la fuerza de lo inhumano.   En esta cosmovisión el ser humano es un ser increíblemente amenazado y todo lo que amenaza para él está fuera de Dios. Cuando hablamos de la oposición Dios‐Satán ésta no  puede  desligarse  de  la  oposición  hombre‐Satán,  las  dos  son  una  misma  y  única oposición23[16]. Y  se  trata de una oposición  trágica porque ese enemigo es  el  fuerte y su  fuerza  reside en  la  sumisión del hombre;  él  es el dios de este mundo  cuya misión es alienar los corazones. (2Cor. 4,4). Éste es su poder, ésta es su enorme fuerza.  EL “OTRO SOCIAL”  Detengamos  para  entender  el  otro  social.  Nacemos,  crecemos  y  nos  movemos  en completa alteridad. Y es gracias a esta completa alteridad que nos hacemos humanos. Nacemos en completa  indefención, y en completa dependencia el otro social. Todo  lo vemos de él. Estamos ligado a lo que son los otros.   19[12] Cfr. GONZÁLEZ, FAUS, José Ignacio. “Jesús y los demonios”. En: Fe y Justicia. Sígueme. Salamanca. 1981. 64 20[13] Cfr. Ibidem. 64 21[14] “Otras tradiciones en vez de transcribir al griego el hasatan hebreo, han retomado la traducción de los setenta diabolos. Este parece ser el uso típico de la fuente Q, mientras que Mateo habría optado por retraducirlo de manera más clara por o echthros el enemigo; y o poneros el malo”. Ibidem. 69 22[15] Cfr GONZÁLEZ, FAUS, José Ignacio. “Jesús y los demonios”. 69 23[16] Cfr. Ibidem. 70 

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 El  otro  social  se  hace  modelo  de  nuestro  deseo,  lo  que  somos  nos  viene  del  otro social,  al  igual  que  capacidad  de  conflicto.  Mi  deseo  es  el  deseo  del  otro  social.  Él actúa como referente de mis deseos, generando un movimiento de deseos alcanzados y otros no. Así, el estar inmerso en el mundo de completa alteridad, lentamente se da paso  a  un  mundo  de  extrema  rivalidad,  una  marea  de  deseos  que  nos  sitúa  en  un juego rivalístico.   El  espíritu  del  otro  social  entrega  un  modelo  de  relaciones  para  ser  imitado  y repetido: desde  la oposición y  la rivalidad. Ser en oposición,  en rivalidad con el otro. Ser en contraste con el otro, sobrevivir en virtud de ese contraste.   Este  continuo aprendizaje de vernos a nosotros mismos a  través  de  los ojos del  otro social  deviene  en  lo  normal,  lo  natural,  lo  que  siempre  es  así.  Aquello  que  ya  no necesita  ser puesto  en  crisis. Un modelo que ha generado un  juego de  relaciones del que nos hemos alimentado desde que nacimos y del cual no es  tan sencillo entrar en un proceso de liberación.  Finalmente detengamos unos momentos para decir unas palabras entorno al espíritu del  otro  social.  Nacemos,  crecemos  y  nos  movemos  en  completa  alteridad.  Estoy ligado a lo que son los otros. El otro social es el modelo a imitar que me hace humano. Lo que soy me viene del otro social. De igual forma la capacidad de conflicto me viene de él. Mi deseo es el deseo del otro social. El otro social actúa como referente de mis deseos,  generando  un  movimiento  de  deseos  no  siempre  alcanzados.  Así,  de  un mundo  de  completa  alteridad  se  da  paso  a  un  mundo  de  extrema  rivalidad,  a  una marea de deseos frustrados que nos sitúa en un mundo rivalístico. El espíritu del otro social  entrega  un  modelo  de  relaciones  para  ser  imitado  y  repetido:  desde  la oposición  y  la  rivalidad.  Soy  en  oposición,  en  rivalidad  con  el  otro,  soy  en  contraste con el otro, sobrevivo en virtud de ese contraste.  EL “OTRO OTRO”  Veamos ahora como se presenta el espíritu del otro Otro. Es un espíritu que actúa en este  juego  de  relaciones  dentro  del  otro  social  que  es  bueno,  necesario,  pero distorsionado por el deseo‐mimético de rivalidad.   El  otro  Otro  actúa  en medio  del  otro  social,  no  fuera  de  él,  ni  al  margen  de  él,  ni  a propósito  de  él,  con  una  característica  sin  rivalidad,  en  completa  revelación  a  la espera  de  ser  descubierto.  En  expectativa  de  ser  contemplado  en  medio  del  otro social. Este otro Otro subvierte desde dentro el otro social sin rivalidad para mostrar otro  tipo  de  relaciones  posibles  desde  la  no‐rivalidad,  la  no‐oposición  y  el  no‐

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contraste.   El  otro  Otro  que  nos  viene  sin  rivalidad.  Trae  la  crisis  y  desde  allí  lo  mueve  sin rivalidad. Nos des‐cubre que no es necesaria la aprobación, el aprendizaje de vernos a nosotros con los ojos del otro social deformado por la rivalidad y que se puede entrar en un juego de relaciones diferentes.  Un  otro Otro  que no  tiende  a  crear  un nuevo  juego  de  relaciones  por  contraste:  “los buenos” en relación con los “malos”, sino que tiende a subvertir a partir de dentro del otro social que se construye por vía de la rivalidad. El otro Otro se hace una “voz” a la espera de una escucha auto‐crítica: revelación y contemplación.  Desde  lo  desarrollado  se  impone  un  criterio  para  evaluar  tales  acercamientos:  una experiencia del principio‐misericordia  ayuda a una persona a  ser más  comunitaria o menos  comunitaria; más  inclinada  a  amar  el  género  humano,  o menos  inclinada  y  a reconocer  su  dependencia  del mismo.  Se  trata  de  una  espiritualidad  que  se muestra en  la  relacionalidad.  La  Espiritualidad  aparece  como  “un  talante,  un  clima  de relaciones24[17]”,  juego  de  relaciones  que  el  ser  humano  entabla:  con  el  otro  social  y con  el  otro  Otro.  En  esta  perspectiva  hablar  del  espíritu  sería  aproximarnos  a  los modelos  de  relación.  Y  al  hablar  de  espiritualidad  detenernos  en  los  juegos  de relación  que  entablamos  los  seres  humanos.  De  esta  forma  el  espíritu  anima  una espiritualidad. Es decir, un modelo de relacionalidad genera un  juego de relaciones y un  juego  alimenta  un modelo.  Se  ve  claramente  que  la  espiritualidad  actúa  como  un juego  de  relaciones  en  las  que  participamos  los  grupos  humanos  algunas  desde  el modelo  del  espíritu  del  otro  social  y  otras  movidas  desde  el  espíritu  del  otro Otro25[18].  Veamos ahora como se presenta el espíritu del otro Otro. Es un espíritu que actúa en este  juego de  relaciones dentro del  otro  social que es bueno, pero distorsionado por las  relaciones  en  posición  y  rivalidad.  Este  otro  Otro  actúa  en medio  del  otro  social sin  rivalidad  en  completa  revelación  a  la  espera  de  ser  descubierto.  Este  otro  Otro subvierte  desde  dentro  el  otro  social  sin  rivalidad  para  mostrar  otro  tipo  de relaciones  posibles  desde  la  no‐rivalidad,  la  no‐oposición  y  el  no‐contraste.  El  otro Otro  que  nos  viene  sin  rivalidad  y  nos  mueve  sin  rivalidad  nos  descubre  que  no  es necesaria  la  aprobación  del  otro  social  deformado  por  la  rivalidad  y  que  se  puede entrar en un juego de relaciones diferentes.  El otro Otro crea una verdadera historia humana que es de sub‐versión a partir de la 

24[17] ESPEJA, Jesús. La Espiritualidad cristiana. Verbo Divino. Estella. 1992. Texto que aprece como lectura de base para la reflexión. 25[18] ALISON, James. Mas allá de la teoría: desatando los nudos de la redención. Material fotocopiado. Londres. 2002. pag.5‐6 

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historia  del  otro  social.  Construye  una  historia  al  revés  de  la  que  conocemos:  ya  no una historia de  linchamiento  sino de un des‐linchamiento pacífico. Utiliza  la historia que  conocemos,  la  historia  que  sabemos  contar,  pero  nos  capacita  para  que comencemos  a  contar  una  historia  que  incluye  la  superación  de  aquella  historia  de sufrimiento.  El  otro  Otro  se  conoce    desde  esta  sub‐versión  a  partir  de  dentro  de  la violencia humana.  RECAPITULACIÓN  LECTURAS COMPLEMETARIAS    TRABAJO PERSONAL  Al  finalizar  la  aprehensión  de  la  temática  propuesta  el,  la  estudiante  está  en  la capacidad de resolver la siguiente actividad.  Ubicar y describir desde el relato de Apolonio de Tiana  los siguientes elementos de la teoría mimética:  DESEO, MÍMESIS, RIVALIDAD, VIOLENCIA, EL ESCÁNDALO, SATÁN, CHIVO EXPIATORIO – VÍCTIMA   EL HORRIBLE MILAGRO DE APOLONIO DE TIANA  Apolonio  de  Tiana  era  un  célebre  gurú  del  siglo  II.  En  los medios  paganos  sus milagros  se consideraban muy superiores a los de Jesús. El más espectacular fue, sin duda, la erradicación de una epidemia de peste en la ciudad de Éfeso. Gracias a Flavio Filóstrato, escritor griego del siglo siguiente y autor de una Vida de Apolonio de Tiana, al contarnos con un relato de este episodio.  Los efesios no podían librarse de la epidemia. Tras intentar inútilmente muchos remedios, se dirigieron a Apolonio, quien, por medios sobrenaturales, se plantó en un abrir y cerrar de ojos en Éfeso y les anunció la inmediata desaparición de la epidemia: “Hoy mismo pondré fin a esa epidemia que os abruma”. Tras pronunciar estas palabras, condujo al pueblo al teatro, donde se alzaba una imagen del dios protector de  la ciudad. Vio allí  a una especie de mendigo que parpadeaba como si estuviera ciego y llevaba una bolsa con un mendrugo de pan. Iba cubierto de harapos, y su aspecto reñía algo que repelía.  Tras  colocar  a  los  efesios  en  círculo  en  torno  al mendigo,  Apolonio  les  dijo:  “Coged  tantas piedras  como  podáis  y  arrojadlas  sobre  este  enemigo  de  los  dioses”.  Los  efesios  se 

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preguntaron  a  donde  quería  ir  a  parar  Apolonio.  Los  escandalizaba  la  idea  de matar  a  un desconocido manifiestamente miserable que  les pedía  suplicante  que  tuvieran piedad de él. Insistía Apolonio e instaba a los efesios a lanzarse contra él, a impedirle que escapara.  A  partir  del momento  en  que  algunos  de  ellos,  obedeciendo  sus  indicaciones,  empezaron  a arrojarle  piedras,  el  mendigo,  que  por  el  parpadeo  de  sus  ojos  parecía  ciego,  les  lanzó súbitamente  una  mirada  penetrante  que  mostró  unos  ojos  llenos  de  fuego.  Y  los  efesios, convencidos  entonces deque  tenían que habérselas  con un demonio,  lo  lapidaron  con  tanto ahínco, que las piedras arrojadas formaron un gran túmulo alrededor de su cuerpo.   Pasado  un momento,  Apolonio  los  invitó  a  retirar  las  piedras  y  contemplar  el  cadáver  del animal  salvaje  al  que  acababan  de  matar.  Una  vez  liberada  la  criatura  del  túmulo  de proyectiles,  comprobaron  que  no  era  un  mendigo.  En  su  lugar  vieron  una  bestia  que  se asemejaba a un enorme perro de presa, tan grande como el mayor de los leones. Allí estaba, ante ellos, reducido a una masa sanguinolenta por sus pedradas y vomitando espuma como un perro rabioso. En vista de lo cual se alzó una estatua a Heracles, el dios protector de Éfeso, en el lugar en que se había expulsado al espíritu maligno. Tal fue el horrible milagro26[19].  

26[19] GIRARD, Rene. Veo a satán caer como el relámpago.73‐75  

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 DESEO   

   

MÍMESIS   

 

RIVALIDAD     

 

VIOLENCIA    

 

EL ESCÁNDALO   

 

SATÁN   

 

CHIVO  EXPIATORIO  – VÍCTIMA    

 

  

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2. PRINCIPIO­MISERICORDIA  ESQUEMA DE INTERACCIÓN  CONTEXTUALIZACIÓN CONTENIDO 

PRINCIPIO­MISERICORDIA EN LA BIBLIA MISERICORDIA COMO HANAN /HESED/RAHAMIN MISERICORDIA COMO ELEOS / SPLANCHNIZOMAI CÓMO ENTENDER EL PRINCIPIO­MISERICORDIA 

RECAPITULACIÓN LECTURAS COMPLEMETARIAS  TRABAJO PERSONAL  CONTEXTUALIZACIÓN  Antes de  ahondar  en  los  conceptos  es oportuno partir de  la  reflexión que  frente  a  la misericordia hace el Papa Juan Pablo II en encíclica Dives in Misericordia por ser una directriz  que  nos  permitirá  entender  en  qué  sentido  hablamos  de  misericordia.    El Papa Juan Pablo II inicia su encíclica mostrando como en Jesús podemos ver, entender y escuchar la misericordia. En Cristo se hace visible la misericordia de Dios. Él no sólo habla de ella a través de parábolas sino que además la encarna y la personifica en sus milagros27[20]. Él mismo es la misericordia de Dios, quien lo ve encuentra en él a Dios que  se  hace  visible  como  Padre  rico  en  misericordia28[21].  Cuando  se  habla  de misericordia en  la vida eclesial29[22],  se puede reducir a  la expresión  "hacer obras de misericordia". Para lo cual ya se tiene estipulado que significa, siete obras corporales y  siete  obras  espirituales,  estas  mismas  que  fuimos  aprendiendo  lentamente  en nuestras  preparaciones  catequéticas  a  los  sacramentos.  Esta  visión,  afirma  el  Papa, puede  llenarnos en el mundo de hoy de una desazón pues al  ver el desarrollo que  la humanidad  tiene,  los  grandes  avances  y  la  realidad  de  sufrimiento  que  es  cada  vez mayor  es  necesario  ampliar  el  marco  de  comprensión,  las  respuestas  y  los compromisos  frente  a  ella;  porque,  afirma  el  Papa,  los  esfuerzos  son  pocos  y  en algunos casos ineficaces30[23].  En  la  encíclica  el  Papa  Juan  Pablo  II  nos  invita  a  la  recuperación  del  sentido  bíblico que  tiene  la  expresión misericordia.  Sostiene  que  para  ello  es  necesario  volver  a  las fuentes  para  descubrir  su  riqueza.  El  término  misericordia  viene  del  término miserecorde,  del  latín,  que  quiere  decir  sentir  con  el  corazón  las  miserias  del  otro. 

27[20] Cfr. Juan Pablo II. Dives in misericordia. 1 28[21] Cfr. Ibidem. 1 29[22] Cfr. Ibidem. 2 

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Este  término es  la  traducción que se hace del  término griego eleos, que quiere decir, sentir  compasión por  el  que  sufre. De  igual  forma,  en algunos  casos,  se ha  traducido como miserecorde  el  término  griego  splanchnizomai  que  traduce  sentir  desde  o  con las entrañas el dolor del otro. Finalmente, estos términos en griego son la traducción que los LXX hace de los términos del Antiguo Testamento hesed, rahamim, hanan.   

VOLVER CONTENIDO   Objetivo: El estudiante al finalizar de aprehender este tema estará en condiciones de conceptualizar  la  categoría  principio‐misericordia  desde  la  experiencia  recogida  en los textos del Antiguo y del Nuevo Testamento.  Palabras  clave:  estas  son  una  serie  de  palabras  o  conceptos  que  se  repetirán  en  el desarrollo de este tema, es necesario que el estudiante tenga claridad sobre ella en la medida que va asumiendo el tema.   Si no se conoce su significado por favor buscarlas en el diccionario.  Misericordia  Principio­misericordia  Entrañas  Entrañamiento  Compasión  Metodología:  para  la  adecuada  aprehensión  de  esta  temática  se  requiere  de  una  lectura comprensiva  del  contenido.  Luego,  es  necesario  realizar  las  lecturas  complementarias  y actividades asignadas.   Al  finalizar  el  tema,  cada  estudiante  estará  en  capacidad  de  participar  en  las  diferentes herramientas de interacción con las que cuenta la plataforma: correo electrónico para enviar preguntas y solicitar aclaraciones al tutor, enviar pequeñas reflexiones (una cuartilla tamaño carta) y enviar correos sobre  lo reflexionado en el  tema a su compañeros de curso;   el foro para participar en cualquier momento del proceso del curso de la discusión de cada tema con sus  compañeros  y  el  tutor;  el  Chat  para  participar  en  las  discusiones  on‐line  que  se  30[23] Cfr. Ibidem. 

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programen.  

VOLVER  PRINCIPIO­MISERICORDIA EN LA BIBLIA  El  concepto principio‐misericordia  no  aparece  como  tal  en  la Biblia,  pero  su  sentido recoge el  acontecer de Dios  tanto  en el Antiguo Testamento,  como en  el Nuevo. Dios no  es  sólo  unas  prácticas  de misericordia,  es  un  dinamismo  de misericordia  a  favor del que sufre.  El  moverse  a  misericordia/compasión/entrañamiento  es  una  característica  esencial del Dios de  la Biblia, que ha sido recogida en  los relatos en  los cuales Dios reacciona para  crear,  para  salvar,  para  acompañar  para  liberar  o  realizar  cualquier  acción  en favor  de  los  seres  humanos31[24].  El  concepto  de misericordia/compasión/entrañamiento  es  de  una  gran  riqueza  en  el  Antiguo Testamento.  Israel descubre en  su historia el  acontecer misericordioso de Dios en  la experiencia  personal  y  comunitaria32[25].  Esta  convicción  personal  y  comunitaria  se entiende en su experiencia de elección: Yo seré tu Dios y ustedes serán mi pueblo por lo cual Dios escucha su dolor y decide él mismo bajar para liberarlo33[26].  

VOLVER  MISERICORDIA COMO HANAN /HESED/RAHAMIN  En  el  Antiguo  Testamento  se  encuentra  la  experiencia  de  misericordia  recogida  en múltiples términos, de significados muy afines aunque de grupos semánticos diversos en algunos casos. Este es el recorrido que se inicia, realizar una aproximación a estos términos con los cuales se entiende el principio‐misericordia.  El  término hanan.  El  significado  de  la  raíz  hebrea  hnn,  hanan  se  inscribe  en  el  ser benigno, en el compadecerse de alguien. Esta raíz hace énfasis en la idea de dedicarse, acercarse  a  alguien.  Esta  dedicación  no  quiere  decir  un  sentimiento  que  nace  del interior,  sino  una  acción  determinada  a  favor  de  ese  alguien  que  la  suscita34[27].  Lo que  cuenta  especialmente  para  la  raíz  hnn  es  la  dedicación  al  prójimo.  En  la cosmovisión hebrea no se conoce la división entre lo interior y lo exterior, el hanan es la benevolencia que nace de un sentir  interior, pero que se  traduce en un don, en un 

31[24] Juan Pablo II. Dives in misericordia. 4‐5 32[25] Cfr. Ibidem. 33[26] Cfr. Ibidem. 34[27] Cfr. SCHILLEBEECKX, Edward. Cristo y los cristianos. Cristiandad. Madrid.1982. 79 

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regalo35[28]. El término hanan nace en un contexto no religioso y hace referencia a las relaciones  humanas  cotidianas,  este  término  tiene  su  contexto  en  lo  existencial. Hanan está acompañado de una respuesta  `ananh. La persona que ha sido privada de algo  suplica.  La  privación  se  traduce  en  una  súplica  hasta  tal  punto  que  hanan  se entiende  como  `ananh.  Es  decir,  ir  al  encuentro  de  alguien  que  suplica,  ´ananh,  con benevolencia,  hanan dar,  entregar al  otro de  corazón con  solicitud  como  respuesta  a su  llamada  suplicante.  El  término  hanan  tiene  los  matices  de  tener  en  cuenta  a alguien,  inclinarse  hacia  alguien  y  finalmente  mostrarle  benevolencia36[29].  En  este mismo  sentido  perdonar  y  respetar  a  los  que  han  sido  derrotados  en  la  guerra.  De esta forma hanan adquiere el sentido de perdonar, indultar, otorgar gracia. Cuando el término  adquiere  connotaciones  religiosas  se  inscribe  en  el mismo marco  en  el  que nació,  las  relaciones  cotidianas.  Las  relaciones  con  Dios  se  entienden  desde  esta misma perspectiva que ejercerá gran influencia en  la consolidación de  los relatos del Antiguo  Testamento  y  en  el  Nuevo37[30].  La  hanan  de  Dios  mira  a  los  hombres  y mujeres sencillos y humillados. Dios los levanta. En eso consiste la hanan. Desde este marco de referencia se entienden las prácticas y bendiciones del Antiguo Testamento. Por ejemplo la bendición sacerdotal en que se solicita la hanan de Dios: “Dios te dé su favor hijo mío” Gn. 43,39. El término hanan expresa la manifestación de la gracia que comporta,  por  así  decirlo,  una  constante  predisposición  magnánima,  benévola  y clemente.  Además  de  estos  elementos  semánticos  fundamentales,  el  concepto  de misericordia en el Antiguo Testamento está compuesto también por lo que encierra el verbo  hamal,  que  literalmente  significa  perdonar  al  enemigo  vencido,  pero  también, manifestar piedad y compasión y como consecuencia, perdón y remisión de la culpa.   El  término  hannun.  Este  término  aparece  como  un  predicado  de  lo  que  es  Jhwh. “Jhwh  es  hannun”,  es  compasivo,  bondadoso.  Es  un  término  que  expresa  una característica propia de Dios. La característica que lo hace ser Dios.  El término hen. Este término es un sustantivo del verbo hanan. Hen es la forma como se  expresa  hanan38[31].  Originariamente  hen  significó  fijarse  en,  tener  en  cuenta.  A diferencia  de  hanan,  hen  no  es  siempre  el  resultado  sino más  bien  el motivo  de  que alguien  encuentre  complacencia  en  otra  persona.  Tener  hen  es  gozar  del  favor  de otro.   El término hesed. La etimología del concepto hesed es muy incierta. Lo que se puede decir  con  alguna  seguridad  es  que  el  término  nace  en  el  contexto  de  las  relaciones  35[28] Cfr. El caso de Gn. 33,5 y de Sal. 119,29 36[29]  “Sobre  todo  en  la  literatura  sapiencial,  hanan  adquiere  el  significado  concreto  de  compadecerse  de  los  pobres, Prov.14,31,  y  de  los  indigentes,  Prov.  28,8,  dándoles  algo,  Sal.  37,21;37,26;112,5”.  SCHILLEBEECKX, Edward. Cristo  y  los cristianos. 80 37[30]  “De  las  setenta  veces  que  aparece  el  término  hanan,  en  más  de  cuarenta  el  sujeto  es  Dios,  veintiséis  de  ellas corresponden a los salmos, que son por tanto, el testimonio de benevolencia veterotestamentaria de Dios”. Ibidem. 38[31] Cfr. SCHILLEBEECKX, Edward. Cristo y los cristianos. 83 

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cotidianas, las relaciones recíprocas existentes en un grupo estable39[32]. Por hesed se ha  entendido  la  conducta  de  los  miembros  en  virtud  de  la  cual  se  adquiere  su cohesión. Hesed no  indica una benevolencia espontánea,  sin motivo alguno,  sino una forma  de  conducta  que  resulta  de  una  relación  vital  determinada  y  regulada  por derechos  y  obligaciones  propias  de  un  vínculo  como  padres  e  hijos,  hermano  y hermana, rey y súbditos. Cuando hesed se aplica a Dios se entiende como el amor que él tiene a su pueblo basado en la alianza. Por aparecer hesed unido a la relacionalidad de  los  seres  humanos  es  importante  destacar  la  dimensión  de  comunión  que  este concepto  presenta.  Hesed  está  unido  sin  ninguna  duda  a  la  comunión.  Para  poder profundizar  aun  más  en  este  concepto  es  necesario  hacer  una  aclaración,  hesed  no tiene  un  término  equiparable  en  nuestra  concepción moderna,  que  pueda  recoger  la experiencia  semita  que  indicaba  dicha  palabra.  No  podemos  comprender  el  uso hebreo en la comunidad a partir de nuestras categorías modernas y occidentales40[33]. La  traducción  a  las  lenguas  modernas  de  hesed  es  compleja.  Se  asocia  hesed  con gracia  y  benevolencia  pero  estos  conceptos  son  insuficientes.  Hesed  es  algo  que acontece de forma concreta frente a una situación concreta, pero que la supera. Tiene que ver con el compromiso por la vida de otro e implica toda la persona. Hesed no se queda en el actuar con un misterioso amor, sino en la calidad de ese misterioso amor, en la sobreabundancia.   El  término  rahamim.  De  igual  forma  hesed  está  unido  a  otro  término  hebreo rahamim. Rahamim es el plural abstracto de rehem y significa amor cariñoso, natural y emocional. Como el amor que tiene una madre hacia su hijo. Amor de entrañas y por tanto  compasión.  Este  término  curiosamente  deriva  de  la  raíz  raham,  que  significa directamente  entrañas, más  específicamente  seno materno,  cuando  no  directamente muchacha, mujer.  En hebreo,  la misericordia  con  la  cual  se  revela  y  se  hace  conocer Dios, toma su imagen del vínculo indisoluble de amor que une a una madre con el hijo que  ha  nacido  de  sus  entrañas,  con  aquel  al  cual  se  le  ha  dado  la  vida.  Unido  a rahamim, el hesed de Dios adquiere un significado muy especial,  el de amor maternal, delicado, vulnerable, que nace de  las entrañas41[34]. Esta conjunción se ve claramente en  la  profecía  de  Oseas  en  la  que  aparece  el  hesed  de  Dios  como  modelo  y presupuesto  del  hesed  que  Israel  ha  de  entregar  a  Jhwh.  Rahamim  engendra  una escala  de  sentimientos  entre  los  que  están  la  bondad  y  la  ternura,  la  paciencia  y  la comprensión.  Es  decir,  la  disposición  a  perdonar.  El  Antiguo Testamento  atribuye  al Señor  precisamente  esos  caracteres  cuando  habla  de  Dios  desde  el  término rahamim42[35].  Es  sobre  todo  con  esta  palabra  rahamim  que  se  califica  el  actuar  de Dios  en  el  Antiguo  Testamento,  como  se  corrige  el  matiz  puramente  varonil, 

39[32] Cfr. Ibidem. 40[33] Cfr. SCHILLEBEECKX, Edward. Cristo y los cristianos. 86 41[34] Cfr. Esta conjunción de los términos parece claramente en Jr. 16,5; Zac. 7,9; Sal. 25,6; 40,12; 103,4; Dn. 1,9 42[35] Leemos en Isaías: ¿Puede acaso una mujer olvidarse de su hijo, no compadecerse del hijo de sus entrañas? Aunque ellas se olvidaran, yo no te olvidaría . Is 49, 15 

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patriarcal,  de Dios  considerado  en masculino,  como padre.  La paternidad de Dios no queda  ceñida  a  la  de  la  pura  imagen  del  varón  sino  que  se  equilibra  con  esta misericordia entrañable de la madre que termina dominando su figura y su acción.    

VOLVER  MISERICORDIA COMO ELEOS / SPLANCHNIZOMAI  Los  términos  eleos/eleeir/elear.  Estos  términos  son  conocidos  desde  Homero  y significan  el  sentimiento  que  se  experimenta  ante  el  infortunio  que  aflige  a  otra persona  y  la  acción  que  brota  de  ese  sentimiento.  Eleos  es  la  traducción  griega  del hebreo Hesed. El verbo eleein se entiende como el tener compasión, compadecerse.   El  término  splanchnizomai.  El  término  griego  que  expresa  sentir  compasión, splanchnizomai,  tiene  un  aspecto  físico  en  el  tono  del  sentimiento,  expresa especialmente  un  corazón  que  se  conmueve  a  la  vista  de  la  miseria  humana,  es  la forma  como  en  los  Evangelios  se  expresa  la  piedad  mesiánica.  El  sustantivo  que  se relaciona  con el  verbo  splanchnizomai,  es  splanchna que  significa  entrañas. Tanto el verbo  como  el  sustantivo  griegos  corresponden  a  la  expresión  tener  sentimiento.  El verbo splanchnizomai es utilizado para designar el comportamiento de Jesús frente a los que sufren. Este verbo expresa un sentimiento de compasión o de amor que brota de  lo más profundo del ser humano, que cambia radicalmente una  situación negativa en  otra  totalmente  nueva.  En  el  relato  del  buen  samaritano  Lucas  utiliza splanchnizomai para  referirse a  la  compasión del  samaritano opuesta a  la  actitud de dar un rodeo del sacerdote y el  levita, que genera o se  invita  al eleos. Lucas muestra como el eleos brota del splanchnizomai, opuesta a la actitud del dar un rodeo. Por eso la  respuesta  frente al  splanchnizomai del  samaritano será el eleos que dice al doctor de  la  ley que se debe tener, y no el rodeo que hacen el  levita  y el sacerdote. Es decir, cuando  el  splanchnizomai  aparece  en  el  interior  del  ser  humano  este  lo  obliga  a entregarse al otro, eleos, es decir estar dispuesto a ayudar. Splanchnizomai determina una  cadena  de  acciones  que  se  manifiestan  como  eleos.  Splanchnizomai  lo  utiliza Lucas también en varios relatos claves. En el hijo perdido (15.20), el padre que tiene compasión  del  hijo  que  regresa.  La  viuda  de Naín  que  había  perdido  a  su  hijo  único (7.13).  Splanchnizomai  se  relaciona  más  con  el  término  hebreo  rahamim  que  con hesed, en  la medida que  los dos recogen esa dinámica en  favor del otro que brota de las entrañas  

VOLVER  CÓMO ENTENDER EL PRINCIPIO­MISERICORDIA 

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 Una  vez  se  ha  realizado  una  pequeña  aproximación  a  los  términos  hanan,  hesed, rahamim,  eleos,  splachnizomai,  expresiones  bíblicas  que  explican  la  experiencia  del Dios  de  Israel  y  de  Jesús,  podemos  decir  que  el  acontecer  de  Dios  no  aparece  como una  cualidad  interior de Dios,  sino  como un movimiento  constante de  él  en  favor de los hombres. Es una  inclinación  generosa hacia  los  seres humanos que  se manifiesta en  muestras  de  amor  sorprendentes  e  inesperadas,  especialmente  a  favor  de  aquel que  sufre  por  causa  de  la  acción  de  sus  hermanos.  Su  hesed  consiste  en  un  amor  a favor de la vida del ser humano. Para expresar esta experiencia Israel utilizó términos como hanan que designa la benévola condescendencia de Dios en la que se subraya su preocupación  por  los  hombres  y mujeres  en  especial  solicitud  y  solidaridad  con  los débiles y oprimidos, con los que padecen alguna necesidad43[36].   Otro  término  empleado  es  hesed.  Que  se  refiere  al  amor  que  está  por  encima  de cualquier obligación, a la sobreabundancia gratuita, que exige una respuesta histórica con el prójimo,  con el que está al  lado una  respuesta de  justicia,  en  respuesta al  que nos ha amado primero, de manera gratuita y generosa44[37]. Que el otro pase antes es algo  que  pertenece  a  su  condición  de  otro.  No  se  trata  de  una  cuestión  de reciprocidad, sino que estamos ante el primado del otro45[38]. Si el otro pasa primero, en  nuestro  caso  las  víctimas,  es  por  gratuidad,  porque  es  necesario  amar  como Dios ama,  no  porque  se  ha  recibido  sino  porque  Dios  nos  ama.  Esa  es  nuestra  misión, responder  a  ese movimiento  de  amor  que  nace  de  las  entrañas46[39].  La misericordia en  sentido  bíblico,  se  entiende  como  algo más  que  un manifestar  actos,  acciones  de solidaridad.  La  misericordia  en  el  sentido  bíblico  es  un  principio  que  mueve  al  ser humano desde su interioridad hacia la miseria del prójimo, de aquel que encontramos sufriendo  en  el  camino  de  la  vida,  el  primado  del  otro.  Por  ello  se  entiende  por  que hablo  de  principio‐misericordia.  Esa  riqueza  bíblica  se  ha  entendido  de  múltiples maneras  en  la  vida  eclesial.  La  que  sobresale  es  aquella  que  hace  énfasis  en  que  la misericordia  es  un  concepto  que  debe  ser  aprendido  a  partir  de  una  serie  prácticas, desconociendo que  la riqueza de  la expresión misericordia radica en ser entendido y vivido  como  un  principio  generador,  estructurante,  que  afecta  las  relaciones humanas47[40].  Cuando se habla de misericordia se suele hacer una lista de las obras de misericordia, como  si  el  principio‐misericordia  se pudiera  caracterizar de  esta manera. Esas  listas se  deben  aprender  de  memoria  para  que  no  se  olviden.  La  misericordia  se  ha 

43[36] Cfr. SCHILLEBEECKX, Edward. Cristo y los cristianos. 92 44[37] Cfr. Ibidem. 93 45[38] Cfr. GUTIÉRREZ, Gustavo. Una teología de la liberación en el contexto del tercer milenio.113 

46[39] Cfr. GUTIÉRREZ, Gustavo. Una teología de la liberación en el contexto del tercer milenio. 113 47[40] Cfr. SOBRINO, Jon. El principio­misericordia. 31‐45 

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entendido como un concepto que se aprende y unas prácticas para dar alivio pasajero a  las personas necesitadas. Un alivio desencarnado por no comprometer en nada a  la persona  que  auxilia  con  el  que  sufre.  Se  ayuda  de  forma  puntual  sin  pensar  en  las causas y en la posibilidad de transformación que están en la raíz de ese sufrimiento.   Los conceptos misericordia en la tradición bíblica aparecen como un todo estructural y  no  como un  simple  conjunto de  ideas  que  las  personas  deben  conocer  para  que  se apliquen  con  las  personas  cercanas,  o  con  aquellas  que  entendemos  como necesitadas.  En  esta  perspectiva  la  misericordia  apuntan  como  una  ideología  que aliena y no como una praxis liberadora. Como asistencialismo y no como una práctica que  apunta  a  descubrir  las  causas  de  dicha  situación  parar  erradicarla  y  traer  la justicia48[41].  Para  evitar  malos  entendidos  acuño  el  concepto  principio‐misericordia49[42] en lugar de misericordia o de compasión, o de entrañamiento, con el propósito  de  hacer  claridad  de  lo  quiero  expresar  con  esta  expresión.  Vivir  en  una actitud  de  misericordia  como  principio  de  acción  hace  de  la  misericordia  el dinamismo  que  impulsa.  Este  principio  de  acción  que  es  la  misericordia  suscita  un proceso  en  varios  momentos:  Interiorizar  el  sufrimiento  de  los  demás.  La interiorización provoca una re‐acción. La re‐acción tiene la finalidad de erradicar ese sufrimiento50[43].  El  principio‐misericordia  no  se  queda  sólo  en  el  asistir  a  los  que sufren,  busca  erradicar  el  sufrimiento.  La misericordia  es  un  principio  porque  es  un modo de actuar, una manera de ser,  interiorizar el  sufrimiento  para  tener una  forma especial de actuar, de configurar y dar un estilo a todo nuestro hacer y a todo nuestro ser.   

VOLVER  RECAPITULACIÓN  El  concepto principio‐misericordia  no  aparece  como  tal  en  la Biblia,  pero  su  sentido recoge el  acontecer de Dios  tanto  en el Antiguo Testamento,  como en  el Nuevo. Dios no  es  sólo  unas  prácticas  de misericordia,  es  un  dinamismo  de misericordia  a  favor del  que  sufre.  El  moverse  a  misericordia/compasión/entrañamiento  es  una característica esencial del Dios de la Biblia, que ha sido recogida en los relatos en los cuales Dios reacciona para crear, para salvar, para acompañar para  liberar o realizar cualquier  acción  en  favor  de  los  seres  humanos51[44].  El  concepto  de misericordia/compasión/entrañamiento  es  de  una  gran  riqueza  en  el  Antiguo 

48[41] Cfr. CASTILLO, José María. El seguimiento de Jesús. Sígueme. Salamanca. 1998. 73‐90 49[42] En el ámbito eclesial el término que cobra más fuerza es el de misericordia, pero haciendo esa salvedad es oportuno que para  nuestro  estudio  también  se  podrían  utilizar  los  términos  “principio‐compasión”  o  “principio‐entrañamiento”  están siendo utilizados en el mismo sentido 50[43] Cfr. SOBRINO, Jon. El principio­misericordia. 26 51[44] Juan Pablo II. Dives in misericordia. 4‐5 

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Testamento.  Israel descubre en  su historia el  acontecer misericordioso de Dios en  la experiencia  personal  y  comunitaria52[45].  Esta  convicción  personal  y  comunitaria  se entiende en su experiencia de elección: Yo seré tu Dios y ustedes serán mi pueblo por lo cual Dios escucha su dolor y decide él mismo bajar para liberarlo53[46].   LECTURAS COMPLEMETARIAS     TRABAJO PERSONAL   Al  finalizar  la  aprehensión  de  la  temática  propuesta  el,  la  estudiante  está  en  la capacidad de resolver la siguiente actividad.  En el siguiente cuadro ubica los rasgos característicos de cada término:  

 TÉRMINO 

 

 IDIOMA 

 RASGOS CARACTERÍSTICOS 

52[45] Cfr. Ibidem. 53[46] Cfr. Ibidem. 

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HANAN     

   

HESED    

   

RAHAMIN     

   

ELEOS      

   

SPLANCHNIZOMAI    

   

MISERE CORDE    

   

MISERICORDIA    

   

 VOLVER 

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3. ABORDAR LA INTELIGENCIA HISTÓRICA DE LA VÍCTIMA EN UN MUNDO SUFRIENTE 

 ESQUEMA DE INTERACCIÓN  

CONTEXTUALIZACIÓN CONTENIDO 

DE LA ORALIDAD AL ESCRITO LA PRODUCCIÓN SIMBÓLICA DEL RELATO NARRATIVIDAD: MEMORIA E IDENTIDAD  NARRATIVIDAD: REALIDAD  REPRESENTADA NARRATIVIDAD EN UN MUNDO SUFRIENTE  

RECAPITULACIÓN LECTURAS COMPLEMETARIAS  LECTURAS SUGERIDAS TRABAJO PERSONAL 

  CONTEXTUALIZACIÓN  La  historia  de  Rigoberta  Menchú  con  la  cual  se  inició  el  texto,  hace  pertinente  que dedique unas cuantas líneas a contar el motivo de esta búsqueda, retomar fragmentos narrativos con la pretensión de hacer de la reflexión una narración.  

VOLVER   CONTENIDO  

Objetivo:  Comprender  en  que  sentido  el  mundo  de  las  víctimas  nos  da elementos para pensar, nos enseña a pensar y nos muestra que pensar  Palabras  clave: estas son una serie de palabras o conceptos que se repetirán en el desarrollo de este tema, es necesario que el, la estudiante tenga claridad sobre ella en la medida que va asumiendo el tema. Por favor buscar su significado en el diccionario  de la lengua española o en un diccionario teológico.  Sufrimiento  Víctima 

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 Inteligencia  Comprender  Pensar  Histórico   

Metodología:  para  la  adecuada  aprehensión  de  esta  temática  se  requiere  de  una  lectura comprensiva  del  contenido.  Luego,  es  necesario  realizar  las  lecturas  complementarias  y actividades asignadas. Al finalizar el tema, cada estudiante estará en capacidad de participar en  las  diferentes  herramientas  de  interacción  con  las  que  cuenta  la  plataforma:  correo electrónico para enviar preguntas, solicitar aclaraciones al tutor, enviar pequeñas reflexiones (una  cuartilla  tamaño  carta)  y  enviar  correos  a  su  compañeros  de  curso;    el  foro  para participar en cualquier momento de la discusión de cada tema con sus compañeros  y el tutor; el Chat para participar en las discusiones on‐line que se programen.  

VOLVER   DE LA ORALIDAD AL ESCRITO  Contar  es  el  inicio  del  proceso  narrativo,  armar  la  estructura  narrativa mediante  la palabra.  La  oralidad nace  antes que  el  escrito,  es  el  primer momento,  el  contarnos  y recontarnos.  Escucharnos  y  confrontarnos,  para  luego  recoger  nuestra  experiencia vivida,  experiencia  de  encuentro  en  pequeños  relatos  de  memoria,  secuencias  de imágenes  que  al  ser  puestas  unas  delante  de  otras  dan  origen  a  una  estructura narrativa.  Estas  secuencias  de  imágenes  recogidas  en  relatos  orales  que  son articuladas  para  ser  contadas  se  ponen  por  escrito.  Se  les  da  un  ropaje  que  no pretende agotar  la  riqueza narrativa,  sino que pretende perpetuarlas en el  tiempo al ponerlas  por  escrito.  Escribirlas  para  que  otros,  al  igual  que  nosotros  se  animen  a contar y escribir su experiencia.   Es  lo  que  pretendo  con  este  texto:  que  otros  teólogos  y  teólogas  se  animen  a  poner por escrito sus imágenes, sus narrativas que nacen del encuentro con sus hermanos y con  Dios‐Padre.  Unas  narraciones  que  nos  permitan  pasar  de  la  memoria  oral  y  la memoria histórica, a la historia oral y luego a la historia escrita. Ser narradores de la experiencia  de  Dios‐Padre‐Misericordioso.  Ser  narradores  del  Dios‐Padre‐Misericordioso  que  acontece  gratuitamente  en  los  contextos  de  victimización.  El 

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relato con el que se inició este capítulo permite descubrir que la tradición oral fue un primer momento  valioso  en  la  recuperación de  la memoria de Rigoberta Menchú,  de su  familia y de su pueblo. Ella posibilita  la constante construcción y actualización de la  experiencia  de  sufrimiento  pasada  en  la  presente  memoria  cultural.  Es  la  forma como  los  seres  humanos  vamos  redefiniendo  lo  que  consideramos  valor,    creencias. Aquellos anclajes a  los cuales nos aferramos y a partir de los  cuales interpretamos el mundo,  las  relaciones  y  las  prácticas  cotidianas  en  las  que  se  traduce  la  cultura  y  la comunidad.    La  memoria  recoge  la  oralidad  y  busca  actualizar,  representar  y  configurar  la experiencia  histórica.  Sirve  de  principio  orientador  de  tradiciones  y  prácticas culturales  específicas.  La  memoria  requiere  del  intercambio  de  posibilidades  de representación,  de  diferentes  lenguajes  y  registros.  Las  tradiciones  orales,  en  este sentido, configuran el relato de la   memoria, no como simples cronologías referidas a acontecimientos  históricos,  narrados  de  generación  en  generación,  sino  como identidad,  pertenencia,  anclaje,  elementos  que  le  permiten  al  ser  humano  tener  un referente  del  cual  partir  y  al  cual  llegar.  El  relato  de Rigoberta Menchú  nos  permite entender  como  la  oralidad  se  traduce  en  memoria  social  cuando  se  articula  en  un registro  escrito.  Lo  escrito  por  su  poder  territorializa  la  memoria  y  suprime  la distancia entre  la  rigidez de  la  letra escrita y  la  inestabilidad de  la palabra dicha, da paso a lo que se denomina  memoria histórica.   

VOLVER   LA PRODUCCIÓN SIMBÓLICA DEL RELATO  Situarnos en  lo narrado es remitirnos a los contextos en  los cuales se desarrollan las construcciones  sociales  cotidianas,  y  las  representaciones  logradas  por  medio  de  la palabra  y  del    lenguaje.  Las  narraciones  cotidianas  tienen  como  referente  la realidad.Quien  narra,  en  nuestro  caso  Rigoberta  Menchú,  retoma  los  objetos  o acciones que representan su realidad de victimización y al hacerlo hace una selección, que la ubica en un lugar, un punto de vista, una esquina muy particular desde  la cual  observa, selecciona, interpreta y  narra: su inocencia.  Ella lo hace desde su esquina, ser víctima‐inocente, en un mundo sufriente. Tal vez los individuos  que  generan  esa  violencia  sobre  ella  y  sobre  su  familia  pueden  narrar estos acontecimientos de otra manera, lo que nos lleva concluir que cada narración es una  modalidad  diferente  de  observación,  selección  e  interpretación  de  la  realidad 

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vivida54[47].  Proceso  de  articulación  simbólica  que  se  genera  desde  los  siguientes momentos: 1) ubicación de una esquina para posibilitar el acto de ver, de presenciar,  2)  a  continuación  se  pasa  al  de  sentir,  3)  al  de  seleccionar    4)  luego  al  interpretar, articular,  organizar  y  5)  finalmente,  producir  un  relato  empleando  mediaciones narrativas y comunicativas de un contexto55[48]. En este sentido lo que Rigoberta hace al  narrar  es  realizar  un  proceso  hermenéutico,  hacerlo  relato  y  luego  escrito.  En  el narrar  hay  una  traducción  de  las  realidades‐referentes  en  productos  expresivos, simbólicos,  comunicativos  y  relatos.  La  narrativa  es  una  traducción  de  experiencias del  ver‐seleccionar‐interpretar  en  palabras  y  lenguajes  delimitados  por  la  realidad del mundo de la  vida y  los actores sociales o interlocutores.  

VOLVER   NARRATIVIDAD: MEMORIA E IDENTIDAD   Las  narrativas  hacen  parte  del  proceso  de  producción  simbólica  social.  En  ellas  se establecen  el  principio  comunicativo  de  nueva  significación,  la  posibilidad  de consolidar  nuevos  imaginarios.  Así,  nos  referiremos  a  las  representaciones  de memoria e imaginarios, y  los modos de lograr dichas representaciones y    los órdenes sociales.  El  relato  de  Rigoberta  Menchú  entrega  elementos  valiosos  para  entender este  apartado.  Ella  no  se  conforma  con  narrar  su  situación  de  víctima.  Narrar  su situación y  en ella la de los otros, posibilita el recuperar la memoria. Esa memoria de victimización que se convierte en el elemento desde el  cual   un grupo humano    toma conciencia. La memoria hace posible que esa realidad que se vive   no se asuma como querida.  Lo  anamnético  abre  caminos  para  vislumbrar  nuevas  perspectivas.  Por  ello la  narración,  en  este  sentido,  es  una  simulación  y  también  una  mediación56[49].  La memoria nos  conduce a  la  constancia de  lo  visto,  observado,  oído o vivenciado en  el marco  del  recuerdo  como  memorial.  La  memoria  en  esta  perspectiva  adquiere elementos  comunitarios  y  colectivos  cuando  está  en  función  del  grupo  y  la  sociedad respectivamente.  Cuando  ayuda  a  constituir  la memoria  social‐oral  que  es  la  fuente variada de datos dispersos y no sistematizados; cuando es  la base de relatos y de  los imaginarios  sociales,  cuya  transmisión  depende  de  que  las  comunidades  la  puedan reproducir  sucesivamente. Así,  la memoria de  los hechos en  función del  tiempo es  la memoria  histórica,  es  el  conjunto  de  experiencias,    prácticas  y  reflexiones  sobre  la 

54[47]  Lefèvre  indica  que  es  un  colocar  ante mí  (ante  sí)  algo  que  uno  (yo)  vuelve  seguro.  Por  tanto  verdadero. LEFEVRE, HENRI. La presencia y la ausencia. Contribución a la teoría de las representaciones. Fondo de Cultura Económica. México. 1983. 20 55[48]  La  cultura  comunica:  la  misma  interconexión  compleja  de  los  acontecimientos  culturales  transmite  información  a quienes  participan  en  estos. LEACH, Edmund. Cultura  y  comunicación:  la  lógica de  la  conexión de  los  símbolos.  Siglo  XXI. Madrid.1978. 2 56[49] Metz, J.B. Por una cultura de la memoria. Antropos. Madrid.1999. p 73‐ 95  

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realidad social que una determinada comunidad construye57[50].    

VOLVER   NARRATIVIDAD: REALIDAD  REPRESENTADA  La narración es un discurso que contiene los imaginarios sociales que no son más que las  representaciones  de  proyecciones  personales  o  sociales  que  contemplan realizaciones,  sueños,  mitos  y  que  se  encuentran  de  manera  consciente  o inconsciente.   En  el  relato  lo  que  no  está  muy  claro  es  el  signo  de  origen,  sino  un nuevo  objeto,  una  nueva  realidad,  la  interpretada  y  traducida.  Esta  es  la  posibilidad de  que  el  relato  siempre  esté  en  constante  actualización,  de  siempre  poderse  hacer novedoso. Hace que  su  lectura    por parte del  interlocutor,  esté  llena de  sentido58[51].  Detengámonos  en  el  proceso  que  va  de  la  representación  de  la  realidad  hacia  la realidad  de  sufrimiento  representada  en  el  relato  de  Rigoberta  se  puede  entender desde los siguientes momentos:  1.  Rigoberta  para  realizar  tomó  distancia,  sin  la  cual  no  pudo  realizar  una  selección de acuerdo a sus intereses como mujer, campesina,  indígena,  latinoamericana. Ella es quien  logra  transcribir  el  texto  de  la  realidad  y  ella  misma,  se  transforma  así  en objeto simulado.  2.  La  realidad  representada  de  Rigoberta  nos  remite  a  una  historia, mientras  que  la representación  de  la  realidad  a  su  imagen,  a  su  simulación.  La  operación  de contextualización se da mediante la codificación.  3. Las representaciones se dan para señalar y significar su contenido. La pregunta es ¿qué señala y significa?  59[52] Nos dice que el objeto de  la representación es  la puesta en escena de la vida humana y como tal se entiende el modo en que los hombres están vivos.  Y  ello  se  da  más  allá  de  las  acciones  concretas  que  éstos  realizan,  por  el espíritu  que  les  mueve,  o  sea,  la  necesidad  de  trascendencia  hacia  la  felicidad  que permite  la  construcción  de  lo  cotidiano  y  que,  puesta  en  escena,  sólo  se  puede objetivar mediante sentimientos y conductas humanas.  57[50] La memoria histórica y memoria oral consolidan la historia oral. Tal memoria se puede  llamar también memoria visual, más bien codificada en prácticas y objetos, en actores y funciones sociales desarrollando una memoria de las cosas. Es una memoria  que  se  conforma  en  representaciones  que  van  desde  la  escritura  propia  logográfica,    hasta  la  construcción  de objetos de uso diario que recogen aspectos concretos de los relatos cotidianos,  los que constituyen la historia social de un pueblo  el  cual  demarca  el  proyecto  ético  y  político  de  sus  componentes. ORTEGA, Milton  Eduardo.  Cultura  del  ocio  y memoria histórica. Ciespal. Quito. 23 58[51] El sentido de una obra no puede hacerse solo; el autor nunca llega a producir más que presunciones de sentido, formas, si se quiere, y el mundo es el que las llena. BARTHES, Roland. "La semiología". Tiempo contemporáneo. Buenos Aires. 1983 . 9 59[52] BRENES, Carmen Sofía. Fundamentos del guión audiovisual. 154‐170   

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 4.  La  realidad  representada  nos  lleva  a  observar  el  cómo  se  da  este  nivel  de objetivación  de  sentimientos  y  conductas,  mientras  que  la  representación  de  la realidad  muestra  el  cómo  cada  uno  de  ellos,  contextualizados  en  relato,  llevan  a definir el sentido de tales actitudes o el mensaje.   

VOLVER   NARRATIVIDAD EN UN MUNDO SUFRIENTE  Al concluir este aparte se quiere explicitar la importancia que tiene la narrativa como elemento esencial en la toma de conciencia de la víctima en su inocencia. La narrativa actúa  de  tal manera  que  las  personas  pueden  contar  como  existen  y  habitan  en  este mundo sufriente al mismo tiempo como lo quisieran hacer. Desde nuestra perspectiva en un mundo sufriente, es decir,  cada hombre y mujer  se hace agente de narración y protagonista  de  su  palabra.  Ahora  tratemos  de  abordar  el  horror  de  la  muerte violenta, busquemos dar sentido a la entrega, que con mucho sentido ellos y ellas han hecho  de  sus  vidas,  para  tratar  de  entender  su  asesinato  desde  un  horizonte interpretativo diferente. Los  invito a que apelemos a  la  imaginación, me gustaría que pudiéramos  ver  aquí  y  ahora  a  estos  miles  y  miles  de  seres  humanos  que  han entregado  su  vida  de  forma  consciente  e  inconsciente  en  este  absurdo  conflicto armado colombiano. Ubiquémoslos en el centro de nuestra reflexión para que puedan irrumpir  en  medio  de  nosotros.  Al  contemplarlos,  de  manera  espontánea,  sin necesidad  de  mucha  reflexión  brotará  la  pregunta:  ¿y  por  qué,  entonces,  tantos muertos?  Y  surgirán  otras  más.  ¿Cómo  leer  la  historia  de  terror  y  sufrimiento  de nuestros mártires? Sin pensar mucho en la respuesta, creo que nos encontramos en la misma  perspectiva  que  asumieron  aquellos  hombres  y  mujeres  de  la  comunidad apostólica.  Frente    a  las  víctimas  que  irrumpen nos  quedan dos  caminos.  El  primero guardar  silencio  en  recuerdo  de  sus  muertes  y  tal  vez  de  la  nuestra.  O  el  segundo, intentar  un  camino  en  el  que  la  resurrección  pueda  irrumpir  de  nuevo  hoy  como gratuidad,  perdón y  misericordia   Mi  camino  es  el  segundo,  por  eso  quiero  que    apelemos  de  nuevo  a  nuestra imaginación,  y    traigamos  a  la  memoria  y  a  la  presencia  el  recuerdo  de  tantos hombres y mujeres asesinados, desplazados, desaparecidos,  secuestrados, mutilados. Sólo  al  ver  los  cuerpos  de  nuestros mártires  es  inevitable  ver  lo  poderosa  que  es  la muerte.  Un  poder  que  ha  desfigurado  sus  rostros,  ha  destrozado  sus  cuerpos,  y  en algunos casos ha practicado mutilaciones. Sin control seguirán apareciendo preguntas nuevas  y  otras  reiterativas  desde  el  horizonte  que  he  articulado:  ¿Su  muerte  habrá sido en vano? ¿Qué está revelando hoy su muerte? ¿Podremos mirar sus ojos? ¿Cómo 

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presentarán  a  esta  comunidad  colombiana  sus  señales  del  martirio  como  el  triunfo sobre  la  muerte  o  como  el  triunfo,  pero  de  la  impunidad  frente  a  su  muerte  y  del silencio  de  todos  los  que  ahora  estamos  aquí  reunidos?  Sólo  nos  queda  apelar  a nuestra  imaginación  y  guardar  la  esperanza  de  conocerlos  de  nuevo.  Guardemos  la esperanza  que  los  encontraremos  de  tal  forma  vivos  que  su  belleza  de  hombres  y mujeres resucitados conserve en sus cuerpos resucitados sus historias personales de búsquedas, tentaciones, temores, alegrías, incoherencias y que  las marcas, los trofeos de martirio  se  exhibirán  como  el  triunfo  que  ellos  también muestran  con  alegría.  Y que  sus  marcas,  sus  señas  se  hacen  una  voz  cada  vez  más  fuerte  que  es  necesario apostar  por  otra  forma  de  constituir  lo  humano  y  configurar  las  relaciones  sociales cotidianas ya no desde la muerte‐violenta.   

VOLVER   RECAPITULACIÓN  Es importante tener en cuenta para el estudio de la cristología la recuperación de los relatos de vida del mundo sufriente. El proceso que se da desde la oralidad al escrito, luego ver como se va  realizando  la producción simbólica del  relato, para detenernos en  la  importancia que tiene  la  narratividad  en  los  procesos  de  memoria  e  identidad  de  las  comunidades evidenciando como esos relatos nos hacen una presentación de la realidad. Al concluir este aparte  se  quiere  explicitar  la  importancia  que  tiene  la  narrativa  como  elemento esencial en la toma de conciencia de la víctima en su inocencia. La narrativa actúa de tal  manera  que  las  personas  pueden  contar  como  existen  y  habitan  en  este  mundo sufriente al mismo tiempo como lo quisieran hacer.   

VOLVER   LECTURAS COMPLEMETARIAS    

VOLVER   TRABAJO PERSONAL  Recuperar un relato de vida de alguna persona de la comunidad en el que se tenga en cuenta el siguiente proceso:  Lo oral: realizar una serie de entrevistas en las que se posibilite el contar el narrar. 

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Lo escrito: utilizar figuras y formas narrativas      Símbolos y signos utilizados en el contexto de la persona entrevistada Lo  interpretativo:  hacer  una  lectura  del  relato  en  el  que  se  evidencie  el  camino  de crecimiento, toma de conciencia  de la persona entrevistada. 

VOLVER      

Bibliografía complementaria  GIRARD,  René.  Veo  a  Satán  caer  como  el  relámpago. Anagrama. Barcelona. 2002. pag. 161‐208. SOBRINO,  Jon.  El  principio‐misericordia.  Salterrae. Santander. 1992. pag. 47‐80  

  

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Momento 2: EL CONTEXTO DEL NUEVO TESTAMENTO: PALESTINA EN TIEMPO DE JESÚS  

UNA MIRADA A LA PALESTINA EN TIEMPOS DE JESÚS   

CONTENIDO CONTEXTO GEOGRÁFICO CONTEXTO SOCIO­ECONÓMICO CONTEXTO SOCIO­POLÍTICO EL SANEDRÍN OTROS GRUPOS HUMANOS CONTEXTO RELIGIOSO INSTITUCIONES RELIGIOSAS  

RECAPITULACIÓN LECTURAS COMPLEMETARIAS   LECTURAS SUGERIDAS TRABAJO PERSONAL 

 CONTEXTUALIZACIÓN  Palestina  desde  siglos  antes  del  nacimiento  de  Jesús  vivía  bajo  el  influjo  de  culturas extranjeras que ejercían de diversos modos su soberanía en este territorio: los babilonios, los persas, los macedonios, egipcios, sirios hasta caer bajo el dominio del Imperio Romano en el año 64 a.c. Esta  relación se estableció bajo una estructura semi‐autónoma del pueblo  Judío, pues el  imperio  les   permitía orientar su vida de acuerdo a sus  leyes pero al mismo tiempo hacía presencia con un delegado llamado algunas veces Rey Vasallo o procurador que eran los encargados de defender los intereses del Imperio en la Región. La clase privilegiada o los ricos conformada  por  los  soberanos  de  la  corte,  los  latifundistas,  los  grandes  comerciantes, hombres  de  política  y  la  aristocracia  sacerdotal  eran  los    poseedores  de  las  tierras,  se convirtieron  como  en una  raza  absoluta,  que  atentaba  contra  la  autonomía  de  la  población pobre,  como  los  asalariados  del  campo,  los  pequeños  artesanos,  constructores,  limosneros. Esta desigualdad social se fomentaba a través de la  ley mosaica que concedía  al primogénito el doble que a los demás.  El que no corría con suerte de ser primogénito tenía que recurrir a prestamistas  para  hacer  productiva  su  pequeña    parcela,  los  intereses  altos  y  el  pago obligatorio  de  impuestos  los  convertía  en  corto  tiempo  en  asalariados  que  al  no  encontrar empleo se dedicaban a la mendicidad. El acceso a la economía en Palestina estaba reservada para unos pocos que ostentaban además el poder político y religioso, ejercía este  poder sobre  la  población explotándolos, atentando contra su condición existencia. Este grupo privilegiado de  daba  una  vida  llena  de  lujos,  superfluo  y materialista mientras  que  los  pobres  no  podía satisfacer sus necesidades básicas. Se pensaba que esta carecía era fruto de incumplimiento o desconocimiento de  la Ley    razón por  la cual Yahvé    los castiga. En este momento histórico 

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enmarcado por el dominio de  los vecinos,  alguna parte de  la población  se  fue  identificando con  esta  cultura  imperante,  claro  esta  que  un  gran  grupo  de  los  judíos  conservaron  sus tradiciones  de  la  "guerra  santa  y  las  "protestas  de  los  profetas"  Este  grupo  tenía  la  firme esperanza de  la inminencia del "Reino de Dios" después de vencer a los enemigos opresores, es  decir  donde  Dios  se  hará  presente  en  la    historia    para  salvarnos.  Esta  concepción apocalíptica  está  en  íntima  relación  con  los  movimientos  populares  que  asume  la reivindicación de los  pobres como  proyecto histórico. 

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UNA MIRADA A LA PALESTINA EN TIEMPOS DE JESÚS  Objetivo: Realizar una aproximación a Palestina en tiempos de Jesús  Palabras clave: estas son una serie de palabras o conceptos que se repetirán en el desarrollo de  este  tema,  es  necesario  que  el  estudiante  tenga  claridad  sobre  ella  en  la medida  que  va asumiendo el tema. Por favor buscar su significado en un diccionario de la lengua española o en un diccionario de teología.  Palestina  Contexto  Geográfico  Socio­económico  Socio­político  Religioso  Metodología:  para  la  adecuada  aprehensión  de  esta  temática  se  requiere  de  una  lectura comprensiva  del  contenido.  Luego,  es  necesario  realizar  las  lecturas  complementarias  y actividades asignadas. Al finalizar el tema, cada estudiante estará en capacidad de participar en  las  diferentes  herramientas  de  interacción  con  las  que  cuenta  la  plataforma:  correo electrónico para enviar preguntas, solicitar aclaraciones al tutor, enviar pequeñas reflexiones (una  cuartilla  tamaño  carta)  y  enviar  correos  a  su  compañeros  de  curso;    el  foro  para participar en cualquier momento de la discusión de cada tema con sus compañeros  y el tutor; el Chat para participar en las discusiones on‐line que se programen.  

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 CONTEXTO GEOGRÁFICO  En tiempos de Jesús tres zonas eran de mucha importancia a nivel político, cultural y, sobre todo, religioso; esos tres territorios eran, de norte a sur, Galilea, Samaría y Judea.  Galilea: Los habitantes de la región al norte del territorio palestino no simpatizaban mucho con  los habitantes de  Judea  (al  Sur),  estos  veían a  los  galileos  como gentes de poca pureza religiosa  por  estar  en  constante  contacto  y  mezcla  con  pueblos  "paganos"  o  pueblos  de religiones distintas a la religión Yavista; por tal motivo el territorio era denominado "Galilea de  los Paganos" o "Galilea de  los Gentiles". Las principales poblaciones del  territorio Galileo eran Cafarnaum, Corozaín y Betsaida.  Samaría: Si  los Judíos no gustaban mucho de los Galileos, con los Samaritanos la enemistad era mucho mayor, llegando a manifestarse de las formas más extravagantes, como negarse el saludo, o, en algunos casos, evadiendo el paso por ambos  territorios si era posible. Para  los Judíos  en  tiempos  de  Jesús,  los  Samaritanos  habían  prostituido  el  culto  a  Yahvé  y  de  igual modo  consideraban  los  Samaritanos  a  los  Judíos,  por  lo  que  no  rendían  culto  a  Dios  en  el Templo de Jerusalén, sino que habían edificado un "Alto" o lugar Sagrado en el Monte Garizín (en Siquén). Los Samaritanos al igual que los Judíos participaban de la espera mesiánica; para ellos el Mesías que ha de venir sería un nuevo Moisés, liberador de la servidumbre romana y quien debe implantar el santo cumplimiento de la Ley.  Judea:  La  ciudad  capital,  Jerusalén,  acaparaba  toda  la  vida  cultural,  religiosa,  económica  y política de  la región, por ser  la estancia del Templo más  importante de  la religión  Judía, del Sanedrín y de las instituciones políticas relevantes del imperio Romano en este sector de las colonias. Su principal renglón económico estaba sustentado por el turismo religioso en torno al Templo, ya que todo judío piadoso debía ir al menos una vez por año a rendir culto a Dios. Poblaciones hasta cierto punto importantes, de este territorio son Perea, La Decápolis, Belén y Betania. 

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CONTEXTO SOCIO­ECONÓMICO  La base de la alimentación lo constituía para entonces el trigo, seguido a su vez por la cebada; además  se encontraban higos, olivos y  la vid, de donde se extraía el  vino más  famoso de  la región. En materia de ganadería, se tenían sobre todo cabras y ovejas, de entre  los cuales el cordero era de uso frecuente para los sacrificios en el culto. Las clases populares solían tener un borriquito para  transporte y carga;  los más pudientes  tenían acceso al uso de caballos y carruajes.  En  lo  que  respecta  a  la  industria,  vale  destacar  la  pesquera,  realizada  en  el  lago Tiberíades y en el Jordán. Para la época de Jesús la industria de la construcción está en pleno 

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apogeo,  lo  mismo  que  la  alfarería.  Se  hace  también  betún,  con  el  cual  se  calafateaban  los barcos.  El  comercio  era  frecuente,  efectuándose  en  caravanas  que  se  adentraban  muchas veces en el desierto. Era para entonces el principal producto de exportación en Israel el olivo; a la vez que se importaba con frecuencia madera de cedro proveniente del Líbano, excelente madera  destacada  sobre  todo  por  su  calidad  y  dureza,  no  pocas  veces  empleadas  en  la construcción de muebles para el servicio del Templo.  

VOLVER CONTEXTO SOCIO­POLÍTICO  Cuando  nace  Jesús  de  Nazaret,  el  territorio  palestino  se  encuentra  en  plena  ocupación romana,  en el período  identificado  como el  del  "Imperio",  siendo para  entonces  emperador Octavio Augusto; quien se proponía establecer un poder personal, respetando sin embargo las instituciones republicanas dejando en su sitio las antiguas magistraturas. Con su gobierno, los territorios que  antes dependían  del  Senado  siguen  sujetadas  a  éste,  pero  con  el nombre de consulados;  las  provincias  donde  habían  legiones  (ejército  imperial)  dependen  ahora directamente  del  emperador  y  se  denominan  "Legados",  y  en  los  territorios  donde  existían especiales  problemas  de  orden  y  control,  se  rigen  por  un  prefecto  o  procurador  y  se  les denomina "Procuradurías".  Cuando muere Jesús, el emperador es Tiberio (hijo de la esposa de Octavio). Para entonces las cosas en materia administrativa no ha  sufrido  cambios de  consideración, en  las  colonias de Palestina  a  primera  vista  todo  hacía  indicar  que  las  cosas  marchaban  bien,  que económicamente había prosperidad y que el futuro era alagador, que eran colonias donde la gente  la pasaba bien y no había pobreza. Pero cuando nos detenemos a mirar detrás de esa primera  máscara,  lo  que  se  encuentra  es  otra  realidad,  el  común  del  pueblo  estaba  arrin‐conado por la pobreza desde distintos frentes, tanto en el campo político del imperio, como en el  religioso  del  judaísmo  de  la  época;  se  iban  institucionalizando  grandes  impuestos  y  una injusta distribución de las riquezas. Es así que el pueblo en tiempos de Jesús es, en su inmensa mayoría,  marginado,  desposeído  y  ultrajado  en  su  dignidad  humana;  las  tierras  estaban acaparadas por unas cuantas familias poderosas; el  trabajo era poco y mal remunerado; y a todo  eso  se  le  agregaba  la  carga  religiosa,  que  distinguía  entre  oficios  puros  e  impuros: pastores, médicos, administradores de cementerios, cobradores de impuestos o publicanos.  El  Imperio  Romano  había  logrado  su máxima  expansión,  penetrando  con  sus  instituciones político‐militares,  respetando  algunas  instancias  organizativas  de    algunas  localidades  y pueblos, como es el caso de  la región Palestina, y a su vez había  infiltrado modas, valores y patrones culturales que se reflejaban en las distintas clases sociales de diversos modos, sobre todo en las expectativas Mesiánicas; habían grupos en donde despertaba simpatía la invasión, como los Saduceos; a los Fariseos, de clase media, les creaban cierta antipatía por contaminar los valores morales del Yavismo; los zelotes , clases bajas, viendo como se perdía la identidad 

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y se acentuaban las injusticias sociales junto a la marginación, les despertaban los romanos un desprecio  tal  que  los  hacían  empuñar  las  armas  y  organizarse  como  grupos  de  resistencia militar.  En  general,  como  pueblo  dominado  que  era,  no  poseía  gobierno  propio.  Eran  entonces  los romanos  quienes  estructuraban,  conforme  a  sus  intereses  colonialistas,  el  gobierno  en  el territorio  de  Palestina.  Para  la  época  de  Jesús  dicho  gobierno  estaba  conformado  por  el Emperador Octavio Augusto, es quien gobierna el imperio cuando nace Jesús; cuando éste es asesinado, el emperador es Tiberio, hijo de  la esposa de Octavio; el rey en  los  territorios de Palestina era Herodes I, el Grande, "hombre de talante helenista y origen árabe...  fue puesto por  el  Senado  romano  como  rey  vasallo  de  toda  Palestina  del  año  37  a.C.  al  4  a.  C..  Estaba obligado a defender con sus tropas auxiliares las fronteras del imperio que le correspondían".  Angel Calvo, refiriéndose a la política Herodiana, la cataloga de oportunista "estar siempre del lado del que mandase en Roma" y de terrorista "eliminar a los que podían aspirar a su puesto, principalmente a sus hijos"; por eso no es de extrañar que se le pueda atribuir una matanza de niños por la aparición de un cometa en el cielo romano, ya que según las tradiciones religiosas de la época, todo gran personaje de la historia tenía una estrella que le acompañaba desde su nacimiento; es así que el miedo a la aparición de un futuro soberano que le pusiera en peligro la estabilidad de su gobierno pudo originar la narración teológica de tan nefasta masacre de infantes de la cual nos habla el evangelio.  Con  estrategias  populistas, Herodes pretendía mantener  una  cierta  simpatía  entre  la  gente, haciendo muchísimas obras públicas  y abriendo puestos de trabajo reconstruyó el Templo de Jerusalén, hizo acueductos, teatros ,estadios deportivos; antes de su muerte fraccionó su reino en tres territorios y le entregó a tres de sus hijos el gobierno de los mismos, pero al gobierno central romano no le gustó mucho la idea, y aunque admitió el fraccionamiento e institución de esos tres gobernantes, tan sólo los reconoció como "gobernadores" no como "reyes", como si lo fue Herodes I.   Las gobernaciones fueron entonces así distribuidas:   Arquelao =       Virrey de Samaría y Judea. Herodes Antipas =    Virrey de Galilea y Perea Filipo =       Virrey de Iturea y  Traconítida  Pero, esta distribución en la práctica duró muy poco en el territorio de Arquelao, quien por su crueldad  fue  desterrado  a  Vienne,  sur  de  Francia,  y  en  su  reemplazo  Roma  asignó  "procu‐radores"  romanos;  el  quinto  de  ellos  es  el  conocido  procurador  Poncio  Pilato,  quien  era  el protegido del hombre más influyente de Roma, el "antijudío" Sejano.   

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EL SANEDRÍN  Esta  institución  Judía  aparece  entre  los  años  134  y  104  a.C.  en  tiempos  de  Juan  Hircano, remontándose  sus  orígenes  hasta  la  época  de  la  dominación  Judía  por  parte  de  los  Persas (223‐187 a.C.). Este organismo se erigió como Corte Suprema de Israel y su nombre de origen Griego (Synedrión) hacía referencia al "sentarse Juntos". Veamos en una breve descripción los elementos relevantes de su organización: Integrado por 71 miembros seleccionados a partir de cuatro órdenes: Un Sumo Sacerdote en ejercicio de sus funciones a quien  asesoran en sus decisiones los demás miembros de la corte. ‐ Senadores o ancianos,  los Sumos Sacerdotes que habían  sido  depuestos,  Algunos  Sacerdotes  miembros  de  los  Saduceos    Algunos  Escribas Fariseos.  Su  función  principal  original  era  la  de  operar  como  corte  de  justicia,  y  de  ella derivaban  sus  otras  funciones  específicas;  a  este  objeto  original,  se  le  sumó  durante  la ocupación romana la función de gobernar el país bajo la tutela del gobierno central romano. Las otras funciones específicas que derivaban del objeto general eran: Juzgar delitos contra la Ley de Israel; Fijar la doctrina que ilumine el cumplimiento fiel de la Ley y  Controlar toda la vida religiosa del pueblo. Su poder coercitivo fundamental emanaba de la Ley misma por su carácter  esencialmente  religioso:  violar  la  norma  era  atentar  contra  el  mismo  Dios;  pero además  la  corte  podía  fijar  penas  que  podían  alcanzar  hasta  la  sentencia  de  muerte  del infractor; en todo caso se ha discutido mucho si tal poder estaba vigente en tiempos de Jesús, porque todo parecería indicar que no podían condenarlo a muerte y por eso lo llevaron hasta el procurador Poncio Pilato, para que, con acusaciones no de tipo religioso que no bastaban, según esta hipótesis, para condenarlo a muerte, sino de tipo políticas pudieran deshacerse en definitiva de  él. Además, para garantizar  ese poder,  el  Sanedrín disponía de una  tropilla de guardias y  también abarcaba un amplio  territorio con una serie de pequeños Sanedrines de tres miembros, uno de ellos haciendo las veces de Juez.  GRUPOS HUMANOS  Herodianos: Grupos de personas aliadas al poder  romano en  cabeza del  rey herodes y que perduraron después de su muerte hasta la época de Jesús (Mc 3,6). Se caracterizan por ser un grupo de contra‐ofensiva a favor de los romanos y en oposición a todo movimiento o revuelta mesiánica que pusiera en peligro la estabilidad del imperio.   Bautistas: Grupo de  tipo religioso, que daba mucha  importancia al Bautismo como rito que simbolizará el arrepentimiento y la conversión como camino de vida espiritual, con el fin de preparar los corazones a la llegada del Mesías (político‐religioso); su objetivo era el despertar la  auténtica  fe  de  Israel  como  en  una  ocasión  lo  hicieron  los  profetas;  el  personaje  más conocido para nosotros por su relación con Jesús, fue Juan el Bautista.   Los marginados: Son varios los grupos de personas marginados del orden vigente en la época : Los "am­ha­ares" o "pueblo del país": Grupo representado por las clases populares de Israel, 

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campesinos en su mayoría, hijos de extranjeros, ignorantes de la Ley y despreciados (por ello) por los grupos de alta influencia religiosa.   Los esclavos o extranjeros: Principalmente de orígenes árabe, más que esclavos eran muchas veces sirvientes que se auto‐vendían por un salario de hambre.   Los Publicanos: Uno de los grupos más despreciados por el Pueblo de Israel. Eran Israelitas que estaban al servicio del opresor romano; tenían la responsabilidad de cobrar los impuestos para el gobierno romano central y por tal razón, eran tenidos por traidores a Israel, el pueblo elegido  y  por  tanto,  traidores  a  Yahwé.  A  esto  además  hay  que  agregarle  que,  para  ellos obtener  algunas  utilidades  de  sus  servicios,  se  veían  en  la  necesidad  que  terminó  convir‐tiéndose en abuso de subirle un porcentaje a los impuestos y así sacar algún provecho, con lo cual quedaban no sólo como traidores, sino también como unos vulgares ladrones.  Los enfermos: Debido a la idea de que la enfermedad era el fruto de algún pecado personal o de  sus  padres,  los  enfermos  eran  apartados  para  que  con  su  pecado  no  contaminaran  al pueblo;  entendiendo  que  el  pecado  se  podía  contagiar  con  la  enfermedad.  De  entre  los enfermos, los más despreciados eran los de la piel, los cojos, ciegos, paralíticos, los dementes y los  epilépticos  considerados  muchas  veces  como  endemoniados.  Además  eran  tenidos  a menos  todos  los  Gentiles,  los  que  no  eran  judíos,  las  prostitutas,  los  samaritanos  a  los  que llamaban,  para  que  veamos  la  talla  del  desprecio,  "los  imbéciles  que  viven  en  Siquem",  las mujeres y los niños.  

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 CONTEXTO RELIGIOSO  Para  Israel es un  factor  fundamental, el hecho de entenderse como Pueblo elegido por Dios (Dt 7,6), pueblo de la Alianza que en su "Actuar" se manifiesta como sacramento, como signo y señal, como transparencia del Amor salvífico de Yahvé; el esfuerzo por tratar de responder a esa  vocación  fundante  y  fundamental  de  "Pueblo  de Dios"  es  lo  que  da  la medida  de  cómo organizarse y reorganizarse  a lo largo de su historia (Jueces, reyes, profetas...etc.).  El habitar en  un  territorio  libre  es  requisito  fundamental  de  pueblo  libre,  liberado  de  la  tierra  de  la esclavitud y  la servidumbre por  la mano  fuerte de su Dios Yahvé siendo así que  la  tierra es para ellos la tierra de la promesa de que Dios vive en medio de ellos; por tal razón, cuando el pueblo es dominado, como en el caso ya descrito del destierro a Babilonia, la monarquía cesa y  se entiende este hecho como  fruto de  la desobediencia e  infidelidad al Rey Yahvé;  en ese momento es en el  futuro en donde se proyecta su historia bajo el dinamismo esperanza, en donde  la  esperanza  los  sumerge  no  en  una  espera  pasiva,  sino  activa,  por  eso  decimos "dinamismo  esperanza"  que  los  lanza  a  depositar  su  confianza  nuevamente  en  el  Dios liberador.  Esta  esperanza  de  Israel,  empieza  a  traducirse  entonces  en  lo  que  llamamos  la 

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Espera Mesiánica, la espera de un "Elegido", de un "Ungido de Yahvé " Mesías o Cristo, ambos términos  traducen  eso mismo; para  cada  sector  religioso del  Pueblo de Dios  esa  esperanza toma  un  acento  distinto  como  veremos  más  adelante  unos  acentúan  lo  político,  otros  lo religioso.  "El  pueblo  pasa  de  una  dominación  a  otra...  La  esperanza  mesiánica  se institucionaliza y se crea el judaísmo, que busca preparar la época salvífica, la recuperación de la  monarquía.  El  judaísmo  funciona  como  comunidad  de  santidad,  dirigidas  por  los sacerdotes, entendiendo la santidad como  medio para obtener el orden salvífico, es decir, el reinado de Yahvé"   Los saduceos. El nombre de Saduceos les venía de un Sacerdote llamado Sadoc. Sus orígenes se  remontan  a  los  tiempos  del  rey  Salomón.  Jugaron  un  papel  importante  durante  la resistencia religiosa contra  la dominación griega. En materia política eran simpatizantes del imperio romano por la intervención de estos contra los griegos, pero sobre todo, por formar parte de  la aristocracia sacerdotal. Por tal razón estratégica, política y económica, no tenían ninguna intención de estar en contra del orden establecido. En consonancia con esto, habían acomodado la religión con miras a que fuera más un adormecedor de las conciencias que una instancia de crecimiento del espíritu humano el cual es, en esencia, proyección y búsqueda de la libertad y la justicia. Siendo así las cosas, su fe estaba remitida al pasado y la seguridad de la tradición;  sospechaban  de  los  libros  proféticos,  negaban  la  inspiración  de  los  textos  de influencia griega: Eclesiástico, Daniel 13, Proverbios, Sabiduría, sólo admitían sin discusión el Pentateuco. Fundamentaban su esperanza sólo en esta tierra bajo el supuesto de la teoría de la retribución inmediata y material, no tenían nada más que esperar, más bien si mucho que justificar,  en  particular  sus  muchos  privilegios  a  los  cuales  les  atribuían  origen  en  la providencia divina por su vida tan santa; por tal teoría negaban la esperanza de la resurrec‐ción  de  los  muertos.  Con  todo  lo  anterior,  es  de  entender  que  ellos  no  se  movían  en  la dimensión de una "esperanza mesiánica", no esperaban ningún Mesías que fuera a tocar y a alterar el orden tan "bueno" en que se movían.  Los zelotes.  Etimológicamente  la  palabra  zelote  traduce  "celoso",  "sentir  celos  de".  Al  igual que los Saduceos eran estrictos cumplidores de la Ley, pero, a pesar de esto, distaban de ellos radicalmente. Mientras a los Saduceos los podríamos distinguir en términos nuestros como un grupo de extrema derecha, a los Celosos los podemos identificar como un grupo de extrema izquierda.  Sus  orígenes  los  podemos  rastrear  en  la  época  de  la  resistencia  Macabea  a  los griegos; para la época de Jesús sus artes de guerra se habían desarrollado hasta el punto de hacerlos  supremamente  peligrosos  para  los  intereses  romanos.  Entre  sus  más  frecuentes modos de ataques estaban  la resistencia en  las montañas y  los sorpresivos atentados de  los "sicarios" u "hombres de  la sica" un pequeño cuchillo que camuflaban entre sus ropas, para acercarse  desapercibidos  a  personajes  romanos  en  medio  de  los  tumultos  y,  con  certeras punzadas,  quitarles  la  vida.  Para  los  zelotes,  Dios  era  en  definitiva  el  único  y  verdadero soberano de  Israel,  cualquier  invasión era  entendida  como un atentado  contra Dios mismo. Para ellos  "Dios desea el heroísmo de  su pueblo para hacer  llegar  su  reino y expulsar a  los 

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romanos  y  a  sus  colaboradores.  Esperan  un Mesías‐rey  salido  de  entre  sus  jefes,  e  incluso alguno  de  ellos  llega  a  ser  proclamado  como  tal  Simón  bar  Kosba,  el  hijo  de  la  estrella, reconocido mesías por el rabino Aquiba en el año 132 d.C.".  Fariseos.  Proviene  de  la  palabra  aramea  "Peryssaya"  que  significa  "los  separados".  Se  les llamaba  así  porque  la  exagerada  búsqueda  de  lograr  una  radical  pureza moral  de  la  fe  los hacía  distanciarse  del  común  del  pueblo  a  quienes  consideraban  impuros  y  malditos.  Los miembros de este grupo no colaboraban con el poder romano como los Saduceos de los cuales eran adversarios al igual que los Zelotes, pero tampoco eran tan radicales como los violentos zelotes. Elemento típico era, por tal razón, su rechazo a todo activismo político, la liberación y la salvación vienen de Dios, no hay nada más que hacer sino, cumplir estrictamente la Ley y con eso acelerar la acción redentora (liberadora) de Dios. Dada su extrema preocupación por el cumplimiento de la Ley, los "Separados" se convirtieron en profundos estudiosos de la Torá (La Ley), con lo cual lograron alcanzar una gran influencia ideológica sobre el Pueblo de Dios y fue tal su influencia que muchos sacerdotes acudieron a ellos para consultarles algunos casos morales.  En  cuanto  a  su  organización  y  condición  económica,  no  estaban  dirigidos  por sacerdotes, aunque había algunos entre ellos. Su organización era bastante completa y tenían hasta 'economatos`, quizá para tratar menos con el pueblo. Hillel, Sammay, Gamaliel, Johanán ben Zakkai  fueron  algunos de  sus Rabinos  famosos.  En  cuanto  a  la  situación  social  eran de clase media, artesanos y gente que sabían escribir, es decir escribas. No tenían mucho dinero, pero tenían saber, el pueblo los veía a ellos como guías espirituales.  Los Esenios. Fueron una comunidad de monjes, con una tradición muy cerrada y misteriosa, por  lo  cual,  rehacer  su  historia  resulta  algo  difícil.  Los  datos más  lejanos  los  alcanzamos  a encontrar  en  el  año  136  a.C..  El  nombre  es  también  oscuro.  Puede  traducir muchas  cosas, entre  otras,  "los  devotos",  "los  silenciosos"  o  "los  varones  del  consejo  de  Dios".  Vivían  en comunidad y se retiraban de la vida ordinaria del Pueblo de Israel, de sus aldeas y ciudades para evadir el pecado del mundo y alcanzar la pureza y la santidad espiritual. Eran mucho más estrictos que  los demás grupos en  la observancia de  la Torá y de  las reglas de pureza; para ellos la fe de Israel se había prostituido. Por esas razones bajo la guía de un sacerdote al que llamaban    "Maestro  de  Justicia"  orientaban  su  vida  en  la  más  estricta  disciplina  espiritual (ascética) con el fin de preparar la llegada de dos Mesías. Participaban al igual que los otros grupos descritos de la espera mesiánica, pero a diferencia de ellos, los esenios "se centraban en  esperar  dos  Mesías:  el  de  Aarón,  que  eliminaría  el  pecado,  y  el  Mesías  de  Israel,  que establecería  el  imperio  Israelita  expulsando  a  los  romanos.  A  ambos  los  designaban  como "hijos de Dios". La guerra final duraría 40 años con altibajos y, al final, ellos se vengarían. Es decir,  esperaban un Mesías  sacerdote  (el  de Aarón,  hermano de Moisés  de  donde deriva  el sacerdocio según una  tradición de  Israel) que purificaría  la  religión y  la  fe en Yahvé, y otro Mesías, un Mesías Rey (político) que sacaría adelante la implantación del Reino definitivo de Dios en la tierra reestableciendo el reino de Israel.  

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VOLVER INSTITUCIONES RELIGIOSAS   La religión de Israel, en su versión clásica, estaba identificada con tres instituciones básicas : El Templo de Jerusalén, las grandes fiestas y la Sinagoga. Veamos cada una de ellas.  El templo. Para entender la importancia real del Templo es menester aclarar previamente la tradición religiosa de fondo que le da su contexto teológico: " Los Judíos tenían muy en claro que Dios es el único Santo. Sin embargo esa santidad de Dios se irradiaba a todo el universo y al hombre a través de aquellos lugares o personas elegidas por él; esto corresponde a lo que se conoce como los "Círculos de Santidad". En esta perspectiva entramos a hablar del Templo.   El Templo es por excelencia, en contraste con cualquier otro, el lugar de la presencia de Dios; el  lugar  Santo  de  donde  emana  la  Santidad  para  todo  el  Universo.  Estaba  distribuido  de manera jerárquica: el "Sancta Sanctorum" (Santo de los Santos) era el sitio más reservado del Templo,  donde  reposa  la  presencia  de  Dios  sacramentalizada  ‐según  la  tradición‐  por  la piedra donde se había depositado en otro tiempo el arca de la Alianza, y de allí irradiaba esa santidad divina por  ser  lo más  santo  entre  lo  santo;  a  este  lugar  sólo  tenía  acceso  el  Sumo Sacerdote  (una  vez  al  año),  quien  contaba  con  una  buenísima  posición  y  estabilidad económica, con una renta proveniente de los diezmos, cuyo mayor porcentaje era reservado para él, al igual que la venta de los animales para el sacrificio. El Sumo Sacerdote "nombraba a miembros  de  su  familia  en  otros  cargos  que  dependían  de  él:  jefes  de  los  sacerdotes,  el comandante  del  pueblo,  los  jefes  de  las  24  secciones  de  culto  semanales.  Cuando  quería  le arrebataba a  los sacerdotes  las pieles de  los animales sacrificados que sí eran propiedad de éstos últimos". Después encontramos el Santo, el altar de los sacerdotes, el patio de Israel al que sólo entraban los hombres, el patio de las mujeres y de los niños, el patio de los gentiles y, en continuación con esos círculos de santidad,  luego de esos círculos primarios del Templo, seguían en ese orden: la ciudad santa, el territorio circunvecino de Israel y de allí el resto del mundo.   Otras personas que dependían del Templo eran  los Sacerdotes, 7000 en tiempos de  Jesús, y ofrecían sacrificios en el Templo de Jerusalén. Eran divididos en 24 equipos, por turnos cada semana. Así, a cada sacerdote le tocaba ejercer su sacerdocio únicamente cinco veces al año. De  resto  se  dedicaban  a  ser  consejeros  en  sus  aldeas  de  origen,  cuando  así  lo  exigían  las necesidades.  Por  tal  razón  los  sacerdotes  eran más bien de  clase media  o  clase baja,  vivían escasamente  de  la  parte  que  les  tocaba  en  los  sacrificios  que  realizaban  y  del  diezmo,  que cuando se era sacerdote de una comunidad pobre era bien escaso o ni siquiera lo recibían. Los Levitas eran el último grupo que participaba de la organización del Templo. Eran en tiempo de Jesús unos 10000, igualmente dividido en 24 grupos; económicamente no tenían ninguna entrada por sus servicios  litúrgicos, y desempeñaban funciones de animación con el canto o de porteros para recibir a la gente, asear el Templo y vigilar que no se alterase el orden en su 

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interior.   La  sinagoga.  Estaba  en  íntima  relación  con  el  culto  del  Templo.  Eran  pequeñas  capillas distribuídas  por  todo  el  territorio,  de  las  cuales  se  encargaban  un  sacerdote  al  que  se  le encomendaba  la  animación  espiritual  de  los  fieles,  ya  que  para  muchos  habitantes  de territorios alejados era muy difícil estar trasladándose con frecuencia al Templo de Jerusalén. Las sinagogas estaban, de este modo, dispuestas para celebraciones litúrgicas menores, como la celebración del Sábado, y se utilizaban también para la enseñanza.  Las  fiestas.  Todas  las  festividades  históricas  de  Israel  estaban  revestidas  de  un  profundo sentido religioso, y todo lo religioso de Israel tiene sus raíces más profundas en la historia del pueblo,  entendida  como Historia de Salvación, no  como Historia  abocada al  fracaso y  al  sin sentido;  es  decir,  que  aunque  la  historia  se  revista  muchas  veces  de  un  lenguaje  mítico, legendario y simbólico, lo que se celebra no son ni mitos, ni leyendas ni simples proyecciones imaginarias;  es  así  que  a  lo  largo  del  calendario  se  distribuían  fechas  cuya  intención  era festejar  la  acción  salvadora  de  Yahvé  en  los  distintos  momentos  de  su  vida  como  Pueblo Elegido. Veamos algunas de esta celebraciones:   La Pascua: Se celebraba conforme al calendario lunar, el primer plenilunio de primavera, que solía corresponder día 14 o 15 del mes de Nisán, en nuestro calendario suele caer en Marzo o Abril.  La palabra  etimológicamente  significa  "salto" o  "paso" y  al  igual que  las otras  fiestas, aunque  en  su  origen  es  de  tradición  agrícola,  por  coincidir  con  aquel momento  en  que  los Israelitas  fueron  liberados  de  Egipto,  la  fiesta  pasó  a  conmemorar  el  "paso"  liberador  de Yahvé, que con mano fuerte sacó de la esclavitud al pueblo y lo condujo hasta la tierra de la promesa. Para celebrarla se inmolaba un cordero, se pintaba con sangre la puerta de las casas y se comía el pan sin levadura. Jerusalén para esta época se veía asediada de peregrinos que acudían a las celebraciones en el Templo.  Pentecostés: Esta palabra hace referencia a "cincuenta días después de la Pascua", y con ella se celebra la entrega de las Tablas de La Ley a Moisés en el Sinaí y el pacto o Alianza que hizo Dios con su Pueblo. Su tradición agrícola coincidía con el tiempo de la siega o de la recolección de  la  cosecha.  Corresponde  en  el  calendario  hebreo  (lunar)  a  los  meses  de  Iyyar  o  Sivan (mayo). El centro de la celebración es la renovación de la Alianza.  Ros Hashana O Año Nuevo: Con el mes de Ellul termina el año y con el de Tishri se inicia el año nuevo (ambos meses coinciden en nuestro calendario con el mes de septiembre); esto era igualmente  motivo  de  celebración  (se  celebra  Yavé  Rey),  pero  era  más  tranquila  que  las demás  fiestas  debido  a  la  proximidad  con  la  rigurosa  fiesta  del  Yom Kippur,  que  diez  días después se celebraba.  Yom Kippur: Es la fiesta del perdón; se hacía una vez al año y, por su caracter estrictamente 

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penitencial, poseía un tinte triste dedicado a la oración y al ayuno. Era el único día en el cual el Sumo Sacerdote tenía la obligación de presidir en persona la liturgia y el único día en el que entraba  al  Santo  de  los  Santos  realizando  el  rito  de  desagravio  a  Dios  por  los  pecados  del Pueblo.  Una  vez  dentro  del  Sancto  Sanctorum  llenaba  el  lugar  con  humo  de  incienso  y derramaba,  sobre  la  piedra  donde  se  supone  que  habían  estado  los  restos  del  Arca  de  la Alianza,  la  sangre  de  un  cordero  sin mancha  (perfecto)  ofreciéndolo  en  holocausto  por  los pecados ocultos de todo el Pueblo y por los suyos propios. La celebración incluía el tomar un macho cabrío al que se le llamaba Azazael, y lanzarlo con dirección al desierto para simbolizar el  despojo  y  el  lanzamiento  de  todos  los  pecados  (Azazael  era  el  chivo  expiatorio).  El  Yom Kippur se celebraba en el mes de Tishri al igual que la siguiente festividad, la de las tiendas.  Las Tiendas: En el origen agrario de esta fiesta se celebraba el tiempo de la vendimia (el final de  las  cosechas);  posteriormente  evolucionó  su  sentido  y  pasó  a  celebrarse  la  estancia  del pueblo en el desierto, su peregrinación hacia la tierra de la promesa (Lev 23,43). La celebra‐ción  consistía  en  que  cada  familia  construía  en  los  alrededores  de  Jerusalén  una  tienda  de campaña y habitaba en ella durante una semana simbolizando aquel período de su historia de salvación (Cfr. Jn 7,2.37; 8,12).  El Sábado: Esta fiesta semanal celebraba el descanso del Señor al final de la creación cuando toda  la  obra  creadora  de  Dios  había  sido  puesta  en marcha.  Con  ella  el  hombre  entraba  a participar no sólo de la acción creadora de Dios como co‐creador del Universo, sino también de  su  descanso  contemplativo.  Ese  sentido  original  se  fue  perdiendo  hasta  transformar  el cumplimiento del precepto (sábado) en una carga pesada.  La  Oracion  Diaria:  Aunque  no  era  una  festividad  del  todo  comunitaria,  era,  para  la santificación del tiempo un precepto de igual importancia en la vida del creyente. Se realizaba una en la mañana ante de iniciar labores (Laúdes) y, otra por la tarde (Vísperas).  

VOLVER   TRABAJO PERSONAL  1. En el mapa de palestina ubicar:  Las regiones de Galilea, Samaría y Judea El Río Jordan El mar muerto El lago de Galilea Las ciudades de: Nazareth, Cafarnaum, Betel, Jerusalén, Belén, Betania, Jericó  

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 2. Indicar cuáles eran los productos base de la economía de la Palestina en tiempo de Jesús  3. Qué es el sanedrín y cuál era su importancia en la vida política de los judíos en tiempos de Jesús  4. Cuáles son las principales instituciones religiosas  5. Cuáles eran las principales fiestas de los judíos  6.  Indicar  cuál  es  sentido  de  estudiar  el  contexto  en  que  vivió  Jesús  para  el  estudio  de  la cristología. 

 VOLVER 

     

Bibliografía complementaria  JEREMÍAS,  Joaquim.  Jerusalén  en  tiempos  de  Jesús. Sígueme, Salamanca. 1988. GONZÁLEZ  FAUS,  José  Ignacio.  Ricos  y  pobres  en tiempos  de  Jesús.  American  press  service.  Bogotá. 1990. THEISSEN,  Gerd.  La  sombra  del  Galilea.  Sígueme. Salamanca. 1998. PIKAZA,  Xavier.  El  evangelio  :  vida  y  pascua de  Jesús. Sígueme. Salamanca. 1993 CASTILLO,  José María.  El  Proyecto  de  Jesús.  Sígueme. Salamanca.1990. ‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐‐ Reino de Dios : por la vida y la dignidad  de  los  seres  humanos.  Desclee  de  Brouwe.  Bilbao. 1999 NOLAN,  Albert.  Jesús  antes  del  cristianismo.  Verbo Divino. Quito. 1998.  

 

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Momento 3: EL JESÚS HISTÓRICO: PUNTO DE PARTIDA DE LA REFLEXIÓN CRISTOLÓGICA  

NUESTRO PUNTO DE PARTIDA:  EL JESÚS HISTÓRICO 

  

CONTENIDO ¿QUÉ ENTENDER POR LA CATEGORÍA  JESÚS HISTÓRICO? EN LA BÚSQUEDA DEL JESÚS HISTÓRICO LA PRIMERA INVESTIGACIÓN HISTÓRICA SOBRE JESÚS  UN PARÉNTESIS DE ESCEPTICISMO LA NUEVA BÚSQUEDA  LA TERCERA BÚSQUEDA DEL JESÚS HISTÓRICO 

TRABAJO PERSONAL   CONTEXTUALIZACIÓN  La  actual  investigación  histórica  sobre  Jesús  proporciona  los  elementos  necesarios  para realizar una reconstrucción hipotética, aunque más sugerente y más cercana al Jesús que vivió en Palestina en el  siglo primero de nuestra era. Al partir del  Jesús histórico no se pretende simplemente  consolidar  unas  “bases  reales”  sobre  las  cuales  desarrollar  la  reflexión cristológica.  Mi  interés  será  consolidar  un  punto  de  partida  que  nos  sumerja  en  el proseguimiento de Jesús El intento es poner en relación a Jesús con su historia Si no se tiene clara  esta  relación  se puede  caer  en posturas  religiosistas  o  secularistas,  en detrimento del anuncio de Jesús y la instauración del reino.   

VOLVER  CONTENIDO  

NUESTRO PUNTO DE PARTIDA: EL JESÚS HISTÓRICO 

  Objetivo:  Abordar  la  categoría  Jesús  históricos  y  sus  implicaciones  para  un  estudio cristológico hoy desde América Latina  Palabras clave: Estas son una serie de palabras o conceptos que se repetirán en el desarrollo de  este  tema,  es  necesario  que  el  estudiante  tenga  claridad  sobre  ella  en  la medida  que  va asumiendo el tema. Por favor buscar su significado en un diccionario de la lengua española o en un diccionario de teología.  Jesús Real  Jesús de la historia 

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 Jesús Histórico  Cristo de la fe  Búsqueda (Quest)   Metodología:  para  la  adecuada  aprehensión  de  esta  temática  se  requiere  de  una  lectura comprensiva  del  contenido.  Luego,  es  necesario  realizar  las  lecturas  complementarias  y actividades asignadas. Al finalizar el tema, cada estudiante estará en capacidad de participar en  las  diferentes  herramientas  de  interacción  con  las  que  cuenta  la  plataforma:  correo electrónico para enviar preguntas, solicitar aclaraciones al tutor, enviar pequeñas reflexiones (una  cuartilla  tamaño  carta)  y  enviar  correos  a  su  compañeros  de  curso;    el  foro  para participar en cualquier momento de la discusión de cada tema con sus compañeros  y el tutor; el Chat para participar en las discusiones on‐line que se programen.  

VOLVER   ¿QUÉ ENTENDER POR LA CATEGORÍA  JESÚS HISTÓRICO?  Conviene precisar desde el principio que el “Jesús histórico” no se puede identificarse con el  Jesús real, ni  siquiera con  Jesús  terreno. El “Jesús histórico” es el  Jesús que podemos recobrar utilizando los recursos y la metodología de la investigación histórica. Se trata, pues,  de  una  reconstrucción  conceptual  moderna,  necesariamente  limitada,  como  todo conocimiento histórico. De hecho,  la historia de la investigación sobre la vida de Jesús es un reflejo de la evolución que ha experimentado la historiografía en los dos últimos siglos, lo cual explica  que  nuestro  conocimiento  de  Jesús  haya  ido  progresando  en  la  medida  que  los estudiosos han podido disponer de nuevos datos y de nuevas herramientas metodológicas. La investigación  sobre  el  Jesús  de  la  historia  ha  sido  un  tema  central  en  los  estudios  sobre  el Nuevo Testamento de los últimos doscientos años. A. Schweitzer, en su aguda evaluación del primer  tramo  de  esta  historia,  afirmaba  a  comienzos  del  siglo  XX,  que  “la  hazaña  más grandiosa  de  la  teología  alemana  es  el  estudio  de  la  vida  de  Jesús"".  Y  cincuenta  años más tarde, después de un largo periodo de indiferencia con respecto a este problema, J. Jeremias, se atrevía a decir que “el esfuerzo por llegar al Jesús histórico y a su mensaje no es una tarea marginal de la investigación neotestamentaria, sino que es la tarea central de la investigación acerca del Nuevo Testamento"". 

VOLVER   EN LA BÚSQUEDA DEL JESÚS HISTÓRICO  El estudio de  la vida de  Jesús con criterios históricos comenzó en  la época de  la  Ilustración. Por entonces surgió un gran interés por la figura histórica de Jesús, que se extendió a lo largo de  todo  el  siglo  XIX.  En  la  primera mitad  del  siglo  XX,  sin  embargo,  se  fueron  alimentando serias dudas sobre la posibilidad de reconstruir la vida de Jesús. A mediados del siglo XX ha 

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vuelto a florecer el interés por el Jesús histórico y se ha desarrollado una intensa investigación sobre él desde diversos puntos de vista. El estudio de la vida de Jesús con criterios históricos es fruto de la Ilustración. Antes no se había planteado la necesidad de una investigación crítica sobre él, porque se creía que los evangelios eran testimonios fidedignos de lo que había dicho y  hecho.  Ni  siquiera  los  estudiosos  renacentistas  o  los  reformadores,  que  conocían  las incoherencias de los evangelios, pensaron en ello. Simplificando un poco podemos decir que dicha investigación se ha llevado a cabo en los dos últimos siglos. En este periodo de tiempo suelen identificarse tres “búsquedas” del Jesús histórico: la llamada “vieja búsqueda” (old quest), que abarca todo el siglo XIX;  la  llamada “nueva búsqueda” (new quest), que suele situarse entre 1950 y 1980; y la tercera búsqueda (third quest), que se inició en 1980 y llega hasta nuestros días.  Esta forma de presentar la historia de la investigación sobre el Jesús histórico, que está muy difundida, no hace justicia, sin embargo, a dos datos importantes. En primer lugar, no integra el largo paréntesis de la primera mitad del siglo XX, atravesado por un profundo escepticismo respecto a la posibilidad y a la relevancia del acceso al Jesús de la historia. En segundo lugar, la distinción entre las dos últimas búsquedas es, en mi opinión, un espejismo producido por el asombroso  desarrollo  que  ha  experimentado  en  estos  últimos  veinte  años  la  investigación sobre  Jesús.  Es  cierto  que  existen  notables  diferencias  entre  ellas  como  señalaremos  más adelante, pero también lo es que ambas búsquedas están cimentadas sobre las aportaciones de  la  Escuela  de  la  Historia  de  las  Formas,  de modo  que  podemos  considerarlas  como  dos etapas distintas de una misma búsqueda, que abarca la segunda mitad del siglo XX..  Así pues,  podemos distinguir  tres  grandes  etapas  en  la historia de  la  investigación  sobre  la vida  de  Jesús:  dos  grandes  periodos  de  búsqueda  y  estudio  divididos  por  un  dilatado paréntesis de escepticismo. El primer periodo de búsqueda abarca el último  tercio del  siglo XVIII y todo el siglo XIX; el periodo de escepticismo comprende la primera mitad del siglo XX; y el segundo periodo de búsqueda, que aún está abierto, abarca, por ahora, la segunda mitad del siglo XX.  

VOLVER   LA PRIMERA INVESTIGACIÓN HISTÓRICA SOBRE JESÚS  La primera etapa en la investigación sobre la vida de Jesús comenzó a mediados del siglo XVIII con  los  trabajos de H. Reimarus, y concluyó a comienzos del  siglo XX con  la publicación del libro de W. Wrede  sobre  el  secreto mesiánico  en  los  evangelios.  El  comienzo de  esta  etapa coincide con el despertar de un gran  interés por  la historia en  la  cultura de occidente, y  su desarrollo con el de los estudios científicos sobre los evangelios. A lo largo de este periodo se escribieron  diversas  vidas  de  Jesús,  que  reflejan  en  muchos  casos,  las  preocupaciones  de quienes las escribieron.  Crisis y nuevas preguntas  Un  nuevo  paso  en  la  investigación  de  los  evangelios  quebraría  el  optimismo  basado  en  la prioridad de Marcos. Fue en 1901, justo al comenzar el nuevo siglo, cuando W. Wrede publicó 

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su  estudio  sobre  el  secreto  mesiánico  en  los  evangelios.  Este  libro  puso  de  manifiesto  la importancia de las motivaciones teológicas de Marcos, y en entredicho su fiabilidad histórica. Según  Wrede,  el  evangelio  de  Marcos  no  es  una  crónica  de  la  vida  de  Jesús,  sino  una elaboración teológica, que proyecta hacia el pasado la condición de Mesías e hijo de Dios que le fue atribuida posteriormente por sus discípulos.  La obra de Wrede llevó la investigación sobre la vida de Jesús a un callejón sin salida. Primero se había descartado el evangelio de Juan como fuente histórica menos fiable (Baur, Strauss). Después se había establecido la prioridad de Marcos sobre los otros dos sinópticos (Weisse, Wilke).  Y  ahora  se  demostraba  que  también  Marcos  estaba  mediatizado  por  los  intereses teológicos  de  la  comunidad  cristiana  primitiva,  que  ya  incorporaba  en  su  relato  una interpretación creativa del papel de Jesús en la historia de la Salvación.  La primera búsqueda del  Jesús histórico  terminó, así,  con una sensación de  impasse, que se acentuó con la publicación en 1906 de la Historia de la investigación sobre la vida de Jesús de A. Schweitzer. En su aguda presentación de  las obras publicadas desde Reimarus hasta  finales del  siglo  XIX,  Schweitzer  demostró  que  los  autores  de  las  vidas  de  Jesús,  lejos  de  haber recuperado los acontecimientos históricos sepultados por el dogma, habían proyectado sobre él  lo  que  cada  uno  consideraba  el  ideal  ético  supremo.  En  su  intento  por  liberarse  de  las ataduras del dogma habían caído en los lazos de las modas filosóficas.  Con  todo,  el  balance  de  estos  esfuerzos  no  es  negativo.  La  primera  búsqueda  del  Jesús histórico puso  sobre el  tapete una  serie de problemas a  los que no  supo dar una  respuesta satisfactoria, pero también intuyó que dicha respuesta sólo podía encontrarse por el camino que abría el estudio crítico de los evangelios.  Las vidas de Jesús  Los  trabajos de Reimarus  sobre  Jesús no  fueron  conocidos hasta  después de  su muerte. En 1778 uno de sus discípulos, G. Lessing, publicó un opúsculo suyo titulado “Sobre los objetivos de Jesús y sus discípulos”, que señala el comienzo de la investigación crítica sobre la vida de Jesús.   La tesis de Reimarus era que Jesús y sus discípulos persiguieron objetivos distintos. Jesús fue un Mesías político que anunció  la  llegada del reinado de Dios y  fracasó; pero sus discípulos, que no estaban preparados para ello, decidieron continuar aquella forma de vida e inventaron el mensaje de su resurrección y de su segunda venida. En consecuencia, no podemos fiarnos de lo que los apóstoles nos dicen sobre Jesús, porque su testimonio acerca de él no responde a lo que dijo y enseñó en su vida.   Reimarus  establece  así  una  distinción  entre  el  dogma  y  la  historia,  que  será  básica  en  la investigación sobre la vida de Jesús. El dogma se origina a partir de la interpretación teológica que  la  Iglesia  primitiva  hizo  de  la  vida  y  muerte  de  Jesús,  asignándole  una  función  en  la historia de la Salvación. La vida de Jesús, en la que se incluye, junto con sus obras y enseñanza ética, su propio pensamiento teológico, es, sin embargo, objeto de estudio para la historia. La reconstrucción histórica de la figura de Jesús no rechaza el elemento teológico, pero lo asume únicamente  como  parte  del  pensamiento  o  de  las  creencias  de  los  personajes  que  estudia 

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(Jesús, sus seguidores, sus correligionarios), sin juzgar acerca de su verdad.     El planteamiento de Reimarus era el de un historiador, no el de un teólogo, pero los teólogos comprendieron enseguida el alcance de su intuición. En el último tercio del siglo XVIII y en el primero del XIX aparecieron diversas vidas de Jesús escritas con un talante racionalista, que reflejaban el espíritu de la Ilustración y proclamaban su consigna: “¡liberémonos del dogma y volvamos al hombre  Jesús!” Esta etapa culmina con  la publicación, entre 1835 y 1836, de  la primera  vida  extensa  de  Jesús,  que  apareció  en  tres  volúmenes.  La  escribió  un  filósofo  y teólogo llamado David Friedrich Strauss, que había sido discípulo de Baur y de Hegel.   La vida de Jesús escrita por Strauss integró las conclusiones de su maestro F. Ch. Baur acerca de  la prioridad de  los sinópticos sobre el evangelio de  Juan, pero aún pensaba que Mateo y Lucas  eran  los  evangelios  más  antiguos.  Esta  forma  de  entender  las  relaciones  entre  los evangelios cambiaría enseguida. En el año 1838 Ch. H. Weisse y Ch. G. Wilke propusieron de forma independiente una nueva hipótesis que estaría llamada a tener una gran fortuna. Según ellos, el evangelio de Marcos no era un resumen de los otros dos, sino el que les había servido de  fuente. Weisse postuló además  la existencia de otra  fuente de dichos común a Mateo y a Lucas, poniendo así las bases de la hipótesis de las dos fuentes, que ha determinado el estudio de los evangelios hasta hoy.  El descubrimiento de la prioridad de Marcos abrió una nueva etapa en la investigación sobre la vida de Jesús. Si Marcos era el evangelio más antiguo, entonces tenía que ser también el más fiable  desde  el  punto  de  vista  histórico.  Contemplados  desde  esta  nueva  perspectiva,  los detalles pintorescos y aparentemente innecesarios de Marcos aparecieron ante los ojos de los estudiosos liberales como una confirmación de su cercanía a los acontecimientos.   El evangelio de Marcos se convirtió así en el nuevo paradigma de las vidas de Jesús. La propia secuencia argumental del relato se interpretó como un reflejo fiel de los acontecimientos más relevantes de su ministerio: Después de una primera etapa en Galilea marcada por el éxito, Jesús  habría  experimentado  un  momento  de  crisis  reflejado  en  el  episodio  de  Cesarea  de Filipo  (Mc 8,27‐30),  el  cual daría  lugar a una nueva conciencia de su misión, que  le  llevaría hasta Jerusalén. Este es el tono de las vidas de Jesús liberales, que se publicaron en la segunda mitad del siglo XIX. 

VOLVER    UN PARÉNTESIS DE ESCEPTICISMO  La primera mitad del siglo XX estuvo dominada por el escepticismo respecto a la posibilidad de  reconstruir  la  vida  de  Jesús.  La  causa  principal  de  este  escepticismo  fueron  los descubrimientos de la Escuela de la Historia de las Formas, que floreció en Alemania después de  la  primera  guerra mundial.  Esta  escuela  descubrió  que  las  tradiciones  recogidas  en  los evangelios  habían  sido  transmitidas  oralmente  en  pequeñas  unidades  literarias independientes,  lo  cual  hacía muy  difícil  su  localización  en  la  vida  de  Jesús.  Además,  estas unidades  se  habían  transmitido  en  el  seno  de  las  comunidades  cristianas  después  de  la pascua, y reflejaban la fe de estas comunidades.  

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Una de  las  claves para  entender  la  investigación  sobre  el  Jesús de  la  historia  en  la primera mitad  del  siglo  XX  son  los  descubrimientos  realizados  por  la  Escuela  de  la  Historia  de  las Formas  con  respecto  a  los  evangelios.  Entre  1919  y  1921  aparecieron  tres  obras fundamentales, que sentaron las bases para entender de una forma completamente nueva la historia de la formación de los evangelios. K. L. Schmidt descubrió que los evangelios habían sido compuestos a partir de pequeñas unidades independientes y que el marco narrativo en que ahora se encuentran había sido creado por  los evangelistas. M. Dibelius, y R. Bultmann, confirmaron  y  completaron  el  descubrimiento  de  Schmidt,  mostrando  que  incluso  esas pequeñas unidades  literarias estaban  impregnadas de  simbología  e  interpretación  teológica originada en la propia comunidad, pues su transmisión aparecía íntimamente relacionada con diversos  contextos  de  la  vida  eclesial.  Este  descubrimiento  situó  el  estudio  crítico  de  los evangelios  en  un  escenario  completamente  nuevo:  se  pasó  del  estudio  de  las  fuentes,  que tanto influyó en la primera búsqueda, al estudio de las tradiciones orales.  En este nuevo escenario la tarea de quien quisiera reconstruir la vida de Jesús se había hecho mucho más  compleja, pues ahora había que  situar  cada una de  las unidades de  la  tradición oral  en  el  contexto  de  una  vida  de  Jesús  cuyo  itinerario  o  desarrollo  histórico  no  podía suponerse conocido. Bultmann y sus compañeros de escuela pensaron que esto era imposible, y  que  lo  único  que  podía  hacerse  era  situarlas  en  la  vida  de  las  primeras  comunidades cristianas. Más aún, estaban convencidos de que muchas de estas tradiciones no habían tenido su  origen  en  Jesús,  sino  que  habían  sido  creadas  después  de  la  pascua  para  responder  a diversas situaciones de la vida comunitaria.   La  reacción  de  Bultmann,  cuyo  influjo  como maestro  y  como  escritor  fue  decisivo  en  este periodo,  consistió  en  atrincherarse  en  el  baluarte  de  la  predicación.  Si  muchas  de  estas tradiciones son posteriores a la pascua, y todas ellas están teñidas por la experiencia de fe y la interpretación teológica de las comunidades, entonces la tarea de recuperar la vida de Jesús resulta casi imposible. Es verdad que podemos averiguar muchas cosas acerca de lo que hizo y dijo, pero no podemos reconstruir su vida. Y aún en el caso de que pudiéramos hacerlo, afirma Bultmann, no encontraríamos nada que sea relevante para la fe, porque Jesús pertenece a la esfera  del  Judaísmo,  no  del  Cristianismo.  El  Cristianismo  comienza  propiamente  con  el anuncio relativo al efecto absolutamente singular e irrepetible que su muerte y resurrección han tenido, y siguen teniendo, en la historia de la Salvación. Por tanto, el único fundamento de la  fe es este anuncio o kerigma predicado por  los primeros cristianos. Fiel a este postulado, Bultmann  consideró  la  predicación  del  propio  Jesús  como  la  mera  antesala  de  la  teología cristiana, no como parte integrante de su contenido.  El  influjo  de  Bultmann  fue  tan  extraordinario,  que  la  primera  mitad  del  siglo  XX  ha  sido definida como un periodo de  “No búsqueda”  (no‐quest). A pesar de ello,  a  lo  largo de estos años  no  faltaron  quienes  seguían  empeñados  en  abrir  caminos  hacia  Jesús.  El  autor  más representativo  de  esta  tendencia  es  Joachim  Jeremias,  que  vivió  durante  muchos  años  en Palestina, y nunca renunció a buscar al Jesús del que le hablaban a cada paso los lugares y las costumbres que conocía bien. Su estudio sobre la invocación abba, o sobre las parábolas, así como su teología del NT, son un excelente exponente de este intento perseguido durante toda una vida.  

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  LA NUEVA BÚSQUEDA   A mediados del siglo XX se reavivó el interés por el estudio de la vida de Jesús, y se inició una nueva  investigación que dura  hasta  nuestros  días.  En  este  periodo pueden distinguirse dos etapas. La primera, que llega hasta 1980, estuvo dominada por los estudios de los discípulos de  Bultmann,  todos  ellos  alemanes  y  protestantes,  que  revisaron  las  tesis  de  su  maestro, examinando las pequeñas unidades de la tradición oral para encontrar en ellas aquello que es más característico de Jesús. La segunda etapa, que llega hasta nuestros días, posee un carácter más  internacional  e  interconfesional,  y ha  contribuido a  situar mejor a  Jesús en el  contexto social e histórico en que vivió.  El despertar de un nuevo interés por la vida de Jesús  La  llamada “nueva búsqueda” del  Jesús histórico comenzó con una conferencia pronunciada por  E.  Käsemann  en  de  octubre  de  1953  durante  una  reunión  de  antiguos  alumnos  de Bultmann. Käsemann comenzó levantando acta de la situación con estas palabras: “una de las características  de  la  revolución  que  se  ha  producido  en  nuestra  época  es  que  el  antiguo problema  del  Jesús  histórico  ha  pasado  a  ocupar  en  la  última  generación  un  plano relativamente muy secundario en los trabajos alemanes sobre el Nuevo Testamento”.  Käsemann propuso revisar esta situación y replantear la vieja cuestión de la teología  liberal sobre el Jesús histórico. Según él, esta necesidad tenía su fundamento en la misma naturaleza del kerigma cristiano, que identifica al Cristo resucitado con el Jesús terreno, haciendo así del Jesús  de  la  historia  un  asunto  central  para  la  fe  cristiana.  La  propuesta  de  Käsemann  fue escuchada, y a su ensayo programático siguieron otros de sus colegas, que fueron explicitando sus  consecuencias.  Su  influjo  fue  decisivo  en  las  tres  décadas  siguientes,  aunque  las publicaciones sobre Jesús fueron más bien escasas.  La  autores  de  esta  nueva  búsqueda,  que  en  su  mayoría  eran  alemanes  y  discípulos  de Bultmann, tomaron en serio los hallazgos de la Escuela de la Historia de las Formas sobre la tradición  evangélica,  pero  al  mismo  tiempo  tenían  la  convicción  de  que  los  primeros cristianos quisieron  evocar  la  historia de  Jesús  en  su  testimonio de  fe.  Esta  intencionalidad histórica hacía posible recuperar críticamente algunos recuerdos sobre Jesús anteriores a  la pascua. Al mismo tiempo creían que era posible detectar en la propia vida y predicación del Jesús  prepascual  factores  novedosos  respecto  al  Judaísmo  de  la  época.  Guiados  por  esta convicción, los discípulos de Bultmann elaboraron un criterio de historicidad que constituye la  piedra  angular  de  esta  primera  fase  de  la  nueva  búsqueda:  el  criterio  de  desemejanza. Según dicho criterio, puede considerarse histórico todo aquello que no proceda del Judaísmo anterior a Jesús, ni del Cristianismo posterior a él. Así, por ejemplo, la invitación de Jesús a sus primeros discípulos para que se conviertan en  “pescadores de hombres” puede atribuirse a Jesús, porque ni se encuentra en el Judaísmo, ni la Iglesia posterior la utilizó para designar el ministerio pastoral.   Con este criterio como  instrumento básico,  la nueva búsqueda  fue elaborando una “base de datos”  de  aquellos  elementos,  principalmente  palabras  de  Jesús,  que  podían  considerarse 

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históricos.  Estos  elementos  “más  seguros”  podrían  utilizarse  después  como  canon  para evaluar otros menos claros, dando lugar así al criterio de coherencia. A este segundo criterio se  añadían  otros,  pero  todos  ellos  pivotaban  sobre  el  criterio  de  desemejanza,  que  era  el fundamental.  La  aplicación  de  este  criterio  dio  como  resultado  una  imagen  de  Jesús desvinculada  de  sus  raíces  judías,  que  en  última  instancia  trataba  de  corregir  la  visión unilateral de Bultmann sobre su  irrelevancia para el Cristianismo. Este es, sin duda el rasgo más característico del Jesús reconstruido por los discípulos de Bultmann: un Jesús recuperado de la trastienda judía a la que lo había relegado su maestro, un Jesús cuya vida y predicación sí era relevante para la fe cristiana. 

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 LA TERCERA BÚSQUEDA DEL JESÚS HISTÓRICO  La  investigación  reciente  sobre  Jesús  suele  recibir  el  nombre  de  “tercera  búsqueda”  (Third Quest). En cierto modo es un desarrollo de la investigación llevada a cabo por los discípulos de Bultmann, pero posee algunos rasgos propios. Su centro se ha desplazado desde Alemania a  Estados  Unidos,  y  quienes  estudian  ahora  el  problema  del  Jesús  histórico  no  son  sólo protestantes,  sino  católicos,  judíos  y  no  creyentes.  Esta  tercer  búsqueda  ha  sido  posible gracias  al  desarrollo  de  los  estudios  sobre  el  Judaísmo  de  la  época  de  Jesús,  a  un  mejor conocimiento de los textos literarios de aquella época, y a los descubrimientos arqueológicos recientes.   La investigación reciente sobre Jesús  Hacia  1980  comienza  una  nueva  etapa  en  la  investigación  sobre  el  Jesús  histórico,  que  fue propiciada  por  diversos  factores.  Uno  muy  importante,  fue  la  aparición  de  nuevas perspectivas  metodológicas  que  intentaban  comprender  mejor  los  textos  del  Nuevo Testamento  reconstruyendo  su  contexto  con  ayuda  de  las  ciencias  sociales.  Esta  nueva perspectiva  metodológica  coincidió  con  un  mejor  conocimiento  de  los  textos  cristianos antiguos,  tanto  canónicos  (Documento  Q),  como  apócrifos  (Evangelio  de  Tomás);  con  un notable  desarrollo  de  los  estudios  sobre  la  obra  de  Flavio  Josefo  y  sobre  los  escritos  de Qumrán,  y  con  importantes  aportaciones  procedentes  del  campo de  la  arqueología.  Estos  y otros factores han contribuido a un conocimiento más preciso y diferenciado del Judaísmo del siglo I d.C, que ha sido decisivo en esta nueva etapa.   Todos estos avances científicos coincidieron con un desplazamiento de la investigación bíblica desde  Centroeuropa  hacia  Norteamérica,  cuyas  universidades  se  han  convertido  en  los últimos  veinte  años  en  el  hogar  de  la  investigación  sobre  el  Jesús  histórico.  Este  nuevo contexto  vital  ha  contribuido  notablemente  a  que  los  estudios  sobre  el  Jesús  de  la  historia hayan  dejado  de  ser  un  patrimonio  de  la  teología  protestante  alemana.  El  círculo  de  los estudiosos  se  ha  abierto  para  integrar  otras  disciplinas  (la  antropología  o  la  arqueología), otras  confesiones  y  religiones  (católicos  y  judíos),  y  otras  nacionalidades  (sobre  todo norteamericanos).  La  nueva  búsqueda  se  ha  vuelto  interdisciplinar,  interconfesional, interreligiosa, e internacional.  La coincidencia de todos estos elementos ha propiciado una revisión a fondo de los resultados de  la  investigación  llevada  a  cabo  por  los  discípulos  de  Bultmann.  Una  de  las  principales claves de este cambio de perspectiva ha sido el mejor conocimiento del Judaísmo antiguo, que ha  ido madurando a partir de  la segunda guerra mundial. El  Judaísmo del siglo  I d.C. no  fue una realidad homogénea sino plural, y dentro de esta pluralidad Jesús puede ser comprendido como un judío de su tiempo. Este descubrimiento ha cuestionado  la primacía del criterio de desemejanza, y ha puesto en su lugar un nuevo criterio de historicidad: el llamado criterio de plausibilidad  histórica.  Según  este  criterio,  es  históricamente  plausible  todo  aquello  que revele,  al  mismo  tiempo,  una  relación  de  continuidad  y  discontinuidad  con  respecto  al Judaísmo anterior a Jesús, y con respecto al Cristianismo naciente. Así, por ejemplo, la actitud de Jesús hacia la ley fue de aceptación y de crítica al mismo tiempo. Por un lado, esta actitud 

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responde a un debate interno del Judaísmo, y revela una cierta novedad con respecto a él. Por otro,  es  una  actitud  que  explica  por  qué  los  diversos  grupos  cristianos  posteriores  se enfrentaron a causa de este tema.  La novedad de estos planteamientos respecto a  la  investigación  inmediatamente precedente ha  hecho  pensar  a muchos  que  estamos  ante  una  nueva  etapa  en  la  investigación  sobre  el Jesús histórico: la llamada “tercera búsqueda”. A pesar de que se trata de una convicción muy difundida  y  apenas  discutida,  en  mi  opinión  esta  nueva  fase  en  la  investigación  debe entenderse como una segunda etapa de la nueva búsqueda iniciada a mediados del siglo XX. Es cierto que existen muchos elementos nuevos, como ya he señalado, pero también es cierto que existe una gran continuidad con la investigación precedente en los presupuestos básicos. En  primer  lugar  hay  una  continuidad  cronológica,  que  relaciona  ambas  fases  como  dos momentos de un proceso dialéctico en torno a un mismo planteamiento. En segundo lugar, a pesar  de  que  el  criterio  básico  utilizado  en  ambas  fases  ha  sido  diferente,  es  común  la preocupación por establecer unos criterios que sirvan para determinar la historicidad de las tradiciones.  Y  en  tercer  lugar  –  y  esto  es  tal  vez  lo más  importante  –  la  investigación de  la segunda mitad del  siglo XX está basada en  los resultados de  la  Escuela de  la Historia de  las Formas,  que  colocó  en  primer  plano  el  estudio  de  las  tradiciones  orales  recogidas  en  los evangelios.  Dicho  esto,  es  necesario  reconocer  la  peculiaridad  de  las  investigaciones  de  los últimos  veinte  años.  En  ellos hemos  asistido,  y  aún  estamos  asistiendo,  a  una  avalancha de publicaciones propiciada por un renovado interés sobre Jesús, que ha traspasado las fronteras de los círculos académicos y ha llegado hasta la prensa y la televisión, hasta convertirse en un fenómeno mediático. 

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TRABAJO PERSONAL  Esquematizar en el siguiente cuadro el proceso de búsqueda del Jesús Histórico en sus tres etapas identificando el momento histórico, sus principales características y sus principales representantes:  

   MOMENTO HISTÓRICO 

 

 CARACTERÍSTICAS 

 REPRESENTANTES 

PRIMERA BÚSQUEDA 

      

    

   

SEGUNDA BÚSQUEDA 

     

     

   

TERCERA BÚSQUEDA 

       

       

   

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Bibliografía complementaria  MEIER, John. Un judío marginal, nueva visión del Jesús histórico. Tomo 1. Verbo Divino. Estella. 2001. 48‐209 SOBRINO,  Jon.  Jesucristo  liberador.  Trotta.  Madrid. 1997. pag. 23‐92 THEISSEN,  Gerd.  La  sombra  del  Galileo.  Sígueme. Salamanca. 1998.  

 

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 Momento 4: UN SAMARITANO MOVIDO A MISERICORDIA  

UN SAMARITANO MOVIDO A MISERICORDIA 

 

 CONTENIDO 

EL TEXTO 

LOS PERSONAJES 

UNA HISTORIA EN TRES MOMENTOS 

APROXIMACIÓN AL TEXTO 

EL PRINCIPIO­MISERICORDIA: EL AMOR ESPECÍFICO DE DIOS 

PRINCIPIO­MISERICORDIA COMO MISIÓN 

PRINCIPIO­MISERICORDIA COMO ENCARNACIÓN 

PRINCIPIO­MISERICORDIA COMO MESIANISMO  RECAPITULACIÓN LECTURAS COMPLEMETARIAS   TRABAJO PERSONAL 

 

CONTEXTUALIZACIÓN 

 

En este aparte me dedicaré a mostrar desde el texto del Buen Samaritano cómo los seguidores de Jesús descubren el sentido de sus hechos y de sus dichos enmarcados desde el principio‐misericordia.  Ellos  ven  en  Jesús muchos  elementos  desde  los  cuales  pueden  estructurar  su praxis,  pero  aquello  que más  les  sorprendió  y  por  ello  aparece  con  tanta  insistencia  en  los textos del Nuevo Testamento, Jesús se deja mover por la misericordia, es decir, hace de ella el principio de su actuar . 

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CONTENIDO  

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UN SAMARITANO MOVIDO A MISERICORDIA  Objetivo: Hacer una aproximación hermenéutica al  texto de Lucas 10,25‐37 como punto de partida de la reflexión sistemática de la persona de Jesús el Cristo.  Palabras clave: estas son una serie de palabras o conceptos que se repetirán en el desarrollo de  este  tema,  es  necesario  que  el  estudiante  tenga  claridad  sobre  ella  en  la medida  que  va asumiendo el tema. Por favor buscar su significado en un diccionario de la lengua española o en un diccionario de teología.  Misericordia  Principio­misericordia  Samaritano  Dar un rodeo  Conmoverse  Metodología:  para  la  adecuada  aprehensión  de  esta  temática  se  requiere  de  una  lectura comprensiva  del  contenido.  Luego,  es  necesario  realizar  las  lecturas  complementarias  y actividades asignadas. Al finalizar el tema, cada estudiante estará en capacidad de participar en  las  diferentes  herramientas  de  interacción  con  las  que  cuenta  la  plataforma:  correo electrónico para enviar preguntas, solicitar aclaraciones al tutor, enviar pequeñas reflexiones (una  cuartilla  tamaño  carta)  y  enviar  correos  a  su  compañeros  de  curso;    el  foro  para participar en cualquier momento de la discusión de cada tema con sus compañeros  y el tutor; el Chat para participar en las discusiones on‐line que se programen. 

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EL TEXTO60[1] 

 

“ 25En  esto  se  presentó  a   Jesús  un  doctor  de   la   ley  para  ponerlo  a   prueba   y   le   preguntó:   “Maestro   qué   debo   hacer   para  alcanzar   la   vida   eterna?”   26Él   le  dijo:   “¿Qué   está   escrito   en   la  ley?     ¿Qué   es   lo   que   en   ella   lees?”   27El   doctor   de   la   ley   le  contestó:  “Amarás  al  Señor,  tu  Dios,  con  todo  tu  corazón  y  con  toda   tu   alma,   con   todas   tus   fuerzas   y   todo   tu   espíritu’ ,   ‘y  amarás   a   tu   prójimo   como   a   ti  mismo”.   28Jesús   le   dijo:   “Bien  respondido,   haz   eso   y   vivirás.”   29Él,   queriendo   justificar   su  

60[1] Traducción que hace el P. Pedro Ortiz V. s.j en su texto: Evangelios Sinópticos, Estudios Exegéticos. Ceja. Bogotá. 110

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actitud,   le  preguntó  a   Jesús:  “¿Y  quién  es  mi  prójimo?  “  30Jesús  le   respondió:   “Un   hombre   bajaba   de   Jerusalén   a   Jericó   y   lo  asaltaron   unos   bandidos,   le   quitaron   la   ropa,   lo   apalearon   y  se   fueron   dejándolo   medio   muerto.   31Casualmente   bajó   por  este  camino  un   sacerdote,  quien  al  verlo  dio  un  rodeo  y   siguió  su   camino.   32Lo  mismo   hizo   un   levita   que   pasó   por   ese   lugar:  al   verlo   dio   un   rodeo   y   siguió   su   camino.   33En   cambio     un  samaritano   que   iba   de   viaje,   al   l legar   a   donde   estaba   el  hombre   y   verlo,   se   conmovió,   34se   acercó,   le   lavó   sus   heridas  con   aceite   y   vino   y   se   las   vendó;   luego   lo   montó   sobre   su  propia   bestia   y   lo   l levó   a   una   posada,   donde   acabó   de  cuidarlo.   35Al   día   siguiente   sacó   dinero   equivalente   a   dos  jornales  y  se   lo  dio  al  dueño  de   la  posada  y   le  dijo:  “Encárgate  de   cuidarlo,   y   si   gastas   más,   yo   te   lo   pagaré   al   regreso”.  36¿Cuál  de   esos   tres  hombres   te  parece   se  portó   como  prójimo  del   que   fue   asaltado   por   los   bandidos?”   37Él   le   respondió:  “Pues  el  que  hizo  misericordia  con  él.”   Jesús,  entonces,   le  dijo:  “Vete  y  haz  tú  otro  tanto”    

 

El  texto  de  Lc.  10.  30‐36  está  colocado  en  un  contexto  narrativo,  Lc.  10,  25‐37,  donde encontramos un diálogo de Jesús con un doctor de la ley. La relación de este texto con el que lo  antecede  y  con  el  que  precede  es  artificial61[2].  El  texto  está  ubicado  en  la  parte  IV  del Evangelio  de  Lucas  que  se  ha  denominado  La  Subida  a  Jerusalén    en  la  preparación  a  su ministerio en Jerusalén62[3].  

 

En la perícopa aparece un doctor de la ley que quiere poner a prueba a Jesús (25) y le realiza una  pregunta:  “Maestro:  ¿qué  debo  hacer  de  bueno  para  alcanzar  la  vida  eterna?  (25).  La pregunta  se  puede  entender  con  dos  finalidades:  una  el  deseo  sincero  de  alcanzar  la  vida eterna  y  el  otro  el  sólo  hecho  de  entrar  en  una  discusión  de  carácter  conceptual  sobre  un tema. Esta última, según el contexto, parece ser la finalidad del doctor de la ley. 

 

A lo anterior Jesús responde con una pregunta: “¿Qué está escrito en la ley?”  “¿Qué es lo que en ella  lees?”  (26). Porque  la  ley para el  israelita es  la voluntad de Dios y es el medio para alcanzar la vida.  Continúa el diálogo, el doctor de la ley responde con unas citas tomadas del Dt. 6,5 (hace parte de la oración recitada por los judíos, el Shemá)  y del Lv. 19,18b63[4]. Jesús aprueba la repuesta y le recuerda con otro texto del Dt. 5,32; 30,15;  lo que la  ley dice como norma para tener vida: “haz eso y vivirás” (28). La pregunta inicial fue: qué debo hacer... Jesús 

61[2] Es la afirmación que hace ORTIZ, Pedro. Evangelios sinópticos, estudios exegéticos. Ceja. Bogotá. 1996. 110 62[3] Como aparece en la estructura de la Biblia de Jerusalén. Desclee de Brouwer, Bilbao. 1992 : Prólogo 1,1- 4; I Nacimiento y vida oculta de Juan el Bautista y de Jesús, 1,5 - 2,52; II Preparación del ministerio de Jesús, 3,1 - 4,13 ; III Ministerio de Jesús en Galilea 3,14 - 9,50; IV La subida de Jesús a Jerusalén 9, 51 - 19,27; V Ministerio de Jesús en Jerusalén 19,28 - 21,37; VI Pasión 22,1 - 23,56; VII Después de la resurrección 24, 1 – 53 63[4] A este respecto el P. Pedro Ortiz V. s.j amplía el contexto mostrando como la respuesta a la pregunta es el centro del mandamiento de la ley, es el resumen del decálogo, primero se habla de los deberes para con Dios y luego para con el prójimo. Ibidem. 111

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concluye diciendo: Haz esto... La respuesta remite a la pregunta inicial. La discusión alcanza su punto  central  cuando el  doctor de  la  ley plantea que  aún queda  algo que  aclarar  y de paso justificar su actitud: “¿Y quién es mi prójimo64[5]?” (29). ¿Por qué será necesario para el doctor aclarar este aspecto?  

 

Para  terminar  la  discusión  Jesús  responde  a  la  pregunta  del  doctor  de  la  ley  no  con  un discurso  justificador  de  quien  debe  ser  el  prójimo,  mostrarle  qué  persona  reunía  las condiciones  necesarias  para  hacerse  próxima,  cercana;  Jesús  evita  dar  una  serie  de explicaciones  utilizando una parábola  (29‐35). La parábola termina con una nueva pregunta de  Jesús:  “¿Cuál  de  estos  tres  hombres  te  parece  que  se  portó  como  prójimo  del  que  fue asaltado por los bandidos?”  De nuevo la pregunta no se centra en resolver la problemática de manera teórica.  Jesús busca hacer caer en la cuenta al doctor de ley cual de esos personajes que aparecen en la parábola   no esperaron que el sujeto que estaba malherido en el camino reuniera las condiciones necesarias para ser tenido en la categoría de prójimo, sino ¿cuál se hizo prójimo? La pregunta de Jesús apunta a: ¿quién se hizo prójimo actuando como prójimo? ¿Quién  descubre  y  recupera  el  rostro  de  Dios  en  ese  que  ha  encontrado  malherido  en  el camino?  La  propuesta  final  de  Jesús  entrega  una  respuesta  del  doctor:  “el  que  se movió  a misericordia  con  él”  (37),  finalmente,  Jesús  lo  invita  a  la  acción,  dejarse  mover  por  el principio‐misericordia para hacerse prójimo: “Vete y haz tú otro tanto” (37). 

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LOS PERSONAJES 

 

En la narración aparecen dos personajes: Jesús y un doctor de la ley, pero en el desarrollo de la parábola  aparecen cuatro personajes principales:  

 

Los  asaltantes  (30).  El  camino  de  Jerusalén  a  Jericó  era  un  camino  peligroso  debido  a  la presencia de bandidos y salteadores. De Jerusalén a Jericó existe una distancia de unos 30 Km. Era un camino por el cual se descendía desde el Monte de los Olivos, 750 m sobre el nivel del mar,  hasta  350  m  bajo  el  nivel  del  mar.  Flavio  Josefo  describe  esta  este  camino  como  un escondite natural de bandidos65[6]. Se dice que era tal  la peligrosidad de este camino que se organizaban expediciones con escolta militar para los grupos que transitaban hacia Jerusalén. Por  eso  la  presencia  de  bandidos  y  le  robo  a  un  asaltante  es  materia  conocida  por  el interlocutor de Jesús. La historia inicialmente no causa una sorpresa sobre el doctor de la ley. 

64[5] Para los judíos el prójimo tenía que reunir una serie de características para que un judío lo pudiera sentir como el más cercano (rea’, proximun, prójimo). En la tradición rabínica más antigua el término se entendió de la manera más estrecha, es decir, el prójimo es el israelita o el verdadero prosélito. Para la época de Jesús, siglo I, tal vez ésta concepción se entendería de forma más amplia. 65[6] En Guerras Judaicas 4,474

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Un  hombre  que  es  asaltado  (30).  Un  extraño,  un  hombre  cualquiera,  lo  que  se  hace importante no es tanto su origen o el destino de su camino, sino lo que le sucede en el camino. Es asaltado, le quitan la ropa, lo apalearon y lo dejan medio muerto. El hombre ha quedado sin algún elemento que nos permita inferir su identidad. En un muy corto tiempo padece cuatro acciones que le vienen de fuera de manera gradual, de menos a peor. Situación que muestra el estado al cual ha sido sometido por los bandidos.   

 

Un sacerdote que pasa por ese lugar (31). Este segundo personaje ya no es alguien extraño, tiene por lo menos una función, una clase social, un pueblo, una identidad. El centro está en el personaje y en lo que hace: “...bajó por ese camino... quien al verlo dio un rodeo y siguió su camino” (31)  

 

Un  levita que pasó por el camino.  Este  segundo personaje  tampoco  es  un  extraño,  es  un trabajador  del  templo  (32)  “lo mismo hizo”  (32)  esta  expresión  lo  sitúa  en  la  dinámica  del sacerdote: “pasó por ese lugar: al verlo, dio un rodeo y siguió su camino (32).  

 

Un samaritano que pasó igualmente por el camino. (33) Este personaje es introducido en el  ejemplo  con  la  expresión  “en  cambio”  (33)  para  hacer  contraste  con  los  dos  personajes anteriores: “al llegar a donde estaba el hombre y  verlo, se conmovió, se acercó, le lavó las heridas...se las vendó,  luego lo montó sobre su propia bestia y lo  llevó a una posada donde acabó de cuidarlo. Al día siguiente sacó el   dinero....se lo dio al dueño de la posada y le dijo: encárgate de cuidarlo  (33‐35). La actitud del samaritano, a diferencia de los asaltantes, es de más a mejor. Esta acción  la hace el  samaritano por un dinamismo que brota del  interior,  la conmoción66[7]. 

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UNA HISTORIA EN TRES MOMENTOS 

 

La parábola está estructurada en tres momentos: situación, crisis y solución. A continuación realizaré una aproximación más puntual a cada momento. 

 

Momento 1: Situación  66[7] Otras traducciones dicen: le dio lastima. FITZMYER, J.A. El evangelio según San Lucas III. Cristiandad. Madrid.1986. 286, sintió compasión Biblia de estudio Dios Habla Hoy, tuvo compasión Biblia de Jerusalén, se le conmovieron las entrañas “ La actitud básica y decisiva de toda acción que por ser fundamentalmente humana es esencialmente cristiana.

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 (30)  Jesús   le  respondió:  

 

 “Un  hombre  bajaba  de  Jerusalén  a  Jericó    

 

y  lo  asaltaron  unos  bandidos,    

le  quitaron  la  ropa,    

lo  apalearon    

y  se  fueron    

dejándolo  medio  muerto .    

 

Este  primer  momento  tiene  como  finalidad  ofrece  un  carácter  expositivo,  que  describe  la situación inicial en forma general y escueta. El narrador pone al oyente ante un caso de pillaje que  se  produce  en  el  conocido  camino  de  Jerusalén  a  Jericó,  un  camino  en  el  cual  es muy común  la  presencia  de  bandidos  y  la  realidad  de  asaltos.  La  situación  muestra  cómo  un hombre que transita un camino, por esas cosas del azar, es asaltado y en menos de un minuto su  vida  cambia  por  completo.  De  una  situación  de  normaliadad  pasa  a  una  condición  de víctima. El centro de esta primera escena son las acciones recibidas por este extraño que por el contexto se entiende que es un judío67[8]. La parábola inicia con una adversidad que busca solución a lo largo de la exposición. 

 

Momento 2: Crisis 

 

31Casualmente  bajó  por  este  camino  un  sacerdote,  quien    

 

al  verlo  

dio  un  rodeo  (antiparerchomai) 

 y  siguió  su  camino .    

67[8] Este elemento no se pude perder de vista porque nos permitirá tener más adelante la comprensión global de la historia.

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32Lo  mismo  hizo  un   levita  que  pasó  por  ese   lugar:    

 

al  verlo    

dio  un  rodeo  (antiparerchomai)   

y  siguió  su  camino .    

 

Este momento busca alentar al oyente a que busque una solución  frente a  lo sucedido en el primer momento. Pero en la estructura narrativa se deshacen las expectativas al ahondar aún más el problema. 

 

En  el  lugar  del  suceso,  el  camino,  aparecen,  uno  tras  otro,  dos  personajes  empleados  en  el culto del templo de Jerusalén. Es lógico que se espere que los dos van a ayudar al malherido, pero  la  narración  continua  con  un  hecho  de  absoluta  indiferencia  de  un  judío  por  otro judío68[9].  En  este  texto  se  le  ha  asignado  cierta  fuerza  al  precepto  de  pureza  ritual  que prescribe  evitar    todo  contacto  físico  con  aquel  que  esté  en  peligro  de  muerte,  pero  la verdadera  fuerza  de  la  parábola  está  en  presentar  la  negación  de  auxilio  como  algo inesperado y escandaloso. La actitud del sacerdote y el levita está revelando no la maldad de estos hombres sino su incapacidad para reaccionar de otra manera frente al sufrimiento del otro. Evidencia como los filtros,  los imaginarios de rivalidad, de identidad por oposición son más fuertes, el estar habituado a un imaginario.  

 

El  habituarse  a  vivir  y  entender  sus  relaciones  por  contraste,  “nosotros”  en  oposición  con “ellos”, los ha dejado impotentes, frente a la revelación que hace la víctima que encuentran en el camino, la posibilidad de actuar ya no con relación a la rivalidad sino desde la entrega y la donación, que exige la víctima reveladora. Para ellos, ésto es imposible. El sacerdote y el levita tienen  mucho  que  perder,  sus  certezas,  su  plan  de  salvación,  su  programa  de  vida,  su identidad  como  grupo  “otro”.  No  pueden  salirse  de  sus  esquemas  para  vivir  de  manera atrevida  su  contingencia,  de  inducirse  en  otros  hábitos,  crear  una  historia  libre.  Pasar  del mecanismo de rivalidad,  ser yo en oposición con el otro, sobrevivir por contraste con el otro. 

 

El sacerdote y    levita se afianzan cada vez más como nosostros,  los buenos, puros, santos en una  relación  de  contraste  con    los  otros,  los  extraños,  los  impuros,  los  malos,  es  decir  el 

68[9] Rea hijo de tu pueblo Lv. 19,18; compañero, socio Lv. 19,17; hermano Lv.19,18. De todas formas con este término se referían al israelita, al miembro del propio pueblo.

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malherido en el camino.  

 

Momento 3: Solución 

 

33En  cambio    un  samaritano  que   iba  de  viaje,    

 

al  llegar  a  donde  estaba  el  hombre    

y  verlo,    

se  conmovió,  (splanchnizomai)  

34se  acercó ,    

le  lavó  sus  heridas  con  aceite  y  vino    

y  se   las  vendó ;    

luego   lo  montó  sobre  su  propia  bestia    

y  lo  llevó  a  una  posada,  donde  acabó  de  cuidarlo.    

35Al   día   siguiente   sacó   dinero   equivalente   a   dos   jornales   y   se   lo   dio   al  dueño  de   la  posada  y   le  dijo:   ‘Encárgate  de  cuidarlo  y  si  gastas  más,  yo  te  lo  pagaré  al  regreso’ .  

 

Para aumentar el dramatismo de la narración, entra en escena un personaje que por su sola presencia  produce  desilusión  ya  que  se  asocia  la  historia  a  una  serie  de  problemáticas  y conflictos  sociales  y  culturales  entre  judíos  y  samaritanos.  Los  samaritanos  hacen  parte  de una  comunidad que abandonó el  área de  influencia del Templo de  Jerusalén e  instaló  en el monte  Garizim  su  propio  culto.  Él  es  para  el  judío  un  apóstata  y  por  ello  suscitaba  graves reservas para un judío piadoso como el doctor de la ley, que es quien le pregunta a Jesús. 

 

La  aparición  de  este  personaje  en  lugar  de  distensionar  el  ambiente  agrega  aún  más dramatismo  y  complica  el  desarrollo  de  la  narración:  ¿Qué  se  puede  esperar  de  un samaritano? Lo desconcertante es que el samaritano, el despreciado, el apóstata va a dar una respuesta de auxilio al hombre que ha caído en manos de los asaltantes. 

 La  expresión  en  cambio  indica  otra  actitud,  la  del  samaritano,  un  X,  un  nadie,  un  otro,  que 

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viene a mostrar  la  verificación del  amor  a Dios  en el  otro que  sufre.  Esta  actitud  afianza  la expresión que no se puede separar el amor a Dios del amor al hermano porque  perdería su razón  de  ser.  Es  lo  que  en  el  fondo  Jesús  está  revelando,  el  otro  que  sufre,  la  víctima reveladora, me hace reaccionar a salir en función de ella.  El valor es el ser humano, lo que va en  función  o  referido  a  él.    Por  ello  el  trascender  se  entiende  referido  al  otro  que  sufre. Trascender será en esta perspectiva salir de la seguridad que me hace ser otro por oposición, para salir hacia el otro para construir el nosotros. La prueba de  la trascendencia es ese salir hacia  el  otro,  permitir que Dios‐misericordia  acontezca  sin  rivalidad para  ser  sacados de  sí mismos hacia el otro que sufre, ya no en oposición, sino en entrega y donación. 

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APROXIMACIÓN AL TEXTO 

 

Queriendo justificarse (29). La justificación por parte del doctor de la ley implica que en la primera parte no se estaba cumpliendo el mandamiento del amor, que está muy relacionada con la expresión que aparece en el (25), queriendo poner a prueba a Jesús. 

 

Quién es mi prójimo (29). La pregunta muestra cómo el doctor de  la  ley está preocupado por conocer los límites del amor. La pregunta que el doctor formula sería: ¿Hasta dónde, hasta cuándo,  con  quién,  ser  prójimo?  Por  eso,  el  ejemplo  que  es  propuesto  por  Jesús  amplía  los límites y supera lo establecido en Lv. 19,16. Según la concepción judía, el amor es una ley, por lo tanto es una pregunta lógica. El amor es la primera ley, sin duda, pero en cuanto tal puede tener excepciones y puede ir perdiendo fuerza obligatoria en la medida en que ese prójimo se va alejando y es cada vez menos prójimo, menos próximo. Y los judíos lo tenían muy claro: En primer lugar había que amar a la familia, después al clan, después a la propia tribu, después al pueblo de Israel.  

 

Los exegetas dicen que es una concepción del amor que va por círculos concéntricos: primero se ama a los cercanos, pero en la medida en que las personas se van alejando de uno, como no son tan prójimos, no son tan próximos y la obligación de amarlos va disminuyendo. En Israel decían que incluso podía llegar el caso de que a los paganos, que estaban tan alejados; y eran tan enemigos del pueblo de Jhwh, que ya no se tenía obligación de amarlos, sino de odiarlos.  

 

Un hombre (30). Se  utiliza una expresión en indefinido anthropos tis69[10] que quiere resaltar que  este  hombre  es  un  desconocido  con  el  cual  no  hay  un  lazo  determinado  con  los  que escuchan  a  Jesús.  Es  un hombre  cualquiera,  uno de  tantos  que  transitaba por  el  camino de 

69[10] Expresión que utilizará nuevamente Lucas en 12,16; 14,2.26; 15,11;16,1.19;19,2;20,9 ;Hch 9,33. Es utilizada exclusivamente por Lucas en todo el nuevo testamento. Cfr. FITZMYER, J. A. El Evangelio según San Lucas III. 283

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Jerusalén a Jericó. 

 

Jerusalén (30). La Ciudad Santa,  lugar donde estaba el Templo,  lugar donde estaba Dios. El lugar del encuentro con Dios. 

 

Jericó  (30). Distaba  de  Jerusalén  unos  150  estadios  (28  Km.)  por  un  camino  pedregoso  y árido. Una ruta en contínuo descenso desde unos 800 m sobre el nivel mar se baja a unos 300 m por debajo del nivel del mar. Esta  Jericó no es  la misma  ciudad del Antiguo Testamento, sino la Nueva Jericó, la ciudad de las palmeras, la que fue construida por Herodes. 

 

Lo asaltaron unos bandidos (30). Según Flavio Josefo, este camino era muy peligroso. Los viajeros iban armados para protegerse de los salteadores de camino, él utiliza la palabra lestai bandidos, que es la misma que utiliza Lucas en el relato. 

 

Coincidió  (31).  Esta  palabra  puesta  al  principio  de  la  frase,  cobra  mucha  fuerza  “kata synkyrian”  por  casualidad  para  indicar  que  fue  algo  no  preparado,  algo  que  sucedió  en  el camino, algo que irrumpió y que necesitaba una respuesta inmediata. 

 

Un sacerdote (31). La narración hace referencia probablemente a uno de los sacerdotes que había estado de servicio en el Templo de Jerusalén y que al concluir sus días de turno volvía a su casa. Jericó era una ciudad en donde residían algunos sacerdotes del Templo de Jerusalén. 

 

Dio un rodeo y pasó de largo (31). Esta expresión pone en el escenario las prescripciones contenidas en el Lv. 5,3;21,1‐3; Nm. 5,2; 6,6‐8; 19,2‐13; sobre la clase de contaminación ritual por contacto o por proximidad con un cadáver. Un sacerdote sólo podía contaminarse   para enterrar a uno de sus familiares más cercanos. 

 

 

Un levita (32). Eran hombres que vivían igualmente del culto, que tenían una consideración social y que fueron creciendo desmesuradamente. La designación levita hacía originariamente referencia a los miembros de la tribu de Leví, pero las condiciones fueron cambiando con la aparición de los nuevos clanes sacerdotales y muy pocos fueron los levitas que volvieron del exilio en Babilonia. Con este título se quiere afirmar otro trabajador del templo. 

 

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Un samaritano (33). Este personaje actúa como contrapunto entre los personajes anteriores, miembros respetables de la sociedad judía y un despreciable samaritano considerado pagano. El samaritano se encuentra fuera de su territorio haciendo un viaje por Judea, precisamente por ese mismo camino. 

 

Se conmovió (33). O se le conmovieron las entrañas. Es un hombre que siente compasión por un semejante,  indica  la actitud básica de  toda acción humana. Este conmoverse hace que el samaritano eche aceite y vino, dos elementos que eran las provisiones de los caminantes para el  viaje.  Esta  mezcla  era  conocida  con  un  valor  terapéutico  para  suavizar  el  dolor,  como antiséptico.  Era  una  medicina  típica.  Esa  conmoción  hace  que  él  lo  monte  a  su  propia cabalgadura y lo lleve a una posada y pague para que lo cuiden hasta su vuelta. 

 

¿Cuál de estos tres se hizo prójimo? (36). Esta contra pregunta de Jesús cambia el giro de la pregunta  inicial  del  doctor  de  la  ley;  es  inesperada  el  doctor  esperaba  que  Jesús  le argumentará  quién  es  tu  prójimo  y  Jesús  plantea  la  necesidad  no  de  buscar  con  quien  ser prójimo, sino la necesidad de hacerse cada uno un prójimo del otro. 

 

El  que  tuvo  compasión  (37).    Es  decir,  el  que  hizo  misericordia  con  él.  No  obras  de misericordia. El que reaccionó frente al extraño que cayó en manos de salteadores. 

 

Anda y haz tú lo mismo (37). Es la propuesta de Jesús a la acción, al no conformarse con una serie de normas o preceptos que indiquen como actuar y que justifiquen los comportamientos humanos, sino el compromiso real con el otro, especialmente con aquel que sufre. 

 

El recorrido que se ha hecho por el texto hasta este momento permite puntualizar dos cosas que  existen  dos  formas  de  reaccionar  frente  a  la  situación  de  sufrimiento  del  otro:  1.  Una actitud de  contemplación  cómplice del  sufrimiento  recogida en el  término antiparerchomai. Dar un rodeo. 2. Otra de re‐acción cuando el dolor es interiorizado y sólo este lo lleva a actuar splanchnizomai.  Destrozarse  las  entrañas.  La  segunda  actitud muestra  como  el  sufrimiento que padece la víctima‐reveladora al ser interiorizado actúa como dispositivo de reacción con el fin de erradicar el sufrimiento definitivamente.  

 

En  este  sentido  el  término  splanchnizomai  supera  el  antiparerchomai,  no  buscando instaurarse como fundamento de una nueva ley, sino en la vivencia del principio‐misericordia. 

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EL PRINCIPIO­MISERICORDIA: EL AMOR ESPECÍFICO DE DIOS 

 

El principio‐misericordia no es un mandamiento nuevo. Lo que Lucas plantea en este texto es la  revisión  de  los  preceptos  del    Antiguo  Testamento:  el  amor  a  Dios  y  al  hermano.  La conmoción de un  forastero por un hombre malherido que  encuentra  en  su  camino,  viene  a expresar  la  revisión  que  hace  Jesús.  Él  amplía  de  manera  radical  el  limitado  concepto  de prójimo. El no da una definición teórica al concepto prójimo, ni exige un amor universal a toda la  humanidad,  sino  que  muestra  a  partir  de  la  parábola  la  manera  de  proceder:  la misericordia,  la  compasión,  el  entrañamiento.  No  para  indagar  si  la  persona  es  de  ésta  o aquella nacionalidad, si tiene  ésta o aquella confesionalidad, si ejerce esta profesión o no; sino que muestra que todo esto es relativo a la hora de enfrentarse al sufrimiento de alguien que ha sido causado injustamente por otros.  

 

En  el  centro  de  la  parábola  está  pues  la  víctima‐reveladora,  que  es  ubicada  al  margen  del camino, pero que en  la narración es el  eje  central  a  través del  cual  se va ha  revelar el Dios diferente, la comunidad, diferente, los seres humanos diferentes. La propuesta frente al dolor del otro es no quedarme en la simple contemplación, sino reaccionar con el fin de erradicarlo definitivamente. 

 La  ampliación  del  concepto  de  prójimo  tiene  su  fundamento  en  el  conmoverse:  principio‐misericordia. No es un accesorio del amor a Dios y al prójimo, es concretamente  el amor.  Es la verificación del amor a Dios en el hermano que sufre. Si se separa el amor a Dios del amor al hermano perdería su razón de ser. Es lo que en el fondo Jesús está desenmascarando, el otro que sufre es la posibilidad que me sensibiliza a salir en función de él, de allí  la recuperación del valor óntico que nos hace la víctima‐reveladora‐perdonadora:  el ser humano, lo que va en función o referido a él.  El acontecer de Dios es sucediendo, transformando lo humano. Trascender es salir del propio ser hacia el otro. La prueba de nuestra trascendencia es salir hacia el otro. Romper la finitud permitiendo  que  Dios‐misericordia  acontezca  en    los  seres  humanos  para  sacarlos  de  sí mismos hacia el otro que sufre. De esta forma queda al descubierto que la misericordia es lo específico  del  amor  de  Dios  y  del  amor  a  Dios,  es  la  propuesta  de  amor  hacia  el  otro.  La parábola del buen samaritano se instaura en esta perspectiva como síntesis cristológica que muestra lo que Jesús mismo hizo, llevar el amor misericordioso de Dios Padre a la humanidad, especialmente a todos aquellos que sufren por causa de los sistemas que generan salteadores o malhechores del camino.  

 

Se  puede  entender  en  este  sentido  por  qué  el  principio‐misericordia  aparece  como  el  eje central, no entendiéndolo como una serie de actos o acciones,  sino como el dinamismo que 

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hace reaccionar ante el sufrimiento ajeno. 

 

En un mundo dominado por Satán, hace su aparición Jesús. Viene con la autoridad de Dios no sólo para mostrar la misericordia sino parar emprender la lucha contra el maligno70[11]. Con el movimiento  a  misericordia  Jesús  rompe  las  cadenas  de  Satán.  Por  ello  la  significación  del logión recopilado por Lucas: “yo veía a Satán, arrojado, precipitadamente del cielo, caía en la tierra como un rayo” Lc. 10,18. Esta expulsión del cielo presupone  la victoria de  Jesús en  la tierra.  Satán  es  vulnerable.  Ha  sido  aniquilado,  se  ha  descubierto  su  dinamismo  violento, generador de víctimas. El cielo,  la esperanza se abre,  los hombres escriben su nombre en el libro  de  vida  y  se  instaura  el  reino  en  el  principio‐misericordia71[12].  Satán  ha  quedado quebrantado: Satana mayor Christus. 

 

Jesús contempla el  sufrimiento humano y es ante él que va a  reaccionar sin  límites. Se va a dedicar a los que sufren el desprecio y la exclusión pública. Hacia ellos es que se va a enfocar,  hacia los excluidos. Es con ellos que va a ser visible la misericordia del reino de su Padre72[13]. En este sentido Jesús aparece como el profeta poderoso que muestra las señales del Reino, en el sentido de entrega, pues como se ha visto, sólo en la entrega, en el salir de sí es que Jesús, el Mesías,  adquiere  su  poder.  Jesús  describe  que  por  encima  de  la  ley  está  el  principio‐misericordia. Dios  se ha  revelado más allá de  la  ley y de  la violencia que ésta genera,  se ha revelado  como  misericordia  que  recrea  y  como  gozo  que  transforma73[14].  Jesús  sale  a  los caminos y es allí donde hace visible el Reino al moverse a misericordia como nos lo recuerda la parábola del Buen Samaritano. 

 

Los signos de Jesús, sus dichos, sus hechos revelan el misterio de Dios sobre el camino de la vida de los seres humanos. Superan el nivel de la violencia destructiva del tener‐gozar‐poder‐saber,  que  convierte  la  vida  en  un  espiral  de  contagio  mimético,  de  deseo,  rivalidad  y violencia; sino desde la entrega y gratuidad que se revela a favor de la víctima. Las acciones de Jesús ofrecen una teodicea para aquellos ptochoi que son signo de la revelación de Dios. Ese Dios que se revela en Jesús viene a mostrar que estos signos no se basan en el triunfo de los sistemas sacrificiales  en los que Satán demuestra su poder: acabar la violencia con violencia. Donde  imponen  su  dominio  los mejores  adaptados  a  estos  sistemas,  sino  que  estos  signos brillan de la mejor forma en el reverso de la historia y la sociedad: los ptochoi,  los perdidos, los pecadores, los abandonados, los que sufren, los excluidos y marginados de este mundo, los nadies74[15].   

 

Todo esto define a Jesús como un hacedor de signos que hace visibles las señales de Dios en la 

70[11] Cfr. JEREMIAS, Joachim. Teología del Nuevo Testamento. Volumen I. Sígueme. Salamanca.. 1974. 107-119 71[12] Cfr. Ibidem. 107-119 72[13] Para profundizar un poco más ver: “La buena nueva a los pobres” En: JEREMIAS, Joachim. Teología del Nuevo Testamento. Volumen I. 1974. 133-148 73[14] Cfr. PIKAZA, Xabier. El Evangelio, vida y pascua de Jesús. Sígueme. Salamanca. 1993. 63 74[15] Cfr. PIKAZA, Xabier. El Evangelio, vida y pascua de Jesús. 66.

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tierra. Jesús ha preferido entrar en este mundo reaccionando frente a la miseria para recrear desde allí la humanidad victimizada75[16]. Entrega estos signos en los lugares donde pareciera imponerse las dinámicas sacrificiales. 

 

Donde  hay  pecado,  Jesús  ofrece  perdón.  Donde  hay  enfermedad,  realiza  sus  curaciones  y anuncia  la  salud  definitiva.  Donde  está  presente  la  pobreza,  anuncia  y  proclama  las bienaventuranzas de la vida76[17]. Es por eso que la historia se va a convertir en el lugar de la epifanía  del  Dios  de  Jesús,  el  Padre  de  la  misericordia77[18],  historia  entendida  como  ese proceso  de  emergencia  y  realización  humana78[19].  Historia  como  ese  espacio  donde  el  ser humano se hace dueño de sí mismo, se realiza en un proceso de creatividad y trasmisión de aquello  creado. No  se  encuentra  a Dios  allí  donde  están  las  cosas  de manera más perfecta, permanentes y sagradas. A Dios lo hallamos en lo pequeño, en lo frágil, en lo indefenso, en lo fracasado  que  los  seres  humanos  han  ido  realizando  en  la  historia.  Es  el  Dios  que  sale  al camino  como  nos  lo  recuerda  el  texto  del  buen  samaritano  para  curar  nuestras  heridas  y recuperar  la  dignidad  humana.  Dios  principio‐misericordia,  pero  de  igual  forma,  principio‐esperanza  y  principio‐fe,  afianzante  de  la  historia  como  superación  del  poder    y  de  la estructura social impositiva sacrificial79[20].  

 

Por esta razón, el Nuevo Testamento no se ocupa de la historia de dominación y poderío como lo hacen otros textos en los que se recoge la sabiduría de este mundo. El Nuevo Testamento sabe que existen los imperios y sus formas de dominar el mundo (Lc. 3,1‐2) y sabe que la vida y las relaciones entre los hombres no puede medirse tan sólo por paradigmas  de fuerza.  

 

Estas historias oficiales llevan en su interior la presencia de Satán y el rechazo de la actuación del  principio‐misericordia  de  Dios.  La  presencia  de  Satán  que  revela  su  principio­violencia/rivalidad/destrucción,  en  oposición  al  principio­misericordia/compasión/entrañamiento de Dios80[21].  

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PRINCIPIO­MISERICORDIA COMO ENCARNACIÓN 

 

Esto es hombres y mujeres que hacen posible la encarnación en la comunidad.   Que llegan a ser carne real  en una historia real. Que llevan a cabo su misión de anunciar el Reino de Dios no como posibilidad sino como realidad.   75[16] Cfr. Ibidem. 67 76[17] Cfr. Ibidem. 77[18] Cfr. Juan Pablo II. Dives in misericordia. 10 78[19] Cfr. PIKAZA, Xabier. El Evangelio, vida y pascua de Jesús. 21 79[20] Cfr. PIKAZA, Xabier. El Evangelio, vida y pascua de Jesús. 22 80[21] Cfr. Ibidem. 3

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No espectadores  que  contemplan el sufrimiento desde una tribuna sino que bajan al camino para  reaccionar  a  favor  de  la  víctima  y  ayudar  a  que  el  victimario  entienda  sus  dinámicas satánicas  que  lo  enceguecen  y  no  permiten  su  conversión.  Meterse  en  el  camino  para desenmascarar  los  sistemas  sacrificiales  productores  de  sufrimiento  injusto.  Jesús  inicia  su camino uniéndose al pueblo pecador, recibiendo con ellos el bautismo de Juan, vinculante con los desechados de la tierra. 

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PRINCIPIO­MISERICORDIA COMO MISIÓN 

 

La parábola nos  recuerda que el elemento estructurante en  la vida de  Jesús es el principio‐misericordia,  la  re‐acción  ante  el  sufrimiento  ajeno,  infligido  injustamente,  interiorizándolo hasta  las  entrañas.    Esta  acción  es motivada  sólo  por  ese  sufrimiento  y  no  la  búsqueda  de reconocimiento o méritos. Es, pues, interiorizar el dolor ajeno con la finalidad de erradicarlo. Jesús  se  define  como  el  enviado  de  su  Padre.  Experimentar  en  su  carne  la  miseria  de  la humanidad y de la historia y desde allí iniciar una misión de liberación.  

 

La  parábola  sistematiza  que  el  principio‐misericordia  es  el  específico  amor  que  está  en  el principio  creador‐salvador  de  Dios.    Es  el  principio  de  la  acción  de  Jesús  y  la  génesis  del proceso de construcción de la comunidad que genera  una dirección concreta hacia el otro. En muchas ocasiones la comunidad puede convertirse en un discurso encubridor del anti‐reino, de la anti‐misericordia; puede caer en una reducción a sentimientos y reflexiones  y preceptos que subordinan el compromiso y el testimonio. Es lo que se evidenció en la pregunta  que el doctor de la ley  le formula a Jesús y este  de manera radical desenmascara  su dinámica y le hace una nueva propuesta. 

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PRINCIPIO­MISERICORDIA COMO MESIANISMO  

 Nos viene a decir el relato que sin el principio‐misericordia no se puede entender la expresión ser  humano.  Ese  principio  es  lo  que  garantiza  la  humanización.  En  la  parábola  quedan reveladas  las  actitudes  deshumanizadas  y  deshumanizadoras  del  sacerdote  y  el  levita,  dar rodeos  ante  el  sufrimiento  y  seguir  su  camino.  Ellos  no  están  movidos  por  el  principio‐misericordia. La actitud del samaritano revela lo que significa un ser humano. La misericordia es  el  dinamismo  que  humaniza    la  persona.  El  mesianismo  que  asume  Jesús  será  pues  un mesianismo de humanización desde la entrega.  

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RECAPITULACIÓN  

Jesús es  la historia en el cual Dios nos cuenta el sentido radical del ser humano: Un hombre que se deja mover por el principio‐misericordia; un hombre que es compasivo, comprensivo, diferente  de  todas  las  figuras  satánicas  del  poder  que  dominan  de  manera  despiadada  el mundo;  Jesús  se  limita  simplemente  a  ser  humano,  situando  frente  a  Dios  el  Reino  que  se acerca  como  don  y  entrega81[22].  Como  puede  verse,  la  propuesta  que  se  desprende  de  la parábola  del  buen  samaritano  es  el  apostarle  a  una  comunidad  y  a  unas  personas  que  se parezcan cada vez más a Jesús: el que se deja mover por el principio‐misericordia.   

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TRABAJO PERSONAL  Una vez aprehendido el tema el, la estudiante estará en la capacidad de.  

1. Indicar y explicar  cuáles son las tres escenas en las que se estructura el relato de Lucas 2. Presentar la diferencia entre la dinámica de dar un rodeo y moverse a misericordia 3. Establecer la diferencia entre misericordia y principio‐misericordia. 4. Establecer las implicaciones que la narrativa de Lucas entrega para el estudio de la 

cristología VOLVER 

       

Bibliografía complementaria  ARANGO,  Oscar.  Teología  del  Principio‐misericordia. Javeriana. Bogotá. 2004  

  

 

81[22] Cfr. PIKAZA, Xabier. El Evangelio, vida y pascua de Jesús. 26

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Momento 5: JESÚS DE NAZARET, EL REINO ESTÁ EN MEDIO DE USTEDES  

BAUTISMO Y TENTACIONES: OPCIÓN Y MISION DE JESÚS  CONTEXTUALIZACIÓN  Todo acercamiento a Jesús es mediado por un punto clave: en su vida, Jesús no hizo más que anunciar  el Reino de Dios82[1].  Lo  novedoso de  su  anuncio  consistía  en  que  él mismo había experimentado el Reino como acontecimiento en su propia persona, en haber experimentado a Dios como absolutamente cercano y presente en su vida, al cual le obedeció siempre, y que lo  motivaba  a  entregarse  a  los  otros,  en  especial  a  los  más  necesitados.  El  Reino  se  hace presente y se encarna en el mismo Jesús, y su actuar dará testimonio de ello. Sin embargo, sólo hasta  aproximadamente  los  treinta  años  Jesús  inicia  su  "vida  pública",  su  predicación,  y  en muy  poco  tiempo  esto  le  llevará  a  conflictos  tan  extremos  con  el  entorno  social  de  su momento, que el Hijo de Dios terminará crucificado83[2]. Surge aquí la pregunta por esa "vida oculta" de  Jesús que antecedió a su predicación. Por  los datos  disponibles podemos afirmar que Jesús descubrió, en todos esos largos años, la cercanía de Dios hacia el hombre, su propia cercanía  a  El,  y  toda  la  invitación  y  exigencia  que  de  allí  se  generaban.  Fueron  años  de  un servicio silencioso, pero llega un momento en el cual Jesús "rompe" con su silencio, porque así lo exige la lógica de Dios que actúa en él, y sale al mundo: marchó Jesús a Galilea y proclamaba la Buena Nueva de Dios: "El tiempo se ha cumplido y el Reino de Dios está cerca; convertíos y creed en  la Buena Nueva"  (Mc 1, 14‐15). Antes de este momento, narrado en  los evangelios sinópticos, encontramos tres pasajes que enmarcarán toda la actividad posterior de Jesús. Nos referimos a  la predicación de  Juan Bautista (Mt 3,1‐12; Mc 1,1‐8; Lc 3,1‐20), el bautismo de Jesús (Mt 3,13‐17; Mc 1,9‐11; Lc 3,21‐22), y el pasaje de las tentaciones (Mt 4,1‐11; Mc 1,12‐13; Lc 4,1‐13). Estos textos si bien no nos proporcionan la especificidad del anuncio del Reino, nos sitúan dentro de un marco de actuación humano y determinado que es, en últimas, donde transcurre la historia del hombre y donde se revela el actuar de Dios en toda su potencia. Por ello  se  hace  necesario  comprender  el  sentido  de  estos  textos  y,  en  especial,  el  de  las tentaciones, pues conforman una especie de abertura musical, de gran marco, de la exigencia de Dios al hombre para que se realice plenamente.  LA ESPERANZA MESIÁNICA EN TIEMPOS DE JESÚS  El pueblo de Israel ha experimentado a Dios en su historia como experiencia de salvación y liberación. El  acontecimiento  fundante de esta  experiencia  fue  la  liberación de un grupo de esclavos oprimidos por el poder de los egipcios84[3], la cual es interpretada como una obra de Dios, Yahvé, del cual ‐a partir de la travesía por el desierto‐ se va reconociendo "un Dios que sale al encuentro y elige, un Dios  liberador de oprimidos y esclavos, un Dios que sólo exige 

82[1]Todos los estudiosos de la materia coinciden en este dato. El Reino de Dios es el anuncio central del Jesús histórico, anuncio que es recogido por los evangelistas y expresado según lo que la comunidad post-pascual experimenta en su momento. 83[2]Lo dicho en estos dos párrafos se desarrollará de una manera más extensa y detallada en capítulos siguientes. Apuntemos aquí que el Reino se da a los hombres, ante todo, por la gratuidad de la Fe, "pues antes de toda decisión y acción humanas está la decisión y acción de Dios de crear hombre y mujeres plenamente humanos" (Peña, Para iluminar estos momentos...). 84[3]En el Deuteronomio encontramos una síntesis de este acontecimiento trascendental para el pueblo, conocido como El Credo Histórico: "Mi padre era un arameo errante que bajó a Egipto y residió allí como inmigrante siendo pocos aún, pero se hizo una nación grande, fuerte y numerosa. Los egipcios nos maltrataron, nos oprimieron y nos impusieron dura servidumbre. Nosotros clamamos a Yahveh Dios de nuestros Padres, y Yahveh escuchó nuestra voz; vio nuestra miseria, nuestras penalidades y nuestra opresión, y Yahveh nos sacó de Egipto con mano fuerte y tenso brazo en medio de gran terror, señales y prodigios" (Dt 26,5-8).

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una  ética  social  grupal  como  culto,  un  Dios  comprometido  con  los  intereses  limpios  del grupo"85[4].  Pero  en  toda  su  historia,  Israel  es  continuamente  dominado  por  imperios extranjeros  y  abandona, muchas  veces,  el  ideal  de  comunidad  querido  por  Dios,  el  cual  se dibuja como un  ideal de no violencia y  justicia social (preocupación por  los más pobres, sin clases  sociales,  atención  especial  a  los  desvalidos).  Esta  situación  se  hace  tan  extrema  que hace surgir en el pueblo una esperanza contra  toda esperanza, una confianza extrema en el actuar imprevisible de Dios en la historia, que se traduce en lo que se ha llamado la "espera mesiánica",  la llegada de un elegido o "ungido de Yahvé" y expresado de diferentes maneras en  los  grupos  humanos  de  la  época  (Saduceos,  Fariseos,  etc.):  pero,  o  bien  se  esperaba  un Mesías político, que  instaurara  la gloria del  Imperio de David  y expulsara a  los Romanos, o bien  un  Mesías  de  corte  religioso,  una  especie  de  reformador  religioso...  En  todo  caso,  se esperaba algo seguro, alguien que señalara los caminos de un pueblo que ya se sabía elegido por  Dios  desde  los  tiempos  de  Abraham,  protegido,  y  que  sólo  esperaba  que  Yahvé  lo atendiera.   LA PREDICACIÓN DE JUAN BAUTISTA: LA NECESIDAD DE CONVERSIÓN  Su  llamado había  levantado ampollas en Israel y sacudió  la conciencia de muchos  israelitas; causaba escozor su mensaje y sus recriminaciones al pueblo que  se veía como el elegido de Yahvé86[5]. Su  forma de predicar posee ciertas características que  lo hacen muy particular, y que  lo  colocan  en  continuidad  con  la  predicación  de  Jesús87[6]:  Juan  aparece  en  escena "bautizando en el desierto"(Mc 1,4), en  la región del  Jordán,  llevando "un vestido de piel de camello" y alimentándose "de langostas y miel silvestre"(Mc 1,6; Mt 3,4). Lo característico es que se encuentra alejado tanto del mundo profano como de los lugares sagrados de culto; se encuentra  en  el  desierto,  aquel  lugar  al  que  se  vinculaban  las  esperanzas  escatológicas  de   Israel.  El  llamado  a  la  conversión  se  vincula  a  atreverse  a  abandonar  las  seguridades  del templo, de  la  "religión", pues como antaño, Dios se revelaría  inesperadamente en el camino del desierto. Juan invitaba a los judíos a prepararse a recibir a Dios, pues la llegada del Reino ya era inminente. Lo escandaloso, sin embargo, es que para Juan ya no existe la garantía del pueblo  elegido:  "y  no  creáis  que  basta  con  decir  en  vuestro  interior  `Tenemos  por  padre  a Abraham'; porque os digo que puede Dios de estas piedras dar hijos a Abraham" (Mt 3,9). Este pueblo que antaño fue elegido, no puede ya esperar simplemente que Dios siempre lo salvará por una   obligación adquirida; ahora se exige algo más: "ya está el hacha puesta a la raíz de los árboles, y todo árbol que no de buen fruto será cortado y arrojado al fuego" (Lc 3,9). Si Israel aparecía como una plantación de Dios que no sería arrancada en toda la eternidad88[7], ahora el Bautista hace tambalear esa seguridad colectiva de Salvación: "El juicio viene precisamente para el pueblo de Dios"89[8].  Con estos datos podemos comprender el fastidio y la incomprensión que causaba el mensaje de Juan. Los israelitas ya no se sentían seguros de la promesa de salvación, su pertenencia a la descendencia de Abraham ya no era garantía de nada90[9]. Hoy diríamos que ser bautizados, 

85[4]BAENA, Gustavo. El Deuteronomio, guía para seguir con más facilidad este curso. Material fotocopiado, pp.3. Tomado de Peña, Para iluminar estos momentos... 86[5]LOHFINK, Gerhard. La iglesia que Jesús quería. En especial la primera parte, "Jesús e Israel". 87[6]Seguimos, en los siguientes párrafos, a BORNKAMM: Jesús de Nazareth, pp.46-52. 88[7]Salmos 14,3ss. 89[8]LOHFINK, op.cit. pp.18. 90[9]Aclara BORNKAMM: "la idea del pueblo de Dios no es sacrificada y la promesa de Dios no es aniquilada. Lo que se elimina es el

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rezar, ir a misa o "ser buena gente" no basta para ser cristiano; hace falta "orientarse hacia el Reino de Dios inminente"91[10], o convertirse. La conversión pedida por Juan se vincula, en este momento, a la disponibilidad de dejar actuar en sí el Reino que viene. Lo mínimo que se exige son  unas  actitudes  concretas:  ante  las  preguntas  del  pueblo  sobre  qué  hacer,  se  destaca  la actitud  de  comunitariedad  y  compartir  que  exige  Juan,  y  que,  por  más  sencillas  que  sean, desafían toda lógica humana: "El que tenga dos túnicas, que las reparta con el que no tiene; el que tenga para comer, que haga  lo mismo"  (Lc 3,11), "No hagáis extorsión a nadie, no hagáis denuncias  falsas"  (Lc 3,14). Esta actitud  ‐se verá  luego en el enfrentamiento de  Jesús con  la Ley‐ no ha de caer en el legalismo o el interés, sino que ha de estar inscrita en la dinámica de gratuidad del amor, pues es necesario dar "fruto digno de conversión" (Mt 3,8). Más adelante sintetizaremos en cinco puntos el sentido de  la conversión. Finalmente apuntemos que Juan Bautista es muy enfático en aclarar que él no es el Mesías, y advierte que su predicación será más radical: "El os bautizará en Espíritu Santo y fuego" (Mt 3,11; Lc 3,16). Si bien existe una continuidad en el mensaje de Juan y el mensaje de Jesús92[11], lo curioso es que el mensaje de Jesús será más exigente en cuanto el Reino de Dios se halla bajo el signo de la misericordia y del amor de Dios para con los pecadores. Así, "el Bautista es el mensajero de Dios en el tiempo de la preparación antes del final y Jesús es el portador del tiempo de la alegría"93[12].  EL BAUTISMO DE JESÚS: LA VOCACIÓN COMO HIJO  En  el  pasaje  del  bautismo  de  Jesús,  cuya  historicidad  podemos  afirmar94[13],  aparecen  dos datos centrales: por un lado, el mismo hecho que Jesús sea bautizado por Juan, a tal punto que éste se resiste a bautizarlo, y Jesús lo convence afirmando "conviene que así cumplamos toda justicia" (Mt 3,14); por otro, el mismo hecho de la voz en la nube que proclama "Tú eres mi Hijo amado, en  ti me complazco"  (Mc 1,11). Analizando estas dos partes entenderemos con más exactitud el sentido que se insinuará a partir del pasaje de las tentaciones (numeral 4).  El Mesías bautizado  El  hecho  de  que  Jesús  sea  bautizado  podría  suponer  para  las  primitivas  comunidades  una dificultad en su anuncio de Cristo, por presentarse éste subordinando a Juan y, por tanto, Juan como  figura escatológica decisiva95[14]. Pero esto no ocurrió, y no existía  tal peligro, pues  lo que se indica aquí es que al asumir Jesús el bautismo está asumiendo el lugar de los otros y, en concreto, de los pecadores96[15]. Esto explica las palabras que coloca Mateo en labios de Jesús: "conviene que así cumplamos toda justicia". La justicia de Dios, que se cumple efectivamente, viene de asumir Dios el lugar de los hombres: se revela en ese lugar, se encarna y camina con él. Jesús no tiene ninguna intención de apartarse de su destino humano: será Hijo (lo que ya puntualizaremos enseguida) y será Hermano en el camino del Reino. 

hecho de identificar pura y simplemente el pueblo de Dios con el Israel visible y terrestre", pp.47. 91[10]BORNKAMM, op.cit. pp.47. 92[11]Así lo indican KASPER, op.cit. pp.79, BORKNKAMM, op.cit. pp.52, y LOHFINK, op.cit. pp.19. 93[12]BORNKAMM, op.cit. pp.52. 94[13]GONZALEZ FAUSS, op.cit. pp.28. Aclaremos que referimos lo histórico del texto a la afirmación de que Jesús, al igual que muchos judíos contemporáneos suyos, se hizo bautizar en el Jordán. La forma en que se elabora este dato por parte de los evangelistas implica la narración de una experiencia de fe: el bautismo de Jesús, por ejemplo, es descrito dramatizando las palabras del profeta Isaías (42,1), para mostrar que ya desde el principio de la vida pública de Jesús actuaba la fuerza de Dios en todas sus obras, y cómo en su obediencia (obediencia al Padre, obediencia del Hijo hasta la muerte) se realizaba la salvación de Dios. 95[14]KASPER, op.cit. pp.79. 96[15]GONZALEZ FAUSS, op.cit. pp.29.

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 El Hijo de Dios  Este  apelativo  o  profesión  de  la  filiación  divina  de  Jesús  es,  prácticamente,  lo  distintivo cristiano,  pues  allí  se  vincula  la  pretensión  escatológica  de  "que  Dios  se  ha  revelado  y comunicado  en  Jesús  de  Nazaret  de  una  vez  para  siempre,  de  modo  incomparable, insustituible, definitivo e  insuperable"97[16],  a  tal punto que es uno de  los principales  títulos que  expresan  los  evangelios,  y  que  el  apóstol  Pablo  podía  resumir  todo  su  mensaje  en  la fórmula "Evangelio de Dios sobre su Hijo"  (Rom 1,3.9). No podemos detenernos aquí en un análisis exhaustivo de este título, pero detengámonos en algunas opiniones autorizadas. En el Antiguo Testamento. La filiación divina no se fundamenta... en la             descendencia física, sino en  la elección  libre, gratuita     por parte de Dios. El elegido de esa manera para hijo de   Dios recibe una especial misión histórico‐salvífica, que   lo obliga a la obediencia y al servicio. El título de      hijo de Dios no se entiende, pues, en el Antiguo Testamento de modo natural‐sustancial,  sino  funcional  y  personal98[17].  Para  el  momento  en  que  la  primitiva  Iglesia experimenta a Jesús Resucitado, interpreta el título de hijo de Dios a la luz de la vida, muerte y resurrección de Jesús; es decir, historia y destino de Jesús fueron interpretados como historia del acontecimiento mismo de Dios; Dios se ha manifestado no como una especie de esencia etérea  y  supra‐histórica,  sino  en  la  historia  concreta  de  un  hombre.  Esto,  por  lo  menos, contradice  las  concepciones normales  que podamos  tener  de Dios,  pues  frente  a  lo  grande, noble,  bello  y  estimado,  Dios  se  mostrará  en  lo  pequeño  e  insignificante99[18].  Entendemos entonces la necesidad de salir de nuevo al camino del desierto del que hablaba Juan Bautista, y esa  justicia que será  locura, debilidad y escándalo para el mundo de  las seguridades y  las fórmulas fijas.  Lo anterior ayuda a entender el sentido en el cual es pronunciada la voz del Cielo. Esta es una copia casi literal del canto de Isaías, "He aquí a mi Siervo, a quien yo sostengo" (Is 42,1), con lo que los evangelistas no sólo vinculan a Jesús con el cumplimiento de las promesas del Antiguo Testamento,  sino  que  subrayan  la  intención  de  vincular  al  Hijo  con  la  figura  del  Siervo Sufriente, que será clave para entender todo el sentido de la muerte de Jesús. El Hijo en quien se complace Dios será el siervo, en completa identificación con los sufrientes y excluidos de la historia. Lo que aquí se descubre es el carácter kenótico de la venida del hijo100[19]. Es decir, es tal  el  amor  de  Dios  a  los  hombres,  que  asume  su  condición  para  indicarles  el  camino  de salvación. Dios se expresará, no en el tener fórmulas prefijadas y seguras de salvación, no en la  conciencia  tranquila  ni  en  el  camino  asegurado,  sino  en  el  riesgo  de  vivir  humanamente asumiendo la tarea que le corresponde al hombre en su historia concreta por llevar a cabo la voluntad de Dios, expresada en el "Reino de Dios": este es el bautismo "con Espíritu Santo y fuego".  Bajo  esta  perspectiva  se  comprende,  entonces,  el  hecho  de  las  tentaciones.  Allí  se vislumbrará  una  particular  manera  de  actuar  de  Jesús  como  Hijo,  que  fundamentará  su posterior predicación del Reino.  

97[16]KASPER, op.cit., pp.199. 98[17]KASPER, op.cit., pp.200. 99[18]"Dios revela su poder en la impotencia; su omnipotencia es simultáneamente sufrimiento ilimitado; su eternidad supratemporal no es rígida inmutabilidad, sino movimiento, vida, amor que se comunica a sí mismo a lo distinto de él. Por eso, la trascendencia de Dios es, al mismo tiempo, su inmanencia; el ser Dios de Dios es su libertad en el amor. No encontramos a Dios en la abstracción de todo lo concreto y determinado, sino muy concretamente en la historia y destino de Jesús de Nazaret". KASPER, op.cit., pp.207. 100[19]GONZALEZ FAUS, op.cit., pp.29.

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TENTACIONES DE JESÚS: UN MOMENTO PARA EL DISCERNIMIENTO101[20]  Para situarnos en el pasaje de las tentaciones, tengamos en cuenta que: En primer lugar, son relatos nacidos en la catequesis judeo‐helenista, y las versiones de Mateo y Lucas (en especial la  primera),  agrupan  y  tipifican  diversos  pasajes  de  la  vida  de  Jesús.  Por  otro  lado,  se considera histórico el hecho de la tentación de Jesús102[21], y su contenido implica una opción entre dos formas de mesianismo, pues "Jesús vivió profundamente la posibilidad de dar a su vida y a su misión un planteo distinto del que en realidad tuvieron"103[22]: es decir, se trataba de elegir entre un mesianismo de forma espectacular y un mesianismo en forma de "siervo". Para  comprender el hecho de  las  tentaciones,  es necesario mirar dos puntos  claves: por un lado, el hecho mismo de la tentación como tentación del elegido (del Hijo‐Siervo), y, por otro, el contenido de esas tentaciones.  Las tentaciones del elegido  Nos encontramos, al inicio del pasaje que nos ocupa, con un dato extraño: "Jesús fue llevado por el Espíritu al desierto para ser tentado por el diablo" (Mt 4,1). El mismo Espíritu que ha recibido antes ahora lo conduce al desierto. Y parece que Jesús estuviera en manos del diablo. Cómo se entiende esta paradoja? En primer lugar, se vislumbra que la misma condición de la tentación, o mejor, de elegir actuar de tal o cual modo en la vida personal y en la historia, es condición esencial del desenvolvimiento del hombre; por tanto, "la tentación ha de pertenecer a  las condiciones mismas de  la posibilidad de presencia de Dios entre nosotros y en uno de nosotros"104[23].  Así,  el  elegido no por  su  caracter de  elegido dejará de  experimentar  lo  que experimenta todo hombre, pues su tarea se realiza en esta historia, con todas las limitaciones e indecisiones que ello pueda traer. A tal punto que la tentación será una constante en la vida de Jesús como posibilidad de abandonar la voluntad de su Padre. Sólo el amor tan fuerte que experimenta,  la  constante  compañía de  la  comunidad que  fue  forjando alrededor de él,  y  la esperanza  inclaudicable en Dios,  le permitirán a  Jesús ser  fiel hasta el momento de  la Cruz. Jesús  no  está,  entonces,  en manos  del  diablo.  Simplemente  ha  decidido  asumir  su  filiación divina en la condición humana. Y ésta, que perfectamente puede fallar frente al plan de Dios, indica que "Dios corre el  riesgo de  los hombres hasta el  fondo"105[24]. La  invitación al Reino permanece abierta, pero el hombre es libre de elegir entre una libertad plena106[25] o entregar su  libertad a cambio de  falsas seguridades107[26].  Jesús,  lo veremos,  fue capaz de entender  la lógica de Dios, y consecuentemente se comportó al asumir una forma de mesianismo que se dibuja  ya  en  las  tentaciones.  Siguiendo  el  relato  de  Mateo,  Gonzalez  Faus  las  nombra  así: tentación de la "religión", tentación del prestigio, y tentación del poder108[27]. 

101[20]En este punto presentamos, básicamente, una síntesis del artículo de Gonzalez Faus, "Las tentaciones de Jesús y la tentación cristiana". Recomendamos su lectura, pues es un estudio muy serio y revelador de todo lo que implica este pasaje de las tentaciones. 102[21]Cfr. nota 13. 103[22]GONZALEZ FAUS, op.cit., pp.36. 104[23]GONZALEZ FAUS, op.cit., pp.43. 105[24]GONZALEZ FAUS, op.cit., pp.43. 106[25]Libertad plena que no dejará de ser un riesgo, ni será algo seguro, ni dejará de cuestionar continuamente, pues en últimas es un horizonte siempre vislumbrado y nunca alcanzado, por la misma constitución ontológica del hombre como ser falible e íntimamente egoísta. Esto no anula para nada que el ser humano se deba poner siempre en camino, pues nunca se encontrará plenamente. 107[26]El hombre, por lo general, no aspira más que a entregar su libertad a cambio de pan, conciencia tranquila, paz u orden: "no hay para el hombre preocupación más grande que la de encontrar cuanto antes a quién entregar ese don de la libertad con que nace esta desgraciada criatura". (Dostoyevsky, Los hermanos Karamazov). 108[27]Los dos textos que presentan las tentaciones del diablo a Jesús (Mateo y Lucas), aunque recogen una misma tradición el orden de las mismas se encuentra alterado: la segunda y tercera tentación, en Mateo, invierten su orden en Lucas. Esto se debe a que Lucas desea

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 La tentación de la "religión"  "Y después de hacer un ayuno de cuarenta días y cuarenta noches, al fin sintió hambre" (Mt 4,2). Mateo realiza aquí un empalme entre un dato teológico‐simbólico (los 40 días y noches) con  un  dato  real  (hambre),  para  mostrar,  entre  otras  cosas,  una  real  necesidad  de  Jesús (comer). Lo que se dibuja de fondo es cómo enfrentará Jesús esa necesidad real, pues es algo que  hay  que  satisfacer.  Satán  le  plantea:  "Si  eres  Hijo  de  Dios,  di  que  estas  piedras  se conviertan  en  panes"  (Mt  4,3).  Es  absurdo  pensar  que  Satán  está  tratando  de  averiguar  si Jesús  es  o  no  el  hijo  de  Dios;  en  realidad,  la  frase  significaría:  "puesto  que  eres  el  Hijo, aprovecha esta circunstancia". Si Jesús accede, significaría que vería a Dios como un amuleto personal, como una ventaja personal, con un paternalismo que le indicaría qué hacer y qué no hacer...  y  eso  no  es  el  hombre.  "La  tentación  está,  pues,  en  el  uso  de  Dios  y  la  relación privilegiada  con  él  como medio para  alterar  la  condición humana  en beneficio propio,  y  de esta manera  eludir  la  tarea  humana  en  el  mundo"109[28].  La  respuesta  de  Jesús  es  clara:  el hombre no sólo vive del alimento del momento, "sino de toda palabra que salga de la boca de Dios" (Mt 4,4); es decir, de todo lo que la vida traiga. La vida humana no sólo tiene momentos buenos, también tiene momentos de desierto, de oscuridad, de desconcierto, de abandono, y aún en esos momentos, aunque se crea que Dios no está, Dios está allí. Y es el hombre, con lo que es de  limitado, el que debe hacerse a  la  tarea de sacar el  pan del desierto (sembrarlo y cosecharlo) sin apelar en ningún momento a relaciones privilegiadas.  Por  eso,  Juan  Bautista  advertía  que  lo  importante,  antes  que  una  relación  privilegiada  con Yahveh ("está el hacha puesta a la raiz de los árboles") era dar "frutos dignos de conversión". Así, Jesús apela, en su respuesta, a la tarea del hombre (de un hombre cualquiera). Es en ese punto  donde  se  muestra  de  manera  verdadera,  no  sólo  al  hombre  auténtico,  sino  en  su auténtico encuentro con Dios. Es ese  "tener que suceder según  las escrituras" o el  "cumplir toda  justicia" que mencionábamos arriba. El Mesías no reemplazará, en ningún momento,  la tarea del hombre en su historia110[29]. Esto molestaría mucho a los grupos de la época de Jesús, y aún hoy, pues poco soportamos andar por  la vida sin manuales que nos  indiquen qué hay que hacer... Apunta González Faus, de manera muy incisiva: "la ley de Dios no es que sucumba el hombre, sino que sea él (el hombre) precisamente quien domine esas fatalidades y fuerzas ocultas:  hay  ciertamente  que  sacar  pan  del  desierto  (sembrándolo  y  cuidándolo),  pero  sin rogativas; hay que vencer la enfermedad, pero sin curaciones milagrosas. Hay que vivir en el mundo ante Dios, pero sin Dios (es decir, sin esperar a que Dios nos haga el `milagrito')"111[30].  La tentación del prestigio  En un segundo momento, el Diablo  lleva a  Jesús al alero del Templo y  le  conmina a  tirarse, pues, citando  las escrituras,  los ángeles  le ayudarán (Mt 4,6). En este momento,  Jesús ya no  concluir la narración en Jerusalén, en consonancia con su teología sobre la Ciudad Santa. Esto le permite concluir a Gonzalez Faus, junto con otros datos exegéticos, que el orden presentado por Mateo es más fiel a la versión original que el de Lucas (op.cit., pp.30-32). Seguiremos aquí, entonces, el relato de Mateo. 109[28]GONZALEZ FAUS, op.cit., pp.45. 110[29]Es contradictorio, aparentemente, la posterior actividad de los milagros de Jesús. No utiliza en esos momentos su relación privilegiada con Dios? En realidad tal problema no lo es tanto, pues a los milagros subyace toda una teología que los muestra como signos de la salvación del reino de Dios que ya irrumpe, y por tanto, interpelan y exigen una conversión (cfr. KASPER, pp.116-121); además, Jesús no hizo milagros para sí, sino para los demás, en servicio. 111[30]GONZALEZ FAUSS, op.cit., pp.46. La cursiva es añadido nuestro.

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está en necesidad, sino que la necesidad la crearía él, tirándose. Esto daría a Jesús una prueba palmaria y absoluta de la presencia de Dios en él; esta prueba, de realizarla Jesús, eliminaría todo el espacio de riesgo y ambigüedad que hay en toda vida y en toda misión humana, y ya no tendría  ningún  sentido  el  caminar  del  hombre  en  su  historia.  Por  otro  lado,  se  destaca  el caracter  público  de  esta  tentación  (ocurre  en  el  Templo  de  la  Ciudad  Santa).  Una espectacularidad  de  prodigios  y  milagros  es,  al  fin  y  al  cabo,  más  fácil  de  creer,  que  algo realizado "en la anonimidad y el ocultamiento que da el simple servicio a la misma condición humana"112[31] En suma, esta tentación se aplica al ejercicio mismo de la misión mesiánica de Jesús.  De  nuevo,  la  espectacularidad  pedida  por  Fariseos  y  zelotes  se  derrumbará  ante  un actuar que asume el simple servicio a la condición humana, que implica actuar en esta historia por ir haciendo efectivo el Reino de Dios (creando nuevas formas de relaciones económicas y sociales), sin pedir privilegios o prestigio a cambio.   La tentación del poder  En esta última tentación (en el orden de Mateo) se le promete a Jesús aquello mismo de lo cual es Señor o tiene prometido serlo, en la teología del Nuevo Testamento. Prácticamente, lo que se  le  ofrece  es  la  anticipación  de  ese  poder  en  el  sentido  de  utilizarlo  como medio  para  su misión: "Así, el poder de Cristo cambiaría de sentido: ya no sería el absoluto poder del amor, sino el de la fuerza"113[32] (no podemos evitar aquí ver cierta analogía con el Mesías esperado por  los  zelotes,  o  en  la  fe  ciega  con que  algunas personas  depositan  sus  esperanzas  en  sus dirigentes).   Por ello es que  la aceptación de ese poder redundaría en considerar al hombre inútil  para  construir  su  historia.  Señalemos  de  paso  que  es  esto  lo  que  se  respira  en  los actuales momentos neoliberales: se imponen metas de crecimiento económico y de exaltación personal  que  implican  un  abandono,  desconocimiento  y  sacrificio  del  pobre  en  nombre  del mercado,  considerando  a  los  pobres  como  unos  perdedores  que  no  aprovecharon  las oportunidades que se les brindaron, olvidando así que  los pobres son exigencia primera del Reino de Dios. Por eso la aceptación de ese poder es para el evangelista idolatría, un acto de postrarse y adorar a Satán (Mt 4,9), pues lo primero en el evangelio es el hombre, y lo primero en el hombre es el pobre. La respuesta de Jesús apela de nuevo "a lo que constituye la tarea y el deber del hombre"114[33]. Pues si sólo "al Señor tu Dios adorarás" (Mt 4,10), le está vedado al hombre forjarse y postrarse ante otros dioses, y así se conserva para el hombre (en Jesús) el Dios  de  la  radical  libertad.  Esta  certeza  permite  al  cristiano  de  hoy  saber  que  es  necesario actuar y crear estructuras económicas y políticas en esta historia, pero sabiendo que frente a ello siempre ha de estar alerta y en conflicto, pues por su misma dinámica esas estructuras tienden hacia  la  absolutización negando  la  tarea  continua del  ser  humano115[34]. Desde  esta tensión entre un Dios  inútil  y un hombre   necesitado por una  realidad a dominar,  entre un Dios silencioso y un hombre atento al brillo y al ruido, entre  un Dios impotente y un hombre remitido al uso de la fuerza, el cristiano se revela como el hombre que no es    del otro mundo ni de éste, no vive ni en el más allá ni    en el más acá, no es monista, ni dualista, sino que está    situado en el punto mismo del cambio de piel, de la transformación de lo uno en lo otro, en el punto mismo en   que  lo viejo  se acaba y  todo es hecho nuevo  (2  Cor 5,17),    en  la  continua  112[31]GONZALEZ FAUS, op.cit., pp.49-50. 113[32]GONZALEZ FAUS, op.cit., pp.51. 114[33]GONZALEZ FAUS, op.cit., pp.51. 115[34]Es diciente, al respecto, cómo la estructura económica capitalista actual (neoliberalismo) ha llegado a su absolutización. Francis Fukuyama lo formula como "el fin de la historia", donde, en términos de un cinismo suicida, no hay más que seguir en esa dinámica. Esta claudicación de los mejores ideales del hombre, en la línea de lo que venimos reflexionando, no es más que un "postrarse ante Satán".

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metanóia: cambiad porque llega el Reino (Mt 3,2)116[35].  LA OPCIÓN HUMANA DE JESÚS  Sobre el análisis anterior, podemos concluir de manera breve: a. Jesús no elude la condición humana,  sino  que  en  ella  verifica    su  relación  con Dios.  b.  La misión mesiánica  de  Jesús  es llevada a cabo con la fe y el riesgo de todas las misiones entre los hombres. "De esta forma su fe  enmarca  y  funda  la  nuestra".  c.  Jesús  no  realiza  su mesianismo ni  su  filiación  "mediante poder recibido de los poderes de este mundo. Y menos aún a costa de pactar o postrarse ante ellos"117[36]. Con esto entendemos que el sentido de  la tentación en el elegido corresponde a las condiciones de posibilidad de  la presencia de Dios entre nosotros, que nombrábamos en 4.1.  De  esta  manera,  se  entiende  que  Jesús  optó  por  realizar  su  filiación  divina  como verdadero  hombre,  y  se  profundiza  de manera más  nítida  la  experiencia  histórica  de  Dios vislumbrada  en  el  Antiguo  Testamento:  el  querer  de  Dios  se  revela  de  una  forma insospechada en Jesucristo.  "CONVERTÍOS Y CREED EN LA BUENA NUEVA"  El mensaje de Juan Bautista, y el mismo mensaje de Jesús, exigirán ante todo una actitud de conversión. En los párrafos anteriores se vislumbran las actitudes de Jesús (que se detallarán, en próximos capítulos, frente al Templo, la Ley y los marginados) que tienen el imperativo del anuncio del Reino. Jesús, en su anuncio, tomará unas actitudes ‐ya esbozadas en el pasaje de las tentaciones‐ con el fin de abrir a las personas a la acción de Dios. Claro que esta apertura "sólo es posible por la fe (por eso se les pide: "creed"), pues antes de toda decisión y acción humanas,  está  la  decisión  y  acción  de  Dios  de  crear  hombres  y  mujeres  plenamente humanos"118[37]. Así, y a manera de conclusión de este capítulo, el sentido de la conversión lo podemos  sintetizar  en  los  siguientes  puntos:  Es  asumir  la  salvación  ofrecida  gratuitamente por Dios en Jesús y entregarlo todo por ella. Este es el sentido de la parábola del tesoro (Mt 13,44) y el de la parábola de las perlas preciosas (Mt 13, 45‐46). Es no disculparse con toda clase de razones para "hacerle el quite" al compromiso que exige el aceptar a Dios en la propia vida. Es el sentido de la parábola de los primeros invitados al banquete que no aceptaron la invitación por estar entretenidos en "asuntos más importantes", razón por la que invita a los de  las márgenes de  la  ciudad  ("buenos  y malos")  que  si  están dispuestos  (Mt 22,  1‐14). En sentido  positivo  es  responder  a  la  invitación  de  Dios,  abandonarlo  todo  y  seguirlo, transformando todas aquellas seguridades en las que falsamente se ha puesto el sentido de la existencia. Es el significado del texto del joven rico que prefirió la muerte (la confianza en las riquezas de las que era esclavo) a la vida del compartirlo todo y entregarlo a los pobres para  formar parte del grupo de los seguidores de Jesús (que en la comunidad satisfacen todas sus necesidades) (Mt 19, 16‐25). Es hacerse pequeño delante de Dios en la lógica del Reino en la que  los  primeros  serán  los  últimos  y  los  últimos  serán  primeros.  Porque  "todo  el  que  se ensalce,  será humillado;  y  el  que  se humille,  será  ensalzado"  (Lc 14,11). Es  el  sentido de  la invitación a  ser  como niños para entrar en el Reino de Dios  (Mc 10,15)  lo  cual  implica una total confianza en Dios. Es  comenzar de nuevo, volver a nacer, en el sentido que recoge Juan 

116[35]GONZALEZ FAUS, op.cit., pp.56. 117[36]GONZALEZ FAUS, op.cit. pp.47, pp.50, pp.53. 118[37]PEÑA, op.cit. Los puntos sobre los que presentamos la conversión, los copiamos literalmente del documento de PEÑA, quien los trabaja en Marcos siguiendo a BORNKAMM, PP.87-89.

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en el diálogo con Nicodemo: se trata de un nacer de nuevo, pues "el que no nazca de nuevo no puede ver el Reino de Dios" (Jn 3,3).     

EL REINO: ACONTECER MISERICORDIOSO DE DIOS EN FAVOR DE LAS VÍCTIMAS 

 

En este capítulo abordamos la novedad que nos hace esa nueva comprensión de la cruz como camino‐innovación: El Reino: acontecer de Dios en favor de las víctimas. El acontecer de Dios en  la  persona  de  Jesús  posibilitó  la más  grande  reacción  que  se  constituye  en  su  Reinado. Porque si bien es cierto que Dios no se limitó a establecer alianzas con su pueblo, ni mucho menos  a  entablar  leyes,  sino  que  se  ofreció  “bajar  de  la  cruz  al  crucificado”.  Para  Ignacio Ellacuría Dios se comprometió en la cruz de Jesús “bajar a los pueblos crucificados de la Cruz” en  cuanto  nunca  querrá  el  sacrificio  de  inocentes,  al  contrario  siempre  optará  por  los expulsados  de  este MUNDO,  constituyéndose  esta  en  un  grito  de misericordia.  A  este  grito Jesús  responde  desde  su misión:  “al  bajar  Jesús  de  la  barca  vio mucha  gente  y  se movió  a misericordia......”  Este  capítulo  lo  hemos  estructurado  en  dos  partes:  en  una  primera enfrentaremos  como  el  reino de Dios  es  la  centralidad  en  la  vida de  Jesús  y  en  la  segunda, mostraremos como el reino de Dios se presenta al mundo como plenitud de vida. 

 LA CENTRALIDAD DEL REINO DE DIOS COMO PRAXIS DE MISERICORDIA EN LA VIDA DE 

JESÚS DE NAZARETH  

En la reflexión teológica moderna el tema de la cristología ha tomado un puesto importante. Y en  ella  se  ha  querido  recuperar  la  figura del  Jesús  histórico  con  el  fin  de  entender mejor  a Jesús‐Cristo. Introducirnos en el estudio del Jesús Histórico nos muestra una realidad la vida de Jesús fue una vida des‐centrada y centrada alrededor de algo distinto de sí mismo”119[1]. A ésto central que nos ubica en perspectiva de entender mejor la totalidad de la vida de Jesús de Nazaret se le llama Reino de Dios. Este es el eje central en la vida de Jesús como una realidad dual. El Reino y Dios están en una relación intrínseca. Ambas cosas son una misma realidad en la  vida  de  Jesús  que  configuraron  su  persona.  Las  dos  realidades,  Reino  y  Padre,  se complementan de tal forma que “el Reino da razón del ser de Dios como Abbá y la paternidad de Dios da fundamento y razón de ser al Reino”1. Y por ello, se habla igualmente de Dios y de Reino, o de voluntad realizada de Dios; o de Dios y pueblo de Dios. Por tanto, “lo que sea el Reino  dependerá,  en  último  termino,  de  lo  que  sea  Dios.  Y  de  la  comprensión  de  Dios dependerá  lo  que  sea  el  Reino”120[2].  Para  descubrir  la  comprensión  de  Dios  y  profundizar mejor se toma el Antiguo Testamento donde la concepción de Reino de Dios hunde sus raíces. En éste,  “Dios nunca aparece  como un Dios‐en‐sí,  sino  como un Dios para  la historia  y, por ello,  como  el  Dios‐de‐un‐pueblo.  Es  decir  que  se  proclama  un  Dios  que  su  esencia  es  en alteridad; un Dios que se revela y que es en relación a un pueblo. Por diferentes que sean las tradiciones sobre Dios en el Antiguo Testamento, tienen algo en común: que es un Dios‐de, un  119[1] Jon Sobrino, Jesucristo Liberador, Lectura histórica teológica de Jesús de Nazaret, UCA editores, San Salvador, 1991, p. 121. 120[2] Ibid., p. 123

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Dios‐para,  un  Dios‐en”121[3].  Por  eso,  Jesús  comprende  lo  último  como  una  unidad  dual,  un Dios que se da a la historia y una historia que llega a ser según Dios. Esa unidad dual, que es lo último, es lo que formalmente se quiere expresar con el Reino de Dios y que Jesús anunció. En Jesús aparece una paradoja en referencia al Reino, Él habla muchas veces del Reino de Dios pero nunca dice qué es en concreto. “Y digamos que eso no debería sorprender,  los mismos sinópticos afirman que el día del Reino no lo conocen ni el mismo Jesús, sino sólo Dios (Mc 13, 32)”122[4]. Si Jesús lo hubiera definido estaría sobrepasando su propia historia y su aparición sobre la tierra no hubiera sido a la manera humana. Por tanto, necesitamos un método para averiguar qué es lo que Jesús pensaba del Reino de Dios. Es lo que se pretende desarrollar a continuación. 

 DIVERSAS PERSPECTIVAS PARA ENTENDER EL REINO DE DIOS  El Reino de Dios en el Antiguo Testamento. El punto de partida del Antiguo Testamento es, según Sobrino,  la relación de Yahvé con la realeza que Israel hace. Dicha terminología no es original ni específica de Israel sino que existía en todo el Oriente antiguo. “Lo que hizo Israel fue historizar  la noción de Dios‐Rey, según su fe  fundamental de que Yahvé interviene en  la historia”123[5].  Esa  realeza  de  Yahvé  fue  presentada  en  la  historia  de  Israel  con  diversos matices y dimensiones. “Durante la monarquía, la realeza de Yahvé se hizo compatible con la del  Rey  de  Israel,  quien  es  adoptado  como  Rey”124[6].  Sin  embargo,  después  del  fracaso monárquico  y  las  catástrofes  nacionales  fue  apareciendo  con mayor  claridad  lo  que  era  el esperado reinado de Dios: un futuro como Reino de justicia para Israel, en cuanto pueblo y al interior del mismo Israel.   La apocalíptica universalizó esta expectativa, expandiéndola incluso cósmicamente; y, dado su pesimismo histórico,  la escatologizó, es decir, hizo coincidir  la aparición del reinado de Dios con  el  fin  de  los  tiempos,  cuando  se  dará  la  renovación  definitiva  de  toda  la  realidad  y  la resurrección de los muertos, pues este mundo actual, tal cual es, no puede recibir a Dios. La confesión de la realeza de Yahvé es, pues, fundamental para Israel y recorre toda su historia; es otra forma de decir que Dios actúa en la historia y a favor de Israel. Sin embargo es central y fundamental entender la categoría de Reino de Dios para evitar malentendidos. Por eso, él nos presenta dos connotaciones esenciales del Reino de Dios: el regir de Dios en acto y para transformar una realidad histórico‐social mala e injusta en otra buena y justa.125[7] Más que de Reino de Dios hay que hablar de Reinado de Dios porque se trata de las acciones positivas de Dios por la que transforma la realidad. En cambio Reino de Dios es lo que ocurre cuando Dios reina realmente: Una historia, una sociedad, un pueblo según la voluntad de Dios. “El Reino es, pues,  una  realidad  sumamente  positiva,  una  buena  noticia,  pero  es  también  una  realidad sumamente crítica hacia el presente malo e injusto”126[8].  Sobre el Reino de Dios, al respecto Jon Sobrino insiste en tres cosas: 1. La incidencia real del Reino de Dios en  la historia de  los hombres del Reino de Dios.  Es decir que el Reino es una 

121[3] Ibid., p. 124 122[4] Ibid., p. 125 123[5] Ibid., p. 127. 124[6] Ibid., p. 128. 125[7] Ibid., p. 128 126[8] Ibid., p. 129

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realidad histórica y no trans‐histórica. Por eso es esencial a  la fe de Israel es que Dios puede cambiar la realidad mala e injusta en una realidad buena y justa. Por ello, al Reino de Dios se corresponde  con  una  esperanza  histórica.  2.  La  acción  de  Dios,  desde  su  Reino,  versa  en directo sobre la transformación de toda la sociedad, de todo un pueblo. Por tanto al Reino de Dios se le corresponde no sólo como esperanza, sino como una esperanza popular, de todo un pueblo y para todo un pueblo. 3. La tercera es que el Reino de Dios surge como buena noticia en presencia de realidades muy malas, es decir, en presencia del anti‐reino. El Reino de Dios no vendrá, por así decirlo,  como una  tábula  rasa sino desde y contra el anti‐reino que  le es formal  y  activamente  contrario127[9].  El  Reino  de  Dios  es  una  utopía  que  responde  a  una esperanza secular y popular, en medio de innumerables calamidades históricas. Es lo bueno y lo sumamente bueno, pero es también algo liberador porque adviene en medio y en contra del anti‐reino.  La expectativa del Reino de Dios en tiempos de Jesús. Una cosa queda clara y es que en tiempos de Jesús existían grandes expectativas de la llegada del Reino de Dios y Jesús se vio en medio de ellas. Una figura paradigmática de ese tiempo fue Juan Bautista. Él, como profeta de su tiempo, intentó dar una respuesta a la coyuntura en la cual se movió. Su predicación era en términos de juicio de Dios y no de Reino de Dios.  Juan Bautista habla de la cercanía de Dios como  ira  inminente,  escatológicamente,  “aparece  como  profeta  que  denuncia  el  pecado  del pueblo; anuncia la venida del Reino de Dios y de su juicio radical y ante ello queda abierta una posibilidad y solo una posibilidad:  la conversión expresada en  el bautismo como perdón de los pecados y realizada en frutos concretos de conversión”128[10]. En medio de la ira de Dios, Juan anuncia una buena noticia: hay salvación y el camino es por medio del bautismo. Toda esta predicación del profeta Juan causó un momento expectante en el pueblo de Israel. Juan va a ser visto por sus contemporáneos como el Mesías esperado; como el liberador que deseaba el pueblo. Sin embargo, él anuncia que su misión simplemente es la de aquel que abre el paso, detrás de él viene uno mayor que su persona, al cual no es digno de desatarle la correa de las sandalias. (Mc 1,7).   Jesús  debió  pertenecer  al  círculo  de  los  discípulos  de  Juan.  Es  más,  históricamente  fue bautizado por el mismo Juan. Esto es importante porque eso nos da una referencia de dónde pudo  tomar  Jesús  algunos  contenidos  sobre  el mensaje  del  Reino  de Dios.  En  este  sentido, desde  la proclamación del Reino de Dios,  Jesús aparecerá,  fundamentalmente, como profeta que  anuncia  la  venida  cercana  de  ese  Reino  de  Dios.  Jesús  se  entronca  en  una  tradición esperanzadora  de  su  pueblo,  participa  de  ésta  y  trata  de  dar  su  gran  respuesta  a  las expectativas  de  sus  contemporáneos.  Por  tanto,  “hay  que  valorar  grandemente  el  mismo hecho de que Jesús participa de la expectativa del Reino, que cree que es posible, que cree que es  bueno  y  liberador”129[11].  Sin  embargo,  su  visión  del  Reino  de  Dios  tiene  algo  propio  y particular  que  es  lo  que  va  a  marcar  la  novedad  de  Jesús.  En  ese  sentido  es  necesario descubrir cuáles fueron las nociones que él tenía sobre el Reino de Dios.  

  

127[9] Ibid., pp. 129-130 128[10] Ibid., p. 132. 129[11] Ibid., p. 135.

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 EL REINO DE DIOS ESTÁ CERCA 

 LAS NOCIONES DE JESÚS SOBRE EL REINO DE DIOS  Para entender mejor  la novedad del Reino de Dios en Jesús de Nazaret, hay que partir de  la solidaridad de Jesús con la esperanza de una humanidad oprimida. Jesús se dejó marcar por toda  la  realidad  de  opresión  de  su  tiempo.  Esta  realidad  lo  configuró  de  tal  forma  que  los pobres de su tiempo lo llevaron a Dios y Dios lo llevó a ellos. Jesús dice que el reino de Dios está cerca  (Mc 9,1), es decir, que él no sólo espera el  reino de Dios,  sino que afirma que su venida es  inminente, que el  reino no debe ser sólo objeto de esperanza,  sino de certeza (Lc 17,21).  Jesús  tiene  la  audacia  de  proclamar  el  desenlace  del  drama  de  la  historia;  la superación, por fin, del anti‐reino; la venida inequívocamente salvífica de Dios.  El reino de Dios es pura iniciativa de Dios, don y gracia. Jesús afirma que el Reino es don y puro don de Dios, no puede ser  forzado por  la acción de  los hombres. Dios viene por amor gratuito.  Pero  esta  gratuidad  no  se  opone  a  la  acción  de  los  hombres.  Las  parábolas  del crecimiento subrayan que el Reino de Dios y su venida definitiva no dependen de la acción de los hombres, pero tampoco se trata de un crecimiento mágico. Y el mismo Jesús, que anuncia la gratuidad del Reino, no deduce de ahí  la  inactividad hacia el Reino, sino más bien realiza una serie de actividades relacionadas con el Reino. Que ésto lo haga porque viene el Reino, y así puede poner esos signos, o para que venga el reino, y así de esa acción de Jesús depende su venida, no se puede dilucidar en pura teoría, pues, existencialmente, está unido en Jesús, pero es decisivo recalcar el hecho mismo: Jesús sirve activamente al Reino. Y por lo que toca al anti‐reino  como  situación  de  injusticia  no  la  tolera,  lo  denuncia  y  actúa  en  contra  de  él.  En  ese sentido a los oyentes, de la venida del Reino les va a exigir conversión (Mc 1, 15). Por tanto, la venida del reino de Dios es algo que por una parte, sólo se puede pedir y, por la otra incide ya sobre esta tierra como la voluntad de Dios que tiene que realizarse. Por lo tanto queda claro, la  absoluta  iniciativa  amorosa  de  Dios,  cuyo  amor  es  gratuito,  que  genera  la  necesidad  y posibilidad de la reacción amorosa de los hombres.   El reino de Dios como eu­aggelion, buena noticia. La venida del reino de Dios es crisis y juicio  sobre  el  mundo  y  sobre  la  historia,  porque  Jesús  va  a  afirmar  enfáticamente  que  la llegada del reino de Dios es lo bueno y lo sumamente bueno. Es, antes que nada, buena noticia. Esto  es  lo  que  revela  cuando  afirma  que  Dios  se  acerca  y  que  se  acerca  porque  es  bueno; apareciendo  Dios,  por  esencia,  como  salvador,  y  su  acercamiento  como  salvación  para  los seres humanos. Los evangelios, la buena noticia es Jesús mismo. Es aquello que Jesús trae: el reino de Dios. Por tanto si ésto es así, el anuncio del reino de Dios no es sólo algo verdadero, sino algo que en esencia debe ser anunciado con gozo y debe producir gozo. En suma, que el Reino de Dios sea eu­aggelion significa que debe alegrar a los oyentes, ya que el Dios del Reino expresa  la  esperanza  real  de  un  pueblo  en  grandes  dificultades  materiales,  sumido  en  una crisis de identidad cultural y política130[12].  La Centralidad de los Pobres en el Reino de Dios. Para entender qué significa que el Reino de Dios tiene un destinatario concreto y que por ello es esencialmente parcial, Sobrino apunta lo siguiente: si el Reino de Dios es buena noticia, sus destinatarios ayudarán esencialmente a  130[12] Ibid., pp.137-142

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esclarecer  su  contenido,  pues  buena  noticia  es  algo  por  esencia  relacional,  ya  que  no  toda buena noticia es buena de  la misma manera para unos que para otros. El amor de Dios que ofrece Jesús es  igual para todos. Él, en  la concreticidad de su misión, no cerró sus puertas a ningún hombre o mujer. Al contrario, su praxis y su visión era abarcadora. Era para todos y todas. Sin embargo a la hora de ofrecer el amor de Dios que él expresa no es lo mismo para unos que otros. El no excluía a nadie, pero no es lo mismo no excluir que dirigirse en directo a cierto grupo de personas, y estos son los pobres.  De qué marginados se trata como destinatarios del Reino. La misión de Jesús, el Reino de Dios, está dirigida a los pobres. Para nuestro autor esta clave se ve clara en los evangelios: “Me ha enviado a anunciar a los pobres la buena nueva” ( Lc 4,18). Lo mismo se va a mostrar en la respuesta de Jesús a los enviados de Juan “a los pobres se les anuncia la buena noticia” (Lc 7, 22). Todas estas afirmaciones presentes en el Nuevo Testamento marcan y afirman algo sobre el Reino de Dios. Nos dan una perspectiva, una  clave de  lectura para  comprender mejor de qué trataba la predicación de Jesús y qué significaba para Jesús esto del Reino de Dios. “Son afirmaciones que no están en  la  línea de discontinuidad, como  lo puede estar su audacia de afirmar que el Reino está cerca, sino en la línea de la continuidad, pues están enraizadas en el Antiguo Testamento”131[13]. Relación entre el Reino de Dios y  los pobres que se establece en los evangelios como una relación de hecho, pero más radicalmente aparece como una relación de derecho, basada en la misma realidad de Dios tal como apareció en el Antiguo Testamento. Por  que  allí,  Dios  es  el  que  está  al  lado  del  huérfano  y  de  la  viuda,  al  lado  de  aquél desprotegido y que sus condiciones son precarias haciendo de su vivir un terrible peso.   En  tiempos  de  Jesús  los  pobres  son  los  hambrientos,  los  encarcelados,  los  desnudos,  los forasteros, los enfermos, los que lloran, los que están agobiados por su peso real (Lc 6, 20‐21; Mt  25,  35ss).  Pobres  son  los  que  viven  encorvados  (anawin)  bajo  el  peso  de  alguna  carga; aquellos para quienes vivir y sobrevivir es una durísima carga. Aquellos que se les roba hasta el  mínimo  de  vida;  los  que  están  debajo  de  la  historia  y  los  que  están  oprimidos  por  la sociedad y segregados de ella. Son los cercanos a la muerte lenta de la pobreza, para quienes sobrevivir es una pesada carga y su máxima tarea, y a la vez, son los privados de la dignidad social y a veces de la dignidad religiosa. Por tanto, Jesús muestra su indudable parcialidad, con lo que se entronca a lo que hoy se le llama opción por los pobres.    En  este mismo  sentido,  nuestro  autor,  hace  una  breve  caracterización  de  los  pobres  como grupo  social  en  tiempos  de  Jesús:  Ante  todo  habían  pobres  en  plural.  Una  realidad,  ya  sea grupo o  clase,  colectiva o masiva,  y  caracterizada  suficientemente en  términos históricos. A esos  grupos  o  colectividad  de  pobres,  en  primer  lugar,  hay  que  decir  que  son  económico‐sociológicamente  pobres.  Y  en  segundo  lugar,  son  los  dialécticamente  pobres.  En  los evangelios se habla de pobres y ricos como grupos diferentes y contrarios. Pues bien, de esos pobres Jesús dice que es el Reino de Dios. Aquellos para quienes es sumamente difícil dominar lo  fundamental  de  la  vida;  aquellos  que  viven  en  el  desprecio  y  la marginación.132[14]  Si  los pobres,  así  entendidos,  son  los  destinatarios  del  Reino,  entonces,  desde  ellos  se  puede comprender mejor también en qué reino pensaba Jesús. Es un Reino formalmente parcial y un Reino cuyo contenido fundamental es la vida y dignidad de los pobres.   131[13] Ibid., p.143. 132[14] Ibid., pp. 146-1147

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LA PARCIALIDAD DEL REINO DE DIOS  El Reino de Dios es una realidad escatológica universal. En él  pueden entrar  todos, pero en directo el Reino es únicamente para  los pobres. Y eso es así por opción. El Dios que se nos muestra en el Antiguo Testamento es un Dios que se muestra a favor de los que más sufren. En esta misma perspectiva, en el acontecimiento fundante del Antiguo Testamento, el éxodo, Dios se muestra parcial hacia un pueblo oprimido. Es a él y no a todos al que se revela y libera. Esta  parcialidad  es  ahora  mediación  esencial  de  su  propia  revelación.  Por  tanto  es  en  y  a través de su parcialidad hacia los oprimidos como Dios va revelando su propia realidad. En el tiempo de Jesús el anuncio de la buena noticia a los pobres sacude y conmociona los cimientos de la religión judía, mostrando la gratuidad de Dios en ese mundo que ideologizaba la riqueza. El  escándalo  de  los  que  no  son  pobres  va  a  ser  una  prueba  indirecta  pero  eficaz  de  que  el Reino de Dios es para los pobres por el mero hecho de serlo, y que Dios se revela, según su propia realidad, como parcial hacia ellos. Así pues, dice nuestro autor, esta parcialidad de Dios se vuelve una constante de su revelación. En ella se opta por unos a diferencia de y en contra de otros. Es una parcialidad dialéctica, y de ahí, la tipificación frecuente de dos tipos de grupos o de seres humanos: unos aceptados por Dios y otros rechazados por Dios.   El  Reino  de Dios  como  Reino  de  vida mínima.  Si  el  Reino  de  Dios  es  para  los  pobres, entonces, por su misma esencia, tiene que ser, como mínimo, un reino de vida, y de esta forma es  como aparece en  Jesús. Para  Jesús  la pobreza es  contraria al plan original de Dios,  es  su anulación. Con la pobreza, la creación de Dios aparece como viciada y aniquilada. La vida que traerá Jesús va más allá del hecho primario de sobrevivir, pero incluye este hecho como algo esencial. No hay duda que Jesús hace defender la vida de los pobres en cuanto hecho primario de vivir. Defensa que expresa la voluntad primigenia de Dios. Este hecho mismo se expresa, en la compresión que Jesús hace de la ley de Israel. Para Jesús está es expresión de la primigenia voluntad  de  Dios.  En  los  evangelios  son  pocos  los  pasajes  en  que  Jesús  menciona  la  Tora escrita,  pero  cuando  lo hace  la presenta  como  la última voluntad de Dios.  “Y  curiosamente, pero lógicamente, se concentra en su segunda parte, es decir, en aquellos mandamientos que se refieren al prójimo y aseguran la vida. (Cfr. Mc 10, 19; 7,10; Mt 15,4)”133[15].   Por tanto, Jesús fue un inconformista con respecto a la ley, porque cuando lo que está en juego es la defensa de la vida primaria, lo más específico de la ley, es defender ésta sin vacilar. Por eso Jesús, también, va a condenar a los escribas ya que su interpretación de la ley va atentar contra la vida humana. Por tanto, todas aquellas tradiciones humanas que van en contra de la vida humana no son expresión de la voluntad de Dios.   Recapitulando,  el Reino de Dios debe,  entonces,  incluir  como mínimo,  lo que es un máximo para los pobres la vida. Para quienes, hoy como ayer, tienen ya la vida asegurada, no parece ser esto una inesperada utopía, pero para los pobres lo es. Para los pobres que no dan la vida por supuesta nada hay de esotérico ni misterioso en que el Reino de Dios ofrezca ese mínimo. Y tampoco lo es para Dios, pues se trata de que llegue a ser realidad el mínimo de su creación.   La  Liberación  de  los  pobres  como  buena  noticia  del  Reino  de  Dios.  La  primera consecuencia  importante,  es  que  la  liberación  de  la  que  Jesús  habla  en  Lucas  incluye  la liberación de la miseria material. Y la segunda conclusión es que las buenas realidades es lo  133[15] Ibid., p. 152.

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que los pobres necesitan y esperan. Se trata, reflexiona nuestro autor, lo que el sentido común nos advierte: que anunciar una buena noticia a los pobres de este mundo, no puede ser cosa sólo de palabras, pues hartos y desengañados están de ellas. Buenas realidades es lo que los pobres necesitan y esperan. De allí que la buena noticia sólo será buena en la medida que eso sea una realización en la vida de los pobres. De esta manera toda la práctica de Jesús va una señal concreta de que el Reino de Dios es buena noticia para los pobres.   LOS MILAGROS SIGNOS LIBERADORES DEL REINO DE DIOS  Las  teologías  aceptan hoy que el Reino es una  realidad a  la  cual hay que  corresponder  con esperanza.  Si  el  ser  humano  no  fuera  un  ser  de  la  esperanza  simplemente  no  podría comprenderlo. Sin embargo, esa esperanza sería una mera expectativa de la venida del Reino si  no  la  acompaña  una  práctica.  Es  importante  averiguar  qué  tipo  de  esperanza  tenía  y generaba  Jesús,  si  es  expectante  y  activa.  En  los  evangelios  sinópticos  queda  reflejado  que Jesús fue un ser humano que actuó. Es decir, Jesús hizo cosas concretas de cara al Reino. De hecho los evangelistas marcan esto desde los inicios de su vida pública: “Jesús recorrió toda Galilea, predicando en las sinagogas y expulsando demonios” (Mc 1, 39). “Jesús curó a muchos que adolecían de diversas enfermedades y expulsó demonios”  (Mc  1,34; Mt 8, 16; Lc 4,4ss). Jesús anunció el Reino e hizo muchas cosas con relación a él. Es decir,  Jesús no sólo esperó pacientemente a que Dios actuara portentosamente para cambiar la historia que lo rodeaba. Al contrario, el anuncio del Reino conllevaba a Jesús a una actividad concreta, la cual fue vista como la señal de que el Reino se estaba realizando en su momento histórico. Por tanto, para la hermenéutica esto significa que el Reino no es sólo un concepto “de sentido”, en este caso, de esperanza, sino también un concepto “práxico”, que connota la puesta en práctica de lo que se comprende en él, es decir, la exigencia a una práctica para iniciarlo, y, al hacerlo, genera una mejor comprensión de lo que es el Reino.   Los milagros tienen una gran importancia para Jesús. El mismo se los atribuye, de allí que diga “yo  expulso  demonios  y  llevo  a  cabo  curaciones  hoy  y mañana”  (Lc  13,  22).  Es  importante dilucidar  qué  dicen  los  milagros  del  Reino.  Qué  perspectiva  nos  dan.  Hacia  dónde  nos encaminan. En último término se trata de evitar malos entendidos en torno a los milagros tan conflictivos en el hoy. Es necesario tomar en cuenta un primer mal entendido que viene de la concepción moderna occidental entorno a los milagros. Esta, “ve la formalidad del milagro en el  hecho  mismo  de  la  violación  de  la  naturaleza,  y  como  expresión  de  un  poder  supra‐natural”134[16]. Esta concepción choca con la idea misma de milagro en sentido bíblico, porque, para  el  judío  la  naturaleza  no  es  un  sistema  cerrado  y,  por  ello,  los  milagros  no  eran importantes por lo que tuvieran de supra‐natural, sino por lo que tenían de poderosa acción salvífica de Dios. Por eso en los relatos evangélicos para describir los milagros nunca se usa el termino griego teras, que hace referencia a lo portentoso del milagro. En su lugar se usan los términos  semeia  que  se  traduce  como  signo,  lo  cual  se  atribuye  al  acontecimiento  de Dios. También se usa dymanis que son actos de poder y por último erga haciendo referencia a las obras de Jesús. Él no aparece como un taumaturgo de su época. Sus acciones iban más allá de ésto. Quieren demostrar la cercanía amorosa de Dios que viene liberando de la opresión a los oprimidos de su tiempo.  Un segundo mal‐entendido, es considerar los milagros con relación a Jesús como reveladores  134[16] Ibid., p. 159.

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de  su  poder  supra‐natural  y  en  consecuencia  de  su  ser  divino.  Esto  no  es  así  porque  los milagros están con relación al Reino. Ellos son signos del Reino. Se trata de signos que quieren mostrar  la  real  cercanía  de  Dios  a  los  últimos,  y  por  tanto  son  generadores  de  esperanza. Quieren  ser  los  clamores  que  ponen  en  dirección  correcta  lo  que  será  el  advenimiento  del Reino. En ellos  se quiere presentar  toda  la  fuerza que representa el Reino de Dios. Quieren marcar el hito de la nueva humanidad que Jesús enmarca en el Reino de Dios. Estos signos no son  solo  beneficios,  dirá  nuestro  autor,  sino  son  liberadores.  Los milagros  ocurren  en  una historia en la que se da la lucha entre Dios y el maligno porque para la mentalidad judía las enfermedades significaban estar bajo el dominio de demonios. Los milagros son un no a esa opresión. Marcan ese tinte liberador en contra de alguien o algo que se oponga al Reino. Es un enfrentamiento contra el anti‐reino. De esta manera  los milagros generan esperanza y gozo porque expresan que  las  fuerzas opresoras que quitan  la dignidad a  los  seres humanos son vencidas.  Estas  pueden  ser  derrotadas  y  por  eso  en  Jesús  los  milagros,  formalmente  son signos  del Reino. Marcan  el  acercamiento de Dios‐Padre‐misericordioso,  cerrarse  a  ellos  es cerrarse a Dios mismo que viene a nuestra historia a liberar.  Al enfrentar la realidad de los milagros es importante abrirse a una comprensión más general del concepto de salvación, que no se limita al hecho sólo de salvar de los pecados. Se trata de entender desde  los pobres  la realidad soteriológica de  la praxis de  Jesús. Son  los pobres  los que  necesitaban  la  salvación  de  sus  innumerables  males  cotidianos.  Ellos  son  los  que entendieron  los  milagros  de  Jesús  y  no  los  grupos  apocalípticos  que  esperaban  prodigios portentosos  como  señales  de  la  venida  del  Reino.  En  la  compresión  de  los  milagros  se presenta  una  dificultad  en  la  interpretación  cuando  después  de  la  resurrección  los evangelistas entienden la salvación simplemente como un romper con el pecado para entrar en una mejor relación con Dios.   “El  término  de  salvación  se  absolutizará  y  se  presentará  como  una  realidad  indivisible  y escatológica, expresada en singular:  la salvación (de los pecados)”135[17]. Sin embargo, en los evangelios  la  salvación  no  aparece  así,  sino  al  contrario,  aparecen  un  sinnúmero  de salvaciones plurales con las que Jesús quiere expresar la Buena Nueva del Reino de Dios para los  pobres.  Son  salvaciones  de  la  vida  cotidiana  las  cuales  quieren  devolver  dignidad  a  los excluidos de su tiempo que bajo el régimen legalista de los dirigentes religiosos de su época marginaban,  oprimían  y  hasta  se  aprovechaban  de  ellos  haciendo  más  pesada  su  vida.  Por tanto,  los  milagros  de  Jesús  son,  antes  que  nada,  signos  liberadores  del  Reino.  La  mejor manera de comprenderlos es situarse en el lugar histórico de aquellos que se sienten y están anhelando la salvación de los diversos males que los oprimen en la sociedad.  Es importante descubrir que los milagros muestran una dimensión de Jesús: la misericordia. Los  milagros  no  nos  muestran  tan  sólo  el  poder  sobrenatural  de  Jesús,  sea  cual  fuere  su capacidad para realizar curaciones, sino nos ponen en relación con lo profundamente humano de él, a saber, su reacción ante el dolor de los pobres y los débiles. “Repetidas veces se dice en los sinópticos que Jesús sintió compasión y misericordia ante el dolor ajeno, sobre todo de las mayorías  sencillas  que  le  acompañaban”136[18]  Es  decir,  Jesús  no pasaba desapercibido  ante tales sufrimientos, sino que los hacía vida en su vida y eso lo ponía en acción, mostrando así el Dios‐Padre, del Reino de Dios que quiere la vida para todos sus hijos e hijas. Esta misericordia  135[17] Ibid., p.161. 136[18] Ibid., p.161.

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ayuda a explicitar mejor lo más profundo de los milagros. “Jesús aparece como quien se siente profundamente conmovido por el dolor ajeno, reacciona ante él salvificamente y hace de esa reacción  algo  primero  y  último,  criterio  de  toda  su  práctica”137[19].  Esta  realidad  del  dolor externo penetra en  lo más hondo de  Jesús, y por ello, reacciona con ultimidad desde  lo más profundo de él. Por eso, la misericordia de Jesús no es un mero sentimiento sino que es una reacción‐acción ante el dolor ajeno que tenía frente a él. La misericordia fue una actitud y una práctica fundamental de Jesús que tiene que ver con lo último y, por lo tanto, con Dios. Es algo teologal, no simplemente ético.   El valor permanente de  los milagros de  Jesús estriba en que son expresión de misericordia. Los  milagros  son  signos  poderosos  que  surgen  del  dolor  ante  el  sufrimiento  ajeno  y, específicamente, de las mayorías que le rodeaban. El autor nos hace una última precisión de cara a los milagros de Jesús. Jesús no actúa sin más, más bien “se mostró reticente a aparecer como  taumaturgo  profesional”138[20].  Se  nota  en  que,  con  frecuencia,  las  escenas  de  los milagros están relacionadas con la fe de aquellos que son curados. A veces, la fe se exige como condición para el milagro: “no temas, solamente ten fe” (Mc 5, 36). La fe en Jesús no tiene que ver nada con aceptar verdades doctrinales, sino que tiene que ver con Dios y de una manera bien precisa. Es  la aceptación y el hondo convencimiento de que Dios es bueno para con  lo débil y que su bondad puede y triunfa sobre el mal. La fe tiene su propio poder, a través de ella  el  mismo  ser  humano  queda  transformado  y  potenciado.  Quien  llega  a  hacer  el  acto fundamental de fe en la bondad de Dios ha cambiado radicalmente, está poseído de un poder de índole distinta a cualquier otro poder, y es un poder eficaz. La fe tiene que ver con el mismo Jesús, pues es él quien la posibilita. De él se dice que sale una fuerza que es en los sinópticos los primeros indicios de la realidad del Espíritu que contagia y que puede hacer cambiar a los hombres.  “La  fe  es  en  un  Dios  quien,  al  acercarse,  hace  crecer  en  nuevas  las  posibilidades activamente negadas en la historia a los pobres. Es fe que supera el fatalismo. Es fe en un Dios del reino en contra de los ídolos del antirreino”139[21].  La  Victoria  del Reino  de Dios:  Expulsión  de Demonios. Otro  punto  en  la  presentación sobre la praxis de Jesús es el tema de la expulsión de demonios como la victoria del Reino de Dios. En el Antiguo Testamento y en tiempos de Jesús existía la convicción de que el mundo estaba poblado por fuerzas desconocidas y dañinas se hacían muy presentes en la vida de los seres humano. Se trataban de fuerzas “poderosas” que paralizaban a las personas y las hacían socialmente  indeseables.  “Estas  fuerzas  actuaban  sobre  todo  a  través  de  la  enfermedad  y especialmente de  las enfermedades de tipo psíquico, de tal manera que  los demonios real y totalmente poseían a sus víctimas”140[22]. De  la misma manera  Jesús va a afirmar que el mal tiene  gran  poder  ante  él  los  hombres  se  sienten  indefensos  e  impotentes.  Pero,  Jesús transforma la visión demonológica al hacer ver que esas fuerzas superiores al hombre no son superiores a Dios ni más fuerte que Dios sino al contrario están bajo su dominio. La esclavitud al maligno no es el destino último del  ser humano,  la  liberación es posible. La actuación de Jesús  es  la  respuesta  a  la  apremiante  pregunta  de  la  gente  sencilla  por  la  posibilidad  de  la superación  del  maligno.  Sus  acciones  van  a  mostrar  que  ha  comenzado  la  eliminación  del maligno  y  el  fin  de  las  tribulaciones  está  cerca.  Desde  este  punto  de  vista  se  ve  mejor  el acercamiento  del  Reino  de  Dios  que  proclamó  Jesús.  Es  su  Buena  Nueva.  Veamos  la  137[19] Ibid., p. 162. 138[20] Ibid., p. 164. 139[21] Ibid., p. 166. 140[22] Ibid., p. 167.

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profundidad de  lo que nos quiere decir  la expulsión de demonios. Nos encontramos ante  la cercanía del Reino de Dios, pues la llegada del Reino de Dios no es sólo benéfica sino también liberadora. La cercanía de Reino marca esta lucha duélica entre lo que es Reino y anti‐rreino como dos  realidades  formalmente excluyentes. La exclusión  se expresa en  la  interpretación que se hace de su propia venida de Jesús: o proviene de Dios o de los demonios. Jesús revela claramente su venida: el expulsa los demonios en nombre de Dios. Para sus adversarios, sin embargo, Jesús lo hace en nombre del demonio, él mismo está endemoniado. (Mt 12, 24; Jn 7, 20).  “Lo que  la expulsión de  los demonios esclarece, entonces,  es que  la venida del reino es todo menos  pacífica  e  ingenua.  Acaece  contra  el  anti‐reino  y,  por  ello,  su  advenimiento  es victoria y que la práctica de Jesús, al mismo tiempo, es lucha”141[23].   La Liberación de la marginación y de sí mismo: acogida a los pecadores. Un hecho más que revela  la  praxis  de  Jesús  fue  la  acogida  a  los  pecadores.  En  los  evangelios,  Jesús  aparece  con frecuencia  relacionándose  con  pecadores  o  con  personas  tenidas  por  tales  en  la  sociedad religiosa de su tiempo. Para el propósito que compete al Reino de Dios. Una de las actitudes de Jesús fue el de acoger a los pecadores y no mostrarse como juez severo y castigador. “Él muestra directamente  su  tierna  y  cariñosa  “acogida”  a  los  pecadores”142[24].  Desde  un  punto  de  vista histórico, más bien debe hablarse de acogida a los pecadores que de perdón de los pecados. Otra cosa  importante que nos marca todo esto, es que  Jesús no va a aparecer directamente, como “confesor absolvente” de pecados. Lo que Jesús va a hacer con el pecador es acogerlo, amarlo, sentir compasión de él y devolverle dignidad. Jamás se va a mostrar con una actitud negativa de rechazo, muy al contrario trata de demostrarle que el Dios suyo no es el castigador y marginador sino el Dios del amor a sus hijos. Con  todo esto  lo que  Jesús está anunciando es  la venida del Reino de Dios.  Por  tanto,  la  acogida de  Jesús  a  los  pecadores  debe  ser  comprendida  como un signo de  la  venida del Reino  y  no  como otra  forma de mostrar  el  poder  (divino)  de  Jesús.  La venida del reino es buena noticia para el pecador. De ahora en adelante el miedo no es la palabra última  para  ellos  sino  la  acogida  absorbente  y  amada  de  Dios‐Padre‐Misericordioso.  Es necesario comprender la profundidad de toda esta acción de Jesús.   Empecemos por ver quién es pecador para Jesús. En el tiempo de Jesús pecador es el que, en lenguaje  actual,  podemos  denominar  el  “opresor”.  Se  trata  de  aquél  que  vive  en  un endiosamiento tal que se siente por encima de  los demás. Cree que con lo que “es” o  lo que “tiene”  es  capaz  de  pasar  por  encima  de  los  demás  y  aplastarlos.  Por  eso,  “su  pecado fundamental consiste en oprimir, poner cargas intolerables, practicar  la  injusticia”143[25]. Por otra parte, tenemos al pecador “por debilidad” o como el “tenido legalmente por pecador”, de acuerdo  a  la  religiosidad  vigente.  Este  es  aquél  que  descubre  la  fragilidad  de  su  condición humana  y  vive  en  una  actitud  pasiva  ante  ella  y  se  deja  arrastrar  por  ella.  En  general  vive esclavo de sus pasiones y gustos. Su sentido de  libertad es el  de  libertinaje. No es  capaz de tomar una actitud crítica ante sí mismo y tomar opciones que le integren en su vida. Entonces, la  pregunta  sería  cuál  es  la  actitud  de  Jesús  ante  estos  dos  casos.  Es  llamativo  ver  cómo  el propio Jesús toma diferentes posturas. A los primeros Jesús exige una conversión radical, se trata  de  “un  activo  dejar  de  oprimir.  Para  éstos,  la  venida  del  Reino,  pasa  por  la  exigencia radical de dejar de oprimir”144[26]. En cambio, a  los  segundos,  la exigencia de conversión de Jesús  es  distinta.  En  general,  se  trata  de  “la  aceptación  de  que Dios  no  es  como  se  los  han  141[23] Ibid., pp. 169-170 142[24] Ibid., p. 170 143[25] Ibid., p. 172. 144[26] Ibid., p.172.

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introyectado  sus  opresores  y  la  religiosidad  imperante,  sino  que  es  verdadero  amor”145[27]. Dicho de mejor manera, en lenguaje de Sobrino: El Dios que se acerca es un Dios amoroso, con más  ternura que una madre, que quiere acoger a  todos aquellos que piensan que no pueden acercarse a él por su pecado. Es un Dios que sale al encuentro del pecador, porque la venida del Reino es buena noticia146[28].   Por tanto, con la venida del Reino de Dios el trágico descubrimiento de la pecaminosidad va acompañado  simultáneamente  de  la  acogida  y  del  perdón.  La motivación  que  da  Jesús  a  la conversión es la increíble bondad de Dios. Es el Dios que con su amor misericordioso acoge a sus  hijos  y  les  muestra  su  amor  de  Padre.  Si  los  milagros  y  expulsión  de  los  demonios expresan la liberación del mal físico y del poder del mal,  la acogida expresa la liberación del pecador de su propio principio interior de esclavitud. Se trata de la gracia misericordiosa del Dios‐Padre  que  lo  libera.  Ese  amor  incondicional  que  se  hace  vida  en  el  ser  humano acogiéndole como su hijo y devolviéndole su dignidad perdida por el pecado.   Ante  este  amor  desbordante  el  ser  humano  responde  agradecido  y  cambia  su  vida:  de explotador  pasa  a  servidor;  de  la  entrega  a  la  pasión  desenfrenada  pasa  a  la  libertad  para amar a  los otros. En  fin,  su vida se vuelve una propuesta para  los otros, un  testimonio y un testigo  de  lo  que  Dios  ha  hecho  en  él.  Dicho  de  otra  manera,  la  acogida  al  pecador  va  a expresar amistad de Jesús. Este signo, primigeniamente humano de acercarse,  libera porque en sí mismo supera la separación y la oposición. Este signo no va a pasar desapercibido por los  seguidores  del  anti‐reino.  En  Jesús,  la  acogida  a  los  pecadores  va  a  causar  escándalo porque Dios ofrece su gracia a aquellos que eran tenidos como los “últimos”, los indignos de recibir tal regalo. “Esa nueva imagen de Dios es lo que va a causar escándalo porque con ella se derrumba lo más sagrado: el cumplimiento de la ley como aquello a lo que Dios reacciona en  justicia”  147[29].  Jesús  no  desenmascara  sólo  eso  en  general,  lo  que  está  detrás  del injustificado escándalo es el descubrimiento de quién es el verdadero pecador y quién no lo es, pues es ésto lo que revela la cercanía de Dios para con unos y la lejanía para con los otros. Pues ser revela aquí el pecado fundamental que es la autosuficiencia ante Dios. Se trata de no aceptar  ser acogido por Dios y despreciar a  los demás. De esta manera  “La parcialidad y  la gratuidad de Dios va a causar escándalo, porque conmociona la sociedad religiosa oficial, pero ésa es también la forma que tiene Jesús de decir que el Reino de Dios se acerca como buena noticia”148[30].  LAS PARÁBOLAS DEL REINO DE DIOS  La  práctica  de  los  milagros,  de  la  expulsión  de  demonios  y  la  acogida  a  los  pecadores representan los hechos de Jesús. A esto hay que añadir los “dichos”, su práctica de la palabra. Lo fundamental de éstas son el mismo anuncio de la venida del Reino, lo que Jesús acompañó con muchas otras palabras: enseñanzas, exigencias, oraciones, discursos apocalípticos… Con las parábolas Jesús quiere esclarecer y profundizar elementos importantes del Reino de Dios. En ese sentido entiende a las parábolas como relatos basados en hechos de la vida cotidiana que  se  comparan  con  el  reino  aunque  no  lo  definan.  El  contenido  de  esos  relatos  es  de  tal naturaleza que la interpretación del hecho relatado queda abierta y exige, por su naturaleza,  145[27] Ibid. 146[28] Ibid., p.172. 147[29] Ibid., p. 174. 148[30] Ibid., p. 175.

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una toma de postura en el oyente. Es un relato, por  lo tanto, cuyo significado permanece en suspenso hasta que el oyente se decide. Su mensaje central es el anuncio y la práctica de Jesús: el Reino de Dios se acerca a los pobres y marginados, es parcial, y por ello, causa escándalo. Las parábolas retoman ese mensaje central de Jesús y lo que cambia es el auditorio. El modo de presentar lo central de ese mensaje, irá variando de acuerdo al auditorio al cual se dirige. Unas veces son sus adversarios otras veces los pobres. “A sus adversarios les dice que Dios es parcial, rico en misericordia,  tierno y amoroso con los pobres  y pequeños”149[31]. El mensaje fundamental es que Dios es así, y por eso, los pobres y pecadores pueden esperar a ese Dios con gozo y sin miedo.  Jesús con estas parábolas sale en defensa de los pobres y justifica su propia actuación parcial a  favor  de  ellos.  Jesús  justifica  en  las  parábolas  la  parcialidad  del  reino  afirmando simplemente que Dios es así. Esta es simplemente  la  justificación del evangelio: así es Dios, tan bueno. Con esto Jesús defiende su propia actuación. A través de este mensaje sumamente positivo,  nuestro  autor  expresa,  que  Jesús  desenmascara  también  la  hipocresía  de  sus adversarios, pues sus parábolas son fuertemente criticadas. Con frecuencia Jesús contrapone en sus parábolas dos tipos de personas y sus adversarios tienden a identificarse con uno de ellos produciéndoles una fuerte crítica en ellos.   Junto al mensaje central de la cercanía del Reino las parábolas tienen otro elemento del reino de Dios con carácter de crisis. No puede ser que el reino de Dios se acerque y todo siga igual. El tiempo apremia y hay que hacer algo. La conclusión es clara: ante la inminente venida del reino tienen que hacer producir sus talentos no sea que cuando el Señor vuelva los aparte de sí y les señale su suerte entre los hipócritas. Así todas estas parábolas recalcan que la venida del reino es también crisis. “Son una sacudida a las conciencias: hay que reaccionar a tiempo. Jesús proclama la exigencia fundamental ante el reino que llega: hay que ser misericordiosos con  el  necesitado”150[32].  La  venida  del  Reino  de  Dios  es  buena  noticia,  y  por  ello,  es incompatible con la tristeza. Más aún, el Reino de Dios tiene que ser celebrado con gozo, pues rara buena noticia sería si no llevase a ello. Eso es lo que muestra Jesús, especialmente en las comidas  otorgándole  especial  importancia  en  su  propia  vida:  come  con  pecadores  y despreciados. Las comidas son signos de la venida del reino y de la realización de sus ideales: liberación, paz, comunión universal. Comunión, por fin, de toda la familia humana que celebra ese hecho con gozo.   Pero, como también “la celebración del reino se hace en contra del anti‐reino, Jesús concede gran importancia a que estén a la mesa aquellos a quienes habitualmente el anti‐reino separa de ella. Y por eso  las comidas de  Jesús son signos  liberadores  a quienes por siglos se  les ha impedido comer juntos, ahora comen juntos”151[33]. Como constante simplemente el autor nos presenta también aquí la reacción del anti‐reino. En lugar de convertirse en gozo para todos, también  sus  adversarios,  tergiversan  profundamente  la  alegría  de  comer  juntos  y  acusan  a Jesús de “comilón” y bebedor y amigo de publicanos y pecadores (Mt.11, 19). Sus adversarios están absolutamente ciegos al Reino de Dios. “Que los pobres estén a la mesa, ése es el gran gozo de Dios y eso es lo que hay que celebrar sobre esta tierra. Si el gozo de Dios y el gozo de los pequeños son  incapaces de conmover el  corazón de piedra, es que no habrá corazón de 

149[31] Ibid., p. 178. 150[32] Ibid., p. 180. 151[33] Ibid., p. 182.

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carne, y nada se habrá entendido del Reino de Dios”152[34]. La celebración del Reino de Dios es la gran expresión de que ya ha llegado algo de él.  Las Parábolas nos dicen que el Reino de Dios está dónde se defiende la vida. Vistas así las  cosas,  se  comprende mejor  la  apasionante  actualidad  que  entraña  el  mensaje  de  Jesús sobre el Reino de Dios.  Sin  embargo, decir que el Reino de Dios  se hace presente donde se defiende la vida, se dignifica la vida, incluso donde se consigue el disfrute de la vida, sin duda alguna, en una cosa importante y hasta seguramente decisiva. Pero todo esto puede resultar una afirmación demasiado genérica y hasta posiblemente trivial.   Este fue un recurso de Jesús para tratar de explicar con mayor claridad qué significaba para él lo del Reino de Dios. En cierto sentido, es una  forma original  de enseñanza de  Jesús con  las cuales quiere mostrar toda la significación y las consecuencias insospechadas que el Reino de Dios  tenía  para  la  vida.  “Con  esto  quiero  decir  que,  para  comprender mejor  el mensaje  del Reino, es indispensable comprender previamente el mensaje de las parábolas. Y esto, no sólo porque  las  parábolas  añadan  “algo  más”  o  sea  un  complemento  necesario  a  la  enseñanza general de  los evangelios, sino ante todo porque precisamente en  las parábolas es donde se encuentra  el  significado  más  profundo  y,  por  supuesto,  el  más  sorprendente  sobre  lo  que representa  el  Reino  de  Dios  para  los  seres  humanos”153[35].  El  centro  de  interés  no  es  el explicar  todas  las  parábolas  evangélicas,  sino  analizar  lo  que  las  parábolas  aportan  a  la relación Reino de Dios y la vida. El primer problema a resolver al estudiar las parábolas es sí Jesús con ellas pretendió “revelar” lo que significa el Reino de Dios o, más bien “ocultarlo”. Lo más aceptable en este planteamiento está en estas dos cosas: Las parábolas tienen, al mismo tiempo,  un  sentido  revelador  y  encubridor.  Es  decir,  aclaran,  para  unas  personas,  lo  que significa el Reino; y ocultan, para otras, ese significado. Más en concreto, las parábolas revelan lo que  Jesús quiere decir,  cuando se está en el  “secreto del Reino”, pero ocultan el mensaje evangélico,  cuando se está enfrentado a  Jesús,  como se ve  claramente en  la parábola de  los viñadores homicidas.    Y que las parábolas se pronunciaron en un contexto polémico. De manera que, para entender el mensaje de las parábolas, es decisivo tener presente este contexto. Lo que ocurre es que en esto está precisamente uno de los problemas más difíciles que se plantea a la interpretación de las parábolas, tal como han llegado hasta nosotros. Porque se pronunciaron en un contexto de enfrentamiento, el  enfrentamiento de  Jesús con  los dirigentes  judíos, pero se  redactaron bastantes años después, cuando ya ese enfrentamiento no existía o existía de una manera muy distinta.  Y,  entonces,  ocurrió  lo  siguiente:  lo  que  originalmente  fue  la  respuesta  a  una situación de conflicto, más tarde se interpretó como exhortación a la práctica del bien. De ahí que,  desde  este  punto de  vista,  no me parece  que  sea  exagerado  afirmar  que  las  parábolas siguen siendo revelación para unos y ocultamiento para otros154[36].      Las  parábolas  expresan  preferentemente  situaciones  de  lucha;  se  trata  también  de justificación, de defensa, de ataque,  incluso de desafío;  las parábolas son armas de combate. Sólo a partir de  la comprensión del Reino de Dios, es como se ha dado el último paso en  la interpretación de las parábolas. “Nos dicen algo nuevo, que no se puede decir sino mediante  152[34] Ibid., p. 183. 153[35] Ibid., p. 144. 154[36] Ibid., pp.145-146

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tales parábolas. Las parábolas no son una mera añadidura o una ampliación al significado del Reino  de  Dios,  tal  como  lo  presenta  la  predicación  general  y  la  actividad  de  Jesús.  Las parábolas nos dicen lo más profundo que se puede decir sobre el Reino, algo que no se podría decir sino mediante las metáforas que, de hecho, son las parábolas”155[37].  La mayor  parte  de  las  parábolas  cuentan  una  historia  que  se  refiere  a  la  vida  diaria.  Pero, cuentan esa historia de tal manera que, en el relato mismo, se produce un corte con lo normal, lo  cotidiano.  Ese  corte  se  presenta  de  tal  forma  que,  en  el  relato,  se  da  “un  elemento  de sorpresa  o  de  estupor,  de  lo  extraordinario”156[38],  que  rebasa  el  realismo  predominante  y llega a otra dimensión de la realidad, a la dimensión estrictamente humana. “Es precisamente en este corte problemático entre las historias de lo ordinario y lo extraordinario, de lo real y lo posible, donde está la clave para entender lo que la parábola nos quiere decir. Y esto es así porque  el  corte  indicado  es  lo  que  hace  posible  y  lo  que  provoca  que  el  contenido  de  la parábola pase a la existencia del oyente”157[39]. Ellas ponen de manifiesto y hacen patente es que lo que tendría que ser lo normal en la vida, nos resulta extravagante. Y lo que tendría que ser cotidiano, ha venido a parecernos sorprendente. “Quiero decir: los seres humanos hemos “organizado”  la  vida  de  tal manera  que  nos  resulta  extravagante  que  un  padre monte  una fiesta por  todo  lo alto para celebrar  la vuelta del hijo, y que se alegre más por recuperar el cariño de su hijo que por  los  trabajos que,  con mentalidad de  jornalero,  le hace el hermano mayor”158[40].   El Reino de Dios, precisamente porque es la defensa de la vida y de los instintos básicos de la vida,  justamente por eso, viene  a poner en cuestión y a  revolucionar  los usos y hábitos que nosotros  hemos  asumido  como  lo  “normal”  en  la  vida,  pero  que,  de  hecho,  son  agresiones constantes que cometemos sin darnos cuenta, todos los días y a todas horas, contra la vida. Y, en ese sentido y por eso mismo, dice nuestro autor, el Reino de Dios es contraste  incesante con la realidad cotidiana que nos rodea y a la que nos hemos habituado, hasta ver semejante realidad como lo que tiene que ser. Y, entonces, “el Reino es el gran relato, la gran metáfora, que apunta, no a lo que es, ni a lo que nosotros imaginamos como lo que tiene que ser, sino a lo que tendría que ser la vida, si es que queremos que sea verdaderamente humana”159[41].  Las parábolas distorsionan o invierten, es decir, la primera cosa que nos cambian, de manera bastante radical, es la “imagen” de Dios. “Lo que cambian es la imagen que, en la vida normal del común de la gente, se suele tener sobre Dios”160[42]. Si algo distorsionan las parábolas de Jesús, es, ante todo, la imagen convencional de Dios, que había en la sociedad de aquel tiempo. En  este  sentido  para  José  María  Castillo  tres  son  los  puntos  de  novedad  que  nos  dan  las parábolas:   1. El Dios que amenaza. Concretamente,  lo primero que tiran por tierra las parábolas es  la imagen  del  Dios  que  “amenaza”,  el  Dios  que  da  miedo,  porque  es  el  Dios  que  va  a  pedir cuentas, exigiendo que cada uno rinda según los “talentos” que ha recibido. Esto se marca en la famosa parábola de los talentos que los evangelios nos marcan (Mt 5, 14‐30; Lc 19, 11‐27). 

155[37] Ibid., p.150. 156[38] Ibid., p.151. 157[39] Ibid., p.151. 158[40] Ibid., p.152. 159[41] Ibid., p. 155. 160[42] Ibdi., p.162.

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Pero  en  lo  que  nadie  piensa  es  en  que  la  perdición  del  que  recibió  un  talento  se  produjo exactamente porque tuvo miedo (Mt 25, 25; Lc19,11). Y  tuvo ese miedo porque  la  idea, que había en su cabeza sobre el dueño de los talentos, es que es “un hombre duro, que siega donde no  siembra  y  recoge  donde  no  esparce”  (Mt  25,24;  cf  Lc  19,21).  Es  decir,  la  clave  de  la parábola está en  comprender que el Dios que asusta y produce angustia,  el Dios exigente y amenazante,  paraliza  la  persona, bloquea  sus posibilidades,  su  creatividad,  su  capacidad de producir. Y todo esto, en definitiva, termina por ser la perdición para el que cree en semejante Dios.    2. El Dios que rechaza al perdido. En segundo  lugar,  las parábolas  también acaban con  la imagen del Dios que rechaza al “perdido”, sobre todo al que se ha perdido por culpa propia. Sin Duda alguna, el Dios en el que creían los escribas y fariseos no tiene nada que ver con el Dios del que habla Jesús. Se trata de dos imágenes de Dios que se contraponen y se excluyen mutuamente. Porque el Dios de los líderes de la religión oficial no tolera al perdido, mientras que  el  Dios  de  Jesús  no  puede  pasar  sin  el  perdido,  de  manera  que  toda  su  alegría  está precisamente en encontrar al extraviado. Esto se marca sobre todo en las tres parábolas con las que Jesús responde al sentirse criticado por sus adversarios. A saber: la oveja perdida ( Lc 15, 47), la moneda perdida ( Lc 15, 8‐10) y el hijo pródigo ( Lc 15, 11‐32).   3. El Dios que paga según los méritos de cada uno. En tercer lugar, las parábolas también acaban  con  la  imagen  del  Dios  que  paga  según  los  “méritos”  de  cada  cual.  Es  la  enseñanza clave que presenta la parábola de los jornaleros (Mt 20, 1‐15). Sencillamente, se trata de que, en este mundo, a cada cual se le paga (y se le tiene que pagar) de acuerdo con los méritos que se ha ganado, según lo que ha rendido. Y la extravagancia de la parábola está en que el Señor de la viña no actúa según el criterio de pagar a cada cual según sus méritos, sino de acuerdo con el principio de relacionarse con todo ser humano a partir de la generosidad. Jesús viene a decir, con esta historia, que el mundo tiene que ser transformado milagrosamente a la luz del amor. Dios no se relaciona con los seres humanos según el principio calculador de los méritos de cada uno, sino desde el principio desconcertante de la bondad que no anda calculando lo que a cada cual le corresponde161[43].  La conclusión que se desprende de  las parábolas es que el Dios del que hablaba Jesús es un Dios que tiene muy poco que ver con el Dios del que suele hablar la gente que, a todas horas, está hablando de Dios. El Dios del que hablaba Jesús es un Dios que apenas se parece al Dios que, con demasiada frecuencias, suelen ofrecer, en su normal discurso, muchos hombres de la religión.  Dios  quiere,  antes  que  ninguna  otra  cosa,  que  cambiemos  radicalmente  nuestra manera de entender la sociedad y las preferencias que normalmente hemos asimilado como lo que tiene que ser. “Y es que, en definitiva, el mensaje de Jesús sobre el Reino es la subversión más  radical  de  lo  que,  en  la  vida  normal,  nos  parece  intocable”162[44].  “Las  parábolas  del Evangelio enseñan una manera de pensar y entender el Reino de Dios tan desconcertante que, a mi manera de ver, nos siguen resultando, en unos casos, sencillamente increíble; y en otros, algo  que  no  se  puede  ni  admitir  ni  tolerar.  Las  parábolas  se  empiezan  a  comprender  en  la medida en que se empiezan a vivir. Porque nos cambian, la imagen que solemos tener de Dios, la forma de entender la religión, los criterios de la moral convencional y las convicciones que 

161[43] Ibid., pp 162-168 162[44] Ibid., p.184.

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alimentamos sobre el orden social establecido”163[45].  

EL REINO DE DIOS COMO PLENITUD DE VIDA  La visión de Reino de Dios que presenta José María Castillo es universal. Él pretende analizar la relación que los evangelios sinópticos establecen entre el Reino de Dios y la Vida. De esta manera argumenta que lo más claro y lo más inmediato es que el Reino de Dios, tal como lo presentó  Jesús,  es  una  realidad  presente  y  operante  en  esta  vida. No  puede  haber  ninguna duda de que Jesús afirmó repetidamente que el Reino de Dios pertenecía a su propio aquí y ahora. “El Reino de Dios llega a los seres humanos, ante todo, como liberación del sufrimiento, de la indignidad y de la muerte”164[46].  La relación directa entre la presencia del Reino y las curaciones, expresamente afirmada por Mateo y Lucas nos van a  ir marcando de  cómo el Reino de Dios  está  vinculado  con  la vida. Especial atención merecen los textos (Cfr. Mt 4, 23; Lc 4, 40 ) en  los que Jesús  les dice a  los discípulos  lo que  tienen que hacer  a  la misión que  les  envía. En esos  textos,  el mandato de “anunciar que ya  llega el Reino de Dios” va unido siempre al de  “curar enfermos”. Es decir, “esas curaciones son los signos que prueban la realidad del Reino de Dios. Un Reino liberador que se hace ya presente en la actualidad. Y se hace presente interesándose por el ser humano en  lo más  básico  y  elemental:  la  curación  de  todo  achaque  y  enfermedad,  devolviéndole  la salud  e  incluso  la  vida”165[47].  En  todo  caso  ya  sea  que  hablemos  de  la  persona,  o  sea  que hablemos de  la salud, en último término,  lo que está en  juego es  la vida humana en toda su plenitud.  Es  indudable  que,  en  la  teología  de  los  evangelios  sinópticos,  el  Reino  de  Dios incluye, como elemento indispensable, la tarea, el empeño y hasta la lucha por asegurar (o por devolver) a las personas la plenitud de la vida humana. Con esto, no se trata de decir que el Reino de Dios se reduzca a eso. “Lo que se quiere decir es que donde no hay empeño y lucha por asegurar (en la medida de los posible) la plenitud de la vida, no puede hacerse presente el Reino de Dios. Lo que Jesús quiere de su comunidad de discípulos es que defiendan la vida y alivien el  sufrimiento de  los  seres humanos”166[48].  Es  la  señal que  Jesús presenta de que el Reino de Dios ya ha llegado: él expulsa los demonios con el poder de Dios. (Crf. Mt 12, 8; Lc 11, 20). Cosa que se entiende porque el enfermo, en el tiempo de Jesús, era una persona que, no sólo sufría en su cuerpo, sino que, además era vista como un ser contagiado por  influencias demoníacas. Sin embargo, el problema se agudiza porque  la vida del enfermo es vista como indigna. “En efecto, según las tradiciones de los pueblos del Oriente antiguo, las enfermedades se interpretaban de acuerdo con la valoración de carácter sagrado, concretamente en relación con el pecado y, por tanto, como maldición divina”167[49].  Un segundo punto es el mensaje de las Bienaventuranzas. Jesús va a declarar dichosos a “los pobres”, “los que tienen hambre”, “los que lloran”( Cfr. Mt 5, 12; Lc 6, 20‐23) y lo decisivo de esta promesa incondicional es la salvación dirigida a estas personas. A todos éstos que viven situaciones desesperadas (pobreza, hambre y sufrimiento) se les dice que de ellos “es el Reino de Dios”, por eso  la  salvación,  es decir,  la  solución brilla ya y  se hace ya  realidad para esas personas en la dedicación de Jesús para estos desclasados, en su convivencia con ellos y en la  163[45] Ibid., p.189. 164[46] José María Castillo, El Reino de Dios por la vida y la dignidad de los seres humanos, Desclée de Brouwer editores, Bilbao 1999, p. 65 165[47] Ibid., p.67. 166[48] Ibid., p. 67. 167[49] Ibid., p. 72.

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alegría  experimentada  por  el  gozo  del  amor  de  Dios.  “La  consecuencia,  que  obviamente  se deduce de todo esto, es que el Reino de Dios se hace presente, no sólo dando vida a  los que carecen  de  salud  y  dignidad  (enfermos  y  endemoniados),  sino  además  cambiando  las situaciones sociales desesperadas que se  traducen en pobreza, hambre y  sufrimiento”168[50]. Por tanto, si lo más importante y lo más grande que nos ha dado Dios es la vida, el Reino de Dios  tiene  su  centro  en  esta  vida.  Sin  embargo,  en  los  círculos  de  reflexión  teológica  se  ha planteado la pregunta de cuando este Reino de Dios alcanzará su plenitud. Ahora bien, Castillo responde de esta manera: “a mí me parece que esta pregunta sobre cuándo se realiza el Reino de Dios, en el  fondo, nos remite a  la cuestión de  la vida en  la que  se realiza el Reino. Y, como acabamos de ver, el Reino se relaciona, ante todo, con la vida. La realización es la realización de la  vida. Yo  creo que  esta  complicada discusión deja de  tener  sentido  en  cuanto  caemos  en  la cuenta de que la relación más directa e inmediata del Reino es con “esta” vida” 169[51].  LA CENTRALIDAD DEL REINO DE DIOS EN JESÚS DESDE LOS EVANGELIOS  El  fundamento principal de esta visión de Reino de Dios de nuestro autor está en  la vida de Jesús  de  Nazaret.  Desde  Jesús  podemos  encontrar  las  claves  para  comprender  mejor  el significado  del  Reino  de  Dios.  Y  eso  es  así  porque  para  Jesús  el  centro  de  su mensaje  fue precisamente el Reino de Dios. Es  la recapitulación o compendio del mensaje evangélico. Es elocuente  la  frecuencia  y  la  importancia  que  los  mismos  evangelios  dan  a  este  asunto.  El evangelio de Marcos resume así el mensaje de Jesús en Galilea:  “Se ha cumplido el plazo, ya llega el Reino de Dios. Convertíos y creed la buena noticia”. (Mc. 1,15).   El sumario que presenta el evangelio de Mateo viene a decir que Jesús recorría Galilea entera, enseñando  en  aquellas  sinagogas,  proclamando  la  buena  noticia  del  Reino  y  curando  todo achaque y enfermedad del pueblo (Mt  .4,23). Por último, en el evangelio de Lucas,  resumen muy  bien  lo  mismo  que  afirman  Marcos  y  Mateo:  también  en  otros  pueblos  tengo  que anunciarles el Reino de Dios, porque para eso he sido enviado. Este fue caminando de pueblo en pueblo y de aldea en aldea proclamando la buena noticia del Reino de Dios. (Lc. 4,42; 8, 1‐3).  De  esta  manera  “lo  primero  que  se  puede  decir,  es  que  los  tres  evangelios  sinópticos, cuando  quieren  presentar  en  pocas  palabras  lo más  esencial  de  la  predicación  y  la  vida  de Jesús, lo resumen en la fórmula el Reino de Dios”170[52].   Es verdad que, en esta fórmula, la palabra “Dios” está en genitivo. Y, según dicen los expertos, se trata de un genitivo explicativo, de manera que el Reino de Dios se identifica con Dios, bajo un  punto  de  vista:  el  de  la  actuación  de  Dios  en  el mundo.  Pero  lo  que  ahora  “se  trata  de recalcar  es  que,  para  Jesús,  incluso  “Dios”  es  visto  dentro  de  una  totalidad más  amplia:  el Reino de Dios”171[53]. Lo cual significa que lo central, en el mensaje de Jesús, no es Dios, sino las mediaciones en las que los seres humanos podemos encontrar a Dios y a Jesucristo. Dicho de otra manera,  “lo que  Jesús quiso dejar  claro,  antes que nada, es dónde y  cómo podemos nosotros  encontrar  al  Dios  que  el  mismo  Jesús  nos  vino  a  revelar.  Porque  el  verdadero problema, cuando está en juego el asunto de Dios, no consiste en tener unas ideas muy claras sobre  Dios  y  sobre  Jesús,  sino  encontrar  al  Dios  de  Jesús  donde  ese  Dios  está  realmente  y 

168[50] Ibid., p. 71. 169[51] Ibdi., p. 74. 170[52] Ibid., p. 29. 171[53] Ibid., p. 30.

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como ese Dios quiere realmente que nos relacionemos con Él”.172[54]  Por otra parte, se comprende mejor que el Reino de Dios es el centro del Evangelio, cuando se cae en la cuenta de la identificación del Reino de Dios con el Evangelio. En primer lugar, esta identificación entre el Evangelio y el Reino aparece ya en Mc 1, 14‐15, donde se encuentra dos veces  la  palabra  euaggélion  (buena  noticia),  que  se  entiende  en  relación  al  Reino  de  Dios anunciado  y  realizado  por  la  obra  de  Jesús.  En  segundo  lugar,  Mateo  utiliza  la  palabra “Evangelio” y, por tanto, también “Reino” (Mt. 4, 23; 9, 35; 24,14), para expresar, no sólo que Jesús predicaba, sino también sus obras. Por último, la identificación del Evangelio y el Reino está  atestiguada  también  por  Lucas:  después  de  esto  (Jesús)  fue  caminando  de  pueblo  en pueblo  y  de  aldea  en  aldea  proclamando  la  buena  noticia  del  Reino  de  Dios.(Lc.  8,1)  Y  a continuación,  el mismo evangelio  añade que  Jesús  realizaba esta  tarea acompañado por  los “Doce” y por muchas mujeres. (Lc. 8, 2‐3). Otra vez se afirma que el Evangelio consiste (por lo menos) en la realización del Reino de Dios. Por tanto, “lo primero que se ha de tener presente, cuando hablamos del Reino de Dios, es que este asunto está en el centro mismo del Evangelio. Hasta el punto de que el Evangelio consiste, en su núcleo más esencial, en  la realización del Reino que anunció Jesús”173[55].  

172[54] Ibid., p. 32. 173[55] Ibdi., p. 33.

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EL REINO DE DIOS: ENTUSIASMO MASIVO DE LOS MARGINADOS  La centralidad del Reino de Dios y  la  centralidad del  conflicto  son dos datos  tan  claros,  tan insistentemente  repetidos,  en  los  evangelios  sinópticos.  La  presencia  del  Reino  de Dios,  tal como  lo planteó y  lo vivió  Jesús, provocó dos efectos al mismo  tiempo: en  la gran masa del pueblo, un entusiasmo desbordante; y en los grupos dirigentes, un rechazo brutal. Ahora bien, ésto significa obviamente que el mensaje de Jesús sobre el Reino de Dios respondía a algo que ansiaban las gentes más sencillas de aquella sociedad, los débiles del tiempo, puesto que, de no ser así, no hubiera provocado tal entusiasmo; mientras que ese mismo mensaje tenía que ser  algo  que  inquietaba,  ponía  nerviosos  y  hasta  irritaba  a  los  grupos  y  personas  más consideradas, mejor vistas y, en ese sentido, más instaladas en el sistema religioso del pueblo judío,  es  decir,  a  las  gentes  más  identificadas  con  la  religión  establecida,  tal  como  aquella religión  era  interpretada  y  vivida  en  la  primera mitad  del  siglo  primero.  El  problema,  por tanto,  no  estaba  en  que  Jesús  anunciará  que  llegaba  el  Reino.  El  problema  se  planteó,  y  se convirtió  en  conflicto  mortal,  cuando  Jesús  se  puso  a  explicar  cómo  entendía  él  en  qué consiste el Reino de Dios y cómo hay que vivir para entrar en ese Reino.   En los evangelios sinópticos se repite insistentemente que, en cuanto Jesús se puso a decir que se acercaba el Reino de Dios, aquello produjo, en la gente o, si se quiere, en la masa del pueblo, un  entusiasmo masivo.  Su  fama  se  extendió  enseguida  por  todas  partes,  llegando  a  toda  la comarca circundante de Galilea (Mc. 1,28; Mt. 9,26; Lc. 4,14). En todo caso, “lo que está claro es que los evangelios quieren destacar el interés y hasta la impresión generalizada que causó, no ya sólo la persona de Jesús, sino, más concretamente, su enseñanza sobre el Reino, ya que eso es lo que se dice en los textos”174[56]. De esta manera es importante plantearse la pregunta: ¿quiénes se entusiasmaron por el anuncio del Reino? O con mejor precisión, cuando se habla de  las  muchedumbres  en  los  evangelios  a  ¿qué  clase  de  gente  se  refiere?  Nuestro  autor argumenta haciendo un análisis de los términos griegos utilizados en los textos evangélicos. El Evangelio de Marcos empieza el discurso de las parábolas del Reino (Mc .4,11.26.30) diciendo que  se  reunió  un  “gentío  enorme”(óchlos  pleístos).  Y  Lucas  presenta  a  Jesús  como  el predicador  del  Reino  justamente  cuando  dice  que  “las  gentes”  (oí  óchloi)  lo  buscaban  y querían  retenerlo.  También  “el  gentío”(óchlou  polloú)  es  el  que  escucha  las  parábolas  del Reino (Lc 8, 4); y a las “gentes”(óchloi) les habla Jesús del Reino de Dios. Por eso, “según creo el  sustantivo  óchlos  es  el  término  que  se  repite  con  más  frecuencia,  en  los  evangelios sinópticos,  cuando  hablan  de  la  multitud,  el  pueblo  o  el  gentío,  que  se  reúne  en  torno  a Jesús”175[57]. Está fuera de duda, es el “gentío” (la muchedumbre) el que acogió, positivamente entusiasmado,  el  mensaje  del  Reino.  El  origen  del  sustantivo  óchlos,  en  el  griego  clásico significa  la  “muchedumbre  del  pueblo”  o  el  “gentío”,  en  contraposición  especialmente  a  los nobles o a la clase superior. Es “la masa carente de orientación y caudillaje, la plebe carente de significado político e intelectual”176[58]. En los LXX, se expresa con esta palabra la “multitud del pueblo” (Dn. 3,4) o el “tropel de gente” (Dn. 10,6). Por eso, cuando los evangelios hablan de la gente, la mayoría de las veces designan la multitud desorganizada de gentes, que vienen para oír  a  Juan  Bautista  o  a  Jesús,  o  esperan  de  éste  la  curación.  Jesús  dirige  su  palabra  y  su misericordia precisamente a esos seres humanos que no tienen ninguna cualidad especial.   

174[56] Ibid., p. 42. 175[57] Ibid., p. 44. 176[58] Ibid., p. 45.

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EL CONFLICTO ENTRE EL REINO DE DIOS Y LOS ENEMIGOS DE LA VIDA  Castillo muestra otro grupo de seres humanos que la predicación y la praxis del Reino de Dios no les fue de mucho entusiasmo, sino que se sintieron interpelados y hasta amenazados ante tal propuesta. Dichas personas estaban vinculadas al sistema religioso vigente de su tiempo, por  eso  nuestro  autor  profundiza más  en  lo  que  estos  judíos  esperaban  con  la  llegada  del Reino  de  Dios,  o  mejor  dicho  ¿Cómo  tenía  que  realizarse  este  Reino?  ¿Qué  condiciones  se exigía como absolutamente necesaria para la venida del Reino? Es seguro que estos judíos del tiempo  de  Jesús  pensaban  que  el  Reino  de  Dios  tenía  que  incluir  necesariamente  el cumplimiento más exacto de  la Torá  (la  ley divina). Por eso, en este punto concreto,  lo que interesa  es  saber  si,  a  principios  del  siglo  primero,  se  pensaba  ya  en  que  el  Reino  de  Dios vendría cuando el pueblo se sometiera plenamente al “yugo de la ley”.   Un testimonio bastante seguro, se trata de los salmos de Salomón, que se encuentran entre los apócrifos del Antiguo Testamento, concretamente en el salmo 17 escrito en los años 63‐60 a.C. En  éste  el  tema  central  es  como Yahvé  es  el  único  rey  de  Israel  y  va  a  expresar  lo  que  las gentes piadosas y observantes del tiempo de Jesús esperaban cuando pensaban en el Reino de Dios o hablaban de él. La  labor del Mesías tendría que ser destructiva contra todo lo que se consideraba como pecado, infidelidad, paganismo. “pues bien, en este contexto de ideas, el v 30 del salmo 17 dice así: Obligará a  los pueblos gentiles a servir bajo su yugo; glorificará al Señor  de  la  vista  de  toda  la  tierra  y  purificará  a  Jerusalén  con  su  santificación,  como  al principio”177[59] Por consiguiente, en la piedad popular se tenía la convicción de que el Reino de Dios se realizaría cuando las gentes se sometieran al “yugo”.   Estas mismas ideas ya se encuentran en el Libro de los Jubileos, de mediados del siglo II antes de  Cristo.  “En  este  libro  (  50,  9‐  11),  se  describe  el  sábado  como  “un  día  del  Reino  santo eterno”. En otras palabras,  la abstinencia sabática de todo trabajo de  las ocupaciones de  los hijos de los hombres, y una dedicación al culto por medio de ofrendas de incienso y de dones y sacrificios en el santuario, simbolizan y logran místicamente el Reino de Dios”178[60]. Es decir, el sometimiento a lo que Dios manda era considerado, como la condición indispensable para lograr  el  Reino  de  Dios  en  la  tierra.  Es  seguro  que  los  judíos  contemporáneos  de  Jesús, especialmente los escribas y fariseos, esperaban la venida del Reino de Dios cuando el pueblo se sometiera al yugo de la ley. Al pueblo se le enseñaba que el Reino vendría cuando todos se sometieran al yugo de las observancias legales. Y eso significa que la esperanza que las gentes de  aquel  pueblo  podían  tener,  estaba  condicionada  fundamentalmente  por  la  idea  de  un sometimiento  incondicional  a  “los  fardos  pesados  que  cargaban  en  las  espaldas.  Y  con  eso, aquellos presuntos dirigentes, en realidad, lo que hacían era cerrar a los hombres el Reino de Dios”179[61].   La Religión cuando se práctica como poder pierde su relación con el Reino de Dios  Lo  explicado  anteriormente  nos  da  la  pauta  para  entender  la  realidad  “de  los  hombres religión”  del  tiempo  de  Jesús  que  van  hacer  enemigos  del  Reino  de  Dios.  En  este  sentido, los“hombres de la religión” vieron claramente que lo que allí estaba en juego era su poder: el 

177[59] Ibid., p.57. 178[60] Ibid., p. 58. 179[61] Ibid., p. 60.

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poder  religioso  (localizado  en  el  templo)  y  el  poder  político  (localizado  en  la  nación). Sencillamente,  aquellos  hombres  se  dieron  cuenta  de  que  la  fe  en  Jesús  desestabilizaba  la sociedad que ellos habían montado. Porque, en el fondo, lo que Jesús ponía en cuestión era la religión  como  poder.  Se  trata  de  que  “cuando  la  religión  se  entiende  y  se  interpreta  como poder;  y,  sobre  todo,  cuando  la  religión  se practica  como poder,  inevitablemente  la  religión entra en conflicto con el Reino de Dios. Porque, en ese caso, la religión se antepone a la vida, hasta  exigir  el  sacrifico  de  la  vida  misma  con  tal  de  salvar  y  asegurar  la  integridad  de  la religión”180[62]. “Si digo estas cosas, es porque habría que estar ciegos para no darse cuenta de que, en última instancia, la relación entre religión y poder es la razón que explica el conflicto que provocó el anuncio del Reino de Dios, tal como lo presentó Jesús y, sobre todo, tal como lo vivió.  Ya  expliqué  cómo  y  hasta  qué  punto  los  dirigentes  esperaban  la  venida del  Reino  de Dios como el yugo de la ley, que tenía que aceptar el pueblo y al que se tenía que someter la gente”181[63].   Ahora bien,  estando así  las  cosas,  se  comprende el entusiasmo que provocó en el pueblo el anuncio del Reino de Dios, sobre todo cuando la gente se dio cuenta de que el Reino no venía como un yugo al que había que someterse, sino que era todo lo contrario. Es decir, “el Reino no  era  ley,  sino  vida”182[64].  Y  eso,  justamente,  es  lo  que  explica  también  la  oposición  y  el enfrentamiento de los “hombres de la religión”: ellos eran los  “hombres de la  ley” porque la ley era su  instrumento de poder. Para comprender  lo que ésto  implicaba conviene recordar algo que resulta obvio: “la religión, por el hecho mismo de representar a la autoridad divina, es  interiorizada  por  los  fieles  como  una  instancia  suprema  y  última,  es  decir,  como  poder supremo”183[65];  “la  religión  representa  un poder  que  llega  donde nadie  puede  llegar  y  toca donde nadie puede tocar: en la intimidad secreta de la conciencia, o sea allí donde cada cual se ve  así mismo  como una persona digna  y  respetable  o,  por  lo  contrario,  como perdido  y  un indeseable”184[66]. Los dirigentes religiosos se basaban normalmente en argumentos divinos, con  los  cuales  justificaban  el  valor  insustituible  de  la  ley  como mediación  necesaria  de  la voluntad de Dios. En por eso que su discurso era casi siempre el mismo: lo que ellos quieren es que se haga  lo que Dios quiere. Sin duda alguna aquí está el punto clave de  la conciencia que  tenía  de  sí  mismos  los  escribas  y  fariseos,  que  se  enfrentaron  a  Jesús,  precisamente porque quebrantaba la ley. O más exactamente, porque presentaba el Reino de Dios, no como sometimientos a la ley, sino como fuente de vida.  Los  escribas  y  fariseos  sabían  perfectamente  lo  primero  que  cualquier  judío  sabía  de memoria:  el  primer  precepto  de  la  ley  y  el más  importante  de  todos  los mandamientos  el amor,  ante  todo  a  Dios,  y,  justamente  con  eso,  el  amor  al  prójimo.  Lógicamente,  “que  si querían sinceramente que el pueblo se sometiera a la ley, en lo primero que tenían que haber insistido era en esto: practicar el  amor por  encima de  todas  las  cosas,  ya que en eso,  como consta por los evangelios y era un principio ético fundamental del judaísmo, se resumía toda ley  y  los  profetas”185[67].  Sin  duda  alguna,  lo  que  de  verdad  les  interesaba  era  imponer  su propio  criterio,  su  propia  norma,  su  propia  verdad.  Escribas  y  fariseos  eran,  no  sólo colaboradores íntimos de quienes ejercían este poder totalitario, sino, sobre todo, quienes lo 

180[62] Ibid., p. 106. 181[63] Ibid., p. 107. 182[64] Ibid., p. 107. 183[65] Ibid., p. 108. 184[66] Ibid., p. 108. 185[67] Ibid., p. 110.

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legitimaban  ante  el  pueblo.  Pues  bien,  en  esta  situación,  “se  comprende  que  los  intereses reales de escribas y fariseos no estaban ni en la observancia de la ley ni en el servicio divino, sino en que el pueblo se sometiera a lo que ellos enseñaban y a lo que ellos decidían”186[68]. Es decir,  lo  que  de  verdad  les  importaba  es  que  la  gente  se  les  sometiera.  Se  trataba  de  una cuestión de poder, no un problema de fidelidad a Dios. “Escribas y fariseos no pudieron ver en Jesús  sino  el  enemigo mortal  que  tiraba  por  tierra  sus  aspiraciones  de  poder.  Aspiraciones enmascaradas de fidelidad a Dios, de religiosidad dignísima y de obediencia a la ley. Pero, en realidad,  apetencias  de  imponerse  y  mandar  sobre  un  pueblo  indefenso  al  que  le  habían lavado el cerebro con sus elucubraciones religiosas y sus teologías”187[69].  El problema del poder viene a ser la clave que explica el enfrentamiento de los escribas con Jesús, desde el comienzo al fin de su vida pública. “El poder de Jesús es el poder liberador, que devuelve la integridad de la vida al que la tiene limitada; el poder que restituye la dignidad al que  es  tenido  por  un  pecador;  el  poder  que  se  comunica  a  los  discípulos  “para  expulsar demonios”  y  “para  curar  enfermedades”.  Es  decir,  la  exousía  de  Jesús  es  un  poder exclusivamente  al  servicio  de  la  vida”188[70].  Es  la  “autoridad”  que  caracteriza  a  los  que anuncian el Reino de Dios. “Mientras que el “poder” de los que se enfrentan a Jesús es el poder asociado  a  “las  tinieblas”  porque  es  amenaza  de  muerte  y  condena  a  muerte”189[71].  Toda pretensión de situarse por encima de los demás incapacita radicalmente para entender y vivir el Reino de Dios. Y esto quiere decir que tal pretensión hace imposible encontrar al Dios de la vida y relacionarse con él.    

EL REINO DE DIOS DESDE EL PRINCIPIO­MISERICORDIA  Ha  llegado  el momento  pleno  de  reafirmar  el  acontecer  de Dios  desde  el  principio­misericordia el cual no sólo se constituyó en el motor de la vida de Jesús, sino que es el eje  dinamizador  del  Plan  de  Salvación  previsto  por  Dios  desde  el  comienzo  de  los tiempos. Además  puede  ser  que  falte mucho  por  decirse  al  respecto  sobre  el Reino como  principio­misericordia,  y  sería  un  absurdo  afirmar  que  se  ha  terminado  la investigación,  por  el  contrario  lo  que  se  ha  querido  es  abrir  una  propuesta investigativa que continúe indagando sobre la soberanía misericordiosa de Dios que a lo  largo de  la historia revela su amor entrañable en clave de Reino de Dios. De  igual forma, en el recorrido de la presente investigación se utilizan algunos términos propios de nuestro  estudio  y que  ahora  se  cree oportuno mencionarlos pero  con una óptica diferente, porque de lo que se trata es de no repetir ideas claves, sino por el contrario, reafirmar conceptos que por volverse  “cotidianos” pierden  todo el poder entrañador que  encierran. Ahora  el  reconocer  a  un Dios  que  es  principio­misericordia  desde  el primer halito de vida de todo ser humano es revelarle su amor de entrañas, un amor que se lee con clave de principio­misericordia.  Por eso, se comienza este recorrido tocando el tema de la creación, fuente inspiradora de un amor entrañable, a lo cual se suma la grandeza de la misericordia hecha carne en Jesús quien con sus dichos y acciones mostrará la opción que Dios a hecho a favor de las  186[68] Ibid., p. 113. 187[69] Ibid., p. 113. 188[70] Ibid., p. 114. 189[71] Ibid., p. 115.

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víctimas. Dicha opción “especial” que Dios hace por cada ser humano se ve plasmado en el hecho de ir paso a paso con el, revelándole una historia de amor, una historia que no finaliza  al  contrario  se  hace  plena  en  el  día  a  día  de  su  existencia;  y  eso  se  hace novedoso  a medida  que  la  persona  se  abre  a  esa  acción  a  ese  acontecer  de Dios,  lo contrario será una desesperanza y una vida rutinaria sin sentido o como se dice en la presente  investigación  con  ausencia  de  vida  que  puede  ser  funesto  a  la  hora  de cerrarse ante la esperanza de la misma vida. De ahí que en el segundo espacio de este mismo apartado se ha considerado clave  también  tratar una de  las bienaventuranzas por el hecho mismo de hablar de la misericordia “bienaventurados los misericordiosos porque  alcanzaran misericordia” Mt.  5,7  lo  cual  puede  evocar  la  situación  de  dar  y recibir  e  incluso  puede  leerse  desde  este  sentido;  pero  dentro  del  contexto  de  esta investigación prácticamente quiere ir más allá, ya que no se trata simplemente de una retribución sino de transformación del otro. He aquí el meollo de la situación, porque sería injusto plantear sólo un método de intercambio y siendo así, se reduciría aquella misericordia  que Dios  tiene  para  con  todos. Por  tanto no  se  puede  dejar  de  lado  la intencionalidad  en  la  que  esta  planteada  la  bienaventuranza  al  contrario,  es importante recordar que está articulada con el Reino de Dios y es desde ahí, desde el ser y hacer mismo del acontecer de Dios que hay que leer el principio­misericordia.  Para  comprender  todo  lo anterior  es  esencial proponer un parámetro de  lectura,  es decir  que  es  vital  leer  la  historia  de  liberación,  tanto  del  pueblo  Israelita  como  del mundo  actual,  desde  el  lenguaje  principio­misericordia,  de  ahí  el  interés  y  la preocupación de este estudio, para aproximarse a una  lectura más articulada de  los contextos y donde lo clave radica en: historizar el sufrimiento190[72], reaccionar frente a él y desde luego erradicarlo. Esta es la propuesta que Dios ofrece a la humanidad, por eso  la preocupación para hacer una  lectura Bíblica desde  el  contexto de  vida donde muchos sin esperanza solo ven muerte. Y antes de comenzar a desarrollar  los puntos antes descritos es oportuno recordar una y otra vez lo que esta teología del principio­misericordia  significa  y  es  que  ante  todo  ha  salido  de  la  experiencia  viva  de  las víctimas, es desde un contexto concreto en el Salvador, donde Dios ha acontecido, es decir donde Él palpita y donde reclama que  lo primordial no es sencillamente dar un pan, sino que se constituya en  la esencia misma de  la misericordia, en el sentimiento más  propio  de  Dios,  en  la  reacción  y  transformación  de  la  realidad  de  víctimas  a personas libres.  

El amor entrañable de Dios como principio­misericordia 

 

Si se tiene en cuenta que el Reino de Dios se entiende como el establecimiento del Señorío de Dios en la tierra, así mismo se comprende que ese reinado comienza en su creación, lo cual implica una y otra vez comprender que ese reinado es “puro amor entrañado en su obra culmen de la salvación en el ser humano. Lo anterior lleva a decir como “en el principio del 

proceso de salvación estaba la misericordia” porque desde siempre Dios ha estado 

190[72] SOBRINO. Jon. El principio-misericordia. Sal terrea: Santander. 1992. 26

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involucrado con su creación, la ha ido acompañado desde muchos perfiles, a pesar de la lejanía que ha querido dar el hombre a ello. Más aún en el caminar del pueblo de Israel, Dios conoce su situación “ve la opresión de su pueblo.... ha oído sus quejas contra los opresores, ha visto sus sufrimientos” (Ex 3,7) a tal grado que entraña sus padecimientos. Y esto es sólo un pequeño ejemplo donde decide reaccionar proponiendo una liberación: salir de Egipto. Por lo 

demás para nadie es desconocido que la historia de salvación es un proceso de “amor entrañable de Dios por su pueblo” a tal punto que los antiguos lo miraron como un eje 

alentador para llegar a la tierra prometida, y que en el lenguaje de Jesús se contempla como “el acontecer de Dios en su pueblo” o mejor llamado Reino de Dios. 

 Desde  esta  perspectiva  ese  “entrañamiento”  se  fue  guardando  muy  celosamente  en  la conciencia de los israelitas y se quedó en un “deseo escatológico de Dios por revelar su poder y su gloria en su pueblo amado”191[73]. Jesús lo traduce como la esperanza amorosa del Padre que  no  dejará  que  exista  más  sufrimiento,  porque  ama  desde  lo  más  hondo:  desde  sus entrañas,  que  traducido  es  desde  el  principio‐misericordia  aun  más  ese  amor  se  llama también el Reino de Dios porque no va a dejar que lo más preciado sufra o incluso muera, de ahí su acontecer por medio de Jesús plenitud máxima de su amor. En este orden de ideas cabe recordar  que  esa misericordia  ha  sido  entregada  de  generación  en  generación,  por  ello  en Jesús se cumple a cabalidad, porque no permite que muera sino que lo resucita, por eso cabe aquí lo que dice la Escritura “misericordia quiero y no sacrificios”, ya que una y otra vez Dios continúa optando por aquellos a quienes ama, porque experimenta hasta lo más hondo, hasta sus entrañas, que lo mueve a reaccionar frente a ello. Lo anterior se relaciona con el Reino al cumplirse  las  profecías  de  una  manera  muy  silenciosa,  hasta  se  diría  oculta,  porque  su “soberanía  se  demuestra  con  amor”  es  decir  con  la  venida  del  Reino,  pues  en  ese misterio insondable que es Dios, se experimenta su entrega total, llegando a “manifestar su gloria en el mundo”,  puesto  que  aquella  creación  de  amor  se  renueva,  y  por  ende  el mundo  alcanza  la salvación  o  mejor  Dios  a  acontecido  en  la  humanidad  y  la  ha  salvado,  como  el  efecto  que produce la levadura en la masa.  

La reacción de Dios a través de Jesús: la misericordia de Dios encarnada. La escritura narra una y otra vez como Dios en su amorosa misericordia nunca se cansó de ofrecer su amor entrañable, de hecho, se hizo carne, para entrañar todo lo que representa 

el ser humano. El acontecer de Dios en la persona de Jesús posibilitó la más grande reacción que se constituye en su Reinado. Porque si bien es cierto que Dios no se limitó a establecer alianzas con su pueblo, ni mucho menos a entablar leyes, sino que ofreció “bajar de la cruz al crucificado” en palabras de Ellacuría se diría “bajar a los pueblos crucificados” en cuanto nunca querrá el sacrificio de inocentes, al contrario siempre optará por quienes están en situación de miseria, constituyéndose esta en un grito de misericordia, al cual una y otra vez Jesús responde desde su misión: “al bajar Jesús de la 

barca vio mucha gente y se movió a misericordia......”  ¿Por  qué  Jesús  experimenta  esa  gracia  de  principio‐misericordia  en  su  vida? Responder  en este  instante  no  se  podría,  primero  que  todo  porque  este  estudio  es  un  abre  bocas  a  este 

191[73] MEIER. John P. Un judío marginal. Nueva visión del Jesús histórico. 368

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significado y también porque de lo que se trata en este momento es de aproximarnos a esta experiencia que lleva a constituirse como cita Sobrino a Orígenes “el llamar a Cristo la auto‐basileia de Dios, el Reino de Dios en persona”192[74] implica que se reconozca el acontecer de Dios  en  Jesús  y  abrir  la  posibilidad  de  que  toda  la  creación  viva  según  el  corazón  de Dios. Paralela a esta situación de mediación no se puede desligar el objetivo y es descubrir que ese querer de Dios va hacia alguien en concreto, Jesús se dirige a alguien preciso, o prioritario y es el mundo de  las víctimas quienes a quienes Dios ama y defiende  porque  los quiere  libres  e incluso liberadores.  La opción de Dios por las víctimas: un deseo de liberación. Al experimentar en sus entrañas el sufrimiento de los otros, Jesús “liberó de sus miserias humanas a los pecadores, leprosos, marginados... ofreciendo el Reino a todos y a cada uno”193[75] es decir que Dios entrega lo más preciado “su corazón” a quienes desea humanizar. Y es que numerosos textos de la Biblia, o mejor del nuevo testamento en este caso, describen como el amor incansable de Dios manifestado en Jesús es incalculable, de hecho como ya se ha mencionado antes, en el inicio de su misión refleja que “ha sido enviado a ocuparse de quienes descuidan los poderosos de este mundo”194[76].   Aquellos  que  son  considerados  pobres  materiales,  pobres  de  espíritu  o  pecadores,  ciegos, sordos, cada uno visto desde su condición refleja miseria, la cual deshumaniza y se convierte en un sistema sacrificial al cual Dios no se queda impune, reacciona y opta por ellos, es decir lleva  a  cabo  el  principio‐misericordia;  brindando  de  esta  manera  un  proceso  de evangelización evidenciado en la liberación de “las miserias del espíritu”195[77] a través de los milagros, o acciones que realizaba Jesús porque ‐el acontecer del Reino era inmanente‐ y con esto “promete el cambio radical de su presente situación de sufrimiento por medio de algún don o acto escatológico”196[78], es decir del Reino.  Al respecto se ha dicho mucho, pero se reafirma que Dios ha optado por  las víctimas, por los pobres, porque en ellos es necesario “historizar la misericordia”197[79] en cuanto no es que se excluya a unos de la posibilidad del Reino de Dios, sino que al contrario es primordial  establecer  prioridades,  y  son  las  víctimas  las  que  se  han  convertido  en chivos  expiatorios,  ya  que  pareciera  que  nos  estamos  acostumbrando  a  una interpretación de  la pobreza “bienaventurados  los pobres de espíritu porque de ellos es el Reino de los cielos” a lo cual responde Ignacio Ellacuría: “... no basta con el hecho material de la pobreza, como no basta con la sustitución de la pobreza material por una intencionalidad espiritual. Hay que encarnar e historizar el espíritu de pobreza y hay que espiritualizar y concientizar la carne real de la pobreza”198[80].  La visión anterior de historizar  la misericordia sirve para articular  la  idea de que El 

192[74] SOBRINO, Jon. Jesucristo liberador. 147 193[75] GALILEA, Segundo. El Reino de Dios liberación del hombre. Paulinas. Bogotá. 1985. 30 194[76] MEIER. John P. Un judío marginal. Nueva visión del Jesús histórico. 402 195[77] GALILEA, Segundo. El Reino de Dios liberación del hombre. 39 196[78] MEIER. John P. Un judío marginal. Nueva visión del Jesús histórico. 400 197[79] SOBRINO, Jon. El principio-misericordia. 26 198[80] SOBRINO, Jon. Jesucristo liberador. 169

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Reino de Dios acontece  en  la historia humana,  es decir que  se  sirve de mediaciones para hacerse visible, sabiendo que el Reino nunca deja de lado su aspecto escatológico, no por ello es algo  fuera de  la realidad, al contrario es  la historia un vehículo para –hacer notar­ que Dios Reina, que ese reinado es  liberador en todos  los aspectos de  la vida humana: llámese físicos, espirituales, personales y sociales.  Cabe  recordar  aquí  que  ese  amor  principio‐misericordia  si  bien  es  cierto  reacciona  ante  el sufrimiento  del  otro,  no  por  ello  quiere  “vengarse”  de  los  culpables  de  esta  situación,  al contrario “ se nos recuerda que  Jesús al  iniciar su misión y al anunciar  la  llegada del Reino, finaliza  diciendo  “  y  proclamar  el  año  de  gracia”  traducción  que  según  los  estudiosos  fue cambiada porque en Isaías dice “día de venganza de nuestro Dios” por lo cual nos demuestra una vez más que desea romper a tal grado ese sistema sacrificial que no quiere más víctimas, ni  mucho  menos  víctimarios,  porque  esa  el  maravillosa  pedagogía  de  Dios,  “  es  que  el oprimido no se libera haciéndose opresor”199[81] por el contrario no se trata de remediar con más violencia, sino de romper desde raíz esta situación.  Más aún siguiendo con el tema de “historizar el Reino” en los pobres, se ve que aunque en ellos se de un sistema sacrificial, se convierten paradójicamente en posibilidad de evangelización, es decir “son la buena noticia.... el evangelio”200[82] dónde ellos “mueven las entrañas, mueven a misericordia”, abriendo posibilidades para establecer un nuevo orden de valores, “solidaridad, servicio, sencillez, disponibilidad para acoger el don de Dios”201[83] esto demuestra una vez más que Dios no sólo reacciona sino que transforma la situación de la víctima, como se diría viviendo la parábola de la levadura “hasta que fermentó la masa”.  El  fruto  del  principio­misericordia  “bienaventurados  los  misericordiosos  porque alcanzarán misericordia” El plantear un fruto o un resultado del principio‐misericordia es hacer una aproximación al querer de Dios en cuanto Él es la esencia de la misericordia que no escatima en quedársela para sí, sino al contrario la entrega a otros u otras. Con lo anterior no se quiere reducir el fruto del principio‐misericordia, al contrario se trata de articularlo en un contexto, en el de  las víctimas,  la cual a su vez de alguna u otra forma reciben misericordia, porque si bien es cierto que su vida pueda ser que este anhelando esa misericordia de parte de los otros u otras, no por ello “Dios en su infinita esencia se ha olvidado de su bondad” pues en  su  corazón  siempre  habrá  misericordia  para  entregar  misericordia.  Y  es  que  toda  la historia de liberación como se ha dicho enmarca en el regalo de la misericordia, en la entrega al otro, en el servicio al otro, en el dar sin esperar a cambio; esa es la imagen de Dios en Jesús de  Nazareth  el  es  quien  representa  como  se  mencionó  antes  la  misericordia  hecha  carne, frente a lo cual se presenta el reto de asumir su vida, de seguir su camino de optar como un imperativo por el principio‐misericordia.  Por  consiguiente  cuando  Jesús  proclama  la  Bienaventuranza  de  la  misericordia,  muy probablemente  lo  haría  con  su  intencionalidad  profunda  pero  con  el  deseo  de  renovar  el 

199[81] GONZALEZ, Luis. Los signos de los tiempos: el Reino de Dios esta entre nosotros. Sal térrea: Santander. 1987. 143 200[82] SOBRINO, Jon. Jesucristo liberador. 170 201[83] Ibidem.

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sentir  sobre  el  establecimiento  del  Reino  de  Dios,  desde  aquellas  víctimas  de  un  sistema sacrificial operante en la época que tiene nombre propio: el imperio Romano. De igual forma no  se  trata  tampoco  de  forzar  el  texto  al  interés  del  presente  estudio,  sino  el  motivo  es reconocer una y otra vez que el principio‐misericordia esta latiendo en la Sagrada Escritura a tal  punto que  Jesucristo  invita  a  seguir  esta  alternativa  al  exhortar  el  ser  “ misericordiosos como su Padre es misericordioso”, reto que no fue simplemente para los de su época sino que ahora también se presenta como desafío para el mundo de hoy. Lo anterior invita a hacer una revisión  de  las  actitudes  cristianas  frente  a  las  cuales  se  plantea  la  necesidad  de  una misericordia con mayor compromiso en  la realidad, es decir un “compromiso con  la  justicia histórica”  202[84] e ahí  la clave de  lectura de  la  realidad, para desde esta sacar esperanza, en medio  de  la  desesperanza,  sacar  vida  en medio  de  la  cultura  de  muerte  que  impera  en  la actualidad,  esta  es  la  propuesta  cuando  realmente  se  vive  la  bienaventuranza  de  la misericordia.  La misericordia de Dios transforma la sociedad. En el segundo momento de este trabajo se trató el binomio “religión y sociedad”203[85], y aquí se trae a colación por  la  importancia que tienen  ambos  aspectos  al  interior  de  las  personas  ya  que  es  la  manera  a  través  de  la  cual establece  relación  todo  individuo.  Por  tanto  los  aspectos  de  la  religión  y  la  sociedad  son elementos claves que posibilitan el ejercicio del principio‐misericordia siempre y cuando sean guiados y orientados por la “soberanía de Dios”, de lo contrario pueden ser mecanismos que antes  de  brindar  liberación  a  la  persona  lo  encierren  en  todo  un  sistema  sacrificial.  Cabe añadir que cuando se plantea  la soberanía de Dios sobre  la sociedad no debe ser entendida como un poder de sometimiento como lo entiende la sociedad de ayer y hoy, sino al contrario como ese acontecer de Dios que esta a favor de las víctimas. Por eso el conflicto de Jesús con la sociedad religiosa de su tiempo que en vez de ser una praxis de la misericordia se vuelve todo un sistema sacrificial el cual se centra en la observancia de la ley y en un plano moralista de buscar  una  identificación  con  el  “Omnipotente”,  visión  que  obviamente  choca  contra  la propuesta de Jesús que aunque invita a “ser perfectos como su Padre” lo hace no en la medida de  alcanzar  su  poderío  sino  en  la  medida  de  la  práctica  del  principio‐misericordia.  Esta propuesta de ejercer una reacción frente al sufrimiento del otro o de  la otra en  la sociedad, acompañan  todo  el  caminar  de  Jesús  y  un  ejemplo  clave  se  perfila  en  la  parábola  del  buen Samaritano204[86],  la  cual  denuncia  la  situación  que  se  vive  entre  el  poderío  religioso  del tiempo de  Jesús y  la  situación victimaria del pueblo de  Israel. Así mismo,  la mayoría de  las parábolas de Jesús nacen en un conflicto y desde este es necesario leerlas para no justificar un sistema sacrificial que disimula la limpieza de su conciencia en practicas religiosas, de ahí que las  parábolas  son  usadas  por  Jesús  como  un  desenmascaramiento  de  una  estructura  de muerte que quiere imperar en su tiempo. Y en eso radica la verdadera práctica de la voluntad de Dios, la cual no sólo se reduce a unas prácticas convencionales religiosas, sino a la esencia de  lo  que  Dios  realmente  quiere,  y  esto  es  el  meollo  de  la  situación,  porque  no  se  trata simplemente  de  obrar  conforme  a  la  ley,  sino  en  “no  hacer  lo  que  los  dirigentes  religiosos 

202[84] Ibidem. 242 203[85] La presente investigación en el momento conceptual: Sufrimiento violencia y sacrificio como elementos de la cultura. 204[86] CASTILLO, José María. El Reino de Dios por la vida y la dignidad de los seres humanos “Los profesionales de la religión aparecen como modelo de insolidaridad, mientras que el hereje samaritano es el modelo de lo que hay que hacer ante el dolor, el mal y el sufrimiento en el mundo. 173

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hacen” quienes caían en una moralización de sus prácticas y se  justifican con ellas, a  lo cual responde  Jesús  con  un  no  es  cuestión  de  aparecer  como  personas  piadosas,  sino  que  la importancia radica en “cambiar la manera de entender la sociedad”205[87].  Por tal motivo ejercer el principio‐misericordia en la sociedad es una exigencia y un reto para asumir  en  el  hoy,  debido  a  que  es  fundamental  tomar  una  posición  de  “acogida”  de  las víctimas  e  incluso  de  los  que  son  considerados  enemigos  de  la  sociedad  malhechores, prostitutas, ladrones, no en orden a una aceptación de su situación como tal sino a un interés de  transformación  de  la  misma.  De  igual  forma  la  sociedad  rechaza  a  las  víctimas  porque ocasionan un supuesto desequilibrio social, pero que en últimas los desequilibrados son otros, porque no acogen la propuesta de Jesús, de ahí que el mensaje del Reino de Dios en su época suene  escandaloso  para  los  practicantes  religiosos.  Por  eso  el  acontecer  del  principio‐misericordia es fundamental para la sociedad ya que urge que se transforme, porque el Reino es aquella  levadura que esta  inmersa en el mundo y que denuncia  los  sistemas sacrificiales que hacen de las personas víctimas y victimarios, frente a lo cual Dios reacciona proponiendo un  “nuevo  orden”  que  prime  ante  todo  a  los  seres  humanos  para  desde  ellos  continuar  el proceso  fermentador  que  Dios  quiere  para  con  el  mundo.  En  efecto  faltaría  decir  que  las implicaciones  que  conlleva  acoger  una  propuesta  de  esta  magnitud  no  es  nada  sencillo, porque se hace un imperativo para la sociedad la necesidad de romper estructuras alienantes, economías excluyentes e in‐solidarias, que buscan el poderío de unos pocos y la exclusión de otros constituyéndose en sistemas sacrificiales que en vez de aportar para el bien común de la sociedad lo que hacen es crear más y más víctimas. De ahí que una de las condiciones posibles sea  tomar  la  iniciativa  de  rescatar  la  memoria  histórica  e  historizar  el  sufrimiento  con nombres  propios,  guerras,  políticas  de  hambre,  de  miseria,  de  injusticia,  que  hacen  de  la historia  un  momento  pero  no  una  trayectoria  trayendo  como  consecuencia  un enmascaramiento de la misma porque no se parte de la raíz del problema; y si se quiere tener una  historia  nueva  es  vital  reconocer  el  acontecer  de  Dios  en  la  misma,  es  decir  sacar esperanza de toda desesperanza. Así mismo reconocer que la economía es una de las mayores causantes de víctimas y victimarios ayudaría a romper con el sistema sacrificial, no con ello queriendo decir que no sirve la economía, al contrario una economía planteada con ética sirve para el bien común, pero una economía con injusticia que prioriza a unos y excluye a otros no trae  una  Buena  Nueva  al  contrario  trae  un  problema  mayor,  de  ahí  la  urgencia  por  la necesidad  de  desenmascarar  políticas  de  sistemas  sacrificiales  y  establecer  una  verdadera economía donde todos crezcamos en pro‐existencia y  “sacudamos nuestra  interioridad para hacer de ella una conducta solidaria”206[88] una conducta con principio‐misericordia.   

LA MUERTE DE JESÚS  CONTEXTUALIZACIÓN  Hasta aquí, hemos tratado de estudiar del modo más completo  posible, lo que ha sido la vida de Jesús de Nazareth. Sus sueños, su pretensión, sus conflictos y su proyecto que sigue siendo significativo para el hombre.. Alguien que se hace un ser enteramente para los demás, y por lo 

205[87] Ibidem. 183 206[88] ESPEJA, Jesús. El evangelio en un cambio de época. Verbo Divino: Navarra. 1996. 241

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mismo es procesado, condenado y ajusticiado en una cruz. Es este Jesús, el que profundizó la conciencia del hombre, y no cercenó su  libertad sino que amplió su horizonte, para que así, libre  de  toda  atadura,  eligiera  con  corazón  libre  lo  que  es  bueno  y  lo  que  es malo.  En  los capítulos  anteriores  hemos  visto  lo  que  fue  su  pretensión:  "El  Reinado  de  Dios".  Esta pretensión  no  fue  bien  entendida  por  sus  contemporáneos,  en  especial  por  aquellos  que sustentaban el poder religioso y político de Palestina. Ahora nos detendremos un poquito en este conflicto para entender mejor el final trágico de Jesús en la cruz.  UNA CONSTANTE EN EL MINISTERIO DE JESÚS: EL CONFLICTO  Los evangelios narran, en su mayoría, como las preguntas que le dirigen a Jesús los escribas y fariseos están destinadas a ponerlo a prueba, para observarlo y encontrar una palabra de la que lo pudieran acusar. Así lo ponen a prueba a propósito del divorcio (Mc.10,2) Mt.19,3) y de curar en sábado (Lc.14,1), en este caso Lucas escribe: "Cuando salieron de allí, comenzaron los escribas y  fariseos a acosarle  implacablemente y hacerle hablar de muchas cosas, buscando con insidias, cazar alguna palabra de su boca" (Lc.11,53). Si nos fijamos en  el evangelio  de Marcos,  casi  al  inicio  de  su  evangelio,  se  narra  la  curación  de  un  hombre  que tenía una mano paralizada; milagro que realiza en la sinagoga y siendo un día sábado. El texto termina diciendo:  "en cuanto salieron,  los  fariseos se confabularon con  los herodianos para ver cómo eliminar a Jesús" (Mc.3,2). De tal forma que la persecución y las amenazas de muerte son una realidad en su vida.   Esta realidad de conflicto se evidencia cuando Jesús entra en  Jerusalén,  todos  los sinópticos describen cinco escenas en las que él aparece corriendo peligro de su vida:  a) En el relato sobre el pago del tributo al César: (Mc.12,13‐17) b) El relato sobre la Resurrección de los muertos ( Mc.12,18‐23)  c) El pasaje de la expulsión del templo (Mc.11,15‐19) d) La parábola  de los viñadores homicidas (Mc.12,1‐12) e) El relato sobre el mandamiento principal  (Mc.12,28‐34; Mt.22,34‐35). Esta es una escena que Mateo y Marcos presentan como tentación insidiosa contra Jesús.  Las cinco escenas anteriores tienen un final común: "Los sumos sacerdotes y  los escribas andaban  buscando  cómo  podrían  apoderarse  de  El  con  engaño  y  darle  muerte" (MC.14,1.ss.) De lo anterior se puede deducir, de acuerdo con los relatos de los evangelios, que la persecución y  la sentencia a muerte de Jesús, por parte de las autoridades religiosas, está presente, casi desde el inicio de su ministerio de tal manera que la muerte trágica de Jesús no es casual, sino la culminación de un proceso histórico. De igual forma que el pueblo común y corriente no aparece entre los responsables de la persecución a Jesús. Las causas aducidas a la persecución  contra  Jesús  son muchas,  pero  en  el  fondo,  no  son  otras  que  las  denuncias  de Jesús contra el poder opresor, el poder religioso en directo, en cuyo nombre se justificaban los demás poderes. Finalmente que la persecución real, mantenida y progresiva muestra objeti‐vamente  que  el  "conflicto  no  es  algo  puntual  accidental",  y  que  subjetivamente,  que  es  un proceso  que  Jesús  asume  de  manera  cada  vez  más  lúcida...  no  sólo  lo  sufre.  sino  que  lo provoca.  Si  Jesús  lo  asume  así,  él  sabe  también  lo  que  le  espera  al  final.  Jesús  se mantiene consciente en el conflicto a sabiendas de sus consecuencias.  

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LA MUERTE EN CRUZ: UN DESENLACE DEL CONFLICTO   Los relatos de los evangelios al hablar del ministerio de Jesús, están de acuerdo que, desde el inicio  de  su  vida  pública,  su  predicación  creó  fuertes  resistencias,  en  especial  entre  las autoridades  religiosas.  Entre  Jesús  y  las  autoridades  religiosas  de  su  tiempo,  se  pueden distinguir  dos  tipos  de  conflictos:  unos  ideológicos  o  de  mentalidad,  provenientes  del enfrentamiento  del  mensaje  de  Jesús  con  la  doctrina  y  las  instituciones  oficiales  de  Israel; otros, relacionados con las expectativas nacionalistas del pueblo que se vería acusarle por el comportamiento de Jesús y sus reservas frente al movimiento Zelote.  En el primer grupo, ideológico, se sitúan aquellos conflictos que se desprenden del Mensaje de Jesús referente al Reinado de Dios. Un reinado que Jesús presenta como gracia para todos los  que  creen  en  el  Evangelio,  sin  distinción  de  razas  y  culturas,  pero  en  el  que  de  hecho, encuentran acogida preferentemente los pobres, los pecadores, los excluidos y marginados de la sociedad. Las parábolas nos hablan de cómo son excluidos los ricos y los que se consideran buenos  y  son  acogidos  los  pobres  y  los  que  no  están  seguros  de  su  propia  justicia.  Este mensaje choca necesariamente con la autosuficiencia de los fariseos y con la pretensión de un pueblo que se considera heredero de todas las bendiciones divinas, por el mero hecho de ser descendiente  de  Abraham  según  la  sangre.  Otra motivo  de  conflicto  es  la  postura  de  Jesús frente a la Ley, la cual entra en clara contradicción con la postura que los fariseos, y con ellos todo el pueblo, tienen de la Ley. Frente a una ley monolítica, intocable, sacralizada, que había llegado a suplantar al mismo Dios en vez de expresar su voluntad, Jesús anuncia la nueva ley del amor y relativiza las cláusulas legales, cuando no las declara ya abolidas. Por último, está la actitud de Jesús frente al Templo. Para los judíos, el templo era el centro de la vida religiosa, política  y  económica,  y  el  culto  que  se  celebraba  era  la  más  clara  manifestación  de  ese centralismo.  Jesús,  que  respeta  el Templo, muestra  sin embargo  su animadversión al  abuso que se hace del templo y del culto. Por eso, anuncia su destrucción, colocándose el mismo en su  lugar,  dando  a  entender  que  en  El  y  por  El  entra  el  hombre  en  relación  con    Dios  y  es posible  la  adoración  en  Espíritu  y  en  verdad.  El  ataque  de  Jesús  al  templo  fue  también  un ataque a los señores del templo.  Ahora  detengámonos  en  el  segundo  grupo,  expectativa  nacionalista.  Cuando  Jesús comienza  su  actividad  en  Galilea,  desata  una  ola  de  entusiasmo  y  la  gente  le  sigue  a  todas partes, admirándose porque "habla con sabiduría". Al proclamar la inminencia del Reinado de Dios, Jesús conecta inmediatamente con las esperanzas del pueblo de Israel y, especialmente, con las expectativas de los zelotes. Pero Jesús no entiende su misión tal y como lo deseaban sus contemporáneos. El se distancia de los zelotes y se niega a ser proclamado Rey. El silencio mesiánico que Jesús impone a los discípulos lo separa del pueblo. De alguna forma el pueblo se  decepciona  y  Jesús  se  ve  obligado  a  concentrar  su  atención  en  el  pequeño  grupo  de incondicionales. La salida de Jesús de Galilea y la subida a Jerusalén señala el momento crítico de esta decepción popular.  INTERPRETACIÓN HISTÓRICA:  EL PROCESO A JESÚS  Para hablar del proceso de Jesús es necesario partir de lo que nos relata el Nuevo Testamento sobre este acontecimiento: Es necesario tener en cuenta que los Evangelios no pretenden  ser una  obra  histórica,  sino  una  profesión  de  fe  de  la  comunidad  primitiva  que,  a  la  luz  de  la 

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misma fe se  amalgaman en una unidad vital: la historia y la interpretación de ésta. Lo anterior no lo podemos ignorar, porque corremos el peligro de perder profundidad en esta reflexión. Lo  cierto  es que  la muerte no  le  sobrevino  a  Jesús  repentinamente.  En  realidad  su  vida,  su mensaje y su muerte forman una profunda unidad. La muerte en la cruz es, de algún modo, la consecuencia de la manera cómo él entendió a Dios y lo explicitó en la historia. Y esto no lo pudieron soportar quienes sustentaban el poder en aquella sociedad, y empezaron a planear su ejecución.   Una vez detenido  Jesús,  se habla de un doble proceso; uno  religioso,  ante  las autoridades judías, y otro político, ante las autoridades romanas. En realidad se trata de uno solo, el proceso religioso. Jesús no fue una amenaza para el poder romano, pero para quien sí resultaba  incómodo  era  para  el  Sanedrín,  (Consejo  supremo  judío),  los  fariseos,  los sacerdotes, las autoridades religiosas de Israel, y son ellos quienes  manejan la situación.  La acusación religiosa  La  primera  acusación  ante  el  Sanedrín  es  por  blasfemia.  Jesús  es  acusado  de  atacar  la dignidad del  templo. Unos testigos afirman que él ha dicho que  lo destruiría. Una acusación verdaderamente grave si pensamos en el valor religioso y social del  templo para  los  judíos. Esta  acusación  adquiere  mayor  importancia  cuando  Jesús  afirma  solemnemente  ante  el tribunal  que  él  es  el  Mesías.  Esto  sonó  como  una  blasfemia,  vayamos  al  relato:  "Algunos, levantándose, testimoniaban falsamente diciendo: Nosotros le hemos oído decir: "yo destruiré el  santuario  este,  edificado  por  hombres  y  en  tres  días  construiré  otro  no  edificado  por hombres" Pero ni en ésto concordaban sus testimonios.  El Sumo Sacerdote se puso en pie en el centro e interrogó a Jesús: ¿No tienes nada que responder? ¿Qué significa estos cargos en contra  tuya?.    Pero  él  seguía  callado  y  no  respondía  nada.    El  Sumo  Sacerdote,  siguió preguntando: ¿Tú eres el Mesías, el hijo de Dios bendito? Jesús, contestó: Yo soy. Y van a ver cómo este hombre toma asiento a la derecha del todopoderoso y cómo viene entre las nubes del cielo. El Sumo Sacerdote se rasgó las vestiduras diciendo:  ¿Qué falta hacen más testigos? ¿Han oído  la blasfemia?    ¿Qué  les parece?  (Mc. 14. 57‐64):    Según  los parámetros de  la Ley judía, "Jesús era un blasfemo", en el anterior interrogatorio lo acaba de confirmar, por tanto ¿qué  falta hacen más testigos?,  ¿para qué perder más  tiempo? La  ley es clara y según esa misma  ley,  él  debe morir  apedreado,  eso  es  lo  legal.  Transgredió  la  ley,  por  tanto debe  ser castigado.  La acusación política  El proceso político ante el gobernador romano Poncio Pilato se efectúa con el fin de ratificar la decisión del sanedrín y nunca para someterlo a un proceso justo. Con un engañoso y mañoso montaje, las acusaciones de orden religioso se transforman en difamaciones de orden político, pues es la única posibilidad para que el Consejo supremo del Sanedrín sea escuchado por el procurador romano. Entonces ante el Procurador Romano, los sumos sacerdotes y escribas no pueden acusar a Jesús de falso profeta, ni siquiera de hacerse llamar "Mesías" en el supuesto de que este último no llevara consigo una connotación política, por tanto sólo pueden acusarle de ser un revoltoso y de soliviantar al pueblo o de ir contra la autoridad del César. El Sanedrín, tribunal supremo de los judíos, tenía razones, para entregar a Jesús a los romanos. En primer lugar, el Sanedrín no podía ejecutar al reo, si la sentencia de muerte no era confirmada por el procurador romano. En segundo lugar, si el Sanedrín conseguía implicar a los romanos en el proceso  podría  contar  con  la  guarnición  romana  para  hacer  frente  a  una  posible  oposición 

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popular. Por último, si Jesús moría en una cruz, según la costumbre de los romanos y bajo el poder de  los romanos, aparecería automáticamente como un excomulgado de  la comunidad de Israel, lo que contribuiría a destruir su imagen.  Por todas estas razones, llevaron a Jesús ante Poncio Pilato y cambiaron la causa de acusación, según  aparece  claramente  en  el  interrogatorio  que  le  hace  Pilato:  "Eres  tú  el  rey  de  los judíos?  Le  contestó:  Tú  lo  estás  diciendo"  Seguramente  Pilato  no  hubiera  hecho  esta pregunta, si Jesús no hubiera sido acusado de hacerse llamar "rey de los judíos". En el relato del evangelio de Juan, añaden unas palabras para aclarar en qué sentido él se considera efecti‐vamente rey: "La realeza mía no pertenece a este mundo. Si perteneciera a este mundo esta realeza mía, mi guardia personal habría luchado para impedir que me entregaran en manos de las autoridades judías. Ahora que la realeza mía no es de aquí"  (Jn.18,36) Pilato no entendió ni una sola palabra, no podía comprender, cómo un hombre sin soldados podía llamarse rey. Pero cuando Pilato insistió en saber de que se le acusaba, se presentaron tres  acusaciones:  Jesús  pervertía  a  la  nación  judía.  Los  dirigentes  judíos,  por  supuesto entendían  la  perversión  de  la  nación  como  la  estigmatización  misma  del  judaísmo,  pero querían  que  Pilato  la  entendiese  como  deslealtad  al  emperador.  Jesús  prohibía  el  pago  de impuestos. Esta era la acusación habitual hecha contra los zelotes. Jesús reclamaba para sí el título de "rey": algo que sólo el senador romano podía otorgar.  Después que Pilato interrogó a Jesús comprendió que no era culpable de ningún crimen ante la  ley  romana  y  así  lo  expresó:  "No  encuentro  ninguna  culpa  en  este  hombre.  Ellos insistían.  Solivianta  al  pueblo  con  su  enseñanza  por  todo  el  país  judío;  empezó  en Galilea  y  ha  llegado  hasta  aquí".  (Lc.23,4)  El  procurador  romano  ya  no  puede desentenderse  y    entra  en  negociaciones.  Pilato,  aprovechándose  del  indulto  usual  de  la Pascua,  propone un  cambio: Barrabás  por  Jesús  de Nazareth,  cambio  que no  es  aceptado  y ante  la  amenaza y  la presión de  los  sumos  sacerdotes y  fariseos que  le  acusaban de no  ser amigo  del  César    si  deja  libre  a  Jesús  (Jn.19,12)...lo  entregó  para  que  fuera  crucificado" (Jn.19,16),  y  ordena  redactar  el  delito  por  el  que  es  condenado  en  tres  idiomas:  "Jesús  de Nazareth Rey de los Judíos". Según la costumbre romana, los condenados a morir en cruz (que por  lo  general  son  esclavos  o  rebeldes,  y  que,  según  dice  Cicerón  (Verres  II,5,65,165), constituye el más bárbaro y terrible de los castigos) son primero flagelados sin misericordia. Después deben llevar a cuestas el travesaño de la cruz hasta el lugar de la ejecución, donde ya se encuentra el madero vertical de la cruz. Se les desnuda y se les clava en el travesaño para se izados uno o tres metros sobre el suelo, y permanecen durante horas o días en esa postura, hasta que llega la muerte por agotamiento, asfixia, hemorragia, rotura del corazón o colapso. Jesús permaneció en la cruz desde el medio día hasta las tres de la tarde, hora en que murió. Tan  pronto  como  Jesús,  estuvo  sepultado  en  una  tumba  prestada  por  un  amigo,  los  judíos continuaron  con  sus  prácticas  religiosas  tradicionales,  tal  vez  dando  gracias  a  Dios  por  la desaparición de una enseñanza que de haberla dejado continuar podría tener una influencia peligrosa, para la sana religión.  APROXIMACIÓN TEOLÓGICA: ¿PARA QUÉ MUERE JESÚS?   Hasta  aquí  se  ha  hablado  de  la  muerte  de  Jesús  como  proceso  histórico,  tratando  de  dar respuesta del por qué en la cruz, indicando que esa muerte es la consecuencia de su praxis y de  su  mensaje.  Y  si  nos  preguntamos  en  este  plano  por  qué  matan  a  Jesús,  se  llega  la 

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conclusión  que  Jesús  muere,    como    tantos  otros  hombres  y  mujeres  que  por  defender  la justicia y la verdad se meten en problemas a tal punto que los tienen que callar con la muerte. De hecho si estamos de acuerdo en que Jesús muere por lo que dijo y por lo que hizo. También se entenderá que otros siguen muriendo en circunstancias parecidas. Jon Sobrino apunta que en la muerte de Jesús, tal y como ha sido narrada, no hay nada de misterioso, "pues ocurre con frecuencia, con todos aquellos que rompen con el status‐quo; pero sí hay en ello una inmensa tragedia, aunque no  en primer lugar porque le ocurriese a Jesús, quien será reconocido como Hijo de Dios, sino porque ocurre a muchos seres humanos, hijos también de Dios. El que sea el Hijo  de  Dios  a  quien  matan,  añade  una  profundidad  a  la  tragedia,  pero  no  es  su  primera expresión.  La muerte de Jesús no fue un error. Fue consecuencia de su vida y esta a su vez, consecuencia de  su  concreta  y  explícita  encarnación  en  medio  de  una  realidad  opresora.  Si  nada  más hubiera  ocurrido  tras  su  muerte,  si  no  hubiese  surgido  la  fe  en  ese  Jesús  después  de  la resurrección,  su  fin  hubiese  sido  registrado  en  la  historia  como  el  de  tantos  otros. Permanecería, sin duda, el Por qué de la muerte de un justo inocente, y, en definitiva, el por qué de toda muerte. Y la respuesta para quien tiene la osadía de hacer tales preguntas, sería simplemente:"así  es  la  historia".  El  hombre  religioso  podría  añadir:  "Reconozcámoslo,  el pecado tiene poder, mayor que el de Dios". Pero no fue así con Jesús. Sus discípulos afirmaron que  vive  y  que  vive  en  plenitud.  Parece  que  con  esta  afirmación  ya  no  habría  que  seguir preguntándose por la muerte de Jesús. Pero sucede exactamente lo contrario: precisamente, porque después de la resurrección se le reconocerá como el Hijo de Dios, se hace más aguda la pregunta por el sentido de esa muerte. ¿ Para qué muere  Jesús? El  filósofo Platón tiene una frase  en  su  libro  de  la  República,  que  si  no  conociéramos  su  autor,  pensaríamos  que  está hablando del sentido de la muerte de Jesús: "el justo será flagelado, desollado, amarrado y cegado con fuego.   Y cuando haya soportado todos los dolores, será clavado en la cruz" (Platón, Rep. 2,5,361 E) El  texto nos sirve para  ilustrar  también una de  las  interpretaciones que las comunidades le otorgan a la muerte de Jesús: "El justo ajusticiado". ¿Una muerte tan cruel  e  ignominiosa  podrá  tener  algún  sentido?,  ¿Qué  reflexión  hicieron  las  primeras comunidades cristianas de la muerte de Jesús en la cruz?  La verdad es que si se siguen  los textos evangélicos, es  fácil  darse cuenta que el proceso de condenación y muerte de Jesús tomó por sorpresa a sus apóstoles y seguidores. Tanto es así que  la  mayoría  de  ellos  huyen  ante  la  detención  de  su  maestro  (Mc.14,  27;  Mt.26,31);  la comunidad que había intentado formar Jesús con ellos se disuelve y se desperdiga; incluso es deficiente el hecho que los más antiguos textos de las apariciones del Resucitado acontecen en Galilea, lo que nos hace suponer que los apóstoles ante el eminente fracaso de Jesús, regresan a Galilea. Lo que expresan los discípulos de Emaús al caminante que se les une manifiesta el sentir de ellos: "...lo condenaron a muerte y lo  clavaron en la cruz. Nosotros esperábamos que sería El, quien  iba a  liberar a  Israel" (Lc.24,20b‐21). Estos sentimientos expresan, de alguna manera,  la  frustración  de  aquellos  que,  ante  el  aparente  fracaso,  huyeron  de  Jerusalén.  Lo anterior indica que los apóstoles en un principio no encontraron ningún significado salvífico en  la  muerte  de  Jesús.  Sólo  a  partir  de  la  resurrección  pueden  ellos  descifrar, progresivamente,  el  sentido  de  la  muerte  y  la  resurrección.  Surgen,  entonces,  varias reflexiones en torno a su significado.  El Nuevo Testamento emplea imágenes diferentes o representaciones de estilo para describir 

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lo que Jesús estaba haciendo al morir en la cruz. Entre las más conocidas están:    * Fue crucificado por nosotros   * Tomó el castigo de nuestros pecados   * Nos rescató   * Nos justificó  No perdamos de vista lo que ya se dijo (con respecto a los relatos de la muerte de Jesús). Hay relatos  que  son  analogías  o  imágenes  y  es  importante  que  reconozcamos  la  naturaleza esencialmente  simbólica  del  lenguaje  empleado  en  el  Nuevo  Testamento  a  propósito  de  su muerte,  porque  de  lo  contrario  podemos  desembocar  en  interpretaciones  equivocadas. Recordemos que los textos del Nuevo Testamento fueron escritos después de la Resurrección de Jesús, lo cual aporta una luz nueva para hacer una lectura de Jesús como El Cristo, El Hijo de Dios, El esperado de los Tiempos.  Es a partir de la Resurrección, cuando los discípulos de Jesús comienzan a preguntarse, por el sentido de su muerte en la cruz. Se dedican a consultar en las Sagradas Escrituras y a la luz de la resurrección comienzan a descifrar el misterio que encierra  la muerte violenta e injusta de Jesús. Y surgen varias interpretaciones del mismo acontecimiento:   La primera es  la menos elaborada  teológicamente, y es  la que se encuentra presente en  los textos  evangélicos  que  pertenecen  a  la  fuente  "Q"  (Marcos,  Mateo,  Lucas),  los  cuales interpretan la muerte de Jesús, como "la muerte del profeta rechazado". Pero no se atribuye ninguna  significación  salvífica  a  su  muerte,  aunque  abre  a  perspectivas  más  amplias  y profundas: "El martirio del profeta enviado por Dios y el rechazo de su mensaje; "Israel mata a sus  profetas"  (Mt.5,11;  Lc.6,22‐23; Mt.23,29‐36).  La  comunidad  entiende  que  Jesús‐profeta, predicador  de  la  conversión  (metanóia),  participó  del  destino  común  de  los  profetas:  La muerte violenta, pero también comprenden que Dios lo exaltó y  lo constituyó como Hijo del hombre, presto a venir sobre las nubes.  Esquema histórico‐salvífico (Plan oculto y salvífico de salvación): La muerte de Jesús también fue  interpretada por otro grupo de comunidades como    la realización del plan oculto y pre‐establecido de Dios, según encontramos en Hechos de los Apóstoles: "...Sin embargo cuando él  fue  entregado  en manos de ustedes,  conforme  a  los planes  y propósitos que Dios tenía  hechos  de  antemano,  ustedes  lo  arrestaron  y  lo mataron  crucificándolo  de  un madero"  (Hch.2,23)  En  este  sentido  se  dice  que  Cristo  debía morir  ya  como  predecían  las Escrituras del A.T.; y en la misma línea se conciben las profecías de Jesús acerca de su muerte: "El Hijo del hombre tendría que sufrir mucho y ser rechazado   por  los  ancianos,  los  jefes  de los sacerdotes y los maestros   de  la  ley".  (Mc.8,31)  Pero  no  basta  con  constatar  la necesidad  histórico‐salvífica  de  que  Jesús  tuviera  que  recorrer  un  camino  tan  doloroso.  "la cruz", lo cierto es que la comunidad intenta descifrar su sentido secreto y por eso se pregunta por el sentido de la muerte violenta del  justo? y poco a poco se va    interpretando la muerte como  la  forma  suprema  de  servicio  a  la  humanidad  y  en  este  sentido  se  comprende  las palabras del Evangelio: "El hijo del hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida como rescate por muchos" (Mc.10,45). Esta interpretación fue posible porque en los am‐bientes del judaísmo tardío y helenístico, circulaba la idea que la muerte de mártires y hasta de  inocentes  criaturas,  podía  asumir  un  carácter  representativo  y  redentor  en  favor  de  los 

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pecadores. El capitulo 53 de Isaías se refiere con toda claridad al siervo doliente que "tomó sobre sí nuestras dolencias y soportó nuestros dolores...; aún  siendo  inocente, el Señor hizo recaer sobre él la culpa de todos nosotros..., Sin embargo ese castigo nos salvó y con su sangre hemos sido perdonados". (Is.53,4,6 y 5). Se podrían  decir muchas cosas más,pero basta con añadir que cuando la comunidad interpreta la muerte de Jesús de este modo, lo que intenta es expresar  lo  que  ya  se  transparentaba  en  el  comportamiento  y  en  las  palabras  de  Jesús  de Nazareth:  que  con  su muerte,  injustamente  cometida, Dios  había  vuelto  su  rostro  hacia  los pecadores, y perdidos, invitándolos a la comunión con El.  El tercer modelo de interpretación exige una mayor madurez en su reflexión teológica y es el que entiende que  la muerte de  Jesús  tiene un valor  salvífico porque en  la  cruz  se  realiza  la reconciliación entre Dios y los hombres; por eso su muerte es un Sacrificio. Lo fundamental es entender    que  el  sacrificio  de  Cristo  ha  sido  aceptado  por  Dios,  y  por  ello,  puede  traer salvación, de ahí que según  lo expresa  la carta a  los Hebreos el sacrificio de  Jesús realiza  la comunión porque  "sí  ha  sido  aceptado por Dios,  ha penetrado  los  cielos  (9,24),    y  por  ello, puede  salvar  (7,25),  es  nuestro  intercesor  (9,24),  consigue  "redención    eterna"  (9,12), "conduce a muchos hijos a la salvación" (2,10). Este mismo pensamiento ya está contenido en las palabras de la última cena, cuando se habla de "la sangre que habrá de ser derramada por nosotros"  (Mc.14,24;  Lc.22,20;  Mt.26,28),  para  "remisión  de  nuestros  pecados".  Pablo,  el primer escritor del Nuevo Testamento, entiende que la muerte de Cristo en la cruz significa el final de la ley: "A quien no conoció pecado, le hizo pecado por nosotros, para que viniésemos a ser justicia de Dios en él (2 Cor 5,21). Mediante la cruz, Jesús siendo inocente, atrajo sobre sí toda la maldición de la ley (Dt.21,23) y de ese modo cumplió todas sus exigencias, aboliéndola consiguientemente  (Gal.3,13;  3,23;  Ef.2,14‐16).  La  Cruz  de  Cristo  nos  ha  liberado  de  la  ley convertida en maldición. De hecho para Pablo, la ley proviene de Dios y es cosa buena; pero la situación  existencial  de  los  hombres,  más  su  propia  experiencia  personal  (judío‐fariseo  y ferviente  seguidor de  la misma hasta que conoció a Cristo),  le  convence de que  la  ley  se ha convertido  en maldición:  la  ley  prescribe  lo  que  hay  que  hacer,  pero  no  da  la  fuerza  para hacerlo. La ley muestra al hombre su incapacidad radical, su condena al fracaso: "La Escritura encerró todo bajo el pecado" (Ga.3,22), "Todos  los que viven las obras de  la  ley  incurren en maldición" (Ga.3,10). La ley es para San Pablo la situación existencial de angustia y fracaso del hombre, y lo que a Pablo le interesa afirmar es que de esa situación nos ha liberado Cristo.  RECAPITULACIÓN  Todas estas reflexiones en torno a la muerte en la cruz de Jesús, de las primeras comunidades cristianas  nos  están  diciendo  de  una  u  otra  manera,  que  Cristo  no  murió  por  sus  propios pecados y culpas, sino por maldad de los hombres y que esa muerte no fue en vano. De ahí que ya para terminar se puede resumir acogiendo las palabras de Leonardo Boff:  "Cristo  murió  a consecuencia de  la atmósfera y  la situación de mala voluntad, odio y cerrazón en sí mismos que  los  judíos y  toda  la humanidad vivía y sigue viviendo.  Jesús no se dejó determinar   por esta  situación,  sino  que  nos  amó  hasta  el  extremo,  asumiendo  sobre  sí  esa  pervertida condición  haciéndose  solidario  con  nosotros,  muriendo  en  soledad  para  que  nunca  más tuviera nadie que morir de ese modo. Cristo está con cada de nosotros para hacernos parti‐cipar de aquella vida que se manifestó en su Resurrección: vida eterna en comunión con Dios, con los demás y con el cosmos".  

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COMPRENSIÓN DE LA MUERTE­RESURRECCIÓN DESDE LA MUERTE DE JESÚS HASTA LA CONFESIÓN DE FE EN EL 

RESUCITADO  La fe en el Resucitado es un proceso veamos:  • Jesús  muere  crucificado  en  el  año  30,  su  muerte  fue  vista  por  sus  discípulos  como  un escándalo, la cruz era entendida por los judíos como una maldición, un castigo que contaba a la víctima como asesino o malhechor.  

• Varios indicios en los evangelios dejan entender una fuga de los discípulos a sus lugares de origen, todos eran galileas. Y posiblemente allí nace la primera comunidad cristiana.  

• Esto indica que los discípulos cercanos de Jesús comandados por Pedro, regresan en grupo a Jerusalén, dando testimonio de Cristo Resucitado. Sólo desde la experiencia comunitaria en el Resucitado releen su experiencia comunitaria con su maestro y adquieren definitivo valor  para  ellos  sus  palabras,  sus  gestos  y  hechos.  Esta  nueva  presencia  de  su  maestro fundamenta no solo la esperanza y la libertad sino el nuevo agrupamiento.  

• Los discípulos se sienten perdonados, acogidos por  la experiencia del Resucitado vivo en ellos  y  se  comprometen  con  la  causa  de  Jesús,  la  salvación  de  sus  hermanos,  la preocupación  por  los  pecadores,  los  pobres,  enfermos,  impuros,  los  rechazados  de  la comunidad Judía. 

 • En la medida que se dispusieron por la fe a la acción salvadora del Cristo Resucitado fueron comprendiendo el sentido de manera más nítida el sentido de la muerte y la Resurrección. 

 DISTINTAS COMPRENSIONES DEL SENTIDO DE LA MUERTE Y RESURRECCIÓN DE JESÚS EN LA IGLESIA PRIMITIVA  Primera comprensión: apologética  La convicción de que aquel a quien habían visto morir crucificado, que estaba vivo y se dejaba sentir vivir para ellos, despejó el escándalo de  la Cruz. En efecto si el padre resucitó a  Jesús ello era un signo muy claro para ellos que  la vida de  Jesús,  su pasión y muerte habían sido aprobados  por  Dios  y  la  forma  autentica  de  cumplir  su  voluntad  en  consecuencia  la  vida pasión y muerte de Jesús empezaron a ser entendidas como revelación y modelo del destino 

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del hombre según la voluntad de Dios y en suma el fundamento de la autoridad de Jesús como rey universal. Esta comprensión rajo como resultado una relectura o nueva Hermenéutica de los textos del A.T. que entendían e interpretaban  la vida muerte y resurrección como su más auténtico cumplimiento y por lo tanto constituyeron de ese modo varias de las profesiones de fe en Jesús como el salvador o el Cristo o como el hijo de Dios.  Segunda comprensión: soteriológica  Es la comprensión de valor soteriológico de la muerte y Resurrección de Jesús a partir de la experiencia  pascual.  En  efecto  la  resurrección  de  Jesús  muestra  que  ella  no  sólo  fue  un escándalo sino el querer de Dios para los hombres, pero algo más  la muerte de Cristo es un acontecimiento salvador capaz de transformar la humanidad.  Tercera comprensión: vivencia comunitaria  El Evangelio o el Bautismo o la vida Bautismal no tienen sino consistencia en comunidad. En otros  términos,  la  muerte  y  resurrección  de  Jesús  como  acontecimiento  salvador  en  los cristianos solo se da realmente en comunidad.  

LA HISTORIA DESPUÉS DE LA MUERTE DE JESÚS  La  historia  de  Jesús  continúa,  la  cruz,  su  muerte  violenta  no  lo  ha  logrado  detenerle.  El escándalo  de  cruz  se  transforma  en  principio  de  un  gran  movimiento  mesiánico.  La resurrección de Jesús asume un carácter absolutamente nuevo en relación con las tradiciones que otros pueblos tienen en relación con ella. No se puede entender la resurrección como una simple reanimación de un cadáver que re‐asume un espíritu para asumir de nuevo su lugar en la  historia  y  continuar  como  si  nada  hubiera  pasado.  No  es  tampoco  la  aparición  de  un espectro que  se deja  ver de manera espiritualizante  compartiendo una  vida  supra‐sensible, transhistórica207[1].  La  resurrección  de  Jesús  ha  de  entenderse  en  el marco  de  la  esperanza judía  en  sintonía  con una  serie  de  experiencias  histórico‐teológicas  que  han  conformado  la vida  de  Israel208[2].  La  novedad  de  la  pascua  de  Jesús  tiene  un  carácter  de  experiencia­encuentro­desencadenante209[3].  Los  seguidores  de  Jesús  se  encuentran  ante  una  realidad que los desborda y los recrea. Lo anterior desaparece. Se encuentran sin piso, los elementos culturales que tenían no les alcanza para contar la nueva historia que están construyendo. Se sienten  arrojados  a  un  abismo  en  el  cual  sus  creencias  que  les  daba  el  soporte  han desaparecido. Pero de igual forma descubren que han adquirido una nueva forma de entender a Dios, a  Jesús, el  reino y  las víctimas:  lo definitivo está aconteciendo ahora210[4]. Veamos  la 

207[1] PIKAZA, Xabier. Evangelio: vida y pascua de Jesús. Sígueme. Salamanca.199º. 246 208[2] Ibídem. 209[3] Ibídem 210[4] SCHILLEBEECX, Edward. Jesús la historia de un viviente. Cristiandad. Madrid. 1981

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forma  como  las  primeras  comunidades  leen  esta  presencia  de  Jesús.  Una  presencia  que implica  de  algún  modo  cambio  y  ruptura..  Detengámonos  en  la  forma  como  el  grupo apostólico  descubre  este  cambio  que  empieza  a  acontecer  desde  el  instante  mismo  de  la crucifixión en los diferentes grupos que tiene que ver en la muerte de Jesús. Una cosas si ha quedado muy clara para ellos  la resurrección de  Jesús ha provocado un proceso de cambio, que no se puede ocultar.  CON LOS OJOS PUESTOS EN LA CRUZ  En  este  aparte  nos  detendremos  a  explorar  como  los  diferentes  grupos  que  aparecen  a  lo largo de la vida de Jesús y que en los textos del Nuevo Testamento se posicionan  a la hora de su muerte‐resurrección, frente a la cruz estos grupos son: el poder romano representado por el centurión, la autoridad judía, los sacerdotes, Pedro y los doce y finalmente las mujeres.  El poder romano  Jesús es condenado por el poder romano como un perturbador social, por ello sobre su cruz se pueden  leer  los  cargos  que  han  generado  su  muerte.  Estos  cargos  poco  o  nada  afectan  la estabilidad del imperio. Para los romanos es la muerte de un delincuente más. Uno de tantos que mueren en la cruz en esta época. Sin embargo, los relatos bíblicos presentan la historia de otra manera. Con la muerte de Jesús acontece algo más. Una serie de símbolos presentes en el sitio de la crucifixión así lo demuestran: Frente a la cruz se haya un soldado romano vigilante, en oposición a la total indefección por la que pasa el crucificado. En el momento de su muerte, este hombre romano exclama: en verdad este hombre era hijo de Dios. Sabemos que la muerte de Jesús en relación con el poder romano no ocasiona nada, pero para los escritores sagrados el  acontecimiento  muerte‐resurrección  revela  al  mundo  una  gran  verdad:  la  estructura  de poder sobre la cual se afianza el mundo se ha fisurado, a revelado su estrategia: la violencia ya no vence  la violencia,  la  fuerza ya no puede vencer con  fuerza. El desamparo de  la  cruz del crucificado revela al centurión, representante del imperio y sus ejércitos, la hondura de Dios. Es claro que este hecho no puede leerse como algo histórico. Es más bien una lectura teológica que  afirma  la  necesidad  que  las  estructuras  de  poder  generadoras  de  víctimas  se  dejen confrontar por la revelación que hace el crucificado y que ella tiene sentido porque es capaz de entregar un amor que es capaz de morir y perdonar.  La autoridad judía  Representada  por  los  sacerdotes  encargados  de  condenar  y  entregarle  al  poder  romano  se ubican de igual forma como testigos de su muerte. Estos textos igualmente se han de entender en perspectiva teológica. Frente a la cruz los sacerdotes lo desprecian como el rey sin poder, el profeta excluido que  tenía  la pretensión de acabar con  la estabilidad del  templo. Para  los sacerdotes  la muerte de Jesús no trajo grandes cambios en su estructura. Las cosas parecen 

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que siguieron  igual hasta  la caída del  templo en el año 70 d.C. Ellos pensaban que  las cosas continuaran igual por muchos años en el templo: vivir del sacrificio y las ofrendas religiosas. De la misma forma que con el centurión romano los escritores sagrados elaboran una serie de simbólicas para expresar la novedad que trae la muerte en cruz para este grupo. En este caso se toma un signo muy conocido el velo del templo, aquel que protegía el sanctum sanctorum, el  lugar  donde  habita  Dios.  Este  velo  ha mostrado  su  fragilidad,  no  pudo  aguantar más  su misión  de  separar  y  aislar  a  Dios  del mundo.  Se  rasgó  en  dos  desde  arriba  hacia  abajo.  La muerte de Jesús lo ha desgarrado. El sentido y la importancia que para los sacerdotes tenía el velo en el templo, la cortina que separaba lo sagrado de lo profano ya no existe más. La cortina de  sangre  que  sólo  se  podía  atravesar  mediante  el  sacrificio  sustitutivo  de  animales  ha desaparecido. La muerte de Jesús que evitaría  la destrucción del templo,  la aceleró, su caída está cerca. Los textos quieren mostrar como los sacerdotes al eliminar a Jesús el enemigo del templo, querían solucionar con su muerte la estabilidad del templo, han acelerado y puesto fin a su existencia. Matando a Jesús, acabaron con el templo.  Los doce y Pedro  Son los seguidores más cercanos, lo llamados a establecer la comunidad escatológica. Es con ellos  que  Jesús  quiere  construir  esa  comunidad.  Pero  Jesús  se  encuentra  con  un  grupo  de hombres contagiados por la rivalidad, una resistencia armada con la cual intentan defenderse, mientras su maestro responde con no‐violencia. Los que frente a esta actitud de Jesús huyen asustados y temerosos, dejándolo solo con su suerte. Al interior y en el centro de este grupo aparece  Pedro,  la  piedra,  sobre  la  que  sostiene  el  grupo.  La  simbología  que  se  utiliza  es  la triple  negación.  Estos  que  habían  decidido  seguirle  lo  abandonan  completamente.  Este simbolismo  de  la  triple  negación  se  repliega  sobre  el  grupo,  su  conducta  en  el  momento decisivo es de negación y abandono. Con este grupo en el momento de la cruz no se da ningún signo de cambio. Eso sucederá con en el encuentro con el muerto‐resucitado. 

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Las mujeres  Las mujeres son un grupo que permaneció como  fieles seguidoras  de  Jesús en  la penumbra durante la vida publica de Jesús, en la que el protagonismo es de los discípulos varones. Ellas hacen su aparición en el momento de la pasión‐muerte‐resurrección. Este grupo de mujeres tiene  una  dificultad  al  calcularse  su  número,  y  en  conocer  sus  nombres.  Son  las  anónimas, ausentes pero presentes cuando los varones huyen. Ellas son presentadas como el testimonio de amor que suscita  Jesús con su entrega en  la cruz. Estas mujeres son presentadas en una relación con la muerte, ellas son las encargadas de evidenciar  tal vez un culto que se tendría en Jerusalén, la visita al sepulcro. En ellas todavía no hay una ruptura, la cruz no ha podido ser entendida, están en continuidad con el mundo de  las  tinieblas y de  la muerte a pesar de  las evidencias  que  ya  no  está  allí.  Aunque  son  las  primeras  en  recibir  el  anuncio  de  la resurrección pero no son creídas es necesario un testigo oficial. Estos son los posibles grupos de  personas  que  podríamos  catalogar  de  testigos  de  la  resurrección.  Lo  que  nos  está indicando  es  que  en  ninguno,  al  menos  en  un  inició,  la  resurrección  les  ocasionó  algo,  un cambio, una diferencia.    Veamos ahora como  los  relatos posteriores a  la  cruz nos cuentan como  fueron apareciendo una  actitud  diferente  el  grupo  apostólico,  una  experiencia  de  cambio  que  va  a  mostrar  la novedad que ofrece la resurrección de Jesús. 

 EL  GRUPO DE COBARDES SE REÚNE DE NUEVO 

 Esta  pregunta  nos  sitúa  nuevamente  en  el  binomio  dispersión/reunirse  y  en  el  centro  la pregunta ¿que pasó? Si los relatos del sepulcro vacío y de las apariciones no explican o tienen la pretensión de explicar la resurrección o contar que les pasó a los seguidores de Jesús, que nos  queda  para  hablar,  par  entender  la  resurrección.  La  invitación  es  detenernos  en  el proceso. Que sucedía antes, y que se presenta después. Como eran las cosas antes y como se desarrollaron luego los acontecimientos. Lo que se puede afirmar es que ente el abandono y el reunirse aparece un proceso de conversión. La articulación de los relatos del sepulcro vacío y de  las  apariciones ya  suponen  la  conformación de una  comunidad,  al  igual que un Kerigma cristológico.  Nuestro  interés  será  preguntarnos  en  el  como  de  ese  proceso  que  vamos  a denominar CONVERSIÓN. Este proceso tiene un punto de partida y un punto de llegada: Punto de partida: una revelación de aquel que se ha abandonado. Punto de llegada: una relación con aquel a quien retoman y llaman ahora CRISTO. Para los judíos la conversión esta asociada con la  iluminación que concede  la  ley. La  ley entrega una gran  luz  que permite ver  las  cosas de manera clara. Conversión es pues una visión de conversión. En la perspectiva cristiana Jesús el Cristo irrumpe como el iluminador, el se aparece acaece entregándose el mismo como luz.  LOS DISCÍPULOS SE REÚNEN POR INICIATIVA DE PEDRO  

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Pedro  aparece  como  el  iniciador  de  reunir  de  nuevo  a  los  doce,  este  es  el  signo  que  le  ha llegado la conversión. Este es el proceso del perdón a la conversión:   Gratuidad.  Es  imposible  imaginar  este  proceso  de  conversión  sin  la  experiencia  de  la gratuidad. Esta se produce cuando alguien nos da algo y no exige nada a cambio, cuando nos sentimos movidos por  algo que  está más  allá  del  contexto  e  el  que nos habituamos  a  vivir. Cuando en la vida se produce algo que no tiene que ver nada con lo que nosotros queremos, creemos  que  necesitamos  o  que  nos  hemos  ganado,  algo  que  no  podemos  controlar  ni manipular.  Perdón.  Pero,  a  pesar  de  su  originalidad,  ha  de  ser  comprendido  lo  acontecido:  acontece entonces dentro del marco referencial de los discípulos, pero lo desborda. Lo primero habla de  lo  habitual  y  agradable;  lo  segundo,  de  lo  desacostumbrado,  terrible  y  conflictual;  este segundo término ocasiona una revisión del primero. Así, “el otro, total, gratuito, absoluto [que irrumpe], no era simplemente un extraño, sino que, sin dejar de ser el otro, era para ellos una presencia amorosa, conocida, familiar”  Misión. Tal calificación indica: (a) la devolución de una persona entera que ama libremente, no un espíritu; (b) la comprensión de tal gratuidad dentro de un marco referencial cualificado: el perdón; éste (nombre y contenido de la gratuidad) se sale de la relacionalidad habitual (la herida y la virtuosa, basadas en la protección y en la seguridad) y la reestructura211[5]; (c) tal forma  y  concretud  de  la  experiencia,  ocasiona  e  impulsa  la  comunicación  gratuita  de  lo gratuito: la misión (el envío)..  HISTORICIDAD Y RETOQUES   Abordar  la  historia  que  continúa  aconteciendo  tras  la  muerte  de  Jesús,  es  iniciar  una aproximación  al  proceso  que  los  seguidores  de  Jesús  emprenden.  Los  textos  del  Nuevo Testamento presentan este proceso como un camino de Conversión. Los traidores y temerosos discípulos se reúnen nuevamente dispuestos a correr la misma suerte de su maestro. Que los lleva a tomar esta decisión  ¿Cómo aconteció esta conversión?  La tesis de marcos. Para marcos los discípulos no entienden nada de Jesús, no son capaces de ver  quien  es.  En  su  evangelio  es  claro  que  ellos  están  inmersos  en  una  serie  de 

211[5] Es importante pensar estas bellas citas de Alison: “La resurrección es perdón: no una sentencia de perdón, sino la presencia de la gratuidad en persona… La pena, la culpa y la confusión desaparecieron de ellos, porque el objeto de su pena, culpa y confusión había vuelto a la vida, como si nada hubiera pasado” (31). También: “Es la presencia del otro gratuito como perdón lo que se da en el Espíritu Santo, y es lo que se ha de ofrecer a todas las naciones. El otro gratuito ha irrumpido en la trama de relaciones humanas como perdón”. Y concluye: “Jamás podremos enfocar la resurrección sin estas categorías” (32).

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incomprensiones  y  malentendidos  en  torno  a  él.  Están  viviendo  una  abierta  negación  y apostasía. Esta incomprensión va en aumento por parte de sus discípulos, en contraste con la multitud que se muestra comprensiva. Esta incomprensión radica en una visión errónea del mesianismo  (Mc.8,32‐33):  32  Hablaba  de  esto  abiertamente.  Tomándole  aparte,  Pedro,  se puso  a  reprenderle.  33 Pero  él,  volviéndose y mirando a  sus discípulos,  reprendió  a Pedro, diciéndole: “¡Quítate de mi vista, Satanás! porque tus pensamientos no son  los de Dios, sino los de los hombres”. El Evangelio de marcos es enfático en mostrar esta incomprensión, como un camino de negación‐traición‐abandono. El escándalo de Jesús, su camino a la cruz, lleva a que sus discípulos lleguen a escandalizarse y por tanto llegar a la negación. Esto contrapone a la  experiencia  que  parece  después  de  la  resurrección,  fe  en  Jesús  que  los  lleva  al  creer traducido en seguimiento. El paso de una realidad a la otra es lo que nos permite hablar de la conversión:  el paso de  la  ruptura  con  Jesús que genera desintegración del  grupo,  a  la  fe  en Jesús que genera la integración del grupo.  

La negación de Pedro. Es una construcción posterior. Ella evidencia el abandono‐incomprensión‐negación de Jesús por parte de su grupo de amigos. Jesús recorre el camino de cruz solo y abandonado. Por ello ser autentico discípulo es aquel que le sigue en la pasión. Dispersión / Reunión. El binomio dispersión / reunión enfatiza la dinámica que se presenta en los textos marcanos. Es la dinámica que atraviesa toda la construcción y la interpretación 

de este Evangelio  Por qué buscar entre los muertos al que está vivo  

Mc 16,1­8: 1.  1 Pasado el sábado, María Magdalena, María la de Santiago y Salomé compraron aromas para ir a embalsamarle. 2 Y muy de madrugada, el primer día de la semana, a la salida del sol, van al sepulcro. 3 Se decían unas otras: «¿Quién nos retirará la 

piedra de la puerta del sepulcro?» 4 Y levantando los ojos ven que la piedra estaba ya retirada; y eso que era muy grande.5 Y entrando en el sepulcro vieron a un joven sentado en el lado derecho, vestido con una túnica blanca, y se asustaron. 6 Pero él les dice: «No os asustéis. Buscáis a Jesús de Nazaret, el Crucificado; ha resucitado, no está aquí. Ved el lugar donde le pusieron. 7 Pero id a decir a sus discípulos y a Pedro que irá delante de vosotros a Galilea; allí le veréis, como os dijo.» 8 Ellas salieron huyendo del sepulcro, pues un gran temblor y espanto 

se había apoderado de ellas, y no dijeron nada a nadie porque tenían miedo...      Este texto es punto de partida para entender aquello de las tradiciones del sepulcro vacío. Una tradición muy antigua que esta revelando la práctica del culto a  los sepulcros tan común en Jerusalén en aquella época.  Sepulcro y apariciones  En el relato de Mc. Un ángel es el encargado de anunciar que Jesús ha resucitado, no que el 

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sepulcro está vacío. Tampoco se afirma que las mujeres vieran el sepulcro vacío. La figura del sepulcro  vacío  aparece  como  el  signo  visible  de  la  irrupción  escatológica  (definitiva)  de  la resurrección en la historia: Ya no habrá más muerte. Un elemento nos debe quedar claro antes de  continuar  con  la  reflexión,  las  tradiciones  sobre el  sepulcro vacío  son posteriores a  la al Kerigma de  la resurrección y no al contrario. No se puede afirmar que por estar el sepulcro vacío se ha efectuado la resurrección. 

 El Santo sepulcro. Vayamos en detalle al texto de Mc.16,1‐8. La parición de un ángel, al igual 

que otros relatos quieren mostrar la importancia de lo que allí está sucediendo. Una angelofanía es el estilo redaccional mediante el cual se quiere marcar el sentido de lo que sucede. El ángel no aparece, no cae del cielo, se dice que está allí, es más esta sentado. Esta angelofanía nos está diciendo la fe en Jesús crucificado‐resucitado es una revelación de Dios en la comunidad‐eclesial. El texto está insistiendo que la comunidad tenía una tradición asociada a un lugar que exigía una peregrinación‐visita. En Jerusalén era muy común esta 

práctica de visitar los sepulcros. Lo fascinante del texto es que no se concluye que esta que la resurrección del crucificado se verifica por un lugar vacío, sino al contrario porque resucitó el 

sepulcro está vacío, no está aquí.  Otro elemento fundamental en el texto es la unión que se hace entre el crucificado (nazareno) que  es  el  resucitado.  La  expresión  Jesús  de  Nazaret  tiene  una  fuerte  carga  significativa:  el acusado‐asesinado‐maldito,  el  crucificado.  La  presencia  del  ángel  indica  pues  que  la resurrección  es  acción  de Dios:  ha  sido  resucitado.  Es  una  acción  salvífica  que  acontece  en Jesús y esto es  lo que sus discípulos  todavía no pueden entender. El ángel no anuncia nada nuevo  sus  palabras  recogen  lo  que  comunica.  Las  palabras  ya  viven  en  la  comunidad.  El contenido  del  mensaje  nos  es  la  novedad  sino  el  lugar  desde  donde  se  dicen,  desde  un sepulcro vacío.  El sepulcro es el  lugar donde reina la muerte, pero está vacío. La muerte no esta allí, en ese sepulcro  no  pudo  ejercer  su  poderío.  El  no  está,  ha  sido  vencida.  Un  sepulcro  no  pudo contener el poder de  la vida, no  la puede corromper. La blanca presencia del ángel elimina, borra la presencia de la muerte. El lugar sagrado de la muerte ha sido profanado, el sepulcro esta abierto, no hay cadáver. El poder de  la muerte ha sido privado de su esplendor, poder, dominio.  Mateo 28,1­10 1. Pasado el sábado, al alborear el primer día de la semana, María Magdalena y la otra María fueron a ver el sepulcro. 2 De pronto se produjo un gran terremoto, pues el 

Angel del Señor bajó del cielo y, acercándose, hizo rodar la piedra y se sentó encima de ella. 3 su aspecto era como el relámpago y su vestido blanco como la nieve. 4 los guardias, 

atemorizados ante él, se pusieron a temblar y se quedaron como muertos. 5 El Angel se dirigió a las mujeres y les dijo: «Vosotras no temáis, pues sé que buscáis a Jesús, el Crucificado; 6 o está aquí, ha resucitado, como lo había dicho. Venid, ved el lugar donde estaba. 7 ahora id 

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enseguida a decir a sus discípulos: "Ha resucitado de entre los muertos e irá delante de vosotros a Galilea; allí le veréis." Ya os lo he dicho.» 8 Ellas partieron a toda prisa del sepulcro, con miedo y gran gozo, y corrieron a dar la noticia a sus discípulos. 9 n esto, Jesús les salió al encuentro y les dijo: «¡Dios os guarde!» Y ellas, acercándose, se asieron de sus pies y le adoraron.10 Entonces les dice Jesús: «No temáis. Id, avisad a mis hermanos que vayan a 

Galilea; allí me verán.»  El  sepulcro  vacío  un  lugar  para  entender  la  polémica  entre  judío  y  cristianos.  Los  judíos argumentaban que en  la resurrección era necesario que desapareciera el cadáver. Esta es  la estructura del texto: una angelofanía apocalíptica, un ángel, el señor, aspecto como relámpago, tremendo  terremoto,  se  corre  la piedra. Esta aparición del ángel prepara  las apariciones de Jesús.  Lucas 24,1­12. 1 El primer día de la semana, muy de mañana, fueron al sepulcro llevando los aromas que habían preparado. 2 Pero encontraron que la piedra había sido retirada del 

sepulcro, 3 y entraron, pero no hallaron el cuerpo del Señor Jesús.4 No sabían que pensar de esto, cuando se presentaron ante ellas dos hombres con vestidos resplandecientes. 5 Como ellas temiesen e inclinasen el rostro a tierra, les dijeron: «¿Por qué buscáis entre los muertos al que está vivo? 6 No está aquí, ha resucitado. Recordad cómo os habló cuando estaba todavía en Galilea, diciendo: 7. "Es necesario que el Hijo del hombre sea entregado en manos de los pecadores y sea crucificado, y al tercer día resucite. "» 8 Y ellas recordaron sus palabras.9 

Regresando del sepulcro, anunciaron todas estas cosas a los Once y a todos los demás. 10 Las que decían estas cosas a los apóstoles eran María Magdalena, Juana y María la de Santiago y 

las demás que estaban con ellas.11 Pero todas estas palabras les parecían como desatinos y no les creían. 12 Pedro se levantó y corrió al sepulcro. Se inclinó, pero sólo vio las vendas y se 

volvió a su casa, asombrado por lo sucedido.     En  este  texto  las mujeres  son  las  que  constatan  que  el  sepulcro  está  vacío,  que  luego  será constatado de forma oficial por Pedro. Lucas utiliza en su presentación un figura muy común en su contexto y en  la tradición Biblia el modelo del rapto. Un hombre  justo que es raptado por Dios aun en su cuerpo( Henoc – Elías) Este modelo es la herramienta como Lucas puede anunciar a los griegos la resurrección. El rapto se verifica mediante la aparición del sepulcro vacío y las apariciones del raptado. Este es un modelo común en su época que no encasilla el anuncio sino que simplemente es una mediación redaccional cultural.  Las apariciones. Estos relatos no surgen como aspectos apologéticos de la resurrección, sino para acentuar la acción misionera apostólica.  Mateo 28,16­20.  16 Por su parte, los once discípulos marcharon a Galilea, al monte que Jesús les había indicado.17 Y al verle le adoraron; algunos sin embargo dudaron. 18 Jesús se acercó a ellos y les habló así: «Me ha sido dado todo poder en el cielo y en la tierra. 19 Id, pues, y 

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haced discípulos a todas las gentes bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, 20 y enseñándoles a guardar todo lo que yo os he mandado. Y he aquí que yo 

estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo.»  El  texto  inicia  presentando  a  Jesús  como  señor  del  mundo  (kosmokrator),  se  presenta  la misión y el contenido de la misión y la promesa de su presencia en la misión.  Lucas 24,36­49. 36 Estaban hablando de estas cosas, cuando él se presentó en medio de ellos y les dijo: «La paz con vosotros.» 37 Sobresaltados y asustados, creían ver un espíritu. 38 Pero él les dijo: «¿Por qué os turbáis, y por qué se suscitan dudas en vuestro corazón?       39 Mirad mis manos y mis pies; soy yo mismo. Palpadme y ved que un espíritu no tiene carne y huesos como véis que yo tengo.» 40 Y, diciendo esto, los mostró las manos y los pies. 41 Como ellos no acabasen de creerlo a causa de la alegría y estuviesen asombrados, les dijo: «¿Tenéis aquí algo de comer?» 42 Ellos le ofrecieron parte de un pez asado. 43 Lo tomó y comió delante de ellos. 44 Después les dijo: «Estas son aquellas palabras mías que os hablé cuando todavía 

estaba con vosotros: "Es necesario que se cumpla todo lo que está escrito en la Ley de Moisés, en los Profetas y en los Salmos acerca de mí."» 45 Y, entonces, abrió sus inteligencias para que 

comprendieran las Escrituras, 46 y les dijo: «Así está escrito que el Cristo padeciera y resucitara de entre los muertos al tercer día 47 y se predicara en su nombre la conversión para perdón de los pecados a todas las naciones, empezando desde Jerusalén. 48 Vosotros 

sois testigos de estas cosas. 49 «Mirad, y voy a enviar sobre vosotros la Promesa de mi Padre. Por vuestra parte permaneced en la ciudad hasta que seáis revestidos de poder desde lo alto.»    Las apariciones en Lucas tienen una clara finalidad: unir el fin de la misión terrestre de Jesús con la futura misión de la comunidad.  Esta es la estructura en el contexto de Lucas:  

- Kerigma apostólico - Permanencia en Jerusalén: legitimación como garantes de la fe en el resucitado - Anuncio de la promesa del padre: el espíritu santo. 

 Juan 20,19­23. 19 Al atardecer de aquel día, el primero de la semana, estando cerradas, por miedo a los judíos, las puertas del lugar donde se encontraban los discípulos, se presentó 

Jesús en medio de ellos y les dijo: «La paz con vosotros.» 20 Dicho esto, les mostró las manos y el costado. Los discípulos se alegraron de ver al Señor. 21 Jesús les dijo otra vez: «La paz con vosotros. Como el Padre me envió, también yo os envío.» 22 Dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo: «Recibid el Espíritu Santo. 23 A quienes perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a 

quienes se los retengáis, les quedan retenidos.»     Se  presenta  el  mismo  esquema  lucano:  El  sentido  de  los  relatos  es  legitimar  la  misión 

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apostólica a todas  las naciones, este es el  fundamento de  la  iglesia y de su misión. Se deben entender en la dinámica duda‐revelación‐reconocimiento.  LA RESURRECIÓN DE JESÚS  CONTEXTUALIZACIÓN  Jesús  anunció  el  reinado de Dios y  con ello  anunciaba  la  esperanza y  la  liberación   de  toda aquello que  ata  al  hombre y no  le permite  realizarse  en plenitud.  Su mensaje  y  su práctica liberadora hicieron creíble el sueño de la humanidad: un mundo sin divisiones, sin injusticia, sin discriminaciones.  Pero resulta que con su muerte en la cruz, todo se derrumbó... aquél que había hablado de liberación, y de amor, moría, víctima del odio y del egoísmo que en nombre de la ley lo sentenció a morir de esa manera. Con su muerte parece que no sólo se enterraban las esperanzas de  liberación,  sino  también  la rudimentaria  fe de sus discípulos, y así muere también esperanza de la realización de ese sueño, allí se acababa todo. Por eso, los discípulos huyen, se esconden porque tienen miedo, y se sienten decepcionados de su maestro...  ¿QUÉ SUCEDIÓ DESPUÉS DE LA MUERTE DE JESÚS?  Como ya lo anotamos, la muerte de Jesús produjo en los discípulos un profundo desconcierto. La pretensión de Jesús había fracasado. La cruz para los judíos significaba "maldición de Dios" (Dt  21,33)  y  si  Jesús murió  en  una  cruz  significaba  que  Dios  rechazaba  su  obra,  que  Dios mismo  le  estaba  condenando. Era  lógico que  los discípulos huyeran,  tuvieran miedo,  regre‐saran a sus antiguos oficios; estaban decepcionados y resignados al fracaso. Lo vivido al lado de Jesús no había enraizado profundamente en ellos. Por eso, "muerto el maestro se dispersan los discípulos". Pero algo inaudito y único en la historia de la humanidad sucedió días después de la muerte de Jesús. Sus seguidores  vuelven a reunirse en Jerusalén. Y empiezan a caminar juntos anunciando: "Dios ha resucitado al que fue crucificado"(Hc 2,23‐24). Esta confesión de fe mostraba que  contra  todos  los pronósticos humanos,  ellos  sentían que  Jesús estaba vivo, que Dios lo respaldaba. Que Jesús no se había equivocado. Que su causa era la misma causa de Dios y por eso ellos estaban dispuestos a dar la vida por ella. Desde aquel momento la historia de  la  humanidad  se  dividió  en  dos.  La  muerte  no  tenia  ya  la  última  palabra,  uno  de  los nuestros,  Jesús  de  Nazareth  había  resucitado,  y  con  él  "todos  recibíamos  la  vida"  (1  Cor 15,22).  ¿QUÉ SENTIDO PUEDE TENER LA RESURRECCIÓN PARA NOSOTROS?   La resurrección nos llena de esperanza y viene a atacar la decepción que anotábamos antes: el que se compromete con Jesús y su causa, posiblemente lo matan como a él, pero la muerte no tiene  la  última  palabra  porque  resucita  con  Cristo.  Podemos  entonces,  afirmar  que  los mártires son testigos de la vida, porque participan de la resurrección de Cristo y a su vez, nos 

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han dejado abierto el camino de la vida en nuestra historia. Ya Pablo lo afirmaba: "Si Cristo no resucitó, vana es nuestra fe..." (1 Cor 15,17), vano es nuestro compromiso con la justicia y la igualdad, porque nos matarán como a todos los profetas de la historia. Pero la resurrección, nos  invita  a  creer  que  la  muerte  no  termina  esta  causa,  sino  que  construyéndola  en  este presente histórico se prolonga por toda la eternidad. Pero todo esto nos puede resultar muy abstracto  todavía.  Por  eso  necesitamos  profundizar  el  tema  para  llegar  a  entender  qué estamos  diciendo  cuándo  afirmamos  que  "Jesús  ha  resucitado  y  con  El  todos  recibimos  la vida".  ¿QUÉ PENSAMOS NOSOTROS CUANDO HABLAMOS DE RESURRECCIÓN?  Para  ninguno  de  nosotros  es  desconocida  esta  afirmación  central  de  nuestra  fe:  "Jesús  ha resucitado". Posiblemente la identificamos con los pasajes que recordamos de los evangelios y que podemos resumir más o menos así: a los tres días Jesús resucitó, las mujeres fueron a la tumba  y  no  encontraron  el  cadáver,  encontraron  unas  sábanas  encima  de  la  tumba,  unos ángeles que les dijeron que Jesús había resucitado, etc.; posteriormente se fue apareciendo a los discípulos,  a  las mujeres,  a Tomás. Y posiblemente  recordamos esa  segunda aparición a Tomás donde Jesús le reprocha su incredulidad y le hace tocar sus llagas y su costado abierto. Pero otros podrán pensar, haciendo eco del cuestionamiento actual a la interpretación literal e historizante de los textos bíblicos, que éstos son simplemente símbolos. De hecho el mundo moderno  nos  invita  a  no  creer  en  nada  que  no  podamos  comprobar  directamente.  En  este sentido para muchos la resurrección solamente fue una proyección subjetiva de los discípulos y posteriormente de  la  Iglesia para mantener viva  la memoria de  Jesús  entre nosotros. Por último, cuando hablamos de resurrección pensamos en la otra vida, una posibilidad que todos buscamos,  y  que  se  ve  con  claridad  en  el  deseo  de  prolongar  nuestra  vida  lo  más  que podamos.  Este  mismo  deseo  de  vivir  se  manifiesta  cuando  se  nos  muere  un  ser  querido. Normalmente,  buscamos  mantener  su  presencia  de  alguna  manera  y  creemos  que  nos acompaña  y  nos  ayuda  en  nuestra  vida.  Tal  es  nuestro  deseo  de  seguir  viviendo  que  la reencarnación  es  el  tema  del  día.  De  alguna  manera  es  un  consuelo  y  una  salida "aparentemente  lógica" ante el  absurdo de  la muerte:  como no alcanzo a hacer  todo  lo que quisiera,  le  reencarnación  me  ofrece  otra  posibilidad,  otra  vida  para  perfeccionarme...  la lástima es que no se es consciente de esas "otras vidas" ni se puede disfrutar tranquilamente porque  tampoco  la  reencarnación  es  "demostrable"  como  quisiéramos.  ¿Con  cuál  postura quedarnos? Es lo que vamos a intentar aclarar en los puntos siguientes.  EL HECHO DE LA RESURRECCIÓN  La resurrección no fue una invención de los discípulos, fue una experiencia que impacto tanto su vida que los que los llevo a predicar esta Buena Noticia a todos los hermanos. No podemos olvidar que la ciencia en algunos aspectos de nuestra vida no puede ir más allá de "mostrar" el hecho.  Por  ejemplo,  el  amor  entre  dos  personas  no  se  puede  "demostrar"  sino  que  se 

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"muestra" en la cotidianidad de la vida, en la dedicación constante, pero el uno y el otro tienen que poner en juego su fe en el otro cada día, nadie está seguro del amor del otro, lo conquista y lo gana en el día a día... así mismo en el hecho de la resurrección la ciencia sólo puede llegar a la constatación de un hecho capital: los apóstoles predicaron unánimemente y con riesgo de sus vidas la resurrección de Jesús. Ante este testimonio sólo es posible la fe que en su libertad y responsabilidad asume el riesgo de creer porque sabe que no puede llegar a una demostra‐ción científica sino a una opción personal.  Por lo tanto podemos afirmar que la resurrección fue un hecho histórico, en el sentido de que aconteció  realmente, pero no  lo es en el  sentido de que se pueda comprobar en el  espacio‐tiempo.  Jesús  resucitado  no  está  ya  en  el  espacio  y  en  el  tiempo,  sino  que  ha  superado  la historia para vivir lo definitivo.   LOS PRIMEROS TESTIMONIOS DE LA RESURRECCIÓN  El  testimonio  de  los  discípulos  sobre  el  hecho  de  la  resurrección  quedo  consignado  en  el Nuevo  Testamento.  Para  acercarnos  a  estos  testimonios  tenemos  que  recuperar  lo  dicho anteriormente. Tienen razón los que se sitúan en contra de una lectura textual e historizante de  la  biblia.  Pero  de  aquí  no  se  deduce  que  estos  textos  sean  "símbolos"  carentes  de  todo contenido. Lo que si es claro en la exégesis actual es que todo el Nuevo Testamento es un libro de fe, que interpreta la historia real a la luz del amor y la fe en Jesucristo, y por tanto necesi‐tamos  conocer  los  diversos  géneros  literarios,  los  contextos  en  que  surgen  y  sobretodo acercarnos a la fe de los primeros cristianos para entender a fondo el mensaje que encierra. En este sentido, los relatos que hemos mencionado no podemos invocarlos cómo pruebas de la resurrección, ni como relatos contundentes del cómo aconteció. Estos relatos no tienen esas pretensiones.  Su  alcance  es  darnos  testimonio  de  la  experiencia  de  fe  que  vivieron  los primeros  cristianos.  Los  primeros  testimonios  de  la  resurrección  los  encontramos  en  las cartas  apostólicas.  El  texto  más  antiguo  que  poseemos  sobre  la  resurrección  de  Jesús  se encuentra en 1 Cor 15, 3‐5: "En primer lugar les he transmitido la enseñanza que yo mismo recibí, a saber: que Cristo murió por nuestros pecados,  tal como lo dicen  las Escrituras, que fue sepultado, que resucitó al tercer día como lo dicen también las Escrituras, que se apareció a Pedro y luego a los Doce..."   Se  trata  evidentemente  de  una  fórmula  de  fe  en  la  que  la  Iglesia  ha  recogido  el  Kerygma apostólico  en  los  orígenes  de  su  tradición.  Kerygma  es  una  palabra  griega  que  significa pregón, mensaje. En el Nuevo Testamento se llama Kerygma a la predicación de los apóstoles. El  contenido  del  Kerygma  es  la  muerte  y  resurrección  de  Jesús,  como  lo  vemos  en  la  cita anotada anteriormente. Tres son las afirmaciones fundamentales que hace el texto: que Cristo murió,  que resucitó,  que se apareció a Pedro y luego a los doce. Se distingue claramente entre la muerte y resurrección de Cristo a la par que se unen ambos acontecimientos. Si el hecho de  haber  sido  sepultado  subraya  la  realidad  de  la  muerte,  el  hecho  de  haberse  aparecido 

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subraya la realidad de la resurrección.  El sepulcro vacío y las apariciones  Los  cuatro  evangelistas  (cada  cual  a  su  manera)  al  hablar  de  la  resurrección  de  Jesús  se refieren al sepulcro vacío y a las apariciones:     Mt 28, 1‐15 :  aparición a las mujeres: tumba vacía, ángel, Jesús aparece.   Mt 28, 16‐20: aparición a los once discípulos    Mc 16, 1‐8  :    las mujeres encuentran la tumba vacía   Mc 16, 9‐11 :  aparición a Maria Magdalena   Mc 16, 12‐13: aparición a dos de los discípulos   Mc 16, 14‐20:   aparición a los once discípulos    Lc 24, 1‐12 :    tumba vacía (mujeres y Pedro)   Lc 24, 13‐35:  aparición a los discípulos de Emaús   Lc 24, 36‐43:  aparición a los once discípulos    Jn 20, 1‐10 :    tumba vacía (Maria Magdalena, Pedro y otro discípulo)   Jn 20, 11‐18:    aparición a Maria Magdalena   Jn 20, 19‐13:    aparición a los discípulos   Jn 20, 26‐29:    aparición a los discípulos con Tomás   Jn 21, 1‐25 :    aparición a los discípulos a orillas del lago   Cómo ya lo señalamos anteriormente estos textos no pretenden demostrar la resurrección, ni decirnos cómo aconteció. Son explicitaciones posteriores del Kerygma apostólico, más elabo‐radas,  pero  que  conservan  la  finalidad  fundamental:  dar  testimonio  de  la  resurrección  de Jesús. Para enriquecer nuestra reflexión conviene profundizar en los elementos que en estos textos se señalan. Recogiendo el estudio de los especialistas en la interpretación bíblica, pode‐mos afirmar:  ‐ Los dos tipos de relatos afirman la fe en la resurrección, sin pretender demostrar nada.   ‐ En los relatos de la tumba vacía se afirma esencialmente dos puntos: que la tumba en donde fue enterrado Jesús fue encontrada vacía; y que Jesús nazareno, el crucificado, ha resucitado.  Lo primero es un hecho que todos pudieron comprobar: los judíos del sanedrín, los soldados romanos y los propios discípulos; pero que admite de suyo muy diversas explicaciones, como la hipótesis del robo del cadáver: "Vinieron los discípulos de Jesús por la noche y robaron su 

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cadáver mientras  la guardia dormía"  (Mt 28,12‐15). Por  tanto  la  tumba vacía por sí  sola no prueba  nada.  No  podemos  referirnos  a  ella  buscando  demostrar  algo.  La  intención  de  los evangelistas era dar testimonio de la resurrección y es lo que se afirma en la segunda parte "el crucificado,  ha  resucitado.  Hacer  referencia  al  sepulcro  abierto  ‐en  los  textos  de  la  tumba vacía se afirma que la piedra estaba corrida‐ está indicando la derrota del sheol (lugar de los muertos para los judíos) por el poder divino que resucita a Jesús y en él a todos los hombres.   Las apariciones  tienen  la misma  intencionalidad. Afirman  la  fe  en  la  resurrección. Con unas características  especiales:  En  los  relatos  de  apariciones,  Jesús  se  les  presenta  inespe‐radamente. Esto pretende mostrar que la resurrección no es una proyección subjetiva de los discípulos,  sino  que  el  resucitado  les  sale  al  encuentro,  que  la  experiencia  de  resurrección depende  de  la  libre  voluntad  del  mismo  Jesús.  También  en  estos  relatos  los  discípulos  no reconocen  a  Jesús  inmediatamente.  Con  esto  siguen  mostrando  que  la  iniciativa  parte  de Jesús. Por otra parte el énfasis de hacerlo presente entre ellos, de que come con ellos, camina con  ellos,  etc.,  está mostrando  que  ellos  quieren  resaltar  la  identidad  personal  entre  Jesús crucificado y Cristo resucitado. El que resucitó es el mismo que  fue crucificado. También en los textos de apariciones es común encontrar que al final Jesús les confía una misión: "seréis mis testigos..., Id y haced discípulos a todas las gentes..." Como ya lo hemos dicho, estos relatos quieren mostrarnos como la resurrección no es un símbolo para mantener la memoria de un difunto.  Es una experiencia que irrumpe en la vida de los discípulos por iniciativa divina. Es una  experiencia  de  "encuentro"  con  el  resucitado,  con  las  características  que  tiene  un encuentro: cada uno es libre de dejarse ver, de encontrarse con el otro... por eso Jesús se deja ver de los que creen en él y no de todo el mundo, porque se trata de un encuentro personal y se  precisa  al  menos  estar  dispuestos  a  creer  en  él.  Además,  es  una  experiencia  que  no  se queda en ellos mismos, sino que los compromete con una misión,  la misma misión de Jesús, que les implica toda la vida.  CONTENIDO DE LA FE PASCUAL  Hemos visto la variedad de imágenes y lenguaje con que el N.T. se refiere a la resurrección. Así mismo,  lo  que  hoy  llamamos  "resurrección"  se  llamó  también  "ascención",  "glorificación", "exaltación",  términos  que  no  están  indicando  diferentes  fases  de  un  proceso,  sino  el contenido esencial de la fe pascual: la pascua o el paso de Jesús de este mundo al Padre. Pero es  preciso  pasar  al  contenido  propiamente  dicho  de  la  fe  pascual.  Es  decir,  cuando  los apóstoles confesaban "Jesús ha resucitado", ¿Qué querían decir? Antes de poder responder a esta  pregunta  es  necesario  aclarar  algunas  concepciones  falsas  que  han  condicionado  la predicación de la resurrección en la Iglesia.  

FALSAS CONCEPCIONES DE LA RESURRECCIÓN  Según  la  concepción  que  tengamos  sobre  el  hombre  así  será  nuestra  concepción  de  la 

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resurrección. Podemos señalar diversas antropologías, pero nos interesa resaltar las dos más significativas:  la  antropología  griega,  que  es  la  que  ha  condicionado  fuertemente  la predicación cristiana, y que sin lugar a dudas todos nosotros reconoceremos fácilmente y que curiosamente,  hoy  está  favoreciendo  profundamente  la  creencia  en  la  reencarnación.  Y  por otra  parte,  la  antropología  bíblica,  que  necesitamos  conocer  para  poder  entender  lo  que  el Nuevo Testamento quiere decir cuando nos habla de la resurrección de Jesús.  

ANTROPOLOGÍA DUALISTA  Las  antropologías  dualistas  desarrolladas  en  especial  desde  Platón  han  condicionado fuertemente hasta nuestros días  la comprensión de  la resurrección. Platón con su  idealismo objetivo,  entiende  al  hombre  como  un  compuesto  de  alma‐cuerpo,  correlativo  al  dualismo idea‐materia.  Como  la  idea,  también el  alma es  la  verdadera  realidad o  esencia del  hombre que existe, como una substancia completa, ya antes de su unión con el cuerpo, en el que vive encerrada durante  la vida terrena del hombre como en una cárcel. Aristóteles, por su parte, con su  realismo orgánico,  también aplica al hombre  la  composición hilemórfica de materia‐forma correlativa al dualismo potencia‐acto. El alma humana es el "acto primero del cuerpo físico  orgánico";  es  la  forma  substancial,  que  juntamente  con  el  cuerpo  como  materia, constituye la naturaleza del hombre. La separación entre el alma y el cuerpo por la muerte es una situación violenta que reclama tarde o temprano la resurrección de los muertos. Dentro de esta mentalidad griega, que tanto ha influido en el pensamiento cristiano, la resurrección consiste  en  liberar  el  alma  del  cuerpo, mediante  la muerte.    El  alma  del  justo  vuelve  a  los dioses, mientras que el alma de los imperfectos vuelve a reencarnarse.   

ANTROPOLOGÍA BÍBLICA  La antropología bíblica entiende al hombre como un ser unitario (monismo), es decir, no está formado por dos principios separables. No esta constituído por un alma y un cuerpo sino que es un cuerpo, una carne. Por consiguiente, la vida no es concebible sin el cuerpo. El cuerpo es caduco, perecedero pero  fué hecho viviente por  el  hálito de Dios  (Génesis 2,7). El hálito de Dios  no  corresponde  al  concepto  griego  de  alma  (psyche).  El  cuerpo  viviente  forma  una unidad psicosomática. Por  lo  tanto,  la muerte  en  la  antropología bíblica no  consiste  en una eliminación  del  cuerpo  para  liberación  del  alma  sino  en  la  cesación  de  todo  ejercicio  de comunicación del ser personal. Pero la muerte para el judío no significa un término definitivo; el difunto, todo entero en su condición individual, pero ya no personal, va al "sheol" o reino de los  muertos,  donde  reina  el  silencio,  pero  conservando  una  existencia  "umbrátil".  Para  la antropología bíblica, los justos al morir, se convierten en una especie de sombra inconsciente a  la  que  Dios  "resucita",  es  decir,  la  retoma  y  le  infunde  un  nuevo  hálito  de  vida.  En  esta concepción resucitar significa volver a la vida terrenal y mortal para gozar de la salvación de Israel:  la  monarquía  como  realización  de  su  independencia  política.  Los  impíos,  por  el contrario, se condenan, esto es, no resucitan. 

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 CONCEPCIÓN NEOTESTAMENTARIA DE LA RESURRECCIÓN 

 El Nuevo Testamento, conservando la antropología bíblica, nos va a dar una novedad total: la resurrección significa propiamente "vivir", pero no como un retorno a la vida temporal, sino un paso adelante, un vivir para siempre, superando definitivamente la caducidad y la muerte. Esta  concepción  de  la  resurrección,  por  lo  tanto,  es  totalmente  nueva  para  los  judíos  del tiempo de Jesús. Por eso el testimonio de ellos desconcierta profundamente, no coincide con ninguna de las ideas del judaísmo, causa escándalo y no la pueden aceptar fácilmente. En este sentido, para  los discípulos de  Jesús, proclamar  la resurrección de  Jesús, era salirse de  toda precomprensión  anterior,  dar  testimonio  de  algo  totalmente  nuevo  para  ellos.  Para  más claridad  podemos  hacer  otra  precisión  para  entender  la  diferencia:  una  cosa  es  resucitar  y otra cosa es revivir. Revivir es volver a  la vida que se tenía antes de la muerte. Por tanto, el que revive vuelve a ser un hombre mortal, vuelve a estar en este mundo, como uno de tantos. Eso es lo que ocurrió en el caso de Lázaro (Jn 11, 43‐44) o en el del hijo de viuda de Naín (Lc 7,15). Esto era lo que esperaban los judíos para ver la gloria de Israel. Y hoy en día, podríamos decir,  que  de  alguna  manera  es  lo  que  se  nos  propone  con  la  reencarnación,  encarnar nuevamente  en  otro  cuerpo  pero  en  este  mundo.  Resucitar,  por  el  contrario,  es  vencer definitivamente  la muerte  y  escapar  ya para  siempre de  ella.  Por  lo  tanto,  Jesús no  revivió, sino que resucitó. Y cuando el Nuevo Testamento nos habla de la resurrección de Jesús, está hablando  propiamente  de  la  resurrección,  como  superación  de  toda  temporalidad,  como posesión de una condición existencial totalmente distinta de la nuestra y de la que nosotros, hoy por hoy, no tenemos punto de comparación empírica y no como un volver a esta vida, o revivir.  PROCESO VIVIDO POR LOS DISCÍPULOS ANTE LA RESURRECCIÓN  Lo primero que produce la fe pascual en los apóstoles es una mirada retrospectiva sobre todo el  actuar  de  Jesús  en  su  vida  terrena.  Los  discípulos  empiezan  a  entender  la  propuesta  de Jesús: el reinado de Dios. Comprenden que el reinado de Dios no se impone por la fuerza. Es un  reino de  amor que  se  ofrece  y  exige una  respuesta  libre  y  generosa.  La  resurrección de Jesús les asegura la vigencia que sigue teniendo su propuesta en la historia y por lo tanto, vale la  pena  comprometerse  activamente  con  ella.  La  resurrección  es  el  sí  que  Dios  da  a  la propuesta  de  Jesús,  desautorizando  el  no  que  antes  le  habían  dado  sus  representantes oficiales en la tierra matándole en una cruz. Pero la fe pascual no sólo rehabilita la causa de Jesús, sino también la misma persona de Jesús. Los apóstoles entienden que el reinado de Dios es inseparable de la persona de Jesús y que, por tanto, el reino de Dios no viene a la historia si Jesús no vive en ella. Esta es la diferencia radical entre mantener la memoria de un líder, sus ideas, sus obras y la resurrección de Jesús. Para los cristianos, la obra de Jesús sólo tiene valor si Jesús mismo sigue vivo entre ellos.  

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Ahora bien, esta confesión de fe, fueron descubriéndola paulatinamente. En los evangelios se pueden ver cuatro sentidos que fueron descubriendo sobre la resurrección:   Un  primer  sentido,  es  la  experiencia  que  se  les  impone  a  los  discípulos,  antes  incluso  de poderle  dar  nombre:  ellos  pasan de  ser  cobardes  y  temerosos  ante  los  judíos  a  entregar  la vida por dar testimonio del Señor. "Resurrección", es, pues, en primera instancia, el hecho de ser capaces de dar la vida por la causa de Jesús. La experiencia de resurrección se identifica con  la  capacidad de martirio. Todo el N.T. da  testimonio de  la  resurrección en este  sentido. Todo él fue escrito en tiempo de persecución y sin embargo, el telón de fondo es una paz y una alegría inquebrantables.  Un  segundo  sentido  que  van  descubriendo  los  discípulos  es  la  fuerza  interior  que experimentan para eliminar el mal, y esa fuerza la reconocen como el Espíritu de Jesús. Ellos experimentan a Jesús actuando en el interior de cada uno de ellos. De esta manera ellos van viviendo de nuevo a Jesús en su propia circunstancia.  Un  tercer  sentido,  complementario  a  los  anteriores,  es  que  ellos  encuentran  que  Jesús  es norma de  vida:  sus  actitudes  fundamentales  ante  la  vida  son normativas,  son  regla de  con‐ducta  para  todo  cristiano.  No  se  trata  de  "imitar"  a  Jesús,  sino  de  adoptar  sus  actitudes profundas, de mirar la vida con sus mismos ojos, de asumirla desde su mismo ángulo y de sen‐tirla  de manera  similar.  Esto  les  lleva  a  asumir  la  actitud  de  libertad  de  Jesús  frente  a  las instituciones de su tiempo: la Ley, el Templo, las discriminaciones sociales.  Por  último,  podemos  señalar  un  cuarto  sentido,  fundamental  en  la  experiencia  cristiana:  la comunidad cristiana es Jesús. Cristo continua vivo en su Iglesia. Los cristianos son Jesús.  De esta manera  la experiencia de resurrección de  los discípulos es una realidad sumamente rica  y  compleja:  Jesús  no  es  solamente  un  criterio  de  vida,  como  cualquier  personaje  de  la historia que puede dejar muchas enseñanzas, sino un Principio de vida. Es  la  fuerza  interna que permite a  los hombres  realizar aquello que se  les propone como norma de vida. Y esta vida que se desenvuelve en ellos, por el espíritu de Jesús, es la vida comunitaria, la Iglesia, que nace de esta experiencia y asume unas actitudes muy concretas frente a su mundo: ponerse del lado de los excluidos para hacer creíble la soberanía de Dios en medio de los hombres. 

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SIGNIFICADO DE LA RESURRECCIÓN PARA NOSOTROS HOY  El  mensaje  del  N.T.  sobre  la  resurrección  se  refiere  no  sólo  a  Jesús  sino  también  a  los cristianos. Este punto que nos ocupa es muy importante. Todo el recorrido que hemos hecho hasta ahora nos ha brindado elementos para acercarnos a la resurrección de Jesús e intentar comprenderla. Pero todo esto quedaría vacío si no tuviera un significado para nosotros. Por eso,  nos  interesa  preguntarnos:  ¿Qué  significa  para  nosotros  creer  en  la  resurrección  de Jesús? Si  Jesús ha triunfado sobre  la muerte, nosotros  los cristianos tenemos una esperanza firme: la vida no termina con la muerte, porque el destino de Jesús es también nuestro desti‐no. Si Jesús ha vencido la muerte, también nosotros la hemos vencido (1 Cor 15, 12‐14).  Siguiendo  la  antropología  bíblica,  que  no  concibe  al  hombre  como  compuesto  de  dos realidades  separables:  cuerpo  y  alma,  sino  que  lo  considera  como  un  ser  unitario  (una persona que entraña necesariamente corporalidad), podemos afirmar que la resurrección es la verdadera liberación del hombre, que no consiste en el abandono del cuerpo (antropología dualista), sino en la orientación total de toda la persona hacia Dios.  Con la expresión "cuerpo espiritual" que utiliza San Pablo para decir cómo resucitamos  (1 Cor 15,44)  se quiere decir que por la resurrección el hombre entero queda radicalmente lleno de la realidad divina y, así, es  liberado de todas sus alienaciones y  limitaciones:  la debilidad, el dolor,  la  incapacidad de amar y comunicarse, el pecado y la muerte. El hombre resucita no a la vida biológica, sino a la vida eterna, ya nunca amenazada por la muerte ni por ninguna limitación. Esta certeza acaba con el carácter dramático de la muerte. La muerte no es la última palabra sobre el destino del humano. La última palabra sobre este destino es la vida, sin ningún tipo de limitaciones.  Por otra parte, y esto es muy importante, la resurrección compromete al cristiano en la misma misión de Jesús. La pretensión de Jesús se convierte así en programa para la historia, jalonada por  la  anticipación de  la meta  definitiva:  la  resurrección de  todos  y  todo  en Cristo.  Esto  se traduce  en  la  vida  concreta  del  cristiano  en  unas  actitudes  que  podríamos  resumir  de  la siguiente manera:  El cristiano es una persona que hace programa de vida lo siguiente:  ‐ Defiende la vida, de todo hombre, siempre   ‐ Cree en la vida para siempre  ‐  Cree  que  el  hombre  es  un  proceso  ilimitado  y  que  nada  de  cuanto  podamos  imaginar  es demasiado grande para El.  ‐ Cree que la fuerza del presente es el futuro  

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‐ Cree que el mundo está en marcha y no lo detendrán las conquistas logradas, ni los intereses de los vencedores.  ‐  Cree  que  estamos  en  la  revolución  permanente  y  es  preciso  cambiar  el mundo desde  sus cimientos  ‐  Cree que  es posible  construir  una  ciudad  sin  clases,  donde  el  hombre no  sea  lobo para  el hombre, sino compañero y amigo.  ‐ Cree en una tierra nueva y una tierra para todos.  ‐ Cree que hoy somos Jesús en esta historia y por eso en nosotros se cumplen estas palabras:  En  definitiva,  la  resurrección  de  Jesús  apunta  al  futuro  absoluto,  pero  apunta  también  al presente histórico. Creer en  la  resurrección no separa al  cristiano de  la historia  sino que  lo introduce  en  ella  de  una  nueva  forma;  los  creyentes  en  el  Resucitado  deben  vivir  ya  como resucitados en las condiciones de la historia.  San  Pablo  repite  con  frecuencia  que  la  resurrección  de  Jesús  lleva  a  nuestra  propia transformación, a partir de esta misma vida: "Para que, así como Cristo fue resucitado de  la muerte por el poder del Padre, también nosotros empezaremos una nueva vida... Así también ustedes ténganse por muertos al pecado y vivos para Dios mediante el Mesías Jesús" (Rom 6, 4.11). "Murió por todos para que los que viven ya no vivan más para sí mismos, sino para el que murió y resucitó por ellos" (2 Cor 5,15).  La vida del creyente es la vida de Cristo. Jesús resucitado tiene relación personal con cada uno de los creyentes. Por eso Pablo puede decir: "Vivo, pero no yo, sino que es Cristo quien vive en mí" (Gál 2,20). Estas palabras deben ser verdaderas para todo creyente. En cierto sentido, Pablo es Cristo viviente. Se siente a sí mismo en relación íntima con Cristo, de quien depende enteramente, sin el cual vivir ya no es vivir.  Pablo tampoco olvida que esta nueva vida ha surgido de  la cruz. El camino hacia el hombre nuevo no puede ser otro que el camino sufriente de Jesús hacia la resurrección.  

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Sería un grave error pensar que sólo para Jesús fueron necesarias la encarnación y la fidelidad a la historia. La vida del hombre nuevo sigue siendo esencialmente un proceso de seguimiento de Jesús por sus mismos caminos. Por tanto, es claro ver que la encarnación del cristiano tiene que ser en el mundo de los pobres, salir en su defensa, denunciar y desenmascarar las falsas divinidades  tras  las que se esconden  los poderosos, de asumir el destino de  los pobres y  la última consecuencia de esa solidaridad, la cruz.  El  señorío de  Jesús  se ejerce  repitiendo en  la historia el  gesto de Dios que  resucita a  Jesús: dando  vida  a  los  crucificados  de  la  historia;  dando  vida  a  quienes  están  amenazados  en  su vida.  La resurrección se presenta en medio de nosotros como "el paso de condiciones inhumanas a condiciones más  humanas".  Cualquier  adelanto  fraterno  en  una  comunidad  es  ese  paso,  en pequeño, de la muerte a la vida. Avanzar en ser más personas, más unidos, más libres, es un caminar hacia la resurrección, junto con Cristo resucitado. Todo lo que sea amor comunitario es triunfo vivo sobre la muerte del egoísmo. Es ya la gran resurrección empezada.  La  resurrección  entendida  así  no  tiene  nada  de  pasividad  ni  de  alienante.  La  presencia  del Resucitado produce la libertad del amor para servir, sin que nada ponga límites al servicio, ni miedos, ni prudencias mundanas. Consiste en tener la actitud del mismo Jesús que da su vida libremente, sin que nadie se la quite.  Una  vida  radicalmente  libre  para  servir  trae  consigo  su  propio  gozo,  aun  en medio  de  los horrores de  la historia. Ese gozo es  señal de  la presencia del  Resucitado. Esa  libertad y ese gozo son la expresión de que vivimos ya como hombres nuevos, resucitados en la historia. Son la expresión histórica entre nosotros de lo que hay de triunfo en la resurrección de Jesús.  La Iglesia, se constituye así, en la vivencia única, original y necesaria de la resurrección. Somos el  "cuerpo  resucitado  del  Señor"  donde  se  hace  posible  este  compromiso  con  la  vida  para desterrar definitivamente la muerte.   

Bibliografía complementaria  CASTILLO,  José  María.  Víctimas  del  Pecado.  Trotta. Madrid. 2004. Pag. 47‐81 

  

 

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Momento 5:  CRISTOLOGÍA ¿PARA QUÉ HOY?   

 EL SEGUIMIENTO  

  

Los evangelios expresas la relación fundamental entre Jesús y los creyentes mediante la metáfora del seguimiento. Esto quiere decir que hay verdadera relación y auténtica fe si hay 

seguimiento.  

José María Castillo. El seguimiento de Jesús, p. 14.   Los  capítulos  anteriores  nos  han servido  para  conocer  los  diversos dinamismos  que  intervienen  en  el construcción  del  proyecto  de  vida. Todo  esos  dinamismos  que  los  hemos entendido  de  apoyo,  es  decir  ,  que sirven  de  soporte  a  todo  el  proceso, tienen  su  sentido  en  el  seguimiento, dinamismo esencial.   ¿Qué  sentido  tiene  un  proceso  de discernimiento  o  la  clarificación  de valores o el proyecto personal de vida, si  todo  esto  no  desemboca  en  el seguimiento  ?    ¿  Entonces,  qué entender  cristianamente  por seguimiento ?   La relación  fundamental que se entabla entre  los discípulos y  Jesús se entiende mediante  la metáfora  del  Seguimiento.  Donde  hay  auténtica  fe  y  verdadera  relación  con  Jesús  surge  el seguimiento. Donde se haga un adecuado discernimiento debe surgir el seguimiento.  El  Seguimiento  es  la  expresión  más  genuina,  mediante  la  cual,  las  primeras  comunidades cristianas vieron la forma de relacionase con el Resucitado, se podría decir porque tiene sus orígenes en el mismo  Jesús histórico. Esto  se puede ver plasmado en  los  relatos en  los que Jesús tiene un encuentro con determinadas personas: los primeros discípulos en el lago, Leví, los primeros creyentes. En estos casos el término que se emplea es el del seguimiento y casi 

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todos manejan este esquema desde el texto  Mc 1,16.19:  

1. Jesús Pasa.   

2. Ve a alguien.  

3. indicación de la actividad o profesión de ese personaje.  

4. Jesús hace una llamada.  

5. una invitación a dejarlo todo.  

6. El que es llamado sigue a Jesús.   SEGUIMIENTO DESDE EL BINOMIO CERCANÍA – MOVIMIENTO   Seguir  a  alguien  implica  mantener  una  relación  de  cercanía  gracias  a  una  actividad  de movimiento. Cuando estas no se dan, pueden surgir unas reacciones.  Al  entablar  una  relación  de  CERCANÍA  implica  proximidad,  estar  con,  estar  junto  a  la persona que se sigue. El seguimiento desde esta perspectiva implica estar con él, vivir con él; en otras palabras estar donde está Jesús.   Esta relación origina una  actividad de MOVIMIENTO. Seguir a Jesús no es sólo cercanía, que podría parecer un estatismo contemplativo. El seguimiento no  implica estar   sólo con  Jesús, sino ir donde él va, es cercanía en el movimiento. Quien detiene su marcha deja por eso mismo de estar cerca. Jesús es un personaje que siempre aparece itinerante, que jamás se detiene, va en  camino hacia  la misión  que  le  ha marcado  su  Padre. De  esta  forma  la  cercanía  afecta  el movimiento y el movimiento la cercanía. Por ello, no se puede hablar de seguimiento donde existe inmovilismo. El inmóvil es aquel que no se mueve de donde está. Porque sus intereses, miedos y cobardías le impiden moverse.   El binomio cercanía – movimiento produce las siguientes reacciones:   INMOVILISMO. Estar inmóvil tiene sus causas en la fijación de la persona en   experiencias y situaciones vividas que han sido para él  fuente de seguridad,  tranquilidad y alegría. De esta forma  estar  inmóvil  supone  siempre  una  dosis  fuerte  de  dependencia  al  pasado,  un estancamiento en lo vivido, en lo que fue y ya no es. En el  fondo lo que se encuentra es una gran debilidad que brota del miedo a todo riesgo, a lo nuevo, a lo no experimentado. Esta gran 

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debilidad  surge  como  tranquilizante  y  fuente  de  seguridad.  Quien  se  comporta  así  vive inconscientemente en una profunda dependencia de situaciones y experiencias infantiles que le marcaron decisivamente sus primeros años de vida.  La  debilidad,  que  es más    la  manifestación  del  temor,  paraliza  el  sujeto  hasta  el  punto  de impedirle moverse lo más mínimo de la posición en la cual ha encontrado su seguridad. Y es en esta seguridad que el inmovilista va sacralizando, canonizando sus valores y actitudes y los convierte en norma de vida para los otros. El inmóvil empieza a confundir su testarudez con la voluntad de Dios  INVOLUCIÓN.  El  término  Seguimiento  implica  ir  hacia  adelante,  marcha  y  progreso.  Jesús mismo le prohíbe a quienes les siguen que miren hacia atrás. Esto puede tener una explicación lógica en el sentido que venimos expresando, este individuo quería emprende algo nuevo pero anclado  en  su  pasado.  El  seguimiento  lleva  consigo  apertura  al  futuro,  una  tensión  hacia adelante. Seguir a Jesús es estar dispuesto a lo nuevo a lo por venir.  Una de  las dificultades para vivir esta apertura al  futuro y a  lo nuevo es  la  involución. Este término  se  utiliza  en  biología  para  expresar  al  conjunto  de  fenómenos  de  envejecimiento, esclerosis y atrofia,  fenómenos característicos de  los seres en  los que  la vida se degrada, es decir  se  está  acabando  de  una  manera  alarmante.  Se  utilizará  el  término  involución  para referirnos como esa realidad que viven los seres humanos,  las familias,  las comunidades,  las instituciones de atrofia y estancamiento.  PESIMISMO. La  involución  lleva  esencialmente  a dos  actitudes:  pesimismo y  desesperanza. Como vemos en nuestro entorno el pesimismo es una experiencia característica de nuestros días. Es  la decepción o  el desencanto ante  el  giro que van  tomando  los  acontecimientos,  Se habla de la CRISIS, para referirnos a la decepción que nos producen nuestras instituciones.  DESESPERANZA.   Como consecuencia a esta decepción surge  la desesperanza histórica que nos sitúa con desilusión  frente  a  los acontecimientos de hoy y  del  futuro. La decepción y el desencanto hacen que  las personas ya no esperen nada o  casi nada del  futuro, por  tanto  la reacción lógica es aferrarse al pasado, a las costumbres pasadas, a los proyectos de ayer. Las personas  viven  en  la  nostalgia  y  esta  empieza  a  ocupar  el  papel  y  el  dinamismo  de  la Esperanza. 

 EVASIÓN  HISTÓRICA.  Una  actitud  frente  a  esta  situación  es  la  evasión  histórica.    Es considerar los acontecimientos de la vida cosas sin importancia para la fe, incluso tentaciones que nos distraen de lo único necesario Dios. El Dios que nos saca de la historia y de nuestros problemas no es el Dios de  nuestro Señor Jesucristo, sino es un dios ídolo y pagano en el cual se apoyan todos aquellos que quieren alejar a Dios de la historia.   

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Un involucionista puede llegar a pensar desde esta perspectiva que a Dios se le ha escapado la historia de sus manos, la historia presente y futura y que la historia buena era la antes y no la de ahora. Por eso  intenta con todas sus fuerzas de reconstruir  la historia de antes,  frenar el curso de los acontecimientos y regresar en la medida de lo posible a lo que ya pasó. Es poner a Dios en la línea que él está de acuerdo con  unos procesos históricos y con otros no.   

EL SEGUIMIENTO ENCUENTRO PERSONAL.  El seguimiento implica un encuentro personal con Jesús. Se trata de una experiencia original que no se equipara a ninguna otra. Los seres humanos entablamos relaciones con personas y cosas. Las dos tienen características particulares. A los objetos los podemos usar, transformar y manipular. Con las personas no se puede hacer nada de ello porque se trata de una persona dotada de inteligencia, libertad.  Relaciones interpersonales.  Para referirse a este tema han aparecido unos términos que podría llamar Palabras esenciales, ellas son YO ‐ TÚ y YO ‐ ELLO.  Yo – Tú: Es la relación persona o relación personal. Es la relación que llamamos de más a más o de ganar ‐ ganar. En este tipo de relación el otro no está simplemente allá fuera de mí, ni es un medio para satisfacer nuestros intereses como si fuera una cosa o un instrumento.   Por eso estas relaciones para que no terminen en la cosificación y utilización del otro deben enmarcarse dentro de las siguientes características:  La Apertura; La disponibilidad, el deseo de  ponernos  al  servicio  del  otro;  Comprensión  para  indicar  que  en  nuestra  relación interpersonal aceptamos el punto de vista del otro, que aceptamos su singularidad, con deseo de escuchar y  ser escuchado; dar    recibir; Compartir estar  con  el otro; Generosidad dar  sin medida y sin buscar recompensa y  fidelidad para afirmar que sin continuidad y permanencia no es posible consolidar una relación interpersonal.  Obstáculos  para  la  relación  interpersonal  YO  ‐  TÚ:  Las  estructuras  económicas,  políticas  y sociales que manejan ciertos principios o  ideologías en  los que priman el  individuo sobre  la colectividad o la colectividad sobre el individuo; el individualismo; el colectivismo totalitario; La estandarización; La masificación y La despersonalización.  Yo – Ello: Este tipo de relación se da entre persona y cosa o relación cósica. Cuando  aparece entre personas se ve que existe un tipo de explotación o discriminación de cualquier clase.  Yo  – Usted: Es  una  relación  intermedia  entre  el  YO  ‐  TÚ  y  EL  YO  ‐  ELLO.  En  este  tipo  de relación  se  busca  respetar  a  la  persona  pero  no  buscar  profundidad  en  la  relación.  Es  una 

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relación de tipo transaccional que se establece en aquellos ámbitos en los cuales se pide a las personas ciertas actitudes y respuestas sin que sea necesario revelar mucho de sí mismas. 

 LA RELACIÓN  ENTRE PERSONAS 

 El encuentro interpersonal se da en la medida que hay una experiencia más profunda y única. Relacionarse  con  otra  persona  es  aceptarle  en  su  libertad,  autonomía,  originalidad, singularidad y no  intentar utilizarle, poseerle, manipularle de  la manera que sea. Es dejarle ser el mismo para que de esta manera yo pueda participar de  su  intimidad personal,  en  su libre inventiva y en su singularidad concreta y determinada.  Esta relación es posible entenderla sólo desde el amor. Pero del amor se pueden decir tantas cosas  que  al  final  no  nos  dice  nada.  Qué  entender  por  amor  ?    Como  una  primera aproximación, amor es dejar que el otro sea el mismo, a fuerza de respeto y aceptación y hasta de silencio. Porque cada uno es lo que y lo que quisiéramos que fuera, de allí la necesidad de saber escuchar, aprender a callarse, estar ahí. Estos tres elementos son la base para medir si tenemos amor por los otros.  En segundo término, amar implica existir en fusión del otro, no basta sólo el respeto de quien está a mi lado, es necesario la proexistecia. Que yo de pero que el otro me entregue también algo de sí. Es dejarme cambiar por el otro y el otro por mí. Es lo que se puede decir compartir el proyecto de la otra persona y el mío propio212.   

EL ENCUENTRO PERSONAL CON JESÚS  La exposición anterior nos  lleva a preguntarnos cuál es el  sentido de ser cristiano: Seguir a Jesús, es decir tener un encuentro personal con él. Y para llegar a este punto que es a partir del encuentro que se entiende el seguimiento y este entraña unas consecuencias. El centro del seguimiento  no  es  unas  ideas  o  un  proyecto  sino  una  persona,  lo  que  quiere  decir  que  el seguimiento no consiste en un convencimiento doctrinal o en propósito de  la voluntad, sino en una experiencia concreta y bien delimitada la experiencia del encuentro con Jesús.   Es la experiencia de la vida de la cotidianidad la experiencia del encuentro con Alguien y no simplemente  con  algo  que me  atrae.  Lo  importante  es  convencernos  que  Jesús  es más  que unas  ideas o un proyecto, es una persona viviente con quien yo me puedo relacionar aquí y ahora  y  saber  que  la  relación  con  Jesús  queda  abierta  a  cualquier  posibilidad  a  cualquier iniciativa y a cualquier forma de realización y destino. Jesús no puede ser un mero objeto de  212 Lo anterior implica dos realidades: co-ejecusión y co-efusión. La coejecusión la persona solo puede serme dada si ejecuto sus propios actos mediante la comprensión, y seguimiento: Estar con. Y la coefusión es la experiencia afectiva que se traduce en presencia mutua, en diálogo, intimidad y alegría del compartir: Ser para. CASTILLO; José María. El seguimiento de Jesús. Sígueme. Salamanca. 1998.

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estudio sino una persona viviente con la cual yo me encuentro en profundidad.  Esto  es  lo  característico  en  toda  relación  entre  personas:  no  se  le  puede  encasillar  o  se  le puede encuadrar dentro de unos límites porque toda relación entre personas es imprevisible. Tal vez por eso  las relaciones humanas en profundidad nos dan miedo y con frecuencia nos resistimos a ellas porque no sabemos a donde nos pueden llevar.  Y es lo que sucede en la Relación con Jesús, cuando intentamos poner unos límites, fijarle unos objetivos,  unas metas,  desde  ese mismo momento  estamos matando  el  encuentro  personal con él. Lo encerramos y lo manipulamos para que haga nuestra voluntad, caeríamos entonces en la imitación de un modelo y no en el seguimiento de una misión.  

MÍSTICA Y COMPROMISO:  SEGUIR A JESÚS HOY 

 Ser Cristiano es hacer parte de un grupo de personas que se sienten llamados  por el Padre a  seguir a  Jesús y  formar comunidad constructora de Reino. Como se puede ver en  la base  la iniciativa es de Dios, es él quien nos llama y nos envía a continuar con su obra con la fuerza del Espíritu Santo. Frente a esta vocación ‐ misión la respuesta que se espera es la Fe, que se expresa en la formación de comunidad que sigue a Jesús.  Dos  actitudes  pidió  y pide  hoy  a  sus  discípulos:  acoger    el  Evangelio  presente  en  él mismo como amor, perdón,  liberación para  los empobrecidos y marginados y Seguirlo, es decir ser testigos de él hasta el confín de las naciones. Ser cristiano, por tanto, supone un momento de reconciliación y conversión y un momento de servicio de adopción de su opción fundamental La pro‐existencia hasta la Kénosis.  

RASGOS FUNDAMENTALES E IMPLICACIONES DEL SEGUIMIENTO    VIVIR EN ACTITUD DE HIJO Y DE HERMANO. Jesús declara que él no realiza su obra sino la que el Padre le ha entregado, que su razón de ser es hacer la voluntad del Padre. Jesús es todo lo  contrario de aquel que vive autodeterminándose, que es  conocedor del bien y del mal; o que vive autollamándose, que es servidor de sí y para sí.  IMPLICACIONES.  De  esta  actitud  de  Jesús  se  desprende  que  ser  seguidor  de  Jesús,  será: Buscar  la  misión  que  hemos  recibido  del  Padre;  Vivir  como  HIJO  frente  al  Padre  y  como HERMANO  frente  a  los  seres  humanos;  Descubrir  la  oración  como  la  herramienta  que  nos abre  al  Padre  y  a  los  hermanos  y  Ver  en  el  Discernimiento  el  proceso  que  nos  lanza  a  la disponibilidad de lo que Dios quiere de nosotros.  

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ENCARNARSE EN UNA SITUACIÓN CONCRETA Y  ASUMIR  LAS  CONSECUENCIAS  QUE  ELLO IMPLICA.  Para anunciar  y realizar la liberación de  los  seres  humanos  Jesús  asume  una  cultura, una época, una raza, un país, un grupo concreto de  personas.  Él  no  actúa  por  fuera  de  su imaginario,  sino  que  es  dentro  de  él  que  va  ha mostrar  la  acción  de Dios  en  las  categorías  que los hombres y las mujeres de su época conocen y viven.  No  se  inventa  otras  categorías  utiliza  las que tiene.  IMPLICACIONES. De esta actitud de Jesús se desprende que ser seguidor de Jesús, será:  Ser hombres  y  mujeres  de  nuestro  tiempo;  Conocer  profundamente  nuestra  cultura;  Tener  un horizonte amplio de compresión de la realidad histórica, política, social de nuestro país y del mundo; Reconocer las limitaciones de nuestro tiempo y Comprometernos con nuestro mundo como el espacio de construcción del Reino.  OPTA  PREFERENCIALMENTE  POR  LOS  EMPOBRECIDOS  Y  PECADORES,  COMO PREFERENCIA MISERICORDIOSA DEL  PADRE.  Jesús  se  pone  claramente  de  parte  de  los pecadores y de los empobrecidos; por los olvidados de su sociedad y anuncia que son ellos los primeros llamados al reino. Para esto Jesús tuvo que reconocer y discernir la situación de su tiempo  y  descubrir  cuales  eran  los  empobrecidos  y  los  pecadores.  De  hecho  él  mismo compartió su suerte por su origen, su actividad profesional, su familia, su posición social.  IMPLICACIONES.  De  esta  actitud  de  Jesús  se  desprende  que  ser  seguidor  de  Jesús,  será: Conocer nuestra realidad para entender hoy quienes son  los pobres y pecadores para optar por ellos y Utilizar los medios más eficaces para que nuestra acción en favor de los pobres y pecadores sea una realidad y un estilo de vida    ANUNCIAR LA LIBERACIÓN QUE TRAE EL REINO DE DIOS CON PALABRAS Y CON HECHOS EFICACES.  Jesús  fue creativo para descubrir cuales son  las eran  las opresiones reales de su tiempo y para realizar gestos, acciones, signos y palabras eficaces que expresasen la liberación que su Padre ofrece a toda la humanidad. Sanar enfermos, destruir barreras religiosas, acoger a los pecadores e impuros, convivir con ellos, cenar con ellos, perdonar sus pecados.  IMPLICACIONES.  De  esta  actitud  de  Jesús  se  desprende  que  ser  seguidor  de  Jesús,  será: Encontrar  y  realizar  las  acciones  y  hechos  liberadores  que  muestren  que  en  realidad  está aconteciendo  hoy  el  Reino  de  Dios  y  que  evite  que  nuestro  anuncio  sea  simple  palabrería; Confiar en la acción de Dios. La tarea no es nuestra es de Dios, es él quien la realiza, nosotros debemos descubrirnos como siervos inútiles y Ser creativos, audaces, imaginativos construir 

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el Reino de Dios, y  constantemente preguntarnos Cuáles  son  las  acciones más eficaces para hacer presente hoy el Reinado de Dios  OFRECER EL REINO. Jesús no es un hombre que se vale del poder para imponer su propuesta de vida, sino que hace un ofrecimiento, una invitación. El no es un agente más de poder, opta por la transformación de su realidad desde el servicio: su vida para los otros. Es un servidor que ama y se pone a disposición de los demás.  IMPLICACIONES.  De  esta  actitud  de  Jesús  se  desprende  que  ser  seguidor  de  Jesús,  será:  Discernir en la forma que utilizamos y nos beneficiamos del Poder y Ser claros: somos para los demás o los demás son para nosotros.     ANUNCIAR  LA  OBRA    QUE  EL  PADRE  Y  LA HUMANIDAD REALIZAN Y REALIZARAN EN LA HISTORIA. Jesús anuncia que el reinado de Dios viene,  que  ha  llegado  pero  lo  anuncia  como regalo,  como  el  Don  que  se  entrega  a  la humanidad,  pero  de  igual  manera  lo  presenta como la tarea para cada uno en la historia.   IMPLICACIONES.  De  esta  actitud  de  Jesús  se  desprende  que  ser  seguidor  de  Jesús,  será: Descubrir el reino de Dios como regalo y no solo como fruto de nuestra actividad. Ser crítico frente  a  las  posiciones  extremas  que  consideran  cualquier  construcción  histórica  como  el final, lo definitivo y Trabajar por un mundo mejor que nos proyecte al Reino definitivo.  SER  FIEL  A  LA  MISIÓN  QUE  LE  HA  ENCOMENDADO  SU  PADRE  Y  ASUMIR  LAS CONSECUENCIAS.  Jesús  descubre  de  alguna  manera  que  trabajar  por  los  oprimidos  es oponerse a los opresores. De hecho en la vida de Jesús apareció muy pronto el conflicto con los poderosos de su tiempo y él no  rehuyó aunque tampoco lo buscó.  IMPLICACIONES. De esta actitud de Jesús se desprende que ser seguidor de Jesús, será: Ser conscientes que si asumimos el camino de Jesús el conflicto es una realidad; Saber que si los perros  salen  al  paso  es  porque  en  verdad  vamos  de  Camino;  No  buscar  la  muerte  por  la muerte  pero  no  abandonar  nuestra  misión  por  ella  y  Para  llegar  a  la  Resurrección  es necesario pasar por la Cruz. 

   

  

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 JESÚS Y LAS VÍCTIMAS 

 CONTEXTUALIZACIÓN  Para  iniciar  este  apartado  de  la  propuesta  cristológica  en  perspectiva  del  principio‐misericordia,  hemos  querido  contextualizar  el  carácter mismo  de  Jesús  y  de  su  proyecto  a través del concepto de marginalidad; marginalidad que se ha visto a lo largo de toda nuestra investigación  tratando  de  conceptualizar  la  problemática  que  sucede  en  nuestras comunidades  colombianas  y  latinoamericanas  y  descubriendo  cuáles  son  sistemas sacrificiales que están cobrando más víctimas por los ideales de unos pocos. Jesús es un judío marginal,  y  desde  su  exclusión  vive  el  presente  y  la  esperanza  del  reino  de  Dios213[1].  La marginalidad214[2]. Dejando de lado los diferentes significados e imágenes que pueda tener la palabra marginal, vamos a centrarnos en primera instancia desde las conceptualizaciones que la sociología y la antropología, hacen del término.   JESÚS UN JUDÍO MARGINAL  Marginal o marginales pueden ser los que ocupan infraviviendas construidas ilegalmente en la periferia de los centros urbanos. Los que trabajan en oficios muy precarios y subsisten con lo poco que ganan. Los que decidieron trasladarse de un ambiente rural a uno urbano, y están en ese  precario  proceso  de  acomodamiento.  Las  minorías  raciales.  Los  que  se  salen  de  los parámetros socialmente establecidos de  la normalidad: avanzados o retraídos. Sin embargo, lo  que  se  debe  tener  en  cuenta  no  es  tanto  la  pluralidad  de  conceptos,  sino  el  contexto  en donde se gesta este tipo de noción. Para designar el tipo de marginalidad de la que es propio Jesús, abordaremos seis significados desde las diferentes circunstancias que rodean al sujeto en cuestión215[3]. Para la realidad judía y pagana de ese entonces, se hace meritorio que uno de los historiadores judíos del siglo I Josefo, mencione algo sobre la vida de Jesús. En los escritos de  Tácito,  historiador  romano,  son menos  los  datos  que  se mencionan.  No  tenían  por  qué tenerlo  en  cuenta  en  sus  trabajos,  pues  aunque  suene  rudo,  no  era  más  que  un  individuo anónimo en la cotidianidad de la vida. Jesús fue condenado a muerte de la forma infame como se  condenaba  a  un  esclavo  o  rebelde  en  el  sistema  judicial  romano  de  la  época.  La mayor marginación  que  podía  vivir  en  su  momento  era  la  muerte,  pero  una  muerte  rodeada  de maltratos, insultos, soledad y abandono. Bajo los ojos de sus compatriotas judíos, fue el peor 

213[1] MEIER Jhon P. Un judío marginal. Tomo I: Las raíces del problema y la persona. Verbo Divino. Navarra. 2001. p. 37. 214[2] La marginalidad es un concepto que plantea un camino para mirar desde esta visión, su persona, su vida, sus circunstancias, su ministerio, su muerte en la cruz y por supuesto su resurrección. Meier señala una dirección de sentido a partir de esta realidad y reconstruye los pasos seguros del Jesús histórico. 215[3] Utilizamos el esqueleto organizativo de Meier, para explicar mejor los factores que contribuyeron la marginalidad en Jesús.

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castigo a un reo de muerte: “Dios maldice al que está colgado” (Dt 21, 23). A esto se le suma, los dos procesos jurídicos que emprendieron los dos estados, Palestina judía y Roma. Pero no sólo  la  historia  y  sus  dirigentes  fueron  los  encargados  de  sumergirlo  en  una  situación  de marginación.  Primero  él  se  marginó  a  sí  mismo:  se  mantuvo  hasta  los  treinta  años aproximadamente, como carpintero en Galilea baja, decidió recorrer los diferentes pueblos de su región sin trabajo y sin rumbo fijo. Solo tenía claro su itinerario profético y comunitario. Se expuso a los insultos e incomprensiones de la gente; eso sí, sin perder su identidad de judío palestino.  Mucho  de  lo  que  predicaba,  prohibición  del  divorcio,  rechazo  a  costumbres  del sábado, su mismo celibato; no iba en la línea de las expectativas que un judío de su condición podría desear para su vida. Su marginalidad como maestro era cada vez más profunda, debido a su poca, por no decir nula, preparación en escuelas o sinagogas; y sin contar con la osadía de poner  en  tela  de  juicio muchas  de  las  enseñanzas  y  prácticas  que  aceptaba  el  común  de  la gente,  aludiendo a  su autoridad como profeta. El estilo de su vida resultó para muchos una ofensa  contra  el  mantenimiento  del  orden  social  de  la  ciudad.  Por  esto,  no  fue  gratis  la capacidad  de  ganarse  enemigos,  los  cuales  vieron  en  su  desempeño  causa  de  peligro  y eliminación.   Actualmente, la palabra marginal se aplica generalmente a las personas pobres que emigran a la ciudad y se pierden en medio del dominio aplastante del individualismo, la indiferencia, la competencia  por  ser  el  más  fuerte.  Tal  vez  Jesús  haya  sido  uno  de  estos  personajes  que encontraron en la ciudad, el final de su destino; sin tener nada, sin ser nadie, muriendo en el anonimato de un víctima más como consecuencia de  la defensa del sistema  imperante. Esta marginalidad planteada como particularidad  subyacente del mesianismo de  Jesús,  es  la que nos confiesa una proximidad tan estrecha con los pobres y con los pecadores. Algunos autores, como Joachim Jeremías, creen que el resumen del evangelio y de toda la predicación de Jesús no es que el reino ha llegado, sino que esta salvación ha llegado a los pobres y marginados.   MARGINADO CON LOS MARGINADOS  Jesús  se  ha  acercado  a  los  pobres  y  pecadores  para  anunciar  desde  la  conversión,  la posibilidad  de  la  salvación.  Sin  embargo,  los  conceptos  de  pobres  y  pecadores  presentan cierta confusión y claridad a la hora de englobar el término. En los evangelios se menciona a los  pobres  como  aquéllos  que  tiene  el  corazón  roto,  llevan  el  peso  de  sus  culpas,  están encadenados, tristes, desanimados, sin esperanza…(Lc 7, 22; Mc 11, 14). Se complementa en otras  ocasiones  refiriéndose  a  quienes  pasan  hambre  y  sed,  llanto,  enfermedad,  maltrato, soledad  y  son  señalados,  ninguneados,  despersonalizados…  Son  ellos  los  que  engloban  un contexto de desesperanza material, marginación social y decline de la vida espiritual216[4]. Con respecto al término pecador comúnmente se refería al individuo de realizaba ciertas prácticas que  se  consideraban  inmorales  y  muchas  veces  penalizadas  por  la  ley.  Este  grupo  se  ve fuertemente influenciado por la organización y condiciones sociales que tenga una región, por 

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las  oportunidades  de  salir  adelante  dignamente:  estamos  hablando  de  las  prostitutas,  los pastores,  los publicanos,  entre otros. A  la par  con estos  tipos de designación  social,  existen otros calificativos que dan a entender la cercanía con Jesús. Hablamos de los pequeños, de los mínimos,  de  los  simples,  de  aquellos  que  quedan  en  el  anonimato  de  sus  limitaciones  y  no conocen a que están llamados; generalmente son personas sin formación religiosa o jurídica, incultos,  inmaduros,  ignorantes, rudos217[5]. Su conducta. Teniendo en cuenta  la situación de marginalidad  y  la  caracterización  de  la  gente  con  quien  vive,  es  importante  designar  un espacio para hablar en torno de las prioridades que determinan su conducta. 

 

SUS COMIDAS CON LOS PECADORES218[6] 

 

El rasgo más típico y de mayor significación con quienes comparte, es la comida. El sólo hecho de compartir la mesa, revela un sentimiento pleno de confianza, fraternidad y perdón, que nos permite  ser  iguales  y  dignos  de  compartir  nuestro  plato,  estas  fueron  una  de  las particularidades  de  su  mesa219[7],  en  dónde  los  excluidos  son  los  comensales  invitados  a compartir la vida y ser sanados por la oportunidad de ser iguales con quienes han aceptado comer con ellos. El sentarse en la mesa, es el signo escatológico que prefigura el Reino, el gesto que indica la justicia y la igualdad para los oprimidos, la oportunidad de volver a ser hombres dignos,  limpios,  integrados,  comunitarios  y  convocados.  Por  esto  la  Última  Cena  no  es  la celebración  de  un  “perdón  espiritualista”220[8],  separado  de  la  vida;  sino  un  perdón  y comunión concreta que se manifiesta en el compartir de la mesa, en la cercanía personal y en la  transformación  justa  del  entorno.  Es  aquí,  donde  Dios  tiene  oportunidad  de  revelarse  y transformar la realidad de quien ha decidido compartir la mesa con Jesús. Esta actitud de las comidas, se sostiene a partir de dos elementos: La opción por los marginados es el distintivo de su misión  (Mt  11,  4).  Jesús  proclama  como  signos  de  su misión  a  los  ciegos,  sordos,  cojos, muertos, y pobres; pero no lo hace simplemente por hacer milagros, sino porque son aquellos es  fin  de  su  misión.  La  forma  de  valorar  (Lc  21,  1ss).  La  manera  como  Jesús  enfrenta  las exigencias de su misión le permite valorar correlativamente, es decir dependientemente,  las diferentes  situaciones  de  injusticia  que  se  presentan.  A  la  par  manifiesta  cierta  dosis  de conflictividad,  es  decir,  de  tensión  que  se  genera  cuando  alguien  esta  superando  las diferencias que le produjo esta forma de valorar las cosas. 

216[4] MEIER, Op. cit., p. 273. 217[5] GONZÁLEZ FAUS, Op. cit., p. 85

218[6] PIKAZA Xabier. Fiesta del Pan, fiesta del Vino; Mesa común y Eucaristía. Verbo Divino. España. 1999. p. 167 219[7] No referida al objeto formal de la celebración, sino a la intención de compartir y construir mi vida a partir del acto de comer. 220[8] Ibidem 168

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 Este tipo de actitudes, no se apoyan en un deseo por canonizar al marginado como nueva ley o el querer plantear una mística del marginado. No se sustenta en una mentalidad mercantilista en la que el poder de los milagros me capacita para seguir proclamando el reino y poder ganar mayor confianza entre ellos, ni mucho menos en un tipo de mesianismo de poder. Quiere que la bondad de Dios hecha misericordia,  llegue como manifestación del  reino ya/no  todavía y genere frutos como comunidad universal y plenamente realizada. Como vemos, es importante comprender  desde  qué  perspectiva  se  está  trabajando  la  acción  de  Jesús  y  desde  qué condición  se  sitúa  para  vivir  una  experiencia  de  Dios.  Cada  vez  podemos  estar  más convencidos  de  la  lejanía  y  contradicción  que  produjo  Jesús  entre  quienes  lo  seguían  o simplemente lo escuchaban; y es que no se podría imaginar otro tipo de parcialidad, porque Dios se ha manifestado en la debilidad, fragilidad, hambre, llanto, enfermedad, sacrificio de los pobres para poder redimirlos a partir de su principio‐misericordia. 

 BIBLIOGRAFÍA COMPLEMETARIA   ARANGO,  Oscar.  El  clamor  de  las  víctimas‐inocentes: una  contemplación  ante  el  crucificado. Javeriana.Bogotá.2007. 

  

 

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PROCESO PEDAGÓGICO  El proceso pedagógico que se asume en este módulo, se hace a partir de cinco elementos que nos facilitarán el proceso de enseñanza‐aprendizaje:  • CONTEXTO: partir de las experiencias de los estudiantes, de su realidad universitaria, y de los conceptos que cada uno, una  trae.  • EXPERIENCIA: hacer un acercamiento a su realidad como seguidor, seguidora de  Jesús de forma directa o indirecta.  •  REFLEXIÓN:  ahondar  en  la  experiencia,  desde  los  elementos  conceptuales  que  se  van articulando para descubrir las implicaciones y responsabilidades que se desprenden.  • ACCIÓN: Las experiencias que se reflexionan en el contexto deben llevar a una acción, una reflexión que no se vuelva acción produce indiferencia.  •  ACOMPAÑAMIENTO­EVALUACIÓN:  entendida  como  el  acompañamiento  que  se  hace  al proceso  para  determinar  los  progresos  o  retrocesos,  aciertos  y  desaciertos.  El acompañamiento ‐ evaluación tendrá dos: lo cuantitativo y lo cualitativo desde los siguientes criterios:      Competencia cognitiva: Inter‐relación conceptual.     Competencia argumentativa: Integración de los conceptos a un discurso   propio.  

 Competencia  Social:  Aplicación  de  los  conceptos  a  la  vida  cotidiana,  social  y        profesional.  

      Competencia Formativa Participación activa en el desarrollo del proceso.  Finalmente,  cada  estudiante    realizará  un  trabajo  escrito  final  en  el  cual  se  desarrolle  la propuesta cristológica del Nuevo Testamento a partir de los siguientes elementos:  

Liberación‐Salvación en medio de la Esclavitud Resurrección en una realidad de muerte violenta Reino en una situación desplazamiento forzado Justicia en un contexto injusto Esperanza‐ Gozo en un país en estado de Seguridad democrática: Guerra/ Violencia / Muerte  

   

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Page 165: BAJAR DE LA CRUZ A LOS CRUCIFICADOS

DIPLOMADO DIMENSIÓN BÍBLICA DE LA NUEVA VISIÓN DE LA ERE NUEVO TESTAMENTO: UNA APROXIMACIÓN CRISTOLÓGICA

PROFESOR: OSCAR ALBEIRO ARANGO ALZATE [email protected]

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