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El hombre de aquí y de allí, muy iguales en el fondo
Los maestros espirituales, los filósofos e incluso lo científicos comparten la siguiente
idea: los seres humanos estamos de acuerdo en lo esencial. Y yo añado que nos
parecemos mucho a la sal. Hay muchas clases de sal, el objetivo de todas ellas es la
misma: sazonar la comida, dar sabor. La sal tiene una característica muy importante, mezclada con la
comida es invisible, pero, al propio tiempo, un condimento imprescindible, salvo pequeñas excepciones.
Con la mente sucede algo parecido. Utiliza distintos símbolos, aquí y allí, para hacer referencia a la
misma realidad. Funcionamos con diferentes imágenes según pertenezcamos a una u otra cultura. Es
verdad que superficialmente estamos formados de estructuras diferentes, pero en el fondo somos lo
mismo. Esto es, pueden cambiarse las estructuras metales superficiales, pero las estructuras mentales
profundas son muy iguales, sin atrevernos a decir que son idénticas. La sal es la misma. Desde el punto
de vista de la modernidad, se dirá que la relación entre el objeto y el sujeto cambia la realidad, pero, en
este caso, admitamos la premisa de que el sujeto siempre es el mismo, aunque diferimos en lo superficial.
El idioma, el nivel socio-económico, las costumbres, la religión, el clima, el color de la piel, los rasgos
faciales y la cultura en general pueden ser diferentes, podemos ser creyentes de una determinada
confesión religiosa o, simplemente, ateos o agnósticos, podemos vivir cada uno en un extremo del globo
terráqueo... Pero, con todo, en nuestro Yo profundo somos iguales. Formulamos las mismas preguntas
esenciales, nos asolan las mismas preocupaciones: ¿quién soy?, ¿qué hago en este mundo?, ¿hay alguien
por encima de mí?, quiero ser feliz ahora y siempre... Participamos de las mismas emociones y
sentimientos fundamentales.
Por consiguiente, si en lugar de subrayar las diferencias, destacásemos lo que nos une sería muy distinta
la fisonomía del planeta. Si nos propusiéramos a ser felices haciendo felices a los demás, habríamos
construido el cielo en la tierra. Si tomásemos conciencia de esa verdad, ¡cuánto sufrimiento podríamos
evitar!, ¡cuánto dinero podríamos ahorrar en armas para luego poder emplearlo en acciones mucho más
provechosas!
Desde la antigüedad, el hombre tiene una forma de responder a sus preguntas esenciales y es creando
religiones. Le es muy necesario desde que tomó conciencia de sí mismo y, sobre todo, de su mortalidad.
¿Las religiones serán suplantadas, sustituidas o superadas por algo, alguna vez? ¿Quizás por otras
religiones?, ¿por la ciencia pura, por el crudo empirismo?, ¿por una nueva espiritualidad? Seguramente,
por ésta última.
A esa antigüedad a la que hemos hecho referencia, entre los años 700 y 100 a. C., algunos historiadores lo
llaman Tiempo Axial. Lo consideran como un nuevo inicio del tiempo. Son de esa época algunos de los
grandes sistemas religiosos. Hay que reconocer que siempre ha habido crisis de religión (ideología) y la
salida ha sido la implantación de un nuevo sistema religioso. Eso sucedió en la época que hemos aludido
más arriba. Son de este tiempo: el taoísmo, confucionismo, el budismo, el hinduismo, el monoteísmo, el
racionalismo europeo, promovido por Grecia. Sistemas diferentes en su primera apariencia, pero que
atienden a los mismos problemas y cuestiones que hierven en lo profundo de la persona humana.
Para muchos es un misterio lo que ocurrió en ese tiempo llamado axial. Sin embargo, otros no tienen
ninguna duda de que obedece, en gran medida, al cambio del sistema de producción y, por ende, a la
necesidad de armonizar la nueva actividad con una nueva moral. Estamos en el siglo VI a. C., en la edad
el hierro. En el entorno del Ganges y amplios territorios más, la agricultura desbanca a la ganadería.
Bosques y herbales son convertidos en tierras de cultivo. Se empieza a producir a gran escala y acumula
excedentes que son destinados al mercado y así nace una nueva clase social. Como podemos imaginar, un
cambio económico o relación de trabajo provoca un cambio social en cadena, desde la infraestructura a la
superestructura. Vamos rematar este parágrafo con una anécdota interesante: se dejó de ofrecer animales
en sacrificio a los dioses porque, a consecuencia de la reducción de pastos, disminuyó también
considerablemente la cabaña de reses.
Ahora mismo también estamos sumidos en nuevos tiempos, con una crisis
económica tremenda por delante, amén de una crisis espiritual que es anterior. La
crisis económica va a traer, está acarreando ya, tiempos dificilísimos para mucha
gente. Va a exigir grandes sacrificios y sufrimientos para una parte importante de la
población, en forma de ansiedad, depresión con todo lo que eso conlleva. Desgraciadamente, no podemos
esperar mucho de la banca, de la política neoliberal, de este capitalismo salvaje, pero esperemos que haya
gente que use la cabeza y el corazón para superar en positivo esta situación adversa; podamos ganar en
solidaridad, empatía y en tener una visión más justa del mundo que nos ayude a mitigar el egoísmo,
trabajar a nivel de conciencia el estadio integrador. Trabajar la espiritualidad desde grupos de base, sin
esperar demasiado desde las instancias oficiales, aunque espero que a largo plazo también alcance a ellas.