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BIEL / 181 Esta localidad se encuentra al norte de la provincia de Zaragoza, a la izquierda del río Arba, justo al los pies de la llamada Sierra de Santo Domingo, en la zona conocida como el Prepi- rineo. La villa está rodeada de montes abruptos y espesos bosques, de hecho más del 80% de su término municipal es bosque. La arquitectura de esta villa aporta interesantes ejemplares al románico de la Comarca de las Cinco Villas y numerosos ejemplos de importantes casas nobiliarias blasonadas, aunque pertenecen ya a épocas posteriores. Del núcleo urbano destaca la preeminente silueta del castillo que denota su importancia estratégica. El término municipal de Biel linda, de Norte a Oeste, con los de Longás, Salinas, Fuendecalderas, El Frago, Luna y Luesia. A Biel se llega desde Zaragoza por la autovía A-68 que lleva a Alagón, donde se toma la carretera A-126 hasta Tauste. Una vez en este término municipal, se continúa por la A-127 hasta llegar a Ejea de los Caballeros, donde se prosigue por la A-125 durante 17 km hasta llegar a Erla. Una vez allí es preciso desviarse por la A-1103 unos 7 km, hasta alcanzar la localidad de Luna y continuar durante 6 km más por esta misma vía de montaña hasta llegar a una bifur- cación que indica que, a 2 km por la A-1202, está Biel. No poseemos noticias acerca de la población que concreten datos sobre su reconquista, aunque antiguos textos se refieren a la de Uncastillo en el mes de agosto de 940; posiblemente, Biel lo fuese incluso con anterioridad. Según Abbad Ríos, la villa nunca perteneció a los musul- manes de modo permanente. En los archivos de la catedral de Pamplona y del monasterio de Leire se guarda copia del diploma del año 938 conforme al cual el rey García Sánchez I habría donado a Leire los diezmos que el obispo recibía en diversas localidades, entre las que se men- ciona Biel. Fortún estima que se trata de un diploma falsificado. En los documentos medievales se la nombra en algunas ocasiones, puesto que sus señores firman y testifican con frecuencia los documentos reales. Un tal Galin Sanz de Biel redactaba en 1096 una carta relativa a una donación a Santa María de Uncastillo. Biel destacó durante todo el siglo XI. Aunque no aparece citado en los documentos que constituyen la colección diplomática de Sancho el Mayor, sí figura en la famosa bula en la que Gregorio VII refiere los lugares que este monarca había fortificado, junto con los cercanos Uncastillo, Luesia, Agüero y Murillo. Son relativamente numerosos los diplomas que acreditan la estancia de distintos miembros de la familia real en la localidad, especialmente del futuro Alfonso I, como veremos al hablar del castillo. En 1101 figura un tal Ennecone, abbate de Biel. Entre los tenentes posteriores a los miembros de la familia regia, en 1129, es citado senior Castange, quien suscribe como tal el testamento de Alfonso I de 1131. Un interesante instrumento fe- chado en el año 1068 da cuenta de la concesión de los diezmos de Biel al monasterio de San Juan de la Peña efectuada por Sancho Ramírez. Hacia 1129 existen nuevos testimonios de la relación de San Juan de la Peña con la localidad. Ramiro II el Monje también otorgó, en el año 1134, al mismo cenobio, la iglesia de San Martín y así se mantuvo hasta la desamortización del monasterio pinatense. La importancia de la villa decayó progresivamente a partir del XIII. En el siglo XV Dalmau de Mur, arzobispo de Zaragoza, compró la baronía junto con otras posesio- nes. Igualmente se documenta su pertenencia al príncipe Martín de Aragón y al Condestable Álvaro de Luna. Al hablar de la historia de Biel hay que resaltar la extraordinaria importancia de su judería, pues en el siglo XV más del 70% de los habitantes de la villa eran judíos. En el siglo XVII la villa de Biel pasó a estar bajo la protección del Arzobispo de Zaragoza. BIEL

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esta localidad se encuentra al norte de la provincia de Zaragoza, a la izquierda del río Arba, justo al los pies de la llamada Sierra de Santo Domingo, en la zona conocida como el Prepi-rineo. la villa está rodeada de montes abruptos y espesos bosques, de hecho más del 80% de su término municipal es bosque. la arquitectura de esta villa aporta interesantes ejemplares al románico de la Comarca de las Cinco Villas y numerosos ejemplos de importantes casas nobiliarias blasonadas, aunque pertenecen ya a épocas posteriores. Del núcleo urbano destaca la preeminente silueta del castillo que denota su importancia estratégica. el término municipal de biel linda, de Norte a Oeste, con los de longás, Salinas, Fuendecalderas, el Frago, luna y luesia.

A biel se llega desde Zaragoza por la autovía A-68 que lleva a Alagón, donde se toma la carretera A-126 hasta Tauste. Una vez en este término municipal, se continúa por la A-127 hasta llegar a ejea de los Caballeros, donde se prosigue por la A-125 durante 17 km hasta llegar a erla. Una vez allí es preciso desviarse por la A-1103 unos 7 km, hasta alcanzar la localidad de luna y continuar durante 6 km más por esta misma vía de montaña hasta llegar a una bifur-cación que indica que, a 2 km por la A-1202, está biel.

No poseemos noticias acerca de la población que concreten datos sobre su reconquista, aunque antiguos textos se refieren a la de Uncastillo en el mes de agosto de 940; posiblemente, biel lo fuese incluso con anterioridad. Según Abbad Ríos, la villa nunca perteneció a los musul-manes de modo permanente. en los archivos de la catedral de Pamplona y del monasterio de leire se guarda copia del diploma del año 938 conforme al cual el rey García Sánchez i habría donado a leire los diezmos que el obispo recibía en diversas localidades, entre las que se men-ciona biel. Fortún estima que se trata de un diploma falsificado. en los documentos medievales se la nombra en algunas ocasiones, puesto que sus señores firman y testifican con frecuencia los documentos reales. Un tal Galin Sanz de biel redactaba en 1096 una carta relativa a una donación a Santa María de Uncastillo.

biel destacó durante todo el siglo xi. Aunque no aparece citado en los documentos que constituyen la colección diplomática de Sancho el Mayor, sí figura en la famosa bula en la que Gregorio Vii refiere los lugares que este monarca había fortificado, junto con los cercanos Uncastillo, luesia, Agüero y Murillo. Son relativamente numerosos los diplomas que acreditan la estancia de distintos miembros de la familia real en la localidad, especialmente del futuro Alfonso i, como veremos al hablar del castillo. en 1101 figura un tal Ennecone, abbate de Biel. entre los tenentes posteriores a los miembros de la familia regia, en 1129, es citado senior Castange, quien suscribe como tal el testamento de Alfonso i de 1131. Un interesante instrumento fe-chado en el año 1068 da cuenta de la concesión de los diezmos de biel al monasterio de San Juan de la Peña efectuada por Sancho Ramírez. Hacia 1129 existen nuevos testimonios de la relación de San Juan de la Peña con la localidad. Ramiro ii el Monje también otorgó, en el año 1134, al mismo cenobio, la iglesia de San Martín y así se mantuvo hasta la desamortización del monasterio pinatense. la importancia de la villa decayó progresivamente a partir del xiii. en el siglo xv Dalmau de Mur, arzobispo de Zaragoza, compró la baronía junto con otras posesio-nes. igualmente se documenta su pertenencia al príncipe Martín de Aragón y al Condestable Álvaro de luna. Al hablar de la historia de biel hay que resaltar la extraordinaria importancia de su judería, pues en el siglo xv más del 70% de los habitantes de la villa eran judíos. en el siglo xvii la villa de biel pasó a estar bajo la protección del Arzobispo de Zaragoza.

biel

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la primitiva iglesia parroquial de San Martín era un edificio románico construido, posiblemente, en los años finales del siglo xii. el paso del tiempo y las

sucesivas ampliaciones han supuesto la casi total desapa-rición de la fábrica románica, de la cual quedan restos escasos pero significativos.

el templo está situado a los pies del castillo de biel, con el que forma un perfecto binomio medieval. Tal y co-mo lo contemplamos hoy en día, está construido sobre una antigua iglesia románica que fue derribada o “deshecha” como se indica en la documentación, para ampliarla y aco-modarla a la nueva moda y gusto artístico en parámetros gótico-renacentistas. en el siglo xvi San Martín de biel se ensanchó, ya que la longitud del templo permaneció, prác-ticamente, intacta (salvo por el añadido de un pórtico con

funciones de capilla). la iglesia se amplió unos doce pies –3 m– por el muro sur, ya que por el norte era imposible debido a la presencia de la roca que sirve de asentamiento al castillo, de modo que el muro septentrional coincide con el original de la primitiva iglesia.

De la iglesia original, de nave única y dotada de cripta, quedan pocos restos en la actualidad. Uno de los vestigios más destacados que se han conservado se puede observar desde la capilla del Rosario y corresponde a la portada occidental. Allí ha sobrevivido un reducido frag-mento de la parte superior de la doble arquivolta, muy moldurada. Otro de los restos que ha permanecido es un ventanal situado en la capilla de San Nicolás (en el lado del evangelio del presbiterio) que, según la tradición, for-maba parte de un pasadizo que comunicaba la iglesia con

Iglesia de San Martín

Exterior

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Restos de la cripta

Restos del ábside

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el castillo para que el señor pudiera asistir a los oficios re-ligiosos sin tener que salir al exterior. También pertenece a la etapa medieval un ventanal que aparece en el muro occi-dental que, posiblemente, iluminaba la zona de los pies del templo pero que también indica los indicios de un sistema de cubrición anterior. Por lo demás, el templo primitivo se ha visto cubierto en su totalidad por la edificación de la iglesia moderna.

los trabajos de rehabilitación que se están llevando a cabo en la actualidad en el templo han permitido que se pueda contemplar la cimentación y partes inferiores de la edificación inicial, lo que nos proporciona con precisión, al menos, las medidas de este espacio primigenio. Posee planta tendente al cuadrado, rematada por un ábside semi-circular en el cual aparece semioculto un vano de medio punto emplazado en el eje, con un acusado abocinamien-to interior, junto al cual, además, hay algunos restos de pinturas murales góticas. esta cripta románica tiene unas medidas totales de 8,6 m de longitud por 5,1 m de an-chura. Disponía de banco que recorría el perímetro, cuyo

reborde estaba adornado con moldura abocelada. este sencillo elemento ornamental aparece en edificaciones del último cuarto del siglo xi, como la iglesia de loarre, argu-mento que ha sido esgrimido para proponer una datación completa del templo que nos ocupa en los últimos años de dicha centuria, de tal forma que su edificación fuera continuación de la ampliación de la impresionante torre del castillo. Frente a ello, la molduración de lo poco que se conserva de la portada occidental lleva a situar estos otros vestigios en época tardorrománica, probablemente en el último tercio del siglo xii. Pueden rastrearse similitudes de concepto y ejecución con San Gil de luna y con otras ma-nifestaciones de la corriente de renovación arquitectónica que afecta en esas fechas a las Cinco Villas y comarcas cercanas. en consecuencia, aunque no sea completamente descartable la idea de una cripta del pleno románico bajo una iglesia tardorrománica, es más fácil pensar en que la totalidad de la fábrica se ejecutó en este segundo momen-to, ya que el uso de bancos con reborde moldurado perdu-ró también a finales de la duocécima centuria.

Antigua portada románica

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el castillo de biel se alza majestuoso sobre una plataforma rocosa en torno a la cual se distribuyen la iglesia y el casco urbano de la localidad. esta

fortaleza estuvo muy ligada durante los siglos xi y xii a los reyes de Aragón, y lo cierto es que junto con los de loarre, Uncastillo, luesia y Sos entre otros, formó parte de la llamada extremadura aragonesa, en la cual una serie de puntos defensivos custodiaban la frontera sur del reino cuando limitaba con los reinos de taifas árabes antes de la conquista del Valle del ebro.

Según Cristóbal Guitart Aparicio, no es uno de tantos castillos que hay que Aragón, sino que se trata del más grandioso ejemplo de los donjones a la francesa, esto es, castillos formados por una torre principal de grandes dimensiones. Muy pocos restos se conservan del recinto

que, en origen, servía para reforzar y nivelar el terreno for-mando una pequeña plaza de forma oval, en cuyo extremo sur y sobre la pared más escarpada se levantó la torre del castillo. Hoy en día permanece destacada la figura solitaria de la torre.

las primeras noticias que se conservan del castillo de biel se remontan al reinado de Sancho el Mayor (1004-1035), aunque ya hemos dicho que no se trata de una men-ción directa en la propia documentación del monarca, sino de la referencia contenida en una bula papal más tardía (1084-1085) a la edificación de una fortificación durante su reinado. Formaría parte de una cadena de castillos inte-grada asimismo por Ruesta, Sos, Uncastillo, luesia, Agüe-ro y Murillo, que defenderían la vertiente meridional del entonces condado aragonés (subscriptis castris, Rosta scilicet et

Castillo

Vista panorámica

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Ulle, Sos et Unocastello, Lusia, Bel, Aguero et Morello, quae edificata ab tuo Santio rege fuere). Su primer tenente fue blasco Orioli entre los años 1042 y 1051. Durante el siglo xi y hasta el siglo xiii el castillo, que ocupó el centro de la historia de biel, estuvo muy vinculado a la familia real aragonesa. Sancho Galíndez y su mujer doña Urraca lo donaron al rey Sancho Ramírez (del que Sancho había sido ayo o aitan), quien aparece como su poseedor en 1062. Posteriormente el monarca lo entregó en dote a su esposa Felicia de Rou-cy cuando contrajo matrimonio en 1071. A partir de esa fecha el castillo de biel aparece citado algunas veces como palacio (palatium), lo que es prueba evidente de la dignidad que había alcanzado, y de él fueron tenentes sucesivamen-te sus hijos Fernando y Alfonso. este último suscribe en la localidad varios diplomas.

A partir del siglo xiii, una vez desaparecido su valor fronterizo, el castillo pierde renombre y su importancia fue decayendo hasta pasar a ser un lugar de señorío. en el siglo xiii aparecen como dueños los señores de illueca. en el siglo xv figurarían como señores el príncipe Martín de Aragón y el condestable Álvaro de luna. A mediados

del siglo xvi se acometieron importantes reformas en la iglesia de San Martín que afectaron a las naves de los pisos de habitación. en el siglo xviii perteneció al arzobispo de Zaragoza.

la posición estratégica de la villa en época medieval e indudablemente la vinculación directa con la familia real pudieron ser la causa de que se levantara un castillo de tal envergadura y calidad. Tiene planta rectangular orientada de Nordeste a Suroeste, aunque su extremo meridional es irregular. está constituida por un núcleo rectangular prolongado en un estrechamiento, conseguido mediante rebaje con cambio de dirección en la cara noroccidental y mediante la introducción de un lienzo oblicuo en la su-roriental. De esta forma, el resultado final es un hexágono irregular de 19 m x 10 m al exterior, con una altura aproxi-mada de 30 m. las medidas interiores, por su parte, son de 15,7 m de longitud por 7,1 m de anchura, lo que da una idea del grosor de los muros de carga que configuran el es-pacio. la superficie interior es de unos 105 m2. el exterior de la fortaleza es muy espectacular, tanto por sus medidas, mucho mayores que las de los torreones próximos en el tiempo y en el espacio, como por su emplazamiento sobre un potente afloramiento rocoso. Además, el trabajo de la fábrica de sillares está muy cuidado, con una altura de hiladas que oscila en torno a los 25 cm, si bien es cierto que en el arranque del muro se han encontrado ejemplos de bloques de hasta 50 cm de altura. llama también la atención el hecho de que se trate de una fortaleza mucho menos cerrada que otras de la zona en las que los vanos son casi inexistentes. Aquí se localizan numerosas abertu-ras en el muro, no todas originales, desde entradas en altu-ra enmarcadas por puertas adinteladas hasta toda una serie de vanos rectangulares estrechos con marcado derrame interior, ya previstos en la construcción románica y dis-tribuidos de manera irregular, aunque no exenta de lógica en los lienzos, especialmente en el noroccidental. lo que no se aprecia apenas son cambios en la factura exterior del trabajo de la piedra en la mayor parte del espacio rectan-gular, lo que lleva a suponer que el grueso de la fortaleza se ejecutó de manera relativamente rápida, en fechas muy próximas o, al menos, por cuadrillas de maestros canteros que poseían la misma formación. esteban, Galtier y García Guatas detectaron el aprovechamiento en la fábrica final de una torre mucho más pequeña (en su opinión de unos 10 o 15 m2) todavía visible en uno de los extremos.

el interior de la torre, por su parte, se articulaba en origen en cinco niveles diferenciados en altura, encami-nados a satisfacer una doble función: la defensiva, como albergue de la guarnición militar por un lado, y también la de residencia señorial. Tradicionalmente el acceso al

Exterior

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interior se realizaba directamente desde lo que podemos considerar como planta noble o primer piso, segundo nivel en altura realmente desde el basamento de la fortaleza. en el lateral suroriental de esta planta, cerca del ángulo este, se habilitó un elemento sobresaliente, habitualmente iden-tificado como letrina, la cual resalta levemente al exterior, volando ligeramente frente a la superficie plana del resto del conjunto. A distintas alturas se conservan arranques de soportes (sobresalen unos 30 cm del grueso del muro), que llevan a pensar en una distribución de arcos transversales soportando los desaparecidos forjados, en conjunción con las vigas que penetraban en los muros gracias a los mechi-nales todavía existentes. También se aprecian con clari-dad, por ejemplo en el piso más alto, retranqueos murales pensados para reducir sección mural y recibir forjados en combinación con las vigas. en diversos lugares se advier-ten series de mechinales repartidos de manera ordenada. en la actualidad no se conservan restos de las imprescin-dibles estructuras lignarias, quedando el volumen interior completamente vacío. en el año 1996 fue restaurada su techumbre por el Ministerio de Cultura, y en la actualidad

se están llevando a cabo trabajos de rehabilitación para poder instalar allí un Centro de interpretación de la vida en los castillos en época medieval.

la torre está construida en piedra sillar muy bien la-brada y asentada con mortero de cal, incluso con las juntas ligeramente rehundidas en algunos tramos, para acentuar el agarre de la piedra y la solidez del conjunto. los muros son lisos y en ellos se abren, como se ha comentado, nu-merosas ventanas rectangulares, pequeñas altas y esbeltas. Abundan especialmente en los dos niveles superiores, don-de están cantonadas de mechinales para complementos de madera desaparecidos. en el gran muro noroccidental destacan dos parejas de vanos en diferentes alturas por sus enormes proporciones. Su apertura corresponde a fechas más tardías. en la cara nororiental sólo existen vanos en la parte superior, pero en el exterior se aprecian las entra-das en que apoyaban los jabalcones de una estructura de madera.

Su construcción se realizó al menos en dos fases. la primera correspondería a la fortificación que la do-cumentación atribuye a Sancho el Mayor, y la segunda

Exterior Interior

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consistiría en su ampliación o reconstrucción para unir a su condición militar la de residencia palaciega. Según Cristóbal Guitart Aparicio, la grandiosa torre pudo ser construida por artífices norteños llegados con los caba-lleros que en 1064 asediaron barbastro o con la fracasada cruzada del año 1073. esteban, Galtier y García Guatas también proponen para la segunda fase los años 1073 y siguientes. en la misma línea se ha supuesto como terminus ante quem el establecimiento de castillos más avanzados hacia el Sur, como el de Obano, para el que se baraja una datación de hacia 1086 y donde incluso pudieron trabajar los mismos canteros. No obstante, dado que no se trata de un edificio que limite su funcionalidad a lo puramente militar, cabría retrasar un poco la ejecución, siempre en las décadas finales del siglo xi. la dimensión de biel en el panorama de las grandes construcciones civiles del romá-nico aragonés se calibra correctamente si lo situamos en la secuencia de obras como Abizanda y loarre, es decir, en la serie conformada por las edificaciones en las que se tuvo

muy en cuenta el componente de propaganda y dignidad señorial. Su época de esplendor pudo prolongarse, como mucho, hasta comienzos del siglo xiii, momento en el que la población comenzó su declive, asociado a la pérdida del valor estratégico del que había gozado antaño.

Texto y fotos: JAS

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