autores, varios - relatos de ciencia ficción. 1970 (---) ok

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    Relatos de Ciencia-Ficcin (1970)

    Antologa

    Varios Autores

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    ... soy un modesto, modestsimo obrero del pensamiento,

    que acopio y ordeno materiales para que otros que vengan detrsde m sepan aprovecharlos. La obra humana es colectiva;nada que no sea colectivo es ni slido ni durable...

    Niebla, de Miguel de Unamuno (1864-1936)

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    Revisin: Jul. 2012, empachumuenjoy it !!! ;o)

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    keywords= historias, cuentos, relatos, cultura, literatura, narrativa, cuento,

    prosa, ficcion, suspenso, fantasia

    Todo empez cuando al empezar a leer el contenido del sitio web,estaba interesado en terminarlo, pero deba continuar con mis deberestemporalmente suspendidos.

    Me tome varios minutos ms en "bajar" cada una de las pginasweb a mi equipo para leerlas despus, en mi tiempo libre. Mi mejoramiga y compaera, o sea "mi chica", me dio la idea de ordenarlos en unslo archivo de texto, y de esta manera leerlo de "corrido".

    Una vez terminada la lectura, en mi equipo porttil HPC720, lemencione lo grato que haba sido. Me solicit le "pasar" el archivocreado. Al finalizar su lectura, y preguntarle: que tal haba estado? me

    respondi algo similar a lo que primeramente le haba mencionado.Y con la finalidad de compartir el gusto de la lectura del archivo

    indicado con los dems integrantes de la comunidad, he "subido" estedocumento; en un principio como TXT, pero para mejorar la calidad devista del mismo, lo he convertido como PDF.

    En este texto digital se ha puesto el mejor empeo en ofrecer allector una informacin completa y precisa... Por tal motivo se harespetado, en lo mejor posible, el sentido y el estilo ortogrfico utilizadopor el autor, respetando la grafa de los textos obtenidos de Internet ---

    de sitios pblicos y/o traducciones propias de fans--- incluidos los"posibles" errores ortogrficos...

    Solo para uso personal, con fines didcticos, educativos y/osimilares. Sin nimo de lucro.

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    Cualquier otra utilizacin de este texto digital para otros fines queno sean los expuestos anteriormente es de entera responsabilidad de lapersona que los realiza. Por tal motivo, NO se asume ningunaresponsabilidad derivada de su mala utilizacin, ni tampoco de cualquierviolacin de patentes ni otros derechos de terceras partes que pudiera

    ocurrir.

    Prohibida su venta y / o comercializacin.

    Copyright 2012. All rights reserved. Todos los derechosreservados a su(s) respectivo(s) ---Autor(es) y / o Editor(es)---Titular(es) del Copyright.

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    Relatos de Ciencia-Ficcin

    Prlogo y Notas Biogrficas: Ivan Tubau

    ILUSTRACIONES: NAVARRO

    PORTADA: JOSE RAMON SANCHEZ

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    N D I C E

    PRLOGO

    RAY BRADBURY: El zorro y el bosque

    ARTHUR C. CLARKE: Silencio, por favor

    J. T. McINTOSH: El hechizo de la soledad

    NOEL LOOMIS: El hombrecito verde

    ISAAC ASIMOV: Multivac

    ARTHUR SELLINGS: Los apoderados

    FREDERIC BROWN y MACK REYNOLDS: Oscuro interludio

    JOHN WYNDHAM: Una marciana tonta

    ANTONIO MINGTE: El prodigioso viaje de Arsenio...

    JORGE CAMPOS: Los extraos visitantes de ms all del cielo

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    P R O L O G O

    Si es usted un lector de ciencia-ficcin veterano y resabiado, no lea esteprlogo: cuanto en l se diga lo sabe probablemente ya. Si, por el contrario, ste es suprimer contacto con el gnero, deje el prlogo para el final y vaya directamente a losrelatos: es mejor sumergirse a cuerpo limpio en esta peculiar parcela de la literatura ---descubrir por cuenta propia, sorprenderse, apasionarse--- que llegar a ella con ideasprevias ms o menos intelectualizadas.

    Porque en el mundo ---ya lo sabe usted--- hay dos clases de personas: los

    fans de la ciencia-ficcin y los honestos ciudadanos que ignoran por completo talmodalidad literaria. Los primeros se creen miembros de una especie de cofradainternacional de iniciados, mientras los segundos, en nombre de una determinada ideade la cultura, arrojan despectivamente la SF (para utilizar las cmodas siglasanglosajonas) al cajn de las cosas poco serias, donde moran an la mayor partede las novelas policiacas, buen nmero de thrillers del cine negro americano, casitodas las historietas o comics que en el mundo han sido, y otro respetable montnde formas de expresin populares, caractersticas de nuestro siglo, nacidas casi con ly, por tanto, ausentes de diccionarios y gruesos tratados de historia.

    No crea que esto es una exageracin: acuda a cualquier enciclopedia, y no

    encontrar en ella la menor referencia a ningn autor de ciencia-ficcin.Entendmonos: a ningn autor especfico del gnero. Encontrar a Verne y a Wells,claro est, e incluso es posible que en el artculo dedicado a Aldous Huxley o en lareferencia sobre George Orwell le digan que Un mundo feliz y 1984 son novelas deanticipacin. Pero nada ms: ni Wyndham, ni Scheckley, ni Pohl, aparecen por ahorareseados en las pginas de la cultura oficializada. Si acaso, con un poco de suerte, enun diccionario de la literatura en lengua inglesa hallar una discreta referencia a Ray

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    Bradbury, el nico autor de ciencia-ficcin ---como dice Kingsley Amis--- conocido porlos que no saben nada de ciencia-ficcin.

    Por otro lado, los fans del gnero forman clubs, editan revistas a ciclostil(fanzines), se renen en congresos nacionales y a veces internacionales, consumen

    anualmente toneladas de aventuras fanta-cientficas mejor o peor impresas sobrepapeles de variable calidad, y parecen creer, con fe casi religiosa, que la ciencia-ficcines la nica forma literaria digna de ser reverenciada de modo incondicional por unalite de la que ellos forman parte.

    No existe, pues, el trmino medio, que es donde los moderados dicen que estla virtud? Hasta hace pocos aos, en efecto, no exista. En estos ltimos tiempos, sinembargo, algunos estudiosos e intelectuales han acercado su culta lupa tarda algnero, determinando que (como el comic y otras formas expresivas de nuestrapoca) mereca ser estudiado con algn detenimiento.

    Y han tratado de otorgarle cartas de nobleza, buscando justificacionesculturales y encontrando precedentes ilustres. Y han hablado de Luciano deSamosata y su Historia Verdadera, del Somnium de Kepler, de la Utopa de TomsMoro, de Swift, Voltaire, Cyrano de Bergerac y, naturalmente, Edgar Allan Poe.

    Pero no: las erudiciones prehistricas acerca de la cienca-ficcin son ---ademsde un tanto abusivas--- tan perfectamente innecesarias como las referencias aescritores ilustres que la han cultivado de modo ocasional. Porque sus cartas denobleza las ha adquirido ya la ciencia-ficcin por s misma, pese a haber nacidoalgunos siglos ms tarde que la tragedia griega o la poesa de los juglares.

    En efecto, parece que lo ms razonable es situar la prehistoria inmediata de laSF en Verne y Wells. En cuanto al nacimiento propiamente dicho de este gneroliterario, en la forma en que ms o menos seguimos entendindolo hoy, podemosconsiderar que tiene lugar en 1911, cuando aparece en la revista norteamericanaModern Electrics el primer captulo de Ralph 124C 41 +: novela del ao 2660. Suautor, Hugo Gernsback, lanz el trmino science fiction y ---en 1926--- la primerarevista ntegramente dedicada al gnero: Amazing Stories.

    En 1930 apareci Astounding, y las revistas fueron proliferando en el mbito dela lengua inglesa: cinco en 1938, trece en 1939, veintids en 1941. Al mismo tiempo

    iban extendindose los pulps (novelas baratas de SF impresas sobre papel de nfimacalidad), y revistas y libros iban siendo traducidos a otros idiomas, hasta alcanzarncleos de lectores ms o menos extensos ---pero casi siempre fieles--- en la mayorparte de los pases, entre ellos, por supuesto, Espaa.

    Alrededor de los aos cincuenta, algunas editoriales de prestigio comenzaron apublicar ciencia-ficcin en ediciones encuadernadas: el gnero comenzaba a ser

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    tomado en serio, se le empezaba a considerar como literatura, lo cual haca posible noslo que mejorase la calidad del papel, sino tambin la intrnseca calidad del producto.

    En alguna medida se iniciaba la desaparicin de la absurda barrera establecidaentre la ciencia-ficcin y la otra literatura, barrera que slo una miopa culturalista

    haba edificado, como muy bien sealaba Anthony Boucher, editor de The Magazine ofFantasy and Science Fiction: Uno de los mayores errores no polticos de nuestrapoca es esa lnea trazada entre la literatura seria y la literatura para pasar el rato.

    Los escritores anglosajones siguieron dominando el mercado y lo dominantodava hoy. Las grandes figuras del gnero, los patriarcas, siguen siendonorteamericanos e ingleses: Asimov, Bradbury, Clarke, Pohl, Van Vogt, Simak,Wyndham, Scheckley...

    Tambin son anglosajones Sellings, M'Intosh o Loomis (de cada uno de loscuales se incluye un relato en esta antologa), y lo son asimismo los ms jvenes yrenovadores autores del gnero (Cordwainer Smith, Aldiss, Zelazny, Harlan Ellison...),que aportan un nuevo concepto de la ciencia-ficcin ---The New Thing---, segn elcual ya no se trata de presentar a unos hombres de psicologa muy similar a la denuestros contemporneos desenvolvindose en un futuro diferente, sino de plantearsequ problemas especficos tendrn unos seres humanos transformados psquicamentepor un entorno distinto al que conocemos.

    Pero la proliferacin de libros, revistas y antologas de ciencia-ficcin por elmundo entero ha permitido ya que aparezcan autores interesantes en pases muydiversos: Francia, la Unin Sovitica y otros pases socialistas, Italia...

    Dentro del mbito de la lengua castellana, se han revelado autores estimablesen Argentina y Cuba, y tambin en Espaa. Aunque, segn observa sagazmente JosLuis Martnez Montalbn, al escritor espaol de ciencia-ficcin le sobran ribetespoticos y le falta espritu cientfico, pueden ya citarse algunos nombres deespecialistas veteranos, como Domingo Santos o Antonio Ribera, y de cultivadoresocasionales, como Alfonso Alvarez Villar, Toms Salvador, Jorge Campos o AntonioMingote (los dos ltimos incluidos en esta antologa). Junto a ellos existe un grupo deescritores ms jvenes que muestran mayor insistencia en sus incursiones dentro delgnero ---Juan Jos Plans, Ral Torres, Jos Luis Garci...---, constituyendo el

    jovencsimo Carlos Buiza un caso aparte, debido a los xitos internacionales de sus

    guiones televisivos.

    Tras esta modestsima incursin histrico-geogrfica sin mquina del tiempo,parece llegado el momento de ir al meollo del asunto: Qu es la ciencia-ficcin y porqu se llama as? En qu se diferencia de otros gneros, como por ejemplo laliteratura fantstica?

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    Por supuesto, no intentaremos entrar en bizantinas distinciones ni endefiniciones tajantes. Pese a que hay quien opina lo contrario, parece que, en lneasgenerales, puede considerarse la denominacin habitual ---ciencia-ficcin--- comobastante acertada. La unin en apariencia atrabiliaria de estas dos palabras expresabien que no se trata de ciencia estricta, pero tampoco de magia.

    En la ciencia-ficcin, en principio, las cosas deben tener una explicacin racionalo cientfica, no necesariamente justificable de un modo riguroso, pero s al menosconcebible. Esto la diferencia de la literatura fantstica, cuya mayor virtud esprecisamente el triunfo de lo irracional.

    Pero sera un error ponerle al gnero lmites estrictos: ni siquiera esimprescindible que en la ciencia-ficcin haya viajes espaciales, ni monstruos llegadosde otro planeta. De acuerdo con Frederik Pohl ---uno de los maestros de la SF---,diremos que esas cosas pueden estar en el relato, pero el relato es algo ms que esascosas. El mismo Pohl determina, tras reflexionar sobre el asunto, que la ciencia- ficcinnace de un talento para mirar las cosas con ojos nuevos y exponer los resultados enforma de entretenido relato.

    En fin: que ciencia-ficcin son muchas cosas. Tal vez, apurando un poco, elrasgo comn que podemos hallar entre los mejores autores del gnero es unapreocupacin por el futuro del hombre, un propsito admonitorio o didctico(metafsico en unos, sociolgico en otros), una anticipacin de lo que el porvenir mso menos inmediato puede reservamos.

    Por eso la SF nos concierne a todos, pues elabora a partir de los datos de hoy --

    -y de modo casi siempre divertido, ameno o apasionante, inteligente y popular--- lahiptesis de un maana acaso no tan improbable como algunos querran creer.

    IVAN TUBAU

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    Ray Bradbury naci en 1920, vive en Los ngeles rodeado de sus hijos y sueleutilizar preferentemente para sus desplazamientos la bicicleta. Es sin duda el autor de

    ciencia-ficcin ms conocido y apreciado en los crculos literarios tradicionales. Susnumerosos relatos breves han sido reunidos y publicados con gran frecuencia en libroshasta cierto punto unitarios, y puede decirse que su produccin ha desbordado, encuanto a difusin, los lmites habituales del gnero. Entre sus ttulos citaremos sloFahrenheit 451 ---llevada al cine por Truffaut, con Julie Christie de protagonista---,El hombre ilustrado ---tambin llevada al cine e interpretada por Rod Steiger---,Crnicas marcianas, El vino del esto, Las doradas manzanas del sol...Bradbury ha estrenado tambin una obra teatral: The Meadow (La pradera), ytrabaj en el guin de Moby Dick, la pelcula de John Huston basada en la novela deHerman Melville. En Espaa, Narciso Ibez Serrador ha adaptado y realizado paraTVE algunos de sus cuentos.

    En funcin seguramente de que es apreciado por los que no estn en el ajo,algunos fans de la ciencia-ficcin manifiestan cierto suficiente desprecio porBradbury. Incluso el ponderado Amis, tratando de explicarse el xito del escritorcaliforniano entre los no adictos al gnero, conjeture: Tal vez se explique por latendencia que tiene Bradbury a caer en esa especie de subsentimentalismo poticoque llega directamente al viejo corazn calloso de los lectores del peridicodominical.

    El estricto Asimov, por su parte, afirma que Bradbury no es un autor de ciencia-

    ficcin, sino un autor de social-ficcin. Pero quin puede hoy honestamenteestablecer lmites precisos entre una cosa y otra? Bradbury es en cualquier caso unexcelente escritor, capaz como pocos de crear un ambiente mgico y realista a la vezcon medios nobles y sencillos.

    El zorro y el bosque

    (The Fox in the Forest, 1950)

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    Ray Bradbury (1920-2012)

    Los fuegos artificiales de esa noche no recordaban cosas terribles, como enotros tiempos, sino escenas agradables. Los cohetes que disparaban al aire caliente deMxico pareca que chocaban contra las estrellas y se convertan en surtidores decolores. Resultaba todo apetecible y grato. Apareca el aire con una mescolanza demuertos y vivos, de polvo y de lluvia y olor de incienso. Los bugles de bronce lanzabanal aire compases de La Paloma. Las puertas de la iglesia estaban ahoracompletamente abiertas, y se podra decir que hubiese cado desde el cielo de octubreuna enorme constelacin amarilla y ardiese ahora sobre los muros de piedra. Miles ymiles de velas esparcan humos y colores. Nuevos fuegos de artificio, perfectamenteconstruidos, corran como cometas de cola recta por la plaza limpia y empedrada;chocaban contra las paredes de ladrillo y se elevaban despus hacia los campanariosde las torres, donde slo se vean los desnudos pies de unos nios que no paraban unmomento, volteando una y otra vez las pesadas campanas, con su sonido de msicade estruendos. Un toro chamuscado saltaba por la plaza y persegua a los hombres,que rean a carcajadas, y a los nios, que corran chillando.

    ---Este mil novecientos treinta y ocho es un buen ao ---dijo con cierta sonrisaWilliam Travis, de pie al lado de su mujer, junto a la ruidosa multitud.

    El toro se abalanz contra ellos. Marido y mujer se espantaron y echaron acorrer bajo una lluvia de fuego, alejndose del bullicio y el vocero. El toro ---unartefacto de bamb y plvora--- pas rpidamente llevado en hombros por unmexicano divertido.

    Susan Travis se detuvo para tomar aliento.

    ---En mi vida me he divertido tanto.

    ---Es magnfico ---coment William.

    ---Continuar, no es as?

    ---Toda la noche.

    ---No; me refiero a nuestro viaje.

    William hizo un extrao gesto y se llev la mano al bolsillo del chaleco.

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    ---Tenemos cheques de viaje que no gastaremos nunca. As es que olvdate.

    Jams nos encontrarn.

    ---Jams?

    ---Jams.

    En esos momentos alguien lanzaba al aire unos enormes petardos desde elcampanario de la torre. Los petardos caan envueltos en humo y la multitud seapartaba, y la plvora arda esplndidamente entre los pies de los bailarines y susgiles cuerpos. Un deleitoso olor a tortas fritas llenaba el aire, y, desde las terrazas delos cafs, unos hombres observaban la escena con jarras de cerveza en las manos.

    El fuego ya no sala de las caas de bamb. El hombre se sac la armazn delos hombros. El toro estaba muerto. Unos nios se acercaron a tocar la maravillosacabeza de papel, los cuernos verdaderos.

    ---Vamos a ver el toro ---dijo William.

    Al pasar delante del caf, Susan vio al hombre. Era un hombre blanco, con untraje del color de la sal, corbata azul y camisa azul, y un rostro tostado por el sol.Tena los ojos azules, el pelo rubio y un gesto cansado.

    La mujer de William no se hubiese fijado si no hubiera visto aquel montn debotellas sobre la mesa: una de crema de menta, otra de vermout, un frasco de coac,

    y otras siete botellas de diversos colores. Y, al alcance de la mano, se alineaban diezpequeos vasos a medio llenar, de los cuales, y sin quitar los ojos de la plaza, elhombre beba de cuando en cuando, arrugando los ojos y apretando los labiosdelgados. En la otra mano humeaba un grueso cigarro, y sobre una silla seamontonaban veinte cajas de cigarrillos turcos, diez paquetes de habanos y algunosfrascos de agua de colonia.

    ---Bill... ---dijo tmidamente Susan.

    ---Tranquilzate ---contest William---. Es otro individuo.

    ---Ya lo he visto esta maana.

    ---Mira hacia adelante. Sigue caminando. Haz como si te fijaras en la cabeza deltoro. As. Hazme alguna pregunta.

    ---Ser algn investigador?

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    ---No nos han podido seguir.

    ---Tal vez!

    ---Qu magnfico toro! ---dijo William al dueo.

    ---Es verdad que han podido seguirnos a travs de doscientos aos?

    ---Cuidado, cuidado! ---advirti William.

    Susan estuvo a punto de caerse. William la cogi por el brazo y la llev pormedio de la multitud.

    ---No te desmayes ---sonri William, tratando de tranquilizarla---. Pronto tesentirs bien. Entremos en ese caf. Beberemos en la presencia de ese hombre. Si esquien creemos, no sospechar de nosotros.

    ---Imposible, imposible.

    ---Hay que hacerlo. Anda ---y aadi en voz alta, mientras entraban en el caf---; le dije yo a David: Eso es ridculo!

    Nos encontraremos aqu ---pens Susan---. Quines somos? A dndevamos? Qu tenemos? Comienza por el principio, se dijo para sus adentros. Sintibajo los pies el piso de adobe.

    Mi nombre es Ann Kristen; el de mi marido, Roger Kristen. Vivamos en el ao2155, en un mundo corrompido, igual que un enorme barco que se aleja de la corduray de la civilizacin haciendo sonar su negra sirena en medio de la noche, con ms deun billn de personas a bordo, camino de la muerte, al otro lado de la orilla del mar yde la tierra, hacia la locura y la destruccin.

    Abrieron la puerta del caf y entraron. El hombre los miraba atentamente.

    Son el telfono.

    Susan se sobresalt.

    Le vino a la memoria el nmero de un telfono que haba sonado en el futuro,una maana de primavera de 2155.

    ---Te das cuenta, Ann? Es lo que dice Ren; me refiero a Viajes por el Tiempo,Sociedad Annima. Viajes a Roma para el ao veintiuno antes de Cristo; viajes a labatalla de Waterloo, a cualquier lugar y poca!

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    ---Ests bromeando, Ren.

    ---De ningn modo. Clinton Smith sali esta maana para Filadelfia milsetecientos setenta y seis. Viajes a travs del Tiempo, Sociedad Annima, lo soluciona

    todo. Es muy caro, pero... y ver el incendio de Roma, a Kublai Khan, a Moiss y elMar Rojo! De seguro que hay un aviso ya en tu correo neumtico.

    Abri Ann el cilindro y all se hallaba el aviso, impreso en una hoja de metal.

    LOS HERMANOS WRIGHT EN KITTY HAWK!

    ROMA Y LOS BORGIAS!

    Viajes a travs del Tiempo, S. A., le pone a usted el traje de la poca y le haceasistir al da del asesinato de Csar o Lincoln. Enseamos cualquier clase de idioma,para que pueda visitar usted sin molestias cualquier civilizacin o ao. Enseamoslatn, griego, norteamericano vulgar. Elija no slo el sitio, sino tambin el tiempo desus vacaciones!

    Sonaba fuertemente la voz de Ren en el telfono:

    ---Salimos maana para mil cuatrocientos noventa y dos. Estn preparandotodas las cosas para que Tom pueda hacer el viaje en una de las carabelas de Coln.No es prodigioso?

    ---Efectivamente ---coment Ann---. Y qu dice el gobierno de esta compaade mquinas del tiempo?

    ---S, la polica est sobre el asunto. Teme que la gente no cumpla loscontratos, huya y se esconda en el pasado. Todo individuo tiene que dejar unagaranta: su casa y sus bienes. Conviene recordar que estamos en tiempo de guerra.

    ---Oh, la guerra, la guerra! ---coment Ann.

    De pie, al lado del telfono, Ann pens: Se nos presenta la oportunidad quehemos esperado tanto tiempo mi marido y yo. No nos convence este mundo de 2155.

    Roger est cansado de su trabajo en la fbrica de bombas; yo, de mi puesto en ellaboratorio de cultivos de virus. Tal vez consigamos llegar a travs de los siglos hastaun pas salvaje, donde no puedan encontrarnos ni traernos de nuevo hasta aqu paraquemarnos los libros, torturarnos el cerebro y enloquecernos con radios.

    Se encontraban en Mxico en 1938.

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    Las paredes del caf estaban manchadas; Susan se haba fijado en ello.

    Los funcionarios del Estado del Futuro podan descansar en el pasado. Roger yAnn haban retrocedido hasta 1938, a la ciudad de Nueva York, y haban disfrutado delos teatros y de la estatua de la Libertad, que se alzaba todava, con su color verde, en

    el puerto. Al tercer da se haban cambiado las ropas y haban huido.

    ---Debe ser se ---dijo Susan, mirando fijamente al hombre---. Su aspecto, loscigarros, los licores... Te acuerdas de nuestra primera noche en el pasado?

    Un mes antes, en otro sitio, haban bebido licores raros, haban saboreadocomidas inslitas, perfumes, cigarrillos, cuanto escaseaba en un futuro donde sloimportaba la guerra. Haban perdido la cabeza. Haban visitado tiendas, bares,cigarreras, y haban ido, cargados de paquetes, a encerrarse en el cuarto, a coger unaalucinante enfermedad.

    Ese desconocido estaba haciendo ahora lo mismo. Tan slo un hombre delfuturo poda obrar as; un hombre que hubiese estado obsesionado toda su vida concigarrillos y licores.

    Susan y William ocuparon una mesa y pidieron algo de beber.

    El desconocido les examinaba las ropas, el color del pelo... La manera demoverse y de sentarse.

    ---Sintate con absoluta naturalidad ---dijo William en voz baja---, como si

    hubieras usado estas ropas toda la vida.---No debimos escaparnos.

    ---Dios mo! ---exclam William---. El hombre se acerca a nosotros. Deja quehable yo.

    El desconocido se detuvo ante ellos. Se oy el entrechocar de las botas. Susanpalideci. Ese ruido militar!... semejante al de los estrepitosos nudillos que golpean lapuerta a la medianoche.

    ---Usted no se recoge los pantalones al sentarse, seor Roger Kristen ---observel desconocido.

    William se qued sin palabras. Se mir las manos, que tena apoyadas sobre susrodillas. Susan se mostraba inquieta.

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    ---Me parece que me confunde usted, amigo ---dijo secamente William---. Nome llamo Krisler.

    ---He dicho Kristen ---insisti el desconocido.

    ---Mi nombre es William Travis ---repuso William---, y no veo el motivo por elque se interese usted por mis pantalones.

    ---Me explicar ---contest el desconocido---. Pens que le conoca porque nose recogi los pantalones al sentarse. Todo el mundo lo hace; de lo contrario, sedeforman. Estoy solo y necesito compaa, seor... Travis. Me llamo Simms.

    ---Apreciamos en lo que vale su soledad, seor Simms, pero estamos cansados.Salimos maana para Acapulco.

    ---Un lugar magnfico. Precisamente maana he de buscar all a unos amigos.No deben de andar muy lejos. De seguro que los encontrar. Oh!, se encuentra malla seora?

    ---Buenas noches, seor Simms.

    William y Susan se dirigieron a la puerta. William apretaba fuertemente el brazode su mujer.

    El seor Simms sigui hablndoles, pero ellos no le miraron.

    ---Se me olvidaba ---grit el hombre. Guard silencio y dijo luego---: dos milciento cincuenta y cinco.

    Cerr Susan los ojos y sinti que le flaqueaban las piernas. Siguieron caminandoa ciegas hacia la plaza iluminada.

    Al llegar al cuarto del hotel, cerraron rpidamente la puerta con llave. Susanrompi a llorar, y se quedaron as, de pie en la oscuridad, mientras la habitacin dabavueltas a su alrededor. Se oa a lo lejos el estallido de los petardos y el vocero de laplaza.

    ---Qu desfachatez! ---dijo al fin William---. Deb haberle matado, sentado all,mirndonos de arriba a abajo como si furamos animales, sin dejar de beber, sin dejarde fumar sus asquerosos cigarrillos. Hasta se atrevi a darnos su nombre verdadero.Y ese asunto de mis pantalones! Dios mo! Deb habrmelos recogido cuando mesent. En esta poca resulta un gesto de autmata. No lo hice, y eso me distingui delos dems. Ese individuo no us nunca pantalones ---pens tal vez Simms---; un

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    hombre acostumbrado a los trajes rgidos, como de cartn. Me he traicionado, s, mehe traicionado.

    ---Tal vez fue mi manera de caminar, o estos tacones, o nuestros cabellosrecin cortados. Quin sabe! Todo en nosotros es incmodo y extrao.

    William encendi la luz.

    ---Nos observa. No est seguro del todo; duda. No podemos escapar ahora.Daramos pie a sus sospechas. Iremos a Acapulco como tenamos pensado.

    ---A lo mejor tiene un plan preconcebido y est jugando con nosotros.

    ---Es posible. Tiempo no le falta. Puede entretenerse aqu, si quiere, y llevarnosal futuro en breves instantes. Puede rerse de nosotros; puede engaarnos durantedas enteros.

    Se sent Susan en la cama, mientras se secaba las lgrimas que le cubran elrostro. Su cuerpo ola a incienso y a plvora.

    ---No querrn llamar la atencin, verdad?

    ---No se atrevern; esperarn a que nos encontremos solos. Hasta entonces nopodrn meternos en la Mquina del Tiempo.

    ---Hay entonces una solucin ---dijo Susan---. No estemos nunca solos.

    Mezclmonos con la gente. Podemos hacer miles de amigos, visitar los mercados,dormir en las municipalidades de todos los pueblos, pagar a la polica para que nosproteja hasta que descubramos un modo de matar a Simms. Nos disfrazamos con ropanueva, como mejicanos, por ejemplo.

    Se oyeron cerca unos pasos.

    Apagaron la luz y se desnudaron en silencio. Se alejaron los pasos, y una puertase cerr.

    Se detuvo Susan junto a la ventana y dirigi la mirada a la plaza.

    ---De modo que ese edificio es una iglesia?

    ---As es.

    ---Ms de una vez me he preguntado cmo sera una iglesia. Podemos visitarlamaana?

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    ---Naturalmente. Ven a acostarte.

    Las sombras del cuarto los envolvieron. Hora y media ms tarde son eltelfono. Susan cogi el receptor.

    ---Quin?

    ---Las liebres pueden esconderse en el bosque ---dijo una voz---, pero el zorroterminar descubrindolas.

    Susan colg el receptor y se acost de espaldas, rgida y helada. Afuera, en el1938, un hombre con una guitarra toc tres canciones, una despus de otra.

    Hacia la medianoche, Susan estir la mano hasta casi tocar el ao 2155. Sintique sus dedos le resbalaban por la fra superficie del tiempo, como por un paoondulado, y oy el ininterrumpido taconeo de las botas y un milln de bandas quetocaban un milln de marchas militares, y vio los millares y millares de virus en sustubos de vidrio, y la mano que se adelantaba hacia ellos en esa enorme fbrica delfuturo. Los tubos de grmenes de lepra, peste bubnica, tifus, tuberculosis..., y luegola explosin. Vio que la mano le arda hasta convertirse en una pasa arrugada, y sintiuna sacudida tan grande que el mundo se alz y cay; los edificios se derrumbaron, yla gente sangr y qued tendida en el suelo, en silencio. Mquinas, volcanes, vientos yaludes callaron, y Susan se despert, sollozando, en la cama, en Mxico, muchos aosantes.

    William y Susan se despertaron muy de maana con el estruendo de unosruidosos automviles. Susan observ desde el balcn de hierro a ocho personas quesalan charlando de camiones adornados con rojos letreros. Unos cuantos mexicanosrodeaban a los camiones.

    ---Qu pasa? ---pregunt Susan a un nio.

    El nio grit algo desde la calle.

    Susan se volvi hacia su marido.

    ---Una compaa norteamericana de pelculas que viene a filmar aqu.

    William se estaba duchando.

    ---Muy interesante ---dijo---. Iremos a verlos. Creo que ser mejor que no nosvayamos hoy. Trataremos de despistar a Simms. Fijmonos en la filmacin. Dicen quela tcnica del cine primitivo era verdaderamente sorprendente.

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    Durante unos segundos, bajo la luz brillante del sol, Susan haba olvidado que

    en alguna parte, en ese mismo hotel, les esperaba un hombre, un hombre que fumabamil cigarrillos.

    Observ a los ocho felices y ruidosos norteamericanos y dese gritarles:Aydenme, slvenme, ocltenme! Tanme el pelo, pntenme los ojos, vstanme conropas raras. Necesito que me ayuden. Soy del ao dos mil ciento cincuenta y cinco!

    Pero las palabras se le atragantaron. Los funcionarios de Viajes a travs delTiempo, S. A., no eran tontos. Antes de iniciar el viaje le ponan a uno en el cerebrouna barrera psicolgica. No se poda decir dnde o cundo se haba nacido, ni hablardel futuro con los hombres del pasado. El futuro y el pasado deban protegerse el unoal otro. Slo con esa barrera se poda viajar, sin vigilancia, a travs de las edades. Losque viajaban por el ayer no transformaban de esa manera el futuro. Aunque Susansintiese unos terribles deseos de hablar, no poda decir quin era ella, ni cul era suvida.

    ---Desayunamos? ---dijo William.

    El desayuno se serva en el gran comedor. Jamn con huevos para todos. Lasala estaba llena de turistas. Los de la compaa cinematogrfica ---seis hombres ydos mujeres--- entraron moviendo sillas y riendo a carcajadas. Susan se sent cercade ellos, gozando de la cordialidad y proteccin que brotaba del grupo, sinpreocuparse lo ms mnimo del seor Simms, que bajaba por las escaleras fumando sucigarrillo con la intensidad de siempre. Simms la salud con un movimiento de cabeza,

    y Susan le devolvi el saludo, sonriente, pues frente a un grupo de gente de cine, anteveinte turistas, el hombre era casi inofensivo.

    ---Tal vez podamos conquistar a dos de esos actores ---insinu William---.Decirles que se trata de una broma: que se pongan nuestros trajes y escapen ennuestro coche en un momento en que Simms no pueda verles las caras. Si logranengaarlo unas horas, tal vez podamos llegar a la ciudad de Mxico. Y tardar enencontrarnos.

    ---Oiga!

    Un hombre gordo, oliendo a alcohol, se inclin hacia ellos.

    ---Turistas norteamericanos! ---grit----. Estoy cansado de la gente de aqu.Los besara! ---les estrech las manos---. Vamos, coman con nosotros. La desgracianecesita compaa. Yo soy el seor Desgracia; sta, la seorita Tristeza, y stos son elseor y la seora Odiamos-Mxico. Todos lo odiamos. Hemos venido a filmar lasprimeras escenas de una condenada pelcula. El resto del reparto llegar maana. Mi

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    nombre es Joe Melton. Soy el director. Qu pas ste!: funerales en las calles, gentesque se mueren... Vamos, vengan aqu. Jntense con nosotros. Levntennos el nimo.

    Susan y William se rean.

    ---No soy cmico? ---pregunt el seor Melton mirando a sus acompaantes.

    Susan se sent junto a ellos.

    ---Estupendo!

    El seor Simms los miraba con furia.

    Susan le hizo una burla.

    El seor Simms se abri paso por entre las mesas y sillas.

    ---Seor Travis, seora Travis ---les dijo---, cre que desayunaran conmigo.

    ---Lo siento ---contest William.

    ---Sintese, hombre ---intervino el seor Melton---. Los amigos de mis amigosson tambin mis amigos.

    El seor Simms se sent. Las gentes de la compaa cinematogrfica hablabana gritos. El seor Simms pregunt en voz baja:

    ---Durmieron bien?

    ---Y usted?

    ---No estoy acostumbrado a los colchones de resortes. Mas, no importa. Mepas casi toda la noche probando cigarrillos y comidas. Por mi imaginacin pasabamientras todo un arco iris de sensaciones.

    ---No sabemos de qu est usted hablando ---aclar Susan.

    El seor Simms se ri y dijo:

    ---Sigue la comedia. Todo es intil. Ya les ver a solas. Tengo una pacienciainfinita.

    ---Oigan ---interrumpi el seor Melton, rojo de clera---, est molestndolesese individuo?

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    ---No, no.

    ---Avsenme en el momento que moleste y le sacaremos a empujones.

    Melton se volvi par gritar algo a sus compaeros.

    El seor Simms continu en tono serio:

    ---Les segu durante un mes por pueblos y ciudades, y luego, ayer, todo el da.Si vienen conmigo sin protestar, har lo posible para que no les castiguen, siempreque usted, seor Kristen, vuelva a su trabajo en la fbrica de bombas de hidrgeno.

    ---Oigan a se hablando de ciencia durante el desayuno ---observ el seorMelton, que haba escuchado el final de la frase.

    Simms continu sin inmutarse:

    ---Pinsenlo. No pueden escapar. Si me matan, vendrn otros.

    ---No sabemos de qu habla.

    ---Basta! ---dijo Simms irritado---. Usen su inteligencia. Saben muy bien que nopodemos permitir que se escapen. Otras gentes de dos mil ciento cincuenta y cincoquisieran hacer lo mismo. Necesitamos gente.

    ---Para destruirla en la guerra ---contest William.---Bill!

    ---No te preocupes, Susan. Le hablaremos en su mismo lenguaje. No podemosescapar.

    ---Magnfico! ---dijo Simms---. Verdaderamente son ustedes unos romnticosredomados. Huyen de la responsabilidad.

    ---Huimos del horror.

    ---Tonteras. Slo una guerra.

    ---De qu hablan? ---pregunt el seor Melton.

    Susan quiso decrselo. Pero slo poda hablar de generalidades. La barrerapsicolgica admita slo eso. Generalidades, como las que discutan Simms y William.

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    ---Slo la guerra ---dijo William---. La mitad de la poblacin mundial destruida

    por bombas de lepra!

    ---Los habitantes del futuro ---seal Simms--- estn resentidos. Ustedes dos

    descansando en una especie de isla tropical mientras ellos se precipitan en los abismosinfernales. La muerte quiere muerte. Se muere mejor si se sabe que a otros les pasalo mismo. Es bueno or que no se est solo en la tumba. Soy el portavoz de ese sentircolectivo.

    ---Miren al portavoz del sentir colectivo! ---dijo el seor Melton a susacompaantes.

    ---Cuanto ms me hagan esperar, peor para ustedes. Le necesitamos en lafbrica de bombas, seor Kristen. Vuelvan. No habr torturas. Ms tarde, leobligaremos a trabajar y, cuando las bombas estn terminadas, ensayaremos en ustedalgunos nuevos y complicados aparatos.

    ---Har una cosa, si le parece ---dijo William---. Volver con usted si mi mujerse queda aqu, lejos de la guerra.

    El seor Simms pens unos instantes.

    ---De acuerdo. Estar en la plaza dentro de diez minutos. Tenga preparado elcoche. Iremos al lugar donde no haya gente. La Mquina del Tiempo nos estaresperando.

    Susan abraz fuertemente a su marido.

    ---Bill!

    ---No discutamos ---William la mir---. Est decidido.

    Y, dirigindose a Simms, aadi:

    ---Anoche pudo entrar en nuestra alcoba y secuestrarnos. Por qu no lo hizo?

    ---Digamos que estaba divirtindome. Qu les parece? ---replicperezosamente el seor Simms, chupando otro cigarro---. No me gusta nada dejareste clima maravilloso, estas vacaciones, este sol. Siento dejar los vinos y el tabaco.Oh, lo siento de veras!... En la plaza dentro de diez minutos, no? Protegeremos a sumujer. Podr quedarse aqu el tiempo que quiera. Pueden despedirse.

    El seor Simms se levant y sali del comedor.

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    ---Ah va el seor de los grandes discursos! ---grit el seor Melton.

    Se volvi el seor Melton y vio a Susan.

    ---Eh! ---exclam---, alguien est llorando. La mesa del desayuno no es sitiopara llorar, no es cierto?

    Poco despus de las nueve, Susan miraba la plaza desde el balcn del hotel. Elseor Simms estaba all abajo, sentado en un banco de hierro, con las piernascruzadas. Mordi la punta de un cigarro y lo encendi calmosamente.

    Susan oy el ruido de un motor y, lejos, de un garaje situado en lo ms alto dela calle, sali el coche de William y baj por la cuesta empedrada.

    El coche se acerc con velocidad: cuarenta, cincuenta, sesenta kilmetros porhora. Las gallinas saltaban en la calle.

    El seor Simms sac su sombrero de paja, se enjug la frente, se puso otra vezel sombrero, y vio el auto.

    Se acercaba a ochenta kilmetros por hora, directamente hacia la plaza.

    ---William! ---grit Susan.

    El coche choc contra el borde de la acera, dio un salto y corri sobre las losas

    hacia el banco del seor Simms. El hombre solt su cigarro, dio un grito y alz lasmanos. El coche le golpe. El cuerpo del seor Simms salt en el aire y rod por laacera.

    En el otro extremo de la plaza se detuvo el coche con una rueda rota. La gentecorra.

    Susan entr en el cuarto y cerr la ventana.

    Al medioda, plidos, cogidos del brazo, William y Susan salieron del palaciomunicipal.

    ---Adis, seor ---dijo el alcalde---. Adis, seora.

    La pareja se detuvo en la plaza, donde la multitud sealaba las manchas desangre.

    ---Te citarn de nuevo? ---pregunt Susan.

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    ---No creo. Ya me han preguntado bastante. Fue un accidente. Perd el dominio

    del coche. Llegu a llorar en presencia de ellos. Era necesario que me desahogara decualquier modo. Tena ganas de llorar. Odi tener que matarle. En mi vida hice nadasemejante.

    ---No te sometern a juicio, verdad?

    ---Hablaron de eso, pero no. Habl con ms desenvoltura que ellos. Mecreyeron. Fue un accidente. Asunto concluido.

    ---A dnde iremos? A la ciudad de Mxico? A Uruapn?

    ---El coche est en el taller de reparaciones. Estar listo a las cuatro de la tarde.Luego escaparemos.

    ---Nos seguirn? Actuara Simms por s solo?

    ---No puedo decirte. Creo que hemos ganado algo de tiempo.

    Los de la compaa cinematogrfica estaban saliendo del hotel. El seor Meltonse acerc a ellos corriendo.

    ---Me he enterado de lo que pas. Mala suerte. Est todo arreglado? Noquieren distraerse un poco? Vamos a filmar algunas escenas en la calle. Quierenmirar? Les vendr bien.

    Susan y William siguieron al seor Melton.

    La cmara filmadora fue instalada en medio de la calle. Susan mir el caminoque descenda, all lejos, y la carretera que llevaba a Acapulco y al mar, bordeado porpirmides y ruinas, y pueblecitos de casas de adobe con muros amarillos, azules yrojos y esplendentes buganvilles, y pens: Andaremos por los caminos, nosmezclaremos con grupos y multitudes, en los mercados, en los vestbulos; pagaremosa la polica para que nos vigile; instalaremos cerraduras dobles; estaremos siemprerodeados de gente, nunca solos, jams con el temor de que la primera persona quepase a nuestro lado sea otro Simms. No; nunca sabrn que los hemos engaado. Y

    siempre, all adelante, en el futuro, estarn esperndonos para quemarnos con susbombas, contagiarnos con sus grmenes, ordenar que nos levantemos, que giremossobre nosotros mismos, que saltemos a travs del aro. Seguiremos huyendo por elbosque, y nunca nos detendremos, y nunca volveremos a dormir

    Se haba agolpado una muchedumbre para seguir la filmacin. Susan observabaa la gente.

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    ---Ningn sospechoso?

    ---No. Qu hora es?

    ---Las tres. El coche estar ya arreglado.

    Las pruebas terminaron a las cuatro menos cuarto. El grupo volvi al hotelconversando animadamente. William se detuvo en el garaje.

    ---El coche estar arreglado a las seis ---coment al salir del taller.

    ---Fijo, a las seis?

    ---Ni un minuto ms.

    William y Susan buscaban en el vestbulo del hotel a alguien que estuviera solo,alguien que se pareciese al seor Simms, alguien con el pelo recin cortado y envueltoen nubes de tabaco y perfume. Pero el vestbulo estaba vaco. El seor Meltoncomenz a subir por la escalera y dijo:

    ---Ha sido un da terrible. Quieren algn refresco?: cerveza?, martini?

    ---S, un vaso.

    El grupo entr en la habitacin del seor Melton. Se repartieron unas copas.

    ---Fjate en la hora ---observ William.

    La hora, la hora!, pens Susan. Si dispusiera de algunas horas libres... Sloquera sentarse en la plaza durante todo un da de octubre, sin preocupaciones, sinpensamientos, con el sol en los brazos y la cara, los ojos cerrados y el cuerpo inmvil,sonrindole al calor. Slo quera dormir al sol de Mxico, dormir profundamente, fcil,felizmente, durante muchos, muchos das.

    El seor Melton abri una botella de champn. Alzando su copa hacia Susan,brind:

    ---A una dama muy hermosa, a una dama que podra figurar en un film.

    Susan se ri.

    ---De verdad ---insisti Melton---, es usted encantadora. Podra convertirla enuna estrella de cine.

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    ---Y llevarme a Hollywood? ---exclam Susan.

    ---S, lejos de este infierno de Mxico.

    Susan mir a William y ste hizo un gesto con la ceja y asinti en silencio. Seraun cambio de escena, de ropas, de nombre quiz. Y viajaran con otras ocho personas;una buena proteccin contra cualquier interferencia del futuro.

    ---Parece algo fantstico ---coment Susan.

    Senta ya los efectos del champn. La tarde declinaba sin prisa. La reunin seanimaba alrededor de ella. Por primera vez, despus de muchos aos, se sinti feliz ya salvo.

    ---Y qu clase de pelculas hara mi mujer? ---pregunt William llenando otravez su copa.

    ---Bueno, a m me gustara una historia de suspense ---aclar Melton---; lahistoria de una pareja como ustedes.

    ---Siga.

    ---Una historia de guerra, tal vez ---continu el director, observando a contraluzel color de su bebida.

    Susan y William callaban.---... la historia de una pareja que vive en una casita, en una callejuela, hacia el

    ao dos mil ciento cincuenta y cinco ---remach Melton---; slo como un ejemplo,claro. Pero esta pareja es alcanzada por una guerra terrible: bombas de hidrgeno,muerte, censura y entonces ... ---y aqu est el nudo de la historia--- ... escapan alpasado, seguidos por un hombre que ellos suponen lleno de maldad, pero que slotrata de ensearles el camino del deber.

    La copa de William cay al suelo.

    ---Y esta pareja ---sigui el seor Melton--- se mezcla confiadamente con ungrupo de gente de cine. As creen estar ms seguros.

    Susan se dej caer en una silla. Todos observaban al director. El seor Meltonbebi un sorbo de vino.

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    ---Qu magnfico vino! Bueno, parece que este hombre y esta mujer no se dancuenta de lo importantes que son en el futuro. El, principalmente, es el hombre claveen la construccin de una nueva bomba. Por eso la polica no repara en gastos paraencontrarlos, capturarlos y devolverlos al futuro. Al fin, consigue llevarlos a lahabitacin de un hotel, donde nadie puede verlos. Tctica. Los policas actan solos o

    en grupos de a ocho. De este modo no podrn fracasar. No cree usted que sera unamagnfica pelcula, Susan? No lo cree usted, Bill?

    El director vaci la copa.

    Susan miraba al vaco sin moverse.

    ---Un poco de champn? ---dijo el seor Melton.

    William sac su revlver e hizo fuego tres veces seguidas. Uno de los hombrescay al suelo. Los otros corrieron. Susan grit. Una mano le tap la boca. El revlverse hallaba ahora en el suelo, y William haca esfuerzos por librarse de los brazos deaquellos hombres.

    ---Por favor ---grit el seor Melton sin moverse. La sangre le corra por losdedos---. No empeoremos las cosas.

    Alguien golpe en la puerta.

    ---Djenme entrar!

    ---El gerente! ---dijo el seor Melton con sequedad.---Llamar a la polica!

    Susan y William volvieron los ojos hacia la puerta mirndose rpidamente.

    ---El gerente quiere entrar ---aclar el seor Melton---. Rpido!

    Trajeron una cmara. Del aparato surgi un rayo de luz que recorri lahabitacin. El rayo se hizo ms potente, y los hombres y las mujeres se desvanecieronuno a uno.

    ---Pronto!

    Poco antes de desaparecer, Susan vio por la ventana las tierras verdes y losmuros rojos y amarillos y azules y morados, y los guijarros de la calle que descendancomo las aguas de un ro, y un hombre montado en un burro que se internaba entrelas clidas colinas, y un nio que beba naranjada (Susan sinti el lquido dulce en la

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    garganta), y un hombre sentado en la plaza, a la sombra de un rbol, con una guitarraen las rodillas (Susan sinti las cuerdas sobre su mano), y ms all, ms lejos, el mar,el mar sereno y azul (Susan sinti que las olas la envolvan y la arrastraban maradentro).

    Susan desapareci, y luego William.

    Se abri la puerta de par en par. El gerente entr acompaado por susayudantes.

    La habitacin estaba vaca.

    ---Pero si hace un momento que estaban aqu! Los vi entrar, s, los vi entrar! ---grit el gerente---. Las ventanas tienen rejas de hierro! No han podido salir por ah!

    Poco despus de atardecer llamaron al cura. Abrieron la puerta, y el cura echagua bendita en todos los rincones del cuarto.

    ---Qu hacemos con esto? ---pregunt la camarera.

    La mujer seal el armario donde se juntaban sesenta y siete botellas dechartreuse, crema de cacao, coac, ajenjo, vermouth, tequila..., y ms de cienpaquetes de cigarrillos turcos, y ciento noventa y tantas cajas de cigarros habanos...

    ---------(o)---------

    Arthur C. Clarke naci en Minehead (Gran Bretaa). Doctor en fsica ymatemtica, ha ocupado en dos ocasiones la presidencia de la SociedadInterplanetaria Britnica. Veinte aos antes de que fuera lanzado el primer satliteTelstar, haba publicado un artculo en el que expona la posibilidad de enlazar las

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    comunicaciones por medio de satlites. Su formacin cientfica le resulta, qu dudacabe, muy til para su actividad literaria, y Clarke logra compaginar las dos cosas conparecida brillantez, obteniendo galardones en ambas: como cientfico ha recibido elpremio Kalinga otorgado por la UNESCO, y como autor de ciencia-ficcin ha sidogalardonado con el premio Hugo, el ms prestigioso del gnero, instituido en

    memoria de Hugo Gemsback, el pionero de la SF contempornea. Las obras msconocidas de Clarke son: Preludio al espacio, Perfil del futuro, El fin de lainfancia, La ciudad y las estrellas y, por supuesto, 2001: una odisea del espacio,novela basada en la pelcula del mismo ttulo, cuyo guin escribi en colaboracin conStanley Kubrick. Si Bradbury es el poeta (dicho sea sin nimo peyorativo alguno) dela SF, y Asimov el cientfico, Clarke ---no menos cientfico que su colega ruso-americano--- podra ser considerado como el metafsico, como muy bien habrnpodido comprobar cuntos hayan visto la extraordinaria pelcula 2001. Ahora bien:la metafsica de Clarke no es sino la prolongacin lgica de la fsica. Puede deducirsede ello que el ms estricto materialismo cientfico no se contrapone a una concepcinreligiosa de la vida? O viceversa: puesto que todo aquello que el hombre es capaz deimaginar existe realmente... Pero dejmonos de zarandajas cientfico-filosfico-semnticas: lo que Clarke nos demuestra en Silencio, por favor, es que, como bueningls (fsico o metafsico), posee adems un envidiable sentido del humor.

    Silencio, por favor

    (Silence, Please!, 1950)

    Arthur C. Clarke (1917-2008)

    Ya que lo hace observar, le dir que los enemigos del Profesor siempre tuvieronuna extraordinaria facilidad para verle desde sus aspectos menos favorables. Pero creoque su insinuacin es algo injusta. Se trata de una persona realmente bondadosa queno hara dao ni a una mosca. No digo que no se comporte a veces como un viejo

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    grun, pero siempre es honrado y franco, sin doblez. Bueno, casi siempre. Quiz fuesta una excepcin. Y usted debe admitir que sir Roderick mereca todo lo que leocurri.

    Cuando le conoc, el Profesor acababa de salir de Cambridge y luchaba ya por

    sostener la solvencia de la Compaa. Creo que en ocasiones lamentaba haberabandonado los claustros acadmicos por la tumultuosa y combativa industria, pero unda me confes que disfrutaba al poner su ingenio a prueba por primera vez en suvida. Electron Products (1960) Ltd. estaba precisamente a punto de cubrir sus gastoscuando ingres en ella. Nuestro negocio principal era la Integradora Harvey, unacalculadora electrnica, pequea y compacta, que poda hacer casi todo lo que unanalizador diferencial y por una dcima parte de su coste. Se venda continuamente alas universidades y organismos de investigacin y es an la favorita del Profesor.Siempre la est perfeccionando y el modelo 15 saldr al mercado dentro de algunassemanas.

    En aquella poca, sin embargo, el Profesor contaba slo con dos ventajas en suactivo. Una era la buena voluntad del mundo acadmico, que le consideraba algo loco,pero admiraba secretamente su valer y firmeza; sus antiguos colegas del Cavendishtenan en excelente concepto sus productos y ponan a su disposicin una buenacantidad de investigaciones tiles. La otra resida en la escasa perspectiva mental delos hombres de negocios con que trataba, quienes daban por sentado que un ex-profesor de universidad sera tan ignorante en la estrategia comercial como un bebrecin nacido. Y esto era justamente lo que el Profesor deseaba que pensaran de l.

    Algunos pobres ingenuos siguen an patticamente fieles a esa teora.

    Fue precisamente la Integradora Harvey lo que provoc el primer conflicto entresir Roderick Fenton y el Profesor. Tal vez no hayan visto nunca al doctor Harvey; esuna rara criatura que corresponde perfectamente a la imagen popular de un cientfico.Un genio, desde luego, pero de esos que deben ser encerrados en su laboratorio yalimentados con cuchara por un ventanillo en la puerta. Sir Roderick hizo unafloreciente coleccin de negocios con cientficos desvalidos como Harvey. Cuando elcontrol estatal puso fin a la mayor parte de sus turbias operaciones, tendi una manogenerosa al estmulo de inventos originales. La Ley de Empresas Privadas(Limitaciones) de 1955 haba tratado de seguir esta poltica, pero no en la forma que aSir Roderick le interesaba. Este se aprovech de las exenciones de impuestos y, almismo tiempo, mantuvo su prosperidad, apoderndose de patentes fundamentales de

    inventores tan poco despabilados como Harvey. Alguien le llam una vez salteador decaminos cientfico, lo que constituye una lograda definicin.

    Cuando Harvey nos vendi los derechos de su calculadora, se retir a sulaboratorio privado y no volvimos a saber de l hasta un ao ms tarde. Publicentonces un estudio en el Philosophical Magazine, donde describa un maravillosocircuito para calcular integrales mltiples. El Profesor no lo ley hasta algunas

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    semanas despus, ya que Harvey, por supuesto, no se acord nunca de mencionarlopor hallarse muy atareado en otra cosa parecida. La dilacin fue fatal. Uno de lossabuesos de sir Roderick (de los que ste obtena a buen precio una excelenteinformacin tcnica) haba obligado al pobre Harvey a vender su descubrimiento poruna fruslera a Fenton Enterprises.

    El Profesor, naturalmente, se puso furioso. Harvey qued muy contrito cuandose dio cuenta de lo que haba hecho y prometi no volver a firmar nunca nada antesde consultarnos. Pero el dao estaba ya hecho y sir Roderick empezaba a percibir susmal adquiridas ganancias, esperando que nosotros intentsemos negociar con l.

    Yo hubiera dado cualquier cosa por estar presente en esta entrevista, pero,desgraciadamente, el Profesor insisti en ir solo. Regres una hora ms tarde con elrostro encendido, y muy molesto. El viejo tiburn haba pedido cinco mil librasesterlinas por las patentes de Harvey, lo que representaba un poco menos de nuestroremanente por aquel entonces. Comprendimos que la despedida del Profesor habacarecido de cortesa. En efecto, le respondi a sir Roderick que se fuera al infierno, ysealndole un posible itinerario.

    El Profesor desapareci en su oficina y le omos dar vueltas durante unosminutos. Despus sali con su sombrero y su abrigo.

    ---Me estoy asfixiando aqu ---dijo---. Vmonos lejos de la ciudad. MissSimmons puede ocuparse de todo. Venga!

    Estbamos ya acostumbrados a estos prontos del Profesor. Al principio los

    cremos una excentricidad, pero ahora le conocamos mejor. En momentos de crisis,una salida repentina al campo poda producir maravillas y compensar de sobra eltiempo perdido de oficina. Adems, era una tarde deliciosa a ltimos de verano.

    El Profesor condujo su gran Alvis ---su nico lujo y muy necesario para l--- a lolargo de la nueva Great West Road, hasta salir de los lmites de la ciudad. Abrientonces los rotores y nos remontamos en el cielo hasta unos doscientos metros sobrela campia. Muy lejos divisamos las blancas sendas de Heathrow y un gran avin delnea, de trescientas toneladas, que descenda hacia ellas con los propulsores a chorroparados.

    ---Dnde vamos? ---pregunt George Anderson, entonces nuestro directorgerente.

    Paul Hargreaves, el otro miembro de la partida (usted no le conocer porque sepas a la Westinghouse hace un par de aos), era ingeniero de produccin, y de losmejores. Tena que serlo para no desmerecer del Profesor.

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    ---Qu les parece Oxford? ---suger yo---. Sera un contraste agradabledespus de nuestras ciudades-satlite sintticas.

    Nos decidimos, pues, por Oxford. Pero antes de llegar, el Profesor se fij en unacolina de muy buen aspecto y cambi de idea. Descendimos en crculo sobre una llana

    extensin de brezal que dominaba un largo valle. Pareca haber formado parte de unaamplia hacienda privada, como las que existan antao. Haca mucho calor yabandonamos el aparato, arrojando ropas de abrigo sobrantes en todas direcciones. ElProfesor extendi cuidadosamente su sobretodo encima del brezo y se ovill en l.

    ---No me despierten hasta la hora del t ---fueron sus instrucciones. Cincominutos despus estaba profundamente dormido.

    Charlamos en voz baja durante un rato, echndole una ojeada de vez encuando para asegurarnos de que no se despertaba. Adquira un aspecto extraamente

    joven al relajarse su rostro durante el sueo. Resultaba difcil imaginar que tras estaplcida expresin se desarrollara toda una gama de complicadas maquinaciones, entreellas la ruina de Sir Roderick Fenton.

    Creo que finalmente dormitamos todos un poco. Era una de aquellas tardes enlas que hasta el rumor de los insectos parece apagado. El calor era casi visible y lascolinas lanzaban destellos a nuestro alrededor.

    Me despert un gigantesco estrpito. Durante un instante segu tendido, sindarme cuenta apenas de la naturaleza de la perturbacin. Los dems se agitarontambin y miramos en torno encolerizados.

    Cuatro kilmetros ms all, un helicptero flotaba sobre una pequea aldeacuyas casas se desparramaban a travs del lejano extremo del valle. Estababombardeando a sus habitantes con propaganda electoral y, a intervalos de pocosminutos, el viento nos traa al azar algunos fragmentos de discurso. Continuamosdescansando un rato ms, tratando de averiguar qu partido era responsable deldesaguisado, pero los altavoces no hacan ms que ensalzar las virtudes de un talmster Snooks, y no descubrimos nada nuevo.

    ---No tendr mi voto ---exclam Paul, colrico---. Vaya modales! Ese angelitodebe ser un socialista.

    Esquiv a tiempo el zapato de Anderson.

    ---Puede que los aldeanos hayan pedido que se les hable ---dijo con escasaconviccin, en un intento de restablecer la paz.

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    ---Lo dudo ---repuso Paul---. Hay que protestar por principio. Es... es unaviolacin de la vida privada. Como escribir en el cielo.

    ---No dira yo que el cielo sea una cosa muy ntima ---coment George---. Perocomprendo lo que quiere expresar.

    He olvidado el exacto desarrollo de la controversia, pero eventualmente sedesvi hacia una discusin acerca de los sonidos molestos en general y de msterSnooks en particular. Paul y George observaban el helicptero desapasionadamente,cuando el segundo declar:

    ---Me gustara que fuera posible establecer una especie de barrera al sonidodonde lo deseara. Siempre cre que los tapones de Samuel Butler [1] para los odoseran una buena idea, aunque no podan ser muy eficaces.

    ---Lo fueron desde un punto de vista ---repuso Paul---. Hasta el peor pelmazose desanimara si uno se colocara ostentosamente en las orejas un par de tapones encuanto se acercara. Pero la idea de una barrera sonora me parece intrigante. Lstimaque no pueda ponerse en prctica sin suprimir el aire, cosa un tanto difcil.

    El Profesor no haba intervenido en la conversacin. De hecho pareca habersevuelto a dormir. Pero luego, con un amplio bostezo, se puso en pie.

    ---Es la hora del t ---dijo---. Vamos a casa de Max. Le toca pagar, Fred.

    Un mes ms tarde aproximadamente el Profesor me llam a su oficina. Como

    era su agente de publicidad y apoderado, ensayaba en m sus nuevas ideas paracomprobar si las comprenda y las vea de alguna utilidad. Hargreaves y yoconstituamos el lastre que conservaba al Profesor en contacto con la tierra. Pero nosiempre tenamos xito.

    ---Fred ---empez---, recuerda lo que George dijo el otro da acerca de unabarrera de sonido?

    Tuve que reflexionar un instante antes de acordarme.

    ---Ah, s..., una idea disparatada. Supongo que no pensar en ella seriamente...

    ---Humm. Qu sabe usted sobre interferencias de ondas?

    ---No mucho. Explquese.

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    ---Suponga que tiene usted un tren de ondas, una cresta aqu, un seno all, yas sucesivamente. Ahora tome usted otro y lo superpone con el primero. Quobtendr?

    ---Bueno, me figuro que depende del modo de hacerlo.

    ---Justamente. Imaginemos que se dispone de forma que el seno de una ondacoincida con la cresta de la otra, y as sucesivamente, a lo largo del tren.

    ---Entonces resultar una completa anulacin..., nada absolutamente. Santocielo!

    ---Exacto. Ahora vamos a considerar una fuente de sonido. Junto a ella pongoun micrfono y empleo el circuito de salida para alimentar lo que llamaremos unamplificador a la inversa. Este acciona un altavoz, y todo el conjunto queda organizadode modo que el circuito de salida se conserva automticamente a la misma amplitudque el de entrada, slo que desfasado con l. Cul ser el resultado?

    ---No parece razonable..., pero en teora obtendremos un silencio absoluto.Tiene que haber un fallo en alguna parte.

    ---Dnde? No es ms que el principio de realimentacin, que se vieneutilizando en la radio desde hace aos.

    ---S, ya s. Pero el sonido no consiste simplemente en crestas y senos, comolas olas del mar. Es una seri de compresiones y rarefacciones de la atmsfera. No es

    as?---Cierto. Pero no afecta al principio en lo ms mnimo.

    ---No creo que sirviera. Debe existir alguna cosa que usted ha...

    Y entonces sucedi algo extraordinario. Segua an hablando, pero no poda ormi voz. La habitacin se haba quedado de pronto completamente silenciosa. Ante misojos el Profesor cogi un pesado pisapapeles y lo dej caer sobre la mesa. Hubo unchoque y un rebote, en absoluto silencio. Entonces movi su mano y de repente elsonido entr a raudales en la habitacin.

    Me sent momentneamente aturdido.

    ---No es posible!

    ---Muy bien. Quiere otra demostracin?

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    ---Es increble... Dnde lo ha ocultado?

    El Profesor sonri bonachonamente y tir de uno de los cajones de su mesa.Dentro haba un curioso amasijo de piezas. Por los goterones de soldadura, losalambres retorcidos y pegados unos con otros y por el desalio general, jurara que el

    Profesor lo haba hecho con sus propias manos. El circuito en s pareca muy sencillo;seguramente menos complejo que una radio moderna.

    ---El altavoz, si podemos llamarlo as, est all, tras las cortinas de estahabitacin. Sin embargo, no hay razn para que el equipo no pueda ser compacto eincluso porttil.

    ---Qu alcance le ha conseguido usted? Quiero decir que debe haber un lmitepara esa cosa infernal.

    ---No he hecho pruebas exhaustivas, pero este aparato puede ajustarse paraproducir un silencio total en un radio de accin de seis metros. De rebasarse a lo largode otros seis metros los sonidos se amortiguan, y an ms all recobran su intensidadnormal. Se puede cubrir el rea que se desee, basta con aumentar la potencia. Elaparato tiene un circuito de salida de unos tres vatios de sonido negativo y no dominaruidos muy intensos, pero creo que podr construir un modelo capaz de silenciar el

    Albert Hall [2] si se quiere, o incluso mejor el estadio de Wembley.

    ---Bueno, ya lo ha conseguido, qu pretende obtener con ello?

    El Profesor sonri dulcemente.

    ---Ese es su trabajo... Slo soy un cientfico poco prctico. Pero supongo quehabr un montn de aplicaciones. Y no diga nada a nadie; necesito conservarlo comouna sorpresa.

    Estaba ya acostumbrado a estas cosas, as que present mi informe al Profesorunos das ms tarde. Busqu datos en la seccin de produccin con Hargreaves, yfabricar equipos pareca muy sencillo. Todas las piezas eran comunes; hasta elamplificador-inversor no tena ningn misterio cuando se conoca su composicin. Noresultaba difcil imaginar toda clase de usos para el invento y realmente me dejllevar. En su estilo, era el mecanismo ms inteligente que el Profesor haba diseado.

    Estaba convencido de que podramos convertirlo en una provechosa fuente debeneficios.

    El Profesor ley mi informe detenidamente. Pareci vacilar un poco en uno odos puntos.

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    ---No veo el modo de emprender la fabricacin del Silenciador ---dijo,bautizndolo por primera vez---. No disponemos de instalaciones ni de personal, ynecesito dinero en el acto, no dentro de un ao. Fenton llam ayer para decirme quehaba encontrado un comprador para las patentes de Harvey. No me fo de l, peroquiz diga la verdad. La integradora es mucho ms importante que esto.

    Me sent decepcionado.

    ---Podramos vender la licencia a cualquiera de las grandes firmas de radio.

    ---Tal vez sea la mejor solucin. Pero tengo que considerar uno o dos puntosms. Voy a darme una vuelta por Oxford.

    ---Por qu Oxford?

    ---Oh, no todos los buenos cerebros estn en Cambridge...

    No le volvimos a ver en tres das. Cuando regres pareca bastante complacidoconsigo mismo. Pronto descubrimos el motivo. En el bolsillo traa un cheque de diezmil libras extendido a R. H. Harvey y endosado a Electron Products. Estaba firmadopor Roderick Fenton.

    El Profesor se instal plcidamente en su despacho, sin reparar en nuestrasmiradas de furia. El ms encolerizado era Anderson. Despus de todo se le supona eldirector gerente. Pero lo que le pona ms fuera de s era el hecho de que sir Roderickhubiese comprado el Silenciador. No podamos admitirlo.

    El Profesor pareca muy alegre mientras aguardaba a que nos calmramos. Alparecer consigui que Harvey vendiera el Silenciador a Fenton como invencin suya,para camuflar con ello su verdadero origen. El financiero haba quedado gratamenteimpresionado por el mecanismo y lo haba adquirido sin vacilar. Si el Profesor deseabaconservarse al margen de la transaccin, no poda haber escogido mejor intermediarioque el cndido doctor Harvey. Era la ltima persona de la que alguien sospechara.

    ---Pero, por qu se ha dirigido a este viejo ladrn? ---nos lamentbamos---.Aunque ha obtenido buen precio, lo que ya es sorprendente de por s, no podavenderlo a una persona honrada?

    ---No importa ---respondi el Profesor, abanicndose con el cheque---. Nopodemos despreciar diez mil libras por un mes de trabajo, verdad? Ahora puedocomprar las patentes de Harvey y complacer al mismo tiempo a mis banqueros.

    Esto fue todo lo que pudimos sonsacarle. Nos despedimos en un estado deincipiente rebelin, que continu aunque la nueva calculadora absorbi todo nuestro

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    tiempo durante las semanas sucesivas. Sir Roderick haba entregado las preciosaspatentes sin ms dificultades. Probablemente se senta muy satisfecho con su nuevo

    juguete.

    El Silenciador Fenton apareci en el mercado con gran alarde de publicidad

    unos seis meses ms tarde y casi caus sensacin. El primer modelo fue ofrecido a lasala de lectura del Museo Britnico y la propaganda que constituy bien vala el costede la instalacin. Mientras los hospitales se apresuraban a encargar equipos,permanecamos en un estado de mudo abatimiento, mirando acusadoramente alProfesor, que no pareca darle importancia.

    Ignoro por qu sir Roderick puso a la venta el Silenciador porttil. Es probableque alguna persona interesada le sugiriese la idea. Se trataba de un juguete muyingenioso, diseado en forma de pequea radio de transistores y, al principio, seofreci solamente como novedad, pero despus el pblico descubri su utilidad enambientes ruidosos. Y entonces...

    Por pura casualidad asist al estreno de la sensacional pera de EdwardEngland. No es que yo sea especialmente aficionado a la pera, pero un amigo tenauna entrada sobrante y me prometi que sera un espectculo memorable. Y lo fue.

    Los peridicos haban estado hablando de la pera durante las ltimassemanas, sobre todo por el revolucionario empleo de instrumentos elctricos depercusin. La msica de England haba sido motivo de controversias durante aos. Susdefensores y sus detractores libraron casi una batalla campal antes de larepresentacin, pero ello no ofreca nada de particular. La gerencia del Sadler's Wells

    haba dispuesto previsoramente de una cantidad desusada de policas y solamente seregistraron algunos abucheos y rechiflas al alzarse el teln.

    Por si no conoce usted la pera, le dir que se trata de uno de esos dramas,fuertes y realistas, tan populares hoy. La accin se desarrolla en la ltima pocavictoriana, y los personajes principales son Sarah Stampe, la apasionadaadministradora de correos; Walter Partridge, el saturnino guardabosques, y el hijo delamo, cuyo nombre no recuerdo. Es la vieja historia del eterno tringulo, complicadacon la aversin de los aldeanos hacia lo nuevo, en este caso un sistema telegrficoque las viejas de la localidad predicen como perjudicial para la leche de las vacas y laprocreacin de corderos.

    Ya s que esto suena bastante confuso e improbable, pero las peras siempreparecen ser de esta manera. Sea como fuere, no falta tampoco el conocido drama delos celos. El hijo del terrateniente no quiere casarse en la oficina de Correos, y elguardabosques, enloquecido por su repulsa, trama el desquite. La tragedia alcanza suterrible clmax cuando la pobre Sarah, estrangulada con una cinta de hacer paquetes,es descubierta en el departamento de cartas no reclamadas dentro de una saca de

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    correos. Los aldeanos cuelgan a Partridge del poste de telgrafos ms prximo, congran disgusto de los operarios encargados de la lnea; el hijo del terrateniente se da ala bebida, o se va a las Colonias, y eso es todo.

    Me imagin que se tratara de eso desde que empez la obertura. Quiz resulte

    una persona anticuada, pero, de todas formas, este gnero moderno me deja fro. Megusta la msica que tenga meloda, pero parece ser que nadie cultiva ya ese estilo. Notengo paciencia con estos compositores modernos...; denme ustedes Bliss, Walton,Stravinsky y otros msicos pasados de moda.

    La cacofona se extingui entre vtores y rechifla, mientras se alzaba el teln. Laescena se situaba en la plaza de la aldea, en Doddering Sloughleigh, alrededor de1860. Entra la herona leyendo postales llegadas en el correo matutino. Halla una cartadirigida al joven terrateniente y en seguida rompe a cantar

    El aria inicial de Sarah no fue tan mala como la obertura, pero s bastante tristey austera. A juzgar por las apariencias, result tan penosa de cantar como lo fue deescuchar. Pero slo tuvimos que escuchar los primeros compases, porquebruscamente descendi un familiar manto de silencio sobre el teatro de la Opera. Porun momento deb ser la nica persona de aquel inmenso auditorio que supiera lo quehaba ocurrido. Todos parecan petrificados en sus butacas, al tiempo que los labios dela cantante seguan sin producir ningn sonido. Hasta que tambin ella comprendi laverdad. Su boca se abri con lo que hubiera sido un chillido penetrante en cualquierotra circunstancia, y sali disparada hacia los bastidores entre un diluvio de postales.

    Lamento confesar que llor de risa durante los diez minutos siguientes. El caos

    fue indescriptible. Gran nmero de personas haban descubierto lo ocurrido y tratabande explicarlo a sus amigos. Pero, como es natural, no podan, y sus esfuerzos paralograrlo resultaban increblemente cmicos. Al poco rato comenzaron a pasarse trozosde papel y a mirarse tambin con recelo unos a otros. Sin embargo, el culpable gozabade buen escondite, porque no lleg a descubrirse.

    Quin fue? S, supongo que es posible. Nadie poda sospechar de la orquesta.Tambin pudo ser un motivo; no haba reparado en ello. El caso es que los peridicosdel da siguiente fueron implacables con sir Roderick y exigieron una investigacin. Lasacciones de la Fenton Enterprises empezaron a hacerse impopulares. Y el Profesortena un aspecto ms alegre que en los das precedentes.

    El episodio del Sadler's Wells inici una avalancha de incidentes similares, noimportantes pero todos divertidos. Algunos de los responsables fueron capturados;entre la consternacin general se descubri que no exista ninguna ley que permitieraaplicarles una acusacin. Mientras el Lord Canciller intentaba hacer extensiva al caso laley de Hechiceras tuvo lugar el segundo escndalo grave.

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    Siempre tengo a mano un ejemplar del Hansard [3], pero, al parecer, alguienme lo ha quitado. Y mis sospechas se dirigen hacia el Profesor. Recuerda usted aqueldeplorable incidente? El Parlamento discuta los Presupuestos Civiles, los nimos seiban caldeando y el Canciller del Exchequer golpeaba la mesa con los puos, cuandode repente se acall el estrpito. Fue exactamente como en el caso del Sadler's Wells,

    con la nica excepcin de que ahora todo el mundo conoca el motivo.

    La sesin se convirti en un silencioso pandemnium. Cada vez que un oradorde la oposicin se dispona a hablar, se borraba el campo sonoro, y, de este modo, eldebate se hizo unilateral. Las sospechas recayeron en un infortunado liberal a quien sele haba ocurrido llevar una radio porttil. Fue prcticamente linchado, mientrasprodigaba mudas protestas de inocencia. La radio qued destrozada, pero los silencioscontinuaron. El locutor se levant para intervenir y se le hizo callar. Esta fue la gotaque colm el vaso, y sali furioso de la sala, terminando el debate en un desorden sinprecedentes.

    Sir Roderick deba sentirse por aquel entonces muy enojado con el Silenciador,al que su nombre haba quedado irrevocablemente unido por su propio engreimiento.Todo el mundo estaba furioso contra l, pero nada realmente serio haba ocurrido an.Hasta que...

    Poco tiempo antes, el doctor Harvey nos haba llamado para darnos la noticiade que Fenton le necesitaba para disear un equipo de gran potencia, un pedidoespecial. El Profesor lo llev a cabo por unos honorarios bastante altos. Por mi parte,continuaba muy sorprendido de que Harvey llevase adelante su fingimiento con tantoxito, pero el caso es que sir Roderick nunca sospech nada. Obtuvo su Super-

    Silenciador, Harvey se llev el mrito y el Profesor recibi el dinero al contado. Cadacual qued satisfecho, incluso el cliente. Porque un par de das despus del incidentede la Cmara de los Comunes se produjo un robo en una joyera de Hatton Garden, aprimeras horas de la tarde, en plena luz del da. Lo ms extraordinario del suceso fueque una caja de caudales haba sido volada sin que nadie oyera ni a los asaltantes nila explosin.

    El colmo! Esa fue precisamente la opinin de Scotland Yard. Y sir Roderickempez a experimentar deseos de no haber odo hablar jams del Silenciador. Podaprobar, desde luego, que no tena la menor idea del uso que pudiera hacerse delmodelo especial encargado a su firma. Ni que decir tiene que la direccin del cliente

    haba resultado falsa.

    Al da siguiente, la mitad de los peridicos ostentaban grandes titulares: ELSILENCIADOR FENTON DEBE SER PROHIBIDO. Su unanimidad hubiera parecidodesconcertante de no saberse que el Profesor sostena estrechas relaciones con todoslos reporteros cientficos de Fleet Street. Por otra extraa coincidencia, un agente deuna compaa americana visit a sir Roderick aquel mismo da con una oferta de

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    ---Santo Dios, no! Por quin me han tomado ustedes? Todo fue un simple

    golpe de suerte, aunque tena que ocurrir ms pronto o ms tarde. Lo nico que mesorprende es que haya pasado tanto tiempo sin que nadie pensara en ello.

    Le miramos sin hablar.

    ---Qu otra cosa poda hacer? Necesitaba el Silenciador y el dinero. Corr unalbur y me sali bien.

    ---Sigo creyendo que es usted un tramposo ---dijo Paul---. Y qu piensa hacercon el aparato ahora que lo ha recuperado?

    ---Tendremos que aguardar hasta que se olvide todo este alboroto. Por lo quehe comprobado, los aparatos vendidos por la Fenton Enterprises volvern a sustalleres para ser reparados en el plazo de un ao, as que podremos deshacernos deellos. Entre tanto, nuestros modelos estarn listos para salir al mercado, debidamentereformados, integrados en una estructura, por lo que no podrn ocasionar msincidentes. Y sern alquilados, no vendidos al contado. Tal vez le interesar saber queestoy esperando un importante pedido de la Empire Airways. Los cohetes atmicosproducen un estrpito infernal y nadie hasta ahora ha sido capaz de amortiguarlo.

    Tom sus papeles y los estruj cariosamente.

    ---Este es un buen ejemplo de los inescrutables designios de la Providencia. Lesdemostrar que la honradez siempre triunfa y que aquel cuya causa es justa...

    Todos nos adelantamos al unsono. Y le cost bastante rato sacar la cabeza dela papelera.

    __________1. Poeta ingls

    2. Importante sala de conciertos de Londres.

    3. Diario Oficial de Actas de las Sesiones del Parlamento ingls.

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    Cul es la primera imagen que acude a nuestra mente cuando nos hablan deciencia-ficcin? Probablemente, en el noventa por ciento de los casos, la de una naveinterplanetaria. Ya los lejanos precursores ---Wells, Verne...--- imaginaron naves sobrelas cuales los terrcolas viajaban a otros planetas, o naves que traan hasta nosotros alos hostiles o amistosos visitantes de remotas galaxias.

    El viaje por el espacio ha sido desde entonces uno de los temas clave de laciencia-ficcin: la nave, la estacin espacial, los satlites artificiales, los planetasinexplorados y sus posibles habitantes han ido constituyendo la mitologa de unafaceta especfica dentro del gnero: la novela o el relato del espacio.

    Muchas veces, sin embargo, el relato espacial no ha sido sino una crnicaviajera en la cual la diligencia se ha visto sustituida por la nave y el comandante delartilugio ha reemplazado al sheriff. Por otra parte ---hoy las ciencias adelantan quees una barbaridad---, la nave y el satlite han perdido en parte el hechizo de loimaginario al convertirse en reales: diarios y revistas publican fotos de talescomplicados ingenios y el viaje a la Luna es un hecho ya casi rutinario.

    No por ello ha muerto la ciencia-ficcin. Por el contrario, su campo ha idoensanchndose y enriquecindose. Si la pura descripcin del viaje de un hombre por elespacio ha perdido inters al dejar de ser utopa para devenir reportaje, laselucubraciones sobre lo que sucede en la mente de esos hombres resultan cada dams apasionantes.

    Una de tales subyugantes hiptesis es la que nos ofrece J. T. M'Intosh en esterelato. Qu ocurrir en el cerebro de un hombre que se halle absolutamente solo enuna estacin espacial, sin horizonte, sin firmamento, sin luz solar, sin tierra, ni verdor,ni edificios, sin tiempo ni continuidad?

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    El hechizo de la soledad

    (The Bliss of Solitude, 1952)

    J. T. McIntosh (1925-2008)

    Ord estaba sentado en su silln giratorio contemplando el Sistema Solar. Laclaridad de visin, no afectada por la cortina de doscientas millas de atmsfera de laTierra, era tal que, desde su posicin en la rbita de Plutn, poda ver perfectamente,sin ningn aparato ptico, todos los planetas excepto el propio Plutn, oculto en unracimo de brillantes estrellas, y Mercurio, eclipsado en aquel momento por el Sol.

    Pero Ord saba exactamente dnde tena que mirar. Todos los das, durante dosmil jornadas, haba estado mirando el Sistema Solar. Haba visto a Mercurio giraralrededor del Sol veinticinco veces; a Venus, ms reposado, nueve; la Tierra habadado seis de los viajes familiares a travs del espacio que significan aos; Marteestaba en su cuarto viaje; pero Jpiter no haba dado ms que media vuelta.

    ---El poder verlos supongo que le sirve de ayuda ---dijo detrs de l una vozmusical, alegre. Aunque hablara con frecuencia de cosas serias, la voz de Una reasiempre---. Si no hubiese podido ver los planetas, se habra convertido usted en uncaso perdido hace ya mucho tiempo.

    ---Quin puede afirmar que no lo soy? ---pregunt Ord---. Usted no, desdeluego.

    No se volvi todava. Prolong el placer de la espera, saborendolo casiextticamente segundo tras segundo... como un empedernido fumador que retrasadeliberadamente, con un cigarrillo en la boca, el momento de encenderlo.

    ---Creo ---replic ella con su cantarina voz de siempre--- que mientras hableusted tan cuerdamente acerca de la locura no hay peligro de que desvare.

    El momento haba llegado. No pudo esperar ms. Hizo girar el silln y la mircon una lenta e irnica sonrisa. Haba visto mujeres ms hermosas, pero ninguna,quiz, que conociera sus limitaciones como las conoca ella.

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    Una llevaba siempre aquella inmaculada blusa blanca, de cuello abierto, metida

    en la cintura de sus pantalones color verde botella.

    En su frente haba cierta irregularidad que ella trataba siempre de disimular

    dejando caer una cascada de su hermoso pelo rubio-ceniza sobre un lado de su rostro.Sus dientes eran esplndidos en una sutil media sonrisa, que era todo lo que Una sepermita. En consecuencia, Una saba cules eran sus atractivos y cules sus defectos,que disimulaba hbilmente.

    ---Cunto falta ahora, Colin? ---pregunt Una---. No controlo el paso deltiempo como hace usted. Dnde pueden estar si se pusieron en marcha en elmomento de fallar las seales?

    ---No he vuelto a pensar en ello desde que usted me lo pregunt la ltima vez ---No poda disimular el temblor de su voz---. Pero pueden estar muy cerca.

    En el gesto de asentimiento de Una hubo cierta expresin de pesar. Ord mirms all de ella, en la pared opuesta, las ventanas de observacin. No estabaencarcelado.

    La estacin espacial, a tres mil seiscientas millas de distancia del Sol, haba sidodiseada para un hombre que tendra que estar siempre solo, que tendra que pasardos aos en completa soledad por el fabuloso sueldo de un encargado de estacinespacial, y todo haba sido dispuesto de modo que diera una impresin de comodidady de habitabilidad, sin que se notara demasiado el vaco. El observatorio, la sala de

    mquinas, la antesala, el taller, el dormitorio, el cuarto de bao, los almacenes, inclusoun cuarto de repuesto en el cual desapareca Una, aunque no haba sido diseadopara Una ni para nadie como ella.

    Mientras Ord miraba hacia las ventanas de observacin estaba pensando en laactividad de la Tierra, seis aos antes, cuando una de las tres seales direccionales dePlutn haba fallado. Quedaban numerosas seales direccionales para guiar las navesa travs del espacio, pero el repentino fallo de la seal de la Estacin Dos debi teneralgn efecto sobre la mayor parte de los viajes interplanetarios. Cinco minutos en elviaje a la Luna, en determinadas pocas; dos o tres das en los viajes a Marte o a

    Venus, segn las posiciones relativas del punto de partida, el punto de destino y las

    otras dos seales direccionales de Plutn; semanas, incluso meses, en el viaje aalguno de los asteroides y los satlites de los otros planetas.

    Quedaban dos radios de la rueda direccional, pero aquello dejaba un boquetede unos ciento veinte grados, al que slo llegaban dbilmente las seales direccionalesde los puntos de destino de los navos, sin ninguna seal universal que las reforzara.

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    La situacin no era nueva. Quizs algn da existiran tantas lneas de sealesen el Sistema Solar, que las naves no tendran que conocer siquiera suemplazamiento. Se limitaran a apuntar sus cabezas en la direccin que desearanseguir y navegaran tranquilamente como galeones empujados por el viento. Pero losviajes interplanetarios no tenan an un volumen suficiente como para hacer factible el

    duplicar las seales.

    Si una seal fallaba, fallaba sencillamente, y tena que transcurrir mucho tiempoantes de que fuera puesta nuevamente en funcionamiento, a no ser que el fallo seprodujera en un momento propicio, por ejemplo cuando una nave estaba en caminopara relevar a un oficial de estacin y revisar las instalaciones. Sin embargo, a travsde la historia, el fallo de algo fabricado por el hombre se haba producido en losmomentos ms inoportunos.

    Ord sigui mentalmente a la nave encargada de las reparaciones en su viaje deseis aos. Una semana para prepararlo. Dos das para llegar a la Luna. Tres semanaspara alcanzar Marte, que hubieran sido diecisis das si la Estacin Dos hubieseemitido seales. Luego, dificultades. nicamente la pequea seal de Ganimedes leayudara en su camino desde Marte. Casi nueve meses hasta Jpiter. Pero, por lomenos, al llegar all la nave adquirira alguna velocidad para ayudar a los cohetesdurante los tres mil doscientos millones de millas.., y la larga y penosa bsqueda de lasilenciosa motita en el espacio que era la estacin espacial.

    Once meses en total con la seal; ms de seis aos sin ella.

    Una de las cosas que haban ayudado a Ord a soportar los cinco aos de ms

    que haba tenido que pasar a bordo de la estacin, a miles de millones de millas dedistancia del hombre ms cercano, era el pensamiento de los salarios que ibanacumulndose en su cuenta. Los oficiales de estacin eran necesarios y las diversaslneas espaciales tenan que aceptar la responsabilidad por ellos.

    Tendra el porvenir asegurado, a los veintinueve aos, cuando regresara a laTierra.

    Una se encogi de hombros.

    ---Ha sido muy agradable conocerle a usted.

    ---Yo tambin me he alegrado de conocerla, Una. He aprendido mucho. Losotros...

    ---Est usted quebrantando la norma nmero uno ---le interrumpi ella---. Nohablar nunca de los otros. Procure no quebrantar la norma nmero dos.

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    ---Qu norma es sa?

    ---Debera saberlo. Quiere que la quebrante yo? De un modo especial, nohablar de los que puedan venir.

    Una hizo un gesto rechazando el tema, como si lo arrancara de un cuaderno denotas, arrugndolo y tirndolo.

    ---Vamos a jugar al ajedrez? ---pregunt a continuacin---. Hace muchotiempo que no lo hacemos.

    ---De acuerdo. Pero no aqu. Vamos a la antesala.

    Ord pas delante, como si Una no conociera el camino tan bien como l. Coloclas piezas rpidamente, aleccionado por una larga prctica.

    Una no se sent enfrente de l, sino que se pos en el borde del sof. Siempremantena intacta su alargada y graciosa lnea.

    Acababan de hacer la primera referencia indirecta a algo que haba estadocreciendo desde haca mucho tiempo. Indudablemente, Ord estaba cada da mscansado de Una. No era culpa suya ni de nadie. Aquella partida de ajedrez era unaespecie de despedida.

    Una jugaba rpida y decididamente. Un movimiento un poco ms rpidoprovoc la acostumbrada queja de Ord.

    ---Me gustara que prestara usted un poco ms de atencin ---protest---. Sigana usted, me hace quedar como un imbcil al tomarme tanto tiempo para pensarlas jugadas. Y si gano yo, no pierde usted nada porque es evidente que juega a laligera.

    Una se ech a rer.

    ---No es ms que un juego ---respondi.

    Una gan la primera partida.

    ---Suerte ---gru Ord---. Ni siquiera se dio cuenta del peligro que corra alenrocarse bajo la amenaza del alfil.

    ---Tal vez no. Pero la amenaza se ha quedado en eso: en una simple amenaza.

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    Jugaron la inevitable segunda partida, e inevitablemente tambin, gan Ord. Aligual que todos los jugadores de ajedrez que han ganado una partida que saban quepodan ganar cuando y como quisieran, se sinti relajado y satisfecho de s mismo.

    Ord bostez.

    Una se puso en pie.

    ---S cuando me echan de un sitio ---dijo.

    ---No, por favor...

    Una sonri y desa