autoestima

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Servicio Evangélico de Documentación e Información línea sobre línea |||||||||| Apartado 2002 - 08200 SABADELL (Barcelona) ESPAÑA | SPAIN |||||||| AUTOESTIMA W. J. Prost, M.D. Traducción del inglés: Santiago Escuain El material básico de este artículo fue dado originalmente en forma de cuatro conferencias para jóvenes en Lassen Pines, California, en agosto de 1991. Debido a que el material ha sido considerablemente retocado y revisado, no se ha retenido el formato original, sino que se ha dividido en varias secciones menores. Prefacio La cuestión de la «autoestima» es un tema de gran actualidad en el mundo en nuestros días, especialmente en América del Norte y en Occidente en general. Hace menos de veinte años, este tema apenas si se mencionaba. Ahora se nos bombardea con esté término por todas partes, e incluso se da a niños muy pequeños cursos de autoestima en las escuelas. Se supone que la carencia de la misma es la razón subyacente a casi cada mal humano, y se supone que la restauración de la autoestima es la curación para casi cada falta. Hace un tiempo, mientras esperaba ser visitado, tomé un ejemplar de la revista Selecciones de la sala de recepción. Me llamó la atención un artículo titulado «Palabras que Índice: Índice de boletines Índice de línea sobre línea Página principal Índice general castellano Libros recomendados orígenes vida cristiana bibliografía general Coordinadora Creacionista Museo de Máquinas Moleculares Temas de actualidad Documentos en PDF (clasificados por temas) Para descargar el archivo en formato PDF para Acrobat Reader, pulse Autoestima http://www.sedin.org/propesp/Autoest.html 1 de 33 07/01/2013 10:00 p.m.

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Servicio Evangélico de Documentación e Información

línea sobre línea|||||||||| Apartado 2002 - 08200 SABADELL (Barcelona) ESPAÑA | SPAIN ||||||||

AUTOESTIMAW. J. Prost, M.D.

Traducción del inglés:Santiago Escuain

El material básico de este artículo fue dadooriginalmente en forma de cuatro conferenciaspara jóvenes en Lassen Pines, California, enagosto de 1991. Debido a que el material ha sidoconsiderablemente retocado y revisado, no se haretenido el formato original, sino que se hadividido en varias secciones menores.

PrefacioLa cuestión de la «autoestima» es un tema de granactualidad en el mundo en nuestros días, especialmente enAmérica del Norte y en Occidente en general. Hace menosde veinte años, este tema apenas si se mencionaba. Ahorase nos bombardea con esté término por todas partes, eincluso se da a niños muy pequeños cursos de autoestimaen las escuelas. Se supone que la carencia de la misma es larazón subyacente a casi cada mal humano, y se supone quela restauración de la autoestima es la curación para casi cadafalta.

Hace un tiempo, mientras esperaba ser visitado, tomé unejemplar de la revista Selecciones de la sala de recepción.Me llamó la atención un artículo titulado «Palabras que

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hacen milagros», y querría citar dos párrafos de aquelartículo.

Cada uno de nosotros tenemos una imagenmental de nosotros mismos, la propia imagen.Para que la vida sea razonablemente satisfactoria,esta propia imagen ha de ser tal que podamosconvivir con ella, que nos pueda gustar. Cuandonos sentimos orgullosos de nuestra propiaimagen, nos sentimos confiados y libres para sernosotros mismos. Funcionamos de una maneraóptima. Cuando nos avergonzamos de nuestrapropia imagen, tratamos de ocultarla en lugar deexpresarla. Nos volvemos hostiles y difíciles parala convivencia.

Es un milagro lo que le sucede a una persona a laque le ha subido su autoestima. De repente legustan más los demás. Es más amable ycooperador con los que le rodean. La alabanza esel pulimento que ayuda a mantener su propiaimagen brillante y resplandeciente.

Esta cita representa la manera actual de pensar en elmundo, y también entre muchos cristianos. Aunque en esaspalabras hay ideas que son muy ciertas, también hay cosaserróneas.

Una parte del problema para afrontar esta cuestión reside enque hasta ahora no hay un verdadero acuerdo acerca de cuáles el significado de la «autoestima». Se han propuesto variasdefiniciones, pero incluso en círculos educados no hay unacuerdo general. Es evidente que este término significacosas distintas para distintas personas.

Como sucede con todas las cuestiones morales yespirituales, los cristianos deben apartarse de la sabiduríahumana, y escudriñar la Palabra de Dios. Pedro nos dice que«todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad noshan sido dadas por su divino poder» [el de Dios] (2 Pedro1:3). Pablo dijo a los corintios que «la sabiduría de estemundo es insensatez para con Dios» (1 Corintios 3:19). Conla ayuda del Señor querría acudir a la Palabra de Dios,donde encontramos la respuesta a todo lo que atañe anuestro andar como cristianos en este mundo. La sabiduríadel hombre no puede añadir nada a la Palabra de Dios.

Esta cuestión es difícil, y soy bien consciente de mi falta deuna comprensión total del tema. El hombre es un ser

aquí.

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complejo, y algunas de las consideraciones relativas a estetema tienen que ser experimentadas más que plenamenteexplicadas. Asimismo, 1 Corintios 13:12 nos dice: «Ahoravemos por espejo, oscuramente», y aquí la palabra«oscuramente» comunica el concepto de algo que esenigmático. En tanto que la Palabra de Dios nos da unaperfecta luz para cada paso de nuestra senda, no siempre dasatisfacción a nuestra curiosidad ni da respuesta a todasnuestras preguntas. Recordemos esto cuando encontremosaspectos de este tema que puedan estar más allá de nuestracomprensión.

Hay muchos temas que la Palabra de Dios nos presenta queestán más allá de la comprensión humana. La mente delhombre puede solamente llegar hasta cierto punto, y luegonos damos cuenta de que estamos en el ámbito de lo infinito.Generalmente, esas cuestiones se componen de dosverdades que deben mantenerse en equilibrio, y que sinembargo la mente humana no puede conciliarlas de unamanera plena. Creo que la dignidad humana en la creación yla depravación humana como resultado de la caída son dosde esas verdades. El hombre natural intenta reducir esasverdades a un nivel que podamos comprender, y con ellosiempre cae en un error de un lado o del otro. Es triste tenerque admitir que caen en ello incluso verdaderos creyentes, altratar de imponer una estructura de factura humana sobreuna verdad que Dios nos ha dado en Su Palabra. Larespuesta correcta que debemos dar es adorar con humildada Aquel que ha querido revelarnos tales cosas, dándonoscuenta de que nuestras mentes finitas no pueden abarcar loinfinito en su totalidad. Podemos apreciar esas verdades, yequilibrarlas en nuestras vidas, pero sólo en tanto quecaminemos en comunión con Aquel que nos las ha queridorevelar.

Para dar una cierta estructura al tema que vamos a tratar,querría considerar al hombre en tres posiciones o estados.Primero, el hombre en la creación antes de la caída;segundo, el hombre como criatura caída; y tercero, el hombreen Cristo. Según vayamos avanzando se desarrollarán otrasconsideraciones en relación con esas tres posiciones.

El hombre en la creación

En Génesis 1 tenemos la maravillosa historia de la creación,que culmina con la creación del hombre en el día sexto. Elversículo 26 dice: «Entonces dijo Dios: Hagamos al hombre a

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nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza; y señoreeen los peces del mar, en las aves de los cielos, en lasbestias, en toda la tierra, y en todo animal que se arrastrasobre la tierra.» La palabra «imagen» tiene aquí el sentido derepresentante, de modo que el hombre debía ser elrepresentante de Dios sobre la tierra. «Semejanza» comportael sentido de parecido moral, en que el hombre estaba enrelación directa con Dios y que tenía unos afectos en relacióncon el resto de la creación que eran consonantes con elhecho de ser la cabeza de la misma.

Al final del día sexto, leemos: «Y vio Dios todo lo que habíahecho, y he aquí que era bueno en gran manera» (Génesis1:31). En este contexto, debemos reconocer en el hombre ala obra de Dios, y el hecho de que Dios lo pronuncia como«bueno en gran manera». La elevación del hombre porencima del resto de la creación es sumamente pronunciada,y le fueron dadas unas cualidades que le hacíanespecialmente idóneo para una posición tan exaltada en lacreación de Dios. En tanto que a causa de la caída el hombreha perdido gran parte de la «semejanza» de Dios, siguesiendo el representante de Dios en la tierra. Sigue habiendouna dignidad inherente al hombre por su posición en lacreación, incluso tras haber caído.

Parte de la dignidad y posición del hombre como cabeza dela creación incluye las diversas capacidades que Dios le hadado, y que no han sido concedidas a la creación inferior.Una persona, por ejemplo, puede tener una enormecapacidad matemática. Es indudable que esto ha sido dadopor Dios, y que estaría presente incluso si el hombre nohubiera pecado. Otro puede tener capacidad para la música,o quizá una gran destreza manual, cosas éstas que elhombre habría poseído sin la caída. Es apropiado y justo quese dé reconocimiento a esas cualidades, tanto por parte de lamisma persona que las posee como por los demás. En estesentido, el término «autoestima» no es malo, pero quizá seríamejor el término «propia imagen» o «propia valoración». Decirque soy indigno con respecto a lo que Dios me ha hecho, odepreciar las cualidades que he recibido de parte de Dios, esencontrar falta en la obra de Dios, y viene a ser unaacusación contra Él.

De nuevo, esto pone en evidencia la dificultad del término«autoestima», porque no significa lo mismo para todos. Meparece que se trata de un término deficiente, porque haceque nuestros pensamientos se centren en nosotros mismos.Como veremos más adelante, Dios quiere que volvamosnuestros pensamientos a un Objeto fuera de nosotros

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mismos: el Señor Jesucristo. Pero, si se usa el término enrelación con el hombre en su creación, puede suceder queno comunique un sentido totalmente desacertado.

Pablo pensaba en algo parecido al escribir a los filipenses,cuando dijo: «No mirando cada uno por lo suyo propio [suspropias cualidades], sino cada cual también por lo de losotros [las cualidades de los demás]» (Filipenses 2:4).Solemos ser muy conscientes de nuestras propiascualidades, y a la vez muy propensos a no reconocer las quepuedan poseer los demás. Por otra parte, los hay que no sedan cuenta ni siquiera de las propias cualidades con las queDios les ha dotado.

En Mateo 25:14-30 encontramos la parábola de los talentos.Pone ante nosotros la soberanía de Dios al dar diferentescapacidades a diferentes personas. (En la parábola de lasminas en Lucas 19 encontramos el equilibrio a esto, dondese nos presenta la responsabilidad del hombre.) En tantoque los talentos pueden incluir dones espirituales, creo quetambién nos presentan nuestras capacidades naturales conlas que nos ha dotado Dios, y por cuyo uso cada uno seráconsiderado responsable. Apocalipsis 4:11 dice: «Señor ... túcreaste todas las cosas, y por tu voluntad existen y fueroncreadas.» Por esa causa fuimos creados y recibimos lascapacidades que poseemos. El hombre con sólo un talentorepresenta claramente a un alma que fue a una eternidad deperdición, pero Dios le consideró responsable por no usarpara provecho aquello que le había sido encomendado. Nohabía usado su energía y capacidad en la voluntad de Dios.

Resumiendo, vemos entonces que Dios ha creado al hombrepara Su agrado, y que le ha dado una dignidad como cabezade la creación. Asimismo, Él nos ha dado unas capacidadesespecíficas, que no tenían nada que ver con la caída, y quesomos responsables de reconocer y usar para Él. En estesentido, debemos tener de nosotros mismos la imagen queDios tiene de nosotros. No hacerlo es menospreciar al mismoDios y tener pensamientos erróneos acerca de Dios. Usar eltérmino «autoestima» para describir esto no es algototalmente erróneo, pero sugiero que hay un mejor lenguajeque podemos utilizar para comunicar este pensamiento. Estonos lleva a la siguiente consideración.

Amor y comprensión

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Todos hemos sido creados con unas ciertas capacidades quehemos recibido de Dios, y con una necesidad básica de amory comprensión. Sin embargo, la mayoría de nosotrosconocemos o hemos oído hablar de personas a quienes seha dicho, quizá desde su más tierna infancia, que no valíanpara nada, que nunca podrían hacer nada bien, que notenían nada que ofrecer. Esto sucede con frecuencia en elmundo en general, y, triste es decirlo, también con frecuenciaentre los creyentes. Esta clase de actitud es claramentecontraria a la Palabra de Dios, como hemos visto. Sabemosque las vidas de tales personas a menudo acaban de maneradesastrosa, a no ser que se ponga remedio al mal.

En 1 Juan leemos: «Amados, amémonos unos a otros;porque el amor es de Dios. Todo aquel que ama es nacido deDios, y conoce a Dios. El que no ama, no ha conocido a Dios;porque Dios es amor» (1 Juan 4:7, 8). La necesidad de seramado y comprendido forma parte de cada uno de nosotros.Cuando una persona no recibe amor y comprensión, sesuscitan dificultades en su vida. Algunas veces, esasdificultades se vuelven abrumadoras, de modo que lanecesidad de amor llega a ser más importante que la vidamisma.

En verano de 1980, una mujer llamada Judith Bucknell fueasesinada en Miami. Su asesinato hubiera podido llegar a serun dato más de una larga estadística excepto por su diario.Aparentemente, era joven, atractiva y llena de éxitos, pero sudiario se levanta como un monumento a la terrible soledadque experimentaba. «¿Quién va a amar a Judith Bucknell?óescribía ellaó. Me siento tan vieja. No amada. No deseada.Abandonada. Utilizada. Quiero llorar y dormir para siempre.»Su apariencia externa era de felicidad; gozaba de un buentrabajo, de vestidos elegantes, y una hermosa vivienda: todoslos accesorios de «una buena vida». Pero escribía: «Meencuentro sola, y quiero compartir algo con alguien.» El dolorde su corazón no podía quedar satisfecho con cosasmateriales ni con relaciones superficiales, porque estabanausentes el verdadero amor y la verdadera comprensión.

Sin duda alguna, este es el pensamiento que se expresa enel Salmo 63:3, donde se dice: «Porque mejor es tumisericordia que la vida; mis labios te alabarán.» El salmistahabía aprendido que la misericordia, la inclinación favorablehacia uno, era más importante para él que la vida, y la habíaencontrado en el mismo Señor. Si reducimos la mayor partede nuestros problemas a un común denominador, esprobable que los ingredientes ausentes sean el amor y la

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comprensión. A veces se identifica la autoestima con lanecesidad de ser amado y comprendido, pero de nuevo eltérmino es deficiente. El término «propia imagen» es máspreciso, pero también tiende a llevarnos a pensar en nosotrosmismos.

Un joven, al crecer, debe darse cuenta de que Dios le hadado capacidades que no estaban relacionadas con la caída.Por ejemplo, quizá un niño exhibe una capacidad con susmanos, y puede trabajar bien con herramientas. Unos padressabios y amantes observarán esto, y alentarán estacapacidad. Quizá le comprarán herramientas y le facilitaránun medio donde pueda desarrollar sus capacidades.Elogiarán sus esfuerzos, incluso si inicialmente sus trabajosson algo burdos. Otro niño puede mostrar dotes para lamúsica; unos buenos padres reconocerán esto y lo alentaráncon unos medios adecuados. Todo esto es bueno y legítimo,y se encuentra en la Palabra de Dios.

Proverbios 22:6 dice: «Instruye al niño en su camino, y auncuando fuere viejo no se apartará de él.» Para llevar esto acabo, debemos reconocer que cada niño es diferente, y queno podemos tratarlos de manera idéntica. Esto involucraconocer «al niño» y reconocer el tenor de «su camino». Lospadres deberían amar a todos sus hijos por igual, perotratarlos como si fuesen iguales es un error, y es contrario ala sabiduría de la Palabra de Dios.

Los elogios forman una parte importante de este aliento, y amenudo nos olvidamos de la gran importancia que tienenpara un niño. He conocido a padres que nunca elogiaban asus hijos por miedo a que se volvieran orgullosos. Debemosrecordar que los niños pequeños, como Samuel, pueden noconocer aun al Señor. Ellos contemplan el mundo con losojos de aquellos que más significan para ellos, generalmentesus padres, y a veces otros adultos como parientes cercanoso maestros. La mayoría de nosotros podemos recordar cuángrande ha sido la influencia que han tenido estas personassobre nosotros durante nuestros años formativos.

Así, podemos ver que todos hemos sido creados con unanecesidad básica de amor y comprensión, y que es justo quese dé provisión de lo uno y de lo otro en cualquier esferadonde hay influencia y autoridad. Allí donde están ausentesel amor y la comprensión, hay siempre dificultades, y amenudo calamidades.

Algunos preguntarán de inmediato: «¿Y qué sucede conaquellos que no reciben este ingrediente tan importante en

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sus vidas? ¿Están acaso abocados a las dificultades y a lascalamidades a las que hemos hecho referencia?» Antes deresponder a esta pregunta, debemos considerar al hombrecomo una criatura caída.

El hombre como criatura caída

Hemos visto que el hombre fue creado a imagen y semejanzade Dios, desconocedor del mal, y que Dios pudo declarar elproducto de Su obra como «bueno en gran manera». Sinembargo, este hermoso estado de cosas persistió sólo por untiempo muy breve, y el hombre introdujo el pecado en estemundo al transgredir la única prohibición que Dios le habíapuesto. El pecado se introdujo en la creación de Dios yestropeó todo lo que Él había hecho. Toda la creación hapadecido como resultado de la caída del hombre, su cabeza,pero el hombre, como ser más exaltado, ha sentido quizá elefecto de la misma más que el resto de la creación.

Es importante que cada uno de nosotros se dé cuenta deque hemos nacido en este mundo con naturalezaspecaminosas y caídas como resultado de la introducción delpecado en este mundo. David se refería a este hecho cuandodijo: «En pecado me concibió mi madre» (Salmo 51:5).También leemos en Romanos 5:12: «Por tanto, como elpecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado lamuerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuantotodos pecaron.»

¿Qué relación tiene esta solemne verdad de la caída delhombre con nuestro tema? En el siglo pasado, un jovenacudió a un cristiano mayor que había andado con el Señordurante muchos años. El joven le preguntó si tendría unconsejo para un joven que estaba justo comenzando en lavida cristiana. Su respuesta fue breve y al punto, porque ledijo: «Aprende bien cinco palabras: ìLa carne para nadaaprovechaî.» Esta cita, de Juan 6:63, presenta de maneramuy sucinta una verdad de importancia capital. El pecado,habiendo entrado en este mundo, ha afectado a cada parte yparcela de nuestro ser.

Este efecto del pecado en todas las facetas de nuestrasvidas se ilustra con lo que le sucedió a un hermano en Cristoque gestiona una vaquería y que tenía una excelentemanada de vacas. Compraba su pienso a una gran compañíaque también fabricaba pesticidas. Una vez algo del pesticida

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se mezcló en fábrica con el pienso, y esta mezcla lavendieron en una bolsa sencillamente etiquetada comopienso para ganado. Era un potente veneno, y el resultadofue que toda su manada de vacas tuvo que ser sacrificada yenterrada. Lo más perturbador fue que no hubo suficientecon librarse del pienso envenenado. Había afectado a ladescendencia de las vacas que no habían muerto y habíacontaminado el granero y muchas cosas en el granero.Apenas si había algo que no hubiera quedado afectado poraquel tóxico, y se precisó de mucho tiempo para normalizarlas cosas. El pecado en este mundo es algo parecido. No esalgo que afecte aisladamente a algunas cosas, como quizános gustaría pensar. No, sino que ha afectado a todo, a cadaparcela de nuestro ser.

Sabemos que todos hemos pecado y que tenemos unanaturaleza pecaminosa, pero, ¿nos damos cuenta de que elpecado ha llegado a cada parte de nosotros, como personasindividuales naturales?

Muchos de vosotros sois conscientes de que hay diferentestipos de personalidad, y que de una manera general todospodemos encuadrarnos en uno de esos diferentes tipos (o enuna combinación de ellos). Por ejemplo, hay algunos queson muy trabajadores, disciplinados y buenos organizadores.Esas son las personas que pueden dirigir cualquier cosa, yque generalmente hacen mucho en este mundo. Esindudable que esas cualidades les fueron dadas por Dios, yes correcto decir que habrían poseído esas cualidadesincluso si no hubieran caído. Pero esas personas suelentener un aspecto negativo, porque a menudo son arrogantese intolerantes con los demás. Pueden ser sarcásticas, y amenudo no trabajan bien con otros. Puede que lleguen a lacima del mundo de los negocios y que accedan a posicionesdirectivas, pero a veces no son queridas por sussubordinados.

Luego hay aquellas personas mucho más abiertas yamistosas, y que son lo que podríamos designar como«personas orientadas a la gente». Son intuitivas, puedensentir los sentimientos de los demás y reaccionar de unaforma apropiada. Generalmente, tienen muchos amigos ycaen bien. De nuevo, tenemos aquí un rasgo dado por Dios,y habría formado parte de ellos aparte de la caída. La facetanegativa es que esas personas suelen tener un problema deautodisciplina, y encuentran difícil disciplinar a otros.Encuentran mayores dificultades para mantener puntualidaden sus compromisos, para gestionar sus asuntos de unamanera ordenada, y para tomarse sus responsabilidades en

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serio.

Lo que vemos en las personalidades humanas,incluyéndonos a nosotros mismos, es en parte lo que Dioscreó en Su sabiduría, y en parte lo que el pecado haintroducido. Vemos belleza en la naturaleza, y reconocemosla obra de la mano de Dios, pero luego vemos la ruina que elpecado ha introducido. El hombre natural, sin la sabiduría dela Palabra de Dios, no puede relacionar esas dos cosas.Encuentra que el mundo es una mezcolanza inextricable debien y mal. Sólo la Palabra de Dios puede hacernos ver cómoesas cosas pueden coexistir en el mundo.

Esos aspectos negativos de nuestras personalidades formanparte del efecto de la caída del hombre. Cuando tiene quever con nosotros mismos, ¡cuántas veces presentamosexcusas diciendo, «es que soy así»! La implicación es que seme tiene que aceptar como soy, porque así es como el Señorme ha hecho. Pero eso no es conforme a la Palabra de Dios.«Formidable y prodigiosamente he sido hecho» (Salmo139:14, RVR97), y esto incluye nuestra constitución mentalademás de la física. Sin embargo, los efectos del pecado sondemasiado evidentes en nosotros, mental y físicamente.Deberíamos reconocer las capacidades con las que Dios nosha dotado, pero nunca atribuir a la mano de Dios aquellascosas que el pecado ha introducido en este mundo.

El pecado no ha arruinado toda la creación por un igual.Mientras que la creación entera ha sentido los terriblesefectos del pecado, Dios ha preservado este mundo de losplenos efectos de la caída del hombre. Recordemos al jovenrico que acudió al Señor Jesús, queriendo conocer qué debíahacer para heredar la vida eterna. Cuando le dijo al Señorque había guardado todos los mandamientos desde sujuventud, se registra que «Jesús, mirándole, le amó» (Marcos10:21). Aquí no tenemos el mismo pensamiento que el amorde Dios hacia este mundo tal como se expresa en Juan 3:16.Es cierto que el amor de Dios se dirige a todos en estemundo, pero este versículo en Marcos 10 muestra más bienel amor que el Señor Jesús sintió por un hermoso carácter,uno que tenía un verdadero deseo de hacer lo recto. A vecesnos encontramos con aquellos que de natural tienen unadisposición muy atrayente, así como nos encontramostambién con los que son lo muy contrario de esto. Aquí elSeñor amó a este joven por lo que era de natural. Pero laconversación que siguió con él reveló lo que realmenteestaba en su corazón.

Cuando el Señor le dijo claramente lo que le faltaba, quedó

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desvelado su verdadero estado delante de Dios. Pensaba élque podría alcanzar la vida eterna guardando la ley, pero laspalabras del Señor pusieron en evidencia que estabafaltando a la misma esencia de la ley. Cuando le preguntaronal Señor Jesús cuál era el primer mandamiento de la ley,contestó:

«El primer mandamiento de todos es: Oye, Israel;el Señor nuestro Dios, el Señor uno es. Y amarásal Señor tu Dios con todo tu corazón, y con todatu alma, y con toda tu mente y con todas tusfuerzas. Este es el principal mandamiento. Y elsegundo es semejante: Amarás a tu prójimo comoa ti mismo. No hay otro mandamiento mayor queéstos» (Marcos 12:29-31).

Si el joven rico hubiera amado a Dios con todo su corazón,con toda su alma y con toda su mente, habría seguidogustoso al Señor Jesús. Si hubiera amado a su prójimo comoa sí mismo, habría dado con agrado sus bienes a los pobres.

Es humillante darse cuenta de que a menudo Dios no escogea las personalidades más agradables, sino más bien aaquellos que parecen más gravemente afectados por elpecado. Pablo nos dice en 1 Corintios 1:27, 28: «Sino que lonecio del mundo escogió Dios, para avergonzar a los sabios;y lo débil del mundo escogió Dios, para avergonzar a lofuerte; y lo vil del mundo y lo menospreciado escogió Dios, ylo que no es, para deshacer lo que es.» Nos sentimosatraídos a aquellos como el joven rico que presentan denatural las personalidades más atrayentes, pero a menudolos tales no sienten interés por el evangelio. Luego, quizáencontramos al Señor salvando a aquellos a los que denatural menospreciaríamos. Todo esto tiene el efecto decumplir 1 Corintios 1:29, que dice: «A fin de que nadie sejacte en su presencia.» La gracia de Dios se magnifica alllevar a los peores de este mundo a Cristo y exhibirlos portoda la eternidad como trofeos de Su gracia.

Esto nos lleva a otro punto, de lo más importante. ¿Qué hayacerca de aquellos aspectos de nuestras personalidades queno son malos, de aquellas capacidades que hemos recibidode parte de Dios? ¿No podemos acaso ufanarnos algo porellas, y en este sentido estimarnos a nosotros mismos?Podemos admitir que somos pecadores, y sin embargo sentirque hay cosas buenas en nosotros que podemos desarrollar.

Tenemos que darnos cuenta de que incluso aquellascapacidades que Dios nos ha dado están afectadas por el

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pecado, debido a que nuestra naturaleza pecaminosa,indudablemente bajo el control de Satanás, emplea esascapacidades para el mal. En tanto que las capacidadesmismas no son malas, se les puede dar un mal uso.

Supongamos que alguien tenga capacidad para lasmatemáticas. Como hemos visto, no hay nada malo con estacapacidad, e indudablemente fue dada por Dios. PeroSatanás, usando el pecado como palanca, quiere tomar estacapacidad y usarla para un mal fin. Así, los hombres hanempleado sus capacidades para la física y las matemáticaspara construir bombas que tienen ahora la capacidad dedestruir el mundo. Otro puede que tenga capacidad para lamúsica, mientras que algunos que puedan no tenercapacidad para la misma tienen sin embargo oído paraapreciarla. Es indudable que esto es también parte de labondad de Dios para con el hombre. Una vez más, el diablousa la música para ocupar las mentes de los hombres conplacer y para apartarlos de pensar acerca de cuestioneseternas. Es algo solemne que la primera mención de músicaen la Biblia tiene relación con la familia de Caín. Caín salió dedelante de la presencia del Señor, edificó una ciudad yprocedió a rodearse de todo lo que pensaba que le haríafeliz, pero dejó a Dios fuera. Fue uno de los descendientesde Caín (Jubal) el que «fue padre de todos los que tocanarpa y flauta» (Génesis 4:21). Esto no significa que la músicasea nada malo, pero subraya el hecho de que el pecadousurpa incluso aquellas cualidades que Dios ha dado, y noslleva a usarlas para malos fines.

Vayamos un paso más allá. Supongamos que lascapacidades de que Dios nos ha dotado son empleadas deuna manera correcta. ¿Estamos entonces haciendo lo queagrada a Dios? ¿Podemos entonces recibir algún créditonosotros mismos? No, porque incluso al hacer lo que esrecto, como criaturas caídas sin Cristo, el motivo será siempremalo. Entrará el orgullo, incluso si uso mi capacidad con unbuen propósito. Esto nos conduce a nuestra siguienteconsideración.

Autoestima y orgullo

Hemos visto que cuando el hombre fue creado, Dios pudodecir del producto de su obra que era «bueno en granmanera». Así, el hombre era bueno, en el sentido de que eradesconocedor del mal, y de que poseía una semejanza moral

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con Dios. Esto no significa que fuese santo, o siquiera justo,porque ambas cosas implican un conocimiento yaborrecimiento del pecado. Había una hermosura moral en elhombre en su inocencia, y hasta este punto había unasemejanza moral con Dios, pero en ningún sentido era iguala Dios.

Soy consciente de que a muchos de vosotros os dan cursosen autoestima, tanto en la escuela como en el mundo laboral.En muchos casos, se mezcla con ello algo de filosofía de laNueva Era. Para los que no estéis familiarizados con ella,todo el énfasis de la llamada filosofía de la Nueva Era es laocupación con nosotros mismos, hasta el punto de declararque todos somos dioses, y que la misma esencia de Diosestá dentro de cada uno de nosotros. Se nos induce apensar muy bien de nosotros mismos, diciéndonos quesomos, de hecho, realmente dioses. Este es el trágico fin demucho del actual pensamiento acerca de la autoestima.Cuando es el hombre, y no Dios, quien deviene el punto dereferencia, el hombre acaba deificándose a sí mismo.

Cuando el hombre fue creado, todo era hermoso porque erala obra de Dios. El hombre no había hecho nada paraproducir el bien del que estaba rodeado, y en su estado deinocencia y de bondad moral no había orgullo. Es indudableque podría reconocer las cualidades y capacidades de queDios le había dotado, pero en su comunión incólume conDios no había todavía surgido el orgullo en su ser. Con laintroducción del pecado, se ha introducido la soberbia, y laPalabra de Dios no nos deja lugar a dudas de que se trata deuno de los peores pecados. «Los ojos altivos» encabezan lalista de cosas que el Señor aborrece (Proverbios 6:17), y másadelante el mismo libro nos dice que «abominación es aJehová todo altivo de corazón» (Proverbios 16:5). Luego, enel Nuevo Testamento leemos que «la vanagloria de la vida, noproviene del Padre, sino del mundo» (1 Juan 2:16). Muchosotros versículos de la Palabra de Dios nos muestran que lasoberbia es un pecado de enorme gravedad.

El pensamiento erróneo básico que colorea la mayor parte delos actuales conceptos de la autoestima es que unaapropiada autoestima incluye orgullo, y que el orgullo mismoes bueno. Nuestra anterior cita de la revista Seleccioneshablaba de que debíamos estar «orgullosos de nuestrapropia imagen» para poder sentirnos «confiados y libres paraser nosotros mismos». El espíritu del orgullo ha impregnadotanto de nuestro mundo actual que entra en casi todos losdepartamentos de la vida, quizá sin que nos demosdemasiada cuenta de ello. Debemos comprender a la luz de

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la Palabra de Dios que cada forma de soberbia es mala, y unpecado contra Dios.

Para comprender el tema de la autoestima de una maneraapropiada, debemos darnos cuenta de que el orgullo es unafalsa respuesta al éxito. Tenemos tendencia a sentirnosorgullosos de nuestras capacidades naturales, pero debemosser conscientes de que todas ellas las hemos recibido deDios. Somos susceptibles al orgullo incluso de nuestroscaminos de pecado, quizá creyendo que hay en ellos algo debueno.

¡A menudo defendemos nuestra naturaleza pecaminosa ycaída y sus acciones, en lugar de condenar la una y lasotras! Si alguien me dice que tengo mal genio,probablemente lo negaré, o encontraré algún defecto en lapersona que me lo dice, a fin de esquivar el intento dealcanzar mi conciencia. Si alguien me dice que exagero enlugar de decir la verdad, lo negaré vigorosamente, y quizádiré a otros que el que me ha dicho tal cosa es uncalumniador y maldicente. Es una treta bien conocida en elmundo que cuando se nos acusa de algo, tratamos dedesenterrar toda la «suciedad» que podemos acerca denuestro acusador, para evitar hacer frente a algo que puedaser cierto. Raras veces estamos dispuestos a admitir queestamos en un error, incluso ante nosotros mismos. Nos hiereen lo más vivo de nuestro orgullo. Creo que el mayorobstáculo para avanzar en nuestras vidas cristianas esnuestra mala disposición para admitir cuán malo esrealmente el pecado en nosotros, mientras que el primerpaso a la felicidad es darnos cuenta de la ruina que elpecado ha introducido, y con ello no tener confianza ennosotros mismos.

Yendo un paso más allá, somos aun más propensos aenorgullecernos de aquello que la gracia ha obrado ennosotros. Los corintios se habían hecho culpables de ello, demodo que Pablo les dice: «Porque ¿quién te distingue? ¿oqué tienes que no hayas recibido? Y si lo recibiste, ¿por quéte glorías como si no lo hubieras recibido?» (1 Corintios 4:7).

Hablamos acerca de los que tienen una «deficienteautoestima» y de otros que tienen una «elevada autoestima».A menudo se trata de caras opuestas de la misma moneda,la moneda del orgullo. El que tiene una «deficienteautoestima» se siente deprimido y molesto porque su propiaimagen no es la que él cree que debería ser. En realidad,tiene una autoestima muy elevada: lo que le sucede es quela realidad no se ajusta a sus ideales. No acepta la forma en

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que Dios le ha hecho. (Nos estamos refiriendo ahora a lasaptitudes que ha recibido de Dios, no acerca del pecado.)¡Cuántas veces no nos habremos mirado en el espejo ydeseado de corazón ser más altos, con un color diferente decabello, ser más listos, o quizá que tuviéramos otrascualidades que el Señor no nos ha dado! ¡Cuántas veces nohe contemplado a otros participando en actividadesdeportivas, y he deseado poseer algo de su capacidad!Según proseguía la vida, descubrí que muchos de los queeran tan buenos en actividades atléticas deseaban una mejoractuación en los círculos académicos, donde quizá algunosde nosotros nos sentíamos algo más cómodos. Parece quesiempre deseamos lo que no poseemos. Triste es decirlo,Satanás obra en nosotros a través de nuestras naturalezaspecaminosas para hacernos sentir desgraciados acerca de loque Dios nos ha dado, y para consumirnos con deseos portalentos que Él no nos ha dado.

El que tiene una «elevada autoestima» cree que ha llegado aun cierto punto, cuando no ha llegado en absoluto. Tiene unapropia imagen irreal, ¡mientras que otros lo evalúan de unamanera generalmente mucho más realista! Ya conocéis aesta clase de persona: se trata de alguien que está siemprepensando en sí mismo y en lo que puede hacer. Laencontramos inaguantable, y no queremos tenerla a nuestroalrededor.

Pero quizá me dirás: «Me siento satisfecho de mí mismo.Estoy justo en medio óno tengo una autoestima excesiva nibaja.» Esto es lo que está intentando comunicarnos elartículo de Selecciones: que debemos ser conscientes decuál es nuestra propia imagen, y estar orgullosos de ella.Esto también es malo, porque el orgullo, como hemos visto,está siempre condenado en la Palabra de Dios. En tanto quedebemos reconocer las capacidades que hemos recibido deDios, debemos darnos cuenta de que nunca seremos felicessi nos ocupamos con nosotros mismos, porque el orgullosiempre entrará. Se dice que en la actualidad hay unaepidemia de deficiencia en autoestima en nuestra sociedad.Seamos sinceros, y reconozcamos que lo que hay es unaepidemia de orgullo. Es el resultado de centrarse en elhombre, en lugar de en Dios.

La sabiduría de este mundo dice que tenemos que edificar laautoestima del individuo. Se nos dice que debemos tomar alas personas y mostrarles que tienen buenas cualidades, queson personas valiosas, que tienen capacidades que puedendesarrollar, y que pueden estar orgullosos de sí mismos. Quedebemos mostrarles que son miembros útiles de la sociedad,

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que tienen algo que hacer en este mundo, y una contribuciónimportante que dar. Esto está muy bien hasta cierto límite,porque muchos no llegan a ser conscientes de suscapacidades naturales debido a la carencia de un aliento,amor y comprensión apropiados. Pero si esta manera deactuar me lleva a centrarme en mí mismo, estaré siempreocupado con mi yo, bien de una manera positiva, biennegativa. Y el orgullo siempre tendrá tendencia aintroducirse, si yo soy el objeto de mi propio corazón.

Antes de abandonar mi práctica clínica, solía llevar a cabomuchas operaciones de cirugía. Y hubiera podido dejar quemi capacidad como cirujano llegase a ser mi fuente deautoestima: eso es lo que el mundo nos dice que hagamos.En tanto que cualquier capacidad que tuviera era dada porDios, y por ello algo que reconocer y usar, hubiera sido unerror que fuese una causa de orgullo. Un colega mío, que eraanestesista y colaboraba mucho en mis operaciones,descubrió que yo tenía una motosierra, y que la usaba confrecuencia para cortar leña para nuestro hogar. Me dijo queera un insensato, que un solo desliz con aquella motosierrame podría arruinar una de las manos, o ambas, y poner fin ami carrera. Esto era verdad, y si mi autoestima hubieraresidido en mi capacidad como cirujano, entonces la pérdidade mis manos hubiera significado no sólo el fin de mi carreracomo cirujano, sino también el fin de mi autoestima.

Todo lo que poseemos en este mundo, sea salud, capacidad,posesiones o cualquier otra cosa, es muy frágil, y podemosperderlo con suma facilidad. ¿Vamos a edificar sobre cosastemporales, y que se pierden tan fácilmente? Muchos hacenprecisamente esto, y por esto se pone tanto énfasis en laautoestima. Pero el problema no desaparece con ello. Másbien, parece estar empeorando. Esto se debe sencillamentea que todo el concepto de autoestima tiende a basarse en loque el hombre pecaminoso es, y en cosas que no sólo nopueden dar satisfacción en ningún caso, sino que además sepueden perder con facilidad.

¿Qué hay acerca del peligro de hacer un cumplido y que conello la persona se enorgullezca? Algunos padres pocas vecesdan ninguna alabanza a sus hijos, por temor a que seenorgullezcan de sí mismos. Todos hemos tenido a personascon autoridad sobre nosotros que nunca nos hablaban sinopara decirnos que habíamos hecho algo mal. Los hijos eneste tipo de hogares, o las personas que trabajan bajosupervisores así, no encuentran un buen ambiente en el quecrecer o en el que trabajar. ¿Está mal entonces que unmarido diga a su mujer que es hermosa, o a su hija que su

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nuevo vestido le sienta muy bien? ¿Es peligroso hacer unaobservación sobre el traje nuevo de alguien, o decirle que hahecho un buen trabajo?

Aquí tenemos un punto de enorme importancia. Hemos vistoque todos necesitamos amor y comprensión. Cuandodecimos a alguien: «De veras me gusta tu cabello; te caemuy bien», o «has hecho un gran trabajo; no creo que nadielo hubiera podido hacer mejor», ¿qué es lo que estamoscomunicando? Sugiero que la persona a la que se le handicho esas cosas se va complacida porque ha agradado aalguien a quien quería agradar. Los hijos buscan el amor y laaprobación de sus padres, y cuando sus padres los elogian,son conscientes de que han agradado a aquellos que mássignifican para ellos. No hay nada de malo en ello, y tenemosejemplos de eso en la Escritura. Pablo elogia a los corintioscuando dice: «nada os falta en ningún don» (1 Corintios 1:7).En la segunda epístola, donde trata de la cuestión de lasdádivas cristianas, les dice que se había jactado a los deMacedonia, «que Acaya está preparada desde el añopasado» (2 Corintios 9:2). Es indudable que esto significó unaliento para ellos, porque ellos habían complacido a su padreespiritual. El Señor mismo nos alienta de vez en cuando en lasenda cristiana al dejar que otros nos digan que lo quehemos hecho por ellos ha tenido un efecto benéfico.

Quizá el ejemplo más hermoso del uso recto de loscumplidos aparece en el Cantar de los Cantares. Allí laesposa no tiene altos pensamientos acerca de sí misma, peroluego se regocija en la estima que el esposo tiene de ella. Élla inunda con su amor y con todo lo que ve en ella, mientrasque ella, como respuesta, sólo tiene amor hacia él, y hablade él. El gozo de él reside en ella, y lo expresa de unamanera plena, pero todo esto sólo hace que él sea másencantador para ella, y así ella habla sólo de él. La únicaqueja que ella tiene es que no tiene una mayor capacidadpara gozar de él. Todo esto es un ejemplo maravilloso deluso apropiado de los cumplidos, y de la reacción correctaante ellos.

Satanás querría, usando nuestra naturaleza de pecado,corromper todo esto. Él toma este cumplido o aquella palabrade aliento, y nos sugiere: «¡Qué persona más maravillosadebes ser, para ser tan hermosa!», o «¡Qué personaje másnotable debes ser, para poder hacer un trabajo como este!»Luego comienza a arder la llama de la soberbia, y todoqueda estropeado, porque el orgullo es pecado. Agradar aalguien de una manera correcta no es malo, pero estarorgulloso de ello es nuestra naturaleza caída convirtiéndolo

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en pecado.

A veces puede que sea muy fina la línea entre ambas cosas,pero esta línea está siempre ahí. Existe el peligro de hacerdemasiados cumplidos y también el de no hacer ninguno. Heconocido a los que nunca hacían un cumplido porque teníanmiedo que resultase en orgullo en la persona a la que ibadirigido. El resultado era que la persona citada comenzó apensar: «No puedo hacer nada bien, ¡porque siempre queintento alguna cosa, todo lo que consigo son críticas!» Estano es la manera divina de actuar, porque la manera divina esla de alentarnos. Nos es necesario recibir la reacción del otropara saber cuando lo estamos haciendo bien, y cuando no.Por otra parte, es igualmente cierto que Dios quiere apartar elyo de mi centro de atención, de modo que me ocupe deagradarle a Él. Cuando hacemos algo agradable para elSeñor, es sólo debido a que aquello que Él nos ha dadomana de nuestras vidas. Me gustó un comentario que mehizo una hermana mayor en Cristo hace algunos años: «Unpoco de elogio para elevarte, pero no suficiente parahincharte.» Expresó muy bien con ello lo que enseña laPalabra de Dios.

Alguien me dio recientemente un folleto de Care Lines[Líneas Solícitas] para el mes de agosto de 1991, y sumensaje se ajusta mucho a nuestro tema. El versículo citadoera: «No que seamos competentes por nosotros mismos parapensar algo como de nosotros mismos, sino que nuestracompetencia proviene de Dios» (2 Corintios 3:5). Luego elcomentario era como sigue:

La autoconfianza respecto a que puedo hacer cualquier cosaporque soy bueno no es un pensamiento escriturario. Laconfianza en Dios, porque Cristo me da precisamente lo quenecesito para usarlo para Él y para Su gloria, es la forma quedebería adoptar nuestra confianza. No se basa en nosotrosmismos, sino en Dios. Él es la fuente que da el don, y elpoder para llevar las cosas a cabo. No nosotros. Jesús esAquel que murió para limpiarnos de nuestros pecados; no lohicimos nosotros. Cerciorémonos de que otros ven quenuestra confianza es realmente confianza en Dios, y que yo,como persona, no tengo confianza en mí mismo.

El orgullo es siempre mencionado de manera negativa en laPalabra de Dios, y es siempre condenado; la confianza escasi siempre mencionada como algo positivo, por cuanto loque se tiene a la vista es la confianza en Dios. ¡Pero esto setratará más adelante!

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Versículos mal empleados

A menudo es necesario desaprender conceptos erradosantes que podamos aprender las cosas bien. En laactualidad se están enseñando muchos conceptos erradosacerca de la autoestima, a veces incluso en un contextoescriturario. Antes que empecemos a tratar conceptos máspositivos acerca de esta cuestión, es necesario mencionardos versículos que han sido mal empleados, incluso porparte de creyentes, para dar unos conceptos erróneos acercade la autoestima.

Efesios 5:28 dice: «Así también los maridos deben amar asus mujeres como a sus mismos cuerpos. El que ama a sumujer, a sí mismo se ama.» Este versículo ha sido tomadopor algunos como significando que uno no puede amar a sumujer (o a ninguna otra persona) de manera apropiadaexcepto si se ama a sí mismo. Pero no es este el sentido delversículo. Lo que se nos expone aquí es sencillamente lapreciosa verdad de que cuando un hombre y una mujerestán casados, Dios los contempla como una carne. Que unhombre ame a su mujer debería ser cosa tan natural comoamarse a sí mismo. ¿Acaso Dios tiene necesidad demandarnos que nos amemos a nosotros mismos? No, eso lohacemos sin necesidad de que se nos impulse a ello. Todosde natural nos cuidamos bien a nosotros mismos, y Dios estásencillamente diciendo aquí que si amas a tu mujer, te amasa ti mismo, porque ambos sois una carne, y que si destruyesa tu mujer por cualquier medio óla crítica, la infidelidad ocualquier otra formaó, te estás destruyendo a ti mismo. Sedebe decir de manera enfática: no tenemos aquí ningunajustificación escrituraria para el amor propio.

Luego tenemos Mateo 22:39: «Amarás a tu prójimo como a timismo», pasaje que ha sido tomado como una justificaciónescrituraria para el amor propio. Una vez más, el amor a unomismo se da por supuesto, y lo que la ley ordenaba alhombre era amar a su prójimo como a sí mismo. No haymandamiento a amarse a uno mismo. Este pensamiento nose encuentra en la Palabra de Dios.

Luego, Filipenses 2:3 dice: «Nada hagáis por contienda o porvanagloria; antes bien con humildad, estimando cada uno alos demás como superiores a él mismo.» He oído a algunosdecir que está bien que uno se estime a sí mismo siempre ycuando estime a los demás como mejores que uno mismo. Sillevamos esto a su conclusión lógica, esta interpretación

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resultaría en los casos peores en una baja autoestima,porque en último término tendríamos que considerar quetodos los demás son mejores en todas las formas quenosotros mismos. Una vez más, no me parece que éste seael significado del versículo. El pensamiento es que todosnosotros, sean cuales fueren nuestras capacidadesnaturales, nuestros dones espirituales o nuestra fidelidad alSeñor, podemos siempre contemplar a otro creyente y veruna cualidad, un don o un rasgo deseable de carácter quenosotros no poseemos. También podemos mirarnos anosotros mismos y contemplar un pecado que nos acosa yque otros no tienen. Si estamos caminando con el Señor,veremos el bien en otros, y a la vez reconoceremos nuestraspropias faltas. No tendremos problema alguno para estimar aotros como mejores que nosotros mismos, porquebuscaremos lo mejor en los demás. Si pensamos en nosotrosmismos, será más bien para juzgar nuestros fracasos quepara hincharnos por lo que somos o por lo que hemos hecho.Este versículo, desde luego, no es la justificación escriturariapara la autoestima tal como este término está siendoactualmente interpretado. Deberíamos permanecer ocupadoscon Cristo y los demás, y no con nosotros mismos.

Cristo—Su amor y comprensión

Hasta este punto, hemos tratado mayormente acerca delaspecto negativo de la autoestima, señalando cómo lapresencia del pecado lo ha arruinado todo en la creación deDios. Hemos visto que incluso aquellas cosas que Dios hadado se usan para un mal fin, y que el orgullo entrafácilmente y estropea incluso los sentimientos más rectos.¿Cuál es entonces la respuesta para todo esto? ¿Hay algunamanera de poner todas estas consideraciones en unaperspectiva correcta? Creo que sí la hay. Como con todas lasotras cuestiones de la vida, tenemos que introducir a Cristo.En Él, mediante Su Palabra, encontramos la respuesta paratodo. Como alguien me dijo: «La respuesta a todo para elcreyente se encuentra junto a la cruz.»

En nuestras observaciones bajo el encabezamiento «Amor ycomprensión», hemos señalado que ser amado ycomprendido son cosas esenciales para cada ser humano, yque la privación de esas cosas ha provocado gravesdificultades, y ocasionalmente calamidades. ¿Qué sucedecon aquellos que no han recibido esos importantísimosfactores en sus vidas? Sabemos demasiado bien que el

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pecado ha arruinado incluso este aspecto de nuestras vidasen muchas ocasiones. Quizá algunos de nosotros procedende hogares cristianos donde se daba el amor en granmedida, e incluso en hogares en los que Cristo no esconocido está presente con frecuencia el amor. Perosabemos que tristemente está ausente de muchos hogares,haciendo las cosas muy difíciles para los niños que crecenen medio de tal ambiente. Éstos tienden a contemplarlo todoa través del color de sus experiencias.

He hablado con algunos que encontraban difícil creer queDios les amaba, debido a que habían conocido tan pocoamor en sus vidas. Habían buscado amor y comprensión ensus padres, y, al no recibirlo, encontraron difícil creer quenadie más les amase. A otros se les había dicho toda la vidaque carecían de valía y que no eran buenos para nada, y conello encontraron difícil creer que nadie pudiera apreciarlos, oque tuvieran capacidad alguna para hacer nada. Aun otroshabían vivido tanto de sus vidas bajo la sombra de unaterrible experiencia, quizá desde su infancia, y habían sidoincapaces de recuperarse de aquello.

Hemos visto que la sabiduría humana propone una respuestapara este problema, e intenta convencer a la persona acercade su propia valía, de su capacidad y de su importancia eneste mundo. Este enfoque puede tener un cierto mérito alhacer consciente a la persona de sus capacidades que harecibido de Dios. Sin embargo, no llega suficientemente lejos,porque el resultado lógico es sólo orgullo por una parte, ofrustración por la otra.

El año pasado, mientras mi mujer y yo disfrutábamos de unviaje en automóvil por la costa occidental de los EstadosUnidos, me volví a ella y le dije: «Sabes, una necesidadbásica de cada ser humana es amor y comprensión.» Ellarespondió: «¿Qué sucede si no lo recibes? ¿Qué sucede sicreces en un ambiente duro?» Puede que algunos de loslectores de estas líneas procedáis de hogares así, y (¿meatreveré a decirlo?) algunos de vosotros podéis proceder deasambleas donde parece haber poco amor y comprensión.Puede que intentéis hacer algo de todo corazón, y sóloconseguís críticas por ello, bien en casa, bien fuera. ¿Habéistenido la experiencia de intentar ayudar y que os hayanrechazado, diciéndoos que no podéis hacerlo bien? Quizácomencéis a preguntaros cuál es vuestro papel, y quédebierais estar haciendo.

Ya nos hemos referido al Salmo 63:3, que dice: «Porquemejor es tu misericordia que la vida; mis labios te alabarán.»

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El versículo 1 dice: «Dios, Dios mío eres tú; de madrugada tebuscaré; mi alma tiene sed de ti, mi carne te anhela, en tierraseca y árida donde no hay aguas.» Dios provee amor ycomprensión a aquellos que han estado privados de lo uno yde la otra, no debido a lo que somos, ¡sino debido a lo que Éles! Es Su misericordia, Su disposición favorable, lo quenecesitamos más que todo, ¡y Él nos la dará incluso si nadiemás lo hace!

«Puestos los ojos en Jesús, el autor yconsumador de la fe, el cual por el gozo puestodelante de él sufrió la cruz, menospreciando eloprobio, y se sentó a la diestra del trono de Dios.Considerad a aquel que sufrió tal contradicción depecadores contra sí mismo, para que vuestroánimo no se canse hasta desmayar» (Hebreos12:2, 3).

Dios nos ha dado un ejemplo, y este ejemplo es el SeñorJesús. Aquí el énfasis recae en el andar práctico delcreyente, y el Señor Jesús nos es presentado como unejemplo. Hubo Uno, nuestro Señor Jesucristo que (lo digocon reverencia) estuvo satisfecho con la aprobación de sóloUno. El Salmo 88:18 dice: «Has alejado de mí al amigo y alcompañero, y a mis conocidos has puesto en tinieblas.» ElSalmo 69 es uno de los Salmos Mesiánicos, que hacereferencia profética al Señor. El versículo 20 afirma: «Elescarnio ha quebrantado mi corazón, y estoy acongojado.Esperé quien se compadeciese de mí, y no lo hubo; yconsoladores, y ninguno hallé.»

¿Te sucede, nos sucede, que a veces nos encontramosdiciendo: «Nadie me comprende; parece que nadie me amani se cuida de mí»? Creo que a veces el Señor Jesús noslleva, a ti, a mí, al punto en nuestras vidas en el que nospregunta si estamos dispuestos a seguir si tan sólo tenemosSu aprobación y Su amor. ¿Cuál fue el gozo que fue puestodelante de Él, en Hebreos 12:2? Creo que fue el gozo dehacer la voluntad del Padre, y Él es un ejemplo paranosotros. Dios le privó en la cruz de todo posible consolador.¿Para qué? En parte, para mostrarnos que nuestro benditoSalvador podía pasar por todo aquello sin apoyos humanos.¿Estamos dispuestos a ello? ¿Estás dispuesto a decir:«Señor, tu amor y tu aprobación son suficientes»? Yo no soyresponsable de la falta de amor y comprensión que puedahaber experimentado en mi infancia, pero Dios me consideraresponsable como persona madura en lo que atañe a mireacción ante tales experiencias, porque me ha dado todo lonecesario para capacitarme para vencerlas.

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Me doy cuenta de que esto es más difícil para unos que paraotros. Algunas personas son de natural más resistentes, ypueden capear las críticas con mayor facilidad. Otrasparecen poder sobrevivir a la carencia de amor ycomprensión, mientras que otras quedan totalmentedevastadas. Que cada uno de nosotros aprenda a decir:«Señor, ayúdame a aprender viviendo a la luz de tu amor ycomprensión.» Nunca seremos plenamente felices ennuestra vida cristiana hasta que podamos decir: «Me sentirésatisfecho si tan sólo gozo del amor del Señor en mi corazón,y tengo en mi alma la conciencia de que estoy haciendo Suvoluntad.»

Cuando hemos alcanzado el punto de necesitar sólo de Suaprobación, de Su amor, de Su comprensión, sucedeentonces una cosa maravillosa. Descubrimos que el Señornunca nos deja del todo sin compañerismo, amor, cuidado yaliento. No: Él sabe que necesitamos la ayuda y el alientomutuos, y nunca nos dejará totalmente a solas.

Ha habido ocasiones en mi vida en que he sido llevado alpunto de decir: «Señor, tu amor es suficiente.» No me refieroa que haya jamás experimentado un rechazamiento total departe de todos aquellos de los que esperaba amor ycomprensión, pero ha habido tiempos en mi vida en los quehe sentido que el problema que estaba experimentandodifícilmente podía compartirlo con nadie más. Quizá hayaspasado por esta experiencia. Es maravilloso, bajo esascircunstancias, sentir al Señor casi tocando tu hombro conSu mano y alentándote a proseguir, diciéndote que Élcomprende, que Él te ama y que se cuida de ti. Pero en cadauna de esas situaciones, Dios ha enviado a alguien a darmeánimo, una palabra de aliento, un empujón, como solemosdecir. A veces era sólo una palabra bondadosa, pero eraprecisamente lo que necesitaba. El Señor sabe cuántonecesitamos este impulso, y Él nos lo dará, justo en elmomento adecuado. Luego nos ocupamos con Él, dándonoscuenta de que el estímulo, aunque haya venido de nuestroscompañeros cristianos, procede en último término de Élmismo. Lo miramos a Él, no a otros, ni siquiera a nosotrosmismos. Al considerarlo a Él, y todo lo que Él padeció, nosocupamos con Su perfección, y nos damos cuenta de que Élnos compensará por aquello de que el pecado nos hayaprivado.

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«Un hombre en Cristo»

Hemos considerado al hombre en la creación, y al hombrecomo criatura caída. Consideremos ahora al hombre enCristo. Ya hemos visto que el pecado entró en el mundo porla desobediencia del hombre, y que ha afectado a cada partede nuestro ser. Debido a la entrada del pecado en estemundo, cada uno de nosotros tiene una naturalezapecaminosa, caída. Hemos visto que el pecado toma inclusoaquellas capacidades que hemos recibido de Dios y las usaen mal sentido. En la última sección hemos dicho que larespuesta a todo para el creyente se encuentra junto a lacruz. A fin de comprender esta declaración, debemosconsiderar la verdad que se expone en Romanos, capítulos6, 7 y 8.

En el libro de Romanos hasta el versículo 12 del capítulo 5tenemos el examen de la cuestión de los pecados. Quedaestablecida la culpabilidad absoluta de todo el mundo, yluego se presenta la obra acabada de Cristo como el únicoremedio. Luego, desde Romanos 5:12 hasta el fin delcapítulo 8, se presenta ante nosotros la cuestión del pecadoen su raíz y principio. Debemos ver con claridad el problemadel pecado si queremos ver la respuesta escrituraria a lacuestión de la autoestima.

Es importante ver que cuando Dios nos salva, Én no perdonanuestra naturaleza pecaminosa y caída, y tampoco la quita.El Señor Jesús dijo a Nicodemo: «Os es necesario nacer denuevo» (Juan 3:7). Cuando acudimos como pecadoresculpables, Dios perdona nuestros pecados y nos da unanueva vida en Cristo. Ahora el creyente tiene dosnaturalezas: una que es desesperadamente pecaminosa yque no puede agradar a Dios, y una nueva naturaleza que esverdaderamente vida en Cristo y no puede pecar. Lapresencia de estas dos naturalezas es causa de conflicto ennuestras vidas.

La vieja naturaleza de pecado nunca mejora a lo largo detoda nuestra vida. Está siempre con nosotros, y es igual demala después que he sido salvo durante veinte años quecomo lo era antes de ser salvo. Dios quiere que yo exhiba minueva vida y su naturaleza en mi andar cristiano, pero,¡cuántas veces intenta reafirmarse la vieja naturaleza! Poreso pecan los cristianos, y la ocupación en el yo y el orgulloson parte de esos pecados.

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En Romanos 5 tenemos la verdad de que la sangre de Cristoha quitado mis pecados. En Romanos 6 aprendemos laverdad adicional de que en la muerte de Cristo Dios vio lamuerte de nuestro «viejo hombre». «Sabiendo esto, quenuestro viejo hombre fue crucificado juntamente con Él, paraque el cuerpo del pecado sea destruido, a fin de que nosirvamos más al pecado» (Romanos 6:6). Ahora, elmandamiento es: «Así también vosotros consideraos muertosal pecado, pero vivos para Dios en Cristo Jesús, Señornuestro» (Romanos 6:11). Antes de la muerte de Cristo,nunca se mandó a nadie que se considerase a sí mismo (esdecir, el viejo hombre) como muerto. Más bien, había sidopuesto bajo la ley hasta la venida de Cristo. «La ley ha sidonuestro ayo, para llevarnos a Cristo» (Gálatas 3:24). AhoraCristo ha muerto y resucitado. El creyente, identificado conCristo, puede decir que él también ha muerto al pecado, ycon ello el pecado ya no tiene más dominio sobre él. AhoraDios nos contempla no como pecadores caídos, sino comoaquellos que tenemos nueva vida en Cristo. Debemospermitir que la nueva vida y naturaleza caractericen nuestrocaminar cristiano, y debemos reconocer que hemos muerto alpecado.

El acto del bautismo nos expone esta nueva posición. Alpasar por el bautismo, el creyente confiesa su identificacióncon la muerte, sepultura y resurrección de Cristo. Ya no estáidentificado con un mundo pecaminoso que ha rechazado alSeñor Jesús, sino que forma parte ahora de la familia deDios. Ha muerto al pecado. Ya no ha de andar más en susantiguos caminos de pecado; ha de andar ahora «ennovedad de vida» (Romanos 6:5). El pecado en mí óminaturaleza vieja y pecaminosaó ya no tiene más derechossobre mí. «Si alguno está en Cristo, nueva criatura es; lascosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas» (2Corintios 5:17).

Este conflicto entre la naturalezas vieja y la nueva quedaexpuesto de una manera práctica en Romanos 7. Aquítenemos al hombre verdaderamente renacido y gozando deuna nueva vida, pero todavía no ha experimentado laliberación del pecado. Igual que en el caso de muchos denosotros, el hombre en Romanos 7 descubrió que en tantoque tenía una nueva vida y quería hacer lo bueno, no teníapoder para ello. ¿Cuántos de nosotros hemos queridosinceramente vivir la vida cristiana, pero encontrandoconstantemente que pecábamos a pesar de nosotrosmismos? ¿Cuántos de nosotros no hemos encontrado, enpalabras de Romanos 7:15, que «lo que hago, no lo

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entiendo; pues no hago lo que quiero, sino lo que aborrezco,eso hago»?

¿Cuál es la razón de que somos incapaces de conseguir lavictoria? Encontramos la respuesta en el versículo 18.Debemos llegar a la conclusión escrituraria de que «en mí,esto es, en mi carne, no mora el bien». Tantas veces estamosdispuestos a admitir que hemos pecado, pero no estamosdispuestos a admitir que no hay nada en nosotros que tengamérito alguno delante de Dios. No estamos dispuestos areconocer que no hay absolutamente nada en nosotros en lacarne que Dios pueda aceptar ótodo ha quedado arruinadopor el pecadoó. Más aún, debemos llegar a la tristeconclusión a la que llega el Apóstol en el versículo 24,cuando dice: «¡Miserable de mí!» No sólo es la viejanaturaleza incorregiblemente mala, sino que nuestracondición es increíblemente desgraciada. Es penosoreconocer esta realidad, pero es esencial, si queremos serliberados del pecado. Es sólo cuando esto se hace realidaden nuestras almas que dejamos de tener ninguna confianzaen nuestra vieja naturaleza de pecado y que nos volvemos aCristo. Por eso dice la última parte del versículo 24 y elversículo 25: «¿Quién me librará de este cuerpo de muerte?Gracias doy a Dios, por Jesucristo Señor nuestro.» Laliberación viene no mediante la ocupación con nuestro yo ytratando de mejorarnos a nosotros mismos, sino mirandofuera de nosotros mismos, a Cristo. Entonces encontramosliberación inmediata, porque estamos ocupados con lo queCristo es, y no con lo que nosotros somos.

A menudo retrocedemos horrorizados al darnos cuenta de loverdaderamente terrible que es nuestra naturalezapecaminosa. No queremos admitirlo, de modo quedefendemos nuestra vieja naturaleza de pecado, o laexcusamos, en lugar de admitir que es tan mala comoparece. El camino a la liberación es admitir plenamente loque Dios ya nos ha dicho en Su Palabra, que «Engañoso esel corazón más que todas las cosas, y perverso» (Jeremías17:9). Que nuestra naturaleza sea tan mala como Diosdeclara que es: Dios la ha condenado en la cruz, y en lamuerte de Cristo he muerto al pecado. «Dios, enviando a suHijo en semejanza de carne de pecado y a causa del pecado,condenó al pecado en la carne» (Romanos 8:3).

Romanos 8 nos presenta la bendita posición del creyenteque ha sido liberado del pecado. No sólo son lavados mispecados, sino que he sido liberado de la ley (o, del principio)del pecado y de la muerte. Ya no estoy ante Dios como unpecador arruinado, sino que estoy «en Cristo Jesús»

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(Romanos 8:1), no andando «conforme a la carne, sinoconforme al Espíritu» (Romanos 8:4). En lugar de tratar demejorar la naturaleza de pecado, sencillamente me aparto deella, reconociendo que ante Dios estoy «en Cristo» y quetengo una nueva vida en Él.

Hace años había más gente que quemaba leña y carbónpara calentar sus casas, y los deshollinadores eran muynumerosos. Como puede que sepáis, al quemar leña ycarbón, se acumula en las chimeneas una sustancia que sellama creosota, y si no se limpia de manera periódica,finalmente el resultado es que la chimenea se enciende.Esos deshollinadores pasaban por las casas con regularidady limpiaban chimeneas para ganarse la vida. A veces, laschimeneas eran lo suficientemente grandes como para quechicuelos y hombres entrasen en ellas para hacer la limpieza,y podemos imaginarnos cuánto se ensuciaban. Se quedabancubiertos de hollín de la cabeza a los pies. Veías a esoshombres ir de casa en casa, todos ennegrecidos, con susescobones y otros utensilios sobre el hombro.

Ahora, dejad que os haga una pregunta: «¿Cómo osensuciaríais más: abrazando un deshollinador, o luchandocon él a brazo partido?» Si reflexionáis un momento, estaréisde acuerdo en que no habría mucha diferencia: de unamanera o de la otra os ensuciaríais sin remedio.

Si comparamos el deshollinador con nuestra vieja naturalezapecaminosa, la aplicación se hace evidente. Al diablo no lepreocupa si abrazamos el pecado o si estamosconstantemente luchando con él, porque de una manera ode la otra quedamos contaminados. Lo que hemos de haceres apartarnos del deshollinador, mantenernos bien lejos deél. Esto es lo que nos dice la Palabra de Dios que debemoshacer cuando nuestra naturaleza pecaminosa intenta actuar:sencillamente, debo apartarme de ella, y dejar que el Espíritude Dios ponga a Cristo ante mí. Cada verdadero creyentetiene al Espíritu de Dios morando en él, y el Espíritu de Dioses el poder de la nueva vida. Volveremos a esto másadelante.

«Vive Cristo en mí»

Hemos visto que la verdadera posición cristiana es la de estarmuerto, sepultado y resucitado con Cristo. Por lo que atañeal pecado, Dios lo ha condenado en la cruz. En la muerte de

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Cristo, Dios vio la crucifixión de mi viejo hombre, y la cruz fueel fin de todo aquello que yo era como criatura pecaminosade la raza de Adán. Ahora tengo derecho a asumir estaposición en la práctica, y a considerarme como «muerto alpecado, pero vivo para Dios en Cristo Jesús, Señor nuestro»(Romanos 6:11). Con esta bendita verdad en mente,podemos pasar a ver la verdadera respuesta, la respuestaescrituraria, a la autoestima.

El título de esta sección procede de un versículo en Gálatas:«Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo,mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivoen la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a símismo por mí» (Gálatas 2:20).

La sabiduría de este mundo, como ya hemos visto, nos diceque debemos desarrollar nuestras buenas cualidades, yhacernos conscientes de nuestro potencial. Debemos darnoscuenta de que somos personas valiosas, y de que tenemosuna contribución que hacer. Se nos dice que debemos tenerfe en nosotros. Ya hemos comentado que hay un ciertomérito en llevarnos a reconocer aquellas capacidades quehemos recibido de Dios, pero si no se expone y trata demanera explícita el factor del pecado, esta enseñanza nuncaresolverá el problema de la autoestima.

La ocupación con nuestro propio yo siempre acabará o bienen orgullo o en abatimiento. Todo ha quedado manchado porel pecado, y o bien nos hincharemos por lo que somos, o nosdeprimiremos por lo que no somos. Es indudable que enalgunos casos esa enseñanza desarrollará en algunapersona una cualidad o capacidad, de modo que la gentedirá que funciona. Sin embargo, este enfoque nunca puedellevarnos más allá del ámbito de nosotros mismos. La basepara la autoestima es sumamente frágil y puede perdersecon suma facilidad. El que se ocupa de sí mismo nunca esverdaderamente feliz.

Lo que necesitamos es dejar que Gálatas 2:20 se apodere denuestras almas. Necesitamos ser conscientes de quésignifica ser «crucificados con Cristo». El «yo» aquí es lo queyo era antes de ser salvo, el «yo» que yo era como hijo deAdán, y como miembro de una raza pecaminosa y caída. Alposeer una nueva vida en Cristo, tengo derecho a decir queel viejo «yo» ya no es más lo que yo realmente soy. AnteDios, estoy «en Cristo», y debo dejar que la nueva vida queCristo me ha dado sea el «yo» desde ahora en adelante. Porcuanto ésta es realmente la vida en Cristo, puedo decir converdad que «vive Cristo en mí».

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Dios puso a prueba al hombre a lo largo del AntiguoTestamento, y toda esta prueba demostró sólo la total ruinadel hombre en su condición caída. Ahora Dios ha acabadocon el «primer hombre», y comienza de nuevo con SuHombre, el Señor Jesucristo. La maravillosa verdad es quecuando el primer hombre (Adán, y en último términonosotros) falló en todo lo que Dios le había encomendado,Dios presentó a Su Hombre, el Señor Jesucristo. Cristo fuefiel en cada una de las áreas en las que había fracasado elprimer hombre, y todos los propósitos de Dios seráncumplidos en un hombre, Su propio Hijo amado. Este es elsignificado del Salmo 8:4-5, que dice: «¿Qué es el hombre,para que tengas de él memoria, y el hijo del hombre, paraque lo visites? Le has hecho poco menor que los ángeles, ylo coronaste de gloria y de honra.» ¡Con una maravillosagracia, Dios ha querido asociarnos a ti y a mi con Él, y nos hadado nueva vida en Él! En lugar de esperar algo de parte delhombre, Dios está poniendo algo en él. ¡La respuesta deDios no es la autoestima, sino la «Cristo-estima»!

Leí una historia hace algo de tiempo, que creo que ilustramuy bien este extremo. Había una mujer joven que habíatenido una infancia y juventud muy dura. Algunos devosotros tendréis una experiencia de esto. Sus padres y otrosle habían dicho continuamente que no podía hacer nada aderechas; como resultado, tuvo problemas graves cuandollegó a las primeras etapas de la vida adulta. Para unobservador casual, todo parecía venirle de cara. Era atractiva,tenía buenas capacidades naturales y era una verdaderacristiana, pero sencillamente parecía no poderse quitar de lacabeza la idea de que no valía para nada. Acudió apsiquiatras y a toda especie de grupos de autoayuda, peroparecía que nada le servía. Finalmente acudió a un cristianoque estaba dispuesto a escuchar su historia y a tratar deayudarla. Le contó su situación, cómo parecía que nuncapodía hacer nada bien, y acabó diciendo: «Sencillamente,tengo constantemente la sensación de que no valgo nada.»

Después de escucharla atento durante largo rato, la miró y ledijo con voz suave y gentil: «Quizá es que no vale nada.» Élse estaba refiriendo, naturalmente, a su naturalezapecaminosa, no a las capacidades de que Dios la habíadotado. Podréis imaginaros su reacción. Lo miró de hito enhito con los ojos llameantes, y le dijo: «¡Nadie me ha habladonunca antes de esta manera! Mi psiquiatra me dice siempreque soy una persona valiosa, que debo creer en mí misma,que ...» Entonces él la interrumpió con esta pregunta: «¿Yha funcionado?» «¡No!,» le repuso ella, «¡pero no estoy

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dispuesta a desistir de mí misma, todavía!»

Debemos estar dispuestos a desistir de nosotros mismos encuanto a nuestra naturaleza pecaminosa, si ha de vivir Cristoen nosotros. Para ser salvos, tuvimos que llegar a desistir denosotros mismos, y tenemos que hacernos conscientes de laruina total del «viejo hombre» si vamos a caminar comocristianos en el camino derecho. En tanto que nos centremosen nosotros mismos, las cosas nunca estarán bien. Diosquiere que nuestra nueva vida en Cristo tenga una expresiónpráctica en nosotros.

Quizá digamos: «¡Oh, lo he intentado, pero no me ha valido.Sencillamente, parece que no me es posible!» Entoncessomos como el hombre de Romanos 7, que estabaintentando hacerlo con sus propias fuerzas. Siempre habráuna lucha, y siempre perderemos hasta que nos apropiemosde lo que Cristo ha hecho por nosotros en la cruz. Así comotuvimos fe de que la sangre de Cristo fue suficiente paraquitar nuestros pecados, así debemos tener fe de quenuestro «viejo hombre» fue crucificado con Cristo. En amboscasos, la fe cuenta con la estimación por parte de Dios de laobra acabada de Cristo. La fe cree aquello que, a la vista deDios, es un hecho ya consumado: que en la muerte de Cristoyo morí al pecado. Entonces tengo poder para actuar sobrela base de Romanos 6:9, y me considero como muerto en lapráctica. Entonces adopto la perspectiva que Dios tiene de mímismo, que el «yo» real es ahora el nuevo hombre, la nuevavida que poseo en Cristo.

Si tengo una nueva vida en Cristo, ¿es posible que yo puedafracasar en algo que Dios dé al nuevo «yo» para llevarlo acabo? No, porque todos los recursos de Dios están adisposición de quien esté andando por el camino de laobediencia, y dejando que la nueva vida de Cristo seexprese. Esto parece algo elemental, y sin embargo es algoasombroso. La nueva vida, que siempre actúa para agradar aDios, no puede fallar en nada de lo que haga.

Pero el reto de dejar que la nueva vida se exprese ennuestras vidas es probablemente la mayor dificultad con quese encuentra cada cristiano. Lo mismo que la joven a la quehe hecho referencia, no estamos dispuestos a desistir denosotros mismos y a reconocer que nuestra naturalezapecaminosa no puede hacer nada para agradar a Dios.Queremos ser más como Cristo. Hablamos acerca de ello,quizá cantamos acerca de ello, pero la realidad subyacentees que nos gustamos demasiado tal como somos. No esamor propio lo que necesitamos, porque esto sólo me llevará

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a ocuparme con lo que soy por naturaleza. El antídoto esestar ocupados con Cristo y gozar de Su amor en nuestroscorazones. Entonces mi ocupación será con lo que Él es y nocon lo que yo soy.

En la vida de Gedeón vemos un ejemplo de aprender aapartar la mirada de uno mismo para fijarla en el Señor. ElSeñor había liberado a los hijos de Israel en manos de losmadianitas debido a sus pecados. Cuando el ángel del Señoracudió a Gedeón y le dijo que el Señor iba a usarlo paraliberar a Israel, su respuesta fue: «Ah, Señor mío, ¿con quésalvaré yo a Israel? He aquí que mi familia es pobre enManasés, y yo el menor en la casa de mi padre» (Jue. 6:15).Pero estaba dispuesto a ser obediente, y el Señor le condujogentilmente. Cuando todavía no podía ser persuadido de iradelante, el Señor le respondió bondadosamente cuandopuso el vellón de prueba en dos ocasiones separadas.Luego, para mostrar que la misión debía llevarse a cabo enSu poder, el Señor redujo su ejército a sólo trescientoshombres. Finalmente, mandó a Gedeón que descendiera alcampamento de los madianitas, y allí al acecho oyó unaconversación dentro de una de las tiendas que le convencióde que el Señor iba a darle la victoria. Gedeón obtuvo lavictoria, pero de una manera que el Señor recibió toda lagloria. Gedeón no tenía nada de qué jactarse, porque eraevidentemente la mano del Señor. Con esto ilustró laEscritura: «Cuando soy débil, entonces soy fuerte» (2Corintios 12:10).

Después de la victoria, cuando los hombres de Efraínmostraron su enfado con él porque pensaban que no leshabía dado el puesto de honor, la actitud recta de Gedeón semanifestó en su respuesta a ellos. En lugar de exhibirorgullo, la gracia les dio crédito por lo que habían hecho,mientras que Gedeón adoptaba el puesto inferior. Los malossentimientos quedaron anulados porque Gedeón no queríafama para sí, y estaba dispuesto a dársela a otros. Más tarde,cuando los hombres de Israel quisieron que Gedeón fuerarey sobre ellos, rehusó, diciendo que era el Señor quiendebía reinar sobre ellos.

Contrastemos esto con Jefté unos años después, queevidentemente tenía un verdadero problema con su orgullo.Rehusó acaudillar al pueblo en batalla contra los hijos deAmón, a no ser que prometieran hacerle su jefe si los libraba.Luego, cuando los mismos hombres de Efraín volvieron amolestarse, Jefté les respondió con dureza, y siguió unaguerra civil en la que murieron cuarenta y dos mil. El mundodiría que tanto Jefté como los hombres de Efraín tenían una

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deficiente autoestima, pero la palabra correcta a usar aquí esorgullo.

«Oh,» dirás quizá, «pero es que si no tengo un cierto orgulloen mí mismo, no me preocuparía por mi apariencia, porcumplir bien en mi trabajo, por cuidar de mi casa, etc.» Midifunto suegro me contó una vez que de joven le habíahecho a su padre esta misma pregunta. La respuesta de supadre fue: «Hijo, si cada vez que sales de la puerta y vas a lacalle, cada vez que vas a trabajar, cada vez que te relacionascon otros en cualquier manera, te acuerdas de que eres unhijo de Dios, y que todo lo que haces y dices afecta a Aquel aquien perteneces, esto se cuidará de todas las cosas como tuapariencia, trabajo, etc., pero sin dejarte lugar alguno para elorgullo. Si recuerdas que has sido enviado al mundo paraagradar al Señor, harás todas estas cosas bien, pero con unObjeto fuera de ti mismo.»

Ocupación con Cristo

El verdadero cristianismo hace todo de Cristo, y nada del yo,y es en el yo donde está la esencia de cada problema en lavida cristiana. ¿Por qué hay (y lo digo avergonzado) tantasdivisiones en la actualidad entre los cristianos? ¿Por qué nose mantuvo la Iglesia unida como al principio? Se debe a queel hombre quería tener un puesto, en lugar de dejar queCristo lo fuera todo. Cada falsa enseñanza, sin excepciónalguna, da alguna gloria al hombre y resta de la gloria deCristo.

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La psicologización de la iglesia - WilliamMacDonald

Un testimonio - Michael Green

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La psiquiatría y la Biblia - Paul W. Leithart

Psicoherejía - El legado de Jung - Martin yDeidre Bobgan

Sir Karl Popper: Psicoanálisis yPseudociencia - Phillip E. Johnson

El concepto de la autoestima - crítica - DaveHunt

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