auerbach, erich. lenguaje literario y público en la baja latinidad y en la edad media (selección)

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ERICH AUERBACH LENGUAJE LITERARIO Y PUBLICO EN LA BAJA LATEVIDAD Y EN LA EDAD MEDLi V v BIBLIOTECA BREVE EDITORIAL SEEX BARRAL, S. A. BARCELONA, 1969 t

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Page 1: Auerbach, Erich. Lenguaje literario y público en la baja latinidad y en la Edad Media (selección)

ERICH AUERBACH

LENGUAJE LITERARIO Y PUBLICO

EN LA BAJA LATEVIDAD Y EN LA EDAD MEDLi

V

v

BIBLIOTECA BREVE

EDITORIAL SEEX BARRAL, S. A.

BARCELONA, 1969 t

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Titulo de k edici6n original:

Literatursprache und Puhtikum in der lateinischen Spatantike und im MittelaIter. Francke Verlag,

Beina, 19S8.

Traducci6n de LuU L6pez MoLina RevUi6n de Rafael M. BofiU

O de la edici6n original, FRANCKE VERLAG, 1957

<Q de los derechos en Iengua casteUana y de la traducci6n espanoIa

EDITOBJAL SEIX BARRAL, S. A.-BARCELONA, 1966

Dep6sito Legal: B. 39370-1969 Printed in Spain,

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NOTA PRELIMINAR

Hede dar las gracias a la Fundaci6n BoUingen,de NuevaYork, por el generoso apoyo prestado a mi tra-;! bajo, y a HenriPeyre por su amistosa solicitud, que lo ' hafacilitado mucho.

Las influencias y relaciones ideol6gicas quedan ya -referidas en la introducci6n. Quiero, sin embargo,dar

'' aqui las gracias a algunos colegas de la Universidad de Yaleaquienes ocasionalmente he pedido informaci6ny consejo en relaci6n con los temas tratados en el libro. Son Thomas G. Bergin, Sumner McK. Crosby, EricK; Dirikler (ahora en Bonn), E. Talbot Donaldson, G.Liri-cokiHendrickson, Helge Kokeritz, Bernard M. W,

"Knox, Robert S. Lopez, John C. Pope, F. Stephen Rec-.kert,Konstantin Reichardt, Henry B. Richardsony -ReM Wellek.

'- E. A."

New Haven, Conn., a fines de febrerQdel95J.

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fioso,- lleg6 sdlo raras veces a una expresi6n decidida. Muchas y diversas corrientes espirituales se unie-

ron a la conmoci6n interior y exterior de Europa para volver a despertar entre los romanistas alemanes, desde el principio de nuestro siglo, no s61o el historicismo, en primer lugar, sino tambien la conciencia'de l6 europeo. Entre eUos hubo eruditos que no seria posible encontrar en ninguna otra especialidad filol6gica ni en ningun btr6 pais (el propio Benedetto Croce esta estrechamente unido a la ciencia alemana del espiritu), y que, porla ampIitud de su horizonte, eran o son fil61ogos europeos.

"Pienso ante todo en Karl Vossler, Ernest Robert Cur-tius y Leo Spitzer. " Los fragmentos siguientes, y mis trabajos en gene-ral,han partido de los mismos supuestos. S61o que ellps muestran mucho mas claramente la conciencia de,la conmoci6n de Europa, pues ya desde muy pronto y d e nT6d"o"cada vez m&s apremiante percibi las posibilidades europeas de la filologia rom^nica no s61o como posibi­lidades, sino como una tarea cuyo cumplimiento s61o ahora, y precisamente todavia ahora, podi'a"ser inten-

-tado. Lacivilizaci6n europea esti cerca del limitede sujxistencia; su propia historia, reducida a si misma, parece"consumada; i u unidad parece preparadaya punto de sucumbir ante otra unidad que opera en un ja<iiq ni^s amplio. Me parecia y me parece Uegada la lpoca en que puede emprenderse el intento de com-prender esa unidad hist6rica teniendo presente su exis-tencia viva y su viva consciencia. Trabajar en esta di-: reccidn —al men"os para la expresi6n ljteraria, objetQ-de la filologia— fue desde siempre, y de modo cada

"vez masdecidido, mi intenci6n. Y, efectivamente, creo que para esta tarea, aparentemente demasiado extens&i ypor elloirrealizable de una manera seria, se puede';

" encontrar un metodo relativamente facil; este m^todo; consistiria en elegir, desarrollar y combinar cuesTBnes-.particulares, circunscritas con toda exactitud y suscep-tiblesde manipulaci6n, de modo tal que actuaran como; problemas-clave y abrieran el acceso al conjunto.Pero esto se explicard ya con mayor detalle. El conjunto de-beria formarse, entonces, de modo que obrase como,

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unidad dialectica, como un drama, o, segun dice Vico en cierta ocasi6n, al modo de un poema serio y pro-fundo.

Pero con el nombre de Vico he llegado ya a las in-tuiciones generales que estan en la base del metodp. Pronto conoci la concepci6n de Vico acerca dela filo-logia y del <<mundo de los pueblos>> como objeto de la misma; esta concepci6n ha completado y formadode uha manera especial aspectos de mi actividad proceden-^tes del historicismo aleman. Voy a enumerar y a cp-mentarlasideas de Vico tal como han obrado sobre mi, y-ello en libre conexi6n con las consecuencias que, para Lmiprop6sitoactual,hesacadodeellas. j^*^Empezare con la teoria viquiana del conocimiento fhist6rico. Naci6 de su polemica contra el metodo geor imetrico de Descartes, y se basa en la proposici6n seg*5T ^ieual s61o se puede conocer lo que uno mismoha crea-4 ^ L a historia de los hombres, o el amundo de los-pue--bfos)) (en oposici6n al mundo de la naturaleza,que ha creado Dios), ha sido creada por los hombres mismos; por lo tanto, los hombres pueden conocerla. Aun las mas alejadas y tempranas formas del pensamiento yde :laconducta del hombre deberian poderselocalizar-en las posibilidades (Vico dice moxMficazioni) de nuestro

; propio espiritu humano de modo que pudiesemos com-prenderlas. Con esta teoria, Vico quiso dar un funda-onento ontol6gico a su visi6n de los principiosdela _euItura y de las primeras formas de la sociedad y a los :6rigenes poetico-rituales del pensamiento y de laex-

^sresi6n humanosT[^ste es el prrmer intento met6dico de una teoria de^a comprensi6n^de lahistoriaj^y, ya queno laiegitimaci6n, si la dilucKtaci6n deuri estado decosas del que no podemos evadirnos, asabef: que

>-n^sotrdserrjuiGiamoslos sucesosh^t6ricos^^ talinterjjumanos (privados, comerciales, politicos) de una manera especial e inmediata segun nuestra expe-riencia interior, o sea intentando <(buscar sus principios

^dentro de la modificaci6n de nuestro propio espiritu humanoj*jEs verdad que desde la epoca de Vico se han desarroHado muchos m&odos cientificos mas rigurosos que observan y registran el comportamiento reciproco

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'' de los hombres; pero no han quebrantado ni reempla-zado la confianza practica en la capacidad espontanea de entender al otro a partir de la propia experiencia" (muchas veces, sus resultados han enriquecido mas esta capacidad). Los sucesos hist6ricos, como en general los sucesos que no pueden someterse a las especiales condi-ci6nes del experimento cientifico, nVpueden ser some-tidostampoco,^n su forma estricta^k los metodos pro-puestos. Asi, la investigaci6n de los sucesos hist6rieos ehsu sentido mas amplio (lo que en el presente contex-

-to se entiende por <(hist6rico>> sera discutido en segui-da) permanece como algo del entendimiento discursivo^ odel <<reencuentro>> en el espiritu del investigador. Es verdad que la investigaci6n hist6rica tiene una dimen-si6n exacta, que habria que caiificar mas de erudita que

. de cientifica, a saber: la tecnica de la localizaci6n, t rans- | misi6n, interpretaci6n elemental y comparaci6n detes-timonios. Pero alli donde intervienen elecci6n, inter-pfetaci6n de sentido, enjuiciamiento y ordenaci6n, leL"-actividad del historiador es mas comparable a un arte que a una ciencia moderna; se trata de un arte que>: trabaja con materiales eruditos. -"-- " -

Otro aspecto de la teoria viquiana del conocimiefito ^esla equiparaci6n de lo hist6rico con lo humanoyEl ^HfUndo de los pueblos, il mondo delle nazioni, abarca en el no sdlo la historia politica, sino tambien la historia delpensamiento, de la expresi6n (lenguaje, escritura y artes plasticas), de la religi6n, del derecho, de la eco-nomia, porque todas estas cosas proceden de las mismas" condiciones, o sea de la respectiva situaci6n de la socie- * dad humana, y, asi, o hay que entenderlas en dependen-cia mutua o no se las puede entender en absoluto; el examen de una de estas partes de la creaci6n humana en un estadio determinado de evoluci6n puede propor- . cionarla clave para todas las otras creaciones del mis-mo estadio. Pero Vico va mas lejos; para el hay una <(historia eterha ideal>> que transcurre en tres etapas evolutivas, un curso modelo que se repite ciclicamente. y que ha de ser entendido en el contexto. Para Vico, el objeto de comprensi6n mas importante, por^cuantoel mls dificilJ es la epoca inicial de esta evoluci6nJ Se ne-

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cesita el m&ximo esfuerzo, viene a decir, para volver a encontrar en las modificaciones de nuestro espiritu avanzado, ya demasiado lleno de raz6n evolucionada, las primitivas formas de la civilizaci6n, dominadas completamente por el instinto y la fantasia. Y con su representaci6n de la unidad de las culturas primitivas Vico expresa, de una manera incomparablemente gran-jiiosa, lo mismo que la critica moderna Uama estilo: la homogeneidad de todas las creaciones de cada epoca hist6rica. Se ha dicho recientemente que Vico signi-^rc6poco para la estetica, que fue m&s bien un fil6sofo de la historia o un soci61ogo; lo cual implica echarle en cara que no fundase unaestetica determinada sino unmundo del que esta formaparte. Su punto de partida es-la critica de las formas de expresi6n humanas, de las lenguas, mitos y formas poeticas (una nuova arte crt-i

;iic<x). Un pequefio paso lleva de la teoria del conocimientcr"

de Vico a su fundaci6n del historicismo. Escribi6 Su libro en una epoca no propicia a una apreciaci6n de la eyoluci6n hist6rica. Ya s61o a causa de las formas de vida dJYersas, incompatibles y a menudo evidenTeHren-teirracionales que la historia habia producido, muchos espiritus rectores fueron m^s alla de lo realizado his-. t6ricamente y le opusieron la verdadera, racional y pri-mitiya naturaleza del hombre, que habria que resta-

J^iecer. Frente a esto, Vico afirma con gran penetraci6nu que no hay mas naturaleza del hombre que su historia. Natura di cose, dice (Scienza Nuova, 147), altro non i che nascimento di. esse in certi punti e oon ceHeguise, le quali sempre che sono tali, indi tali e non altre nas-. con le cose. Con la primera parte de esta frase —la naturaleza de las cosas (humano-sociales) no es sino su nacimiento en epocas determinadas o bajo determina-dascircunstancias— queda fundado el relativismo o perspectivismo hist6rico; con la segunda —siempre que las epocas y las circunstancias son asi, las cosas resul-tan asiy no de btro modo—, la naturaleza convertida en historia se ve spmetida a una regularidad. En mu-

.chos pasajes de la <<Nueva Ciencia>>, natura no signifi-yca sino (<evolucidn hist6rica>> o grado de la misma; lo

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que lospueblos tienen decomun, su naturaIeza, no es sino eltranscurso regular de su historia; este transcur-

. soes su naturaIeza comun, la natura commwne delle nazioni, de la que trata la <<Nueva Ciencia>>.

"" El transcurso o la historia natural es, segun Vico, obra de la providencia divina. Aunque 6sta actua s61o con medios intrahist6ricos, su obra es perfecta; por lo tanto, cada una de las fases de la evoluci6n es necesaria, perfecta en si misma y buena. Vico tiene especial inte-r6s en mostrar lo sencillo y bien ordenado que resulta elplan de evoluci6n atribuido por el a la providencia; el conjunto de la historia es <<un estado plat6nico eter-no>>, a pesar del continuo cambio. Esta formaviquiana derelativismo hist6rico se refiere por lo tanto funda-mentalmente a los estadios hist6ricos que se suceden unbs a otros con arreglo a leyes determinadas y mucho menos a las variantes que la evoluci6n muestra en los diferentes pueblos; por eso la forma viquiana fue mu-chomenos apropiada para su aplicaci6n pr&ctica a la filologia que la de Herder y sus seguidores, que partia. del espiritu individual de los pueblos. Vicononiega las variantes dentro de la evoluci6n general, pero no les^ dedicasu interes; lo que le importa son las leyesge^" nerales que aparecen en la evoluci6n de los pueblos.-Son las fases de esta evoluci6n las que han de entender-se, cada una de acuerdo con sus supuestos, y las que>--cada una a su manera, son perfectas en cuanto expre-si6n temporal de la providencia eterna.

; Como quiera que sea, aqui precisamente, y juntq -con el conceptotiel estilo, ha nacido el historicismo;^ este es, me parece, el descubrimiento copernicanode

: las cienciasdel espiritu. De hecho, la influencia de este descubrimiento, desde que se hizo universalmenteacce-iSible a traves del Romanticismo, ha sido enorme. El" juicio dogmatico absoluto segun un esquema fijo que habia dominado incluso en el Neoclasicismo ^ d e uri. modo no incondicional, pero limitado s61o por el <<bueri gusto>>— fue destruido en sus cimientos. Elhorizonte se ampli6 poderosamente, y el estudio de culturas pri-mitivas y extranas, tal como se lleva a cabo desde co--mienzos del siglo xix, se basa en la concepci6n histori- -

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cista. En cuestiones est&icas, nuestro historicismo se ha hecho tan natural que apenas tenemos ya conscien-cia de 61. Nosotros gozamos del arte, la poesia y la mu-sica de los mas diversos pueblos y epocas con la misma disposici6n para comprender. Las culturas que Uama-mos primitivas y cuya comprensi6n tanto esfuerzo cos-tp a Vico (no eran ni comprensibles ni siquiera intere-santes para la mayoria de sus contemporaneos) tienen para nosotros desde hace mucho tiempo un atractivo especial. La diversidad de los pueblos ydelas epocas ya nQjMS.:asB^E17.ni''a'lbs erudit6s ycriticds nTtampcXsra. un sectpr .cada:y-ez^oi S'impUo>Jflel public6 gerieral.La comprensi6n perspectivista,termina tan pronto como ehtraen juego la politica^y, sin embargo, enloeste-tico practicamos nuestra adaptaci6n a diferentes cul­turas y epocas durante una visita a un museo, en un coricierto, a veces hasta en el cine, al hojear una revis-ta ilustrada, o incluso al mirar folletos de publicidad de las agencias de viajes. Esto es historicismo, cual en el Bourgeois gentilhomme de Moliere, la conversaci6n diaria de Monsieur Jourdain, para gran sorpresa suya,. resulta ser prosa. Pero la mayoria de nosotros tiene tan poca consciencia de su historicismo como la tenia Mon­sieur Jourdain de su prosa. Incluso vuelve a haber en losultimos decenios, criticos prestigiosqscuyas cat'e-gOriasdejuicio, descriptivas y muchas veces dbgttiati-ca^;jfeclamany.alidez absoluta. Naturalmente,yano se cbnsigue alcanzar la exactitud clara de muchos grandes criticos del prehistoricismoque dentro de su campo han formulado magistralmente que niveles y tipos de arte hay, a qu6 fines sirven y c6mo deben estar constituidos. Pero la tendencia a negar tacitamente o a rephazar.ex-presaMent_eel perspectivismo^ hist6rico est4-muy.dilun^ dida;estatendenciase relacio^a,sobretodo en la criti-ca literaria, con la aversi6n contra la filologia decimo-n6nica, considerada como la verdadera encarnaci6n del historicismo. Muchos creen que el historicismo condu-ceal.trabajo minucioso del anticuario, a la sobrevalo-raci6n de los motivos biogr3ficos, al desconocimiento dela obra de arte, al eclecticismo por falta de categorias de juicio, y que, al hacerlo, se olvida sin embargo, que,

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aun cuando el gran historicismo —viquiano, herderia-no-romantico o hegeliano— inspir6 laespecializaci6n filol6gica, no se identifica con ella. Si bien muchos inves-tigadores, en su afan de especializaci6n, al cual debe-mos mucho, olvidaron la meta de su trabajo, 6sa no es una objeci6n contra una actitud que, por desgracia, pre-cisamente ellos habian perdido. Es cierto que la caza de detalles biograficos y sobre todo el esfuerzo por int.er-pretar biograficamente en el sentido mas literal todas las manifestaciones poeticas resultan ingenuos y hasta ridiculos. Pero me parece que ya se ha polemizadoe ironizado bastante sobre esto. El hecho elemental de que la obra de un hombre sea algo que surge de suexis-tencia, y, asi, todo lo que se puede averiguar sobre su vida sirve para la interpretaci6n de la obra, no pierde j su valor aun cuando hombres sin suficiente experien-cia hayan sacado de ello conclusiones disparatadas. La; exigencia, muy frecuente ahora, que Ueva a conside- ' rar la obra independientemente de su autor s61o sejus-tifica.por el hecho de que a menudo la obra ofrece uh cuadro de su creador mejor integrado y mas realque. las informaciones, quiza casuales y enganosas, que po-seemos de su vida. Se necesitan experiencia propia, dis-creci6n y una amplitud de miras adquirida sobre la base de un conocimiento profundo del material para poder establecer una relaci6n correcta entre la vida y la obra, Pero, en todo caso, lo que comprendemos y amamos en': una obra es la existencia de un ser humano, es decir, una posibilidad que se da en nosotros mismos.

Ante todo, empero, no es cierto que el relativismo hist6rico lleve a"una eclectica incapacidad de juicio, ni que se necesiten m6dulos extrahist6ricos para juzgar. El que entienda el historicismo eclecticamente, nolo haentendido. La peculiaridad de cada epoca y decada obra, asi como el tipo de relaciones que guardan entre si,deben conquistarse deduciendo y profundizando, ta-rea infinita que cada uno, desde su perspectiva, debe tratar de resolver por si mismo, ya que el relatMsmo hist6rico es doble; se refiere tanto al que entiende como a aquello que se trata de entender; es un relativismo' radical. Pero no bay que temerlo, por eso: el ambito en

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que uno se mueve durante esa actividad es el mundo de los seres humanos, al cual tapibien pertenece el que trata de entender. Esto le permite considerar como rea-lizable su labor (pues todas las formas de lo humano deben poder encontrarse o dentro le modijicazioni della medesima nostra mente umana). Pero, al mismo tiempo, latarea le introduce tan profundamente en la humani-dad comun, en tales posibilidades de esta —que el quiza nunca habia observado o actuahzado en si mismo que no se puede hablar de una selecci6n de acuerdo con el gusto y el humor propios pero sin responsabilidad, o sea lo que se denomina comunmente eclecticismo. En estaactividad no se olvida c6mo enjuiciar: se aprende ahaeerlo. Se olvida enjuiciar de acuerdo con categorias extrahist6ricas y absolutas, y se deja de buscar tales categorias precisamente porque lo humano y poetico mas general —comun a las obras mas perfectas de cada epoca, y que, por lo tanto, tendria que proporcionar las referidas categorias del juicio— s61o se puede captaren-.sus formas hist6ricas particulares, pero en su generali-dad no es expresable con exactitud. Poco a poco se aprende a encontrar en las mismas formas hist6ricas las necesarias categorias ordenadoras, elasticas y siem-pre meramente provisionales. Y se comienza a apren-der lo que significan las diferentes manifestaciones en sus propias 6pocas, lo que significan dentro de los tres

,milenios de cuya vida literaria poseemos una visi6n, y, entercer lugar, acto seguido, lo que significan pa rami y para nosotros, aqui y ahora. Esto es suficiente para enjuiciar, o sea para asignar a las manifestaciones su lugar segun lascondiciones de su aparici6n; y es su­ficiente tambien para reflexionar sobre lo que las ma-.nifestaciones mds importantes tienen en comun. Pero estoyconvencido de que el resultado de esa reflexi6n no puede ser nunca abstracto y extrahist6rico, sino que s61o puede ser expresado como .un suceso dialectico-4ramatico, tal como- lo ha intentado Vico, en forma im-

. perfecta, es verdad, pero insustituible como modelo.

Por medio de esta forma dialectica ha podido Vico .daruna definici6n de lo poetico considerandolo como la forma de expresi6n predominante e incluso unica de

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las epocas primitivas. En estas, las fuerzas de la raz6n no parecen haber empezado todavia a desarroUarse, mientras que las de la fantasia debieron de ser ya enor-mes. Con esta concepci6n, revolucionaria en su epoca, Vico aparece como precursor de Herder y del movi-miento prerromantico-rousseauniano. Pero mientras que para estos la fantasia de las epocas primitivas re-sult.")ba vaga, apolitica y ajena a todo orden establecido, en Vico esta fantasia aparece, de acuerdo con el plan de la providencia, como politicamente constructiva.: Conduce, a traves de concepciones miticas de creaci6n propia y consideradas, sin embargo, como reales (fin-gunt sirrml creduntgue), al orden establecido y a la formaci6n de la sociedad. Aunque la actividad espiri-tual de los hombres en las primitivas epocas <<poeticas>> . se basa en pasiones, no conduce a sentimientos impre-cisos, sino a la formaci6n de mitos firmemente estable-cidos, a los que Uama Vico universali fantastici, concep­ciones universales nacidas de la fantasia; son, pues,sin-tesis con representaci6n concreta y formadpncorp6rea, como las que (en busca de proteccion contra el-caos y ._ orientadas segun f6rmulas rituales) emanan de la ima-ginaci6n. De ellas nacen las primeras institucioriesso-ciales dominadas por el ritual m&gico, que Vico consi-dera igualmente como poeticas. ^1 no desarroUa sus -ideas a partir de la oposici6n con la ret6rica rieocld-sica, como lo hicieron los posteriores, sino que, por el contrario, las desarroUa inmediatamente desde esta; Elmismo Vicoiue durante la mayor parte de su vida: profesor de ret6rica. En las figuras ret6ricas escolares ve restos del pensamiento sensual concreto que cree' aprehender las cosas mismas. Estos simbolos reales, que contienen al objeto mismo, habrian descendido en las epocas racionales y apoeticas a la categoria de meras f6rmulas decorativas. trltimamente, al intentar definir; lo poetico, se ha vuelto de nuevo a la terminologia de la ret6rica. Se han propuesto diferentes expresiones re-t6ricas, pero sobre todo la palabra metafora, para expre-sar aun lo inexpresable, lo propiamente poetico, que es al mismo tiempo concreto y de significado universal. Vico lo Uama universale fantastico. Pero incluso esto es

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s61o una f6rmula, si bien me parece, relativamente, tanto m&s comprensiva cuanto mas especifica y exacta.

Mediante su concepci6n, Vico iibera la teoria poetica de todos los criterios meramente tecnicos, referentes a la forma externa y dogmaticamente exigentes. Reco-noce en eUa una forma independiente de concepci6n y de autoorientaci6n del hombre, una forma que siguesus

.propias leyes. Es verdad que la poesia tiende siempre, especialmente en las epocas primitivas, a un lenguaje ritmico y de sonidos simb61icos; pero para el lo deci-sivonosonlos criterios externos, sino la intuici6n inme-diata, sin conducci6n met6dica por parte de la raz6n. Para Vico, pues, lo propiamente poeiico queda limitado cfla epoca primitiva; este prejuicio sobre la superiori-dadpoeticade <<los tiempos primitivos>> se haUa asimis-mo en Herder y sus sucesores. Como lo son muchos pre-juicios, este fue tambien muy fructifero. De el nacieron elSturm und Drang y el Romanticismo; de el naeieron Ia idea del espiritu del pueblo y el historicismo; y de el tambien se origin6, por primera vez con Vico, la idea del simbolo poetico o, lo que es practicamente lo mis-mo', la intuici6n motivada de la diferencia entre len­guaje poetico evocador y lenguaje racionalmente co-municativo. Pero, ciertamente, se trata de un prejui­cio. La dialectica entre imaginaci6n y raz6n noes una sucesi6n puramente temporal, una y otra no se exclu-yeri mutuamente; incluso sucede que cooperen, y que la. raz6n fecunde la fantasia. Por lo demas, Vico reconoce? que su divisi6n de las epocas no es incondicionalmente valida; las hueUas de estadios culturales pasados, dice, . se siguen conservando aun durante mucno tiempo en lasepocas posteriores <<al igual que los rios caudalosos penetran profundamente en el inar y por la fuerza de sucorriente conservan aun largamente su'agua dulce>>: Pero para el el racionalismo, ajeno a la poesia, es con mucho lo predominante en las epocas posteriores; y la poesia verdadera vive para el, como para los romdn-ticos, en los periodos primitivos de la cultura, a las que

.dai6s nombres de epoca divina y epoca heroica. "'

En la consideraci6n de estas epocas, sobre todo, se manifiesta claramente lo que, sin embargo, es vaLLdo

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para todas: la unidad del criterio de Vico. En los hom-bres de los tiempos primItivos, la totalidad de las ac-ciones y concepciones es po6tica: su metafisica, su 16gi-ca, su moral, su politica, etc., son poeticas. La ciencia que; mediante la interpretaci6n de documentos, inves-

. tiga lo considerado por eUos como verdadero, se llama filologia^ Con eUo, la filologia se amplia a lo que en Alemania se denomina Geistesgeschichte, historia espi-

^fItual; todas las materias hist6rico-humanisticas, inclu-yendo la historia del derecho y de la economia, forman parte de ella. Pero la idea viquiana de la filologia s61o se comprende en su verdadera fuerza si se utiliza su propia terminologia. Vico hace una comparacion entre la filologia y la filosofia. Aquella estudiaria lo que los pueblos en su correspondiente estadio cultural conside-ran como verdadero (aunque solamente sea considera­do como verdadero a causa de su limltado punto de vis-ta) y lo que, por tanto, esta en la base de sus acciones y de sus instituciones: a esto llama Vico lo certum, lo cierto o establecido; lo certum esta sujeto a la transfor-maci6n hist6rica. Pero la filosofia trataria de la verdad inmutable y absoluta, del verum. Ahora bien: en la obra de Vico, esta verdad no aparece nunca; al menos, no aparece nunca en la historia. Incluso la concepci6n racional humana, plenamente desarroUada, del tercer estadio hist6rico, figura en eLla s61o como una posibi-lidad; incluso esta tercera epoca es para Vico s61o un estadio, necesariamente sujeto a la decadencia y a l a recaida en la barbarie. Ese verum plat6nico, que en el curso de la historia s61o aparece realizado como uno de sus aspectos, no*esta contenido del todo en ninguno de los periodos hist6ricos. Lo esta s61o en el plan de la providencia o en la totalidad del curso de la historia, y s61o puede ser reconocido a traves de la comprensi6n de esta totalidad. Con eUo, la verdad que busca la filo­sofia queda sujeta a la filologia, la cual investiga los certe tag^p en su forma particular como en su relaci6n mutuaJLa conexi6n del curso total de la historia huma-na, l&%e<knmwie natura delle nazioni es el objeto del libro de Vico, el cual, segun la terminologia viquiana, puede ser tanto una filologia como una filosofia^Eh

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esta filologia filos6fica o filosofia filol6gica se trata s61o de nosotros, los hombres que vivimos sobre el planeta Tierra. @ *

tiista es la idea de la filologia que he aprendido en Vico, y esta idea concuerda, como se vera facilmente^ con la labor europeade que hablabamos al comienzo de esta introducci6n. Pero ic6mo se puede resolver en la pr&ctica esta laborsinteiica? Ya Vico no lo logr6 de-masiado. La parte propiamente tecnico-erudita de su obra, sus pruebas e intrepretaciones, son a menudo fal-sas y hasta absurdas. Esto no se debe s61o al estado de la investigaci6n en su epoca, sino tambien a su uni-lateraLidad y a su arbitrariedad inconsciente.. Poseido por su visi6n y escasq de material para probarla (le faltaba cuanto los etn61ogos, orientalistas y medie-valistas han descubierto desde entonces) interpretaba con frecuenciade manera forzada los documentos an^ tiguos que tenia a su disposici6n: mitos, origenes y sig-nificadbs de palabras, pasajes de poetas, historiadores y juristas. En ocasiones olvidaba o pasaba por alto lo que eruditos contempordnebs ya habian explorado me-jor. Para nosotros, interesados hoy concretamente por su eoncepci6n de k,estructura de la historia, esto care-ce de importancia3yk> importante es el metodo de induc-ci6ri a partir del^reStimonio individual, no los errores de aplicaci6n, ya que, de todos modos, una empresa s-imilar se edificaria ahora sobre materiales completa-mente diferentes. Por el contrario, admiramos la fuer-za dela idea que con tan escaso material pudo producir tal obra, y seguimos, participes de ella, la lucha que llev6 a cabo para dar forma a sus pensamientos; su energica voluntad de interpretaci6n, que adolecia de prejuicios y parcialmente de ceguera, le dio precisa-mente la fuerza necesaria para eUo. '

Desde que Vico escribi6 la Scienza Nuova se han hecho mayores las dificultades de una filologia hist6ri-co-sintetica que pretenda mostrar el destino espiritual de una entidad como Europa. El material se ha multi-plicado enormemente y sigue multiplicandose sin cesar. Centenares de temas y problemas —entonces parcial o totalmente desconocidos, y que, dentro de lo europeo,

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s61o constituyen aspectosparciales— han evolucionado hasta convertirse en ciencias especializadas que ya na-die domina por completo y cuya bibliografia s61o unos cuantosespecialistas pueden aun seguir. Y sin embar-go, la especializaci6n de materias es insatisfactoria y lo serci cada vez mas, porque todo guarda relaci6n entre si y porque'para enjuiciar lo particular es necesaria una conciencia viva del conjunto. Esto resulta eviden-te; pero ic6mo es posible alcanzar tal conciencia? Ade-mas, la cantidad aplastante de material no es la unica dificultad con la que se enfrenta el fil61ogo historicista que aspira a una sintesis. Tambien los modos de ver las cosas y los metodos de operar con eUas se han mul-tiplicado. fistos no proceden ya s61o de las disciplinas propiamente hist6rico-filol6gicas, sino tambi6n de otras como la sociologia y la psicologia, que deben conocerse, enjuiciarse y, en parte por lo menos, tomarse en consi-;deraci6n. El fil61ogo que no se satisface con la mera es--pecializaci6n vive en un caos de exigencias e impre-,siones a las cuales parece imposible satisfacer. Una vida humana no alcanza para llegar, mediante el acopio de conocimientos con pretensi6n de perfeccidn,"auna sin­tesis. Ahora, bien: es posible e incluso necesario for-marse un horizonte mediante una receptividad iniciada muypronto, llegar a establecer un juicio basado en la multiplicaci6n de las experiencias.. Pero esto s61o puede lograrse sin m6todo, de acuerdo con la inclinaci6n y la coyuntura; todo metodo conduciria a la fatiga o a' la especializaci6n, y erraria con ello su prop6sito. La receptividad amet6dica es, con certeza, una premisa ne­cesaria para la actividad sint&ica, aun cuando nunca seidentifique con esta. ^7. Si bien resulta imposible reunir lo particular en una sintesis, tal vez pueda llegarse a 4sta mediante un desa-rrollo que parta del hecho particular caracteristico. Es-tem6todo busca puntos de partida, problemas-clave en l6s que valga la pena especializarse; a partir de estos, se llega al conocimiento de las correlaciones, y, asi, la luz que de ellos irradia ilumina al mismo tiempo todo un panorama hist6rico. Conscientemente utilic4 por prime -ra vez este metodo cuando trabaj6 en 1930 sobre el

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clasicismo frances. Me pareci6 entonces que la clase social formada en el siglo xvii como publico de las obras literarias representaba algo nuevo y especial, algo de-terminante para el futuro y nitidamente difer:enciado del preterito. Escritos modernos sobre la constituci6n, la economia y la soeiedad de la epoca enriquecieron mis conocimientos, pero no me dieron un-instrumento para afrontar la cuesti6n, ya que no-ordenab'an el mate-rial como esta lo requeria. El instrumentjo deseado, el unico que permitia atacar el problema, surgi6 al llamar-me la atenci6n la expresi6n especifica la "cour et la ville, empleada por los contemporaneos para designar a la. clase social en cuesti6n. Mediante elacopio de pasajes quecontenian esta expresi6n u otras muy similares, y mediante la interpretaci6n de los mismos de acuerdo con sus respectivos contextos, riesult6 entonces facil determinar lo que significaba la cour et la ville y c6mo .habian evolucionado los dos grupos para, asi reunidos, dar vida a algo unitario. Tampoco fue dificil continuar observando c6mp el producto asi formado sigui6 evolu-cionando, y compararlo con otros productos y evolu-. ciones parecido.sen otros paises. Se habia encontrado un principio o punto de-,partida sencillo puramente filol6-gico, cuya eficacia trascendi6 ampliamente su objeto primitivo, (<el publicOifranees en el siglo xvn>>. ^ Posteriormente he voielto a emplear palabras y ex-presiones caracteristicas como punto de partida de in-vestigaciones hist6rico-sinteticas. Pero hay otras mu-chas posibilidades iniciales: gramaticales, ret6ricas, es-tilisticas, e incluso acontecimientos; todo lo que es ca-racteristico puede servirde punto de partida. S61o una condici6n debe tener este punto de partida*J^a_de^po^_ derse aplicar al objeto hist6rico en forma precisa y exac- ^ ta;y"no^s^o'anarogicam taY''ca'teg6r!as de orderiacion no son apropiadas para^ ello; tampoco, por lo tanto, lo romantico, ni lo barroco, ni algo como la ideadel destino, el mito, o el concepto de tiempo. Palabras asi pueden usarse a lo sumo, en' la exposici6n si por el contexto puede entreverse lo que se quiere decir; pero como puntos de partida resultan demasiado equivocas y no extraidas del objeto. El punto

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de partida no debe ser una categoria llevada por noso-tros al objeto y en la que este haya de ordenarse, sins un rasgo in_traMsjtQrjlCQ, comprobado en&yque, puesto de^eEeveydesarrollad6, "irumin'e'ei'ob]''eto misrno en su peculiaridad, asi com6otros objetos que en relaci6n CQn^l.se.hallan.3 .-.,..-..--.-..-.,.^_., _ ^ Uri punto de partida casi ideal es la interpretaci6n

, de pasajes de textos. Si se acepta el presupuesto viquia-node la unidad de las e>ocas, cada texto debe suminis-trar la perspectiva que haga posible la sintesis. Espe-'cialmente en Mimesis, he aplicado con frecuencia este metodo, que me liga al gjrapode--k>sJnterpret_e^iilol6-gicos del estilo, ante todoa Leo SpitzerJ)cuya actividad intluye^otablemente en TTtfa>desde'hace mucho tiem--po. Existe, sin embargo, una diferencia muy grande entre su aplicaci6n del metodo y la mia. En primer lur gar, naturalmente, porque no es facil que nadie pueda compararsele en finura de oido, sagacidad y dominio: universal del material, y menos aun quien ni siquiera es originariamente un lingiiista. Pero tambien la inten-ci6n resulta diferente.lSpitzer siempre se interesa en sus interpretaciones por una comprensi6nex_actadela7 forma lingiiistica en particular, de la obra o del poeta en particular. En concordancia perfecta con la tradif ci6n romdntica y con su ulterior formaci6n individuat-listico-impresionista, da especial importancia-aJa cap-taci6n exacta de las fprmasparticularesjCYcypor el contrario, hago hinca^^^n^^^^n6Tg^cosa'que mas adelante describire con mayor detalle. Mi intenci6nes siempre escribir historia; no me aproximo al texto cp-mo algo particular, m sin ideas previas; yo le dirijo una^pregunta, y esta.pr.egunta, noeltextp, ei"el puntq departida principal. En Mimesti,iai punto es la con-" cepei6nctesica de los trjsjy>eks-deL'estilo; el me dio la posibilidad de preguntar a todos los textos selecciona-dos que relaci6n guardaban con esa concepci6n. Pero esto equivale a preguntar que es lo que sus autores te-nian por elevado e importante, y de que medios se valieT ron para expresarlo. De esta manera_se_hizo visibler aunquede_mc^.muyJmperfectp^j^ tianismo en la g^nesis de la expresi6n literaria, e inclu^,

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so un aspecto del camino recorrido durante el desarro-llo espiritual de Europa desde la antigiiedad clasica. fistos son temas de primordial importancia para noso-tros, pero demasiado grandes y complejos para que pue-dan ser tratados como un todo; s61o pueden ser intuidos mediante su reducci6n a puntos de partida especiali-zados. Naturalmente, un punto de partida unico resul-tainsuficiente paraobjetos tan grandes; a lo sumo, puede servir de guia y tener una funci6n integradora. Cada parte del proceso plantea sus propios problemas patticulares y exige sus propios puntos de partida.

Lo general que hay en mi mente no son leyes o cate-gorias de ordenaci6n, Vico crey6 hatoer encontrado le­yes ; 6stas fueron y son muy fecundas, y la fecundidad, la influencia sobre otros, es lo maximo que este tipo de actividad espiritual puede alcanzar, Pero sus leyes no soncorrectas, resultan demasiado sencillas para_domi-nar la ^tah^d^^su_ce^.La^^^ venecesariamerite c6mo el la presenta, sino de una ma-nera mucho mas variable; las observaciones realizadas porel en la historia de los paises mediterraneos y de la Europa posterior no se pueden considerar como leyes generales. Su teoriadelps ciclos,su ideade..la.repeti-ci6n eterna"dM^i.s,mo^pEOceso, resulta ya muyimp.r_ch ba-b"le"'af ;ausa deia^niyelacipn progfesiva dela"civili-zaci6n ent6da"laTierfa;16s barbaros que deberian des-trui;runa cUltura_superior y e^treTrrad^^^te:rmMSiC y"d arcoTriie"nz6 aVn_ uevo"'"<iicIo'jEen3iFian que yer.5rde otro'planeta."No"es posiBle ahora entenderlahistoria denuestra"actual civilizaci6n, sea la historia de los tres tiltimos milenios, como un proceso regido por leyes. Es'to s61o podria serlo mucho mas tarde, desde otro punto de vista y con un contexto mas amplio; y enton-ces, probablemente, la particularidad de lo hist6rico, talcomo ha surgido para nosotros de estos tres mile­nios, habra perdido ya su importancia y hasta se habra borrado de la conciencia. En la actualidad s61o pueden clasificarse con arreglo a leyes, fen6menos parciales sus-ceptibles de ser sometidos al tratamiento de las ciencias naturales; en cuanto al conjunto, esto no es posible. El intentQ mas genial e influyente llevadq a cabo para

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aprehender en leyes la totalidad de la historia es> el materialismo dialectico, surgido de la situaci6n propia de un momento determinado, y con una validez cuyos limites se han hecho ya evidentes un siglo mas tarde. Existen otros intentos modernos de comprender la his­toria de acuerdo con determinados motivos extrahist6-ricos, morales y psicol6gicos. Estos intentos pueden re-sultarinteresantes cuando provienen de personas inte-ligentes y concretamente informadas; pero, de todps

' modos, son bastante arbitrarios. Se podrian encontrar muchos grupos similares de motivos, todos aplicabies. con un poco de buena voluntad, pero ninguno cpnclu-yente.

Creo que lo susceptible de ser descrito con valorger neral es la concepci6n de un desarrollo hist6rico; algo; corno un drama, que tampoco contiene ninguna teoria,-' sino una visi6n paradigmatica del destino humano. El' objeto, en su sentido mas amplio, es Europa; yotratq. de captarlo mediaiite la investigaci6n desde puntos ,de partida particulares. Lo que se puede lograr con ello; en el mejor de los casos, es una visi6n de las multiples felaciones de un suceso, del cual procedemos y en el cual participamos, una determinaci6n del lugar al que hemos ido a parar, y, a lo sumo, iina idea de las posibinV dades que nos esperan; y, siempre, una mas intima p.arv--. ticipaci6n ennosotros mismos y una actualizaci6ndelaV conciencia del <<nosotros aqui y ahora>>, con toda l a r i -queza y todas las limitaciones que ello implica. '

Pero ise puede aceptar eso como ciencia? Ellotie-ne poca importancia. S61o mi propia experiencia, y np unicamente la eientifica, por cierto, es la responsable del planteamiento de los problemas, de los puntos de partida, de la trayectoria del pensamiento y d e l a i n -tenci6n; y no se cuenta con otra aprobaci6n que.la :—por su propia naturaleza vacilante y nunca comple-ta^- de quienes por caminos diferentes han llegado aex-periencias parecidas que expliquen, completen y acaso fecunden las mias. Naturalmente, en la reproducci6n . de los testimonios, en su interpretaci6n linguistica, y al considerar la investigaci6n previa, se aspira a la exac-titud. Pero esta exactitud s61p se refiere al material.

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Los cuatrofragmentos aqui presentados pueden con-siderarse como complementos de Mimesis. Es verdad que Mimesis tiene una multitud de apreciables lagunas que tampoco aqui se rellenan, pero eso me parece menos importante que la gran laguna —y no s61o en cuanto al material— de la alta Edad Media. Entre el capitulo so­bre elsiglo v (<<La detenci6n del Petrus Valvomeres>>)A y- el capitulo sobre Roland s61o hay el analisis de un

.textodeGregqripde.To.urs._La epoca mas larga, aun-que la mas pbbre, pero tambien la mas necesitada de interpretaci6n, la del 600 al 1100, casi no esta.tratada.

,En Estambul no era poytfftiTrealizar un trabajo asi, aunque s61o fuese por la falta de una buena biblioteca

.sobrela Edad Media occidental. En Estados Unidos empec6, pues, tan pronto como me fue posible, a inves-tigar con mas exactitud sobre el tema, ya antes iniciado, del sermo humilis, de la forma cristiana de lo sublime, yaseguirlo hasta la alta Ed'ad Media. El punto de par-tida fue el pasaje de san Agustin, De doctrina chris-tiaft,a,IV, 18,etirfeJaci6n con un estudio semanticode la-.palabra-ftwraKs<De ahi surgieron los dos primeros capitulosde^estelibro.' El segundo, que llega hasta elsiglo x, no se limita estrictamente al tema del sermo humilis, ya que el estilo de la segunda mitad del primer

'milenio esta aun poco estudiado, y, por lo tanto, era precisa una investigaci6n algo mas general. El tercer trabajo, Camila, que parte de la comparaci6n de un.pa-

- sajede la Eneida con su refundici6n debida a un poeta frances del siglo xn, se plantea el problema de un modo esencialmente simiiar, en cuanto intenta exponer la de-sSparici6nderestilo elevado clasico y su renacimiento bajocircunstanciasdiferentes. Pero aqui se entra ya en lo que seguramente es el tema central de la investiga-ci<5h literaria sobre la alta Edad Media: el gran inter-yalpen el que no hay publico literario ni tampoco una lengualiteraria asequible a la generalidad. No es f&cil-

'1. Con una dlsposici6n aIgo dtferente aparecieron antes en Roma-7iische FOTSChungen, LXIV (1952), pp.. 304-364, y LXVI (1954), pp^ 1^4, El ap6ndice al capltulo prlmero, Gloria passionis, es una reelaboraci6n de las prlmeras pagtaas del ensayo Passio als Leidenschaft, en Publi-cation$ of the Modern Language Association, LVI (1941), p. 1179 ss.

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exponer como un suceso unico lo que ese gran intervalo significa, y c6mo fue superado. Hay que tener muy pre-sente la meta, e irse abriendo camino con cierta decisi6n a traves del cumulo de material y de la abundancia de modernos metodos y principios de investigaci6n.. Esto ha dado lugar al cuarto trabajo, cuyo titulo (<<E1 publico europeo y su lengua>>), deliberadamente parad6jico, acentua la unidad deJo europeo. Como punto de parti-da se han entrelazadoaqui tres investigaciones: la pri-mera, acerca del dectoj>> en Plinio y en Marcial, con la anecdota de T&ciftrque introduce elcapitulo; la segun-da, sobre la conservaci6n tardia y llenade.Jagxinas de los testimonios de la primera literatufapogu^tr'; la ter-cera, sobre las invocaciones-deDantealTector. Se han intentado tambien otros puntos-departida;que incluso han sido parcialmente aplicados; pero los tres que se mencionan han resultado ser los decisivos.

E1 caudal de lecturas que requiere una tarea seme-. jante es enorme y no se puede dominar del "todo. Sin embargo, espero no haber pasado completamente por alto ninguno de los descubrimientos.ymetodos impor-tantes en los diferentes campos tratados. Se cita rela-tivamente poco, y casi siempre con vistas a la acIara-ci6n o comprobaci6n m^s precisa de hechos particula-res; pero el libro, dificil de todos modos, y destinado a la lectura de conjunto y no a servir de obra de consulta, no debia perder por completo una forma que invitase a estalectura. No debe suponerse, por lo tanto, que des-conozco o no acepto cuanto no menciono. A varios li-" bros debo un estimulo mayor de lo que se expresa en las citas; debo, sobre todo, material y tambi6n el plan-teamiento de algunos problemas al formidable libro so­bre la Edad Media de Ernst Robert Curtius, aunque casi nunca coincido con el en mi juicio sobre lo mas im-portante; entre los romanistas deben tambien ser cita-dos aqui Ram6n Menendez Pidal, Alfredo Schiaffini y Reto R. Bezzola. '

A pesar de su intenci6n unitaria, el libro es un frag-mento o, mas bien, una serie de fragmentos.. Ni siquie-ra posee la unidad —laxa, aunque siempre aprecia-ble—. de Mimesis. No esta concluido, sino interrumpi-

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do; no ha Uegado a una verdadera integraci6n del tema. Muchos lectores, sin embargo, sabran percibir segura-mente la unidad. En un prefacio de san Agustin a las Quaestiones in Heptaemeron se encuentra la frase: non-nulla pars inventionis est nosse quid quaeras. Efepero que haya quedado suficientemente claro aquello por lo que se pregunta en la's paginas siguientes. Pero me hu-biera gustado captar de modo aun mas preciso la cone-xi6n del conjunto. En tanto no sea asi, el libro seguira todavia en busca de su objeto. Tal vez los lectores ayu-den a buscarlo, y tal vez alguno lo encuentre y exprese en forma mas clara y eficaz lo que aqui se quiere decir.

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I. SERMO HUMILIS

<t... una voce modesta, forse qual fu daU'an-gelo a Maria...>>

(Dante, Par., XIV, w . 35-36)

Un serm6n de san Agustin, el 256 en la edIci6n de los maurinos,* que casualmente sabemos cuando fue pronunciado,^ comienza del modo s iguiente:

Quoniam placuit Domino Deo nostro, ut hic constituti praesentia corporali etiam cum vestra Charitate illi cantare-mus AUeluia, quod Latine interpretatur: Laudate Dommum — Laudemus Dominum, fratres, vita et Ungua, corde et ore, vocibus et moribus. Sic enim sibi dici vult Deus AUeluia, ut non sit in laudante discordia. Concordent ergo prius in nobis ipsis lingua cum vita, os cum conscientia. Concordent, inquam,voces cum moribus: ne forte bonae voces testimo-riium dicant contra malos mores. O felix- AUeluia in coelo, ubi 'templum Dei Angek' sunt! Ibi enim concordia summa laudantium, ubi est exultatio secura cantantium: ubinuUa lex in membris repugnat legi mentis: ubi non est rixacupi-ditatis, in qua pericUtetur victoria charitatis. Hic ergo can-temus AUeluia adhuc soUiciti, ut iUic possimus aUquando can-tare securi. Quare hic soUiciti? Non vis ut sim soUicitus, quando lego: Numquid non tentatio est vita hominum super terram (Job 7,1)? Non vis ut sim soUicitus quando mihi adhuc dicitur: Vigilate et orate, ne intretis in tentationem (Marc. 14, 38)? Non vis ut sim soUicitus, ubi sic abundat tentatio, ut nobis ipsa praescribat oratio, quando dicimus: Dimitte nobis debita nostra, sicut et nos dimittimus debitoribus nostns? Quotidie petitores, quotidie debitores. Vis ut sim securus, ubi

1. Patrologia Latina 38, 1190. 2. En un oonoUio de obispos celebrado en Cartago el 5 d e m a y o

del afto 418. Cf. WHmart, en Revue BSn6dictlne 42, 1930, p. 142.

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quotidie peto indulgentiam pro peccatis, adiutorium pro peri-culis? Cum enim dixeropropter praeterlta peccata: Dimitte nobis debita nostra, sicut et nos dimittimus debitoribus nos-tris— continuo propter futura pericula addo et adUungo: Ne nos inferas in tentationem. Quomodo est autem populus in bono, quando mecum clamat: libera nos a malo? Et tamen, fratres, in isto adhuc malo cantemus AUeluia Deo bono, qui nos Uberata malo. Quid circum inspicis unde te Uberet, quan­do te liberat a malo? Noli longe ire, noli aciem mentis circum-quaque distendere. Ad te redi, te respice: tu es adhuc malus. Quando ergo Deus te ipsum liberat a te ipso, tunc te Uberat amalo. Apostolum audi, et ibi intellege, a quo malo sis libe-randus. Condelector, inquit, legi Dei secundum interiorem hgminem, video autem aliam legem in membris meis repug-nantem legi mentis et captivantem me in lege peccati quae est —ubi?— captivantem, inquit, me in lege peccati quae est in membris meis. Putavi quia captivavit te sub nescio quibus ign6tisbarbaris, putavl quia captivavit te sub nescio quibus

: gentibus alienis vel sub nescio quibus hominibus dominis. Quae est, inquit, in membris meis. Exclama igitur cum illo:

'Miser ego homo, quis me liberabit! Unde quis liberabit? Dic uhde. Aiius dicit, ab optione, alius de carcere, alius de barba-rum captivitate, alius de febre atque languore: Dic tu, apos-

" tole, non quo mittamur, aut quo ducamur, sed quid nobiscum portemus, quid nos ipsi simus, dic: De corpore mortis huius. De. corpore mortis huius? De corpore, inquit, mortis huius (Rom.7,22ss.).

Ya que ha placido al Senor y Dios nuestro que nosotros, aquf, corporalmente presentes y unidos con vosotros (con yuestro amor), le cantemos aleluya, que en latin significa .<<alabad al Seiior>>, alabemosle, hermanos, con vida y pala-bras, con coraz6n y garganta, con voces y costumbres. Pues asi quiere Dios que se le cante aleluya, sin que haya discordia en e lque alaba. Concuerden, pues, primero en nosotros mis-mos la lengua con la vida, la boca con la conciencia. Con­cuerden —digo— las voces con las costumbres; que las voces buenas no levanten testimonio contra las costumbresmalas. iFeliz aleluya en el cielo, donde los Sngeles son templo de Dios! Pues la suma concordia de los que alaban se da alli donde es seguro el jubilo de los que cantan, donde ninguna ley de los miembros se opone a la ley de la mente, donde no hay disputa del apetito que haga peligrar la victoria de la "caridad. Cantemos, pues, aqui aleluya aun inquietos, a fin de que podamos alguna vez cantarla alla" seguros. iY por que

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aqul inquietos? 4Acas0 no quleres que me inquiete cuando leo: Qu6 es sino tentaci6n la vida del hombre sobre la tierra7 4Acas0 no quieres que me inquiete cuando se me dice, ade-m3s: Velad y orad para que no caigdis en tentaci6n? 4Acas0 no quieres que me inquiete cuando la tentaci6n abunda tan-to que la oraci6n misma nos previene cuando decimos: Per-d6nanos nuestras deudas asi como nosotros perdanamos a nuestros deudores? Cada dia acreedores, cada dia deudores. iAcasd-quieres que me sienta seguro cuando cada dla pido indulgencia por los pecados y ayuda contra los peligros? Cuan-doa causa de los pecados pret6ritos digo perd6nanos nuestras deudas asi como nosotros perdonamos a nuestros deudores, siempre anado a causa de los peUgros futuros: No nosdejes caer en la tentaci6n. iC6mo puede, pues, el pueblo estar en el dominio del bien cuando exclama conmigo: libranos del mal? Y sin embargo, hermanos, aun en este mal cantemos aleluya a Dios bueno que nos Ubra del mal. iQue" cosa buscas alrededor de ti de la que fil te Ubre cuando te libra del mal? No vayas m&s lejos, no apliques en todas direcciones te saga-cidad de tu inteUgencia. Vuelve a ti mismo, mira dentro de ti mismo: tu eres aun el mal. Asi, pues, cuando Dios te Ubra de ti mismo, te Ubra del mal. Escucha al Ap6stol, y aprende de el de qu6 mal has de ser librado. Me deleito -^dice— en ki Ley de Dios segtin el hombre interior, pero siento otra ley en mis miembros que repugna a la ley de mi mente y me encadena a la ley del pecado, que estd... 4d6n-de...? me encadena —dice— a la ley del pecado, que estd en mis miembros. Yo pense' que te encadenaba bajo no s6 que" ba>baros desconocidos, bajo no s6 qu6 gentes extranjeras, bajo no s6 qu6 hombres que son senores. Que estd —dice^-en mis miembros. Exclama, pues, con 61: Desdichado de mi, iqui6n me lib%ard? ^De qu6 me Ubrari? Di de qu6. Uno dice del albedrio; otro, de la cSrcel; otro, de la cautividad de los bSrbaros; otro, de fiebre y enfermedad. Di tu, Ap6stol, n o a d6nde seremos enviados o a d6nde seremos arrastrados, sino qu6 cosa Uevaremos con nosotros que nosotros mismos somos, di: Del cuerpo de esta muerte. iDel cuerpo de esta muerte? Del cuerpo —dice— de esta muerte.

La traducci6n es casi Uteral y s61o ha de servir para seguir m&s f&ciLmente el texto latino.

Tra ta el texto del encadenamiento del hombre al pecado, a <<este cuerpo de.muerte>>. La continuaci6n del serm6n, que no hemos reproducido, afirma que el cuer­po de muerte , del que Pablo desea ser liberado, nos per-

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tenece, sin embargo: no podemos deshacernos de 61, ya que, cuando muramos, no lo dejaremos atras para siempre. Nos queda; volveremos a encontrarlo, pero no ya como cuerpo de muerte, sino como espiritual e imperecedero.

El modo de exponer, como puede verse en seguida, es ret6rico, hasta el punto de resultar susceptible de escenificaci6n; lease el texto despacio e intentese ima-ginarlo en forma de di&logo. Ya al principio, al Lav,daie Pominum, aducido s61o como traducci6n, responde -vigoroso y dramcttico— el Laudemus Dominum, se-guido del vocativo fratres y de los tres miembros vita ef lingua, corde et ore, vocibus et moribus, de identica construcci6n. En figuras sonoras entrecruzadas y anti-teticas' se asciende a la cumbre del jubilo angelical ^-donde exultatio secura cantantium va con concoraba summa laudantium, lex mentis se opone a lex m mem-&m(cita de san Pablo) y rixa cupiditatis a victoria cha-ritatis— y vuelve despues a descenderse al aleluya te-rreno en el que, frente al securi del cielo, aparece el motivo mundano del solliciti. A trav6s de una serie de preguntas, anaforas, isoc61ones y antitesis* se llega al objeto de la inquietud, al mal del que se ansia ser liberado. Preguntas y respuestas predominan ahora: iqa& buscas fuera de ti?, mira dentro de ti, tu mismo eres el mal. Pablo es convocado como testigo, se cita su texto, del que ya arriba habia un eco; pero ahora se ledramatiza, como en un juicio verbal, y una y otras veces se interrumpe con asombro lo que dice, mediante contrapreguntas dubitativas que reciben a su vez con-firmaci6n. ^De qu6tiene que ubrarnos? Di de que. Uno

>dice..., otro..., y otro aun... Di tu, Ap6stol... <<Del cuer-pode esta muerte>>. iDel cuerpo de esta muerte? Del

- cuerpo —<iice—- de esta muerte. Esta manera ret6rica de expresarse, en su conjunto

3. Laudate-laudemvA-Urudante-laadantium; corde^iscordia<oncordent-c<mcordent; voces cum moribus, bonae voces, malos mores.

4t. Anaforas: Non vis ut sim sollicitus (tres veces), segTiida de via ut sim securus; Quotidie; noli. Isoc61ones antit6tlcos, especialmente in-dulgentiam pro pecatis frente a adiutorium pro pericuUs. Tenemos des­pues el juego de sonidos con quomodo, quando, libera, bono, malo, in te, te, tu, que Uega hasta la palabra liberandus.

33 Lenguaje Uterarlo, 3

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y en cada una de sus formas en particular, procede de la tradici6n escolar clasica. No s61o las figuras sonoras, los miembros de construcci6n identica con frecuentes clausulas asonantes, las anaforas, preguntas y antite-sis, sino incluso los dialogos simulados son herencia de la escuela ret6rica. La predicaci6n cristiana se desarro-116 muy pronto segun el modelo de la diatriba, de la de-clamaci6n escolar filos6fico-moral, donde las opiniones de los demas se introducian en forma de dialogo simu-' lado con sus respuestas,' correspondientes de tal ma-nera que resultaba como una escena dramatica. Existen numerosos ejemplos, algunos incluso de la epoca cris­tiana primitiva; es caracteristico el inquit, que en nues-tro texto aparece varias veces, entre ellas en la ultima linea.*

En la epoca de san Agustin, o sea alrededor del afio 400, el modo de expresarse de la literatura cristia-' na primitiva —inculto o semiculto, y de penosa incp-rrecci6n para el oido clasico, tantoen griego como en latin— no era ya desde hacia mucho tiempo-el domi-nante. Tanto en Oriente como en Occidente se habia producido una fusi6n o adaptaci6n. La predicaci6n criSr tiana se servia de la tradici6n ret6rica que saturaba el mundo clasico, hablaba en las formas a que estaban acostumbrados los oyentes, ya que generalmente eseu-char una platica era ante todo recrearse en la sonorl-dad de las palabras, y ello incluso en el Africa punica, ddnde lds oyentes no hablaban en absoluto un latiru puro, lo cual no estorbaba en nada su goce ante los bellos vocablos. Los oyentes aplaudian y aclamaban las metaforas de los sermones que mas les gustaban; as'i ld atestiguan los oradores famosos, tanto en Oriente —por ejemplo, san Juan Cris6stomo—> como en Occidente —san Agustin. Nosotros sentimos las figuras ret6ricas

,5. WUamowltz, Philol. Untersuchungen IV (1881), 292; Norden, An-tlke Kunstprosa, 129 y especlataiente 556; P. Wendland, en Handbuch zum. Neuen Testament, primer tomo, 2.' y 3." partes, 2," y 3 ' ed., Tubtoga 1912, cap. V.

6. Incluso en la formulacl6n se encuentia un recuerdo llterarl6; S6neca escrlbe, Epist. 76, 4 : Quod sentimus loquamur, quod loquimur sentiamus; corwordet sermo cum vita.

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como artisticas, cultas y refinadas, y es verdad que lo son; pero no hay que olvidar tampoco que se basan en elgusto, muy comun, por la asonancia y el juego entre lassignificaciones, y que, por otra parte, lo que en una epoca determinada es un arte refinado puede haberse conyertido, algunas generaciones mas tarde, en la mas general de las convenciones.

Las figuras de nuestro texto proceden de la tradi-ci6n ret6rica escolar; pero la ret6rica actua en ellas con senciUez, esta totalmente al servicio d'e la insistencia pedag6gida, y la construcci6n de la frase con la que

. opera suena a veces casi coloquial. Se trata de uha ret6rica para la predicaci6n, practica y de uso corrien-te, que mezcla lo solemne y lo cotidiano, con una fina^ lidad docente y admonitoria. Los sonoros isoc61onesse graban en la mente; la exclamaci6n lirica O jelix Alle-luiain coelo, con sus ubi e ibi, es didactica e infantil-mente facil; y casi al lenguaje vulgar, pero en todb casoal estilo corriente, pertenece la pregunta ahaf6rica Non vis ut sim sollicitus ((<iacaso no quieres...7>> o <<ic6mo no quieres que me inquiete...?). Dejando aparte el pasaje dialogado y gesticulante que viene a continua-ci6n, la busqueda del mal primero, y despues el interro-gator'io de que se hace objeto al Ap6stol —con la triple repetici6n, entonada de distinta manera en cada caso,de la pregunta decisiva—, constituyen como una especie de teatropedag6gico donde escena y gesto no s61o dan aconocer el tema, sino que, por asi decirlo, preludian las mociones espirituales que este ha de desencadenar.

El tema de quese trata, empero, es una de las ense-iianzas del cristianismo mas dificiles y mas extranas tambien al pensamiento clasico: aunque conocemos y queremos el bien, hacemos el mal, porque estamos ven-didps al pecado, al cuerpo; la fuerza de nuestro recto conocimiento y de nuestra recta voluntad son impoten-tes; Hemos de Uberarnos de nosotros mismos, del cuer-;po de esta muerte; y, sin embargo, el cuerpo nos per­tenece, en la resurrecci6n estara de nuevo unido a no­sotros. Una paradoja tan dificil e insondable es pr'esen-.tada aqui, lo mismo que en otros muchos pasajes, como algo dado e indubitable, y precisamente, y ello de un

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modo inequivoco, en las formas de la ret6rica clasica.' Pero los oyentes eran tan asequibles a estas formas co-mo a estos contenidos; lo eran a la vez a unas y otros. Nos preguntamos, como lo han hecho muchos antes de nosotros, que modificaciones hubieron de sufrir las for­mas tfet6ricas tradicionales bajo el peso de tales conteni­dos, si se dejaron encajar con su configuraci6n cris-tiana en el sistema de la ret6rica clasica, que es, ade-mas, una gradaci6n de niveles estilisticos; nos pre­guntamos tambien, pues, c6mo el nivel que se da en nuestro texto encajaria en la escala estil6stica clasica.

Sobre este asunto se ha manifestado el mismo san Agustin. En el escrito De doctrina Christiana (IV, 12 ss.) habla del empleo de la ret6rica escolar en la predica-

i ci6n. La necesidad de emplearla le parecia obvia; seria insensato, viene a decir, abandonar las armas de la elo-cuencia a los represeritantes de la mentira, y alejarlas de los defensores de la verdad. En la concepci6n de los tres niveles tradicionales del estilo (sublime, medio y ba­jo) sigue a Cicer6n (especialmente Orator, 69 ss.). Con-sidera el estilo bajo —que, segun Cicer6n, debe ser sen-cillo, pero no descuidado o inculto— aplicable a la en-sefLanza y al comentario de la Escritura; el medio (iem-peratum), en el que encuentran su lugar adecuado las figuras ornamentales, a la alabanza y a la censura, a la admonici6n y a la disuasi6n; el solemne y elevado, que no excluye las figuras pero puede tambien pasar sin eUas, a la emoci6n arrebatadora, encaminada a mover a los hombres a la acci6n. Dice que las tres modalidades de estilo se habian usado ya de esta manera anterior-mente en la literatura cristiana. De los ejemplos toma-dos de las cartas de san Pablo y de los sermones de san Cipriano y san Ambrosio se desprende que juzgaba es-pecialmente bellos aquellos pasajes (pertenecientes al estilo medio) que juegan con pares de miembros cortos, de construcci6n identica y contrapuestos.' Los ejem-

7. No en todas partes con la misma maestria. En Occidente dtff-cllmente se encuentra otro orador como san Agustfn, y en Oriente s61o aIgunos. Acerca del estilo de la predlcacl6n agusttaiana, vease Edlth Schluchter, en Wiener Studien LII, 1934, 115 ss.

8. Cap. 20: ...illa pulchrlora sunt in quibus propria propriis tam-quam debita reddita decenter excurrunt. Y aUro despues, referido a

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plos del estilo bajo se dedican en su mayoria al comen-tario de pasajes biblicos; los del medio (dos de ellos tratan de la alabanza de la virginidad) son descriptivos y admonitorios, y los procedentes de san Cipriano y san Ambrosio tienen un ritmo suave y casi amable. Del estilo elevado se encuentran ejemplos que emplean tan-to figuras de dicci6n (granditer et ornate) como ejem­plos sencillos; el tono apasionado es comun a unos y otros. Hay que destacar, ademas, la recomendaci6n de usar, dentro de la misma pieza oratoria, los tres nive-les de estilo, o sea la variedad, cosa que, por' otra parte, podia tambien encontrarse en la tradici6n (por ejemplo en Quintiliano, XII, 10, 58 ss..).' En los capitulos XXII y XXIII se dan indicaciones acerca de la indole de esta variedad, y se previene en especial contra el uso repentino o excesivamente reiterado de lo sublime; a este respecto se aconseja usar a menudo el estilo bajo, bien donde se requiere una aclaraci6n, bien para realzar mejor, mediante contraste, los pasajes ornados o ele-vados.

De lo dicho habria que deducir que el texto que nos ocupa, segun criterio del propio san Agustin, pertenece en lo esencial al estilo medio, con adiciones del bajo y didactico. La riqueza en figuras ornamentales y sim6-tricas y el tono descriptivo y admonitorio (un poco liri-co tambien) del comienzo apuntan en la direcci6n del estilo medio; mas tarde se introduce el didactico, el adecuado a los fingidos dialogos de la diatriba, que seria mas bien de estilo bajo. Una vivacidad parecida, unida a formas dialogadas, se encuentra asimismo en los pa­sajes de la (<Epistola a los Galatas>> que san Agustin, al principio del capitulo 20, atribuye expresamente al es­tilo bajo.

Se puede seguir con facilidad el pensamiento de san Agustin si no se olvida que este quiere dar prescripcio-nes practicas para el uso de los niveles clasicos del esti-

Bom. 12, 16: Et quam pulchre ista omnia sic effusa bimembri circultu terTninantur! (a saber, non alta saplentes sed humllibus consentlentes).

9. Cicen5n, De optimo genere oratorum, al principio; Quintiliano, X, 2, 22, o XII, 10, 58 ss. Cf. tambiGn la eloquendi varietas en Plinio, Epist. VI, 33, ademas ibid. II, 5, III, 14, etcStera.

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lo, y que, al hacerlo, se atiene estrechamente a Cicer6n, sobre todo a la definici6n ciceroniana del sermo bajo, aplicada por entero a la oratoria politica o forense, pero las premisas de ambos son completamente distintas. Cuando Cicer6n dice (en un pasaje que cita san Agus­tm) Is igitur erit eloquens qui poterirparva submiss0, modica temperate, magna granditer dicere, concibe la gradaci6n tem&tica parva, modica, magna con un valor absoluto. Parva designa algo absolutamente bajo, como son los pormenores en asuntos de dinero y otros suce-sos corrientes cuya comprensi6n es necesaria en el con-texto de un discurso forense. Pero el orador cristiano noconoce gradaciones tematicas absolutas; s61o del co-rrespondiente contexto o de la correspondiente inten-ci6n (segun se proponga ensenar, advertir o jnvocar con apasionamiento) se desprende el grado del estilo que ha de emplear. El tema del orador cristiano es siempre la Revelaci6n, y esta no es nunca un tema medio o ba-jo. Cuando San Agustin enseiia que a veces hay que presentar los temas cristianos en estilo medio o bajo, este precepto se refiere unicamente al modo de la pre-sentaci6n, que ha de variar por motivos de comprensi-bilidad y de eficacia; las gradaciones tematicas paganas no tienen aqui vigencia alguna. Lo que la literatura pa-gana cl&sica ofrece en cuanto a temas sublimes y me-dios o amenos es acristiano y condenable; con extraiie-za y en tono de disculpa seriala san Agustin un pa­saje de san Cipriano eneste sentido idilico y tambi^n objetivamente <<medio>>. Pero donde con mas claridad se manifiesta en contra de las antiguas gradaciones tematicas es inmediatamente despuSs de la cita de Ci-cer6n que acabamos de mencionar, en el capitulo XVIII. Voy a reproducir aqui el pasaje, un poco abreviado.

Esta divisi6n tripartita, dice, es aplicable, del modo que lo hace Cicer6n, a los casos juridicos, pero no a los temas cristianos de que hemos de ocuparnos nosotros. Cicer6n llama <<pequefios>> aqueUos temas que tratan de asuntos de dinero, y <<grandes>> aquellos otros que versan acerca de la salvaci6n y de la vida de los hom-bres; lo <<medio>> ocupa una posici6n intermedia., Para nosotros, los cristianos, esto es inaplicable; para noso-

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tros, todos los temas son ^randes, en especial cuando hablamos al pueblo desde el pulpito, ya que se trata siempre de la salvaci6n de los hombres, y no s61o de la temporal, sino de la eterna, de tal manera que incluso la ganancia y la perdida de dinero cobran importancia, y ello ya se trate de poco dinero o de mucho; la justi-cia que hemos de defender, aun en pequeiios asuntos de dinero, no es, sin duda, pequena, ya que el Senor ha dicho: el que es fiel en lo poco tambien es fiel en lo mucho {Luc. 16, 10).. Lo pequefk> es pequefio; pero es grande ser fiel en lo pequefio. (Despues, san Agustin cita 1 Cor. 6, 1 ss., donde Pablo censura que miembros de la comunidad cristiana se hubiesen dirigido al tribu-nal de los paganos con motivo de litigios entre ellos.) iPor que se indigna el Ap6stol? 4P0r que interviene tan energicamente? iPor que" censura, insulta y amenaza de ese modo? iPor que la rienda suelta a su excitaci6n con un cambio de tono tan frecuente y tan aspero? iCual es, en ultimo termino, la raz6n de que hable en un estilo tan apasionadamente elevado acerca de temas tan insig-nificantes? ^Tan importantes son para el los asuntos te-rrenos? Oh, no. Lo hace por motivos de justicia, de amor al pr6jimo, de devoci6n; ningun hombre de juicio rec-to puede dudar de que estos sean grandes aun en las cosas mas pequenas... Dondequiera que hablamosde cosas que nos defienden de la eterna condenaci6n y nos conducen a la eterna bienaventuranza, siempre que se trata de esto —sea ante el pueblo o en conversacidn privada, ante uno o ante muchos, ante amigos o ante enemigos, en un discurso ininterrumpido o en una dis-cusi6n, en sermones o en libros— nos hallamos ante un gran tema. Un vaso de agua fresca es realmente algo insignificante y sin valor; pero iacaso el Sefior dice algo insignificante y sin valor cuando promete que el que da de beber al ultimo de sus criados un vaso de agua fresca no perdera su recompensa? (Cf. Mat. 10, 42.) El predicador que habla acerca de esto en la igle-sia, iha de pensar formas de expresi6n que lo hace sobre algo insignificante y que no ha de emplear medias ni grandes, sino bajas? ^Acaso en una ocasi6n en que hablabamos al pueblo de este tema y Dios estaba con

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nosotros, de tal modo que no lo haciamos con impropie-dad, no brot6 de esa agua fresca algo como una Uama, que, mediante la esperanza de una recompensa celestial, inflam6 los frios corazones de los hombres moviendolos a obras de misericordia?

S61o despues de esta puntualizaci6n, tratada asimis-mo en estilo elevado y Ueno de pasi6n, inicia san Agus­tin sus explicaciones acerca del punto hasta el cual puede, sin embargo, ser utilizada por el orador cristiano la doctrina de los tres niveles. La puntualizaci6n es de fundamental importancia: los temas cotidianos y bajos, asuntos de dinero o un vaso de agua fresca, pierden su inferioridad en el contexto cristiano, y se acomodan al estilo elevado; e, inversamente, segtin se desprende de ulteriores explicaciones de san Agustin, los m"as altos misterios de la fe han de ser presentados con las pala-bras del estilo bajo, fdciles y accesibles a la compren-si6n de todos. Esto representa una desviaci6n tan im-portante de la tradici6n ret6rica, y en general de la lite-raria, que puede significar casi la destrucci6n de su fundamento. La tradici6n estaba edificada sobre la idea de las distintas clases de poesia y de discurso, en la que los temas habian de corresponderse con las modalida-des expresivas segtin grados de dignidad; por lo tanto. era tambien esencial ordenar los temas segtin estos grados de dignidad. Lo que alli se concebia como tema de orden inferior es nrultiple y vacilante: lo bajo abar-caba la informaci6n objetiva. lo insignificante e imper-ceptible, lo privado, lo cotidiano, lo c6mico, lo frivola-mente er6tico, lo satirico, lo realista, lo obsceno; ade-mds de la sdtira, el mimo, el yambo, etc, se incluia tam-bi6n aqui la Mbula, por ejemplo, y, por otro lado, el discurso juridico acerca de intereses privados y econ6-micos; la delimitacidn con respecto a lo medio era muy imprecisa. En correspondencia con esta multiplicidad, el enfoque y la expresi6n en el estilo bajo aparecen muy variados, e incluso dentro de ellos se dan numerosos matices. Hemos mencionado antes la descripci6n cice-roniana en Orator, de la que parte san Agustin; para Cicer6n, se trata de una elegancia sobria pero depura-da, que parece Mcil pero que" s61o un maestro consigue;

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suestilo bajo es tan parecido al ideal atico de ex^ que casi se confunde con el (S7]X0uv, 7;0 4>ux<*T< P x embargo, segun el punto de vista mas corriente, enX expresi6n, lo mismo que en el tema, lo agudamente rea N lista y lo intensamente popular pertenecen tambien al estilo bajo." La gradaci6n de estilos salta especialmente a la vista en el teatro clasico, donde, en la comedia, aparecen personas y sucesos de la vida diaria en estilo bajo o en todo caso medio, mientras que en la tragedia aparecen figuras legendarias, prlncipes y h6roes en si-tuacidn ins61ita y con una gran dignidad de expresi6n linguistica. En todas partes es esencial la coincidencia entre tema y expresi6n. Es ridiculo y monstruoso (&a-korelia, tapeinosis, indeeorum) tratar temas grand<ps y elevados con palabras vulgares, bajas y realistas; tam­bien lo es tratar temas vulgares con expresi6n elevada: esta idea vuelve a encontrarse una y otra vez, en Ci-cer6n,-eri Horacio, en Quintiliano, en el autor de. Petl Hyr>s6uS,y, mas tarde, en los innumerables maestros de ret6rica que han copiado a los teorizadores clasicos. La doctrina sobrevive a traves de toda la Edad Media, y con el humanismo despierta a una nueva vida. Natu-raImente, los grandes oradores y criticos de las pos-trimerias de la 6poca cl&sica no eran mezquinos pedan-tes, sino que tenian la suficiente elasticidad de criterio para reconocer" a veces la eficacia de una expresi6n

10. E1 anaUsIs de las varIantes de estas ideas y de las distIntas opI-niones y corrientes dentro de la teorfa ret6rica claslca no es proplo de este lugar. Entre los trabajos reclentes habrfa que menclonar los de Chr. Jensen sobre HeraWeIdes de Pontos, en las Berliner Sitzunsgs-berichten 1936, 292 ss., y F . Wehrll, en Phyllobolia, miscelanen en ho-rnenaje de P. v. d. Muhll, 1946. — Para la concepci6n elegante del estilo bajo es caracterIstica la palabra subtilis, que se encuentra no s61o en Orator de Cicer6n, 100, slno tambign en un pasaje muy cltado de Por-firio acerca de Horaclo, Carm.. JV, 2, 27-28: Horaclo escrlbe en las odas, en c6ntraposicI6n a PIndaro, parva quidem et humilia, sed subtilia et dulcla. Para lo reallsta hay tambten un pasaje en PorfMo, acerca de Horaclo, Sat. I, 10, 6 > Para los estilos teatrales, los c&ebres pasaJes del Ars poetica, especialmente 89 ss. y 225 ss., que han tenido mucha influencia. En Plinio, Hist. nat. XXXV, 112, se encuentra un intere-sante pasaJe acerca de un pint6r realista, que dice: Piraeicus plctor,... humilia quidem secutus, humilitatis summam adeptus est gloriam. Tons-trinas sutrinasque pinxit et asellos et obsonia et quimilia, ob haec cog-nominatus rhyparographos (c<pintor de suciedadesn), in iis cortsummatae voluptatls, suippe eae pluHs veniere quam maximae multorum.

11. Por ejemplo, Perl hypsous XXXI, 1, y QuintlUano VIII, 3, 20 ss.

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energicamente realista, incluso dentro de lo elevado, y sabian seguir paso a paso, y a menudo admirarlo, el cambio de altitud dentro de un mismo estilo de conjun-to o de una misma obra; pero incluso esto se basaba en la idea de la gradaci6n de temas y de la correspon-dencia entre tema y expresi6n.

En san Agustin, no obstante, el principio de los tres niveles se funda unicamente en la intenci6n que se per-sigue en cada caso (docere, vituperare sive laudare, flectere, cap XIX). Tambien esto lo encontr6 de forma parecida en Cicer6n, a pesar de lo cual rechaza el prin­cipio de este que recomienda aplicar el primero a los temas bajos, el segundo a los medios, y el tercero a los elevados. Los temas de la literatura cristiana son, en su totalidad, grandes y elevados; los temas bajos que trata se vuelven, por este solo hecho, importantes. Sin embargo, la tripartici6n del instrumento expresivo tiene para el orador y el maestro cristianos un valor practico, ya que la doctrina no s61o es elevada sino tam­bien oscura y dificil; pero, destinada a todos, porque todos han de obrar y vivir de acuerdo con ella, hay que presentarla, segun sea necesario, en estilo bajo, medio o elevado. Trataremosde expresar con mayor precisi6n lo que esto quiere decir. Como punto de partida nos serviremos de una consideraci6n de indole semasiol6-gica.

Existe una palabra latina, humilis, que, gracias a los contenidos que en ella concurrian, posee una espe-cial capacidad iluminadora. Humilis se relaciona con humus, <<suelo de la tierra>>, y en sentido literal significa <<bajo, colocado^abajo, poco crecido>>. En sentido figu-rado, evoluciono en diferentes direcciones. De una for­ma muy general significa <<sin valor, insignificante, de escasa importancian, y ello tanto en sentido absoluto como en relaci6n con otras cosas dentro de una escala de valores. En el ambito de lo social y de lo politico de-signa, pues, el origen humilde, la escasa formaci6n, la pobreza, la falta de poder y esplendor; en el ambito de lo moral, la conducta o el comportamiento bajos e in-dignos, el servilismo en las palabras y en los gestos, la abyecci6n; tambi6n puede significar <<abatido, apocado,

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pusI16nime>>. Lo social y lo moral son, a veces, de des-linde dificil, por interferencias del destino triste y abru-mador, de la miseria y el miedo. Como en aleman, tal vocablo se emplea tambien para designar una vida o una muertemiserables; asimismo se encuentra a me-nudo por <<modesto, inelegante, de mala calidad, dete-riorado)>: una casa, un portal, un albergue, una prenda de vestir pueden ser calificados de este modo. Referido aprofesiones y actividades, tiene el sentido de <<subal-terno>>. Amiano (XVI, 5, 7), segun tradici6n aristotelica, parece designar poesia y ret6rica como humiliora mem-bra philosophiae. La ordenaci6n en niveles es de uso general; incluso el vicio y los delitos <<mas bajos>> se Uaman humiliora. Pero la palabra no siempre es usada ensentido peyorativo: la modestia, la prudente limi-taci6n, la obediencia, la sumisidn piadosa, figuran tam-bie>>uesde siempre en su ambito semantico; sin embar-go, en la literatura no cristiana lo peyorativo predomina ampliamente. La bajeza de la vida terrena en oposi-ci6n a la inmortalidad del otro mundo aparece frecuen-temente en Seneca."

Por estas gradaciones de significaci6n, humilis con-virti6se en una de las designaciones mas usuales del estilo bajo; sermo humilis. Habia, ademas otras mu-chas; por ejemplo, tenuis, atenuatus, subtilis, quotidia-nus, submisus, demissus, pedester, planus y a veces tambien communis abiectus, comicus, trivialis, vffis, sordidus. Sin embargo la mayoria de ellas tiene un sig-nificado especificp, de tal manera que ninguna resultaba tan apropiada como humilis para designar, con la maxi-ma generalizaci6n, el extenso ambito de ese estilo. Cice-r6n, Horacio, Propercio, Seneca, Quintiliano, los dos Plinios y todos los ret6ricos, comentaristas y gramdti-cos posteriores usan continuamente humilis, humiliter y humilitas en este sentido; la teoria cristiana y me-dieval lo acept6, y asi, como designaci6n de estilo, pas6 no s61o a las lenguas romanticas, sino incluso al ingles.

12. Por supuesto, tambten en autores ciistIanos, sl blen no muy a menudo, ni por mucho tiempo, ya que, como veremos, en el ambito de lo cristlano la evolucl6n semintica de la palabra discurri<5 por otios camlnos, — M1 exposlci6n de la hlstoria semantlca de humilis se basa en gian parte en los materlaleg del Thesaurns lingvae latinae.

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Por otro lado (y aqul aparece la combinaci6n de cuya capacidad iluminadora he hablado) humilis se con-virti6 en el calificativo mas importante para designar la Encarnaci6n; este uso prevaleci6 tanto que en toda la literatura cristiana de lengua latina ha expresado, por asi decirlo, la atm6sfera y la altitud de la vida y del su-frimiento de Cristo. La palabra <<altitud>> resulta desa-costumbrada en este contexto, pero no conozco ninguna otra que abarque a la vez lo etico, lo social, lo espiritual y lo estetico-estilistico; y de todo esto se trata aqui, como vamos a ver en seguida. Precisamente a traves de su irradiaci6n semantica multilateral, humilis alcan-z6 una posici6n predominante e iluminadora, como hu-milde, socialmente bajo, indocto, sencillo e incluso re-pulsivo esteticamente. Se nota en ello que la valoraci6n ha variado en todas partes, pero de un modo especial-mente inequivoco en el plano moral; lo peyorativo ha desaparecido, y lo positivo, infrecuente y sin fuerza en la literatura pagana, se hace dominante. Sin embargo, muchas de las relaciones anteriormente usuales siguen. siendo las mismas: junto a humilis aparecen, por ejem-pIo, abiectus y contemptus, asi como mitisj mansuetus; y, como contrarios, altus y sublimis, asi como superbus.

A prop6sito de esto, el pasaje mas importante de la Escritura es Fil. 2, 7-8: Semetipsum exinanivit formam servi accipiens, in similitudinem hominis factus, et ha-bitu inventus est homo. Humiliavit semetipsum factus obediens usque ad mortem, mortem autem crucis. Jun­to a esto hay que mencionar Hechos 8, 26 ss.., la conver-saci6n del eunuco etiope, con su referencia a la profecia mesianica, Is. 52 13-53, 12, y Mat.. 11, 29. Otros pasajes, muchos, no expresan exacta y directamente lo mismo; pero, cada uno a su manera, eran tambi6n apropiados para adaptarse a la concepci6n expuesta y contribuir a su perfeccionamiento. Hay que incluir aqui Mat. 11, 25; Mat.23, 12, y las correspondientes palabras de Lu-cas; Rom. 12, 16; 1 Cor. 1, 26-29; Fil. 3, 21; y muchos otros pasajes.

Pero el tema podia ser desarrollado en varias direc-ciones. La Encarnaci6n es, en su conjunto, rebajamien-to voluntario; su manera de llevarse a cabo -.—en el si-

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tio m&s bajo, la vida en la Tierra entre los pobres en sentido material y espiritual, la indole de la doctrina y de las prestaciones de servicios— desarroUa en particu-lar este rebajamiento; a ello se une, como remate, la indole vergonzosa y cruel de la Pasi6n. De ahi que se desarrollase, en lucha contra tendencias puramente es-piritualistas ya de sectas hereticas como de doctrinas pa-ganas, la insistencia en la corporeidad de Cristo, con lo cual se relacionaba estrechamente la doctrina de su re-surrecci6n y de la resurrecci6n general de los mortales. Pero la humildad de la Encarnaci6n en su conjunto s61o recibe su justo peso al contraponerla con la naturaleza divina, lo cual constituye la fundamental antitesis para-d6jica de la doctrina cristiana: hombre y Dios, bajo y elevado, humilis et sublimis; una y otra cosa son ini-rnAon'nables, de inconmensurable profundidad y altura: pefaltissima humilitas. Todo ello junto forma, para el prop6sito de esta investigaci6n, la linea de pensamiento primera y fundamental del motivo cristiano de lo hu­milis; este grupo de ideas se refiere directamente a Cristo mismo. Testimonios de ello se encuentran en gran numero, como todo el mundo sabe, en la literatura cristiana de todas las epocas; daremos aqui algunos ejemplos de san Agustin particularmente significativos acerca de ello.^

La corporeidad de Cristo sobre la Tierra y despu6s de la Resurrecci6n (verbum caro factum), que habia sido ya defendida muy energicamente, en especial por Ter-tuliano en su pol6mica contra Marci6n, pero tambien en otras ocasiones, se encuentra por todas partes en san Agustin como humilitas; los pasajes mas conocidos son quiza los de car&cter polemico dirigidos contra el pla-tonismo, como, por ejemplo, en De civ. Dei X, 29, donde en este sentido se contrapone la humiJ,itas de Cristo a la superbia de los plat6nicos, que desprecian el cuer-po: Christus humilis, vos superbi. El motivo es funda­mental para la concreci6n intrahist6rica que caracteri-

13. Para la antftesis humilis, sublimis (en iugar de sublimis puede encontrarse tamblen altus, exaltatus, excelsus), existe la variante dla-16ctlca de la elevacl6n en la cruz, para la cual voy a citar a san Agus­tin, In Evang. Joh. XL, 2 : lUa. exaltatio humiliatio fuil. La ldea se basa en Juan 12, 32.

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za la doctrina cristiana; aun hemos de volver sobre ello. E1 texto mas expresivo que conozco acerca de la humilitas passionis (aunque la palabra humilis no apa-rece en el) se encuentra en las Enarrationes in Psalmos de san Agustin, XCVI, 4: Ille qui stetit ante iudicem, ille qui alapas accepit, ille qui jlagellatus est, iUe qui consputus est, iUe qui spinis coronatus est, ille qui co-laphis, caesus est, ille qui in ligno suspensus est, ille qui pendenti in ligno insultatum est, ille qui incruce mor-tuus est, iUe qui lancea percusus est, ille qui sepultus est: ipse resurrexit. Saeviant quantum possunt regna; quid sunt jacturi Regi regnorum, Domino omn%um reg-norum, Creatori omnium saequlorum?

Aquel que compareci6 ante el juez, que fue golpeado en el rostro, que fue azotado, escupido y coronado de espinas, fue cubierto de golpes, que fue clavado en la cruz y aUl es-carnecido, que muri6 en la cruz, que fue atravesado por una lanza, que fue sepultado: aqu61 ha resucitado. Enfurezcanse cuanto quieran los poderes terrenos: ique pueden ellos con-tra el rey de los reinos, contra el sefior de todos- los reinos, contra el creador de todos los siglos?

El tema humilis-sublimis, con la humillacidn intra-hist6rica de la divinidad, no puede ser elaborado de una manera mas inequlvoca que esta."

A'esto se une un segundo grupo de ideas. Se refiere 6ste a la humilitas espiritual y social de aquellos a los que se dirige la doctrina y para los que esta es accesi-ble; los pasajes mas importantes de la Biblia son ahora Mat. 11, 25, Luc. 10, 21, Hechos 4, 13, Rom. 12, 16, 1 Cor. 1, 18-2l, Jac. 4, 6. A 6stos se unen numerosisimas aclaraciones de la literatura patristica, simplemente descriptivas en raras ocasiones, pero la mayoria de las veces, como ocurria ya con muchos de los pasajes bibli-cos, de tono polemico y dirigidas contra la sabiduria de este mundo, que menosprecia el legado de Cristo y de sus discipulos como inculto y bajo. Lease, por ejemplo,

14.. Cf. tamblSn, por ejemplo, HUario Comm. in Matth. XVIII, 7 (cap. XVIII, 3, PL 9, 1019): HumUUas passionis scandalum mundo est. In hoc enim maxime ignorantia detinetur humana, quod sub deformita-te crucis aeternae gloriae dominum nolit accipere.

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el principio del serm6n de Navidad 184 de san Agustin, o De civ. Dei XVIII, 49, o, de los otros sermones, los fragmentos XLIII, 6 u CXXXVII, 12. San Agustin dice que Dios no ha elegido a un orador o a un senador, sino a un pescador: non oratorem, non senatore<m, sed pis-catorem; designa a los ap6stoles como humiliter nati, inhonorati, illitterrati, o como imperitissimi et abiectis-simi; o a los elegidos por la Gracia como piscatores et publicani. Entre los testimonios mas antiguos mencio-nare a Arnobio, Adv. nationes I, 58, y de los contempo-raneos a algunos importantes pasajes de san Jer6nimo. En su comentario a la <<Epistola a los Galatas>> dice (III, 1, PL 26, 401 ss.): Quotusquisque nunc Aristote-

.Jem legit? Rusticanos vero et piscatores nostros toikis V/-&is loquitur, universus mundus sonat en la carta 53, ad Paulinum (4, CSEL vol. 54, 449), donde Pedro y Juan son llamados 6eoSi8axTot: Hoc doctus Plato nescivit, hoc Demosthenes eloquens ignoravit; y, tal vez con mas fuerza que en ningun otro sitio, en la carta 14, ad He-liodorum monachum, en el pasaje acerca del Juicio Fi-nal (CSEL 54, 61 s.): Veniet, Veniet illa dies... Tunc ad vocem. tubae pavebit terra cum populis; tu gaude-bis... Adducetur et cum suis stultus Plato discipulis; Aristotelis argumenta non proderunt. Tunc tu rusti-canus et pauper exultabis, et ridebis, et dices: ecce cru-

. cifixus deus meus, ecce iudex qui obvolutus paninis &i praesepio vagiit. Hic est ille operarii et quaestuariae filius, hic qui matri.s gestatus sinu hominem deus jugit in Aegyptum, hic vestitus coccino, hic sentibus corona-tus, hic magus daemonium habens, et Samarites. Cerne manus, Judaee, quas fixeras; cerne latus, Romane, quod foderas. Videte corpus, an idem sit...}* Tambien aqui es dominante la antitesis, y no s61o la de stultitia-sa-pientia, sino en general la de profundidad y altura, la via pietatis, ab humilitate ad superna surgens (De civ. I I , 7).

Pero el grupo de ideas mas importante para nosotros es el tercero. Se refiere a la humilitas del estilo de la Sagrada Escritura, y esta tan estrechamente unido al segundo que muchos de los pasajes que acaban de ser

15. Cf. el pasaje, muy parecldo en su estructura, del final de De spectacviU de TertuUano (cap. XXX).

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citados podrian tambien vincularsele. E1 motivo del sermo humilis de la Biblia alcanz6 pronto gran impor-tancia en la apologetica. La mayoria de los paganos cultos consider6 la literatura cristiana primitiva, en sus formas griegas y ante todo en sus formas latinas iniciales, como ridicula, confusa y repelente. No s61o el contenido les causaba el efecto de una superstici6n pue-ril y absurda, sino que tambien la forma constituia una ofensa para su gusto: la seleccion de palabras y la sinta-xis eran torpes, propias del descuidado lenguaje po-pular corriente, y, ademas, se haLlaban frecuentemente plagadas de hebraismos; muchas cosas resultaban fran-camente c6micas y grotescas. Pasajes aislados dv>-Lnne-gable fuerza arrebatadora causaban el efecto de una mezcla turbia, de una elaboraci6n fanatica y sectaria de car&cter semiculto. Contra eUo reaccion6se con burla, menosprecio y despectivo alejamiento. Se juzgaba in-comprensible e intolerable que en tales escritos pudie-sen ser tratados los problemas m&s profundos, que en eUos pudiesen contenerse la iluminaci6n y la salvaci6n de los hombres. En estas condiciones parecia normal que desde muy pronto (para hablar aqui s61o de los tex-tos latinos) los cristianos literariamente cultos corri-giesen las traducciones de los primeros autores latinos, inexpertos e incultos, y las adaptasen al lenguaje litera-rio, a fin de eliminar este obstaculo. Sin embargo, no sucedi6 asi. El estilo, altamente peculiar, creado por los primeros traductores latinos, no fue nunca reemplazado por un texto biblico de gusto clasico. Los textos de la Vetus Latma habian ganado ya muy pronto tal autori-dad entre las comunidades cristianas, correspondian, por lo visto, tan bien a las circunstancias sociales y es-pirituales de los primeros cristianos de lengua latina," que' se convirtieron en seguida en una tradici6n mode-ladora y firmemente enraizada, de tal modo que nunca hubiese podido prevalecer una concepci6n literaria cul-ta. La reelaboraci6n de san Jer6nimo no apareci6*hasta bastante tarde, alrededor del afio 400, no afect6 en la

16. Hasta medlados del siglo in, la lengua de los cristianos de Roma era la griega. Cf. sobre esto Th. Klauser en el t. I de la Miscellanea Glo-vanni Mercati.

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misma medida a todos los pasajes, y aUi donde discrep6 considerablemente del texto antes usual s61o con gran dificultad logr6 imponer entre las comunidades cristia-nas sus nuevas formas de expresi6n.. Sin embargo, el estilo biblico latino llevaba ya una larga vida cuando el empez6 a trabajar; y san Jer6nimo estaba ya demasiado imbuido tanto por este estilo como, en general, por la modalidad espiritual del cristianismo primitivo para querer o poder destruir la atm6sfera peculiar del latin biblico. Por importante que sea su actividad como tra-ductor, se mantiene en el marco de un estilo general creado ya anteriormente. Pardfrasis clasicas de pasajes biblicos se encuentran a veces en la antiguedad clasica tardia; Fulgentius Planciades (De aetatibus mundi, ed. Helm) parafrasea las palabras de Dios a Moises, fixodo 3, 7, del modo siguiente: Duros populi mei ex operatio-nis ergastulo gemitus intellexi. Y mucho mas cabria aducir todavia. Pero ello no surti6 efecto. Hasta los hu-manistas (Valla, Bembo, Erasmo) no se volvi6 a inten-tar algo parecido; Bembo escribe divinae mentis aura* en lugar de spiritus sanctus..

El corpus de la Sagrada Escritura permaneci6, pues, como un elemento extrano dentro de la literatura lat.i-na de tradici6n clasica en tanto esa tradici6n existi6 y en tanto hubo hombres que conservaban sensibilidad para su estilo. Frente a los detractores del lenguaje biblico, sus apologistas (lo vimos en san Agustin) han afirmado una y otras veces que las figuras de dicci6n se encontraban ya en la Sagrada Escritura, e incluso que todos los pueblos han recibido su elocuencia, como en general todo cuanto poseen de autentica sabiduria, del Antiguo Testamento, mucho mas antiguo que las culturas paganas." Sin embargo, para cuestiones de es­tilo este argumento no es muy eficaz. El que dicha elo-

17, Para el lenguaJe de la Blblia, v^ase WUhelm Siiss, Das Problem der lateinischen Bibelsprache Histor. Vierteljahrsschrift XXVII, 1932, 1 ss, (tomo de alH ml 'cita de Bembo); del mismo autor, Studien zur lateinlschen Blbel I, en Acta et Commentationes Universitas Tartuensis t, XXIX, 4, 1933. Ambos trabajos dan bibllograffa mas antlgua. Para el latIn patrSstlco steuen slendo muy mteresantes los capitulos correspon-dlentes de Antllcer Kunstprosa, de Norden.

18, Cf. sobre ello E. R. Curtius, Europ. Literatur urui tot. MitteMter, 48^9, pasaJe sobre Casiodoro El pasaje piincipal en Casiodoro esta en

49 Lenguaje Uterarlo, 4

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cuencia en realidad, pudiese referirse al primitivo texto hebreo nada significa; en Occidente, la mayoria de los padres de la Iglesia, excluido, naturalmente, san Jer6-nimo, tenian escasa conciencia filol6gica, y muy a me-nudo, por no decir siempre, trataban el texto latino como si fuera simplemente la Sagrada Escritura. No obstante, era muy dificil, y hasta imposible, acredltar en el cultura ret6rica clasica. Casiodoro, quizas el re-presentante occidental mas consecuente de la idea que ve en la Biblia el origen de toda elocuencia (y de toda sabiduria), admite, sin embargo, la distinci6n entre elocuencia mundana y biblica; los tropos y las figuras, dice, se encuentran en los Salmos in virtute se7oi,^um, no por effatione verborum.** En todo caso, ningun apolo-logista de la baja latinidad propiamente dicha pone en duda que el latin de la Biblia caiga fuera de la tradici6n estilistica clasica. Hasta que no se perdi6 la capacidad de sentir esta tradici6n, alrededor del afio 700, no pudo ser ensalzada la Biblia, por Aldhelm y Beda, como mo-delo de estilo.

La verdadera y persistente posici6n defensiva de los escritores cristianos de la baja latinidad era completa-mente distinta: reconocian la <<bajeza>> del estilo bfbli-co, y hacian ver en eUa una nueva y mas profunda su-blimidad. Esta posici6n dialectica, que dejaba a un lado el problema de la traducci6n, tuvo exito porque conte-nia una verdad; sinificaba tanto ataque como defensa, conserv6se viva —a traves de toda la Edad Media— hasta la epoca moderna, y se convirti6 en un motivo im-portante en la formaci6n del posterior concepto de estilo y de altitud estilistica en Europa. Los testimonios se dan ya muy pronto; implicitamente, la cosa esta ya en varios de los pasajes del Nuevo Testamento citados arri-

ln Psalterium, prefaclo al cap. XV, PL 70, 19-20. Cf. tambi6n Curtius 445 (donde el pasaje acerca de Pedro y Juan, en la caita de san Jer6nlmo a PauUno, no reproduce del todo tono y contexto, por cuanto san Jer6nlmo contiapone alll con gran agudeza la ciencla mundana a la inspirada espl-ritualmente). La idea, seguramente judaico-alejandrina en pilnclplo, de la todependencia de la sabidurfa mundana, en especlal de 'la gilega, respecto de la judIa, mucho mSs antlgua, se encuentra con caracter general en Occidente, y con especial frecuencia en san Ambrosio. Cf. PL 15, 1155, y allS la nota 15b — Acerca de Aldhelm y Beda, v^ase Curtius, 53-55.

19 Im Psalterium pracfatio, cap XV.

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ba, por ejemplo en 1 Cor. 1, 18-2.1. No hay que enume-rar aqui los testimonios griegos de primera hora, entre eUos el de Orlgenes contra Celso.*" Los latinos se en-cuentran por todas partes en la baja latinidad, hasta llegar a san Isidoro de Sevilla {Sent. III, 13). El testigo latino mas importante es san Agustin, por haber expe-rimentado el mismo la peripecia dial6ctica; antes de su conversi6n, lleg6 a pertenecer al grupo de refinados que no podian reprimir su repugnancia ante el estilo de la Biblia. En las Conjesiones (III, 5) describe c6mo, sien-do un muchacho, encendido de apasionado anhelo de sa-biduria a traves de la lectura del Hortensius de Cicer6n, empez6 primero a leer la Sagrada Escritura, pero sin que se le descubriese todavia su esencia. La Escritura era res incessu humilis, $uccessu excelsa et velata mys* teriis, pero esto no lo. vio entonces todavia; sed visa mihi est indigna quam Tullianae dignitate compararem. Tu-mor enim meus refugiebat modum eius, et acies me>a non penetrabat interiora eius. Verum tamen illa erat quae cresceret cum parvulis. Sed ego dedignabar esse parvulus... Mucho mas tarde, despu6s de un largo y fatigoso rodeo, en Milan, bajo la influencia de san Am-brosio, empieza a comprender y formula ahora {ibid. 6, 5) la autoridad de la Escritura del modo siguiente: eoque mihi illa venerabilior et sacrosancta fide dignior apparebat autoritas, quo et omnibus ad legendum esset in promptu, et secreti sui dignitatem in intellectu pro-fundiore servaret; verbis apertissimis et humillimo ge-nere loquendi se cunctis praebens, et exercens intentio-nem illorum qui non sunt leves corde; ut exciperet omnes popukm, sinu, et per angusta foramina paucos ad te traiiceret; multo tamen plures, quam si non tanto apice autoritatis emineret, nec turbas gremio sanctae humilitatis hauriret.

Su autoridad me pareci6 tanto mSs venerable y digna de sacrosanta fe cuanto que lo mismo era acceslble a todos para su lectura como conservaba la dignidad de su secreto en un sentido mSs profundo (a ella inherente), ofreciendose a todos con las palabras m3s LIanas y humildes, y poniendo sin em-

20. Cf. SUss, en Hist. Vjschrift. 27, p. 5.

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bargo a prueba la inteligencia de quienes no son de coraz6n ligero, para acoger a todos en su seno y (sin embargo) s61o dejar entrar hasta Ti (Dios), a trav6s de angostos accesos, a unos pocos, mucho m6s numerosos, empero, que si no so-bresaliese con tan alta autoridad y no absorbiese a las masas en el seno de la santa bajeza (humildad).

Las mismas ideas, con numerosas variantes, vuelven a encontrarse una y otras vec^" en sus escritos. Por ejemplo, en el capftulo primerodel primer libro De Trinitate: Sacra Scriptura parvulis congruens nullius generi$ rerum verba vitavit, ex quibus quasi gradatim ad divina aique sublimia noster intellectus vehht nutri-tus assurgeret; tambien en varios pasajes de De doctri-na christiana, como, por ejemplo, II, 42; o dispersas en los sermones y comentarjos. Donde las encuentro ex-presadas de un modo m&s completo es en una carta a Volusianus {Epist. class. III, 137, 18): Modus autem ipse dicendi quo sancta Scriptura contexitur quam omr nibus accessibilis quarrwis paucissimis penetrabilis! Ea quae aperta continet quasi amicus familiaris, sine fuco ad cor loqu%tur indoctorum atque doctorum; ea vero quae in mysteriis occultat nec ipsa eloquio superbo eri-git, quo non audeat accedere mens tardiuscula quasi pauper ad divitem, sed invitat omnes humili sermone, quos non solum mannifesta pascat, sed etiam secreta exerceat veritate, hoc in promptis quod in reconditis habens.

jCu5n accesible es a todos el estilo con que esta" hecha la Biblia, aunque s6lo sea penetrable para muy pocos! Lo que contiene de f5cilmente comprensible lo dice como un amigo de confianza, sin adomos, lo mismo al coraz6n de los doctos que al de los indoctos; pero incluso lo que contiene de mis-terioso no lo hace inaccesible mediante un estilo elevado y orgulloso —de tal manera que un esplritu tardo e indocto no se atreva a acercarse, como no se atreve el pobre a acercarse al rico—, sino que, con su estilo sencillo (humilde) invita a todos, no s61o a fin de aUmentarlos con su verdad fdcilmente comprensible, sino tambi6n para formarlos con su verdad oculta (exercere quiere decir aqul a la vez <<formar>>, *aguzar el ingenio>> y (<poner a prueba>>); su contenido es el mismo en las partes manifiestas que en las rec6nditas.

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En De doctrina IV, 6 dice que para el ha llegado a ser evidente que los escritores cristianos inspirados por la Providencia con miras a nuestra salvaci6n no habrian podido escribir de otro modo que como lo hicieron. Es verdad que el podria especificar en ellos todas las figu-ras y todos los adornos de la elocuencia pagana si se tomase el tiempo necesario; pero estos autores cristia­nos no le sedujeron por lo que tenian en comun con los oradores y poetas del paganismo, sino por la forma en que se servian de la elocuencia habitual para otra pe-culiar suya, per alteram quandam eloquentiam suam.*

Intento ahora resumir el contenido de estos testimo-nios. Se reconoce el estilo <<bajo>> de la Escritura, la ma-yoria de las veces con la palabra humilis,** que expresa tambien, naturalmente, humildad. La intenci6n y el caracter de esta humildad o bajeza del estilo son la com-prensibilidad*general; la Sagrada Escritura ha de ser accesible a las personas mas infimas, que han de sen-tirse impresionadas y atraidas por ella, y hasta c6modas en ella. Pero el contenido de la Escritura no es siempre facil; la Escritura contiene misterios, en ella se oculta un sentido profundo, y en ella muchas cosas aparecen oscuras. Sin embargo, ni aun esto es presentado en un estilo culto y <<orgulloso>>, que intimide y acobarde al oyente sencillo, y cualquiera que no tenga coraz6n lige-

i ro (por lo tanto, no alt'ivo ni superficial) puede penetrar tambien en su sentido profundo; la Escritura <<crece con los nifios>>, y los nifios, pues, crecen en su comprensi6n. No obstante, son s61o pocos los que penetran en ella; y para esto no se exige erudici6n, sino autentica humil­dad (San Agustin, De doctr. II, 41-42), que se corres-ponde con la humildad del estilo. Lo profundo y lo ocul­ta no son sino lo que se dice tambi6n de forma abierta, sencilla y clara, pero alumbrando estratos mas profun-dos de la comprensi6n, de tal modo que el oyente o el

21, Cf. Casiodoro Inst.. (Mynors) I, XV, 7: maneat ubique incorrupta U>cutio quae Deo placuisse cognoscitur, ita fulgore suo niteat, non hu-mano deside7i0 carpiertda subiaceat.

22. AdemSs de ^sta aparecen tambi2n Tusticus, communis, simplex, vilis. Cf. por ejemplo el comentario de san Jer6nimo a la <<Epfstola a los GalatasB, PL 26, 401, o su carta a Paullno (53, 9); de Caslodoro, el pasaje de las tostituciones menclonado arriba, I, XV, 7, e In Psalt. praef. XV; v6ase por ultlmo san Isldoro, Sent, III, 13

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Iector que anhelan una piadosa sabidurfa y tienen cons-ciencia de la profundidad del misterio permanecen sin cesar en su tensi6n y en su anhelo, ya que hasta la pro­fundidad suprema no puede penetrar nadie. El hecho de que la sabiduria pueda ser provechosa a veces, pero en absoluto requisito i^_esario para una comprensi6n mas profunda se relaeiona con la convicci6n agustinia-na, expresada a menudo, de que en la Tierra la verdade-ra comprensi6n s61o puede darse mediante un contacto momentaneo (ictu), mediante una iluminaci6n en la que el tocado por la Gracia no puede mantenerse sino un breve instante, para recaer en seguida en lo terreno y habitual.

Por consiguiente, todo el estilo de la Sagrada Escri-tura es humilis, bajo o humilde. Incluso lo escondido (secreta, recondita) es expuesto de una forma <(baja>>. Pero el tema, ya sea manifiesto u oculto, es elevado. Lo bajo o humilde de la exposici6n es el unico aspecto posible, la unica forma id6nea, con que misterios tan sublimes pueden hacerse accesibles a los hombres, ana-logamente a lo que ocurre con la Encarnaci6n, que en este sentido fue tambien discreta humilitas, como si los hombres no hubiesen podido soportar el fulgor de la divinidad de Cristo.^ Pero la Encarnaci6n, en su desa-rrollo terrenal, no podia relatarse de otro modo que con un estilo bajo y humilde. El nacimiento en el establo de Belen, la vida entre pescadores y publicanos y otras personas cualesquiera del cotidiano afan, la Pasi6n (con todos sus sucesos realistas e indignos), no se acomo-daban ni al estilo de la elocuencia elevada, ni al de la tragedia, ni al de la gran epopeya. Segun las concepcio-nes de la est6tica agustiniana, un trasfondo y un am-biente asi encajarian a lo sumo en uno de los generos li-terarios inferiores. Pero el estilo bajo de la Sagrada Escritura incluye lo elevado. Contiene palabras senci-llas, a veces vulgares y extremadamente realistas, con­tiene construcciones inelegantes'y coloquiales, no obs-tante, el tema es elevado, y su elevaci6n se hace ostensi-

23. Es ^ste un motivo antiguo e importante, unldo la mayorIa de veces a la taterpretacl6n de la nube en Is. 19, 1. Se encuentra ya asI en TertuHano Adv, MarcUmem, II, 27, y a menudo en Bernardo de Claraval etacluso en Dante tPurg. XXX, 25 ss.).

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ble en su profundidad. La Escritura encierra en todas sus partes un sentido oculto. En esta mezcla de lo ele­vado con lo bajo, lo elevado (res excelsa et velata mys-teriis, secreti sui dignitas) se equipara a menudo con lo oscuro y lo oculto. Pero nl aun esto es tan elevado que no pueda cualquiera participar de ello. E1 denomi-nador comun de ese estilo es la humildad.

Pero la Biblia es historia escrita. A partir de la di-fusi6n del cristianismo fue leida o escuchada por mu-chos, por todos. Fue conformando su propia imagen de la historia ** y sus ideas estetico-morales. Sobre los es­critores cristianos, conscientemente o por continua im-pregnaci6n insconsciente, actu6 como modelo de estilo. Bien es verdad que estos escritores se adaptaron muy de prisa a la ret6rica tradiciona] y a sus formas; mu-chos padres de la Iglesia estaban educados en estas, e incluso especialmente formados en ellas. Sin embargo, la substancia biblico-cristiana era tan fuerte que la ret6rica se le someti6. En nuestro texto de San Agustin hemos visto que'—a pesar de los isoc61ones, las anafo-ras, las antetesis y los ap6strofes:— el caracter del con-junto es peculiarmente cristiano. Lo mismo cabe decir de otros numerosos textos de la literatura patristica; por ejemplo, del pasaje de san Jer6nimo acerca del Juicio Pinal citado arriba, con su energica t.ermi-naci6n: cerne manus, Judaee... cerne latus, Roma-ne... Se trata de una mezcla de elevaci6n, ret6rica po-pular y caritas que se inclina hacia los demas; una mez­cla persuasiva y docente, de escenica animaci6n, desti-nada a un auditorio cualquiera, a un auditorio no se-lecto.

24. Acerca de lo aportado por el crlstlanlsmo y de mi convicci6n en cuanto a la exlstencla de una imagen de la historia ligada necesa-riamente a 61 y donde la aparfci<5n de Cristo sot>re la Tierra constituye el punto medio de la hlstoria unlversal, he esciito ya varias veces, especialmente en relaci6n con las interpretaciones tipol6gicas de la Biblia. V^ase, sobre todo: Figura, en Archivum Romanicum XXII, ]938, reproducido eri mis Ney,en Dantestudien, Estambul, ahora Beina, 1944; Typological Symbolism in Medieval Literature, en Yale French Studies 9 (acerca del simboUsmo), 1952, en aleman (algo ampliado) como 2." cua-derno de los Sch7iften und VortrUge des Petrarca-Instituts Koln, Krefeld 1953. Cf. tambi6n las ^ltimas pSglnas del artfculo Franz von Assisi in der Komodie (Neue Dantestudien, p. 72 ss.), en ingles eh Italica, XXII, 1945; y Mimesis, passim.

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E1 gusto de las masas por las formas de la ret6rica, gusto que esta populariz6 sin proponerselo, se opuso de lleno a la formaci6n de una elocuencia cristiana, de una ret6rica baja en el sentido del sermo humilis. Incluso se podria decir que el espiritu y los contenidos cristia-nos volvieron por primera vez a hacer posible una re-t6rica viva de ese tipo, ya que la ret6rica pagana, a tra-ves de la evoluci6n politica, habia perdido hacia mucho la vigencia y eficacia de sus contenidos; -e anquilos6 en el formalismo, se agost6. Los contenidos-cristianos le infundieron una nueva vida, a la vez que hacian variar su caracter. Este nuevo caracter de la humilitas pas6 a dominar; bien podia san Agustin recomendar el uso de las formas escolares de la elocuencia pagana y usar-las el mismo; la peculiaridad cristiana —con su inme-diatez, su confusi6n de niveles y su atracci6n de cada alma en particular— se impone y permanece como in-fluencia preponderante. Esto ultimo —la voluntad de captaci6n de cada alma, de cuya salvaci6n particular se trata— hace penetrar en la doctrina cristiana una emo-ci6n mucho mayor que la posible en la conferencia filo-s6fica o en la explicaci6n forense de las circunstancias de un delito, y asi, mezcla necesariamente con lo didac-tico lo conmovedor, lo arrebatador, lo excitante, lo que —segrin la teoria ret6rica— constituye lo sublime; y esto no s61o corresponde, segun la teoria, al estilo baio, sino que, por el caracter no selecto de las comunidades cristianas, tenia que ser asimismo indocto y accesible a todos, o sea, en este sentido, <<bajo>> tambien.

Hemos partido del texto de un serm6n. Pero el am-bito del sermo humilis abarca todas las formas de la lite-ratura cristiana de la baja latinidad; penetra tanto en exposiciones teor&ico-filos6ficas como en relatos prdc-tico-realistas. Vamos a dar algunos ejemplos de ello a fin de hacer ver, por un lado, cuanto se ha extendido a lo contemplativo y teor6tico, y, por otro, que' nuevas mi-siones ha abierto a la exposici6n de sucesos.

Una literatura apacible, puramente contemplativa y te6rica, apenas si existe en la patristica; todo estaba aplicado a la difusi6n de la doctrina y a la lucha contra judios, paganos y herejes. El interes pol6mico y apolo-

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getico penetra por todas partes en la teoria; por todas partes estan puestas las miras en la conquista de las almas, en la amplitud del resultado.. Por supuesto, hay que establecer una diferencia de estilo entre sermones para la comunidad y esos tratados, comentarios y car-tas destinados a los amigos o enemigos espirituales. S61o que, en este ultimo caso, el elemento vivo, docente, emocionado y personal, es tan fuerte que resulta ser la impresi6n especificamente cristiana del sermo humilis. Mi ejemplo esta tomado otra vez de san Agustin; pense primero elegir un texto polemico, pero despues me pa-reci6 que un tema totalmente contemplativo y teoretico era aun mas caracteristico como caso limite. El pasaje se encuentra en el tercer parrafo del libro octavo de De Trinitate: san Agustin quiere hacer ver que Dios es incorp6reo, inmutable e increado; aun cuando ima-ginasemos las cosas mayores y mas elevadas, el Sol, por ejemplo, infinitamente mas grandes y resplandecientes aun de lo que son en realidad, o aun cuando imaginase-mos juntos, como uno solo, todos los angeles, Millia millium, que mueven los astros del cielo, ni aun esto seria Dios. Despues continua:

Ecce vide si potes, o anima praegravata corpore quod co-rrumpitur, et onusta terrenis cogitationibus multis et variis, ecce vide si potes: Deus veritas est. Hoc enim scriptum est quod Deus lux est {1 Juan 1, 5) —non quomodo isti oculi vi-dent, sed quomodo videt cor cum audis: Veritas est. Noli quarere quid sit veritas; statim enim se opponunt. calinines imaginum corporalium et nubila phantasmatum, et perturba-bunt serenitatem, quae primo ictu diVuxit tibi, cum dicerem: Veritas. Ecce in ipso primo ictu quo velut corruscatione pers-tingeris, cum dicitur; Veritas, mane. si potes; sed non poies; relaberis in ista solita> atque terrena...

Ve si puedes, oh alma apesadumbrada por el cuerpo que se corrompe y abrumada con muchos y distintos pensamientos terrenos; ve si puedes:, Dios es verdad. Estfi escrito que Dios es luz; pero no como la ven estos ojos, sino como la ve el coraz6n cuando oyes: fil es verdad. No preguntes que" es verdad: pues en seguida se elevan las nieblas de las imSge-nes corporales y las nubes de los fantasmas y perturban la claridad que se te encendi6 en un primer rapto cuando dijo:

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Verdad. Aqui en este primer rapto, por el que, como por un rayo, fuiste alcanzado al pronunciarse la palabra <<Verdad>>, qu^date si puedes; pero no puedes; vuelves a caer en este habitual y terreno...

E inmediatamente despues (4) intenta otro camino:

Ecce iterum vide si potes,, Non amas certe nisi bonum, quia bona est terra altitudine montium et temperamento col-lium et planitie camporum, et bonum praedium amoenum et fertUe, et bona domus paribus membris disposita et ampla et lucida, et bona animalia corpora, et bonus aer modestus et salubris, et bonus cibus suavis atque aptus valetudini, et bona valetudo sine doloribus et lassitudine, et bona facies homi-nis dimensa pariliter et affecta hilariter et luculenter colo-rate, et bonus aniraus amici consensionis dulcedine et amo-ris fide, et honus vir iustus, et bonae divitiae, quia facHe expediunt, et bonum coelum cum sole et luna et stellis suis, et boni AngeU sancta obedientia, et bona locutio suaviter do-cens et congruenter monens audientem, et bonum carmen eanorum numeris et sententiis grave. Quid plura et plura? Bo­num hoc et bonum illud: tolle hoc et illud, et vide ipsum bo­num, si potes; ita Deum videbis, non alio bono bonum, sed bonum ipsius boni.

Ve otra vez, si puedes. A decir verdad, amas s61o lo bue­no; pues es buena la tierra con sus altas montafias y suaves colinas y campos llanos; y es bueno un predio ameno y fir-til; y es buena una casa bien distribuida, y amplia y lumi-nosa; y son buenos los cuerpos vivientes; y es bueno el aire benigno y saludable; y es buena la comida sana y sabrosa; y es buena la salud sin dolores y sin cansancio; y es bueno un rostro de hbmbre con rasgos regulares, expresi6n alegre y color vivo; y es bueno el animo del amigo por la dulzura de la mutua comprensi6n y por la fidelidad del amor; y es bueno un hombre justo; y son buenas las riquezas, porque lo faci-litan todo; y es bueno el cielo, con el Sol, la Luna y las estre-Uas; y son buenos los angeles en su santa obediencia; y son buenas las palabras, que ensenan amistosamente a los oyentes y les aconsejan lo que es oportuno; y es buena una canci6n armoniosa, notable por su melodfa y su contenido. iQue" mas puedo enumerar aun? Bueno es esto y bueno es aqueUo: 11& vate esto y aqueUo y ve lo bueno mismo si puedes; asi veras a Dios, que no es bueno a trav6s de otra cosa buena, sino que es lo bueno de lo bueno mismo.

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Estos pensamientos son a la vez neoplat6nicos y cristianos; son totalmente abstractos en su forma mas sencilla, y forman parte de aquellos a partir de los cua-les se constituy6 el gran juego de abstracciones de la Edad Media. Dios es verdad; s61o en la iluminaci6n de un momento puede hacerse presente al conocimiento terreno. Dios es la bondad suprema, la fuente de toda bondad particular, el que no tiene mas fuente que si mismo. iSsta seria la forma mas sencilla de lo enuncia-do. San Agustin ha hecho de ello un juego ret6rico y conmovedor: primero con el movimiento anaf6rico-an-titetico ecce vide si potes, ecce vide si potes, noli guae-rere, ecce mane si potes, sed non potes; despues, en la segunda parte, en la enumeraci6n de todos los bienes —anaf<5rica tambi6n, amable y profundamente terre-na—, con el repentino y tempestuoso viraje final: bonum hoc et bonum ilhid; tolle hoc et illud... La dra-matica ascensi6n desde lo profundo —lo profundo sigue estando presente cuando san Agustin se arrebata, con sus lectores, hacia lo alto, lo extatico y lo abstracto—, la apremiante inquietud de esta invocaci6n, que no parece encerrar nada teoretico, la inmediata vuelta al lector corriente, que elimina la barrera entre el yo y el tu: todo esto representa una altitud expresiva dificil-mente imaginable antes. Ecce vide si potes y tolle hoc et illud son a la vez formas ret6ricas y giros de la len-gua coloquial. El uso de vulgarismos, anecdotas e ima-genes realistas en san Agustin ha sido advertido con frecuencia; ** en este sentido hay tambien en sus ser-mones pasajes de tipo satirico, como los hay tambien en san Jer6nimo.

Pero no es esto lo que realmente importa aqui. Es verdad que vulgarismos y terminos realistas son indi-cios importantes del sermo humilis cristiano; pero, ante todo, lo son porque se encuentran en lo serio y en lo

25. Sobre esto exlste n'ueva bibUografia. Muchas cosas apaiecen cita-das en Welter, L'exemplum dans la litt. religieuse, etc., Parfs 1927, p. 13; en Baxter, en Arch.. Lat. Med. Aevi III, 32, se encuentra un caracteiis-tioo pasaJe del serm<5n V, 3 ; en H. F. MuUer, L'6poque mirovingienne, Nueva York 1945, p.. 44 Cf ademas Plerre Charles, L'6tement populaire dans les sermons de S. A., en Revue th6ologique (Lovaina), 69 (1947); p. 619 ss., y, naturalmente, tambi6n Jos. Schrijnen, Charakteristik des altchristttchen hatein, Nlme$a 1932, passim.

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profundo, y porque transforman la significaci6n de un <<giro bajo en el sentido y en el contexto de lo serio y de lo eleva<lo, La polaridad, la anchura del espacio pen-dular, son esenciales y decisivas, Al sermo humilis per-tenecen tambien, segun intento formular aqui, otros ras-gos caracteristicos, ademas de los vulgarismos y simi-lares; a el pertenecen la proximidad e inmediatez, en el plano humano, entre el yo y el tu, que la antiguedad clasica romana no poseia, al menos en el estilo elevado. Pertenecen tambien a el la conciencia inmediata y la expresi6n continua del caracter comunitario: nosotros, todos, aqui y ahora. Es verdad que este calor y esta proximidad se convierten pronto en una f6rmula anqui-losada; pero, sin embargo, esta vuelve siempre a co-brar vida. Precisamente para mostrar que este estilo, que vamos a describir, penetr6 tambien en los escritos menos popuIares y mas especulativos, he recurrido al texto de De Trinitate. Jos. Schrijnen, a quien —con su escuela **— se deben el concepto del latin cristiano e investigaciones de sumo interes sobre este, me pare-ce sobrevalorar la importancia de la distinci6n entre latin culto y latin popular en la cultura cristiana anti-gua. Esta diferencia existe, sin duda: san Agustin, por ejemplo, no escribe igualmente en los sermones que en los escritos exegeticos y dogmaticos; e incluso Gregorio Magno escribe mucho mas popularmente en los dialo-gos que en las Moralia. Pero el espiritu del sermo humi­lis es en todas partes el mismo. Y cuando Schrijnen se esfuerza por negar el nexo de las figuras de dicci6n usa-das en los sermones de san Agustin con la ret6rica es-colar, lo hace como fruto de un prejuicio que el mismo expresa del modo siguiente: " <<Alli donde el alma se eleva a Dios, ya sea en latin culto o en latin popular, no hay, en el sentido agustiniano, lugar para la ret6rica ni para el arte culto, pero si para el ritmo popular pro-

26. Cf nota 23. Hay mas indlcaciones bibliograficas acerca de Schrij­nen y su grupo en Chrlstlne Mohrmann, Le Latin commun et le Latin des ChrStiens, en Vigiliae CKiistianae <Amsterdam), I (1947), p. 1 ss., es-pecialmente notas 1 y 4. Hasta despuSs de la publieaci6n de este capItulo (1952) no apareci6 el culdadoso e instiuctlvo Manuel du Latin chritlen de Albert Blalse, Estiasbuigo 1956. Cf. alU espeelalmente el resumen c6ntenido en g 45, pp. 64-66.

27. CharaIcteristik d. achr. Latein, p. 21 y passJm,

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pio de todos los hombres>>. Esto me parece una hip6s-tasis de conceptos (arte culto, ritmo popular) que hemos creado nosotros mismos con vistas a la distribuci6n de materiales y a nuestra orientaci6n provisional, pero que en la historia concreta casi nunca pueden disociarse limpiamente. Los dramaturgos espafioles del Siglo de Oro, o Shakespeare, demuestran que los mas sutiles ar-tificios linguisticos o foneticos pueden convertirse en tradici6n popular. Si alli donde el alma se eleva a Dios cesase toda ret6rica artistica, quedarian s61o muy pocos grandes escritores cristianos cuyas almas se hubiesen elevado hacia fiil. iQue" seria de san Ambrosio y san Jer6nimo, de san Bernardo de Claraval, de san Juan de la Cruz, de Bossuet? iQuS seria del ap6stol Pablo? La ret6rica agustiniana descansa ante todo sobre la tradici6n clasica; en un <<sencillo ritmo popular>> no es posible jugar continuamente con antitesis ni contrapo-ner y entrecruzar sonoramente parejas de conceptos. Por otra parte, la ret6rica culta sali6 tambien origina-riamente del elemental instinto humano para el ritmo, para la correspondencia semantica y sonora; y en la baja latinidad sus formas artisticas fueron patrimonio popular comun, por cuanto muchos sabian gustarlas. San Agustin fue un maestro de la ret6rica; la trayecto-ria de la primera mitad de su vida lo demuestra ya; la ret6rica se convirti6 para el en naturaleza, en segunda naturaleza, como suele suceder entre maestros consu-mados. Pero la mas alta destreza puede muy bien estar al servicio de la mas autentica y profunda vida interior, y la llaneza popular puede no constituir salvaguarda alguna contra el vacio del coraz6n.

Me parece que seria err6neo querer buscar la pecu-liaridad de un lenguaje especial cristiano s61o en lo po­pular, en lo <<sabroso>> o en lo <<jugoso>>. Que un <<latin cristiano>> ha de poseer muchos elementos procedentes de la lengua popular, es cosa evidente, ya que un mo-vimiento de tal 'magnitud, que abarca a muchos, y, en definitiva, a todos, abarca principalmente al puebl6, y eUo simplemente porque este es mucho mas nume-roso que las clases superiores. Pero lo caracteristico parece ser que muchos o incluso todos los vulgarismos

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—en cuanto a uso de palabras, cambio de sentido, deri-vaci6n y estructura de frase— pierdan en seguida su caracter de tales al pasar al latin cristiano: van a pa-rar a otra esfera y adquieren una nueva dignidad. Cabe decir esto incluso de casos tan extremos como man&u-care y eruetare (que en sentido propio significan, res-pectivamente, <(engullir masticando>> —los animales— y <<eructan>). Una y otras veces estas palabras han sido objeto de risa, pero las comunidades cristianas no han renunciado *- eUas, que han quedado asi incluso en pa-sajes tan m;portantes como el principio del Salmo 44 y la descripci6n de la Santa Cena en 1 Cor. 11, 24. Pa­labras tales son enaltecidas y santificadas, sanctificarv-tur. Exactamente lo mismo ocurre con los neologismos, asperos y torpes para la sensibilidad clasica, de las que sanctificare es un ejemplo, uno entre muchos. Vivifica-re, honorificare, glorijicare; salvator, fornicator, media-tor; tribulatio, prostitutio, redemptio; camalis, spiri-talis, inscrutabilis, inenarrabilis, ineffabiliter, insepara-biliter —por no citar sino una pequefia selecci6n—, no son propiamente vocablos nuevos de caracter popular; no proceden de la lengua cotidiana, antes bien son neo­logismos de tipo intelectual, creados por personas con sentido de lo literario pero s61o parcialmente familiari-zadas con el espiritu del latin clasico, a fin de dar cabida a los fen6menos de un mundo espiritual recie^i apare-cido. Todos ellos tienen algo de torpe, de semiculto, de pedanteria abrupta; y al mismo tiempo, a causa del es­piritu que de ellos emana, algo avasalladoramente uni-fprme. Estas palabras se corresponden entre si, y se corresponden tambien con los otros elementos, pura-mente populares, del lenguaje cristiano. En todas y cada una de ellas se expresa un mundo nuevo, sin duda, lo bastante fuerte para crearse su propio lenguaje. Pero iacaso no es este el mismo que va a convertirse en se­guida en el lenguaje de todos? O, al menos, ^no ha sa-turado de su esencia el lenguaje universal? En todo caso, si bien para el historiador moderno es interesante ver que los materiales del lenguaje peculiar cristiano proceden de elementos distintos, no lo era para los con-tempordneos que lo hablaban; resultaba indiferente que

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cada parte especifica de la materia linguistica procedie-se de la lengua cotidiana, del esfuerzo semiculto por la expresi6n de contenidos nuevos, o, en ultimo termino, del influjo griego o semltico; en la lengua de la comu-nidad cristiana, todo se mezcla. Tambien para las pa-labras y las formas del dlscurso vale lo que san Pablo (I Cor. 12, 13) dice de los hombres: Etenim in uno spi-ritu omnes nos in unum corpus baptizati surrms, sive Judaei, sive Gentiles, sive servi, sive liberi. Tertuliano muestra cuan pronto dio ya la comunidad cristiana un caracter peculiar al latin.

Pero volvamos a la epoca de 6ste para presentar nuestro tercero y ultimo texto. En contraposici6n con el ejemplo del De Trinitate, ha de mostrar la fuerza rea­lista y narrativa del sermo humilis; al mismo tiempo, muestra los nuevos cometidos que se ofrecian al relato y a la descripci6n realista en relaci6n con el despliegue del cristianismo, cuyos m6viles condicionaban la expre-si6n. Se trata de una de las mas antiguas actas de m3r-tires, la Passio SS. Felicitatis et Perpetuae.** Los suce-sos narrados han ocurrido a principios del siglo tercero, durante la persecuci6n bajo Septimio Severo, en Carta-go. El narrador (seguramente no Tertuliano) introduce en su texto las notas que dos de los martires, Perpetua y Saturus, han escrito en la prisi6n. He aqui, seguida-mente, el principio de los apuntes de Perpetua (III, IV), con las palabras de introducci6n del narrador (II):

II. Apprechensi sunt adolescentes catechumini, Revocatus et Felicitas, conservd eius, Saturninus et Secundulus. Inter hos et Vibia Perpetua, honeste nata, liberaliter instituta, ma-

28. Texto en las Acta Sanctorum del 7 de enero; el texto mas acce-sible se encuentra en las selecclones de actas de los martfres de Von Gebhardt (1B02) o de R_ Knopf (3.* ed., 1929); hay edlclones mas re-clentes de C. J. M. J. van Beek, Nbvlomagl 1936, y en el Florilegium PatrisUcum, t.. XLIII, Bonn 1938. En ingl$s, F. C. B. Owen, Some authen-tic Acts of the early Martyrs, Oxford 1927, p.. 79 No he vlsto las traduc-clones alemanas de Rauschen (Blblloteca de los Padres de la Iglesla) y de Hagemeyer (1938). — Tras el hallazgo de un texto grlego (1839) se ha expuesto muchas veces"el crlterlo de que sea 6ste el orlglnal. Yo parto de la convlcci6n de que es laUno, lo cual parece ser ahora opml<5n do-mlnante Cf. E. Rupprecht en Bhein. Museum 90 (1941), 177. Exposicl6n de conjunto y traducci6n francesa en el JHct. d'ArcMol. chrit. et de Liturgie (de H. Leclercq) v. Perpetua.

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tronaliter nupta, habens patrem et marem et fratres duos, ai-terum aeque catechuminum, et filium infantem ad ubera; erat autem ipsa annorum circiter viginti duo. Haec ordinem to-tum martyrii sui iam hinc ipsa narravit, sicut conscripium manu sua et suo sensu reliquit.

III. Cum adhuc, inquit, cum prosecutoribus essem, et me pater verbis evertere cupiret, et deiicere pro sua affectione perseveraret: Pater, inquam, vides, verbi gratia, vas hoc iacens, urceolum sive aliud? Et dixit: Video. Et ego dixi ei: Numquid alio nomine vocari potest quam quod est? Et ait: Non. Sic et ego aliud me dieere non possum quam quod sum, Christiana. Tunc pater motus hoc verbo mittit se in me, ut oculos mihi erueret; et vexavit tantum, et profectus est victus cum argumentis diaboli. Tunc paucis diebus quod caruissem patrem, Domino gratias egi, et refrigeravi absentia illius. In ipso spatio paucorum dierum baptizati sumus, et mihi spi-ritus dictavit non aliud petendum ab aqua nisi sufferentiam carnis. Post paucos dies recipimur in carcerem: et expavi, quia nunquam experta eram tales tenebras. 0 diem asperum! Aestus validus turbarum beneficio, concussurae miMum. Novissime macerabar sollicitudine infantis ibi. Tunc Tertius et Pomponius, benedicti diaconi qui nobis ministrabani, cons-tituerunt praemio ut paucis horis emissiin meliorem locum carceris refirgeraremur. Tunc exeuntes universi sibi vaca-bant. Ego infantem lactabam iam inedia defectum. Sollicita pro eo adloquebar matrem et confortabam fratrem, commen-dabam filium. Tabescebam ideo quod illos tabescere videram meo beneficio. Talles sollicitudines multis diebus passa sum; et usurpavi ut mecum infans in carcere maneret: et statim convaluit et relevata sum a labore et sollicitudine infantis. Et factus est mihi carcer subito praetorium ut ibi mallem esse quam alicubL ,

IV. Tuncdixit mihi frater meus: Domina soror, iam in magna dignatione e$, tanta ut postules visionem, et ostenda-tur tibi an passio $it an commeatus. Et ego quae me sciebam fabulari cum Domino, cuius beneficia tanta experta eram, fidenter repromisi ei, dicens: Crastina die tibi renuntiabo. Et postulavi, et ostensum est mihi hoc: Video scalam aeream mirae magnitudinis pertingentem usque ad caelum....

La traducci6n que sigue tiene a la vez cierto carScter de comentario; no estoy seguro de haber encontrado siempre el verdadero sentido.

II. Fueron detenidos los j6venes catectimenos (o sea, no bautizados todavla, candidatos al bautismb) Revocatus y Fe-

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licitas, companera suya de esclavitud, Saturninus y Secundu-lus. Con eUos fue tambten capturada a la vez Vibia Perpetua, una joven de casa noble, cuidadosamente educada y casada como correspondla a su rango; tenia padre y madre, y dos hermanos, uno de los cuales era tambi6n catecumeno, y un hijo, un nino de pecho (del esposo no se habla). TenIa unos 22 afios. La historia toda de su martirio la ha contado eUa mlsma a partir de aqui, tal como la ha dejado escrita de su mano y en su propia versi6n.

III. Cuando nosotros, asl cuenta eUa, estSbamos todavia bajo la vigilancia de la pottcia (o sea cuando todavia no estS-bamos en la caYcel) y mi padre intentaba con sus palabras hacerme cambiar de opini6n y, por amor hacia mi, trataba continuamente de quebrantar ml decisidn, le dije: Padre, tu ves, por ejemplo, la vasija que est& aUi; iacaso no es un jarro o algo parecido? Si, dijo. Y yo le dije: 4Acas0 se la puede designar con un nombre distinto del que da a conocer su na-turaleza? Y el dijo: No. Pues tampoco yo puedo designarme con otro nombre sino con el de lo que soy: cristiana. A1 oir estas palabras mi padre se enoj6 y se lanz6 sobre mi como si quisiera arrancarme los ojos; pero se limit6 a maltratarme; y luego se march6, vencido, con sus argumentos inspirados por el diablo. Despu6s no lo vi durante unos dlas, y di gracias a Dios y me repuse con su ausencia. Y en esos mismos dias fuimos bautizados, y el Espiritu me dict6 no soUcitar del bau-tismo otra cosa sino la capacidad de resistencia frente a la carne. Pocos dias despues fuimos conducidos a la caYcel; y yo me asust6, pues nunca habla conocido una oscuridad asi. i Qu6 aciago dia! Un aire terriblemente viciado a causa de las mu-chas personas, y ademSs los malos tratos de los soldados; finahnente, me atormentaba tambi6n la preocupaci6n por el nifio. Entonces, los venerables dMconos Tertius y Pomponius, a los que incumbia cuidar de nosotros, consiguieron, median-te dinero, que pudi6semos reponernos por espacio de unas horas en una parte mejor de la prisi6n. Entonces salieron to-dos de la CcLrcel profunda y pudieron preocuparse de sf mis­mos. Yo daba el pecho al niiio, que ya se habia debilitado de hambre. Llena de preocupaci6n por &., hable" a mi madre, con-sol6 a mi hermano, les encomende" a mi hijo. Yo sufrla tam­bien de verlos sufrir ,por mi causa. Soport6 tales preocupacio-nes muchos dias. Y consegui que el nifio se quedase conmigo en la c3rcel, y en seguida se repuso, y yo me liber6 de la preo-cupaci6n e intranquttidad por el nino; y, de repente, la c&rcel se convirti6 para mi en palacio, de tal modo que no habria preferido estar en ninguna otra parte.

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IV. Entonces, mi hermano me dijo: Sefiora hermana, tu estas ya en tan alto estado de gracia que puedes soUcitar una visi6n en la que te sea revelado si esto es un martirio o una prueba transitoria. Y yo, que sabia que hablaba con el Seiior, del que habfa experimentado ya tantos beneficios, lo prometl llena de confianza, diciendo: Manana te dar6 respuesta. Y lo soUcite' y me fue mostxado esto: Veo una escala de bronce, de inmenso tamano, que Uega hasta el cielo...

En la narraci6n de Perpetua no se encuentran arti-ficios ret6ricos. La cuidadosa educaci6n que ha recibido no ha ejercido gran influencia sobre su estilo. Su voca-bulario es limitado; su manera de construir la frase tie-ne escasa libertad, los nexos (tunc muy a menudo) no son siempre inequivocos. El experto advertira muchos vulgarismos (entre eUos mittit se por ruit) y giros tipi-camente cristianos (refrigerare). El caracter del lengua-je es, en conjunto, seco, totalmente iliterario, algo torpe, casi infantil aun. Y, sin embargo, Perpetua resulta muy expresiva. Manifiesta cosas que no se encuentran, fue-ra de ella, en la literatura clasica: c6mo con su jarrito, celosa y obstinada, demuestra al padre que no puede ser ni llamarse otra cosa que cristiana; c6mo el padre es objeto de un impotente ataque de rabia; las primeras horas en la prisi6n, en la sofocante oscuridadj entre los soldados, con el nifio que se le consume en los brazos; y c6mo eUa, despues, se siente feliz en esa misma pri-si6n. Lo mas peculiar es, tal vez, la conversaci6n con el hermano, una conversaci6n entre dos personas muy j6-venes, radiantes de entusiasmo ante una prueba tal: Domina sordr,^iam in magna dignatione es... Y eUa, llena de confianza: Mahana te dire la respuesta.

En la literatura clasica existia Antigona; pero no habia ni podia haber algo asi; " no existia ningun genus literario con tal dignidad y elevaci6n para una realidad asi, ni habia tampoco ninguna gloria passionis. Antigo-

29. Por supuesto, esto se refiere s61o a la cuesU6n del estllo aqul tratada S6 muy blen que en las actas de Perpetua hay muchas ldeas clSslcas. Cf. especialmente Franz Jos. D61ger, Antlke Parallelen zwm. lel-denden Dinocrates in der Passio Perpetuae (Antike und Christentum. II, Munster 1930).

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na va a la muerte Uena de dignidad, pero lamentandose, no en triunfo. Se dira, quiza, que las actas de Perpetua no son un docuniento nterario. Esto es cierto en cuanto, como los mimos y las satiras, no estan escritas con in-tenci6n de hacer obra literaria. Pero si estan destinadas a difundlrse; cientos de miles de personas las van a es-cuchar. Cosas parecidas ocurriran en otros sitios, con otras gentes; se hablara de eUo, y en torno a eLIo se edi-ficara la leyenda. Se desarroUara todo un genero lite-rario, que aqui empieza a formarse. A1 principio apare-ce aun toda la fuerza de la cruda reaUdad en que unos hombres cualesquiera y convocados casualmente cele-bran el triunfo de su sufrimiento; no s61o los persegui-dores y el escenario aparecen como un presente habitual y exento de estilizaci6n, sjno tambien lo que sucedia en aqueUas famiUas, total o parcialmente paganas atin. Lo bajo y cotidiano se transforma, alcanza una nueva gravitas. Incluso el padre, con sus <<diab61icos>> argu-mentos, es tragico; Perpetua lo siente asi, pero no puede ayudarle. Cuando mas tarde (VI), durante el proceso, su padre sigue Uevando a cabo, una y otras veces, inten-tos desesperados para disuadirla, y no puede, por ulti-mo, ser separado de su hija sino por los azotes del fun-cionano de la justicia, eUa dice: et dolui. mihi patris me quasi ego fuissem percussa; sic dolui pro senectvie ems misera. Con la posterior descripci6n de los sucesos de la carcel, descripci6n interrumpida por visiones, va a cobrar vida un estilo completamente nuevo. El destino de la esclava Felicitas, que da a luz prematuramente en el cautiverio, es interpretado de modo triunfal, como una culminaci6n: sus compaiieros de carcel y eUa mis-ma se muestran jubilosos de que pueda sufrir asi el martirio a la vez que los demas: a sanguine ad sangui-nem, ab obstetrice ad retiarium, lpturu post purtum bap-tismo secundo (XVIII). La idea del bautismo de sangre era familiar a todos. Cuando Saturus, el jefe y ap6stol de todo el grupo, es'retirado de la arena completamente ensangrentado, el pueblo clama: Salvum lotum, salvvm lotum! Es el deseo que se expresa despues del bafio: <<iQue el bano te aproveche!>>. Pero el narrador deno-mina este grito, brutalmente ir6nico, secundi baptisma-

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tis testimonium: Plane utique salvv3 erat qui hoc modo laverat.

La mezcla de elementos antes aparentemente incon-ciliables —lo tragico o lo sublime dentro de la vida coti-diana descrita con extremo realismo— que se da en las actas de Perpetua y en los documentos emparentados con ellas tiene su modelo, tanto en la vida como en la literatura, en la historia evangelica de la Pasi6n. De esta procede tambien el motivo del triunfo del sufri-miento, de la gloria passionis.^

S61o unos cuantos textos se pueden comparar con este; incluso los autenticos relatos del siglo tercero no dan a menudo una descripci6n tan prolija y penetrante de personas y situaciones en particular. Con mucha frecuencia, lo vivo y dramatico queda limitado a la escena del interrogatorio; por otra parte, se puede com-probar a veces, incluso en los documentos autenticos, una propensi6n a lo tipico o lo legendario. Mas tarde, cuando la epoca de las persecuciones habia pasado, las historias de martires se convirtieron verdaderamente en un g6nero literario en el que predominaba lo tipifi-cante, maraviUoso y legendario." Pero todavia en ese esquematismo se manifiesta un espiritu identico ya que este se halla en el tema mismo. Es siempre una per-sona en particular, una persona cualquiera, por asi de-cirlo, quien —desde cualquier situaci6n real de su vida, de su familia, de su estado o profesi6n— aparece invo-cada como testigo, aun cuando se la describa de modo esquematico o legendario; la santa excelsitud del suce-so se eleva a pariir de lo cotidiano, pero las pruebas y martirios impuestos al santo no la llevan a rebasar los limites de un cierto realismo. Este caracter realista es lo que debe ponerse de relieve con el texto de Perpe­tua. Ese caracter realista se une a los rasgos distintivos del sermo humilis ya expuestos con anterioridad: a la accesibilidad general, a la sumisi6n caritativa, a la ocul-ta excelsitud, a lo uniforme y comunitario. Pero, en conjunto, me parece que debe entenderse, como lo he-

30. V3ase el apendice que viene a continuaci<Jn. 31. Cf. H. Delehaye, Les Passions des Martyrs et les genres llttira&-

res, Bruselas 1921.

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mos intentado aqui, del modo mas concreto y sencillo: como una mezcla de dos ambitos, uno elevado y otro bajo, que encuentra su expresi6n en el desarrollo se-mantico de la palabra humilis.

Esta modalidad de sermo humilis permanece ope-rante en la literatura cristiana a traves de toda la Edad Media, e incluso mas alla. Sobre ello habremos de vol-ver muchas veces., El mayor documento de esta sublimi-dad cristiana es la Divina Comedia. Por ello voy a cerrar el capitulo con una cita de Benvenuto da Imola, comen-tarista de Dante, que hace ya mucho tiempo me abri6 el camino para tratar el problema. Respecto del verso 2, 56 del Infierno (e comminciommi a dir soave e piana), que se refiere a las palabras de Beatriz, hace Benvenuto la observaci6n siguiente: et bene dicit, quia sermo di-vinus est suavis et planus, non dLtus et superbus sicut Virgilii et poetarum.**

32. Cf. mis Neuen Dantestudien, Estambul (ahora Berna, Francke) 1944.

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