audición, sonido y lenguaje (apuntes de trabajo)
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Conferencia dictada en un taller práctico de periodismo y de creación radial, en la que se diserta sobre el sonido y el lenguaje como puntos cardinales que alimentan y estimulan nuestro sentido de la audición.TRANSCRIPT
Omar Saavedra SantisSchulstr. 24D-13187 [email protected]
AUDICIÓN, SONIDO Y LENGUAJE
(APUNTES DE TRABAJO)
1.
Alguna vez estas notas de trabajo llevaron el pomposo título „Teoría de
la Audición“. Era un título que prometía demasiado. Hablar de teoría de la
audición presupone entrar al amplio terreno de la teoria de la percepción.
Tema demasiado vasto y en expansión continua, como todos los temas que
tienen que ver con los sentidos del Hombre. Tratarlo en el tiempo tan breve de
una conferencia no sólo era ambicioso, sino sobre todo ilusorio. Tratándose
este de un taller práctico de periodismo y de creación radial, he creído
coveniente agregar también algunas palabras que hacen referencia al sonido y
a lenguaje, en cuanto puntos cardinales del espacio acústico, que alimentan y
estimulan nuestro sentido de la audición. Sonido y lenguaje son las
coordenadas en las que tiene lugar la comunicación radial. Creo que la
corrección del título de esta exposición interpreta mejor el espíritu de estos
apuntes. Reitero que ellos no pretenden sino ser una invitación a una reflexión
común sobre la audición, y sobre dos poderosos estímulos que la activan: el
sonido y el lenguaje
Con seguridad son estos apuntes sólo una repetición de lo sabido o de
lo que creemos saber. Por tal razón, nos esforzaremos por traer a colación,
cada vez que podamos, la opinión de algunos ausentes notables, que alguna
vez se refirieron a los temas mencionados con muchas más luces que las del
aquí hablante.
1
Estas breves notas sobre audición, sonido y lenguaje no son más que
una invitación a una toma de conciencia, colectiva e individual o individual, de
la condición más primigenia del trabajo radial: el oir. Y de dos elementos
principales que lo conforman: sonido y lenguaje.
No es propósito de esta introducción hacer una disquisición científica
del tema. No olvido que el principal campo de acción y trabajo de muchos de
los aquí presentes es la práctica y no la teoría. Sin embargo, mal aconsejados
estaríamos, si desaprovecháramos la oportunidad que ofrece este taller para
reflexionar sobre el ser y “quehacer” radial.
2.
El hombre moderno vive en un espacio acústico intenso. El estado
actual de „civilización“ alcanzado por el Hombre pone cada vez más en tela de
juicio la capacidad real de nuestros sentidos. Existe la duda, que se ha ido
tornando peligrosamente en certeza, si no habremos perdido parte substancial
de nuestra capacidad de vivencia sensorial. Esta duda se refiere a nuestra
capacidad actual para reconocer la complejidad de la realidad objetiva, y, por
ende, también a las formas de reaccionar frente a ella.
Las consecuencias del deterioro de los únicos canales de comunicación
entre nosotros y esa realidad, sólo pueden ser fatales, afirman no pocos.
Existe una desproporción evidente entre el desarrollo acelerado de las
tecnologías más sofisticadas y el subdesarrollo de nuestras capacidades
sensoriales.
El hombre condenado a vivir en alguna de las megápolis
latinoamericanas, como Ciudad de México, Sao Paulo o Santiago, que
encabezan hoy la lista de ciudades más contaminadas del mundo, perdió ya la
capacidad de oler los gases letales que aspira. Su nervatura auditiva ya no
reacciona frente a la cacofonía espantosa que lo rodea. El aire de la ciudad ha
sido reemplazado por el smog. Sus ojos no logran ver más allá de la calle de
enfrente. El „fast food“, la comida chatarra, no sólo ha devenido en símbolo de
hegemonía cultural del imperio, (con implacable sarcasmo Andy Warhol decía:
2
„Cultura sólo existe donde hay McDonalds y CocaCola“) sino que ha ido
atrofiando las facultades más prístinas de nuestro paladar.
No se trata de un simple acostumbramiento, de un acomodamiento de
los sentidos a las nuevas condiciones de vida.
Se trata tal vez de síntomas anunciatorios de una de las tantas
mutaciones que acompañan a la especie humana en su desarrollo. Si se mira
la larga lista de sistemas, máquinas, empresas, etc., en que hemos ido
delegando nuestros gustos, nuestras intuiciones, nuestras funciones
sensoriales en general, pareciera ser que nuestros sentidos no evolucionan,
sino involucionan.
3.
Ya que estamos hablando de audición no es ocioso preguntarse ¿qué
es oír?
La pregunta puede ser enfocada desde tres perspectivas básicas
tradicionales: una biofisiológica, otra física y una que, con mucho cuidado,
llamaremos psico-sociológica. Para el medio radial, esta ultima merece acaso
una atención especial. Pero la definición más primigenia es: oír no es más que
la percepción conciente de nuestro entorno acústico. Además, oír no es sólo
un fenómeno físico. No se trata sólo de ondas acústicas que son recibidas por
nuestro oído. Oír es ante todo una capacidad humana. Una prístina forma de
relación del hombre con su entorno, con los demás y consigo mismo.
La actual psicología de la percepción ha demostrado que no existe una
relación automática entre la causa física y la percepción acústica. Por ejemplo:
en un medio silencioso, como una casa vacía, un sonido imprevisto de 40
decibeles puede sonar como un estampido. Pero un sonido de la misma
intensidad en el medio de una orquesta sonará apenas como un pianissimo.
Es decir, el estímulo requerido por el tímpano para percibir un sonido no
obedecen a una norma constante y general, sino a un valor individual, que
depende del momento en que es percibido por el auditor. Esto es, la calidad
acústica de los sonidos que percibimos no es definible por valores absolutos
(mensurables físicamente) sino por sensaciones relativas.
3
Y estas, varían de persona en persona, conforme a su experiencias
emocionales, asociaciones, recuerdos, etc.
Entendemos por percepción la forma de reflexión ideal de la realidad
objetiva proyectada en nuestro cerebro a través de determinadas funciones
del sistema nervioso central: los sentidos.
Nuestros sentidos son la puerta por la que el mundo entra en nosotros.
Con su ayuda captamos, conocemos, experimentamos nuestro entorno.
Gracias a ellos olemos, degustamos, palpamos, vemos, oímos. A través de
ellos gozamos o sufrimos. Valga la redundancia tautológica: los sentidos son
la base de nuestra sensualidad.
Pero antes, todavía un par de acotaciones generales.
4.
En 1913, el multitalento italiano Luigi Russolo, escribía en su manifiesto
„El arte de los ruidos“ („L’arte dei rumori“): »La vida antigua era silencio.
Recién con la invención de la máquina en el siglo XIX nació el ruido. Hoy el
ruido domina imperioso las sensaciones del Hombre...«.
Esta afirmación se limita a constatar un hecho histórico real. Habría que
agregar además, que Russolo era un admirador del ruido. Lo consideraba un
elemento indispensable del arte acústico moderno, del cual es precursor.
Sobre la capacidad efectiva de nuestros sentidos para percibir la
realidad se viene discutiendo desde siglos. Si se puede confiar o no en ellos,
es una pregunta casi tan antigua como la historia del pensamiento mismo. La
capacidad de percibir nuestro entorno fue, y sigue siéndolo, un fundamento de
la certeza de la propia existencia. Sabemos que estamos vivos, porque lo
„sentimos“.
Para nuestra existencia misma, la capacidad sensorial fue en un
comienzo una condición elementarísima de vida. Sin sus sentidos nuestros
abuelos prehistóricos no habrían tenido la más mínima posibilidad de
sobrevivir. Pasaran siglos antes de que el Hombre logre tomar conciencia de
su capacidad de percibir el mundo que lo rodea.
4
Esta toma de conciencia presupone una distancia frente al objeto y un grado
de abstracción del acto concreto de percepción. Sólo así será posible
visualizar en nuestro desarrollo gnoseológico general, una reflexión profunda y
sistemática de nuestros sentidos.
Alkmaion de Crotón, médico y filósofo pitagórico, que vivió alrdedor del
año 500 a.C. publicó un libro llamado „Sobre la Naturaleza“. Tal libro lo
conocemos sólo por referencias, especialmente las de Teofrasto, un discípulo
de Aristóteles. En la obra mencionada, Alkmaion es el primero en definir, o
que intenta definir, la diferencias existente entre el Hombre y resto de los
seres vivos. „El Hombre“, dice, „se diferencia de otras criaturas, en que él
comprende, mientras las demás sienten pero no comprenden.“ En el mismo
libro, el autor analiza y describe los sentidos humanos, y su función en la
comprensión del mundo.
La búsqueda de los pitagóricos de una ley general de interpretación del
cosmos; o los intentos de Demócritos por demostrar la veracidad de lo que los
sentidos nos trasmiten; o la famosa parábola de la caverna en la „Política“ de
Platon, a través de la cual trataba de explicar su teoría de la génesis de las
ideas; por su parte Aristóteles sostenía que todo el saber y el pensar tenían su
origen en la percepción; en fin, todas estas primeras, profundas reflexiones de
la Antiguedad fueron las primeras etapas de esa larga toma de conciencia de
nuestra capacidad sensorial para conocer el mundo.
Naturalmente, seria presuntuoso afirmar que ese proceso de toma de
conciencia ha terminado. Ello no es posible porque tal proceso está
determinado por el caracter cambiante de la realidad objetiva. Otra cosa es, si
los sentidos del Hombre están en condiciones de seguir aprehendiendo esa
realidad en toda su dinámica.
Y ya dijimos, que al respecto existen algunas dudas razonables.
5
5.
Repitamos pues la perogrullada inicial: el mundo llega a nosotros a
través de nuestros sentidos. Pero los sentidos no nos transmiten las cosas de
ese mundo tal cual son, sino nos hacen conocer sólo los efectos de algunas
de sus características. Esto nos conduce al equívoco frecuente de confundir el
objeto con sus propiedades.
Este equívoco se ha hecho parte de nuestro lenguaje cotidiano.
Decimos: „yo huelo una rosa“, pero en verdad eso es una simplificación de la
expresión, „yo huelo el aroma de una rosa“. O: „yo escucho el violín“, cuando
lo que queremos decir es, „yo escucho el sonido de un violín“. Etc. Que no se
entienda esto como una invitación a un uso penosamente exacto del lenguaje,
pues sería grotesco intentarlo siquiera. El lenguaje es un sistema vivo, asaz
complejo. Cualquiera tentativa por encerrarlo en un zapato chino no sólo es
idiota, sino inútil. La mención de tales ejemplos sociolinguísticos, sirven
solamente para ilustrar el riesgo de absolutizar el poder de nuestros sentidos,
o el de querer demostrar, precisamente a través de ellos, la inexistencia de la
realidad objetiva. (Berkeley).
6.
En los inicios del tercer milenio está muy extendida la discusión entre
científicos de las más diferentes disciplinas, desde sociólogos hasta
cibernéticos, sobre la constante física de nuestra capacidad sensorial. ¿Qué
cambios ha experimentado y sigue experimentando?. La investigación
fisiológica en conjunto con la robótica y la tecnología genética están ya en
situación de determinar las condiciones físico-biológicas de nuestra capacidad
perceptiva. No sólo a través de aparatajes externos, sino de implantaciones en
el mismo cuerpo humano.
Que en la actualidad la mayor parte de tales trabajos tenga lugar en las
divisiones de investigación científica de diferentes consorcios mundiales o en
institutos financiados por ellos, no es una casualidad.
6
Nuestra capacidad sensorial es perfectamente manipulable. En este
sentido, los sentidos han tenido desde siempre una significación cultural y
económica intrínseca. De ahí que se los haya tratado de influenciar siempre, y
seguir haciéndolo hasta el día de hoy. A favor o en contra de algo o alguien,
para insinuarnos a hacer o aceptar algo.1 Quién quiera llegar a nosotros, debe
hacerlo a través de nuestros sentidos. Ritos y símbolos e ideas con sus
sonidos o colores o aromas tocan a la puerta de nuestros sentidos y nos
preguntan si los dejamos pasar. Que ello ocurra o no depende de nuestra
propia sensibilidad, de nuestro grado de educación y cultural, pero también de
nuestros gustos y aficiones secretas2. De estos últimos, por lo general no
tenemos idea.
Mientras más información se tenga sobre nuestros sentidos, tanto más
fácil será la manera de acceder a nosotros.
Conocidos son los experimentos de publicidad subliminal que
comienzan a realizarse a fines de la década de los sesenta en los EE.UU.
Aunque después prohibidos, el envío subliminal de mensajes, principalmente a
través de los medios audiovisuales, es practicado intensamente en nuestros
días. Cada vez más numerosos son los filmes que viene cargados de
reclames comerciales.
Los mass-media como bombarderos estratégicos del consumo total
apuntan en primer lugar a nuestra capacidad sensorial. Cada vez son más
escasos los argumentos que apelan a la razón. Por lo tanto, no es de
asombrar que en muchos países las campañas electorales hayan devenido en
campañas publicitarias. Lo único que las distingue de aquellas de caracter
directamente comercial, es el producto.
El conocimiento cada vez más profundo de nuestra capacidad
sensorial, sin embargo, ha significado también un progreso notable en otros
ámbitos menos fariseos de nuestra „civilización“. Sobre todo en el tratamiento
1 Recordemos el dominio y manipulación de los medios de comunicación en el Tercer Reich2 Durante una campaña electoral en Berlín, un partido alemán de ultraderecha lanzó un spot publicitario sin palabras. Las secuencias mostraban escenas de extranjeros que viven en Berlín. Turcos, indios, negros, árabes. La música del spot era el tema central de „C’era una volta il west“, un film de Sergio Leone muy conocido en aquella época. La música en cuestión, de Ennio Morricone, era el prolegoméno de la aparición del malvado. La asociación en el espectador del spot era pues automática: malvado – extranjero.
7
de diferentes psicopatologías la moderna medicina alternativa de Occidente, y
de manera creciente también en la medicina escolástica, se recurre cada vez
más a la ayuda de los sentidos, como única forma de acceder a algunos
pacientes. Niños autistas reaccionan positivamente cuando entran en contacto
físico con el campo electromagnético de delfines u otros animales. En la
investigación gerontológica se hacen observaciones similares. Existen no
pocas terapias de rehabilitación psiquiátricas en que la música juega un papel
primordial. Y otras basadas en la inhalación de perfumes. Ya en la Antiguedad
se conocían y usaban aceites etéricos con fines medicinales.
En la mayoría de los casos se trata de conocimientos muy viejos
adquiridos por otras culturas en tiempos pretéritos, y que la autodenominada
„civilización“ occidental recién ahora empieza a re-descubrir para sí.
7.
A veces se leen serios trabajo, en los que se intenta ponerle notas a los
sentidos. Calificarlos, dividirlos entre importantes y menos importantes. Tal
valoración me parece un absurdo. Nuestros sentidos no están en competencia
entre sí. Todos juntos representan un complejo sistema sensorial.
Lo único que distingue a nuestros sentidos son sus funciones.
Durante mucho tiempo, antes de la invención de la escritura, en los
tiempos de profetas y bardos, la palabra de Dios, la historia y normas de la
tribu, así como otras informaciones esenciales para la vida social de las
primeras comunidades eran escuchadas, no vistas. Y en nuestra actualidad,
en muchos lugares del mundo, en Africa, Oceanía y la América Latina, existen
aún sociedades orales que, al contrario de la nuestra, han preservado la
audición.
»El ojo es siempre un órgano del esfuerzo, del trabajo, de la
concentración, que abarca claramente algo determinado«, dicen en su libro
„Composición para el cine“ el filósofo y musicólogo Theodor W. Adorno y el
compositor Hanns Eisler.
Sabemos que la televisión exige del telespectador un esfuerzo físico,
una dedicación constante. Nos sentamos a ver la pantalla. Escuchar radio en
8
cambio, es una actividad secundaria, que realizamos paralelamente o al
margen de otras
Pero los ruidos no son siempre identificables de modo inmediato.
Mucha veces son polisignificantes. Ofrecen más posibilidades de
interpretación que las imágenes. Allí donde el ojo „lee“ en fracciones de
segundo, nuestro oído debe primero analizar, ordenar y antes de que el
cerebro logre „traducir“ lo escuchado. Y, lo que no deja de ser interesante para
nosotros, mucha veces esta „traducción“ de lo escuchado es falsa.
La audición cumple en nuestro sistema nervioso función orientadora
central. En parte consciente, como cuando reaccionamos a señales acústicas;
y en parte inconsciente, cuando nuestro entorno acústico nos agrada o
desagrada. Buena parte de nuestra comunicación se basa en el intercambio
de informaciones sonoras. El lenguaje hablado u oído es sólo un ejemplo de
ello. Toda una época de la historia medial está marcada por la transmisión y
almacenaje de sonidos: radio, teléfono, grabaciones, etc.
Existen diferentes disciplinas técnicas o artísticas o medicinales que se
ocupan de „educar“ nuestro sentido auditivo, en un u otro aspecto. La
percepción cotidiana de estímulos acústicos – incluido el silencio - la
aprendemos como parte sobreentendida de nuestra socialización. En un
mundo medialmente cada vez más intercomunicado, pareciera que la atención
por nuestro entorno acústico más inmediato pierde en importancia. Nos
dejamos orientar cada vez en mayor medida por informaciones que no
percibimos directamente, sino a través de intermediarios técnicos.
8.
Existe una esfera natural del sonido.
Las voces del mar, del viento, del bosque, del desierto, de los animales
fueron las primeras que el Hombre escuchó. Antes incluso que la suya propia.
Existe además una esfera artificial del sonido. Cada vez más poderosa.
La industrialización del mundo ha acelerado la transformación de
nuestros sentidos. Estas transformaciones ha cambiado también nuestra
9
forma de percibir la realidad. Ver, oir, oler, palpar, degustar ya no son
solamente procesos receptores, sino también productivos.
El mundo sonoro se transforma incesantemente. A nuestro alrededor se
abren constantemente nuevas fuentes acústicas y se cierran otras. Nuestra
capacidad auditiva sin embargo, ya lo dijimos más arriba, pareciera reaccionar
frente a estos cambios con embotamiento. Esto nos ha llevado a aumentar el
volumen de las señales acústicas que necesitamos para entenderlas. La
„civilización“ nos ha hecho más ruidosos.
Con la revolución industrial primero, y la eléctrica-electrónica después,
desaparecieron definitivamente de las grandes ciudades los paisajes acústicos
pueblerinos. Motores, tráfico urbano, ruidos de fábricas nos acompañan las
veinticuatro horas del día, non-stop. Para caracterizar con una sola frase la
calidad acústica de las urbes: en la ciudad el silencio no existe. No me estoy
refiriendo al silencio absoluto3, sino simplemente a este estado sonoro de
quietud, que conocemos del campo.
Una muralla acústica, a veces impenetrable, nos rodea de la noche a la
mañana. Pero para ser escuchados debemos traspasar esa muralla, y para
eso aumentamos los decibeles de percepción que necesita nuestro oído en
muchos más de los realmente necesarios.
El compositor e investigador acústico canadiense Murray Schafer, ha
comprobado que entre 1912 y 1974 la sirenas de la policía o bomberos de la
ciudad de Vancouver han aumentado su intensidad en más de 30 decibeles.
Hoy el ruido de las sirenas han sobrepasado hace tiempo la frontera del dolor.
Antes bastaba que los bomberos hicieran sonar una campana en sus carros,
ahora sus sirenas y los de la policía superan el límite de dolor de los 130
decibeles.
Escala intensidad sonora en dB
00 nivel de audición normal10 respiración
3 Siempre escucharemos dos sonidos. Uno alto, producido por el trabajo del sistema nervioso; y uno bajo, correspondiente a la circulación sanguínea.
10
20 ruido de hojas en el bosque25 ronroneo de un gato35 biblioteca40 sala de estar tranquila60 conversación normal en un lugar80 tráfico intenso100 calle muy ruidosa, discoteca.130 motor a reacción (límite acústico de dolor) 140 jet al despegue160 canal de viento175 cohete espacial
El ruido ambiental de la ciudad, su incesante flujo acústico ha ido
reduciendo el espacio acústico individual del Hombre. Muchos sonidos han
desaparecido definitivamente de su geografía acústica. Para generaciones
enteras significa eso, la pérdida de parte importante de sus biografías
sensoriales: el canto de determinados pájaros, el cuerno o la campanilla del
heladero, el ruido de los afiladores callejeros, etc. En el fondo, se trata de una
otra forma de pérdida de identidad cultural. Una deuda con las generaciones
venideras.
Reflexionar por un momento en la responsabilidad que nos incumbe en
esta compleja problemática cultural, como gente que trabaja con y en el medio
radio, es quizás el objetivo principal de estos desordenados apuntes.
11
9.
Detengámonos en este punto y hablemos un poco ahora de ecología
acústica.
Nuestra civilización tiene los sonidos que se merece, afirma Murray
Schafer. Por sonido entendemos no sólo las ondas sonoras físicas que
estimulan nuestra audición, sino además - y en nuestra esfera de actividad
sobretodo- es la vivencia interior, la interpretación sonora, el lenguaje, el
diálogo con otras formas sensoriales como luz, espacio, forma, color,
movimiento. El sonido (sound) del entorno es una suma de elementos y se
hace presente siempre en forma de „paisajes acústicos“.
Un artista acústico llamado Gordon Hempton, de Seattle (en cuyo papel
de carta ha impreso un logo donde se lee: »Preserve the quiet!“« - Protección
del silencio), realizó en un lapso de cinco años, entre 1983 y 1988, un trabajo
que consistía en buscar un lugar en que por lo menos se pudieran grabar
quince minutos de ruidos naturales, sin presencia del hombre. Sólo logró
ubicar 30 de dichos lugares en una región de aproximadamente 250.000 km²
(casi un tercio de Chile). Registró la exacta posición geográfica de dichos
lugares y regresó a ellos cinco años después. La mayoría de tales lugares ya
no existen. Es decir, ya no es posible grabar en ellos quince minutos de
„sonido natural“.
La misma experiencia ha realizado otro artista y paisajista acústico,
Bernie Krause (trabajó en la producción sonora del film „Apocalypse now“).
Krause investiga desde hace años en Africa, Asia, Nor y Sudamerica, la
existencia de „nichos“ sonoros, que conserven aún su „sonido original“.
Murray Schafer dice: „Cada bosque genera su propio sonido básico. Un
viejo bosque de pinos crea con sus ramas oscuros pasadizos donde el sonido
resuena con una claridad extraordinaria. Según Oswald Spengler, fue este
efecto acústico el que trataron de imitar los constructores de catedrales
góticas“.
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Por su parte el sonidista (sound designer) Bernie Kraus afirma: „Cada
lugar del mundo tiene su propia voz“. Esta tesis la sustenta con los análisis
acústicos de las grabaciones por él realizadas en diferentes lugares, con los
que demuestra que cada espacio natural tienen su propia personalidad
sonora, que la diferencia claramente de otras. Vegetación, clima, presencia
zoológica, constituyen una mezcla sonora específica, única, irreproducible.
Las grabaciones realizadas por Bernie Krause en Borneo y Sumatra a lo largo
de varios años, demuestran por vía sonora, la rasante desaparición de
especies, la destrucción cada vez más veloz de regiones que habían sido
declaradas patriomonios culturales de la Humanidad.
Con seguridad los daños mayores del entorno se registran en nuestras
latitudes.
El llamado pulmón del planeta, la selva amazónica, según el Word Wide
Fund for Nature (WWF) luce un carcinoma de aproximadamente 610.000 km².
Y cada año crece en otros 25.000 km², una superficie similar a la de los países
del Benelux.
¿Y qué podemos decir de la región en que nos encontramos? ¿Cuales
son las actuales condiciones ecológicas de la selva fría precordillerana, que
por siglos fue un hábitat intocado? Sabemos que ya han desaparecido sin
vuelta, especies vegetales y animales que sólo crecían aquí. Cada día
mutilamos algo de la naturaleza que nos rodea. Y no hay señales, de que
este proceso aminore. Por el contrario. La celeridad de la destrucción es cada
vez mayor. Con entusiasmo suicida, aserramos sin cesar la rama en que nos
encontramos sentados. Ya ni siquiera necesitamos preguntar a las
generaciones pasadas para informarnos de lo que hemos perdido y destruido
definitivamente. Basta que recordemos nosotros mismos de lo que cuando
niños vimos o conocimos.
Tal vez pueda parecer curioso mencionar el tema de la ecología en
estas disquisiciones sobre teoría de la audición, pero nuestro medio ambiente
es un sistema complejo. Ninguna de sus partes existe por separado, sino en
una interrelación estrecha.
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La creciente polución ecológica general que se registra en todo el mundo,
afecta también nuestro entorno acústico. Desaparece una región y con ella
desaparece su sonido. Esta destrucción ecoambiental afecta especialmente
en las grandes concentraciones urbanas la totalidad de dichos paisajes
sonoros. La radio actual no es ajena a este deterioro. Y no sería en desmedro
de este taller, aprovechar la oportunidad para reflexionar sobre nuestra propia
responsabilidad como gente de radio en este desarrollo.
10.
Cambio de tema. Divaguemos ahora algo otros aspectos de la
percepción acústica.
Para empezar una pequeña historia:
„Kakua, uno de los primeros sabios Zen en el Japón del siglo XIX regresó de
un largo viaje por países extraños y lejanos. El Emperador le ordenó que se
presentara ante él y le pidió que le contara todo lo que había vivido durante su
largo viaje. Kakua hizo una profunda reverencia, extrajo de entre sus ropas
una pequeña flauta de bambú y tocó en ella una sola nota. Sin decir una
palabra, volvió a inclinarse profundamente y se retiró.
El Emperador quedó confundido. Pero preservó esa única nota que había
escuchado en su corazón y después de una larga vida encontró al fin su paz
interior. Así se cuenta.“
No vamos a incurrir en el error de apresurarnos a buscar aquí y ahora la
mejor de las interpretaciones posibles de esta pequeña anécdota. Acaso sea
su mayor valor, simplemente intrigarnos. Acaso no es una posible respuesta lo
interesante en ella, sino la pregunta misma.
¿Qué puede encerrar el sonido de una sola nota? ¿Qué puede
decirnos?
El Hombre que pregunta es un Hombre que oye. Y viceversa. Sabemos
que existe una relación indisoluble entre el oír y el hablar. El uno determina la
existencia del otro. Esto que pareciera ser una simpleza, se ha ido
transformando en otra de nuestras muchas funciones sociales que en nuestra
sociedad medial el Hombre ya empieza a olvidar.
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Una disfunción del lenguaje afecta nuestra función auditiva y viceversa. Los
sordomudos son el ejemplo fisiológico más craso de tal acerto. Pero en este
caso nos estamos referiendo a los sordomudos „sociales“. A aquellos, cada
vez más numerosos, que han ido perdiendo las facultades de escuchar y de
articularse oralmente. Sin percepción ningún proceso cognoscitivo es posible.
Y sin conocimiento no hay pensamiento. Sabemos además que existe una
relación intrínseca entre lenguaje y pensamiento. El Hombre piensa en
palabras. El prehombre era mudo. Es la necesidad de comunicarse la que irá
modelando su biología, su fisiología, hasta darle el instrumento que necesitaba
para dar el paso siguiente de su evolución. La capacidad de oir genera la
capacidad del habla.
Un hueso fósil encontrado en 1980 en excavaciones en la cueva de
Kebara en Israel hace suponer que uno de nuestros primeros antepasados, el
hombre de Neanderthal, ya poseía la capacidad del habla. Se trata de un
hueso del cuello, el hiodes, que es una pieza clave en el aparato vocal. La
capacidad de hablar es un momento clave en el desarrollo social del Hombre.
Anibal Ponce, un destacado pensador argentino, olvidado como tantos, dice
que la palabra no surge de una génesis, sino de un desarrollo social. Y
agrega: „La palabra, con ser de todos los medios el más afortunado, no
constituye sino un esfuerzo, nunca satisfecho, por hacer del sonido el
traduictor fidelísimo de nuestra vida mental“.
Oir y hablar no sólo están indisolublemente unidos el uno al otro, sino
también con todo nuestro sistema sensorial. El lenguaje no es la única, pero sí
una de las principales vías de acceso a nuestra razón y emoción. Sigue siendo
principalmente la palabra por la que se realiza la comunicación entre los
hombres. Nuestra autodenominada civilización nos ha regalado ubérrimos
parafernales tecnológicos, que en apariencia facilitan y fomentan esta
comunicación. Digo en apariencia, porque si los miramos con cierta detención,
resulta que estos regalos de la tecnología son más bien presentes griegos.
Las más de las veces crean más aislamiento que comunicación, más
dependencia que independencia, más enajenamiento que libre albedrío.
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Al hablar de prensa escrita, cine, televisión, etc., nos referimos con
frecuencia a los medios de comunicación. Se trata de una falacia semántica.
Más exacto sería es de medios de difusión y distribución. La comunicación es
un proceso que se realiza en dos direcciones, que es precisamente lo que no
ocurre con los llamados „medios de comunicación“, los que concientes del
poder de la palabra en cuanto instrumento racional y emocional, la han
convertido en mercadería. No olvidemos que los medios de comunicación
siempre pertenecen a alguien y para que funcione, deben ser manejados por
alguien. En el caso de la radio, por nosotros.
La palabra es un objeto que puede herir y matar; puede venderse,
comprarse, arrendarse o permutarse. Pero también la palabra puede ser
asesinada, castrada, violada o simplemente negada.
Al mismo tiempo la palabra puede ser poesía y filosofía, una puerta de
ingreso a la prodigiosa aventura del pensamiento y la imaginación. La poética
de la palabra sigue siendo irreemplazable.
La radio es sin duda, todavía, una de las fuentes acústicas no-
naturales más importantes que nos rodean y que influyen en nuestra
percepción de la realidad. Como „medio de comunicación“ informa o
desinforma, entretiene o aburre, instruye o embrutece. Con su capacidad de
hablarle a miles de personas al mismo tiempo, la radio se convierte en
responsabilidad social. Pero la recepción del que escucha su mensaje es
individual. De alguna manera, el auditor se siente interlocutor del que le habla.
Más aún, cuando el periodista radial domina el arte de hablarle a a través del
micrófono a una sola persona.
Esta capacidad de la radio de crear una „individualidad comunicacional
„ convierte la tarea del hombre o la mujer de radio en una responsabilidad
personal. O al menos debería serlo. Las preguntas que plantean esta
responsabilidad no son pocas.
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Pero nuestra actual capacidad auditiva es cada cada vez más ilusoria
que efectiva. Afirmamos oir, pero no escuchamos lo que oímos. A nivel de la
comunicación social, sobre todo la ejercida por televisión y radio, esta ilusión
de oir es causada por un torrente avasallador de señales en una mezcla
indiferenciada de noticias, música, publicidad. Este flujo acústico es conocido
como „Infotaintment“: un híbrido entre „information“ y „entertainment“, pero que
no es ni lo uno ni lo otro.
Oir sin escuchar pareciera ser una de las características más específicas de
nuestro actual estado comunicacional.
O como decía un periodista argentino, nos informan al segundo de todo, pero
no nos enteramos de nada.
Hay preguntas que no podemos delegar a nadie, son las preguntas a nosotros
mismos. „Escucharnos“ pareciera la parte más elemental, la más fácil de
nuestra función auditiva. ¿Lo es?
„Condenado a la soledad en medio de los Hombres“ – así definió uno de los
sordos más famosos de la Humanidad el estado de sordera. Hablamos de
Ludwig van Beethoven. Tiene 26 años cuando empieza a quejarse de
„zumbidos y rumores en los oídos“. En 1813 pierde totalmente la audición de
su oído derecho. La dolencia se conoce en la medicina con el nombre de
„Tinnitus“ o „acúfenos“ y consiste en la percepción de zumbidos o ruidos en
los oídos y cabeza, en ausencia de fuentes sonoras externas. Esta dolencia la
han sufrido muchos músicos: Bedrich Smetana, Robert Schumann, etc.
Volvamos a Beethoven. Con el izquierdo puede oir algo todavía. Junto con
usar diferentes modelos de las conocidas trompetillas de comadrona, hace
instalar en su piano dos cajas de maderas, como si se tratara de altoparlantes.
Con estos medios trata de reforzar el efecto de las ondas sonoras. Cuando
esto tampoco le sirve, recurre a sí mismo como cuerpo de resonancia. Aprieta
con sus dientes el extremo de un listón de madera, cuyo otro extremo roza el
piso de resonancia de su piano. Así percibe las vibraciones de las cuerdas.
Fisiológicamente desde 1819 Beethoven ya no puede oir. Lo que hace es
„sentir“ las vibraciones de las notas. Las imagina, las escucha en su interior.
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Así Beethoven fue ampliando y desarrollando su „oído interior“. Esto le permite
seguir componiendo, aunque bajo terribles condiciones que apenas podemos
imaginar. Sus trabajos mayores, la Missa solemnis y la Novena Sinfonía no los
escuchó jamás con sus oídos, pero si „vivió“ cada una de sus notas.
Conocemos de la activa existencia del „oído interior“ a través de la vida de
muchos compositores. No me estoy refiriendo a nuestro „oído interno“
biofisiológico. Por lo general, con este „oído interior“ complementan su
capacidad auditiva exterior. Pero no sólo los compositores disponen de él.
Oir por lo tanto, no es un proceso limitado al aparato auditivo. Bien es cierto
que el sentido de la audición es el más específico, en cuanto a percibir e
interpretar los sonidos que nos rodean, y constituye el fundamento de la
comunicación humana. Pero todo nuestro cuerpo tiene la capacidad real de
captar vibraciones y oscilaciones. Algunas veces, en frecuencias que escapan
al oído.
10.
El órgano de la audición, el oído interno, es el único que alcanza su tamaño
definitivo cuatro meses antes de que veamos por primera vez la luz del día4. El
Hombre llega al mundo con su aparato auditivo totalmente desarrollado. La
paleontología afirma que el Hombre surgió del proceso evolutivo de la
naturaleza aproximadamente hace seis millones de años. El sentido de la
audición es más viejo. Quinientos millones de años atrás los primeros
vertebrados que abandonan el medio acuático, es decir nuestros antepasados
más primeros, ya disponían de un oído interno. El paso del medio acuático al
terrestre hace necesario la división de nuestro aparato auditivo en oído
externo, medio e interno. Es un proceso que toma su tiempo. El oído de los
vertebrados, adaptados a la vida acuática captaba sólo una milésima de los
ruidos terrestre.
4 Alfred Tomatis, audiólogo francés, afirma que en su libro „La noche uterina“, que el embrión puede „escuchar“ el murmullo de las células. Tomatis interpreta este murmullo como el „sonido del ser“ y “sonido de la vida“
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Para compensar esta desventaja la Naturaleza crea el oído medio, que le
permitió a los vertebrados transformar la frecuencia de longitud de ondas
acuáticas a onda aéreas. Esta adaptación ocurrió hace 350 millones de años.
Y tuvieron que pasar otros 150 millones antes que nuestro oído medio se
convirtiera en el sensible instrumento que ahora es. Todas estas
transformaciones ocurren por supuesto como parte del proceso evolutivo
general del Hombre. La interpretación del entorno acústico exige y presupone
un desarrollo del cerebro. Este proceso continúa. Sólo ¿en qué dirección?
11.
Investigaciones actuales e fines del siglo XX, muestran que en la mayoría de
los casos, el último de nuestros sentidos que se extingue en el momento de la
muerte es el de la audición. Y otra vez: la ciencia occidental ha re-descubierto
lo que los monjes tibetanos ya habían escrito hace más de ochocientos años
en su „Libro de los Muertos“, cuyo nombre en su idioma original significa algo
así como „Liberación a través del oir“.
La percepción es una forma de „pensar“ de nuestro cuerpo, una forma de
toma de conciencia de lo que lo rodea y de su tiempo. Es, por una parte el
reconocimiento de la materialidad de la realidad y por otro, el reconocimiento
de su mortalidad. Percibir es prestarse atención a sí mismo y prestar atención
a nuestro exterior. Esta cualidad bifuncional es también inherente a la
audición. Oir es también oirse. Preguntar es preguntarse.
12.
Para terminar digamos un par de palabras sobre lo que la radio considera uno
de sus peores enemigos: el silencio. (Al extremo, que incluso las pausas son
interrumpidas por señales acústicas). El silencio es sin embargo un elemento
fundamental de toda obra acústica o composición musical.
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Según el músico y artista acústico John Cage (1912 – 1994)5 el silencio no
constituye un déficit o ausencia de sonido. El sonido es una otra calidad de
percecpción acústica. No sólo para Cage el silencio es la clave de nuestra
capacidad de aprehensión musical. La intencionalidad del silencio es mucho
más grande de lo que creemos. Su valor acústico es por lo tanto, inmenso.
Otro moderno compositor y artista acústico y radial, el chileno-alemán Juan
Allende-Blin afirma por su parte que „el silencio es un producto del sonido. El
sonido posee muchos caminos, pero siempre requiere de un lugar de reposo,
y este es el silencio. Considero el silencio más productivo que el sonido,
porque él es el punto de arranque de todo desarrollo acústico. Sin el silencio,
sin la concentración del silencio, el sonido no podría desplegar su efecto y
afecto.“
5 Con su opus „4 minutos y 34 segundos“ del año 1952 Cage horrorizó y cautivó al público. Consiste en un silencio de esa duración, que el grabó en un bosque.
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