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ARISTÓTELES
"Aristóteles puede ser considerado como el barómetro
cultural de la historia de Occidente. Cuando su influencia
ha dominado, ha preparado el camino para las eras
brillantes de la Historia; cuando su influencia ha caído,
así lo ha hecho también la Humanidad. El revival
aristotélico del siglo XIII trajo a los hombres El
Renacimiento. La contra-revolución intelectual les llevó a
la caverna de su antípoda: Platón. Sólo hay un asunto
fundamental en Filosofía: La eficacia cognitiva de la
mente del Hombre. El conflicto de Aristóteles frente a
Platón es el conflicto de la razón frente al misticismo"
Ayn Rand
“De Aristóteles podría decirse que ha sido uno de los
grandes infortunios de la raza humana. Aún en este
momento la enseñanza de la Lógica, en la mayoría de
universidades, está llena de tonterías, de las que
Aristóteles es responsable. En todos los tiempos modernos,
prácticamente, cada avance de la ciencia, en Lógica o en
filosofía, ha tenido que hacerse contra la encarnizada
oposición de los discípulos de Aristóteles.”
Bertrand Russell
Biografía
Nace en Estagira (384-322 a. C.), una ciudad de Tracia que linda con Macedonia. Su padre,
Nicómaco, era médico del rey de Macedonia (Amintas III, padre de Filipo II que sería el padre de
Alejandro Magno). Su madre se llamaba Festis y también estaba vinculada a la medicina. En 367 a.
C., cuando Aristóteles tenía 17 años, su padre murió, y se hizo cargo de él su tutor Proxeno, que lo
envió a Atenas, la capital intelectual del mundo griego, para que estudiase. Para entonces, en Atenas
había dos grandes escuelas, la Academia y la escuela de Isócrates, heredera de los sofistas y
centrada en la retórica. Se decantó por la Academia y allí permaneció por veinte años1 hasta la
muerte de Platón. En ese momento, sus sobrino, Espseusipo pasó a ocupar el puesto de director de
la Academia y Aristóteles, que seguramente no estuvo nada de acuerdo con esa decisión por el giro
pitagórico-espiritual que le estaba dando y porque debía considerarle inferior intelectualmente,
abandonó Atenas acompañado de Jenócrates.
Se fue a Assos y fundó una rama de la Academia e influyó sobre Hermias, el tirano local, además de
casarse con la sobrina/hija adoptiva de este, Pythias. Con ella tendrá una hija, Pytias, como su
madre. Más adelante, a la muerte de esta, tendrá otro hijo, Nicómaco, con Herpilis, su compañera
inseparable para el resto de sus días. Tres años más tarde se fue a Mitilene, donde conoció a
Teofrasto (con el tiempo sería el seguidor más famoso de Aristóteles). Poco después (343 – 342 a.
C.) fue invitado por Filipo para ir a la corte de Macedonia a ser el profesor de su hijo, Alejandro
Magno, que tenía por entonces 13 años. Cuánto influyeron el uno en el otro no se sabe con certeza,
pero sin duda la mayor mente filosófica de varios milenios y la mayor mente militar y política de
1 Pese a la diferencia de edad y todas las discrepancias filosóficas (que seguramente llevaron a largas discusiones en
todos esos años) Aristóteles debía de tenerle mucho aprecio a Platón. Cuando se refiere a él tras su muerte dice que
es el hombre «a quien los malvados no tienen ni siquiera el derecho de alabar, y que se mostró en su vida y en sus
enseñanzas cómo ser bueno y dichoso a la vez». Aristóteles halló en Platón un guía y un amigo por el que sintió la
mayor admiración y todos sus desencuentros no pasarían de los debates teóricos.
otros tantos siglos debieron aportarse algo entre sí2. Filipo fue asesinado y Alejandro ascendió al
trono (336). Con Filipo, Macedonia había pasado de ser un reino fronterizo, pobre y desdeñado por
los griegos, a un territorio que se consideraba como parte de la Hélade, un poderoso Estado militar
de fronteras consolidadas con un ejército experimentado que dominaba indirectamente a Grecia a
través de la Liga de Corinto.
Alejandro reconstruyó la ciudad de Estagira (saqueada y quemada) como gesto de agradecimiento a
Aristóteles y este pasó un tiempo allí, pero terminó volviendo a Atenas (335-334) para fundar su
propia escuela, cerca del templo de Apolo Lykeios3, y fue conocida como el Liceo. A los que
estudiaban allí les conocían como los peripatéticos4, porque tenían la costumbre de dar las lecciones
paseando o sentados en una galería ajardinada. El Liceo tuvo, más marcadamente que la Academia,
el carácter de una unión o sociedad en la que los pensadores ya maduros proseguían sus estudios e
investigaciones: era, en resumidas cuentas, algo así como una universidad o institución científica,
equipada de biblioteca y con un cuadro de profesores, y en ella se daban cursos con regularidad. La
Academia estaba más interesada en formar hombres de Estado y proporcionarles una base política y
jurídica para que fueran futuros gobernantes. En la Academia Platón escribió La República y
Aristóteles más bien se dedicó a recoger copias de las constituciones de las ciudades-estado y
seleccionar los mejores puntos de entre ellas. El Liceo era donde acudían las ciudades-estado
cuando querían escribir una nueva constitución, mientras que ninguna trató de instaurar la
república. El Liceo tuvo mucho éxito, como es normal. Hay que pensar que Aristóteles era un gran
pensador y venía con la vitola de haber sido maestro del general que estaba conquistando todo el
mundo conocido, así pues, el prestigio de Alejandro se transmitía al estagirita.
En 323 muere Alejandro Magno (¿o es asesinado?) y el resentimiento contra el imperio macedonio
estalló. Aristóteles, acusado de impiedad, huyó de Atenas (se dice que comentó que lo hacía “para
impedir que los atenienses pecasen por segunda vez contra la filosofía”), dejando a Teofrasto como
director del Liceo, y se retiró a Calcis, en Eubea, de donde era su madre (a unos 30km al norte de
Atenas) y allí, poco después, muere de una enfermedad a la edad de 62 años, en 322 a. C.
Así pues, como vemos, Aristóteles vive el final de un periodo político caracterizado por la
organización en polis, ya en decadencia, y el surgimiento de un gran imperio que extenderá la
cultura helénica hasta lugares muy remotos. Las guerras contra otros imperios y entre sí las habían
dejado listas para ser invadidas y Filipo y Alejandro serán los primeros que conviertan a Grecia en
una unidad política. Esta decadencia afectó negativamente a la vida cultural, apenas tenemos en esta
época creadores de renombre, salvo el arquitecto y escultor Praxíteles, aunque Atenas aún
mantendrá la fama de centro artístico, científico y filosófico. Y al respecto de esto último, tenemos
un contexto dominado por el platonismo, que será una herencia muy fuerte en Aristóteles, como no
podía ser de otra manera. Conocerá a la perfección las ideas de Platón y debatirá a menudo con él,
mientras forja críticamente las bases de su propio pensamiento. También había escuelas que
intentaban mantener la herencia de sofística de formación en retórica para conseguir ciudadanos que
dominasen en la Asamblea. Además se desarrollaron algunas otras escuelas de raíz socrática (la
escuela cínica y la escuela cirenaica – de la que surgirá Epicuro –, sobre todo centradas en ética).
Obra
Las obras de Aristóteles se suelen dividir en tres categorías:
– Las obras exotéricas que fueron escritas la mayor parte en forma de diálogos e iban
2 Aunque quizá no tanto. Las visiones políticas de uno y otro no podrían ser más opuestas: la autonomía de una polis
pacífica (Aristóteles) frente al imperio expansionista (Alejandro), la vida reflexiva frente a la vida de la violencia... 3 Apolo “en forma de lobo” 4 En griego peripatêín significa pasear
dirigidas al gran público. De estas solamente existen fragmentos, todos los originales se han
perdido.
– Las obras pedagógicas que eran resúmenes de las lecciones dadas por Aristóteles en el
Liceo. De estas conservamos la mayor parte, aunque no todas5. Estas obras pedagógicas
fueron dadas a conocer al público por vez primera en la edición que de ellas hizo Andrónico
de Rodas (c. 60-50 a. J. C.), y le granjearon a Aristóteles fama de escritor de árido estilo, no
especialmente preocupado por las florituras literarias. Andrónico ordenó todos esos apuntes,
los editó y les puso títulos. Según algunos eruditos de Aristóteles, como Tomás Calvo, no se puede hacer mejor que como lo hizo él.
– Grandes colecciones y proyectos de investigación. Eran dirigidos o inspirados por Aristóteles y realizados con la colaboración (o totalmente) por estudiosos cualificados del Liceo.
En Aristóteles también hay una evolución según el paso del tiempo. Muchas de sus primeras obras
aún conservan elementos platónicos, Por ejemplo, el diálogo Eudemo o Sobre el alma, en el que
Aristóteles comparte la doctrina platónica de la reminiscencia y de la aprehensión de las Ideas en un
estado de preexistencia. Sin embargo, cuando se estudia la Filosofía de Aristóteles, se suele
considerar que se trata de la obra que escribió en el Liceo. Esta es una lista de sus obras:
– Lógica
– (1a) Categorías
– (16a) De la interpretación
– (24a) Primeros analíticos
– (71a) Segundos analíticos
– (100a) Tópicos
– (164a) Refutaciones sofísticas
– Física (sobre la naturaleza)
– (184a) Física
– (268a) Sobre el cielo
– (314a) Acerca de la generación y la corrupción
– (338a) Meteorología
– (391a) Del universo
– (402a) Del alma
– Pequeños tratados sobre la naturaleza
– (436a) De los sentidos y de lo sentido, (449b) De la memoria y la reminiscencia,
(453b) Del sueño y la vigilia, (458a) Del ensueño, (462b) De la adivinación por el sueño, (464b) De la longitud y la brevedad de la vida, (467b) De la juventud y la
vejez, de la vida y la muerte, y de la respiración
– (481a) De la respiración
– (486a) Historia de los animales
– (639a) Las partes de los animales
– (698a) El movimiento de los animales
– (704a) Progresión de los animales
– (715a) Generación de los animales
– (791a) De los colores
– (800a) De las cosas de la audición
– (805a) Fisiognomónica
– (815a) De las plantas
5 La novela El nombre de la rosa, por ejemplo, gira en torno al segundo tomo de la Poética de Aristóteles, que está
perdido y un montón de asesinatos relacionados con él.
– (830a) De las maravillas escuchadas
– (847a) Mecánica
– (859a) Problemas
– (968a) De las líneas imperceptibles
– (973a) Los lugares de los vientos
– (974a) Melisos, Jenófanes y Gorgias (abreviado MXG)
– Metafísica
– (980a) Metafísica
– Ética y política
– (1094a) Ética nicomáquea o Ética a Nicómaco
– (1181a) Gran moral
– (1214a) Ética eudemia o Ética a Eudemo
– (1249a) Librillo sobre las virtudes y los vicios
– (1252a) Política
– (1343a) Económica
– Constitución de los atenienses (Trabajo encontrado en 1890, después de la edición de Bekker, no tiene notación)
– Retórica y poética
– (1354a) Arte retórica
– (1420a) Retórica a Alejandro
– (1447a) Poética
El abandono del diálogo y su sustitución por el tratado no es un cambio simplemente de estilo en un
sentido meramente expositivo, literario o formal. Es un cambio de mayor calado con implicaciones
epistemológicas. El recurso al tratado expresa una voluntad de sistema, una intención de
ordenar sistemáticamente las ciencias y, dentro de cada una de ellas, tratar sistemáticamente las
cuestiones correspondientes.
EPISTEMOLOGÍA
Si Platón, en su concepción de la ciencia, podría compararse con un matemático, Aristóteles sería
más bien un biólogo, tanto en su forma de proceder como en su forma de entender la ciencia. Al
igual que ocurría con Platón tampoco en Aristóteles encontramos una teoría del conocimiento
elaborada, aunque sí numerosos pasajes en varias de sus obras (Metafísica, Ética a Nicómaco,
Tópicos, por ejemplo) que se refieren explícitamente al conocimiento analizándolo bajo distintos
aspectos. El estudio de la lógica, el análisis de las características de la ciencia y sus divisiones, la
determinación de las virtudes dianoéticas, etc., son algunas de las ocasiones en las que Aristóteles
nos habla de una manera más específica del conocimiento y de sus características.
La ciencia (episteme)
La ciencia (episteme) es para Aristóteles un saber universal, seguro, indudable y organizado (es
decir, todo lo contrario de una acumulación de datos inconexos). Forma parte de la ciencia todo
aquel enunciado que establece las causas, es decir, que determina por qué algo tiene que ser
necesariamente de la manera que es y no puede ser de ninguna otra forma.
En ciencia hay que distinguir entre descubrimiento científico, que es inductivo6 y la explicación
6 Inducción: Extraer, a partir de determinadas observaciones o experiencias particulares el principio general que en
ellas está implícito.
científica, que es deductiva7.
El científico trabaja elaborando inducciones, pues sus descubrimientos consisten en alcanzar lo
universal a partir de las realidades concretas que observa. Por ejemplo, al observar la muerte de los
seres vivos se alcanza la generalización de que todos los seres vivos mueren. La ciencia se origina
en lo particular, pero, recordemos, es saber universal. No hay conocimiento científico de lo
particular.
Sin embargo, la explicación científica siempre es deductiva. En todas las ciencias hay que partir
de unos enunciados que se conocen como axiomas, a partir de los cuales se derivan, deducen y
demuestran otros enunciados, que son los teoremas. La verdad de los teoremas se sustenta, por lo
tanto, en los axiomas.
Tanto los axiomas como los teoremas se descubren de forma inductiva. Los axiomas no son innatos
al ser humano, no son un saber que resida en el alma y que el individuo posea antes de nacer, como
creía Platón, sino que surgen inductivamente, como todos los demás conocimientos. La diferencia
entre axiomas y teoremas es que los axiomas son intuiciones de las que no cabe dudar y no es
preciso sustentarlas en otras razones. La capacidad para captar axiomas se debe a la facultad
del intelecto o nous.
Para Aristóteles, cada ciencia particular está formada por un sistema específico de axiomas, y no
tiene sentido aspirar a encontrar axiomas aplicables a todas las ciencias, desde la ética a la
geometría. Por tanto, no puede decirse que haya una ciencia absoluta, sino una pluralidad de
ciencias8. Hay dos axiomas que sí son comunes a todas las ciencias. El principio de no-
contradicción y el axioma que dice que “dos cosas iguales a una tercera son iguales entre sí”.
Clasificación de las ciencias
Aristóteles clasifica las ciencias en tres grandes ramas. Entre ellas no incluye la lógica, ya que la
considera como una preparación para el estudio de las ciencias, es como el instrumento para el
conocimiento, pero en sí misma no es una ciencia.
– Ciencias teóricas: Son ciencias cuyo único fin es ampliar el conocimiento; no son un
medio, sino que se estudian por sí mismas y por el placer de aprender. Aristóteles distingue
tres tipos.
– Ontología, metafísica o filosofía primera: Trata sobre el estudio de los objetos reales. Se dedica a ello en un libro de 14 tratados relativamente independientes llamado Metafísica.
– Ciencias naturales o física: Estudia los procesos de cambio y de movimiento de los
cuerpos materiales, tanto de los seres vivos como de los inertes. Esta disciplina engloba materias que en la actualidad pertenecen a la física, la biología, la astronomía, etc.
– Matemáticas: Las matemáticas no estudian objetos independientes de los cuerpos
materiales, como pensaba Platón, sino que el matemático hace abstracción de algunas
propiedades que se encuentran en los propios objetos, como la longitud o las formas geométricas.
– Ciencias prácticas: Son ciencias que reflexionan sobre la organización social y sobre las
7 Deducción: Método por el cual se procede lógicamente de lo universal a lo particular. 8 Esta será una de las diferencias fundamentales entre Platón y Aristóteles. Platón no creía que hubiese ninguna
diferencia esencial entre el saber teórico (científico) y el saber práctico (político, moral), en último término ambos
remiten al conocimiento del Bien y de él dependen, de ahí que en la utopía platónica el sabio sea, a la vez, el
gobernante ideal. Su idea de la Dialéctica era precisamente la de una ciencia máximamente universal. Más adelante,
Descartes también hablará de la existencia de una Mathesis Universalis, una especie de ciencia común que compara
con un árbol, donde la metafísica son las raíces, la física el tronco y las ramas las demás ciencias.
acciones humanas, cuyo fin último es alcanzar la felicidad. Se dividen en dos grupos.
– Ética: Su finalidad es el estudio de la acción individual para alcanzar la felicidad.
– Política: Estudia las sociedades humanas y cuál es la mejor forma de organización social y política.
– Ciencias productivas: Son todas aquellas disciplinas cuya finalidad es la producción de
objetos y de útiles, como la artesanía, la fabricación de barcos o la carpintería. También
incluyó aquí Aristóteles a las artes y la retórica (se dedican a producir obras o discursos
bellos). Los conocimientos específicos que se requieren para elaborar un objeto artesanal
son la esencia de estas ciencias productivas. También escribió sobre esto, por ejemplo, los
tratados Retórica o Poética.
¿Cómo conocemos?
La base fundamental de la teoría del conocimiento aristotélica parte de que todo el conocimiento
nace de la experiencia, del contacto de los objetos del mundo. Al contrario de lo que afirmaba
Platón, Aristóteles considera que cuando el ser humano nace, su alma es como una hoja en blanco
(en la Edad Media se forjará la expresión tabula rasa), no existen por tanto conocimientos pre-
establecidos: todo lo que una persona sabe lo ha adquirido a partir de las sensaciones captadas por
los sentidos.
Aristóteles distingue dos tipos de conocimiento: sensible e inteligible (siguiendo en esto la
distinción de Platón)
– Conocimiento sensible: Se forma a partir de dos tipos de sentidos.
– Sentidos externos: La vista, el oído, el olfato, el gusto y el tacto. Captan las cualidades simples que encuentran en las cosas, como el olor, el sabor, etc.
– Sentidos internos: El sentido común, que tiene la función de unificar los cinco sentidos
externos de manera que se aprecie el objeto sensible en su unidad; y la imaginación, que
permite conservar las percepciones sensibles y reproducirlas cuando no están presentes.
Además, estos dos sentidos captan las cualidades complejas que se dan en las cosas, como el movimiento.
Ejemplo: a partir de la observación del plumaje, de las patas y del cacareo, del olor particular, el
tacto, etc., el sentido común integra estas informaciones sensoriales en la imagen de una gallina.
– Conocimiento inteligible: Es exclusivo del ser humano. Gracias a un proceso de
abstracción en el que interviene el intelecto o entendimiento (nous), es posible abstraer las
características comunes, captar la esencia, lo universal que comparten diferentes objetos o
seres particulares. Esto universal y común será lo que luego llamemos forma.
Lógica
Aristóteles fue el fundador de la lógica como disciplina y como estudio sistemático del
razonamiento. Razonamiento en griego se dice syllogismós, o sea, silogismo. Un silogismo es, en la
conocida definición del propio Aristóteles, “un discurso en el cual, una vez puestas ciertas cosas, a
través de unos procedimientos necesariamente resulta algo distinto de las cosas establecidas”.
Podríamos definirlo nosotros como un razonamiento en el cual, si tenemos unas premisas que
aceptamos como verdaderas, podemos sacar una conclusión que será necesariamente
verdadera. Lo que resulta lo llamamos conclusión y los enunciados mediante los que la obtenemos
se llaman premisas.
Veamos un ejemplo:
Premisas:
Conclusión:
si
entonces
Todos los vegetales son seres vivos y
todos los pinos son vegetales,
todos los pinos son seres vivos.
Como vemos, tanto las premisas como la conclusión son proposiciones o enunciados. A su vez,
estos enunciados están compuestos por términos y en cada una de las proposiciones hay dos
términos.
El tipo de enunciados que trata la lógica son los enunciados apofánticos9 o declarativos, es decir,
aquellas formas de discurso que desvelan, que muestran cómo es el modo de ser de una cosa de la
que se habla, es decir, son enunciados que muestran algo como algo. Por ejemplo, el enunciado
“Sócrates es sensato” muestra a Sócrates como siendo sensato. El enunciado “¿Es Sócrates
sensato?” no desvela nada acerca de las cosas. Son el tipo de enunciados que pueden ser verdaderos
o falsos.
Estos enunciados pueden ser afirmativos o negativos. Si “muestra algo acerca de algo”, entonces
es un enunciado apofántico afirmativo, como el ejemplo que hemos visto antes. Si muestra “algo
como separado de algo”, entonces es negativo. Por ejemplo, “Sócrates no es un mentiroso” muestra
a la mentira como separada de Sócrates, es decir, muestra a Sócrates no siendo mentiroso.
A su vez, los enunciados pueden ser universales, si se refieren a todos los individuos de una clase, o
particulares, si se refieren a un individuo concreto.
Eso no da cuatro tipos de enunciados.
Universales afirmativos (A), universales
negativos (E), particulares afirmativos (I)
y particulares negativos (O). Aristóteles
estudia las relaciones que se dan entre
estos enunciados. Entre A y O, así como
entre E e I hay contradicción. Entre A y E
hay contrariedad, entre I y O hay
compatibilidad, entre A e I y entre E y O
hay implicación. Con el tiempo, los
escolásticos medievales sacaron el cuadro
de la derecha:
Además, Aristóteles desarrolló cuatro tipos de estructuras (o figuras) que se podían dar. Saldrían un
total de 256 combinaciones, pero solo son válidas 19. Que ahora veremos ordenadas según la figura.
ELEMENTO 1ª FIGURA 2ª FIGURA 3ª FIGURA 4ª FIGURA
Premisa mayor M P P M M P P M
Premisa menor S M S M M S M S
Conclusión S P S P S P S P
9 Apophaínein es un verbo griego que significa mostrar abiertamente en vez de ocultar.
De la primera
figura
De la segunda
figura
AAA, EAE, AII, EIO BARBARA, CELARENT, DARII, FERIO
EAE, AEE, EIO, AOO CESARE, CAMESTRES, FESTINO, BAROCO
De la tercera
figura
De la cuarta
figura
AAI, IAI, AII, EAO,
OAO, EIO
AAI, AEE, IAI, EAO,
EIO
DARAPTI, DISAMIS, DATISI, FELAPTON,
BOCARDO, FERISON
BAMALIP, CAMENES, DIMATIS, FESAPO,
FRESISON
METAFÍSICA
Según Aristóteles, la Metafísica o Filosofía primera “Estudia lo que es, en tanto que algo que es”
No en tanto que animal (biología) o en tanto que número (matemáticas), sino en tanto que es. No es
una ciencia particular, que estudie una parcela de la realidad, estudia “lo que es” de modo universal.
Aristóteles no le llega a dar un nombre concreto a esta disciplina, aunque ahora se llama Ontología
o Metafísica.
Además, Aristóteles pretende superar la metafísica platónica de las Ideas porque la considera
insuficiente. Podemos destacar algunas de las razones:
– La división entre mundo inteligible y mundo sensible obliga a una división injustificada de
la realidad en dos partes, situando una más allá de la percepción. Esta división obliga a
pensar que existen ideas de todas las cosas que se dan, como imitación; así que existe una Idea de la suciedad, una Idea de la violación, una Idea del asesinato, etc. Aristóteles no
acepta que las ideas tengan una existencia separada de las cosas sensibles.
– Las Ideas o las Formas no explican el cambio ni el movimiento. Al estar más allá del mundo sensible, no intervienen en ningún proceso natural, solo son modelos para el mundo sensible pero no sirven para explicar sus fenómenos.
– Metáforas poéticas: Aristóteles afirma que la teoría de las ideas no es más que un conjunto de palabras vacías y que no sirven para entender realmente la realidad concreta.
Las categorías
Aristóteles estudió en qué consiste “el ser” y una de las primeras cosas que hizo fue fijarse en cómo
se utiliza en el lenguaje. Se fijó en que cuando hablamos de las cosas utilizamos dos tipos de
predicados.
– Por un lado, a veces utilizamos predicados que hacen referencia a características que están
en el sujeto y que no existen con independencia de dicho sujeto. Por ejemplo “una caja es azul”, predica el color azul acerca de la caja, pero el color azul no existe fuera del objeto,
solo existe en los objetos.
– Predicados que atribuyen términos abstractos al sujeto y que, por lo tanto, no se encuentran
de forma concreta en el sujeto. Por ejemplo “Los perros son animales”, el término animal es una noción general y abstracta que engloba seres muy diferentes, pero que no tiene una
existencia concreta en los perros, pero que sin embargo nos resulta esencial para definir a los
perros.
Aristóteles se dio cuenta de que las características que están en un sujeto y pueden atribuírsele en
una oración no son infinitas. Sobre un ente cualquiera podemos decir dónde se encuentra, su
cantidad, su longitud, etc. A todos estos aspectos que se pueden decir de las cosas los llamó
categorías.
Las categorías son una clasificiación de las diferentes formas en que nos referimos a realidades
concretas y con las que pensamos la realidad. Pero no son solo la forma en la que pensamos y
hablamos de la realidad, son además las diferentes caras que presenta la realidad. Para Aristóteles
hay una continuidad entre pensamiento y realidad.
Enumeró un total de 10 categorías: sustancia o entidad (ousía), cantidad, calidad, relación, lugar,
tiempo, situación, posesión, acción y pasión. No importa tanto su enumeración concreta, de hecho,
en algunas otras partes de su obra menciona solo 4 o 6, sino tener presente que existe una pluralidad
de maneras de referirnos a la realidad, de decir la realidad.
La categoría fundamental es la sustancia o ousía, ya que hace de soporte al resto de categorías, a las
que denominó accidentes.
“Cada una de las expresiones simples significa o bien la entidad o bien la
cantidad, la cualidad, la relación, dónde, cuándo, la posición, el estado, la acción
o la pasión. Brevemente: entidad es, por ejemplo, hombre, caballo; cantidad, por
ejemplo, de dos codos, de tres codos; cualidad, por ejemplo, blanco, experto en
gramática; relación, por ejemplo, doble que, la mitad que, mayor que; dónde, por
ejemplo, en el Liceo, en el ágora; cuándo, por ejemplo, ayer, el año pasado;
posición, por ejemplo, está sentado, está tumbado; estado, por ejemplo, está
armado, está calzado; acción, por ejemplo, cortar, quemar; pasión, por ejemplo,
ser cortado, ser quemado. Por sí mismo, ninguno de estos términos expresa
afirmación alguna: la afirmación se origina con la combinación de ellos entre
sí.”
ARISTÓTELES, Categorías
Sustancia/Accidentes
Esta distinción será fundamental en la metafísica aristotélica. Define sustancia como todo aquello
que existe y que es una entidad concreta. Cada sustancia es diferente al resto, es individual y
forma una unidad. Son sustancias por ejemplo un gato, una mesa, una persona concreta. No son
substancias los conceptos abstractos como, por ejemplo, el bien, las nociones matemáticas, los seres
imaginarios, etc.
Los accidentes son las características que pueden atribuirse a una sustancia y que no pueden
existir independientemente de ella. Por ejemplo, el color verde de una hoja no puede existir sin la
hoja. La anchura de una mesa no puede existir sin la mesa. Las nueve categorías accidentales son
los accidentes que podemos decir de las sustancias.
Describir/definir: Existe una diferencia fundamental entre describir y definir una sustancia.
Describirla consiste en distinguir sus accidentes. Definir una sustancia en cambio no es hablar de
sus características accidentales, sino establecer a qué género pertenece y cuál es su diferencia
específica.
– Género: Es la clase de seres (vivos o inertes) a la que pertenece una sustancia. Determina sus características comunes con los demás miembros de su clase.
– Diferencia específica: Es la característica que diferencia a un ser o conjunto de seres del resto de miembros del mismo género.
Sustancias segundas
Aristóteles se planteó un problema: ¿Las definiciones son producto de la imaginación o reflejan
verdaderamente la esencia de las cosas?
La respuesta que da Aristóteles a este problema trae dos consecuencias:
– Las definiciones son objetivas, es decir, existen, tienen una realidad. Pero no se trata de una
realidad subsistente por sí misma, separada en su propio mundo, a lo Platón. Es una realidad
derivada de la sustancia, por lo tanto, a estas definiciones las consideró Aristóteles
sustancias segundas. Es decir, cuando decimos de algo que es un animal, ¿qué es eso de “animal”? Bueno, pues no es un producto de la imaginación que hemos puesto nosotros,
pero no es una sustancia existente por sí misma, es una sustancia segunda.
– Las sustancias segundas son definiciones abstractas y universales. Como la ciencia versa
sobre lo universal, uno de los objetivos de la misma consiste en determinar las sustancias segundas.
Para entendernos mejor. La sustancia segunda es la respuesta a la pregunta “¿Qué es X?”; mientras
que la sustancia primera es el objeto concreto, la segunda es su definición. Un árbol concreto es una
sustancia primera cuya sustancia segunda es ser una planta (género) con un tronco que se ramifica a
cierta altura (diferencia específica)
Las sustancias segundas son nociones abstractas que solo existen en la medida que existen las
sustancias primeras. Si dejaran de existir los seres a los que hacen referencia, estas nociones
abstractas dejarían de tener sentido. Por ejemplo, el concepto animal no tendría sentido alguno si no
hubiese animales. En el caso de las Ideas de Platón no sería así, tendría que admitir que la idea
(eterna, inmutable, y demás) existe, aunque no haya realidades sensibles que sean imitación de la
misma.
Materia/Forma
Las sustancias o entidades son, para Aristóteles, un compuesto de materia (hyle) y forma (morphé) y
los definió de forma correlativa.
– Materia es todo aquello capaz de recibir una forma
– Forma es la organización y disposición de la materia; es aquello que le proporciona una individualidad a la materia.
La materia siempre está dotada de una forma; las formas a su vez no tienen existencia por sí
mismas, sino que siempre conforman la materia. La materia es imprescindible para que algo exista,
pero sin forma carecería de identidad, lo que realmente hace que una cosa sea lo que es y no otra es
la forma, hay que entender forma como la estructura de la materia, su organización; no el contorno,
es el plan según el que está dispuesto la materia. Si pudiéramos descomponer algo en su materia,
toda amontonada, dejaría de inmediato de ser lo que es.
Materia y forma son dos conceptos interdependientes, ya que en realidad son inseparables. Por
ejemplo, en una escultura, el David de Miguel Ángel, el artista conformó la materia (mármol)
disponiéndola de una manera concreta (el David). Aplicado a un ser vivo, la carne y los huesos y
demás serían la materia, las estructuras en la que están dispuestos e interconectados, las funciones
que cumplen, etc. serían la forma; todo lo que permite al organismo ser y comportarse como tal.
La forma se identifica con la sustancia segunda, en los seres vivos, por ejemplo, es la especie a la
que pertenecen, de tal modo que dos seres vivos de la misma especie siempre tendrán la misma
forma; se diferenciarán exclusivamente por la materia. Por ejemplo, dos leones tienen la misma
forma (y por ello los identificamos como tales), pero podemos distinguirlos gracias a que sus
componentes materiales son distintos, es la materia lo que nos individualiza.
Cambio: Potencia/Acto
Aristóteles también estudió la naturaleza (la physis) y la define como el principio interno de
movimiento o cambio que se produce en las realidades naturales (tanto seres inertes como seres
vivos). Por ejemplo, una piedra que cae es un cuerpo inerte que manifiesta una tendencia interna a
moverse en un sentido, hacia abajo; una semilla que se convierte en planta es un organismo vivo
que manifiesta un principio de cambio hacia una planta.
Aristóteles al estudiar el cambio, distinguió tres tipos:
– Respecto del lugar: Es el movimiento en el que se pasa de un lugar a otro.
– Respecto del crecimiento o decrecimiento: los seres vivos manifiestan este tipo de cambio. Las plantas, por ejemplo, que no poseen el anterior, sí tienen este principio interno de cambio.
– Por alteración: Se refiere a los cambios que se producen respecto de algunas cualidades. Por ejemplo, el cambio que se produce a través del estudio de la ignorancia al saber.
Además de las realidades naturales, Aristóteles distingue dos tipos más de realidades: artificiales,
las que han sido confeccionadas por el ser humano; y divinas, que identifica con los cuerpos
celestes. Las artificiales carecen del principio interno de cambio y las divinas lo tienen de una forma
muy diferente.
Pero aún debe explicar cómo es posible el cambio, no solo los tipos del mismo. Para ello, recurre a
las nociones de potencia y acto.
– Potencia: la define como todas las posibilidades de realización que se encuentran inscritas
en una sustancia.
– Acto: lo define como aquellas posibilidades que se han realizado, es decir, que han llegado a tener lugar. Es decir, el acto sería la actualización de una característica que una sustancia
tenía en potencia.
Ejemplo: una semilla es potencialmente un árbol, tiene en potencia ser un árbol. Si se le
proporcionan las condiciones adecuadas, realizará en acto esa potencia.
Todas las realidades naturales son acto y potencia, es decir, hay características que están en acto,
pero hay muchas otras que están tan solo como potencia en ellas.
La materia es potencia pura, no tiene estructura, es como un magma de posibilidades. La forma es
acto, es la disposición concreta que esa materia ha adoptado entre todas las posibles. En una estatua,
el bloque de mármol era potencia pura, podía convertirse en cualquier escultura. A base de los
martillazos adecuados se le ha actualizado una de sus posibilidades hasta darle la estructura del
David de Miguel Ángel10 (y en potencia sigue pudiendo convertirse en escombros o en otras
formas, si se llegan a actualizar).
El cambio (y también el movimiento) lo define Aristóteles como el paso de la potencia al acto.
El cambio y el movimiento se dan cuando se actualiza algún atributo de los que la sustancia tiene en
potencia, que no están realizados. Para averiguar cómo cambian las cosas, habrá que averiguar
cuáles son las potencialidades de las mismas. Una cosa es clara, un cambio no se puede dar entre
géneros diferentes. Una gallina no puede cambiar a un elefante ni de una semilla puede brotar un
animal.
El cambio, por lo tanto, deja de ser paradójico. El problema del cambio es que suponía ser y no
ser a la vez. Implicaba que lo que cambiaba dejase de ser lo que era para ser otra cosa, como
destruirse para generarse de otra forma. Aristóteles salva este problema considerando que los
cambios se producen entre atributos accidentales pero que la sustancia permanece inalterable. Ya no
10 De hecho, se dice que Miguel Ángel dijo: “David estaba dentro de ese bloque. Yo tan sólo quité lo que sobraba.”
hay que negarlo (como Parménides) ni inventarse un mundo donde no ocurra (como Platón) o
afirmar que sólo existe el cambio (como Heráclito).
Las cuatro causas
Aún podemos preguntarnos, ¿cómo se produce un cambio? Dijimos que hacer ciencia era explicar
las causas de las cosas de forma necesaria, por qué son como son y no de otra forma. Para responder
a la pregunta “¿por qué ocurre X?” Aristóteles resolvió que había cuatro causas que intervienen
en todo proceso real y que tendremos que explicar. Las cuatro, de alguna forma, contestan a la
pregunta de por qué algo es lo que es, por ejemplo, una escultura:
– Causa material: se refiere a la materia de la que está hecho un objeto o ser vivo. La causa
material de una escultura sería el mármol (o hierro o lo que sea).
– Causa formal: se refiere a la forma y consiste en establecer la esencia o definición de la sustancia. La causa formal de una escultura es la estructura/disposición en que se encuentra su materia, por ejemplo, un Apolo.
– Causa eficiente: Se refiere al agente productor de un cambio o movimiento. Esto es
únicamente lo que hoy en día entendemos como causa. La causa eficiente de una escultura son los golpes que ha dado el escultor.
– Causa final: Se refiere al objetivo, el para qué, el fin al que tiene un algo. La causa final de una escultura es adornar una estancia o procurar dinero a su escultor.
Con respecto a las causas, hay una diferencia radical entre los procesos naturales y los artificiales.
En los artificiales, las cuatro causas son diferentes, pero en los procesos naturales, en cambio, las
causas formal y final se identifican: el fin de la generación de una planta no es sino la actualización
de su forma; las generaciones y movimientos naturales no tienen otra finalidad que la actualización
incesante de sus diversas formas. ¿Para qué nacen nuevos seres vivos? Para actualizar su forma,
porque está en su estructura, para que, por así decirlo, siga la fiesta de la vida.
Se suele hablar, por lo tanto, de que Aristóteles tiene una concepción del mundo teleológica
(viene de la palabra griega telos, que significa fin), esto es, todo en la naturaleza tiene hacia un fin.
En los seres humanos es claro, tenemos intenciones y buscamos conseguir determinados fines con
nuestros actos. Pero en la naturaleza también los cambios ocurren por un fin. Por ejemplo, el
movimiento natural de los cuatro elementos (tierra, agua, aire y fuego) se explica por la tendencia
de cada uno a ocupar el lugar que corresponde a su naturaleza, su finalidad es ocupar el lugar que
les corresponde. En los seres vivos, como una araña cuando teje una tela, la finalidad no es otra
cosa que el cumplir con su forma.
EL PROBLEMA DE DIOS
Aristóteles concibe un universo armónico, que es eterno (no tiene origen), es finito (pues tiene un
límite externo más allá del cual no hay nada) y es pleno, porque para Aristóteles el vacío era
inconcebible.
Su cosmos es geocéntrico y alrededor de la Tierra giran varias esferas hechas de un material
transparente llamado éter. Cada espera porta un planeta distinto que también está hecho de éter. Las
esferas son concéntricas y están encajadas unas dentro de otras, como un mecanismo perfecto, de
modo que no dejan vacío entre ellas. El movimiento de la última esfera hace que la esfera contigua
se mueva y esta a su vez transmite el movimiento a la siguiente y así desde el límite de la última
esfera exterior hasta la esfera de la Luna.
Pero este sistema plantea una cuestión fundamental:
– ¿Qué pone en marcha todo este mecanismo? La respuesta será el primer motor inmóvil
El primer motor inmóvil
Aristóteles considera que “todo lo que se mueve es movido por otro”, pero esto nos introduciría en
una cadena infinita de causas que no es posible. Aristóteles, por lo tanto, afirma que existe una
entidad suprema, inmaterial e inmóvil (aunque principio de todo movimiento) y está convencido de
que se puede demostrar rigurosamente a través del movimiento del siguiente modo:
El movimiento es el paso de la potencia al acto, ahora bien, para que surja movimiento en un ser
hace falta que otro ser en acto haga de causa eficiente para actualizar la potencia de ese primer ser
de moverse. Pero a su vez, el movimiento de ese otro ser requiere de otro que lo moviese. Pero esto
nos introduciría en una cadena infinita de motores y eso no puede ser, porque no podríamos dar
razón última del movimiento, por lo que tiene que existir un primer motor inmóvil que mueva a los
demás seres sin ser a su vez movido, un origen absoluto del movimiento. Este motor inmóvil será lo
que llame Dios y dirá que de él “penden el cielo y la naturaleza toda”.
Tras establecer su existencia, Aristóteles intenta establecer qué tipo de existencia le corresponde y
encuentra que este primer motor tiene una serie de características:
– Es el primer motor: Pone en marcha todo el mecanismo del universo y lo ha hecho desde
siempre (es eterno)
– Es inmóvil: En caso de que se moviera, requeriría de alguna otra causa que lo pusiera en movimiento, por lo que ya no sería el primer motor
– Es puro acto: Al ser inmóvil, no puede tratarse de algo que tenga ninguna clase de potencia. La potencia que explica el cambio y el movimiento no puede pertenecer a algo que por definición está quieto y es eterno, no hay ninguna potencia que quede por actualizar.
– Es pura forma: No puede ser materia, pues la materia comporta cambio y potencia; por esta razón, el primer motor inmóvil es pura forma.
– Es inmaterial: Por lo dicho en el punto anterior.
– Es la causa del universo, de su orden y por lo tanto se identifica con la divinidad, aunque no debe tomarse como un dios personal al estilo del dios cristiano.
– Es un viviente, feliz, perfecto y eterno: Su vida consiste en incesante actividad teórica y contemplativa. No es un entendimiento como el humano, con su potencialidad para pensar o
no pensar, sino que es acto puro de pensamiento que se piensa a sí mismo; su
pensamiento no depende de objetos cambiantes e imperfectos, como el humano.
– Produce el movimiento en la primera esfera no por tracción, sino por “atracción”, es
decir, mueve como corresponde a lo bueno y lo perfecto, “mueve como objeto de deseo y
aspiración”. Mueve como el ser amado impulsa a su amante, sin tener que hacer nada, solo
por el hecho de ser. Mueve al universo porque es la causa final de este, es el bien supremo,
la perfecta felicidad. Todos los seres aspiran a ser lo más perfectos posibles y por tanto tratan de imitar la perfección de Dios.
En resumen, Dios sería la causa eficiente y final del universo. Eficiente porque es la que activa el
mecanismo del mundo, sin él no existiría el movimiento. Y causa final porque es lo que orienta cada
cosa al fin que le es propio.
ANTROPOLOGÍA
Aristóteles también le prestó atención a los seres vivos y, por supuesto, al ser humano entre ellos.
Habíamos visto que Aristóteles define a la naturaleza (physis) como aquello dotado de un principio
interno de movimiento o cambio. Al principio interno de movimiento en los seres vivos lo llama
Aristóteles alma. El alma, es la naturaleza del ser vivo. El alma es forma y acto. El ser humano,
como el resto de seres, es una conjunción de materia y forma. Es decir, estamos hechos de una
materia dotada de una estructura y funcionalidades concretas. Es acto porque es la actualización o
cumplimiento de hecho de la capacidad de una cierta materia para vivir. Esa misma materia
completamente desestructurada (por ejemplo, un cuerpo humano descuartizado) no vive. Esta
concepción del ser humano se llama hilemórfica (hyle: materia; morphé: forma).
La materia y la forma, como vimos, no pueden existir separadas. No puede haber forma de la
nada y no puede haber materia sin estar conformada de alguna manera. En el ser humano, esta
unidad, también es indisoluble, por lo tanto, el alma no puede tener existencia independiente del
cuerpo. El alma es el principio interno de movimiento de un ser vivo, así que si ese ser vivo deja de
estarlo, con su muerte cesa ese principio, esa materia adquiere otra forma (la de un cadáver) que ya
no es un alma. El alma, podríamos decir, es lo que hace el cuerpo mientras vive en el mismo sentido
que la mente/conciencia es lo que hace el cerebro cuando trabaja. Por lo tanto, podemos decir que el
alma no es inmortal11.
En síntesis, la doctrina hilemórfica supone que un ser vivo está formado por unos materiales que
adoptan una forma determinada para dar lugar a estructuras como órganos y demás. Gracias a esta
forma específica, cada ser vivo puede desarrollar una serie de funciones. Las funciones que puede
desarrollar cada ser vivo dependen del alma que tenga y Aristóteles explica que hay tres tipos de
alma, ordenadas además de manera jerárquica.
– Alma vegetativa: es aquella que desarrolla las capacidades de reproducción y alimentación.
– Alma sensitiva: desempeña las funciones de movimiento y percepción, deseo y emoción, es decir, capacidades irracionales.
– Alma intelectiva: es la que habilita las capacidades racionales: fundamentalmente pensar y obrar conforme a la razón. Es exclusiva del ser humano.
El ser humano tiene todas las funciones, podríamos decir que tiene las tres almas. Los animales sólo
tienen las dos primeras y las plantas solo la primera. Aristóteles no separa la biología de la
psicología. El conocimiento intelectual, la memoria, el deseo y demás son fenómenos vitales como
la nutrición, el crecimiento o la reproducción. Además, como vemos, estamos formados por un
elemento irracional y otro racional.
El alma intelectiva, la propia del ser humano, cumple tres funciones principales:
– Función intelectiva: la desempeña el entendimiento (nous) consiste en distinguir la verdad
de la falsedad. Su uso da lugar a las ciencias teóricas.
– Función práctica: es la encargada de escoger los mejores medios para alcanzar fines, ayuda a encontrar el término medio. Por lo tanto, esta función ayuda a moldear el carácter humano.
Su uso da lugar a las ciencias prácticas.
– Función productiva: aquella encargada de producir racionalmente. Su uso da lugar a las ciencias productivas.
11 Al respecto de esto, sin embargo, hay algún pasaje controvertido, ya que Aristóteles parece afirmar que una de las
partes del entendimiento, el entendimiento agente, es inmortal y eterno. ¿Significa eso que una de las partes del
entendimiento de cada individuo es inmortal o que compartimos todos los seres humanos, en algún sentido, un cierto
entendimiento y que eso es propio del género humano y no muere con nosotros?
Virtudes dianoéticas12
Para Aristóteles, la virtud o excelencia (areté) consiste en que algo cumpla su función de la mejor
manera posible. Por ejemplo, la función de un cuchillo es cortar y un cuchillo será virtuoso o
excelente si corta de la mejor manera posible (está afilado, tiene una forma adecuada, es resistente,
etc.)
Las tres funciones específicas de la razón humana pueden desempeñarse mejor o peor y puede, por
lo tanto, lograr la excelencia. Cada una de las funciones tendrá su virtud correspondiente.
– La virtud de la función teórica: se denomina sabiduría (sophía). Se alcanza cuando la
función de distinguir entre lo que es verdad y lo que es falso se cumple de forma excelente.
La sabiduría nace de la unión de dos capacidades complementarias que se ejecutan de forma
virtuosa: la capacidad de captar intuitivamente los axiomas de las ciencias y la capacidad de
hacer deducciones a partir de esos axiomas estableciendo teoremas. La sabiduría representa el grado más elevado de virtud al que puede aspirar el hombre, y Aristóteles la identifica
con la máxima felicidad.
– La virtud de la función práctica: se denomina prudencia (phrónesis). Alguien prudente
está en condiciones de elegir las reglas correctas de comportamiento por las que regular su conducta. Consiste en saber escoger el término medio más adecuado entre dos extremos
viciosos. Se adquiere mediante la experiencia y tomando como modelo a otras personas
prudentes.
– La virtud de la función productiva: se conoce como técnica (techné). Se dice que alguien tiene o domina una técnica cuando ha alcanzado la maestría en una actividad productiva.
Una persona que sea sabia y prudente se puede denominar feliz, ya que sabrá distinguir lo
verdadero de lo falso y comportarse siempre de forma adecuada. Será una persona excelente.
ÉTICA
El saber práctico es especialmente importante para el ser humano, en él nos va nuestra propia vida:
el tipo de vida que prefiramos y también nuestra manera de vivirla, cómo actuaremos en cada
situación y circunstancia particular.
Lo primero que hay que indicar es que la ética está subordinada a la política. El ser humano sólo
puede alcanzar la felicidad (que ahora veremos que es el fin de la ética) si el contexto social en el
que vive está bien organizado, en un contexto de guerra civil, saqueos, violaciones y muerte no se
puede aspirar a la felicidad y la virtud. De tener un estado bien organizado se encargará la política,
como veremos más adelante.
La ética estudia la conducta humana, a fin de establecer los criterios para orientarla. La ética
aristotélica no es una ética centrada en las acciones, distinguiéndolas entre buenas y malas, de
hecho, estas sólo le interesan secundariamente, en la medida en que son las acciones concretas las
que acaban por configurar el carácter.
Eudaimonía
Pues bien, todas las acciones que llevamos a cabo se realizan para conseguir un bien, pero los
12 Del griego "dianoétikós" (intelectual, intelectivo) es el término utilizado por Aristóteles para denominar las virtudes
propias de la parte intelectual del ser humano, a las que llamó virtudes dianoéticas, distinguiéndolas de las virtudes
éticas, que son las virtudes propias de la vida sensible y afectiva del ser humano.
bienes o fines que se persiguen son múltiples y distintos en cada caso. Es necesario preguntarse si
existe una jerarquía de bienes, una finalidad última y superior al cuál se deban orientar todos los
demás, un fin “que se busque por sí mismo y los demás por él” y llega a la conclusión de que sí,
que existe, ese bien supremo o fin último es la eudaimonía, que se suele traducir como felicidad13.
Todos podríamos estar de acuerdo con esta conclusión, es demasiado genérica. La clave es, ¿en qué
consiste eso? ¿Cómo concretamos esa respuesta?
Se han dado muchas respuestas a qué es la felicidad, pero Aristóteles nos dice que algunas de ellas
son erróneas:
La eudaimonía no es:
– El placer no puede ser la única guía para la vida y la toma de decisiones. La felicidad puede
ser placentera, pero no tiene por qué serlo siempre, por ejemplo, someternos a una cirugía
para curarnos de algo puede no resultar placentero, pero es algo que a la larga garantiza
nuestra felicidad.
– El honor o la fama no dependen de uno mismo, sino que lo otorgan otros. La felicidad ha de depender de uno mismo.
– La riqueza y el dinero son un medio para obtener otras cosas y la vida feliz ha de ser plena y tener sentido en sí misma. Las posesiones exclusivamente no procuran la felicidad.
Eso sí, aunque la felicidad no sea ninguna de estas cosas, estas cosas son necesarias, en buena
medida, para alcanzarla. En la pobreza o sin sentir placer alguno nunca (el placer de la amistad, del
amor, etc.) dificilmente se logrará la felicidad.
Entonces, ¿qué entendemos por eudaimonía?
Una vida feliz es una vida plena, digna, satisfactoria. No todas las formas de vida valen lo mismo, al
igual que no todas las opiniones tienen el mismo valor. Hay personas con criterio y personas sin él.
La eudaimonía se caracteriza por:
– La felicidad es una forma de actuar, y de vivir que consiste en el cultivo de las virtudes y
excelencias del carácter y del intelecto. No es por lo tanto un estado o situación que se pueda
alcanzar, sino que es una forma de ser. El cultivo de un carácter virtuoso se reflejará en todas
las acciones que ejecutemos. Es una forma de conducirnos por la vida.
– La eudaimonía es un fin en sí misma, no es un medio para lograr otra cosa. Actuamos para, en último término, ser felices, pero no tiene sentido afirmar que deseamos ser felices para lograr otra cosa. La felicidad es el fin último.
– La eudaimonía abarca toda la vida, no se refiere a un momento concreto y pasajero. “Igual que una golondrina no hace verano, tampoco un solo día un poco tiempo hace a alguien venturoso y feliz”.
Las virtudes éticas
Aristóteles distinguía en el ser humano dos elementos, uno irracional y otro racional, derivados de
nuestros tipos de alma. Cada uno de estos elementos puede ser conducido a la perfección, puede
desarrollarse de modo excelente. Por ello, Aristóteles distinguía entre dos tipos de virtudes, las
dianoéticas, que hacen referencia a lo racional; y las éticas, que hacen referencia a la otra parte.
La ética estudia la conducta y el carácter humanos y este se forma a partir de deseos, sentimientos y
13 La ética aristotélica, por lo tanto, es una ética teleológica, esto quiere decir, una ética que valora las acciones en
función de si contribuyen a conseguir un fin deseado o no (en este caso, alcanzar la eudaimonía).
emociones, es decir, nace del elemento irracional del alma humana. Tanto los anumales como los
seres humanos tienen deseos y emociones, la diferencia reside en que en el ser humano los deseos
pueden someterse al dictado de la razón: no tenemos por qué ser esclavos de nuestros deseos, sino
que podemos educarlos.
Los deseos pueden ser excesivos o insuficientes y es la razón la que puede contribuir a conducirlos
hacia un término medio. Mostrarse muy agresivo, enfadarse con excesiva facilidad o, por el
contrario, mostrarse excesivamente manso o ser incapaz de indignarse ante determinadas
situaciones son ejemplos de emociones que, por exceso o por defecto, nos desvían de la posibilidad
de alcanzar una buena vida. Necesitaremos de la razón para conducirnos de forma adecuada entre
esos dos extremos.
¿Cómo logra una persona escoger aquellos deseos y fines que le procurarán la felicidad? Aristóteles
considera que esta capacidad se adquiere principalmente mediante la experiencia, aunque algunos
individuos destaquen por tomar decisiones correctas desde la juventud. Por esta razón, los más
jóvenes deben tomar como modelo para alcanzar en su madurez la eudaimonía a las personas sabias
y prudentes.
El término medio y el carácter
El término medio es fundamental para entender la ética aristotélica. Es el camino que conduce a la
eudaimonía. Consiste en aplicar la razón a los sentidos y emociones de modo que una emoción no
nos desborde ni que la falta de ella nos perjudique. La virtud la encontramos en el término medio
entre dos opuestos viciosos, uno por exceso y otro por defecto. El propio Aristóteles cita algunos
ejemplos, como la valentía, que es el término medio entre la temeridad y la cobardía; la templanza,
que es el término medio entre el libertinaje y la insensibilidad.
El término medio no es una noción aritmética, no es el medio exacto entre dos extremos. Para
alcanzarlo es necesario saber valorar las situaciones de acuerdo a las circunstancias concretas y
adecuarse a ellas. Esto se aprende imitando a personas que han sido prudentes.
El término medio siempre es la acción más racional y adecuada. Esto puede implicar a veces una
acción enérgica (cuando se presencia una agresión a una persona indefensa y no hay autoridades a
la vista, por ejemplo) o una acción más mediada (cuando sí las hay y se les puede avisar).
El término medio no es el mismo para todos, depende de las circunstancias. La dieta de un atleta
profesional, en su término medio, será muy diferente a la dieta de un oficinista en el suyo, pues sus
actividades y sus realidades son muy diferentes. Aunque los dos se conduzcan siguiendo el término
medio la cantidad de comida que ingieran será diferente sin por ello ninguno de ellos ser un glotón
o un melindroso.
Al ir escogiendo siempre las opciones raciones se adquiere el hábito de someter al carácter a las
directrices de la razón. Para Aristóteles, el carácter de cada persona es similar a una obra de arte
donde cada una de nuestras acciones concretas son pequeñas pinceladas que contribuyen al
resultado final. La suma de acciones que se han tomado racionalmente acaban conformando
nuestros hábitos y los hábitos son los que conducirán a tener un carácter virtuoso y excelente.
La eudaimonía consiste, por lo tanto, en poseer el hábito de escoger siempre el término medio.
El hábito de obrar virtuosamente hace que al individuo le suponga cada vez menos esfuerzo
comportarse de forma virtuosa. La culminación de la virtud se alcanza cuando se actúa de forma
excelente sin que esto suponga ningún esfuerzo, como si esta forma virtuosa de actuar formara parte
de la propia naturaleza.
La vida contemplativa
Como hemos dicho, somos una mezcla de irracionalidad y racionalidad.
Aristóteles considera que hay una forma de felicidad superior. Esta sólo la alcanzan unos
privilegiados, aquellos que pueden dedicarse a la vida contemplativa. Es decir, una vida que
consiste exclusivamente en estudiar las ciencias teóricas. Desarrollarlas causa el máximo placer del
que puede gozar un ser humano, desentrañar los misterios de la realidad, de la naturaleza o las
matemáticas por el propio placer de descubrirlos es lo mejor que puede hacer un individuo.
Eso si, Aristóteles advierte de que para dedicarse a la vida contemplativa hay que tener todas las
necesidades materiales resueltas. Además, los animales, los niños, las mujeres y los esclavos no
están capacitados para llevar esta vida.
POLÍTICA
Recordemos que ética está subordinada a la política. De una política adecuada depende la
posibilidad de la existencia de la eudaimonía.
Animal social, animal político
Aristóteles define al ser humano como un animal social y como un animal político (zoon
politikon). La condición del ser humano es ser social, vivir es convivir con otros seres humanos y
solamente en el marco de esta convivencia es posible alcanzar una vida digna y satisfactoria. La
sociabilidad es un rasgo esencial de la naturaleza humana:
“El estado (polis) es algo natural y el hombre es por naturaleza un animal
político”
Aristóteles, Política
Tanto es así que, si no hay ciudad, no hay personas. El Estado es anterior a los ciudadanos. Es
antinatural que el ser humano viva aislado.
“[...] aquel que no puede vivir en sociedad […] es un animal o un dios”
Aristóteles, Política
Esta convivencia garantiza al ser humano:
– La subsistencia individual, al proporcionar a cada individuo los recursos básicos necesarios como la alimentación.
– El desarrollo de las capacidades humanas de los ciudadanos para que estos alcancen la excelencia. La polis permite al ser humano vivir bien, no meramente sobrevivir.
Los seres humanos necesitan, por tanto, vivir en sociedades cooperativas y pueden hacerlo, al
contrario que las bestias, porque están dotados de lenguaje mediante el cuál pueden compartir
proyectos prácticos y comunicarse.
“El lenguaje es para manifestar lo que es conveniente y perjudicial y por tanto,
también lo que es justo e injusto. Y frente a los demás animales, es exclusivo del
hombre el tener, solamente él, la percepción del bien y del mal”
Aristóteles, Política
Familia, aldea, polis
Aristóteles distingue tres ámbitos de relación entre los individuos: la familia, la aldea y la polis. Son
tres formas naturales de vida en común:
– La familia es una forma de relación entre varios miembros distintos – hombre, mujer, hijos
y esclavos – en la que cada uno cumple una función. El núcleo familiar permite al ciudadano
ser autárquico, es decir, autónomo y autosuficiente. No debería necesitarse nada ajeno a la familia para garantizar que las necesidades básicas queden cubiertas.
Tanto la mujer como el esclavo, consideraba Aristóteles, están subordinados al hombre. Gracias al
trabajo que hacen el ciudadano disponía de tiempo libre para destinar a la ciudad y la toma de
decisiones que afectan a todos.
– La aldea está formada por la unión de varias familias.
– La polis o ciudad es la comunidad social por excelencia y la unidad política natural. Es el
ámbito que permite al ser humano realizar plenamente todas sus virtudes éticas. La familia
y la aldea hacen posible vivir; la polis hace posible vivir bien. Al igual que cuando una
familia o aldea deja de ser autosuficiente está condenada a su desaparición, la polis, si deja
de ser autárquica y libre lo estará también. Aristóteles no recocerá unidades políticas
superiores a la polis. La Constitución es la ley fundamental de una polis, en la que se
establece su organización. Las leyes son la principal garantía para una vida feliz y el eje
fundamental para que pueda haber justicia. Los ciudadanos tienen el privilegio y el deber de
participar en la toma de decisiones. Las mujeres, extranjeros y esclavos carecen de la
ciudadanía y por lo tanto no pueden tomar parte en las decisiones de la ciudad.
Los regímenes políticos
Aristóteles se interesó mucho por las distintas formas de gobierno14 y estudió los sistemas que se
habían dado y los clasificó según el número de gobernantes (no el tipo, como Platón) y según si
están o no orientados al bien común, por lo que distinguió tres formas virtuosas y tres formas
corrompidas de gobierno.
Monarquía: Gobierno de un sólo individuo que trata de alcanzar el bien común. Su forma
degenerada es la tiranía
Aristocracia: gobierno de unos pocos, con vistas al bien común. Degenera en la oligarquía, donde
los ricos detentan el poder y se despreocupan por el bien de la comunidad.
Politeia: régimen en que el ciudadano que paga una renta (impuestos) tiene derecho a votar y tomar
decisiones, es el gobierno de muchos. Degenera y se corrompe por la demagogia15 y se convierte en
una democracia, es decir, el gobierno de los pobres en su propio y exclusivo interés.
En principio, Aristóteles considera legítimas las tres formas de gobierno siempre y cuando se
orienten al bien común. Le interesa más el para qué (el bien común o el bien de unos pocos) que el
cómo (si gobierna uno, unos o muchos). Esto no significa que no tenga sus propias preferencias.
Consideraba que el régimen político más estable era un sistema democrático moderado en el cual se
concede una cierta preponderancia a la clase media y se toma en consideración la areté de los
ciudadanos. Esta clase media lideraría la polis y las decisiones serían tomadas por mayoría. Esto
soluciona dos cuestiones:
– Los problemas de una polis surgen cuando el poder se decanta; es decir, cae del lado de los más ricos y propietarios o del lado de los más pobres y desposeídos; los ricos pueden oprimir a los pobres debido a una ambición ilimitada, los pobres pueden desproveer a los
14 Recopiló y estudió las constituciones de 158 ciudades-estado diferentes en el Liceo. 15 Demagogia es la práctica política que consiste en ganarse con halagos el favor popular para conseguir o mantener el
poder.
ricos injustamente si se da el caso contrario. Las clases medias, como punto intermedio entre
unos y otros, son los garantes de la moderación y la estabilidad de la polis y sobre ellos
deberán recaer las principales responsabilidades. Como vemos, es la aplicación de la noción
de término medio pero aplicada a la política
– Aristóteles considera que las decisiones tomadas por mayoría son mejores que las tomadas por una única persona y para ello propone una analogía, “lo mismo que los banquetes para
los que contribuyen muchos son superiores a los costeados por uno solo”.
Acción (práxis): Aristóteles denomina acción a aquel tipo de movimientos realizados por el hombre cuyo fin no es producir algo, sino que es el propio movimiento. Dicho de otro mo-do, acción es lo que el hombre hace libremente consigo mismo, con su propia vida. Del análi-sis de este tipo de movimientos se ocupan la ética y la política. Acto (ser en): «ser en acto» es la traducción que hizo el pensamiento medieval de dos térmi-nos aristotélicos: enérgeia (=en trabajo, que designa a un movimiento o cambio que se está produciendo ahora) y entelékheia (=tenerse en el fin, que significa que algo es ahora, es ya algo). Ser en acto quiere decir ser plenamente, ser ya, ser ahora. Así, por ejemplo, estoy dis-frutando de una comida ahora mismo (en acto), y soy (en acto) un hombre concreto. Acto puro: acto puro es aquel modo de ser en acto que, al mismo tiempo, no es nada en po-tencia. Toda sustancia física, hecha de materia, puede cambiar. Por eso toda sustancia física, aun siendo algo en acto, es, al mismo tiempo, algo en potencia. Solo Dios (solo el Primer Motor Inmóvil), por no estar constituido de materia, es acto puro. Alma: el alma es, para Aristóteles, la forma sustancial de los seres vivos. Hay tres tipos de almas: (1) Vegetativas, propias de los vegetales, que tienen las capacidades de crecimiento, nutrición y reproducción. (2) Sensitivas, propias de los animales, que incluyen las funciones de las vegetativas y además tienen las capacidades de conocimiento sensible, de apetecer lo conocido y de desplazarse para obtener lo apetecido. (3) Racionales, propias de los seres humanos, que incluyen las funciones de las almas sensitivas y además tienen las capacidades de conocimiento racional y voluntad libre. Arte o técnica (tékhne): en la terminología aristotélica la tékhne o arte es entendida como un tipo de conocimiento, y como una virtud. (1) Como tipo de conocimiento el arte consiste en la aplicación de la razón para producir objetos, para hacer cosas. Así, por ejemplo, cuando un zapatero hace zapatos siguiendo ciertas reglas que se aplican sistemáticamente a uno, otro y otro zapato, está haciendo uso de la tékhne. El arte es un conocimiento superior a la mera ex-periencia, pues es conocimiento de lo universal. Pero no es conocimiento necesario ni de lo necesario. (2) Como virtud el arte consiste en el hábito, la costumbre, de usar la razón para producir cosas. Axioma: Aristóteles denomina así a aquellos enunciados (proposiciones, principios) genera-les que son evidentes por sí mismos, y son válidos para todas las ciencias (o, al menos, para varias ciencias). Ejemplos de axiomas pueden ser: «El todo es mayor que la parte», «Si A es igual a B,,y B es igual a C, A es igual a C», «Toda cosa es igual a sí misma», etc. Bien común: para Aristóteles el bien común es la finalidad del Estado justo. El bien común consiste en aquellas disposiciones que hacen posible el bienestar y felicidad de los ciudada-nos. A las constituciones o gobiernos orientados a conseguir el bien común, les llama Aristó-teles: (1) Monarquías: cuando gobierna uno solo. (2) Aristocracias: cuando gobiernan los me-jores. (3) Repúblicas: cuando gobierna la mayoría. Categorías: para Aristóteles las categorías tienen un sentido lógico y ontológico. Entendidas ontológicamente las categorías son los distintos modos de entender el ser. Desde un punto de vista lógico, son las distintas maneras en que un predicado se dice de un sujeto. Ciencia (episteme): Aristóteles emplea el término ciencia para designar dos cosas: (1) Un modo de conocimiento que trata de lo universal y necesario, y que consiste en mostrar como
unos principios se derivan necesariamente de otros dados. Su modo de operar es descrito por la analítica o lógica. (2) Una virtud intelectual (o díanoética), consistente en el hábito de prac-ticar la ciencia. Deducción: Aristóteles emplea el término deducción para referirse a todo razonamiento que parte de unos principios o enunciados dados, de índole general, para obtener otros principios o enunciados menos generales. Entre los métodos deductivos cabe distinguir, según Aristóte-les, la erística (empleado por los sofistas), la dialéctica (empleado por Platón) y la demostra-ción (desarrollado por el propio Aristóteles). Definiciones: son aquel tipo de tesis que dicen lo que algo es, prescindiendo de su realidad o existencia. Demostración: método deductivo de argumentación, que Aristóteles defiende como el propio de la ciencia (frente a la erística de los sofistas y a la dialéctica platónica). La unidad mínima de razonamiento demostrativo es el silogismo. Los primeros principios de los que parte toda demostración pueden ser axiomas o tesis. Dialéctica: Aristóteles clasifica la dialéctica platónica entre los métodos deductivos. Es un método deductivo porque la dialéctica platónica busca alcanzar una Idea superior, más gene-ral, desde la cual descender hasta otra inferior, de menor generalidad. Pero la considera un método inapropiado para obtener conocimientos nuevos. La razón es que si no conocemos de antemano la Idea que queremos esclarecer, definir, no sabríamos qué vías tomar al descender. Entendimiento (nous): el entendimiento es, para Aristóteles, una parte del alma, aquella en la que reside la capacidad de conocimiento intelectual o racional. Es decir, la capacidad de conocer los principios inteligibles de todas las cosas. Tales principios son, tanto las formas sustanciales, como aquellos principios generales que son evidentes (como el principio de no contradicción, el de identidad, el de exclusión de tercero, el de que el todo es mayor que la parte, etc.). Aristóteles dice que el entendimiento es dos cosas: (1) Por un lado es la capaci-dad de ser cualquier principio inteligible (dicho de otra manera: es, en potencia, cualquier principio inteligible). Al entendimiento así entendido le llama entendimiento paciente. (2) Por otro lado es lo que mueve al entendimiento paciente a ser algo en acto. Al entendimiento así entendido le llama entendimiento, sin más. Tal entendimiento se identifica con el conoci-miento de los principios de todas las cosas. Éter: es el elemento de que están compuestos los cuerpos de la zona supralunar. (Mientras que los de la zona sublunar estarían compuestos de agua, aire, tierra y fuego). Forma accidental: son las formas que van agregadas a una sustancia (que van, por decirlo así, insertadas en una sustancia), sin la cual no tienen existencia. Son las responsables de cier-tos rasgos individualizadores de esa sustancia, tales como el color, el olor, el tamaño, etc. Forma pura: para Aristóteles la forma pura es la forma sustancial que aparece totalmente desvinculada de la materia. Solo Dios es forma pura, pues solo Dios es una sustancia sin ma-teria. Forma sustancial: es lo que da un orden o estructura a la materia prima. La materia prima organizada por la forma sustancial da origen a una sustancia, a una cosa individual, concreta, tal como un hombre, un caballo, un roble, etc. La forma sustancial es universal, esto quiere
decir que es la misma para todos los miembros de una especie. Por lo que habrá una forma sustancial «hombre», una forma sustancial «caballo», etc. Pero no una forma sustancial Pe-dro; ni una forma sustancial Babieca. La forma sustancial es el equivalente en Aristóteles de las Ideas platónicas. Al igual que aquellas, constituyen el ser, la esencia de las cosas. Hylemorfismo: se llama así a la teoría aristotélica que sostiene que todas las sustancias están compuestas de materia (hyle) y forma (morphé). Inducción: es un método que parte de la experiencia, de lo particular, para obtener de ahí principios generales. Así, de la constatación empírica de que: «El hombre, el caballo, el mulo, etc., son animales longevos», y de que, «El hombre, el caballo, el mulo, etc., no tienen hiel», podemos inducir que «Los animales sin hiel son longevos». La inducción puede ser de dos tipos: (1) Completa: Es aquella que parte de la observación empírica de todos los casos a par-tir de los cuales se va a inducir el principio. En el ejemplo anterior se trataría de observar a todos los animales que son longevos, y constatar que ninguno de ellos tiene hiel. (2) Incom-pleta: se trata de observar un número limitado de casos e inducir a partir de ellos un principio. Materia prima (o primera) : es uno de los principios que constituyen las sustancias del mundo físico, que no existe (no se da) separada de las formas sustanciales. No obstante, po-demos descomponer, esto es, analizar intelectualmente esa sustancia para indicar los rasgos que tendrían por sí mismos sus principios constitutivos. Hecho esto deducimos que por sí misma la materia prima se caracterizaría por ser absolutamente indeterminada (pero será de-terminada por una forma sustancial), eterna, ser pura potencia (pues al no estar determinada por una forma no es nada en acto), y ser principio de individuación de las sustancias. Materia segunda: Aristóteles usa esta expresión para denominar a las sustancias físicas, que están compuestas de materia prima y forma sustancial. Les llama materia segunda porque ta-les sustancias son materia para producir nuevas sustancias más complejas. Las sustancias fí-sicas más simples que existen, esto es, las materias segundas más simples que existen son: la tierra, el agua, el aire y el fuego en el mundo sublunar, y el éter en el mundo supralunar. Movimiento o cambio: Aristóteles define el movimiento como paso de ser en potencia a ser en acto. Los movimientos pueden ser de cuatro tipos: sustanciales, cualitativos, cuantitativos y locales. Así mismo las causas del movimiento pueden ser de cuatro tipos: material y formal (que operan desde el interior del cuerpo que cambia), eficiente y final (que operan desde el exterior del cuerpo que cambia). Naturaleza (physis): Aristóteles define lo natural como aquello que tiene en sí un principio de movimiento o estancia. Esto es, natural es aquello que llega a ser lo que es por sí mismo. Lo natural se contrapone a lo que es obra de la técnica humana (lo que hoy llamaríamos arti-ficial). Así, un abeto, en tanto que abeto, es un ente natural, pues llega a ser abeto en virtud de su propia naturaleza interna. Una cama hecha de madera es, en tanto cama, un ente no natu-ral. Potencia (ser en): Aristóteles introduce el término potencia (dynamis) para designar a la ca-pacidad que tiene algo para ser otra cosa que todavía no es. Así, la bellota es, en potencia, una encina, el mármol es, en potencia, una estatua, etc. Todo cuerpo material tiene siempre la ca-pacidad, la potencia, de ser algo distinto. Solo aquello que es forma sin materia (Dios, el Pri-mer Motor Inmóvil) carece de potencia para ser algo distinto de sí mismo. Por eso, solo Dios es acto puro.
Primer Motor Inmóvil : Aristóteles denomina así a una sustancia inmóvil, que es acto puro (esto es, no es nada en potencia sino que posee un ser pleno y actual) y forma pura (esto es, carece de materia), que sería la causa final del movimiento del cosmos. A este Primer Motor Inmóvil le denomina también Aristóteles Pensamiento del pensamiento, pues toda su activi-dad consiste en pensarse a sí mismo. (Se podría decir que el Primer Motor Inmóvil es el lími-te superior de la realidad, dado que es puro acto, puro ser. Así como la materia prima es el límite inferior de la realidad, por ser pura potencia para ser, pero nada en acto.) Principio : Aristóteles denomina principio a lo primero desde lo cual algo es o se conoce. Así, la materia prima y la forma sustancial constituyen los principios constituyentes de las sustan-cias. El principio de no contradicción, de exclusión de tercero, o de identidad, constituyen principios dados en el nous a partir de los cuales pueden derivarse determinados conocimien-tos. Principio de individuación: aquellos sistemas filosóficos que parten de la existencia de enti-dades universales (como sucede, por ejemplo, con el aristotélico, que defiende la existencia de formas sustanciales) se ven con frecuencia, obligados a explicar por qué, además, hay rea-lidades individuales (esto es, individuos). El principio de individuación será entonces aquel principio que hace a los individuos, que establece diferencias individuales en el seno de lo universal (que diferencia al individuo frente a la especie). En el caso de Aristóteles, este prin-cipio de individuación será la materia primera. Prudencia (phrónesis): Aristóteles emplea el término prudencia (phrónesis) para designar dos cosas: (1) El uso del entendimiento orientado a guiar la propia vida humana. Produce co-nocimiento universal, en tanto es conocimiento nacido de la facultad intelectual, pero no ne-cesario, dado que las acciones así surgidas no son necesarias, ni constituyen el único tipo de acciones posibles. Es el tipo de conocimiento propio de la ética y la política. (2) Una virtud intelectual (o dianoética), consistente en el hábito de guiar nuestras pasiones y deseos por la prudencia. Sabiduría (sophía): para Aristóteles constituye la plenitud del conocimiento. Es el conoci-miento de los principios de todas las cosas a partir de los cuales se demuestra (se deduce, se deriva) todo lo que se deriva de ellos necesariamente. (Es la suma de nous + episteme). Pero la sabiduría es, también, una virtud intelectual (o dianoética), consistente en la práctica habi-tual de la sabiduría. Sensibles propios: Aristóteles llama así a los caracteres sensibles propios de cada sentido. Así, son propios de la vista los colores, del olfato los olores, etc. Sensibles comunes: Aristóteles llama así a aquellas cualidades sensibles que no son captadas por ningún sentido concreto, que no son específicas de ningún sentido. Tales como el movi-miento, que se puede captar a través de la vista, del tacto y del oído. Sentido común: Aristóteles designa con esta expresión a un sentido interno cuya función es discernir entre las sensaciones que pertenecen a un sentido o a otro (por ejemplo, saber que el rojo pertenece al sentido de la vista, lo rugoso al del tacto, etc.), y unificar las sensaciones que son captadas por varios sentidos (por ejemplo, unificar un movimiento captado a través de la vista y del tacto).
Silogismo: significa literalmente conexión de logoi, de enunciados. Aristóteles emplea este término para designar a la unidad mínima de razonamiento, en la que a partir de dos enuncia-dos dados (premisas) se trata de obtener una conclusión. Ejemplo: -Todos los rumiantes son mamíferos. -Las vacas son rumiantes. -Luego, las vacas son mamíferos. Sustancia: según Aristóteles, todo lo que existe o bien son sustancias o bien accidentes de alguna sustancia. Las sustancias son las cosas individuales y concretas que tienen realidad en sí mismas. Tales como un caballo concreto, un ser humano concreto, un árbol concreto, etc. La sustancia es lo que soporta los accidentes, tales como colores, olores, ser músico, ser en alto. Sustancia viene a ser sinónimo de «cosa», «entidad». Todas las sustancias -excepto el Primer Motor Inmóvil- se componen de materia prima y forma sustancial. Sustancia primera (proté ousía): es sinónimo de «sustancia». Sustancia segunda (deutera ousía): es sinónimo de «forma sustancial». Teología: para Aristóteles la teología es la parte de la filosofía primera que se ocupa de la primera causa del movimiento o cambio. A esta primera causa del movimiento le llama Pri-mer Motor Inmóvil o Dios. Teoremas: los teoremas son las verdades propias de una determinada ciencia, que son dedu-cidas a partir de los axiomas y las tesis. Tesis: son aquellos enunciados (proposiciones, principios) que son propios de una determi-nada ciencia y que son indemostrables. Se dividen en: 1) Definiciones: que son enunciados que simplemente aclaran el significado de un término (por ejemplo, punto es lo que no tiene partes); y, 2) hipótesis: que postulan la existencia o no existencia de algo. Virtud (areté) : en el mundo griego la virtud es entendida, en general, como una especial ca-pacidad, habilidad, destreza, para algo. Con Aristóteles la virtud pasa a ser entendida como una capacidad, destreza, para alcanzar la felicidad. Pero la felicidad consiste en la autorreali-zación. Esto es, en que el hombre se realice como lo que es, en que desarrolle su propia esen-cia, su propia naturaleza. Por eso Aristóteles entenderá que la virtud reside, para los hombres, en el hábito (la disposición permanente, la costumbre) de someter su vida a la realización de su propia esencia. Pero la esencia humana consiste en ser un animal racional. Por lo que la virtud consistirá en la costumbre de ejercitar la razón (virtudes intelectuales), o de guiar los deseos, pasiones y apetencias por la razón (virtudes morales). Virtudes intelectuales: son aquellas que surgen del hábito de razonar, cuya práctica hace a los seres humanos realmente humanos. Dado que Aristóteles diferencia cinco tipos de saber, de conocimiento intelectual o racional, habrá, en consecuencia, cinco tipos de virtudes inte-lectuales: el arte o técnica (tékhne), la prudencia (phrónesis), la ciencia (episteme), el enten-dimiento (nous) y la sabiduría (sophía). Virtudes morales: son aquellas que surgen del hábito de guiar las pasiones, deseos, apeten-cias (es decir, todo aquello que nace de la parte animal de los hombres, de su alma sensitiva), por un tipo de razón, por la prudencia. Guiar las pasiones y deseos por la razón significa sa-tisfacer estos deseos y pasiones (dado que forman parte de nuestra naturaleza), pero sin dejar
que nos arrastren (lo que reduciría nuestro comportamiento a un comportamiento meramente animal). Este control racional de las pasiones y los deseos nos lleva a mantenernos en el ca-mino de en medio, frente a cualquier tipo de excesos.
ARISTÓTELES, Ética a Nicómaco, Libro II, 4-6; Libro X, 6-8 Traducción de Julio Pallí Bonet. Editorial Gredos.
LIBRO II
Capítulo 4. Naturaleza de las acciones de acuerdo con la virtud.
Uno podría preguntarse cómo decimos que los hombres han de hacerse justos
practicando la justicia, y moderados practicando la moderación, puesto que si practican
la justicia y la moderación son ya justos y moderados, del mismo modo que si practican
la gramática y la música son gramáticos y músicos. Pero ni siquiera éste es el caso de
las artes. Pues es posible hacer algo gramatical, o por casualidad o por sugerencia de
otro. Así pues, uno será gramático si hace algo gramatical o gramaticalmente, es decir,
de acuerdo con los conocimientos gramaticales que posee. Además, no son semejantes
el caso de las artes y el de las virtudes, pues las cosas producidas por las artes tienen su
bien en sí mismas; basta, en efecto, que, una vez realizadas, tengan ciertas condiciones;
en cambio, las acciones de acuerdo con las virtudes, no están hechas justa o sobriamente
si ellas mismas son de cierta manera, sino si también el que las hace está en cierta
disposición al hacerlas, es decir, en primer lugar, si sabe lo que hace; luego, si las elige,
y las elige por ellas mismas; y, en tercer lugar, si las hace con firmeza e
inquebrantablemente. Estas condiciones no cuentan para la posesión de las demás artes,
excepto el conocimiento mismo; en cambio, para la de las virtudes el conocimiento
tiene poco o ningún peso, mientras que las demás condiciones no lo tienen pequeño,
sino total, ya que surgen, precisamente, de realizar muchas veces actos justos y
moderados. Así las acciones se llaman justas y moderadas cuando son tales que el
hombre justo y moderado las haría; y es justo y moderado no el que las hace, sino el que
las hace como las hacen los justos y moderados. Se dice bien, pues, que realizando
acciones justas y moderadas se hace uno justo y moderado, respectivamente; y sin
hacerlas, nadie podría llegar a ser bueno. Pero la mayoría no ejerce estas cosas, sino
que, refugiándose en la teoría, creen filosofar y poder, así, ser hombres virtuosos; se
comportan como los enfermos que escuchan con atención a los médicos, pero no hacen
nada de lo que les prescriben. Y, así como estos pacientes no sanarán del cuerpo con tal
tratamiento, tampoco aquéllos sanarán el alma con tal filosofía.
Capítulo 5. La virtud como modo de ser.
Vamos ahora e investigar qué es la virtud. Puesto que son tres las cosas que suceden en
el alma, pasiones, facultades y modos de ser, la virtud ha de pertenecer a una de ellas.
Entiendo por pasiones, apetencia, ira, miedo, coraje, envidia, alegría, amor, odio, deseo,
celos, compasión y, en general, todo lo que va acompañado de placer o dolor. Por
facultades, aquellas capacidades en virtud de las cuales se dice que estamos afectados
por estas pasiones, por ejemplo, aquello por lo que somos capaces de airarnos,
entristecernos o compadecernos; y por modos de ser, aquello en virtud de lo cual nos
comportamos bien o mal respecto de las pasiones; por ejemplo, en cuanto a
encolerizarnos, nos comportamos mal si nuestra actitud es desmesurada o débil, y bien,
si obramos moderadamente; y lo mismo con las demás.
Por tanto, ni las virtudes ni los vicios son pasiones, porque no se nos llama buenos o
malos por nuestras pasiones, sino por nuestras virtudes y nuestros vicios; y se nos elogia
o censura no por nuestras pasiones (pues no se elogia al que se encoleriza sin más, sino
al que lo hacer de cierta manera), sino por nuestras virtudes y vicios. Además, nos
encolerizamos o tememos sin elección deliberada, mientras que las virtudes son una
especie de elecciones o no se dan sin elección. Finalmente, por lo que respecta a las
pasiones se dice que nos mueven, pero en cuanto a las virtudes y vicios se dice no que
nos mueven, sino que nos disponen de cierta manera.
Por estas razones, tampoco son facultades; pues, ni se nos llama buenos o malos por ser
simplemente capaces de sentir las pasiones, ni se nos elogia o censura. Además, es por
naturaleza como tenemos esta facultad, pero no somos buenos o malos por naturaleza (y
hemos hablado antes de esto). Así pues, si las virtudes no son ni pasiones ni facultades,
sólo resta que sean modos de ser. Hemos expuesto, pues, la naturaleza genérica de la
virtud.
Capítulo 6. Naturaleza del modo de ser.
Mas no sólo hemos de decir que la virtud es un modo se ser, sino además de qué clase.
Se ha de notar, pues, que toda virtud lleva a término la buena disposición de aquello de
lo cual es virtud y hace que realice bien su función; por ejemplo, la virtud del ojo hace
bueno el ojo y su función (pues vemos bien por la virtud del ojo); igualmente, la virtud
del caballo hace bueno el caballo y útil para correr, para llevar el jinete y para hacer
frente a los enemigos: Si esto es así en todos los casos, la virtud del hombre será
también el modo de ser por el cual el hombre se hace bueno y por el cual realiza bien su
función propia. Como esto es así, se ha dicho ya; pero se hará más evidente, si
consideramos cuál es la naturaleza de la virtud. En todo lo continuo y divisible es
posible tomar una cantidad mayor, o menor, o igual, y esto, o bien con relación a la cosa
misma, o a nosotros; y lo igual es un término medio entre el exceso y el defecto. Llamo
término medio de una cosa al que dista lo mismo de ambos extremos, y éste es uno y el
mismo para todos; y en relación con nosotros, al que ni excede ni se queda corto, y éste
no es ni uno ni el mismo para todos. Por ejemplo, si diez es mucho y dos es poco, se
toma el seis como término medio en cuanto a la cosa, pues excede y es excedido en una
cantidad igual, y en esto consiste el medio según la proporción aritmética. Pero el medio
relativo a nosotros no ha de tomarse de la misma manera, pues si para uno es mucho
comer diez minas de alimentos, y poco comer dos, el entrenador no prescribirá seis
minas, pues probablemente esa cantidad será mucho o poco para el que ha de tomarla:
para Milón, poco, y lo mismo en el caso de la carrera y de la lucha; para el que se inicia
en los ejercicios corporales, mucho. Así pues, todo conocedor evita el exceso y el
defecto, y busca el término medio y lo prefiere; pero no el término medio de la cosa,
sino el relativo a nosotros.
Entonces, si toda ciencia cumple bien su función mirando al término medio y dirigiendo
hacia éste sus obras (de ahí procede lo que suele decirse de las obras excelentes, que no
se les puede quitar ni añadir nada, porque tanto el exceso como el defecto destruyen la
perfección, mientras que el término medio la conserva, y los buenos artistas, como
decíamos, trabajan con los ojos puestos en él); y si, por otra parte, la virtud, como la
naturaleza, es más exacta y mejor que todo arte, tendrá que tender al término medio.
Estoy hablando de la virtud ética, pues ésta se refiere a las pasiones y acciones, y en
ellas hay exceso, defecto y término medio. Por ejemplo, cuando tenemos las pasiones de
temor, osadía, apetencia, ira, compasión, y placer y dolor en general, caben el más y el
menos, y ninguno de los dos está bien; pero si tenemos estas pasiones cuando es debido,
y por aquellas cosas y hacia aquellas personas debidas, y por el motivo y de la manera
que se debe, entonces hay un término medio y excelente; y en ello radica, precisamente,
la virtud. En las acciones hay también exceso y defecto y término medio. Ahora, la
virtud tiene que ver con pasiones y acciones, en las cuales el exceso y el defecto yerran
y son censurados, mientras que el término medio es elogiado y acierta; y ambas cosas
son propias de la virtud. La virtud, entonces, es un término medio, o al menos tiende al
medio. Además, se puede errar de muchas maneras (pues el mal, como imaginaban los
pitagóricos, pertenece a lo indeterminado, mientras el bien a lo determinado), pero
acertar sólo es posible de una (y, por eso, una cosa es fácil y la otra difícil: fácil errar el
blanco, difícil acertar); y, a causa de esto, también el exceso y el defecto pertenecen al
vicio, pero el término medio, a la virtud: «Los hombres sólo son buenos de una manera,
malos de muchas».
Es, por tanto, la virtud un modo de ser selectivo, siendo un término medio relativo a
nosotros, determinado por la razón y por aquello por lo que decidiría el hombre
prudente. Es un medio entre dos vicios, uno por exceso y otro por defecto, y también
por no alcanzar, en un caso, y sobrepasar, en otro, lo necesario en las pasiones y
acciones, mientras que la virtud encuentra y elige el término medio. Por eso, de acuerdo
con su entidad y con la definición que establece su esencia, la virtud es un término
medio, pero con respecto a lo mejor y al bien, es un extremo.
Sin embargo, no toda acción ni toda pasión admiten el término medio, pues hay algunas
cuyo solo nombre implica la idea de perversidad, por ejemplo, la malignidad, la
desvergüenza, la envidia; y entre las acciones, el adulterio, el robo y el homicidio. Pues
todas estas cosas y otras semejantes se llaman así por ser malas en sí mismas, no por sus
excesos ni por sus defectos. Por tanto, no es posible nunca acertar con ellas, sino que
siempre se yerra. Y en relación con estas cosas, no hay problema de si está bien o mal
hacerlas, por ejemplo, cometer adulterio con la mujer debida y cuando y como es
debido, sino que el realizarlas es, en absoluto, erróneo. Igualmente lo es el creer que en
la injusticia, la cobardía y el desenfreno hay término medio, exceso y defecto; pues,
entonces, habría un término medio del exceso y del defecto, y un exceso del exceso y un
defecto del defecto. Por el contrario, así como no hay exceso ni defecto en la
moderación ni en la virilidad, por ser el término medio en cierto modo un extremo, así
tampoco hay un término medio, ni un exceso ni un defecto en los vicios mencionados,
sino que se yerra de cualquier modo que se actúe; pues, en general, ni existe término
medio del exceso y del defecto, ni exceso y defecto del término medio.
LIBRO X.
Capítulo 6. Contenido de la felicidad.
Después de haber tratado acerca de las virtudes, la amistad y los placeres, nos resta una
discusión sumaria en torno a la felicidad, puesto que la colocamos como fin de todo lo
humano. Nuestra discusión será más breve, si resumimos lo que hemos dicho.
Dijimos, pues, que la felicidad no es un modo de ser, pues de otra manera podría
pertenecer también al hombre que pasara la vida durmiendo o viviera como una planta,
al hombre que sufriera las mayores desgracias. Ya que esto no es satisfactorio, sino que
la felicidad ha de ser considerada, más bien, una actividad, como hemos dicho antes, y
si, de las actividades, unas son necesarias y se escogen por causa de otras, mientras que
otras se escogen por sí mismas, es evidente que la felicidad se ha de colocar entre las
cosas por sí mismas deseables y no por causa de otra cosa, porque la felicidad no
necesita de nada, sino que se basta a sí misma, y las actividades que se escogen por sí
mismas son aquellas de las cuales no se busca nada fuera de la misma actividad. Tales
parecen ser las acciones de acuerdo con la virtud. Pues el hacer lo que es noble y bueno
es algo deseado por sí mismo. Asimismo, las diversiones que son agradables, ya que no
se buscan por causa de otra cosa; pues los hombres son perjudicados más que
beneficiados por ellas, al descuidar sus cuerpos y sus bienes. Sin embargo, la mayor
parte de los que son considerados felices recurren a tales pasatiempos y ésta es la razón
por la que los hombres ingeniosos son muy favorecidos por los tiranos, porque ofrecen
los placeres que los tiranos desean y, por eso, tienen necesidad de ellos. Así, estos
pasatiempos parecen contribuir a la felicidad, porque es en ellos donde los hombres de
poder pasan sus ocios. Pero, quizá, la aparente felicidad de tales hombres no es señal de
que sean realmente felices. En efecto, ni la virtud ni el entendimiento, de los que
proceden las buenas actividades, radican en el poder; y el hecho de que tales hombres,
por no haber buscado un placer puro y libre, recurran a los placeres del cuerpo no es
razón para considerarlos preferibles, pues también los niños creen que lo que ellos
estiman es lo mejor. Es lógico, pues, que, así como para los niños y los hombres son
diferentes las cosas valiosas, así también para los malos y para los buenos. Por
consiguiente, como hemos dicho muchas veces, las cosas valiosas y agradables son
aquellas que le aparecen como tales al hombre bueno. La actividad más preferible para
cada hombre será, entonces, la que está de acuerdo con su propio modo de ser, y para el
hombre bueno será la actividad de acuerdo con la virtud. Por tanto, la felicidad no está
en la diversión, pues sería absurdo que el fin del hombre fuera la diversión y que el
hombre se afanara y padeciera toda la vida por causa de la diversión. Pues todas las
cosas, por así decir, las elegimos por causa de otra, excepto la felicidad, ya que ella
misma es el fin. Ocuparse y trabajar por causa de la diversión parece necio y muy
pueril; en cambio, divertirse para afanarse después parece, como dice Anacarsis, estar
bien; porque la diversión es como un descanso, y como los hombres no pueden estar
trabajando continuamente, necesitan descanso. El descanso, por tanto, no es un fin,
porque tiene lugar por causa de la actividad.
La vida feliz, por otra parte, se considera que es la vida conforme a la virtud, y esta vida
tiene lugar en el esfuerzo, no en la diversión. Y decimos que son mejores las cosas
serias que las que provocan risa y son divertidas, y más seria la actividad de la parte
mejor del hombre y del mejor hombre, y la actividad del mejor es siempre superior y
hace a uno más feliz. Y cualquier hombre, el esclavo no menos que el mejor hombre,
puede disfrutar de los placeres del cuerpo; pero nadie concedería felicidad al esclavo, a
no ser que le atribuya también a él vida humana. Porque la felicidad no está en tales
pasatiempos, sino en las actividades conforme a la virtud, como se ha dicho antes.
Capítulo 7. La felicidad perfecta.
Si la felicidad es una actividad de acuerdo con la virtud, es razonable [que sea una
actividad] de acuerdo con la virtud más excelsa, y ésta será una actividad de la parte
mejor del hombre. Ya sea, pues, el intelecto ya otra cosa lo que, por naturaleza, parece
mandar y dirigir y poseer el conocimiento de los objetos nobles y divinos, siendo esto
mismo divino o la parte más divina que hay en nosotros, su actividad de acuerdo con la
virtud propia será la felicidad perfecta. Y esta actividad es contemplativa, como ya
hemos dicho.
Esto parece estar de acuerdo con lo que hemos dicho y con la verdad. En efecto, esta
actividad es la más excelente (pues el intelecto es lo mejor de lo que hay en nosotros y
está en relación con lo mejor de los objetos cognoscibles); también es la más continua,
pues somos más capaces de contemplar continuamente que de realizar cualquier otra
actividad. Y pensamos que el placer debe estar mezclado con la felicidad, y todo el
mundo está de acuerdo en que la más agradable de nuestras actividades virtuosas es la
actividad en concordancia con la sabiduría. Ciertamente, se considera que la filosofía
posee placeres admirables en pureza y en firmeza, y es razonable que los hombres que
saben, pasen su tiempo más agradablemente que los que investigan. Además, la dicha
autarquía se aplicará, sobre todo, a la actividad contemplativa, aunque el sabio y el justo
necesiten, como los demás, de las cosas necesarias para la vida; pero, a pesar de estar
suficientemente provistos de ellas, el justo necesita de otras personas hacia las cuales y
con las cuales practicar la justicia, y lo mismo el hombre moderado, el valiente y todos
los demás; en cambio, el sabio, aun estando sólo, puede teorizar, y cuanto más sabio,
más; quizá sea mejor para él tener colegas, pero con todo, es el que más se basta a sí
mismo.
Esta actividad es la única que parece ser amada por sí misma, pues nada se saca de ella
excepto la contemplación, mientras que de las actividades prácticas obtenemos, más o
menos, otras cosas, además de la acción misma. Se cree, también, que la felicidad radica
en el ocio, pues trabajamos para tener ocio y hacemos la guerra para tener paz. Ahora
bien, la actividad de las virtudes prácticas se ejercita en la política o en las acciones
militares, y las acciones relativas a estas materias se consideran penosas; las guerreras,
en absoluto (pues nadie elige el guerrear por el guerrear mismo, ni se prepara sin más
para la guerra; pues un hombre que hiciera enemigos de sus amigos para que hubiera
batallas y matanzas, sería considerado un completo asesino); también es penosa la
actividad de político y, aparte de la propia actividad, aspira a algo más, o sea, a poderes
y honores, o en todo caso, a su propia felicidad o a la de los ciudadanos, que es distinta
de la actividad política y que es claramente buscada como una actividad distinta. Si,
pues, entre las acciones virtuosas sobresalen las políticas y guerreras por su gloria y
grandeza, y, siendo penosas, aspiran a algún fin y no se eligen por sí mismas, mientras
que la actividad de la mente, que es contemplativa, parece ser superior en seriedad, y no
aspira a otro fin que a sí misma y a tener su propio placer (que aumenta la actividad),
entonces la autarquía, el ocio y la ausencia de fatiga, humanamente posibles, y todas las
demás cosas que se atribuyen al hombre dichoso, parecen existir, evidentemente, en esta
actividad. Ésta, entonces, será la perfecta felicidad del hombre, si ocupa todo el espacio
de su vida, porque ninguno de los atributos de la felicidad es incompleto.
Tal vida, sin embargo, sería superior a la de un hombre, pues el hombre viviría de esta
manera no en cuanto hombre, sino en cuanto que hay algo divino en él; y la actividad de
esta parte divina del alma es tan superior al compuesto humano como lo es su actividad
respecto de la actividad de las otras virtudes. Si, pues, la mente es divina respecto del
hombre, también la vida según ella será divina respecto de la vida humana. Pero no
hemos de seguir los consejos de algunos que dicen que, siendo hombres, debemos
pensar sólo humanamente y, siendo mortales, ocuparnos sólo de las cosas mortales, sino
que debemos, en la medida de lo posible, inmortalizarnos y hacer todo esfuerzo para
vivir de acuerdo con lo más excelente que hay en nosotros; pues, aun cuando esta parte
sea pequeña en volumen, sobrepasa a todas las otras en poder y dignidad. Y parecería
también, que todo hombre es esta parte, si, en verdad, ésta es la parte dominante y la
mejor; por consiguiente, sería absurdo que un hombre no eligiera su propia vida, sino la
de otro. Y lo que dijimos antes es apropiado también ahora: lo que es propio de cada
uno por naturaleza es lo mejor y lo más agradable para cada uno. Así, para el hombre, lo
será la vida conforme a la mente, si, en verdad, un hombre es primariamente su mente.
Y esta vida será también la más feliz.
Capítulo 8. Argumentos sobre la supremacía de la vida contemplativa.
La vida, de acuerdo con la otra especie de virtud, es feliz de una manera secundaria, ya
que las actividades conforme a esta virtud son humanas. En efecto, la justicia, la
valentía y las demás virtudes las practicamos recíprocamente en los contratos, servicios
y acciones de todas clases, observando en cada caso lo que conviene con respecto a
nuestras pasiones. Y es evidente que todas esas cosas son humanas. Algunas de ellas
parece que incluso proceden del cuerpo, y la virtud ética está de muchas maneras
asociada íntimamente con las pasiones. También la prudencia está unida a la virtud
ética, y ésta a la prudencia, si, en verdad, los principios de la prudencia están de acuerdo
con las virtudes éticas, y la rectitud de la virtud ética con la prudencia.
Puesto que estas virtudes éticas están también unidas a las pasiones, estarán, asimismo,
en relación con el compuesto humano, y las virtudes de este compuesto son humanas; y,
así, la vida y la felicidad, de acuerdo con estas virtudes, serán también humanas.
La virtud de la mente, por otra parte, está separada, y baste con lo dicho a propósito de
esto, ya que una detallada investigación iría más allá de nuestro propósito. Parecería,
con todo, que esta virtud requiriese recursos externos sólo en pequeña medida o menos
que la virtud ética. Concedamos que ambas virtudes requieran por igual las cosas
necesarias, aun cuando el político se afane más por las cosas del cuerpo y otras tales
cosas (pues poco difieren estas cosas); pero hay mucha diferencia en lo que atañe a las
actividades. En efecto, el hombre liberal necesita riqueza para ejercer su liberalidad, y el
justo para poder corresponder a los servicios (porque los deseos no son visibles y aun
los injustos fingen querer obrar justamente), y el valiente necesita fuerzas, si es que ha
de realizar alguna acción de acuerdo con la virtud, y el hombre moderado necesita los
medios, pues ¿cómo podrá manifestar que lo es o que es diferente de los otros? Se
discute si lo más importante de la virtud es la elección o las acciones, ya que la virtud
depende de ambas. Ciertamente, la perfección de la virtud radica en ambas, y para las
acciones se necesitan muchas cosas, y cuanto más grandes y más hermosas sean más se
requieren. Pero el hombre contemplativo no tiene necesidad de nada de ello, al menos
para su actividad, y se podría decir que incluso estas cosas son un obstáculo para la
contemplación; pero en cuanto que es hombre y vive con muchos otros, elige actuar de
acuerdo con la virtud, y por consiguiente necesitará de tales cosas para vivir como
hombre.
Que la felicidad perfecta es una actividad contemplativa será evidente también por lo
siguiente. Consideramos que los dioses son en grado sumo bienaventurados y felices,
pero ¿qué género de acciones hemos de atribuirles? ¿Acaso las acciones justas? ¿No
parecerá ridículo ver a los dioses haciendo contratos, devolviendo depósitos y otras
cosas semejantes? ¿O deben ser contemplados afrontando peligros, arriesgando su vida
para algo noble? ¿O acciones generosas? Pero, ¿a quién darán? Sería absurdo que
también ellos tuvieran dinero o algo semejante. Y ¿cuáles serían sus acciones
moderadas? ¿No será esto una alabanza vulgar, puesto que los dioses no tienen deseos
malos? Aunque recorriéramos todas estas virtudes, todas las alabanzas relativas a las
acciones nos parecerían pequeñas e indignas de los dioses. Sin embargo, todos creemos
que los dioses viven y que ejercen alguna actividad, no que duermen, como Endimión.
Pues bien, si a un ser vivo se le quita la acción y, aún más, la producción, ¿qué le queda,
sino la contemplación? De suerte que la actividad divina que sobrepasa a todas las
actividades en beatitud, será contemplativa, y, en consecuencia, la actividad humana
que está más íntimamente unida a esta actividad, será la más feliz. Una señal de ello es
también el hecho de que los demás animales no participan de la felicidad por estar del
todo privados de tal actividad. Pues, mientras toda la vida de los dioses es feliz, la de los
hombres lo es en cuanto que existe una cierta semejanza con la actividad divina; pero
ninguno de los demás seres vivos es feliz, porque no participan, en modo alguno, de la
contemplación. Por consiguiente, hasta donde se extiende la contemplación, también la
felicidad, y aquellos que pueden contemplar más son también más felices no por
accidente, sino en virtud de la contemplación. Pues ésta es, por naturaleza, honorable.
De suerte que la felicidad será una especie de contemplación.
Sin embargo, siendo humano, el hombre contemplativo necesitará del bienestar externo,
ya que nuestra naturaleza no se basta a sí misma para la contemplación, sino que
necesita de la salud corporal, del alimento y de los demás cuidados. Por cierto, no
debemos pensar que el hombre para ser feliz necesitará muchos y grandes bienes
externos, si no puede ser bienaventurado sin ellos, pues la autarquía y la acción no
dependen de una superabundancia de estos bienes, y sin dominar el mar y la tierra se
pueden hacer acciones nobles, ya que uno puede actuar de acuerdo con la virtud aun con
recursos moderados. Esto puede verse claramente por el hecho de que los particulares,
no menos que los poderosos, pueden realizar acciones honrosas y aún más; así es
bastante, si uno dispone de tales recursos, ya que la vida feliz será la del que actúe de
acuerdo con la virtud. Quizá también Solón se expresaba bien cuando decía que, a su
juicio, el hombre feliz era aquel que, provisto moderadamente de bienes exteriores,
hubiera realizado las más nobles acciones y hubiera vivido una vida moderada, pues es
posible practicar lo que se debe con bienes moderados. También parece que Anaxágoras
no atribuía al hombre feliz ni riqueza ni poder, al decir que no le extrañaría que el
hombre feliz pareciera un extravagante al vulgo, pues éste juzga por los signos externos,
que son los únicos que percibe. Las opiniones de los sabios, entonces, parecen estar en
armonía con nuestros argumentos. Pero, mientras estas opiniones merecen crédito, la
verdad es que, en los asuntos prácticos, se juzga por los hechos y por la vida, ya que en
éstos son lo principal. Así debemos examinar lo dicho refiriéndolo a los hechos y a la
vida, y aceptarlo, si armoniza con los hechos, pero considerándolo como simple teoría,
si choca con ellos.
Además, el que procede en sus actividades de acuerdo con su intelecto y lo cultiva,
parece ser el mejor dispuesto y el más querido de los dioses. En efecto, si los dioses
tienen algún cuidado de las cosas humanas, como se cree, será también razonable que se
complazcan en lo mejor y más afín a ellos (y esto sería el intelecto), y que recompensen
a los que más lo aman y honran, como si ellos se preocuparan de sus amigos y actuaran
recta y noblemente. Es manifiesto que todas estas actividades pertenecen al hombre
sabio principalmente; y así, será el más amado de los dioses y es verosímil que sea
también el más feliz. De modo que, considerado de este modo, el sabio será el más feliz
de todos los hombres.
ARISTÓTELES Política, Libro I, 1-3. Traducción de Manuela García Valdés. Editorial Gredos.
LIBRO I.
1. El fin de toda comunidad. Opciones erróneas. Planteamiento metodológico.
Puesto que vemos que toda ciudad es una cierta comunidad y que toda comunidad está
constituida con miras a algún bien (porque en vista de lo que les parece bueno todos
obran en todos sus actos), es evidente que todas tienden a un cierto bien, pero sobre todo
tiende al supremo la soberana entre todas y que incluye a todas las demás. Esta es la
llamada ciudad y comunidad cívica.
Por consiguiente, cuantos opinan que es lo mismo ser gobernante de una ciudad, rey,
administrador de su casa o amo de sus esclavos, no dicen bien. Creen, pues, que cada uno
de ellos difiere en más o en menos, y no específicamente. Como si uno, por gobernar a
pocos, fuera amo; si a más, administrador de su casa; y si todavía a más, gobernante o rey,
en la idea de que en nada difiere una casa grande de una ciudad pequeña. Y en cuanto al
gobernante y el rey, cuando un hombre ejerce solo el poder, es rey; pero cuando, según
las normas de la ciencia política, alternativamente manda y obedece, es gobernante.
Pero esto no es verdad. Y será evidente lo que digo si se examina la cuestión según el método
que proponemos. Porque como en los demás objetos es necesario dividir lo compuesto
hasta sus elementos más simples (pues éstos son las partes mínimas del todo), así
también, considerando de qué elementos está formada la ciudad, veremos mejor en qué
difieren entre sí las cosas dichas, y si cabe obtener algún resultado científico.
2. Génesis de la ciudad: familia, aldea, ciudad. El hombre es un «animal social».
Si una observa desde su origen la evolución de las cosas, también en esta cuestión, como en
las demás, podrá obtener la visión más perfecta. En primer lugar, es necesario que se
emparejen los que no pueden existir uno sin el otro, como la hembra y el macho con
vistas a la generación (y esto no en virtud de una decisión, sino como en los demás
animales y plantas; es natural la tendencia a dejar tras de sí otro ser semejante a uno
mismo), y el que manda por naturaleza y el súbdito, para su seguridad. En efecto, el que
es capaz de prever con la mente es un jefe por naturaleza y señor natural, y el que puede
con su cuerpo realizar estas cosas es súbdito y esclavo por naturaleza; por eso al señor y al
esclavo le interesa lo mismo.
Así pues, por naturaleza está establecida una diferencia entre la hembra y el esclavo (la
naturaleza no hace nada con mezquindad, como los forjadores el cuchillo de Delfos, sino
cada cosa para un solo fin. Así como cada órgano puede cumplir mejor su función, si
sirve no para muchas, sino para una sola). Pero entre los bárbaros, la hembra y el esclavo
tienen la misma posición, y la causa de ello es que no tienen el elemento gobernante por
naturaleza, sino que su comunidad resulta de esclavo y esclava. Por eso dicen los poetas:
justo es que los helenos manden sobre los bárbaros, entendiendo que bárbaro y esclavo
son lo mismo por naturaleza.
Así pues, de estas dos comunidades la primera es la casa, y Hesiodo dijo con razón en su
poema: Lo primero casa, mujer y buey de labranza. Pues el buey hace las veces de criado
para los pobres. Por tanto, la comunidad constituida naturalmente para la vida de cada
día es la casa, a cuyos miembros Carondas llama «de la misma panera», y Epiménides
de Creta «del mismo comedero». Y la primera comunidad formada por varias casas a
causa de las necesidades no cotidianas es la aldea.
Precisamente la aldea en su forma natural parece ser una colonia de la casa, y
algunos llaman a sus miembros «hermanos de leche», «hijos e hijos de hijos». Por eso
también al principio las ciudades estaban gobernadas por reyes, como todavía hoy los
bárbaros: resultaron de la unión de personas sometidas a reyes, ya que toda casa está
regida por el más anciano, y, por lo tanto, también las colonias a causa de su
parentesco. Y eso es lo que dice Homero: Cada uno es legislador de sus hijos y esposas,
pues antiguamente vivían dispersos. Y todos los hombres dicen que por eso los dioses
se gobiernan monárquicamente, porque también ellos al principio, y algunos aún ahora,
así se gobernaban; de la misma manera que los hombres los representan a su imagen,
así también asemejan a la suya la vida de los dioses.
La comunidad perfecta de varias aldeas es la ciudad, que tiene ya, por así decirlo, el
nivel más alto de autosuficiencia, que nació a causa de las necesidades de la vida,
pero subsiste para el vivir bien. De aquí que toda ciudad es por naturaleza, si también
lo son las comunidades primeras. La ciudad es el fin de aquéllas, y la naturaleza es
fin. En efecto, lo que cada cosa es, una vez cumplido su desarrollo, decimos que es su
naturaleza, así de un hombre, de un caballo o de una casa. Además, aquello por lo que
existe algo y su fin es lo mejor, y la autosuficiencia es, a la vez, un fin y lo mejor.
De todo esto es evidente que la ciudad es una de las cosas naturales, y que el hombre
es por naturaleza un animal social, y que el insocial por naturaleza y no por azar es o
un ser inferior o un ser superior al hombre. Como aquel a quien Homero vitupera: sin
tribu, sin ley, sin hogar, porque el que es tal por naturaleza es también amante de la
guerra, como una pieza aislada en el juego de damas.
La razón por la cual el hombre es un ser social, más que cualquier abeja y que
cualquier animal gregario, es evidente: la naturaleza, como decimos, no hace nada en
vano, y el hombre es el único animal que tiene palabra. Pues la voz es signo del dolor
y del placer, y por eso la poseen también los demás animales, porque su naturaleza
llega hasta tener sensación de dolor y de placer e indicárselo unos a otros. Pero la
palabra es para manifestar lo conveniente y lo perjudicial, así como lo justo y lo
injusto. Y esto es lo propio del hombre frente a los demás animales: poseer, él sólo, el
sentido del bien y del mal, de lo justo y de lo injusto, y de los demás valores, y la
participación comunitaria de estas cosas constituye la casa y la ciudad.
Por naturaleza, pues, la ciudad es anterior a la casa y a cada uno de nosotros, porque
el todo es necesariamente anterior a la parte. En efecto, destruido el todo, ya no habrá
ni pie ni mano, a no ser con nombre equívoco, como se puede decir una mano de
piedra: pues tal será una mano muerta.
Todas las cosas se definen por su función y por sus facultades, de suerte que cuando
éstas ya no son tales no se puede decir que las cosas son las mismas, sino del mismo
nombre. Así pues, es evidente que la ciudad es por naturaleza y es anterior al
individuo; porque si cada uno por separado no se basta a sí mismo, se encontrará de
manera semejante a las demás partes en relación con el todo. Y el que no puede vivir
en comunidad, o no necesita nada por su propia suficiencia, no es miembro de la
ciudad, sino una bestia o un dios.
En todos existe por naturaleza la tendencia a tal comunidad, pero el primero que la
estableció fue causante de los mayores beneficios. Pues así como el hombre perfecto es
el mejor de los animales, así también, apartado de la ley y de la justicia es el peor de
todos.
La injusticia más insoportable es la que posee armas, y el hombre esta naturalmente
provisto de armas al servicio de la sensatez y de la virtud, pero puede usarlas para las
cosas más opuestas. Por eso, sin virtud, es el ser más impío y feroz y el peor en su
lascivia y voracidad. La justicia, en cambio, es un valor cívico, pues la justicia es el
orden de la comunidad civil, y la virtud de la justicia es el discernimiento de lo justo.
3. Sobre la administración doméstica. Elementos que la constituyen. Teoría de la
esclavitud.
Una vez que está claro de qué partes consta la ciudad, es necesario hablar, en primer
lugar, de la administración de la casa, pues toda ciudad se compone de casas. Las
partes de la administración doméstica corresponden a aquéllas de que consta a su vez la
casa, y la casa perfecta la integran esclavos y libres. Ahora bien, como cada cosa ha de
ser examinada ante todo en sus menores elementos, y las partes primeras y mínimas de
la casa son el amo y el esclavo, el marido y la esposa, el padre y los hijos, de estas tres
relaciones será necesario investigar qué es y cómo debe ser cada una. Son, pues, la
heril, la conyugal (la unión del hombre y la mujer carece de nombre), y en tercer lugar
la procreadora, que tampoco tiene un nombre específico. Sean así estas tres relaciones
que hemos mencionado.
Hay otra parte que a unos les parece que es idéntica a la administración doméstica y a
otros la parte más importante de ella. Como sea, habrá que examinarlo. Me refiero a la
llamada crematística.
Hablemos, en primer lugar, del amo y del esclavo, para que veamos lo relativo a ese
servicio necesario, por si podemos llegar a tener un conocimiento mejor de esa relación
del que ahora admitimos. Unos, en efecto, creen que el señorío es una cierta ciencia, y
que la administración de una casa, la potestad del amo, la de la ciudad y la del rey son
lo mismo, como dijimos al principio. Otros, que la dominación es contra naturaleza,
pues el esclavo y el libre lo son por convención, pero en nada difieren por su naturaleza.
Por esta razón tampoco es justa, ya que es violenta.