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La dictadura en retirada (1970-1973)
por Mara Espasande
El contexto mundial y regional
Para comprender esta etapa de la historia argentina es fundamental considerar el
contexto internacional, ya que el mismo determina las luchas sociales y políticas de este
momento histórico.
El capitalismo y el comunismo luchan por imponerse en las zonas del mundo donde
no había un claro control de Estados Unidos o de la URSS.. Tal es el caso de Medio
Oriente, África y en parte América Latina.
Por su parte, China en 1949 realiza su propia revolución comunista de la mano de
Mao Tse Tung. Es importante tener en cuenta que la experiencia ya que China posee gran
influencia en todos los movimientos de izquierda del Tercer Mundo, en particular en
América Latina, ya que buscaban un camino dentro del socialismo pero sin depender de la
URSS.
China realiza entre los años 1966 y 1969 la llamada revolución cultural, con el
objetivo de lograr la descentralización administrativa atacando a la burocracia, movilizar a
los jóvenes estudiantes con el respaldo al ejército y aplicar la lucha de clases sobre los
intelectuales, burócratas y miembros del partido revisionistas. El lema de la misma fue
“aprenden la revolución, haciendo la revolución”, con la que se buscó formar a los más
jóvenes dentro de la sociedad.
También durante los años ´60 y ´70 se produce la descolonización de Asia y África
(iniciada en la década del ´50) a partir de la cual muchos países consiguen su
independencia. Países como Vietnam en Asia y Ghana en África se incluyen en la órbita
socialista.
Otro hecho de gran importancia mundial fue la asunción del Cardenal Angelo
Roncalli como nuevo Papa, quien será Juan XXIII. Introdujo nuevas ideas en el Vaticano
que movilizaron a la Iglesia Católica a producir una verdadera revolución en su interior.
Convocó al Segundo Concilio Vaticano (desarrollado de 1962 a 1965). Denunció desde sus
encíclicas (Mater et Magistra y Pacem in Terris) la pobreza, el subdesarrollo, la necesidad
de progreso social, la participación de los trabajadores en la propiedad y gestión de las
empresas: condenó el enriquecimiento, el consumismo y la explotación que estos traían.
La Guerra de Vietnam (1964-1968) provoca el surgimiento de movimientos
antisistémicos incluso dentro de Estados Unidos. El Movimiento Hippie es símbolo de esta
época de rebeldía y búsqueda de la construcción de una nueva sociedad.
Los “años dorados” se desarrollaron para los países de Latinoamérica de forma
dispar. Aquellos que durante la primera parte del siglo XX no habían logrado una buena
incorporación al mercado mundial, sufrieron fuertes crisis económicas por la imposibilidad
de generar divisas y equilibrar sus balanzas comerciales. Las inversiones externas se
dirigieron hacia sectores muy limitados de la economía, sin extender sus beneficios a la
sociedad en su conjunto. Esto se tradujo en procesos permanentes de ajuste interno,
acompañados de represión sistemática de los sectores populares.
El estrecho espacio político abierto fomenta también, la temprana aparición de
movimientos guerrilleros, tales como las Fuerzas Armadas Revolucionarias (1962-1980) en
Guatemala, el Frente Sandinista de Liberación Nacional (1961-1990) en Nicaragua, las
Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (1964) y el Ejército de Liberación Nacional
(1965) en Colombia, las Fuerzas Guerrilleras de Araguaia (1972) en Brasil, el Ejército de
Liberación Nacional (1962) y las Fuerzas Armadas de Liberación Nacional (1973-70) en
Venezuela, el Frente Unido de Liberación Nacional (1959-62) en Paraguay, el Ejército de
Liberación Nacional ( 1962-65) en Perú, los Tupamaros (1962-73) y las Fuerzas Armadas
Revolucionarias Orientales (1970-73) en Uruguay, entre otros.
Se observa a su vez, una polarización en el aspecto ideológico entre el proyecto de
integración liberal-conservador y la posición de la izquierda revolucionaria (como la
Revolución Cubana de 1959) o nacionalista popular (como es el caso de Velazco Albarado
en Perú en 1968).
En cuanto a lo ideológico se desarrolla un espectro más amplio: el nacionalismo
popular, el desarrollismo, el liberalismo y la izquierda; se articulan con las distintas fuerzas
sociales y políticas del período, caracterizado por el fortalecimiento de las clases medias y
los trabajadores urbanos.
El triunfo de la Revolución Cubana en 1959 fue la primer experiencia de socialismo
en la región. Repercute profundamente en la misma, donde se oscila entre gobiernos
moderados, en general demócratas cristianos (como por ejemplo en Venezuela) y la
imposición de las oligarquías tradicionales, cada vez más a través de dictaduras militares.
En Brasil, Perú, Panamá y Bolivia acceden al poder movimientos populares
nacionales. El triunfo como presidente por vía democrática del líder socialista Salvador
Allende en Chile en 1970 completa el panorama regional, constituyéndose un horizonte
crítico para los Estados Unidos y para sus intereses en la región en el contexto de la Guerra
Fría.
El desarrollo del enfrentamiento entre Estados Unidos y la Unión Soviética trajo
consigo un marcado y creciente sentimiento antiimperialista en Asia, África y América
Latina. En el caso de Latinoamérica el sentimiento antinorteamericano obtiene un lugar
cada vez mayor. La derrota de Estados Unidos en Vietnam, la Revolución cultural en la
China Maoísta, el Mayo Francés, son algunos de los signos que muestran el gran
crecimiento de los movimientos “antisistemas” de la época.
Se implementaron entonces, otras estrategias para disciplinar la región. Nace así, la
“Doctrina de Seguridad Nacional” , que planteaba la existencia de “fronteras ideológicas”.
El enemigo ya no lo constituía un agente externo sino que dentro de la sociedad cualquier
grupo podía adherir al socialismo y por ello ser considerado enemigo. El papel de las
fuerzas armadas era vigilar a la sociedad y evitar cualquier núcleo de “subversión”. Esta
Doctrina será la predominante en la Escuela de las Américas, en Panamá, donde asistieron
gran cantidad de militares latinoamericanos. Desde allí se coordinará la política
antisubversiva norteamericana.
Desde esta concepción Estados Unidos apoya gran cantidad de Golpes de estado en
la región. Entre los más importantes podemos destacar: 1957 en Paraguay y Haití, 1963 en
Santo Domingo, 1964 en Brasil y 1966 en Argentina.
El Che Guevara inicia, por entonces, el foco insurreccional en Bolivia, gobernada
entonces por el General Barrientos. El mismo, a pesar de gobernar bajo un régimen
dictatorial, había impulsado una reforma agraria, por lo que el campesinado no otorga
ninguna respuesta a la propuesta del Che. La muerte del Che en 1967 lo eternizará como
ejemplo de lucha en el ideal guerrillero.
Hacia fines de los ´60 en Chile llega al poder por vías electorales el socialismo con
la Unidad Popular, llevando como presidente a Salvador Allende. Sólo gobierna tres años:
la CIA y las fuerzas armadas lideradas por Pinochet terminan con el gobierno
constitucional y con la vida misma del Presidente. En este momento miles de chilenos
fueron detenidos y fusilados en el estadio Nacional.
La caída de Onganía
En 1969 este clima de protesta y disconformidad ante el gobierno se profundiza, a
pesar del anuncio de Onganía sobre el inicio del “tiempo económico”. Los estudiantes
comienzan una serie de protestas en diferentes ciudades del interior. Las mismas
confluyeron con huelgas convocadas por obreros provocando fuertes estallidos sociales.
Los de mayor repercusión se desarrollaron en mayo en Córdoba (conocido como el
Cordobazo) y en septiembre en Rosario (Rosariazo). Córdoba era un centro industrial de
gran importancia, especialmente por la presencia de fábricas de automóviles y tractores.
Los empresarios habían promovido la creación de sindicatos independientes con el objetivo
de limitar el poder de la estructura sindical tradicional, aprovechando la situación salarial
favorable de los obreros de estas ramas.
Sin embargo, esta desvinculación con la burocracia sindical ocasionó la
radicalización de estos nuevos gremios, convirtiéndose en ejemplos del sindicalismo
combativo. Esto también ocurrió en otros sectores como la seccional de Luz y Fuerza
liderada por Agustín Tosco, los metalúrgicos dirigidos por Atilio López y el Sindicato de
los Mecánicos de Automotores y Transportes de la Argentina (SMATA) conducido por
Elpidio Torres.
La represión del gobierno produjo enfrentamientos que dejaron numerosos muertos
y heridos. Otras ciudades fueron declaradas zonas de emergencia, como Rosario y
Tucumán, dejándolas bajo jurisdicción militar. A partir del Cordobazo comienza un
proceso de profundización de la crisis social y política que llevaría a la caída de Onganía
en 1970.
Los sectores más radicalizados interpretan a la violencia social como un medio
efectivo para retornar a la democracia. La opción por la violencia guerrillera aparece como
una de las formas más importantes de oponerse a la violencia de la dictadura. También se
acrecentó el trabajo de la CGT de los Argentinos entre los trabajadores, creando en 1970 el
Peronismo de Base (PB).
Los acontecimientos de violencia política se multiplicaron: Vandor fue asesinado
por una organización guerrillera de izquierda; Emilio Jáuregui, líder del sindicalismo
combativo muere víctima de la represión; se producen huelgas motivada por la CGT de los
Argentinos y la CGT Azopardo; y son detenidos dirigentes del sindicalismo combativo,
como Ongaro.
En 1970 es secuestrado y asesinado el general Aramburu por la organización
Montoneros, que constituyó su presentación ante sociedad, lo cual precipitó que las fuerzas
armadas desplazaran a Onganía del gobierno.
El debate sobre la violencia política en nuestro país continúa hoy abierto. Son años
donde la muerte forma parte de la práctica política cotidiana. Comprender las causas
profundas de este proceso es uno de los desafíos que debemos abordar como sociedad.
Las reflexiones del Padre Benítez, confesor de Eva Perón, sirven para alumbrar esta
problemática. Solía afirmar entonces "no son estos muchachos los que introdujeron la Ley
de la Selva (...) les hemos creado a estos jóvenes una circunstancia existencial o un clima
vital, en vez de protegerlos contra la violencia los empujamos a la violencia, (...) estos
jóvenes sienten, con una fuerza que no sentimos los viejos, la monstruosidad de que un
15% posea más bienes que el 85%”.
Además del contexto internacional, son numerosos los factores que explican estas
manifestaciones de violencia popular. Desde una mirada histórica no se puede dejar de
reconocer la larga tradición de luchas políticas iniciadas por los guachos en el siglo XIX -
organizados en montoneras-, los reclamos del movimiento estudiantil presentes desde 1918,
las huelgas obreras de principio el siglo XX y la resistencia peronista iniciada en 1955.
18 años de proscripción, gobiernos con escasa representatividad electoral,
dictaduras represoras, generaron diversas reacciones de violencia: huelgas, tomas de
fábricas, manifestaciones callejeras y el accionar guerrillero.
Siguiendo las reflexiones de Galasso, podemos señalar que la composición
mayoritaria de los grupos guerrilleros eran de sectores medios y no de la clase obrera. Este
autor, al preguntarse por la causas de esta situación, observa que por lo general la clase
trabajadora busca formas de lucha colectivas, a diferencia de otros sectores que adoptaron
una postura vanguardista.
También está presente una cuestión generacional: los jóvenes mediantes distintas
expresiones (el arte, la moda, la música, la política) mostraban el inconformismo ante el
sistema capitalista y la cultura burguesa. El espíritu contestatario en momentos de falta de
libertad política va generando la radicalización de la postura de las nuevas generaciones.
LIBERACIÓN O DEPENDENCIA era la consigna que recorría al tercer mundo. El
Gral. Perón, desde su exilio, alienta y saluda la lucha por todo los medios para terminar con
tan prolongada dictadura, “si yo tuviera 50 años menos, no sería incomprensible que
anduviera colocando bombas”.
Lannuse y el Gran Acuerdo Nacional
Luego de la renuncia forzada de Onganía asume una Junta militar integrada por los
tres Comandantes en Jefe de las Fuerzas Armadas. La misma establece que nombrarán a un
Presidente que debe informarle de todos sus actos. Designan así, a Roberto Marcelo
Levingston (1970-191971), de orientación nacionalista.
Durante su gobierno se desempeñó Aldo Ferrer (relacionado con CEPAL) como
ministro de economía, quien consideraba fundamental limitar la influencia del capital
trasnacional, elevar los aranceles de las importaciones y fomentar el crédito de las pequeñas
y medianas industrias.
La burguesía nacional y trasnacional se opuso a estas medidas, acusando al gobierno
de no controlar la movilización social creciente en el país. Finalmente en marzo de 1971 la
Junta releva a Levingston y designa como presidente el General Lannuse.
Pero desde 1970 se había conformado una alianza política alrededor de Juan
Domingo Perón con el fin de reestablecer la democracia en la Argentina. El peronismo, el
radicalismo y otros partidos políticos dieron a conocer lo que se denominó “La Hora del
Pueblo”. A partir de ésta, se endureció la crítica hacia el gobierno, proclamando la urgente
reapertura democrática, la mejor redistribución de los ingresos y la protección de los
sectores populares.
Como respuesta a esta estrategia, el gobierno lanzó el “Gran Acuerdo Nacional”.
Esta consistía en que las fuerzas armadas lideraran el proceso de apertura democrática
logrando un buen final para la Revolución Argentina. Pero todas las fuerzas políticas
entendieron que el verdadero objetivo era lograr que algún militar retirado se perpetuara en
el poder presentándose como candidato.
La Tendencia Revolucionaria y el sindicalismo combativo y clasista rechazan
abiertamente al GAN, profundizando las medidas de fuerza como huelgas y
manifestaciones, para lograr la caída del régimen militar. Tampoco en las fuerzas armadas
contaba con apoyos importantes: los nacionalistas y los liberales se opusieron arrinconando
al gobierno.
Mientras tanto, la represión continuaba: en agosto de 1972 presos del ERP, FAR y
de Montoneros toman la cárcel patagónica en la cual estaban, e intentan huir en avión desde
Trelew hacia Chile. Sólo seis guerrilleros lograron hacerlo, el resto son apresados y
fusilados ilegalmente.
El tiempo político de los militares estaban llegando a su fin. La represión y la falta
de participación política radicalizó a amplios sectores de la sociedad. El regreso de la
democracia era inminente y de su mano el fin de la proscripción del peronismo.
Sin embargo las contradicciones dentro del movimiento popular generar una
profundización de la violencia política que termina como eclosionando en los sucesos de
Ezeiza, el 20 de junio de 1973.
Los sectores que integraban La Tendencia se enfrentaron con la derecha peronista,
terminando en un enfrentamiento armado entre ambos grupos. Años más tarde un cuadro de
la conducción de Montoneros reflexionaría, “no entendimos que habíamos ganado, pero el
triunfo no era solo nuestro, sino que era compartido con las otras franjas del peronismo, tan
legítimas como nosotros mismos” (Perdía)
Perón, luego de sucesivas reuniones con representantes de las numerosas
agrupaciones de la juventud advertía la dificultad que tendría la conducción del proceso
político que se avecinaba: "me temo que para mí es demasiado tarde y para ustedes
demasiado temprano” afirmó en una de aquellas reuniones con un dejo de amargura.
Perón intenta reestructurar el Movimiento bajo una orgánica similar a la de la
década de los ´40 y ´50, integrando al nuevo factor dinámico: la juventud. Proponía
entonces establecer para las elecciones una representatividad del 25 % gremial, otro tanto
para la rama política, la femenina y la juventud.
Claro está que las tácticas políticas pensadas por la Tendencia lejos estaba de esta
estructura tradicional. Esta distancia en la concepción política hará que una vez Perón
presidente los enfrentamientos se recrudezcan hasta volverse concepciones irreconciliables.
A pesar de comprender las causas profundas de la violencia política de esta etapa,
coincidimos con Methol Ferré cuando afirma “La política de la muerte es la muerte de la
política”.
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