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Arte terapia en educación: un camino de autoconocimiento para jóvenes Carla Pérez Navarro 1 1 Licenciada en Artes, Arte Terapeuta. REFLEXIONES PEDAGÓGICAS 63 ARTE TERAPIA EN EDUCACIÓN

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Arte terapia en educación:

un camino de autoconocimiento

para jóvenes Carla Pérez Navarro1

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1 Licenciada en Artes, Arte Terapeuta.

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ARTE TERAPIA EN EDUCACIÓN

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DOCENCIA Nº 36 DICIEMBRE 200864

R E F L E X I O N E S P E D A G Ó G I C A S

Tímidamamente surgió en la Escuela Municipal de Puente Alto un proyecto piloto que pretendía abrir un espacio artístico con fines terapéuticos, considerando que esta misma experiencia había funcionado muy bien el año anterior en la escuela oncológica del Hospital Luis Calvo Mackenna, con niños con necesidades educativas múltiples y diagnósticos diversos. Pero este desafío se veía mucho mayor, puesto que trabajar con adolescentes en vulnerabilidad social, que en muchos casos se muestran resistentes a cualquier tratamiento terapéutico, implicaba proponer un taller que desarrollara aspectos personales, tales como la creatividad y el desarrollo de habilidades interpersonales.

El arte en cualquiera de sus disciplinas puede llegar a ser un elemento diferenciador dentro del aula, porque arte es imaginar, imaginar es modificar la materia con la que trabajamos, posibilitando el desarrollo físico, psíquico, social y personal. En definitiva, el proceso artístico contribuye a la formación de personas más sensibles, más comunicativas y en consecuencia, más perceptivas. El trabajo artístico tiene la capacidad de entregar, acoger y liberar desde lo más profundo de la psique; es una herramienta psicosocial que logra modificar conductas; y posibilita la comprensión desde la experiencia creadora.

El arte hace posible la expresión de la sub-jetividad de cada individuo, por medio de un canal no verbal, acentuando la formación de un pensa-miento crítico. Proporciona un vehículo alternativo de expresión, que no se regula por normas estrictas, más bien, ofrece múltiples alternativas. Las imáge-nes visuales son infinitas, constituyen un medio para conocer y representar el mundo, anterior aun a la escritura, es por esto que la relación que se genera entre lo creado y el creador surge como una activi-dad familiar incluso primitiva, en la que emergen los arquetipos asentados en nuestra psique.

Considerando que el sentido de la vista se desarrolla antes que el lenguaje, ésta nos permite capturar imágenes y registrarlas en un

posterior trabajo. Cada registro está compuesto por elementos que son parte de nuestra singularidad, un mundo preexistente, que está conectado con nuestras experiencias, por lo tanto, el crear facilita la expresión y resignificación de elementos internos, que en su proceso de elaboración permiten clarificar aspectos personales.

La producción de una imagen, la realización de una obra, produce significados que en el contexto terapéutico resultan altamente sintetizadores de sentimientos, emociones o ideas, transformándose en un lenguaje que entrega una narrativa intensa -que contiene una parte relevante de la historia de cada creador y que se manifiesta por medio de sus creaciones subjetivas-. Estos procesos son circulares, porque nacen desde el interior y se exteriorizan en un proceso que permite crear, observar, y nuevamente se internan al reelaborar lo creado, modificarlo y, finalmente, valorizarlo. Este recorrido que facilita la experimentación simultánea de asociaciones internas (imagen, códigos y símbolos) y externas (la obra), se ve mediatizado por la acción artística de la imaginación, vinculada a los procesos creativos y estilos personales que en la adolescencia son parte de la construcción personal de la identidad. Es decir, se posibilita el surgimiento de una iconografía única tanto en su forma, como en su contenido y, por sobre todo, representativa de la identidad que como adolescentes pretende formar.

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Abriendo paso a la terapia

Recién egresada del Postítulo de Arte Terapia invité a un grupo reducido de alumnos (as), que presentaban trastornos anímicos y necesitaban apoyo profesional, a formar parte de este nuevo espacio, donde ambos actores nos comprometíamos a vivenciar este proceso. Bajo la mirada tímida, pero comprometida de la unidad técnica, que visualizó esta alternativa como un aporte para apoyar a este conjunto de adolescentes que representaba un porcentaje cada vez más creciente en el liceo, inicié este trabajo.

Se puso en marcha esta nueva metodología que se consideró como una posibilidad alternativa frente a la problemática estudiantil. Sin embargo, en ese minuto, no logramos dimensionar lo que significaría para el grupo de jóvenes que participaría en él, ni para la docente–terapeuta que estaba a cargo de la planificación y aplicación de dicho proyecto. Durante ese periodo se trabajó en condiciones bastante austeras. Una pequeña sala nos acogía. Pinceles, témperas y lápices fueron las herramientas únicas que activaron sesión a sesión el compromiso personal de aquel grupo. Así se inició el tratamiento, que significó para muchos encontrar en el trabajo artístico una herramienta significativa para comprender y trabajar de manera integral sus problemáticas personales. Construyeron, a partir de la creación de obras artísticas, una narrativa poderosa que sería capaz de componer un diálogo amable y sensible entre esas lógicas únicas que se desatan en la adolescencia, que nacen desde la necesidad de expresión y se materializan en una mancha, un color o una forma.

Los objetivos se desarrollaron de manera gradual, dependieron de la observación sistemática de aquel grupo inicial, lo que finalmente determinó la metodología que se llevaría a cabo durante los años posteriores. ¿Por qué observar? Por una razón simple, el grupo tiene una voz, y esta voz debe ser escuchada, porque representa a una generación con todas las problemáticas que esta conlleva.

El primer objetivo fue afianzar al grupo como tal, se favoreció la dinámica de juego e interacción de ideas. En una segunda instancia, se abordaron las problemáticas familiares. Paulatinamente, ellos fueron definiendo cuáles eran sus roles dentro de las familias y el aporte que podían realizar dentro de ellas. Finalmente, se trabajó la identidad y la autoestima, considerando que son temas sensibles en la adolescencia.

La metodología consta de tres etapas, en las que el adolescente pasa por diferentes fases de diálogo personal entre los procesos creativos y su obra. En la primera etapa se invita a realizar ejercicios de respiración, imaginerías, juegos y ejercicios corporales, que favorezcan el entrar en contacto. En una segunda etapa, se invita a realizar el trabajo artístico y desarrollar una obra, a partir de una consigna entregada por la terapeuta, sin que ésta se valore en cuanto a su finalidad estética, más bien, se favorece su propuesta ética o valórica, la que se traduce en un objeto artístico final. Posteriormente el objetivo de la tercera etapa es observar y reflexionar frente al trabajo del grupo y al trabajo personal. En este momento, se activan las resignificaciones que ofrece la imagen y aparece la voz de los integrantes y la de sus obras.

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En el proceso de cada sesión los individuos vivencian cuatro fases2, cuyo orden puede variar, o simplemente no completarse, dependiendo del grupo con el que se trabaje y las características personales de cada integrante.

En la etapa inicial de Expresión: Los estudian-tes recurren a la necesidad primaria de exteriorizar y comunicar su experiencia interna. En un comienzo los jóvenes se muestran tímidos frente al grupo, sin tomar la iniciativa para comenzar su obra, pero lue-go logran conectarse con su interior y elaborar los

primeros esbozos de sus trabajos. De esta forma la imagen realizada en el interior del taller aporta el material bruto, que puede o no ser modificada pos-teriormente, pero que sin duda nos permite iniciar el diálogo entre ella y el creador. Estos elementos inconscientes y subjetivos que aporta la imagen en esta etapa, son parte fundamental durante el pro-ceso.

La segunda etapa es definida como Contemplación: Ésta permite a los estudiantes

La segunda etapa es definida como : Ésta permite a los estudiantes

La segunda etapa es definida como

reconocer con afecto (positivo o negativo) su trabajo, percibiéndolo como una extensión de sí mismo. Durante este periodo se observan e interiorizan formas, manchas y colores, reconociendo y admirando el surgimiento de imágenes personales que contienen en sí un significado único, que es parte de su historia personal.

A partir de la contemplación los estudiantes pueden pasar a la etapa de Elaboración: período en el que se brinda la oportunidad de dar respuesta a la expresión primaria, donde se tiene la posibilidad de cambiar, mejorar y enriquecer lo que se ha vertido sobre el papel. Los jóvenes durante esta etapa verbalizan frente a su obra y llegan a un acuerdo, reconocen que la producción artística es parte de su interior y que tienen la oportunidad de modificarla en esa búsqueda tenaz que los lleva a formar su identidad.

Se plantean un propósito personal que no sólo involucra la imagen, sino su contenido. Es en esta etapa donde los jóvenes toman una actitud activa en su mejora, logran discernir qué les gustaría mejorar de su trabajo, proponiendo cambios. Se dan cuenta que lo importante del proceso no radica sólo en la posibilidad de reflejar su mundo interno, sino que en la oportunidad de plantearse problemas no resueltos en un ambiente lúdico, un campo creativo, libre y flexible, propiedades específicas del lenguaje artístico.

Finalmente llegamos a la Apreciación: En esta última etapa, los estudiantes son capaces de reconocer con afecto su obra, tomando en consideración el proceso vivido así como el tiempo

2 Touson, Salomon (2002) “El dibujo en la Terapia”, Cap. V, Creación y Curación, Buenos Aires.

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que dedicaron a la exploración o a la mejora de su trabajo, puesto que el afecto con que logren evaluar su obra cambiará el sentido inicial de esta valoración tanto del trabajo creado, como de sí mismos. Los jóvenes hacen consciente su trabajo creativo y la implicancia de éste a través de las distintas etapas vivenciadas en un proceso de introspección, siendo capaces de compartir sus experiencias con el grupo, escuchar la opinión de los demás participantes y reconocer aspectos personales en el testimonio y obra de los demás.

Un oasis de autoconocimiento

En el segundo año que se implementó el taller de Arte Terapia en horario JEC3, se inscribieron ochenta alumnos (as), derivados por orientación, y en algunos casos por libre elección. Se necesitó el apoyo de otra terapeuta -Pamela Ibacache- y un nuevo horario para atender esa demanda estudiantil. Ya en el tercer año, los inscritos sobrepasaban los doscientos, y fue necesario efectuar un programa de selección que consistía en evaluar previamente a los participantes, en función de las necesidades, singularidades y prioridades del grupo. Una nueva sala, especial para desarrollar las actividades vinculadas a la metodología, y presupuesto para los materiales, fueron parte de esta etapa. Incluso se despertó el interés de los directivos de la Corporación Municipal que asistieron a observar algunas de las dinámicas vivenciadas por los jóvenes; también ellos invitaron a una delegación de docentes ingleses que venían a observar talleres innovadores en algunos países de Latinoamérica. Si bien el grupo de visitantes conocía esta disciplina, sólo la habían visto implementada en salud y salud mental, no así en educación. Participaron de la sesión y se fueron muy interesados por el trabajo observado. Al tiempo recibimos la información que el taller había sido escogido para desarrollar un proyecto exploratorio.

La implementación de este taller permitió establecer un espacio físico donde los adolescentes pudieron ser acogidos y tuvieron la libertad de conocer y compartir con otros la amplitud comunicativa que ofrece la imagen. Es importante

considerar que todos los jóvenes pertenecían a grupos diferentes y que este factor no incidió en el lazo de amistad que se desarrolló durante todo un año de tratamiento. A partir de los procesos que manifestaron los integrantes del grupo y el compromiso que surgió sesión a sesión, un nuevo espíritu transitó en el Liceo 115 de Puente Alto. Emergió un sentimiento de pertenencia a la institución que les permitió a esos adolescentes ser parte significativa en su formación como personas y desarrollar diferentes proyectos en beneficio del establecimiento, como por ejemplo la realización de un mosaico de grandes dimensiones, y la celebración de festivales cinematográficos y culturales.

Parte de los testimonios de nuestras reuniones quedaron escritos. Uno de los adolescentes participantes expresó: “el taller de Arte Terapia es mi habitación dentro del liceo”; “el taller es un oasis que me permitió reconocerme y conocer a otros”. En lo personal, siento que la mayor satisfacción fue ser parte de un proceso que me permitió descubrir que la labor educativa no empieza ni termina con un contenido, sino que sus formas son diversas e infinitas, al igual que una mancha, un color o una forma.

ARTE TERAPIA EN EDUCACIÓN

3 Jornada Escolar Completa.