arte_de_la_pintura. pacheco. tomo 2.pdf
TRANSCRIPT
Acerca de este libro
Esta es una copia digital de un libro que, durante generaciones, se ha conservado en las estanterías de una biblioteca, hasta que Google ha decididoescanearlo como parte de un proyecto que pretende que sea posible descubrir en línea libros de todo el mundo.
Ha sobrevivido tantos años como para que los derechos de autor hayan expirado y el libro pase a ser de dominio público. El que un libro sea dedominio público significa que nunca ha estado protegido por derechos de autor, o bien que el período legal de estos derechos ya ha expirado. Esposible que una misma obra sea de dominio público en unos países y, sin embargo, no lo sea en otros. Los libros de dominio público son nuestraspuertas hacia el pasado, suponen un patrimonio histórico, cultural y de conocimientos que, a menudo, resulta difícil de descubrir.
Todas las anotaciones, marcas y otras señales en los márgenes que estén presentes en el volumen original aparecerán también en este archivo comotestimonio del largo viaje que el libro ha recorrido desde el editor hasta la biblioteca y, finalmente, hasta usted.
Normas de uso
Google se enorgullece de poder colaborar con distintas bibliotecas para digitalizar los materiales de dominio público a fin de hacerlos accesiblesa todo el mundo. Los libros de dominio público son patrimonio de todos, nosotros somos sus humildes guardianes. No obstante, se trata de untrabajo caro. Por este motivo, y para poder ofrecer este recurso, hemos tomado medidas para evitar que se produzca un abuso por parte de terceroscon fines comerciales, y hemos incluido restricciones técnicas sobre las solicitudes automatizadas.
Asimismo, le pedimos que:
+ Haga un uso exclusivamente no comercial de estos archivosHemos diseñado la Búsqueda de libros de Google para el uso de particulares;como tal, le pedimos que utilice estos archivos con fines personales, y no comerciales.
+ No envíe solicitudes automatizadasPor favor, no envíe solicitudes automatizadas de ningún tipo al sistema de Google. Si está llevando acabo una investigación sobre traducción automática, reconocimiento óptico de caracteres u otros campos para los que resulte útil disfrutarde acceso a una gran cantidad de texto, por favor, envíenos un mensaje. Fomentamos el uso de materiales de dominio público con estospropósitos y seguro que podremos ayudarle.
+ Conserve la atribuciónLa filigrana de Google que verá en todos los archivos es fundamental para informar a los usuarios sobre este proyectoy ayudarles a encontrar materiales adicionales en la Búsqueda de libros de Google. Por favor, no la elimine.
+ Manténgase siempre dentro de la legalidadSea cual sea el uso que haga de estos materiales, recuerde que es responsable de asegurarse deque todo lo que hace es legal. No dé por sentado que, por el hecho de que una obra se considere de dominio público para los usuarios delos Estados Unidos, lo será también para los usuarios de otros países. La legislación sobre derechos de autor varía de un país a otro, y nopodemos facilitar información sobre si está permitido un uso específico de algún libro. Por favor, no suponga que la aparición de un libro ennuestro programa significa que se puede utilizar de igual manera en todo el mundo. La responsabilidad ante la infracción de los derechos deautor puede ser muy grave.
Acerca de la Búsqueda de libros de Google
El objetivo de Google consiste en organizar información procedente de todo el mundo y hacerla accesible y útil de forma universal. El programa deBúsqueda de libros de Google ayuda a los lectores a descubrir los libros de todo el mundo a la vez que ayuda a autores y editores a llegar a nuevasaudiencias. Podrá realizar búsquedas en el texto completo de este libro en la web, en la páginahttp://books.google.com
1
» >
> > r> > .> > >>> > « > 7
;> . > >
» ) > i
> »
. > . . >
) .> -a
> > >
) »
> > >^
> .>..>>> \>»
.> > »>.>>"> »
»> i > > i »>
>J> >^> J a >">i >» ) > » ». > > .> » . y "> > * • •>^ »"» . > > • •> 3«\> •
>> ; » > ) ) y )> .> O
' > ".>>'. 'o > "•>*">">>
) :> j » > o ^ . ^> >
O >> o ); » >•>> • > 3» .. , jy > •> > > > . .
;> ) >>> >r> >) .i
' . ' !*> > J .> , - ."« ' . j i > • ! «
> "> i 1 O > > j-> >. ,> -> i i» >»>>>,> i % ^» e¡»~> ) . •» 5 • .
>> )^ »¡31 } » }
> ) 3> » í > » )> » } .> > >> > >>«'> » > » ^ > ^> )
^> ) » » > S)
i? > > > SB
> > » > » J»> ) » . } >
> >"> > > "»
> >
> ^ )
> >' > » J >
> >>
O
>
>>»
3 >.> >
> J> >' >
j y >.!>
^ > > 'O ) > >
» >> .-o > > ^» > > O; > > 7 >
» > ^ »"> >o > j ">
. ' ' . . > > > z»
> » w r > •> . _5? j,JÍB >>. »• > > •> . . JB- , r" - -
>B> >.> . -n« > , » ^ i«. >,> K> )-> > 3 •> > J ;> • •> »;>-> > .> > ,
» ••> >»>' > •> >«' J»
^> >
B
>
i>
> >
>
s
BIBLIOTECA
DE
EL ARTE EN ESPAÑA.
SEGUNDO VOLUMEN.
TOMO PRIMERO.
ARTE
DE LA PINTURA,
SU ANTIGÜEDAD Y GRANDEZAS.
DESCItÍbENSE LOS HOMbRES EMINENTES QUE HA HAbIDO EN ELLA ASÍ ANTIGUOS COMO MODERNOS;
t DEL DIbUJO Y COLORIDO ; HEL PINTAR AL TEMPLE, AL OLIO, DE LA ILUMINACION
v estofado; del pintar al fresco; de las encarnaciones,
DE l'OLIMENTO Y DE MATE; DEL DORADO bRUÑIDO
Y MATE, Y ENSEÑA Á PINTAR TODAS
£AS PINTURAS SAGRADAS.
POR FRANCISCO PACHECO
VECINO DE SEVILLA.
SEGUNDA EDICION QUE SE HACE DE ESTE LIBRO FIELMENTE COPIADA
DE LA PRIMERA QUE DIÓ Á LA ESTAMPA SU AUTOR
EN SEVILLA EL AÑO DE '1 649.
DIRÍGELA
D. G. CRUZADA VILLAAMIL.
TOMO PRIMERO.
MADRID,
1866
IMPRENTA DE MANUEL GALIANO ,
PLAZA DE LOS MINISTERIOS, 2.
(fvCre/en/fde/Ho ó^HOf C¿on ¿j/nfcnto (' áiiovaJ t/et f aj/tf/o,
ejc-mcn¿i(io </e <¿ Cotona, efe., efe., ife.
X
i -
Mi y señor mío: Cuando se hacían las primeras ediciones du li
bros como este, era general costumbre de sus autores ó editores
dedicarlos á algun ilustre personaje. Yo veo en V. E. el hombre
de Estado, el gran orador parlamentario, el historíndor grave, el
literato ameno, el aficionado á las bellas artes : ¿qué mucho, pues,
que siguiendo yo aquella antigua costumbre, dedique á V. E. este
libro en testimonio de la admiracion que V. E. me inspira?
De V. E. afectísimo servidor Q. í¿. M. B.
Gregorio CruzaDa Vii.iaamiL.
1.« Setiembre de 1866.
601151
UCENCIA DEL ORDINARIO.
Nos el licenciado D. Uhristóval de Matilla, provisor y vicario
general de Sevilla y su arzobispado. Por la presente y por lo que á
nos toca, damos licencia para que se pueda imprimir y imprima el
Libro intitulado, Antigüedad y grandezas de la Pintura, com
puesto por francisco Pacheco, atento nos consta, no hay en él cosa
contra nuestra Santa Fe, y buenas costumbres, segun las censuras,
y parecer que han dado personas doctas, á quien lo hemos remitido ;
dada en Sevilla, en 24 de Diciembre de 1641.
PRIVILEGIO.
Tiene privilegio de los Sres. del Consejo Real Francisco Pa
checo, para poder imprimir este libro por tiempo de diez años.
TASSA.
Tasaron los Señores del Consejo Real este libro á quatro ma
ravedís cada pliego.
LIBRO PRIMERO DE LA PINTURA.
SU ANTIGÜEDAD Y GRANDEZAS.
CAPITULO PRIMERO.
QUÉ COSA SEA PINTURA Y CÓMO ES ARTE LIBERAL, Y SU DEFINICION
Y EXPLICACION.
Habiendo de tratar de la pintura, es cosa conve
niente para mayor claridad, de lo que acerca de
ella se dijere, comenzar de su definicion, y expli
carla en este primer capítulo, para que sirva de fun
damento á las grandezas de sus excelencias, y dis
ponga el ánimo de sus aficionados á la atenta con
sideracion de lo que en este discurso se tratare; y
porque el Maestro Francisco de Medina (en cuya
muerte perdieron las buenas letras gran parte de su
valor), no hallándose satisfecho de ninguna de las
definiciones que de la pintura habia visto, á instan
cia mia escribió una, con su explicacion, me pareció
justa cosa ponerla aquí, por honrar este discurso
con la autoridad de varon tan docto, y por el gusto
que suele causar la diferencia. Dice de esta manera;
10 ' ARTE DE LA TINTURA.
Definicion 1.a " Pintura es arte que con variedad de líneas y co
lores representa perfectamente á la vista lo que ella
<> puede percibir de los cuerpos.«
Explicacion. v La vista percibe de los cuerpos , el tamaño , la
«proporcion, la distancia, los perfiles, los colores,
«sombras y luces, el relieve, las figuras y posturas,
«y los varios gestos, ademanes y semblantes que
«aparecen; segun son varios los movimientos, ac-
«ciones y pasiones del cuerpo y del alma.«
«Los cuerpos cuyas imágenes representa la pintura
«son de tres géneros; naturales, artificiales ó forma
d-dos con el pensamiento y consideracion del alma.«
«Los naturales son los que crió Dios al principio del
«mundo, ó los que la naturaleza produce enlauniver-
«sidaddeél, con la fuerza que Dios le da; los artificia-
«les son casi infinitos segun es casi infinita la mu-
«chedumbrey variedad de artífices que los forman. «
«Los cuerpos del pensamiento son los que la ima-
«ginacion forma: sueños, devaneos, de grotescos y
«de fantasías de pintores. Y son asimismo los que
«figura el entendimiento con sábia consideracion.
«Angeles, virtudes, potencias, empresas, hieroglífi-
«cos, emblemas; áeste último género se reducen las
«visiones imaginarias ó intelectuales que percibie-
«ron y revelaron los Profetas y suelen los pintores
«representarlas con su arte.«
Hasta aquí el Maestro Medina. Esta definicion no
es diferente de la mia en lo esencial ; pero los que
tuvieren gusto en las letras verán fácilmente que el
Maestro Medina describe antes el arte de la pintura
que la define : la definicion que yo hago parece más
Libro i de pioiura, regular. Parte de ella escribo de la opinion de Paulo
wpiiuio i. L0maz0> de quien me he valido en mucho de este
LIBRO PrIMErO , CAI'. I. II
capítulo, si bien en algo de lo importante me apar
to como verémos.
Pintura es arte que enseña á imitar con lineas y colo- Definicion 2.a
res. Esta es la definicion. Para explicacion de la cual
se ha de saber que toda definicion debe constar de
género y diferencia. El género, segun los lógicos,
es una razon comun que se dice de muchos diferen
tes en especie; diferencia es todo aquello por lo cual
una especie se distingue de cualesquiera otra del
mismo género. Esto supuesto, la definicion de la
pintura consta de género y diferencia. Arte es el Explicación,
género : razon comun en que conviene con las de
más artes diferentes de ella en especie. La diferen
cia por la cual difiere de las demás, es que enseña á
imitar con líneas y colores todas las cosas imitables
del arte y de la imaginacion, y principalmente las
obras de la naturaleza : y esto en todas superficies,
pero más de ordinario en superficie llana, á diferen
cia de la escultura, que si bien imita los efectos de
la naturaleza , no á lo menos como la pintura en
superficie llana con líneas y colores. Mas porque
podría alguno dificultar si la pintura es arte ó no,
quiero con la definicion de la misma arte brevemente
probarlo, por estar ya doctamente dilatado (como di
jimos) en nuestra lengua. Arte, segun el filósofo, es LiLro 3 & ia
un hábito que obra con cierta y verdadera razon; por- «oti^ g™e™' de
que: non est Ars quw ad effectum casuvenit, como Amu»., m., 6,
dice Séneca. No es arte la que acaso llega á su efec- 'apltu'o lv'
to. Pruébase tambien porque todas las cosas natu
rales son la regla y la medida de la mayor parte de
las ciencias y artes del mundo; porque siendo como
son hechas de Dios con suma sabiduría, consiguien-
12 ARTE DE LA I'INTURA.
temente tienen en sí todas las perfecciones esencia
les que convino tuviesen obras de tales manos; y
finola 26. por esto pueden ser regla de las cosas artificiales. De
donde se infiere claramente que la pintura es arte,
pues tiene por ejemplar objetivo, y por regla de sus
obras á la misma naturaleza, procurando siempre
imitarla en la cantidad, relieve y color de las co
sas, y esto hace valiéndose de la geometría, aritmé
tica, perspectiva y filosofía natural, con infalible y
cierta razon. Mas porque de las artes algunas son
liberales y algunas mecánicas, no será fuera de
propósito tocar brevemente á cuáles de ellas deba
ser enumerada la pintura. Esta cuestion, si con au
toridad hubiese de ser decidida, presto se determina
ría; porque Plinio, hablando de Panphilo pintor,
dice que, en Cicyon (ciudad principal del Pelopone-
so, que hoy llaman la Morea), y despues en Grecia,
tib. 35, rap. x. el arte del dibujo (que era la parte de pintura que
estaba entonces descubierta) vino á recibirse en el
primer grado de las artes liberales, y siempre tuvo
esta honra de que los nobles la ejercitasen, prohi
biéndose por edicto perpétuo que se enseñase á es
clavos. Y adviértase que esto no se introdujo por
costumbre de bárbaros, sino por ley, entre la gente
más docta de cuantas ha habido en el mundo. Lo
piat. 10, et s mismo siente Platon, y Aristóteles muestra clara-
de Repúb. mente que en su tiempo el arte del dibujo se tenia
Anst. 8 Polit., ir j
cap I et sequen. pOT liberal; y otros muchos autores sonde esta opi
nion; y tambien con razones se puede fácilmente
probar, porque si bien el pintor no puede conseguir
su fin sino obrando mano y pincel , claro está que
en este ejercicio se halla tan poco trabajo y fatiga
LIBRO PRIMERO, CAP. I. 13
corporal que no hay hombre noble á quien tal arte
no agrade y deleite, como se lee de muchos prínci
pes así antiguos como modernos que la ejercitaron n.P. 9.
(como se dirá en su lugar) porque veian que en seme
jante ejercicio no hay nada de servil ó mecánico:
mas todo él es libre y noble. Y á la verdad, ¿quién
habrá en el mundo que no tome gusto de imitar con
el pincel á la naturaleza y al mismo Dios en cuanto
es posible? Tambien vemos que aunque el geóme
tra ocupa las manos trazando líneas, formando círcu
los, triángulos, cuadrángulos y otras semejantes
figuras, ninguno por esto ha dicho jamás que la
geometría es arte mecánico, y lo mismo es en la
música y otras artes; porque aquella obra de manos
es tan poca y ligera, que no seria justo decir que es
ejercicio servil. La misma razon corre en la pintura.
Además que ella tiene ciertas conclusiones, las cua
les prueba con principios mediatos é inmediatos:
mediatos, porque las cantidades, tamaños y propor
ciones tocantes á la simetría de las cosas la toma
de la Matemática y otras artes : inmediatos, porque
tiene tambien principios propios que componen
esencialmente una pintura, con tal materia y tal
forma, sea en dibujo, sea en colores, comenzando
por las partes, una boca, un ojo, una oreja, y
enseñando cómo se deban hacer. Y así por estas y
otras razones debemos concluir que es arte liberal;
qué grado de arte liberal tenga se podrá entender
fácilmente, si primero, por comprender todas sus
circunstancias la describiéramos algo más exten-
didamente y luego fuéramos explicando en par
ticular cada una de ellas. Dije, pues, que la pin-
lí ARTE f)E F.A PINTUItA.
tura era arte que imitaba con líneas y colores los
efectos de naturaleza, del arte y de la imaginacion,
pero hase de entender que las líneas han de ser
proporcionadas, y los colores semejantes á la pro
piedad de las cosas que imita , de manera, que si
guiendo la luz perspectiva, no sólo represente en el
llano la groseza y el relieve suyo, mas tambien el
movimiento; y muestre á nuestros ojos los afectos y
pasiones del ánimo. La corpulencia y relieve de las
cosas manifiestas, no exceptuando alguna, sea na
tural ó artificial, ni de la imaginacion, porque ha
biéndose el pintor ejercitado en imitar y ver obras
de otros .algun tiempo (dejo los que de su inclinacion
natural sin ser maestro dibujan) viene áhacer caudal
suyo, de suerte que inventa varias cosas, muchas de
las cuales no ha visto ; como diversidad de vasos,
de tarjas, de ornatos de arquitectura, grotescos con
variedad de sierpes, de sirenas, de mascarones, de
animales, compuestos de diversas especies, y otras
quimeras é infinitas cosas y pensamientos formados
primero en la imaginacion, que ni el arte, ni la na
turaleza los fabricó. Del arte, porque el pintor pin
ta edificios y templos, y todas las obras de arquitec
tura y de escultura, de piedra, plata y oro; y en
suma, todas las obras que en todas las profesiones
obran los hombres con sus manos y por arte, que
referirlas seria largo cuento. De naturaleza, como
se verá en todo este capítulo y en muchas partes de
estos libros, porque ella es el principal ejemplar ob
jetivo de la pintura, representando la figura en el
llano. Y así se distingue de la escultura, como hemos
dicho, por la diversidad de la materia. Demuestra
LIBRO PRIMERO, CAP. I.
tambien á nuestros ojos el movimiento corporal; lo
cual es tanta verdad, que se ve claramente en las
obras de los valientes hombre^ en este arte. Porque
¿cuál movimiento puede hacer un cuerpo, y en qué
modo se puede poner (dice Paulo Lomazo) que no se Lib' »p' de
. Pintura.
vea en la famosa pintura del juicio universal de la
mano del divino Micael Angel, en la capilla del
Papa en Roma? Allí se ve la gloriosa Virgen, San
Juan y otros santos con el encogimiento y temor que
tienen de ver á Cristo airado contra los malos, casi
encubrirse por no ver su faz terrible y toda encen
dida en furor. Vénse los condenados, que ocupados
del gran temor, parece que se quieren poner en
huida y procuran esconderse en las oscuras grutas
y profundas cavernas. De la otra parte se ven los
justos, que en cierto modo parece que acaban en
tonces de resucitar y que van subiendo por el aire
á sentarse á la mano derecha de Cristo. En lo alto
se ven unos ángeles descender del cielo con el es
tandarte de la Santa Cruz; y en otra parte otros lle
van las almas bienaventuradas al lugar puesto á la
derecha mano del Señor. En. conclusion , no hay
movimiento corporal de frente, de espaldas, de lado,
de diestro ó siniestro, arriba ó abajo, que no se
vea expreso en esta artificiosa y admirable obra.
Pues si revolvemos á los afectos y pasiones del áni
mo, con no menor artificio y maravilla se ven de la
misma manera ejecutado en el mismo juicio, espe
cialmente en Cristo, el cual muestra en el semblan
te una tan grande indignacion y enojo, que parece
que todo lo quiere acabar y consumir. Y en los san
tos y en los condenados, en los cuales (todos páli
16 , ARTE DE LA PINTURA.
dos y confusos) se esparce visiblemente el temor y
espanto que tienen del Juez airado (aunque con cau
sas diferentes); en suma, muchos movimientos, así
del cuerpo como del ánimo, se ven en esta profun
da pintura, y en las del excelente Rafael de Urbino,
y de otros famosos pintores antiguos y modernos,
así de amor como de odio , así de tristeza como de
alegría y de cualquiera otra pasion ó afecto. Toda
esta demostracion dije hace la pintura con líneas
proporcionadas. Donde se ha de advertir, que el
pintor dibujando no forma estas líneas sin razon,
proporcion y arte, como han querido decir algunos
viendo que los imperitos proceden con poca razon.
in Ane. Poet. Porque si bien Horacio dice, que el pintor y el poeta
tienen igual licencia de hacer con libertad lo que
quieren, esto se entiende cuanto á la disposicion
de las figuras ó historias, con el modo y proporcion
que quieren, mostrando (pongo ejemplo) á Julio
César en la guerra farsálica en un acto, que por
ventura no hizo, ó cosas de este género; pero fuera
de esto es obligado el pintor á proceder en todas sus
obras con proporcion y arte. Porque antes de linear
y dibujar un hombre, es necesario sepa su cantidad
y estatura; que seria grande error hacer un hombre
que ha de ser de diez rostros , que sea de once ó
doce; y qué proporcion tiene la frente con la nariz, y
la nariz con la boca y barba, y todo el rostro con el
cuello, y así en todo lo demás. Y en suma, ha de pro
curar saber la proporcion de todas las cosas natura
les y artificiales. Y porque parece casi imposible que
piin ,Hb. 35 un hombre solo pueda saber todo esto , solia el pru-
rap x' dentísimo Apéles, despues que habia pintado alguna
Libro primero, cap. i. 41
cosa, la cual quería que fuese perfecta, ponerla en
público y esconderse, atendiendo á lo que se juzga
ba de la proporcion y arte de su pintura; y segun
que cada uno hablaba de aquellas cosas de que te
nia conocimiento y práctica, así la iba reformando;
y por el contrarío refutaba el juicio de aquellos que
querían juzgar de las partes que no pertenecian á
su profesion, como hizo al zapatero, que no conten
to de haber discurrido acerca del calzado de una fi
gura, quería hacer juicio de otras cosas, diciéndole:
Nesutor ultra crepidam. El zapatero no debe juzgar
mas que del calzado. Demás de esto ha de usar el
pintor estas líneas proporcionadas con cierto modo
y regla, la cual no es otra que aquella que usa y
con que procede la misma naturaleza en hacer un
compuesto (como enseña la filosofía) que primero
presupone la materia, que es una cosa informe é in
diferente, y despues introduce en ella la forma, que
la determina al ser de este ó de aquel compuesto.
Así hace el pintor, el cual toma una tabla ó lien
zo que en la haz no muestra sino una superficie ó un
llano informe é indiferente á recibir esta ó aquella
forma, y con el yeso ó carbon la determina lineando
y dibujando en ella un hombre, un caballo, una co
lumna, formando y puliendo sus partes y contornos.
Y en suma imitando con las líneas la naturaleza de
las cosas que pinta, así en la largueza como en la
anchura, corpulencia y groseza. Y prosiguiendo en
nuestra descripcion, resta amella parte que dice que
la pintura representa las cosas con colores semejan
tes á las cosas naturales. En que se ha de conside
rar que siendo el pintor cual conviene, ha de proce
2
18 ARTE DE LA PINTURA.
der (como se ha dicho) segun el modo de la natu
raleza que presupone la materia y despues de la for
ma. Mas porque el hacer y criar la sustancia de las
cosas procede de potencia infinita, es necesario que
el pintor tome alguna cosa en vez de materia. Esta
(por hablar con más propiedad y distinguir el dibujo
de la pintura de colores, conforme al estilo de este
tiempo) será en el dibujo, el papel, lienzo, tabla ó
pared, y el carbon, lápiz ó cosa semejante que se
dibuja. Y á diferencia del dibujo será materia de la
pintura de colores, los mismos colores, la tabla, pa
red ó lienzo; y la forma en el dibujo será la que in
troduce el ingenio del pintor con líneas proporcio
nadas. Y en la pintura de colores la continuacion de
esta misma forma, imitando lo natural en los colores
varios, y en el relieve y viveza de las cosas. Y digo
Lonmo (no como Lomazo) que el dibujo, que son las
de p¡nt., líneas proporcionadas, era materia sustancial de la
pintura: antes lo llamo forma sustancial. Y por esto
adviertan los de esta profesion que cuando sean ex
celentes y milagrosos en colorir, si no tienen dibujo
no tienen la forma de la pintura , y consiguiente
mente son privados de la parte sustancial de ella.
No se niega que no sea grandísima la fuerza del co
lorido; porque así como los hombres particulares
si no constasen de otra cosa que de un modo propor
cionado (en lo cual todos convienen, sin añadir la
variedad en los lineamientos de los rostros), no se
veria en el mundo aquella diferencia tan agradable;
así, si el pintor dibujase un hombre proporcionado
igual al natural, por cuanto se hallan muchos hom
bres iguales en cantidad, cierto es que por ella sola
LIBRO PRIMERO, CAP. I. 19
no seria aquel hombre conocido. Mas cuando además
del perfecto dibujo junta el color semejante, enton
ces da la última forma á la figura, y hace que cada
cual que la ve discierna más facilmente de qué hom
bre es, y diga que es del Emperador Carlos V, ó de
Felipe su hijo, q"ue es de hombre melancólico ó
flemático, de sanguíneo ó colérico , que ama ó que
teme. En conclusion, procurará el pintor con todo
estudio, ser valiente coloridor, pues en esto consiste
la última perfeccion del arte.
Ultimamente dice la descripcion que el pintor si
gue la luz perspectiva , porque cuando quiere pin
tar imitando los cuerpos naturales, que comunmen
te son redondos, (y en lo redondo se recibe la luz
diversamente que en la primera y más alta parte,
hiere más la luz, y así queda más realzada que las
otras, y en la segunda queda un poco más amorti
guada, y en la tercera casi muerta); por esto con
viene que el pintor haga el mismo efecto que hace
la luz en ellos; así con las líneas como con los co
lores. Mas no se ha de entender que siempre es ne
cesario que donde alcanza más luz se pinte más
cerca de nosotros, porque muchas veces la figura
está de lado y la luz hiere en la parte más distante
á nuestra vista. Y si me dice alguno que cómo la
parte que tiene menos luz parecerá más cerca? res
pondo: que la perspectiva hace que estando la figu
ra de lado, muestre la parte más cerca de nosotros
con líneas más grandes, y por esto viene á nuestros
ojos el fin de la pirámide con mas obtuso y mayor
ángulo, y la que está más apartada, con líneas más
pequeñas y ángulos más agudos. Demás de esto con
20 ARTE DE LA PINTURA.
los colores declara el pintor dos cosas, la primera el
color de lo natural ó artificial: la otra la luz del sol,
ó de otra luz; el color semejante declara, digamos, el
color azul de una ropa con otro azul; el color verde
de un árbol, con otro verde semejante. Y porque el
Arist. libro üei color (que no es otra cosa, segun el filósofo, que la
sentido y lo sensible « . . , , . . • 1 ',
cap. 3. superficie clara en el cuerpo opaco, o la extremidad
de lo claro en el cuerpo terminado) no se puede ver
sin luz, por esto es importante que el pintor que as
pira á ser excelente coloridor, sea peritísimo en los
efectos que hace la luz, cuando da en los colores;
porque aunque el azul en una ropa sea en toda ella
igual el color, cuando es lustrada hace un efecto
en la parte donde la luz hiere con más fuerza, y
otro en la donde no resplandece tanto. Y para imi
tar el azul de toda la ropa, basta que se haga un co
lor igual, mas para el azul donde da la luz es nece
sario mezclar tanto de color claro , cuanto hay de
luz en aquella parte, y menos ó más conforme se
va la luz amortiguando, y así lo oscuro proporcio-
nalmente. En la cual observacion, de los diversos
efectos que hace la luz con los colores, fueron ex
celentes Rafael de Urbino, Leonardo de Vinci, An
tonio Corregio y Ticiano, los cuales con tanta arte
y prudencia imitaron la luz y los colores, que sus
figuras parecen antes naturales que artificiales; mos
trando en las carnes ciertas manchas y tintas que
los imperitos no alcanzan; y entre estos (por senten
cia comun) principalmente Ticiano, por conseguir
mayor gloria, ha querido engañar los ojos de los
mortales. Y así como Micael Angel, para mostrar
el perfecto conocimiento que tenia de la anatomía,
LIBRO PRIMEIIO, CAP. I. 2i
quiso inclinar un poco al extremo , revelando algo
más los músculos en los cuerpos , aun donde la na
turaleza los mostró con más dulzura y suavidad
como en mancebos y hombres delicados y otros se
mejantes ; así Ticiano, por mostrar con los colores
la grandeza de su ingenio en la parte del cuerpo
donde hiere la luz con mayor fuerza, solia mezclar
un poco más de claro que no mostraba la luz, y allá
donde estaba ofuscada un poco más de oscuro, lo
cual hace relevar mucho una figura. Y cuando las
primeras partes del cuerpo salen afuera, y las últi
mas huyen adentro, consigue el pintor admirable
mente el fin que pretende: y queda (conforme á
nuestras fuerzas) dada á entender y declarada nues
tra definicion. Con el cual fundamento darémos prin
cipio á las partes y grandezas de nuestro arte: de las
cuales hallándose cercado Pablo de Céspedes, y du
dando por cuál de ellas comenzaría dice elegante
mente en el principio del libro de su pintura en las
dos estanzas, con que damos fin á este capítulo :
Mueve al alma un deseo que la InclinaLib. 1 iluto l'iiilura.
á seguir desigual atrevimiento;
ardor, que nos parece ser divina
inspiracion, de pretendido intento,
si el despierto vigor, donde se afina
en mí avivase el fugitivo aliento,
diria el artificio soberano
sin par, do llegar pudo estudio humano.
Cuál principio conviene á la noble Arte?
el dibujo, que él solo representa
con vivas líneas, que redobla, y parte
22 ARTE DE LA PINTURA.
cuanto ol aire, la tierra, y mar sustenta?
el concierto de músculos':' y parte
que á la invencion las fuerzas acrecienta?
el bello colorido, y los mejores
modos con que florece? ó los colores?
CAPITULO II.
DEL ORÍGEN Y ANTIGÜEDAD DE LA PINTURA, 1 SU PRIMERA INVENCION.
Dos cosas (entre otras) son las que ilustran, y en
noblecen al hombre, la nobleza y claridad de sus
progenitores, y juntamente la antigüedad de ellos.
Así todas las ciencias son tanto más ilustres y cla
ras, cuanto más ilustres y antiguos son sus inven
tores. Por esta causa es muy á propósito tratar al
principio de este libro (despues de su definicion) de
la antigüedad y origen de la pintura. Y no nos val
dremos en esta ocasion del favor que le hace Leon
I.ib. '¿ de la Pintura. Bautista Alberto en su libro, cuando dice: «vo afirmo
entre mis amigos que el inventor de la pintura fué
(segun sentencia de poetas) aquel hermoso Narciso,
que se convirtió en flor; porque siendo la pintura la
flor de todas las artes, bien parecerá que toda la fá
bula de Narciso se acomode áella solo. Porque, qué
otra cosa es pintar que abrazar y hurtar con el arte
aquella superficie de la fuente?« Mas dejando estos
pensamientos políticos, habiendo de tratar de lo que
LIBRO PRIMEKO, CAI'. II. 23
habemos propuesto, es forzoso que se nos oponga
luego la escultura, porque quieren algunos de sus
profesores ser en esto preferidos, y que sea tenida
por más antigua, tomando su origen no desde que
la inventaron hombres, sino desde que Nuestro Se
ñor Dios formó el primer hombre en el Paraíso. Di
ciendo, que esta fué la primera escultura, pues de
aquella masa de barro (á guisa de diestro escultor)
labró aquella figura redonda tan acabada y perfec
ta. Y concediendo con ellos en esta consideracion
de que me entiendo valer, me parece á mí, que
puesto que Dios hizo al hombre de barro , no imitó
el trabajo y fatiga del escultor, cuyo nombre, to
mado en rigor, es derivado de esculpir con instru
mentos de hierro y golpes de martillo en maderos,
mármoles y otras piedras duras , como lo hicieron
los antiguos inventores de la estatuaria. Además
que el labrar y relevar de barro es comun , y lo ha
sido siempre, á pintores y á escultores, pues no sólo
en los pintores modernos ha habido muchos que han
labrado de barro con eminencia, mas antiguamente
Demáfilo y Gorgaso fueron celebrados en labrar de
barro, y en la pintura como dice Plinio. Y pertenece ub. o:;, ,«P. xn
esta Obra más propiamente á la invencion, "que los
Griegos llaman Plástica, y los Latinos Fictoria, que
es labrar de barro como hemos dicho ; que , segun
opinion del mismo Plinio, fué primero que la esta- Lib' H rap' v»
tuaria. Antes con esta opinion prueban que es más ' ' ' "v
antigua la pintura, y juntamente más noble, puesto
que ambas artes imitan á la naturaleza : porque claro
es que en los cinco dias antes de la creacion del
hombre, con una sencilla muestra de su voluntad,
24 ARTE DE LA PINTURA.
Géncs. cap. I.
Lib. I de la Pintura.
hizo Dios el cielo, la tierra, las aguas, y todas las
demás cosas: adornando el cielo de sol, luna y estre
llas ; la tierra de yerbas y flores, los árboles de hojas
y fruto: crió variedad de animales, de peces, de aves,
dividiendo la luz de la sombra: Etdivisit lucera á tene-
bris, appellavitque, lucem diem, et tenebras noctem: en
que parece que vemos más vivamente representada
la pintura. Porque mediante la variedad de los co
lores se dividen las cosas entre sí. Y no habrá quien
no confiese aquí al Criador que da mayores mues
tras de pintor en esta grande obra, pues si todas es
tas cosas criadas fueran de solo un color, no tuvie
ran el agrado y perfeccion que muestran, con la
variedad y distincion de tantos colores. Con este
mesmo sentimiento prosiguió galantemente Pablo
de Céspedes en su libro, despues de las dos estan
cias ya referidas:
Comenzaré de aqui , Pintor del mundo,
que del confuso caos tenebroso
sacaste en el primero y el segundo
hasta el último dia del reposo
á luz, la faz alegre del profundo,
y el celestial asiento luminoso
con tanto resplandor y hermosura,
de varia y perfectísima pintura.
Con que tan lejos del concierto humano
se adorna el cielo de purpúreas tintas,
y el traslucido esmalte soberano
con inflamadas luces y distintas:
muestras tu diestra y poderosa mano,
cuando con tanta maravilla pintas
los grandes signos del etéreo claustro,
de la parte del Elice y del Austro.
L1BB0 PRIMERO, CAI". II. 2o
Al ufano Pavon, alas y falda
de oro bordaste y de matiz divino,
de vivo rosicler do la esmeralda
reluce y el zafiro alegre y fino;
al fiero pardo la listada espalda;
la piel al tigre en modo peregrino,
y la tierra amenísima, que esmalta
el lirio y rosa, el amaranto y calta.
Todo fiero animal por tí vestido
va diverso en color del vario velo;
todo volante género atrevido
que el aire y niebla hiende en presto vuelo;
los que cortan el mar, y el que tendido
su cuerpo arrastra en el materno suelo,
de tí, mi inculto ingenio, enfermo y poco,
fuerzas alcance; yo á tí solo invoco.
Dice maravillosamente; porque sólo el pintor
imita con perfeccion todas estas cosas, pues los co
lores son la vida del relieve, y vése claramente, pues
estando el cuerpo de Adan hecho (como ellos di
cen) de escultura, el soplo del Señor dándole vida,
lo pintó y retocó de variedad de colores, poniendo
lo blanco, lo negro, lo rojo y todos los demás mez
clados entre sí, haciendo una perfectísima encarna
cion mate, y abriendo divinamente sus ojos, dando
el color de la barba y cabello con tanto lustre y de
coro, que todo junto hiciese una criatura como cifra
y suma de todo lo que habia creado antes. Casi esto
mismo (bien que con estilo y ornato poético) dijo el
mismo Pablo de Céspedes en dos estanzas.
Un mundo en breve forma reducido,
propio retrato de la mente eterna,
hizo Dios, que es el hombre, ya escogido
Lib. I tle la Piutura.
26 ARTE DE LA PINTUBA.
morador de su régia sempiterna;
y la aura simple de mortal sentido
inspiró dentro en la mansion interna,
que la parte exterior avive , y. mueva
los miembros frios de la imagen nueva.
Vistiólo de una ropa que compuso
en extremo bien hecha y ajustada,
de un color hermosísimo, confuso,
que entre blanco se muestre colorada,
como si alguno entre azucenas puso
la rosa en bella confusion mezclada,
ó del indio marfil trasflora y pinta
la limpia tez con la Sidonia tinta.
Con que queda amparada bien la nobleza de la
pintura y que es vida de la escultura, pues con el
cines, cap. 20. soplo divino se crió juntamente cuando se infundió
el alma, que es la vida del cuerpo. Mas á todo este
discurso pueden responder los escultores, que es
mucho menos pintar sobre la escultura que hacerla,
y que tiene mucha menor parte el pintor en ella ; y
no se puede negarse esto, y que no es este el prin
cipal estudio de la pintura. Pero tampoco se negará
que esta última perfeccion toca al pintor, y que está
la figura necesitada de ella para conseguir la ver
dadera imitacion de lo natural, y que segun el gra
do en que estuviere el pintor, así ayudará á la es
cultura bien ó mal. Mas ni los escultores y pintores
es justo se valgan de la formacion de Adan para
probar la antigüedad de sus artes, pues si fué aque
lla la primera escultura, fué tambien pintura como
he dicho, porque han de hacer distincion de esta
obra que Dios hizo como criador, y de la naturaleza
I.IBKO PRIMERO, CAI'. II. 27
y del arte. Pues segun ha dicho la definicion en el
capítulo pasado, la pintura es arte que iivita con
líneas y colores. Pero dejando esto aparte, traído
por satisfacer á los que tan de atrás quisieren enuo'
blecer su arte, digamos lo que hace á nuestro pro
pósito, tomando la antigüedad de las artes desde
.que las ejercitaron hombres, que es más conformo
á nuestro intento.
En los escritores antiguos hay diversas opiniones
acerca de esto (que no son de este lugar), porque no
ha faltado entre ellos quien afirmase que fué Rey el
primer inventor de la pintura, y ya que no lo fuese,
verémos adelante que muchos príncipes, reyes y c.P. 8.
emperadores la ejercitaron. Pero los egipcios, como
testifica Plinio, afirman que este arte se inventó en- : ¡b 33 , <•«,,. 3.
. .. _ , ~ Serian anos lunares,
tre ellos seis mil anos antes que se pasase a Grecia. „ .nM ,ie 3 nicseI.
Y luego parece que lo niega, no sé con cuánta razon, at' b6'
pues antes de esto en el sétimo libro dice : « Giges
Lidio halló la pintura en Egipto; y en Grecia Pirro,
pariente de Dédalo, segun Aristóteles; y segun Teo'
frasto Polignoto ateniense. Y puso primero al egip
cio y luego al griego, pues es cierto que las más
de las artes aprendieron los griegos de los egipcio:?,
como dice Diodoro en su Biblioteca. Principalmente Lib , m 63 de
que ellos hacian demostracion de sus principales la«i«.•¡o■ideciau.iio
sentimientos y misterios con la pintura geroglifica.
Pero todos concuerdan (dice Plinio) en que fué pri Lib 3Ó m 'á
meramente imitada de la sombra del hombre. Y es
conforme la opinion de Atanágoras, aunque difiere Aian4g0Bls en u
en los inventores. La adumbracion, dice, inventó 'l,í«eiM,*"1'"
cristianos.
Saurias, sámio , cubriendo ó manchando la sombra „ .„
de un caballo, mirado á la luz del sol. La pintura Adumbracion,
28 ARTE DE LA PINTURA.
(esto es los perfiles) inventó Craton, lineando en una
blanca tabla la sombra de un hombre y de una mu
jer, con diferencia y distincion. Y la coroplástica
(que es el arte de vaciar) inventó Cora y su, padre
Dibutades, sycyonio. Este, amando un mancebo y
habiéndose de partir, la noche antes dibujó la som-
segunda pintura, Dra que causaba dél la luz del candil en la pared, •
linear.
Moncgramon. y su padre labrando en fondo dentro de aquellas
líneas, hinchó el espacio de barro, y salió una fi
gura que despues coció. « Y luego poniendo la escul-
Ponc en tercer tura, dice : « Dédalo y Teodoro sucedieron á estos, é
ub!r35,erap.tU3! inventaron la estatuaria. « Esto es de este autor. La
pintura que llama Plinio primera, y podemos (se
gun se ha dicho) llamar segunda, fué la linear; que
fué el perfil de la sombra. Debió de ser con algun
carbon ó lápiz, ó cosa semejante, formando el todo
Tercera pintura . de afuera, y fué llamada monogramon. La tercera
yendo en mayor aumento, fué formar otras líneas
dentro de los perfiles, determinando las partes del
cuerpo humano. La cual invencion ejercitaron los
Lib. 35, cap. 3. Ardices corintho y Telaphanes de Sycyon. Este gé
nero de pintura vió Pablo de Céspedes en Roma,
cuyas palabras referirémos en el siguiente y cuarto
capítulo, por ventura, ó mejor propósito : y pasando
Cuarta pintura, adelante dijo, que la cuarta invencion, fué pintar
Honochromaum. de solo un cq1oi% que debió áe ser ya dibujada la fi
gura con las dos maneras que hemos dicho, bañarla
toda con algun color líquido, á temple, de manera
que imitase á la piedra, ó bronce (pero sin sombras
y manifiestos los perfiles) unas veces con el sinaba-
Lii». 33, rap. 7. ris, que segun dice Plinio era la sangre del dragon
mezclada con la del elefante, otras de solo blanco,
LIBRO PRIMERO, CAP. II. 29
como refiere en otra parte que hacia el famoso Zeu- Lib' 35, rap' 9'
xis. A esta pintura llamaron monochramaton (esto
es de solo un color). Ultimamente se fué la nuestra euinu i m¡w
arte distinguiendo y halló luz y sombras, y los co- fMan'
lores se fuéron levantando y avivando entre sí, con
la diferencia y variedad , y el primero que segun
Aratho los halló fué Ceophanto, corinthio. Esto es
lo más puesto en razon que en los autores se halla,
dejando varias opiniones. Por donde se ve clara
mente cuánto primero fué la pintura que la escul
tura. Mas si pareciere á alguno, que aunque estos
y otros escritores hicieron memoria de las cosas que
pasaron antes de ellos, no pudieron tratar de ellas
con tanta certeza, y que tambien el primero de los
poetas por consentimiento comun dicen ser Homero,
no porque antes de él no hubiese alguno, que sí
hubo, mas porque de aquel primero (cual fué) es
taba ya perdida la memoria, y que la antigüedad de
las cosas de egipcios y griegos, es igualmente du
dosa como las antiguas nuestras. Digo, que todos
los varones doctos veneran la antigüedad, á quie
nes justamente sigo, añadiendo á este discurso otras
firmes conjeturas en confirmacion de lo que se ha
dicho. Porque pienso yo que quien atentamente qui
siere considerar, juzgará haber sido el principio de
aquesta arte la misma naturaleza, y el ejemplar ó
modelo la bellísima fábrica del mundo, y el maestro
aquella primera luz infundida por gracia singular en
nuestro entendimiento. La cual hace al hombre no
sólo superior álos otros animales, mas semejante al
mismo Dios. Y si vemos en nuestros tiempos (como
se puede mostrar por muchos ejemplos) quelossim-
30 AIITE (IR LA PINTURA.
ples muchachos, y rústicamente criados en'los bos
ques, con el ejemplo sólo de aquella agradable pin
tura de la naturaleza y con la viveza de sus inge
nios, por sí mismos han comenzado á dibujar (como
Giorgio vasan se cuenta de Andrés Mantegna, que fué excelente
en la vida de esle . . . . , 1 1 ,
¡yunce. pintor) cuanto mas se puede y se debe pensar, que
los primeros hombres, cuanto estaban menos léjos
de su principio, tanto eran más perfectos y de más
aventajados ingenios. Y que estos por sí mismos, te
niendo á la naturaleza por guia , por maestro el en
tendimiento, por ejemplo el hermoso modelo del
mundo, hayan sacado á luz esta nobilísima arte y
de pequeño principio conducídola finalmente á
perfeccion. Y que haya sido ella el principio y orí-
gen de todas las artes del dibujo, y principalmente
de la escultura, como hemos probado con razon y
autoridad de los antiguos. Pues fuéron pintores
quien halló los perfiles, las sombras y los colores; y
á estos sucedió el labrar de barro y últimamente la
estatuaria ó escultura. Pero si lo que hasta aquí se
ha dicho no es bastante, dos excelentes autoridades
Eplf. pallar, lib. X. de San Epifáneo lo serán , para dar fin á este capí
tulo gloriosamente, pues tratando del principio de
la idolatría dice: «Phaleg engendró á Ragau, y Ra-
gau á Sarug; en cuyo tiempo comenzó entre los
hombres la idolatría, no en las estátuas y escultu
ra de piedra, madera, plata y oro ó de otra materia,
mas sólo por imágenes de colores. Nació al mismo
Sarug un hijo llamado Nachor, y Nachor engendró
á Thare; desde este tiempo comenzaron á labrar las
Ep¡f. Anacefa. estátuas de barro en la arte figural, por industria de
este Thare.« Y en otro lugar; «en los tiempos de Sa
LIBRO PRIMERO, CAP. II. 31
rug comenzó el error de la idolatría, poniendo imá
genes de hombres á quien imitaban y pretendían
hacer dioses, pintándolas de colores al principio,
para tener presentes á los que en otro tiempo fué-
ron entre ellos merecedores de honra. Despues, en
el tiempo de Thare, padre de Abraham, se continuó
el mismo error por la adoracion de las estátuas,
honrando con ellas á sus padres y á aquellos que an
tes habían fallecido, y extendiéndose más las artes
labraban figuras de piedra, de madera, oro y otros
metales.«
¿Podíanse por ventura desear lugares que con
más autoridad y claridad declarasen la antigüedad
de la pintura que estos de este doctísimo y antiguo
santo? : á mi ver no por cierto ; pues segun la cuen
ta de Josepho, nació Thare, padre de Abraham, dos- Josepho,
cientos y veinte y dos años despues del diluvio, si j^*»,*"*'
engendró á Abraham, siendo de setenta años (como
expresamente dice) y nació el mismo Abraham dos
cientos y noventa y dos años despues del diluvio.
De manera que desde el tiempo de Sarug, en que
fué la pintura, hasta el de Thare su nieto que dió
principio á la escultura, se coligen, por los naci
mientos, 85 años de diferencia y sólo faltarán los que
podrían tener de edad. Esto es siguiendo el cómpu
to más moderno de un docto varon de la Compañía, Jacobo Tirino,
que segun la cuenta (que da por probable) hasta el "^J'J* .<¡"6'
año presente de l634 que ha que comenzó la pin
tura 3785 años menos los que tendría de edad Sa
rug. Finalmente, quedando esto tan bien probado,
trataré en el siguiente capítulo la cuestion antigua
entre la pintura y escultura.
:)2 ARTE DE LA PINTURA.
CAPITULO III.
DE LA CONTIENDA ENTRE LA PINTURA Y LA ESCULTURA, Y LAS RAZONES
CON QUE CADA UNA PRETENDE SER PREFERIDA.
Con un lugar de Plinio, de que se pudieran valer
los escultores acerca de su antigüedad (notado agu
damente de Rafael Borgini) daremos principio á este
Lib. l de capítulo. Dice así: «No es de pasar en silencio que
sus Diálogos. . • \ i
esta arte (conviene saber la marmoraria) haya sido
más antigua que la pintura; pues aquella comenzó
pun.iib.36. con Fidias en la Olimpiada ochenta y tres, trescien-
c«p' ' tos treinta y dos años despues de la fundacion de
Roma, y no advierte que ha dicho antes de esto que
piio. iib. 35, Candaule, rey de Lidia, compró por tanto oro cuanto
cap- VI"' pesaba, una tabla de mano de Bularco, pintor famoso ,
en que estaba pintada la guerra de los Magnates;
y que este rey murió en la Olimpiada diez y ocho,
añadiendo que el arte de la pintura estaba ya en su
perfeccion, porque sus principios fuéron más an
tiguos.«
Con esto ya no podrán negar los aficionados á la
escultura y los profesores de ella ser esta nobilísima
arte nieta de la pintura, por lo que se ha dicho en
el capítulo pasado, y por el testimonio de uno de
Min. íib. 3S, los más excelentes escultores que tuvo la antigüe -
cap. xii. (jad^ qUe fue praxiteles, de quien decía Varron (se
LIBRO PRIMERO, CAP. III. 33
gun refiere Plinio) que llamaba á la escultura hija pi¡«. i¡b. 35,
de la plástica, la cual como hemos visto es hija de rap' x"'
la Pintura. Presupuesto pues el tan estrecho deudo
de estas dos artes, no será apasionada la contienda á
que daremos este capítulo. No es mi intento en él
definir ó sentenciar cuál de las dos artes, la pintura
ó escultura, sea más grande y excelente, ni mi pre
suncion llega á sentenciar cosa, que tantos y tan doc
tos hombres (puesto que han dado vivas razones de
ambas partes) han dejado pendiente. Ni tampoco me
debo contentar con la definicion que atribuyen á
Miguel Angel (sea admitido con el respeto que se Nol!cu gtami
debe á tan ilustre varon) en que igualó la escultura, * '"s^r'es.
pintura y arquitectura con tres círculos iguales que
tocaban en un punto; porque es muy puesto en ra
zon mostrar cómo debe la pintura ser preferida, ade
más que me corre obligacion á defender esta vez su
causa como hijo suyo. Pero porque no parezca que
juego las armas solo, sin atender á repararme, pon
dré á la vista de todos las razones que he hallado
en favor de la escultura, en los autores que yo he
visto, y las que he oido á escultores valientes, con
tendiendo con pintores en defensa de su facultad, y
las respuestas de ellas manifestará la grandeza de
nuestra arte , con la brevedad posible, por pasar á
cosas mayores.
La primera razon que en favor de la escultura Giorgio va»r¡,
pone el Vasari en el proemio de sus obras, y ponen primera rarle'
. otros autores para probar su nobleza y antigüedad,
es decir, que Dios fué el primero que la ejercitó,
formando al primer hombre ; y por cuanto en el ca
pítulo pasado hemos respondido á esto asaz, mos-
34 ARTE DE LA PINTURA.
trando claramente que Dios no obró allí como es
cultor, ni pintor, mas como criador, pasarémos á
otras razones , y sea en primer lugar :
1.a l. Que arguye mucha mayor grandeza la escul
tura por el mucho menor número, no sólo de los ex
celentes, mas de los ordinarios escultores, respecto
del infinito número de pintores, que son para uno
ciento ; porque los hombres eminentes de esta profe
sion son tan únicos en la tierra como el sol en cielo,
y si este se eclipsa por una hora, ellos por un siglo ;
y de los que profesan la pintura , vemos los reinos,
las ciudades y aun lugares pequeños llenos; y ape
nas en todo lo descubierto se halla un hombre ó dos
famosos en esta facultad. Porque dicen que requiere
la escultura una cierta y aventajada disposicion y
gallardía de ánimo y de cuerpo, que raras veces se
hallan juntas, y que es apetecida de pocos por su
gran dificultad. Y que la pintura se contenta de
cualquiera débil y humilde sujeto, y por esto tantos
,., i¡h. 30, se aplican á ejercitarla. Concluyendo de esto ser de
tap. ü. mas preci0 la escultura por algunos casos sucedidos,
que particularmente cuenta Plinio, del amor causa
do de la maravillosa belleza de algunas estatuas, de
quien se enamoraron algunos hombres. Y del juicio
del que hizo la estatua de la escultura de oro y la
que representaba la pintura de plata, y puso aquella
á la mano diestra como más principal y esta á la
siniestra, denotando el más precio y valor de la es
cultura.
2. « 2. Alegan tambien (y sea la segunda razon) la
dificultad de hallar la materia sujeta á su arte, y el
mayor precio de ella, como las maderas, marfil,
LIBRO PRIMERO, CAP. III. 35
mármol, metales y otras piedras preciosas y duras.
Y por el contrario, la facilidad con que halla el pin
tor las tablas, lienzos, muros y colores con poco
precio y en cualquier lugar. Y despues de esto la
gran fatiga de labrar la madera, el marfil, el már
mol, el bronce y otro metal ó piedra, por la grave
dad y dureza suya y de los instrumentos, respecto
de la ligereza del lápiz, carbon, pluma ó pincel.
Demás de esto que en la escultura se fatiga el áni
mo con todas las partes del cuerpo, y es cosa gra
vísima, comparada á la quieta y ligera obra del áni
mo y de la mano del pintor. Y que de esta facilidad
nace poder los pintores copiar las obras de otros fa
mosos, valiéndose de los perfiles, que es modo usa
do de quien tiene poco dibujo, lo cual no se puede
hacer en escultura. Porque el contrahacer de relie
ve tiene mucha más dificultad, y quiere más maes
tría; y por esto no andan muchas cosas de buena es
cultura copiadas, como vemos que comunmente se
hallan de pintura. Todo lo cual procede de la mu
cha dificultad que la arte de la escultura tiene de
ponerse en obra.
3. La tercera razon prueba que la escultura es
mucho más dificultosa que la pintura, porque el
yerro que en ella se hace no se puede enmendar y
mudar con tanta facilidad, especialmente en el mar
fil, mármol, bronce y piedras, que no admiten pie
zas ensambladas, y si una figura se yerra, es menes
ter hacer otra de nuevo. Y si es forzoso por la bre
vedad ó por otra causa, que esta figura de mármol
se labre sin hacer primero modelo, quiere más que
el ordinario juicio, y una absoluta maestría y pron
36 ARTE DE LA PINTURA.
ta resolucion para compartir la historia ó figura en
la piedra, porque estos yerros no tienen remedio. Y
si no se enmiendan, siempre testifican la ignorancia
del escultor. Lo cual no sucede al pintor, porque de
ovíu , i¡b. i, cualquier yerro de dibujo ó pincel que haya hecho,
de remedio de amor. . - ' . . ' ,
sin hacerlo de nuevo es facil cosa, quitando o po
niendo, enmendarlo, mejorando siempre.
4 a 4. Dicen tambien que la escultura abraza y tiene
muchas más cosas sujetas ásí que la pintura, como
el bajo relieve, labrar de barro, y la invencion mo
derna de labrar y retratar con cera y colores, en que
admirablemente juntando pintura y escultura se
imitan las cosas naturales: el labrar de estuco, de
yeso, en madera, en marfil, en mármol, en bronce,
en oro, en plata: el vaciar de todos metales todo
género de cosas, labrar en fondo y relevar en las
piedras finas, historias y figuras , y edificios, cielos
y léjos. Que sólo saber manejar tanta variedad de
materias es negocio de mucha dificultad de inge
nio. Demás de esto abraza tambien la verdadera no
ticia y estudio de la buena y hermosa manera de las
reglas de la perspectiva práctica, de la arquitec
tura, de sus órdenes y proporciones y gracia, y otras
muchas cosas que en número y materia dejan atrás
las de la pintura.
5.a 5. Otra razon, que hace fuerza, tocante á su du
racion y eternidades, que siendo estas dos artes in
ventadas para conservar la memoria de las cosas pa
sadas, la escultura es de mayor estima, porque se
mantiene y se conserva más, en servicio y beneficio
de los hombres, y que por esto sin duda es más útil
y más digna de ser estimada , pues guarda más en
LIBRO PRIMERO, CAP. III. 37
sí el nombre de quien es celebrado de ella. Y cuan
do sucediera otro general diluvio, en que perecieran
las demás obras de los hombres, los simulacros y
estátuas en mármol y en bronce vivirían en honra
de sus artífices, como vemos en, las reliquias de la
antigüedad en Roma y en otras partes del mundo,
que despues de tantos siglos duran y se sustentan
contra las injurias del tiempo. Lo cual no sucede á
la pintura, que por sí, sin accidentes de fuera, bien
que dure algun tiempo, perece y se acaba en la más
segura y guardada parte.
6. Y pasando adelante á la poderosa razon, dicen
que, imitando estas dos artes á naturaleza, la escul
tura es más noble, porque hace esto más perfecta
mente, sacando de lo natural con más propiedad en
la madera, mármol ó bronce, una figura desnuda,
en la cual con todos los miembros redondos y maci
zos con justa medida y proporcion y verdad de ana
tomía y músculos; y que se ve en redondo por todas
partes y por todos cuatro perfiles, y esto lo hace á
un tiempo y de una vez. Haciendo la verdadera for
ma del hombre y aventajándose en esto á la pintu
ra cuanto la verdad á la mentira. Y esta gran difi
cultad de la escultura redonda, manifiesta lo que se
cuenta de Berruguete, famoso escultor español, que
mirando otros sus figuras, viendo que no satisfacian
igualmente por todas partes, y dándoselo á enten
der, él, con algun despecho decia: ¿Cuatro perfiles?
á Miguel Angel. Ponderando cuán rara cosa era acu
dir á esta tan grande obligacion. Pero la pintura no
muestra sino lo de encima en una superficie llana,
manifestando á una luz un solo lado ó apariencia, y
38 ARTE DE LA PINTURA.
con líneas simples y colores engaña la vista, la cual
no es el más cierto sentido; antes cuando vemos al
guna cosa y dudamos si es ó no es, nos servimos,
para certificarnos del tacto cuyo desengaño no se
Lucr., lib. 2.« puede negar, como exclamó Lucrecio. Y sabemos
que este halla en una estatua todo lo que ven los
ojos, lo cual falta en la pintura. Porque de dos co
sas que hay en todos los cuerpos, que son la sustan
cia y los accidentes , los escultores imitan más la
sustancia, y los pintores los accidentes. Por donde,
la figura de relieve, tiene más de lo natural cuanto
á sustancial, y así la escultura tiene el ser, y parece
Benedicto que es más capaz de movimiento y vida (si fuera
larqui, d■sput. 2. pQ^le), y estaría á cargo del escultor la voz de las
figuras, relinchos de los caballos, y otras acciones
naturales, y no al del pintor. Y por esto los ídolos
de los antiguos eran de relieve, para engañar me
jor, y quien quiso hacer creer que hablaban, se
aprovechó de la escultura, como se vió en Egipto.
7.» 7. A todas estas razones añadiremos la última
que escultores modernos dan, y será la sétima, por
que en todo esforcemos su parte para quitar toda
sospecha de pasion. La escultura, dicen, es original
de la pintura y de la arquitectura: porque si todos
los libros que hoy hay escritos faltasen , y la no
ticia de los buenos edificios, en una figura de es
cultura hecha con el artificio que se requiere, se ha
de hallar, y con ellas se ha de reducir á esa profe
rta, sion, como dice Vitrubio que se hizo al principio de
su invencion. Mas (áesto respondanlos arquitectos)
por el mismo camino quieren que vaya la pintura,
y que si se perdiese la buena manera del dibujo, con
LIBRO PRIMERO, CAP. III. 39
la escultura se habia de volver á reformar, pues en
ella están las buenas medidas, la verdad del desnu
do, los escorzos, las luces y sombras, y así es la
fuente de estas profesiones y particularmente de la
pintura, como se ve en las Academias de Roma, y de
otras partes donde han salido hombres tan famosos,
que despues de elegida una bella figura de escul
tura, cercándola todos en contorno, se ponen á imi
tarla, y siendo esto verdad, averiguada cosa es que '
el principal ejemplar objetivo de la pintura es la es
cultura, y de esta manera será el verdadero original
y la pintura la copia. Además que los famosos pin
tores en Italia y en España hacen primero modelos
de bulto y los imitan y ponen en pintura. Miguel
Angel es cosa muy sabida que hasta la edad de cin
cuenta años labró escultura y la tuvo por principal
profesion, y con las muchas fuerzas de sus estudios y
fatigas, luego que se puso pintó de tal suerte, que ni
la parte esencial que fué el dibujo y desnudo, ni an
tiguo ni moderno le pudo ni podrá igualar ; y de
este divino varon hacen regla para facilitar la pintu
ra, diciendo que con más facilidad y brevedad po
drá hacerse un pintor el escultor, que el que pinta
relievar. Otras muchas razones añaden á estas, pero
en lo esencial las que hacen más fuerza son las que
pongo aquí, á que será tiempo responder por orden
con la templanza y brevedad que es justo, aunque
responden los pintores italianos no sin desden, como
dice Vasari.
1. A la primera razon, deque el menor número „. « .
de escultores engrandece la escultura, y hace la premio dei
. , , , -t . . Respuesta
pintura mas vulgar y de menos estima, se respon- deiasArtcs.
40 ARTE DE LA PINTURA.
de: que de los profesores de muchas artos y cien
cias nobilísimas hay grande número, como de mé
dicos, juristas y teólogos, y de oficios muy humil
des y bajos suele haber pocos, y no por eso dejan
de sor estimados aquellos y tenidos estos en poco.
Mas porque la pintura es más dispuesta á el uso de
los hombres, y acomodada al adorno de casas, ca
marines, edificios nobles y templos y á infinitos me
nesteres, más vistosa y alegre y no de tanto trabajo
corporal, por eso es apetecida de tantos, y es mucho
mayor el número de los pintores. Y por esta causa
tambien (como se dirá en particular capítulo) los fi
lósofos, los nobles, los príncipes, los emperadores y
monarcas del mundo (de quien no se lee que apren
diesen la escultura), ejercitaron la pintura en todas
las edades, por la quietud del ánimo, limpieza y de
leite que hallaron en ella, y la eligieron en medio
de sus importantes ocupaciones por alivio de sus
mayores cuidados , y noble y virtuoso entreteni
miento. Además, que no se ha de tratar en esta oca
sion de los muchos ó pocos, sino de los que la ejer
citan perfectamente; porque estos son tan raros como
los escultores valientes, y sucederá (no digo de
una ciudad, ni una provincia, pero en un reino) no
hallarse seis que merezcan el nombre de valientes.
Y la gallardía, disposicion y fuerzas corporales no
son tan á propósito á las artes liberales como á las
. , , mecánicas, como sintieron los sabios antiguos, an-Xenof. en la eco- ^
nom. saiuat. de tes les conviene más la excelencia del entendí-
en ei exordio, miento, la viveza del ingenio y tuerza de imagina
cion; porque lo principal de ellas se ejercita con la
especulacion de las potencias del alma, y esto se
Libuo rniMERO, cap. m. 41
halla antes en sugetos delicados, que en robustos.
Omnes artes in meditatione consistere: todas las artes
consisten en meditacion , dijo divinamente Vegio.
Y los casos sucedidos en favor de la escultura son
pocos (como veremos) respecto de los innumerables
que favorecen á la pintura. Y los que vieron y toca
ron las estátuas (ejemplos indignos) como llevados
de desordenada pasion, carecen de toda razon y es
tima. El que hizo la estatua de la escultura de oro,
y la dela pintura de plata, dando el mejor lugar á
la escultura, era escultor, que á ser de otra facultad
trocara los lugares y los metales. Y porque estas ra
zones hasta ahora son aparentes, pasemos á respon
der á las demás.
2. La que se sigue y trata de preciosos materia
les, y de la dificultad del obrar en la dureza de
' ellos, no ennoblece la escultura , porque la materia
(aunque sea preciosa) no da alabanza al arte, que su
valor lo recibe de la naturaleza. Y el mayor trabajo
del cuerpo (como se ha dicho) antes la hace más
servil. Porque pregunto yo, ¿seria mejor escultor el
que labrase marfil, mármol ú otra piedra dura, ó
metal precioso , que el que labrase madera , cera ó
barro? Claro es que el que diese mejor forma á su fi
gura y la hiciese más valiente y más semejante á lo
natural, seria mayor escultor; porque es tanto más
noble la forma que la materia, cuanto lo es el alma
respecto del cuerpo. Lindo es (á mi ver) lo que pasó
al Bacho Bandinelo á este propósito , en un Adan y
Eva de mármol; de quien preguntando á una dis
creta señora, qué le parecia de aquellos desnudos,
respondió: que del varon no podia juzgar, pero que
Vegio, lib- 2.°,
cap. 22.
Plin., lib. 36,e
cap. o.
Arist. lib. 7,
del Metha.
Tercera parte
de Giorgio Vasar».
42 ARTE DE LA PINTURA.
la hembra tenia dos cosas de estima, que era ser
blanca y dura. Alabanza sólo de materia, pero re
prension ingeniosa del arte. Juan Bernardino, en
Nápoles, labró admirablemente, de cera, las imáge-
pme 2.« nes de las cuatro postrimerías, y Torigiano labró el
'orgm vasar,. Gerónimo famoso de barro que se ve en el con
vento (fuera de esta ciudad de Sevilla ) de su reli
gion y de su nombre: y serán valentísimos esculto
res en la memoria de los hombres, aunque no hayan
trabajado en materia más dura. Porque el ingenio y
perfeccion de sus formas vence á los que labraron
infelicemente la piedra ó el metal ; como no será
mayor pintor el que pintase en lámina de bronce,
plata y oro, ó gastase ultramarino y otros preciosos
colores y metales, que el que obrase sobre baja ma
teria, como tabla, lienzo ó pared, con tierras y colo
res de poco precio. Tambien la ligereza y facilidad
en el obrar, y humildad de la materia, hace mayor
la profesion de la pintura y más semejante á Dios,
piin., iih. 35, que de nada hace cosas preciosas. Díganlo tantas
rap 7 y 8' obras de antiguos y modernos pintores pagadas por
precios increibles. Y entre ellas la tabla (de que hi-
f;,P. c. cimos mencion arriba) que pagó el Bey de Lidia al
famoso Bularco, pesándola en oro (de que se hablará
largamente en otra ocasion), y acabemos con que
tambien se sacan y copian infinitas cosas de la es
cultura antigua y moderna, y se reducen á modelos
pequeños que corren por el mundo, y se vacian in
finitas cosas que es más fácil modo de copiar y de
menos ingenio que las copias de pintura. De que si
se copia mucho es por ser más acomodado para
adornar varios lugares, como lo tocamos en la res
LIBRO PRIMERO, CAP. III. 43
puesta antes de esta, tratando de los muchos pin
tores.
3. A la tercera digo, que no errar los grandes ar- 3.0
tífices seria mejor y excusaramos la respuesta. Mas
en la pintura hallamos la mesma dificultad en el
temple y fresco, que si no es lavando la tela ó pared,
ó desencalando lo pintado , no se puede enmendar
el yerro ; y de esto sirven los cortones del tamaño
de lo que se pinta. Y servirán al escultor los mode
los y las medidas y cuadrículas, para no errar. Ade- nou.
más que es falso decir , que el marfil y mármol y
bronce no admiten piezas, pues vemos en todas estas
materias excelentes reparos. ¿Por ventura no están
muchas de las estátuas antiguas de la casa del
duque de Alcalá reparadas con diferentes piezas de
mármol ? ¿ No vemos los seis reyes que hizo Juan Fi tos, f n«„«.
Bautista Monegro en el atrio de San Lorenzo el Real, ub- 4 dB
Gerónimo, tlcsc. ¿.
figuras valentísimas, de diez y siete piés de alto con
su zócalo , cuyas cabezas y carnes son de blanquí
simo mármol y sólo lo restante de otra piedra? ¿Y
que refiere el Vasari en muchas partes de su historia, 3 t
particularmente en la vida del Bacho , que enmen- de Gior' VaMri
daba sus estátuas con piezas , y en una figura muy
grande de Caco á los piés de Hércules que está en
Florencia , añadió la espalda y una pierna de otro Nota.
mármol? Pues de los valientes escultores que se han
conocido, y que mereció por eso (sobre ser noble)
que el invictísimo Cárlos V le diese el hábito de
Santiago, y de los antiguos, se cuenta que ensam- pi¡n., i¡b. 35,
blaban en las piedras y mármoles otros de otro color cap'
á manera de animales , y otras formas que parecían
de una pieza Bueno seria por cierto que los que
44 ARTE DE LA PINTURA.
han labrado en barro y cera, y los que labraron ma
dera comunmente como Berruguete, Becerra y los de
nuestro tiempo , que son honra de nuestra nacion y
patria , que por ensamblar piezas en su escultura no
mereciesen ser contados entre los valientes esculto
res. Pues Gerónimo Fernandez en el Cristo de Resur
reccion que está en San Pablo de Sevilla , en solo
el brazo derecho, puso tantas piezas, que no se co
nocia la madera principal. Y si se remedia fácilmen
te en la pintura al olio el yerro ó descuido, no es
así en otro modo de pintar, y lo mesmo sucede en
la cera, barro ó madera (como se ha dicho) y no por
eso son mejores escultores los que labran el marfil,
mármol ó bronce.
4. No sé yo, cómo abraza la escultura más cosas
que la pintura , pues de las muchas que la pintura
tiene debajo de su jurisdiccion , se podría hacer un
libro y no pequeño. Pero descubramos con brevedad
algo de esta respuesta cuarta ( y dejemos lo del
bajo relieve para mejor ocasion). La invencion de las
historias copiosísimas , cercos de ciudades , disposi
cion de campo y ejércitos de escuadrones de gente
á pié y á caballo, de batallas en mar y tierra, de
juicios, de infiernos, de glorias., que seria nunca
acabar , cosas de que usa pocas veces la escultura.
Luego la dificulad de los escorzos , figuras é histo
rias del aire, que vuelan, suben ó bajan, que es ter
rible. La noticia de todos los cuerpos de la arquitec
tura y sus diferencias de ornatos y tarjas. El poner
los suelos en casamento y edificios, tantos y tan va
rios, en perspectiva, cosa dificultosísima, de que
casi siempre estará excusado el escultor. El colorir ó
UBRO PRIMERO, CAP. III. 45..
temple, que es de pocos ; el labrar al fresco, cosa
tan difícil ; la dulcísima invencion de pintar á olio,
en lienzos, tallas y piedras y láminas de todos me
tales. El iluminar sobre pieles blanquísimas, modo
al parecer separado de los demás : la pintura agra
dable de los países : la ingeniosa y útil de los ma
pas ; el estofado sobre oro , con diversidad de ca
prichos : las labores grabadas en variedad de cosas:
las pinturas de vidrieras tan vistosas : el esgrafiar
las fachadas de las casas sobre cal fresca, dibujan
do grandes historias (como se ve en nuestro alcázar),
el nielar y el trasflor de que usan los plateros, y el
esmaltar. La pintura mosaica de piedras de colores,
los damascos y labores tejidas de las sedas, telas y
brocados. El tallar en todos los metales y en cobre,
tanto para estampar ; el dibujar con grafio y agua
fuerte : las labores y pinturas del guadamecí, el di
bujar sobre madera , marfil y otras piedras. La pin
tura de los azulejos y vasos de barro y vidrio, con
historias y figuras y otras cosas; la bellísima inven
cion de los paños de córte , donde con tanta propie
dad se imitan las obras más perfectas de la natura
leza ; y con tanta comodidad y grandeza se lleva
semejante adorno á cualquier ciudad ó casa de cam
po. Los bordados riquísimos de seda y oro matizados;
tanta labor, tanta figura ó historia en los costosos
ornamentos , con tanta viveza y perfeccion como se
ven en el Escorial. Y finalmente, mucho número
de cosas de este género que abraza la pintura, y
son miembros y arroyos que la componen ó proce
den de ella, más entretenidos y útiles al uso huma
no. Y porque no se pase en silencio la escultura de
46 ARTE DE LA PINTURA.
cera de colores , advierto , que los valientes que te
nemos noticias que han hecho esto milagrosamente,
son de profesion pintores ; y así lo hizo Pablo de
Céspedes aventajadamente en Roma, y Juan Ber-
nou. nardino en Nápoles. A lo del dibujo respondo (y
nótese esto) que es propio del pintor, y de ello han
tomado todas las demás artes. Lo primero, porque
cp. ii.lóeme i¡bro. como hemos probado (con autoridad de Atanágoras
y Plinio ) fuéron pintores los que primero hallaron
los perfiles y sombras : lo segundo, porque el dibu-
cP. ideóte i¡bra. jo (que entonces se llamaba pintura, como vimos)
constituyeron los antiguos en el número de las ar
tes liberales. Lo tercero, porque de dos partes que
tiene la pintura, esta es la más principal, porque el
colorido no hace más que acrecentar con accidentes
la forma sustancial del 'dibujo, de claro y oscuro; y
de ninguna suerte puede haber pintura sin que haya
dibujo. Pero el escultor puede comenzar relevando
su obra, ó haciendo modelos en bulto, como hacia
Min. , i¡b. 35, en todas sus obras el famoso Praxiteles , y lo hacen
cap' ' hoy muchos valientes escultores. Y las reglas de la
perspectiva quedan á los pintores que las ejercitan
siempre. Y porque no cansemos al curioso , ni per
damos lo mucho que se ha visto á este propósito,
acabe aquí este capítulo y en el siguiente se respon
derá á las tres razones últimas, que son las más fuer
tes, y pido que se lean y consideren con atencion.
LIBRO PillMKRO, CAP. IV. 47
CAPITULO IV.
EN QUE SE PROSIGUEN LAS RESPUESTAS EN FAVOR DE LA PINTURA.
5. No es menos material esta razon quinta que
las del capítulo pasado , á que se respondió bastan
temente. Y así satisfarémos á esta conforme á nues
tra obligacion. Mejor y más perfecto es lo eterno
que lo temporal. ¿Quién lo duda? Pero, ¿hay cosa
debajo del sol, durable ni permaneciente? Mas si la
duracion en las cosas naturales ó artificiales aquis
tara mayor nobleza, las piedras, los árboles, los
animales , los edificios y simulacros se aventajaran
al hombre. Porque la luenga vida de un peñasco
entre las piedras , de un pino entre las plantas , de
un ciervo entre los animales , de una columna y de
una estátua, no es más excelente que la del hombre,
que tan poco dura, como lo muestran elegantemen
te estos dos tercetos del insigne maestro Fray Luis
de Leon , traducidos de la sagrada Escritura :
Cuanto menos al hombre que compuso
de polvo , que en terrena casa mora,
que el ocio le entorpece y gasta el uso.
Que nace como flor para el aurora
y en la tarde, marchita desparece
y no queda de él rastro en breve hora.
Y este privilegio de la duracion (demos que lo
48 ARTE 6E LA PINTURA.
tuviere la escultura) no hace más noble á la arte de
lo que es de suyo , por ser simplemente de la mate
ria. Pero si yo probase que la pintura es tan durable
como la escultura, y no sólo esto pero que hecha en
materia más frágil, es más perpetua, y hace que la
mesma escultura se conserve más tiempo, no habría
andado mal. Pues prúebolo evidentemente , y quie
ro comenzar por la antigüedad y traer del racionero
i.,ria de mío Pablo de Céspedes, la duracion de las pinturas que
<ie Céájiedcs. .
el cita : Pimío refiere de algunas pmturas de un
templo de ciudad de Ardea , que fuéron más anti
guas que Roma , y que estando sin techo á cabo de
tan luengo tiempo , parecian nuevas y recien pinta-
piin , i¡b. 31, das. Tambien en Lanubio, ciudad no léjos de Roma,
c«p' ' estaban Atlante y Helena pintados desnudos, de ex
celentísima forma , y se mantenian frescos aunque
el templo estaba arruinado. Y de otras tablas pinta
das hace memoria, mucho más antiguas, que aún
i,im.,iib. üd, duraban. Y más adelante dice: Fabio , ilustrísimo
°ap' ' romano, el primero que dió sobrenombres de pin
tores á sus descendientes, pintó el templo de la Sa
lud en Roma, y sus pinturas duraron 450 años hasta
el imperio de Claudio , en que se acabaron en un
incendio , y nos acordamos de ellas. Y dice Céspe-
En su cana. des; J 110 me maravillo que durase tanto si estaba
en tabla, y al temple bien labrada, porque yo he
Kodó Jn3n Ciraabae visto alguna de Cimabue bien conservada, que ha
aao de mo. casi los mesmos años. Y otra pintura del tiempo de
Petrarca, á fresco, harto bien tratada. Demás desto,
una figura ó historia dibujada en piedra, abierta por
quien sepa cortar la piedra , será tan durable como
la mesma piedra ; y lo formado en ella, le dará el
LIBRO PRIMERO, CAP. IV. 49
valor que no tiene la materia. Algunos piensan que
es nuevo el retocar la escultura y pintar sobre pie
dra : pues dice Plinio, que preguntando á Praxiteles w¡n. iu>. 35,
¿qué obras suyas de mármol aprobaba? respondía: cap. *'
que aquellas en que Nicias (famoso pintor) habia
puesto la mano. Tanto atribuia á su pintura. De
suerte que Nicias pintaba ó retocaba la escultura de Nota.
Praxiteles. Despues dice : pasó á los romanos la in
vencion de pintar sobre piedra, y se halló en el
principado de Claudio. Esto, claro es que seria du
rable. La pintura del mosáico de "variedad de piedras
menudas, (de que hay en Roma cosas antiquísimas,
particularmente la imágen de San Sebastian Patron
de Roma, cuya autoridad trae por ejemplo á los pin
tores el doctísimo Baronio , testifica con otras mu- En su martiroí.
chas la duracion que tiene á par de la escultura. Una 20 de E'te^0•
imágen de este género se ve hoy en la Cartuja de
Sevilla, que trajo el piísimo Marqués de Tarifa á la Nota.
capilla de su entierro ; y el día de Todos Santos del
año 1631, vide en un camarín del Duque de Alcalá,
dos piedras de esta pintura mosáica , la una un San
Francisco en un país y la otra un papagayo entre
unas cerezas y flores. Y de este género de pintura
trata el Vasari largamente en su libro. p«. d«
Vamos a lo segundo , ¿ como es mas durable en
materia frágil ? Si es en pared ó sobre barro y ma
dera, claro está que es materia más frágil que el
bronce ó piedras duras. Pues en Roma en tiempo *>• '««p»« do s¡-
del emperador Cárlos quinto, Juan de Udine y Ra- 81Í!rGerónimo/6
fael de Urbino entraron en las grutas de San Pedro, disc- 51 •
y hallaron algunos pedazos de pintura que los dejó
admirados , y mucho más que el tiempo no hubiese
4
50 ARTE DE LA PINTURA.
quitado el lustre y viveza á los colores (desto se ha
blará más largo en su lugar).
Estaba en pared sobre encalado , que es material
frágil pero tan durable como las estátuas. Tras esto
las pinturas de Mérida antiguas en los acueductos :
cap. 3 dei 3 i», y las I116 se ven en Sevilla la Vieja, ó Itálica, cuyos
colores están fresquísimos. Tambien dice Pedro Me-
jía, escribe Plinio de Zeuxis, que hasta su tiempo se
conservaban en Roma muchas cosas pintadas de su
mano, habiendo (segun cuenta Eusebio) quinientos
siiv« de varia y ocno años que era muerto Zeuxis cuando Plinio
lecci0n, cap. 7. escribió. Añado á esto una pintura nuevamente ha
llada en Roma, que sólo bastaba por ilustre ejemplo
de duracion. Cuya descripcion me envió el Exce
lentísimo Sr. Duque de Alcalá , que la hizo copiar
cuando fué por Embajador del rey Felipe IV á dar la
obediencia á la santidad de Urbano octavo, que dice
de esta manera.
DUcurso dii Pusue. « La historia es un esponsalicio donde se ven los
novios medio desnudos , sentados sobre la cama ó
Toro genial, y sentado en tierra arrimado á ella,
asiste el Genio de las bodas coronado de flores. «
« A la parte izquierda están los que ofrecen el in
cienso para el sacrificio de aquella accion, ayudada
de unas citaristrias. A la parte derecha están calen
tando el agua lustral para los piés de la esposa. «
«La pintura es de colores al fresco en una pared.
Hallóse en Roma siendo pontífice Clemente VIII,
abriendo unos cimientos el cardenal Aldobrandino
en un jardín ó viña que tiene cerca del palacio de
Monte Caballo. Y sacando la pared entera se aco
modó en un comedor del mismo jardín donde hoy
LIBRO PRIMERO, CAP. IV. 51
\está, defendido con unas puertas de madera. Cuyos
colores, cuando se descubrió, estaban tan vivos como l
los que se pudieran ahora poner.«
La copia de esta pintura que tendrá de ancho casi
tres varas y dos de alto , mandó hacer el Duque de
Alcalá hallándose en Roma el año l625 y la trajo á
sus casas de Sevilla.
Carta de Pablo
No hay razon de cuándo se pintó; pero supuesto
que no es moderna , no puede tener menos que mil
trescientos años de antigüedad. Antes que las artes
descaeciesen con el imperio , que desde que se pasó
á Constantinopla, hasta que Micael Angel y Rafael
remataron la pintura , no se halla de aquel medio
tiempo cosa que no sea abominable de pintura y
escultura.
Pues sobre el barro ya se ve la invencion de los
azulejos y vasos de Pisa, de Talavera y China, que
tambien usaron los antiguos; como refiere Céspe
des, diciendo : « Tal suerte de pintura vi yo en el es- d« céspede«.
tudio de Tomao del Cavallero, ilustre romano, en un
vaso antiguo de barro, bien grande, labrado el vien
tre de follajes y alrededor del cuello estaba Troya
en figura de una grave matrona y puestos por órden
aquellos héroes que asistieron en aquella guerra,
con unas letras griegas en que cada una tiene su
nombre. «
« Mas lo que excede todo encarecimiento, son las
pinturas sobre pared, lienzo ó tabla que por antigua
tradicion se conservan en la iglesia por de mano
del glorioso evangelista S. Lúcas (de que escriben
doctos varones) y particularmente la imágen de
Santa María la Mayor, donde nuestro santísimo padre
52 ARTE DE LA PINTURA.
Paulo V ha hecho un suntuosísimo adorno para su
entierro, pues pintura es, y de igual antigüedad á
los discípulos de Cristo. Y de su duracion y de lo
que promete no puede haber duda. «
Resta que la pintura preserve á la escultura, pues
claro está que si para que el hierro no se consuma
con el orin , y para que la madera no se pudra con
el agua, y resistan á las inclemencias del tiempo se
pintan y dan de colores las rejas, los balcones, ven
tanas y puertas, que lo mismo hace sobre la escul
tura y la defiende y ampara y conserva más tiempo
con el color á olio. Muchas imágenes antiguas de
devocion hay en España, como la de Guadalupe,
hechas de madera, que con la encarnacion de poli-
mento, y mucho mejor que con la de mate, se con
servan y aquella la defiende estando por de dentro
la madera carcomida y hecha polvo: de manera que
fot«. no sólo corre á las parejas con la escultura, pero la
vence. Pues sobre bronce tambien se pintaba, que
Anto. Agust., d'á- a las monedas antiguas, como nota Antonio Agusti-
'°g 5JL'as m«" no' se ^s da^a de verde ó de colores, que se
ven en algunas, en virtud de lo cual se sustentan,
estando interiormente el metal hecho ceniza.
Pero otro más alto modo de conservarse tiene la
pintura á imitacion de las historias antiguas y de la
misma Escritura sagrada, que es el cuidado de reno
var y trasladar é imitar las pinturas oponiéndose á las
injurias del tiempo y del olvido ; y algunas veces
este cuidado suele ser con ventajas, porque con me
jor luz de arte se restaura y renueva la antigua de
vocion. Como creo yo que se ha hecho en algunas
imágenes antiguas de pintura en España. Y hoy vi
LIBRO PRIMERO, CAP. IV.
mosla imágen de Nuestra Señora de la Granada, ori
ginal y antigua, pintada en la pared en el Sagrario
antiguo aventajadamente trasladada á la que pintó
en tabla Juan Bautista Vazquez, insigne escultor y
pintor. Y cuando á todo esto se opusiera que la escul
tura generalmente dura más en la memoria de las
gentes, siendo mala y dañosa como lo fué la que in
trodujo la idolatría, seria perniciosa por su ejemplo á
los venideros ; pues lo fué en sus principios , y hoy
lo es entre Japones y Chinos herederos de la ciega
, gentilidad. Y aunque le hubiera ayudado la pintura
siendo antes, por ser menos durable, por la mayor
parte hiciera menos daño , pero todo lo acaba y lo
consume el tiempo , como al principio de esta res
puesta propusimos. Y otro general diluvio es im
posible que sea , por estar la palabra de Dios de por GénM' raP' 9'
medio, que no puede faltar.
De la poca duracion y fin de las cosas humanas
(argumento comun de los poetas) de lo mejor que
he visto es lo que escribió en su libro de pintura
Pablo de Céspedes , tratando de la eternidad de la
tinta, de que pondré aquí algunas estanzas para
dar valor á estos discursos. Dicen así :
Una ampolla de vidrio cristalina L¡b. Ido la Pintura,
que el perfecto barniz guarde , distinta
de otra , do se conserva y do se afina
olio , con que más cómodo se pinta.
Con estas otra , que á la par destina
á la letra y dibujo , oscura tinta ,
de caparrosa hecha, agalla y goma
con el licor que da la fértil Soma.
ARTE DE LA PIMIRA.
Tiene la eternidad ilustre asiento
en este humor por siglos infinitos :
no en el oro , ni el bronce, ni ornamento
Pário, ni en los colores exquisitos:
la vaga fama con robusto aliento ,
en él esparce los sonoros gritos ,
con que celebra las fumosas lides
desde la India á la ciudad de Alcides.
¿Qué fuera (si bien fué segura estrella
y el Lado en su favor constante y cierto)
con la soberbia sepultura , y bella,
de la ceniza del esposo muerto,
la magnanima reina? Si en aquella
noche oscura de olvido y desconcierto,
la tinta la dejara y los colores
de versos y eruditos escritores?
Los soberbios alcázares alzados
en los latinos montes hasta el cielo,
anfiteatros y arcos levantados
de poderosa mano y noble celo,
por tierra desparcidos y asolados,
son polvo ya que cubre el yermo suelo;
de su grandeza apenas la memoria
vive , y el nombre de pasada gloria.
De Príamo infelice sólo un dia
deshizo el reino tan temido y fuerte :
crece la inculta yerba do crecia
la gran ciudad, gobierno y alta suerte :
viene espantosa con igual porfía
á los hombres y mármoles la muerte:
llega el fin postrimero , y el olvido
cubre en oculto seno cuanto ha sido.
LIBRO PRIMERO, CAP. IV.
Humo envuelto en las nieblas, sombra vana
somos, que aún no bien vista desparece;
breve suma de números , que allana
la Parca, cuando multiplica y crece,
tirana suerte en condicion humana
que con nuestros despojos enriquece ,
deuda cierta nacemos y tributo
al gran tesoro del hambriento Pluto.
Todo se anega en el estigeo lago ,
oro esquivo, nobleza, ilustres hechos.
El ancho imperio de la gran Cartago
tuvo su fin, con los soberbios techos,
sus fuertes muros , de espantoso estrago
sepultados encierra en sí , y deshechos,
el espacioso puerto donde suena
ahora el mar en la desierta arena.
Espantoso su nombre fué, espantoso
el hierro agudo , á la ciudad de Marte ;
ella lo sabe y Trasimeno Ondoso,
que su sangre hervió de parte á parte.
Caverna ahora del leon velloso,
do Aspe sorda y Cerasta se reparte,
á do no humano acento, mas bramido
de fieras resonantes son oidos.
Vos sentistes tambien menos amigos
los tristes hados con discurso extraño,
no tanto por los golpes enemigos
mas por vuestro valor último daño :
¡ohTMumancia, oh Sagunto, que testigos
ahora sois de humano desengaño!
Caísteis; mas quitó vuestra venganza
al vencedor la palma y la esperanza.
ARTE DE LA PINTURA.
Que si la edad hambrienta lleva
laa peñas enriscadas y subidas,
el fiero diente y su crueza ceba
de piedras arrancadas y esparcidas,
las altas torres con extraña prueba
al tiempo rinden las eternas vidas;
hiendese y abre el duro lado en tanto,
el mármol liso, el Simulacro Santo.
Del gran Señor la omnipotente mano
que las ruedas formó del ancho mundo,
y cuanto adorna el pavimento humano,
y el mar, y cuanto asconde en el profundo,
no vemos que refrena ó va á la mano
de la natura al gran poder segundo,
pues todo cuanto á luz sacar le place
acaba, y con morir, su curso hace.
¡ Cuantas obras la tierra avara asconde.
en ya ceniza y polvo las contemplo !
¿Dónde el bronce labrado y oro, y dónde
atrios y gradas del asirio templo?
¿A cual de otro gran rey nunca responde
de alta memoria peregrino ejemplo?
Sólo el decoro que el ingenio adquiere
se libra del morir, ó se difiere.
No creo que otro fuese el sacro rio,
que al vencedor Aquiles y ligero
le hizo el cuerpo con fatal rocío
impenetrable al homicida acero,
que aquella trompa y sonoroso brio
del claro verso del eterno Homero,
que viviendo en la boca de la gente
ataja de los siglos la corriente.
LIBRO PRIMERO, CAP. IV. 37
Como se opuso con igual aliento
el verso grande de Maron divino,
cuando con paso audaz de ilustre intento
de la aura eternidad halló el camino.
Puso en el trono del purpúreo asiento
la noble tinta del poeta Andino
al magnánimo Eneas, no el inico
pasaje y la creciente de Numico.
6. A la razon más fuerte que trata de lo redondo, 6.a
se responde que es verdad que ambas artes fingen y
ambas imitan (que no se puede negar), porque hacer
vivas las figuras no es de la arte sino de la natura
leza, ó de su autor. Y tambien habemos de confesar
que el escultor y pintor obran en superficie cada
cual con sus instrumentos diferentes. Bl escultor la
bra su figura en superficie redonda, y la materia re
donda que toma no es obra de la arte sino de la na
turaleza (como advierten los doctos) como tambien ^ dei „,
lo es la superficie llana, en que forma el medio y bajo
relieve, y aquella en que el pintor hace sus obras.
El cual, si no hace en una figura cuatro perfiles á un
tiempo, no es porque los ignora, ni por defecto del
arte, mas porque no es capaz dello la superficie
llana; (y esto es de parte dela materia) y hacerlo en
cuatro figuras (como se va ejecutando en 'la sime
tría de Alberto Durero, aun con'soloslos perfiles) y
que vengan al justo en un cuerpo desnudo, á mi
ver, es más difícil que hacerlos la escultura en un
cuerpo redondo á un tiempo. Y basta que en mate
ria llana y lisa esté en mano del pintor poner una
figura por la parte que quiere que se vea, y le dé
con el artificio de las sombras el relieve, de suerte
58 ABTE DE LA PITiTKA.
r.uioP¡no,Dii!0{:. que engañe, y haga demostracion de todo lo que la
Je P«"" vista natural puede ver de una vez. Porque los cua
tro perfiles del escultor hechos á un tiempo , no los
podemos ver sino de cuatro tiempos. Y á más, po
drá un escultor hacer en un mármol dos ó tres figu
ras redondas, y los pintores hacen muchas en una
tabla ó pared, como en la pintura de un juicio, con
tantos y tan varios perfiles y vistas que vencen las
ciorgio v.»r¡, que puede mostrar el escultor, recompensando con
P"*« 'pruJ« 1 Ia variedad de posturas, escorzos, y acciones de
ellas, el trabajo de andar á la redonda, y aún pudo
en semejante contienda un valiente pintor vencer
esta dificultad artificiosamente , que por celebrarlo
tantos escritores de Italia, es caso digno de que yo
ciorgio v.»,i, lo refiera, escribiendo de esta suerte : «contendiendo
primor »olü«,™ c0Q pintores ¿Q su tiempo el excelente maestro de
de la o. parte. r *
Ticiano, Giorgio de Castelfranco, mostró ser de opi
nion que una historia de pintura (como se ha di-
R.fcei Borphmi, cho) manifestaba de una sola vista todas las suertes
]A'm d,", que puede hacer un .hombre; cosa que á la escul
tura redonda no es posible sino mudando el sitio.
Demás de esto propuso á los escultores que en una
figura sola de pintura quería mostrar á un tiempo
todos cuatro perfiles, hizolo de esta manera: pintó
Paolo Pino, Diálog. lili hombre desnudo, ó segun otros, un San Jorge,
J< Pu"' vuelto de espaldas á quien le miraba, delante del
cual, en la tierra, fingió una fuente ó estanque de
clarísima agua, en la cual se veia la parte frontera
del pecho; de un lado tenia un bruñido coselete de
que parecía haberse despojado, donde se mostraba
el lado izquierdo, y de otra parte estaba un hermo
so espejo, dentro del cual aparecía el otro lado de
LIBRO PRIMERO, CAP. IV. 59
la figura. Mostrando con esta gallarda invencion,
la excelencia y poder de la pintura.« Y encarece este
hecho el Vasari diciendo : Opera fu sontamente loda-
ta é admirata per ingegnosa é bella. Que fué grande
mente alabada y admirada esta obra por su ingenio
y hermosura.
A esto se añade otro mayor artificio , el cual es
hacer aquellas partes que se escorzan y disminuyen
á proporcion de la vista, con la verdadera razon de
la perspectiva (de que está excusado el escultor), la
cual por la fuerza de las líneas proporcionadas, de
las luces y sombras, demuestra en un llano de co
sas redondas, apartadas más ó menos como le agra
da, y no es pequeña excelencia que pintándose un
lado ó la mitad de un cuerpo , tengan tanta fuerza,
que con la bondad y proporcion de aquella parte que
muestra , supla lo restante que no se ve , y que se
haga esto como lo hace Alberto con solas las líneas,
que á mi ver es lo que dice Plinio (y quedará en- ri¡n, m>. 33,
tendido este lugar bien dificultoso). «Hacerlos perfi- rap' l0'
les de afuera é incluir en ellos el fin de la figura,
que es todo su relieve, es cosa rara en el arte, por
que la misma extremidad se debe cercar en torno y
acabar de manera que prometa, despues de sí, las
demás partes que no se ven , y muestre las que
encubre. Esta gloria concedieron Antígono y Sano-
crates (que escribieron de pintura) á Parrasio «> ; hasta
aquí este autor. Mas que la escultura haga la ven
taja que la verdad á la mentira, y que el ser, al pa
recer, contradice su misma definicion, porque siendo
arte que imita á la naturaleza ha de parecer y no
ser, y ha de ser mentira forzosamente; y aunque
60 ARTE DE LA PINTURA.
imita la forma humana, es muerta, y no con la vida
de la pintura como verémos. Y el ejemplo de Berru-
guete es en nuestro favor, porque si bien con un buen
lado ó perfil suple el pintor todos los cuatro (como
se ha dicho) mayor grandeza es que tener necesidad
de que todos cuatro sean buenos como lo tiene el
escultor. La verdad de anatomía, en músculos, ner
vios y venas, y la justa medida y proporcion, todo
anda estampado en dibujo que es parte esencial de
la pintura, por Becerra, y por Alberto Durero doctísi-
mamente. Por manera que no se pueden ignorar los
buenos pintores. Pero en razon de lo redondo pido
que me estén atentos los escultores á esto, que no
he hallado en ningun autor, y será gallarda cosa
convencerlos con su misma arte. ¿Por ventura, me
rece mayor gloria de valiente escultor, aquel que
hiciese una figura redonda aunque fuese desnuda,
que otro que hiciese una historia de medio relieve
con mucha variedad de figuras, arquitectura, y le
jos con reglas de perspectiva y dificultosos escor
aos? Y cuando el otro manifiesta cuatro perfiles ma
nifestase él cuatrocientos? Demos que cada cual es
valiente y capaz de todo lo tocante á el arte; claro
está que todos los escultores confiesan, como algu
nos de los mejores me lo han manifestado, ser más
dificultoso y requerir más ingenio la historia, que la
figura suelta. Porque aunque no hace á un tiempo
cuatro perfiles, el que hace el medio relieve es por
que obra en materia llana, pero no ignora los perfi
les de los redondos, pues con tanta variedad y dife
rencia los ejecuta en su historia; pues este medio y
bajo relieve es muy inferior á la pintura, no digo á
LIBRO PMMEHO, CAP. IV. 61
la de colores, más aún, de blanco y negro, ó al solo
dibujo de pintor, como se puede ver clarísimamente
puesta una historia de aguada y realce , ó de otro
modo, de claro y oscuro, en contraposicion de la de
medio relievo. En esta se manifiestan las sombras,
no formadas del escultor, con tanta simpleza y des
mayo que no es necesario decir cuánto relievo tie
ne cada figura, porque ella lo muestra, pareciendo
de una cuarta ó de un dedo, ó más ó menos de grue
so si no tiene más, y algunas cosas tan bajas que
si no es de muy cerca no se pueden juzgar. De ma
nera, que aun teniendo la materia relieve de suyo, no
consigue el imitar lo redondo de lo natural y queda
muy atrás con grande intérvalo opuesta á la pintu
ra, la cual con los perfiles y sombras muestra todo
el redondo de las cosas naturales , manifestando lo
que no se ve, como dijo galanamente nuestro poeta:
De estas historias tales variadas
eran las telas de las dos hermanas,
las cuales con colores matizadas
claras las luces de las sombras vanas,
mostraban á los ojos reveladas
las cosas, y figuras que eran llanas,
tanto, que al parecer el cuerpo vano
pudiera ser tomado con la mano.
Y esforzándolas con tanta verdad que salen del
papel ó cuadro las figuras , ó partes así esforzadas,
y por la fuerza de la perspectiva asimismo se apar
tan todo lo que quiere el pintor , unas figuras de
otras, con no ayudarse de cosa que tenga relievo,
sino obrando en un llano con la fuerza del ingenio
y del arte. Y si en lo más artificioso de la escultura
Garcilaso ,Egloga 3.a
62 ARTE DE LA PINTURA.
que es el medio relievo, sucede esta conocida ven-
. taja, concluida queda en lo redondo, donde no hay
escorzos, ni perspectiva, ni perfiles, ni sombras.
Resta ahora ver cómo la pintura es aparente y en
gaña; y lo que halla el tacto en la escultura, y cómo
es la escultura sustancia y cómo pertenece al re
lievo la voz y las demás acciones. No puede la es
cultura á solas sin la vida de la pintura engañar,
porque se ve la materia de que es formada, ni aun á
los animales; y pienso que si alguna vez lo ha he
cho ha sido estando ayudada del pintor con el color
natural de las cosas. La pintura á solas sí puede ha
cer estos engaños á la vista, que es admirable ex
celencia, como hizo Zeuxis engañando las aves con
las uvas, y Apeles con el caballo, y Parrasio con el
lienzo, y otros muchos modernos, obligando á los
animales y á los hombres y á los grandes artífices á
hacer sentimiento á su modo. Tampoco puede enga
ñar con el tacto porque halla en el madero, mármol,
y bronce la misma dureza que en la tabla ó lámina
de pintura, que ni rehuye blanda y suavemente, y
hace hoyo al toque como lo hace la carne natural
y viva, antes en vez de engañar desengaña, de
suerte que ni se ve carne ni se toca tampoco.
Porque si bien son los cuerpos redondos ylos miem
bros macizos, que es obra de la naturaleza, de nin
guna manera puede este grosero sentido juzgar de
la perfeccion de la pintura ó escultura, y queda el
juicio al mejor y más noble que es la vista, tan aven
tajado álas demás cuanto el sol á las estrellas, como
Calfumio. dijo elegantemente un poeta; y queda tambien el
examen á la razon, y al entendimiento, como lo en-
LIBRO PRIMERO, CAP. IV. t¡3
señó el ciego que tocando una figura redonda, y una
pintada en la tabla lisa diciéndole que en perfec
cion eran todas iguales, antepuso el ingenio del que ,
con plana superficie habia conseguido la imitacion
de la figura viva, donde la fuerza del ingenio y del
arte haciendo algo donde no parecía posible hacer n0u.
nada.
Demás de esto , llamar á la escultura sustancia
es error, porque la sustancia de las cosas no se ve ni
se percibe, aunque se supone, y en esta parte lo
mismo corre en la pintura; porque considerando la
una y la otra como labor ó figura, lo que se ve que
es el color de la madera, piedra ó tabla es cantidad
proporcionada. Y así propiamente hablando no se
puede decir que el escultor imita con su arte la na
turaleza perfectamente (como advirtió un escritor
toscano) porque parece que no se fatiga en otra Paulo urna. i¡b.i.'i o
cosa que en hacer que su figura tenga la misma me- oap' '
dida que la natural, que él imita en su forma, y así
antes parece que la hace igual que semejante. Por- Amt.enio.Pred¡c.
que dicen los filósofos que en la cantidad no se halla cap. 8 * cali"
propiamente la semejanza, mas solamente en la
calidad; y los colores que añade el pintor, como di-
rémos, son calidad y son tambien accidentes que
llega la pintura á la perfeccion. Porque cualquier Arist., lib. i.
cosa que sobreviene á la compuesta de materia y de Am"
forma, es accidente, y así muestra con más perfec
cion los afectos y pasiones; á Hércules furioso, á
Lucrecia vergonzosa, á César muerto, y todo lo de
más , y por eso da á la figura la misma similitud,
haciéndola más parecida á la natural que es verda
dera y propia calidad.
64 , ARTE DE LA PINTURA.
Pues siendo más parecida (supuesto que ambas
. partes trabajan por parecer como se ha visto) no tie
ne más ser la escultura que la pintura. Si hablaron
las estátuas, ó hicieron otras acciones de vida, no es
mucha alabanza que el demonio las tomase por ins
trumentos, y les añadiese la voz para engañar á los
hombres ciegos en sus errores, pues la muchedum
bre de las figuras de los falsos dioses, hechas por
sus manos, los pudieron muy bien desengañar. Y si
no ha hablado en las pinturas no nos ha hecbo pe
queña honra, pues será nuestro engaño menos per
judicial y dañoso, y más ingenioso y noble.
7.« 7. Bien pudiéramos no responder á muchas cosas
despegadas y sin fuerza, particularmente á la pos
trera razon de los modernos; pero porque la respues
ta dará enseñanza á unos y satisfaccion á otros, no
será culpable. Alegar, pues, que perdiéndose la ar
quitectura y pintura se volverían á restaurar miran
do una figura perfecta de escultura, y probarlo con
la autoridad de Vitrubio, no tiene fundamento, por
que sus palabras dicen así: «Consta la buena com
posicion de los edificios de medida, cuya razon de
ben tener los arquitectos. Nace esta de la proporcion
vitrni™, i¡b 3. llamada en Griego analogía, la cual es consonancia
de una parte de los miembros con todo el cuerpo de
la obra. Así como se manifiesta en un hombre bien
proporcionado.» É interponiendo algunas palabras
luego más abajo torna y prosigue: «Tambien coli
gieron los antiguos de los miembros del cuerpo hu
mano las razones de las medidas en que todas las
obras son necesarias, como el dedo, palmo, pié,
codo, etc. «
LIBRO PRIMERO, CAP. IV. 65
De manera que el hombre vivó, principal obra de
la naturaleza es , segun este Autor, el que ha de
ser ejemplo original y verdadero á todas estas artes, t-a. 3, «P. 4.
Y así, perdiéndose la pintura ó la buena manera en .
ella (como en efecto ha sucedido y verémos) habien
do hombres, no será necesario recurrir á la escultu
ra. Si no los hay, ni habrá quien restaure las artes
ni para que sean restauradas. Y no neguemos (pues
ya se ha dicho) que la pintura es imitadora, como
lo dice por galana manera el mayor Filostrato; si L*. de bsi°*.
alguno inquiere el nacimiento de esta arte, la imita- gcnps'
cion es invencion antiquísima y casi de igual tiem
po á la naturaleza . Por lo cual, si es nobleza y cali
dad ser imitadas de ella todas las obras artificiales,
grandes y pequeñas, bien se pueden atribuir á sí
mismas, el ser originales déla pintura, pues las imi
ta todas: siendo muchas de ellas (que no hay para
qué traerlas aquí) muy inferiores á ella en nobleza y •
antigüedad. Pero porque principalmente la pintura
imita las cosas animadas, se le da aquella definicion <v idcesieiibro.
tan propia suya.
Y no será dificultoso, últimamente, librar á la pin
tura de tener por ejemplar objetivo ó formal las
obras de relieve, valiéndonos de las propias armas y
ejemplos de las Academias, donde nunca jamás se
acostumbra, para aquel tiempo que se recogen á es
tudiar, tener los académicos figura de escultura á
quien imitar, porque el caudal, aunque fuese mucho,
además de ser cosa muy pesada, no bastaría á traer
alguna estátua antigua de bronce ó mármol sacán
dola de su lugar propio. De suerte que el orden que Esiilo
tienen de estudiar es tener un hombre acomodado á Academias.
s
66 ARTE DE U PINTURA.
este menester, á quien le dan un tanto del caudal
de todos, de donde se paga la estancia á propósito;
tambien esto puede ser á costa de algun principal
sugeto á quien tienen por patrono : este hombre le
desnudan ciertas horas de la noche que tienen desti
nadas á este ejercicio, y puesto en la disposicion que
elige el mejor maestro, cada semana, cercándole en
rededor cada cual le contrahace por su diferente
perfil haciendo de una figura muchas. Pues segun
vemos, por esta parte no tiene fuerza esta razon.
Mas apretándolo más, yo quiero conceder que las
academias ó juntas sean en casas ó jardines de al
gun gran príncipe ó caballero, como en la vida de
Torregiano se dice, que concurrían en Florencia él
y Miguel y otros muchos pintores y escultores, al
jardin del viejo Lorenzo de Médicis (donde sucedió
aquella desgracia ó crueldad tan mal ferida, que el
Torregiano, invidioso de la gloria de Micael Angel,
un dia, llevado de su natural fiereza, no parando en
solas palabras, le dió, cerrado el puño, tan gran
golpe que le quebrantó las narices, dejándole seña
lado por toda la vida): ó digamos que sea así (lo que
vimos ya incierto) que se traiga á la sala y estudio
de la academia, la mejor antigualla: y aún quiero
(si es posible) que sea el Cristo de la Minerva, que
excede todo lo que se puede encarecer, siendo de
Micael Angel : veamos ¿ cómo será esta figura origi
nal de la pintura, pues sólo contiene un movimien
to? Y un solo movimiento ¿cómo podrá servir á los
infinitos que se le ofrecen al pintor? Si es muerta
esta figura ¿cómo alzará el brazo, abrirá la mano,
encogerá la pierna, levantará la cabeza? ó ¿cómo
LIBRO PRIMERO, CAP. IV. 67
hará todo lo contrario? Si cualquier movimiento ha
ce diferencia en los músculos ¿podrá una composi
ción que el otro á su propósito hizo, ser original de
tantas cómo son necesarias? Pues ¿dónde habemos de
buscar el lindo modo de gastar los colores? Claro es
que en otro original. Luego este no lo es de toda la
pintura. Porque ya seria falsa nuestra definicion si
la arte imitase al arte solamente y no á la naturale
za. ¿Quién sin nuevo color en el rostro osa afirmar
cosa semejante? ¿Y dónde, veamos, halló Micael An
gel aquel modo ricercato, que dice el Dolce, y nos- Diáloe- Mii">
otros buscado, con que se aventajó á los Antiguos,
cuyos trabajos tenia ante los ojos? ¿Por ventura en
otro original que las maravillosas obras de Dios?
Pues viendo á uno que con gran codicia pasó á Ita
lia á estudiar, confiado en las estatuas antiguas, le
preguntó: ¿hay hombres y animales vivos en Espa- Adrertenc¡,
ña? Así descubrió el tesoro de donde se deben enri- Micacl Aneel-
quecer. Y si el que dió más luz á estas profesiones
nos remite á lo natural, claro está que defiende
nuestra opinion. Si los pintores hacen modelos de
"bulto para sus ocasiones, costándoles trabajo el
componerlos y elegir las luces y batimentos á su
menester, no lo niegan, ni hacen mal en imitarlos,
siendo obra de sus manos, que antes esto es mayor
demostracion de su ingenio (yo huelgo de haberlos
hecho algunas veces) ni menos el contrahacer de
los agenos ha de ser en menoscabo de su facultad,
siendo de grandes maestros y elegidos para el fin
que se hicieron, si tienen verdad en sí por haberse
imitado del vivo. Porque no todas veces tienen tan
á la mano lo natural; y es medio fácil, para subir á
68 ARTE DE LA PINTURA.
cosas mayores los que comienzan. Mas en contra
posicion de esto tambien los pintores hacen cartones
y debujos de cuyos trabajos, puestos en estampa,
vemos que se valen casi todos los escultores del
pesquera, universo. Yo vi dos ^valientes en esta profesion, la-
. «. ciudad algunas historias de piedra por
estampas de Tadeo y Federico Zúcaro; y no por eso
diré que la pintura es original de la escultura. Si
Micael Angel labró escultura la mayor parte de su
vida, tambien fabricó obras insignes de arquitectura
y ¡oh si fueran más! dicen muy bien que con la fuer
za de sus estudios pintó cuando se puso á ello. Pero
no con la facilidad que piensan algunos, que hartas
veces dió en tierra con grandes pedazos de pintura
de fresco, por no poderla sujetar, como quería. Y
gracias á nuestro debujo, que lo hizo tan grande en
estas profesiones: y así quien tiene más parte en él
somos los pintores, por lo dicho; y porque la obra
que lo ha hecho famoso en el mundo fué la pintura
del Juicio, y la que le dió más trabajo y más nombre;
aunque no se aventajó en ella (si es permitido ha
blar así) masque en la mitad, dejando á otros la be
lleza y gracia del colorido. Mas ¿á dó hallaremos
otro Micael Angel, con quien se excedan las leyes
' de Naturaleza?
Pintar los escultores con más facilidad que los
pintores relevar, la experiencia muestra lo contra
rio en nuestro favor, porque sin duda alguna exce
den en número los pintores que han labrado en bul
to (antiguos y modernos) á los escultores que han
pintado, los cuales serán como cinco ó seis, de los
que se tiene noticia, y estos han labrado crudamen
LIBRO PIllMEBO, CAP. V. 69
te, sin alcanzar el buen modo en los colores. Es tan
ta verdad esta, que mostrando á Micael Angel una
pintura del Bacho, dijo que le espantaba mucho que
siendo tan buen debujador sacase de su mano una
pintura así, cruda y sin gracia, y que habia visto de
muchos pintores ignorantes obras hechas con mejor
manera; y que no era esta arte para el Bacho: y por Gtorg. Vasari, o.
este dicho solo dice el Vasari que se resolvió á no pin- p"ru de su hi!lorio
tar más en su vida. Saco siempre de este número á
Micael Angel, con cuya gloria se han ilustrado estas
artes. Y acabo mi discurso (hecho más por ejercitar
el ingenio que por emulacion) como propuse al prin
cipio, habiendo entrado en esta contienda como ami
go de saber y amador de la verdad, sin atenerme á
mi parte en más que lo que toca á la razon, como
se habrá entendido de nuestro largo razonamiento.
CAPITULO V.
DE OTRAS RAZONES SUELTAS EN QUE LA PINTURA SE AVENTAJA
Á LA ESCULTURA.
Ya que nos vemos libres de la forzada obligacion
de responder por orden á tantas razones, no será age-
no de nuestro intento respirar un poco y espaciarnos
por este agradable campo de la pintura, prefiriéndo
la á la escultura, con otras diferentes y verdaderas
razones. Los que siguen una opinion no muy admi-
70 ARTE DE LA PINTURA.
tida, tienen por gran consuelo emparejarse con la
opuesta, y que tengan ambas igual reputacion en la
estimacion de los hombres. Por tanto, los escultores
quedarán bastantemente satisfechos si dijeramos
que las dos artes eran hermanas, sin atribuir más ex
celencia á la una que á la otra, ó que eran ambas
una sola. Porque enseña la experiencia que con esto
parten mano de las cuestiones, y se nos muestran
más amigos. Y en esto viene el que (á mi ver) más
• docta y valientemente ha defendido su causa, ha-
Benedicto Barqui, blando de esta manera : « Digo (procediendo como
d«p., pat. 2. «£lósof0); que tengo por cierto que sustancialmente
«la escultura y la pintura son una sola arte; y tan
«noble la una como la otra: porque todas las artes
«que tienen un mismo fin son una misma, si bien en
«los accidentes pueden diferenciarse. Y estas lo son,
«no sólo porque el fin es uno (por la artificiosa imi-
«tacion de la naturaleza), mas tambien por el prin
cipio de que proceden, que es el dibujo. Y no es
"maravilla que tantos y tan peregrinos ingenios no
«lo hayan advertido hasta ahora. De aquí ha nacido
«que algunos escultores, queriendo probar la noble-
«za de su arte, ó tratan de la dificultad, ó de la ri-
«queza, ó de la eternidad, ó de otros accidentes, no
«variando la sustancia. Pero así como un hombre
«feo, bajo é ignorante y un hermoso, noble y docto
« ambos son uno mismo en la sustancia (aunque va"
«rian en los accidentes), por tener ambos ánima in
«telectiva, asi estas dos artes en sustancia son una,
«porque tienen un solo fin.« Esto es de este autor,
. con cuyo sentimiento no me conformo por no ser
concluyente, como lo manifestaré con razon y auto
LIBRO PRIMERO, CAP. V. Ti
ridad. Porque dice Aristóteles que en todas las cosas Aru,. i¡b. 2 oe
de la naturaleza y del arte (añado, y del arte) hay Anima'
partes esenciales y partes integrales.
Esenciales son aquellas que dan verdadero ser al
compuesto y faltando alguna no puede tener ser
real y verdadero. Integrales son las que sirven al or
nato, y á la cumplida perfeccion del compuesto. Las
esenciales son forma y materia; sea ejemplo: el
hombre es cosa natural, y consta de materia y for
ma, que es alma y cuerpo, si le faltase el alma, no
seria hombre, sino cadáver, y faltándole el cuerpo
seria sustancia espiritual . Partes integrales son las
orejas, los ojos, las manos y los piés. Y si alguna
de estas faltase, no dejaría por eso de ser hombre.
Esta regla corre tambien en las cosas artificiales;
que tampoco dejaría de ser un pintor valiente, te
niendo forma y materia perfecta , ( y con ellas ha
ciendo una figura desnuda ó vestida, ó una historia)
aunque careciese de algunas partes , que podemos
llamar integrales en la pintura; como la gracia en
retratar, en países, grutescos, tarjas y otros ador
nos, de que han carecido algunos grandes pintores.
Pues teniendo cada arte su forma y materia, que
son partes esenciales, tambien las tiene la pintura y
la escultura. La forma de ambas artes es el dibujo
(aunque originalmente como probamos es de la
pintura) y la materia es distinta, porque la de la
escultura será madera, barro, cera ó mármol; y la
de la pintura papel, lienzo, tabla y colores. Supues- Cap. 3 de este libro,
to esto, veamos cuál de estas dos artes tiene partes
más excelentes y representativas. ¿Si el alma es la
forma de la cosa mejor de la naturaleza, que es el
72 ARTE DE LA PINTURA.
ho/nbre, supongamos que esta alma es en dos ma
neras; una que da ser á todas las cosas, otra que lo
da á parte de ellas : ¿cuál será de mayor virtud y po
testad? No se puede negar, que la que da ser á to
das las cosas. La forma de la pintura (que es el di
bujo) lo puede dar á todas las cosas representativas,
de la imaginacion, de las artes y de la naturaleza,
_ cap. i. (como se ha dicho en su definicion) á las piedras, á
las plantas, á los animales, á los metales, á los ele
mentos, álo diáfano, á lo sólido, y á lo lúcido, por
que la materia suya es acomodada, y existe para la
representacion de todas las cosas dichas. Lo cual no
puede hacer la forma, ni la materia de la escultura,
sino alguna parte, porque no es capaz de ello. Ni
puede representar el agua, ni el fuego, ni los rayos
del sol, ni otras infinitas cosas. Con esto se prueba
evidentemente que la forma y materia de la pintu
ra, como principio universal , abraza y comprende
por imitacion todas las cosas posibles, á semejanza
del entendimiento. Por lo cual las partes esenciales
. ..de la pintura son mucho mayores en potestad y ex
celencia, porque son sin término ni limite; y las de
la escultura son cortas y limitadas, que no pueden
pasar á muchas cosas. Pues no conformando en la
materia, que es parte esencial, ni comprendiéndose
ambas partes en la misma definicion, no pueden ser
una misma aunque tengan por fin la imitacion de
la naturaleza, como lo tienen otras artes que pro
ceden de la pintura : la poesía tambien á su modo
imita con palabras, aunque no como el pintor con
líneas, y colores: y tal vez se llama el poeta pintor
y pintor el poeta.
LIBRO PRIMERO, CAP. V. 73
Y el mismo que vimos que quiso igualar ambas
artes, y hacerlas una, confiesa que los doctos de dis 2'
Italia sentenciaron en favor de la pintura ( á lo me
nos yo no he visto lo contrario), y hace memoria de
dos que valen por muchos. Del primero que escribió
eruditamente de estas dos artes y de la arquitectu
ra pondré aquí el fin de sus palabras, que autoricen
este discurso, y las diré en su lengua, porque no uon b0ií«. Aib«to,
pierdan la gracia; dice antes : son la pintura y escul- lib' 2 de fíM.
tura artes conjuntas, y pnrientas; y luego prosigue:
Ma io anteposso sempre lo ingegno del pitlore, come
quello che si affatica in cosa molio piu diffícile. Quiere
decir ; « mas yo antepondré siempre el ingenio del
pintor, como aquel que se fatiga en cosa mucho más
difícil. •, El segundo de sus diálogos comienza su dis •
curso de esta manera. «¿Pareceos que sea de poco mo- ei &.ien., i¡b. i
mento la imitacion de los colores naturales en con- dt t'í^lc.¡««,I•
trahacer las carnes, los paños y todas las otras co
sas coloridas? esto no lo puede hacer el escultor. Ni
menos exprimir la graciosa vista de los ojos negros,
ó zarcos, con el esplendor de aquellos rayos amoro
sos; no puede mostrar el color de los cabellos rubios,
no las luces de las armas, no una oscura noche, no
la tempestad del mar, no los relámpagos y rayos,
no el incendio de una ciudad que se quema, no el
nacer de la aurora de color de rosa con rayos de oro
y de púrpura ; no puede en suma mostrar el mar,
tierra, montes, selvas, prados, jardines, rios, ciuda
des, casas y otras muchas cosas, lo cual hace el
pintor.« Y añade luego: Per questo parmi la pittura
piu nobile, et piu capace di artificio che la marmoria.
Esto es: «por esto me parece la pintura más noble y
74 ARTE DE LA PINTURA.
más capaz de artificio que la escultura.« Añadamos
otro testigo , y aunque pintor tambien lo fué Leon
Batista, mas sus verdades libran á los dos de sospe-
Paulo Pino en su cha, dice así: «La pintura y la escultura fuéron pro-
DAgo. elucidas del entendimiento humano á un propio fin
y á un solo efecto, que es imitar y fingir las cosas
naturales y artificiales. Al cual fin los pintores nos
llegamos y acercamos más perfectamente que los
estatuarios, porque ellos no pueden dar á una figura
otra cosa que la forma, que es el ser; mas nosotros
demás de esto, la ornamos enteramente del buen
ser. Esto es, que juntamente fingimos la forma com
puesta de carne donde se discierne la diversidad de
las complexiones: los ojos distintos del cabello, y
de otros miembros, no digo sólo eu debujo, mas de
colores como están en vivo. Hacemos ver una au
rora, un tiempo lluvioso y las cosas artificiales , co
nocer una armadura, un ropaje de seda ó lino, un
carmesí separado de un verde, y cosas semejantes.
Si decis que estos son efectos de los colores, res
pondo que no lo son. Porque el verde hará bien to
das las cosas verdes, pero no con la diferencia del
terciopelo, al paño de lana; que los colores no pue
den hacer de sí tales efectos, sin el artificio del
maestro. «
Cap. ] de este libio. Los escultores obran imperfectamente , pues no
pueden distinguir una cosa de otra, sino sólo en los
contornos. Tampoco pueden formar cosa ninguna
derechamente ni por el orden comun como nosotros;
porque cuando un pintor forma una figura, comien
za del centro, como enseña la naturaleza, en el or
den de su obrar; que de las cosas simples viene á
LIDRO riUMF.RO, CAP. V. 73
las mixtas. Así ordena primero los huesos y luego
cubre de carne, distinguiendo los músculos de las
venas, y las ligaduras de las demás partes, reducién
dolo todo por verdadero camino á su entera perfec
cion. Mas el escultor procede al revés, y obra la arte,
opuesta á la misma naturaleza. Y despues de otras
razones concluye: et senza dubio la Pittura e piu per-
feta. «Y sin duda la pintura es más perfecta.« De lo
dicho parece claro que lo primero y postrero con
que la Escultura se asemeja á lo natural, y todo lo
que imita, lo recibe de la pintura; porque la forma
sustancial, que es el debujo, lo toma della, y los
colores de las cosas tambien. Y aunque quisiese el
escultor, con el mesmo debujo á solas, imitar todas
las cosas que el pintor imita, por faltarle la materia
y los colores, no podría fingirlas perfectamente como
en la piDtura. En quien de camino se ha descubier
to la gran capacidad suya y cuanta emulacion y
competencia tenga con la mesma naturaleza. Que
por haberlo dicho ingeniosamente D. Juan Antonio
de "Vera, conde de la Roca y embajador de Venecia,
en una silva en que me anima á pintar un retrato,
pondré aquí algunos versos della, para honrar mi dis
curso:
Pintas el cielo, y gira ;
pintas el sol y enciende Hama bella;
si al Noto, brama; si al Favonio, espira;
si al rayo, centellea;
si en la noche cerrada
y entre nubes tejidas mal celada
estrella se aparece,
distinta y trepidante resplandece.
Filomena en tus láminas se queja;
76 ARTE 1,E LA PINTURA.
y en el aire las aves contendiendo
tal, si quieres, se aleja ;
tal, si quieres, bajando va ó subiendo.
Si dilatas del líquido elemento
crespa ó lisa corriente,
nacer y proseguir vemos la fuente,
y escuchamos su agudo ó ronco acento.
Cediendo sus despojos
al diestro engaño, las orejas y ojos.
Pero paso adelante: manifiesto es que como los
pintores valientes para hacer alguna imagen; que
es el fin de la pintura, forzosamente han de comen
zar por el debujo ó la idea, ora se fabrique en el en-
.2.*, cap. ii. tendimiento , ora en alguna simple materia. Este,
como verémos, para ser perfectamente regulado, no
se puede hacer sino por medio de la arte con que se
forma y se pinta que es el que da preceptos para la
cap. i. imitacion de la naturaleza (como habemos dicho en
su lugar) : y porque este nombre naturaleza es una
voz tan general y tan repetida en este libro y que
no sólo abraza todas las cosas naturales, que en este
mundo criado tienen sus especies, sino que se ex
tiende hasta significar la esencia divina, como pa_
Epin. 2 c. rece en aquello que escribe el Apóstol S. Pedro ut
per hmc efficiamini divinm consortes naturce, será bien
advertir aquí, por excusarlo adelante, que en cuatro
maneras se toma aqueste nombre naturaleza: la
primera por lo que es Dios, que es principio y causa
de todas las cosas; la segunda, por lo que es la sus
tancia de las cosas, que es cualquiera sustancia na
tural, que tiene ser específico, y esta se dice par
ticularmente naturaleza ; la tercera por la orden in
LIBRO PIUMEII3, CAP. V. 77
mutable, que en las cosas naturales se halla, con
que unas siguen á otras, y las obedecen. Finalmente,
este nombre naturaleza se toma por aquella virtud
que Dios imprimió en cada cosa, desde que le dió el
ser, para que con aquella virtud obrase. Pues digo
así : que la pintura á que da preceptos para imi
tar, los. da para imitar á la segunda naturaleza que
llamamos particular, la cual, por la razon del filó
sofo no sube de la haz del primer móvil, que e3 el
décimo cielo. Y así la define Aristóteles: "Naturale- Arist. en el 2 de
za es. un principio y causa de mover el compuesto lM ,'hi,!c"
natural, en quien está principalmente por sí, y no
segun accidente. « Y de la misma manera que se dice,
que la naturaleza es principio natural, porque no
hay cosa que le anteceda, y que por este principio
entendió Aristóteles el principio activo , que obra
como forma, así el dibujo es un principio artificial,
á quien no hay ni puede haber cosa extraña que le
anteceda.
Tambien dijimos arriba que se ordenaba á la eje
cucion de alguna imágen, y será forzoso decir qué
cosa sea imágen: digo, pues, que es una materia de- Definicion de h
terminada en quien se pasó la figura de la cosa ori- ««4ge«'
ginal por la obra de la arte. Y parece ser esta defi
nicion derivada de lo mesmo que pasa en la natura
leza; porque así como el engendrador de los hijos
es hacer unos retratos vivos que como en tabla dis
puesta, por su virtud secreta, los va figurando seme
jantes á su principio, desta manera el pintor que
imita, mira al original, y por la obra de la arte para
sus figuras en la imágen que hace. Y así como la na
turaleza (porque vamos con el ejemplo) ordenó que
78 ARTE DE LA PINTURA.
hubiese hijos para que en ellos, como en retratos
del todo semejantes, lo corto de la vida se extendie
se, y lo limitado se perpetuase y resplandeciese en
la vista de todos, así la arte del pintor ordenó que
se pintasen imágenes de las cosas para que en ellas
estuviese su figura y semejanza, y se perpetuase su
memoria y se extendiese su conocimiento y noticia.
Como vemos que lo hicieron las imágenes antiguas
y lo hace una imágen de Cristo nuestro Redentor
y de la Virgen Nuestra Señora y de los demás san
tos, con tanta veneracion de nuestra católica reli
gion y de la Iglesia Santa. Así Aristóteles definió á
la imágen de esta manera: Imago esl vox rem in se
figuraíam exprimens, ct manifestans. «Es una voz que
nos exprime y manifiesta, quién sea la cosa que tie
ne figurada en sí. « Y tambien parece que el real pro
feta la quiso definir así, cuando dijo que la imágen
del cielo nos da noticia de la grandeza de Dios; y
en sí nos manifiesta su infinito poder, su sabiduría
incomprensible y su bondad inmensa, porque en
ella luce y resplandece á la vista de todas las gen
tes. Y en su conformidad dijo un filósofo que la imá
gen es un rayo de luz que descubre el original, y
luce en él y nos lo pone ante los ojos. Imitando al
rayo de sol , que es la imágen del mismo sol y le
descubre en todo el universo. Y para que con más
evidencia y fuerza se eche de ver el fin maravilloso
de la pintura en imitar á la naturaleza que da ser á
todas las cosas, será bien, con la debida reverencia,
poner aquí esta semejanza, y decir :
Que así como Dios, que necesariamente se entien
de, desde toda su eternidad se debuja y se pinta en
LIBRO PRIMERO, CAP. V. 79
sí mismo; y despues, cuando le place, se retrata de " ™«t™
- . , , . , . Fray Luis de Lcon,
fuera; y aquella imagen que en si y de si se pinta es Iib. 3 eM c, a0«lbre
un eterno verbo, y el retrato que despues hace fuera dc hii«'
de sí son las criaturas, así en cada una de ellas
como todas juntas: y esta imagen de Dios , que es sao rabio epui.
su hijo, Cristo nuestro Redentor, es voz que mani- 4 los rop' '.
fiesta á su Eterno Padre y rayo de luz que lo descu
bre; imágen y retrato vivo de todos sus atributos y
perfecciones; resplandor de su gloria y figura de su
sustancia. Así la arte del pintar parece haber tam
bien imitado á la naturaleza universal que es Dios,
ordenando que se hiciesen imágenes, para manifes
tar la noticia y memoria de sus originales. Donde
se debe notar la conclusion de este discurso (mayor
que nuestras fuerzas) que atento á que la escultura
no puede hacer una imágen perfectamente sin el de-
bujo, que es la parte esencial de la pintura, y sin
sus colores para que tenga hermosura y vida, queda
bastantemente probado, que respecto de la pintura
es pobre, oscura y muerta: y que la imágen pintada
tiene el ser de suyo, sin aprovecharse de la escul
tura, y tiene los colores de suyo que le dan vida, y
es generosa y rica y fecunda; pues se comunica, no
sólo á la escultura, sino á tantas artes que de ella
proceden. De este abundante poder que tiene la for
ma junta con la materia de la pintura nace una
cosa digna de considerar, y es: que^grandes escul
tores, aunque sumamente se esfuercen, no pueden
engañar con la vista de sus obras, como medianos
pintores con !a imitacion de muchas cosas naturales •
engañan á los más doctos, aun de su misma facul
tad. Esta verdad tan clara (demás de lo dicho en los
80 ARTE DE LA PINTURA.
Ejemplo. dos capítulos pasados) se verá por un ejemplo: su
pongamos que á un escultor y á un pintor se les
pide una imágen de Cristo crucificado para un al
tar, que sea del tamaño de un hombre, y sea muer
to, por ser más dificultoso que vivo, á juicio de los
doctos, con cuyo parecer me conformo, porque lo
vivo puede tener movimiento , que da gracia á la
figura, y el muerto no, que por ser figura simple tie
ne mayor dificultad. El escultor y el pintor eligen
no K cuenu en por modelo un lindo natural (como hizo Micael An
gel, cuando le levantaron que mató un hombre; y
es impiedad pensar esto de un tan virtuoso y pio;
debió de introducirse por encarecimiento por la pro
piedad y perfeccion con que acababa sus figuras),
demos que el escultor hace su imágen, ó redonda ó
de medio relieve, que todo puede ser, y para esto
acomodado su barro, ó su madera ó mármol, y el
pintor su lienzo, tabla ó pared: el uno hace aquella
parte que el dueño quiere ver, que es la frontera, y
el otro aquella y las demás. Concedo que el escul
tor, con más trabajo temporal y más tiempo, hará
esta figura, pero no con más ingenio y estudio; por
que si hace redondo (ya se ha dicho qué), es redon
da la materia, pero hacer redonda esta figura en
c.P. ni de e.te materia llana, con las luces y sombras, y darle aquel
11 relieve de que está excusado el escultor ¿quién no
ve que es de mayor ingenio? Esto dijo en pocos ver
sos Antonio Ortiz Melgarejo, del hábito de San Juan,
lucido ingenio de Sevilla, en una silva á un cuadro
• mio, que tendrá adelante su lugar: la parte que de
ella en este hace á mi intento dice :
LIBRO PRIMERO, CAP. V. 81
En plana superficie el cuerpo entero,
por virtud de las sombras, relevado
verás tan verdadero
que puede ser en torno rodeado ;
con viveza y accion tal, cual no ha sido
jamás á la escultura concedido.
En Santa Cruz
de csla ciudad.
Y ya que convengan ambas artes en la forma
esencial, que es en el debujo, acreciéntase la prácti
ca de los colores, con que se imita la variedad de
las tintas de un muerto en un cuerpo humano, y en
los extremos de él, que son piés y manos. De tal
suerte que da pavor y miedo, como me ha sucedido
á mí tal vez, con pinturas de Maese Pedro, temien
do estar solo en una capilla oscura viendo un des
cendimiento de la cruz, de este famoso hombre.
Pues cuanto más fuerza de arte tenga esto, véalo
quien está libre de pasion: y vea tambien que es
tanta la grandeza de la pintura, que de un entendi
miento tan superior como el de Micael Angel, no
se dejó vencer, porque siendo consumadísimo ar
quitecto, tanto que no se le puede con razon ante
poner ninguno, corrigiendo y reformando fábricas
de los mayores arquitectos de su tiempo (como lar
gamente se cuenta de su vida) y habiendo sido jus
tamente, por sentimiento de los más doctos, el ma- de p""
yor escultor que se ha conocido en ninguna edad
(como lo mostró el suceso de una estátua suya, en
terrada por algun tiempo, que trayéndola por su in
dustria á Roma como cosa antigua, confesaron todos
los artífices ser aventajada á cuanto se habia visto
hasta entonces), no sólo en algunas partes de la pin
tura es inferior á sí mismo, pero á muchos pintores
Giorgio Vasari
último volúmen
82 ARTE DE LA PINTURA.
Diálogo de udwico de este y de su tiempo. Y no es sentimiento mio,
Iük sino de los mesmos italianos, que admiran suma
mente sus obras. No alcanzó la variedad en el his
toriado , la hermosura de los rostros, la gracia de
los trajes y vestidos, la linda composicion del paño,
el deleite y agrado de los países, la alegría de los
cielos y nubes, y otras infinitas cosas que otros con
menos nombre y arte han alcanzado. Y si esto se
dice, con razon, de un varon tan insigne como Mi-
cael Angel, ¿que se dirá de todos los demás artífi
ces á quien tantas veces confesamos por inferiores
en el discurso de esta obra? ¿Por ventura, este nues
tro juicio nace de ánimo de calumnia? ó de querer
menospreciar las obras de nuestros mayores? ó re
dunda este discurso en desestimacion del valor de
su ingenio? No por cierto: antes en gloria de la gran
de y dificultosa arte de la pintura, de quien se pue
de con verdad afirmar, que ningun artífice triunfó
del todo, siendo en todas las partes de ella aventa
jado y eminente: como lo puede ser en la arquitec
tura y escultura. Esto principalmente sucede á la
pintura, por sus infinitas obligaciones y por ser tan
grande la jurisdiccion de su imperio. Por lo cual
fué maravillosamente honrada de los antiguos con
L&. 2 ,ic ia pintura, este favor (como dice Leon Batista), que siendo casi
la mayor parte de los otros artífices llamados Fabros
entre los latinos, que es lo mesmo que oficiales me
cánicos, el pintor solo no fué contado entre los fa
bros, ni llamado con este nombre. Otras razones nos
ofrece la antigüedad, en que parece claro ser prefe
rida la pintura á la escultura : una es el edito que
cuenta Plinio que hicieron los de Grecia en favor de
LIBRO PRIMERO, CAP. V. 83
la pintura, poniéndola en el primer grado de las ub.35, e«p. 12.
artes liberales, y prohibiendo que no la aprendiesen
esclavos, sino gente libre y noble. Lo cual no ve
mos que se hizo en favor de la escultura, no porque
no la tuviesen por arte, pero á lo menos su nobleza
no está expresada y declarada en la antigüedad así
como la de la pintura.
La otra razon es que en la misma antigüedad, to- s<"«•
dos los escritores tienen por más principales artes
aquellas que llaman subalternantes ; y estas llaman
los filósofos latinos con nombre griego arquitectóni
cas ó señoras. Porque se comunican y enriquecen á
otras, que dependen de ellas, á quien llaman subal
ternadas ó inferiores. Pues segun hemos dicho (pro
bándolo con razon y autoridad) el debujo y líneas,
que es parte esencial de estas dos artes, lo recibe la
escultura de la pintura, como de inventora; y recibe
tambien los accidentes, que son los colores, para
conseguir perfectamente la verdadera imitacion de
todas las obras principalmente de la naturaleza.
Tambien la calidad de muchos de los profesores
de la pintura, descubre la ventaja que hace á la es
cultura, fundada en la misma autoridad de los es
critores.antiguos, que contando tantos varones no
bles, reyes y emperadores, que ejercitaron en pintar,
(como verémos adelante), no se acordaron de pOner Cup. VIH t!e este
en este número alguno que se hubiese aplicado al
ejercicio de la escultura. Parece que se podrá esto
atribuir á la dificultad y grandeza de aquel arte, y
á mi ver no es así, porque se aplicaban á todas las
demás artes liberales, aunque fuesen muy dificulto
sas, y antes me parece que no la debian apetecer por
84 ARTE DE LA PINTURA.
lo que tiene de trabajo corporal, tan parecido á las
artes mecánicas, y por esto ejercitaban la pintura,
por ser obra más espiritual y de mayor deleite.
&p. x dee«te Vemos asimesmo , que en las sentencias que se
1,ljro' traen en favor de las imágenes sagradas, así de
Santos antiguos, como de concilios, en el fin de este
primer libro se ve más declarada y favorecida la
pintura, por ser más viva su representacion por la
virtud y fuerza de los colores. Como lo muestran
valientemente los lugares de Metatrastes, San Basi
lio, San Gregorio Niceno y San Epifáneo , que allí
se ven.
César Ripa en su Ultimamente para remate de este capítulo, á esta
ico0oiog,a, 429. ilustre y generosa arte que (en beneficio comun)
pinta todas las cosas tantas veces, la pintaremos
una con la pluma, como ingeniosamente la descri
be un curioso de Italia, añadiendo ó quitando á
nuestro modo en esta forma.
Una matrona bellísima con cabellos negros, en
sortijados y esparcidos; las cejas marcadas, en señal
de los fantásticos y profundos pensamientos; cu
bierta la boca con una banda enlazada tras las ore
jas; adorne su cuello una cadena de purísimo oro,
de la cual penda una hermosa máscara , que tenga
escrito en su frente : IMITACION.
Tendrá en la mano derecha el pincel : y en la
otra un tablon de colores: la vestidura será de seda,
de un alegre cambiante, y tan luenga que cubra los
piés. A los cuales se pondrán varios instrumentos de
la pintura; y entre ellos una redoma de óleo de lina
za (invencion admirable), una regla y compás, una
figurita de anatomía, y un cuadro equilátero, con la
LIBRO PRIMERO, CAP. V. 85
red ó cuadrícula, como importantísimo instrumento.
Píntase hermosísima, porque la hermosura es se
ñal de nobleza (que á la" una y á la otra llamó Ho
mero dignas de imperio) y ambas mueven y enamo
ran: pues segun opinion de filósofos las buenas cua
lidades del cuerpo descubren por la mayor parte las
del ánimo. Tiene cabellos negros, crespos y suel
tos , por los continuos revueltos y vagos pensa- c.P. « <i«
mientos de la imitacion del arte, de la naturaleza y
la imaginacion, en todos los efectos visibles; causa
eficaz de mucha melancolía, que engendra adustion,
como dicen los médicos. Las cejas levantadas mues
tran admiracion de tantas y tan sutiles investiga
ciones como se le ofrecen, con que aquista profunda
maravilla.
La boca cubierta es indicio de la importancia y
necesidad del silencio, porque no hay arte que me
nos se deba aprovechar de las palabras, donde las
obras son tan manifiestas. Tambien denota la soli
citud y cuidado de encerrarse en lugar retirado y
secreto; no por temor de la reprension que trae la
imperfeccion delas obras, antes por la quieta com-
templacion del arte.
Tiene la máscara de hermosa hembra, asida fuer
temente á la cadena, para mostrar que la imitacion
se junta á la pintura inseparablemente, y que finge
las cosas como son en realidad, y esto dice la faz
humana.
La igualdad y perfeccion de los eslabones mues
tran tambien la conformidad y correspondencia de
unas cosas con otras , así en el todo como en las
partes: de cuyo orden y proporcion encadenada re
86 ARTE DE LA PINTURA.
sulta la gracia y hermosura. La calidad del oro es
señal que cuando la pintura es favorecida de la ri
queza y nobleza, crece y se levanta, y faltándole el
premio y la estimacion, fácilmente se pierde.
La veste cambiante, pomposa y larga, con que
cubre los piós, significa la variedad que particular
mente engrandece á la pintura. Los piés cubiertos
dicen que los fundamentos de la pintura, la pro
porcion, la perspectiva, la anatomía, y los principa
les preceptos del dibujo, se deben encubrir y disi
mular con la dulzura del colorido. Y así como los
oradores tal vez fingen saber hablar sin arte, así
parezca en los pintores obrar de modo que muestren
el agrado y facilidad; pero que no se encubra la
dificultad á los más inteligentes y doctos: atendien
do á la buena opinion y fama con todos, nacida de
un continuo estudio y verdadera virtud.
CAPITULO VI.
DE LAS HONRAS Y FAVORES QUE HAN RECIBIDO LOS FAMOSOS PINTORES DE
LOS GRANDES PRÍNCIPES Y MONARCAS DEL MUNDO.
El argumento que al presente se nos ofrece tratar,
refieren todos los que escriben de pintura, por ser
arte que siempre estuvo en honra y estimacion y
que descubre grandemente su nobleza: y así no lo
podemos excusar en este lugar. Trabajarémos em-
LlbRO PRIMERO, CAP. VI. 87
'
pero en darle nueva disposicion con claridad y bre
vedad: si bien pedia largos discursos. En cuánta ve
neracion hayan tenido los reyes y monarcas del
mundo á los grandes artífices y á sus obras, mani
fiestan en la antigüedad muchos escritores griegos
y latinos, que referirlos seria largo cuento. Pero di-
rémos algo de lo más particular, remitiendo á los
doctos á sus originales. Ya se sabe lo que pasó al pim.,iib. 35,
Rey Demetrio, que teniendo cercada la ciudad de cap' 10'
Rodas, y pudiendo tomarla con poner fuego en la
parte donde estaba una pintura de Protógenes, qui
so antes perder esta ocasion que quemar la pintura,
conservando en medio del furor bélico la obra de
tan insigne artífice. Y no paró aquí su liberalidad,
porque hallándose en aquella sazon Protógenes
fuera de los muros de la ciudad, cerca del real de
los enemigos, en un huerto suyo entretenido en su
pintura, sin ser parte el rumor y estruendo de la
guerra para perturbar la quietud de su ánimo, ni de
jar la obra comenzada, y dando sobre él de repente
los soldados y llevándolo ante el Rey, pregúntale,
con qué seguridad .estaba fuera de los muros de la
ciudad: respóndele, que bien sabe que tiene guerra
contra los Rodianos, pero no contra el arte. Alé
grase el Rey, y tiene por gloria poder conservar
aquella mano que habia ya perdonado. Y ponién
dole una escuadra de soldados de guardia, venia á
visitarle frecuentemente, mientras se combatía en
la ciudad, estimando por agradable entretenimiento
verle pintar.
Pues ya los excesivos premios que otros famosos Cap. 3, de este
artífices recibieron por sus tablas, será justo contar Ilbr0'
88 ARTE DE LA PINTURA.
pho. üb. 35, c. 8, algunos de los que no calla la historia. Ya se ha
y rap. io. dic1jo (á 0tr0 propósito) que Candaule, rey de Lidia,
compró á peso de oro una tabla de mano de Bular-
co, donde estaba pintada la guerra de los Magnates.
Valor .leí sestercio, Tambien el rey Atalo compró por seis mil sestercios
y takmo gr■ego. Q^ra pintura de Baco de mano de Arístides, y otra
25o'reIiM.0r' por cien talentos. Pero no quiso Nicias ateniense
« n™«10' (como dice el mismo autor en otra parte) venderleO.uUU reales. x 1 '
una tabla de su mano á este propio rey, ofreciéndole
por ella sesenta talentos, porque era hombre pode
roso y rico, y gustó antes de presentarla á su mes-
ma patria.
p. Andrés Escoto. Mas ¿qué mucho, si ha dicho antes Plinio, de Ape-
caPP. 7. les> Echion, Melaquio y Micomacho, pintores clarí-
cap. 10. simos, que cada tabla suya valia una ciudad? Y que
Pamfilo, el primero en la erudicion y doctrina de la
pintura, no enseñó esta arte menos que por un ta
lento y en diez años, y este premio le dieron Melan-
thiq y Apeles. Julio César estimó tanto á Timoma-
cho bizantino, que le dió por un cuadro de Ayax y
cap. 11. Medea ochenta talentos. Augusto César trajo una
tabla de la conquista de Alejandría de mano del
mismo Nicias, la cual su heredero Tiberio puso en
el templo de Diana con gran veneracion.
Vengamos, pues, al más celebrado de la antigüe
dad, Apeles, natural de la isla de Chio, que flore-
cap. io. ció en la olimpiada ciento y doce, y venció á los
que fuéron antes y despues de él, y él solo halló
más cosas que todos los otros pintores juntos, escri
bió libros del arte, y fué grande la hermosura de su
pintura. Era agradable en la conversacion, y muy
grato á Alejandro Magno, que venia muy de ordi
LIBRO PRIMERO, CAP. VI. 89
nario á su obrador á entretenerse: y, tal vez, dispu
tando imperitamente de la pintura, Apeles con agra
dable y cortés modo le dijo: que mudase su majes
tad de plática, porque no diese ocasion de reirse á
los muchachos que molian los colores. Tanta fué la
autoridad de Apeles con Alejandro. Honrólo de ma
nera que habiéndole mostrado la más hermosa de
sus amigas para que la retratase, sintiendo que Ape
les se habia aficionado de ella, se la entregó; que
no fué la menor de sus victorias.
Y porque este hecho refirió galanamente el licen
ciado Enrique Duarte en un soneto, será justo hon
rar con él mi discurso :
Admira Apeles de Campaspe bella
la perfeccion divina, la áurea frente,
la púrpura que envidia el rojo Oriente,
candida nieve, y una y otra estrella.
De esta suave luz una centella
vibró en su pecho amor con rayo ardiente.
Arde felice; y al rigor que siente,
tiembla la mano, y el pincel en ella.
ftl Griego héroe, que igual incendio mira
al fiero que padece, de sus glorias
piadoso, y de su dulce bien se priva.
Tu fama, ínclito joven, siempre viva,
magno por tantos triunfos y victorias:
mayor por esta, que á celeste aspira.
Fué Apeles benigno con sus émulos, y el primero
que hizo que Protógenes fuese estimado en Rodas;
porque habiendo tenido competencia con él, conoció
su gran valor. En la privanza que como se ha dicho
tuvo con Alejandro, alcanzó aquella singular mer
90 ARTE DF. LA PINTl'RA.
ced de prohibir que no le retratase otro, por ser el
más insigne de su tiempo. Cuando gozaba de esta
felicidad fué poco -amigo de Tolomeo, q"ue reinando
poco despues en Alejandría, y habiendo arribado
Apeles en aquel puerto libre de una tempestad, un
criado suyo le llevó donde habia de comer el rey, y
se apartó de állí, el cual, reparando en él, movido
á ira le preguntó quién le habia convidado; enton
ces Apeles, tomando un carbon del fuego, debujó
el rostro del criado en la pared, con tanta destreza
que fué de todos conocido, cuyo ilustre hecho no
sólo templó el furor del rey, pero lo volvió á su gra
cia, y dende lo estimó y honró mucho. Pintó asimis
mo prudentemente el retrato del rey Antígono, que
era ciego de un ojo, y por encubrir la falta lo hizo
de medio perfil por la parte que no tenia defecto,
para que lo que faltaba al rey no lo descubriese su
pintura.
Estos ejemplos, no vistos ni experimentados antes
ni despues de los profesores de ninguna de las de
más artes nobles y liberales, traídos de la venerable
antigüedad, basten ahora para la certeza de nuestro
intento, y acerquémonos á la era felice de nuestro
glorioso emperador Cárlos V, en que refloreció esta
gloriosa arte , llegando á su última perfeccion por
la diligencia de los valientes sugetos de quien
harémos memoria. Y sea el primero Leonardo de
jorge v^ri, viQci , maestro de Rafael Urbino, insigne pintor -
i volita. ae ia 3.a de su tiempo, muy estimado de todos los princi
parte.
pes, particularmente de Ludovico Esforza duque
de Milán, y de Iulano de Médicis duque de Floren
cia, y del rey Francisco Valesio de Francia. Entre
LIBRO PRIMERO, CAP. VI. 91
las otras famosas obras que hizo, pintó una Cena do
Cristo Nuestro Señor en el convento de Santo Do
mingo de Milan, cuya vista puso en gran deseo al
rey de pasarla á su reino, intentándolo con arqui
tectos y maquinistas, por llevarla seguramente,
aunque por ser grande la pared y casi imposible,
desistió de su intento. Aunque pasado algun tiempo
llevó al artífice por gozar de sus famosas obras, el
cual enfermando en su casa lo visitaba muchas veces
benignamente, y sucedió un dia que habiendo reci
bido el Santísimo Sacramento fuera del lecho, con
mucho sentimiento y lágrimas, le sobrevino un des
playo como mensajero de la muerte, y llegándose
el rey á sostenerle la cabeza, parece que en aquella
ocasion reconoció su noble alma que no podia subir
á mayor honra, y dejando el cuerpo en los brazos
de aquel magnánimo señor, voló á los del Eterno,
despues de setenta y cinco años, gastados en hones
tos ejercicios. No menos honrada fué la persona del
gran Ticiano de Acador y sus famosas obras, no fal
tando varon señalado ó puesto en dignidad que no
tuviese alguna pintura ó retrato de su mano, por ser
tan aventajado en esta parte. Retrató al duque Al- c»í»v.»ri,
fonso de Ferrara, á Federico Gonzaga de Mántua, á ta ú 3.« p.r¿¡.
Francisco María duque de Urbino, al marqués de
Vasto, al de Pescara, á Francisco de Sforza duque
de Milán, á Antonio de Leiva, á D. Diego de Men-
za, al Aretino , al Bembo, al Fracastorio, á Fernan
do rey de Romanos y á su hijo Maximiliano, ambos
emperadores, al papa Sixto IV, lulo II, Paulo III y
hasta el emperador de los turcos Solimano y á la
Rosa su mujer, compitiendo cada cual en premiarle,
92 ARTE DE LA PINTURA.
Pero quien excedió á todos en la estima de este va
liente artífice fué nuestro inclitísimo emperador Car
los V. Premióle un mediano cuadro en dos mil du
cados, no permitiendo jamás que otro lo pintase,
como hizo Alejandro con Apeles, estimólo en tanto
Noia. que lo armó caballero, señalándole doscientos du
cados en Nápoles. Hizo después muchas obras á
nuestro católico rey Filipo II, que no quedando in
ferior á su padre en honrarlo, después de haberlo
retratado, le dió otros doscientos ducados de renta,
además de trescientos que tenia de la Señoría de Ve-
necia. Hizo tanta estima de él, que colocó su retra
to entre los de su real casa de Madrid. Y nuestro Fe
lipe III, siguiendo el ejemplo de su padre y abuelo,
cuando se quemó la casa del Pardo, año l604, donde
perecieron en el fuego muchas pinturas originales,
Nota. sólo preguntó por un cuadro de Ticiano, diciendo
que importaba poco que se quemasen los demás.
¿Qué dirémos, pues, del divino Miguel Angel? No
pudo artífice alguno llegar al grado de honor y es
tima que llegó, que parece increible. Séame lícito
por esta vez alargarme en un sugeto con quien el
cielo anduvo tan liberal, por ser forzoso tocar en los
principales casos de su vida, de que se tiene poca
Giorgio Vasari, noticia. Tuvo Micael Angel por patria Florencia; na-
iÜavt. el an0 l474, de la antigua familia de los condes
de Canosa. La fuerza de su inclinacion obligó á sus
padres á permitir se aplicase al debujo, aunque por
no conocer la calidad de este ejercicio Ies parecia
indigno de la nobleza de su casa.
Era cuando entró á la arte de catorce años, fué su
primer maestro Domingo de Guirlandayo, pintor
LIBRO PRIMERO, CAP. VI. 0.3
tenido en buena reputacion. Creció la virtud con la
persona, fuera del órden comun, porque no sólo
igualaba á sus condiscípulos, pero al mismo maes
tro, pues tal vez sus debujos de pluma, no sólo los
corregía, mas los mudaba en otra mejor manera,
con admiracion de todos. Tenia en aquel tiempo
Lorenzo de Médicis (cabeza ilustre de aquellos Du
ques) un famoso jardín junto á la plaza de San Már-
cos, adornado de muchas y muy bellas antiguallas,
compradas por grandes precios y traídas con mucha
costa, y por guarda á Bertoldo escultor. Y por el
amor que este príncipe tenia á la arte de la. pintura
y escultura deseaba hacer allí una escuela ó acade
mia donde los buenos ingenios se ejercitasen. Y á
este fin pidió al Girlandacho algunos de sus discí
pulos, entre los cuales le envió á Micael Angel,
(concurría aquí tambien el Torrijiano, y á quien
ocurrió el atrevimiento contra Miguel Angel ya re
ferido) que fué siempre más que todos favorecido y
honrado de este insigne varon, que le hizo grandes
favores y lo pidió á su padre, diciéndole quería te
nerlo consigo, como á uno de sus hijos, y dándole
aposento en su misma casa, comia con ellos á la
mesa en compañía de otros nobles caballeros que le
asistían, y por su respeto dio á su padre un honrado
oficio. Este fué el principio de sus favores. Sucedió á
este príncipe su hijo Pedro Médicis, que honró no
menos á Micael Angel. Paso en silencio muchas fa
mosas obras que hizo en su juventud, las cuales ini
ciaron al Cardenal de San Dionisio, llamado Ró-
vano, de nacion francés, á dejar de sí una ilustre
memoria, de mano de tan raro artífice, y en tan fa
94 ARTE DE LA PINTURA.
mosa ciudad como Roma, que fué una imagen de la
Piedad, de mármol, toda redonda, que se puso en
San Pedro, en la capilla de Santa María de las Fie
bres: en la cual se descubre todo el valor del arte.
La Virgen está sentada y tiene á Cristo muerto en
su regazo , desnudo , hermosísimo y buscado , con
aire dulce en la cabeza, y en todo él movimiento y
gran concordia en las partes, y la Sagrada Madre
con gravísimo sentimiento. Hizo Micael Angel en
esta obra lo que en otra ninguna, y fué grabar su
nombre en una cinta que atraviesa los pechos de
Nuestra Señora. Ha sido siempre esta imágen cele-
bradísima de gentiles espíritus conversos, y por ha
berme parecido ingenioso un madrigal del Marino
(famoso poeta de este tiempo) pondré aquí dos ver
siones suyas, una mia, y primero la de mi amigo
Jerónimo de Chaves, que dijo así :
No es piedra aquesta figura
que al muerto hijo llorosa
tiene en los brazos piadosa,
para darle sepultura.
Tú si que eres piedra dura,
pues no llegas á gemir
su piedad, pues al morir
piedras le lloraron bien,
que de las piedras tambien
el llanto suele salir.
Yo dije de esta manera:
No es piedra esta Señora
que sostiene piadosa, reclinado
en sus brazos, al muerto hijo helado:
más piedra eres ahora
LIBRO PRIMERO, CAP. VI. 93
tú, cuya vista á su piedad no llora:
antes eres más duro,
que á muerte tal las piedras con espanto
se rompieron, y aún suelen hacer llanto.
Creciendo pues la fama de Micael Angel á los
veinte y nueve años de su edad fué llamado del
Papa Julio II para labrarle su sepulcro, hizo el mo
delo que en grandeza y hermosura , riqueza y or
nato, sobraba toda imperial fábrica. Con que creció
el ánimo al Pontífice, y se resolvió á rehacer de
nuevo la Iglesia de San Pedro de Roma. Hizo en
tonces una puente levadiza para que desde los cor
redores de su casa pudiese el Papa venir á verle la
brar á su obrador las figuras de su entierro. Estos
crecidos favores trajeron grandes persecuciones á
Miguel Angel (por la envidia de sus contemporá
neos), el cual queriendo visitar un dia al Pontífice
como solia, y hallándole ocupado, volvió otro se
gunda vez y diciéndole un portero que tuviese pa
ciencia, que no tenia comision para que entrase,
aunque le advirtió un Obispo quién era, no bastó
con él. De lo cual se disgustó mucho Micael Angel,
diciéndole que dijese á Su Santidad, cuando le man
dase buscar que se habia ausentado. Y tomando una
posta se marchó á Florencia, dejando orden á sus
criados que vendiesen las cosas de casa y le siguie
sen. Llegaron cinco correos del Papa que por rue
gos y por cartas le mandaba tornar á Roma, pena
de su desgracia, y él no quería darse por entendido.
Mas lo que pudieron alcanzar fué que respondiese
por escrito á Su Santidad, y así lo hizo, diciendo
brevemente que lo perdonase, que no se hallaba
ARTE DE LA PINTURA.
para volver más á su presencia, pues habia permi
tido que como hombre vil se pusiese con tanta des
comodidad en camino, cosa que no habian merecido
sus servicios ; que eligiese otro en su lugar. Y dis
pusose acabar su carton famoso para su ciudad, pero
vinieron tres breves á la Señoría uno en pos de otro,
para que sin dilacion lo enviasen á Roma. Por lo
cual, viendo el sentimiento del Papa, estuvo dispues
to á pasarse á Constantinopla, por medio de unos
religiosos de San Francisco, para hacer una famosa
puente al Turco, que lo deseaba mucho. Mas per
suadido de sus amigos volvió á Roma. Y para más
asegurarlo, como á persona pública, le dieron título
de Embajador de la ciudad de Florencia. (La causa de
enojarse el Papa y ausentarse Micael Angel, se cuen
ta de otra manera, menos conforme á la virtud de tal
varon.) Arribado á Bolonia, donde á la sazon estaba
el Pontífice, en compañía del Cardenal Sodcrino y
de otro Obispo, se postró ante él de rodillas, y mi
rándole su Santidad severamente le dijo (en vez de
venir á buscarnos, has esperado á que te busquemos?
(infiriendo que Bolonia está más cerca de Florencia
que de Roma). Micael Angel pidió á Su Santidad
perdon, excusándose de lo hecho. El Obispo repetía
que por ser hombre ignorante lo perdonase, enojóse
el Pa'pa con él, y apartólo de sí con el extremo del
báculo diciendo: Tú eres el ignorante, que esas pala
bras aún nosotros no las decimos : y desahogado de
aquella cólera el Pontífice, bendijo á Micael Angel
y entretenido con dones y esperanzas honrosas es
tuvo en Bolonia hasta que Su Santidad le ordenó
lo que habia de hacer. No paró aquí el honor debido
LIBRO PMMERO, CAP. VI. 97
á su rara virtud, porque sus émulos, por oscurecer
su nombre que la fama del sepulcro engrandecia,
persuadieron al Papa le hiciese pintar la vuelta de
la capilla pontifical : él lo rehusaba por acabar lo
comenzado, pero mientras más se excusaba, más in
sistía el Papa; al fin se dispuso á servirle debajo de
su firma por precio de quince mil escudos. Y donde
pensaban que por la poca práctica de pintar á fresco,
perdiera su reputacion, la ganó tan aventajada
mente, que no dejó lugar á ninguno, ni á la mesma
envidia, porque esta obra de tanta invencion y va
lentía es, como dice el Vasari , la luz de nuestra
arte, y ha sido bastante á alumbrar el mundo, ciego
por tantos años en las tinieblas de la ignorancia.
Porque en tanta historia, tanta sibila, tanto profeta,
en tan diversos movimientos y de todas edades, ma
nifestó cuán superior era á los presentes y pasados.
Con esta ocasion, engrandecido el Pontífice y co
brando mucho ánimo para mayores empresas, re
muneró liberalmente á Micael Angel. Poco despues,
teniendo un pequeño desabrimento con él, temiendo
no se volviese á Florencia, le envió con su camarero
quinientos escudos, excusándose con que todos eran
favores. Muerto este Pontífice le sucedió Leon X, el San Lorenzo,
cual "con no menos valor y ánimo deseaba que un
tal artífice y su ciudadano hiciese una famosa facha
da en San Lorenzo de Florencia, templo de la casa
de Médicis , y con esta ocasion paró la sepultura de
Iulio. Gastó mucho tiempo Micael Angel en hacer
sacar mármoles 'para esta fábrica, y hizo el modelo
de ella, pero todo cesó con la muerte del Papa Leon,
que sólo los fundamentos quedaron abiertos. Suce-
*
i
98 ARTE DE LA PINTURA.
dióle Adriano VI, en cuyo tiempo asistió Micael
Angel en Florencia á la sepultura de Iulio II. Muerto
3. Clemente VII. Adriano y criado Clemente VII, no menos deseoso
de dejar fama en la arquitectura , escultura y pin
tura, sucedió en su tiempo el saco de Roma, y Mi
cael Angel por mandado de la Señoría de Florencia,
fué enviado á Ferrara á ver la fortificacion del
Duque Alfonso I , de quien recibió mucha cortesía,
rogándole encarecidamente que, con su comodidad
le hiciese alguna obra de su mano. Dispúsose á pin
tar un cuadro á temple, cosa excelentísima; pero en
lo que ganó más nombre como obra pública fué en
las figuras de mármol que hizo para el sepulcro del
Duque Juliano y Cosme de Médicis. Una fué la no
che, otra el dia, otra la aurora, otra el crepúsculo, con
bellísima forma, acciones y artificio de músculos;
y los dos duques armados ; todas seis figuras bas •
tantes á restaurar el arte si se perdiera. Pero para
abreviar diré lo que refiere de una de ellas el Vasari
. con encarecidas palabras: «¿Qué podré yo decir de la
noche, estátua no sólo rara, mas única? ó quién ha
brá en algun siglo visto en tal arte figura antigua
ó moderna que le iguale?« En cuya alabanza se hi
cieron muchos versos latinos y vulgares como estos
de quien no se sabe el autor, que vueltos á nuestra
lengua dicen así:
La noche, que en accion dulce, al reposo
rendida ves, de un Angel fué esculpida
en esta piedra, y dale el sueño vida;
llámala y hablará, si estás dudoso.
En persona de la noche respondió Micael An
LIBRO PRIMERO, CAP. VI. 99
gel con la grandeza de su ingenio de esta manera :
Dormir y aun ser de piedra es mejor suerte
mientras la envidia y la vergüenza dura,
y no ver ni sentir me es gran ventura;
calla, pues, ó habla bajo, no despierte.
Tambien el Marino, de quien hicimos memoria,
compuso otro madrigal, que traducido por Antonio
Ortiz Melgarejo dice así, como si hablara la fi
gura :
¿Admiras, peregrino,
que tengo vida yo, que aliento envio,
noche de mármol frio?
Vivo; y el tiempo sólo tengo vida
que estoy aquí esculpida,
y si no hablo y muevo el pié al camino
¿qué culpas la escultura?
muda y tarda es la noche por Natura.
Si la enemistad entre la fortuna y la virtud no
impidieran el fin glorioso de esta obra, pudiera la
arte mostrar á la naturaleza cómo , tal vez, alcanza
de ella victoria. Estorbólo el cerco de Florencia, el
año de 1525, por haber dado cargo á Micael Angel
de la fortificacion de la tierra, y vuelto él todo su
pensamiento á la defensa de la patria, y habiendo,
como diputado, prestado para esto mil escudos á la
república. Viéndola estrechar poco y faltar la espe
ranza del socorro, y crecer la dificultad de mante
nerse y cerca de darse á partido, por asegurar su
persona se deliberó de ausentarse de secreto á Ve-
necia, llevando consigo un criado suyo y otro ami
go, con muchos escudos de oro. Llegados á Ferrara
100 ARTE DE LA PINTURA.
y parados en un meson, sucedió que por las sospe
chas de la guerra y liga del emperador y del papa,
que tenian cercada á Florencia, el duque Alfonso de
Este habia dado órden para saber secretamente los
nombres de los forasteros que posaban en las hoste
rías, y de qué nacion eran. Luego avisaron al duque
que estaba allí Micael Angel, que se alegró mucho
por serle muy amigo y aficionado. Envió algunos
caballeros de su casa que de su parte lo llevasen á
él, á sus criados y caballos á palacio. Hízole el du
que amoroso acogimiento, rogándole que mientras
duraba la guerra no se partiese de su compañía,
ofreciéndole cuanto era su poder. Micael Angel, no
queriendo ser vencido en cortesía, se lo agradeció
mucho, y volviéndose á los dos que lo acompañaban
dijo que habia metido en Ferrara doce mil escudos,
que allí estaban con su persona para servirle. El
duque lo llevó paseándose, como solia, por su pala
cio, mostrándole las cosas curiosas y de estima, y
un retrato suyo de mano de Ticiano, que calificó
Micael Angel. Y con su licencia se volvió á la hos
tería, donde estuvo recogido, enviándole aquel prín
cipe muchos regalos, sin que le costase nada la po
sada, y cuando le pareció se partió á Venecia. Duró
poco en ella, que luego fué llamado con grandes
ruegos á su patria, encomendándole apretadamente
no dejase la empresa comenzada' ni la olvidase, y
enviándole salvo-conducto. Vencido al fin, no sin
peligro de la vida, volvió y estuvo escondido mu
chos dias en casa de un amigo suyo, por no ser lla
mado de un comisario del papa Clemente, hasta que
el pontífice, acordándose de su valor y virtud, man
LIBRO PRIMERO, CAP. VI. 101
dó hacer diligencia por él con orden de que no le des
gustasen en nada, antes que se le tornasen sus provi
siones y que atendiese ála obra de San Lorenzo. Poco
tiempo despues deseó el papa tenerlo cerca de sí y
hacer la fachada de la Capilla, donde habia pintado
la vuelta á Iulio II, en el cual queria que donde es
taba el altar se pintase el juicio universal. Porque n°u.
Micael Angel mostrase en aquella historia todo lo
que la arte del debujo podia hacer. Estorbaban los
agentes del duque de Urbino, diciendo que habia re
cibido diez y seis mil ducados de Iulio II para su
sepultura. Esto, al fin, se compuso bien y como él
quiso, y el pontífice le hizo atender al carton del
juicio. Sucedió el año de l539 la muerte del papa
Clemente y paró la obra de Florencia. Creyó Micael"
Angel estar del todo libre y acabar su sepultura,
mas siendo criado Paulo III lo mandó llamar, y ha- 4 Paui« ra.
ciéndole grandes caricias y ofrecimientos le mani
festó sus intentos. Rehusaba Micael Angel, por el
contrato hecho al duque de Urbino de acabar la se
pultura de Iulio. Encolerizado el papa, le dijo:
«Treinta años há que he tenido este deseo ¿y aun
siendo papa no lo he de conseguir? Yo romperé el
contrato, porque estoy resuelto que me sirvas.«
Viendo esta determinacion Micael Angel, estuvo
tentado de partirse de Eoma, pero temiendo como
prudente, lo entretenia con buenas razones. El pon- Nota.
, tífice, que deseaba hacer alguna obra señalada, fué
á visitarlo un dia con diez cardenales, y quiso ver
todas las estátuas de la sepultura de Iulio, que le
parecieron milagrosas, particularmente el Moisés,
de quien dijo el cardenal de Mántua que aquella fi-
iOi ARTE DE LA PINTURA.
gura sola bastaba á honrar al papa Julio IT. Y vis
to el carton y debujos que ordenaba para la capilla,
le mandó con instancia que prosiguiese, prometién
dole de componerlo con el duque. Resolvióse al fin,
(no pudiendo hacer otra cosa) de servir al papa Pau
lo, sin alterar en la invencion nada de lo que esta
ba ordenado de Clemente, teniendo respeto á la vir
tud de aquel pontífice, á quien tuvo tanto amor y
reverencia. Porque deseando Su Santidad, que de
bajo del Jonás de la Capilla donde estaban las ar
mas del papa Iulio se pusiesen las suyas, por no
agraviar á Iulio y á Clemente, no lo hizo Miguel
Angel, diciendo que no estarían bien. Y se satisfizo
Su Santidad, por no disgustarle, conociendo su bon
dad y cuánto amaba lo justo sin atender á la adula
cion. Y porque de esta gran pintura del juicio se ha
cap. i, de Mb dicho algo, y se dirá en particular capítulo, pasa-
rémos á las demás cosas honrosas de este insigne
Libro 2.*, cap. 5. artífice. El mismo Paulo III, inspirado del cielo, le
eligió para la fábrica de San Pedro; y le hizo un
motu propio en que le criaba cabeza de aquella fá
brica, con ámplia autoridad de hacer y deshacer,
quitar y añadir á su voluntad, y que todos los de
más ministros estuviesen á su órden. Viendo, pues,
Micael Angel la confianza que de él hacia el pontí
fice, pidió á Su Santidad declarase en el motu pro
pio que servia á la fábrica por amor de Dios y sin
algun premio, si bien el papa le habia señalado seis
cientos ducados de salario. Fué aprobado finalmen
te del papa el modelo que habia hecho Micael An
gel, y desechado el de Bramante y de Sangallo.
Hizo tambien por mandado de este pontífice una
LIBRO PRIMRRO, CAP. VI. 103
puente sobre el Tíber, que desde el Sacro palacio
atravesaba á un famoso jardín, para que de una vez
se viese la fuente y la estrada Julia. Digna del jui
cio y debujo de Micael Angel. Sucedió el año 1549
la muerte del pontífice, y despues de la creacion de
Julio III, que le sucedió, el cardenal Farnesio orde
nó de hacer un gran sepulcro á Paulo III en el pri
mer arco de la iglesia de San Pedro, debajo de la 5. jui» ra.
tribuna. Micael aconsejó que no convenia, porque
impedia la hermosura del templo, y no era aquel su
lugar. En aquel tiempo se hallaba Jorge Vasari en
Roma, que fué el año santo, y el papa Julio III, por
el respeto y amor qne tenia á Micael Angel, dispu
so con ambos que visitando á caballo las siete igle
sias ganasen los perdones doblados. Tuvieron en
esta estacion muchas conferencias y conclusiones
del arte, de que Vasari compuso su diálogo. Auten
tizó de nuevo el papa aquel año el motu propio de
su antecesor sobre la fábrica de San Pedro, contra
los opuestos á Micael Angel. Y diciéndole un dia el
pontífice que los cardenales diputados ponían algu
nas dificultades en la fábrica cerca de la luz, en su
presencia le respondió (volviendo á uno de ellos)
que su oficio era proveer de dineros, y el suyo cui
dar de la fábrica. Y vuelto al papa dijo: «Vea vues
tra Santidad lo que yo adquiero en asistir al go
bierno de esta obra; y si no me ha de aprovechar
»al cuerpo ni al alma, yo pierdo el tiempo y el tra
bajo.« El papa, que lo amaba y estimaba mucho,
poniéndole la mano sobre el hombro le replicó: «Vos
«ganais para el alma, y para el cuerpo, sin ninguna
«duda.« Y mandóle que al dia siguiente le viese en
i Oí ARTE DE LA TINTURA.
la viña Julia, para conferir sus disinios con él (por
que no hacia cosa sin su parecer). Fué en compañía
del Vasari, y hallando á Su Santidad con doce car
denales junto á la fuente del Agua Virgen, y lle
gando á hacerle profunda reverencia, quiso el papa
que por fuerza Micael Angel se sentase á su lado,
aunque él humildemente lo rehusaba ; honrando
u mayor honra cuanto era posible su virtud. ¿Puédese encarecer
ue akanzó artífice j 'i i 'i t í a ialguno. este hecho con palabras, o es cosa esta para quedar
en silencio? Piénselo quien tiene noticia de la ma
jestad y grandeza del pontífice y del modo con que
es acatado de los mayores monarcas del mundo.
Mandóle el papa (en aquella sazon) hacer un mo
delo para una fachada del lado de San Roque, que
riendo servirse del mausoleo de Augusto, para el
resto de la muralla. (Este modelo vino despues á
manos del duque Cosme de Médicis que lo presentó
al papa Pio IV.) Tuvo tanto respeto Paulo III á Mi
cael Angel, que tomó su proteccion y su defensa á
su cargo, contra algunos cardenales y otros émulos
que le pretendían calumniar; gustando siempre que
los demás artífices por valientes que fuesen le bus
casen y consultasen en su mesma casa. Guardándo
le tanto decoro que le descargaba de muchas cosas
que podia hacer por no cansarlo. Muerto Julio III
y criado Marcelo, los contrarios de Micael Angel se
6 tanio iv. levantaron para afligirlo. Pero sucedióle Paulo IV
deseoso de dar fin á la fábrica de San Pedro, con
que se excusó de servir al duque de Florencia que
lo solicitaba. Fué este pontífice de parecer que re
parase la pintura del Juicio, cuanto á la honestidad.
Ocupólo tambien en la fortificacion de varias partes
LIBRO PRIMERO, CAP. VI. IOS
de Roma, porque en aquel tiempo se le acercó el
ejército de los franceses. Siguió á este pontífice
Pio IV, que hizo nuevos favores á Micael Angel, ~ pío iv.
confirmando el motu propio de sus tres antecesores
sobre la fábrica de San Pedro. Algunos dias despues
llegó á Roma el duque Cosme de Médicis con la du
quesa Leonor su mujer, á quien visitó Micael An
gel, y el duque le hizo sentar cabe sí, con mucho
amor, dándole cuenta de todas las obras de arqui
tectura, escultura y pintura que habia hecho en
Florencia. Sintiendo mucho Micael Angel no poder
lo servir por su mucha edad. Viólo muchas veces
mientras estuvo en Roma, y lo mismo hizo D. Fran
cisco de Médicis, su hijo; de quien se agradó Mi
cael Angel por el cortés recibimiento que le hacia,
porque siempre le habló con la gorra en la mano y
con el respeto debido á un tan raro hombre. Final
mente, por no cansar al lector, acabaremos lo que
propusimos al principio de este, en el siguiente ca
pítulo. Concluyendo que la virtud de Micael Angel
(sobre todos los artífices de la antigüedad y de
nuestros tiempos) fué conocida y estimada mientras
vivió (cosa que sucede á pocos), pues Julio II,
Leon X, Clemente VII, Paulo III, Julio III, Pau
lo IV y Pio IV, Sumos Pontífices, no quisieron apar
tarlo jamás de su córte, honrándolo de la manera
que se ha dicho. Y otros grandes príncipes lo desea
ron mucho, como los duques de Florencia, la Seño
ría de Venecia, Soliman emperador de. los turcos,
Francisco Valesio rey de Francia , y nuestro empe
rador Cárlos V, de gloriosa memoria. Preciándose
de sus íntimos amigos el cardenal Polo, el cardenal
i06 . , AIITE DE LA P1NTI HA.
Farnesio (que fué despues papa Marcelo), el carde
nal Rodolfo, el cardenal Maseo, el cardenal Bem
bo y otros muchos obispos y prelados y nobles ciu
dadanos, y señaladamente D. Julio Clovio y Tomás
del Caballero y otros infinitos.
CAPITULO VII.
EN QUE SE LLEVA ADELANTE LA MATERIA DEL PASADO, Y SE DESCRIBE
EL TÚMULO HECHO Á MICAEL ANGEL.
Prosiguiendo en el intento propuesto, paramos
en las honras de que gozó nuestro grande artífice
viviendo, diremos las que se hicieron á su muerte,
por no ser vistas en otro de su calidad. Porque el
túmulo hecho á las exequias de Micacl Angel, por
la ciudad de Florencia, no han faltado hombres cuer
dos, que lo han preferido al que hizo Sevilla á las
de Felipe II, Rey de España. Pero dejando compa
raciones odiosas, concederémos á lo menos, que á
señor particular, que no sea Rey ó Pontífice, no se
ha hecho cosa de tanta majestad y grandeza. Y así
es justo describirlo en órden á nuestro intento, dis
curriendo un poco por lo precedido antes. Pasó á
mejor vida este insigne varon en l7 de Febrero del
año de l564, en la famosa ciudad de Roma, á los
90 años de su edad (que fué la principal causa de su
LIBRO PRIMERO, CAP. Vil. 107
muerte), acompañaron muchas obras de caridad á
las tres nobles artes que ejercitó. Socorrió muchos
pobres, casó muchas doncellas secretamente, enri
queció á quien le ayudaba, premió á quien le servia
con tanta liberalidad que de una vez díó dos mil du
cados á un criado suyo. Y pinturas, papeles y mo
delos á otros, con que remediaban su miseria. Depo
sitaron su cuerpo (acompañándole toda la ciudad)
en el templo de los Santos Apóstoles, y trataba su
Santidad de hacerle particular memoria, y darle hon
rosa sepultura en la iglesia de San Pedro, cuando
llegó por la posta su nieto, con órden del Duque de
Florencia (que no habiendo podido honrarlo vivo,
pretendía honrarlo en su muerte) para que excusado
el rumor ó el impedimento, con todo secreto (á guisa
de mercadería) se tragese á su patria. Pero antes
que el cuerpo viniese, sabida su muerte , se junta
ron los principales pintores, escultores y arquitectos
florentinos, en la casa de D. Vicencio Borgini, Te
niente de su Academia, por el Duque Cosme de Me
diéis, á tratar el modo que se habia de tener en
honrar á Micael Angel, como á primer Académico
y cabeza de todos. Eligiéronse cuatro de los más an
tiguos y graves para disponer lo que convenia; que
fueron Angelo Broncino y Jorge Vasari, pintores;
Benvenuto Cellini y Bartolomé Amanato, esculto
res. Ofreciéndose todos los demás mozos y viejos k
hacer cada cual en su profesion lo que se le pidiese.
Ordenaron que el Teniente y los diputados propu
siesen en nombre de la Academia al Duque (como
protector suyo) les diese el favor necesario, y se sir
viese que las exequias se celebrasen en San Lorenzo,
108 ARTE DF. LA PINTURA.
templo de su ilustrísima casa, por estar allí la ma
yor parte de las obías de Micael Angel. Y que tu
viese por bien que Benedito Barqui recitase la ora
cion funeral: porque la virtud de tan grande artífice
fuese celebrada de tan elocuente varon. El cual por
estar en servicio de su excelencia no admitiría sin
su mandamiento semejante cargo. Presentóse una
verase en ei vasari, peticion (que yo excuso aquí) representando las obli-
úlumo libro . . j n i i , ,<íe la 3.« pane, gaciones que todos los profesores de las tres artes
tenian al difunto, y las que él tenia á la memoria de
aquella ilustre casa, como hechura del magnífica
Lorenzo de Médicis. Respondió el Duque con mucho
amor y liberalidad al memorial, no sólo concedien
do lo que se le pedia, mas mandando ser avisado en
trayendo el cuerpo, para honrarlo con su presencia,
y de toda su corte. En tanto que esto pasaba en Flo
rencia, Leonardo Bonarrota, nieto de Micael Angel,
informado de Danielo de Volterra (que se había ha
llado á su muerte) dé que el venerable viejo le ha
bía rogado que su cuerpo se llevase á su querida
patria, con el secreto dicho lo dispuso y trajo á
Florencia. Fué puesta la caja en la iglesia de San
Pedro, y el dia siguiente los maestros de las tres
profesiones con todo recato se juntaron, llevando
sólo un paño de terciopelo negro guarnecido de
oro, y una imagen de un Crucifijo para poner en
cima. Y á media hora de la noche cercando el cuer
po, todos los viejos encendieron gran cantidad de
hachas blancas, y los mancebos con toda priesa
asiendo de la caja procuraban ponerla sobre sus
hombros, teniéndose por más dichoso el que tenia
mejor lugar, por gloriarse adelante de haber llevado
• LIBRO PRIMERO, C.VP. VII. 109
el cuerpo del mayor hombre de su arte. Ya se habia
divulgado por la ciudad que Micael Angel habia lle
gado y se llevaba á Santa Cruz, y en poco espacio
se llenó la iglesia de suerte que con dificultad se
pudo llevar, y pasar á la sacristía, para ponerlo en
su depósito. Acabadas las ceremonias, el Teniente
de la Academia por satisfacer á los circunstantes se
determinó de abrir la caja, y creyendo hallarle ya
corrompido, per haber veinte y cinco dias que era
muerto, pareció entero, sin ningun mal olor, y como
si estuviera durmiendo; sólo el color era de difunto
de pocas horas; fué necesario por la muchedumbre
del pueblo tenerlo algunas descubierto. Fuese dis
poniendo su túmulo para dia determinado , el cual
se procuró que tuviese más de invencion y espíritu,
que de riqueza y vanidad por honrar al artífice con
arte.
Y así en la nave de enmedio del templo de San
Lorenzo, frontero de las dos puertas de los lados,
una que va fuera y otra al cláustro, se levantó el
suntuoso túmulo.
El cual tenia cincuenta y seis varas de alto, Descripcion
desde la superficie de la tierra hasta la cabeza de la de ^","4°
Fama, en que remataba. Y por la frente que mira al
altar mayor y su correspondiente, tenia de ancho
trece varas, y por las que miran á las puertas cola
terales tenia veinte y dos, cuya altura iba distri
buida en esta forma.
El banco de este edificio tenia con basa y sota-
basa cinco varas de alto, y encima hácia la puerta
principal dos grandes estátuas recostadas.
El primer cuerpo, que venia sobre este pedestal,
HO ARTE DE LA PINTURA.
tenia con basa y comisa trece varas de alto, y en
disminucion era la cantidad que convenia para que
el vuelo de su basa guardase el vivo del pedestal.
Era un cuerpo sólido, y en cada testero de sus cua
tro estaba un recuadro bizarramente adornado, don
de se pintaron cuatro historias.
El segundo cuerpo con zócalo y cornisa, tenia de
alto once varas, y en las cuatro esquinas, en el mis
mo zócalo, habia cuatro resaltos, donde estaban cua
tro figuras de escultura en pié, que en grandeza
correspondían al todo del edificio, y cada una tenia
otra rendida á sus piés. Este cuerpo era asimismo
sólido y en disminucion proporcionalmente. Tenia
otros cuatro recuadros adornados como los prime
ros, para sus historias de pintura.
Venia sobre este segundo cuerpo un zócalo , que
formaba cuatro resaltos á las esquinas, donde esta
ban sentadas cuatro figuras de escultura. Y encima
de él un pedestal con su cornisa: y uno y otro
tenían tres varas de alto, y disminuido en propor
cion, y en sus planos escritas unas letras á pro
pósito.
Seguíase luego una media naranja y pirámide,
que remataba en una bola, que todo tenia de alto
veinte varas, y sobre esta bola estaba la Fama, de
cuatro varas de alto.
Esta era la disposicion de la fábrica y arquitectu
ra. Resta describir en particular las historias y figu
ras de pintura y escultura, y su pensamiento y le
tras, para que se vea la grandeza de este ilustre
mausoleo.
Sobre el banco, á la parte que dijimos, estaban
LIBRO PRIMERO, CAP. VII. I H
recostados dos grandes rios que representaban, uno
el Amo, y otro el Tíber: aquel tenia su cornucopia
llena de flores y frutos (significando la abundancia,
que en estas profesiones ha producido Florencia),
este, alargaba la mano recogiendo parte de la ri
queza del compañero. (Porque Micael Angel con los
estudios de su patria, enriqueció á Roma.) Arno te
nia por insignia el leon; Tíber, la loba con los dos
muchachos: imitaban los dos colosos al mármol. El
uno hizo Benedito de Castello discípulo del Bacho, y
el otro Bautista Benedito discípulo del Amanato,
mancebos ambos de grandes esperanzas.
En el cuerpo primero al lado de los rios, en el
primer cuadro , se veia pintado de blanco y negro
Lorenzo de Médicis el viejo, que recibía en su jar-
din á Micael Angel (como se ha dicho) el cual le
mostraba algunos debujos. Era esta pintura de Mi-
rabelo y Jerónimo de Crucifisayo, ambos compañe
ros de gentil espíritu. Veiase el magnífico anciano
retratado del natural con grave alegría, y Micael
Angel, muchacho lleno de viveza y respeto.
En la segunda historia, continuando el mesmo or
den, hácia la puerta que sale fuera, estaba figurado
el papa Clemente que, contra la opinion del vulgo,
le encomendaba la obra de San Lorenzo. Este cua
dro era de mano de Federico Paduano, pintado con
mucha dulzura y destreza ; estaba Micael Angel
mostrando al papa la planta de la sacristía y algu
nos ángeles volando con varios modelos , trazas y
figuras, todo maravillosamente conducido.
El tercer cuadro, que miraba al altar mayor, era
un ilustre epitafio latino del doctísimo maestro Pe
112 ARTE PE LA PINTURA.
dro Victorio, que para nuestro intento es justo po
nerlo aquí. Decia de esta manera: Colegium pictorum,
Statuariorum, Arquitectorum, auspicio, opeque sibi
prompta Cosmi Ducis, auloris suorum commodurum sus-
piciens singularem virtutem Micaelis Angeli Buonarro-
(w. Intelligensque cuanto sibi auxilio semper fuerint
preclara ipsius opera, studuit se gratum erga illum
ostendere, summum omnium, qui unquam fuerunt P.S.A.
Ideoque monumentum hoc suis manibus estructum, mag
no animi ardore ipsius memoria dedicavit.
Que en nuestra lengua sonará de esta suerte:
«La Academia de los pintores, escultores y arqui
tectos, con el favor y ayuda del duque Cosme de
Médicis, su insigne protector y cabeza, admirando
la excelente virtud de Micael Angel Bonarrota, y
reconociendo el beneficio recibido do sus ilustres
obras, ha dedicado este monumento, procedido de
sus manos y de la ardiente aficion de su pecho, á
la memoria del mayor artífice que han tenido jamás
las tres profesiones. «
Tenian este epitafio dos ángeles que con el sem
blante lloroso lamentaban la pérdida de tan raro in
genio.
El cuadro frontero de la puerta del cláustro era
cuando en el cerco de Florencia Micael Angel hizo
la fortificacion, que fué tenida por invencion inex- ,
pugnable. Esta historia,pintó Lorenzo Sciorni, he
chura de Broncino , como se podía esperar de un
joven gallardo.
En el primer pedestal de los cuatro, sobre el zó
calo, á mano derecha del altar mayor, estaba una
estátua de escultura mucho mayor que el natural,
LIBRO PRIMERO, CAP. Vil. 113
que tenia otra de la mesma grandeza como vencida
y sujeta á los piés, pero revuelta con vario movi
miento, que era un mancebo esbelto y gallardo
lleno de espíritu y viveza, figurado por el ingenio,
con alas en el sombrero á guisa de Mercurio, y otras
insignias á propósito. La figura que tenia al pié con
luengas orejas representaba la ignorancia, enemi
ga mortal del ingenio. Estas dos estátuas eran de
mano de Vicencio Dante, tan raro en sus tiernos
años cuanto muestran sus obras.
Sobre el otro pedestal de este lado hácia la sa
cristía estaba una matrona venerable figurada por
la piedad cristiana, que es un agregado de todas las
virtudes y la que principalmente adorna un hombre.
Tenia á su capital enemigo el vicio rendido debajo
de sus piés con movimiento valiente. Obra de Va
lerio Simon, alentado mancebo y diligente es
cultor.
A la mano izquierda de esta, estaba colocada otra
figura hecha judiciosamente que era la Diosa Mi
nerva, porque despues de la bondad y santidad tiene
el primer lugar el arte, pero como el nombre y ma
yor excelencia padece más contradicion, tenia al pié
la envidia, la cual era una vieja fea, con ojos torci
dos, ceñida de sierpes y una víbora en la mano.
Estas dos figuras eran de mano de Lázaro Calameti,
de poca edad aunque de mucha destreza en pintar
y esculpir.
De mano de Andrea, discípulo de Amanato exce
lente artífice, eran las dos estátuas del cuarto pe
destal frontero del órgano : la principal significaba
el estudio (que los que obran floja y tímidamente no
114 ARTE DE LA riNTTRA.
pueden venir á ser sencillos en aprecio, ni una obra
sola es bastante á hacer un hombre famoso , porque
las manos é ingenio deMicael Angel desde 15 á 90
años nunca cesaron de enriquecer el mundo, más
que muchos artífices juntos.) Era un mancebo alen
tado y diligente, tenia cerca de la mano derecha
dos alas pequeñas, por la velocidad del obrar, y en
tierra tenia como aprisionada la pereza y ociosidad,
que era mujer soñolienta y de tardo movimiento:
estas ocho figuras que parecían de mármol daban
gran majestad al túmulo.
En los cuatro testeros del segundo' cuerpo, diji
mos que habia otras cuatro historias de pintura de
claro y oscuro como todas las demás, y en los cua
tro resaltos sobre las esquinas cuatro figuras de re-
lievo sentadas, cada una mayor que el natural, to
das de mujeres que por los instrumentos que tenían
eran conocidas por la pintura, escultura, arquitec
tura y poesía. Porque Micael Angel juntó á las
obras de sus manos muchas composiciones llenas
de gravedad y de ingenio, por lo que mereció digno
lugar entre los de esta facultad.
Enfrente de la puerta principal en el primer cua
dro, por honra de la arquitectura , estaba pintado
diestramente cuando Micael Angel mostraba á la
Santidad de Pio VI el modelo de la cúpula de San
Pedro con increible admiracion del Papa y los cir
cunstantes. Era este cuadro de mano de Pedro Fran
cia, pintor Florentino, y la estátua de la arquitec
tura á la mano izquierda de Juan Bautista de Bene-
deto, cuyo era el Tíber.
En el segundo cuadro hacia la puerta que va
LIDRO PRIMERO, CAP. Til. 1 15
fuera (por la pintura) se veia á Micael Angel aten
der á la historia del (nunca bastantemente loado)
juicio, ejemplo ilustre de todas las dificultades del
arte. Este cuadro labró Juan Miguel de Rodolfo con
tanta gracia y valentía como se puede presumir, y
la estátua que le correspondía Juan Bautista de Ca
ballero.
En el tercer cuadro que venia sobre el epitafio,
(por la escultura) se mostraba á Micael Angel razo
nando con una matrona que por las señales se co
nocia ser la escultura, y parecia que se aconsejaba
con ella. Tenia el ala redonda, algunas de sus fa
mosas obras de relievo y ella en la mano una tabla
con unas palabras de Boecio donde habla del mundo
fabricado del Sumo Dios conforme á su divina idea,
que dicen así: Simili sub imagine formans. Esto es:
«formando á semejante imágen.« Este cuadro obrado
con gran juicio é invencion era de Andrea de Min
ga, florentino, y la estátua de la escultura que venia
al lado de Antonio de Gino.
En la cuarta historia (por la poesía) estaba Micael
Angel atento á escribir alguna composicion y en
torno de él las nueve musas, como son descritas de
los poetas, y Apolo coronado de laurel con otra co
rona semejante en la mano, para poner á Micael
Angel, con un mote del Dante:
Conducemi Apollo, et nove Muse une
iinostran l'orse.
Apolo me guia, y las nueve Musas
me descubren las Ossas.
Era esta pintura de luán María Boterio, y la es
H6 ARTE DE LA PINTURA.
tátua de la poesía de Dominico Pogini mancebo di
ligentísimo.
En el zócalo ó pedestal de la pirámide que se le
vantaba sobre este cuerpo, se leian estas letras:
Sic ars extollüur arte.
Así el arte se levanta con el arte.
En los dos testeros de la pirámide el uno al altar
mayor y otro á la puerta principal, Labia dos óvalos
relevados y en ambos el retrato al natural de Micael
Angel de mano de Santi Buglioni. Remataba la
pirámide en una bola á proporcion, donde se fingía
estaban las cenizas del gran varon.
Sobre la bola ó globo estaba de pié una figura de
la fama, como dos veces el natural, que parecia que
volaba, con una trompa de tres bocas, con que lle
vaba el nombre y alabanza por todo el mundo. Esta
figura fué de mano de Zanobi Lastricati. Esta es bre
vemente la descripcion desta insigne máquina.
Por demás de esto estaba todo el templo entre
columnas y pilastras , que son de hermosa piedra,
colgado de paños negros, y sobre ellos en los va
cios sus cuadros de pintura de blanco y negro, que
hacían maravillosa correspondencia, de esta ma
nera.
En el espacio de la primera capilla hácia la sa
cristía vieja, estaba un cuadro de doce varas de alto
y diez y seis de ancho, en el cual con invencion
poética, parecía Micael Angel en los Campos Elíseos,
y tenia en la derecha mano, demás que el natural,
los más celebrados pintores y escultores antiguos,
cada cual con su insignia ó señal. Praxiteles, el sá
LIBRO PRIMERO, CAP. VII. H7
tiro que está en la viña del Papa Iulio III; Apeles,
el retrato de Alejandro; Zeuxis, una tabla con las
uvas; Parraxio, con el velo fingido. A la mano iz
quierda estaban los más ilustres de nuestra edad:
Cimabue, Gioto, con el retrato del Dante Masacio,
Donatelo, Francisco Salviati y otros muchos. Al pié
de Micael Angel estaba el rio Arno, recostado sobre
su urna con figura doliente. Dispusose esta historia
á imitacion del Dante cuando fingió á Virgilio en
medio de todos los demás poetas, como más princi
pal, y dijo estos versos.
Tutti l'ammiran, tutti honor gli fano.
Todos le admiran, todos le hacen honra.
Era este cuadro de mano de Alejandro Allori, dis
cípulo del Broncino, y digno de tal maestro.
En el vacío de la capilla del Santísimo Sacramen
to, se veia en un cuadro de diez varas de alto toda
la escuela del arte, de mancebos de poca edad hasta
los veinte y cuatro años, que ofrecian las primicias
de sus estudios á Micael Angel, como á cosa sa
grada, así de pintura como de escultura y arquitec
tura. Y él los amaestraba cortésmente, mientras
con atencion le escuchaban ; con acciones y sem
blantes graciosos y varios. Leíanse estos versos lati
nos de Lucrecio.
Tu, pater es rerum inventor, tu patria nolis,
Suppeditas prcecepta, tuis rex inclite, chartis.
«Tu, padre ínclito, eres inventor de estas cosas,
«tú (para bien ejercitarlas) nos das á manos llenas
«paternales preceptos en tus escritos y debujos.«
118 ARTE DE LA PINTUIU.
Este cuadro era de mano de Butista, discípulo del
Pontormo, no menos estudioso que modesto.
Caminando de este lugar á la puerta principal de
la iglesia , en el llano de una capilla (del tamaño
del pasado ) estaba pintado en otro cuadro el ex
traordinario favor que hizo el Papa Iulio III á la rara
virtud de Micael Angel (que referimos en su lugar)
cuando en su vista lo hizo sentar á su lado, para co
municarle sus intentos, mientras los Cardenales y
otros grandes personajes estaban á la redonda en pié.
Este hecho so veia con tan buena intencion y relievo
(que por ventura no fuera mejor de un muy ejercitado
maestro) de mano de Jacobo Zuqui, discípulo de
Jorge Vasari.
No muy distante sobre el mismo lado y el órga
no, habia Juan Estrada, flamenco, dentro en la pin
tura, hecho otro cuadro de doce varas de ancho y
de alto ocho, cuando Micael Angel en el tiempo del
cerco de su patria pasó á Venecia y le envió Andrea
Griti, gran Dux, y la Señoría, algunos gentiles hom
bres á visitarlo , y hacerle grandes ofrecimientos.
Mostraba esta historia gran juicio y arte en su dis
posicion.
Tornando pues al altar mayor, hacia la sacristía
nueva, en el primer cuadro, de grandeza correspon •
diente á los demás, en el vano de la primera ca
pilla, estaba de mano de Santi Tidi (joven de gran
ingenio y bien ejercitado) otro señalado favor hecho
á Micael Angel del Duque de Florencia (ya referido)
que hallándose en Roma tres años visitándolo Mi
cael Angel, se levantó en pié, por honrar aquella
reverenda vejez, queriendo que se sentase en su pro
LIBRO PRIMERO, CAP. VII. 1 19
pia silla por oírlo con la atencion que un hijo á su
padre. Al pié del príncipe estaba un muchacho con
la corona ducal, y algunos soldados vestidos á lo
antiguo ; tocio conducido con mucha diligencia y
hermosa manera.
En otro cuadro de diez y ocho varas alto y veinte
y cuatro de ancho, frontero de la capilla del Sacra
mento, Bernardo Timante, muy favorecido del Du
que, habia con gallarda invencion figurado los rios
de las tres partes del mundo , venidos á lamentar
con el Arno el comun daño: el Nilo, el Ganjesy el
Pó. El primero estaba coronado de espigas, y tenia
junto á sí un cocodrilo; el segundo de piedras de
valor, y acompañado de un grifo ; el otro coronado
de ambar negro, y un cisne á su lado. Venian guia
dos de la fama que volaba en alto: estaba el Arno co
ronado de ciprés con el vaso levantado y un ramo
del mesmo árbol en la otra mano, y debajo de sí un
leon; y en un resplandor en el cielo un ángel pe
queño que subia, significando el alma del difunto,
con este verso lírico.
Vivens orbe peto laudíbns wtherea.
Viviendo en el mundo voy al cielo con alabanza.
A sus lados estaban dos figuras sobre dos basas
que tenian dos santos de la cortina, en que se veia
esta pintura. A mano derecha de los rios estaba Vul-
cano, con una hacha encendida en la mano y otra
figura debajo de los piés, que significaba el odio,
en acto furioso, y Un buitre por insignia con esta
letra:
Sitrgere quid properas odium crudele? jaceto. «Odio
120 ARTE DE LA PINTURA.
«cruel, por qué das priesa á levantar? Vuelve á yacer
«en la tierra.«
De la otra parte estaba Aglaya, una de las tres
gracias, mujer de Vulcano, y por significar la pro
porcion, tenia en su mano un lirio (por ser flor á
propósito á ella y á la muerte), la figura que tenia á
lospiés, fingida por la desproporcion, tenia por in
signia una mona, y este verso.
Vivis et extintus docvit sic sternere lurpe.
Vivo y muerto enseñó á rendir así la fealdad.
Y debajo de las seis estaban estos versos.
Venimus Ame tito conjtxa en vulnere mtrsta
flumina, ut ereptum mundo ploremus honorem.
Venimos Amo, los tres rios, atravesados con tu herida
á llorar la honra que al mundo se le ha quitado.
Este cuadro por la invencion y doctos versos fué
juzgado por digno del favor del Duque. Porque el
artífice, no por comision sino libremente, habia hon
rado á Micael y á su patria.
Contamos en el capítulo pasado la fuga que hizo
de Roma Micael Angel, en tiempo del Papa Iulio II,
y cómo le envió la república de Florencia con título
de embajador y pareció ante Su Santidad en Bolo
nia, y lo que medió con un Obispo que le excusó
delante del Pontífice. Todo este caso se pintó en es
pacio de doce varas de ancho y ocho de alto, que
riendo salir por la puerta principal, cerca de la que
va fuera á la mano izquierda. Por mano de Tomás
de Sanfriano, con valiente manera y mucho relievo.
Sobre esta puerta de la epístola se pintó otro
LIBRO TRIMERO, CAP. Vil. 121
cuadro de la mesma grandeza del pasado, de Esté-
fano Pieri , discípulo del Broncino , mancebo dili
gente y estudioso. Micael Angel sentado al lado del
Duque de Florencia, razonando; como sucedió mu
chas veces el tiempo que asistió en Roma, que es
cribimos en su lugar.
Además de todo lo referido , sobre los paños ne
gros, se veian muchas empresas y varios geroglí-
ficos, calaveras, y en particular un esqueleto ó
muerte, en pié, de perfecta composicion de líneas,
que habiendo arrojado la hoz en tierra, parecia que
se doliade ser forzada á hacer el presente daño; y
se excusaba con este mote :
Ccegit dura necesitas.
Forzó la fiera necesidad.
Tenia un mundo en la mano y un lirio que nacia
de él, con tres flores y quebrado el tronco. Inven
cion de Alejandro Allori. Habia otras muertes con
otros pensamientos: y entre ellas, una postrada en
tierra, y la eternidad con palma de victoria le ponia
el pié sobre el cuello, con accion de desden, como
dando á entender que no habia hecho nada, pues
mal grado suyo, la memoria de Micael Angel seria
perpétua. Y era este el mote:
Vicit indita virttis.
Venció la gloriosa virtud.
Esta era traza de Jorge Vasari, citado tantas ve
ces en este libro, á cuya inteligencia son deudores
todos los que profesan estas artes.
Por d 'cir algo de las empresas es de saber que
122 ARTE DE LA PINTURA.
Micael Angel, viviendo usó por señal ó cifra tres
círculos unos dentro de otros, por sus tres profesio
nes, ligados entre sí. Y la Academia los dispuso en
tres coronas ó guirnaldas entretejidas, y con esta
letra tomada de Horacio:
Ter gemines tollit honorilus.
Con tresdobladas honras lo levantan.
El púlpito donde el Barqui hizo la oracion fune
ral ( que tambien se imprimió ) no tuvo adorno por
ser de bronce de historias de bajo rclievo del va
liente Donatelo: donde cualquier ornamento fuera
menos hermoso. Encima tenia un cuadro de ocho
varas de alto y cuatro de ancho , donde estaba pin
tada la fama con su trompa con la diestra mano y
el tiempo y la muerte en los piés. Hizo esto Vicente
Dante, valiente y gallardo ingenio.
Tal era el aparato de la iglesia de San Lorenzo,
para honrar las exequias. Callo la muchedumbre de
luces que así en el túmulo y en torno como en el
altar ardian, estando el templo lleno de innumera
ble gente de la ciudad, que cerradas las tiendas sin
cuidar de otra cosa, asistían á este suntuoso espec
táculo. Entraron en órden el lugarteniente de la
Academia, acompañado del capitan y alabarderos
de la guardia del duque, porque no fuera posible
entrar de otra manera. Los consules, los académi
cos, y ordenadamente todos los pintores y esculto
res y arquitectos de aquella ciudad, que entre el
túmulo y el altar mayor les esperaban sentados gran
copia de señores y caballeros, que segun el mérito
de cada uno le acomodaban junto á sí. Dióse prin
LIBRO PRIMERO, CAP. VI!. 123
cipio á una solemnísima misa de difuntos, que can
tó el prior de San Lorenzo, con las más solemnes
ceremonias, música y voces que se pudo desear.
Acabada la misa, apareció el Barqui en el pulpito,
por orden del duque, y hizo.su elegante oracion,
refiriendo las alabanzas, los méritos, las obras y vir
tudes de Micael Angel, con que se dió remate á tan
ilustre pompa. No dejaré de contar que no pudién
dose hallar el duque en Florencia, por causas forzo
sas, una mañana visitó todas las partes donde se
prevenia el aparato, y vió menudamente las está-
tuas y pinturas y quién las hacia, animando á los
artífices, y mandando que no se descompusiese nada
hasta verlo despacio. Y lo mesmo hizo el príncipe
su hijo. Y vinieron despues y lo vieron todo puesto
por su orden muy de propósito, porque estuvo mu
chos dias armado. De suerte que no sólo lo gozó la
ciudad de Florencia, pues concurrieron de todas las
ciudades y lugares circunvecinos.
De todo lo cual se conoce el premio debido á la
rara virtud. Y porque he visto muchos versos latinos
y vulgares á este intento, por ahora me satisfago
con un soneto de una señora florentina de gentil es
píritu, cuyo argumento en nuestra lengua es este:
Soneto á la muerte de Micael Angel, de Laura Batiferra
de gli Ammannati.
Razon es ya que el mármol duro, helado,
que espíritu de tí recebió ardiente,
vierta lágrimas tristes, pura fuente
vuelto, de vida y honra despojado.
Razon es que el color vil ó preciado,
124 ARTE DE LA PINTURA.
que á tanta forma ministró valiente,
persuadiendo verdad en lo aparente
sin valor muera en su primer estado.
Eazon es ya, que el alto ilustre templo
que adornaste con sacro y real decoro,
oscuro quede del dolor vecino,
Y que lloroso de Aganipe el coro
viva, pues no de hoy más (cual raro ejemplo)
versos te oirá cantar : Angel divino.
Antes de pasar adelante me parece responder á
dos cosas en que se pueda haber reparado de nues
tro discurso: una es si se encarece sobradamente lo
que hemos contado; otra ¿por qué una cosa de tan
ta grandeza como la escultura y pintura de esta fá
brica se encomendó á mancebos, debiendo emplear
se en ella los más ejercitados maestros? A lo prime
ro respondo que respecto de la gravedad y extension
con que el Vasari y otros escritores cuentan lo que
tengo referido, quedo muy corto, como podrá ver
quien tiene noticia de la lengua. A lo segundo digo,
que por huir la emulacion y conservar la union en
tre sí, tomaron este prudente acuerdo los más an
cianos, dejando la competencia á la edad juvenil,
no excusando por esto el ayudar y amaestrar á sus
discípulos, y por su mano sacar á luz sus con
ceptos.
Esto basta por ahora, y veamos si se acabaron los
favores y honras con Micael Angel. Bien es verdad
que llegar á lo que se ha dicho, no es posible. Pero
mucho hemos visto en nuestro tiempo, pues halla
mos seis pintores en Italia nobles y caballeros de
hábito: Micael Angel Caravacho (valiente imitador
LIBRO PRIMERO, CAP. VII. 42a
del natural); Pablo Güidoto y Domingo Pasiñano,
Gasparo Celio, el Bailon y el Josefino, que los tu
vieron por merced de nuestro católico rey Felipe III;
el del caballero Josefino alcanzó la santidad de Cle
mente VIII de nuestra reina Margarita, cuando la
desposó en Ferrara con el duque de Sessa, en nom
bre de su majestad. De maese Pedro de Campaña, e0 su elogio,
ilustre pintor flamenco, se hizo tanta estimacion
que puso Bruselas, despues de muerto, su retrato en
las casas de cabildo de la ciudad por honra de su
nacion y patria. Pero ¿qué nos cansamos en ejem
plos de fuera teniéndolos en nuestra casa? El rey Ca
tólico D. Fernando el V, ocupado en guerras, no se Nol¡cu deiu.ru.,
olvidó de honrar á Rincon, natural de Guadalajara, lib' 3, rap' 5'
por ser pintor famoso, con darle un hábito de San
tiago. Tambien los reyes de Portugal han hecho lo
mesmo con algunos profesores de esta arte, y par
ticularmente D. Juan el III hizo merced á Cristóbal
Lopez del hábito de Avis, y á Cristóbal de Utrech
del de Cristo. La majestad augusta de Cárlos V (ya
dijimos lo que hizo con Ticiano), á Berruguete, pin
tor y escultor insigne, le dió la llave de su cámara.
Pues su invictísimo hijo Felipe II ¡cuánto honró á
todos los artífices de su tiempo! A Urbina, á Becer
ra, valientee spañol que tanta luz dió de la buena ma- ub. de Elogio de
ñera en España; al singular retratador que conoci- ilU!lrcs nioa"'
mos en nuestros días, á quien en sus cartas intitula
ba Ticiano : «al muy amado hijo Alonso Sanchez
Coello, excelentísimo pintor de la majestad católi
ca«. Este noble artífice, habiendo servido en Portu
gal al príncipe D. Juan y princesa doña Juana, her
mana de nuestro rey Felipo II, siendo viuda lo re-
126 ARTE DE LA PINTURA.
comendó á Su Majestad, que lo honró con extraordi
narios favores en su corte de Madrid. Aposentólo en
unas casas principales junto á palacio, donde, te
niendo él solo la llave, por un tránsito secreto, con
ropa de levantar, solia muchas veces entrar en su
casa á deshora y asaltarlo comiendo con su familia,
y queriendo levantarse á hacerle la debida reveren
cia como á su rey, le mandaba que se estuviese que
do, y se entraba á entretener en su obrador. Otras
veces le cogia sentado pintando, y llegando por las
espaldas le ponia las manos sobre los hombros, y
viéndose Alonso Sanchez tan favorecido de Su Ma
jestad, y procurando con justo comedimiento poner
se en pié, le hacia sentar y proseguir su pintura.
Retratólo muchas veces, armado, á pié y á caballo,
de camino, con capa y gorra, y asimismo diez y
siete personas reales entre reinas, príncipes é infan
tes, que lo honraban y estimaban en tanto, que se
entraban á festejar y recrear en su casa con su mu
jer y hijos. No menos le honraron por fama los ma
yores príncipes del mundo; hasta los pontífices Gre
gorio XIII y Sixto V, el gran duque de Saboya, el
de Florencia, el cardenal Alejandro Farnesio, her-
mano(del duque de Parma. No faltó 'á su mesa ja
más un título ó principal caballero , porque siendo
tan favorecido de tan gran monarca , 'muchos se fa
vorecian de él. Fué su casa frecuentada de los ma
yores personajes de su tiempo: del cardenal Gran-
vela, del arzobispo de Toledo D. Gaspar de Quiroga,
de D. ¡Rodrigo de Castro arzobispo de Sevilla. Y lo
que más es del señor D. Juan de Austria y del Prín
cipe D. Cárlos, y de infinitos señores títulos y cm-
LIBRO PRIMERO, CAP. VII. 127
bajadores: de tal manera, que muchos dias, los ca.
ballos , literas , coches y sillas , ocuparon dos gran
des patios de su casa, y siendo el pintor más lucido
de su tiempo , ganó más de cincuenta y cinco mil
ducados. . .
Pues nuestro Apeles Juan Fernandez de Navarre-
te, el Mudo, cuánto lo estimó el mismo rey, y á sus
excelentes obras y cuántas veces lo visitaba en su
oficina en el Escorial , notorio es á todos. Y como
una vez le mostrase la cena de Ticiano, traida para
el refectorio del convento, y por no cortarla (que
era más alta que el sitio) intentase que el Mudo hi
ciese una copia, él se ofreció por señas á copiarla en
seis meses ó dar la cabeza. Resolvió el Rey (por no
esperar) á cortar el lienzo, lo cual sintiendo el Mudo,
haciendo instancia, significaba á su majestad que
haria otra y que en remuneracion le honrase con su
hábito, haciendo la señal en su pecho. Y se tie
ne por cierto que lo alcanzara si viviera, por ser
tan calificado y tan insigne pintor. Así dijo Su Ma
jestad muchas veces que no habia sido conocido el
Mudo, viendo que los que venían á pintar al Esco
rial , no igualaban con los originales de su mano.
Honró tambien á Bartolomé Carducho, dándole dos- En n»
cientos ducados de renta, demás de sus gajes, sin
tiendo que era llamado, por su embajador, del rey
de Francia. A Peregrin de Bolonia, que fué el que
pintó el claustro y librería, le premió de manera que
llevó cincuenta mil ducados del Escorial, y una
plaza de senador de Milan para su hijo. Y aprecian
do la pintura del coro á Lúeas Cangiaso en ocho
mil ducados, le dió doce mil. A una señora llamada
128 ARTE DE LA PINTURA.
Laviana Fontana, florentina, por un cuadro de una
media imágen con el niño dormido, le mandó dar
mil ducados. Antes de pasar de aquí haré memoria
de otras famosas mujeres pintoras italianas, como
Sofonisba (que retrató al príncipe D. Carlos, hijo de
variaiec. cap. n. Felipe II), Artemisa , que vive hoy en Roma (de
quien trajo el duque de Alcalá algunas pinturas); y
de la antigüedad hace mencion de otras Pedro Me-
• jía. Timareta, hija de Nicon (que pintó una famosa
tabla de Diana que se venera en Éfeso), Trene, Ca-
lipso, Calicicena, Olimpias y otras, y señaladamen-
Lib. 2, cap. 7. te Marcia, hija de Varron, que nombraremos ade
lante.
Pero (siguiendo lo comenzado) más me admira lo
que oigo á graves personas de un cuadro de Corre
gio, que está en Roma (de vara y cuarta de largo,
del desposorio de Santa Catalina mártir, de figuras
de medio cuerpo) en poder del cardenal Sforza, que
ofreciéndole por él D. Francisco de Castro (embaja
dor de España y virey de Sicilia) cuatro mil duca
dos, no los estimó en nada. El año l629 se trajo de
Osuna á esta ciudad un cuadro grande pintado so
bre tabla, de Nuestra Señora, el niño Jesus y San
Juan Bautista, de mano de Rafael de Urbino, que
presentó el duque de Florencia al de Osuna, siendo
no*. virey de Nápoles, que pagó por él D. Gaspar de
Monteser á la duquesa, mil y seiscientos ducados, y
hoy está en poder de D. Diego Mejía, marqués de
Leganés, en Madrid. Hace memoria de esta pintura
Jorge Vasari en la vida de Rafael.
Ultimamente, vemos á nuestro íntimo amigo Vi-
cencio Carducho, gentilhombre de Florencia, her
LIBRO PRIMERO, CAP. VIII. 129
mano de Bartolomé Carducho, heredero de su opi
nion y honroso título de pintor de la Majestad de
Felipo III, estimado de tan gran monarca, y que
acabó la pintura de la casa del Pardo, cuya tasacion
he visto, que llega casi á veinte mil ducados.
Añado á esto (por relacion de mi yerno, de este
año l632) que estando el caballero Josefino descon
tento de su hábito por ser como los demás, lo mejo
ró con otro que con una cadena de oro y una espa
da le envió el rey de Francia; yo pienso que es de
San Miguel. Y Josepe de Ribera (que en Nápoles
acredita con famosas obras la nacion española) lo
trae de Cristo, por merced del Pontífice.
CAPITULO VIH.
DE OTROS FAMOSOS PINTORES DE ESTE TIEMPO, FAVORECIDOS
CON PARTICULARES HONRAS POR LA PINTURA.
No es ageno de este honorífico discurso lo más
cercano á nuestros días, sucedido á Diego de Rómu-
lo Cincinato, natural de Madrid, hijo de otro famoso
Rómulo, pintor del rey D. Felipo II. Pasó este lucido
mancebo á Roma, en servicio del Excelentísimo se
ñor don Fernando Enriquez de Rivera, tercero duque
de Alcalá (en la embajada extraordinaria que hizo á
dar la obediencia á la Santidad de Urbano VIII por
la Católica Majestad de Felipo IV, rey de España)
el cual, no hallando retrato propio de Su Santidad,
ARTE DE LA PINTURA.
procuró que lo retratase su pintor: hízolo tau á sa
tisfaccion en tres veces que le dió lugar Su Santi
dad, que el papa lo estimó mucho. Y habiéndole
acabado uno entero sentado en su silla, con bufete
y otros varios adornos (que celebraron los duques
de Pastrana y Alcalá y los señores y pintores de
Roma) y queriendo el Santo Padre honrarle, le en
vió á su casa con un camarero suyo una cadena de
oro de mucho valor, con una medalla de su retrato
de medio relievo, con su reverso, y por hacerle ma
yor favor (como á hombre noble y honrado artífice),
le dió el hábito de Cristo de Portugal. Y cometió al
cardenal Trexo de Paniagua, español (que fué des
pues presidente de Castilla, y murió obispo de Má
laga) que se lo pusiese y le armase caballero, lo
cual hizo en presencia de su dueño el duque de Al
calá, y de toda su familia y amigos, en casa del
mismo cardenal, que le tuvo prevenida otra lucida
vuelta de cadena de oro, y pendiente de ella el há
bito. De donde con grande aplauso y gusto de to
dos le volvieron á su casa, en 14 de Diciembre
de 1625. ¡Oh breve gloria humana! Murió de ahí á
poco, y fué enterrado en la iglesia de San Lorenzo
de Roma, con las insignias de caballero de aquella
orden, y con la pompa debida á un gran sugeto.
Otro digno de memoria (aunque su elogio está á
cargo de los de su nacion, por ser del número de los
valientes pintores de ella) es Pedro Pablo Rubens,
natural de la famosa ciudad de Amberes, nacido en
mucha nobleza y abundancia. Su padre fué persona
de grandes partes, y Secretario de un gran Príncipe
de Flándes. Tuvo un hermano llamado Filipo Rube
LIBRO PRIMERO, CAP. VIH. 131
niano, doctísimo en letras humanas, á quien por ex
celencia intitularon segundo Lidsio, cuyos libros
acreditan á faz sus estudios y murió Secretario de la
ciudad de Amberes. El Pedro Pablo Rubens, siendo
aventajado discípulo de Octavio Venio, valiente
pintor flamenco, pasó á Italia en su juventud, don
de estuvo más de doce años, y volviendo muy apro
vechado á su patria, labró unas grandiosas casas en
que hoy vive. Sus Altezas el Archiduque Alberto
y la Señora Infanta D." Isabel su mujer, le estima
ron siempre mucho, porque habiendo hecho, recien
venido, dos famosos retratos de los dos, sentados en
sus sillas, la Señora Infanta en presencia de su ma
rido le ciñó la espada, y puso al cuello una riquísi
ma cadena de oro, llamándole honra de su patria.
El Archiduque le sacó un hijo de pila que hoy vive,
y le pusieron por él, Alberto, y muchas veces le
venia á ver á sus casas cuando asistía en Amberes.
Hará algunos años que pasó de Flándes á París, á
donde enriqueció con bellísimas pinturas de su mano
todo el nuevo Palacio que labró la Reina madre.
Al Rey de Inglaterra y Emperador de Alemania t d Rey su hijo
hizo muchos y muy excelentes cuadros. Despues ^"^0X0?
habiendo venido á Francia el Duque de Boquingan
para tratar el casamiento del Rey de Inglaterra (de
quien era muy valido) con la hermana del de Fran
cia (que se efectuó el año 1625), comunicó muy es
trechamente con él (por su mucha capacidad y le
tras), discurriendo sobre las paces de Inglaterra y
España de parte de su Rey, de donde se originó su
venida á Madrid, por orden de su Alteza la Señora
lufanta D." Isabel, de quien (como se ha dicho) es
132 ARTE DE LA PINTURA.
muy estimado, la cual le envió a llamar, y le des
pachó por la posta desde la córte de Bruselas á la
de España, donde llegó por el mes de Agosto de
1628. Trajo á la Majestad de nuestro católico Rey
Felipe IV ocho cuadros de diferentes cosas y tama
ños, que están colocados en el salon nuevo , entre
otras pinturas famosas. En los nueve meses, que
asistió en Madrid, sin faltar á los negocios de im
portancia á que venia, y estando indispuesto algu
nos dias de la gota, pintó muchas cosas, como ve-
rémos (tanta es su destreza y facilidad). Primera
mente retrató á los Reyes é Infantes de medios cuer
pos, para llevar á Flándes; hizo de Su Majestad
cinco retratos, y entre ellos uno á caballo con otras
figuras, muy valiente. Retrató á la Señora Infanta
de las Descalzas de más de medio cuerpo, é hizo de
ella copias : de personas particulares hizo cinco ó
seis retratos : copió todas las cosas de Ticiano que
tiene el Rey, que son los dos baños, la Europa, el
Adonis y Venus, la Venus y Cupido, el Adan y Eva
y otras cosas : y de retratos, el del Lansgrave, el del
Duque de Sajonia, el de Alba, el del Cobos, un Dux
Veneciano, y otros muchos cuadros fuera de los que
el Rey tiene: copió el retrato del Rey Felipe II en
tero y armado. Mudó algunas cosas en el cuadro de
la Adoracion de Reyes de su mano, que está en Pa
lacio: hizo para D. Diego Megía (grande aficionado
suyo) una imágen de Concepcion de dos varas; y á
D. Jaime de Cárdenas, hermano del Duque de Ma-
queda, un San Juan Evangelista, del tamaño del
natural. Parece cosa increíble haber pintado tanto
en tan poco tiempo, y en tantas ocupaciones. Con
LIBRO PRIMERO, CAP. VIII. 133
pintores comunicó poco, sólo con mi yerno (con
quien se habia antes por cartas correspondido) hizo
amistad, y favoreció mucho sus obras por su mo
destia, y fueron juntos á ver el Escorial.
Finalmente, todo el tiempo que estuvo en la córte,
su Majestad y Ministros mayores, hicieron mucha
estimacion de su persona y talento. Y Su Majestad
le hizo merced de un oficio de Secretario del Con
sejo privado en la córte de Bruselas, por toda su
vida, y de la futura sucesion del para su hijo Alberto,
que vale mil ducados cada año.
Acabados los negocios cuando se despidió de su
Majestad, le dió el Conde Duque de parte del Rey,
una sortija que valia dos mil ducados. Partió por la
posta á 26 de Abril del año siguiente de 1629, y fué
derecho á Bruselas á verse con la Señora Infanta; y
de allí á Inglaterra, donde acabadas las paces el
Rey Cárlos I, honrando su persona y conocida no
bleza, estimando su diligencia, su talento y letras
y eminencia en la pintura, le armó tercera vez ca
ballero, y vuelto á Amberes siendo de cincuenta
años, poco más ó menos, y con cien mil ducados de
hacienda casó segunda vez el año pasado de 1630.
Bien se ve por este discurso tan honorífico como
(á lo que pude alcanzar) verdadero, que sobre to
dos los talentos de este insigne pintor , quien le
engrandece, quien le acredita, quien inclina á.los
Reyes y grandes Príncipes á levantar á porfía tan
ilustre sugeto, es la grandeza, hermosura y caudal
de su ingenio, que resplandece en sus pinturas, y
quien le da la mano y le enriquece, es la suya pro
pia, merecedora justamente de tanta honra.
134 ARTE DE LA PINTURA.
2. Diego de Silva Velazquez mi yerno, ocupa (con
razon) el tercer lugar, á quien despues de cinco años
de educacion y enseñanza casé con mi hija, movido
de su virtud, limpieza y buenas partes, y de las es
peranzas de su natural y grande ingenio. Y porque
es mayor la honra de maestro que la de suegro, ha
sido justo estorbar el atrevimiento de alguno que se
quiera atribuir esta gloria, quitándome la corona de
mis postreros años. No tengo por mengua aventa
jase el discípulo al maestro (habiendo dicho la ver-
Hath. cap. 10. dad que no es mayor), ni perdió Leonardo de Vinci
en tener á Rafael por discípulo, ni Jorge de Castel-
franco á Ticiano, ni Platon á Aristóteles, pues no le
quitó el nombre de Divino. Esto se escribe no tanto
por alabar el sugeto presente (que tendrá otro lu-
En su elogio, gar), cuanto por la grandeza del arte de la pintura,
y mucho más por reconocimiento y reverencia á
la Católica Majestad de nuestro gran Monarca Fe
lipe IV, á quien el cielo guarde infinitos años; pues
de su mano liberal ha recibido y recibe tantos fa
vores.
Deseoso pues de ver el Escorial, partió de Sevilla
á Madrid por el mes de Abril del año de l622. Fué
muy agasajado de los dos hermanos D. Luis y
D. Melchor del Alcázar, y en particular de D. Juan
de Fonseca, sumiller de cortina de Su Majestad
(aficionado á su pintura). Hizo á instancia mia un
retrato de D. Luis de Góngora, que fué muy cele
brado en Madrid, y por entonces no hubo lugar de
retratarlos Eeyes, aunque se procuró. El de l623 fué
llamado del mismo D. Juan (por orden del Conde
Duque); hospedóse en su casa, donde fué regalado
IIBRO PRIMERO, CAP. VIII. 133
y servido, é hizo su retrato. Llevólo á Palacio aque
lla noche un hijo del Conde de Peñaranda, camarero
del Infante Cardenal, y en una hora lo vieron todos
los del Palacio, los Infantes y el Rey, que fué la
mayor calificacion que tuvo. Ordenóse que retratase
al Infante, pero pareció más conveniente hacer el
de Su Majestad primero, aunque no pudo ser tan
presto por grandes ocupaciones: en efecto se hizo
en 30 de Agosto de l623, á gusto de Su Majestad,
de los Infantes y del Conde Duque, que afirmó no
haher retratado al Rey hasta entonces; y lo mismo
sintieron todos los señores que lo vieron. Hizo tam
bien un bosquejo del Príncipe de Gales, que le dió
cien escudos.
Hablóle la primera vez su excelencia el Conde
Duque, alentándole á la honra de la patria, y pro
metiéndole que él sólo habia de retratar á Su Majes
tad y los demás retratos se mandarían recoger. Man
dóle llevar su casa á Madrid, y despachó su título,
último dia de Octubre de l623, con veinte ducados
de salario al mes y sus obras pagadas, y con esto,
médico y botica: otra vez por mandado de Su Ma
jestad, y estando enfermo, envió el Conde Duque el
mismo médico del Rey para que lo visitase. Despues
de esto habiendo acabado el retrato de Su Majes
tad á caballo, imitado todo del natural hasta el
país, con su licencia y gusto se puso en la calle
Mayor enfrente de San Felipe , con admiracion de
toda la córte y envidia de los del arte, de que soy
testigo. Hiciéronle muy gallardos versos, algunos
acompañarán á este discurso. Mandóle dar Su Ma
jestad trescientos ducados de ayuda de costa y una
136 ARTE DE LA PINTCRA.
pension de otros trescientos, en que pau obtenerla
dispensó la Santidad de Urbano VIII, año de l626.
Siguióse la merced de casa de aposento que vale
doscientos ducados cada año.'
Ultimamente hizo un lienzo grande eon el retrato
del Rey Felipe III, y la no esperada expulsion de
los moriscos, en oposicion de tres pintores del Rey,
y habiéndose aventajado, á todos, por parecer de las
personas que nombró Su Majestad (que fuéron el
Marqués Juan Bautista Crecencio, del hábito de
Santiago, y fray Juan Bautista Maino, del hábito de
Santo Domingo, ambos de gran conocimiento en la
pintura) le hizo merced de un oficio muy honroso en
Palacio; de ugie'r de cámara con sus gajes: y no sa
tisfecho de esto le'añadió la racion que se da á los
de la cámara, que son doce reales todos los dias para
su plato, y otras muchas ayudas de costa. Y en cum
plimiento del gran deseo que tenia de ver á Italia,
y de las grandiosas cosas que en ella hay, habién
doselo prometido varias veces, cumpliendo su real
palabra y animándole mucho le dió licencia, y para
su viaje cuatrocientos ducados en plata, haciéndole
pagar dos años de su salario. Y despidiéndose del
Conde Duque le dió otros doscientos ducados en oro
y una medalla con el retrato del Rey y muchas car
tas de favor.
Partió de Madrid, por orden de Su Majestad, con el
Marqués de Espinola, embarcóse en Barcelona dia
de San Lorenzo del año l629; fué á parar á Venecia
y á posar en casa del Embajador de España, que lo
honró mucho, y le sentaba á su mesa, y por las
guerras que habia, cuando salia á ver la ciudad, en
LIBRO PRIMERO, CAP. VIII. 137
viaba sus criados con él que guardasen su persona.
Despues, dejando aquella inquietud, viniendo de
Venecia á Roma pasó por la ciudad de Ferrara don
de á la sazon estaba, por orden del Papa, gober
nando el Cardenal Saquete, que fué Nuncio en Es
paña, á quien fué á dar unas cartas y besar la mano,
dejando de dar otras á otro Cardenal. Recibióle muy
bien, y hizo grande instancia en que los dias que
allí estuviese habia de ser en su palacio y comer
con él: él se excusó modestamente con que no comia
á las horas ordinarias, mas con todo esto si su Ilus-
trísima era sentido obedecería y mudaría de costum
bre. Visto esto mandó á un gentil hombre español
de los que le asistían, que tuviese mucho cuidado
dél, y le hiciese aderezar aposento para él y su
criado y le regalasen con los mesmos platos que se
hacian para su mesa, y que le enseñasen las cosas
más particulares de la ciudad. Estuvo allí dos dias,
y la noche última que se fué á despedir dél, le tuvo
más de tres horas sentado tratando de diferentes
cosas, y mandó al que cuidaba dél , que previniese
caballos para el siguiente dia y le acompañase diez
y seis millas, hasta un lugar llamado Ciento, donde
estuvo poco, pero muy regalado, y despidiendo la
guia siguió el camino de Roma, por Nuestra Señora
de Loreto y Bolonia, donde no paró ni á dar cartas
al Cardenal Ludovico ni al Cardenal Espada que es
taban allí.
Llegó á Roma donde estuvo un año muy favore
cido del Cardenal Barberino, sobrino del Pontífice,
por cuya orden se hospedaron en el Palacio Vati
cano. Diéronle las llaves de algunas piezas, la prin
138 ARTE DE LA PINTURA.
cipal de ellas estaba pintada á fresco , todo lo alto
sobre las colgaduras, de historias de la Sagrada Es
critura de mano de Federico Zúcaro, y entre ellas
la de Moisés delante de Faraon, que anda cortada de
Cornelio. Dejó aquella estancia por estar muy atras
mano y por no estar tan . solo, contentándose con
que le diesen lugar las guardas para entrar cuando
quisiese á debujar el juicio de Micael Angel, ó de
las cosas de Rafael de Urbino, sin ninguna dificul
tad, y asistió allí muchos dias con grande aprove
chamiento. Despues viendo el Palacio ó Viña de los
Médicis que está en la Trinidad del Monte, y pare-
ciéndole el sitio á propósito para estudiar y pasar
allí el verano, por ser la parte más alta y más airo -
sa de Roma, y haber allí excelentísimas estátuas
antiguas de que contrahacer, pidió al conde de Mon-
terey, Embajador de España, negociase con el de Flo
rencia le diesen allí lugar, y aunque fué menester
escribir al mesmo Duque, le facilitó esto, y estuvo
allí más de dos meses, hasta que unas tercianas le
forzaron á bajarse cerca de la casa del Conde, el
cual en los dias que estuvo indispuesto le hizo gran
des favores, enviándole su médico y medicinas por
su cuenta, y mandando se le aderezase todo lo que
quisiese en su casa, fuera de muchos regalos de dul
ces, y frecuentes recuerdos de su parte. -
Entre los demás estudios hizo en Roma un famoso
retrato suyo, que yo tengo, para admiracion de los
bien entendidos y honra del arte. Determinóse de
volver á España, por la mucha falta que hacia, y á
la vuelta de Roma paró en Nápoles, donde pintó un
lindo retrato de la Reina de Hungría, pava traerlo á
LIBRO PRIMERO, CAP. VIII. 139
Su Majestad. Volvió á Madrid después de año y me
dio de ausencia y llegó al principio del de l63l. Fué
muy bien recibido del Conde Duque, mandóle fuese
luego á besar la mano á Su Majestad, agradecién
dole mucho no haberse dejado retratar de otro pin
tor, y aguardándole para retratar al Príncipe, lo
cual hizo puntualmente, y Su Majestad se holgó
mucho con su venida. No es creíble la liberalidad
y agrado con que es tratado de un tan gran' Mo
narca. Tener obrador en su galería y Su Majestad
llave dél, y silla para verle pintar despacio, casi to
dos los dias. Pero lo que excede todo encarecimiento
es, que cuando le retrató á caballo, le tuviese tres
horas de una vez sentado , suspendido tanto brío y
tanta grandeza. Y no parando el pecho real en tan
tas mercedes, en siete años ha dado á su padre tres
oficios de Secretario en esta ciudad, que cada uno
le ha valido mil ducados cada año; y á él, en menos
de dos, el de guarda ropa y de ayuda de cámara en
este de l638, honrándolo con su llave , cosa que de
sean muchos caballeros de hábito. Y mediante el
cuidado y puntualidad con que procura aventajarse
cada dia en servir á Su Majestad, esperamos el au
mento y las mejoras en el arte por quien lo ha me
recido, y los favores y premios debidos á su buen
ingenio, el cual empleado en otra facultad sin duda
alguna no llegara á la altura en que hoy se halla:
y yo, á quien cabe tanta parte de su felicidad, doy
fin á este capítulo con los versos siguientes:
140 ARTE BE LA P1NTIRA.
Elogio al retrato del Rey nuestro Señor a caballo que
pintó Diego de Silva Yelazquez, pintor de Su Majestad.
De don Jerónimo González de Villanueva, florido
ingenio sevillano.
A tu semblante inclinan soberano
¡oh! gran señor, de la cristiana gente!
(cuando en fuerte bridon de acero armado
feliz te imita el que tu nombre adora):
el persa fiero la indomada frente,
la diestra amenazante el otomano.
Ya nueva luz de amaneciente aurora,
ya César español como africano,
la quinta esfera de tus rayos dora.
Tiemblen tu acero fuerte
invidia, tiempo y muerte;
y hoy que al trono difícil de la fama
vuelas seguro sin temor de olvido,
tu rostro esclarecido
benigno inclina á la triunfante España;
fiel ya deudora del afecto pio .
con que levantas su postrado brio,
con que feneces tanta heroica hazaña.
Por cuanto Tétis baña,
Febo ilumina', y la triunfante luna,
suene tu nombre, y la real espada
con ira noble y con belleza airada,
' arbitra de la muerte y de la vida,
de el polo ardiente hasta laCithia helada
ostente de tu enseña conducida .
la feroz gente, y con valor profundo,
pues no primero, Macedon segundo,
vibra el acero que al primer ensayo
de Elegra imita el fulminante rayo,
que te avasalla al uno y otro mundo.
Huya el rebelde que negó obstinado
al blando yugo de la Fe suave
i.inno PRIMERO, CAP. VIII.
el yerto cuello, que ya el peso grave
rinde de opresion dura,
con vida y libertad tan mal segura,
que apenas mire por la iniesta lanza
término entre la ofensa y la venganza.
Huya el que de rigor y envidia armado
vanamente fiado
en la distancia de tu imperio augusto,
conservar osa con aliento injusto
la fuerte plaza cuyo fuerte muro
pisa tan mal seguro,
que honrando tus católicos pendones,
dando á la vida por la infamia el paso,
obra el temor en el difícil caso
lo que desacordada empresa fuera
de Xerxes á las hórridas naciones.
Que mucho, si con alta providencia
por los índicos mares no domados
y llega por la tierra más oculta
la roja cruz de tu estandarte ufano ;
y donde tu corona dificulta
la esperanza á los ciegos y obstinados,
que tu solio amenazan castellano.
Y en circo bello en que mintió algun dia
primaveras la gala y valentía,
(donde premiaba amor con aspereza
amorosos alientos de belleza,
del que manchando con marcial decoro
el limpio fresno en el sangriento toro
inmortalmente sin morir moria).
Ya con fingidas veras el acento
de la trompa animada con el viento
á sacudir la paz infructuosa
los ánimos enciende, accion gloriosa
de el Atlante señor en quien se inclina,
(merced quizá divina)
de tu gloria el humano Armamento.
A cuya duracion así dispensa
ARTE DE LA PINTUBA.
que en este hecho acreditar procura
no sin admiracion de la ventura
que ya señor te sobra la defensa;
que ya te espera con devota planta
la opresa ciudad santa,
que vió violadas las purpúreas rosas
del sol divino, que con pecho fuerte
quiso morir para vencer la muerte.
Pica el caballo que el dorado freno
tascar parece que oprimida gime
del grave peso la pintada selva,
y que él, de orgullo y de arrogancia lleno,
el rostro al cielo ó á la tierra vuelva,
que perdona tal vez si el viento oprime
bruto no irracional, tan obediente
los afectos te cuente,
que la rienda fiada al albedrío
haga con nuevo empleo
freno la voluntad, rienda el deseo;
y Bucéfalo ya más venturoso,
signo del sol hermoso,
ó Pirois ó Flegon con presto vuelo
por sendas de oro y círculos de cielo,
de Filipo el gran nombre repetido
sea el flamante carro suspendido.
No forzada verdad al dulce engaño
de los ojos, te miro,
copia feliz de Numa ó de Trajano;
pues cuando de tus ojos me retiro
y busco en el trasunto el desengaño,
á ti te adoro y tu retrato admiro.
Gentílica opinion juzgar pudiera
tu copia verdadera,
si al lienzo lo que al ave, al pez, al bruto
filósofo discurso concediera;
y prevenido al hecho si no astuto
al artífice viera en dulce calma
pasar al lino desde el cuerpo la alma.
LIBRO PRIMERO, CAP. VIII. 143
Pero á Deidad camina
lisonja, tan divina:
que sin partir la union que viva eterna,
cuanto al respeto la lealtad le mueve,
alma espira el pincel, alma le debe
la línea más sutil que le gobierna.
Muévese el sauce, y las olientes flores,
con parleros olores,
y con trinos las aves
publican lo que sabes,
eternizar tu nombre,
Velazquez, que á tu mano
debe el afecto humano
crédito más que de hombre.
A DIEGO DE SILVA VELAZQUEZ,
pintor de nuestro católico Rey Felipe IV, habiendo
pintado su retrato á caballo, le ofreció su suegro
Francisco Pacheco, estando en Madrid, este
SONETO.
Vuela, oh joven valiente, en la ventura
de tu raro principio, la privanza
honre la posesion, no la esperanza,
del lugar que alcanzaste en la pintura.
Anímete la augusta, alta figura
de el Monarca mayor que el orbe alcanza,
en cuyo aspecto teme la mudanza
aquel que tanta luz mirar procura.
Al calor de este sol templa tu vuelo,
y verás cuánto extiende tu memoria
la fama, por tu ingenio y tus pinceles.
Que el planeta benigno á tanto cielo,
tu nombre ilustrará con nueva gloria,
pues es más que Alejandro y tu su Apele3.
ARTE DE LA PINTURA.
CAPITULO IX.
SANTOS QUE EJEHCITAHON LA PINTURA, Y DE ALGUNOS EFECTOS
MARAVILLOSOS PROCEDIDOS DE ELLA.
Estas honras y favores (que hasta aquí habemos
contado) no las alcanzan los ordinarios pintores,
aunque sean ricos, por ser premios debidos á los es
tudios, de que ellos voluntariamente se privaron; si
bien vemos que se amparan á la sombra de esta
arte. A cuyos profesores (como se ha visto) no sólo
honraron los nobles, los príncipes y reyes, pero lo
que es más, se honraron ellos de profesalla, ejerci
tándola por sus manos y prefiriéndolas á otras artes
liberales, como veremos, comenzando de la anti
güedad.
Porque acerca de los griegos fué esta arte muy
estimada y de la misma suerte de los latinos, pues
á los Fabios, linaje ilustrísimo, el primero de ellos
les dejó por herencia este renombre de pintores, que
fué llamado Quinto Fabio patricio ; que siendo gran
jurisconsulto y gran historiador, quiso antes llamar
se Fabio pintor. Y así puso su nombre en el templo
de la Salud, que pintó en Roma cuarenta y cinco
años despues de edificada. La cual pintura pereció
quemándose el templo en el principado de Claudio.
Fué en aquel tiempo tambien Turpilio, caballero ro
mano de la region de Venecia, que hizo en Vero
I.1BI10 PRIMERO, CAP. IX. 1ÍS
na muchas y muy ilustres obras: pintaba con la
mano izquierda, aplicándose más á cosas pequeñas,
y murió de venerable y luenga edad. Fué pintor
Atherio Labeon, pretor y procónsul de la provincia
de Narbona. Lucio Manilio, ciudadano de Roma, y Leon Albert.
Pacuvio, poeta, hijo de una hermana del famoso lib' 2 de ta pinl'
Enio, cuya celebrada pintura enriqueció el templo
de Hércules. Fuéron pintores otros muchos excelen
tes poetas, oradores y filósofos, como Sócrates, Pla
ton, Eschines, Pirro, Eurípides, Demóstenes. Y asi
mismo es celebrada entre los escritores Marcia, hija
de Varron, por la excelencia de su pintura; Amulio, Pi¡n., i¡t,. 36,
ilustre y grave pintor, que las pocas horas del dia cap' 10'
que pintaba era siempre con toga: sus obras no fué
ron muchas, empero muy estimadas, pues se colo
caron en la casa Aurea con gran veneracion.
Y pasando adelante Plinio, dice, que habiendo pim., m,. 33,
vencido Lucio Paulo á Persseo, pidió á los atenien- cap' 11 '
ses le enviasen el más docto filósofo para enseñar
la juventud, y un famoso pintor para adornar su
triunfo; y le enviaron á Metrodoro, pintor y filósofo
de gran autoridad en la una y otra disciplina. Tam
bien Paulo Emilio y otros ciudadanos romanos lii- '
cieron enseñar á sus hijos á pintar. Pero lo que es
más, Quinto Pedio, nieto de Quinto Pedio, varon
consular y triunfal, co-heredero dado por Julio Cé
sar al emperador Octaviano Augusto su sobrino, por
ser mudo, con parecer de Mesala orador, aprendió
el arte de la pintura, pero murió de poca edad, aun
que con grandes esperanzas, ¿De dónde procedió
esto sino de ser esta arte noble y real? Que por serlo
la ejercitaron muchos reyes y emperadores, como suet. en Neron.
10
1 46 ARTE DE LA PINTURA.
Neron, de quien dice Suetonio qüe tuvo en la pin
tura no mediano estudio. Elio Adriano, Marco An
tonio el filósofo que tuvo por maestro á Diógenes,
pintor insigne, Valentiniano, Alejandro Severo, dis
cípulo tambien de Ulpiano, jurisconsulto, y última-
Sigisb. , en su eró- mente, el emperador Constantino Octavio, que des-
■ ' ' pojado del imperio en el año 918 se sustentó con el
ejercicio noble de esta arte.
Y porque de la antigüedad se ha hablado asaz,
digamos de algunos modernos que nos ocurrieren á
Diálogo del Dolce. la memoria de los muchos de quien se tiene noticia,
que principalmente se deleitaron en el debujo. Flo-
Paoio Lonaio, reció en Italia monseñor Bárbaro, patriarca de Aqui-
bb. í.cap. i. jeya. el cloct0 Francisco María Morsino, gentilhom
bre veneciano; el magnífico Alejandro Contarino;
Tomás del Caballero y D. Julio Clovio, único en la
iluminacion, ambos íntimos amigos de Micael An
gel (como habemos ya dicho). Francisco I, rey de
Francia, muchas veces se entretenía en dibujar y
pintar. Y lo mesmo han hecho otros príncipes, y
entre ellos Cárlos Emmanuel, duque de Saboya, el
cual, así en esta como en otras artes liberales, imitó
felicemente al rey Francisco, su abuelo materno.
No menos en España muchos nobles caballeros y
señores se han preciado de este honroso y entrete
nido ejercicio. Uno de estos fué Juan Perez Florian,
del hábito de Cristo, secretario de D. Cristóbal de
Mora, y de la Cámara del rey D. Felipo II. D. Ge
rónimo de Ayanza, tan conocido por su ingenio y '
buenas partes; D. Gerónimo Muñoz, digno de mayor
elogio por el lugar que tiene en lo especulativo y
práctico de esta profesion; uno con hábito de Alcán-
.
LintlO PRIMERO, CAP. IX. H'l
tara y otro con hábito de Santiago. Y D. Juan de
Fonseca y Figueroa, hermano del marqués de Ore-
llana, maestre escuela y canónigo de Sevilla, y des
pues sumiller de cortina del rey Filipo IV, que con
la agudeza de su ingenio y mucha erudicion, no
tuvo en poco el ejercicio noble de la pintura.
Pues en nuestra felice patria he conocido muchos
caballeros y hombres principales, de aventajado lu
gar en el debujo, entre los cuales se debe contar
D. Francisco Duarte, presidente quafué de la con
tratacion, y su hermana D.« Mariana (eminentísi
ma en la parte del escribir), de quien yo he visto
maravillosos diseños de pluma. Diego Vidal, á
quien pudiéramos poner con los pintores santos, y
su sobrino del mesmo nombre, ambos racioneros de
esta santa iglesia. Y D. Esteban Hurtado de Men
doza, del hábito de Santiago, en sus tiqrnos años,
estando su padre por Asistente de esta ciudad, dió
raras muestras de su ingenio en esta facultad. El
marqués del Aula y nuestro duque de Alcalá, virey
de Barcelona, que ha juntado al ejercicio de las le
tras y armas el de la pintura, como cosa digna de
tan gran príncipe. Pues D. Juan de Jáuregui noto
rio es á todos que con virtuosa emulacion ha gran
jeado aventajado lugar y nombre entre los mesmos
que profesan esta arte, de cuyo elevado espíritu con
razon se deben esperar siempre ilustres demostra
ciones. Pero la más aventajada grandeza de esta
profesion es (á mi ver) que nuestro Felipo II y III
(como es opinion de muchos) no carecieron de esta
gloria y ejercicio del debujo. Y de nuestro gran
monarca, cuarto de este nombre (siendo príncipe),
148 . ARTE DE LA PINTURA.
tengo un San Juan Bautista mancebo en el desierto,
abrazado con el cordero, de muy gallarda y diestra
pluma, que envió á Sevilla su gran valido el Conde-
Duque el año de 1619, á cuyo diseño hizo D. Juan
de Espinosa una silva digna de su gran juicio y de
la gravedad del sujeto, que me pareció cosa justa
comunicarla á los aficionados á estas letras. Dice
de esta manera :
Esta es la imagen del mayor profeta
que imagen fué de Dios la mas perfeta;
de la arte aquí ningun favor desea:
dióle Filipo su divina idea.
Filipo, alta promesa de los hados,
y glorias de Occidente ,
por las vivas señales
con que previene hazañas inmortales,
y culto de los héroes consagrados,
no adulacion presente
del pincel raro y del ingenio ardiente.
Pero pues el decoro
de divino sujeto,
en bronce no consiste ó tabla de oro,
es justo que el objeto
tengamos en la parte
que augusta ofrece y venerable la arte.
Si decirlo presumo
¿qué sera lo primero, y qué lo sumo?
¿Serán líneas valientes
con suavidad unidas y obedientes
á los precetos de la docta Grecia?
¿O espíritu elevado
al origen de formas naturales,
y ardor que agena imitacion desprecia?
¿O iiguras iguales á lo mesmo imitado
con pertinaz engaño del sentido?
LIBRO PRIMERO, CAP. IX.
Arido está el desierto, y no vestido
de alegre pompa y grata diferencia;
un tronco añoso lo acompaña apenas;
pero ¿cuándo buscó la penitencia
soledades amenas?
Horrores santos el lugar espira
adonde se retira
la negacion del siglo y la abstinencia;
el ánimo consiente
el anuncio severo,
índice del supremo sacrificio,
que alegre está y propicio ;
y expresas dulcemente
relevan del cordero
las ondas breves del candor primero.
Pero cuando él intente
¡oh claro imitador de tus pasados!
á figurar llegó de los sagrados
miembros la proporcion y el movimiento;
en términos mayores
llegaron á milagros los primores.
No que imite tu mano
trabajos fabulosos del Tebano,
ni á espectáculos bárbaros nos llame
y ciegas luchas de la arena infame;
sino al piadoso ejemplo
de macerada juventud, que arguye
rigor de eterna ley al apetito ;
y cuando la contemplo
el alma la obedece, aunque rehuye
la carne infecta del primer delito.
No más mi ruda musa; otra prosiga
que dignos versos y eruditos diga.
Sólo diré admirado
que no sólo tendrás el principado
en las ilustres obras de pintura,
sino en cuantas coloca peregrinas
soberbia la escultura:
150 ARTE DE LA PINTIIU.
y oprimen hoy de Italia las ruinas.
Permite, oh César, que el afecto hispano
(bien que sublimes alabanzas fundas
de acciones liberales y fecundas)
te celebre, y de glorias enmudezca
que el aplauso perdones;
para que del monarca soberano
tu invicto padre, en ínclitas acciones
la majestad heroica resplandezca ;
hasta que un áureo siglo te merezca
para animar la laxitud de Hesperia,
y oiga el Jordan tu nombre entre el ruido
de trompas y de clásicos marciales,
que^te den de asiático apellido,
y tú des á las musas naturales
de lograda esperanza alta memoria.
Y pues habernos visto la animacion y respeto que
han tenido los poderosos del mundo, á las obras de
los famosos artífices, y cuántos de ellos se han ejer
citado en la pintura, en todas edades, veamos ahora
Apoc. j otros príncipes y reyes (pues así los llama la Sa-
' grada Escritura) que levantarán de punto este dis
curso: que son los amigos de Dios y Santos. Con
que se califica por todas partes la nobleza de esta
arte, y se aumenta nuestra oracion.
Pero no es mi intento hacer catálogo aquí de in
finito número de religiosos, de todas las órdenes
que han sido, y algunos aventajados, como fray
Vicente de Santo Domingo, de la orden de San Je
rónimo, que fué maestro del Mudo. Ni de fray An
drés de Leon; ni fray Julián su discípulo, excelen
tes iluminadores de la misma orden. Ni de fray
Diego del Salto, no inferior á ellos en la ilumina
LIBRO PRIMERO, CAP. IX. ' 131
cion, fraile de San Agustín y natural de esta ciu
dad; y fray Pedro de Montoya, tambien agustino.
Y de la Orden de la cartuja D. Francisco Galeas,
que fué prior de Sevilla; y el P. Juan Sanchez, fraile
lego que en Granada ha hecho en su convento obras
famosas, con la imitacion de lo natural. Y el vene
rable monje de la mesma religion D. Luis Pascual
Catalan, que ha enriquecido esta casa de Sevilla
con historias dignas de su caudal. Ni de Adriano,
donado de los descalzos carmelitas, valiente pintor
que vivió y murió en Córdoba. Ni de fray Juan Bau
tista Maino, pintor famoso de la orden de predica
dores que enseñó á debujar (siendo príncipe) á nues
tro católico Rey Felipe IV. Ni de otros muchos que
por ventura tendrán adelante lugar. Antes pondre
mos los que pone el cardenal Palerto en su libro lu,. lcaP. 3.
de las imágenes, mezclando otros algunos.
^e un pintor romano llamado Pedro Cavallino,
discípulo de Gioto, se escribe, que además de la ex- Jorge Vasari prim
celencia de la arte que comenzó á ilustrarse en su Parle'
tiempo, fué devotísimo y amicísimo de los pobres,
y creciendo en la edad madura se dió tanto á la vir
tud, haciendo vida muy ejemplar, que fué tenido en
opinion de santo. Hizo de su mano el devoto cruci
fijo que hoy se ve en la iglesia de San Pablo fuera
de Roma. El cual habló á Santa Brígida cerca del
año l370. Y pintó otras santas imágenes y una de
la Santísima Virgen, famosísima en todo Italia, por
quien Dios ha hecho infinitos milagros.
' De Alberto Durero, pintor y geómetra clarísimo Al principio del
en Germania (de quien se hace mencion en muchas 1H>' d!, simelrIa Is
v 1 Toscan .
partes de esta obra) cuenta su vida que con tan ar-
152 ARTE DE LA PINTURA.
diente ánimo procuró la honestidad de la vida, y la
alteza de las virtuosas costumbres , que toda ella vi
vió libre de reprension. Y tuvo tanta suavidad y gra
cia en las palabras, que los que lo oian no quisieran
ver el fin de su plática, y en la severidad y gravedad
de anciano no fué molesto, porque no despreció lo
que pertenece á la suavidad y alegría. Con su he
roica virtud ganó el favor de los príncipes y reyes,
particularmente del Emperador Maximiliano y de su
nieto Cárlos V. Fué diligentísimo en guardar la
piedad y vergüenza, como pintor católico, y santo;
careciendo sus obras de toda licencia y descompos
tura; mostrando en todas la castidad y pureza de su
ánimo. Hizo muchas historias de la vida y pasion de
Cristo y de su Santísima Madre; de quien debujó y
talló excelentes imágenes, cubriendo siempre con
lo largo de la ropa sus sagrados piés. Con razon se
tiene su derecha mano en veneracion en su patria,
por sus insignes obras y bienaventurada vida:
En su elogio. Nuestro Luis de Vargas, hijo ilustre de esta ciu
dad y raro ejemplo de pintores cristianos, despues
de haber gastado en Italia veinte y ocho años en
sus estudios, los que vivió en Sevilla, manifestaron
su rara virtud. Confesaba y comulgaba á menudo,
era humildísimo y sufrido con sus émulos , hurtá
base algunos ratos del dia á sus forzadas ocupacio
nes, y en su estudio, á puerta cerrada, tendido en
un ataud , con la profunda consideracion de su
muerte, componia su vida. Fué devotísimo del santo
nombre de Jesus, por lo cual le sucedieron cosas
milagrosas: halláronse á su muerte asperísimos ci
licios y disciplinas ; la fama de su virtud obligó á
LIBRO PRIMERO, CAP. IX. 153
un grave y docto varon á que ( yendo á predicar á
otro intento) publicase sus alabanzas. Estas predi
can hasta hoy sus pinturas sagradas (manifestando .
el espíritu de donde procedían), principalmente la
historia de Cristo con la cruz á cuestas, que está en
gradas á las espaldas del Sagrario antiguo de la
iglesia Mayor, y la pintura de la torre, que acabada
murió año de l568, de edad de sesenta y dos años.
De Juanes, pintor de opinion, valenciano, Se Surte, tom. 5 fól.
cuenta que hizo imágenes de mucha devocion, por- 195'
que demás de ser persona de conocida virtud , se
preparaba con la confesion y comunion antes de
pintarlas.
De otro pintor llamado Eucratio refiere la vida de
San Cornelio Centurion, que habiendo mandado pin
tar la imágen de este santo, y mostrando poca vo
luntad de hacerlo, enfermó gravemente; aparecióle
el mesmo santo mostrándole su verdadera efigie, y
el pintor arrepentido de su negligencia y yerro
con muchas lágrimas propuso de retratarlo; y suce- .
dióle felizmente, hallándose del todo libre de aque
lla dolencia.
En la crónica de la orden de los Servitas se hace m. li.
mencion de un pintor que en el año de l252, estan
do envuelto en pecados, probó muchas veces á pin
tar el rostro de la venerada imágen de Nuestra Se
ñora de la Anunciacion de Florencia, pero jamás
pudo; por lo cual sintiendo que lo impedían sus cul
pas, resolvió de purgarlas con el sacramento de la
confesion. Hecho esto y preparados los colores y
pinceles para hacer la obra, al punto ¡oh cosa mara
villosa! que se acercó á pintar, halló la cabeza y el
154 ARTE DE LA PINTURA.
Breviario Rom.
rostro de la imágen perfectamente acabada, que se
juzgó haber sido por ministerio de los ángeles y
como á tal concurrió todo el pueblo con admiracion
á verla. Hace creible este suceso otro no menos ad-
. m mirable. En tiempo de San Silvestre papa y de Cons-
dedic Basil. Salvat. . . • i . , , . ....
tantmo emperador, aparecio (sin que interviniesen
ingenio ó manos de hombre) la imágen de nuestro
Salvador pintada en la pared del templo de San
Juan de Letran, á vista del pueblo romano, con que
se confirmó en la veneracion de las sagradas imá
genes.
surie,stom^ 6 «i. Escribe Metatrastes en la vida de San Eustachio,
patriarca constantinopolitano, que habiendo un man
cebo perito en la pintura borrado y raido de la pa
red una pintura de una diosa Venus, para poner en
su lugar otra imágen de un santo; el demonio, que
guardaba la figura, tomando venganza en la mano,
se la hinchó y llagó de manera que le puso en pe
ligro de perder la vida. Mas el pintor, celoso y de
voto, con el divino favor fué librado por medio de
aquel santo. Y su agradecimiento del beneficio
recibido, dejó en el mismo lugar pintada su imá
gen, para que la mano que habia recibido la cura
fuese testigo de su médico.
No es menos regalado el ejemplo que trae Lope
de Vega en su Peregrino, en beneficio de otro devo
to artífice, que pasó así : en una capilla de un tem
plo pintaba un pintor famoso una imágen de la Ma
dre de Dios, y habiendo hecho el rostro, medio
cuerpo y un brazo, estando pintando la mano que
u. devine. Bel™. s0stenia al niño, el tablado se desenlazó de los ma-
Espejo hist.
•ub. 7. cap. 104 deros en que cargaba, y viendo el turbado artífice
LIBRO. NUMERO, CAP. IX. 15"
que se iba á precipitar (por la mucha distancia de
donde estaba al suelo), con grande fe dijo á voces á
la santa imagen: «Virgen, tenedme.« (¡Oh estupenda
maravilla.'); apenas la turbada lengua pronunció es
tas palabras, cuando la piadosa Señora sacó el bra
zo pintado de la pared y asió el del pintor y le tuvo
firme. El andamio con los vasos y colores vino á
tierra con gran ruido, que todos los que allí se ha
llaron, creyendo que el techo de la capilla se venia
abajo, levantaron los ojos y vieron á la Virgen, aún
no pintada, con un brazo fuera de la pared, tenien
do al venturoso hombre, y clamaron misericordia,
alabando á la madre de ella: y puestas escaleras,
habiendo bajado al suelo al pintor, la imágen vol
vió á encoger el brazo.
Dejo de dilatarme en los favores que imágenes de
pintura han hecho á santos varones (de que se ha
blará adelante), aunque no es de pasar en silencio
la santa imágen de Nuestra Señora del natural, que
causa gran temor y reverencia á quien la mira; que
está en la provincia de Cataluña en el convento de
la Cartuja, llamado Escala Dei, que habló al bien
aventurado D. Juan Fort , monje de aquella casa.
Y la imágen del Santo Crucifijo, tambien de pincel,
de Santo Domingo de Nápoles, que habló al angé
lico doctor Santo Tomás aprobando sus escritos.
Mas volviendo á nuestro intento, en la vida de
San Gregorio papa, se cuenta de un monje pintor imn Diac. ia,. 4
dicho Saturnino, que entre otras virtudes suyas, era "úm'35'
devoto de San Gregorio, y pintó su imágen en me
dio de los dos apóstoles San Pedro y San Pablo. Y
agradó tanto esta devocion á Nuestro Señor, que
156 ARTE DF. LA PINTURA.
quiso privilegiar milagrosamente aquella pintura,
de tal manera, que algunas veces se hallaba delan
te de ella una vela ardiendo sin que alguno la hu
biese encendido.
&p. 8. Del bienaventurado fray Nicolás Gator , natural
de Valencia, de la orden del seráfico padre San
Francisco, se cuenta en su vida que por ser de vivo
cP. 25. ingenio fué excelente pintor, y que viviendo en el
convento del valle de Jesus pintó muchas imágenes
de la Santísima Virgen, de quien fué grandemente
regalado, y á las que hallaba pintadas les ponia
versos latinos en su alabanza.
Fray Juan de la Miseria, fraile lego de los carme
litas descalzos, varon de rara virtud, hizo del natu
ral el primer retrato de Santa Teresa de Jesus, que
está en el convento de sus monjas en esta ciudad,
de cuyas copias han resultado tantas maravillas en
gloria del soberano Señor.
Fray senf. R.zii. Anumérese á estos santos artífices el venerable
fray Juan de Fiosele, florentino, de la orden de Pre
dicadores, pintor insigne y célebre en toda Europa.
Muy estimado del duque Cosme de Médicis y del
papa Nicolao V, pues vacando el arzobispado de
Florencia se lo quiso dar, por sus letras y santidad:
y por sus ruegos y aprobacion lodió á San Antonino.
Giorgio Vasari 2 Fué llamado padre verdaderamente angélico, y de
part' singular humildad y simplicidad, como lo mostró
convidándole el mesmo Pontífice, pues hizo con
ciencia de comer carne sin licencia de su prior, no
atendiendo á la autoridad de quien se lo mandaba.
Hizo muchas pinturas dignas de eterna alabanza,
no queriendo jamás pintar otra cosa que imágenes
LIBRO PRIMERO, CAP. IX. 157
santas. No tomaba el pincel si primero no habia he
cho oracion, ni hizo ninguna imágen de Cristo cru
cificado sin bañar en lágrimas su rostro. Por esto
muestran todas sus figuras particular aire de santi
dad y la bondad de su ánimo; murió de sesenta y
ocho años, en el de l455; está sepultado en el con
vento de la Minerva en Roma.
De otros muchos religiosos hace memoria el Va-
sari, que fuéron famosos pintores. Como D. Lorenzo,
monje camaldulense, en el 1 convento de los Ange
les de Florencia, cuyas obras fuéron por los años
de l529, y otros monjes de su religion, que florecie
ron antes y despues de él.
De fray Bartolomé , excelente pintor, que siendo c¡org¡,, vrari,
en el siglo quieto y temeroso de Dios y amigo de
oir su divina palabra , entró en la religion de Santo
Domingo, donde atendió cumplidamente á la ob
servancia de su regla y juntamente hizo varias
pinturas sagradas, dignas de memoria, que en los
rostros muestran no sé qué de divinas.
Otro ilustre ejemplo cuenta Cedreno de otro sier- En ei comP. de n
vo de Dios, monje y pintor, natural de Roma, por h"umfó4o.48
nombre Methodio, que con el artificio de su pintura, '
acomodándola á conceptos cristianos y provechosos,
fué causa que el duque de los Vúlgaros, siendo gen
til, se redujese á nuestra sagrada religion. Y dícelo
de esta suerte, vuelto en nuestra lengua: «que ha
biendo edificado este Príncipe un nuevo y suntuoso
palacio, mandó á este santo monje que lo adornase
de historias de pintura en los espacios convenien
tes. Y sucedió , por divina traza ,' no señalarle nada
de lo que habia de hacer, dejándolo á su eleccion:
laS ARTE DE LA PINTURA.
sólo le mandó fuesen cosas terribles y espantosas.
El monje pintó la segunda venida de Cristo á juz
gar el mundo ; porque pensó , y bien , que no habia
cosa más temerosa y horrenda. El Príncipe admira
do de este espectáculo, viendo por una parte la glo
ria de los justos y por otra las penas y tormentos
de los condenados, y enseñado del pintor lo que
aquello representaba, al punto, tocado de Dios, de
jó la vana supersticion, y se convirtió: é instruido
en las cosas de nuestra fe por un santo obispo, á
media noche recibió el santo bautismo. Y rebelán
dose los grandes y el pueblo , intentando matarle,
con pequeño ejército lo resistió y desbarató. Y con
aquel suceso impensado , y admirable mudanza,
asombrados los vasallos, se convirtieron muchos.»
A éstos se junta un valeroso monje llamado Lá
zaro, señaladísimo pintor, que habiéndolo el Empe
rador Teodosio perseguido con rabioso furor, porque
se deleitaba en pintar las sagradas imágenes, y
despues de muy crueles azotes y tormentos , encer
rándole en una oscura cárcel , renovando su atroci
dad contra el santo monje, sucedió lo que cuenta la
historia, cuyo sentido es este.
Estando sano de las heridas el bienaventurado artí
fice, volvió á su acostumbrado y piadoso ejercicio,
por lo cual el tirano mandó de nuevo á los verdugos
que le abrasasen las manos con láminas encendi
das, porque los fieles no adorasen los trabajos de
ellas. Y el constante varon, despues de tantos mar
tirios recibidos de la gracia divina, pintó otras
imágenes de gran veneracion, y despues de muerto
su perseguidor, pintó una imágen de nuestro Sal
LIBRO PRIMERO, CAP. IX. 159
vador, que habiéndose borrado con el tiempo, ahora
se ve de nuevo restituida.
Remate gloriosamente este número el evangelista
S. Lúeas, patron divino de los pintores, con quien .
justamente pueden estar ufanos entre los demás pro
fesores de otras artes. Pues la mano que escribió el
santo Evangelio pintó las sagradas imágenes de
que harémos memoria, refiriendo primero brevemen
te su vida, de quien la trata con más autoridad.
Fué este glorioso Santo de la ciudad de Antio- «"•*« de «u™d.D 18 de Octubre BI.
quía, de novísima familia, virgen perpétuo , doctí- • 722.
simo en todas las buenas letras y en la medicina:
aprendió el arte de pintar para entretener el tiempo
honestamente. Muchos son de opinion que fué de
los setenta y dos discípulos; pero no parece tan
fundada, antes (como dice Rivadeneira) S. Ireneo,
Tertuliano, Eusebio, S. Gerónimo y S. Agustín,
Doroteo, Beda y Pedro Damiano dicen lo contrario.
Y si se ponderan las palabras que el mismo San
Lúeas dice , hablando de sí en el principio de su
Evangelio, fácilmente se echará de ver que lo es
cribió de oídas. Lo cierto es que fué discípulo y
compañero de S. Pablo en sus trabajos y peregri
naciones; aunque no luego, sino pasado algun
tiempo. Escribió su Evangelio en griego, en ele
gante estilo, para dar luz á los de aquella nacion,
á quien S. Pablo predicaba. No sólo fué enseñado
de él, sino de los demás Apóstoles, especialmente
de la Santísima Virgen , con la cual hizo mucha fa- Grego. Nací. orat. I.
miliaridad: acabó su vida como insigne mártir, se- „ 'fa
" 1 Pauhu ad sever.
gun la opinion de graves doctores. EPist. *3 y otros.
Entre las cosas famosas que hizo, fué una las
160 ARTE DE LA PINTURA.
imágenes de Cristo, Nuestro Salvador, y de la Sa
cratísima Virgen, su Madre, y de los Apóstoles San
Pedro y S. Pablo, y dejarlas á la Iglesia católica
para consuelo de todos los fieles. Y porque son mu
chas las que se atribuyen á nuestro glorioso pintor,
y mucha la autoridad de los que de ellas tratan,
discurriremos un poco acerca de ellas (debajo de la
correccion de los doctos). Tres imágenes de la San
tísima Virgen se veneran en Roma por originales
de su mano ; una es Santa María la Mayor, otra del
Pópulo, otra de Araceli, en los templos de sus mis
mos nombres. Decimos que S. Lúeas fué compañero
del Apóstol S. Pablo, y siguiendo esta opinion, de
cimos que habiendo subido Cristo Nuestro Señor á
la diestra del Padre, y bajado el Espíritu Santo so
bre el sagrado colegio, teniendo los Apóstoles con
sigo á la Virgen Nuestra Señora, á quien particu-
crón¡c. Hb. 3 de larmente suministraba el gran evangelista Juan
n.« serum cap. 21 ( aütes qUe S. Dionisio la viniese á visitar, y pror
rumpiese en aquellas sentenciosas palabras llenas
de admiracion que tantas veces hemos oido), siendo
san Agustin ub.do S. Lúeas ya fiel discípulo del Apóstol, por órden
concordia. ^ Cielo vino á Jerusalen á ver aquel arca de los
tesoros divinos, que tuvo en sus entrañas , al que
no comprende lugar alguno. Y despues de haber tra
tado con ella muchas cosas de los misterios sagra
dos, que no escribieron los demás Evangelistas, de
Nicef i¡b 14 <lue e^a sólo' habría sido testigo, inspirado de Dios,
rap- 2. intentó retratarla por medio de S. Juan evangelis
ta. El cual se la mostró, como escribe un docto mo
derno , estando en altísima contemplacion : las ro
dillas en tierra, los ojos eu el cielo, la mano dere
LIBRO PRIMERO, CAP. IX. 161
cha levantada al modo de los sacerdotes , en señal
de sujecion y confianza ; la otra arrimada al pecho, To vt m »pb *
teniendo el manto de color nativo, de que estaba
cubierta. Retrató á el Santo en aquella misma edad
y compostura. Y dice Niceforo, que despues la mis- ub. 15 «P. 14.
ma Señora la vió y aprobó, y que pasados algunos
años la hizo traer Pulcheria, hermana del Empera
dor de Constantinopla , desde Antioquía , para po
nerla en una iglesia que edificó á su nombre. De
estas tres imágenes que se ven en Roma , la que
conforma con esta descripcion es Santa María de
Aracoeli. Y de esta habla fray Francisco Jimenez,
obispo y patriarca de Jerusalen , en un libro que se
imprimió en Granada por mandato del santo Arzo
bispo, año de 1496. Y en una parte de él dice , ha- Fray Helado de
blando de Nuestra Señora : « Y yo estando en Tal°™™is^'raer
Roma vi su santa imágen pintada en el monasterio
de los frailes menores, que llaman Santa María
de Aracoeli.« Y luego describe sus facciones y par
tes. Segun esto, el Evangelista S. Lúeas, si bien
pintó, como es cierto , las demás imágenes con el
niño Jesus en sus brazos, no fué porque retratase á
Cristo en aquella edad de la infancia , teniéndolo
presente como tuvo á la Virgen ; sino á semejanza
de la Madre, y por informacion de ella ó con par
ticular favor y valiéndose del retrato primero hizo
otras imágenes, y tenia la Virgen cuarenta y nueve
años de edad (aunque de menos edad que tendría el
original) como la de Santa María del Pópulo y la
Mayor, que está aventajadamente conocida por de
S. Lúeas: por quien el Señor ha obrado muchos
milagros. Y es la que S. Gregorio, Papa, llevaba en
162 ARTE DE LA PINTURA.
Pe'dro de Rivad. en su procesion por la ciudad de Roma , cuando cesó
Ma™ mi. 248 . el castigo de la peste , y el ángel sobre el castillo
Ueuf. 18 deOc- 8 //> !.•" i • • 1 r, • 4.
tubreen s. Lúc. envaino la espada. Que hiciese la imagen de Cristo
N¡cef. ub. 2 cap. Nuestro Señor, en edad de varon perfecto, tampoco
tiene duda : por ventura sacada por alguna de las
que milagrosamente pintó Su Majestad , como ve
remos ; pero no del natural , como la de la Virgen
Santísima, por no haberlo comunicado viviendo,
como se ha dicho ; pero a S. Pedro y S. Pablo más
fácilmente.los pudo retratar, y de unos y otros origi
nales hacer tantas imágenes de pintura y escultura
cuantas están recibidas por de su mano en toda la
Iglesia santa; y pues ninguno de los autores señala
cuál sea el retrato que inmediatamente se sacó de
la Virgen Nuestra Señora , de las tres imágenes de
Roma que habemos dicho, ni de otras que están en
otras partes veneradas por de S. Lúcas, bien pode
mos pensar lo que es más conforme á razon, y te
nerlas por de su mano ; pues á todas se les debe
igual estima y crédito, siendo como parecen de
igual antigüedad y agradecer al Señor la merced
que ha hecho á nuestra profesion , ilustrándola con
tales y tan santos artífices. A quien más justamen
te' se debe la exclamacion de Plinio , que á los an-
pim., i¡b. 34, tiguos pintores : digni tañía gloria artifices qui com-
«p. 8. positis voluminibus condidere hac miris laudibus cele-
brant. Artífices dignos de tanta gloria que los que
escribieron estas cosas en los libros , los celebran
con maravillosas alabanzas.
Ya parece que habemos levantado la pintura á
tanta lionra y grandeza cuanto puede ser; y que no
nos faltó sino poner al mesmo Dios en este núme
LIBRO PRIMERO, CAP. IX. 163
ro, para no poder pasar más adelante. Dijimos al Cap 2.
principio de este libro que le congenia propiamente
el nombre de pintor : ahora dirán esto (y á mi ver EnOí pmumdro,
valientemente) los lugares de la antigüedad. Aquel cap' 3'
gran filósofo, HermesTrismegisto, hablando de Dios,
dice: "Si lo quieres investigar por los usos inorta-
«les, ya de la tierra, ya de la profundidad de las
«aguas, mira, ó hijo, al hombre fabricado en el
«vientre, y escudriña exactamente la arte de esta
«fábrica ; y aprende quien formó la hermosa y di-
«vina imagen suya. Quién pintó los ojos, quién
«abrió las narices y orejas , quién la boca , quién
«atendió los nervios y los ató.« Y Philon, hebreo, Lib. de los sueños.
hablando de la pintura, dice así: « Pero yo no sólo
«á ella, más aun su nombre admiro, y mayormente
«cuando contemplo las partes de la tierra, las esfe-
«ras del cielo, las diferencias de animales y plan-
«tas, y estas varias contexturas del orbe , me es for-
«zoso tener por uno mismo al que fabricó esta ad-
«mirácion del mundo , y al que inventó á la arte de
«la pintura. Y así , venero al inventor, honro la in-
« vencion y admiro la obra. «
" ¿Puédese añadir más á este discurso? Parece que
no ; por ser Dios Nuestro Señor remate y fin de él.
Con todo esto , como su amor halló traza para en
grandecer al hombre, enviando á su Hijo al mundo,
tambien ese mesmo Señor, vestido de nuestra carne
la halló , para engrandecer la pintura , por maravi
llosa y nueva manera.
Cuenta Laurencio Surio que Abagaro, Rey de sur. en ei m,. 4,
Edesta, teniendo noticia de los milagros de Cristo w' 7U'
Nuestro Redentor, deseó traerlo á su tierra para que
Í6Í ARTE DE LA PINTURA.
le curase de la enfermedad de lepra que tenia , y
así, le escribió una carta pidiéndole que se dignase
de reunirse con él, ofreciéndole su ciudad, en que
vivirían ambos en paz, porque huyese la perse
cucion y odio de los hebreos , y dándole orden al
mensajero, que se llamaba Ananias, hombre diestro
en el arte de pintar , que si no quisiese venir lo re
tratase y le trajese el retrato junto con la respues-
. ta. El cual, venido á la presencia de Cristo, y ha
llándose en presencia de mucha gente, no pudien-
do llegar á él , se subió sobre una piedra que estaba
en lugar conveniente, de donde lo descubría más
bien, y poniendo en él los ojos, lo comenzó á re
tratar ; pero no pudo por la luz que de su divino
rostro salia. Entendido esto del Señor, envió á San
to Tomás apóstol, que lo trajese ante él. Y habien
do leido la carta de Abagaro , y viendo cuánto de
seaba verle, se lavó el rostro en el lienzo' ¡oh cosa
admirable! con que enjugaba el agua, y estampó su
imágen perfectísimamente. Y diólo á Ananías para
que lo llevase á su Señor, con una carta respuesta,
con la cual imágen, llevada al Rey, sucedieron
grandes maravillas y milagros. La autoridad de esta
historia, que es muy grande, y los autores que la
tratan se podrán ver en el Cardenal Baronio , y en
el Flor Sanlorum del P. Rivadeneira, donde están
las dos cartas traducidas. Yo hice, siendo mancebo,Baronio, lom. I,
mi. 615. una copia de una tabla de esta santa imágen que se
cru'J«^?t ü'zo en Roma, á quien llaman Sacio Volto, que te
nia una lelra en el cuadro que decia así : Imago
Christi salvatori ai imitationem ejus quam misil Aba
garo, quce Romee habetur in monasterio Sancti Silves
LIBRO PRIMERO, CAP. IX. 165
tri. ImágQn de nuestro Salvador Jesucristo, á imi
tacion de laque envió á Abagaro, que está en Roma,
en el monasterio de San Silvestre.
La segunda ocasion en que nuestro Redentor hizo
otra imagen suya, fué el dia de su pasion , yendo al
Calvario á morir por nosotros, agravado con el peso
de la Cruz y de nuestras culpas. Seguíale infinita
gente , y muchas piadosas mujeres que derramaban
abundantes lágrimas de compasion. Entre las cua- Baron., tom. i,
les se halló una llamada Verónica , que dió el velo
de su cabeza al Señor para que se enjugase el sudor
y sangre de su rostro. Y porque obra de tanta pie
dad no careciese de premio, imprimió Cristo nues
tro bien, segunda vez milagrosamente su rostro, en
tres dobleces que tenia la toca, que fué figurar tres
imágenes suyas. No sin causa hizo el Señor este
doloroso retrato , para que no se aparte de nuestra
memoria el soberano beneficio de nuestra reden
cion ; pues el ser de la imágen es traernos á conoci
miento de su original. Esta historia ha sido en todos
tiempos predicada por autoridad de la Iglesia ro
mana , que tiene una de las tres imágenes de la
Santa Verónica, llamada así por la piadosa mujer,
á cuya dedicacion celebra fiesta en 4 de Febrero en
la capilla que edificó el Papa Juan VII en la iglesia
de San Pedro en el Vaticano, como afirma Pedro En «i Maniroi. ,
Galesino, donde se muestra esta santa imágen con 8gre* X,'LL'"
universal devocion : como tambien la casa de la di- '
chosa mujer , entre los otros lugares de la Tierra '
Santa.
La tercera y milagrosa pintura que Cristo Nues
tro Señor hizo de su divina persona , fué despues de
166 ARTE DE LA PINTURA.
muerto, cuando le envolvieron en la limpia y sacra
sábana, para ponerlo en el sepulcro. Donde impri
mió no sólo su figura, sino sus llagas, azotes y san
gre preciosa , como se ve en el santo sudario que
guardan en Turin con gran veneracion los Duques
de Saboya. Y como tambien lo afirma Sixto IV en
el tratado que escribió de la sangre de Cristo, y
Julio II en la Bula de aprobacion del sacro sudario,
de stigmaiib. Todo lo cual trata largamente el arzobispo Paleoto
g. «cris. y Daniel Malonio. De manera que concluimos que
en vida y en muerte de Nuestro Redentor Jesucristo,
autorizó y honró la pintura de las imágenes sagra -
das con los sucesos milagrosos que habemos conta
do. Por donde se ve cuán justa cosa es que los pin
tores católicos, protectores de tan ilustre arte , si la
tratasen como deben , sean estimados , pues toma
Dios las obras de sus manos por medio , para ser
más conocido y reverenciado de los hombres , y ad
quiere la pintura tan alta calidad y nobleza, y es de
tanta utilidad, como verémos adelante.
CAPITULO X.
DE INDIFERENTES MANERAS DE NOBLEZA QUE ACOMPAÑAN Á LA PINTURA
Y DE LA UTILIDAD UNIVERSAL QUE TRAE.
Dijimos en el capítulo primero y segundo de este .
libro, tratando de la difinicion y antigüedad de la
pintura, algo de su nobleza, pero brevemente. Aquí
parece que nos ofrece la ocasion alargarnos más, des -
LIBRO PRIMERO, CAP. X. 167
pues de haber hecho tan ilustre catálogo como el de
sus profesores, en los tres capítulos de arriba. De
donde la deduciremos, pues se ha descubierto bas
tantemente en ellas su utilidad y nobleza. Remitien
do á quien quisiere ver esto tratado más extendida-
mente, al libro intitulado Noticia general de las ar- M LúmcMo a»
tes, donde se defiende el ser liberal y noble 'la pin- p" de 108 Rios'J r Lib. 3.
tura, con autoridad de filósofos y conforme á dere
cho, porque de ella se conocía extraordinariamente,
y ser arquitectónica y digna de aventajadas honras,
y por otras muchas razones y títulos. Por donde me
da licencia su autor á que pase á las cosas más con
venientes á mi intento, y hable por otro camino de
su nobleza.
Pues dejando aparte varias opiniones de juriscon' paiMto, i¡b. i a,
sültos y filósofos, tocaré solas dos, las más univer- lasimá« .«P' 6'
sales; una, segun los doctos y sabios del mundo;
otra, segun la disciplina y enseñanza cristiana, á
fin que de una y otra quede más claro el honor y
prez de la pintura.
Dicen los primeros que la nobleza de una cosa se
debe considerar en dos maneras , la una que nace
de la aprobacion de los hombres, que pende de jui
cio ageno, que se llama nobleza extrínseca ó por ac
cidente. La otra, que consiste en la naturaleza y per
feccion propia de la cosa, á la cual llaman nobleza
intrínseca, porque nace de sí misma y participa de
la filosofía, ó á lo menos le pertenece. Pero á mi pa
recer ambas dos noblezas se pueden atribuir á el
arte de que hablamos, porque la primera, naciendo
de una clara noticia que se tiene de la calidad de
las cosas, toma su dignidad de la estima y reputa
1 08 ARTE DE LA PINTUAA.
cion en que son tenidas. Y porque esta varía mu
chas veces (segun el lugar y costumbres) le han
llamado nobleza accidental ó civil. Así los juriscon
sultos se resolvieron en decir que se habia de lla
mar noble el que era reputado por tal en su patria.
Y si pareciese extraño que el pueblo sea censor de
la dignidad de un arte de la cual juzga ciegamente,
se responde que en esto se conoce la diferencia de
la nobleza intrínseca (de que hablaremos despues).
Pero esta primera, aunque parece incierta, por la
mayor parte es justa, pues vemos por experiencia
que esta variedad de ser más estimada la pintura en
una parte y en otra menos, no nace principalmente
de la ignorancia del pueblo, antes de la calidad de
los que la ejercitan y de las cosas que obran. Así
como el resto de las demás artes y ciencias, que
cuando son tratadas de sujetos doctos y excelentes
son grandemente estimadas; y por el contrario, ma
nejadas de autores bajos é ignorantes quedan des
preciadas y viles. Así aviene á la pintura, que sue
le ser estimada segun el saber y la opinion de sus
pro i« profesores; como sucedió á la agricultura á princi-
Rosc. pio de la república romana, siendo ejercitada de per
sonas graves, pero despues, en poder de plebeyos
fué tenida por vil. De aquí podemos inferir que de la
calidad de los artífices, recibe la pintura su mayor ó
menor ornamento, hallándose entre ellos gran dife
rencia, no sólo cuanto al ingenio y suficiencia, mas
cuanto á la invencion y sujeto en que se ocupan.
Porque entre los antiguos algunos imitaban las co
sas más excelentes, otros las más humildes y bajas,
otros las comunes y vulgares; la cual diferencia
LIBRO PRIMERO, CAP. X. 169
tambien acaece en nuestra edad. Así que, cuanto
pertenece á la excelencia de la pintura y el precio
y estimacion que ha tenido en todo tiempo, hemos
visto bastantemente en los discursos pasados juntos
con los ilustres sujetos que la han abrazado. Y así
pasarémos á la segunda nobleza, llamada intrín
seca.
Esta tambien digo que conviene muy bien á esta
arte, porque asemejándose á la poesía en cierto
modo, toma de ella regla, pues dice Aristóteles :
«que los excelentes pintores deben imitar los exce- Arui. en u i
«lentes poetas«; y siendo ella anumerada á Ins artes
nobles, así lo debe ser la pintura. Y como la poesía,
describiendo los hechos ilustres de los varones y
hembras da ejemplo de buen vivir, que es ejercicio
de arte noble y moral, de la misma suerte la pintu
ra, representando ante los ojos á los que con alguna
virtud fueron excelentes, viene á amaestrar y á in
citar los ánimos á su imitacion. Además que como
todas las profesiones de los estudios y ciencias son
honrosas, así esta de pintar imágenes, que sirve de
enseñanza al pueblo (segun su grado), debe ser te
nida por muy noble y digna de estimacion. Tanto
más cuanto aquellas artes, que sirven á la filosofía
activa y contemplativa (donde, segun los antiguos, win..i¡b.5
estaba puesta la felicidad humana) fueron tenidas »P. lo.
siempre por ingenuas y liberales : pues enseñaban
á libres y nobles, como las siete. A cualquiera de las
cuales, mav'ormente á la geometría, sirve la pintu
ra, como aquella que con el debujo y líneas se va
manifestando á todos y se refiere (en cierto modo) á
la filosofía, y por esto es arte noble y liberal,
170 ARTE DE LA PINTURA.
Pero si alguno se opusiese diciendo que por us ar.
esta arte colores y pinceles, cosas materiales, debe
llamarse mecánica, se responde : que por ser estos
instrumentos necesarios al arte no le quitan su va
lor, así como la tinta y papel al abogado para escri
bir sus pareceres y consejos; ó al teólogo para com
poner homilías ó sermones; ó al astrólogo, la regla,
compás y astrolabio, pues nada de esto oscurece la
excelencia de estas profesiones; porque todas las
facultades tienen necesidad de algunos instrumen
tos para conseguir su fin. Y los autores (como queda
dicho en otra parte) han llamado mecánicas y viles
las artes, que no sólo fatigan y rinden al cuerpo,
mas embarazan y humillan el entendimiento, como
cap. 3. dijo Aristóteles. En el cual número no es compren-
Amt , iib. 8, di(ja 1a pintura segun escribe Galeno, habiendo di-
c«ien.,en hñ0n, vidido las artes serviles de las honestas y liberales
á las buenas art. . ',1 . . 1 - i • 1 •
por estas palabras: «A estas se puede anadir la pin
tura y la plástica, porque aunque tienen necesidad
«de las manos del artífice, con todo eso no la tienen
«de las fuerzas juveniles. •, Así que juntando la una
y la otra nobleza decimos; que si el precio de una
cosa, la dificultad de hacerla, la utilidad que trae,
el honor que se la atribuye de las personas gran
des, el incitar á la virtud, la disciplina y enseñanza
. que causa en el pueblo , son partes para hacer un
arte, ó un artífice verdaderamente noble, no hay duda
que concurriendo todas juntas en esta de que habla
mos, será de menos' precio, dignidad y esplendor. Y
ub. 3, cap 7. pasando adelante con Paleoto, demás de las dos no
blezas políticas (que se han referido) resta la cris
tiana, tanto más ilustre y sublime, cuanto la ley
LIBRO PRIMERO, CAP. X. 171
evangélica vence en perfeccion cuantas ha habido
jamás. La cual nobleza digo que viene justamente
al arte de la pintura. Pero no me muevo á decir es
to por ser inventada de Dios (como se tocó arriba), &p. «•
por que se seguirá de aquí, que todas las cosas del
mundo sean indiferentemente nobles, como prece
didas de un mesmo autor. Que aunque lo sea de to
das las cosas, ha, empero, criado con diferencia cada
una en su grado, unas superiores y otras inferiores,
unas más y otras menos perfectas. Y juntamente ha Corinl. 12
instituido diversas órdenes de personas y de oficios Cori«1' lo'
mayores y menores: que así convenia á la hermo
sura y perfeccion del universo. Como vemos entre
los miembros del cuerpo, que unos son más nobles
que otros, como dijo el apóstol. Muévome; pues, por
el privilegio de la ley cristiana que con modo ma
ravilloso y supremo ilustra y ennoblece sus cosas:
y esto en dos maneras, la una que es general á to
das las que cristianamente obramos, la otra que es
particular y propia de esta arte y de alguuas otras
operaciones, y ambas juzgo que convienen á nues
tro propósito. Y para mejor inteligencia de la pri
mera es de saber, que todas aquellas cosas que pue
den ser comunes aun á gentiles é infieles, como
son los bienes de naturaleza llamados externos, ó
aquellas que son acciones puramente morales, que
cerca de la religion cristiana no son de mucho pre
cio, porque con ellos no se gana el reino del cielo.
Y tambien aquella nobleza que se ha dicho arriba,
si no se acompañan todas de espíritu cristiano y se
usa de ellas á gloria de Dios, quedan vanas y sin
fruto: como advierten los doctores; y San Gerónimo f G"6a' ¡f
172 ARTE DE LA PINTURA.
á Celancia largamente. De aquí se ve que nuestra
sagrada religion mide las cosas de otra manera que
las otras leyes: porque no *se contenta de la forma
exterior ni dela cantidad intrínseca ni de otras cir
cunstancias con que son hechas las obras, si no son
acompañadas de caridad y pura intencion de servir
á Dios, y ofrecidas á él como sacrificio de nuestras
manos. Porque cuando son enderezadas á este fin,
él las adorna y les imprime el carácter de la celes
tial nobleza, como supremo artífice. Y por el con
trario, todas las otras cosas, si bien nos parecen
grandes y hechas de ilustres personas, no siendo
acompañadas de su gracia, son viles y de ningun
valor. Como lo significó Cristo señor nuestro di-
■, rap. 15. cien¿0: «Si alguno no estuviere en mí será cortado
«como sarmiento, y se secará, y echado en el fuego
«arderá.« De todo lo dicho se infiere, que pudién
dose por este camino ennoblecer , todas las cosas,
aunque sean pequeñas y bajas, mejor se ennoble
cerá la pintura ejercitada con la regla cristiana. Y
se podrá decir con verdad, que mucho más ilustre y
altamente puede hoy un pintor cristiano hacer sus
obras que Apéles ni Protógenes, ni otros famosos de
la antigüeded. Mas porque esta nobleza puede ser
comun á todas las artes, pintarémos otra propia de
esta, la cual se descubre manifiestamente del for
mar y representar ante los ojos, personas dignas de
merecimientos, que por su ejemplar vida, llena de
toda virtud, han sido agradables á Dios. Lo cual
viene maravillosamente á ilustrar la fatiga y la in
dustria de esta profesion y todo el cuerpo de la
obra. No pudiendo el ingenio humano ocuparse en
LIBRO PRIMERO, CAP. X. l73
' I
cosa más honrosa y más digna que levantar (des
pues de Dios) á los que son participantes de la di
vina excelencia.
Aquí se llega á otra principal razon, sacada al íin
del Altísimo, que se pretende con las cristianas pin
turas (de que se tratará en su lugar); porque viendo
todas las acciones propias de aquella virtud, á cuyo
fin son ordenadas, y no teniéndo otra mira todas las
sagradas imágenes (mediantes los actos religiosos
que presentan) que unir los hombres con Dios, que
el fin de la caridad, manifiestamente se sigue que
el ejercicio de formar imágenes se reducia á la
misma caridad, y por esto será virtud dignísima y
nobilísima. Y si llegase la vana curiosidad á pensar
que teniendo los cristianos verdadera luz de fe y co
nociendo cuán inferiores son las cosas artificiales á
las verdaderas no debían bajarse á ellas, mas levan
tarse á la contemplacion del soberano artífice: Res
pondo, que nuestra fragilidad, ordinariamente, no
sufre que podamos subir á considerar las cosas altas
sin el fundamento de estas superiores. Y esta arte es
como medio y instrumento para volar más alto, y en
esto consiste principalmente su dignidad. Así como
alguna virtud mediana comparada á otra mayor, no
carece por eso de la compañía de las demás virtu
des: y por la necesidad que hay de ella es preciada
y honrada. Ultimamente, por todas estas razones se
ha visto claro, cuánto sea la dignidad y excelencia
de la pintura, pues se halla adornada de cuatro
títulos de rara singular nobleza : dos segun el sen
timiento de los sábios del mundo, y dos segun nues
tra verdad evangélica. Como hemos manifestado
i"Í ARTE DE LA PINTURA.
én los varios ejemplos de los capítulos pasados.
Pues viniendo á la utilidad, si es verdad que
cuanto un bien es mayor, tanto es más divino,' por
que se avecina más al que universalmente suele
Dios comunicar á todas las criaturas, será verdad
que la utilidad que nace de la pintura es más divi
na que otra alguna, que suele proceder de las otras
artes ó mecánicas ó liberales; por lo cual, si hace
mos comparacion entre esta y aquellas, verémos
clarísimamente que no sólo cada una, mas todas
juntas (fuera de pocas que tienen algunos fines) le
son grandemente inferiores. ¿No es verdad que las
otras artes, en cualesquier operaciones, no miran ni
consideran otra cosa que la comodidad, buscada
con teson por los hombres, en beneficio de sus cuer
pos? Pues unas le conservan el vivir, otros le apa
rejan el vestir, otros la habitacion, otros el mante
nimiento y regalo, otros el ornato de estas cosas,
otros los instrumentos para poder ejercitarlas, otros
sólo traen deleite á estos sentidos, que brevemente
se han de acabar; pero la pintura, como obra divina,
entra por los ojos como por ventanas de nuestra
alma mientras está encerrada en esta prision, y re
presenta en nosotros aquella luz por naturaleza in
mortal. Y así penetra en la más secreta parte, que
la hace dolerse, alegrarse, desear y temer, segun
la diversidad de las cosas que por los buenos pinto
res aparecen representadas en Jíneas y colores, como
los ejemplos referidos demuestran.
Mas llegando á tratar de la invencion de la pin
tura y de su fruto universalmente, comenzando de
la profana se hallará que es derivada de cuatro prin
LIBRO PRIMERO, CAP. X. 175
cipales causas; la una es la necesidad, la otra la
utilidad, la tercera el deleite y la última la virtud;
las cuales cuatro cosas convienen tambien á la pin
tura sagrada, por otros respetos que se dirán des
pues.
La necesidad se muestra, porque siendo el hom- La «eces¡d«d, l.
bre de su naturaleza comunicativo y conversable,
y que por su flaqueza tiene necesidad de ser ayu
dado, es forzoso significar sus menguas á otros , y
no pudiendo hacer esto con las palabras solas , por
que no pueden ser entendidas sino de quien le oye,
y tiene conocimiento de su mismo idioma , por esto
fué necesario que hubiera invencion, ó instrumen
to que supliese á uno y otro defecto, que fué el
formar imágenes de las cosas creadas, ora de ani
males, ora de plantas, ora de artificios, ó varias
partes del cuerpo humano, con que los antiguos re
presentaban sus conceptos, no siendo conocidos los
caractéres de las letras , de que dan testimonio mu
chos graves autores, que hablando de diversos pue-
bros, hacen fe que se servian de figuras en lugar de
letras ; y por evitar proligidad, basta referir lo que
dice uno de ellos, por estas palabras : «Las letras de D¡odor. s¡c¿i.
los etiopes son semejantes á varios animales y ex- lib" 4'
tremidades de los hombres, ó instrumentos, mayor
mente de los artífices, porque sus palabras no se
explican en letras ó composicion de sílabas , sino
con formas de imágenes, dado por tradicion su sig
nificado en el uso á la memoria de los hombres. «
Además, que en nuestra edad, los que han obser- a so de castro
vado las cosas del nuevo mundo, cuentan que se ™«lra 108 Ereg.
han hallado por luengo espacio de tierra gran nú-
1"6 ABTE DE LA PINTURA.
mero de pueblos sin convencimiento alguno de le
tras, antes en vez de ellas se servian de figuras y
retratos de las cosas ; y viniendo despues á ser estos
Jugares de cristianos, aprendieron los caracteres y
modo de escribir, y los ejercitan felizmente. De ma
nera que si los hebreos por tener antiquísima noti
cia de las letras no tuvieron tan apretada necesidad
del uso de las imágenes, no se sigue por esto que
el resto universal de .tantas naciones de hombres,
en la primera edad del mundo , no tuviese necesi
dad de semejante remedio para servirse cómoda
mente, por ser la naturaleza humana inclinada á la
imitacion de las cosas.
De la segunda causa de introducir las pinturas é
imágenes, que se atribuye á la utilidad , claramen
te puede ser juez cada uno discurriendo consigo,
considerando el alivio y el reparo que este arte
trae hoy á los hombres, ya en renovar las cosas an
tiguas, cubrir las disformes, hacer parecer ricos los
pobres, ilustrar las despreciadas, y enriquecer con
poco coste, por medio de los pinceles, lo que no se
podría con mucho oro: á que se junta toda la utili
dad que se halla en la guerra y en la paz , de re
presentar los sitios, las regiones, las provincias, los
reinos y todo el mundo, y poner en dibujo ante los
ojos todas las letras que deseamos ver : y lo que
más importa, hallar admirable enseñanza, por me
dio de este arte , en el conocimiento de las cosas
naturales, que figuradas y coloridas vivamente, dan
verdadera noticia de árboles, plantas, aves, peces,
animales, piedras y otras mil diferencias de cosas
varias y peregrinas. Sin lo cual habría mucha difi
Libro primero, cap. X. 177
cuitad y oscuridad en el conocimiento de ellos,
como se experimenta. Por donde podríamos con ra
zon decir, no sólo que es más útil que las otras pro
fesiones, pero que no hay arte ó ciencia que no re
ciba de la pintura grandísimo provecho : y como
cosa tan conocida de. los antiguos, los incitaba á
abrazarla y ejercitarla en tanta diligencia por ser
de maravilloso fruto.
Mas ¿ qué dirémos del deleite y gusto que causa, « deleite, 3
que pusimos en tercer lugar? Antes, ¿ qué no diré
mos, pudiéndose decir infinitas cosas? Sin duda al
guna que el entretenimiento, que tanto agrada á
los ojos, que procedo de las historias y pinturas, así
por la emitacion, como por la hermosura y variedad
de colores , y por otros maravillosos efectos que de
verlas nacen , ha sido siempre estimada y apetecida
de todos. Mayormente siendo combinados con el
ejemplo de la naturaleza ; que sin ayuda de hom
bres forma por sí misma las imágenes de todas las
cosas creadas en los cuerpos lúcidos. Y nos las re
presentan con sus colores y movimientos, como se
ve en los espejos, en las armas, en el cristal, en el
agua, dando á nuestra vista infinito deleite. A que
incitados los hombres comenzaran , como se ha di- cap. 2.
cho, á imitar tanta variedad con el arte del diseño y
la diferencia de las tintas.
Resta, para conclusion de este discurso, la última La v¡nud, i.
causa que se atribuye al origen de la pintura, la
cual nace de virtud: porque sucede muchas veces
que los hombres, por beneficios recibidos ó por con
seguir cosas importantes, ó por estima grande que
hacen de otros , sientan dentro de sí una ardiente
12
178 ARTE DE LA PINTURA.
voluntad de dar á conocer estos nobles y justos
pensamientos , y no entendiéndose de hacer esto en
palabras solas, procuran juntar otras demostracio
nes más durables y gloriosas. De aquí comenzaron
muchos motivos de grandes respetos ( á su parecer
dignos de memoria) á formar las imágenes y está-
tuas en honor de otros ; manifestando lo que tenian
concebido en el ánimo. Otros hubo que conociendo
lo que se podia entender de la noticia de las cosas
por medio de las imágenes, como por libros, procu
raron figurar y pintar variedad de historias, y des
cripciones de maravillosos hechos de guerra, de
historias, de embajadas y retratos de grandes per
sonas, figuras de animales y de instrumentos, que
primero eran ignorados de muchos ; para que vi
niendo por esta vía á su conocimiento , se inflama
sen los ánimos á estimar las imágenes y figuras, y
multiplicarlas en sus pueblos. Tambien se pueden
llegar á esta otros respetos de virtud nobilísima, que
dieron ocasion á las imágenes ; como fué honrar por
este medio al soberano Señor en su celestial gerar-
quía, é ilustrar su Iglesia santa. Mas esto pertenece á
las sacras imágenes de que nos viene á cuento tratar.
Y comenzando de su primer origen, lo probare
mos en diferentes ejemplos de los que trajimos en
cp. 2. otra parte , no valiéndonos ahora de los que algu
nos escribieron, diciendo que el mismo Dios fué el
autor , en su misma persona , al principio que crió
esta máquina del mundo. Que apareciendo en forma
humana , habló con Adam y Eva, y con la serpien
te. Tocaré , por guardar brevedad , algunos de los
muchos lugares de la Escritura, con los que siguen
LIBRO PRIMERO, CAP. t. i19
este pensamiento , tratando en comun de la inven- M»t'. «•,• i'
cion de las imágenes. Que discurriendo probable- cap'
mente dicen, que así como comenzaron los hombres
con la hambre interior á saber apacentar los ani
males, cultivar la tierra , coger los frutos, edificar
ciudades, gobernar familias , y poco despues ejercitar Gén' raP 4'
el arte fabril , la música y otras obras (como los dos
hijos de Lamech, Jubal y Tubal Cain) que es muy
verosímil que labrándose ya varias cosas con ins
trumentos necesarios, se sirviese tambien de formar
imágenes, tan importantes á diversas necesidades
de la vida humana, principalmente haciéndose tanta
mencion por Moisés de estas palabras : Imagen y se- Gén' c«p' s.
mejanza. Además, siguiéndose despues la narracion
de aquella fábrica , compuesta con tan maravilloso
artificio por mandado de Dios, que fué el arca de
Noé , que no parece haber sido otra cosa que una
imágen ó pequeño modelo de la universidad de la
tierra, concedida por habitacion á todos los anima
les. Otros han dicho que hacer imágenes para el
culto divino, nació de una lumbre secreta, impresa
en nuestra naturaleza , de honrar y reverenciar
aquella causa superior, á la cual cada uno piensa
estar sujeto, llamada comunmente Dios, si bien no
conocida igualmente de todos. Porque así como el
ofrecerle sacrificio le dice ser comun por ley natu- s. Tho. 22q.¡5
ral á todas las gentes , que conociendo con la luz 8rt' 1 "
interior no ser poderosos á suplir las necesidades de
otros , recurrían por oculto instinto á otra superior
naturaleza, haciendo con actos exteriores, ó de sa
crificios, ó de oblaciones, ó de otros ritos, demos
tracion clara de serle sujetos, y de esperar ser ayu-
180 ARTE DE LA PINTURA.
poia. v¡rg.,iib2. dados de ella. Así por el mismo instinto se movie-
cp.'23. ron á tomar algunas imágenes ó simulacros, que
representando, como mejor les parecia, aquella su
prema Deidad, conservase entre ellos más viva la
memoria de su grandeza. Mas viniendo á lo más
particular, han querido algunos que estuviese en
uso lo que habemos dicho, en tiempo de Abraham,
cuando por mandado de Dios vino á la tierra de Ca-
Gén. cap. 12. naam, y cerca de Siquem edificó altar al Señor,
como dice la Sagrada Escritura, diciendo no ser
otra cosa que un retrato ó imágen de la patria ce
lestial donde reina el Sumo Criador. Y despues el
Patriarca Jacob , viendo la escala que de la tierra
llegaba al cielo, pintando las piedras que sirvieron
de descanso á su cabeza , dice la Escritura que:
Gén cap 38 Erexit lapidem in titulum. Y quieren los hebreos que
se entienda: Erexit Statuam (que levantó una está-
tua). Y porque se conozca que fué causa sagrada,
dice que pintó la Uncion santa y el Nombre reli-
s Pag cap 28 Sl0S0, llamándola Casa de Dios. Que fué figura de
«ob.'d Gén. Tabernáculo que hizo Moisés. Después se lee en el
Exodo que dijo Dios haber señalado áBeseledyOlíad,
dándoles ciencia infusa para hacer el Tabernáculo,
Eioa cap 31 e^ Propiciatorio, el Arca, Mesa y Altar , con las
imágenes de los cherubines, y otras muchas cosas,
de pincel y relieve. Y en muchos lugares de la Es-
3 Rog 6 cntura Sagrada se hace mencion del famoso templo
de Salomon , adornado de variedad de figuras de
pintura y escultura. Fuera de esto, vemos que man-
Nam. 21. d° ^os ^ Moisés que hiciese una serpiente de me
tal y la levantase en alto, para que quien la mirase
fuese libre de la venenosa mordedura de las ser
LIBRO PRIMERO, CAP. X. 181
pientes. Tambien los hijos de Rubem y de Gad, en- Jo5úé,22
trando en la tierra de Canaam, edificaron cerca del
Jordan un altar muy grande, en testimonio que ado
raban al verdadero Dios. Juntamente está escrito
que Dios se mostró en diferentes figuras algunas
veces á los Profetas, y particularmente á Daniel, en Dan¡. 7.
forma de anciano, sentado en un trono de Majestad,
con vestiduras blancas y cabello y barba de la mis
ma suerte. Y así como fué descrita su figura de los
Profetas, es de creer que los artífices la podian repre
sentar al pueblo en sus pinturas. Y esto baste en co
mun de las sagradas imágenes de los antiguos siglos-
Pero viniendo el tiempo de la gracia, habiendo
Dios abierto las entrañas de su misericordia envían- paieot. m,. l.
i 8do su unigénito Hijo al mundo para nuestra reden- cap'
cion, quiso usar más copiosamente de todos los me
dios con que nuestro entendimiento se rindiese,
nuestra voluntad se aficionase y nuestra memoria
se enriqueciese. Y con los ejemplos maravillosos de
sus obras fuesen los hombres enseñados, con su ley
de amor aficionados, y con su doctrina evangélica
alumbrados. Y viendo que muchos de los fieles no
serian capaces de las cosas sagradas, ni aptos para
entender la Santa Escritura, y que habría muchos
á quien las palabras no harían suficiente impresion
en su entendimiento y otros que por las tinieblas de
las aficiones humanas, fácilmente se olvidarían de
tantos beneficios ¿qué remedio podia hallar el Espí
ritu Santo á tanta variedad de menguas? Ninguno
verdaderamente más proporcionado ni más univer
sal á todos, que el uso de las sagradas imágenes.
No ya debajo de velo, ni en figura, más clara y
182 ARTE DE LA PINTURA.
abiertamente, cómo se dice en el Concilio Niceno,
y confirmado con tantas maravilla», y con la autori
dad de Cristo Nuestro Señor. Ayudando á las tres
potencias de nuestra alma (como dijimos) y comen
zando del entendimiento, quien no ve como lo ins
truyen, y sirven de libros populares, porque el vul
go entienda por la pintura lo que los doctos leen en
los sagrados libros, ó tema ocasion de ella para
preguntar á los más sábios. Como dice Germano,
sinod., 7. oct, 4. obispo de Constantinopla, «las imágenes dan, por lo
t. H9. «menos, motivo y causa para preguntar á otros, y
«hacerlos discurrir.« Cuanto á la voluntad, no hay
duda que el ver las imágenes píamente hechas acre
cienta los buenos deseos, hace aborrecer el pecado,
y mueve nuestra voluntad y afecto á imitar las vi
das de los gloriosos santos que vemos representados
De iemp. saiom. (como por los ejemplos pasados hemos visto). «La
rap. 7. tomo 8. «vista de las imágenes (dice el venerable Beda)
«suele dar algunas veces gran compuncion y de
vocion á los que las miran, y aquellos asimes-
«mo que no saben leer, y ser como lesion viva del
«Señor, « ¿Qué diremos de la memoria? Sabiendo que
de la que llaman artificiosa está puesta la mayor
parte en el uso de las imágenes, y así no es mara
villa que las sagradas de que hablamos tanto más
sinod. 7.. 4 1. 4. las refresquen, como se lee en el referido Concilio
de este tenor, «para que considerando pintadas his
torias antiguas, traigan á la memoria quién fuéron
aquellos que de veras y con fidelidad sirvieron á
Dios Nuestro Señor.« Y San Gregorio, para remato
la■ 7 eput 53 de nuestr0 discurso: «Trayéndonos á la memoria la
«pintura (no menos que la escritura) á el Hijo de
LIBRO PRIMERO, CAP. XI. 183
«Dios, ó alegra nuestra alma con su resurreccion, ó
«la mueve y ablanda con su pasion. «
CAPITULO XI.
DE LA PINTURA DE LAS IMÁGENES Y DE SU FRUTO, Y LA AUTORIDAD
QUE TIENEN EN LA IGLESIA CATÓLICA.
Para tratar del fin de la pintura (como habemos ^«,1.. ia. i.
propuesto) es necesario valemos de una division cap' 19.
usada de los doctores, que sirva en la claridad de
este intento ; dicen que uno es el fin de la obra y
otros el del operante. Y siguiendo esta doctrina digo
que uno es el del pintor y otro el de la pintura. El
fin del pintor, como solo artífice, será con el medio
de su arte ganar hacienda, fama ó crédito, hacer á
otro placer ó servicio, ó labrar por su pasatiempo ó
por otros respetos semejantes. El fin de la pintura
(en comun) será, mediante la imitacion, representar
la cosa que pretende con la valentía y propiedad
posible, que de algunos es llamada la alma de la
pintura, porque la hace que parezca viva, de ma
nera que la hermosura y variedad de colores y
otros ornatos son cosas accesorias. De donde dijo Arist,en laPoé,¡c
Aristóteles que de dos pinturas, una adornada de
belleza de colorido y no semejante, y otra formada
de líneas simples, pero muy parecida á la verdad,
aquella será inferior y esta aventajada; porque aque-
184 ARTE DE LA PINTURA.
Ha contiene los accidentes y esta abruza el funda
mento y,la sustancia, que consiste en representar,
mediante el buen debujo, con perfeccion lo que se
quiere imitar. Pero considerando el fin del pintor
como de artífice cristiano (que es con quien habla
mos), puede tener dos objetos ó fines, el uno prin
cipalmente y el otro secundario ó consecuente. Este
menos importante será ejecutar á su arte por la
ganancia y opinion y por otros respetos (que ya
dije arriba) pero regulados con las debidas cir
cunstancias, lugar, tiempo y modo. De tal manera,
que por ninguna parte se le pueda argüir que ejer
cita reprensiblemente esta facultad, ni obra con
tra el supremo fin. El más principal será por me
dio del estudio y fatiga de esta profesion, y estando
en gracia alcanzar la bienaventuranza, porque el
cristiano, criado para cosas santas, no se contenta
en sus operaciones con mirar tan bajamente, aten
diendo sólo al premio de los hombres y comodidad
temporal, antes levantando los ojos al cielo, se pro
pone otro fin mucho mayor y más excelente, libra-
,.6. do en cosas eternas. Y esto es lo que muchas veces
advirtió San Pablo á los siervos y á todos los demás
hombres que ministrando á otros se acordasen de
hacer esto principalmente por Dios, diciendo: «Los
«que sois siervos obedeced á vuestros señores tem-
«porales, no por cumplimiento ó para bien parecer,
«sino como siervos de Cristo, que saben que cada
«cual recibirá del Señor su galardon conforme fue-
«ren sus obras.« Y en otra parte: «Todo lo que hi-
«ciéredes hacerlo de corazon como quien lo hace en
«servicio y no de los hombres, sabiendo que de su
LIBRO PRIMERO, CAP. XI. 185
«Divina Majestad habeis de recibir el premio de todo
«ello.« Y si del fin de la pintura (considerada sólo
como arte) deciamos que es asemejante á la cosa
que pretende imitar con propiedad, ahora añadimos
que ejercitándose como obra de varon cristiano ad
quiere otra más noble forma, y por ella pasa al or
den supremo de las virtudes. Y este previlegio nace
de la grandeza de la ley de Dios : por cuyo medio
todas las acciones (que por otros serian tenidas por
viles) hechas con deliberacion y enderezadas al fin
eterno, se acrecientan y adornan de merecimientos
de virtud. Y no por esto se destruye ó contradice el
fin de la arte sola, antes se ensalza y engrandece y
recibe nueva perfeccion. Así que , hablando á nues '
tro propósito, la pintura, que tenia por fin solo el
parecerse á lo imitado , ahora como acto de virtud
toma nueva y rica sobreveste ; y demás de aseme
jarse, se levanta á un fin supremo, mirando á la
eterna gloria; y procurando apartar los hombres de
los vicios, los induce al verdadero culto de Dios
Nuestro Señor.
Tambien vemos que las imágenes cristianas no
sólo miran á Dios, mas á nosotros y al prójimo. Por
que no hay duda, sino que todas las obras virtuosas
pueden servir juntamente en la gloria de Dios, á
nuestra enseñanza y á la educacion próxima. Y tan
to más deben ser estimadas cuanto mejor abrazan
estas tres cosas, en las cuales consiste la suma de
la perfeccion cristiana. Donde pudiendo pintar esta
de las imágenes sagradas, parecerá más clara la
grandeza de su precio. El modo como se reduce al
número de las más nobles virtudes ya lo hemos vis
186 ARTE DE LA PINTURA.
to, porque la causa principal de haberse introducido
las imágenes antiguamente fué por honrar á aque
llos á quien se dedicaban. Y así la ciega gentilidad,
queriendo celebrar á Júpiter, Minerva y Neptuno y
otros, ningun camino halló mejor que fabricarles
estátuas, y simulacros en gran número. Este mesmo
estilo guardaron los griégos y romanos y otras na
ciones para engrandecer á sus emperadores y á
otros varones dignos de memoria, y lo mesmo han
hecho todas las gentes, por instinto de naturaleza,
que queriendo mostrar alguna señal de reverencia
y de gran observancia cerca de algun gran prínci
pe ó eminente varon, le pusieron su estátua en pú
blico. Y así no es maravilla que la ley cristiana, va
liéndose del mismo medio (pero con fin divino y sa
crosanto) haya admitido el uso de las sagradas imá
genes, para honrar al verdadero Dios en sus santos,
y con este medio extender más su infinito poder,
misericordia, justicia y sabiduría, y difundir por to
dos los confines de la tierra la gloria y majestad de
su nombre .
Decimos tambien que sirven á nosotros mismos,
porque pretendiendo nuestro señor Dios ser adorado
de cada uno con alma y cuerpo, ayudan las imáge
nes, como cosa del culto exterior, á protestar la
reverencia que tenemos en nuestro afecto interior
dedicándola á Dios, como oblacion y especie de
sacrificio. Con lo cual damos testimonio de las
obligaciones que le tenemos de sujecion, obedien
cia y esperanza eterna. Y el no medido gozo que
vive en nosotros de ver á su Divina Majestad,
representada por la pintura, delante de nuestros
LIBRO PRIMERO, CAP. XI. 187
ojos, y á todas horas, como á padre y señor nuestro.
l. Ayudan, otrosí, maravillosamente á la utilidad Arist., lib. 8.
y edificacion del próximo. Porque si queremos mi- elh" rap' 3.
rar las tres suertes de bienes tratadas de los sábios,
lo deleitoso, lo útil, lo honesto, los contienen todos
universalmente; pues los conseguimos por medio de
las imágenes santas. Viéndose por experiencia que
cuanto á deleitar, ninguna cosa comunmente ha-
.blando agrada asi á nuestros ojos, dándoles recrea
cion suavísima, cuanto las cosas de pintura acaba
das con perfeccion: como se ha dicho y parece de
este insigne lugar del Petrarca: «El deleite que Dexem^. deamh.
«causa una tabla bien pintada si nos rigiéramos por for'™'''4'¿b" 1
«razon, nos habia de levantar al amor celestial, en-
«señándonos su origen divino. Porque ¿quién hay
«que apetezca el pequeño arroyo, y aborrezca la
«fuente de donde nace?«
2. Cuanto á lo útil, dejando las infinitas comodi
dades que traen las deformidades que cubren, apa
centando maravillosamente los sentidos, dejando el
esplendor y belleza que reciba todo lugar de su or
namento; pues no hay ninguno por bajo ó vil que
sea, que adornado de ellas, no quede dignamente
ilustrado. Y dejando aparte la conservacion de la
antigüedad, pues muchas cosas estarían ya olvida
das sin su representacion, y dejando la utilidad uni
versal (referida) que traen al pueblo, sirviendo de
libros, y finalmente, dejando otras muchas cosas,
pasaremos á los bienes honestos.
3. No se puede cabalmente declarar el fruto que
de las imágenes se recibe. Amaestrando el enten
dimiento,, moviendo la voluntad, refrescando la me'
188 ARTE DE LA TINTURA.
moria de las cosas divinas. Produciendo juntamente
en nuestros ánimos los mayores y más eficaces efec
tos que se pueden sentir de alguna cosa en el mundo.
Representándose á nuestros ojos, y á la par impri
miendo en nuestro corazon actos heroicos, magná
nimos, ora de paciencia, ora de justicia, ora de cas
tidad, mansedumbre, misericordia y desprecio del
mundo. De tal manera, que en un instante causa en
nosotros deseo de la virtud y aborrecimiento del.
vicio; que son los caminos principales que condu
cen á la bienaventuranza.
Además de lo que se ha dicho, hay otro efeto de
rivado de las cristianas pinturas, importantísimo,
tocante al fin del pintor católico, el cual, á guisa del
Paleo!, lib. i, orador se encamina á persuadir al pueblo, y Uevar-
cap' 21 ' lo, por medio de la pintura, á abrazar alguna cosa
conveniente á la religion. Pues para mayor claridad,
segun han escrito los doctos del arte oratoria, se ha
cicer. ¡«i¡b. l. de hacer diferencia entre el oficio y el fin de un
orador. Llamo oficio todos aquellos medios que se
abrazan para conseguir el fin; y fin aquello que es
su principal y último intento. Y así como el oficio
del orador es hablar convenientemente y á propó
sito, así el fin será el persuadir lo que pretende. El
cual fin no está en su mano si bien lo están los me
dios proporcionados á este fin. Como ni el médico es
poderoso á sanar el enfermo, que es el fin de la me
dicina, aunque lo sea para curarle científicamente.
Así el pintor, cuanto á la parte en que conviene con
el orador, tendrá obligacion á formar la pintura de
suerte que consiga el fin que se pretende con las
sagradas imágenes ; aunque el efeto falte algunas
LIBRO PRIMERO, CAP. XI. 189
veces. Vean los pintores 'de este tiempo á lo que
están obligados; mas cuántos son capaces de enten
der estos mis documentos? ¡oh lástima sin esperanza
de reparo! Este fin, si bien es uno siempre en persua
dir, serálo segun los varios sugetos que les "vienen
á las manos: á ejemplo del orador que, teniendo
obligacion de persuadir al auditorio, y traerlo á su
opinion, esta persuasion empero será encaminada
ora á la guerra, ora á la paz, ó al castigar, ó al ab
solver, ó premiar ó cosas semejantes. Por lo cual el
fin del pintor respecto de esto podrá ser vario segun
la diversidad de las cosas que representa. Mas ha
blando de las imágenes cristianas, digo que el fin
principal será persuadir los hombres á la piedad y
llevarlos á Dios. Porque siendo las imágenes cosa
tocante á religion, y conviniendo á esta virtud que
se rinda á Dios el debido culto , se sigue que el ofi
cio de ellas sea mover los hombres á su obediencia,
y sugetos. Si bien pueden con estos concurrir otros
fines particulares; como son inducir los hombres á
penitencia, á padecer con alegría, á la caridad ó al
desprecio del mundo ó á otras virtudes, que son to
dos medios para unir los hombres con Dios, que es
el fin altísimo que se pretende con la pintura de las
sagradas imágenes, de que á mi ver se ha hablado
bastante. Ahora convendrá decir algo de su fruto, y
de la estima y aprecio que de ellas hace la iglesia
católica: con autoridad de la escritura, de los conci
lios y santos.
La parte no sólo propia sino más principal á que p«140'']■1■' 7
se encamina la pintura, es mover el ánimo de quien 'á6
la mira, y tanto mayor alabanza le da, cuanto más
190. ARTE DE LA PINTÜBA.
noble es el efecto. Que si el orador (como ya se tocó)'
por saber con la facultad del decir, volver los age-
nos afectos á esta ó aquella parte, merece eterna ala-
1 banza, ¿quién duda que la pintura cristiana acompa
ñada de la belleza y consideracion espiritual, tanto
más eficaz y noblemente podrá conseguir este obje
to, respecto de la muchedumbre, que universal-
mente es indocta? y que el fin á que ella mira es
más sublime y glorioso como dice el poeta lírico en
esta sentencia :
Homt eniapoiHú'a Signius irritant animum demissaper aures,
quam quas sunt oculis subiectafidelibus.
Que yo volví de esta suerte:
Las cosas percibidas
de los oídos, mueven lentamente;
pero siendo ofrecidas
á los fieles ojos, luego siente
más poderoso efeto
para moverse, el ánimo quieto.
Por donde podemos decir que representa la pin
tura á la vista las cosas en el modo propio que pa
saron, mejor que por la leccion las que oimos con
uda de templo de ^'• P°r donde la llamaron los griegos , como ve-
saiomon. Tom. 8 mos, viva escritura. De manera que si vemos varios
cap' ' ' ejemplos de personas que habiendo leido un solo
cP. 8. j libro de repente mudaron la vida, ¿por qué no nos
persuadirémos que mucho más eficazmente produ
cirá esto de una imágen sagrada hecha devotamen-
' te? Como nos lo mostró el ejemplo del Duque delos
Búlgaros, con la pintura del juicio. Cuenta Poticia-
L¡b" Ip" 3.C00f' 110 en San Agustín, que algunos soldados de Valen
LIBRO PRIMERO, CAP. X!. 194
tiniano, emperador, habiendo leido la vida de San
Antonio , ermitaño , súbitamente tomaron nueva
determinacion de servir á Dios. Y el mismo glorio- ub. 3.
so doctor, en el mismo libro , dice de sí, que con el
Ortensio de Ciceron se mudó totalmente, por estas
palabras: «Aquel libro mudó, Señor, mis afectos, y
trocó mis deseos, y hizo que enderezase mis oracio
nes á vos : todas las vanas esperanzas me parecian
bajas y viles.« Pues si tanta eficacia tienen las pa
labras que se oyen ó leen, para mudar nuestros
afectos , con mucha mayor violencia penetrarán
dentro de nosotros aquellas figuras que inspiran
piedad, modestia, devocion y santidad. De quien
dice S. Gregorio: «Mientras se atraen interiormen
te las especies de las cosas exteriores, casi se pinta
en el corazon, lo que con deliberacion se piensa en
las fabricadas imágenes. « Y si el sentimiento, cuan
do se refiere al martirio de un santo, el celo y cons
tancia de una Virgen y la pasion del mismo Cristo,
de veras toca en lo interior del alma', ver ante los
ojos con el arte y vivos colores, el santo martiriza
do, ó la Virgen combatida, á Cristo clavado en la
Cruz, bañado en su sangre preciosa , es cierto que
acrecienta tanto la devocion y compunge las entra
ñas, que quien con semejantes objetos no se mueve,
ó es de piedra ó bronce. Por esto escribe S. Basilio: Hom¡i. <u 4o ™
«Las flores de la pintura en la Iglesia, me atraen á
mirar : contemplo la fortaleza del mártir , considero
los premios de las coronas , y como en fuego me
abraso, con deseo de la imitacion ; y postrado y hu
milde; adoro áDios por su martirio, y recibo salud.«
Y Metatrastes , en la vida de S. Tarasio, valiente sur», tom. 1.
192 ARTE DE LA P1NTDRA.
defensor de las santas imágenes , contra la rabia de
los iconómacos, dice elegantemente: «¿Quién vien
do representado, con los vivos colores, al mártir que
pelea y desprecia las nubes de los azotes, y la llama
confiado en su Hacedor, no se baña en lágrimas?
¿Quién, viendo aquel que se entregó por Cristo á los
ministros del suplicio, y persevera firme en los tor
mentos, no admira su paciencia y la vencida virtud
de su excelso ánimo? ¿Quién, atendiendo al otro
que no abrió la boca para decir una palabra des
compuesta , sufriendo verse despedazar los costados
y espaldas, no se extremece de compasion? ¿Quién,
mirando con atencion al que es entregado á los
leones, para ser entre sus dientes deshecho, no quer
rá participar de aquel espiritual convite? ¿Y quién
que contemplando estas cosas no sólo en los varo
nes sino tambien en las delicadas hembras, no des
eche el temor mujeril, y se fortalezca con la con
fianza divina?« Así, no es de creer que ninguno sea
tan insensato que no conozca la conveniencia y
simpatía que nuestra naturaleza tiene con las imá
genes cuando están hechas vivamente y con espí
ritu. De donde escribe el grande Agustino, que se
les debe advertir su culto y veneracion á los enfer
mos antes de morir, demás de las cosas que creen.
San Agns. de visit. «Hay (dice) algunas imágenes exteriores que tal vez
losente, e. 3. deSpiertan fe perezosa, y casi estampan en lo interior
arrepentimiento y dolor. Las cuales quiere que se
guarden, la cristiana religion, y huelga la devocion
de los amigos, que visitan los enfermos que se cum
pla con ellas.' Y pasa adelante á hablar de la imá-
gen de Cristo crucificado, cuanto ayuda á este fin.
LIBRO PRIMERO, CAP. XI. 193
Mas porque deseamos mostrar que los efectos cor
responden á todas las razones referidas, y de la propia
experiencia parecen claramente las obras maravi
llosas que por las imágenes se han visto, excusamos
los ejemplos (cuya muchedumbre podría impedir
nos, contentándonos con los referidos arriba) de
milagros que continuamente se han obrado por me
dio de ellas, en la Iglesia santa. Por los cuales ma
nifiestamente se ve, cuán agradables son al infinito
poder de Dios , por las cosas sucedidas admirables
y estupendas. Como el dar salud ; el librar los hom
bres de inevitables peligros ; el conservarse las imá
genes sin lesion, en medio de las encendidas lla
mas ; el defender las ciudades oprimidas de enemi
gos, y otras muchas cosas milagrosas. Que siendo
todos efectos sobrenaturales, es argumento infalible
de la virtud celestial con que obraron.
Y para mayor demostracion de nuestro intento,
podríamos alegar lo que afirman médicos y filóso
fos, diciendo, que segun los varios conceptos, que
aprende nuestra fantasía de las formas diferentes,
se hace en ella tan firme impresion, que causan
movimientos y señales notables en los cuerpos hu
manos : como enseña la experiencia, y dice Plinio
por estas palabras: «Mayor es la diferencia que hay pi¡„., i¡b. 7,
«en el hombre, que en todos los demás animales; «p'
«porque la velocidad del pensamiento , la presteza
«del ánimo y la variedad de ingenio, imprime notas
«de diversas maneras, viendo en los demás animales
«inmóviles los ánimos.« Estando, pues, nuestra ima
ginativa dispuesta á recibir tales impresiones, ¿quién
duda no haber instrumento más fuerte ó más eficaz
13
194 ARTE DE LA PINTURA.
que las imágenes vivamente pintadas, que casi vio
lentan los sentidos incautos? Y dejando muchas
cosas que se pudieran referir á este propósito , viene
Appi.. iib. 2. bien lo que se escribe del retrato de Julio César: que
la imágen del muerto expresa en la cera, movió los
Quint., iib. 6, ánimos del pueblo á la venganza de la muerte. Y lo
c0p. que cuenta Quintiliano, que solían traerse á juicio
en presencia de los magistrados las imágenes de
aquellos por cuyas partes juzgaban : pareciéndoles
gaiu.t. «nLugur. medio poderoso á mover el ánimo del juez. Así los
antiguos senadores romanos solían decir: que vien
do las imágenes de los mayores se les encendía el
ánimo con mayor eficacia á la virtud.
Para remate de estos ejemplos de la impresion
que causa la vista, nos debe bastar por ahora el que
cénes., rap. 32. trae la Sagrada Escritura de las ovejas de Jacob, á
quien puso el Dante las varas descortezadas , de
donde resultó á una parte del ganado las agradables
manchas.
Pero volviendo á las pinturas sagradas, escribe
S. Gregorio Nicino, alegado muchas veces, en la
sétima sínodo , que la historia de Abraham, cuando
quiso sacrificar á Isaac, su hijo, por estar tan piado
sa y vivamente pintada, muchas veces que la mira
ba, se mudaban interiormente, sin poder detener las
siood. 7. ani. 4. compasivas lágrimas. «Vi , dice, muchas veces la
imágen de la inscripcion , y no pude pasar sin lá
grimas : por poner la pintura ante los ojos tan efi
cazmente la historia.« De donde infirieron aquellos
En e! mesmo lugar. Santos Padres del Concilio: «Si á tan gran maestro
dió lágrimas y utilidad , cuán más útil será á los
hombres rudos.« Y en el mesmo sínodo cuenta San
LIBRO PRIMERO, CAP. XI. 195
Asterio, obispo de Amasea, de una pintura del mar
tirio de Santa Eufemia, "donde estaba tan propia
mente demostrada la crueldad de los tormentos y la
grandeza de su valor, que enternecia el corazon y
enmudecia el rostro. «Lágrimas, dice, derramo por- sinod. 7. ««. 4.
que tan perfectamente pintara el artífice las gotas
de la sangre corriendo, que juraras caian de los lá-
bios.« De Santa María Egipciaca se leen en este
propio lugar , que viendo un dia numeroso pueblo
entrar en el templo , y que ella , por oculta fuerza
era detenida, acordándose de la libertad de sus cos
tumbres, alzó los ojos á una imágen en la Santa
Cruz, y á otra de la gloriosa Virgen, y le pareció «nod. 7. 4.
que de ellas salían dardos agudos, que le atravesa
ban el corazon, y dijo estas sentidas palabras : «Em
bistióme un horror y arrebatamiento del ánimo , y
comencé á temblar toda y perturbarme.« Y siguie
ron luego aquella admirable conversion é inusitada
penitencia suya. S. Gregorio Nacianceno en sus
elegantes versos describe , que una mujer perdida
queriéndose entrar en casa de un mancebo descom
puesto, acercándose á la puerta abrió los ojos, y s. cregor. n«c.
viendo la imágen de Palemon , filósofo , varon de «« ' JCt'
virtuosas costumbres y ejemplar vida , luego mudó
su vil determinacion; y volviendo atrás dejo total
mente los pensamientos deshonestos. Los versos la
tinos dilató dichosamente en una silva D . Juan de
Arguijo, Veinticuatro de Sevilla, que los traigo
aquí para ilustrar estos escritos.
Fácil al blando ruego,
y en vil precio obligada
á ser víctima impura de amor ciego,
196 ARTE DE LA PINTURA.
cudiciosa ramera
corria apresurada
á los profanos lares
de el impúdico joven que la espera :
mas apenas pisó de la primera
puerta el umbral , cuando ocupó sus ojos
la imágen venerable y fiel trasunto
de el grande Palemon , que al mesmo punto
con eficaz modestia (bien que mudo)
su culpa acusar pudo ;
y usurpándole á Vénus los despojos ,
enfrenó el libre paso ,
reprimió el torpe afecto ,
venció al ardor lascivo ;
¿qué otro mayor efecto
esperarse debiera,
si presente estuviera ,
si la mirara vivo ?
Cuenta el abad Teodoro , que teniendo uno gran
devocion con una imágen de la Madre de Dios , que
tenia su Hijo en los brazos, no cesó el demonio de
fatigarle de diversas maneras para que la quitase
de su casa , y de las cosas maravillosas que de esta
ocasion sucedieron. S. Bernardo y S. Francisco, con
otros muchos Santos , ya se sabe la devocion y ar
dor de espíritu que muchas veces concibieron dentro
de su ánimo , viendo la imágen de Cristo Crucifica
do. Demás de los ejemplos que hemos visto, y pu
diéramos traer, rematarémos con el que cuenta Pa-
paieoi. iib. i. leoto, que sucedió en su tiempo. Un señor de Milan
rap 26' v habiendo hecho firme propósito de matar un enemi
go suyo, entró en una iglesia, y viendo una imágen
de un Crucifijo, sintió súbitamente conmoverse en
lo interior de su alma , y postrado ante él de rodi
LIBRO PRIMERO, CAP. XI. 197
llas , trocó aquel pensamiento en arrepentimiento y
lágrimas. Otros semejantes efectos creemos que su
ceden á muchos (por la misericordia de Dios) con la
piadosa vista de las sagradas imágenes, de cuya
autoridad será tiempo que hablemos (dejando á los
doctores el tratar de esta materia dogmáticamente
contra la obstinacion de los perseguidos herejes) bas
tando á los ánimos pios el general sentimiento de
la Iglesia católica.
Vemos que en la antigua ley mandó Dios muchas Paleot. lib. i.
veces que se formasen imágenes, y aun las habian rap' 26,
de ser, de leones, de bueyes y palmas; y la escultura
del candelero y querubines y del propiciatorio , y c. 25
otras muchas cosas. Y si Dios no manda cosa que no tJ^«l'.'ii.
sea útil y necesaria, ¿quién podrá negar que el uso
de las imágenes, mandado por él en todos los luga
res, no sea conveniente y provechoso ?
Viniendo despues al mundo nuestro Salvador á
predicar su evangélica doctrina, y despues de Él
sus santos apóstoles y discípulos, estando ya en uso
las imágenes sagradas, fué por Él y por ellos con
tinuada su observancia. Como parece del cánon del
Concilio Apostólico antioqueno, y la tradicion ecle
siástica demuestra, que nos sirven de ciertísima ley:
como testifica el concilio Niceno segundo , por es- sinoa. 7, «*. 2.
tas palabras: «Nosotros confesamos unánimes, que
«queremos tener por válidas y decretadas las ecle
siásticas tradiciones, ya en escrito, ya en costum-
«bre; de cuyo número es la formacion de las imáge
nes. « Y en la misma sínodo dice Euthimeo, obispo
sardence, á quien siguen otros obispos (de que allí
se hizo mencion) : «Yo recibo de todo corazón las slDOd' ^ act> a.
198 ARTE DE LA PINTURA.
«imágenes santas, no como nuevo dogma inven-
SIood. 7, act. 6. «tado recientemente, pero conociendo con claridad
«que se nos enseñó de tradicion apostólica y man
cado de los santos doctores de la Iglesia.« Y en
otro lugar dice S. Epifanio: «No es la fábrica de
«las imágenes invencion de pintores, mas ley y tra-
«dicion aprobada de la Iglesia católica: del pintor
"sólo es la arte, empero el orden, de los santos pa-
S. Basil. epis. » dres.« Y lo mismo confirman S. Basilio, Damas-
adjuí¡am. ceno y comunmente los santos doctores; de tal
Damas, lih. 4 c. 1 / ' *
suerte, que no fué necesario publicar otra ley uni
versal. Y cuando apuntaba alguna mala semilla, ó
pérfida planta, contra esta tradicion apostólica, lue
go se arrancaba, y cortaba, por la autoridad de los
mismos Pontífices, generales ó nacionales conci
lios, y santos padres, como se lee en varias epís-
s. ««gorra iib. 7. tolas de S. Gregorio , y se hace mencion en otros
y iib. 5. Epist. 9. autoreSi y comenzando despues á descubrirse abier-
S. Ant. pat. o. >
iu.22. tamente los sacrilegos herejes, favorecidos delos
malvados príncipes de aquel tiempo, para destruir
totalmente las imágenes, no faltaron muchos Pontí
fices santísimos que congregaron luego sínodos ge
nerales para oponerse á tanta impiedad, descomul
gando á los impugnadores de las santas imágenes;
confirmando y canonizando el uso de ellas. Cuenta
Lib.i8his.Long. Paulo Diácono, que el Papa Constantino despachó
diversas provisiones en favor de las imágenes san
tas, ofendidas de Filípico, emperador herético. Su
cedió despues Gregorio II, del cual refiere Adriano
Ton.. 3 d« coneii. Papa: «Que predicando en Concilio de setenta y
mi. 216. ,,nueve obispos, ante la confesion deS. Pedro, ha
biéndose referido muchos testimonios de muchos
LIBRO PRIMERO, CAP. XI. 199
«santos padres, se determinó que las sagradas imá-
«genes fuesen reverenciadas y adoradas.« Muchas
cosas cerca de esto cuenta Atanasio Bibliotecario,
Nicéforo, Zonaras y otros. Al Papa Gregorio II, su
cedió Gregorio III, y despues muchos santísimos
Pontífices, Zacarías, Estéfano II, Estéfano III y
Paulo I. Que, como parece en la misma sínodo, pro- smod. 7. act. 2.
curaron todos varias cosas en favor de las santas
imágenes. Despues de los cuales el Papa Adriano I
ordenó aquella famosa y notable sínodo, llamada
Nicena II, y Ecuménica VII, en el año de 789, en la 1
cual además de otros muchos decretos se leen estas
palabras: «Estamos instruidos por tradicion de pro- s¡nod. 7 act. i.
«fetas, apóstoles y padres que esta es la verdad y
«piedad, dar reverencia y culto á las venerables imá-
« genes en los sagrados templos.« Esta sentencia así
eficazmente y con tanta viveza, fué de aquella santa
sínodo aceptada. Y entre los padres, aquel gransinod. 7, act. 3.
griego Pensionista dejó cierta aquella notable sen
tencia: que no se contase por iglesia aquella que no
tuviese imágenes: como las sinagogas de los he
breos, las mezquitas de los turcos y moros, y las
modernas escuelas de los herejes, desnudas de toda
pintura. Y entre las exclamaciones que se hacen aca
bada la sínodo, se leen estas palabras: «Todos teñe- Sínod. 7, actio 7.
mos una misma cosa y la creemos, y de comun con
sentimiento la firmamos de nuestros nombres: esta
es la fe de los apóstoles, esta es la fe de los anti
guos padres , esta es la fe de los católicos , esta fe
es la que sustenta y tiene en pié á todo el mundo.«
Despues de esta sínodo en tiempo del mismo Adria
no, fué celebrado la Francfordiense, con detestacion
200 ARTE DE LA PINTURA.
de los iconómacos. A la piedad de esto pontífice se
juntó despues Leon III cerca del año 800, que con
ayuda del emperador Cárlo Magno, dejó muy esta
blecido este dogma en la Iglesia católica. Despues
el Papa Nicolás I escribió, entre otras, dos epístolas
á Micael, emperador de los griegos, diciendo en la
sicoi. p. l.eput. primera: «Habemos tomado á nuestro cargo, el ha-
17' «cer que se guarde la antigua tradicion de los san-
«tos padres nuestros predecesores , que tuvieron la
«silla apostólica despues del apóstol S. Pedro, la
«cual, entera y sin mancha defiende la santa Iglesia
«católica y apostólica; finalmente conviene que las
«venerables imágenes de Cristo Señor nuestro, y de
«su Santísima Madre y de los bienaventurados após
«toles, y de todos los santos sean honradas y vene
nadas. « Y en la epístola confirma lo mesmo : por
donde sus decretos fuéron muy encomendados de
Leon IX como en sus epístolas se muestra. Y des
pues Adriano II que congregó la ocho sínodo gene
ral, quiso de la misma materia publicar algunos cá-
sinoi. 8, cán. S. nones, entre las cuales se leen estas palabras: «De-
«terminamos que la sagrada imágen de Jesucristo
«Señor Nuestro y Salvador de todos, se adore con
«igual honra que el libro de los Santos Evangelios;
«porque por medio de la pintura, y colores de las
«imágenes, así los sábios como los ignorantes todos
HoKtmosinoj. 7. «saquen utilidad, de aquello que está manifiesto.« Y
en otro cánon habla de lo mesmo: y despues en la
sínodo universal florentina, fué decretado con estas
concü. Floren, palabras : «Los infieles no haciendo diferencia al-
«guna entre la piedad, piensan que las imágenes de
«Cristo y de sus santos, son representaciones de sus
LIBRO PRIMERO, CAP. XI. 901
«ídolos, ó de los demonios : pero nosotros, adorando
«como adoramos al verdadero Dios, uno en esencia
«y trino en personas, tenemos tambien obligacion
«de adorar sus imágenes, y los que así no lo hicie-
«ren, sean apartados de la iglesia, como herejes y
«descomulgados.« Ultimamente en el concilio Tri'
dentino, está aprobado y ratificado lo mesmo; con
admirable asenso de todos los padres, diciendo en
tre las otras cosas: «Cierto es que se saca gran fruto concn. 1™.,
«de todas las sacras imágenes* no sólo porque se 15, l"' 2'
«avisa al pueblo de los beneficios y dones que de
«Cristo recibió, mas tambien de los milagros de
«Dios, y saludables ejemplos por los santos, se po-
«nen ante los ojos de los fieles, para que den por
«ellas gracias á Dios y compongan su vida y cos-
«tumbres á su imitacion y se despierten á adorar y
«amar á Dios y reverenciar la piedad.« Finalmente,
por conclusion de este discurso, referirémos la mis
ma oracion que la Santa Iglesia antiguamente ha
observado en la bendicion de las imágenes sagra
das : «Todopoderoso y sempiterno Dios, que no pro- En Iib. ,¡f. W,
«hibiste que se pintasen las imágenes, y se escul- 16 s' A,lian' *">'1 r D "> Greg. N». S. Teod.
«piesen las nguras de los santos, para que tantas um.y otros much.
«veces nos animemos á mostrar sus ejemplos y san-
«tidad de vida, cuantas los vemos con los ojos cor-
«porales; humildemente pedimos que esta imágen á
«honra y memoria de tal santo, etc.« De estas au
toridades se puede clarísimamente probar cuál haya
sido siempre el sentimiento, y ordenacion de la San-
a Iglesia Católica, en el recibir y venerar las sa
gradas imágenes, dejando otros innumerables testi- Weot■ lib' 1(
monios de autores y santos griegos y latinos. Pues cap' 30,
202 ARTE DE LA PINTURA.
sea lo postrero, necesario á este discurso ( si bien
breve en palabras, importante en las cosas) las tres
maneras de adoracion que se dan á las imágenes sa
gradas.
Primer adoracion. La primera, llamada Latría, débese sólo á Dios
Padre, Hijo y Espíritu Santo, á sus divinas imáge
nes y al Santísimo Sacramento del altar. Porque no
siendo otra cosa adorar que exhibir la debida reve
rencia á alguna cosa por su gran excelencia, y pu
diéndose considerar ó de perfeccion absoluta reco
gida en sí mesma, independiente de otro, ó de per
feccion participada y dividida, que es muy inferior
á la primera. Muestra el nombre de Latría propia
mente el culto que se debe á la excelencia de per
feccion absoluta, la cual se halla sólo en el primer
principio de todas las criaturas, que es el grande
Dios, autor, hacedor y gobernador del universo. Esta
misma adoracion se debe tambien á la más pequeña
parte del madero de la Santísima Cruz en que nues
tro Salvador murió, aunque no tenga forma de ella,
por cuanto concurrió con él en la obra de nuestra
redempcion, y por el contacto de su santísimo cuer
po y sangre preciosa; y sí tiene figura de cruz, por
que representa al mesmo Señor clavado en ella. Y
de la mesma manera, por esta tercera razon, debe
mos la mesma reverencia y adoracion Latria á todas
las demás cruces, de cualquier materia que sean,
porque son figuras, no sólo de la en que el Señor fué
puesto, pero de su mesma persona divina.
sumida adowion. La otra especie de honor que se debe á la criatu
ra por la perfeccion participada , que es cuando el
sumo bien le ha comunicado algunos dones de su
LIBRO PRIMERO, CAP. XI. 203
grandeza y dignidad, suele ser de dos maneras, la
una mayor, llamada Hiperdulia, con que se adora y
reverencia la inmaculada Virgen y madre de Dios,
y su imágen. La cual, por ser tan singularmente
privilegiada y llena de gracia desde el primer ins
tante de su purísima concepcion, con indecibles fa
vores de la eterna bondad, omnipotencia y sabidu
ría ha merecido como madre de Nuestro Señor Je
sucristo y abogada de los hombres, ser honrada y
reverenciada del pueblo cristiano con grado de ma
yor alteza que el que se da comunmente á los otros
santos.
La tercera especie, que se llama Dulia, es una ve- Tercer adoracion,
neracion y señal de reverencia que se da á los san
tos y á sus imágenes, en las cuales se manifiesta la
divina excelencia participada; pero no reverencia
mos sus imágenes por sí mismas ó por su materia,
ni menos por aquella causa general sola, que es
ayudarnos á la contemplacion de las cosas celestia
les, porque aquesto puede suceder en la figura del
cielo, del sol, de los animales, de las plantas y de
todas las cosas criadas, que es lo que dijo el profe
ta: Cwli enarrant gloriam Dci, et opera manum eius 18
anunciat firmamentum. Más principalmente venera
mos estas imágenes , porque la intencion de los fie
les se encamina á honrar la memoria de los santos,
y con aquella señal exterior reverencia la gloria de
aquellos que fuéron en la tierra sagrarios del Espí-
. ritu Santo y vasos puros de la gracia divina. Y en
consecuencia, se siguen los efectos maravillosos que
habemos dicho, que aun Platon, con estar tan léjos
de la luz de la fe, tuvo esta opinion cuando escribió;
204 ARTE DE LA PINTURA.
piaton i¡b. 11 de «De verdad no vemos los dioses, pero fabricamos
«imágenes suyas, y honrándolas, aunque muertas,
«nos prometemos por esto que los mesmos dioses vi-
"vientes nos han de ser agradecidos y "favorables.»
Y por no extendernos más, basten las razones de
sinod. Tact. 2. Adriano papa: «A todos los príncipes, bien que sean
«malísimos pecadores, los adoramos y saludamos con
^reverencias. ¿ Qué es, pues, lo que veda que no sea
«lícito venerar tambien los santos ministros de Dios
«y en memoria de ellos poner y levantar imágenes?«
Con la cual sentencia habrémos dado cima al
más ilustre y grande argumento de nuestro libro.
Finalmente, remitimos al curioso que quisiere saber
más de las sagradas imágenes, al docto libro de Juan
de Molano, y al que escribió el reverendísimo car
denal Paleoto Obispo de Bolonia, y al compendioso
(aunque breve) del P. Martin de Roa, de la Compa
ñía de Jesus. Y aunque parezca haberme apartado de
mi intento á tratar la materia de las imágenes (pues
tambien competen á otras artes), hago saber que si
no son todo el empleo de la pintura, son, empero, la
parte más ilustre y majestuosa y que le da mayor
gloria y esplendor, empleándose en las historias sa
gradas y misterios divinos que enseña la fe, de las
obras de Cristo y de su Santísima Madre, vidas y
muertes de los santos, mártires, confesores, y vír
genes, y todo lo que á esto pertenece; y es la más
dificultosa parte que ejercita esta noble arte, por las
obligaciones forzosas que tiene de verdad, propie
dad y decoro, en que tan pocos aciertan, aunque
sean grandes pintores, como se verá largamente en
el segundo libro.
LIBRO PRIMERO, CAP. XII. 205
CAPITULO XII.
DE TRES ESTADOS DE PINTORES, QUE COMIENZAN, MEDIAN
Y LLEGAN AL FIN.
Antes de dar principio á la division de la pintura
y de tratar de la diferencia de sus partes, será nece
sario mostrar tres caminos , estados que se hallan
en los que la profesan, que son de principiantes
aprovechados y perfetos; y para proceder con or
den, el estado primero (segun lo más usado) es el
de los que sujetos al debujo del maestro, que se les
pone por dechado, trabajan con todas sus fuerzas
por imitar lo que ven, conformando, en cuanto pue
den, el traslado con su original. En cuya conformi
dad (probando ser arte la pintura) dijimos en su lu
gar que tiene principios propios suyos de que esen- ia>. 1, rap. i.
cialmente se compone; comenzando por sus partes,
una boca, un ojo, una oreja, y enseñando el modo
con que se deben hacer. Porque aunque es verdad
que para ser uno pintor (conforme al estilo que se
tiene en aprender otras artes) debiera saber muy
bien la teórica, como fundamento que enseña la
práctica (segun enseña Leonardo de Vinci), y que ha Docum. 18.
dicho antes él mesmo: «Primero se debe aprender Docum. 1.
«perspectiva, despues las medidas de todas las co-
«sas, y luego imitar las obras de mano de valientes
«maestros, para vestirse de la buena manera.» Con
206 AIITE DE LA PINTURA.
todo (siguiendo sus documentos), es cosa más segu
ra y recibida (por la poca capacidad de los sugetos),
el comenzar por la práctica ó ejercicio de la mano,
y por una sencilla imitacion; porque siendo ejercita
dos en trasladar de cosas buenas, y diestros debuja-
dores, por la luz y conocimiento que adquieren,
halla en los mejores asiento y lugar la dotrina, y
son más capaces de los buenos preceptos, como más
Docum. 6. adelante lo aconseja el autor citado diciendo: «Debe
«el pintor, para adiestrar la mano, contrahacer los
«debujos de valientes maestros, y con el juicio y
«parecer de su preceptor, pasar á retratar las cosas
«buenas de relievo. « Bien que tal vez podría el que
intenta el estudio de la pintura ser capaz de los
preceptos antes de sus principios prácticos, mas
esto es raro, y menos usado; no por defeto del arte,
antes de lo que lo intentan , que contentos con sa
berlo hablar/aborrecen el trabajo y ejercicio de la
mano, y son molestos á los artífices. Y así segui
mos en esta parte la doctrina más comun, enseñada
de nuestros mayores y referida de Pablo de Céspe
des en sus elegantes versos:
Primero romperás lo menos duro
desta arte poco á poco conquistando,
procura un órden por el cual seguro
por sus términos vayas caminando ;
comienza de un perfil sencillo y puro
por los ojos y partes figurando
la faz; ni me desplugo de este modo
á un tiempo linear el cuerpo todo.
Un dia y otro día, y el contino
trabajo hace práctico y despierto
LIBRO PRIMERO, CAP. XIt. 207
y despues que tendrás seguro el tino
con el estilo Arme y pulso cierto,
no cures atajar luego camino,
y por allí te engañe cerca el puerto ;
cedan, que el deseado fin consigas,
pereza y confianzas, enemigas.
Asila universal naturaleza,
cuantos produce al esplendor de cielo,
no primeros los armas de firmezas
ni con osado pié huellan el suelo;
el sabor de la leche y la terneza
funde y condensa del corpóreo velo,
y como va creciendo el alimento
refuerza con igual mantenimiento.
Hasta que ya crecido allega el punto
adulta edad, de más perfeto estado,
el sustento dispone y dalo junto
al cuerpo y al vigor acomodado.
No quieras adornar más tu trasunto
que lo que conviniere al primer grado,
que cuanto más en él te detuvieres
irás más pronto á el otro á que subieres.
Maravillosamente describe el Racionero cómo se
debe comenzar por las cosas pequeñas y fáciles,
para hacerse diestro en la mano con el ejemplo de
la naturaleza, que acomoda el manjar conforme á la
edad del sugeto. Porque no es bien que acometa el
que es principiante las cosas que exceden sus fuer
zas : que por no seguir este saludable consejo,
aviene á muchos lo que cuenta Esopo; que viendo L¡b.2.Fábui.20.
la rana pacer un buey aventuró á quererle igualar;
y hinchándose reventó neciamente.
20S ARTE DE LA PINTURA.
Así muchas veces sucede á estos , pareciéndoles
que pueden inventar y hacer de suyo lo que ven á
los nuestros, que están en otro más alto grado; y
engañados de su presuncion, mueren á la estima de
los hombres cuerdos. De manera que en este grado
de principiantes, que consiste en imitar justamente
el ejemplar (como se ha dicho) conviene arrimarse á
cosas determinadas, y bien entendidas y buenos ar
tífices: por evitar la infelicidad de nuestros tiempos,
y la miserable servidumbre de los aprendices de él:
atados á contrahacer lienzos ordinarios por perfiles
perdidos, sin aspirar á cosa que tenga camino. ¿Pero
de qué sirve hablar de lo que no puede tener en
mienda? Volviendo pues á nuestro intento vimos en
los versos referidos de cuánta importancia sea con
trahacer la figura por sus partes, para que mejor las
comprenda el principiante. Díjolo antes (con su
Docnm. 3. acostumbrada viveza) Leonardo de Vinci: <'Si quie-
«res tener noticia den las formas de las cosas, co -
«mienza por sus pequeñas partes y no pases á las
"segundas si primero no tienes en la memoria la
''primera, y si lo haces de otra suerte alargarás el
«estudio.» Claro está que si olvida el que estudia las
partes de que ha de hacer el todo, aunque haya tra
bajado un ojo, óuna oreja, cuando haga un rostro se
hallará remoto y distante; si no lo retiene y guarda
en la memoria. Y que segun se ha dicho en el do
cumento referido, muy á la larga alcanzaría el su
frimiento que pretende de sus estudios. Tambien si
no lo he pensado mal, pertenecen á este estado todos
los que, ó debujando, ó pintando de colores, están
siempre pendientes de las cosas agenas, sin acau-
LIBRO PRIMERO, CAP. XII. 209
dalar para si cosa alguna. De manera que aunque
tengan defetos los originales, no tienen fuerzas para
corregirlos; y juzgo tambien de este grado (aunque
con alguna ventaja) á los que imitan el bulto y los
modelos, y aun el mesmo natural, si con el arte
no son señores de apartarse de lo seco y desgracia
do, y si no alcanzan con los preceptos la libertad
para hacer buena eleccion como dirémos adelante.
Y esto baste al primer estado de los que comien
zan, que ordinariamente encierra en sí el mayor nú
mero de pintores; y pasaremos al segundo por no
alargar nuestro discurso.
Enriquecida la memoria , y llena la imaginacion Gr.do, 2.
de las buenas formas que de la imitacion ha criado,
camina adelante el ingenio del pintor al grado se
gundo de los que aprovechan, y teniendo muchas
cosas juntas, de valientes hombres, así de estampa
como de mano, ofreciéndosele ocasion de hacer algu
na historia se alarga á componer de varias cosas de
diferentes artífices, un buen todo ; tomando de aquí
la figura, de acullá el brazo, de éste la cabeza, de
aquel el movimiento, del otro la perspectiva y deci
sion, de otra parte el país; y haciendo un compues
to, viene á disimular á veces de manera esta disposi
cion, que (respecto de ser tantos los trabajos agenos
y tan innumerables las cosas inventadas) se recibe
por suyo propio lo que en realidad de verdad es age-
no. Y esto, tanto más, cuanto mejor ingenio tiene el
que lo compone, para saberlo disimular , valiéndose
de cosas menos ordinarias y comunes. Y por decir
lo que siento , muchísimos , en grande opinion de
maestros, no pasan de este camino y se contentan
u
S10 ARTE DE LA PINTURA.
con saberlo encubrir, y duermen descuidados de
muchas invenciones, porque en cuanto se les ofrece
hallan socorro en los trabajos y estudios de los pa
sados con sobrada abundancia. Y yo be conocido
algunos, de bizarro talento, para pasar adelante con
propios estudios y caudal , y por hallar siempre de
qué valerse, no temieron el juicio y cargo de los
más doctos en esta facultad; y se contentaron con el
aplauso comun que examina estas cosas muy super
ficialmente. No se condena en ninguna manera el
seguir este camino y ejercitarse en él mucho tiempo,
mientras un hombre no se halla con el suficiente
caudal; condénase, empero, la negligencia en no
aspirar á lo mejor y más perfecto los que tienen
lindo natural y gallardo espíritu de pintores. Por
que se ha de atender siempre, como dice Leonardo
Docum. i. de Vinci : « A confirmarse en la razon de las cosas,
«y hacer hábito para obrar de práctica cuanto han
«imitado y visto.« Mas, |oh miserable edad la en que
vivimos! do la necesidad es contrapeso de la virtud;
y se ve lo que pintó Alciato en su ingenioso emble
ma, en un mancebo con alas, levantada la mano al
cielo y una gran peña por contrapeso, y esta
letra :
Ut me pluma leoat, sic grave mergit onus.
Esto es :
Cuanto me alzan las alas hasta el cielo
tanto me abate el grave peso al suelo.
Mas por servir al lector le hago gracia de toda la
emblema, con: la docta traduccion del P. Francisco
LIBRO PRIMERO, CAP. XII. 211
♦
de Castro , de la compañía de Jesus , y digna de su
ingenio :
Dextra tenet lapiden, manus altera sustinet alas
ul me pluma levat, sic grave mergit onus.
Ingenio poteram superas volitare per arces
me nisi paupertas, insidia deprimerel.
Esto es :
La diestra mano tiene una pesada
y dura piedra, que me abate al suelo,
la izquierda con dos alas remontada
por esos aires me levanta al cielo.
Pudieran sublimarme á la estrellada
cumbre, mi ingenio, mi arte y mi desvelo,
si la pobreza de envidiosa y fiera
á la ganancia vil no me abatiera.
Pero la virtud es premio á sí mesma , y los que
han aspirado á saber, enamorados de la perfeccion
del arte, no están mal premiados con alcanzar lo que
pretendieron , si bien no les faltó lo necesario con
buena reputacion. Bien es verdad que vituperan
los ignorantes á los tales, ostentando con arrogancia
en oprobio suyo la comodidad y riqueza , opuesta
á la templanza y sobriedad de los estudiosos. Mas
oigan los tales al doctísimo Leon Batista Alberto: Lo,. 2 de Pii
«Justo será (dice) acordarse que siempre la avaricia
«ha sido enemiga de la honra.« Y luego: «El ánimo
«atento á la codicia raras veces alcanzará el fruto
»de la posterioridad.« Y más adelante: «Yo he visto
«algunos en lo más lucido de sus estudios, súbita-
« mente darse á la ganancia, y por esto no han al-
«canzado hacienda, ni fama alguna; los cuales si
«con el estudio hubieran ejercitado el ingenio , fá-
212 ARTE DE LA PINTURA.
«cilmente se hicieran famosos , y hubieran alcanza-
«do riquezas y deleites.« Este pleito antiguo deja
remos, con dos versos de Petrarca, cuya sentencia
suena así :
Pobre y desnuda vas , Filosofía ,
dice la turba, á vil ganancia atenta.
¿Qué importa, pues, la calumnia? Aquí no trata
mos sino de la perfeccion á que se ha de caminar
en esta arte , juntando á la composicion de varios
pedazos de grandes artífices cosas valientes de re-
lievo, cabezas, brazos, piés, y tal vez del mesmo
natural. Advirtiendo una cosa que me parece espe
cial, y es, que elija, el que está en este camino,
siempre la manera, que es el modo de hacer, más
conforme á su natural y aficion ; pues hay tanta va
riedad en las cosas de buenos artífices, ya fuertes y
valientes, ya suaves y blandas, ya hermosas, ya
feas , ya con manchas , ya con más dulzura , ó ya
mezcladas de todos. Y convierta lo que pintare de
varios en un modo , ó siga un solo artífice en sus
obras, que es lo más seguro. Debe tomar ejemplo en
ia Rafael de Urbino , singular en la pintura, que con
ser tan excelente varon, refiere el Vasari en su vida,
que habiendo hecho de muchas maneras de valien
tes maestros, una sola que fué siempre tenida por
suya propia y estimada grandemente de los artífi
ces; que se vió con perfeccion ejecutada en las Sibi
las y Profetas que hizo en el templo de la Paz en
Roma. Viendo la obra de Micael Angel en la capilla
del Papa, quiso seguirle, y dice el autor : « Que si
«Rafael se hubiera estado firme en su manera y no
LIBRO PRIMERO, CAP. XII. 213
«hubiera intentado de variarla y engrandecerla, por
«mostrar que entendía el desnudo tambien como Mi-
«cael Angel, non si sarebe tollo parte di quel buen
«nome, che aquistato se habeva.« Esto es : «No hubiera
«perdido parte del buen nombre que hasta entonces
«se habia ganado. « Que todo este cuidado y dili
gencia toca á este segundo estado. Esforzándose,
como se ha dicho, á llevar adelante el honroso inten
to comenzado hasta llegar al grado postrero , con
el ardor y ánimo que nos pone esta estanza de Pa
blo de Céspedes :
Ya que l'aura segunda de la suerte
descubre en tu favor felice agüero,
no puede, segun esto, sucederte
menos él resto, que el sudor primero.
Por ende con ahinco anteponerte
pretende entre los otros delantero ;
llevando siempre, y vencerás, por guia
la libre obstinaciou de su porfía.
Ultimamente, despues de haber pasado (con apro- E«tado3.
vechamiento) por el primero y segundo camino, se
llega al tercero de perfectos ; donde con propio cau
dal se viene á inventar y disponer la figura ó histo
ria que se les pide , con la manera ó modo á que se
han aficionado y seguido. Y esto, práctica y expe
ditamente , con destreza y facilidad. De suerte que
donde quiera que se hallare el tal artífice , sin par
ticulares cosas, ni originales agenos, con solo su
ingenio y mano, tiene la sabiduría y riqueza compe
tente para obrar libremente, y lleva sus bienes con
sigo , sin aparato de cosas exteriores. Mas viniendo
á tratar en particular lo que pertenece á este grado,
Lib. 1 de pint.
214 ARJE DE LA PINTORA.
de la libertad y señorío que le concedemos á este
jo» Batí.. Armen, sugeto, junto con la presteza : «debe usar con pru-
»p' 9. «dencia (segun dice un autor italiano) y en urgen
«tes necesidades; como en arcos triunfales, fiestas,
«túmulos ó cosas de este género, que suelen de im-
« proviso ordenar las repúblicas , en recibimientos,
«muertes de grandes Príncipes y Monarcas. Con
-cuya solicitud, presteza y aplauso del pueblo , se
«suele adquirir fama de valientes pintores y ganar
«honrados premios.« Las cuales obras no duran mu
cho tiempo : como el túmulo de nuestro católico
Rey Felipe II que hizo ésta ciudad de Sevilla el año
de Í598, con tanta demostracion y aparato, en cin
cuenta dias. De cuya pintura me cupo la cuarta
parte, en que me sucedió llevar una figura estudia
da, en competencia de otro pintor de opinion y de
respeto, mudarse de intento , y ser necesario hacer
sin prevencion otra cosa , en el mesmo lugar. Aquí
vale la destreza y facilidad de ella : como tambien
le valió á Maeso Pedro Campaña , caminando á
En .uelogio. Roma, en Bolonia , á la coronacion del emperador
Cárlos V el año l530, que siendo mancebo de vein
tisiete años y extranjero , descubrió la facilidad y
bizarría de su ingenio en un arco triunfal que le
cupo en suerte , siendo tan mirado y envidiado de
italianos. El acertar en esta ocasion, es, «por haber
Documento 3. «(como ^ce Leonardo de Vinci) aprendido primero
«la deligencia que la presteza. « ( Sentencia digna
de su autor.) ¿Qué sea diligencia? Ya se ve; saber
dibujar y pintar un hombre en todas edades , una
mujer, un caballo , un leon , un edificio, un país , y
componer y adornar estas cosas en lo general , con
LIBRO PRIMERO, CAP. XII. 21 S
buena proporcion , manera y práctica : que es de
muy pocos. Esta facilidad ayuda mucho, lo que
aconseja el autor de arriba, diciendo así : «Advierto juan Bat». Ana.
«que teníais por costumbre inviolable hacer cada cap' 9'
«dia algun dibujo , para que con mayor facilidad
«ejecuteis las cosas que hubiéredes imaginado. « Y
así llenará aquel dicho de Apéles : Nidia dies sine, pim. m. 35,
linea : «lo cual no se entiende en el modo que mu- rap' 10'
chos creen, mas del rasguño de la figura ó histo
ria.« Pero porque en su lugar se ha de tratar de la
invenciony da sus partes, pasarémos adelante en
confirmacion de esta prontitud. Gerónimo Fernan
dez, nuestro arquitecto y escultor famoso , vimos, En su eIogio.
que en todas las dificultades de artífices que se ofre
cian, así de arquitectura como de escultura y pin
tura, con lápiz (de que siempre andaba prevenido)
hacia facilísima demostracion de la verdad de lo que
se trataba, allanando y definiendo las dudas y difi
cultades con gran prontitud , que es una singular
ventaja. ¿Pues qué diré del divino Micael Angel, á »■«■*». Armen,
quien sucedió que paseándose cerca de San Pedro cap'
en Roma , acariciando cortésmente á un mancebo
ferrarés por haberle servido en cierta ocasion , ad
mirado el mozo de la cortesía de tan grande ar
tífice , trajo luego un papel , y le pidió que le dibu
jase un Hércules en pié. Y tomándolo Micael y **«.
apartándose á una parte cómoda, se asentó, y sus
pendido un poco , se puso luego á debujar ; y aca
bando en breve, llamó al mancebo que estaba algo
distante y se lo entregó : fué tal y tan maravilloso
el diseño, que parecia obra de mucho más tiempo.
De que se puede juzgar el señorío y prontitud de su
216 ARTE DE LA PINTURA.
invencion. Algunos artífices, contentos con lo prác
tico que, como se ha dicho, es necesario, y los cons
tituye en valiente estado, haciéndoles señores de su
caudal, no pasan adelante; luego ¿pueden pasar de
aquí? Digo que no ; porque este es el postrer esca
lon. Pero cesando las ocasiones repentinas referidas
en obras públicas de camarines, de templo y de cua
dros y pinturas á óleo que se hacen para eternizar
se, cuyo exámen es riguroso y más luengo, con
vendrá para hacerlos , lo que hizo Rafael , Micael y
otros de su genio , y caminar en seguimiento de ta
les guias, que las invenciones de las figuras ó his
torias se ajusten y perfeccionen con la imitacion de
las cosas mejores de la naturaleza. Porque este
ejemplar no se ha de perder de vista jamás. Y
este es el lugar donde prometimos hablar de este
punto. Y toda la fuerza de estudios no echa fuera
c^. i. este original (como lo dice nuestra definicion), por
que con los preceptos y la buena y hermosa manera
viene bien el juicio y eleccion de las bellísimas
obras de Dios y de la naturaleza. Y aquí se han de
ajustar y corregir los buenos pensamientos del pin
tor. Y cuando esto faltare , ó no se hallare con la
belleza que conviene, ó por incomodidad de lugar ó
de tiempo, viene admirablemente el valerse de las
hermosas ideas que tiene adquiridas el valiente artí-
car» mi. ¿24. fice. Como lo dió á entender Rafael deUrbino escri
biendo al Conde Baltasar Castellon, que le encare
ció mucho la figura de la Galatea que habia pintado
al fresco. Diciendo de esta manera : Ma essendo ca
restia, e de buoni giudecij* et de belle dome, io mi servo
di certa iddea, che mi viene nellamente ; si questa ha in
LIBRO PRIMERO, CAP. SU. 217
se alcuna escellenza d'arte, io non so : ben me affatico
di haberla. Quiere decir : « Mas careciendo de buen
juicio de hermosas mujeres , yo me sirvo de cierta
idea que se me ofrece á la imaginacion ; si esta
tiene alguna excelencia en el arte , no lo sé ; pero
bien me fatigo para alcanzarla^ « De manera que la
perfeccion consiste en pasar de las ideas á lo natu
ral , y de lo natural á las ideas : buscando siempre
lo mejor y más seguro y perfecto. Así lo hacia tam
bien su maestro del mismo Rafael, Leonardo de Vin- Juan Bit. Arme,
ci, varon de sutilísimo ingenio , atendiendo á seguir c.p'
los antiguos ; el cual primero que se pusiese á in
ventar cualquier historia, investigaba todos los efec
tos propios y naturales de cualquier figura , confor
me á su idea. Y hacia luego diversos rasguños, des
pues se iba donde sabia que se juntaban personas
de la suerte que las habia de pintar y observaba el
modo de sus semblantes y vestidos y movimientos
del cuerpo ; y hallando cosa que le agradase , con
forme á su intento, lo dibujaba en el libreto que
siempre llevaba consigo (verémos adelante sus pa
labras conforme á este intento ) y de esta manera
acababa sus obras maravillosamente. Esto es final- cP. 6.
mente lo que conviene hacer en este último grado,
con el ejemplo del antiguo Zéusis , que para la be
llísima Helena que se le ofreció pintar al pueblo de
Agrigento, eligió cinco hermosas doncellas , y de «n. i¡b. 35.
cada una de ellas fué escogiendo lo más perfecto rap' 9'
para hacer una figura igualmente acabadísima, aven
tajando la arte á la misma naturaleza: pues pintó
en un sugeto la hermosura que apenas se hallaba
en muchos. Galanamente pintó este caso ( aunque
218 ARTE DE LA PINTURA.
atribuido á Protúgcnes) D. Melchor del Alcázar, flo
rido ingenio sevillano, que murió en la córte de
treinta y siete años, el de l625, en estas coplas cas
tellanas :
Intentó con osadía,
Protógenes, los pinceles
vencer, y la arte de Apeles
y su ufana valentía.
Para lo cual sabiamente
de la Grecia las más bellas
„ y apuestas cinco doncellas,
buscó y halló diligente.
Del ornato las despoja,
y libres de compostura,
descubrió su hermosura,
sin dejarles ni una hoja.
Contemplaba su belleza,
y admiraba cada parte
atendiendo siempre al arte,
nunca á la naturaleza.
La gracia y color sacó,
de esta, y la parte más bella
y artificiosa de aquella;
y una imágen acabó.
Tal, que á Vénus, que el hermoso
velo estrellado oscurece ,
por trasunto se la ofrece
de Apéles Tictorioso.
Pero si atrevido osara
hoy la luz de mi cuidado
retratar, de ella abrasado
tabla y pincel arrojara.
LIBRO PRIMERO, CAP. XII. 219
Y de sus rayos rendido
ufano de padecer,
no cuidara de vencer,
cuidar de ser vencido.
Mas ni por lo que se ha dicho, ni por todo lo que
(en orden á ello) se pudiera decir y probar, se pre
sume estrechar á estas leyes ó caminos á los que
pretenden subir á la cumbre de esta arte: porque
habrá otros modos (por ventura más fáciles'y mejo
res). Lo que hemos ejercitado y hallado en los auto
res, bastantemente autorizado, eso escribimos, sin
poner tasa ó límite á los buenos ingenios.
El modo como podrá el pintor cristiano imitar á ub. 2, mP 1.
Zéusis, para la perfeccion de sus obras, tendrá lu
gar en otra parte del siguiente libro, á que será
tiempo dar principio.
FIN DEL LIBRO PRIMERO.
1
LIBRO SEGUNDO DE LA PINTURA.
SU TEÓRICA, Y PARTES DE QUE SE COMPONE.
CAPÍTULO PRIMERO.
DE LA DIVISION DE LA PINTURA Y SUS PARTES.
Habiendo de hablar en este segundo libro de las
partes de la pintura, y de su division, es conve
niente cosa valemos de la autoridad de los escrito
res toscanos, y entresacar de sus razones lo que es
á propósito de nuestro intento. Y por evitar confu
sion pondrémos distintamente las palabras de cada
uno, por donde se verá la variedad de caminos que
se tomaron. Y porque Jorge Vasari, no trató de esto
ni la dividió al principio de sus obras, lo doy á este
capítulo, con las palabras de Paulo Lomazo, milanés,
que dicen así.
«Divídese la pintura en teórica y práctica. La ub. i de ia Pi„t.
«teórica da preceptos generales, que debe observar cap' 2 » div¡slon.
«cualquiera que quisiere ser excelente y famoso en
«esta facultad. La práctica da reglas de prudencia
222 ARTE DE LA PINTURA.
«y de juicio; enseñando cómo se ha de poner en
«obralo que se ha dicho, ó imaginado general-
Mínente. Divídese la teórica en cinco partes: la pri-
«mera trata de la proporcion : la segunda de la po
sicion ó situacion de la figura : la tercera de los co
olores : la cuarta de la luz : la quinta de la perspec
«tiva.« De la práctica no hace division, y así paso
á otro autor, dejando el parecer de este. Leon Ba
tista Alberto, doctísimo florentino, da principio á
las partes de esta noble arte, en esta manera,
ub. 2 de b pint. «Nosotros dividimos la pintura en tres partes, la
2dh¡3ion. «cual division sacamos de la mesma naturaleza.
«Porque trabajando esta arte en representar las co-
«sas que se ven, consideramos en qué modo Vienen
«á nuestra vista. Y así, cuando miramos cualquier
«cosa, vemos ser un cierto que ocupa lugar, y
«el pintor va cercando el espacio de aquello que
«ve, y aquel modo de linear los contornos le llama
remos (con vocablo conveniente) circunscricion,
«esto es dibujo.
«Despues de esto, en el mirar, consideramos en
«qué modo se unen entre sí las superficies diversas
«del cuerpo que se ve, y diseñando el pintor esta
»junta de superficies en sus lugares, podrá bien lla-
«marlo el órden, ó la composicion.
«Ultimamente, en lo que vemos discernimos, más
«distintamente, los colores de la superficie. Porque
«la representacion de las cosas, en la pintura, re-
«cibe casi siempre toda su diferencia de la luz que
«da en ellas.«
De manera, que estas tres cosas, lineamentos ó
contornos, el órden ó composicion, y recibimiento
LIBRO SEGUNDO, CAP. I. 223
de la luz, dice que hacen perfecta la pintura, y más
abajo, confirmando lo dicho prosigue:
«En el cual debujo, afirmo que conviene ejerci-
«tarso con vehemencia, porque ninguna cómposi-
«cion, ningun recibimiento de luces será alabado
«jamás sin debujo ; antes él solo, las más veces es
«agradabilísimo.«
Esta division, para los pintores es tan oscura ó
filosófica, como lo muestra este ilustre varon, en
todo lo que escribe de esta arte; y así por la autori- "
dad suya la traigo, si bien me parece más clara la
que se sigue de incierto autor, que hallé entre los incierto «mor.
papeles que quedaron de Fernando de Herrera; y es
esta:
«Para ser la pintura perfecta y excelente, sere- 3dm.¡on.
«quieren cuatro partes principales en ella: buena
«invencion, buen diseño y buen colorido y bella
«manera.
«La invencion procede de buen ingenio, y de ha-
«ber visto muchos; y de la imitacion, copia y va
ciedad de muchas cosas, y de la noticia de la histo
ria; y mediante la figura y movimiento de la sig-
«nificacion de las pasiones, accidentes y afectos del
«ánimo, guardando propiedad en la composicion y
«decoro en las figuras.«
Siguese en cuarto lugar la que pone Ludovico
Dolce, más breve y más sustancial, la cual me place
seguir. Sus palabras son estas:
«La suma de la pintura (á mi juicio) se divide en D¡í¡s¡«n4
«tres partes: en invencion, dibujo y colorido. La in- « »«]™ » <¡i Da.
liVUT ' 1 • j. . i • a t logo llamado el
«vencion es la tabula o historia que el pintor elige, Aret.00.
«de su caudal ó del ageno, y la pone delante en su
224 ARTE DE LA PINTURA.
«idea por dechado de lo que ha de obrar. El dibujo
«es la forma con que representa la misma historia.
«E1 colorido sirve en vez de las varias tintas con
«que pinta la naturaleza, y se imitan todas las
«cosas.«
y úhima d¡™¡on Sobre este fundamento tan excelente, dilatándolo
ie toda la pinmra. a]g.Q máS) dividiremos estas tres cosas : la invencion
en tres partes, que serán; noticia, caudal y decoro:
el dibujo en otras cuatro partes ; buena manera, pro
porcion, anatomía y perspectiva: el colorido lo di-
vidirémos en tres partes : en hermosura, suavidad y
relieve
Con declarar cada una de estas partes extendida
y claramente, habrémos (á mi ver) cumplido con
todo lo que pertenece á la grandeza de este intento;
y comencemos de la invencion, y luego tratarémos
de sus partes. Y primero supongamos (y atiéndase á
este discurso que doctamente trató el padre Diego
Melendez, de la compañía de Jesus).
Que no es la pintura cosa hecha acaso, sino por
eleccion y arte del maestro. Que para mover la mano
á la ejecucion se necesita de ejemplar ó idea anterior,
la cual reside en la imaginacion y entendimiento.
Del ejemplar exterior y objetivo que se ofrece á sus
ojos ; pues ninguna cosa pasa al entendimiento que
primero no se registre en los sentidos, ella ó algo se
mejante que dé motivo á que la imaginacion imagine
y el entendimiento entienda; tal es la corresponden
cia de estas potencias; y explicando esto más por me
nor, lo que los filósofos llaman ejemplar llaman los
Tui. i.a. l teólogos idea. (Autor de este nombre fué Platon, si
""^uT'eeT" creemos á "Tulio y á Séneca.) Este ejemplar, ó idea,
LIBRO SEGUNDO, CAP. 1. 225
ó es exterior ó interior, y por otros nombres objeti
vo ó formal. El exterior es la imágen, señal ó escri
to que se pone á la vista; de este bablóDios cuando e*od., rap. 25.
dijo á Moisés: «Mira y obra segun el ejemplar que
has visto en el monte. « El interior es la imágen que
hace la imaginativa, y el concepto que forma el en
tendimiento: ambas cosas encaminan al artífice á
que con lápiz ó pincel imite lo que está en la ima
ginacion ó la figura exterior: en este sentido dicen
los teólogos que es la idea de Dios su entendimiento;
viva representacion de las cosas posibles; tal que á
nuestro modo de entender, dirigió la mano de este
Señor para que las sacase á luz, pasándolos del ser
posible al actual, labor maravillosa que cantó Boccio:
Tu cuneta superno, Lib. de consolat .
ducis ab exemplo pulcrum, puleherrimns ipse, metro!).
mundum mente gerens. ¡
Tú, que el modelo de tu sacra idea
sacas á luz cuanto los ojos miran
y al orbe bello en tu concepto vivo,
tú, más hermoso retratado tienes.
En consecuencia de esto, define la iden Santo 0. 2, ,ie venia»,.
Tomás, ó interior ó ejemplar, diciendo : «Idea es la
«forma interior que forma el entendimiento, y á
«quien imita el efecto, por voluntad del artífice.«
De donde se infiere que no tienen ideas sino los
agentes intelectuales, ángeles y hombres ; y estos
no se aprovechan de ellas sino cuando libremente
obran.
Es, pues, segun lo dicho, la idea un concepto ó Nou.
imágen de lo que se ha de obrar, y á cuya imita
is
226 ARTE CE LA PISTURA.
cion el artífice hace otra cosa semejante, mirando
como dechado la imágen que tiene el entendimien
to. De suerte que cuando el artífice mira un templo
segun su arquitectura ó materialidad , entiende el
templo ; mas cuando entiende la imágen que ha
formado su juicio del templo, entonces entiende la
idea de él.
Acaece tal vez que el ejemplar exterior no sea en
la forma que se imagina, como es una quimera ó
monstruo formado de cabeza humana, de cuello de
caballo, con plumas de ave: el motivo para esta fic
cion es ver las partes dichas distintas y la eminen
cia de nuestras poterlcias, para unir fingiendo lo
que vieron desunido. Haciendo interior imágen de
monstruo ó imposible, que ni le crió la naturaleza
ni lo hay en el mundo. Por esto enseña la filosofía
comun que lo imaginable se alarga más que lo po_
sible, porque hay monstruos que es imposible que
sean, y es posible imaginarse.
La formacion de las imágenes ó ideas camina por
los pasos que diré: cuanto se ofrece á los ojos envia
de sí especies á la vista, que forma imágenes de los
objetos presentes ; lo mismo hacen los otros sentidos
exteriores, si bien no se vale el pintor más que de
lo que entra por los ojos; que como no imita sino
con líneas y colores, no puede imitar sino lo visible.
Lib. 25, cap. 10. Y aunque Plinio dice que pintó Apeles lo que no se
puede pintar, relámpagos y rayos no se pintaron
sino en la forma que son visibles ; el relámpago con
luz escasa, el rayo con fuego y humo. A este modo,
cuando el artífice pinta la historia ó caso que oyó,
es debajo de aquella forma que se deja ver. Es la
Ll&RO SEGUNDO, CAP. t. 227
pintura historia de los ojos, cuyo objeto, mediante
la luz, son líneas y colores, y consiguientemente,
lo que no es visible cae fuera de la esfera de esta
arte.
Las imágenes de los ojos pasan al sentido comun,
este las traslada á la imaginacion, que hace imáge
nes ó simples de las cosas como son, ó compuestos de
objetos imposibles y quimeras. De aquí suben al
entendimiento, cuyos actos son vivas representacio
nes de cuanto se imagina, con tal dependencia, que
cuanto más viva y tenaz la imaginativa tanto mejor
se vale el artífice de la idea espiritual, fundándose
en la trabazon de las potencias, de suerte que al
punto que la imaginacion hace imágen de lo que
llegó á los ojos, el entendimiento linéa el mismo
objeto en sus actos.
Formada ya la idea en el entendimiento é imagi
nativa, elige el artífice, juzgando su juicio que la
idea que tiene presente se puede ó debe imitar, con
tal modo y circunstancias.
A la eleccion sigue el querer imitar , acto eficaz
de la voluntad del artífice. A esta eficaz resolucion
obedece mano, lápiz ó pincel; debujando y sobre
poniendo los colores. Imitando á la naturaleza con
viveza tal, que afecta no ser parto de la arte, sino
del soberano artífice ó de su sostituto.
Sacó Dios á luz cuanto vemos, imitando su idea;
en tanto pintor, en cuanto dirigido de su viva imá
gen daba sér á lo exterior, á semejanza de su inte
rior modelo, favoreciendo tanto las imágenes, obje
to y fin de la pintura. Pues las potencias más no
bles del alma, así corpóreas como espirituales, que
228 ARTE dk LA Pintura.
pertenecen á la parte cognocitiva, todo su empleo
es pintar naturalmente, no siendo sus actos sino
imágenes vivas de los objetos que representan.
Dió nombre á la imaginativa el hacer imágenes,
y el entendimiento que le acompaña es pintor por
naturaleza; retratando en sus conceptos lo que per
cibe tan al natural, que no hay poder en la natura
leza, quedando la imágen para borrar lo que repre"
senta : como se hace en la tabla capaz de que se
borre su pintura.
Y agradado el Pintor Artífice Dios, de tan exce
lente modo de pintar, el mayor bien nuestro, que es
la gloria, lo libró en la pintura. En una imágen que
hará nuestro entendimiento representativa de Dios,
como es en sí mismo, tal que nos hará semejantes á
él, en cuanto se compadece semejanza, entre dos
tan distantes extremos, como son Dios y el hombre.
Y aunque á esta imágen faltan colores, porque no
le hacen al caso, tiene luz y luces á quien la teolo
gía cristiana, llama lumbre de gloria. Que cuanto
es mayor, segun la mayor excelencia de nuestros
méritos, tanto es mas lucida la imágen, represen
tando más de los atributos de Dios, y haciendo al
dueño más semejante *á su autor.« Hasta aquí este
docto varon.
Habiendo satisfecho asaz, á los que saben con la
declaracion del oficio de nuestras potencias, donde se
fabrica la invencion, descenderemos á la primera de
estas tres partes en que se divide, que es la noticia.
Lanoticia, i pane, Para lo cual fuera conveniente que los artífices su
de la invencion. . ', . . * . ., 't . .
pieran, no medianamente letras humanas, y aun divi
nas, para acertar en la manera con que han de pin
LIBRO SEGUNDO, CAP. 1. 229
tar las cosas que se les ofrecen, con ejemplo de mu
chos pintores antiguos y modernos. Antígono y Xe-
nócrates en la antigüedad escribieron de pintura; y m¡b., i¡t,. 3o,
Eufranor Istmio compuso libros de simetría; y Me- cap' 1 ycap" 11
trodoro fué excelente pintor y filósofo, y Apéles el
más famoso de aquella edad escribió doctísimamente
de esta arte y de otros muchos. Y en nuestro tiempo
Jorge Vasari; Leon Battista Alberto; y el profun
dísimo Alberto Durero, y otros que habemos cono
cido, como nuestro Pablo de Céspedes. De suerte
que no es ajeno del estudio de la pintura el de" las
letras, por hablar de esto tanto los historiadores y
poetas. Pero no pudiendo todos los que se aplican á
esta facultad, ser doctos en esta parte, suplirá mu
cho el buen juicio y la mucha comunicacion con los
sábios en todas facultades, y la noticia de los libros
toscanos y de nuestra lengua, donde se puede ha
llar mucho, de lo que se ofrece pintar , escrito con
"verdad y decoro. Que no es justo que los buenos
pintores excluyan el parecer de los escritores y de
los bien entendidos, que les pueden dar buena no
ticia de las fábulas, historias ó misterios que se les
han de ofrecer.
Yo, desde mis tiernos años, siempre procuré con
particular inclinacion y afecto, inquirir y saber por
los libros y por varones doctos, muchas cosas para
la noticia de la verdad y puntualidad de las fábulas
ó historias. Dos ejemplos sucedidos (cuando la luz
era menor) en una fábula y en una Historia Sagra
da, harán evidente la necesidad que de esta parte
tiene un artífice, para acrecentar su opinion y huir
de ser pintor vulgar.
230 ARTE DE LA PINTURA.
Ocasionóse en la fábula de un tercero del Petrarca
en los triunfos, que dice así:
Perseo era l'nno; et volli saper come
Andrómeda gli piache in Etiopia,
vergine bruna, y bcgli occhi el le chiome.
Perseo era el uno; y quise saber cómo
Andrómeda le agrada en Etiopía,
virgen negra, y cabello, y lindos ojos.
Consulté en aquella sazon á Francisco de Rioja,
como tan erudito, y escribió un papel cuyas pala
bras son estas:
«Andrómeda hija de Cepheo y de Caliope, dice
Apolodoro, que fué echada á la ballena, porque su
madre se glorió de tener mayor hermosura que las
Nereidas. Higino, en el Poético Astronómico , que
porque su madre antepuso la hermosura de su hija
ála de las Nereidas. Que fuese negra muestra Ovidio
en sus Transformaciones, diciendo: que Perseo vivo
en Etiopía, y en los campos de Cepheo, halló su hija
atada á la roca. Y Plinio, Estrabon, Higino y Apolo-
doro, dicen: que pasó en Etiopia donde era rey
Cepheo. De donde se colige claro que era negra,
pues era Etíope. Ovidio en la Epístola de Safo á
Faon dice claramente que era negra.
Sum breéis; at nomen quos térras impleat omnes
est mihi, mensuram nominis ipsa /ero
candida si nom sum placuit Cephcia Perseo
Andromedepatriafusea colore sua.
Et varijs alba iunguntur sazpe columba,
et niger á viridi turtur amatur ave.
Esto es :
LIBRO SEGUNDO, CAP. 1. 231
Pequeña soy, pero mi nombre excelso
es tan grande que el ancho mundo ocupa,
y vengo á ser con él igual en todo.
Si no soy blanca, Andrómeda á Perseo
agradó, aunque en color patrio teñida.
Tambien se junta candida paloma
con la que está teñida en color vario.
Y la tórtola negra de la verde
ave, vive ligada en dulce lazo.
De aquí lo trasladó el Petrarca, cuando dijo:
Vergine bruna.
El Vellutello, intérprete suyo, lo declara bien di
ciendo: Costui amó á Andromeda, figliola de Cepheo,
avenc/ache tuta bruta é negra fose. Hasta aquí Fran
cisco de.Rioja.«
No ofreciéndoseme ocasion en pintura, seguí en
verso esta opinion en un soneto , moralizando esta
fábula, que para descanso y divertimiento gustoso,
se puede referir aquí sin ambicion.
SOMETO.
La virgen del color patrio teñida,
en duro lazo aguarda en alta roca,
por la voraz armada, horrible boca,
el triste fin de su fatal partida.
Por azabache y perlas conocida,
pluvia y cabello que la cubre, y toca
fué del joven rendido, á quien provoca
por no morir, á darle dulce vida.
Y mi parte inmortal, por culpa oscura
del dragon casi ya en la boca fiera,
aún á su libertad niega el deseo.
Y aunque fuerza del cielo le asegura
ni el daño teme, ni el remedio espera :
tanto es ingrata al celestial Perseo.
232 ARTE DE LA PINTURA.
Ya vemos esta fábula declarada doctísimamente
contra el uso comun de la pintura, que hace á An
drómeda blanquísima y hermosísima, siendo natu
ral de Etiopía. Pero las mentiras que las acrecien
tan los pintores no es tanto de maravillar aunque
descubren su poca noticia. Donde no se pueden to
lerar es en las historias ó misterios de nuestra fe.
El otro caso sucedido en historia sagrada pasó así
el año de l593, queriendo hacer un debujo de inven
cion, para pintar en cierta competencia, la degolla
cion del apóstol San Pablo (que hoy tengo debujado
en vitela, y es el debujo mio de mayor reputacion).
Y buscando cosas que fuesen conforme á la verdad,
comuniqué en San Pablo de Sevilla al doctísimo
maestro fray Juan de Espinosa, de la orden de Santo
Domingo, el cual, por desembarazarse de cosa que
(al parecer) le habia de dar cuidado, me remitió á
una pintura á fresco de esta historia, que está en el
cláustro, de mano de Vasco Pereira, como se pinta
comunmente. No satisfecho de esto, consulté en la
casa profesa de la compañía de Jesus al padre Juan
de Soria (que tenia particular aplicacion y estudio
en esta parte) : trajo un libro (á mi ver de César
Baronio), de donde escribí lo que junto con lo
que dice el doctor Villegas y anotó D. Francisco
de Medrano (ilustre ingenio de Sevilla), y es lo que
sigue :
«El apóstol San Pablo fué degollado, que era
»muerte de gente principal y noble, por quererle en
«esto guardar el previlegio de ciudadano romano.
»Al tiempo que le quisieron cortar la cabeza dijo
«con gran ternura el nombre de Jesus, de que fué
, LIBRO SKGUNDO, CAP. I. 233
«tan devoto en vida, que por quinientas veces le
»nombra en sus Epístolas.
«Fué degollado en la vía Ostiense, que ahora lla-
»man las Tres Fontanas, y en el mesmo lugar se
«edificó un suntuosísimo templo de su nombre.
«Despues de su glorioso martirio, Dionisio, su dis
cípulo, que se halló presente, escribió una carta á
«Timoteo, discípulo tambien del apóstol, y hace
«contándola doloroso llanto, y entre otras palabras
«dice estas :
«¿Dónde está, hermano carísimo, tu santo y ben-
« dito padre Paulo, maestro y doctor de las gentes,
«predicador de la verdad, padre de los pobres, hom-
«bre del cielo, gloria de los apóstoles? Ya no te es
cribirá con su santa mano: Ven, carísimo hijo.
«Ya no recibirás cartas con la firma : «Paulo, indig-
«no siervo de Jesucristo.« Ya no escribirá de tí á las
«ciudades: «Recibid á mi hijo carísimo Timoteo, y
«tratadle como á mí.« Cierra y sella los libros de los
«profetas, pues ya no tenemos quien nos los declare. «
Nicéforo Calixto, en el lib. 2, cap. 37, dice del S. Ciist. dice que
apóstol S. Pablo que «era pequeño de cuerpo, algo £ £
acorbado, el rostro blanco y que mostraba ancia- prfncipw dei Apos-
. n , . . _ , , . 'tol. tomo 5, que fué
nidad; la cabeza pequena y calva, los ojos gracio- calvo y de Mru
sos, las cejas largas y caídas sobre ellos, la nariz oguileBa Lad">' in
aguileña, acorbada y larga. La barba luenga y muy
poblada; aparecia en ella y entre los cabellos algu
nas canas. Su vista era venerable y provocaba á de
vocion, dando claros indicios de ser vaso de la di
vina gracia«.
Su venturosa conversion fué á 25 de Enero, año
del Señor 35, imperando Tiberio,
234 ARTE DE LA P1MIIU.
Su dichoso martirio á 29 de Junio año de 70 y el
último de Neron; siendo de edad (segun S. Crisós-
tomo) de sesenta y ocho años, y su discípulo San
Dionisio obispo, de sesenta.
s.ocrWsi oracion Háse de pintar la cabeza con un velo trasparente,
de io, priocip. de vendados los ojos, que era la toca de Plautila, ma
lo« Apost. tomo 5. . . , . . . .
san uno. p. en trona principal a quien lo pidió para este efecto el
™"iriLde.quiP|o santo apóstol, el cual vino despues á manos de San
tra«tado Baronio en Gregorio papa. Convirtió á tres soldados S. Pablo
bus anales. .. . " , , ...
en el camino, que fueron despues martires, cuyos
nombres son Longino, Acesto y Megisto.
Dice S. Ambrosio en el sermon 78 que manó lo
che en vez de sangre de su santo cuello, y así no
quedó ensangrentado, sino blanqueado; y S. Cri-
sóstomo que saltó al vestido del verdugo que lo hi
rió; y por esta causa se convirtió él y treinta y cinco
compañeros, quedando con grande alegría y deter
minacion de dar la vida por Cristo.
Al primer golpe que dió la sagrada cabeza en el
suelo salió en una fuente de agua viva, y á otros
dos saltos otras dos, que hoy se llaman las Tres Fon
tanas en Roma, como dijimos.
Conforme á lo que determinaba la ley antigua de
las Doce Tablas, para hacerle degollar fué primero
azotado con varas ; y así, se debe pintar con señales
de azotes.
Sin duda perdieron los artífices deseosos de saber
las particularidades de esta sagrada historia si no lo
hubiéramos descrito extendidamente, para ejemplo
de muchas que se pueden ofrecer. Con que habrémos
cumplido bastantemente (habiendo puesto por ejem
plo una fábula y una historia verdadera) con la
E. Hartilog. roma
ViJa. de D.
LIBRO SEGUNDO, CAP. I. 23o
primera parte de la invencion, que es la noticia.
Resta en segundo lugar el caudal, y estc ha de 2 parte de la in-
ser en el debujo, trayendo á la memoria todo lo re- vencion a M°d<t1'
ferido en el capítulo antes de este. Particularmente
el mucho ejercicio y uso en los dos estados prime
ros de principiantes y aprovechados ; porque de lo
mucho que se ha imitado y visto de valientes pinto
res, estatuas y natural, se cria este gran caudal
para la invencion, y así discurre admirablemente el
Vasari diciendo:
«De este conocimiento nace un concepto y juicio ^^«Mnlparte
«que forma en la mente aquella tal cosa, que des
opiles expresada con la mano se llama debujo.« Por caP. 6.
donde se puede concluir que no es otra cosa el de
bujo (como se dirá adelante) que una aparente ex
presion y declaracion del concepto que se tiene en
el ánimo, y de aquello que se ha imaginado en la
mente y fabricado en la idea.
Con mucha gracia explicó esto Baltasar del Alcá
zar en dos coplas castellanas del elogio que hizo á
mi retrato, que si bien pedían mejor empleo, ten
drán aquí su debido engaste :
Allí sujetó la idea
de su arte, no vencida;
deseada, mas no habida
jamás de quien la desea.
Y él, glorioso de tenella
con ingenio soberano,
va sacando de su mano
divinos traslados de ella.
236 ARTE DE LA PINTURA.
I
Y así no es de humano intento
lo que Pacheco nos pinta;
de otra materia es distinta
de celestial fundamento.
Pues con destreza invencible
lo que es espiritual
dándole retrato igual
le forma cuerpo visible.
Y más abajo prosigue el Vasari. «Mas sea como
«fuere este debujo, tiene necesidad cuando busca á
«la invencion , de gran parte del juicio, y que la
«mano sea mediante el estudio y ejercicio de mu-
«chos años, suelta y apta á diseñar, y exprimir bien,
«cualquier cosa creada de la naturaleza, con el car-
«bon, con la pluma, con el lápiz ó con otra cosa.
«Porque cuando el entendimiento saca á luz los con
ceptos apurados, la mano que ha muchos añosejer-
«citado el debujo, hace conocer laperfeccion y exce
dencia de la arte y la sabiduría del artífice.« Hasta
aquí el Vasari. Y no menos doctamente Ludovico
mtiog. íbmad. Dolce dice: «Conviene tambien advertir que cuando
Aretino. «el pintor va intentando en los primeros rasguños
»los pensamientos y disposiciones que engendra en
«su mente, ó imaginacion, de las historias, no se
«debe contentar de una sola cosa, mas buscar más
«y más, y despues hacer eleccion de la que mejor
«fuere. Considerando todas las cosas juntas, y cada
«una apartada. Como solia hacer Rafael de Urbino,
»el cual fué tan rico en esta parte, que hacia siem-
«pre cuatro ó seis diferencias de intentos, para una
«historia, y todos valientes y congracia. Y sobre *
LIBRO SEGUNDO, CAP. I. 237
«todo guardarse el pintor de no incurrir en el vicio
«de aquellos, que habiendo comenzado bien, acaba
ron mal. Esto digo, porque sucede imaginar una
«buena invencion, y no tener fuerzas para proseguir
la. Por lo que se ha dicho parece claro que la in
tencion procede de dos partes, de la historia y del
«ingenio del pintor. De la historia, tiene la materia,
«del ingenio, demás del orden y la conveniencia,
«tiene las acciones y la variedad (y por decir mejor),
«la energía de las figuras. Y así , basta decir que en
«ninguna parte de la invencion sea el pintor descui-
«dado, ni elija más figuras que un número conve
liente. Considerando que las representa á los ojos
«de todos , las cuales se pueden confundir y enfadar
«de la multitud. Ni es acertado representarles á
«un tiempo muchas cosas juntas. >> Hasta aquí el
Dolce. Y añade el Vasari : «Adviértase que cada
«parte corresponda al todo de la obra, de manera,
«que cuando se mire esta pintura, se conozca una
«concordancia unida, que muestre terror en la furia,
«y dulzura en los afectos alegres. Y represente la
«intencion del pintor, y no lo que no pensaba. « Hasta
aquí este autor. Lo demás que resta á la invencion
se dirá en el capítulo siguiente, que trata del decoro,
más extendidamente como parte tan importante.
238 AttTE DE LA PINTURA.
CAPITULO II.
DE LA ÓRDEN , DECENCIA Y DECORO QUE SE DEBE GUARDAR
EN LA INVENCION.
3 pane de las ¡n- Porque el padre de la elocuencia romana trató ex-
,eDci0DMeldecoro' tendidamente esta materia, pondrémos sus razones
y disposiciones , para fundamento de esta parte tan
esencial y tan poco usada en la pintura, dejando las
que no son á nuestro propósito. Comienza elegante
mente de esta manera :
ciceron, üb. i, «Resta que digamos en la cuarta parte, de la ho-
dt or'u' , nestidad, en la cual consiste y se incluye la ver-
«güenza y casi todo el ornamento de la vida. La
«templanza, la modestia, el refrenar las pasiones y
«perturbaciones del ánimo, y la moderacion y me-
«dida de todas las cosas. Debajo de lo cual se con
tiene aquello que llaman los latinos decoro , y los
«griegos prepon (que podemos interpretar decencia),
«cuya fuerza y naturaleza es tal, que no se puede
«distinguir ni apartar de lo honesto. Porque lo que
«es decente es honesto, y lo que es honesto es de-
«cente. Empero cuál sea la diferencia entre lo ho
nesto y lo decente, más fácilmente se puede enten-
«der que declarar, porque aquello que es decente,
«entonces parece serlo cuando anteviene y precede
«la honestidad. Y así, no solamente en esta parte de
LIBRO SEGUNDO, CAP. II. 239
«honestidad de que habemos de tratar, mas en las
«tres referidas parece claramente cuál sea el decoro.
«Porque decente y conveniente cosa es usar de ra-
«zon y hablar prudentemente, y hacer lo que hicie-
«res consideradamente, y ver en todas las cosas cuál
«sea la verdad y defenderla. Y por lo contrario no
«verla, errar, resbalar, dejarse engañar, es cosa tan
-indecente como salir de seso. Y por abreviar, todas
«las cosas justas son decentes, y las injustas así
"como son torpes y feas, son indecentes. Y esta
«mesma razon se da en la fortaleza, porque todo
«aquello que se hace varonilmente, y con ánimo
«fuerte y grande , nos parece ser digno y decente al .
-hombre, y lo contrario no. Y así se prueba que esto
«que llamamos decente pertenece á toda la honesti-
«dad. Porque en todas las cosas hay una decen
cia ó bien parecer ; la cual se extiende á toda vir-
«tud, y esta es diferente de la virtud, más por la
«imaginacion que por el efecto. Porque así como la
«frescura y hermosura del cuerpo no se puede apar-
«tar de la buena disposicion, mas puédese bien en-
""tender la diferencia: así esta decencia de que ha-
«blamos toda ella está envuelta y mezclada con la
«virtud , pero con el juicio é imaginacion se distin-
«gue. Esta decencia se divide en dos partes, la una
«es general , la cual consiste en toda la honestidad,
«y la otra es particular y sujeta á ésta, y pertenece
«á cada una de las partes de la honestidad. La pri-
«mera se suele definir de esta manera: Decoro ó de
cencia es una virtudcorrespondiente á la excelencia
«del hombre: segun aquella propiedad en que por
«su naturaleza difiere de los otros animales. Y la
240 ARTE DK LA PIMTL'RA.
«otra parte que es sujeta á la general, definen así:
"Decoro es aquello que así es correspondiente á la
«naturaleza, que en ello hay una moderacion y tem-
«planza con una cierta apariencia liberal. Y que lo
«entiendan así los filósofos se puede conjeturar por
«el DEcono que siguen los poetas, que entonces guar
dan la decencia cuando aquello que se dice y se
«hace es correspondiente y digno de la condicion de
«la persona que introducen. Como si el Rey Eaco ó
«el Rey Minos dijesen :
Oderint dvm metuant.
Aborrezcan con tal que teman.
O si dijesen lo que dijo Atreo :
Aut natis sepulcrum enim
ipse est parens.
Sepulcro de los hijos es el mismo padre.
Estas razones parecerán indecentes, porque sabe
mos que estos Reyes primeros fueron justos ; pero si
Atreo las dijese, parecerían bien á todos porque
estas sentencias son dignas de un Rey cruel. Aun
que los poetas, por la razon de las personas, juzga
rán lo que les conviene. Mas á nosotros la natura
leza nos ha proveido de una razon dotada de grande
excelencia, con diferencias de todos los otros anima
les, y nos ha dado las partes de la constancia, de la
moderacion , templanza y vergüenza ; y nos enseña
que no nos descuidemos, y cómo noshabemos de haber
con los hombres. Y de aquí se conoce y ve cuánlarga-
raente se extiende esta decencia y decoro, que perte
nece á toda la honestidad , y lo que se requiere en
Definicion del decoro
en general.
Definicion del devoro
especul.
LIBRO SEGUNDO, CAP. II. 241
todo género de virtud. Como la hermosura del cuerpo,
la cual si es bien proporcionada , con perfeccion de
miembros, mueve y atrae á sí los ojos ; y esto es por
que todas las partes se corresponden entre sí, con
linda gracia ; así pues esta decencia que resplande
ce en la vida de alguno , mueve y atrae á sí todos
• los hombres con quien trata, para que la aprueben;
y esto por la órden , constancia y moderacion que
tiene en todos sus dichos y hechos. Habemos, pues,
de tener una reverencia y vergüenza con todos los
hombres, así con los buenos como con los malos.
Porque no cuidar uno que digan del bien ó mal,
no sólo es soberbia, mas disolucion. Tambien se ha
de saber que hay diferencia entre la justicia y la
vergüenza: que las partes de la justicia son no mal
tratar á nadie ; las partes de la vergüenza no escan
dalizar ni desagradar. En lo cual consiste principal
mente toda la fuerza del decoro. Que pienso que
queda declarado con lo que habemos dicho. Y pa
sando adelante, dice : el oficio que deste decoro pro
cede, tiene una cierta senda que nos guia á la con
veniencia y conservacion de la naturaleza. La cual,
si como á nuestro capitan seguimos, nunca nos
apartaremos del camino derecho de la razon, y se
guiremos aquello que es agudo y sutil en la natu
raleza, por la prudencia ; y aquello que pertenece
al provecho y compañía de los hombres, por la jus
ticia : y aquello que es animoso y fuerte, por la for
taleza. Pero la mayor parte del decoro y decencia
consiste en esta parte de la templanza de que habla
mos. Porque no solamente debemos procurar que
sean aprobados los movimientos y obras del cuerpo,
16
242 arte De La Pintura.
que pertenecen á la naturaleza, mas mucho mejor
los del ánimo , que son aplicados y apropiados á
ella.
Y con esto acaba este discurso del primer libro.
Y adelante en muchos lugares,, extiende la materia
del decoro que deben guardar toda suerte de perso
nas en los vestidos , en la habitacion , en las pala
bras y acciones; en particular y en general. El que
pertenece al mancebo , al anciano , en los dichos,
hechos y hasta el movimiento y asiento del cuerpo.
Todo lo cual concluye que consiste en tres cosas:
en la hermosura , en la orden y en el decente ata
vio. Conforme á esta doctrina será la que aplicare
mos al decoro que se debe guardar en la pintura,
así en lo general de las historias, como en lo parti
cular de cada familia. Y por decirlo en una palabra,
del decoro natural pasaremos al artificial. Y antes
que yo diga mi sentimiento , pues habemos oido á
Ciceron, oigamos lo que escribe doctamente Ludo-
vico Dolce, por estas palabras :
«Comenzando de la invencion, digo, que tieneDiálogo dicho a *
•i Aretino. «muchas partes , entre las cuales son de las princi-
«pales la orden y la conveniencia , porque si el
«pintor (pongo por ejemplo) ha de pintar á Cristo ó
«á S. Pablo predicando , no hará bien en pintarlo
«desnudo, ó vestido como soldado, ó marinero. Por
«que es necesario que consideremos hábito conve-
«niente al uno y al otro. Y principalmente ha de
«dar á Cristo un aspecto grave, acompañado de una
«amable benignidad y dulzura: y asimesmo ha de
«hacer á S. Pablo, con el semblante que conviene á
«tan grande apóstol. De modo que quien los mira
LIBRO SECUNDO, CAP. II. 243
«le parezca que ve un verdadero retrato , así del
«dador de la salud , como del vaso de la eleccion.
«Y por esto, no sin causa, fué dicho á Donatelo ,or[e ^"32
«(el cual habia hecho un Cristo de madera) que pa"'
«habia puesto en la cruz un palanquín, aunque en
«la arte de la escultura, en su tiempo, no tuvo igual,
«cogió á Micael Angel por superior.
«De la misma manera habiendo de pintar á Moi-
«sés, no ha de hacer una figura encogiday desauto
rizada, antes llena de grandeza y majestad, y te
jiendo siempre atencion á calidad de las personas
«y no menos á las naciones , costumbres , lugar y
«tiempo. Así como se pinta una batalla de César ó
«de Alejandro Magno, no conviene que armelos
-soldados en el modo en que hoy se acostumbra,
«porque de una suerte hará las armas á los macedo-
«nios, y de otra á los romanos. Y si este ofrece re
presentar una batalla moderna, no conviene que
«las divisas sean á lo antiguo. Y queriendo figurar
«á César, seria una cosa ridicula adornarle la cabe-
«za con un turbante de turco ó una birreta venecia-
"na. Por esto dijo bien Horacio, que en una come-
«dia importa mucho se considere cómo ha de hablar
»el siervo, ó el señor, y toca las condiciones que se
«han de observar en Aquiles, y las que en Orestes,
«y en Medea y otros.
«Erró en la conveniencia no sólo de los trages,
«mas tambien de los rostros. Alberto Durero, el
«cual, por ser tudesco, debujó en muchas partes á la
«Madre de Dios con hábito de aquella tierra, y jun
«tamente á las demás santas mujeres que la acom-
«pañaban. Ni dejó de dar á los judíos figuras de tu
244 ARTE DE LA PINTURA.
«deseos, con los mostachos y cabelleras bizarras que
«traen, y con los vestidosque usan. Mascon todo esto
«fué valiente pintor, y en la parte de la invencion es
«tupendo. Y si como nació en Germania naciera en
«Italia, donde en diversos tiempos han florecido no
bilísimos ingenios , no fuera inferior á ninguno. Y
«en testimonio de esto afirmo, que el mesmo Rafael
«no se avergonzaba de tener sus estampas en su es-
«tudio, y las alababa grandemente. Y cuando no
»hubieran tenido otra excelencia, en las que talló
«en cobre, que la propiedad con que representó lo
«verdadero dela naturaleza, lo hiciera inmortal, pues
«no parecen sus cosas debujadas, mas pintadas, y
«no sólo pintadas, mas vivas.«
Cuanto al orden , es necesario que el pintor vaya
disponiendo el 'suceso de la historia que pretende
pintar, con tanta propiedad, que los que la vieren
juzguen que no pudo suceder de otra manera de
como él la pintó. Ni ponga lo que fué antes des
pues, ni lo que fué despues antes, sino ordenada
mente las cosas como pasaron. Esto mesmo enseña
Aristóteles en su poética á los escritores de come
dias y tragedias. Por esto Timantes, uno de los fa
mosos pintores antiguos, pintó á Efigenia, hija de
Agamenon (de quien Eurípides compuso una famosa
tragedia) delante del altar donde esperaba ser ofre
cida en sacrificio á Diana, y habiendo el pintor ex
presado en los rostros de los sacrificantes diversa
mente la imágen dél dolor, incierto de poderla
mostrar mayor en el semblante del afligido padre,
hizo que él mesmo se cubriese con el manto de la
vestidura. Observando admirablemente la conve.
LIBRO SEGUNDO, CAP. II. 245
niencia , porque siendo padre le parecia no po
der sufrir ver con sus propios ojos la muerte de
su querida hija. Parrasio, tambien ilustre pintor de
aquella edad, hizo dos figuras, una de las cuales
habiendo contendido y peleado, parecia que sudaba,
y la otra se desarmaba y mostraba claramente que
estaba anhelando. Estos dos ejemplos de antiguos
pintores bastan para mostrar de cuánta importancia
sea la propiedad en la invencion, porque de algo se
derivan todas las buenas partes del debujo. Y no de
jaré de decir adelante de algunos pintores moder
nos. No menos debe imaginar el pintor los sitios y
los edificios semejantes á la calidad de las provin
cias ; de manera que no atribuya á unas lo que es
propio de otras. En esta parte no mostró ser pruden
te el pintor que pintando á Moisés, que con la vara
tenia la piedra, de donde salió milagrosamente la
agua tan deseada de los hebreos, fingió un país
fértil, hermoso, ceñido de hermosas montañas : así
porque la historia sagrada dice que sucedió este mi
lagro en el desierto, como porque en lugares férti '
les hay siempre abundancia de agua. Y por esto es
necesario que el pintor tenga florido ingenio, y no se
duerma en propiedad. iCuán bien Horacio, en el prin
cipio de su Poética, queriendo hablar de la inven
cion, y tomando la semejanza del pintor, por ser la
poesía y la pintura hermanas, representa la descon
veniencia en estos versos que hizo castellanos An
tonio Ortiz Melgarejo!
Si al cuello de caballo unir quisiese
algun pintor una cabeza humana
y de diversas plumas la cubriera,
246 ARTE DE LA PINTURA.
haciendo el cuerpo en forma tan extraña
que entre otros varios cuerpos rematase
en una cola de disforme pece ,
la faz acompañando de un semblante
de dulce y hermosísima doncella :
¿podriades, llamados á ver esto,
caros amigos, detener la risa?
Esto á mi juicio denota que con todo el com
puesto de la historia , la cual abraza muchas figu
ras, se haga un cuerpo que no discorde en nada,
como seria si se pintase la pluvia del maná en el
desierto : donde convendría que todos los hebreos
que en tal caso se representan con varias acciones,
recogiesen este celestial manjar mostrando alegría
y deseo grandísimo, como se ve en la estampa de
Rafael. El cual imaginó un verdadero desierto, con
edificios y tiendas de madera convenientes al tiem
po y al lugar. Y dió á Moisés efigie grave, vis
tiéndolo de hábito luengo, y haciéndolo de estatura
grave y augusta ; usando tambien en los judíos de
vestes recamadas y con orlas, como ellos traian . Pero
no se debe callar la historia pintada deTiciano, de la
descomunion hecha por el Papa Alejandro al Em
perador Federico Barbaroja, que habiéndola repre
sentado en Roma, puso (á mi parecer desconvenien
temente) muchos senadores venecianos que asisten
á ver el hecho , cosa que no tiene verdad ni hace al
propósito. Pero observó divinamente la convenien
cia en otra historia cerca de esta, donde el mismo
Federico se inclina á besar el santo pié al Pontífice,
habiendo retratado judiciosamente al Bembo, al Na
vajero y Sanázaro, que están mirando. Porque
LIBrO SEGUNDO, CAP. II. 247
aunque esta pintura fué muchos años adelante,
no desconviene que uno de los primeros pintores
del mundo dejase en sus obras publicar la memoria
de los más doctos y primeros poetas de su edad, los
dos gentiles hombres venecianos, y el otro tan afi
cionado á Venecia , que la antepuso en un epigra
ma suyo á Roma, si bien careció de buena conside
racion , cuando pintó la Santa Margarita , como á
caballo sobre la serpiente , y desnuda casi toda la
pierna hasta más arriba de la rodilla, como se ve
hoy en San Gerónimo de Madrid.
Mas volviendo á la materia de la invencion, diré
algunas razones, como que cada figura es bien que
haga lo que hace, ó pretende el artífice que haga.
Que la que está sentada, parezca que lo está cómo
damente, y si está en pié, se plante con tal firmeza
que no parezca que se cae; y si se mueve , sea el
movimiento fácil y con las circunstancias que to
caré adelante.
«Es imposible (dice) que el pintor sea señor de las
«partes que tocan á la invencion, así de la historia
. como de la conveniencia, si no es práctico en sa-
«ber las historias y las fábulas de poetas. Porque
«así como es útil á un letrado el saber debujar, para
«dar á entender las cosas que pertenecen á escribir
«bien, así será muy importante á la profesion del
«pintor el saber letras; pero si no es letrado, sea á lo
>«menos bien entendido de las historias y poesías, co
municando hombres doctos.« (Como se ha dicho). Enei
«Habiendo pues estrechado al pintor debajo de estas
«leyes del orden y conveniencia, con todo eso algu-
«nas veces podrá tomar alguna licencia, pero de
248 ARTE DE LA PINTURA.
-manera que no decline al vicio, porque no será bien
«que se acompañen las cosas apacibles con las fie
mas, como las serpientes con las aves, y los corde-
«ros con los tigres.« Hasta aquí el Dolce.
Que bastaba al cumplimiento de este punto del
Decoro. Pero no perdamos lo que habemos en esta
parte trabajado, y comencemos por una carta que
yo envié á D. Fernando de Córdoba, describién
dole una pintura de Cristo , tomando su vestidura
despues de azotado, con que se acabará este ca
pítulo.
«Para que justamente siendo vuestra merced due
ño de este cuadro.de pintura, lo sea de algunas razo
nes con que satisfacer á los curiosos ingenios que lo
miraren, me pareció tomar un poco de trabajo en
escribirlas, porque se entienda bien el tacto y con
sideracion que se tuvo en su disposicion.
. Esto supuesto, una de las cosas más importantes
al buen pintor es la propiedad, conveniencia y de
coro en las historias ó figuras atendiendo al tiempo,
á la sazon, al lugar, al efecto y afecto de las cosas
que pinta, para que la pintura con la verdad posible
represente con claridad lo que pretende. Para inte
ligencia de lo cual, diré dos palabras sobre cada
una de estas cosas.
Lo primero, cuanto al tiempo, se debe guardar el
uso de la antigüedad de él, en los trajes y en las
cosas: cuanto á la sazon, si lo que se quiere pintar
sucedió tal ó tal tiempo del año , en la noche ó el
dia; es cosa conveniente acomodarse con la verdad,
pues cuanto al lugar ya se ve que no se ha de pin
tar en Turquía lo que pasó en Roma ó España: tam
MBRO SEGUNDO, CAP. II. 249
bien cuanto al efecto y accion si una figura saluda
á otra no ha de parecer que la amenaza , ni menos
ha de hacer lo contrario; y de esto habia mucho que
decir. Pues el afecto de cada figura, tambien ha do
ser conforme á su representacion, con propiedad, ó
triste ó alegre, ó airado ó suave. Brevemente se ha
dicho, pero no así se pone en ejecucion.
Esta parte en la pintura como procede más del
buen juicio del pintor, que de los preceptos de su
arte, es tan poco usada aun de los valientes pinto -
res, que de ordinario quieren caminar libres en sus
pensamientos. Y de aquí vemos en las obras de mu
chos, más valentía que decoro. Y si esto es tan ne
cesario generalmente en todas las obras de pintura,
cuanto más en los misterios de nuestra fe y reden
cion, (concedidos pintar con acuerdo del cielo, en la
Iglesia Católica) los cuales han de ser verdaderos
libros á los ánimos sencillos de los fieles. Porque,
¿qué cosa más ajeua del respeto que se debe á la pu
reza de la Virgen Nuestra Señora, que pintándola
asentada, ponerle la una rodilla cargada sobre la
otra, y muchas veces los sagrados piés descubiertos
y desnudos? (gracias á la Santa Inquisicion que
manda corregir esta libertad.) ¿Y de la majestad y
grandeza del Hijo, padeciendo en otro paso, ó atado
á la columna, con accion y movimiento impaciente,
siendo el espejo y dechado de toda mansedumbre y
humildad? Y por aquí todos los descuidos ó cuida
dos inconsiderados de los profesores de esta arte.
Por estas razones (como hago siempre) lo primero
en que yo cargué el peso de la consideracion en
esta figura (porque comenzamos por lo principal)
250 ARTE DE LA PINTURA.
fué cómo se movería en busca de su vestidura, con
cuánto encogimiento y vergüenza, y sobrados do
lores, un hombre grave y delicado, habiendo reci
bido tantos y tan crueles azotes. Y haciendo prueba
con el ingenio, muchas veces de movimientos dife
rentes, intentando con la pluma ó lápiz, vine á parar
en este que me pareció más á propósito; ó por evitar
la fealdad ó desgracia de estar muj baja la figura,
usé de medio en que levantase con el cuerpo la ropa.
Y quien con estos ojos y consideracion no mirase á
esta imágen, por ventura le desagradará, deseando
en ella otro movimiento más airoso , de más brio y
gracia; lo cual aquí no convenia. Esto es cuanto al
todo, que es lo primero que se ofrece á la vista.
Delas partes digo: que en la principal, que es el
rostro, moví la vista á donde se ha de poner el que
ha de ver este cuadro, que es un poco á la parte si
niestra, porque el encuentro de ellas causa grandes
efectos; y en los ojos exprimí el sentimiento con la
gravedad que á mí fué posible, como en parte donde
más se demuestrala alegría ó tristeza. Y aunque la
boca quisiera abrirla más, porque ayuda esto mucho
á representar la amargura del ánimo, no fué posible
por ir el rostro tras el cuerpo, y estar baja la fi
gura. De las demás partes, ellas hablan que dirán
mejor que yo lo que se estudió en ellas y en parti
cular el cuerpo y lado, que en dificultad no pe
queña, se eligió entre tantos naturales.
Vengamos á las señales de los azotes de todo el
cuerpo, cosa que excusan mucho los grandes pinto
res, por no encubrir la perfeccion de lo que tanto les
cuesta, á diferencia de los indoctos, que sin piedad
LIBRO SEGUNDO, CAP. II. 231
arrojan azotes y sangre, con que se borra la pintura
ó cubren sus defectos : pero huyendo de extremos,
usé de medio que representase las señales , y más
donde menos dañasen á la bondad de la figura, que
es en los oscuros y particularmente en la espalda,
no sin buena consideracion, pues es la parte donde
consideran los santos que cayeron la mayor parte
de los azotes : y de esto no más.
De las vestiduras pinté una la más particular, que Va os,a ea h Igies.
es la túnica interior sin costura alguna que algunos lle San Juan de
" * ^ Conslantinopla :
dicen que fué de púrpura, considerando que las de- ano 1403.
más están sin orden, esparcidas por la Sala ó Preto
rio, que se puede imaginar ser muy grande; pues la
columna no muestra toda su altura, ni descubre el
capitel por la estrecheza del lienzo, donde era forzoso
muy gran espacio para hacer demostracion de otras
columnas del mismo orden dórico correspondientes,
que le acompañasen , ayudándole á sustentar un
edificio noble y como de casa principal.
De los instrumentos y diferencia de ellos, con que
azotaron al Señor, puse sólo cuatro, dejando muchos
y muy varios, que consideran los autores y santos,
de que hace mencion el Arzobispo Alfonso Paleoto, -
en un libro de Stigmatibus Sacris. Uno, las varas con Tlt L¡v 1¡b 6
que azotaban á los delincuentes los romanos; otro, Dic 3' "«,">• ¡n
. . 1 ,1.1 Adelp. Act. 20.
las correas de vaca, de que tambien se hace memo
ria en la antigüedad. Estos dos modos de azotes
usan de ordinario los pintores: tercero, las espinas
ó zarzas , como contempla S. Vicente, y el azote
de puntas ó estrellas de hierro, fijas en los cordeles,
imitado del que debujó en el dicho libro Paleoto
del IV de las Revelaciones de Santa Brígida cap. 70.
2b2 ABTE DE LA UNTURA.
De la columna podrá alguno preguntar, que por
qué no pinté aquella parte que hoy se muestra en
Roma, en la Basílica de Santa Práxedes; la cual es
á modo de balaustre antiguo, con una argolla de
hierro en lo alto. Digo que en otrá semejante oca
sion la pinté, y en esta con mejor acuerdo me pare
ció pintarla alta, de quién refiere largamente el ar
zobispo ya dicho, que hablan muchos y muy graves
autores y en particular S. Gerónimo, en el tomo 1/,
epístola 27 ad Marcellan, diciendo: «Mostrábase una
«columna que sustentaba el portal del Señor, ro
ciada con sangre, donde se dice que fué azotado.«
Y los que con más autoridad describen la Tierra
Santa, y en particular Cristiano Adricomio, núme
ro 6, enseña que una parte de esta columna se mos
traba en el monte Calvario y otra se trasladó áCons-
tantinopla, y de ahí se llevó á Roma, y está en la
Basílica Vaticana. Y de las revelaciones de Santa
Brígida se colige claramente haber sido la columna
alta; pues le dijo la Virgen Nuestra Señora que su
hijo la habia abrazado de su voluntad y luego le ha
bian ligado á ella. Tambien para sustentar un pór
tico de tan magnífico edificio , como el que edificó
Santa Elena, no podia ser aquella la columna, y la
parte que hay en San Pedro (como he dicho) lo mues
tra Basta que la razon que yo tuve fué seguir lo
más recibido en esta parte, y de quien hablan todos
los autores. De la pequeña, piensa con razon Pa
leote, que es donde estuvo el Señor atado en la casa
de Caifas , cercado de sus enemigos, toda aquella
noche de sus mayores escarnios y afrentas.
De todo lo que habernos dicho se infiere de cuán»
LIBRO SEGUNDO, CAP. I!. 233
ta importancia sea el decoro y propiedad que diji
mos al principio, pues demás del intento principal
que se tiene en la pintura del Misterio , se mueve el
ánimo aficionado á la virtud que allí resplandece ;
el cual principal intento toca muy altamente el
maestro Juan de Avila, cuyas palabras añadiré á
este discurso para darle lustre y autoridad. Dice así
en el cap. 73 de su Audi filia:
«Sabed que, pues el Altísimo Dios se bizo bombre
visible para que con aquello, visible nos metiese
dentro donde está lo invisible , no se debe pensar
sino que fué muy provechosa cosa mirarle con ojos
corporales, para poderle mirar en los espirituales,
que son de la fe, y no fué pequeña merced para los
que lo "vieron gozar de tal vista, de la cual muchos
reyes y profetas desearon gozar y no lo alcanzaron.
Y aunque los que despues venimos no gozamos de
esta merced tan cumplida, no podemos dejar de
aprovecharnos de ella en lo que pudiéramos. (He re
ferido esto para decir lo que sigue.) Y á este inten
to nuestra madre la Iglesia nos propone imágenes
del cuerpo del Señor, para que despertados por ellas
nos acordemos de su corporal presencia, y se nos co
munique algo mediante la imágen de lo mucho que
se nos comunica con la presencia. «
Y más adelante, en el cap. 75, tratando de la ora
cion, dice: «Y podeis tener algunas devotas imáge
nes, bien proporcionadas, de los pasos de la Pa-
«sion, en las cuales, mirando algunas veces, os sea
> alivio, para que. sin mucha pena las podais vos
« sola imaginar. «
Y esto baste para dar alguna luz de mi intento,
2S4 ARTE DE LA PINTURA.
en que parece haberme alargado. Y acabo última '
mente mi discurso, poco bastante á impedir lo que
con razon se le pudiera oponer á esta pintura. Por-
ikpoiogia dei coa- que no presumo tanto (como dijo de sí Fernando de
destable. nerrera) que niegue lo que consideró (en sí primero
y despues en los demás) el que dijo que no acertar
es de cualquiera de todos los hombres. Porque está
esta nuestra naturaleza tan cercada y ceñida de er
rores, que ni aun los varones más sábios, cuya men
te parece separada destas cosas naturales, se hallan
libres de este contagio. Porque así como la vida de
los hombres no puede ser perpétua vigilia, tampoco
puede ser su estudio y trabajo verdad y sabiduría.
Siendo esto así, no será maravilla que un entendi
miento tan corto como el mio haya errado; pero serálo
que no merezca perdon de los hombres cuerdos y que
saben los vicios y flaquezas de la naturaleza humana.
Finalmente, echará vuestra merced de ver cuánto
ha favorecido el cielo mi deseo en el remate de esta
obra, con los versos del cuadro hechos por el padre
Luis- de Alcázar, y dignos de su gran erudicion, el
cual, antes que se viese la pintura con sola la rela
cion de ella, los dispuso tan á propósito que pare
ce, á juicio de los más doctos, que por ellos se pin
tó el cuadro: (tanto puede la fuerza del ingenio).
Abrazan admirablemente todo el pensamiento de
esta, historia, cuyo intento (si no me engaño), es
decir, el Señor, que une estrechamente consigo
aquella veste inconsutil que representa sus escogi
dos, estando bañado en su propia sangre, para
que teñida en la flor de ella quede hecha púrpura
real. Los versos latinos dicen así :
LIBRO SEGUNDO, CAP. II. 253
Dilectos opiata meos haic vestís adumbrat.
in duo guam proprio membra cruore madens
sic ea sanguíneo poterit mihi glutine jungi.
Etflore ebibito purpura regis erit.
Despues de estos versos , osaré poner un soneto
que yo hice, seguro de sospecha de contienda, por
ser muestra de mi voluntad y aficion , y por la di
versidad del pensamiento. Dice así:
SONETO.
Pudieron numerarse las señales
que en vuestra carne delicada y pura
¡oh imagen de la eterna hermosura!
el reparo imprimió de nuestros males.
Aunque fuéron en sí tantas y tales, • .
que al ingenio, no sólo á la pintura,
vencen; y tú ¡oh sagrada vestidura!
á trasladar en tí su gloria vales.
Mas el amor que cela el rojo velo
¿quién no podrá contar? Si aun el efeto
la arte noble á formarlo no es bastante.
Fué sin principio, eterno será ¡ oh cielo!
¿Cómo á tan grande amor no me sujeto?
¿Qué hago ¡oh piedra! ea deuda semejante?
Nuestro Señor guarde á vuestra merced: de esta su
casa á 13 de Octubre de 1609.—Francisco Pacheco.«
250 ARTE liE LA PINTLRA.
CAPITULO III.
EN QUE SE PROSIGUE LA MATERIA DEL DECORO.
Mucho de lo que toca al decoro habemos visto en
el discurso referido, y de la carta pasada lo que per
tenece á una figura sola, pero si representamos la
mayor y más copiosa historia que puede ofrecerse á
un pintor, en ella veríamos cumplidamente las con
diciones con que en las demás se ha de proceder, y
habríamos cumplido bastantemente con lo que á
esta parte conviene. Y así porque el año de 1614 yo
acabé un lienzo grande de la historia del Juicio
universal en precio de setecientos ducados para el
convento de Santa Isabel de esta ciudad, donde está;
con describir el pensamiento que seguí en su dispo -
sicion y en lo que me aparté del comun de los pin
tores, trayendo el ejemplo del más aventajado jui
cio que se ha pintado jamás (que es el de Micael
Angel), descubriendo la razon que tuve para histo
rias así, sacarémos de todo apurado el fin de este
punto.
Y dando principio á este discurso (que no será pien
so de poco gusto á los que hubieran visto la ejecu
cion de este cuadro ó el dibujo que yo tengo de él),
digo que observé y vi todas las invenciones que yo
pude y andan en estampa (que son muchas) de esta
copiosa historia, y vi particularmente la de Micael.
LIBRO SEGUNDO, CAP. III. 2i)7
Y hice conceto de una gran copia, y así , pasan de
ochocientas las figuras que en él se ven , que hasta
ahora no tengo noticia de otra de mayor número.
Y antes de pasar adelante , parece conveniente
hacer memoria de algunas impropiedades de los
pintores en esta historia , de que yo me aparté , no
tocando en el juicio de Micael Ángel hasta el fin
de este discurso.
l. La primera pintan á la parte derecha de
Cristo un ramo de oliva por señal de misericordia,
y á la izquierda una espada, que significa la justi
cia ; y esto está bien , aunque falta lo que yo añado.
2. Lo segundo, que está en uso comunmente , es
pintar la Virgen de rodillas á la mano derecha, y á
S. Juan Bautista de la misma manera á la izquier
da, como intercediendo ambos, y debajo á los Após
toles sentados, acompañados de todos los demás
santos.
3. La cruz y otros instrumentos de pasion en ma
nos de ángeles, que los traen por el aire, suelen al
gunos pintar, si bien con poca autoridad.
4. A S. Miguel Arcángel en el medio del cuadro
armado, pesando las almas , y el demonio á los piés
como queriendo asir la que está más baja.
5. Suélese tambien pintar de ordinario, al tiempo
que están sentados los santos, y el juez Cristo Nues
tro Señor, la resurreccion de los muertos; unos que
salen de la sepultura, otros ya fuera , con diferentes
trages y mortajas ; habiendo de resucitar á un tiem
po antes de ser juzgados, todos, justos y pecadores.
Juntando estos dos artículos de fe , distintos el uno
del otro.
i
258 arte De La pintura.
6. Pintan tambien diferentes figuras de demo
nios atormentan !o á los malos con variedad de
tormentos , y algunos indecentísimamente , confor
me á los pecados que cometieron : lo cual represen
tan antes de estar juzgados, ni de haber acabado de
resucitar.
7. Asimesmo se poue una boca del infierno , como
de sierpe ó monstruo , con llamas de fuego que
recibe á los condenados, y otras mil imaginaciones
' de pintores , á su albedrío , y sin fundamento , sólo
siguiendo unos á otros. De todo lo cual yo me apar
té , como veremos adelante con el parecer y senti
miento de hombres doctos.
Viniendo, pues, á nuestra historia , en lo alto se
muestra Cristo Nuestro Señor, Juez universal, asen-
Luc, cap. 21. tado cum polestate manga et majesíate: con grande
majestad y poderío. En el arco del cielo la cabeza
cercada de una grande claridad de rayos de luz que
bañan de gloria á muchos serafines. A su mano de
recha, algo más baja, está sentada la Santísima
rui. 44. Virgen, segun dice el Profeta : astitit regina á dex-
tris tuis. Al lado derecho de la Virgen un ángel que
representa la Misericordia, y á la izquierda otro que
representa la Justicia. Luego otros ocho montones
de ángeles niños, cuatro á cada parte adorando sus- .
Luc. cap. 21. pensos la majestad de Cristo. El pensamiento en
esta primera parte del cuadro es este.
Parecióme pintar el semblante de Cristo Nuestro
Señor apacible, vuelto á los buenos á diferencia de
Micael Angel que lo puso en pié, y airado y vuelto
á los malos, por ser (á mi ver) más poderosa la sua
vidad y blandura á inclinar los ánimos de los hom
LIBRO SEGUNDO, CAP. III. 259
bres. Cristo es hermosísimo: Speciosus forma. Mues- , 44
tra sus llagas, adórnale un manto rojo. La Virgen
asentada, tiene agradable apostura, inclinada á los
buenos y los brazos cruzados sobre el pecho, mos
trando agrado del caso ; no de rodillas rogando
(como los más pintores la ponen). Pues dice San^ r r ' Medit. cap. delJui-
Buenaventura, que estará aquel dia el juez tan en- cío universal,
tero en hacer justicia, que aunque la Virgen de ro
dillas le ruegue, no será parte para moverle. Por
que no es dia de ruegos , antes de atencion y si
lencio.
El ángel, ó virtud dela Misericordia , está vuelto
á la Virgen, Madre de ella, vestido de verde claro,
coronado de oliva, y con un hermoso ramo del mes-
mo árbol en la mano. El que representa la Justicia
está armado á lo romano , con morrion con plumas
y coracina encarnada y ropa anaranjada de color de
llama, espada ó montante de fuego en la mano de
recha : la vista vuelta al rostro del juez (pareció ad
mirablemente al maestro Francisco de Medina este
pensamiento , alabólo , diciendo que habia acrecen
tado y mejorado el uso de nuestros ancianos y mayo
res que pintaban el ramo de oliva y la espada suel
tos). Montones de serafines, de niños, de nubes, de
luces, adornan este pedazo de pintura.
La segunda parte más abajo se compone así : en
medio está el arcángel S. Gabriel, ápié con la cruz
del Señor levantada ; dos ángeles arrodillados á
los dos lados , y detrás de ellos otros muchos sen
tados y de rodillas que hacen estado á la cruz. So
bre estos ángeles hay dos coros de Apóstoles; el de
la mano derecha de la cruz comienza del príncipe
260 ARTE DE LA PINTURA.
de ellos, S. Pedro ; y el de la mano izquierda co
mienza el Apóstol por antonomasia S. Pablo. De
trás de los Apóstoles se muestran los fundadores de
la religion y varones apostólicos más conocidos de
la devocion del' pueblo. Parecen léjos por entre la
cruz los principales Profetas. Digamos ahora lo par
ticular de esta segunda parte.
Pareció por justa causa (supuesto que es opinion
más pía) que fuese la figura de la mesma cruz en
que el Señor padeció, y que tuviese sus clavos, y su
título en tres lenguas, y que el alférez, ó sustituto
de S. Miguel fuese S. Gabriel, por ser este Arcán
gel el que comenzó y ministró los misterios de la
sacratísima humanidad de Cristo. Y que siendo este
el último acto de ella, trajese su divino estandarte
y enseña delante de Rey en la manifestacion de la
;obre ia l.' Ep¡st. gloria y majestad suya. Este fuó parecer del maes-
de pabio á ios Francisco de Medina, además que dice el padre
Tesalonicieoscs
cap. 4. Corneho, de la compañía de Jesús, que S. Gabriel
anunciará á todo el mundo la venida de Cristo á
juzgar. Pintélo coronado de rosas, y una azucena
como insignia propia suya en la mano derecha. Ves
tido de azul y encarnado, con alas de águila, y con
un cendal entre sus manos y la cruz , por la reve
rencia de no tocarla. Y tres serafines que sirven de
peana á esta divina bandera de los ángeles que asis
ten, no tengo que decir más, de que muestra afec
tos de reverencia y respeto junto con ser hermosos
y varios. En los colores de las ropas se correspon
den como de librea los de un lado con los del otro.
A la cruz cerca un resplandor imperceptible en for
ma ovalada, que baña de luz los Profetas y los des
LIBRO SEGUNDO, CAP. III. 261
I
via del coro de los Apóstoles con agradable dismi
nucion. Oso decir que no ha puesto ninguno ( en
pintura semejante) hasta hoy la cruz con mayor ma
jestad. Vengamos al coro de los Apóstoles, los cua
les están sentados como jueces : Sedebitis el vos su- <>t' ^
per sedes duodecim. Tienen todos sus insignias en
las manos, cada cual con admiracion y respeto. El 1
Apóstol S. Pedro tiene á sü lado izquierdo al gran
Batista sentado, haciendo el oficio que hizo en el
mundo, que es mostrarnos el cordero de Dios. Pa
recióme ser este más conveniente lugar que el
que le dan otros pintores en este paso , poniéndolo
sobre los Apóstoles, al lado que corresponde á la
Virgen.
Entre estos dos tan aventajados santos, puse al
glorioso Patriarca S. José, porque no hubiese entre
sus devotos competencia. Síguense los demás Após
toles, y luego S. Francisco, Santo Domingo, San
Bruno y otros fundadores de religiones , mártires,
confesores y vírgenes. El otro coro, que comienza
del Apóstol S. Pablo , corresponde á S. Pedro; al
lado izquierdo de la cruz tiene á su mano derecha
al discípulo amado, el gran evangelista S. Juan, y
cae en el mesmo lugar que suele, debajo de la
cruz. Siguese S. Andrés y los demás Apóstoles, y
á ellos S. Agustín, S. Gerónimo, S. Benito, S. Ber
nardo, S. Basilio y S. Ignacio, padres de sus ilus
tres religiones, y otros innumerables santos. Los
Profetas son; David, Moisés, Elias y los demás prin
cipales, que hacen número de doce. Rodean la cruz
muchos serafines, cercados de resplandores y nubes
agradables. Y sobre los claros están de dos en dos
262 AKTB DE LA PIYTURA.
admirados. Ya tenemos la mitad de nuestra historia
descrita con la brevedad posible.
Bajemos á cuatro ángeles, que conforme al texto
Math. rap. 24. evangélico a quatuor ventis, están vueltos á las cua
tro partes de la tierra con sus trompas. Tiene singu
lar arte y mucha dificultad poner en superficie llana
semejante demostracion. Están tambien de librea en
las alas y vestidos , dos de un color y dos de otro,
y puestos en cruz, y el uno, que se miía por los piés,
es de los más ingeniosos del cuadro , y aun de lo
que se ha pintado. El campo de estas cuatro figuras
es un cielo, á la parte derecha de los buenos alegre
y apacible , y á la de los condenados oscuro y nu -
Fui. 96. bloso, segun el lugar del psalmo.
Lo último de figuras mayores y de mayor demos
tracion, son dos hazes ó ejércitos de figuras desnu
das, el de la parte diestra de los justos, y el de la
siniestra de los pecadores, llevados de ángeles, pero
con diferencia. En medio de estos dos ejércitos tan
diversos está S. Miguel Arcángel , figura de seis
cuartas de alto que no pudo ser mayor, porque para
disponer una historia tan llena y de tanto número
de figuras , la más cercana á nuestra vista no puede
tener más grandeza. Lo particular de esta vasta parte
no es de pasar en silencio.
A la parte de los buenos hay tres montones de
figuras, unas más léjos que otras : las pequeñas se
van entrando por detrás de una nube en dos escua
drones, cercado de una claridad de sol que les ama
nece muy alegre. Orietur soljusti. Guíalas un ángel
con una palma en la mano izquierda, y con la dere
cha les muestra luz. El otro golpe de figuras está
LIBRO SEGUNDO, CAP. III. 263
en lo alto de un monte, vánse entrando entre nubes,
y de este ejército se levantan dos en el aire, y vue
lan por camino de luz. Varones y hembras muestran
en los rostros variedad, y entre su muchedumbre se
ven abundancia de religiosos. El monton que está
más cerca de nuestra vista desta parte derecha, con
tiene nueve figuras grandes, con variedad de eda
des, de carnes y de rostros. La principal y entera está
de espaldas ; es un mancebo hermosísimo junto á
una hermosa mujer, y entre estos dos puse mi re
trato frontero hasta el cuello (pues es cierto hallar
me presente este dia), y tambien siguiendo el ejem
plo de algunos valientes pintores que en ocasiones
públicas entre otras figuras pusieron la suya , y de
sus amigos y deudos. Y principalmente Ticiano, que
se retrató en la gloria que pintó para el Rey Feli
pe II que yo he visto en el Escorial. Guia y enca
mina este dichoso escuadron un ángel vestido de
blanco y azul con su palma en la mano, vuelve el
rostro á mirar áS. Miguel, como quien está á su obe
diencia y orden. El S. Miguel hace figura de capi
tan general , armado á lo romano de su coracina y
grecas, con morrion de varias plumas , con baston
en la mano derecha y espada ceñida, con ademan
airoso y bizarro, y ropaje de lindos colores. En po
nerlo aquí se siguió el voto del maestro Francisco
de Medina , por los apellidos y oficios que tiene.
Llámase Prepósito y Príncipe de la Iglesia, premia
do del cielo , cabeza de todos los ángeles , alférez
del Supremo Emperador, capitan fortísimo y recibi
dor de las almas y juez de ellas, vencedor del gran
dragon, y á quien toca acabar la batalla que co
, £64 ARTE DE LA PINTURA.
menzó en el cielo, encerrando al demonio para
siempre, y ejecutando el mandato y decreto del
Fr«y Gerónimo eterno Juez. Y si es capitan de la Iglesia, tenga
b. wap. i! baston y cargo de los ejércitos de ella, como dice
un autor moderno. Llámanse los ángeles soldados,
militia celestis, del Señor de los ejércitos, y de ellos
es capitan S. Miguel. De manera que le toca justa -
Luc. Cip. 2. mente hacer este oficio por inuchns causas y ra
zones.
Siguese lo último de la mano izquierda , que es
una cuadrilla innumerable de condenados, con ac
ciones y gestos afligidos, medrosos, impacientes, á
quien dos ángeles (no demonios, como hacen otros
pintores ) apartan de entre los justos y llevan más
que de paso con espadas de llamas, mezclados hom
bres y mujeres, y demonios entre ellos. Cércalos un
fuego, y por algunas aberturas de la tierra salen
volcanes : y en contraposicion de los que se levan
tan en el aire de la parte diestra se abre la tierra, y
entre sus bocas y quiebras parece que los recibe,
en vez de la boca del infierno que ponen otros. Uno
con horrible figura, cercado de un demonio ser
piente ó quimera, dando crueles gritos, que eriza
el pelo, imita una de las almas, y es la del infierno,
que hizo de cera de colores Juan Bernardino de Ná-
poles , insigne pintor, que es horrible á la vista. La
figura principal de este lado tiene las manos en los
oídos, y con melancólico y lloroso semblante derra
ma lágrimas sin fruto. Puso así Micael Angel una
figura en la barca de Caron, cuya postura del medio
cuerpo arriba yo seguí por honrar mi pintura con
algo de tan valiente hombre, á quien es gloria imi
LIBRO SKUUNUO, CAP. III. 263
tar en el arte (no en el decoro, como verémos), como
lo han hecho otros mayores artífices , y lo lio visto,
particularmente de Pelegrin, en la Librería del Es
corial y de Pablo de Céspedes, en el famoso retablo
de la compañía de Jesus de Córdoba. Últimamente
se ven en todas estas figuras desnudas, buscada con
arte y gracia la honestidad , porque los ojos castos
y píos no se ofendan : y más en conventos de" mon
jas, y en altar donde se ha de celebrar el santo sa
crificio de la Misa. No parezca de pequeña impor
tancia lo dicho, ni pesada esta digresion. Cierto re
ligioso, pío y grave, de la orden de San Agustín, me
contó (siendo ya obispo) que celebrando un dia ante
un famoso cuadro desta historia, que está en su con
vento, en Sevilla (de mano de Martin de Vos), va
liente pintor flamenco, acabado el año de l570, es
tando á la mitad de la Misa levantó los ojos y vió
una figura frontera de mujer con harta belleza , pero
más descompostura, y fué tanta la fuerza que hizo
á su imaginacion, que se vió á punto de perderse;
hallándose en el mayor aprieto y afliccion de espí
ritu que jamás tuvo. Y por haber navegado á las
Indias, afirmaba con encarecimiento que tomara
antes estar en el golfo de la Bermuda en una tem
pestad deshecha, que en tal paso. Y cobró tanto
miedo al cuadro, que no se atrevió jamás á ponerse
en semejante ocasion : y que tenia tan presente el
caso , que habiendo pasado algunos años , aún le
duraba el temor. Reirse han muy despacio de esto
los pintores valientes ó licenciosos ; pero no valga
para ellos esta advertencia.
No hay en este cuadro boca de infierno, como he
266 ARTE DE LA PINTURA'.
dicho, ni cuerpos que resucitan, porque lo uno no
se ha de ver, y lo otro ha precedido ya en todos ge
neralmente. Pues el fin de esta demostracion fué
una accion sola, que es el juicio hecho, acabado, y
cómo cada uno camina á recibir el premio debido á
sus obras. Tiene una bizarra inscripcion, escrita en
una piedra fingida, del ingenio felice del maestro
Francisco de Medina, que tendrá lugar al fin de este
discurso. Todo lo demás es un campo sin yerba, he
lado, algo más verde á la parte de los buenos, y
seco y estéril á la parte de los condenados.
En la variedad de las edades, seguí la figura y
retrato que tuvieron los apóstoles y santos en el
mundo, y los vestidos, ropajes é insignias ; demás
de ser esta la comun manera que usa la Iglesia en
la pintura de esta historia, seguí esta opinion pol
las razones que diré adelante.
Paréceme justo y no ajeno de la pintura (aunque
se dilate algo más este discurso ) poner aquí lo que
escribieron hombres doctos en favor de la disposi
cion de esta historia (algo más brevemente que ellos)
para darle valor y autoridad sobrada, nombrándolos
en este lugar.
Aprobó directamente el pensamiento de haber
puesto dos figuras con la oliva y espada, el padre
Bernardino de los Angeles, de la orden de San Fran
cisco, en su largo discurso, de que entresacaré lo
más importante, en esta manera :
«Francisco Pacheco, hispalense (tan conocido por
su pluma y pincel), en el cuadro del Juicio que
pintó en el insigne convento de Santa Isabel de
Sevilla, mejoró la espada y la oliva que los an
LIBRO SEGUNDO, CAP. III. 267
tiguos pintores ponian solas, á la mano diestra y
siniestra de Cristo Señor Nuestro, juzgando el mun
do, antiguos símbolos de su justicia y misericordia;
poniéndolos ahora en mano de dos ángeles, vestidos
á propósito en trajes y colores, como ministros eje
cutores de su piedad y castigo : que son almas de
cosas que estaban antes con su vida. •,
« Cierto es y fundado en toda buena antigüedad de
letras divinas y humanas haber símbolos y geroglí-
ficos de las cosas. Y es evidente prueba de la acer
tada pintura de este paso, sobre lo antiguo y comun
de pinceles y púlpitos, de la justicia y misericordia
divina, que han traído hasta ahora estos atributos
como desnudos y huérfanos, como está la yedra sin
olmo á que arrimarse ; y como las cosas que no se
mueven han menester manos agenas para andar, así
no era menester más prueba en este caso, que ser
oliva y espada, para que las haya de tener alguien.
¿Y quién como k>s ministros de Dios?«
«Un serafín labró con fuego del templo los labios
de Esaías , un querubín dice Ezequiel que dio de
sus brasas al vestido de blanco, que no habían de
irse por su pié' á la boca del profeta y manos de
Cristo. Aunque su voluntad es mano divina y la vo
luntad de sus ángeles manos que la ejecutan. San
Juan, entre otros ángeles con varias cosas, vió uno
con espada, que es la del juicio, y como la espada y
el ramillete se hicieron para las manos y no pueden
estar sin ellas, así el ramo de oliva de las buenas
entrañas de Dios y la espada de su rigor pedian por
fuerza manos que las tuviesen, y de ángeles ejecu
tores y ministros de sus divinos atributos.«
268 ARTE DE LA TINTURA.
«Los reyes y grandes del mundo no ejecutan sus
voluntades sino por criados y ministros, que aun el
hablar y oir ha de ser por terceros. Y así es comun
sentimiento de sábios y teólogos que nunca vió ni
habló Dios á hombre en la tierra sino por medio de
los ángeles; particularmente qiu ángel sentenció
en su nombre á los primeros hombres y los echó del
Paraíso. Cherubin sabio que enseña con caridad,
dice Agustino, porque no fuese espada en manos de
locos, fué un montante de fuego que lo andaba todo
como el viento, y por todas partes ofendía como
quemaba. Y así entiendo la palabra versatilem en
el hebreo, aunque la gloria tiene otros sentidos, y
no hay en nuestro español palabra que igualmente
diga sus muchos cortes. Esta es la que en una mano,
siendo de dos y de mil, vibra Cristo en su final jui
cio por mano del ángel que la ostenta. Símbolo fué
aquel paso de este, y profecía de que todos habían
de pagar al fin del mundo lo que comenzaba á pa
gar al principio su fundador. «
«Ángel señaló á Cain; ángel dió á Noé la traza del
arca; ángeles recogieron en ella las aves y anima
les; ángeles vió Abraham, y estos sacaron á Lot de
Sodoma y á su mujer y hijas como por fuerza, mi
sericordia de aquel gran juicio , y oliva de aquella
espada de tanto fuego. Ángeles hablaban á los pro
fetas, y por eso decían todos: Ego Dominus, yo el
Señor; como si él mesmo hablara en todos ; ángel
mató la infinita multitud de gente de Senaquerib,
que estaba sobre Jerusalem, y claro está que lleva
ría espada aparente para espantarlos, aunque no la
habia menester. «
LIBRO SEGUNDO, CAP. III. 209
«Como es cierto de las historias españolas que la
traia nuestro patron Santiago contra los moros, apa
reciéndose á caballo en las batallas las muchas ve
ces que destruyó en nuestro favor sus ejércitos. Aún
á mi padre S. Francisco, diz en nuestras corónicas,
que le dió S. Pablo su espada, estando pintados
ambos en las vidrieras de una iglesia, para castigar
un obispo que perseguía su orden, y amaneció á la
mañana siguiente el apóstol con la cruz de Francis
co y él con la espada del apóstol y degollado el
obispo. Que hasta en estas ocasiones aparentes y
milagrosas, quiere Dios que corran naturalmente,
llevando espada Francisco conque al parecer le de
gollase y que se le quedase en la mano, siendo
solo Dios el que le quitó la vida, y no la figura de
la vidriera. Pues ¿cuánto más propio es dar ángel á
la pintura de la espada en el divino juicio, para
que tenga dueño y mano, sin lo cual no puede
estar como debe?«
«¿Qué más claro testimonio de esta pintura que la
que nos ofrece el cap. 22 de los Números, que pare
ce traslado suyo? Iba Balaan, profeta en desgracia
de Dios, á maldecir su pueblo en una jumentilla ;
envia contra él un ángel que le salió al camino y
se le puso delante con una espada desnuda, estor
bándole el paso sin que él lo viese : Vidit angelum
estantem in via evagiiiato gladio.«
«¿Qué tiene que ver este rigor con el último? Si un
ángel lleva espada desnuda, y la muestra á un ani
mal manso y sin culpa, mejor mostrará otro la es-
p u!a desnuda á tanto soberbio, cuyos filos han de
se¿ar sus gargantas. Así pinta Ezequiel, capítulo 9,
270 ARTE DE LA PINTURA.
los ángeles haciendo carnicería en ellos aquel dia. «
«Este espíritu y alma tienen los dos ángeles con
la espada y oliva en las manos, para que mirándolas
todos como obras de tal artífice, cobren sus pinceles
aliento y el nombre que desean.« Hasta aquí este
autor.
par«cer 2. Acompañó este parecer el licenciado Antonio de
Santiago, capellan mayor de San Clemente el Real,
digno hijo de Sevilla, por sus estudios y virtud, y es
el que sigue :
«Vi un cuadro de pintura del último juicio de mano
de Francisco Pacheco, cuya valentía y belleza que
tal sea, él lo está diciendo en público, como todas
las obras de sus manos. Reparé muy despacio en él,
el estudio y modos de pintura, con alguna particu
laridad diferente de los demás juicios. De doude vi
tomar ocasion á algunos curiosos para levantar
cuestiones y dudas. Y por tocar esto á mi facultad,
quise responder á ellas, aprobando con alguuos lu
gares 'de la Sagrada Escritura y Santos el pensa
miento y disposicion de la pintura.«
«Y lo primero despues de haber discurrido la vista
por tanta variedad de cosas, poniendo los ojos en
particular en el Juez Cristo Señor Nuestro, le ve -
mos no con rostro severo y riguroso como dicen
habia de estar, sino blando, suave y amoroso, que si
bien el dia es terrible y espantoso, como lo significa
esta voz juicio, porque habiendo de ser juzgados
aun los justos pueden estar temerosos: pero no es
bastante eso para pintar el rostro del Juez terrible
y espantoso, aunque sea el dia de castigo y ven
ganza; pues ese dice Isaías es obra agena y pere
LIBRO 8EGUJDO, CAP. 111. 271
grina de Dios. Ut faciat opus suum. Y luego: Alienum Isa!. «pt g.
opus eius, peregrinum opus eius ab eo. Pues si es obra
agena y peregrina en Dios (aunque atributo suyo)
por ser la causa que le mueve á la ira y castigo,
cosa tan agena y desviada de Dios como son los pe
cados, que ellos son los que irritan y mueven su vo
luntad para que la ejercite, que si no hubiera peca
dos no hubiera en Dios enojo y venganza, y por eso
es como ajeno de Dios, pero el mostrarse piadoso y
blando es propio suyo. Y notan algunos Santos so
bre el Evangelio del Juicio por qué llamó Cristo Se
ñor Nuestro primero á los escogidos para darles el
premio, Venite benedicti etc., y despues á lo último «ai. 25.
envió á los condenados al fuego eterno? Fué la fuerza
de la misericordia y piedad en Dios, que primero
(como tan propio suyo) le hizo usar de ella, antes
que del castigo y aspereza: luego más propiamente
se debe pintar el rostro de Jesucristo suave y mise
ricordioso, pues por haberlo sido tanto, parece que
aquel dia la misericordia ha de realzar y engran
decer al juicio. El glorioso apóstol Santiago en su
Canónica, nos confirma ese pensamiento, como si al
propósito lo tratara. Super exaltat misericordia judi- Jacob, c. 2.
cium. Engrandece en aqueste capítulo las obras de
misericordia de Dios, la cual como si se dijera, en
grandecerá y subirá de punto al juicio; y si segui
mos la significacion del verso griego más lo prueba
y confirma; que es lo mismo que alegrarse y rego
cijarse en competencia, como el vencedor se alegra
y salta de contento en la victoria, de suerte que
será este el sentido, si han traído contienda la jus
ticia y la misericordia de Dios en aquel dia de jui-
272 ARTE DE LA PINTURA.
cio parece se alegrará y mostrará más regocijada la
misericordia, de haber salido como vencedora por
super amnia opera haberse mostrado más sobre todas las obras de Dios.
«,», psai. 14*, Luenr.0 con propiedad se pinta el rostro del Juez mi-
proverljio. 11). 0 11 1
sericordioso y alegre, pues en esa alegría se mani
festará su clemencia y nuestra vida, que irémos ale
gres á gozar para siempre. In hilaritate vulíus regís
vita et clementia eius cuasi imber serotinus. De la mis
ma manera que el rocío de la tarde alegra y revive
las yerbas y flores del campo despues que el rigor
del sol con su ardor las ha dejado tristes y marchi
tas, así los justos viendo el rostro de su Rey y Se
ñor, manso, alegre y amoroso, volverán á cobrar
nuevo aliento y vida, despues de haber pasado los
Luc. 21. aprietos y sinsabores que prevendrán el juicio.«
«Y si queremos seguirla comun opinion de los que
ponderan y ahondan más esta duda, que es decir
que aquel dia parecerá el rostro de Cristo Señor
nuestro suave y apacible para los buenos, y junta
mente terrible y espantoso para los malos, y así que
se pinte de una ó de otra suerte es á propósito la
pintura. Digo pues (supuesto que se ha de elegir el
uno de los dos modos) ¿por qué se ha de dejar el más
propio y ejercitado de las entrañas de Dios? ¿Y en
donde más se muestra, en cuanto á sus efectos de
suave y misericordioso, y elegir el ageno y pere
grino de su condicion como es ser justiciero y rigu
roso? Y no me contento aún con esto si no probamos
que aparecerá el rostro de Jesucristo aquel dia suave
Ptal 144 y apacible á todos. David: Suavi Dominus universis. Y
aquí á nadie excluye, con todos habla, de suerte que
el mostrarse suave y benigno, que se entienda aun
LIBRO SEGUNDO, CAP. 111. 273
con los mismos condenados, pues no serán castiga
dos con todo aquel rigor que sus delitos merecen; y,
el ver el rostro apacible y alegre, no será gloria ni
consuelo para ellos , sino más tormento, viendo lo
que pierden para siempre, que llaman los teólogos, ¡«
poena damni.
2. No alegra menos el apacible rostro y hermo
sura de la Virgen Nuestra Señora y Madre del juez
Dios hombre, consuelo y regocijo para todos los
santos y justos , como quien en su vida fué su am
paro y defensa, así le llama S. Ephrem en una ora
cion, vallum fidelium; si bien está su divino rostro
grave y sereno , indicio de que en aquel tiempo ya s. EPhr. b mu.
no habrá lugar de admitir ruegos , ni amparar , ni vtrg-
defender. Donde á propósito el glorioso S. Geróni
mo trae en sus comentarios sobre Osías aquel lugar,
norte tacere feci matrera tuam. En la noche hice ca
llar á tu madre. Y llama noche á aquel dia para los
malos ; pues se les encubrirá para siempre la vista
del verdadero sol de justicia, quedando enperpétua
oscuridad y tinieblas. Y aunque va hablando el
santo en sentido alegórico, no deja de poner las se
ñales del Evangelio del juicio ; porque en sentido
literal habla Dios en aquel lugar de Oseas contra
los hijos de Israel, donde en la noche de las tri
bulaciones y trabajos que les habia de enviar por
el castigo de su idolatría, y por haber dejado
á su Dios por seguir sus ídolos , hará callar á su
Madre la sinagoga, confusa con bastante razon.
Mas en espíritu lo trae el santo para el dia del
juicio , donde la Reina de los cielos y Madre del
Juez está con rostro y semblante sereno mostrando
18
274 ARTE DE LA PINTURA.
el silencio que tendrá y guardará en aquella hora.
3. Dije que aquel dia será noche para los malos,
así como dia claro y resplandeciente para los justos,
porque entonces les saldrá aquel verdadero sol de
justicia, para nunca jamás ponerse ni perdello de
vista. Así dice el Evangelista S. Juan en su Apo
calipsis, que aparecerá el rostro de Jesucristo como
j«>n ¡i, Apo. cap. 1 el sol resplandeciente , et facies eius sicut sol lucet in
virtute sua ; su rostro como el sol lucirá en su vir
tud. Y para entenderlo bien, dice el original griego
que es resplandeciente en toda su fortaleza , como
si dijésemos al punto de medio dia, cuando los ojos
no se pueden fijar en el sol. Y si un cuerpo de1 un
bienaventurado, dice S. Mateo, resplandecerá como
y.t. »P. 13. el sol, dice Isaías de Cristo, et lux solis erit septem-
iM¡. 30. pUciter gicui iux septemdierum; dando á entenderla
gran luz y resplandor del rostro de Jesucristo en
aquel dia ; que así lo sienten S. Gerónimo, Santo
Tomás y Beda, y lo entienden del dia del juicio.
4. Y en cuanto á la voz que dispertará y levanta
rá á los muertos, significada de ordinario en las di
vinas letras por la trompeta referida tantas veces
Apooi. op. 3 , 4 Por S. Juan en el Apocalipsis, y por el Apóstol San
Poai mi coriat. 15 Pablo, la cual sonará no sólo para juntar y llamar
«d Teicd. 4. los hombres al juicio, sino porque tambien la trom
peta es aparato real que suele ir delante de la
persona del Rey como muestra de majestad y gran
deza ; y también para suspender y atemorizar los
ánimos. Estilo de que han usado muchas veces los
soph. i ¡«■i» 8. Profetas, véase á Sophonias y á Isaías, que por evi
tar proligidad no los refiero. Ni gastemos tiempo en
lo que está tan recibido en Escritura y,Santos. Y
LIBRO SEGUNDO, CAP. III. 275
los pintores antiguos usaron pintar á un ángel con
una trompeta dispertando los muertos. Mas lo que
causa alguna novedad en este cuadro, es haber pues
to cuatro ángeles con cuatro trompetas , lo cual no
le parecerá novedad sino conforme á la Escritura,
á quien se acordare del lugar del Evangelista San
Mateo, que habla tan á propósito como se verá. Dice
pues, en el mismo Evangelio donde nos refiere todo
lo que sucederá el ultimo dia : et tune tnittet angelos Ma*. 24.
suos cum tuba et voce magna , et congregabunt electos
eius equatuor ventis. Y entonces enviará á sus án
geles con trompeta, con voz grande, y juntará á
sus escogidos de los. cuatro vientos. Segun esto, ya
tenemos que no será un ángel sólo, sino más, los
que vendrán con trompeta , ó á dar aquella voz
grande, que es lo mismo, como lo dice Euthymio y
se colige de la traslacion griega. Luego si han de
ser más de uno los ángeles que llamarán al juicio,
por el mismo lugar de S. Mateo se colige que se
rán cuatro, pues señala tocarán las trompetas, ó
darán la voz á los cuatro vientos , que quiere decir
á las cuatro partes principales del mundo. Y por
ellas se entiende de todo el universo. In quatuor
ventos cceli dispersi vox : por los cuatro vientos del
cielo os desparcí ; quiere decir por toda la tierra,
por todas las gentes. Habla en los moradores de Je-
rusalem, queriéndolos juntar en Sion. Y hay otros
muchos lugares en la Escritura que aluden á este.
Y todos prueban haber Dios Nuestro Señor de lla
mar ó juntar á sus escogidos de las cuatro partes
del mundo , significados por los cuatro principales
vientos. Oriente, á quien en toscano llamamos Le-
276 ARTE DE LA PINTURA.
vante y Occidente ó Poniente; el tercero Aquilon ó
regañon, á quien los griegos llaman Boreos , y el
cuarto el Austro ó Zéfiro , que sopla del Mediodía.
Y á este propósito diré solamente un lugar á la le-
43. tra : Ab Oriente adducam semen tuum, et ab Occidente
congregabotle, dicam Aquiloni da et Austro noli prohi-
bere, affer filios meos de longuinquo et filias meas ab
extremo térra;. Habla Dios en los pueblos del judais
mo , que creyeron en él , y les promete su fe y favor
con seguridad, en cualquiera parte del mundo que
estén, porque allí les acudirá, y de allí los llamará.
Y esto significa por los cuatro vientos referidos. Y no
falta figura en la divina Escritura de la venida del
Hijo de Dios á juzgar el mundo con estos aparatos
.„ y circunstancias. En los números, cuando le mandóNúm. cap. 10. J '
Dios á Moisés hiciese trompetas , á cuyo clamor se
juntasen en la puerta del tabernáculo los hijos de
Israel, que estaban alojados hácia las cuatro partes
del mundo. Así , aquí dice el Evangelista: serán
enviados ángeles con trompetas , para que llamen
hácia los cuatro vientos. Que es como he dicho á
todo el universo. Y no contradice á esto el lugar de
S. Pablo , pues dice habrá voz de ángel y sonidos
de trompeta ; no dice una ni cuántas. Y así, á pro-Paul. ad Thess. r r
t. 4. pósito y conforme al Evangelio , se pueden pintar
cuatro ángeles con trompetas, y no uno solo. No es,
pues, para pasar en silencio , sino digno de notar,
que habiendo de resucitar y parecer todos, buenos y
malos, tan solamente se hace memoria de los bue
nos y escogidos, y cuán poco caso se hará de los
miserables condenados , indignos de que se haga
memoria de ellos. Cosa maravillosa que el mesmo
LIBRO SEGUNDO, CAP. 111. 277
sonido de las trompetas que despertará á unos para
eterna memoria, ese mismo sepultará á los otros en
el olvido eterno. David: Periit memoria eorum cum p«i.9.
sonitu. En el punto que se oiga el sonido ó clamor
de las trompetas, perecerá su memoria, y entonces
se abrirá la tierra, arrojando por las aberturas lla
mas de fuego abrasador que servirán como de boca
de infierno, por donde recibirá á' los condenados á
sus tormentos eternos.
5. Algo de esto nos dice el profeta Naum en «aum. cap. 3.
figura de los de Nínive, y los castigos que les espe
raban ; y el bienaventurado S. Gerónimo y Tertu
liano, aplican este lugar al dia del juicio. Véanse
sus comentarios, donde refieren las señales que pone
el mesmo Evangelio de S. Lúcas. Dice, pues, el
Profeta : Inimicis tuis ad apercione pandentur por te
terree tuce, devorabü ignis vectes tuos. Para que tus
enemigos hagan aquella entrada tan peligrosa é in-
felice para ellos, se abrirán las puertas de la tierra,
y el fuego abrasará sus cerraduras y cerrojos (va
siguiendo la metáfora), que es lo mismo que abrirse
á la tierra, y el fuego se mostrará sus aberturas, ha
ciendo lugar por donde recibir á los condenados
para el infierno. Y confirmando esto con razon, así
se debe entender , pues sus cuerpos no tendrán el
dote de sutileza, como los de los bienaventurados.
Y así, forzosamente será necesario se abra la tierra
para entrar á su miserable lugar para siempre.
Alguna luz y figura de esto tenemos en las divi- r*i. lo. 5.
ñas letras : el real profeta David, refiriendo el cas
tigo que Dios habia de hacer contra Datam y Abiron,
por haber querido alzarse maliciosamente con el
278 ARTE DE LA PINTURA.
sacerdocio, dice: Aperta es terra, et deglutivit Da-
tham. Abriráse la tierra y tragarse ha á Datham.
Figura de los malos é inobedientes, en esta vida
á su Dios. Los cuales habiendo de ser castigados
con infierno para siempre, como Datham y Abiron,
se abrirá la tierra en aquel dia, haciendo puertas y
bocas, por donde entren los miserables condenados
en el infierno.
Y pues esto es así, sírvase la Divina Majestad de
Dios de dar luz á nuestro entendimiento , para que
sepamos librar nuestras almas de tan infelice esta
do. Pues deseamos vivir en compañía de los bien
aventurados, gozando del apacible rostro de nuestro
Rey y Señor; esforcémonos amando la virtud, y
obrando conforme á ella.
Vivere volens ne /acias morte digna.
CAPITULO IV.
EN QVE SE CONCLUYE LA APROBACION DE LA PINTURA DEL JUICIO
Y LA MATERIA DEL DECORO.
Porque no me obligué á escribir para solos pin
tores, aunque trabajé por abreviar mucho y bueno,
no quise ocultar los dos pareceres que restan , para
cumplimiento de tan importante doctrina, y de mi
obligacion. Y comienzo por el que dió el doctor
Alonso Gomez de Rojas, canónigo de la Santa Igle
LIBRO SEGUNDO, CAP. IV. 279
sia, tan estimado por uno de los ilustres hijos de
Sevilla, por su virtud, erudicion y pulpito.
«Aunque bastaba decir que este nuevo pensamien- Parecer
to de poner al Arcángel S. Gabriel teniendo el es
tandarte Real de la cruz, en el juicio, lo habia.sa
cado á luz, quien es tan amigo de apurar verdades
en su arte, y más en sagradas historias, como Fran
cisco Pacheco , insigne pintor de nuestros tiempos;
guardando, con la excelencia de sus dibujos, el de
bido decoro, mas para los que nos consta de esto,
ó para los que no les satisfaciere , pondremos otros
fundamentos que califiquen esta verdad.«
« Cosa es cierta y recibida, en la santa Iglesia ca
tólica, que para el juicio universal aparecerá la
santa Cruz en el cielo ; ó la verdadera (como es más
probable) ó la señal de ella. Colígese esto del capí
tulo 24 de S. Mateo, donde hablando Cristo Nues
tro Señor á la letra de este acto, en que ha de ser su
premo Juez , dice : entonces aparecerá la señal del
Hijo del hombre: Tune aparebit signum filii hominis.
Donde lo comun de los santos entienden por esta
señal la Santa Cruz, Crisóstomo, Hierónimo, Hila
rio, Beda, Santo Tomás, Eutimio, Teofilato, Ca
yetano. Y así canta la Iglesia : Hoc signum crucis
erit in ccelo cum dominus ad judicandum venerit. «
«2. No hay lugar en la sagrada Escritura ni en
los Santos que diga señaladamente quién ha de
traer la santa Cruz al juicio. Sólo hallamos en San
Agustín, sermon 49, que todos los ángeles juntos la
han de traer ; lo mismo tiene S. Julian, arzobispo
de Toledo, lib. 3 de su Pronóstico, cap. 5, y lo re
fiere de S. Juan Crisóstomo.«
280 ARTE DE LA PINTURA.
«3. Y aunque es verdad que en la venida al juicio
traerán los ángeles la Cruz , pero no consta quién
la ha de tener mientras se hace el juicio. Y así, pa
rece que sólo puede estar este oficio entre S. Mi
guel, como supremo Arcángel, ó S. Gabriel como á
quien se dió privilegio para anunciar la Encarna
cion, que es principio de nuestra redencion ; la cual
se acabó y perfeccionó en la Cruz. «
«4. Pues á S. Miguel no le pertenece este oficio.
Porque se ha de suponer que el juicio es fin de guer
ra, que contra los malos ángeles, empezaron los
buenos, en el segundo instante de su creacion. Dán
dole S. Miguel el oficio de capitan general contra
ellos, y así tuvo el título y nombre de Dios , que
fué el que se dió en esta batalla, llamándose ¿Quid
sicut Deus? ¿Quién cómo Dios? Quitando de la alte
za á los que no correspondían , confesando á su Dios
por único Señor. Pues siendo el juicio donde se ha
de rematar esta conquista contra el demonio , no se
le ha de quitar á S. Miguel el primer oficio, antes
aquí principalmente le conviene. Pues aquí alcan
zará últimamente la victoria. Encarcelando á los
demonios y á los condenados , que les ayudaron á
hacer guerra á Dios.«
«5. S. Miguel es el príncipe de celestial milicia
en órden á recibir todas las ánimas de los hombres.
Y así le canta la Iglesia en nombre de Dios , en la
tercera antífona de Laudes , de su oficio; Arcangele
Michael constitui te principem super omnes animas sus-
cipiendas. Y claro está que esta general recepcion
ha de ser admitiendo las de los justos para el cielo,
y apartándolas de los condenados para el infierno.
*
LIBRO SEGUNDO, CAP. III. 281
Y si esta division ha de ser pública y visible , San
Miguel, como príncipe, ha de acudir entonces á
hacer este oficio. Y así, con admirable acuerdo, está
en este cuadro como capitan general; y por propia
insignia el baston en la mano derecha, prisionando
los demonios , y como príncipe de las almas , divi
diendo los justos de los pecadores.«
«6. De todos estos principios se infiere, que el ofi
cio de tener la cruz, que es el estandarte real de
aquel acto del juicio, se debe dar y es propio del ar
cángel S. Gabriel. Pruébase esto porque nuestro
glorioso arzobispo S. Isidoro, en el libro 2 de sus
Orígenes, en el cap. 5, hablando de este santo ar
cángel, dice : Gabriel hebraice in lingua noslram ver-
titur fortitudo Dei ubi erat polentia Divina vel forti-
tudo manifesíatur, Gabriel mittitur unde el eo tempore
quo eral Dominus nasciturus, et Iriunphaturús de mun
do Gabriel mittitur ad Mariam.«
«Este nombre hebreo Gabriel significa en nuestra
lengua fortaleza de Dios; porque donde se manifiesta
el poder y fortaleza 'suya, envia la Majestad á Ga
briel, y así en el templo que el Señor habia de nacer
y alcanzar victoria del mundo, fué enviado Gabriel
á la Santísima Virgen María Nuestra Señora, de
donde se coligen dos razones : «
«La primera que si donde se hace demostracion del
poder y fortaleza de Dios, y le conviene por el buen
nombre ser enviado, ¿ dónde más se manifestará el
infinito poder de Dios, comunicado á su hijo hecho
hombre, que en el juicio? Pues para decir el mismo
Cristo el gran poder que tenia, hizo memoria del
juicio universal : Potestatem dedit ei judicium face
282 ARTE DE LA PINTURA.
re, quia filius hominis est. loan. 5. Muriendo ganó en
la cruz jurisdicion en todos los hombres, con la for
taleza que en ella tuvo (aunque encubierta) para
ejercitar en ellos esta potestad. Que á la letra se
entiende de esto la profecía de Abacú, cap. 3. Corma
in manibus eius ibi abscondita est fortüudo eius ; como
lo interpreta S. Cipriano, S. Agustín, S. Gerónimo
y otros muchos. Luego manifiesto es que quien ha
de tener la cruz este dia ha de ser S. Gabriel, pues
tiene siempre comision en las obras donde se mani
fiesta el poder y fortaleza de Dios.
La segunda razon si S' Gabriel fué enviado cuan
do habia de triunfar Cristo Nuestro Señor del mun
do, y este triunfo alcanzó en la cruz, como lo afir
ma S. Pablo ad Colose, cap. 2. Luego cuando se pro
ponga la cruz, para publicar este triunfo que hasta
aquel dia se va haciendo, á nadie le conviene tener
la como á S. Gabriel, que fué el que dió noticia y
lo anunció.
Ultimamente, S. Gregorio papa, homilía 34 in
evangelio, interpretando el nombre de S. Gabriel,
dice: Gabriel Dei fortüudo nominatur. Per Dei qui
fortitudine nuntiandu's erat, qui virtutem Dominus etpo-
tens in praelio ad debellandas potestates aereas venie-
bat. Gabriel se llama fortaleza de Dios, y bien; con
venia que fuera anunciado por la fortaleza de Dios;
el que como señor de las virtudes y poderoso en ba
tallas, venia á desbaratar con guerra á los demonios,
pues en el alcance de esta guerra no hubo más ar
mas sino la cruz. Domuit orbem in ferro sed ligno,
dijo S. Agustín. Y así en lo último de esta victoria
contra los demonios, ha de estar presente el instru
LIBRO SEGUNDO, CAP. IV. 283
mento que los sujetó. Luego quien lo ha de tener
ha de ser S. Gabriel, que fué el que publicó la
guerra.
Sólo falta responder á que la Iglesia Santa en el
ofertorio de la misa de difuntos llama á S. Miguel
Signiferario. Signifer Santos Michael. Que se puede
interpretar el cruciferario. Digo que este título es
comun de todos los ángeles, pues todos han de
traer (como vimos núm. 2) la cruz. Y si alguno di
jere que este es título particular de S. Miguel, se
responde que de un gran capitan se dice que trae
en su ejército tantas banderas, y no las trae él, sino
los que tienen oficio de alférez. Y si se dice que trae
el estandarte real, no es porque lo ha de tener él,
sino porque lo trae en su ejército ; que el tenerlo es
del alférez real, que es S. Gabriel, que él sólo lo
cogerá á los ángeles que lo han de traer, para asis
tir á aquel acto. Y así está bien pensado poner en
este cuadro muchos ángeles arrodillados á la Santa
Cruz que S. Gabriel tiene, puesto en pié.
Además que en los ejércitos se da señal para co
nocer cuáles son propios soldados, y cuáles espías ;
que en nuestro español se dice dar el nombre, que
con toda propiedad pertenece al rey, si está en el
ejército, y él lo revela al capitan general. Y como
San Miguel es de los ángeles, revelóle Dios su se
ñal llamándole Miguel Quid ut Deus. Al cual quien
no corresponde se tiene por enemigo. Por esto le
llama la Iglesia Signifer, el que trae la señal, y el
que da el nombre. Confírmase esto con decirJa Igle
sia : Signifer Sanctus Michael representet eas in lucem
sanctam. Pidiendo que S. Miguel, que es quien tie
284 ARTE DELA PINTURA.
ne el nombre, represente las almas que hubiesen
correspondido á él, en la luz santa de la gloria, que
es el premio de los buenos soldados de este ejército.
El mismo doctor Alonso Gomez de Rojas , escribió
otro discurso doctísimo en que dilató la aprobacion
de las cuatro trompetas, y la de las aberturas de la
tierra para recibir los condenados, con muchas au
toridades de escritura, santos y doctores, que yo ex
cuso, por haberlo ya dicho. Sólo añado á su apro
bacion el favor que hace al pensamiento del sol que
amanece á los justos, que dice así:
«El lugar en que se funda esta particularidad es
el cap. 4 del profeta Malaquías, donde desde el
principio de él habla á la letra del juicio universal.
Y en el núm. 2 dice : Et orieíur vobis timentibus no-
men menm Sol justitiae, et sanitas in pennis eius. Y os
saldrá á vosotros que temeis mi nombre el Sol de
justicia, y tiene salud en sus plumas. Lo cual se
entiende literalmente de la alegre y buena vista
que dará Cristo Nuestro Señor en el dia último. Ra
yando claras luces á los ojos de sus escogidos, de-
mostradoras del amparo y favor que en él han de
tener por toda la eternidad. Así lo interpretan San
Gerónimo, la interlineal, Nicolao de Lira en este
lugar, y en sus escolios Batablo núm. 7. Y Euse-
bio Cesariense , Remigio Altisidorense, comentando
este profeta, dijo estas admirables palabras, aunque
parte de ellas son de S. Gerónimo : «Este Sol de
«justicia es Cristo á quien el Eterno Padre dió el
«juicio universal, el cual juzgará todas las cosas
«justamente.» De suerte que como tan clara luz no
permitirá que queden escondidos ni cubiertos ni los
LIBRO SEGUNDO, CAP. IV. 285
vicios ni las virtudes. Y este sol amanecerá á los te
merosos de Dios, pero pondráse y oscurecerse ha á los
malos y condenados. Y así dirán lo que está escrito
en el libro de la Sabiduría, cap. 5: Lumen justitiae
non luxit nobis, et Sol non est ortus nobis. La luz de
justicia no nos alumbró y el sol no salió para nos
otros. Y las alas ó rayos de este sol tienen en sí sa
lud para amparar y favorecer á los sanos por la pe
nitencia, y moverlos á llevar en sus hombros á los
apriscos ó hatos de su manada. Conforme á lo que
está escrito en el Deuteronomio : expandit alas suas
et asumpsit eos atque portavit in numeris suis. Abrió
sus alas y encargóse de ellos, y llevólos sobre
sus hombros.
En cuya demostracion se advirtió muy bien pin
tar el Oriente del sol , que á la parte de los justos
está amaneciendo para ellos. Que junto con la ver
dad tiene mucha y muy aguda novedad , que hasta
ahora no se ha visto en pinturas antiguas ni mo
dernas, con ser tan comunes las del juicio univer
sal.« Hasta aquí este autor. Resta lo que prometimos
al fin de nuestra descripcion cerca de la diferencia
de edades, que será el último parecer, por la satis
faccion de los que la aprobaron.
El padre Gaspar de Zamora , de la compañía de
Jesus, natural de Sevilla (que murió en la clase
profesa de ella, año 1621 , de 78 años de edad, cin
cuenta y tres de religion , á quien yo comuniqué y
tuve por padre espiritual cuarenta años), el cual
escribió doctísimamente sobre Ezequiel, y otro libro
de concordancias muy estimado de los doctos , que
se estampó en Roma este año de 1627, entre algu
286 ARTE DE LA PINTURA.
nas cosas particulares que estudió, escribió una apo
logía en que trata el punto de la resurreccion uni
versal , ocasionada de la pintura de mi cuadro , en
que yo abrevié este discurso, siguiendo su opinion.
Que aunque no ha faltado quien escribiese contra
ella, ha sido favorecida y estimada de muchos hom
bres doctos, hijos de Sevilla, á quien la comuniqué;
como fuéron el doctor Sebastian de Acosta; el doctor
Gonzalo Sanchez Lucero, canónigo de la magistral
de Granada; el doctor Gabriel de Torres y Salto, de
la de Badajoz ; el padre fray Damian de Lugones,
de la seráfica órden ; D. Alonso de la Serna, racio
nero de la santa iglesia de Sevilla, administrador
del hospital del Cardenal, y consultor del Santo Ofi
cio ; Francisco de Rioja, bibliotecario y cronista
del Rey Felipe IV, y el maestro Francisco de Medi
na, varon de gran juicio y eleccion, y otros muchos
hombres doctos de esta ciudad y de Madrid ( algu
nos de los cuales escribieron en su favor ) , y es la
que se sigue :
«Apología en defensa del bienaventurado Santo
Tomás, contra los que dicen que todos habemos de
resucitar de edad de treinta y tres años , que así lo
dice S. Pablo á los de Efeso, cap. 4.«
«Pregúntase ¿en qué edad de años, cantidad de es
tatura y calidad de colores resucitaremos todos el
dja del juicio?«
A lo cual se suele comunmente responder que
resucitarémos en la edad, estatura y aspecto en que
Cristo N. S. resucitó, porque lo afirma el lugar
citado.
Acerca de la respuesta digo ( para mayor clari
LIBRO SEGUNDO, CAP. IV. 287
dad), que en lo dicho se tocan dos puntos: el pri
mero, la pregunta propuesta ; el segundo , que San
Pablo haya respondido en la manera referida. Y para
averiguar si lo dice S. Pablo, ó no, es necesario
poner sus mismas palabras , traducidas en romance
fielmente : digo , pues , que tratando el Apóstol de
la Iglesia militante, dice así :
«Puso Dios en su Iglesia Apóstoles, Profetas, im»**. ww«
«Evangelistas, pastores y doctores, para que por *d Ephe- c"v' 4*
«el ministerio de ellos se cumpla el número de los
«santos y predestinados, y para la edificacion, cons
truccion y ayuntamiento en el cuerpo de Cristo,
«que es su Iglesia. Y esto dure y permanezca en
«ella hasta tanto que todos, con unidad de fe , y un
«mismo conocimiento del Hijo de Dios, hagamos y
«constituyamos un varon perfecto, á la semejanza y
«medida de la edad y plenitud de gracia que tuvo
«Jesucristo. Y para que ya no seamos como niños
«inconstantes que nos traigan de una parte á otra,
«con cualquiera asunto de doctrina.«
Esto supuesto, digo que al Apóstol no le pasó por
pensamiento en este lugar tratar de la resurreccion
final. Lo cual probarémos con autoridad y razones.
Lo primero pruebo con la de todos los exposito
res de S. Pablo, que siguieron unánimes; S. Anto
nio, S. Gerónimo, S. Clemente Alejandrino, San
Atanasio, S. Agustín y S. Crisóstomo, sobre este
lugar (cuyas sentencias y citas pone el autor, que
yo excuso por la brevedad), en que dicen todos
que el Apóstol habla del tiempo presente , de la
Iglesia militante. Y el maestro de las sentencias,
habiéndolos visto á todos en el lib. IV, distincion 44,
288 ARTE DE LA PINTURA.
y con él todos los teólogos escolásticos, dice así:
«Varon perfecto llama por metáfora el cuerpo mís-
«tico de la Iglesia, el cual antes del fin del mundo
«ha de alcanzar aquella unidad de fe y conocimien
to de Dios.,' Y quien quisiere ver esta exposicion
muy á la larga, vea al padre Sebastian Barradas, de
nuestra compañía de Jesus , y en su Concordia
evangélica, tomo II, lib. VII, cap. l5. Y al padre
Alonso Salmeron, sobre el mesmo lugar de San
Pablo.«
Viniendo á las razones de las palabras del Após
tol, habemos de reparar en seis puntos :
El primero , que por medio de los ministros que
Dios puso en su Iglesia se cumplirá el número de
los escogidos.
El segundo , que se cumplirá la edificacion y fá
brica del cuerpo de Cristo.
El tercero , que todos en unidad de fe y conoci
miento del Hijo de Dios, harémos un varon per
fecto.
El cuarto , quién y cuál ha de ser este varon , si
será físico y real , ó.metafórico y místico.
El quinto, para que no seamos como niños in
constantes, que nos traigan de una parte á otra con
varias doctrinas.
El sexto, juntar las primeras palabras con las úl
timas , diciendo que puso Dios en su Iglesia Após
toles , Evangelistas , pastores y doctores , para que
todos resucitemos de la edad de Nuestro Señor Je
sucristo.
De todos estos seis puntos se averigua que S. Pa
blo en ninguna manera habla de la resurreccion, sino
LIBRO SEGUNDO, CAP. IV. 289
de la Iglesia militante. Y esto es .claro en los dos
primeros apuntamientos, porque dice (como de fu
turo) que el ministerio delos ministros que Dios puso
en su Iglesia, ha de durar hasta que se cumpla el
número de los predestinados, y hasta que se acabe
de fabricar el cuerpo místico de Cristo. Y es de fe
que al tiempo de la resurreccion ya estará el número
cumplido. Luego no se puede entender de los cuer
pos físicos y reales.
Lo tercero porque ya en la resurreccion , no ten
dremos unidad de fe, que habrá cesado, pues vemos
por los ojos lo que ella nos enseñaba. Ni tampoco
podemos aprovechar en el conocimiento del hijo de
Dios, porque habremos llegado al fin de él. Luego
no habla de aquel tiempo.
Lo cuatro se deben considerar las palabras de fu
turo (que no se pueden entender de este dia) hasta
que hagamos un varon perfecto, de la edad de Cris
to, porque el dia de la resurreccion, ya estará hecho
este varon, que es el mismo Cristo.
Los que dicen que S. Pablo habla de nuestra re
surreccion, están obligados á decir, que se ha de en
tender de varon físico y natural, que así se entiende
el artículo, carnis resurrectionem. Tambien es de fe
que habemos de resucitar cuantos habemos de ser
juzgados, y no uno por todos, pues ¿quién es este
varon perfecto? porque el apóstol no habla en nú
mero plural, sino en singular.
Lo cinco que se ha de notar son las palabras «para
que ya no seamos inconstantes como niños«, porque
ya para siempre cada cual tendrá la suerte que le
hubiere cabido, y no hay para qué prevenir esta in
19
290 ARTE DE LA PINTURA.
constancia, ni que haya apóstoles que la impidan.
Lo seis y último es la mala trabazon de las razo
nes, porque juntando el efecto con la causa, habemos
de leer: «puso Dios en su Iglesia apóstoles, evange
listas, etc.« Para que todos resucitemos de edad de
Cristo. Porque la resurrecciones obra de sólo Dios y
no de los apóstoles, ni de otros, pues ellos han de
ser tambien resucitados. Ni los puso Dios en su Igle
sia para este efecto.
Habiendo probado suficientemente que no se ha
de entender el texto de S. Pablo de la resurreccion
de la carne, sino de la Iglesia militante, de lo cual
se verifican todas sus palabras, para responder á la
duda principal habemos de suponer que en cualquier
individuo de la naturaleza se pueda considerar una de
cuatro cosas (que del sexo no hay que disputar, por
que hombres y mujeres resucitarán como vivieron).
La primera, cuanto á la edad, si el individuo
vivió pocos ó muchos años, ¿en cuál de estas eda
des ha de resucitar?
La segunda, la cantidad y estatura de su cuerpo,
la cual corresponde á cada uno segun su comple-
sion, por cuanto no sólo en diversas naciones, mas
en una ciudad y casa se suelen hallar dos personas
de una misma edad, una mucho mayor de cuerpo
que otra.
La tres, los accidentes', naturales y comunes,
como son blanco, negro, rubio, etc. Y todos los que
han tenido, tienen y tendrán todos los hijos de
Adan. Dije naturales, porque los casuales, como
ser tuerto, cojo y manco, no se verán allí aunque
sea en los condenados.
LIBRO SEGUNDO, CAP. IV. 291
La cuatro , que considera en un hombre (que es
la más principal) es el entendimiento, la discrecion,
juicio y prudencia, aliento, vigor y fuerzas corpora
les. Cosas porque podemos decir que uno es más
hombre que otros, y que se toman por edad.
Resolucion de la cuestion. Todos resucitarán, aun- .
que sean los condenados, sin defecto alguno, en es
tado de edad perfecta, en la estatura y edad debida,
con el mismo rostro , forma y accidentes naturales
que tenian cuando se llegó el tiempo de su muerte:
la cual conclusion tiene partes.
La I trata de la inmunidad y limpieza, de todos
los defectos y faltas, así .naturales como casuales
(que yo excuso, con todo lo demás que pone docta
mente este autor) de que sólo hace á mi propósito lo
que pertenece á la diferencia y variedad.
Esto dice así; todos, chicos y grandes, niños y
viejos, resucitarán en estado perfecto: el viejo con
sus venerables canas, con toda capacidad, discre
cion, prudencia y fuerzas corporales, cuantas tuvo
ó pudo tener en lo mejor de su edad : y asimismo el
niño recien nacido, resucitará con la habilidad, dis
crecion y todo lo demás que tuviera, si hubiera lle
gado á la flor y entera perfeccion de su edad.
Esta doctrina declara muy á la larga Ferrariense,
sobre Santo Tomás, en el lib. 4 contra Gentiles,
cap. 28, la cual interpretacion, que por edad perfec
ta se ha de entender estado perfecto, se ha de tomar
por regla universal, para entender al mismo Santo
Tomás, y para seguir esta opinion. Esto enseña San
Agustín en dos palabras en el lib. de la Ciudad de
Dios, cap. l6: «Resucitarán los hombres en la edad
£92 ARTE DE LA PINTURA.
«juvenil, aunque no les faltará nada si entonces su
«figura fuera de niño ó viejo; por lo cual si alguno
«dijere que todos han de resucitar, con el modo y
«manera de cuerpo en que murieron, no hay para
«qué contradecirlo.« De donde segun este Santo,
cualquiera edad ó figura, se compadece con estado
de varon perfecto , y siguiendo este parecer Santo
Tomás dice en el euatro de las Sentencias, distin
cion 44 (y es á mi ver ilustre lugar) respondiendo al
primer argumento : « No se dice que todos han de
«resucitar en una misma edad, porque en todos se
«halle la misma cantidad de años, sino porque en
«todos ellos se hallará un mismo estado de perfec-
«cion, el cual estado puede hallarse en grande y
«pequeña cantidad. Y más adelante; cuando se dice
«varon perfecto, no se dice por la edad viril y per-
«fecta, sino por la virtud y fortaleza del ánimo, la
«cual se hallará en todos.«
De manera que en cualquier edad de los que re
sucitaren se hallará una universal perfeccion , que
conviene á toda la naturaleza humana en diversas
maneras. La blandura y llaneza de la niñez, la for
taleza y animosidad de la juventud, la prudencia y
madurez de la vejez, y todas las demás perfec
ciones convenientes á aquel estado perfecto.
Y en el mismo lugar citado dice Santo Tomás que
Adan fué criado en edad de varon perfecto, la cual
perfeccion tuvo luego, desde el primer dia, dice, que
fué criado. Y el ejemplo es muy á propósito, porque
tambien el infante luego que hubiere salido á luz
puede tener la tal perfeccion. Y esto no es cosa nueva,
porque Jesucristo la tuvo desde el instante de su
LIBRO SEGUNDO, CAP. IV. 293
concepcion. Y S. Juan Bautista despues de seis
meses: y así no será maravilla que á un niño muy
pequeño dé Dios tanto entendimiento y capacidad,
cual tiene un varon perfecto. Y que sea más conve
niente hacer esto que pide un sólo milagro, que lo
que dice la comun sentencia que pide mucho.
De manera que no resucitando todos de una misma
edad , tampoco resucitarán de una misma estatura,
sino chicos y grandes, segun que murieron, para
que tornen á ser los mismos que antes fueron.
Esto se prueba en S. Juan en su Apocalípsi, ca
pítulo 20, donde hablando del dia del juicio , dice:
«Vide los muertos, grandes y chiquitos, que esta-
«ban en pié delante del Trono.« Dos cosas afirma:
la primera, que vió grandes y chicos ; la segunda,
que habian estado muertos y ya estaban vivos ; de
lo cual se sigue que resucitarán unos y otros. Esta
exposicion , pone Andrés Cesariense , obispo de Ca-
padocia, en la Biblioteca de los Padres, tomo I, y
el maestro de las sentencias en el libro IV, distin
cion 44, tomada de S. Anselmo.
Paréceme que con otros tres insignes lugares de
santos, bastará aprobar esta variedad, por no ser
prolijo. El primero es de S. Anselmo, sobre el lu
gar citado de S. Pablo, por estas palabras: «No
«dice á la medida del cuerpo ó estatura, sino medi
ada de edad; porque no es lícito decir que cuando
«venga el dia de resurreccion, los cuerpos hayan
«de tener aquella magnitud que no tuvieron, y si
«dijéramos que los cuerpos grandes se han de redu-
«cir al tamaño del cuerpo de Cristo , faltará mucho
«de los cuerpos de muchos; habiendo prometido el
294 ARTE DE LA PINTURA.
«mismo Señor que ni aún un solo cabello de sus ca-
«bezas ha de perecer.»
Y S. Gregorio Niceno tiene la misma sentencia,
más claramente , en la disputa del ánima y la re
surreccion , diciendo : « Cuando otra vez tornare
«nuestro cuerpo á la vida, saldrá á luz un cierto
«pueblo de hombres , de tal manera, que nada le
«falte , ni criatura , ni niño , ni muchacho , ni
«mancebo, ni varon, ni padre, ni viejo , ni alguna
«de las edades que hay entre medias de las dichas.«
La misma conclusion pone S. Justino, mártir, en
un tratado que se intitula: Respuestas para los cris
tianos, en la cuestion , en donde dice así : « Muchas
«causas hay por las cuales los que han de resucitar,
«sea necesario que se resuciten en su misma figu-
«ra, la primera, para que el grande conocimiento y
«ciencia de Dios sea manifiesta ; pues en tan innu-
«merable multitud de los que resucitarán , puede á
. «cada uno volverle su misma figura ; lo segundo,
«porque no piense que no ha resucitado los muer -
«tos, sino criado otros do nuevo, y por tanto cada
«cual de ellos tendrá su propia figura antigua.« No
se podia desear lugar que con más claridad favore
ciese esta opinion.
Tambien S. Clemente Romano, libro V de las
Constituciones apostólicas, siente lo mismo al prin
cipio del cap. 8 , del cual lugar se puede colegir,
haber sido este parecer de S. Pedro y de los demás
Apóstoles. Y cita otro testimonio más antiguo de
las Sibilas. Sobre lo cual se puede ver al padre
Francisco Turiano, de nuestra compañía de Jesus.
Y en la Sagrada Escritura tenemos algunos lu
LIBRO SEGUNDO, CAP. IV. . 29o
gares en que probar nuestra conclusion: en el Exo
do, cap. 2l, dice el texto sagrado : «Si comprares
«algun esclavo hebreo , habiéndote servido seis
«años, al séptimo saldrá libre, y con la vestidura
«que entró en tu servicio, y si tuviere mujer, de la
«misma manera.« Y vuelve á decir: «Saldrá con su
«vestido.« Y el Profeta en el cap. 2 refiere una pro
mesa de Dios Nuestro Señor, que dice: «Yo os res-
«tituiré los años que os comió la langosta y el pul-
«gon.« De manera que explicando el primer lugar,
todos los hijos de Adan, entramos por el pecado,
debajo de la cantidad de la muerte ; pero por la re
surreccion saldrémos libres de su poder, con los
mismos vestidos, mujer é hijos, con que entramos
en él , que no será otra cosa que cuanto al alma,
la amistad ó enemistad con Dios, y cuanto al cuer
po, el sexo, rostro y los demás accidentes. Del se
gundo lugar, es cosa clara que la langosta todo lo
tala ; pero el pulgon no come sino los pámpanos
tiernos y las yemas que van abriendo ; por lo cual
se entiende la muerte apresurada y temprana, y por
la langosta la de la gente ya madura ; y promete
Dios que nos restituirá lo uno y lo otro á todas eda
des, en aquel estado perfecto que se ha dicho.
Finalmente ; se podrá decir en favor de los acci
dentes, lo que dice S. Pablo en la segunda carta á
16s de Corinto, cap. i : « Como fuisteis compañeros
»en las tribulaciones y trabajos, así tambien lo se-
«reis en las consolaciones.« Y pues ellos entraron
en la pelea juntamente con tal cuerpo y tal alma,
y todos juntos alcanzaron la victoria , por esto es
justo que ellos mismos sean partícipes del premio y
296 ARTE DE LA PINTtRA.
bienaventuranza, la cual todos alcancemos. Amen. «
Hasta aquí este autor.
Traído para probar cuan justa cosa es pintar á los
Santos en el cielo con el aspecto que tuvieron vi
viendo, é insignias de su martirio, para que sean
conocidos del pueblo cristiano ; y como es opinion
segura, y que se puede tener, entender que ha de
haber en el cielo, aquella agradable variedad que
vemos en este mundo. Pues dicen todos los teólo
gos que la bienaventuranza es un estado perfecto,
con la union y junta de todos los bienes que perte
necen á todas las edades, y á cada una en particu
lar. Y parece muy conforme á esta opinion, que to-
cjro RiTOiencira das ]as Veces que han aparecido los Santos ha sido
en Us vidas de
los santos, de la misma manera que vivían en el mundo. Por
que el Emperador Constantino Magno , habiendo
perdonado tres mil niños, que tenia determinado
matar para lavarse en su sangre, de la lepra; aquella
noche se le aparecieron S. Pedro y S. Pablo, agra
deciéndole la misericordia que habia usado. A quien
S. Silvestre, Papa, mostró las imágenes que tenia,
y le confirmó el Emperador que eran los mesmos
que habia visto. Porque decian muy bien los retra
tos con las personas que so le aparecieron.
Tambien ocho dias despues del martirio de Santa
Inés, perseverando sus padres en su sepulcro, vie
ron una noche un gran número de vírgenes, rica
mente adornadas, y entre ellas á su hija, triunfante y
gloriosa, abrazada con un cordero más blanco que la
nieve, en aquella edad y figura que habia pasado á
la gloria. Y fué tan ilustre esta revelacion, que vino
á noticia de todos los que vivían en Roma , y por
LIBRO SEGUNDO, CAP. IV. 297
esto la celebra la Iglesia con. fiesta particular el dia
que sucedió que*fuc el 28 de Enero ; y bastan estos
dos excelentes ejemplos para probar nuestro inten
to, donde se pudieran traer muchos.
Ya que habemos salido de lo que los doctos es
cribieron (excusando el parecer del insigne padre
Luis de Alcaráz, por no dilatarme) en aprobacion
de mi pensamiento con tan gustosa y varia erudi
cion , volviendo á concluir este capítulo, restan las
razones que hallan los doctos italianos contra el
juicio que pintó el divino Micael Angel, y á que
prometimos satisfacer al fin de este discurso (si pue
de tener necesidad de nuestra defensa). Estas pone
Ludovico Dolce en el diálogo llamado Aretino. Y
antes de entrar en ellas, diré las que él no toca y
yo he observado, cerca del decoro en esta famosa
pintura, con la brevedad y modestia debidas á tan
grande artífice, en que me parece que no tiene dis
culpa.
Pintó la barca de Caron , fingida de los poetas,
con almas que van pasando en ella, á imitacion del
Dante. Cosa, á mi ver, culpable, poner en un artícu
lo de fe que se representa al pueblo cristiano , men
tiras gentílicas, de que no hay necesidad, habien
do de ser la pintura libro verdadero.
La resurreccion de los cuerpos, en algunas figu
ras , como notamos arriba , habiendo ya pasado á
todos los hombres á un tiempo.
Los condenados en el aire , siendo de fe que han
de carecer de los cuatro dotes de gloria , y por esto
no tendrán el de la agilidad, ó ligereza , los cuales
están peleando unos con otros, y de algunos tiran
298 AKTE DE LA PINTURA.
los demonios. Ya se ve el inconveniente que tiene
esta demostracion.
Los ángeles sin alas, los santos sin vestidos, que
aunque no los tienen los unos, ni los han de tener
los otros, como no son conocidos sin alas los ánge
les, y para ver los santos tan desnudos no nos han
dado' los ojos que entonces, sin duda ofende esta
falta.
Diálogo llamado Todas estas razones parecen livianas comparadas
Arc"no' á las que pone el Dolce , comenzando primero por
el decoro debido á la variedad, y con estas.
l . No ha observado Micael Angel la convenien
cia, si bien se ve en su pintura , por las cabezas , la
distincion en general por la edad y sexo (cosa que
todos deben hacer); pero no se hallará esta distin
cion en los músculos. Porque aunque en el debujo
que es la primera parte de la pintura (considerando .
al hombre vestido y desnudo) se puede afirmar que
en el desnudo Micael Angel fué estupendo y sobre
humano , sin que haya habido alguno que se le
' aventajase; se ha de entender en una manera sola,
que es en hacer un cuerpo musculoso y buscado,
con escorzos y movimientos fieros , para mostrar
menudamente la dificultad del arte. Y cada parte
de' estas, y todas juntas son de tanta excelencia,
que oso decir que no se puede imaginar cosa más
perfeta. Mas en las otras diferencias es no sólo me
nor á sí, pero á otros muchos. Porque no supo ó no
quiso observar (en particular en las carnes) aquella
diversidad de las edades (que se ha dicho), en la
cual fué tan admirable Rafael de Urbino. Y por de
cirlo en una palabra, quien ve una figura de Micael
LIBRO SEGUNDO, CAP. IV. 299
Angel , las ve todas. Advirtiendo que él tomó del
desnudo la forma más terrible y más buscada, y
Rafael la más agradable y graciosa. Por donde al
gunos han comparado á Micael Angel al Dante, y
á Rafael al Petrarca.« Y más abajo.
«2. Mas ¿qué direis de la honestidad? ¿Paréceos
á vos que conviene para mostrar toda la dificultad
de la arte descubrir siempre sin respeto , aquellas
partes de las figuras desnudas que la vergüenza y
la honestidad encubren? ¿No teniendo atencion ni á
la santidad de las personas que representa , ni al
lugar donde están pintadas? Y. prosigue.
3. ¿Quién osará afirmar que sea bien hecho que
la Iglesia de S. Pedro, Príncipe de los Apóstoles, en
una Roma donde concurre todo el mundo, en la ca
pilla del Pontífice (el cual representa á Dios en la
tierra) se ven pintados tantos desnudos , que de
muestran indecentemente la haz y envés? Cosa á la
verdad (hablando con toda sumision) indigna de
aquel sagrado lugar. Y luego.
4' ¿Si las leyes prohiben que no se estampan li
bros deshonestos , cuánto más se deben prohibir se
mejantes pinturas? ¿Paréceos que se moverá la
mente de los que las miran á devocion, ó la alcan
zarán á la contemplacion de las cosas divinas?
5. ¿No es cosa ridicula haber imaginado en el
cielo entre la multitud de almas bienaventuradas
algunas que tiernamente se abrazan y besan ? Donde
deberán estar atentos , con el pensamiento levanta
do á la divina contemplacion, y á la futura senten
cia ; principalmente en un dia así terrible y tremen
do, como creemos que ha de ser el del juicio.
300 ARTE DE LA PINTURA.
6. ¿Pues qué sentido místico se puede sacar de
ver pintado á Cristo Nuestro Señor desbarbado? ¿Y
de "ver un demonio que tira fuertemente hácia abajo
de los testículos de una gran figura que con dolor
y rabia se muerde su mesma man o?
7. No me parece mucha alabanza que los ojos de
los mancebos, de las matronas y doncellas vean
abiertamente en aquellas figuras la deshonestidad
que demuestran. Y sólo los doctos entiendan la
profundidad que esconden : mas podré decir lo que
dijo un docto y santo varon do Persio, poeta satírico,
' el cual es oscuro sobre manera. « Si no quieres ser en
tendido, ni yo quiero entenderte.« Y con estas pala
bras lo arrojó en el fuego, haciendo conveniente sa
crificio dél á Vulcano. Así, digo ahora, que pues que
Micael Angel no quiso que sus invenciones sean
entendidas , sino de pocos y doctos , yo que no lo
soy, dejo á ellos el entenderlas.«
Este es el cargo que hace el Dolce á Micael An
gel , que á algunos ha parecido demasiadamente
s d. juau de atrevido , y entre ellos á Pablo de Céspedes ; pero
Muregui. teniendo más respeto á la verdad, á mi juicio le
culpa con mucha razon , cuanto á esta parte de la.
decencia y piedad. Y no es lícito á nosotros defen
derle ni seguirle en ella. Y este fué mi principal in
tento en poner aquí esta censura, infiriendo que si
á tan gran artífice no se perdonó, ni faltó quien le
culpase, más justamente se hará con nosotros, si no
guardáramos la decencia y el decoro debido. Mas
como este autor no toca en lo esencial de la arte (co
mo verémos), el mesmo que le culpa en aquella par
te, lo engrandece sumamente en esta, porque dice:
LIBRO SEGUNDO, CAP. IV. 301
«Así como Homero es el primero entre los poetas
griegos, y Virgilio entre los latinos, Dante entre
los toscanos , así Micael Angel entre los pintores y
escultores de nuestra edad ; porque es un raro mi
lagro de la arte y de la naturaleza : y aquellos que
no admiran sus cosas , carecen de verdadero juicio,
mayormente acerca de la parte del dibujo, en la
cual sin duda es profundísimo. Y todo aquello que
se procura en hacer un desnudo con perfeccion, cosa
que no fué vista antes de él. Así que la excelencia
de Miguel Augel es tanta , que sin dejar atrás la
verdad, se puede comparar á la luz del sol, que con
grande intervalo vence y oscurece otra luz. « Hasta
aquí el Dolce.
Recibida esta partida á cuenta del descargo que voleen <i.
prometí, pongo otra de Jorge Vasari en la vida de Ia 3' parle•
este artífice, con que me voy desempeñando.
Tratando de la pintura del juicio final, dice: «No
«vendré á lo particular de la invencion y composi-
«cion de esta historia, porque se han imitado y es-
«tampado tantas grandes y pequeñas, que no pare-
«ce necesario ocupar el tiempo en describirla. Basta
«que se vea claramente que la intencion de este sin-
«gular varon no fué otra que pintar la perfecta pro
porcion y composicion del cuerpo humano en di
versísimas ocasiones. Y solo aquesto, mas justa
mente los afectos de las pasiones del ánimo. Bas
«tándole satisfacer en aquella parte en que era supe
rior á todos sus artífices, y mostrando cuanto al
canzó en la dificultad del dibujo. Y atendiendo á
«aqueste fin solo, dejo á una parte la hermosura de
«los colores , y otras invenciones y ornato y nue
302 ARTE DE LA PINTURA.
«vas fantasías. Partes que aún otros pintores jun-
«tos no alcanzan. Mas Micael Angel estando firme
«siempre on la profundidad de la arte, ha mostrado
«que los que saben mucho deben aspirar á lo mejor
«y más perfecto, que es la imitacion del cuerpo hu
í.mano desnudo.« Pero no dejaré de apuntar algo
contra el decoro, refiriendo.
Bien que no enicn- Tenia ya gran parte de la obra acabada , cuando
dau djJcio.Ur cs e entró á verla el Papa Julio III con Micer Diagio de
Sesena, maestro de ceremonias, hombre virtuoso, á
quien preguntó el Papa, ¿qué le parecía)? A lo cual
respondió, que era cosa muy indecente en un lugar
tan santo haber pintado tantos desnudos, tan des
honestamente descubiertos. Que no era obra de ca
pilla del Papa, más de caños ó de meson. Desagra
dó esto á Miguel Angel, y queriéndose vengar, así.
como él fué, lo retrató al natural y no teniéndolo
delante, en el infierno, en la figura de Minos, en
una gran sierpe revuelta , entre muchedumbre de
demonios : sin que aprovechase quejarse al Papa,
donde quedó por memoria hasta hoy. Otros lo cuen
tan de otra manera.«
Habiéndose quejado que habia puesto su retrato
en el infierno, que fuese servido de mandarlo quitar
de allí, le respondió el Pontífice : no tengo faculta
des para ello : á estar en el purgatorio , bien lo pu
diera hacer.«
«Trabajó en acabar el juicio ocho años, y lo des
cubrió el de 1541, dia de Natividad de Cristo.« Hasta
aquí el Vasari.
Concluyendo en pocas palabras , la disculpa que
prometí, que aunque breve, se debe pesar y ponderar.
L1BR0 SEGUNDO, CAP. IV. 303
Asentando primero , que la pintura del juicio de
Micael Angel ha sido y será la primera y mayor
obra que se ha hecho en el mundo ; y que quitó á
los venideros la esperanza de igualarle en artificios,
profundidad y sabiduría. Y así, Micael Angel no
pecó contra la perfeccion del arte (y en esto no se
atreverá á culparle ningun hombre de seso), ni
contra el fin que tiene en general , que es represen
tar con viveza lo que quiere (como se ha dicho), an
tes si se perdiera el arte le habia de restaurar en
esta obra. Porque la gran manera, certeza de escor-
zos, valentía de perfiles y movimientos, y trabazon
de músculos , ninguno lo alcanzó como él , en la
perfeccion del cuerpo humano desnudo : que es la
parte más difícil de la pintura. Y por no faltar á
ella, dando eterna luz y estudio á todo el mundo,
faltó á la modestia y decoro que pide la piedad cris
tiana, y el fin de las imágenes sagradas: que es
mover el ánimo á la compostura y devocion.
Lo que habló D. Juan de Jáuregui será de mucho guslo,
en un libro de epístolas italianas que recogió Berdino
Pino , impresas año l574. Tuve á gran hallazgo en
contrar una escrita por Micael Angel Bonarrota al
tiempo que pintaba su gran historia del juicio, en res
puesta á un amigo suyo, que es la que sigue:
«Mi señor hermano : Al recibir vuestra carta me
hallo juntamente con alegría y con dolor; héme
alegrado por ser vuestra, que sois único en el mun
do, y tambien me he dolido asaz, porque teniendo
acabada gran parte de la historia no puedo poner en
30 i ARTE DE LA PINTURA.
obra vuestra imaginacion, la cual es de manera
que si el día del juicio hubiese pasado y vos lo
hubiésedes visto no se figurarían mejor vuestras
palabras, pues los Reyes y los Emperadores tienen
por suma dicha que vuestra pluma los nombre. En
tanto si en mí hay algo de vuestro gusto, os lo
ofrezco de todo corazon.—Micael Angel Bonarrota.«
Despues de esta carta dice Don Juan de Jáuregui.
«La mayor cosa porque escribo estos cortos renglo
nes es porque estimo la mucha luz que dan en esta
materia, donde reconoce Miguel Angel contra sí,
no haberse prevenido de suficientes estudios; infié-
rolo así, porque habiéndole escrito y demostrado tan
divinamente aquel doctísimo varon lo que debe su
ceder y ocurrir en el dia último, para que segun su
relacion se gobernase , afirma haberle dolido tanto
llegase tan tarde su aviso que no pudiese seguirlo
por estar muy adelante lo pintado. No se doliera
así á reconocer que desviaba de la representacion
que pide aquella espantosísima historia. En su abono
pondero la gran modestia en descubrir sencillamente
su dolor, por la falta que hacia llegar tan tarde el
informe.» Hasta aquí D. Juan de Jáuregui.
Y así en lo que pretendió es justo que le sigan
todos los que quisieren ser grandes artífices. Pero
(como habemos referido) no sólo no le han de seguir
en la licencia , pero será culpable y digno do re
prension quien le imitase en la disposicion y decoro
de las cosas sagradas. Porque con buena paz se pue
de y debe hermanar lo uno y lo otro, como hizo el
gran Rafael, divino en esta parte de la decencia y
propiedad.
LIBRO SEGUNDO, CAP. IV. 305
Acabado el capítulo, viene bien por honroso rema
te, el que dió á mi cuadro del juicio el insigne maes
tro Francisco de Medina , con la inscripcion de la
piedra, en que puse el nombre y la fecha de él, me
recedora por cierto de emplearla en mejor sugeto; y
despues de ella la ingeniosa silva que se hizo en
alabanza del mesmo cuadro. El letrero que se puso
latino es este :
Futuram ad finem sceculorum judicium.
Franciscus Paceicus liomulensis depingebat
Sceculi á Indices, naluli XVII
Anno XI.
Volvióla así á nuestra lengua su autor.
«Francisco Pacheco de Sevilla pintaba el juicio
que ha de ser al fin de los siglos, el año onceno del
siglo decimosétimo , despues del nacimiento del
Juez.«
Silva de Antonio Ortiz Melgarejo del hábito de S. Juan
al cuadro del juicio.
Ya el antiguo pincel al nuevo y raro
de Pacheco cedió, ya la edad nuestra,
sólo hará memoria
de los Zéuxis y Apéles,
para admirar que el grande nombre y gloria
por tantos siglos claro
queda oscuro á su nombre y sus pinceles.
De ellos naturaleza solamente
imitada se vió, de tí vencida
(artífice excelente)
que tu en lo figurado espiras vida,
y las famosas obras de su mano
á perfeccion más alta las reduces
20
ARTE DE LA PINTURA.
y la arte soberano
y ser casi divino la introduces.
Vemos en la gran tabla
do presentas al vivo
el postrimero dia vengativo
de justicia y rigores,
vemos, digo, obedientes los colores
cualquier afecto humano,
la soberbia en el vano,
la ira en el cruel, en el avaro
la hidrópica ambicion, y que acompaña
al vengativo la traidora saña:
y al justo en otra parte con glorioso
semblante, paz, piedad, alma y reposo.
Allí oirás (ó juzgarás que oyes)
los rebeldes aullidos,
contra el mesmo juez enfurecidos,
y afirmarás que sientes
chispar el fuego y rechinar los dientes,
y el horrendo metal de las cadenas
sonar en torno á las eternas penas.
Aquí alternar los ecos celestiales
alabanzas en himnos inmortales,
y de gloria cercados
entre los serafines abrazados
triunfantes asistir los escogidos,
á la deidad suprema embebecidos.
Y aquí y allí traerás á la memoria
tormento y gozo, del infierno y gloria.
En plana superficie el cuerpo entero
por virtud de las sombras relevado,
verás tan verdadero
que puede ser en torno rodeado,
con viveza y accion tal cual no ha sido
jamás á la escultura concedido.
¿Y á quién la multitud que por distancia
tan larga de la vista se retira
sin envidia no admira?
LIBRO SEGUNDO, CAP. V. 307
Los varios movimientos,
la union, la belleza y el decoro,
de pocos conseguido
de todos pretendido.
Mirando del juez la faz serena
¿el imperio de tí libre no entregas
al temor y al respeto?
¿Mas cómo si á ver llegas
la majestad, la gloria, el trono inmenso,
escaparás de enmudecer suspenso?
¿No ves las cuatro partes
del cielo que heridas
de las voces sonoras
son por el metal cóncavo impelidas?
¿No ves los cuatro espíritus alados
tener con nuevo efecto peregrino
los ojos engañados?
Tales, pintor divino,
cuales los figuraste
en tu capaz idea, los pintaste.
De hoy más serán sus trompas de tu fama,
porque no haya en el suelo
donde no alcance de tu nombre el vuelo.
Ya el antiguo pincel al noble y raro
de Pacheco cedió; su nombre es claro.
CAPITULO V.
DEL DIBUJO Y DE SUS PARTES.
Despues de la invencion se sigue el dibujo, que parte de
es la segunda parte de la pintura. Al antes que yo i«p¡"i««.eid«bo¡o:
Lib. i de la pin-
hable de él, veamos brevemente lo que sienten los tura cap. 4. Dibujo.
308 ARTE PE LA nNTURA.
Adveriencio unen autores italianos y otros. Juan Bautista Armenio
del P. Tppro de , . ,
Esquivel de la cqm- U1C6 &S1 .
paoia sobre ei lu- «Tiénese por proverbio comun, cuando una cosa'
gar de Phrilo. Lib. 1 r
35 cap. iO. «es de extremada belleza, decir que pintada no po-
Que esta voz debujo . • • . . " .
se lomó dei box en 1,(111 ser mejor; en que se muestra bien que con la
quedicesedebujaba «pintura se puede y debe manifestar la belleza de
antiguamente y de
aqm la pmmra im- «todas las cosas. Pues porque se conoce mejor en el
íoSo. Diog^'e «hombre que en otra especie, por ser formado con
hoc e.i pintura ¡n «mayor perfeccion de la mano poderosa de Dios,
buzo. Biografié, esto - . ..
es, pintura eneiboj. «para ser regla y medida de todas las cosas criadas,
«se concluye que aquel que con mayor más perfec
«to dibujo supiere formar, podrá vencer las demás
« cosas, como menores que esta.«
Lib. 2 de ia piut. Pero con mayor brevedad se acerca á nuestro
intento Leon Batista Alberti por estas palabras :
i Segismundo «o «El debujo no es otra cosa que cercar los contor
mo sobre Minio. varias líneas, en el cual afirmo que con-
Diografeta bella bu- *
jea. ror su lisura y «viene ejercitarse con gran perseverancia, porque
dureza Céspedes la . . . . ......
llamaba debujo. «ninguna composicion ni ningun recibimiento de
«luces será alabado jamás si falta el debujo.«
Y Leonardo de Vinci, maestro de Rafael, lo expli
ca no menos doctamente :
«La pintura se divide en dos partes principales :
«la primera se llama figura, esto es, las líneas que
«distinguen los cuerpos y lo particular de ellos.«
(Aquí, á mi ver, lo dice por el debujo.) «La segunda
«es el color contenido en aquellos contornos. « (Esto
es el colorido.) Y más adelante, ponderando la ne
cesidad del debujo, se declara más.
doc. 40. «Observa«, dice, «en las acciones naturales que
«hacen los hombres la prontitud, nacida de la pode-
«rosa aficion de sus afectos, y haz prestamente me
LIBRO SEGUNDO, CAP. V. 309
«moría con el debujo en tn líbrete, para servirte de
«ellas en la ocasion que se ofreciere valerte de las
«mismas acciones.« Tambien incierto autor filosófi
camente discurre así :
<'Así cOmo en las cosas naturales la forma.. eS Un Incierto amor
. • . i j r m i \ . hablando del debujo.
«principio natural que da ser a la cosa y la hace que
«sea en acto, y se reduzca á -alguna de las especies,
«así el debujo es un principio activo artificial y
«esencial que da ser y forma á la figura, y la redu-
«ce á alguna de las especies particulares, para que . . •
«se pinte y se esculpa. Y no sólo da la forma, sino
«el orden, la proporcion, el ser y la razon de todo lo
«que debe hacer el pintor y escultor. Y se puede
«definir así; el debujo es un principio y causa de
«formar al compuesto artificial en quien está prin-
«cipalmente, y no segun accidente.« Y Carlo Van-
mander, en tres preceptos breves y sustanciales,
dice :
En el primero, «el debujo es el alma y el colorido L¡b. de Pi°iun en
«el cuerpo;« en el segundo, «el arte de la pintura "'^p^T™
«se encierra en el dibujo, y es la luz de todas las
«demás artes ; « y es el tercero, «el que alcanza el de-
«bujo con natural y estudio, tiene el fundamento
«necesario que pertenece á toda la pintura.« Pero,
á mi juicio, más claro que todos y más propiamente
lo describe Ludovico Dolce, y por esto pongo su pa
recer el último, que es el que sigue :
«El debujo es la forma que da el pintor á las cosas Dialogo dki» ei
«que va imitando (ó de la imaginacion ó del arte ó Ar"'«""
«de la naturaleza), y es propiamente un revolver de
«varias líneas por diversos caminos, con las cuales
«se forman las figuras, donde es necesario que el
310 ARTE DE, LA PINTURA.
«pintor ponga todo su cuidado y sudor. Porque una
«figura imperfecta borra toda la alabanza de una
«buena invencion. Pues no basta ser gran inventor,
«si no es igualmente valiente debujador. Porque la
«invencion se representa á nuestra vista por la
«forma, y la forma no es otra cosa que el debujo.«
Hasta aquí los autores que dan lugar á mi discurso.
Venido habemos á tratar de la parte más esencial
dela pintura, cosa que requería otras fuerzas que
las mías ; pero conforme á la luenga experiencia, al
continuo ejercicio y á lo observado en varios auto
res, diré algo de lo mucho que su grandeza pide. Es
, «f i el debujo (como se dijo al principio de esta obra) la
forma sustancial de la pintura. Es alma y vida de
ella, sin el cual seria muerta, sin gracia ni hermo
sura y movimiento. Es la parte que tiene más difi
cultad de vencer, antes no tiene la pintura en rigor
(si así se puede decir) otra dificultad. En la cual es
menester grande perseverancia y fortaleza. Es con
quien los grandes gigantes pelean toda su vida, sin
que les sea permitido soltar ppr breve tiempo las
armas de las manos. Es cosa en que los más valien
tes hallan siempre repugnancia y resistencia. Es el
caudal universal de la pintura, como dijo bien Pa
blo de Céspedes en la estanza segunda que trajimos
en el primer capítulo :
i,¡b. 1. ¿Cuál principio conviene á la noble arte?
¡El debujo que sólo representa
con vivas lineas que redobla y parte
cuanto el aire, la tierra y mar sustenta!
Porque todo lo imita el debujo del pintor ; que es
LIBRO SEGUNDO, CAP. Y. 3H
el de donde se enriquecen casi todas las artes y ejer
cicios convenientes al uso de los hombres. Y prin
cipalmente la escultura, arquitectura, platería, bor-
dadura, arte de tejer y otras innumerables tocantes
á traza y perfiles. Y para significar de cualquier cosa
la hermosura y buena gracia de su forma, vemos que
se dice que tiene debujo. Por ser aventajado en él
Rafael de Urbino, Andrea del Sarto, Perin del Vaga,
el Parmesano, Polidoro Caravagio (el cual no quiso
pintar jamás de colores, sino de blanco y negro, pa-
reciéndole que el arte de la pintura consistía en el
claro y oscuro del debujo) alcanzaron estos y otros
infinitos, antiguos y modernos, el nombre eterno en
sus obras. Y sobre todos, por haber sido en esta parte
excelente y sobrehumano, Micael Angel, .principal
mente en lo que toca al cuerpo desnudo, es absolu
tamente llamado el mayor en pintura y escultura,
de los antiguos y modernos. Habiendo algunos
(como se ha dicho) que en el colorido, historiado y
decoro le hicieron ventaja. Mas el debujo le hizo
dueño de los demás, y le adquirió justamente el
nombre de divino que le da el Ariosto en el Fu
rioso :
E quel, ch'apar sculpe, e colora, camo 33.
MicheLpu che mortal, ángel divino.
Y aquel que juntamente esculpe y pinta
Miguel, más que mortal, ángel divino.
Y esta imitacion, hablando de él y de sus mara
villosas obras (particularmente del juicio\ dice Pa
blo de Céspedes en su libro, tratando del debujo:
312 ARTE DE LA PINTURA.
L¡b. i, La elegancia y la suerte graciosa
con que el diseño sube al sumo grado,
, no pienses descubrirla en otra cosa
aunque iudustria acrecientes y cuidado,
que en aquella excelente obra espantosa,
mayor de cuantas se han jamás pintado,
que hizo el Buonarrota de su mano
divina en el etrusco Vaticano.
Pintura del juicio. Cual nuevo Prometheo, en alto vuelo
alzándose extendió las alas tanto,
que puesto.encima el estrellado cielo
una parte alcanzódel fuego santo
con que tornando enriquecido al suelo,
con nueva maravilla y nuevo espanto,
dió vida con eternos resplandores
á mármoles, á bronces, á colores.
En tiempo del cm.
peradur Carlos
quinto.
Era perpétua noche, y sombra oscura
la ignorancia que tanto ocupa y tiene,
cuando con llama relumbrante y pura
esta luz clara se aparece y viene;
vistióse de no vista hermosura
el siglo inculto y rudo, á quien conviene
en titulo vencer debido y justo
la afortunada edad del gran Augusto.
Instrumentos .lid
dibujo y colorido
el estilo y pincel.
¡Oh, más que mortal hombre ángel divino!
¡Oh! ¿Cuál te nombraré? No humano cierto
es tu sér, que del cerco impíreo vino
al estilo y pincel, vida y concierto ;
tú mostraste á los hombres el camino
por mil edades escondido, incierto,
de la reina virtud: á tí se debe
honra que en cierto dia el sol renueve.
Maravillosamente dicho , pero debido á la gran
LIBRO SEGUNDO, CAP. V. 313
deza de Micael Angel, por ser padre del dibujo y
superior en él á todos. Es el dibujo, come probamos
en el capítulo del primer libro , con autoridad de
Aristóteles, y Plinio, á quien los antiguos constitu
yeron en el número de. las artes liberales. Porque el
proceder con reglas y preceptos infalibles, razon y
cuenta por las matemáticas, perspectiva, simetría ó
proporcion, á él pertenece, y por él se llama la pin
tura y es arte liberal. Veamos dónde están ahora los
que dicen que para ser pintores no han menester
estudiar en el dibujo» 'Estos hijos bastardos de la
pintura, llamados nuevamente empastadores y man
chantes. Pues quitado á la pintura el dibujo, será
oficio comun como los demás, y como lo es en estos
que así lo ejercitan, y con razon son llamados ofi
ciales, y tratados así ; no artistas , porque proceden
sin razon ni arte, ó poco más ó menos, como lo
muestran sus obras , en que sólo atienden al vil
guadaño, haciéndose indignos de llamarse pintores»
de que se dirá adelante. Diferentemente hablan los
valientes y entendidos en esta parte. Que dice del
dibujo Jorge Vasari :
« Convendrá (despues de haber adiestrado la mano Pr¡mera pan.
«en dibujar y exprimir los conceptos del ánimo, cap'5'
«para venir á ser más inteligente en esta arte) que
«se ejercite el pintor en imitar figuras de relieve
«de piedra, ó de mármol, ó de yeso, vaciadas del
«vivo, ó de alguna estátua antigua, ó que haya mo
ndelos de barro, ó desnudos ó vestidos, porque es-
«tas cosas siendo inmóviles son acomodadas , por
« estar firmes al que dibuja, lo que no sucede en las *
« cosas vivas, que se mueven ; y cuando en esto haya
314 ARTE DE LA PINTURA.
«hecho buen uso y asegurado la mano, retrate cosas
«naturales, y en esto trabaje lo posible, por alean -
«zar una buena y segura práctica, porque las cosas
«que vienen del natural , verdaderamente son las
«que dan honor á quien se fatiga en ellas , porque
« además de cierta gracia y viveza que nace de
«aquello simple, fácil y dulce, propio de la natura
leza, lo que de sus obras se imita , y no de las del
«arte, es más abundante y mejor. Y téngase por
«cierto que la práctica que nace del estudio de mu-
«chos años, es la verdadera del dibujo, y lo que hace
«excelentes los hombres.«
Y más adelante vuelve á repetir casi lo mismo:
«El cual debujo no puede tener buen origen si no
«se ha dado el artífice continuamente á retratar co-
«sas naturales y estudiando en pintura de excelen
tes maestros , y de estátuas antiguas, de relieve:
«mas, sobre todo, lo mejor son los desnudos de hom-
«bres y mujeres vivos. Y de esto haber recogido en
«la memoria, por el continuo uso, los músculos del
«cuerpo , de la espalda , de las piernas y brazos, y
«tener certeza, por el mucho estudio, de poderlos
«formar sin tener delante el natural, de su fantasía
«en diferentes acciones, y por todos perfiles; y ha-
«ber visto los hombres justiciados y descuartizados,
«para saber cómo están los huesos , y los músculos
«y nervios, con toda la anatomía, para poder con
«mayor seguridad situar los miembros en el hom-
«bre. Porque quien estudia la pintura de esta ma-
«nera, viendo y entendiendo el vivo, necesariamen-
«te ha de haber hecho buena manera en el arte.«
Esta principal parte de la pintura, que es el di
LIBRO SEGUNDO, CAP. V. 315
bujo, se compone de otras, que reducirémos á cua
tro ( como dije en el capítulo segundo de este se
gundo libro) : la primera es buena manera ; la se
gunda, proporcion ó simetría : la tercera, anatomía;
la cuarta, perspectiva. Y comenzando por la prime- ",™»» m
ra, esta parte que los italianos llaman bella y vaga íbo¿^..
manera , es un término comun y muy usado entre
los artífices pintores, escultores y arquitectos. Sig
nifica lo mismo que en el escribir la elegancia del
estilo, el buen modo de decir, en que fué excelente
en la lengua griega Demóstenes , en la historia Ci
ceron , y en la nuestra española Fernando de Her
rera. Esta manera y estilo es una importantísima
parte para que luzcan los estudios del dibujo ; don
de por un rasguño se conozcan los valientes hom
bres (como por la uña el leon). Esta excelente parte
faltó al gran Alberto Durero, por no haber visto á
Italia ni las buenas estátuas antiguas , y si la hu
biera alcanzado^no sé quién se le igualara. Faltó á
Leon Bautista Alberto (aunque italiano de nacion),
y con haber sido ambos tan doctos en la ciencia del
pintar, en las matemáticas y arquitectura, como
muestran sus libros , por faltarles la belleza de la
manera no son sus obras seguidas ni imitadas de los
grandes artífices, ni tan estimadas como lo que es
cribieron : y generalmente siendo esta manera cria
da en Flándes, si no abraza y sigue el buen camino
do los italianos ( como han hecho muchos flamen
cos), se debe huir y aborrecer. Y por esto cuando
una pintura es fea, y sin fuerza y brios, decimos que
es flamenca; que se huya de aquella manera, por
que tiene poca fuerza y mucha simpleza. Faltóle
316 AME DE LA PINTURA.
tambien esta manera italiana á nuestro Maese Pedro
Campaña, que con haber estado veinte años en Ita
lia, y sido discípulo de Rafael de Urbino, no pudo
desechar el modo seco flamenco , aunque tan gran
dibujador. Aventajósele en esta parte Luis de Vargas
» (y por esto fué de tanto fruto á sus discípulos). Esta
hermosa manera ó modo, generalmente se ha de to
mar de las buenas estátuas antiguas, particular
mente de los escultores griegos, y de todas las
excelentes obras de Rafael de Urbino , porque en
todas fué gracioso y lleno de gran decoro y majes
tad, y de los valientes que siguen su camino, que
habemos nombrado aquí y en otros lugares. Pero
sobre todas las maneras de todos , tuvo en la gran
deza y fuerza del desnudo Micael Angel grande su
perioridad. Y así en esta parte sus pinturas y debu-
jos apocan y disminuyen lo que se les pone al lado,
como por experiencia he visto (con una figura de
aguada de su mano que yo tengo) y así se vió en
Roma queriendo hurtar la manera Rafael de Urbino
viendo su obra, estando ausente Micael Angel, que
fué cogido con el hurto pintando una figura del pro
feta Daniel, con mayor grandeza y valentía que
hasta allí se habia visto. Conociendo por esto Mi-
En hs vidai de cael Angel el haber visto su obra (como cuenta
esioidoiartiüces. Giorgio Vasari cuyas palabras habemos referido). De
suerte que en la entereza de los perfiles , en la va
lentía de los músculos, en la verdad de los escor-
zos, en la gracia y variedad de los contornos, de
las figuras desnudas, quien quisiere aprovecharse ha
de estudiar de las maravillosas obras del divino Mi
cael Angel, y con aquella luz podrá ir á imitar las
LIBRO SEGUNDO, CAP. V. 317
cosas naturales, y sin aquella manera se perderá.
Porque de haber hecho la "vista á los perfiles hermo
sos y enteros de Micael Angel , sabrá elegir de lo
natural lo mejor y desechar lo seco y desgraciado.
Esta manera crió y alcanzó con infinito estudio Mi
cael Angel por privilegio especial del cielo, en las
mejores estátuas antiguas y en lo natural, y eligió
y pintó lo más hermoso y bien proporcionado en un
sugeto , excediendo en esto á la naturaleza que lo
reparte entre muchos. Tambien en esta mesma fuen
te de antiguallas y natural todos los grandes hom
bres de Italia, hicieron manera cada cual con
forme á su talento y estudio. Y para mayor confir
macion añado á esto, que ha sido tan conocida la
ventaja que han llevado á todos los demás artífices
los que han seguido la gran manera de Micael An
gel (que como se ha visto fué la luz del dibujo) que
Gaspar Becerra quitó á Berruguete gran parte de la
gloria que habia adquirido, siendo celebrado no sólo
en España, pero en Italia, por haber seguido á Mi
cael Angel y ser sus figuras más enteras y de ma
yor grandeza. Y así imitaron á Becerra y siguieron
su camino los mejores escultores y pintores espa
ñoles. Lo mesmo vemos en Peregrin de Peregrini
(aunque con superioridad) que en medio de tan va
lientes hombres como los que pintaron para el Esco
rial, él sólo es el dueño del arte, y superior á todos
los demás en la grandeza del debujo. Y á la manera
suya como reina de las demás que mejor que nin
guno aprendió del divino Micael Angel, lo levanta á
tan bello grado. De suerte, que por haberse adelanta
do en la parte del debujo á ejemplo de su gran maes
318 ARTE DE LA PINTURA.
tro, le constituye por mayor pintor no siéndolo en el
colorido. Por donde me maravillo mucho (y perdó
neseme este cuento traído no por emulacion) que
oP¡n¡on.inguiar dei preguntando yo á Dominico Greco el año de 1611,
Griego. ¿cuál era más difícil el debujo ó el colorido? me res
ponde que el colorido. Y no es esto tan de maravillar
como oírle hablar con tan poco aprecio de Micael
Angel (siendo el padre de la pintura) diciendo que era
un buen hombre y que no supo pintar. Si bien á quien
comunicó con este sugeto, no le parecerá nuevo
el apartarse del sentimiento comun de los demás ar
tífices, por ser en todo singular como lo fué en la
pintura. Así que en el debujo del desnudo cier
tamente yo seguiria á Micael Angel , como á más
principal, y en lo restante del historiado, gracia y
composicion de las figuras, bizarría de trajes, de
coro y propiedad á Rafael de Urbino. A quien (por
oculta fuerza de naturaleza) desde mis tiernos años
he procurado siempre imitar movido de las bellísi
mas invenciones suyas. Y de un papel original de la
escuela de su mano de aguada (que vino á mis ma
nos y he conservado conmigo muchos años) debu-
jado con maravillosa destreza y hermosura. Y cuan
to á la manera en el debujo basta lo que se ha di
cho. Y de la manera de alcanzarla dirémos más en
la tercera parte de esta obra tratando de la práctica.
Vengamos á la proporcion que es la segunda
parte; esta.es muy importante en la pintura, no sólo
porque de un buen proporcionado comportamiento
de partes resulta la hermosura tan necesaria, mas
porque no se puede imitar la naturaleza con perfec
cion y propiedad sin proporcion y medidas, pues to
Linno secunDo, cap. v. 319
das las cosas creadas tienen sus medidas y tamaños,
con que demás de su forma se diferencian unas de
otras. Reduciendo pues á brevedad las infinitas pro
porciones que se ofrecen en la variedad de los cuer
pos humanos, de todas edades, así de hombres como
de mujeres y niños, por haber tratado de esto co
piosa y doctamente Alberto Durero, pondré solas
nueve, las cinco de hombres y las cuatro de animales,
y quien de esto quisiere más podrá ver al dicho autor.
Y aunque es cosa sabida que no carezco tanto de
la noticia del debujo, que pueda rehusar poner en
este libro una figura desnuda por tres perfiles, en
que señalar las medidas, y en que formar los múscu
los ciertos de la anatomía (habiéndolo hecho Juan
de Arfe) todavía por la veneracion que se debe al
príncipe de la pintura Alberto Durero, que con tan
gran debujo y excelencia de perfiles lo manifestó en
su libro de simetría. Y por el respeto á nuestro va
liente español Gaspar Becerra que hizo tan gran
demostracion de lo que sabia de músculos (como
singular imitador de Micael Angel) en el libro de
anatomía de Valverde , me pareció que bastaría dar
razon con claridad de lo más necesario de las medi
das ; y remitir á las figuras de Becerra y de Prós
pero y sobre todo á los desnudos de Micael Angel,
la verdadera noticia y situacion de los músculos.
Teniendo por más seguro encaminar á los estudiosos,
á la luz de tan ilustres varones, que osar contender
con sus gloriosos trabajos. Y aunque parezca este
retiro á muchos ignorancia ó temor, importará poco,
si á los pocos pareciere cordura y cortesía justa.
La mesma razon me mueve en la declaracion pun
320 ARTE DE LA PINTURA.
tual de la perspectiva práctica conveniente al arte
de la pintura de que han tratado doctísimos hom
bres y escrito libros enteros, con* admirables y cla
ras demostraciones, particularmente Alberto Durero
y Juan Batista Alberto y otros muchos, á quien re
mito á los lectores, por tratar en este libro otras co
sas de la pintura. Dejando á otros más doctos bas
tante campo donde se puedan espaciar en tan gran
de arte, pues no todo lo puede abrazar un ingenio,
ni tratar un solo libro.
Pero viniendo áotro caso, imposible es haber per
feccion (como se ha dicho) donde falta proporcion
y medida, á la cual llamaron los griegos simetría,
porque sin esta no puede haber orden y concierto.
Esto se ve claro en todas las obras de la naturaleza.
Considérense los cielos que con sus movimientos
guardan siempre un orden y una tan concertada
consonancia , que en el aire, en la tierra y en las
aguas, causan perfectos y ordenados efectos. Así
cuando á la voz de Josué se detuvo el sol, todos los
iosuó. c. 10. cielos refrenaron su movimiento, para que su orden
y proporcion no cesase. Considérense los animales,
plantas, piedras, todo con determinada medida. Y
finalmente todas las cosas que tuvieron invencion
por arte, que carecían de él faltándoles la propor-
ristóiBies; i», lo c^on y medida. Y así dijo Aristóteles que la mensura
Meuf.Kf. 8. es la primera cosa que se considera en la cantidad.
De la proporcion se sigue la hermosura, que para
tenerla el cuerpo humano ha de ser perfectamente
medido; esta comenzó á tratar Plinio, como verémos
adelante. De manera que proporcion no es otra cosa
que una correspondencia y consonancia de las par
LIBRO SEGUNDO, CAP. Vt. 321
tes entre sí mismas con el todo. Y esta consonancia
es llamada de Vitrubio conmodulacion, porque mó
dulo se dice aquella medida que se toma primero,
con lo cual se miden las partes y el todo de la ar
quitectura. Plinio hace á Parrasio (natural de Efeso) n¡n. i¡t,. 3o
el primero que usó la simetría en la pintura, y que rap' 10
por confesion de los artífices llevó la palma en los
perfiles de afuera. Y más adelante la atribuye á Eu-
franor Istimio, añadiendo que compuso libros de si
metría y de colores. He dicho que por evitar proli
jidad, trataré de solas cinco proporciones las más
comunes, añadiendo al fin otras cuatro, de los ani
males más usados de los pintores. Las primeras se
rán, dos de niños, dos de varones y una de mujer. Un
niño de un año, otro de tres años, un mancebo do
treinta, otro de poca más edad hombre robusto y
fuerte, y una mujer gallarda y bien dispuesta. De
los animales trataré despues, y uno y otro remito al
siguiente capítulo.
CAPITULO VI.
EN QUE SE PROSIGUEN LAS PARTES DEL DIBUJO.
La simetría y proporcion, que es la segunda parte ^ M
-del debujo, tratarémos en este capítulo, comenzan- .Mujo, u pier
do por el niño de un año, mirado por la parte fron
tera, el cual tiene de largo la tercera parte de la
altura de su madre.
21
3-2 ARTE DE LA PINTURA.
primero P„. ■íei Cinco son las proporciones que habemos prome-
n¡ao de un aao. tratar, y para mayor facilidad de medidas usaré
de ocho tamaños, que formados a parte, sirvan al ar
tífice cou más brevedad y claridad.
De Alien« Duren, El mayor es la cabeza (que en este niño será desde
<mdei libro i, ocho ]0 a\t0 ¿ei casc0, al hoyuelo de la garganta) porque
tamaños para medir.
por la parte frontera descubre casi el cuello: el se
gundo su mitad. Luego el rostro, tres (que es
desde el nacimiento del cabello al fin de la barba)
y la mitad del rostro cuatro , un quinto tercio (que
será del fin de la nariz al de la barba) la mitad de
seis de un tercio. La tercera parte de siete un ter
cio, y la cuarta parte de ocho un tercio ; que es la
última y menor medida,
■edicu■ fromero dei Digo, pues, que tiene en su longitud cuatro Cabe-
largo del niño. ZQS de las suyas. La mitad de su altura son las dos,
desde su superficie del casco al ombligo. Las otras
dos desde allí á la planta del pié. Y determinando
donde llega cada cabeza, digo que la primera que
comienza desde la superficie del casco, acaba en el
hoyuelo de la garganta; la segunda como he dicho
llega al ombligo; la tercera del ombligo al princi
pio de la rodilla; y la cuarta de allí á la planta.
Ocupa de ella desde la garganta del pié á la planta,
un tercio. ,
Lo más ancho por los hombros, mirando frontero,Anclio ilel niño por 1 *
la parle frontera, tiene una cabeza y un tercio. Tienen los pechos de
anchura un rostro y medio tercio. Por el principio
de los muslos tiene de anchura una cabeza. Y más
abajo, por lo más ancho de ellos, una cabeza y
medio tercio.
Desde la parte natural hasta la planta del pié (que
LIBRO SEGUNDO, CAP. VI. 323
es lo que se mueve), diré la anchura de cada pierna.
Tiene por la parte más alta del muslo, debajo de la
parte natural, la mitad de la cabeza, poco más. Su
anchura por la rodilla, donde acaba el perfil del
muslo, es medio rostro. Y por lo ancho de la pan-
torrilla poco menos de otro medio. Y sobre la gar
ganta del pié y principio del tobillo tiene un ancho
de un tercio. Tiene de anchura el pié frontero plan
tado tercio y medio.
El brazo tiene de largo desde su nacimiento hasta M bn•0
la muñeca una cabeza y un tercio y la tercera parte
de otro ; de manera, que tiene desde el hombro has
ta la sangradera, un rostro de largo. Y de la san
gradera á la muñeca la mitad de la cabeza y la ter
cera parte de un tercio.
Tiene el brazo frontero de ancho por su nacimien- Ad.ío dei bn»
to, donde comienzan los pechos, un tercio. Por la frontc"-
sangradera tiene de ancho otro tercio ; y más abajo,
por lo más ancho, poco menos de tercio y medio. Y
por la muñeca tiene ancho poco menos de un ter
cio. Y la mano tiene de largo por su nacimiento de iu» por u píma,
la muñeca al fin del dedo más largo, medio rostro
y tercera parte de un tercio, y de ancho, por la par
te más ancha, tercio y medio. •
Las medidas de la cabeza por menor son de esta utaa« ¿a b cabeza
manera : desde la superficie del casco al nacimiento
del cabello hay medio tercio y la cuarta parte de un
tercio. Desde el nacimiento del cabello al entrecejo
y principio de la nariz hay tercio y medio. Desde el
entrecejo al fin de la nariz hay un tercio. Del fin de
la nariz al de la barba hay otro, que dividido en
dos partes, el medio ocupa la barba hasta el fin del
321 ARTE DE LA PINTURA.
labio bajo. Y el otro medio de allí al fin de la na
riz. Del fin de la barba al hoyuelo de la garganta
(que es la papada) hay poco menos de otro medio
tercio de largo.
Ancho de !□ cabe- Tiene de ancho esta cabeza frontera por lo más
ancho de las sienes y perfil de la oreja, un rostro
y medio tercio. Tiene de ancho el rostro sin lo que
sale la oreja, su rostro (que se toma del nacimiento
del cabello al fin de la barba). Del fin del ojo al fin
de la oreja hay un tercio de ancho. Tienen los ojos
de ancho desde el fin del uno al otro, medio rostro
y la cuarta parte de un tercio de ancho. Que partida
esta medida en tres partes iguales, dando a cada
ojo la suya, queda entro uno y otro la mesma an
chura del ojo. Y esta tiene de ancho la nariz por lo
más ancho, y la boca la misma anchura, y la barba
consiguientemente. Tiene el cuello de ancho medio
rostro y la tercera parte de un tercio. Esto es lo que
pertenece á la cabeza frontera.
Cabeza de lado del Las medidas por el lado ó medio perfil, comenzan
do por la cabeza, son de esta suerte : tiene de alto
desde la superficie del casco hasta el hoyuelo que
hace la garganta, lo mesmo que hemos dicho de la
cabeza frontera, y los tercios, divisiones y medidas
en su altura son las mesmas que están referidas ar
riba. La anchura de la cabeza es conforme á su altura
y cuadrada. Retírase á dentro del cuadrado la mitad
de la cuarta parte de un tercio, y la nariz la tercia
parte de la cuarta de un tercio. La oreja comienza de
la parte del rostro en la mitad del cuadrado, y tiene
de ancho hasta la punta de la nariz poco menos de
media cabeza. De largo tiene la oreja otro tanto como
LIBRO SEGUNDO, CAP. VI. 3¿Ü
hay del fin de la nariz al de la barba, que es un
tercio, y tiene medio de ancho.
Dijimos en la cabeza frontera que desde el naci- Su anchura por ei
miento del cabello á la superficie del casco había lad°"
medio tercio y la cuarta parte de otro : eso mesmo
tiene por el medio perfil ; y desde el perfil de la
frente al principio del cabello de la sien hay medio
.rostro y la tercera parte de un tercio, y otro tanto
desde este cabello á la coronilla de la cabeza. Des
de el perfil del entrecejo, al principio del cabello
donde comienzala oreja, hay medio rostro y la cuar
ta parte de un tercio de ancho. El largo de la nariz
y de la barba está dicho arriba. Tiene de largo la
ceja medio tercio y la cuarta parte de otro. Desde
el perfil debajo del entrecejo al principio de la ni
ñeta del ojo hay la tercia parte de un tercio, y otro
tanto tiene el ojo de medio perfil. Desde el fin del
ojo al principio de la oreja tiene de ancho un tercio
y la tercia parte de otro. Desdo el fin del ancho de
la oreja al perfil de la cabeza, arriba del colodrillo,
hay medio rostro. Desde el colodrillo á la abertura
do la boca hay media cabeza y un tercio. Tiene de
ancho la nariz por lado menos de medio tercio, y la
boca la cuarta parte de un tercio. Desde el perfil de
afuera de la barba al hoyuelo de la garganta, por
debajo de la papada, hay un tercio. Tiene el cuello
de ancho por el lado medio rostro y medio tercio.
Y con esto queda medida la cabeza por el lado.
Y por cuanto el altura está ya expresada en las
medidas de la parte frontera, trataremos del ancho
que tiene el cuerpo por el lado.
Tiene de ancho por donde comienza el pecho v la A.«cho del 1
1 í *, piernas por el lado.
326 ARTE DE LA PIM'URA.
espalda, poco más abajo del hombro, media cabeza
y la cuarta parte de un tercio. Por lo más relevado
de la tetilla y espalda tiene de ancho un rostro. Tie
ne de ancho por la cintura y sobre el vientre la mi
tad de la cabeza y un tercio. Por lo más alto del
vientre y nacimiento del asiento tiene poco más de
un rostro. Desde lo más relevado del asiento á lo
hondo debajo del vientre, tiene otro tanto de ancho.
Y tiene un rostro desde el nacimiento de la parte
natural al perfil del asiento. Desde donde acaba el
asiento y más abajo de los testículos, parte más an
cha del muslo, hay media cabeza y la tercera paito
de un tercio. Del perfil sobre la rodilla á lo alto do
la corva hay de ancho medio rostro. Por debajo de
la rodilla y fin de la corva tiene poco menos de me
dio rostro. Tiene de grueso por lo más alto de la
pantorrilla medio rostro, que es poco más de la me
dida referida. Por la garganta del pié tiene un ter
cio y la cuarta parte de otro. Al pié le da de largo
Alberto Durero la mitad de la cabeza y medio ter-
r¡s por hdo. cio, porque él usa de piés largos en todas sus pro
porciones, y me parece bastará la mitad de la ca
beza.
,u, bra;0 El brazo por el lado desde el nacimiento del hom-
Por mo. Ancho ^r0 11asta la muñeca tiene de largo lo que se ha di'
cfiil Lraio.
cho en la medida frontera, y la mano tiene el mes-
mo largo. Lo más ancho del brazo por el hombro
tiene medio rostro. Por lo alto del nacimiento del
molledo tiene poco menos de ancho. Por la sangra
dera tiene de ancho lo mesmo que tiene el brazo
frontero, que es un tercio; y por la muñeca poco
menos, como está dicho,
LIBRO SEGUNDO, CAP. VI. 327
Afano por lado.
Medidas por la
espalda.
La anchura de la mano por el lado tiene la mes-
ma medida de la muñeca.
Resta la tercera vista y último perfil. El círculo
del casco por el colodrillo desde la superficie hasta
donde remata el cabello tiene de alto un rostro, y
desde allí al principio del cuello tiene de alto me
dio tercio, y otro tanto la altura del cuello. Desde
el fin del cuello, bajando al fin de los lomos hay un
rostro y medio tercio y la cuarta parte de un tercio,
y de aquí á lo alto del asiento hay un tercio. Tiene
de alto todo el asiento hasta' el fin él, media ca
beza y poco menos de un tercio. Desde el fin del
asiento al medio de la corva tiene de alto medio rostro
y la tercia parte de un tercio, y desde aquí al fin
de la pantorrilla tiene media cabeza de altura. Des
de el fin de la pantorrilla al perfil de la planta tiene
medio rostro de alto; y el calcañar ocupa un tercio.
Su ancho en todo lo demás es el mismo que en r¡é por detras
las medidas de la figura frontera, salvo en el na
cimiento de los brazos y principio de la espalda,
que tiene de ancho un rostro y poco menos de un
tercio.
Con que se remata la proporcion de este niño pri- ¿Ib■
mero que pone Alberto en su libro.
La segunda proporcion que prometimos del niño
de tres años (en la mitad de su crecimiento, segun
Plinio, libro 7, que es la más usada) por no haberla
puesto Alberto Durero, y dudar de la de Juan de Arfe,
fué forzoso acudir al natural , buscando un niño de o . ,7 aefruiHKi proporcion
esta edad bien proporcionado en lo alto y ancho, en M n¡»od.3«(i<«,
. , . i.i> • > • i ., tomada del nalural.
quien hacer las mismas diligencias, siguiendo el
estilo del primero, cuyas medidas se pueden usar
berl. Durero Au
del Hb. l.°
r«p. xvi.
328 ARTE DE LA PINTURA.
más seguramente que las que pueda dar algun es
cultor , y son estas :
rronim dei Tiene de alto por la parte frontera desde la su-
i«'go de iodo ei perficio del casco a la planta del pié , cinco cabe
zas de las suyas : la mitad de su altura es de la su-
perlicie del casco á más abajo del ombligo, menos
de medio tercio, y la otra mitad desde allí á la
planta.
Las cinco cabezas de su altura se reparten de esta
manera : la primera, desde la superficie del casco al
fin de la barba ; la segunda desde allí hasta la boca
del estómago; (en esta medida entra la altura del
cuello , que remata en el hoyuelo de la garganta,
que tiene medio tercio) : la tercera cabeza es desde
la boca del estómago al fin del vientre ; la cuarta,
desde allí al medio de la rodilla, y la quinta, desde
allí á la planta : de esta ocupa el alto del empeine
del pié menos de un tercio.
L,rgo de ia «.bm De Ia coronilla al nacimiento del cabello hay me-
y rosiro por menor. d¡0 tercio ; del nacimiento del cabello al entrecejo
tercio y medio, que es la frente ; el largo de la na
riz es un tercio; y otro de la nariz al fin do la barba,
que divide éste en dos partes, la una ocupa la bar
ba, y la otra de allí al fin de la nariz: ya se ha dicho
la altura del cuello.
An.ho de I« roben Tiene de ancho la cabeza, por lo más ancho de
frontera. las sieneS) un r0stro (que viene á ser cuadrada) , y
vuelan las orejas, un tercio, que es medio cada una.
Tiene de ancho del fin del ojo al fin de la oreja (con
lo que escorza) un tercio. Del fin de un ojo al del
otro hay dos tercios. Que dividida esta medida en
tres partes, dando una á cada ojo, queda en medio
.
LIBRO SEGUNDO, CAP. VI. 329
de ambos la misma cantidad ; tienen de ancho las
narices la cantidad de un ojo; tiene de largo la boca
lo que hay del fin de la barba á la abertura de la
misma boca ; tiene de ancho la barba un tercio, por
donde se señala el perfil de los carrillos : tiene de
ancho por los carrillos la misma anchura de las sie
nes , que es un rostro.
Habiendo dicho el largo del niño , y el largo y «edidas del ancho
ancho de su cabeza, diremos la anchura de él , por Ma*wm™-
la parte frontera.
Tiene de ancho por la parte de los hombros una
cabeza y un tercio ; el ancho de los pechos es un
rostro ; por el principio de los muslos tiene de an
cho, una cabeza y la cuarta parte de un tercio ; y
más abajo, por lo más ancho de los muslos, tiene lo
mismo ; tiene de anchura cada muslo , por debajo
de la parte natural, la mitad de esta medida, que
viene á ser poco más de media cabeza ; su anchura
por la rodilla , donde acaba el perfil del muslo, es
medio rostro y algo menos de la cuarta parte de un
tercio. El ancho de la pantorrilla tiene medio ros
tro. Y sobre la garganta del pié y principio del to
billo tiene un tercio. El ancho del pié, frontero
plantado, tiene un tercio y la tercera parte del otro.
Tiene de largo el brazo por la parte frontera, des- Largo del brazo
de el nacimiento (que es lo más alto del hombro) fro«uro'
á la sangradera, una cabeza. Y de allí al nacimien
to de los dedos otra. Y los dedos tienen un tercio.
Tiene de largo la mano, por todos tres perfiles, dos
tercios y la sexta parte de otro. A los dedos se da
un tercio (como he dicho), y los demás á la palma.
Tiene' de ancho por la parte del hombro un ter- A'"^í¡nu
330 ARTE DE LA PINTUBA.
cio, y por la sangradera un tercio y la cuarta parte
de otro. Por la muñeca tiene de ancho un tercio
menos la sexta parte dél. El ancho de la mano (por
lo más ancho) es un tercio y la cuarta parte de
otro.
Medida por el lado. El niño por el lado nos excusa las medidas y di
visiones de su altura , porque son las mesmas que
habemos dicho por la parte frontera , y así tratare
mos de su anchura, comenzando de la cabeza.
Anillo ,'c la cabeza Tiene de ancho la cabeza, de medio perfil, desde
áehia' lo más relevado de la frente á lo más relevado del
cerebro, una cabeza. Y desde la punta de la nariz
al principio del cuello , un rostro y la sexta parte
de un tercio. El ancho desde la nariz al perfil de
afuera de la oreja es un rostro menos la cuarta
parte de un tercio. Desde el principio de la nariz,
por la parte alta, al nacimiento de la oreja , tiene
de ancho dos tercios y la cuarta parte del otro.
Desde el fin de la ventana de la nariz al principio de
la nariz, tiene de ancho otros dos tercios menos la
cuarta parte déL Desde el fin de la barba á la gar
ganta, por debajo del rostro, hay un tercio de ancho.
Tiene la oreja de ancho un tercio. Y de ancho me-
Ancho deininopor dio. La anchura del cuello por el lado, por lo más
>'"'"' ancho, tiene medio rostro. La anchura del cuello
por el lado tiene medio rostro. Las tres medidas de
ojos, narices y boca, por lado, vienen á ser la mi
tad de las medidas fronteras en su ancho.
Lo ancho de los pechos y espalda es un rostro. Y
por la cintura y el vientre, más arriba del ombligo,
otro tanto. Desde lo más relevado del asiento al fin
de la parte natural tiene otro rostro de ancho. Por
MBRO SEGUNDO, CAP. VI. 331
el fin del asiento y principio del muslo tiene dos
tercios. Por encima de la rodilla tiene de ancho ter
cio y medio , y por debajo de la rodilla y fin de la
corva tiene un tercio y la cuarta parte de otro. Lo
ancho de la pantorilla , por lado , es algo más de
tercio y medio. Por la garganta del pié tiene de an
cho un tercio y la octava parte de otro. Tiene por
lado el pié de largo un rostro menos la cuarta parte
de un tercio.
Lo ancho del brazo por su nacimiento, estando de Ancho del brazo por
lado, es de tercio y medio. Y por la sangradera y lí"'0'
codos tiene de ancho poco menos de un tercio. La
muñeca por lado tiene de ancho poco menos de
medio tercio. La mano , por lado, tiene lo mesmo.
Los largos, dijimos en el brazo frontero.
El último perfil del niño es mirado por la espal- Medidas por h es-
da. Y comenzando por la cabeza, desde la superfi- íMa'
cie del casco al hoyo del colodrillo, tiene de largo
un rostro. Y desde allí á la division del cuello y
los hombros tiene de alto un tercio. Por lo alto de
los cornijales tiene la cabeza un rostro. Del fin del
suelo, de una oreja á otra, hay una cabeza. Tiene
'desde el fin del cuello al fin de los lomos una cabe
za y un tercio de alto. Del fin de los lomos al fin
del asiento hay de largo un rostro. Tiene de largo
el muslo , desde su nacimiento al fin de la corva,
un rostro menos la cuarta parte de un tercio. Desde '
allí á la planta ha de tener una cabeza y medio ter
cio. Aquí entra la altura del calcañal , que es un Pié por dl,lras.
tercio menos la cuarta parte de él. Y de ancho tiene
el calcañal otro tanto. El ancho por la espalda,
clebajo de los hombros y nacimiento de los bra-
332 ARTE DE LA PIDTDB A.
zos, es una cabeza y la cuarta parte de un tercio.
Con que se acaba esta medida : el ancho de las
demás partes es el que está dicho en la figura fron
tera.
Tercera proporcion, Habiendo puesto en primer ' lugar las dos pro-
"í 30« Bo«""ita porciones de los niños, trataremos en este dela
^ Aibwio ourero.^ más importante y más usada de los artífices, que
Silba de varia eS del varon de treinta años (y es conforme á razon
icen™, cap. 17. memorarla, pues hasta los veintiun años crece el
hombre en altura, y no pasa de allí, porque lo
demás ensancha ; como notó doctamente Pedro
piinio Hb. 7, Megía en un lugar de Plinio ). Cuya medida de
c.p" 17' los antiguos y despues de los modernos llamaron
quíncupla , que es la que tiene el dos'con el diez.
Porque al ancho de la figura daban dos tamaños,
y alto diez. De esta hablaron Plinio y Vitrubio. El
lugar de Plinio, dice brevemente : « Cuanto hay de
«la planta del pié á la coronilla de la cabeza, tanto
«hay, extendidos los brazos , de la punta del dedo
«de enmedio de la una mano al mesmo de la otra;«
pero antes dél más larga y elegantemente lo dijo
Vitrubio por estas palabras :
viirub. cap. 16 «El cuerpo del hombre , de tal manera le compu-
lib' «so la naturaleza, que el rostro desde la barba hasta
"«lo alto de la frente, que es el nacimiento del cabe-
ollo, fuese la décima parte de su allura. Y la palma
«de la mano, desde la muñeca al fin del dedo de
«enmedio, otro tanto.« Y prosigue: «El medio y
«centro del cuerpo es el ombligo , porque poniendo
«la punta del compás en él y formando un círculo
«tocará en los extremos del dedo más largo de las
«manos y de ambos los pies. Tambien es el cuerpo
LIBRO SEGUNDO, CAP. VI. 333
«Cuadrado , porque si se mide desde los pies á lo
«alto de la cabeza, la mesma medida se hallará, ex-
«tendiendo los brazos , del extremo del un dedo al
«otro ; de manera que tiene igual altura y anchura.
«Número perfecto llamaron los antiguos al l0, y así
«le plugo á Platon.« Hasta aquí Vitrubio.
Esta proporcion de los rostros entresacó Juan de
Arfe de las muchas que pone Alberto. Y estas pa
rece que insinúa Pablo de Céspedes en su libro, por
ser del hombre más gallardo y bien proporcionado,
y la más usada de los valientes de Italia, como lo
dicen estos versos :
Y aunque en la proporcion generalmente
de los antiguos, mucli03 difirieron ,
una intentó seguir, la más corriente,
que en las mayores obras eligieron.
Yo la vi y obsesvé en aquella fuente
de perenne saber, de do salieron
nobles memorias de valiente mano
que ornan la alta Tarpeya y Vaticano.
Del alto de la frente do el cabello
se comienza á espesar oscurecido
hasta donde adornado de su vello
el perfil de la barba es más crecido ,
y do má3 bajo se avecina el cuello ,
en tres partes iguales dividido,
la medida será, con que midieres
grande ó pequeña imágen que hicieres.
Que aunque se puede medir el cuerpo del hom
bre, como dice Vitrubio , dándole seis tamaños del
largo del pié, que otros quieren con razon que sean
siete , Pablo de Céspedes toma por principal medi- L¡b. 3. rap. i.
Lib. 2 de la
Pintura.
En Roma.
33 t ARTE DE LA PINTURA.
da el rostro ; porque es más noble y digna, y más
usada de graves autores : y bastaba seguirla Alberto
Durero y Leon Batista en su libro segundo. Y por
ella comienza Ludovico Dolce sus medidas, hablan-
do así : «Habiendo prudentemente la naturaleza for-
«mado la cabeza del hombre como fortaleza princi-
«pal de esta admirable fábrica (llamada mundo me-
«nor), y puéstola en la más alta parte del cuerpo,
«es cosa conveniente que todas las demás partes de
«él tomen de ella su medida.«
Con esta autoridad , comenzaré por las medidas
de la cabeza y cuello en redondo , por sus tres per
files, hasta el nacimiento de los hombros. Y ser
virán estas medidas á las tres proporciones que ten
go prometidas , para mayor claridad de nuestro in
tento.
Largo de b«bea La cabeza, por la parte frontera , se divide su al
tura en cuatro tercios ; el uno desde la superficie
del casco hasta el fiu del cabello de la frente : el
segundo desde el cabello al principio de la nariz y
cejas ; el tercero, todo el largo de la nariz; el cuar
to y último, desde el fin de la nariz al de la barba.
El de la frente se tiene por señal de la sabiduría;
el otro de la hermosura , el tercero de la bondad.
Dánse al cuello de largo otros dos tercios, desde la
barba al hoyo que tiene el fin de él.
Su anchura es, dando una línea á plomo por me-
frontero. jiq rost;ro desde esta línea al final del ojo , un
tercio. Desde el fin del ojo al oído la mitad de un
tercio, desde el oído al vuelo de la oreja, la cuarta
parte de un tercio. Y el cuello tiene de anchura
dos tercios por lo alto. Estas medidas están consi-
froutera.
Anvbo <lel rostro
LIBRO SEGUNDO, CAP. VI. 335
deradas con lo que escorza el rostro , estando fron
tero.
Pero mirándolas más menudamente, tiene el OJO Medidas mis partí'
de altura medio tercio. Y de anchura otro tanto, y cula,es por menor.
cutre uno y otro la mesma cantidad. El tercio del
fin de la nariz al de la barba , dividido en tres par
tes, se da una, de la nariz á la abertura de la boca.
Otra de la abertura de la boca al hoyo donde co
mienza á rematar la barba ; y el otro al fin de la
barba. Al largo de la boca da Arfe un tercio, y Al- Nueva medida de Ib
berto el largo de la barba, entre estos dos extremos, boca'
con autoridad de antiguo y hermoso natural, le doy
lo que hay del fin de la barba á la abertura y divi
sion de la boca, que es menos que el uno y más
que el otro. Desde el lagrimal del ojo hasta el fin
de la ventana de la nariz hay la mesma cantidad.
Otra medida es , partido el tercio de la nariz en dos
partes, dar la una de la altura del ojo y otra de allí
á la ventana de la nariz.
Desde la punta de la nariz al fin del perfil redon- cabeza y rosiro de
do del colodrillo , que sale más en la cabeza , hay «led,° 1*r01'
cuatro tercios de anchura. El principio de la nariz
por lo alto, que es el entrecejo, y tambien la barba,
se retiran adentro , el primero menos de medio ter
cio, y el segundo más de medio tercio. Desde la
punta de la nariz al fin del perfil de afuera de la
oreja hay un rostro, que son tres tercios. Y de allí
al perfil de la cabeza (como he dicho) otro tercio.
Y otro desde el perfil de afuera de la barba, por de
bajo, hasta la nuez del cuello. Tiene el cuello por
lado de anchura otros dos tercios. Y de largo un
rostro, desde la oreja al hoyo del mcsmo cuello.
33G ARTE DE LA PINTURA.
Desde el cabello de la sien al entrecejo hay tercio y
medio. Desde el redondo qne hace la ventana de la
nariz hasta el nacimiento de la oreja hay otro tercio
y medio de anchura.
MrdtJat de la cabe- Tiene de altura el redondo de la cabeza, desde la
" p,r detr4j' superficie alta del casco al fin del colodrillo , un
rostro, que son tres tercios. Tiene de ancho otro
rostro, y vuela la oreja afuera la tercia parte de un
tercio. Tiene de largo el cuello, desde el colodrillo
al principio de los hombros, dos tercios. Y otros dos
tercios de ancho por la parte más delgada,
«■«lida. por mayor Habiendo dado razon de las medidas de la cabe-
de tsu. %ura fron_ za autcs ¿c entrar á darlas en particular del varon
esbelto y gentil , por si alguno fuere tan colérico
que no quiera medir la figura en tantas partes,
tomemos esta medida por mayor en forma de
cruz. Que son dos líneas iguales, una recta atra
vesada y otra perpendicular, y cada cual tenga en
sus fines dos puntos, y uno en medio ; y sean estas
líneas del largo que se quiere dar á la figura. Del
punto más alto de la línea perpendicular comenza
rá la superficie de la cabeza. Y de allí al del medio
sobre la parte natural será la mitad de su altura; y
desde aquí al punto último donde planta, la otra mi
tad. Luego, á la parte derecha del fin do la línea
recta al punto del medio, que será el hoyuelo de la
garganta, la otra mitad. El otro lado contiene otro
tanto. Y cada mitad de estos cuatro tiene cinco ros
tros (cuatro en cada brazo y dos en los pechos), que
viene á ser lo mesmo de altura que de anchura
Luí 3. cap i (como dijo el lugar de Vitrubio), con que queda
esta medida cabal.
LIBRO SEGUNDO, CAP. VI. 337
El modo de medir esta proporcion del varon más *<¿"h, por «>™«
ni m t *i 1 -ti delafigurafrontera.
gallardo, como es la mas seguida , cada cual la re
parte como le parece : y es grande la confusion que
se halla entre los profesores de esta arte. Yo he de
jado todas las opiniones aparte, y escogido (á mi
ver) la mejor proporcion, más hermosa y bien di
bujada, que muestra Alberto Durero en su segundo
libro. Y seguido el modo más claro de medirla para
darme á entender. Si no lo he conseguido, será in
felicidad de mi ingenio ; pero no falta de deligen-
cia. Así, digo, que de lo más alto de la cabeza y Aiwd..
superficie del casco ( estando la figura derecha ) á ^'.^J^
la punta de la nariz se da un rostro. Y del fin de la lOr-u* *•* ei
nariz al hoyo del cuello se da el segundo. Y de allí i¡«" J CúñÑi
á la boca del estómago el tercero. Y el espacio que
hay de allí al ombligo contiene el cuarto. De allí al
principio de la parte natural el quinto (y esta es
justamente la mitad de la altura).. Desde aquí con
tiene el muslo hasta encima de la rodilla dos rostros.
Y de lo alto de la rodilla hasta la planta del pié los
otros. Ocupa de ellos un tercio la altura del pié,
desde el fin de los dedos á lo bajo del tobillo.
El ancho de esta figura (supuesto que está dicha ad,i,o de<u ngur.
la medida de la cabeza y cuello ) por los hombros frontera'
son dos rostros. Por la cintura un rostro y un tercio.
Y por la cadera y nacimiento de las piernas tiene de
ancho un rostro y dos tercios. Cada muslo en su na
cimiento tiene dos tercios y medio de ancho. Y por
medio donde se ciñe el lagarto tiene de ancho dos
tercios. Tiene por cima de la rodilla menos de me
dio rostro. Y el mismo ancho por medio de la rodi
lla. Por lo ceñido debajo de la rodilla donde co
sí
3)8 ARTE DE LA PINTURA.
mienza la pierna, tiene de ancho tercio y modio. Por
lo ancho de la pantorrilla medio rostro; y por el fin
de ella poco menos de tercio y medio. Por medio
del tobillo tiene de ancho un tercio, y por lo ceñido
de la garganta del pié la mitad de medio rostro. El
pié frontero plantado tiene de ancho un tercio y la
mitad de otro.
i .rgi dei braio El brazo desde su nacimiento, tercia parte de ter-
tnmun. c¡0 mas aijaj0 ¿q\ hombro, hasta el fin del dedo más
largo, tiene cuatro rostros, porque se da uno á la
mano y los tres al brazo. De suerte que de la mu
ñeca de la mano á la sangradera hay un rostro y un
tercio. Y desde la sangradera á lo alto del brazo un
rostro y dos tercios; que sin la mano hacen tres ros
tros y con ella cuatro. En esta medida varian mu-
L¡b. 2. r. 31. chos artífices, pero esta es la más segura, segun el
lugar de Alberto Durero.
Ambo .iei t.ruo Tiene de ancho el brazo desde el hombro hastad on-
fromero je comienza el perfil del cuerpo, que es la parte más
ancha de él, dos tercios ; y por el principio del mo
lledo poco más de un tercio. Por lo más ceñido antes
de la sangradera tiene un tercio, y por lo más ancho
del brazo, más abajo de la sangradera un tercio y
la tercera parte de otro. Por la parte de la mano y la
muñeca tiene medio tercio y la tercera parte de otro.
Mano por menor El largo de la mano, que tiene un rostro, medido
fromcra aiio y ancho pOP menor, tiene desde el nacimiento de la muñeca
por la parte de
demro. al nacimiento del dedo deenmedio, medio rostro.
u , , , , Y de allí al fin del mesmo dedo otro medio. TieneParte de fuera de
b mano. ¿Q ancho por la parte más ancha, y nacimiento de
los dedos un tercio y la mitad de otro. Estos mis
mos tres tamaños tiene la mano por la parte de fue
LIBRO SEGUNDO, CAP. VI. 339
ra, Y porque veo á pocos artífices rematar los dedos
con la gracia que lo hace Alberto Durero, y mues
tra el natural, pondré con puntualidad el fin y re
mate que guardan entre sí.
Comenzando por el dedo pulgar por la palma, este -ediJ„ Je i«,
ocupa la mitad del espacio del dedo que señala, an- úai'>i f ^mt«.
tes de llegar á la coyuntura baja de enmedio. El que
señala llega á ocupar, pasando de la coyuntura alta
del dedo del medio , más de la mitad de su cabeza.
El delos anillos llega al del medio, pasando de la
coyuntura última de tres partes, las dos de su cabe
za; dejando libre la cantidad de la uña. El menor
pasa poco más arriba de la coyuntura última del de
los anillos, dejando libre lo demás de la cabeza.
Por la parte de fuera llega la cabeza del dedo pul- je i«
gar cerca de la coyuntura del dedo de señalar, que ded°i por
está junto por él. Y el fin del dedo que señala llega
casi hasta el nacimiento y principio de la uña del
dedo de enmedio. Y el dedo de los anillos que llega
el fin á la mitad de la uña del dedo de enmedio. El
dedo menor llega á rematar á la mitad de la última
coyuntura del dedo de los anillos. Y la mano por
lado por lo más ancho tiene de grueso un tercio.
Con que está medida toda en redondo, y se excu
san las medidas de ella en las dos proporciones que
restan del ancho de los dedos , no pongo medida
porque segun fuere la mano carnosa ó seca , así se
buscará á la gracia y groseza de ellos.
Las medidas de esta proporcion del varon de trein- %ei¡¡¡u ^ b 6g°ta
ta años, por el lado que tocan á su altura quedan p°r J °"!liu
ya referidas en la figura frontera, dirémos su an
chura menos la cabeza.
340 ARTE DE LA PINTURA.
Por lo más ancho de los pechos y espalda tiene
cuatro tercios, que es una cabeza. Por más abajo de
los pechos la cintura tiene de ancho un rostro. Por
la parte del ombligo y principio del franco otro
tanto. Tiene de ancho desde el nacimiento y prin
cipio de la parte natural, á lo más alto del perfil del
asiento, un rostro y la tercera parte de un tercio.
Tiene de ancho por el principio del muslo y fin del
asiento dos tercios y medio; por encima de la rodi
lla tiene de ancho dos tercios y por medio de la ro
dilla poco menos. Por lo más ancho do la espinilla
y pantorrilla tiene de ancho dos tercios. Y por el
fin de la pantorrilla tercio y medio. Por lo ceñido
de la pierna tiene poco más de un tercio de ancho.
Largo uYI pié : me- Hemos dicho que Vitrubio da al largo del pié la
sexta parte de la altura del hombre (bien que la
tomó del natural) pero es pié grandísimo el de á
tercia, bueno para pié geométrico, pero no para un
joven gallardo y bien proporcionado. Siente lo mis
mo Pedro Mejía, por estas palabras: «Y por esto con
i«ic¡on ™P. 19. «Vegecio quiero entender á Vitrubio, que sean piés
«geométricos de los que habla.« Tambien Alberto ex
cede siempre en esta parte, y usa de piés grandes y
siguiendo el natural de su nacion.
El largo del pié ha de ser de un rostro y un ter
cio (esto siguen muchos doctos) que es una cabeza.
O ha de ser la sétima parte de la altura de la figura
Medida nuevn que es algo menos : esta medida tengo ajustada en
dei largo dei pié. ]indos naturales de mancebos nobles, muy bien he
chos, y la aprueban hoy muy grandes sujetos.
Largo de lo, dedo, Del lai"g° <lUe h(í dad<3 &1 PÍé eD eSta DUeVa me-
dei pié. dida, se sacará el desus dedos, que guardan este ór-
ditla (te él.
Silva de varía
LIBRO SEGUNDO, CAP. VI. 341
den. El dedo menor acaba donde comienza el pul
gar. El que está junto á él acaba donde comienza la
coyuntura del pulgar. El del medio acaba en el prin
cipio de la uña del dedo más largo. El dedo más
largo lo es poco más que el pulgar, y á veces igual
con él. Y el pulgar tiene de largo un tercio. Con
que se excusa la medida del pié adelante.
La largura del brazo está dicha atrás, y así en
este por lado bastará poner su anchura.
frene por lo más ancho del hombro dos tercios. Med¡da u br«o
Por el principio del molledo tiene de ancho tercio y dc Mo-
medio. Por la sangradera y principio del codo tiene
poco más de un tercio. Por lo ancho debajo de la
sangradera tiene un tercio y la tercera parte de otro.
Por la muñeca tiene de ancho de las tres partes de
un tercio las dos ; y la mano por lado , por lo más
ancho (como se dijo arriba), tiene un tercio.
Las medidas de la espalda son de esta manera : la Medid, desta fig.
mitad de la altura de este varon es desde la superfi- por b espaldit"
cie del casco al intestino, y la otra mitad de ella á
la planta (porque la cabeza y cuello está medida por
el colodrillo); así que desde doDde comienzan los
hombros hasta el fin de las paletillas hay un ros
tro, y desde allí, bajando al fin de los lomos hay
otro rostro, y la tercia parte de un tercio. Desde el
fin de los lomos al principio y nacimiento del asien
to hay medio rostro. Desde allí ocupa todo el asien
to hasta el fin de él un rostro y la tercera parte de
un tercio. Desde el fin del asiento á la corva, que
es el largo del muslo, hay rostro y medio y un ter
cio ; y desde allí al fin de la pantorrilla hay un ros"
tro y la tercera parte de un tercio. Desde el fin de
342 ARTE DE LA PINTURA.
la pantorrilla hasta pasados los tobillos, al principio
del calcañar, hay otro tanto ; y desde allí al fin de la
planta hay un tercio. Las medidas del largo y ancho
del brazo por el codo, se hallarán en las del frontero
y de lado. Lo que toca al ancho por la espalda está
ya referido en la figura frontera, y yo he concluido
en esta con la más importante proporcion. Y tomo
licencia (por no cansar) para dar fin á este capítulo.
CAPITULO VIL
EN QUE SE CONCLUYEN LAS PROPORCIONES PROMETIDAS.
tuaru proporcion No est°y arrepentido de haber excusado poner en
dei varo0 fuone de esta obra figuras (como lo dije en el capítulo del
Alheño Durero. . ,
Lib. 2 proporcion l dibujo) y mas cuando me pongo a considerar de la
manera que Alberto Durero debujó las de su libro,
que no se cansan de admirar los artífices, y particu
larmente Pablo de Céspedes, racionero de Córdoba,
viendo con solos los perfiles, sin sombras, una figura
redonda y de carne. Pero donde (á mi ver) se exce
dió este ilustre varon, fué en esta del hombre robus
to, por tres partes, donde está tan léjos de parecer
flamenco, que (á mi juicio) parecen estas figuras de-
bujadas con la gran manera de Micael Angel, ó de
su mesma mano. Y así me maravillo que habiéndolas
visto se haya atrevido alguno á estampar otras á este
mesmo intento (saco de este número á Becerra, por
que le fué forzoso para demostracion de los múscu
LIBRO SEGUNDO, CAP. VII. 343
los). Esta proporcion pongo en segundo lugar, aun
que su autor le da el primero , poniéndola' antes de
la que tenemos descrita del varon de treinta años.
Así que este varon fuerte tiene de altura nueve au«
rostros de los suyos ; los dos comenzando de la su- buí
perficie del casco acaban en el hoyo del cuello
(como habemos dicho en las medidas de la cabeza
frontera de la pasada proporcion), salvo que el cue
llo es algo más corto. Desde allí al fin de los pe
chos hay un rostro. Desde el fin de los pechos á más
abajo del ombligo y principio del franco hay otro
rostro. Y desde allí al fin de la parte natural otro.
Y de esta parte á lo ceñido de la pantorrilla, debajo
de la rodilla, hay otros dos rostros, y de allí á la '
planta otros dos, y de estos ocupa la altura del pió
un tercio.
Supuestas ya las medidas de la cabeza (en la pro- amb.
porcion antes de esta) lo que tiene de ancho esta fi-
gura por el nacimiento de los brazos es un rostro y
dos tercios, y por lo más ancho de los hombros dos
rostros y un tercio, y la tercera parte de otro. Tiene
de ancho por el nacimiento de los pechos un rostro
y dos tercios, y poco menos por la cintura. Por el
principio del franco tiene de ancho dos rostros me
nos medio tercio, y por el nacimiento, de los muslos
dos rostros. Por el fin de los testículos tiene cada
muslo de ancho un rostro. Por medio de la rodilla
tiene poco menos de dos tercios de ancho. Por lo
más ancho de las pantorrillas tiene de ancho dos ,
tercios. Por lo ceñido de la pierna y fin de la pan
torrilla tiene de ancho tercio y medio. Por medio
de los tobillos tiene de ancho algo más de un ter-
341 ARTE DE LA PINTURA.
cio. La anchura del pié plantado por los dedos, tie
ne poco menos de dos tercios,
utpwbtm Tiene de largo desde el nacimiento del hombro
frontero. rostr0s y dos terc¡0S) hasta el remate del dedo
más largo. El uno se da al largo de la mano y des
de allí á la sangradera el otro rostro y dos partes de
un tercio, y de allí al nacimiento del hombro un
rostro y un tercio y la tercia parte del otro.
Ancho m bwo Tiene de ancho el brazo en su nacimiento por de-
fromero. Daj0 de ]0s pechos medio rostro. Por lo ceñido del
brazo, más arriba de la sangradera, tiene poco me
nos de medio rostro, y por lo más ancho, abajo de
la sangradera, tercio y medio ; por la muñeca tiene
de ancho un tercio. El ancho de la mano ya está
dicho arriba en las medidas del varon de treinta
años, pero aquí es más de tercio y medio.
Ancho ilet varon Esta figura robusta por lado es su altura la mes-
ma que la de la figura frontera, y contiene las mes-
ma medidas, y así bastará describir su anchura me
nos la cabeza. De suerte que la anchura de la gar
ganta por debajo de la barba tiene dos tercios. Y
por el hoyo del cuello y principio de la espalda tie
ne de ancho dos tercios y medio. Por medio de los
pechos y perfil dela espalda, tiene de ancho una
cabeza , que son cuatro tercios. Por debajo de los
pechos y fin de la espaldilla tiene otros cuatro ter
cios. Por la cintura tiene tres tercios y medio. La
anchura desde el nacimiento de la parte natural y
perfil más relevado del asiento tiene cuatro tercios.
Por el fin del asiento y nacimiento del muslo tiene
de ancho un rostro y la tercia parte de un tercio.
Por lo más ancho del muslo tiene lo mesmo de an-
fuerte por el lado
<J medio perfil
LIBRO SEGUNDO, CAP. VII. 3i5
cho. Desde el nacimiento de la rodilla y principio
de la corva tiene dos tercios y la cuarta parte de
otro de ancho. Por el fin de la rodilla y principio de
la pantorrilla tiene de ancho dos tercios. Por el ce
ñido debajo de la pantorrilla y la espinilla tiene
otros dos tercios. Por la garganta del pié tiene de
ancho tercio y medio. La largura del pié por lado
(que es un rostro y un tercio) y la razon de la distri
bucion de los dedos, remitimos á la proporcion del
varon, antes de esta.
La altura por mayor y menor está ya dicha en la Medidas del varon
figura frontera; convendrá medir su altura por dife- fuerle• de e8palJa8
rente camino, por la espalda, menos la cabeza, de
que se ha dado razon en redondo, en la proporcion
primera del varon.
Desde el fin del cuello y lo más alto del hombro
hasta donde comienza el cuerpo á dividirse de los
brazos hay tres tercios y medio de alto. Y porque
la anchura de esta parte no se ve en la figura fron
tera, la refiero aquí, que son dos rostros cabales. Y
prosiguiendo con lo alto, desde la parte referida en
que se divide el cuerpo de los brazos hasta el prin
cipio del asiento, y perfil alto de él, hay tres ter
cios y medio. Desde allí al fin del asiento donde
comienza el muslo, tiene tres tercios y la tercera
parte de un tercio. Desde aquí al medio de la corva,
que es todo el largo del muslo, hay cuatro tercios
y otras dos partes de tres tercios. Y desde allí á la
planta del pié hay dos rostros y un tercio, que es la
altura del calcañal. La medida de la mano por to '
das partes y proporcion de los dedos está dicha ya
en la proporcion del varon esbelto, antes de esta, á
348 ARTK DE LA PINTURA.
que nos remitimos, y concluimos con esta cuarta del
robusto y fuerte.
Antes de entrar en la última proporcion parece
que estamos obligados á decir algo de los partes do
la hermosura y belleza corporal (que resplandece
principalmente en la mujer) , la cual redujeron los
sábios y santos que tratan de esto á tres partes : In-
tegridad de miembros , proporcion en sus partes,
hermoso y agradable color. Lo primero , que no les
falte ninguno de ellos ; lo segundo , que entre si
tengan union y correspondencia ; lo tercero , color
resplandeciente y gracioso. Aristóteles añade, pri-
Arui. 4. perip. mero esta parte (magnitudoj. Quiere decir, que no sea
el cuerpo pequeño , sino de conveniente gentileza
(algo menor que el varon). De color advierto , que
ni sea muy blanco ni muy rojo, sino de color de rosa,
y que la tez eche de sí lustre y claridad. Porque sin
contradiccion, entre todos los cuerpos elementados,
la más perfecta belleza es la del cuerpo humano, y
Anot. en Garribso. de todo él (como dice Fernando de Herrera) la ma-
F' )71' yor es en el rostro, y de todas sus partes se aventajan
los ojos , por la diversidad de colores, y porque en
ellos se trasluce la hermosura del ánimo. Y todo
esto viene á ser objeto de los nuestros, que gozan
solos de la belleza corporal. De su inconstancia y
poca duracion han dicho muchos elegantemente;
pero yo (aunque no es de mi intento ) hurtaré estos
versos de una epístola que envié á D. Juan de Jáu-
regui estando en Roma, y pasen por variedad y por
pintura.
¡ Cuan fragil eres , hermosura humana !
Tu gloria en esplendor es cuanto dura,
LIBRO SEGUNDO, CAP. Vil. 347
breve sueño, vil humo, sombra vana,
eres humana y fragil hermosura
á la mezclada rosa semejante ,
que alegre se levanta en la luz pura.
Pero, vuelta la vista , en un instante
cuanto cambia el azul el puro cielo,
las hojas trueca en pálido semblante.
Yace sin honra en el humilde suelo ;
¿quién no ve en esta flor el desengaño?
que abre , cae , seca el sol , el viento, el hielo.
Y pasando adelante, dice Dolce: «Débese empero „iáiog. ei
«elegir la forma más perfecta, imitando la natura- Areliuo'
«leza , lo cual hacia Apéles cuando retrató su tan
«celebrada Vénus, que salia del mar (de quien dijo
«Ovidio que si Apéles no la hubiera pintado, se hu-
«biera quedado sumergida entre las ondas), sacada
«de Frine, famosísima cortesana de su edad. Y de
«ella trasladó Praxiteles (insigne escultor) la hermo-
«sa estátua de Vénus Gnidia. También se deben imi-
«tar las hermosas figuras de mármol y bronce de
>loa antiguos ; con la perfeccion de las cuales po-
«drá seguramente el pintor corregir muchos defectos
«de la naturaleza. Siendo, pues, el principal fun
damento del debujo la proporcion , quien mejor
«la observare será mejor maestro. « Esto es deste
autor.
Aunque se ha dado (en lo dicho) bastante luz , el
conocimiento y eleccion de la verdadera y perfecta
belleza es de muy pocos. Este sentimiento tuvo el
gran Alberto Durero, varon consumado, cuyas pa
labras son dignas de gran ponderacion , y de que
los doctos las adviertan y consideren profunda
mente.
348 AHTE DE LA PINTURA.
Lib. 3 de Simetría. " Si alguno pregunta , ¿qué razon de hermosura
«hay en las imágenes? Dirán por ventura muchos,
«las que los juicios de los hombres aprobaren. Co-
«sas que otros no concederán : ni á mí me parece jus-
«to, si el juicio se permite á los necios. Pero ¿quién
« determinará la discrecion que es bastante? Porque
«yo estoy en esta opinion ; que ningun viviente
«puede comprender en su ánimo la suma perfeccion
. «del animal más abatido. Cuanto menos pensaré
> que pueda hacer esto en el hombre. El cual fabricó
«Dios con singular consejo, y quiso que fuese señor
«de los demás animales.« Y prosigue:
«No negaré que muchas veces la imágen conce-
«bida en el ánimo es exprimida con la mano más
«aventajadamente de uno que de otro ; pero no por
«eso se llegará á la suma perfeccion, de manera
«que no se pueda hacer otra cosa mejor. El no com
prenderse esto con fuerza de ingenio humano, la
«divina mente lo sabe.
«Esta es regla de verdad, que aquella medida será
«hermosísima y convenientísima, á la cual es nece-
«seria una cierta cosa, y no muchas.«
Así hablan los sábios, contra la audacia ó atrevi
da locura de la ignorancia vulgar. Vengamos, pues,
á nuestro intento.
Qu¡nt« propomon La proporcion de mujer que elegí yo y mi amigo
a-e ia nmjer dei juan Martínez Montañés, famoso escultor, es la se-
lib. 2. de Atberto
Durero. gunda que pone Alberto Durero , despues del varon
prop. 16. ^Q treinta años.
Ano de u mujer P°r Ia frente frontera tiene de alto once rostros me-
fromera. nos mecii0 tercio. Y dando los dos á la cabeza y cue
llo ( porque no se han de repetir aquí sus medidas)
LIBRO SEGUNDO, CAP. VII. 349
quedan desde el hoyo de la garganta á la planta los
nueve menos medio tercio. La mitad de su altura
viene á ser donde acaba el perfil del vientre , sobre
la parte natural, poco más abajo del principio del
muslo. Y la otra mitad desde allí á la planta.
Y su altura por menor. Habiendo dado los dos
rostros á cabeza y cuello, se da el tercero desde el
hoyo del cuello á la boca del estómago, entre los
pechos, medio tercio más abajo del nacimiento de
ellos. Y bajando desde allí acabo el cuarto rostro,
medio tercio más arriba de la cintura. El quinto,
comenzando (como he dicho) más arriba de la cin
tura viene el medio á parar justamente al ombligo,
y el otro medio al vientre frontero del ancho de las
caderas. Desde aquí por más abajo, el fin de la par
te natural, y principio del muslo, ocupa el sexto
rostro. Y bajando desde allí á lo ceñido de la mitad
del muslo , es el rostro sétimo. Llega el octavo
hasta poco más arriba del medio de la rodilla. Y el
noveno más arriba del fin de la pantorrilla. El déci
mo no llega á lo más ceñido de la pierna. Y el un
décimo, menos medio tercio, hay de allí á la planta.
Desta ocupa la altura del empeine del pié frontero,
hasta el principio del tobillo, un tercio. Y esta es
justamente su altura.
La anchura es en esta manera ( dejando la cabe- Ambar. de esufig.
za ) mirada frontera, por los hombros y nacimiento frcm,CTa'
de los brazos, hay del perfil de afuera del uno al
otro, de ancho, dos rostros y medio tercio. Por más
abajo del perfil de afuera del molledo, enfrente del
nacimiento de los pechos, tiene dos rostros y medio
de ancho. Por el nacimiento de los pechos, de-
3S0 ARTE DE LA PINTURA.
bajo de los sobacos (sin los brazos) tiene el cuer
po de ancho rostro y medio y la tercera parte de un
tercio. Los pechos tienen cada uno de ancho la mi
tad de la cabeza. Y entre el uno y el otro hay medio
tercio y la cuarta parte de otro. Por lo ceñido de la
cintura tiene de ancho una cabeza y medio tercio.
Por lo ancho de las caderas y nacimiento de los
muslos es su anchura dos rostros y un tercio. Por
debajo de la parte natural y lo más ancho del mus
lo tiene cada uno de ancho un rostro y la tercera
parte de un tercio. Por medio del muslo, donde se
ciñe la mitad de su perfil , hay de ancho un rostro
menos la cuarta parte de un tercio. Por encima de
la rodilla y remate del muslo hay poco más de me
dia cabeza de ancho. Por debajo de la rodilla y prin
cipio de la pierna hay media cabeza justa. Por lo
ancho de la pantorrilla hay algo más de media ca
beza. Por lo ceñido de la pierna sobre el tobillo hay
un tercio de ancho. Y por el tobillo poco más. El
pié frontero plantado tiene otra media cabeza, que
son dos tercios de ancho,
urgo oeibn.o El largo del brazo frontero, desde su nacimiento
y perfil del hombro hasta el remate del dedo más
largo, tiene cuatro rostros y un tercio. Repartense
de esta suerte ; el uno se da al largo de la mano.
Uno y medio desde el nacimiento de la mano á la
sangradera. Uno y medio y un tercio de la san
gradera al hombro. Y supuesto que esto es lo cierto
y seguido, con licencia de Alberto Durero, ejemplo
del natural y autoridad de valientes hombres , yo
usaría en la mujer de mano más pequeña, especial-Asl lo ejecutaba J r i » r
pablo de céspedes, mente en las vírgenes , quitándole medio tercio de
I.1BR0 SEGUNDO, CAP. VII. 351
largo, y dándole lo demás al brazo, como se ha dicho.
Tiene de anchura el brazo frontero , por el naci- Anthi> *!' brMo
miento de los pechos y molledo, medio rostro. Por
lo ceñido arriba de la sangradera un tercio y la cuar
ta parte de otro. Y por lo más ancho, abajo de la
sangradera, poco más de medio rostro. Por la muñe
ca tiene un tercio de ancho. La mano tiene medio
rostro por lo más ancho. Y si se le da un rostro de
largo, el medio ocupa el dedo más largo, y el otro
la palma hasta la muñeca. Y si (como he dicho) se
hace más pequeña , se le darán las dos partes al
largo y la una al ancho. Esto es lo que toca á la fi
gura frontera.
En la figura de lado , ó medio perfil , no es nece
sario medir su altura, porque la acabamos de referir,
y así como hemos hecho en las demás proporciones,
trataremos del ancho, menos la cabeza y cuello.
La primera medida del ancho , desde el hoyo de UeM» por ei bdo
la garganta al principio de la espalda que le corres- del «°cl«)-
ponde, es mjedio rostro y un tercio. Y por encima del
hombro, del pecho á la espalda, tiene de ancho poco
menos de un rostro. Desde el nacimiento de los pechos
á lo más relevado del perfil. de la espalda, hay una
cabeza de ancho. Por debajo de los pechos al perfil
que le corresponde de la espalda , es el ancho un
rostro y medio tercio. Por lo ceñido de la cintura y
sin los lomos tiene de ancho poco más de un rostro.
Algo más abajo del ombligo, á la espalda, tiene de
ancho poco menos de una cabeza. Por lo más rele
vado del vientre al perfil del asiento tiene de ancho
una cabeza y medio rostro. Por encima de la parte
natural, donde acaba el perfil de vientre á lo más
352 ARTE DE LA PINTURA.
relevado del asiento tiene una cabeza y un tercio
de ancho. Debajo del asiento á lo más relevado del
» principio del muslo tiene de ancho una cabeza menos
la tercia parte de un tercio. Por encima de la rodilla
al principio de la corva tiene de ancho poco más de
media cabeza. Por medio de la rodilla tiene media
cabeza de ancho. Por el fin de la rodilla y principio
de la pantorrilla hay otro tanto y por el fin de la
pantorrilla hay otra media cabeza. Por el ceñido de
la pierna sobre el tobillo tiene de ancho medio ros
tro. Al largo del pié de lado le da Alberto una cabeza
y algo menos de un tercio ; y bastará que tenga una
cabeza, ó la sétima parte de la altura de esta figura.
Medida nueva del Como dijimos el pié del varon de treinta años, donde
p,é' se hallará tambien el orden y medida de los dedos.
El brazo de lado, por haberse dicho en el frontero
su largura, tratarémos de su ancho. Por lo alto del
hombro tiene de ancho media cabeza. Por el naci-
Brnzo de lado, miento del molledo tiene de ancho medio rostro, y
la tercia parte de un tercio. Por lo más relevado del
molledo tiene media cabeza de ancho. Por lo ceñido
de la sangradera al codo hay de ancho un tercio y
la cuarta parte de otro. Por lo más ancho de la san
gradera en la tabla del brazo tiene medio rostro de
ancho. Por donde se ciñe el perfil más bajo, y co
mienza la muñeca, tiene de ancho un tercio. Y por
la muñeca y nacimiento de la mano, tiene medio
tercio y la tercia parte de otro. Por lo más ancho de
la mano de lado, hay un tercio. El largo que se ha
de dar á la mano, y las demás medidas suyas diji
mos en la frontera, con que quedan expresados los
dos perfiles frontero y de lado.
LIBRO SEGUNDO, CAP. VII. 353
El último perfil y vista de esta figura, es por la Hedidas por la es-
espalda; tiene la mesma altura que los otros dos que paWa"
se han dicho, que son once rostros menos medio
tercio. La mitad de su altura es desde la superficie
del casco á la mitad y division del asiento. Y la otra
desde allí á la planta. Y porque tenemos dada la ra
zon de la medida de la cabeza y cuello tratarémos
de lo demás. Desde donde comienzan los hombros
hasta el fin de las paletillas, tiene de alto una ca-.
beza menos la tercia parte de un tercio. Y de ancho,
rostro y medio y medio tercio. Y desde allí al fin de
los lomos, poco más abajo de la cintura, hay una
cabeza de alto. Lo ancho de la cintura está va dicho
en la figura frontera. Del fin de los lomos á lo alto
del perfil del asiento hay medio rostro, tiene todo
el asiento de alto en cada mitad, una cabeza y me
dio tercio. Desde el fin del asiento á la mitad de la
corva que contiene todo el muslo hay dos rostros de
largo menos la tercia parte de un tercio. Y desde
allí á la planta hay dos cabezas y la tercia parte de
un tercio. Ocupa de esta medida el carcañal un
tercio de alto y otro de ancho. Todos los demás an
chos y largos , de cuerpo , brazo y mano están ya
referidos en la figura frontera. Con que (á mi ver)
he cumplido con mi promesa, y con la importunidad
de tantas medidas y repeticiones; de que se can
sarán no poco los que no son de esta profesion, pero
podrán pasar á lo que les entretuviere con más gus
to porque yo no lo pude excusar. Y podría ser no
hallarse tan presto otro trabajo igual en nuestra
lengua.
Acabada la proporcion de la mujer no será fuera
23
354 ARTE DE LA PINTURA.
de propósito, enseñar la manera que ha de tener el
pintor cristiano en la imitacion del natural, si se le
ofrece alguna figura de mujer desnuda, pues lo pro-
L¡b. i. cap. t?. metimos refiriendo que Zeuxis sacó de cinco donce
llas la figura famosa de Elena. Lo cual dijimos ten
dría lugar en otra parte, y será en esta. Y supon-
drémos lo cierto que nó puede tener el pintor va
liente (sea en buenhora modesto) excusarse de la
noticia, y perfeccion del desnudo de una figura de
mujer , por ser parte tan principal de la pintura. Y
cosa que obligó á Alberto Durero (siendo varon de
tan conocida virtud) á poner tanto cuidado en sus
diferentes proporciones, para dar luz á los demás.
Porque muchas veces se ha de ofrecer hacer demos
tracion en una Eva, en una Susana, en martirios ó
historias sagradas, principalmente en un juicio uni
versal donde se debe pintar con la grandeza y her
mosura que todas las demás cosas, si bien con la
honestidad y decoro debido (que hablamos en otro
Lib. 8. »p. 4. lugar). Dejo aparte los famosos pintores, que se
han extremado en la licencia, expresion de tanta di
versidad de fábulas ; y hecho estudio particular de
ellas, con tanta viveza ó lascivia, en debujo y colo
rido. Cuyos cuadros (como vemos) ocupan los salo
nes y camarines de les grandes señores y príncipes
del mundo. Y los tales artífices alcanzan no sólo
grandes premios, pero mayor fama y nombre. Que
yo (séame lícito hablar así) en ninguna manera les
envidio tal honra y aprovechamiento. Estas tan
Epi.t.,i. 4 1). Nufio libres como celebradas pinturas reprende Bartolomé
Mendoza. Leonardo de Argensola (ilustre ingenio de España)
hablando de la corte : versos que tenia puestos en
LIBRO SEGUNDO, CAP. VII. 355
este libro cuando los vi despues eñ el de Carducho;
pero no me pareció por esto quitarlos.
Luego comienza á conocer los senos
desta gran poblacion, de sedas y oro,
y de pinturas admirables llenos.
Que en ley de l'arte valen un tesoro,
en la de Dios, él sabe lo que cuesta ;
Leda en el cisne; Europa sobre el toro ;
Vénus pródigamente deshonesta;
sátiros torpes, ninfas fugitivas,
Diana entre las suyas descompuesta ;
que las tendría por figuras vivas
quien juzgarlo á sus ojos permitiese,
y en la descompostura son lascivas
pero que ni unos pámpanos creciese
el pincel descortés, ni otro piadoso
velo que á nuestra vista estorbo hiciese.
Por no tenerlo se vió en gran peligro y congoja
(como dijimos) el religioso de la orden de S. Agus- l;b. 2. rap. 3.
tin diciendo misa en la capilla del Juicio, en la igle '
sia del mismo santo en esta ciudad.
Tambien es de reparar en la censura que el Dolce t'b. 2. rap. i.
hizo al que pintó Micael Angel, acerca de la hones
tidad ; pues no perdonándosele á tan valiente artífi
ce, menos se debe perdonar á los demás. Paréceme
que oigo á alguno que dice: — «Señor pintor escru
puloso, que poniendo ejemplos de antiguos que des
nudaban las mujeres para imitarlas perfectamente,
y obligándonos á pintarlas bien ¿qué remedio nos
da?« Diré, señor licenciado, lo que yo haría: del
natural sacaría rostros y manos con la variedad y
belleza que lo hubiese menester, de mujeres hones-
356 ARTE DE LA PINTURA.
tas, que á mi ver no tiene peligro, y para las de -
más partes me valdria de valientes pinturas, pape
les de estampa y de mano, de modelos y estátuas
antiguas y modernas, y de los excelentes perfiles
de Alberto Durero. De manera que eligiendo lo más
gracioso y compuesto evitase el peligro ; porque es
Noi0. justo que nos diferenciemos en esto los pintores ca
tólicos de los gentiles, por estar de por medio la ley
de Dios, que nos prohibe todo lo que nos puede pro
vocar á mal, no sólo á nosotros, pero á los demás,
con el objeto de cosas deshonestas. Encarecida es
(con mucha razon) la honestidad loable de aquella
gran pintora Marcia, hija de Varron, de la cual se
lée que nunca quiso pintar ningun hombre desnudo,
por no obligarse á manifestar alguna parte inde
cente. Y si este parecer y sentimiento no fuere á
propósito, no puedo asegurar el ejemplo de Zeuxis
E.»do de b..te» y ni el de Apéles, ni el de los que le siguen. Y po-
Jca Pu?2' ^r*a sucederles 1° 1ne cuenta el padre Martin de
Roa de un pintor que en su mocedad hizo (á ins
tancia de un caballero) una pintura deshonesta,, la
cual fué ocasion de que padeciesen muchos en el
infierno. Y haciéndole riguroso cargo ante el tri
bunal de Cristo, por la intercesion de los santos
que habia pintado, se lo libraron en grandes pe
nas en el Purgatorio, hasta que se quemó la pin
tura por orden del caballero, que con arrepenti
miento y buenas obras le grangeó al pintor la li
bertad. De lo dicho se infiere (como dice docta
mente el padre Francisco Castro, de la Compañía)
En una obra suya, el daño grande que los pintores cristianos hacen á
sus almas y á las agenas pintando figuras ó histo
LIBRO SEGUNDO, CAP. Vil. 357
rias lascivas, que no menos incitan á la sensualidad,
que las santas á la virtud y devocion. En lo cual
repararon aun los mesmos gentiles, pues Propercio
atribuye á las pinturas obscenas la corrupcion de
las costumbres en materia sensual, diciendo :
Qnce manus obscenas', depinxit prima tablillas i¡b. 2 Eieg. 4.
et possuit casta turpia visa domo,
lile puellarum ingenuos cormpit ocellos,
nequil aeque : siia noluit esse rudes.
«La primera mano que pintó tablas obscenas y
adornó la casa honesta con torpes objetos de lascivas
pinturas, deslumbró los ojos castos de nobles donce
llas, estragó su pureza, desfloró su honor y las hizo
sabidoras y partícipes de sus torpezas.« «Por lo cual m». 7. rom.
Aristóteles prohibe el mirar semejantes pinturas, y car' 17,
avisa que tengan mucho cuidado los magistrados de
que no haya tales cuadros, ni historias, ni fábulas im
púdicas, ni de pincel ni de bulto, en las ciudades,
villas y lugares de su gobierno, por el grave daño T«««. »■-■*.
(dice Donato) que causa en las costumbres delos
hombres y mujeres, que suelen ser total ruina y des
truccion de las casas, de los pueblos, de las provin
cias y reinos. Si este sentimiento tuvieron los varo
nes sábios de la antigüedad sin luz divina, sólo con
la humana ¿ cuál debe ser el nuestro, que vemos el
daño de tales pinturas y el singular provecho de las
devotas y santas?« Hasta aquí este autor.
Habiendo dado remate (conforme á mis fuerzas),
á las cinco proporciones racionales con la de la mu
jer, parece que nos convida Pablo de Céspedes con
dulzura y elegancia á las de los animales : y aun-
338 ARTE DE LA PINTIRA.
que yo no ponga más que las que prometí, tendrán
primero lugar sus dos estancias :
El estudio no menos y el cuidado
que pusiste en humanas proporciones,
á cualquier animal representado
aplicarás, por partes y razones :
al corzo ligerisimo, al venado,
pero en particular á los leones,
con fuerte garra y con lanudas crines,
y cierta ley de rigurosos fines.
El hermoso lebrel, el crudo alano
pintado, ser de grande ornato hallo ;
el jabalí espumoso, el tigre hircano,
y otros en grande número que callo;
mas sobre todos ten siempre a la mano
el bizarro debujo del caballo,
con que tanto enriqueza la pintura
el aliento, caudal y hermosura.
Las cuatro proporciones de animales más usadasLib. 3 de Simetrta. r 1
de los pintores, tomé de Juan de Arfe, donde las
escribe brevemente por mayor ; si bien siempre que
se ofreciese debujarlos ó pintarlos es cosa acertada
valerse del natural ó tenerlos estudiados para las
ocasiones que se ofrecen.
Y comenzando de el rey dellos, que es el leon,Proporcion de Leon.
cuya condicion es noble y cuya fiereza grande,
es de mediana estatura, tiene vara y sesma de la
planta á lo alto del anca; el color es leonado, ó
más claro ó más oscuro, toda la piel lisa en todo el
cuerpo, con el cuello y vientre más largo, envede-
jado y oscuro el pelo; la cola llega como de los
brazos á las ancas, cuatro dedos en cada mano y el
LIBRO SEGUNDO, CAP. VII. 359
pulgar más alto ; las uñas largas ; alza mucho los
piés y manos cuando camina.
El toro se ofrece pintar muchas veces, y con poca proporcion dei
diferencia; el buey á S. Lúcas, y en el nacimiento Tor0'
de Cristo, y no hay animal más aparejado, ni que
más aguarde por su imitacion. Es el toro animal
cruel, corto de cuello, muy colgado de arrugas, los
cuernos agudos, pardos y negros á las puntas; suele
tener manchas; los piés hendidos y las canillas se
cas ; su altura es vara y media desde el suelo á lo
alto del anca. El buey se diferencia en que parece
algo mayor, más tibio y flaco, y más abierto de
cuernos, como muestra el natural.
Entra en tercer lugar la reina de las aves, el águi- proporcion dei águi
la real, que lo es en su condicion, pues lo que caza la reaK
lo come en compañía de las otras aves ; es su color
pardo oscuro , el pico ancho y encorvado, los piés
gruesos, los dedos y uñas largas y fuertes, y tiene
tal fuerza en la vista que mira al sol sin que le ofen
da; hay muchas varias y diferentes, pero la real
tiene dos tercios de alto, estando derecha, desde el
suelo al nacimiento de las alas.
Con esto me parece será bien no alargar más este
capítulo, y dar principio con la proporcion del ca
ballo (que será la última) al siguiente , en que me
pienso dilatar algo más ; y en él concluiré con las
demás partes del dibujo.
300 ARTE DE LA PINTURA.
CAPITULO VIIJ.
DONDE SE ACABA» LAS PROPORCIONES Y PARTES PERTENECIENTES
AL DIBUJO.
Del caballo (último animal de los cuatro que pro
metí) han hecho grandes demostraciones valientes
pintores, y entre ellos Juan Estradano y Antonio
Tempesta; pero quien sobre todos ha estudiado el
español con más puntualidad y puesto en modelos
de todo relievo en proporcion y graciosas partes es
Rutilio Gazi, caballero italiano, Azor hoy de Su Ma
jestad, pero más estimado por famoso escultor. El
cual hermoso animal, por ser tan comun, puede casi
siempre imitar del natural su dibujo y diversos co
lores, porque hay unos blancos, otros morcillos,
Proporcion del ca- ,
haiio. castaños, rucios, tordillos, alazanes y bajos; tiene
vara y tres cuartas desde la planta á lo alto del
anca: es brioso, alegre, vivo y firme de cuerpo: las
costillas largas y estrechas, las . ancas redondas y
partidas, el pecho ancho, los muslos gruesos, el pié
seco y firme, pequeña y seca la cabeza, las orejas
cortas y agudas, los ojos grandes, las narices an
chas, el cuello alto, las crines largas, y la cola re
donda y que llegue al suelo.
Pintólo maravillosamente Pablo de Céspedes en
sus versos (á imitacion de "Virgilio) despues de las
dos estanzas arriba referidas, y tomando ocasion de
él, se arrebató en las alabanzas de D. Pedro Fernan-
LIBRO SEGUNDO, CAP. VW. 361
dez de Córdova y Aguilar, tercer marqués de Prie
go, señor que trató' siempre de agradecer con obras
grandes los servicios que se le hacian ( con quien
tuvo estrecha amistad), y fué siempre su casa seña
lada en hacer criar los mejores caballos de España,
para servir con ellos á sus reyes.
Dijo de esta manera:
Muchos hay que la fama ilustre y nombre ubr. 2 de Pim.
por estudio más alto ennobleciera
con obras famosísimas, do el hombre
explica el artificio y la manera :
sólo el caballo les dará renombre
y gloria en la presente y venidera
edad, pasando del debujo esquivo
á descubrirnos cuanto muestra el vivo.
Que parezca en el aire y movimiento
la generosa raza do ha venido
salga con altivez y atrevimiento,
vivo en la vista, en la cerviz erguido;
estribe firme el brazo en duro asiento
con el pié resonante y atrevido,
animoso, insolente, libre, ufano,
sin temer el horror de estruendo vano.
Brioso el alto cuello y enarcado,
con la cabeza descarnada y viva :
llenas las cuencas, ancho y dilatado
el bello espacio de la frente altiva :
breve el vientre rollizo, no pesado
ni caido de lados, y que aviva
los ojos eminentes ; las orejas
altas, sin derramarlas y parejas.
ARTE DE LA PINTURA.
Bulla hinchado el fervoroso pecho,
con los músculos fuertes y carnosos :
hondo el canal, dividirá derecho :
los gruesos cuartos limpios y hermosos,
llena la anca y crecida, largo el trecho
de la cola, y cabellos desdeñosos,
ancho el hueso del brazo y descarnado,
el casco negro, liso y acopado.
Parezca que desdeña ser postrero,
si acaso caminando ignota fuente
se le opone al encuentro : y delantero
preceda á todo el escuadron siguiente ;
seguro, osado, denodado y fiero
no dude de arrojarse á la corriente
rauda con que las ondas retorcidas
resuena en las riberas combatidas.
Si de lejos de alarma dió el aliento
ronco, la trompa militar de Marte:
de repente estremece un movimiento
los miembros, sin parar en una parte ;
crece el resuello y recogido en viento
por la abierta nariz ardiendo parte ;
arroja por el cuello levantado
el cerdoso cabello al diestro lado.
Tal las sueltas madejas extendidas
de la fiera cerviz con fiero asalto,
cuando con los relinchos encendidas
el aire y blanca nieve, á Pelio alto,
las matas más cerradas esparcidas
al vago viento igual, de salto en salto
en el encuentro de tu ninfa bella
Saturno volador delante de ella.
LIBRO SEGUNDO, CAP. VIII.
Tal el gallardo Cylaro iba, en suma,
y lgs de Marte atroz iban y tales ;
fuego espiraba la albicante espuma
de los sangrientos frenos y bozales.
Tal, con el tremolar de tibia pluma,
volaban por los campos desiguales
con ánimos y pechos varoniles,
los del carro feroz del grande Aquiles.
A los cuales excede, en hermosura
el Cisne volador del señor mio :
que la Vitoria cierta se asegura
de otra cualquiera en gentileza y brio.
Va delante á la nieve helada y pura
en color, y en correr al Euro frio,
y á cuantos en su verso culto admira
la ronca voz de la pelasga lira.
Salve, gran madre, á quien dichoso parto
digno engrandece de corona y cetro,
cuyo esplendor se extiende y crece harto
más vivo y puro que el diurno electro,
rendido el persa, el agareno y partho
á su valor con sonoroso plectro :
si el cielo tiene aún, quien venza y quiebre
de Smirna y Roma el presumir, celebre.
Cuales en torno al carro levantado
de uncidos ferocísimos leones
van al abrigo del materno lado
de estrellas los ardientes escuadrones :
no menor gozo sienta el pecho amado,
ver, salir de tí tales varones,
cuya virtud, cual el celeste fuego,
reluce, y más el gran marqués de Priego.
364 ARTE DE LA PINTURA.
Este, por quien de gloria coronada
viste el eterno honor mil ornamentos,
Córdoba, de laureles adornada,
y de palmas sus altos fundamentos ;
luz de su ilustre patria levantada
encima á cualesquier merecimientos,
y es bien razon, que en serlo de ella, sea
de cuanto alumbra el sol y el mar rodea.
Y si tú, grave citara, pretendes
seguir este subido heróico intento,
y el valor celebrar, donde te inciendes
tanto y alzar tu voz al claro asiento,
no consienten tus fuerzas lo que emprendes ;
que pocas son, y el 7a cansado aliento
vuelve, vuelve y conoce la carrera,
que ya tomaste, á proseguir primera.
1¡b 2 dc Los demás animales, perros, corderos y otros que
suei. se ofrecen, podrá ver quien quisiera en el autor de
que nos hemos valido, y cuando hallare el natural
para imitarlos, se aprovechará de los de Basano, que
los pintó excelentísimamente , que yo con estos
cuatro me desembarazo, y paso á cosas mayores.
ra pane dei La Anatomía , que es la tercera parte que perte-
íibujo. nece al d¡kuj0i sitio, verdad y número de músculos
convenientes á la pintura, se hallarán en Andrés
Vesalio, el cual sobrepujó á todos sus antepasados.
Pero mucho mejor es el doctor Juan de Valverde,
de Amusgo, médico del reverendísimo Sr. D. Fray
Juan de Toledo, cardenal y arzobispo de Santiago, y
discípulo en esta facultad del gran Realdo Colom-
bo. Cuya historia se imprimió en Roma, año de 1556,
LIBRO SEGUNDO, CAP. VIII. 365
debujadas las figuras valientemente de manos de
Gaspar Becerra, ilustre ingenio español. Y fuera de
estas, otros perfiles suyos por tres partes, que andan
casi en las manos de todos los pintores y escultores,
y otras muchas de Italia. Hallarase tambien en las
anatomías redondas de Juan de Bolonia y en la de
Próspero Brejano (estudiosísimo en esta parte), que
corre vaciada de bronce. Y en el Cristo de cuatro
clavos de Micael Angel. Y cuando esto faltara , los
desnudos del Juicio que pintó en Boma , son los
más ciertos músculos y la más segura anatomía ; y
no ha menester el pintor otra más descubierta. Y
así, sobre ellos tirando diestros perfiles nuestro Ge
rónimo Fernandez, hizo excelentes pedazos de ana
tomía, de que yo tengo algunos, á quien siguió fe
lizmente Gaspar Nuüez Delgado, su discípulo, como
lo muestra un brazo y pierna de cera suyos.
Dada esta general noticia de la Anatomía por
mayor, á los más valientes y diestros, y habiéndoles
señalado las fuentes donde se han de enriquecer,
será justo que los menos escrupulosos y presumidos L¡b. 2 uuü. 5.
se aprovechen de lo que trabajó Juan de Arfe y Vi-
llafañe, pues no se halla tanto junto en otro autor
maestro : que si bien no tuvo tanta gracia en los
perfiles de afuera, como se valió de buenos auto
res, escribió con verdad en la materia de los múscu
los ; trabajo que no se debe despreciar, y que los
que no son tan aventajados deben seguir segura
mente.
La cuarta y última parte perteneciente (segun Cuirta ^ del
nuestra distribucion) á la grandeza del dibujo , es dibu¡0'
la Perspectiva, á quien los italianos llaman pros-
360 ARTE DE LA PINTURA.
petiva. y á su imitacion el maestro Francisco de
Medina, Pablo de Céspedes.y Fernando de Herrera,
á quien yo pudiera sin nota seguir; pero en nuestra
lengua se ha de llamar como digo, con la autori
dad del gran Antonio de Lebrija y de muchos doc
tos. Difinióla un autor moderno, en un libro, de
mano maestra.
«La perspectiva no es otra cosa que poner en de-
«bujo todo aquello que al hombre se le represente
«delante de la vista, estando firme en su lugar y
«estando firme la vista.« De esta parte habla así el
Vasari: «Basta que las cosas puestas en perspectiva
«sean hermosísimas, tanto cuanto más se muestran
«ajustadas á nuestra vista, y huyendo de ella se
«alejan, y cuando son acompañadas con varios y
«gracioso orden de estamentos. Conviene tambien
«que el pintor atienda á hacerlas disminuir con la
«dulzura de los colores, lo cual nace del gran juicio
»y discreccion.«
Semejante á esto es lo que dice en sus ilustres
documentos Leonardo de Vinci, maestro de Rafael:
si bien yo le añado algo de más claridad.
«La Perspectiva necesaria en la pintura se divide
«en tres partes principales : la primera es la dismi
nucion que hacen los cuerpos inanimados en diver-
«sas distancias : la segunda es aquella que dismi-
«nuye las figuras vivas, que se muestran en varios
«términos y lugares (esto es lo que toca al debujo):
«la tercera es la parte que trata de la disminucion
«delos colores.« En todo aquello de que se ha de
hacer demostracion , y de esta última no hay regla
infalible, porque cae (como se ha dicho) debajo de
LIBRO SEGUNDO, CAP. VIII. 367
la prudencia del artífice. Deste documento hizo
otra declaracion el docto ingenio de D. Juan de
Jáuregui, que pongo aquí para honrar estos es
critos.
«La Perspectiva, arte que se extiende y obra en Docum. 127.
«toda la pintura , se divide en tres partes principa
«les, de las cuales la primera es la disminucion que
«hacen las cantidades ó tamaños de los cuerpos en
«diversas distancias. Porque segun pretende el pin-
«tor que parezcan apartados de la vista, así los
«debe mostrar disminuidos en lo pintado. La segun-
«da parte es aquella que trata de la disminucion de
«los colores de estos cuerpos. Porque todo color en
«cualquier materia, cuanto más se aparta de la vis-
uta, taDto más va perdiendo de su fuerza y su lus-
«tre : lo blanco parece menos blanco, lo negro me
ónos negro, lo rojo menos encendido , y así los de-
«más colores pierden y amortiguan lo vivo, lo efi-
«caz, lo brillante al parecer de nuestra vista ; hasta
«no conocer de qué color sean las cosas ; y en esta
«conformidad debe representarlos el pintor. La ter-
«cera parte es aquella que disminuye la noticia de
«los de las figuras ó cuerpos , y de sus términos ó
«contornos en varias distancias. Porque de léjos no
«se conoce á los bultos, si es hombre ó árbol , pie-
•dra ó animal : y asimesmo no se distingue aque-
«lla circunferencia y extremidad en que termina el
«objeto ó cuerpo mirado, si es redondo, prolon-
»gado, cuadrado ó en otra forma : que si se distin-
«guiera, no juzgáramos el árbol hombre, á la oveja
«peñasco, ó la torre choza , y otros engaños y am
bigüedades, en objetos tan diferentes y tan des-
3G3 ARTE DE LA PINTURA.
«conformes en sus perfiles, términos ó contornos.
«Y con esta misma confusion deben pintarse más ó
«menos , segun la distancia á que se preteada
«situar. «
Hizo tambien memoria de la perspectiva Pablo de
Céspedes , con su acostumbrada grandeza , en estas
dos estancias :
iib. 2 de ia Pim. enseñarte pudiese los concetos
escritos, y la voz presente y viva
los primores abriera y los secretos
que encierra en si la docta Perspectiva ;
como extendidos por el aire y retos
los rayos salen de la vista esquiva ;
como al término llegan de su intento,
do paran como en base y fundamento.
Osaré confesar que alguna parte
el continuo trabajo alcanzar puede,
por gastar largo tiempo en aquesta arte
y la esperanza audaz que al fin sucede ;
de mirar donde acaba y donde parte
el corte de las líneas, y do quede
señalado el escorzo., con certeza
en la leve forma y con mayor belleza.
Explícala más el doctísimo Leon Batista Alberto
en esta manera :
Leo° Bai Alberto. ¿E1 pintor se fatiga sólo en imitar las cosas que
ub. i de i. wnt. ))Se pueden ver mediante la luz. Y no hay ninguno
«que ignore que las que no son comprendidas de la
«vista, no tienen que ver con la pintura. La vista es
«la perspectiva ; se hace mediante una pirámide
«compuesta de rayos. La cual es una figura de cuer-
«po luenga : de la basa de cual torcidas las líneas
LIBRO SEGUNDO, CAP. VIII. 369
«de afuera, acaban en una punta, la basa en el cen-
«tro de la vista de la pirámide , es la superficie de
«la cosa que se ve , los lados son los rayos visivos
»que llamamos los últimos. El principio y cabeza
«de todos es el del medio , llamado rayo cén
«trico.«
Discurriendo pues (para mayor claridad) sobre lo
dicho , toda la pureza y perfeccion de la pintura
despues de la práctica y destreza en la mano, adqui
rida del continuo ejercicio del diseño (como se ha
dicho) consiste en el gran conocimiento y uso de la
perspectiva. Y tanto será un artífice -más perfecto,
cuanto en ella fuere más resoluto: como se conoce
en la gran fuerza y perfeccion que Rafael de Urbino
y otros valientes hombres han mostrado en sus
obras, por haber puesto tanto estudio y diligencia
en la perspectiva. Y que de ella procede la fuerza y
bondad en la pintura, la razon es clara, porque el
intento y último fin del pintor no es otro que repre
sentar y fingir en una superficie plana con delinca
ciones, sombras y colores, todas las formas y figuras
visibles, y hacerlas parecer con la fuerza del arte,
en aquel modo y grandeza que segun su postura,
sitio, movimiento y distancia, proporcionadamente
aparecen á la vista, regulada de un punto donde ne
cesariamente ha de considerar el ojo que ve el modo
del ver la cosa vista. La distancia, el recibimiento
de las luces, la proyeccion de las sombras, y la im
presion de los colores. Todas estas partes son el pro
pio sujeto de la perspectiva, porque el ojo es como
punto y centro de la vista, y es el principio de ella,
y á quien se refiere la general denominacion suya,
24
370 ARTE DE LA PINTURA.
y á esta causa fué llamada de los griegos ciencia
óptica. El modo de ver se hace mediante la luz, en
forma pirámide, tomada de los rayos visuales que
proceden de la vista, donde es la puerta de la pirá
mide, y por estos rayos los simulacros é imágenes
de las cosas visibles se imprimen en la potencia vi
siva. La cosa vista cuya imágen se representa, vie
ne á ser la basa de esta pirámide, y así forzosamente
ha de ser cantidad sensible, respecto de la superficie
del ver. La distancia entre la vista y lo que se ve ha
de ser proporcionada y conveniente porque siendo
muy remota, ó muy propincua, las cosas visibles no
pueden ser reprendidas de la vista ni representadas
de la pintura. Y así la distancia ha de responder á
la vista con cierta razon y proporcion de ángulos,
porque la grandeza de las cosas que vemos tanto
parece mayor ó menor, cuanto de mayor ó menor
ángulo viene comprendida de la vista. Y esta gran
deza de los ánimos visuales se altera mudándose la
distancia, y se viene á variar el aspecto. Y por esta
causa se ha de tener entera noticia de la figura y
cantidad que tienen los cuerpos en su propia forma,
para saber los que disminuyen y si se acortan á la
vista por la distancia y variedad de los ángulos. El
recibimiento de las luces y la impresion de los co
lores son entre sí tan conjuntas, que en lo que toca
á la vision es imposible dividirse: así de la altera
cion de la luz proceda la alteracion de los colores,
recibiendo en los cuerpos mayor impresion de los
colores , aquellas partes que más rectamente ex
puestas al luminoso: y por el contario quedando
más oscuras las que más oblicuas estuvieren. Y en
LIBRO SEGUNDO, CAP. VIII. 371
los intermedios de estos extremos , las impresiones
serán tanto más, ómenos intensas, cuanto más ó
menos participaren de esta direccion y oblicuidad. Y
esta misma razon es en la proyeccion de las som
bras, porque echando la luz sus rayos por líneas rec
tas continuadas, bañando de su resplandor la diafa
nidad del aire (si no balla impedimento de algun
cuerpo opaco que le resista) dejando ásombradas
aquellas partes donde no pueden tocar, y circuns
cribiendo el cuerpo con los mismos rayos, forma la
sombra dél, la cual sigue la figura del cuerpo hum-
broso, de cantidad mayor ó menor segun la propor
cion que el luminoso tuviere al opaco. Son estas lu
ces de diversas calidades, y así hacen varias impre
siones en los colores; porque unas son primarias,
otras redundantes, ó son de cuérpos celestes, ó de
fuegos artificiales, y así requieren grandísima dis
crecion en el fingir y sitiar la luz, para que los cuer
pos descubran sus golpes y sentidos con suavidad y
hermosura en la pintura. Y si los grandes matemá
ticos y perspectivos, como Alhacen, Vitellion, Eu-
clides, Ptolomeo y el Comandino , y otros muchos,
que de perspectiva, así práctica como especulativa
mente han tratado con tanto ingenio y dificultad,
hacen las demostraciones de esta ciencia sobre al
gun cuerpo simple y de regular composicion : bien
se sigue cuán maravilloso ingenio y artificio se re
quiere, para concordar y proporcionar tanto núme
ro de cosas y ponerlas en perfeccion, representando
y fingiendo en la superficie que se pinta ; la cual se
imagina ser la basa y comun seccion de la univer
sal pirámide visiva, regulada de un punto; y en es
372 ARTE DE U PINTURA.
ta superficie y comun seccion quedan representadas
las imágenes de todas las cosas visibles que pueden
ofrecerse, donde se fingen tanta diversidad de cuer
pos, de tan extrañas y diferentes figuras y especies,
cuantas naturaleza y arte producen : unos animados,
otros inanimados; unos regulares, otros irregulares;
rectos y oblicuos, opacos y trasparentes, lúcidos y
tersos, y cada uno compuesto de varias superficies
y en diferentes sitios , inclinados y revueltos á di
versas partes, y que previenen á la vista con tanta
diversidad de aspectos. Y por ser variamente toca
dos é iluminados de la luz y colores, causan unos
con otros varias interposiciones y oscuraciones, re
flejos y reverberaciones; pues de la perfecta dispo
sicion de estas cosas puestas en rigor precisamente,
aplicando á las leyes y preceptos de la perspectiva
la observancia del natural, y la facilidad en la prác
tica, se viene á conseguir con suma perfeccion el fin
. deseado en la pintura, mostrándonos en el plano las
formas y figuras fingidas, tan al vivo, que realmente
parecen por la semejanza de la verdad, que tienen
cuerpo y movimiento ; y con deleite y satisfacion
del ánimo dejan la vista engañada como dijo nues-
Lib. 2, cap. 4. tro poeta (cuya sentencia habemos traido á otro pro
pósito).
carcii. égiog. 3. Tanto, que al parecer el cuerpo vano
pudiera ser tomado con la mano.
La gloria de las demostraciones se queda á Leon
Bautista Alberto, á Alberto Durero, á Jácome Viño-
la y otros muchos, y últimamente á Juan Uredeman
Frisio, en sus doctos libros impresos año 1604 que
LIBRO SEGUNDO, CAP. VIH. 373
tratan esta materia de propósito, lo cual ocupará sin
duda todo este volumen. A ella pertenecen los es-
corzos de que hablaré más un poco , ó los valientes
de Italia, despues de haber oido á Pablo de Cés
pedes.
Acórtase por esto y ge retira
el perfil que á los miembros ciñe, y parte,
asimismo escondiéndose á la mira,
y desmiente á la vista una gran parte:
donde una gracia se descubre y mira
tan alta, que parece que allí la arte
ó no alcanza de corta, ó se adelanta
sobre todo artificio, ó se levanta.
Esto llaman escorzo, introducido,
que en la habla comun se entienda y nombre,
de tierras extranjeras conducido
trajo con la arte misma é mismo nombre:
ora, pues, ni el trabajo conocido
tal vez te haga acobardar, ni asombre,
ni la dificultad severa pueda
romperte el paso á la sublime rueda.
¿Qué dice el Vasari?
«Han hallado nuestros artífices en los escorzos mA™*" ít.
«una maravillosa advertencia, que es hacer que las
«cosas parezcan de mayor entidad que ellas son,
«porque siendo á nuestra vista una cosa dibujada en
«pequeño espacio y que no tiene la altura ó anchu-
«ra que muestra, con la groseza, perfiles, sombras y
«luces, lo hace parecer mayor, y que sale afuera
«del cuadro. En esta parte no ha habido jamás pin-
«tor igual á nuestro Micael Angel, ni ninguno lo po
ndrá mejor ejecutar, habiendo hecho divinamente
Lib. 2 de la pintura.
Reparo del P.
Pedro Esquivel.
Posserino en su
Biblioteca dice, que
Escorzado viene de
la palabra latina,
decuriare, que es
acortar porque se
pone aquella parte
en breves líueas.
374 ARTE DE LA PINTURA.
I
«sus figuras, que parecen de relieve, en virtud de
«los modelos formados primero en barro ó cera,
«como cosa que aguarda firme más tiempo que el
«vivo. De allí sacó los contornos, luces y sombras,
«con que se aventajó á todos los demás. Nuestros
«viejos (como amadores del arte) hallaron modo
«para poner las figuras en perspectiva por vía de
«líneas.«
Hasta aquí este autor.
En estas últimas razones parece que habia visto
el libro de Alberto Durero, que más felizmente que
ninguno trató científicamente de los escorzos, por
líneas paralelas ; á quien siguió despues Juan de
Arfe, cuyas palabras importa referir para lo que he
de decir despues :
jua« <ie Arfa ub. «Escorzo se llama el relieve que se muestra por
2 m- 4. «arte perspectiva en las cosas dibujadas segun se
«oponen á la vista, cuya demostracion tratarémos
«por una regla infalible que escribió más largamen
«te Alberto Durero, aleman, clarísimo pintor, y muy
«ejercitado en las ciencias matemáticas, en su cuar-
«to libro de Simetría y recta forma del cuerpo huma-
«no.« Hasta aquí Arfe.
Lo que quiero decir es que, de este cansancio y
multitud de líneas (como afirmaba el doctor Juan
Arias de Loyola, insigne matemático), ahorró Mi-
cael Angel en sus. escorzos, valiéndose de la red ó
cuadrícula, puesta delante de sus modelos, á quien
este docto varon llama instrumento mecánico , pero
ciertísimo y usado de muchos valientes, como ade
lante veremos. Y en cuanto al uso de los escorzos,
oigamos al Dolce, que tiene linda eleccion, como
LIBRO SEGUNDO, CAP. VIII. 375
nos lo ha mostrado en tantas partes de esta obra.
Dice así :
«Sucede tal vez que las figuras ó alguna parte de Lu,ioWc«DoUe,
«ellas escorcen, lo cual no se puede ejecutar sin DMoKO Are"«0,
«gran juicio y discrecion, y así se deben usar los
«escorzos raras veces, porque cuanto son más raros,
«tanto causan mayor admiracion. Y mucho más
«cuando el pintor, obligado de la estrechez del si-
«tio, hace en pequeño espacio una gran figura, por
«mostrar que no ignora esta parte.« Y pasa ade
lante :
« Conviene que sepais que el pintor no ha de al
canzar alabanza de una parte sola, mas de todas
«aquellas que acompañan á la pintura, y más de las
«que más deleitan; porque siendo la pintura ejerci
tada principalmente para deleitar, si el pintor no
«deleita queda oscuro y sin nombre. Este deleite no
«lo entiendo de aquello que agrada al vulgo, ni aun
«á los entendidos, á la primera vista ; mas de aque •
«llo que se descubre y engrandece cuanto más se
«mira y se torna á mirar, como acontece en los bue-
«nos poemas, que mientras más se leen tanto más
«deleitan, y más acrecientan el deseo de volverlos
,,á leer. Los escorzos son entendidos de pocos, y así
«deleitan á más pocos, y á veces á los entendidos
«cansan más que deleitan. Pero sé decir que cuando
«están bien ejecutados engañan la vista del que
«mira, estimando mucho que aquella parte peque-
«ña tenga toda su grandeza y proporcion; que es lo Pii„. m. 35 «p.
«que leemos en Plinio cuando Apéles pintó á Ale- <0"
«j andro Magno en el templo de Diana Ephesia, con
«un rayo en la mano, que parecia que los dedos
376 ARTE BE LA PINTURA.
«oran de relieve y que el rayo salia fuera de la ta-
«bla ; lo cual no podia fingir el artífice sino por vía
' de escorzo. « Hasta aquí el Dolce.
No olvidó Pablo de Céspedes esta famosa tabla,
con otra obra de Apéles, en sus elegantes versos,
pues dijo en la estanza 74:
Lib. 2 de la pbi. ¿Qué diré de la tabla que desvia
el fulminante brazo , y los colores?
Vivo parece, y viva fuerza envia
el golpe, entre fingidos resplandores,
al cual se rindió l'Asia, y la porfía
de los Parthas, huyendo vencedores.
¿Y la pintura tan subida y nueva
que con relinchos su caballo aprueba?
Cierro este punto (de los escorzos) con el parecer
del gran Leonardo Vinci, por si alguno lo quisie
re seguir: dice de esta suerte :
D<rum 52. «Haciendo una figura sola, huye del escorzo así de
«las partes como del todo , por no combatir con
«la ignorancia de los indoctos del Arte. Mas en las
«historias, principalmente en las batallas, usa de
«ellas en todos los modos que te ocurrieren.«
ub. 2 deh rint. Del instrumento de la cuadrícula, tan celebrado
de los italianos (particularmente de Leon Batista
Alberto), y del modo de usar de él, habló el buen
racionero con tanta gracia y claridad como de las
demás cosas , y así , será mejor oírselo á él, y más
sabroso el fin de este capítulo :
... o i ' •. Bien hay donde extender la blanda velaLib. A de la pint. J
por ancho campo, donde el fin no es cierto ;
y traer mil precetos, que la escuela
tuvo de los antiguos, y concierto;
LIBRO PEGUMIO, CAP. VII!.
iras mientras la intencion más se desvela
más cerca pide el deseado puerto,
con todo descubrir el fin se debe
del camino más fácil y más breve.
Y para mayor luz sabrás, que hay una
industria con que muchos han obrado,
y acudiendo el favor de la fortuna
y el suceso al estudio, y el cuidado ;
sus pinturas ilustres una á una
las colocaron en tan alto grado
tan firmes, que la fuerza no ha podido
del tiempo oscurecerlas, ni el olvido.
Harás de cuatro listas bien labradas
que entre sí puedan encajarse un cuadro,
y por iguales trechos señaladas
á la redonda sean del recuadro
de señal á señal atravesadas
vaynn las hebras á encontrarse en cuadro:
cual el vario Axerlrez suele mostrarse
y de ébano y marfil diferenciarse.
Pondrás como quisieres la figura
en tabla ó en papel representarla:
en la cual se descubra en la Escultura
un movimiento vivo en que mirarla,
de suerte la acomoda en la postura .
que habrás despues con tintas de pintarla:
si aspira el noble pecho á la alta gloria
que da de siglo á siglo la memoria.
El ya dicho instrumento en medio puesto
de esta figura y de la opuesta vista,
la membrana ó papel tendrás dispuesto;
de tu debujo con razon consista,
378 ARTE DE LA PINTURA .
un trazo sube por derecho enhiesto ,
y corra por través la ciega lista
con otros tantos cuadros y señales
todas al justo, ó todas desiguales.
Y luego mirarás por donde pasa
cierto el contorno de la bella idea ;
de rincon en rincon, de casa en casa,
de aquella red que contrapuesta sea ;
á tus cuadrados los perfiles casa
con oscura Ematite do se vea
el escorzo tan justo con efecto
Igual en todo al Imitado objeto.
Por no haber hecho hasta ahora mencion de la
Arquitectura, y excusarlo adelante, y ser tan forzo
sa á nuestra arte , viene bien rematar con ella las
partes del Debujo. Muchos valientes pintores la han
estudiado de propósito , y si dijese que han sido los
mejores arquitectos , no me parece erraría. Y así,
digo, que como fuese sin menoscabo de las demás
partes de la pintura (que habemos dicho), seria útil
el estudiarla de propósito para los edificios, tem
plos y casas que se ofrecen poner en ejecucion. Te
niendo buena noticia de las cinco órdenes , de las
medidas, diferencias de miembros y ornatos que á
cada una de ellas pertenece. Porque el que es aven
tajado debujador (cosa cierta es) enriquece y ador
na más gallardamente sus trazas, siendo de ordina
rio los que estudian la Arquitectura canteros, alba-
ñiles y carpinteros , los cuales aprenden de los li
bros las medidas ; pero no los adornos ni la gala de
los recuadros, cartelas, tarjas y ornatos caprichosos,
bizarría de remates, festones, grutescos, mascaro
LIBRO SEGUNDO, CAP. IX. ,379
nes y serafines , y otras mil galas que usan los pin
tores y escultores, como Gerónimo Fernandez, Fran
cisco Merino, Pablo de Céspedes y Antonio Mohe-
dano en su Arquitectura. Y de esto no hay nada u Anemia , i.
.... «i 'i i perspectiva , la ar-
escrito ni estampado, de que poderse aprovechar, quil<,ctura noIapo.
si bien en lo demás puede seguir cada uno el autor dia *° ln"ar mei°r
que sus mesmos
que más le agradare (pues son muchos), á quien le autore.. Y por esta
remitimos. «.u **■-•«* vu«v.íiiUW. manos por más
veneracion.
CAPITULO IX.
DFX COLORIDO Y DE SUS PARTES.
Es el colorido la tercera y última parte de la pin
tura (como se dijo en el capítulo primero de este
segundo libro). Es la parte con que más se declaran
y distinguen las cosas naturales y artificiales, y aun
que no cae debajo de preceptos infalibles como el
dibujo (y por esta causa está reducido á opiniones
y caminos diferentes ) todavía los grandes artífices
han hablado y escrito mucho de él , para guiar á
los demás , de cuyos pareceres y sentencias haré-
mos una rica tela , para dar bastante luz de este
arte. Pero será justo comenzar por los colores,
cuántos y cuáles sean los verdaderos, y de esto oir
á quien habla más científicamente, que es Leon Ba
tista Alberto, en esta manera :
1. «Dícese que Eufranor, pintor antiguo, escribió Lib. i de la pint.
380 ARTE DE LA PINTURA.
«de colores, mas estos escritos no existen. No dcs-
>> precio á los que filosofando disputan que la espe
«cie de los colores son siete, y que el blanco y el
»negro son los dos extremos, entre los cuales hay
«uno en el medio ; y que entre estos dos extremos y
«el medio de cada parte hay otros dos, y uno de
«estos dos se acerca más al extremo.»
2. «Mas bástale al pintor saber cuáles. son los co-
«lores, y de qué modo se haya de servir de ellos:
«yo no queria ser reprendido de los que saben más,
«los cuales (siguiendo á los filósofos) dicen que en
«naturaleza de las cosas no se hallan sino los ver-
«daderos colores, que son el blanco y el negro: y to-
«dos los otros nacen de la mezcla de estos. Yo, como
«pintor, lo entiendo de esta manera, que mediante
«juntarse entre sí, nacen otros muchos. «
3. «Pero acerca de los pintores, cuatro son el gé-
«nero de los colores, como son cuatro los elemen-
«tos, de los cuales se sacan muchas especies , por-
•>que lo que parece al fuego es colorado, y al aire
«el azul, y al agua el verde, y á la tierra el pardo ó
«ceniciento ; y todos los demás salen de estos. «
4. «Son el género de colores (como se ha dicho)
«cuatro, los que con el blanco y el negro se engen-
«dran innumerables especies; vemos las hojas de
>>los árboles verdes perder tanto de su color, que
«poco á poco quedan blancas : lo mismo vemos en
«el aire, el cual tal vez por tomar algun vapor blan-
«co del horizonte, participa su propio color: demás
«desto vemos las rosas, algunas de las cuales son
«tan encendidas, que imitan al carmín, otras pare-
«cen á las mejillas de las doncellas, otras álablan
LIBRO SEGUNDO, CAP. IX. 381
«cura del marfil. Hasta la tierra toma el color en
«virtud del blanco ó del negro.«
5. «No, pues, el aj untamiento del blanco muda el
«género de colores, mas produce y cria otra especie,
«y con la misma fuerza lo hace el negro, aunque de
«este nacen muchas especies. Porque este color me-
«diante la sombra se altera, aunque primero se vea
«manifiesto. Así, creciendo las sombras, la claridad
«y blancura del color falta, y creciendo la luz apa-
«rece más Cándida. Y por esto se puede persuadir al
«pintor que el blanco y el negro son verdaderos co-
»lores y alteradores de los demás. « Y concluye :
6. «Puesto que el pintor no ha hallado más que
«el blanco, mediante el cual pueda exprimir el úl-
«timo candor de la luz, ni con que pueda represen -
«tar la oscuridad de las tinieblas mejor que con el
«negro, así, tú no hallarás más en alguna parte que
«estos dos, libres de los otros.«
No menos doctamente discurre Leonardo de Vin-
ci en el grado de los colores, y con más brevedad y
claridad dice :
« El blanco es el primero en el orden de colores sim- do,■™, co.
«ples, el amarillo el segundo, el verde el tercero,
«el azul el cuarto, el colorado el quinto, y el negro
«el último. El blanco por la luz, el amarillo por la
«tierra, el verde por el agua, el azul por el aire, el
«colorado por el fuego, y el negro por las tinieblas
«y oscuridad.« Y más abajo :
«El azul y el verde no son simples por sí, porque Docum. G2.
«el azul es compuesto de luz y de tinieblas. El ver-
«de es hecho de un simple y de un compuesto, esto
«es de azul y amarillo.«
382 ARTE DE LA PINTURA.
Volviendo, pues, al colorido (como el que habló
tambien do todo), comenzará Ludovico Dolce así:
Diilof. Aretioo. «Vengo al colorido; de cuánta importancia sea,
»nos dan bastante ejemplo aquellos pintores que no
«sólo á las aves y caballos engañaron, mas á los
«mesmos artífices.« Y luego :
«Esto nos da á entender el mucho cuidado que
«ponian los antiguos en el colorir, porque sus cosas
«imitaran á las verdaderas. Es cierto el colorir de
«tanta importancia y fuerza que cuando el pintor va
«imitando bien las tintas , la morvidez de las car-
«nes, y la propiedad de cualquier otra cosa, hace
«parecer sus pinturas vivas, y tales que no les falta
«más que el respirar.«
cap. i de esie 2 Hicimos division del colorido entres partes, con
uco, pane i dei viene á saber: hermosura, suavidad y relievo: de la
colorido. . iiiii
primera parte que es la hermosura , se lia habladoLA HERMOSURA, r r 1
asaz en muchas partes de esta obra, conforme á las
ocasiones y propósitos que se han ofrecido: ahora
conviene acomodarla al colorido. Porque es cierto
que la pintura hermosa, con la propiedad que tiene
cada sugeto, es la que entre todas se lleva la ven
taja, y generalmente agrada á todos, sábios é igno
rantes como lo vemos en el natural, que una mujer
hermosa, un lindo niño, un viejo ó vieja de buena
gracia y agradable semblante, lleva los ojos de to
dos tras sí, y lo feo y oscuro es desagradable , aun
que sea natural. Así lo dice Leon Batista Alberto.
7. «Nosotros habemos aprendido mediante el uso
«de pintar, que la naturaleza aborrece lo oscuro y lo
«hórrido, y cuanto más sabemos tanto más inclinamos
«la mano á la gracia y gentileza, y así naturalmen-
Lib. de la pint.
LIBRO SEGUNDO, CAP. IX. 383
«te amamos las cosas claras y abiertas. « Y más ade
lante :
«Yo querría que el género y especie de colores
«en todo cuanto se quisiere hacer ,~ se viesen con
«cierta gracia y gallardía en la pintura. Y entonces
'>sucederá esto, cuando los colores se juntaren unos
«á otros con advertida diligencia: como si pintase
> á Diana que guia un baile ó danza, entonces seria
«conveniente vestir la ninfa que está más cerca de
«un trapo verde claro, la otra de blanco, la otra de
«rojo y la otra de amarillo. Y demás de esto (por
«medio de la diversidad de colores) de tal manera
«estén vestidas, que siempre los colores claros se
«junten con los oscuros (aunque sean de diverso
«género) y de aquel ayuntamiento proceda (me-
«diante la variedad) mayor gracia y (mediante la
«competencia) mayor belleza. « Y prosigue :
8. «Verdaderamente entre los colores hay una
«cierta amistad, que junto el uno con el otro, le
«acrecientan más hermosura, porque si se mete el
«color rojo enmedio del azul, y del verde, les aña-
«den un nuevo lustre y decoro. El color Cándido,
«no solamente al pardo ó cenizo causa alegría, mas
«casi á todos los colores.«
9. «Los colores oscuros están, no sin dignidad,
«entre los claros; y de la misma manera los claros
«se colocan bien entre los oscuros. «
«Dispondrá pues el pintor para la historia esta va
ciedad de colores tan convenientes que habemos
«dicho.«
La unión y suavidad es lo segundo importantísi- 2 pane dei colorido
mo á la pintura. u mvtDAD.
384 ARTE DE LA PINTURA.
i part. cap. 18. «La union (dice el Vasari) es una discordancia de
«colores diversos, juntos y acordados entre sí; los
«cuales muestran diferentemente las partes de lasfi-
«guras : como las carnes distintas de los cabellos, y
«los paños de diferente color separados unos de otros. «
«Cuando estos colores se ponen en la obra encen-
«didos ó muy vivos, con una discordancia desapa
«cible, y tal que son teñidos y cargados de mucho
«cuerpo (como usan algunos pintores) el dibujo vie-
«ne á ser ofendido, de manera que las figuras antes
«parecen metidas de aquel color, que pintadas con
«el pincel : el cual las realza y asombra, y hace pa-
«recer de relievo y naturales.« Y pasa admirable
mente adelante.
Todas las pinturas sean a óleo ó fresco ó temple,
se deben hacer de tal manera unidos sus colores,
que aquellas figuras que en la historia son las prin
cipales, estando delante, se conduzcan sus colores
claros, y los paños de la mesma suerte, y las que
van disminuyendo y entrándose más adentro, va
yan pareciendo poco á poco en el color de la carne
y en las ropas más oscuras, y principalmente se tenga
grandísima advertencia de poner siempre los colo
res más alegres, deleitables y hermosos, en las fi
guras principales, y que justamente son enteras y
no medias y las más vistas y consideradas. Y las
otras que sirven casi siempre por campo de ellas,
sean coloridas con colores más fuertes, que así ha
cen parecer más vivas las que están á su lado. Por
que los colores melancólicos y pálidos, hacen más
alegres los que tienen junto á sí y de una resplan
deciente belleza.
. LIBRO SEGUNDO, CAP. IX. 383 '
No se deben vestir los desnudos de colores tan
cargados, y de tanto cuerpo , que dividan la carne
del paño cuando el paño atraviesa el desnudo , más
el color de las luces del paño sea claro y semejante
á la carne, ó amarillo, ó rosado, ó violado, cambian
do los fondos oscuros con verde, azul ó morado. Que
unidamente se acompañen en el girar de las figuras
en su misma sombra , de la suerte que vemos en el
vivo, que las partes que se avecinan más á la vista
tienen más de luz, y las otras pierden de ella y del
color.
Así en la pintura se deben gastar los colores con
tanta union que no se deje un oscuro y un claro
desagradablemente oscurecido , ó realzado, de ma
nera que hagan discordancia, ó desunion desapaci
ble, salvo en los batimientos, que son las sombras
cortantes que hacen las figuras que están delante la
una de la otra, cuando la luz hiere en la primera y
asombra á la segunda. Y aún en esta ocasion quie
ren serlas sombras unidas con dulzura, porque quien
hace esto sin órden hace antes un tapete ó una pin
tura de naipes, y no carne neida, ó paño mórbido,
ó cosa esfumada, delicada y dulce.
Porque de la suerte que las orejas quedan ofendí- EjCT
das de una música que hace estruendo y disonancia,
así quedan los ojos ofendidos de los colores muy
cargados, ó muy crudos, porque siendo muy encen
didos ó muy vivos ofenden el dibujo, como lo de
masiadamente soplado parece cosa vieja y muerta,
pero ha de caminar siempre entre estos dos extre
mos, usando de dulzura y fuerza.
Tambien se han de variar las carnes, haciendo los
25
386 ARTE DE LA PINTURA.
niños y mancebos más frescos que los viejos, jun
tando lo tierno y lo carnoso con lo seco y arrugado,
que hace una maravillosa consonancia.
En esta pintura dulce y unida, se conocerá la in
teligencia del artífice, y con la suavidad del colo
rido saldrá la bondad del dibujo, dando á la pintu
ra belleza y relieve.
Hasta aquí el Vasari y prosigue el Dolce.
Diálog. Atetiuo. Es la principal parte del colorido la contraposi
cion que hace la luz á la sombra , á que se da un
medio que une el un contrario con el otro , y hace
parecer las figuras redondas, y más ó menos distan
tes (segun la necesidad) debiendo el pintor advertir
que al colocarlas no hagan confusion. En que es
forzoso igualmente el conocimiento de la perspecti
va para el disminuir de las cosas que se apartan y
fingen léjos. Mas conviene atender siempre á las
tintas principálmente de las carnes y á la suavidad,
porque muchos hacen algunas que parecen de jaspe
así en el color como en la dureza, y las sombras son
tan crudas que las más veces acaban en puro negro.
Otros las hacen demasiado de blancas, otros dema
siado de rojas; yo gustaría que fuese el color algo
trigueño, antes que desconvenientemente blanco, y
' desterraría de mis pinturas las mejillas encendidas
y labios de coral, porque tal vez parecen máscaras.
Lo moreno claro fué muy usado de Apéles, y por
esto Propercio, reprendiendo á su Cintia que se afei
taba, le dice, que deseaba que mostrase tal limpieza
en el color cual se veia en las tablas de Apéles.
Verdad es que las tintas se deben variar conside^
rando la edad y sexo; porque un color conviene á la
LIBRO SBGUNDO, CAP. IX. 387
doncella, otro al mancebo, otro á la mujer anciana,
otro al viejo; y no conviene al trabajador, el que á
un delicado gentil hombre.
Es necesario tambien que la pinta de los colores
sea unida y suave , de modo que represente el na
tural y no ofenda á los ojos con los perfiles de afue
ra (los cuales no hace la naturaleza) ni con la ne
grura de las sombras crudas y desunidas.
Así la principal dificultad del colorido está en la
imitacion de las carnes, y consiste en la variedad
de las tintas y en la suavidad y morbideza de ellas.
Conviene despues saber imitar los colores de los pa
ños, sedas y oros de todas calidades, con tanta des
treza que se vea la ternura ó dureza más ó menos,
segun que á la condicion y variedad de cada cosa
conviene. Háse de saber fingir el lustre de las ar
mas, la oscuridad de la noche, la claridad del dia,
los relámpagos, fuegos y lumbres, agua, tierra, yer
bas, peñas, árboles, prados, flores, frutas, edificios
y animales, y tantas cosas y tan vivas, que no har
ten jamás los ojos de quien las mira.
Ni crea alguno que la fuerza del colorido consiste
en la eleccion de hermosos colores, como lindo car
mín, lindo azul ó lindo verde y otros semejantes,
porque estos colores son hermosos de por sí, sin que
se pongan en la obra ; consiste , empero , en el sa
berlos manejar convenientemente. Ultimamente,
procure el pintor que sus figuras muevan los áni
mos, algunas turbándolos, otras alegrándolos, otras
inclinándolos á la piedad, otras al desprecio, segun
la calidad de las historias. Y faltando en esto pien
se no haber hecho nada.
388 ARTE DE LA PINTURA.
Todo esto es del Dolce:
4. Que atribuyo, con razon, tanta variedad de afec
tos y pasiones á los colores, porque (como habe
mos dicho) cualquiera cosa que sobreviene á Ja
compuesta de materia y forma es accidente, y los
colores son accidentes que llevan la pintura á su
última perfeccion. ¿Qué dice Leonardo de Vinci
del colorido y suavidad?
«Tú que quieres agradar á diversos juicios, harás
en una historia que haya cosas de grande oscuridad
y de gran dulzura de sombras, haciendo notoria la
causa de esta diferencia.«
«Las figuras de cualquier cuerpo se obligan á se
guir la luz en la cual tú finges que están, si mues
tras que están en el campo cerca las de gran suavi
dad de luz, no habiéndose descubierto el sol, y si el
sol sale á verlas, serán muy oscuras sus sombras
respecto de la parte iluminada.«
«Si finges la figura dentro de una caja oscura y la
miras de afuera, harás esfumadas las sombras, que
le dan mucha gracia, y honor á su imitador, por ser
de gran relieve, y sombras dulces y suaves , princi
palmente en aquella parte donde se ve menos la os
curidad de la habitacion. «
«No hagas el fin de las figuras de algun color di
ferente del propio campo, porque no cause perfiles
oscuros entre las figuras y el campo.«
«Donde la sombra confina con la luz tendrás res
peto donde es más clara que oscura, y donde ella es
más ó menos esfumada, respecto de la luz. Y sobre
todo te acuerdo que en los mancebos no la hagas
determinada ó desunida, como hace la piedra, por
LIBRO SEGUNDO, CAP. IX. 389
que la carne tiene un poco de lustre trasparente,
como se ve en una mano puesta decante del sol, que
parece más encarnado y resplandeciente; y si quie
res ver qué sombra conviene á la carne, la harás
sobre la pintura con tu dedo, segun la quisieres
más clara ó más oscura, m¿s cerca ó más léjos.«
«Usa de la regla que causan los rayos del sol en
el arco celeste si quieres hacer que la variedad de
un color dé gracia á otro, porque se acrecienta la
hermosura del claro junto al oscuro.«
«Yo he observado este documento con atencion
en los colores del iris, y los pondré aquí para quien
los quisiere imitar con puntualidad, que están ma
ravillosamente compartidos. Comienza en un mora
do alegre, llégasele el carmín y blanco, que hace
un gracioso rosado ; júntase con el bermellon y
blanco mezclado entre sí, y á este el hermoso ama
rillo gualdado, al amarillo el verde claro, luego el
lindo azul, que remata en otro morado, como co
menzó ; únese con tanta suavidad el un color con
el otro, que se pierde en tocando á su compañero,
contendiendo cada cual en aventajarle en viveza y
hermosura.« Añade Leonardo :
«Demuestra la variedad de los colores, cerca de
la parte iluminada, y los campos de las figuras,
con advertencia, que si es la figura clara sea el
campo oscuro, y claro si la figura es oscura. Con
vienen bien entre sí el verde , el colorado y el mo
rado, y el amarillo y azul.«
Y porque acabemos este capítulo dulcemente,
pues trata de la hermosura y suavidad del colorido,
sea el Dolce quien ponga la última mano en él,
390 ARTE DE LA PINTURA.
pues la tiene tal. Pone tres valientes coloridores,
por ejemplo, para que siguiendo' cada uno al que
fuese más conforme á su inclinacion y natural, se
acreciente y mejore en esta parte tan ilustre; irán
por el orden que los pone, dejando otros muchos á
quien se podrá tambien seguir.
Dice así :
«Sobrepujó en el colorido el gracioso Rafael de
«Urbino á todos cuantos pintaron antes de él ; así á
«óleo como á fresco, y á fresco mucho más; y afir-
«mo que sus cosas pintadas en pared vencen al co
lorido á óleo de muchos valientes maestros; y son
«esfumadas y unidas con bellísimo relievo, y con
«todo aquello que puede hacer el arte.«
Y haciendo memoria de Iulio Romano, discípulo
del mismo Rafael, dice:
«Mas fué vencido del colorido y de la gentil ma-
«nera de Antonio Corregio, hermosísimo maestro.
«Del cual en Parma se ven pinturas de tanta belle-
«za, que parece que no se pueden desear mejores.
«Es verdad que fué más hermoso coloridor que de-
«bujador. » Y concluye :
«A Ticiano sólo se ha de dar la gloria del perfeto
«colorir, la cual no alcanzó ningun antiguo, y él
«caminaba á la par con la Naturaleza, y todas sus
«figuras son vivas, y se mueven, y las carnes tiem-
«blan. No ha mostrado en sus obras hermosura vana,
«mas propiedad conveniente de colores.; no ornatos
«afectados, mas solidez del maestro; no crudeza,
«mas lo pastoso y tierno del natural, y en sus cosas
«la luz y sombra se pierden y disminuyen con aquel
«mesmo modo que lo hace la mesma Naturaleza; y se
LIBRO SEGUNDO, CAP. IX. 391
«conoce claramente que ella lo hizo pintor. Y final-
«mente, es en la pintura divino y sin par, y no se
«desdeñara el mesmo Apeles, si viviera, de honrar
«lo.« Todo esto es de Dolce.
Si no los he entendido mal , ilustremente nos han
enseñado en la materia del colorido los cuatro va
lientes sugetos presentes. Y todos nos encaminan á
la imitacion del natural (como lo habemos dicho
en muchas partes destos tratados , y lo contrario se
debe tener por sospechoso) , y así Pablo de Céspe
des , grande imitador de la hermosa manera de An
tonio Corregio , y uno de los mayores coloridores
de España, á quien puedo decir con razon que le
debe la Andalucía la buena luz de las tintas en las
carnes , como lo tiene mostrado en esta ciudad , y
en Córdoba, su patria, en el famoso retablo del co
legio de la compañía de Jesus de aquella ciudad,
en el cuadro principal del entierro de la gloriosa
Virgen Santa Catalina mártir, donde se ven ánge
les bellísimos, y tales, que parece que bajaron del
cielo al monte Sinaí á hacer las exequias de aque
lla Santa Virgen. Este gran pintor español (de quien
hablo más largamente en otra parte) acabo con sus
elegantes versos este capítulo , quedando para el
siguiente la parte última del colorido, que trata del
relievo.
Y pues ya sale y resplandece y dora
(con belleza de luz el nuevo dia)
el cielo oscuro la florida aurora
y alza la faz rosada á l'aura fria :
á vos llamo, y á vos conozco aliora,
ilustre y animosa compañía,
ARTE DE LA PINTURA.
que conmigo entendido aquella parte
habeis de los principiosjle aquesta arte.
Mas, ¿qué me canso de pintar, si'al vivo
desfallece el matiz y apenas llega?
¿Si con humilde ingenio lo que escribo
mal el verso declara ó mal despliega?
Del natural pretende alto motivo
seguir, que á solo estudio no se entrega,
Del natural recoge los despojos
de lo que pueden alcanzar tus ojos.
Busca en el natural, y (si supieres
buscarlo) hallarás cuanto buscares ,
no te canse mirarlo, y lo que vieres
conserva en los diseños que sacares,
en la honrosa ocasion y menesteres
te alegrará el provecho que hallares,
y con vivos colores resucita
el vivo, que el pincel é ingenio imita.
No me atrevo á decir ni me prometo
todas las bellas partes requeridas
hallarse de continuo en un sugeto
todas veces, sin falta recogidas:
aunque las cria sin ningun defeto
(á todas en belleza preferidas)
naturaleza ; tu entresaca el modo,
y de partes perfetas haz un todo.
LIBRO SEGUNDO, CAP. X. 393
I
CAPÍTULO X.
EN QUE SE PROSIGUE LA MATERIA DEL COLORIDO.
La más importante de las tres partes en que divi
dimos el colorido es esta postrera, que es el relievo,
de que se hablará en este capítulo : digo que es la
más importante, porque tal vez se hallará alguna
buena pintura que carezca de hermosura y de sua
vidad , que por tener esta parte de la fuerza y re
lievo, y parecer redonda como el bulto y como el
natural , y engañar á la vista saliendo del cuadro,
so le perdonan las otras dos partes : las cuales- no
son de tanta obligacion como esta. Porque muchos
valientes pintores pasaron sin la hermosura y sua
vidad, pero no sin el relievo, como el Vasari , Mi-
cael Angel , Caravagio y nuestro español Joseph de
Rivera ; y aún tambien podemos poner en este nú
mero á Dominico Greco , porque aunque escribimos
en algunas partes contra algunas opiniones y para
dojas suyas, no lo podemos excluir del número de
los grandes pintores , viendo algunas cosas de su
mano tan relevadas y tan vivas (en aquella su ma- gn
nera) , que igualan á las de los mayores hombres
(como se dice en otro lugar), y no sólo se ve la
verdad de lo que vamos diciendo en estos pocos que
hemos puesto por ejemplo , pero en otros muchos,
que los siguen: que no sólo no pintan cosas hermo-
394 ARTE DE LA PINTURA.
sas, mas antes ponen su principal cuidado en afec
tar la fealdad y fiereza. /
Comiencen, pues, á autorizar nuestra doctrina los
valientes hombres de Italia, de quien nos hemos
valido hasta ahora, y á quien no podemos recusar
por apasionados: y sea el primero Leon Batista Al
berto, que dice de esta manera :
Lib. 2 de la p¡nt. « Yo afirmo que la variedad y la abundancia de
«colores da mucha gracia y gentileza á la pintura.
«Más querría que los grandes pintores juzgasen
«que se debe poner toda industria y arte en colocar
«bien el blanco y el negro , y que en acomodarlos
«se ha de aplicar todo el ingenio y diligencia. Esta
«alabanza fué atribuida antiguamente á Nicias, pin-
«tor ateniense.
«La primera cosa que ha de desear el maestro ha
«de ser que sus pinturas parezcan de gran relievo.
«Cosa que (como al primero) se atribuye á Zeusis,
«nobilísimo y antiquísimo pintor.
«Yo haré estimacion y alabaré mucho aquellos
«rostros pintados, que á los doctos é ignorantes pa-
«recen de relievo , y que salen fuera de la tabla. Y
«por el contrario tendré en poco los que no mues-
«tran el arte sino en los perfiles.
«Mas porque importa imitar las luces con el blan-
«co y las sombras con el negro, te advierto que
«pongas tu principal estudio en conocer aquellas
»superficies, que son tocadas ó de la luz ó de la
«sombra, esto imitarás admirablemente del natural
«y de las mismas cosas.
»Ayudárate con gran facilidad á conocer esto
«(como escogido juez) un claro y lindo espejo. Por
LIBRO SEGUNDO, CAP. X. 393
«que no sé en qué modo las cosas pintadas alcan -
«zan cierta gracia en el espejo, donde aparecen sin
«algun defecto ; ultra de esto es cosa maravillosa,
«que los defectos de la pintara parecen en el espejo
«más feos. Enmienden, pues, las cosas retratadas Maravilloso medio
«del natural, mediante el juicio del espejo.« Así lo elesPeJ«'
siente tambien Leonardo de Vinci.
«Si te falta la práctica, no recuses el retratar del
«natural, mas debes tener un espejo llano cuando Docum' iQ'
« pin tes, y á menudo mirar dentro de él tu obra, la
«cual sea cotejada con el opuesto original, y así
''conocerás mejor tus yerros. Y entonces será bien
«dejarla y tomar un poco de solaz ó entretenimien-
«to , para que volviendo á ella tengas más libre y
«mejor disposicion.
«Si finges las figuras al Sol, haz oscuraslas som- H2.
«bras y gran plaza de luz; y en el suelo las som-
«bras sean determinadas. Si es el tiempo nubloso,
«haya poca diferencia de la luz de las sombras, y
«excusar las de los piés. Y si pones la figura dentro
«de casa, haz gran diferencia de la luz resplande-
'■ ciente y poderosa, y las sombras oscuras y deter-
«minadas en paredes y en el suelo.» Atiéndase á este
documento, que es maravilloso.
«La primera intencion del pintor es hacer que en 158.
«una superficie plana se muestren los cuerpos rele-
«vados y apartados del plano. Aquello que en tal
«arte más excede álos otros, aquello merece mayor
«alabanza. Y esta investigacion (antes la corona de
»tal ciencia) dan las sombras y luces, ó el claro y
«oscuro, üe suerte que si huyes delas sombras, huyes
«la gloria del arte acerca de los buenos ingenios,
396 ARTE DE LA PINTURA.
«y la alcanzas de los ignorantes y del vulgo. Los
«cuales no desean otra cosa que la hermosura de
«los colores, no conociendo el relievo y bondad de
«tal ciencia.
19. «Y pues ves por experiencia, que todos los cuerpos
«son creados de luz y sombra, tú, pintor, acomoda
«que aquella parte que es alumbrada acabe en cosa
«oscura, y asimesmo por la parte del cuerpo som
brosa, acabe en cosa clara. Y esta regla ayudará
«grandemente á relevar tu figura.
49. «Las figuras parecerán más relevadas de su cam-
«po, cuando fuera claro ú oscuro el color con la va
ciedad posible. Y en los fines se observará la dis
minucion de la claridad en el blanco, y de la os
curidad en el color oscuro.« Hasta aquí Leonardo
de Vinci. Y confírmalo el Dolce lindamente.
,So Arei. "Estas luces y sombras puestas con juicio y arte,
«hacen redondear las figuras y les dan el relievo
«que se pretende. Del cual las que carecen de él
«parecen pintadas, y se queda plana la superficie.
«Porque quien alcanza esta parte tiene una de las
«más importantes al pintor.«
Es esto tan verdad, que vemos á cada paso cómo
nos engañan gloriosamente las cosas de los valien
tes pintores en estaparte, pareciendo redondas y
vivas. Pero ¿qué mucho? Si los que no son tales lo
consignan tal vez ; y nos hacen dudar (como se ex
perimenta) aún faltando la buena proporcion y los
verdaderos perfiles : por estar la figura en campo
negro, ó por la comodidad de la luz escasa. Hasta
un estofador con una puerta fingida en la pared, en-
frente de otra verdadera, nos hizo creer que no era
LIBRO SEGUNDO, CAP. X. 397
pintada y nos convidó á entrar por ella. Tanta es
la virtud del relievo.
Paréceme que habré satisfecho bastantemente á
las otras cosas que atribuí al colorido, con lo que
traje en el capítulo pasado, y en este, de pareceres
escogidos de tan grandes hombres. Y que añadir á
lo que tan doctamente explican, es atrevimiento;
porque sin duda se recibirá mejor lo que ellos di
cen. Y yo pasaré á otras cosas, dejando al último
libro de la Práctica y ejercicio del pintar, lo par
ticular del colorido.
Y aunque en el capítulo siguiente se haya de tra
tar algo este propósito, no será fuera dél advertir
en este que las tres partes en que habemos dividido
el colorido, que son hermosura, suavidad y relievo,
autorizadas con el parecer de tan grandes sugetos,
por la mayor parte acompañarán (como tan forzo- '
sas) á los grandes pintores que ejercitaren la parte
más grave y más honrosa de la pintura, que perte
nece á la expresion de las sagradas imágenes y di
vinas historias, que es el fin ilustre (como se ha di- ta. i. caP. i.
cho) de los pintores católicos. Digo que la mayor
parte, porque no hay regla que no tenga su excep
cion, y no es mi intento limitar este punto, ni com
prender en esto á muchos valientes hombres , ni á
los que puse al principio de este capítulo , atribu
yéndoles el relievo. Porque hasta en la antigüedad
hubo esta diferencia entre los artífices, porque Pli- ub 35 caP. 10.
nio hace mencion de un pintor llamado Pireico, que
lo fué de cosas humildes (pero en aquel género de
mucha fama), pintaba barberías, tiendas de oficia
les, animales, yerbas y cosas semejantes, de donde
398 ARTE DE LA PINTURA.
le llamaron Riparógrafo. Pero fuéron muy estima
das y premiadas sus obras. Que era como los que
en este tiempo pintan pescaderías, bodegones, ani
males , frutas y países : que aunque sean grandes
pintores en aquella parte , no aspiran á cosas ma
yores, con el gusto y facilidad que hallan en aque
lla acomodada imitacion: y así, las repúblicas y
reyes no se valen de ellos en las cosas más honro
sas y de mayor majestad y estudios, y no les hace
mucha falta la hermosura y suavidad, aunque el re-
lievo sí : mas á los que están obligados á pintar án
geles, vírgenes y santos, y sobre todo á Cristo
Nuestro Señor y su Santísima Madre, y todas las
sagradas historias, bien se ve la suavidad, belleza,
decoro y todo lo demás que pertenece á los tales
artífices. Y pasando adelante, traigo una curio
sidad de Leonardo de Vinci en uno de sus docu -
mentos.
«He probado (dice) algunas veces no ser de poca
«utilidad cuando te halles solo á oscuras en tu cama
«andar con la imaginacion repitiendo los linea-
«mientos superficiales de las formas estudiadas, para
«confirmar las cosas más en la memoria.«
Yo paso este laudable consejo tambien al colori
do, y digo : piensa atentamente en las famosas pin
turas que has visto , y en las cosas naturales, co
tejando lo uno con lo otro : inquiriendo y buscan
do en aquella retirada quietud lo más perfecto y
hermoso, dulce y relevado. Porque haciendo la ima
ginacion este sabroso ejercicio, se retiene, guarda,
y confirma en tu memoria mucha variedad de cosas
de las que has visto.
LIBRO SEGUNDO, CAP. X. 399
Parece que quiso decir esto el racionero Céspedes
en estas dos octavas :
En el silencio oscuro su belleza
desnuda de afectadas fantasías,
le descubre al pintor naturaleza
por tantos modos y por tantas vias :
para que el arte atienda á su lindeza
con nuevo ardor, cuando en las cumbres frias
la luna embiste blanca y en cabello
al pastorcillo desdeñoso y bello.
Las tristes espeluncas escondidas
de árboles silvestres y sombríos,
los sacros bosques, selvas extendidas,
entre corrientes de cerúleos rios,
vivos, largos y perlas esparcidas,
entre esmeraldas y jacintos frios,
contemple, y la memoria entretenida
de varias cosas quede enriquecida.
Y pues no es ageno del intento, y nos acercamos
al fin de este libro segundo, lograré algunos precep
tos generales de los que escribió en lengua flamen
ca Carlo Vanmander, natural de la ciudad de Har-
lem, en Holanda, en su libro de pintura impreso
año de l604, de quien hemos hecho ya mencion, y
la harémos adelante.
No encamines la cabeza á la parte donde inclina cP. 4 precei. 8.
el cuerpo en la figura plantada.
En la figura que trabaja, trabajen todas sus par- 17
tes y músculos.
No se ha de encubrir en la ropa la gracia de los n.
perfiles del desnudo.
400 ARTE DE LA PINTURA.
18. En la figura de rodillas antes junten los piés que
las rodillas, para mejor gracia.
22. No siga la figura en brazos y piernas un mismo
movimiento.
23. No tengan los movimientos demasiada violen
cia , porque no parezcan las figuras desvergon
zadas.
22. Al brazo que sale afuera en la figura le ha de
corresponder la pierna contraria, sacándola tambien
afuera para mejor movimiento.
19. Piés y piernas en la mujer, estando plantada, no
se han de apartar, porque es contra la honestidad.
23. El demasiado escorzo en una figura es desgra
ciado.
25. - No se ha de levantar la cabeza más de cuanto
pueda mirar derecha y descansada al cielo.
26. No vuelva la cabeza más de hasta poner la barba
enfrente del sobaco.
25. No se doble la figura de manera que los hombros
bajen del ombligo.
27. En la figura cargada , la pierna que correspon
de al peso se ha de reservar de caminar, de ma
nera que la más descargada ayude libremente á la
figura.
28. En la figura que camina no ha de haber más que
un pié de claro entre los dos.
20. En la figura que corre, parezca en todos los
miembros aquella agilidad y ligereza con que se
ayudan unos á otros.
3g. Represéntese en cada figura el movimiento y efec
to que su edad pide, el viejo como viejo, y el ma
ncebo como mancebo.
LIBRO SEGUNDO, CAP. X. 401
No se le apliquen á la figura de mujer las fuer
zas en el movimiento y accion como al varon, por
que sus movimientos son más flacos.
En las figuras de mujeres no se les ha de dar el
semblante y compostura á las vírgenes que á las
matronas de más edad.
Y generalmente los movimientos de las mujeres
han de ser honestos y recogidos, en cualquiera plan
tado que tengan.
Los hombres robustos y fuertes han de tener así
los movimientos, y los mancebos más suaves y con
más ligereza.
En el historiado conviene hacer montones de
figuras, unos cercay otros desviados, sentados unos
y otros en pié, descubriendo campo entre unos y
otros ; y en léjos, como en una batalla, se vean al
gunas figuras por entre las demás.
Micael Angel más atendió en el juicio á cada
figura de por sí, que á la disposicion del historiado,
y así usó de pocas disminuciones y apartamientos.
Es cosa loable que todas las historias tengan
armonía y consonancia en la disposicion y en las
figuras, y que guarden en todo hermosura en la va
riedad y diferencia.
Guárdese en el historiado que unas figuras en
tren y otras salgan, y haya unas fronteras, otras
de medio perfil, unas sentadas, otras de rodillas y
otras que se van á sentar ó á levantar, conforme á
la historia; mirando arriba y abajo, y en suma se
guarde en todo variedad y diferencia.
Siempre se excusa en las historias lo que algu
nos usan, que es" poner delante medias figuras de
26
402 ARTE DE LA PINTURA.
hombres ó de animales para hacer la historia ma
yor, si no le obliga el haber delante algun campo
ó historia que signifique impedir la vista de toda la
figura.
Hánse de poner en las historias figuras de todas
edades, niños, varones, mancebos y mujeres con
diferentes animales, edificios y países por léjos, que
es lo más agradable.
No pidiéndolo la historia, es enfadosa cosa la
muchedumbre de figuras sin necesidad, que estor
ban las unas á las otras.
No estando bien acabado lo que á la historia per
tenece no es agradable, porque muchas cosas dife
rentes bien hechas dan sumo gusto á la vista.
Tambien se debe usar en las historias, para que
se gocen las figuras, poner unas altas y otras bajas;
otras subidas en árboles, y sobre las columnas de
los edificios asidas con ellas, y sobre diferentes sue
los y campos levantados.
Las figuras principales y de mayor autoridad se
pongan siempre delante, ó en pié ó asentadas, para
que la historia sea luego conocida, conforme lo
pide la razon ; y los que con ellas hablan ha de ser
con humildad y respeto.
Es cosa conveniente que cada figura haga el efec
to que se pretende , y represente (como sucede en
una comedia) la parte que le pertenece, ó de grave
dad, ó de humildad.
En suma, todas las acciones y efectos que hace
el natural se han de procurar en los efectos de
pintura.
Y que alguna figura en particular advierta al
LIBRO SEGIMDO, CAP. X. 403
que mira del misterio de la historia. En esto sigue
á Leon Batista Alberto.
Estando una figura delante de otra, conviene que
los claros de laque está detrás sean más muertos, y
menos la fuerza de sus oscuros, para que se aparte
una de otra.
Y si habiendo muchas figuras hasta el fin fue
ren oscureciéndose, conviene que el campo tenga
la claridad conveniente para desviarse una cosa de
otra suavemente sin crudeza ; imitando en todo los
efectos del natural, porque los pintores y poetas
este es su principal fin.
En algunas historias convendrá haber figuras
de igual hermosura, como en la de Abraham con los
tres ángeles. A diferencia del juicio de Páris, donde
las dos diosas son vencidas de la hermosura de Ve
nus. Y así á este modo de otras.
Tiene mucha dificultad el pintar un rostro riendo
y otro llorando, porque en ambas acciones se le
vantan las cejas hácia la frente, y de los ojos salen
arrugas pequeñas hácia las orejas.
El rostro que llora no levanta las mejillas, antes
las baja, y la boca declina el perfil hácia abajo, en
arco abierto, los ojos algo cerrados, y las cejas en
sus principios inclinadas arriba: ejemplo es Laocoon-
te y sus hijos, y el natural.
Y para mostrar tristeza sin lágrimas, esté la cabe
za inclinada sobre el pecho, y la mano sobre el co
razon.
La boca del que rie va la línea al contrario,
levantando los extremos y haciendo arco hácia aba
jo, y relevando y hinchando los carrillos y mejillas.
404 ARTE DE LA PINTURA.
En los incendios se ha de atender á la diferen
cia de los fuegos para el colorido, para que las lla
mas sean de diferentes colores y el humo tam
bien, conformela la cosa que se quema; y las luces
han de cercar el perfil de las figuras de la parte que
vienen, de lo más oscuro, conforme al colorido de
las llamas: esta diferencia se ve en el natural con
distincion. Hasta aquí este autor.
Pienso que algunos me agradecerán el haberles
comunicado estos preceptos, que aunque parecen
fáciles y vulgares tienen (á mi ver) viveza y espíri
tu como de hombre advertido, los cuales pudieran
haber tenido otro lugar, pero hallélos despues en el
aparato de mis papeles y para los de esta facultad
donde quiera tendrán estimacion. Por todo lo que
habemos escrito en el primero y segundo libro, se
manifiesta cuán grande es esta noble arte de la pin
tura, y cuán dificultosa de alcanzar, como lo pon
deró gravemente el doctísimo Alberto Durero, con
cuyas palabras darémos honroso remate á este ca
pítulo.
Dice así :
«Mas nadie se maraville que tantas y tan diversas
«cosas puedan venir á la memoria al enseñado artí-
«fice, á las cuales el espacio de la vida no basta,
«porque la brevedad de ella nos constriñe á dejar-
olas, por ser las que ocurran innumerables.« Y más
adelante :
«Pero muchas veces cae en suerte á alguno tal
«ingenio y tal suceso de obra, que ni en su siglo ni
«en otros siguientes tenga semejantes. Lo cual se
«puede entender de las reliquias de los antiguos,
LIBRO SEGUNDO, CAP. X. 405\
«en cuyos pedazos, que ahora se sacan á luz, hay
«tanto de artificio que nada de nuestras cosas puede
«ser comparada á ellos.«
Adviértase con qué humildad habla un Alberto
Durero, donde descubre las grandes obligaciones
que tienen los artífices, y la ventaja que hacen las
obras de los antiguos á las nuestras, contra la opi
nion vulgar.
Y porque el instrumento de tan grandes obras es
el pincel, á quien se atribuye de ordinario todo el
poder del ingenio del pintor, acabo con este enig
ma que yo le hice :
ENIGMA.
i
De un humilde animal vengo,
soy blando de condicion,
y, sin lengua, doy razon
de todo, aunque no la tengo.
Y aún parece más que humano
de mi poder la grandeza,
porque otra naturaleza
hago al que me da la mano.
Lo que estimo sobre todo,
que no sólo artificiales
pero sobrenaturales
cosas hago de alto modo.
Todo cuanto quiero hago
y lo vuelvo á deshacer ;
un término es mi poder
y sin término mi estrago.
Es mi poder en el suelo
tan semejante al eterno,
406 ARTE DE LA PINTURA.
que puedo echar al infierno
y puedo llevar al cielo.
Y, aquí para entre los dos,
llega mi poder á tanto,
que no sólo haré un santo,
pero haré al mismo Dios.
CAPITULO XI.
QUE DECLARA ENTRE VARIAS MANERAS DE PINTAR
CUÁL SE DEBE SEGUIR.
De la manera que la naturaleza se diferencia en
los rostros (por causa de la variedad de accidentes
que de tal manera se halla en unos que no se halla
en otros), así las varias inclinaciones llaman á los
pintores á que sigan diversos caminos, imitando á
los maestros que más se conforman con su natural
inclinacion. Y así por esta causa será bien dar algu
na luz entre tantas opiniones, á los que tienen de
ella necesidad. Fundada, no en mi autoridad, mas
en la de los antiguos y modernos más ilustres que
los han seguido. Que estos son los doctores á quien
se ha de dar crédito en esta doctrina, en cuanto se
conformaren con la razon, guia de todas artes. Con
siderando el camino que estos siguieron, aunque de
varias naciones, moderando cada uno su natural in
clinacion, y poniéndola debajo de la verdad del
arte. Y comenzando por los primeros y más anti
guos, colígese con evidencia de los casos raros, su
LIBRO SEGUNDO, CAP. XI. 407
cedidos á estos artífices , que refiere Plinio y otros
autores, que el modo de pintar de Apéles, Protóge-
nes, Parrasio, Zeuxis y los demás era acabado como
lo es el natural, pues los engaños que de la vista
de sus obras se sucedieron fuéron de cerca y no de
léjos. Y que no eran sus pinturas á borrones ni con
fusas. Porque claro es que para engañar los pájaros
y obligarles á picar las uvas, si de muy cerca no lo
parecieran fuera disparate hacernos creer cosas se
mejantes; y que Zeuxis dijo ásu competidor Parra
sio levantase el lienzo ó él lo fuese á levantar,
teniendo el pintado por natural ; pareciéndole que
debajo de aquel velo estaba la pintura, lo cual era
imposible si no estuviera muy determinado y dulce
mente colorido. Contienda que á mi ver escribió ga
llardamente el doctor Enrique Vaca de Alfaro (cuya
temprana muerte nos privó de mayores cosas1) en
este
SONETO.
Pudo el pintor de Eraclia, en ingenioso
certamen, abatir al fiel modelo
de las opimas aves, en su vuelo
escuadron de avecillas numeroso;
Mas á idea tan diestra, á tan glorioso
pincel, burló, engaño, mentido velo,
que seca tabla, no estrellado cielo
ni bosque de Diana cela umbroso.
La victoria se arroja dignamente
el efesio pintor, ni se la niega
el culto Zeuxis de su patria gloria.
Pues vencer al artífice prudente,
más que de torpes aves copia ciega
digno es de fama, digno es de memoria.
408 ARTE DE LA PINTURA.
Y por esta causa las pinturas antiguas es de creer
que fuéron acabadísimas, porque la buena manera
de pintar á temple no permite menos que mucha
union y dulzura. Y que en esto fuéron iguales á las
estátuas y simulacros de los escultores excelentes
de aquel tiempo. Pero dejando los de Apéles, Pro-
tógenes , Timantes y otros infinitos, de quien están
llenas las historias, cuyas obras ó la mayor parte de
ellas acabaron ya, no por falta de la arte, porque esta
corrió á par con la escultura como hermanas naci-
ca, l, r«P. 2. das de un mismo principio (aunque como tenemos
probado, fué primero la pintura) sino por falta de las
tablas, lienzos y muros, donde fué hecha. Al fin he
mos visto ya por sus obras lo que basta para dar luz
á este discurso. Mas viniendo á lo que es más veci
no á mi intento, y al siglo de oro que gozó Italia,
sea pues, el divino Micael Angel el primero, sígale
Rafael de Urbino, Alberto Durero, Ticiano, Antonio
Corregio, Andrea del Sarto, Polidoro, Federico Ba-
roico, Tadeo Zúcaro y otros de esta escuela. La ma
nera que estos siguieron es la principal que ha de
defender nuestra opinion. Y su acertado juicio el que
ha de sujetar el nuestro. Estos pues, fuéron verda
deros imitadores de las estátuas antiguas, y'por me
jor decir de la naturaleza. Y no presuma ninguno
temerariamente ni tener mejor juicio que ellos, ni
mejor eleccion, ni mejores maestros que las reli
quias antiguas y el natural. Esto bastaba para qui
tar de dudas, y de falsas opiniones á todos los que
en la luz de media andan en tinieblas. Pues vemos
en las obras de estos artífices referidos, todo lo con
trario que los más siguen hoy : lo primero mucho
LIBRO SEGUNDO, CAP. XI. 409
debujo, mucha consideracion y conveniencia, mu
cha profundidad de pensamiento, mucho conoci
miento y estudio de anatomía, mucha propiedad y
verdad en los músculos, mucha diferencia en los
paños y sedas, mucho acabado en las partes, así en
el debujo como en el colorido, mucha belleza y va
riedad en los rostros , mucho artificio en los escor-
zos y perspectiva, mucho ingenio en las luces, con
forme á los sitios y lugares donde colocan sus obras;
y finalmente mucho cuidado y diligencia en descu
brir y manifestar en toda la dificultad de la arte las
cosas más terribles de vencer. Todo lo contrario de
esto, por miserable negligencia, siguen hoy la ma
yor parte de los pintores , á quien con mayor razon
dirémos vulgo : pues cada uno como las zorras de
Sanson, sigue su diverso camino instruyendo ó des
truyendo los simples discípulos en tomar perfiles de
pinturas de otros maestros, sin haberse ejercitado en
debujar luengo tiempo, como era razon, imitando
las cosas buenas de otros, para venir á alcanzar los L¡b. it rap 12.
grados que ya tengo dicho. Y yo conocí un sugeto
(y no de los que se preciaron de menos ingenio) que
mandaba á sus discípulos que no debujasen imitan
do, y les prohibía esto con grandísimo rigor, y daba
lugar á que de suyo sin género de principio ni de
luz, ni de imitacion , debujasen los disparates que
les venian á cuento (peregrino modo de enseñar);
peí o dirá toda la muchedumbre de los que trabajan
por la facilidad de la pintura , atendiendo más al
provecho [de la ganancia que al honor de la cien
cia ( cosa que lamentaba el otro sábio hablando de
su tiempo), casi por las mesmas palabras diciendo:
410 ARTE DE LA PINTURA.
rimio in.. 35 «Ahora más se trabaja por las riquezas que por la
rop' 7" «virtud« que harta autoridad tienen los maestros á
quien siguen; y que es valentía pintar mucho y ser
largos, sin tantas fatigas : y que los venecianos si
guen este modo, y entre ellos hay muchos valien
tes, y particularmente el Basano que tiene gran fa
cilidad; y que sus borrones valen más que lo muy
acabado de otros. (Y no ha faltado en España quien
ha querido honrar un modo particular de borrones,
ni seguido antes, ni imitado despues de ninguno.)
Y pues nos viene á las manos esta cuestion, será
bien hacer verdadero juicio de estas pinturas, com
parándolas con las de los maestros de la Academia
Ejemplo. Romana, por este ejemplo : agradable cosa sea en
una aldea ver una labradora hermosa, de la manera
que lo suelen ser, morena, de gracioso color, negros
los ojos, negro el cabello (como Anacreon deseaba)
vergonzosa, de buen entendimiento y discurso,
adornada con la llaneza del uso de su pueblo, y to
da aventajada á las demás; pero no hay duda sino
que una princesa ó reina, con blanca y rosada tez,
y cabellos de oro, y ojos de zafiros, como quieren
los más de los poetas, llena de discrecion, adornada
de varias telas, puesta junto de esta labradora, será
más agradable objeto á la vista, y más poderoso
para aficionar el ánimo, del que supiera hacer bue
na eleccion. Y aunque parece haberme declarado,
aplicaré lo dicho al intento que sigo; el Basano, gran
pintor, ¿quién lo duda? más de cosas pastoriles, de
animales, excelente hombre. Todas .sus figuras si
guen un traje, y este es moderno y sirve en todas
las historias, como sirven tambien las figuras, por
I.1BR0 SEGüNtO, CAP. XI. 411
que el viejo, el mancebo, el niño, la mujer, es una
figura misma, introducida en todos los actos de sus
historias, donde gasta más ropa que desnudo, más
zapatos que pies , que apenas descubre uno : y pues
to que sea excelente como lo es, representando una
hermosa labradora, ¿qué tiene que ver con la pro
fundidad y grandeza de un desnudo de Micael An
gel? ¿Qué con la conveniencia del historiado y pin
turas hermosísimas de Rafael? ¿Qué con la ciencia y
caudal de Alberto? ¿Qué con el colorido y propiedad
de Ticiano? ¿Qué con la belleza y dulzura de Corre
gio? Finalmente con esta reina y señora tan difícil
de conquistar, por su grandeza, no es justo poner la
labradora en competencia. Además que en la facili
dad ó dificultad del copiar la pintura de los unos ó
de los otros hay gran diferencia; porque la del Ba-
sano y de los que siguen su camino, muchos en cual
quier estado que estén la imitan fácilmente, ó á lo
menos lo que hacen parece bien; que el dibujo no
les hace allí falta, que casi sin él se les pega aquel
modo sin mucho trabajo, y valga en prueba de esto
la experiencia. Mas la pintura de Micael no así, an
tes en Roma prohiben el imitarla á los mancebos,
porque no se pierdan en aquel Océano de su profun
do juicio; pues para imitar las de Rafael y de los
demás de su bando, es menester debujar toda la vida,
para venir á alcanzar algo de aquella manera, y para
copiar una pintura de estos apenas con mucho traba
jo se llega á la suavidad, relieve y gracia que con
tiene en sí: y no es menester fuerte argumento para
ver, que todos los grandes hombres que ha tenido
España en la escultura y pintura, un Berruguete,
412 ARTE DE LA PINTURA.
Becerra , Machuca, el Mudo , maese Pedro , Luis de
Vargas, gloria de nuestra patria , despues de haber
con increibles trabajos consumido lo mejor de sus
vidas en Italia, aspirando con sus ingenios más que
humanos á dejar de sí memoria eterna, escogieron
como nos muestran sus obras, el camino de Micael
Angel y Rafael de Urbino y de los de esta escuela,
lleno de dibujo, de suavidad, de hermosura, profun
didad y fuerza, apartándose de las pinturas borradas
y confusas y que no imitan el modo de los anti
guos, ni la verdad de lo natural, en los trajes y des
nudos. Con esto enriquecieron á España, con esto
nos dieron luz admirable, con esto fuéron estimados
de los Príncipes y Reyes y Monarcas del mundo. En
estos pues, como en cristalinos espejos, hemos de
mirar nuestros defectos, y este es el camino que será
justo seguir entre tanta confusion de opiniones, y si
es lícito traer ejemplo más cercano á nuestro tiem
po, bien vemos en las famosas obras de Pablo de
Céspedes el vivo espíritu de Corregio, y con cuánta
suavidad , belleza y excelente colorido , y grandeza
de dibujo, confirma esta verdad tan importante, res
tituyendo en este tiempo la pintura á su primera
dignidad y estima. Mas para mayor confirmacion
de lo que se ha dicho pondré algunas objeciones, de
las que pueden formar los que siguen otras opinio
nes. Y sea la primera que , la mayor parte de los
pintores siguen lo contrario de lo que yo apruebo,
y que lo que está en uso de tantos que se llaman
maestros de esta profesion, tiene fuerza de ley, y
esto es tenido en nombre de mayor destreza, por la
mayor facilidad; y aunque tocamos algo arriba con
LIBRO SEGUNDO, CAP. XI. ' ' 413
el ejemplo de Basano , responderemos aquí otras
diferentes razones. Otra objecion más fuerte que la
primera, es afirmar que la pintura á borrones, hecha
para de lejos, tiene su particular artificio y acuerdo,
en los que la ejercitan bien; y tiene mayor fuerza y
relieve que la acabada y suave. Tambien ponen otra
fortísima, que parece imposible impugnarla, con el
ejemplo de Ticiano, uno de los más excelentes co
loridores que ha tenido Italia, y cabeza de la Aca
demia Veneciana , y casi de todos confesado por el
mayor; pues se tiene por adagio cuando la pintura
no es acabada , llamarla borrones de Ticiano , con
que se califica sumamente este camino : y aunque
puede haber otras muchas objeciones, segun lo que
yo alcanzo, á solas estas tres, que parecen las ma
yores, se pueden reducir las demás por guardar bre
vedad. Y procediendo por orden digo que, lo que es L». 35, CTP. 7.
usado de los más no es lo mejor, pues son menos
siempre (segun toca Plinio) los más doctos y sábios,
en cualquier facultad; y así en la pintura es lo mis
mo; y el uso si es malo viene á ser abuso, y en esta
parte deja de ser ley y es secta, porque la facilidad
en obrar sin atencion y estudio, la tiene introducida
la miseria y pobreza, y como por esta parte- la pin
tura no puede tener calidad, suplen con la cantidad
esta mengua, haciendo muchos cuadros en el tiem
po que se debe dar á uno. Esta inconsiderada des
treza reprendió Apeles cuando uno de estos confia
damente le mostró una pintura , y le encareció la
brevedad diciéndole : «aunque callaras, tu obra dice Erasm. A. PoPht.
cuán presto la has pintado.« Ala objecion segunda, Lib' 6'
que la pintura tiene particular estudio para de léjos,
414 ARTE PE LA PINTURA.
yo no lo he hasta ahora alcanzado , ni menos oido
practicar á grandes hombres que he tratado , antes
este modo ha procedido, á mi juicio, de" querer fa
cilitar y ahorrar de tiempo y de fatiga en la pintura
y crecer en hacienda, ó por defecto de la edad, que
cansada la vista no puede durar mucho tiempo en la
dulzura de los colores. Y esto ha sucedido á algunos
grandes maestros, que como supieron ejecutar el
arte labrando dulcemente en la juventud, tambien
lo ejecutaron en los borrones que dan siendo viejos;
y esto no procede de nueva maestría que no la hay,
y si la muestran es por hacer ostentacion de la faci
lidad, aunque les cueste trabajo : que tenga más re
lieve que la pintura acabada y dulcemente colori
da, no hay causa con que se pueda probar ( como
hemos visto) porque el que labra puede dar ásu
pintura toda la fuerza que quisiere, como se ve en
las pinturas de Leonardo de Vinci, de Rafael de Ur-
bino, que son acabadísimas, y en las de nuestro
Maese Pedro Campaña, discípulo del mismo Rafael,
que no sólo de léjos, pero de cerca sucede pensar
que es relieve siendo pintura. Y respondiendo á la
objecion última, digo que Ticiano es verdad que
aún siendo mozo no acabó las pinturas tanto como
otros. Y para esto antes de pasar adelante supongo,
que en dos maneras se puede entender ser una pin
tura acabada; (entre otras) la una es, por no faltarle
nada de lo esencial en las partes, ni en el todo, y
en este sentido llamamos una mujer muy acabada
en hermosura, cuando la frente, ojos y boca, y las
demás partes tienen entre sí correspondencia en la
perfeccion y proporcion : así en una pintura el di
LIBRO SEGUNDO, CAP. XI. 415
bujo, colorido y buena eleccion la componen de
manera que se puede decir acabada ; y en esta parte
de acabar entran todos los grandes maestros y hom
bres de opinion, y si careciesen de ella poseerían in
dignamente el nombre, porque á todo buen artífice
le obligan á saber la verdad de todo lo que pone en
ejecucion, determinando las partes del cuerpo hu
mano y los demás primores con distincion y no con
fusamente. Esta parte tuvo Ticiano, como tan gran
de artífice, y sus borrones no se toman en el senti
do que suenan, que mejor se dirían golpes dados en
el lugar que conviene con gran destreza. Y adviér
tase que sus mejores y más estimadas pinturas (que
yo he visto en el Pardo y Escorial) son las más aca
badas y las que hizo en lo mejor de su vida: y asi
siendo muy viejo (como refería un hermano de Alon
so Sanchez, valiente retratador de Felipe II que es
tuvo en su casa) daba borrones sobre cosas excelen
tes, con lástima de los que las miraban. Y habiendo
con esto respondido á todas las objeciones, prosigo:
que la segunda manera que se llama acabada una
pintura (á que desobligamos á los que se desobligan
por su inclinacion y opinion, como guarden la pri
mera) es una manera de dulzura y asiento de colo
res, que con grande suavidad y limpieza se ven en
el cuadro de pintura, y partes muy determinadas
en las figuras, que de cerca y de léjos deleita , ale
gra y entretiene; cosa en que los flamencos han sido
excelentes. De este acabado al primero hay esta di
ferencia ; que este abraza al otro , porque de este se
pasa al otro fácilmente, pero quien por el otro co
mienza dificultosamente se reduce á la suavidad y
416 ARTE DE LA PWTURA.
blandura de este. Y así, da buenas esperanzas quien
en sus principios acaba mucho las pinturas , de ser
• gran pintor, y de dar si quisiere despues , en pintar
menos acabado. Y aunque digo que este segundo
modo abraza la perfeccion del otro, entiéndese en
los grandes maestros. Que muchos hay y ha habido
que han pintado dulcemente, y para muy cerca á
quien falta lo mejor de la arte y el estudio del de
bajo, y aunque han tenido nombre, no habido entre
Ejemplo. los hombres que saben; ejemplo es Morales, natural
de Badajoz. Confirma lo que vamos diciendo lo que
sucedió á cierto pintor en esta ciudad el año de l607
que estaba en opinion de acabar mucho sus pintu
ras. Sacáronle con violencia, un cuadro que tenia á
cargo, para un lugar público y honroso : certifican
do él que estaba por acabar. Y convocando la parte
pintores, uno de los más aventajados, que seguia el
contrario camino, juzgó no faltarle nada. Y con esta
determinacion se puso en lugar conveniente, á pesar
de su artífice, que certificaba faltarle más de un mes
de ocupacion para perfeccionar su obra. Bien pasa
dos cuatro años, con ocasion de mudarse á otro sitio
se acabó esta pintura , y con la satisfaccion que
dió creyeron á su autor. Caso pocas veces sucedido
y que descubre bien la distancia de un camino al
otro. Tambien pudiera poner ante los ojos para prue
ba de este discurso, muchas otras pinturas á fresco
y óleo, de las que he visto y observado y de
las de nuestro Luis de Vargas, donde claramente se
manifiesta la verdad de mi opinion. Pero traeré ála
memoria una sola que el año referido, trajo dela
córte á esta ciudad D. Mateo Vazquez, Arcediano
■
LIBRO SEGUNDO, CAP. XI. 417
de Carmona (de que haré mencion á otros propósi
tos), ahora por el acabado, es un cuadro que pintó en
Roma Cipion Gaetano el año de l58l , presentado del
Cardenal D. Ascanio Colona á su tio Mateo Vazquez
(Secretario que fué de Felipe II) de cinco cuartas
de alto y siete de ancho de figuras de medio cuerpo.
Un Cristo con la cruz á cuestas cercado de crueles
ministros, y la Virgen Nuestra Señora , San Juan y
la Magdalena, que afligidos le siguen. Está miran
do con grave y varonil compasion el Redentor á la
Sagrada Virgen, y ella á él, con tanto afecto y ter
nura que moverán á piedad las piedras. Donde ma
ravillosamente ejecutó el pintor la semejanza del
rostro del Hijo y de la Madre, particularmente en
los ojos, que á mi ver no se ha pintado cosa más
viva, ó no he visto (por decirlo mejor) de ningun
artífice, ojos que así me admiren. Vése el acabado
de la barba del Salvador con tanta paciencia que en
sutileza de pelo sobra á las pinturas de Alberto Du-
rero (por decir más que de Morales), pues las manos
del Señor con que abraza la cruz son de hombre
vivo. Parecen en ella las varias tintas que hace la
carne natural, y la distincion del color de ella y de
las uñas con tanto primor que no puede ser más. Es
pintura de dientes y uñas porque se defiende con la
dificultad de su acabado, que es tal, que el madero
de la cruz, teniendo la mano sobre él y tocando el
lienzo, todavía está un hombre dudoso si es natural
ó pintado. Cuando vi esta pintura dije osadamente,
como aquí, mi sentimiento: y cuánto confirmaba
este cuadro mi opinion y el camino que desde mis
principios he seguido. Pero no se ha de inferir de lo
27
418 ARTE DE LA PINTURA.
dicho que antepongo á Cipion á los valientes hom
bres traídos en este discurso, y en muchas partes de
esta obra, porque hablo de un particular ó dos y no
de lo general de la pintura. En el cual pudo muy
bien aventajarse, siendo inferior en valentía y gran
deza de arte á los demás.
Y no parecerán exageraciones las particularidades
y menudencias del acabado de este cuadro á quien
hubiere visto lo que refiere Plinio del famoso Ape
les, que excede todo encarecimiento. «Pintaba (dice)
tib. 35. cap. lo. «los rostros de los hombres tan puntualmente, tan
«acabados que, Apion Gramático escribe que uno de
«los que dicen las cosas venideras por las rayas de
«la frente, llamados Metopóscopos, viendo las imá-
«genes de algunos pintadas de su mano, dijo por
«ellas los años de la pasada vida ó de la futura muer-
«te de sus originales.« Por do se manifiesta ser la
pintura acabadísima.
Y no es mucho pintar las rayas del rostro , pues
ha habido quien pintase el sutilísimo vello del cuer
po humano, y hasta los poros de la misma carne. Y
porque será ya tiempo de acabar este capítulo y de
pasar adelante, en comprobacion de cosa tan clara
Artepo»u. dice divinamente Horacio: Ut pictura poesis erit.
La poesía será como la pintura. (Que antes del Si-
mónides, por ser tan parecidas estas dos artes , lla
mó á la pintura Poesía muda, y á la poesía Pintura
que habla.) Prosigue, pues, Horacio, y dice: «Hay
«una que te deleitará más, si estás más cerca, y hay
«otra que te parecerá bien , si estás de léjos. Esta
«última ama la oscuridad, pero la que es hecha
«para de cerca, quiere ser vista á la luz , porque no
LIBRO SEGUNDO, CAP. XI. 419
«tiene ni rehuye al ingenio agudo del juez que la
«mira : aquella, basta mirarla una vez , está puesta"
«á lo claro, vista muchas veces, agrada.« Hasta
aquí Horacio, y concluye, que hay poesías que son
para léjos, para oidas de paso y no consideradas ; y
otras , que el mayor exámen las engrandece más,
por tener en sí mucho bueno que considerar ; de
manera que la pintura hecha para de cerca, porque
sus partes sufren mayor prueba, es aquí más alaba
da del poeta, y comparada á buena poesía con mu
cha razon ; pero no le ha de faltar la fuerza y relie
ve, ni la consideracion del sitio para donde es, que
con esto será buena para ambas partes. Esto es cuan
to al colorido y modo de pintar, en que fué incom
parable Antonio Corregio , á quien , sin emulacion,
yo holgara imitar más que otro alguno en el colo
rido. Teniendo en esta parte el sentimiento que tuvo1 1 Prim. volúm. de
Giorgio Vasari, cuando dice en la vida de este ex- h3.ftMe.Hi. le.
celente varon lo que suena así en nuestra lengua:
«Tengan por muy cierto que ninguno mejor que él
«trató los colores , ni con mayor hermosura , ni con
«mayor relieve pintó algun artífice : tanta era la
«suavidad y dulzura de las carnes que hacia y la
«gracia con que acababa sus obras.« Finalmente,
porque concluyamos con la sentencia general del
filósofo, que no tiene réplica, traída á nuestro pro
pósito: Ars imitatur naturam. El arte imita la natu- AA, L]1> 2.
raleza. Sea la pintura semejante á lo natural, aca- w," cp'
test. 22.
badísima de cerca, y de léjos relevada, y que salga
del cuadro : y léjos y cerca parezca viva, y que se
mueve. Porque si una pintura engaña de léjos, y
otra de léjos y cerca, será esta mejor que la otra,
420 ARTE DE LA PINTURA.
pues le lleva aquella parte tan principal de ventaja.
lu>. 2 de la p¡n- Esto da á entender el doctísimo Leon Batista Al-
berto en estas palabras : Ma lodiamo quella pittura
che á gran relievo et che si paia molio simile á corpi che
ella á da representare : esto es : Alabamos la pintura
que tiene gran relieve, y que es muy semejante á
los cuerpos que quiere representar. Que es decir en
una palabra: la mejor pintura y más digna de ala
banza y estima, es la que no lo parece, porque de
jando de ser pintura es viva. Ultimamente favorece
tambien mi opinion toda la filosofía, pues enseña
que mientras las cosas más se acercan á nuestra
vista, más se descubren, pues el que estando dis
tante sólo parecía un bulto, acercándose más es
hombre , y más cerca Juan ó Pedro, hasta llegar á
juzgar la perfeccion ó imperfeccion de sus partes.
CAPITULO XII.
POR QUÉ ACIERTAN SIN CUIDADO MUCHOS PINTORES , Y PONIÉNDOLO NO
CONSIGUEN SU INTENTO.
No por perder el tiempo y las palabras con el
vulgo, antes por satisfacer á los doctos (que á veces
llevados de la comun opinion fatigan los ánimos de
los artífices) determiné dedicar un capítulo á sólo
apurar este punto. Hállanse dos maneras de obrar
en la pintura, la una por arte y ejercicio, que es
científicamente, la otra por uso solo, desnudo de
LIBRO SEGUNDO, CAP. XII. 421
preceptos. Donde á los comprendidos debajo de es
tos dos modos de obrar les sucede diferentemente
en la ejecucion. Y procediendo de menor á mayor,
clara cosa es que los pintores que ejercitan casual
mente el pintar con inferior conocimiento, y son so
lamente prácticos, cuando pongan mucha diligencia
por hacer alguna cosa con cuidado, no todas veces
les sucederá bien, por falta de la certeza de los pre
ceptos; y otras no poniéndolo acertarán , como lo
vemos por experiencia. Pero estos no obran verda
deramente como artífices, ni es arte en ellos la pin
tura ; y se verifica en los tales la opinion singular
de que no lo es, seguida de Dominico Greco, contra a*. i¡b. 6,
la de Aristóteles y todos los antiguos (con que di-
mos principio á esta obra ) y en estos es acaso el
acertar ó errar ( no negamos aquel error que sigue PHu. Lib. ^
á la condicion humana de que no están libres los «*• ,0-
varones sábios). Pero si la pintura es arte (como he
mos probado) y este es un hábito efectivo con ver
dadera razon (aunque de cosas que no son necesa- Pbt' \q 5 de
rias), y las artes son infalibles, esto es, no yerran Re,Publ.
jamás y siempre consiguen su intento, todas las
veces que el artífice aplicare los medios convenien
tes y usara de los preceptos y reglas del arte, al
canzará gloriosamente lo que pretende, que es la
perfeccion de su obra. Verdad es que algunas cosas
que vemos obrar son semejantes en la composicion
á los nidos de las aves y á las telas de las arañas,
que parecen hechas artificiosamente , siendo antes
por instinto natural que por razon ni por arte, como
no se puede llamar artífice cualquiera que hiciese
algo de pintura , haciéndolo acaso ó por industria
ARTE DE LA PINTURA.
Jorge Vasari. Séli' de maestro, como se mostró en aquel cantero , el
«, volumen * la cual habiend0) por orden de Micael Angel, desbas-
tado un término de la sepultura de Julio II, apartó
un mármol para labrar una figura, imaginándose ya
escultor. Dícese arte de las cosas que no son nece
sarias, porque todas las artes so ejecutan en cosas
contingentes, que suelen ser y no ser, y en esto son
B.'n«i¡i sorqui d¡s- diferentes de las ciencias (segun dice doctamente el
puu j uv ia no- Jarqui), porque todas las ciencias tratan de cosas
lleta de las arles. 1 ' 1 1
necesarias, que en esto se distinguen las cosas ar
tificiales de las naturales ; que estas tienen su prin
cipio en sí mismas, y las artificiales en otro, que es
el artífice. Pues ¿de qué manera se podrá conocer la
nobleza de un arte? Decimos que como la nobleza
de las ciencias se conoce en dos cosas, del sugeto
de que tratan y de la certeza de las demostracio
nes, y de esta manera aquella ciencia, que es más
cierta, tiene el sugeto más digno ó más noble , así
en el arte se debe atender principalmente á consi
derar el fin, y segun fuere fin, más ó menos digno,
así el arte será más ó menos noble; y, como cual
quier ciencia, toma su unidad de un sugeto , y es
una sola y distinta de todas las otras, por tener un
fin sólo distinto de los demás. Cariosamente descri
be esta diferencia el Ripa , pintando al arte y á la
ciencia. La imágen del arte es una mujer vestida
iconología á lo antiguo , en la mano derecha tiene un pincel
toi^V^1 y un cincel , y la izquierda arrimada á un madero
fijo en la tierra, y ligada á él, una planta nueva: el
pincel y cincel significan la imitacion de la natu
raleza, que se ve expresa, particularmente en el
pintar y esculpir. Júntase con esto el palo fijo en
LIBRO PEGUNDO, CAP. M. 423
tierra, el cual con su rectitud hace que por la fuer
za del arte crezca la planta torcida y tierna. La imá-
gen de la ciencia hace una matrona gallardamente
apuesta, con alas en la cabeza, en la mano diestra
un espejo, en la siniestra una bola y un triángulo
de punta sobre ella : píntase con alas en la cabeza,
porque no hay ciencia donde el entendimiento no
se levanta á contemplar; el espejo, porque en él se
ve la forma accidental de las cosas que existen, y
se considera su esencia ; el globo muestra que la
ciencia no tiene opiniones contrarias, como en el
orbe celeste no hay contrariedad de movimientos.
El triángulo manifiesta que como los tres lados ha
cen una sola figura, así tres términos en la propo
sicion causan la demostracion en la ciencia. Y pa- Y i mayo,
sando adelante, por cumplir en la materia del arte 0 2 meni«r'.
y excusarla en otro lugar, diré algunas razones
convenientes, y primero que cualquier arte, no ArUt. m,. 2
imitando á la naturaleza con estas cuatro causas: 105 Phi,i- «P-
la material , la formal, la eficiente y la final , pues
en la pintura la material es aquella de quien se hace
todo lo que toca á esta arte, como los colores, el
papel, lienzo ó tabla donde se pinta; la formal es la
que da la forma y el ser á la cosa , y hace que sea
antes hombre que caballo ; la eficiente es el mismo
que la hace, esto es, el artífice ; y la final es expri
mir y representar cualquier cosa por forma y seme
janza, mediante la imitacion. Y como la causa for
mal no puede ser sin la material , así la misma for
mal no puede ser sin la agente, sin el artífice, ni
el agente sin la final. La cual es la más noble de
todas, y á quien todas las otras sirven. Porque todas
424 ARTE DE LA PINTURA.
las cosas que obran así natural como voluntaria
mente, obran por el fin. Platon junta á estas cuatro
otras dos, la ejemplar (llamada de él idea) y la ins
trumental , las cuales sin duda se comprenden de-
ub. l cp. U. bajo de las cuatro; porque la ejemplar se puede re
da ser* . £ 1a formal , y la instrumental se reduce á la
eficiente. De la causa final de la pintura, y cuán
noble es por esta parte, muchas veces se ha dicho
en este libro, y en capítulo particular. De la ejecu
cion de este fin saca el artífice tres frutos (segun
dice Séneca), el primero , el conocimiento delas
reglas del arte , y este cogió y gozó al punto que
acabó la obra: el segundo, el de la, fama y opinion
que ganó en ella ; el tercero la utilidad , que es , ó
el interés ó la gracia, de quien la estimó ó le dió su
debido precio. Mas dejando esto aquí, y tornando á
lo que al principio propuse á los mancebos y nue
vos pintores, por la mayor parte, es á quien sucede
Ari.t. iib. 7 Eihir. errar, porque no son perfectos artífices (segun el di
cho del filósofo, que puede más la fortuna donde la
prudencia es menor), porque á la perfeccion del arte
conviene la doctrina , esto es, el conocimiento uni
versal de las cosas pertenecientes á esta profesion
y el uso y ejercicio del mismo arte. Porque si la
doctrina adelgaza el entendimiento, el ejercicio
perfecciona la mano, y así requiere no menos tiem
po que estudio. Sentencia es de un valiente pintor
Leonado v¡nc¡ do- que la pratica deve essere edifícala sopra la buona teo-
Cum. 20.E«t<ido- f.ca pQr jQ cual con los doctos pintores no vale
curnento lomo de 1
«qoi capucho por esta opinion de muchos, que tal vez sale felizmente
estar impreso. _ • j j j i i i
una pintura con pequeno cuidado del artífice, y tal
sucede, aplicando con atencion y estudio las fuer
LIBRO SEGUNDO, CAP. XII. 425
zas de su caudal , no conseguir lo que pretende.
Haciendo suerte, lo que tiene certidumbre de parte
del arte (como dijimos) pues aquello que consigue
acaso en efecto no se puede llamar arte , conforme
al testimonio de Séneca. Y no es contrario á esto
haber unas veces más disposicion y más prontitud
en el obrar, por la templanza del órgano del alma Epist. 26.
y la igualdad del temperamento ; pero no es esta
variedad causa para errar ó acertar en lo esencial
del arte cuando la mano está sujeta al ingenio del
artífice, como lo muestra el primer cuartel de aquel
celebrado soneto del divino Micael Angel :
Non ha l'ottimo artista al cuín concello
ch'un marino solo in se non circonscrioa
col suo soverchio, el solo á quello arríva
la mano, che ubbidesce all'intelletto.
Quiere decir: no tiene el buen artífice concepto
alguno que no lo comprenda en sí un mármol , de
bajo de su superficie, y sólo á aquello llega la mano
que obedece al entendimiento.
La declaracion del Barqui sobre este soneto es
esta ; todas las cosas que puede obrar el artífice, no p¡«p. i
sólo están en potencia en la materia de que hace
sus obras, pero están en la más perfecta forma que
se puede pensar, conforme á la hermosura de la idea
modelo que tiene en la fantasía; pero faltando el arte
y práctica, podrá imaginar bien y obrar mal (segun
la mejor doctrina de Aristóteles) ; pero conviene
saber primero, que el ser es de dos maneras, uno
se llama potencial y otro real. El ser potencial de
cualquiera cosa es aquel que no ha venido al acto,
426 ' ARTE DE LA PINTURA.
mas está escondido en la materia, sea cera ó barro,
ó mármol (siguiendo el ejemplo del soneto), porque
de él se pueden formar variedad de figuras, las
cuales cuando hayan venido al acto , mediante el
artífice , tendrán el ser real. De manera que todo lo
que está en el agente en potencia activa, está en la
materia en potencia pasiva. Así, no forma el singu
lar artífice, no imagine en la fantasía cosa , que un
mármol sólo (que es la materia del escultor) no en
cierre dentre de sí , debajo de su corteza ó superfi
cie ; pero esto sólo se concede á quien tiene arte y
práctica, porque sólo lo alcanza aquella mano que
sabe exprimir lo que ha concebido, esto es, que
, obedece á la imaginacion, que esta virtud ó poten
cia se forma en este lugar por el entendimiento, se
gun este expositor. Mas recogiendo lo que hemos
dicho, si el arte es un hábito del entendimiento, y
tiene todas las razones de su parte, y la fortuna no
tiene razon ninguna , sino que obra por accidente,
porque dice Aristóteles en el 6 de las Éticas, ale
gando el verso de Agaton, «el arte ama la fortuna,
y ella el arte.« Algunos creen que el verso de Aga
ton se debe entender y referir por los pintores , que
no pudiendo (como se ha dicho) hacer alguna cosa
con arte, la hicieron al acaso, como se lee en Plinio y
en Valerio Máximo. Pongamos el lugar de Plinio á
la letra, y responderemos á él ; hablando de Protó-
piin. i¡h i5 rap. genes, dice : «Pintó un perro maravillosamente he
lo, vaierio Max!- "cho del arte y del caso, Porque pareciéndole ha
mo «P. . nijerse satisfecho en todo, no podia pintar la espu-
«ma procedida del cansancio, porque procuraba que
«no pareciese pintada, y deseaba lo verdadero y no
LIBRO SEGUNDO, CAP. XII. 427
«lo verificaba, y mudaba una y otra vez los colores
«enjugando el pincel ; finalmente, airado contra el
«arte, refregó la esponja con que limpiaba los pin
tceles de varios colores en la pintura, y acaso por
«la mezcla que tenia hizo lo que él deseaba, y por
«esto la fortuna obró en su pintura lo natural que él
'-procuraba.« Y más abajo: «Lo mismo sucedió á
«Nealte en la espuma de un caballo ; á quien favo-
creció tambien la fortuna.« Hasta aquí Plinio.
Parece que esta autoridad desbarata nuestro edi
ficio y autoriza la comun opinion ; pues sucedió á
dos valientes artífices , principalmente á Protóge-
nes, tan celebrado en la antigüedad y tan alabado
y estimado de Apéles. Séame lícito decir en su de
claracion mi sentimiento, teniendo más respeto á la
verdad. Sin duda ninguna (en buena razon) más
difícil habia de ser á Protógenes pintar un perro
que pareciera vivo , que formar la espuma que le
salia de la boca, porque para la forma de un animal
se habia de ayudar de la naturaleza y del arte en
sus preceptos, y para pintar la espuma bastaba una
simple imitacion de lo natural, y la espuma del ani
mal, aunque no la tuviera presente, la podia artifi
ciosamente contrahacer ó fingir ; pues hay poca di
ferencia de una espuma á otra , siendo toda blanca,
y para la viveza de su pintura no era esto lo esen
cial. Y á mí no siendo Protógenes (recíbase esto con
más humildad que suenan las palabras), no me die
ra tanto cuidado la espuma como el perro. Además,
que es imposible que una esponja teñida en varios
colores pueda formar una espuma blanquísima, por
que habia de hacer un jaspe variado ; y cuando es
428 ARTE DE LA PINTURA.
tuviera manchada de solo blanco, tampoco podia
con ello hacer la espuma con el imperio y gallardía
que con el pincel : la salva que me parece más dig
na de la veneracion de este lugar, es (á mi juicio)
estar esta nobilísima arte en sus principios y no ha
ber llegado en la experiencia y ejecucion de mu
chas cosas menores á su perfeccion , aun en los
hombres de tan grande opinion ; porque no sujetar
un famoso artífice cosa tan fácil, no se puede creer
aún de los medianos de este tiempo : y no por esto
pierde Plinio de su autoridad , porque como histo
riador refiere el caso que en muchos lugares de este
libro de la pintura es admirable y digno de ser creido.
Pero con todo lo que se ha dicho, á un doctísimo
varon de este tiempo que con debido culto veneraba
la antigüedad, le pareció templar esta censura excu
sando al arte y al artífice (que estaban entonces en
tan alto grado) con el ejemplo de otros famosos que
habiendo alcanzado las cosas mayores de esta pro
fesion, tuvieron en poco inclinar la grandeza de su
ingenio á las menores; y no permitía que la espuma
se hiciese por arte ó caso , sino naturalmente , con
forzar la esponja bañada del humor líquido en la
superficie llana ; y los varios colores salvaban con
poder estar tocada de blanco solo por aquella parte,
culpando antes al historiador que al pintor. Pero
porque con este parecer (aunque docto) no satisfago
á los de mi profesion, me place por ahora seguir el
intento del primero, por ser, á mi ver, más literal,
y cuando concedamos que se hizo la espuma ó na
tural ó pintada, refregando la esponja en el cuadro,
y que pasó como lo dice el lugar citado. ¿Leemos,
LIBRO SEGUNDO, CAP. XII. 429
por ventura, que se hiciese así una figura, ó cabeza,
ó mano? Claro está que no : luego no hace fuerza
este ejemplo para estribar en él : de manera que
concluimos este capítulo con que el arte no obra
acaso; y con que clarísimamente el buen artífice tie.
ne cierto el fin honroso de sus pinturas, y aun antes
que las comience, en su idea las ve perfectamente
acabadas, fundado en los medios convenientes y re
glas y preceptos de su profesion, y finalmente que
no es lícito, en particular á los hombres doctos por
este solo ejemplo de los antiguos pintores, favorecer
esta opinion, y así en confuso, sin distincion algu
na publicar que aciertan acaso los profesores de este
arte, si no tienen por verdad el ingenioso y poético
pensamiento de Libiano, sofista griego, traído á
nuestra lengua en una valiente silva por D. Fran
cisco de Rioja, honra de esta ciudad, que, porque á
mi ver viene aquí muy á propósito, con él darémos
glorioso remate á este discurso.
Introduce, pues, un famoso pintor que habiendo
salido gloriosamente con su intento en sus obras,
se queja en una donde queriendo pintar la imagen
de Apolo, y poniendo toda la industria de su arte,
la tabla de laurel sobre que pintaba le resistía, no
admitiendo semejante forma, dice así:
Mancho el pincel con el color en vano
para imitar ¡oh Febo! tu figura
en tabla de laurel ; ó los colores
no obedecen la mente, ni la mano,
ó huye tambien Dafne tu pintura,
árbol, aún no olvidando tus amores ;
ARTE DE LA PINTURA.
perdió la grana y nieve que solia
teñir su boca y frente,
el casto afecto no con que vivia,
pues aún lo guarda en la cortina dura
Si perdió solamente
color y hermosura,
y anima el rudo tronco Dafne esquiva
en tu desden aun á tu imagen viva.
A la aurora pinté en el horizonte
entre inflamadas nubes y distintas
con puras luces y rosado arreo.
De la ninfa que habita el hueco monte
mentí con los pinceles el deseo,
cuerpo dando á la voz con varias tintas.
Y tú, Marte soberbio, aunque guerrero,
contra mí no vibraste el limpio acero,
porque con los colores te mostrara
espirando fiereza,
sola esta virgen prueba su. dureza
en mí, porque intentara
que leño informe Apolo le abrazara.
Dafne el arte ha vencido,
venció ya Dafne el arte.
¡Oh Cintio! culpa tuya.
¿Dó está el arco? ¿dó está el divino aliento?
A tan flaco poder mengua es que huya
y que de él se remita alguna parte.
Dime, la antigua llama
con imperio en tu sangre se derrama
que el desden sólo puede en un rendido.
Ya tu desprecio y no el del arte siento,
que si queda sin gloria (intonso Apolo)
tu, fábula, y sin lustre al mundo, solo.
FIN DEL LIBRO SEGUNDO.
TABLA
DE LOS
CAPITULOS QUE CONTIENE ESTE LIBRO PRIMERO.
Páginas.
CapítuLo I.—Qué cosa sea pintura, y cómo es arte liberal y su
difinicion y explicacion 9
Cap. II.— Del origen y antigüedad de la pintura y su primera in
vencion 22
Cap. III.—De la contienda entre la pintura y la escultura, y las
razones con que cada una pretende ser preferida. ... 32
Cap. IV.—En que se prosiguen las respuestas en favor de la
pintura 47
Cap. V.—De otras, razones sueltas en que la pintura se aventaja
á la escultura. . . . , 69
Cap. VI.—De las honras y favores que han recibido los famosos
pintores de los grandes Príncipes y Monarcas del inundo. 86
Cap. VII.— En que se lleva adelante la materia del pasado, y se
describe el túmulo hecho á Micael Angel 106
Cap. VIII.—De oíros famosos pintores de este tiempo, favoreci
dos con particulares honras por la pintura 129
Cap. IX.— Santos que ejercitaron la pintura y de algunos efec
tos maravillosos procedidos en ella 144
Cap. X.—De las diferentes maneras de nobleza que acompañan
á la pintura y de la utilidad universal que trae 166
Cap. XI.—De la pintura y de las imágenes y de su fruto, y la
autoridad que tienen en la Iglesia Católica 183
Cap. XII.—De tres estados de pintores, que comienzan, median
y llegan al fin 205
432 ARTE DE LA PINTURA.
LIBRO SEGUNDO.
CapítuLo I.—De la division de la pintura y sus partes. . . . 221
Cap. II.—De la órden, decencia y decoro que se debe guardar
en la invencion 238
Cap. III—.En que se prosigue la materia del decoro. . . . 256
Cap. IV.—En que se concluye la aprobacion de la pintura del
juicio y la materia del decoro 278
Cap. V.—Del dibujo , y de sus partes 307
Cap. VI.—En que se prosiguen las partes del dibujo. . . . 321
Cap. VII.—En que se concluyen las proposiciones prometidas. 342
Cap. VIII.— Donde se acaban las proposiciones y partes perte
necientes al dibujo 360
Cap. IX.—Del colorido y de sus partes 379
Cap. X.—En que se prosigue la materia del colorido. . . . 393
Cap. XI.—Que declara, entre varias maneras de pintura, cuál
se debe seguir 406
Cap. XII.—Por qué aciertan sin cuidado muchos pintores , y
poniéndolo no consiguen su intento 420
Fin del tomo I del Arte de la Pintura,
Y SEGUNDO VOLUMEN
de la Biblioteca de EL ARTE EN ESPAÑA.