arte nacional...tierra fecunda; reside en nuestros gobiernos, en nuestros hábitos de última hora y...
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FUENTES
DEL
ARTE NACIONAL pon
RAFAEL OBLIGADO De, la Audemia E~paüola, del Aleneo de Lima r del Lieeo Hidalgo de 'Méaico
BUENOS AIRES
ÍMPRENTA DE PABLO E. CONl É HIJOS
680 - CALLE DEL PERÚ - 680
1891
-.,aUMECA ""AIL ALBERTO A""',~.
FUEN1fES DEL AR1fE NACIONAL
DISCURSO DEL PRESIDENTE DEL JURADO
F.N EL CEftTA:\JEN' HISPANO-A:\JERICANO DE LA ACADEMIA LITERARIA
DEL PLATA
Señor Director:
Señoras y señores:
Mis colegas en el Jurado de este certamen
me-han concedido el bonor de abrir el acto
diciéndoos breves palabras. Vengo pues á
conversar con vosotros sin pretender enseña
ros cosa alguna. Cuanto voy á pronunciar
es conocido y viejo, pero precisamente lo
más sabido suele ser lo más olvidado.
¿o Qu{impulso, qué sentimiento nos con
grega en este recinto~ El impulso, el senti-
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miento de lo bello, el cultivo de las faculta
des altas del alma, de aquello que está más
lejos del positivismo reinante, de este posi
tivismo que en plena riqueza nos ha hundido
en la miseria. Hay muchos caminos de sal
vación para los pueblos, y el nuestro ha me
nester de los más llanos, porque, se siente
débil y está extraviado.
Abramos, pues, á su paso las sendas del
arte que llevan suavemente á las cumbres, á
la virtud y á la hermosura.
La causa de nuestro descenso, notadlo
bien, existe en el hombre, no en nuestra
tierra fecunda; reside en nuestros gobiernos,
en nuestros hábitos de última hora y tam-o ,
bién en nuestras leyes. Hemos recogido de
la madre tierra cosechas upimas; el trigo,
el maiz y los ganados cubren nuestros cam
pos; lluvias benéficas los han fecundado.
Dios, en cuanto es padre universal, nos ha
pr'Jtegido colmándonos de dones. ~ Por qué
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entonces el clamor de la hora presente, este
clamor que suena desde J ujuy á Magallanes ~
~.Es posible que un pueblo en tanto multiplica
sus cosechas llote su pobreza '? ~ Es posible
el hambre en medi.o del banquete más sucu
lento á que país alguno haya asistido jamás ~
Si, señores, y es porque todo lo hemos
cultivado, así los campos como la inteligen
cia, pero no hemos cultivado el alma en su
hermosa plenitud. El corazón argentino, el
corazón heróico de Maipo yCha9abuco, pa
rece haber dejado de latir; la lira nacional
de Echeverría no suena ya en nuestras pam
pas-; hemos arrojado al mismo Dios de nues
tras escuelas; ya no son Jos tiempos de las
grandes virtudes cívicas, los tiempos de Bel
grano; ya no es la Madre de las Mercedes la
dulce Generala de nuestros ejércitos, la ven
cedora de Tucumán y Salta!
Con asombroso aturdimiento nos hemos
dado á todas las imitaciones en mengua de
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nuestra personalidad. Constitución imitada
aunque acomodaticia; plan de enseñanza
copiado con irritante servilismo, aunque
ya felizmente modificado en la enseñanza
secundaria; costumbres importadas, proca
ces unas veces, otras descaradamente vicio
sas; y por último, arte naciente, no infantil
sino decrépito desde la cuna, no ingenuo con
la ingenuidad de lo verdadero, de lo sentido.,
de lo observado, sino traslado misero del
extranjero.
Este afán por la imitación, este amor' á la
esclavitud intelecttual, prueba una de dos
cosas: ó que no tenernos talento, ó que no
tenernos dignidad! Creo que nos falta esta
última, por lo cual no extraño que SIgamos
y entonemos loores precisamente á los pue
blos que más befan y escarnecen el nombre
argentino. !
lo Será que nuestra historia, nuestras Co.S
tumbres, nuestra naturaleza, carecen de ele-
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mentos genuinos para el arte ~ Abrimos un
cértamen literario en que la poesía ocupa el
primer lugar, y justo es que nos detengamos
á considerar si la propia fuente es bastante
caudalosa para apagar la sed de la inspira
ción.
Evocada apenas nuestra historia, multitud
de cuadros, de epis9dios magníficos, se agol
pan á mi mente en luminosa agitación. En
tre todos ellos quiero elegir uno donde la
grandeza épica toca en lo sublim.e, en noble...,
cida por la desgracia, divinizada por el sen
timiento religioso de nuestros mayores.
Era en la pampa de Ayohurna, ·tendida
sobre la meseta de la montaña. Tres mil
argentinos al mando de Belgrano, resto de
los vencedores de Salta y vencidos de Vilca
pugio, último baluarte de la patria en la hora
aciaga, retaban ú muerte á los realistas de
Pezuela.' A espaldas de nuestros soldados la
patria perrn~mecia inerme, muda, extreme-
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ciéndose á cada rumor. El choque fué tre
mendo, nuestra derrota mortal. En vano
Zelaya arroja los potros de Cochabamba,
espumantes de coraje; en vano Balcarce,
Cano y Superi empujan y estrellan nuestras
infanterías; en vano La Madrid, ciego y de
satentado, acuchilla hasta los cañonesr .. la
derrota es cierta, es una verdad pa vorosa.
Millares de dispersos ruedan por las monta
ñas anhelosos y exangües; al crujir de las
armas, á los gritos de rabia, de agonía, de
muerte, vencidos y vencedores cubren los
despeñaderos como hervorosos torrentes ...
Reclinándose en las cumbres lejanas mue
re el sol con apacible majestad. Zelaya hace .) ,
el postrer esfuerzo, produciendo algo así
como la última explosión del heroísmo;
Belgrano, sereno, grande y triste como el
astro que moria, hace tocar llamada, la lla
mada de siempre. Acuden á la v.oz de lapa
tria los dispersos) los heridos, los moribun-
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dos; y el General, de pié, levanta la bandera
azul y blanca ... y todos se arrodillan, y de
rramando aún sangre heróica, rezan el rosa
rio, el rosario de la vencedora de Tucumán
y Salta!. ..
y ¡;:i de la historia venimos á nuestras cos
tumbres, dejando de lado por su notoria im
portancia las del gaucho, las del minero de
los Andes, las del isleño de los deltas, para
considerar aquellas que parecen menos origi
nales, l" no encontraria el arte espacio sobrado
para sus creaciones"?
Respeto Y' amo á todas las madres, pero
hogar' perfumado y tibio, hogar nido de
virtudes y centro de abnegaciones, como el
que han sabido y saben formarlas nuestras,
no existe superior sobre la tierra. Sin ofen
der otros paises, á quienes en esto no quiero
juzgar por no hacerlo á través del vidrio
manchadó de sus literaturas, puede afir
marse que la familia argentina, tal vez por
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tradiciones de r.wl, es en verdad sencilla
y piadosa.
Vosotros los extranjeros, que sólo admi ... .ü'"
el lujo de nuestras dama.'J, los velos, los en
cajes., las cinta.~ de nuestros niñas. no os
equivoquéis. No aman las galas por simple
vanidad femenina: ámanlas porque son.~
Has, obedeciendo ~i secreto impulso del que
perfumó las flores, coloreó las nubes y enar
cü el iris sobre las aguas.
Mientras el amor, ajeno al interés. una
los corazones y la religión los bendiga, el
hogar argentino será precioso elemento para
el arte sano, para aquel realismo delicioso que
pinta la verdad, no siempre galana, alguna
vez iIigrata, pero nunca· nauseabunda, como
de intento parece buscarla la escuela novísima
que no acierta á dar un paso fuera del barro,
cual si hub~era. nacido conformada imica y
exclusivamente, ú semejanza de ciertoR rep
tiles, para deslizar~e en los pantanos.
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Otro elemento artístico y de valia, ha sido
el catolicismo en nuestros grandes tiempos.
El clero nacional fué revolucionario en
la época de la independencia. De la cátedra
sagrada, como de los cailones de Chacabuco,
partía el rayo libertador. La religión y la
patria, en estrechísimo abrazo, pugnaban de
consuno por el ideal hermoso.
Notad este llecho que, como el nuestro, se
produce en otros pueblos: las banderas con
quistadas en altas lides eran depositadas y
aún se conservan en nuestros templos. Sólo
la casa de Dios, y no los museos de última
invcn9ión, se halló digna de tal o~renda
del patriotismo. Por ello pudo exelamar
uno de nuestros poetas en valiente estro
fa, refiriéndose á nuestras glorias legen
darias:
Este es pueblo de guerreros, .Que en sus dias inmortales Alfombró sus catedrales Con pendones extranjeros!
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De la naturaleza de nuestro suelo como
tesoro estético, para qué hablar? Basta nom
brar la Pampa, el Océano, el Andes, el
Paraná, inmensas pinceladas del Creador,
para postrarse de hinojos ante el estupendo
panorru:na. América toda está en él. Ciego,
indigno de llamarse artista, fuera aquel que
en su conjunto yen sus detalles, no encon
trara la fuente de la belleza, el agua viva,
transparente y sonora de la inc;piración.
Puesto que abogo por la independencia
intelectual, debo deciros hasta donde consi
dero legitima esta aspiración. Quiero para
nuestra América un arte suyo en 10 esencial,
con carácter determinado, con rasgos fiso
nómicos inconfundibles, con personalidad
propia; pero esto no significa en manera al
guna rechazar el gran legado de la civiliza
ción huma~a: sin este legado y su benéfica
influencia, el arte en nuestros paises care
ceria de ,base porque carece de tradición, á
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no ser que se considere talla elocuencia del
indio en las asambleas del desierto. El arte
es como la corona de las naciones, suma de
sus virtudes y sus talentos, foco esplendente
de sus ideales; y esta corona no se forja en
el ahumado toldo del salvaje, sino en los
talleres donde la idea, pulimentada como el
brillante, vuela en chispa luminosa sobre el
yunque.
Señoras y seilores:
A nomhre de la Academia Literaria del
Plata. y del Jurado que tengo el honor de
presidir, declaro abierto este certamen his
pano-americano, y entrego el nombre de los
laureados á vuestro gentil aplauso.
RAFAEL OBLIGADO.
Buenos Aires, Agosto 30 de 1891.