arqueología en diego de almagro, región de atacama

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Diego de Almagro: Un vínculo entre Arqueología, Patrimonio, Comunidades locales y Municipio en la Región de Atacama Carlos González G. 1 , Carmen Castells S. 2 y Pedro Rodríguez M. 3 RESUMEN Sobre la base del trabajo arqueológico y de conservación realizado desde 2003 en la comuna de Diego de Almagro, se presenta una síntesis de los aportes del equipo y algunas reflexiones respecto a sus consecuencias en la comunidad, como su actual desarrollo bajo el alero municipal, discutiendo aspectos teóricos del ámbito patrimonial. Lo anterior ha configurado una línea de investigación junto con un proceso educativo en distintos espacios sociales, una progresiva integración de actividades de conservación y posesionado gradualmente el tema patrimonial como un activo cultural y social de la comuna. Palabras Claves: Investigación transdisciplinaria, reconstrucción prehistórica local, educación e institucionalización patrimonial. ABSTRACT In base on an archaeological and conservation work developed since 2003 in the Diego de Almagro community, we present a resume of the contributions of our research team, some reflections about the relation with the community, and also we discuss some theoretical issues about heritage. This work has been configured as an investigation in relation with the educational process, and that became in a progressive co work with conservation actions. All this lines of investigations have made an integrationist view of the heritage and presented as a cultural tool to the community. Key Words: Transdisciplinary research, Local Prehistory Construction, Education, Heritage Institutionalism. 1 Departamento de Cultura y Turismo, Ilustre Municipalidad de Diego de Almagro. Investigador asociado, Museo Regional de Atacama. Programa Doctorado en Antropología (UTA-UCN). Becario CONICYT. E-mail: [email protected] 2 Conservadora de Materiales Arqueológicos. Investigador Independiente. Patrimonio Consultores. E-mail: [email protected] 3 Ingeniero en Geomensura-Geógrafo. Investigador independiente. E-mail: [email protected]

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Page 1: Arqueología en  Diego de Almagro, Región de Atacama

Diego de Almagro: Un vínculo entre Arqueología, Patrimonio, Comunidades locales y Municipio en la Región de Atacama

Carlos González G.1, Carmen Castells S.2 y Pedro Rodríguez M.3 RESUMEN Sobre la base del trabajo arqueológico y de conservación realizado desde 2003 en la comuna de Diego de Almagro, se presenta una síntesis de los aportes del equipo y algunas reflexiones respecto a sus consecuencias en la comunidad, como su actual desarrollo bajo el alero municipal, discutiendo aspectos teóricos del ámbito patrimonial. Lo anterior ha configurado una línea de investigación junto con un proceso educativo en distintos espacios sociales, una progresiva integración de actividades de conservación y posesionado gradualmente el tema patrimonial como un activo cultural y social de la comuna. Palabras Claves: Investigación transdisciplinaria, reconstrucción prehistórica local, educación e institucionalización patrimonial. ABSTRACT In base on an archaeological and conservation work developed since 2003 in the Diego de Almagro community, we present a resume of the contributions of our research team, some reflections about the relation with the community, and also we discuss some theoretical issues about heritage. This work has been configured as an investigation in relation with the educational process, and that became in a progressive co work with conservation actions. All this lines of investigations have made an integrationist view of the heritage and presented as a cultural tool to the community. Key Words: Transdisciplinary research, Local Prehistory Construction, Education, Heritage Institutionalism.

1

� Departamento de Cultura y Turismo, Ilustre Municipalidad de Diego de Almagro. Investigador asociado,

Museo Regional de Atacama. Programa Doctorado en Antropología (UTA-UCN). Becario CONICYT. E-mail:

[email protected]

2

� Conservadora de Materiales Arqueológicos. Investigador Independiente. Patrimonio Consultores. E-mail:

[email protected]

3

� Ingeniero en Geomensura-Geógrafo. Investigador independiente. E-mail: [email protected]

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Introducción Los ejemplos de vinculación entre municipios e investigación arqueológica en Chile son escasos y distanciados en el tiempo. Valga mencionar algunos esfuerzos en Arica y Calama durante el siglo pasado, y que hoy tienen en la Corporación de Cultura y Turismo de esta última ciudad a una entidad autónoma pero del ámbito municipal que ha entregado logros significativos en la materia (Jiménez y Seguel 2003). Destaca también el trabajo de algunos investigadores del extremo Norte de Chile con la Ilustre Municipalidad de Camarones, sobre la puesta en valor de los petroglifos de Ofragía en el Valle de Codpa (Romero et al. 2004). Igualmente, sobresale en este contexto, aunque en el ámbito de la educación patrimonial y la arqueología, el Museo de La Ligua, sustentado por la municipalidad homónima, con variadas y ejemplares iniciativas (Aguilera y Prado 2010). No obstante, en estos espacios ha sido paulatino el proceso de relación entre los gobiernos locales y el quehacer arqueológico, siendo en un comienzo considerado como un recurso -incluso político- por parte de las autoridades municipales, pues es ocupado como un componente discursivo de legitimación local. Por lo mismo, resulta notorio que el trabajo arqueológico en Chile se haya prácticamente disociado de las administraciones municipales, remitiéndose casi exclusivamente en la actualidad al ámbito académico y a una diversa arqueología de contrato, desconociéndose por parte de nuestra disciplina el potencial social, con las debidas precauciones, que pueden representar estos vínculos, más aun con las redes comunitarias que manejan estas instituciones. De allí que esta clase de relaciones han sido hasta el momento eventuales, sumándose en el caso de la Región de Atacama, un panorama arqueológico, antropológico, etnohistórico y del patrimonio cultural que presenta un considerable sesgo investigativo. En consecuencia, están ausentes reflexiones críticas en la región (desde la misma disciplina) sobre la interrelación entre patrimonio arqueológico, comunidades locales y quehacer arqueológico, y menos respecto a un globalizante proyecto como el “Qhapaq Ñan”, impulsado por el Consejo de Monumentos Nacionales de Chile que busca, junto a otros países sudamericanos, la nominación de este camino como “Patrimonio Mundial” por parte de la UNESCO, y que seleccionó un tramo de camino existente en la Región de Atacama. Entre este proyecto, generado desde una adscripción patrimonial global (Melgar 2002: 59), que no considera en propiedad a las poblaciones locales, salvo como validadores pasivos de sus actividades, y el caso de Caldera, referido al estudio y valorización local del patrimonio paleontológico con respaldo del municipio, se encuentran en la región distintas y escasas iniciativas patrimoniales, con variables aportes. A esto se suma nuestro trabajo realizado en la comuna de Diego de Almagro, Región de Atacama (Figuras 1 y 2), el que será detallado. Por consiguiente, se presentan y analizan en este artículo las conceptualizaciones utilizadas, al igual que la relación entre arqueología y patrimonio en la Región de Atacama, con el objetivo de contextualizar lo efectuado por el presente equipo, exponiéndose el trabajo desarrollado por medio de la investigación arqueológica, la conservación y la educación patrimonial a partir de 2003 en diversas localidades y comunidades de la aludida comuna. Este trabajo se configuró en una primera etapa desde el ámbito de una arqueología tradicional y de contrato, pero que a contar de 2006, dentro del Departamento de Cultura y Turismo municipal, ha procurado desplegarse entre la llamada arqueología pública (Almansa 2006, 2010; Merriman 2004; Schadla-Hall 1999; entre otros) y la arqueología relacional (Gnecco 2009). Finalmente, se discuten las implicancias

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teóricas y las proyecciones sociales de la conjunción entre el municipio y la comunidad de Diego de Almagro con el trabajo arqueológico realizado. Este quehacer es empleado como centro de reflexión para plantear alcances críticos sobre la praxis arqueológica en Chile, fundamentalmente relacionada con nuestra relación con las comunidades locales y las conceptualizaciones respecto al patrimonio cultural y a la educación patrimonial, entregando, obviamente, nuestras propias visiones.

Figura 1. El Salvador, Diego de Almagro y Finca de Chañaral, Región de Atacama. Figura 2. Comuna de Diego de Almagro (en rojo), al noreste de la región. ¿Qué entendemos por patrimonio cultural y arqueológico? En el ámbito del patrimonio cultural es donde más frecuentemente converge nuestro quehacer profesional con las comunidades locales y con sus variadas demandas, por lo tanto, corresponde a un punto de inflexión crítico en la actualidad y que se ha ido acrecentando en Chile desde fines del siglo XX. Paralelamente, apreciamos una actual y sostenida preocupación por integrar a las comunidades locales en nuestro trabajo, que va desde el conocimiento básico que aporta la entrega de resultados hasta variadas iniciativas individuales y grupales desarrolladas aisladamente en Chile. Este progresivo acercamiento ha ido incorporando una realidad incuestionable, que las comunidades locales no son meros observadores pasivos del quehacer arqueológico; sin embargo, no corresponde a una concepción generalizada. Por nuestra parte, compartimos el hecho que con la integración local el trabajo arqueológico se enriquece y la función social de la arqueología encuentra su mayor sustento. Como punto de partida para llegar a estos propósitos, creemos pertinente primero aunar criterios al respecto, al igual que discutir y definir los conceptos que relacionan arqueología y patrimonio cultural.

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Tradicionalmente se concibe que el patrimonio cultural constituye el acervo y fundamento, valga la redundancia, cultural, de un país, incluidos los legados de las poblaciones aborígenes. Igualmente, posibilita con su reconocimiento una construcción identitaria, tanto individual como colectiva, que se configura en un proceso histórico con sus quiebres y discursividades, con determinadas implicancias sociales y culturales, permitiéndonos, a su vez, identificar nuestro entorno y a nosotros mismos (Ballart 1997: 43). Por ello se plantea que el patrimonio cultural es una herencia histórica, constituyendo elementos significativos identitarios, ejerciendo una función modélica o referencial para toda sociedad (Llull 2005: 181). Si bien, hasta nosotros mismo ocupamos por convención estas conceptualizaciones (González et al. 2010), no es menor que caen en generalizaciones, ya que no consideran que la axiológica patrimonial local varía a lo largo del tiempo y se encuentra en proceso de cambio, reformulándose, por lo tanto no es inmutable, sino acorde con las complejidades y definiciones sociales, culturales, étnicas y políticas de una sociedad en un espacio y en un momento dado. Asimismo, en términos referenciales, parciales y por tradición, se divide el patrimonio cultural en intangible, representado por los componentes culturales inmateriales de una sociedad, como el lenguaje, las reglas de parentesco, las costumbres, entre otros, como también tangible, que considera los aspectos culturales de naturaleza material de una sociedad, muebles como inmuebles. Consecuentemente, se ha asumido que las evidencias materiales muebles e inmuebles son los elementos constitutivos de diversos sitios arqueológicos (prehistóricos o históricos), aunque no son los únicos. Por ende, se plantea que el quehacer arqueológico se aboca al estudio y conocimiento de las sociedades humanas del pasado, fundamentalmente por medio de los restos materiales abandonados por estas poblaciones, analíticamente conceptualizados por tradición como cultura material (Renfrew y Bahn 1998: 9). En términos teóricos más amplios, debemos asimilar que la cultura material se constituye social, cultural y políticamente, representando la materialidad de lo cultural y, a su vez, la materialización de la identidad, conformado por un conjunto de productos formales de las prácticas sociales, por cuanto representan valores, normas y sentidos de una sociedad en particular (Criado 2001: 39); en un espacio y tiempo determinado. Sin embargo, es evidente que no existe en la actualidad una definición nominal, de amplia aceptación, sobre la expresión “cultura material” (Sarmiento 2001: 224), más aun con las divergencias entre las visiones procesuales y postprocesuales. A partir de estas reflexiones sobre cultura material, se comprenden regularmente las interrelaciones entre patrimonio cultural tangible (mueble e inmueble) y nuestra disciplina, debiendo agregarse también las implicancias de las actividades del pasado y el contexto particular de cada manifestación arqueológica. Lo anterior queda ejemplificado por un concepto sintético e instrumental “patrimonio arqueológico”, que está conformado por el conjunto de restos materiales de culturas pasadas factibles de estudiar con la particular metodología arqueológica, considerando el contexto de depositación y el corpus informativo que se obtenga de tales investigaciones (Endere 2000: 216). Ahora bien, desde un punto de vista epistemológico, metodológico y pragmático, esta definición, similar a otras (p. e. ICOMOS 1990), resulta satisfactoria (Criado 2001: 41), atendiendo a su operatividad y a que ha permitido el desarrollo disciplinar en el mundo, facilitando vinculaciones básicas con las comunidades locales y nuestras especificaciones disciplinares, como también contrastaciones, fundamentalmente con la historia y la antropología. Esto se ve reflejado en lo consensuado que se encuentran nuestras concepciones sobre patrimonio cultural y que en su globalidad integra al patrimonio

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arqueológico. En otras palabras, es factible considerar que el patrimonio cultural es la representación de la memoria y el arqueológico su consecuente materialización (Criado 2001: 40). Se ha planteado también un doble carácter de la cultura material: como registro y como patrimonio (Rocchietti 2006: 94), respondiendo a definiciones absolutamente académicas, por tanto discutibles. En esta línea, el registro arqueológico, muchas veces homologado como patrimonio arqueológico, representa la condición actual, presente, de los testimonios del pasado, siendo nosotros desde una posición occidental y asimétrica (Romero et al. 2004), respecto a las comunidades locales, indígenas y no indígenas, quienes definimos y categorizamos desde la academia lo que es patrimonio. Estas especificaciones obvian tácita y regularmente las axiologías patrimoniales locales, cayendo inexorablemente con estas prácticas en un “ imperialismo del presente y de las identidades triunfantes de la historia” (Criado 2001: 40). De esta manera, se ha señalado que el patrimonio cultural es la representación de la memoria, la huella, las ruinas de la memoria y el olvido, entendiendo por huella lo que prevalece en el tiempo y por ruinas lo que recordamos de nuestra propia identidad, lo que olvidamos a partir de nosotros y lo que no podemos recordar de otras culturas (Criado 2001: 40). En este punto se presenta una situación especular, que se construye desde el presente y en el caso de Latinoamérica, desde nuestras reconstrucciones históricas colonialistas (Gnecco 2009), ya que opuesto y complementariamente convive lo que recordamos y olvidamos de nuestro propio desarrollo histórico con el desconocimiento de la historia de la otredad cultural. En consecuencia, consideramos que las definiciones patrimoniales visibles, están transversalizadas por un esencialismo sobre el tema en cuestión, pues parten de una base conceptual generalista que jerarquiza y segrega otras conceptualizaciones, invisibilizando la diversidad y la multiculturalidad patrimonial (Melgar 2002). En definitivas cuentas, destacando determinados bienes y desarrollos culturales de algunos grupos culturales y, a su vez, desconociendo o invisibilizando a otros. Desde esta perspectiva, se ha estructurado una “moderna razón patrimonialista” en Latinoamérica, que ha consolidado a lo largo del tiempo una axiología selectiva con relación a determinados bienes culturales (Melgar 2002: 50) y, por ende, destacando el “legado” de unos grupos en detrimento de otros, dejando entrever con ello la relatividad del concepto patrimonio y su marcado sesgo colonialista. En este campo, consideramos que la práctica arqueológica contemporánea en Latinoamérica ha contribuido en gran medida a consolidar esta moderna razón patrimonialista. A partir de estos alcances teóricos, revisamos a continuación una síntesis sobre la relación entre patrimonio y arqueología en la Región de Atacama, como marco general de nuestro trabajo en la comuna de Diego de Almagro. Patrimonio cultural y arqueología en la Región de Atacama Los precedentes planteamientos críticos aun están en una etapa primaria en Chile, aunque se constatan avances respecto a las complejas relaciones entre arqueólogos y comunidades indígenas, particularmente del Norte Grande (Aldunate et al. 2003; Ayala 2007; Ayala et al. 2003; Carrasco et al. 2003; Romero 2003; Romero et al. 2004; Uribe y Adán 2003). Esta particular perspectiva crítica ha sido profundizada recientemente en un ámbito regional mayor,

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en Latinoamérica (Gnecco y Ayala 2010). Pese a que nos parece notable visibilizar, sistematizar y discutir esta realidad (destacando el trabajo continuo de Ayala), que en el fondo busca desarrollar una arqueología reflexiva y no impositiva respecto a la multiculturalidad y a la problemática de las reivindicaciones étnicas (Ayala 2007: 154), en el caso de los acercamientos a las comunidades locales no indígenas, esta nueva y ascendente praxis que considera una conjunción entre pasado y presente en forma dialógica (Preucel y Hodder 1996), prácticamente es inexistente en Chile. Ella se remite por ahora a la entrega de resultados de trabajos de campo y a otras iniciativas individuales aisladas. Sin desconocer la importancia de tales actividades, que también nosotros realizamos, pues permiten aportar algunos elementos que contribuyan a la significación social pluralista del desarrollo diacrónico de una localidad, el trabajo arqueológico parte desde la academia o las necesidades de un proyecto de impacto económico, no desde la axiología patrimonial local. De este modo se obvian las determinaciones patrimoniales de las comunidades locales, que están presentes en distintos niveles y en diversos puntos de vista de los actores sociales y étnicos de una localidad; tal como lo ha comprobado recientemente el Estudio Fortalecimiento de la Identidad de Atacama (EFIA), en la región homónima (Lorca 2010). Una situación como la descrita se aprecia en la Región de Atacama, restringiéndose las iniciativas arqueológicas, como ya lo indicamos, a escasos ejemplos de comunicación de resultados, casi en absoluto emanados de la arqueología de contrato, y a la implementación de algunos proyectos FNDR (González et al. 2008, 2011), FPA (Cabello 2010a) y FONDART -como derivado de éstos (p. e. Donoso et al. 2010)-, que han sumado significativa información arqueológica inédita. Valga destacar en esta relación el trabajo en Freirina de Pascual (2010), que contó con apoyo municipal y que escapa a estos proyectos. Pese a que inició la sistematización del patrimonio local y desarrolló actividades de educación patrimonial, lamentablemente no fue continuado. En el caso de los proyectos FONDART en la región con un eje arqueológico, con las restricciones que implican las bases de la línea de conservación y difusión del patrimonio cultural tangible del Consejo Nacional de la Cultura y las Artes, se han desarrollado desde una óptica tradicional, respondiendo a la institucionalidad estatal respecto a las conceptualizaciones del patrimonio y a su instrumentalización como foco de desarrollo local. Esto no debe entenderse como una objeción a la difusión de la temática patrimonial por parte de estos proyectos, sino más bien como una invitación a nuestros colegas a ser más reflexivos y críticos frente a los conceptos, los enfoques teóricos y las reconstrucciones prehispánicas que utilizamos y difundimos mediante ellos, ya que tienen repercusión social y educativa (FONDART privilegia una amplia difusión). Además, resulta imprescindible integrar los puntos de vista locales y las valoraciones de las comunidades acerca de su patrimonio, dentro de lo posible, previo a la presentación de los proyectos. Lamentablemente, y por la dinámica particular de estos proyectos, carecen de referato arqueológico y de una posterior evaluación de pares. Desde la perspectiva arqueológica, y en el contexto del referido proyecto EFIA, sólo se cuenta con un análisis relevante sobre la importancia del patrimonio en la región (desarrollado por Cabello 2001b, con la colaboración nuestra). Este análisis destaca la posibilidad efectiva que el patrimonio pudiese representar un eje de desarrollo social y de valorización territorial, como de reconocimiento identitario, debido a la naturaleza del estudio marco (EFIA). Sin embargo, esta autora es clara al indicar que el patrimonio regional (cultural-arqueológico) sólo puede siempre ser visto como un recurso sustentable de desarrollo cuando sean consideradas en este proceso las

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comunidades locales y sus particularidades (Cabello 2010b: 184-185); afirmación que compartimos plenamente. Por otro lado, consideramos que la Región de Atacama corresponde a uno de los espacios donde ha sido aceptado sin cuestionamientos hasta el día de hoy la preeminencia del enfoque histórico cultural. Esta determinación responde al paradigma dominante en la actualidad no sólo de esta región, sino de todo Chile y Latinoamérica (Politis 2003, 2006). Actualmente se le caracteriza como una “forma moderna de historia cultural”, con variabilidades, nuevas metodologías y problemáticas, en una posición distinta al clásico paradigma histórico cultural del siglo XX, puesto que se interrelaciona con algunos enfoques procesuales y postprocesuales (Politis 2006: 168). En gran medida, y parafraseando a Hegmon (2003), podríamos sugerir que nos encontramos en el presente tanto en Chile como en América Latina con una predominante cultural history-plus. Esta base teórica y metodológica, importada en sus inicios, conceptualizó y asimiló, al decir de Uribe y Adán (2003: 299), el devenir social de los pueblos precolombinos a un modelo “universal”. De este modo prevalece una visión que tiende a homogenizar variados desarrollos culturales. Desde estas reconstrucciones globalizantes se han desprendido determinaciones que, como señalamos, han contribuido a que la moderna razón patrimonialista haya cristalizado y sea una carga difícil de desarmar, aunque no imposible. En cuanto a iniciativas concretas en la Región de Atacama, clásicas son las restauraciones de los sitios incaicos de Viña del Cerro y del “Palacio” de La Puerta, que cuentan con señalética, también presente en el acceso al denominado Pukara de Punta Brava; todos ellos emplazados en la comuna de Tierra Amarilla, al interior del valle de Copiapó. Estos sitios, además de lo señalado en el artículo 21° de la Ley N° 17.288, en cuanto a que son monumentos arqueológicos por el sólo ministerio de la ley, han sido declarados monumentos históricos por medio de decretos supremos (Consejo de Monumentos Nacionales 2005: 22-23). Pese que estas iniciativas fueron planteadas con el propósito de conservar estos sitios y luego de efectuadas las respectivas investigaciones, adolecieron desde un comienzo de las relaciones y diálogo con las comunidades locales, como de programas de educación patrimonial. Lo anterior ha repercutido hasta el día de hoy en el abandono en que se encuentran estos sitios, junto a deterioros y saqueos; aunque estas últimas acciones deben considerarse dentro de un conjunto mayor de variables. En la actualidad las inquietudes de gestores locales y diversas comunidades, tanto indígenas (Collas) como no indígenas, entre ellas de Diego de Almagro, han sobrepasado la institucionalidad vigente. En este contexto, los arqueólogos han estado prácticamente ausentes, salvo puntuales y aislados trabajos de equipos desde la arqueología de contrato, que por lo general no publican sus resultados, ni menos se vinculan con las comunidades locales. No ocurre lo mismo con el patrimonio paleontológico de la región, como lo grafica la comunidad de Caldera (concretamente la Agrupación Pro Museo), en conjunto con el Curador del Museo4 Paleontológico de esa ciudad, Mario Suárez, que ha logrado articular intereses académicos y locales en torno a este particular patrimonio, utilizando el marco institucional estatal y 4

� No corresponden a museos, son salas museográficas donde sólo se exponen colecciones. Las funciones

de los museos son integrales, contemplando el rescate, la investigación, la conservación, la educación y la difusión

de diversos aspectos del patrimonio natural o cultural de una localidad, región o país.

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proyectándose bajo el alero municipal. Desde esta plataforma se ha dado impulso a la creación del “Parque Paleontológico” de Caldera, que producirá beneficios locales como académicos, y que ya se han visto reflejados, por ejemplo, en nuevos descubrimientos de especies, una efectiva puesta en valor y en la disminución del expolio de los sitios paleontológicos (realizado mayoritariamente por los lugareños). No presentamos esta situación como modelo a seguir, sino como ejemplo efectivo de la vinculación entre comunidad local, científicos y municipio, sobre la base de un diálogo y trabajo en conjunto, destacando la riqueza paleontológica como un activo patrimonial local. Otras instancias, como las denominadas ”rutas patrimoniales” del Ministerio de Bienes Nacionales, con algunas de ellas definidas en la región, y el proyecto “Qhapaq Ñan” del Consejo de Monumentos Nacionales (en adelante CMN), que busca la nominación del “Camino Principal Andino” como “Patrimonio Mundial” por parte de UNESCO, y que integra antecedentes viales incaicos de la comuna de Diego de Almagro, han contado en el primer caso con la nula preocupación arqueológica y en el segundo nuestra participación ha sido puntual y complementaria5. Como arqueólogos participamos en licitaciones previamente definidas en el proyecto Qhapaq Ñan, implementadas por profesionales ajenos a nuestro trabajo, dadas las características de esta clase de trabajos y por la finalidad del citado proyecto, que busca reunir antecedentes para un expediente, primando los criterios de acopio de información y en segundo lugar los técnicos. De esta forma, su orientación claramente ha sido más política que técnica, entendiendo por política los intereses del estado chileno, no de las comunidades locales. Con el acopio informativo se busca cumplir los requerimientos del expediente destinado a la UNESCO. En este caso queda la impresión de sentirnos ajenos a un proceso donde hemos sido considerados sólo como componentes de un equipo, más que actores centrales en un proyecto que cae dentro de nuestras competencias, siendo casi en absoluto transversales las críticas de nuestra comunidad arqueológica al desarrollo del proyecto Qhapaq Ñan Chile. Se constatan decisiones centralistas, entiéndase en Santiago, sin considerar las inquietudes o las necesidades de las comunidades locales, como lo hemos comprobado en el territorio de la comuna de Diego de Almagro. Tampoco las comunidades y las autoridades locales de nuestra comuna cuentan con detalles más específicos sobre las actividades que el proyecto Qhapaq Ñan Chile y los variados equipos que ganaron las licitaciones (14 en total) tienen definidas para varios puntos del territorio comunal. Si bien en las escasas presentaciones de los distintos equipos que han desarrollado sus trabajos donde se encuentran evidencias viales incaicas6, se han expuesto algunas propuestas, han sido

5

� Ha participado en forma continua la colega y notable profesora Victoria Castro, asesorando al proyecto

Qhapaq Ñan Chile, pero nos parece que su experiencia en el tema, como su amplia visión antropológica, no han sido

debidamente considerados.

6

� Resulta sintomático que de las 14 licitaciones y equipos que efectuaron trabajos en la comuna de Diego

de Almagro desde el 2008 a la fecha, sólo tres se presentaron públicamente (Líneas Arqueología, Conservación y

Museografía) y compartieron sus resultados. Lo que se suma al interés de contados investigadores y a la realización

de escasas reuniones oficiales del proyecto, faltando un programático y sostenido trabajo comunitario.

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generales y carentes de las especificidades que requieren iniciativas que involucran intervenciones en los bienes naturales y culturales de honda significación para los habitantes de la comuna. Igualmente, la incorporación dentro de la orgánica de la comisión de un gestor cultural de Inca de Oro como “facilitador” local, no ha garantizado una vinculación efectiva con las comunidades y las autoridades municipales, ya que se responde a un esquema de una relación asimétrica generada desde el CMN. En este sentido, y próximo a concluir el proyecto Qhapaq Ñan, no tenemos claridad sobre qué específicamente tiene definido implementar el CMN en la comuna, lo que atenta con uno de los objetivos del proyecto, la participación comunitaria y la integración de actores territoriales (CMN s/f., Unidad Técnica Qhapaq Ñan San Pedro de Atacama). Se agrega a lo anterior el propósito de proteger, conservar y poner en valor tramos de este camino (CMN s/f, Unidad Técnica Qhapaq Ñan San Pedro de Atacama), sin considerar que previo a todo proceso de puesta en valor es indispensable la investigación arqueológica, que es justamente de lo que adolece este proyecto (no es uno de sus objetivos). Además, no se toma en cuenta que los tramos seleccionados y sus sitios asociados cuentan con dispares preocupaciones analíticas en las regiones involucradas, que van desde básicos registros hasta relevantes sistematizaciones arqueológicas, implementadas por investigaciones previas al proyecto Qhapaq Ñan o en forma paralela. Por lo mismo, nos preocupa que se insista en aspectos de puesta en valor e intervención existiendo situaciones variables respecto al estado de investigación de los tramos. Desde nuestra perspectiva, lo anterior puede caer en lo que denominamos el “Síndrome Lasana”, un caso paradigmático de “puesta en valor” en la década del 50’ del siglo pasado, que careció de una inicial investigación, desconociéndose y perdiéndose información valiosa sobre el aspecto original del pukara. Sin embargo, creemos que el proyecto Qhapaq Ñan del CMN de Chile, junto a los otros países sudamericanos logrará la nominación del “Camino Principal Andino” como “Patrimonio Mundial” por parte de la UNESCO, ya que el acopio de información ha sido considerable, aunque definitivamente inorgánico. En consecuencia, consideramos que en términos arqueológicos, antropológicos, sociales y culturales, debido más a decisiones políticas centralistas que técnicas y con proyecciones sociales y locales, se ha perdido la oportunidad de aunar y consensuar recursos, intereses científicos, locales y estatales en una misma dirección. En este escenario hemos sido, lamentablemente, más observadores que actores activos. Este proyecto carece de una reflexiva y amplia visión sociocultural, instrumentaliza el patrimonio, fragmenta territorios y sus poblaciones, ya que da importancia a unos en desmedro de otros (sensu Hernández 2011: 232-233), y es impuesto desde la globalización, superponiéndose a categorías locales y etnoculturales, que pueden llevar a indeseables e insospechados problemas en un futuro, de naturaleza jurídica, económica y política (Melgar 2002: 59). Otro proceso patrimonial, aunque no es nuevo en la Región de Atacama como en otros lugares de Chile, es la “Musealización del Patrimonio” (ver nota 4), donde son expuestos los bienes naturales y/o culturales de alguna localidad, ya que se haya integrado en las comunidades y los gestores culturales como una necesidad la implementación de estos espacios museales, en el entendido que representan la institucionalización y la síntesis del patrimonio local existente. La visibilización del patrimonio en estos espacios es asumida como la autentificación del

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patrimonio, además de constituir lugares de potencial económico, social y cultural para las comunidades, al igual que testimonios de legitimación política de las administraciones municipales. Aparte de las instituciones tradicionales, el Museo Regional de Atacama (Dirección de Bibliotecas, Archivos y Museos; en adelante DIBAM), el Museo Mineralógico (Universidad de Atacama), el Museo Histórico Militar (Ejército de Chile) y el Museo de Arte Religioso (Diócesis de Copiapó), todos ubicados en Copiapó, se cuentan el Museo Paleontológico de Caldera, el Museo Minero de Tierra Amarilla, el Museo del Huasco (ex DIBAM) de Vallenar, el Museo de Historia Natural y Prehistoria “Rodulfo A. Philippi” de Chañaral, el Museo de Diego de Almagro, el “Salón Museográfico Minero Pirquinero” de Inca de Oro y el Museo de sitio Mina El Tránsito, en Tierra Amarilla. Estos últimos presentan estados variables en la conservación y registro de sus colecciones, como en el desarrollo de adecuadas y actualizadas condiciones museográficas. Por último, se encuentra la población Colla. Alrededor de 1.736 personas de esta etnia viven en la Región de Atacama, identificándose como tales en el resto del país un total de 3.198 personas (Instituto Nacional de Estadísticas 2005). No es nuestro propósito detenernos en su caracterización cultural y social (ver Molina 2004, 2008; Quiroz y Jeria 2010; entre otros), ya que escapa a este trabajo, pero nos interesa señalar que existe un gran desconocimiento respecto al patrimonio cultural de los grupos Collas de la Región de Atacama. Prácticamente no existen estudios sistemáticos desde la antropología, arqueología, etnoarqueología, etnohistoria e historia sobre sus modos de vida (pasados y actuales), la total localización y caracterización de sus asentamientos, sus actividades distintivas, sus sitios rituales, rutas y desarrollo a lo largo del tiempo, salvo los aportes ya citados de Molina y otras preocupaciones académicas puntuales. Incluso un proyecto financiado por la DIBAM llevaba por título “Collas, Fantasmas en la Cordillera” (Castillo et al. 1993), en una manifiesta invisibilización de estas poblaciones, sumándose en ocasiones el desconocimiento público sobre su condición de pueblo originario, debido a las indicaciones emanadas sólo desde fuentes históricas. Fueron incorporados en la Ley N° 19.253, como una de las etnias indígenas de Chile, adquiriendo reconocimiento jurídico, aunque “los collas no son una producción institucional, aunque sea ésta quien los legitime como grupo diferente al resto” (Lorca 2010: 109). Como lo indican ellos mismos, existían antes de la aludida ley (Lorca 2010: 109). Los antecedentes documentales de la presencia Colla en el actual territorio chileno datan de la segunda mitad del siglo XIX (Molina 2004), pero su constatación arqueológica aun no está definida, pudiendo ser de mayor profundidad cronológica, lo que debe pesquisarse. Al respecto, un hecho que llama la atención que posterior a la ocupación incaica de un gran número de sitios en la comuna de Diego de Almagro, los indicadores materiales avalan la presencia Colla, siendo ratificado por varios representantes e informantes Collas, con quienes estamos trabajando directamente en esta materia. Son Collas quienes mayoritariamente modifican los originales sitios incaicos y quienes siguen las rutas del Desierto Meridional de Atacama, entre ellas, el Camino del Inka. En resumen, y como lo señalan Quiroz y Jeria (2010: 39), existen actualmente discusiones dentro de este mismo grupo indígena y entre especialistas sobre el pasado, presente y futuro de las comunidades Colla, correspondiendo a un proceso de identidad y reivindicación étnica aun en desarrollo, donde como arqueólogos también podemos aportar.

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Presentamos ahora una síntesis sobre el trabajo realizado por el presente equipo en la comuna de Diego de Almagro, analizando sus implicancias sociales y culturales, para finalmente discutir y presentar algunas precisiones emanadas de esta reflexión y experiencia. Relación de nuestros aportes y discusión teórica Desde 2003 hemos desarrollado trabajos arqueológicos en la comuna de Diego de Almagro, Región de Atacama, implementados en un primer momento dentro de proyectos mineros de División Salvador, y desde 2006 bajo el alero municipal. De este modo, el trabajo se ha divido en: 1.- Investigación arqueológica; 2.- Actividades de conservación; y 3.- Programas de educación patrimonial. Se ha visto reflejado en publicaciones con información diversa, siendo presentada en otras oportunidades. El punto 1 se expresa con el desarrollo de líneas de investigación sobre rutas, expresiones camineras preincaicas y vialidad inka en el Desierto Meridional de Atacama; las características de las ocupaciones e interrelaciones de las poblaciones prehispánicas circumpuneñas y locales, tanto del Desierto interior como de la Puna Salada; el estudio de la minería prehispánica, en localidades específicas; definición del arte rupestre de la comuna; y análisis y conocimiento sobre la presencia, naturaleza y dominio del Tawantinsuyu y su vinculación con los grupos locales y circumpuneños. Hablamos de investigación porque partimos de preguntas, problemáticas e hipótesis de trabajo que procuramos responder con proyectos y trabajos de campo. Ellos son: a.- Análisis micromorfológico de un tramo de 4 km del Qhapaq Ñan del Cerro Indio Muerto, en El Salvador (González et al. 2004; González y Westfall 2010; Westfall y González 2009); b.- Caracterización superficial de 24 sitios arqueológicos asociados a esta ruta7 (González et al. 2010); c.- Estudio macromorfológico (Trombold 1991) del tramo y segmentos del Qhapaq Ñan entre El Salvador y Copiapó, comprendiendo alrededor de 150 km (González 2007) (en desarrollo); d.- Investigación inicial del tramo de camino incaico entre Quebrada El Carrizo y El Salvador (en desarrollo); e.- Estudio de probable ruta incaica trasversal entre Finca de Chañaral y el espacio puneño correspondiente, con la ubicación de nuevos emplazamientos del Tawantinsuyu, posiblemente dirigida hacia los espacios transcordilleranos (González y Castells 2010a) (en desarrollo); f.- Rescate arqueológico y análisis integral del sitio Mina Las Turquesas, MLT (González y Westfall 2005; Westfall y González 2004, 2010); g.-Registro arqueológico del sitio Cementerio Las Turquesas, CLT (González et al. 2009) y revaluación de un fardo funerario de este sitio (González y Westfall 2008); h.- Rescate, protección y difusión patrimonial de los sitios arcaicos del Tranque Pampa Austral (González 2006a; González y Westfall 2006; Peralta et al. 2010); e i.- Definición y análisis del arte rupestre inédito de la comuna y trabajos en Finca de Chañaral (González et al. 2008) (en desarrollo). Por su lado el punto 2, las actividades de conservación, apuntan a documentar e investigar para generar planes de protección y finalmente la puesta en valor de los bienes culturales de la comuna (significación social), posterior al proceso investigativo arqueológico (punto 1). Desde esta perspectiva se han efectuado hasta el momento: a.- Actividades de conservación sobre el 7

� Los sitios llevan el diminutivo Sal (Salvador) y una numeración correlativa desde el 1. También se

agregan otros alejados de la ruta troncal incaica: MLT (Sal 25), basurero histórico (Sal 26) y CLT (Sal 27).

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tramo incaico de El Salvador y tareas de reconstitución estética (Westfall y Castells 2004; Westfall et al. 2008), por procedimientos arqueológicos erróneos del 2002 –ajenos a nuestro trabajo-, que dañaron su traza original; b.- Implementación de cierres perimetrales con carteles de información patrimonial en los sitios aledaños al tramo del Cerro Indio Muerto (González 2006b); c.- Investigación y diagnóstico de conservación de las pictografías de Finca de Chañaral (González et al. 2008); d.- Integración de herramientas arqueométricas; e.- Desarrollo de medidas de conservación en las diversas actividades de terreno desarrolladas; f.- Trabajo de registro, habilitación de vitrinas y diseño museográfico (Museo Diego de Almagro), Proyecto FIS (Fondo de Inversión Social) de División Salvador (González y Castells 2010b); y g.- Registro, definición de estado de conservación e implementación de las medidas pertinentes en los bienes culturales recuperados de los distintos trabajos arqueológicos efectuados en la comuna. A su vez el punto 3, educación patrimonial (paralelo al punto 1 y 2), se estructuró como un programa que comprendía los tres núcleos urbanos de la comuna (El Salvador, Diego de Almagro e Inca de Oro), agregándose otros espacios “rurales” y comunidades, como los asentamientos mineros y Collas; tarea esta última en desarrollo. Entre las actividades del programa contemplamos: charlas de inducción arqueológica en División Salvador, empresas mineras, asociaciones pirquineras, entre otras; y talleres patrimoniales multidireccionales8 (Gnecco 2009: 25), con la participación de profesores, estudiantes, organizaciones sociales, entre otros En los talleres hemos procurado aplicar la investigación-acción-participativa (IAP), consistente en una estrategia analítica participativa, dialógica y reflexiva sobre la temática patrimonial arqueológica de la comuna, con asesorías iniciales, pero con una implementación que privilegia “el reconocimiento de saberes y experiencias diferenciadas, destacando la diversidad de posiciones sociales que interactúan en el espacio regional” (Lorca 2010: 15). Esta visión promueve los intereses, las visiones significativas y las voces locales al respecto, en el marco de una co-interpretación (Gnecco 2009: 25); llevando a cabo un trabajo preferente con los educandos de la comuna. En este punto debemos mencionar las aproximaciones iniciales con representantes Collas en el tema de sus rutas patrimoniales, partiendo desde sus particulares especificaciones. Igualmente, se agregan a este ámbito, la realización de trípticos, videos y de un libro sobre los bienes patrimoniales naturales y culturales, intitulado “Diego de Almagro: Vida y Cultura en el Desierto de Atacama”, que será el vehículo de presentación municipal de la comuna. Por último, bajo la dirección del Departamento de Cultura municipal hemos colaborado en eventos locales (Encuentros de Historia Local; IV versión en 2011), participado también en diversos eventos nacionales como internacionales de nuestras temáticas. En esta relación, también debemos señalar que como equipo seguimos trabajando en arqueología de contrato en la comuna, con el objetivo de sumar antecedentes arqueológicos inéditos y pesquisar espacios territoriales que de otro modo no podríamos acceder (p. e. terrenos privados

8

� Por taller patrimonial multidireccional se comprende una estrategia pedagógica de encuentro,

conocimiento y diálogo recíproco entre las comunidades locales con el presente equipo, en el marco de una temática

común, el patrimonio cultural.

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de empresas mineras). A esto se agrega el apoyo a colegas y equipos de trabajo que incursionan en la comuna y que solicitan antecedentes e información específica, siempre que sea factible. Uno de los primeros resultados de esta conjunción transdisciplinaria, ha sido conocer la riqueza arqueológica existente, sistematizarla y reunir antecedentes para elaborar una primera secuencia de desarrollo prehispánico de la comuna, inexistente hasta la fecha, con el aporte de dataciones absolutas (C14 y TL), para el caso de la Mina Las Turquesas de El Salvador (González y Westfall 2005). Con ello traspasamos las nociones convencionales y paradigmáticas que todo lo prehispánico de la comuna se debía a los inka, correspondiendo al discurso predominante y que fueron consolidando los “gringos” que explotaron Potrerillos a principios del siglo XX (Baros 2006), ya que era el referente a partir de la existencia del camino incaico en la comuna, subsumiendo otras expresiones culturales pre y posthispánicas, entre ellas la de los Collas. Otro resultado es el hecho de visibilizar un específico territorio y las variadas comunidades del pasado dentro de un arquetípico “Despoblado” de Atacama (desde el Sur del Salar de Atacama hasta Copiapó), conceptualizado tradicional y erróneamente como vacío. Esto, a su vez, ha llevado también a incorporarlas a procesos culturales no sólo del Norte Chico como se ha planteado por tradición, sino también de los Andes circumpuneños, marcando un precedente en la investigación arqueológica de la Región de Atacama, conceptualizadas generalmente con criterios evolucionistas unilineales, histórico culturales y de homogeneidad cultural para un extenso territorio regional (González y Westfall 2005). A lo anterior se suma el novedoso registro de indicadores de la Cultura Copiapo en el oasis de Finca de Chañaral y en espacios puntuales de la comuna (desierto interior) (González et al. 2008), estando ausente por ahora en El Salvador y en sectores puneños (González y Castells 2010a). Así se han distinguido complejas interrelaciones y se han reconocido en el desierto dinámicas culturales propias, previas y posteriores a la irrupción del Inka, que escapan de las clásicas reconstrucciones prehistóricas que han tomado como secuencia maestra los desarrollos culturales del valle de Copiapó (González y Westfall 2005), replicándola mecánicamente. El quehacer arqueológico del presente equipo se ha desarrollado en una dirección no tradicional, iniciada desde la legislación ambiental vigente, pero trascendiendo este ámbito, configurando actualmente particulares líneas de investigación, enfocadas a analizar y definir las características prehispánicas distintivas del territorio comunal. Igualmente, hemos procurado a partir de 2006 no disociar de este programa a las comunidades locales, tanto no indígenas como indígenas (Collas), incorporando sus alcances y proyecciones particulares. Sin embargo, estamos ciertos que este es un proceso continuo, ascendente y en desarrollo, no carente de complejidad. Esta integración ha sido facilitada por las distintas plataformas y redes sociales que posee la municipalidad, permitiendo una mayor cobertura social y el seguimiento de tales acciones, utilizando tanto recursos municipales como también proyectos patrimoniales conjuntos con División Salvador, y empleando como herramienta de trabajo esencial la educación patrimonial. Por educación patrimonial entendemos el conjunto de actividades pedagógicas enfocadas a comprometer a la sociedad civil en la preservación del patrimonio cultural tangible como intangible, “compatibilizando el conocimiento local con apreciaciones metodológicas y teóricas provenientes de la antropología y arqueología” (Álvarez y Godoy 2001: 29-30). Pese a tomar en cuenta estas especificaciones, comprendemos que el conocimiento y protección del patrimonio

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no constituye un fin en sí mismo (Zabala y Roura 2006: 244), actuando más bien la educación patrimonial como un proceso que debe reconocer y destacar la axiología patrimonial local, junto con generar consecuencias sociales activas que pueden incidir en el complejo proceso de las identidades locales. No obstante, teniendo siempre en consideración “que Patrimonio no es la Identidad, pero a través de él, podemos descubrir la Identidad Cultural del pasado” (Núñez, P. 2001: 55), que indudablemente se proyecta desde que asumimos, coincidiendo con Haidar (2003: 7, que la cultura es memoria de la experiencia histórica pasada. Por consiguiente, los bienes patrimoniales constituyen expresiones culturales de pertenencia a un espacio, a individuos y colectividades determinadas (Martín-Barbero et al. 2003: 57), más que a una historia oficial, regional y nacional, que en Chile y en Latinoamérica se ha erigido desde una innegable postura colonialista (Gnecco 2009: 25). Los bienes patrimoniales pertenecen a las distintas comunidades que conviven con sus historias y dinámicas locales, asumiendo con esto los quiebres históricos y sus discursividades particulares, que han configuran “una forma específicamente local de leer el mundo” (Escobar y Mánquez 1996: 3). Para aproximarnos al conocimiento de esta contextualización, específicamente en nuestro ámbito, se requiere la implementación de investigaciones arqueológicas con problemáticas sobre los bienes patrimoniales que partan desde lo local, de modo que adquieran significaciones históricas y sociales, antes de impulsar cualquier iniciativa que persiga, por ejemplo, una aislada puesta en valor. Esta significación se concibe como la integración y equivalencia de los intereses investigativos con las distintas voces e historias locales, alcanzando idealmente una “Arqueología Pública”, conceptualizada como teoría y acción juntas (Almansa 2010) o la interacción del quehacer arqueológico con un amplio público, distanciado de su base académica (Schalda-Hall 1999: 147). En consecuencia, podemos indicar finalmente que el patrimonio cultural, como expresión de cultura material, se significa social y públicamente. Como el pasado prehispánico, obviamente, se encuentra alejado de los actuales habitantes de la comuna, hacemos efectivo el hecho que el patrimonio arqueológico, mediante su estudio crítico, su conservación, visualización histórica y social en el presente, generado desde la co-interpretación y no desde nuestro monopolio narrativo (Gnecco 2009: 18), pasa a constituir un nexo entre personas y sociedades separadas temporalmente, “por lo que son testimonio de ideas, hechos y situaciones del pasado” (Ballart 1997: 66). Por ende, se comprende la significación local, social e histórica de la puesta en valor del patrimonio arqueológico, no sólo como hecho concreto, sino como proceso, adquiriendo con ello una dimensión simbólica-significativa, relacionada con los valores de uso (dimensión utilitaria) y de forma (dimensión perceptiva) (Ballart 1997: 65-66) de los bienes culturales que en la actualidad conforman un determinado patrimonio para una específica comunidad. Nuestro trabajo apunta a que la temática patrimonial contribuya a una progresiva reconstrucción del sentido del tiempo, desde el punto de vista de una significación social del desarrollo diacrónico no sólo de una localidad, sino de varios emplazamientos locales interrelacionados, posibilitando de este modo el entendimiento y fortalecimiento de una conciencia de la historia (Augé 2003: 53), tanto individual como colectiva. Estos comportamientos se desarrollan en un desierto que se presenta como un espacio geográfico, social e histórico, donde se vinculan lo espacial, lo temporal y lo social (Soja 1996), adquiriendo singularidades sociales y culturales dentro los mal denominados “espacios vacíos” de los Andes circumpuneños (Nielsen 2008); incluyendo el territorio de la comuna de Diego de Almagro. En esta dirección, el desierto se no

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concibe como un escenario, sino como “geosímbolo” (Bonnemaison 2004), correspondiente a un espacio que reúne y simboliza a lo largo del tiempo aspectos identitarios para diversas sociedades. Conclusiones La Región de Atacama presenta un déficit de investigaciones arqueológicas, antropológicas, etnohistóricas e históricas, apreciándose una homogenización sobre el entendimiento del pasado, uniformándose una concepción que ha privilegiado hechos puntuales y una historia económica de la región. De allí que no se cuente con una historia escrita desde las localidades, primando la representatividad de Copiapó y su valle como eje de toda la región, lo que ha contribuido a instaurar, desde nuestra perspectiva, un “centralismo regional”. Esta misma situación es aplicable a la comprensión del desarrollo prehispánico fuera del valle de Copiapó (González y Westfall 2005), lo que unido al enfoque que hemos llamado, parafraseando a Hegmon (2003), “cultural history-plus”, tiene sumido al conocimiento de la prehistoria de la Región de Atacama en un notable retroceso. En efecto, se generaliza lo acontecido en Copiapó y se engloba a la región en un amplio territorio, casi uniforme y que suma la Región de Coquimbo, el Norte Chico. De esta forma salta a la vista la homologación de un concepto geográfico como el señalado (con la aparición de valles transversales) con desarrollos prehistóricos que no son equivalentes, restringiendo las particularidades locales y prácticamente desconociendo las características circumpuneñas de la Región de Atacama, al menos en su extremo septentrional. De allí que lo efectuado en la comuna de Diego de Almagro, desde la perspectiva de la transdisciplinariedad y desde la integralidad de diversos componentes y actores sociales (arqueología, conservación, educación patrimonial, comunidades y municipio), nos conduce progresivamente a una definición de las singularidades locales, prehispánicas, de este territorio circumpuneño del Desierto Meridional de Atacama. El trabajo ejecutado por el equipo procura aproximarse hacia una arqueología pública, para llegar finalmente a una arqueología relacional, comprometida con las comunidades, pero cuidando no caer en una situación pendular, arrastrados por el esencialismo de la multiculturalidad (Gnecco 2009); aunque somos claros en reconocer que nos encontramos en una fase inicial. Sin embargo, la permanencia y la sistematicidad de este equipo en el territorio comunal, y las redes sociales y educacionales que aporta el municipio, como otras plataformas, ha posibilitado que paulatinamente estemos generando la conjunción de objetivos investigativos e intereses locales, lo que ha enriquecido nuestro trabajo. Así hemos constatado una ascendente valorización individual, grupal, social y hasta institucional -a nivel de municipio- del patrimonio arqueológico local, como un conjunto de bienes culturales únicos, activos, significativos, históricos y comunitarios, dejando de lado por nuestra parte discursos patrimonialistas. Del mismo modo, y en forma paralela, se ha posicionado la consideración desde los intereses locales por comprender el ámbito patrimonial como un eje alternativo de desarrollo futuro, diferenciándose de localidad en localidad dentro de la comuna, de acuerdo a los intereses de grupos y sociedades. En este punto se genera la preocupación local por desarrollar un turismo cultural, pero resguardando los efectos que podría provocar, concretamente, en los sitios arqueológicos, más aun cuando el turismo cultural se define como una forma de ocio que supone

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liberación de las rutinas diarias y se circunscribe a ciertas limitaciones sociales de un viaje (Ramos 2007: 62), respondiendo, a su vez, a un efecto de la globalización. No ha sido la pretensión de este artículo plantear el caso de Diego de Almagro como un ejemplo que busca la replicabilidad mecánica en otras localidades, solamente se ha buscado exponer y discutir la experiencia que estamos desarrollando y el papel gravitante del municipio. Conjuntamente, hemos apreciado su papel no sólo como una estructura institucional que aplica políticas públicas y locales, sino porque el ámbito cultural y patrimonial corresponde a uno de los ejes programáticos y de agenda pública del municipio, con planes de trabajo a corto, mediano y largo plazo, considerando en su constitución los intereses de las comunidades locales y nuestros aportes. En contrapartida, se observan en las relaciones entre arqueología y municipios problemas latentes, no solamente en otras localidades de la Región de Atacama, que se resumen en la ausencia de un programa de desarrollo a largo plazo en el ámbito patrimonial, implementado localmente y con asesoría arqueológica, que logre ser ajeno a los cambios en las administraciones municipales y sus preeminentes criterios, que no incluyen necesariamente el ámbito patrimonial. Por último, desde una perspectiva teórica más amplia, se visualiza una concepción acrítica por parte de los equipos de trabajo arqueológico sobre qué se concibe como patrimonio, definiendo exclusivamente los arqueólogos cuál es la información relevante que se entrega. De este modo accedemos desde una posición académica y jurídica (Ley 17.288 de Monumentos Nacionales) a un determinismo patrimonial y a una interpretación y reconstrucción del pasado que desde ningún punto de vista es neutro (Uribe y Adán 2003), y que ha mantenido una prerrogativa sobre el desarrollo cultural de los grupos del pasado, apoyada en la dominación epistémica emanada de la modernidad y el colonialismo (Gnecco 2009). En consecuencia, consideramos que en el presente la infodiversidad cultural, las multivocalidades y la multipluraridad patrimonial (Melgar 2002), en comparación con nuestra disciplina, viajan por ahora por carriles independientes, encontrándose ocasionalmente para propósitos coyunturales, funcionales y en conflictos, con medianas y escasas repercusiones sociales. En este contexto, y partiendo desde la autocrítica, es evidente que hemos sido más espectadores que cientistas sociales activos. Por el contrario, creemos que si logramos la integración social con las comunidades locales respondemos a la función social -con significaciones colectivas- de la arqueología; con frecuencia relegada a lo largo del tiempo en Chile, salvo por excepciones, referidas en particular a la vinculación entre arqueología y poblaciones indígenas, ya refrendada anteriormente. Sin lugar a dudas, este aspecto representa para nosotros un imperativo ético insoslayable en el siglo XXI, logrando repercusiones sociales e históricas, que comienzan por no desligarnos en el presente de las comunidades donde desarrollamos nuestro trabajo, consolidando en este proceso una “arqueología social”9 (Ayala et al. 2003; Barceló 2000). Esto conlleva un abandono paralelo de los estereotipos decimonónicos que por nuestra propia decisión nos persiguen y que la propia sociedad nos endilga, junto con posesionarnos dentro del panorama de la posmodernidad y de las concepciones poscoloniales que toman fuerza en Chile y en toda Latinoamérica. 9

� Se comprende en forma diferente a la llamada “Arqueología Social Latinoamericana”, centrada

teóricamente en el materialismo histórico y materialismo dialéctico del marxismo.

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Agradecimientos. Al Alcalde de la Ilustre Municipalidad de Diego de Almagro, Sr. Isaías Zavala, por su respaldo, como al Director del Departamento de Cultura y Turismo, Sr. Gabriel Mánquez. A División Salvador de Codelco Chile, por el apoyo constante; a la Sra. Catherine Westfall, por sus aportes en 2004, como a los numerosos colegas y profesionales que han apoyado nuestro trabajo; a los Sres. Mariano Reinoso, Salomón Jerónimo, Juan Rojas, Eduardo Chávez, Fidel Arancibia y Modesto Cabrera, por sus informaciones. Particularmente se agradece a los vecinos, mineros, pirquineros, organizaciones sociales, agrupaciones Collas, profesores, educandos y gestores culturales de la comuna de Diego de Almagro por integrarnos a la vida comunal. Agradecimientos especiales al Dr. Gustavo Politis por su estímulo y comentarios, como al colega Cristóbal Iglesias por su ayuda. Finalmente, se agradecen las críticas de los evaluadores y las consideraciones de la comisión organizadora del II Taller de Teoría Arqueológica en Chile. Referencias citadas AGUILERA, D. y Cr. PRADO, 2010. Educación patrimonial y arqueología: Aportes desde el Museo de La Ligua. Actas del XVII Congreso Nacional de Arqueología Chilena, T. 1, pp. 549-558, Valdivia. ALDUNATE, C., V. CASTRO y V. VARELA, 2003. Oralidad y arqueología: Una línea de trabajo en las tierras altas de la Región de Antofagasta. Chungara 35 (2): 305-314. ALMANSA, J., 2006. La imagen popular de la arqueología en Madrid. Arqueoweb 8/1. http://www.ucm.es/info/arqueoweb/numero8_1/conjunto8_1.htm ____2010. Pre-Editorial Towards a Public Archaeology. AP: Online Journal in Public Archaeology, Vol. 0: 1-3 http://www.arqueologiapublica.es/descargas/1271665446.pdf ÁLVAREZ, R. y M. GODOY, 2001. Experiencias rurales de educación patrimonial en la Décima Región. Comunidades Mapuche Huilliche de Huiro, Astilleros y Rauco. Revista Austral de Ciencias Sociales 5: 29-38. AUGÉ, M., 2003. El tiempo en ruinas. Editorial Gedisa, Barcelona. AYALA, P., 2007. Relaciones entre atacameños, arqueólogos y Estado en Atacama (norte de Chile). Estudios Atacameños 33: 133-157. ____, S. AVENDAÑO y U. CÁRDENAS, 2003. Vinculaciones entre una arqueología social y la comunidad indígena de Ollagüe (Región de Antofagasta, Chile). Chungara 35 (2): 275-285. BALLART, J., 1997. El Patrimonio histórico y arqueológico: valor y uso. Editorial Ariel, Barcelona. BARCELÓ, J. A., 2000. De la “inutilidad” del pasado a la “comodidad” del presente. La rentabilidad de las ciencias sociales en el siglo XXI. Universitat Obierta de Catalunya, Áreas Temáticas, Humanidades y Filología. http://www.uoc.edu/portal/castellano/arees/arees_tematiques/humanitats/coneixement/ciencies_socials/index.html BAROS, M.C., 2006. Potrerillos y El Salvador. Una historia de pioneros. Corporación Minería y Cultura, Santiago. BONNEMAISON, J., 2004. La géographie culturelle. Éditions du C.T.H.S., 2éme édition, París. CABELLO, G., 2010a Ms. Línea de Base arqueológica. En Mejoramiento del manejo del ganado en los humedales altoandinos del área silvestre protegida de la Comunidad Agrícola Diaguita Los Huascoaltinos. Proyecto FPA CONAMA 2009-2010. ____2010b. El Patrimonio de la región de Atacama: Soporte de Identidad y Desarrollo. En Identidades en Diálogo, Articulando actores y construyendo realidades. Estudio Fortalecimiento

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