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  • 7/29/2019 Arostegui-Retos de La Memoria-1

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    La memoria del pasado

    n. 3 2004

    yRevista de Historia ContemporneaP

    asado

    Memoria

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    Edicin electrnica:

    Espagrafic

    Reservados todos los derechos. No se permite reproducir, almacenar en sistemasde recuperacin de la informacin ni transmitir alguna parte de esta publicacin,

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    de la propiedad intelectual.

    Estos crditos pertenecen a la edicin

    impresa de la obra.

    Preimpresin e impresin: Espagrafic

    Depsito legal: A-293-2002

    ISSN: 1579-3311

    Coordinacin del monogrfico: Glicerio Snchez Recio

    Diseo de la portada: Gabinete de Imagen y Comunicacin Grfica de la Universidad de Alicante

    Traduccin inglesa de los resmenes por el profesor Clive Alexander Bellis, Universidad de Alicante

    Direccin: Glicerio Snchez Recio

    Secretara: Francisco Sevillano Calero

    Consejo de redaccin: Salvador Forner Muoz, Rosa Ana Gutirrez Lloret, Emilio La Parra Lpez, Roque MorenoFonseret, Mnica Moreno Seco, Jos Miguel Santacreu Soler y Rafael Zurita Aldeguer, Universidad de Alicante.

    Consejo asesor:

    Julio Arstegui Snchez(Universidad Complutense)

    Grard Chastagnaret(Universidad de Provenza)Jos Luis de la Granja

    (Universidad del Pas Vasco)Grard Dufour

    (Universidad de Aix-en-Provence)Eduardo Gonzlez Calleja

    (CSIC)Jess Milln

    (Universidad de Valencia)Conxita Mir Curc

    (Universidad de Lleida)M Encarna Nicols Marn

    (Universidad de Murcia)Marco Palla

    (Universidad de Florencia)

    Juan Sisinio Prez-Garzn(Universidad de Castilla-La Mancha

    Manuel Prez Ledesma(Universidad Autnoma de Madrid)

    Manuel Redero San Romn(Universidad de Salamanca)

    Maurizio Ridolfi(Universidad de Viterbo)

    Fernando Rosas(Universidad Nueva de Lisboa)

    Ismael Saz Campos(Universidad de Valencia)Manuel Surez Cortina

    (Universidad de Cantabria)Ramn Villares

    (Universidad de Santiago de Compostela)Pere Yss

    (Universidad Autnoma de Barcelona)

    Edita: Departamento de Humanidades Contemporneasrea de Historia ContemporneaUniversidad de AlicanteApartado Postal 99E-03080 Alicante

    Suscripcin: Marcial Pons LibreroDepartamento de SuscripcionesC/ San Sotero, 628037 [email protected]

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    PASADO Y MEMORIARevista de Historia Contempornea, n 3

    Retos de la memoria y trabajos de la historia

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    ndice

    Portada

    Crditos

    Retos de la memoria y trabajos de la historia ................ 5

    Memoria y experiencia ...................................................... 11

    Memoria e Historia ............................................................ 23

    Memoria y presente histrico ............................................ 40

    Notas ................................................................................. 51

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    Julio Arstegui

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    Retos de la memoria y trabajos de la historia*

    Julio Arstegui

    La Historia es la vida de la memoria, dej escrito el P.

    Jos de Sigenza en su Historia de la Orden de San

    Jernimo. Parecera como si esa aseveracin poti-

    ca y sutil indujese a pensar que la Historia no slo presupone

    siempre la Memoria sino que, a travs de aqulla, sta reco-bra vida y prolonga su presencia, permanece viva y perpeta

    sus contenidos (nota 1). La Historia sera as una prolonga-

    cin y cristalizacin de la Memoria. Esta cita de un clsico

    castellano no tiene otro propsito sino llamar la atencin, en

    esta particular coyuntura cultural que vivimos, sobre la re-

    lacin mltiple y compleja que ha sido destacada siempreentre Memoria e Historia, entre los contenidos del recuerdo

    y la prctica historiogrfica. La sutil forma en que, desde el

    pensamiento de la Antigedad clsica, la una se ha ligado

    siempre a la otra ha sido fuente de inspiracin tanto sobre las

    virtualidades de una historia viva como sobre las de una

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    Retos de la memoria y trabajos de la historia

    6NDICE

    historia memorial, una historia que da vida a la memoria.La cuestin de las relaciones entre la historia y la memoria

    es, sin duda, tanto antigua como extremadamente actual

    (nota 2). Pero los riesgos y trampas que imgenes como s-

    tas esconden no deben tampoco, a nuestro juicio, permane-

    cer ocultas.

    La memoria, interpretada como depsito y acervo de viven-

    cias comunes compartidas y como bien cultural de la ma-

    yor relevancia, ha devenido en uno de los componentes ms

    significativos de la cultura de nuestro tiempo, como inspira-

    cin de actitudes y aspiraciones reivindicativas derivadas dehechos del pasado, como prembulo o como derivacin de

    la reclamacin de identidad, como referente para variadas

    posiciones polticas. Muchos de los fenmenos sociocultura-

    les a los que asistimos hoy ilustran de manera ntida la im-

    portancia de la memoria no slo como valor, pues, sino como

    reivindicacin social. En cualquier caso, se ha convertido enun fenmeno de trascendente presencia social. La memoria y

    las memorias son hoy un lugar comn de la reflexin social y

    son el terreno, en cuanto dimensin colectiva, en el que se li-

    bra una batalla ideolgica de notable calado. Tambin se han

    convertido, en consecuencia, en el objeto de un renovado

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    7NDICE

    inters por parte de ciertas ciencias sociales, la antropologa,la psicologa y, particularmente, la historiografa.

    La densa problemtica de la memoria colectiva, social e his-

    trica y de la relacin entre memoria e historia ha sido objeto

    de una amplia atencin de los tratadistas actuales, por ms

    que pueda decirse que no poseemos an una interpretacinconvincente y fundada que d cuenta de la reciente expan-

    sin de la cultura de la memoria en sus variados contextos

    nacionales y regionales (nota 3). Vivimos, se ha dicho, el

    tiempo de la memoria o, tambin, el tiempo del testigo

    (nota 4). En los aos ochenta del siglo XX, una obra colectiva

    dirigida por Pierre Nora, Les lieux de mmoire, abri unas in-sospechadas perspectivas al tratamiento historiogrfico de la

    memoria histrica como conformadora de persistentes com-

    portamientos sociales y de una percepcin particular de la

    herencia histrica (nota 5). El inters por la relacin entre la

    memoria y la historia experiment desde entonces un inde-

    clinable auge.

    Es incuestionable que nuestro mundo de hoy se ha converti-

    do en un extraordinario consumidor de memoria. Por qu

    y para qu recordar?, es una doble pregunta frecuente en

    nuestro tiempo para la que existen mltiples respuestas car-

    gadas siempre de una notable derivacin ideolgica (nota 6).

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    8NDICE

    Los estudios sobre la memoria histrica se han multiplicadoen los aos noventa y se ha podido decir que uno de los

    fenmenos culturales y polticos ms sorprendentes de los

    ltimos aos es el surgimiento de la memoria como una pre-

    ocupacin central de la cultura y de la poltica de las socie-

    dades occidentales (nota 7). En efecto, desde los mbitos

    polticos y sociales ms diversos se ha venido reclamandola preservacin de la memoria, especialmente la memoria

    del dolor, de las guerras, de las injusticias, la represin y los

    genocidios. Se ha hablado de una saturacin de memoria

    y tambin, por fin, de una crisis de la memoria (nota 8).

    Y, por lo dems, se ha propuesto una explcita dedicacin a

    construir una historia de la memoria, a convertir sta en un

    objeto historiogrfico.

    El cambio hacia un tiempo de la memoria puede rastrearse

    con cierta claridad desde el giro decisivo que se produce en

    los contenidos culturales occidentales a partir de finales de la

    dcada de los sesenta del siglo XX. Se ha dicho que si la cul-tura de la modernidad a comienzos de ese siglo tena la pers-

    pectiva de los futuros presentes, la que ha trado la posmo-

    dernidad, acusadamente desde la dcada de los ochenta, se

    ha vertido hacia los pretritos presentes. Nuestro tiempo

    padece el sndrome de la memoria recuperada y desarrolla,

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    en consecuencia, una cultura de la memoria. La memoriase ha convertido en una obsesin cultural de monumentales

    proporciones en el mundo entero (nota 9).

    Tal cultura de la memoria, por lo dems, no restringe el m-

    bito de su expansin a ese afn por la recuperacin del pa-

    sado sino que abarca igualmente a la impregnacin de lasperspectivas temporales por la fijacin del tiempo vivido y

    tambin por las funciones del olvido. La memoria, pues, en-

    tendida como la ms potente y vital ligazn de la experiencia

    al pasado y el mayor resorte para su conservacin, cuando

    no el agente de su invencin, se ha situado prcticamente

    en el centro de las ms reiterativas reivindicaciones cultu-rales actuales, de forma que puede pensarse que, bajo la

    forma de memoria colectiva especialmente, una de las con-

    notaciones de nuestro presente es una nueva valoracin de

    la funcin y la importancia de la memoria como definidora de

    pautas culturales.

    Desde el punto de vista del anlisis de los comportamientos

    sociales, tanto la sociologa o la antropologa como, desde

    luego, la historiografa tienen en la memoria un amplio cam-

    po de exploracin. Es justamente el inters por esa memoria

    social en su particular especificacin de memoria histrica la

    que ha despertado un creciente inters en la historiografa

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    contempornea y contemporanesta, sobre todo en relacincon la posibilidades de la historia oral, de la historia con tes-

    timonios vivos, tanto en su aspecto de historia apoyada por

    fuentes orales como el tipo ms estructurado basado en la

    exclusividad del testimonio oral que conforma, desde luego,

    una percepcin propia de la historia del presente.

    En consecuencia, la importante cuestin de la memoria como

    dimensin de las formas sociales permanentemente construi-

    das y reestructuradas y la relacin de ello con la percepcin

    y la escritura de la Historia es el asunto primordial al que

    se orientan estas pginas. Los retos de la memoria parecen

    ineludibles en la vida cultural de hoy. Los trabajos de la histo-ria no pueden ignorarlos. Pero la pretensin, expuesta segn

    variadas propuestas, de que la Historia no puede ser diso-

    ciada de la Memoria, de que sta es, en ltimo extremo, la

    justificacin y legitimacin de aqulla, de que, en todo caso,

    su potencia rememorativa e institucional es superior al pro-

    pio contenido del bagaje histrico, no puede ser aceptadasin ms por una historiografa como actividad objetivadora,

    cientficamente orientada, de la temporalidad social. Por

    ello a ese reto de la memoria debe corresponder un esfuer-

    zo ms aquilatado de construccin o trabajos de la historia.

    Memoria e Historia no son potencialidades necesariamente

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    correlativas, segn intentaremos exponer, pero s lo son con-vergentes. Como reto y como trabajo, la prolongacin de la

    memoria en la historia debe ser un hecho y un deber en la

    consecucin de un mejor conocimiento y conservacin del

    pasado y de un mundo distinto y ms justo.

    Memoria y experiencia

    Si la Memoria y la Historia llegan a presentarse como corre-

    lativas y secuenciadas es porque ambas son una manifes-

    tacin y un reservorio de la experiencia humana. La expe-

    riencia vivida es acumulada en la memoria y la historia es su

    explicitacin permanente y pblica. Para plantear e intentar

    resolver desde el punto de vista de la funcin historiogrficala difcil relacin entre memoria e historia no hay ms reme-

    dio que pergear algo a modo de una teora de la memoria

    que nos permita poner en claro de qu memoria hablamos

    cuando la relacionamos con la construccin de lo histrico.

    Es evidente que podemos prescindir aqu de variados aspec-

    tos de la entidad de la memoria que, claro est, puede serenfocada desde perspectivas muy diversas que comprende-

    ran entre ellas desde las biolgicas a las filosficas, pasando

    por las psicolgicas. No es preciso entrar aqu, por supuesto,

    en mayores detalles sobre los mltiples enfoques y doctrinas

    que confluyen en el anlisis de la naturaleza y funcin de

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    la memoria, es decir, las neurolgicas, psquicas, antropo-lgicas, cognitivas, etc., de la misma forma que no lo es la

    contemplacin filosfica de sus potencialidades (nota 10) en

    cuanto no tenga una referencia directa a su funcin social y

    su dimensin histrica (nota 11).

    La memoria, en su definicin ms sencilla posible, o sea,como la facultad de recordar, traer al presente y hacer per-

    manente el recuerdo, tiene, indudablemente, una estrecha

    relacin, una confluencia necesaria, y tal vez una prelacin

    inexcusable, con la nocin de experiencia, al igual que con la

    de conciencia, porque, de hecho, la facultad de recordar or-

    denada y permanentemente es la que hace posible el registrode la experiencia. Sin la memoria no existe posibilidad de ex-

    periencia, haba dicho ya Aristteles. La temporalidad huma-

    na tiene en la memoria su apoyo esencial (nota 12), mientras

    que la continuidad que facilita a la accin humana es la clave

    de la funcin estructurante que tiene tambin en la constitu-

    cin de las relaciones sociales. La memoria, por tanto, tieneuna funcin decisiva en todo hecho de experiencia como la

    tiene tambin en la captacin del tiempo por el hombre.

    Ocurre as dada la multiplicidad operativa de la memoria como

    contenido vivencial, como presentificacin en expresin

    que emplean Husserl o Giddens, por ejemplo, como funcin

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    recuperadora mediante el recuerdo o discriminadora median-te el olvido, como reordenacin continua de las representa-

    ciones de la mente y, en fin, como suministradora de pautas

    para la accin. La memoria, en consecuencia, figura tambin

    entre las potencialidades que mayor papel desempean en

    la constitucin del hombre como ser histrico. Ella es el so-

    porte de la percepcin de la temporalidad, de la continuidadde la identidad personal y colectiva, y, consiguientemente,

    es la que acumula las vivencias donde se enlazan pasado y

    presente.

    Sin la capacidad de recordar, de hacer presente lo pasado,

    no existira modo de llegar a elaborar una historizacin de laexperiencia o una captacin del presente como historia, es

    decir, no habra posibilidad de vivir histricamente. La impor-

    tancia, por tanto, de analizar las funciones de la memoria en

    relacin con la experiencia humana se acrecienta an dada

    la insistencia de un gran nmero de tratadistas actuales en

    la relacin entre memoria y recuperacin del pasado tantocomo entre ste, o sea, lo convencionalmente llamado Histo-

    ria, y la percepcin del presente en cuanto parte constitutiva

    del proceso histrico.

    Paul Ricoeur ha llamado la atencin de forma repetitiva y con

    nfasis hacia la diferencia entre la recordacin habitual y el

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    esfuerzo de memoria. Entre la mneme y la ananmnesis delos clsicos griegos. Lo sustancial de sus posiciones se reco-

    ge en la aseveracin de que acordarse es no slo acoger,

    recibir una imagen del pasado: es tambin buscarla hacer

    algo. Esta por dems convincente distincin nos coloca ante

    el hecho crucial de la memoria activa, de la memoria como

    potencia creadora y, en consecuencia como sustrato de la te-matizacin de la experiencia que es la potencialidad preemi-

    nente de la recordacin (nota 13). La memoria se distingue

    igualmente con nitidez de la funcin de la imaginacin, en

    relacin, sobre todo, con su contenido de verdad. Ya Hen-

    ri Bergson haba reparado en que imaginar no es acordar-

    se, cuestin en la que insistira tambin J. P. Sartre. Existen,

    pues, dimensiones diversas de la memoria cuyos extremos

    se realizaran especialmente en la distincin entre hbito de

    recordar y esfuerzo de rememoracin y entre imaginacin y

    recuerdo. La experiencia est mucho ms ligada al esfuerzo

    por recordar.

    La memoria es constitutivamente bastante ms que un de-

    psito de sensaciones y percepciones o, sencillamente, algo

    ms que la facultad mental que permite traer al presente, me-

    diante el recuerdo, las vicisitudes del pasado. La memoria

    es, ms all de eso, una facultad fundamentalmente activa,

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    reorganizadora y coordinadora, estructurante, que no se li-mita en manera alguna al registro, aunque lo realice, de lo

    percibido o experienciado. Gracias a la memoria el hombre

    puede poner ante s en un ejercicio mental su trayectoria vital

    completa, su biografa, como algo unitario, puede reproducir-

    la en una secuencia ordenada temporalmente, del presente

    al pasado y viceversa. Puede tambin imaginar el futuro, y,de esta forma, puede acceder a la imagen de un presente

    continuo.

    Ahora bien, cmo est representada la experiencia en la

    memoria humana? Topamos aqu con la cuestin del signifi-

    cado mismo de representacin y su importante relacin conlas formas de comportamiento (nota 14) y tambin con el

    hecho de que al hablar de representacin se est presupo-

    niendo que no todos los contenidos de la experiencia pasan

    de forma permanente a la memoria. La memoria trae el pa-

    sado al presente, pero no lo reproduce. Ello est en relacin

    con la afirmacin que ya introdujese Bergson y que ciertascorrientes de la psicologa, especialmente la cognitiva, man-

    tienen hoy de que la funcin real de la memoria estriba no en

    la retencin de las vicisitudes de todo orden que se atravie-

    san, sino en la reconversin de ellas, o su representacin, a

    travs de categoras y conceptos. La memoria se puebla de

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    estructuras interactivas a las que se denomina esquemas.Estos esquemas se abstraen de la experiencia de forma que

    constituyen modelos del mundo exterior, que sirven a su vez

    para procesar toda nueva informacin. La memoria no es,

    pues, una reproduccin del mundo exterior sino un aparato

    para interpretarlo (nota 15).

    No hay experiencia sin memoria. El recuerdo mismo perte-

    nece al mundo de la experiencia como dicen los fenomen-

    logos. La Historia, a su vez, procede, en palabras de Kose-

    lleck, de la tematizacin de las experiencias (nota 16). La

    prelacin de la memoria y de la experiencia sobre la historia

    parece as quedar clara. Tanto la experiencia como su crista-lizacin en la memoria constituyen, a su vez, la ms intuitiva y

    profunda percepcin del tiempo humano. La experiencia y la

    memoria son condensaciones del tiempo. Ambas tienen la

    estructura de la temporalidad y ambas, en consecuencia, son

    la condicin inexcusable de toda posibilidad de historicidad.

    De otra parte, la memoria no se constrie tampoco a la ca-

    pacidad de recordar, de traer el pasado al presente, sino que

    alcanza tambin a la de olvidaren su funcin selectiva. La

    memoria como capacidad de recordar tiene su contraimagen

    en la capacidad de olvidar, teniendo a sta, claro est, por

    algo ms que una simple deficiencia patolgica. El olvido,

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    17NDICE

    pues, no es en modo alguno una deficiencia de la actividadmnemnica, es, por el contrario, una de sus funciones. El

    olvido, como capacidad psquica, es tambin una facultad ac-

    tiva, aunque peor estudiada que la del recuerdo, si bien los

    anlisis filosficos o sociales de la memoria como recuerdo

    van comnmente acompaados de su funcin inversa como

    olvido. El silencio y el olvido tienen un uso, ejercen un pa-pel en el mantenimiento de las vivencias y ocupan un lugar

    de relevante importancia en la reproduccin social y en la

    plasmacin del discurso histrico (nota 17). La expulsin de

    la memoria de determinados pasajes de ella tiene tanta sig-

    nificacin como su conservacin (nota 18). La memoria, en

    resumen, funciona siempre en pluralidad, de manera limitada

    y selectiva, frgil y manipulable, se vierte, sobre todo, hacia la

    percepcin del cambio y ejerce un trabajo simblico de resti-

    tucin y de sustitucin.

    Tambin es preciso aludir de inmediato a un asunto de par-

    ticular importancia para lo tratado aqu: la dimensin socialde la memoria. Es decir, el hecho de que esta facultad, en

    cuanto que trasciende las potencias del individuo aislado,

    tiene por lo mismo variadas determinaciones sociales. Por

    una parte, la memoria siempre incluye a los dems; de otra,

    en efecto, es tambin un presupuesto de la actividad social.

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    Retos de la memoria y trabajos de la historia

    18NDICE

    En el plano antropolgico y sociolgico, al tiempo que la me-moria acta como un soporte fundamental de la temporali-

    dad, destaca tambin como un componente imprescindible

    en la construccin de las realidades sociales. Su relacin con

    stas es recproca: la memoria acta y es explicable dentro

    de unos cuadros [o marcos] sociales, como los llamara M.

    Halbwachs, uno de los clsicos en el estudio sociolgico dela memoria, pero contribuye igualmente a la simbolizacin y

    reproduccin de ellos.

    Siguiendo precisamente a Halbwachs, suele hablarse de la

    existencia de memoriasindividual, colectiva y social, que son

    tres especificaciones o grados distintos e inclusivos de la ca-pacidad mnemnica. Ms all de la memoria individual, apa-

    recera la memoria colectiva o memoria del grupo, mientras

    que la social sera la de una sociedad globalmente considera-

    da. Maurice Halbwachs abord en la primera mitad del siglo

    XX un anlisis detallado de la relacin entre memoria indivi-

    dual y memoria colectiva y, lo que es ms importante, entrela memoria colectiva y la memoria histrica, esto ltimo en

    un estudio que apareci pstumamente (nota 19). Segn l,

    existe un proceso de recuerdo que est ms all de cada indi-

    viduo, que es impersonal, en el cual los individuos participan

    aunque sea parcialmente y segn sus intereses particulares.

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    Julio Arstegui

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    Para evocar su pasado, el hombre necesita frecuentementeacudir a los recuerdos de los otros (nota 20). Toda memoria

    individual supone el marco o cuadro de la social (nota 21), lo

    que descartara la superficial visin de la memoria colectiva

    como alguna forma de mera sntesis o construccin basada

    en las memorias individuales.

    Segn esa misma dualidad, Halbwachs propona distinguir

    entre una memoria interior y una exterior al individuo, una

    personal y una social y, adems, ms importante para lo que

    dilucidamos aqu, entre memoria autobiogrfica y memoria

    histrica. La memoria histrica sera, pues, una especifica-

    cin temporal de la memoria colectiva. Sera externa al indivi-duo, objetivada y socializada. Con indudables ambigedades,

    esta posicin recoge mucho, sin embargo, de la mantenida

    por Durkheim de hecho, maestro de Halbwachs acerca de

    la objetividad impersonal de todos los hechos sociales, que

    se imponen al individuo.

    La proposicin de que existe una memoria colectiva, es, sin

    duda, de notable importancia y pueden encontrrsele claras

    analogas en la misma medida en que existe una accin co-

    lectiva, una conciencia colectiva, etc. pero ha suscitado des-

    pus tantas dudas como la definicin de cualquier concepto

    que representa una cualidad social emergente, que trascien-

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    20NDICE

    de al actor individual y que no puede entenderse como lasuma de las cualidades singulares. La memoria presupone

    una mente, en efecto, est relacionada siempre con una ex-

    periencia determinada y concreta. As, pues, quin o qui-

    nes seran el sujeto familia, clase, grupo tnico, generacin

    histrica, etc. de tal memoria colectiva?; dnde est depo-

    sitada?; qu contenidos selecciona? Si bien cualesquieracontenidos de memoria tienen siempre una indudable pro-

    yeccin colectiva, son el reflejo de la realidad social y en ellos

    juega un papel esencial el contexto de la socializacin, es el

    sujeto de ella el que representa un problema para la teora

    social e histrica (nota 22). La memoria colectiva es un con-

    cepto atractivo no exento de problemas, que ha suscitado

    menos estudios de los deseables y que, en todo caso, cons-

    tituye un poderoso instrumento de anlisis de los recuerdos

    socialmente compartidos (nota 23).

    Conviene resaltar, desde luego, el inters de esta visin holista

    de los problemas de la memoria, que evita los psicologismosfrente a los que prevendra asimismo Durkheim, pero omite

    dimensiones esenciales en la proyeccin y la insercin social

    de la memoria, que hoy no pueden ser, en manera alguna,

    obviados. En efecto, la idea de memoria colectiva se avie-

    ne con dificultad con su casi homnimo de memoria social,

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    Julio Arstegui

    21NDICE

    ello esquivando conscientemente las muchas y muy sutilesreflexiones y matices que cabran en la comparacin entre lo

    colectivo y lo social (nota 24). De la obra de Halbwachs es-

    tn prcticamente ausentes los problemas derivados de los

    usos de la memoria, la manipulacin de la memoria colectiva,

    su importancia ideolgica y como instrumento de poder, su

    papel en la lucha por la dominacin y la hegemona y, en lti-mo extremo, su fragmentacin.

    La memoria colectiva no parece en absoluto un producto in-

    mediato de la actividad social, sino que es una construccin

    cultural muy elaborada. Existe algn colectivo con una me-

    moria nica? O bien, cmo se constituye esa memoria co-mn? La memoria colectiva es el lugar comn de todas esas

    importantes realidades sociales y, de paso, todas las dificul-

    tades epistemolgicas, a las que Halbwachs no se refiere.

    Sus estudios, sin embargo, siguen prcticamente insupera-

    dos en lo que atae a la tesis de que la memoria individual y

    colectiva, y, por supuesto, la memoria histrica, son siempreen efecto construcciones en las que la dimensin social no

    es meramente un contexto sino una causa. La memoria es

    una dimensin ms de las relaciones sociales que precisa

    siempre una contextualizacin, contrastacin y, sobre todo,

    objetivacin.

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    Retos de la memoria y trabajos de la historia

    22NDICE

    Las peculiaridades de la memoria social y la memoria histri-ca, sin embargo, no se agotan ah. Importa tanto ms sealar,

    entre otras muchas cosas posibles, que, por lo que atae a la

    funcin y al uso de la memoria como factor de conciencia-

    cin histrico-social y cultural, existen decisivas diferencias

    entre las memorias sociales justamente en relacin con la

    experiencia. Existen una memoria directa, llamada tambin,a veces, espontnea, frente a otra adquirida o transmitida, o,

    lo que es lo mismo, una memoria ligada a la experiencia vital,

    propia y directa, del individuo o el grupo, la memoria viva, y

    otra que es producto de la transmisin de otras memorias,

    de la memoria de los predecesores, la memoria heredada.

    Los entrecruzamientos de estas memorias son absolutamen-te esenciales para el anlisis a fondo de la memoria histrica.

    La memoria, por lo dems, es una referencia decisiva tam-

    bin en procesos como los de identidad, integracin grupal o

    generacional y en la elucidacin del significado de la accin

    pblica, social y poltica. Hay, en fin, una memoria institucio-

    nal(lugares de memorias, liturgias y rememoraciones pbli-cas, utilizacin poltica, derechos de la memoria y prcticas

    del olvido) cuyos contenidos son clave para la prctica y la

    reproduccin social.

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    Julio Arstegui

    23NDICE

    Memoria e Historia

    No es difcil entender, como consecuencia de todo lo expues-

    to, que el problema central al que debemos dirigir la atencin

    es la manera exacta en que se establece la relacin entre

    memoria como representacin permanente de la experiencia

    en la mente individual y en los colectivos humanose historiacomo racionalizacin y objetivacin temporalizadas y expues-

    tas en un discurso, por decirlo as, de tal experiencia. Porque

    a partir del esclarecimiento de ese enlace esencial podremos

    penetrar con mayores garantas en el problema mayor de la

    funcin de la memoria en la construccin de lo histrico y del

    presente histrico.

    La memoria tiene dos funciones importantes en la aprehen-

    sin de lo histrico, sobre el plano general de su significacin

    como sustento de la continuidad de la experiencia. Una de

    ellas es la capacidad de reminiscencia de las vivencias en

    forma de presente. La memoria, como decimos, es capaz de

    reasumir la experiencia pasada como presente y, al mismo

    tiempo, como duracin, lo que no equivale a decir que no

    contenga su propia temporalidad interna, que no d cuenta

    de la sucesin temporal. El presente histrico, como percep-

    cin subjetiva, se fundamenta justamente en la extensin de

    la memoria de vida, y excluye en buena medida, aunque no

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    Retos de la memoria y trabajos de la historia

    24NDICE

    de forma absoluta, la memoria transmitida, la memoria delpasado heredado pero no vivido, sin mengua de que esta

    ltima tenga naturalmente una importante funcin tambin

    para interpretar y dotar de significado la memoria vivida. En

    su sentido extendido, un presente es el contenido completo

    de una memoria viva, no heredada, aunque el tiempo est en

    ella ordenado segn la secuencia pasado-presente.

    La segunda funcin destacable deriva de su papel no ya

    como presupuesto, predisposicin o, si se prefiere, umbral,

    de lo histrico, sino como soporte mismo de lo histrico, y

    como vehculo de su transmisin, limitada prcticamente a

    ella cuando se trata de la transmisin oral. Definitivamente,no hay historia sin memoria. An as, una afirmacin de tal

    gnero tiene que ser cuidadosa porque corre el riesgo de

    ser equvoca: la memoria y la historia no son, a pesar de su

    estrecha relacin, entidades correlativas relacionadas en un

    nico sentido.

    En definitiva, llegamos al meollo verdadero de la relacin

    que intentamos clarificar: cul es el sentido propio de esa

    estrecha relacin entre memoria, potencia cognoscitiva, ins-

    trumento imprescindible de la relacin social y dispositivo

    central en la percepcin humana del tiempo, e historia, con-

    ciencia de la temporalidad de todas las acciones, atribucin

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    Julio Arstegui

    25NDICE

    que poseen todas las creaciones humanas y discurso quelas objetiva y las registra en el tiempo? Que la Historia pa-

    rece ser la materializacin y prolongacin de los contenidos

    de la Memoria es, como hemos visto, una suposicin muy

    antigua. Los historiadores han intentado establecer muchas

    veces la naturaleza exacta de esa ligazn irreductible. Unos

    de los tratadistas contemporneos ms citados, Pierre Nora,se pronunci sobre ello en el sentido de que mientras la

    memoria es la vida, en evolucin permanente, abierta a la

    dialctica del recuerdo y de la amnesia, inconsciente de sus

    deformaciones progresivas y vulnerable a las manipulacio-

    nes, la historia es la reconstruccin siempre problemtica

    e incompleta de lo que ya no existe. La memoria es un fe-

    nmeno siempre actual, la historia es una representacin del

    pasado. Existen tantas memorias como grupos, es por natu-

    raleza mltiple, colectiva, plural e individual. La historia, por

    el contrario, pertenece a todos y a ninguno y por ello tiene

    vocacin universal (nota 25).

    Aqu y all, dicho de una manera u otra, la permanente li-

    gazn y la permanente tambin dicotoma parece hacerse

    descansar en que la Memoria es una potencia radical de lo

    humano al tiempo que un factor imprescindible de la vida so-

    cial y la percepcin temporal, mientras que la Historia es una

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    Retos de la memoria y trabajos de la historia

    26NDICE

    atribucin osteolgica del tiempo humano, pero es tambinuna construccin intelectual y por lo tanto un producto cul-

    tural emergente. Insistiendo y matizando en este orden de

    ideas, podra aadirse que la memoria, bastante ms all de

    la facultad que nos permite recordar es un fenmeno social

    estructurante, donde converge la tensin entre lo individual y

    lo colectivo. La historia representa el peso y el paso inelucta-bles del tiempo, pero en alguna manera es una creacin libre

    del hombre. En cualquier caso, la Historia-discurso es bas-

    tante distinta de la Memoria-recuerdo, pero siempre aqulla

    empieza su construccin sobre sta. La memoria cultural que

    aqu nos importa es la que se incardina en el trabajo de la

    rememoracin. En este sentido la memoria tanto individual

    como colectiva o social tiene relaciones cambiantes con el

    discurso de la historia. La historia, por su parte, es tanto re-

    memoracin como registro. Sin embargo, el registro no es

    necesariamente rememoracin.

    La historia debe incluir la memoria, pues, pero esta segundano equivale necesariamente a la primera. La historia aparece,

    decamos, como una creacin intelectual, como un discurso

    modelado por decisiones culturales. En definitiva, con el paso

    del tiempo la realidad histrica ha venido a estar representada

    cada vez ms por lo que los franceses han llamado lhistoire

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    Julio Arstegui

    27NDICE

    savante, la historia erudita. En ese nivel memoria e historiason categoras claramente distintas. Pero si la memoria es

    una potencialidad constitutiva de lo humano, modelada, a su

    vez, por la dinmica social misma, por el cambio, y la historia

    es el registro de ese cambio, la discriminacin entre una y

    otra se hace necesariamente problemtica. La cuestin real

    reside aqu, a lo que parece, en la dificultad de hablar deuna memoria colectiva como dimensin realmente global,

    mientras que la historia no puede tener sino ese carcter glo-

    bal.

    Una determinada comunidad interpreta su historia de ma-

    neras distintas en funcin de los grupos que la componen,de sus intereses y de sus memorias, pero cada uno de ellos

    pretende que su interpretacin es la universalmente vlida,

    la que afecta a todos. El problema central de toda memoria

    es, pues, el de su fiabilidad. Sin embargo, la historia tiene

    una connotacin definitoria inexcusable: su necesario conte-

    nido de verdad. Una historia cuya verdad puede ser negadapasa a ser necesariamente ilegtima. El contenido veritativo

    de la memoria es mucho ms aleatorio. La memoria es, sobre

    todo, una visin particular del pasado.La memoria es mucho

    ms fragmentaria. Es la memoria histrica, por tanto, el punto

    real e imprescindible de la convergencia entre las memorias

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    Retos de la memoria y trabajos de la historia

    28NDICE

    particulares y la historia de vocacin universal de la que ha-blaba Pierre Nora y el punto real entre una y otra realidad no

    puede establecerlo sino la memoria histrica.

    El problema esencial queda ya, a nuestro juicio, suficiente-

    mente enunciado. Debe continuar mantenindose el esta-

    tuto de matriz de la historia otorgado comnmente a la memo-ria? (nota 26). La respuesta slo puede ser matizadamente

    positiva. Memoria e historia son realidades con una relacin

    secuencial y necesaria, incluso, pero distinguibles la una de

    la otra y, desde luego, separables. Ello quiere decir que la

    relacin no las hace necesariamente coincidentes ni an ne-

    cesariamente convergentes en su naturaleza. Su relacin esinequvocamente contingente, como tendremos ocasin de

    discutir despus. Los contenidos de la memoria, de cualquier

    memoria, de las memorias vivas y de las heredadas, no cons-

    tituyen ya, en s mismos, el contenido de la historia. Para que

    la memoria sea historia necesita algo ms que el esfuerzo

    por la rememoracin. Necesita convertirse, o ser convertidapor la operacin historiogrfica, para decirlo tambin en los

    trminos empleados por Ricoeur, en memoria annima, en

    memoria objetivada. Memoria e historia se acercan, efectiva-

    mente, cuando se establece entre ellas una relacin que slo

    se entiende si se tiene en cuenta, al menos, un requisito que

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    Julio Arstegui

    29NDICE

    el propio Halbwachs acert a expresar con precisin: paraque la experiencia o sencillamente la imagen de lo vivido al-

    cance la realidad de lo histrico ser preciso que salga de s

    misma, que se coloque en el punto de vista del grupo, que

    pueda denotar que un hecho marca una determinada poca

    porque ha penetrado en el crculo de las preocupaciones y de

    los intereses colectivos (nota 27).

    No hay Historia sin Memoria, repitamos, pero dado que lo

    recproco no es igualmente cierto ello quiere decir que la re-

    lacin es unidireccional y que no puede descartarse la con-

    frontacin conflictiva entre ellas. En definitiva, la Historia tie-

    ne su propia autonoma, no coincide necesariamente con laMemoria. A consecuencia de ello, siendo cierta la importancia

    que la cultura actual da a la funcin social de la memoria, e

    innegable su extraordinaria relevancia en las formas en que

    percibimos hoy la historicidad, es errneo, a nuestro juicio,

    extraer de ah la conclusin de que la lucha por la memoria

    es especficamente anloga a la lucha por la historia, y porla verdad de sta... Es errneo, en fin, suponer que ambas

    cosas son sinnimas y que la lucha por la memoria es inequ-

    vocamente la muestra de una persistente conciencia hist-

    rica como caracterstica emblemtica de nuestra condicin

    de contemporneos (nota 28). Esa homologacin incurre,

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    Retos de la memoria y trabajos de la historia

    30NDICE

    sencillamente, en una peticin de principio. La relacin encuestin, adems, dista de poder ser considerada aislada del

    complejo de vertientes sociales y culturales presentes en una

    situacin histrica en la que la lucha por la memoria tiene

    dimensiones muy distintas de la de reflejar meramente con-

    ciencia histrica. Porque la lucha por la memoria es, entre

    otras cosas, una lucha poltica y tica.

    En efecto, memoria y conciencia histrica pueden coexistir

    sin que su correlacin e interdependencia sean necesarias

    ni enteramente discernibles, ni sus manifestaciones obliga-

    damente convergentes. La lucha por la recuperacin de la

    memoria del pasado, la lucha contra el olvido, tiene una tras-cripcin al discurso de la Historia que no es en modo alguno

    lineal. Una correlacin de ese gnero no podra ser postula-

    da, tiene que demostrarse. Quienes claman por la preserva-

    cin de la memoria de determinados hechos del pasado, no

    reclaman necesariamente una mejor investigacin histrica

    de ellos La Historia es dado por supuesto. Quienes exigensu conservacin y se lanzan a la lucha por la memoria son,

    muy destacadamente, losportadores mismos de ella. Son los

    depositarios directamente concernidos por los hechos cuyo

    recuerdo permanente se reclama, sus beneficiarios o sus

    vctimas. En manera alguna queremos decir que ello afec-

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    Julio Arstegui

    31NDICE

    te a la legitimidad de los valores reclamados, sino que esareclamacin implica la preeminencia de las pretensiones de

    retribucin tica, identitaria, social, en definitiva, de la memo-

    ria sobre la verdad de su contenido. Por ello puede llamarse,

    justamente, a nuestra poca, la del testigo (nota 29).

    La reclamacin de memoria no es estrictamente correlativay sintomtica del aumento de conciencia histrica o de con-

    ciencia de la historicidad, aunque pueda serlo, sino que se

    incardina primariamente en la lucha por las identidades, las

    restituciones y reparaciones, por la justicia sobre el pasa-

    do, el reconocimiento de las diferencias y los protagonis-

    mos, el rescate del olvido y el desvelamiento de las biogra-fas marginadas. Y todo ello obediente, ahora s, de manera

    estrechamente correlativa, al reflejo directo del peso de la

    cultura actual de la comunicacin de masas.

    Mientras la memoria es valor social y cultural, es reivindica-

    cin de un pasado que se quiere impedir que pase al olvido,

    la historia es, adems de eso, un discurso construido, obli-

    gatoriamente factible de contrastacin y objetivado o, lo que

    es lo mismo, sujeto a un mtodo. Puede, por tanto, y esto es

    esencial, ser distinto de los contenidos, o de algunos conteni-

    dos, de la memoria. La relacin entre la memoria y la historia

    es por fuerza muy determinante, pero de ah no se infiere

  • 7/29/2019 Arostegui-Retos de La Memoria-1

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    Retos de la memoria y trabajos de la historia

    32NDICE

    la identidad de ambas realidades. La relacin entre ellas escompleja, sinuosa, ninguna de ellas contiene enteramente a

    la otra. Por ello, considerar que la existencia de una memoria

    socialmente desvelada ya y la presencia de usos explcitos

    de ella son la antesala ineludible de su conversin historio-

    grafa y que sta prolonga, solidifica y legitima directamente

    aqulla, es otro error de concepto.

    De la misma forma que en el caso de la conciencia histri-

    ca, la relacin de la memoria con la historia como operacin

    intelectual es inestable. Memoria e Historia son categoras

    del conocimiento de orden diverso, sobre todo porque, frente

    a la pretensin de objetividad que toda construccin his-toriogrfica debe tener ineluctablemente, no hay memoria

    neutral,ni inocente, como no ninguna facultad humana lo es

    enteramente. Por lo dems, no siempre resulta fcil trazar

    la lnea que separa el pasado mtico del pasado real. Y es

    que el pasado recordado con intensidad puede transformar-

    se en memoria mtica (nota 30). Por lo general, los sujetosy los grupos organizan su memoria como autojustificacin y

    autoafirmacin, pero no necesariamente como contribucin

    histrica desinteresada. Toda especie de memoria colecti-

    va en cuanto representativa de un grupo es la expresin de

    un nosotros, y est ligada a los intereses de quienes la ex-

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    Julio Arstegui

    33NDICE

    presan. De ah que losolvidos cumplan muchas veces en ne-gativo esa misma funcin de representacin de intereses. La

    Historia, como dijese Franois Bdarida, ve el acontecimien-

    to desde fuera, mientras la memoria se vincula a l y lo vive

    ms bien desde dentro (nota 31). La Historia no pretende,

    en cualquier caso, ni monopolizar el aporte de la memoria, ni

    agotar su significado, y, sin embargo, son los mismos queproclaman la necesidad de mantener la llama de la memoria

    y subsidiariamente de establecer la verdad de la historia los

    que solicitan a los historiadores para ayudarles y para legiti-

    mar sus resultados (nota 32).

    Conservar la memoria, en definitiva, no equivale ni indefec-tible ni inmediatamente, a construir la historia. Pero hay en

    realidad, pese a todo ello, un par de extremos en el que Me-

    moria e Historia como categoras estn sujetas a las mismas

    determinaciones y cumplen de forma paralela una misma

    funcin. Uno es su significacin de batalla contra el olvido;

    el otro es la imposibilidad de ambas de contener en s todoel pasado (nota 33). Sin embargo, la conservacin de la

    memoria, incluso el deber de memoria del que hablan sus

    mantenedores, no asegura necesariamente una historia ms

    verdica, porque la memoria como facultad personal y como

    referencia de un grupo, de cualquier carcter, es siempre

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    Retos de la memoria y trabajos de la historia

    34NDICE

    subjetiva, representa una visin parcial, no contextualizadaen su temporalidad y no objetivada.

    Para que la memoria trascienda sus limitaciones y sea el

    punto de partida de una historia es preciso que se opere el

    fenmeno de su historizacin, o, lo que es lo mismo, de la

    historizacin de la experiencia, asunto al que nos referimosen extenso en otro lugar(nota 34). La memoria puede ser, y

    es de hecho, objeto de una historizacin, en el sentido sub-

    jetivo y objetivo de tal expresin, pero ello no es un proceso

    necesario ni indefectible. Esa historizacin es ella misma un

    producto histrico, sujeto a condicionantes y determinaciones

    externas, como muestra el hecho de su presencia desigualen unos u otros momentos histricos. Justamente, una de

    las caractersticas culturales ms acusadas de las socieda-

    des actuales es la profundidad del fenmeno de historizacin

    de la memoria, pero ello no puede predicarse en la misma

    medida de todas las pocas. El recuerdo es una operacin

    intencional. La historizacin se apoya en una superacin dela intencionalidad, en una objetivacin de los contenidos de

    memoria. La memoria no lleva de suyo, por su propia virtua-

    lidad, naturalmente, a producir una historia; tampoco es la

    historia an, sino que es una pre-historia, una materia de

    historia, de eficacia diversa. No es una historia construida,

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    Julio Arstegui

    35NDICE

    sino una materia que debe ser historizada. Por lo dicho, la rei-vindicacin de la memoria no siempre conduce a una mejor

    verificacin de la historia. La historia, la historia verificada, se

    entiende, no puede legitimarse por la justicia y oportunidad

    de la preservacin de una determinada memoria sino senci-

    llamente por la propiedad y rigor de su discurso.

    Adems, la memoria en cuanto fuente de historia debe estar

    sujeta, y en las mismas condiciones que todas las dems,

    a los requisitos metodolgicos aplicables a cualquier gnero

    de fuente histrica. De hecho, y segn es bien sabido, son

    los contenidos de la memoria no escrita, de la memoria oral,

    los que constituyen el fundamento de la historia oral, de lahistoria sobre fuentes orales y tambin del mecanismo de las

    historias de vida. Ello conduce al mismo gnero de ope-

    raciones que en todos los dems casos: identificacin como

    fuente idnea, contrastacin, contextualizacin temporal, re-

    lativizacin, objetivacin y construccin de un discurso meto-

    dolgicamente fundamentado. El ejemplo de las fuentes ora-les, por tanto, y las cautelas metodolgicas a que obligan es

    ampliamente demostrativo de estas necesidades (nota 35).

    Las memorias pueden llegar o no al grado de una verdadera

    construccin histrica, para lo que han de pasar por su re-

    elaboracin en forma de discurso objetivado y probado, con

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    Retos de la memoria y trabajos de la historia

    36NDICE

    una certificacin intersubjetiva, es decir, una aceptacin quenunca es perfecta ni absoluta.

    La Historia restituye la memoria del pasado pero puede tam-

    bin rectificarla. La tensin entre la memoria de los testigos y

    la construccin del historiador est siempre presente y puede

    llegar a ser conflictiva. La historia ms reciente est pobla-da de ejemplos de ese tipo (nota 36). La memoria retiene

    el pasado pero es la historia la que lo explica. La falibilidad

    de la memoria debe ser un presupuesto a la hora de basar

    en ella la historia. Como dijese Ch. Wright Mills, el historia-

    dor representa la memoria organizada de la humanidad y esa

    memoria, como historia escrita, es enormemente maleable(nota 37). La misma falibilidad de la memoria condiciona esa

    maleabilidad de la historia escrita. Afirmar, por tanto, que la

    funcin de hacer, de escribir, la historia, equivalga inequ-

    vocamente a la restitucin de la memoria es un error por

    exceso, no siempre desinteresado, y existen buenos ejem-

    plos contemporneos de ello. Cuando el historiador se creeel guardin de la memoria, o es tenido por tal (nota 38), es

    vctima de una ilusin. Existen trabajos de la memoria que

    pueden constituir un soporte y hasta una legitimacin de una

    historia. Pero la Historia no se fundamenta necesariamente

    en tales trabajos(nota 39).

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    Julio Arstegui

    37NDICE

    Historizarla memoria es, por lo pronto, tomar conciencia deque existen cambios en su percepcin que modifican el sen-

    tido que damos al pasado (nota 40). El contenido de la me-

    moria puede ser reinterpretado, como el de la historia, pero

    la argumentacin de esta ltima tiene que pasar siempre por

    una prueba. La memoria es mucho ms libre, no necesita

    poner su legitimidad a prueba. El sentido que tienen las expe-riencias que la memoria actualiza es visto de manera distinta

    a causa no del alargamiento en el tiempo de la experiencia

    misma, sino, sobre todo, del sentido de esa experiencia en la

    medida en que cambia a medida que se prolonga (nota 41).

    En este orden de cosas, la historizacin equivale tambin al

    intento de explicar la vida personal o colectiva en el contexto

    y significado de la Historia que nos ha precedido, de la Histo-

    ria que se nos ha legado. Es interpretar la historia vivida a la

    luz de la no vivida. La historizacin de la memoria, que tiene

    como operacin esencial, de hecho, la relativizacin temporal

    de lo rememorado, es la condicin previa para poder histo-

    riarla, lo que significa igualmente racionalizarla, antes de su

    insercin en un discurso histrico verificable.

    De otra parte, nunca puede obviarse el hecho de que la me-

    moria colectiva y la memoria social han de serpblicas para

    poder ser tenidas por hechos sociales. Ello las relaciona

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    Retos de la memoria y trabajos de la historia

    38NDICE

    con la cuestin de los poderes, de las hegemonas ideol-gicas y sociales, de la dominacin y el sometimiento, y, en

    ese contexto, son objeto siempre en disputa. La memoria se

    ha convertido en alguna manera en una formidable arma de

    combate cultural, tico y poltico. De ah tambin la existencia

    de emprendedores de la memoria y de polticas de memoria

    (nota 42). Existe un permanente debate de la memoria, enespecial acerca del pasado reciente, mientras la obsesin

    por ella se manifiesta en la sinonimia, muchas veces abusi-

    va, que se hace entre pasado y memoria. La memoria

    constituye la denominacin actual, dominante, para designar

    el pasado, no de una manera objetiva y racional, sino con

    la pretensin explcita de que es preciso conservar tal pasa-

    do, mantenerlo vivo, atribuyndole un papel, sin que, por otra

    parte, se precise cul (nota 43).

    En cualquier caso, en una sociedad y en un momento his-

    trico dado jams existe una sola memoria, sino varias en

    pugna. De ah que la idea de memoria colectiva deje mu-chos cabos sueltos. Adems, junto a la memoria combate

    aparece muchas veces la no-memoria, es decir, el intento de

    expulsin de ciertos hechos fuera del bagaje completo de la

    memoria. En efecto, las memorias del pasado pueden enfo-

    car su luz sobre una parte de sus contenidos y dejar a otros

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    Julio Arstegui

    39NDICE

    conscientemente en la oscuridad. Ocurre esto en especial enel fenmeno sealado por E. J. Hobsbawm segn el cual el

    pasado parece quedar absorbido en el presente; pero, aa-

    damos, ello ocurre selectivamente. El fenmeno nos instruye

    sobre el valor de lo olvidado en contraposicin a lo rememo-

    rado. Podra ejemplificar este hecho el caso de una sociedad

    como la espaola donde una transicin poltica de la dictadu-ra a la democracia ha sido un ejercicio colectivo de recuerdo

    y de olvido selectivos.

    De otro gnero, pero con consecuencias que impiden igual-

    mente hablar de la Historia como simple trascripcin de la

    Memoria, es la caracterstica de una memoria tan omnipre-sente hoy como la de la shoah, el genocidio de los judos

    centroeuropeos en las cercanas de la mitad del siglo XX, un

    hecho cuya entidad no ha hecho sino adquirir relieve desde

    la posguerra de 1945. Estamos aqu ante el ejemplo de una

    memoria extraordinariamente activa y legtima pero puesta

    en muchos casos al servicio de intereses que van muchoms all que la preservacin de una historia ejemplar y para-

    digmtica de la barbarie y el horror. Efectivamente, el Holo-

    causto se transform en un signo del siglo XX y del fracaso

    de la Ilustracin (nota 44). Pero si con toda justicia se ha

    hablado de los asesinos de la memoria que han intentado

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    Retos de la memoria y trabajos de la historia

    40NDICE

    negar aquel hecho, con no menos se lo ha hecho de la in-dustria del Holocausto (nota 45). Esta selectividad u orien-

    tacin particular de la memoria opera en muchas ocasiones

    magnificando una barbarie a costa del ocultamiento o minus-

    valoracin de otras, tanto en su propia identidad y cualidad

    como en sus consecuencias (nota 46), justificando el sufri-

    miento de unos en el presente por los sufrimientos de otrosen el pasado. Los lugares de Memoria y sus simbolismos

    no son, en modo alguno, de manera inmediata y por la sola

    virtud de su potencia rememorativa, lugares de Historia.

    Memoria y presente histrico

    Naturalmente, el tema especfico de la relacin entre me-

    moria y construccin historiogrfica del presente histrico

    (nota 47), participando de todas las connotaciones que ya

    hemos sealado, presenta algunas particularidades ms. La

    posibilidad de definir, en el plano subjetivo al menos, un pre-

    sente histrico propio se apoya tambin, sin duda, en la

    capacidad de la memoria para sustentar historias particulares

    aunque en absoluto baste la trascripcin del pasado al pre-

    sente, su actualizacin, para poder disponer de un discurso

    histrico articulado y verificado. Por su propia naturaleza, la

    memoria del presente no puede ser otra primordialmente que

    la directa, la espontnea o viva, la que corresponde a una

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    Julio Arstegui

    41NDICE

    experiencia vivida, aunque en la construccin de un presentehistrico tenga tambin un papel relevante la memoria here-

    dada. La cuestin central es aqu la determinacin de en qu

    grado las procedencias de los diversos contenidos de memo-

    ria (la directa y la heredada, la individual, colectiva o social)

    participan en la delimitacin del presente histrico.

    Adems de ello, entender el presente como historia y concep-

    tualizar a partir de ello una historia del presente no es posible

    tampoco sino como operacin de objetivacin de la memoria,

    como racionalizacin de ella y como comunicacin fenome-

    nolgica interpersonal. Por tanto, la memoria en la que se

    basa un presente histrico ha de ser memoriapblica, comocualidad emergente en el colectivo social. Esa memoria p-

    blica que conforma el presente, construida sobre las memo-

    rias vivas, no puede, sin embargo, prescindir de la memoria

    heredada, de la continuidad de la transmisin histrica. De

    esa forma, memorias individuales y colectivas, memorias so-

    ciales, memorias vivas y heredadas, tienen necesariamenteque converger en la construccin de una memoria histrica.

    Si bien las posiciones de M. Halbwachs sobre la memoria

    histrica no resultaban del todo convincentes, de l proceden

    algunas observaciones sobre la memoria vivida que son,

    a nuestro juicio, mucho ms aceptables. Halbwachs, que

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    Retos de la memoria y trabajos de la historia

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    empieza afirmando que un acontecimiento no adquiere sulugar en la serie de los hechos histricos sino algn tiempo

    despus de haberse producido, no duda luego en remachar

    que no es en la historia aprendida sino en la historia vivida

    en la que se apoya nuestra memoria (nota 48). Con ello,

    efectuaba una asimilacin de la historia contempornea

    es el trmino que emplea a la historia vivida. Una historiacontempornea, que hoy estaramos obligados a llamarco-

    etnea, o simplemente historia presente, se construye nece-

    sariamente sobre la memoria e imagen de lo vivido.

    La historia empieza a ser vivida desde el uso de razn, con-

    tinua Halbwachs, aunque no se posean entonces las nece-sarias referencias a una historia externa, una historia englo-

    bante, para encuadrar y valorar la nueva historia particular

    que empieza a nacer. Desde entonces comienza la participa-

    cin en la memoria colectiva y el momento en que los hechos

    histricos se comprenden como tales se produce cuando el

    recuerdo est an vivo. Es entonces cuando del recuerdomismo, de su entorno, vemos de alguna manera irradiar su

    significacin histrica. Halbwachs retoma as el tema de que

    los recuerdos ms lejanos de la infancia son siempre re-ac-

    tualizados, pero ningn recuerdo prevalecera si en el mo-

    mento en que el hecho recordado era una realidad no se le

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    hubiera adjudicado ya un sentido que, en todo caso, el pasodel tiempo fijar y clarificar (nota 49).

    Ricoeur haciendo una amplia exgesis de las ideas de la fe-

    nomenologa de Husserl al tratar de la conciencia interna

    del tiempo, de las diferencias eidticas entre imagen y re-

    cuerdo, seala asimismo que la lnea de separacin o ruptu-ra entre una y otra como las dos formas de actividad mnem-

    nica corre entre presentacin y presentificacin (nota 50).

    No nos parece que sea difcil establecer una clara relacin

    entre esta diferenciacin y la idea de que talpresentificacin

    es un componente de la historizacin de la memoria y, en

    consecuencia, de la historizacin del presente. Funcin de lamemoria y concepcin de un presente histrico marchan as

    estrechamente entrelazados.

    Puede decirse tambin que, desde el punto de vista gene-

    racional, la transmisin cultural desde los antecesores a los

    sucesores opera de forma que ha de confrontarse con el do-

    ble origen y doble naturaleza que tienen los contenidos de

    memoria.En la memoria permanecen tanto el recuerdo de

    lo que fue individualmente obtenido por uno mismo, como

    los contenidos procedentes de lo que se llama la apropiacin,

    que debe entenderse como memoria adquirida (nota 51). Una

    cosa es la experiencia de lo realmente vivido y otra lo que nos

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    transmite la tradicin, lo que nos incorpora la memoria an-nima del grupo. Slo el contenido de la memoria personal es

    parte de la experiencia historizable aunque tal historizacin

    recurra tambin realmente a la memoria histrica. Slo ese

    recuerdo personal se posee verdaderamente.

    El saber obtenido en situaciones reales es el que queda fija-do, dira Karl Mannheim. Y aadira: alguien es viejo, ante

    todo, cuando vive en el contexto de una experiencia espec-

    fica que l mismo obtuvo y que funciona como una preconfi-

    guracin, por cuyo medio cualquier nueva experiencia recibe

    de antemano, y hasta cierto punto, la forma y lugar que se

    le asignan(nota 52). La configuracin completa de la me-moria es la que asigna su lugar a la memoria heredada entre

    los contenidos de la memoria directa. Ello forma parte de la

    madurez progresiva de la experiencia. He aqu una adecuada

    manera de distinguir entre una experiencia realmente vivida

    por la generacin de ms edad, que nos fija el lmite cronol-

    gico ms lejano de una cierta historia del presente, y la esca-sa experiencia de aqulla ms nueva que est en trance de

    construir su propia configuracin vital e histrica.

    La coetaneidadest marcada asimismo por la realidad, la ex-

    presin y la presin de la memoria y las memorias. El dep-

    sito ms completo de la memoria colectiva de una sociedad

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    suele residir e, incluso, estar encomendado a la generacinexistente ms antigua. Ello implica el problema de la relacin

    entre las memorias de al menos dos de las generaciones co-

    existentes, la de los antecesores y la activa. Cmo se per-

    cibe una historia que tiene su momento axial en un hecho de

    la memoria personal de la generacin ms antigua? Qu

    peso tiene esa memoria en la accin histrica de los actoresconvivientes? No es negable que algn hecho importante no

    vivido por las generaciones coetneas puede ser clave, sin

    duda, en la memoria del presente. No nos faltan ejemplos de

    ello, de la potencia para fijar momentos axiales en la histo-

    ria, en algunos acontecimientos particularmente traumticos

    del siglo XX. La guerra civil de 1936-1939 en el caso espaol,

    la Segunda Guerra Mundial en la escala completa del planeta

    como configuradoras de la memoria histrica de las genera-

    ciones siguientes.

    Pero la memoria que contribuye a fijar la naturaleza de un

    determinado presente histrico no es nica, no es unnime,ni pertenece necesariamente a una sola de las generaciones

    que conviven. La memoria de los acontecimientos traumti-

    cos nos muestra un inmejorable ejemplo de ello (nota 53).

    La memoria del acontecimiento traumtico tiene un contenido

    diverso que el propio curso de la historia posterior y la remi-

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    Retos de la memoria y trabajos de la historia

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    niscencia de las generaciones venideras enfoca en sentidosdiferentes. Un ejemplo patente de ello lo tenemos tambin,

    una vez ms, en la influencia de la memoria de la guerra civil

    en Espaa para la generacin que protagoniz la transicin

    posfranquista a la democracia (nota 54). La guerra civil era

    un hecho de memoria heredada para la generacin que sur-

    ge a la vida poltica activa espaola en los primeros sesenta yque no la haba vivido, pero haba sido socializada en su me-

    moria, la memoria de los vencedores, por cierto. El peso de la

    memoria de los hechos no vividos puede ser importante, pero

    slo en cuanto pasa a integrarse como memoria viva.

    En toda esta potencialidad configurativa de una historia queposee la memoria una cosa es la memoria de los protagonis-

    tas, la memoria pica, la memoria propia de la historia vi-

    vida, que sus portadores reivindicarn insistentemente frente

    al olvido. El punto nodal es aqu la memoria biogrfica, y al

    hablar de una biografa donde la memoria es la clave lo ha-

    cemos tanto en el caso de la individual como de la colectiva,de los recuerdos del nosotros. La memoria biogrfica es

    siempre valorativa. Es la memoria del dolor, del bien y del

    mal y es el ms fuerte antdoto contra el olvido de lo que nun-

    ca debe ser olvidado En este sentido, la diferencia con la

    construccin de la historia no puede ser ms notable.

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    Julio Arstegui

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    Pero tal memoria va siendo asumida por las generacionesposteriores. De ah que pase a ser la memoria que busca su

    sitio en la memoria histrica y en la historia construida y que

    puede devenir, en una tercera fase, en la memoria tica, la

    memoria de la restitucin, la del reconocimiento y la justicia.

    La memoria se liga as a la percepcin de las generaciones

    y se contrasta entre ellas no sin conflicto. Un caso paradig-mtico nos parece el proceso espaol actual centrado en una

    pretendida recuperacin de la memoria histrica que tiene

    como protagonista a la tercera generacin que sucedi a la

    guerra civil de 1936-1939. El presente histrico est as mar-

    cado por las memorias generacionales de los hechos trau-

    mticos. Por ello decimos a veces que el pasado se resiste

    a pasar... y afirmamos que la coetaneidad no representa en

    forma alguna un corte con el pasado histrico mientras ste

    permanezca como contenido de experiencia y memoria para

    una generacin viva.

    El presente concita sobre s una memoria propia, de la mis-ma forma que dijese Unamuno que poda concitar tambin

    una tradicin. El presente histrico, del que se ocupa la his-

    toria del presente, slo es definible por la relacin y el juego

    de las memorias vivas, pero puede decirse tambin que sin

    esas memorias parcialmente heredadas la historizacin del

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    presente no sera posible. Recoger tal historia ciertospasa-dos de los vivos que sern ms extensos cuanto mayor sea

    su edad. En este caso, se producirn mayores espesores

    de memoria. Pero hablar tambin de realidades que, ellas

    mismas, son un presente con escueto pasado para las gen-

    tes ms jvenes.

    As, existe un flujo continuo de la memoria entre generacio-

    nes, sucesivas o convivientes, una interaccin en las gene-

    raciones convivientes entre la memoria individual y la colec-

    tiva, una elaboracin trabajosa ms o menos acabada de los

    perfiles comunes de una memoria histrica de la que pueda

    participar un colectivo definido ms all de sus rupturas inter-nas, sin todas las cuales no sera posible la construccin de

    un discurso histrico basado en experiencias propias. En la

    memoria sobre la que se constituye el presente histrico no

    ocupa un lugar central, aunque tampoco la excluya, la tradi-

    cin escrita, los hechos transmitidos, o las historias estable-

    cidas de un pasado que se site ms all de la memoria delos vivos, de su experiencia personal. Esa memoria lo es ya

    irremisiblemente del pasado, no del presente, escapa a las

    generaciones vivas. La experiencia de la sociedad presen-

    te parte, por tanto, y slo puede partir, de los ms antiguos

    contenidos de memoria que estn depositados en la genera-

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    Julio Arstegui

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    cin viviente de mayor longevidad. La historia del presente encada momento histrico empieza, pues, en aquella coyuntura

    o momento axialque la hace inteligible en su conjunto y que

    debe ser considerado el patrimonio principal que la genera-

    cin activa transmite a la sociedad coetnea.

    Tambin es pertinente ahora, por fin, la distincin entre me-moria escrita y memoria oral. Ello es de una especial impor-

    tancia en la historia del presente donde la memoria oral pue-

    de jugar un papel testimonial esencial. Al contrario que en

    la historia al uso donde siempre se ha tenido a la memoria

    escrita por la fundamental y a la oral por la secundaria, los

    papeles se invierten aqu. De ah que esa era del testimoniode la que se ha hablado sea, sobre todo, la era del testi-

    monio oral. En el contexto de la relacin problemtica entre

    Memoria e Historia, la categora misma de historia oral y las

    profundas implicaciones metodolgicas que se derivan de su

    construccin deben ocupar un lugar destacado. En este sen-

    tido es el testimonio el punto de convergencia de la memoriacon la historia(nota 55).

    Como consecuencia global de lo que decimos parece impo-

    nerse la evidencia de que la historizacin de la experiencia,

    que es el fundamento de toda posibilidad de hablar de una

    historia del presente, aparece, al menos en cierto sentido,

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    como una historizacin de la memoria. La existencia de unpresente histrico se basa fundamentalmente en la posibi-

    lidad de confluencia de las memorias vivas y las memorias

    adquiridas de las generaciones coexistentes. La historia del

    presente recoge fundamentalmente el espectro temporal de

    las memorias vivas, mientras que la Historia en su ms am-

    plio sentido recoge tambin toda la potencia de las memoriastransmitidas, de las memorias de la sucesin. Pero ambas

    son inexcusables en la construccin de la historia del pre-

    sente. Est justificada la diferencia entre una historia vivida

    y una historia heredada, aunque no es posible una distincin

    de alcance ontolgico entre ambas y, por ello, la historia de

    cualquier presente no se explica sin la historia heredada.

    En definitiva, la Historia no puede prescindir de la Memoria,

    pero sta, en cuanto ella misma es una potencia activa, com-

    bativa, configuradora de relaciones sociales, ni puede ser la

    nica de las fuentes de aqulla y ni siquiera su matriz ex-

    clusiva. Todas las experiencias histricas quedan registradas

    en la memoria, claro est. Pero la memoria tiene su propia

    trayectoria no necesariamente confluente con el discurso de

    la Historia. Ni la Historia, por lo dems, puede recogertodo el

    acervo de la memoria. La relacin permanecer siendo viva,

    dialctica, problemtica y, siempre, fructfera.

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    * En sus pasajes principales este texto es una adaptacin del con-tenido sobre el mismo asunto con el ttulo Experiencia, Memoria e

    Historia en el libro del autorLa Historia vivida. Sobre la Historia del

    presente, Madrid, Alianza Editorial, 2004.

    1.El lector observar que en el texto se utilizan las palabras Memoria

    e Historia tanto escritas con mayscula como con minscula. Ese uso

    doble no es ambiguo y es, tambin, por lo dems, frecuente. En el pri-mer caso hablamos de las categoras mentales y cientficas que esas

    dos realidades representan. Lo escribimos con minscula cuando

    queremos referirnos a la construccin particularizada o a la actividad

    de la memoria social y de la historiografa respectivamente.

    2. MAURICE, J., Question ancienne, question actuelle, en CHAPUT, M-

    C. y MAURICE, J., Espagne XX sicle. Histoire et Mmoire.Regards/4,Universit Paris X-Nanterre, 2001, p. 15 y ss.

    3. HUYSSEN, A., En busca del futuro perdido. Cultura y memoria en

    tiempos de globalizacin, Mxico, FCE, 2002, p. 13.

    4. Algunas referencias a ello seran JENIN, E., Los trabajos de la me-

    moria, Madrid, Siglo XXI, 2002. VIEWIORKA, A., Lre du tmoin,Paris,Plon, 1998. ROUSSO, H., Vichy, un pass qui ne passe pas, Paris, Ga-

    llimard, 1996, y tambin ROUSSO, H., La hantise du pass, Paris, Les

    ditions Textuel, 1998 (transcripcin de una entrevista al autor).

    5. NORA, P. (dir.), Les Lieux de Mmoire, Primera edicin en Paris,

    Gallimard, 1984-1992, 7 vols.; reedicin en Paris, Gallimard, 1997, 3

    vols.

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    6.Tal como muestra un libro de ese ttulo Por qu recordar? BuenosAires, Editorial Granica, 2002, sobre una edicin original francesa de

    1999, producto de un simposio internacional sobre Memoria e His-

    toria organizado por una Academia Internacional de las Culturas

    presidida por el conocido militante sionista Elie Wiesel y auspiciado

    por la Unesco.

    7. HUYSSEN, A., En busca del futuro perdido..., op. cit., p. 13.

    8. COLMEIRO, J. F., La crisis de la memoria,Anthropos, Barcelona,

    n.os 189-190, pp. 221-227. El autor se refiere especialmente al caso

    espaol.

    9. Las citas en HUYSSEN, A., En busca del futuro perdido..., op. cit., p.

    13 ypassim.

    10.De la que existe una rica tradicin desde la Antigedad como pone

    muy bien de manifiesto, entre otros, el reciente libro de P. Ricoeur al

    que nos referiremos despus.

    11.Una recopilacin de trabajos psicolgicos se contiene en RUIZ VAR-

    GAS, J. M. (comp.), Claves de la memoria, Madrid, Editorial Trotta,

    1997. Por su carcter de puesta a punto general es especialmente re-

    comendable el texto contenido en ella de RUIZ VARGAS, J. M., Cmo

    funciona la memoria? El recuerdo, el olvido y otras claves psicolgi-

    cas, pp. 121-152.

    12.Vase RUSELL, B., El tiempo en la experiencia,en El conoci-miento humano, Barcelona, Ediciones Orbis, 1983, p. 220 y ss.

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    13.La distincin en cuestin en RICOEUR, P., La memoria, la historia, elolvido, Madrid, Editorial Trotta, 2003, p. 81 y ss. y pasajes subsiguien-

    tes (edicin original francesa de 2000). La potencialidad creadora de

    la memoria en MARINA, J. A., La memoria creadora, en RUIZ VARGAS,

    J. M., (comp.), Claves de la memoria..., op. cit., p. 33 y ss.

    14.Es importante en este terreno el tratamiento histrico e historio-

    grfico del problema hecho por CHARTIER, R., El mundo como repre-sentacin. Estudios sobre historia cultural, Barcelona, Gedisa, 1992,

    pp. 45-63.

    15.SIERRA DEZ, B., Cmo est representada la experiencia en la

    memoria?,Anthropos, Barcelona, n.os 189-190, p. 126.

    16.KOSELLECK, R., Estratos del tiempo. Estudios sobre la historia, Bar-

    celona, Paids-ICE de la UAB, 2001.17.Vase el interesante aunque desigual conjunto de estudios ya ci-

    tado YERUSHALMI, Y., LORAUX, N., MOMMSEN, H. y otros, Usos del olvido...,

    op. cit.

    18. Vanse tambin las tiles y asequibles apreciaciones de CUESTA,

    J., en Historia del presente, Madrid, Eudeba, 1996 y en el estado de

    la cuestin con relacin bibliogrfica igualmente en CUESTA, J., De lamemoria a la Historia, en ALTED VIGIL, A. (coord.), Entre el pasado y

    el presente. Historia y Memoria, Madrid, UNED, 1996, pp. 55-89, con

    amplia bibliografa.

    19.HALBWACHS, M., La mmoire collective. Paris, Presse Universitaires

    de France, 1968 (2.). Un pasaje justamente celebrado del libro pstu-

    mo de Halbwachs es el dedicado a La memoria de los msicos.

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    54NDICE

    20.La mmoire collective..., op. cit., 36.

    21.HALBWACHS, M., Les cadres sociaux de la mmoire, Paris, Alcan,

    1925. Una obra clsica que ha tenido multitud de ediciones posterio-

    res.

    22. Problema comentado por ROUSSO, H., La mmoire nest plus

    ce quelle tait,en crire lhistoire du temps prsent. Hommage

    Franois Bdarida, op. cit., pp. 106-107, e igualmente por CANDAU,

    J.,Anthropologie..., op. cit. Obra importante tambin es la de NAMER,

    G., Mmoire et societ, Paris, Meridiens Klincksieck, 1987. Los estu-

    dios sobre las dimensiones sociales de la memoria que se han hecho

    en Francia tienen siempre como referente ltimo la obra de M. Hal-

    bwachs. Vase tambin el estudio citado de CUESTA, J., De la me-

    moria a la Historia, en ALTED VIGIL, A. (coord.), Entre el pasado y elpresente..., op. cit., pp. 55-89.

    23.BLANCO, A., Los afluentes del recuerdo: la memoria colectiva, en

    RUIZ VARGAS, J. M. (comp.), Claves de la memoria..., op. cit., p. 83 y

    ss.

    24.Ibdem, pp. 84-85.

    25.NORA, P., Les lieux de mmoire, Paris, Gallimard, 1997, vol. 1, p.

    25.

    26. RICOEUR, P., La Memoria, la Historia..., op. cit., p. 128.

    27. HALBWACHS, M., La mmoire, op. cit., p. 45. El subrayado es

    nuestro.

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    55NDICE

    28.OLICK, J. K., Memoria colectiva y diferenciacin cronolgica: his-toricidad y mbito pblico, en Historia y Memoria,Ayer, Madrid, 32(1998), p. 119.Este desacuerdo no impide reconocer la importancia einters de este artculo.

    29.Un texto lleno de extraordinarias sugerencias sobre ello es el de

    VOLDMAN, D. (dir.), La bouche de la verit? La recherche historique et

    les sources orales, Les Cahiers de lIHTP, Paris, n. 31. Y tambin deesta misma autora Le tmoignage dans lhistoire du temps prsent,Bulletin de lInstitut dHistoire du Temps Prsent, Paris, 75 (juin 2000),

    pp. 41-54.

    30.HUYSSEN, A., En busca del futuro perdido, op. cit., 148.

    31.BEDARIDA, F., Definicin, mtodo y prctica de la historia del tiem-

    po presente, en Historia y Tiempo presente. Un nuevo horizonte dela historiografa contemporanesta (dossier), Cuadernos de Historia

    Contempornea, Madrid, Universidad Complutense, n. 20 (1998), p.

    22.

    32.VOLDMAN, D., Le tmoignage dans lhistoire franaise du temps pr-

    sent, op. cit., 50.

    33.ROUSSO, H., El estatuto del olvido, en Por qu recordar?, op.cit., p. 87 y ss.

    34.Cfr. El libro que anunciamos en la nota 1, en su cap. 4..

    35. La naturaleza e importancia para la historia ms reciente de las

    fuentes orales y, en mayor grado an, para la historia del presente

    es un asunto ampliamente tratado en la metodologa actual. Buenas

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    Retos de la memoria y trabajos de la historia

    56NDICE

    guas, en principio, para sus anlisis pueden ser el libro clsico deJOUTARD, P., Esas voces que nos llegan del pasado, Mxico, FCE,

    1986 (original francs de 1983). FOLGUERA, P., Cmo se hace historia

    oral, Madrid, Eudema, 1994. Lo ms recomendable, en todo caso, es

    el seguimiento de la coleccin completa de la revista Historia y Fuente

    Oral (Historia, Antropologa y Fuentes Orales), Barcelona.

    36.Vase el interesante texto de BABOULET-FLOURENS, P., Anciens r-sistants e historiadores, en Historia, Antropologa y Fuentes Orales,

    29 (2003), pp. 143-153. En realidad, a este mismo efecto interesa todo

    el dossier que presenta este nmero de la revista bajo el ttulo Diver-

    gencias entre testimonios e historiadores, pp. 143 y ss.

    37.WRIGHT MILLS, C., La imaginacin sociolgica..., op. cit., p. 158.

    38.Cosa por la que le tiene errneamente J. C. Milner al referirse a loshistoriadores como los profesionales de la memoria, erigidos ellos

    mismos en guardianes de la moralidad, una afirmacin tan extrava-

    gante como desinformada, en Usos del olvido..., op. cit., 68.

    39.Expresin que recoge precisamente el ttulo ya citado de JENIN, E.,

    Los trabajos de la memoria..., op. cit.

    40. JENIN, E., Los trabajos de la memoria..., op. cit., p. 2.

    41.Ibdem, p. 69.

    42. La expresin emprendedores de la memoria es tambin de esta

    misma autora, op. cit., p.48. A este efecto es sumamente instructivo

    el libro de PREZ GARZN, J. S. y otros, La gestin de la memoria. La

    Historia de Espaa al servicio del poder, Barcelona, Crtica, 2000, un

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    Julio Arstegui

    57NDICE

    texto orientado, sobre todo, al anlisis de la memoria y la enseanzade la historia en los procesos de reivindicacin nacionalista de cual-

    quier signo. La disputa de la memoria y su relacin con el poder es

    el objeto de un trabajo colectivo de gran importancia, el de BARAHONA

    DE BRITO, A., AGUILAR FERNNDEZ, P. y GONZLEZ ENRQUEZ, C. (eds.), Las

    polticas hacia el pasado. Juicios, depuraciones, perdn y olvido en

    las nuevas democracias, Madrid, Istmo, 2002.

    43. ROUSSO, H., La hantise du pass, op. cit., p. 16.

    44.HUYSSEN, A., En busca del futuro perdido..., op. cit., p. 17.

    45.VIDAL-NAQUET, P., Los asesinos de la memoria, Mxico, Siglo XXI,

    1994, frente a FINKELSTEIN, N. G., La industria del Holocausto. Reflexio-

    nes sobre la explotacin del sufrimiento judo, Madrid, Siglo XXI, 2002

    (la primera edicin inglesa es del ao 2000). Ni que decir tiene quela resonancia de este asunto en la historiografa y, mucho ms, en la

    poltica actual es tan extraordinaria como para que sea imposible dar

    cuenta cumplida aqu de ello.

    46. Sobre los genocidios del siglo XX puede verse un libro tan alec-

    cionador como el de TERNON, Y., El Estado criminal. Los genocidios en

    el siglo XX, Barcelona, Pennsula, 1995. Por lo dems, la literatura detodo orden sobre la barbarie del siglo XX es extenssima.

    47. La construccin historiogrfica del presente histrico es el obje-

    to preciso de nuestro texto de prxima aparicin ya aludido La Historia

    vivida.

    48.La mmoire collective, op. cit., p. 43.

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    Retos de la memoria y trabajos de la historia

    49.Las citas en op. cit., p. 46 y ss.

    50.Ibdem,cfr. p. 68 y ss. y, en especial, p. 73.51.MANNHEIM, K., El problema de las generaciones, REIS,RevistaEspaola de Investigaciones Sociolgicas, Madrid, n. 62 (1993), p.

    214.

    52.Ibdem.

    53. Sobre este tema es de relevante inters el trabajo de LAVABRE, Me

    C., Sociologa de la memoria y acontecimientos traumticos, trabajo

    que ver la luz en la publicacin prxima Memoria e historiografa de

    la guerra civil, coordinada por el autor de estas lneas.

    54. Sobre ello son de inters la obra de AGUILAR FERNNDEZ, P., Memo-

    ria y olvido de la guerra civil espaola, Madrid, Alianza Editorial, 1996

    y ARSTEGUI, J., La mmoire de la guerre civile et du franquisme dans

    lEspagne dmocratique, Vingtime Sicle, Paris, 74 (avril-juin 2002),

    pp. 31-42. Pero vase tambin un sugerente conjunto de ensayos en

    MORENO GMEZ, F., MIR CUC, C., REIG TAPIA, A. y otros, Memoria y ol-

    vido sobre la guerra civil y la represin franquista, Lucena (Crdoba),

    Ayuntamiento de Lucena, 2003.

    55. Una publicacin reciente donde vuelven a enfocarse diversascuestiones relacionadas con el testimonio y la construccin de la his-

    toria oral es Memoria rerum, Historia, Antropologa y Fuentes Ora-

    les, Barcelona, 30 (2003), monogrfico dedicado al asunto.