aristoteles - el hombre de genio y la me

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  • 8/19/2019 Aristoteles - El Hombre de Genio y La Me

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    A C A N T I L A D O

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    El texto que hoy presentamos—y que se

    ha atribuido tradicionalmente a Aris-tóteles—aunque es de pequeñas dimen-

    siones, se encuentra en el origen de una vasta y fecunda literatura que se ha inte-rrogado sobre las relaciones entre la me-

    lancolía y la creatividad. Los hombres degenio, los grandes creadores— se pregun-

    ta— , ¿no se encuentran precisamente en-tre los depresivos y los melancólicos? E l  

     problema XXX,  titulado aquí E l hombre de genio y la melancolía, ha preocupadoa médicos y filósofos, desde la Antigüe-

    dad hasta nuestros días, iluminando tan-to la «melancolía» de los antiguos como

    el «spleen» de los modernos, en un viajede fascinante y fructífero recorrido.

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     Jackie Pigeaud, autor del estudio

    preliminar, es miembro del Institu-

    to Universitario de Francia y cate-

    drático de Literatura latina. Hapublicado numerosos estudios, en-

    tre los que destacan La enferme-da d del alma   (1981)  y E l arte y lo viviente  (1995).

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     A R IS T Ó T E L E S

    EL HOMBRE DE GENIO Y LA MELANCOLÍA 

    P R O B L E M A X X X , I

    Prólogo y notas deJ A C K I E P I G E A U D

    Traducción deC R I S T I N A S E R N A

    Revisión deJ A U M E P Ó R T U L A S

    B A R C E L O N A 2OO7 M  A C A N T I L A D O

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    Publicado por:

     A C A N T I L A D O

    Quadems Crema, S. A., Sociedad Unipersonal

    Muntaner, 462 08006 BarcelonaTel.: 934 144 906 Fax: 934 147 107

    [email protected]  www.acantilado.es

    © por la traducción: 1996 by Cristina Serna

    © por la introducción y las notas: 1988 by J. Pigeaud

    © de la ilustración de cubierta: Tate, London 2006

    Derechos exclusivos de edición de esta traducción:

    Quaderns Crema, S. A.

    i s b n : 9788496489806 

    d e p ó s i t o   l e g a l : b . 4.580 2007

     A i G U A D E V i D R E Gráfica 

    Q U A D E R N S C R E M A Composición 

    r o m a n y a -  v a l l s   Impresión y encuadernación

    En la cubierta:  Melancholia, de Frederick Sandys

    p r i m e r a   e d i c i ó n    febrero de 2007 

    Bajo las sanciones establecidas por las leyes,quedan rigurosamente prohibidas, sin la autorización

    por escrito de los titulares del copyright, la reproducción totalo parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento mecánico o

    electrónico, actual o futuro—incluyendo las fotocopias y la difusióna través de Internet—y la distribución de ejemplares de esta

    edición mediante alquiler o préstamo públicos.

    mailto:[email protected]://www.acantilado.es/http://www.acantilado.es/mailto:[email protected]

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     Í N D I C E

    Prólogo  9

    Bibliografía sumaria  75

     Abreviaturas 76

    P RO B LE M A X X X 7 7

     Notas  104

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    PRÓLOGO

    ¡Q u é poder el de una ensoñación organizada!Existen textos que no destacan ni por su estilo, nipor su extensión, ni por la densidad de su pen-samiento. Y sin embargo su resplandor permaneceinalterable. Uno de los grandes misterios de estasobras es que, para empezar, nos resultan per-fectamente herméticas. De hecho, se inscriben enel marco de una cultura desaparecida. Y, con todo,nos sentimos ligados a ellas por un sentimiento defamiliaridad. Nos comunican evidencias, o másbien ideas, que nosotros hemos recibido de no sesabe dónde. Nos devuelven lugares comunes denuestra propia cultura, y nos fuerzan a un trabajode arqueología del imaginario cultural.

     A este tesoro pertenece el famoso Problema 

     X X X  y su comienzo, que resonará a través de lossiglos: «¿Por qué todo ser excepcional es melan-cólico?» La cuestión no depende de los hechos; setrata de una evidencia: todo ser excepcional esmelancólico. En consecuencia, el autor propon-

    drá algunos ejemplos y considerará directamentelas causas.

    Si se tienen en cuenta los ejemplos y su elección,resulta ciertamente difícil hacer otra cosa que pro-

    9

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    poner hipótesis. Para empezar Heracles, debido ados aventuras patológicas: la locura que le condu-ce a asesinar a sus hijos, y su desaparición en la

    cima del Eta, como consecuencia del sufrimientoprovocado por la túnica envenenada con la sangredel centauro Neso.1 Es destacable la interpreta-ción laica, médica, que da el autor de estos «heroika» de Heracles. Estas dos historias proporcionan

    los paradigmas de los dos extremos de la melanco-lía: la locura (ekstasis) por un lado, y las úlceraspor el otro. Ambas imponen, según el autor, eldiagnóstico de melancolía en el caso de Heracles,que vivió las dos aventuras paroxísticas del tempe-ramento de la bilis negra. Para hablar como losantiguos, se podría decir que la bilis negra puedeafectar al pensamiento, o bien afectar al cuerpo.Esto depende de la salida que encuentre.

    También Áyax se volvió loco (ekstatikos), yBelerofonte recorrió los desiertos. He aquí dospersonajes a los que una especie de tornasol cam-biante coloca a la vez en el pasado y en el mito. Encuanto a los «modernos»: Empédocles, Platón,Sócrates, «y muchos otros personajes ilustres». Yaún hay que añadir a «aquellos que se han consa-grado a la poesía».

    i. Para toda esta patología de Heracles, cf. nuestras notasad loe.

    i o

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    Resulta muy difícil reconstruir la historia pato-lógica que hizo merecedoras a estas personalida-des del diagnóstico de melancolía. Obviamente,

    la historia del suicidio espectacular de Empédocles resulta de sobras conocida. Algunos han pen-sado que la melancolía de Sócrates era debida alas manifestaciones de su daimon  y a su extrava-gancia (atopia).  Pero, ¿y el caso de Platón? ¿He-mos de atribuirlo a su persona, o bien a su obra?Quizá se haga entonces necesario pensar en lasdefiniciones del Fedro,  tan importantes en la tra-dición de la locura. «Hay dos especies de locura{manía), una producida por las enfermedades hu-manas, y otra por un cambio de nuestros valoreshabituales provocado por la divinidad.» (265a) YSócrates hace la distinción, entre los delirios divi-nos, de aquel que proviene de Apolo (la inspira-ción profética), el que proviene de Dioniso (lainspiración mística), aquel del que las Musas sonresponsables (la inspiración poética) y el deliriodebido a Afrodita y al Amor (265b y 24445). Estadistinción ha sido retomada incluso por los mé-dicos.1 Celio Aureliano3 da comienzo a su mono-

    2. Cf. Jackie Pigeaud, Folie et cures de la fo lie chez les mé- decins de la Antiquité gréco-romaine, La manie,  París, BellesLettres, 1987, pp. 130 y ss.

    3. Médico del s. V d.C., que tradujo al latín a Sorano deÉfeso, médico griego contemporáneo de Trajano y de Adriano.

    II

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    grafía sobre la manía  citando el Fed.ro: «Platónen el Fedro declara que hay dos especies de locu-ra...» Digamos de paso que tras Platón vienen los

    estoicos, cosa que no nos interesa aquí, pero tam-bién Empédocles... «De igual manera», escribeCelio Aureliano, «los sectarios de Empédoclesafirman que existe una manía que proviene de lapurgación del alma, y otra que proviene de la alie-nación del espíritu provocada por la enfermedaddel cuerpo o bien por el mal temperamento deéste (iniquitate).»4 ¿De qué purgación se trata?Desgraciadamente, los fragmentos de Empédo-cles que poseemos no nos permiten aclarar estetexto. ¿Es acaso preciso pensar que el Problema 

     X X X   apunta hacia la obra de Empédocles, antesque a su vida?

    ¿Y Lisandro? Aparece sin más, a causa de unasúlceras de las que nada sabemos. Pero resulta queél, personaje histórico y moderno, aparece situa-do entre los héroes Heracles, Áyax y Belerofonte.¿Es posible que sea simplemente el parecido en-tre su enfermedad y la de Heracles lo que motivala mención de su nombre? Es preciso destacartambién, tal y como nos dice Plutarco, que él fue

    el primer griego al que las ciudades levantaron al-tares y ofrecieron sacrificios como a un dios, y en

    4. Cf. Folie et cures de la fo li e ..., op. cit., p. 130.

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    honor de quien se cantaron himnos por vez pri-mera.5Esto situaría a Lisandro como una especiede transición natural entre los héroes y los hom-bres, cosa que podría justificar así su clasificaciónentre los héroes.

    Pero estos ejemplos nos dicen algo más. Invo-can el testimonio de la Antigüedad y del mito, quecoincide con el de la modernidad. Y por primera

     vez un texto propone los nombres de hombresmodernos para aquello que podríamos denomi-nar un diagnóstico retrospectivo. Se nos dice queEmpédocles, Sócrates y Platón eran melancóli-cos. En lo que a Sócrates respecta este no es sinoel primer «diagnóstico», dentro de una historia

    «patológica» del personaje que no hacía más quecomenzar.6

    Pero volvamos sobre estos ejemplos para ex-traer una última lección. Heracles conoció la lo-cura y las ulceraciones; Lisandro las úlceras; Áyax

    la locura; Belerofonte recorrió los desiertos. Heaquí una manifestación de la melancolía, la bús-queda de la soledad, ésta, unida a la misantropía,es consubstancial a la melancolía. Y sin embargose diría que aquí el tema no hace más que anun-

    ciarse. Será preciso, en el fondo, esperar hasta la

    5. Cf. nuestra nota ad loe.6.  F. Lélut, Le Demon de Socrate, París, 1836.

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    tradición de las Cartas  del pseudoHipócrates,sobre las que volveremos, para verlo resurgir ydesarrollarse.

    Tras Empédocles, Sócrates y Platón, y los de-más, llega un grupo aparte: los poetas. Y, en efec-to, éste se merece un lugar propio; pues, despuésde todo, la poesía es a la vez el modelo supremo yel que suscita un mayor número de preguntas,como intentaremos ver.7

    L A A R T I C U L A C I Ó N D E L T E X T O

    No es fácil controlar el razonamiento del autor,no tan sólo porque nos proyecta hacia una físicaque nos resulta por completo ajena, sino porqueen ocasiones resulta elíptico en su prisa por de-mostrar. Es preciso, pues, entresacar unas articu-laciones que no parecen del todo evidentes.

    i° La experiencia del vino. El vino pone de ma-nifiesto durante un tiempo limitado un abanicode caracteres que se corresponden, cada uno deellos, con el carácter de un individuo dado, no enese instante solamente, sino de por vida.

    7. Como decimos en nuestras notas (cf. p. 101), Empé-docles, en efecto, no es citado como poeta, sino como «fi-siólogo».

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    2o El vino y la naturaleza obran este efecto poridentidad de causas. El autor introduce la bilis ne-

     gra. La naturaleza del vino y la mezcla de bilis ne-gra son parecidas.

    3° El tercer punto llega como conclusión: labilis negra y el vino son «moldeadores del carác-ter» por identidad de naturaleza. Esto quieredecir que la bilis negra actúa como el vino. Todocuanto precede en las demostraciones nos obli-ga a entender que esto es lo esencial en el men-saje de nuestro autor. La bilis negra se compor-ta como el vino, es decir, produce un grannúmero de caracteres. Como punto de partidateníamos los estados de embriaguez que propor-cionan los caracteres posibles, durante un tiem-po determinado. La bilis negra produce el mis-mo efecto, sólo que de por vida. En el fondo, elmelancólico es, él solo, una multiplicidad decaracteres. La bilis negra ofrece al natural me-

    lancólico todos los estadios de la embriaguezcon todos sus peligros, y esto para siempre. Elmelancólico es esencialmente polimorfo. Puedeapreciarse que este último punto es fundamen-tal y que no se hallaba contenido en las premisas

    del razonamiento. Esto quiere decir que el me-lancólico tiene en sí mismo, como posibles, to-dos los caracteres de todos los hombres. Cosaque aclara de un modo prodigioso, como ve-

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    remos, la idea misma de la creatividad me-lancólica.

    E L V I N O C O M O I N S T R U M E N T O

    D E C O N O C I M I E N T O

    La búsqueda de una medida «farmaceútica» para

    evaluar el natural de los individuos no es nueva.Platón, en las Leyes (I, 644b 6 y ss.), se lamenta deque no exista droga capaz de alterar progresiva-mente la personalidad y de llevarla hasta el temor, y de poner de relieve, al someter a prueba su resis-tencia, el temperamento y la educación de cadaindividuo, lo que supondría, para el responsablepolítico, una extraordinaria ventaja. Pero el legis-lador dispone de otra droga, el vino, que produceexactamente el efecto contrario, al engendrar laaphobia, una enorme seguridad en uno mismo, laausencia de miedo. El problema, pues, será inver-so. Se medirá la resistencia a la ausencia de mie-do; esfuerzo igualmente positivo, pero en un sen-tido contrario. Para medir el valor del ciudadano,fundamento de la supervivencia de la ciudad, semedirá su resistencia a la ingestión de vino.

    Lo que Platón propone es, por lo tanto, un «co-nocimiento indirecto» por medio del vino, cosaque presenta ciertas ventajas. El vino es una be

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    bida no muy cara, de sobras conocida, de la que sesabe con exactitud la dynamis, es decir, la propie-dad y la fuerza, que parece mantenerse constantesea quien sea el individuo que lo toma.8El razo-namiento es bastante complejo. Resulta imposibleque el autor del Problema XXX  ignorase este tex-to. Pero éste propone otra teoría acerca del cono-cimiento de los individuos por medio del vino,que, a primera vista, parece muy sencilla. El vinomodela los caracteres. Es capaz de generar todoslos estados de la personalidad, y ello de una ma-nera progresiva (έκ προσαγωγής·  953b). Se pue-de percibir, de acuerdo con la cantidad de bebidaingerida, una evolución de los caracteres y de loscomportamientos. Se trata, pues, de un experi-mento fácil, al alcance de todo el mundo, que, porotra parte, reposa sobre una experiencia común;se trata, también, de la medida directa de los efec-tos del vino. Sin duda, el autor se interesa sobre

    todo por la gradación de los estados de embria-guez, antes que por la cantidad de bebida inge-rida. Por otro lado, este experimento no carecedel todo de peligro, puesto que hacia el final deltexto se nos presentan los riesgos mortales de la

    embriaguez. Lo importante es ver que se puede

    8. Cf. Jackie Pigeaud, La Maladie de l’ame, París, BellesLettres, 1981, pp. 484494.

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    crear en un determinado sujeto, por medio de laingestión programada de vino, toda una serie decaracteres que es posible encontrar en los demás.Se contrastan, por medio de un artificio, los carac-teres humanos, gracias a los efectos sucesivos, gra-duales y constantes, del vino. La eficacia del vinose explica por lo que podríamos llamar argumen-tos físicos. El vino produce estos efectos porquecontiene aire. La bilis negra produce los mismos

    efectos que el vino. Entonces el autor añade doscualidades, el calor y el frío, necesarias para lo que

     viene a continuación, es decir, la demostración deque el melancólico es un ser inestable.

    L A B I L I S N E G R A

    La analogía con el vino nos permite aclarar unpoco la naturaleza de la bilis negra. Ella es la

    fuente inmediata del comportamiento del me-lancólico. Es fría o bien caliente, inestable enesencia; y contiene aire. Pero jamás es definidapor su relación con los otros humores. El texto

     jamás nos dice en qué sistema humoral nos halla-

    mos, es decir, qué humores componen finalmen-te nuestro ser fisiológico.9Por otro lado, cuando

    9. A propósito de esta cuestión en torno a la definición

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    el autor habla de la «mezcla de la bilis negra»,uno puede preguntarse si se trata de la mezclaque constituye la bilis negra como tal, o bien deuna mezcla en la que la bilis negra interviene ma-sivamente. Pues este humor constituye una mez-cla más o menos compleja, en la que intervienenel calor, el frío y el aire. La expresión utilizadapor el texto es, en general, «la mezcla de la bilisnegra», menos en una ocasión en que parece de-

    signar más precisamente una mezcla, un estadodel cuerpo que depende de la bilis negra (ή κρά~ σ ις άπό τ ής μ ελα ίνη ς χ ο λ ή ς  55a 1:4). De he-cho, la bilis negra es un residuo, un sedimento,de aquello que no está cocido, puesto que la di-

    gestión es considerada como una cocción. Enel Problema I   (861B 20), más específicamente re-servado a cuestiones de carácter médico, puedeleerse: «Puesto que el pósito de lo que no estácocido se queda y se mantiene con mucha fuerza

    en el cuerpo; tal es el caso de la bilis negra.» Porlo demás, nuestro texto se cierra con una refle-xión sobre el perissóma, lo superfluo, lo residual.El individuo puede hallar alivio en una emisiónespermática que le libere de superfluidades.  La

    de los humores, puede leerse nuestro artículo: L ’humeur des  Anciens,  en L ’humeur et son changement, Nouvelle Revue de Psychanalyse 32,1985, pp. 5169.

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    doctrina de los residuos es aristotélica. El térmi-no perissóma no es hipocrático.10

    Por supuesto que se ha traducido así el comien-zo del Problema·. «¿Por qué razón todos aquellosque han sido hombres de excepción ( perittoi)...»Pues si bien el adjetivo  perittos  designa aquelloque resulta excesivo, superfluo, significa también«excepcional», en un sentido metafórico. Deacuerdo. Puede también encontrarse este empleoen Teofrasto, a propósito de las plantas que «sonexcepcionales por su olor» (τά περιττά τή  οσμή).11Pero ello no impide que, en este pensa-miento donde es preciso estar atento al mínimodetalle, no tengamos demasiado escrúpulo en en-tender que el hombre excepcional ( perittos) es elhombre del residuo (perissóma)  por excelencia.Por otro lado, es esta tensión la que no hay que ol- vidar en ningún momento para comprender loque podría llamarse la dialéctica de la melancolía,

    tal y como a lo largo de los siglos se ha vuelto, una y otra vez, sobre ella. Es preciso pensar en el vín-culo entre esta materia superflua, este residuo dela cocción, este humor estúpido, y la creatividaddel genio, el ímpetu de la imaginación.

    10. Cf. A. Thivel, La doctrine des perissómata et ses pa- ralléles hippocratiques, en Revue de Philologie  X X X IX , 1965,pp.  266282.

    11.  Historia de las plantas IX, 7, 2.

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    U N A E N S O Ñ A C I Ó N D E LA M E Z C L A

    La bilis negra es una mezcla perfectamente ines-

    table. En un instante puede ser extremadamentefría o caliente.Hemos tratado de mantener el término mezcla,

    que es la traducción exacta del griego κράσις.  Elcultismo crasis  y la transcripción latina tempe-

    ramento  podrían hacernos perder de vista estasimple noción de mezcla que es preciso tener muypresente, aun cuando el término griego tuviera yaunas connotaciones y un uso médico preciso en laépoca de la redacción del Problema XXX.™   Ennuestro texto, la mezcla de la bilis negra puede re-presentar, vale la pena repetirlo una vez más, lamezcla que constituye la bilis negra en tanto quesubstancia, y la mezcla de humores en la que pre-domina la bilis negra.

    El problema estriba en saber si existe una nor-ma para esta substancia compuesta e inestable.Esta cuestión es de capital importancia, puestoque se trata de establecer que el melancólico no esnecesariamente un enfermo y que existe, como

    12. Por ejemplo, en la Medicina Antigua del Corpus Hipo- crático se dice que la salud reside en la correcta mezcla de loshumores. Pero la noción de crasis interviene sobre todo en lateoría de los humores fundamentales, sangre, flema, bilisamarilla, bilis negra, por ejemplo Naturaleza del hombre, 4.

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    explicaremos, una salud del melancólico. Esto eslo que explica, en la segunda mitad del texto, lareflexión sobre el homalon,  es decir, la constan-cia, y el anomalon, la inconstancia. La cuestión es-triba en mostrar que existe una constancia de lainconstancia.

    Quedan por añadir unas palabras a propósitode otras dos importantes nociones que aparecenen el texto: la de meson  (o término medio), y la de

    kairos,  que nosotros traducimos, de acuerdo conel uso, por ocasión.  El uso de estos términos, enuna ensoñación de la mezcla, es digno de desta-car. Ya se sabe que la noción de término medio esmuy importante en la filosofía aristotélica.13 Baste

    recordar, por ejemplo, la teoría peripatética de laspasiones. La pasión debe ser llevada hasta un tér-mino medio, resultado de la mezcla de dos fuerzasopuestas y de sentido contrario. En realidad, todoreposa sobre el equilibrio entre el placer y el do-

    lor que necesariamente acompañan a cualquierpasión; lo que se corresponde, fisiológicamente,con el equilibrio entre el frío y el calor en la kar dia.  Radican aquí las razones de la mesotes,  del

    13. A propósito de esta cuestión del término medio pue-de leerse H. Kalchreuter, Die Μ ΕΣΟΤΗΣ hei und von Aristoteles,  Tübingen, 1911, y Th. Tracy, SJ, Physiological Theory and the Doctrine o f the Mean in Plato and Aristotle, La Haya,Paris, Mouton, 1969.

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    término medio. La symmetria, es decir, la relaciónarmoniosa, constituye un término medio, y estetérmino medio es el resultado de una mezcla.14 La

     virtud del cuerpp, su salud, es un término medio.La salud del alma y la salud del cuerpo son compa-radas en la Física,  246b 46, de Aristóteles: «Las

     virtudes del cuerpo, por un lado, así como la salud y el bienestar, residen [...] en la mezcla (κράσει) y

    en una correcta relación (συμμετρία ) entre el calor y el frío, ya sea en su relación recíproca interna, yasea en lo relativo al medio ambiente.»

    La noción de meson, del término medio, repre-senta la norma,  en una ensoñación de la mezcla,

    como se ve muy bien en la apasionante obra queGaleno consagra precisamente a las mezclas (De Temperamentis).  Galeno parte de una reflexiónen torno al canon de Policleto, que define, tal ycomo él nos recuerda, las proporciones entre las

    partes del cuerpo humano (la proporción entre lafalange y el dedo, entre el dedo y la mano, entre lamano y el brazo, etc.), proporciones a las que sepuede llamar symmetria,  es decir relación de laspartes entre ellas y de cada parte respecto al todo.Pero esto no tiene nada que ver con la mezcla. Ga-leno busca un canon, es decir, una norma de lamezcla. El canon de los médicos resultará más di-

    14. Cf. La Maladie de l’áme, op. cit., pp. 299 y ss.

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    fícil de establecer que el del escultor; debe esta-blecer la eucrasia,  el equilibrio de los humores,una symmetria de las cualidades, que no será otracosa que un estado medio, en comparación con elcual se podrá juzgar el estado de salud de tal ocual individuo.15

    El Problema XX X  nos propone una idea más di-fícil, más atrevida. No se trata de la symmetria en-tre los humores que forman nuestro organismo,sino de la eucrasia de un humor que es por natu-raleza inestable. El Problema XXX   afirma queexiste una buena crasis de aquello que es, en esen-cia, una crasis anómala, es decir, inconstante. 955a37: «Desde el momento en que es posible que

    exista una buena mezcla de la inconstancia...»(¿πει δ ’ έ'στί καί βΰκρατον elvat τήν άνωματ  

     λίαν...) Esto no puede explicarse más que por elenfriamiento del calor o por el recalentamientodel frío, es decir, por un cierto equilibrio frágil, el

    meson de la bilis negra.La ensoñación de la mezcla explica expresio-

    nes de nuestro texto que no siempre han sidobien comprendidas por la tradición. Por ejemplo,cuando, a propósito del temor, que es una pasión,

    se nos dice que, puesto que el temor puede enfriara un individuo previamente caliente por obra y 

    15. I K 566 y ss.

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    efecto de la bilis negra, es posible hallarse a untiempo en estado de temor y sin pasión (καί έν  αύτω καί άπαθή 954b 15)·16 Es decir, que uno seencuentra en una especie de grado cero de la pa-sión que representa, como ya hemos dicho, el tér-mino medio buscado, que reposa sobre un estadopsicológico.

    Otro aspecto altamente destacable de nuestroautor es esta meditación a propósito del encuen-

    tro entre lo inestable y el instante. En verdad todoes posible, tanto la mayor cobardía como el mayorcoraje, la locura como el talento y la eficacia.Todo depende del encuentro del kairos, de la cir-cunstancia, así como del estado de la bilis negra

    del individuo. Por ejemplo, si el anuncio de unpeligro (cuyo efecto es el enfriamiento), se en-cuentra con la bilis negra en estado frío, el indi-

     viduo se conduce como un ser cobarde, puestoque la bilis negra ha abierto camino a la cobardía

    (frío + frío = cobardía). El autor escribe, 954b 34:«Pues, cuando la mezcla resulta demasiado fríapara la ocasión, engendra dysthymías sin razón...»El melancólico es el hombre del kairos,  de la cir-cunstancia.17

     16.  Así es como nosotros entendemos el texto; cf. nuestranota ad loe.

    17. El kairos  es una noción específicamente griega, quecorresponde, para decirlo rápidamente, al ideal de la medida

    2.5

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    E L V I N O , LA B I L IS Y LA « E T H O P O I E S I S »

    Pedimos perdón por este calco griego, que nosserá de utilidad. ¿Cómo podríamos decirlo? ¿Lafabricación, la modelación de caracteres? No esque me encante la traducción de ήθος  por carác-ter, pero me acomodo aquí al uso. La etimologíapopular ya había establecido la relación entreέθος, costumbre, y ήθος, que designa una manerade ser habitual, un comportamiento. Si uno siguea Aristóteles en la Poética  (1454a 15), cuando re-flexiona a propósito de lo que debe ser el ethos, puede pensarse que lo que lo define es el parecidode uno consigo mismo, la constancia, la regula-ridad en su ser. La coherencia de un individuopuede consistir además, tal y como subraya Aris-tóteles, en una constante incoherencia. Y estos

    de lo cualitativo. Todo el mundo conoce el primer Aforismo de Hipócrates: «La vida es corta, el arte es largo, la ocasióndifícil.» E l kairos  es el momento en el que el técnico, ya seamédico, orador o general, debe intervenir. El kairos va liga-do al tiempo, por la urgencia de la acción que precisa el esta-do de las cosas; al conocimiento, por la necesidad de la ex-periencia que un individuo debe poseer para actuar. Desde

    el punto de vista del tiempo, se trata de un instante casi in-temporal, sin duración. La eficacia del melancólico se basaen el acuerdo entre el estado de la bilis negra y el kairos. Estees el drama del melancólico tal y como nos lo presenta el Pro-blema XXX.

    2 6

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    caracteres, ¿qué son? Observemos por un mo-mento la variedad de modificaciones, de manerasde ser, de cualidades del individuo que nos pro-pone nuestro texto. (Así hablaríamos con pruden-cia para determinar el carácter.) Ya sea por efectodel vino, o bien de la bilis negra, poco importaaquí, los hombres se muestran coléricos, filan-trópicos, piadosos, audaces, locos, violentos, em-prendedores, seguros de sí mismos, charlatanes,elocuentes, silenciosos, taciturnos, brutales, im-pulsivos, abandonados a sus deseos, a las lágri-mas, llenos de afecto por el otro, salvajes, co-bardes, obsesionados por el sexo, bien dotados,euthymicos, athymicos, dysthymicos, y aun es pro-

    bable que me deje alguna cosa. La organizaciónde estos estados difiere en el curso de la exposi-ción. Para empezar llamaremos la atención sobrela curva que presenta el paradigma del vino y delestado de embriaguez. Se parte del nivel frío y

    silencioso, para pasar a uno más charlatán, elo-cuente, seguro de sí mismo, emprendedor, violen-to, loco; a continuación el individuo se desmoro-na (se trata de la eklusis)  para sumirse en unestado de embrutecimiento. Nos hallamos, pues,

    ante los grados, los estadios sucesivos de la em-briaguez, susceptible de ser medida por la canti-dad de vino. Y más tarde, conforme se avanza enel texto, se amplía la paleta de los caracteres,

    27

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    como si lo que interesara al autor fuera el aspectoproteico del melancólico. Si uno observa estoscaracteres, puede poner en oposición las actitu-des que implican; los comportamientos extrover-tidos, si podemos atrevernos a decirlo de esta ma-nera, que arrastran al individuo fuera de símismo, y, por el contrario, aquellos que aíslan alindividuo en su soledad. Ebrio o melancólico,uno se ve proyectado, más o menos progresiva-mente, fuera de sí mismo, y hacia los demás. Lacharlatanería, la piedad, el amor hacia el otro, elafecto desbordante, incluso la agresividad y la

     violencia, son comportamientos que implican unarelación con otra persona. Por supuesto, uno pue-

    de atribuir mayor valor a unas actitudes en detri-mento de las otras. Se puede opinar que la piedades preferible a la cólera. Pero, en la práctica, setrata de dos pasiones. La piedad como tal, si esexcesiva, tampoco es buena. Y recuerdo aquí de

    paso que Aristóteles define la tragedia, en la Poé-tica,  como «la representación de una acción [...]que por medio de la piedad y el temor realizala purificación de tales pasiones». La piedad, lomismo que el temor, resultan pasiones nocivas,

    a menos que sean reducidas a un estado de térmi-no medio; comportan el riesgo de que la relaciónque une un individuo a otro resulte desmesurada,de que este individuo se pierda en el otro, o, por

    28

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    el contrario, conceda excesivo valor a su per-sona.18

    Si uno hace un recuento rápido de los compor-

    tamientos que implican una salida y de aquellosotros que sugieren una reclusión en uno mismo,se queda impresionado al comprobar que predo-mina el aspecto de la extraversión. El silencio, lataciturnidad oscura, por decirlo en palabras dePinel,19 la athymia  son evocadas con menor fre-cuencia que la exhuberancia de la cólera, de la pa-labra, del amor, de la violencia. El melancólico espresentado por encima de todo como un ser agi-tado. Sin embargo, hay que matizar. Por ejemplo,cuando es preciso demostrar que la bilis negrapuede ser fría y caliente, el autor nos dice que labilis negra, si se halla en exceso en las profundi-dades del cuerpo, vuelve al individuo taciturno yretraído. Pero con frecuencia este estado de hun-dimiento se presenta como la recaída después deun exceso. Así, curiosamente, se nos dice queaquellos que son silenciosos son muy a menudoextáticos (953b 13). Por lo tanto, las actitudes dereclusión, la cobardía, el temor, el silencio no sehallan ausentes, pero es indudable que se privile-

    gia el aspecto positivo de la melancolía. Esto, evi-

    18. Cf. Folie et cures de la fo lie , ,.,ο ρ. cit., pp. 163188.19.  Nosographiephilosophique, j‘ ed., 1813, tomo III, p. 91.

    2-9

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    dentemente, se explica en el marco de una refle-xión sobre la creatividad. El individuo apartadodel mundo, sumido en su silencio, ¿qué sugiere auna tal meditación? Pero el historiador de la me-lancolía está igualmente interesado en ver cómo lapalabra filantropía  caracteriza un estado del me-lancólico, así como en no ver en él la misantropía,que es su actitud típica. A ello se debe sin duda elque la imagen de Belerofonte y su fuga al desierto,

    de las que hablábamos antes, no sean después re-tomadas para una reflexión sobre la misantropía.

    Esto nos lleva a tomar en consideración otradistinción en la obra que nos ocupa. A partir de954a 24 aparece una terminología considerable-

    mente incómoda, la de la familia de thymos. Salvoerror por mi parte, hay diecisiete apariciones deestas palabras. Sin necesidad de ser un fanático delos números, a uno puede sorprenderle una fre-cuencia tan alta en un texto tan corto.10 Ya he ex

    20. Empleos de las palabras de la familia de thymos·.

    άθυμία  954a 24 (unido a φόβους), 954b 955aάθύμως άθυμότεροι 955a 23, 955a 2Í>

    προθύμως  955a 2εύθυμία  954a 25>955a 16εύθυμους  9553εύθυμότεροι 955a 16θυμός  954a 33

    30

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    pilcado porqué en mis notas he intentado conser- var el calco del griego en la medida de lo posible:athymia, dysthymia, euthymia. Pero es preciso no-tar también los compuestos del tipo epithymia, eldeseo; los adverbios: athymos, prothymos; los ad-

     jetivos; el empleo del propio thymos, en el sentidode deseo, de impulso.

    Todo esto no es en absoluto producto del azar;no cabe ninguna duda. Pero abandonemos la des-

    cripción pintoresca de las pasiones, de los com-portamientos, de las actitudes, para ocuparnos deuna determinación más profunda del ser. Me gus-taría decir, si ello no resultara anacrónico, quepasamos de la moral a la psicopatología.

    El thymos designa un todo muy complejo. Paradarle un valor general, podría definirse como el«sentirse uno mismo». Cabanis o Littré hablabande un sentido íntimo. El thymos  es en Homero,como señala Bruno Snell, el órgano de la emoción

     y la base del dolor.11 La athymia,  la euthymia,  ladysthymia son las maneras por medio de las cualesel individuo aprehende su ser en el mundo, se

    επιθυμία   954a 33δυσθυμία   954b 35, 955a 6δυσθυμότεροί   955a 1721. B. Snell, The Discovery of the Mind,  trad, inglesa,

    Nueva York, i960, pp. 18 y ss.

    31

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    siente ser, se siente vivir en la facilidad o en la an-gustia. En Hipócrates, en el aforismo fundador[Aforismos VI, 23 = IV L 568), la dysthymia va li-

    gada a la bilis negra: «Si el temor y la dysthymia duran largo tiempo, este estado va ligado a la bilisnegra.» El Corpus hipocrático tampoco ignora lasalternativas de athymia  y de euthymía.  Lo de-muestra el bello ejemplo de Epidemias V, 84 (V L

    252), precisado en Epidemias  VII, 89 (V L 446):«Parmenisco se hallaba afectado [...] de athymia  y de un deseo de dejar la vida; y después, por elcontrario, de euthymía.» En Olimpia, prosigue eltexto, «él sufría de afonía, y permanecía inmóvil[...], después convulsiones con la mano sobre loshipocondrios, como si le doliesen». (Nada nos in-dica que la bilis negra fuese la causa de aquelloque Littré define como una «afección mental».)Pensemos, además, en aquella magnífica defini-ción de Epidemias (V L 316): «De lo que provienedel thymos  tenemos: la o x y t h y m i a que retrae elcorazón y los pulmones sobre sí mismos y atraehacia la cabeza el calor y la humedad; la euthymia, por el contrario, relaja el corazón.»23 Aquí tampo-co aparece la bilis negra. Pero se observa que elmédico hipocrático se ha interesado por la mane-

    22.  Estado de excitación del thymos.23.  Cf. La Maladie de l’ame, op. cit., p. 446.

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    ra en que el enfermo se percibe a sí mismo. El Pro-blema XXX  sistematiza las variaciones de thymos para atribuirlas a la bilis negra. La manera decomportarse, el nivel de energía, y, simplemente,la capacidad de vivir dependen de esta bilis negra.Porque al final de la dysthymia, es decir, del ma-lestar de ser, al final de la athymia, 2 4   es decir, de laausencia de las ganas de vivir, se halla la desespe-ración, la muerte y el ahorcamiento. Tal es la sali-da posible, si no frecuente, que nos indica el au-tor. El Corpus hipocrático nos habla del suicidiopor ahorcamiento en dos casos interesantes. Paraempezar, una simple indicación, Lugares en el  hombre  39, 1: «A las personas afligidas, a los en-

    fermos y a aquellos que sienten deseos de ahor-carse, hacedles tomar por la mañana una infusiónde la raíz de la mandrágora.» Pero el pasaje másinteresante es aquel de la Enfermedad de las muchachas,  donde se nos dice que «la enferma

    está loca a causa de la inflamación aguda; [...] te-mores y pavores causados por la oscuridad, deseode estrangularse a causa de la presión en torno alcorazón. El thymos,  afectado [...] y sumido en laangustia [...] se pervierte a su vez. La enferma

    menciona cosas terribles que le ordenan saltar,arrojarse a los pozos, estrangularse, como si ello

    24. Evitamos el término depresión, demasiado moderno.

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    fuera lo mejor [...] Cuando no son los phantasmas, es un cierto placer que hace anhelar la muertecomo algo bueno» (VIII 2, 466468). El autor pre-cisa también que «como consecuencia de visionesde este tipo, muchos se han estrangulado; pero másmujeres que hombres». Es cierto que el suicidiopor ahorcamiento parece ser más bien femenino,25mientras que la espada sería el instrumento de lamuerte masculina (véase la muerte de Áyax). Peropuede señalarse que el Problema XXX   habla delsuicidio de personas débiles, jóvenes y ancianos.

    Nuestro Problema nos ofrece de paso lo que po-dría darse en llamar una patología, y aun una psicopatología, de la vida cotidiana. Pueden darse ac-

    cesos de melancolía temporal: es el caso de laembriaguez. Así, toda suerte de manifestaciones,graves o menos graves, que abarcan desde la exal-tación a las úlceras, pueden tener su origen en labilis negra (954a 25 y ss.); uno puede conocer el

    desaliento, o las alegrías, sin razón aparente en la vida cotidiana (954b 15); en una palabra, el humorcotidiano en el sentido moderno. Pero este tipode malestar, si bien implica a la bilis negra, pro-

     viene de la digestión. Se trata de la producción

    25. Cf. N. Loraux, Fagons tragiques de tuer une femme,París, Hachette, 1985, sobre todo pp. 2440. [Existe traducción española: Maneras trágicas de matar a una mujer, Madrid, 1989]

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    espontánea, ligada a nuestra alimentación, de unexceso de bilis negra. Se trata de un malestar, deuna enfermedad, pero no deja de ser un accidente

    que para nada compromete la naturaleza del indi- viduo. Este tipo de enfermedad no modela en ab-soluto los caracteres. Y es que no todo enfermode la bilis negra resulta forzosamente melancóli-co; al igual que no toda persona melancólica re-sulta forzosamente enferma de la bilis negra. Setrata de una aseveración que la alusión a la vidacotidiana permite reafirmar, cosa que el autor nodeja de hacer. Es preciso decir que las enfermeda-des de la bilis negra se ciernen sobre todo el mun-do, pero de un modo especial sobre el melancóli-co, evidentemente, puesto que éste tiene ya en símismo una cantidad y una calidad de bilis negraque hacen de él un melancólico.

    L A S E N F E R M E D A D E S D E L A B I L I S N E G R A

    Contentémonos con dar una ojeada rápida a loque el texto nos indica como las enfermedades dela bilis negra. La locura (ekstasis  o mania),  la es-tupidez {morosis), ¿son síntomas o enfermedades?Se nos puede objetar que el matiz es sutil. Ello noresulta tan evidente cuando uno reflexiona preci-samente sobre el concepto de manía, así como so-

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    bre su definición médica, a propósito de la cualhemos demostrado que, sin duda, es bastante tar-día.26 Volveremos luego sobre la locura. El autorutiliza los sustantivos apoplejía y torpeza {νάρκη). Por el contrario, habla de las manifestaciones epi-lépticas {τά έπίληπτίκά). En verdad, estas afec-ciones incluyen más que la epilepsia de los mo-dernos. ¡Y aún hay que añadir las enfermedades

     ventosas e hipocondriacas!

    He optado por traducir, de una manera un tan-to arcaica, enfermedades ventosas, porque es pre-ciso poner de relieve el elemento mismo, que aquíes el aire, en la naturaleza, en la bilis, en el vino,en el intestino, en el cuerpo en general. El viento

     y los vientos. «Es por ello por lo que las enfer-medades ventosas e hipocondriacas son atribui-das por los médicos a la bilis negra.» Los detallesse verán en las notas; pero es preciso destacaraquí que, si bien el autor no era probablemente

    médico, sí que estaba al corriente, en cambio, de lamedicina de su tiempo. Respecto a la hipocondría

     y las enfermedades ventosas, existe un nombre quees necesario citar, el de Diocles de Caristo,17 quien

    26. 2“ mitad del siglo II a.C.; cf. Folie et cures de la folie..., op. cit., pp. 67 y ss.

    27.  A propósito de Diocles, cf. W. Jaeger, Diokles voti Karystos. Die griechische Medizin und die Schule des Aristoteles, Berlín, 1938.

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    ha contribuido enormemente a la formación delconcepto de hipocondría. He aquí lo que dice Ga-leno, citando las palabras de Diocles: «Algunosmédicos llaman a la misma diathesis enfermedadhipocondriaca y ventosa. Me bastará con transcri-bir los síntomas que le han sido asignados porDiocles en la obra titulada  Afección, causa, tra-tamiento.  Estos son los términos empleados porDiocles: “Existe otra especie [se sobreentiendede melancolía] que afecta a la región del estó-mago [...]; unos la llaman melancólica, otros ven-tosa. Va acompañada, tras las comidas [...] de ex-pectoraciones húmedas abundantes, de eructosagudos, de vientos, de calores en los hipocondrios[...] En ocasiones sobrevienen también violen-tos dolores de estómago que se extienden hastala espalda...” Diocles continúa: “Es preciso su-poner que los individuos llamados ventosos(physódeis)  tienen más calor del que conviene en

    las venas que reciben alimento del estómago, yque su sangre es espesa.” »28El paralelo con nues-tro texto es suficientemente elocuente. Constitu- ye un problema el saber si Diocles fue un contem-poráneo estricto de Aristóteles, y aun, quizá,

    28. Galeno, De los lugares afectados  III, 10 (VIII K 185ss.); cf. Ch. Daremberg, (Euvres de Galie,  París, 1856, t. II,pp. 567 y ss. Los fragmentos de Diocles están editados por M. Wellmann, Die Fragmente der sikelischen Arzte, Berlín, 1901.

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    alumno de Platón, o bien si fue, como pretende Jaeger, un discípulo de Aristóteles, que vivió enlos años 340260 a.C.29

     Algunos opinan que el propio Aristóteles fuemédico. Pero si bien Galeno le cita más de 600 ve-ces en su obra, jamás le atribuye un escrito pro-piamente médico. Y además está el famoso Menón, tanto más famoso en cuanto que no sabemoscasi nada de él. Galeno se limita a decirnos que esposible leer un resumen serio de las opiniones delos médicos antiguos en una colección que es atri-buida a Aristóteles, pero que, de acuerdo con laopinión general, ha de ser adjudicada a su discí-pulo Menón; «es por ello por lo que algunos lla-

    man a estos escritos menonianos,»3° Y en lo querespecta a Menón, evidentemente, poseemos elpapiro 137, llamado el  Anónimo de Londres,  quepresenta un florilegio de los escritos «menonia-nos», así como de las opiniones de otros médi-

    cos.31 Pero esta es otra historia, aún más compli-cada que la del Problema X X X  y que yo menciono

    29.  Contra  F. Kudlien, Probleme um Diokles von Karys- tos, in Sudhoffs Archiv 47,1963.

    30.  XV K 25 (comentario a Naturaleza del hombre de H ipócrates).

    31.  Anonymi Londinensis ex Aristotelis iatricis Menoniis et aliismedicis eclogae. Este es el título de H. Diels en su edición de 1893.

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    aquí solamente por el nombre de Menón y por elposible entorno de nuestro autor.

     Volviendo a las enfermedades ventosas, se ob-

    serva que no tienen nada que ver con una enferme-dad de los pulmones, o incluso con el asma, comopretenden ciertos traductores. Resulta muy impor-tante ver que nosotros no podríamos distinguir en-tre las enfermedades «mentales» y las enfermeda-des somáticas. El texto es claro. Todo depende dellugar del cuerpo donde se deposite la bilis negra. Silo hace cerca del lugar del pensamiento y de la es-peranza (aquí hay que entender sin lugar a dudas lakardia, cuyos lazos con el thymos hemos visto), se-remos entonces melancólicos en el sentido de deli-rantes, exhuberantes, athymicos  y demás. Pero nose podría definir una diferencia de naturaleza conlas ulceraciones. Las úlceras son una manifestaciónlocalizada de la bilis negra en la superficie del cuer-po. Se comprende en ese caso que no haya dificul-tad alguna a la hora de explicar a un tiempo la lo-cura de Heracles y sus úlceras.

    L A C U E S T I Ó N D E L A L O C U R A :

    « E K S T A S I S » Y « M A N I A »

     Yo he traducido indistintamente ekstasis y mania por locura. ¿Tengo razón? A decir verdad, no lo

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    sé. Sé perfectamente que muchos gustan de elu-cubrar, a propósito de este término de ekstasis, sobre la «salida de uno mismo». Esto permite darun pequeño tinte filológico a las reflexiones mo-dernas sobre la locura. Pero en realidad se tratade la locura y de una modalidad de la locura, deuna manera de estar loco. Y es esto lo que im-porta. Se trata del ekstasis  de Heracles (953a 17),de Áyax en cuanto ekstatikos (953a 22), de Maracoel Siracusano, que experimentaba el ekstasis  endeterminados momentos (954a 39). El texto tam-bién nos habla de ekstatikoi (953b 15), así como delas causas del ekstasis  (954a 25). Pero se nos citanlos manikoi (953b 4), las enfermedades maníacas ode entusiasmo (954a 31), las personas manikai  ybien dotadas (954a 32), expresión que comentare-mos. A propósito de las designaciones de la lo-cura, cinco son designadas por el ekstasis. Pero elproblema no es tan simple. Se trata de saber si nos

    hallamos ante términos técnicos o no. ¿Es precisotraducir manikos  por loco, o bien por maníaco?Este es un problema con el que nos hemos encon-trado recientemente y nos hemos atenido a esteprincipio: traducimos mania  por manía, término

    consagrado por la tradición médica, cuando setrata de un concepto médico definido.31 Ahora

    32. Cf. Folie et cures de la folie, ,.,ορ. cit., pp. 7 y ss.

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    bien, el concepto de mania parece haber sido fija-do en la segunda mitad del siglo II a.C., es decir,después de la redacción del Problema XXX,   sinduda. En cambio, el término ekstasis  no llegónunca a ser un concepto médico. Se quedó comoalgo descriptivo; como un síntoma. Así, las Defi-niciones médicas, atribuidas a Galeno, pero redac-tadas un siglo antes de él, definen la manía comoun «extravío del pensamiento» (έκστασις τής  διανοίας).”   Señalemos que el Prorretico II, 9, delCorpus hipocrático habla de «extravíos melancó-licos» ( μελαγχολικαί... έκ σ τά σ ιες =  IX L 28).34Galeno, que pretende atribuir al vocabulario hi-pocrático de la locura un valor muy preciso, habla

    del ekstasis como del colmo del extravío del pen-samiento.35 En nuestro texto no se utiliza el subs-tantivo mania,  aparece tan sólo el adjetivo mani kos\  y parece que ekstasis  sea lo que designa a lalocura, al tiempo que el empleo de los adjetivos

    manikos o ekstatikos  resulta equivalente. En estetexto tan al cabo de problemas médicos, peroque, ciertamente, no es en esencia de carácter mé-dico, yo diría que el ekstasis  es el concepto de lalocura. Que ello implique una salida del estado

    33. Ibidem, pp. 67 y ss.34. El ekstasis, en un sentido «psicológico», no tiene más

    que seis empleos en el Corpus hipocrático.35. X V IK 631.

    4 1

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    normal es evidente. Pero, a mi parecer, al autorno le resulta más destacable el término ekstasis que el término ekphysis  en referencia a las úlce-ras de Heracles (953a 16), o, más aún, que el de ek 

    zesis  de este tipo de úlceras. La bilis negra reca-lentada intenta salir. Puede hacerlo bajo la formade extravío del pensamiento. Ella constriñe al in-dividuo a salir de sí mismo. Puede salir por la piel

     y dar origen a las ulceraciones. Extasis es el térmi-

    no elegido por el Problema XX X  entre las posiblesdeterminaciones de la locura porque sin duda es elque más se corresponde a su fisiología, así comoel que la ilustra mejor. Esta locura puede ser el re-sultado de un surgir fortuito de la bilis negra, en-

    fermedad resultante de un estado melancólicotemporal; o incluso de la enfermedad que acechaa un temperamento melancólico. Es así, sin duda,como hay que entender aquella frase tan difícil apropósito de las Sibilas, Bacis y otros inspirados:

    «Pero muchos, debido a que el calor se halla pró-ximo al lugar del pensamiento, se ven afectadospor las enfermedades de la locura o del entusias-mo. Cosa que explica la existencia de las Sibilas yde los Bacis, así como de todos aquellos que están

    inspirados, cuando no lo están por enfermedad ,sino por la mezcla que hay en su naturaleza.»

    Podría parecer que aquí hay una contradicción,puesto que es la misma palabra, nosema, enferme-

    42.

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    dad, la que es utilizada. La frase se comprende ensu movimiento. Las Sibilas y otros Bacis se vuel-

     ven locos, extáticos, a causa de una enfermedaddel temperamento de la bilis negra, del mismomodo que el poeta Maraco. La precisión «cuandono lo están por enfermedad  sino por la mezcla quehay en su naturaleza» remite a la distinción entrela enfermedad que puede apoderarse de cadauno, debido a un exceso temporal de bilis negra,como resultado de la digestión y que en nada re-

     vela un natural melancólico, y las enfermedadesque se ciernen sobre el melancólico.

    E L M E L A N C Ó L I C O , ¿ E N F E R M O O E N F E R M I Z O ?

    Se podría afirmar que no es posible identificar lamelancolía con las enfermedades de la melancolíaen sentido estricto, es decir, de la bilis negra. Re-

    sulta esencial para el propósito de nuestro autorel señalar, como de hecho lo hace en su conclu-sión, que el melancólico lo es por naturaleza y nopor enfermedad. Esta entra dentro del orden delaccidente, del azar, y no del dominio de la natura-

    leza. La causa es, desde luego, la misma, la bilisnegra. Pero es preciso saber distinguir entre suexceso fortuito y la presencia constante, en un in-dividuo, de una cantidad de bilis negra que hace

    43

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    de él un melancólico. Este último, pues, no estánecesariamente enfermo, si bien es necesario re-conocer que existe una cierta propensión a la en-fermedad. Se halla aquí ya la noción de aquello

    que los latinos dieron en llamar la procliuitas, o ladecliuitas·, la describieron los médicos, y, por ana-logía, los filósofos moralistas para la enfermedaddel alma. Este es también el universo de aquelloque más tarde será definido como la προπάθεια, 

    la preenfermedad. La distinción entre el enfermo y el enfermizo se halla repetida con regularidaden nuestro texto (953a 31; 954b 28; 955a 35). Peroexiste una salud del melancólico, una correctamezcla de la inconstancia, una salud basada en la

    regularidad de lo irregular, de la normalidad de loanómalo, situación precaria y frágil. Por lo tanto,es necesario que el melancólico se vigile y se cui-de. Resulta interesante reencontrar esta mismaidea en una obra de Aristóteles como la Etica a Ni 

    cómaco: «Los melancólicos, por naturaleza, preci-san siempre de la medicina.» (1154b 11). Por otrolado, estoy convencido de que este pasaje de laEtica puede ayudarnos a comprender la persona-lidad del melancólico. En efecto, Aristóteles con-

    tinúa: «pues su cuerpo es lacerado sin cesar a cau-sa de la mezcla, y se halla constantemente en unestado de deseo violento. Pero el placer, que essu opuesto, ahuyenta el dolor; cualquier placer,

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    siempre y cuando sea lo suficientemente fuerte, yes por ello por lo que los melancólicos son in-temperantes y viciosos.»

    De modo que el melancólico se halla abocadode antemano a la búsqueda de un placer que no essino una manera de calmar su dolor, fruto de lamordedura de la bilis negra. Constantemente se ve empujado a buscar distracción, lo que le lleva,en la urgencia de encontrar la paz para su cuerpo,

    a no ser demasiado escrupuloso en la elección desu placer, y le incita al vicio. Por obra y gracia dela bilis que le muerde, el melancólico no tolera lasobriedad fría de la vida. Se ve constreñido a la di-

     versión. Se trata del hombre de la Diversión. Por

    idéntico motivo, es un ser de la violencia y el con-traste, víctima de un cambio incesante; es inasi-ble.36El melancólico ha pasado ya más allá de laotra orilla del vado donde uno le espera. «Puestoque la bilis negra es inconstante», dice el Proble-

    ma XXX,   «los melancólicos son inconstantes.»Midamos bien nuestras afirmaciones. Vemos queno es posible distinguir entre la salud, la moral y 

    36.  A propósito de la movilidad del melancólico, cf. por

    ej. Problema XI,  903b 38. ¿Por qué los tartamudos son me-lancólicos? Porque la rápida persecución de la imagen(φαντασία),  el impulso (όρμή)  de la palabra sobrepasa sucapacidad; pues el espíritu sigue la imagen con demasiadarapidez.

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    aquello que ahora aparece, y que podría llamarseestética, la reflexión a propósito de la creatividad.Se trata del mismo ser, de iguales comportamien-

    tos. Es preciso, por lo tanto, darse cuenta de quela intención de nuestro autor no es fundamental-mente médica. Hemos visto que conocía la fisio-logía de su tiempo y quizás de su escuela. Pero laenfermedad y su descripción no son lo esencial ensu obra. Su interés principal se centra en ese serenfermizo y excepcional que es el melancólico.Pero la cuestión que se nos plantea es la siguiente:¿cómo la inconstancia, cómo la variabilidad,cómo los avatares del melancólico pueden expli-car el esplendor, la creatividad, el genio, tal ycomo lo llamaríamos ahora?

    Pienso que precisamente aquí radica el fondodel problema, con todo lo que es preciso explicitar e interpretar, porque no está dicho todo, y aúnno se ha dicho nada, aunque todo ha sido sugeri-do, en una reflexión profunda sobre la creativi-dad. Pedimos perdón por la fealdad de este tér-mino. ¿Dónde se halla el vínculo entre todos losdominios de la cultura, del arte, de la actividaddel ciudadano y la poesía? ¿Dónde se halla el vín-

    culo entre todos estos dominios y el polimorfismo y la inconstancia del melancólico?

    No es posible comprender este texto más quedesde dentro de un pensamiento de la mimesis, de

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    la representación. Se trata de una noción difícilde definir, que regula una de las maneras que te-nían los antiguos de examinar la creación. Creares imitar. De todos es conocida la manera en quePlatón, justamente, condena el arte y lo reduce ala representación. Sin duda se trata de algo mu-cho más complejo de lo que yo pueda explicaraquí.37 El artista, el imitador, se limita de hecho afabricar ilusiones carentes de realidad. No tieneconciencia de ello, ni controla lo que hace. No setrata de un auténtico técnico. Pretende hacer to-dos los muebles, todas las plantas, todos los seres

     vivos y a sí mismo; la tierra, el cielo, los dioses ytodo cuanto existe en el cielo y en el Hades (596

    c.d.).El Problema X X X  es una ensoñación a propósi-

    to de la creación, o más bien, como se diría ahora,de la creatividad, la capacidad de crear. Nos diceque la creatividad consiste, en esencia, en una

    pulsión a ser diferente, en una irreprimible incita-ción a convertirse en otra persona, a convertirseen todos los demás. Es preciso no perder de vistaaquel texto de la Poética  donde se nos dice: «Elarte poética pertenece al ser bien dotado por na

    37. Cf. por ej. Platón, República X,  595a y ss. Sobre losautores que hablan de la mimesis, cf. Góran Sórbom, Mimesis and art, Uppsala, 1966.

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    turaleza (euphyoüs) o al loco (manikoü)\ pues losprimeros se moldean fácilmente (euplastoi); losotros se salen de sí mismos (ekstatikoi).» Dichode otro modo, se trata de dos maneras de con-

     vertirse en otro. Uno puede estar dotado por na-turaleza para moldearse a sí mismo y hacerse dis-tinto; o bien será la locura, es decir la salida de símismo, la que le permitirá acceder a lo que pro-piamente es la alienación, el hecho de con-

     vertirse en otro. El ser dotado puede imitar có-modamente; el ser loco se proyecta fuera de símismo y puede entonces adoptar todas las posi-ciones de los demás, lo cual no es sino otra ma-nera de imitar. De modo que el otro, aquel en el

    que uno se convierte, no consiste precisamenteen la nada, sino en un personaje. En este sentidopuede decirse que el Problema XXX   suprime laalternativa entre el «bien dotado» y el loco. Co-loca a ambos exactamente sobre un mismo plano

    cuando dice: «aquellos que la poseen— esta mez-cla de la bilis negra— demasiado caliente y abun-dante están bajo la amenaza de la locura (mani koi) y son dotados por naturaleza, propensos alamor, fácilmente se dejan llevar por sus impulsos

     y deseos.» (954a 320). Con mayor precisión, elProblema nos dice que «el bien dotado» y el locorevelan ser de un mismo talante natural, elmelancólico. Entre el ser bien dotado y el loco ya

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    no existe una oposición radical; la diferencia essimplemente de grado.38

     Así pues, no es posible ser uno mismo en pro-fundidad y creador a la vez, más que siendo otro,

    dejándose convertir en otro; de esta manera unopuede imitar mejor a todos los personajes y a to-dos los seres. Yo puedo convertirme en ciudada-no, caudillo, estratega, legislador, poeta; perotambién, volviendo a Platón, en el universo ente-

    ro, el pájaro que canta, el movimiento de las olas,el murmullo del oleaje. Y es entonces cuando sesiente que la locura puede apoderarse de uno.Pero es preciso comprender que, en un pensa-miento de la mimesis, yo puedo explicar que el

    poeta, el legislador y el estratega lo son por mími-ca y representación. Desde este punto de vista, noexiste diferencia entre el poeta, mimo de mimos, yel talento que un individuo cualquiera posee parallegar a ser legislador, filósofo o poeta.

    L A P O E S Í A

    La poesía no es más que una de las actividades ci-

    tadas en el Problema XXX,   entre otras. Pero en38. La Gran Moral II, 1203b, establece, por el contrario,

    una oposición entre «los calientes y bien dotados» y «los fríos y melancólicos».

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    realidad, estoy persuadido de que la poesía se ha-lla en el origen de esta meditación, y que es lareflexión a propósito de la poesía y la tradiciónde esta reflexión la que. se convierte en uni

     versalizadora, en extensible a todas las activida-des humanas. Para cualquier actividad, no impor-ta cuál sea, el mejor es el melancólico. Estageneralización constituye, por otro lado, uno delos rasgos característicos de nuestro texto.

    «Pues la poesía deriva de la inspiración» {ενθε ou γάρ ή ποίησίς ·)—Aristóteles, Retórica  III,1408 b 19.—39Podría afirmarse que esta breve fra-se resume toda una concepción de la poesía. De-mocrito y Platón, según nos transmiten Cicerón y

    Clemente de Alejandría, habían afirmado que na-die podría llegar a ser un buen poeta sin un alien-to inspirado comparable a la locura.40 Hemos te-nido ya ocasión de citar el Fedro y su distinción delos delirios. La poesía implica inspiración, es de-

    39.  De hecho, Aristóteles al reflexionar a propósito deciertos efectos del lenguaje, dice que es así como hablan (enprosa) los «entusiastas»; los oyentes reciben este lenguajecuando se hallan en el mismo estado. Por esta razón se ajustatambién a la poesía; pues la poesía es algo inspirado...

    40.  Diels-Kranz, B XVII, XVIII, cf. Les Présocratiques, ed.establecida por J . P. Dumont con la colaboración de D. Delat-tre y J.-C. Poirier, París, Pléiade, (NRF), 1988, p. 855. SobreDemócrito, cf. A. Delatte, Les conceptions de I’enthousiasme chez les philosophes présocratiques, París, Belles Lettres, 1934.

    SO

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    cir, que una fuerza divina se apodere del poeta; dalo mismo cuál sea, la Musa o Apolo, o bien un «sa-lir de uno mismo» más o menos definido. Lo esen-cial estriba en comprender que reflexionar sobrela poesía exige pensar simultáneamente en algodado, en algo de lo que el individuo no es respon-sable, y en un arte, esto es, en una técnica sabia,así como en los géneros instituidos, que implican,por el contrario, una educación y una maestría. Esen esto en lo que se funda la crítica que Platónhace de la poesía en su diálogo Ión, por ejemplo,en el que Sócrates demuestra a Ión que la poesíano podría ser considerada como una verdaderatécnica, puesto que el poeta no se halla en el ori-gen de aquello que dice, que sus fuentes se hallanfuera de él mismo, que no podría, por tanto, darrazón de sus palabras, y que no es sino un eslabónde la cadena imantada que va de las Musas a losoyentes. Cosa que podría dar razón tanto del Ma-

    raco de nuestro Problema XXX,  del Filégida cita-do por Aristóteles y clasificado con los locos ( A di-vinación en el sueño, 464ab), como también, en elIón de Platón, de aquel Tínico de Calcis del cualnada se sabe a excepción de que no había com-

    puesto nada digno de ser recordado «salvo aquelfamoso peán que todos cantan [...] y que, segúnél mismo decía, era un hallazgo de las Musas»(5 3 4

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    La poesía implica un regalo fortuito, como elde las Musas a Hesíodo coronado en el monte He-licón: la gracia de los dioses, o si se quiere, una violencia que procede de fuera de uno mismo yque lo convierte a uno en poeta, y sin la cual la po-esía no existe. Este telón de fondo de la tradición,rápidamente evocado, nos basta para mostrarcuáles son las líneas maestras del Problema XXX.  Gracias a la causalidad física de la bilis, este textonos dice que lo que hace falta simplemente es una

     violencia y un don natural, pero que el Otro estáen nosotros. Reemplaza la gratuidad de la elec-ción divina por el azar de la mezcla que nos cons-tituye. Ya no se trata de un problema de elección

    divina, sino de un asunto de fisiología. Dios nohabla por nuestra boca, sino que son las condicio-nes de nuestro cuerpo las que nos determinan ahablar. Se trata de una respuesta a aquella cues-tión de la Poética antigua que ilustra el tema de la

    inspiración, palabra que para nosotros se ha con- vertido en una simple convención y en una mane-ra de despachar el problema que tanto excitaba alos antiguos: ¿cómo consigue la inspiración pro-ducir sentido a partir de la violencia? ¿Cómo se

    las arregla para, a partir de la fuerza, desembocaren la coherencia? ¿Cómo construir un ser a partirde lo dado?

     Aquello que hemos dado en denominar etho

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     poiesis  de la bilis negra, el modelado de los com-portamientos y de los caracteres que produce ennosotros este humor, puede explicar, como ya he-

    mos visto, la aptitud de un individuo o individuospara convertirse en tal o cual personaje. En lo querespecta a la dinámica, la capacidad de ser un per-sonaje, ya sea en la vida real, ya en la representa-ción de la vida que supone la poesía, la bilis negra

    la explica también por la exaltación necesaria quepuede llegar hasta la locura, y que se manifiesta enlas cualidades particulares del sentido de uno mis-mo, en las relaciones del individuo con su thymos.

    Ello resulta comprensible en el seno de unaconcepción de la creación como mimesis, comoreproducción. Pero, desde el punto de vista de lapoesía misma, y de las relaciones de las que veni-mos hablando entre el don natural y la técnica, elProblema XXX   no dice nada. Se trata, sin em-bargo, de una cuestión que, a nuestro parecer, fueplanteada por el aristotelismo; y ya hemos demos-trado en otra ocasión que podrían tenderse puen-tes entre tratados diversos y señalar un vínculoposible entre la fisiología y la retórica, entre el hu-mor y el tropo, la figura retórica.41 Hemos de-

    41. Cf. nuestro artículo Une physiologie de I'inspiration poétique: de l'humeur au trope,  en Les Etudes Classiques, tomo XLVI, i, 1978, pp. 2331.

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    mostrado que la mezcla de la bilis negra, el tem-peramento melancólico, es el temperamento me-tafórico. Un pasaje difícil de  Adivinación en el  sueño lo deja bien claro (464ab). Allí el melancó-lico es comparado a un arquero que, gracias a sufuerza, dispara desde lejos y acierta en el blanco.Es preciso notar aquí que, si bien la proposición«hay que disparar desde lejos para dar en el blan-co» no es una ley de la balística, puede muy bienser una ley de la Poética. Nos hallamos, escribía-mos entonces, ante una idea regia de la creaciónpoética. No existe un punto de vista desde el cualcontemplar el paisaje, desde el que apuntar a ladiana, desde el cual determinarla. Es preciso dis-

    parar, y para ello hay que tener, antes que nada, lafuerza necesaria para hacerlo. Para hablar comolos antiguos, no existe a priori un derecho de lametáfora. El derecho viene después, para exami-nar la legitimidad, que será lo que determinará si

    la metáfora era buena. Aristóteles, en la Poética, escribe que la poesía es más filosófica que la his-toria, que su esencia consiste en crear metáforas,

     y que hacer metáforas es contemplar lo parecido(i4ibi459a). La poesía consiste en desplazar los

    nombres para poner así en evidencia el parecidoentre las cosas, en desvelar las relaciones, en reve-lar el ser. Desde que el mundo es mundo, las cosashan mantenido una relación entre ellas que hu-

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    biese podido, de no ser por el poeta, quedar ocul-ta. La genialidad de la reflexión aristotélica estri-ba en que ha sabido señalar el vínculo existenteentre un humor particular y un tropo específico,la metáfora. Existen melancólicos que son esen-cialmente poetas gracias a la fuerza de sus movi-mientos. Se nos ofrece la posibilidad, dentro delCorpus aristotélico, de enlazar una idea precisa dela poesía con una concepción precisa de la fisiolo-gía. El disparo de la metáfora es una función de lafuerza del humor bilis negra.

    ¿ D E D Ó N D E V I E N E N U E S T R O T E X T O ?

    Esta pregunta carecía de sentido antes de habercomentado la obra. ¿Se pueden aportar ahora ele-mentos de respuesta?

    Todo cuanto llevamos dicho, así como las refe-

    rencias que hemos aportado, demuestran clara-mente que nos hallamos inmersos en un universode pensamiento aristotélico. Hay quien ha creídoque podría evocarse al propio Aristóteles. Enefecto, de acuerdo con la más antigua de las listas

    de sus obras, la de Diógenes Laercio,42 sería élquien habría escrito los Problemas.  Podríamos

    42. Diógenes Laercio, Vida de los filósofos ilustres   V, 23.

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    definir los Problemas como una forma pedagógicade exposición rápida por medio de preguntas yrespuestas. Esto habrá de convertirse en un géne-ro filosófico o «científico». También se ha consi-derado que uno podría servirse del hecho de queCicerón en sus Tusculanas,  o Séneca en su Oe tranquilitate animi,  claramente aluden a nuestrotexto, citándolo incluso, y lo atribuyen a Aristóte-les.43 Pero Aristóteles puede designar lo mismo a

    un discípulo que al maestro, y el conocimientoque en esa época se tenía del Corpus aristotélicono garantiza en absoluto una atribución tan preci-sa. La otra hipótesis es la que implica a Teofrasto,su gran discípulo. Se ha señalado, desde hace mu-

    cho tiempo, que el Problema X X X  hace alusión aun escrito a propósito del fuego. Pues bien, la listade Diógenes cita entre las obras de Teofrasto untratado Del fuego en dos libros (V, 45). Conserva-mos además un libelo Sobre el fuego que se acaba

    con la promesa de volver sobre el tema de unmodo más preciso.44 Por otro lado, Teofrasto,siempre según Diógenes, escribió numerosos li-bros consagrados a Problemas  (V, 45, 47, 48, 49)que se ocupaban de la política, la moral, la física,

    43.  Cicerón, Tuse. Disp.  I, 33; Séneca, De tranquilitate animi, 15.

    44.  Cf. Theophrasti Eresii opera...,  ed. Fridericus Wim-mer, París, Didot, 1866, p. 364.

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    el amor. Es autor asimismo de un tratado sobre la Melancolía (V, 44). Se interesó por cuestiones mé-dicas al escribir sobre la epilepsia, el entusiasmo(V, 43), los vértigos (V, 44), 4 5   las enfermedades«pestilentes» (V, 44), la embriaguez (ibidem),  laparálisis, el sofoco (V, 45), el delirio, el sueño y lossueños (V, 45). Las cuestiones de poética no le sonajenas. Diógenes menciona dos tratados suyos so-bre la Poética  (V, 47; VI, 48).

    Queda algo por añadir aún. No podríamos enmodo alguno olvidar el testimonio de DiógenesLaercio que nos transmite un juicio de Teofrastoa propósito de Heráclito. «Teofrasto afirma quees la melancolía la causa de que algunos de sus es-critos estén inacabados, y los demás carezcan deunidad.»4* Es importante destacar que aquí Teo-frasto emite un juicio literario, estético, sobre laobra de Heráclito, a quien precisamente se hadado en denominar «el oscuro» en razón de su es-

    tilo, y que explica dicho estilo por la fisiología. Setrata de una actitud perfectamente coherente conel espíritu que anima el Problema XXX. De hecho,nada impide que este comienzo del Problema 

     X X X  no sea obra de Teofrasto. Es preciso obser-

    45.  Conservamos los fragmentos sobre la fatiga, el vértigo; cf. op. cit., pp. 398 y 401.

    46.  Vida de Heráclito, Diels-Kranz I, p. 140.

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     var también que «cada línea del texto revela unaperfecta concordancia de ideas y de forma con lasenseñanzas de Aristóteles».47 Este texto responde

    a preocupaciones auténticamente peripatéticas y,si he de dar mi opinión, yo creo que se remonta auna época muy antigua.

    E L E S T I L O D E L T E X T O

    Este texto es extremadamente jovial y vivo en sudiscurrir, en esa manera audaz de plantear losproblemas que nos deleita. Ha hablado a genera-ciones enteras, y está por ver que no siga sedu-ciendo todavía. Hemos intentado en lo posiblerespetar la forma de la frase, su ritmo. Evidente-mente, se trata de un texto escrito a vuelapluma,una reflexión rápida, con una introducción bri-llante, y una tentativa de demostración «riguro-sa», donde convergen las evidencias de la «física»contemporánea. En realidad las demostracionesse hacen a base de intuiciones, de ejemplos, deanalogías, de «evidencias» que quieren pasar porargumentos. La dificultad estriba en los saltos

    que dan los razonamientos. Es decir, en el hipér

    47. Jeanne Croissant, Aristote et les Mystéres,  Lieja, París, 1932, p. 78.

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    baton; pero no en el asíndeton. El salto se produ-ce en el pensamiento; jamás en los encadenamien-tos, que no faltan, pero que ciertamente nos sor-

    prenden; evidentemente está falto de eslabones.El pensamiento avanza con presteza. Es elíptico.Si tuviésemos que definir este estilo de acuerdocon el Problema XXX,   diríamos que es el de unmelancólico... Esto hace que el texto no siempre

    resulte fácil de entender.

    E L L U G A R D E L « P R O B L E M A X X X »

    E N L A H I S T O R I A D E L A S I D E A S

    Constituiría una inmersión extraordinaria en elimaginario cultural trazar una historia sistemáticade la supervivencia del Problema XX X.  Sería ade-más una larga historia; y sería preciso no conten-tarse simplemente con las citas del Problema 

     XXX,   sino examinar de qué manera es, depen-diendo de cada contexto, explotado e interpreta-do.

     Antes que nada, es preciso decir que constituyeuno de los componentes de la propia noción quetenemos hoy de la melancolía. Creo que es precisono perder de vísta el hecho de que nuestra melan-colía occidental se ha formado a partir de la con-fluencia de tres tradiciones que han sedimentado

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     y se han entremezclado de diversas maneras, peroque es posible distinguir. En primer lugar encon ¡tramos aquello que podríamos denominar el actade nacimiento de la melancolía como enferme-dad. La tradición ha dado, en efecto, un estatuto

     jurídico y fundador a\ Aforismo 23o del libro VI delos  Aforismos  de Hipócrates: «Si la tristeza{dysthymía) y el llanto duran largo tiempo, tal es-tado es melancólico» { μ β λ γ χ ο λ ικ ό ν το t o l o v   ~ το ιή ;  entendamos que un tal estado deriva del hu-mor bilis negra o bien del carácter negro de labilis. He estudiado durante largo tiempo lo queme parecía interesante de esta construcción paratáctica de la definición, es decir, que no aclara silo uno es causa de lo otro, si los sentimientos de-sencadenan la bilis negra, o bien es a la inversa; locual permite lecturas diferentes según las prefe-rencias.48

    La segunda fuente la constituye nuestro propio

    texto del Problema XXX.   La tercera nos la pro-porcionan las Cartas  del pseudoHipócrates, esaespecie de novela epistolar que podría datarse enla segunda mitad del siglo primero a.C. Las prin-cipales cartas  cuestionan el comportamiento de

    48. La Maladie de 1‘áme, op. cit., pp. 122 y ss. Cf. tambiénProlégoménes a une histoire de la mélancolie, en Histoire, Economie et Société, 3ε année, 4e trimestre, 1984, pp. 501510.

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    Democrito, que inquieta a los habitantes de Ab-dera. Se ha retirado al lugar más selvático de lanaturaleza, se dedica a disecar animales y se ríe detodo.49 Se le consulta la opinión a Hipócrates. Lalarga Carta ¿7 a Damageto ha sido continuamentecitada a lo largo de los siglos, como un testimoniosobre el sentido de la locura, y en particular de lamelancolía. Recordemos que se recurre con fre-cuencia a ella en el prefacio al lector de aquel quese autodenomina precisamente «Democritus ju-nior», alias R. Burton.50 El problema estriba endistinguir al sabio del loco; pues ocurre que am-bos tienen el mismo comportamiento. «A menudoles ocurren a los melancólicos  cosas de este tipo:en ocasiones se muestran taciturnos, solitarios,buscan los lugares desiertos; se apartan de loshombres, miran a su semejante como a un ser ex-traño; pero también aquellos que se consagran ala sabiduría pierden todas las otras preocupacio-

    nes a causa del estado de la sabiduría», escribe elpseudoHípócrates.5' Y Rufo de Efeso, médicogriego contemporáneo de Trajano, se hace eco desus palabras: «Los melancólicos se entretienen en

    49. A propósito de estas cartas, cf. La Maladie de l’áme, op. cit., pp. 452 y ss. Están editadas por Littré, IX L 312429.

    50. Cf. J . Starobinski, Démocriteparle, en Le Débat n.° 29,marzo 1984, pp. 4972.

    51. Carta a Filopemetto, IX L 320.

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    los lugares solitarios y huyen de los hombres sinrazón; lo mismo les ocurre a los hombres con bue-na salud cuando quieren dedicarse a investigaralgo, que toman precauciones respecto a cosasque valen la pena.»51

    No es este el lugar para ver cómo se tejen y sedestejen todos estos temas, cómo se constituye undiscurso médicofilosófico en torno a la me-lancolía, que sin duda es la noción en la que filó-sofo y médico pueden encontrarse (desde el mo-mento en que la melancolía implica la relación delalma con el cuerpo y la relación del individuo conel otro, con la sociedad). Pero es algo prodigiosoel ver con qué constancia, en el transcurso de los

    siglos, vuelven una y otra vez estos textos, queconstituyen los cimientos de lo que yo llamo confrecuencia nuestra ensoñación de cultura, la orga-nización de nuestro imaginario cultural.

    El Problema XXX   no es el primer texto que

    pone de relieve el nexo existente entre una física ouna fisiología y el estado del pensamiento. No haymás que pensar en la Enfermedad Sagrada, o in-cluso en el tratado de los Vientos del Corpus hipocrático, que proponen una relación entre un de-

    terminado estado fisiológico y el pensamiento, el

    52. Cf. Rufo de Efeso, De cogitatione melancólica,  enOpera, ed. DarembergRuelle, París, 1879, p. 456.

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    sentido, o el buen sentido. Desde el punto de vis-ta filosófico y médico (pues no hay que olvidar laimportancia de Platón en la tradición médica), espreciso sin duda alguna citar la reflexión del Ti-meo. Pero en lo que concierne a Platón, MarsilioFicino apunta un texto importante, puesto que enél Sócrates, al describir a Teeteto, da las indica-ciones sobre aquello que constituye el naturalhabitual del hombre de talento. «Las personas

    que tienen su rapidez, su vivacidad de espíritu, sumemoria, por regla general se dejan llevar por lacólera en seguida; se precipitan y son llevadoscomo los barcos sin lastre; por el contrario, aque-llos que son más ponderados se muestran lentos y

    llenos de olvido al dedicarse a los estudios» (144ab). Teeteto, según Sócrates, es capaz de conciliarestas dos naturalezas contradictorias. Ficino tienerazón cuando cita el Teeteto y el Fedro como pre-decesores del Problema XXX.  «Aristóteles corro-

    bora este punto: todos los hombres», afirma,«que han sobresalido en algún terreno, han sidomelancólicos. Con ello, Aristóteles ha confirmadouna célebre fórmula de diálogo de la Ciencia  dePlatón, según la cual los hombres de genio se de-

     jan llevar por regla general fuera de sí mismos.Demócrito también lo dice: no podrían existir losgenios más que entre los hombres afectados poralgún furor. Es esto lo que nuestro maestro Pla-

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    tón parece probar en su Fedro...»53Este resumende Ficino resulta de enorme interés, en la medidaen que aúna las reflexiones sobre la fisiología,entendida como una naturaleza particular, el talen-to y la inspiración; pero es preciso no olvidarsede la novedad que aporta el Problema XXX, es de-cir, la caracterización de esta naturaleza particu-lar como melancólica, la atribución a un humorparticular, la bilis negra, de esta extraordinaria

    capacidad para modelar los seres. Sin duda es estasimplificación del problema, así como esta deter-minación del humor, lo que confiere a este textoel aire soberbio y provocativo que le hará atrave-sar los siglos. Lo hemos visto citado por Cicerón y

    Séneca. Pero el médico Rufo de Efeso, gran espe-cialista en la melancolía, también lo conoce. Estose percibe cuando dice que el deseo de coito en lamelancolía anuncia vientos melancólicos (pues elmovimiento de la bilis negra se acompaña de vien-

    tos) y que aquellos dotados de un espíritu sutil y 

    53. Montaigne escribe: «Et comme Platon diet que pournéant hurte á la porte de la poésie un homme rassis, aussi dit

     Aristote que aucune ame excelente n’est pas exempte demeslange de folie. Et a raison d’appeler folie tout eslance

    ment, tant louable soitil, qui surpasse nostre propre jugement et discours. D ’autant que la sagesse c ’est un maniementréglé de notre ame, et qu’elle conduit avec mesure et propor-tion, et s’en respond.» (Les Essais II, 2, ed. Quadrige, París,PUF, 1988, p. 347).

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    una gran inteligencia caen con frecuencia en lamelancolía, puesto que son rápidos de movimien-tos, poseen una enorme facilidad para la anticipa-ción (es así como traducimos el latín praemedita-tio),  y para imaginar {.imaginatio) , 5 4   No se trataaquí de hacer un inventario de las utilizacionesdel Problema XXX, pero entre todos aquellos quelo citan y que se inspiran en él, quisiera hacer unamención especial a Huarte de San Juan y su Exa-

    men de ingenios para las ciencias.  La primera ra-zón es que el Problema XXX   aparece citado allícon frecuencia.”

    El extraordinario éxito que alcanzó, en toda laEuropa de los siglos XVII y XVIII, esta obra de

    Huarte constituye un instrumento del conoci-miento del Problema XXX   y de su divulgación.Los pasajes sobre las Sibilas, Maraco el Siracusano, la afirmación de que el genio y la melancolía van unidos, son citados con frecuencia a través de

    él, como se ve en Moreau de Tours, el psiquiatrafrancés del siglo XIX, a quien volveremos a refe-

    54. De cogitatione melancólica, op. cit., p. 457.55. 15 veces,  16 si añadimos el capítulo V de la última edi-

    ción. Cf. nuestro artículo Fatalisme des tempéraments et li-

    berté spirituelle dans l’Examen des Esprits de Huarte de San  Juan, en Lettérature, Médecine etSocieté , Université de Nan-tes, n.° i, 1979, pp. 115158. El Problema XXX  es citado en sutotalidad (6  veces en el pasaje que viene a continuación delnuestro).

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    rirnos más adelante. La segunda razón es que la fi-nalidad del libro de Huarte se corresponde com-pletamente con la problemática del Problema 

     XXX.  La obra viene a ser una ampliación y unasistematización del mismo. ¿A qué temperamen-to, a qué natural corresponde éste o aquel tipo deestudios y determinado oficio, incluido el oficioreal? De modo que los educadores, los padres,tendrían que adaptar el temperamento que desti-nan a un determinado tipo de saber a este mismosaber. Pero, en el fondo, lo que interesa a Huartees la creatividad en los diversos campos, laproductividad. Hace un momento hemos intenta-do mostrar la importancia de la melancolía en elpensamiento de Huarte. A las figuras de Empédocles, Sócrates y Platón que encontramos citadasen nuestro texto, Huarte añade la del santo predi-cador, la de san Pablo, que él interpreta de acuer-do con el Problema XXX. Cuando Dios quiso for-mar un hombre «en el vientre de su madre», quefuese hábil para descubrir al mundo la venida desu hijo, «haciéndole de grande entendimiento ymucha imaginativa, forzosamente—guardando elorden natural—le sacó colérico adusto».56

    56. Huarte de San Juan , Examen de ingenios para las ciencias, primera edición 1575; cf. ahora la ed. de Esteban Torre,Madrid 1977. El texto fue traducido al francés por G. Chappuis ya en 1580. La mejor traducción francesa es la de Vion

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    E L « P R O B L E M A X X X » ,

    O C Ó M O L I B R A R S E D E É L

    Esta podría ser una manera de abordar uno de losaspectos de la historia de la psiquiatría. En su ar-tículo De la lypémanie ou mélancolie de 1820, Es-quirol adopta buenas decisiones. La melancolía esuna palabra gastada, una noción demasiado «lite-raria», como se diría hoy, y muy vaga además. Espreciso dar con una nueva denominación y conuna nueva definición. «Le mot mélancolie, consacré dans la langage vulgaire, pour exprimer Pétathabituel de tristesse de quelques individus, doitétre laissé aux moralistes et aux poetes qui, dansleurs expressions, ne sont pas obligés á autant desévérité que les médecins.»57 La lipemanía «estune maladie cérébrale caractérisée par le délirepartiel, chronique, sans fiévre, entretenu par unepassion triste, débilitante ou oppressive».’8 Es

    Dalibray, 1645. La obra conoció 24 ediciones francesas entre1580 y 1675, 7 ediciones italianas, 6 ediciones inglesas, 3 edi-ciones latinas, una edición holandesa. Lessing tradujo aHuarte en 1752. Cf. el libro de M. de Iriarte, E l doctor Huarte de San Juan y su examen de ingenios. Contribución a la histo

    ria de la psicología diferencial, Madrid, 1948 (3a ed.).57. Para mayor comodidad citamos el artículo de