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AQUÍ HAY DRAGONES. LA MITOLOGÍA EN LA EXPANSIÓN COLONIAL EXTRAEUROPEA La expansión colonial europea 1

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Page 1: Aquí hay dragones. La mitología en el proceso colonial extraeuropeo

AQUÍ HAY DRAGONES.

LA MITOLOGÍA EN LA EXPANSIÓN

COLONIAL EXTRAEUROPEA

La expansión colonial europeaVíctor David Fernández Tomás

ÍNDICE

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Page 2: Aquí hay dragones. La mitología en el proceso colonial extraeuropeo

Introducción. Origen del mito y sus funciones: Pág. 3

El mundo antiguo. De griegos y romanos: Pág. 5

El Norte de Europa. Entre immrama irlandeses y sagas escandinavas: Pág. 6

Cristianizando los mitos: Pág. 7

La era de los descubrimientos. Mitos viejos y mitos nuevos: Pág. 8

Conclusión: Pág. 13

Bibliografía: Pág. 13

Introducción. Origen del mito y sus funciones

La elección de este tema se debe en parte a razones académicas, pero mentiría si dijera que no hay un fuerte componente personal. Desde que viera de niño la película de Disney “Hércules”

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y mi señor padre tuviera a bien leerme cosas como los doce trabajos de Heracles en vez de Caperucita Roja, se desarrolló en mi persona un vivo interés por esos relatos fantásticos del pasado llamados mitos. Los relatos fantásticos de grandes dioses y héroes que llevaban a cabo gloriosas gestas y cuyos nombres vivían para siempre ejercieron en mí una atracción irresistible. De mayor, esa fascinación por esas historias maduró, no limitándose ya al mito en si, sino también intentado entender que es lo que éste quería decirme realmente, lo que este representaba y simbolizaba. En suma, su significación. Cuando en una asignatura como “La expansión colonial europea” se me presentó la opción de comentar los mitos en el proceso colonial, la respuesta era obvia: tenía que hablar del tema. Sin embargo, es evidente hay algo más que un amor infantil a cuentos de hadas, y es precisamente el resultado de la maduración de la visión que se tiene del mito de simple historia a elemento explicador de la realidad histórica. La influencia de los mitos en los procesos históricos es un tema que, tristemente, no recibe (bajo mi personal punto de vista) toda la atención que merece. Porque el mito ha estado siempre presente en las transformaciones y los cambios que ha experimentado el ser humano, algo que se tiende a olvidar.

En el momento en el que el hombre adquirió autoconciencia, empezó ser consciente de fenómenos en su entorno que no podía explicar con los conocimientos que tenían. Desde cosas tan naturales como la lluvia y la tormenta a problemas más metafísicos como la vida y la muerte. Fue el intento de explicar esas cuestiones a través de fantasiosas historias la que llevó al surgimiento de los mitos, y con ellos, la religión. Así, se explica por qué el hombre es mortal: porque así sucedió en el principio. El mito explica el origen de la muerte y por tanto, por qué morimos. Por ejemplo, la mitología ibo explica que Chuku, el Gran Espíritu, mandó un mensajero a los hombres a decirles el ritual que tenían que hacer si alguien moría para que este volviera a la vida. Pero el mensajero equivocó el mensaje y, por eso, la humanidad conoció la muerte1. Más conocida es la historia del Génesis en la Biblia donde Dios expulsa a Adán y Eva del Paraíso, no pudiendo ya comer el fruto del Árbol de la Vida estando ya sujetos a la muerte2. La entrada al Paraíso quedaría guardada por un querubín armado con una espada de fuego3. Volvería a hablarse de este último tema durante la era de los descubrimientos.

Joseph Campbell no estaba equivocado cuando en El Héroe de las mil caras afirmó: “No sería exagerado decir que el mito es la entrada secreta por la cual las inagotables energías del cosmos se vierten en las manifestaciones culturales humanas. Las religiones, las filosofías, las artes, las formas sociales del hombre primitivo e histórico, los primeros descubrimientos científicos y tecnológicos, las propias visiones que atormentan el sueño, emanan del fundamental anillo mágico del mito.”4

En la misma obra introduce el término de monomito: la práctica totalidad de los mitos imaginados por la humanidad responderían al final a la representación de ideas comunes. Esto no podría ser más cierto en los mitos relacionados con la descripción, exploración y descubrimiento de tierras desconocidas, mitos en los que los mimos patrones se repiten constantemente.

Campbell establece que el mito desempeñaría cuatro funciones: metafísica, cosmológica, sociológica y psicológica. La función metafísica trataría de procurar al individuo una sensación de admiración positiva ante los grandes misterios de la existencia. La función cosmológica intentaría proveer de una imagen del universo a nuestro alrededor y su significado. La función sociológica justificaría la jerarquía imperante en la sociedad del momento a través del mito. Finalmente la función psicológica serviría como guía para el individuo en las etapas de la vida5. En mayor o

1 N. Philip, El libro ilustrado de los mitos, Ediciones B, Barcelona 1996, pág. 772 Génesis 3, 22: “Díjose Yave Dios: He aquí al hombre hecho como uno de nosotros, conocedor del Bien y el Mal; que no vaya ahora a tender su mano al árbol de la vida, y comiendo de él, viva para siempre.”3 Génesis 3, 24: “Expulsó al hombre y puso delante un querubín, que blandía flameante espada para guardar el camino del árbol de la vida.”4 J. Campbell, El héroe de las mil caras, psicoanálisis del mito, Fondo de Cultura Económica, México D.F. 2010, pág. 115 J. Campbell, Pathways to Bliss, New World Library, Canadá 2004, págs. 6-10

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menor medida, todas estas funciones se encuentran en los relatos vinculados a los viajes al gran Océano y sobre los que allí moran.

La mitología ha estado siempre presente en el imaginario colectivo a la hora de describir las tierras que había más allá y los viajes que a éstas se habían hecho por personajes del pasado. Estos relatos se caracterizan frecuentemente por su fuerte contenido sobrenatural, que es tomado por cierto. La presencia de monstruos en estas tierras legendarias tendría mucho que ver con la sensación de peligro que siempre se deriva sobre lo que nos es desconocido. Muy frecuentemente en los mapas antiguos y medievales aparecen dibujados monstruos en las regiones más alejadas y desconocidas, como en el globo de Hunt-Lenox donde aparece la inscripción que da nombre a este trabajo: Aquí hay dragones(Hic sunt dracones). Ocurre que en algunos casos el origen de estos elementos puede derivarse de observaciones legítimas que se han visto transformadas con el paso del tiempo y el traspaso de la información oralmente. Un ejemplo serían los blemias, unos humanoides sin cabeza que tendrían los ojos en los hombros y la boca en el pecho, y que vivirían en África. Eugen Strouhal, tras encontrar un largo escudo oval perteneciente a la cultura de los blemios de nubia, concluyó que un guerrero visto en la lejanía equipado con tal armamento daría la impresión de no tener cabeza. El tener los ojos y la boca respondería a la necesidad de reubicar dichos elementos en alguna parte del cuerpo6.

Sin embargo, a menudo la transformación de las observaciones legítimas en mitos no responde a procesos tan inocentes. No son raros los casos en los que la mitología es usada con motivo político o racial. Los griegos durante la colonización del Mediterráneo durante la época arcaica trazarían vínculos entre legendarios personajes de su tradición y los indígenas de las tierras descubiertas como una forma de facilitar las relaciones entre colonizadores y colonizados.

Personalmente opino que el surgimiento de los mitos se sobre tierras legendarias, en la mayoría de las ocasiones, respondería más a deseos y ensoñaciones sobre la existencia de sitios maravillosos donde la enfermedad y la muerte simplemente no existieran. Porque el hombre no desea la muerte de ningún modo y por ello trata de imaginar lugares lejanos donde ésta no pueda alcanzarle. No en vano las religiones, especialmente las salvíficas nos presentan paraísos felices. Pero sucede que en la Antigüedad y la Edad Media tales lugares se trataban como sitios que existían físicamente y eran susceptibles de ser descubiertos. Los mapas antiguos no dudan en indicar en lugares remotos la existencia de tales lugares maravillosos, bien descritos y documentados, pero tristemente inalcanzables. Tal sería el caso del Paraíso cristiano, guardado por el ya nombrado querubín espatario. Y es precisamente su inaccesibilidad la que refuerza su existencia. Así pues, los mitos se convierten en una suerte de relatos con los que el hombre trata de escapar de la dureza de la vida en el día a día, donde los males liberados por Pandora al abrir la caja no harían daño a los hombres.

Y como el mito es un elemento laxo y transformable a lo largo del tiempo puede ser reubicado espacialmente según necesidades políticas, religiosas o de lo que sea. Porque los mitos sobrevivirán a las culturas que los crearon, siendo heredados por los que estaban por venir. De este modo se anima el espíritu aventurero y emprendedor, para buscar ese Paraíso perdido.

El mundo antiguo. De griegos y romanos

En la época clásica se configurarían muchos de los mitos que, de alguna manera, se las apañarían para sobrevivir durante la Edad Media y seguir presentes durante la época de Colón, que creía en ellos. Las Columnas de Hércules, en el estrecho de Magallanes, marcarían el fin del mundo conocido, ante la cual se extendería la terra incognita. Las columnas fueron hechas por el mismo Hércules el cual, en su camino a la isla de las Hespérides en busca de las manzanas de la

6 H. Barnard, “Sire, il n'y a pas de Blemmyes. A Re-Evaluation of Historical and Archaeological Data”, en Janet C.M.

Starkey, ed. (2005), People of the Red Sea: Proceedings of Red Sea Project II held in the British Museum October 2004,

Archaeopress BAR, Londres 2005, págs. 23-40

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inmortalidad, se abriría paso a través de las montañas de Atlas creando el estrecho de Gibraltar, siendo las columnas los peñascos que quedarían a ambos lados. El tema de una isla de inmortalidad no será la primera vez que se vea.

La cartografía que se hizo en esa época, especialmente la obra de Claudio Ptolomeo, se convirtió en la base que siguieron los exploradores y cartógrafos de la Edad Media para elaborar sus propios mapas, manteniendo las tierras legendarias que había en las zonas desconocidas y sus extraños pobladores. Las criaturas que se supone que habitaban en la India o Etiopía, pues el desconocimiento hacia que ambas tierras se confundieran, según la Historia Natural de Plinio el Viejo teóricamente seguían estando ahí: esciápodos de un solo pie, descabezados blemias, panocios de largas orejas, ástomos, carentes de boca e incapaces de soportar ningún tipo de dolor, pandas de pelo blanco, desnarigados, morrudos, lotófagos, deslenguados, pigmeos, cinocéfalos, antropófagos etc, etc... Una innumerable colección de criaturas a cual más inquietante y que, por suerte, vivían muy, muy lejos7. Además, según el Pseudo-Calístenes, Alejandro habría encerrado a estos seres y otros pueblos tras la puerta de hierro. Todas estas criaturas volverían a aparecer en el libro de Juan de Mandeville, que influiría a su vez en los relatos de Marco Polo. Es interesante ver que estas extrañas criaturas vivirían rodeadas de unas riquezas que no apreciarían, argumento que sería utilizado por los conquistadores: van a “rescatar” esas riquezas.

Especialmente persistente será el mito de las amazonas. Éstas vivían en una sociedad donde el hombre no podía entrar, en la que la mujer vivía libre e independiente, y con un fuerte carácter guerrero. Es frecuente encontrarlas luchando contra los héroes griegos. Tal es el caso del enfrentamiento entre Aquiles y la reina Pentesilea antes del fin de la guerra de Troya. Otra reina, Hipólita, retendría el cinturón mágico que habría de conseguir Hércules como parte de sus trabajos. Y también fueron rivales de Teseo e incluso de Alejandro Magno. Invariablemente del mito donde sea que aparezcan, todos los autores clásicos convienen en situarlas en Asia, y no por casualidad. Porqué eso no viene sino a simbolizar la lucha de Europa contra Asia por el control del mundo. Conforme fue pasando el tiempo, el lugar donde se supone que vivían fue desplazándose más y más al este, sin llegar nunca a desaparecer. Además, las historias clásicas siempre las describieron como personajes brutales y violentos, lo cual sólo sería reflejo de la propia sociedad machista del momento. A fin de cuentas, la leyenda de las amazonas no viene sino a dibujar una sociedad totalmente contrapuesta a la que había en aquel entonces: una sociedad matriarcal, con el hombre estaba sometido al capricho de sus volubles amas. Mujeres crueles que causaban el rechazo y hasta la repugnancia a griegos y romanos, algo que no cambió con el pasar del tiempo8. La amazonomaquia, esto es, escenas de lucha de guerreros griegos contra amazonas, es un verdadero tema iconográfico, apareciendo en cerámicas y bajorrelieves.

Junto a las amazonas también es constante el situar su hábitat en zonas acuáticas, islas y no tierra firme. Pseudo-Calístenes las relaciona gracias a esto con los bramanes. Ellas vivirían al otro lado de la orilla del Ganges, y los bramanes lo cruzarían en julio y agosto para unirse a éstas. Siguen siendo las mujeres guerreras de siempre, pero ahora se encuentran separadas del mundo por el mar (¿por seguridad, tal vez?)9. Cada vez quedan más lejanas de la esfera del mundo cuando el conocimiento que de éste se tiene se va aumentado.

El Norte de Europa. Entre immrama irlandeses y sagas escandinavas

En el Norte de Europa tampoco escasean los relatos de tierras legendarias y de sus misterios. En el ciclo mitológico irlandés, Tethra de los Fomoré se convirtió en el rey de los muertos después de ser derrotado en la batalla de MagTured, en una región situada en algún remoto rincón del Océano. Según los celtas, los muertos habitarían en la parte del Océano donde

7 J. Gil, Mitos y utopías del descubrimiento. 1. Colón y su tiempo, Alianza Universidad, Madrid 1989, págs. 29-308 J. Gil, Colón y su tiempo, pág. 359 J. Gil, Colón y su tiempo, pág. 37

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se pone el sol, un lugar fantástico llamado tis n-aill, la otra tierra10. Precisamente de más allá del Océano es de donde vino la raza de los Fomoré, dioses de la Muerte y la Noche, que dominaron Irlanda hasta la llegada de los Tuatha De Dannan, dioses del Bien. Salta a la vista la percepción acerca de lo sobrenatural: viene de fuera, de los confines del mundo, donde viven los monstruos. Es natural por tanto que cuando se viaje lejos del hogar se alcancen costas extrañas. La literatura irlandesa anterior al cristianismo dio lugar a géneros centrado en los viajes al Otro Mundo: los echtrai (aventura en irlandés antiguo), que relata las peripecias del héroe en el Otro Mundo, y los immrama (viaje en irlandés antiguo), que se centra en el viaje en si y no el destino. Estos viajes recuerdan poderosamente a las historias de Odiseo y otros personajes míticos griegos, lo que vendría a demostrar la idea de Campbell del monomito: el hecho de que todas las mitologías del mundo al final cuentan las mismas historias con diversos matices11.

Los relatos de islas mágicas se encuentran presentes en los relatos de todas las regiones de las islas británicas: Tír na nÓg para los irlandeses, Heather-Bleather para los escoceses, Lyonesse para los galeses12 y la famosa Ávalon, para los ingleses, de nuevo una isla de inmortalidad, donde yacería el rey Arturo.

Con respecto a los países escandinavos, los relatos referentes a viajes a tierras legendarias hacen especial hincapié en lo complicado del viaje en si para resaltar el valor y arrojo del héroe de turno. La mentalidad de los llamados vikingos13 estaba centrada en el honor y la gloria, y el prestigio que de estos se deriva. Su religión establecía que sólo los grandes guerreros irían al Valhalla para engrosar las filas de los einherjer, los guerreros que lucharían junto a Odín cuando llegara el fin del mundo, el Ragnarök14. En sus sagas heroicas se combinaban pasajes bastante realistas con episodios de tipo sobrenatural, episodios que para los escandinavos serían tomados como algo normal y hasta cierto punto habitual. Hay que tener en cuenta que entre los siglos VIII a XI, en el tiempo en el que se crearon las sagas, se dio un importante movimiento migratorio en donde los escandinavos buscaron nuevas tierras en las que asentarse. El ascenso social y el prestigio sólo se podían conseguir a través de hazañas bélicas y la posesión de tierras, siendo la saga un instrumento para alcanzar tales objetivos. Además, las sagas se hicieron para ser relatadas por los sagnamenn en los salones comunales durante las largas veladas de invierno15. El componente fantástico animaría unas historias que, de otro modo, podrían volverse tediosas.

Las sagas que más nos interesarían serían la de los groenlandeses y la de Eirik el Rojo, que narran los viajes que llevaron al descubrimiento de Groenlandia y América, esta última llamada Vinlandia. El problema de estas sagas es que, como el resto de sagas, se transmitían oralmente, y no fueron puestas por escrito hasta mucho tiempo después de ser compuestas. Para más inri, el relato original se ve en mayor o menor medida contaminado por propaganda cristiana y otros elementos ajenos al imaginario nórdico. En la saga de Eirik el Rojo se cuenta que Thorvald Eirikson fue muerto por un esciápodo16. Evidentemente el escribano había leído los trabajos medievales donde se decía que tales criaturas moraban en África y pensó que la tierra llamada Vinlandia estaría conectada a África, según la concepción del mundo que tenían los escandinavos17.

Cristianizando los mitos

10 M.H. d'Arbois de Jubainville, El ciclo mitológico irlandés y la mitología céltica, Brontes S.L., Barcelona 2008, pág. 2911 J. Campbell, El héroe de las mil caras, págs. 11-1212 VV.AA, Tierras Legendarias, Editorial Optima, Barcelona 2000, págs. 13-1713 Los nórdicos nunca se llamaron a ellos mismos “vikingos”, siendo esta palabra una invención del romanticismo decimonónico.14 J. Grant, Los vikingos, cultura y mitología, Taschen Benedikt, Colonia 2008, pág. 2715 Saga de los groenlandeses; Saga de Eirik el Rojo: anónimos islandeses del siglo XIII edición y traducción del inglés de Antón y Pedro Casariego Córdoba, Siruela, Madrid 2010, págs. 9-1016 Saga de los groenlandeses, pág. 8817 Saga de los groenlandeses, pág. 108

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En el momento en el que el cristianismo se convirtió en la religión oficial de Roma en el 380 con el edicto de Tesalónica, por todo el Imperio se extendió un impulso cristianizador cuyo objetivo era quitar de en medio el anterior paganismo. Aquellas tradiciones que, por estar fuertemente arraigadas, fueron imposibles de eliminar, se disfrazaron, superponiendo festividades cristianas. Así paso con las saturnales, fiesta sobre la cual se puso la Navidad. La literatura se vio impregnada también por el cristianismo, y los mitos no fueron una excepción. Los relatos tradicionales de las amazonas siguieron apareciendo, reafirmándose la actitud machista que ya arrastraban de antes, pero ahora bajo la óptica cristiana. Ésta potenció la faceta siniestra de aquellas guerreras. En las islas británicas la leyenda artúrica entremezcla elementos paganos como el mago Merlín y el hada Viviana con elementos cristianos como el Santo Grial y la Lanza Sagrada. En Irlanda se crea un immram protagonizado por un santo, San Brandán (o San Borondón), que enlaza con los anteriores relatos paganos. En él, San Brandán realizaría un viaje por mar alcanzando diversas islas hasta arribar al Jardín de las Delicias18. Esta historia daría origen a la isla de San Brandán, aunque otras veces se hablaría de las Islas Afortunadas, donde se viviría eternamente, esto probablemente como resultado de la mezcla con otros mitos tradicionales como el Tír na nÓg irlandés e incluso mitos más antiguos como el del jardín de las Hespérides. Otras veces la isla de San Brandán se confundiría con la isla Brasil, otra isla legendaria de la mitología irlandesa. La posición teórica de estas islas aparecería señalada en mapas aun tiempo después del descubrimiento de América. En suma, con el pasar del tiempo se daría una mezcla indiscriminada de las más diversas leyendas antiguas, aunque ahora con un aire cristiano. Tal es el caso de la saga de Eirik el Rojo y la saga de los Groenlandeses, donde muchos de sus protagonistas aparecen como cristianos convencidos. Incluso personajes históricos como Alejandro Magno fueron convertidos en precursores del cristianismo, diciendo que éste encerró tras la puerta de hierro a los monstruos que había encontrado en la India y que traerían el fin del mundo, liderados por los bíblicos Gog y Magog, aunque acompañados de seres procedentes de la tradición clásica, como los cinocéfalos19. La concepción que se había formado de la terra incognita sigue más o menos igual: lejanas tierras repletas de riquezas y habitadas por monstruos terribles. Pero a éste se añade ahora un nuevo elemento: la razón de que estas tierras estén plagadas de tan pavorosas criaturas tiene que ver con el hecho de estar más allá del mundo cristiano. El cristianismo utiliza las historias antiguas como propaganda al sugerir que sólo los monstruos pueden vivir en las tierras paganas.

Además de los mitos tradicionales también surgirán otras historias nuevas, siendo quizás la más famosa la del Preste Juan. Este sería un reino cristiano liderado por un descendiente de los Reyes Magos, que habría quedado aislado del resto del mundo por culpa de los musulmanes y los paganos. Su ubicación irá variando a lo largo del tiempo, saltando de Etiopía a la India, aunque su mensaje seguirá siendo el mismo: la universalidad del cristianismo y su fuerza para sobrevivir y prosperar incluso en las circunstancias más adversas.

La fuente de la Juventud también se erigirá como uno de los mitos más persistentes en América. Herodoto ya menciona que en Etiopía había una fuente que alargaba la vida de aquel que se bañaba en sus aguas20. La leyenda continuó en la Edad Media a través del Romance de Alexandre, apareciendo en mapas medievales la insula Iouis, la isla de Júpiter, donde se vivía por siempre. Igualmente el libro de Mandeville indica que en la isla de Lomba se encuentra la fuente21.

La era de los descubrimientos. Mitos viejos y mitos nuevos

La idea de la existencia de una tierra aun desconocida ya se imaginaba desde hacía tiempo. En la Edad Antigua Ptolomeo hablaba de la llamada Quarta Pars Mundi, que estaría muy al sur. Las teorías de Ptolomeo, que habían quedado en entredicho con el descubrimiento de América,

18 Benedeit, El viaje de San Brandán, Siruela, Madrid 1983, págs. 58-6019 J. Gil, Colón y su tiempo, pág. 21820 Herodoto, Historia, Cátedra, Madrid 1999, libro III capítulo XXIII21 J. Gil, Colón y su tiempo, pág. 265

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pronto volvieron a estar en boga cuando los portugueses encontraron el Áureo Quersoneso en Malaca, que es la actual Singapur, y también Sumatra y la isla de Java. Claudio Eliano también habló de un continente desconocido habitado por unos gigantescos y longevos seres llamados meropes. Como es habitual, viven rodeados de unas riquezas que para ellos no valen nada22.

Los mitos aplicados a América se pueden dividir según su función, centrados en la búsqueda de un país maravilloso donde el hombre será feliz, libre y sin restricciones, y en cuanto a su repercusión siendo agentes fundamentales en la expansión. Lo cierto es que la tierra descubierta se prestaba a las ensoñaciones y los anhelos. Los conquistadores y exploradores que allí fueron se dejaron seducir por espejismos que resonaban en sus mentes sobre cosas como las amazonas, teniendo la mitología clásica gran incidencia.

Colón hasta el último de sus días creyó firmemente que había alcanzado la India navegando hacia el oeste, y así lo pensaron en un primer momento sus coetáneos. Por tanto, es normal que los mitos e historias que hasta entonces se aplicaban a la India se trasladaran a América, aun a pesar de que los indicios no eran muy esperanzadores. El mismo Colón en su primer viaje se sintió decepcionado al no encontrar ninguna criatura extraña. Él mismo se fuerza, en cierto modo, a identificar las descripciones que le hacen los indios con lo que se supone que debía haber, encontrando enseguida vínculos entre los caníbales maságetas, nombrados por Herodoto e Isédones de Escitia23 y la supuesta antropofagia practicada por los indios caribes. Igualmente, al oír hablar de los hombres con cola que habitaban en la provincia de Auan le viene rápidamente a la cabeza las historias de sátiros de Ptolomeo y Plinio24. No faltan tampoco las menciones de amazonas y sirenas. Sin embargo, estas historias no dejaban de ser meras curiosidades, no muy lejanas de las cosas que contaban los marinos portugueses. La necesidad de Colón de continuar con su proyecto explica la razón que le impulsó a exagerar lo que en América había encontrado, no dudando en describir a los indios como seres puros que identifica como habitantes de un paraíso terrenal. Exagera la belleza y exuberancia de la jungla y sus frutos como forma de propaganda.

De todos modos tampoco hay que considerar que el empecinamiento de Colón de continuar sus viajes en las tierras descubiertas fuera por mero interés romántico. Está buscando el Cipango “dónde nasçe el oro”, tierra que el identifica con la bíblica Ofir25, a la que luego se le añadiría la también bíblica Tarsis26. Igualmente el Almirante se ha de llevar un chasco al ver que las gentes con las que se encuentra no parece que tengan mucho oro. Esto no es óbice, no obstante, para que Colón exagere desmesuradamente el oro que se supone que le habían mostrado los taínos, que iban a utilizar para hacer “una estatua de oro puro tan grande como el mismo Almirante”, hiperbólica historia que, sin embargo, llamaría la atención de quienes la escucharan, haciéndoles desear saber más de esas tierras. Pero el encontrar el oro no es un objetivo en sí, sino el uso que de él se piensa hacer. Colón tenía la fantasía de usar el oro para reconquistar Jerusalén y reconstruir el Templo de Salomón. Martín Alonso Pinzón dijo haber encontrado un pergamino de la biblioteca de Inocencio VIII, que decían era de la época de Salomón, que hablaba del descubrimiento del Cipango, con cuyo oro se podría dominar Europa y África. Obviamente, se trata de una falsificación, pero de este modo se explicaría por qué se consideró que el Cipango era la legendaria Ofir, donde estaban las minas del rey Salomón. Y era obvio que la providencia divina estaba guiando a Colón, al conducirle al oro de Salomón, con el cual podría reconstruir su templo en Tierra Santa. Más aun, el oro se encontraría en la mejor tierra del mundo y, si bien no era el Paraíso Terrenal, sí era una maravillosa tierra donde sus gentes vivían prolongadas y felices vidas. Se fusionan así los intereses económicos con los religiosos, sirviendo en cierta manera, de 22 C. Eliano, Historias curiosas, Editorial Gredos, Madrid 2006, págs. 107-11023 J. Gil, Colón y su tiempo, pág. 3324 J. Gil, Colón y su tiempo, pág. 4025 2º libro de Crónicas 8, 18: “Porque Hiram le había enviado naves por mano de sus siervos, y marineros diestros en el mar, los cuales fueron con los siervos de Salomón a Ofir, y tomaron de allá cuatrocientos cincuenta talentos de oro, y los trajeron al rey Salomón.”26 1º libro de Reyes 1, 22: “Porque el rey tenía en el mar una flota de naves de Tarsis, con la flota de Hiram. Una vez cada tres años venía la flota de Tarsis, y traía oro, plata, marfil, monos y pavos reales.”

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justificación27. Esta esperpéntica conclusión llegó a gozar de cierta aceptación28. Ciertamente los Reyes Católicos quieren creer las historias de Colón. Porque a lo largo de toda la Edad Media ha estado presente el deseo de volver a la Edad de Oro, que por tonto, perdió el hombre. Los Reyes Católicos buscan imitar la conquista de Alejandro Magno de Oriente. Y resulta que Colón llega a unas islas extrañas que inmediatamente identifica con las tierras de Asia de las que se ha estado hablando desde la Antigüedad. De este modo, Colón no cree haber descubierto nada, sino que en realidad está “rememorando vivencias ya sentidas por otros y que por ello todo el mundo puede comprender y hacer suyas, vibrando con él al unísono”29. Sin embargo, la toma de esclavos en una tierra que se supone estaba cargada de oro pone en entredicho las historias de Colón. Éste llegará a caer en desgracia, mostrándose cada vez más desesperado en su deseo de encontrar el oro que tanto ansía. Irónico es que, en el momento en el que Colón preparó el que sería su último viaje, se estaban empezando a encontrar importantes riquezas en la Española pero, debido a los pleitos colombinos, no podía ya beneficiarse de esos hallazgos30. Recordando al historiador Flavio Josefo, consideró que el historiador nombraba la Aurea Chersonesus cuando habla del oro de Salomón, que sería la península de Malaca, y que es ahí donde tenía que estar el oro. Esta consideración llevaría a cambiar su antigua idea de que el país del oro no estaría en una isla, sino tierra adentro, en el Dorado Quersoneso que, con el tiempo, pasaría a ser referido simplemente como el Dorado31.

Aunque el sueño áureo es el que más preocupaba al Almirante este no es, ni mucho menos, el único. La tendencia a concentrar en un mismo sitio las maravillas de Oriente condujo a pensar que en Ofir (o Tarsis), o cerca de esta, se tenía que encontrar la fuente de la Juventud. Esto es algo que viene determinado por la lógica religiosa: cerca del Paraíso tenía que encontrarse la fuente32. Colón creyó estar cerca de ésta cuando, al llegar a la isla de Guanahaní, observó que no vio a nadie mayor de treinta años, pues se consideraba que la treintena era la edad perfecta, ya que fue con la que Adán fue creado y con la que resucitó Cristo33.

Pocos años después de la muerte de Cristóbal Colón tuvo lugar la famosa expedición de Juan Ponce de León que le llevó al descubrimiento de Florida en 1513. Durante su estancia en España al año siguiente habló largo y tendido sobre una fuente que allí había que tenía un poder rejuvenecedor. Nuevamente, el mito se utiliza con fines propagandistas, pues a Ponce le interesaba mucho que la corona le mandara a explorar esas tierras en calidad de adelantado de Bímini y Florida. Tiempo después, Lucas Vázquez de Aillón mandó una expedición al norte de la costa atlántica de Florida dirigida por el piloto Pedro de Quejo. A su regreso a la Corte, Aillón dijo haber encontrado nada menos que el río Jordán, río ligado con la eterna juventud. Ciertamente también el interés guiaba a Aillón, que llevaba desempeñando desde hacía ya un tiempo tareas esclavistas. Un relato como el hallazgo del río Jordán serviría para tener la justificación con la que lanzarse a la conquista de nuevas tierras y, de paso, al tráfico de indios yucayos34.

La fe en la existencia de la fuente de la Juventud se fue evaporando conforme fue pasando el tiempo. No hubo ya más viajes a Florida con el objeto de bañarse en el supuesto Jordán para rejuvenecer, cosa que, en cierto modo, entraba en conflicto con el dogma cristiano, pues éste ya prometía una vida eterna después de ésta. Es por eso que, con el tiempo, se dijo que las habladurías de una fuente de la Juventud habían sido cosa de los indios y no de los españoles, algo a todas luces falso, pues el mito de una tierra de inmortalidad lleva existiendo en Occidente desde el amanecer de los tiempos.

27 J. Gil, Colón y su tiempo, pág. 19028 J. Gil, Colón y su tiempo, págs. 45-5129 J. Gil, Colón y su tiempo, pág. 19130 J. Gil, Colón y su tiempo, págs. 174-17531 J. Gil, Colón y su tiempo, págs. 176-17732 J. Gil, Colón y su tiempo, págs. 251-25233 J. Gil, Colón y su tiempo, págs. 265-26634 J. Gil, Colón y su tiempo, págs. 264-278

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No sucedió lo mismo con el oro. La búsqueda de El Dorado tuvo como consecuencia una importante exploración en el continente americano, además de servir para establecer nuevos asentamientos conforme se descubrían nuevas tierras. Uno de estos exploradores fue Diego de Ordás, que remontó el Orinoco más de 200 leguas. Aunque no encontró nada de especial valor, escuchó historias sobre una magnífica tierra llamada Meta. Con el descubrimiento del oro peruano se había desatado una verdadera fiebre del oro, por lo que hubo algunos que se volvieron a plantear la historia de Ordás de la región de Meta. Éste había muerto en 1532, pero ya había quienes querían seguir sus pasos. Tal fue el caso de su tesorero Jerónimo de Ortal, que determinó que Ordás se había quedado a tan sólo 150 leguas de las tierras de Pizarro, y que era en esa desconocida franja de tierra donde estaba Meta. Sin embargo, la expedición que mandó Ortal fue un fracaso total, algo que le obligó a buscar otra forma de entrar en Meta. La siguiente expedición de Ortal también acabó en fracaso cuando sus hombres le abandonaron en Chipacuro. Al mismo tiempo, un rival de Ortal, Antonio Sedeño, había salido de Puerto Rico en cuanto escuchó noticias de Ortal sobre el futuro descubrimiento de “otro Perú”. En aquel entonces Sedeño ya había tenido sus más y sus menos con Alonso de Herrera por el control de Trinidad, territorio que Sedeño ambicionaba enormemente. Por avatares del destino, la expedición de Sedeño también habría de fracasar cuando éste murió envenenado en 1538 después de partir de Maracapana. Sedeño había tenido buenas razones para creer que el lugar al que se dirigía había grandes riquezas, ya que se creía que al Sur de Cumana debía haber un rico imperio por analogía a lo visto en Perú, y que llamaban el “otro Perú”. Es más, un capitán había dicho a Sedeño que “dos jornadas adelante avía casas de piedra y cántaros de oro y otras muchas cosas”. Curiosamente, tanto Ortal como Sedeño hablaron en sus viajes de supuestos reinos amazónicos: según Juan de Castellanos Ortal había recibido pleitesía de la reina Orocomay, mientras que Sedeño habría sido acogido por una tal Anapuya. Estos supuestos avistamientos de amazonas tienen sentido al ver que la tradición sobre la tierra del oro estaba ligada a las historias de amazonas. Finalmente, Ortal volvería a intentar encontrar Meta una última vez en 1540, sólo para ser prendido por soliviantar a los indios debido a sus actividades esclavistas. Esto recuerda a los desmanes cometidos por el también esclavista Aillón, lo cual viene a reafirmar lo ya dicho: con la excusa de encontrar el oro, los exploradores se internan en territorio indio donde pueden hacer dineros mediante la esclavitud35.

El fracaso de estas expediciones hizo que el mito se trasladara a otras latitudes, concretamente hacia la altiplanicie chibcha. De hecho, el cacique Guaigueri supuestamente dijo al explorador alemán Jorge de Spira que viajando hacia Poniente encontrarían el oro, algo que parecía que confirmaban los guaipíes según entendió Estaban Martín. Carlos V había dado permiso a los alemanes para que pudieran establecer factorías en América, en pago a los préstamos hechos por las familias de banqueros, algo que aprovechó la familia Welser mandando a Spira. En el viaje de Spira volvieron a relucir los mitos tradicionales, según nos relata Felipe de Hutten: parece que Esteban Martín se las vio con caníbales, impidiendo que éste pudiera explorar el territorio. Hutten también hace referencia a un indio que le habló de amazonas y de indios que no morían. Pero al final, la expedición de Spira también fracasó36.

En 1536 llegó el adelantado de Canarias Pedro Fernández de Lugo, con el que se inició una nueva etapa descubridora desde Santa Marta. Pedro de Lugo consideraba que subiendo por el río Grande, el Magdalena, se alcanzaría la sierra donde nacía el río de la Plata. Así, se organizó la jornada del río de la Plata, dirigida por Pedro de Mendoza. Sin embargo, Mendoza no encontró ningún oro, y Lugo, creyendo que iba a estallar un motín, dejó que los soldados saquearan la tierra, en contra de lo ordenado por el rey Carlos I. Por contra, el hijo de Lugo, Luis Alonso de Lugo, si encontró oro en Marona, pero se lo quedó para si mismo y huyó a España.

Sabido esto, Pedro de Lugo, mandó otra expedición comandada por Gonzalo Jiménez de Quesada, más o menos en las mismas fechas en las que salió la expedición de Spira. Con Quesada

35 J. Gil, Mitos y utopías del descubrimiento. 3. El Dorado, Alianza Universidad, Madrid 1989, págs. 27-3836 J. Gil, El Dorado, págs. 42-47

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partió además una gran cantidad de tropas que no podían ser mantenidas por a la gobernación37. Esto último es interesante, ya que parece señalar que la organización de nuevos viajes exploratorios en busca del oro serviría también para deshacerse del exceso de población. Y no habría mejor manera de atraer a la gente que prometiendo grandes riquezas.

En vista de que no se recibían noticias ni de Spira ni de Quesada, los Welser organizaron otra empresa dirigida por Nicolás Federman, a cuya fuerza se sumaron los hombres que habían abandonado a Ortal. Mientras tanto, Alonso de Lugo había regresado a Santa Marta tras la muerte de su padre. En ese momento llegaron nuevas acerca de la llegada de Quesada a lo que sería el Nuevo Reino de Granada, seguido por Federman. Esto llevó a un pleito en 1540 entre Alonso y los Welser, ya que ambos consideraban que el recién descubierto valle de los Alcázares caía en sus demarcaciones. Sobre lo ahí encontrado por un lado, Federman vincula “la casa de Meta” con el santuario de Sogamoso, a la vez que Quesada oye de una tal Menza, que el transcribe como Metha38.

Por si el enfrentamiento entre Federman y Quesada no fuera suficiente, se sumó Sebastián de Belalcázar al problema. Éste había salido de Quito después de tomar parte en la conquista de los incas junto a Pizarro, para cruzar el Magdalena en 1539. Belalcázar había oído en historias sobre un territorio gobernado por un cacique que se cubría el cuerpo con polvo de oro para limpiarse luego en una piscina. Es en este momento cuando surge el término del Dorado para designar tal lugar, aunque, como ya hemos visto, lo más probable es que el origen dicho nombre derive de la búsqueda del Dorado Quersoneso, cuando aun no se distinguía entre Asia y el Nuevo Mundo39. Ahora, sin embargo, la palabra ha perdido su significado original, y sirve para denominar a una persona y no un lugar.

Como los tres aventureros querían reclamar Nueva Granada para ellos, Quesada les convenció para regresar a España y que la corona arbitrara el conflicto. Al final, ninguno de los tres fue nombrado gobernador de Nueva Granada, aunque a Belalcázar se le concedió el gobierno de Popayán.

Fue desde Quito donde se organizó la que tal vez sea la expedición más famosa en busca del Dorado, la organizada por Pizarro y Francisco de Orellana en 1541 en Quito. A Francisco Pizarro le habían informado en Quito sobre una rica tierra especiera al otro lado de la cordillera. Como Pizarro quería disminuir el prestigio de Belalcázar, mandó a Gonzalo Díaz de Pineda a buscar tal lugar en 1538. Cuando arribó a la ladera del volcán de Zumaco se le dijo que el cacique del lugar era el líder de la tierra de la Canela, aunque luego se le informó de que el jefe era el señor de Atunique, al que rendían pleitesía muchos indios. A su vuelta a Quito, Díaz se enteró de que Pizarro había mandado al capitán Jiménez la jornada de la Canela, por lo que sus hombres le dejaron y se dispersaron. A este suceso siguió tal enfervorecido interés por la tierra de la Canela que, cuando Gonzalo Pizarro llegó a Quito organizó rápidamente una nueva expedición con más de 500 hombres para encontrar el Dorado y la tierra de la Canela. Como sucediera en el pasado, el mito tendió a agrupar las maravillas en un solo lugar, haciendo así que la tierra de la Canela y el Dorado estuvieran en el mismo sitio aparentemente. En Guema, el cacique informó a Pizarro de que el lugar que buscaban estaba aun más abajo de donde se encontraban, por lo que se envió una avanzadilla que volvió dos semanas después tras haber encontrado el río Coca, región que llamaron Omagua, donde se dirigió toda la tropa. Bajando por el río se quedaron sin víveres. Estando así las cosas, el capitán Francisco de Orellana comentó, tal y como le habían dicho los guías, que hasta no llegar a la confluencia del Napo, no tendrían donde avituallarse. Orellana se ofreció partir con 60 hombres para regresar en 12 días. Sin embargo Orellana no regresó, y Pizarro se vio obligado a volver a Quito después de haberse internado casi 300 leguas40.

37 J. Gil, El Dorado, pág. 6138 J. Gil, El Dorado, págs. 61-6339 J. Gil, El Dorado, págs. 64-6640 J. Gil, El Dorado, págs. 196-199

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Mientras tanto, Orellana había ido bajando por el Napo cuando, a comienzos de 1542, sus hombres amenazaron con amotinarse si intentaba retroceder, por lo que Orellana decidió esperar tres meses, tiempo en el que se aprestó un bergantín para seguir el curso del río. Según cuenta fray Gaspar de Carvajal, en abril llegaron a la tierra del cacique Aparia, el cual les avisó que más allá de su tierra vivían amazonas en un lugar donde había muchos tesoros. Tal parece que en junio llegaron a ese lugar, ya que se cuenta que tuvieron que luchar con mujeres guerreras de tez blanca. Parece ser que estas mujeres habitaban a siete jornadas de viaje de la orilla, en un lugar gobernado por la reina Coñori, donde no había hombres. En ese reino había hasta 70 ciudades labradas en roca, habiendo en la capital cinco templos solares llamados caranain, y también dos lagos salados. Sólo para la procreación se mezclaban con los hombres, para luego matar a los varones y quedarse las hembras. También se decía que vestían finos trajes de lana y coronas de oro, y en su reino había oro y plata a raudales. Este episodio haría que el río explorado por Orellana se acabara llamando Amazonas. Esta descripción del reino amazónico, aunque tiene elementos propios del imaginario inga, destaca por traer de vuelta, una vez más, a las clásicas amazonas: grandes guerreras blancas, que viven o en una isla o cerca del mar (no se olviden esas lagunas saladas) y están al lado de la especiería. Además está el omnipresente tema de la plata y el oro. Todo esto son temas ya vistos aquí, que se repiten una y otra vez. Hay que decir que fray Gaspar de Carvajal no vio estas cosas, sino que le fueron contadas por los indígenas, siendo realmente historias que formaban parte del imaginario incaico, que hablaba de comunidades femeninas sagradas en la familia real. Además es evidente que Orellana había partido ya con una idea de lo que se iba a encontrar, pues en aquel momento estaba de moda el situar el reino de las amazonas al Sur del Marañón. Hutten ya había servido como precursor cuando habló de la reina Ocomay, “la cual no se sirve sino de mugeres”41.

Conclusión

Desde que Colón asegurase que el oro salomónico se encontraba tierra adentro, en Veragua, el deseo de encontrar una tierra repleta de oro se convirtió en una constante, desde el norte de Nueva España hasta la Patagonia. Y como querían tener la mina cerca nacieron innumerables relatos fantásticos sobre países dorados: las siete ciudades del oro de Cíbola y Quivira, Meta, Guayana, Dorado, Candire, Paititi, Mojos... todas ellas herederas de mitos mucho más antiguos adaptados al nuevo continente y entremezclados con las historias propias de los indios. Historias que llevarían a realizar multitud de expediciones alentadas con promesas de riquezas, acabando todas ellas, en mayor o en menor medida, en fracasos, desengaños y desilusiones. El descubrimiento de un Nuevo Mundo llevó a los exploradores europeos a ubicar sus sueños en la misteriosa tierra que ante ellos se alzaba, mitos alimentados por las historias que los indios les contaron, quizás como una forma de deshacerse de estos extranjeros mandándolos lejos. Historias que fueron exageradas y transformadas para adaptarse a las imágenes preconcebidas de la India y sus habitantes, y también retocadas por motivos políticos, económicos o religiosos. Aun con todo, los mitos siguieron conservando su esencia original, la de historias de tierras de leyenda, capaces de hacer soñar a generaciones de aventureros, exploradores y conquistadores.

Bibliografía

Para la introducción y la explicación del mito he partido de la obra de Joseph Campbell, centrándome sobre todo El héroe de las mil caras. Encuentro satisfactoria su idea del monomito y la universalidad del significado de las leyendas, además de las cuatro supuestas funciones del mito. No es, sin embargo, una obra sencilla, y a alguien no iniciado o carente de un fuerte interés puede encontrar cansina su lectura, sobre todo cuando se pone a divagar sobre cuestiones psicológicas, más aun si no se es amante de las teorías de Freud y Jung.

41 J. Gil, El Dorado, págs. 199-202

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En la parte dedicada al mundo clásico he usado sobre todo manuales y obras de carácter general que no reportan especial interés, pues elección ha correspondido más a cuestiones prácticas al ser lo que más a mano tenía. Si destaco las referencias a autores clásicos y a las amazonas, donde me he servido del primer libro de Juan Gil de su trilogía Mitos y utopías del Descubrimiento, titulado Colón y su tiempo. Libro de gran interés, aunque, personalmente, hubiera preferido una explicación más extensa sobre los mitos aplicados a la India y otras tierras lejanas en la época clásica.

Con respecto a los mitos irlandeses y nórdicos, El ciclo mitológico irlandés y la mitología céltica ha demostrado que, a pesar de ser una obra de carácter general, es de gran utilidad. Sobre todo es interesante las relaciones que establece entre la mitología céltica y griega, que enlaza perfectamente con las ideas de Campbell. Para los vikingos, he usado la Saga de los groenlandeses; Saga de Eirik el Rojo, edición y traducción del inglés de Antón y Pedro Casariego Córdoba. La elección de estas sagas es porque, teóricamente, son las que hablan del descubrimiento de América. La introducción y los apéndices, aunque limitados, son realmente interesantes y dignos de una ampliación.

Finalmente, la parte dedicada a América se ha basado en gran medida en el ya nombrado Colón y su tiempo y el tercer libro de la misma trilogía, El Dorado. He decir que el segundo libro El Pacífico no ha sido usado para la elaboración de este trabajo porque me he limitado a estudiar los mitos aplicados a América, aunque será sin duda una obra inestimable para cualquier interesado. Con respecto a los dos usados, el volumen de información y datos de interés es abrumadora, su utilidad es incuestionable. No obstante, en lo personal, no encuentro de mi gusto que no se siga un orden cronológico en la exposición de los hechos, optando por hablar según espacios geográficos, algo que encuentro poco práctico.

A continuación, la relación completa de obras consultadas:

- d'Arbois de Jubainville, Marie Henri, El ciclo mitológico irlandés y la mitología céltica, Brontes S.L., Barcelona 2008.

- Barnard, Hans, “Sire, il n'y a pas de Blemmyes. A Re-Evaluation of Historical and Archaeological Data”, en Janet C.M. Starkey, ed. (2005), People of the Red Sea: Proceedings of Red Sea Project II held in the British Museum October 2004, Archaeopress BAR, Londres 2005, pp. 23-40.

- Benedeit, El viaje de San Brandán, Siruela, Madrid 1983

- Campbell, Joseph, El héroe de las mil caras, psicoanálisis del mito, Fondo de Cultura Económica, México D.F. 2010.

- Campbell, Joseph, Pathways to Bliss, New World Library, Canadá 2004

- Eliano, Claudio, Historias curiosas, Editorial Gredos, Madrid 2006.

- Gil, Juan, Mitos y utopías del descubrimiento. 1. Colón y su tiempo, Alianza Universidad, Madrid 1989.

- Gil, Juan, Mitos y utopías del descubrimiento. 3. El Dorado, Alianza Universidad, Madrid 1989.

- Grant, John, Los vikingos, cultura y mitología, Taschen Benedikt, Colonia 2008.

- Herodoto, Historia, Cátedra, Madrid 1999.

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- Philip, Neil, El libro ilustrado de los mitos, Ediciones B, Barcelona 1996.

- Saga de los groenlandeses; Saga de Eirik el Rojo: anónimos islandeses del siglo XIII edición y traducción del inglés de Antón y Pedro Casariego Córdoba, Siruela, Madrid 2010.

- Sagrada Biblia, versión directa de las lenguas originales, La editorial Católica, Madrid 1975.

- VV.AA, Tierras Legendarias, Editorial Optima, Barcelona 2000.

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