apología de la compañía de jesús por jerónimo nadal

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  • 7/30/2019 Apologa de la Compaa de Jess por Jernimo Nadal

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    ICLASSICIDELLASPIRITUALITIGNAZIANADI

    CIS - NAPOLI IGNAZIANA 2008

    ignaziana

    JERNIMO NADAL S.I.

    APOLOGA DE LA COMPAIA DE JESSCONTA LA CENSURA DELA FACULTAD DE TEOLOGA

    DE PARIS (1557)

    Traduccin del latnpor Miguel Lop Sebasti, S.I.

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    Indice

    0. Introduccin .................................................................................................................... 3

    1. Se censura la Facultad teolgica de Pars ....................................................................... 7

    2. Vida de Ignacio antes de los estudios: 1491-1524 .......................................................... 8

    3. Ignacio se entrega a los estudios: 1524-1535 ................................................................ 11

    4. Se agregan compaeros a Ignacio ................................................................................. 13

    5. Viaje a Roma y persecucin........................................................................................... 176. Fundacin y evolucin de la Compaa de Jess ......................................................... 23

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    Introduccin

    Enrique II, rey de Francia, concedi de palabra el permiso para que la Compaa pudieraestablecerse en su reino y fundar un colegio en Pars, y en enero de 1551 concedi el corre-spondiente droit de naturalisation.

    Pero el Senado, o Parlamento de Pars, se opuso tenazmente a la ejecucin del decreto realpor entender que la Bula de Paulo III del ao 1549 conceda a la Compaa una serie deprivilegios contrarios a las leyes francesas y nocivas para la libertad del Estado y de la Jerar-qua eclesistica.

    Enrique II examin la Bula papal y no encontr en ella nada reprobable para su reino ypor consiguiente de nuevo aprob el establecimiento de la Compaa por decreto del 10 deenero de 1553.

    El Parlamento entreg para su examen este decreto al Obispo de Pars y a la Facultad deTeologa, ambos contrarios a la Compaa.

    El Obispo expuso su sentencia contraria en once captulos y la Facultad de Teologa emi-ti su decreto, tambin contrario, el 1 de octubre de 1554.

    Ignacio, como expone Nadal al principio de la Apologa y tambin narra Cmara en suMemorial, no quiso llevar el asunto a los tribunales ni que directamente se refutara el docu-

    mento de la Facultad por controversias o escritos, sino que adopt el camino indirecto de laobtencin de cartas de recomendacin de la Compaa por parte de personajes adictos en loslugares que la Compaa ya se haba establecido. Nos han llegado bastantes de estas cartas derecomendacin.

    En el mes de agosto de 1555 visit Roma el Cardenal de Lorena, hermano del Duque deGuisa, acompaado de cuatro doctores parisinos, entre los cuales estaba Juan Benoit, OP, elredactor del documento de la Facultad de Pars. A propuesta de Ignacio se tuvo un encuentroentre los cuatro, con la presidencia del Cardenal, y cuatro Padres de la Compaa, Lanez,Polanco, Frusio y Olave. La reunin transcurri con suavidad pero la Facultad de Pars no

    retract su documento y mantuvo su negativa mientras vivi Ignacio.Tras la muerte de Ignacio, la Compaa crey que deba comenzar el proceso de la publi-cacin de escritos en su defensa. Primero Olave y luego Polanco escribieron apologas o de-fensas de la Compaa. A Nadal se debe la tercera, de un carcter bastante diferente de las dosanteriores. Por el contenido de alguna de las afirmaciones del documento se deduce que fueescrito en 1557.

    La obra no est acabada o por lo menos nos ha llegado incompleta. En su redaccin Nadalse sirvi, adems de sus propios recuerdos personales y otros documentos, sobre todo de laAutobiografa dictada al P. Luis Gonzlez de Cmara y de la carta del P. Lanez sobre la vidade Ignacio, como claramente podr observar el interesado en las notas que Monumenta vainsertando a lo largo del documento: FN, II, 45-113. Pero al mismo tiempo Nadal va entre-mezclando aportaciones de sus propios conocimientos, algunos de los cuales, y por ciertomuy interesantes, slo se encuentran aqu.

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    El carcter estrictamente apologtico o defensivo de la Compaa contra la censura parisi-na se limita al captulo primero. Los otros cinco no son ms que una biografa del fundador yde los inicios de la Compaa, segn el conocido principio de Nadal que en la vida de Ignaciose contiene la esencia de la Compaa.

    Llama la atencin la omisin de ciertas noticias que en ciertos momentos de la narracinparecen incomprensibles, como por ejemplo, al hablar de Manresa no dice absolutamentenada de los Ejercicios, como tampoco menciona a la llegada a Roma la ilustracin de La Storta.

    Como es natural insiste en la descripcin de las persecuciones habidas en Alcal y Sala-manca, y sobre todo en Roma y el feliz xito de todas ellas.

    A continuacin enumeramos algunas de las noticias ms originales.

    [21] El Papa aprob la Compaa, entre otras razones, al ver que Ignacio y los otros nueve

    compaeros haban completado sus estudios de filosofa y teologa en la Sorbona.[30] Descripcin de las cualidades morales de Ignacio en su juventud.[31] Circunstancias de la defensa de Pamplona desconocidas.[36] Ignacio determina ya en Loyola buscar siempre lo mejor.[37] La vigilia en Montserrat la pas con los pies desnudos.[41] Efecto de la eximia ilustracin es el celo por la salvacin del prjimo.[46] Los motivos por los que decide estudiar a su vuelta a Barcelona.[66] Slo habla de hacerse compaeros en Pars.[68] El Inquisidor en Pars aprueba los escritos de los Ejercicios y pide a Ignacio un ejemplar.

    [70] El modo planificado por Ignacio de mantener unidos los nueve primeros compaeros.[71] A su partida de Pars deja a Fabro como responsable de los compaeros.[85] Modo de proceder de Ignacio en la fundacin de obras: una vez constituidas las deja en

    manos de otros.[97] Despus de una larga narracin de las primeras persecuciones y procesos a su llegada a

    Roma, concepta el decreto exculpatorio de 1538 como la primera aprobacin de laCompaa.

    [103] Ignacio es el autor de la Frmula del Instituto. Y ms adelante a l slo se le atribuye laconfeccin de las Constituciones.

    [111] No esconde la actitud negativa de Bobadilla en las deliberaciones sobre el instituto.[116] La eleccin de Ignacio como General no fue por unanimidad. Bobadilla ni estuvo pre-

    sente ni dio su voto en la eleccin.[121] La descripcin de la profesin de los compaeros en el templo de San Pablo.[122] La dificultades para que Bobadilla hiciera la profesin.[124] Gracias a Coduri, confesor de Margarita de Austria, concedi Paulo III diversos privi-

    legios a la Compaa.[129] Vicisitudes en la construccin de la primera casa en Roma.[130] La limosna del Dr. Arce para pagar las deudas.[134] El primer Colegio en Espaa fue el de Valencia, y la primera Residencia en Barcelona.

    La vocacin de Francisco de Borja.

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    Captulo 1Se censura la Facultad teolgica de Pars

    [1] Desde el primer momento que en Roma se oy hablar de esta censura de vuestravenerable Facultad, maestros nuestros respetabilsimos, yo s que hubo algunos doctoresentre nosotros que fueron fuertemente conmovidos por la severidad de aquella censura, porno decir algo ms grave. Pues les mova el celo de la gracia de nuestra vocacin, el celo de lasalud de las almas que es el fin de la Compaa, finalmente el celo de la dignidad de la SedeApostlica.

    Pero como todava viga en ellos algo del sentido de la disputa escolstica, estaban abuen seguro con nimo preparado para actuar contra los autores de aquella censura a favor

    de la verdad con mayor libertad y energa; lo cual pensaban hacer con la autoridad de lassagradas escrituras y el ejemplo de Cristo y de los Santos.Pero el P. Ignacio, Prepsito General de la Compaa, fundador y primer padre de la

    Compaa, era de tal mansedumbre y modestia de nimo; de tal compostura y serenidad demente y de todas las acciones, que determinaba deban ser recibidas primero con paciencia yhumildad todas las adversidades, por si de esta manera con nuestra mansedumbre nos gan-bamos los adversarios sin descrdito alguno por su parte. Mas si pareca que algo se debaresponder, quera que ello fuera junto con estas virtudes de que he hablado. Y si por esa va nose tena xito, ms que padeciese detrimento la desnuda verdad, juzgaba el prudentsimoPadre que se deba unir la fortaleza del celo con aquellas virtudes, y con sinceridad y purezade espritu, haba que ejercitar la magnanimidad de la libertad cristiana en Cristo1.

    [2] Habiendo, pues, seguido la Compaa este mtodo, primero en Roma ante el Ilmo.Prncipe y Rdmo. Cardenal de Lorena2, de tal manera se dio satisfaccin por parte de nuestrosdoctores con suma modestia y humildad a nuestros doctsimos maestros Benedicto, etc.3, quea nadie pareca dudoso, que una vez comprobada la verdad del hecho, cumplirais con vuestraparte, esto es que revocarais la censura. De esta manera estbamos persuadidos que imitaraisal Reverendsimo Arzobispo de Toledo Silceo; el cual de modo parecido al vuestro, habiendoodo muchas cosas falsas sobre nuestra Compaa y en consecuencia haba condenado la

    Compaa con pblicos edictos; habiendo indagado y comprobado el asunto con mayor dili-gencia, revoc la primera sentencia con nuevos edictos.

    Qu pudo echarse de menos para conocer esta causa, que no se os haya declarado? Oshemos presentado una apologa, modesta ciertamente y sencilla, pero veraz y autntica4; he-

    1 Sobre el modo de comportarse del P. Ignacio en todo este asunto, vase lo que dice Cmara en el Memorial, n.[149].2 Carlos de Lorena, obispo de Reims, hermano del Duque de Guisa, creado cardenal por Paulo III el 27 deagosto de 1547, de gran influencia en la corte de Enrique II3 Se refiere a la reunin celebrada el mes de agosto de 1555 entre los PP. Laynez, Polanco, Frusio y Olave (stedoctor, los otros tres maestros en artes), con los doctores parisienses que acompaaban al cardenal: ClaudiodEspence, del colegio de Navarra, Jernimo de la Souchire, OCist, Crispin de Brichanteau, OSB, y JuanBenot, OP, el redactor de la censura contra la Compaa.4 Esta apologa la haba redactado el P. Olave.

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    mos aducido testimonios importantsimos5, por los cuales testimonios se poda entender queos fueron denunciadas muchas cosas como verdaderas que en realidad no lo eran.

    [3] Pero la autoridad de la Sede Apostlica contra vosotros y vuestro decreto ni debisteisni pudisteis pasar por alto. Habis visto la voluntad del Rey Cristiansimo en toda esta causa ydel Ilmo. Cardenal de Lorena, benvola ante todo hacia nosotros. Pues tenemos tambinotras muchas cosas honrosas que el magnnimo y humansimo Rey ha dicho sobre la Com-paa, pero sobre todo estas dos: pues tratndose ante l contra nosotros de manera quenuestras obras no eran acusadas sino slo se insinuaba la intencin del nimo, respondi elRey sapientsimo que no se nos deba juzgar por la intencin sino por las obras; como alaban-do ambas cosas; las obras abiertamente que ni siquiera nuestros adversarios podan vituperar,y la intencin en el sentido que no se aduca nada de la obra de donde se pudiese juzgar de

    nuestra intencin a mala parte. La otra es: que defendiendo nuestra causa el Ilmo. Cardenalde Lorena en el consejo privado del Rey, le confes el Rey que sera nuestro patrn: T, ledijo, y yo defenderemos esta Compaa.

    [4] Qu ms esperis, maestros nuestros respetabilsimos? Hasta cundo no veris quevuestra sentencia procede de un error de hecho, que ofende al orbe cristiano, que os denigraa vosotros y vuestra autoridad ante todos los rdenes, puesto que no pudiendo darse en voso-tros vicio o fraude, habis hecho juicio correspondiente a aquel conocimiento por una causamal informada? Pues si vemos que la Iglesia y los sumos Pontfices yerran por culpa de una

    falsa relacin de la causa y cambian sus sentencias con facilidad y sabidura cual es la raznpor la que, por Cristo Jess, tanto temisteis cambiar o atemperar vuestra censura y ms toda-va cuando se da el verdadero conocimiento de la causa? Pues en ambos casos el juicio seraverdadero. Aquel primero porque as haba que juzgar por hiptesis, tal como decretasteis.Este segundo, porque descubierta la verdad, todo el asunto deba ser juzgado diversamente, asaber conforme al nuevo y verdadero conocimiento de la causa.

    [5] As pues, cual dir que es el motivo por el que tan firmemente perseveris en vuestrasentencia, de modo que nada os mueve la simplicidad y verdad de nuestra apologa, nada laautoridad de la Sede Apostlica, nada las extraordinarias alabanzas de los testimonios, nadala voluntad del Rey Cristiansimo y del Ilmo. Cardenal de Lorena, nada la conciencia de vue-stro nimo, puesto que podais saber que con vuestro decreto se desacreditaba y disminua ladignidad de la Compaa, y por consiguiente el servicio de Dios y salud de las almas, que eravuestra intencin, se estorbaba e impeda?

    [6] Yo temo por cierto los que o no conocieron o tal vez no contemplan con mirada equita-tiva la sinceridad y candor de vuestra condicin, como tambin la simplicidad y verdad denimo, o simplemente los muchos que nos favorecen fuerte y efusivamente; estos temo, varo-nes sapientsimos, no sea que mezclen muchas cosas que mucho ms gravemente daen la

    autoridad de vuestra condicin que vuestra censura la nuestra. Pero qu digo nuestra. De

    5 Se refiere a las cartas de recomendacin que Ignacio recab en esta ocasin de diversos obispos y personajes.

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    qu se ha tratado en vuestra censura contra nosotros? El Senado Parisiense os entreg losdocumentos para ser examinados e inspeccionados (como decs vosotros), en cuya materia setrata de la autoridad de la Iglesia Romana y de dos Sumos Pontfices, as como de vuestraautoridad, puesto que se pone en duda lo que se trat y decret en el snodo de la Sorbona.Acerca de lo cual no habis daado nuestra reputacin, maestros nuestros respetabilsimos,sino la autoridad de la Iglesia en cuanto de vosotros dependa. La cual si verdaderamente nopuede ser daada, si permanece por divina promesa y derecho sobre todo en aquellas cosassobre las que esta controversia se ha constituido, no hay por qu temamos se haya perdidonada del aprecio que se nos tiene.

    [7] Y mirad, os ruego, excelentsimos seores, cunto se ha derrumbado nuestra Compaapor causa de vuestra censura. Ha pasado un trienio desde que publicasteis vuestro decreto

    contra los documentos de los dos Sumos Pontfices. Qu, pues? Ha perecido por ello laCompaa? Acaso se ha desanimado, acaso aterrorizada por la dignidad del decreto languide-ce? Todo lo contrario, exult, fue confirmada, recibi un gran incremento en Cristo. Pues laCompaa no tena en Francia ninguna academia general de estudios. Despus del decretorecibi la academia de Billom.6 Adems fueron movidos algunos obispos en Francia a llamar laCompaa y establecer colegios nuestros. Pero en otras regiones haba muchos colegios de laCompaa, y despus del decreto se han establecido y edificado muchos ms. Voy a enumerarlos ms principales con cuya mencin s que se movern a devocin los nimos de los piadosos.

    [8] Despus de vuestra censura, el Sumo Pontfice, rogado por el rey de Portugal, defensorde la fe, envi a Etiopa y reino del preste Juan a muchos de los nuestros, y entre ellos alPatriarca, para que, en nombre de la Sede Apostlica, presidiese en aquel anchsimo imperiolas cosas de la fe y de toda la institucin cristiana. En la gran isla del Japn, en la cual nuncaantes haba habido cristianos, fueron por los nuestros convertidos a la fe y bautizados. En estapotentsima isla, despus de vuestro decreto vino el que era Provincial de la Compaa en laIndia con nuevo refuerzo7 para erigir colegios entre los idlatras. Despus de vuestra censura,se ha fundado por el Rey de Romanos el clebre colegio de Praga8 en Bohemia, que sabis esuna inveterada sede de herejes. En Ingolstad, en Bavaria, tambin se ha erigido por el Duqueun preclaro colegio de la Compaa. Paso por alto lo que el Rey santsimo y el Duque religio-ssimo piden que se levanten en sus provincias tantos colegios de la Compaa y algunos laCompaa ya les ha prometido. En Colonia antes los nuestros trabajaban con dificultad, ahorase les ha ofrecido un ilustre colegio y lo han aceptado.9

    [9] En Flandes y en toda la Alemania inferior, aun cuando los nuestros trabajaban confruto notable, pero tenan prohibido por las leyes antiguas de aquellas provincias el podererigir colegios. Pero despus de vuestro decreto, por edicto del rey Catlico Felipe de las

    6 Este primer colegio de la Compaa en Francia comenz en 1556.7 El P. Melchor Nunes, Provincial de la India con un sacerdote y tres hermanos lleg a Japn en mes de julio de15568 El colegio de Praga fue fundado el 21 de abril de 15569 El ofrecimiento se hizo en diciembre de 1556, y en enero siguiente entraron los jesuitas.

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    Espaas e Inglaterra se ha concedido a la Compaa que pueda erigir en todas aquellas regio-nes colegios y casas de la Compaa. As pues en Lovaina ya se ha establecido un colegio, seest erigiendo otro y otros son solicitados por diversas ciudades.

    [10] Brevemente, despus que ha sido dado a la luz vuestro decreto, se han erigido tantoscolegios en las otras provincias, en Espaa, Italia, Sicilia, India; tantos adems, piadosos antetodo como grandes y fervorosos ingenios han dado su nombre a Cristo Jess en la Compaa,que poco falta para que podamos ingenuamente profesar aquello: que la Compaa ha recibi-do un aumento mayor en este trienio que en los once aos anteriores desde que recibi laconfirmacin de la Sede Apostlica. Pues, para omitir el nmero de los que han sido recibidosen la Compaa (que no es cosa fcil computar) despus de vuestro decreto se han erigidomuchos colegios y ofrecido una cantidad casi innumerable. Bien pues, desiste quienquiera

    que seas el que te encargaste de que la Compaa fuera notada por la Facultad de Teologaparisiense; pues cuanto ms se la ataca con tanta mayor fuerza aumenta. Y ello no es maravil-la, puesto que sta es la naturaleza de la verdad y de la misma gracia, que cuanto ms esatacada, con tanto mayor esplendor brilla y se robustece.

    [11] En lo cual reconocemos un divino beneficio para la Compaa de Cristo Jess, quecomo a nuestra Compaa y a la Iglesia catlica, e igualmente a los institutos de las demsreligiones, se digne aumentar y consumar, a saber mediante las tribulaciones en las que nosgloriamos en Cristo, sabiendo que la tribulacin engendra la paciencia, la paciencia, virtud

    probada, la virtud probada la esperanza, y la esperanza no falla, porque el amor de Dios hasido derramado en la Iglesia de Dios por el Espritu Santo que le ha sido dado (Rom 5,3-5).Pero en Cristo tenemos puesta la confianza y gracia de nuestra vocacin en la Iglesia de Diosque la aprob, con lo cual se logra que para nosotros las tribulaciones siempre sean muydeseadas y suavsimas; tan lejos est que nos desanimemos por ellas con tal que sean promovi-das en cualquier ocasin sin culpa nuestra. Con todo en nombre de los que las promueven nosdolemos, hacemos penitencia y oramos ms intensamente. As pues, tambin en ellos esperoque de paso puede derivarse algn fruto no vulgar: pues son muchos de los que no hacemosmemoria particular, ya que no a todos podemos ni debemos amar nominalmente. Pero cuan-do sabemos que algunos nos son adversarios, entonces somos llevados hacia ellos por ciertofervor de caridad, y ofrecemos a Dios por ellos con gran dulzura misas, oraciones y otrasbuenas obras nominalmente y con empeo. No habis, pues, daado a la Compaa, varonesdoctsimos, no la habis daado, ms bien la habis ayudado.

    [12] Y a la Sede Apostlica y la autoridad de los documentos? Mucho menos. Qu pues?Quin ha salido daado con la publicacin de vuestro documento? Yo me temo, lo quehaba determinado decir ms arriba, no sea que los que no conocen vuestra condicin o no laaprecian, o que nos aman a nosotros ms tiernamente, todos aquellos que todo lo que sientenque hace poco se murmura, de ello traten abiertamente contra vosotros, movidos por la indi-

    gnidad de vuestro decreto y se burlen de vuestra dignidad y prudencia as como de vuestradoctrina. No hay cosa que a m y ms a la Compaa, pueda ser ms molesto.

    Pues dir un alguien: No es cosa nueva que los doctores parisinos se opongan a lasreligiones. As atacaron la orden de San Francisco y Santo Domingo y otras rdenes mendi-

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    cantes. Por ello se han pronunciado por la Sede Apostlica en la antigedad tantos decretoscontra ellos. Otro: Hasta el punto de que, aun cuando la Sorbona mantenga con los dientesque el concilio est por encima del Sumo Pontfice y de la Sede Apostlica, con todo, si placea Cristo, har tambin que el snodo sorbnico sea superior a la Sede de Pedro.Concedamos que la autoridad del concilio ecumnico sea mayor que la del Papa. Qu, pues?Con este slo baluarte nunca quedar demostrado que ciertamente se deduce de las sagradasEscrituras que la suprema autoridad reside en ambos, y de las mismas Escrituras que ambasson inseparables; y as por cierto que el concilio sin el Papa no obtiene ninguna dignidad y elPara toda sin el concilio. Pero supongamos que sea as: que el concilio es superior al Papa.Acaso por ello mismo lo es la Sorbona? Es que vosotros sois el Concilio? Acaso vosotrossois la Iglesia catlica?

    [13] Pero diris que se os trata indignamente, que vosotros no obris contra la Sede Apo-stlica, no la juzgis. Qu es, pues, que habindoseos presentado el decreto de la Sede Apo-stlica, vosotros os sentis como censores, obris, tratis, determinis? Y si a alguien le intere-sa, si citarais a la Sede Apostlica, con permiso de Cristo, o a favor de quienes fue dado eldecreto y oyeseis alguna defensa, la cosa podra parecer ms tolerable dentro de la gran indi-gnidad. Pero quin soportar, quin no dir que es cosa indignsima sentaros vosotros comojueces de las leyes Apostlicas y condenarlas a vuestro gusto, y no serle lcito a la Sede Apo-stlica hablar ante la Sorbona ni por s misma, ni aquellos en cuyo favor la Sede de Pedro algoestableci? Qu cosa es, si no es esto, conceder vosotros a la Sorbona aquella dignidad que

    solis al Concilio? Pero, os ruego, qu decreto Apostlico hay, con tal que alguien os lopresente o que de tal manera tengis en el corazn, que no juzguis con vuestras sentenciascon mayor liberalidad? Y esto vemos realizado por el abuso de los tiempos y las circunstan-cias, no sin dolor de corazn, cuando todos los catlicos son amenazados gravsimamente conel anatema y se les prohbe que puedan apelar del Sumo Pontfice al Concilio; pero libremen-te, los que quieren pueden acudir y apelar del concilio sorbnico a la Sede Apostlica.

    [14] No faltar adems tal vez quien os eche en cara la pragmtica sancin, la cual quinignora cun desacreditada, cuntas tragedias, cuntos males provoc en vuestra Francia, yhasta en todo el orbe cristiano? Pues el Rey os suele consultar, y tambin el Senado, si se trataalgo sobre la Sede Apostlica. Igualmente no hay nadie que no sepa con qu sabor en otrotiempo, por qu sentido estabais imbuidos con respecto a la autoridad de la Sede Apostlicasegn Gersn y otros de vuestro pas, como del concilio Basiliense; por qu sentido no est enlitigio el que aquella pragmtica sea denostada; de la cual, para que no os parezca que se hayaproducido detrimento alguno al potentsimo reino de Francia, escuchad lo que yo o a unvarn, bueno y docto, que expona gravsimamente: Sabemos por experiencia, deca, que losreinos que se apartan de la Sede Apostlica se hunden. Vemos que esto sucedi en Asia enotro tiempo, en general de Grecia segn memoria de nuestros mayores. Por el contrario aaquellos que tienen en gran honor y reverencia la Sede Apostlica, los reinos que se entregan

    humildemente a su obediencia, a stos todo les sucede, divino y humano, felizmente. Cuntotemo, dice, que aquella pragmtica sancin, que qu otra cosa pareca anunciar que un ciertocisma, y que llevaba surbrogada un concordato, temo no traiga extremos males al ilustrsimoreino. Pues tan pronto como as se trata en Francia con el Pontfice Romano y la autoridad de

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    la Sede Apostlica, los asuntos de los franceses parecen ir peor, tantas derrotas sufridas en lasguerras, perdido el reino de Npoles, Lombarda, Italia: pero cuando pareca que en estosaos haba mejorado algo la fortuna, he aqu que el reino potentsimo te vuelve a ser puesto denuevo en peligro ciertsimo, no sin lamento del orbe cristiano.

    Si alguien refiere esto como recibido por vosotros que vais a defender vuestra causa, yvuestra libertad con respecto al Sumo Pontfice, si el rey cristiansimo y sapientsimo pidereparacin a la Sorbona: por qu nuestros maestros no ensearon a nuestros mayores que lapragmtica sancin era ilegtima? por qu no me descubristeis que con el mismo concordatose daaban los derechos y autoridad de la Sede Apostlica? por qu los otros reinos de todoel cristianismo, todas las repblicas obedecen siempre a la Sede Apostlica tan adicta y humi-ldemente, aun cuando la tempestad de la hereja en este tiempo algo ha sustrado, slo vuestroreino, siendo como es cristiansimo, no obedece por igual cristiansimamente a la Sede Roma-

    na, y sus derechos, privilegios, inmunidades, libertades, costumbres, no slo no debilita, sinomejor por qu no favorece con todos los desvelos, auxilios, beneficios?

    [15] Qu podis responder a esto? El rey religiossimo puede rechazar sobre vosotros todala culpa con la mejor fe. Vosotros que estis sentados como jueces, si alguien acude a vosotrossobre decretos y documentos apostlicos, por qu no habis obrado tambin constantementecontra los jurisconsultos de Francia en favor del Pontfice de la Iglesia universal, como a favorde vuestro rey? Pues quin duda que los reyes religiossimos y justsimos habran revocado noslo la pragmtica sancin sino tambin habran abolido el concordato, si hubieran sido per-

    suadidos y confirmados con vuestros votos? En lo cual tal lejos est que hubiseis ayudadocomo que hubiseis con vuestra presencia aprobado el concilio Pisano. Y para acabar con estamateria, gravsima, como dije, o lamentarse a aquel varn aficionadsimo a los asuntos de losfranceses, que vosotros erais la gran causa de todos los males que desde hace 100 aos agitan aFrancia. Aunque deca que l no refera a todos la culpa que se juzgaba os corresponda.

    [16] Tal vez saldr otro al que le venga a la memoria la infamia del corrupto decreto a favordel rey de Inglaterra contra la dispensa del matrimonio de los reyes Enrique y Mara, y profie-ra confiadamente: de quin finalmente con aquel decreto, doctores parisinos, no osteis mal?quin en aquel asunto no os conden, cuando aun el curso de los acontecimientos y la recu-peracin de Inglaterra, y el infinito bien de la vuelta a la fe catlica, a la obediencia y unin dela Sede Apostlica, han borrado de la memoria con perpetuo olvido la sentencia de vuestraSorbona? Y que hay tales decretos vuestros, aada tambin artculos, que slo os gustan avosotros, y con todo los condena la Sede Apostlica, los condena el orbe cristiano, los conde-na el curso de los acontecimientos. Por lo cual es cosa recibida por el vulgo que vuestrosdecretos tienen poca autoridad, y que nunca han tenido tanto de alas o fuerzas que puedantraspasar el Sena.

    [17] Siendo esto as, vosotros con todo (ignoro por cierto con qu confianza) os gloriis de

    que la Facultad de Teologa parisiense nunca ha revocado ningn decreto. Por qu finalmen-te no lo habis revocado? Porque no podis errar? No creo que vayis a responder as puestoque enseis que slo la Iglesia es infalible. Qu pues? Nunca se os ha denunciado algofalso, de donde necesariamente aconteciese un error en la expedicin de vuestra sentencia?

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    Esto no lo podis negar, como manifiestamente se observa en la censura que habis dadocontra la Compaa de Jess. Y es cosa cierta que se os envan causas no de otra manera quecomo se acostumbran al Sumo Pontfice y otros prncipes, a los cuales es cosa clarsima quemuchas se les envan en falso.

    Brevemente: habiendo en vuestros decretos muchas cosas que se oponen diametralmen-te a las leyes de la Sede Apostlica, qu esperis? Por qu no cambiis vuestra sentencia?Acaso ms bien esperis que la Sede Apostlica os ceda la autoridad y el lugar de modo queconvencida por la dignidad del concilio sorbnico confiese que ha errado? Y dnde est eldicho de Cristo: sobre esta piedra edificar mi Iglesia, y las puertas del infierno no prevalece-rn contra ella? (Mt 16,18). Dnde lo que dijo Cristo a Pedro y a su sede: Apacienta misovejas, apacienta mis corderos? Jn 21,15). Qu haremos con la fe del orbe cristiano quedepende de su fe, en su fe se funda? Qu haremos con las costumbres que vosotros mismos

    confesis deben ser conformadas por la institucin, no por el ejemplo de los Sumos Pontfices?

    [18] Unos no callarn vuestros banquetes doctorales, vuestros botellones magistrales. Otrosopondrn vuestro ocio infinito, vuestro talento escondido. Oiris: qu hacis sentados todoel da ociosos? Y no podris responder: es que nadie nos contrat. Pues qu es ser llama-dos vosotros por la Iglesia al insigne doctorado, sino seros concedida la facultad por la pbli-ca fe de la Iglesia, para que podis ensear a todos los hombres la verdad de la fe ortodoxa?Pero si exigs otra vocacin, es a saber que los obispos os llamen y enven, quin no ve quevosotros sois llamados por los obispos sino tambin rogados y animados con estipendios y

    honestsimas condiciones?Y que los piadosos ya no os llamen no habis sido suficientemente llamados por tantosmiles de almas, que sin duda perecern o cuya eterna salvacin peligrar a causa de la penuriade ministros? Pues a vosotros tocaba pedir con ahnco y con suma piedad ambicionar la facul-tad de predicar. Si alguien no os contratase, debais procurar entregar el talento a los cambistaspara ser multiplicado, evitando finalmente oir: Quitad el talento a esos y ddselo al que notiene, y a esos enviadlos a las tinieblas exteriores. O realmente se os debera conceder algunareligin de monjes, en la que vuestro talento pudiese ser colocado cmodamente a divinointers; o ciertamente, si tal vez no os gusta la cogulla y os place ms el sacerdocio religioso, porlo menos accedierais a nosotros, en donde no de otra manera vivirais que como sacerdotes, yejercitarais vuestro talento facilsimamente por la obediencia actual con gran provecho y frutode las almas a mayor gloria, servicio y honor de Dios ptimo mximo. Y no podris fcilmentepretender que vuestra gran ocupacin est en las escuelas, que sois jueces de los que se ejerci-tan en la concertacin literaria, que de vuestras sentencias se promueven a los signos del docto-rado, que os sentis como consejeros del orbe cristiano en lo catlico. Oigo y apruebo esto confuerza, con tal que no queris probar cuan eruditos seis en condenar decretos apostlicos.

    [19] As pues, con gran gusto y sincersimamente alabo todo aquello, pero responded, si osplace: para qu es necesario debilitarse una tan gran turba de doctores en aquellos asuntos?

    Por qu la mayor parte de ellos no parte al ministerio de la palabra? Por qu los que necesa-riamente residen en Pars, no salen a los pueblos vecinos y ciudades, a ejemplo de Cristo y de losApstoles para anunciar la penitencia y el reino de los cielos? Por qu en tan infinito pueblode parisinos hay tan pocos doctores que prediquen y sirvan a la salvacin de las almas? Pues en

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    nuestro tiempo hemos visto a nuestro celebrrimo maestro Picardo, al cual nombro para hon-rarlo, que predica en Pars con gran fervor de espritu, piedad, fruto. Fuera de l, casi nadie. Ycon todo Paris siempre ve por lo menos cien maestros nuestros, y por cierto doctsimos.

    Finalmente, para omitir otras cosas que desgraciadamente me veo obligado a or y por-que temo que muchos, incitados por la dureza de esta vuestra censura, transmitan al vulgoaquel juicio. Slo aadir lo que oigo decir que frecuentemente hacis: que sois, s, sencillos, engeneral y hombres doctos y amantes de la verdad, y necesarios tambin para estar en este obser-vatorio del orbe cristiano a favor de la verdad de la teologa. Pero que sois slo especulativa-mente telogos y que acostumbris a tratar todas las ciencias especulativamente. Que no soishbiles en el trato de los asuntos, ni los juicios de las cosas humanas y las razones por que segobierna la Iglesia y el orbe cristiano. Que sois prcticamente imperitos. Que no tenis ningunaprctica, ninguna experiencia nada ms que leer, estudiar, disputar y censurar sobre lo disputa-

    do. Y que en muchas cosas, con todo, sobre las que debis juzgar necesariamente hay que unirel conocimiento especulativo con el conocimiento de las cosas mximas, experiencia, prctica.Que de ah resulta con todo que fcilmente podis en la sencillez de vuestro nimo y sinceridadde la doctrina engaaros y alucinaros; de ah que la causa que se os presenta las ms de las vecesni la examinis segn la dignidad ni la conocis; que pasis por alto muchas cosas sin las cualesno podis dar vuestro juicio recta y ordenadamente. Que de ah procede que muchos, de formaindigna ciertamente, se persuaden que no se puede fcilmente obtener que nada se confirmecon vuestros sufragios, si en pequea parte toca a la prctica de las cosas humanas y no serefiere a la pura especulacin. Brevemente, de aqu procede en gran parte, piensan, que tan

    fcilmente decretis contra las leyes de la Sede Apostlica, y con tanta frecuencia.

    [20] Estas son, pues, excelentsimos seores, y otras cosas parecidas, las que yo con ocasinde esta vuestra censura ms temo que os echen a vosotros en cara, que disminuya por ella laimportancia de la Sede Apostlica y la verdad y aprecio de nuestra religin. Para que no pen-sis que he acumulado en mi propio nimo contra vosotros estas cosas por influencia ajena,ved cuan amablemente trato con vosotros, cuan benvola, cuan cristianamente. Todas aquellascosas ciertamente las o muchas veces con gran dolor de mi corazn, de aquellos cuya vozquisiera provista de fraterna caridad. Con todo santamente pongo por testigo a Cristo Jessque yo en todo esto no juzgo temerariamente, y slo quise manifestar y testificar el sentimientode mi nimo; que estos rumores me son mucho ms amargos que si os oyera pronunciar sei-scientas censuras contra la Compaa. Pues s qu debe el orbe cristiano a vuestro estamentoen Cristo. S la integridad de vuestra doctrina, vuestra sinceridad y verdad de nimo. S quevuestro estamento fue un muro, y confo que lo seguir siendo, a favor del Seor de los ejrci-tos y la sinceridad de la doctrina cristiana contra toda hereja y contra todos los herejes einnovadores. Pues no slo habis atacado siempre denonadamente, y todava atacis (si algunase promueve) alguna abierta hereja, sino que ni habis soportado que se deslizase la ms mni-ma novedad de doctrina en la Iglesia de Cristo (en cuanto de vosotros dependa).

    [21] Y no es slo por esto por lo que yo y nuestra Compaa os juzga dignos de todo honory colmamos de todo amor; sino que adems con aquel nombre hemos recibido vuestra condi-cin y la observamos con fuerza; pues (por no decir nada de m mismo, que no soy nada)Ignacio nuestro Padre de todos y fundador de la Compaa, y sus primeros nueve compae-

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    ros, sabemos que fueron alumnos de vuestra Academia; de vosotros obtuvieron la facultad defilosofa y teologa, en cuanto pudieron; por vosotros, pues, fueron instituidos los que insti-tuyeron a todos nosotros y nuestra Compaa; de vosotros bebieron aquel primer espritu,como los Cartujos, de cuyo espritu floreci esta religin tan clebre, tan dilatada, tan til a laIglesia cristiana. Desde vosotros fueron nuestros Padres a Roma, en donde primero presenta-ron a la Sede Apostlica la frmula de nuestra religin. Y que para confirmarlo con mayoragrado, creemos que el Sumo Pontfice fue movido no slo por otros ttulos sino tambinporque vio que tanto el Padre Ignacio como sus compaeros haban sido instituidos en vue-stra Academia en filosofa y teologa.

    [22] As pues, maestros respetabilsimos, a vosotros nos debemos y queremos bien; con raznsiempre toda la Compaa os fue amicsima y adictsima. Por lo cual fuertemente nos duele

    que se pueda murmurar de vosotros con tanta severidad. Tememos que lo que es el mximobastin de las letras y doctrina en el orbe cristiano, padezca algn detrimento por esta vuestranegligencia o simplicidad. Como os amamos y apreciamos tiernamente vuestra condicin sin-ceramente en Cristo, y a la vez vemos que de vosotros ha salido el que desacredita la autoridadde dos documentos y gravsimamente daa nuestra religin, no s a dnde volverme, varonessapientsimos. Pues si se ofende la Sede Apostlica, si se reprueba la gracia de nuestra voca-cin con la severidad de vuestra censura, es para m cosa libre obrar contra vosotros conmayor fuerza, tal como parecera pedir la indignidad de la materia. Pero por el contrario msbien me vienen al nimo muchas cosas por las que os libro de toda culpa con facilidad y con

    gusto. Pues esta es mi oracin por vosotros.

    [23] Sabemos quin de nuestros maestros, con qu nimo, por qu causa ha sido mal anima-do contra la Compaa; el cual yo no manifestar, para que no salga en pblico lo que yo msbien pienso que debe quedar entre nosotros. Con todo confieso esto, que sin ningn mritonuestro aquel nuestro maestro fue incitado contra nuestra Compaa, y que nosotros no pudi-mos condescender con l, sin que nuestra conciencia nos condenase, aun cuando tal vez seopona a l con la suya en verdad, con su juicio. Y por qu no lo digo con toda claridad, nosea que parezca la cosa mayor de lo que es? Cristo Jess llam a nuestra Compaa al sobrinode este nuestro maestro, joven escogidsimo, que le era muy querido. El rector de nuestrocolegio en Pars lo recibi. Solicitado y tentado por los suyos, con todo el joven perseverconstantsimamente. De ah la conmocin contra la Compaa, de ah se constituy el crimen,de ah se enajen de nosotros aquel maestro nuestro preclarsimo. De la misma manera quelos Dominicos dicen en sus historias que fue enemistado de ellos Inocencio IV.

    [24] Conmovido pues este doctsimo varn contra nosotros, cuando el Rey Cristiansimoconcedi por privilegio que la Compaa recibiese en sus reinos el derecho de ciudadana, y elSenado de Pars de nuevo intercediese, y no pudiese ni se atreviese a contradecir la voluntaddel religiossimo prncipe; para deshacerse de aquella turba del senado, y no pareciese que

    ofenda la voluntad del Rey, juzg que haba que acudir a la Facultad de Teologa sobre losdocumentos apostlicos en cuya autoridad se apoyaba la Compaa, y el Rey Cristiansimohaba confirmado. All empero, no s por industria de quin se procur, que aquel mismomaestro buen amigo nuestro fuese elegido, que examinase los documentos y de ellos diera el

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    parecer a la Facultad, lo s de cierto sin que de l sospechase nada la Facultad. Por qu, pues,al principal maestro nuestro, doctsimo por cierto y prelector veterano de toda la teologa ymonje por lo dems aprobadsimo, se dudara en confiar, sobre todo tratndose de asuntoreligioso, cuando no se saba nada de la aversin de su nimo? ste es pues, maestros nuestrosrespetabilsimos, al que vosotros podis atribuir este hundimiento de vuestra dignidad, laSede Apostlica la ofensa de su autoridad, y nosotros tan severa censura recibida de nuestraCompaa. Sabis, pues, que ste arrebat vidamente los documentos, en ellos cuntas ano-taciones hizo, finalmente el decreto fue confeccionado con esas anotaciones, con la buena fede todos vosotros, como que no tenais nada por lo que no hacer buena fe a aquel doctor;porque todo contribua a que casi ms que a l solo creyerais que a vosotros mismos.

    [25] Qu pues? Le cargo a l yo toda la culpa? Yo a l no lo juzgo en nada. El Seor es

    quien juzga Quin soy yo para juzgar un siervo ajeno? Por lo cual fcilmente le permito todaculpa para que se excuse; concedo que juzg as por celo de la verdad; y, si quiere, confiesoque aquel afecto que concibi contra nosotros en nada le ha daado. Pero no le libero deerror. Y esto es ciertamente, lo que pretendo, que aquel hombre err en las anotaciones de losdocumentos, en la confeccin del decreto y toda la censura, que vosotros sin culpa ni errorsuscribisteis su error, etc. As pues, juzgu que yo hara algo que sera a vosotros, a nosotros ya aquel nuestro maestro tanto cosa gratsima, como til, si le liberaba de ese error; as selograr, espero, que vosotros con mucho gusto revocaris vuestra censura y, a nosotros, si talvez se ha adherido alguna nota en los que no conocen la Compaa, fcilmente se diluya.

    [26] Y ved, preclaros varones, cuan liberalmente, confiado en vuestra humanidad y virtudcomo en la verdad de nuestra causa, emprendo la causa contra este nuestro maestro. No pidootro juez que vosotros mismos, excelentsimos seores. Contento, pues, con vosotros, jueces ycensores, ataco la censura de l. Pues cmo dir de la vuestra puesto que habis compro-bado era una sentencia ajena a vuestro nimo? Slo os ruego esto por Cristo Jess, que lasinceridad y verdad que yo suelo predicar de vuestra condicin, esto es eximia, la apliquis aescuchar y conocer esta mi apologa y para que la juzguis segn ella en Cristo Jess.

    En el ao del Seor 1554, etcEn el ao del Seor 1554, etcEn el ao del Seor 1554, etcEn el ao del Seor 1554, etcEn el ao del Seor 1554, etc.[27] Antes que ella misma, etc. No me gusta tratar de lo que es propio de vuestra Facultady s que suelen prefijarse a vuestras censuras palabras solemnes segn una frmula. Esto antetodo me propuse observar en toda la Apologa, el respeto de vuestra condicin, de maneraque no diga nada que pueda parecer que puede ofenderos, y ni siquiera a aquel contra quienacto, si no quiere darse por ofendido libremente por la libertad de la verdad. Con todo hayalgo que quisiera que vosotros consideraseis con mayor atencin (pues la fraterna caridad meobliga a no callar esto). Pues con qu odos pensis que es recibido lo que est escrito, que lasacratsima Facultad, despus de la misa del Espritu Santo, se ha congregado para determi-

    nar con juramento, sobre dos documentos de dos Sumos Pontfices, que el senado parisiensele haba encargado estudiar y examinar; y no digo nada de las palabras del Senado.

    Y no reprender yo aqu aquella costumbre a la que veo que no slo se adhiri el sa-pientsimo Senado sino que tambin es usada por muchsimas potestades seculares continua-

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    mente entre los catlicos, que antes que los documentos Apostlicos sean promulgados quie-ren aprobarlos. Lo cual con todo prohbe la Iglesia Romana todos los aos tan prudente, tannecesaria, tan fuertemente en la causa La Cena del Seor.

    Cmo es, pues, que lo hace, all lo vea el mismo Senado. Yo quisiera que esto fuera porvosotros sopesado con mayor diligencia Cul es la causa por la que tan solemnemente co-menzis por decir que habis de determinar sobre los decretos Apostlicos? Pues no hayduda alguna en que vosotros no os constitus en jueces y definidores por si acaso los SumosPontfices han errado en aprobar las costumbres de nuestra Compaa. En lo cual ni siquieravosotros defendis que el concilio ecumnico pueda juzgar. Quin, pues, puede juzgar deaquello en lo que no se puede errar? Creis que el concilio puede juzgar slo sobre los hechosdel Sumo Pontfice. Lo cual con todo los santos Padres nunca osaron. Pero vosotros aqu noslo del Sumo Pontfice, no de sus hechos privados, o de las sentencias dictaminadas de he-

    cho, sino que decretis y determinis sobre la constitucin de las costumbres; en lo cual contodo est notorio vuestro dogma que la Sede Apostlica no puede errar, si obra legtimamen-te; pero no hay nadie que pueda negar que nada de lo que por ley o costumbre haba queobservar se haya omitido, que no se haya observado en la confirmacin de nuestra religin. Locual ms adelante pondr de manifiesto con la ayuda de Cristo.

    [28] Prometis, pues, que definiris tan santamente en asunto en el que la Iglesia Romanaconfesis que no puede errar. Yo por cierto no quisiera definir nada aqu, slo os describo elasunto. Vosotros definiris sobre l prudente y pamente. Y al mismo tiempo comprobaris

    qu fcilmente (pues no me place decir o pensar otra cosa) aquel nuestro maestro ha abusadode vuestra fe y simplicidad. Pues logr que vuestra autoridad, vuestras sacratsimos prefaciosque solis usar en otras causas las adaptarais a sta, de ellos depende toda esta vuestra univer-sal autoridad y condicin sagrada, pues si algo de autoridad hay en vosotros acaso no hasalido toda de la Iglesia Romana? Y de ah sigue firme que la Iglesia Romana no puede erraren la fe y costumbres; y vosotros atribus esta autoridad al decreto preparado por aquel doctorcon el cual decreto se define que la Sede Apostlica ha errado en aprobar unas costumbres.De donde qu otra cosa parece que condenis sino el ejercicio de vuestra autoridad?

    Considerad, pues, esto, varones sapientsimos; pues el prefacio que se aade a la veniase refiere a lo mismo, puesto que es la frmula que solis prefijar a vuestras otras censuras, lacual, ved, varones ilustrsimos, cunto no convenga a la causa presente. Pues en las otras cau-sas se ignora cual sea la sentencia de la Sede Apostlica. En sta no slo se sabe sino adems nose ignora aquello que por el documento es sancionado bajo la amenaza de graves censuras, sialguien acta o siente lo contrario. Y por cierto esto puede parecer digno de admiracin eneste prefacio de licencia. Pues vuestra es esta doctrina de los telogos, que no se acepte laexcusa de aquel que contradice materias sabiendo que estn definidas por la Iglesia, aun cuan-do emplee un prefacio de licencia; pero vosotros no dudando que dos decretos han salido dela Sede Apostlica, fijis un gran prefacio y protestacin para la condena de aquellos dosdocumentos. Porque si profesis que vosotros no decretis ni confabulis nada contra la auto-

    ridad y potestad de los Pontfices por qu mejor no alabis y veneris los documentos?Pero esto sin duda sucedi, como dije, que usasteis aquel comn y acostumbrado pre-

    facio para el decreto de aquel doctor, o tal vez de la frmula, sin saberlo vosotros, lo hizovuestro notario de la Facultad. Se me ocurre esto para hablar en vuestro favor. Por lo dems

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    no dudo que vosotros podris aducir alguna causa mejor, varones doctsimos; y yo fcilmenteaceptar de vosotros cualquiera razn o excusa y deseo vehementemente sea firmsima.

    Captulo 2Vida de Ignacio antes de los estudios: 1491-1524

    [29] Una vez adelantados estos prenotandos, escuchad con benevolencia y atencin segnvuestra benignidad y equidad, maestros nuestros respetabilsimos, de qu manera hablarcontra el decreto de aquel doctor a favor de la dignidad de la Sede Apostlica, y la vocacin ygracia de nuestra religin. Y en primer lugar juzgo ser necesario expresar en compendio lahistoria de la Compaa, y ello, por cierto, de forma muy sencilla de manera que podis con-templar con facilidad y juzgar una materia llana y clara.

    [30] Ignacio de Loyola que fue el fundador de nuestra Compaa y el primer Padre, naci depadres de noble ascendencia y lugar principal de la provincia guipuzcoana de Cantabria, quees una regin situada en los confines de Francia y Espaa junto al mar. Pas la infancia en casabajo el cuidado de los padres y maestros, educado piadosa y noblemente. Ya entonces empeza manifestarse y brillar su ndole eximia: gran fuerza y agudeza de ingenio, grandes indicios deprudencia, vivo amor de la verdad y las virtudes, cierta excelente grandeza de alma, y fuerteapetencia del honor y la gloria10. Acabada la infancia, hasta el ao 26 de su edad 11, dedic

    estos dones a conquistar la gloria humana y la gracia de los prncipes. Pero as se serva deaquella ferviente y eximia naturaleza, tanto en la paz como en la guerra, que pareca que sloquera ocuparse en lo que supera la comn facultad y apetito de los hombres, y no le deleitabanada mediocre.

    [31] El rey de los franceses movi guerra el ao 1521 contra los espaoles y envi un pode-roso ejrcito contra el reino de Navarra12. Pero como deba ser cercada la ciudad real dePamplona, y en su ayuda viniese con no despreciable tropa de soldados el hermano mayor deIgnacio, y el mismo Ignacio, y viesen la cosa desesperada; discuten con todo empeo con los

    que defendan la ciudad, que se les conceda el gobierno de la misma y confirman que ellos ladefendern. No habindolo obtenido13, el hermano de Ignacio lo llev tan sin resignacin yhostilidad que ni siquiera quera entrar en la ciudad e inmediatamente se march con el solda-

    10 Cuando Nadal escribe esta Apologa tiene delante la Autobiografa de Ignacio, narrada al P. Cmara. En lasnotas prescindiremos de sealar los paralelismos y anotaremos slo lo imprescindible para su comprensin olas divergencias.11 Tanto aqu, como en el Chronicon breve (FN,II,116) o en los Dilogos (FN,II,232) Nadal afirma que Ignaciotena 26 aos cuando el suceso de Pamplona, es decir el ao 1521, habra nacido pues en 1495, probablemente

    antes del 23 de octubre.12 Nadal ofrece aqu algunas noticias interesantes que no se hallan en otros lugares.13 Hacia el 18 de mayo surgi el conflicto en la ciudad sitiada, segn explica Nadal en los Dilogos: Se levantuna grave disensin entre los militares y los civiles, puesto que aquellos queran que se les entregase toda laadministracin de la ciudad y de la guerra, negndose estos constantemente (FN,II,232).

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    do. Pero entonces Ignacio, juzgando cosa ignominiosa si tambin l se marchaba, al tiempoque movido por la grandeza de nimo en cosa tan dificilsima y por ansia de gloria, dejado elhermano, espoleado el caballo, entr en la ciudad. Le siguen unos pocos caballeros.

    [32] Los franceses con poco esfuerzo ocupan la ciudad; pero al atacar la ciudadela encarni-zadamente14 y algunos defensores juzgasen que se deba tratar de la rendicin puesto quepareca que no quedaba esperanza a causa de la debilidad de la fortaleza; slo Ignacio semantuvo firme, y con fuerza persuadi tanto al gobernador como a los mismos soldados, quehaba que poner esperanza en el valor y con fuerza haba que luchar por el rey, por el honor yla gloria15. Pero cuando los muros retemblaban con las bombardas, hete aqu que una de laspiernas de Ignacio es rota por un proyectil y la otra malherida. Con esto cae Ignacio, y almismo tiempo el nimo de todos. As pues no hay dilaciones para tratar inmediatamente de la

    rendicin, entregando el castillo con ciertas condiciones.

    [33] Ignacio es llevado a casa en una camilla. Estando all en cama comenz la mutacin desu nimo de modo que aquellos grandes dones de la naturaleza que arriba anot: la fuerzaeximia y agudeza de espritu, la singular prudencia, el vivo amor de la verdad y toda virtud, lafortaleza y grandeza de nimo, la fuerte apetencia del honor y la alabanza, es decir todo ello,para empezar a convertirlos a la gloria de Dios y salvacin de su alma y la de los dems,prevenido con la virtud y gracia divina.

    [34] Y no hago yo ahora la narracin de lo que atae a los dones internos, a las divinasmociones de inspiracin y diversos carismas espirituales y signos del Espritu Santo, a no serque de otra manera no pueda entenderse la cosa. Slo citar aquello que sea externo y obser-vado por todos, que fcilmente pudo ser credo y conocido por todos, de manera que la vidade Ignacio y nuestra Compaa pueda ser juzgada por las obras.

    [35] As pues, estando Ignacio gravsimamente enfermo, los mdicos dieron el pronstico lavigilia de la fiesta de los Santos Pedro y Pablo: si a media noche no se encuentra mejor, no haynada que esperar de su vida. Sola l ser principalmente devoto de San Pedro. Sucedi pordivina virtud que en el preciso momento de la media noche se encontr mejor de las heridas,y despus de algunos pocos das recobr la buena salud anterior.

    [36] En este tiempo empez a leer el libro de la Vida de Cristo del Cartujano, y las vidas desantos escritas en lengua vulgar, pues todava no saba latn. En la lectura de estos librosparece que concibi el propsito de una vida mejor con tanta eficacia y fervor, que se admira-ba el hermano y se esforzaba por apartarlo del propsito concebido de una vida ms ntegra.No hacindole caso, dej su tierra y parentela. Toda su intencin era ante todo hacer peniten-cia por los pecados pasados, visitar los santos lugares de Jerusaln e imitar a los santos, esta-

    14 Tambin Polanco afirma en el Sum. [8], (FN,I,157) que los franceses tomaron el castillo despus de haberocupado la ciudad.15 Iigo dio por parecer que en ninguna manera; sino que la defendiesen o muriesen. Polanco, Sum. [4],(FN,I,155).

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    bleciendo este principio, que quera, con la divina gracia y virtud, buscar y hacer lo mejor amayor gloria de Dios, empleando toda industria, trabajo, ingenio, con todos los medios posi-bles, que le pudiesen ayudar a la obra en Cristo.

    [37] As pues habiendo llegado a la celebrrima baslica de Montserrat, dedicada a la Sant-sima Virgen Mara, habiendo primero confesado a un sacerdote los pecados de toda su vida,despus desnudado de sus vestidos, y vestido de un muy basto saco, con la cabeza y piesdesnudos, pas en oracin toda la noche que precede a la fiesta de la Anunciacin anglica,entera ante la imagen de la Madre de Dios o de pie o de rodillas, como quien se consagra a lamilicia cristiana con las armas de la pobreza, desprecio y humildad, imitando el rito de lamilicia secular.

    [38] De aqu, para obtener frutos de penitencia, se retir al hospital de una cercana ciu-dad16, en donde castig su cuerpo con ayunos, azotes, desnudez, dormir en el suelo, vigilias,oraciones; ayunaba diariamente a pan y agua, excepto el domingo; entonces tomaba algo devino si se lo daban de limosna; cinco veces al da se flagelaba sin medida17, dorma en el suelo,daba siete horas diarias a la oracin, participaba diariamente en todos los oficios eclesisticos,se confesaba y comulgaba cada domingo.

    [39] Antes de emprender todo esto, haba ofrecido voto de castidad a la Virgen Madre deDios, de la que era devotsimo18.

    [40] Habiendo dedicado algunos meses a estas asperezas, y no habindosele manifestadocasi nada de cosas espirituales, como si Dios despus de la penitencia con gran privilegio leabriese el reino de los cielos, fue agraciado con una cierta eximia ilustracin19 y gracia delespritu, que l mismo as sola explicar en los ltimos aos de su vida: que muchos privilegiosdel espritu haba recibido despus de su conversin, durante 33 aos, pero todos ellos, aun-que si se acumularan en uno, seran superados con aquella sola ilustracin y gracia. As pues,le pareci que era cambiado en otro hombre, con nuevo ingenio, nueva voluntad, nueva inte-ligencia y sentido de todas las cosas.

    [41] Desde entonces empez a disminuir el rigor de la penitencia, lo cual no slo entendipor el espritu sino tambin por una grave enfermedad. Ya entonces empez a dedicarse aayudar a las almas, lo cual fue para l un propsito perpetuo y firmsimo, con gran sentido einstinto de su espritu, ocuparse a la vez con la divina gracia en ayudar la suya y las almas delos prjimos a alcanzar la salvacin y perfeccin cristiana. Y no trataba con los prjimos caside nada ms que de que rechazar los vicios y abrazar las virtudes20. Y esto sobre todo se

    16 Es el hospital de Santa Luca de la ciudad de Manresa en el que fue recibido por intervencin de Ins Pascual.17 Las veces de flagelacin diaria varan segn las diversas narraciones.18 Segn Lanez en su Carta n. [5] (FN,I,74-76) hizo el voto de castidad en el camino a Montserrat, y aadeaunque no por entonces secundum scientiam, inciso que repiten Polanco y el mismo Nadal en otros lugares.19 El calificativo de eximia que aqu le atribuye Nadal ha pasado a ser una denominacin general.20 En la 1 pltica de Colonia dice Nadal que ense la doctrina cristiana inmediatamente despus de lailustracin FN,I,406.

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    esforzaba por persuadir, que frecuentasen los sacramentos de la Penitencia y la sagrada Euca-rista, que anhelasen la oracin y las buenas obras.

    [42] Al final del ao 1522 determin21 poner por obra su propsito de visitar los santoslugares de Jerusaln. Subi a una nave, por cierto algo ms cmodamente vestido; pero paraconservar la devocin de la esperanza no quiso tener compaero alguno, ni nada de dinero; ycomo no pudiese ser admitido en ninguna nave si no aportaba el pan bizcocho que le fuerasuficiente, slo se preocup de que esto no le faltara.

    [43] Lleg a Roma a finales de la cuaresma del ao 1523, pas all los sagrados das con grandevocin y sentido espiritual, y una vez recibida la bendicin del Papa Adriano VI, lleg aVenecia. Pero como ejercitaba la fe y la esperanza, y no teniendo con qu pagar el flete, se fue

    confiadamente al Dux veneciano, desconocido, y sin saber siquiera el italiano; del cual fcil-mente obtuvo ser enviado gratis a Siria.

    [44] Lleg a Jerusaln, visit los santos lugares con una increble devocin y fruto de suespritu, con lo cual fue hasta tal punto conmovido que con firme decisin determin quedar-se para siempre en aquellos santos lugares de Jerusaln y ocupar su vida all en ayudar alprjimo. Como no pudo obtener esto del Guardin de los Hermanos Menores, y aunquedetermin quedarse contra su voluntad, permaneci en este parecer hasta que el Guardin ledijo que tena autoridad del Sumo Pontfice para que si alguno de los peregrinos quera que-

    darse all contra su voluntad poda condenarlo con el anatema; que lo excomulgara si noparta con los otros peregrinos.

    [45] Movido por este temor naveg a Europa. Pero habiendo llegado a Chipre y pareciendopeligrosa la navegacin, a saber a mitad del invierno, y estando dos naves dispuestas paranavegar a Venecia, una de notable calado, la otra pequeo, y la mayor parte de los navegantessubieron a la nave mayor; no quiso el capitn de la nave recibir a Ignacio; pues haba odo queno dispona de nada para pagar el flete. Pero como los peregrinos recomendasen diligente-mente y alabasen a Ignacio, respondi el capitn: Si es santo, que navegue a Venecia comoSantiago naveg a Espaa. Necesariamente Ignacio se dirigi a la nave pequea; pero de-spus que el segundo navo emprendi la navegacin, de repente se alz tal furiosa tempestad,que aquella poderosa nave pereci, salvas slo las personas; pero la pequea lleg inclume aVenecia con Ignacio22, a mediados de enero del ao 1524.

    [46] En este tiempo, teniendo por cierto que no era voluntad de Dios pasar la vida en Jeru-saln, detenidamente pensaba consigo mismo qu deba hacer; al final pens ser cosa buenavolver a Barcelona, de donde haba partido y all dedicarse a los estudios. Pues siempre conti-nuaba con aquel antiguo propsito, que deba siempre procurar con toda industria, trabajo,

    21 En la Autobiografa n. [35] dice Ignacio: Y as al principio del ao de 23 se parti para Barcelona paraembarcarse. En realidad lleg a Barcelona para embarcarse hacia el 17 de febrero de 1523.22 Un suceso parecido narra Ribadeneira (Scripta,I,338) pero situado en el puerto de Barcelona a la salida haciaTierra Santa. Cfr. Autobiografa [36],FN,I,412 nota 35.

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    esfuerzo, con la gracia divina, lo que fuese para mayor gloria y servicio de Dios; pero juzgabaque sin estudios su ministerio en la ayuda de los prjimos no sera eficaz, o tan seguro, o tanapacible. Pues muchas veces acontece que lo que uno recibe en la oracin por la devocin o elsentimiento espiritual, luego no sepa explicarlo segn la manera eclesistica. Y tambin acon-tece que lo que se siente correctamente, luego se explica errneamente. Aun el que no tieneaquellas letras que se adquieren con los estudios, fcilmente suele y por derecho puede serinterpelado de la predicacin o de la cristiana institucin del prjimo. sta, pues, fue la raznpor la que todo Ignacio se entreg a unir los estudios con el sentido de las cosas espirituales.

    [47] As pues, dejando Venecia, le quedaba un poco de vitico recibido de limosna, el cual acausa de su primera determinacin de cultivar la esperanza en Dios y abrazar la pura pobreza,entreg a los pobres23; y aun cuando por otro camino poda llegar ms seguro a Gnova,

    prefiri emprender camino por medio de los ejrcitos del emperador Carlos y el Rey Cristian-simo de los franceses que en Lombarda hacan la guerra con potentsimos ejrcitos. As,contra lo que uno podra creer, fue mal recibido y escarnecido por los soldados espaoles ybien y humanamente por los franceses.

    Captulo 3Ignacio se entrega a los estudios: 1524-1535

    [48] Finalmente naveg a Barcelona, en donde dedic un bienio a la gramtica; en el cualtiempo, viendo que haba progresado de tal modo que fue juzgado apto para poder or artesliberales, parti solo24 a la Universidad de Alcal el ao 1526. En Barcelona por cierto lo habamantenido cierta matrona25, pero en Alcal mendigaba el diario alimento hasta que el pre-fecto del hospital lo recibi y lo sustent en el hospital. En Alcal se entreg al estudio un aoy medio26; pero de paso se ocupaba en ayudar a las almas de los prjimos, pues les daba losEjercicios, y adems expona la doctrina cristiana, todo ello de forma sencilla y devota.

    [49] Se obtena un fruto no vulgar y su nombre y trato de vida empez a hacerse clebre en

    gran medida. As pues, temerosos los Inquisidores Toledanos de la hertica maldad, no fuesela religin a padecer detrimento, fueron a Alcal para investigar sobre la vida, costumbres ydoctrina de Ignacio y sus compaeros. Pues siendo en Espaa diligentsimos la mayora deInquisidores, los Toledanos lo eran mucho ms en aquella tempestad a causa de la herejanacida en aquella regin entre algunos, que vulgarmente llaman de los dejados o iluminados;que de ordinario siguen la hereja de los beguardos.

    23 Esto sucedi en Ferrara, segn la Autobiografa [50]24 En la Autobiografa [56] dice Ignacio: Aunque ya tena algunos compaeros, segn creo (frase dubitativaque llama la atencin). Polanco en el Sum. [35] hasta los enumera.25 Se alude a Isabel Roser que segn la Autobiografa [54] se ofreci a dar lo que fuese menester para susten-tarse, pero en realidad Ignacio vivi en casa y a expensas de Ins Pascual.26 En realidad un ao y tres meses.

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    [50] Realizada, pues, en secreto la inquisicin de oficio, sin haber llamado a Ignacio, sevuelven a Toledo, dejando la causa en manos del Vicario del Arzobispo, el cual despus dealgunos das, llamando a Ignacio a su presencia le advierte que ha sido investigado sobre suvida, costumbres y doctrina, pero que no ha sido hallado nada de que pueda ser reprendido.Por lo cual podan continuar con sus ministerios espirituales, pero puesto que no eran religio-sos, le gustara que no usasen vestiduras del mismo color. Pues se vestan con cierto paobarato y tosco, pero en su color natural. As pues Ignacio y otro tambin tieron los vestidosde color negro, otros dos de color leonado; un joven francs, no cambi nada.

    [51] No dejar aqu de exponer en pocas palabras la libertad de Ignacio. Pues entonces,habiendo odo al Vicario, dijo, s, que obedecera: Pero cul es dijo el xito de esta vue-stra inquisicin contra nosotros? Pues estos das se negaba a uno la sagrada Eucarista no por

    otra razn que porque comulgaba cada ocho das. Yo mismo tambin con dificultad lo conse-gu. Acaso habis encontrado algo de hereja en nosotros? Nada, dijo el Vicario; pues sialgo se hubiera encontrado, hubierais sido quemados al fuego. No de otra manera, re-spondi Ignacio, hubieras sido t entregado al fuego si hubieses sido condenado por hereja.ste fue el principio de las tribulaciones que ha padecido Ignacio y la Compaa. Despus deocho das ms o menos27, llama de nuevo el Vicario a Ignacio ante s, y manda que use calzado.Pues esto haba observado despus de aquel rigor de penitencia tan duro del primer ao de suconversin, y contrada la mala salud y cierta notable enfermedad de estmago que le causabapor ello agudsimos dolores, y le afliga con fuerza mortal; que si alguna vez pareca que se

    encontraba un poco mejor, en ese momento igualmente usaba algo de penitencia. Como en lasotras cosas, as en esto obedeci Ignacio con paz, y visti calzado.

    [52] Despus de pasados cuatro meses, de nuevo el Vicario intent un juicio contra Ignacio,tal vez inducido por la sospecha de que le frecuentaban mujeres por causa de devocin y delos Ejercicios espirituales; pero no se hizo nada contra l, ni siquiera fue llamado a juicio.

    [53] Finalmente pasados otros cuatro meses fue echado en la crcel por mandato del Vicariopor este motivo: haba en Alcal dos viudas nobles, madre e hija, sta joven y hermosa. Estasmujeres haban progresado notablemente bajo Ignacio en espritu y entrega. Estas, pues, noslo sin saberlo Ignacio, sino tambin desaprobndolo, tal vez sin suficiente prudencia, em-prendieron solas una larga peregrinacin para visitar la imagen del rostro del Seor que congran veneracin se conserva en Jan. El cuidado de estas mujeres lo tena cierto doctor telo-go; ste pensando que ellas haban emprendido la peregrinacin por consejo de Ignacio, juz-gando aquello por indigno, procur por medio del Vicario que fuera echado en la crcel. Contodo all en nada interrumpi Ignacio sus Ejercicios espirituales, pues puesto que muchos a lacudan, les enseaba la doctrina cristiana e instrua a muchos con pas meditaciones.

    [54] Habiendo estado 17 das en la crcel, y sin que siquiera pudiese sospechar cual fuese la

    causa por la cual le haban echado en la crcel, y no quisiese admitir los favores de personas

    27 La Autobiografa [59] dice: de ah 15 20 das.

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    nobles que le prometan preocuparse por librarle, ni procuradores ni abogados; finalmenteacudi el Vicario y habindole interrogado de muchas cosas, fue preguntado, interpuestojuramento, si conoca aquellas viudas y si haban partido de peregrinacin con su consejo.Respondi que ciertamente las conoca; pero que haban partido sin l saberlo y desacon-sejndolo. El Vicario recibi la respuesta con rostro sonriente como quien recibe satisfaccin,y acaricindolo con la mano dijo: ste fue el motivo por el que fuiste echado en la crcel.Pero no fue liberado antes que hubieron vuelto las mujeres de su peregrinacin; y una vezhubieron vuelto y confesado que haban peregrinado contra la voluntad de Ignacio.

    El da 42 despus que fue metido en la crcel, fue liberado por sentencia del Vicario; elcual dijo que no se haba encontrado nada en la vida o en la doctrina que pudiera ser repren-dido. Siendo esto as, juzg con todo el Vicario que Ignacio y los otros tres compaeros sevistiesen a la manera de los otros estudiantes; adems que antes de cuatro aos, a saber mien-

    tras no hubiesen algo adelantado en las letras, no trataran cosas de la fe. A lo primero respon-di Ignacio que ciertamente haba obedecido en das anteriores cuando crey que deba teirlos vestidos de otro color; que tambin ahora quera obedecer, pero que no tena medio deadquirir otros vestidos. El Vicario los trat humanamente; y les dio vestidos a todos.

    [55] Pero otra cosa llev a mal Ignacio, que le pareci se le cerraba la esperanza de ayudar alos prjimos; sobre todo porque en tanto tiempo, tan gran observacin, tantas inquisiciones,tantos testigos, tantos interrogatorios, adems con 42 das de crcel, ni siquiera se haba podi-do notar una palabra en su doctrina; y esto el mismo Vicario lo confesaba. As pues, determin

    ir al Arzobispo de Toledo sobre estas cosas y seguir su voluntad. El Arzobispo lo recibi muybien; lo ayud con una limosna y le aconsej que se marchara a la celebrrima universidad deSalamanca; que all tena l un colegio28 y que all podra proseguir con todas sus obligacionesy no tendra impedimento alguno para poder tratar libremente de las cosas divinas.

    [56] Aceptado el consejo, Ignacio fue a Salamanca; pero all se le levant una mayor tribula-cin. Pues se confesaba en Salamanca con cierto padre dominico. ste despus de doce das lemanifest que los hermanos de su convento deseaban reunirse con l y hablarle. Ignacio acce-di. Se determin el domingo como da para comer con los hermanos. Despus de la comidafue llevado a cierta capilla por el proprior del monasterio y el confesor. Estaban presentesadems bastantes hermanos. All le pregunt el proprior si se haba dedicado a los estudios. Bastante poco, dijo Ignacio. Cmo es, pues, dijo l, que predicis si no sabis letras? No, dijo, no predicamos, sino que familiarmente segn nuestra simplicidad, tratamos deaquellas cosas con el prjimo, que nosotros deseamos hacer o evitar; y de aquello que todospor cierto debemos saber. Entonces l dijo: Nadie puede hablar de esas cosas si no es porinspiracin de las letras o del Espritu Santo; vosotros no hablis por las letras, luego es nece-sario que hablis por divina inspiracin. Entonces, como Ignacio, un poco admirado, deja-se sin respuesta la pregunta, rog al proprior tratar de otras cosas. Entonces l dijo, ya algoms impetuoso: Ahora no queris responder, cuando tan grandes errores de Erasmo y otros

    invaden la tierra? Respondi Ignacio que no respondera de esas cosas ms que a aquel quede derecho le pudiese obligar.

    28 El Colegio de San Jaime o del Arzobispo para estudiantes pobres.

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    [57] Aqu tratar de paso lo que tambin de paso sucedi (mientras se trataban estas cosas).Haba un cierto compaero de Ignacio de notable estatura29; ste haba dado su tnica a unpobre presbtero; desnudado de la cual, cubierto con un corto vestido y un sombrero, parecaalgo ms inculto. Entonces el proprior dijo: Por qu tu compaero va as vestido? Por-que, dijo, la tnica la ha dado a uno que la necesitaba. Aquel, como desdeoso, dijo: Lacaridad ordenada comienza por uno mismo.

    [58] As pues, no pudiendo obtener otra respuesta de Ignacio, el proprior sin duda movidopor celo, dijo: De aqu no saldris; nos encargaremos de que haya alguien al que todorespondis. A la vez parten todos deprisa y cierran todas las puertas de la iglesia. Pregun-tando Ignacio si queran que aguardase en la misma capilla: En la misma, dicen. Aspues, tres das detuvieron aquellos padres a Ignacio y su compaero en custodia privada por

    el celo de su autoridad; en el cual tiempo coma con los hermanos en el refectorio y en suhabitacin frecuentemente hablaba de cosas espirituales con los hermanos de los que casisiempre estaba llena la habitacin. Pero empezaba a haber divisin entre los hermanos, apro-bando unos tanto a Ignacio como su vida y doctrina, otros por el contrario desaprobando.

    [59] Pasados tres das, por decreto del que haca las veces de vicario del Obispo, fue enviadoIgnacio con su compaero a la crcel, por cierto incomodsima, y atados ambos con la mismacadena. Despus echaron a los otros dos compaeros a otra crcel. Ellos no se preocuparonde nada. Cuando se supo en la ciudad que Ignacio haba sido echado en la crcel, cuidaron los

    devotos que no le faltase nada necesario para la vida; igualmente muchos le frecuentaban, alos que ayudaba con piadosas conversaciones segn su costumbre. Ni tampoco en esta perse-cucin quiso defender su causa por procuradores, abogados o favores humanos, sino slo porla oracin, como antes, y por la exposicin de la verdad pura y simple, y adems plena.

    [60] As pues, fue diligentsimamente interrogado algunos das por cuatro jueces, tres porcierto doctores, el cuarto el vicario, sobre los Ejercicios espirituales, la Santsima Trinidad, laSagrada Eucarista; tambin uno le interrog sobre cierto punto referente al derecho canni-co. Comenzando por decir que ignoraba lo que enseaban los doctores sobre esas materias,que dira lo que senta en el nombre del Seor, respondi a todo de tal modo que nada pudoser reprendido. Luego, mandado que explicase el primer precepto del declogo como solahacer a los dems, lo hizo de forma tan abundante y con tal variedad que los jueces no quisie-ron ni or ni interrogar nada ms.

    [61] Citado el da 22 despus que fue hecho reo, oy esta sentencia de los jueces: que no habasido hallado nada de que pudiese ser inculpado ni en su vida ni en su doctrina; que podantambin como solan, ensear y tratar de cosas espirituales, slo que no definiesen sobre peca-do mortal o venial antes de cuatro aos en los que hubiesen algo adelantado en las letras.

    En estos 22 das sucedi que, abierta por la fuerza la prisin, huyeron todos los cautivos

    menos Ignacio y sus compaeros, lo cual dio a toda la ciudad una gran prueba de su inocen-

    29 Calixto de Sa, segn se narra en la Autobiografa [66]

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    cia; entonces todos admiraban que con tan gran constancia de nimo y prontitud soportabanlas ataduras y la crcel, por el contrario Ignacio ms se admiraba de que por todos no fuerandeseados todos los cepos y cadenas de la crcel por amor y gloria de Dios. As pues, habiendoodo aquel juicio, son sacados de la crcel. Con todo Ignacio dijo a los jueces aquello: quesoportaba mal su juicio, que se le cerraba la va de ayudar al prjimo, sobre todo no pudindo-se sospechar nada de qu temer; que ciertamente observara su juicio mientras permanecieseen la dicesis de Salamanca.

    [62] As los dej. Pero habiendo contemplado juicios superiores ms profundos, vio con todaclaridad que le era preciso aprender letras, tanto por las causas que arriba mencion, comotambin que el repetido fruto que con toda el alma deseaba obtener en ayudar las almas de losprjimos no se impidiera por la sola palabra de que no se haba dedicado a los estudios. Por lo

    cual determin partir a Pars a estudiar, disuadindoselo amigos, y graves personas, que parecaestaran muy molestas con su partida. En nada tuvo el peligro que se deca tenan los espaolesde viajar y vivir en Francia a causa de la guerra. As pues, solo, reunidos algunos pocos libros enun asnillo, a pie parti hacia Pars el da 18 despus de haber sido sacado de la crcel30. De loscuatro compaeros, tres espaoles y un francs, el francs abraz el instituto de San Francisco,dos navegaron a la India occidental por motivo de religin, el otro volvi al siglo.

    [63] Habiendo llegado Ignacio a Pars en el mes de febrero31 de 1528, se vio afligido nota-blemente algunos meses con la pobreza, puesto que ni cuando vivi en el hospital de Santiago

    en el que se haba albergado, ni cuando trataba de obtener el sustento diario con la mendici-dad, le quedaba tiempo para los estudios. Procur con ardor sustentarse sirviendo a los estu-diantes (como otros suelen en Pars); pero ni siquiera esto pudo encontrar por ms diligenciaque puso con la ayuda tambin de amigos. Finalmente sigui el consejo de cierto monje espaol,destinar cada ao uno o dos meses, para viajar a Flandes a mendigar el sustento de todo elao; lo cual le sucedi como proyectado. Estuvo en Pars unos ocho aos poco ms o menos32.Tambin cierta seora de Barcelona cada ao le enviaba 25 ducados de oro; y con ambaslimosnas se alimentaba a s mismo y ayudaba a otros pobres estudiantes.

    [64] Ocho aos dedic en Pars diligentsimamente a los estudios. El primero a humanida-des, tres a las disciplinas liberales y filosofa, los restantes a la teologa; pues antes de estetiempo no haba ordenado los estudios con suficiente propiedad, puesto que haba pasadodemasiado pronto de la gramtica a los estudios superiores; y en estos haba comenzado demanera que en ao y medio en Espaa oy a la vez el tratado de Trminos, la Fsica de Albertoy el Maestro de las Sentencias.

    [65] Con mejor consejo dispuso sus estudios en Pars, y con sumo cuidado y singular frutolos sigui y complet; a veces se vea fuertemente en conflicto con tres dificultades, la pobre-za, la salud adversa, aunque estas dos no eran tan molestas (aunque con frecuencia el dolor de

    30 La Autobiografa [72] dice: a los 15 20 das despus de haber salido de la prisin.31 En carta a Ins Pascual dice Ignacio: Llegu a esta ciudad de Pars a dos das de febrero. MI, Ep.I, 7432 Ignacio vivi en Pars siete aos y dos meses.

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    vientre era molestsimo), como el hbito de la oracin y costumbre de los sentidos espiritua-les. De donde suceda que cuanto ms convena dedicarse al preceptor disertante o a loslibros, le pareca ocurrrsele egregios conceptos de cosas espirituales, consolaciones y senti-dos, es decir por ilusin de espritu adversario. Lo cual viendo que le era sumamente daoso,confirmado por la verdad del espritu y de la gracia, prometi que no dejara los estudiosmientras pudiese sustentarse en Pars con pan y agua33.

    [66] As fue como, disipada aquella perturbacin del demonio, pudo entregarse con paz alos estudios; aunque de paso no omita el cuidado de ayudar al prjimo. Pues con piadosasconversaciones, consejos, ejercicios espirituales indujo a muchos al fruto de una vida mspura; lo cual tanto con mayor libertad haca y mayor frecuencia antes de emprender el cursode artes, como una vez acabado; pues cada da se haca ms constante y fervoroso en su

    primer propsito, con toda fuerza procurar las dos cosas con la gracia de Dios: a la vez supropia salud y perfeccin y la de los prjimos. Lo que antes de venir a Pars haba concebidoy deseado en su nimo, ahora lo consideraba y observaba con toda atencin y previsin: unir-se compaeros que imbuidos del mismo nimo se entregasen a Cristo para esta milicia cristia-na de ayudar al prjimo. As pues, en Pars Cristo ayud a muchos por ministerio de l, y porcierto de forma tan eficaz que en muchos se realizaron grandes cambios, y otros, dejndolotodo, determinaron seguir desnudos a Cristo desnudo, y en realidad lo hicieron, inscribindo-se a alguna religin monstica, unos a los Cartujos, otros a los Dominicos, otros a los Franci-scanos; muchos abrazaban la frecuencia del sacramento de la Penitencia y de la Sagrada Euca-

    rista y la oracin, conjuntado cierta novedad de vida espiritual con los estudios.

    [67] No soportando el viejo demonio tan gran provecho de cosas espirituales, procur pro-mover una gran tribulacin a Ignacio; pero no lo logr. Pues algunos espaoles empezaron aalborotar contra l hasta tal punto que sacaron por la fuerza indignamente del hospital (don-de servan en pobreza) a dos de los devotos de Ignacio, al mismo tiempo acusaron a Ignacioante el inquisidor nuestro maestro34; y esta persecucin por cierto sucedi en el primer ao desu venida a Pars. Lo primero lo disimul Ignacio, no soport lo segundo; sino que habiendoodo la acusacin, sin ser mandado, acudi al inquisidor y le expuso sobre s mismo, su causa,vida y ministerios referentes a la ayuda del prjimo, y con sencillez y claridad todo lo dems,y le rog que si haba alguna causa contra l, lo resolviese en breve, no fuera a distraerse de losestudios por culpa del asunto de los juicios.

    [68] Pero del inquisidor no oy otra cosa ms que haban desaparecido los que le habandenunciado; y en todos los siete aos no oy nada ms, y ni siquiera fue llamado jams por l,hasta que, a punto de dejar Pars, Ignacio acudi voluntariamente; puesto que saba que esta-ba acusado, y dijo que no quera emprender el viaje sin estar acabado el juicio de aquellaacusacin; rogaba instantemente que continuase el juicio y diera sentencia. El Inquisidor re-spondi que le pareca que las acusaciones no tenan ninguna importancia, por esa razn no

    haba dicho nada sobre el asunto, que poda libremente ir a donde quisiera, pero que le sera

    33 Algo parecido ya le haba sucedido en Barcelona cuando estudiaba latn.34 Falta el nombre, que s aparece en la Autobiografa [81]: Ori.

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    grato ver lo que haba escrito sobre los Ejercicios espirituales. Habiendo recibido estos escri-tos y agraddole mucho, le pidi le dejase un ejemplar. Pues bien, insisti de nuevo Ignaciocon fuerza que siguiera la causa de su acusacin y pronunciase sentencia de oficio. Recusn-dolo nuestro magistrado, y absolvindole de palabra de toda acusacin, Ignacio se agencipara que todo ello constase en acta por un notario pblico. ste es el xito que tuvo la perse-cucin parisina de Ignacio.

    Captulo 4Se agregan compaeros a Ignacio

    [69] As pues, de todos aquellos que en Pars haban adelantado en espritu por su ministe-rio, estos nueve: Pedro Fabro, saboyano, Diego Lanez, espaol, Claudio Jayo, francs, Pasca-sio Broet, francs, Francisco Xavier, navarro, Alfonso Salmern, espaol, Simn Rodrguez,portugus, Juan Coduri, francs, Nicols Bobadilla, espaol, se adhirieron a Ignacio comple-tamente, y determinaron seguir el modo de su vida; pues a estos haba llevado a un modo devida cristiana ms perfecta por medio de los Ejercicios espirituales y haba comenzado a ha-cerlos y tenerlos como compaeros.

    [70] Haba procurado que tuviesen un primer modo de oracin y aficin a la vida espiritual,al mismo tiempo que tratasen de aquellas cosas con diligencia dirigindolas lo ms sencilla y

    pursimamente posible a mayor gloria de Dios y utilidad de los prjimos; que ejercitasen lacaridad mutua entre s con dulzura y piedad, ayudndose unos a otros tambin en las cosasexternas; de paso procurasen la salud y perfeccin de los prjimos; que alguna vez se reunie-sen en la misma casa y confiriesen sobre lo que deban hacer; que hiciesen voto prometiendoa Dios servirle en pobreza, el cual voto cada ao lo confirmasen en la fiesta de la Asuncin dela Virgen Mara; que adems con el frecuente trato sobre cosas piadosas y de su modo de viday deseo se encendiesen en la devocin y amor mutuo de caridad y fraternidad35.

    [71] De esto se encarg con solicitud Ignacio mientras estuvo presente, y al partir quiso que

    fuese tomado a cargo por Pedro Fabro, al cual los dems recibieron como hermano mayor.Porque como le afliga gravemente el dolor de vientre y a los mdicos les pareca que no queda-ba ningn remedio o esperanza, a no ser que tal vez el aire natal le ayudase, siguiendo suparecer, como tambin la de los compaeros, determin partir a Espaa, en donde pudieseexperimentar el consejo de los mdicos y de paso agenciar algunos asuntos de los compaerosespaoles. Desde Espaa pasara a Venecia, adonde todos los compaeros acudiran al tiempodeterminado. Vino, pues, primero a la patria hacia finales36 de 1535, en donde vivi como ensuelo extranjero, habit en el hospital, vivi de limosnas, llevndolo muy mal su hermano,ense pblicamente la doctrina cristiana y predic con gran afluencia del pueblo y gran fruto;procur que con la pblica autoridad se corrigieran los abusos y se fundaran obras piadosas.

    35 En lo que sigue Nadal parece tener delante la Carta de Lanez.36 Segn parece a fines de marzo o principios de abril.

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    Pero aquello por lo cual los mdicos haban mandado que fuera a la patria, no lo consi-gui; pues aun cuando a los principios pareca que se hallaba un tanto mejor, con todo cay enuna grave enfermedad, y habiendo convalecido de ella, una vez dejada la patria, emprendi elcamino de Venecia para encontrarse con los compaeros; ni con todos los ruegos, empeo,indignacin, pudo su hermano lograr que aceptase un caballo o vitico; pues quiso siemprehacer el viaje a pie y en pura pobreza.

    [72] Despidindose del hermano, despachados los asuntos de los compaeros por el camino,desde Valencia naveg a Gnova, sin temor alguno de los piratas de los que el mar estabarepleto. En aquella navegacin padeci una seria tempestad, y tres veces estuvo en claro peligrode muerte37. Liberado de estos peligros, atrac en Gnova. De ah fue a Bolonia. Haba unpequeo puente que abra el paso a la ciudad, bajo el cual un estanque con el foso lleno de

    barro y agua. Desde aquel puente Ignacio cay al foso, de donde sacado con dificultad, cubier-to de barro y agua, empez con todo a pedir limosna, pero ni siquiera una moneda se le ofreci,habiendo recorrido toda la ciudad. As pues, aquella noche la pas miserablemente. Habiendopermanecido en Bolonia algunos das por la mala salud, al final lleg a Venecia; en dondeesperando a los compaeros, se ocupaba en ayudar a los prjimos, sobre todo con los Ejerciciosespirituales, por medio de los cuales obtuvieron un notable fruto algunos varones principales,entre ellos Hoces, eximio espaol, que se hizo compaero de Ignacio, abraz con singularfervor de nimo el modo de proceder de ayudar al prjimo, siendo as que haba venido a losEjercicios con miedo, lleno de libros, temeroso, a saber, no fuera Ignacio a destilarle falsa doctrina.

    [73] Tampoco aqu descans el diablo calumniador; pues le suscit una grave persecucin,divulgando rumores que Ignacio era un hereje; que en Espaa su efigie haba sido quemadapor los inquisidores; lo mismo haba sucedido en Pars. Hasta tal punto lleg esta perturba-cin que todo el asunto fue llevado de pleno juicio a