aplicaciones de la antropología económica al mundo contemporáneo
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PEC Antropología Económica IITRANSCRIPT
PEC: Las aplicaciones de la Antropología económica al estudio del mundo
contemporáneo.
Ibán Díaz Parra
Nueva economía y nuevos problemas para la Antropología
Es bien conocido como la antropología ha ido modificando su objeto de estudio. Este ha
pasado de los pueblos no-occidentales, considerados primitivos, en la antropología clásica,
a la aplicación de la etnografía a las sociedades urbanas más desarrolladas del planeta,
pasando por los grupos campesinos en distintas partes del globo. Podría considerarse que la
antropología económica ha pasado por un proceso similar, a pesar de que la consolidación
de la subdisciplina se produce de forma relativamente tardía, ya bien entrado el siglo XX.
Como señala Reygadas (2014) en su conferencia, los primeros ejemplos de antropología
económica se aplican a grupos lejanos a la sociedad occidental moderna, valga citar el caso
de una obra clave como sería el Ensayo sobre el Don de Mauss. No obstante, en la
actualidad, la Antropología Económica se desenvuelve en cualquier tipo de sociedad
humana contemporánea, cruzándose inevitablemente con los menesteres del sociólogo o del
economista.
Lo anterior nos lleva a las fuertes transformaciones que ha vivido la economía moderna en
las últimas décadas. Estas, si bien han sido continuas a lo largo del siglo XX, vinculadas a
la expansión de las lógicas capitalistas y al carácter revolucionario y dinámico de este modo
de producción, han sido radicales a partir de la crisis global de la década de los setenta, a
partir de la cual se desmantela en gran medida el modelo basado en la gran empresa
fordista, el Estado keynesiano y una determinada división internacional del trabajo. Uno de
los términos más generalizados para referir el conjunto de transformaciones en el
capitalismo global en las últimas décadas es el de globalización. Este proceso ha venido
seguido (cuando no motivado) por profundas transformaciones económicas. Muchos
antropólogos, por ejemplo, se han centrado en el nuevo papel que se le está dando al
consumo, hablando de una globalización del mismo (Moreno, 2005). El consumo no es
uniforme en el globo, pero en las sociedades contemporáneas tiene cada vez más
importancia en los complejos procesos de diferenciación cultural, modernización y
occidentalización. El consumo según Bauman llega a describir el tipo de sociedad en que
vivimos actualmente, cobrando la importancia que en otras épocas tuvo la producción. La
conferencia de López (2014), respecto de la antropología aplicada al marketing y al diseño
de productos de consumo, cobra sentido claramente en este contexto, en el que crear
mercancías diferenciadas con las que el consumidor se identifique es una necesidad de las
empresas.
La globalización, la hegemonía del neoliberalismo y la emergencia de un nuevo orden
económico mundial no solo afecta al consumo, lógicamente. Las formas de producción,
distribución y acceso a la renta también han sufrido variaciones. Respecto de la cuestión de
la producción y el trabajo es notorio el auge de nuevos modelos, si bien no uniformemente
extendidos si remarcables como tendencia dentro de las economías terciarizadas e incluso
industriales. En este ámbito se señala el auge del modelo toyotista, frente a la pérdida de
peso de la gran fábrica fordista (Coirat, 2000), caracterizado por plantillas más pequeñas,
utilizando estrategias para la mayor implicación de los trabajadores o nuevas formas de
agregación de empresas, como las franquicias, cuya complicada relación con la empresa
matriz se problematiza en la mencionada conferencia de López.
Otro elemento clave es la cuestión de la introducción de la tecnología, que actúa como una
extensión del propio trabajador. La herramienta de trabajo (al igual que otros útiles), pero
también o simultáneamente herramientas de consumo, como el ordenador, el automóvil,
etcétera, actúan como una extensión del yo y forman parte de la identidad del individuo. En
la antropología de la economía esta cuestión cobra bastante importancia actualmente, con
teorías como la del actor-red y la cuestión del agenciamiento, ideas basadas en gran parte
en la filosofía de Deleuze (Hardie y Mackenzie, 2006).
Aunque son muchos los aspectos de interés de los cambios en el marco de la globalización,
ciñéndonos a los temas tratados en las conferencias, señalaremos por último la cuestión de
la economía alternativa, expuesta ampliamente en la conferencia de Reygadas. Esta se
entiende como un conjunto formas de producir, distribuir y consumir basadas en principios
ajenos a la hegemonía capitalista. Es decir, otras formas de producir dentro de lo que se
considera la producción propiamente capitalista guiada por la acumulación de capital, el
máximo beneficio, un determinado tipo de relaciones laborales, etcétera. Dentro de esta
economía alternativa entran las cooperativas, los mercados del tiempo, las monedas
alternativas, el trueque, etcétera, que emergen especialmente en contextos de crisis de la
economía formal. Esto último, así como la cuestión de las “otras formas” de producir,
relación directamente la economía social con el problema de la economía informal, un tema
ya con cierto recorrido en la antropología y en las ciencias sociales en general. Frente al
ideal del trabajador libre en el capitalismo, el emprendedor y la libre empresa, la realidad
de la economía trasciende constantemente este marco. Fuera de los países más ricos, en
países donde la economía capitalista se encuentra poco desarrollada o de una forma
articulada con otros sistemas productivos, o simplemente adoptando modos particulares, la
economía sumergida, el trabajo autónomo generalizado, la venta callejera, las redes
familiares de apoyo mutuo, redes sociales locales, etcétera, son la constante. Por lo tanto,
esta cuestión incluye sectores que surgen, generalmente, motivados por necesidades
materiales, dentro de marcos ideológicos utópicos (en la exposición de Reygadas) o no.
En la medida en que la economía social incluye propuestas que buscan organizar la
producción o el turismo de una manera en que no solo busque beneficio, sino que tenga un
contenido social, como el comercio “justo”, turismo “social” o “ecológico”, etcétera, esta
tiende a integrarse en mayor medida en la esfera de lo formal (si es que la oposición
informal-formal fuese valida). Aquí, hay todo un abanico de aspectos culturales que han
entrado dentro, no solo de experimentos utópicos forzados por la necesidad o animados por
motivaciones ideológicas, sino de las grandes empresas y los negocios. Un elemento que se
ha tratado a lo largo de la asignatura es el surgimiento del Capitalismo 2.0 (Reygadas,
2010), como discurso que interpela a la responsabilidad social corporativa, proponiendo
modelos de gestión supuestamente más horizontales, comunidades de innovación y
circulación de conocimientos, donde los trabajadores tienen mayor autonomía y la
diferencia entre el empresario y los trabajadores se difumina. En relación al desarrollo
tecnológico y a la posibilidad de apropiación popular de tecnologías de producción de bajo
coste, algunos autores señalan como estas permiten la formación de mercados, por ejemplo
en la industria cultural, que incluyen un efecto democratizante y potencial inclusivo
(Lemos, Ronaldo y Castro, 2008). Todas estas cuestiones entran dentro de las practicas
económicas contemporáneas, enmarcadas en discursos ideológicos que no siempre están
exentos de contradicción.
La aportación de la Antropología económica
Respecto de la aportación de la Antropología económica, al igual que otras ciencias
sociales, esta permite en primer lugar entender procesos interesantes y novedosos. Un
aspecto en el que incidía Reygadas es en el de distinguir los discursos de las realidades
prácticas, siendo conscientes de que los primeros también son reales e inciden sobre los
comportamientos de las personas. La ciencia social permite salir de la discusión normativa,
sobre la moralidad o no de las prácticas, su componente político, etcétera, y analizar de
forma objetiva lo que está sucediendo en torno a transformaciones de la economía que están
cargadas de ideología. Aquí, especialmente, puede contribuir la Antropología, con su
particular uso del concepto de cultura, como conjunto de convenciones que rigen en la vida
de un grupo y que determina una particular visión del mundo. No hay una sola cultura, sino
que hay una diversidad de culturas muy grande, lo que implica en primer lugar el
planteamiento de la validez del estudio de prácticas económicas alternativas a las
hegemónicas. Mauss y Polanyi trabajan sobre esto y es un punto de partida de la
Antropología económica, estudiando sociedades primitivas, fuera del mundo occidental o
en el mundo occidental antiguo. A este respecto, Reygadas se pregunta: ¿Podemos buscar
esas economías alternativas aquí y ahora?
Este último autor, en su planteamiento sobre la economía alternativa, señala la fuerte carga
ideológica tras las experiencias conocidas, con narrativas particulares, que incluyen un
componente utópico en el sentido de la intención de crear otras formas de producir,
distribuir y consumir, a las reinantes, y que enlaza muy bien con las ideas sobre la
economía moral, como opuesta a la ideología capitalista, que aplicaba Thompson (2013) a
las clases populares inglesas en el XVIII y XIX. No obstante, por lo general, la capacidad
de transformación de estos pequeños proyectos contemporáneos se sobredimensiona. Existe
una notable contradicción entre el discurso y la práctica, lo que no quita que sí se estén
dando procesos emergentes, que si bien frecuentemente no cumplen con los ambiciosos
objetivos, si generan transformaciones sociales importantes que los antropólogos pueden
visualizar, como la generación de redes de solidaridad o mejoras inesperadas en la vida de
las personas (relaciones de vecindad, patrones de alimentación más sanos, etcétera). Por
otro lado, López comenzaba la exposición señalando como la cultura implica una visión del
mundo, que en la práctica supon la definición de qué es lo que vemos y que no. Respecto de
las economías, esta vez sí, hegemónicas, con la importancia creciente del marketing, la
publicidad y el diseño de productos, la forma en que vemos las cosas parece obviamente
determinante a la hora de vender nuevos productos.
Más allá de esto está la posibilidad de aportación específica de la etnografía, en lo que
insisten las dos conferencias. En primer lugar, está la aportación que supone en cuanto a
intersubjetividad, termino con el que referimos la intención dialógica de a la etnografía,
que supone una aproximación particular al objeto de estudio. Los objetos del estudio son
discursos y acciones llevadas a cabo por personas (Velasco y Díaz de Rada, 2009, p. 213-
220). Se pretende mirar y escuchar lo que los agentes sociales dicen y hacen para extraer
sus puntos de vista que inciden en la construcción de su vida en común, lo que
generalmente referimos como punto de vista emic. En definitiva, la etnografía permite
ponerse en el papel del otro, del productor, del cooperativista o del consumidor. Esto
supone una aportación a la hora de comprender el desarrollo de pautas de consumo
particulares, formación y mantenimiento de asociaciones en el ámbito de la producción,
distribución o consumo, etcétera. Así, la etnografía puede ayudar a dilucidar los problemas
de las diferentes iniciativas, cómo los han planteado sus protagonistas y cómo los han
superado, entendiendo su perspectiva inmersa tanto en marcos ideológicos como redes
sociales y necesidades estrictamente materiales. La información que se extrae de esta
forma, como menciona López en su conferencia, es diferente de la información que pueda
extraerse de una entrevista, que habitualmente forma parte del propio proceso etnográfico
como técnica particular. Los usuarios pueden dar un determinado tipo de respuesta en una
entrevista formal que se aleje más o menos de lo que piensan o lo que hacen. La
observación inespecífica, incluyendo las conversaciones que puedan recogerse en el campo
o la observación de los comportamientos específicos, aporta una información añadida que
López ejemplifica en varias ocasiones dentro de su intervención.
Por otro lado, en íntima relación con lo ya expuesto, está la cuestión del extrañamiento.
Todas las personas, incluido el etnógrafo, parten de ciertos conocimientos sobre cómo
funciona el mundo, que responden a las formas en las que cada individuo ha sido
socializado. Ser consciente de esto es fundamental a la hora de realizar una etnografía. La
percepción de anomalías es en gran parte el comienzo de la investigación científica. En la
investigación etnográfica la percepción de anomalías encuentra su origen en el
extrañamiento: en sorprenderse e interesarse por cómo los otros interpretan o realizan su
mundo sociocultural. Así, el extrañamiento nos permite dos operaciones de gran
importancia ( siguiendo de nuevo a Velasco y Díaz de Rada, 2009, p. 213-220). En primer
lugar nos predispone a dar importancia a comportamientos que desecharíamos por cierto
“sentido común”, a ir más allá de las apariencias, desvelando por ejemplo la verdadera red
de la empresa, no la que aparece en los textos formales, o los contenidos de una iniciativa
de consumo alternativo más allá de sus discursos ideológicos. En segundo lugar, nos lleva a
fraguar una actitud relativista, transformando la anomalía, la contradicción entre el discurso
y la realidad, el comportamiento inesperado, en una fuente fructífera de reflexión
intelectual. En este sentido, se trata de una práctica privilegiada para analizar iniciativas
novedosas en el ámbito de la distribución o las nuevas pautas de consumo.
Reflexiones finales
Los antropólogos pueden realizar grandes aportaciones al conocimiento de las
transformaciones recientes en la economía global. Esto tanto por la particularidad de su
objeto de estudio: la cultura; como por la de su práctica investigadora más característica: la
etnografía. Esto debería haber quedado lo suficientemente claro. Más allá, el trabajo del
antropólogo puede ser útil para los diferentes agentes sociales con los que interactúan o
para la sociedad en un sentido amplio. No obstante, esta realidad no deja de ser conflictiva.
El antropólogo, como se refleja en las conferencias, puede servir para crear productos
exitosos que hagan ganar mucho dinero a una empresa, tanto como para ayudar a localizar
los conflictos, contradicciones y potencialidades de la economía social. No obstante, resulta
notorio el cómo beneficiar a una empresa puede ser el objetivo principal de la Antropología
aplicada, lo que queda implicito en el discurso de López, mientras que en el caso de las
cooperativas se adopta una perspectiva mucho más prudente, que coincide con posturas
más reflexivas sobre el impacto real que debe tener un antropólogo sobre una comunidad y
sus problemas. Esto, cuando la Antropología aplicada parece dedicarse a lo que algunos
podrían definir como creación de nuevas necesidades, lo cual podría problematizarse tanto
a nivel social como ecológico.
Hay antropólogos, especialmente a partir de la década de los setenta, que afirmaban la
necesidad de tomar partido a favor de los débiles. Las discusiones éticas se han extendido
tanto respecto del beneficio del trabajo etnográfico para gobiernos particulares, como para
empresas multinacionales o para comunidades particulares, apoyar a las cuales puede no ser
siempre inofensivo para terceros (Gledhill, 2011). No obstante, esto aparece en las
conferencias de forma desigual. Aunque las dos charlas en conjunto ofrezcan la posibilidad
de trabajar tanto en la economía social, como en la capitalista, estas no aparecen en
igualdad de condiciones. El tratamiento de la economía social parece, adecuadamente,
mucho más crítico y la utilidad del trabajo del Antropólogo para el agente menos clara,
mientras que en el trabajo del mismo tipo de profesional dentro de la plantilla de una
empresa, o en colaboración y para beneficio de esta, no hay ningún cuestionamiento crítico.
La legitimidad de que la antropología sirve al departamento de ventas de una empresa
multinacional parece autoevidente. Esto dice algo sobre el marco ideológico en el que se
desenvuelve el trabajo de los antropólogos y que hace que las reflexiones éticas tiendan a
plantearse en mayor medida en unos espacios que en otros.
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