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Apertura a la trascendencia

El otro, “otro-yo”, coexiste con mi “Yo” por lo que no existimos sino que coexistimos. El otro tiene un valor en sí mismo. Un valor que el hombre no ha creado ni puede destruir, el cual está identificado con la dignidad de la persona. Por lo que el otro no puede ser evitado, sino que hay que aceptar su existencia indiferentemente de su color de piel, etnia, condición social o lo que fuere. Hay que aceptar al otro sólo por el hecho de que sea un ser humano.

El otro aunque no me pida ayuda merece mi reconocimiento sobre su existencia. La existencia del otro está más allá de mi voluntad, es algo que me trasciende.

Por eso, la existencia incondicional del prójimo está, en cierta forma presente, el totalmente otro, Dios, que protege a su creación ya que fue querida y hecha por él.

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Bibliografía Gastaldi, Italo (1992) “El hombre, un misterio” en: Hacia una imagen integral del

hombre, Buenos Aires. Don Bosco.