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INSTITUTO CERVANTES DE MILN Club de poesa: Antonio Gamoneda
Seleccin a cargo de Valeria Correa Fiz 13.05.2014
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POEMAS DE ANTONIO GAMONEDA
1.
En la quietud de madres inclinadas sobre el abismo
En ciertas flores que se cerraron antes de ser abrasadas por el infortunio, antes de que
los caballos aprendieran a llorar.
En la humedad de los ancianos.
En la sustancia amarilla del corazn.
2.
Tras asistir a la ejecucin de las alondras has descendido an hasta encontrar tu rostro
dividido entre el agua y la profundidad.
Te has inclinado sobre tu propia belleza y con tus dedos giles acaricias la piel de la
mentira:
ah tempestad de oro en tus odos, mstiles en tu alma, profecas...
Mas las hormigas se dirigen hacia tus llagas y all procrean sin descanso
y hay azufre en las tazas donde debiera hervir la misericordia.
Es esbelta la sombra, es hermoso el abismo:
ten cuidado, hijo mo, con ciertas alas que rozan tu corazn.
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3.
No hay salud, no hay descanso. El animal oscuro viene en medio de los vientos y hay
extraccin de hombres bajo los nmeros de la desgracia. No hay salud, no hay
descanso. Crece un negro bramido y t interpones los estambres ms tristes (bajo un
sol incesante, en un cuenco de llanto, en la raz morada del augurio) y las madres
insomnes, las que habitan las celdas del relmpago, deslizan sus miradas en un bosque
de lpidas.
Gimen an los pjaros? Todo est ensangrentado. Sordo en el fondo de la msica,
debo insistir an? Hay vigilancia en los jardines interpuestos entre mi espritu y la
precisin de los espas. Hay vigilancia en las iglesias.
Gurdate de la calcinacin y del incesto; gurdate, digo, de ti misma, Espaa
(Cancin de los espas)
4.
Desde los balcones, sobre el portal oscuro, yo miraba con el rostro pegado a las barras
fras; oculto tras las begonias, espiaba el movimiento de hombres cenceos. Algunos
tenan las mejillas labradas por el gris, dibujadas con terribles tramas azules; otros
cantaban acunando una orfandad oculta. Eran hombres lentos, exasperados por la
prohibicin y el olor de la muerte.
(Mi madre, con los ojos muy abiertos, temerosa del crujido de las tarimas bajo sus
pies, se acerc a mi espalda y, con violencia silenciosa, me retrajo hacia el interior de
las habitaciones. Puso el dedo ndice de la mano derecha sobre sus labios y cerr las
hojas del balcn lentamente.)
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5.
Vienen dibujando cpulas: deshabitan fresnos y se alimentan de gramneas blancas.
Sus alas se abren sobre mi frente como en los das de la enfermedad. Vi la infeccin en
los jardines ciudadanos; vi las hormigas sobre algodones ensangrentados y, sin
embargo, fue un da alimentado por la dulzura. Una cancin se instalaba en la lentitud
y la distancia habla en la msica. Lame los cerros polvorientos antes de entrar en mi
corazn. Aquella tarde sobre las cinagas de Armunia puso veneno en mis odos y una
miel negra sobre los andenes de la Clasificacin. Alguien gimi y los altavoces
enmudecieron en el crepsculo. Una tristeza giratoria acude a la restitucin del
silencio ylas torres arden bajo los pjaros tardos.
6. Llegan los nmeros
En tus dos lenguas hoy estuve triste;
en la que habla de misericordia
y en la que arde ilcita.
En dos alambres puse mi esperanza.
Estoy viendo dos muertes en mi vida.
7.
Eran tiempos atravesados por los smbolos. Tuve un cordero negro. He olvidado su
mirada y su nombre.
Al confluir cerca de mi casa, las sebes definan sendas que, entrecruzndose sin
conducir a ninguna parte, cerraban minsculos praderos a los que yo acuda con mi
cordero. Jugaba a extraviarme en el pequeo laberinto, pero slo hasta que el silencio
haca brotar el temor como una gusanera dentro de mi vientre. Suceda una y otra vez;
yo saba que el miedo iba a entrar en m, pero yo iba a las praderas.
Finalmente, el cordero fue enviado a la carnicera, y yo aprend que quienes me
amaban tambin podan decidir sobre la administracin de la muerte.
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8.
Soy el que ya comienza a no existir
y el que solloza todava.
Qu cansancio ser dos intilmente.
9. Amor
Mi manera de amarte es sencilla:
te aprieto a m
como si hubiera un poco de justicia en mi corazn
y yo te la pudiese dar con el cuerpo.
Cuando revuelvo tus cabellos
algo hermoso se forma entre mis manos.
Y casi no s ms. Yo slo aspiro
a estar contigo en paz y a estar en paz
con un deber desconocido
que a veces pesa tambin en mi corazn.
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10. Viene el olvido
La luz hierve debajo de mis prpados.
De un ruiseor absorto en la ceniza, de sus negras entraas musicales, surge una
tempestad. Desciende el llanto a las antiguas celdas, advierto ltigos vivientes
y la mirada inmvil de las bestias, su aguja fra en mi corazn.
Todo es presagio. La luz es mdula de sombra: van a morir los insectos en las bujas del
amanecer. As
arden en m los significados.
11.
Haba
vrtigo y luz en las arterias del relmpago,
fuego, semillas y una germinacin desesperada.
Yo desgarraba la imposibilidad,
oa silbar a la mquina del llanto y me perda en la espesura
vaginal. Tambin
entraba en urnas policiales. As
olvidaba los ojos blancos de mi madre.
Viva
Parece ser
Viva
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Ahora mismo atiendo distrado a mi estertor. No hay en m
memoria ni olvido; nica y simplemente lucidez.
Han desaparecido los significados y nada estorba ya a la
indiferencia.
Definitivamente, me he sentado
a esperar a la muerte
como quien espera noticias ya sabidas.
12. Sin razn
He interrogado hasta el amanecer al pozo
de las preguntas. Es mentira que el corazn
sepa decirse mejor en esa sombra.
He interrogado a la memoria y al camino,
y al cielo turbio que coagulaba dudas.
Pero no bastaba crecer en los escombros
del verbo, ni formular la cicatriz reciente.
Un paisaje de puertas: entran y salen
las mascarillas de la muerte. Un paisaje
de paredes que respiran, de paredes
taladradas por sus ojos insomnes.
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Busca intilmente
el rostro y su verdad, para que el miedo
aprenda a descifrar ms despacio los pasos.
Una respuesta bastara para narcotizar
la angustia, o el sopor de ser
gota a gota un espectro.
Buscas las piezas del puzzle
que faltaban, amontonas los trozos
pero se quedan fuera los detalles.
Una respuesta slo bastara...
Pero en los pasillos de la noche
slo escuchas ese ruido de pies
acostumbrados a arrastrarse
hacia los desiertos.
13.
Entre el estircol y el relmpago escucho el grito del pastor.
An hay luz sobre las alas del gaviln y yo desciendo a las hogueras hmedas.
He odo la campana de la nieve, he visto el hongo de la pureza, he creado el olvido.
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14.
El cuerpo esplende en el zagun profundo, ante la trenza del esparto y los armarios
destinados a los membrillos y las sombras.
De pronto, el llanto enciende los establos.
Una vecina lava la ropa fnebre y sus brazos son blancos entre la noche y el agua.
15.
Alguien ha entrado en la memoria blanca, en la inmovilidad del corazn.
Veo una luz debajo de la niebla y la dulzura del error me hace cerrar los ojos.
En la ebriedad de la melancola; como acercar el rostro a una rosa enferma, indecisa
entre el perfume y la muerte.
16.
Tu cabello encanece entre mis manos y, como aguas silenciosas, nos abandonan los
recuerdos. Siento la frialdad de la existencia pero tu olor se extiende en las
habitaciones y tu lascivia vive en mi corazn y entra mi pensamiento en tus heridas.
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17.
Am las desapariciones y ahora el ltimo rostro ha salido de m.
He atravesado las cortinas blancas:
ya slo hay luz dentro de mis ojos.