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TEMA 1º: LA LITERATURA ESPAÑOLA EN EL SIGLO XVIII A TRAVÉS DE LA PROSA DIDÁCTICA Y EL TEATRO. En el siglo XVIII se desarrolla un movimiento ideológico y cultural denominado Ilustración. Su principio fundamental es la defensa de la razón como fuente de conocimiento por encima de otras como la revelación, la tradición o la autoridad de los antiguos. Por esta predominancia de la razón (que ilumina las tinieblas) se conoce también la época como Siglo de las Luces. Esta libertad de indagación se desarrolló inicialmente en Inglaterra (empiristas como Bacon, Locke y Hume, que fundamentaban el conocimiento en la experiencia sensible), pero se extendió rápidamente por toda Europa. Francia, en especial, se convertirá en su gran difusora (Voltaire, Montesquieu, Rousseau). Su obra más característica es la Enciclopedia, dirigida por Diderot y D’Alembert. En Alemania, el filósofo Kant sintetizaría magistralmente, en ¿Qué es la Ilustración? (1784), el objetivo de este movimiento: Sapere aude! (<<atrévete a saber>>). En España, la Ilustración tuvo menos fuerza, pero basta con mencionar algunas de las instituciones ilustradas fundadas para darnos cuenta de que su importancia no fue pequeña: Biblioteca Nacional (1712), Real Academia Española (1713), Real Academia de la Historia (1735), Jardín Botánico (1744), Museo del Prado (1785)… La crítica actual tiende a distinguir cuatro corrientes literarias en el siglo XVIII español: Posbarroquismo, Rococó, Neoclasicismo y Prerromanticismo. Hay que dejar, no obstante, muy claro que entre ellas no existe una clara sucesión cronológica: rasgos de unas y otras 1

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Page 1: Web viewAntonio Gamoneda cultiva con acierto este tipo de poesía. ... (1952), de Alfonso Sastre. Otros dramaturgos fueron Martín Recuerda, Lauro Olmo, Rodríguez Méndez

TEMA 1º: LA LITERATURA ESPAÑOLA EN EL SIGLO XVIII A TRAVÉS DE LA PROSA DIDÁCTICA Y EL TEATRO.

En el siglo XVIII se desarrolla un movimiento ideológico y cultural denominado Ilustración. Su principio fundamental es la defensa de la razón como fuente de conocimiento por encima de otras como la revelación, la tradición o la autoridad de los antiguos. Por esta predominancia de la razón (que ilumina las tinieblas) se conoce también la época como Siglo de las Luces.

Esta libertad de indagación se desarrolló inicialmente en Inglaterra (empiristas como Bacon, Locke y Hume, que fundamentaban el conocimiento en la experiencia sensible), pero se extendió rápidamente por toda Europa. Francia, en especial, se convertirá en su gran difusora (Voltaire, Montesquieu, Rousseau). Su obra más característica es la Enciclopedia, dirigida por Diderot y D’Alembert. En Alemania, el filósofo Kant sintetizaría magistralmente, en ¿Qué es la Ilustración? (1784), el objetivo de este movimiento: Sapere aude! (<<atrévete a saber>>). En España, la Ilustración tuvo menos fuerza, pero basta con mencionar algunas de las instituciones ilustradas fundadas para darnos cuenta de que su importancia no fue pequeña: Biblioteca Nacional (1712), Real Academia Española (1713), Real Academia de la Historia (1735), Jardín Botánico (1744), Museo del Prado (1785)…

La crítica actual tiende a distinguir cuatro corrientes literarias en el siglo XVIII español: Posbarroquismo, Rococó, Neoclasicismo y Prerromanticismo. Hay que dejar, no obstante, muy claro que entre ellas no existe una clara sucesión cronológica: rasgos de unas y otras pueden hallarse en diferentes momentos, autores e incluso obras.

El Posbarroquismo es la continuación de la tradición del siglo anterior (Góngora, Quevedo y Calderón) con una menor acumulación de recursos y, por supuesto, sin su genio creador. Diego de Torres Villarroel es su mejor representante.

El Rococó es un arte desenfadado, superficial y ligero, que exalta el amor y la belleza, descritos en escenas galantes o de ambiente mitológico. Constituye la vertiente lúdica y evasiva del siglo XVIII. Poesía de Meléndez Valdés.

El Neoclasicismo es la corriente que se identifica con la literatura ilustrada. Toma como modelos a los clásicos greco-latinos y a la tradición hispánica humanista del Renacimiento (Garcilaso, Fray Luis de León…). Tiene afán normativo y finalidad didáctica: la literatura ha de ser útil a la sociedad en su conjunto.

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Por último, el Prerromanticismo presenta un fuerte sentimentalismo, se muestra receloso ante las reglas, aunque tiende a cumplirlas y sustituye la naturaleza ordenada y tranquila de los neoclásicos por espectáculos chocantes y hasta horrendos: tormentas, escenas nocturnas, tumbas, fantasmas… Noches lúgubres de Cadalso.

El género literario que mejor se aviene a los intereses de la Ilustración es el ensayo. Pertenecen a este género las obras de carácter reflexivo en las que se manifiesta una opinión sobre algún aspecto de la realidad con intención didáctica y pretensión de reformar las costumbres. Fray Benito Jerónimo Feijoo fue uno de los iniciadores de este género en España. Sus obras (Teatro crítico universal, Cartas eruditas) tratan temas muy variados: medicina, literatura, supersticiones, geografía, política… Como él mismo dice: <<Yo escribo de todo, y no hay asunto alguno forastero al intento de mi obra>>. Su finalidad es combatir los errores, las supersticiones, los prejuicios o, dicho de otra forma, combatir el atraso cultural de España. El método experimental y un estilo coloquial, con frecuentes rasgos de humor, fueron sus principales armas. Sus críticas le granjearon enemigos, pero contó siempre con el apoyo de la orden benedictina y se ganó la protección del monarca Fernando VI, quien llegó a decretar la prohibición de cualquier obra que lo atacase.

Gaspar Melchor de Jovellanos es la figura más representativa de la Ilustración española. Sus obras son, en gran medida, consecuencia directa de los cargos que desempeñó, por eso, están dirigidas a las autoridades y tienen como finalidad un reformismo posibilista. Escribe informes, memorias, discursos (Informe sobre la Ley Agraria, Memoria sobre educación pública, Memoria para el arreglo de la policía de los espectáculos y diversiones públicas…). Su afán reformista le granjeó enemigos. Acabó siendo desterrado a Mallorca.

José Cadalso aporta al género del ensayo sus Cartas marruecas. Son noventa cartas que se dirigen entre sí tres personajes: el español Nuño, el joven marroquí Gazel y el anciano Ben-Beley, maestro y consejero de Gazel. Los temas son muy variados, pero tienen como eje la decadencia de España. Su actitud es, con todo, más templada que revolucionaria. Su estilo, como es norma en los ilustrados, es elegante y transparente.

La concepción que del teatro tenían los ilustrados chocó frontalmente con los gustos del público. Los espectadores siguieron prefiriendo el teatro barroco y sus continuaciones más espectaculares: comedias de enredo, de magia, de santos, de bandoleros, mitológicas… Obras con mucho decorado, vestuario, peleas, desapariciones…; en definitiva, espectáculo más que texto instructivo. Los ilustrados

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tuvieron que combatir esta tendencia mayoritaria. Pretendían un teatro educativo y moralizante, que sirviera para difundir los valores universales de la cultura y el progreso. Pero, aunque este nuevo teatro fue apoyado desde el Poder (se llegaron a prohibir las representaciones de autos sacramentales y comedias de santos y de magia), nunca gozó del aplauso popular.

El teatro neoclásico, de escenificación generalmente poco llamativa, se apoyaba en la claridad y en la verosimilitud. Respetaba la llamada regla de las tres unidades (una única acción, un solo lugar y un día como marco temporal). Atendía al decoro, lo que implicaba la adecuación a la realidad, a las convenciones morales y a la condición social de los personajes, el respeto por la verdad histórica y geográfica, y la atención al vestuario y a la corrección del lenguaje. Los géneros dramáticos propiamente neoclásicos fueron la tragedia y la comedia. Las tragedias estaban escritas en verso y sus personajes eran nobles o reyes del pasado que acababan convirtiéndose en un ejemplo para la comunidad. Raquel (1775) de Vicente García de la Huerta está considerada como la mejor tragedia del momento. Las comedias, por su parte, podían estar en verso o prosa; sus personajes eran burgueses y criados, y en ellas se ridiculizaban lo vicios y errores de la sociedad, al tiempo que se recompensaban la verdad y la virtud, en aras de la razón y el buen sentido. El sí de las niñas (escrita en 1801 y estrenada en 1808) de Leandro Fernández de Moratín es el mejor ejemplo de comedia neoclásica.

Más éxito popular que las tragedias y comedias neoclásicas tuvieron los sainetes y las comedias sentimentales. Los primeros eran piezas teatrales breves, de carácter cómico y lenguaje chispeante. Don Ramón de la Cruz fue el autor más destacado. La comedia sentimental era un género híbrido entre la tragedia y la comedia, de carácter realista pero con gran exaltación de los sentimientos. Daría paso posteriormente al melodrama. El delincuente honrado de Jovellanos es un buen ejemplo de este tipo de obras.

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TEMA 2º: EL ROMANTICISMO. CARACTERÍSTICAS GENERALES Y PRINCIPALES APORTACIONES EN POESÍA (ESPRONCEDA, BÉCQUER y ROSALÍA) Y TEATRO (DON JUAN TENORIO).

El Romanticismo es un amplio movimiento cultural e ideológico que trasciende lo puramente artístico o literario: es una nueva forma de entender el mundo. Se desconfía de la razón y se adoptan actitudes de rebeldía en lo político, en lo social y en lo literario. Surge en Alemania con el movimiento llamado Sturm und Drang (Tempestad y Empuje), con Goethe (Las desventuras del joven Werther) y se extenderá paulatinamente por toda Europa: Lord Byron, Walter Scott, Víctor Hugo... En España se implantó tardíamente (1834) y fue de corta duración (a partir de 1868 ya se impone el Realismo). La idea de libertad que defendían los románticos era incompatible con el absolutismo de Fernando VII; de hecho, el Romanticismo no se consolidó en España hasta la muerte del monarca (1833) y la vuelta de los liberales exiliados.

Las características generales del Romanticismo giran en torno a las ideas de libertad, individualismo e idealismo. Serían las siguientes:· Irracionalismo. La razón no explicaría por completo la realidad; por eso, se valoran las emociones, los sueños, las fantasías… Esto, entre otras cosas, supondrá el nacimiento de la moderna literatura fantástica y de terror (Edgar Allan Poe).· Individualismo. Se impone una concepción subjetiva de la realidad. El arte y la literatura se convierten en manifestaciones de los sentimientos personales del yo. · Idealismo. La búsqueda de lo absoluto, de ideales inalcanzables (libertad, progreso, amor) chocará con la realidad y conducirá fatalmente al desengaño. (Este desengaño marcará trágicamente la vida del creador del periodismo moderno en España: Mariano José de Larra).· Defensa de la libertad como valor supremo de la persona: libertad moral (el sentimiento como única norma de conducta), libertad política (derechos de los ciudadanos) y libertad artística (rechazo de las reglas neoclásicas). · Nacionalismo. Frente al espíritu universalista de los ilustrados (y como reacción al imperialismo napoleónico), los románticos valoran lo propio, lo autóctono. (Un ejemplo, los cuadros de costumbres).· Exotismo y evasión. Al rechazar la sociedad moderna, los románticos se evaden en el tiempo (épocas lejanas) y en el espacio (lugares exóticos). Las novelas históricas, por ejemplo.

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· Rebeldía. Se expresa a través de dos temas o tópicos: el titanismo, rebeldía contra las leyes establecidas, y el satanismo, rebeldía contra Dios.· Nueva concepción de la naturaleza. Frente a la naturaleza ordenada y racional de los neoclásicos, se alza una turbulenta, melancólica, tétrica…, que no es sino la proyección de los sentimientos del autor.

En el Romanticismo se cultivaron todos los géneros, si bien fue la poesía el género que adquirió un mayor desarrollo al ser el más apto para la expresión de los sentimientos. La obra de José de Espronceda (1808-1842) resume perfectamente las dos tendencias principales del movimiento: una poesía narrativa y otra de carácter más lírico. La narrativa tanto recreaba leyendas como incorporaba elementos fantásticos o reflexionaba sobre el sentido de la vida (El estudiante de Salamanca y El diablo mundo, ambos de Espronceda). El estudiante de Salamanca (1839) relata la historia de don Félix de Montemar, un seductor diabólico y sin escrúpulos que seduce y abandona a Elvira, que muere de dolor. Más adelante mata en un duelo a espada al hermano de la muchacha, contempla su propio entierro y acaba en una cripta, donde se casa con el espectro de su amada, y muere. El diablo mundo (1840), obra que quedó inacabada, es más heterogénea. Oscila entre lo sublime y lo vulgar y defiende la idea de que el hombre es bueno por naturaleza y que es la sociedad la que lo envilece.

La tendencia más lírica estaba centrada en la expresión de los sentimientos, las inquietudes existenciales y las reivindicaciones sociales, con gran variedad de metros y estrofas y lenguaje en exceso retórico. El ejemplo más sobresaliente es Canto a Teresa de Espronceda, poema incluido en El diablo mundo. Destaca también en Espronceda su reivindicación de personajes marginales, en los que veía un símbolo de la rebeldía y de la opresión social: La canción del pirata, El mendigo, El verdugo, El reo de muerte…

En la segunda mitad del XIX, pasado ya el apogeo del Romanticismo, surgirán los dos más grandes poetas de la centuria: Rosalía de Castro y Gustavo Adolfo Bécquer. Rosalía contribuyó decisivamente al Rexurdimento de la cultura gallega con Cantares gallegos (1863) y Follas novas (1880), ambas en gallego. En la primera, la autora adopta el estilo de las canciones populares gallegas. Describe costumbres, gentes, paisajes, al tiempo que denuncia la pobreza y las duras condiciones de vida de los emigrantes. En Follas novas, aunque el tono es más subjetivo e intimista, la denuncia de las injusticias sociales alcanza una mayor fuerza. Por último, En las orillas del Sar (1884), escrita en castellano, expresa su dolor de vivir, melancolía, angustia, meditaciones sobre la muerte… Y todo con un lenguaje sencillo, con

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versos en los que predomina la asonancia y con combinaciones métricas originales que preludian la renovación modernista.

Bécquer (1836-1870) es una figura fundamental para el nacimiento de la poesía moderna. Sus Rimas suelen dividirse en cuatro grupos. El primero lo formarían las rimas cuyo tema es la propia poesía y la creación poética; el segundo trataría del amor vivido en plenitud; el tercero, por el contrario, se centraría en el fracaso del amor y, por último, el cuarto expresaría soledad y muerte. La forma estrófica de sus poemas es libre, con predominio de los versos heptasílabos y endecasílabos y de la rima asonante.

En definitiva, Bécquer y Rosalía, al sustituir la exaltada retórica de los románticos por la sugerencia y el simbolismo, se convirtieron en los precursores de la poesía contemporánea en España.

El teatro romántico se apartó de las directrices neoclásicas y enlazó, tanto en los temas como en los recursos dramáticos y en la escenografía, con el teatro del Siglo de Oro. Los argumentos tratan de amores imposibles, pasiones ilícitas, desafíos, suicidios… Los personajes son seres misteriosos, marginales, rebeldes … Los ambientes preferidos son castillos, conventos, cementerios…, con profusión de tormentas y escenas nocturnas. Y todo con total libertad, sin más norma que la inspiración. Es, en definitiva, un teatro que ya no aspira a aleccionar al público, sino a conmoverlo. En las formas también se aleja del teatro neoclásico. Se borra la separación entre la tragedia y la comedia: suele predominar lo trágico, pero se da cabida a elementos cómicos. Se conculca la ley de las "tres unidades". El argumento presenta acciones diversas que se entrecruzan, no se reconocen límites de tiempo y la escena cambia con frecuencia de lugar. El lenguaje culto y el coloquial, tanto en verso como en prosa, conviven en la misma obra, al igual que diferentes metros y estrofas (polimetría). Por último, los recursos escenográficos adquieren una gran importancia, pues el decorado debe contribuir a crear la atmósfera necesaria. Don Álvaro o la fuerza del sino, del duque de Rivas; El trovador, de García Gutiérrez; Los amantes de Teruel, de Hartzenbush y Don Juan Tenorio, de José Zorrilla son las obras más representativas.

Don Juan Tenorio ha quedado como prototipo de obra romántica. Tiene como precursores a El burlador de Sevilla de Tirso de Molina y a El estudiante de Salamanca de Espronceda. Pero Zorrilla introduce una importante modificación: la salvación por amor. Don Juan se enamora sinceramente de doña Inés, mujer inocente y angelical, y la fuerza de este amor le permitirá redimir su vida escandalosa y salvar su alma.

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La obra está ambientada en Sevilla, en el siglo XVI. Se divide en dos partes: la primera expone la vida libertina de don Juan, la seducción de doña Inés y su rapto. La segunda, con doña Inés ya muerta de pena y amor, trata de la redención de don Juan.

La obra está en verso, y presenta polimetría, con tendencia a la sonoridad y las rimas fáciles. En la escenografía no faltan los sepulcros que se abren, los ángeles voladores, las apariciones y desapariciones de personajes… Elementos todos ellos muy del gusto del momento.

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TEMA 3º: REALISMO Y NATURALISMO. CARACTERÍSTICAS GENERALES DEL MOVIMIENTO. LA NARRATIVA REALISTA: GALDÓS, CLARÍN Y PARDO BAZÁN.

Ya desde 1830 se hablaba en Francia de realismo para referirse a corrientes pictóricas y literarias que buscaban reflejar la realidad lo más fielmente posible y con el máximo grado de verosimilitud. El Realismo nace íntimamente vinculado, por un lado, a los conflictos sociales entre una burguesía dominante y una clase obrera que empieza a luchar por sus derechos y, por otro, a una serie de teorías científicas, filosóficas y sociológicas que van a cambiar la mentalidad de la época: el positivismo de Comte, el marxismo de Carlos Marx y el evolucionismo de Darwin, principalmente. En España, el Realismo fue algo más tardío. Surgirá hacia 1870, tras la revolución de 1868, La Gloriosa, y llega a su apogeo en la década de 1880, momento en que se consolida en el poder la burguesía, tras hechos históricos tan relevantes como la proclamación de la primera república (1873-1874) o la Restauración de la monarquía borbónica (1875).

Las características generales del Realismo son las siguientes:· Observación y descripción precisa de la realidad. Es el principio básico del Realismo y se basa en los métodos de observación propios de las ciencias experimentales. · Ambientación contemporánea. Tiempo presente y lugares concretos y reconocibles.· Frecuente propósito de crítica social y política. Esta crítica variará según la ideología particular de cada escritor y dio a veces lugar a maniqueísmos empobrecedores.· Estilo sencillo y sobrio. El ideal del estilo es la claridad y la exactitud.· Predilección por la novela. Se consideró el género más adecuado para reflejar la realidad en su totalidad.

El Naturalismo es una tendencia literaria derivada del Realismo, cuyos postulados lleva al extremo. Arraigó especialmente en Francia (Émile Zola es su máximo representante) y tiene como rasgos principales los siguientes:· Visión materialista del ser humano. La conducta se explica por causas orgánicas o fisiológicas.· Determinismo. La herencia biológica, el ambiente o medio social y el momento histórico en que se vive condicionan totalmente al ser humano.· Utilización del método experimental en la creación de los personajes y ambientes: documentación exhaustiva, comprobación de datos…

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· Preferencia por los aspectos más degenerados y bajos del individuo y por los ambientes sórdidos y desagradables.· Crítica social. El Naturalismo, en parte debido a las ideas socialistas de la época, se constituye como una corriente claramente antiburguesa.

En España el Naturalismo no tuvo tanta aceptación como en Francia, ya que, por lo general, no se aceptaron los dogmas del materialismo ni del determinismo; sin embargo, nuestros novelistas sí incorporaron temas y técnicas naturalistas, desde la influencia, pero sin anular del todo la libertad del individuo, del medio físico y social, de lo fisiológico, de la educación y de la familia en la conducta de los personaje hasta las descripciones minuciosas y documentadas. Así, pueden apreciarse rasgos naturalistas en autores como doña Emilia Pardo Bazán, quien dedicó al tema un polémico ensayo: La cuestión palpitante, Pérez Galdós, Clarín y, sobre todo, Blasco Ibáñez, sin duda el más naturalista de nuestros narradores.

La narrativa, como ya señalamos, fue el género más cultivado en el Realismo. En España, la narrativa realista presenta, sobre todo en sus grandes figuras, características similares a la europea. Las más importantes serían las siguientes:- Verosimilitud. Las historias debían ser como fragmentos de la realidad. Como muy bien definió el novelista francés Stendhal, la novela debía ser como un espejo paseado a lo largo del camino, capaz de reflejar cuanto ocurre ante él, sin reparar en la clase social de los protagonistas o la moralidad de sus acciones.- Protagonismo individual y colectivo, que permitiera al novelista dar una visión global de la sociedad contemporánea.- Análisis psicológico de los personajes. El diálogo se consideraba fundamental para caracterizar a los personajes y el estilo indirecto libre y el monólogo interior eran técnicas apropiadas para expresar su interioridad.- Presencia destacada del narrador omnisciente. Es frecuente la omnisciencia autorial, es decir, la intervención constante del autor implícito, comentando, enjuiciando hechos, juzgando con intención satírica, irónica, educativa o moralizante.- Didactismo. Son las llamadas novelas de tesis. En ellas, los autores pretenden ofrecer una lección moral o social. Pertenecen más bien a la primera época del Realismo.- Linealidad cronológica. Los hechos se presentan en el orden en que suceden, sin alteraciones temporales.- Descripciones minuciosas tanto de personajes, prosopografía y etopeya, como de espacios exteriores e interiores.

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- Estilo natural y sobrio. Se tiende a reproducir, con mayor o menor acierto, el habla real de las distintas zonas de España.

Los tres grandes narradores realistas españoles fueron Emilia Pardo Bazán, Benito Pérez Galdós y Clarín, seudónimo de Leopoldo Alas.Doña Emilia Pardo Bazán (1851-1921) desarrolló una intensa labor intelectual como periodista, narradora y crítica literaria. Escribió numerosos artículos periodísticos y de crítica literaria, dieciocho novelas y numerosísimos cuentos y novelas cortas. Estuvo siempre rodada por la polémica y el rechazo de una sociedad que negaba a la mujer la posibilidad de equipararse social y literariamente a los hombres. Por ejemplo, su condición de mujer le impidió ocupar un sillón en la Academia Española. Como crítica literaria, destaca su obra La cuestión palpitante (1883), en la que defiende las virtudes del Naturalismo (sobre todo su gran poder de observación), a la vez que critica los que consideraba sus excesos deterministas y su tendencia a lo inmoral y repugnante. Sin embargo, como novelista resalta la influencia del medio y no rehúye las situaciones violentas o incluso escabrosas. La tribuna (1883) es la primera novela española que tiene como protagonista al proletariado urbano, las cigarreras de la fábrica de tabacos de A Coruña, en concreto. En Los pazos de Ulloa (1886) y La madre Naturaleza (1887), toca algunos temas fundamentales de la narrativa realista/naturalista: la descripción exhaustiva de un ámbito concreto (la Galicia rural), la oposición ciudad/campo o civilización/barbarie, la decadencia de una saga familiar y, por último, la corrupción de la política y el caciquismo.

Leopoldo Alas, Clarín (1852-1901) escribió numerosos artículos de crítica literaria, dos novelas, varios libros de cuentos y una obra de teatro. Como crítico, fue tan respetado como temido. Su obra maestra es La Regenta (1885), la mejor novela del siglo XIX español, según el sentir de muchos críticos. En esta novela, Clarín retrata en toda su complejidad una ciudad de provincias, Vetusta (trasunto literario de Oviedo). Todos los estamentos de la ciudad son sometidos a una irónica crítica: la aristocracia decadente, el clero corrupto, las damas hipócritas, los partidos políticos… Todo ello conforma una atmósfera social asfixiante, opresiva, con la que choca la protagonista, Ana Ozores, cuyos ingenuos ideales románticos serán burlados y destruidos. Es una novela de poca acción, con numerosas descripciones, tanto psicológicas como ambientales, y presencia constante del autor omnisciente, que se vale de la ironía para hacer una demoledora crítica de la sociedad. La segunda novela de Clarín, Su único hijo (1890), constituye un profundo análisis psicológico de su

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protagonista, obsesionado por ser padre, como forma de dar sentido a su vida mediocre. Por último, Clarín es autor de numerosos cuentos. En ellos destaca, a veces, la ternura, a veces la burla crítica y casi siempre el humor inteligente. Es muy conocido su ¡Adiós, Cordera!; pero no son inferiores otros muchos como Pipá, Cambio de luz o El sombrero del señor cura.

Don Benito Pérez Galdós es, en conjunto, el mejor novelista español del siglo XIX y uno de los más grandes de todos los tiempos. Su producción es extensísima y abarca casi todos los géneros: novelas, cuentos, teatro, crítica… Sus novelas suelen dividirse en novelas de la primera época, novelas contemporáneas y novelas espiritualistas.

Las novelas de la primera época son novelas de tesis que exponen conflictos ideológicos. Personajes y trama están al servicio de la ideología del autor que se propone criticar la intolerancia religiosa y política, la hipocresía… La fontana de oro (1870), Doña Perfecta (1876), responden a estos postulados.

En las novelas contemporáneas, personajes y asuntos se hacen más complejos y Galdós ofrece una acabada visión de la España del momento a través de la ciudad de Madrid, sus barrios, calles, plazas… Escribe obras maestras como Miau (1888) y sobre todo Fortunata y Jacinta (1886-1887). Mención aparte merecen los cuarenta y seis relatos que, distribuidos en series, conforman los Episodios Nacionales (1873-1912). Novelan los acontecimientos históricos más importantes de la España del siglo XIX. Trafalgar, Bailén son dos ejemplos.

En su última etapa, Galdós tiende a resaltar más los valores evangélicos de amor y caridad cristiana que las tensiones sociales. Misericordia (1897) es un buen ejemplo. Ya dentro del siglo XX, las últimas novelas de Galdós suponen una combinación de realismo con lo maravilloso y fantástico. Casandra (1905) y El caballero encantado (1909) están en esta línea.

El concepto tradicional de novela se fraguó en la segunda mitad del XIX. Galdós contribuyó a ello en igual medida que los grandes narradores europeos del siglo: los franceses Balzac, Stendhal, Flaubert; el inglés Dickens o los rusos Tolstói y Dostoievski. No es esta pequeña alabanza.

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TEMA 4º: EL MODERNISMO. CARACTERÍSTICAS GENERALES A TRAVÉS DE LA FIGURA DE RUBÉN DARÍO.

El concepto de <<modernismo>> ha de entenderse en un sentido amplio: definiría tanto un movimiento estético (literatura, pintura, escultura…) como una nueva corriente de pensamiento. Sería el resultado de un profundo desacuerdo con la civilización burguesa. No se confía ni en la técnica, ni en el progreso, ni en la mismísima ciencia; por eso, se abandona la senda del racionalismo positivista y se adopta una línea de pensamiento antirracionalista cuyo origen hay que ir a buscarlo en el Romanticismo. Las actitudes modernistas van desde la rebeldía política (José Martí) hasta el aislamiento aristocrático (Juan Ramón Jiménez), pasando por la bohemia, el dandismo y ciertas conductas asociales y amorales (el propio Rubén Darío). En definitiva, se alzaron contra la sociedad de su tiempo: <<Yo detesto la vida y el tiempo en que me tocó nacer>>, afirmó Rubén Darío. Rechazaban el materialismo, el imperialismo, la burguesía y lo utilitario.

El Modernismo literario hispánico surge hacia 1880 en Hispanoamérica, impulsado por autores como el cubano José Martí, el mexicano Gutiérrez Nájera y sobre todo el nicaragüense Rubén Darío. Sus raíces se encuentran en la tradición romántica y en las numerosas tendencias artísticas del fin de siglo, tan variadas como a veces contradictorias: prerrafaelismo, decadentismo, impresionismo, expresionismo, parnasianismo, simbolismo. De ahí que la variedad y la heterogeneidad sean dos rasgos típicos del Modernismo, lo que le ha valido el calificativo de <<arte sincrético>>. Con todo, la influencia francesa del parnasianismo y del simbolismo es decisiva (Baudelaire, Verlaine, Rimbaud, Mallarmé).

Las características principales del Modernismo serían las siguientes: · Del Romanticismo se toma el descontento ante la vida, el culto a la muerte, la soledad, la melancolía y el gusto por lo misterioso y lo fantástico.· De inspiración parnasiana es la búsqueda de la perfección formal: la belleza como máximo ideal. La poesía no ha de responder a ninguna idea moral, religiosa o política. Es el concepto del arte por el arte.· Del simbolismo proceden los efectos musicales del lenguaje, el arte de sugerir y la capacidad de expresar las significaciones profundas de la realidad a través de símbolos.· En el nivel léxico: riqueza de vocabulario, términos exóticos, cultismos, neologismos, adjetivación colorista, palabras sonoras…

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· Uso de numerosos recursos literarios: reiteraciones, aliteraciones, sinestesias, imágenes, símbolos…· En el campo de la métrica: recuperación de versos antiguos como el dodecasílabo y el alejandrino, variación e invención de estrofas, verso libre, rima interna, ritmos marcados y gran musicalidad.

Aunque estas clasificaciones son siempre muy discutibles, la crítica viene diferenciando dos tendencias o direcciones dentro del Modernismo, que se corresponderían con las dos etapas que suelen señalarse en la poesía de Rubén Darío.· Un Modernismo más externo, ornamental y exótico. Con espacios irreales: la India fantástica, la cultura griega, el mundo caballeresco…; personajes extraordinarios: hadas, ninfas, princesas, centauros… A este mismo afán de evasión, heredado del Romanticismo, se debería la recuperación de los héroes, mitos y tradiciones de las culturas precolombinas. El cisne, símbolo de la blancura e ideal de belleza, representaría este modernismo fundamentalmente parnasiano, que se correspondería con la primera época de Rubén Darío. A ella pertenecerían obras como Azul (1888) y Prosas profanas (1896). En la primera, Rubén Darío incluye cuentos breves en prosa y poemas. Destacan las imágenes sorprendentes y los adjetivos inesperados. Junto al mencionado cisne, aparece también el símbolo del color azul: el color del ensueño y del arte.Prosas profanas (obra escrita en verso) insiste en la evasión aristocrática de la realidad y en la expresión de un malestar social y existencial profundo. · Un Modernismo intimista, que se correspondería con la segunda etapa de Rubén Darío. Las preocupaciones existenciales, la melancolía, el pesimismo, el desencanto, la angustia, <<el dolor de estar vivo>>, afloran en numerosos poemas. Cantos de vida y esperanza (1905) es la obra más representativa. Rubén Darío, con una expresión más sobria, aunque sin renunciar del todo a las palabras brillantes ni a las innovaciones métricas, sigue cultivando el exotismo, pero introduce una fuerte preocupación social y política (crítica del imperialismo norteamericano, defensa de lo hispánico) y hondas reflexiones sobre la propia existencia, el tiempo, la muerte, la religión, el arte…

En España, frente al Modernismo externo del primer Rubén Darío, se cultivó más la modalidad intimista e introspectiva. Se percibe claramente la influencia del simbolismo francés y del intimismo de Bécquer. Destacan las primeras obras de Juan Ramón Jiménez (Arias tristes) y de Antonio Machado (Soledades), además de poetas como Salvador Rueda y, sobre todo, Manuel Machado (Alma, Caprichos).

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TEMA 5º: LAS TRAYECTORIAS POÉTICAS DE ANTONIO MACHADO Y JUAN RAMÓN JIMÉNEZ

Las primeras obras de Machado y de Juan Ramón Jiménez se sitúan en la órbita del modernismo hispánico, bajo el magisterio de Rubén Darío, el influjo del simbolismo francés y la huella de Bécquer. Con el tiempo, su concepción de la poesía diferirá: comunicación, para Machado; interiorización de la realidad externa, para Juan Ramón. Y acabarán convirtiéndose en los estandartes de las dos grandes corrientes líricas del siglo XX: la ético-realista (Machado) y la estético-experimental (Juan Ramón).

Antonio Machado decía que <<La poesía es palabra esencial en el tiempo>>. Es decir, intentaba captar la esencia de las cosas a la vez que su fluir temporal. En su trayectoria poética se distinguen tres etapas o ciclos. La primera etapa es de clara inspiración modernista. Escribe Soledades (1903), reelaborada más tarde en Soledades, galerías y otros poemas (1907). En esta edición de 1907 eliminó Machado los rasgos más modernistas, pero, a pesar de ello, el ciclo de Soledades se inscribe claramente en este movimiento. Predominan los sentimientos de soledad y melancolía; versos típicamente modernistas como el dodecasílabo y el alejandrino y constantes símbolos: el agua, la noria, las galerías, los caminos, la fuente…

La segunda etapa empieza en 1912 con la publicación de Campos de Castilla. Es una obra heterogénea, de temática variada, que se irá incrementando con nuevos poemas en ediciones sucesivas. Aparentemente, supone el abandono de la línea intimista anterior para adentrarse en el paisaje castellano (soriano, más en concreto) y en una visión crítica de España. Sin embargo, los poemas descriptivos de Machado tienen un claro componente subjetivo. Proyecta sobre las tierras sorianas sus propios sentimientos, por eso, destaca lo austero, lo recio, lo pobre, lo épico… y todo lo que sugiere soledad, fugacidad y muerte.

La denuncia de Machado se centra en los defectos del campesino (envidioso, vengativo) y en la España de los señoritos ociosos, una España injusta, desencantada y falta de ideales. Al tiempo manifiesta su esperanza en una España nueva, <<la España de la rabia y de la idea>>.

Mención especial merece un puñado de poemas dedicado a la esposa muerta, cuyo recuerdo se entreteje con la evocación del paisaje soriano, dando lugar a algunos de los poemas más conmovedores de la literatura española.

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De mucha menor importancia son sus proverbios y cantares, en los que reflexiona sobre los enigmas del mundo y del hombre: verdad, amor, tiempo, Dios…, y sus elogios, catorce poemas en los que homenajea a literatos y pensadores de su tiempo: Ortega, Unamuno, Rubén, Valle…

La tercera etapa es inferior poéticamente a las dos anteriores. Su libro Nuevas canciones (1924) es una obra breve y heterogénea que fluctúa entre la canción popular y la meditación filosófica.

De las últimas composiciones de Machado destacan dos series de poemas: las <<canciones a Guiomar>> (su amor de madurez) y <<poesías de la guerra>> (muy irregulares). “El crimen fue en Granada”, dedicado a la muerte de García Lorca, es el mejor poema de esta serie.

Juan Ramón Jiménez representa la cima de la poesía contemporánea en lengua española y es uno de los nombres fundamentales de la lírica universal del siglo XX, como se reconoció en 1956 con la concesión del Premio Nobel de Literatura.

Su trayectoria poética es una incansable búsqueda de la belleza, de la perfección y del conocimiento en poesía. Suele dividirse en tres etapas: sensitiva, intelectual y verdadera (o última).

Arias tristes (1903) sería la obra más representativa de su etapa sensitiva. Es una poesía emotiva y sentimental (tristeza, melancolía, ensueños amorosos…), ambientada en un paisaje, parques otoñales y jardines al anochecer, que es reflejo del alma del poeta. El lenguaje es sobrio, con adjetivación matizada y tenue musicalidad. Métricamente, predominan los octosílabos y las asonancias. El acento becqueriano es evidente, así como la huella del simbolismo.

Aunque algunas obras de esta etapa (por ejemplo, La soledad sonora) presentan una adjetivación más brillante, imágenes más exóticas y ornamentales, y ritmos amplios (como el alejandrino), Juan Ramón nunca abandona su tendencia a la contemplación y la confesión sentimental.

La etapa intelectual (1916-1936) está marcada por el primer viaje de Juan Ramón a América en barco y su descubrimiento del mar, que será el motivo central de su obra Diario de un poeta recién casado,1916, (posteriormente, Diario de poeta y mar). Este libro revolucionó la lírica española de la época. Juan Ramón elimina lo anecdótico del poema para dar paso a la concentración conceptual y emotiva. Los poemas son breves, densos, en versos preferentemente libres, sin rima o con leves asonancias. A partir de esta obra, su poesía se convertirá cada vez más en una búsqueda de la realidad profunda o

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escondida de las cosas y la palabra poética será el instrumento para penetrar en su <<esencia>>, por ello, ha de ser exacta, precisa: <<¡Intelijencia, dame / el nombre exacto de las cosas!>>.

La tercera y última etapa comprendería todo lo escrito durante el exilio. Es una poesía cada vez más exigente y hermética (él no creyó nunca en un arte para la mayoría). En Animal de fondo (1948) y en Dios deseado y deseante (1949) se aprecia un anhelo metafísico y una identificación del poeta con un dios que no es una divinidad externa, sino naturaleza, belleza, la conciencia creadora del propio poeta.

El poema en prosa Espacio, iniciado en 1941 y terminado en 1954, sería la cima poética de Juan Ramón. Sin tema preciso, Juan Ramón va hilvanando, con la técnica de asociación libre, recuerdos e introspecciones de muy diverso tipo. El resultado es un prodigio de hondura y belleza.

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TEMA 6º: EL GRUPO POÉTICO DEL 27 A TRAVÉS DE ALGUNOS DE LOS PRINCIPALES AUTORES: SALINAS, LORCA, ALBERTI y CERNUDA.

Los poetas del Grupo poético o Generación del 27 forman parte de la llamada Edad de Plata de la literatura española (primer tercio del siglo XX). Como es habitual en estos casos, el término <<grupo poético o Generación del 27>> ha sido muy debatido, así como la nómina de sus integrantes. El nombre se debe a la participación de estos poetas en los actos celebrados en el año 27 con motivo del tercer aniversario de la muerte de Góngora, cuya poesía reivindicaban, y en particular al homenaje que se le dedicó en el Ateneo de Sevilla, del que ha quedado una foto, ya famosa, que es el emblema del grupo. En cuanto a los integrantes de la Generación, suele coincidirse en los siguientes nombres: Pedro Salinas, Jorge Guillén, Gerardo Diego, García Lorca, Rafael Alberti, Vicente Aleixandre, Luis Cernuda, Emilio Prados, Manuel Altolaguirre y Dámaso Alonso (este último más como crítico que como poeta). Algunos críticos incluyen también en la lista a poetas menos conocidos como José Mª Hinojosa o bastante más jóvenes como Miguel Hernández.

No es fácil establecer los rasgos comunes de este grupo o Generación, debido a las fuertes personalidades poéticas que lo integran, pero sí pueden descubrirse algunas similitudes. En primer lugar, la estética del Grupo responde a dos tendencias o búsquedas: por un lado, intentaron crear un lenguaje poético netamente alejado del lenguaje usual. La poesía, tal como habían aprendido en Góngora, requería un lenguaje especial, caracterizado por la presencia constante de metáforas e imágenes. Por otro lado, tendían al equilibrio o síntesis entre polos aparentemente contrarios. Los casos más destacados serían los siguientes: · La síntesis o equilibrio entre el afán renovador de las vanguardias (nuevos temas y nuevas formas) y la tradición literaria española (el Romancero, Garcilaso, Góngora, Bécquer…). · Alternancia entre hermetismo (poesía muy elaborada, minoritaria) y claridad.· Combinación del ideal de arte puro e intelectual (en la línea de la poesía pura de Juan Ramón) y la expresión directa del sentimiento (con ecos del Romanticismo).· Convivencia de lo culto y lo popular.· Compatibilidad entre las influencias extranjeras (la poesía francesa, por ejemplo) y un fuerte enraizamiento en la tradición española.

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· Por último, este equilibrio o síntesis se aprecia también en la versificación, pues utilizaron, indistintamente, tanto poemas y estrofas clásicos (églogas, elegías, romances, sonetos, silvas, cuartetos…) como formas métricas innovadoras, en especial el verso libre o versículo, cuyo ritmo se basaba en la reiteración de ideas, de palabras y de estructuras sintácticas (paralelismos, anáforas…).

Otras características no son compartidas por todos los componentes del Grupo en la misma medida. Destacan las siguientes:· La utilización de técnicas y temas tomados de la poesía vanguardista (futurismo, ultraísmo, creacionismo). Incorporan temas de la vida moderna, como el deporte y las máquinas, suprimen la rima, la puntuación y cultivan profusamente la imagen y la metáfora. Gerardo Diego es un ejemplo.· Influjo de la poesía pura. En Paul Valéry y en Juan Ramón Jiménez aprendieron a rechazar el sentimentalismo y lo anecdótico del poema y a buscar lo depurado, la esencia. (Jorge Guillén, Cántico; Pedro Salinas, La voz a ti debida).· Neopopularismo. Poemas breves, recursos expresivos tradicionales: anáforas, paralelismos, estribillos…; métrica tradicional… (Rafael Alberti, Marinero en tierra; García Lorca, Romancero gitano).· Surrealismo. Influyó tanto en los temas (liberación personal y emocional) como en las técnicas y formas de expresión (asociación libre e inesperada de palabras, metáforas insólitas, visionarias, imágenes oníricas, delirantes…). Vicente Aleixandre fue el gran poeta surrealista. En esa órbita, García Lorca escribió Poeta en Nueva York y Rafael Alberti, Sobre los ángeles.· Poesía social y neorromántica. Propiciada por el magisterio de Pablo Neruda y las difíciles circunstancias políticas y sociales del momento (Rafael Alberti). El choque entre la realidad y el deseo, por otro lado, produjo una poesía de filiación romántica (Luis Cernuda).

Si no es fácil establecer qué rasgos comparten los poetas de la Generación, tampoco lo es trazar una evolución conjunta de los mismos. La crítica viene señalando tres fases o etapas en dicha evolución:· Primera etapa (1922-1928). Se percibe el magisterio de Juan Ramón y su poesía pura, es decir, se depura lo anecdótico y se contiene el sentimentalismo. También es evidente el fervor por Góngora, manifiesto en el cultivo de la metáfora y la tendencia al hermetismo.· Segunda etapa (1929-1936). Destaca en esta fase el influjo del surrealismo, que desembocará en algunos poetas (Alberti, Cernuda, Prados…) en una poesía comprometida y neorromántica con acentos sociales y políticos.

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· Tercera etapa (a partir de la Guerra Civil). La guerra supuso la disgregación del grupo del 27. La mayoría de sus componentes se exilió (Salinas, Guillén, Cernuda, Alberti…); Gerardo Diego, Dámaso Alonso y Vicente Aleixandre quedaron en España bajo la dictadura franquista y Lorca había sido asesinado al comienzo de la guerra. Dadas estas circunstancias, no es ya posible seguir hablando de evolución conjunta o de rasgos compartidos, sino tan sólo de trayectorias personales.

En definitiva, el grupo poético o Generación del 27 supo aprovecharse de las aportaciones de los grandes maestros (Rubén, Unamuno, Machado y, sobre todo, Juan Ramón) que dieron a la lírica española una nueva Edad de Oro. La concesión del premio Nobel en 1977 a Vicente Aleixandre fue, en este sentido, la confirmación de la gran importancia de este grupo de poetas.

PEDRO SALINAS (1892 – 1951)Pretende con su poesía acceder a las honduras de la realidad, a la

esencia de las cosas y experiencias vitales. Su lengua poética, así como su métrica, son en apariencia sencillas. Se trata, sin embargo, de una lengua y unos versos rigurosamente trabajados, con tendencia al conceptismo: antítesis, paradojas, juegos de palabras… La voz a ti debida (1933) y Razón de amor (1936) son dos extraordinarios ejemplos de poesía amorosa. Todo más claro y otros poemas (1949) nos muestra, por el contrario, su repulsa hacia la civilización moderna, para él, completamente deshumanizada. Destaca, por ejemplo, su poema <<Cero>> contra la bomba atómica.

RAFAEL ALBERTI (1902 – 1999) Su obra se caracteriza por la variedad de estilos y temas, y por la

combinación de lo tradicional con lo vanguardista, y lo culto con lo popular. Su obra Marinero en tierra (1924) muestra su añoranza del mar gaditano en estrofas y ritmos populares. EnSobre los ángeles (1927-28), por el contrario, utiliza un lenguaje poético de estirpe surrealista, plagado de imágenes y metáforas visionarias, oníricas, para manifestar un profundo sentimiento de angustia y desesperanza. Los ángeles son unos seres oscuros y negativos que representan el dolor, la crueldad, etc. En la métrica, combina las estrofas tradicionales con los versículos.

A partir de 1931, Alberti abomina de su poesía anterior, a la que califica de burguesa, e inicia una línea de poesía social y política (<<civil>>, la llamaba él). Es una poesía de denuncia, menos atenta a los valores estéticos. El poeta en la calle (1937), por ejemplo.

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FEDERICO GARCÍA LORCA (1898 – 1936)El tema predominante en su obra es el destino trágico, la

imposibilidad de realización personal. Tema que se expresa a través de figuras marginadas como la mujer (sobre todo en su teatro), el gitano (Romancero gitano) o el negro (Poeta en Nueva York).

En cuanto al estilo, Lorca combina magistralmente la poesía clásica y popular (Romancero gitano) con la vanguardista de estirpe surrealista (Poeta en Nueva York). El tema amoroso, con su poso de amargura, aparece en Los sonetos del amor oscuro.

LUIS CERNUDA (1902 – 1963)El eje temático de su poesía lo constituye la insatisfacción vital,

causada por el choque, de clara estirpe romántica, entre sus anhelos de realización personal (el deseo) y los límites impuestos por el mundo que le rodea (la realidad). Sus temas dominantes serán, por tanto, la soledad, la añoranza de un mundo habitable, el ansia de belleza y, sobre todo, el amor.

Su lenguaje poético destaca por su sencillez y tono coloquial. Rechaza la rima y usa el versículo. Engloba sus obras bajo el marbete La realidad y el deseo. Los placeres prohibidos y Donde habite el olvido son dos de sus títulos más significativos.

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TEMA 7: LA GENERACIÓN DEL 98: BAROJA, UNAMUNO Y AZORÍN.

A finales del siglo XIX, son muchos los autores jóvenes que rechazan la estética realista. Solía dárseles el nombre de modernistas, casi siempre con intención peyorativa, censurando su extravagancia, su exagerado culto a la forma, su radicalismo político, etc. Los jóvenes autores acabaron por apropiarse del término, pero entendido de modo positivo, como culto a la Belleza, búsqueda del ideal, rechazo de la mediocridad, etc. A partir de varios artículos de Azorín, publicados en 1905 y 1910, en los que utilizó el concepto de Generación del 98, se impuso la separación en dos grupos diferenciados: Modernismo y Generación del 98. Los primeros se inclinarían por la poesía y les interesaría, sobre todo, la estética, mientras que los del 98 cultivarían más la prosa y se centrarían en las ideas. El lenguaje brillante, colorista y sensorial de los unos (modernistas) contrastaría con la sobriedad y sencillez de los otros (noventayochistas). El nombre Generación del 98 se debería al Desastre (la derrota ante los Estados Unidos y la pérdida de las colonias en 1898). En nuestros días, esta distinción no se mantiene o se hace con muchísimos matices. Por lo general, se prefiere hablar de literatura de fin de siglo o literatura finisecular.

El núcleo de la Generación del 98 lo formarían Ramiro de Maeztu, Miguel de Unamuno, Pío Baroja y José Martínez Ruiz, Azorín. Como características comunes suelen señalarse las siguientes:· Entronque con las corrientes irracionalistas europeas (Nietzsche, Shopenhauer, Kierkegaard…).· Preocupación religiosa y existencial. No eran creyentes en un sentido ortodoxo, pero hay en sus obras una honda preocupación por el sentido de la vida, el destino de la persona tras la muerte, y una nostalgia por la fe de las gentes sencillas. · Preocupación por España. Plantearon los problemas concretos y prácticos del país de forma abstracta y filosófica, con gran subjetividad.· Crítica a la sociedad, sobre todo a las clases gobernantes.· Admiración ante la belleza de las tierras y los pueblos españoles, aunque también se critica su atraso.· Valoración de Castilla, que más que una postura ideológica constituye una nueva sensibilidad estética, atenta a lo recio, lo austero, lo pobre…· Reivindicación de la intrahistoria, es decir, de la vida callada de las gentes humildes, sin historia, que, con su labor diaria, hacen la historia más profunda. · Anhelo de europeización, sobre todo en su juventud; en su madurez, por el contrario, se reafirman los valores nacionales.

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· Exaltación casticista. Un ejemplo es el famoso <<¡Que inventen ellos!>> de Unamuno, quien pasó de considerar que había que <<europeizar a España>> a defender lo contrario:<<españolizar a Europa>>.· Voluntad antirretórica. Estilo sobrio y sencillo. Gusto por las palabras tradicionales.· Innovaciones en los géneros literarios. Configuraron el ensayo moderno y renovaron la novela.· Hay en todos ellos una evolución desde actitudes rebeldes e inconformistas a posturas netamente idealistas, cuando no claramente conservadoras.

Las principales aportaciones de la llamada Generación del 98 se dieron en el ensayo y, sobre todo, en la novela. La renovación de la novela tiene en 1902 una fecha clave. En este año se publicaron cuatro títulos emblemáticos: La voluntad, de Azorín; Amor y pedagogía, de Unamuno; Camino de perfección, de Pío Baroja y Sonata de otoño, de Valle-Inclán. Estas cuatro novelas, cada una a su modo, supusieron una radical ruptura con la estética realista-naturalista predominante hasta entonces. Sus aportaciones serían las siguientes:· Subjetivismo. No interesa tanto la reproducción de la realidad como su reflejo en el individuo.· Las descripciones minuciosas del Realismo, que pretendían crear una ilusión de verosimilitud, son sustituidas por breves pinceladas impresionistas.· Se busca el contraste ideológico a través de diálogos, monólogos, discursos indirectos…· La elipsis y el fragmentarismo sustituyen a la estructura ordenada y lineal típica del Realismo.· Se concede mayor atención al proceso de formación del protagonista que al retrato de la sociedad en su conjunto (novelas de formación o bildungsroman).

Pío Baroja (1872-1956) será el novelista más importante del momento. Concibe la novela como un género multiforme, abierto; rechaza las estructuras cerradas y prefiere la acumulación de episodios, anécdotas, digresiones de todo tipo… Su estilo es antirretórico, a veces, con cierto desaliño expresivo, pero siempre preciso. Su filosofía de la vida gira en torno a dos grandes ideas: el pesimismo existencial (influido por Shopenhauer) y la concepción de la vida como acción, como perpetuo movimiento. Estas ideas propician la división de sus novelas en dos grupos: Las novelas de pensamiento y las de acción. En las primeras, Baroja expresa su pesimismo existencial, reflejado en unos personajes tristes, descontentos, sin esperanza en el futuro. Destacan La busca (1904)

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y El árbol de la ciencia (1911). Las novelas de acción, por su parte, son un cúmulo de sucesos y episodios, a veces con un trasfondo histórico, en los que la aventura constituye el argumento central. Algunos títulos serían Zalacaín el aventurero (1909) y Las inquietudes de Shanti Andía (1911).

Unamuno escribió novelas tan innovadoras que él mismo propuso para ellas una nueva denominación: nivolas. Son novelas que se construyen en torno al protagonista, cuyos conflictos íntimos se diseccionan a lo largo del relato. Unamuno, más preocupado por las ideas que por los asuntos, dedica más espacio a los diálogos (debates, monólogos) que a la ambientación y al marco temporal, presentados siempre de forma esquemática (reduce al mínimo las descripciones). Niebla (1914) y San Manuel Bueno, mártir (1936) son sus dos novelas más destacadas.

Las novelas de José Martínez Ruiz, Azorín, representan un rechazo total del realismo. Sus tramas argumentales son mínimas y todo el espacio lo ocupa la descripción, de corte impresionista, del ambiente y de las impresiones subjetivas de los personajes. Si en sus primeras novelas predominan los elementos autobiográficos y sus inquietudes existenciales en torno a la fatalidad, el tiempo o el destino, en las últimas cobran más importancia los elementos vanguardistas y esteticistas. La voluntad (1902) es su obra más representativa. Denuncia en ella el tema de la abulia como una de las principales lacras de la sociedad española del momento. Otros títulos serían Las confesiones de un pequeño filósofo (1904) y Don Juan (1922).

En cuanto al ensayo, el cultivador más destacado fue Miguel de Unamuno. Sus dos grandes ejes temáticos fueron el sentido de la vida y una honda preocupación por España. Al primero pertenecen obras como Vida de don Quijote y Sancho, Del sentimiento trágico de la vida o La agonía del cristianismo, en ellas plantea el conflicto entre razón y fe, pues mientras la razón niega la inmortalidad del alma, la fe la proclama. La preocupación por España se aprecia en ensayos como En torno al casticismo y Por tierras de España y Portugal, en los que analiza la esencia del alma española (problemas, inquietudes, comportamientos…).

También Azorín dedicó especial atención al tema de España, centrándose, al principio, en problemas concretos (La Andalucía trágica), y adoptando posteriormente posturas idealistas (Castilla). Otro de los temas de Azorín fue la reinterpretación de las obras literarias clásicas (La ruta de don Quijote, Clásicos y modernos). No son estudios académicos, sino impresiones muy personales de las obras.

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Las memorias de Baroja son de carácter ensayístico; en ellas critica la crueldad, la estupidez y la maldad de la sociedad de su tiempo. En Juventud, egolatría y en Desde la última vuelta del camino incluye ensayos, biografías y diferentes artículos periodísticos.

La poesía del 98 tiene como figuras destacadas a Machado y a Unamuno. Unamuno trata en su poesía los mismos temas que en los ensayos y las novelas: el tema de España, el paisaje castellano y vizcaíno, las inquietudes religiosas y existenciales (el tiempo, la muerte, el silencio de Dios…), las vivencias familiares… En cuanto a la métrica, rechazó en un principio la rima, pero recurrió más tarde a ella. Sintió siempre atracción por los versos tradicionales. Algunos títulos señeros serían: El Cristo de Velázquez, Teresa, Romancero del destierro…

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TEMA 8: EL TEATRO ESPAÑOL ANTERIOR A LA GUERRA CIVIL: BENAVENTE, LORCA Y VALLE-INCLÁN.

Entre 1900 y 1936, el éxito comercial lo obtuvieron tres corrientes teatrales: la comedia burguesa, el teatro en verso y el teatro cómico.

La comedia burguesa, también denominada benaventina, por ser Jacinto Benavente su autor más representativo, es un teatro amable, de escenografía realista y diálogos cuidados e ingeniosos. Los intereses creados (1907), de Benavente, es la mejor obra de esta corriente. Para Benavente, que recibió el premio Nobel en 1922, el teatro era un instrumento de ilusión y de evasión. Fiel a esta idea, aunque su teatro aborde preocupaciones y prejuicios burgueses (matrimonio, adulterio, relaciones intergeneracionales, poder del dinero…), lo hace siempre de forma amable, con suave ironía, que entretiene más que molesta. Destaca su habilidad para el diálogo, natural, muy fluido, algo sentencioso, a veces. En Los intereses creados, su mejor obra, se desarrolla el tema del poder del dinero por medio de personajes que proceden de la commedia dell’arte italiana. Es una sátira de carácter universal que pone de manifiesto el predomino del interés económico en las relaciones humanas. Distintos son sus dramas rurales (La malquerida, 1913). Los protagonistas de estos dramas son campesinos que encarnan las pasiones humanas elementales (la honra, el amor pasional, el odio…). El lenguaje intenta reproducir el habla popular.

El teatro en verso (o teatro poético) se expresa en versos muy sonoros y coloristas, en la línea del Modernismo más superficial, y manifiesta una ideología fuertemente tradicionalista. Sus máximos representantes fueron Francisco Villaespesa y Eduardo Marquina.

El teatro cómico fue la modalidad preferida por el público. Agrupaba espectáculos muy diversos. Destacaron tres tipos:· Las comedias costumbristas de los hermanos Álvarez Quintero. Presentan una Andalucía tópica, llena de gracejo y sin más problemas que los sentimentales.· Los sainetes de Carlos Arniches. Protagonizados por tipos populares madrileños con una forma de hablar castiza muy característica. Sus <<tragedias grotescas>>, como La señorita de Trevélez (1916), mezclaban lo trágico con lo cómico y tenían una actitud más crítica.· El género llamado astracán. Su creador fue Pedro Muñoz Seca. Presentaba situaciones descabelladas y recurría constantemente al chiste fácil. La venganza de don Mendo (1918) es un ejemplo.

Al margen del teatro comercial, fueron muchas las tentativas renovadoras, aunque, por desgracia, no fueron acompañadas por el éxito.

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Unamuno cultivó un drama de ideas, Fedra (1911); Azorín defendía un teatro antirrealista, con elementos simbólicos y oníricos, Lo invisible (1928); Jacinto Grau escribió un teatro culto, basado en grandes mitos y temas literarios. Tuvo más éxito fuera de España que dentro, El señor de Pigmalión (1921).

Dentro de las vanguardias y de la Generación del 27, las propuestas fueron aun más rompedoras y muchas obras se quedaron sin representar o tuvieron poquísima aceptación. Así ocurrió, por ejemplo, con las obras de Gómez de la Serna.

Sin lugar a dudas, las dos grandes figuras del teatro renovador de este período fueron Valle-Inclán y García Lorca.

El teatro de Valle-Inclán constituye una de las propuestas más originales del teatro europeo contemporáneo. Sus obras exigían técnicas especiales que no se poseían en la época, y menos aun en España, lo que implicó su exclusión de los escenarios e incluso la puesta en duda de la condición dramática de sus obras, consideradas irrepresentables. Él mismo terminó afirmando (más por orgullo que por convencimiento) que no escribía para la escena sino para la lectura.

Tanto sus obras ambientadas en una Galicia mítica y rural (las Comedias bárbaras, Divinas palabras), como sus farsas (Farsa y licencia de la reina castiza) y, sobre todo, sus esperpentos (Martes de carnaval, y su obra maestra Luces de bohemia) constituyen un teatro antirrealista, basado en la deformación sistemática de situaciones, personajes y valores, lo que supone una denuncia radical de la sociedad española del momento y de su historia reciente y pasada. Destacan también su riqueza y variedad de registros lingüísticos y sus espléndidas acotaciones. Conviene recordar que estos rasgos esperpénticos se dan también en algunas de sus mejores novelas, por ejemplo en la serie narrativa El ruedo Ibérico, despiadada sátira del reinado de Isabel II, y en Tirano Banderas (1926), en que se narra la caída de un dictador sudamericano despótico y cruel. Con esta novela inició Valle lo que posteriormente será un subgénero característico de la novela hispanoamericana: la novela <<de dictador>>.

Concretando un poco más, entre los temas del esperpento destaca la parodia de modelos literarios precedentes (dramas calderonianos de honor, Episodios Nacionales de Galdós, el mito de don Juan, el Infierno de la Divina Comedia de Dante…), la crítica a clases sociales e instituciones como la aristocracia, los militares, la alta burguesía, la monarquía…, las alusiones políticas despectivas y ridiculizadoras de figuras y hechos tanto del presente (Maura, Primo de Rivera, los miembros de Acción Española…) como del pasado (las guerras carlistas, la corte de Isabel II, la revolución

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de 1868…). También es característica su preferencia por los ambientes miserables, marginales y degradados: prostitución, mendicidad…

En cuanto al estilo, su ya mencionada riqueza lingüística se plasma en la variedad de registros: habla vulgar, coloquial madrileña, andaluza e hispanoamericana, lenguaje administrativo, cursi…; es frecuente el uso de la derivación irónica (rubiales, frescales…) y despectiva (espadón,vejete…); predomina, asimismo, el humor agrio y el sarcasmo, a través del cual los personajes aparecen animalizados o convertidos en peleles y fantoches.

La otra gran figura del teatro español fue García Lorca. Su teatro puede llamarse con propiedad poético, pues su lenguaje está lleno de hallazgos verbales de todo tipo. El tema predominante es la frustración. El individuo choca con la autoridad y resulta derrotado. El individuo encarna el deseo, el amor y la libertad, mientras que la autoridad triunfante está representada por el orden, la tradición o las convenciones sociales. Escribió farsas (La zapatera prodigiosa), comedias <<imposibles>>, cercanas al surrealismo (Así que pasen cinco años) y dramas rurales, que son sus obras más conocidas (Bodas de sangre, Yerma, La casa de Bernarda Alba). Están protagonizadas por mujeres, a quienes se les impide desarrollar sus sentimientos esenciales, como el amor, la libertad o la maternidad. Algunos de sus rasgos serían:· Búsqueda del espectáculo total, en el que se combinan verso y prosa, elementos cultos y folclóricos, música y plástica, al servicio de la expresión de los sentimientos humanos.· Acercamiento a un receptor popular (no olvidemos que dirigió el teatro universitario La Barraca, con el que difundió por los pueblos la comedia clásica de Lope y Calderón). Con ese objetivo impregna su teatro de elementos populares. · Ambientes opresivos que condicionan la libertad de los personajes principales.· Protagonistas femeninas, a las que se impide desarrollar sus sentimientos esenciales (libertad, amor, maternidad…).· Lenguaje sencillo, directo, pero de gran altura poética (imágenes, símbolos, metáforas…).· Por último, el teatro de Lorca es un ejemplo de cómo conflictos y ambientes enraizados en una realidad particular (la andaluza, en este caso) alcanzan una dimensión universal.

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TEMA 12º: LA NARRATIVA HISPANOAMERICANA DE LA SEGUNDA MITAD DEL SIGLO XX. EL BOOM DE LA NARRATIVA: BORGES, CORTÁZAR, GARCÍA MÁRQUEZ, VARGAS LLOSA.

Hasta 1945 dominó en los países hispanoamericanos la novela realista. Su propósito era reflejar la realidad americana. Combinaba las técnicas más tradicionales del Realismo con rasgos naturalistas, un lenguaje romántico y elementos modernistas. Hubo novelas regionalistas, indigenistas y de la revolución mexicana. Hay títulos memorables: La vorágine (1924), de José Eustasio Rivera, Don Segundo Sombra (1926), de Ricardo Güiraldes, El mundo es ancho y ajeno (1941), de Ciro Alegría…

Algunos novelistas empiezan a adoptar procedimientos de las vanguardias europeas y norteamericanas ya en los años treinta, pero la ruptura definitiva con el realismo tradicional no se va a producir hasta los años cuarenta. Borges, por un lado, y el surrealismo, por otro, van a ser determinantes. La renovación afectará a los temas, a las técnicas narrativas y al lenguaje. Por lo que se refiere a los temas, lo fundamental es el hecho de presentar íntimamente enlazadas realidad y fantasía, unas veces por la presencia de lo mítico, lo legendario y lo mágico, y otras, por el tratamiento alegórico o poético de la acción, los personajes o los ambientes. Es lo que empezó a conocerse como realismo mágico o lo real maravilloso.

En cuanto a las técnicas y al lenguaje, se percibe un gran cuidado constructivo y estilístico. Se introducen innovaciones formales (influjo de Kafka, Joyce, Faulkner) y elementos irracionales y oníricos (Surrealismo).

En esta primera renovación de los años 40/50, participan autores tan importantes como Miguel Ángel Asturias, El Señor Presidente (1946) y Alejo Carpentier, Los pasos perdidos (1953); pero sobre todo hay que destacar a dos de las cimas de la narrativa hispanoamericana: Jorge Luis Borges (Ficciones, 1944; El Aleph, 1949) y Juan Rulfo (Pedro Páramo, 1955, y el libro de relatos El llano en llamas, 1953).

Jorge Luis Borges es una de las figuras más importantes de la literatura universal. Escribió poesía, ensayos, pero es conocido sobre todo por sus cuentos, en los que plantea al lector ejercicios intelectuales. Sus temas serían el tiempo cíclico o circular, el carácter ilusorio de la realidad, el misterio de la identidad humana, la imposibilidad de explicar el mundo o la vida… Recurre a símbolos como el laberinto, que simboliza el mundo, en el que el hombre anda perdido y sin rumbo; las bibliotecas, que representan la imposibilidad del conocimiento; los espejos, como imagen del desdoblamiento en la personalidad del hombre; los ríos, los tigres…La

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de Borges es, en definitiva, una narrativa de alcances metafísicos. Formalmente, se caracteriza por la economía de recursos: prosa aparentemente sencilla, sin adornos superfluos, pero cargada de sutil ironía, paradojas, hallazgos poéticos…

Esta renovación de los años cuarenta que acabamos de resumir se consolidará y profundizará en los sesenta, década de gran esplendor para la novela hispanoamericana. En tan breve período de tiempo se publicarán varias obras de enorme éxito y gran difusión internacional. Fue todo un fenómeno literario y comercial que se conoce como el <<boom>> de la novela hispanoamericana. Arranca en 1962, con la publicación en España de la primera novela de Mario Vargas Llosa, La ciudad y los perros. Otros hitos importantes fueron Rayuela (1963), de Julio Cortázar y, sobre todo, Cien años de soledad (1967), de García Márquez. Por lo demás, la lista de autores es extensísima: Carlos Fuentes, Ernesto Sábato, Juan Carlos Onetti, Cabrera Infante…

Se trata, sin duda, de un <<arte nuevo>>, que lleva a sus últimas consecuencias la ruptura con la estética realista. En el ámbito de los contenidos, los ambientes urbanos predominan claramente sobre los rurales y se consolida la integración de lo fantástico y lo real. De hecho, el <<realismo mágico>> es una de las señas de identidad de muchos de estos novelistas, en especial de Cortázar y de García Márquez. Otros temas serían:· Reflexión sobre la condición humana. La visión suele ser pesimista. Destacan la angustia existencial, la incomunicación, la soledad y el tiempo: problemas del ser humano que los novelistas plantean dentro de la situación histórica, social , política y hasta geográfica de Hispanoamérica. Sirvan de ejemplo el escepticismo de Borges, la derrota y la infelicidad de Cortázar, el determinismo social de Vargas Llosa y la soledad y la circularidad de la historia de García Márquez.· La historia de Iberoamérica. Son muchas las novelas históricas de calidad: La guerra del fin del mundo de Vargas Llosa, por ejemplo, o incluso Cien años de soledad de García Márquez, que puede interpretarse como una síntesis de la historia americana.· El dictador. Las novelas <<de dictador>> tuvieron su origen en Tirano Banderas de Valle Inclán, pero fueron, por desgracia, muchos los ejemplos reales de esta figura en Hispanoamérica. El señor Presidente de Miguel Ángel Asturias, El otoño del patriarca de García Márquez, Conversación en la Catedral de Vargas Llosa.·La propia literatura (metaficción). El proceso de composición de la novela se convierte en tema central de la misma (Rayuela de Cortázar).

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· El erotismo. Aparece en muchas novelas (Vargas Llosa, por ejemplo) como crítica de la represión o de los convencionalismos sociales, pero, en general, el amor no constituye para los novelistas del boom una salida de la angustia existencial.· El humor. No es realmente un tema, sino una actitud ante la vida, ante los problemas planteados. Va desde la burla divertida de Cabrera Infante hasta el humor metafísico o trágico de Borges y Cortázar, pasando por la sátira de García Márquez y Vargas Llosa.

Será, con todo, en el terreno de las formas donde más se perciba el cambio, pues se produce una radical renovación de las técnicas narrativas. Algunas de las innovaciones más llamativas serían: ruptura de la línea argumental (analepsis, prolepsis, fragmentación, yuxtaposición…), variedad en la perspectiva (narrador omnisciente, estilo indirecto libre, monólogos interiores…), renovación estilística (superposición de estilos y registros, parodias, collages…). En definitiva, se busca la participación activa del lector. Rayuela de Cortázar es un ejemplo en este sentido.

Tras el enorme éxito alcanzado en todo el mundo por los novelistas del <<boom>>, cuyo brillante colofón sería la concesión del premio Nobel a García Márquez en 1982, se irán produciendo algunos cambios. Algunos de estos cambios ya se anunciaban en una novela del propio García Márquez, El amor en los tiempos del cólera (1985). Se trata, fundamentalmente, de volver a un concepto neorromántico del amor (el amor como tabla de salvación) y de sustituir el pesimismo existencial de los novelistas del <<boom>> por un mayor optimismo vital, que también está presente en el tratamiento de los problemas sociales (peligrosamente cercano a veces al populismo).

En el terreno de las formas, se abandona la complejidad estructural y lingüística de las novelas del <<boom>> y se tiende a un estilo más plano.

Algunos de los nuevos novelistas serían: Antonio Skármeta, Isabel Allende, Luis Sepúlveda, Laura Esquivel…

En los últimos años, se está volviendo a novelas de mayor complejidad estructural y estilística. Destacan autores como el chileno Roberto Bolaño o los argentinos Ricardo Piglia y, dentro de los más jóvenes, Andrés Neuman.

Julio Cortázar (argentino, aunque nacido en Bruselas, 1914-1984). Escribió cuentos y novelas. Entre estas tuvo gran influencia Rayuela (1963), de gran complejidad estilística y compositiva, pues permite al lector varios modos de seguir la lectura. Hoy la crítica tiende a valorar

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sobre todo sus cuentos, en ellos lo fantástico y lo absurdo surgen en medio de la realidad cotidiana. Algunos títulos serían Las armas secretas, Historias de cronopios y de famas…

Mario Vargas Llosa (Perú, 1936). Iniciador del boom con su obra La ciudad y los perros (1962). Es quizás el escritor del boom más alejado del realismo mágico. Se inscribe, por el contrario, en una tendencia realista renovada. Sus obras constituyen una denuncia de la realidad social y política, de la corrupción y la violencia del mundo actual. Emplea técnicas narrativas complejas: confusión de tiempos narrativos, mezcla de acciones, monólogos interiores, estilo indirecto libre, innovaciones léxicas… Otros títulos serían: La casa verde, La fiesta del Chivo y sobre todo, Conversación en La Catedral, su obra maestra.

Gabriel García Márquez (Colombia, 1928). Su obra Cien años de soledad (1967) contribuyó decisivamente al boom de la narrativa hispanoamericana.

(Su obra se comenta en la introducción a Crónica de una muerte anunciada).

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TEMA 9º: LA POESÍA ESPAÑOLA EN LAS TRES DÉCADAS POSTERIORES A LA GUERRA CIVIL: MIGUEL HERNÁNDEZ, BLAS DE OTERO y GIL DE BIEDMA.

La Guerra Civil y el régimen dictatorial que tras ella se instaura acabaron con uno de los momentos de mayor esplendor de la lírica española. García Lorca fue asesinado, sus compañeros de generación marcharon casi todos al exilio, se estableció una férrea censura…

La figura de Miguel Hernández ilustra bien la evolución de la poesía española desde el grupo del 27 (epígono del 27 se le ha llamado) a la denominada generación del 36 (en la que a veces se le incluye por edad). Su primera obra fue Perito en lunas (1933). Es una obra compuesta por 42 octavas reales, de inspiración gongorina y vanguardista. El rayo que no cesa (1936) es ya una obra de plenitud. El tema central es el amor, visto como un anhelo vitalista que choca contra barreras y convenciones. Vida y amor amenazados por la muerte. La obra se compone, sobre todo, de sonetos. Su lenguaje es sobrio y natural. En el libro se incluye también la Elegía a Ramón Sijé, una de las más hermosas e impresionantes elegías de la poesía española. Con Viento del pueblo (1937) empieza su poesía social y comprometida, que se continúa con El hombre acecha (1939). En ambas obras el lenguaje es claro y directo. En la última se percibe, junto al tono combativo, un acento de dolor por la tragedia de la guerra. Por último, ya en la cárcel, escribirá Cancionero y romancero de ausencias (1938-1941), obra inspirada en la poesía popular. Con un lenguaje sencillo y directo nos habla el poeta del amor a la esposa y al hijo, de su situación de prisionero, de la guerra…

En definitiva, Miguel Hernández parte de la poesía deshumanizada del 27 y desemboca en una poesía social que servirá de guía, junto a Antonio Machado, a la poesía de posguerra.

Los poetas del exilio (con concepciones poéticas muy diversas) comparten, en un primer momento, el tema de la patria perdida, el recuerdo de las luchas, de los compañeros caídos en combate… El tono es amargo. Pasado el tiempo, predomina la nostalgia, los recuerdos de infancia y juventud, el deseo de regresar, la desesperanza. (León Felipe, Juan Gil-Albert).

En la poesía escrita en España, en los años 40, Dámaso Alonso estableció dos tendencias: poesía arraigada y poesía desarraigada. Los poetas de la poesía arraigada se conocen también con el nombre de generación de 1936 o garcilasistas por agruparse en torno a la revista Garcilaso. Cultivan temas tradicionales como el amor, la familia, la religiosidad…Tienen una visión exaltada de España y consideran que el

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mundo está <<bien hecho>>. Emplean formas clásicas, sobre todo el soneto, y un lenguaje muy cuidado. Leopoldo Panero y Luis Rosales son dos nombres importantes.

En 1944, dos poemarios, Hijos de la ira, de Dámaso Alonso, y Sombra del paraíso, de Vicente Aleixandre, abren el camino a la otra tendencia: la poesía de la angustia y la desesperación (desarraigada). En la revista Espadaña, publican unos poetas que reaccionan con rebeldía ante la miseria y el dolor. Para ellos el mundo no está bien hecho. Usan un lenguaje grandilocuente, lleno de violentas exclamaciones, a través de las cuales expresan su desesperación interior. Victoriano Crémer, Carlos Bousoño, José Luis Hidalgo, los primeros libros de Blas de Otero y Gabriel Celaya, son algunos nombres.

La poesía desarraigada derivará en los años 50 hacia la poesía social. Esta corriente concibe la poesía como un medio para dar testimonio de la situación política española y protestar ante las injusticias sociales. Es una poesía destinada a la mayoría, por eso, utiliza un tono coloquial y directo, con abundancia de frases hechas. Es frecuente el verso libre. Gabriel Celaya y Blas de Otero son sus poetas más representativos.

Vemos como Blas de Otero ejemplifica el paso de una poesía desarraigada a una poesía social. Sus primeras obras Ángel fieramente humano (1950) y Redoble de conciencia (1951) estarían dentro de la poesía desarraigada. Es una poesía metafísica que se pregunta por el sentido de la existencia. El tono es trágico y la actitud, atormentada. El poeta se dirige a un Dios que no responde, que no calma su angustia.

Con Pido la paz y la palabra (1955) empieza su poesía social. El poeta deja a un lado sus angustias y se dirige a la inmensa mayoría. Reclama paz, justicia y libertad. Su estilo es transparente y sencillo.

En sus últimos años evoluciona hacia una poesía más experimental, de formas métricas muy libres e imágenes insólitas de inspiración surrealista. Los temas sociales siguen apareciendo en sus poemas, pero hay una mayor presencia de la intimidad. Destacan sus poemas en prosa Historias fingidas y verdaderas (1970).

A principios de los 60, un grupo de poetas conocido bajo el rótulo de El grupo poético de los años cincuenta (José Ángel Valente, Ángel González, Claudio Rodríguez…) desconfía de la eficacia política de la poesía y se aleja, sin abandonarlos del todo, de los temas sociales. Para ellos, la poesía, más que comunicación, es conocimiento. En cuanto al estilo, huyen tanto del prosaísmo como del preciosismo formal. El poeta más representativo de esta tendencia es seguramente Jaime Gil de Biedma. Sus temas principales son el paso del tiempo, el amor, el mundo de la

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infancia y de la adolescencia, la amistad…, pero sin renunciar a una visión crítica de España. Su lenguaje es antirretórico, de registro coloquial y tono conversacional. El carácter meditativo, la visión irónica y distanciada, el desdoblamiento del yo, las citas y autocitas…, son también rasgos característicos de su poesía. Poeta de obra muy breve tiene títulos como: Compañeros de viaje (1959), Moralidades (1966) y Poemas póstumos (1968).

En los 70, se produce una ruptura total con la poesía de carácter realista. La llevan a cabo unos poetas que se denominarán “novísimos” (Félix de Azúa, Pere Gimferrer, Vicente Molina-Foix…). Adoptan un esteticismo heredado de las vanguardias: no se trata de transmitir ideas ni sentimientos, sino de experimentar con el lenguaje para crear un objeto bello. Toman como referentes tanto la cultura clásica como la popular: medios de comunicación, cine, tebeos, música pop. Emplean numerosos procedimientos experimentales (imágenes irracionales, juegos tipográficos, “collage”, supresión de los signos de puntuación…). En la métrica usan el verso libre, generalmente extenso.

A partir de 1975, se multiplican las tendencias al tiempo que, paradójicamente, la poesía pierde influencia y se convierte en un género de lectura minoritaria. Contamos, por poner sólo unos ejemplos, con una poesía surrealista, que recupera los valores irracionales del lenguaje (Blanca Andreu); una poesía del silencio o minimalista: cobra importancia lo que no se dice (Jaime Siles); y una poesía intimista o figurativa, que vuelve a entender la poesía como comunicación (Miguel D’Ors). Gran notoriedad llegó a alcanzar el culturalismo o <<venecianismo>> que se expresa a través de referencias culturales (Antonio Colinas).

En torno a los 90, se consolidan dos corrientes principales: poesía hermética y poesía de la experiencia. La poesía hermética se caracteriza por los poemas breves, versos cortos, depuración o eliminación de la anécdota, desnudez expresiva y abundancia de símbolos. En ella, el lenguaje se convierte en la única vía para acceder a las dimensiones escondidas de la realidad y poder escapar así de la masificación y el gregarismo del mundo contemporáneo. Antonio Gamoneda cultiva con acierto este tipo de poesía.

La poesía de la experiencia es actualmente la estética predominante. Es una poesía que cuenta anécdotas –reales o ficticias- de la vida del autor (infancia, amistades, amor…) con lenguaje coloquial y directo, con humor e ironía, en muchos casos, y con una vuelta a la métrica tradicional frente al versolibrismo de los novísimos o la ametría de la lírica hermética. Luis García Montero, Andrés Trapiello, Abelardo

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Linares, Felipe Benítez Reyes… son algunos de los muchos integrantes de esta corriente.

TEMA 10º: LA NOVELA ESPAÑOLA EN LAS TRES DÉCADAS POSTERIORES A LA GUERRA CIVIL: CELA, DELIBES y MARTÍN SANTOS.

La guerra civil alteró profundamente la vida cultural y literaria española. Trajo consigo, además de otras calamidades, una ruptura con el pasado inmediato y una desvinculación de la literatura europea. Los motivos fueron varios: exilio, aislamiento (el llamado “exilio interior”), rigor y arbitrariedad de la censura, crítica ideologizada…

En los años 40, Azorín y Baroja siguen publicando, aunque no aportan ya nada nuevo. Pervive también un realismo decimonónico y tradicional (Juan Antonio Zunzunegui, Ignacio Agustí…). Hay autores que se acercan a la realidad desde la óptica de los vencedores de la guerra civil (La fiel infantería, de Rafael García Serrano; Javier Mariño, de Torrente Ballester). Pero la tendencia más importante es la denominada realismo existencial. Son novelas centradas en personajes antiheroicos enfrentados a una sociedad indiferente u hostil. Sus temas son la amargura de la vida cotidiana, la soledad, la incomunicación, la frustración… Destacan Nada (1945), de Carmen Laforet y La sombra del ciprés es alargada (1947), de Miguel Delibes. En esta misma línea de realismo existencial, algunas novelas incorporan situaciones brutales y sórdidas. Esta tendencia fue conocida como “tremendismo” y tiene en La familia de Pascual Duarte (1942), de Camilo José Cela, su mejor obra.

En la década de los 50, aunque también se publicaron novelas de corte existencial (Castillo Puche), de humor y costumbrismo (Francisco García Pavón), de fantasía desbordante (Álvaro Cunqueiro) e incluso metafísicas (Carlos Rojas), predomina la llamada novela del realismo social. La colmena (1951), de Camilo José Cela, es la precursora de esta tendencia, que suele dividirse en dos corrientes: el realismo objetivo y el realismo crítico. Comparten ambas la preocupación por los humildes y la denuncia de las injusticias sociales; se diferencian en las técnicas y en el estilo. En el realismo objetivo, el narrador se limita a reproducir la conducta externa de los personajes, sin recurrir a la introspección y la acción, generalmente escasa, se desarrolla a través de los abundantes diálogos, que incorporan muchos rasgos del habla coloquial. (El Jarama, de Sánchez Ferlosio; Nuevas amistades, de García Hortelano; Los bravos, de Fernández Santos).

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En el realismo crítico, los autores toman partido y suelen caer en fáciles esquematismos: campesinos y obreros explotados, patronos y empresarios sin escrúpulos. Son novelas sin complicaciones formales ni estilísticas (La zanja, de Alfonso Grosso; Central eléctrica, de López Pacheco; Juegos de manos, de Juan Goytisolo).

La colmena fluctúa entre el enfoque objetivista y el omnisciente, entre el mero reflejo de la dura vida de la posguerra y la intervención constante del autor con reflexiones, críticas, sarcasmos… Su estilo es muy cuidado. Cela es un maestro en el arte del retrato y la pintura de ambientes, y sobre todo destaca su magistral manejo del diálogo. Tiende, en general, a una estética deformante, con rasgos vecinos al esperpento de Valle: animalización, muñequización, contrastes, sarcasmos, humor negro…

En estos años se produjo también un extraordinario auge del relato corto. Jesús Fernández Santos e Ignacio Aldecoa son dos maestros del género. Género que también cultivaron Cela y Delibes.

Los libros de viajes, dentro de la estética del realismo social, intentaron dar testimonios críticos de la realidad española, y una vez más, el camino lo abrió Cela con Viaje a la Alcarria (1948), aunque tienda más al rasgo pintoresco que a la denuncia social.

Miguel Delibes se situó también en la órbita del realismo social. Describe el mundo rural en El camino (1950) y la durísima vida en un pueblo meseteño en Las ratas (1962). Tiene Delibes una gran capacidad para reflejar tipos y ambientes y un excepcional dominio del idioma. Es, por ejemplo, un maestro en el uso del habla popular.

En los años sesenta, junto al agotamiento de la fórmula realista, hay otros dos factores de índole literaria que favorecieron la decisiva modernización de la novela española: el descubrimiento de la novela hispanoamericana (Vargas Llosa, García Márquez, Cortázar…) y la influencia de los grandes renovadores de la novela universal contemporánea (Marcel Proust, Kafka, James Joyce, Faulkner…).

La novela que marca la superación del realismo social y abre el camino a una narrativa experimental es Tiempo de silencio (1962), de Luis Martín Santos. A partir de esta novela, se generaliza entre los novelistas españoles, incluidos los más veteranos, como Cela (San Camilo 1936), Delibes (Cinco horas con Mario) o Torrente Ballester (La saga/fuga de J.B.), el uso de una serie de recursos técnicos y expresivos de carácter experimental. Alternan el punto de vista (perspectivismo), complican la estructura (contrapunto, técnica caleidoscópica), rompen la linealidad temporal (analepsis, prolepsis), mezclan los registros idiomáticos y las

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formas de expresión (omnisciencia, monólogos, estilo indirecto libre)… En definitiva, las nuevas novelas exigen un lector activo, capaz de hacer su propia interpretación de la obra.

Algunos autores y obras significativos fueron: Juan Benet, Volverás a Región; Juan Marsé, Últimas tardes con Teresa; Juan Goytisolo, Reivindicación del conde don Julián.

La temprana muerte de Martín Santos (1964, en un accidente de automóvil) nos privó de otras obras suyas. Tan solo se conservan algunos relatos breves y fragmentos de una segunda novela que, al parecer, iba a titularse Tiempo de destrucción. A pesar de todo, con Tiempo de silencio Martín Santos supera la estética del realismo social y abre una nueva etapa, en la que, junto a la reflexión existencial y la crítica social, destaca la experimentación formal.

A partir de 1975, con el cambio, tras la muerte de Franco, del marco sociopolítico, se inicia una nueva etapa en la narrativa española. Los rasgos comunes que se perciben serían los siguientes:· Decae el experimentalismo y vuelve a darse gran importancia al argumento. · Hay una vuelta a la subjetividad y se renuncia a la novela como forma de interpretar el mundo o como arma ideológica. · Se recuperan conocidos subgéneros narrativos como la novela negra, policíaca o criminal, la novela de aventuras, el folletín, la novela histórica.· Abunda la reflexión humorística sobre la propia creación, lo que propicia la confusión y mezcla de géneros.· Por último, en cuanto a las técnicas y el estilo, abunda el eclecticismo, es decir, la mezcla de técnicas tradicionales y vanguardistas.

Entre los numerosísimos novelistas podemos destacar los siguientes: Álvaro Pombo, Muñoz Molina, Eduardo Mendoza, Javier Marías, Luis Mateo Díez, Francisco Umbral, Luis Landero, Luciano G. Egido, Almudena Grandes, Marina Mayoral…

No olvidemos, finalmente, que los grandes maestros como Cela y Delibes siguieron escribiendo hasta los últimos años del siglo XX. Cela no dejó de renovarse y siguió escribiendo novelas de corte experimental: Mazurca para dos muertos (1983), Cristo versus Arizona (1988)… Delibes abandona el campo de la experimentación y vuelve a un realismo renovado en Los santos inocentes (1981) o cultiva la novela histórica en El hereje (1998), obra maestra con la que cierra su contribución a la literatura española.

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TEMA 11º: LA FIGURA DE BUERO VALLEJO EN EL TEATRO ESPAÑOL POSTERIOR A LA GUERRA CIVIL. LA RENOVACIÓN DEL TEATRO LLAMADO TEATRO INDEPENDIENTE (POR EJEMPLO, ELS JOGLARS, LA FURA, ELS COMEDIANTS…).

En la inmediata posguerra, el panorama teatral español es muy pobre. Por un lado, las innovaciones más interesantes anteriores a la guerra (Valle-Inclán, García Lorca) habían desaparecido junto a sus autores; por otro, el exilio alejó de los escenarios españoles a escritores como Alejandro Casona, Max Aub o Rafael Alberti. Por último, la censura y el afán comercial de los empresarios constituyeron escollos difíciles de salvar.

En los años 40 (la posguerra en su sentido más estricto), el teatro cumplió dos funciones básicas: entretener al público y transmitir ideología. Las dos líneas dramáticas más exitosas fueron la alta comedia o comedia burguesa y el teatro de humor.

La alta comedia era un teatro superficial, defensor de los valores tradicionales, a veces con una amable crítica de costumbres (Luca de Tena, Joaquín Calvo Sotelo…).

El teatro de humor o cómico, junto a una masa de piezas sin valor, contó con dos extraordinarios dramaturgos: Jardiel Poncela y Miguel Mihura. Su teatro se caracteriza por las situaciones inverosímiles, exageradas, faltas de toda lógica, y por un humor de raíz intelectual. Eloísa está debajo de un almendro (1940) es una de las muchas obras de Jardiel y Tres sombreros de copa, de Miguel Mihura, es un ejemplo de las dificultades que había en España para cualquier dramaturgo que quisiera innovar: la obra se escribió en 1932, pero no pudo estrenarse hasta 1952, y por un grupo de universitarios.

El estreno en 1949 de Historia de una escalera, de Antonio Buero Vallejo, supuso un cambio en el teatro español. Con esta obra nace el drama realista, preocupado por mostrar sobre el escenario la realidad española del momento. Este tipo de teatro se consolidó con Escuadra hacia la muerte (1952), de Alfonso Sastre. Otros dramaturgos fueron Martín Recuerda, Lauro Olmo, Rodríguez Méndez… Salvo contadas excepciones, utilizan una puesta en escena realista y, aunque la radicalidad de la crítica varía de unos a otros, comparten la denuncia de la injusticia social.

Como contrapunto a este teatro de denuncia social, por los mismos años 50/60, triunfó otro meramente comercial, bien construido, pero

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intrascendente, con la sola intención de hacer pasar un rato divertido al espectador. Su autor más destacado fue Alfonso Paso.

A finales de los años 60, surgen autores que cuestionan el teatro realista y se lanzan a una renovación de la expresión dramática en línea con las corrientes experimentales del teatro extranjero (el teatro épico de Bertold Brecht, el teatro del absurdo de Ionesco y Samuel Beckett, el teatro de la crueldad de Antonin Artaud…).

Este nuevo teatro sigue denunciando la injusticia social, pero cambian radicalmente el tratamiento dramático: se desecha el enfoque realista y se sustituye por enfoques simbólicos o alegóricos. Adquieren enorme importancia los recursos extraverbales: sonoros, visuales, corporales, etc. La escenografía deja de imitar la realidad y pasa a realzar lo grotesco, lo onírico, lo alucinante… Francisco Nieva (La carroza de plomo candente) y Fernando Arrabal (El cementerio de automóviles) son los dos autores más representativos. Otros nombres serían: Luis Riaza, José Ruibal, Diego Salvador, Martínez Mediero, López Mozo… Antonio Buero Vallejo incorporaría también a sus obras algunas de las nuevas técnicas dramáticas, por ejemplo en La fundación (1974). Mención especial merecen los grupos de teatro independientes, es decir, los que actúan al margen de las cadenas comerciales. Proliferaron en estos años y combinaban los temas críticos con propuestas escénicas experimentales y tratamiento popular y lúdico. Tábano (Madrid), La Cuadra (Sevilla), Akelarre (Bilbao), El teatro Circo (Galicia), Els Joglars y La Fura dels Baus (Cataluña).

El advenimiento de la democracia, y la consiguiente supresión de la censura, hizo concebir grandes esperanzas en el desarrollo de la escena española; sin embargo, y a pesar de las ayudas de las administraciones públicas, esas esperanzas no han quedado satisfechas y poco a poco el teatro ha ido perdiendo influencia social.

La transición democrática empezó por recuperar autores prohibidos hasta entonces, sobre todo Valle y Lorca, pero pronto derivó hacia un teatro muy comercial (la atracción del destape femenino). El teatro de vanguardia sufrió un retroceso, al igual que los grupos independientes, muchos de los cuales desaparecen. En cambio, reaparece un teatro realista de corte tradicional y contenidos críticos. Fernando Fernán Gómez (Las bicicletas son para el verano), Antonio Gala (¿Por qué corres, Ulises?), Adolfo Marsillach (Yo me bajo en la próxima, ¿y usted?). En la misma línea realista, pero entroncando con géneros como la farsa o el sainete, hay autores que denuncian con humor e ironía problemas contemporáneos: la delincuencia, las drogas, el paro…José Luis Alonso de Santos (La

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Page 40: Web viewAntonio Gamoneda cultiva con acierto este tipo de poesía. ... (1952), de Alfonso Sastre. Otros dramaturgos fueron Martín Recuerda, Lauro Olmo, Rodríguez Méndez

estanquera de Vallecas, Bajarse al moro), José Sanchis Sinisterra (¡Ay, Carmela!), Fermín Cabal (Esta noche gran velada).

Las últimas promociones del teatro español se debaten entre propuestas más tradicionales basadas en la primacía del texto (Ernesto Caballero, Juan Mayorga, Paloma Pedrero…) y planteamientos más rupturistas que conciben el teatro fundamentalmente como espectáculo, donde el texto literario pierde su posición de privilegio y comparte protagonismo con los elementos extraverbales: luz, sonido, decorados, interpretación… Els Comediants y La Fura dels Baus serían un buen ejemplo de esta tendencia.

Nota:El alumno debe completar el tema con la parte dedicada a Buero

Vallejo en LECTURAS.

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