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Pastoral Juvenil Salesiana | Uruguay ANIMAR LAS CELEBRACIONES CON LOS JÓVENES

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Pastoral Juvenil Salesiana | Uruguay

ANIMAR LAS

CELEBRACIONES

CON LOS JÓVENES

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Confirma lo

que realizas e

imita lo que

conmemoras,

y conforma

tu vida con el

misterio

de la cruz de

Cristo.

Este nuevo subsidio viene a apoyar las reflexiones y acciones para fortalecer la vivencia de la Espiritualidad Juvenil Salesiana. La intención es aportar elementos para la reflexión comunita-ria de aquellos que animan las cele-braciones (litúrgicas o no) de las co-munidades juveniles.

Más que encontrar “recetas” en este documento hallarán algunas reflexio-nes litúrgicas-pastorales para propi-ciar el diálogo formativo, y una serie de consejos para seguir enriqueciendo.

Una aclaración. Tanto en el título co-mo a lo largo del documento encon-traremos muchas veces la expresión celebración. Aunque generalmente se utilice indistintamente para indicar una celebración litúrgica (y la euca-ristía especialmente) u otro tipo de oración preparada, no queremos que ocurra esto. Algunas reflexiones y con-sejos que aparecen aquí son de orden general. Otras serán para lo litúrgico, en general para la celebración eu-carística. Y otras valdrán solo para lo para-litúrgico, las “otras” celebracio-nes. Siempre quedará aclarado.

Estamos convencidos de que el co-razón de los jóvenes está deseoso de “algo más”, que lo de siempre. Ese “al-go más”, que es mucho más, viene de la relación con Dios Padre, Hijo y Espíri-tu. Ojalá podamos brindarles la opor-tunidad de cumplir ese deseo.

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MADURAR EL ARTE DE ANIMAR LAS

CELEBRACIONES CON JÓVENES

Es fácil darse cuenta de que muchos niños, adole-

centes y jóvenes no se sienten atraídos por participar en

la comunidad cristiana ni en sus celebraciones después

del tiempo de catequesis preparatoria. Lo que más cues-

ta asumir de la comunidad cristiana es la “forma de ce-

lebraciones” que ofrece que “no dicen nada” ni a los ni-

ños ni a los jóvenes. Se aprecia entonces, como una re-

ducción o identificación: una comunidad es su forma de

celebrar.

En el momento actual, la catequesis vive una si-

tuación especial de reajuste de época: busca su reinter-

pretación mirando sobre todo al catecumenado bautis-

mal y a la nueva manera de estar la comunidad cristiana

en medio de la sociedad. Los grupos de catequesis han

disminuido considerablemente en las parroquias; no ir a

catequesis ya no es una excepción.

El modo de celebrar está siempre presente en es-

tos intentos de reestructuración catequética. Muchas ve-

ces hay disonancias entre la iniciación en la celebración

que realiza la catequesis y el modo de celebración que

los iniciados encuentran en la comunidad. La interrela-

ción entre catequesis y celebración tiene su explicación

por estos dos motivos: la catequesis cuenta entre sus

tareas la de iniciar en la vida de oración y litúrgica, y, en

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segundo lugar, porque la catequesis, a la hora de reno-

varse, mira hacia el modelo catecumenal en el que la

catequesis está en íntima conexión con los sacramentos

de la iniciación.

La búsqueda de modos de anuncio de las nuevas

generaciones influye en la iniciación en la celebración

litúrgica. La catequesis intuye hoy que una comunidad

homogénea o por edades, que tiene muchas ventajas y

no se podrá abandonar, pero tiene también límites al

impedir la riqueza de confrontación y de intercambio de

vivencia de la fe entre las diversas generaciones y las

diversas etapas de la vida. El aislamiento por franjas de

edades se descubre como empobrecimiento mutuo. Cada

edad tiene su riqueza y puede sorprender y aportar algo

a las demás edades.

De estas experiencias catequéticas está surgiendo

un redescubrimiento de la celebración donde confluyan

todas las edades. Pero esta celebración tiene que tener

en cuenta realmente la presencia de los más jóvenes y

hacerles un lugar sin relegarlos de manera habitual a

una celebración específica para ellos.

Pistas para una autocrítica

Después de haber sugerido la relación estrecha que

existe entre la catequesis y la celebración específica de

niños y jóvenes, y antes de señalar los centros donde se

debe fijar la atención para el futuro de la celebración por

edades, habría que hacer una pausa de autocrítica. Hay

que reconocer que no todos los intentos de celebraciones

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con jóvenes han sido acertados. En algunos casos se in-

tentó ser creativos y elaborar una celebración de jóvenes

prescindiendo de elementos esenciales.

CREATIVIDAD Y RITUALIDAD

Hablar de creatividad no tiene nada que ver con cre-

ar “desde la nada” siempre. La repetición es uno de

los rasgos característicos del rito. El rito es una re-

presentación tipificada de los hechos de salvación. Estos

hechos son siempre los mismos. Cuando en la cele-

bración eucarística “rememoramos” los gestos de

Jesús en la última cena, los hacemos presentes y

nos acercamos al sentido último y pleno iniciado

por Jesús. El gesto de Jesús tiene en sí tanta plenitud

que no se agota por mucho que los repitamos. Al contra-

rio, la repetición nos desvela cada vez más el misterio

que encierra haciéndolo un poco más luminoso. La razón

de que algo es aburrido porque “siempre es lo mismo”,

“siempre se repite lo mismo” deberá ser matizada. En la

vida humana hay cosas que tienen razón de ser porque

siempre son lo mismo. Es eso lo que les da consistencia

y profundidad. Cambiar para hacer las cosas más “pla-

nas” puede ocasionar más cansancio y vacío que “lo de

siempre”. Hay cosas que hacemos, que, aunque no se

entiendan, son profundas. La cuestión no está, pues, en

el cambio por el cambio, sino en llegar poco a poco al

corazón de lo que celebramos “siempre con el mismo rito

o las mismas palabras”.

La creatividad no está en dejar de hacer o repetir

determinados ritos o gestos, sino en la “palabra íntima”,

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en el “pedacito” de misterio vislumbrado y captado en la

celebración de hoy y que se verbaliza en la asamblea.

La creatividad así entendida es profundidad y hon-

dura del misterio celebrado, es palabra arrancada del

silencio. La creatividad no es puro cambio ni un hacer así

o de la otra manera porque sí. La creatividad es el en-

cuentro de lo de siempre con el misterio para hacerlo

más significativo. La creatividad no es ruptura de una

estructura ritual litúrgica, sino palabra que hace más re-

veladora dicha estructura... La creatividad es adaptación

e inculturación, nunca es improvisación ni espontaneís-

mo facilón. La creatividad une en una nueva palabra el

rito litúrgico, la palabra proclamada, la vida y la actuali-

dad de la comunidad que celebra.

La creatividad exige, además, conocer bien la es-

tructura celebrativa cristiana, sobre todo de la liturgia

eucarística. Da un poco de pena ver cómo algunos cons-

truyen una acción de gracias o prefacio sin tener en

cuenta la estructura misma del prefacio como canto y

reconocimiento de la acción de Dios por medio de Jesu-

cristo. Da un poco de pena ver cómo la oración después

de la comunión se convierte en otro momento de acción

de gracias repetitivo y fuera de sitio, cuando de lo que se

trata no es de dar gracias, sino de pedir que lo realizado

y vivido seamos capaces de hacerlo vida, de sacarlo a la

calle, de alimentarnos de aquello que hemos celebrado.

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¿HAY QUE HACER SIEMPRE ALGO NUEVO?

El punto de partida para toda creatividad litúrgica

siempre tiene que estar en la misma celebración de las

acciones de Dios y en la Palabra proclamada. De estos

dos manantiales podremos sacar el agua de la novedad

dada que después la comunidad podrá reflejar en expre-

sión creativa. No nos celebramos. Reunidos, celebramos

la acción de Dios en favor nuestro, la Buena Nueva que

hemos recibido. Lo contrario puede llevar a una adapta-

ción de la Palabra y de la misma celebración a nuestras

construcciones. Una creatividad basada en este principio

está orientada a no mirar a la sana tradición celebrativa

de la Iglesia y a partir prácticamente de cero. Los cómo

hacer tienen que estar subordinados a los qué celebra-

mos y qué es una celebración cristiana. Y lo que cele-

bramos nos es dado. Tenemos una tarea de comprensión

y de expresión de lo que se nos anuncia, pero no de in-

vención.

DESPLAZAR LA PALABRA DE DIOS Y SUSTITUIRLA

POR TEXTOS LITERARIOS.

En ocasiones, existe la costumbre de dar más impor-

tancia a los textos “bonitos” de autores religiosos o pro-

fanos que al texto de la Sagrada Escritura. La Palabra de

Dios se la relega muchas veces a un segundo plano. El

peligro inmediato está en que no sabemos si celebramos

acciones de Dios o ideas bonitas de autores. Nuestras

palabras, nuestros textos son válidos siempre que nos

ayuden a entender la Palabra de Dios y no la releguen.

Hay que reconocer que hay pasajes bíblicos que son du-

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ros, difíciles de entender y, una ley de comodidad fácil,

nos lleva a dejarlos de lado. Pero no podemos eliminar

la “mesa de la Palabra” que nos ha sido servida y que no

inventamos nosotros como parte esencial de la celebra-

ción cristiana. Es Dios quien nos da de comer. Es el “li-

bro” el que tenemos que comer, como el mismo Ezequiel

(Ez 3,1-5). Es Dios quien siembra su Palabra en nuestro

corazón, como en la parábola (Mt 13, 1-23).

EL RITMO DE LA CELEBRACIÓN.

La celebración cristiana tiene una estructura y un rit-

mo: ritos de preparación de la asamblea para formarla y

disponerla a la escucha de la Palabra, escucha de la Pa-

labra y reflexión sobre la Palabra, celebración del miste-

rio o sacramento cristiano, despedida de la asamblea.

Cada momento tiene su especificidad y su dinámica. La

creatividad que se introduzca tiene que tener en cuenta

la naturaleza del momento celebrativo para no romper el

ritmo y no someter a la asamblea a un vaivén innecesa-

rio.

LA SUPERFICIALIZACIÓN DEL MISTERIO.

La celebración es una acción eclesial en la que se

conjuga, a la vez, la comprensión de los ritos que se rea-

lizan y el misterio celebrado que nos supera y jamás lle-

garemos a entender. Lo expresa muy bien la Introduc-

ción del Directorio de misas con niños: “Es cierto que en

la vida diaria de los niños no comprenden siempre bien

todo lo que realizan en compañía de los adultos sin que

por ello lo encuentren aburrido. Del mismo modo, no

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podemos pretender que todas y cada una de las cosas de

la liturgia sean perfectamente inteligibles. Sin embargo,

es de temer algún daño espiritual si los niños en la Igle-

sia realizan una y otra vez, durante años, cosas que

apenas entienden, ya que la psicología moderna de-

muestra con qué profundidad marca a los niños la expe-

riencia religiosa de la infancia y de la niñez en virtud de

la especial receptividad religiosa de que ellos gozan” (nº

2). Ésta es una pista de reflexión y evaluación importan-

te en los esfuerzos de creatividad en las celebraciones

con jóvenes.

“Hay que entenderlo todo” no es un buen principio de

creatividad celebrativa. En la vida nunca entendemos

todo aquí y ahora. Siempre hay algo que se nos escapa.

Y en la liturgia es imposible entender la totalidad del

misterio de Dios que celebramos. El misterio no está ahí

para entenderlo, sino para celebrarlo, para meternos en

él e ir caminando de manera que entendemos a medida

que celebramos. El misterio tiene poder de llamada, de

asombro, de evocación…

“Hacer inteligible” la celebración puede ser causa de

un “desvestimiento” de la realidad mistérica que la litur-

gia comporta, hacerla demasiado plana, sin transcen-

dencia. El Misterio, lo Trascendente, es la realidad de-

terminante del ámbito de lo sagrado, de la presencia de

Dios en el ámbito humano. En la celebración se actuali-

za, se renueva, esa relación, y se hace compromiso indi-

vidual, comunitario, social, histórico.

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El intento de reducirlo todo a línea plana, a compren-

sión total, es posible que haya llevado a eliminar de mu-

chas celebraciones con jóvenes todo aquello que es indi-

cio de la dimensión mistérica. Son, ciertamente, peque-

ños detalles, pero importantes: ornamentación, ceremo-

nia, música, vestidos, luz, incienso, posturas…

Para celebrar con jóvenes

La palabra celebración no la aplicamos exclusivamente a

la celebración de los sacramentos. Existen muchas cele-

braciones de la Palabra y celebraciones de oración que

son más espontáneas y sin un rito o partes fijas. A veces

el uso de la palabra “celebración” como sinónimo de eu-

caristía lleva al equívoco y confusión nada educativas,

porque al final para muchos jóvenes cualquier celebra-

ción es una eucaristía. Es conveniente aclararlo.

El término celebración hay que entenderlo de manera

amplia no sólo aplicado a la celebración de los sacramen-

tos, especialmente, del sacramento de la Eucaristía.

Cuando la Iglesia en sus documentos habla de la cele-

bración, casi siempre lo hace de lo litúrgico y de lo sa-

cramental; algunas de esas citas las encontraremos

aquí.

Quizás es un vocabulario que ya nos suena a trasnocha-

do, pero los más antiguos lo recordarán. Paraliturgia era

una celebración no sacramental (donde no se celebraba

ningún sacramento) y que por eso daba pie a no tener

que sujetarse a normas, rituales, misales… Todo era po-

sible. Lo central de la paraliturgia residía en la proclama-

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ción de la Palabra de Dios. De hecho, cayó en desuso el

término paraliturgia y se fue imponiendo cada vez más la

expresión Celebración de la Palabra, terminología que

hoy continúa vigente.

Propuestas para la creatividad en las celebra-

ciones con jóvenes.

- Los jóvenes hoy, forman un universo especial, el “uni-

verso joven” reconocido por la sociología y como tal,

creemos que se le pueden aplicar estas palabras sobre la

liturgia: “La Iglesia no pretende imponer una rígida uni-

formidad en aquello que no afecta a la fe o al bien de

toda la comunidad, ni siquiera en la liturgia; por el con-

trario, respeta y promueve el genio y las cualidades pe-

culiares de las distintas razas y pueblos” (Sacrosantum

Concilium, 37).

- Hay que mantener como principio que la meta de las

celebraciones con jóvenes, sean litúrgicas o no, es la

celebración de la comunidad adulta, principalmente la

misa de la reunión dominical. Las demás celebraciones

deben ir encaminadas a que los jóvenes puedan ser in-

troducidos en la celebración de la Iglesia, especialmente

el Domingo y en su Parroquia, capilla o centro pastoral.

- La celebración (sobre todo la litúrgica) es un momen-

to del proceso de evangelización, y pide que la per-

sona sea llamada “a la fe y a la conversión”. Es lo que se

llama mistagogia: ser introducido en los misterios; anti-

guamente era la última etapa de los catecúmenos. Para

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una participación plena y activa del pueblo en la celebra-

ción litúrgica es preciso cuidar la educación en una

antropología básica o valores humanos como son si-

lencio, escucha, asombro, perdón, sentido de reunión,

apertura a lo simbólico… además del conocimiento que la

catequesis proporciona del misterio que se celebra.

- La celebración, si bien pide una educación previa para

ser entendida, también posee un poder didáctico:

“Cuando la Iglesia ora, canta o actúa, la fe de los asis-

tentes se alimenta y sus almas se elevan hacia Dios a fin

de tributarle un culto racional y recibir su gracia con ma-

yor abundancia” (Sacrosantum Concilium 33).

- La parte de la celebración (sobre todo la litúrgica) que

admite más creatividad y adaptación a los partici-

pantes es la liturgia de la Palabra. “Debe concederse

una gran importancia a todos los elementos que sirven

para interpretar las lecturas”.

- La parte más intocable y donde, en el caso de los

jóvenes, menos elementos adaptados a su edad y situa-

ción tenemos a disposición, es el rito propiamente sa-

cramental, es decir, en el caso de la Eucaristía, en la

llamada Liturgia eucarística.

- Los elementos que más margen de creatividad pro-

porcionan y que es necesario desarrollar todas sus

posibilidades son:

1. El lugar: Hacer que el lugar deje de ser neutro y se

convierta en un lugar celebrativo. Con mucha frecuencia

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se ponen grandes esfuerzos en otras cosas y se olvida el

lugar donde se celebra. Bastaría observar el comporta-

miento de las empresas que ofrecen productos para los

jóvenes: cómo cuidan el espacio, el orden, la ornamen-

tación, las imágenes, la luz, la estética, los vestidos…

2. El tiempo: Tanto la hora del día en que la desarrolla

la celebración como la duración de la celebración y el

ritmo de ésta.

3. El canto y la música: Apropiados a la sensibilidad y

cultura de los jóvenes, siempre que respeten la finalidad

propia de la música sacra.

4. Los gestos corporales: Es decir, la participación en

la celebración con todo el cuerpo, las posturas y los ges-

tos que acompañan los diversos momentos de la cele-

bración tanto los momentos de escucha de la Palabra de

Dios como los de petición o alabanza, la danza religiosa

en los momentos procesionales, o las posturas que favo-

recen el silencio… La acción no debe llenar todo.

5. Los elementos visuales y audiovisuales: No sólo

aquellos que la liturgia pide (altar, sede, cruz, ambón…)

sino otros que se puedan incorporar, como en uso de las

proyecciones para ayudar a interiorizar o comprender la

Palabra proclamada.

6. El estudio de la Palabra. Es uno de los momentos

fuertes de la celebración y donde más posibilidades exis-

ten de creatividad. La Palabra proclamada tiene que de-

jar de ser abstracta para llegar a tocar la vida, para pro-

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vocar la vida, para poder decir “hoy se cumple esto ante

nosotros”, hoy Dios nos habla. La Palabra de Dios es efi-

caz por sí misma: realiza lo que dice, aunque de mo-

mento no lo notemos.

7. La creación de textos. Existe una amplitud grande

en creación de textos monicionales o guiones, es decir,

aquellos que ayuda a entender los ritos que se realizan o

las lecturas que se proclaman; también el uso de textos

que abren a la comprensión de la Palabra proclamada, y

los textos de la oración de fieles.

No podemos reducir la creatividad en la celebración con

jóvenes a la creación de textos. Sería empobrecedor. Es

todo el conjunto lo que realmente es celebrativo y se

apoya íntimamente.

El material de esta primera parte fue elaborado en base a un

artículo de Álvaro Ginel, publicado en la Revista Misión Joven,

diciembre de 2008, n° 383

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GUÍAS Y CONSEJOS PRÁCTICOS PARA

PREPARAR LAS CELEBRACIONES

Una celebración religiosa, litúrgica o no, tiene como fina-

lidad relacionar a dos personas: la divina y la humana.

Dios quiere encontrar al hombre y éste se acerca a Él,

deseoso de encontrar aquello que lo hace trascender,

con su bagaje histórico, afectivo, existencial.

Cuando queremos animar una reflexión u oración, esta-

mos buscando la forma de que cualquier persona se abra

para escuchar el latido de la vida y relacionarla con lo

Sagrado… Para ello debemos tener en cuenta una serie

de dimensiones cognitivas-afectivas-activas.

Los afectos: ¿qué mueve a la persona en esta

edad?

El conocimiento: ¿qué puede entender una perso-

na en esta edad?

La acción: ¿qué puede hacer la persona en esta

edad?

Teniendo muy presente lo anterior, nuestro punto de

partida será la relación entre el Misterio, Dios, y la expe-

riencia, la vida y el esfuerzo por mover los corazones,

desde el momento en el que empezamos a preparar la

celebración hasta que la evaluamos. Desde el punto de

vista de la preparación de la celebración habrá que pre-

ver sentimientos, conocimientos y habilidades que podr-

ían permitir la participación activa. Desde el punto de

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vista de la evaluación, y sin olvidar las palabras del Sal-

mo 126, hará falta sopesar hasta qué punto la celebra-

ción ha servido para captar “noticias de Dios”. Y no olvi-

demos que esas noticias no vienen solo como un mensa-

je a la mente; hay que estar atentos con todos los senti-

dos.

Pero cuidado: cuando hablamos de celebraciones litúrgi-

cas sobre todo, “hace falta que sea participativa pero no

sentimental: no debe estar basada solo en la expresión

de los sentimientos, sino caracterizada por la presencia

del misterio en el cual entramos, por el que nos dejamos

formar" (Benedicto XVI).

A todo lo dicho, debemos echarle imaginación y no tener

miedo a experimentar pues así será como iremos apren-

diendo y descubriendo –más allá de las fórmulas esta-

blecidas- que es lo que la gente necesita.

a) LA FUENTE:

A veces –por querer llegar al joven corremos el riesgo de

montar un espectáculo que puede invitar a la reflexión,

pero carente de sentido cristiano. Y nunca se debe olvi-

dar que la fuente es el EVANGELIO, lo que intentamos

acercar a la gente de cualquier edad es LA PALABRA DE

DIOS, lo que intentamos que los jóvenes descubran es

SEMILLAS DE DIOS y SU REINO dentro de ellos mismos.

La creatividad, pues, debe nacer desde la lectura del

Evangelio.

Por lo tanto, lo primero que debemos plantearnos al pre-

parar una celebración, es el fragmento de la Palabra de

Dios que vamos a transmitir. Una vez tenemos la fuente

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ya podemos dar vida al resto de elementos de la cele-

bración: edades, espacio físico, iconofrafía de la celebra-

ción, la luz, la música ambiental, los cantos y su encar-

gado, los montajes audiovisuales, los signos y símbolos,

los lectores…

No es necesario todos los elementos enunciados, porque

cada momento y lugar pueden requerir desarrollar unos

en detrimento de otros, o tal vez todos los elementos en

su conjunto. Ahora bien, lo que no puede fallar es el

“AGUA” que vamos a beber en esa celebración (la del

Evangelio), y una esmerada preparación teniendo en

cuenta a las personas que van a participar. Aún así, esto

nunca es garantía de éxito. El éxito lo dará Dios, y el

ánimo y la experiencia que iremos adquiriendo para ser

capaces de improvisar cuando haga falta.

B) LAS EDADES.

No debemos olvidar que cada edad presenta unos retos.

Buscar el sentido de la vida y descubrir a Dios es dar

respuesta a los retos concretos de cada momento y

situación. ¿Hay oraciones participativas y vividas fuera

de las inquietudes de las personas? ¿Tiene sentido una

oración en un lenguaje que no conecta con la situación

vital de las personas?

El referente de cualquier edad es la adulta, porque en

ella se condensa y concentra el proceso realizado por

una persona que vive con madurez y felicidad su vida

en Cristo. Cualquier persona que prepara una oración

debiera ser el referente del grupo o comunidad que se

junta para orar. Necesitamos ser personas orantes y

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creativas, para captar las noticias de Dios que hay en la

vida, para poder hacer una lectura actual de la Palabra.

C) EL ESPACIO FÍSICO.

El mejor espacio para la celebración es siempre la capilla

o templo, que de por sí invita al recogimiento y silencio.

Si resulta grande o no está prolija, se puede mejorar.

Puede ser, también, cualquier otro lugar cuya relación

con lo que se quiere celebrar esté cuidada…

En todo caso, se procurará:

Sala acogedora.

Bien ventilada.

Ligeramente perfumada.

Los lugares apretados dificultan la serenidad y el

silencio.

D) LAS IMÁGENES RELIGIOSAS Y LA DECORACIÓN.

Aunque en algunos lugares no se puede elegir la icono-

grafía ni la decoración, es importante tener en cuenta

una serie de aspectos:

La decoración de la sala o el lugar de la celebra-

ción puede convertirse en una precelebración.

Colores vivos y brillantes: alegría, espontaneidad,

resurrección, gozo…

Colores mate: interiorización, silencio, miradas in-

teriores.

Cuadros, imágenes y colores de santos, aunque

estén en consonancia con la estética adulta, pue-

den resultar extraños a la mentalidad y gustos

estéticos de niños y adolescentes. Conviene cen-

trar la atención colocando un icono, póster u otro

elemento en un lugar visible.

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Lo más visible para la gente no deben ser imágenes y

símbolos que digan poco, sino aquello que les sugiera

interiormente entrar en relación con el Misterio. No se

juega tanto en el entender intelectual sino espiritual. Eso

mismo puede ayudar a los animadores de la celebración

a dar el paso al momento en el que –de una forma u

otra- se proclama la palabra de Dios. Y esto no significa

que lo principal sea ese elemento decorativo que hemos

puesto, sino que mediante ese elemento reforzamos lo

central, que es acercar el mensaje del Evangelio a la

persona.

No nos olvidemos que el momento de la celebración no

es para hacer catequesis, sino para celebrar, para vivir.

La capacidad de sentir, comprender y vivir de cada per-

sona es la que es, y a partir de esa realidad vamos a

orar, a aprender a encontrar a Dios en nuestra vida.

E) LA LUZ.

Velas y lámparas: contribuyen a crear belleza; de-

ben estar en consonancia con su función.

Luz ambiental: velo inmaterial que envuelve toda

la celebración.

Grandes ventanales: extroversión, alegría, mo-

mentos compartidos.

Luminosidad tenue y matizada, penumbra, luz in-

directa: crear contextos de interioridad, reflexión y

silencio.

La luz es muy importante en cualquier celebración, ya

sea de velas, lámparas o luz natural porque predispone

el ánimo a un ambiente muy determinado: extroversión,

interioridad, alegría, silencio, desorientación… Las usa-

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mos como símbolo para favorecer la participación, como

signo que nos recuerda la presencia de Dios… Siempre

que la luz no tenga el protagonismo absoluto de la cele-

bración, se le pueden dar muchos usos diferentes.

F) LA MÚSICA AMBIENTAL.

Adecuada música de fondo y canto vocal.

Procurar que los instrumentos y el sonido no tapen

las voces.

En consonancia con las ideas fundamentales de la

ceremonia. Mayor calidad técnica posible.

Música instrumental, para la ambientación.

Escucha de una canción ya grabada: escucharse

clara y nítidamente, ofrecer el texto en un papel

escrito.

G) EL ENCARGADO DE CANTOS.

Elige canciones conocidas por los participantes.

Evitar cantar canciones nuevas o desconocidas.

Sencillo ensayo antes de comenzar la celebración.

Ejecutar canciones en un tono que facilite la parti-

cipación.

Cancionero u hoja de cantos.

También es importante asegurarse de la capacidad lecto-

ra de los participantes en la celebración, así como el

pensar que los demás nos deben entender.

Es importante una mínima formación musical, y pensar

muy bien los cantos que se van a escoger, porque la

música conecta muy bien con la sensibilidad de las per-

sonas de cualquier edad.

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H) MONTAJES AUDIOVISUALES.

Huir de la “adoración” al video o PowerPoint, es

decir, hacer un uso prudente de los mismos para

que no sean el centro de la celebración.

Preparar con antelación el equipo.

Evitar la improvisación.

Imágenes de buena calidad en lo fotográfico y alta

definición en la resolución.

Adecuar imágenes y música para que el montaje

forme una unidad compacta.

Cualquier música no sirve. Las canciones que re-

sultan conocidas distraen.

En la medida de lo posible, el montaje audiovisual debe

tener sentido en el conjunto de lo que se presenta: co-

nexión del lenguaje, las imágenes, las palabras con el

resto de la celebración.

I) SIGNOS Y SÍMBOLOS.

Complemento indispensable para dar visibilidad a

ideas abstractas.

Hacen aflorar emociones y sentimientos no verba-

les.

Evitar gestos sin sentido.

En los sacramentos, respetar los gestos que son

propios de su celebración.

Introducir una breve explicación que oriente sobre

el gesto que se va a realizar.

Los signos deben ser visibles. Proporcionales al

número de personas que celebran.

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El factor sorpresa ayuda a captar la atención y dar

variedad.

Los gestos y símbolos se realizan con pausa, dan-

do tiempo a la interiorización.

Movimientos corporales elegantes y bien medidos.

Ensayo previo si es con niños y adolescentes.

Hace falta cuidar un humus, una tierra propicia, que

permita acoger libre y responsablemente las noticias de

Dios. En muchas ocasiones nos vamos a encontrar con

gente que no está familiarizada con los signos y símbolos

religiosos. La misma celebración no es un momento para

hacer demasiadas explicaciones, para hacer catequesis,

sino para vivir, para experimentar la presencia de Dios, o

para abrir las puertas de nuestro interior a no sabemos

muy bien Quién. Si queremos centrar la atención de la

gente, lo tendremos que hacer con aquello que les capta

la atención.

J) LECTORES.

Elegir adecuadamente y proporcionar lecturas

según la capacidad del lector.

Ensayar la lectura pausada, respirando en cada

punto y vocalizando.

Practicar el habla por micrófono, o adaptar el vo-

lumen de la voz a las circunstancias del medio.

El coordinador está atento a que el micrófono esté

encendido.

Orientar la postura corporal mientras se proclama

un texto en público.

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Y si todo esto no funciona o funciona a medias, no olvi-

des el Salmo 126. Estén tranquilos. Si Dios da el pan a

sus amigos mientras duermen, no le importará que una

celebración no salga como la habíamos planeado.

El material de esta segunda parte está elaborado a partir de

varios artículos y experiencias. El principal, “Taller de animación para

la preparación de celebraciones juveniles”,

de los Lasallianos de España, 2010

Si el Señor no edifica la casa, en vano trabajan los albañiles;

si el Señor no custodia la ciudad, en vano vigila el centinela.

Es inútil que ustedes madruguen;

es inútil que velen hasta muy tarde y se desvivan por ganar el pan:

¡Dios lo da a sus amigos mientras duermen!

Salmo 126, 1-2