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Page 1: Ana María del Río · esta misma colección La bruja bella y el solitario (1999), La historia de Manú (2004) y Lita, la niña del fin del mundo, (2004). Actualmente vive en el campo
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 ALFAGUARA ALFAGUARA

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11.Uncolegiomuyestricto.Uncolegiomuyestricto

Había una vez, hace tiempo atrás, unHabía una vez, hace tiempo atrás, uncolegio de monjas en el centro de una ciudad decolegio de monjas en el centro de una ciudad deEuropa. Y había en ese colegio una clase conEuropa. Y había en ese colegio una clase conquince niñitas de uniforme azul marino quequince niñitas de uniforme azul marino que venían  venían de de todas todas partes partes del del mundo, mundo, porque porque este este eraeraun colegio internacional. Había niñas de Italia queun colegio internacional. Había niñas de Italia queechaban de menos el sol dentro de las uvas y losechaban de menos el sol dentro de las uvas y loscampos verdes con olivos. Había niñas decampos verdes con olivos. Había niñas de

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Inglaterra que echaban de menos los altosInglaterra que echaban de menos los altosedificios oscuros de Londres y los buses rojos deedificios oscuros de Londres y los buses rojos dedos pisos. Había niñas de Chile que echaban dedos pisos. Había niñas de Chile que echaban demenos la gran Cordillera de los Andes. Todasmenos la gran Cordillera de los Andes. Todasestaban internas. Estudiaban en el colegio,estaban internas. Estudiaban en el colegio,tomaban desayuno, almuerzo, té y comida en eltomaban desayuno, almuerzo, té y comida en elcolegio y dormían allí mismo.colegio y dormían allí mismo.

Una campana lasUna campana lasdespertaba muydespertaba muytemprano en latemprano en lagran sala degran sala dedormir, llena dedormir, llena decamas. Hacíancamas. Hacíanfila para lavarsefila para lavarselos dienteslos dientescadacadamañana.mañana.Hacían filaHacían filapara bajar apara bajar a

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tomardesayuno.

Hacían fila para sacar sutaza y entrar al comedor.

Se ponían una por unasus quince servilletas.

El colegio era inmenso, muy antiguo y muyestricto. Había muchísimas salas de clase, muyaltas y frías con ventanas angostas y corredores

que tenían eco, donde los pasos de las niñashabrían sonado como el galope de un caballo, si

las niñas hubieran podido correr.

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Pero nadie corría en ese colegio. Las niñitasdebían ir siempre paso a paso y siempre en fila.

 A veces, salían en fila por la ciudad, vestidastodas iguales, con sus uniformes gruesos de faldastableadas azul marino, blusas blancas con un lacitoen el cuello, boinas azul marino y guantes.

Paseaban guiadas por la madre Pétrea, quetenía cara de piedra. La madre Pétrea vestía unhábito negro muy caluroso y una cofia blancaalmidonada, muy tiesa, crespita en los bordes, quela hacía parecida a un cuadro antiguo.

El colegio era muy estricto y los papásestaban muy contentos porque sus niñitasandaban siempre en fila, se peinaban con unapartidura al medio y andaban derechitas yordenadas.

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 A Amarilis no la asustaban las noches detormenta, porque venía de un lugar en que a vecesse dejaban caer los rayos sobre los árboles,calcinándolos.

 A toda la fila de niñas del colegio leasustaban mucho las tormentas. Y los rayos ytruenos. Para asustarlas más todavía, Amarilis lescontaba historias de niñas que habíandesaparecido en los bosques en noches derelámpagos.

 Y toda la fila de niñas temblaba ygozaba escuchando los cuentos de Amarilis.

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 A Amarilis le encantabala clase de gimnasia: se tirabapor las cuerdas y las barras ydaba triples saltos mortalespara terminar subida arriba dela lámpara del gimnasio. Ytoda la fila de niñas y la madrePétrea se quedaban mudas delsusto.

Las niñas encontraban a Amarilis muydistinta. Tenía útiles diferentes a los de ellas: unasacuarelas de cien comas tijeras para la manoizquierda, unos lápices de colores que se veían enla noche y una lapicera de tinta invisible. Amarilisera generosa y los prestaba siempre.

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La otra cosa eran losmárgenes.

 Amarilis no podía guardarlos márgenes de los cuadernos. Todos losmárgenes de sus cuadernos estaban repletos dedibujos de jaguares con manchas, panteras con laboca abierta, monos saltando de un árbol a otro yserpientes enroscadas luchando con cocodrilos.

“    No sabe guardar márgenes ”  

Escribió la madre Pétrea en su libreta deanotaciones y lo subrayó.

“    No sabe hacer filas ”  

Escribió en rojo la madrePétrea en su libreta deanotaciones.

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Una noche, la madre Pétrea habíasorprendido a Amarilis caminando a patapelada en camisa de dormir por el pastohúmedo del parque. Iba dormida. Cuando ladespertaron, no sabía nada de lo que habíapasado.

“   Tiene un sueño irregular ”  

Escribió la madre Pétrea en su cuadernode  Problemas con las niñas.  Desdeentonces, cerraba las cortinas para que la luzde la luna no viniera a llamar a Amarilis ytrancaba las ventanas para que no pudierasalir.

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 — No duele nada. Es magnífico  — dijo Amarilis a sus compañeras — . Me ponen unospolvos mágicos que se llaman sulfas y que hacenque no me duela nada.

Estaba contenta, medio recostada en unagran cama que subía y bajaba como un ascensor yse doblaba si uno le apretaba una palanca. Era unacama espectacular.

 Amarilis les enseñó a bajar y subir la palancade su cama. Amarilis las hizo subirse una por una asu cama y subir y bajar con ella. Estaba contenta. Ya no le dolía la panza ni lloraba.

 — El doctor es muy bueno  — explicó — . Sellevó mi dolor de guata y lo guardó en un frasco.Se llamaba apéndice. Me lo regalará.

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Luego, Amarilis repartió los juguetes que lehabían mandado por correo sus papás que estabande viaje por el mundo. Las niñas en fila jugarontoda la tarde con casas de muñecas, osos a cuerda,caballitos con ruedas que galopaban, bailarinas deporcelana que bailaban, cajas de música y otrascosas muy lindas.

Después, se despidieron de ella y se volvieron en fila al colegio.

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 A medianoche, la madre Pétrea se despertó.Había un ruido totalmente irregular en la

pieza de las niñas.Sin ponerse su bata, corrió hacia allá y

encendió la luz. Todas las niñas estaban entadas llorando en

sus camitas.

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 — ¡Me duele la guata!  — gritaban endesorden.

 — ¡Tenemos apendicitiiiiis!  — decían todasal mismo tiempo.

 — ¡Oh, no! — dijo la madre Pétrea — .

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 ANA MARÍA DEL RÍO

 Ana María del Río, conocida autora chilenade libros para adultos, incursiona también en laliteratura para niños. Ana María es licenciada enPedagogía en Castellano por la UniversidadCatólica y se especializó en literatura Latino-americana en Estados Unidos. Ha publicado enesta misma colección  La bruja bella y el solitario(1999), La historia de Manú  (2004) y  Lita, la niña del fin del mundo, (2004). Actualmente vive en el campocerca de Talagante, el pueblo donde nació. Allíescribe, cultiva la tierra y los fines de semanarecibe la visita de sus tres hijos y su nieta.